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RAZÓN Y EMOTIVISMO; PARA UN ABORDAJE AL POPULISMO Jesús M. Gómez Sahagún Colaborador en el Instituto de Filosofía de Madrid «RATIO ANCILLA» Este trabajo, que en su día dio satisfacción a las exigencias intelec- tuales requeridas para un trimestre, quiere desprenderse ahora, sin modificación alguna, de ese contexto suyo en el que surgió. Quiere olvidar aquellas circunstancias propias de una aportación trimestral para someterse a las que ahora le permiten ser representante de un curso entero o, mejor, de una determinada perspectiva con la que instalarse en la materia política: aquella mirada que quiere ser reflejo fiel de la práctica política. El trabajo, concretamente, se localiza en un seminario que impartió el profesor Alvarez Junco. Y a la parcela del fenómeno populista se ha de reducir aquella ambiciosa denominación «la materia política», pues Los populismos como movimientos políticos fue la materia concreta que en ese seminario se abordó. Dentro de este tema general, el pre- sente acercamiento escogió la problemática determinada por la deno- minación Razón y Emotivismo. La tazón de ser de este tema de trabajo dentro del seminario indi- cado, tal vez no demasiado clara al primer golpe de vista, se muestra bien transparente a poco que se adentre la reflexión en el terreno del fenómeno sociopolítico del populismo. La razón de ser del tema Razón y emotivismo brota del segundo rasgo discriminativo, o característica, que permite la identificación del concepto «populismo». Se refiere al tipo de discurso populista, junto con sus técnicas de incremento de la eficacia del mensaje que se comunica ayudadas por la retórica persuasiva. Y, en segundo lugar, el tema se relaciona con el tercer rasgo, es decir, el que afecta al papel del líder a la cabeza del movi- miento. Además de brotar de los rasgos segundo y tercero, tal como acaba- mos de indicar, la razón de ser de la temática «razón y emocionalidad» en el marco de este seminario, viene respaldada por el tono general con Revista del Centro de Estudios Constitucionales 249 Núm. 2. Enero-abril 1989

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RAZÓN Y EMOTIVISMO;PARA UN ABORDAJE AL POPULISMO

Jesús M. Gómez SahagúnColaborador en el Instituto de Filosofía de Madrid

«RATIO ANCILLA»

Este trabajo, que en su día dio satisfacción a las exigencias intelec-tuales requeridas para un trimestre, quiere desprenderse ahora, sinmodificación alguna, de ese contexto suyo en el que surgió. Quiereolvidar aquellas circunstancias propias de una aportación trimestralpara someterse a las que ahora le permiten ser representante de uncurso entero o, mejor, de una determinada perspectiva con la queinstalarse en la materia política: aquella mirada que quiere ser reflejofiel de la práctica política.

El trabajo, concretamente, se localiza en un seminario que impartióel profesor Alvarez Junco. Y a la parcela del fenómeno populista se hade reducir aquella ambiciosa denominación «la materia política», puesLos populismos como movimientos políticos fue la materia concretaque en ese seminario se abordó. Dentro de este tema general, el pre-sente acercamiento escogió la problemática determinada por la deno-minación Razón y Emotivismo.

La tazón de ser de este tema de trabajo dentro del seminario indi-cado, tal vez no demasiado clara al primer golpe de vista, se muestrabien transparente a poco que se adentre la reflexión en el terreno delfenómeno sociopolítico del populismo. La razón de ser del tema Razóny emotivismo brota del segundo rasgo discriminativo, o característica,que permite la identificación del concepto «populismo». Se refiereal tipo de discurso populista, junto con sus técnicas de incrementode la eficacia del mensaje que se comunica ayudadas por la retóricapersuasiva. Y, en segundo lugar, el tema se relaciona con el tercerrasgo, es decir, el que afecta al papel del líder a la cabeza del movi-miento.

Además de brotar de los rasgos segundo y tercero, tal como acaba-mos de indicar, la razón de ser de la temática «razón y emocionalidad»en el marco de este seminario, viene respaldada por el tono general con

Revista del Centro de Estudios Constitucionales 2 4 9Núm. 2. Enero-abril 1989

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respecto a la racionalidad en el que el profesor Alvarez Junco se ins-talaba en el desarrollo de sus lecciones. Y desde las cuales planteabala problemática, tanto desde el punto de vista de la metodología deltrabajo de investigación, cuanto desde el punto de vista de la secun-daria posición que a la «racionalidad» caracteriza en el fenómeno po-pulista. Entendida la racionalidad en cuanto primacía de lo concep-tual, esto es, lo que habitualmente viene siendo considerado como lopropiamente «racional». Importa también destacar que tal vez el po-pulismo no sea otra cosa sino un caso extremo de lo que, más mode-radamente, constituye el marco de la oferta política ordinaria, dirigidaa una población determinada y de la que se espera la aprobación, se-llada con el voto donador de poder, a una propuesta política cuales-quiera que ésta sea.

Quizá determine y, así, justifique un poco más el explicitar ese«tono general» o telón de fondo en el cual la racionalidad o concep-tualidad o, si se prefiere, lógica, constituye un mero instrumento pormedio del cual la irracionalidad o emocionalidad o, mejor, voluntadde autoafirmación, logra la consecución de sus intereses.

Podría mostrarse, de acuerdo con la exposición del profesor, a lolargo de cuyo desarrollo las precisiones que siguen aparecieron enfati-zadas, esta subordinación de la racionalidad desde tres puntos de vista.Los tres son distintos entre sí. Sin embargo, son también idénticos enúltima instancia, sobre todo si se trata de establecer aquello de que«no es la conciencia la que determina al ser, sino el ser el que deter-mina a la conciencia...». Sean:

1. Dificultad de establecer una definición del populismo, puestoque de la realidad escapa ésta.

2. La historia constitucional logra su mejor comprensión aten-diendo no sólo a los textos constitucionales, sino indagando enla voluntad que les subyace.

3. El discurso político, y el populista extremadamente más, apelaen su argumentación a los aspectos irracionales, antes que alos lógico-racionales, de que disponemos los individuos.

Sin embargo, por lo que respecta al punto primero, la investigaciónsocial carecería de sentido si no lograse, aunque sea a duras penas,que, al fin, la reflexión disponga de sus requeridos conceptos. Es decir,que el hecho de admitir y reconocer la subordinación de la racionali-dad, no significa ausencia de ésta o renuncia a captar y explicar losfenómenos sociales. Es por ello que, después de caracterizar abundan-temente, sin definición, el fenómeno del populismo, llegó el momentoen el que, con cautela, el profesor Alvarez Junco propuso una. Propusoun concepto-definición en el que el populismo contiene tres rasgos:1) movilización de masas urbanas con reivindicaciones políticas, me-diante 2) un discurso retórico, 3) cuyo portador es un líder o dirigenteque pretende establecer un vínculo con las masas que les incite a lamovilización política.

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Es así que dentro de este concepto se mueve el presente intentode caracterización del populismo. Ello da cuenta de que se haya alu-dido a los rasgos 2 y 3 de la definición. Del rasgo primero, 1, tambiénhabrá que tratar, pues su omisión haría que no tratásemos con elpopulismo, que incluye el aspecto político. Trataríamos con un con-cepto más amplio que contiene, naturalmente, un menor número derasgos discriminativos.

De todos modos, es conveniente notar que el apoyo y elección deun líder populista, o un partido político, es susceptible de la traduc-ción a términos de la relación social de compra-venta. Y este fenó-meno con manifestación política obedece también a los mecanismosque están presentes en la comunicación de masas. Es decir, que aña-diendo el componente político a las notas 2 y 3 de nuestro concepto,surge la especificación de un fenómeno psicosocial más amplio, y seadapta al caso de la elección de representantes políticos, o al casoextremo del populismo. Este fenómeno psicosocial más amplio es elhecho de que las masas sean influenciadas por los modelos con losque se identifican, debido a la mediación de un instrumento persua-sivo. Ello justifica que al querer comprender el populismo nos ayudenlos conocimientos de la psicología social al respecto, así como los delanálisis del discurso, por ejemplo. Y ello da cuenta de que en el pre-sente detenimiento a ellos también se les haga hueco.

Una vez expuestas estas consideraciones previas, es momento deanunciar cuáles serán los apartados en los que hemos consideradoimportante el detenerse:

En primer lugar, haremos un alto para atender a la teoría deC. L. Stevenson, valioso marco de referencia general, creo, para poneren relación con el fenómeno populista. Luego, me ha parecido opor-tuno continuar con el análisis histórico-social de M. Horkheimer sobrelos .movimientos populistas burgueses. Este autor aporta datos intere-santes sobre la relación dialéctica que se establece entre el líder y lasmasas, que explica la función social de los populismos desde su pers-pectiva de lucha de clases. Después, me detendré en el propio men-saje populista, el discurso, en sus contenilos y en sus mitos arcaicos.Por fin, algo se podrá decir acerca de la fuente de la comunicación,el caudillo, así como del receptor de ese mensaje, las masas que leapoyan y al que se someten.

MAGNÉTICO VERBO

...Ratio ancilla, sed ratio est. Era ésta la pequeña incoherenciaa la que hemos abocado al resistirnos, al fin, a separar nuestrosbrazos del cuello de la ciencia, y nuestra boca de la suya. Esto es,que nos hemos internado en los terrenos de un concepto; en las pro-piedades del concepto «populismo». En concreto, nos hallamos en laparcela dedicada al cultivo de la emocionalidad del discurso, ese rasgo

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y ese discurso de los que abusa el caudillo populista el que más.Y como tenemos a C. L. Stcvenson por buen labriego en esta especia-lidad, le escucharemos para que nos hable de su teoría, que otorgaimportante papel a la emocionalidad a la que afectan nuestras palabras,argumentaciones y discursos'.

El considerar interesante el detenimiento en la teoría emotivista,viene determinado por el hecho de que ella muestra con toda claridadla subordinación de los elementos racionales. Y otorga a los factoresirracionales el rango de principio determinante. La explicación deque haya sido Stevenson, cuya atención se dirige al análisis del dis-curso en el plano moral, el representante de la teoría emotivista quehemos elegido, descansa en el contacto de este que habla con estateoría, que se reduce al ámbito moral y a este autor. El análisis deldiscurso de tipo emotivo, sin embargo, es aplicable a muchas másclases de discursos y razonamientos: al religioso, al filosófico, al eco-nómico, al político, entre otros. Es interés nuestro en el caso presenteque aborda el populismo, el considerar la teoría emotivista desde eldiscurso político. Sin embargo, primeramente caracterizaremos a éstaen el ámbito moral, como arriba se indicó. Y no ha de considerarsedemasiado desacertada esta elección, ya que, como el profesor recal-caba en su exposición y apuntes, la recurrencia a la moralidad esuna constante de la que se vanagloria todo caudillo o líder populista.Además, no es cosa extraña, y sí usual, la justificación de la actuaciónpolítica por principios morales. Es decir, que se quiere mostrar alexterior, por parte de los que tienen la política por profesión, a suactividad como moralmente fundada.

Y ahora, someramente, pasaremos revista a los rasgos distintivosde esta teoría; Stevenson, ya se sabe, será nuestro guía y protagonista.

Se manifestarán, como de hecho ocurre, recelos contra la teoríaemotivista. No es cosa fácilmente aceptada el que también la persua-sión esté a la base de la ética, o que juegue un importante papel ennuestra moralidad. Así, Mclntyre2 considera «justificada la queja deque la teoría emotiva no sólo es errónea, sino también opaca»3, ydenuncia lo que considera una restricción del uso del lenguaje, puesquiere él ver al hombre más angélico, en los análisis que lleva a caboStevenson (recordar sólo el traspaso que hay que efectuar para loca-lizar a Stevenson, desde la teoría referencialista del significado a lateoría del lenguaje y el significado como uso). «Pues el uso del quese ocupa es el uso en segunda persona en que tratamos de impulsar aotras personas a aceptar nuestros puntos de vista. Todos los ejemplosde Stevenson muestran un mundo extremadamente desagradable en

' C. L. STEVENSON, The Emotive Meaning of Ethical Terms. Mind, XLVI, 1937;Persuasive Definitions. Mind, XLVII, 1938; Elhics and Language, New Haven-Londres, 1944; Facis and Valúes, New Haven, 1963. Las fuentes de esta teoría, enC. K. OGDEN y I. A. RICHARDS, The Meaning of Meaning, Londres, 1923.

1 A. MCINTVRE, A Short History of Ethics, N. York, 1966. Versión castellana:Paidós, 1982.

' Op. ciu, p. 250.

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que cada uno trata de entremeterse con los demás»4. La refutación deMclntyre, por la que esconde a Stevenson detrás de la cortina, le hacedecir lo increíble: es decir, que él no tiene experiencia de algún caso,siquiera uno, en el que alguien que «no está en situación de intentarconvencer a los demás», no pretende otra cosa, efectivamente, sinointentar convertir las valoraciones ajenas a las suyas. Pues aduce:«Pero de hecho, uno sólo está en situación de intentar convertir a losdemás a las propias opiniones morales cuando tiene opiniones forma-das»5. Cuando menos, se le diría a Mclntyre, que el «de hecho» querrádecir «de derecho», pues de jacto, el uso del lenguaje bien permiteel caso primero.

La crítica de S. E. Toulmin, por su parte, no considera los razona-mientos y disputas valorativas reflejados por el emotivismo. Los ar-gumentos que apoyan juicios de valor no tienen que ver con actitudes,con procesos psicológicos desencadenados por los términos lingüísti-cos. Para él, por el contrario, tienen que ver con «buenas razones», conargumentos válidos e inválidos. Es decir, que se trata de cuestiónde «lógica». Dice Toulmin que al tratar con una acción buena «no seestá haciendo simplemente esto (actitudes, procesos psicológicos, etc.),sino que se está diciendo que es verdaderamente digna de aproba-ción»6. Por más que se quiere contemplar la cuestión a lo Toulmin,no se ve cómo las cuestiones valorativas se separen de la «actitud» ovoluntad de autoafirmación con la que toda «buena razón» es respal-dada. Además, desde determinado punto de vista, resulta que la elec-ción de una razón digna es más persuasiva, mucho más pretenciosa,que la explicación emotivista rechazada. Sea que la cuestión no seexprese ya así: «bueno = Yo apruebo esto; apruébalo tú también»7,sino más bien: «"X es bueno", porque este juicio está basado en unarazón digna. Y como es digna, todo el mundo debería apoyar estejuicio. Yo sé esto y en ello me mantengo: en la fundamentación digna,la verdadera. Tengo de mi parte a las buenas razones. Y te recomiendo,a ti lo mismo que a todo mortal, que obres según lo digno, esto es,como obro yo y en lo que me sustento.» ...« Hay verdaderamente unargumento válido (una buena razón) para decir que es buena y, porlo tanto, para aprobarla y para recomendar a los otros que tambiénlo hagan»8. «Recomendar a los otros.» Quién no ha experimentadocómo le sube el rojo a los mofletes y se le hinchan los ojos tambiénal hombre bueno cuyas recomendaciones son desatendidas. ¡Tambiénel caudillo tiene relación con los dignos designios de Dios y la Historia,y sus recomendaciones hacen el favor de poner, a los que nada de

' A. MCINTYRE, A Short History of Ethics, p. 249.3 Op. cit., p. 249.6 S. E. TOULMIN, An Examination of the Place of Reason in Ethics, cap. 2, p. 56.

Versión castellana: Alianza, 1979.7 Como es sabido, ésta es la expresión de Stevenson de su primer esquema de

análisis de los significados descriptivo y emotivo de un juicio valorativo, como«X es bueno». Ethics and Language.

1 S. E. TOULMIN, El puesto de la razón en ¡a ética, cap. 2, p. 56.

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ello sabemos, de acuerdo nuestra voluntad con la Providencia! En fin,quiere distinguir Toulmin entre «cuáles de ellas (razones) eran buenasrazones, en cuáles de ellas se lleva a cabo la persuasión, por lo menosen parte, por un razonamiento válido y en cuáles de ellas se obteníapor mera persuasión: buena retórica no sustentada por argumentosválidos o buenas razones»9. No desecha, pues, la persuasión, sino quequiere ser persuadido por la Buena Razón. Como se apreciará, no esésta manera de sacudirse la «actitud»; se tratará, en todo caso, de unaactitud favorable hacia la lógica, lo digno y los buenos argumentos.

Cerraremos este apartado explicitando lo criticado por estas crí-ticas. Concluimos, así, con nuestro objeto primero, los rasgos dis-criminativos de la teoría emotiva. Son, o mejor, muy bien podríanser tres:

En primer lugar, Stevensión acentúa la distinción entre «creencia»y «actitud», como referida cada una a un uso distinto del lenguaje:el cognitivo y el afectivo, es decir, a «las variadas funciones del len-guaje en contacto con la vida práctica» l0. De estas funciones surgenlos significados descriptivo y emotivo. Y un juicio valorativo poseelos dos.

En segundo lugar, señalar el núcleo de la teoría, el «magnetismo»del discurso. Derivado de que «el uso principal de los juicios moralesno es indicar hechos, sino crear influencias». «Según Stevenson unapersona que reconozca que X es bueno, adquiere por ello una tenden-cia más fuerte a actuar en favor de ello que la que tendría en otrocaso»". «El significado emotivo de una palabra es el poder que lapalabra adquiere, a causa de su historia en las situaciones emocionales,para expresar directamente o evocar actitudes, a diferencia de descri-birlas o designarlas» 12.

Por fin, y por lo que respecta a la argumentación moral o valorativa,subrayaremos las definiciones persuasivas y los métodos no-racionalesde argumentación. «Cuando se ofrece una definición persuasiva sesuele hablar del significado "verdadero" o "real" de las palabras:¿Qué es la verdadera democracia?... Stevensión afirma que, en esoscontextos, "verdadero" y "real" tienen fuerza persuasiva»13. En cuantoal modo psicológico no-racional de apoyar las predicaciones o defi-niciones de «bueno», descansa en la fuerza emotiva del lenguaje.Stevenson da el ejemplo siguiente:

«A: No tiene derecho a actuar sin consultarnos.B: Después de todo, es el director.A: Sí, pero no el dictador» M.

9 TOULMIN, op. cit., p. 54.10 C. L. STEVENSON, Ethics and Language, p. 11." W. D. HUDSON, La filosofía moral contemporánea, Alianza, 1970, p. 124." STEVENSON, Ethics..., p. 33.13 HUDSON, op. cit., p. 131.14 Qp. cit., p. 133.

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Como se puede apreciar, tanto las definiciones persuasivas comolos métodos no-racionales de argumentación son no poco frecuentesen el discurso político, el que aquí nos interesa.

En fin, sin que llegue a ser buena exposición, buena idea nos pode-mos hacer del magnetismo del lenguaje y de su capacidad de afectara la emocionalidad; lo que cuadra con el espectáculo del líder po-pulista.

SALVACIÓN PERPETUAMENTE FRUSTRADA

Temiendo desviar el tema más y más a medida que se extendía lasección anterior, me apresuré a concluirla, tal vez poco felizmente.Los temores se justifican en el hecho de que nuestro tema es el popu-lismo, y no el significado o razonamiento moral. Mas algo esos temoresse disipan al comprobar que también en este nuevo apartado, cedidoa la interpretación que del fenómeno populista elabora Horkheimer,se subraya el segundo rasgo del concepto populismo con el que traba-jamos. También aquí cobra gran importancia ese instrumento per-suasivo-irracional, gracias al cual el caudillo logra conciliar la relacióncontradictoria que se establece entre los intereses que él representa ylas masas o pueblo. Tal relación contradictoria es la que da cuenta dela perspectiva de la función social del fenómeno populista, de acuerdocon la Teoría Crítica. Bien, a dibujar un poco este enfoque nos dedi-caremos en este tercer apartado.

Antes de dar la palabra a Horkheimer, parece conveniente aludira los problemas metodológicos que el profesor dejó bien claros alcomenzar su acercamiento al fenómeno del populismo. Esto es, queel fenómeno populista no se somete a aproximaciones tales como:1) Doctrinales o ideológicas, pues no es posible encontrar una únicaideología populista; hay varias. Es más, estos movimientos se presen-tan más bien como careciendo de doctrina; no en vano el líder subrayala ausencia de programa político de la propuesta de poder que élrepresenta. A él le interesa la acción no «programada». 2) Jurídico-formales. Hacía ver el profesor Alvarez Junco la insuficiencia de esteenfoque en el tratamiento del fenómeno populista, puesto que tam-poco sería unitario este intento. Por ejemplo, se puede observar quemovimientos populistas que han triunfado han dado lugar a más deun tipo de constitución. Es decir, no ganaríamos demasiado en pe-netración en este fenómeno sociopolítico si propusiéramos la direc-ción del estudio de la mano de temas como «la constitución popu-lista», por ejemplo. Y 3) Tampoco cuadraría con la realidad del popu-lismo su acercamiento desde la perspectiva de la lucha de clases.No puede señalarse un sujeto homogéneo portador de la revolución,el proletariado, la burguesía... Y en los movimientos populistas —adu-cía el profesor— las masas seguidoras del líder del movimiento hande ser consideradas heterogéneamente, desde el punto de vista de

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pertenencia a una clase social. Conviene recordar que en el plantea-miento metodológico se notaba la ineficacia de los conceptos o catalo-gaciones generales. Esto constituía uno de los tres niveles, que enel presente trabajo hemos destacado, de subordinación de lo racionala motivos materiales, contextos determinados, etc. Con la catalogación«lucha de clases» ocurriría, por tanto, lo mismo.

Horkheimer puede ser considerado como representante Üe estetipo de acercamiento, desde la perspectiva clasista de la historia, cuan-do aborda los movimientos revolucionarios y populistas. Desde la an-terior apreciación, como se ve, su interpretación habría de ser consi-derada limitadamente y, en ciertos aspectos, no adecuada. Sin em-bargo, algo parecido a lo que ocurrió con el concepto «populismo»(que, tras mucho recelo, se propuso uno; pues algo, tal vez bastante,explica sobre este fenómeno político) ocurre ahora con la «clase» yla «lucha de clases»: que, aún pudiendo ser harto limitada esta orien-tación, sin embargo, si falta por completo este concepto, algo delfenómeno populista quedaría inexplicado. Resulta que, si no es laclase el sujeto de la revolución, sí podría serlo la categoría, concepto de«pueblo». Y también, de todos modos, se ve que el concepto «pueblo»,considerado en cuanto trabajador y carente de las remuneracionespolítico-económicas que le corresponderían por su trabajo, se observa,apuntábamos, que no demasiado alejado de la «clase» se encontraría.

El análisis de Horkheimer, además de permitir esta traducción dela «clase» a «pueblo», y conservar el marco general de interpretaciónhistérico-materialista, que cuenta con más peso para su pleno des-tierro, da buena cuenta de los motivos de actuación de ese «pueblo»,como se indicó en las lecciones, a saber, la subida del precio de losalimentos y los bienes materiales, y la presión fiscal incrementada.Y, así, da cuenta también de las reivindicaciones políticas de las masas,expresadas en la sumisión y ligazón con el caudillo, que esas reivindi-caciones promete para ellas. Estas reivindicaciones de carácter políticose sintetizan en: 1) una mayor participación política, y 2) una reorga-nización del aparato político que conlleve una mayor igualdad social,materialmente considerada.

El texto de Horkheimer que a continuación utilizaremos para seguirsu interpretación, será el que lleva el título Egoísmo y movimientoliberador, 1936, recogido en el volumen Teoría Crítica.

En los movimientos populistas, según el análisis de este autor, estánpresentes cuatro elementos:

En primer lugar, una función social de los levantamientos popu-lares, caracterizada por considerar «el papel del caudillo como fun-cionario de las clases propietarias» 15. Conviene recordar el ámbito alque se restringe Horkheimer; para ello basta atender al subtítulo deeste trabajo: Contribución a una antropología de la época burguesa.Así, resulta que el concepto «populismo» se traduce por «populismoburgués». Resulta de este modo más claro el papel de la función social

ls M. HORKHEIMER, Egoísmo y movimiento liberador, p. 207.

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de estos movimientos en cuanto protección de los intereses de laburguesía.

En segundo lugar, se puede encontrar en los populismos una rela-ción contradictoria entre el pueblo y el líder, como consecuencia dela mencionada «función social» del caudillo que representa los inte-reses de las clases poseedoras, y deseosas de la consolidación, en elperíodo histórico que ocupa el estudió Horkheimer, de su dominaciónjurídico-política; es decir, la liberación de las últimas trabas feudalesque obstaculizaban su libre desarrollo. Se trata de una relación con-tradictoria, o dialéctica, debido a que, por una parte, se requiere lafuerza del pueblo; así, «en los movimientos políticos de la burguesía,la población pobre fue su base y la burguesía fue la conductora»16.Mas, por otra parte, se precisa de «la necesidad de establecer un víncu-lo irracional entre las masas y una política que no es la de ellas» 17.

En tercer lugar, está presente el discurso en la asamblea de masas,es decir, el medio a través del cual se logra el establecimiento deaquella relación. Pues «el caudillismo, por el cual el pueblo debeser conducido hacia determinados fines... se sirve de un instrumentoespecífico: el discurso en la asamblea de masas» 1S.

Por lo que respecta al tratamiento del discurso, importa señalarque el análisis de Horkheimer resulta muy completo. Tiene éste encuenta el papel del uso emotivo del discurso, y tiene en cuenta lostemas, artificios, etc., que suelen componer el contenido retórico deldiscurso del caudillo. Estos, y algunos más, fueron tratados en el semi-nario. La ráfaga de citas lo explicitará:

«El discurso popular de los tiempos modernos, en parte argumen-tación racional, en parte medio irracional de dominio, pertenece, apesar de tener larga prehistoria, a la esencia del caudillismo bur-gués» ". Se observa que, ampliando Horkheimer esta función retóricaa otros períodos históricos no burgueses, se hace más visible el quesu análisis es restringido; y se manifiesta que, más bien, éste sea unrasgo de todo discurso populista. Y continúa: «El discurso, en sí mis-mo, no apunta esencialmente a las fuerzas racionales de la conciencia,sino que se sirve de ellas para producir determindas reacciones»20.«En la asamblea de masas, el contenido del discurso cumple simple-mente una función mecánica de introducir a determinada conducta...elige sus palabras no tanto por su adecuación al objeto, como por elefecto que en cada caso quieren obtener de ellas» 21.

Y, hemos señalado ya, aparecen en este análisis los contenidos deldiscurso populista. Aparece la «sacralización del Pueblo», en cuantosujeto portador de la movilización que reivindica la ejecución de suvoluntad, esto es, su soberanía. «Savonarola tomó partido en favor de

16 M. HORKHEIMER, Egoísmo y movimiento liberador, p. 163.17 Op. cit., p. 167.11 Op. cit., p. 180." Op. cit., p. 181." Op. cit., p. 185.!1 Op. cit., p. 186.

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las libertades burguesas... abogó por la causa del pueblo». «Las rebe-liones cobran la forma de lucha por el Pueblo»22. Es una constanteobservar que «para los caudillos desaparecen, en un principio, lasdiferencias entre los fines de la mayoría y la de los grupos acomo-dados»23. Uno de los artificios relacionados con esta sacralización delpueblo es la «idealización de lo primitivo, de la naturaleza no corrom-pida, de la tierra y del campesino»24. Se trata del mito del paraísoperdido o la Edad Dorada, mito arcaico, cuya forma secularizadareaparece en todos los populismos. «Con lo simbólico se relaciona latendencia a reintroducir viejos usos, a restituir, en una palabra, elbrillo del pasado» 25.

Al tratar de los mitos que aparecen en el discurso del caudillo, unhueco queda reservado para que, al lado de Horkheimer, Norman Cohntambién se exprese. El lo hará desde su explicación del holocaustonazi a partir precisamente de los mitos: el mito de la conspiraciónjudía universal. Así, pues, resalta también N. Cohn, «el resurgir, enforma secular, de terminadas ideas apocalípticas que habían formadoparte de la visión cristiana del mundo»26. Es decir, que «el mito dela conspiración judía mundial representa una adaptación moderna deesa tradición demonológica antigua» ". Como se aprecia, tratamos conel mito de los enemigos, el mito paranoico, el diablo o los poderesmaléficos y siniestros. Las enseñanzas de Manes sobre la agónicalucha entre los reinos de la Luz y las Tinieblas son de este modopreservadas contra todo paso del tiempo. «Al lenguaje del sermón lees propio el excluir a individuos y grupos enteros por malos y em-pedernidos»28. «... Savonarola amenazaba a sus enemigos»29.

Es sabido que la base de este mito se halla en aquella visión delmundo que obsesionaba a Hitler y Himmler, una «visión mística yreligiosa que considera que el mundo está gobernado por poderes delbien y del mal»30. También señala N. Cohn, en relación con el primermito de la Edad Dorada, que, de cumplirse el ideal nazi, «tendríamosante nosotros la Edad de Oro, sería el ideal mismo del progreso» 31.

Lo mismo Horkheimer que Cohn constatan el tercer tipo de mitoque compone el repertorio populista, es decir, el mito del Salvador:aquella función que el caudillo se atribuye para acabar con esos pode-res diabólicos, ese virus que a los puros infecta. Se relaciona con elloel «carisma» del líder, pues facilita el que el «pueblo vea en él unhombre elegido por Dios»32. Su alta misión le lleva a aparecer como

n HORKHEIMER, op. cit., p. 165.» Op. cit., p. 187." Op. cit., p. 197.« Op. cit., p. 173.u N. COHN, El mito de la conspiración judía mundial, Alianza, 1983. p. 43." Op. cit., p. 19.¡ l HORKHEIMER, op. cit., p. 184.» Op. cit., p. 177.M COHN, op. cit., p. 198.11 Op. cit., p. 198." HORKHEIMER, op. cit., p. 173.

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Razón y cmotivismo; para un abordaje al populismo

profeta. Así, «Robespierre se preocupó de rodear su persona con laaureola de la pobreza y la virtud, como rodearon Cola di Rienzo ySavonarola las suyas, con la de la gracia divina» 33. El caudillismo hitle-riano expresa este rasgo salvador: «De ahí que yo me vea en el deberde obrar en el sentido del Todopoderoso Creador: al combatir a losjudíos, cumplo la tarea del Señor»34. Y se consideraba que «AdolfHitler ha sido un don del cielo a la nación alemana y es nuestro sal-vador que trae la luz a las tinieblas» ". Esta función de salvador, seinsiste en ello, es posibilitada y fructífera debido a que «atribuir cua-lidades mágicas al caudillo, en efecto, es una consecuencia de suinfluencia sobre las masas»36. Los estragos del carisma convierten elacto público del líder dirigiéndose al Pueblo en un espectáculo. Comoocurría asistiendo a las convocatorias de Savonarola, que «a menudodebió abandonar el pulpito antes de tiempo, porque el pueblo habíaestallado en lágrimas y sonoros llantos, y con profundo arrepenti-miento suplicaba la misericordia de Dios; muchas veces debido a laemoción, el taquígrafo no podía seguir sus palabras»37. El mito queaparece en último lugar es el del «Reino de Dios», quiliasmo, o mileniode paz y prosperidad. Pero, más bien, tratemos del paraíso real queespera al pueblo. Antes de nada, terminaremos subrayando la granimportancia de los mitos, por ser el medio más apropiado para sacarprovecho de ese posible uso emocional del lenguaje. Pues los mitosexpresan y contactan directamente con sentimientos, emociones y pro-cesos psicológicos.

Así, en cuarto lugar, observamos en el análisis de Horkheimer esaespecie de ley histórica de los movimientos revolucionarios populis-tas: «Al fin, cuando el movimiento avanza, las clases inferiores distin-guen los aspectos sombríos y comienzan las tensiones entre ellas y elcaudillo»M. Es decir, en un primer momento, se requiere del pueblopara que actúe de base, para ejercer fuerza y para que el movimientoprospere. Pero, en segundo lugar, como el movimeinto no estabaconcebido para satisfacer los intereses del pueblo, el pueblo quedaapartado de toda participación. Descubre el engaño y se muestrairritado. La experiencia de la vida prometida que ya se ha realizadoes motivo suficiente. Este era el paraíso: «Las clases bajas, que nopertenecían a los gremios, tuvieron tan poca participación en el poderestatal como las familias nobles»39.

33 HORKHEIMER, op. cit., p. 200.34 COHN, op. cit., p. 206.35 Op. cit., p. 221.56 HORKHEIMER, op. cit., p. 178." HORKHEIMER, op. cit., p. 183." Op. cit., pp. 187-188.39 Op. cit., p. 176.

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Jesús M. Gómez Sahagún

REINO DE DIOS. SE VENDE

Por último, tendremos en consideración —ya se anunció al comen-zar— la aportación de la psicología social al análisis del tema que nosocupa: el caudillismo político y su discurso retórico-emocional. Hayque hacer notar, sin embargo, un pequeño cambio de planes. Sea: Siantes de desarrollar este análisis se pensaba que la contribución de lapsicología social ocuparía dos apartados, ahora, que la cosa está yaencima, se considera conveniente convertir aquellos dos apartados enuno sólo (pues el discurso populista ha sido cosa común a todos losenfoques y el acercamiento de Horkheimer ha permitido tratar de losmitos). Incluye éste la completa relación de la acción comunicativa:el emisor, es decir, el líder o caudillo; la propia comunicación o men-saje, o sea el discurso retórico, y, en tercer lugar, el receptor de lacomunicación, es decir, la masa.

Subrayar, también, cuáles han sido el autor y el texto que hemosescogido como guías de esta sección. Serán: The Social Animal, deElliot Aronson, 1972 40. Puede encontrarse, por lo menos, dos motivosque hagan sentir la conveniencia de las teorías de Arnson para nues-tro análisis. A saber:

Primeramente, tengamos en cuenta aquel concepto más general apartir del cual, por especificación al añadir el ingrediente de «movi-miento político», surgía el populismo. Es decir, el concepto que pres-cinde del primer rasgo discriminativo, del rasgo político, y que secompone del segundo y tercer rasgos, respectivamente: ese fenómenosocial consistente en que las masas son influenciadas por modelos quese sirven de una apelación retórico-emotiva. Señalábamos allí que,de este modo, los movimientos populistas o, mejor, toda oferta polí-tica es reducible a la relación de mercado. Y las estrategias de lasofertas políticas, para que prosperen, se convierten en un caso másde marketing. El político es un vendedor, todos somos vendedores, y elcaudillo sería una especie de vendedor verdulero.

En segundo lugar, la venta de un producto, esta acción, encajaperfectamente en la Teoría de la Comunicación Social, o comunica-ción de masas. Pues quien no da publicidad a lo que vende no lovenderá. Así, pues, el silogismo es sencillo: resulta que el kiosko po-lítico cae dentro de la Teoría de Comunicación de Masas. Así, la ventapolítica es un caso dentro de este concepto más amplio.

El objeto, o fin, de la comunicación de masas muestra, a la vezque recuerda su inefectividad sin persuasión y retórica, nuestro marcogeneral de racionalidad. No es neutra, es decir, no se trata en ellade ofertar una «comunicación» o «información» no dirigida por una vo-luntad o interés en influenciar a los demás. Es decir, la comunicaciónde masas se caracteriza por perseguir un rendimiento óptimo a laeficacia de una comunicación social. Y ésta no consiste en que las

40 E. ARONSON, El animal social. Versión castellana: Alianza, Madrid, 1984.

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Razón y emoiivisino; para un abordaje al populismo

personas se informen bien para que puedan así, según su propio juicio,decidir correctamente, sino en que las personas compren un abrigo,una teoría científica o un candidato a mandar (se observa lo indis-criminado, propio de la formalidad de la racionalidad positivista, queresulta el espectro de la relación compra-venta. Igual da garbanzos quesalvadores).

Así la cuestión, abordaremos las teorías de Aronson desde el puntode vista de la eficacia de la comunicación de masas. Tratamos, así, dela influencia social sobre el individuo.

Y el tema de la influencia social es abarcable por la teoría, o mejor,por el concepto de conformismo.

Veamos:Hemos hecho hincapié en que el ámbito de la comunicación social,

en su mayor parte, cae dentro del uso retórico y persuasivo (recor-dando así la teoría del significado de Stevenson, en cuanto uso y noen cuanto referencia). El mantenimiento de esta determinación de laacción comunicativa viene motivado por cuestiones empíricas. Es de-cir, que, siendo este uso del lenguaje y discurso perfectamente posible,resulta experimentable todos los días y a todas horas esta utilizaciónde la comunicación social. Así, pues, el orgen de la aproximación deAronson a la acción comunicativa, al igual que ocurría con el origende la teoría emotivista41, hace saber que «es importante indicar quela persuasión constituye una realidad, llámesela propaganda o educa-ción. No desaparecerá por ignorarla. En consecuencia, hemos de inten-tar comprenderla analizando los trabajos experimentales sobre estetema» 42.

Y ahora, en primer lugar, explicitaremos el análisis aronsonianodel conformismo. Recordamos que acudimos a este análisis para cla-rificar la influencia social, pues es ése el uso de la comunicación quenos interesa en nuestro tema. La actuación conformista consiste enadecuarse a las pautas de actuación, y pensamiento, que «los demás»requieren de nosotros:

«El conformismo puede definirse como un cambio en la conductau opiniones de una persona como resultado de una presión real oimaginaria de personas o grupos de personas»43. Distingue Aronsonentre dos motivos distintos a la base de una actuación conforme a lainfluencia social: o acatar las conductas requeridas por castigo o re-compensa, o bien incluir esa conducta en el repertorio de actuaciónde la propia subjetividad. Sin embargo, quiere Aronson que «pasemosde esta distinción simple a una clasificación más compleja y útil» queno sólo se aplica al conformismo, sino a todo el espectro de la influen-

41 W. D. HUDSON, La filosofía moral contemporánea, p. 118. «El punto de partidade Stevenson es lo que llama "la observación de discusiones éticas en la vida dia-ria"», en Ethics and Language, p. 13.

42 E. ARONSON, El animal social, cap. 2, p. 68.4) Op. cit., p. 30.

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cía social. «En vez de utilizar conformismo, querría distinguir tres tiposde respuesta a la influencia social.» Caractericémoslas:

«Sumisión: describe la conducta de una persona movida por eldeseo de obtener una recompensa o evitar un castigo. Esta conductadura tanto como la recomepnsa o la amenaza del castigo... Identifica-ción: ésta es una respuesta a la influencia social provocada por eldeseo que un individuo tiene de parecerse a quien le influye. El indi-viduo llega a creer en las opiniones adoptadas, aunque su fe en ellasno sea muy fuerte... Internalización: es la respuesta más permanentey de más profundas raíces a la influencia social. El móvil para inter-nalizar una creencia específica es el deseo de estar en lo cierto»44.

Estos tres tipos de influencia social nos servirán para el problemadel populismo, o también para el fenómeno de la personalización delpoder en los sistemas democráticos. Se trata de casos de influenciapolítica.

En segundo lugar, una vez se tiene presente los modos de poderinfluir en los demás, nos centraremos en el cómo se puede incrementaresa influencia, que de por sí ya se da. Para atender a esta cuestiónconsidera Aronson que entran en juego tres variables:

1. ¿Quién lo dice? — líder o caudillo.2. ¿Cómo lo dice? — uso retórico del discurso.3. ¿A quién lo dice? — pueblo o masas.

Y tratemos de poner en relación estas técnicas de incremento dela eficacia de una comunicación o mensaje.

1. Con respecto a la variable líder, en el análisis de Aronson,encontramos las técnicas relacionadas con la fiabilidad y el atractivodel caudillo.

Así, el caudillo que quiere parecer fiable llegará a «desear ser pobrepara no ser infeliz»45. «Cómo hace una persona para aparecer antenosotros como definidamente fiable. Uno de los modos es que esa per-sona argumente contra su propio interés. Si una persona nada tieneque ganar y quizá sí algo que perder, convenciéndonos, confiaremos enella y será más eficaz» *. Como se observa, ya hemos establecido larelación entre estos análisis psicológicos y la «moralidad» y «religio-sidad» que no falta a ningún caudillo. Y «otro factor fundamentalque determina la efectividad del comunicante es su atractivo o encan-to más allá de su pericia o Habilidad»47. Todo lo cual relaciona biencon el empeño del líder populista en su discurso, en subrayar que éles del pueblo, es decir, en recordar que él es idéntico a la masa, queél es masa. Se utiliza, pues, la identificación.

44 ARONSON, op. cit., pp. 41-42.

45 HORKHEIMER, Egoísmo..., p. 200.44 ARONSON, El animal social, p. 73.47 Op. cit., p . 74.

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Razón y emolivismo; para un abordaje al populismo

2. Por lo que respecta al incremento de la eficacia por medio deldiscurso, como es en lo que abundamos y nuestro hilo conductor,sólo señalaremos que Aronson distingue entre apelaciones racionalesversus emocionales; otorgando a estas últimas una mayor eficaciaa la hora de aumentar la influencia en los demás 48.

3. Al tratar del público o receptor, las masas, la mayor influenciase logra en un público con un nivel bajo de autoestima. Está cercanoa lo que se «llama instinto de sumisión», necesidad de obediencia o,en terminología frankfurtiana, «personalidad autoritaria».

Se observará que se ha atendido a la identificación, mas la sumi-sión (obligación de ir al sermón los domingos, o de realizar «manifes-taciones espontáneas de recibida» al caudillo cuando viaja por los terri-torios del país) y la internalización (pues hay personas que creen quela política y las actuaciones del caudillo y su gobierno son las buenasy verdaderas) también tienen lugar en el fenómeno populista. La iden-tificación puede, también, dar cuenta de los mitos basados en losprejuicios, y éstos provienen de ampliar el yo a un grupo bueno, esdecir, la identificación con él. El grupo al que se pertenece, al quepertenezco, es yo. Luego el grupo es bueno. Y da también cuenta, laidentificación, desde esta perspectiva de la psicología social, del mitodel diablo como «chivo expiatorio», es decir, el grupo al que no seidentifica como uno mismo, y al que no importa se le carguen todoslos males y lo pague bien caro. Siempre está a la base ese mecanismode preservar al yo, que le hace aparecer como bueno, bonito y barato:la disonancia cognitiva, teoría de Festinger49.

En fin, alguna pequeña, o tal vez grande, determinación sobre elpopulismo, seguro que se nos ha escapado, al comparar estas hojascon el acercamiento más panorámico y completo que nos ofreció elprofesor. De todos modos, nuestro objetivo quizá sí se ha cumplido:el mostrar tres intentos o enfoques distintos que nos pudieran servirpara nuestro problema sociopolítico del populismo. Y esto a la vez quelos presentamos regidos por una misma identidad o hilo conductor(el cual resalta la importancia del arte liberal de la retórica que tantotriunfo público y político dio a griegos y romanos, y cuya presencia,se ve, permanece, arraigado como entonces, en nuestra vida pública),ese que nos permite hacer rezar al título de estas páginas: Razón yemotivismo; para un abordaje al populismo.

** «G. W. Hartmann —1936— demostró que quienes recibían un mensaje princi-palmente emocional en su contenido votaban con mayor frecuencia a los candida-tos recomendados por los mensajes que quienes recibían principalmente un men-saje lógico», en ARONSON, op. cit., p. 76.

" En general, consultar los caps. 2 y 8 del libro de Aronson: Conformismo yComunicación de masas, propaganda y persuasión. También, el cap. 4, Autojusti-ficación, que trata de la teoría de Festinger de la disonancia cognitiva.

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