revista del ismp n° 1

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Revista del Instituto Sanmartiniano del Perú N° 1 Lima, julio de 1935. Editores: Alayza y Paz-Soldán, Luis y otros.

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COMISION DE REDACCION

DoctorLuis Alayza y P . S. Teniente Coronel Carlos Dellepíane Doctor Pedro Ruiz Bravo Señor Pescual Saco Lanfranco

Octavo Cavada D.

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REVIS.r A DEL

Instituto Sanmartiniano DEL

Perú

JULI0- 1 935

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REVISTA - D EL-

Julio de 1935

EDITOR I AL

Es inextinguible la deuda contraída por el Perú con sus Libertado­res, destacando entre éstos al inEigne e pitán Americano Don José de San Mart!n .

Por eso, bajo la advocación de su glorioso nombre, esta Revista abre sus páginas para rendir culto a los prchombres de nuestra independen­cia, rememorando sus hechos, sin establ ·cer distinción particular entre los méritos de cada uno, puesto que la_ suma y total de sus virtudes fué la que nos dió Patria y Libertad.

La Historia, cuando realza a los hombres cumbres de la Humanidad, a sus factores de progreso, no debe tom. r en cuenta el lugar que la Pro­videncia designó para que vieran la primera luz. Este incidente se opaca ante la grandeza de los hechos que llevaron a cabo; el Mundo los rei­vindica para s í, con justo y aquilatado egoísmo. Eso es precis.amente, por otra parte, lo que ambiciona el hombre genial , lo que sueña el héroe: salir del linde de su propio pueblo, escllpar, agigantado por sus obras, del valladar limítrofe y servir a su patria trasponi"ndo con su renombre y con su gloria las líneas que determinan la paterral heredad.

Los grandes hombres de nuestra Em:mcipacié.n nacieron bajo todas las latitudes , voluntariamente u oblig~dos por el desarrollo que tomaron los sucesos, se cituon en nuestro suelo, donde mtrecidamente se les supo honrar en vida, encontrando en él dignísunos émulos y abnegados camara­das que se batieron a su lado bajo el mismo So en la cumbre· y en la playa, y cuyos hijos quieren olvidar de dónde vinieron, para hacer más justo y elevado encomio de su altísima J rsonalidad creadora.

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M r:~ M Es 1Vliembro de l 1 or Corrcs1>011d1ente ~ ~ '!,ji( :>Vll del Instituto ..,< martmi,• 10 de ~

W B 11e11. Aires ~ JVll * M el Seiior Ge11tral de Di •isión ~

M D oN O scAR R. B E:-<A 'IDEs ME *1~ w. ~ P resideutc di la Repú 1/1ca. ME ~~ ~ JVll ~o/. • - -· - * ~~~~~~~~~~~&~~~~~~ rc~~~'9t"'~~7V~~,,,.-"' ;;"'.~· v .~.--v ... ~~m:I'

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• Junta D irectiva del Instituto Sanmartiniano del Perú

Presidente.-Doctor Carlos A. Romero.

l\1iembros d: J Ilonor. l

Antonio Mora y Araujo, Embajador de la Repü 'llica Argentina.

R. E. e.e la R osa, Ministro de la República de V ·nezuela.

José P~ 1fico Otuo.

Luis Al yza y Pi-.z Soldán. T enient Corone Carlos Dellepiane.

\ "ice Presidentes. {

5:ecretar ios. { J . l\l. Yalega. R icardo Cavero Eg(1squiza.

Tesoreros. { Luis Fe pe Paz Soldán. Alberto l\lexandcr.

Ribhctecario.-Pascual Sac 1 Lanfranco.

1 ºocales.-Arturo Pérez F ":Uerola; Ioracio H . Urteaga; Víctor L. Criado; Luis A. Valcárcel ; Manuc C. Bonilla; Juan Bautista de. Lavalle; Osear l\Jiró Quesada; J. J iménez J lrja; Ma mel Benvenuto M.; Femando G. Fuchs; Pedro R uiz Bravo; Rcmigio Silv 1. Ernesto Salaverry; Edmun­do EscolT'el; Luis Espejo; Carlos C .briel S<.<'o; Evaristo Sancristóbal ; Ju­venal Monge; Octavio Cabada D ; C(·sar Gar~ia Rossel.

Socios correspondientes del Instituto Sanmartiniano de Buenos Aires

Doctor Manar ¡. Prad >

José Gé !vez • Horac• H. Urte-1ga

Luis Al yza y Piz Soldán Teniente Coron 1 Carlos Dellepiane

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Asamblea Constitutiva del Instituto Sanmartiniano del Perú

E . de Habích 1\1. E. Gamarra Hcrnándcz N. Pérez Velásquez J enaro Helfffa E. de las Casas :\!. A. Marlínez José G. Otero Ferruccio Zilerí :\lanlio Zíleri Vida! C. Panizo E. A. l\foya del Barco Atilio Sívírichi Gonzalo Herrera Daniel Matto Abdón l\fax Pajuelo E. O. Farfán y B. Edo. F . García T Cavero Egúsquiza

- :\-!. A. Martínez Alfredo Muñoz

3 firma

Nuevo Dr. Juan Fra Sra. Dora :\la Srta. Angélic· Srta. Elvira (

Ju in E. Rojas Vera C lrlos Arellano T . S. lpión E. Llona F . Ericson

- Ci..;ar García Roscll Luis Vargas Prada I~ ias :\lendoza del Solar C istina E. de Layous A 1 ,ana E. de Sarria L11Js Santa l\Iaría Si ~}¡¡.~o Duarte R bK.R.overano C H. Shepherd Ei 'tho de la Barrera S. \laríáteguí Leiva C E. Paz Soldán P Etchapare

T" J . P. Otero Est r F. de Ramos O. J. \I Ramos Ocampo

minteligi Jlcs

Socio .;co Paz 1s \ 'arela

cr de Zul ·n Ptlma

cía y G 1rcí:.t Srta. Emili;, 1 mero Dr. Díómcdes \rías Sel kibcr Dr. Evaristo ( "llez Sá1 , hez Dr. Antonio I Torre Gral. Pedro P· e> .o l\fart nez Cor!. Jorge V< rgas Corl. Luis Es. udero Comtc. Edu. 'rdo Castro Río!ó

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Estatutos del Instituto Sanmartiniano del Perú

Arl. I.- Es objeto del Instituto Sa 'lmarliniano del Perú fomentar por todos los medios el culto de s héroes de nuestn independencia y los estudios históricos de la República.

Art. II.-Son miembros del stituto Sanmartiniano del Perú los que con tal objeto se designe y las 1ersonas ·oncurrentes a la actuación en que se fundó Ja Institución, el 2 ie febnro de 1935, y que firmaron el Acta.

Art. III.- Son socios bono rios las perscnalidades designadas en razón del cargo que ejercen, de al es mér tos o de servicios prestados al Instituto o al Perú; y socios cor spond1ent ·s las perscnalic~ades de fuera de Lima, a quienes se confiera e,;a disti11c1én por su consagración a es­tudios históricos o por sus actu, wnes des cadas.

Los representantes diplomallcos de l~ República Argentina y de los EE. UU. de \'enezuela, patrias e os libe ,adores San :\Iartín y Bolívar, residentes en el Perú y el Dr J e Pacífico Otero, iniciador de este Insti­tuto y fundador del Sarunartm1 1 v de Buenos Aires, son miembros natos, de honor.

Art. IV.- La dirección del puesto por el Presidente, dos \ icl

un bibliotecario y veinte VOCé 1

stituto 'stá a cargo de un comité com­residentc s. dos secretarios, dos tesoreros,

Art. V.- En caso de ausenc ¡ del P~esidente, los vicepresidentes se turnarán mensualmente en el c· ,.,o, dcci· liéndose por suerte a cual de ellos toca presidir durante el pnn •r mes.

Art. VI.-Las elecciones de rgos se calizarán en la primera quince­na de julio de Jos años impares, d Comi l' electo entrará en funciones el 28 de ese mes, en la actuación 1 •mne de qm .. trata el artículo 9°.

La duración de los cargos L de dos años y son reelegibles. Art. VIL-Habrá junta ge ral ordil' ria una vez al afio, para los

efectos del artículo anterior y µ. l'"a la le< tura de la :l\femoria anual del Presidente y juntas extraordm; as cuan 10 las soliciten más de veinte miembros.

Art. VIII.-El Comité scs1· nará una \ ez al mes, en la fecha que fi-je el Presidente.

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Art. IX.-Habrá una sesión solemne el 28 de julio de cada. año o, si no fuera posible, en la fecha más pró .. 1ma, en recordación de la J ura de la Independencia del Perú; y en otr; s fechas memorables cada vez que lo acu erde el Comité.

Ar t. X.- En las juntas generales y en las de Comité, los acuerdos se tomarán por m ayoria absoluta.

Art. XI.- El quorum para las ju tas generales será de veinte miem­bros. Si no se alcanzase este númcr- se citar'\ por segunda. vez y se se­sionará con los que asistan.

Art. XII.- El quoñiffi de las se: ,ries de Comité será de seis de sus miembros.

Art. XIIl.-En las jun tas genen es, ordinarias o extraordinarias, se harán las designacio11es de m iembros 1onorarios y correspondientes.

Ar t. XIV.-El Institu to pubhc, ª una revista que llevará el nom­bre de San Martín, y formará una bit oteca y un fichario, debidamente catalogados.

Ar t. XV.-Son rentas del Inst1t monto fijará el Comité y los fondos ñale para los emblemas y diplomas, dt ciones que se realicen para proveerse e

las cuotas de los miembros, cuyo ')Venientes del importe que se se­ubvenci0nes, donativos y de actua­

' fondos. Art. XVI.- El Institu to tendrá fi les en 1<1.s ciudades del P erú en que

haya ambiente para ello. Art. XVII.- Los miembros del In 1tuto usarán en las actuaciones ofi­

ciales el emblema de la Institución t es un botón de oro o plata de forma oval, con el busto de San M art lentro de una franja con los colo-res de nuestra bandera.

Art. XVIII.- El Reglamento ck Instituto puntu alizará las atribu­ciones de los miembros del Comité

Art. XIX.- E l Institut o es extrano a la po 1tica y las actividades de esta natura leza quedan prohibidas dl· Planera tbsoluta.

Art. XX.- El InsLituto Sanmart1. no del Perú colaborará con el de Buenos Aires, para los fines que les so ·omunes.

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Instituto Sanmartiniano del Perú ;=- = ========== ~~=====

Dr. Luis Alayza y Paz Soldán Vicepresidente

Dr. José G•lve> Colaborador en la Organización

Tte. Cor!. Carlos Dellepiane \'icepresic!ente

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Sesión de Solemne Instalación y Toma de Cargos.

Realizada el 29 de julio, con asistencia oficial, en la sala de sesj:ones del Concejo P rovincial de Lima.

DISCURSO DE INSTALACION pronunciado por el Presidente cesante del Comité Provisional,

Doctor Don Lu is Alayza y Paz Soldán.

Señores:

El 23 de febrero el historiador argentino Jo~é Pacifico Otero, tras la lectura de su importantísima coni rencia titulada "San Martín y la pe­ruanidad", inició la fundación del I 1stituto ~. mnartiniano del Perú dicien­do :

"Los peruanos, como los argcr mos, tierc·n pendiente con San Martín una deuda que, como lo dije al ere rse el Instituto Sanmar tiniano de Bue­nos Aires, no es la del bronce, n tampoco la del mármol, ni la del lien­zo, porque es la del espíritu". y c .. mo de i..na deuda se trataba, lógica­mente el mismo insigne historiado declaró que en la esfera de acci6n del I nstituto Sanmartiniano, entr<- no sólo el Protector del Perú "sino Bolívar, el héroe soberano del On 1oco; O'Hic:gins el soldado esforzado de Arauco; Sucre, la espada directiva le la guerra del Ecuador y otros pró­ceres". Este amplio y elevado conc ··to ha sido el norte de nuestros Estatu­tos.

Los peruanos estamos en el fie de la balanza frente a los émulos gi­gantes de la libertad de América San Mar m y Bolívar.

Por la obra de entrambos nacit os a la vida de la independencia, que es la de la dignidad.

Uno y otro rigieron nuestros de tinos, des.le la casa de Pizarro y deja­ron la huella luminosa que deben S(.. 'llir nuestros mandatarios.

No hay razón alguna para ¡ue part·cipemos de los exclusivismoo de las sectas que procuran lograr ~ glorificación de sus propios héroes, a la vez que el rebajamiento de sus ·ompetidores en gloria; pasionsilla sólo disculpable porque, en definitiva, ·s produr.to, aunque morboso, del pa­triotismo.

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La misma circunstancia de que • figura rumbre, autóctona de nt\eS­lro suelo, en el trance de la emanci Lción fuera, a mi juicio no un gue­rrero sino el anciano médico Hipo 1 o Unanu•', nos libra de ese contagio de emulaciones que hace que los i- ndes capitanes de la independencia sigan divididos a través de los tiempos y de la generaciones.

Señores:

El momento no ~propicio p 1 funda cenáculos de la índole de nuestro Insti tuto Sanmartiniano; ¡ eT no eleg 111os el momento. Las cir­cunstancias lo inlponen. Es esta J¡ h ra en que mueren las instituciones del espíritu. Las corporaciones q 1c . bieron ~r nuestras compañeras en la obra de culto a los héroes y ex. lt. 'ión de 1..1 peruanidad, duermen un sueño, que acaso es el de la muer e

En esta hora materialista, la e r IN:'tividac', oh·idando que no sólo de pan se alimenta el hombre, ha caulo en la idc l 1tría del oro y en el culto del placer. Pero hay que reaccionar contra ello. La elevada frase cristiana que acabo de proferir, es más ciert.1 v fe.cunda cuamlo se aplica a las nacio­nes. No sólo de pan se a limentan lo!'; pncblos.

Bien sabemos que hoy sólo tic '1et acogida 1 s iniciativas en orden al provecho material o las religiosas, ne r no las mspiradas en el alma del Evangelio, sino las apreciables por sentido corporales.

Esta es la vieja enfermedad ¡ •cru 1a, cau a de todos nuestros reve­ses, que los políticos frívolos de ,mtano ni si ¡uiera entrevieron. La Yie­ja enfermedad que hace de nuest ro hombres de bien en esta hora, no un conjunto cerrado, sino una mu tt d clispers 1. Pero también los males de los pueblos se curan y esa es J.' , l, ·a del e ... píritu. Ahí es donde de­bemos encontrar el remedio para 1 uc 1s enfennedades de hoy y aun la vacuna contra los contagios disolvc 1 <. ¡ue no .imagan.

Este es. señores, el cometido el •1 tpo ele hombres en cuyo nombre hablo, y en cuyo nombre hago un 11. m miento ¡ todos los patriotas y una invocación a los hombres que pres l las instituciones nacionales.

Rendir homenaje a lós héroes no es sólo t n acto platónico. Por el contrario. En ello hay cierta inspir· 1 interes: t. Noblemente interesa­da. Los héroes retribuyen nuestra< el divas po , ue, cultivando su memo­ria, caminamos sobre sus huellas, 11f 1mpregm os de su ambiente, cap­tamos algo de sus espíritus triunfa< < n ele su tenacidad inquebrantable Y de sus sentimientos de abnegacion .,. sacrifico. prenda de la grandeza de los pueblos.

Por eso un gTUpo de hombres de bu na volun ad acogió la iniciativa del gran biógrafo de San Martín, docto Jos~ Pacífi<'o Otero, de organizar en el Perú una fundación que colabor~·sc ·c.n el I1 titulo Sanmartiniano de

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Buenos Aires, con la Academia l\a nal de h H istoria '1c Caracas y con las demás organizaciones de la indr e de tod l la América española.

Los grandes hombres de la 1 "'lanidad han exhibido junto a sus grandezas, sus fallas. Al lado de su v irtudeF, sus vicios. Sombras de sus resplandores. Pero hay uno que 1 r a comp. 1diar sólo grandezas, res­plandores y virtudes, con exclusiur· d fallas, ' ic1os y sombras. Ese es el general San Martín, cuyo nombre n< ausp1ci;

Como miembros correspondie1 es del In-;, tuto bonaerence, el doctor José Gálvez -nuestr~signe bardo- y el m"tlesto ciudadano que os diri­ge la palabra, recibi~os en esa r~i.. 1ón p reb •1inar el cometido de la orga­nización. Hemos elaborado los E sta utos y hl'mos convocado la asamblea general de 3 de este mes clásico de' Perú, p ara elegir el personal direct i­vo. A su frente se ha colocado a l r >'llbre Qlll' reúne la experiencia y la virtud, la sabiduría y el renombre que en la actualidad dirige el templo de la inteligencia, legado del Liberte •r San \1art ín , que es la Biblioteca Nacional de Lima, al señor Carlos \ Romer"

Señor Romero: Como president tuto Sanmartiniano del Perú, os i

ocasiornl y momentáneo del Insti­ito a a sumir este sitial de honor.

DISCURSO DE TOMA DE CARGO del Presidente del Instituto Doctor Don Carlos A. Romero.

Señores:

Sea mi primera palabra d e pre n do ) incero agradecimiento a los señores miembros del Instituto S<. ·1artin ia io del Perú que, quizá con un erróneo, pero benévolo concept• de m is aptitudes y de mis merecí- . mientos, han querido honrarme coi a presidC'ncia de esta institución du­rante la primera jornada de su ) cimenta la existencia. ¿Qué otra cosa puedo hacer sino aceptar y tratar l correspo 1 l('r dignamente a tan espon­tánea y galante designación , por ·ndo a l s ·r•icio del Ins tituto todo el contingente de mi buena voluntad, ¡ue es mucho, y todo el bagaje de mis conocimientos históricos, que yo lo 1uzgo ne .nuy abultado? Ardua es la 'tarea, yo bien lo sé, ya que se trat de per c-ccionar y desarrollar un or­g anismo nuevo, darle constantemente v ida y 110 desmayar en la labor, so­bre todo "en esta hora materialista en q ue a colectividad, olvidándose d e que no sólo de pan se alimenta el 1ombre, 'la caído en la idolatría del oro y en el culto del placer" como ac. •d de expresar el ilustre organizador de este Instituto, doctor Luis Ala.yza ~ Paz Sold;in . 1,s-2

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Hay que reaccionar; ya lo a dejado <'icho el doctor Alayza exten­diendo su frase anterior "no ••lo de pan ,;e alirnentan los pueblos", y el Instituto Sanmartiniano vien< º 1ora a ha ·cr acto de presencia y a re­cordarle al pueblo peruano que l historia t·s una de las más brillantes de las hil;torias de los pueblos de An nea y qut· tiene el deber de cultivarla y de rendir culto y tributo de adm1raLi6n y ~ratitud a quienes nos hicieron grandes y nos hicieron libres.

Hay tres figuras cumbres l't 1- histori: del Perú, por que cada una de ellas es el funQ.a._99r de cada m.a de su tres épocas históricas: Manco Cápac, el fundador' del imperio peruano, < uc llegó a ser uno de los más grandes de Ja tierra dentro de su r .ismo a •artamiento de la civilización; Francisco Pizarro, el soldado vakr«•so y te 1az conquistador hispano, que nos trajo el símbGlo de Ja cruz y l. e vilizaci in de Occidente, y el General don J osé de San l\llartín que nos ;rajo la Ji >crtad y proclamó Ja indepen­dencia del Perú tal día como el d< ayer, ahora ciento catorce años; sin que esto quiera decir que en los tres ¡ >eríodos históricos no hubiera habido, después, hombres que han conqmstado la irrnortalidad por sus méritos y por sus hechos; sobre todo en la nuigna ludia por nuestra independencia, donde según la feliz expresión del doctor \layza "los peruanos estamos en el fiel de la balanza frente a lo ·mulos i ig;antes de la libertad de Amé­rica: San l\1artín y Bolívar".

El Instituto Sanmartiniano '.i a tomar sobre sí la tarea de revivir el culto a nuestro glorioso pasado ' o va a dt pr que siga echándose al olvi­do ni que diariamente no se rcct. rde al undador de nuestra indepen­dencia. Nuestra misión va a S('r e ·r 10 la dt 1 sacerdote, que trata de vol­ver al redil cristiano a la oveja c. ·arriada a quien especulaciones mun­danales ha hecho que olvide su-; deberes. Vamos a procurar hacer de San Martín lo que fué cuando ¡m !amó nu ·stra independencia, es decir, el ídolo del pueblo; nos ayuda en nuestro iropósito la grandeza del hom­bre, la magnitud de su obra, el patnotismo de nuestro pueblo y el cariño de éste a su Libertador. Y no <lud< q ue lo lograremos y que el Instituto Sanmartiniano cumplirá con su misí ·m, tom 1ndo como campo de acción la prensa, la tribuna y la escuela.

Antes de terminar deseo dejar consta1 cia de que el Instituto San­martiniano ha quedado organiza<lc y celebra esta actuación únicamente merced al patriotismo, desvelos y usiasm·i del doctor don Luis Alayza y Paz Soldán, uno de nuestros más el .,;1 inguidos historiadores y cuya coope­ración va a seguir siendo nuestra má fuerte columna de sostén.

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DISCURSO DE ORDEN

J>'tonunclado por el Señor Teniente C oronel Carlos Dellepian~, Vice-Presidente del nstituto Sanmartiniano.

Señor Presidente de la R1 ública; Señor Embajador de la R pública Argentina; SeñoreS M:i.W:stros Plenip lcnciario ' Señores Ml~istros de Estauo.

Es muy afortunada para iru Ja concatt nación de circunstancias que me trae a esta tribuna.

El hecho de haber coordina o disím i.l's narraciones históricas para formar una sola; reunido y sintet zado valiosos estudios para darles )lni­dad; consultado dispersos docu 1tos para constituir con ellos un todo, y mi afanoso empeño por deductr <e los ac.c.nt ccimientos de nuestra histo ­r ia externa, algunos preceptos d.\; orden ex.>enmental r eferentes al estudio integral de la Guerra, me han < .do escaro titulo para que, amigos ge­nerosos, me consideren como m eI b ro cor~cspondiente del Instituto San­martiniano de Buenos Aires, y <iicha design tc ión , q ue agradezco, ha influí­do para que en Lima se me haya l onra<lo con C'l cargo de Vicepresidente 'Cle este Instituto Sanmartinia 1c <~el Perú

Tal el proceso feliz al que <lt. el honc. r de haber sido nombrado para hablar, en esta oportunidad, an el Seño r P residente de la República, dignísimo continuador, en el Co ando y en el Gobierno, de nuestros bri­llantes generales gobernantes de ... sadas é >oeas, aquellos a cuyo esfuerzo patriótico debemos la formación consolidación de nuestra nacionalidad.

El nombre de uno de ello: y la remen <oración de sus hechos, e l nom­bre del qu e fuera más virtuoso t ' r e t odo,, es e l que congrega ahora a las distinguidas personalidades r¡u me ei;cuchan, entre las que se cuentan altos representantes de nuestro n ndo ofic a l y calificados intelectuales de ~sfuerzo y m éritos constructivos ~ µatr:ióticns..

Señor Presidente del Instituto Sar martiniano del Perí1~ Señor Coronel J efe del E .ado l\la_-or General del Ejército; Señor Alcalde del Conct Pro vinc.ial <le Lima; Señoras; Señores:

Estudiar siquiera un a spt.·Ct< ue la p rócer figura de San Martín en la sesión inaugural de nuestro 1 stitulo, es tarea muy honrosa. pero d ifí­-cil, aunque gratísima,

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No me hubiera animado a pr ~ntar e D iscurso de Orden que co­rresponde a esta solemne ceremo1 ia i no me tranquilizaran a tiempo los dignísimos amigos que me propusícr para tan señalada distinción, au­torizándome a tratar sobre la eg-rl ia pcrs• •nalidad de San Martín tan sófo desde puntos de vista milita1·, Con sta condición se facilitará bastante el honroso ern::argo, porquL ·s precla1 o el mérito cívico del General, y son·notables sus hechos de guerr· de modo que, simplemente con enu­merarlos, se puede- ~tener la a 1ción de 1 auditorio por largo lapso y conseguir que disculpe la limita .. i6 d e est e n i estudio.

Cuento mucho, pues, con que , '.Jrillo e plendente del personaje que celebramos , iluminar á la oscuridad de mi ( 1scurso .

No será mi voz débil e insegu ra. la que l·\·an te o engrandezca, siquie­ra fuera micrométrkamentc, el b r nce pcre 1 •e con que los hombres re­presentan y honran a San ·Martín , 1ara r eco'"uar sus nobilísimos hechos como ilustre hijo de América, y ¡.ara loar su s concepciones militares, comparables a las de los más encu 1 rados y m uy escasos grandes genera­les de todos los siglos.

San 1\1artín es por antonoma ia General <le América, hasta hoy insu­pcrado. Alejandro, César, Fedenc1 Napole-m, son f iguras epónimas que marcan épocas de la Historia del Iundo . G recia y Roma, las luchas de Europa, y, la Revolución Francesa • ')ntinuada por la Epopeya Imperial. San Martín, como general, es la G •erra d e la Emancipación de América; "es más que un hombre, es una 1 1i. , alta, mcontrastable, terrible a Ye-ces, sublime otras. Sólo bajo es t pecto providencial y casi divino es como la Historia debe hacerse C.."lr• de su ~ ran de nombre y de su gran carrera, llena toda ella de admirab!, unidad" Tal dice un historiador chi­leno (Vicuña Mackena), comnov1d< on su ¡ ropia voz a medida que pro­duce entusiasta juicio sobre el L hf. .. tador 11e su Patria.

Personalidades de gigantesca t . la, como Bolívar, como el ínclito precursor :Miranda anulado por la rueldad lel Destino y tantos otros, ha tenido varias -héroes de la Guerr a )' héroes tle la Paz- el magnificente suelo americano; pero, hombres <k a contex ura moral del Protector d el Perú, señalado por la Providencia 1ara d ig 1.., ejemplo nuestro, por sus virtudes y singular altruismo, e 1 c il en 'l ntrar en las páginas de la Historia.

Triunfante y dueño de los <k mos de ncdio Continente, San :\.Iar­tín pudo escapar al impulso frenl íco de hs pasiones, supo moderar a su s colaboradores más ambiciosos ) poner f n a su obra en el m omento preciso en que ella debió terminar S u p on !.,ración, ecuanimidad y al­tura de miras, impidieron que se.. ·slizara ¡ >0r la pendiente desastrosa a

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que conduce la personal ambición, siempre cond •nable porque pretende subordinar la vida de todos al imperio interese,; de uno sólo.

La ambición y el ensimismamien o llmpre han lanzado a l hombre a las más desorbitadas empresas; el ans ie P oder, pasión casi siempre parasitaria y consiguiente de la Gloria, 1<.. impul ado a las más grandes aventuras. Raros han sido los hombrl's ue no han cometido el error de instalar sobr e el pedestal de su gloria, d espejo d · ormador de la mezqui­na satisfacción de mando. Y San MartÍ11 lr el coi trario, en todos los es­calones de su encumbramieñtó, debido a legítimo~ tnunfos, y en el más alto de ellos, como G obernante del Pe estuv1 • siempre listo a des­p r enderse de toda insignia y título de <l< ünio y .mtoridad.

De este modo, en julio de 1820 y 1 tescribía con a ltivez y orgullo: "Todos saben que después de Chacabuc me hall { dueño de todo cuan­to puede dar el entusiasmo a un vence< ir; el putl>lo chileno quiso acre­ditarme su generosidad, ofreciéndome o<las las 'entajas capaces de li­sonjear a l hombre, él mismo es testigo <I la firn lza con que rehusé ad­mitirlas. Conocí desde ese momento e te excit a ·ía celos y me esforcé en calmarlos con mi moderación y desi erés".

Luego, en agosto de 1822, siendo d ño de le s destinos del Perú di­rige una carta a Unanue, la que ahor· ·onocem is gracias al Dr. Luis Alayza y P az Soldán, quien la reprodt ·c. en su valiosa y documentada obra, "Unanue, San l\Iartín y Bolívar' En uno k los párrafos de dicha carta, con modestia inigualable, con sene llez cxtn ordinaria, dice: "Antes, ahora y cuando no tenga más destino •ue el de un patriota particular, digo y diré que el honradísimo y virtuo, imo l:miPue es uno de los con­suelos que he tenido durante mi adnur1 ración. '' Constatamos en ese documento que no experimenta el vért1j:, de la al ura, ni se cree llamado a excepcional figuración. Antes, ahora después forman para su espí-ritu generoso una sola época, enlazada través <le los años por las vir-tudes de su espíritu; no distingue etapa t.n su vi<;, que juzga una y rec­tilínea, como lo quería su acerada volm t•d; sabía de lo inmutable de su destino que parecía querer garantizar fiJo y sere o con sus palabras. No esperaba como ulterior empleo · - ¡desµu s de h •ertar tres naciones!­sinó disfrutar de los beneficios que cor ·esponden a cualquier "patriota particular". Y su digo y diré, lo comp .meten • respetar su palabra y sus propias obras, no sólo hoy, sino h mbién m nana. No aventura ex­presión ligera; en su espíritu se afirma l. conYic1 t•m muy justificada de que Unanue era un grande hombre y no ree que l'n su mano estuviera el tener q ue rectificarse. Sabe que pronun un juic· ') meditado y por tal se­guro, que espera siempre poder sostener Su alma es serena como el infi­nito; no tiene los múlt iples desdoblamie tos que hacen desdecir mañana,

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a veces por ínf1uencia de pequeñas pasion ., lo que hubiera aseverado ayer.

San Martín, entre todos los caudill< republi··.mos o realistas de la Gesta Emancipadora, fué el más complLt.l estratq~a. Entendiéndose por tal el Jefe Supremo que en el orden miht r crea ~ estimula resortes mo­rales; organiza, dota y abastece; traza los 1 anes; co luce las tropas al cam­po de batalla; dirige ésta ~plota d~ .p el éxit > logrado, sometiendo a la propia, la voluntad del enemigo.

Si en la Guerra todo ha de ser pn: t'<ton y s , según un viejo aforis­mo: mandar es prever, no hay duda CJUL d caudil o argentino fué el mejor dotado entre sus contemporáneos, para l 1s tareas y obligaciones propias de quien ejerce autoridad. La improvisa .:m con rariaba su natural in­clinación y temperamento, por eso, dL·!;<l ñándola 'Jmo propia del talento subalterno, se entregó siempre a la más -e ·exiva n <...lit.ación antes de seña­lar los rumbos por seguir. ~abía que te. hombre< e estado, como el gene­ral, deben resolver meditada y reflexiva 1 nte los levados problemas que les encomienda el Destino, para hacer la 1 1cidad dl los pueblos. Ni uno ni otro tienen derecho a entregar Ja suerte. <le sus con• t·mporáneos a los azares de la fortuna ;están llamados, por e l contr• ·10, a calcular el peso de los suce­sos, prever los acontecimientos y centran~ los imr revistos que, en Ja gue­rra más que en la paz, son a veces detel"I Jativos males e incontrastables.

Esta característica temperamental, jándolo del impromptus imagi-nativo que pretende crearlo todo med l expedit·rites de ocasión, lo con· dujo por el camino del estudio, fonn{,n. > como d más notable practi­cante de las doctrinas y teoría gene1 ti I· 1 Arte k la Guerra que apa­r ecían recién en el horizonte, condensa. b en breve-; y sentenciosas fórmu­las, afirmadas con el ejemplo de las bnll< ·s campiñas de Napoleón: mi­rífico espejismo en el q ue se deslumhr • ·n todos los hombres de guerra de aquel período de sublime exaltacióri ica.

Sin embargo, en el ciclo histórico e que actu tra San Martín florecie­ron los más brillantes caudillos -en su .g1tima acc-pción- que han ilus­trado las armas americanas.

Es incontestable que para lucir u1 rma espléndida a l lado y en la época de esos notables hombres de gucr que se 1 lamaron La Serna, Bo­lívar, Sucre, La Mar, se requería Ja Jum sidad propia del genio. El úl­timo Virrey del P erú y de América, La ~erna, qu" pudo soportar con or­gullo su desgracia en Ayacucho, perdie lo su e1(·rcito pero sosteniendo rnuy en a lto el honor de su bandera, en. entre su comilitones el de ma­yor cultura militar, y el papel que le et J al contrariar nuestra Eman­cipación no hubiera sido mejor cumpl.1 1 por cu t quier otro general. L:i ·Mar, denodado conductor de tropas, en u 1en se aunaba la metódica y

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prudente previsión con el más enérgic empeci1 "miento en la lucha. Bo­lívar, afortunado general , cuyos mér os es innecesario señalar . Sucre, el Abel de América, que jamás fuera 'encido g ·· lcias a sus eminentes do­tes de J efe Superior.

Entre ellos... San Martín hizo i•o la de si 1gular talento en la con­cepción y dirección de las operaciones le guerr l , como se comprueba es­tudiando el elevado alcance que supo 11 •primir ; sus planes de campaña con característico sello personal y con .• c.tando, 1 través de esos estudios, la extraordinaria preci~ matemática de sus ~onsiguientes proyectos de operaciones. Y ésto, apesar de que la ¡.;ucrra es '. más compleja de las acti­vidades humanas; basta recordar C'ue t.'1 ningu 1:i otra empresa del hom­bre, participa tan radical y profund. mente el sentido psicológico. En ella , a todos los inconvenientes y clific ,1lt ades propias de cualquier empe­ño, se unen consubstancialmente los tctores 11ora les: polarizados en el apoyo de la opinión pública que a u.'Ci 1 o COilJ lena al guerrero, y en las manifestaciones del espíritu militar de h s masa. de combatientes que se ven impulsados a la lucha, no sólo por sagrados mhelos patrióticos, sino también, y tal vez principalmente, por • acción del Jefe que marcha a la cabeza de ellos, creando vínculos espir uales y sometiendo a su voluntad esa muchedumbre armada que forma k ~ ejércit •s de ayer, de hoy y de siempre. Orientar y dirigir con éxito t n formid ble organización, cuyas piezas constitutivas son hombres, car g,1dos de p .1siones, es tarea que según lo acredita la Historia, sabia, exclus1' l y abso rbente maestra de la Hu­manidad, sólo ha estado al alcance le • gunos 1 •redestinados, en el curso de los siglos y a través de las edades.

Definir al estratega en la forma c¡ue antes o hemos hecho y no citar los efectivos triunfos tácticos o del can )0 de bat.11la que obtuvo San Mar­tín, permitiría suponer que existe algo •scuro o ¡ue pretendemos dejar en la sombra alguno de los hechos del 11.;neral.

Mas nó. Su talento táctico qued ó sobrada1 '1cnte demostrado en Cha­cabuco y Maipú; en la dirección porri enerizad. que dió a Arenales para la expedición a la Sierra, y en la bau pla nt da del Chancay, de que nos ocupamos más adelante.

Frente a Lima, fué precisamente 'U exper l'llc ia táctica y la guerra de fintas y amenazas la que - venia «ra guerr; de zapa, según el la bau­tizó- socavara los fundamentos del edificio m 1 tar realista, obligando al Virrey a abandonar la Capital, objetivo exclusivo que San Martín per­seguia en aquellos días.

Luego. por otra parte, conviene j)u'ltualiza · en la forma más categó­r ica qu e la guerra que San Martín J rigió en e l Perú revestía, para él,

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carácter exclusiva y francamente: d1l: torio. l\o era cu estión, a su juicio, de aventurar la libertad de Amé ·1c:i en el az ir de una batalla; valía más. para su congénita filantropía y ~lt ·uismo, p ·occder en forma circunspec­ta esperando que, a breve plazo. ~ paulat 1 ia conquista de la opinión pública, decidiera el definitivo abar lono de estas tierras por las fuerzas del R ey. Si en ésto hubo error t:..l )rincipi• > pues la victoria es el pre­m io exclusivo de la sangre, no hubo error de ejt.>cución; puesto que, si tales eran los fines perseguidos, no existí desacie1 to o equivocación a l aplicar los medios apropiado~para alcanza los, con o los hechos lo p robaron y justificaron después.

I nspirado, posiblemente, en 1.1 máxima clásica que quiere qu e no se aventure batalla en t an to no o an po.;1bilidades de vencer , era su juego postergar el día del choque tot l de las fuerzas; obtener esta poster­gación frente a un adversar io agr<.. •vo. era ) ' un triunfo, puesto que b guerra, en gran síntesis y conclus1 1 consis ,, en realizar nuestra propia voluntad a pesar de la del enemíg<- ) malgn do todos sus afanes para Íln­ponernos la suya.

D e esto se deduce q ue, pr<..'Cl ;.:i ncnte cfrsdc el punto de vista mili­tar, no se puede atrib uir error a e proc lcr; porque si la guerra es la continuación de la política por los •n <líos de fuerza, nadie pretenderá ne­garle a San Mar tín, como Jefe Pe l111co SupH·mo que era y Protector del P erú, el derecho de juzgar wbre la )portun < ad y conveniencias de pasar de un temperamento al otro.

El General ajustó la concepc1 n y ejecución de las operaciones de guerra que condujo, a las más pur -; y elev1das formas del Arte.

La operación que respondió, into en •l dominio estratégico como en el táctico a dichos calificados 1 I< ldes, fu,' la c¡uc realizó en 1817 pa ra desembocar de las Provincias Arge 1 1as, tra ·1noniando los Andes, en mar­cha h acia el territorio por libertar, e 1 galla rd 1 agresión hacia Chacabuco y Maipú para luego, haciendo antcsal: en Chilt tomar los anchurosos cami­nos del mar que lo iban a conduc1.,. nuestras playas.

M uy justificado era este p roced , puesto •ue el núcleo principal de las tropas realistas que mantenían la minació 1 de España en América se encon traba en el Per ú, donde las í.J s de líl: ,·rtad no podían germinar, lógicamente, bajo la sombra y pres1 n de fo. ucrza. Los americanos par­tidarios de la Emancipación, que o 1~inarialT't'nie esbozara Tupac Amaru en su rebelión contra las autoríd. es espai: ·las, invocando sin embargo la obediencia al Rey como lo hicieron al comít·nzo todos los demás precur­sores, debieron pues acudir a nuestro terri orio, desde los confines del Con tinente, para sacar a l hermano n.ayor d~ la tutela y para agredir , en

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sus propias posiciones y fuentes de r• cu.-scs, a la~ ÍUl'rzas que mantenían e1 vas.Jlaje y castiga ban con severic< ,¡ s us inte1 t is emancipadores.

Por eso fué que los soldados de 1~ Liberta d concun-ieron, por todos los senderos de América, siguiendo se nti<lo opt t•st o a l que tomaran las huestes del Inca y las de la Conqui t , para reunirse bajo el Sol del Pe­rú a fin de intentar la batalla final

Su primera concepción de gran a l ·1r-e y ' lor , que revela conoci­miento profundo de los secretos del A rtL, se en< uentra al estudiar el plan general que trazó San l\faR:1n para inv· 1 .. el Yir~t'y na to que entonces for­mí.bamos, emprendiendo '1a más accrt <l' a gresi< 11 estratégica con t r a sus ocupantes; este plan fué redactado de uerdo cc n los patriotas de Lima, en tre ellos, con don José d e la R iv · \güero. su gestor principal, qu e informó de las posibilidades y calificó 1 s prribal:, 1dades.

Sus coetáneos del Sur, convenc1dc1 le h ce 1 v eniencia y ven taja que representaba para la Causa, expulsar d~ Perú a ! is representantes del Rey, puesto que era conocido el valioso co n 1 ente d! elementos de vida y de guerra que este país les p roporcion' b.t 10 sup1 ron acordar los medios, sin embargo, para lograr el fin que se: l roponían obtener. Era ne:esario hallar el equilibrio con la formid:i.bk po cnc i<i. m ilitar que representaba este Virreynato: emple:i.ndo toda act la d par 1 ensamblar y aumentar las fuerzas de la Libertad, a fin de e nducirl~ s reunida s al teatro de operaciones en que debían actuar. E o implicaba pedir el concurso de otros pueblos y tomar la línea de operaciones m s directa, para alcanzar los objetivos propuestos; ya había que u lo d em >strado que, siguiendo a lo largo de los páramos desiertos de la puna a lto peruana, era imposible llegar al corazón del Vin-eynato; por es ta n1ta tod 1 esfuerzo había escolla­do contra potentes fuerzas r ealista¡:, q u operaba i cerca de sus propias bases de operaciones, con líneas de con micación le positivo rendimiento por su escasa longitud.

Buscar la alianza de Chile y de los 1smos F hlailores del Perú, sería un primer paso para equiparar las fuerz s. Rcst: r a l adversario los adep­tos que lo auxiliaban -y lo seguían. e 1 vcnc1én lok s , con la acción y a­ITogancia de los propios batallones, e ue ·bía n abrazar la causa de la Pa­tria, era otro paso para reducir el podt •· Reo!. G racias al trasporte por la vía marítima, efectivamente la m as e- lod a y ·orla en estas regiones fí­sicamente hostiles a los ejércitos, er1 Jl( 1blc con ,crYa r los efectivos y ga­nar tiempo. El simple hecho de empn d er la ofensiva estratégica, permi­tía conquistar de un golpe la supc rio 1dad mo • l la n buscada, que la agresividad proporciona siempre.

Viviendo luego sobre el país, < ¡, ya conduciría recursos desde la base p

tccidas J 1-.; tropa s por la flota que ncipal de operaciones, ya los con­

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seguiría en el propio litoral invadido, brmando tantas bases secundarías cuantos valles se abren cerca de él L garant,zaba la conservación e in­cremento de las fuerzas hasta llegar d c.eseado · uilibrio.

E ste sesudo plan exigía lz.rga suc .;ión de r ilizaciones parciales, y de­mandaría tiempo; pero, sus resultad< 'inales c·omenzaban a quedar ase­gurados desde el primer paso que se iera para su ejecuc ión .

De este modo, en síntesis, los pue los a leja [ )s del centro de la domi­nación española en América, se arm. n y abrí •ron campaña por la Eman­cipación, favorecidos-pQf-la escasa v1,_ ~ncia qu<.' sobre e llos se ejercía y por la facilidad que ofrecían su s costas al nticas pira el acopio de elementos de guerra que los mercaderes, princ1 lmente i'lgleses, ofrecían en venta. El Perú, enclavado en el Pacífico y 1lícitame'lte cuidado en su s vías de acceso (Panamá y Magallanes), no pt lo reunir los mismos medios.

U na vez que aquellos pueblos ' eron libn·s, encaminaron sus esfuer­zos hacia el Perú, para destruir en su r>1ás sólulo baluarte el poderío es­pañol. Y si los hombres símbolo de l. Liberta i de nuestra América, San Martín y Bolívar, se abrazaron en Gu:iya~~uil puerto que entonces era prácticamente peruano, no fué por ur • banal <<>incidencia; esa entrevista era la fusión de las corrientes libert loras qu<', partidas del Norte y del Sur, trataban de reu nirse para luchar contra c..quellos bravos y tenaces soldados perua nos, afectos a la causa d Rey, que durante largos años su­pieron pasear en triunfo, por el Con mente, los biz:irros estandartes de España.

En el vasto T eatro de Guerra ,;ud merícam San l'vfartín trataba de actuar en m asa y con entera se~u~ hd. Reu1 iendo los esfu erzos hasta entonces aislados; haciendo converge •odos lo· medios hacia un solo fin; economizando en todo orden la fuerz· potenc1 l de los elementos de gue­rra puestos en su mano; buscando un gigant•·sca ensambladura y el en­lace político y militar de los pueb os teresado!'. De este modo iba a con­centrar un poder considerable en Teatro e Operaciones y frente al adversario común. Disponiendo de c.ntcra libe ·tad de acció n a lo largo de las vías marítimas, previamente dcsp j idas de obstáculos, iba a desQ_ui­ciar el sistema de fuerzas adverso ese giendo l l1remente una dirección de ofensiva, para atraer hacia ella la a c..nción del t:nemigo.

Los realistas, en angustiosa expectatiYa, escuchaban los pasos del adversario al que sentían pero no vu r avanzar; pretendiendo parar a cie­gas los golpes de éste, su bordinaban u propia acción a la de S an Martín, que era dueño d e la iniciativa d e las •peracion s y libre de proceder como mejor le conviniera, s in q ue nac lit. •' lo pur Itera estorbtlr; e l caudillo· emancipador podía fundar sus dec1s1 es en l. !'. faltas que cometieran los

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• del Rey, e iba a aparecer ame1 azador dela nte de éstos, encadena,dos a un dispositivo fijo que les ponía , su mer•'cd.

Este triunfo encumbra a Sari Martín sobre todos sus émulos que, si obtuvieron brillantes y sonad. s victori is, no las ordenaron ab initio tal -como ellas resultaron al final Y lo el cumbran pcrque en la Guerra, el mérito debe ser siempre atribt ido a los hombres reflexivos, capaces de pe­sar en todo momento el pró y l contra le las empresas que acometen; y no a los que por t('ll:lcesiones de la ortuna :.ciertan, corriendo grave riesgo, en la buena solución de los cruen os y tras.·endentales problemas bélicos, que no tienen derecho de confiar <. Azar.

El general animoso, temer rio, que se halla siempre pronto a probar la fortuna de ·sus armas en lucl 'IS desigu 'lles, fundadas en concepciones tal vez geniales pero improvisadas debe merecer menos loa que el que sabe madurar cuidadosamente sus •kcisiones, cuenta sus pasos y llega al fin buscado por la ruta que trazó ' que <-studió de antemano. Estos últi­mos, no juegan al éxito, espc1 mdo q u t su obtención justifique los me­dios. . La ciega confianza qu en ellos ponen los pueblos, es justo galar­dón y premio a su incontestal 1e mérito

Ya en el Perú, o en sus costas, San Martín desembarca al Sur de la Capital por las razones que st. l:iló años después, en carta personal dirigi­da a Miller. En ella dice que ordenó tomar t ierra en ese lugar, fué por­que juzgaba "ne::esario apoíler rse de lc,s esclavos para aumentar el ejérci­to, lo que no pudo verificarse smo en m uy pequeña parte, pues, habiendo faltado el buque que conducfr. los caba. los dió tiempo a los amos de las haciendas a retirar sus esclavos y de re111tir, como se verificó, una división con el objeto de insurreccionar a l país, y venir por la sierra a ligar sus operaciones por el norte de Lima con el cuerpo principal del ejército y , en esta situación, obrar según "lS suces< i; de la campaña y la insurrección de los pueblos lo exigiera". A.< rcga, adtmás: " 1\unca entró en el cálculo del General San Martín, ccn las fuen:as de que disponía el ejército y e l estado de su disciplina -quL calific2.l p como malo- atacar a viva fuer­za la Capital del Perú".

San M artín escogió para < 'sembarc ir, previa madura reflexión, una zona poco guarnecida y de ab ndantes rt:cursos, que le permitía llam ar la atención del núcleo principal < las tro >:is del Virrey, para luego despa­char una expedición al interior del país, insurreccionar bajo su protección a los habitantes del litoral , en .ndo res stencias a los realistas al mismo tiempo que aumentaba sus pre :> os med t•s. Por otra parte, gracias a su situación en cuña, cortaba las comunic¡ «iones por la costa entre las frac­ciones de tropa realistas del St. y las de: Lima; la expedición que actuaría

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en el interior iba a prolongar esta ac ·ic en el < t•ntro del país. En fin. los fáciles triunfos que obtuvo sobre cor is y m d apercibidos destaca­mentos realistas, acrecieron la moral 1t sus t-opas y propendieron a sembrar el desconcierto entre los hombre ¡ue fonnctlxm en el bando ad­verso.

Despt.:és de la suspensión de Annas de 1'.liraflorcs, y como ya Arena­les se había internado a la sierra, el Gem rnl se re»1·1barca, hace demostra­ciones fren te a l Callao:¡~ Ancón p:i~ atraer oLre sí la atencién del Virrey, a fin de q1.:.e su te{¡iente puec ,1 p ..igresar 1 'lr los escabrosos pasos de la Sierra, circunvalando amenazador 1 Capita

El brillante éxito de Cerro de P<i ), al ter·11inar el año de 1820, pone a San Martín, entonces en Huaur; en conc.i~iones de buscar la de­cisión contra las fuerzas del Virrey 1 ra obtJcqcrla plantea la batalla del Chanca y, magnífico trabajo de ¡ 1re ·isión y cálculo, del más puro molde napoleónico. Según este plan, \ u: tles del <-ría provocar la decisión concurriendo, desde el Cerro, a l mismo mpo de •atalla del grueso de las fuerzas, con matemática precisión.

La operación fracasa en plena cjec 1 ~ión por un retardo de . .\renales y no cristaliza por esta causa la que <kl ser ba : lla final de la Em:..nci­pación, llamada a realizarse en 1820 ccn 1 de las puertas de Lima. Xues­tras hermanas Repúblicas de Bolivia y 1 Ecuad :ir, fueron concebidas ese día; bajo el dombo celeste de Aménc ) en el vientre formidable del Ande, gestóse su futura vida como pm,bl< s libre"'. Su partida de naci­miento sería r edactada por Bolívar a i os iespués .t raíz de Pichincha y del ulterior motín de Tumusla que mó 1 Sucre u mejor t riunfo alto pe­ruano. En el Chan<;ay quedaron traz; ,das las act t. les banderas de esas naciones y la ley determinista de los ht os hizo ue allí se tit'ieran de ro­jo y oro, con los colores de Colombia. d .tzul o ver<le, que las comple­mentan, vinieron algo después ...

L a Segunda Expedición de Arennles la sierr . la batalla de :\Iiravc en que t riunfa :-.1iller, antes de la entr,1d de Sa1 'fortín a Lima y de la Jura d e la Independencia; Riobamh:. Pichinc .L en que participan y vencen las p rimeras tropas regula res ¡ .1anas, i 1struídas a la argentina; e l desastre de :'.\1acacona, señala n y jal<·nan la consecutiva acción del Ge­neral.

Luego, antes de dejarnos, concibe, redacta e instn1yc a sus subordi­nados sobre el formidable plan de c:11npafía a P 11.:rtos Intcm1edios, que con tan ma la fortuna desarrollaran Ah·. rado y S: ta Cruz.

E ste plan de campaña adoptado pnr In Junta < <C prt:sidió d intachable La 1\Iar y r eemprendido luego por orden d , l meritís1mo Ri,·a . .\güero, esta­ba fundado en consideraciones militares de e levad ) alcance.

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Se trataba de atacar el dispo!"1tn. realista por el norte y por el sur, en el M antaro y en el Alto Perú, para f 1: r las fuerzas que ocupaban esas re­giones. En tanto, una violenta ofrnsiva dt hía ser lanzada por Puertos Interme::l.ios hacia el Cuzco, a fin le crtar en os a las fuerzas realistas, ya fijadas en sus extremos, para bati-h en detall .

La ejecución de este plan ex1¡;í i 1 .. cooper, ción y concurrencia de un ejército argentino que debía inv;1d11 saliendc de Salta, el Alto Perú. Un ejército llamado del Centro pa ·t1r de Lin .a p:tra atraer sobre sí a las tropas de Canterac, ~ permanc ía n. el :VI;: 1 taro.

Como en los puertos del Sur 1 ín.n guar 'ltciones realistas cuyo núcleo se encontraba en A requipa, el plan contero¡ bba la destrucción de esas tropas para franquear la entrada 1 territor· , inflingiendo a l adversario un rudo golpe desde la iniciación d las ope aciones.

El plan era complicado, como t vé, y su ejecución presantaba se­rias dificultades. En efecto, la rt•se 1.·ión del problema exigía salvar una serie de inconvenientes relativos, t 1 to a la organización de los elemen­tos, como a ciertas condiciones e tratégica y ele orden táctico, que la Junta no acertó a remediar.

Tan complejo sistema estraté~ ·o concel:..iclo por un G eneral que co­nocía profundamente los principi0s et ni.os de la g uerra, re ¡uería ser lleva­do a la práctica por el mismo J efL e 1 e lo ideó )Uesto que su desarrollo tác­tico, encomendado a otros hombre< ¡ue no i"iabían calculado o que no sabía n calcular la importancia y f nción de. cada una de las piezas del m ecanismo general, tenía que prod 1 ir el n .. s lamentable fracaso.

En el hecho, la vasta operac1. estraté~ ica que planteó el General resultó transformada en una expe(lJ, .n parecida a la que condujo l\1iller a l Sur, en 1921; con la diferencia dL r ue, sien lo las tropas más numerosas el desastre fué considerable, produc ndo resultados más bien contrapro­ducentes, para la finalidad general e la guerra.

No fué más afortunada la Expl iición que condujo el General Santa Cruz, con los mismos fines, a quien despach;, ra. con loable afán n aciona ­lista y fervor patriótico el Gran :.\1 riscal Den José de la Riva- Agüero. Aparte del muy aleatorio t riunfo qt obtuve en Zepita, Santa Cruz vió sus fuerzas dispersadas por la con entr~ció1 y consiguiente agresión de las tropas del Virrey y es que, et mo escrit t• > Don Emilio Gutiérrez de Quintanilla en su brilla nte y docun entado e~t .idio sobre la obra "Historia :.\1ilitar del Perú", que aplaude en nninos 4uc nunca sabré agra decer de­bidamente:

"La ejecución de este plan con l icado, < < mpucsto de múltiples ope­raciones sincrónicas y coincidentes, re ¡ucría no sólo activ idad máxima y rápida concepción para discurrir 'lrl 1 rios, re." >lver d ificultades y a llana r obstáculos en cada uno de los ca npos de ac · ón simultánea, sino, lo que

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era mucho más difícil, concordar l volun ades concurrentes, armonizar los intereses discrepantes y neulra izar las pasiones."

T ales dificultades, efectivamente.. con siderables, eran no obstante meno­res y más fáciles de salvar que las ue ofre-'1Ó el traslado, del Plata y de Chile, de las fuerzas chileno-argenti1 as de San :\1a rtín o de aquellas, pe­ruano- colombianas, q ue dieron a l. Patr ia e decisivo triunfo de Pichincha.

El General q ue concibió el pla mdo h :. l .erlo llevado a cabo, er a él, y solo é l, quien es~alificado p;:, resolv •.r problema militar de tamaña magnitud.

T an notables triunfos en todo nrden J- ubíeran lanzado a un espíritu menos firme, por el camino d e la r 'is desei frenada ambición.

Pero San Martín no alenta! menud; s pasion es, no pretendía q ue sus conciudadanos vivieran pendí• ·ltes de sus gestos, atentos a sus órde­nes. Su lema fué el d esinterés d s nterés ná..'l:imo, sublime. Su ambición fué exclusivamente militar : servir servir filé su a postalado. La abnega­ció n que ha d e caracterizar al so 1 ido, el spíritu de sacrificio del que el hombre de filas se envanece, tcm, su mtjor represen tante en el Protec­tor. Y sirvi6 a España b atiéndose p or dla en tierra y en el mar; en d iez y siete años de cruda y sani ríenta luC'ha contra la Francia, sólo ha­bía alcanzado el grado de Capitán Despu( s de San L orenzo, en plena flo­r ación de triunfos, cuando sus con patriota~ le ofrecen la oportunidad de cambiar el mando de sus sold:,do ->or el t i:indo de la Nación Argentina. San M ar tín se niega porque dí " hubiera t.cnído q ue llo rar mi Yicto­ria junto con los vencidos" . Y 2 l. insiskncia d e su s conciudadanos res­ponde rotundamente con u n n• ¡ue rep -rcute t odavía en los Andes, pa­r a humi!lací6n de quienes concih 1 la aS<'t.>nción al Poder Público como único premio proporcionado n ~ esfuerz ~s. " No; el General San :\Ia r­tín jamás derramará la sangre <le sus corr¡ atriotas y sólo desem·aínará b espada contra los enemigos dt:. Amcrica."

Notemos que para él , como o fuera luego para B olívar, n u estra América era un solo pueblo y una sola na< í, >n y así, en una proclama de 1818, dirigida a los limeños,dícv ~' . .\fianzad11s los primeros pasos de nuestra existencia política, W'l Congreso Central e mpuesto de los representantes de los tres estados -se refiere la Argc · · ina, Chile y el Perú- dará estabilidad a su organización; } l consti ucion, a lia n za y jederació11 per­pétua se establecc~án en medio d las luc s. la concordia y la esperanza universal".

Tres puehlos so1amentc hubieran ocupado las parcelas de Sud Amé­rica: uno del Norte, Colombia y Venezuela con Bolívar; otr o del Oeste y

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era mucho más difícil, concordar 1 s voiun n.des concurrentes, annonízar los intereses discrepantes y neutr izar las pasiones."

Tales dificultades, efectivamen considerables, eran no obstante meno­res y más fáciles de salvar que las ue ofrer-ió el traslado, del Plata y de Chile, de las fuerzas chileno-argen nas de San l\Iartín o de aquellas, pe­ruano-colombianas, que dieron a 1J Patria e decisivo triunfo de Pichincha.

El General q ue concibió el pLu mdo h .:iherlo llevado a cabo, era él, y solo él, quien est.abfr<:alificado pal resolv •r problema militar de tamaña magnitud.

Tan notables t riunfos en todo orden 1'ubíeran lanzado a un espíritu menos firme, por el camino de la r 1 \s desei frenada ambición.

Pero San Martín no alentab, menud: s pasiones, no pretendía q ue sus conciudadanos vivieran penrh "ltes de ~s gestos, atentos a sus órde­nes. Su lema fué el desinterés, d• s1nterés máximo, sublime. Su ambición fué exclusivamente militar : servir servir fué su apostala.do. La abnega­ción que ha de caracterizar al so l.i.do, el spíritu de sacrificio del que el hombre de filas se envanece, tcní. l su mejor representante en el Protec­tor. Y sirvió a España batiér •se por c·lla en tierra y en el mar; en diez y siete años de cruda y sa1. nenta lucha contra la Francia, sólo ha­bía alcanzado el grado de Capitán Despu(s de San Lore=o, en plena flo­ración de triunfos, cuando sus ce· -.atriota~ le ofrecen la oportunidad de cambiar el mando de sus soldad. por el r l lndo de la Nación Argentina. San Martín se niega porque die "hubirra tenido que llorar mi Yicto­tia junto con los vencidos". Y , 1 insist..·ncia de sus conciudadanos res­ponde rotundamente con un m 1ue rep,-rcute todavía en los Andes. pa­ta humillación de quienes concib •1 la as. ·~·nción al Poder Público como único premio proporcionado ~· su esfuerz •s. " 'o ; el General San :\Iar­tín jamás derramará la sangre dl sus coro patriotas y sólo desem:ainará la espada contra los enemigos de A. crica."

Notemos que para él, corr;< o fuera luego para Bolívar, nu estra América era un solo pueblo y un: sola na< 1 ll1 y así, en una proclama de 1818, dirigida a los limeños,dict. · ~ \fianzad< los primeros pasos de nuestra existencia política, un Congreso ( ritral compuesto de los representantes de los tres estados -se refiere la Argentina, Chile y el P erú- dará estabilidad a su organización; ) ~ consti uciun, a lianza y jederaáó11 per­pétua se establece~án en medio de las luc s, la concordia y la esperanza universal".

Tres puehlos solamente hubi ·ran ocu¡ ado las parcelas de Sud Amé­rica : uno del Norte, Colombia y \ 1.:nl;!zue1a con B olívar; otro del Oeste y

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Guaqui, Viluma, Ayohuma; en la 1 1crta, I nc6n ele los Toros .. ; cuyas páginas están ilustradas por Carabo ) y Bo) LCá; por Chaca buco y J\faipú; por Zepita y Torata, olvidando otr s brilla 1 es capítulos que magnifican la obra escrita por nuestros prócer : por c. l tr lento indiscutible de San Martín y por el genio indiscutido d Bolívar

Con todo, a pesar de que nuest > juicio o puede perfeccionarse sino por la comparación y aún por su. ~ivas or sic10nes de relación, no es ciertamente comparable la figura ch San M: rtín, con la de cualquier otro de los grandes caud.illi;i.i de esa hor Sería t..""ln inútil este empeño, como el de querer encontrar semejanza 'tre un serena puesta de Sol en el Ande: paz, oro, colorido, luz; con l. fiereza arrebato, desconcierto y es­truendo de una tempestad en el .:.\1 Opm slos, pero magníficos fenóme­nos que nos ofrece la madre Natu eza, pa :i mostrarnos de todo lo que es capaz.

Cuando pasen cien gen eracionc y el hum ts recubra y encierre todo en sí mismo, por ineluctable ley unívc" ·.l de ru ovación y reintegración, los hombres sabtán, como lo saben hov que S, n ~Iartín íué en la Historia de América lo que allende los man fueron Alejandro, César, Federico. Napoleón.

Sabrán, que San Martín fué < General por antonomasia, entre los hombres cumbres de nuestra Ema1 >ación.

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ª

VOYAGE HISTORIQUE

~ DE L'AMERIOUE M E R I D I O N A 1.°'E

TAIT P•R ORORt 00 ROi 0-E!PACNt

1'.r O O N GE ORG E JU AN, ''"*"••r•·• r.1 _.,nti • ••~•11'111"""'"'· Xr<•11•.1••.1n .,,~ - -11,,1 .-i~ •IJ flLl-••llllt;$ 41J>JU ,HYJld111t.

Pu DON ANto'iNE DE ULLOA, Ct6l'f••.1tt.'t DJ 1.A 11611,. rt'11f~"' '·

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illSTOrR: DtS YX CAS DU PtR V, '! TJ itJfh/t~lllit¡'A,1~r«sfJ l"rfifw1, ft1it11 ;vtf' lirfn!f.

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1o1 D e e ~ ¡ r. ·

"

Don José de San Martín obsequió a la Biblioteca Nacional de Lima, al fundarla, una colección de obras notables de su propiedad particular. El fotograbado reproduce la portada y una her­

mosa agua fuerte que exorna una edición en francés del notabilísimo estudio histórico de Jorge Juan y Antonio de Uiloa.

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HIPOLI TO UNAN UE Y FERNANDO VII Cor..ABORAcróN DEL DR , 1s ALA t ZA PAZ Sor..DÁN

PRIMER.\ PAR TE

!.- Cau sas Determinantes d~ la E mancipación .

Sólo estudiando paralelamente l· enóme1 < s políticos de España y de las naciones hispano americanas, puL k llegw-s1 a una inteligencia comple­ta de los porqués de la emancipac1 le la A 1.frica Latina. El curso de los acontecimientos es entonces tan 1 Jgico y ordl!nado, qu e decaen los vagos razonamientos de la gran m 1\0 ~1 de es ''"1tores, que tornan la liber­tad de estos pueblos como efecto <k l " enseii.á 1 zas de los enciclopedistas franceses, de la revolución del 92 y :it la líber : i de los EE. UU.

Aun sin estos tres últimos f te ' res, Hi!!l , no~mérica habríase eman­cipado; en tanto que, no mediando 1 mvasió1 napoleónica de la Penín­sula y la política funesta de Fen ' \'II. A .énca no h abría sido libre, .a despecho dtl las enseñanzas encielo listas, d1 la declaración de lo> De­rechos del Hombre y de la obra de \\ 1shington

H acia 1808. culminaban las 111tr gas de f: milia de la corte española. Carlos IV había entregado el m am. ;o ele! imp. ·rio más grande del mundo, a un improYisado de mérito mediocrl., tlon :\1 mel Godoy, después Prín­cipe de la Paz.

raturalmentc la indignación dt conspiración. Esta cristalizó sus :•ni jo\·cn príncipe, heredero de la con•n. -víctima de sus propios padres ) nar en grado sumo a los pueblos.

is en 1 rodeado

le Godo)

espafiol tradújose en una pl·rsona de Fernando VII,

de una aureola de víctima susceptible de impresio-

Habíase "frustrado el primer 1·01 t plot, el ' , Escorial. Cuando la de­lación entregó el secreto al viejo 111 narca, F rnando, convicto y confeso, delató a sus cómplices para que s.1 r eran lo rigores de la justicia. El egoísmo y la cobardía caracterizan 1 • prime ·os pasos del Príncipe De­seado. I.S-4

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Pocos meses después prodúcese el S• '1do complot, el de Aranjuez, de 17 de m arzo de 1808. Esta vez, un p<.111 imnoti\ adose apodera del rey y de la reina. Aquél tiembla por la con 1 . Esta por el favorito. Los fer­nandistas aprovechan hábilmente de es 1 mome o, apresan a :\Ianuel Godoy, y Carlos IV, más por miedo que ¡ Jr coac• i m, abdica la corona en favor de F ernando.

II.- Talleyrand y-:valencey.

l\1íentras se producían estos acontt miento~. Napoleón I, sacudien-do violentamente el árbol carcomido ele viejos i npcrios, traía por tierra d inastías y tronos y hadase el á rbitro de '~uropa.

L os infelices monarcas españoles, padr,• e hijo apelan sucesivamente a l gran advenedizo, Tapoleón Bona•Jart solieit ti.do su mediación y a -yuda en un conflicto q ue n o pasa clt s domés 1 o, como que está cir-cunscrito al rey, la reina, el primogém to el ami •o del a lma: ;la familia real¡

Detrás del gran capi tán del siglo, LS á el gra1 capitán de la d iploma­cia europea: el príncipe de Talleyrat 'i El hombre q ue sabe localizar y explotar el punto débil de cada situaci'n Jurar I'' téticamente y quebran­tar no con c inismo, sino, a lgo peor, co~ 1aturalid.td sus juramentos. Y tender las redes invisibles de la m{1s ne l trastah artería para cazar en ellas a los pueblos confiados y a los príP l"')CS mentl'C'atos.

Todos los actos de Napolé'm en est.1 faz de u obra, están inspirados por el tortuoso espíritu de T a \leyr ancl

F emando VII, viudo de María Ant 1 ia, hija del rey de N'ápoles, su­plica a Napole:m que le conceda la m 1 > de una de sus sobrinas, prin­cesas improvisadas, no importa cuál, por ie lo q1 l' busca es la alianza del Emperador; como si no sup iese cuan vd 1doso e con sus aliados y cuan desleal con sus parien tes.

Después de la abdicación de AraPJnez, Carlos I V insta a ~apo­león para que intervenga en la cuestió1 l nnéstica' e España. Aduc<' que la abdicación no fué expontánea. La R em , con su i1 sistcncia de cuarento­na enamor adiza.,hace firmar a su esposo o<lo aqué lo que cree puede procu­rarle la libertad y la Yida del suspira.le dVOrito. ~o importa que E spaña se pierda . El amor es así.

Al tin Napole5n se api'l<la de este < uadm < l'Sg; rrador y tien<le sus manos desinteresadas a l hermano rey y sc1 her( lcro. \ºeamo!'; cóm'.>. In­vítalos dulcemente a trasponer los Pirineos y a 1em,ir!';c con él en tien a francesa, en Bayona, para llevarlos a un dmable ; \ cnimiento.

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Carlos I V, que nada tiene que perck1 acude presuroso. F erna ndo VII oque es astuto y que escucha la voz de l p ·udcnci: c¡ue por boca, no de sus ne~ios consejeros, sino de su p ueblo iah los peligros de entregarse a me;-.::e:l del amigo sospc:::hoso, vacih. l' r·J Na:)ok m insta y Ferna ndo obe­de:::e. Este R ey lleno de miedos an e d ira110 dl' E,tropa, yérguese inalte­rable ante sus amigos y ante su pue!1lo pas'n lo ¡)'.)r encima de cla m o­res y am enazas, acude a B ayona. Es tll > de tar tos casos en que el m iedo hace un h éroe.

Las conferencias de ~yona fuer<., 1revcs. renicndo a uno y otro rey en tre sus manos, no hace

0

falta gastar 1111· has pa '.lbras al E nperador fran­cés. En intervenciones breves com0 h ele qui •n manda en un com bate, dá las órdenes para q ue se cumpla el 1 •yoso p ·111 t razado por el p ríncipe de Talleyrantl. Fernando es obligado ; abdica· en favor d e su p adre. El curita Escóiquiz, mentor del Príncip , intenta polemizar con Napoll'1ón. Este búrlase de él y concluye tiránclolL le las 01 j lS. El C orzo sabe aqui­latar a los hombres y reducir a su s nalc proporc' nes a los héroes de pega.

Carlos I V recibe la corona de m tn •S de su 1 jo, y entrégala a Napo­león, para que éste la imponga sol>n: s sicne' r¡uc más le cuadren .

P ero Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, se r salvado.

Napoleón manda al r ey Yiejo pric1onero a 11 :i.lia con su esposa y con Godoy. Al rey joven con sus tíos, lo 111fantes a Valcncey. No le gu s-t a sep:1.rar a las familias. Cad:l uno n los suyos.

¿Qué condiciones reunía Ya lencc:)- p ra SC'r degido como si1io de se­cu estro del monarca por q uien clam< ba toda · spat'ía y a quien apoyaba con sus sim patías toda Europa~ ¿Por ué era posible aislar en Valencey, moral y materialmente a Fernando sm riesgos k• que el espioni:tje extran­jero o la decisión de sus súbdi tos pn liese es .. bkcer un contacto entre é l y su pueblo? La respuesta es su1c !la. \':: encC'y, era un castillo de propiedad del príncipe de T a lleyrand 1:1 cdifici( . impregnado del espíritu de su propietario, es w 1 pulpo d e p1l'Jrn misterio><o, voraz. inabcr .:l.able.

E n los seis años que dura e l e ,utn erio, P< 1 nanclo no cesa de ofrecer los más vergonzosos homenajes dt mor y re itlimiento a su carcelero, Napoleón Bonaparte. Cree el desc11rh ido que a ailulación sirve para to­do y que todo lo alcanza. Se equi' <•<" Ese terril,lc disolvente que es la adulación, que funde como cera los e ractercs le los príncipes más tem­plados, puede franquear todos los he nores y todas las cumbres, puede inducir a los monarcas a cometer t la clase 1 l injusticias y todo orden de malrladcs; pero no a qu e renunci1 ilgo ( uc '10 les pertenece y q ue de­tentan. L a adulación , que explota LI <' e ísmo ck t n monarca, estréllase con­tra su codicia, que es lo único que t > lcanza disolver o a conmover si­quiera.

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III.-Fernando Inverecundo.

E spañ a levántase como un solo hombre ·ntra el amo de Europa. lína corriente eléctrica r ecorre la P enínsula en 1 1Jos sus ámbitos. Aún en los r incon es a donde casi no llegaron n i la ci. zación r 1 el alfabeto, ¡,óncnse en p ié los hijos de la tierra, gallard os y hcn ::>s, resu ltos a todas las te-meridades y a todas las abnegaciones, por honor de' trono y por la persona amadísima de su lcgi!:isa encarnac1 Fcrnar <lo VII.

M ientras tanto, F em ando; una tras o r¡ lirigc e trtas al francés. soli­citando la mano de una de sus sobrin a s, nada más qul la mano, por ~í en ella puede venir, como dote de la esposa corona l ~ Espatfa. legí imo patrimonio del m arido. No. impor t a cuál s1.;. la princ•·~.t, apesar de que en la familia Bonaparte las m u jeres son de his ria.

El orgullo secular de los Borbones, rcyt por derecho cli\·ino. sobera­nos absolutos, de un barro d istinto del r<:stc e la humanidaa, de rodillas está clam an do la alianza de su v ie ja y ¡don< sa sangn· 0con la de quién? ¿quién era Napoleón? Para el historiador, para el hombre de estudio, Napoleón era el genio, er a la m :iyor enonm< d a que podía llegar hombre a lguno. Era la encarnación de la glori l{UilO d< "US bi6grafos, como :;vierejkowsky, le a fil ian , ya no a la hum;•m 1 d sino < los atlantes, seres de un plan o superior a l nu estro, confundid< acaso por Dios, como los ángeles rebeldes, porq ue osaro n enfrentari<e " 1.i divini !ad.

P ero para los Bor bon es, Napoleón eni e cosa. Era el plelJcyo. El advenedizo . El sujeto q ue n i siq u iera p ertLnL ' franc 1mLnte a las clases bajas, a l estado llano, sino con r is ibles puje de a ris .cracia; con ril:etes de pergamino barato; con cn troncamien tc s l noblez • por alguna rama más o m enos enrevesada de su mod esto árbol genealógico. En una pala­bra, para los Borbones, Napoleón era un /¡ '-Jzaf o

P erdonadme este expresivo peruanismo. l'erdónes. ·1e esta irrupción de vulgaridad . P ero no he encontrado rn d, más gr~ 'o para exhibir el concep lo que a los Borbones mereciera "'-: oleón. <' .atcaubriand, con términos m ás pulidos, llega a conceptos no t s pulido.; ~obre el par·rnue y l\1aría Luisa, la princes:i. a ustria.ca, ex teno! su desprecio por el gran cazador de coronas, plantándole sobre las sicn<o t del ricl1culo y humillándo­le an te un q uidan, q ue aunque carece de s1 'I ficación. es un aristócrata genuino.

IV.- Cartas de Femando.

¿Os in teresa conocer el tono en q ue F crn ndo se d 1 igía a Vais a oírlo:

"apolcón?

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"Señor: las cartas publicadas e 1 'El l\fonitor", han dado a conocer al mundo entero los sentimientos de ¡ 1erfecto iror de qt:e estoy penetra­do a favor de V. l\I. I. y R. y al pr•Jp tiempo 1 1 Yivo deseo de ser vuestro hijo adoptivo. Permilid, pues, S e1 que d• pos1te en vuestro seno los pensamientos de un corazón que, no ' ~ilo en lccirlo, es digno de pertene­ceros por los lazos de la adopción. Q V. l\I. R. se digne unir mi desti­no al de una princesa francesa de su L '.ción , y cumplirá el más ardiente de mis votos. Con esta unión, aclcmás de m1 ,·entura personal, lograré la dulce certidumbre de~ue toda I: u1 ¡ ·a se ce 1 vencerá de m i inalterable respecto a la voluntad de V. l\IL I , ) < ue V. 1'1 se digna pagar con algün retorno tan sinceros sentimientos.

Pero hay algo más grave. Cu< 11 ' Napol ' .n impuso en Madrid su planta de conquistador, la carta m ás usiYa cc 1 gratulándolo por tal haza­ña, fué la de Fernando VII, que d <:sd Valenc L v le decía:

"Señor.-El p lacer que he te1 1clo viendo 1 los papeles pJblicos las v ictorias con que la Providencia coror.. succ~1vamente la augusta frente de V. M. I. y R., y el grande i1 lcr que t e iamos mi hermano, mi tío y yo en la satisfacción de V. M. l . 1 •S estin ula n a felicitarle con el a­mor, el respeto, la sinceridad y rec011< mient o u1 que vivimos bajo la pro­tección de V. M. l. y R.

"Mi hermano y mi tío me enca rg:an que; frczca a V. 1\11. su respe­tuoso homenaje, y se µnen al que t1L 1c el ho 1o1r de ser con la inás alta y respetuosa consideración, Señor, de ::\1. I. v R . el más humilde y más obediente servidor.- Femando.- V;.k · -cy, 6 d · agosto de 1809." (::\1onitor del 5 de febrero de 1840 )

Fernando VII es el argumento mas decisivo contra la monarquía. Su personalidad, su historia, sus c:1rt;, s, sen 11ás elocuentes que todos los panfletos republicanos y que t odos los e ¡,cursos de la Convención Francesa.

Enhorabuena el pueblo españ 11 eroico · no ble, el pueblo más va-1 iente de Europa y también el más 11d ,-iduali ta, háse por fin sacudido de tronos y de Fernandos.

Conmovida la Península por el tentado n2poleónico, púsose toda élla en armas. En cada rincón sun, i6 U '1 ca udi lo. L0s labradores, los mé­dicos y hasta los curas, empuñaron 1.1 espada; . l'jcrciendo cada cual la qutoridad a que su valentía y apti u cs de homb re de guerra dábale dere­chos, organizó una banda de leonei; ¡>- dcfe1 dcr el territorio. En este momento el Imperio envía sobr e la Pt·1 1 sula a . 11s más gloriosos mariscales a la cabeza de enormes cuerpos de L'jt o. Y a de~cle antes del gatuperio de Bayona, habían ingresado en éll . como al iacll)s y como amigos, por ma­las artes, so pretexto de pasar a Pnrtug'll a ba ir a los ing-lcses; habíanse incautado de los castillos y de las plaz < fuerte . Cada vez que un capitán

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general o un pueblo entero mostrábase re. u tos a ne entregar una plaza la aliado sospechoso, el mismo monarca esp 1 ol orde·11ba que fuérale fran­queada.

P ero apresado Fernando VII, los pu. )los, de por sí , organizan las juntas de administración, que ejercen autoridad en nombre del Rey. Asó­cianse estas juntas y por un p roceso de e< ralizació11 reconocen a la jim­ia Suprema Central Gttbernativa. El pnm< acto d<: patriotismo es un es­tallido de heroicidad llevada hasta el mar1 no. Es d 2 de mayo de 1808 en Madrid. Todos apresúrañ'Se" a ofrend,1r u sangre 1 Jr Fernando, el Prín­cipe D eseado. IIa sido el más intenso ... n1 :::i de su uelilo. Cuantas sim­patías y desprecios concitara a Carlos I\' · 1 toler icia exccsiYa, tradu­jéranse en prestigios para el príncipe hLrcdero.

V.- Goya Hhtoriador. , Los pinceles de Goya pusieron la not t'"lás sa1 tgrienta en los regios

amoríos. Cuando se visita el museo del P lo, surgt 'ª la sala de los car­tones el más terrible epigrama. Es el cu. it:::i El O' ero, en que la regia calesa conduciendo a la reina l\llaria Lui. Je Pan l •, marcha por un ca­mino desierto. Al fondo insinúanse los p< • les de llna mansión muy co­nocida, oculto nido de los amores del P ·mcipe d' h Paz. El cicerone se encargará d e decirnos que los grupos e gitanos l ue discurren en torno de la calesa, no existieron en ~l cartón or 1al. SC" cuando Goya supo que su audacia pictórica h abía sido delatada en la L'orte, y que estaba a punto de caer en su ta ller la policía, con mano iinpro,·isadora, rápida y genial, introdujo ese grupo del ollero y 1 s transeuntes, cambiando así el nombre y la sugestión del cuadro tendenn so.

Todavía otro epigrama más expresn El cuadro de "La G:illina Cie-ga". Vemos en él, en rueda y tomados las manos, a la reina con su corte. A izquierda y derecha de M aría ,LlÍSa, el Príncipe de la P az y el duque de Alba y, alternando damas y 'a "S, las conc.ksitas de ~Iontijo, y entre otros grandes de la corte, el torero P ·pe IIillo. de espaldas al espec­tador, con la rodilla ligeramente inclinad En el e-entro, con los brazos tendidos, las ma nos palpando en el esp ' io y Jo, ojos vendados, está el rey Carlos IV; ila gallina ciega.! ¡Qué tcrr ble alus i< 11'. ,Qué sátira cruenta' Pepe-Hillo inicia un quiebro de rodillas • la t esta coronada de Espai'ia ...

Este mismo enorme pintor, que así hibe lo oprobios nacionales, muéstranos también la apotéosis del dolor de la gloria del pueblo espa-i'iol: los fusilamientos de la noche del 3 m ayo en La ~Ioncloa.

La masa anónima, los hombres del pt ilo, después <le haber agotado la más heroica y desesperada resisten' i:> mtra el impío dominador fran­cés, frente al cañón de lós fusiles de sus jecutorc;;, en la mis pavorosa

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inmolación. Tiene ese lienzo en q ue , p cen los íranceses sacrificando al p u eblo d e :i.\1adrid, u nas luces de hogucr 1 o de fogc 1 azos, com o si en medio de las sombras de l¡i. noche, el pintor hD1 ra sor¡. r ndido el cuadro espan­toso, a la lumbre instantánea y tétric e los d paros. ' 'iven y laten en las pupilas de las víctimas sentimaw s de p l\"Or o de protesta a n te esa inm olación repugnante.

El genio de Goya h a dejado en c tda 1 enzo m capítu lo de historia y un v ibrante juicio crí tico.

VI.-·Las C:ir tes d e C á diz.

Ya h emos v isto com o reaccionó el < 1•azón dl ese gran pueblo . M ás grande todaYía reaccionara su cerehn Un so e nombre encierra todo este enorme movimiento in telectu al y gran co nquista redentora : las Cor les de Cádiz.

Concurren a esas Cor tes, expont l amente proYocadas por e l movi­m ie n to popular del rein o, en e l proceso ¡,, la guo·rra napoleónica, las m ás grandes personalidades de todos los 1 ices poi 1cos. L iberales q u e ha-cen tabla rasa del abs::>lutismo y del no den ho ele los reyes. R eac-cionarios q u e claman por la Inqu isicié n bomina ele la prensa lib r e.

P or primera vez la eminencia del ¡ ro hace ·omprcnder a España lo q u e es A mérica. Antes h e d icho q u e el n1edo es · utor de much os h éroís­mos. T ambién del fondo de esa lan c1 l))e dcb 1 dad del alma h umana, nacen anliléticamenle los más gr andLs c1 ~rtos. J ,os pueblos de la A m érica , por p rimera vez son llam ados a l consorcio de la representación española . Un o a u n o van el igiendo s u s diput.t< ns. Espa i ,, t'n el empeño de d~r repr esentación y paridad a las India. , ya que l 1 escasez de t iempo no perm ite esperar que se practiq u e n las d ccciones l n las lejanas localidades u l t ra m arinas, crea las suplencias. A m é rito de · 1as, los americanos resi­dentes en la Pen ínsula eligen entre ,.¡ diput los por su s respectivas circ u nscripciones, con e l carácter de st 1 ·ntes.

E ntre los d iputados amer icanos d 1910. e 1 stácanse en primer tér­min o e l suplente Vicente :i.\1o r a les D r-•z, cloc tente pensador limetio, compañero de IIipólito Unanue y dt· J • "· Bac_uí a no y Carrillo en la re­dacción de "El !\Iercu r io Peru a n o". J t Yupa tq ui y Feliú, escla r ecidos colaboradores de Duárez, S uazo y, con >trns m ic hos más, la extraña e inquietan le pcrnonalidad d el can ónigo !)e tolaza, le quien más adelante he <le ocuparme.

L a m onarq uía entera d ivid ida en el >

cin lo de las Cortes. Amenazados de c(.·n nense en la isla de León. Un simplL campo de bat a lla. E n aquélla, como <

grandes r.1cc10ncs, lucha en el rc­por las huestes napoleónicas, r e1:í­

sep .1 la salv. de sesiones del un csce1 rio gig::n te, los 'himnos

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más grandes de la elocuencia española mezcl í r on,:;e con 'l trona r de los ca ­ñones y con los rugidos del combate.

En ese ambiente d e desgracia y de h erof mo, díct' se la Constituc ió n Liberal de 1812, y júrase en toda España Créase e l con:,ejo de la R e ­gencia, cuyos miembros ejercen la autorida<l 11 >rem a l 11 nombre del re y Fernando VII. De sus tres miembros, dos S( l m erica 1 s.

En esta época nació una coplilla que h a d.Lcl >la vue t. a l mundo. Di· ce así:

He aquí su origen.

De ?tts:-bombas que tira ii Los fanfarrones, Hacen las gadita11as Tirabuzones.

Las primeras bombas que cayeron en h \Ccindac1.s del salón de las Cortes, eran tan mal hechas que no explos101 ban. B Locáuanlas los m u­chachos para sacar el plomo que contenían, ) bs mujt rcs para u tilizad o en ha c erse " t ira buzones", lo que aquí llan1 mos "cachitos", po::-q~e los rizos estaban de moda. La mujer espa ñola supo s iem pr< lucha::- contra e l enemigo d e la p 2.tria, ya , virilmente, con las rmas en fa mano, ya, feme­nil con los dardos del ridículo.

Otra cuchufleta de la época era llamar 'b pr edicadores" a- lo;:: dipu­tados, porque el recinto de las Cortes era u1 : ,·ieja igl •sin. y Curas mu­chos de los congresales. Cuando alguno hablaba con e lxuencia la barra decía: ¡Qué bien predica!

Pero sobreviene el año 1812 y, la caída d las ágm bs imperiales q u e p areció significar la libertad de Europa, en • ñ6 la s.·1·vidumbre ele E s­paña y de todo el C o ntinente.

Después de \'V a ter.loo, ingresó Fernando \' [ J con 'u séqu ito al reino. Las cortes enviaron sus mensajes congratula to n os a l P rín ipe Deseado, y su s embajadas para concertar con él el día d e h jura d e l. C'onstitución por el monarca. Pero F em a ndo es un abismo Xad ie a< h-ina el cu rso ele! pensamiento detrás de esa s sienes pá lidas . Tortuoso y desleal como su ca rcelero Talleyrand. d esconcierta y engaña 1 ' s hombr s dC' más da::-o ta­lento d e su pueblo. :\1a rcha h acia :vla drid ·cc1b1endo lo..; homenajes ele las ciudades y contempla ndo las piedras conn un >ntivas le la Constitución que rig e a E spaña, obra de a quellos súbdit<•s qul• han ch rramado sin tasa su sangre , por la salud del soberano. Y 1 ·1clte sabe que trae en los bolsi­llos el decreto fulminando la Carta y a las Cor .; que la d ieran.

Un decre to que a nula a ésta s y a aquélla com o s1 no h u b iesen pasa­do jamás tales actos y se quitasen del medio ·l t.iemr o". agregando. n o

f

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$é si. burlesco o i.nconsciente: "aborrezco ) letest.o l'l despotismo. En España jamás fueron déspotas los reyes'

Este decreto tiene fecha 4 de mayo, y o siete c!ías después se hace público y se promulga, siete días de impostu y sub crfugio. Una noche los miembros de la Regencia y los represent es a C 1·tes son perseguidos y encarcelados, por orden del monarca que le ·s debe a corona.

SEGUNDA PAR rB

Vll.-Unanue Diputado a Cortes.

Invest igando la vid:i pública de Un.mu ~u viaje a España. El testamento del pn e e mente la fecha de su llegada a Cádiz, ha< recuperar los cuantiosos bienes de su pupi dáburu, confiscados por una Real C é lu conspiraba por la emancipación de Améric"

hállast una enorme laguna~ hízome conocer aproximada­

. 1814, " sus gestiones para > y ben' actor, Agustín Lan­de 180'J, cuando Landáburu

Narraciones de familia enteráronme d los cpis. lios interesantes de -esta época: el de la tempestad en el Caho c. Horno con la relación pro­lija de los momentos de desesperación y de muerte; y el de la entrevista del sabio peruano con Fernando VII, cu, r o en una dilatada charla el <lón de gentes, el talento brillante y la cru c10n inagotable de n uestro Unanue, apodéranse del espíritu de Fer 1an 1 ' hasta d punto de arrancar­le, no sólo la devolución de los bienes e serán entregados, no ya a Landáburu, sino a Unanue, como a homb de tod 1 confianza, para que los administre, mientras su pupilo sienta l. abeza , sino el ofrecimiento de un titulo nobiliario.

Fernando, después de mostrar su ad1 1 ación mt.c la sapiencia del hombre que todo lo conoce y que aport; r mtinent la solución de todos los p roblemas, dícele: "Te quiero ennol c.-c<:r Te h:oré marqués del Sol".

Unanue rehusó. ¿Porqué? Sin duela, e :>mo v~· .... mos más adelante, por sus ideas liberales y políticas, y pore¡ ·ie 1,occ a la aristocracia criolla.

Instado por el rey para que aceptast. .t • ma J.Jren-ogativa, alguna mer­ced, la que más le interesase, solicitó l 1 d > 1ación < d fü·nzo milagroso de La Asunción de la Firgcn, meritoria y ele.· pin•ura, a•lorno de la regia antesala, a cuya imagen el sabio atribuye gracia ele la benévola acogi-da del monarca. Fernando hizo la don. e y Unanue trajo consigo el 9leo, que desde entonces recibe culto, ano r,l.g año, primero en "Arona",

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Ja hacíenda de família, y en la actualidad en Lima, er el hogar de sus des­cendientes de rama pazoldánica.

Nada más se conocía de la permanuncia de l: nanue en la corte de Madrid.

Entre los miles de papeles amarillentos evisados para llegar a recons­tituir la parte militante de la vida del prócer cayeron l'n m is m an os los de un a rchivo de familia q ue, entre muchos el• cumentos importantes, contie­ne la correspondencia del Dr. Hipólito l: n. m.e con su intimo amigo el coronel Francisco Moreyra y Matute, de 1 1-t a 181f>, época en que esta­ba aquél en E spaña y éste en Lima ..

Lógicamente, a l ser Ji.lOsible la figuracíó1 del ~lem ·nto peruano en la metrópoli, había de surgir la brillante p erson 1 dad de: Unanue. El 25 de octubre de 1813 fué elegid<:> diputado a (_ •rtes por Arc.¡uipa, provincia que entonces comprendía no sólo el actual <kpartaml·nto de ese nombre, sino el de T a rapacá y e l partido de Moquc-Q l .. He 1sto en Yiejos pape­les, las congratulaciones que con este moti'\ 1 dirigen .tl sabio los ayunta­mientos de esas históricas ciudades.

Unanue partió en abril. E s la 6úca n .. Como K ant y como otros g ra ndes hombres to, y e-xteriorízalo en su carta de 20 de agos diz a su amigo Mor.eyra:

q ue se separa de la patria .. tente horror al desplazamien­> de 181 · escrita desde Cá-

"Cuatro meses he navegado por m ares climas Gtferentes; y que sófo se puede aventurar a transitarlos o por n o e .11ocer fo e ue se hace o movi­do del interés. Los hombres que como Ud wnen p ra pasarlo con las proporciones del decoro correspondiente, s6l1) eben pensar en adelantar los bienes p aternos en ese suelo dichoso ) p "ífico, )ara el beneficio y lustr e de sus hijos. Quiera Dios que nos ' ·amos a ver cuanto antes.

" A mi esposa le he remitido una r elac1011 de algunas menudencias de mi viajs, donde podrá Ud. leer 1o q ue aquí 1 l ..

"Al recibir ésta, estará Ud. instruído er los gr; 11des e ínesperados sucesos de la Europa. Por lo que a nosotros specta, uestro Rey se ha­lla restituído felizmente a su trono y el gol tl:rno pUt-sto absolutamente bajo el mismo pié que tenía, antes, .en el ali• ne 1808

" En este pueblo no se habla de a suntos ¡ > iticos, ; en fos pocos días que estoy en él, sólo he podido saber q ue los "Jutados l ue han n~nido de América, tienen orden de pedír a l Rey lo e consid~ en oportuno para el mayor bien de sus províncias, según las instn ~iones qtJe hubieran recibi­do de éstas. H e participado a los señores m1 1stros mi legada a estJ. ciu­dad y espero su respuesta, y que calmen u poco los calores para pasar a Madrid."

· Los " grandes e inesperados su cesos de l. Luropa" de que habla Cna­n ue son, la caída de Bonaparte, la libertad le Fernan lo \'II y su ingre-

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so a España. En torno del odioso m on rea actúan en este momento tres peruanos: el duque de S..-i.n Carlos, Car <!jal y ''a rga s. deiinitivamente expatri:1do del Perú años há; el mal cornx lo canó1.1go Blas Ostolaza, tru­jillano de trágica historia, y el celebér n 10 José Baquíjano, conde de Vis­t a Flcrida, miembro del C11msejo de E st. ">, dep u •sto por Fernando VII en 1814, pero resguardado de sus iras p r el duqul d e San Carlos, y un­cido finalmente al círculo favorito.

VIII.- La Camarilla.

El verdadero consejo de ministrm d. Femando en su harto extensa administración y aún en su cautiverio Valencey , era "La Camari­lla". Este grupo de íntimos y de prive os llamose Camarilla porque se reunía para sus conciliábulos en la antec:.. nara del Rey. De ahí salían nom­bramientos torpes y encumbramientos i1 1•rovisad ')S. Chismes, destierros, prisiones y cadalsos. Eran sus más co picuos componentes el canónigo Escéiquiz, confesor del Rey, y nuestro ¡ 1sano el truculento Ostolaza, di­rector espiritual del . infante Don Carlos, xira q uiL·n compuso varias obras místicas y profanas. El conde de Alagó• desaprt 1 sivo acompañante del monarca en sus nocturnos donjuaneos, y > ras figu ras más o menos borro­sas. Finalmente Chamorro, ex- aguador e la fuen e del Berro, Pepe Ségo­via, pinche de cocina, encumbrado a cor sano, y los o tres elementos del mismo jaez.

Fernando correspondió a sus súbdito! heroísmo le resca taron de entre las gar ble felonía. Al ingresar a España exp1. de mayo, - instigado por el duq ue de Sm <lel heroico Palafox- fulminando la Con les.

que a fuerza de abnegación y s impt riales, con la más inno­

ya lo re dicho, el decreto del 4 Carlos y venciendo la oposición

tución ) las conquistas libera-

Unanuc, que llegó tres meses dcspw.:s a C n 1z, encontróse con que ya n o había Cortes. De ahí la invitacion ,t los di lUtados americanos para representar las necesidades de sus comitl'Tl es ante d m onarca absoluto de las Españas, y el doloroso incidente co c.l diput; 1!0 peruano Mariano de H.ivero.

En 24 de enero de 1815 el sabio ese~ a M or \Ta que Ostolaza y Vis-ta Florida le asisten con su influencia c 1 l.t Corte y agrega: "el conde es mi hombre porque tiene muchísima int uencia e 1 e l ministerio, y con él he ido a ver al señor ministro y t ,i r11 i ~n con su a yuda voy saliendo avante de mis a suntos. "

Pocos meses antes el Rey invitó : los dipu : dos de ultramar. Reu• nidos en casa de Vista Florida, Roca m. t y 1Ia-1ano de Rivero y Bea-

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soaírt, expresaron que no irían, ¡ to costó seis años de cárcel a Ri-.. ero do Rivero pudo haber fugado. N~

una dama." "'

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r de la ~naccíón de Vista Florida. Es-prendid<• el día de sus bodas. Adverti­se dície1 <lo: "Un Rivero no planta a

Este conde de Vista Floriill , = el popu ar timeño José Baquíjano y Carrillo. Hombre de grandes luces \ virtuden que a principios del siglo­X IX llena con su personalidad la ( u lad de os Reyes.

Arrojados los B'Ql:b.ones por t-.a •ón, a ) rtir de 1808 fórmans~ jun-tas autónomas en las 'colonias dt- A enea ·1 este momento Baquíjano. enemistado con el Virrey y la l\1ct •poli des. le que tuvo la arrogancia de formular ciertos reproches contra c.1 -:-égímen .. n la actuación de recibi­miento del virrey Jáuregui, como r ley (e gravedad, constitúp•.sc en el candidato del elemento peruano ue vé ·n él al caudillo que ha de librarnos de Abascal y de España

¿Conspiró o nó conspiró Baqu11 no? Est' rué un punto obscuro en el siglo XIX, que ni el general l\Il d1buru T'I \'íeuña l\1ackcnna lograron aclarar. En este siglo el doctor Ltus Ante, nio Eguíguren des-pejó el e­nigma. **

Exhuma el proceso seguido con I 1otivo de> 1a llamada "Conspiración de Baquíjano". Proyecta sobre {l esudas consideraciones y pronuncia la última palabra: Baquíjano coi sp ba.

Pero cuatro años despu és se en1ropaba e 1 la comparsa del duque de San Carlos, Ostolaza y otros "scrv1 , ·s'', co~ se llamaba a los partida­rios de Fernando y de la mona ¡u absolu .1. 1.:n contraposición a los: "liberales", que profesabaa la menar< ..iía con. títucional.

Una carta de Unanue a More ri de 8 le noviembre de 1814 dice hablando de Ostolaza:

"U. no puede considerar has a 6nde lle? el alto grado en que está este señor. Los americanos han cr.n idcrad0 'orno una señal de mucha estimación el que me haya visitado los vece~. En 1a. últíma me habló con mucho cariño de U. y me elijo c¡u~ l' dinero < ue Ud. entregó a ~[orales

Duárez se había perdido y que k•li los pap< 1 •s únicamente, y que ocu­rriese por éllos; pero hasta ahor•• diligen"11s han sído inl'lliles, porque a manera de los ministros, sólo dá ~.et hencía ciertas horas de cíertos días, en que es ímposíble penetrar por la 1ultitud le gentes de todas dígnida­des, que están en las puertas y a 1te alas de su vínenda. l'\uestro hom­bre es el señor conde de Vista Florida, tan amígo de U. que no podía yo

* Vicuña :\fackertna en su libro La R olucíón de la l11depemlc11cia del Perú-pág 127-Edición Garcilaso 1924, Lima- alude • este cutio. epibo<l10, q\le conozco por narra~ ciones de familia.

·»·:·:· G1.ierra Separati.sla del Perii-Lima, 9¡3,

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encontrar otro mejor para girar r 1

cónditas, por lo que los he puesto oi con el cuidado de ap'.lrarlos."

Este valimento de Vista Flon<l en una postdata que de su puño ) 20 de agosto dice:

"Se ha admitido .l;a--renuncia c¡u Baquíjano, con una real orden muy prevención al señor Querejazu, pues teresantes se los remito. y léalos l.

suntos, porque tiene relaciones re­cn sus n1anos. quedando únicamente

orprcnc:.< porque el mismo Unanue, etra, p{ 1 e en su ya citada carta de

de Con« jero de Indias hizo el señor presiva ' honorífica. Retracto m1

Mbiendo snlido dos papeles muy in-

La prevención a Querejazu era q11 • no po· 1 i mandarle per iódicos espa­ñoles, porque Fernando VII, tan luc- llegó a :\ladrid, los prohibió total­mente. Sólo salían " L a Gaceta' y ·El Dia ·1u de Madrid", ór ganos am­bos del régimen absolutista.

IX.-Blas O stolaza, Privad . de F ernando.

Los asuntos que llevaba Un<>nt. En primer Jugar, los de los p ueulos justificar ante éllos su prolongad.i constancia que textualmente decía

a la Pl 1 1nsula eran de tres órdenes. ue lo 1 l L n elegido. Tal vez para rmanenc 1 l en l'vladrid, obtuvo una

"Yo Juan ::\1artín Delgado, cs1 1?ano de Rey, nuestro señor y del Colegio de esta Corte y Villa de ::\. drid, doy fé que el Dr. D . Hipólito Unanuc, que fué elegido diputado e Cortes ) lt la provincia de Arequipa par asta capital donde se halla ha un año siguiendo y agitando los a­suntos de aquéllas provincias y el Perú, co 110 su procurador, según lo acreditan las reales cédulas expedic. s en 9 d<: 'l1ayo y 6 de agosto del co­rriente de 1815, vive y existe en cst. e )rte; y >ira que conste, a su solici­t ud, doy el presente, que signo y firmo en l\1ndnd a 3 de octubre de mil ochocientos quince.-Juan Martín ll gado"

En segundo la reivindicació1 d os bien ,., confiscados a Landáburu. En tercero y último los intermin 111 pedido~ de sus numerosos amigos del Perú. El sabio, que ya en 1801 de 1. "Lima es país de empleos" y quejá­base de que aquí nadie puede gana <;e la vi Lt si no es a expensas del e­rario, v ióse acribillado de empenos y petitor as, desde antes 'de salir de Ar equipa. Cada correo depositalw bre su 1.esa, primero en Cádiz y en :Madrid después, innúmeras carbs ·digüefü :-, Unos querían tít~los no­biliarios y enviaban en plata acu i.; crecida,; sumas, en los galeones que salían del Callao, para que Unanute gestion~ se el "negocito" con la rea l cancillería. Otros impetraban ;1lti ' 'lantes utulos de brigadieres y de

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mariscales en las milicias, con el derecho d e caminar Yes tidos de fanta­sía, cubiertos de alamares y plumas en para bs y as istencias. Natural­mente a l solicitar cualquiera de estos honore .. se cumplía, previamente, con remesar unos cuantos centenares de dU' is en plr ta acuñada. Los devotos imploraban indulgencias, derecho de 4·clebrar rnisas en s u s casas particulares y otras prerrogativas de orden es¡ ritual. '"engo a la vista u­n a carta en que Unanue dice al marquesito t Casa riosécuántos.

"Amigo mío: -Mando de.~ con un p1 ,pio que rem i to a alcanzar la salida de la "Aurora". Incluyo a U . doc auténticas de gracías, in­dulgencias, oratorias, parientes vivos y dífunt y qué sé yo cuántas más cosas con que ha aniquilado U. Ia corte romana y ha qJ.edado con tantas prerrogativas como un príncipe."

El conde de Valdenoséqué, solicita una d ta Iínajt da para esposa. Si es posible, duquesa. Quiere echar pan a sus congéneres de Luna . Aun­que no sea guapa, aunque no sea rica. Aune e no sea J )Ven . Eso sí, que no se halle tan avanzada que no pueda darle u d uques1 to. .

Fácil es comprender a qué extremo llega : la HU\ 1a de peticiones al d esv enturado Ostolaza, valido de Femando V f y su c;irector espiritual. miembro de la Camarilla y á rbitro de la m on. rquía. Pffo más q u e cuan­to yo pueda decir al respect o, encíerra esta breve ca n : con que el pro­pio Ostolaza se despide de Unanue, cuando ~ t prcpar·1 su regreso a la Ciudad de los Reyes:

"lYfurcía y noviembre 30 d e 1815.

Sr. Dr. Hip6lito Una l'l'Ue.

Paisano y señor.

"Mí sobrino me dice que está Ud. próximo a emb ircarse y aprove­cho esta ocación para suplica rle diga a Bravo, ~otomay ·r y Ca stro, mis p a isa nos éstos y a migos aquéllos, que ya estoy jubilad') d e ca rtas y q ue Ud. puede decirle cuanto yo por escrito: y que isculpen

"Al p adre Sanz ya le h e dicho los trámitel le mi o br y que h asta a h o ­ra no he podido sacar la licencia y que aquí la unprimir 5 luego que me la r emita n de Madrid.

" Puede ser que escriba el Prcpósíto de n Felíp~ nuestro amable Pedemonte. En sun1a U. lleva mi poder par· c umplir ¡ or mí co n todos, como C6rdova, canónigo, conde de lVfonteblanc• J ordá n , t.tc

"Este país es muy análogo al nuestro y , w1 los que.: llam a n barracas ele la brador es y son como los r anchos d e los indios, H ay c hirimoy as, maní, alfalfa y acequias, en fin, es lo más delictoso que yo he v isto a quí

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y en Flandes. U. va a lo mejor que hay en cl l)unuo ¡que no lo conozcan t odos!

"Es superflt:.o decir a U. nada sohrc que cu •nte con mi inutilidad, por saber que mi carácter no varió en 1 corte, y 'uánto vale entre los hom­bres de buena intenció n la circunst~11 del r .1isanaje; en esta inteligen­c ia ocúpeme, persuadido de la sine~ t lad conc ue soy su afmo. capellán Q. B. S. M Blas Ostolaza."

Hay cierta amargura en estas 11' eas del pintoresco canónigo truji­llano. Ya había recibido el signífit ativo pre!'entc de exquisitos cigarro!< habanos, de S. M. Feñi"'ando VII Les conocedores de la historia del s i­niestro monarca me comprenden. C a a magnat•' fa,orccido con estos regio!; presentes, experimentaba lo que lo a ltos pt. rsonajes da Roma cuando el prefec to les visitaba en nombre de '-cr.Sn.

Escóiquiz y el cruel ministro Echevarn re--ibieron también casi a l mismo tiempo los trágicos ha banos Al día siguiente estaban el uno en e l presidio, el otro en el destierro ..:mando departió con Echevarri cor· dialmente. Despidiólo a las doce d • h noc h ' ofre::iéndole un habano. Cuando el ministro llegó a su casa, e >crábalo \ la puerta un coche para conducirlo des t errado a Cádiz.

Pérez Galdós refiere que igual u " i ocurrie:-a a l minisLro Pércz Villa­rnil.

Años después el terco Rodil, el 1 e lipe, amigo íntimo de Fernando despl recibió de su real a migo una m < g• tinenti constituyóse en palacio ; pcn para él. Ni los ujieres dieron impor ya sabían que había recibido los c iv darse a mitad de camino. Con el gt. netró. Atemorizada la Camarilla d1...

n bre de l 1 resistencia en el Real Fe­'s de la 'api tulación de los castillos, ica caja de puros h a b a nos. Incon-odas las puertas estaban ce1radas

incia a 1 >s clamores del ex- favorito : rros. Re ·tlil no era hombre de que­o y con la v iolencia impúsose y pe­le cruzar a través del recinto de sus

conciliábulos y franquear las puc r t. <> de la real cámara donde, enfren­tándose con Fernando díjole: ¿Por e 1c quiere V. '\1. fusilarme? Natural­mente el monarca negó todo. R odil rguy6: ,a todos sabemos lo que s ig­nifican los cigarros de S. M. El rto bajó lo$ ojos hipócritas y confesó que había rec ibido un anónimo. D es ués departieron largamente, y, como al fin y al cabo alguna debilidad ha\ de cx¡.x:rimcntar Fernando por e l dulce brigadier que vertiera tanta !;a gre y que hiciera derramar tantas lá­grimas, concedióle una gracia inusit~.cb: la de la v ida. Y todo se redujo a una incruenta orden de destierro

Pues bien, Ostolaza indignado v • una tarde franquear sus puertas al regio presente de cigarros habanos. \l día siguiente r ecibió su nombra • miento de Rector del Colegio de E. lucandas de Murcia. Era una especie de destierro. Saboreando la nicoti1 • del obs.·· iuio de Fernando, escribie-

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ra en novíembre de 1815 la carta que he 11 sertado ya, llena de saudades y añoranzas por el suelo natal, despid1c1 io a Gna •ue con esta frase m­genua y sentida: "Ud. va a lo mejor que lay en e mundo"; aludía al Perú.

X- El de los Tristes D estinos.

Los Quintero, hablando de una viuda ¡ue ha ei krrado al cuarto con­sorte, llámanla un"cementerío de maridos' ' Fernand i VII, fué un cemen­terio de princesas. Primero María Antoma, 1 ija del rey de Nápoles, cuan­do Fernando es sólo Prínc1~ de Astun. Después de las instancias pordioseras a las plantas de Napoleón, por l r 'l princtsa de la turbia sangre de los Bonaparte, -cosa que no llegó a - !izarse, ue·ló solo en antoji­to- uniose con María Isabel de Portug~ 1 h ija del n·y lucitano, residente en el Brasil. Luego, en terceras nupcias, e n Josefa . .\1a ria Amalia de Sa­jonia, y, finalmente, con María Cristina, hLj..i del rey de k'l.S Cicilias.

La historia nos pinta a F ernando c 1 to un hombre inteligente y sarcástico, no desprovisto de cierto gracc.. jo español. Hablaba de su tío el infante Antonio Manuel, un infeliz ret·ir k lo, llamándole burlescamen­te" mi tío el doctor", porque en un accc o adula tono la. Universidad de Oviedo confirió le el título doctoral. And~ l) los tü 1 '1pos otro desenfreno de adulación cortesana, confirió al infante 1 nbécil el • lmirantazgo general de España, -verdad que no existía la flo - y en onces Fernando lla­márale con sorna: "mi tío el Almirante".

Los ministros de Fernando pasan rápH y atr •pclladamente por el portafolio. Figuran entre é!los los homhn.. más eSt' .trecidos del reino y los más solemnes majaderos. La Camarílb los enct.t '1bra y la Camarilla los hace caer. Al pié de cada sitial de mii 1 tro, está e do.:stierro, la cárcel en fin, el cadalso. Parece que Fernando con la linterna de Diógenes Yá buscando a su hombre. hállalo al fin en l. persona < ~ Calomarde. N"ada más siniestro ha producido España. Calomarcle es u a de esas personali­dades impersonales, arquetipo de los visi ., , oricntale: , en quien la astucia suple a la inteligencia, la adulación, al m. nto y la crueldad a la auste­ridad, intrigante y rastrero, hizo del s r v lismo, pm sto a servicio de la inmoralidad, el punto de apoyo que su pa lan ·.t de Arq u1medes necesitaba para desplazar a su gusto, sin disponer ( uerzas efr,·tivas, ese mundo en el que hasta entonces el sol no se pon Pues bien , este hombre de-tenta al ministerio durante diez largos afios J sangre y de tiranía. A esta era llámale la historia la decada ominosa .\ lado de esa década, qué pe­queño resulta nuestro oncenio. Y qué im .. o oros sus c omardes.

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Pérez Galdós llama a Isabel II , hija d' F ernando- "La de los Tris-~s Destinos". Esto parece una e uivocaci "1: Ese es el calificativo que 'Corresponde a Fernando VII. A. él lebe Es->aña la pérdida de las Améri­cas- el triunfo de la libertad en riérica ne?or dicho, porque según el adagio popular "Dios con pautas orcidas 1acc líneas derechas"-; debe también a Fernando la muerte d(; •S libera.L·s en España y el asesinato de los héroes de la independencia spañola. Y como si todo ésto fuese po­co, débele todavía el nacimiento de carlismo

La extrema tiranía de la época e;rnandina llegó a asentar una escuela tan arraigada en el:"'1)ueblo espail• 1 que cu.mdo las armas francesas del duque de Angulema sofocan la cr 1 beral i1 1ciada por Riego, y Fernando establece la más ruda y cruenta r p resión, \ngulcma y hasta Luis XVIII protestan de élla; pero ya la cruclcl l y el dt spotismo han encarnado en l a -colectividad de la Península, y Es 1aña entera yérgese airada contra toda :sugestión de liberalidad o clemenc < • Lleg~ por fin el momento en que Fernando suprime los dos baluartl' le la cr 1eldad y de la tiranía: las co­miswnes militares para el juzgarmcri o de los reos politicos y las purifica­ciones o expedientes para esclarecer ¡ue los funcionarios están limpios en :su pasado de toda mancha de Ji J<.ral ismo y el pueblo entonces se rebe­la contra la cesación del terror v .• uzando sus :simpatías y sus anhelos hacia el hermano segundo del sol .:rano, el ¡ 1mcipe Carlos, que parece, o , lo simula, no querer enterarse de L'Sta nue va corriente politica. Mientras pasa corno una sombra a través d<: l i corte :1- de la Camarilla, ese príncipe por quien va a desangrarse Es¡ ~iia en interminable guerra fratricida, :su esposa maneja la intriga y SL entiende con los propagadores del car­lismo. Claro está que el primero de éllos < s nucstr-0 buen Ostolaza, maes­tro y director espiritual del prct1; uliente.

X I .- P érez Galdós y la Historia.

La personalidad de Blas Ostolaza es poco conocida entre nosotros. * Acompañó a Fernando en el cau Yerio de \'alencey, en calidad de direc­tor espiritual y maestro del infan 1..o don C arlos. Fugó en 1810, y de re­~eso a España, fué elegldo diputa' lo suplL•1üe, representando al P erú en las cortes de Cádiz.

En el s~no de ellas íué u n or'l.uor terr ble y agresivo. Absolutista fa­nático, luchó denodadamente coi la ola d liberalismo que inundaba to-

* No obstante que durante e1 efime o r-esp1andr r de la 1iberta<_l de imprenta en el Perú, rigiendo las Cortes de Cádiz, las hoja6 imeñas m(n udean sus golpes contra el diputado cscurantista; algunos con violencia e 'lproperios d enostan al C\lra trujillano como El Perua110., de 1812, en sus númeirOS 21 } .l y Ii.l Imx:.-cis:ac!.n- de 1814, en sus números 48 y l02. 1. s.-<>

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da España. Enardecióse en la refriega. Bl n dió t o• hs los argumentos. Apeló a todas las armas- ¿hasta a la desleal :id? ¡q u H·n sabe!- Natural­mente contaba con amistades ardientes y enutrnizados enemigos.

Desde el momento en que Fernando reg ·esa al nino, Ostolaza ocupa su sitio al lado de él. Es uno de los omnipot ·nt es min stros sin título, sin responsabilidad y sin cartera, de ese consejo secreto e ue la historia llama " La Camarilla".

No es un blando pasto¡; ~ ovejas esp ri. u a les ; sino un guerrero fu­ribundo. U na vez atacado en 'la noche en i,, '1.1 calle r lesicrta por un indi­viduo que trata de coserlo a puñaladas, el C< '1ónigo desarma al agresor y entrégalo a la policía.

¿Qué hacía Ostolaza en la alta noche ¡ c r calles extra viadas? Para conocer estas intimidades y para ver funciona: de cerc : la Camarilla , no bastan los his toriadores. Hay que ocurrir a B• ·•· ito Pér 'Z Galdós, que es el Ricardo Palma de la política española. E l , o rno el )iablo Cojuelo, tie­ne el dón de leva ntar, sin ser sentido, los • -ch os y 1 lS p la fones de salas y alcobas, para mostrar a sus curiosos lecto ·es lo q u e l'n el interior ocurre.

La Historia nos presenta a los personajes hicrá 1cos, engomados y barnizados "al duco". Ya, estatuarios, blander la esp: tla d e piedra en el combate. Ya rígidos, como si un jefe hub1érales gritadc ;Firmes!, ejercen el poder desde un trono regio o desde un silk p residen a l.

Cuando murió Anatole France, entre el 1ar de pt b licaciones biográ­ficas, del ilustre literato, brotó un libri•o · Anat.ol< F r a nce en Pantu­flas" indiscreta travesura de su secretario. 'Pues es, ,o sólo lo más sa­broso, sino lo más definitivo para cerrar el p hgono d · • la compleja perso­nalidad del biografiado.

En España Galdós, como en el Perú P aln: ,, nos ')•nen delante a los personajes viviendo descuidados; y hácennos •rprende'"\os glotones en la cocina, nimios en el hogar, concupiscentes ~ . todas p .. r tes. En pantu­flas y, a veces, en camisa.

Desgraciadamente Galdós, liberal iracu ncl "l, no e~ imparcial cua ndo juzga a los fernandistas o serviles.

En las "Memorias de un Cortesano de 1·15", su llicn do la falta de retratos del cura trujillano, nos ofrece esta 1 •rlesca a g t a fuerte:

"Cara redonda y arrebolada; gestos mu) vivos y u n modo de mirar c¡ue daba a conocer a tiro de ballesta su su r ·riorida d cu erpo sólido; voz campanuda y gruesa, como toda voz creada r ra decir ¡.>Tandes cosas.''

¡Cuánto más elocuente es esta pintura e uc los tilSOS retratos al óleo de hace un siglo!

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R~tlérenos tambien el Diablo Cojuelo pañol, com o Ostolaza acom­paña a su pupilo el infante don Carlos en 1 s oracior es de la noche. Ben­dice luego el lecho del adolescente, en uno los ángdos con la bendición de la Virgen, en otro con la de San Juan E 1 los rest mtcs la del apóstol Santiago y la de Santa Teresa, y c uando e oupilo, 1.;;í garantido contra los asedios nocturnos del Enemigo, se enln. - t al sut 1) 0 inocente, sale el Canónigo embozado en su capa, encasqueta la teja. a paso de lobo, en­t re las sombras por los barrios a partados. \ • t solo porque no le agrada malas compañías. _

¿Os inten~sa conocer el final de Ostol. z.i? El fl'neral Mendiburu lo "refiere así en s u Diccionario Histórico Bio¿;..-:..fico:

"HaUábase en la cárcel de Va lencia, cu ndo, con ocasión de una de las victorias del general Zumalacán-egm, 1 ubo allí un espantoso motín popular, que dió mérito a que el capitán g .eral huyese . La Audiencia se vió en conflictos, porque el pueblo enfun,c1d pediah entregasen los reos políticos. Después de muchos desórdenes ot1 ·i6 aplacarse con tal de que :se fusilase a tres de los presos.. Uno de ellos ·a el Det.n Os tolaza. Otorgado que fué ésto, se le intimó la resolución en alt'l. noche la recibió muy tran­quilo: hizo testamento y Se confesó en h e rcel. :Mando fundar una ca­pilla con suficiente renta y en la cual <lcb a poners1 el retrato de Carlos V, el pretendiente. Salió al cadalso con muo ha sercn ad. no permitió qu e :Se le Vendasen los ojos; y al ejecu társele d ijo que m o '"1a por su Íé y por su rey don Carlos."

Luego P érez Galdós nos hace contcm 1 lar el cuadro , el filtñ parlante mejor dicho, de la Camarilla. Reunese en a cámara contigua a l dormito­rio del r ey. Campea el duque del Infanta. o "gen < ra l que tenía la me­jor mano del mundo para perder todas la batallas en que se encontra­ba, el famoso canónigo E scóiquiz, a quite 1 Napolein tiraba de las ore­)as; y mi buen Ostolaza, del cual ya h l d icho ocio cuanto hay q ue tlecir". Efectivamente, todo cuanto h ay ¡u c decir, has ta que delata al rey los pensamientos de sus compañeros l s diput·ulos a Cortes. P ero 'este dato de P érez Galdós antó)aseme pu n . maledi< enc1a.

Allí e·stá también el conde de A1agón. calavera 'C. (' alta sociedad, com­pañero en las visitas nocturnas de Fernanc ) a casa le "Juana la Naran­jera" y de otras hemb"ras igualmente rcspc 'lbles, potque "Narices", como <el p ueblo llama a Fernando, nunca va solo en sus exc ursiones gatunas.

Cierran el circulo Chamorro, ex-agua1 :or y Jm~ Sl'govia (a) Pepe­.te, ex-pinche de cocina, que h a ganado la regia c01 üanza, presentándose

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en Valencey a Fernando como súbdito hcto, delicado a evitar fantásti­cos envenenamientos de que inculpa a '\apoleón contra el rey cautivo.

P érez Galdós, con su ingenio incisivo y fácil, r eproduce las garrulerías del diálogo de la camarilla, cuando fulr 1 1a a un ministro probo, o cuan­do encumbra a una nulidad corrupia y¡ l' entada.

C ien días despu és de las clausura de. l<..s Cortc.:s, de la destrucción de la prensa y del aniquila.rniento de las lit e ·tades po,.. el rey falaz, llegó Una­nue a Cádiz. Ya os he p'l-e:séntado el me. 10 en qm hubo de actuar. Fácil es comprender el efecto q ue en este h orr .re de ciencia extraño a la políti­ca, a u stero y puro, causaría la España r guinari< y a byecta de 18 14!

XII.- Unanue en la Corte.

Unanue fué honrado por Fernando JI con d tít ulo de Real lVIédico de Cámara. Tenía pues francas las pucr • s de la '"Cgia alcoba y pudo pe­netrar por varios puntos a la célebre Ca. "l.rilla, 1uc sería una institución ris ible s i no estuviese llena. de sangre I t imó con Ostolaza, el favorito tru culento; con San Carlos, el duqul· 1t 1eño que aconsejara a F emando el liberticidio de 18 14; finalmente cúpok c..lgo m .ts terrible: estar en Ma­drid cuando comenzaron las ejecuciones 'e los h ( roes de la independen­cia española.

Uno de los personajes más novelescos de la n lYela vivida de esa épo­ca, es D íaz Porlier, llamado " E l Marquesita", acaso por su figura elegante o acaso por cr eérsele sobrino del man,u de la R omana. Mozo de vein­te afíos, la nzósc a los caminos con '-'º puñado le valientes, para con­trarrestar la marcha triunfadora de las l ones d ' amo del mundo. En c u .mbres y en encruc ijadas, en fortalez y en s 1burbios, sorprendió sin cesar a los m a risca les de Napoleón. 1 ·nó cim •• ides por asalto. Acre­centó la gavilla de héroes de su man<l<, hasta h.1cer de el la una hueste respetable. Llegó a enseñorearse de L 1rovinci 1s del Norte.

En la guerra sin cuartel q u e hacen 1 s france: l'S, fusilan a los prisio­neros, violando todas las leyes de la hum idad y le la guerra. Porlier to­ma represa l ias. Feroz e l gener a l francés. rucifica un d ía a los com pañeros del "Marquesita" en los arboles del C' UT .o de C trrión, pero ese espectá­c ulo retempla más, si cabe, la osadfo cit. Porlier.

En octubre de 1815, F ernando VII, ·n premif) de tanto h eroísmo, le hace fusilar por libera l , a los veintisil.t años. ( *)

* Porlier era colombiano nacido en Cartag ·na de India.; Según e l historiador ] 0<;é I. Hernández descendía de los de la casa de Bajar .....r y era marqu<'s de MatarQ&l. El Con­grei;o Hispano americano de Historia, reunido en C...rtagena e 31 de diciembre de 1933, bajo la presidencia de Gabriel Porras Trocoanis, acordó creación d e un busto d <i bronce a Portier.

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Esta fué la suerte de todos los héroes sobre q uienes pudo poner Fernando VII la real m a no que escribiern I< s carta> indecorosa s a Napo­león. Tras de P orlier, marcharon al cadal ' Richard y Vidal, Lacy y Juan .\I a rtín "El Empecinado"; Riego y Torrijo' y un inkrminable martirologio.

Luis de Lacy, mezcla d e Simbad el \larino y le don Juan Tenorio, héroe niño d e Trafalgar, guerrillero d e mar y t ierra, denonado como Por­lier, abandonado de los suyos en otra err icstida l beral en Cataluña, no p u ede ser a rcabu ceado en -ese.. reino. ¡El p ueblo 12ntero se levantaría a defenderlo! Condúcesele subr epticiarnen; · a Palma de l\!Iallorca y el 5 de abril de 1817 sube a l patíbulo.

Martín el Empecinado, pertenece a la mism a pléyade. Sus hazañas igu alan a las de Porlier y a las de Lacy España e- debe, si no grandes t riunfos , legenda rias glorias. En 1808 su ejército era de 2 hombres. En 1811, de 3000. También es arrastrado por Fernando VII a la h orca. Em­pecinado, como reza su sobrenombre, logra romp er sus ataduras y a l pié del cadalso lucha con el verdugo y lo domina. Pero cae arcabu ceado y el cadá­ver del héroe es su spendido de la horca.

Todavía u n año antes de morir dá Fernanrlo otro regocijo, digno de Nerón : la ejecución de Torrijos. Esh cau d ill > en quien inciden las s impatías y las esperanzas de todo el país que demasiado niño para tomar las a rmas en la irrupción n apoleónica, ecl' >Se a los <-amines en la segunda invasió n francesa, la del duque de A nguk :ia. a luchar, ya no sólo contra el enemigo, s ino con.ira la propia España q ue des¡ tentada, clama por la inter vención vergonzosa, para m atar un uevo retot'ío del liberalismo.

T orrijos es inducido a conspirar por ( .onzález \loreno capitán general de Málaga, y atraído a una miserable CL ida, r ecibido a balazos, captu­r ado y sometido a juic io. El 11 d e dic11·mbre de 1831, él y sus c incue n­taiún compañeros son pasados por las ~ mas. G 11lardo e n los últimos­instantes, solicita mandar el pelotón que a de eje< utarlo. No se le conce­

' de esa gracia. La indignación que este e tmen pnduce en España , h áse hec ho gráfica. Guilbert protesta en u n óko famoso, y Espronceda en el a la rido de dolor y rabia de su p opular soneto " A la m u e rte de Torrijas y de sus compañeros", q u e dice:

Helos aUi junto a la mar bra ·ía cadá·i:eres están !ay! los te fueron honra del libre, y con si1 1nuerte dieron almas al cielo, a E spafü nom.braafa

Ansia de patria y l •ertad he ichfa sus nobles pechos, que Júmás temi.ron y las costas de Málaga ?S 'L>Íeron cual sol de gloria en de~dichado d la.

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Españoles llorad; m as 11estro lla 110

ltfgrimas de dolor y sangre ·ean; sangre que ahogue a sienos y opresotcs.

Y los víles tíranos co11 spanta síempre delante ame~taza1 do ·can alzarse sus espectros vengadores.

Los hístoríadores americft1tt'.)S observa n independencia más decididamente enemigo fueron aquéllos que conocían la Península.

q ue los hombres de nuestra de la d <>minación española , Ya vemoii porqu{

TERCERA PARTe

. XIII~La Historia después de un Siglo.

Mucho se ha fiscríto sobre la participac 11 de los peruanos en su ín~ dep<mdencía, no sólo en los pródromos de la cxped < 1ón sanmattiniana $;Ít16 en tiempos anteriores. A veces los h~ ortógrafos de América afren­tan a nuestros mayores, preséntándolos como carente ~ del empeño de ser libres. Hoy día, un mejor conocímiento d e las cosas permite afirmar lo contrario.

José Baquí.jano es el primer rebelde , cuando vít•rte frases de censu­ra a la política española en ocasíón solemni., )ronuncia rHlo en 1781 la Loa del virrey J áureguí. Atrévese a decirle: "que ... ! bien mismo deja de serlo si se establece y furtda contra el voto y op1m0n del pt hlíco" ... que "Me­jorar al pueblo contra su voluntad, ha sido i::íempre e especioso pretexto de fas tiranías'' que "Un pueblo es un re ... 0r1 e que, orzado más de lo que sufre Su elasticidad, revienta de,;trozan<lo la ll1éi 110 irnprudente que 1o oprime y sujeta".

Para hacer pasar estos osados conceptos, tinuación en una loa al virrey, a sus antcpa palabras atrevidas, vertidas están .

1 orador los envuelve a con~ 1 los y a España. Pero las

Once años después Unanue, el mal Han ·~Jo timorato Unanue, va tnás lejos todavía, y en el acto inaugural d Anfít ea ro Anatómico (21 de noviembre de 1792) habla al virrey Gil T < ooada. y 1 .emos de que "los Ímperios d i1atados y sin mora.dores, son cuer')os fantásticos.. . Lejos de a.umentar la n~putación del trono, enervan su vigor cor una carga gravosa.

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SAN MARTIN UNANUE Oleo de D.iniel Hernández ~lármol de la Pan Ameri~n L'nión

BOLIVAR Oleo de Daniel Hemández

Tríptico de propiedad del Doctrr Luis Alavza y Paz Solrlán.

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y perjudicial. Tal es hoy la s uerte, tal la ·ondición del Perú; de aquel Pe­rú, hipérbole en otro tiempo de la felic1< . i y la •pulcncia. ¡Consumidos sus moradores sólo presentan cúmulos d ruinas, heredades desiertas, mi­nas derru mbadas!. . Parece que cansa< la tierra de la insaciable am­bición con que la agitaban los humanos .bismó de improviso con las vi­das sus tesoros. Parece que al ruido le lS cade1 as del despotismo y la tiranía que arrastraba el hambre del on huyeron los naturales a las ca­vernas, a las selvas inhabitables; y d(; ~mparad ts las provincias, q u e­daron yermas, sacrificadas:-á la voraci< l del tiempo".

Verdad que también Unanue, como Baquíjano, trata más adelante de componer las cosas, para no co 1citar la s iras del v irrey, y agrega que toda la devastación y ruina < que ha hablado, no es obra de los conquistadores, y que "los negros < .racteres con que se ha p intado a los poseedores de la América español; sólo existen en la pluma de los que antepusieron al valor de conquista <.S, el v,l empeño de denigrar las ínclitas acciones".

Pero esta misma frase, que aparcnt ·mente aT(;núa la tremenda afir­mación anterior, parece que en el fondo :oln sirve para ratificarla .

Y todo ese discurso, acaso la obra 1 .. estra del sabio, tiene tal sabor de reproche y unas notas tan tendenciosa'>, que es la más formidable acu­sación contra la política colonial de E spaña.

Vicuña Mackenna ha escrito la m, amplia ' mdicación de los perua­nos de aquella época, en su l ibro La R.e,·o ucwn de la Indenendencia del Pe­rú. Esa obra, nutrida de anéq:lotas y d ns, es un hacinamiento de joyas, de buena ley y falsas. Hay que conocer 'lucho l. historia para pescar en ella perlas y brillantes, entre piedras dt. estrás ) chaquiras; porq u e no es oro todo lo que brilla en ese montón luciente, más que obra histórica, ensalada d e historia.

Vicuña Mackenna despu és de afirm. r que la~ conspiraciones de 1809 en Lima tuvieron por núcleo al cuerpo médico, y por cabeza a Unanu e, acoge, de no sé donde, la versión d e C'• ~ delata la la conspiración a l vi­rrey, apodcrose tal terror del sabio y de us discíp11los, que ya no volv ieron a hablar ni a ocuparse del asunto. Inst. ·ta la a1 ccdota de que enterado Abascal del conciliábulo de los conspirad >res, cicr· a noche envió dos u j ie­res, que al momento en que, terminada a reunió 1 salía cada conjurado, proyectábanle en pleno rostro la luz dt. una linterna sord a, diciéndole: En nombre del señor virrey os damos la. buenas noches. Como con secu en-

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cía de esta broma el doctor Chacaltana m u110 de míedo y el doctor Una­nue no volvió a hablar más de libertad, co lclu y e Vi ~uña.

Pero los historiadores de mediados del siglo Xl X, y muy especial­mente el imaginativo Vicuña Mackenna e en ser o<1m1zados por la crí­tica. Elfos mismos confiesan que bebieron ·n las ful•t1tes vivas de la ver­síón oral de los próceres sobrevivientes d e 1 era de 'a independencia. E s decir, en las aguas necesariamente envenena ·1s por las p asiones, que a ve­ces no se enfr'ian ni con el hielo del sepulcrc porque tlgunos, como si des­pués de m u ertos sacasen. un instante la C< •eza de 1 1 tumba, para verter el concho de sus resentimient<'5", legan al n ndo sus memorias pós tumas . Cochrane y Pruvonena, Mosquera y otro: muchos, h an legado en es ta forma a la posteridad, junto con el grano dl 1.1 histor :., la cizaña del odio.

Concluida la independencia advino p.1 Unanuc la etapa del odio y de la injuria. No tiene esto nada de extr - o . Lo mismo ocurrióle a Bo­lívar, aquí y en su patria. Sus tenientes llegaron ~ a tenta r alevemente contra su existencia, y otros, más execrabk contra su reputació n y su gloría. San Martín corrió igual suerte, y t od " ia con µna a gravante grotes­ca y afrentosa; los hombres q ue se suced ic m en la po lítica argent ina, redujéronle al hambre y a la miseria. L a gr .títud d( 1 Perú, aportóle en­tonces el pan de la existencia.

Mariano Felipe Paz Soldán, bebiendo t.., las ver .iones del encon ad o mariscal La Fuente, y Vicuña Mack enna e1 la s del tmargado l\Iariá t eguí y de otros personajes íguahnente llenos de p asión ) de resentimientos, deben ser sometidos a la critica. Sólo un e lo después es posible la a ­cendración de estos minerales para que rclu 1 el oro. E sa ventaja t ienen los que como J. A. de Izcu e y L. A. Egu1g1 ren h a n trabaja do en el mis· mo sentido que Vicuña Mackenna. Izcue cor el folleto sobre Los P erua­nos en su Independencia, Eguiguren con s u >en documentada obra Gue­rra Separatista del Perú.

XIV .-La Revolución .

Ert cuanto a Unanue, desde 1791, fecha de sus prÍmcros escrítos crt ''El Mercurío Peruano", se advierte que C< nspira. l 'n a fio después la nza una especíe de reto al virrey, de que ya h e f- b lado, en la Ínauguracíón del Anfiteatro Anatómico. Esta 1abor continúa ·ista con 1enzos del siguiente siglo y, cuartdo después de- la ca:ída de tos Borbone , tra ba jan los pro-

* :gn la edicíón éxtraorclínatia de El Cotnt!l'do 1le 18 de e n ·ro, con tr.otivo del tv centenario de la fundación de Lima, he estudiado en un rtfculo tit u tdo E strategias de U11a• 1rne, 106 medi06 sagaces y Ja táctica especial debido a L :ua l pudo .. 1 sabio sa lir ruroso de es­te y de otros much06 tranees al parecer irremediables qu· afrontó,

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hombres peruanos para conseguir la iguald id de los <lcrechos políticos con los peninsulares, es Unanue quien en 1812 ·cdacta ti memorial vibrante, y el conde de la Vega d el Ren, uno de l"s pocos ':loblcs que conspiran, emocionado prostérnase de rodillas para ~ tampar ' u firma al pié de la del sabio.

Todo esto h ace com prender los sen' it.1Jcntos que embargaban al dipu­tado de 1814, cuando estuvo en la Pení 1 ula. Al llegar a ella, esperá­bale el es:arnio de encontrar suprimidas 1: Cortes · revocada- la Consti­tución. Esto a nuló su misión en E spaúa Había ic o a r eemplazar en el brillo de la elocuencia y en eí'1iber alismo dt los propc sitos al egregio Mora­les Duárez, * y en vez del lum.inoso pal ·nque de las cortes, hallose con d conciliábulo secreto de la Camarilla, y l. inspecci< 1na de cerca hasta fi­nes de m arzo de 1816, en qu e se embarca ¡ 'ra llegar a Lima el 23 de julio, como nos lo hace saber una carta de M orC) a l P. Cabezudo.

Diez años después todavía d escubnm s en el sabio, manso y reser­vado siempre, una huella de su resentim1en ) contra el tirano. En su m e­moria a las cimaras (14 de febrero de 182-. , doliéndose de la destrucción ele la Casa de l'.vi oneJ.a, exclama : " L a mon •la no e tan sólo el signo r e­" presentativo de las especies comerciales. Es en las repúblicas, un monu­" mento que lleva a la posteridad el recuerdo de los sucesos prósperos y " adversos; y en bs monar quías el testimo 10 infali le del dueño y señor "de ellas. ¡Qué doloroso y de cu a n infaust agüero me era ver batir roo­" nedas con el busto de Fernando VII, ¡>r<><.lamada ya la independencia! " En cada momento la temía perdida, y e efecto se perdió". concluye, :•ludiendo a la apostasía polí tica de nue .. tr gobierne. de 1824, y a la nue­va ocupación de L ima por las a rmas dd \ r-rey.

Por esto he d icho q ue una de las caus. de la e1 1·rncipación de Améri­ca f ué Fernando VII con su política torpe La otra Napoleón I; porque la invasión de 1808, sorpresiva y violenta lcj0 en u 1 momento a la me­trópoli sin gobierno. Los pueblos de Arnt m a: Bui·nos Aires y Caracas, La P a z y Q :.lito, ejercitando un acto de c.1ltad al re) cautivo, constituye­r o n sendas juntas de gobierno, que adm11 1strarfrn os p ueblos a nombre de Fernando. También Lima r eaccionó Ct la "conspiración de Baquíja­no", pero tibio éste y certero el virrey \bascal, abortó el movimien­to. **

* _En la edición extraordinaria de La Cr6nica de 11' de ener<, con motivo del IV cente­nario de la fundación de Lima, he estudiado a este hn !ante orad< r limefio, q ue falleció a los pocos días de elegido P residente de las Cortes de Cádiz.

** Luis Antonio Eguiguren, obra citada. I .S- 7

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Nada más se necesitaba. Ya los pueblos de AIT'erica sabíart que po­dían gobernarse a sí mismos. Estaba hecho el ensayf y franqueado el pri­mer paso. El resto era corola rio del con1i<onzo.

La semilla de la emancipación no ha) que buscarla, pues, en las doctrinas de los filósofos enciclope:iistas ni eri la de. laración de los dere ­c hos del hombre, como tampoco en la imit, ·1ón o el contagio de la inde­pendencia de Norte América. N a ce y se de: .rrolla n 1 ura l y lógicamente desde 1808 y durante la ocupación napole61 ica de E .;paña y el r einado de Fernando. Esta concomitanc~racional y ncresaria, l'S más elocuente que las conjeturas de quienes busea n la filiación cnciclop((lista o girondina.

Era una necesidad. natural y explicit.~ e los pueblos. Nunca habían sido considerados como parte integrante de España, ;ino como dominios y colonias. Los espafioles nacidos en Améric , con sangre tota!Jnente ibé­rica en las arterias, no podían avenirse a er tratad s como esclavos de su s compatriotas del otro lado de los m ares v a verse t·xcluídos de los car­gos públicos de importancia. La aspirac1fü1 ª la igua !dad y paridad de derechos políticos, desde t iempo atrás ínv<Jcada por los criollos, no era producto de gérmenes de fuera. E ra fruto • utóctono '-' derivación natural de las cepas españolas nacidas en Indias. *

Nadie más francamente expresa este n ural fen<nncno q u e la Junta Tuitiva de La Paz en 1809. "Hasta aquí h1."11os tolen.do, dice, una espe­" c íe de destierro en nuestra misma p atria. Hemos visto indiferentes por

más de tres siglos, sometida nuestra prim1 '"a lil ertud al despostimo y " t ira nía de un u surpador injusto que, clegradándon )s de la especie hu­" m a na, nos ha r e putad.o por salvajes y m1r· do com-o esclavos... Ya es "tiempo de fundar un sisteina nuevo de gobierno, Jnndaclo en los ínte­" reses de nuestra patria."

Sólo faltaba la posibilidad. N a p oleón proporcic 1 :SL-i 1'.'.Iíentras las águilas francesas se enseñoreasen de Espaii i la metrópoli car ecía de todo elemento para guerrear e n ultramar. Quedábanlc sólo l. •S gobiernos y ejér­citos que tenía en América. Pero éstos cst • .ban desor~ nizados y soca,·a­dos por la gue1Ta sorda de los c riollos. L, s lo~ ias polí ·as que pululaban en España habíanse trasplantado a l Nue\ o !undo. Cuando en los p ue­blos desaparece la libertad de reuníón, n¡ • ·1 las a >< >eiaciones secretas~ como cuando se amordaza la prensa, s urge d 'l.squín.

XV .-El Prócer y el Déspota.

En la primera sem a na de marzo d e 1816 Una11ue f:C a leja de Fer-----

·=~· Ya en 1777 Teodoro de Croíx, que fue virrey d.,, Pcrtí, e 'ribú• a su hennano ef marqués de Heuchin, que ya había prevenido al rey ¡ue continuar goLcrnanco a !\léxico y al Perú de este modo, es exponer a estas posesiones a r. r.des peligr ~ en un ¡:orvenir tal vez. muy próximo.

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nando para siempre. El sabio llew a Lima cu ando el virrey Abascal su­jeta con mano fuerte la colonia, q u t: '"Lda año sacúdese en un nuevo mo­vimiento por su independencia. E n 18 20 brilla un r a yo de luz con la apa ­rición de 12.s huestes libertadoras de n l\1ar 111 en nuestras playas. Ese mismo año otro rayo de esperanz. b<>.ña la Península: el general R iego subleva en Sevilla la división de 2 J,000 ho'l1bres que debe embarcarse para luchar en América, y procbrr las ide. s liberales y la constitución de Cádiz.

En 1823 Fernan°dotriunfa contr" las lil t·r tades y contra las leyes, y arrastra a Riego al patíbulo. El m mo año Un anue, al lado de Bolívar y de un puñado de mártires p atriot LS, lucha desesperadamente como pe­riodista y como a póstol, por la suc e del P 1·rú, que agoniza y se hunde.

En 1825 Unanue, después de l v ictoria le Ayacucho asume el man­do supremo del Perú, en ausencia dt. Bolívar. En agosto del 26 abandona la v ida política, la profesión médtC< } la capital. Mientras tanto Fernan­do sigue tiranizando, asesinando y ~ontraye1 1<lo matrimonios.

A cada boda del rey, conmut LSe entu~íasta la Península con la es­peranza de que se reproduzca el ve Jugo cor >nado, en uno o varios Fer­n anditos. Desconocen la vieja fábt latina le la s ranas, que sabedoras de que el sol y la luna proyectan sarse, e lc\ ·an desde las charcas sus clamores a Júpiter, rey de los an i1 les, pan que lo impida. "Si un so­lo sol, dicen, deseca los pantanos } '1os hace m orir sedientas y calcinadas en la a rena ¿ qué será cuando t en hijitos?' P ero los pueblos son a ve­ces menos previsores que las ran ts.

CUARTA PARTE

XVI. - LA PERSONALIDAD D E UNANUE

Unanue filántropo.

Ya conocemos a Fernando. O l"\ozca m °" ahora a Unanue. En la plenitud de la edad es ur sabio, do •spués de haber sido un h om­

bre de tr.ibajo en la juventud. En - vejez es u n patriota. Vuelve en su s últimos años al punto de partida < sus aspiraciones; había querido ser sacerdote en la adolescencia y obc i ·Liendo e 1 mandato de una voz fami-

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liar, "' que, no sé porqué, r epresenta la voz <lel dc·stino, se aparta de la ca­rrera sacerdotal y entra de lleno en el siglo.

Como sabio cultiva diversas actividades :y lescuella en todas, pero su sector es el de la medicina, en la más amplia al >Ción de concepto. Crea­dor de la escuela médica en el P erú primero. Ast: • idor de wlientes toda su vida y, corno m eta, precursor de la medicina S<~ ial. Es ccir, médico no sólo de los in dividuos, s ino de los p u eblos. Come tal seña.a los derroteros para luchar contra la mortalida¡:l.~ontra las q> dernias, 'mtra las ende­mias. La base para ello es, desde luego, penetrar los arc.-i os de El clima y sus Influencias Sobre los Seres O rganizados, en Especial el Hombre. ** y Unanue hace su gran creación: su obra cumbre, libro E Clima de Lima. Luego señala, a los gobernantes del Perú, las c..iu :as de LL despoblación y la forma de luchar contra ellas. Y hasta, en su 11timos ·ui.üs, en algunos apólogos h allados en sus papeles, aparece uno de- pocas líneas titulado Sobre la Necesidad de Poblar.

Nótese, pues, que ha escogido Unanue para coronars · cerno sabio, la rania del saber más en armonía con los sentimi 1 os de e iridad cristiana: el amor a su s semejantes. Es la influencia d ... s1 rocaciór sacerdoral, que se cumple ciegament e en la más d ulce de sus f •r .as : ame r al prójimo.

Los acontecimientos de la política del orbe 1 'Tlan un ~iro v-iolento y vertiginoso. Una de sus manifestaciones es la irn ·>endenc a de Ia América española. La del Perú encierra el n udo gordiano l la emp-tsa. Es necesa­rio que haya un elemento autóctono de gran pre ancia, r w-a que la obra emancipadora de nuestra patria p,ierda su carácte de extn njera; para que los nuestros la miren como la obra propia, com cosa peruana. Unanue comprende en las llamadas q u e escucha, y, por ( ima de todas, en la d~ su propia conci,encia, que ese elemento es él.

El anciano sabio sábese incapacitado por Ia e<lad y por la adaptación a la vida del pensamiento de toda su existencia, ;ncapacita i "l digo, para la lucha material d e emancipar a una nación y crear 1na patr· 1 Pero no hay otro. Se n ecesita una personalidad plena de apt1 udes, ple a de inmanen­cias y p lena de prestigios. Hay elementos que ¡ •seen en alto grado una cualquiera de estas condiciones y hasta dos dl ellas, er eT Perú. Sólo Unanue reúne las tres.

Entonces, obediente a la voz del deber, asu1 it.. el nue> ) sacerdocio y se alista casi a los setenta años en Ia vida milítn te. ¿H ....... ta dónde cabe

* Un1nue vi110 aáolecente a Lín1a, para ingresar a 1 dado a su tío el presbftero Pabón quien, al t ratar al sobri taba lbm:ido a ot ·os fines, y 1>.con8ejóle optar otra carrera. ** T. 11 , Pa<:, 3.-"El Clima de Lima, y su lnfluen en especial el Hombre".-L1ma., 1806; Madrid, 181S; Li.

•arrera ec eG1á~tíca, recomen­líjole enf~ticamente que es­

l:nanue or ti\ la de Medicina. .,;obre 1o.; .., res Organizados,

1874; Barcelona, 1914.

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separar los conceptos de patriotismo y caridad en la actuación de Unanue, que no lu cha por e l poder, porque jamás lo ha amad< . ni por la gloria, por­que ya h tiene? Otra vez, Ja más santa, la más du ·e de las modalidades de la santidad: el amor a los semejantes cna en Unnnuc, el sabio, un po­lítico, un patriota, un Jefe de Estado.

Unanue luchador.

~Cómo es la vida militante de Una-iue') Hay en su labor periodística de 1791 • ispas d' emancipacionismo. En su bullado discurso d e 1792 ** ce sura al régimen colonial con

frases que p u eden considerarse como conata de rebt hón, por la serenidad y fir:me.za con que se expresan en ese d ocUl:nento, qui debió ser muy pen­sado.

En 180 9 ya Unanue conspira, y es de e tbierto por Abascal, con sus a lumnos, los jóvenes médicos Pe.zet, Part.-tl( , Chacalt tna. •

En 18 12 los limeños descontentos se d1n en a él ellos sabrán porqué buscaron a Unanue-- para pedirle que r<·d e e l mn ifiesto a las Cortes, solicitando la paridad d e d erechos de los arr. r:icanos c-on los peninsulares, ese manifiesto que el Conde de la Vega del R ·n, '"'""~ lcado patriota, firma· de rodillas.

En 18 14 Unanue se aparta por primera) última' z de s u patria. Va a E spaña corno diputado a Cortes, pero con tan mala ( stn.lla que llega tres meses después de que Fernando VII, d e Vl.. 1 a de Francia, donde estuvo cautivo, ha aniquilado las Cortes y las hb<: ades, y cntrenizado el despo­tismo brutal y sangriento, toca a l sabio, am e d e l a il>ertad, conte.m.plar de cerca el absolutismo; presenciar las reacc nes de ks liberales y su com­p leto fracaso y la ejecución de los héroes dt: las gueP-· s contra Napoleón . Los defensores de España, a quienes respeta- n las ba as francesas, mueren en el patíbulo por orden d e Fernando, e l rey CQbarde que adulara a su im­perial carcelero y solici tara una de sus livian: sobrina para compartir con e lla la corona de Carlos V.

Cuánta repugnancia, cuánto odio provocarían en L 1 diputado in par­tibus, en e l viejo conspirador, estos espectáculos que el destino le obliga a presenciar tan de cerca, que casi salpica su vesti<lu • <•S la sangre de los mártires de la libertad, y de la dignidad humana.

* "El Mercurio Peruano", famosfsima revista t 11ada en L 1 a, por los más precla­ros valores de la Colonia, bajo los auspicios de la "So<; et.ad Aman <6 aeJ País", cuyo secrc· tario era Unanue. Comenzó a publicarse en 2 de ener• 1e 1791.

* * Discurso de la inauguración del Anfiteatro \ 1atómico d' Lima, de 2 de noviero· bre de 1792.- 0bras de Unanue. Barcelona, 1914. T. 1 Pág: 3.

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Unanue y la n obleza.

Tiene grande importancia uno de ese, episodi s que, superficialmente considerados, parecen nimios: Fernando \" l tuvo 01 ortunidad de tratar a Unanu e y, sorprendido con los talentos conocin icntos del sabio, quiso ennoblecerlo. haciéndolo Marqués del s.., Unan ue rehusó, e>cpresando que había nacido en otra esfer a y que n.o lcseaba cambiar de condición.

¿Qué significado puedQ.-tener este reo r azo de Unanue? Cuando se conoce la historia de nuestra independt'nci. , se descLtbre con dolor la cali­dad de la aristocracia criolla, y cómo de ·audó t0< !ns las esperanzas que pudieron cifrarse en el espíritu cívico y 'l.·1 udes de las c lases más altas y cultas del país. L a historia de nuestra an >cracia •·s la de las defecciones y felonías. Con albo~ozo infantil aeept6 la ea de L: emancipación política y con m ás infantiles alardes tomó parte en 1, >S prime ros actos de San Mar­tín, hasta el punto de dar lu gar a la gran uivocac 1 :'>n del prócer argenti­no, q u e p uso en man os de ella los resortes nacional 'S. Bolívar, guiado no sólo por su genio sino por la dura expericr ·ia sanm~rtiniana, fue harto se­vero con los condes y marq ueses de L im.a A veces 1 asta duro.

Unanue que alternó siempre entre las lases alt as, conocía a fondo la calidad d el material, y sin d u da sabía que ·n el m omento de la prueba ni t endria valor para la lucha, n i la altivez ne o::saria para r echazar la domina­ción y la esclavitud , ya que era a méd t o dl esa esclavitud del Perú que sus títulos nobiliarios ten ían alguna significac m. Co 1clutda la dominación española, concluiría la nobleza. P or esto U. w-i.stocra ·ia a l concepto d e pa­tria p r efirió el de nobleza t it ulada.

Una.nue dirigente.

E n 1816 regresa al Perú, desesperanza y aba•íuo; pero cuatro año5

desp u és llega San Martín y, elegido el sabic como dí¡ uta<lo del Virrey para las conferenéÍas de Miraflores, el destino p nele en < ontact o con los hom­bres de ley y con los hombres de guerra dt 1 genera lís mo argentino. Debió ser perfecta su inteligencia y s u comunicad ele ideales con éstos, * porque cuando D íonísio Capaz, otro dipu tado del 'irrey P ezuela. suplanta la fir­ma del sabio en un manifiesto injurioso y mendaz contra los leg ionarios d e la independencia, Unanu e lanza otro lailÍfíestG desenmascarando al

* Los diputados por parte de San M art(n fueron el doctor J uad García del Río, colombiano de Cart Pezuela fueron el conde limeño de Villar de Fuente y como secretario, Unanuc,

•I genera l Tomás Guido, a rgentino, y >na de India". P or parte del Vireey , marino ~pañol Dionisio Capaz, Y

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falarios, y en forma tal, y es tal la ft erza de c~as declaraciones, emanadas del hombre más respetable del P erú, < 1c García del Río lo califica, en carta a O'Higgi.1s, de "la acción más suuli y el go pe más fuerte que se puede haber dado al Gobierno de Lima"

Cuando San Mart.:ín ocupa Lima forma u1 Consejo de Ministros, con dos estadistas extranjeros que han pr stado la ·gos servicios a la causa de la emancipación y como represen1.an1 peruan-> cn él, designa a Unanue. ¿Porqué el Protector, que co:i.ocía des le dos a •os antes todas las figuras da la baraja peruana, )'..que, como l mbre fr· y concienzudo, nunca im­provis1, hizo tal designa-;i6_1 ?. Y pc.,-q ué el ~ 1bio, olvidando sus años y ~aliendo de su esfera, la aceptó~ por< ue sabe • ¡ue es el llamado; que le co­rresponde ofrecerse en holocausto en aras de la patria naciente, porque nadie reúne las cualidades necesarias, c¡ue en él <.hundan.

El mismo día que San Martín a'>andona t 1 Perú, se instala la Consti­tuyente. Tal vez por eso no es U nan l~ el pri1 1 r presidente de ella. Está todavía en el P oder Ejecutivo como lmistro le Hacienda. Esto es el 20 de setiembre; pero el 1° de diciembre y 1 sus coleg.is le h a n e legido presidente. Des:ie ese momento ejerce una reprc ·t.:'1tación parl.--imentaria, alternándola con la Cartera de Ha~ienda, para que e fre:uentemente solicitado. Los dos Maris::ales que ejercen el 1.1 ndo su ¡ rcro, y el mismo Liberta­dor, invariablemente búscanlo para '- e lVlini> ·río.

Despu és de la victoria de Ayact..~ho, Bolívar, dictador del Perú, deja el territorio nacional y delega sus f._ '1Ciones e 1 un Consejo Gubernativo; y no sólo es Unanue e l presidente d éste, sil o que parece tan ineludible que sea siempre el sabio quien se ha le a la e tbeza de su s conciudadanos, que en las oportunidades en que B o lh r d ecide ¡ue presida un militar - bien porque estime que las circuns ta·;1cia. críticas así lo exigen o bien porque como hombre de guerra- tiende nece,., .riamentt a sus conmilitones- inter­viene e l acaso, y Unanue continúa .._ 1 la pres ciencia. La primera vez La ::viar, enfermo del cuerpo o del espínt i rehusa presidir. La segunda, Santa Cruz acepta gustoso e l mando, pero una gra ·e insurrección militar en el Centro oblígale a entregar el gobien10 al vieJ sabio, mientras él marcha a debelarlo.

En esta ú !tima oportunidad la < ·onjuracic •n estalla también en Lima, y es el viejo médico quien ha d e en rentársel" desplegando una entereza insospechable en él, y orden:indo que salgan l las calles los cañones y el ejército. **

* Carta de García del Río a Bernardo 1'Higgins, ')irector de Chile, datada en Pisco, en 20 de octubre de 1820.-"Historia de San ' rtín", por J. Padjico Otero.-T. III, Pag. 82.

·:i·* "Unanue, San J'vfortín y Bolívar", pt L. Alayza ' S.-Lima, 1930, Pag. 15.

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N'o s61o actúa en el escenario qut e;ncierran las fronteras. Gran ameri:­canista, se empeña en el afán de umc :1 del C o t inente, propósito del Con­greso hispano-americano de Panamá, de 1826. *

Cuando Bolívar anuncia la p roxlr'lidad de su viaje a Colombia, Una­nue pide su retiro. Es lógico. E st<t hecha la l"bertad del Perú y estable­cido el Gobierno; y, automáticamcnt la ancianidad, la senectud, recupe­ran su triste domi;nio sobre el indi\ iduo del patri.ota.

Unanue y F austo. ~­,.

Concluída la emancipación, co11c U) ·n las fuer,:-as de este nuevo Fausto, en quien el sentimiento del amor - pcn del am ·r a la patria, al género hu­mano-- ha encendid~ una juventud d magia Una;·.ue vuelve a la senda est.recha. La que conduce a Dios. Y e.; el e;rrr i año de A.tuna.

Como San Agustfn, arrastra a i.::: vida cor ventual en primer término al hijo de su carne, Unanue rodéasc d los suyc,s para iluminarles la senda. Cegados ca&i sus ojos, ciérralos al lib1 de la • · aturaleza, que como sabio hubo de penetrar año tras año, y ábrdos a la luz increada de su s amores d e adolescente. Ya no puede consagrarse 4• altar. Pero sin ese requisito puede directamente propender al Creador, y sí Io haCf'

Por fin abandona la envoltura car- al en 15 de julio de 1833 y trascurre una centuria sin que sus compatriotas hstingan ,¡reguero de luz y de fuego sagrado de su paso por la vída nac10111l Aper> as Jos miembros del cuerpo médico peruano, sus hijos espirituales más inm •<liatos, la entreven. Pero, como quien mira sólo por una rendiJa no abar<'an sino t>l reducido sector que de ella puede mirarse por la grieta Apenas t 1 segundo cuadrante de stt

existencia: el de la sabiduría.

Una.nue y la Hístoría.

Los cultores del pasado y d e la e¡ •eya patr·,t escarban entre los vie­jos papeles y los perdídos recuerdos c1 busca de un héroe para entronizarlo en el altar peruano; y halla n sólo los -sonajes de comparsa o los compri­maríos d e la epopeya. Pasan al ladQ de la enonnc ~ luminosa silueta y no la ven .

-¿Porqué? -Es un místerio. Acaso por lw1

Acaso por daltonismos sícológícos. Tal garídad del medío común no concib n ,

1s y ot ,;curas causas sociológicas. vez por · ¡ue contagiados de la vul~ héroe ~í '1 espada.

* Véase "Él Congreso de Panatná 11, pot Ra Porras Barreneehea, Lima, 1930, Pág. 15.

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Si

Y, sin embargo, qué nación de \mérica puede present a1· como su cori­feo figura tan excelsa, person aje tan tacha, varón tan múlliple y luminoso. En las cuatro etapas conscientes 0 a vida xhibió las cuatro santidades: la del trabajo, trabajo de un pobre e 1 .i inopi< , la de la sabiduría, sabiduría, no sólo del cerebro sino del amor ah hnmanid: ü; la del heroísmo, patriótico, realizado en p lena ancianidad, y la s 1 idad qt t por auton omasia es de D ios. Digo por a utonomasia, porque entk lo que .s otras tres también lo son.

Unanue tuvo error es, pero s6lo err ores No bajas pasiones ni menos crímenes. Y, en ca~. cuantas "t 1dezas. Fue el patriota sin t ib iezas, s in d esmayos, sin claudicaciones.

¿Y cuál d e esas grandezas es m ,,., grand< Ko lo sé. Un obr er o diría, la primera. La d el trabajo a sahri Un hcnbre de ciencia exclamaría la segunda: la sabiduría. Un varón de Dios pnl'onizaría la última: la piedad. Yo tímidamente confieso la d e mi p1 lilecci6'l · la del patriota.

Unanue an te la Naturaleza y ante las Pas iones.

T oda la actuación política <le U nanue !-t desarrolla en una época d e m iseria material y descomposición n «ral en < l Perú. El, sin duda, hubiera preferido abandonar el mundo pan, e lcerrars • en la celda y en el laborato­rio. P ero su misión era de fundació y de l < locausto. El destino de este pueblo quiso que su fundador fuese o un m litar o un agricultor, como en otr os, sino su sabio. En aras de e misión supo, viviendo entre perfidias y cobardías, conservar, según frase ·opia, e rostro tran quilo y el corazón sereno; pero no porque hubiese nac do intréindo. sino porque hasta su va-lor personal era en él res ultado de sabidt. da y del deber.

¿Cuál era el reactivo qué trasmu aba el neta! blando de su alma en el templaElo de su heroís1no?

El nos lo dice: " D ebo declarar que en esas gra1 les con ul!;iones del globo, en que m e

consiEleraba u n átomo vagand o en b nmensi l td de la naturaleza, un fu erte sentimiento religioso m e levan taba ic mpre h tl'ia Dios, y experimentaba no sé qué aliento de seguridad y d e ,_>ra:1deza. \Ii alma lejos de abatirse co­braba nuevo vigor".

Sin ~mbargo confiesa que, tratár sino de las pasiones humanas des 1

de la época d e su actu ación política falla b a y d esfallecía.

lose no ya ele la furia de los elementos, .tdenad< , esas pa!<ioncs tan protervas asta el 1 1ágico r eactivo de su espíritu

"No puedo decir lo propio, 'X ti a comnJetando la frase citada, en los trastornos m orales. L os hombr· s, dañinos que la naturaleza. Cuando

¡..,runos H mbres, son más peligrosos y ú desaté n las pasiones d el corazón hu-.

I.S-8

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mano y se agitan y combaten, no d ejan ver los cla .s sender •s de la virtud ni los caminos de la verdad".

Así hablaba e l hombre que v iera el fracaso d e las grandc-s personalida­des de nuestra sociedad, en el momento de la luc a por la emancipación; sus cobardías y claudicaciones, sus traiciones y su envidias; los lances en que la venganza y la ambición arrastraron a quiL 1 ·s eran p: dres y liberta­dores de la patria, a hundir sus puñales a sesin os (; 1 el seno d e esa misma patria que les debía la existencia.

Hubo, por fin, de encontrarse ~edio del ch oque de <:'Sas d os enormes fu erzas liber.tadoras de América, q u e 'se llama.ron Simón Bol var y José de San Martín, las que, acaso por ser fuerzas del mis io nombr . como las de la electric idad, chocaron, amenazand o producir en u choque: la hecatombe más grande q ue hubiera presenciado la Amércica, p ro esta V <'Z fue el sabio, ya qu e no e l vínculo de coJ·dialidad de uno y otro l ~roe, el enorme eslabón por obra del cual sumáronse, en vez de aniquilar~c esas do tempestades, para lograr en la continuidad d e su obra la libertad del conti 1entc.

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Epílogo

Quien v1s1ta el Escorial ingresa en la umba d '' los reyes de E spa­ña. Severos sarcófag9s de granito para los reales dt·spojos. Pero antes de ocuparlos han de pasar éstos varios af\I s en u n recin to que tiene un nombre de feroz realismo: el Pudridero, has, q ue los gu sanos hayan con­cluido su obra.

Fernando enLierra a su tercera esposa, l d ulce ~1aría Josefa Amalia de Sajonia, y s iete meses despu és contrae nupcias "On María Cristina, hija del rey de Nápoles, q ue le aporta la a1 ~ciada suresión . ¿Varón? pre­guntaréis. No señores, "chancleta" , y las } embras i o p ueden reinar en Esp¡i.ña por imperio de la ley Sálica, intro<k ·lda por Felipe V en 1703. Fernando ha revocado la ley, para encendc así la g ..icrra de sucesión, el carlismo, q ue ensangrentará durante u n sig J al pa is

Las f uerzas de Fernando declinan. Cúbrcse d e •rupciones, vejigas y granos. Es lo de dentro q ue Je sale al ros ro.

También U nanue declina, sin males, si dolenci: s. S us ojos comien­zan a cegar, de tanto contemplar los astros <, sus o b<l'rvaciones astronó­micas, sin lentes protectoras. Avecinase u 1 muerte (luJce y natural, co­mo la de un péndulo que se detiene.

"España es una botella de cerveza qu• mos meses F ernando. Y o soy el tapón q ue inundando el reino. El 29 d e setiembre de do ingresó por fin a l pudridero.

fermen t t", decía en sus últi­saltará < 1 día de mi muerte,

830 saltl el t apón y Feman-

Tres meses antes Unanue, despu és de .cis años de reclusión en Ca­ñete, destinados a a lejarse de los hombres ) acercan·< a Dios, se vé un día libre de la carga de la decrepit ud y d el h< rror d e 1: materia corporal, y el 15 de julio traspuso serena mente las puer 1.s luminosas de la inmorta­lidad.

Magd:. lcna del l\lar , julio de 1935.

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CANJES

Se ,oli ita su n I ii;iún al Sr. Dr. Luis Al&yz: y Paz Soldán

Lima, rnlle de Valladolid 224 \

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