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Bases económicas del marxismo Cuadernos de formación marxista

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Bases económicas del marxismo

Cuadernos de formación marxista

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Bases económicas del marxismo Edita: Germinal – En defensa del marxismo

2ª edición, Valencia, 2015 Versión castellana desde

Bases éonomiques du marxisme Cahier de GER nº 2

París, 1973

Índice Relaciones sociales de producción..............................................................................................................3 Las clases sociales .......................................................................................................................................4 La única condición del modo de producción capitalista ............................................................................5 La mercancía: valor de uso, valor de cambio .............................................................................................7 Valor de cambio: la cantidad de trabajo socialmente necesario................................................................8 De la forma M…M, a la forma M…D…M ................................................................................................9

El trueque................................................................................................................................................9 Del valor de uso al valor de cambio ......................................................................................................9

El equivalente general y su representación ..............................................................................................10 La mala moneda sustituye a la buena .................................................................................................12

Sobre la posibilidad de crisis .....................................................................................................................13 De M…D…M a D…M…D… a D…M…D’.............................................................................................15 La fuerza de trabajo...................................................................................................................................15 A propósito de la plusvalía ........................................................................................................................17

“El muerto atrapa al vivo” ..................................................................................................................17 La ley del valor se manifiesta por mediación de otras categorías económicas........................................18

PL – C – V .............................................................................................................................................19

C+V+PL es la expresión abstracta de las relaciones sociales de producción. La ley del valor tiene un contenido concreto. La mejor forma de exponerla es seleccionando los textos de Marx y Engels que concretan su carácter con más claridad que nadie.

Las nociones más elementales, las abstracciones más abstractas, si me permitís expresarme así, son indispensables. Sin ellas, nadie comprende qué pasa delante de sus narices. Por lo menos formalmente, no es suficiente comprender la ley del valor para resolver todos los problemas. Pero es seguro que, si no se comprende la ley del valor, no se puede comprender la lucha de clases.

Engels escribe en el Anti-Dühring que los dos descubrimientos de Marx son el materialismo dialéctico y la ley de la plusvalía, que no la ley del valor en general. Con otras palabras: no comprender la ley del valor y sus categorías es mantenerse ajeno al marxismo; es preciso, pues, que hagamos un conjunto de citas de los textos de Marx y Engels, partiendo de la Ideología Alemana para acabar en El Capital y en el desarrollo posterior de sus obras. En este marco, podremos entender realmente qué significa esta fórmula: C+V+PL. Esta compilación será para nosotros un instrumento necesario, si no indispensable.

Durante esta exposición no temeré hacer muchas citas pues, cuanto más leo, más me convenzo que quienes se explican de forma más clara y limpia sobre estos problemas fundamentales son Marx y Engels. No podemos hacer más que bordar, intentar poner de relieve tal o cual aspecto, pero es preciso ir a las fuentes para entender a fondo la ley del valor.

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Relaciones sociales de producción

Marx y Engels escriben en la Ideología Alemana: “debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia

humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para ‘hacer historia’, en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres.”

Continúan. “[...] lo primero, en toda concepción histórica, es observar este hecho

fundamental en toda su significación y en todo su alcance.” “Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de

satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conduce a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades nuevas constituye el primer hecho histórico.”

Continúo con la cita, aunque sea larga, pues me parece indispensable: “La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en

la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación (de una parte, como una relación natural, y de otra como una relación social); social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez, una ‘fuerza productiva’; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la ‘historia de la humanidad’ debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio. [...] Se manifiesta, por tanto, ya de antemano, una conexión materialista de los hombres entre sí, condicionada por las necesidades y el modo de producción y que es tan vieja como los hombres mismo; conexión que adopta constantemente nuevas formas y que ofrece, por consiguiente, una ‘historia’, aun sin que exista cualquier absurdo político o religioso que también mantenga unidos a los hombres.”i

Estas líneas son de una claridad meridiana y, en cualquier caso, permiten abordar el estudio de la ley del valor. La ley del valor expresa las relaciones de producción, relaciones sociales, pero en una determinada etapa del desarrollo de éstas. Sólo abordándola de esta forma se puede comprender que la ley del valor, C+V+PL, no es una fórmula de alquimistas. Es la vida expresada de forma algebraica.

La ley del valor es incomprensible si no se busca en ella el movimiento de las fuerzas sociales en la producción de la vida

material

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Las clases sociales Aún hay que establecer cómo y por qué se producen la explotación y la

división de la sociedad en clases, ya que la explotación no es un hecho natural ni, mucho menos, lo es la división de la sociedad en clases.

Volvamos a Engels; escribe en el Anti-Dühring: “Los hombres entran en la historia tal como primitivamente salen del reino animal en sentido estricto: aún semianimales, rudos, aún impotentes frente a las fuerzas naturales, aún sin conocer las propias, pobres, por tanto, como los animales, y apenas más productivos que ellos. Domina cierta igualdad en la situación vital, y también, para los cabezas de familia, una especie de igualdad en la posición social: por lo menos, hay una ausencia de clases sociales […] en todas esas comunidades hay desde el principio interés común cuya preservación tiene que confiarse a algunos individuos, aunque sea bajo la supervisión de la colectividad: la resolución de litigios, la represión de extralimitaciones de los individuos más allá de lo que está justificado, vigilancia sobre las aguas, especialmente en los países calurosos, y, finalmente, funciones religiosas propias del selvático primitivismo de ese estado […] están, naturalmente, provistos de cierto poder y son los comienzos del poder estatal. Las fuerzas productivas crecen paulatinamente; la población, adensándose, crea en un lugar intereses comunes, en otro, intereses en pugna entre las diversas comunidades, cuya agrupación en grandes complejos suscita una nueva división del trabajo, la creación de órganos para proteger los intereses comunes y repeler los contrarios. Estos órganos que ya como representantes de los intereses colectivos de todo el grupo asumen frente a cada comunidad particular una determinada posición que a veces puede ser incluso de contraposicón, empiezan pronto a independizarse progresivamente, en parte por el carácter hereditario de los cargos, carácter que se introduce casi obviamente porque en ese mundo todo procede de modo natural y espontáneo, y en parte porque esos cargos van haciéndose cada vez más imprescindibles a causa de la multiplicación de los conflictos con otros grupos […] Lo único que nos interesa aquí es comprobar que en todas partes subyace al poder político una función social: y el poder político no ha subsistido a la larga más que cuando ha cumplido esa su función social […] Pero junto a la formación de las clases tuvo lugar la constitución de otra. La división espontánea del trabajo en el seno de la familia campesina permitió, alcanzado cierto nivel de bienestar, el añadido de una o más fuerzas de trabajo ajenas a la familia. Esto ocurrió sobre todo en las tierras en las que había desaparecido la vieja posesión comunitaria del suelo, o en las que, por lo menos, el antiguo cultivo colectivo había pasado a segundo término tras el cultivo separado de las distintas parcelas por las familias correspondientes. La producción estaba ya lo suficientemente desarrollada como para que la fuerza de trabajo humana pudiera producir más de lo que necesitaba para su simple sustento; existían medios para sostener más fuerza de trabajo, así como los necesarios para ocuparla; la fuerza de trabajo se convirtió así en un valor. Pero la propia comunidad y la asociación a la que pertenecía no podían suministrar fuerza de trabajo disponible suplementaria. La guerra la suministró, y la guerra es tan antigua como la existencia simultánea de varios grupos sociales en contacto. Hasta entonces no se había sabido qué hacer con los prisioneros de guerra; se les había matado simplemente, y antes habían sido comidos. Pero en el nivel de la ‘situación económica’ ahora alcanzado, esos prisioneros cobraron un valor: se les dejo vivir y se utilizó su trabajo. En vez de dominar la situación económica, el poder y la violencia quedaron, pues, constreñidos al servicio de la situación económica. Así se inventó la esclavitud. La esclavitud se convirtió de pronto en la forma dominante de la producción en todos los pueblos que se habían desarrollado más allá del viejo tipo de comunidad; pero al final fue también una de las causas principales de su

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decadencia. La esclavitud posibilitó la división del trabajo en gran escala entre la agricultura y la industria, y, con esa división del trabajo, posibilitó también el florecimiento del mundo antiguo, la civilización griega. Sin esclavitud no hay Estado griego, ni arte griego, ni ciencia griega; sin esclavitud no hay Imperio Romano.”ii

Sólo, pues, si existe un sobreproducto puede haber explotación y división de la sociedad en clases. Es una necesidad absoluta para que se establezcan las clases sociales, para que exista la explotación y para el desarrollo de la humanidad. Aunque sea sucintamente, hay que establecer también que las formas de explotación no son, de ningún modo, secundarias, sino de una importancia esencial. Existe explotación tanto en la esclavitud como también en la servidumbre y el trabajo asalariado, pero son formas de explotación totalmente diferentes aunque todas conduzcan a la apropiación del sobreproducto social por una determinada clase social; son formas de explotación que expresan el desarrollo y el movimiento de la humanidad. Entender la diferencia fundamental que existe entre estas formas de explotación significa comprender (y esto es indispensable) el movimiento en el tiempo de la humanidad, el milenario combate de la humanidad por controlar y realizar, de forma consciente, su propia historia.

Sin la comprensión de este movimiento, de este desarrollo de la humanidad, el socialismo (y su perspectiva) sólo es comprensible como la realización de una idea moral que flota a través del tiempo y del espacio o como una revelación llegada del más allá, y esa no es, evidentemente, la base del marxismo.

La única condición del modo de producción capitalista Marx explica de forma muy precisa cuál es la única condición del modo de

producción capitalista. “A lo largo de la historia se ha desarrollado la producción de mercancías desde

el momento en que se han podido establecer relaciones comerciales. Desde ese momento han existido sociedades mercantiles más o menos desarrolladas, especialmente alrededor del Mar Mediterráneo.”

No es mi intención referirlo todo, pero Marx precisa cual es la condición del modo de producción capitalista. Escribe:

“Las categorías económicas que hemos estudiado dejan también su huella histórica. En la existencia del producto como mercancía van implícitas condiciones históricas determinadas. Para convertirse en mercancía, es necesario que el producto no se cree como medio directo de subsistencia para el propio productor. Si hubiéramos seguido investigando hasta averiguar bajo qué condiciones los productos todos o la mayoría de ellos revisten la forma de mercancías, habríamos descubierto que esto sólo acontece a base de un régimen de producción específico, el régimen de producción capitalista. Pero esta investigación no tenía nada que ver con el análisis de la mercancía. En efecto, puede haber producción y circulación de mercancías aunque la inmensa mayoría de los artículos producidos se destinen a cubrir las propias necesidades de sus productores, sin convertirse por tanto en mercancías; es decir, aunque el proceso social de la producción no esté presidido todavía en todas sus partes por el valor de cambio. La transformación del producto en mercancía lleva consigo una división del trabajo dentro de la sociedad tan desarrollada, que en ella se consuma el divorcio entre el valor de uso y el valor de cambio, que en la fase del trueque directo no hace más que iniciarse. Pero esta fase de progreso se presenta ya en las más diversas formaciones económicas sociales de que nos habla la historia.

Si analizamos el dinero, vemos que éste presupone un cierto nivel de progreso, en el cambio de mercancías. Las diversas formas especiales del dinero: siempre equivalente de mercancías, medio de circulación, medio de pago, atesoramiento y

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dinero mundial, apuntan, según el alcance y la primacía de una u otra función a fases muy diversas del proceso de producción social. Sin embargo, la experiencia enseña que, para que todas estas formas existan, basta con una circulación de mercancías relativamente poco desarrollada. No acontece así con el capital. Las condiciones históricas de existencia de éste no se dan, ni mucho menos, con la circulación de mercancías y de dinero. El capital sólo surge allí donde el poseedor de medios de producción y de vida encuentra en el mercado al obrero libre vendedor de su fuerza de trabajo, y esta condición histórica envuelve toda una historia universal. Por eso el capital marca, desde su aparición, una época en el proceso de la producción social.”iii

La única condición del modo de producción capitalista es pues: por una parte el poseedor, poseedores o, más exactamente, una clase que posee los medios de producción, por otra parte, la existencia de una clase que sólo posee su propia fuerza de trabajo y que, como tal, porque no posee más que su propia fuerza de trabajo, debe vender esta fuerza. El modo de producción capitalista se constituye en una etapa ya extremadamente elevada de la división del trabajo que se apoya sobre todo el pasado, sobre todo el desarrollo anterior de las fuerzas productivas de la humanidad. El modo de producción capitalista dará a su vez un gigantesco impulso al desarrollo de las fuerzas productivas, y su aspecto más generalizado es la división internacional del trabajo, el mercado mundial, el desarrollo de las fuerzas productivas en este marco.

Tenemos ya las características esenciales del modo de producción capitalista. Toda producción de mercancías no implica, pues, la existencia del modo de producción capitalista. Abro aquí un paréntesis: hemos polemizado con los pablistas, por ejemplo, a raíz del modo de producción en la URSS, y especialmente sobre la aplicación de la ley del valor. Mandel, el teórico en jefe de la casa, explica que en la URSS hay una parte de la producción que debe considerarse como producción de mercancías y, después, otra parte de la producción que no es producción de mercancías. Esto es muy importante. Según Mandel, en la URSS la ley del valor no se aplica a la producción de los medios de producción. Pero aquí hay una contradicción. También en la URSS la clase obrera está obligada a vender su fuerza de trabajo. Y si se vende la fuerza de trabajo, que es la mercancía esencial, es evidente que el conjunto de la producción en la URSS, como en el resto de los países de Europa del Este, obedece a las leyes del valor, aunque no se trate en este caso del modo de producción capitalista.

¿Dónde está el misterio? En realidad es muy simple e incumbe a todos nuestros problemas políticos, especialmente de cara a la autogestión o simplezas de ese género. En los países en los que el capital ha sido expropiado, cada proletario está obligado a vender su fuerza de trabajo, pero el Estado obrero, es decir el proletariado como clase, posee los medios de producción. Esta contradicción es extremadamente importante ya que implica la siguiente alternativa: adelante hacia el socialismo o atrás, hacia el capitalismo, lo que no está decidido ni resuelto de una vez por todas. Este problema se resolverá a nivel mundial, por la revolución proletaria mundial. La dirección del poder político es un dato esencial ya que el modo de producción basado en la propiedad colectiva de los medios de producción no se desarrolla de modo automático. Por él, por la naturaleza del Estado, en razón de su origen histórico y social, es por lo que, en los países en los que se ha expropiado el capital, se caracteriza fundamental la naturaleza social de esa sociedad.

Todo lo anterior no es más que una digresión pero importante para entender que la ley del valor sólo cobra todo su pleno sentido desarrollado en el modo de producción capitalista pero que existe en toda producción de mercancías, de una forma más o menos desarrollada.

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Y ahora, camaradas, pasaremos directamente a su estudio, estudio que exige alcanzar las abstracciones más generales. Respecto a eso nadie puede hacer nada. No sé quién dijo, a propósito de El Capital, que su lectura (su estudio para ser más exactos) era difícil, que exigía mucho trabajo, muchos esfuerzos, pero que después de la lectura, después del estudio, se abrían radiantes perspectivas y que esa era la mejor recompensa.

La mercancía: valor de uso, valor de cambio Volvamos al problema de la mercancía. Marx no analiza la mercancía por

casualidad en las primeras páginas de El Capital. La mercancía se define como mercancía por lo que contiene: por una parte

valor de uso y, por otra parte, valor de cambio. Todo producto social debe poseer un valor de uso, tanto si es mercancía como si no.

El valor de uso es la utilidad que extraen los hombres, la sociedad. El valor de uso consiste en las cualidades específicas que posee la mercancía y que constituyen su utilidad social. Pero ello no es suficiente para convertir a un producto en mercancía. Es preciso que ese producto sea cambiado por otro en el mercado según determinadas proporciones. Es la relación de intercambio de los dos productos en cuestión lo que hace de ellos mercancías. Nada más útil que el agua, el aire, etc… Pero no son productos de la actividad humana, aunque sean indispensables. Sin embargo, cuando la sociedad se desarrolla se ve que la cuestión no es tan simple: en determinado estadio el agua empieza a tener cierto precio, luego cierto valor. ¿Por qué? Su valor de uso sólo puede utilizarse en tanto que una determinada cantidad de trabajo permite este uso.

Es indispensable que, en cierta medida y bajo determinada forma, sea producida; es decir, que sea captada, canalizada, distribuida, etc... Cosas, todas ellas, que le confieren un nuevo carácter: siendo valor de uso, contiene, además, una particular cualidad como es la de ser el producto de la actividad social, humana, de la actividad de la fuerza del trabajo.

Una mercancía, pues, sólo es mercancía si es valor de uso y contiene valor de cambio.

Es decir, si representa una necesidad social y si es un producto de la actividad, de la fuerza de trabajo humana: sin lo cual no podrá ser mercancía. Pero eso no es suficiente todavía: sólo es mercancía si va al mercado; es decir, si se integra en un proceso de intercambio de productos unos por otros. Pero, ¿cuál es la medida del intercambio? Marx hace entrar en escena a un vendedor de biblias. Por más religioso y devoto que sea, no produce diez, veinte, cien mil biblias, para su consumo personal y se vuelve loco de alegría cuando calcula el valor de uso que tendrán sus biblias una vez las haya vendido en el mercado. Desde luego que cuando un comerciante de calzado lo produce es porque necesita parte de este calzado, pero no se ríe como loco del valor de uso que tienen a priori sino de la cualidad de este calzado para ser vendido. En efecto, en el momento en que vaya al mercado con su producto, momento a partir del cual se convertirá en mercancía, lo cambiará por una magnitud, magnitud que es la cualidad común a todas las mercancías. Con otras palabras: para que esta mercancía sea mercancía es preciso que contenga cualidades específicas propias y otra cualidad que sea común a todas las otras mercancías y que esté contenida en todas las otras mercancías, y esta cualidad es la de ser, a la vez, valor de uso y valor de cambio.

Lo que interesa al vendedor es esta magnitud que es común a todas las otras mercancías, que se llama el valor y que sólo es la cantidad de trabajo humano necesario para producirla.

Seguro que desde este punto de vista se puede decir: ¡Va! La cosa no es exactamente así, no es en absoluto justo puesto que en el mercado las mercancías son

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vendidas no sólo según la cantidad de trabajo necesario para producirlas, sino según su utilidad, según su necesidad en determinado momento. Esta es una vía falsa. El monopolio de cualquier mercancía permite darle salida en el mercado no según la cantidad de trabajo que contiene, que tiene incorporado, sino más allá de la magnitud de trabajo social que tiene incorporado. Sin embargo:

Si esto ocurre en un estadio del modo de producción capitalista en el que la concentración no permite un monopolio absoluto, el monopolio no dura mucho.

Al cabo de cierto tiempo, el mismo hecho que esta mercancía sea vendida por encima de su valor normal determinará, precisamente, la producción de esta mercancía por otros productores, rompiendo así este monopolio momentáneo. El precio de la mercancía bajará. El precio de la mercancía se acercará cada vez más a la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción.

Pero puede ocurrir que el monopolio sea absoluto. ¿Significa ello que la ley del valor falla? ¡De ningún modo! En realidad la masa

de trabajo socialmente necesaria, la totalidad del trabajo socialmente necesario, no se modifica ni un ápice. Esta mercancía producida por un monopolio es vendida por encima de su valor. Pero la parte del valor que no corresponde al valor real de esta mercancía no es otra cosa más que un impuesto deducido de la masa de valor producido, cristalizado, en las otras mercancías. Otras mercancías se venderán por debajo de su valor. El valor de la masa de mercancías no variará, lo que variará será su reparto. Este hecho, lejos de cuestionar la ley del valor, únicamente demuestra que sólo muy raramente ésta se expresa directamente en el mercado. Pero este mismo hecho sirve también para corroborar que sólo en relación con la ley del valor puede comprenderse el mecanismo del intercambio de mercancías en su conjunto. Sólo partiendo de lo general puede comprenderse lo particular, las particularidades.

Valor de cambio: la cantidad de trabajo socialmente necesario El valor de una mercancía es la cantidad de trabajo socialmente necesario

para producirla. Es necesario insistir porque se dan frecuentes confusiones. No se trata de

cualquier cantidad de trabajo. Para vender un par de zapatos por 100 francos no es suficiente que su producción haya exigido, por ejemplo, diez horas de trabajo. Un par de zapatos no valdrá 200 francos si un trabajador, o un conjunto de trabajadores, tarda veinte horas en producirlo en lugar de diez. La cuestión es la cantidad de trabajo socialmente necesaria; es decir, el tiempo de trabajo necesario bajo las condiciones técnicas medias de producción. Una mercancía puede venderse aparentemente por encima o por debajo de su valor. Si, por ejemplo, se pone a punto una técnica nueva y ésta está en poder de cierto grupo de capitalistas, entonces, durante cierto tiempo, la cantidad de trabajo socialmente necesaria será superior a la cantidad de trabajo que utilizarán estos capitalistas para producir sus zapatos. Sin embargo los venden en el mercado a un precio que expresa la cantidad de trabajo socialmente necesaria. Hasta el momento en que la técnica que utilizan se convierta en común a todos los productores. Entonces el precio bajará y venderán sus zapatos a un precio que reflejará la nueva cantidad de trabajo socialmente necesaria para la producción de este tipo de calzado.

Por el contrario, si un viejo buen hombre golpea suavemente zapatos a lo largo del día, puede ser que le hagan falta 50 o 100 horas para arreglar con esmero un par de zapatos equivalentes, grosso modo, en calidad a los de la fábrica ultramoderna. No se le pagará por estas 50 o 100 horas. Venderá sus zapatos a un precio que dependerá del nivel técnico medio; el precio de su baratija reflejará el valor socialmente necesario, es decir, el valor necesario para la producción en serie, bajo condiciones técnicas medias.

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Si esto no se comprende bien se corre el riesgo de caer en cualquier elucubración. Prosigamos. El trabajo debe reducirse a su componente simple, el trabajo simple, al rudimentario, si os gusta más así, al trabajo más elemental bajo determinadas condiciones técnicas. No es cierto que la fuerza de trabajo de un albañil, por ejemplo, produzca un valor igual, en un mismo tiempo de trabajo, que el valor que produce un P3 o un ingeniero, etc.

El trabajo social se compone de trabajo simple y de trabajo compuesto. El trabajo compuesto es trabajo simple multiplicado por un determinado coeficiente.

El valor de una mercancía está, pues, determinado por la cantidad (tiempo) de trabajo socialmente necesario par su producción. Las consideraciones que os acabo de hacer están incluidas en la comprensión de esta definición.

De la forma M…M, a la forma M…D…M

El trueque Sólo con fijarnos, de forma muy general, en el desarrollo de los diferentes

modos de producción nos damos cuenta, de manera casi intuitiva, de lo que Marx y muchos otros de su época explicitaban. La circulación de mercancías comenzó en un determinado estadio del desarrollo de la humanidad relativamente lejano respecto a nosotros, bajo la forma más elemental: intercambio de una mercancía por otra, es decir, bajo la forma de trueque.

Bajo esta forma es mucho más fácil, por otra parte, percibir que es la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción lo que mide las proporciones en que se intercambiarán las dos mercancías consideradas: sirviendo de medida una para otra e inversamente. Se cambia una decena de pares de botas para procurarse, en contrapartida, por ejemplo, cierta cantidad de armas. Lo que medirá, aunque de una manera imperfecta, en qué cantidades se cambiará una cosa por otra, es la suma de la fuerza de trabajo socialmente necesaria para producir una y otra. Y se comprende que en la relación mercancía-mercancía, directamente, existe esta magnitud. (que está ligada al valor de uso, que sólo puede existir con el valor de uso, pero que es independiente y contradictoria, en el desarrollo, con el valor de uso.

Del valor de uso al valor de cambio

Lo que está incorporado en cada una de las dos mercancías es el valor de cambio, es decir, la cantidad de trabajo socialmente necesaria para su producción, y se cambian una por otra en relación con él.

Cada una de las mercancías mide directamente el valor de la otra. El cambio es proporcional a la cantidad de trabajo socialmente necesaria.

Pero desde el momento en que se generaliza el intercambio de mercancías, incluso si el modo de producción social no está dominado enteramente por la producción mercantil (y lejos de ello), resulta evidente que el trueque, esta forma primitiva de intercambio de mercancías, debe necesariamente ceder el paso a otros métodos, a otros medios de cambio.

Cuando se desarrolla la circulación de mercancías nos encontramos ante la siguiente situación: quien vende la mercancía que ha producido, el producto que ha elaborado, vende en el mercado para intentar obtener otra mercancía que para él será valor de uso, mientras que la mercancía que ha producido sólo es para él valor de cambio.

Es preciso volver a Marx para comprender que la necesidad de una mercancía especial, cuyo valor de uso será ser el patrón general del valor, medida general del

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valor, se hace sentir rápidamente cuando se generaliza, se desarrolla como mínimo, la producción mercantil. Esta mercancía, la mercancía-moneda, para cumplir su función, tiene que tener, naturalmente, un valor.

Marx explica: “Pero en el mismo grado en que se desarrolla la forma del valor en general, se

desarrolla también la antítesis entre sus dos polos, entre la forma relativa del valor y la forma equivalencial.

Esta antítesis se contiene ya en la primera forma, en la de 20 varas de lienzo=una levita, pero sin plasmar aún. Según que esta ecuación se lea hacia adelante o hacia atrás, cada una de las mercancías que forman sus términos, el lienzo y la levita, ocupa el lugar de la forma relativa del valor o el de la forma equivalencial. Aquí resulta difícil todavía fijar los dos polos antitéticos […]

[…] la clase específica de mercancías a cuya forma natural se incorpora socialmente la forma de equivalente es la que se convierte en mercancía-dinero o funciona como dinero. Esta mercancía tiene como función social específica, y por tanto como monopolio social dentro del mundo de las mercancías, el desempeñar el papel de equivalente general […]

[…] Si el oro se enfrenta con las demás mercancías en función de dinero es, sencillamente, porque ya antes se enfrentaba con ellas en función de mercancía. Al igual que todas las demás mercancías, el oro funcionaba respecto a éstas como equivalente: unas veces como equivalente aislado, en actos sueltos de cambio, otras veces como equivalente concreto, a la par de otras mercancías también equivalentes […] Poco a poco, el oro va adquiriendo en proporciones más o menos extensas, la función de equivalente general. Tan pronto como conquista el monopolio de estas funciones en la expresión de valor del mundo de las mercancías, el oro se convierte en la mercancía dinero, [..]

La expresión simple y relativa del valor de una mercancía, por ejemplo del lienzo, en aquella otra mercancía que funciona ya como mercancía dinero, v. gr. en oro, es la forma precio.”iv

Quiero parar aquí, ya retomaré la cita más tarde.

El equivalente general y su representación Se trata de captar bien lo que posteriormente se embrolla por el desarrollo de la

producción y de los intercambios, por razones completamente evidentes por otra parte. Cuando la circulación general de mercancías se establece y se desarrolla, en

la circulación general se selecciona un medio de medida del valor que permite el desarrollo del intercambio de mercancías.

Pero, primero que nada, hace falta que este medio, esta medida del valor, ella misma, sea cristalización del valor; es decir, que cristalice una cantidad de trabajo socialmente necesaria para producirla. Si queréis medir el alto de esta pieza para medirla os hace falta un metro y el metro sólo puede medir porque es un metro. Para ser instrumento de medida de la magnitud, es preciso tener la propiedad común a todo lo que debe ser medido: tener cierta cantidad de magnitud.

Primero vemos, pues, que la circulación del oro y del dinero en general está determinada por la circulación de mercancías y no a la inversa.

En segundo lugar vemos que el patrón del valor, equivalente general, debe tener la propiedad general de toda mercancía, o sea, ser el producto del trabajo humano. Esta mercancía particular posee cualidades naturales, específicas… no se oxida; para producirla hace falta una cantidad de trabajo socialmente necesaria, relativamente estable, muy concentrada; sobre todo, tiene un peso y volumen relativamente débiles;

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puede subdividirse fácilmente hasta el infinito, etc..., cualidades todas ellas naturales o adquiridas pero específicas. Sólo puede convertirse en equivalente general porque posee, incluye y cristaliza un trabajo socialmente necesario y, por lo mismo, hace más fácil el intercambio de mercancías, la generalización de la producción de mercancías…

…Pero es el desarrollo del intercambio lo que le confiere su función. No es esta mercancía tomada en particular la que domina el cambio.

“El precio o la forma dinero de las mercancías es, como su forma de valor en general, una forma distinta de su corporeidad real y tangible, es decir, una forma puramente ideal o imaginaria. El valor del hierro, del lienzo, del trigo, etc…; existe, aunque invisible, dentro de estos objetos y se le representa por medio de su ecuación con el oro, por medio de una relación con este metal, relación que no es, por decirlo así, más que un espectro albergado en sus cabezas.”v

Quiero comentar este pasaje pero tengo ciertos escrúpulos para hacerlo, aunque hacerlo sea necesario, porque temo debilitarlo.

Las cualidades físicas de esta botella son palpables y visibles, las cualidades físicas de las mercancías son concretas, incluso cuando son invisibles, como por ejemplo la electricidad. El valor, la cristalización del trabajo, en tanto que tal, no es concreto. Está contenido en el cuerpo de las mercancías pero de una manera ideal, es decir, de forma no concreta. Ideal no significa en este sentido especulación que se da en la cabeza y se desarrolla no se sabe cómo; el valor no es una cualidad física, es una cualidad abstracta. Vamos a ver que esta particularidad tiene una enorme importancia pues es el origen de ideas estrafalarias.

El valor cristalizado, contenido en una mercancía, únicamente se manifiesta en su relación con el equivalente general de las mercancías: el oro. Es el alma de las mercancías. Para expresarlo, el cambista dice bajo forma de precio qué cantidad de valor contiene.

En la cita anterior, Marx continúa: “por eso el guardián de las mercancías tiene que hacer hablar a su lengua por

las cabezas de éstas o colgarles unos cartoncitos proclamando sus precios ante el mundo exterior. Como la expresión de los valores de las mercancías en oro es puramente ideal, para realizar esta operación basta con manejar también oro ideal o imaginario. Ningún guardián de mercancías ignora que por el hecho de dar a su valor la forma de precio, es decir, la forma de oro imaginario, no dora, ni mucho menos, sus mercancías y que para tasar en oro millones de valores de mercancías no se necesita ni un adarme de oro real y efectivo.”vi

El vendedor de especies, o el comerciante de paños, no necesitan tener en su bolsillo una cantidad de oro. Para pagar el precio de sus mercancías le basta con la existencia del oro como producto social, producto de la actividad humana, que cristaliza cierta cantidad de trabajo humano; le basta la idea de esta magnitud que sólo puede existir porque existe en alguna parte la magnitud real. Únicamente la existencia del oro que cristaliza trabajo humano le permite utilizarlo idealmente y no tenerlo en cuenta en concreto. No hay vendedor de especias que no sepa muy bien que, en su función de medida de valores, la moneda sólo puede emplearse como moneda ideal. Esta circunstancia ha dado pie a que se desarrollaran teorías de lo más extravagantes. Pero aunque la moneda, en tanto que medida del valor, sólo funcione idealmente y que el oro empleado para este fin sólo sea, consecuentemente, oro imaginado, no por ello el precio de las mercancías depende menos del valor de la mercancía-moneda.

El quantum o, si lo preferís, la cantidad de trabajo humano que contiene una tonelada de acero, por ejemplo, se expresa imaginariamente por el quantum de

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mercancía-moneda que cuesta, precisamente, tanto trabajo socialmente necesario para su producción.

Los signos representativos del oro, son signos ideales capaces de cumplir la función del oro porque el oro existe.

Estos signos sólo tienen valor ideal en relación con el oro. Si nos limitamos a la circulación inmediata, vemos trozos de papel que revolotean; se dice “¿por qué no un poco más, por qué no un poco menos?”, “el oro se desmonetiza”. De ninguna manera. Cuanto más crece la circulación de papel moneda bajo diferentes formas (y no voy a dar ahora un curso, sería preciso dedicarle horas y horas) más indispensable es, por el contrario, este fundamento material. La realidad no se corresponde con la apariencia. Entonces, ¿qué ocurre? Cuando un banco central emite papel lo hace (en teoría en todo caso) a partir de unas contrapartidas. ¿Qué son esas contrapartidas? Valor: ya se trate de oro almacenado en las cajas del Banco de Francia o de otro banco, ya de efectos de toda suerte, pero todos ¿sobre qué se basan? Sobre cierta cantidad de valor que se expresa en esta particular mercancía llamada oro.

La mala moneda sustituye a la buena

La experiencia concreta reúne la teoría más fundamental. Cuando se hace esta constatación banal: “la mala moneda sustituye a la buena”; esto quiere decir que cuando, por diferentes razones, la gente se da cuenta que faltan los billetes, las letras de cambio, etc., que son moneda ideal, es decir que funcionan como representantes del valor, no quedan o simplemente se reducen, se da un movimiento mecánico: cada uno intenta desembarazarse bien de esas letras de cambio, bien de esos billetes de banco por buena moneda. La buena moneda es la que representa realmente valor. La buena moneda escasea. La mala abunda. Parece como si supurase por todos los poros del sistema económico. La buena moneda desaparece. Pero el mejor signo del valor, cuando se hace evidente que todos los signos del valor no representan verdaderamente el valor que se supone representan, es el que cristaliza por sí mismo el valor, y particularmente el equivalente general, el valor patrón: el oro se esconde, se le retira de la circulación.

Entonces se afirma oficialmente: “el oro se desmonetiza”. ¡Realmente ocurre lo contrario! Precisamente porque el valor real, la moneda real, es el oro. Por eso todos lo atesoran, lo acumulan en las arcas, no lo quieren soltar. Así como con el dólar (y otras monedas): hoy en día no representan lo que se supone que representan. Los capitalistas la cambian tanto como pueden por oro. Hay un movimiento que se da cada vez más en este sentido. La comprensión de este problema no lo agota todo: pero es evidente que si no comprendemos los mecanismos fundamentales, no comprenderemos nada de lo que sucede actualmente. Nos quedamos en la apariencia, en los fenómenos, de los que no se comprende ni la ordenación ni las razones profundas, que sustituyen al análisis. Eso es el empirismo.

Los acontecimientos os ciegan. Se lee el periódico, se tienen hechos, hechos con los que no se sabe qué hacer. No se los puede ordenar. Mientras que, incluso si sólo disponéis de informaciones limitadas, si conocéis la teoría debéis, como mínimo, poder reconocerla en los “hechos” y darles sus verdaderas proporciones y su verdadero encadenamiento. Para poder captar el actual movimiento hay que saber que se trata de la circulación de mercancías, que son las mercancías las que se cambian unas por otras, saber que los billetes de banco y las otras formas de moneda escrita no son nada más que los representantes ideales de un oro que reemplazan, saber, en consecuencia, que es la circulación mercancías, mercancía contra mercancía, lo que controla el conjunto del ciclo económico; saber que la ley del valor es la llave de la comprensión de la circulación de mercancías.

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Marx representó la circulación simple de mercancías por medio del siguiente esquema que conoceréis sin duda. Plantea la formula M…D…M.

Es la fórmula general de la circulación de mercancías. Mercancías que se llevan al mercado, que se venden por dinero que es la mercancía-moneda, dinero que enseguida se cambia, después, por otra mercancía. Teniendo las tres M D M la misma magnitud, en ellas se cristaliza la misma cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlas. A resaltar que el intercambio generalizado de mercancías implica la separación de operaciones que contiene el intercambio directo M contra M, mercancía contra mercancía, es decir el trueque. En el trueque (ya lo he dicho) el fin es el consumo inmediato. En el intercambio de mercancías por dinero para procurarse otra mercancía tenemos a quien vende la primera mercancía por dinero: se dice que realiza su mercancía, que la transforma en dinero que le servirá para comprar otra mercancía M. Pero no necesariamente de forma inmediata. Sólo quien compra la mercancía lo hace para consumirla en función de su valor de uso.

En la forma de circulación MERCANCÍA / DINERO / MERCANCÍA, la mercancía desaparece por el consumo y sólo subsiste el dinero como tal, con su cuerpo físico, el dinero o su representación en papel. Marx escribe:

Sobre la posibilidad de crisis “Nada más necio que el dogma de que la circulación de mercancías supone un

equilibrio necesario de las compras y las ventas, ya que toda venta es al mismo tiempo compra, y viceversa. Si con ello quiere decirse que el número de las ventas operadas supone un número igual de compras se formula una necia perogrullada. Pero no, lo que se pretende probar es que el vendedor lleva al mercado a su propio comprador. Venta y compra forman un acto idéntico, es una relación de interdependencia entre dos personas que actúan como dos polos opuestos: el poseedor de mercancías y el poseedor de dinero. Trátase de dos actos polarmente contrapuestos de una misma persona. La identidad de compra y venta supone, por tanto, la esterilidad de la mercancía que, lanzada a la retorta alquimística de la circulación, no sale convertida en dinero es decir, vendida por su poseedor y comprada por el del dinero. La identidad a que nos referimos implica, además, que este proceso, caso de realizarse, constituye un punto de reposo, una interrupción en la vida de la mercancía, interrupción que puede durar más o menos tiempo. Como la primera metamorfosis de la mercancía es, al mismo tiempo, compra, este proceso parcial envuelve, a la par, un proceso independiente. El comprador ha entrado en posesión de la mercancía, el vendedor en posesión del dinero; es decir de una mercancía que conserva su forma apta para la circulación, por mucho que tarde en descender nuevamente al mercado. Nadie puede vender si no hay quien compre. Pero no es necesario comprar inmediatamente de haber vendido. Lo que hace que la circulación derribe las barreras temporales, locales e individuales del intercambio de productos es precisamente el hecho de desdoblar la identidad inmediata que existe entre el intercambio del producto del trabajo propio por el producto del trabajo ajeno mediante la antítesis de compra y venta. Al decir que estos procesos, independientes el uno del otro, forman una unidad interna, decimos también que esta unidad interna reviste al exterior la forma de una antítesis. Cuando cosas que por dentro forman una unidad, puesto que completan recíprocamente, revisten al exterior una forma de independencia, y ésta se agudiza hasta llegar a un cierto grado, la unidad se abre paso violentamente por medio de una crisis. La antítesis, que lleva implícita la mercancía, de valor de uso y valor, de trabajo privado que se ve al mismo tiempo obligado a funcionar como trabajo directamente social; de trabajo determinado y concreto, [trabajo que produce un objeto concreto con sus cualidades específicas: valor

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de uso, S.J.] cotizando a la par como trabajo general abstracto [trabajo general, independiente del resultado de este trabajo, una mesa, una caja, una Biblia, que sólo existe como cantidad de trabajo, como valor de cambio, S.J.]; de personificación de las cosas y materialización de las personas, esta contradicción inmanente, asume sus formas dinámicas más completas en los antagonismos de la metamorfosis de las mercancías. Por eso estas formas entrañan la posibilidad, aunque sólo la posibilidad, de crisis. Para que esta posibilidad se convierta en realidad, tiene que concurrir todo un conjunto de condiciones que no se dan todavía, ni mucho menos, dentro de la órbita de la circulación simple de mercancías.”vii

En la ruptura del intercambio directo M…M, a consecuencia del tránsito por el mercado, Marx muestra como por el hecho que D se convierte en el eje ‘M D M’ ya no se da la obligada conexión entre producción y consumo.

El mercado regulará obligatoriamente, con choques, baches, rupturas, con toda una serie de accidentes, la circulación de mercancías.

Marx explica que en ello existe la posibilidad de crisis y deja bien claro que la posibilidad no significa que las crisis se producirán por necesidad. Entre una cosa posible y otra que se produce hay una distancia, una separación que, por regla general, es preciso medir bien si no se quieren cometer graves errores. Esta separación, este movimiento crea la siguiente apariencia: como las mercancías consumidas desaparecen continuamente parece que lo que controla la circulación de mercancías es el dinero, porque subsiste continuamente mientras que M desaparece constantemente. Y la apariencia es fuente de groseros errores. Hay que retomar la formulación de Marx sobre la circulación monetaria. Marx explica:

“La suma total de dinero que actúa como medio de circulación [es decir: no por fuerza oro, sino su representación ideal bajo las más diversas formas que pueden ir desde el cheque hasta la letra de cambio pasando por el billete de banco y por muchas otras formas que no me vienen ahora a la cabeza, S.J.] en cada periodo de tiempo depende pues, por una parte, de la suma de precios del mundo de las mercancías circulantes; por otra parte del flujo más lento o más rápido de sus procesos antagónicos de circulación…”viii

Tenemos la siguiente fórmula: la suma de mercancías, en un momento dado, dividida por la velocidad de rotación del dinero, da el quantum de dinero que circula en un momento dado.

Continúo con la definición para precisar: “[…] dada la suma de valor de las mercancías y dado el ritmo medio de sus

metamorfosis, la cantidad de dinero o de material dinero circulante dependen de su propio valor. La ilusión de que son, por el contrario, los precios de las mercancías los que dependen de la masa de los medios de circulación y ésta, a su vez, de la masa del material dinero existente dentro de un país, es una ilusión alimentada en sus primitivos mantenedores por la absurda hipótesis de que las mercancías se lanzan al proceso circulatorio sin precios y el dinero sin valor y que luego, allí, una parte alícuota de la masa formada por las mercancías se cambia por una parte alícuota de la montaña de metal.”ix

Hay que explicar a los camaradas de los GER que no les servimos la ciencia en bandeja. Hay que estudiar muy seriamente estos problemas para comprenderlos. Nuestro papel consiste en decirles: “Esta es la orientación, el método que es indispensable utilizar para estudiar teóricamente estas cuestiones.”

La organización, si hacéis los esfuerzos necesarios, os da un mínimo armamento teórico. Pero adquirir un armamento teórico fundamental exige un trabajo personal en el marco de la organización. Este armamento puede parecer muy abstracto pero es

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irreemplazable. Sin él, la crisis monetaria, todo lo que acaece actualmente, es incomprensible.

De M…D…M a D…M…D… a D…M…D’

No hemos llegado aún al modo de producción capitalista. Simplemente hemos establecido, de forma rápida e insuficiente, lo que es la ley del valor en general y cómo el dinero no escapa a la ley del valor sino que, al contrario, es su expresión más general. La circulación de mercancías no es aún el modo de producción capitalista, aunque evidentemente conduce al capital comercial, al capital bancario, al capital usurario..

El trueque existe mientras el intercambio es accidental, ocasional y, al final, conduce a una actividad particular, a una función social particular que es la razón de ser de los especialistas del intercambio, es decir del comercio.

Así como también conduce a esta actividad particular: ser proveedores de dinero. Los beneficios de los comerciantes, y esto vale para los comerciantes actuales, provienen del hecho que éstos deducen una parte de M.

Este tipo de capital, el capital comercial, no paga el valor de las mercancías pero las vende por su valor, no se producen nuevos valores por el intercambio de mercancías, por la compra de mercancías para su reventa. Del mismo modo el comercio de dinero, el préstamo bancario, etc., no crea valor suplementario en ningún caso.

Los beneficios, las ganancias, provienen de una deducción sobre el valor que ya existe, que está en vías de creación; pero no es en absoluto la circulación del dinero, por el dinero, para el dinero, la que crea el valor.

Y, sin embargo, en el modo de producción capitalista, los capitalistas disponen por lo general de un capital bajo la forma de dinero; compran una mercancía para venderla y volver a obtener otra forma de dinero.

Desde un principio está bien claro que si la circulación MERCANCÍA / DINERO / MERCANCÍA es perfectamente racional en sí misma (produciendo una mercancía, es decir un valor de uso que no necesito, creo un valor de cambio para conseguir dinero y el final del ciclo es que con el dinero, pero en otra parte, yo consigo otra mercancía que para mí es valor de uso), el intercambio es perfectamente racional.

Por el contrario, cambiar dinero por una mercancía para obtener dinero en sí, es absurdo si se intercambian magnitudes iguales. Para que el movimiento D / M / D tenga un significado es preciso que D permita comprar M y que al final se consiga D’, es decir, una mayor suma de dinero que la que se ha invertido al principio. Este ciclo no puede ser, pues, D / M / D, sino D / M / D’. Pero acabamos de ver que, precisamente, el intercambio de dinero; el dinero por sí mismo, no crea ningún valor; algo ha de ocurrir, pues, en un momento dado, entre los dos términos D / M. Es necesario, pues, que en un momento determinado D / M, M se transforme en M’ para poder convertirse, en el ciclo de la circulación, en D’.

Todo el secreto del modo de producción capitalista reside en estos términos M / M’; compra de una mercancía cuya propiedad será la de crear valor para tener M’.

La fuerza de trabajo ¿Cuál será esta mercancía? Recordemos lo que explica Marx: “[…] la condición indispensable del modo de producción capitalista, la única

condición, es la generalización de los trabajos privados, la generalización de la circulación de mercancías, hasta el punto en que tenemos, por una parte, los poseedores de los medios de producción y, por otra parte, ni esclavos ni siervos sino

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vendedores libres de su fuerza de trabajo, proletarios que no tienen más que su fuerza de trabajo y que están obligados a venderla en el mercado de trabajo.”

¿Qué ocurre en realidad? Los capitalistas compran determinadas mercancías. Estas son los medios materiales de producción en general, las fábricas, construcciones, útiles, materias primas y todo lo relacionado con ellos. Después compran otra mercancía que es la fuerza de trabajo humana, tal mercancía es la única que tiene la propiedad de producir valor. Conviene detenerse aquí porque existe el grave riesgo de caer en las confusiones de la economía clásica que se introducen continuamente en la vida cotidiana, y cuando pienso en la vida cotidiana pienso en la vida política.

No es cierto que se le robe al obrero. Él vende su fuerza de trabajo por su valor, o esa es, por lo menos, la tendencia general.

Puede haber, hay, casos particulares, claro. En efecto: como toda mercancía, el valor de la fuerza de trabajo se mide por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla; es decir el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir el conjunto de mercancías que son indispensables para su subsistencia, procreación, formación como trabajador cualificado, poco cualificado, muy cualificado, etc. Lo que, evidentemente, por otra parte, quiere decir que la fuerza de trabajo está sujeta a la misma ley que cualquier otra mercancía: su valor varía; no tiene un valor dado de una vez por todas.

Su valor varía según: 1. La cualificación. Es decir, según la cantidad de trabajo socialmente necesario para fabricar, por

decirlo así, un determinado trabajador; cantidad que no es la misma para formar a un albañil que a un ingeniero.

2. El nivel de civilización y de cultura general del proletariado. Es decir, al fin y al cabo, del desarrollo de la lucha de clases en un determinado

país. Contra lo que decía Lassalle, no existe la ley de bronce. Lassalle explicaba que el valor de la fuerza de trabajo estaba determinado por lo estrictamente necesario para que el pobre currante pudiese vivir y reproducirse. El valor de la fuerza de trabajo de un obrero, digamos en 1973, no es superior pero sí diferente del valor de la fuerza de trabajo de un obrero de hace cincuenta años. El trabajador de 1973 es un trabajador que ha adquirido unas necesidades, que tiene tras de sí un combate, que ha conquistado cierta dimensión, cierto lugar en la sociedad, como resultado de la lucha de clase. Son cuestiones esenciales ya que si aceptamos la teoría de Lassalle, de la ley de bronce, tendríamos que afirmar que, salvo la revolución inmediata, la toma del poder y, más exactamente, la apropiación directa de los medios de producción, no sería ni útil ni necesaria ningún otro tipo de lucha de clases, a no ser como forma de gimnasia preparatoria de los trabajadores de cara al combate final por el “gran día”.

Por tanto, el valor de la fuerza de trabajo está determinado por la

cantidad de trabajo socialmente necesaria para su producción, pero no está dado de una vez por todas.

Queda claro entonces (y esta distinción es importantísima) que el trabajador

vende su fuerza de trabajo y el capitalista utiliza en su totalidad esta fuerza de trabajo. Está la cuestión de la plusvalía relativa y de la plusvalía absoluta que dejaremos por hoy porque nos llevaría muy lejos. El capitalista no paga el precio del trabajo sino el valor de la fuerza de trabajo. Esta distinción también es muy importante. Si admitimos

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que el capitalista paga el precio del trabajo eso significaría que admitimos que no hay explotación. Lo que paga es la fuerza de trabajo, que es la generadora del valor así como un generador eléctrico es el generado de la corriente eléctrica. Produce valor. Tenemos el fenómeno siguiente: los proletarios no cobran íntegramente (tanto da) el valor que producen. Cobran el valor de su fuerza de trabajo.

La diferencia entre lo que han producido y lo que han consumido, la

diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo y el valor que producen, es la plusvalía, el nuevo valor creado.

A propósito de la plusvalía

El capital se divide en dos: capital constante y capital variable. 1. El capital constante. Toda la economía burguesa explica que el capital constante es por sí mismo

fuente de valor. En absoluto. ¿Qué es el capital constante? El capital constante es trabajo muerto, trabajo cristalizado, trabajo anterior. Por sí mismo no es nada, aunque lo sea todo, al ser el trabajo anteriormente acumulado por la humanidad.

No es nada si no es puesto en funcionamiento por la fuerza de trabajo. No añade ningún gramo de valor, sólo transmite a cada mercancía, tomada en particular, parte de su valor (los medios de trabajo, las materias primas, etc.).

El valor cristalizado en los medios de producción se transmite al

nuevo producto por medio de la fuerza de trabajo (trabajo vivo). 2. El capital variable. La clase obrera es la fuerza productiva esencial. No es una cuestión secundaria. Cuando los pablistas, por ejemplo, explican que “las fuerzas productivas

continúan creciendo” esto quiere decir que la clase obrera continúa desarrollándose socialmente, políticamente, reforzando su condición, mejorando el valor de la fuerza de trabajo en el marco de esta sociedad, es decir que la clase obrera no tiene necesidad, por el momento, de hacer la revolución; prosigue su lucha de clases, pero no toda lucha de clases desemboca por necesidad en la revolución; debe tener un programa reformista.

Seguramente debe existir cierto número de pablistas que tienen conciencia de lo que esto significa pero la mayor parte (y yo diría que hasta los cuadros más elevados) no se dan cuenta de lo que dicen porque han olvidado leer El Capital o, si lo han leído, no lo han entendido, simplemente se han olvidado de leer Precio, salario y ganancia; se han olvidado de hacer GER como hacéis vosotros. Aquí se ve cuán concreta es la teoría, la abstracción, se ve que no se trata simplemente de palabras. La fuerza de trabajo humana es el motor de la producción. Sólo ella añade un nuevo valor, es la fuente de valor, la única fuente de valor. El trabajo muerto, el trabajo cristalizado sólo puede ponerse en movimiento por la acción de la fuerza de trabajo. Hagamos una advertencia de pasada. ¿Qué quiere decir Marx cuando escribe?:

“El muerto atrapa al vivo”

Con esto quiere decir que la masa de capital (trabajo muerto acumulado) aplasta al vivo, a la fuerza de trabajo humana. La misma acumulación de capital en el marco del modo de producción capitalista es un factor de aplastamiento del proletariado. El muerto, es decir el trabajo cristalizado, atrapa al vivo: a la clase obrera como fuerza productiva viviente. El conjunto de la producción está orientada en función del capital,

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para acrecentar la masa de capital, para transformar la plusvalía en capital, en fuerza de trabajo cristalizada. Esto es lo que significa “el muerto atrapa al vivo”. La única fuente de valor, es el trabajo humano.

El descubrimiento de la plusvalía es uno de los descubrimientos fundamentales de Marx.

Smith y Ricardo, aportaron, sin duda, una decisiva contribución al descubrimiento de la ley del valor pero cometieron un error esencial.

Puede que en el origen de este error haya una parte de subconsciente de clase, no lo sé, y no importa. Smith y Ricardo no separaron el capital constante del variable. Para ellos existía el capital fijo y el circulante; descomponían el capital, por una parte en construcciones, máquinas, etc. (capital que se amortiza a largo plazo) y, por otra parte, en capital circulante, es decir materias primas, cierta cantidad de útiles y naturalmente los salarios, es decir, el precio de la fuerza de trabajo pagada al obrero.

Pero con esto ocultaban, precisamente, la delimitación esencial entre capital constante y variable. Con la formulación de capital circulante, que comprende todos los elementos ya dichos, desaparece la diferenciación entre capital cristalizado, capital muerto, y capital variable, es decir, fuerza de trabajo humana. A partir de ello les era imposible ver la génesis de la plusvalía. De este modo no podía explicarse científicamente el antagonismo entre las clases.

Desde el momento en que se estableció esa delimitación pudo

plantearse la fórmula general del valor, que es la siguiente: C (capital constante) + V (capital variable) + PL (plusvalía).

¿Por qué a C se le llama capital constante? Marx lo explica: “Como vemos, la parte de capital que se invierte en medios de producción, es

decir, materias primas, materias auxiliares e instrumentos de trabajo, no cambia de magnitud de valor en el proceso de producción. Teniendo esto en cuenta, le doy el nombre de parte constante del capital, o más concisamente, capital constante.

En cambio, la parte del capital que se invierte en fuerza de trabajo cambia de valor en el proceso de producción. Además de reproducir su propia equivalencia, crea un remanente, la plusvalía, que puede también variar, siendo más grande o más pequeño. Esta parte del capital se convierte constantemente de magnitud constante en variable. Por eso le doy el nombre de parte variable del capital, o más concisamente, capital variable.”x

Y lo completa con este comentario: “Las mismas partes integrantes del capital que desde el punto de vista del

proceso de trabajo distinguíamos como factores objetivos y subjetivos, medios de producción y fuerza de trabajo, son las que desde el punto de vista del proceso de valorización se distinguen en capital constante y capital variable.”xi

La ley del valor se manifiesta por mediación de otras categorías

económicas Pero hay que dar marcha atrás. Nunca, o muy raramente, se vende una mercancía por su valor. La ley del valor sólo se manifiesta por mediaciones, por categorías

económicas que dependen de la ley del valor pero que no son directamente la ley del valor.

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Evidentemente esto complica las cosas, pero es irremediable, estamos en el dominio de lo complejo. Ya lo he dicho, si el valor de la fuerza de trabajo varía, no lo volveré a explicar, el valor de la plusvalía, su magnitud, varía igualmente por razones muy diversas: la lucha de clases del proletariado, la intensidad del trabajo, la extensión de la jornada de trabajo, la variación del valor de la fuerza de trabajo.

El hecho que la clase obrera estadounidense tenga en 1973 un nivel de vida mucho más alto que todas las otras clases obreras de ningún modo significa que esté menos explotada ni que el valor de su fuerza de trabajo sea mayor que el de la clase obrera estadounidense de hace un siglo. ¿Por qué?

Muy simplemente: lo que cuenta es la cantidad de trabajo socialmente necesario para la producción de mercancías de diverso tipo; y si la productividad del trabajo aumenta según un coeficiente x, el nivel de vida puede aumentar y la fuerza de trabajo [su coste] puede disminuir; y la tasa de explotación aumentar. Si eran precisas hace un siglo, por término medio, seis horas de trabajo para que el currante alcanzase a subsistir, a reproducirse, etc., y esto medía el valor de su fuerza de trabajo, durante otras seis horas producía plusvalía en excedente, la tasa de explotación era 6/6.

Si hoy en día el mismo obrero trabaja ocho horas por día, pero si sólo le hace falta trabajar tres horas para pagar los medios de subsistencia (aunque su nivel de vida haya subido), reproducción etc., que precisa para el mantenimiento de su fuerza de trabajo, el valor de su fuerza de trabajo ha disminuido y los trabajadores están más explotados. La tasa de explotación ha aumentado, dividid 5 entre 3 y los veréis vosotros mismos.

Hay que tener en cuenta que todo esto debe ser precisado; no existe una medida fija y dada de una vez para siempre, se trata verdaderamente de un movimiento que es preciso intentar apreciar.

PL – C – V

Marx estableció las siguientes fórmulas que tienen una enorme importancia. La cuota media de ganancia. Es decir, lo que la clase capitalista (en su totalidad) cobra, extrae, recibe, puede

expresarse con la fórmula: plusvalía dividida por la suma del capital, es decir: capital constante + capital variable:

PL / C + V La tasa de explotación es: plusvalía dividida por capital variable:

PL / V También explicó la composición orgánica del capital, que no se corresponde,

repito, con la relación entre capital circulante y capital fijo; es el capital constante dividido por el capital variable:

C / V En el conjunto de los desarrollos, la tendencia es descendente para la

relación PL / V. Es la ley de la tendencia descendente de la cuota de ganancia,

Ley que expresa una tendencia (no hay que transformarla en un absoluto si no queremos caer en la pura ideología). Mucho menos hay que hacer de ella un fetiche: el capital constante es también una magnitud variable, que crece y decrece, en función del trabajo socialmente necesario para producirlo o reproducirlo.

Por tanto: la mercancía se vende por su valor en contadas ocasiones. La ley del valor se manifiesta a través de categorías económicas que son:la

oferta y la demanda. Cuando se da una considerable demanda de mercancías los precios

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aumentan. La tendencia general para esta mercancía determinada es ser vendida por encima de su valor. Cuando tal cosa sucede, como la cuota de ganancia aumenta, se da un flujo de capitales que se invierten en esta rama determinada. La suma de mercancías crece hasta un determinado momento en que se da el equilibrio y en el que el precio de las mercancías baja y equivale, grosso modo, a su valor. Después, si las cosas siguen igual, la misma abundancia de mercancías lleva a una bajada de precios, lo que puede ser importantísimo. Las mercancías se venden entonces por debajo de su valor. Existen otros fenómenos.

La cuota media de ganancia traduce el proceso global y no los

aspectos diferenciados del proceso de producción. Las mercancías, por una u otra razón, sólo muy raramente son vendidas por su

valor pues: El motor de la producción es la cuota de ganancia. Cualquiera se da cuenta enseguida de que la composición orgánica del capital C

/ V tienen un papel considerable ya que sólo V es fuente de valor, ganancia. Está claro que si, por ejemplo, tenéis un capital constante que para un tipo de producción es cuatro veces más importante que para otro tipo (siendo la cuota de explotación la misma) al final tendréis, con igual valor, una cuota de ganancia ridícula en una rama con una composición orgánica elevada. Por el contrario, donde no se necesite ningún material, donde el único capital sea el variable, la ganancia PL será inmensa. (Es un razonamiento hasta el absurdo para comprender un determinado mecanismo. Si C no existiera tampoco existirían las condiciones del modo de producción capitalista: los dueños de los medios de producción por una parte y, por la otra, los proletarios que sólo poseen su fuerza de trabajo y que se ven obligados a venderla, los proletarios utilizarían por sí mismos su fuerza de trabajo) Si las cosas sucedieran de esta forma, si las mercancías se vendieran por su valor en el mercado, no se daría ningún avance ni en la producción, ni en la técnica, ni en el desarrollo de los medios de producción. De hecho, en el mercado no se traduce de esta forma la ley del valor. Las mercancías se venden en el mercado por su precio de producción, es decir por la suma: capital constante + capital variable necesario para su producción + una parte de la plusvalía general producida, proporcional al capital invertido y a la velocidad de su rotación,

Resulta, pues, que, incluso cuando las cosas van bien, ninguna mercancía se vende, en realidad, por su valor (sea cual sea la ley del valor que determina el precio de las mercancías) sino por su precio de producción: capital invertido más beneficio medio.

Existen muchos fenómenos más que, fundamentándose en ella, ocultan la ley del valor. Por eso hay que saber que el capital bancario deduce de ella una parte; el capital comercial otra; otras partes son deducidas a favor de los impuestos. Hay que ir incluso más lejos. A pesar de que vende su fuerza de trabajo, hay una gran parte del proletariado que no produce valor: es lo que ocurre con todos aquellos cuya fuerza de trabajo es consumida por las necesidades parasitarias del modo de producción capitalista, de la sociedad burguesa, de la sociedad dividida en clases. Esto concierne no sólo a los empleados domésticos y servidumbre, mujeres incluidas, sino también a toda una serie de empleos de toda suerte, burocracia, ejército, policía, etc. No sólo las ganancias extraídas por los capitalistas que compran su fuerza de trabajo se deducen de la

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plusvalía producida por los trabajadores productivos sino que los salarios que se les pagan a aquéllos también se deducen de ésta.

La ley del valor opera en las sombras, clandestinamente, por categorías económicas interpuestas, pero soberanamente. Evidentemente esto no es simple. Si nos limitamos a “lo concreto”, es decir a la apariencia, estas categorías bailan una loca zarabanda inexplicable.

Se podrían decir muchas más cosas pero es imposible en el marco de esta conferencia. Simplemente añadiré:

La ley del valor, repitámoslo, es la expresión abstracta de las

relaciones sociales de producción.

El capital no es una entidad, es una relación. El

capital traduce las relaciones sociales de producción. La ley del valor contiene toda la

lucha de clases en la época moderna. Quien no comprende la ley del valor, sólo comprenderá la lucha de clases como fenómeno inmediato pero

no en su profundo contenido. Quien no comprende, quien no se ha detenido a analizar esta “abstracción” C+V+PL, que es la verdad

concreta, no es capaz de comprender el conjunto del desarrollo de la lucha de clases, el conjunto

de la crisis de la sociedad capitalista; no es capaz de comprender, finalmente, los fundamentos de la

lucha por el socialismo

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En Cuadernos de formación marxista:

• A noventa años de El Manifiesto Comunista, León Trotsky • A propósito de las "25 Tesis" del camarada Ernest Mandel sobre la "revolución mundial",

Stéphane Just, 1976 • Bases económicas del marxismo • El Capital, Volumen I, Carlos Marx (extractado por Otto Rühle) • El Gobierno Obrero y Campesino, Stéphane Just, 1971 • El Manifest del Partit Comunista, Marx i Engels (Prefaci "Noranta anys del Manifest, Trotski) • El marxisme i la nostra època, Trotski, 1939 • El marxismo y nuestra época, León Trotsky • El marxismo y su método • El nuevo curso, León Trotsky • Estalinismo e izquierdismo, Stéphane Just • La crisis, Marx • La huelga general y la cuestión del poder, Stéphane Just, 1980 • Las nacionalizaciones. Stéphane Just, 1981 • Las tres fuentes del marxismo. La obra histórica de Marx. Karl Kautsky, 1907 • Lenin: El imperialismo, fase superior del capitalismo (extractos), 2ª edición • Los marxistas y los sindicatos • Marx y las crisis del modo de producción capitalista, S. Just • Materiales Conferencia Nacional de militantes por el Gobierno Obrero, Stéphane Just, 1972 • Prefacio a "Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista", Stéphane Just • Prefacio a Los marxistas contra la autogestión, Stéphane Just, 1973 • Problemas de la vida cotidiana, León Trotsky

Notas: i Marx, K y F Engels, La ideología alemana, coedición Ediciones Pueblos Unidos y Ediciones Grijalbo, Montevideo y Barcelona, 1974, páginas 28, 29, 30 y 31. ii Engels, F; Anti-Dühring, Editorial Grijalbo, México, 1968, páginas 172, 173 y 174. iii Marx, K; El Capital, Tomo I, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, página 123. iv Ibídem, páginas 33, 34, 35 y 36. v Ibídem, página 57. vi Ibídem, página 57. vii Ibídem, páginas 72 y 73. viii Ibídem, página 80. ix Ibídem, página 82. x Ibídem, página 158. xi Ibídem, página 158

Germinal (núcleo en defensa del marxismo)

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