revista del ismp n° 6

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Revista del Instituto Sanmartiniano del Perú N° 6 Lima, agosto de 1942. Editores: Alayza y Paz-Soldán, Luis y Dellepiane, Carlos.

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Page 1: Revista del ISMP N° 6

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RE v ·1 STA

O.EL

INSTITUTO , SANMARTINIANO DEL PERU DIRECTORES :

Dr. LUts ALAYZA y PAZ SOLDAN CORONEL CARLOS DELLEPIAl\E

President! del Instituto Vice-Presidente ·del Instituto

Año VII Agosto de 1942

't ::s......... -¡

su ·M AR 10

Editorial-. .

Actividades del Instituto.

RECEPCION DE LOS EXCMOS. SE¡qORES FRANCIS· CO JOSE CHAUX Y JOSE ABEL MlONTiLLA.

Discurso del Sr. Lui.a Alayza Paz 5oldán.

Discurso del Excmo • . Sr. francisco' José Chaux, Emba· jador de C~lo~bia.

Discurso del Excmo. Sr. ~osé Abel Móntilla, Ministro de Vene;i;uela.

FIESTAS PATRIAS:

Discurso del Coronel Manuel C. Bonilla.

Discurso del Sr. Ricardo Cavero-Egúsquiza.

D:i:curso dd Sr. Luis Alayza Paz Soldán,

No. 6

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REVISTA DEL .

Instituto Sanmartiniano del Perú DIRECTORES:

Dr. LUIS ALAYZA Y PAZ SOLDAN

Presidente del Instituto

CORONEL CARLOS DELLEPIANE ·

Vire-Presidente del Instituto -Año VII Agosto de 1942 No. 6 (1)

EDITORI A4:

EN LA SESION de Junta General de 25 derm.ayo del presente año,

se acordó designar al Embajador de Colombia en esta capital, señor doc·

tor don Francisco fosé Chaux, como ]~fiembro de Honor del INSTITU­

TO; y, según disposición de nuestros Estatutos, el representante de Ve· nezuela en Lima, es Miembro nato de la Institución.

La circunstancia de haber sido acreeditados, con poca diferencia ' de tiempo, los señores Chaux y, Montilla para representar en ésta a su~

- respectivas repúblicas, permitía recibirlos en una sola actuación, ·a la que

se ha querido dar solemnidad extraordinaria, invitando al Presidente de

la R~pública, doctor Manuel Prado, a realzdrla con su presencia, en aten­

ción al sentimiento gne estrecha las relaciones de los pueblos de Améri­

ca, en este momento lleno de peligros y amenazas para las naciones del orbe.

El presente número de nuestra REVISTA está dedicado a recor· .. dar la sesión solemne del día 1 O de julio del año en curso y a recoger

textualmente los trabajos leídos en ella por los señores Embajador de Co·

lombia y Ministro Plenipotenciario de Venezuela.

(1).-Los números anteriores de esta Revista corresponden a :

/

119: Julio de 1935. - 29: Diciembre .de 1935. - 39: Mayo ae 1936. -49: Julio de 1936. - ~9: Agiosto de 1941.

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Actividades del Instituto

PREMIO NOBEL DE LITERATURA.-A iniciativa del Presidente, doctor Luis Alayza y Paz Soldán, se acordó la adhesión del Instituto a la recomen­dación hecha en favor del novelista argentino Enrique Rodrígue.z Larreta, . para que le sea otorgacLo el PrPmio Nobel de la Literatura. DOS MONUMENTOS HISTORICOS.-Por acuerdo Directivo, el Vocal, se ñor Pedro Rufa Bravo, Senador por J_;ambayeque, presentó en su Cámara ui1 proyecto cJ.e ley en virtud del cual ~.e declara mo11umentos históric,'os naciona· les, las casas en que se alojó el Libertador San Martín en Pisco y Huaura.

CONFERENCIASl,-El 18 de noviembre de 1941, conmemorándose el cente· nariu de la batalla de Ingavi , el Vocal, doctor Miguel A. lVIa rtínez, sustentó, bajo los auspicios del Institu t¿i. una-- conferencia sobre el tema: "Gamara, Su Vida, Sn Obra.-Sociología · e Historia".

El Vocal señor Pedro Ruíz Bravo, sustentó, también, una conferencia ¡;obre la vida del l\Iarisctíl Domingo Nieto, el 12 · de junio del pte . año. DISTINCIONES.-El Vice-p.residente, Coronel Carlos Deilepiane, fué_ con­gr atulado por su designación como Nii\'rnbro Honorario de la Oficialidad -.del Ejército Argentino. · NUEVOS lVllEMBROS .- Se dirigió una nota al señor Jdsé Abel Montilla, re­cordándole que eu ~u condición de Ministro de Venezuela, patria d~l l¡iber­tador Simón Bolívar, de acuerdo con el artículo 39 de ·los E!statutos es Miem­bro Honorario Nato de la Institución.

De conformidad con las propuestas e informes respectivos, se hicieron las siguientes designaciones:

Al señor Francisco José Chaux, Embajador de Colombia, como Miem­bro Honorario;

. Al doctor Ángel H. Roffo, Director del l11'stituto de Medicina Experi-mental de Buenos Aires, como miembro Correspondiente. . _,,,,

Al doctor Alberto Ulloa Sotomayor y al señor Arnaldo Panizo, como S'ocios Acüvos. .. ACTOS EN QUE SE HIZO REPRESENTAR AL INSTITUTO.-El Insti-

• tituto ·Sanmartiniano del Perli., a invitación especial, se hizo representar por su Comité Directivo en las ceremonias patrióticas realizadas el 30 del pte. mos por el Concejo Provincial de Lima, en la Plaza San Martín y en el Panteón de los PrócerGs. conmemorando el 121 Aniversario Nacional. -

En la primera de las act:uaciones cita.\}as prenunció un discurso, a nom­bre de la Institución, el Secretario,_ señor Ricardo Cavero-Egí1squiza. En la ·seg1rnda, el Yncal, coronel Manuel O. Bonilla.

• El Presidente, Dr. Alayza, disertó en la Radio tNacional en nombre del Instituto, el 29 de julio.

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El Instituto Sanmartiniano del Perú se honra recibiendo en este

sesión solell!,ne a los señores Francisco José Chaux, Embajador de la Re·

pública de Colombia, y José Abel Montilla, Ministro Plenipotenciario <le

los Estados Fec1erales de Vene'zuela, como Miembro de Honor y como

::\1iembro Nato, respectivamente; y rinde especial homenaje a sus muy

ilustres patrias, tantas veces vinculadas a la nuystra en el pasado y en el

presente.

Ha querido el Instituto dar excepcionál relieve a_ -esta actuación,

en esta hora en que el peligro común une a las repúblicas del Nuevo Mun·

do, para conlribuir a la unificación ~~piritual de la América, Y, respon· diendo a los acuerdos de la Conferencia de Río de J aneiro, punto de par· ·

tida de nuevas y más estrechas relaciones continentales y Decálogo de la

defensa de la libertad en el mundo, de los i'deales democráticos de la hu·

manidad y de la soberanía de nuestras repúblicas.

Los señores Chaux y Montilla representan a dos g~andes pue·

blos de la Gran Colombia,- -1a colosal república soñada por Bolívar,-y

el Instituto de mi prcsídencía se auspicia con el nümbre puro, grande y no·

ble del Libertador San Martín, su eminente compañero de glorias, y de­

dica. sus empeños al culto de los próceres de la Independencia americana.

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E~ el señor Francisco José Chaux, natural de Popayán,-, -¡Popayán!, la ciudad universitaria y sapientísima !- y Doctor en Derecho de la misma, Miembro de Número, y Primer Premio, de la Academia Colombiana de Jurisprudencia y político por tradición familiar y por predestinación para la conducción de pueblos. En las filas del Partido Liberal, funda· do por el egregio General Santander, uno Q.e los más eminentes estadis · tas del nuevo mundo, ha vertido su palabra de oro - que pronto vais a a·dmirar - desde las tribunas parlamentarias y ha derramado su prosa brillante y aterciopelada, conceptuosa y de c01te clásico en las columnas de los diarios colombianos y en las páginas de aquellas revistas que enor· gullecen a la América Latina.

Desem.peñó durante tlddo el período presidencial del doctor Ola ya Herrera el portafolio de Industrias, y ha representado a su país como Plenipotenciario y con~ Q . Embajador en Quito y en Santiago, y, desde principios del presenL~ ; fío, tenemos el honor de contarlo, CQn igual re· presentación, en la Ciudad de los Reyes. - .

Como no es de este lugar el recuento de los méritos del doctor Chaux y la exposición de su ideología, básteme decir que es de aquellos sabios y virtuosos estadistas que creen que en "la diplomacia america~a solamente dan fruto, la verdad, el espíritu de cooperación con el país en que el Jefe de Misión está acreditado y la lealtad para con él, similar en principio, a la que se tiene con la propia patria". El pensador que alber· ga semejáy.tes ideales está destinado a ser un colaborador eficacísimo en la obra /efe unific;¡i.ción y fraternidad americana. Y no podía ser menos generoso el hijo de la Gran Colombia, iniciada bajo la dirección del Ge­neral Francisco de Paula Santander, que gobernó dentro de los precep­tos de la democracia y del imperio d.e la ley, a esa gran nación que envió un río de sangre. de leones desde Nueva Granada hasta Ayacucho, aten· diendo a los angustiosos clamores de Bolívar, cuando luchaba por la in­dependencia del Perú y del Continente.

Me imagino a la patria colomhiana como imponente matrona to·

cada con el casco de Minerva, en alto la espada de Marte . y abriendo sus

arterias generosas y pródigas de vida para alimentar la emancipación de los pueblos hermanos.

El señor José Abel Montilla, que lleva un nombre grabado en oro

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en los Anales de la Epopeya de la Libertad del cpntinente, es nativo de San Cristóbal, capital del Táchira, la provincia legendaria dadora de con· ductores de pueblos y de las más grandes figuras históricas venezolp.nas. Ha llevado sus luces y sus virtudes ciudadanas a la Suprema Corte Fe­deral y al Parlamento, ha representado a Venezuela en Bélgica y Checo­eslovaquia, en Polonia y en Finlandia, en Panamá, Ecuador y Centro A· mérica, en México :y en el Brasil, antes de ejercer la Plenipotencia entre nosotros. Su pensamiento y su. erudición alumbran en las columnas de los diarios que dirigió su pluma, y en múltiples libros que estudiaR lós asuntos históricos del continente y la política de su patria, y trasmiten al público las impresiones del insigne escritor en sus andanzas por el vie­jo mundo.

Corre por sus venas la sangre proc&rn de los Montilla de Vene· zuela y la tradicional de los Betancourt de Colompia, y es iembro de la Orden del Libertador, en el Grado de Gran Cl? fJ.ón.

Y si tratamos de penetrar en su espíiihi, le encontraremos lleno de una mística de alta política que se inflama con el recuerdo de las tra­diciones de la raza - de la noble y generosa raza .española - preocupa· do con la misión de lucha Y. de holoca11sto a que parece estar destinada la humanidad de esios días pavorosos y con el ideal de una americanidad elevada y fuerte, como la diseñara Bolí.var en Jamaica, en Angostura Y, en la invitación al Congreso anfictiónico de 1826.

La nación que con tanto brillo representa entre nosotros, es pa· tria de Bolívar, y Bolívar, a su vez, personifica a esa patria heróica y glo· riosa, triunfadora y mártir, la ecuménica Venezuela que realizó la liber· tad de un mundo y con sus manos vivificantes plasmó un puñado de re· públicas soberanas .

Señores:

El Instituto Sanmartiniano, bajo los ausp1c1os del nombre inma­culado del libertador austral, tiene por misión propagar el culto de los próceres de la emancipació,n y la enseñanza de sus virtudes.

"La hermosura, dice Víctor Maúrtua, de nuestros grandes con· ductores, desde Washington hasta San Martín, Bolívar y Don Pedro, está en que todos ellos sintieron el destino que los empujaba. San Martín ha· ce en la historia la impresión de ~m iluminado al orgamzar su expedi-

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ción libertadora a Chile y al Perú. j Qué bello ejemplo de visión profu'n­da y lejana, de sentimiento de solidaridad, el del héroe argentino, cuan­do deja detrás de si la anarquía y el peligro de la patria chica para se· guir impávido a dar el golpe en el corazón mismo del imperio español".

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La mitología griega, que es la filosofía de la vida, el tesoro de la experiencia de los pueblos y hasta - en cuanto es posible - el atisbo del futuro, todo ello cristalizado en simbólicas leyendas y personificado en héroes y dioses que representan las más grandes concepciones del rey de la creación, tuvo su más alta expresión en el mito de Prorñeteo, el ti­tán bondadoso que, compadecido al. ver a los humanos sumidos en las ti­nieblas y ateridos de fríe. infinito en un mundo a obscuras, sin astros y sin fuego, escaló audazmente lo cielos para robar una chispa de la ho­guera divina y obseqlfi,arla a los mortales.

La pena con qll'e Júpiter, el rey de los dioses, castigara al titán revolucionario, iguala a la infligida por Jehová a los .ángeles rebeldes. 'El titán faé encadenado en una montaña, donde cada día un águila le de· voraba las entrañas, · y éstas renacían durante la noche para hacer posi­ble la repetición, cada . mañana, de la bárbara 'tortura.

Los hombres que en div.ersos tiempos han libe1tado a sus herma· nos de las cadenas del cautiveri0 y de las del espíritu, que son más es· pantosas que las de hierro, reproducen la persona ubicua y plural de Prometeo, inmolándose en aras de la felicidad humana, destruyendo los cala-bozos del pr:isionero, y la ignorancia - calabozo del espíritu -1

- des· baratando prejuicios, aterrando ídolos y derribando los altares del. des­potismo, para darnos con ello el calor y la luz de la libertad que es el sol , de los mortales.

Bolívar, San Martín y Washington, como O'Higgins, Artigas y Unánue y los libertadores todos, nos trajeron la lumbre y el fuego y des­encadenaron los pies del esclavo y el cerebro del ignorante.

El Prometeo mitológico figura en las esculturas griegas de la era clásica c·onfeccionando en su taller formas humanas, a las que infunde la vida de la divina chispa robada al cielo; con iaéntica alegoría podríamos _ representar a nuestros próceres americanos, que plasmaron con el pr<J)· digio de sus manos fecundas las repúblicas soberanas, . infundiéndoles en el alma los principios vitales y luminosos de la independencia y de la de­mocracia y el culto de las virtudes ciudadanas.

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Quiso el arcano designio que Prometeo sufriera como castigo ~~ su osadía el desgarramiento de sus entrañas; también los próceres de la emancipación viéronse despedazados en vida por los buitres· de la envi· dia y de la calumnia. /

Pero como el Promet.eo del mito se redime, llega para los próce· res el día de la glorificación, y los hombres de alma noble y buena vo· !untad acometen la obra de restañar las heridas de los· titanes y remune· rar en gloria y en palmas el beneficio que de sus manos genero~as reci· hieran.

Incluímos ~n este culto a aquello·s héroes que rindieron la vida sin lograr dar cima a la empresa libertadora, titanes que en_ el vuelo del Olimpo a la Tierra, perecieron' consumidos p~r el mismo fuego divino de que eran portadores. Veneramos a, los que tuvieron la gloria del triun· fo y volvieron con el fuego de libertad en las mlfii1,os; pero más a los que diéronse a sí mismos como combustible, y se quemaron en él, para ali­mentar la hoguera de las ideas, llámense Morelos, Hidalgo o Miranda, Caldas o Pumacahua, Murillo o Belgrano, Pola Salvarrieta o Ahdrea Be­llido, las dos grandes enamoradas del ideal, despreciadoras de la muerte.

Señor Presidente Prado:

Al daros las gracias por el realce que con vuestra asistencia per· son al os habéis dignado dar a esta actuación, ·quiero hacer resaltar que sois uno de aquellos virtuosos mandatarios que no sólo consagran sus desvelos a la felicidad material del Perú, sino a fomentar y enaltecer la viéla; del espíritu. 'Todas las instituciones patrióticás, culturales y cien· tíficas cuentan con vuestro aliento y decidido apoyo moral; y vuestra pa· labra; luminosa y orientadora, da mayor trascendencia a la obra , de las asociaciones que cultivan .los altos ide·ales de esta patria a la que servís · con tanta eficacia y a la que - después de haber dado lustre a s~s ar· mas, satisfacción a su derecho, respetabilidad a su nombre y prosperidad y paz interna - acrecentáis la fama de que siempre ha gozado como centro espiritual de estudio y de cultura en la Améi:ica Latina.

Gracias doy, finalmente, a la selecta concurrencia que ha respon· dido al llam~do del Instituto Sanmartiniano.

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DISCU R SO D EL

Excmo. Sr. · Francisco ·J. Chaux EMBAJADOR DE COLOMBIA

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Haber llegado a este sitio constituye un honor a que jamás habría . podido yo aspirar si no fuera ilimitada vuestra gallarda hospitalidad, pues no tengo títulos propios para ocupar en esta ciudad clásicamente académi­ca y universitaria, tribuna tan ilustre, erigida para "fomentar el culto a los heroes de nuestra Independencia'·, y singularmente para el análisis y ]os comentarios de una vida ejemplar, de la que se ocupará más y mejor la hu­manidad a medida que en el Continente se afirmen el progreso y la rique­za, se eleven la sabiduría y la· cultura, y se perfeccionen la libertad y la justicia social, dones con que don José de San Martín se empeñó en dotar a los pueblos de América, como Libertador de Colonias y Maestro dé Go­biernos.

Quiero, con todas las veras de mi espíritu, emocionado al encon­trarme entre la figura espiritual imponente del Gaucho Epónimo, y VQ­

otros, Señores Miembros del Instituto, que oficiáis con noble autoridad en los ritos del culto histórico a que están obligadas las 21' repúblicas a: . mericanas; quieio ante todo, repetiros los Q.ictados de mi gratitud por ha­berme enaltecido con recibirme como Miembro Honorario de esta Corpo­ración que, acogiéndose con reverencia a la memoria munífica del "Pro­tector", renueva vigorosamente los votos de libertad y grandeza de nues·

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tras naciones y afianza los atributos de su Soberanía, pues por sus obras extraordinarias,· está el nombre de San Martíñ consagrado como una de las cifras máximas de los destinos de América y de la democracia de todas las latitudes y de toi:las las épocas.

Al ocupar vuestra atención, evitaré el trazo de rasgos biográficos, que todos conocéis devotamente, y he de limitarme ' a unas reflexiones que son mi ofrenda modestísima para el Hacedor Silenciaso de Patrias.

Pero he de decir antes, Excelentísimo Señor Presidente de la Re· - pública, que vuestra presencia felizmente auspiciosa en esta sesión so­

lemne, agrega un motivo más a los muy numerosos que comprometen pa· , ra con Vos mi agradecimiento personal, y confirma mi adhesión de co·

lombiano que he tenido la fortuna de venir ante Vuestra Persona y Vues· tro Gobierno para representl!r una Democracia cuya medula no se relaja­rá jamás, hermana de esta que por juicio de vuestros conciudadanos es· táis Vos . presidiendo e~ la más honda satisfacción del Continente.

Mas no me. ha sorprendido encontraros . €n este recinto, ya qu~ tengo · aprendidas, de las palabras que os ha oído Vuestro pueblo, estas admirables

que concentran la doctrina tutelar del Magistrado republicano dotado por Dios y por su sangre con virtudes generosas y patriotismo de bizarra efi· ciencia; palabras que más que nunca son pertinentes cuando, unidos los hermanos de América, conmemoramos los hechos de' nuestros héroes:

"es esencial la: acci&p deci· siva . . . . . . . . . . . . de las grandes fuerzas morales que, en definitiva, gobiernan los destinos humanos, creando el orden superior al predomi­nio de las leyes físicas y en el que se afirman los eternos valores que dan sentido a la vida y marcan al hombre las rutas de su incesante progreso".

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Será difícil encontrar en las calles de las ciudAdes o en las sen· das de los campos, a alguien de América que ignore la esplendidez de los Andes que atraviesan el territorio continental, o que no haya oído hablar de la inmensidad de los dos océanos que lo rodean, o que nada sepa de la gloria, de los tres hombres que presiden y guían a sus pueblos al frente d~ la legión inmortal de los libertadores: Washington, Bolívar y San Martín,

. cuyo espíritu regirá la vida de estas repúblicas mientras el hombre se pre­cie de ser imagen de' Dios, pues cada uno de éllos cumplió una misi.Mi

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providencial que prevalecerá sobre todas las influencias a que se vean sometidas las "nuevas generaciones en los planos complejos del futuro.

Hecha la independencia de los Estados Unidos, la emancipación completa del Continente flotó en la esfera vital de las naciones, gravitó sobre la especie humalli:r--r--se impuso como necesidad impostergable, en· tre otros motivos, porque el trono de España había sido desquiciado por la palanca napoleó_nica; porque el estado de alma de estas colonias fue profundamente modificado con los postulados de la revolución francesa que renovaron la mente de los pueblos mudándolos del campo, espiritual de servidumbre al de aspiración animosa a la ciudadanía; porque la Es· paña de los comienzos del siglo XIX no podía, dentro de la inflexible ló­gica de la vida internacional, conservar colonias en un mundo donde las había perdido Inglaterra, y por leyes ecori-Omicas ineludibles cuyo nú· cleo de irradiación_ o de influencia estaba locajá_zado precisamente en los Estados Unidos de Norteamérica: ¡- i

El fenómeno, que se había venido anunciando con brotes esporádi­cos de rebelión indígena, se produjo casi simultáneamente en todas las colonias en la forma de una rebeldía sin orientación definida ni precisa, y que puede reducirse en la mayor parte de los casos, a esta fórmula: levan" tamientos o asonadas populares contra excesos de autoridad, y excesos de autoridad contra levantamientos o asonadas populares.

En muchos centros el movimiento se inició con sentido de legitimi: dad patriótica, en - apoyo al Rey español víctima del desacato imperial ~e Napoleón, y como para constreñir a las autoridades locales a no someter­se al usurpador del trono.

Pero a poco~ de la misma manera que las aguas buscan el mar, to­das las inquietudes e inconformidades, todas las sediciones y atentados contra el orden colonial confluyeron a un mismo término: la libertad.

El conflicto se extendió como una tormenta y los pueblos recibie ron las tablas de su independenci~ entre las llamas fulgurantes de la re· volución.

El eje de la ardua labor libertadora d_e los hemisferios surameri­canos reposa sobre las espadas de Bolív:u y de San Martín, de manera tál, que rota en su hora cualquiera de las dos, el imperio español habría perdurado largos años en las tierras descubiertas por Cristóbal Colón.

En cuanto a la potente repúblic:i del norte, ella levantó el escudo -de su cooperación para amparar la infancia de la múltiple familia ame-

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ricana de sangre española: la doctrina Monroe fué como la egida que cu· brió la cuna de nuestra vida nacional.

Así, tras un rigido estudío de las h1chas de emancipación, quedará siempre <lespejada esta verdad: es precisp atribuir a la unidad triforme de Bolívar, San Martín y Washington, o San Martín, Bolívar y Washington, .o Washington, San Martín y Bolívar (como hayan de colocarse conforme al rito de cada pa is), la creación de la América libre y soberana, con la misma seguridad con que se le atribuye a Colón el encuentro del Conti· nente entre las soledades milenarias del mar.

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No por haberse desterrado del territorio americano la autoridad es :_ pañola, quedó consum.?:til.a, socialmente hablando, la independencia esen cial de las colonias n :i:MJdes, ni organizado con plenitud el ejercicio de la ley y del derecho en las naciones que -~cababan de obtener su título de soberanía.

Surge aquí el gran problema del análisis de 1a evolución de nues· tro~ pueblos, de aquel proceso lento en que, mediante poderosas presio­nes, se les dió elasticidad espiritual a las masas coloniales inertes, y sen­sibilidad vital propia, a un organismo entorpecido en la servidumbre sin albedrío.

' Durante la lucha de tres lustros se había levantado lo que po· dríamos -llamar una alta cordillera de ideales, de acciones y de reacciones, (elementos lógicamente inseparables en los periodos de actuación tras­cendente de la humanidad), cordillera en cuya cumbre se encuentra el divorcio espiritual de las aguas: las que corrían hacia eLpasado y el co­loniaje y las que corrían hacia el futuro y la liberta~.

Ocupan las alturaio de esa elevada cadena inmaterial Miranda, O'Higgíns, Santander, Nariño, Sucre,~ Páez, La Mar, Camilo Torres, Cór­doba, Belgrano y Castelli, Artigas, Hidalgo y Morelos, los sabios Caldas y Unánue; y con majestad austera dominan las cimas más esplendentes San Martín y Bolívar (En otra edad B:l~ica emergen las eminencias de

-Benito J uárez y <le José Martí) . · Tan pronto· como quedó cerrado el período épico de la emancipa·

cié1n se inició la lucha de los libertados contra los libertadores; y comen· zó ~l holocaustro de los hómbres señeros de las repúblicas nacientes, en

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a aras implacables de los pueblos que habían salido de la guerra con la conciencia insegura, agitado el ánimo y el brazo fuerte, impiadoso y · gero para herir. •

Es innecesario, puesto que todos lo sabeis de memoria e imposible porque no debo abusar de vuestra atención bondadosa, enumerar los , suce­-o- ocurridos en aquella edad de confusión inicial de nuestros padres en el goce de la soberanía nacional .

Bastará recordar, sin pretender el deslinde de responsabilidades ni iquiera una ordenación cronológica, que el Perú y Bolivia hubieron de reaccionar contra . los vencedores de Junín y de Ayacucho; que la Gran Colombia se desh zo tormeritosamente entre las manos ya temblorosas del héroe fundador; que Sucre cayó abaleado trllidoramente, y que Córdob::i fué ultimado por i~as mercenarias; que La Mar h ~10 la muerte en el des· tierro; que, en torno de Unánue, el profesor sap •· >t ~ísimo, el estadista de hábiles empeños, el político que izó. su bandera en el asta vertical de la patria, guía 'de San Martín y -de Bolívar en las últimas galerías del Vinei· nato y eri los primeros caminos de la colonia emancipada, se levantaron con insistencia y encono las cavilaciones y recelos de la no madura ciuda·· danía, y que el Maestro hubo de escapar de las Casas de Mando y de sus aulas, . y de acogerse a 13: paz dolorosa de un aislamiento irrevocable que rnavizaron benévolamente los Penates d<:l campo soleado, vivificante y compensador; que Chile recabó la dimisión de O'Higgins, uno de los 1i· bertadores americanos de más hondo sentido social democrático, y que re· vertidas al pueblo las insignias de la Jefatura Suprema, hubo aquél de buscar, para vivir y morir, la paz desventurada del ostracismo, cuyos ri­gores templó la gratitud providente de los Lares peruanos; que Bolívar e tigmatizado como enemigo capital de las naciones signadas ,triunfalmen .. te con su espada, hubo de amparar sus breves horas de agonía bajo el te• cho misericordioso de San Pedro Alejandrino, de donde descendió en si· lencio hosco y amargo, al seno de la misma tierra que él había liLertado entre clamores jubilosos de las muchedumbres redimidas; y que San Mar­tín, encadenado a una dilatada ancianidad opresora, solitaria y opaca, ~obrevivió tristemente año tras año, sin alcanzar a ver con sus ojos ani­quilados ni el florecimiento pomposo de sus naciones, ni la irradiación ecuménica de su nombre inmortal.

Pero nada significan en la marcha triunfadora de los pueblos la angustia y el dolor de los hombres. Antes parece que por alguna leY: de

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la vida humana, los procesos de las grandes glorificaciones hubieran siem­pre de iniciarse en una página orlada en negro por la incomprensión o la ingratitud que tántas veces tuercen las relacione$ entre el que guía y los que son conducidos, entre el qu~ apacienta y los que son guardados, entre el que enseña y los que deben aprender, entre el que manda y los llamados a cumplir.

IV

Arduo ha sido el proceso evolutivo de las repúblicas de San Martín y de Bolívar. . · '

Libertados políticah1é'úte estos países y engreídos con la perso­nería nacional de cada ~m-?, se dieron inexpertamente a la vida soberana. La liberación constitucicllAl no había modificado las costumbres sociales

() -

del coloniaje, y así, dentro de la teoría republicana de gobiern·o, hubo de iniciarse la evolución hacia la ciuc;ladanía personal de cada uno y hacia las actividades .cívicas colectivas, entre las convulsiones polític~s que' eran la consecueQcia natural de la revolución - única ciencia que en aquellos momentos habían aprendido los pueblos -, y allanando con lentitud fo. sos y muros de estructura política y de estructura social, para llegar .a la meta de la demoéracia debidamente organizada. ·

El orden público comenzó a moldearse en cada Estado entre lu­chas constituyentes y revueltas producidas por el choquei airado de las aspiraciones de las gentes nuevas contra las costumbres viejas y los in· tereses legítima o ilegítimamente creados, agravando tal conflicto el desorden naturalmente causado por la guerra con su cauda de miserias • y de glorias, de pesares y de júbilos, de actitudes equívocas y de herpís-mos consagradores. 1

Fueron legados del coloniaje, entre otros, la imprecisión de las relaciones entre el poder civil y el eclesiástico; la esclavitud como agente principal del trabajo; la depresión psicológica y menoscabo espiritual de las razas oprimidas; la organización heráldica de la familia a ,base del mayorazgo; el sometimiento de la escuela, de la universidad y de la prensa al fuero arbitrario _de las autoridades; el desconocimie.qto de la función social de la propiedad. Correspondíale a . la república resolver los problemas que dimanaban de cada uno de los elementos anómalos de la organización coiectiva, y puede decirse que cada solución abrió. uriá ha·

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a. al revaluarse los apotegmas que se habían considera<lo como silla· ~ _ de la cultura y de la moral.

No es posible par«. las · sociedades humanas pasar de los estados -1e esclavitud a los de libertéid personal. ni del coloniaje a la independen·

·a y soberanía, sin desafueros de pasiones y sin interposición de la de­gogia anarquizante, fruto natural en hombres y pueblos de la incultu· que producen, por leyes ineludibles, la misina esclavitud y el mismo omaJe.

Si luego se mira hacia el exterior, el primer fenómeno anormal - e Ee advierte es el de aislamiento de los países surgidos de las provin·

- .. española~, aislamiento mutuo si así puede decirse, iniciado sin nin· a determinación explícita por todos, y seguido o aceptado' subcons·

• temente, también por todos, como para vivir c",da uno su propia vida ropender a su desarrollo, sin cooperación ni Íi1gerencia económica, ni

ia] y menos política de los demás.

Nuestros pueblos habían coordinado su pensamiento, y Stt con· cia y habían a~umulado su esfuerzo para el empeño libertador; pero

enidas las cartas fundamentales de soberanía, su sentido nacional se • linó más a buscar vínculos con las potestades europeas, que a forta,

r los ya existentes con los hermanos de América, desentendiéndose en cho del llamamiento genialmente - previsor para el Congreso Anfictió ·

de Panamá,, dejando correr despreocupadamente la doctrina de _ onroe, concurriendo sin intenciones definitivas a c·onferencias y con .. _ e:: s, y prestando apenas fria atención protocolar a las voces con que

·~illlos gobiernos, en intento aislado, llamaban de tiempo en tiempo a la on .

Se explica aquella tendencia porque, sintiéndose estos paí~es : -. 'ale entre sí, ·poco o nada esperaban los unos de l~ otros, en los co·

· enzos de la vida, para su desarrollo y prosperidad, mientras que sí ían mucho que desear de la cultura refinada del viejo continente y

e EU hábitos sociales, dé su capacidad económica y de la potencia mi· ~ de sus naciones, las que, vinculando intereses ·a nuestros territorios

. mercados, podrían, con su prestigio y fuerza, garantizar de hecho n~s-independencia contra todo riesgo, sosteniendo y fortaleciendo, indi ..

rectamente med-iante el comercio activo, y directamente por medio de a· rtes de capital, las de_smedradas finanzas iniciales de las repúblicas

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hechas de colonias retrasadas por la servidumbre y agotadas y desórga· nizadas en la recia y larga guerra de emancipación.

Por otra parte los nuevos paises; de naturaleza geográfica bra· vía, carecían de vías fáciles internas v de flotas mercantes para benefi~ ciarse del mar, de tal manera que sus relaciones se fueron subordinando en mucho. a la decisión y al interés de las naves extranjeras que tocaban en sus puertos . ~

· Mientras que la desvinculación se . producía por causas naturales, como las que quedan apuntadas, comenzaron a aparecer, para mayor ale­jamiento mutuo, motivos positivos de discordia que se entrelazan unos con otros, la mayoría de los cuales se presentaban con pompa marcial de postulados patrióticos. Puede.u citarse, en vía de ejemplo, las rivalidades de los caudillos proceros y de los inquietos secuaces que el 'prestigio de cada uno enfilaba en tOJ ....:..) de su bandera o tras de la lanza o de la espa·

~ · gr . ,

da; o las famosas cues'T•enes de límites, especie de vengadoras bompas de tiempo, que España, por el oscuro texto de sus cédulas, nos dejó cla­vadas en las fronteras de nuestros territorios, como para castigar el des­conocimiento de su dominio imperial, y que comenzaron a estallar de lustro en lustro, retardando la conexión íntima de naciones hermanas; o los celos de influencia y de preponderancia en la política continental, que se deslizan de vez en cuando por las canci:llerías, quebrantando calla-damente la fraternidad. .

, Así los países americanos fueron creciendo desentendidos los unos de los otros, casi durante todos los años del siglo XIX y algunos del XX, exceptuándose ciertos momentos de peligro común, como aquél tan memoqtble que se corri~ en 1866 y que el Perú conjuró legendariamen­te a pecho descubierto, en los cuales se producían acercamientos ardoro­sos y heroicos, pero transitorios.

V '-

Han cambiado los ti.empos. Las contiendas solariegas quedaron dirimidas ante los estrados donde la Razón, la Justicia y la Paz miden y comparan, en presencia de Dios y de los pueblos, el interés y el de­recho de las naciones y sientan solemnemente' sus fallos en los protocolos de la histori_a para que los conozca y los respete y los cumpla la poste· ridad.

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Si el contacto de algunos pueblos con los Estados Unidos del Nor­e no había sido en todas las épocas uniformemente tranquilo y promete· or, y si en su diagrama histórico aparecen zonas míbladas y soluciones

·e continuidad más o menos extensas y visibles, .todo lo desfavorable ~ rmina y se cambia --en sucesos benéficos, al punto mismo en que la Gran Democracia de Washington preconiza con sabiduría la doctrina de

buena vecindad, y mediante ella propugna el régimeri' . de convivencia peradora y solidariamente responsable de la suerte de todos y de ca· uno, en que se éimienta hoy con solidez inamovible la seguridad he-

. :::férica del Continente, y se basan.. con razon~do optimismo, amplios =ugramas de estudio, de trabajo, de mejoramiento de la vida social y

-e ejercicio vrogresivo de la potencialidad de cada náción. /

Hemos reaccionado contra el sistema inestable de aproximacio-.: ocasionales dentro de un panorama de aislam~ \ to habitual, y las 21

repúblicas están ahora esforzándose por realizar 11~ unión panameric~na

:- hre las bases de respeto mutuo, esencialmente inalterable, . para la en· · ad de cada una, y de cooperación económica equitativa, a fin de con·

: guir en conjunto el equilibrio justiciero, la defensa eficaz y la herman· d inequívoca en que nuestros· pueblos se amen con verdad y se ayu­

en los unos a los otros, dando cada uno de sí cuando permita su propia · -tencia, y preocupándo~e de los demás 1eálmente para compartir el

.tluerzo1 en busca de la prosperidad común de América, que no es, en .sintesis, sino la suma del bienestar, cultura y riqueza de todos los estados

e la form9n; unión preeminente en que los países no se aprecian por · ómetros cuadrados de superficie geográfica., sino por la perfecpión el derecho, según el cual son las 21 repúblicas jurídicamente libres y

- beranas y jurídicamente iguales entre sí.

Nos lleva este movimiento a la altura meridiana de la obra de os libertadores, a la absoluta armonía del Continente, obteniéndose que

ta fraternidad prevalezca sobre toda aspiración desmedida, sobre todo ropósito económico desproporcionado y sobre todo interés que signifi·

que en cualquier campo privilegio o beneficio injusto de alguien. Con .:ta labor . av~nzan los tiempos afortunados en que los pueblos america· o corresponden con plenitud a los ideales de los Conductores Epónimos

que crearon y modelaron su soberanía. ·

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VI

Fué concebido don José de San Martín en las entraña~ prodigic sas de la tierra argentina.

Articulaciones vitales de granito debieron de ensancharse para qu él viera la luz por entre las eras feraces, carne morena y perpétuamenf núbil de la pampa, en la que palpita la simiente de una humanidad eufó rica, y compiten, en vibrante anhelo creador, los gérmenes de los má ricos frutos de selección para la fortaleza y la prosperidad de pueblo venturosos.

1

Ni la tierra mateniaL presintió en aquellos días la eminencia de hijo, ni a éste le fué _dado entrever jamás el incremento potentísimo y e' renombre mundial quE A'tltes de cerrarse una centuria, habría de adquirii la Patria que, siendo ...-.Jo, lo nutrió con pai{ de cautiverio, y que, siend< héroe, le esquivó sus favores. -

Nacido hijo carnal de emigrados españoles, el sino hogareño l<! llevó en la infancia a la Madre Patria, a la que defendió de la conquista napoleónica haciéndose soldado. Guerreó en la tierra y en el mar. Posi blemente después de justas sangrientas, como las de Arjonilla y de Bai· lén, y ante las campiñas arrasadas, las pueblas en llamas y el trono en exilio, repasaría, desencantado de famas y de estirpes, la vida de aquel Monarca que por singular paradoja abatió el sol de los indios vencidos y quiso reducirlo a polvo de miseria para retar al1 mundo c·on la fór· mula suya, la más fascinante de cuantas se han recogido en gestas impe· rial~s: "En mis dqminios no se pone el sol". Y probablemente desde 1~1 borda de los inciertos bergantines armados en. guerra, meditaría en el destrozo implacable que en tierras y gentes de América causó la conqui"S : ta. española; y durante los ratos de silencio de su espíritu, evocaría la' nunca' quebrantada fortaleza con que los caudillos de Arauco defendieJ ron la heredad, superando en brava rebeldía épica a los demás pueblo!'!, despojados, ya que Lautaro se le convirtió en algo como la forma mental permanente de su acción libertadora, y fué Chile el obseiionante punto fijo de sus planes militares para descoyuntar el poderío español.

Nacido hijo terrenal de la pampa, el hado íntimo le desdobló µn día la personalidad, y el sentido americano prevaleció sobre el ancestro ibérico, induciéndolo a escapar de los cuarteles del último Fernando, y

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a>éndolo en un barco aventurero hasta el río que magnifica las plar.:: cies en que se sombreq su cuna.

Así volvió a la querencia el Apóstol Militante de. la Libertad, y ;yen<lo el llamamiento del Destino, escribi_ó de su puño y letra, lenta· ente, las cuatro páginas que para él tenía en blanco el Disponedor Eter·

-<J en el libro de los Designios Insondables.

:VII

- Fué primero un trabajo ímprobo para afirmar la independencia t: su Patria, 1::n la que no le había correspondido el trance sagrado de la

m.iciación. Pero cúpole mtervenir en el aju ; te mental o ideológico del nuevo Estado que se había investido de sobe~~ía; en la orientación cfrica de la soried~d, que modelando pausadar1,ente el alma nacio· nal, determinó al fin, en el Congreso de. Tucumán, media.nte su empe­ño tesonero, la proclamación de la independencia · de las Provincias Uní· da del Río de la Plata, en 9 de julio de 1816.

Y corresp · ndióle de todo a todo la organización y adiestramiento del noble valor gaucho con las disciplinas militares que debían asegurar la independencia contra los planes de reconquista, estrepitosos y agresi­rns. Fundó escuela creando el cuerpo legendario de · Granaderos a Ca­ballo; los hizo ágiles y fuertes, les infundió' conciencia, y les amaestró la valentía, colmándolos de marcialidad, de arrogancia y de prestigio . so­cial, adiestrándolos en la tensión del esfuerzo incesante y haciéndo. les saborear la gloria en las barrancas de San Lorenzo. Bajo la diestra de rns Granaderos, los corceles de la pampa galoparon bravamente hasta los términos de las sabanas de confines solitarios, y resoplaron amenazadores y terribles sobre los precipicios que marcan en el austro las lindes tor­mentosas de América.

A más de factor decisivo para la polarización del alma nacional, de creador del espíritu combatiente y de maestro; de la técnica militat, fue San Martín gestor principalísimo. en la organización de los poderes de la república novicia .

Se esforzó con ahinco para hacer prevalecer el concepto esencial de autoridad l~gítima en aquel esbozo de nación soberana que ensayaba su autonomía, en ~lgunos momentos con timidez y en otros con energías

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excesivas, y que trataba · de afirmar su propia sindéresis de país indepen· diente. El desempeño óptimo del Prócer como Jefe militar, y su ejem· plo civil como Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo, orienta­ron para el ejerCicio del mando a los hombres que cargaban con la res· ponsabilidad de gobernar, preparándole así al país una posición de ver­dadera majestad republicana en la comunidad de los Estados dueños de sus destinos.

Al cónsiderar la misión metó_dica cumplida con estas las primeras faenas de su vida tr<;tscendente, aparece San Martín como roca inamovi­ble en torno de la cual se van deteniendo, acumulando y concentrando para la fertilidad de un· porvenir · inexhausto, los aluviones qué ,ari.:ástr~n los ríos; roca básica que puede llegar a ser, como espiritualmente ocurre en este caso, el cimien!Q_ de ii.n mundo nuevo.

)

VIII

En la segunda página la estabilidad de la roca se transforma ·en ímpetu ascendente .

San Martín, teniendo al" egregio O'Higgins a su lado, se puso un día en movimiento, · se despidió de sus llanuras y encaminándose a la montaña escaló los Andes, dominó la tremenda resistencia inerte y silen· ciosa de los farallones verticales que horadan el cielo, y de los abismos que penetran en la más honda cavidad del mundo; desconcertó a los ven· davales en ásperas veredas, y con las cureñas de sus cafiones desquebrajó los hielos acantilados en la cúspide, en lance de cerrarles el paso a las nubes y. a las constelac!ones.

Circundado por las ondas de la Divinidad y armado con sus ra· yos, descendió a las cuencas del Poniente, triunfó en los campos de Cha­cabuco y del Maipo, y sacÓt. a Chile de la nebulosa de desconcierto ra~ <liante cuya órbita habían querido trazar con sus espadas O'Higgins y Carrera.

IX

Y sin darse reposo emprendió en la tercera faena, en la jornada del mar, la andanza sobre el océano, regida por las leyes misteriosas de una fe inquebrantable en la- destinación providencial.

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. Una vez se le había transmudado la perso~alidad, y el oficial es· - ol abandonó sus armas y sus reales para que apareciera en el Río de , ·

_ Plata un soldado sin equipo que yenía a engancharse en las legio.nes e la libertad de América . ,

Después de la marcha victoriosa de los Andes hubo de verificarse desdoblamiento sorprendente. El 1 de Militar que se hallaba a ór­

e5 de un Gobierno que él mismo había contribp.ído a organizar y ha· _·a fo rtalecido con su autoridad prestantísima, se trasladó a Buenos Ai ·

:: y. ante los Superiores en jerarquía, expuso los planes que no fueron com-:endidos, formuló peticiones que fueron denegadas; suplicó, fuese quizá

la forma impositiva en que suplican los predestinados . . . Pero siendo inútiles stt5 nobles empeños, se desligó súbitamente

e la disciplina y por propia decisión se pusA en marcha para libertar al ení convencido de que no 'habría independencia estable en: América, entras fuera Lima la columna medular del po1'~;río de España.

Se lanzó al inar y enderezó al norte las proas de sus bajeles. Las grises cuadrigas marinas del Antártico corrieron veloces y

- noras a los flancos de aquella escuadra que navegó retadora, con las velas chidas por los vientos australes y una dotación gloriosa de libertado·

r .:. . Esta vez los vigías de las carabelas, al divisar la línea cobriza del ahuantinsuyo imperial, secularmente violado, no dieron gritos de: ¡Tie·

. ~ . , sino el de: ¡Libertad! Y cuandó a la hora del crepúsculo, las naves redentoras anclaban

irente a la costa, quienes miraron desde la tierra peruana el paisaje sin :mites, vieron enarbolar por primera vez al tope de la inmensidad có•s­

. ca, una bandera formada por las velas blancas que se enfilaban promesa triunfal ddante del ·cielo incendiado con el fuego su­

- remo del Dios de los Incas, al posesionarse, poderoso y magnífico, de las rofundidades remotas del mar.

El balcón legendario de Huaura y la acuartelada Plaza de Armas e los Virreyes escucharon los pregones y las actas de proclamación de

independencia del Perú.

Pero aquella pagma tercera de San Martín se hallaba trunc·a en •l Libro de los De~ignios Insondables. Estaba decretado que la obra ini· ciada por el Gran Capitán del Mediodía sería llevada a término por el

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Gran Capitán del . Septentriqn; que por breves horas los dos habrían de reunirse misteriosamente en Guayaquil, y que nunca volverían a cruzarse sus caminos sobre el haz de la tierra .

Lima fué la sede central de la conquista y la sede central de la liberación. San Martín y Bolívar plantaron sus pabellones victoriosos en el mismo solar donde el fiero Marqués edificó sobre los dorsos destro zados de los reyes andinos la torre de sus visiones de poderío, de tesoro3 deslumbrantes y de propagación impetuosa dt1 la fe española.

En este territorio del Perú, en el área de Lima sagrada, culmina­ron superando su propia potencialidad humana los dos campeones máxi­mos de la libertad:

el und por la heroica· renunciación de la empresa; el otro por la heroica realización de la hazaña ..

¿Hub.o entre él-1~ s ácuerdo cuando se abrazaron en la línea del equinoccio que parte ~olt mitad el mundo, o se despidieron con la oculta amargura de algún desacuerdo? . . . . . -

¿Discutieron planes que concordaron o que disociaron sus pro-pósitos? ·

· ¿Qué pensamientos de madurez eximia, qué recuerdos sugeren­tes, qué pasiqnes balalladoras anularon la entrevie;ta memorable o la hi · cieron culminar en el ajuste desconocido de una decisión que ató las dos · voluntades heroicas?

Es inútil todo debate para despejar por medio de hipfüesis una verdad que los Libertadores mismos e~cubrieron con m silencio medita­do y solemne; y la discusión será perpetuamente estéril para los pueblos libertados.

Pero es lo cierto que, quísiéranlo o nó, al ellos separarse bajo el arco ecuatorial, se sumaron para siempre sus destinos; y que el uno, el que quedó en la pa.lestra, continuó el empeño del otro, la obra del que por providencia propia desapareció del gobierno y de la guerra, quizás sacrificando de un golpe ejemplar, ante el ideal de la libertad de Amé-

• -rica, todas sus posibilidades de acciór directiva, a fin de franquearle el campo, con su magna nobleza y con lf! técnica ponderada que regía siem­pre sus planes, a la jefatl:lra unitaria del Genio, garantía de la victoria y seguridad indestruétible de la empresa emancipadora.

El Enigma extiende sus brazos y por algunos instantes oculta al Prócer detrás de su

1clámide ondulante y misteriosa . • • Prevaleciendo

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en el ánimo de San Martín el deseo de ver consumada la independencia - ericana, sobre la aspiración de ser él mismo el vencedor, muchas ve ·'.

debió concentrarse en las estancias clarísimas del espíritu para pesar y cotejar su acción y su vida, a fin de decidir de cuáli sacrificio deriva· • an sus designios libertadores mejores rendimientos. Se puede colegir

e, cerrado el proceso de las meditaciones, hubo de resolverse con es· ica imparcialidad, por la fórmula de vivir y no actuar, y que cumplien·

la sentencia del propio-albedrío, rompió su personalidad, aprisio~ó al éroe dentro del hombre intrascendente y se confinó a perpetuidad entre ' multitudes que llenaran una ciudad cualquiera, lejos de esta América e tan inmensa ofrenda requería.

Xl

" Con la renunciac10n decidida en Lima enl{?A San Martín a llenar extensa página final de su vivir abnegado y austero.

Peregrino taciturno, emprendió con el ánimo envuelto en inquie · d y amargura, la andanza del sacrificio opaco, la jornada del abando· y~de la soledad que se alargó a tres décadas de refugio en suelo extra­

-o. sin patria que lo desealra ni lo temiera; sometido a la aflicc:ión · de mprender que su espíritu y su voluntad, capaces de llevar a término

· ctorioso la redención de un mundo, se desgastaban sin riesgo ni prove­o girando en los círculos concéntricos de una inactividad irredimible; ligado como aquellos a quienes no amaron los dioses, a sobrellevar una

ejez sin esplendor; perdida la fe y deshecha la esperanza en amistad y hermandades, sintiéndose sin amor, creyéndose sin gloria. . . .

Parece que la Tiranía hubiese dispuesto de Manes poderosos y mibles para vengarse de San Martín por medio de la ingratitud que,

macerando su vida en el olvido, lo sumió en treinta años de silencio; y - contraste despiadado, para vengarse de Bolívar por medio de la ingra- ­ºtud que lo precipitó a la muerte entre pueblos que rugían armados de uñales.

. ' Fueron transcurriendo con ritmo melancólico los días del exilio,

~ que el al~a del Gran Desconocido se. rompiera al ser tan duramente jada con los martillos de la adversidad. Con modestia firmísima e hi­ga se mantuvo ergúido en el vértice de sus responsabilidades de Cau­o - revolucionario, sin que decayeran jamás en el ánimo sµyo ni la vi-

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gilancia sobre el secreto confiado a su honor, ni la entereza para velar por la verdad que a él le competía; sin que nunca fallara contra hom· bre ni pueblo alguno su lealtad señorial, ni agraviara a una cualquiera de las repúblicas que eran deudoras indiferentes de su esfuerzo procerv; y sin que se doblegara ante p.adie y en ningún momento, ni transigier11 con los débiles o con los fuertes, con los vencidos o con los vencedores, su conciencia cre libertador de América.

"XII -.

Por fin terminó la soledad de la vida del héroe, sustituyéndola l_a soledad de la muerte ~e, ~1;1-n 17 de agosto de 1850, lo acogió con dulzu· ra en su regazo .

Pero al caer J. 'wiedra que cerró\ la tumba, la Gloria descendió, la cubrió con sus palmis y suspendió sobre ella la lámpara eterna en que irradia la llama de la inmortalidad.

Un clamor de bendición repercutió en todos los ámbitos de. Amé· rica cuando, a la luz de ese fanal incxtinguibi·e, la Patria reconoció al Epónimo, y desde entonces las naciones libertadas, una a una, se han consagrado ardientemente a su memoria, glorificando el Numen de aquél, -a quien en el vórtice de la agitación revolucionaria, habían dado los pue· blos el nombre de "Protector" , que signaron con la cifra encendida y ex .. celsa de su sangre.

Aquí, en estos cuarteles hondamente cimentados en trofeos haza­ñosos, entre los sepulcros de los Incas y los templos de los Conquistadore~~ se le erigió un monumento de serenidad imponente, para que le rinda ho · menaje todo aquel que toque el territorio con su planta. Y aquí vive en~ tre nosotros, campeando en las plazas de la ciudad preclara con don Fran· cisco Pizarro y con Simón Bolívar, los tres en postu~a de proeza, arro­gantes y avizores, inquiriendo el horizonte infinito del porvenir america; no. Son el Señor inexorable del ímpetu que conquisté}. y los dos Señore3 invencibles del ímpetu que redimió.

Ante el altar augusto tributarán perpétuamente su gratitud los descen­dientes de los dueños de América desposeídos por l~ conquista, porque e5-taban cautivos y él los rescató1; y las gentes que vienen de la raza africana encadenada para el servicio del amo colonial , porque eran esclavas y él las

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edimió; y la legión incontable de los nacidós de conquistadores o de los emigrantes que dura y · abnegadamente trabajaron para la Madre Espa­- · , labrando la riqueza 'ultramarina y modelando la sociedad colonial, porque vivían en servidumbre y vasallaje, y él les dió patria, dignificán-

olos con los fueros de la democracia y ennobleciéndolos con los títulos y los blasones de la ciudadanía. '

Las generaciones de la tierra ,americana desfilaráñ . llevando sus ºjos ante el Numen Protector, y repitiéndoles para que lo transmitan a

o· confines del espacio y hasta el ápice de los tiempos, un salmo de gra·· ºtud y de ofrecimiento irrevocable de toda la fuerza vital: ·

Bienaventurados los que son libres y tienen patria. Pero sóJo han e serlo mientras mantengan altiva la conCiímcia y el corazón templado

· trépidamente para defender, por encima de ~odos los bienes; el bien - \

de la libertad; sólo han de serlo mientras vern en el nombre de los Li· bertadores sobre todos los nombres, y mientras prosigan su obra, consa ·

ando a la grandeza de la patria que éllos fundaron, cuanto se tiene y ::e ama en el presente y cuanto se espera y ha de amarse en el porvenir!

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..,..... 27 -

DEL

Excmo. Sr. José Abel Montilla MINISTRO DE VENEZUELA

Considero como una señalada honra par~ mi la incorporación al 40

Instituto Sanmartiniano" en mi condición de Miembro Honorario Nato,

_ e es la que corresponde a los Ministros de Venezuela acreditados en el

erú. Al entrar a formar parte de la ilustre Corporación, mi alma se in­

::.ina en una reverencia espiritual ante la gran figura del General don

sé de San Martín cuya gloria y memoria guarda y exalta esta lnstitu­

"ón, para mejor seryir a ideales levantado~ de dignidad humana y de jus­. cia y gratitud.

La presencia en la sala ael Excelentísimo Señor Presidente de la

República, Doctor Don Manuel Prado, viene a P.restigiar el acto en su

alta condición de Jefe Supremo de la Nación y de intelectual de valía

y e~to constituye, para los recipendiarios, un alto hé>nor. De vuestra pre­

sencia aquí se deriva, también, una manifestació.n de simpatía hacia mi

Patria, dado el caráct<='._r en que me incorporo al Instituto, la que va bien ·nn el blasón caballeresco de vuestro espíritu. ¡ Es una honra para mi, Ex· celencia, expresaros mis más rendidas gracias.

El digno Presidente del Instituto, Doctor Luis Alayza y Paz Sol­:in quien arde en fervor por las grandes figuras de la · Historia, .polariza

almas para el culto excelso de la gloria legítima y vigila la op.ortunidad

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para cumplir aquel y por eso ha combinado esta ceremonia para la incor­poración de dos miembros que venimos de nacioÚes donde también los ánimos están dispuestos al homenaje ante los Grandes Hombres, que son en la vida lo que hmy bien '(lijo Carlyle "la sal de la tierra".

Aproximarse a los varones eminentes; asomarse a los acontec1m1en· tos trascendentales · del mundo, siemp!·e fué acto provechoso para el espí· ritu, por la virtud del ejemplo y de la sugestión, y está bien, pues, que ahora nos congreguemos aquí algunos hombres de buena volunt&d para admirar egregias figuras, para considerar sucesos ingentes, con ánimo ele­vado y capacitado para escuchar las voces profundas que- desde las leja·· nías de lá Historia, nos envían los muertos "ilustres y para comprender en su verdadera significación , fi 'IM;ófica y política la Íección que se despren­de de las acciones inroaO..sibles .

. ' Hay, pues, motivos para poder afirmar que, organism_gs como es·

te, por la finalidad ide~ que tienen y por la aGtitud espiritual que exigen, son al modo de un refugio sagrado para las almas anhelantes de divisar destinos superiores y de conocér el valor de las ideas-maares de las so· ciedades.

·-·-- ·- ._......._... A fines del siglo XV cumplióse un acontecimiento de aquellos -que, .

por su naturaleza y consecuencias, cambian o modifican los rumbos de la Humanidad. Don Salvador de Madariaga dice que cuando Cristóbal .Co· lón, ya en viaje hacia Francia después Jlel fracaso de sus tentativas en Granada, fué alcanzado por un mensajero de los Reyes Católicos, no era una orden real lo~ que recibía, sino una consigna de Dios. Se convertía en el instrumento de un gran designio y nad~ más.

Y vino el Descubrimiento de América a conmover al hombre eu­ropeo que todavía .llevaba en su psiquis, las proyecciones del Medioevo y del Renacimiento y que ahora ante un vasto Nuevo Mundo por conocer,

poblar y explotar iba a tener ilímitada trayectoria para su acción ternera· ¡ja, en sus diversos aspectos místicos, políticos y económicos.

Pero de modo especial, exclusivo, rotundo, un pueblo iba a ser afectado por el suceso inmenso y ese era un pueblo extraordinario que ya en extraorginaria misión parecía haber formado y templado~ su espíritu

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las grandes empresas. Castilla-Aragón, denominació,1 de lo época, e corresponde a España. Allí un pueblo recio, místico, · guerrero, ca·

eresco había estado empeñado en una lucha de ochocientos años por ttonquistar su suelo y por levantar su fe religiosa, con~ra otro pueblo

ién heróico, fuerte, e idealista que era el pueblo mozárabe. Y cuan-con la toma de Granada y la huída de Boabdil, se alejaba la Media a islámica de la Península, ahora amparada por los brazos de la Cruz

,, Cristo y la espada de sus Reyes Católicos, en un punto de su territorio - _ decidía entre actos contractu~les, afirmaciones de señorío hipptético y . - -uelos de riqueza vasta, el asunto trascendental del viaje de Colón, quien

- ando un camino hacia -la India habría de tropezar con el continente e fué después América. ' Y al cu.mplirse 'Jl suceso del Descl.1brimient J

_edó modificado el destino de España, que era para ese tiempo, en la • · a década del siglo XV, uno muy ingente. ; "encedor el pueblo cas­

.!lano en su lid contra la Morisma, tenía una misión de influencia supe· r por cumplir en toda Europa y también de dominio en la parte norte

_ _ lliica. · Esta era una misión que lo habría llevado a términos insos­ables de riqueza y poderío, sin duda, si se considera lo que para la_

cinlización y l~ fuerza organizada, significaban, en aquella época,_ los os pueblos europeos que, en verdad, iban a la zaga del español.

Y el pueblo consagrado por un gran destino de poderfo, de fé reli· sa y de sacrificio vino a· América; vino al Nuevo Mundo poblado de

'rterio y de halagos. Al coillienzo fué en las carabelas tan conocidas, -==- ºado por Colón y más después aparecieron los Conquistadores. Sobre

proceloso océano vienen los débiles bajeles conduciendo a los hombres ~~ertes para todo empeño, incansables para toda acción, como que eran e la fibra de los del Romancero "que· sólo tenía!) por descanso el pelear". effie los límites de Alaska hasta la parte austral de la Patagonia, en in­nmensurable espacio, aparecieron los hombres de la Conquista: el hom· e de acción o el fraile misionero de Cristo, eran los representantes de la

r<' Patria. Se Jlamaban Hernán Cortéz, Francisco Pizarro, Pedro de _ ~arado, · Diego de Almagro, Pedro de Valdivia, Diego de Losada, Be­

cázar, García de Paredes, Núñez de Balboa, Jiménez de Quezada. Eran os. los conquistadores los llamados a combatir con el indio, a penetrar la selva tenebrosa, a esguazar ríos c_audalosos, a recorrer ilimitadas uras, a subir empinadas montañas y en esos sitios, ir dejando, comq

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huellas de su paso material y como proyección real de la entidad política y geográfica que representaban en su cruzada, ciudades nacienteSi en las que, de seguidas, aparecieron el Cabildo como exponente de autoridad profana y la Iglesia y el Convento como símbolos de la Religión Católica que venía a amparar las person~s con su moral humanitaria y a confortar las almas con los mirajes de la salva.ción eterna.

Fué imponente esa epopeya de la Conquista, hecha con la espada y con la Cruz, de modo que .adonde, muchas veces, no llegó el hombre vest:ldo de hierro, sí llegó el fraile vistiendo harapienta estameña .. E'ra que, en uno y otro - el representante de la fuérza y el misionero de la fe - ·había una afirmación.__profunda e inconseiente de un destino supe· rior por realizar que ~espondía a la actitud del pueblo español en su siglo: actitud de señorío político y de imperio de la fe católica.

Por virtud de t~das estas potencias, el proce.so de la colonización del Nuevo Mundo, que vino luego, se cumplió con grandeza y amplitud. En los siglos que lo componen se trasplantaron a América grandes valo­res humanos: nobles de rancia estirpe, hidalgos mal habidos con el régi- ­men absolutista de la Metrópoli o descontentos de su escasa hacienda, to· maron el rumbo de América para cambiar de existencia y gente del "es­tado llano", de rango humilae también hizo lo mismo. Junto con elbs vinieron los representantes de las beneméritas Congregaciones de Francis· canos, Domínicos, Agustinos y de otras más y surgieron entonces las fa. mosas, imponentes y hermosas catedrales; ~los severos y grandes conventos\ que fueron, unas y otros, refugios de las artes y de las ciencias al par que sedes del culto sagrado que había desalojado a la Idolatría y a groseros ritos. En los siglos que siguieron al en que se inició la Colonia, continuó la obra transformadora y civilizadora acometida por España. Y en la vasta extensión del Continente aparec!eron ciudades florecientes, univer­sidades, Seminarios Tridentinos, obras de beneficencia y la organización política se definió en Virreinatos, Capitanías Generales, Presidencias, en los que, varones probos, la mayor parte, fomenta.ron la cultura, incremen · taron la riqueza y buscaron la mejora del hombre autóctono y del emigra· do peninsular. Las Leyes de Indias son un exponente del empeño levan­tado que en pro de los nuevos pueblos alentó en la Metrópoli.

En tanto que por América se cumplía la obra de la Colonia, la no· ble España había estado en Europa comprometida en graves tareas, ha·

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ciendo frente a la Reforma luterana con Carlos V; saliendo al frente del turco invasor con Felipe II y sosteniendo duras y costosas guerras de Su· cesión en diferentes puntos. Estas empresas bélicas y el desplazamiento de elementos humanos de selección, por la energía y la laboriosidad, ha­cia el Nuevo Mundo, hubieron de debilitar al pueblo gigante en su propio solar y así, ya para comienzos del siglo XVIII, pudo contemplarse el es­pectáculo de su debilidad- y desequilibrio. Cuando entregó a Flandes en los Tratados de Rastad y Utrecht, a Austria, estaban temblorosas, sin du­da, las manos que habían llevado en triunfo por el Antiguo y Nuevo Mun­do, el pendón de Castilla.

En la segunda mitad del siglo XVIII se produjo un acontecimiento importante. Este fué la emancipación de las colonias inglesas para cons­tituír la República de los Estados Unidos de Noff7A América. El suceso representaba un peligro para el dominio hispan"' en el Hemisferio: así lo observó y consideró el Conde de Aranda quien recomendó al monarca Carlos Ill, para prevenir un cúmulo de males, dividir los -dominios de A­mérica en varios Virreinatos, ' a cuyo frente se pondrían príncipes españo­les . El intento del Estadista no prosperó.

Viri.o después una tremenda conmoción social y política, la Revo­uc1qn Francesa, a echar por tierra el "derecho divino de los reyes" y a

tentar al hombre con sus halagos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, lo que resultaba una perspectiva de transformación radical en el mundo.

Al propio tiempo que se cumplían estos acontecimientos trascen­dentales, en la Metrópoli, en las décadas firrales del siglo XVIII se acu· mulaban graves yerros políticos y se mantenía una administración desa· certada con gran desprestigio del Gobierno real y también en América co­menzaban a manifestarse intentos de rebelión contra las autoridades, lo que era explicable por varias · razones, entre las que está la que los pJ.Je hlos pe este lado del mundo habían alcanzado un señalado desarrollo, se había creado riqueza y lo más importante, se había creado una clase di rigente: de criollos descendientes de los viejos conquistadores- e hidalgos que aspiraban a una posición más definida en la sociedad política y por esto estaban mal avenidos con las estrictas disposiciones de leyes y Cédu­las Reales, que coartaban sus iniciativas y aspiraciones para obtener posi" ión importante en la cosa pública.

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· A esto se añadía, como acción de mucho alcance, fa infiltraeión lenta y sutil de las ideas revolucionarias que venían del viejo mundo.·

Los. movimientos subversivos que se produjeron en varios puntos del Continente fueron duramente castigados por las . autoridades colonia· les, según la severa penalidad española de la época Y' ese espectáculo te· mible de las represiones, sacudió los espíritus, los . caldeó de odio y los predispuso a la venganza y a la violencia. ,

Los temores del Conde de Aranda tenían cumplimiento: en Amé­rica había una corriente incontenible en pro de la emancipación de la Me- , tr~poli. Hombres de valía, exponentes de la clase directora se removían, acá y allá, por todo ·el vasto te_rritorio colonial y las sumisas masas daban muestras de inquietud. Un neogranadino don Antonfo de Nariño tradujo, publicó y esparció en liq4, clandestinamente en Bogotá un folleto con la ' Declaración de los Den!Livs del Hombre, síntesis de la ideología de la Re­volución Francesa. Los líhros revolucionarios venidos de Europ.a, eran leídos en conciliábulos por jóvenes ambiciosos de novedades.

' . Como sucede siempre, las grandes conmociones político-sociales se

van preparando lenta y sigilosamente; hay una sutil avenencia entre los rpresuntos actores que, las más veces, ignoran los alcances y proyecciones del movimiento que los conducirá por sendas imprevistas a términos ines­perados.

Era cosa cierta que el terreno estaba preparado para grandes su· ·. eesos. Hacía fa1ta tan sólo, · o el hombre que polarizase las fuerzas disper­sas o el acontecimiento que sirviese de causa determinante para una acción en grande. Y éstos dos elementos vinieron a ser una realidad completa en el debido tiem.po.

Para fines del agitado siglo ha aparecido ~ntre los resplandores de la Revolución Francesa un hijo de América, a quien se considera mu· cho por las singulares p~·endas que )o acompañaban. V asto talento, ener· gía inquebrantable, extensa ilustración. Una sombra de leyenda lo acompa· ñaba, pues había estado 8ll Rusia y pasaba por favorito y protegido de la poderosa Emperatriz Catalina II; amigo de los monarcas José II de Austria; del Rey de Polonia Estanislao; con nexos de conocimientos con Washington, Lafayette, el Conde de Segur y otras eminentes íiguras del momento. Al servicio de España había estado con l):\s fuerzas expedicio­narias en Florida, en apoyo de los patriotas norteami;ricanos y había to·

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ado parte activa en el sitio de Pensacola. En la Revolución Francesa fr a como girondino y había sido llamado al Tribunal Revolucionario en

que logró ser absuelto a pesar de las terribles acusaciones de Fouquier · ville, el inexorable Fiscal. Había sido compañero de campañas de

umouriez de quien se distanció por su infidencia a la República. Había -- ado en las batallas de-Valmy, en los sitios de Maestrich y de Ambe· :: : · había alcanzado el alto grado de, Gener"al en Jefe de los Ejércitos : ancescs en la guerra contra los austriacos invasores; había tenido en·

-diable posición en Paris en el tiempo del Consulado alternando, en so· iedad, con 10s más encumbrados personajes : era pues un varón de vasta

e'Xperiencia y de hondas influencias. Y bien, este personaje era Francisco ,...,de Miranda, natural de Ca·

·acas. Estableció su cenlrn de acci<Í)n en Lonar es:.. Cansado de sus andan· - guerreras, aventuras galante!! y correrías po; '\1ejanas tierras,. se dis· nía a concentrar y realizar una quimera que i.dbía dominado siempre

::u extraño y fuerte espíritu . . Esa quimera ei:a la Revolució~ Emancipa· ora de la América Española. En su plan entraba una confederación de

pueblos desde México hasta Chile, la cual se llamaría Colombia: tenía con esto el propósito de reJ.1abilitar el nombre de Colón sumido en el ol·

- 1 . ido y como, seguramente, pasó por su mente la sombra de las razas ven·

ciclas, escogió el título de Inca para el · supremo gobernante de la im­onente entidad política con que pensaba sustituir el vasto imperio colo·

nial español en el Nuevo Mundo.

Buscó el apoyo y auxilio de Inglaterra, en eterna rivalidad con E paña, pero fué categórico en sus planes: la independencia total de .\.mérica. Rechazó de plano la sugestión de compartir la autoridad c'on

\

un comandante inglés y fué rotunda su negativa cuando se le sugirió, la posibilidad de una invasión a España. Era un insurgente resuelto contra el régimen en América, pero no era un mal hijo de la Madre Patria.

Anduvo como Cristóbal Colón, tres siglos atrás en el tiempo, de Corte en Corte y yendo de personaje ·a personaje, con su empresa de as­pecto temerario.

El 22 de diciembre de 1797 en compañía de don José del Pozo y Sucre, y de don Manuel José de Salas, firmó el "Pacto de París", do · cumento en el que seña_laban normas para desarrollar un plan de acción ~ubversivo en toda la América y se le daban plenos poderes a Miranda para gestionar la consecución en Londres de empréstitos er¡. nombre de las

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colonias americanas y también un tren de artillería de sitio, vestuario pa· ra veinte mil hombres, -diez mil lanzas, tiendas de campaña y cincuenta anteojos de larga vista. ~e establecía en ese pacto que Miranda debía mantenerse en relaci6n con don Pablo de Olavide y con don Pedro Caro, también impor1antes conspiradores. Se hace mención allí de la Junta Re­volucionaria de Madrid y se dice "La Junta de Madrid no espera sino el

1 regreso de estos dos delegados, (Ola vide y Caro), para disolverse inme­diatamenlc y seguir a diferentes punto <:; del continente americano en don­de la presencia de, los miembros que la constituían era indispensablemen· te necesaria para prü11ocar tan pronto como aparecieran los auxilios, una explosión combinada y general de todos los pueblos de la América Es·

- 1 " pano a . _ _

El contenido <le.-")este documento indica la importancia de los in· tentos de Miranda que"" omponían una poderosa trabazón de intrigas es· parcidas por toda la América,~puestas en movimiento por muchos agen­tes secretos.

Empero, sus propósitos no tuvieron fortuna en Inglaterra, pues 'como observa el historiador Julio Mancini, a esta · nación le convenfa más mantener una situación de amenaza para España con una revolución en sus colonias, contando con el más temible conspirador americano, pero sin pasar a hechos mayores, por razones, que tal vez tenían su fundamen · to en interes.es poderosos.

Con todo, la labor de Miranda en Londres había tenido irradia· ción hacia muchos pueblos de América por causa de su correspondencia escrita y el trato con via)eros importantes. Su vasta capacidad para la in· triga había funcionado ampliamente.

El gran conspirador sin decaer en sus designios decidió ir a pre­séntar su proyecto gigante ante los americanos del norte. Allí encuentra buenos valedores y logra organizar su ·célebre expedición hacia Venezue· la en 1806. En tres barcos pequeños vá el temerario invasor, como en aquella otra andanza, Colqn, en el crepúsculo medioeval. Son doscientos hombres los comprometidos en la aventura. En el puente del "Leandro" barco almirante, vá un hombre imponente y taciturno oteando el horizon-­te marino. En el tope del mástil mayor flamea una bandera de tres co· lores que izaron ya en plena mar. Debía tener fortunoso destino aquel emblema: fué después la bandera de Venezuela en 1811; la de la Gran

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C.Olombia en 1819 y es hoy la de Venezuela, Colombia y Ecuador. La · expedición es combatida frente a las costas venezolanas y . al desembarcar por los rumbos de Coro, es desbaratada por las tropas realistas que ya es· ~an apercibidas para la guerra. Inútiles fueron todos los esfuerzos de _ Iiranda para evitar el desastre.

Regresó a Londres derrotado pero no vencido. Eu esta. ciudad ontinúa ,su labor de incansable conspirador. ·Funda un periódico "El ·

Colombiano" para .mantener pública cátedra de ideas libertarias; esta· alece "La Gran Logia Americana" con sedes en Londres, París y Cádiz. En esta Logia reciben el grado de "Caballeros Nacionales" los futuros li · bertadores de pueblos americanos: Bolívar, Sa~ Martín, O'Higgins, Na· riño, Teresa de Mier, Montúfar, Rocafuerte. "Del Valle, Carrera, Caro, . Iariano Moreno, Alvear, Zapiola, hombres que .a:etuaron después clesde . Iéxic~ hasta Chile. ·,

Todavía en 1810 volvió a Venezuela, actu:o como Diputado en el Congreso Constituyente de 1811 que proclamó la independencia; fué Ge· neraHsimo de los ejércitos de la Primera República Venezolana, con m· fausta suerte y cayó en 1812, entre los -escombros de la Patria.

Prisionero de España fué enviado a Cádiz. Su vida no terminó como la de muchos otros: como perseguido por adversos hados, no tuvo brillante término. En 1816, en la prisión de "la Carraca", en Cádiz, en á pero calabozo, con seguro grillete, acompañado por su fiel mayordomo Pedro José Morán y por un marino peruano Manuel S'.auri, falleció en· formo de escorbuto. En el trance de la muerte pronunció una palabra que no es síntesis precisa de su gigante existencia, borrascosa y ba.!_alladora: al fraile que trajeron sus amigos para que se confesase, le dijo con gesto todavía imponente "Déjeme usted· morir en paz".

Miranda apar~ce consagrado en la Historia con un título eminen· e: Precursor de la Independencia de la América Española. Lo fué en

efecto por la Acción y por la Idea. Dirigió la primera intentona armada y organizada, desde otras tierras contra el Imperio Español en América, envolviéndolo con su designio, en total, y con el acto conmovió seriamen­te el prestigio y la autoridad de la secular dominación por las graves re· percusiones que en el Universo tuvo un movimiento de esa índole de ac­ción vasta y pública . . Por la Idea, porque el paseó su quimera de la Li­bertad de América por Europ~ hasta los hi_elos de Rusia tentando a loe

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monarcas poderosos con una alta empresa idealista por la propaganda activa en su periódico "El Colombiano"; en su correspondencia escrita; en sus prédicas perso,nales, de hombre a hombre; por su labor intensa y p'rovechosa en la "Logia Americana" de Londres, París y Cádiz y tam­bién . p?r su influjo yrofundo, a través de los principios de esa Logia, so­bre los futuros libertadores del Nuevo Mundo. Su idea caldeó las almas, exaltó e infundió en espíritus superiores la mística de la Libertad que, con el correr de los años, se condensó en un movimiento ecuménico, en una epopeya ae la que nacieron naciones que son campo propicio para el im­perio de las ~<leas-madres de la Humanidad.

Hemos divisado al Hombre escogido por el Destino, como condi­ción esencial, para que fuera posible cumplir lo que estaba én sus arca­nos: la Emancipación ..de l~ América Española; lo que se señaló¡ anterior­mente, como elementp 1para polarizar las fuerzas dispersas. Vamos ahora a considerar el acont~imiento que sirviese de causa determinante para una acción en grande, también ya apuntado.

En Europa había aparecido ,un Capitán extraordinario, como po­cos hay iguales en el mundo, si se toman en cuenta sus realizaciones, las condiciones individuales y sus proyecciones en . la Historia de los pueblos. Había venido después de la Revolución - Francesa para áear sobre los es­combros de la vieja sociedad destruída, un régimen dé poder con el que se resucitaban normas de religión y de orden político, execradas ayer por los energúmenos revolvedores, pero a la vez poseído por una ambición sin límites de temple cesáreo, encami..'1ada a señorar el mundo entero. Era Napoleón Bonaparte, primero miembro del Directorio; luego, Primer Cónsul y al fin Emperador de Francia. En su8 planes de dominación uni­versal, se lanzó sobre España a cuyo Rey Carlos IV redujo a prisión des­pués de hacerlo abdicar de~ trono en favor de su hij

0

0 Fernando para ' ' ,

después de otras maniobras, poner la corona secular de Castilla y Ara gón, la que había estado en las sienes de Carlos ~ y Felipe_ II, en las de un advenedizo, su hermano José Bonaparte.

En este terrible trance de su vida el pueblo español, la médula de la nacionalidad y de la Raza, estuvo a la altura de sus grandes tradicio­nes heroicas y combatió al invasor con denuedo y dignidad imponentes.

El sucebo, naturalmente, tuvo intensa repercusión en las colonias americanas. En la mayoría de éllas los Cabildos protestaron su lealtad

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al Rey prisionero en Bayona y en muchas capitales y ciudades se cons· tituyeron Juntas de Gobierno para señalar su lealtad a l~ Junia Suprema de Sevilla que apoyaba al Gobierno español en desgracia, por el atenta­do de Napoleón. Esto sucedía en 1808.

Las Juntas de Gobierno que se constituyeron en muchos puntos de América con el mismo fin de las que se reunieron en las provincias españolas, es decir, para servír a la causa del monarca destronado, esta· han en oposición con las autoridades coloniales que no se pronunciaban categóricamente y seguían las 'órdenes del gobierno usurpador instalado en Madrid.

Como era de esperarse, en estas Juntas que ya significaban una disminución de la rutinaria administración colonial, por la novedad que tenía~, se infiltraron pronto las tendencias de em-<1.ncipación de la Coro­na, las ideas revolucionarias que,~ desde ~nas déc~s atrás en el tiempo, tentaban al hombre americano. '

Las Juntas de Gobierno autónomas en los diferentes países, en períodos relativamente cortos, pasaron a un estado de completa sobera­nía y con el acto de la Proclamació,n de la Independencia que hicieron los Congresos, quedaron los diversos pueblos constituídos como estados libres, terminando de un todo con lo que fué, por más de tres siglos, va­salÍaje r de l~ ºnionarquía española.

Pero la obra de la Emancipación resulto más complicada y difí­cil de lo que creyeron muchos de los· promotores entusiastas. Había dis­tancia entre la quimera y la realidad . Los Ídeólogos tuvieron que darse cuenta del conflicto entre los principios excelsos, por éllos proclamados y los hechos rudos que se presentaban en la senda tomada.

La reacción realista no se hace esperar. Una guerra larga y cruenta se impone en muchos pueblos, con aspectos insospechados de vio­lencia y de odio. España encuentra leales, tremendos y eficientes defen­sores en hombres hasta ayer ignorados, en algunos pueblos. Las masas no esquiv_an seguir las bandera del Rey · en ciertos lugares y pasado poco tiempo, en algunos puntos del Continente los insurgentes quedaron so" juzgados y entonces llegó la oportunidad de los cadalsos, de las du-ras prisiones y en fin, de las retaliaciones más completas. Pero, éomo suce­de siempre, las revoluciones justas y nobl~s al propio tiempo que sub­vierten el orden social y originan una corriente de graves males, también fortalecen las almas para las pruebas más duras, y así la visión _de las

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fisonomías airadas de los caídos en los patíbulos; el espectáculo maca­bro de las cabezas de los ajusticiados expuestas en los extramuros de las ciudades; las escenas de los presos cargados de cadenas en las bóvedas de los Castillos, antes que atemorizar, reforzaron los aliento~ de los revolu· cionarios en la contienda inmisericorde y; todos estuviieron de acuerdo

- ' para comprender y acepta_r la solemne y severa consigna de "vencer o morir", como condición primordial para lograr la victoria y la liber­tad. Si sería diÍícil para los americanos alcanzar la independencia, tam· _ bién lo · sería para los realistas recobrar sus poderes de los años anterio­res. Por esto en algunos de los pueblos la sumisión inevitable fué sólo aparenté, pues en el fondo de _ las conciencias ya estaba echada la suerte y no era posible dar un pas_o atrás. La América sería 1ibre.

En un punto /el Continente, en la antigua Capitanía Genera] de Venezuel¡¡., la conti{ ~ armada ha tomado proporciones1 inesperadas .. Dos hombres se; enftentan allí: el uno, el genio de la -Repúblic·a, es Simón Bolívar; el otro, el campeón de la Monarquía, es José Tomás Boves, un asturiano. El pueblo en_ masa va a la guerra dividido en los; dos bandos.

- La Guerra a Muerte ha sido declarada formalmente por Bolívar en Tru· jillo, ya ostensiblemente practicada: por 1os realistas. Como ante los efec· to!{ de un fenómeno telúrico, desaparece la naciente nación y entre las llamaradas infernales de la contienda, en una veintena de meses, caen doscientos mil muertos, en holocausto a la libertad que ayer no más ere·

. yeron conquistar con palabras y decretos los ideólogos de Juntas y del Congreso. Y entre esos muertos estaban los hombres de saber, los acau­dalados, los sacerdotes y frailes, los estudiantes de la Universidad, _de los Seminarios y Colegios, los aristócratas cultos y las bellas y finas mu. jeres que encantaron a Humboltd, a Bonpland y al Conde de Segur, en sus viajes por la Capitanía QeneraL

"En Venezuela sabían a sangre los frutos de la tierra", es la fra­se certera que usa Juan Vicente González para pintar el tremendo drama . de la Guerra a Muerte. La desaparición de Boves en una escaramuza quizc!_ salv~ la independencia de Venezuela.

Todavía -reciente esta tragedia cae sobre Venezuela la mano de la ,Metrópoli, omnipotente. El rey Fernando VII ha resuelto recuperar

. su poder en América y ha hecho organizar una poderosa expedición para cumplir este fin, la cual puso bajo las órdenes del Teniente General don

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Pablo Morillo. La expedición salió de. Cádiz a fines de 1814 y consta· ha de 65 transport~s, escoltados por el navío "San Pedro" de 75 cañones y otros barcos menores. La tropa la formaban quinc<=:_ mil hombres. Los jefes y muchos de los batallones eran veteranos de la guerra contra Na­poleón Bonaparte . • A los expedicionarios se les dijo que se dirigían ha­cia el Río de La Plata, pero se dieron a su Jefe pliegos sellados para ser abiertos en alta mar. Leídos estos pap~les se hallaron órdenes expresas de segu_ir el rumbo hacía la Costa Firme en Venezuela. "Entonces nos dimos cuenta. de que íbamos a luchar contr~ Bolívar donde la guerra ~ra a muerte" dice el Capitán español Manuel Sevilla en sus Memorias. En Venezuela quedaron sólo guerrillas en diversos puntos. Bt>H var ambu­laba por la Nueva Granada y las Antillas. Por allá allegó elementos y hombres, entre los exilados y extranjeros y_ivoJvió al térritorio nacional. Ahora contaba con la acción del . G~neral JóSe':- :~niÓ Páez, caudillo de los llaneros que otrora tuvo mediatizados <: .J,11~~e Boves. ·

Se emprende la lucha contra Morillo; se libran duras y sangrien· tas bátallas; tanto el jefe español como Bolívar experimentan . serios

.reveses. . -El_ Libertador aprovecha una situación favorable y resuelve diri-

girse a la Nueva Granada (hoy Colombia), la que después de sus pasos 'iniciales de vida independiente, había sido sojuzgada y -estaba en dura situación bajo el pod~i del Virrey Sámano. -Después de una marchá por los llanos inundados tramonta los Andes en una campaña en que se po· · nen a prueba todas las resistencias físicas y morales del hom_bre. Libra la batalla de Boyacá; ocupa a . Bogotá y proclama la libertad de Nueva Granada. Regresa a Venezu§la unos meses después, convoca al Congre · so de Angostura (hoy ciudad Bolívar) y el 17 de diciembre de 1819 de· clara constituída la República de~ Colombia, formada por Venezuela y Nueva Granada ya -libres y ficticiamente, por Quito, a donde se proponía ir después: El Libertador fué elegido Presidente de la República. de la Gran Colombia. Pasado un año, en 1820, al concertarse y firmarse en Santa Ana de Trujillo el Tratado ~e Regularización de la Guerra, fué · reconocida tácitamente la condición de Estado Soberano, de Colombia, puest? que un arreglo formal de ese carácter suponía intrínsicamente, la soberanía de las partes contratantes como de dos naciones constituidas formalmente .

Constituída la Gran Colombia sería en adelante ~n baluarte de

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.la causa de la Independencia en América y se proyectaría su influencia

. de mcfdo considerable . El propósito del rey Fernando VII de recuperar sus colonias es·

taba fracasado a simple vista: la famosa expedición de Morillo - quien regresó a España unos meses después de entrevistarse con el Libertador en Santa Ana de Trujillo - mostró sus últimos álientos en la Batalla de Caraboho en 1821 y por cierto, como es obligado donde ,,.qui~ra que ac· túa un soldado español, de modo heroico, imponente, inolvidable. La derrota no arroja sobre esos españoles vencidos ni una leve sombra del feo acto de falta contra la valentía ante el peligro, pr'.imordiál v1rt~1d guerrera. /

, El poder español tenía en el Nuevo_ Mundo, varias entidades po­·líticas como bases fundametitales y entre estas SE< señalan, de modo prin· cipal, el Virreinato de·~spaña en México y el Virreinato del Perú, en la América Meríd~o>IA .. L Ambos Virreinatos representaban prestigio,

, fuerza y riqueza. La explo1ª,.ción de las minas de oro y plata significa­ba una ingente entrada para el Fisco Real; la Iglesia Católica con nota· ble influjo en ambos, era un elemento rJloral de gran fuerza para el po­der político; en los dos pueblos contaba la Corona con adictos servidores criollos y como en ambos centros· polítiéos habían actuado Virreyes pro· bos y progresistas, el poder público tenía a su favor la autoridad moral que se deriva de las buenas obras · y de los hombres que las cumplen.

Pero Nueva España o sea México, estaba muy lejos para tener una proyección trascendental en los destinos de la América Hispana, lo que no sucedía con el Perú que estaba situado geográficamente de modo diferente y en la posibilidad de servir dé centro de operaciones de vasto alcance.

En México, el conquistador don Hernán Cortéz halló una cultura autóctona que se empeñó en desarrollar. A poco de estar como dueño del país azteca, pidió) a España educadores y le fueron enviados eminentes religiosos, inevitablemente. Se refiere que cuando Cortéz salió al encuen­tro de los misioneros se puso de hinojos y besó sus hábitos y al ver esto uno de los grandes caciques, se sorprendió de que un hombre tan pode . roso se humillara así ante unos pobres mendigos. Era que el conquis­tador sabía lo qué tales hombres habrían de realizar ·en la nueva tierra. Esos religiosos eran Fray P~dro de Gante, ei Padre Sajajum, y el Padre Vasco de Quiroga. Ellos e~angelizaron al indio, aprendieron sus idio-

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mas para mejor comprenderlo e iniciarlo en conoc1m1entos . ignorados. Con ese punto de partida la Iglesia Católica creció en influjo y poderío a la par que el poder temporal cumplió una obra vasta de progreso en los siglos XVI, XVII y XVIII: surgieron Universidades, Colegios, Semi­narios, Hospitales, el primero lo fundó Cort~z; Ayuntamientos y Cate· drales de rica e imperecedera arquitectura; ·se fomentaron las artes plás-

' ticas y los estudios superiores.

Favorecido el país por la suerte con un suelo rico en minas, la explotación de éstas permitiá; cuantiosos beneficios para la Metrópoli y también la formación de clases de costumbi·es avanzadas y refinadas. ·

1

En un ambiente de esa índole era fácil, también, la; formación de una clase fuerte y ambiciosa aunque el indio continuaba sumido en triste condición. Esa clase no se mantuvo aJena a. las novedades del siglo y recogió los gérmenes de independencia. Los Pll~cursores más señala­dos del movimiento emancipador fueron Fray .3ttvando de Tereza de

. Mier, el amigo de Miranda y el Padre Melchor de Talamantes, un · sacer­dote peruan¿ junto con los abogados Primo \'erdad y Azcárate. Ellos cumplieron la importante labor de preparar los ánimos para la empresa. La intentona definitiva armada, la cumplieron dos sacerdotes: el Padre Miguel de Hidalgo y Costilla y el Padre José María Morelos y p¡vón. El

, brote subversivo de 1810 teminó con el suplicio de los dos caudillos en . el cadalso, pues el gobierño realista con tropas numerosas reclutadas en· tre la gente del país, venció a los rebeldes y acabó c.on la revolución.

Fué en el año 1821 cuando don José de Iturbide, quien habí~ sido realista en la primera campaña, consumó la independencia mexicana. En "El Plan de Iguala" se establecieron los principios del movimiento re­publicano que se hizo sin gran efusión de sangre y mediante entendimien·

·to con las autoridades. Estos principios eran, respeto de la vida de los ·españoles; conservación de la Religión Católica; respeto de la propiedad · de los españoles .

La Iglesia y la gente española queda;on de este modo consti(u­. yendo parte integrante de la República, con su gran influjo y riqueza, ·la · una y la otra con sus virtudes, .sangre blanca y caudales.

Diversa suerte la de otros pueblos donde el excelente elemento 'español fué diezmado y sufrió después, en el régimen republicano,, ex-pulsiones . ·

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Así pues, en el año 1821 dejaba qe ser México centro realista y · una posible amenaza para la causa de la independencia que hervía :.n otros pueblos del Continente .

Como se ha dicho anteriormente, junto con el Virreinato de Nue· va España había otro_ pun~o efectivo de apoyo en América del poder es­pañol y era el Virreinato del Perú. En sus tierras también habían ingen· tes valores: una cultura autóctona, precolombina, formada por el Inca· rio de la que se desprende la figura inquietante e imponente de Manco Capac: allí afluyeron con_quistadores representativos, entre estos don Francisco Pizarro, el fundador de Lima: la Conquista y los primi::ros años de la Colonia expiden un olor ele ieyenda épic,a y aventurera: la Iglesia Católica es entidad fuerte, con un Arzobispado en Lima ya en el siglo XVI, y con numerosos conwmtos de frailes y monjas ; La Universidad de San Marcos que a med;:ados del mismo siglo, autoriza y funda una Real Cédula de Carlos V. s. ~ra _mayor prestigio la santidad aparece por pri· mera vez en América, en un solar, hecha realidad en la figura excelsa) dulce, subyugadora de Santa Rosa de Lima; virreyes cultos. traen de UJ. tramar junto con novedades progresistas, una sugestión de prestancia :so· cial, de lujo y de galantería. La Teología, la Medicina, el Derecho se estudiaban con profundidad en la Universidad, en Seminarios, Colegios y Anfiteatros . El Santo Tribunal de la Inquisición que tenía su sede en la Metrópoli ponía una sugestión de poder Sl!_til y secreto y a la vez un temblor de peligro en la existencia colonial. El tesoro real recibía pin­,gües beneficios con la explotació;11 de ricas minas de oro y plata en la época en que la explotación minera era la base de la economía mundial.

Todos estos elementos combinados - los materiales y los espi­rituales - los temporales y los místicos - que creaban un conjunto de fuerza, intelectualidad, gracia y leyenda, era pues natural que sirviesen de ·fundamento a un prestigio excepcional para el pueblo, para la enti· dad política y aún para el individuo, que dentro de tal ambiente social viviese su vida, ejerciese un poder o cumpliese un destino grande.

Para el año 1810, cuando se produjo el brote revolucionario en América Hispana, el Perú estaba gobernado por un Virrey; capaz,- fuerte y organi~ador. Don José de Abascal estuvo presente con sú incontrastable autoridad para impedir movimientos de trascendencia~ y las conjuracio· nes y asonadas del Cuzco, ! ácna, Huánuco, fueron ahogadas con violen·

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cia y se impuso el temor con severas represiones. La obra de los precur· sores quedó en\l vacío por el momento. Mas aquellos varones, Unánue, Olavide, Vizcardo y Guzmán, Rodríguez de Mendoza, Ubalde y Aguilar, Pumacahua y Zela, Paredes, Tudela y otros más, tuvieron la misión fun· damental de preparar los ánimos para la causa libertadora, la que debía tomar rumbo cierto en el momento señalado por la fuerza de ios acon· tecimientos .

El Virrey Abascal sin duda, constituyó· un baluarte para el poder colonial, pues con espíritu de político sagaz, se dió cuenta del pe· ligro en que estaba la potestad real en el Nuevo Mundo. Por esto orga· nizó tropas, vigiló las costas, fortificó el Callao y s.e empeñó en cuidar los límites del Alto Perú en previsión de una invasión desde Buenos Ai·

. res y aún en el momento oportuno, · pud~ enviar al General Pezuela a combatir contra Belgrano en el Río de la Pla-"~ y también despachó; al General Osorio para aplastar la revolución chita.a en Rancagua.

Por el año de 1820 la causa realista estaba debilitada en Amé­rica del Sur. Los acontecimientos en la Gran Colombia, Chile y Río de la Plat.a así lo demostraban, pero quedaba un núcleo de resistencia. que · ·constituía un peligro. Este era evidentemente el Virreinato del Perú. Allí estaba la autoridad del Virrey Pezuela; tropas con jefes experimen· tados; numerosos peninsulares. Había riqueza priv~da y el Gobierno podía levantar empréstitos, además de las rentas de que podía disponer. Tenía una plaza fuerte, la del Callao- y otros puertos apropiados para la llegada de barcos de la Península. Este núcleo constituía una amena.za para los otros pueblos que habían asegurado su independencia o estaban en vías de asegurarla definitivamente. El aspecto de. la situación lo con­templaban con interés varios de los hombres que actuaban en la Emanci­pación de otros pueblos.

Los patriotas argentinos, los que hahí an iniciado la revolució:n de la Independencia, habían intentado llevar las banderas de su Causa hasta el Perú por la vía <lel Atlántico, pero las medidas tomadas por ias '.autoridades del Virreynato habían impedido esta acertada acción.

· Pero aquel propósito argentino debía realizarse más . después por virtud de la aparición en la escena política del país de un .Capitán de singulares dotes.· Este concibió1 el proyecto de ataéar al Virreinato · por el mar para lo cu'al era necesario llegar primero a Chile por la vía de los

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Andes australes. Era ese -Capitán, el General don José de San Martín. este varón era de clara estirpe y de buena educación. Hijo de un militar español, nacido en una población de! interior del país; se educó en Es- · paña en el Seminario de Nobles _ en Málaga. Muy joven ingresó en el ejército español como cadete en el Regimiento de Murcia. Estuvo de guar· niciqn en Argel, en el Rosellón y en Portugal. Para el momento '.de la guerra de la invasión de Napoleón a España asiste a la batalla de Bai;­lén después de la cual es ascendido a Teniente Coronel. Joven aún, de 18 años había alcanzado meritorias promociones militares. Asiste al Com­bate de Arjonilla d~nde se señala por su iniciativa al punto de asegurar-se que fué de San Martín el triunfo. .

Después solicita sepa~rse .del ejército para venir a Lima "como Oficial retirado y conservanon el fuero militar". Había servido 22 años en el ejército español

En Londres, en f812, encuentra a varios americanos que gesti'l· nan asuntos relacionados con la Revolución Emancipadora y son los ar­gentinos Mariano Moreno y Tomás . Guido; el mexicano Tereza de Mier; los venezolanos Luis López ·Méndez y Andrés Bello. Asiste a 1la Logia Americana que fundó Miranda.

En Londres San Martín desiste de su viaje a Lima y se encamina ' a Buenos Aires con varios compatriotas. En su patria le reconocen el

grado de Teniente Coronel y se incorpora al ejército, en cuyas filas pres· ta grandes servicios. Fundó la "Logia Lautaro" con fines políticos. , Es ascendido a Coronel. En el combate .-:Ie San Lorenzo, su primera acción dé armas en la Patria, muestra pericia y hace prod~gios de valor. Es nombrado General en los ejércitos que actúan en el Norte. Llega a ser Gobernador de Mendoza donde se señala como administrador activo ·y probo funcionario.

Estando en Mendoza se impuso de la situación de Chile cuyos pa· triotas habían sido sojuzgados después del desastre de Ra'ncagua.

En la mente de San Martín tomó formas . firmes el proyecto de in· vasión a Chile a través de los Andes. · Organizado el ejército, el Gobierno de Buenos Air~s pone a su- frente al General llamado a realizar la em­presa. Realízala con empeño sobrehumano que recuerda otras, consuma· das por grandes Capitanes de la -Historia. Libra después las batallas de

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Chacabuco y Maipú y ocupa a Santiago. Chile aparece, por esa obra,~ li· bre de la dominación hispana.

Más después, viene San Martín al Perú. Vosotro.s todos conoce1s la obra cumplida. El calificativo de "Protector del Perú" es un alto ga · lardón para su gloria. Humanitaria, pwdente, culta es su actitud como Gobernante .

Malos hados siguieron las banderas de sus tenientes en la lucha contra los realistas. Las maniobraE de la política desconciertan su ánimo íntegro.

En Guayaquil se entrevista con el Libertador Simón Bolívar, Pre­sidente de la Grnni, Colombia, que viene en triunfo desde las ·márgenes del Orinoco. Los dos ínclitos varones trat[Ji ~obre los destinos de Amé· rica. Entre los dos Libertadores no puede hab~ rÍvalidad. - Sus figuras aparecen confundidas en el mismo escenario de U Revolución y cada uno tiene un papel aparte y propio en el tremendo drama. La gloria de cada

1 uno es inconfundible, como lo es de grande y de imperecedera. La acción 1 de uno y otro convergió en el Virreinato deJ Perú en la oportunidad de­/ bida, con trazos, intensidad y proyección diferentes, y de acuerdo con los

I destinos de América.

Ambos están en la inmortalidad de la Historia con gloria impe· recedera que es la que definitivamente consagra a los hombres extraor·

\ diHarios.

Considerando su figura de guerrero y de político, es acertado el concepto del historiadoi: Vicuña Mackenna al hallarle semejanza con Gui· llermo el Taciturno.

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La accióll realista cobraba fuerzas granaes en el Perú y gra-ve era la situación de los patriotas peruanos.

· Bolívar está en Quito y Guayaquil con la atención puesta en los destinos del Perú. Cuando una Comisión del Gobierno . de Lima y luego otra del Congreso fo invitan a tomar parte en la contienda, vé cumplidos los -anhelos mantenidos de tiempo atrás como hubo de manifestarlo en una carta al General San Martín desde Venezuela y como en 1817, des­pués del lance peligroso en Casacoima, en las orillas del Orinoco, en el

. vivac, entre oficiales estupefactos que lo creyeron demente, había mani· festado el propósito de ir al Perú.

En 1823 vino a Lima. Y a antes que él había venido el General

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Antonio José de Sucre con una misión diplomática y otros jefes con tro­pas de la Gran Colombia.

Venía al antiguo Virreinato como a una cumbre para su accióh y para su Gloria. Era el Presidente de la Gran Colombia; el Libertador de tres pueblos; cien batallas habJ.an templado su alma de guerrero. Su pensamiento había culminado en documentos profundos, en proclamas brillantes, en elocuentes discursos que le dan talla de escritor, sociólogo y político de perfil excepcional . Las ardientes llanuras venezolanas, los empinados y helados páramos de los Andes habían dado un tono ráro a su rostro. Del elegante acaudalado, · del aristócrata de Ma9rid, París y Caracas no queda sino la disposición para la cortesía ante sus amigos, la galantería para las damas ,Jl el gusto. para la elegancia y el boato. El recuerdo de su Patria, confundida entre el espectáculo de la Guerra a Muerte, conmueve aún ~ $u espíritu y tiembla su ánimo de pasión. Las duras pruebas sufridas~ ~ ideal patriótico que lo consume, la fe en ·la victoria final que lo acompaña lo han hecho inaccesible a todos l_os peli­gros, a la intriga y al dolor. Cuando todo se tambalea y cuando sus amj· gos vacilan, él da una respuesta categórica a la adversidad en Pativilca: Triunfar!

En el Perú halló buenos amigos y colaboradores. Señálase entre estos una gran _figura, al Docto1I don Hipólito Unánue, Precur_sor de la Independencia, médico eminente, educador de la juventud. Fué el Mi­nistro de Hacienda de Bolívar y Consejero autorizado en su Gobierno. Es un hombre representativo del Perú y una gloria auténtica de América.

Vosotros sab~is, bien, todo lo que pasó después. Juriín y luego A­yacucho, donde resplandece la glori~ de ¿\ntonio José de Sucre y con quien capitularon catorce Jefes españoles. Para ese entonces Bolívar pudo decir: "Que el mundo de Colón ha dejado de ser español".

Trece meses después, el 23 de enero de 1826, en e) Callao, en el Fuerte del Real Felipe, con la Capitulación del General don Ramón Ro­dil, con el General venezolano Bartolomé Salom, fué arriada la última bandera española que flotaba en el Continente americano. Seguramente que el heróico General Rod!l, el último defensor del poder hispano, con­templaría aquella escena del descenso de la bandera gloriosa, con la ai­rada melancolía que tiene "El Soldado" del lienzo de Padilla, símbolo de ese pueblo ante el cual todo hijo de América exclamará' siempre: "¡Es­paña! ¡España! Cuanto de puro hay en nuestra sangre, de noble en. rrnc;i:;;-

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tro corazón, de claro en nuestro entendimiento, de tí lo tenemc:is, a tí lo debemos".

Bolívar era después de Ayacucho "dueño de los destinos de la A-mérica del Sur", según la frase del General Mitre. - -

En esa etapa de su existencia su espíritu, en la cumbre de desti­- nos inmensos cumplidos, se expande en vastos proyectos, la Libertad de . Cuba y Puerto Rico; de las Filipinas y hasta llevar la guerra a España en auxilio de los liberales y se mostró en uno inmediato, la formación de Bolivia . -..,, .

Una creación trascendental sale de su mente. El Congreso de Pa­namá, una Asamblea de Naciones Americanas. En las bases ds este Con· greso, que pl~neó en Lima, , están los fundam~entos del Panamericanismo, una de solidaridad entre los pueblos de Améric~ lo que hoy tiene pro ·

- yecciones de realidad ante el espectáculo del mitA;do en grave trance, ante una guerra aterradora ·que, como una visióf1 apocalíptica, amenaza a la Cultura Occidental en las mejores conquistas de_l espíritu. Si 11ega-

:--' ran a tierras de América los fantasmas temibles de la guerra, dilsponga­mos nuestros espíritus para sentir el influjo de heroísmo, dignidad y sa· crificio, que como admonicjón suprema, nos viene de la vida y de la obra .de _los grandes Libertadores americanos que supieron tener virtudes ex· celsas, las cuales son el mejor patrimonio_ moral de pueblos y de hom· bres.

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DISCURSO DEL CORONEL

MAINUEIL C. BOINDILILA -........,..___,-----.......,.....--~--~~ .......... ~-........~~~~~~~~~~~~~~~

. 'En el homr:'na je que se rindió en el

Panteón de lo.- ' Próceres, el 30 de ju­

lio, habló el ~-ronel :Manuel e;. Bo· nilla, en representacilÓn del lnetitu· _

_ to Sanmartini,ano del Perú. ReU>·roduci·

mos en esta página la oración -del dia.

tinguido historiador mHitar peruano.

AJ propugnar, en agosto de 1920, desde las -columnas de "El Co-. " "L P - " "El T. " 1 . ' d 1 d merc10 , a rensa y . iempo , a reumon e os veneran os res-

tos ·de los Próceres de nuestra independencia, en lugar donde la naciona· lidad pudiéra rendirles el culto de su- devoción, no fué dable prever cuán significativo y acertado era elegir esta iglesia de San Carlos, integrante del legendario Convictorio Carolino, crisol donde el fuego de la Linertad

·iluminó los cerebros, agitó los corazones, templó las energías y · fundió, en la inextinguible aspiración de Patria libre, los esfuerzos de · 1os heroi­cos varones que, desde 1780 hasta 1824, marcharon, serenos y magníifi­cos, al cadalso-Tabor donde el sá'crificio se transfiguró en In hoc signo vincis de · la revolución emancipadora-o a los ·campos de batalla en cu· ya tierra regaron con sangre los .inmarcesibles lauteles cosechados por la República.

Si llegar a este Olimpo es enaltecedor acto c1v1co, hacerlo con la representación y 1a palabra del Instituto Sanmartiniano, en tal fecha clá­sica de la nacionalidad libre e indepelidiente, es honor ~nmenso que em- · peña la gratitud de quien es así favorecido.

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Según frase de su insigne Presidente, "el lnsituto Sanmartiniano del Perú, bajo los auspicios del hombre inmaculado del Li~ertador aus· tral, tiene por misión propagar el culto de los Próceres de la emancipa­ción y la enseñanza de sus virtudes"; como un medio• de su finalidad, realiza esta visita anual, para ofrecer siemprevivas espirituales. en las tumbas de los beneméritos creadores de la peruanidad, cuyo ejemplo es índice de imperativos para quienes han recibido, como h_erencia, el fruto de sus proezas y para la nacionalidad enorgullecida de guardar las inva­loradas reliquias de sus despojos.

Bajo- la bóveda de este recinto, bendecido por la religión y con· sagrado por la Patria, et espíritu se agiganta con la magnificencia del pasado y con la grarn~'s~ Jad del porvenir, como si . desde la cumbre de eminencia andina-.Sf!,ÁLcanza a contemplar, de un lado, la verde inmen­sidad de la selva cu,'. 5nica, donde la Naturaleza produce y alberga ma­r'avillas espontáneas y, del otro, la azul inmensidad del Pacífi~o donde la Ciencia y el Trabajo, en el seno del barco y del avión, transportan el Progreso a las mas remotas lejanías.

Cuán propicio lugar para la meditación en el ayer y en el futuro de la Patria peruana y de la Patria grande americana, es este Panteón de los Próceres, donde se siente mas honda, vigorosa y trascendente¡ la emotiva admiración por los portentos de audacia y de fe, de coraje y de perseverancia, realizados por los paladines y campeones en quienes se cumple, ajustadamente, la profética loa de Choquehuanca:

"Con los siglos crecerá vuestra gloria, como crece la sombra cuando el Sol declina" .

En este momento crítico y decisivo para la civiHzación que, ha cuatro siglos, sustituyó a la azteca, a la maya y aJa Tahuantinsuyo y en este lugar donde el_ espíriiu se purifica, reconforta y engrandece, sintién­dose auspiciado por los manes de quienes nos dieron nombre, glorias y Patria independiente, evoquemos las enseñanzas de sus ideales, el ejem· plo de sus esfuerzos, las proyecciones de sus éxitos, exaltémonos con su obra inmensa y sempiterna de crear, : implantar y sostener, en la vasta extensión del Nuevo Mundo, la Verdad, el Derecho, la Justicia, la Líber· tad, atributos, esencia y fundamento de la dodrina emancipadora de América: la DEMOCRACIA, propia, inherente, exclusiva , del Hemisfe-

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rio occidental, cristalizada en la República y practicada en su forma subs · '"' tantiva: el RESPETO.

Característica psicológica de la raza criolla, raza del porvenir, grande como sus llanos, como sus rios, como sus Andes, como los mitos, las tradiciones y la historia de América. La Democracia germinó, en ella con la conquista, se desarrolló en la Colo_nia y fructificó desde el véspero del siglo XVIII.

Fórmula preeminente de organización política, es integrante e in~ trínseca en la autonomía de los pu~hlos de este Continente, desde su aso­mo en la dec]aración de la independencia de las colonias._ inglesas, escri- · ta por J efferson y eua1 bolada como lábaro por Washington.

Mientras se propagaba en los ámbitos ~el Mundo de Colóp, don· ( . .

de era ya latente, traspasó el Atlántico y l1egó [' Francia, infiltrándose \ <

en la conciencia de los filósofos, en el verbo de , 1 oradores y en los músculos del pueblo, sirviendo de ariete demoledoi. de la Bastilla y tras· tomador de la crepitante Europa, donde no pudo expandirse ni subsistir por impedirlo ancestrales tendencias de hegemonía y de imperialismo, que son, en último análisis, causa y or igen de la terrorífica hecatombe que, en estos momentos, devasta al Orbe y despuebla l¡i Humanidad.

Hay quienes estiman fenomeno económico el macabro cataclismo moral que ensangrenta y asola al Mundo, pero si se refl.exiona en sus proyecciones y en las trayectorias política y social de Europa y de Am'é­rica, se llega a la certeza de ser de suma importancia considerar la au· 'i;encia de la Democracia en aquella, mientras acá constituye la aspira- -ción y la esencia del orden social, del sistema político y ? el esfuerzo eco­nómico; constituye el credo de los Libertadores, cuyas glorias venerarÍws en este recinto y en esta efemérides .

• Este vórtice moral tiene como factóres, ~n funci'ón iutegral, un • hipo absurdo de preemiitencias raciales, un af~~ desorbitado de expansión económica e imperialista, un exagerado concepto de superación cultural y, ante todo y sobre todo, el abominable delirio agresivo del militarismo exacerbado, constituyendo el estuché que oculta envenenado puñal reac· cionario, destinado a ultimar la Democracia - propósito expreso y ma· nifies'to de los dogmas extremistas. - La denominada guerra actual es, pues, la contra-revolución planeada otrora para combatir la independencia del Nuevo Mundo, para impedir la difusión de la doctrina emancipado·

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ra. Su finalidad y su objetivo son de1-;truir la Democracia, destruir a A· mérica. Imposible de los imposihles

Tupac Amaru, el Precursor de los Precursores, estoico y magní· fico, en su inverosimíl sacrificio, enseñó como aunque se descuartice a los hombres, las ideas perduran y se difunden, se hacen legión, pueblo, nacionalidad, batallas y victorias.

Mi~an<la después de robustecer sus anhelos combatiendo en las márgenes del Potomac y del Sena, hi7o flamear la bandera bajo la cual conjuró a los hombres de este Continente a alistarse decididos a decir Ver· dad, exigir Justicia, sustentar Derecho y conquistar Libertad, esto es, hizo flamear al viento de la Historia de Hispanoamérica el pabellón de la -De· mocracia, el cual ni ha sid<:> arriado ni se arriará más .

Y Bólívar y Si.!-n Martín, predestmados a integrar la excelsa Tri· nidad Libertadora ~ América, en catarata de campañas y en tempestad de batallas, realiz&.i ' el prodigio de transformar los súbditos en ciuda · danos, las Colonias en Repúblicas hogar, tabernáculo y baluarte de la Democracia .

Oh! Manes de quienes aquí reposan y de quienes viven_, en el agra· decido corazón peruano, cuán grandiosa es la obra que realizastéis y la habeis legado a los hombres r a los pueblos con la copsigna implícita de mantenerla incólume e intang ible.

En esta hora cruel de zozobra, devastación y dolor, compadecien· do ·1a aflicción de los Viejos Continentes, tenemos el .consuelo de llegar a 't este Panteón en el cual alumbra, como el Dios incaico, vuestro ideal, vues· r tro esfuerza de Solidaridad, que reurnó en Ayacucho todas las Patrias y todas las banderas y cual la flamígera espada de Sucre, e] vencedor, se· ñala los campoe donde se riñer: batallas por cuanto, hasta ahor·a, consti· tu ye fundamentos de la civilización occidental y ~ermite exclamar con exaltada fé, con justificada certeza en el triunfo definitivo: "De los es· fuerzos de hoy, realizados por América, pende la suerte de la Humani· dad".

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DISCURSO

DEL SENOR

Rifardo Cavero-Egúsquiza

f'-n te el monumento del "Protector

del Pe...,'\', pronunció el siguiente dis­

curso, escritor Ricardo Cavero.

Egúsquii.,a, Secretar,io del )nstituto

Sanmartiniano del Perú.

En estos momentos en que se ~onmemora la magna fecha de la . Independencia Nacional, todos los corazones peruanos vihqm de emoción

y de júbilo ante el recuerdo de la_ gigartesca figura del Ge~lísimo Li­bertador, don José de San Martín.

El Instituto Sanmartiniano del Perú, que me ha dado el honroso encargo de dirigiros la palabra, y cuya existencia está entregada a enal· tecer y rendir culto a la memoria del gran Próúr, se hace presente, lleno de fervor y entusiasmo sincero,., en esta cerenionia patriótica organizada por el Concejo Provincial de Lima.

Nada hay, señores, más hermoso ni más grato que recordar los grandes hechos de la historia de los pueblos. Nada hay más noble ni más elevado que exaltar la acción de los hé ·oes, sohre todo cuando los efec · tos benéficos de esa acción, abarcan, como en el presente caso, los. lími­tes de todo un Continente; de un Continente que, como el nuestro, ha da­_do y está dando pruebas de su lealtad a os principios que nos legaron, los creadores de nuestras nacionalidades; de este Continente Americano que, en acción solidaria, . y fraterna, se encuentra en los momentos actuales abocado al esfuerzo más -~traordinario e su historia para ::lefenderse del peligro ultramarino y para mantener nuestra libertad y nuestra demo-

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cracia, con la misma decisión, con el mismo heroísmo con que las con· quistaron, hace más de una centuria, San Martín y sus valientes capi· tanes.

Y es así cqmo el Protector del Perú constituye una de las figuras más brillantes de la historia americana . Su gesta es comparable sólo a la de Aníbal. Previsor, audaz, dotado de gran atrevimiento, no es sim· plemente el caudillo que al .frente de huestes patrióticas pretende la li·· bertad de América. No es únicamente el estratega que sabe disponer en magnífica forma sus líneas de combate San Martín es el patriota por excelencia. Es el hombre de puros y ele, ados sentimientos

Guerrero, dispuesto al sacnficio en el campo de batalla, sabe como desconcertar a Marcó del I'ont para facilitar sus operaciones allen· de los Andes. Adivina la hora oportuna para provocar la retirada de Canterac, y su talento_ d4 _estratega le empuja a enviar a O'Higgins y a Soler a la formidable ~!. ;roica ' ictoria de Chacabuco. Le impulsa, tam· bién, a la atrevida haza·.__ de lanzar al triunfo en Maipú a las huestes e:x;­tenuadas por el desastre de Cancha Rayada. Y el sabe, asimismo, de las influencias sicológicas para provocar levantamientos en los pueblos a fin de desbaratar las entrenadas fuerzas realistas .

Y a en Mendoza, con su talento organizador, despliega una prodi· giosa actividad. Es incansable. Planea, trabaja y edifica sin sosiego. To· do lo prevee y a todo se enfrenta . Las dificultades no son para él sino un estímulo. Por eso no las teme ni las rehuye. Al contrario. Sólo e.:1 vehemente cuando tiene que vencer las vallas que se le oponeri a su mar· cha triunfal. Revolucionario auténtico, con sus proclamas ardorosas y sabias, prepara en Mendoza ambiente propicio a.· su causa semidivina y bregando día y noche logra comertir a las huestes ignorantes en ejército consciente, disciplinado y patriota -· De sus altas condiciones de estadista, hermosas· pruebas nos ha dadg, también, el genial argentino . Sus conocimientos det derecho pú· blico le facilitan para compenet1 arse de las necesidades de los pueblos, satisfaciéndolas rápida y eficazmente. Y con su clara visión prevee, di· visa más adelante del presente, lanza la mirada hacia los tiempos po1' ve­nir. Y es así como descubre en ;;u campamento de Mendoza la necesidad de conjuncionar el poder liberta1 io para destruir en América la domina ción colonial. Y, consecuentemente, piensa en la clase de gobierno que corresponde al Perú.

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En nuestro país, su obra de gobierno es digna, elevada, construc· tiva. En corto tiempo de su mandato, orga nza la administración públi­ca, otorga la libertad de imprenta, crea mstrumentos culturales, fomenta la educación; reforma el sistema penal, declara la abolición de tribut_os y privilegios y decreta la igualdad social, sentando, de este modo, las ha· ses más firmes de nuestra formación nacional. Compenetrado de la rea· lidad peruana, pretende el ensayo de una monarquía constitucional, de acuerdo con las exig,encias de la política del momento. Convencid0 está de que un pueblo co;to' el nuestro, acosturrbrado ancestralmente al' po· der omnipotente del, Inca y luego al látigo atrabilia'rio del conquistador y a los caprichos de las virreinales ó'rdenes, no puede sujetarse súena· mente a las libertades de la República. Sabe que el pueblo necesita pri· mero cultura cívica. Cree, finalmente, qu'-' el cambio violento del siste· ma político traería, como consecuencia, con 'id ables daños para la na· cionalidad en formación . Y, sin embargo, su génio previsor no puede ser escuchado porque ya los países de América, convulsionados por el re­publicanismo, se entregan a los desbordes de los cambios personales en las casas gubernamentales.

Espiritualmente, San Martín posee todos los atributos de la,) per· fección. Su desprendimiento y su nobleza ha cen de él un Santo .de la Es­pada. No considera los halagos del poder, ni la vanidad de los honores, ni la holgura de las riquezas. Su unica divisa es la libertad de los pue· blos de América. Por eso en la entrevista de Guayaquil, con esa noble altivez que le es innata, se desprende de la ambición humana. Por eso, en Chile renuncia el cargo de Dictador Supremo Por eso en el Perú ::le­clina poderes, pensiones y honores, y, por eso, en la Argentina, rechaza brillantes oportunidades para situar<:e en la más alta investidura del po· der público.

. En Mendoza, 'como en Santiago, en Lima como en Guayaquil, en Buenos Aires como en Boulogne Sur-Mer y en todos los días de su vida. su mente y su actividad están siempre dedicadas a su arraigada y noble aspiración.

En el capitán argentino, el ideal de a iibertad de América es la religión de su vida, el ideal Je la libertad d América ~s su filosofía su-prema y sublime . ·

San Martín, d hombre en cuyo espíritu la constancia se ha afe· nado con los contornos de un dogma

San Martín, finalmente, es el arquetipo de la Americanidad,

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Palabras del Presidente del 1 nstituto Sanmartiniano la Radio Naci onal, el 29 de Julio . ~ -del Perú, en

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'I'engo el honor de hablar desde esta generosa y elevada tribuna, en nombre del Instituto Sanmartiniano, cuya mi­sión es "fomentar ;por todos los me­dios el cul~o de los héroes de m:. estra · independencia y los estudios histur icos en toda la República," según- textual­mente lo dice la disposi ción pr mera y primo1,dial de sus Estatuto"'- .

Hace siete años nació este Cl'ntro, porque estaba en el ambi ~· y por­que imperiosamente lo reiAJ.ISaba la peruanidad, tanto tiempo ,.. _ J.te1 dida.

El historiador José Pacífico (I tero, f igura inolvidable para nosotros, emi· n~nte y buen amigo del Perú, no$ con­gregó durante su estancia en esta cii.:­da<l como huésped de hol\Ol' del Con­ce.io P1:ovincial, especialmente m vita­do para las fiestas del IV ·centenario de la fundación de Lima, y vive para siempre ·en nuestro recuerdo.

No es este Instituto un centro ofi­cial, sino una agrupación de ho111.bres patriotas, estudio'sos del alma 1 acio­nal y empeñados en despertar 10$ sen­timientos, de peruanidad, que reclaman de la c-iu<ladanía una consagra.ción constante y previsora, bajo la dir ec­cion de las autoridades y con la más feryiente ·colaboración de la socied>J.d entera, demanda imperiosa siempre pa­ra el engrandecimiento de la patria y de preparación en estas horas para a ­fl' ::>11tar la s fatídicas posibilidadc~ que aim:nazan a las pocas naciones qt. e no se encuentran envueltas ya en d in­cendio que devora al mundo.

Llena está nuestra historia de ras­go8 de improvisado heroísmo y abne­gados sacrificios-fecundos en gloria, pero estériles en provecho material­de las h oras supremas; pero aho~a se trata de la preparación lenta y r onti­nuada, de la educación previsora y só­lida. de los actos de heroísmo cotidia­no y sin historia y del renunciamiento

de posic1ones y comodidades, para tem­plar, con temple de acero., el alma na­cional y crear un ambient e de recie­dumbre e independencia que nos man­tenga apercibidos, al par que material­mente armados, •para la defensa del honor nacional, de la tierra y de la patria :

El PANO RAMA que la humanidad con templa en estos días es una enor­me cátedra. Ella nos enseña, una vez más, que la vida es una lucha encar-111zada y eterna. La guerra es-como la muerte-algo inevitable. Si ya no lo supiéramos por la Historia, el cua­dro presente bastaría a hacérnoslo en­terder.

Proclamarse en estos momentos pa­cifista ño puede .significar más que de:: clarar la natural aspiración a la paz, pePJ en manera alguna recomendar sin distinción a los pueblos el desarme moral.

Ni los arreglos económicos para ase­gurar la abundancia del pan y su equi­tativa distribución en el orbe, ni las doctrinas filantrópicas tendrán la vir­tud de ahuye11tar al fantasma de la g uel'l'a, pnr~~ _no sólo se lucha poi· el pan sino p:or la dominación y la he­gemonía y hasta por la satisfac-ción de prejuicios ra ciales y de pasiones nacivnales y, como es sab ido, las aspi-11a.~iones del espíritu son insaciables, a diferencia de las ·materiales; que se calman con la hartura. Podrán cesar el hambre físico y la necesidad fish­lógica de alimentos, pero los deJiirios de la ambición humaba: JAMAS.

Hace algunos años el cerebro pri­vilegiado de un vidente, H. G. Well~, exhibió en su libro " La Lucha de ios Mund0s", la visión profética de unvs seres de p¡:"der gigantesco que v en-

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c.· n de los planetas a destruir las ciu­es del mundo con armas de nunca

~ ;:;a;::a eficiencia, invulnerables y enor­e" máqui nas capaces de salvar las

d" nci:;.:> y accidentes geográfico s con e.odaad pasmosa, y aparatos desco­

c. iuos y crueles, p:iroyectores de on­d - destructoras que en pocos segun­

s carbonizarían casas y edificios, osques y ejércitos.

¡Y qu é pronto la humanidad ha com­probad11 que eI '11-~ de W ells era oremonitorio ! - Y las fantasías de todos los poetas creadores de cuadros guerreros, serán siempre, en mayor o rnen.oir tiempo, rer !idade~ ; porque la guerra-como la muerte--es el sino de la humanidad. :::¡ la limitación del cerebro ·del hom­bre no le impidiera descubrir la causa oculta de los fenómenos, seguramente .legaría a comprobar que la m uerte y la guerra son manifestaciones de una misma fuerza que actúa sobre el uni­verso todo.

Cuando se medita en estas cosas se ve cuán feble e insano, y, lo que es peor, cuán perjúdica y suicida es la obra de l Cls pensadores que predican a los pue·blos, sin distinción; el desar­me y la mansedumbre.

i no supiésemos que son engaña­do . los tendríamos por engañadores asalariados para hacer el neg,1cio de los pueblos de presa y de conquista.

::11 ien t ras más terroríficas se tornen las guerras, mayor acopio de enseñan­za- y consejos fluye de ellas, y, corro moraleja única: que debemos ser fuer­·es co n las fuerzas del hierro y del es-

íritu, para afrontarlas y para no ,~cr ~millados y vencidos. ·

Yed el ejemplo de los pueblos eu­o e· - en que germinara y fru ctifica­

ra la idea letal y suicida del pacifismD, ._ os hov de vergüenza y sumidos, a­

- 'º pará siempre, en la desgracia, _ · ~-crtidos en compasión del mu ~do • po·cn•e para portegerlos contra los

-e- de otros pueblos que se pre­rarol! para la guerra, y, debido a

• . !o;: vencieron y dominaron . Y d'ría a los pacifistas: predicad la,: r: aciones que se dedican al a. al­

a la violencia y educad para la --,-t> c:ia a"mada a los pueblos sena-

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lados como presas apetecibles por la codicia de las naciones conquistadoras.

CUANDO DECIMOS el culto de los héroes hablamos de las virtudes varo­niles y soberbias de los que luchan,_ de las actitudes valerosas e indomita­bles de los que se preparan para re­peler las agresiones, del s~ntimient0 masculino y grande que prefiere morll' luchando antes que arrastrar las cadr.-nas del que se rinde. .

Si se preguntase a los hombres que piensan ¿para qué debemos educar a nuf:stros hijos, para que venzan o pa.ra que sean vencidos?, no Cl'.leo que hubrn­ra algu_no que vacilase en contestar: Para la vi ·ia · a no ser que fuesen seres t an ·• en'erados y pusilámines que por no ontar el esfuerzo de !Os h•'mbres pre )sen capitular sin batir-se; y a éstos habría que suprimirlos de la sociedad , como se aisla a lus lepro­sos.

Era yo joven cuando, e'n una de esas amenazas de guerra que a menudo n.vs amagan, abandonaron los muchachos los h ogares y universidades para enro­larse como voluntarios en los batallo­nes. Has ta entonces nunca sintiera y,o a la Patria en todo su esplendor, sino más bie!1 como tend~ncia maternal, si­lenciosa e impalpable. El domingo si· guient e a nuestro ingreso a filas cele­bróse una misa de campaña. Era la primera vez que presenciaba ese impo-1entc espectáculo del Santo Sacrif1cip ajo la bóveda infinita de los cielos

v con el sol asomándose detrás de la 'ürdillera; los fieles, todos jóvenes,

f o;;osos todos, en impecable formacJón, narcial actitud y con el fusil al brazo; hmeaudo sobre el altar, agitado por a brisa de la mañana, un -enorme pa-

bellón peruano, y lo s ánimos estreme­c -dos por el sentimiento épict1 que nos · 1 rastrar::i. a los cuarteles.

En el momento de la Elevación, las 1 ornetas toca r .)n nuestro Himno y el c,ficial a banueracto levantó en alto la l 1 sefía del batallón, roj·~ y plata, y las E<das se inflamaron con- el milagro de l"f rayos del ardiente sol veraniego.

No sé qué sentimiento extraño se levantó en ton ces como una tempestad,

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queriendo ahogarme y romper las dé­biles paredes de m i pecho, a lgo que era entusiasmo y f u.erza, emoción Y mil resortes desconocidos y sin nom­amor, v.irilidad y patriotismo y otros bre que existen en tolda alma y qu e no sabemos que tenemos n i cómo a c­túan.

¡Esto es la Patria! ¡Esto es la Pa­tria! grité inconscientemente y sin JJO­der contenerme.

Pues bien: ese gigantesco y comple­jo sentimiento existe en 41do s los hombres. Revélase en los moment,~s grandes: para el soldado, cunndo llega el instant e su:premo ; para el r ecluta, cuando flam ea la Landera por la que juró morir; y para el niño , cu.a:trdo la sapiencia y el prestigi.') de\ Ptaestro lo inician en los misterios de esa religión laica poderosa y noble ''Y en los pre­ceptos de esfuerzo y abnegación que constituyen su Evangelio.

Y en esa religión la que, hoy más que nunca, debem os profesa. fervi en­temente en estos tiempos llenoa de ad­vertencias y preñados de amenazas. Toca al maestro, al sacerdote y al pa­dre de fam il ia y a la esposa. al escri­tor, al funci0nario y, en fin, de mane­ra general, a todo el que ejerza in­flnencia y prestigio sobre los d emás, enseii.arl::i y ensalza.•la y s·embrar en la mente de cuant,os están a su alcance, las lecciones que d ctan los héroes en lo ~ momen tos supremos y escriben con ~.angre los mártires del patriotismo.

No digam os para ello que hay que dLspertar las inma11encias de la raza, porque se n os preg-untaría : Qué raza, si la R epública está formad~ de hij os

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de los incas y de los conquistadores, de h-::imbres de toda Europa y hasta de seres ob3curos de los .confin.es africa­nos? Hatlemrs de' las .inmanencias de la Patria, qu.e es el hogar grande den­tro del cual las razas no tienen más importancia que los diversos colores dE:i traje que visten los hermanos en una familia. Cuantos hemos nacido dentro de ·este pedazo de 011be que se extiende desde Tarapacá hasta Tum, bes desde el Pacífico hasta 1el Amazo­nas, hemos recibido las mismas fuerza6 · vitales de la tradidón y ·de la tierra de este trozo geográfico, y somos hi­jos del P erú. Pertenecemos a este sue­lo comd la hoja y el grano de trigo a la planta en que han nacido, ¡qué im­porta de dónde vino la semilla!

La Patria es como el hogar que amamos y hacemos respetar.

PERDONAD, oyentes, si en este día epónimo y hablando en nombre del Instituto Sanmartinianfl y para la re­pública entera me perm.ití referirme a recuerdos personales de mi juv·entud; pero entiendo que no es indispensable el empleo de un tono impersonal y so­lemne para dirigirse a los propios her­manos, y no sé hablar en otro tono; y, por otra parte, mis palabras no son para la colectivíilad en conjunto, sino para cada uno de los peruanos, y se proponen reclamar del ciudadano u n mt-írri-ento de meditación en los proble­mas de la hora, en los peligros de la Patria y en b que de cada hijo deman­da: por eso ap elo al lenguaje de la san­gre común y de ios comm:ies ideales.

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LUIS ALAYZA Y PAZ SOLDAN.

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COfJllTE D IRE CTIVO ELEGIDO PARA EL

( BIENIO JULIO 1941 - JULIO 1943 )

PRESIDENTE:

Dr. Lüi¡s Alayza Paz Soldán, ree legido por aclamac.ión ~·

VICE-PRESIDE TES:

Coronel Carlos Dellepiane y Dr. J os5 M. Va ega, reelegido.

. SECRETARIO:

Sr. Ricardo Cavero Eg{~quiza, reelegido. 'll

TESORERO:

Dr. Luis Felipe Psz Soldán, reelegido.

BIBLIOTECARIO:

Ing. ·pascual Saco Lanfranco, reelegido.

VOCALES :

Coronel Manuel C. Bonilla, Sr. Carlos Gabriel SacOI, Cap. de ·Navío =~e..:; .. o Sa1averry, Sr. Pedro Ruiz Bravo, Dr Miguel A. Martínei, Sr. César

G ~c:ra Rosell, Sr. Remigio B. Silva, Sr'. Scipión Llona, reelegidos, y Dr. Enrique D. Tovar.

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f ENTREGA DIRIGI A

/ OB LA

ED!TORIAL 'UNAMERICA"

l

Plaza San artín • 305

Li a -Perú

"Tip, Peruana S. A. " - T. 6:&68

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