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68
Marxismo y política La dualidad de poderes y otros ensayos Carlos Nelson Coutinho raeoucctó¡¡ oP Paula Vidal Molina Coutinho, Carlos Nelson Marxismo y política: La dualidad de poderes y otros ensayos = Marxismo e política: A dualidade de poderes e outrás "ns.ios [texto impreso]/ Carlos Nelson Coutinho; Paula Vidal Molina (Traductora) '- l'ed' - Santiago: LOM Ediciones; zoll. r38p.: 14x21,5 cm. (Colección Ciencias Humanas) lsBN: 978-956-oo -026 4-8 RPI:206.304 l. Marxismo l. Titulo. ll. Serie ltl' Molina Vidal' Paula Traductora). DeweY :335.4- cdd zt cuBer: c871m Fuente: Agencia Catalográñca Chilena @ LOM Ediciones Primera edición, zoll Título original: Marxismo e política' A duatídade de poderes e outros ensaios' rsBN: 978-956-Oo -0264-8 RPr:206.3o4 ¡¡rctór.¡ Y COt tpostctoN LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago rerÉro¡ro: (56-z) 688 5273 | rnx: (s6-z) 696 6388 * v att: [email protected] I weel. www'lom'cl orssño os cor-sccrów Estudio Navaia IMPRESO EN LOS TALLERES DE LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal 'rrLÉro¡ros: 716 9684 - 716 9695 I FAx: 716 8304  mpreso en Santíago de Chíle Filosofia Política I ctrr'¡ctes HUMANAs ----a I I I 'r\ 1i Lom PALABRA OE LA LENGUA vÁun¡rn oue 5lGNlFlcA Sol

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Marxismo

y

política

La

dualidad

de

poderes

y

otros

ensayos

Carlos

Nelson

Coutinho

raeoucctó¡¡

oP

Paula

Vidal

Molina

Coutinho,

Carlos

Nelson

Marxismo

y política:

La

dualidad

de

poderes

y

otros

ensayos

=

Marxismo

e

política:

A

dualidade

de

poderes

e

outrás

"ns.ios

[texto

impreso]/

Carlos

Nelson

Coutinho;

Paula

Vidal

Molina

(Traductora)

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Santiago:

LOM

Ediciones;

zoll.

r38p.:

14x21,5

cm.

(Colección Ciencias

Humanas)

lsBN:

978-956-oo

-026

4-8

RPI:206.304

l. Marxismo

l.

Titulo.

ll. Serie

ltl'

Molina

Vidal'

Paula

(Traductora).

DeweY

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cdd

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cuBer:

c871m

Fuente:

Agencia

Catalográñca

Chilena

@

LOM

Ediciones

Primera

edición,

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Título

original:

Marxismo

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política'

A duatídade

de

poderes

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outros

ensaios'

rsBN:

978-956-Oo

-0264-8

RPr:206.3o4

¡¡rctór.¡

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LOM

Ediciones.

Concha

y

Toro

23,

Santiago

rerÉro¡ro:

(56-z)

688

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*

v att:

[email protected] I

weel.

www'lom'cl

orssño

os

cor-sccrów

Estudio

Navaia

IMPRESO

EN

LOS

TALLERES

DE LOM

Miguel

de

Atero

2888,

Quinta

Normal

'rrLÉro¡ros:

716

9684

-

716

9695

I

FAx:

716

8304

 mpreso

en

Santíago

de

Chíle

Filosofia

Política

I

ctrr'¡ctes

HUMANAs

Lom

PALABRA

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LA

LENGUA

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Para

Andréa,

mimujer

La

dualidad

de

poderes

y

otros

ensayos

Carlos

Nelson Coutinho

rneoucc¡óts

pe

Paula

Vidal

Molina

il

t'

I

I

i

,i

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l

I

I

1

I

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I

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I

I

I

i

I

Marxismo

y

política

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I

i

l

l

Índice

Prefacio

I 9

cepÍturo

t

La

dualidad

de

Poderes:

Estado

y

revoiución

en el

pensamiento

marxista

I

r3

r.

Aigunas

cuestiones

de

método

I

rg

z.Teona"restricta"

del Estado

y

concepción

"explosiva"

de

la

revolución

I

lo

3.

La

ampliación

de

la teoría

del

Estado

y

la

concepción

de

la

revolución

como proceso

|

37

c¿pírulo

z

Los

marxistas

y

la

"cuestión

democrática"

|

6r

cepírulo

3

Gramsci,

el

marxismo

y

las

ciencias

sociales

I

7z

r.

El

punto

de

vista

de

la

totalidad

y

las

ciencias

sociales

particulares

|

77

z.

La

recuperación

gramsciana

de

la

crítica ontológica

de

Marx

I

ao

3.

La

contribución

de

Gramsci a las

ciencias

sociales

I 94

cnpítulo ¿

Voluntad

general

y

democracia

en

Rousseau, Hegel

y

Gramsci

I

ror

r. La

prioridad

de

1o

público

I

toz

z. Rousseau

y

la

voluntad

general

I

ro4

a.

Hegel

y

las

determinaciones

de

la

voiuntad

I

tog

4.

Gramsci

y

la hegemonía

como contrato

I

tt6

cepÍrulo

s

Lukács, la

ontología

y

la

política

I

rzg

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i

i

:i

I

,

los

conceptos

básicos

de

la

reflexión

marxianasobre

lo

social'

sino

también

alsunos

rnomentos

,t'"t'l**o"t

át

i"

t'oruti¿tt

históricadeesta

corriente

-

HHH;:;;

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*:l:.:ml:,::1

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"::

ncorporados

a

su

Patttn'*

"

o

]_r"ri.run

del

moclo

por

er

cual

los

con-

El

primer

ensavo

t"

:tl;;;;

;.,ái"ton,

t'olucionaron

en

Iareflexion

ceptos

de

Estado

y

revo

lucro*§c

:'- :;;";;"e

combina

inseparabiemente

i.'iol*rr*i"as,

de

acuerdo

con

un

proceso

que'c(

conservación,

"ri*i"".i;;;;;;""r.io^,

es

áecir,

según

ro

que

Hegel

busco

rlerlnir

con

ra

famosa

'-"''J¿til;"J';;ryr::[1;i'.t

rrl

,lT.:H":

i"'

lr.tiaoa

cle

pocter.esaparece

como

""

t"^1t?^1;Ti;"on

*"t

"üa"

'

i.l^

ll.rott

revolucionaria"

(y'

Por

1o

tanto'

de,

transformació"

"uo'utloi"ü

"n

*po""ntes

teóricos

marxistas'

servlra

co

mo

hil

o

c

o

nducto

r

t'

mre;Ñ;

i:

t- ¡1.

-

"1il[l:

ffi

,T:-;":'T3;

i.'i.

,.."ptoción

aborda

Ia

historia

de

los

"titT;;.i;

'ii'u

átttt"t

tnr^

;"

;'.;o;

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el

segundo

(much"

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"r]r";'"t"io"

evolución

del

mod'o

pát

tl

t""t

algunos

marxistas

enfrentan

la

"cuestrc

democrática"''

"r"'o

llt'**Jo

Ñ

:

llll' 11'"":::]:il1:1'1ff

lT::;i

o.ra,

¿.

su

carácter

sumario

y

exploratorio-

ur

''

il':,Til

:

[:?]fi:

[am

de

la

re

lac

ión-e

ntre

Gra

ms

c

i'

er

marxism

o

v

las

ciencias

sot'-'"'-n1l""

t*""'

*'luetalladamente

lo

que

me

parece

ser

la

principar

ntttnti"''"io-iJrá*áut-t":tlt*'ón

dt

*^t*

sobre

1o'social:

Ia

actop

ció

n

e*prit

i"

¿ti

p' n-*'

i

"o

a'

l

a

to

talidad'

inoy

tan

combarido'

especialment"

rtt

t"li'l*'

ui''"'ost-*odernos"'

Pero'

at

mismo

Úempo'

tambiéninrento*"'ili::;dg;:f

::'.1,"t#:il",T#.X1[:T'i*:

;ñil;

de

un

diálogo

crítíco

der

*''t"-tl

particulares,

""^o*;;;;

igtto"n

o

rechacen

explícitamente

este

punto

cle

vista

globat'**'

in

r^

*-taia^

tn

q"

t"

J'u

g"*tti^na

está

centrada

enra

críúca

aru

pririro,

este

ensayo.s.

.n.uuár"

en

el

espíritu

general

de

esta

recopitaciónl;;t

-t;*"

tl1::

título-

et

de

contribuir

a

una

reflexión

sobre

las

"üt'ot"'

entre

marxismo

y

política'

;

;;.:,,;;;,rr,,,,,

iir"r'.:i,,i'i;:i?::::::i,:i1:ry;:';:i,'r ,,J'íll^\Iiil'ji;

Botonha,

lr

Mutino,

r978)

también

t:lt"tt

,"]t-i'#;r."o,i]r'ir',..,ones,

sin

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"r"ri"l.

r'"u'"rática

de

la

dualid'd

dt

p"1:::;',"

,ilñ

;

J*rático

de

calircar

'.:

*:

x

mlil::

ffiJ,iff{i,

::n

;i

:.,

n:

[:

*hiil

.,l'*

Hl

::uS::

i"

'o

t,u"

en

el

ensayo

mencionado'

voy

a

destg

i

tonttpti¿n

"explosiva'de

la

revolucron'

'.,,ñi.ln

en mi

libro:

Cor¡rra

acorrente'

z

Volví

a

abordar

u"

tt*átitt'

de

mod-o

m^enc:

resumido'

en

mi

libro:

Contro

a

c

tn'o¡o"oa'"a"'iiii')¡"''*'^i'^'''^""'r"'á"i"'''toa'especialmentepp'1e-48'

Gramsci

también

aparece

como protagonista del

cuarto

ensayo,

que

tiene

como

obietivo

discutir

el

modo

por el cual,

al

recoger

críticamente

la

discusión

promovida

por

Rousseau

y

Hegel

acerca de las

nociones

de

contrato

y

de

voluntad

general,

el

autor d,e

los

Cuadernos

de la córcel

se

tornó

capaz

-

mediante

Ia elaboración del concepto

de

hegemonía

-

de

superar

las

antinomia§

presentes

en

Ia obra

de aquellos

dos

pensadores

y,

al

mismo

tiempo,

de

proponer

brillantes

y

actualizadas

indicaciones

en

el

sentido

d.e

una

teoría

marxista de la

democracia,

en la

cual

una

dimensión

contractualista

claramente

ocupa un

lugar

destacado.

Finalmente,

el

último

ensayo

está

dedicado

a

la ontología

de

Georg

Lukács:

en

é1,

después

de

argumentar

a favor

de

la idea

de

que

ia

reflexión

ontológico-social

del

Lukács tardío

es el

más

fecundo

y

abarcador

modo

de

rescarar

frlosóñcamente

el

punto

de

vista marxiano

de

la

totalidad,

sugiero

que la

ausencia

de

un

tratamiento

autónomo

de

Ia

política

en

cuanto

esfera

específ,ca

del ser

social,

es el

principal

vacío

de

esta

reflexión; vacío

que,

a

mi

modo

de ver,

puede

ser suprimido

a

través

de una

integración

entre la

ontología

general Iukacsiana

y

la

crítica

ontológica

de

la

política

elaborada

por

Gramsci.

Además

de

eso, en

estos dos

últimos

ensayos,

busco

rescatar-

un

rescate

que

pretendo

desarrollar en

trabafos

luturos

-

una

dimensión

fundamental

del

tratamiento

marxista de Ia

política,

explicitado sobre

todo en la

obra

de

G¡amsci,

es

decir,

la

concepción

de

la

política

como

esfera

privilegiada

de

la interacción

intersubjetiva

consensual.

Formulada

en los marcos

de

un

enfoque

histórico-materialista,

como

el de

Gramsci,

esta

concepción

puede

recibir

un

tratamiento

más

concreto

(o

menos

utópico) de aquel

presente

en

los

conceptos

análogos

de

"acción"

y

de

"acción

comunicativa",

elaborados

respeüivamente

por Hannah

Arendt

y

Jürgen

Habermas.

Así, el

objetivo de este libro

es el

de contribuir

a resaitar,

por

un

lado,

la

actualidad

del

método

dialéctico-materialista de Marx

(particuiarmente

en el

abordaje

de

los

problemas

de

la

política),

y, por

otro,

la

ineludible necesidad

-impuesta

por

la

naturaleza

misma

de este

método- de

que

el

investigador

marxista

esté

siempre

atento

no solo a

las

nuevas determinaciones

generadas

en

los

objetos a

investigar

-aunque

ellas no fueran

registradas

por

Marx

y

por

los

marxistas,

o

cuando

contradicen

afi.rmaciones

literales de los

mismos-,

sino también

a los

resultados

teóricos

de

otras

corrientes de

pensamiento.

Como toda manifestación

de

la creatividad

humana,

también el

marxismo

es

una

obra

abierta, algo

en

pennanente

construcción;

el

revisionismo,

de este

modo,

lejos de ser

un

"desvío"

(como

piensan

los

"marxistas-leninistas"),

es un

momento constitutivo esencial

del métoclo

marxista, c¡ue

tiene

como

principicr

básico

el

empeño

por

reproducir

conceptualmente

el

propio

movimiento

de

il

i,'

)

i

I

I

lr

-10-

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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lo

rear,

en

roda

su

compreiidad

dinámica

y

contradictoria.

si

estos

ensayos

fueran

capace'

¿t

r'""t'

"i'üt*r

meditar

sobre

esa

actualidad

del

marxismo

v

sobre

la

necesidad

de

cuhivar

este

su

momento

esencialmente

revisionista'

".r,on..,

er libro

rr"tra.u*prido

prenamente

el

objetivo

que se

propone'

CAPÍTULO

1

La

dualidad

de

poderes:

Estado

y

revolución

en

el

pensamiento

marxista

Este

ensayo

pretende exponer

-

ciertamente

de

modo sumario,

a

través de

pocos

ejemplos,

pero que

me

parecen particularmente

signifrcativos

-

el

modo

por el cual

los conceptos

de Estado

y

fevolución

se articularon

y

evolucionaron

en

la

reflexión

marxista. Es

una característica

común

a las

varias

vertientes

de la tradición

marxista,

de

Marx

y

Engels a Poulanzas,

la

idea

de

que

la

transición

al socialismo

(la "revolución

socialista")

resulta

de

la

lucha

política

de

clases e

implica Ia

construcción de

un nuevo

tipo de

Estado.

Tomando

como supuesto

ese

aspecto

común, en el

cual

se

encarna

el

momento

dela

contínuidad,inte¡taft

mostrar

cómo

una definición dife-

rente

de

la

naturaleza

del

Estado

-

el

momento

dela renovación

-

también

lleva

a

una evaluación

diferente del

papel

de

la

dualidad de

poderes

en la

transición

al socialismo.

De modo

más concreto:

indicaré

cómo, depen-

diendo

del

modo

"restricto"

o

"amplio"

de

concebir

el Estado,

resulta

-

en

la

historia de

la

teoría

política

marxista

-

la

elaboración de dos

paradigmas

diferentes

de la

revolución

socialista,

que

deñniría

esquemáticamente

como

"explosivo"

y

"procesual".

1.

Algunas cuestiones

de

método

Antes

de

entrar

en

el

análisis de

los

ejemplos

que

escogí,

me

gustaría

expli-

citar el

sentido

en

que

aquí empleo

las

expresiones

"restricta"

y

"amplia"

para

indicar

diferentes

abordajes

marxistas del

Estado.'Iales

expresiones

pueden

ser

identificadas,

con

las

especiflcaciones

que

a

continuación

pre-

sentaré, a las categorías

dialécticas

de

"abstracto"

y

"concreto".

Como

se

sabe,

Marx

(en

la senda

de

Hegel)

concibe la

dialéctica

como un

método de

articulación categorial

que

procede

a

través de

la

elevación de

lo abstracto

a

lo concreto,

de

lo

menos

complejo

a

lo más

complejo; esa

elevación

tiene

como

meta

la

construcción progresiva

de una

"totalidad

coucrcta",

de

utta

"síntesis

de

múltiples

determinaciones",

en

la

que

varias determinaciones

C.N.C.

Río

de

]aneiro,

iunio

de

1994'

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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il

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I

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Ir:I:":'.':f

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que

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n:1""'^";:;:;o

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lf

:;lilf*:::"XTfül'"':,:ffi

.u;;;;rmuración

0".,.",.*","""'t,m:lili*i:::t',^::i.:l;:iiili}-T,",".*

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de

io

abstracto

a

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concreto

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ia

"ampliación"

¿tr

to"tlpto

de

Estado-

poseeunadoble

dimensión'

Por'un

lado,tenemos"n'ai*'níi"n -n*':t:9t;1':::T;::tffi

[::ffiit":'J'l

Hi:**;:::'.'J::'.*1':::[Hiif:l*i:**:i*::f

;:fi

r

"

t

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o,

o

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g

"d

Jl;'" *i;i

i;

*

:

i

1i::.

"H'J:.;fffi

ilIl:lil

:::tT

rleor¡áaa

ouietiva

que

se

pone

delant:

dtt

tY:'"tt;;r.-.r.i"*a

abstracto

H:tlT'::T;,"."ff

::-Ji."i:á::':.áflH[H'ui""'"''"'eoríader

Estado

(definido

tb"'"'tt"*t*e

como

el

aparato

de

dominación

de

la

clase

económicamettt

O"*t""ttl'

'i"o

fu

p'opia

estructura

de

clases

(indicada

comounaopo,i.io"u'ii:;':;;;;;;';;"f

§fl"-l1[:11[1iffi

[t*1

li:m:,1:t".1i'"ffi

l,:L:'i:ñ:'lff

'':'J'il'ilil"',,-i1i,'1*

leyes

más

generales

ot'

Ili*

;;"oá''tcci¿n'

t"ln

*o*tnto

necesarío

de

ta

investigació"

f

i'totito-**erialista

del

Estado;

pero

no

todos

reconocen

oue

es

insu c""""'"

t"'*ttit"tO"

de

las

múltiples

determinactones

n.r.

."ru.tt'i'"t'

tr

r*á*t*

estatal

en

sus

manifestaciones

concretas'

''*ioá,i'*o"""'0"'iü""'1;ü: :l:::T',',T¡1§:','"*:'.át:;::

decir, cuando

los resultados

de

la

deduccton

a

mediaciones'

tr'

r'"i;;;Jt""tttt"'

de

la realid'ad

social-'

el

momento

parcial,"ú"'tt"'"'i"olt;t;;;;i;t.*tt:n:r';"u:t::;.x[tf:ttfi

il:?1":

al

error-

Bastaría

aquí

mencionar'

como

eiemp

(de catastróñc^'

t";:;:;;Ji"'

poritit"'l'

la¡osición

asumida Por

la

Inter-

nacional

comu""tj"t'"tit'ü'

"'i'

tu""¿o

la

hipóstasis

de

la

deftnicion

abstracta

del

Estado

-"todo

Estado

es

una

dictadura

de

clase"-

Ilevó

a

Ia

."*rn,.

anulación

de

las

diferencias

concretas

entre

Estados

fascistas

y

Estados

liberal-democráticos'

""-il.t

pt^.ro

gnoseológico,

Ia,.ampliación,,

del

concepto

de

Esrado

consisre,

urí.n

,r,i.ufár

dialécticamente

los

momenros

absr.racros

obcenidos

en

el

,"irro

del

modo

de

producción

con las

determinaciones

más

concreras

ou.resultandelexamendelaformacióneconómico-socialcomonivelmás

;;ror.i"

de

la

totalidad

societaria'a

La

elección

de

este

punto

de

vista más

.on...,

a.

"uordale

implica

la

introducción

de

nuevas

determinaciones,

no

,áro

.n

ru

.rr.ra

económica

(articulación

ierarquizada

de diferenres

modos

áe

proaucción)

y

social

(compleiización

de

Ia

estructura

y

de

los

conflicros

á..f.r.1,

sino

rambién

en

la

esfera

de

1o

poiítico

(nuevas

características

del

fenómenoestatalymayorespecificacióndesupapelenlareproducción

global

de

las

relaciones

de

producción).

Ejemplos

de

abordaje

.,restricto,,y

;amplio"

d.el

Estado,

en

ese

sentido

gnoseológico,

pueden

ser

encontrados

en

obra

del

propio

Marx;ba§ta,

para eso,

comparar

las

formulaciones

del

Monítrrrto

ro*unista,

situadas

a un

nivel reiativamente

alto

de abstracción,

con

l,os

análisis

mucho

más

concretos

presentes

en

El

¡B

Brumario's

Esa

dualidad

de

abordaies

se

reproduce

también

en

el

pensamiento

marxista

contemporáneo;

es

lo

que

podemos

ver

al

comparar

Ios

resultados

de

la

llamada.,escuela

derivacionista"

(que

"deriva"

el Estado

y

sus

funciones

di-

recramenre

de

la

lógica

de

la

acumulación

capitalista)

con

las

investigaciones

de

origen

gramsciano

(que

siempre

elaboran

el

concepto

de

Estado

teniendo

en

visia

las

complejas

articulaciones

de

la

formación

económico-social).6

'

'.

"

-

mles

para

lo

crítica

de

Ia

¿;

;-;;,-,,,rnrroducción"[der857l

aElementost'u,nda. ," ",u..,,.,rr.,,rr.r-33.sobre

r:ru[/:tx:,1;;*:',x::.1$*:;lf

H*r::;*rí#;lll;

,1"

l"r',

t

"U',""u

ov.

La

tliale¡it

a

dell'astrono

c

dPl

co'nc'reto

ne

l

11,,.^",,i,,,,-;r'::r:Tif

j*l*5mn;i::[:::,üÍ,-,',i*i",ii',i]i"'lo

el

análisis

marxista

del

Estad.c

-^.-

^-

^¡rri.rlar

oo.

28-3l

y

213-22C-

4

tobre

tales

conceptos,

cf.,

por

ejemplo,

los debates

contenidos

en

Emilio

Sereni

et

al''

Modo

de

produgdo e

formaqdo

econímico'social,

Lísboa,

Ls¡ampa'

t974'

5

Por

ejemplo: mientras

Marx

y

Engels

inician

el

Mantfiesto

diciendo

que

la

"época de

la

- brrgúesíi

rimplificó

los

antagonismos

de clase"

y

dividió

la

sociedad

en

"dos campos

opíar,or,,,

l,

brrgu

esía

y

el

pioletariado,

Marx

en El

ú Brumario

se

refr

ere

-

como

base

para

el análisis

las

conñguraciones

asumidas

por

el Estado

francés

posterior a

la

Revolución

de

r848

-

a un

número

mucho

más amplio

de clases

y

fracciones

de

clase:

másalládelproletariado,habladeburguesíaindustrial,comercialyfinanciera,de

pequeña burguesía,

campesinado,

lumpen-proletariado'

etc'

Esto

da como

resultado

unanálisismuchomásricoyconcretodelEstado,quizáselmásricoyconcretopresente

en

toda

la obra

de

Marx.

6

.

Pafaunaexposicióncríticainteresantedela"escueladeladerivación",cf.,Bobiessop,

The capitaliststare,

cit.,

caps.3

y

4.

lmportantes

trabajos

de

la

"escuela

de

la derivación"

están

recogidos

en

|.

Holloway

y

S.

Picciotto

(eds

),

5 tate

and

Capiral'

A Marxist

Debate'

Londres,EdwardRrnold,lgTS.AlgUnasdelasprinci¡ralesformtllacionesdeloque

podríamos

llamar

de

"escuela

gramsciana"(como

las

de Palmiro

Togliani,

ciuseppe

Vacca

y

del

último

Nicos

Poulantzas)

están

reseñadas

en

la

parte

ñnal

de este

ensayo'

el análisis

marxista

del

Estaoo'u'".r rr,

,r"icular

pp.28-31

y

213-220-

Methods,Oxford,

Martin

Robe

Page 8: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 8/68

Sin

embargo,

la

relación

entre

abstracto

y

concreto

no

se

reduce'

para

er

marxismo,

"

t"

,r*pt"

.t"..ton

gnoseorógica

entre

diferentes

niveles

sincrónicos

de"U't"ttiOn-o-toT

"ii'"tiOtt'

El

recorriclo

desde

1o

abstrac-

to

a

io

concreto

"p'oat'it

t'o

'olo

""

movimiento

del

pensamiento'

slno

también

ia

propia

di"';;;;;árico-ouietiva

de

lo

real'

sesún

Marx'

las

categorías

son

"formas

¿t

'"t'

Atttt"inaciones

de

la

existencia";7

en

otras

palabras,

ellas

reproducen

(o

son

apropiacionesmentales

de)

un

movimiento

que tiene

lugar

primart;;t"t;

"iptopio

obiero'

Por

consiguiente'

nos

parece

válido

decir

que

ta

ampliación

áel

concepto

de

Estado

en

pensadores

marxistas

más

recientes'

"itá*n"'nos

con

Marx'

Engels'

Lenin

o

Trotsky'

no resultó

solamente

de'ü'Jttián

at

"n

angulo

de

aproximación

más

rico

(menos

abstracto);resrrrti

t'*ii¿"'

y

especialmente'

del

propio

desarrollo

obietívorantoderT:d;';J"io";i-1-"-1:5:T;Hil#il"#i::;

,".t.i

.rrn.ttstas'

Al introducir

nuevas

determln

social

(y,

en

particular'

eil;;;¡:il'"111'-:ll'^

uinámica

del

desarrollo

histórico-ontológico

tornó

necesariala

supe

tación

díaléctica

de

una

concep-

ción

"restricta"

¿a

ur,--,

""

"

**1:^'-:-ox

;1fl".',,t:"::t"*1;a'.1T.',J:

áti.,iu**"",t;

y cabe

recordar

que

"superaclon

(

aproximada

d"

iu"otiO"-titgtfi-rr"

¿t

i'¡t

ebung'esdecir'

de

unproceso

de

desarrollo

que

ciertamen'*icon"'u

o'pero

que

tambi

ét

elimina

y

elevq

a

un

ruivel

uperior''

St'á

J;;;t'"g*nao

'"t"ido'

en

el

sentido

d'e

la

diacronía

hiscórico-ontoló

gica,

;

;;;;

i^

sincronía

gnoseoló

gica'

que

emplearé

de

ahoraenadelante"lto"ttptode"ampliación"delEstado'

z.Teoría

"restricta"

del

Estado

y

concepción

"explosiva"

de

la

revolución

2.1.

El

punto

de

partida:

Marx

y Engels

en 1843-185o

Si

delamos

de

iado

su

tesis

de

doctorado

sobre

la

ftIosoffa

de

la

naturaieza

de

Demócrito

y

fpitu'o'

podremos

decir

que,los

primeros

estudios

siste-

máticos

d.

Marx

se

cJ;;#;;;;

"l

examen

de

la

problemática

del

Esmdo

moclerno.

En

tales

estudios'e

Marx

toma

como

punto

de

partid'a

el

postulado

de

Hegel

según

el

J;;;;

el

mund'o

de

la

"sociedad

civil"

(la

esfera

de

las

relaciones

económicas)

sería

el reino

cie

los

individuos

atomizados

v

oarricularizados,

el

Estado

consistiría en

la

esfera de la

universalización.

áin

u*Uutgo,

al

contrario

de

Hegel,

Marx

muestra el

carácte.puramente

formal

de

esa

universalidad:

si

el Estado

puede'aparecer como el reino

de

lo

universal,

en

contraste

con la esfera

económica de

la

pura

particularidad,

eso

resuita

del

hecho

de

que

el

hombre

de

la

sociedad

moderna

está dividido

en

su

propia

vida

real. Por

un lado, él

es

el bourgeois,

el

individuo

concreto

que

lucha

por

sus

intereses

meramente

particulares;

por otro,

aparece

como

iiroyrr,el

hombre

abstracto de

la esfera

pública, que guiaría

su

acción

por

intereses

generales

o

universales.

Incluso

antes

de

tornarse

"marxista",

Marx

ya

indicaba

ei

hecho de

que

esra

división

-

imponiendo

urla

alienacíón de

la esfera

politico-estatal

en

relación

al

hombre

real

y

concreto

-

impide

que

el

Estado

pueda

representar

efectivamente

una

voluntad

general.

si el

hombre

que

vive

en

el

mundo

real

de

la,.sociedad

civil"

(elbourgeois)

conoce

solamente

intereses

privados

y

particulares,

entonces

la

noción

del

Estado

en cuanto

representante

del

inrerés

general,

afirmada

por

Hegel,

no

pasa

de

una

apariencia

que oculta

la

dominación

de una

casta

burocrática

que

deñende

solo,

corno

todas Ias

otras

,.corporaciones"

de la sociedad

civil,

sus

propios

intereses

particulares.

Marx

critica así,

en

un mismo

movimiento,

por

un

lado,

la

teoría

hegeliana

de

Ia

burocracia

como

"clase

general",

por

el

otro,

su

concepción

del

Estaclo

como

encarnación

de

la razón

universal: el

citoyen

universal

no

pasará de

una

abstracción

mientras no

sea eliminada

la

particularidad

objetiva

del

bourgeois'o

.

Criticando

Ia

concepción

alienada

de la

esfera

política,

el

ioven

Marx

-retomando

de

cierto

modo la

problemática

de

los

contrlctualistas-

muestra

que

el

Estado

tiene su

gánesis en

las

relaciones sociales

concretas,

y

así;nno

puede

ser comprendido

como

una

entidad en

sí'

El

avance

decisivo

de

Marx

en el

sentido del

"marxismo"

ocurre cuando, al

descubrirla

importancia

ontológico-social

de la

economía

política,"

él

busca

analizar

los

fundamentos

materiales

de esa

división

de

la

"sociedad

civil"

enintereseS

particuiares

y

reCíprocamente

antagónicos.

En sus

Manuscri¿os

económico-filosófcos

de

1844,"

Marx

ya muestra

cómo

la constitución

de

K.Marx, CríticadelafitosofiadelEstadodeHegel,

México,6rijalbo,1968;yld',"La

cuestión

judía",

en

K.

Marx

y F. Engels,

La sagrada

familia

g

otros

escriros

flosófcos

de

la

primera

época,

México,

Crijalbo

,1960,

pp.16-44.

Ese

descubrimiento

se debe

esencialmente

a

Engels,

cuyo

trabaio

Esbozo

tle

crítica

delaeconomíapolítica(cf.K.MarxyF.Engels,

Escritoseconómicosvaríos,

Barcelona,

Crijalbo,

1975,

pe.:-24),

publicado en

1844

en los

Anais

franco-ale¡¡aes,

sirvió

como

estímulo

para que

Marx

iniciase

sus

propios esludios

de

econonlí¿-

Cf. K. Marx

y

F.

Engels,

Escritos

económicos

varios,cit.,

pp.

25-125.

7

8

Marx,

"lntroducción",

cit"

p'

e

ción

deteoría,.ampliada"

prr,

.ryor",

d"talles

sobre

el

sentido

en

que

empleo

tlyi

l'

:o

del

Estado,

cf.

C

u'

co't¡nito'intlá"ltii"c"^tci'

México'

Era'

1986'

en

particular

t^l"lll"lll

""

particular'

ata

Críúca

de

to

fitosofia

de't

E*ad'o

de

Heqet

(r8¿¡)'

Sobre

la

cuesdóniudía§8qql

v

to

"í'¡'i)i';'t""¡i"t"i'á'ihi"cho

deHeqet-tntto¿u66ión

(r844)'

'l.l

t2

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 9/68

esta

esfera

particular

es

causa

y

efecto

de

la

división

de

la

sociedad

én

clases

antagónicas:

"tt

ptopi"t*?iJt

át

*tJt"t

de

producción

y

trabaiadores

que

poseen

solo

su

capacidad

de

trabalo'

esto

e§'

en

burgueses

y proletarios'

El

Estado

defa

entonce'*al-up"táttle

solamente

como

Ia

encarnaclon

fo

rmat

y

atienadad.r

J;;;i;

t^,"'¿'

T::11i'#:1;ti:il|,;1ffi

:

u,r,o

.o*o

un

organismo

que

eierce

una

tunctontP;;,.;l;;i;

sociedad

nr"nt.á"int'vadá'

er Escado

asegura

y reproduce

en

clases

(en

otras

n";;;';;;;'á

r^

"'otitaad

civil") v'

de

ese

modo'

garantiza

Ia

dominaciórl;

t;;;;;;;;*rios

de

los

medios

de

producción

sobre

los

no-propietarr;;'

;;;"i"t;abaildSres

directos'

El

Estado'

así'

es

urt

Estado

de

clase:n"

t'

i"

tn""tnación

de

la

razón

universal'

pero

una

entidad

particutu'

qut'

t"

"ombre

de

un

supuesto

interés

general'

deñende

los

intereses

comuflesde

una

clase

partícular'

.ñéñre Formulada

en

r84r

Esta

ntteva

conttrttárri"ittiaáo

"p"tttt

tl"tamente

formulada

en

1845'

ert

La

id

e

olo

a

alem

ana:

En

la

med

ida

en

que

Ia

propiedad

privada

se

emancioó

de

la

comunidad'

el

Estado

alcanzó

'*

tit:t#;;;lit'üi¡n"¿"

v

ruera

de

Ia

sociedad

civil;

sinembargo,éit"t,*;;;;;'larormadeort:i';,T'r".:ffi

::"tt5'f;ffi

:

ar."r,

p.'u

ti,

tanto

en

relación

al

exterior

cuanto

de

garantizar

rttrr;;;;;

su'

ptopit¿'aes

v

sus

iilereses''

Marx

y

Engels

no

se

limitan

a

mostrar

la

naturaleza

de

clase

del

Estado;

indicantodavi".o*o-.,.u¿.fensad'elosinteresesdeunaclaseparticularse

procesa

preci"*t"ttli'*¿'

a"t

tt"tt'o

de

que

el

Estado'

en

una

sociedad

ciividida

en

cI*"''

*'ul"

tt

mo"opotio

de

la

reoresentación

de

todo

1o

que

es

común

(o

u^"t"uü'

l'*'ou^J' áu"

ti

ri

11tma

en

Ia

cual

los

individuos

de

una

clase

dominarrt,"

n"ttrr

valer

sus

intereses

comunes

["']'

de

eso

se

deriva

que

todas

las

i"'tit"io"t'

comuneslasan

a

través

de

la

mediación

del

Estado

V

"tiutt'

ut'lát*"

porititu'''1

En

otras

palabras:

eI

modo

por

eI

cual

el

Estau"

'"

t;it;;;'oÁ''uooo

ae

clase'consiste

precisamente

en

el

hecho

ot

q"

a"iI-i-ttzan

sociedad'apropiándose

en

forma

monopo-

lica

de

todas

t"

dttñ;;;to"tt*i""*'

"

qt"

es

común

(o

universal)'

Condición

de

fu"ti*"*i*o

del

Estado'

para

los

ióvenes

Marx

y

Engets'

es

que

la

política

'""

"t'^

l'fttu

"restricta"

y

que

la

"sociedad

civil"

en

cuant'o

tal,

sea

una

esfera

"átt'"'ni'"ua"'

puramente

privada'

;r'

;';;

;

;il;';;';;ii*'';o

'u"'^l'o*l'o'rrrontevideo'

Puebros

unidos'

1es8'

p76'

14

lbid.

Esta

nueva'concepción

marx-engeisiana

del

Estado será

claramente

relacionada

con

la

teoría

de la revolución

socialista et el Manifiesto

del

partído

Comunísta,

publicado

en 1848.

Después

de mostrar

la

originalidad

del

capitalismo

en

lo

que

se

refiere a la

estructura

de

clases

-es

decir, el

hecho

de

que

"la

época

de

la

burguesía

se caracteriza

por

haber

simpliñcado

los

antagonismos

de

clase"-,'s Marx

y

Engels

af,rman:

"El poder político

del

Esrado

moderno

no es

más

que

un

comité

para gestionar

los

negocios

comunes

de

toda

la

burguesía

[...]

El

poder político

es

poder

organizado

de

una

clase

para

la

opresión

de

otra"

'6.

Marx

y

Engels no son

suflcientemente

explÍcitos

en

el

Manifiesto,

sobre

el

modo

(o

los modos) mediante

el cuai el

Esrado

hace

valer

su naturaleza

de

ciase.

Pero, al

hablar de

"podet

organizado

parala

opresión"

y

al

insistir en

la naturalezaburocrática

del

personal

del

Estado,

indican

que

la

materialidad

institucional

del Estado

se

limita

-

o se

expresa

preponderantemente

-

en

los

aparatos represivos

y

burocrático-

ejecutivos.

Está

así

formulada

la

esencia

de la concepción

"restricta"

del

Estado:

este

sería

la

expresión directa

e inmediata del

dominio

de

clase

("comité ejecutivo"),

ejercido a

través dela

coerción

("poder

de

opresión").

La

afirmación

de

que

el

poder

del Estado

se

impone

esencialmente

por

la

coerción,

aparece

más

o menos

explícita

en

la

idea de

que

Ia sociedad

burguesa,

al contrario

de

las

sociedades

de

clase

que

la

precedieron,

no

es

capaz

de

"ejercer

su

dominio

porque

no

puede

asegurar

la existencia

de

su

esclavo"r,

es

decir,

del trabaiador

asalariado.

La

ley

del

movimiento

del

capital

conduciría

el

proletariado

a

la

pauperización

absoluta.

(Como

se

sabe,

Marx

abandonaría

más

tarde,

particularmente

en

El

capital,

esa

teoría

de

la

pauperización absoluta,

la cual

tal vez

ha

prevalecido en una

etapa

primitiva

del

capitalismo,

concentrada

en Ia explotación

a

través

de la

creaci6n

de

plusvalía absoluta,

pero

que

ya

no tiene

validez

en Ia

época

del

predominio de la

piusvalía

relativa.

Esa alteración en Ia forma

de

explotación,

posibilitando

una

política

de

conquistas

parciales

y

de

"concesiones"

a 1os

trabajadores,

modiftca

también el

propio

modo

de

actuación

del

Estado,

un

hecho

que

-como

veremos

más

adelante-

será

tenido

en

cuenta

por

el

último

Engels,

cuando

se

reflere al

carácter

"contractual"

del

Estado

moderno)'

Debido

a

la

tendencia

a 1a

pauperización absoluta,

que

llevaría

a 1a

necesidad

de

una

coerción

permanente,

la

lucha de clases

asumiría

inmediatamente

la

forma

de

guerra

civil:

"Esbozando

en Iíneas

generales

las

fases

de desarrollo

16

17

K.

Marx

y

F.

Engels, Manifiesto

del

Partido

Comunista, en

Archivo

Marx-Engels

(www.marxists.o

rgl espanol/

m-eh

84os/48-manif.htm),

passim.

rbid.

rbid.

15

18

iti

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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1

Nuestros

intereses

y

nuestras

tareas -observan

los

dos

autores-

consisten

en

tomar

ra

revoru.io,

,re,

p.;;";.,i"ri*

q,',u

t.^

eliminada

la

dominación

'

de

las

clases

ma'

o

*tno'"poT"ti"t"'

ttttá

q"e

elproletariado

conquiste

el

poder

clel

Estu¿o'

t't*u

ítiti'

""ti*torr

oe

los

proletarios

se

desarrolle'

.o

.n

,n

solo

país,

,t""

.:,;;r;prir.,

pr.aá*inantes

del

mundo''n

Me

parece

claro

elvínculo

entre

t:^

"::t:11:^tfl:il::::ff"t:iili:;

v

f m

i"t*"f

r.iones

del

Manífi

esto'

citadas

antenol

la

rucha

de

crases

enrre

pr"i.i"ri-u" ,

ourguesía

es.una

permanente

"guerra

civil

mas

o

meno§

"t*"-;:;;;;;t

tt

r'i^¿o

capitalista

no

es

más

que

un

"comité

eiecutivo"

at

r'

uuig*tia

para

"oprimif'

al

proletariado'

Quizás más

importa;;;"t;"

sin

emuargo'

destacar

el

hecho

de

que'

orecisamente

en

esre

t#';;;;;r"gtrt

tt

valen

por

primera vez

de

la

1".,á*

o"

"u"¡r'

po¿""

p"''"

;.o*

;".*Tf

:lil',::t::il¿liii:[X

fJrcrnao

lo

que

los

proletarios

deben

hacer

en

democrático-burguesa

(y

como

medio

para

tornarla

"permanente"

en

la

dirección

del

sociatismJi'

*;;

t;;;;á:'At'lado

de

los

nuevos

gobiernos

ofrciales,

los

o¡"'o'

atu't'-anástituir

inmediatamente

gobiemos

obreros

revolucionarios,

en

la

f"'*'

¿t

clubes

o

de

comités

obreros'

de

modo

tal

que los

gobiernos

o.*;;;;"'_u*gu.r.,

[...l.pierdan

inmediatamenre

el

apoyo

de

los

obreros"''5;';;;t

;

haYa

dud'as

sobre

el

carácter

depoder

efectivo

deesos

"gouie'n"l

"'*t"t"

n^ráletos'

Marx

y

Engels

insisten

en

el

hecho

de

que

etlos

¿tUtn

estu'

"

armadosy

organizados"''6

si

resumimos

b"";;;;;;

período

inicial

del

desarrollo

rcórico-poiitico

cte

Marx

y

fngels,

podemo'

detir

qut

existe

una

articulación

más

o

menos

,iguroto

."ttá

1as

siguientes

formulaciones:

.

tjna

noción

"'"'*"t"]áti

usrado'

según

la

cual

este

seríauna

especie

de

,.comité

elecutivo,,

¿e

rá ctase

dominante(su

expresión

directa

e

inmediata)'

un

organismo

qtr"

ut',"ttt'"i^ t"tn*u

civii

y

se

vale

esencialmente

de

la

coeición

para

eiercer

sus

funciones'

.

Una

concepción

de

la

lucha

de

clases

como

conflicto

bipolar

y "simpli-

fi.cado"

entre

burgueses

y proletarios'como

una

confrontación

que

puede

ser

cleñnicla

co*o

"'';g''"rra

civil

más

o

menos

ocuha"'

que

llevará

nece-

sariamente

a

una

"exPlosión"'

.

una

visión

de

la

revolución socialista

proletaria

como

"revolución

Dermanente,,'

que

tiene su

momento

resolutivo en

la

constitución

de

un

ion,rrpod.r,

es

decir,

en

la

creación

-al

iado

y

en

confrontación con

el

poder

burgués-

de

un

poder

material armado

delaclase

obrera,

que

debe

"derribar

,iol-.nrr*.n,.,,

el

poder burgués

y ponerse

en su

lugar

(una

formulación

que

sería

posteriormente

completada con la

idea de

que

la

máquina

estatal

áe

1a

burguesía

debe

ser

"quebrada"

-y

no solamente

apropiada-

por

eI

proletariado).

.

Una

percepción

de doble

poder

como

algo

transitorio,

de

corta

duración,

que

no

solo

implica

la

eliminaciónviolentadeuno

de

1os

dos contendores,

sino

también

ia

construcción

de

un

gobierno

dictatorial

por

la

parte

vencedora.'7

z.z. Digresión sobre

el

último

Engels

Pronto

veremos

cómo las concepciones

de

Lenin

y

de

Trotsky

(y

de

los

bolcheviques

en

general)

sobre el

Estado

y

la

revolución

-así

como

sobre

la

dualidad

de

poderes

como elemento

necesario

de esa

revolución-

son

una

continuación

más o

meno§

directa

de esas ideas

de Marx

y

Engels,

formuladas

entre

1848

Y

1850.

Por

otra

parte,

como consecuencia

de la codificación

dogmática

y

em-

pobrecedora

que

las ideas

de

Lenin

sufrieran

en

manos

de

sus

presuntos

herederos,

tanto

de

orientación

estalinista

como

trotskista,

ese cuerpo de

ideas

-

bajo

la

infeliz

denominación de

"marxismo-leninismo"

-

pasó

a

ser

considerado

por

muchos, adeptos o adversarios,

como

la

"última

palabra"

de

los

marxistas

sobre Estado

y

revolución. A causa

de esto, me

parece

im-

portante

llamar

la

atención sobre el

hecho

de

que

la

concepción

"restricta"

del

Est¡tdo

y

el

paradigma

"explosivo"

del

proceso

revolucionario

fueron

superados,

por lo menos

parcialmente,

en las obras

más

tardías de

Marx

y,

especialmente,

de

Engels

(que

vivió

doce

años más

que

su

amigo).

27 De eso

resultaría

la

convicción,

que

Marx

explicitaría

después,

de

que

la lucha

de

clases

conduce

necesariamente a

la

"dictadura

del

proletariado".

En su

célebre carta

a

J.

Weydemeyer, del

S

de marzo de

1852,

Marx

-

como

haciendo

un

balance

de su

producción

teórico-política

en el

período que

estamos

analizando

-

observa:

"No

me

cabe el

mérito

de

haber descubierto la

existencia

de

las cl¿ses,

ni la lucha entre

ellas.

Mucho antes

de m í,

historiadores

burgueses

ya

hab

ían descrito

el desarro

llo h istórico

de esa lucha

entre

las

clases

y

economistas

burgueses

habían indicado su

anatomia

económica.

Lo

queyo traje

de

nuevo

fue demostrar:

t)

que

la

existencia de

las clases

está ligada solamente a

determinadas

fases de

des¿rrollo

de

la

producción; z)

que

l¿

lucha de

clases

conduce, necesariamente,

a la dictadura

del

proletariado;3)

que

esa

dictadura es

nada más

que

la

transición

a

la

abolición

de

todas Ias clases

y

a una

sociedad sin clases"

(cl

Archivo Marx-Engels

[www.marxists.org/espanollm-elcar¡-¿sl

ms-¡¡¡-s2.html).

;.

;;;;;.

;;;"i,,

;l'"''"'

o"l

Comité

centrar

a

la

Liga

comunista"

M

arx-En

gels

(www

m

arxists'o'=gittptnor/'-t/¡

85os/so-circ'htm)'

lbid.

rbid.

25

25

,

en

Archivo

l

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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Tomaré

aquí

solo

un

eiemplo:

ia

famosa

"lntroducción"

que Engels

escribió

en

18es,

poco

antes

ut

'"

;;;;;;;;

i'

reedirión

de

Lastuchas

de

ctase

enFrancia,textopublicadoJr-tñui**'eporMarx:itt?";tlj^t^1^l1tjl.

d,ucción,

Engels

emprende

e"pñtit'*""tt

una

autocrítica

de

las

postctones

eue, iuntamentt

ton

t't*-*l

;'d"';;;-

en

el

período

que

antes

analizamos'

es

decir,

entre

1848

v

reS;'

;"

to"stt'.r"t'ci"'

él formula

algunas

nuevas

propuestas

est'*tegit"'

p""'a

el

movimiento

obrero'

las

cuales

se

encamtnan

en

el

sentido

de

io

que

tffiá;;";;epción

de

la

transición

al

socialismo

con

base

ert

ttrt

proceso;;;;'

^sí'

después

de

insistir

en

la

necesidad

de

..revisar

la

viera

,á.,i;i";

;l;r.tñ:",

y

defender

ra

rucha

de

la

clase

obrera

dentro

a. ro,

*ar'J.ri.JJiri.g"rta"d

democrática,

Engels

afirma:

Si

las

condiciones

cambia¡on

en

la

guerra

entre

los

pueblos'

no

han

cambiado

*t"o'

r"'u"'""itn"

ut^**t'

Pasó

el

dempo

de

los

golpes

de

sorpresa,

de

las

,uuolu.ion.'

"iecutadas

por

pequeñas

minorías

conscientes

frente

a

*""'

inton"itnit''

'o"a"

á11t*'qu"

se

intente

ltansformar

completamentt

r'

o'g^"átián

¿t

t"otltatd'

es

necesario

que

las

propras

masas

cooperen

..,

"ro,

qu.

t,ayan

ya

comprendido

de

1o

que

se

trata ["']

sin

embargo,

n"u

out""i''J*t'át

t"*'**o'n

1o

que

es

necesario

hacer'

;;;;;;.tJ;

rab

aio

tatso

Y

P

er

sev

erante

;8

Es

interesante

observar

que

esa

nueva

concepcóndelproceso

revolucionano

lueimpricau""*p;i;;r."*.'1y.3',1ilfrT.f

á;

jX',:'i:::"J::

vlu.

toio

iu*if,ca

la

violencia

como

respuesta

a I

la

legalidad)

ut""t"o"""'li"

'*

ru

nto'"

clase

dominantr

se

apoya

en

una

;;;í;r,i;,:,*,:,::dilili**'m,mll'T,1TJil::""J"i1T5

::Hor.xll:::::":;::,:;iHñ;;,'*:;i".T1,1f,".1:";,ffi

;;:-

Estado

s

y,

t"

gtt"'"t'

"'J*J'

ii

rti"a"t

modernos

es

producto

de

un

pacto;

orimeramente,

de

un

pacto

de

los

príncipes-entre

y,

después

,

delos

prín-

'cipes

con

el

pueblo'Si

una

de

las

partes

viola

el

pactl'

todo

es

anulado

y

la

"

"¿,:i:[:::i::,T""'fl:ffi

ers

no

ab

ando

na

su

antigua

p

: i1.'-":'

l

]:'

1:

Marx

sobre

la

nu,u.uü)""uJ.ür.

a.

,oao

poder

estatal.3o

Esa

determinacton

del

Estado,

cuyo

descubrimiento

está

ciertatnente

entre

1as

mayores

co.tri-

buciones

del

marxismo

a la

teoría

política,

sigue

teniendo un

papel

decisivo

en

las

nuevas

formulaciones

del

Engels

tardío. Sin embargo,

él

ahora

ve

que

la

dominación

de

clase

no

se maniñesta

solo a través

de

la

coerción

(como

,,poder

opresivo"),

sino

que

resulta

también

de mecanismos de

legitimación

que

aseguran

el

consenso

de

los

gobernados

(es

decir,

también

resulta

de

un

"pacto"

o

"contrato").

Por

otro

lado, esos

mecanismos

de

Iegitimación

y

obtención

de

consenso

se

encatnan

en las nuevas instituciones

que,

gra-

cias

en

gran

parte

a

las luchas

de

la

propia

clase obrera,

se

inscriben

er-r

el

seno

de

los

modernos

aparatos

del

Estado

(parlamento

electo

por

si-rfragio

universal,

partidos

políticos

legales

y

de

masa etc.).

Y,

al

percibir

la emergencia de

esas

nuevas

determinaciones del

Estaclo,

Engels

puede

dar

una

formulación más

concreta a

la

cuestión

de la

forma

polídca

de

la

llamada

"dictadura

del

proletariado":

"Una

cosa absoiuta-

mente

cierta

-dice

é1, en

1891-

es

que

nuestro

partido

y

la

clase obrera

solo

pueden

llegar

al

poder

b ajolaforma

delarepública

demoercitica.Esta

última

es,

incluso,

la forma

especíñca

de la

dictadura

del

proletariado"3'.

De

esre

modo,

si

la

lucha

de

la clase obrera

por

el

poder,

así

como el elercicio

de

su

propio

poder

deben

ocurrir

en

los

marcos de una república

demo-

crática,

se

modifica

de

manera

más

o

menos substancial la

idea de

que

la

transición

para

el socialismo

-la

revolución-

implica

la creación

de un

contrapoder

armado

de

los

proletarios

y

Ia

"destrucción

violenta"

de

toda

Ia

vieja

máquina

estatal.

De

ese

modo,

se

puede

afirmar

que,

ai

introclucir

(aunque

solo

embrionariamente) esa

nueva determinación

"consensual"

o

"contractualista"

en la

determinación

del Estado,

el

Engels

tardÍo

fue

el

primer marxista

en

emprender

el

proceso

de

"ampliación"

de

ia teoría

del

Estado.

Y

es

importante

resaltar

que

esa

"ampliación"

conceptual

se dio

como respuesta

a

la

ampliación efectiva

que

se

procesó

en

la

esfera

política

en el

último

tercio del siglo

XIX.

Puedo

aquí dejar

de

lado,

mencionando

solo

de

pasada,

la

posición

de los

pensadores

llamados

"revisionistas",

en

particular

las de Eduard

Bernstein

y

del último

Kautsky,

que

han

pretendido

desarrollar de

modo sistemático

mencionando

de

pasada,

trazos

significativos

de una

concepción

"restricta"

del Estado,

aunque

las

experiencias

de

Luis Bonaparte, en

Francia,

y

de

Eismarck, en

Alemania,

han

hecho a

Engels

dar más

atención de

lo

que

hacía en

1848 a Ia áutonomía

relativa

del

Estado capital¡sta

en

relación

a la clase burquesa.

F.

Engels

,

"Crit¡que

du Programme

d'Erfurt", en

Marx-Engels, Cri

ilque

des

prot¡ronrnrcs

de

Gothaetd'Erfurr,

París,

Éditlons

Sociales,

1966,

p.

ro3.

29

3O

fi48

a

1850'

en

Archivo

F.

Enqels,

"lntroducción"

a

Las

luchas

de

clases

en

'*':'h

''-

M

arx-Ensels

(www marxists'o;ti::;';;ñ:;irasos/francia/rranciar'htm)'

rbid.

Es

lo

que

podemos

constalar

cl¿ramente

en

una

de

sus

obras

relativamente

tardía

(de

reaq\,Etorigendetofo^¡t¡o'a'ipio'iiÁai"*o"oelEs¿ado

enArchivoMarx-Engels

3r

(www.marxists'o

'nt"t

'no"l "ilitá'iít'éttl'iotx'htm)'

Este

libro

aún

contiene

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rasobservacionesderEnge[11'*:iIllHXl[;l,TX."jlit":i 'i:*f

con

argucia

Ia

emergenc.taJ;-

.i;;;;

papet

asumiao

por

el

parlamento

iffi

::lil'"'i'j:"iHrilittlh*i:i'rH:'#"#"Hl'ff

"H;

diante

Ia

combinaciÓn

de

esta

Pc-tucv'

,,

",r"-*.

¿*

fenómeno

estatal

(una

ffi

:;;;;'';;"""'.^.,:;:.".""T'JIilJJ'::':lTffi

;;i,g"i,¡,n.,n*.i.,v

;:J:ff

,'J,1,1,1liff,Ilft

"-',*-.,'"*l':ltpiffiiff

:'ñ':HllI

mo

v

d,emocracia,

a

concebir

lo

que

Engels

llamo.;::1ffi;;át*".,"*t

comoargoror*"ao'oroi'oi;;;Ñ;;t:i::::'#i*'k1:::ff'[H:

,".i.,*"..,"

"neurras",

to

que

haría

o:,tt"

1t^lTl.-*'.t.*."ios

esen-

:::,J;;'.y::".;i*

jl*l::'"",1,t".:i*::il:':ff-[ffi

:'l'

::f

;

Í,1.l'J;::H:

:lü

1T*:*[.;ffi

,'ffi::'#ffi;H";

"r*'.irt*'"te

después

de

la

primera *:11ft§;;'=;;-,

esos

dos

,."^,

á.t

inrerés

de-muchas

de

sus

observi:::H#il.,.t*o*tnto

a'

lli*;:*x:::ffi

i[1li::l':.jilll?i]'iu;;;;;;'vacíónvp'r

lo

tanto,

en

vez

de

';;;;;;u"*tt"t

el

marxismo'

como

pretendran'

lo

que

realme"tt

t'ititián

f''e

adherir

u

u"u

to"tpt

i6n1íberal

del

Estado

fa.

t"

ttu"trormación

social'

z3.Ladualidad

de

poderes

en

Lenin

y

Trotsky

Fue

ante

el

estallido

de

la

Revolución

rusa

de

febrero

de

1917

que'

por

,,*;;":''"11-::'tri

j13;:il*:'::Li j1,t-Iiii.':";""'1i,igr

el

centro

de

su

teorta

1"

tt:"^::;:"rl

,"" ."*,or

de

Marx

y

Engels,

Lerun

;;;;;;

un

profundo

conocedor

de

los

texbsnc'**irü't'".*

,-,

no

hace

ninguna

t"it'*"i"

a

estos

autores cuando

formula

sus

proplas

observacione""u'"liá"ure

prcder'':'

:::l*?

;[tTHi".

i:]::i l

;r*ffi

[rn^*':i'Jiir,1]i"".;ff

::l;"p*""á'^rasituación

ión

teórica

de

Bernstein

y

del

último

32

Existe

una

extensa

bibliografía

sobre

la

Prodltr.rr¿o

tor.nsayos

de_lring

l-etscher,

3

2'u

,.:y

jru:

t:}'i'

y''

i

ili::i{i:*

:l?ili

l

"'-;:#

i"

I;,,;;lr:

::

orrodoxia

y

revisionismo",

t'"0::

lltliSlt.l , ,;.

zst-zs8y

2ss-33s.Para

una

i)orr¡t*",Río

de

t¿neiro'

Pa7

e

Terra'

t'"'''Y;.;':;;rá.eocutt'ftto¡;Marxismo

mayorprofundrzación'cf'lasexc:tt*::':::':':;r

4suspremisashístórico'ldeolóqicas

u

revisionismo.

La

crítico

bernsteiniana

del

marx.tsmooí,

,

o'a'ü.

a.

t.',

adori,

Kautskg

elo

ir;..i;;;;¿;'i'

bo'

1e75'

especiarmente

pl-'liiiá;á,.'r;.i,r"n"

pp'2s6

v

ss'

"'ii''"'^''i

t"i¡aista

1

88o/1e38'

Milán'

Feltrrnet'

específ,ca

concreta

de

ia

Rusia

de entonces:

"Un

aparticularidad

extraordi-

irrtu*..r,.

notable

de

nuestra

revolución

consiste

en

que

elia

engendró

una

Jualidad

de

poderes".33

Lo

que, según

Lenin,

puede

y

debe

ser

generalizado

.s

,,et

p.outema

del

poder

del

Estado,

[...]

fundamental

entodarevolucíón".3a

con

todo,

aunque

Lenin

subraye

este..inédito,,

doble

poder, no es difícil

n"r.ibir,

cuando

leemos

los textos

que

escribió

al

respecto,

que su

posición

I..r.u

¿.

la

cuestión

sigue

de

cerca

las

formulaciones

de

Marx

y

Engels

en

,g¿S-rSSo."

Esa

semeianza

se

revela,

antes

que

todo'

en

la

cuestión

del

gri"¿o.

Tan

pronto

estalla

ia

Revolución

de

febrero'

Lenin

emprende

un

,iguroro

.r,udlo

de

la

teoría

marxista del

Estado;

el

obietivo

específico

de

.i"c.

.rtu¿io -cuyos

resultados

están reunidos

en

El

Estado

y

la

revolución,

q,.r.

,uuo

su

redacción

definitiva

en

los meses

de

agosto-septiembre

de

rgrZ-

es

combatir

lo

que él

llama

de

"tergiversaciones

del

marxismo"

por

los

"áportrnist"s"

de

Ia

Segunda

Internacional,

en

Rusia

representados

por

los

mencheviques.

Y

Lenin

cree

que

el

meior modo

de

hacer eso

es"TestaLlrar

la

verdadera

doctrina

de

Marx sobre el

E§tado"':ó

por

lo

tanro,

Lenin

no

contempla

1a

posibilidad

(o

Ia eventual

necesidad)

de

renovar

esadoctrina,

incorporando

nuevas

determinaciones

al

concepto

histórico-materialista

de

Estado.

Le

parece

suflciente,

para

enfrentar

la

siruación

de

doble

poder

con

que

se

encara

y

encaminarla

en

el

sentido

de

la

revolución

socialista,

concebir el

Estado

del

mismo

modo

"restricto"

como

Marx

y

Engels

lo

habían

hecho en 1848-1850

y

aceplar

Ia

manera

"explosiva"

como

ellos

formularon

Ia noción

de revolución'

Me

parece

piausible

admirir

que esa

"fidelidad"

a

una etapa

e§pecíñca

de

1a

producción

marx-engelsiana

tiene

una

razón

que

trasciende

una

posible

preocupación

de

Lenin

(preocupación

que,

por

cierto,

él

maniñesta

muy

raramente

en su

obrá)

con

cuestiones

de

"ortodoxia":

el líder

ruso

se

enfrentaba

con

un

tipo

de Estad.o

y

con

una

situación

revolucionaria

que

se

asemejaba

enormemente

al Estado

prusiano

de

1848

y

al

tipo de

revolución

("permanen[e")

que Marx

y

Engels

suponían

que

ocurriría

en

Ia

Alemania

de

ese

entonces'37

33

V. l.

Lenin,

"La

dualidad

de

poderes",

enld.,Obrasescogidas,Moscú,

Proqreso'

s d

'

v'

2'P'

4o'

34

lbid.

35

Una ¡mportante

diferenciación

se

manifiesta, ciertamente,

en

la

concepción

Ieninista

del

"partido

de vanguardia"

como

sujeto revolucionario;

sin

embargo,

a

pesar de la

'

importancia

de

estaioncepción

para la

teoría de

la

revolución

en

Lenin,

el examen

de

esta

problemática

escapa

a

los

obietivos

de este

ensayo'

36

V.l.Lenin,ElEstadoyl¿revolución,

enld.,Obrasescogidas,c\t,v

2,p'299'

37

ciertamente

hay,

en

las

posiciones

de Lenin,

más

allá

de

la

cuestión

del

partido,

otra

característica

distintiva

de

gran

importancia:

mientras

Marx

y

Engels

,

en

el Manrfesro,

-26

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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Solamente

así

podremos

entender

la

razón

por la

cttal

-

en

un

momento

.r;;.ñ^

occidental

y

central

Ya

conocían

un

tipo

de

Estado

"contrac'

rual",

en

el

cual

los

tp*t*o'

de

legitimación

y

de

búsqueda

de

consenso

desempeñaba.,

'"'

puptt

i*po"uttit

-

Lenin

aún

insiste

en

caracterizar

el

Esrado

de

modo

"restrictolli"t

u"'

"'itt

más

restricto

de

lo

que

hacían

Marx

y Engels

en

1848-1850'

p"^

it"i"'

"la'fuerza'a

1o

que se

da

el

nombre

de

Estado [...]

consiste

fut'o"*tt"ut*ente

["']

en

d'estacamentos

especiales

de

hombres

armados,

que

tit"trr

"

t"

árcposición

cáicettt

y

otto.t-'tl:1:::-1:

I".r."o"

u*

Estado,

así,

reside

para

éi

en

sus

apararos

coercitivos

y

represr-

vos:

"El eiército

r"'**nt*tl

la

ioticía

sonlos

instrumentos

fundamentales

cle

la

fuerza

del

poder

estat;I"'i'

Delante

de

una

def,nición

tan

restrictiva

de

la

estructur"

it"titt"ion"t

dtt

f't"do

(deflnición

*t',+"i:t^"-":U:'1:

irr"Or,t."*

no

aplica

solo

al

específrco

Estado

ruso

de

entonces'

s1n0

generaliza

para

todo

,

t'^ü-lt'

tttado

capitalista)'

no

es

de

sorprender

que,

d'eiando

de

lado

varias

observaciones

en

sentido

contrario

de

Marx

y

Engels

después

At

'uso'

tL

"nrme

explícitamente

-

y

umbién

aquí

de

modo

generalir^¿o -

"qlt

ia

substitución

del

Estado

burgués

por el

Estado

;t"d;

es

imposible

sin

una

revolución

violenta"

4o'

El

concepto

t.niniu"o

át

ta

dualidad

de

poderes

se

inserta

en

el

marco

de

esta

concepción

"'"t;t*;;;;irstaao

y

ie

esta

visión

"explosiva"

de

la

revolución.

El

doble

poder

del

gobierno

provisorio'

por un

lado'

y

de

los

soviets,

por

otro'

t'

"i''

p"t

ttnin

-del

mismo

modo

como

Marx

había

visto

la

oposicion

tn*t

iu

'i''"*ii""

l¡"ional

y

la

Corona

en

la

Revolución

alemana

d'e

1848

-como

manifestación

de

un

conflicto

de

clases

bipolari-

zado

y exacerb'¿o'

"¿u"

qt"

t""ti""¡"

g"alidad

de

poderes?

En

que'

iunto

al

gobierno

p'o'i'o'io'

9obierno

delaburguesía'se

formó

otro

gobierno

[...]:

el

soviet

ae

aiputaáás

obreros

y

soldados'

¿Cuál

es

la

composición

de

;;;

"

;;;;i';;

;;;;:';';;;;;

;;

"'

"i''

d.:l,TÍ:::::i1"1T11"",11;

;i:ilh::

;::i:::::il::;'TH',i:"T:';'#il;;:l¡ili,:l1f

:::,i:'f :::::'J:*llli.l:

ffi:'i::T::1íi:i:T:

ilH;

;.'.

.,

"i,i"'

á;

:*"j,T::iJ ;::1""#:ffi1;

::T-il::.T¿'"[:::;:;ffi

E:ü{":lli.:r:,,:'ii1[,ii;[lf

::láÍi:ffinconcepto,ademásleJt9l1nparteoe5uóuLvr¡q'\1'|''r-

-'

:,élfuecapazdepercibir

l,,Zi''

^,íiá,a,tpueaioz,

id¡tor¡alsislo

x:x 1111::.ljt"^TLol""o'*o

"simplificado",

onlosamígosdel

PueblO?,

L0ltOrlal

)rqru

Ar'

r7'{/'

"-

:ánflicto

,'simplificado",

:"J.,ilil;;;úitiples

sob"detlerminaciones.ql,"#,li'j,.-"",os

absolutistas-

::

l,iJ

1$"'J:'::I',:J::

:,:HT.¡,ü

i;::-.::,.:::

* :.:l:::H,::;::,':i'j"T;

;:ii:,:l:il:i:ffi

;xH:;ñ;''";;;'"Ít"_1,':*':":,,ilTf

n'I;n:T

eudales,

cuestión

campeslna'

el

pruurErIra

ue

¡qJ

'

-- -

-

explica

en

gran

parte

la

;=.'i;;;,ü;;;"t.

)

io¿aui''

":''"'v:l-:"^i:1"^*lÍi11T,",

exorioue

también

ra

el

imperio

ruso

etc')'

lo0avla'

esd

rrrdvur

svr

r '

''

-

vez

explique

también

la

;:;;á;;il.,

de

su

táctica

v

de

"

Tl'1¡-sJif:']11';"1.11,,"0",,"u,,.o,.

;ffi:lti[::.:1'fiH';;;;;"r

l"

""á"'

a'

sus

resurtados

teóricos'

38

Lenin,

El Estado

gla revolucíón'cit'

p

3o8'

3s

lbid.

40

lbid.,

p.315.

clase

de

ese

ótro

gobierno?

El

proletaríado

y

los

campesinos

(en

uniforme

de

soldado)".4'Y,

tal como Marx

y

Engels

en

1848, también Lenin

inclica

ia

imposibilidad

de

conservarse por

mucho tiempo

esa

situación de doble

poder:

"No

hay

la

menor duda

de

que

ese

'entrelazamiento'

[de

poderes]

no

está

en

condiciones

de mantenerse por

mucho

tiempo.

En

un

Estado,

no

pueden

exístir

dos

poderes.

Uno de ellos

debe

redttcirse a la nada

[...)

La

dualidad

de

poderes

no expresa

más

que

un

momento transitorio

en el

curso

de

una

revolución".a'

Ciertamente,

incluso

aquí

en

concordancia con Marx

y

Engels en

1850,

Lenin

resalta

el

papel

del consenso

en

el

proceso

de

superación de

la dualidad

de

poderes.

Mientras

Marx

y

Engels mostraban

en

la

Circular

que

una

de

las

tareas

de

los

contra-gobiernos obreros

era

"la destrucción

de la

influencia

de

los

demócratas

burgueses

sobre los

proletarios",c

t.r'n afirma

-en

un

sentido

algo

diverso-

que

los

obreros

y

campesinos, representados

en

los

soviets,

deben

ser convencidos

de

la necesidad de

asumir

tqdo

el

poder,

derribando

al

gobierno provisorio

de

la burgugsía:

[El

Gobierno

Provisorio]

-dice

él- debe ser derribado,

ya que

es

un

gobierno

oligárquico,

un

gobierno

burgués

[...];

pero

no

puede

ser derribado

inmediatamente,

pues

se

mantiene

gracias

a

un acuerdo

directo e indirecto,

formal

y

efectivo, con

los soviets

[...]

Para

convenirse

en

poder,

los obreros

concientes

deben

conquistar

la

mayoríal.

mientras no

exista

violencia

contra

las

masas, no habrá otro camino

para

llegar al

poder.

No

somos

blanquistas,

somos

marxistas.aa

Esta

colocación

podría

hacer

suponer

que

Lenin

se acercó a las

posi-

cionts

de Engels

en r89s:

la violencia

de la clase

obrera solo

se

lustifica

(y

solo

es

eficaz)

cuando

se

presenta

como respuesta

a

la

violencia

de la

clase

dominante, es

decir, cuando

esa

clase,

rompiendo

el

"pacto"

sobre el

cual

se funda

la

legitimidad del Estado,

intenta impedir

por

la fuerza el

acceso

de

Ia

clase

obrera

al

poder por

las vías legales

y

constitucionales.

En

verdad,

no es

este

el

caso.

En

primer

lugar,

mientras

para

Engels

la

"dictadura

del

proletariado"

solo

puede

tener

como

formapolírica

1a república

democrática

(en

1o

que

él

revela

concebir

Ia

"dictadura

del

proletariado"

no

41

'

Lenin,

"La

dualidad

de

poderes",

cit.,

p.4o.

42

V, l.

Lenin,

"Las

tareas del

proletariado

en nuestr¿

revolución",

en ld., Obras escogidas,

cit., vol.

z,

p.43.

43

Marx

y

Engels,

Circular del Comité Central a le LiEa Cornunista, cit.

44

Lenin,

"La

dualidad

de

poderes",

cif.-,

p.42.

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como

un

tipo

de

régimen,

sino

como

el contenido

social

del

nuevo

Estado)'

i"."r.*.ió"

de

laáualidad

de

poderes

en

Lenin'

con

la

consecuente

toma

del

pod,er

ciei

Estado

portt

p'oitt^riado'

implica

la

destrucción

completa

cle

la

vieia

máquina.statul

(u"o

de

los

dos

poderes'

como

é1

dice'

"tiene

ü-"

,.,

t.¿".iáo

a

la

nada")

y

la

constructigl

d:

un

tipo

de

Estado

entera-

mente

nuevo.

O. ert"

fo'má

áo

hay'

pa'a

el

líder

bolchevique'

la

posibilidad

-claramente

admitida

por

el

último

Engels

-

de

que

determinadas

formas

e instituciones

del

..vieio,,

aparat,o

del

Estado

(precisamente

ias

que

se

ma-

nifiestan

en

una

"repúblicaiemocrática"

)

seanrecogidasy

superadas

e'nla

nueva

conf,guración

estatal'

Y,

en

segundo

lugar'

el

consenso

que Lenin

tiene

en

vista,

es

un

consenso

f"ci'o

y

Ápecíñco:

implicala

aceptación

por

las

masas

obreras

y

."*pt'inus,

gratias

a

la

acción

educadora

del

"partido

de

vanguardia",

de

Ia

necesidad

áe superar la dualid'ad

de

poderes

por

medio

de

una

revolución

violenta,qu.

,á,,r.*

"a

la

nada"

el

poder

contrario'

Y'

sobre

esto,

Lenin

promueut

utta.

gtn""lización

inequivocamente

abusiva'

si

tomamos

en

cuenta

el

cán;untoie

la

producción

teórica

de

Marx

y

Engels:

..Lanecesidaddeeducarlasmasasenesta_yprecisamenteenesta_ideade

larevoluciónviolenta,formalabasedercdaladoctrinadeMarxyEngels"'4s

Ya

nos

referimos

't

t'etf'o

de

que

la

concepción

"restricta" del

Estado

en

Lenin,

se

liga

especialmente

'

Ia

circu"'tancia

de

que él

trabaia

en

una

reaü-

dad

sociai,

1a Rusia

zarista,

que

posee

efectivamente

uno

de

los

Estados

más

"restrictos"

de

Ia

Europa

de

su

iiempo'

Y

es

también

ese

condicionamiento

histórico-nacional

el

q;;;t

p"tttt

"""'

en

la

base

de

la

interpretación

lenineana

de

la

idea

de

Marx

y

Engels

sobre

la

necesidad'

en

el

proceso

revolttcionario,O.",o*pt'"tu*aq"i"utstatal'Ciertamente'MarxyEngels

-rp..l"f.*re

en

la

época

del

Segundo

Imperio

ftancés

y

durante

la

Comuna

de

París-

insistieron

frecuentemente

en

que

ta

toma

revolucionaria

del

poder

por pafie

del

proletariado,

debería

implicar

la

ruptura

o

la

destrucción

de

la

vieia máquina

estatal,

teniendo

en

vista'

particularmente'

el Estado

supercen-

tralizaclo

creado

por el

absolutismo

y

refárzado

en

el

período

napoleónico

que

siguió

a

la

gran

Revotuclón

fra"tt'á'ou

Sin

embargo'

es

importante

subrayar

que,

para

ellos,

lo

que tray

que

"romper"

se

limita

a

los

aparatos

burocráticos

y

milirares

del

Estado,

en

los

cuales

se

expresa

esa

supercentralizació¡r'

En

una

carta

a

Kugelmann,

del

I'z

de

abril

de

1871'

Marx

escribe:

"Usted

verá

que

[..J

ei

siguiente

inttt'to

de

la

Revolución

francesa

no será

más'

como

4s

Lenin,

El Estado

g

la

revolución'

cit''

p'

3o7'

46

Escrrliosoobserv¿rque,enestapercepcióndecontinuidaddelproces:9tt"-ltlt]:1T'U'

.

del

Lstado

f, ancés

aún

despuéi

d"

ta

Revolución'

el

diagnóstico

de

Marx

se

aproxtma

mucho

a

Ias

conc'rr'"r",

ál

oi"-'s

de

Tocqueville,

L'ancien

régime

etla

révolution,Pa¡is'

Callimard,

1967.

antes,

la

de

Uánsferir

la

máquina

burocrd,tica-mílitar

de

una

mano

a

otra,

j-

,i

A"

arrotrrla;

y

eso

es

esencial

para

cualquier

revoiución

popular

en el

Conúnente"o''

La

doble

limitación

establecida

por

Marx-

"máquina

burocrático-militar"

v

.,en

el

Continente"

-

parece

indicar

que

é1

ya

estaba

atento,

en

1871,

al hecho

á.

qu.

et

Estado

capitalista

se

puede "ampliar"

(o

ya

se

amplió):

en

países

como

Inglaterra,

Estados

Unidos

y

Holanda,

por

ejemplo, el

Estado

no

se

reduciría

a

una

"máquina

burocrá¡ico-militar",

sino

que

ha ampliado

su

gama

de

actuación

mediante

el

desarrollo

de

aparato§

consensuales

(parlamento,

etc.)

que

implican

y/o

resultan

de un

"pacto".a8

No

hay

en el

trabaio

maduro

de

Marx

y

Engels,

al

contrario

de

lo

que

afirma

Lenin,

ninguna

añrmación

c1e

que

tales

aparatos

consensuales

deban

ser rotos

o destruidos.

Lo

que

en

ello

se

puede

constalar

es

Ia

idea

de que

tales aparatos

pued

et

cambiar

de

función(como

es

el

caso

de

las

asambleas

electas

por

sufragio

universal)

o

adquirir

nuevas

determínaciones

(fusión

de

poder

eiecutivo

y

poder

legis-

lativo),

como

podemos ver

en

los

comentarios

de

Marx

a

Ia

forma

estatal

asumida

por

la

Comuna

de

París,

que

é1

consideraba

"la

forma

política

al

fin

descubierta

para llevar a

cabo la

emancipación

económica

del

trabaio".o'Y

es

precisamente

esa

idea

la

que

permite

entender

la

ya

mencionada

afirma-

ción

de

Engels,

hecha

en

1891,

de

que

ia

república

democrática

es la

forma

específica

delo

que

éi todavía

insistía en

llamar

"dictadura

del

proletariado".

Ahora,

esta

distinción

entre

lo

que

debe ser

"roto"

y

lo

que

puede

ser

conservado

y/o

transformado

-distinción

que

ya

implica

un

concepto

"ampliado"

de

Estado- no

está

presente

en las

obras

de Lenin,

lo

que

me

parece explicable:

en la medida

en

que,

operando

en

las

condiciones

del

Estado

feudal-absolutista

de

la

Rusia

de

su

tiempo,

Lenin

deflne

el Estado

...

.. .....f.

..................

4t

K. Marx,

en

Archivo Marx-Engels

(wwwmarxists.org/espanol/m-e/canas/mlz-¿-zl.htm).

48

El

escaso

peso

de la máquina

burocrática

en estos tres

países,

según

Marx,

justifrcaria

la

posibilidad en

los

mismos

de un camino

pacífico

(esencialmente

parlamentario)para

el

socialismo.

Fue

lo

que

el admitió

explícitamente

en un

discurso

pronunciado

en

Ámsterdam, el

8

de septiembr€

de 1873,

por

ocasión

de

un congreso

de

la

Asociación

lnternacional

de los Trabajadores

(citado

en M¿ximiiien

Rubel,

Crónica

de

Marx,

Barcelona, Anagrama,

r963,

p.

134).

49

K.Marx, La

guerra

clvil

en

Francia, en

Archivos Marx-Engels

(www.marxists.org/

espanoUm-e/t87os/gcfran/index.htm). En este mismo

texto,

Marx

dice

claramente

que

"nada

podía

ser mas

ajeno

al

espíritu

de la Comuna

[de

Paris]

que

substituir

el

.sufragio

universal

por

una

investidura

jerárquica".

Si

tenemos

en cuenta

el

movimiento

que

va

desde

la disolución

de

la Asamblea

Constituyente

y

de

la supresión

del

sufragio

universal

para

la

elección

de

los soviets, en

la época de

Lenin, hasta

I¿

clara

"investidura

jerárquica"

de los cjirigentes,

en el

período

stalineano-brejneviano,

podemos ver

cómo la experiencia

de

l¿ ex Unión Soviética

se

apartaba

de la

letra

y del

espíritu

de

las proposiciones

de Marx

y

Engels sobre

el

gobierno

de

los

trabajadores.

Page 16: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 16/68

de

modo.,restricto" -es

decir,

como algo

cuyos

"instrumentos

fundamen-

tales

[son]

el

eiército

permanente

y

Ia

policía"-,

es natural

que

Ie

parezca

necesaria

}a

destrucción

de

todala

vieia

máquina

estatal.

Así

no

es

casual

que Ia

"democracia

proletaria"

o

"socialista",

que

Lenin

presenta

como

ia

forma

política

del nuevo

poder,

le

aparezca

como

algo

radicalmente

diverso del

coniunto

de

las

instituciones

democráticas

de

tipo

consensual

o

contractual,

que

caracterizan

lo

que él llama

(siempre

despectivamente)

"democracia burguesa",

pero

que

Engels

prefeiía

llamar,

sin

reducciones

clasistas,

,,república

d.emocrática".

Para

Lenin,

leios

de

ser

fruto

de

un

"pacto"

o la

"forma

especíñca

de

la

dictadura

del

proletariado"'

como

para

el

último

Engels,

,.la

república

democrática

es

el

meior envoltorio

político

d.e

que

se

puede

cubrir

el

capitalismo".so

Esra

radical

contraposición

entre

dos tipos

de

democracia,

"burguesa"

y

.,proletaria,',

me

parece

que

es

eI

resultado

de

la concepción

lenineana

áe

ia

dualidad

de

poderes:

si

esta

dualidad

solo

puede

ser

resuelta

por

la

,,reducción

a ia

nada" de

uno

de

los

dos

poderes,

la revolución

socialista

debe ser

un

momento

explosivo

y

violento,

concentrado

en

un breve

lapso

de

tiempo,

en

el

cual

el

poder proletario

en formación

(ya

materializado

en

organizaciones

situadas

enteramente

fuera

del

vieio

poder

de

las clases

dominantes)

destruye

completamente

las instituciones

en

que

este

último

se

encarna.

No es

este

el

lugar

para

examinar

hasta

qué punto

estas

con-

cepciones

d.e

Lenin

-

por

un

lado,

de

un

Estado

"restricto", y'

por

otro'

de

laievolución

como

algo

"explosivo"

y

concentrado

en

un corto

lapso

de

tiempo

-

correspondían

efectivamente

a

las

condiciones

concretas

de

la

sociedad

rusa

de

la

época.

La

eficacia

(por

lo

menos

inmediata)

de

la

táctica

ydelaestrategiaqueélinflriódeestasconcepciones,pareceindicarque

esta

correspondencia

realmente

existía.

También

escapa

a

los

obletivos

de este

ensayo

recordar

varios

de

los

matices

que,

en

los

primeros

años

de

la

Internacional

Comunista

(r9r9-1923)'

Lenin

introdujo

progresivamente

en

sus

concepciones,

relativizando

explícitamente

el

valor de

la

experiencia

de

la

revolución

soviética

y

advirtiendo

sobre

los

equívocos

contenidos

en

su

generalización

para los

países

occidentales.s'

pára

rales

ob

jerivos,

riene

mayor

importancia

recordar

el

modo

por

el

cual,

trece

años

después

de Ia

Revolución

de

rgrz

Trotsky

buscó

generalizar

la

problemáticadeldoblepoder,convirtiéndoloenuna..leygeneral,'detodos

so

Lenin,

El

Estado

y

la

revolucíón,

cil.,

p.306'

5rEstas"correcciones"estánexpresadasespecialmente(peronosolo)enV'lLenin"'La

enfermedad

infantil

del

'izqúierdismo'en

el

comunismo"'

en

ld

'

Obras

escogidas'

cil

'

vol.3,

p.353 ss.

los

procesos

revolucionarios

y,

en

particuiar,

de las

revoluciones

proietarias

y

socialistas.s'Al

conlrario

de

Lenin

en

1912

que

insistía

en lo

"inédito"

del

áoble

poder

surgido

en Ia Revolución

rusa,

Trotsky

af,rma

que

"la

dualidad

de

poderes

es

una

condición

peculiar

a

crisis

sociales, característica no

ex-

clusivamente

de la

Revolución

rusa

de

t9t7".s'

En

seguida, con

su habitual

talenro

historiográfico

y

de

modo convincente,

Trotsky

analiza

tanto

las

revoluciones

inglesas

del

siglo

XVII

como

Ia

gran

Revolución

francesa a la

luz

de

la

problemática

de

Ia

dualidad

de

poderes.

Sus análisis, tales

cor"ro

los

de

Marx,

Engels

y

Lenin,

se

apoyan en la idea de

que

el fundamento social

del

doble

poder

reside en la oposición

entre

ciases o

bloques

de clases,

cuyos

intereses

últimos

son

radicalmente

antagónicos entre

sí.

Más

allá

de la

explícita

generalización

de

la situaciórr del doble

poder

para

toda

revolución,

otra

novedad

en la

formulación

de

Trotsky

consiste

en

una

definición

más

matizada (o

menos

"restricta")

de

la naturaleza

del

Estado;

éi

ya

percibe que

la

correlación

de

las

fuerzas

sociales en

lucha

tiene

una

influencia,

aunque

relativa,

en la

política

ejecutada

por

el

Estado.

Dice

él:

"En

la

sociedad,

existen

siempre

clases

antagónicas;

y

la

clase

despro-

vista

de

poder

se

esfuerza, inevitablemente,

para

inclinar a

su

lado,

hasra

cierto

punto,

el

curso del

Estado

[...]

El carácter

de

un

régimen político

es

directamente

determinado

por

la relación

de las clases

oprimidas con

las

clases

dominantes"

s4.

Esta

deñnición

del

poder

del

Estado cotno una

"relación" (o,

mejor,

como

el

equilibrio

dinámico de una

correlación

de

fuerzas),

posición que

iría a

ser después

explícitamente

asumida

por

Nicos Poulanrzas, es

percibida

por

Trotsky

como

algo

que

escapa

a la deñnición

"restricta"

del Estado

que

era

propia

de Marx

y

Engels en

1B4B-185o,

y

de

é1

mismo

y

de

Lenin

en

1917.

Tanto es

así

que

él

mismo

se

apresura

en

responder a una

posible

acusación

de

heterodoxia:

¿Estaría

el fenómeno del

doble

poder,

hasta

hoy insuficientemenre

estudiado,

en contradicción

con

la

teoría marxista del

Estado,

que,considera

el

gobierno

como el

comité

ejecutivo

de la ciase

dominante? Es

lo

mismo

que preguntar:

la oscilación

de

precios,

baio

Ia influencia de Ia

ley

de Ia

ofena

y

de la

demanda,

¿contradice

1a

teoría

del valor-rrabajo?.s5

Cf.,

en

particular,

L. Trotsky,

'A

dualidade

de

poderes",

en ld., A história da revolugdo

.russa,

Río

deJaneiro,

Saga,

r96Z

vol. t,

pp.

184-t9t

(versión

al

español,'La dualidad

de

poderes",

en

Historia

de la Revolución

ruso, Veintis¡ete Letras,

2oo7).

lbid., p.

r84.

rbid.

lb¡d.,

p.

190.

53

54

55

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 17/68

En

la

medida

en

que la relación

entre

la teoría

del

valor

y

la ley

de

la

oferta

y

la

demanda,

en

el

esquema

metodológico

de

ta

dialéctica

marxiana'

ñi;;

""

paso de

lo

abstracto

a 1o

concreto

(a

través'

naLuralmente'

de

la

conversiónpreviadelvalorenpreciodeproducción),esposibledecirque

irotsty

*f i.rtroducir

la

correlación

de

fuerzas

entre

clases

dominantes

y

clases

dominadas

como

determinació

l

qure

repone

pero al

mismo

tiempo

i'ron¡or*ola

caracterización

del

Estado

como

"comité

eiecutivo

de

la

clase

dominante"-

apunta

a

la

necesidad

de

pa§ar

de

una

teoría

"restricta"

(abstracta)

a

una

teoría

"ampliada"

(concreta)

del

Estado'

Por

otro

lado,

en

el

tran,tu"o

de

esa

visión

más

concreta

del

fenómeno

estatal,

Trotsky

esboza

-solamente

esboza'

como

veremos-

una

c:nc:f

ción

del

movimiento

revolucionario

que

se

aproxima

a

la

caracterización

que

ciesignamos

como "procesual"'

Él

percibe'

por

eiemplo' que'

ya

antes

cl.e

la toma

del

poder, to;ittt'*

a ocurrir

una

infiltración

molecular

de la

clase

revolucionaria

en

el

seno

de

los

aparatos

del

Estado'

determinando

los

gérmenes

de

ut

proceso

de

dualidad

de

poderes:

La

preparación

histórica

de

la

revolución -d'ice

Trotsky-

conduce'

en

ei

período

pre-revolucionario,

a

una

situación

en

la

cual

la

clase

destinada

a

impiantar

el

nuevo

sistema

social'

a

pesar

de

que

aún

no

dominando

el

país,

concentra

efectivamente

en

sus

manos

una

pane

importante

del

páer

del

Estado,

al

punto

que el

aparato

oflcial

permanece

en

poder

de

sus

Inrigro,

prr..ao,es

["']

ra

patte

det

poder

obtenido'

en

tales

condiciones'

fo.

iu,

.trr.,

"n

lucha,

Ls

diterminada

por

la

correlación

de

fuerzas

y por

las

fases

de la

lucha's6

Trotsky

no

especiñca

que

"pane importante

del

poder

de

Estado"

yapuede

estar

en

manos

de

la

clase

ascendente

antes

de

la

completa

transferencia

clel

poder, transferencia

que él designa

como "el mecanismo

político

de

la

revolución,,.s7

pero

el

hecúo

es

que éiinsinúa

aquí,

todavía

baio

la

limitación

d.e

la idea

de

un

"periodo

pre-rávolucionario"

no

bien

identiñcado'

la

posi-

bilidad

d,e

una

transfer..r.i"

p.ogr.riva

o

grad'ual

del

poder'

posibitldjd

1:

lu

qrr" G."*r.i

se

valdrá,

como

veremos'

para

elaborar

su

famosa

estrategla

de

la

"guerra

de

Posiciones"'

Aún,

del esbozo

de

esta

nueva

concepción

queda

solamente

eso:

un

esbozo'

En

la

secuencia

de

su

argumentación'

Trotsky

minimiza

los

elementos

de

;;;;;;;

(tat

u., ináncientemenre)

introduce

en

la

reflexión

sobre

el

s6

lbid.,

P.185.

57

lbid.,

p.184.

Estado

y la

revolución;

él

no

solo

retoma,

en

io

esencial,

una concepción

,,resrricra"

del

Estado,

pero

sobre

todo

subsume

la

problemática

del

doble

poder

a

una

teoría

"explosiva"

de la

revolución.

Por

eiemplo:

después

de

rrarar

el

Estado

como

terreno

de

una

"correlación

de

fuerzas",

Trotsky

se

apresura

a

observar:

"En

la sociedad,

no reina

de

ninguna

manera una

dualidad

de

poderes

[..J

La

unidad

de

poder,

condición

absoluta

para

la

esrabilidad

de

cualquier

régimen,

subsiste

mientras ia

clase

dominante

es

capaz

d,e

imponer

a

la sociedad

entera

sus

formas económicas

y

políticas

como

las

únicas

Posibles.se

Ciertamente,

ningún

marxista,

ni

ios

defensores

de

una teoría

"ampliada"

del

Estado,

neg

aúa

que

-

en

últím

a in

stancia

-

s e

verift

ca u

na

r

el ativ a

unidad

del

poder del

Estado;

pero

ne

es casual

que

haya

sido necesario

subrayar

las

expresiones

"última

instancia"

y

"relativa".

Si

el Estado está

compuesto

por

múlriples

aparatos

y,

al

mismo

riempo, es influenciado

por

una

cambiable

y

dinámica

correlación

de

fuerzas

enrre

clases

y

fracciones

de clases,

de

eso

deriva

que,

en su acción

efectiva

y

en diversos

momenros históricos,

diferentes

aparatos

podrán

ser

más

o menos

influenciados

por

diferentes

clases;

y que

muchas

políticas

específlcas

del Esrado

(de

cualquier

Estado

concreto)

podrán

reflexionar

sobre

intereses entre sí conflictivos. EI hecho

de

que,

"en

última

instancia",

rerminen

por predominar

las

políticas

que

aseguran

la reproducción

de

la sociedad

de

acuerdo

con

los intereses

dei

conjunto

de

las

clases

dominanres

(muchas

veces

en

oposición a

sectores

o

fracciones

de

tales

clases),

este hecho resulta

de un

proceso

bastante

complejo:

la

unídad relatíva

del

poder

del Estado es

fruto

de un

movimienro

contradictorio,

cuyo vector

no

está

de ningún

modo establ

ecid,o a

priori.se

Al

contrario de Io

que piensa

Ia

"escuela

de la

derivación", no se

puede

deducir

el

conjunto

de las

políricas

estatales,

de

manera

funcionalista, a

partir

de

las

leyes abstractas de la

acumulación

del capital. Si

hay

unidad del

Estado,

ella

puede

ser

deftnida según

la

conocida

fórmula

hegeliana: una

unidad

de

la

unidad

y

de

la no

unidad.6o

lbid.,

pp.

r84-185.

Este

aspecto

no siempre

"funcional"

del

Estado

(,'funcional,,

en relación

a los intereses de

las

clases domin¿ ntes) fue resaltado

por

John

urry, A

natomia das

sociedades

capitalistas,

Río

de

Janeíro,

Zahar,1982, pp.

85-140.

Marx,

en i

864,

ya

estaba

plenamente

conciente

de este

hecho. Así,

en vez

de considera r

la restricción

legal de

la

jornada

de

trabajo en lnglaterra

como algo

simplemente

funcional

al

capital,

en

la

¡s¿¡¿¿

en

que

garantizaría

la

sobrevivencia fisica de la

fuerza

de trabajo

y posibilitaría

así la

permanencia

de la explotación

-

posición que

muchos

marxistas

estrechos

adoptan

hasta

hoy

cuando analizan las

políticas

sociales

en general

-,

él

observó:

"La

lucha

sobre

la

restricción

legal

de la

jornada

de trabajo

[...]

afectaba

de hecho

la

gran

lucha

entre

el

dom¡nio ciego

de las leyes

de

la

oferta

y

58

s9

i

]

Page 18: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 18/68

Por

ocro

lado,

cuando

Trotsky

indica

como condición

de la unidad

del

poder, el hecho

de

que

la clase

dominante

sea

capaz de

imponer al

coniunto

de la

sociedad

sus

formas

económicasy

ltolíticas

como

las

únicas

posibles,

él

parece

presuponer

esta

unidad como característica

solo

de un

Estado

despó-

tico,

es decir,

de

un

Estado

"restricto"

en

el sentido

más

literal

de

la

palabra.

En

los

Estados

capitalistas

contemporáneos,

esta condición

de

unidad

no

es

verificable

ni siquiera

para

las

formas

económicas:

hay

ciertas

formas

de

socialización

de la

propiedad

(nacionalizaciones,

cooperativas,

etc')

que

son

conquistadas,

muchas

veces

,

contralos

intereses

de

las clases

dominantes.

Sin

embargo,

también en

el

plano específicamente

político,

es

evidente

que,

en

la

forma

democrático-republicana

del

Estado

capitalista

modemo,

pudieron y pueden

coexistir

(incluso

en

una relación

de

integración/con-

tradicción)

instituciones

liberales,

derivados

de las

revoluciones

burguesas,

con

formas

políticas

democráticas

creadas

por

las

clases

subalternas

en su

proceso

de

autodefensa,

de

lucha contra

los

intereses

de

las clases

dominan-

tes.

Basta

recordar

aquí,

más

allá de

la

conquista

del

sufragio

universal

(una

bandera

de

lucha

de

la clase

trabajadora

contra

los

presupuestos teóricos

y prácticos

del liberalismo

originario)'

Ia creación

de organismos

como

los

sindicatos

(prohibidos por los

primeros

regímenes

liberales)

y

como

los

partidos

políticos

de masas

(una

invención

de

las

clases

trabajadoras),

organismos

que

son

hoy

parte integrante

de

la

vida estatal

de

cualquier

país

capitalista

desarrollado.6'

Esta

concepción

"restricta"

de

la unidad

del

poder

estatal,

como

era

de

prever,

se

refleia en

la concepción

trotskiana

de

la revolución.

Después

de

admitir

la

posibilidad

de

transferencias

parciales

del

poder

del

Estado

(las

cuales,

si

efectivamente

ocurren,

implican

una

concepción

de la esfera

estatal

como terreno

de

una

perTnanente

ymudable

correlación

de

fuerzas),

Trotsky

retroced.e,

afirmando

que

estas

transferencias

se

orientan rápidamente

en

el sentid.o

del

choque frontal

y

de Ia

"explosión"

revolucionaria.

Cuando,

en lugar

de

ser

una condición

"normal"

de

funcionamiento

de un

Estado

ampliado,

"el

fraccionamiento

del

poder

-

dice

Trotsky

-

prefigura

Ia

guerra

de

la demanda,

contenido

de

la

economía

politica

burguesa,

y

la

producción

social

controlada

por

la

previsión

social,

contenido

de

la

economía

política

de la clase

obrera.

por

consiguiente,

la ley de

la

iornada

de diez

horas

no fue

solo

un

gran

éxito

práctico;

fue

la

victoria de

un

principio.

Por

primera vez, en

plena

luzdel

día,la

economía

política

burguesa

sucumbió

ante

la

economía

política

de

la

clase

obrera"

(K.

Marx,

"Manifiesto

de

linzamiento

de la

Asociación

lnternacional

de

Ios

Trabaiadores",

en

Archivo

Marx-

Engel

s

(www.marxists.orglespanol

/

m-e

186os/

186cfait.htm).

61

La

relación

entre

partido

político

moderno

y

movimiento

obrero fue

fuertemente

subrayada,

entre otros,

por

umberto

cerroni,

Teorío

do

partido

político,

san

Paulo,

Ciencias

Humanas,

1.982.

civil

[...]

[el

sistema

de Ia dualidad

de

poderes]

tiene que

explotar

inevimble-

fienrc[...lLa

insurrección, violenta por

sí misma,

se

realiza

habitualmente

en

un

corto

esPacio

de tiemPo".6'

Volviendo

a

la comparación

del

propio

Trotsky,

podríamos

decir

que

es

como

si

la

ley de la

oferta

y

de la

demanda

(en

el caso,

el

Esrado

como

resultado

de

una

correlación

de

fuerzas)

funcionase

solo en

momentos

excepcionales,

mientras que

el

funcionamiento

"normal"

de

la economía

implicaría

la

venta

de

las mercancías

por

su

valor-trabafo

(en

el

caso, la

forma

"normal"

de actuación

del Estado

sería

la de

"comiré

ejecutivo

cle las

clases

dominantes").

Este modo

equivocado

de

concebir

la relación

entre Io

abstracto

y

lo

concreto

-1o

abstracto

como

lo

"normal"

y

lo

concieto

como

lo

"excepcional"-, no

resulta

solo

de

un eventual error metodo[ógico

de

Trotsky,

sino

que es

expresión del hecho

que,

aunque

su

aguda

sensibiliciad

histórica

le

haya

hecho

entrever

(trece

años después

de la

Revolución

bolchevique)

la

necesidad

de

"ampliar"

la teoría

marxista

del Esrado,

el aut

or

de

La revohLción

permanentecontinuó

esencialmente

atado

a

la

visión

restricta

que

dominó

en

los

escritos

de Marx

y

Engels

en

1848-1850,

visión

de

la

cual

Lenin

y

los

bolcheviques

jamás

se

liberaron

compler.amenre.6r

3.

La

ampliación

de

la

teoría

del

Estado

y

la

concepción

de

la

revolución

como

proceso.

3.1.

Crandezas

y

límites

del austromarxismo

Las

intensas

polémicas

suscitadas

en

el seno

del

pensamiento

marxista

por

la teoría

y

la

práctica

de los bolcheviques,

se

pueden

leer,

por

Io

menos

en

pe¡rte,

como

polémicas

en

torno

a

la

necesidad

de

(ylo

la tbrma por

la

62 Trotsky,'A

dualidade

de

poderes",

cit.,

p.

184.

63 Tampoco

Mao

Tsé

Tung

superó

esta v¡sión

"restricta,,del

Estado:

basta

recordar

que,

para

é1,

"el

poder

está

en

el

cañón

del

fusil". En

Mao, sin

embargo,

esta

visión

se

articula

con

una

concepción

original

del

proceso

revolucionario,

lo que

ciertamente

revela

su

profunda

vinculación

con

las

condiciones

específi

cas de

su

pa

ís.

seg ú

n Mao,

la

conquista

del

poder

en China

exigía

una

"guerra

popular

prolongada,',

una serie

de

enfrentam¡entos,

en

Ia

cual el

establecimiento

de

la.dualidad

de

poderes

requería

la

conquista

armada

de espacios

territoriales

(las

"zonas

rojas,,),

en una

lucha

militar

de

largo plazo.

Por

lo

tanto, se trata

de una concepción

revolucionaria

al

mismo

tiempo

-"violenta"

y

"procesual".

Pero

sería

ridículo

-

y,

no

obstante,

es lo

que

hace

María

Antonietta

Macciochi

(Pour

6ramsci, París,

Seull, r974)

-

ver

en

eso una

similltud

entre

6ramsciy

Mao;

en

verdad,

mientras

que

el

primero

el¿bora

su estrategia

revolucion.¡ria

en

función

de

sociedades

"occidentales"

más

complejas

que

la

Rusia

zarista,

Mao

opera

en condiclones

c¡ertamente

aúrr

más

or¡enr¿les"

de

las enfre¡rtadas por

los

bolcheviques

en r9t7.

-JO-

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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:1

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¡t

I

I

i

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7

1

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t

I

I

I

{

i

I

I

I

cual)

"ampliar" la

teoría

del

Estado

y

de

la

revolución'

Eso

se

maniñesta'

e¡¡

;;;";

ir;".'

.omo

crítica

a la

tendencia

de

Lenin

v

de

los

bolcheviques'

'ei

senti¿o

ae

generalizar

las

características

de la

Revolución

de

rgrz

presen-

tándolacomomodelouniversaldetransiciónalsocialismo.(Noesellugat

para

mostrar

cómo

esta

[endencia'

por lo

menos

en

Lenin'

se

maniñesta

al

iado

de

otras

tendencias

en

el

sentido

contrario)'

^..

*o

*.n".ulización

de

ia

experienciabolchevique

fue

duramente

comba-

üda

no

solo

por el

"centro"

y

ior

ta

"derecha"

socialdemócrata

de

la

época

in^u,tty,

Beinstein),

sino

también

por

la

más

importante

representante

occidenial

de

Ia

"izquierda"

marxista'

Rosa

Luxemburg'

En

su

famoso

ensayo

sobretarevoluciónrusa,escritoenlglS,aunquereveletodosuentusias.

mo

delante

de

la revolución

victoriosa'

eila

percibe

peligros

y

los apunta

claramente:

"El

peligro comienza

en el

momento

en

que' haciendo

de-las

necesidades

virtudes,

ellos

[Lenin

y

los

bolcheviques]

crearon

unateoría.a

fartir

de

la

tácdca

impuesta

por

estas

condiciones

fatales

llas

de

la Rusia

de

entonces],

pretendiendo

recomendarla

al

proletariado

internacional"6a'

Una

posicÚn

similar

fue

adoptada'

en 1919'

por el austromarxista

de

izqr,rierda

Max

Adler:

Soio

vemos

'peligro

del

bolchevismo'

en

la

medida

en

que existe

el

riesgo

de

confusión

enrr.lo'

t*ttptos

de

bolchevismo

y

comunismo;

es

decir'

el

,i"rgo

a.

p."r.ntar

albolchevismo'

que no

es

más

que un

medio

de

llegar

al

comunismo

(un

medio

que tuvo

éxito

porque

fue aplicado

exclusivamente

en

Rusia,

dentro

de

conáiciones

históricas

y

sociales

determinadas)'

como

siendo

la única

y

.*tit"iu"

encarnación

del

espíritu

revolucionario

del

socialismo,comoutgouni""utmenteválidoyaplicableencualquierpane'65

Uno

de

Ios

puntos

que

tant'o

Rosa

como

Max

Adler

indican

como

ef

emplo

de

la

no-universalidad

de la

experiencia

bolchevique'

es

el

modo

de

concebir

la

relación

entre

democracia

conseiista

(o

soviédca)

y

democracia

repre-

sentativa

(o

formal);

para ambos'

no se

trataría

de

"destruir"

las

antiguas

i"riii*.i"*.,

de

la

democracia

formal,

como

pretendía

Lenin

en

su

combate

al

parlamentarismo,

sino

de

articularlas

con

las

nuevas

formas

de

democracia

directa,

encarnada

en

la

experiencia

de

los

conseios

o

soviets'

Esta

posición

.,onarecerámás'explícitamente

en

ias

obras

de

Ia

"escuela

gramsciana",

como

,.r'.*o,

^¿.trnte,

baio

la

forma de

una

propuesta de

imegración

entre

orga-

",.*o,

aa

democracia

directá y mecanismos de democracia

representativa.

lndicaciones

aún

más

explícitas

en el sentido

de una

"ampliación"

del

concepto

marxista

de

Estado,

e§tán

presentes

en la

obra

de

Ono Bauer,

otro

imponanre

teórico

del

austromarxismo.

En

su anáüsis

de

Ia revolución

auStriaca

deigrg,

que

llevó

al

poder a

una

coalición

de socialistas

y

partidos burgueses

(con

preponderancia

socialista),

Bauer

se

refiere

claramente

a Ia

república

democrática

emergente

como

expresión

de

una

"correlación

de

fuerzas".

y

es

de

la

dinámica

de

esta

correlación

de

fuerzas

-

la cual,

en el

nivel de la

forma

política,

se

expresa

en

un

grado

mayor

o

menor

de

articulación

enCre

los

institutos

parlamentarios

y

los nacientes

organismos

de

"democracia

funcio-

nal" (expresión

que él usa

para

deflnir

democracia directa)

-

que

dependerá,

según

nuestro

autor,

que

una

república

democrática

termine

por

restaurar

el

dominio

de

la

burguesía

o,

al

contrario, por

llevar

al

proletariado al

control

del

poder

político.

Así,

la

república

democrática instituye

una

situación

dinámi-

ca,

donde

el

contenido

social del

poder

del

Estado

aparece

determinado,

en

última

instancia,

por

la relación

de

fuerzas entre

las clases,

por

un

conflicto

que

-

aunque

cenga

su

escenario

fundamental en

las

esferas

económica

y

social

-

repercute

también en

el

propio

seno

del

Estado.ou

Es

interesante

constatar

el

modo por

el

cual,

ante

la

crítica

del

famoso

iu-

risra

Hans

Kelsen,

Bauer

iustiñca

la "ortodoxia"

marxista

de estas

posiciones.

Kelsen

añrma

que

Bauer,

al

defender

la idea

del

Estado

como

"correlación

de

fuerzas",

se

apartó

de

Marx

y

se

aproximó a

la concepción

del

propio

Kelsen

(compartida,

además, no solo

por

Bernstein

y

por

el

último

Kautsky,

sino

mmbién

por el socialdemócrata

austriaco

de

derecha

Karl

Renner),

una

concepción

que

presenta

al Estado

democrático

como

un conjunto

de

66

Sobre

este aspecto de

la

obra de

Bauer, cf.

C. Marramao,

O

político e

as

transformagdes.

Belo

Hor¡zonte, Oficina

do Livro,

199o, pp.

r6r-2oo

(traducción

al

español,

Lo

polítíco

glas

transformaciones,

Editorial

Siglo

XXl, r98z).

Sobre

los

eustromarxistas

en

geneial,

existen

tres

antologias con

imporlantes

presentaciones

críticas:

G.

M¿rramao,

Austromarxismo

e

socialismo

di sinistra,

cit.; Yvon Bourdet,

OEo

Bauer etla

révolution,Paris,

EDl,1968;

y

Tom

Eottomore

y

Patrick

Goode,

Austro-Marxísm,

Oxford, Clarendon

Press,

1978.

Más allá

de

eso, cf.,

el libro de

Norbert Leser, Teoria

e

prassi

dell' austromarxismo.

Roma,

Avant¡,

1979,

y

también

los

ensayos de

Perez

Mehrav,

"social-democracia

e austromarx¡smo",

de

G.

Marramao,

"Entre

bolchevismo

e social-democracia:

Otto Bauer

e a cultura

politica

do

austro-marxismo"

(ambos

en Hobsbawm,

Hiscória do

marxísmo,

Río de

Janeiro,

Paz e

Terra, r985, vol.5, respectivamente

pp.251-2t6y

277-343

(traducción

al

español,

"Entre

el

bolchevismo

y

la socialdemocracia: otto

Bauer

y

la

cultura

politica del austromarxismo",

en

Hobsbawm, H

istoria

del

marxismo.

La época

d

e

la

lll lnte¡

n¿ cio

na ¡,

N4a d i-id, Bru

g

u era,

v.

7,

r98o);

y

de Raimond

Loew,

"The

Politics of

Austro-Marxism"

en New

Let't

Review,

n.

u8, nov¡embre-diciembre

r979,

pp.'r5-5r.

64

R.

Luxemburg.

"La

révolution

russe''

en

ld''

O:",t::::1:::'^M.aspero'

t97t'

vol'

z'

p'

8s

i;;it;

.;

.;p,

ñol,

La revolucíón

rusa,

Editorial

Castellote'

1e75)'

M.

Adler,

Conselhos

operÓrios

e

revoÍuqáo,

Coimbra'

Centelha'

1976'

pp'

34-35

Cf'

también,

en

el

mismo

sentido,

Otto

Bauer'

"Bolscevisnro

o social-democrazia"

(lgzol'

"n

Ciaao.o

Marramao

(ed.';,

Austromarxismo

e socialísmo

di

sinistra

fra

le

due

guerre'

Milán,

La

Pietra,1977,

PP.143-230

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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lr-

procedimiefltos

formales

socialmente

neutros,

como

un

aparato

puramente

iécnico-iurídico.

Bauer,

en

respuesta,

no

solo

rechaza

esta

idea

liberaldela

,.neutralidad

técnica"

del

Estado

(la

situación

de

"equilibrio"

es,

para

é1, una

situación

eminentemente

dinámica,

procesal,

que

se

resuelve

más

temprano

que

tarde,

aunque

no

de

modo

necesariamente

"explosivo",

a favor

de

una

de

las

clases

fundamentaies),

sino

también

d.emuestra

haber

captado

la

esencia

del

método

marxiano

del

paso

de

1o

abstracto

a

lo

concret'o:

La

crítica

corriente

-dice

Bauer-

conoce

solo

el

marxismo

vulgar;

y

este'

por lo tanto,

es el

único

obieto

de

su

crítica.

El

procedimiento

de

Kelsen

es

un eiemplo

típico

de

eso' Kelsen

conoce

de

Marx

precisamente

lo

queel

marxismo vulgar

conoce: que

Marxpresentó

el

Estado como una

organización

de

dominio

de

la

burguesía.

Kelsen

no conoce

nada

d

elas

modificaciones

de

este

axioma

general,

de las

posterio res

aproximaciones

a

los

hechos'

a

lascualeselpropioMarxilegóensusinvestigacionesparticulares.6T

Y

Bauer se

vale

de

este

.,método

de

aproximación,,_u

obietivamente,

de

ese

paso

de

1o

abstracto

a

lo

concreto-,

no

solo

para

concebir

de

modo

..ampliado,,

el

pod.er

político en la

república

democrática,

sino

también

para

evaiuarlasnuevasformas,.deexcepción,asumidasporelEstadocapitalista

de

su

tiempo.

Pueden

existir,

más

allá

d'e la

república

democráúca,

otros

contextos

en los

cuales

-en

el

cuadro

cle un conflictivo

equilibrio

de

fuerzas

entre las

clases

(una

situación

que

Gramsci

llamaría

más

tarde

de

"equilibrio

catastróflco"68)-,

el

Estado

asume

un

grado

de

autonomía

que

torna

imposible

su

def,nición

como

simple..comité

ejecutivo

de las

clases

dominantes".

sería,poreiemplo,

el caso

delbonaparrismo,

al

cual

Marx

y

Engel5er

yahabían

dedicado

brillantes

anáüsis,

de

los

cuales,

por

otra

parte,

Bauer

hará

valer

en

su fecundo

intenio

de

comprender

la

especifrcidad

del fenómeno

fascistaTo.

para

é1, no

hay duda

de

que

el

Estado

fascista

rermina

por

expresar

[a

dictadura

abierra

dei

capital

monopolista.

Sin

embargo,

eso no

anula ei

hecho

de

que,

en

su

génesis,

el movi-

mienro

fascista

creció

y

llegó

al

poder

en

función

de

un equitibrio

,,carasrrófico',

enrre

Ia

burguesía

y

el

proletariado,

1o

que

permitió

que

secrores

de la

pequeña

burguesía

y

también

del

lumpesinado

se apoderasen

de la

máquina

esratal;

rampoco

la evidencia

empírica

de que,

durante

la

vigencia

del

régimen fascista,

esos

sectores

pequeño-burgueses (organizados

en

los

panidos

fascistas

y

en

sus

[opas

de choque)

ocuparon

directamente

el aparato

dei Estado,

utilizánclolo no

solo

para

reprimir

el movimiento

organizado

de

la

clase

obrera,

sino

también

las

fracciones

de la

burguesía que entraban

en

conflicto

con los intereses

del

capital

en

su

coniunto.

Sin

embargo,

esras

lúcidas

intuiciones,

en

el.sentido

de

una

,.arnpliación,,

del

concepto

de Estado, no se hicieron

acompañar,

en la

reoría

y

en ia

práctica

austromarxistas,

poruna

renovación

sustancial

de

la

concepción

cle

la revolución

socialista.

De

alguna manera,

Bauer se

mantiene

prisionero

cle

las

posiciones

del

últirno

Engels:

la

clase

obrera

debe

esforzarse

para

obtener

la

mayoría

electoral

y,

de esta

manera,

por

Ios caminos

constitucionales,

ascender ai

poder

del

Estado. É1

considera

inevitable

que

la

burguesía

reaccione a

la obrención cie

esta

mayoría

a

través

de la violencia;

en

ese caso,

se

hace necesaria

y

legítima

la

contra-violenciaproleraria

e, inclusive,

el

establecimienro

de

una dictadura

delamayoríaqtte

obligue

a

la

burguesía

a

aceptar

la

ransformación

socialista.

(Esta

aceptación

de

la

necesidad de la

"dictadura

del

proletariado,,,

por

orra

parte,

distingue

a

los

austromarxistas

de

los

socialdemócratas

reformistas del

período,

entonces hegemónicos

en la nueva

Intemacional

Socialista;

pero

el

hectfo

de

que

Bauery Max

Adler

subrayen

que

ella

debe

ser

necesariamenre una

dictadura

de

la mayoría, y

de

carácter

eminentemente transitorio,los

separa

de los

bolcheviques).7'

70

o.

Bauer,

Tra

due

guerre

mondiali?,rurim,

Einaudi,

r979

[la

edición areman¿ originar

es

de 1936], pp.

ro5-13r.

7t

Tanto

Max Adler

como

otto

Bauer, también

de acuerdo

en eso

con el

último Engels,

subrayan

que

no siempre

la

"dictadura

delproletariado"

asume la formá

de un

régimen

'dictatorial

y que,

cuando

eso

ocurre,

la

responsabilidad

es

de

la burquesía

y

no del

proletariado;

esa

"dictadura"

es por ellos

concebida

como el

.ont.nido social del

Estado,

pudiéndose

expresa

r a través

de

formas

política

s

plenamente

democ

rática

s,

en

las

cuales

sea decisiva

la

presencia

de organismos

de

democracia directa.

sobre

es1o,

cf.,

especialmente

M.

Adler, La

concezione

detlo

Stato

nel marxismo, Bari, De

Donato,

1919, pp.l59-t7;

y

O.

Bauer,

Tra due

guerre

mondiali?,cit.,

pp.

i32_155.

67

O.

Bauer,

"Das

Cleichgewicht

der

Klassenkráfte"

(1924),

citado

por

C'

Marramao'

0

polítíco

e

as

transformigdes,cit.,

p.187.

El

hecho

de

que

el

"método

de

aproximación"

propuesto

aquí

ior

Bauer

se

inspire

en

Ernst

Mach

y

no

en

la dialéctica

de

Hegel

(y

del

propio

Mrr*¡

.onstituye,

ciertamente,

una

manifestación

de

los límites

ñlosóficos

del

.rrirornrrrir.o,

principalmente

expresados

en las

tentativas

eclécticas

de

conlugar

Marx con

el empiriocriticismo

(Bauer)

o

con

el

neokantismo

(Max

Adler);pero

eso

no

afecta

sustanc¡almente

los

resultados

a

que Bauer

y

Adler

llegarán

en sus

fecundos

intentos

de

"ampliación"

de

la

teoría

política del

marxismo'

Para

Gramsci,

el

..equilibrio

catastrófico,,está

en el

origen

de

las

formas

del

.,cesarismo,,,

nombre

con el

cual

designa

lo

que Marx

y

Engels

llamaron

"bonapartismo"'

Para

Gramscl

por otra

parte,

el

"cesaiismo"

puede seml'

o

"not

reaccionario

o

progresista'

Cl

A.

6¡'amsci,

Cuadernos

de

la cárcel,

cit.,

v.

5,

p.

65

ss'

Cf.

K.

Marx,

E,

78 I rumar¡o,

cit.,y

F. Engels,

"Violenza

ed

economia

nella

formazione

del

nuovo

impero

tedesco',,

en ld,,Víolenzae

eco¡omia,

Roma,

Riunili,1977'pp.45.114.

9

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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:I

I

l

iI

í

,l

Lo

que

Bauer

introduce

de

nuevo

en

su

concepción

de

la

revolución

ul

vez

sea

la

idea

de

que,

después

de

la

toma

del

poder

político'

la

transforma'

ción

socialista

debe

proceáer

gradualmente'

con

el

fln

de

no

desorganizar

la

economía

y,

por

lo tanto,

de

iápedir

que

el

proletariado

pierda

el

consenso

*uvo¡,"riá,;rebemos

-dice

él-construirlasociedad

socialistagradualmente'

procediendo

paso

a

paso en

el

sentido

de

un

obietivo

claramente

concebido'

Cada

una

de

las

medidas

que

nos

llevarán

a

la sociedad

socialista

ha

de ser

cuidadosamente

examinada"'7'

La

toma

del

poder

propiamente

tal'

sin

embargo'

no

es

concebida

con

claridad.

Algunas

u.ces,

B^utt

Ia

presenta

tal

como

lo hacía

el

reformismo

socialdemócrata:

como

simple

resultado

de

la obtención

de

una

mlVoria

eiectoral

y,

consecuentemen;,

parlamentaria;

otras

veces'

en

una

formulación

próxima

a

la

de

los

bolcheviquts,

e'tatom'

del poder

le

aparece como resultado

',1.

,n"

".*plosión"

violenta'7r

Esta

ambigüedad'

se

expresó'

de

cierta

manera'

en

eimoclo

por el

cual

el

Partido

Socialdemócrata

Austriaco'

dirigido

por

los

austro-marxistas,

guió

en

la

práctica

la

cuestión

de

la

dualidad

de

poderes'

Incapaces

de

obtener

et

apoio

electoral

de

los

campesinos

y

conquistar

la

mayoría

parlamentaria

tn

Á't'i"

como

un

todo

(obtenían como

media

el

4oo/o

delos

votos),

los

socialistas

austriacos

se

valieron

de

una

sustanciai

mayoría

en

Viena

(cerca

del

6o0lo)

para

transformar

Ia

capital

en

una

especie

demodelodesocialismo,aee¡emploaltemativovisibleyconcretoalpoder

nacional

de

la

burguesía'

No

hay

duda

de

que las

realizaciones

de

la

"Viena

Roia'

en

el

terreno

de

la

cultura

y

de

la

política

social,

están

entre

los

mayores

títulos

de

gloria

del

austromarxismo

y,

de

modo

más

general'

del

movimiento

socialista

occiden-

tal.

pero

no

fueron

suflcientes

pira

obte.re,

el

esperado

consenso

electoral

nacional.

Además,

a

partir

de

cieno

momento'

fue

imposible

para

el

gobierno

burgués

soPortar

por más

tiempo

esta

situación

congelada

de doble

poder'

La

btrrguesíaaustriaca_aIcon.,*,iodelaposición,.expectat,ivi§ta,'y,enúltima

instancia,

de

estancamiento

de

la

oposición

socialista-

tomó

la iniciativa'

en 1934:

optand'o

por una

solución

fascista'

no

solo

aplastó

por

la

fuerza

el

,,conrrapoder"

dei

municipio

de Viena, sino

que

suprimió

completamente el

-l.i-""

¿.*"crático

en

Austria.

El uso

de 1a

"violencia

defensiva"

por

parte

l"i

"r"r.,"rir¿o

vienés,

se

reveló

inúril: a

pesar

de

su

heroísmo,

la explosión

l*áfu.ionr.iu

liderada

por el

partido Socialdemócrata

concluyó

en

una

."",'i.n.uderrota.Lacombinaciónd.elaluchaelectoralconunanoción

i.tJnt,uu

y

aun

"explosiva'

de

revolución

-combinación

que

se

expresaba'

en

la

prácdca,

en

una

concepción

estática

y,

de

cierto

modo,

"territorial"

de

ü

Ju.ft¿u¿

¿.

poderes-llevó

al

au§tromarxismo

a un impasse'

''

ilo

Buu..

y Max

edler

fueron

ciertamente

responsables

por

una

de

las

má,

brillurrt.,

y

originales

reflexiones

marxistas

en

el

período situado

entre

ir,

¿o,

gu.art

mundiales'

Entre

otras

cosas'

esta

originalidad

se expresa

en

elesfuerzopionerolueseríaretomadoenotronivel,enlosaños1970,porel

[r*u¿o

,,auro"omunismo"-

de

encontrar

una "tercera vía" entre

el

reformismo

,J.i-rta.*O.ru,a

(cada

vez

más

subaltemo

al

capitalismo)

y

el

bolchevismo

rcJ.

u.,

*ar

convertido

en

iustificación

teórica

del

despotismo

estaiinista)'

l.ro,up.ruraeeso,elaustromarxismonofuecapazdetornarseunefectivo

punio

á.

inn"*ión

en

la

historia

de

1a teoiía

política

marxista:

Ia

percepción

á.

algrnos

aspecros

decisivos

de la nueva

realidad

"ampliada"

del

Estado,

,..Ábin^

aún

en

ellos

con

una

visión

"doctrinaria"

y/o

poco

precisa de

Ia

¡ransición

al

socialismo.

En

1o

que

se

reñere al

concepto

de

revolución,

ellos

no

lograron

una

efectiva

supe

taciín

dialéctica

de reformismo

y

bolchevismo,

sino

que

llegaron

solo

a una

combinación

ecléctica,

o

a una

oscilación

pendular,

entrsestas

dos

corrientes

en

que entonces,

se

dividía

elmovimiento

obrero

y

socialista.

Y

eso

vale

incluso

para

la

propuesta

de

"socialismo

integral"

(una

síntesis

enrre

Ia

experiencia

soviética

de

planiñcación

y

la tradición

demo-

crfuica

del

socialismo

occidental),

formulada

por

Bauer

en

1936, después

de

un

.iu-..,

autocrítico

de

la

acción

del

partido austromarxista

durante

los

eventos

que llevaron

a la

implantación

del

fascismo

en

Austria'7a

3.2.

El

punto de inflexión:

el Cramsci

de

la

madurez

podemos

registrar

indicaciones

en

el

sentido

de una

"ampliación"

de

la

reoría del

Estado,

tanto

en

el

último

Engels,

como

en

pensadores

como

Rosa

Luxemburg

y

los

austromarxistas.

Pero

fue

ciertamente

con

el

italiano

Anronio Gramsci

que

esa

"ampliación"

recibió su

formulación

más sistemá-

tica^

Los

cuadernos

dela córcel,la

obra

de

madurez

de

Gramsci,

marcan

el

verdad.ero

punto de inflexión

en

el desarrollo

de Ia

teoría

marxista

del

Estado

y

la revolución.

Por

haber

tratado

ampliamente

el

pensamiento

de

;;

;;;;;; i, i",,

i-i,,,,,,,*,diti;i|¡ia,,in,p.,

2eo

v

ss

o.Bauer,Derwegzumsocialismus(1919),enT.BottomoreyP'Goode'Austro-MArxísm'

;;";:.lá;^;;;,

pi,itiont'

"n

"tte

sentido

tamb¡én

se

manifiestan'

en

Ia

misma

iplJr,."

flt

oura,

¿"

auknarin'que

entonces.era

el

principal

teórico

de

la Nueva

Política

Económica

(NEP),

aplicalt

t tt

Unión

so'¡ética

entre

1923

y 1928;

sobre

eso'

cf''

Nikolai

Bukharim,tev¡eartniiiti)tionetgzs-tgza'aoma'Riuniti'198o'especialmente

pp.

35-194;

lacob

Co"nAtr. to'g'i,

e'Ll'"tirn'

S:o^paulo'

Ática'

l99o;

y

Stephen

Cohen'

iioí-rr),í-iti*

uioqrafa

políücá,Río

de

janeiro'

Pazererz'1990'pp'149-3oo'

lt,

"r'"'r.,u"

,o,,t-nu

-o'tu

Bauer-

es

obra

de

pocas

horas

[" ]

La

revolución

soci¿l

presupone

la tom.

¿.t

po¿u'

po'

"l

proletariado

y

el.proletariado

solo

puede tomar

el

poder

del

Estado

por

medios

revolucionario

s"

(Der

Weg

zum

Sozíalismus'

cit''

p'15o)'

73

72

Page 22: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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Gramsci,alcontrario,operaenunaépocahistóricayenunámbitogeo-

gráficoenloscualesyaserealizóunamayorconcretización(oampliación¡

del fenómeno

estatal'

El se

empeñó

por

dar

teóricamente

cuenta

de

una

intensa

socialización

de

ta

politicato

que

resultó'

entre

otras

cosas'

de

la

conquista

del

sufragio

univeisal'

de la

cieación

de

grandes

partidos

políticos

c1e

masas,

de

la

acción

efectiva

de

numerosos

y poientes

sindicatos

profe'

sionaiesydeciase.Nosololosliberales'sinoinclusolosconservadoresy

la

nueva

derecha,

para

pretender

eficacia'

tuvierbn

entonce§

que

apoyarse

en

amplios

movimientos

de

masas;

basta

pensar

en

el

caso

del

fascismo

que Gramsci,

por

oira

parte,

fue

el

primero

en

deflnir

como

un

movimiento

reaccionario

con

base

organizada

áe

masas.

La

lucha

política

ya

no

se

libra

entre,

burocracias

admiiistrativas

y político-militares

que

monopolizan

el

aparato

del

Estado,

por un lado

y'

por otro'

e§ca§as

sectas conspirativas

que

hablan

en

nombre

de

las

clases

subalternas;

ni

tienen

como

escenario

principal

los

parlameni*

"p'"tttttativos

solo

de

una

escasa

minoría

de

electores

ProPietarios'

ta

esfera

política

"restricta"

que

era

propia

de

los

Estados

oligárquicos'

tanto

autoritarios

como

riberares,

va

dando

rugar

a

una

nueva

esfera

pública

"ampliada",

caracterizada

por

el

creciente

protagonismo

de

amplias

orga-

nizaciones

de

masas.

Es

la

percepción

de

esta

socialización

de

la

política

que

permite

a

Gramsci

tlabo'*'

una

teoría

marxista

ampliadadel

Estado'

Pero

cabe

recordar

que

se

trata

de

una

ampliación

dialéctíca:los

nuevos

elementos

planteados

pot C'u*sti

"o

eliminan

el

núcleo

fundamental

de

la

teoría

"restricta"

a.

itt'*,

Engels

y

Lenin

(en

otras

palabras'

el

carácter

cle

clasey

el momento

represividetodo

pod'er

del

Estado)'

pero al

mismo

tiempo

lo

conservan

y'

modi¡can

al

desirrollarlo

a

través

de

Ia inclusión

de

nuevas

determinaciorrar.-Taa,.*o,

aquí,

en

la

reflexión

gramsciana'

un

movimientoquevadeloabstractoaloconcretoyquereproduceunmovi.

miento

diacrónico

ocurrido

en la

propia realidad

histórico-social'

Veamos

cuáles

son

las

nuevas

áeterminaciones

recogidas

por

Gramsci

en

su

concepto

de

Estado'

Examinando

Ia

superestructura'-él-distingue

dos

esferas

.rr ru

int..i*,

que

llama

"sociedad

civil"

y

"sociedad

política"

Con

esta

última

expresión,

áesigna

precisamente

el

coniunto

de

aparatos

a

través

de

los

cuales

la

clase

dominante

posee

y

eierce

el*"""p:li"-T:il'

de

hecho

de

la violencia;

Se

trata,

por

1o

tanto,

de

los

aparatos

coercltlvos

d,el

Es¡ad.o,

.n.rrrrao,

á.,

los

grupos

burocrático-eiecutivos

ligados

a las

80Desarrollémásampliamentelacuestióndelasocializacióndelapolíticaenmjlibro

Conúa

a corrente'

Ensaíos

sobre

democracia

e

socialismo'

Sáo

Paulo'

Cortez'

2ooo;

pero

cf.,

también

"Lo'

*'i'i'tt'

u

la'cuestión

democrática""

en

este

volumen'

cap

z'

fl*rzasarmadas

y

policiales

y

a

la

imposición de las ieyes. Son

los aparatos

,i

to,

.uut.t

Marx

y

Engels, en

1848-1850,

y

después de

ellos,

Lenin,

con-

..n,rrro,

la

atención'

La real originalidad de Gramsci,

su

"ampliación"

del

.on..p,O

marxista

de

Estado, aparece, al

contrario,

en

la

defrnición

de

lo

oue

él

entiende

por

"sociedad

civil".

En Marx

y

Engels,

que

en

eso

siguen

esencialmente

a

Hegel,

"sociedad

civil"

(obiirgerlische

Gesellschaft)designa

siempre

el

conjunto

de

las

relaciones

económicas

capitalistas,

Io

que

elios

rambién

llaman

cie

"base

material"

o de

"infraesttuctura".

En Gramsci,

el

término

"sociedad civil"

designa,

por

ei

contrario, un

momento

o una

esfera

de

la

"superestructura".8'Designa,

más

precisamente,

ei

conlunto de

las

ins-

tiruciones

responsables

por

la

representación

de los intereses

de

diferentes

grupos

sociales,

así

como

por

|a

elaboración

y/o

difusión de

valores simbó-

iicos y de

ideologías; ella comprende,

de este

modo,

el

sistema escolar,

las

igt.rirr,

los

partidos

políticos,las

organizaciones

profesionales,

los medios

de

comunicación,

las

instituciones de

carácter científlco

y

artístico, etc.

Estas

dos

esferas

se

distinguen,

iustificando

así

que

reciban

en Gramsci

un

traramiento

relativamente autónorno,

pot

la

función

que

eiercen en

la

organización

de

la vida social

y,

más

específlcamente,

en

la articulación

y

reproducción

delas

relaciones depoder.Enconjunto,

ias dos esferas

forman

el

Estado

en

sentido

amplio, que

es

deflnido

por

Gramsci

como

"sociedad

polírica

+

sociedad

civil,

esto

es,

hegemonía

acorazada

de coerción".8'

En

e§e

sentido,

las

dos

esferas sirven

para

conservar

o

transformar

una de-

terminada

formación

económico-social,

de

acuerdo

con los intereses

de

una

clase

social

fundamental en

el

modo

de

producción capitalista. Sin

embargo,

la

manera

de

dirigir

esta

conservación

o transformación

varía

en

los

dos

casos.

En el

ámbito

de

la

"sociedad

civil", las

clases

buscan eiercer

suhégemonía,en

otras

palabras,

buscan

ganar

aliados

para

sus

proyectos

a

rravés

de

1a direccíóny del consenso. Por

medio

de

1a

"sociedad

política"

-que

Gramsci

también

llama,

de

modo

más

preciso,

"Estado

en

sentido estricto"

o

"Estado-coerción"-,

al

contrario, se

ejerce

siempre

una

"dictadura",

o,

más

precisamente,

u¡a

dominación

fundada

enla

coerción.

Pero, además de esta distinción funcional,

las

dos

esferas

se distinguen

también

por

una materialidad

(social)

propia:

mientras

que

la

"sociedad

política"

tiene

sus

portadorés

materiales en

los

"aparatos

coercitivos del

Estado",

los

portadores

materiales

de la

"sociedad

civil" son

lo

que

Gramsci

Una

rigurosa

investigación filológica

de

esta

cuestión

(aunque

con

problemáticos

resultados

teó

ricos)

puede

ser

enco ntrad

a

en

t'l

orberto

Bohbio,

0

conceir

a

de

sociedadc

civil,

Río

de

faneiro,

Graal,

r982,

pp.t9-53.

A. Cramsci,

Cuadernos de

la cárcel, cit.,

v.

3,

p.

76.

8T

-46-

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,,

llama

"aparatos

'privados' de

hegemonía"'

Mientras

los

primeros'

como

el

nombr"ioindica,implicanunarestriccióndelacualelgobernadonopuede

escapar

(si

sus

determinaciones

no

§on

cumplidas'

esto

dene

como

efecto

una

sanción

coercitivamente

aplicada),1os

segundos

son

organismos

socia-

les

"privados",

lo

que

signifrca

que

la

adhesión

a

los

mismos

es

voluntaria

f

no'.o.r.itiua,

hacié.rdolos

así

relativamente

autónomos

en

relación

con

el

Estado

en senrid.o

estricto;

sin

embargo,

se

debe

observar

que Gramsci

pone

et

aa¡etivo

"privado"

entre

comillas'

queriendo

con

ello

signiñcar

que

:.

p.r".

de su

carácter

voluntario

o

,.contractual,,-rienen

una

indiscutible

diáensión

pública,

en la

medida

en

que

son

parte integrante

de las

relaciones

de

poder enuna

determinada

sociedad'

á.rmsci

registra

así

el

hecho

nuevo

-

históricamente

nuevo

-

de

que

la

esfera

ideológica

o simbólico-axiológica'

en las

sociedades

capitalistas

más

avanzadas,

que

é1

llama

"occid'enta1es"'

ganó

una

autonomíamateriql

(y

no

solo

funcional)

en relación

al

Estado

en sentido

estricto;

y

eso

es

verdad,nosolamenteconrelaciónalosnuevosorganismoscreadosporel

protagonismo

político

de

las

clases

(partid'os' sindicatos'

etc')'

sino

también

frente"a

vie¡as

insrituciones

heredadas

por

la

sociedad

capitalista

(como

las

Iglesias

o el

sistema

escolar)

83'

La

necesidad

de conquisur

el

consenso

como

condiciónsinequanondeladominaciónimponelacreacióny/orenova.

ciónd.edeterminadasinstitucionessociales,quepasanafuncionarcomo

porradores

mareriales

especíñcos

(con

estructura

y

legaiidad

propias)

de las

reiaciones

sociales

de

heiemonía'

Y

es esta

independencia

material

-base

de

la

autonomía

relativa

asrimida

ahora

por la

figura

social

de

la

hegemonía-

la

que

funda

ontológicamente

la

"sociedad

civil"

como

una

esfera

específica'

d,otada

de

legalidad

propia, funcionando

como

mediación

necesaria

entre

ia

base

económica

y

el

Estado

en

sentido

estricto'8a

Un

esquema

gráflco,

de

valor

puramente

didáctico, tal

vez

ayude

a visua-

lizar

mejor

la

concepción

de

Gramsci:

ESTADO

(supremacía)=

sociedad

polirica

sociedad civil

dictadura

coerción

dominación

hegemonía

con§enso

dirección

8a§e

material

apamtos coerci ivos

v burocráticos

aparitos

"privndos'

de hegernotria

decir

que los

ap¿ratos

de

hegemonía

también

se alf"ierrc¡an

en

"orgánicos"

Y

privados

de

hegemonía":

el

concepto althusseriano

sugiere una relación

umbilical

los apararos

,,trr¿i.¡onrilijl

rr.*¿r4",

por.t

.riit.tiriro

d.

fo,*"¡onts

sociales

P'

86)

-

de

que

la

ideología

(o

sistema

de

ideologías)

de

las clases subalternas

pueda

anteriores

-

tendrían

una

mayor

autonomí.

"n

,utr.lón

.o-n

i;

;;t;

creadas

por la

obtener

la

hegemonía antes

incluso de

que

tales

clases

ocupen

el

poder

del

Estado'

diferentes

proyectos

de

hegemonía,

batalla

cuyo

resultado

llevaría

ciertos

aparatos

en la

concepción de

la

revolución socialista:

al

contrario

de Gramsci'

la

posición de

,.tradicionares,,a

arinearse

en

mayor

medida

con

esta

o

aquella

clase

social'

il:::::::,T:iiii::i"':'Ji::1fli'T[:

ff:'::']i::::#:il'::i:l;:.:'::

Como el

propio

esquema busca

indicar, Gramsci

-aunque

insista

en

la

diversidad

estructural

y

funcional de las

dos

esferas- no niega

el

momento

unitario

de

éstas.

Así, al deflnir la

"sociedad

política"

la

caracteriza

como

"el

apararo

de coerción

estatal

que

asegura'legalmente'

la

disciplina

de 1os

grupos

que

no'consienten',

ni activa ni

pasivamente,

sino

que

es

constituido

para

toda

la

sociedad,

en la

previsión

de los

momentos de

crisis en el comando

y

en

ia

dirección,

en

los cuales

fracasa el

consenso

espontáneo""8s

Y,

en otro

pasaje

de

los

Cuadernos,

explicita

aun meior

la

dialéctica

de unidacl en

la

diversidad

que

existe

entre

las

dos

esferas:

"La

supremacía

de

un

grupo

social

se

maniñesta

de

dos maneras:

como'dominación'y'como

dirección

intelectual

y

moral'.

Un

grupo

social

es

dominan¡e de los

adversarios

que

úende

a'liquidar'

o

a someter

también mediante la

fuerza

armada;

y

es diri-

gente

de los

grupos

añnes

o

aliados".86 En este

pasaie

,1.a

stLpremacír¿

aparece

como el

momento

sintético

que

uniñca

(sin

homogeneizar) Ia

hegemoníay

la

dominacíón

Las dos

funciones estatales,

de

hegemonía o

consenso,

y

de

domiñación

o

coerción,

existen

en

cualquier forma de Estado

moderno;

pero

entre

Gramsci

y

Althusser,

cf.

C.

N.

Coutinho, lntroducción

a Gramsci,

cit.,

P.

118

ss.

85

Cramsci,

Cuadernos, cit.,

v.4,

p.351.

86

lbid.,

v.5,

p.337.

84 TambiénLuisAlthusselpropusounateoría"ampliada-delEstadoensufamosoensayo

"ldéologie

et

apprr"¡f

,

¡¿áogiq;es

d'Éut'

(en

ld''

Posítíons'París'

Éditions

Soclales'

1g76,pp.67-125\.Er

p,opio

nriñ's'er'

sin

embargo'

deia

claro

que

su

teoría

no coincide

con

la

de 6ramsc¡,

."

l'

;;;il;;;

iue

no

hav

identidad

entre

"aparatos

ideológicos

Funciones

-48-

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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&

§i

i

el

hecho

cle

que

un

Estad'o

sea

menos

coercitivo

y

más

consensual

(o

que

se

rl

i*p""g.

*.no,

po'

la dominación

y

más

por la

hegemonía)'

o

viceversa'

dependerá

esp".iur','""tJ

a"i

g'^ao á"

autonomía

rel**t

ut

]i::*::::::l

corro

del

predominio

en

el Estado

en

cuestión

de

los aparatos

pertenecrenles

'

a

una

o

a

otra.

Y

ese

predominio'

a su

vez'

no

depende

solamente

del

grado

de

socialización

de

1a

poiítica en

esa

§ocied'ad'

sino

también

de

la

correlación

de

fuerzas

entre

las

clases

que

disputan

la

"supremacía"'

Esta

ampliación

del

concepto

de

Estado

está

en

lá base

de

la

reformulación

de

la

ieorÍa

de

la

revolución

socialista

en

Gramsci'

En

formaciones

sociales

donde

no

se

desarrolló

una

sociedad

civil

fuerte

y

autónoma'

donde

la

esfera

de

lo

icleológico

permaneció

umbilicalmente

ligada'

U"'""-1t:1::

1t^]-'

isocieclad

potí,i.""

(es

decir,

monopolizada

por

ella)

-y

en

este

caso'

pero

soloenestecaso,tienesentidohabtarde"aparatosideológicosdeEstado"-'

la

lucha

de

clases

se

entabla,

predominante

o

exclusivamente'

teniendo

en

vista

la

conquista

y

.on"'uutión

del

Estado

en

sentido

estricto;

es

lo

que

ocurreenlassociecladesqueGramscillama..orientales,,y,enparticular,

fue

este

el

caso

específ,co

áe

la

Rusia

zarista'

Ya en

las

formaciones

sociales

de

tipo

"occidental",

aonat

'"

da

una

relación

equilibrada

trrt::t::::1Í

;;*"""

y

"sociedad

civil",

la

lucha

de

clases

tiene

como

terreno

anterlor

y

decisivo

los

aparatos

"privados"

de

hegemonía'

en

la

medida

en

que

esta

lucha

se

orienra

a

ra

obtención

de

ra

dirección

político-ideorógica

y

del

con-

senso

(o,

en

otras

p"f'O*t,

a

Ia

formación

de

1o

que

Gramsci

llama

también

,,volunradcolectivanacional-popular",encuantoexpresióndeunnuevo

bloque

social

Pluriclasista)'

En

el

primer

caso,

donde

el

Estado

es restricto'

el

movimiento

revolucio-

nario

se

expresa

a

través

de la

"guerra

de

movimiento"'

es

decir'

como

choque

fronral,

como

algo

.*pfo'i'ol

concentrado

en

el tiempo'

En

el

segundo

caso,

cuando

.f

f,t^¿o

vl'e

amplió'

el

centro

de

la

lucha

de

clases

está

en

la

"guerra

de

pori.iOn';,

t'to

t''

tt'

ut'"

tonquista

progresiva

(o

procesal)

de

espá.io.

en

el

seno

y

a

trav

és

d'elasociedad

civil'

Gramsci

resume

ttu'u*""t

su

posición

en

la

célebre

frase

en

que defl-

ne

la

"novectaa"

ae

tt"

"ot"upto'it

Estado

y

revolución'

en

relación

a

la

experiencia

de

los

bolcheviques:

Me

parece

que

Ilitch

[Lenin]

había

comprendido

la necesidad

de

un

cambio

de

la

guerra

de

movimitt'to'

apiicada

victoriosamente

en

el

Oriente

en

r9rz,

hacia

Ia

gu.,t' át

po'iti¿

i'únicaposibte

en

el occidente

["'l

Este

me

irarece

es

e1 signiñcado

áe

h

fórmula

del

'frente

único'

[propuesta

por

Lenin

en

lq2lj

[

..]

Solo

que Ilitch

no

tuvo

tiempo

para

profur.rdizar

su

fórmula'

inclusoteniéndose.rr.u..r,"q,.r"élsolopodríaprofundizarlaenelnivel

teórico,

ya

que la

tarea

fundamental

era

nacional,

es decir,

requería

un

reconocimiento

del

terreno

y

una

fijación

de

los

elementos

de

trinchera

v

forraleza,

representados

por

los

eiementos

de

ia sociedad

civil'

En

el

brienre,

el Estado

era todo

y

la sociedad

civil

era

primitiva

y

gelatinosa;

en

el

Occidente,

entre

Estado

y

sociedad

civil

había

una

relación

equilibrada:

a

un

desorden

del

Estado,

inmediatamente

se

percibía

una

robusta

estructura

de

la

sociedad

civil.

El Estado

era

solamente

una

trinchera

avanzada,

detrás

de

la

cual

estaba

una

sólida

cadena

de

fortaiez

as

y

bunkers;la

proporción

variaba

de

Estado

a

Estado,

como

es

evidente,

pero

esto

precisamente

exigía

un

cuidadoso

reconocimiento

de

carácter

nacionai.s'

Cuando

el

país

presenta

una

sociedad

civil

rica

y

pluralista

(es

decir,

cuando

es

de

tipo

"occidenral"),

la

obtención

de

una

amplia

hegemonía

debe

preceder la

toma

del

poder.

La

clase

que

se

propone una transformación

revolucionaria

de

la sociedad

debe

ser

dirigente(o

hegemónica)

antes

de

ser

dominante:

Un

grupo

social

-

observa

Gram5gi

-

puede

y de hecho

debe

ser

dirigente

antes

de

conquistar

el

poder gubernamental

(esta

es

una

de

1as condiciones

principales

para

la

propia

toma

dei

poder);

después,

cuando

ejerce

el

poder,

e

incluso

que

1o conserve

flrmemente

enlas

manos,

llega

a ser

dominante,

pero

debe

continuar

siendo

también'dirigenre'.Es

Y es

interesante

observar

que

Gramsci

añrma

aquí

una

posibilidad

(o

mejor,

para

é1,

una

necesidad) que

fue

explícitamente

negada

por

Marx

y

Engels,

cuando

todavía defendían

una concepción

"restricta"

del

Estado:

la

de

que una

clase

aún

no dominante

en

el

plano

del

poder

político, ya sea

dirigtnte

en el

plano

ideológico.Es

Gramsci

diría

que,

con

el

surgimiento

de

la sociedad

civil como esfera

relativamente

autónoma,

este

monopolio

de

la

propiedad

de

los

medios de

producción

intelectual

por

Ia

clase

dominante

cesa: se

crean entidades

culturales

ligadas

a

las

organizaciones

de

las

clases

subalternas

(periódicos,

revistas

culturales, editoriales,

etc.);

además de

esto,

la ideología

de estas

clases

encuentra

difusión en

el

propio

seno

de Ios

aparatos hegemónicos

"tradicionales"

(sisrema

escolar,

Iglesias

separadas

del

87

88.

89

lbid.,

v.3,

p.

rs7.

lbid.,

v,

s,

p.

¡¡a.

Marx

y

Engels, al contrarlo,

pensaban

lo

siguiente:

"Las

ideas

de

la

clase

dominante

son,

en todas

las épocas,

las

ideas

dominantes;

es

decir, la clase

que

es

potencia

material

dominante

en

la sociedad

es, al

mismo

tiempo,

su

porenci;

espirirual

dominante.

L¿

cl¿s€

que

dispone

de los medios

de

producción

material dispone

con

eso,

al mismo

tiempo,

de

f os

medios

de

producción

intelectual"

(Marx

y

Engels, Laideología

alemana,

ciL.,p.4d.

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Esrado,

etc.).

Se

convierte

así, no solo

posible,

sino

hasta

necesario

(en

funció¡

de la toma

del

poder)

que

la clase

que

es candidata

al

dominio

político,

yqsea

previamentehegemónicaenelplanoideológico,

o enlaterminologíagramsciana,

ya

tenga

la

"dirección

intelectual

y moral" de

la

sociedad'

por

Io

tanto,

vale

la

pena

registrar

que

Gramsci

está

conciente

del hecho

de

que su nuevo

concepto

de

Estado

implica

también

una

nueva

teoría de

revólución:

reoría

esta

que

é1

contrapone

explícitamente

a

la

vieia

teoría de

la

.,revolución

perrnanente",

ral como

esta

fue

elaboiada

por

Marx

y

Engels

en

r85o,

y posteriormente

defendida

por

Trotsky.

Dice

Gramsci:

Concepto

político

de la llamada

.revolución

permanente,,

surgido

antes de

1848,

como expresión científicamente

elaborada

de las

experiencias iacobinas

de 1789

hasra

el

Termidor.

La fórmula

es

propia

de un

período histórico

en el

cualnoexistíanaúnlosgrandespartidosdemasaylosgrandessindicatos

económicos,

y

ia sociedad,

por así

decir, todavía

estaba

en

estado

de

'fluidez'

bajo

muchos

aspectos

[...]

En

el

período

posterior a

1870'

las

relaciones

organizadvas

intemas

e

internacionales

del

Estado

se vuelven

más compleias

y

Jensas,

y

la fórmula

tipo

-1848 de la' revolución

permanente'

es

elaborada

y

superadaer.laciencia

política,

por la fórmuia

de la

'hegemonía

civil'.

ocurre,

enel

ame

político,

lo

gue

ocurre

en el

arte

militar:

Ia

guerra

de

movimiento

se

vuelve

cada

vez

más

guerra de

posición'eo

Con

eso,

Gramsci

quiere destacar

el

carácter

procesualy

molecular

de]la

transición

revolucionaria

en las sociedades

"occidentales":

la

expansión

de la

hegemonía

de

las

clases

subaltemas

implica

la

conquista

progesiva

de

posiciones

a través

de

un

proceso

gradual de agregación

de

un

nuevo

bloque

histórico,

que

inicialmenre

akera

la

correlación

de

fuerzas

en

Ia sociedad

civil

y

rcrmina

por

imponerla

ascen§ión

de

una nueva

clase

(o

bloque

de

clases)

al

poderdelEstado.

¡.¡.

La

dualidad

de

poderes

en

la

"escuela gramsciana":

de

Togliatti

a

Poulantzas

En

su

obra

de

madurez,

1os cuader

no

s

de la cár

c e7,

Gt amsci

iamás

se

refi

ere

a la noción

de

dualidad

de

poderes.

No existe,

en

esta

obra,

una

respuesta

explícita

a

la

siguiente

cuestión:

la

nueva

teoría

procesual

de

la

revolución

,o.i"lir,u

por

é1

formulada,

¿es

compatible

con

la

idea

de

la dualidad

de

poderes,

aun

baio

nueva

forma,

o

hay

una

relación

de

exclusión

recíproca

entre

aquella

teoría

y

esta

idea?.

Es interesante

observar

que

Ia

respuesta

a

go

Cramsci,

Cuadernos,

cil, v-

5.

p.

22.

esta

cuestión

varía

entre los

pensadores

que

se

sitúan

en

la línea indicada

oor

Gramsci,

o

sea,

que

aceptan

(o

desarrollan)

sus

nuevas concepciones

de

ir,rdo

y revolución.

Me

voy a detener

aquí, en

el

examen

resumido

de dos

oosiciones

divergentes:

la

del

marxista italiano

Giusseppe

Vacca, que interpreta

el

concepto

de

doble

poder

para

compatibilizarlo

con la

concepción

procesual

de

[a

revolución;

y

la del

greco-francés

Nicos Poulantzas,

que

rechaza

enfá-

dcamenre

la

posibilidad

de

concebir

1a estrategia

de

transición,

que

él llama

,,socialista

democrática",

como

intento

de

estabiecer

una dualidad de

poderes.

ya

que

las

posiciones

de

Vacca aparecen

en

un

iibro

en

que

trata de las [or-

mulaciones

de

Palmiro

Togliatti,

buscando

mostrar

el

vínculo

de con¡inuidad-

renovación

entre

estas

concepciones

y

las

de

Gramsci,e'me

parece

oportuno

resumir

brevemente

las

concepciones del

propio

Togliami.

partiendo

delos Cuadernos

de

la cárcel

(con

cuyos

manuscritos entra

en

contacro

en

1938,

un

año d.espués de

Ia

muerte

de

Gramsci)

y

de sus

propios

análisis

sobre

el fascismo

y

la

revolución

española de

t9s6-tgzg,"

Togliatti

elabora -

cuando

retornó

a

Italia,

en 1944

-

el

concepto

de

"democracia

progresiva".

La

"democracia

progresiva", vista como

un

régimen

en cons-

tante

progreso,

en

permanente

construcción,

se

le aparece como

el terreno

institucional

adecuado

para

la explicitación

de la

guerra

de

posiciones por

la

conquista

de

la hegemonía.

En

su

opinión, al

combinar

instituciones

representativas

tradicionales

(parlamentos,

etc.)

con

nuevos

y

cada

vez

más

numerosos

organismos

de democracia de

base

(conseios

de empresa,

de

barrio,

etc.),

la

forma

político-estatal

de la democracia

progresiva

abre

espacio

para la

superación

gradual

del

capitalismo mediante

la realización

de

"reformas

de

estructura",

tanto

políticas

como

económicas.

Para

Togliatti, la

oposición

entre

el

poder

de las vieias clases

dominantes

y

el

nhevo

poder

de

los

trabajadores,

ya

no se encarna,

como en Lenin

y

en

Trotsky,

en

una

oposición entre diferentes formas institucionales:

por

eiemplo,

de

un

lado,

la

democracia

parlamentaria

representativa

(que

Lenin llamaba

Giuseppe

Yacca, Saggio su

Togliani e

la

tradizíone

comunista, Bar¡,

De

Donato,

1974.

Con

un

nuevo

enfoque, en el

cual

busca

fundamentar teóricamente

los

momentos

de

continuidad

que

luzga

ver

en I

a

reciente

ruptura

con

la

"trad

ición

comun

¡sta"

-

ru

ptura

que

llevó, en un

primer

momento,

a

la conversión

del Partido

Comunista ltaliano

(PCl)

en

Partido

Democrático de

la lzquierda

(PDS)

-,

Vacca

volvió

al tema de su

libro

de

1974,

escrito en

plena

"fase

heroica"

de

la

expansión del

eurocomunismo,

en un

nuevo

-trabajo,

titulado

precisamente

6ramsci eTogliaai,Roma,

Riunití,

199r.

No

es aquí

el lugar

para

analizar hasta

qué

punto

Vacca está

en lo

correcto al concebir

aquella conversión

no

como

una

simple

ruptura

(o

abandono), sino como

un nuevo

movimidnto

dialéctico

de

conservación-renov¿ción.

Cf.,

en

particular,

P. Togliatti,

Lezioni sul

fascismo, en

ld-, Opere scelte,

Roma,

Riuniti,

1924,

pp.255-268.

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.,burguesa',),

y,

de

otro,

los

organismos

de

democracia

directa o

..soviética,

(llarnada

.,proletaria").

Esta

oposición

pasa

tambié

n

por el ínterior

clF

las

tradicionales

formas

institucionales

del

Estado

democrático;

y

se eXpreSa

no

.

solamente

a

través

de la

implementación

de

diferentes

poiíticas

sustan¡iVas,

sino

rambién

en

el

modo

por

el cual

se

articulanformalmentevatios

de

los

apararos

del

Estado

(mayor

peso del

Legisiativo,

incidencia

institucional

eiecriva

de

los organismos

de

democracia

directa,

etc.).

La añrmación

de

la necesidad

de

,.quebrar"

la

vieia

máquina

del

Estado,

recogida

por

Lenin

de

algunos

textos

cle

Marx,

es concretizada/Superada

por

Togliatti.

Él

dice:

Marx

y

Engels,

primero,

y

después

Lenin

af,rmaron

que

el

aparato

del

Estado

burgués

no

puede servir

para

construir

la

sociedad

socialista.

Este

apararo

deÚe

se¡ quebrado

y destruido por la

clase

obrera

y

sustituido

por el

aparato del

Estado

proletario.

¿Esta

posición

continúa

plenamente

veliaa

iroyZ

En efecto,

cuando

añrmamos

que

es

posible

un camino

de

avance

para

el sócialismo,

no solo

en el

terreno

democrático,

sino

también

utilizando

formas

parlamentarias,

es

evidente

que

corregimos

algo

de

esta

posición,

llevando

en cuenta

las

transformaciones

que

tuvieron

y

todavía

tienen

lugar

en

e1 mundo.el

La

frase

de Togliani

parece indicar un

explícito

rechazo

a

Ia

idea

del

doble

poder. No

es

ésta,

sin

embargo,

la

opinión

de

Giusseppe

Vacca'

en su

agudo

análisis

de la

obra de

Togliani.

Él

parte del

explícito

reconocimiento

de

la

novedad

de

la

teoría

revolucionaria

contenida

en

las

formulaciones

de

Gramsci

y

de Togliatti:

'Al

aceptar

la

perspectiva

[...]

del avance

para

el

soclalismo

en

la

democracia

y

en la

paz,

introducimos

eI concepto

de

un

desarrollo

gradual,

en el

cual

es

bastante

d.ificil

decir

precisamente

cuándo

tiene

lugar

el

cambio

de

calidad".,a

sin

embargo,

Vacca intenta

combinar

esta

concepción

procesual

de

la transición revolucionaria

con

un

concept6

igualmente

procesual

de

la

dualidad de

poderes:

"Tal

movimiento

de

masas

p...nr.r".,.

y

organizado

[como

condición

para el

funcionamiento

de

la

áemocracia

progresiva] se

puede

configurar

como

aperturade

un

dualismo

depoderes

de dl]raciónhistórica".e5\Yacca

retoma

aunaidea de

Max

Adler,

explícitamente

rechazada

por

Trotsky:eó

aquella

de

que

es

posible

y

deseable

P.

Tog

liatti,

"La

vía italiana

al

socialismo",

en

ld., Opere

sceke,

cil',

p'

758

'

C.

Vacca,

Sagqí o

su Togl¡ar.í,

cit.,

p.

397.

tbid.,

p.

327.

"Max

Adler, en

Austria,

y

Hilferding

y

Kaustky,

en

Alemania,

propusieron'combinar'la

democracia

con

el sistema

soviético

por

medio

de

la

integración

de

los

soviets

obreros

insrirucionalizar

la dualidad

de

poderes:

"Su

propia

existencia

[del

partido

,.yelucionario

legal

y

de

masas]

constituye

una

primera

y

embrionaria

ins-

rirucionalización

de

aquel

peculiar

dualismo

de

poderes

de

larga

duración

[...]

La

democracia

progresiva

[...]

es

una forma

institucional

caracterizada

por

la

proyección

de

una

particular

forma

de dualismo

de

poderes

en el

arco

de

una

comPleta

fase

histórica".e7

Esramos

así

delante

de

un

interesante

intento

de

articular

el

concepto

de

dualidad

de poderes

con

la

concepción

"procesual"

de

ia

revolución

que

se

origina

en

Granrsci,

una

articttlación

qr-re

transfbmla

radicalmente

este

concepto,

retirándole

el

carácter

"explosivo" y

de

breve

duración

(que

es

propio

de

Marx

y

Engels

en

r85o

y,

especialmente,

de Lenin

y

de Trotsky)

y

concibiendo

el

doble

poder

también como

un

proceso.e8

No creo

que

sea

necesario

insistir

en

el

hecho

de

que

esta

concepción del doble poder como

proceso

que

envuelve

toda

una

época

histórica, implica

una

sustancial

al-

teración

del concepro "restricto" de Estado: si una situación

de

doble

poder

se

puede

mantener

por

largo

tiempo,

esto

signif,ca

que

el Estado

ya

no

es

la

encarnación

directa

e

inmediata

de Ios intereses

de la

clase dominante

(no

es

simplemente

el

"comité"

de

esta

o su

"poder

de

opresión"),

sino

que

tqmbién

es el resultaclo

de

un

equilibrio

dinámico

y

cambiable

entre

clases

dominantes

y

clases

subaltemas,

en

el

que

estas

últimas

consiguen

(o

pueden

conseguir)

implantarposiciones

depoder enel seno

de

los apararos

del Estado.

La

formulación

hasta ahora

más

incisiva

de

esta

teoría

ampliada

del

Estado,

y

de

esta

concepción

procesual

de

la

transición al socialismo,

me

parece

estar

contenida

en

los

últimos

trabajos de Nicos

Poulantzas.

Des-

pués

de

una

fase

en

que

fue

profundamente

influido

por

el esquematismo

formal-estructuralista

de

Althusser,ee

Poulantzas

no solo

retomó

y

desarrolló

sus

dtígenes

gramscianos,

sino

que

también

adhirió explícitamente

a las

propuestas

estratégicas

del

eurocomunismo, inspiradas

en

gran

parte

en las

;;";;";;;;;:;;;

;,,;, ;,;;;;;;;;;;;;,,a

suerra

c¡vi,, de

potencia,

o

dec,arada,

en

un componente

dei régimen

del

Estado_

No se

podría

imaginar

utopía más

curiosa,,

(Trotsky,

A

históriada

Revolugño

Russa,

cit.,

p.t9o).

97

Vacca, Saggio

su

Togliani,

cit.,

p.

3g6.

lgualmente,

en

el

cuadro de

una

concepción

procesual

de le revolución,

Agnes

Heller

defendía

explícitamente,

en

tanto

todavía marxista,

l¿ aaualidad

del

doble

poder:

,.Según

-pienso,

el

'doble poder'es

un óptimo

punto

de

partida

para

la

transformación

socialista.

Pensemos,

por

ejemplo,

cuan

positivo

sería,

en la Europa

de

hoy,

un sistema de

doble

poder,

en el cual

-

al lado

de

la dirección

parl¿mentaria

-

actuase

concretamente

un sistema de

consejos

populares"

(A.

Helle¡

para

mudar

a vída,

Sáo

paulc,

Br¿sil

iense,

$82,

p.72).

Cl,

por ejemplo,

N.

Poulantzas,

pouvoir

politique

et classes

sociales,

paris,

Maspero,

1968.

98

93

94

95

96

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 28/68

f,

+

t:

formulaciones

de

Togliani

y

del

Partido

Comunista

Italiano.'oo

Eso

Ie

permitió

formular,

como

síntesis

de sus

brillantes

análisis

del

poder

capitalista.

en

:

varias

de sus

formas,'o'una

concepción

del

Estado

y,

especialmente, de

Ia

l

transición

al

socialismo

que

se sitúa

entre los

puntos

más

altos

de

reflexión

marxista

contemporánea.

Es

importanre

resaltar,

en

primer lugar,

que

Poulantzas

se revela,

quizá5

más

arenro

que

muchos

marxisras

italianos,

al

hecho de

que

la ampliació¡

del

Esrado

no se limita

a la

gestación

y

difusión

de los

"aparatos

privados

de

hegemonía",

sino

que

se

encarna

también

en

la

presencia masiva

de

agenciaS

estatales

en el

área

económica:

interviniendo

directamente

en

la

reproducción

de1

capital

social

global, e1 Estado

capitalista

contemporáneo

obriene

de

esta

intervención

-y

no solo

de

los aparatos

específicamente

ideológicos-

buena

parre

de

sus

actuales

mecanismos

de legitimación

y

de

búsqueda

de

consenso.

En

este

sentido,

se

puede decir

que

Poulantzas

incorpora

a la

tradición

gramsciana muchas

de

las

formulaciones

de la

teoría

francesa

sobre

el

capitalismo

monopólico

del

Estado,

y

de

las

posiciones

de los

marxistas

alemanes

ligados

a

la "escuela

de

la derivación",

aunque

1o

haga

de modo

expresamente

crítico,

esto

es, sin

compartir

una

cierta

unilateralidad

"economicista"

pre§ente en estas

dos

corrientes'

Y, en segundo

lugar,

se

debe

recordar

que

las sugerencias

de

Poulantzas

son

innovadoras

también

respecto

a

la relación

entre

el

concepto

ampliado

de

Esrado

y

la

problemática de la

transición

socialista.

En

su

intento de deflnir

el Estado,

Poulantzas

comienza

por

subrayar

el

momento

de

continuidad

entre

§u

reflexión

y

el

núcleo

básico

del

pensamiento

marxista.

Dice:

"Este

Esrad,o

[capitalistal,hoy

como

enelpasado,

debe

representarelinterés

polí-

úco

alargo

plazo

del

coniunto

de

la

burguesía

(el

capitalista

colectivo)

baio

la

hegemonía

de

una

de

sus

fracciones".'o'Sin

embargo,

poco

después,

él

presenra una

definición

sintética

del

fenómeno

estatal

en el

cual

se

expresa

claramente

el

momento

de

la

renovación:

El

Estado

[...]

no debe

ser

considerado

como

una entidacl

en

sí,

sino

-al

igual

que,

por

otra

parte,

se

debe

hacer

con el

"capital"-

como

una relación:

más

exadamente,

como

la

condensación

material

de una

correlación

defuerzas

entre

clases

y

fracciones

de clases,

tal como

esta

se

expresa,

siempre

cle

modo

especíñco,

en

el

seno

del

Estado.'"3

Esta

definición

poulantziana,

que

articula

el

nírcleo

de

la concepción

,,restricta"

(el

carácter

de

clase

del Estado)

con

su

manifestación

concreta

ransfigurada(el

Estado

como resultado

de

una

"correiación

cie

fuerzas"),

se

inspira

directamente

en

Gramsci.'o4

Sin

embargo,

cuando

"aplica"

su

teoría del

Estado

a

la

estrategia

de

la

ransición

al socialismo,

Poulantzas

revela

-así

como

los teóricos

clel

eu-

rocomunismo

italiano-

que

superó

dialécticamente

a

Gramsci,

añadiendo

nuevas

deteüninaciones a

la

teoría

de

la

revolución formulada por

esre

úlrimo:

mientras

Gramsci

concibe

la lucha

por

la

hegemonía y

por

la conquisra

cle

posiciones

como algo que

se

procesa

en el

seno

de

la

sociedad

civil

(cle

los

"aparatos

de

hegemonía"),

Poulantzas va más allá

y

habla

explícitamenre

de

una

lucha

"procesual"

que

se libra

también en el propio

inrerior

de

los

aparatos

estatales

en

sentido

restricto, es

decir,

en

lo

que

Gramsci

llamó

"sociedad

política".

Poulantzas

dice:

Este

proceso

a

largo

plazo

de

toma

del

poder

en

una

vía democrática

ai

socialismo

consiste,

en lo

esencial,

en desarroliar,

reforzar,

coordinar

y

dirigir

los centros

de

resistencia

difusos

de

que

las

masas

siempre disponen

en

el seno

de

las

redes

estatales, c¡eando

y

desarrollando

nuevos,

de

tal

modo

que

estos

centros se tom

en, en el terreno

estratégico

qtte

es

el

Estado,

lqi centros

efectivos

del

poder

real.

Por

10 tanto,

no

se

trata de

una simple

alternativa entre

guerra

frontal

de

movimiento

y guerra

de

posiciones,

ya

que

esta última

-

en el

sentido de

Gramsci

-

consiste

siempre en

un

cerco

al

Estado-fortaleza.'os

ro: lbid.,

p.

r4r.

ro4

Entre

otras afirmaciones

análogas,

se

puede

leer

en los Cuadernos

de

la

cárcel el

siguiente

pasaje:

"La

vida

estatal debe

ser concebida

como

una cont¡nua formación

y

superación

de

equilibrios

inestables

(en

el ámbito de la

ley)

entre los

intereses

del

grupo

fundamental

y

los intereses

de los

grupos

subordinados,

equilibrios

en los

cuales

los

intereses

del

grupo

dominante

predominan,

pero

hasta

cierto

punto,

no

hasta el

.

restricto

interés económico-corporativo"

(Cramsci,

Cuadernos,

cit., v.5,

p.3B).

to5

Poulantzas,

L'Émt,

le

pouvoir,

le

socialísme,

cit.,

pp.

285-286.

No

es este el lugar para

discutir

hasta qué

punto

es

correcta

esta interpretación

de la

teoría de la revolución

deCramscicomounaestrategia,enúltima¡nstancia,de"cerco'alEstadc;megustrria

registrar,

con

todo,

que,

aunque

ella no

me

parezca

corresponder

inlegralmenle a

la

visión

"procesual"

de Cramsci,

eso

no anula

el

hecho

de

que

poulantzas,

al hablar

en

02

Cf.,

por

eiemplo,

la entrev¡sta

"Parcours: vers

un

eurocommunisme

problematique"'

concebidl

por Poulantzas

en

iulio

de

1929,

poco

antes

de su

trágica

muerte,

e

incluida

en

la

selección

póstuma

Rep¿res.

Textes

sur

l'État,

Paris,

Maspero,

I98o,

pp'

9-32'

Cf.

N.

poulantzas,

Fascisme

et

dictadure,

Paris,

Maspero,

r97o;

ld.,

Les

classes

sociales

dans

le

capitalisme

auiourd'hui,

Paris,

Seuil,

1974;y

ld.,La

crise

dés

dictadures,

Paris'

Maspero,1975.

Un

¡nteresante

análisis

de conjunto

de

la

obra

de

Poulantzas

puede

ser

leída

en

Bob

jessop,

Nicos

Poulantzas.

MarxistTheory

and

Political

Strategy,

Londres'

Macmillan,

1985.

N.

Poulantzas,

L' État,

le

po

uvoí

r,

le soci

alisme,

París,

PU F,

1978'

p'

1

40'

-56-

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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y

poco

después,

élreafirma:

"[Esta

vía

democrática

al

socialismo]signiflca

:

cier[amente

un

proceso de rupturas

efectívas,

cuyo

punto

culminante

-

y

:

ciertamente

habrá

uno

-

reside

en

el

desplazamiento

de

Ia

correlación

de

:'

fuerzasafavordelasmasaspopulateseneltetrenoestratégicodelEstad's";x.

La

concepción

poulanrziana de

la

transición

al

socialismo,

en

la

medida

en

l

qu.

r.

.pty..n

una

valorización

altamente

positiva

de

la

articulación

entre

áemocracia

represenrativa

y

democracia

directa,

se

aproxima

bastante

a

las

coloiaciones

de

Togliani

y

de los

marxistas

italianos

recientes.'o'Sin

embargo,

mienrras

vacca,

examinando

1o

que él

llama

"tradición

comunista"

italiana,

inrenra

adecuar

un

concepro

transformado

de

la

dualidad

de

poderes

a

esta

concepción

procesual

de

la

ransición

al

socialismo,

Poulantzas

liga

una

visión

sustancialmente

análoga

del

proceso

revolucionario

a una

explícita

negación

del

papel

del

doble poder

en

este

proceso. Veamos

cómo

caracteriza

la

fosición

de

Lenin:

"Una

Iínea

principal

atraviesa

los análisis

y

la

práctica

cle

Lenin:

el Estado

debe

ser

destruido

en

bloque

por

una

lucha

frontal en

una

siruación

de

doble

poder

y

sustituido

con

éxito

por

el segundo

poder,

el

d,e

los soviets".'"s

Y

he aquí

cómo

lo

critica:

Es

evidente

que

falta

aquí

la

visión

estratégic

adetnproceso

de

transición

al

socialismo,

es

decir,

de un

largo

movimiento

a

través

del cual

las

masas

actuarían

para conquistar

el

poder

y

transformar

los

aparatos

del

Estado.

Eso

solo

podría

ocurrir

[para

Lenin]

con

la situación

de

doble

poder,

siruación

cle

equilibrio

de

fuerzas

muy

precarias

[...]

y que, por

definición,

no

podría durar.

La'situación

revolucionaria'es

reducida

a

una

crisis del

Estado

que

solo

podría

ser

una

crisis

que llevaría

al

colapso

["']

Lo

que

marca

especialmente

esta

concepción

es

el

escepticismo

permanente

respecro

i

las

posibilidades de

intervención

de las

masas

populares

en

el

propio seno

del

Estado.'oe

Y,

contraponiéndose

a

este

modelo

"expiosivo"

y

a

la idea

del

doble

poder'

Poulantzas

concluye:

UnaguerradeposicionesenelinteriordelEstado,afirmaalgoqueciertamenteno

está

explícit¿mente

presente

en la

obra

del

pensador

italiano'

r06

lbid.,

p.286.

107

cr., en

particular,

las reflexiones

de

Pietro

lngfao,

Masse

e

potere, Roma'

Riun¡ti,

r977;

ld., Crísi

e terza

vía,

Roma,

Riuniti,

1g78i

y

ld., Trodizione

e

progetto,

Bar¡,

De

Donato'

1

982.

r 08

Pou

lantzas,

L' État,

le

po

uv oi

r,

le

socialism

e, cit.,

Q'

27 8'

r09 lbid.,

p.281.

El

problema

esencial

de

una

vía democrática

ai

socialismo

y

de

un socialismo

dehocrático,

[consiste

en]

concebir

una

transformación

radical

del

Estado

medianre

la

articulación

entre

la ampliación

y

la

profundización

de las

instituciones

de

la

democracia

representativa

(que

fueron también una

conquista

de

las

masas

populares)

y

la explicitación de las

formas

de

democracia

por

1a

base

y

la

proliferación

de

focos

autogestionados.""

Aunque

concuerde

plenamente

con la crítica de Poulantzas

a

Lenin, me

oarece

que

la nueva

concepción

de

la

dualidad de

poderes propuesta

por

Vacca,

no

solo

subrayade

modo

eficieile

el

elemento

conflictivo

y

dinámico

presente

en

cualquier

transición

al socialismo,

inclusive

(y

tal vez especialmente)

en

su

forma

procesual,

sino

también señala el

hecho

de

que

las

clases

subaltemas

en

las

sociedades que Gramsci

llamó, "occidentales",

ya poseen

una

porción

efectiva

de

poder político

real,

incluso

antes de

tornarse

clases

dominantes.

pero

esta

divergencia

sobre

la

actualidad

o no de la dualidad de

poderes

como

momento

de

la

nueva estrategia

revoluciónaria,

no

debe

esconder

el

hecho

esencial:

tanto

en

la

"radición

comunista

italiana"

(muy

bien analizada

por

Vacca

en

esta

fase de su evolución), como

en la

obra tardía

de

Nicos Poulantzas,

vemos

que

ellos

explicitan

y

desarrollan,

a

partir

de Gramsci

y

con

resultados

sustancialmente

convergentes, una

nueva teoría

del

Estado

y

una nueva teoría

de

la

revolución,

sustancialmente

adecuadas

a

nuestro tiempo.

Intenté

mostrar, a

lo largo de

este

ensayo,

que

esta

explicitación

y

este de-

sarrollo

representan,

no

unasimple

negación,

sino

una

superación

dialéctica

de

las

teorías

formuladas

por

los

"clásicos"

del

marxismo. Y,

si alguien me

preguntase

sobre la

"ortodoxia"

marxista de esta teoría

"ampliada"

del

Esmdo

y

de

esta

noción

"procesual"

de

la

revolución

socialista,

podría

responder

recordando

una célebre

observación de Georg Lukács:

Suponiendo,

sin admitir,

que

la

investigación contemporánea

probase

la

inexactitud

'factual'

de

todas las

añrmaciones particulares

de

Marx,

un

marxista

onodoxo serio

podría

reconocer

incondicionalmente

todos

estos

nuevos

resultados,

rechazar todas las

tesis

particulares

de

Marx,

sin

por

eso

estar

obligado,

ni

por

un instante,

a renunciar a

su

ortodoxia marxista

[...]

La ortodoxia en materia

de marxismo

se reduce

exclusivamente al método.

Ella implica

la convicción científ,ca

de

que,

con el marxismo dialéctico,

se encontró

el método

de

investigación

iusto,

que

este método

no

puede

se.r desarrollado, perfeccionado

y

profundizado

a

no ser en

el sentido del

de

sus

fundadores."'

11o

lbid.,

p.28j.

r¡¡

C. Lu

kács,

H

isto ría

g

consciencia

de

clase, M éxico,

6

rija

lbo,

tg6g,

p.

1

-2.

Page 30: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 30/68

F

r

"i

I

i

:,

:

;

,

CAPíTULO

2

Los

marxistas

y

la

"cuestión

democrática"

I

El

objetivo

de las

presentes

notas,

que

no

tienen

la

menor

prerensión

de

agotar

el tema, es

indicar

brevemente el modo

por

el cual

el marxismo

renovó

sus

instrumentos

categoriales con

el

ñn de

darcuenta

del

nuevo

papel

y del

nuevo

valor

asumido

por

la democracia

política

en

las

transformaciones

sociales

de

nuestro

tiempo.

No

creo

que

sea

necesario

insistir en la centralidad

del

marxismo

para

elpensamiento

socialista contemporáneo. Pero

eso

no

signiñca,

de

ningún

modo,

queyo

considere

la

cuestión

del vínculo

emre

democracia

y

socialismo

como

una

cuestión exclusiva

del

marxismo

y

de

los

marxistas.

Se

conftrma

cadavez

más

una observación

de

Palmiro Togliatti,

hecha

en

1956,

según

la cual

"la

aspiración a una

sociedad socialista

no

solo

puede abrir

camino

en

hombres

que

tienen una

fe religiosa,

sino

que

esra

aspiración

puede

encontrar

estímulo

en la

propia

fe religiosa cuando

esra

es colocada

delante

de loü

dramáticos

problemas

del

mundo contemporáneo".',,

Para

comprobar

la

justeza

de la

posición

de

Togliani,

basta

pensar en

el

modo

por

el

cual sectores sustanciales

del mundo

católico,

particularmente

en Brasil,

vienen

hoy

colocando

el

problema

de

la

lucha

por

la

democracia

y por

el

socialismo;

y

eso

no solamente

en

el

nivel

práctico, sino

incluso

en

la

elaboración

teórica,

como 1o atestiguan las

investigaciones

ligadas

a

la

teología de la

liberación.

Por

otro

lado,

son

innumerables

los

movimientos

sociales

específicos

-

de

mujeres,

ióvenes,

negros,

de

Ias minorías

en

general

-

que,

a

partir

de

carencias

concretas

y

bajo la

influencia

de

motivaciones

culturales

e ideológicas

de

diferentes

orígenes,

comienzan

a

poner,

práctica

y

teóricamente, la necesidad de

articular

la

lucha

por la

libertad

y

por

Ia

ttz

P.

Togliani,

"El

destino del

hombre", en

ld., Escritos

políticos,

México,

Era,

1911,

p.251.

Page 31: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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t

E

§,

realizaciónindividual,conlanecesidaddetransformacioneseStructurale§i

t

en

la sociedad

Esta

convergencia

de

diferentes

suietos

políticos

e ideológicos

enlos

com-

i

bates

por la trásformación

social,

por

la

democracia

y por

el

socialismo'

Y0

{

es

un indicador

del

nuevo

modo

por

el

cual

se

plantea

hoy Ia

cuestión

de

la

i-

tranSiCiónaSíunnuevoorde.'socia1,máslibreeigua1itario.Desdee1punto

de

vista

§ocial,

la

clase

obrera

-sin

perder su

centralidad

social

y

política-

.

yanoeselúnicosuietoenlaluchaporelsocialismÓ:estaluchaenvuelve

hoy

indivicluos

y grupos sociales,

cuyas

carencias

y

motivaciones

tienen

o.g.n.nunterrenobastantediversode1terreno..tradicional,,delac1ase

obrera

(y

es

evidente,

supongo,

que

cliversídadtosigniñca

contra.dic.cióno

n,'rtogoiis*o).

Brotando

desde

las

propias

contradicciones

del

capitalismo

y

pene[ranclosegmentossituadosentodoslospuntosdeltejidosocia1,talucha

por

el

socialismo

requiere

hoy,

más

que

nunca'

la

expansión

de

la democracia

r.p.esentativa,

su

articulación

con

múltiples

organismos

de democracia

de

base,

la

defensa

de

una

vida

política

y

cultural

abierta

y pluralista'

El

marxismo

se

encuentra

así,

delante

de

1o

que

Georges

Marchais,

en-

tonces

secretario

del

Partido

comunista

Francés,

llamó

hace

años

"desafÍo

democrático"'l3.

No

solo

los

nuevos

fenómenos

surgidos

en

el

interior

del

capitalismo

(sobre

los

cuales

hablaré

a

continuación)'

sino

también

la

crisisterminaldelmodelovigenteenlospaísesdelllamado..socialismo

real",

lornaron

este

desafio

en

un

problema

de

vida

o

muerte'

La

cuestión

democrática

coloca

al marxismo

en

el

célebre

enigma:

"o

me

descifras

o te

devoro".

No son

pocos

los

que

suponen

este

enigmaya

resuelto

yproclaman

con

alegría

la

*u".r.

del

marxismo.

También

no son

pocos los

que

ignoran

de

modo

simplista

Ia

ra

dicalidadylanovedaddeldesaffo'

respondiendo

ala

cuestión

democrática

con

vieias

formas

dogmáticas,

real

o

supuestamente

inspiradas

en

ias

enseñanzas

de

Marx

y

de

Lenin'

por mi

lado, creo

en

\.ntertiL]m

datur:estoy

convencido

de

que,

desde

el

puntodevistametoclológico,Marxelaborólosinstrumentosnecesariospara

'pensar

y

resolverla

cuesdón

democrática'

tal

como

ella

es

planteada

hoy'

Pero,

al

mismo

tiempo,

esta

cuestión

no

encontrará

una

respuesta

marxista

plena

si

no se

tiene

en

cuenta

toda

Ia

rica

experiencia

acumulada

después

de

la

muerte

de

Marx:

una

experiencia

que

ya

se

manifiesta

en

los

meiores

momentos

de

la

Segunda

Internacional,

que

conoce

un

gran estímulo

en

los

trabajos

de

Lenin

y

de

Rosa

Luxemburg,

d'e

los

austromarxistas

y

de

Gramsci,

así

como

en

los

pensadores

italianos

que

contribuyeron'

especialmente

en

1I3

C.

Marchais,

O

desafio

democrático,

Lisboa'

Centro

do

Livro

Brasileiro'

t974'

los

años

tg7},

a

desencadenar

el

gran

movimiento

renovador conocido

enronces

por

el

nombre

genérico

de

"eurocomunismo"'

Desde

sus

primeros escritos,

Marx indicó un aspecto

básico

dei

capitaiismo:

el

proceso

creciente

de

socialización

del

t¡abaio,

de las

fuerzas

productivas.

Baita

comparar

una ofrcina

artesanal

de la Edad Media, o inciuso

una

manu-

facrura

de

Ios

primeros tiempos

del

capitaiismo, Con

una fábrica

moderna;

y

basta

pensar,

aun, en

el

carácter altamente

socializado

del

sec¡or

de

ser-

,i.io,

.n

el

capitalismo

de

hoy.

Marx

también indicó la

contradicción

que

este

hecho

introducía

en

la dinámica

del mOdo de

producción

capitalista,

es

clecir, la

contradicción

que

se

verifica

entre

el

carácter social del

trabajo

(o

socialización

de

las

fuerzas

productivas)

y

la apropiación individual

o

privada

de

los

frutos de este

trabalo

social.

Mostró, aun' como

todos

recuer-

á.r,

qu.

Ia

superación

de

esta contradicción

estaba

en la

socialización

del

proceso

de

apropiación

(que,

dígase

de

pasada,

Marx

nunca confundió

con

esatización,

porque

su

propuesta

comunista

impiicaba et

ñn

del

Estado),

es

decir,

en

la

eliminación

de

Ia

propiedad individual de

lo

s

grandesmedios

de

producción

(aquellos que

exigen

un trabaio

efectivamente socializado).

Otro

aspecto

de

la dinámica

capitalista

-

orgánicamente

relacionado

con

este

-

no siempre,

sin

embargo,

fue

percibido

con la misma

agudeza:

me

refiero

a

Io

que

podría

ser

llamado socialización

delapolítica,

es

decir,

a

la

creciente

participación

de las masas

en

la

vida

política."a La

historia

del

capitalismo,

vista desde

este

ángulo,

es

la

historia

de

una creciente

am-

pliación

del

número de

personas

involucradas

directa

o indirectamente

en

actividades

políticas.

Y aquí surge

igualmente

una contradicción:

aquelia

entre

esta

socialización de

la

participación

política,

por

un lado,

y,

por

otro,

la

apropiación

privada

(individual

o

grupal)

de

los apararos de

poder.

Hasta

se

puede

decir

-

y

el

ioven

Marx

insistió

bastante

sobre

eso

-

que

la

esencia

de la democracia

política,

de

las

promesas

contenidas

en

las

grandes revoluciones

democráticas,

es el ñn del

monopolio del

poder,

de

la

apropiación

individual

del

poder

del Estado,

tal como ocurrió,

por

ejemplo,

en

las

monarquías

absolutistas.

En la democracia

plenamente expiicitada,

desaparecería

la alienación

en

Ia esfera

política:

el Estado democrático

sería

la expresión del hombre

socializado.

En

este

sentido,

dice el

|oven

Este tema recibió

una

especial atención

en

la obra del m¿rxlst¿

italiano

l.lr¡berto

Cerroni,

sobre

todo

en

el

|bro

Teoria

politica

e

socialismo,

Roma,

Riunit¡,

1973,

P.

49

y

ss.,

(también

en

español,

Teoría

política

q

socíalismo,

Editorial Era,

l9z6).

114

_63_

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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Marx:

"La

democracia

es

el

enigmaresuelto

de

todas las

Conslituciones

[...¡

i

En

ella,

la

Constitución

aparece

como lo

que

es:

como libre

producto

del

i

hombre

[...]

La

democracia

es

la

esencia

de

toda Constitución

política:

es

el

fr

hombre

socíalizado

enuna

particular

Constitución

Política""s.

Es

decir:

al

proclamar

la soberanía

popular,

la igualdad

de

todos

en

la

formulación

de

las leyes

y

en

Ia

constitución

del

gobierno,

la

teoría

democrática

moderna

(particularmente

en

su

versión

rousseauniana)

proclamaba,

en

principio,l¿

socialización

de la

política

y

del

poder. Todos

deben

ser

ciudadanos:

y

esq

signif,ca

que todos

pueden

y

deben

participar

en la

formación

del

poder.

La

crítica

marxista siempre

ha estado

atenta

al catácter

formal

que

esta

igualdad

asumía

en

la

práctica

de los

regímenes

inspirados

en

el

ideal

de-

mocrático: ella

era

limitada,

y

de

cierto modo, anulada por

la desigualdad

económica.

Podemos

recordar

una brillante

observación

del

ioven

Marx,

en

un texto

en

que,

aunque

no

explícitamente,

toma

como

obietivo de

su

crítica

la

teoría

de

Rousseau

y

la

práctica de los

iacobinos:

para Marx,

el

hombre

moderno

vive

en

una situación

dicotómica,

dividido

entre

su lado

citoyen(por

elcual

aparece

como

el

hombre

universal

de la esfera

pública)y

stlado

bourgeois

(el

hombre

particularista inmerso en

la esfera

económica);

en

efecto, esta

dicotomía

torna

abstracta

e

irreal Ia

dimensión

universal

de

la

ciudadanía

propuesta

por

la democracia,

convirtiendo

obietivamente

los

droits

del'homme

en

derechos

del

individuo

burgués"6.

Esta

crítica de

principio

a los

límites

de

la democracia

puramente

formal

conserva

toda

su validez.

Pero hay

todavía

otro

aspecto,

ahora

empírico,

que

también

debe

tenerse en

cuenta:

esta

universalización

(o

sociaiización)

de

Ia

ciudadanía

era

formalmentenegada

en la esfera

política. La

afirmación

de la

soberanÍa

popular,

esto

es,

de

que

todos son

ciudadanos

y

deben

participar

de

la

formación

del

gobierno, no tenía

lugar en

la realidad de

los

primeros

regímenes liberales.

Basta

pensar, por eiemplo,

en el

sufragio universal.

En

Ia

Europa

del siglo

XIX,

en

la

senda

del

eiemplo

inglés,

se difunden

regímenes

Iiberales,

en

los cuales

el

poder

ef ecutivo

está,

por

lo menos

formalmente,

sometido

al control

del

parlamento. Pero

el

parlamento fue

por mucho

tiempo

una especie de

soviet

de

los

propietarios,

ya

que

el

voto era

restrin-

giclo

solo

a los

que

eran

considerados

ciudadanos

activos

(con

derecho

a

votar

y

ser

votados),

vale

decir, los

detentores

de

propiedad

o,

lo

que

es

lo

mismo,

los

que

pagaban un

cierto

montante

de

impuestos'

La

gran

masa

de

la

población

era

excluida

del

derecho

a voto. Y

los

grandes

pensadores

liberales

de

la

época,

de

Locke

a Benjamin

Consranr,

no rerrocedieron

ante

la

necesidad

de teorizar este carácter

elitista

y

oligárquico de1 liberalismo

polírico.

Kant,

por

elemplo, aunque

defendiese

la

soberanía

popular

como

principio,

afrrmaba

al

mismo

ti.empo, paradojalmente,

que

-

como solamenre

los

propietarios

son

independientes

y,

por

lo

tanto,

poseedores

de la liber-

tad

de

juicio,

de

elegir libremente

-

todos los

no

propietarios,

en la meclicia

en

q¡e

son

dependientes

de

algún propietario,

deberían

ser

excluidos

clel

derecho

a

voto.

Eso

significa

que,

para

é1,

no

debían

votar

o

ser

votados

ni

los

asalariados,

ni las mujeres"T.

por

otro

lado,

tampoco

existían

los

instrumentos

coiectivos a

través

cle los

cuales

las masas

populares

tendrían

la capacidad

de

intervenir regularmente

en

la

vida política. Por ejemplo, en

nombre del

liberalismo,

de

la

libertad

de

contratación

económica,

uno

de los

primeros

gobiernos

originádos

cle

la

Revolución

francesa,

mediante

un

decreto

del

14

d;,ulio d,e

t7gt,aparenre-

mente

dirigido

contra Ias

corporaciones

y

conocido

como

Ley Le

Chapelier,

prohibió

la

asociación

de los

trabajadores

para

defender

sus

propios

inte-

rese§,

es

decir,

prohibió

en la

práctica

la

formación

de

sindicaros.

También

el

partido

político,

tal

como

hoy

Io

conocemos,

surge

en un

períod.o

bien

avanzado

del

capitalismo.

Los

partidos

políticos

de

los

primeros

tiempos

del

liberalismo

eran, en

general,

simples

corrienres

de opinión,

cuya

única

organización

más o menos

permanente

eran

los

grupos parlamentarios.

El

primer

partido

en

el sentido

a«ual

de la

palabra

-

es decir, un

partido

con

militantes,

organizado,

que

actúa

también

fuera

del

parlamento,

en varias

instituciones,

en los

movimientos

sociales,

etc.

-

es

un

partido

obrero: el

[artido

Social-Demócrata alemán,

fundado

en

la

segunda

mirad del siglo

XIX,

y que

después

serviría de modelo para

otros

partidos

obreros

europeos.,,8

De

este

modo,

podemos

ver

que,

desde

el

inicio

del

capitalismo,

la

clase

obrera

aparece en la vanguardia de la

lucha por

Ia

ampliación

y

profundi-

zación

de

las

conquistas

liberales

y

democráticas;

el

,,cartismo",

el primer

gran

movimiento

de

masas de

los

obreros

ingleses,

surgido

en los años

4o

del siglo

XIX, tiene

como

una

de

sus

dos

principales

banderas de

lucha

la

reivindicación

del

sufragio universal

(la

otra

era

la fijación

legal de

la

lornada

de

trabajo).

La

lucha

por

el

sufragio

universal,

una conquista

basranre rar-

día

en

muchos

de los

países

europeos

más

avanzados

(pues

tiene lugar, en

general,

a

inicios

del

siglo

XX),

implicaría rambién,

en

una

etapa

posrerior,

la

constitución

de los

partidos

socialistas

de

masai

que

se arriculan

bajo la

r15

K.

Marx,

Crítica

de la

ñlosofía del

Estado de

Hegel,

México

Grijalbo,1968,p' 46'

r16 K.

Maf x,

,.La

cuestión

judía",

en

K.

Marx-F. Engels,

La sagrada

familia

y

otros escritos

hlosóficos de

la

primera

época,

México, Crijalbo,

t96o,

pp.16-44'

fi7

lmmanuel

Kaat, La metaJísica de

las costumbres,

Madrid,

Tecnos,

.1989,

pp.144-145.

ttB

Sobreeso,cf.,Un¡bertoCerroni,Teori¿dopart¡dopolitico,sáopaulo,CiénciasHunl¿nas,

1982.

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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égicladelaSegundalnternacional.Noesprecisorecordarquelalegaiización

de

los

sindicatos

y

del

derecho

a

hueiga,

para no

hablar

de

los

hoy

llamadog

.,derechos

sociaies",

también

es

resultado

de

las

luchas

de

los

trabaiadores.

con

1a

mulriplicación

de

ias

organizaciones

de los

trabajadores

(partidos,

sindicatos,

etc.),la

propia burguesía

también

debe

crear

organismos

fuera

clel

Estado,

con

el

fln de

competir

con

los

obreros'

Crea,

por lo

tanto' asocia-

ciones

profesionales,

crea

o hegemoniza

partidos

de

masas

que

defrenden

su

proyecto

d.e

clase.

Lo

mismo

ocurre

luego

con

las

capas

medias'

Así se

va

volviendo

realidacl

la

socialización

de

la

política.

Ya

no

existen,

de

un

lado,

individuos

atomizados,

puramente

..privados,,,

luchando

por

sus

intereses

económicos

inmediatos,

y,

de

otro,

el

Estado

y

sus

aparatos

como únicos

representantes

de

los

intereses

"públicos"'

Surge

una

compleia

red

de orga-

nizaciones

cle

masas, de suietos

políricos colectivos.

El

pluralismo

de|a

de

ser

solamente

un

pluralismo

de

individuos,

para tornarse

cada

vez

más

un

pluralismo

de

organismos

colectivos.

con

eso,

el

espacio

de

Ia

política

se

amptía

más

atlá

del

ámbito

del

Estado

en

sentido

estricto,

surgiendo

como

componente

d.ecisivo

de

esta

nueva

eslera

pública

..ampliada,,,

lo

que

Gramsci

Iiamaría,,sociedad

civil".,,e

Y

esta

teoría

"ampliada" del

Estado

fue

elaborada

por

Gramsci,

precisamente

para

dar

cuenta

de

los

nuevos

fenómenos

que

la

profundización

de

Ia

democracia

introduio

en

la

vida social'

Me

parece

importante

observar

que

esta

socialización

de

la

política

-es

decir,

esta

expansión

de

la

democracia

que resulta,

como

vimos, de

las

lu-

chas

de

las

clases

trabaiadoras-

es

potencialmente

opuesta

al

capitalismo'

Lenin,

en rgrz

formuló

una

observación

extremadamente

pertinente:

"si

toclosloshombres

parricipasen

efectivamente

en

la

gestión

del Estado,

el

capitalismo

no

podría

mantenerse.

Y el

desarrollo

del

capitalismo

crea

los

pr-e

u

p

u e

sto

n

ecesarios

pa

ra

que'

todos'

p

ue dan

efecrivame

nte

p

articipar

áe

la

lestión

del

Estado"',o.

Hay así

una contradicción

antagónica

entre

la

sociaiización

de la

polírica

y

la apropiación

privada

o colectiva

del

poder,

similar

a

Ia

que

existe

entre

Ia socialización

de

las

fuerzas

productivas

y

la

propiedad

privada de

los medios

de

producción'

Y eso

por una

razón

clara:

dado

que

los

intereses

burgueses

son minoritarios

en

la

sociedad,

cuan[as

más

personas luchen

(y

de

modo

conciente

y

organizado)

por

sus

propios

intereses,

tanto

más

la dominación

burguesa

correrá

peligro.

si

el

liberalísmo

de

partícipación

restricta

fue,

en

un

momento

dado,la

forma

Acerca

de

la

"ampliación" de la teoría

del

Estado

en Cramsci,

cf',

"La

dualidad

de

poderes: Estaclo

y

revolución

en

el

pensamiento

marx¡sta",

supra,

pp'

4o-5o

de

esta

recopilación.

V. l.

Lenin,

El Estado

y

la

revolución,

en ld., Obras

escogídas,

cit',

v'

2,

p'256'

adecuada

p

ara

la

afirmación de

la dominaciónburguesa,

la

democracía

de

rnasas

que

se va

construyendo

a

partir

de

las

luchas

populares

es,

a largo

flazo,

íncompatible

con

el capitalísmo.

3.

La

comprensión

de este

nuevo

valor

-revolucionario

y

anticapitalista-

de

la

democratización,

impone

alteraciones

a

la

estrategia

de

lucha de

la clase

obrera

y de

las

masas

trabaiadoras.

Y hasta

se

puede

decir

que

es

a

partir

de

este

"desafio

democrático"

que

se deben

analizar las

innumerables

dis-

cusiones

ocurridas

en

el seno

del

pensamiento

marxista después

de

Marx,

así

como

las

profundas

revisiones

que

sevolvieron

necesarias

para

adecuar

este

pensamiento

a

las

necesidades.del

presente.

Las

primeras

formulaciones

de

una estrategia

sociaiista

proleraria,

que

emergieron

a lo

largo de la

primera

mitad

del

siglo

XIX, eran

conspirativas,

,,golpistas".

El

principal

representante de

esta

fase es el

conocido

revolucio-

nario

francés

Auguste

Blanqui,

seguidorde

Babeufy

Buonarotti.

Blanqui

supone

que una minoría

audaz, organizada

en

torno

de

un comité

central

secreco

(inspirado

en el modelo

de

1os clubes

iacobinos),

se

puede apoderar

del

poder

del

Estado

mediante

un

"golpe

de

mano",

dando

así

inicio

a

Ia

construcción

de

una nueva

sociedad.

Blanqui

parece

haber

sido el

primero

en

llamar

"dictadura

del

proletariado"

al

régimen

polírico necesario

para

promover

Ia transición

a esta

nueva

sociedad,,,.

La

idea

podía

parecer viable,

en

la

medida

en

que

la baja

participación

política

hacía

que

el

Esrado

fuese,

por

así

decir, el único

órgano

político,

el

único

cenrro de

poder. No es

casuai

que

las

propuestas

de

Blanqui

continúen

inspirando,

aunque

muchas

veces

incoácientemente,

a revolucionarios

que

operan

en

sociedades

en

ias

cuales

aún

no

se ha

procesado

una efectiva socialización

de la

polírica.

En

Blanqui

y

en

los blanquistas

-

como

rambién

en

Lassalle

y,

a

rravés

de

é1, en

algunos

importantes

exponentes

de

Ia

Segunda

lnternacional,

como

el

primer Kautsky

-,

hay

Ia

suposición

de

que

existe

una

contraposición

frontal

entre el

proletariado y

el

resto de

Ia

sociedad,

considerada

como

una

"masa

reaccionaria". Y eso,

en

cierio

modo,

correspondía

a

la realidad

del

período

en

que Blanqui

actuó. El

proletariado

(o,

meior,

su

vanguardia)

poseía

una organización

incipiente,

basada

en

pequeñas

sectas,

pero

real;

la burguesía,

a

su vez,

estaba organizada

en

el

(o

por

el)

propio

Estado;

y,

entre

estas

dos

clases,

habÍa una

masa

amorfa

de intereses

individuales

tzt

Sobre Blanqui,

sus

práctic¿s y

sus ideas, cf.,

el

amplio

estudio de Sámuel

Bernstein,

Auquste

Blanqui, París, Maspero, r97o.

119

120

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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atomizados,

de

pequeños

propietarios

apegados a su

propiedad

y

con-

rrarios ai socialismo,

sin

ningún

tipo

de

organización

política

efectiva',".

Solo

con el

proceso

de monopolización

del capital,

y

con la consecuente

transformación de estas capas medias

en trabaiadores

asalariados, es que

ellas

comienzan

a

organizarse en ei

plano político

y

a

entrar

frecuentemen¡s

en

choque

con los intereses

del capiralismo. En Ia

época

de

Blanqui,

por

el

contrario, había

un

gran

vacío

político

y

organizativo

entre el Estado

(qug

podía

ser

autoritario o

liberal,

pero

era

siempre excluyente

y

oligárquico)

y

las

aguerridas

(aunque

frágiles

y

exiguas)

"vanguardias"

conspirativas

que

actuaban

en

nombre

del

proletariado.

Airededor

de 1848,

Marx

y

Engels

concebían la

rransición

para

el

socialismo

-y,

consecuentemente, la

esfera de

lo

político-

de

modo bastante similar

a

Bianqui: la conquista

del

poder

resultaría de

una insurrección

proletaria

dirigida

por

una

vanguardia

de

tipo

iacobino,

por

una

minoría

conspirativa

organizada

clandestinamente.

La cuestión de las

alianzas

de clase, del modo

cómo

evitar el

aislamiento

del

proletariado

insurrecto,

no

era

aún

instalada

ciaramente.

La Liga de los

|ustos

(después

Liga

de

los Comunistas),

para

la

cual Marx

y

Engels

escriben

el famoso

Manífiesto

et

1848,

era

una sociedad

de

tipo blanquista."3

(En

ese sentido,

dígase

de

pasada,

me

parecen

válidas

muchas de

las observaciones

de Eduard

Bernstein

sobre

la

presencia

de

posiciones blanquistas

en

Marx

y

Engels;'r

el equívoco

de

Bernstein,

a

mi

parecer,

reside no solo

en el

hecho

de

haber

generalizado

este

blanquismo

para todos los

períodos

de

la

producción

teórica

de

Marx

y

Engels,

sino

también en el

carácter

de la

alternativa,

puramente

liberal-reformista,

que

presentó

para

la

supuesta

posición

blanquista de sus

antiguos

maestros).

Pero,

a

pesar

del

"golpismo" que

marca muchas

de

sus

posiciones

alrede-

dor

de

t848, Marx

y

Engels

siempre insistieron

-e

insisten

cada vez

más,

especialmente

a

partir

de la

creación

de la

Asociación Internacional

de

los

Trabajadores,

en

1864- en la idea

de

que Ia liberación

delproletariado

es obra

del

propio

proletariado,

y

no,

por

1o tanto,

de

pequeñas

minorías actuando en

su

nombre.

Esto

signiñca

que

el

proletariado, para

emanciparse,

debehacer

Su

modo

de

unirse

era

similar, como dice

Marx al respecto

de

los

campesinos

(cf.,

El

tB Brumario),

al de un

"saco

de

papas".

Un

bello

estudio sobre las

posiciones

de

Marx

y

Engels

en este

período,

con

especial

atención

para

la

superación,

poco

después

de

t848, de

posiciones blanquistas,

está

en

Fernando

Claudín,

Marx,

Engels

g

la revolución

de,848,

Madrid,

Siglo

Veintiuno,

r976.

E.

Bernstein,

t

presupposti

del

socialismo

e i compíti

della social-democrazio,Bari,Lalerza,

:974,

en

particular

pp.60-71,

(también

en español

"Las premisas

del socíalismo

y

J¿s

tareas de

la

socialdemocracia"

en Problemas del Socialismo,

el Revisionismo en

la

Socialdemocracía,

Madrid, Siglo XXl,

1982).

124

126

polítíca,

.organizarse,

comba,T

1n..1

día

a

día-

De

ahí

la

gran

importancia

que,

en_la

época

de

la

llamada

Primera

Inrer¡¡¡isn¿l

y

después

de

ella,

Marx

y Engels

atribuyen

no

solo

a

la

creación

de

sindicatos,

sino

tambié,

de

partidos

políticos

obreros

de

masas.

De

cualquier

modo,

tenemos que

admitir

que

hay

en

Marx

varias

inclica_

ciones

sobre la

estrategia

de la

transición

al

socialismo

,

pero

no

existe

trna

rcoríq

elaborada

de

la

transicíón.

De

modo

geteral:

esrán

cierramenre

en

Marx

los elementosparala

construcción

de

una

¡s6¡¡¿

de la

política,

pero

no

hay

un

tratamiento

sistemáticamente

elaborado

de

esa

esfera

del

ser

social

similar

a

la

teoría

der

modo

de

producción,

tal

como

esra

nos

es

presenracra

enEl

Capital"s.

Marx

admitía, por

ejemplo,

que

cierios

países

_en

los cuales

el

peso de la

burocracia

estatal

no.fuera excesivo

y

por

consiguiente,

fuera

grande

er

paper

der

parramento

y

de

otros

-...nirmos

a. .onirot

,o.iur ¿.1

Estado-

podían

conocer

una

transición

pacífica,

incluso

hasta parlamentaria,

hacia

el

socialismo; y

él

daba

como

elemplos

los

casos

de Inglaterra,

de

los

Estados

Unidos

y,

presumiblemente,

el

de Hola¡¿.,,u.

Sin

embargo,

no elaboró

estas

observaciones

de

modo

sistemático.

Nu¡ca

ffató

en

detalle,

por

ejemplo,

ra cuestión

cie

las

alianzas

del

proletariado,

es

decir,

de

Ia cuestión (que

será

puesta

por

Lenin

y,

especialmenre,

por

Gram_

sci)

de cómo

la

clase obrera

se

puede

hacer

clase

dirigenie

al

conquistar la

hegemonía

sobre

el conjunto

de

las

capas

populares,

dirigiendo

la

lucha

de

todos

ros

sectores

subalternos

y

marginados.

Esta

omisión

talvgz

resurte de

un

análisis

simplifi.cador,

presenre

en

Marx

(y

que

se

volvió un dogm^

en

la

"ortodoxia"

de

la

Segunda

Inremacional),

según

el cual

_co¡

el ar.imerrto

de

la

concentración/centralización

del

capital-

la

inmensa

mayoría de

la

sociedad sería

reducida

a

ia condición

proleraria.

¡6

quq

scurrió,

en verdacl,

fue

qre

la

mayoría

de la

población

se

convirtió

¿s¿1¿¡iada,

pero

esre

mo_

vimiento,

en

lugar

de

generar una homogeneización,

produjo

una cliferencia

-aunque

no

necesariamente

una

contradicción--

entre

estas

nuevas capas

medias

asarariadas

y

el

obrerismo

fabril.

por

10

tanto,

ra

generarización

cle

las

relaciones

asarariadas,

rejos

de

anularlas,

hizo

aún

más

apremianre la

cuestión

de las

alianzas

de

la clase

obrera, que

_aunque

nunca

haya

siclo,

y

sea hoy

cada

vez

menos

mayoritaria

en la

sociedad-

continúa

teniencl0

,En

eso

reside

la

verdad parcial

de la

conocida

afirmación

de

Norberto

Bobbio,

unilateral

en su

radicalidad,

de

que..no

existe

una

ciencia

política

marxista,,

(lrl.

Bobbio,

euale

socialismo?,

Turín,

Einaudi,

lgZ6,

p.3 y

ss.).

Cf.,

el discurso

pronunciado

por

Marx

en

Ámstercí¿¡,

en

.ig73.

por

ocas,ión

fle

rrn

congreso

de la

Asociación

lnternacional

de

los Trabaj¿dores,

cirado por

Maximilien

Rubel,

Crónica de Marx,

Barcelona,

Anagrama,

lgO¡,

p.

l¡q.

I

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I

I

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I

I

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un

papel central

en la constitución

del

nuevo

bloque

social

altemativo

¿¡

capiralismo

dado

su

peso organizativo

y

su

lugar

en

la

producción'

Engels,

al ñnal

d.e

su

vid.a,

en un

momento

en

que el

proletariado

alq'

man

ya

había

conquistado

el sufragio

universal,

planteó

la

cuestión

de

h

transición

al

socialismo

de

un

modo

más

concreto.

Ya

no

sería

predecible,

por

lo

menos

en

los

países

con

un

mayor

grado de democratización'

que

una

simple

insurrección

obrera

fuese

victoriosa:

Ia

época

de las

barricadas,

dice

Engels,

estaría

deñnitivamente

superada,

por razones

no

solo

técnico'

militares

(invención

de

nuevas

armas,

apertura

de

grandes avenidas en

las

ciudad.es,

etc.),

sino

sobre

todo,

políticas'

Engels

parece

ya

admitir

en

tales

países,

el

recurso

a

la violencia,

solamente

como

respuesta

a

un

golpe

de

ia

burguesía

contra el

proletariado

victorioso

en

las urnas'

Cita a

favor

de

su

exposición la célebre frase

de

un

político

burgués

de

la

época,

odilo¡

Barroi,

quien

-frente

al avance

del movimiento

socialista

en

el escenario

de

ias

insrituciones-

exclam

ó:"iLalegalidadnos

mata "

-

Barrot

reconoció

ásí

que

Ia llamada

"democracia

burguesa"

podia

convertirse

potencialmente

en

antiburguesa

y anticapitalista.

Por

todo

eso,

Engels

comenzó

a

reconocer

explícitamenre

que

la

"república

democrática"

se

había

convertido

en

Ia

única

forma

política adecuada

a la

transición

al

socialismo

y

a su

posterior

ediflcación."7

Pero

el

hecho

es

que,

a

pesar

del

interés

y

de

la

novedad

de sus

formula'

ciones

tes[amen[arias

(el

texto

citado

es del

año

de Su

muene),

permanecía

en

él

un límite

de

fondo:

también

presuponía

que

el

proletariado

se

volvería

rnayoritario

en

el

seno

de

la

población

y,

precisamente

por

eso'

su

partido

de

clase

obtenclría

más

o

menos

automáticamente

Ia

mayoría

de

los sufragios'.

Eso

10

eximía

de

estudiar

a

fond.o

una

cuestión

fundamental:

el asunto

de

lasalianzas,delatransformacióndelaclaseobreraenclasedirigente'deh

conquista

de

I

ahegemoníaenelpluralísmo'

En

resumen'

permanecía

abier-

ro el siguiente

desaffo:

¿de

qué

modo

es

posible agregar

un

nuevo

bloque

hisróricodondelacentralidadd.elaclaseobrerasearticuleconlanecesaria

diversidad

política

y

cultural

de

los

nuevos

suietos

sociales

emergentes

y

empeñados

en

Ia

lucha

por

la

transformación

de

la sociedad?

127 F.

Engels,

,.fntroducción"

a

Las

luchas

de

clases

en

Francia

de

1848

a

r85O,

en

Archivo'

MarxlEn

gels

(www.marxists.org/espanoUm-e/t85os/francia/franciat'htm);

e

ld'tr

'Critique"Du

Piogamme

d'Erfrrti

hs9l1'

.,

Marx-Engels,

Cri tique

des

Prog.rammesdt

Cotha

er

d' Erfurí,París,

Éditions

Sociales,

t966,

p' ro3,

(también en español

"Crítica del

Programa

detotha"

en

Archivo

Marx-Engels

(www'marxists'org/espanol/m-e/187os/

gotha/gothai.htm).

+

il;iáru

r.oruesras

que

no iban

más

allá

de

un

reformismo

"progresisra"

de

tiPo

liberal'"'

'"il;;;.

conrexro,

la contribución

de

Lenin

para

el avance

de

la teoria

..Iüzu.

.onsiderable:

tal

vez

él

haya

sido

el

primer marxisla

en

plantear

;;;á.

concfero

la

cuestión

de

la

uansición

hacia

el

socialismo

y

com-

;;;r

r,

cenrralidad,

en esra

transición,

del

problema

de las

alianzas de

If"*.

,.*¿"irlmente'

este

avance

fue

posible

porque

Lenin

formulaba

sus

;;;;;ó

de

ta

siruación

de

un

país

arrasado.

En

1a

Rusia

de

la época

air.*i.l*do

era

nítidamente

una clase

minoritaria;

y

Lenin'

repudiando

'

.r,pfi.ii.*.nre

el

blanquismo,

negaba

que

una

minoría

pudiese conquista

eloodery

mantenerse

en

él

sin apoyo

de

lamayoría'

Por eso'

en

Rusia'

e

ill.tr¡áao

solo

podía

aspirar

al

poder

en

estrecha

alianza

con

las

masas

,

iamp"rinrr,

que

formaban

la

abrumadora

mayoría

del

país'

La

cuestión

d

,.

,las

alianzas

de

clases

se

vuelve

así

uno

de

los

ejes

básicos

del

pensamiento

¡I,político

de

Lenin,3o.

Y esta

centralidad

de eltas,

por

otra

parte,

es

ampliad

,

al

plano

internacional:

gracias a la

esencial

exactitud

de

su

teoría

del

impe

rrK.Kautskfladoctrinasocialis¡4,BuenosAires,Claridad,l966'Estaobra'quecontiene

''

la

respueita

de

Kautsky

al

libro

"revisionista" de

Bernste¡n

citad

o en la

nota

siguiente

fue

publicado

originalmente

en

1899.

.t¡9

E.

Bernstein

,

I

presupposti

del socialismo,

cit.

,r3o

No

es este el

luqar

para

mostrar

cómo

la teoría

leniniana

del

partido, con sus

aspecto

,

fueñemente

jacobinos

y

"elitistas", entra

en

choque

con

el

pluralismo implícito

e

.

..

su concepción de la

política

de

alianzas.

En verdad,

como

observaron

tanto

Tfotsk

:

blanquistas

en su

teoría del

"partido

revolucionario

de

vanguardia",

tal

como

esta

fu

'

formuladaentgoz,ensufamosolibro¿Quéhacer?.Para

lasposicionesdeLeninypara

las

críticas

de Luxemburg,

de Trotsky

y

de otros

rnarxisias

de ia

época,

cl,

l¿ excelent

antologia

organizada por

Vinorio.strada

e

incluida

corlo

apéndice

en su

edición

cie

.

l. Lenin,

¿Quá

hacer?,México,Era,1977.

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Intemacional

comunista

baio

su direccién:

Ia

funesta

palabra

de orden

de

Ia

,,bolchevización,,

de

los

partidos

comunistas,

tanto

de su

organización

com0

de

su

política,

refleia

la convicción

estalinista

de

la

aplicabilidad

universal

del

*od"io

soviético).

Ese

esfuerzo

autocrítico

de

Lenin

ya

se maniftesta

en

t9Zt,

cuando

él defi.ende

para occidente

una

política

de

"frente

único",

reconociendo

con

eso el

papel

fundamental

de

los

organismos

de

masas

(como

los

panido5

reformistas

y

los

sindicatos)

en

las sociedades

democráticas.

con

todo,

ya

en

1919,

revelando

su

preocupación

con

la

especifrcidad

de

la

situación

rusa'

Le-

nin

insistía

en

el

hecho

de

que, mientras

en

Rusia

había

sido

fácil

conquistar

el

poder,

pero

sería

dificil

construir

el socialismo,

en

occidente

-a

causa de

la

mayor

compleiidadde

sus estructuras

sociales

ypoliticas-ocurri¡íaelfenómeno

inverso:

la conquista

del

poder

sería

en

él

más

largo,

más

laborioso,

mientras

que

sería más

fácil

construir

el socialismo''33

Estas

indicaciones

de

Lenin,

aunque

breves,

Se

convertirían

en

una teoría

sistemática

en

Antonio

Gramsci:

las

reflexiones

del

gran

pensador italiano

me

parecen

las

más

adecuadas

para

pensar

Ia

transición

al

sociaüsmo

en

países

áesarrollados,

o, más

precisamente,

en

países con

un

elevado

grado

de

sociali-

zación

de

lapolítica.

Elpunto

de

panida de Gramscies

precisamente

la

cuesüón

desaberporquélarevoluciónproletaria,victoriosaenlaRusiaatrasada,fraCaSó

en

el

Occidente

desarrollad.o.

Y

llega

a la conclusión

de

que

aquí

la

estrategia

socialista

tiene

que

ser

distinta

a

la

utilizada

por

los

bolcheviques;

no

puede

pretender solo

y

directamente

laconquistadel

Estado.

En"occidente",

más allá

iel

Estacto,

hay

una

sociedad

civil fuerte,

una

red

de

organizaciones

de

masas

estructuradas

y pluralistas. Gramsci

asume

entonces

una

posición nítidamente

andblanquista,

antigolpista:

la

estrategia

del

proletariado,

en

"occidente",

debe

basarse

en

una

"guerra

de

posiciones",

en la

conquista

del

máxitno

de

espacios

en el

interior

d.e

la sociedad

civil,

ya

que

solo

con

el

consenso

de

la mayoría,

esdecir,conhegemonía,esposibleemprendertransformacionessocialesen

profundidad.'34Con

eso,

me parece

que Gramsci ha colocado con

rigor

los

functamenros

de

una

teoría

d.emocrática

de 1a

transición

al

socialismo,

teoría

;;;

;r, .;;"

;;;;;;;;;;;..","

,i*,r..,",

su

"rnrorme ar

Vil consreso

der

pCR

(b)",

en

obras

escogidas,cit.,

vol.

z. Sobre

su

percepción

final

del carácter..no

clásico,,

(o

no

universal)

áe

la revolución

bolchevique,

basta

recordar

la

siguiente

observación:

"Después

de

la victoria

de

la

revolución

proletaria en

por

lo

menos

uno

de

los

países

avanzados,[..'tRusiaseconvertiránoenunpaísmodelo,sinonuevamenteenunpaís

atrasado

(en

el

sentido'soviético'y

soc¡atista)"

v.

l.

Lenin,

"La

enfermedad

infantil

del

'izquierdismo'en

el

comunismo",

errld.,Obrasescogidas,cit',vol3,

p'

353

ss'

r34

P¿ra urra

exposición

más anrplia

de

las

ideas de

Cramsci

y

de

su

papel

en

la evolución

del

marxismo,

cf.

"La

dualidad

de

poderes: Estado

y

revolución

en

el

pensamiento

marxista",

supra,

p.4o-5o, de

esta

recopilación.

0ue

riene

en

cuenta

el

"desaffo

democrático"

enfrentado

por

el

movimiento

socialista

y

por

el

pensamiento

marxista.

No

es

este

el

espacio

para

examinar

en de¡alle

los desarrollos

que

la teo-

ría

de

Gramsci

experimenÚ

en

manos

de

sus

continuadores,

en

particular

enrre

los

comunistas

italianos.

Solamente

quisiera

destacar

dos

conceptos

directamente

inspirados

en

Gramsci,

que

me

parece

resumen

1a respuesta

más

lúcida

que el

pensamiento

marxista

contemporáneo

presentó

hasta

aquí

para

la

cuestión

democrática:

el

concepto

de

"democracia

progresiva",

foimulado

por Palmiro

Togliani,

y

el

cte

"democracia

de

masas",

formulado

por

pietro

Ingtao.

El

concepto

togliafiiano

concretiza

Ia

propuesta

gramsciana

de

la

"guerra

de

posiciones",

de

la

necesaria

lucha

previa

por

Ia

hegemonía

y por

el

consenso

mayoritario

en

las

formaciones

sociales

donde

existe

una

sociedad

civil

robusta

y

pluralista:

la

"democracia progresiva"

es

concebida

como

un

régimen

político

que,

combinando

las

instituciones

representativas

tradicionales'con

nuevos

órganos

de

democracia

directa, se

orienta

gra-

duaimente

("progresivamente")

en el

sentido

de

la

hegemonía

de

las

masas

rrabajadoras,

de

la

superación

del

capitalismo

mediante

profundas reformas

estructurales.

Concebida

así

como

un

régimen

en

permanente

progreso,

la

democracia

aparece

en

Togliani

-y

en

los

documentos

del

Partido

Comu-

nista

Italiano

después de

t944

y,

sobre

todo,

de

1956-

como

un

momento

ineliminable

de la

lucha

por

el

socialismo

y

de la

propia

sociedad

socialista.

Ya

el concepto

de

"democracia

de masas",

con

el

cual

Ingrao

lieva

adelanie

las

formulaciones

de Gramsci

y

de

Togliani,

parte

de

la idea de

que,

con

la

socialización

de la

política,

con

la

gestación de una

red de

organismos

de

masas

cada

vez

más

difusa

y

plural,

se

creó no

solo

un

nuevo

terreno

para la

lucha

por

el

socialismo,

como

también

ya

se

delinearon,

en

el

seno

del

propio

capitálismo,

ciertas

formas

estatales

de

la futura

democracia

socialista.

El

concepto

de

hegemonía,

de

origen

gramsciano,

gana

una

dimensión

más

concreta

al

articularse

con

el

de pluralismo'.

"Hablamos

hoy

-dice

Ingrao-

de

hegemonía

y

pluralismo.

Yo

diría

más

precisamente: hegemonía

de

la

clase

obrera

en el

pluralismo.

Es

una

fórmula

que

no

se

limita

a

indicar

la

dirección de la

clase obrera

fundada

en

el

consenso;

es

una fórmula

que

ya

alude a una

pre

cisaforma política y

estatal del

consenso".r3s

Esta

breve reseña

de algunas

de las

principales formulaciones

de

Marx

y

de

los marxistas

sobre

el

vínculo entre

socialismo

y

democracia,

indica un

hecho

preciso:

que,

a

partir

del

patrimonio

categorial

elaborado

por

el

autor

de El

Capítal,

es

posible

-quando

se

supera

cualquier

espíritu

dogmático

y

cuando

se

conserva

una

doble

ñdelidad,

a

saber,

al

método

de

Marx

y

a Ia

135

P. lngrao,

M

asse

e

po ¡.ere,

Rom

a, Riuniri,

1977,

pp.

15.t-t

52.

Page 38: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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:E

, i

;l

rl

I

fl

I

i

I

I

i

t,

I

I

I

l'

realidad

concreta en

permanente

devenir- enfrentar

de forma

adecuada

los

desaffos

colocados incesantemente

al

movimiento obrero

y

socialista:

y

esta me

parece

es

la

gran

prueba

de la

actualidad

de

Marx,

más de

un

siglo

después de

su

muerte.

CAPíTULO

3

Gramsci,

el marxismo

ylas

ciencias

sociales

El

tema

que

pretendo abordar

en

este

ensayo se

refiere

a

la

relación entre

Gramsci

y

las

ciencias sociales.

Pues

bien,

el

camino

para

la discusión

de

este

tema

exige

el

reconocimiento

previo

de

que

Gramsci

es

un

pensador

marxista.

Por

este

motivo,

antes de

abordar

mi

obieto especíñco,

pretendo

recordar

algunos

trazos

esenciales

de la relación

más

general

entre el marxismo

y

las

ciencias

sociales

particulares.

En un segundo momento, indicaré cómo

Gramsci,

en su

tratamiento

de las

ciencias sociales, recupera

plenamente

el

punto

de vista crítico indicado

paradigmáticamente

por

Marx, atribuyéndole

nuevas

dimensiones. Finalmente,

buscaré sugerir algunos tópicos

en

los

cuales

Gramsci, sin dejar

famás

de

lado ese

punto

de

visra

crítico,

brinda al

mismo

tiempo

subsidios

para

un desarrollo

creador

de

temas

específicos

de

esas

ciencias

sociales

particulares.

t.

El

punto

de vista de

la

totalidad y

las

ciencias sociales

particulares

La

prithera y

principal

característica

de

la

reflexión marxista

sobre lo

social

es

el

principio

de

la totalidad.

Es

extremadamente

pertinente

la célebre

afirmación

del

joven

Lukács según

la cual la

distinción básica entre

el

marxismo

y

la ciencia burguesa

(en

su

propia

expresión) no es

el

predomi-

nio

de

motivos económicos

en la

explicación

de

lo social, sino el

principio

de

la

totalidad.'36

Esa

decisiva

puntualización

metodológica,

recogida por

el

marxismo

de

la herencia dialéctica de

Hegel, significa

la

necesiclad de

concebir

la

sociedad

como

totalidad,

es decir,

como una realidad compleja

yaniculada,

formada

por

mediaciones,

contradicciones

y

procesos.

Por eso,

el

mé-todo

más

adecuado

para pensarla y

comprenderla, en su

estructura

136

-Lo

que

diferencia decisivamente

al marxismo

de

la

cienci¿ burguesa

no

es

la

tesis

de

un

predominio

de los motivos económicos en la explicación de la histori¿, sino el

punro

de

v¡sta

de

la

total¡dad"

(G.

Lukács, Hisroria

g

consciencia de clase, Méx¡co,

1969,

p.

29).

Page 39: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 39/68

onrológica

básica, es

precisamente

aquél

que

privilegia

la totalidad. Y

esa

roralidad,

en la

senda de

Hegel,

debe ser

comprendida

como

una

totalidad.

concretcl,

o,

en otras

palabras, no

como un

todo

en el

cual las

partes

¡6

sean

explicitadas

y

bien

deñnidas,

sino como

una totalidad

constituida

a

partir de la

autonomía

relativa

de sus múltiples

momentos

parciales.

De

esta

forma,

la

totalidad

en cuestión

no es,

en Ia feliz

expresión

de

Hegel,

"una

noche

donde todos

los

gatos

son

pardos",r37 o

sea, no

es una

totalidad

i¡rdeterminacla,

como 1o

suponía

Schelling,

contra

quien inclusive

es

diri-

gida

esa observación

irónica

de

Hegel.

El

autor de

la Fenomenología

afrrma

que

la

toralidad

propuesta

por

la

dialéctica está

constituida

por

diferentes

niveles,

siendo

así

una totalidad

ierarquizada,

con

momentos

que poseen

un

peso

ontológico

más

marcante

que

otros.

Para

Marx,

que

también

recoge

(entre muchas otras)

esa

lección

de Hegel,

la

sociedad

se

presenta

como

una

totalidad

en

la cual,

de cierto

modo,

sobre-

sale

ei

momento

económico,

la

llamada

"infraestructura",

la cual

él

entiende

como

siendo ia articulación

sintética

entre

los

procesos

de

dominación

de

la naturaleza

(o

"fuerzas

productivas")

y

el

modo

por

el

cual

los

hombres

se

relacionan

entre sí

para

implementar

esa dominación,

o sea,

con lo que

éi

llama de

"relaciones

de

producción"

o de

propiedad,

en

las cuales

tiene

su

génesis

la división

social del

trabaio,

y

en

consecuencia,

la estructura-

ción de

Ia sociedad

en

clases sociales.

Así, tal

como

én

Hegel,

la totalidad

propuesta

por

el

marxismo es

una

totalidad

lerarquizada,

con momentos

relativainente

autónomos,

que

no tienen

necesariamente

el mismo

peso

en

la

dinámica del

coniunto

formado

por

su

interacción

recíproca.

Lo que

caracteriza

metodológicamente

el

pensamiento marxiano,

por

lo

tanto,

es

la insistencia

en la

necesidad

de

concebir

la

vida

y

las

estructuras

sociales

reconociendo,

por un

lado,

que

ellas

forman

obietivamente

una

totalidad,

aunque

también,

por

otro,

que

el

modo

más

correcto

de

comprenderlas

subjetivamen¿e

es

Ia

adopción

consciente

de

1o

que

el

joven

Lukács

llamó

el

punto

de

vista de

la

totalidad.

Así,

para

el

autor de El capital,la

adopción

de ese

punto

de

vista

no

de-

pencie apenas

de

la buena

intención

del investigador

social.

Según

é1,

los

pensadores

que

se

sitúan en el

ángulo

de

determinadas

clases

sociales,

en

determinado

contexto

histórico,

tienen

más

posibilidades

de

asumir

esa

perspectiva

globalizante,

o

sea,

de

comprender

la sociedad

como un todo.

Eso

ocurre,

según Marx,

cuando

el

interés

concreto

de

esa

clase social

se

identif,ca

con ei

(o

1o

más aproximado

al)

interés universal,

es decir,

cuan-

:;, a.;

;

ujtns,"l toÍi¡ni,or.teinttogiia

)e't t^píritu,México,

Fondo

de Cultura Económica,

1966,

p.29.

do

la

clase

en

cuestión

se

presenta

en

el escenario

histórico

reivindicando

no

solo

un

interés

restricto,

de

grupo

-que,

en

la rerminología moderna,

llamaríamos

"corporativo"-,

sino

defendiendo intereses

que

se articulan

con

aquellos

del

conjunto

(o

de

la

amplia

mayoría)

de

la sociedad. Por

ejemplo:

hasta

el

momento de la consolidación def,nitiva

del

capitalismo,

la

burguesía

era

una

clase

que

se

presentaba

históricamente

en la arena

polírica

e

ideológica

como

representante

de todas

las

fuerzas

progresistas,

de

lo

que

era

enronces

llamado

"tercer

estado",

que

comprendía

el

coniunto

del

pueblo,

con

excepción

de

la nobleza

y

del

clero, los otros

dos

"estados".

Acabar

con

el

ancien

régime, con la sociedad fundada en

"estados"

o

esta-

mentos,

era

la

condición

de

la

aflrmación

económica,

política

y

cultural

de

la

burguesía;

pero

era

también,

al

mismo tiempo, una condición

necesaria

para la

emancipación política

del pueblo,

para la

aflrmación

de

los

derechos

áe

rodos

a

Ia libertad

y

a la

igualdad

formales,

es

decir,

para

la

implantación

de

1o

que

hoy

llamamos

"derechos

civiles". Esa

peculiar posición

histórica

de

la

burguesía

permitió

entonces

que

el

pensamiento

eiaborado a

partir

de

su

punto

de vista

de

clase

pudiera,

con

frecuencia,

orientarse

para

la

aprehensión

reórica

y práctica

de la

totalidad.

Quizás se

pueda

decir, en

esre

sentido,

que

Hegel fue el último

gran

pensador

no

marxista

(ligado

por

lo

tanto

al

punto

de

vista

de la

burguesía)

en

poner

claramente

el

princípio

de

la

totalidad

en

el

centro

de

las

reflexiones.'38

Después

de

Hegel,

en la

época

en

que

se

consolidó

definitivamente

el

capitalismo

(cuando

por

lo tanto se volvió

claro

que

el ñn

de

la

sociedad

estamen[al

representaba

la creación de otra forma

no

igualitaria

de sociedad,

una

sociedad

de

clases

donde

los intereses

partículares

de una de ellas, Ia

burguesía,

se tornaron

dominantes), la adopción

del

punto

de vista

de

la

rotalidad

se

volvió

algo

extremadamente

problemático

para

los

pensadores

r38

Marx

explicitó claramente

el

modo por

el

cual

un pensador

se

sitúa

en

el

horizonte

de una

clase

cuando,

en El

t8

Brumario, refiriéndose

a

las

controversias

surgidas en

la

Revolución

de

1848,

generalizó

sus observaciones:

"No

se debe formar

la

concepción estrecha

de

que, por

principio,

la

pequeña

burguesía

procura

imponer

su interés

de clase egoísta.

Ella cree,

por

el

contrario,

que

las condiciones

especiales

para

su emancipación

son

las

condiciones

generales sin l¿s cuales la

sociedad moderna

no

puede

ser salvada ni

evitada

la lucha de

clases,

Tampoco se

puede

imaginar

que

los

representantes

democráticos

sean

lodos shopheepers

[pequeños

comerciantes]

o defensores

entusiastas

de esos últimos.

Según

su

formación

y posición

individual,

pueden

estar

tan lejos de

éstos como

et

cielo

de

la

tiena.

Lo

que

los

torna representantes

de

la

pequeña

burguesía

es el

hecho de

que

su

mentalidad

no supera

los

límites

que

esa clase

no excede

en

la vida,

el hecho

de

que

sean

consecuentemente

llevados

"teóricamente"

por

los

mismos

problemas y

soluciones

para

los cuales

Ios

intereses

mater¡ales

y

la

posíción

social llevan

"en

la

práctica"

la

pequeña

burguesía.

Esa

es en

general

la

relación

que

ex¡ste

entre

los

representantes

políticos

y

literarios de una

clase

y

la clases

que

representan".

-78-

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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I

i

l

1

que

se

situaban

en

ei

horizonte

de

la

burguesía.

En

ese momento,

se

co¡56-

lida una

nueva

clase, ei

proletariado, cuyos intereses

particulares

-

como

observaba

el

joven

Marx

-

se

identiñcan

con los

intereses

universales;

es¿

clase, en

su

accionar

político,

no deñende apenas

sus

intereses

particulares

en cuanto

ciase,

sino

que

tiene

como

"misión

histórica"

la

construcción

de

una

sociedad

sin clases,

efectivamente igualitaria,

capaz

de

producir

la

verdadera

emancipación

humana.'3e Por eso

Marx

entendía

que

el punto

de

vista del

proletariado

era ahora

el más

favorable

a la

aprehensión

de

la

sociedad

como totalidad.

Evidentemente,

esto

no significa

que

todos

los

proletarios,

o los teóricos

que pretenden

colocarse

en su

punto

de

vista,

tengan

eo ipso

la

posibilidad

de

aprehender

la totalidad.

Lo

que

esto

quiere

decir para

Marx

y para los marxistas,

es

que el

horizonte

-o

el

punto

de

vista-

de las

clases

trabajadoras se tornó

históricamente

el más

favorable

a la captación de

la sociedad

como totalidad.'4"

Pues

bien,

es

precisamente

en el

momento

en

que

se

da

ese ocaso

de

la

visión rotalizante

de

lo

social

en el

horizonte

del

pensamiento

burgués,

que

surgen

las

llamadas

"ciencias

sociales"

particulares. Se

crea ahora,

en

el

marco de

ese

pensamiento,

una

situación

bastante distinta

de

la

que pre-

dominaba

en

el

período

anterior.

Difíciimente

podríamos

decir,

por

eiemplo,

que

un

pensador como

Rousseau

-que

incluso

en

gran

medida

trasciende

el

horizonte

estrictamente burgués-

es

un

"politólogo",

un cientista

polí-

tico,

a

pesar

de

que

haya

contribuido

como

ninguno

de

los

"politólogos"

de hoy,

a

la

comprensión

de la dimensión

específicamente

política

del

ser social;

en realidad,

Rousseau

reflexionó

sobre

la

totalidad

de la vida

social

(y

precisamente

de ahí deriva

la riqueza

de su

visión

de

la

polírica),

vale decir, reflexionó

sobre

temas

que

hoy

pertenecen

a

los

dominios

del

economista,

del cientista

político, del antropólogo,

del

epistemó1ogo,

etc.

El

mismo

razonamiento

se

podría

hacer para todos los grandes pensadores

propiamente

burgueses

de esa etapa

histórica, de

la

etapa

que

antecede la

plena

consolidación

del

capitalismo:

figuras como

Maquiavelo,

Hobbes,

Locke,

Montesquieu,

Spinoza,

Kant,

Hegel

y

tantos otros, dificilmente

se

podrían

enmarcar

en las

tantas

etiquetas

que

hoy

dan

nombre

a los varios

departamentos

universitarios donde se aloian

las llamadas

"ciencias

sociales".

Todos

ellos

reflexionaron sobre la totalidad

de

lo social, en sus

múltiples

y

complejas

determinaciones.

K. Marx,

"En

torno

a la crítica de

la

filosofia

del

derecho, de Hegel.

lntroducción", en

K.

Marx-F. Engels,

La

sagrada

familia,

ed.

cit.,

p.

33

y

ss.

Sobre

eso, cf.,

Michael

Lówy, Paqsages de la

verité.

lntroductíon

á une sociologie critique

de la

connaíssance,

París, Anthropos, 1985.

por

lo

tanto,

ia distinción

actual

entre

varias

ciencias

sociales

particula-

res,

cada

una

constituyendo

una

"especiflcidad"

dotada de

un

pretenclido

objero

propio

(y

ocupando

así un

departamento

universitario),

surge

en el

momento

en

que se

da

ese

eclipse

de la reflexión

totalizante

sobre

lo

social.

y

ese

eclipse

tiene

lugar,

como

ya

anticipamos,

en el

momento en

que

la

burguesía

deia

de ser una

clase

revolucionaria,

o

sea,

deja de

representar

los

intereses

del coniunto

de

los excluidos

por

el ancien

régime

y pasa

a

clefender

estrictamente sus

propios

intereses

de

clase,

los

cuales,

a

partir

de

un

cierto

momento, se

revelan contrapuestos

a

los intereses

de otras

clases

sociales.'o'

El

hecho

es

que

esa

rígida

división

cienrífica

del trabajo,

consagrada

y

reforzada

por

Ia

concepción

de

la universidad

vigente

descle

entonces

hasta hoy,

estimula

la

emergencia

de

un

pensamienro

fragmentario,

favorable

a

los

intereses

particulares

de la

burguesía;

podemos

decir

que

el

nacimiento

de las

"ciencias

sociales"

es

uno

de los

momentos

constituti-

vos

de

la

actual

ideología burguesa,

precisamente

en la medida en

que

esa

especialización,

cuando

diflculta

o incluso

bloquea

la

reflexión sobre la

sociedad

en

su

conjunto,

dificulta

también,

en consecuencia,

lacaptación

de

las

contradicciones

antagónicas

y

de las

tendencias

evolutivas

genera-

les

de

la vida

social,

que

apuntan a

la

construcción

de

orro orden

social.

Independientemente

de

las

posiciones

concretas que

sus represenrantes

puedan

asumir,

las

ciencias

sociales

particulares

tienden

al

positivismo,

al

inmediatismo,

a la aceptación

de

la realidad

social

como un agregado

de

"datos"insuperables.

Lukács

tal

vez

haya

sido el

pensador

marxista

que

más

reflexionó sobre

las

implicaciones de ese

hecho.

Para é1, no hay

duda

de

que

esa

división

cienríñca

del trabajo, responsable

por

la creación

de

las

"ciencias

sociales"

particulares,

está

ligada a

la

decadencia del

pensamienro

social

vinculado a

la

burguesía;

una

decadencia que

se

expresaría sobre

todo

en el abanclono

delprincipio de

totalidad,

el

cual,

desde

Nicolau

de

Cusa hasra

Hegel, habría

sido

la

característica de la

cultura burguesa en

su

fase

revolucionaria.

Para

Lukács,

por

ejemplo, el nacimiento

de

la sociología

como

ciencia sociai

particular,

se vincula

a

ese

período

de decadencia,

cuando Ia burguesía

evita

pensar

la

sociedad como

un

todo

para

evitar

así,

al

mismo tiempo,

En muchas

de sus obras, Lukács

sitúa

el nacim¡ento

decisivo

de ese

eclipse

en 1848,

cuando, sobre

todo

en las

jornadas

de

jul

io en

París, el proletariado

rom

pe

sus víncul os

políticos

con

la

burguesía

y

se

presenta

como fuerza polÍtica

independiente.

Para esa

periodización,

Lukács se inspira claramente

en

Marx, el

cual,

al escribir sobre los eventos

de r848 francés, observó, en

El

t8

Brumario:

"La

burguesía

tenía

[ahora]

una exacta

noción del hecho de

que todas

las armas

que

forjaron

contra el feudalismo

volvieron

su filo contra

ella, de

que

todos

los nredlos de

cultura que

crearon

se

revelaban

co¡¡Lr¿r

su

propia

civilización,

de

que

los dioses

que

inventaroh

la habían abandonado".

139

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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reflexionar

sobre

el hecho,

ahora

irrebatible,

de

que

la sociedad

capitalis*

es

estructuralmente

e

ineliminablemente

contradictoria.

¡,a sociologia,

po¡

lo

tanto,

se

habría constituido

como intento

de

elaborar

un

análisis

de

lo

'

social

desligado

d.e la

reflexión

económica

e histórica,

lo

que

la conducirÍa

a

nn

intenso

formaiismo,

expresado

en

el

rechazo

de

pensar Io Social

cor¡1q

ro¡alidad

y

en

la

preferencia

por

un

análisis

reiñcado

de lasformas

de

1¿

estructuración

social''a'

Esa

formulación

de Lukács,

a

pesar

de

ser

esencialmente

correcta,

pre-

.

senta

rambién,

a mi

modo de

ver,

un

aspecto

unilateral

y

problemático.

En

.

realidad,

además

de su

componente

ideológico

(en

el

sentido

del

oculta-

mienro

de

la

realidad),

esa

división

científica

del

trabaio

expresa

también

Lrna

necesidad

efectiva d.el

propio

desarrollo

del

conocimiento:

la

sociedad

capitalista

en

su

proceso

evoiutivo

se

fue

complejizando

de

tal modo

que

sug

varios

niveles

ganaron obietivamente

una

autonomía

y

especiflcidad

Cada

vez

mayor,

demandando

así

la

profundización

de los

estudios

sectoriales.

y,

ya

que

vamos

a hablar

de Gramsci,

cabe

recordar

que

él

fue el

primero

en

resalrar,

por

ejemplo,

el hecho

de

que

el

Estado

capitalista

se

amplió,

de que

las

realidades

del

poder

se difundieron

por

el

conjunto de

Ia

sociedad

de

tal

modo

que hicieron

surgir

incluso

una nueva

esfera

del

ser

social,

llamada

por

éi

,.sociedad

civil".

De

esta

forma,

tanto la

estructura

de

clases

como

la

esfera

tle la

política stricto

sensu,

Se

volvieron

mucho

más

compleias.

La

previsión

de

que

la sociedad

capitalista

tendería

a

una

simpliflcación

en

su

estructura

de

clases,

generando así

una

polarización entre

un

número cada

vez

menor de

explotadoreS

burgueses

y

una

creciente

masa

de

proletarios

-previsión

cierramenle

presente en Marx,

aunque

teforzada

y

aún más

simpliñcada

en

el

llamado

"marxismo

de

la segunda

Internacional"-,

esa

previsión no

se verificó

en

la

realidad:

el

asalariamiento

se

tomó

ciertamente

un

fenómeno

cada

vez

más

universal,

sin

embargo

esto

fue

acompañado

por

una

estratifrcación

social

también

cada

vez

más

compleia,

particularmente

al

interior

cle las

fracciones

asalariadas.

Ahora

bien,

para

comprender

esa

nueva

estratiñcación,

así

como

las

formas

de

conciencia

social

y

política a

ella

ligadas,

no

es suñciente

apenas

(aunque

seá

absolutamente

necesario)

r-rn

análisis

global

del

modo

de

producción,

ya que

muchos

de esos nuevos

es-

tratos

sociales

surgen

a

partir de la

compleiización

(ya

indicada

por

Gramsci)

de

la

superestructura.

De

esta

forma,

también

Se

volvieron

neCeSariOS

los

estudios

empíricos,

"sociológicos"

o

"politológicos",

los cuales,

a pesar de

que

muchas

veces

sean

apenas

descriptivos,

traen

a

luz

hechos

imprescindibles

para una

aclecuatia

comprensiórr

cle

las

nuevas

determinaciones

de

Ia totalidad

social.

r¿z

C. Lukács,

El asalto ala

razón,

B¿rcelon¿-México,

Criialbo,

1986,p'

471

y

ss'

por

lo

tanto,

si

por

un

lado Ia división

cientíñca del

trabaio

refleia

el de-

hilitamiento

del

punto

de

vista de la

totalidad,

por

otro,

ella

corresponde

iamUién

a

esa

compleiidad

cada

vez

mayor de

ias sociedades

contempo-

áneas.

Eso

signiñca

que,

cuando aprehenden

efectivamente

momentos

siqniflcativos

de

la

realidad,

las

ciencias

sociales

particulares

presentan

,.lutrrAos

indiscutiblemente

positivo§,

a

pesar

de

que

les

falte

el

punto

de

vista

de

la

totalidad.

No se

trata,

por

consiguiente,

de

rechazar

en

bloque

-{omo

simples

manifestaciones

de

"ideología"-

Ios

resultados

parciales

de

las

ciencias

sociales

particulares.

La posición

colrecta del

marxismo

frente

a

esas

ciencias

(que,

dígase

de

paso,

se

han

diversifrcado

cada

vez

más

in-

tensamente,

al

punto de

que

por

eiemplo

hoy

ya

no tengamos

apenas

una

,,anrropología",

sino

las

antropologías

cultural,

política,

económica

etc')

debe

implicar

el

reconocimiento,

aunque

crítico,

de que

tal

especialización

muchas

veces

corresporrde

también

a

una

exigencia

del

propio

objeto,

e1

cual

se

tornó

más

compleio

y

diversif,cado.

Y

cuando

hablo

de punto

de

vista

crítico,

llamo

Ia

atención hacia

un aspecto

decisivo

de

ia

actividad

teórica dei

propio

Marx. Si

observamos

sus

principales

obras,

veremos

que casi

todas

contienen

el

término

"crítica"

en

e1

título

o

en

el

subtítulo:

es

el

caso,

por

eiemplo,

de algunos

de sus

más

importantes

trabalos

juveniles,

como

las

dos

Crí¿icas

a

1a

ñiosoffa

hegeliana

dei

derecho

oLasagradafamilía(cuyo

subtítulo

es "Crítica

de la

crítica

crítica"),

y

inuy

particularmente

del

coniunto

de

las

obras

dedicadas

a

Ia economía,

sobre

rodo

El

capital,

cuyo

subtítulo

es

precisamente

"Crítica

de

la

economía

po-

lítica".

No estamos

aquí

frente

a

una

idiosincrasia

de

Marx,

sino de

uno de

los

momentos

más

característicos de

su posición teórico-metodológica:

e1

uso

de

la

palabra

"crítica"

indica

que

la

propuesta

de

Marx,

cuando

trabaia

con

dátos

provenientes

de

un dominio

particular

del

ser

social,

como

el

caso

de la

economía,

consiste

en reconocer

muchas

veces

la

pertinencia

y

la

relevancia

de

esos datos,

aunque

al

mismo tiempo

sin

perder de vista

la

necesidad

de

someterlos

a un

tratamiento

crítico.

Es

como

si

Marx

añrmara

que,

a

pesar

de

que

se

proponga

escribir

sobre un

objero

delimitado

por

una

ciencia

particular y

utiiizar

los datos

construidos por

ella,

no

está

escribien-

do

-por

eiemplo, en el

caso

de El capiml-

un

simple

texto

de

economía,

sino

una

crítica de

la

economía

política.

Lo

mismo

podríamos decir

de

sus

dos textos

juveniles

sobre

Hegel,

que

no

son

meramente

textos de

ciencia

política

o

de

f,losofia, sino

textos

que

proponen

explícitament

e

una

crítica

de la

política

(del

Estado

moderno)

y

una

crítica

de la frlosofía

(especuiativa).

er-

,l

il

il

il

n

I

i

-83-

Page 42: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 42/68

JH

iH

ifl

rl

ll

ii

§

fl

,

n.

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;{

ri

I¡,

H

ü

H

fl,

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ü,

 

l.i

''i

,,.1

'li

ii

i

i

I

Podríamos

deÍlnir

esa

crítica

marxiana

-la

cual, con

el

último Lukács,

llamaríamos

crítica

"ontológica"'¡3-

afirmando

que

ella

se empeña

en

someter.

Ios

resultados

de las

ciencias

particulares

a

dos criterios

de

evaluación.

En

primer lugar,

al

criterio de totalídad,

a

través

del

cual se

busca

relacionar

dialécticamente

1os ob

jeros

elaborados

por

la

ciencia

particular

con

Ia

totali-

dad sociai,

mediatizandoy

desfetichizando

ules

obietos,

haciendo

que

deien

de

ser meros

"hechos" y

se

conviertan en

procesos.

Y en segundo

lugar,

la

crítica

procura

someter

los

resuitados de la ciencia

párticular

al criterio

de

Iahistoricidad,

ya

que para

el

marxismo la

totalidad

que

se

tiene

en

vista

no

es una

totalidad

cerrada

y

def,nitiva,

sino un

proceso

de

totalización,'4t

srr

el

cual

el

todo

es comprendido

como

algo

abierto

y

fuertemente

dinámico;

con esto los

obietos analizados pierden

su

aparente

"naturalidad",

convir-

tiéndose

así

en estados transitorios

de

un devenir ininterrumpido.

No

me

parece

necesario

insistir

que

los dos

momentos de

la

crítica

ontológica

-

el

de

la

totalidad

y

el

de

la

historicidad

-

son

dos lados

de

una

misma moneda,

ya

que

Ia

totalidad

aflrmada

por

Ia

dialéctica

marxiana

es

una

totalidad

estructuralmente

histórica.

Por

lo

tanto,

la base

de

tal critica ontológica

es

ia comparación

de los

resui-

tados

particulares

de

Ia

ciencia

que

está

siendo

criticada

con

el

coniunto

de

la

vida

social;

y

su

obietivo

es

precisamente

el de

examinar

hasta

qué

punto

esos

resultados

corresponden

o

no

al

movimiento

global

e

histórico

del

ob-

ieto

que

está siendo

elevado

a

concepto.

Tomemos

un eiemplo

concreto.

El

centro de la

crítica

de

Marx

a

Ia

economía

política

consiste en

mostrar

que

sus

resultados,

particularmente aquellos

presentes

en las

obras

clásicas

de

Smith

y

Ricardo,

no son

incorrectos,

ya

que

muchas

veces

reproducen

deter-

minaciones

fundamentales

del orden

económico

capitalista.

En

def,nitiva,

el

límite

básico

de esa

ciencia

económica

consiste

en

atribuir tales

determina-

ciones

a

cualquier organización

social,

suponiendo

asi

que

ciertas formas

de

relación social

y

económica

que

ocurren

apenas

en

la

especíÍlca

formación

histórica

capitalista,

son

eternas

y

"naturales",

pudiendo

ser

generalizadas

para cualquier

orden económico-social,

pasado

o

futuro.

Marx

ironiza esa

suposición

al

añrmar,

por

eiemplo,

que

considerar

el

anzuelo

del

pescador

primitivo

(que

es

ciertamente un

medio

de

producción) como

capital,

es

un

grosero

anacronismo.

Ciertamente

que,

en el

marco

de

la

relació.n social

Cf.,

por

ejemplo,

C.

Lukács, Per

l'ontoloqia dell'essere

sociale. Roma,

Riuniti,

v.1, 1976,

pp.261-4o3.

En su

peculiar

lectura

del

marxismo,

uno de

los varios méritos de

Sartre está

en haber

insistido

en esa

ápertura

de

la

totalidad,

lo

cual

lo

lleva

a

preferir

siempre

el

término

''totalización"

(Jean-P¿ul

Sartre, Critíque

de

la

raison díalectique,

París,

Callimard,

t96o,

pp.

r3-ttt).

capitalista,

todo

medio

de

producción,

cuando,

puesto

en

movimienro

por

el

rabaio

aieno, se convierte

en

capital;

pero

eso

no

signif,ca

en modo

alguno

que

rodo

medio

de

producción,

sea

cual fuera

la

relación

de

producción

en

que

esté

inserto,

pueda

ser

tratado como

capital,

ya

que

-como

Marx no se

cansa

de

repetir- el

capital no

es una

"cosa",

sino

una

relación social:

y

es

esa

relación

social

la

qoe

convierte

al

medio

de

producción

en

capital.

Esa

,'naturalización"

de fenómenos

sociales

eminentemente

históricos,

tiene

un

resultado

claro:

para

la economía

política

en

tanto ciencia

particular,

e1

capital -

al

tornarse

algo

"natural"

-

se

vuelve

hmbién algo

eterno,

la for-

ma

por

excelencia

de la interrelación

humana

(para

repetir

la

expresión

de

Marx

anteriormente

citada,

lo especíalestomado

como

general).

La

c¡ítica

ontológica

marxiana

asume

de

ese

modo

otra

fundamental

dimensiór'r:

no

solo

instaura

la

posibilidad

de

una

correcta

reproducción

intelectual

de

Ia

realidad,

sino

que

también

funciona

como

un

eficienre medio de desmiti-

ficación

de

los componentes

ideológicos

ocultos

en las

representaciones

aparentemente

científicas de la

realidad.

Ese

empeño

de

Marx

en historizar

y

globalizar

los

fenómenos

del

orden

económico,

puede

ser

tomado

como un

paradigma

del

correcto tratamiento

marxista

de

los

resultados de las demás ciencias

sociales

particuiares. Con

frecuencia

esos

resultados

no

son equivocados,

no

son

ere

éxpresiones

de

ideología

o

falsa conciencia; son apenas deñnidos

de

modo

unilateral,

extrapolados

para

niveles de lo

social

donde

no

están

presentes,

o enton-

ces,

para

épocas históricas donde

no

pueden

ser

plenamente

reconocidos,

volviéndose

asíinstrumentos

para

representaciones

ideológicas,

Distinguir

entre

la verdad

parcial

de

esos

resultados

y

su

uso ideológico,

es una de

las

principales

tareas

de

la

crítica ontológica

que

el

marxismo

debe

permanen-

temánte

eiercer

en sus

relaciones con

Ias

ciencias

sociales

particulares.

Por

lo

tanto,

esa

crítica

no debe

ser

una crítica aniquiladora,

que

afirme pura

y

simplemente

que

las

ciencias

particulares

están globalmente

equivocadas. Por

el

contrario,

el

obietivo es

ei de

rescatar ios resultados

parciales

positivos

de

las mismas, dándoles, sin embargo,

un

tratamiento

crítico-dialéctico

capaz

de relacionar

tales

resultados

con la totalidad y

la historicidad.

Se

trata así

demediatizar

Io

que

las ciencias sociales

presentan

como

aigo

inmediato,

de

desfetichizarlos

"hechos

sociales",

a través de

su

vinculación

con la

praxis.

Y al hablar de

praxis proponemos

una

primera

y

fundamental

concre-

tización

de la

noción marxiana

de totalidad,

ya

que

el

concepto

de

praxis

se

sitúa en el

corazón

de

la ontología

marxista

del

ser

social.

En

realidad,

la totalidad

que

el

marxismo

tiene en

vista no

es

la

toralidad

del

"Espíritrt",

como

en Hegel, sino la totalidad de

la praxis:

siendo

ex¡rrcsiírn

dc

lit plcnrt

articulación

entre suieto

y

objeto, la

praxis

es

una

acción

que

se

obf etiva et.t

143

144

-84-

Page 43: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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I

,l

I

ti

'l

estrLrctLtraso

instituciones.

Y

precisamente

por

eso

es

ella

la

que brinda

el

punto

de

vista

totalizante

capaz de

disolver

todas las

unilateralidades

"sub.

ietivistas"

u

"obietivistas" con

las cuales

las

ciencias

sociales

particulares

acostumbran

tratar,

tanto

las

acciones

como

las

estructuras-

2.

La

recuperación

gramsciana

de la crítica

ontológ¡ca

de

Marx

Gramsci

rrabaló con

las ciencias

sociaies

particulares

a

partir

de un

paradigma

semeiante

al

adoptado

por

Marx en su

"crítica

de la

economía

política"'

Pero

descle

ya

cabe

aquí

una

importante

excepción:

se

puede

decir

que

Gramsci,

en cierto

modo,

transfiere

el tratamiento

prioritario dado

por

Marx

a

la

economÍa

(ciertamente

la

ciencia

particular

con

la cual

este

último

más

se

confronró),

lievánclolo

hacia

la sociología,

y

muy

particularmente

hacia

la

ciencia

política. Y

Gramsci

hizo

esa opción

porque

partió

del

presupuesto

-

el cual

puede

ser

fácilmente

confirmado

con

la lectura

delos Cuadernos

de

la

cárcel

-

de

que

la

crítica

de

la

economía

política

ya

había

sido

hecha:

él

acepta

inregralmente

los

resultad.os

de

esa

crítica,

tanto

los

producidos

por

el

mismo

Marx

como,

y

quizás

sobre

todo, los

existentes

en los

desarrollos

que

encuentra

en

la obra

de Lenin,

particularmente

en

El

imperialismo,

fase

superior

clel

capítalismo.

Para

proseguir

el

trabalo

crítico

iniciado

por

Marx,

se

trataba

entonces

de

extenderlo

a

nuevos

ámbitos

de la

totalidad

social,

una

operación

que

se

tornaba

aún más

necesaria

en

la medida

en

que,

en

la

época

de Gramsci,

la economía

política

de ó

de

ser

el centro

de

arriculación

del

pensamiento

burgués,

como

lo fue en su

fase

de

ascensión

revolucionaria,

siendo

sustituida

en

esa función

precisamente

por

la socio-

logía

y por

la

ciencia

polí[ica.'as

Ya

que

da

por

supuesta

la

realización

de

la crítica

de

la

economía,

ese

fue

el

rerreno

d.e la

reoría social

para

el

cual

Gramsci

menos

contribuyó. El

historiador

ilglés

Eric Hobsbawm

parece

así

estar

en

lo

correcto

cuando

afi.rma

que

Gramsci

hace

contribuciones

sustantiva§

para

todas

las

ciencias

sociales

particulares,

salvo

tal

vez

para Ia

economía.'a6

En

realidad,

aquel

que

haya

leído

los Cuadernossabe

que

Gramsci

trabaió

relativamente

poco

con

los

temas

de

economía stricto

sensu,

no teniendo

muchas

contribuciones

signif,cativas

para una reflexión

creativa sobre

los

fenómenos

económicos

del mundo

contemporáneo.

Pero

insistiría en la

expresión

"relativamente",

Sobre

ese

pasaje

de

la

"crítica

de la economía"

a la

"crítica

de

la

sociología",

y

sobre

sus

razones

históric¿s

y

teóricas,

ver las

incitantes observaciones

de

Luis

Razeto Migliaro

y

Pasquale

Misurat¿,

Socioloqía

e

marxismo nella

critica

di

Gramscí,

Bari,

De

Donato,

r968,

p.

r9

ss.

E.

J.

Hobsbawm,

"Una pietra

angolare

del marxismo",

en

Rinascita,

27

maggio, 1975,

p.

6'

r45

146

87-

va

que

-

en

las

famosas

notas

sobre'Americanismo

y

fordismo", así

como

.n

algrnas

observaciones

sobre

el fascismo

-

Gramsci

intenta también

re-

flexionar

sobre

las nuevas

formas

de

intervención

del

Estado

en

la

economía,

o

sea,

sobre

determinaciones

que

se

maniiestaban en el

capitalismo de su

tiempo

y

que

aún

no

habían sido

tratadas

por

Lenin.'a7

Pero el

hecho es

que

también

en

esos casos,

como siempre

en

su

obra, el

foco

de ia

atención está

concentrado

sobre

todo

en

la

política

(en

las

nuevas

formas de

la

hegemo-

nía

burguesa)

y

no

en las determinaciones

económicas

srrícro

sensu. De

cualquier

modo,

inciuso

con esa

excepción,

la

economía

es

ciertamente

1a

ciencia

social

particular para

la

cual Gramsci menos

contribuyó.

Su

principal

conuibución

reside

en la

crítica

histórico-ontológica

de

dos esferas

del ser

social,

o

si

se

preflere,

de dos

ciencias

sociales

particulares:

ia sociología,

y

sobre

todo,

Ia

ciencia

política.

Son

esas

las dos

ciencias sobre las cuales

prioritariamente

se ejerce

-

en el

sentido marxiano

de

lapalabra-la

crítica

existente

en Ia

obra

de Gramsci.

En

lo

que

respecta

a la

crítica de la sociología,

esta aparece

sobre

todo

en

la

discusión

de

Gramsci

con Bukharin.'a8 Es

curioso

observar,

por

lo tanto,

que

Gramsci

crítica la

sociología,

no tanto en Ia

versión

de sus

pensadores

"clásicos",

sino

en aquella

que

aparece en

Ia obra

de un autor

marxista,

precisamente

Nicolai Bukharin,

con

quien

Gramsci

incluso

tenía

grandes

afinidades

políticas.

Bukharin

publicó er.tg24,

en

la época de

su apogeo

político,

un

libro llama do

Tratad

o

de m

ater ialismo

histór ico,

que

recib ió en

la

raducción

francesa

el

subtítulo

de

Ensayo

popular

de

sociologíamarxista;

fue

esta

edición francesa

que

Gramsci

consultó

en Ia cárcel.

Este libro

pasó a

ser,

por

lo menos

hasta

el final

de los años r93o,

quizás

el

principal

texro

de

introducción

al marxismo.

Optando

por

su crítica,

Gramsci

hizo una eiec-

ción

hábil,

ya que,

de

ese modo,

no

solo criticaba

a la sociología

en

general

(muchas

de cuyas

formulaciones

clásicas

eran

asumidas

acríticamente

por

Bukharin

en su

manual),

sino

que

al

mismo tiempo

criticaba

también

a

un

tipo

de

marxismo

vulgar,

de clara

inspiración

positivista,

que

recogía

del

pensamiento

burgués

tardío

una

visión de la

sociedad

que,

como Gramsci

apunta,

es

insuflcientemente historicista

y

muy

poco

dialéctica.

El

principal

tema

de

la crítica

de

Gramsci a

Bukharin

es

que

éste,

en

su libro,

subestima el

papel

del

suieto

en la

construcción

de

Ios

procesos

sociales: el

autor ruso

insistía excesivamente

en

el

peso

de

las

estructuras,

de

la

"obietividad", por

las

cuales los

hombres

serían

rígidamente

determi-

nados.

De eso

resultaba Ia

idea,

muy

repetida

en

los

sucesivos

manuales

de

r47 A.

Cramsci,

Cuaciernos de la cárcel, cii.,v.

6,

p.

59

ss.

't48

Cuadernos, c¡t.,

v.4,

p.261

ss.

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

http://slidepdf.com/reader/full/marxismo-y-politica-coutinhopdfred 45/68

Toda la

reoría

gramsciana

de

la ideología

-

que es

parte

esencial

de

las

reflexiones

existentes

en I os

Cuadernos-

está

marcada

por

la

convicción

¿s

que la ideología

es una

reaiidad

práctica.

Diferentemente

de

cierta tradició¡

marxisra,

para

ia

cual

ideología

es

apenas

"falsa

conciencia"

(en

contraste

con

conciencia

verdadera

o cientíñca),

Gramsci

piensa

que,

indepenüentemenk

de

ser

verdadera

o

no en

sentido

epistemológico,

"la

teoría

se

transforma

en

poder material

después

que

se apodera

de

las

masas"''52

En esa medida

hay

cosas

que

epistemológicamente

-

o

sea,

del

estricto

punto

de vista

de

la

teoría

del

conocimiento

-

pueden

no

ser

verdaderas,

pero

que

del

punto

cle

vista

ontológico-social

son

hechos

reales.

Por

ejemplo:

si un

número

sustantivo

de miembros

de una

sociedad

cree

en

la

existencia

de

Dios,

Dios

pasa

a tener

existencia

social,

independientemente

de su

existencia

o

no en

el

plano

de Ia

ontología

de

la naturaleza.

Los

valores

sociales,

las

religiones,

ias

ideologías,

las

concepciones

del

mundo,

en la

medida en

que

son

fenómenos

de

masa,

en

que

se

vuelven

momentos

ideales

de

la acción

de sujetos

colectivos,

son

una

"verdad"

socialmente

obietiva,

dotados

de

la

misma

espesura

ontológica

de

fenómenos

como

el

Estado

o la

plusvaiía

(basta

pensar,

por ejemplo,

en el

papel

que

la

religión

cristiana

y

sus

instituciones

lenían

en

la Edad

Media).

Esa constatación

es

una

importante

contribución

de

Gramsci

para

Ia

teoría

marxista

del

momento

ideal

y

de

la ideología.'s3

Gramsci

leyó ios

pragmatistas,

y

es

posible

que

haya

sido

influenciado

por

ellos,

en

su

teoría

de

Ia ideología,

aunque,

como

ya

vimos,

también

h"yo

urr^

explícira

y

declarada

inspiración

en el

ioven

Marx.

De

cualquier

moclo,

el

hecho

es

que

Gramsci

insiste en

que

las

ideologías

son

realidades

socioprácticas.

Éi

distingue

enrre,

por

un lado,

lo

que

llama

"ideología

ce-

rebrina",

que

resulta de

una especulación

individual

o de

algunos

pocos

y

que

no

se

torna

un

fenómeno

de masa;

y, por

otro

lado,

lo

que

deflne

como

"icleología

orgánica",

que

corresponde

a

Ia

toma de

conciencia

de

grupos

o

clases, clecisivos

en

una determinada formación

social.'s4

El

marxismo,

por

ejemplo,

independientemente

de ser

o

no

una

verdad

científica,

se

volvió

ideología

cuando se

convirtió

en fenómeno

social

objetivo:

no se

puede

ignorar

el

papel

de

los

valores

foriad.os

por

el

marxismo

en

la

formación

de

la sociádad

contemporánea,

cualquiera

que

sea

nuestra

posición sobre

el

cito

aquí

(como

incluso

cramsci

lo

hace con

frecuencia)

la

célebre

expresión

de

Marx

existente

en

"Crítica

de

la

filosofia

hegeliana

del derecho.

lntroducción"'

5e

trata

de

una

posición que

también

será

adoptada

por

el último

Lukács,

como

se

puede

ver en

el

bello

capítulo

sobre

"ll

momento

ideale

e I'idelogia",

en

Per ontología

cleli'essere

sociale,

cii,

v.2

,

1981,

pp.335-555,

en

donde

hay una

explícita

referenci¿

a

Grantsci.

r54

Cuadernos,

cit,

v.3,

P.

159

hecho,

por

elemplo,

de

existir

o

no Iaplusvalía

como

fenómeno

social

obf etivo.

En

ese

sentido,

la

posición

de

Gramsci

refuerza

la

concepción

marxiana

de

la

totalidad

social

como

algo

formado

orgánicamente

por

la

interacción

de

suiero

y obf

eto, de

conciencia

y

praxis,

o

-para

usar

términos

propios

de

la

tradición

sociológica-

de

acción

y

estructura.

Ahora

bien, si

Gramsci

critica

la

socioiogía

desde

el

ángulo de

la

política

entendida

como

"catarsi§", eso

signiñca

entonces,

que

ese ángulo

crítico

se

basa

-

ral

como

el

de

Marx

en

relación a Ia

economía

-

en el

principio de

la

totalidad

y

de

Ia

historicidad.

Como

ya

observé,

Gramsci está

lejos de

ser un

,,cienrista

político": él

tiene

un

concepto

amplio

de

política

como

"catarsis",

lo

que

signiñca

que

en su

reflexión

todas las

esferas

sociales

contienen,

por

lo

menos

como

posibiiidad,

el

momento

de

Ia

libertad,

de la

univesalización.

por

lo

tanto,

criticar

el

pseudo-obletivismo

de

la

sociología

desde

el

ángulo

de

h

política

(en

sentido

amplio), signif,ca criticar

una ciencia

social

particular

desde

el

ángulo

de la

historia,

de la

praxis

totalizadora.

En

otras

palabras,

h

crítica

gramsciana

de

la

sbciología tiene el

mismo

senrido

metodológico

de

la

crítica

marxiana de

1a economía

política.

Pero

Gramsci

se

vale

también

de

otro

concepto

de

política,

que

antes

lla-

de

"restricto", y

que

es

esencialmente

el

mismo utilizado

por 1a

llamada

"ciencia

política"

en

tanto ciencia social

particular.

Y

se

puede

constatar

que

él se

enfrentará

con

ese concepto

"restricto"

también

de

modo

crítico,

en el

sentido

histórico-ontológico

ya

aludido. La

principal

tradición

del

pensa-

miento

político

moderno,

de

Maquiavelo

a

Gaetano

Mosca

-

y

no

cito

a

los

dos

por azar, sino

porque

son

frecuentemente

referidos

por

Gramsci

en

los

Cuaclernos-,

deñne

la

política

como

la esfera

social

donde

se

manifiesta

la

existencia

de

gobernantes

y gobernados:

existe

política

cuando

existe

una

reltión

de

poder,

la cual

implica

esa

existencia

de

gobernantes

y gobernados.

También Gramsci

dice explícitamente

que

el

"primer elemento"

de

la

política, entendida en ese

sentido

restricto,

"es que

existan

gobernantes

y

gobernados,

dirigentes

y dirigidos. Toda

ciencia

y

arte

de

1a

política

se

basa

en ese

hecho

primordial,

irreductible

(en

ciertas

condiciones

generales)"

)ss

En

otras

palabras,

Gramsci

reconoce

como

pertinente

el objeto

de

Ia ciencia

política,

pero

10 somete

a una

crítica de

inspiración

marxiana:

ese

objeto

no

es un hecho

natural o eterno,

no es una situación

que

caracterice

cualquier

orden social,

ya

que

no siempre

existieron

(y

nada

garanriza

que

siempre

existirán)

gobernantes

y gobernados.

Relacionando

Ia esfera

política

con

Ia

totalidad

y

la

historia,

Gramsci

muestra

que

esa división

entre

gobernan-

tes

y

gobernados

resulta

de la

división de

la

sociedad

en clases,

lo ciue

no

t55

Cuadernos, c¡t.,

v.5,

p.

r75.

152

r53

Page 46: MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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'il

;x

'1

I

ll

,

I

:.1

siempre

existió;

y

muestra

también

que,

en

la medida en

que

la

sociedad

llegue

a

superar

esa división

en clases antagónicas,

habrá

una

tendencia

a

la desaparición

de esa

división

entre

gobernantes

y

gobernados.

Enlos

Cuadernos,

hay un

momento

donde Gramsci

indica

de

modo

muy

ciaro,

cómo

ese

punto

de

vista histórico

y

totalizante

es

-en

sus

palabras-

"la

innovación

furrdamental introducida

por

la

ñlosofía

de

la

praxis

[es

decir,

por

el

marxismo] en la

ciencia de

la

política"; y

esta

se

expresa

en

Ia

"demos-

tración de

que no existe

una abstracta

'naturaleza

humana',

fiia e

inmutable

(...),

sino

que

la

naturaleza

humana es

el

coniunto

de las

relaciones

sociales

históricamente

determinadas".

Por lo

tanto,

prosigue

Gramsci,

"la

ciencia

polírica

debe

ser

concebida,

en

su

contenido

y

también

en

su

formulación

lógica, como un

organismo

en

desarrollo"."'Aquí

está

expuesta

la

idea-de

origen

claramente

marxiano-

de

que

es

preciso

someter

al

criterio

de

la

rotalidad

histórica,

o

sea,

a

una

crítica ontológica,

los conceptos

generados

por

ias

ciencias

particulares, incluso cuando

éstos

captan constelaciones

empíricas

efectivamente existentes.

La

explicación

tautológica

del

poder

(o

de

Ia existencia de

gobernantes

y

gobernados)

por

la

"voluntad

de

poder"

-con

su

consecuente

fundamenta-

ción

en

el

hecho de

que

unos

pocos

asumen

esa

voluntad

y

la

llevan

hasta

el ñn,

mientras Ia

mayoría

(formada

por

débiles

y

resentidos)

fue

"hecha"

apenas

para

obedecer-,

es una explicación

que puede

ser

frecuentemente

encontrada

en

el

tratamiento de la

política, por

lo meno§ desde

Nietzsche,

tornándose

reiterativo en

las diversas

teorías

"elitistas",

tanto

conservadoras

como

liberales. Ese

concepto

ahistórico

de

poder

aparece,

por

eiemplo,

en

la obra

de

un

pensador

tan signif,cativo como

Max Weber:

para

é1,

el

poder

es

algo

que se

enraiza

en la

naturaleza humana,

derivando del

"hecho"

(asu-

mido

acríticamente) de

que

los hombres

y

las naciones

son

dotados de

una

innata

y

misteriosa "voluntad

de

prestigio".'r

Es a

partir

de

esa

abstracción

que

Weber

construye sus

famosas tipologías,

algunas

de las

cuales,

como

veremos,

presentan

indiscutible

interés

para

la

comprensión de

fenómenos

parciales

de

la

vida

política

y

social,

a

pesar

de

que

les

falte la

dimensión

de

contenido

que

resultaría de una

visión histórico-totalizante

de los

procesos.

Como

ya

vimos,

en

Gramsci

también

aparece

la

afirmación de

que

existen

gobemantes

y gobernados, y

de

que

inclusive éste es

el

punto

de

partida de

la

ciencia

y

de la

realidad

políticas;

además,

muchas

de

sus reflexiones

se centran

en

esa

polaridad y

buscan

aclarar,

por

eiemplo,

de

qué

modo

el

gobernante

gobierna y

por qué

el

gobernado

obedece,

lo

que

le

permite

desarrollar

una

,tt

;;

;, ;;

157

[/.

Weber,

"La

política

como

vocación"

,

en Escritos

políticos,

México, Folios,

1982.

]i

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 .

1

i

i

i

l

I

démarcheteíiica

que

introduce

nuevas

determinaciones

en los

conceptos

de

coerción

y

consenso,

Ias

cuales

ciertamente enriquecen

ias

reflexiones

clásicas

sobre

el tema. Pero Gramsci

no

es solo

un cientista

político,

dado

que

es

consciente de

que

ese

punto

de

partida

debe

ser criticaclo.Después

de

reconocer

como

váiido

el obfeto

de

la

ciencia política,

él

indaga:

"¿§e

pretende

que

siempre existan

gobernados

y

gobernantes,

o

se

desea

crear

las

condiciones

en

las

cuaies

desaparezca

la necesidad

de

esa división?.

Es

decir,

¿se

parte

de

la

premisa

de la eterna

división

del

género

humano,

o

se

piensa

que

ésta

sea

solo

un

hecho

histórico,

correspondiente

a

ciertas

condiciones?"."8

Como Gramsci adopta

ciaramente

la segund4

alternativa

de

cada

pregunta,

se

vuelve

obvio

que para

él

laexistencia

de

gobernantes

y

gobernados

-rcbjeto

primordial

de

la

ciencia

política-

tiene

su

génesis en

determinada

constelación histórica,

es decir, en el surgin.riento

de ias clases

sociales,

no siendo

así

un hecho

"natural".

Como

mafxista,

está

convencido

de

que

no

siempre

existieron

clases,

y

de

que

su

existencia

definitiva

no es

algo

fatalmente

necesario.

Y

es

por

eso

que,

aun

desarrollando los conceptos

de

la

ciencia

política

(tal

como

Marx

lo

hizo con

los de la

economía),

él es

capaz

al

mismo

tiempo

de someter

tales conceptos a

una crÍtica

histórico-

ontológica,

la cual tiene

su

parámetro

en el

punto

de

vista

de

la

totaiidad.

Existe

un

empeño

permanente

de

Gramsci

por

mostrar

que

la esfera de

lapolítica

(en

sentido

restricto)

no

puede

ser

entendida soio

en su

propÍo

nivel,

sino

que

demanda

un

constante

apelo a

la

totalidad.

Tomemos

como

ejemplo un

famoso

pasaje

de

los

Cuadernos,

intitulado

'Análisis

de

las

situaciones.

Relaciones

de fuerzas",'se

en el cual Gramsci intenta indicar

la

metodología correcta

para proceder

a un

anáiisis

de

coyuntura. En

ese

pasaje,

él

muestra

que

la

condición

necesaria

para

examinar

la

esfera

de

1as

relacl¡nes de

poder

es

el examen

previo

de las bases

económicas sobre

las

cuales

se

desarrolla

ia

acción poiítica. Gramsci registra

dos

niveles

principales

de

manifestaciones

de la

relación

de

fuerzas.

Hay un

primer

nivei que,

según

é1,

puede

ser tratado

a

la

manera

de

la ciencia

natural,

en el

cual

se

busca

saber,

por

ejemplo,

cuál es

la

población

económicamente activa de

un

país,

cuál

es el

peso

de

las clases

trabaiadoras

en

esa

población,

de

qué

modo esta

última

se distribuye

entre la ciudad y

el

campo,.cuál

es

el

peso

relativo

de

los

seccores

primario,

secundario

y

terciario

etc.; en

otras

palabras,

en

ese

nivel,

el

análisis se coloca más

allá

del universo

de

la

política

y

busca

captar

el movimiento de las

estructuras económicas,

de

ias reiaciones sociaies de

producción.

Pero existe

también

el

nivel

donde

se

hace

el

análisis

especí-

t58

Cuadernos,

cir.

v.5,

p.

r78.

tíg Cuadernos,cit., v.

5,

p.3z

ss.

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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f,co de

la

relación

palítica

de

fuerzas,

en el

cual se

procura

determinar

¿s

qué

modo

las

clases

y

grupos

sociales

están

organizados,

cuál es su

grado

d.e conciencia,

cuáles

son

sus

propuestas concretas

para

Ia sociedad,

qué

apoyo tienen

en otros

grupos

etc.'6o

Por lo

tanto,

incluso

cuando trabaia

con la

política

stricto sensu,

Gramsci

no es

un

"politólogo":

él

sabe

que

la

esfera de

la

política

está

sometida

a

la

totalidad

histórica,

siendo

imposible

entender

adecuadamenre

lo

que

en ella

ocurre

Sin

una

clara

referenCia

a

las demás

esferas

de

|a sociedad,

en

particular

a

la e§fera

de

las

relaciones

sociales

cle

producción. De esta

forma,

é1 recupera

plenamente

el

principio

marxiano

de

la

totalidad.

3.

La contribución

de

Cramsci

a las ciencias

sociales

Con

todo,

a

pesar

de

que

plenamente atento a las necesidades

de

criticar

ontológicamente

los

objetos

de

las

ciencias

sociales

particulares

(y

tal

vez

por eso

mismo),

Gramsci

-

con

sus

instigantes observaciones

-

ciertamente

contribuye

al

desarrollo

específico

de

muchas

de ellas.

Además

de

dedicarse

a

temas

explícitamenre

"politológicos",

Gramsci

analiza

también

varios otros

fenómenos

sociales

que

hoy

serían

"departamentalmente"

clasificados

como

sociológicos

o antropológicos.

Hay en

lo s Cuadernos,por

eiemplo,

toda

una

teoría de Ios

intelectuaies

que,

a

pesar

de

que

eStá directamente

relacionada

a

su

preocupación

por

la

política,

contiene

reflexiones

y

material

empírico

que

no

pueden

ser

ignorados

por ningún sociólogo

que

se

ocupe

del

tema. Lo

mismo

podría

ser

dicho de sus

análisis

de la

religión

y

de

la

cultura

popular,

los

cuales hoy

serían

probablemente

clasifrcados

como

"antropológicos".

Por su

parte,

estud.iosos

de

la

literatura,

de

la lingüística

y

de

la

pedagogía

tanrbién

encuentran

en los Cuadernos

preciosas indicaciones

temáticas

y

nretodológicas

para

sus

investigaciones

específi

cas.

Gramsci puede ser

considerado

como

uno

de

los marxistas

que

más

conrribuyó

al desarrolio

concreto

de

las

llamadas

ciencias

sociales.

En

un

importante

libro,'u'

el historiador

Perry Anderson

afirma

que

una

de

las

principales

características de

lo

que

él

llama

"marxismo

occidental",

sería

Para

deñnir

esos

dos niveles

de

análisis,

Gramsci

se inspira

explícitamente

en Marx:

"Es

prec¡so

distinguir

siempre

entre

los cambios materiales

ocurridos

en

Ias

condiciones

económicas

de

producción

y

que pueden

ser

apreciados

con la exactitud

propia

de

las

cienci as

n

aturales,

y

las formas

iuríd

icas,

políticas,

rel

igiosas, artisticas

o filosóficas,

en

una

palabra,

las

formas

ideológicas

por

las cuales

los

hombres adquieren

conciencia

de

ese

conflicto

y luchan

para resolverlo"

(Marx,

Prefacio

[''6Sgl

a

Contribución a

la

crítica

dc

la econoniía

política,

cit.l

P.

Anderson,

Consideracíones

sobre

el

Marxismo

Occidental,

Siglo

XXl. 1978.

su

concentración

en

temas

fiiosóficos, con la

paralela

subestimación

o

abandono

de

investigaciones

empíricas.

Si

examinamos

las

obras

del

joven

Lukács,

de

Karl

Korsh

o de

algunos

miembros de la Escuela

de

Frankfurt

en

su

primera

fase

-

ias

principales

expresiones

del

"marxismo

occidental"

-,

veremos

que hay

efectivamente una

marcada

tendencia

de

esa ver¡iente de1

marxismo

en

el

sentido

de

ñiarse

a

nivel

de la ñlosoffa,

o

más

precisamente,

de

las

conexiones

más

generales

de

la

totalidad,

con un

cierto desprecio

por

las

investigaciones

empíricas.

Entre

los autores

que Anderson

clasifica

como

"marxistas

occidentales",

Gramsci

fue indudablemente

quien

más

reflexionó

sobre

los

temas

hoy

hegemonizados

por

las ciencias sociales

parriculares;

sin

iamás

perder

de

vista

la dimensión

frlosóflca de la

totali-

daci,

fue él

quien

más

contribuyó para

el

desarrollo

y

enriquecimiento de

los

obietos específ,cos

de

esas

ciencias.

El

autor

de

los Cuadernos no

es

un

cientista

político,

ni un

sociólogo,

ni un

pedagogo,

ni

un

antropólogo,

ni

un

trabaiador

social;

pero,

a

pesar

de

eso

(o

tal

vez

por

eso

mismo), tiene

mucho

que

decir

y

enseñar

a

los

cientistas

políticos,

a

los sociólogos,

a los

pedagogos,

a

los

antropólogos

y

a los trabajadores sociales.

Ciertamente

no

puedo

detenerme

aquí

en

las

innumerables

contribu-

ciones

de

Gramsci

a

las

ciencias

sociales

particulares.

En

ese sentido, sería

tema

de

una

fecunda

investigación

listar

1o

que

los

mismos representantes

de

las ciencias

sociales

dicen,

en

cada

caso

concreto,

sobre

ia

contribución

de

nuestro

autor

a

sus

problemáticas

específicas.

Sin

la

menor

pretensión

de

ser

exhaustivo,

me

gustaría

dar

algunos eiemplos

concretos.

Pienso

que

un

sociólogo

que

leyó

a Karl

Mannheim

y que trabaia

bajo

su

inspiración,

ganaría

mucho

discutiendo

el

concepto

gramsciano

de

"intelectual".

Como

se

sabe,

Mannheim

fue, entre los sociólogos,

uno de

ios

qudmás

se empeñó

en

la

comprensión

de lo

que

es

el

intelectual, llegando

incluso

-en

el

desarrollo

de

la

especificidad hoy conocida como

"sociología

del

conocimiento"-

a

crear

una

ingeniosa teoría

según la cuai

la fracción

de

los

intelectuales

puede

ser

prácticamente

equiparada

a una clase

social.

Las clases

sociales,

según

Mannheim,

crean

sus

propias

visiones

de mundo,

"ideológicas"

o

"utópicas".

La

"ideología"

sería

la

visión

del

mundo

de

los

grandes grupos

conservadores,

sobre

todo de

la

burguesía,

que

se

empeñan

en mantener el actuai

s¿atus

quo;la"utopía",

por

el

contrario,

sería

el

pen-

samiento de la

elase

que

pretende

transformar

ese status

quo,

o sea,

en

el

mundo

de

hoy, del

proletariado.

Para

Mannheim,

existe una

fracción social

intermediaria,

que

él

designa como la inteiectualidad

"libre

de vínculos",

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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I

I

'J

i

política

no

Se

concentra

solo en

torno

del Estado

stricto

sensu,

en

torno

del

Estado-coerción,

sino

que

se difunde

por

la sociedad

civil

-y

por

lo

tanto

en

donde Ia

supremacía

d.e

una clase

debe

basarse

también

en el

consenso,

en

la

hegemonía-,

en

rales

formaciones

sociales,llamadas

por

él

"occidentales",

se

hace

mucho

más

fuerte

la

necesidad

de

un tipo

legal-formal

de

legidmi-

clacl. Pero

él

indica

también

el cuadro

estructural

donde

en

momentos

de

crisis

de hegemonía,

cuando

oCurre

io

que llama de

"equilibrio catastrófico"

entre

las

clases

sociales

funclamentales,

surgen

fenómeiros

de

"cesarismo"

(es

el

término

que

utiliza

para

deñnir

1o

que

Marx

llamó

"bonapartismo"),

durante

los

cuales

la

legitimidad asume

trazos

indudablemente

carismáticos.

En

ese

sentido,

se

puede decir

que

encontramos

en Ia

obra

de

Gramsci

las

de[erminaciones

estrLlcturales

-o

sea, el

punto

de

vista de

1a

totalidad-que

permiten construir

Ios

fundamentos

de

contenido

(u

ontológico-sociales)

de

la

instigante

tipología

formal-descriptiva

de

Weber.'66

Por

Io

tanto,

si

pensamos

en la

ciencia

política

contemporánea,

en

los

principales

temas

que

ésta aborda

hoy,

podremos con§tatar

que

Gramsci

esbozó

respuestas

para

la

mayoría

de

ellos. Por

eiemplo:

los

fundamentales

análisis

del

Estado

contemporáneo

elaborados

por

pensadores

como

|ürgen

Habermas

y

Claus

Offe

-

influenciados

no

solo

por Marx,

sino

también

y

sobre todo

por

weber

-

ganarían

mucho

en

densidad

si

incorporaran

ex-

piícitamente las

reflexiones

gramscianas

sobre

el

Estado

"ampliado".

Tanto

Habermas

como offe,

al

pensar

la actual

crisis del

welfare

state,

utilizan

el

concepto

de

"déñcit

de legitimidad",

o sea,

la noción

de

que

esa

crisis

no resulta

solo

de dif,cultades

económicas,

sino

del

hecho

de

que

tales

diñcultades

conducen

a

la

pérdida

de legitimidad;

ahora

bien,

eso

es

Io

que

Gramsci

llamó

"crisis

de

hegemonía",

o

"crisis

orgánica",

constatando

que

sin

hegemonía,

es

clecir,

sin

legitimidad,

una sociedad

de

tipo

"occidental"

no

puede

funcionar

regular

y

normalmente.

Por lo

tanto,

a

partir de su

teoría

"ampliada"

del

Estado,

Gramsci

brinda imprescindibles

pistas

para

pensar-

desde

un

ángulo

rotalizanre

y

no

puramente descriptivo

-

el

tipo

especíñco

;;; ;;;;

;;,,

"i,,

,r,.o',

o" ,in.'

i"r..r,, *

marcada

por

un lesítimo

esruerzo

en el

sentido

de

captar

la difusión

del

poder

por

la

sociedad,

su

expansión,

que

se

extiende

más allá

de

los

focos

"tradicionales"

de dominación.

Pero,

por

no

poseer

el

punto

de

vista de

la

totalidad,

Foucault

n o fue capaz

de

elaborar

una

adecuada

"macrofísica" del

poder

(lo

que

implica

necesariamente

una

teoría

del

Estado),

limitándose

así a

describir

-

muchas

veces

con brillo,

pero

a

través

de un

tratamiento

esencialmente

formalista

y

fragmentario

-

lo

que

él mismo

llamó

"micropoderes".

Una

lectura

gramsciana de

Foucault,

así

como

de

weber, podría

ofrecer

importantes

contribuciones

para

un crítica

histórito-orrtoli,gic.r

cie

la

política,

la cual, incorporando

las

indiscutibles

contribuciones

p¿rci¿le§ de esos

dos autores,

fuera

capaz al

mismo

tiempo

de

recuperaf

el cuadro

ontológico

histórico-totalizante

donde

ellas

puedan

asumir

su

plena

signiñcación.

de

crisis

de legitimidad

que tiene

lugar

en

el

capitalismo

contemporáneo. En

esra

medida,

un

cientista

político

stricto

sensuliene

mucho

que

aprender

con

las

reflexiones

gramscianas.

Por

1o

demás,

se

puede

registrar

en Ia

literatura

sobre

Gramsci un

fenómeno

nuevo.

Hasta

hace

poco tiempo,

en

relación

a

los análisis

de las

fuentes

de

su

pensamiento,

se

investigaba

sobre

todo

Ia

relación

de Gramsci

con

sus

interlocutores

principales, Marx

y

Lenin,

lo

que

era

iusto,

ya

que

esos dos

autores

fueron

ciertamente,

iunto

con

Maquiavelo,

sus

principales y

más

explíciCos

interlocutores.

Con

todo,

hoy

se busca

establecel

la

relación

de

Gramsci

con

otras

fuentes,

revelándose así

que también algunos

importantes

CientiStaS

SocialeS

eStuvieron

entre SuS

interlocutores.

Ya

existen estudios

que

buscan

discutir,

por

eiemplo,

si

y

cómo

Durkheim

influenció

a Gramsci,

una

influencia

que,

en

caso de

ser

conñrmada,

se habría dado

a

través

de

Georges

Sorel.

La

importancia

que

Gramsci

atribuye

dl universo

simbólico-

axiológico

tendría

algunos

puntos

en

común

con

ia

noción

durkheimiana

de

conciencia

colectiva;

Durkheim y

Gramsci

coincidirían

en

que

el orden

social

en

gran parte

es

estructurado

a

partir

de

valores

ideológicos,

con

la

diferencia

decisiva

de

que

para

Gramsci

-

que

no es funcionaiista,

sino

dialéctico

-

tales

valores,

representando ideológicamen¡e

diferentes clases

sociales,

estarían

siempre

en

contradicción,

actuando

no solo

para

conser-

var

un

orden

social,

sino

también para

transformario.

Ya

existen

también

estud.ios

dedicados

a

las

relaciones

encre

Gramsci

y

Weber,

un autor

además

varias

veces

citado en

10s

Cuadernos.De ese

modo, el

intento

de

reexaminar

la obra

de Gramsci

a

la

luz

de

un

posible

o real diálogo

con

las

principales

matrices

de

las

ciencias

sociales

particulares,

es un

camino

fecundo

de

la

literatura

más

reciente

sobre nuestro

autor.

Cmcluyendo,

me

gustaría

resaltar

los

dos

momentos

que

me

parecen

más

importantes

en el

examen de las

relaciones

entre

GramSCi

y

ias

ciencias

sociales

particulares. Por

un

lado, como

todo

auténtico

marxista,

Gramsci

es

un

crírico

de

esas

ciencias, en la

medida

en que,

contra

el carácter ne-

cesariamente

parcial

y fragmentario

de

éstas,

é1 asume

explícitamente

el

punto

de vista

de Ia

totalidad

y

de

Ia

historicidad;

por

otro

lado,

con

sus

múltiples investigaciones

empíricas,

él

contribuye decisivamente

a ampliar

y/o

enriquecer el

obieto

temático

de

esas

ciencias,

promoviendo así

con

Ias

mismas,

una fecunda

interlocución.

Se trata,

en

deñnitiva, de

una

relación

d.e

crítícay

de diálogo,la

cual,

por

lo demás,

me

parece

ser Ia

relación más

correcta

y productiva entre

el marxismo

y

las

ciencias sociales

particulares.

;

,

:

l

i

-98-

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CAPíTULO

4

Voluntad

general

y

democracia

en

Rousseau,

Hegel

y

Gramsci

El

tema

de este

ensayo

es

la

relación entre

Gramsci

y Ia

democracia.

Cor¡-ro

se

ha

observado muchas

veces, la

conuibución

de Gramsci

a Ia

teoría de

la

democracia

tiene

su

expresión mayor

en

el

concepto

de

hegemonía,

que

ciertamente

es uno

de

los conceptos centrales

de su

sistema teórico.

Ha

sido

menos

observado, sin embargo,

que

tal concepro

es el

principal

punto

de

articulación

entre

la

reflexión

del

autor

delos

Cuadernos

dela

cárcely

algunos

de los

más

significativos

complejos

problemáticos

de la

f,losoffa

moderna,

en

particular

los

contenidos

en

las

nociones

de

voluntad

general

y

de

contrato.

Este

ensayo

adopta,

pues,

un

abordaje

no

rnuy

convencional,

ya

que

no

pretende

discutir,

como

tradicionalmente se

hace,

la

relación del

concepto

gramsciano de hegemonía con su

fuente

marxista.

Eso

no signiñca,

evi-

dentemente,

que

yo

no esté de acuerdo con el hecho obvio

de

que

Gramsci

es

un marxista.

No solo Gramsci

se

consideraba

marxista,

sino

también

es

considerado

así

por

Ia casi

totalidad

de sus

intérpretes

-y

no

es

posible

corrprender

adecuadamente su

pensamiento,

si

se

deja de

lado esa

liga-

zón orgánica

suya

con

la

tradición iniciada por

Marx.

Pero,

sin negar

eso,

aquí me

propongo

hacer

otro

recorrido:

pretendo

mostrar

que

Gramsci

-en

la

construcción de su

teoría de

Ia

hegemonía

y,

consecuen[emente,

erl

su

problematización

de

la

democracia- no

solo

dialogó

con

Marx

y

Lenin,

o

con

Maquiavelo,

lo

que

hizo

de

modo explícito,

sino también,

algunas

veces

implícitamente,

con otros

grandes

nombres

de la

frlosofia

política

mociema,

en

particular con Rousseau

y

con

Hegel.

Ese

diálogo,

a

mi

modo de

ver,

permitió

a Gramsci rescatar

una

dimen-

sión

fundamental

(no

siempre

debidamente explicitada en

Marx

y

Engels)

del enfoque histórico

materialista

de

la

praxis política,

o

sea, su

dimensión

como

esfera

privilegiada

de

la

interacción intersubietiva

o

consensual.

Como

se

sabe, esa

dimensión

mereció Ia

atención de

Ilannah

Arendt

y

de

Jiirgctr

Habermas,

que procuran captarla

a

través

de

los

conceptos cle

"accióu''

y

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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de

"actuar

comunicativo",

respectivamente.t6T

En la

obra de

Gramsci,

sin

embargo,

tal

dimensión

-

precisamente

por

ser

formulada

en

el

marco

de

un abordaie

histórico-marerialista

-

recibió

un

tratamiento

más

concreto

(o

menos utópico)

que

el

presente en

los

referidos

conceptos

de

Arendt

y

de

Habermas.

Y,

para

que

ello

ocurriera,

me

Parece

que

fue

decisiva

la

interlocución

de

Gramsci,

no

solo

con

Marx,

sino

también,

como

pretendo

sugerir,

con Rousseau

Y

Hegel.

t.

La

prioridad de lo

público

Una

caracterísiica

básica

del

concepto

gramsciano de hegemonía

es ia

af,rma-

ción de

que,

en

una

relación

hegemónica,

se

expresa

siempre

una

prioridad

cle

Ia

voluntad

general

sobre la

voluntad

singular,

o,

en

otras

palabras, del

interés

común

sobre

el

interés privado.

Como se sabe,

Gramsci

deñne

Ia

polírica

como

"ca[arsis", como

"el

paso del momento

meramente

económico

(o

egoístico-pasional)

al

momento ético-po1ítico","'o

sea,

como el

paso

a

aquel

nivel en

el

cual,

efectivamente,

tienen

lugar

relaciones

de

hegemonía

y

en

el

que

el

inrerés

universal

(o

universalizador)

gana

una

clara

prioridad

sobre el

interés

meramente

singular

o corporativo.

Esaprioridad,

entendida

como

criterio

para

evaluar

la esfera

política,

tiene

ya

más

de dos

mil

años en

la

hisroria dei

pensamienro. Aristóteles,

por

eiemplo,

distinguía

entre buenas

y

malas

formas

de

gobierno

con base

en el

hecho

de

que

el

gobernante

se

guía,

en las

primeras,

por

el

interés

común,

por

el

interés

de la

colectividad,

en tanto

en

las segundas,

la

finalidad

sería

el interés

particular

del

propio

gobernante

(o

gobernantes). En

la

edad

moderna esta

problemática renace,

entre

otros,

en

Montesquieu,

quien

identiflca en

la supremacía

de lo

público

sobre

lo

privado

-o

sea,

en la

"virtud"-

el

"principio

de

gobierno"

que

ha

proporcionado

el fündamento

a

los regímenes

republicanos,

aunque

para

éi,

como

se

sabe, esta

lorma

de

gobierno

sea

algo

que

pertenece

al

pasado

y que, por

lo tanto,

no

puede

existir

ya

en

el

mundo

moderno,

donde

la

forma

idónea

de

gobierno

sería la

monarquía constitucional

o

"moderada".

Pero

es

con

|ean-|acques

Rousseau

que

esta

problemática

resulta

no

solo

una

cuestión

centrai

y

una

tarea

orientada

al

presente,

sino

también

el criterio

decisivo

para valorar la

legitimidad de

cualquier ordenpolítico-social.

En

la

obra

de

Rousseau

existe

un concepto

fundamental,

el de

"voluntad

general",

H. Arendt,

The

Human

Condition,

Chicago,

The University

ofChicago,1958

(también

en

esi¡añol Lo Cr,ri

tción hunana,

editorial

P¿idós,

2oo3);

,.

Habermas,

Teoría de

la

acción

comunicativa,

Madr

id,

laurus,

2

vs.,

1987

r68

A.

Gramsci,

Cuadernos,

cil., v.

4,

p.142.

que

no

existe

del todo en

la

tradición

liberal

-ni

en

ia

que

antecede,

ni

en

la

que

sucede

a

Rousseau-,

ya que

en

esta tradición

aparece

solo la

noción de

"voluntad

de

todos". Como

es

sabido,

Rousseau

deflnía

la

voluntad

general

como

algo

diferente

de

Ia voluntad

de codos, dado

que

la

primera expre§a

el

interés

común, mientras

que

la

segunda es

solo la

suma

de

muchos inte-

reses

particulares

o

privados.'6e Además,

creo

que

en la

f,losofia

política

de

Hegel -otro

pensador

situado

fuera

de

ia

tradición liberal

-

el

concepto

de

volunrad

general,

que

aquÍ

también implica la

prioridad

de

lo

público

sobre

lo

privado, ocupa

un

lugar central.

Si

bien

Rousseau

no está

citado

muchas veces

errlos

Cuadernos

de

lct

cdrcel,no

creo

que

sea arbitrario

proponer

esta

relación

en¡re

él

y

Gramsci.

En

efecto,

en la

obra

de este último

es

posible

registrar

la

presencia,

no solo

de

muchos temas que forman

parte

también

de la

reflexión

de

Rousseau,

sino,

sobre

todo,

de

un concepto

análogo

al

de

"voluntad

general",

específica-

mente

el de

"voluntad

colectiva".'?"

Todavía

menos arbitrario,

a

mi entender,

es

proponer

un

vínculo

entre

Gramsci

y

Hegel,

cuyo

pensamiento

es con

frecuencia

mencionado

y

discutido

enlos

Cttadernos. Tanto en el

concepto

de

"sociedad civil",

cuanto

en

el de

"Estado

ético",

utilizados

repetidamente

por

Gramsci, se

pueden

encontrar

claros

trazos de

la

influencia

de Hegei,

en

algunos

casos de

modo

explícito.

Un

ejemplo

concreto, entre

otros,

está

en

Ia

nota

sobre

"Hegel

y

el

asociacionismo",rzt

en la

que

Gramsci

expresa,

probablemente

por

primera

vez,

aunque

todavía

de

manera

embrionaria

y

sin

darle

la denominación

que

después

utilizaría, su

concepto específico

de

"sociedad

civil".

Con

certeza,

ese concepto

es

diferente

del de Hegel

(y

en

mayor

grado

de

lo

que

parece

suponer en

esa

nota el

propio

Gramsci),

y

ambos,

a

su vez,

son

diferentes

del utilizado

con

frecuencia

por

Marx.

En Hegel, la

sociedad

civil

contiene 1o

que

Marx

llama

"estructura",

o

sea, Ias

relaciones

económicas,

pero

(al

contrario

de Marx)

contiene

también

otras

esferas,

entre

ellas las

que

Gramsci

subsume

en el

término

"asociacionismo".

Es

el caso,

en

particular,

de los

organismos

que

Hegel,

con

unos

términos ciertamente recogidos

del

Ancíen

régime,

llama

"corporaciones",

pero

intentando

caracterizar

figuras

sociales

que,

en verdad,

están más

próximas

de los modernos sindicatos

que

de

aquellas viejas

instituciones

medievales. Ahora

bien, es

precisamente

ese

J. J.

Rousseau,

Du contrat social,

en

oeuvres

complétes,Paris,

Callimard-Pléiade,

v.

lll,

i964,

p.371.

Cf.,

en

el

"lndice

analítico" del

aparato

crítico de

los

Cuadernos,

ed. cir,v.6,

p.

45o,

los

pasajes

en

los cuales

Cramsci habla

de

"volunt¿d"

y

"voluntad

colectiv¿".

lbid.,

v.

r,

pp.122-123.

169

111

;

I

.J

I

I

t

i

I

I

i

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I

l

l

l

ii

il

,

I

i

l

l

I

I

 .

j

I

I

I

i

I

I

I

I

I

I

momento

"asociativista"

del

concepto

hegeliano,

el

que

Gramsci retoma

en

su definición

de

"sociedad

civil". Ya

el

"sistema

de

las necesidades",

o

las

relaciones

económicas,

así como la

"administración

de

justicia"

y

la

policía

-que

para

Hegel,

también forman

parte

de

subilrgerlische

Gesselsha.¡t-,

so¡

situados

por

Gramsci en otras

esferas

del

ser

social:

el

primero

en

lo

que

él

ilama

"sociedad

económica",

y

las otras

dos

en

la esfera

de

la

"sociedad

política"

(o

del Estado

stricto sensu). En

consecuencia, ese

retomar

parcial

de

Hegel

por

Gramsci, se

refiere

sustancialmente a

los

"aparatos

'privados'

de hegemonía",

que

son la

base

fundamental

de su

noción

específica

de

"sociedad

civil".

2.

Rousseau

y

la

voluntad

general

Rousseau,

partiendo

de

un

punto

de

vista no liberal, fue

el

primer pensador

moderno

que

insistió en la idea de

que

una

sociedad solo

es legítima,

cual-

quiera

que

sea

su forma

de

gobiemo,

cuando

se

funda en

la

voluntad

general,

en

el interés

común

o en

la

soberanía

popular

(tres

términos

que

son,

en

é1,

prácticamente

sinónimos). El

pensador

ginebrino

fue un

duro crítico

del

liberalismo. En

el Discurso

sobreladesigualdad,lean-lacques se

opone

con

aspereza

a ia

sociedad fundada

en la

propiedad privada, que

él

llama

"société

civíle",pero

enla

cual

podemos

distinguir con

claridad

los

trazos esenciales

de

la

sociedad

mercantil-burguesa,

entonces

en ascenso. Rousseau

procura

demostrar

que

la raíz de

la desigualdad

está en

la

división

del trabaio,

en

la

propiedad

privada

que

la

acompaña, en

los

conflictos

de intereses

y

en

el

egoísmo

que

emergen

necesariamente

de

la

acción

del mercado.?'En

este

su segundo

Díscurso, Rousseau

denuncia de

forma

implacable los mitos

de la economía

política

liberal,

en

particular

en la

versión

que

les

da

Adam

Smith, quien añrma

que la

búsqueda del interés privado llevaría,

a

través

de

la acción

espontánea del mercado, a

la

generación

del

bienestar común.

Para Rousseau,

por

el

contrario,

si hay una

"mano

invisible"

en el

mundo

del mercado,

ella conduce no al bienestar

general,

sino a

la

desenfrenada

lucha

hobbesiana

de

todos contra todos,

a

la alienación

y

a la desigualdad.

Rousseau,

sin embargo,

va

todavía

más

leios en

su

crítica:

no

se limita

a combatir

los

mitos económicos

del

liberalismo, sino

que

critica

también

las

ilusiones

políticas

del

contractualismo liberal.

En

el segundo Discur'

so,

al

describir

las

vicisitudes

del

proceso

de

socialización,

]ean-Jacques

demuestra

que,

en

determinado momento

de su evolución rumbo a

Ia

r7z

J. J,

Rousseau, Discours sur

l'origine

et

Ies fondements

de

l'inégalité

parmi

les

hommes,

en

id.,

Oeuvres

complétes,

cit.,

pp.108-237.

civilización,

los hombres

hacen

un contrato.

Ese

contrato,

exactamente

como

lo

que

Locke

nos

describe en

el

Segundo

úando

sobre el

gobierno,

riene

como

finalidad

precipua

la

garantía

de

la propiedad

privada.

Sin

embargo,

al

contrario

del

filósofo

liberal

inglés,

que

defiende

ese

ripo

de

contrato,

Rousseau

subraya

con crudeza

su falta

de

legitimidad:

en

verdad,

precisamente

porque

se

encamina

apenas

a

proteger

intereses

privados,

esa

modalidad

líberal de

contrato

termina

por

beneñciar

solo

a

los

que

tienen

propiedad,

consolidando

así

la

desigualdad

social

y generancto

ra

opresión

política

de

los

"ricos"

sobre

los

"pobres,,.

Aunque no

disponga

de

un

concepto riguroso

de clase social,

tanto

que

habla

de

,,ricos,,

y,.pobres',,

Rousseau

ciertamente

anticipa a Marx

al revelar

la naturaleza

de clase del

Estado,

inclusive

del Estado

fundado

por

(y con

base

en) un

contrato

de

tipo

liberal.

Es

por

eso

que

se puede

decir

que

el

segundo

Discurso

p'rese[ta

una

crítica

demoledora, no

solo

de la

economía

po[ífica

burguesa, sino también

de

toda

la

tradición

del

contractualismo

liberal

que

se

inicia

con Locke.

Pero

es

obvio

que,

al criticar ese

tipo de

contrato,

Rousseau

no abandona

el

paradigma

contractualista, tanto

es así que

escribe,

algunos

años

después

del

Discurso,

su

obra maestra

sobre

El

con¿rato

social,

dedicado

precisamenre

al

examen

de

un

pacto

legítimo.

Ese nuevo

libro

me

parece que

consriruye la

pars construens

del sistema

rousseauniano,

que

tiene

en

los dos

Disc¿¿rsos

stJpars

destruens:

después

de criticar

con

dureza

a

la

.,sociedad

civil,, cle su

tiempo

en esos

dos

Díscursos,

trayendo

a

la

luz

sus

dilaceradoras

contra-

dicciones

y

los

callejones sin salida

que

la conducen

inevitablemente

a

la

creciente

desigualdad

y

flnalmenre

al

desporismo,

Rousseau irá a

proponer

en

el

Contrato otro

tipo de sociedad, una

sociedadlegírima,

adecuada

a las

potencialidades

del

hombre

social,

(y

es

importante

destacar,

de

pasada,

que,el

contrario

de

los liberales,

|ean-|acques

nos

habla de una

sociedacl

y

no solo

de

un

gobierno

legítimo).

Ese

orden

legítimo también

se

funda

en

un contrato,

pero

ahora

en

un

tipo de

contrato

radicalmente

diverso

de

aquel

propuesto

por

Locke

y

por

los

otros liberales,

o

sea,

disrinto

de

aquella

modalidad

que

Rousseau

ya

había caracterizado,

en

el segundo

Discurso,

como responsable

de

un

pacto

claramente

inicuo.

El

pacto

defendido en

el

contrato social no

tiene

en la

mira,

baio

la

falsa

coberr.ura

de la

protección

de

prerendidos

"derechos

naturales",

ia

propiedad

privada

(por

el

contrario,

él somete

la

propiedad

al interés colectivo).

En

otras

palabrasi

el

contrato

rousseauniano

no riene

como punto

de

partida

y

cle

ltegacta

la

protección

de

los

intereses

privados

de

los contratantes.

Al

contrario, ese

contrato

so-

cial

-ahora

legítimo- se manifiesta

en la

creación

de

una

voh,mtad

general,

que

tiene

como

base

cl intcrés cor.núrn,

y

es el

presu¡rueslo

srrirjetivo

dc

lri

soberanía

popuiar.

A través de tal

contrato,

cl pueblci

se

coltstiruye comc)

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I

I

¡

l

l

l

pueblo,

gestándose

así como suieto

colectivo;

y

lc

que

mueve

a

ese

suieto

es

precisamente la

voluntad

general,

o sea, una

voluntad

que

tiene como

móvil.

no una suma

de

intereses

particulares

o

privados, sino el

interés

común

de

Ia

coiectividad.

Lo

que

caracteriza

1a

posición

democrática

de

Rou§seau

con

exactitud

esto:la

añrmación de

que

solo es

legítima

una

sociedad

fundada

en

la

soberanía

popuiar,

en

la

construcción de

un suieto

colectivo

que,

con

base

en

la

voiuntad

generai,

actúa

según

el

interés

común,

subordinando

a

ese

últirno

los

intereses

puramente

privados.

Me

gustaría retener, así, de

la

reflexión

de

Rousseau,

la idea

de

que

Io

tlemocracia

está

orgánicamente

articulada

conla

idea de contrato. Ahora

bien,

quien

dice contrato

dice

también

consenso,

o sea,

dice

que

los

indi-

viduos

se

organizan

en suietos

colectivos

con

base

en

el

consenso,

en

la

volun¡ad libre.

Y

aquí

ya

podemos

indicar

una

primera aproximación

entre

el

contrato legítimo

de Rousseau

y

el

concepto

gramsciano

de

hegemonía:

como se sabe,

ia

hegemonía

es

concebida

por Gramsci

como

una

relación

que

se

construye

con

base

en el

consenso

y

no en

la

coerción.

Pero

también

es

fundamental

retener

de

la

reflexión

rousseauniana

la idea

de

que

existen

diferentes

tipos de

contrato;

ahora bien,

para

|eanJacques,

el

contrato que

funda Ia

democracia

no

es

-

para

usar

las

expresiones

de

Gramsci

-

aquel

que

se

apoya

en

los

(y

legitima

los) intereses

"económico-corporativos",

o

"egoístico-pasionales",

sino,

por

el

contrario,

aquel

que

crea el espacio

de

una esfera

púbtica

centrada en Io

"ético-político",

en la

universalidad,

en

el

interés

colectivo.

Aun más, el

contrato

propuesto

por

Rousseau,

fundado

en

la

voluntad

general

y

en

la soberanía

popular,

lleva en última

instancia

a la

idea

del atitogobierno;

no

es otra

la

posición

de

Gramsci

cuando, al

defi.nir

el

comunismo

como

"una

sociedad

regulada",

dice

que

en

ella los

aparatos

coercitivos

del

Estado serán

absorbidos

de

manera

progresiva

por

los me-

canismos

consensuales

(o

contractuales)

de Ia

sociedad

civil. Por

otro

lado,

en ambos pensadores, la

democratización radical

de Ia

sociedad

puesta

como incompatible

con el capitalismo:

en

tanto

Rousseau

dice

que,

en el

orden legítimo

que

éi

propone,

nadie

puede

ser

tan

pobre

hasta el

punto

de ser

obligado

a venderse

(o

sea,

a convertirse

en

trabaiador

asalariado),'7

Gramsci

está

convencido de

que

la

"sociedad

regulada"

solo

puede

surgir

después

de

la extinción

d,e las clases

sociales.

Pero,

a

pesar

de su

extraordinaria

lucidez

y

apertura

hacia

el

futuro,

el

pensamiento

de

Rousseau

no está

exento

de

limitaciones

y

ambigüedades,

que

resultan

esencialmente

de

su

peculiar

condicionamiento

histórico.

La

principal de

esas

limitaciones,

por

lo

demás

ya

indicada

por

Marx

en

tll

l.l.

Rousseau,

Du contrat social, cit,

p.39

La

cuestión

judía"o

(en

Ia

que

se

traba

una

polémica

explícita

con

las

ideas

de

Rousseau

y

de

sus

discípulos

jacobinos),

es

el

hecho

de

que

el

auror

del

Contrato

socíal

presupone

la

voluntad

general

como

algo

que

se

contrapone

drásticamente

a

las

voluntades

particuiares y,

en

el límite, Ias

reprime

(los

hombres, dice

Rousseau, deben

ser

"obiigados

a

ser

libres",

esto

es,

a

actuar

según

Ia

voluntad

general).

En

otras

palabras:

para

Jean-Jacques,

la

voluntad

general

no es

un

potenciamiento

o una

profundización

de

las

voluntades

paniculares,

sino

su

opuesto,

de

tal modo

que

Ios

individuos

deben

deiar

de

lado

(o

reprimir)

su voluntad

particular

en

caso de

que quieran

actuar

efectivamente

según la

voluntad

general.

Valiéndome metafóricamente de

un

conocido

concepto de Freud,

diría que,

en la

obra

de Rousseau,

es

como

si

la

relación

entre

la

voluntad

general,

entendida como un

"super-ego",

y

la

voluntad

particular,

tratada como

un

"inconscienre"

rebelde, fuese una

relación

de

represión

o

refrenamiento

del

segundo

por

el

primero.

Ahora

bien,

como

también

dice Freud,

lo

"reprimido"

retorna,

y,

cr,rando

1o

hace,

ello

ocurre

por

medio

de la neurosis,

dei

quiebre

de

la

personalidad.

Hablando

menos

metafóricamente,

podríamos

decir, ahora

con

términos

caros

al

joven

Marx,

que

-aunque

coloque

de manera enfática

al citoyen

por

encima delbourgeois-

el sistema

rousseauniano

reconfirma

la dila-

ceración

del

hombre

entre esos dos

polos

de

una diiotomía

insuperable.

Y

esa

dicotomía se

reproduce

en

Rousseau

porque,

aunque

él comba¡a

al

capitalismo

y

la desigualdadde las

propiedades,

no fue

capaz

de trascender

el

horizonte de

la

propiedad

privada:

el

punto

de

vista a

partir del

cual

iean

facques

condena

el capitalismo,

no es

el punto

de

vista

de

la clase

trabaiadora

moderna,

del

proletariado,

sino el

punto

de

vista

del

pequeño

campesino

y

del

artesano,

que

-en

la época

de Rousseau-

veían

sus

condiciones de

vida

destrozadas

progresivamente

por

el

impetuoso avance

del

modo

de

producción

capitalista.

La base económico-social

del

orden democrático

propuesto

por

Rousseau,

no implica

la

socialización

de la

propiedad,

sino

su divisiónigualitaria

(que

es

para

él

una

condición

necesaria,

pero

también

suficiente,

para

la

emergencia de

la voluntad general):

nadie debería

tener

propiedad

en exceso

o

ser

completamente

desprovisto

de

ella.

Pero

resta

el

hecho de

que

la sociedad

legítima

propuesta

por

Rousseau,

continúa

te-

niendo su

base

económico-sociai

en

la

propiedad

individual

y,

de ese modo,

en

una

economía mercantil,

que,

con Marx,

podríamos

llamar

"economía

mercantil simple",

o

sea,

todavía

precapitalista.

;;

;.

;.;;, ;; :,;;;;;,;;r,

en K

Marx

y

F

Ensers,

La sasrada

t'amítía,

ed.

cir.

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I

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ii

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I

1

 

El carácter

utópico

de

ese momento

anticapitalista

románticorTs

presente

en

Rousseau,

no

anula ni

la

grandeza, ni la actualidad de

su

propuesta

de-

mocrática,

pero

introduce en ella las

limitaciones

y

ambigüedades

a

que

me

referí:

una sociedad

mercantil,

aunque no capitalista

(como

Ia

que

él

propo-

ne),

lleva

a la

conserváción,

y,

en su

extremo, al fortalecimiento

del interés

privado,

o sea, hace

que

los

miembros de la

sociedad,

en

la reproducción

de

su

vida material,

sean obligados a actuar según

intereses

contrapuestos

a

aquelios

que

tienen ei deber

de

poner

en

práctica

en

cuanto ciudadanos

que

actúan

en

la esfera

pirblica,

(además

de

eso,

no

se

debe

olvidar

que,

luego

de

un

cierto

nivel

de

generalización

de las

relaciones

de

mercado,

es imposible

impedir

la

transformación

del

modo

de

producción

mercantil

simple

en

modo

de

producción

plenamente capitalista). Por

más

que el "super-ego

citoyen",

en el

orden legítimo de Rousseau,

tenga por

misión

refrenar ese

momento

bourgeois"inconsciente" del

interés

privado,

el

hecho es

que

ese

"¡efrenado"

tencierá,

más

tarde

o

más

temprano,

a

"retornar",

bloqueando

así

la efectiva

manifestación

de la

voluntad

general,

o

sea,

para

continuar

con

nuestras

metáforas

freudianas, del sano

"ego"

colectivo

de Ia

ciudadanía.

De

ese

modo, la

propuesta

democrática

de Rousseau

es

susceptible

de

las

mismas

críticas

a

que

puede

ser sometida

la

ética

kantiana del

"impe-

rativo categórico", la

cual

opone

radicalmente la

razón

(universal)

al

interés

(particular).

(No

me

parece casual,

pues,

que

Kant

haya

sido un admirador

de Rousseau,

aunque

de

un

Rousseau desprovisto

de su

dimensión espe-

cíftcamente

clemocrática.).'76

Y

es

precisamente

en

ese

sentido

que

Marx,

en

La cuestíón

judía,

critrca

la

utopía

de

los

iacobinos,

fieles

discípulos

de

Rousseau,

demostrando

que

la

tentativa

de

poner

al

citoyen

por

encima

del

bourgeois

-pero

conservando al mismo tiempo

las

condiciones

que

reproducen

a

este

último en la

vida

real-

conduce a un

calleión sin

salida,

que

termina por lievar

al

retorno

de

la sociedad burguesa

y

al

consecuente

colapso

del

ciudadano:

un

movimiento

que, por

lo demás,

se

manifestó

con

claridad

después

del

triunfo

de

la reacción

termidoriana

sobre

los

iacobinos.

Por

otro

lado,

esa radical

contraposición

entre voluntad

particular

y

voiuntad

general,

lleva a

Rousseau

a

prestar

poca

atención

-por

decir

lo

mí-

nimo-

a

ia

cuestión

del

surgimiento

del

pluralismo

en Ia

sociedad

moderna.

|ean-Jacques,

como

se

sabe,

condena de

manera explícita

la

presencia

de

Utilizo

aquí el concepto

de

"anticapitalismo

romántico"

en el sentido

que

le

es

atribuido

por

Ceorg

Lukács.

Cf.,

en

particular,

El asalto

a la

razón, ed. cit.

Ciertamente,

hay una importante diferencia

entre

Rousseau

y

Kant,

que

recuerdo aquí

solo de

p,:sada:

el

autor

del Conrrata social

insiste

en

que

la voluntad

general

no se

opone

al interés en

cuanto

tal,

sino

solamente al

interés

particular,

basándose,

por

el

contrario, en el

interés común.

asociaciones

particulares

en

el

seno

de

la

sociedad

legítima: él

supone

que

tales

asociaciones,

en

la

medida

en

que

crean

su

propia voluntad

"general"

(o,

con

más

precisión,

su

voluntad de

grupo,

corporativa),

bloquean,

con

eso,

la

posibilidad

de

surgimiento de

una

efectiva

voluntad

general,

"ético-

política". Ciertamente,

Rousseau

también

advierte

que,

si

tales

asociacio-

nes

se

revelaran inevitables, entonces ellas

deben

existir

en

gran

número;

pero

eso

tampoco resuelve

el

problema, ya

que

él

no discute

ei

modo

por

el

cual

esa

multiplicidad de

voluntades

de

grupo podrían articularse

con

1a

voluntad

general,

razón

por

la cual se

puede

suponer

que

existirían

entre

ellas

los mismos

problemas

"freudianos",

que ya

ano[é

en la

relación

entre

voluntades

singulares

y

voluntad

general.

Permanece así,

a

lo

largo

del

Con-

trato,

la

presuposición

de que la

voluntad

general

es,

en

última

instancia,

algo incompatible

con

el

pluralismo y

con

Ia

diversidad.

A

pesar

de

esas

limitaciones,

es importante

destacar lo

que

me

parece

fundamental

en la

reflexión de Rousseau: la

democracia tiene como fundamento

un contrato,

o

un

consenso,

cuyo

presupuesto

y

cuyo resultado

son

la

volun'tacl

general

o

colectiva,

o

sea,

la

prioridad

de Io

público

sobre lo

privado.

3.

Hegely

las determinaciones

de la voluntad

Una

propuesta

de

superación de esos

límites

del

pensamiento de

Rousseau

(aunque,

como veremos,

acoplada al

abandono

de

algunas

de

sus

principales

conquistas

teóricas)

aparece

en

la

obra

de

Hegel. En

su

iuventud,

el

pensador

alemán

estuvo muy

próximo

de

la

problemática

de Rousseau:

en

sus

escritos

del

período

de

Berna,

por

e¡'emplo,

Hegel

propone

restaurar,

como

remedio

para

las

rupturas

y

alienaciones

que

también nota en

el mundo

moclerno,

una domunidad

no muy distante

del modelo

griego,

que

es también,

como

se

sabe, el

paradigma adoptado

por

Rousseau.

No obstante,

ya

en

los

ma-

nuscritos del

período

de Frankfurt

(pero

sobre

todo en

los de

|ena),

Hegel

percibió

que

el

mundo

moderno, al

contrario

del

mundo

de la

Grecia

ciásica,

se

caracterizaba

por

la

posición

central

que

en él

ocupa

la

particularidacl,

o,

con más

precisión, por el surgimiento de

una

esfera

social

desconocicla

en

la

antigüedad.

Bajo la

influencia

de la célebre

obra

de

Adam

Fergttson,

Hegel d.io

a

esa

nueva esfera

el

nombre

de

"sociedad civil"

(o

bíirgerlische

Gesellshaft),

que

es

para

él el verdadero

reino

de

la

particularidad'

Hegel

observa

que,

en

tanto

la

irrupción

de la

particularidacl destrozaba

la

bella

eticidad

comunltaria

del

mundo

griego,

como Platón

habÍa

percibido con

agudeza

y

temor, la

e¡icidad de la

época moderna,

por

el

contraúo,

contiene

como momento

constitlrti\/o

e ineliminable,

la'plena

exlllicitación

de

csa

particularidad.

Ese mayor ámbito de actuación

de

Ia

particr.rlaridad

es,

por

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.,i

t.

i'

lo ciemás,

una de

las

condiciones de

aquella

libertad subietiva

universal

que,

para Hegel,

constituye

el atributo

característico

de la época

moderna,

que

él

liamó

"geimánica

cristiana".

Mas

Hegel

no se limita

a

esa

añrmación

del

papel

positivo

de la

particu-

laridad en

la

era

moderna, caso

en

que

sería

pura

y

simplemente un

liberal.

En su

ñlosofía

política,

por el contrario,

busca conciliar

esa

libertad

de

Io

particular

con

la

prioridad

de

lo

público

sobre

Io

privado,

o,

en otras

pala-

bras,

busca conciliar

(o

sintetizar

dialécticamente)

esa

expansión

moderna

de

la

particularidad con

el ideal

comunitario

de la

polis

griega.

De

modo

diferente

cle

Rousseau

y

en

la

línea de

los liberales,

Hegel se

dio

cuenta

de

que

la

represión

de la

particuiaridad

se había vuelto

incompatible con

el Zekgeist

de

Ia

modernidad;tzz

la conservación

de

una

esfera

de libertad

indiviclual, tanto

en el

nivel objetivo

del derecho abstracto

y

de

la

moralidad

subietiva,

cllanto

en

el reino de

la

"sociedad

civil"'

le aparece

como

condi-

ción

necesaria

para

el

desarrollo

pleno

de las

potencialidades

propias

de

la

modernidad.

Condición

para

éI necesaria,

pero

ciertame

nfe to

suficiente:

yendo

más

allá

de

los

liberales

y

en

esto

convergiendo

obietivamente con

Rousseau,

Hegel

propone

la

creación

de instancias

universalizadoras

que

superen

dialéc¡icamente

(o

sea,

que

conserven, eliminen

y

eleven

a

nivel

superior)

esa esfera

de la

particularidad,

sobre

todo

la

"sociedad

civil". Por

lo

demás,

y

también

aquí en

oposición

a

los

liberales,

Hegel

indicó

con

bastanre

agudeza

las

contradicciones

estructurales

de

esa

"sociedad

civil".u8

Para

é1, sin

embargo,

esas contradicciones

(aunque

ineliminables)

podrían

ser arenuadas

mediante

la

subordinación

de

|a sociedad

civil

al Estado,

lo

que

implicaría

en él

no

una represión

freudiana,

sino

una

superación

(Au'

fhebung)

de

las voluntades

particulares, o

"social-civiles",

en Ia

voluntad

universal

o

"estatal".

Para

dar

expresión

conceptual

a esa superación

y,

al

mismo

tiempo,

para

legitimar

Ia

prioridad

de

lo público

(o de

lo

universal)

sobre

lo

privado

(o

parricular)

-

iegitimación

que,

como

vimos,

es [a

meta

esencial de su

teoría

Hegel,

colocándose

en

el

horizonte

de

la

burguesía

y

viendo

en

la

sociedad

capitalista

posnapoleónica

el

"ñn

de

la

historia",

fue

llevado a

identificar

de modo abusivo

esa

esfera

de la

particularidad y

de

la

expansión de

la

individualidad con

el

reino del

mercado

capitalista.

En

ese

punto,

lector atento de

Adam

Smith

(que

le

proporcionó

la base de

su

específica

concepción

de la

"sbciedad

civil"),

Hegel ciertamente capituló

ante la

ideología

liberal, lo

que,

como

vimos,

no

ocurrió

con

Rousseau.

Pero se

debe resaltar

que, para

Hegel,

la

"sociedad

civil",

la

esfera

de

la

particularidad

desarroll¿da,

no

es

tod¿vía

el Estado, o sea,

la verdadera

dimensión de

la

universalidad.

Por

esc, él

repiueba a

"muchos

teóricos

modernos

del

Estado"

(los

litrer-ales)

por

haLrer

promovido

esa

confusión

(C.

W. F.

H

egel,Crundlinien

der

Philosophie

des

Rechts, Frankfurt

am

Main, Suhrkamp,

1995,

p.338).

del

Estado

-,

Hegel elaboró

un

concepto

fundamenral

para

ei desarrollo

de

la

ñlosofia

política

moderna, el concepro

de Sixlichkeit.

que

podría

ser

traducido

como

"moralidad objetiva", "vida

érica"

o

(1o

que

me

parece

más

adecuado)

"et'c'dad".re

Porque

viven

en

comunidad, 1os hombres

constru-

yen

determinados

valores,

determinadas

normas

de

conducta,

que

reguian

y

organizan

su acción interactiva,

prestando

un contenido

concreto a sus

elecciones

individuales

(las

cuales,

en

la

esfera

de

ia

moralidad,

son

todavía

formales

y

abstractas).

Manifestándose

de

modo

rodavía

natural

en la

familia,

y

de

forma

inconsciente

y

apenas

embrionaria

en

ia sociedad

civi1, la

eticidad

encuentra

en el

Estado

-

y

en

el

Estado

entendido no

apenas

como

esfera

particular

entre otras,

no

apenas

como

"gobierno",

sino

como

Ia totalidad

orgánica

de las

varias

esferas

de la

vida

social,

como

manifestación

concreta

del

"espíritu

objetivo"

-

su

figura

efectivamenre adecuada.

Con ese

concepto de

eticidad,

Hegel

pretendía

determinqr

(o,

en

otras

palabras, dar su dimensiór'

concreta)

a la

noción

de

voluntad

general,

la

cual,

en Rousseau,

como vimos,

permanece

todavía

abstracta

y

formal,

precisamente

en

Ia

medida

en

que

excluye

de sí, como

antinómico,

ei

momento de las

voluntades

particulares

y

de

los intereses

individuales.

En

efecto,

por

tener

como

presupuesto

apenas

la

decisión subietíva

de

poner

el

interés común

por

encima

del

interés

particular

-

un

movimiento

al

cual

elContrato

social, en

Ia línea

de

Montesquieu,

llama

"virrud"-,

lavoluntad

general

rousseauniana

está suieta

a

las

mismas

cíticas

que

Hegel

dirige

al

formalismo

abstracto de

la

moral

kantiana

del

"imperativo

caregórico".

Con

el

concepto

de eticidad,

con la

añrmación

de

que

los valores

y

las

normas

surgen de

manera

obietiva de

la

vida

social

interactiva,

Hegel

intenta mos-

trarnos

que

la voluntad

general

(o

universal)

no es el resultado

de

la

acción

de

voluntades singulares

"virtuosas",

sino

que

es,

por

el

contrario,

una

realidad

que,

de

cierto modo,

antecedey

determinalaspropias

voluntades

singula-

res. Por

tanto, para

Hegel,

esa

voluutad

general

no resuita

de

un contrato

entre

voluntades individuales,

sino que

es una realidad ontológico-social

obieriva,

un

producto que

resulta

del

desarrollo

del

propio

"Espíritu",

o

sea,

de Ia

historia. Por eso,

enlafilosofia

del

derecho, Hegel no

titubea en

decir:

"Contra

el

principio de

la

voluntad

singular,

se debe

recordar

el concepto

fundamental, o sea,

que

Ia

voluntad

obletiva

(universal)

es

1o racional

en

en su

concepto, sea él

reconocido

o

no, por

la

voluntad

singular,

y

sea

o no

sea

deseado

por

el

querer

de

esa".'8o

Para la

formul¿ción madura del

concepto

hegeliano

de

"eticid¿d".

cf.,Hegel,Crundlinien,

ed.

cit.

p.

z9z ss.

lbid.,

p.

z6o

179

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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183

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L

Lo

que

Hegel

pretende

decir con

eso

es

que

la

voluntad

universal

es

en concreto

-obietivamente-

determinada. Esas

determinaciones

ya

están

pianteadas,

en

gran parte,

en el

nivel

de

la

propia

"sociedad

civil,,.

Para

Hegel,

la

sociedad

civil es

el "sistema

de

la

atomística":

aunque

cada cual busque

en

ella

su

interés

puramente privado,

la

división

del

trabajo

que

así

se

establece

crea

un

"sistema",

con

lo

que

la

satisfacción

de

ias carencias

de

cada individuo

depende del

trabalo

del

otro.

Y

más:

como

el

trabaio está

dividido por

ramas,

cada

rama

desarrolla

intereses

particulares

propios,

lo

que

la

lleva

a constituirse

como

corporación,la

que

tiene

por

objetivo

defender el interés común

de sus

integrantes.

El

sistema

de

las

corporaciones

es un importante momento

de

Ia

"sociedad

civil"

hegeliana;

y

es

bastante signiñcativo

que

él

diga que

es

a

través

de

las

corporaciones

(o

sea,

de

un suieto colectivo)

que

la eticidad

penetra

por

primera

vez

en la sociedad

civil.'8'

La

corporación, así, es

una

de las

principales

mediaciones

a través de

las

cuales

Hegel

busca

determinar

la

relación internaerrtrelavoluntad

singular

cle

los

"átomos"

de la sociedad civil

y

la

voluntad

uníversal

que

tiene

su

verdadera

realización

en

el Estado. En

otras

palabras,

entre

esos

dos niveles

de la

voluntad

surge

como mediación consciente

la

voluntad

particular

(ya

relativamente

común)

encarnada en las corporaciones. Por

tanto,

leios

de

ser

un obstáculo al

surgimiento

de la

voluntad

general,

como en

Rousseau,

las

"asociaciones

particulares"

-las

"corporaciones"-

son en

é1, un

momento

fundamental

del

proceso

de

uníversalizacirin de

la

voluntad.

En

el

autor

de

\a Filosofia

del

derecho,pues,

no hay

una

relación antinómica entre

voluntad

singular

y

voluntad

universal,

en

la cual la segunda reprima

o

refrene

a la

primera,

sino

que

existe,

por

el

contrario, un

movimiento

dialéctico

por

el

cual la

voluntad singular de los

individuos,

a través

de la

voluntad

particular

de las

corporaciones,

es

auJheben-

esto

es,

conservada, eliminada y

ele-

vada

a un

nivel

superior-

en

la

voluntad

general

de

la

colectividad

estatal.

El

individuo,

al

hacerse

miembro

de

la

corporación, se

capacita

para

ser

ciudadano

del Estado,sin

deiar por

eso

de

orientarsetambiénpor

suinterés

individual,

sino reconociendo

que

la

satisfacción de

ese interés

individual

pasa

por

la

articutación de

éi

con los

intereses

particulares

(de

la

corporación)

y

universales

(del

Estado). No hay aquí, como

en Rousseau,

un movimiento

de

represión de ia voluntad

singular

por

la

voluntad

universal

(o

general),

sino

una

potenciación

dialéctica, una mediación

inmanente en el

interior

clel campo de

una misma

y

única

voluntad.

Por 1o demás, al

concebir

una

voluntad universal

que

conserva

(en

el

mismo momento en

que

supera)

Ias

18r Para

los conceptos

hegelianos

de

"sociedad

civil"

y

de

"corporación",

cfl,

ibid,

p.339.

voluntades

singulares

y particulares,

Hegel

puede

concebir un

Estado

que,

sin

dejar

de

orientarse por

Ia

toralida

d, no

tiene nada

cle totalitario:

en

la

exacta

medida en

que

es una

totalidad.

concreta-

esto

e§, diferenciada

-,

el

Estado

hegeliano

es

necesariamente

un Estado

pluralista.,s"

Forzando ia

lerra,

pero

con

f,delidad

al espíritu

de

la

reflexión

hegeliana,

incluso

po-

dríamos

decir

que

estamos

delante

cle

una

propuesta

de Estado

en la

cual

la

hegemonía

(o

predomino

de

la

universalíclad

o de

lo ptibtico)

se

artíctLla

orgánicamente

con el

pluralismo (conla

conservación

y

el clesarrollo

cle

las

particularidades

y

de

las

díferencias).

Esa

tentativa

hegeliana

de determinar

concretamente

la voluntad uni-

versal

-tentativa

de

la cual he

dado

aquí,

al

hablar

de las

corporaciones,

apenas

un

eiemplo

-

es

no solo

un paso

al

frente

en

relación

cor-r

Rousseau,

sino

también una decisiva conrribución

del ñlósofo

alemán

para

una mo-

derna

teoría

de

la democracia

y

del

Esrado democrárico.,si

pero,

al

mismo

tiempo,

hay

importantes

puntos

en

los

cuales

Hegel,

en

Io

que

se

reflere a la

cuestión

de

la

democracia,

retrocedq

en relación

con

Rousseau.

No

quiero

detenerme

aquí

en los muchos puntos

en

que

Hegel

se

aparta

cle

forma

explícita

de

una

posición

democrática

(negación

de

la soberariía

popular,

deducción

pseudo-dialéctica

de

la

necesidad

un

monarca hereditario,

asamblea

legislativa

bicameral

formada

por

los nobles

y

por

las

corporacio-

nes,

etc.).'8¿

Me

parece

más importante

llamar

la

atención hacia

un asunto

de

fondo:

en

su

justo

empeño

por

superar

la

abstractividad

y

el moralismo

ciertamente

presentes

en la concepción

rousseauniana

de la

volunrad

ge-

neral,

por

atribuir

a

la

voluntad

universal

un espesor

concrero

y

objetivo,

Hegel

fue llevado

a abandonar

la

dimensión

conrracrualista

que

está

en

el

centro

de la

propuesta

democrática

de Rousseau.

Es como

si,

para

superar

el

suUjetivismo

que

apunta en la

reflexión

del

pensador ginebrino,

Hegel

Una eficiente

crítica

de

Ias

posiciones

que

atribuyen a Hegel

una concepción totalitaria

del Estado,

puede

ser

leída

en

Herbert

Marcuse,

Reason and

revolution. Hegel

and

the

rise

ofsocial

theory,

New York, The

Humanities

press,

1954.

pero

t¿mbién

confróntese,

entre muchos

otros,

Eric Weil, Hegel

et

l,État,

p¿rís,

Vrin,

r95o;

Shlomo

Avineri,

Hegel's

theory

ofmodern State,

Cambridge

University

press,

r97z;

Domenico Losurdo,

Hegel

la Germania.

Milano, Cuerini, t99Z

lncluso

h¿sta

para

uná

teoría socialista

de la

democracia

y

del

Estado.

Recordemos,

por

ejemplo,

lo

que dijo

el

gramsciano

pietro

Ingrao:

,,Hablamos

hoy

de hegemonía

y

pluralismo.

Más

precisamente:

hegemonÍa

de

la clase obrera

en el

pluralismo: batalla

por

una

hegemonía

obrera

que

se desarrolle

en

el

pluralismo.

Es

una

fórmula

que

no

se

limita a

indicar

una dirección de

la

clase obrera con

base en

el consenso:

es una

fórmula

que ya

alude a una

precisa

forma

política

y

estatal del

consenso".

(p

lngrao,

Masse

e

potere.

Roma, Riuniti,

tgll,

l.

>4o).

Eljoven Marx indicó

muchos

de

esos

aspectos

ant¡democr.iticos

de

Hegei en sLr

(.rítita

de la

filosofía

del Estado de Hegel,

ed.

6¡¡.

i¿|4

-113-

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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hubiera

caído

en

un obietivismo

igualmente

unilateral,

dejando

de

lado

la

dimensión

intersubjetivade

la acción

humana'

Como

se

sabe,

Hegel

fue un

duro

crítico

de la

teOría

contractualista

del

Estado;

para

éI,

sería

un

grosero

equívoco

valerse

de un

instituto

de

derecho

privado,

de

algo

subletivo

como es

el

contrato,

para

explicar

una

realidad

pública, obietiva

y

universal,

o

sea,

el Estado''8s

Eso

implicaría

l3

consecuencia,

que

a Hegei

Ie

parece

absurda,

de

que

ios

individuos

podrían,

rompiendo

el

contrato,

d.isolver

el

Estado:

consecuencia

tánto

más

absurda

cuanro

se sabe

que,

para

Hegel,

los

individuos

solo

existen

en ely

a

través

¿lel

Estad,o,

en la

exacta

medida

en

que

ese último,

en

cuanto

totalidad,

es

para él

-qr.re

e.n

eso

retoma

la

lección

d.e los

griegos

y

se

aparta

con

claridad

,

áe

tos liberaies-

algo

anrerior

y

superior a

tos

individuos

que

Io

integran.

Ese

rechazo al

contrato

como

medio

para

explicar

la

génesis

del

Estado,

lleva

al

pensador

alemán,

por Io

demás,

a

contraponerse

expresamente

a

la idea

de la

soberanía

popular d.el

sufragio

universal

e igualmente;

para

é1,

los

ciudadanos

de

un

Estado

deberian

opinar,

pero no sobre

Io

general, y

sí,

solamente,

sobre

las

cuestiones

particulares

que

les

atañen

directamente.

por

eso,

él

propone

que

los

ciudadanos

sean

representados

políticamente

no

por una

asamblea

legislativa

elegida

por

todos

en tanto

individuos

con

clerechos

iguales

(un

principio

que

ya

había

sido

aflrmado

por

la

Revolución

francesa),

sino

por

dos

cámaras

formadas

respectivamente

por

los

nobles

y

por

las

corporaciones.'86

Hegel

estaría

en

1o

cierto,

me

parece, si afirmara

que

es

un

equívoco

consid.erar

Ia sociedad

en

su

coniunto

como

fruto

de un contrato

entte

individ,uos.

Aunque

resulre

de

las

múltiples

posiciones

teleológicas

de sus

inregrantes,

la

sociedad

como un

todo

no es

fruto

de Ia

acción

colectiva

conscientede

los

hombres

-lo

que

Hegel,

además,

sabía

muy

bien, aunque

hubiera

atribuid.o

a

un mítico

"Espíritu",

que

usaría

"astutamente"

Ias ac-

ciones inclividuales

en

favor

de

sus

metas, el papel de

suieto

y

dB telos

del

proceso histórico

global.'e Pero

eso

no signifi.ca

que

determinadas

esferas

.,La

naturaleza

d

el Estado

no

es

el resultado

de

un

contrato,

ni de

un contrato

de

todos

contodos,nideuncontratodetodosconelpríncipeoconelgobierno'Lainserción

de

esa

idéa de

contrato

y

de

las

relaciones

de

propiedad

privada en

los

problemas

atinentes

al

Estado

produjo

las más

graves confusiones

en

el

derecho

público

y

en

la realidad

[...]

EI

Estado

no tiene

su

fundamento

en un

contrato,

ya

que

ese

último

presupone el

libre

arbitrio".

(C.

W. F. Hegel,

Crundlinien,

cit,

pp' 157

y

159)'

De

cualquier

modo,

no

se

debe olvidar

que

Hegel

defendía

el

principio

de

la representación

-,

unqua

brio

form¿s

anaci ónicas

-

en una

Prusia absolutista

gue lo negaba

con

énfasis'

f

f., sotrre

es.,

(-,.

E,erieschi,

"li

pe¡.lsierc

polii¡.o

e

giuridrco",

en C'

Ces¿

icrg''\,

Cuida

a

Heqel,

Roma-Bari,

Laler

za,

1997.

C-

W. F.

Hegel,

Lecciones

sobre

la

flosot'ía

de

ta historia,

"

lntroducción"'

r86

187

de

la

vida

social

no

puedan

ser

reguladas a través

del consenso,

de

la acción

inreractiva

consciente de

los

hombres. En

la

medida

en

que identif,ca Estado

y

sociedad

-o

sea, en

la

medida en

que,

para

é1,

el Estado

no es un

momento

de

Ia

vida

social,

sino

Ia

totali

dadorgánicaque

integratodos los

momentos-,

Hegel

está obligado

a

negar

la

posibiiidad

de

que

la

específica

esfera

de

1a

política

pueda

ser

contractualmente

(o

consensualmente)

fundada.

En otras

palabras:

la

correcta

negación del

subietivismo

individuaiista

se

convierte

en

un objetivismo

igualmente

unilateral, en

el

cual la libertad

no

es nada

más

que

"la

conciencia de

la necesidad",

algo

en

última

instancia

post

fes-

ilun.Y

eso

implica la

negación

de una esfera

propia

de

la

intersubjetividad,

una

esfera

en

la cual los sujetos

-aunque

en

los límites

impuestos

por

sus

determinaciones

objetivas-pudiesen

ser

capaces

de

"inventar"

de

manera

contractual

los

contenidos

de su

eticidad.

Ciertamente,

el

combate

de

Hegel

al

contractualismo

resulta

de su

explí-

cim

afirmación

de la

prioridad de Io

público

sobre

lo

privado,

en

lo

que

él

se

identifrca

conlavertiente democráúca

(yno

conla

vertiente

liberal)

de

la ñlosofia

politica modema.

Pero ese

combate,

al mismo

tiempo,

1o

lleva

a abandonar

Ia

idea,

tan

brillantemente

expresada

por

Rousseau,

de

que

el

espacio

público

-€n

ctranto

base

fundacional de

un

otden

político

democrático-

debe

ser

fruco de

un

consenso

que

sea el

resultado de Ia

participación

libre

e igualitaria

de

todos

los

ciudadanos. Para

Hegel, ia

libertad

se

limita,

en

última

instancia,

al

reconocimiento

de

la necesidad

y

a su aceptación;

es

como

si

Ia

voluntad

singular se

tornara

efectivamente

libte

(y

no

arbitraria), solo cuando

reco-

nociera

y

aceptara

una

voluntad

universal

de

cuya

confección

esa voluntad

singular

no

participó,

o,

por

1o menos,

no

participó

de

modo

consciente.'88

De

esa forma,

en

última

instancia,

la

fllosofía

política

c1e Hegel,

a

pesar

de

todós

sus

innegables méritos,

me

parece

contener una invitación

a la

resignación

y

al

conformismo.

rE8

El

iovenMarxyahabíacriticadocorrectamenteeseaspecto"fatalista"delañlosofia

política

hegeliana:

"¿No

es verdad

que

en el

Estado

-

el cual,

según

Hegel,

es

la

presencia

suprema de

la

libertad

y

la existencia

de

la razón autoconsciente -

lo

que

gobierna

no es

la ley,

la

existencia

de

la l¡bertad,

sino

la ciega

necesidad

natural?

(...)

Hegel busca siempre

presentar

el

Estado como

la

realización del

espíritu

libre;

pero,

re

vera,

él

disuelve todas

las difíciles

colisiones

por

medio de

una

necesidad

natural,

que

está

en

oposición

a

la

libertad.

Con

eso, incluso

hasta

el

paso del

interés

particular

al

lnterés

general

no

es una

ley consciente

del

Estado,

sino

algo nredi¿do

por

el

azar,

algo

que

se

realiza contra

la conciencia".

(K.

Marx,

Crítica

della

filosofa

del

Estado

de

Hegel, ed.

cit.,p.lz).

I

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d

4.

Cramsci

y

la hegemonía como contrato

Esre

rápido

y

esquemático esbozo

de

la

problemática

de la

voluntad

general

en

Rousseau

y

en Hegel,

tiene aquí un

objetivo

preciso:

el de sugerir

que,

en la

obra

de

Gramsci,

ócurre una recepción

de lo

que

hay

de

más válido

y

lúcido

en la

posición

de

esos

dos clásicos

de la filosofia

política

moderna;

pero,

al

mismo

tiempo,

que

hay

también

en

esa obra fecundas

indicaciones

acerca

del mocio

mediante

el

cual superar

las

limitaciones

y

las aporías

de

aquellos,

indicaciones

que están contenidas, sobre todo,

en el concepto

gramsciano

de

hegemonía.

No obstanre,

antes de

hablar

de

hegemonía, cabe

recordar en forma

breve

que

-como

en

Rousseau y en Hegel=

también

en las

reflexiones ñlosóñco-

políricas

de Gramsci,

la

problemática

de la

"voluntad"

tiene

un

lugar

central

en la

evolución de su

pensamiento,

desde su

iuventud

hasta

los

Cuadernos

de

la cárcel. En

la

primera

etapa de

su itinerario

intelectual,

la

concepción

gramsciana

de

"voluntad"

presentaba

trazos

marcadamente

idealistas,

en la medida

en

que

él contraponía

de modo radical

la

"voluntad"

y

las

"determinaciones

obietivas",

al dar

prioridad unilateralmente

a

la

primera.

En 1918,

por

ejemplo,

en el célebre

texto en

que

def,ende

la revolución

bolchevique,

inciuso hasta

contra el supuesto

"positivismo"

de

Marx, Gramsci

formula

del siguiente

modo

el

tema

de

la

"voluntad":

El máximo

factor de ia historia

no

son

los hechos económicos, brutos, sino

el hombre,

la sociedad

de los

hombres,

que

se aproximan unos a

los

otros,

se entienden

entre

sí,

desarrollan

a

través de esos contactos

(civilización)

unavoluntad

social, colectiva,

y

comprenden los hechos

económicos,

y

los

juzgan,

y

los adecúan

a

la

voluntad

de

ellos, hasta

que

esta

se

vuelve el

motor

de

la economía, la

plasmadora

de Ia

realidad obf etiva,la cual vive

y

se

mueve,

y

adquiere

carácter de

materia telúrica

en

ebullici6n,

que puede

ser

dírígidahacia

donde la

voluntad quiera;8e

Aunque

de un

modo

un

poco

forzado,

podríamos

decir

que,

en

ese

momerlto de su

evolución,

Gramsci

estaba

muy

próximo

del

voluntarismo

subietivista

que

antes

criticamos

en

la

reflexión

de

Rousseau.

La

"voluntad

colectiva o

social"

todavía

le

parece

capaz de

ser

el

"motor

de

la

economía"

y

de

"plasmar

la

realidad

obietiva".

r89 A. Cramsci,

"La

revolución

contra

EI

capital", en

ld., Antología, organizada

por M.

Sacristán,

Madrid, Siglo

Veintuno, 1992,

p.35.

Ya

en

las

reflexiones

de la madurez,

contenidas

en

los

Cuadernos,

Gramsci

-sin

abandonar

Ia

importancia

que

atribuye

a

la

voluntad

como momento

constitutivo

de lo

que

entonces

él

llama

"filosofía

de

la

praxis"- asume,

por

el

contrario,

otra

posición,

mucho

más

matizada.

Veamos,

como

un

eiempio

entre

otros,

la

siguiente

formulación:

Para

escapar al

mismo tiempo d.el solipsismo

y

de

las

.on..p"ro,,.,

mecanicistas

(...)

es

necesario colocar la

cuestión

'de modo

histórico',

pero

sin

con eso deiar

de coiocar

en

la

base

de la

ñlosoffa

Ia'volunrad'

(en

última

instancia,

la

actividad práctica

o

política),

pero

unavoluntad

racional,

no

arbitraria,

que

se

realiza

enla

medida en

que

corresponde

a necesidades

históricas

obietívas,esto

es,

en la

medida en que ella

es

la

propia

historia

unive¡sal

en

el

momento

de su

progresiva

efectivaciÓn."o

En

otro

pasaie,

en

que

explicita su

proyecto

de

trabaio,

Gramsci

dice además:

El modemo

príncipe

debe

tener

una

parte

de

d\cad'aal

iacobinismo

("')

para

ejemplificar

cómo

se

formó

concretamente

y

actuó

una

voluntad

colectiva

que,

por

lo

menos

en algunos

aspectos,

fue

creación

ex

novo,

original' Y

es

preciso

hambiénl

que

sea def,nida

la

voiuntad

política

en

general

en el

sentido

moderno,

o

sea,

la voluntad como

conciencia

activa

de

la

necesidad

histórica,

como

protagonista

de

un

real

y

efectivo

drama

histórico.'''

Gramsci, como

pod.emos

ver, efectúa

aquí

un movimiento

de

sr'rperación

dialéctica

no solo

en relación con

sus

formulaciones

iuveniles,

sino

también

frente

alaposición

que

Rousseau

y

Hegel

asumen

en

relación

con

la

deñnición

de

"volrihtad":

en

los Cuadernos,

él nos dice

con

claridad

que

la

voluntad

-y,

en

particular

la

voluntad colectiva-,

aunque

sea

históricarnente

deter-

minada

(como

en

Hegel),

ya

que

"corresponde a

las

necesidades

históricas

objetivas",

no

por

eso def a de ser

también

"creación

ex nov

o,

original"

(como

en Rousseau),

aunque

con la

justa

restricción

de

que

eso

se

da

solamente

"en

algunos aspectos".

Pero volvamos

al

concepto

de

"hegemonía" y recordemos

brevemente

lo

que

Gramsci

pretendía

denotar

con

é1.'e'

El

autor

de

los

Cuadernos

se

dio

tgo Cuadernos,ed.

cit.,

v.

4,

p.

331.

rsr

lbid.,

v.5,pp.16-12.

192

f\4e

perm¡to

aquí

exponer

apen¿s

brevemente

los

conceptos

centrales

de

Cranrsci'

ya

que

estos están

trat¿dos

con

mayores detalles

en

"La

dualidad

de

pooere:;

'

su¡rra'

y

en m\ lntroduccíón a

Gramscí,

ed.cit.

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cuenta

de

que,

en ei capitalismo

más

reciente,

había

surgido

una

esfera

nueva

dei

ser

social,

que

ét

llamó

"sociedad

civil";

al

contrario

de

Marx,

la sociedad

civil

no

designa

en

é1,

el

mundo de las

relaciones

de

producción,

ni tampoco

se

identiñca

con el

Estado

Striüo

sensu.

La sociedad

civil

gramsciana

está

formada

por

el

coniunto

de

1o

que

él

llamó

"aparatos'privados'de

hegemo-

nía",

y

tiene

su

génesis

en

los

procesos

de

socialización

de

la

política,

que

fueron

al

mismo

riempo causa

y

efecto

de

una

creciente

compleiización

de

los

mecanismos

de

representación de

los intereses

y

del

mundo

de

los valo-

res,

complejización

que,

en última

instancia,

resultó a su vez

de

una

mayor

estratincación

social.

No

me

parece

casual

que,

como

diie antes' Gramsci

.

alttda

por primera

vez a lo

que

después

llamaría

"sociedad

civil", en

una

referencia

a

Hegel

y

al

"asociacionismo":

si Hegel

percibió

que

el

"sistema

de la

atomística"

genera intereses colectivos

pailiculares

que

se

expresan

en

lo

que

é1 llama

"corporaciones",

Gramsci

se

dio

cuenta,

a

su

vez, de

que

los

grupos

y

clases sociaies,

en

su

proceso

de

auto-organizacióny

de

defensa

de

los intereses

propios, crean

aparatos

"privados"

de

hegemonía.

Esos

aparatos

sooprivadosporque

pre§uponen

de

sus

miembros

una

adhesión

voluntaria

contractual,

por

lo

que

no forman

parte

de lo

que

Gramsci

llamó

Estado-

coerción,

Estado en

sentido

estricto, o

incluso

"sociedad

política";

pero

son

"privados"

(entre

comillas)

porque,

con

su acción,

tienen un

innegable

papel

en las

relaciones

de

poder,

en

la

determinación

del

modo

mediante

el cual

se

constituye

la esfera

pública

de

la sociedad.

Podemos

así

decir

que

Gramsci,

por

una

parte, recoge

de

Hegel

la idea de

que

las

voluntades

son

concretamente

determinadas,

ya

en el

nivel

de

los

intereses

materiales

o

económicos;

tales

voluntades,

por

1o demás,

experi-

mentan

un

proceso

de

universalización

-

de

"asociacionismo"

-

que

lleva a

la

formación

de

suietos

colectivos

("corporaciones"

en

Hegel,

"aparatos

de

hegemonía"

en Gramsci),

suietos

movidos

por

una

voluntad

que

se

universaliza,

que

tiende

a

superar los intereses

meramente

"económico-corporativos"

y

a

orientarse

así

en el

sentido de

1a

conciencia

"ético-política".

Pero

podemos

decir

también,

por

otra

parte,

que

Gramsci

-al

deñnir

como

consensual

la

adhesión

a

t4les aparatos

de

hegemonía

y al

definirlos

como

momentos

.

d,el Estad,o

"ampliado"-

introduce

una

clara dimensión

contractual

et

el

corazón

de

la esfera

púbtica,

retomando

de ese

modo

una

idea

básica

de

Rousseau,

que, como vimos,

había sido

rechazada

por

Hegel.

Al

darse

cuenta del surgimiento

de

esa

nueva esfera

del

ser

social, de

lo

qtre

él

llamó

"sociedad

civil",

Gramsci hizo

posible

una amplíación

del

corlcepto

marxista

cle Estado:

en

tanto

para

Marx

y

Engels, en

la época

del

ttlrtni.fiesto cr¡r¡tunis{a,1,

para

Lenin

los

bolchtrviqttes,

en el coniunto

de

su

producción

teórica, el

Estado

es

esencialmente

coerción, o monopolio

de

la

violencia

al

servicio

de

la clase

económicamente

clominante,

para

Gramsci,

el

aparece

d.otado

mmbién

de

una

nueva

e importante

dimensión,

la

dimensión

del consenso

o

de

la

legitimidad.

Con

la

socialización

de

Ia

participaciónpolítica,

con

la

"occidentalización'de

las sociedades,

ya

no es

posible

que

los

gobernantes

gobiernen

de forma

estable

sin

ei

consenso

de

los

gobernados.

El

propio

Engels,

en

t9g5,ya

se había

dado

cuenta

de

que

el

Estado

moderno

es

fruto

de

c ontr

ato

entre

gobemantes

y gob

e rnados

:

"El

Imperio

alemán,

como todos

los

pequeños

estados

y,

en

general,

todos

los

estados

modernos,

es

ut

producto

contractual: producto,

primero, de

un

contrato

de

los

príncipes entre

y,

segundo, de ios

príncipes

con

el

pueblo".'g: De

ese modo,

ya

con

el

vieio Engels

-pero

sobre

todo

con

Gram-

sci-

la

problemática

contrqüualistq

reaparece

en

el

seno

de

la

reJlexión

política marxista.

Ahora bien,

esa dimensión

contractual

de

la

política

tiene

en

Gramsci

su

expresión conceptual

más

explícita,

precisamente

en

el concepto

de

hegemonía.

La

hegemonía

es,

para

é1,

sin

lugar

a dudas,

el

momento

del

consenso.

Aun cuando

exista

una

lectura equivocada

de

Gramsci,

inspirada

sobre

todo

en

Perry Anderson,

que

habla

de

la

hegemonía

como

síntesis

de

coerción

y

consenso,'e4

me

parece

clara

Ia

distinción

que

Gramsci

hace

entre,

por

un lado,

hegemonía

/

dirección

/

consenso,

y

Por

otro,

dominación

/

dictadura

/

coerción:

los tres

primeros términos

tendrían

su

base

material

en la

sociedad civil,

en

los

aparatos

"privados"

de

hegemonía,

en

tanto

la

base

material de

los segundos

sería

el Estado en sentido

estricto,

o

sea,

ios

aparatos

burocráticos

y

represivos.

Ahora

bien,

en la

medida

en

que,

para

Gramsci,

en

las

formaciones

capitalistas

"occidentales",

Ia

sociedad

civil

(o

sea,

la

base

material del

consenso)

tiene un

papel

decisivo

en

la

determinación

d.e

las atciones

del

Estado

(y,

más

que

eso,

ella

llega incluso,

en

la

"sociedad

regulada"

o en el

comunismo,

a

absorber

en

sí y

a eliminar

ios

mecanismos

coercitivos

estatales),

puede decirse,

entonces,

que

el

autor

delos

Cuadernos

introduio

la

problemática

d.el

contrato,

de Ia

intersubietividad, en

e1

núcleo

de su

teoría marxistadel

Estado

y

de

la

política.

El

concepto

gramsciano

de

hegemonía

implica,

por

un

lado,

un

contrato

que

es

hecho

en

el

propio nivel de la

sociedad

civil,

generando

en

consecuencia

F. Engels,

"lntrod

ucción"

a

Lasluchas

de

clasesen

Franc¡a

de

1848 a

1850,

in Archivo

Marx-

Engels

(www.marxists.org/espanol/m-e/l8Sos/francia/francial.htm).

Es

interesante

obiervar

cómo

esa afirmación

del

vieio

Engel s

contrasta

explícitamente

con

la

posición

de Hegel expresada

en

la cita

de

la

Filosofia

del derecho,

reproducida

en

la

nota

19.

P

Anderson:

Ambiguitá

di

Cramsci,

Ronra-Bari,

Laterz¿,

1978

P¿r¡

un¿

convir'cenle

refutación

de esas

posiciones

de

Anderson,

confróntese

Cuido

Francioni,

L'officina

gramsciana,

Napoles,

Eibliopolis,

1984,

p.-t47

ss.

I

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suietos colectivos

(sindicatos,

partidos,

movimientos sociales, etc.)

que

tienen

una clara

dimensión

pública,

"estatal".

Pero

implica

también,

por

otro

lado,

la

necesidad de

formas

de

contrato entre

gobernantes

y

gobernados

(entre

Estado

y

sociedad), con

base

en el

hecho

de

que,

en

esas sociedades

"occidentales",

la obligación

política

se basa en una

acep-

tación

consensual,

por

gobernantes

y gobernados,

de

un mínimo

de

reglas

de

procedimiento y

de

valores

ético-políticos.

En este último caso,

estamos

ciertamente delante

de

contratos

que

con

frecuencia

coexisten

(y

de

modo

conflictivo)

con

la

permanencia

de

formas

de coerción.'e5

Tampoco

se

debe

olvidar,

por

lo

demás,

que

tales

"contratos"

están

suietos

a

permanentes

revisiones

y

mudanzas, según las variaciones

de

lo

que

el

propio

Gramsci

llamó

"relacior.es

defuerza".

En

ese

sentido,

la

proposición

gramsciana del

contrato

-

o,

en

sus

términos,

de

una sociedad basada

en el consenso

-

es

una idea

reguladora en el

sentido kantiano,

esto es,

una

meta hacia

la cual

debemos

avanzar

(a

través de la

"guerra

de

posiciones"),

cada vez más,

en

el

rumbo, sin embargo,

de

una

"sociedad

regulada"

o

comunista.

Otrosí,

del

mismo

modo como hay en

Rousseau

un

estrecho

vínculo

entre

contrato

y

voluntad

general,

también

en Gramsci

tiene lugar una

íntima

articulación

entre

hegemonía

y

1o

que

él

llama

"voluntad

colectiva

nacional-popular". La hegemonía

gramsciana

se

materializa

precisamente

en la creación

de

esa

voluntad

colectiva, motor

de

un

"bloque

histórico"

que

articula en

una

totalidad diferentes

grupos

sociales,

todos

ellos

capaces

de

operar,

en mayor o

menor

medida, el

movimiento

"catártico"

de

superación

de

sus

intereses meramente

"económico-corporativos",

en el sentido

de

1a

creación

de

una conciencia

"ético-política",

universalizadorá.

Ese

paso

catártico

de lo

particular

a lo universal, sin

embargo,

no

signifi.ca

para

Gramsci,

diferentemente

de

lo

que

ocurre

en

Rousseau,

una represión

de

las

voluntades singulares, sino, tal como

en

Hegel,

signiñca

una

superación

dialéctica, en

la cual 1o

"ético-político",la

voluntad colectiva, conservay al

mismo tiempo eleva anivel superior

los

intereses

singulares

y

particulares

de los diversos

componentes

plurales

del

"bloque

histórico".

Por

lo

tanto,

en Gramsci,

es

como

si

no solo la

política

stricto sensu

(la

relación entre

gobernantes

y gobernados),

sino

también

Ia

eticidad

-

la esfera

axiológica

que

presta

contenido

concreto

a

la

voluntad

general

o colectiva

-,

fuese

ella

también

resultado de

un

contrato, de

una

interacción intersubietiva

r95 Cramsci

-

es

preciso

no olvidarlo

-

tamblén se

refi

ere

al

"aparato

de coerción estatal

que

asegura

'legalmente'la

disciplina de

aquellos

grupos

que

no

'consienten'ni

activa

ni

pasivanrente,

pero que

está

constituido

para

toda la sociedad en

previsión

de

los

momentos de cr¡sis en el mando

y

en

la

dirección

en los

cuales

desaparece el consenso".

(Cuadernos,

ed. cit.,

v.

q.,p.zSl).

cada

vez más

libre

de

coerción.

Para

el

pensador

italiano,

al

contrario de

Hegel,

la

"eticiclad"

(lo

"ético-político")

no

es

fruto

del

movimiento

fatalisra

e

impersonal

de

un

"Espíritu

objetivo";

y

tampoco

es,

como en

ios

"mar-

xistas

vulgares",

el

mero

"reflejo"

de

"leyes

históricas"

de base

económica,

concebidas de

modo férreo

y

fetichizado.

Si Gramsci ciertamente

recoge

de

Hegel la noción

de

eticidad

(que

en

él

gana

los nombres de

hegemonía

y

de

"ético-político"),

recoge

de Rousseau,

al mismo

tiempo,

la

concepción

de

Ia

política

como

contrato,

como

formación

incersubjetiva

de

una

volonté

générale, que

en

élgana

el

nombre

de

"volunrad

coiectiva

nacional-popular".

Por

recoger

de

Hegel

(y

de

Marx)

la

noción

de

que

la

voluntad

es

histórica

y económicamente

determinada, siendo

por

eso

atravesada

por

las

contra-

dicciones

sociales,

Gramsci tiene

plena

conciencia

de

que en

la

vida social

considerada en su coniunto

no

todo

es

fruto

de

un contrato.

Con

base

en la

ontología social

de Hegel

y

de Marx,

Gramsci

sabe

que

la sociedad

es

una

síntesis

única

y

específica

de causalidad

y

releología,

de

determinismo

y

libertad.'e6 Para

é1,

en

la línea de

Marx,

los hombres hacen

ciertamenre su

historia,

pero

no la

hacen

en las condiciones

que

escogieron:

al lado de

la

acción teleológica tibre, hay

también

un determinismo hisrórico,

una causa-

lidad

obietiva

que

-aunque

generadapor

1a

propia

praxis

de los

hombres- va

con frecuencia

más

allá de

la

conciencia

y

de la

voluntad

de

los individuos

y

de los

actores

sociales.

Pero

Gramsci

también

sabe,

nuevamente

en la

línea de Marx,

que,

cuanto

más se

"socializa"

el ser

social,

tanro

mayor

es

el

"retroceso

de las barreras

naturaies",

o, en otras

palabras,

tanto

más se

amplían

los márgenes de

Ia libertad

y

de la auronomía de

los

"individuos

sociales".

En ese

punto,

é1

ciertamente

se

aparta

de

Rousseau,

para quien

el

contrato

social

funda

un

pueblo

en

cuamo

pueblo,

o

sea,

funda

ia

propia

sociédad. Pero, si no todo

en

la

sociedad

es

fruto

de un

contrato, existen

amplias

esferas

sociales

-y,

en

particular,

Ia

esfera de

Ia

política-'que

pueden

resultar

cada vez más

de

un contrato,

o sea,

de

ia

acción

intersubjetiva

de

individuos

sociales

conscientes

y

libres.

Es

precisamente

esa

posibilidad

to

que

está enlaraíz

de

la

propuesta

gramsciana

de

una

"sociedad

regulada"

(expresión

que

él usa

para designar

el

comunismo),

en la

cual la

supresión

de

Ios antagonismos

de clase

haría f,nalmente

viable la

gestación

de

un espacio

público

basado en el

diálogo

y

en

el

consenso

de

los

"individuos

sociales".

Por

lo

tanto, tal

como en

Rousseau,

también

en

Gramsci

ese

orden

social

legítimo

presupone

un

contrato

que

-sin

limitarse a

la

conservación

de

1os

intereses

económico-corporativos- es capaz

de construir

una

voluntad

general

ético-política,

que

garantice

el

ideal republicano

de

la

prioridad

196

Cf.C'.Lukács,Perl'ontoloqíadell'esseresociale,Roma,R¡un¡t¡,3vs.,1976-198r.

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de

lo

público

sobre

lo

privaclo.

Además,

es

común

a

ios

dos

pensadores

la

convicción

de

que la

construcción

plena

de

ese

espacio

público democrá-

rico

solo

es

posible en

los marcos

de

un

orden

social

situado más

allá

de

Ios límites

del

capitalismo.

Sin

embargo,

si

Gramsci

fue

capaz

de superar

las

antinomias

de Rousseau,

"colocando sobre

sus

pies"

(en

un sentido

materialisra)

la visión

todavía

idealisra

y

abstracta

con

que

el

autor

del

contrc;to social

trata

de la

problemática

de la

voluntad

general y

de

la

democracia,

eso

resulta

en

gran

parte

del

hecho

de

que

él supo

recoger

(a

través,

sobre

todo

de

la

mediación

de

Marx)

lo

que había de

positivo

en

la

crítica

hegeliana

del contracrualismo.

De

ese

modo,

Gramsci situó

su

reflexión

en

la senda

abierta

por

las meiores

tradiciones

de la

modernidad:

él

no

solo

se convirtió

en

uno de

los

principales interlocutores

de

la cultura

democrática

y

socialista del siglo

XX, sino también

-y

1o

que

es

todavía

más importanre-

nos

deió

un

insustituible

legado

para la elaboración

del

socialismo

del

siglo XXI.

CAPÍTULO

5

Lukács,

la

ontología

y

la

política

1.

Ei

Lg23,

en His

tor

a

y

c

onci

encia de

cl as

e,

Lukács

afi

rmab

a enfáticame

nte :

"Lo

que

diferencia

decisivamente

el

marxismo de

la

ciencia

burguesa

no es

la

tesis

de un

predominio

de los motivos

económicos

en

la

explicación

de

la

historia,

pero

sí el

punto

de

vista

de

la

totalidad".reT

Fue

esta

obra

luvenil

de

Lukács,

la

que

llevó

a

muchos analistas

a considerarlo

el iniciador

del

Ilamado

"marxismo

occidental".'"

En efecto, esta insistencia

en

el

papel

central

de

la

categoría de

la totalidad,

hecha en

una

época

en

que

ei

legaclo

de

la

dialéctica hegeliana

estaba

en desgracia, tanto

entre

los

teóricos

de

la

Segunda

como

de la

Tercera

Internacional,

introducía

un

nuevo

modo

-a

mi

ver,

el más

adecuado- de

rescatar

el

método

de

Marx.

La

genial

obra

juvenil

de Lukács

contenía

ciertamente

muchas

posiciones

probiemáticas, tanto en

el

plano

teórico, como

en

el

plano

político,

posiciones

que

el

propio

Lukács

más

tarde

repudiaría

de modo

explícito.'ee

Pero

el hecho

es

qudlukács

iamás

abandonaría

la

inspiración

metodológica-el

principio

de

la totalidad-

que

basó

su obra

de

rg23y,

en

esta

medida,

toda

su

producción

teórica puede

ser

considerada

como fundadora de

una

lectura del

marxismo

bastante

apartada

de

los

parámetros

positivistas que

dominaron

el llamado

"marxismo

soviético".

Por

Io tanto, si

la

expresión

"marxismo

occidental"

busca

definir

una lectura

de

Marx

diferenciada de

aquella

que

fue

codificada

en el

famoso

"marxismo-leninismo",

entonces toda

la

obra

de

Lukács

-

aun-

que

caracterizada,

desde

1923,

como

veremos,

por

una

ñdelidad

acrítica

al

G.

Lukács, Hrsror¡a

g

conciencia

de clase,

ed. cir.,

p.29.

M.

Merleau-Ponly,

Les

aventures

de la

díalectique,

París,

Gallimard,

1955,

pp.

48-89,

(ta

mbién

en espa ñol,

Las aventuras de

la dialéctíca,

editorial

Leviatá

n, r9s7). P.

Anderson,

Consideracione.s

sobre el

marxísma occidental,

México,

S¡glo XXl,

1978;

y

l.

6.

Merquior,

Western marxism,

Clasgow,

Paladin,

1989.

Lukács,

op. cit.,

p.

rx-xil.

197

198

i

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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pensamiento político

de

Lenin

-

puede

ser considerada

como expresión

de

este

"marxismo

occidental".

Esta

continuidad

de

la

producción

lukacsiana

se

trasluce claramente,

cuando

constatamos

que

es también en el

intento de

prestar

a la

totalidad

un

puesto

central en el análisis de la vida

humana

(y,

ahora, con

base

en

una

preocupación

materialista

insuflcientemente

presente

en su

obra

luvenil)

que

se

inserta el esfuerzo

ftnal

de Lukács

para

reconstruir la

ñlosofia

de

Marx como una

"ontología

del

ser

social".'oo

Es

interesante observar,

como

prueba

de

que

el vielo Lukács

superó ciertos trazos semi-idealistas

de

su

período

juvenil,

que

Ia

preocupación

con la oncología le

sobrevino,

en

gran

parte,

de

un

examen cuidadoso

de las

nuevas características del

capitalismo

tardío.

Estas

características

1o

impresionaron

a

tal

punto

que

é1

llegó

incluso

a

pensar

en

escribir

EI

Capital del

presente,

no habiendo enfrentado

el

de-

saffo

debido solo

a su

edad

avanzada.'o'En

otras

palabras:

el Lukács

tardío

se

revela

así,

plenamente conciente de

la importancia

de la

crítica

de

la

economía

política

en

la

constitución

del método filosóñco

de

Marx,

lo

que

ciertamente

también

ocurría en

la

época

de

Historiay conciencía

de clase,

aunque

de

modo

menos

profundo

(en

Io

que

se

refiere

a la

aprehensión

de

ias categorías

crítico-económicas

de

Marx,

por

elemplo,

se

puede

señalar

que,

mientras

en

la

obra

juvenil

el concepto de

fetichismo

de

la mercancía

ocupa

el

puesto

central,

en Ia

obra

de vejez ese

puesto

será

ocupado

por

la

noción de

trabaio

y

sus

determinaciones).

Según

Lukács,

el capitalismo

en

su fase tardía revelaba una caracterís-

tica

nueva de

gran

importancia:

la

lucha

para

evitar

las

crisis

¡

al

mismo

tiempo,

asegurar

la dominación de

los

monopolios

que

habría llevado

al

capitalismo

a

intentar

"racionalizar"

-a

buscar

someter

a reglas del

cálculo

racional-formal-

el sector

de

consumo,

creando

todo

un

vasto

y

diversiñ-

cado sistema

destinado

amanípularla

vida

de

los

individuos.

Este

sistema

de

manipulación,

generado

inicialmente

en

el

nivel de la

economía,

se

habría

generalizado

después

a las

esferas de

la

cultura, de

la

ideología

y

de

la

política.

Según

el

viejo

pensador,

este

sistema

encontraría su

expresión

teórica en las

corrientes

neopositivistas:

a

pesar

de

su

gran

diversidad,

esas

corrientes

se

identificarían

en una

batalla

abierta

contra la ontología,

contra

el

análisis

de

los

movimientos

esenciales de la

realidad,

a

favor tan

solo de

un

esclarecimiento formalista

y

logicista

de

la racionalidad

humana

(de

una

zoo

G.Lukács,

Perl'ontologiadell'esseresociale,Roma,Riuniti,r9T6-198l,zvols.;1d.,

Prolegomeni a un'ontologia dell' essere sociale,Milan,Guerini,

i99o.

Estas dos obras son

de ahora

en adelante

cit¿das,

respectivamente, como

"gran"

y

"pequeña

Ontología".

zor

Cfr.

lstván Eórsi,

"The

history

of

a posthumous

work

(Lukács

Ontology)",

en The New

Hungarian

Quartelg,

XVl, n.

SS,

summer

r925,

pp.

r06-Io8.

I

racionalidad.

entendida,

además, como mera

técnica

para

manipular

datos

fetichizados

y

fragmentados).

Con eso, el anáiisis

ontoiógico de

1o

real

-

cuyos

modelos supremos

estarían,

para

Lukács,

en las

obras

de

Aristóteles,

Hegel

y

Marx

-

habría

sido

substituido

por

la elucidación epistemológica

de los

"discursos".

Es

como

si

la

tradición

kantiana

(y

de

un

Kant empobrecido)

hubiese

triunfado contra el legado

ontológico de aquellos tres

grandes

pensadores que

Lukács consideraba los

puntos

más

elevados de la historia

de

la filosofia.

Después

de haber

promovido

un duro combate

a

las

corrientes irraciona-

listas modernas

en su

libro

El

asalto

alarazón(escrito en

los años

r93o-4o

y

publicado

en

1953),

el último

Lukács se

dio

cuenta

de

la

importancia

creciente

que el

neopositivismo

-con

su

negación

de

la ontología, de

la

historia

y

de

la

totalidad-

había

asumido en Ia ideología

burguesa

contemporánea.

(Y,

para

é1,

el

estalinismo

sería

responsable

de

la introducción

de

elementos

neopositivistas

y

anti-ontológicos también

en la

reflexión

de

inspiración

marxista).

El

predominio

del

epistemologismo neopositivista,

ciertamente

no excluía

Ia

permanencia

en el

pensamiento

contemporáneo de

corrientes

irracionalistas,

muchas de Ias

cuales

-como

por

ejemplo,

la

capitaneada

por

Heidegger-'o'insistían en la

importancia

de Ia

ontología,

del análisis

de1

ser,

pero

en

una

perspectiva

en

que

el ser era

despojado

de

cualquier histo-

ricidad concreta

y puesto

en

una

esfera situada

más

allá

de

la

racionalidad.

Sin abandonar

su

vieja

crítica contra

este

tipo

de ontología

irraciona-

Iista,

contra

la

"destrucción

de la

razón"

(objeto,

por

otra

parte,

del

primer

capítulo

de

la

primera parte

de

la

gran

Ontología), el último

Lukács escoge

ahora como

su

principal objetivo

polémico,

las corrientes

neopositivistas,

aquello

que

llamé en

otro

lugar

"miseria

de

Ia

razón",

corrientes

que

podrían

ser

cllracterizadas

como Ia

expresión ideológica del

munclo

manipulado.'o3

En este

sentido,

me parece que hay

una interesante

(aunque

tal

vez no

conciente)

aproximación

de las

preocupaciones

del

vieio

Lukács

con los

temas más

característicos

de

la

fase

clásica

de la

Escuela

de

Frankfurt,

para

la

cual

la

"razón

instrumental"

(y

no

tanto

el irracionalismo)

aparecía

como

el

principal

enemigo

a

combatir.'"4

2o2

Para

un brillante análisis de las diferencias

entre

las

ontologías

de Heidegger

y

de

Lukács,

cfr., Nicolás

Tertulian, Luhács.

La rinascita

dell'ontologia,

Roma,

Riuniti,

1986,

pp.47-83.

2o3

C.N.Coutinho,Elestructuralismoglamiseriadelarazón,México,Era,lgT3.Laexpresión

fue usada

por

mí,

a

partir

de una analogía con

"destrucción

de

la razón",

título

oriqinal

del conocido libro de Lukács,

publicado

en español

como

fl

asallo

a Ia razón.

zo4

Cf.,

por

ejemplo,

Theorjor

W.

Adorno

y

Max Horkheintet, Dialéctica

de

la iiustrucion,

Madrid,

Trotta,2oog)

y

M. Horkheimer,

Eclissi

dell¿ ragione,

Milán,

Sugar,1962.

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i

t..l

I

I

y

es este

desplazamiento

de

objetivo,

ei

que explica,

probablemente,

Ia

adopción

por

parte

de

Lukács,

con

carácter

positivo,

del

término

"ontología"

(digo

"término"

porque creo

que

coda

la obra marxista

de

Lukács,

desde

Historíay

conciencia

de

clase,fue

marcada,

con

mayor o

menor

rigor

y

co-

herencia,

por

preocupaciones

fuerLemente

ontológicas).

Durante

el

período

en

que

su

batalla cultural

tenia

como

obietivo

principal el

irracionalismo

-que,

como

vimos,

se

presentaba

muchas

veces

como el

representante

de la

verdadera

onrología

(que

era

llamada

"existencial"

o

"fenomenológica")-,

el

rérmino

,,ontología"

y

sus

derivados

tuvieron

en

la obra

de Lukács

un sentido

fuelemente

negativo.

lncluso en

una

obra

tardía

como

la

Estética,

escrita

a

io

largo de

los

años

5o

y publicada

en

1963,

la

palabra

"ontología"

aún es

usacla

en

esr.e

sentido

negativo

(fundamentalmente

como sinónimo

de no

aceptación

de la

historicidad

de

la

vida humana), aunque todo

el

rico

aparato

caregorial

de

I

a

Estéüca

esté

claramente

ligado

a la

problemática

ontológica,

y

anricipe

los'temas

y

las soluciones

de

Ia

aún

más

tardia

Ontología

del

ser

,

socictl.Por

1o

tanto, la

elección del

término

"ontología"

por

elúltimo

Lukács

-una

elección

influenciacla

también,

tal vez,

por

la

lectura

tardía

de

la

obra

de

Nicolai

Hartmann,

tratada

con

extrema

simpatía

en

la

"gran"

Ontología-

parece

así

d.erivar

del

empeño dei

vieio

pensador en contraponerse

del

modo

más

explícito

posible

al

epistemologismo

de las

corrientes

neopositivistas,

inclusive

de

las

que

se

presentaban

baio

la

bandera

del

marxismo'

Esta breve

d.igresión

filológica

me

parece

útil,

en la

medida

en

que

sirve

para recordarnos

que

no

existe una ruptura

cualitativa

-aunque

exiStan

diferenciaciones

no despreciables-

en el

interior

de

la

producción teórica

de

Lukács,

posterior a

Hístoria

y

conciencia

de clase:

el

"descubrimiento"

cte

la

ontología

torna

más

nítidas

y

coherentes

sus

posiciones fiIosóficas,

pero

no altera

sustancialmente

el

contenido

de su

reflexión,

ni en

relación

a

la estética,

ni

tampoco a

una

obra bastante

anterior,

escrita

en

la década

del

rg3o,

Ia

excepcional monograña

sobte

EliovenHegel'

Un breve

resumen

del

proyecto

ontológico

de

Lukács

apuntaría

a

dos

me-

tas

principales

e interconectaclas:

r)

1a

de

rescatar,

contra el

neopositivismo

contemporáneo

(y,

de

modo

más

general,

contra

una

herencia

que

arranca

desde

el

"criticismo"

kantiano),

el

principio

de

que

el

análisis

del

ser

debe

anteceder

al

análisis del

conocer,

ya

que

este

último

es

un

momento

de

una

totalidad

más

amplia, ontológica,

es

decir,

de

la

praxis

social

global; z)

¡

al rnismo

tiempo,

la

de

concebir ese

ser no

como

algo

contrapuesto

a los

"entes",

no

como

una

esencia

inefable e

irracional,

como

lo

hace

Heidegger'

.

por

c

jemplo,

sino

como

una

totalidad

concreta

y

dinámica,

aprehensible

por

unl

racionaliriaci

dialéctica. Eso

signiñca

que,

contra

la rígida división

del

trabajo

cientíñco

propuesta

por

el

positivismo

en

sus

diferentes

vertientes,

el

proyecto

ontológico

lukacsiano

rescata claramente

el

punto

de vista

de

1a

totalidad,

buscando

mostrar

que

el

análisis

de

lo social y

de sus

reiaciones

con

la

naturaleza,

sufre

serias

limitaciones si

es fragmentado

en

disciplinas

sociales

particulares e

incomunicables.

(No

es

este

el lugar

para

analizar

hasta

qué punto

esa

iusta

posición

de

principio,

se

combinó

en

Lukács con

una actitud

excesivamente

escéptica

ante

los

resultados

obtenidos

por

las

ciencias sociales

particulares),'zos

Es

en este sentido

que

Lukács

interpreta

Ia

dimensión metodológica

contenida en

Ia

"crítica

de

la

economía

política"

marxiana,

es

decir,

como

un

método

de

crítica

ontológico]o'

que

impiica

un

permanente

recurso

a la

totalidad

y

a

la

historia,

con

el

obietivo de

mediatizar

los

hechos

empíricos,

de

retirar

de ellos

Ia

apariencia

de

fetiches

aislados

o

de

"cosas"

naturales.

Así,

la

ontología lukacsiana

es

un

arma

crítica contra

1a

reificación, construida

con

recursos

mucho más

precisos que

los

urilizados

en

Hixoriay concíencia

de

clase.Y me

parece

innegable su

fecundidad

y

actualidad

en

un momento

en

que,

bajo la

cobertura de

una

supuesta

"crisis

de los

paradigmas"

(entre

los

cuales

el marxista

ocuparía

naturalmente

el

primer plano),

se

busca

defender

la

fragmentación

"pos-modema"

contra

el

principio

metodológico

de

la

totalidad.

La

inspiración

metodológica

de la obra

lukacsiana

es un

antídoto

eñcaz

contra la falsa

dualidad de

formalismo

vacío

y

de

empirismo

ciego;

que

-

como

ya

observaba

Wright

Milis,'o7 un autor muy apreciado

por

el

último Lukács

-

predomina

en la

ciencia

social contemporánea.

2o5

Tratédel asuntoen"Cramsci,el

marxismoylascienciassociales",suTa,pp.T4-98de

esta

recopilación.

zo6

Cf,Lukács.

Perl'ontoloqia,cit.,v.r,pp.ue3-3zo.Sot¡reelte¡radelacríticaontológira,

cf., también el

ya

cirado 6ramsc|

el

marxismo

g las ciencias

sociales,

supra,

pp.74-98.

2o7

C.WrightMills,Laimaqinaciónsociológica,México,FondodeCulturaEconómica,t96l.

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-'t

2.

E1 carácter

sustancialmente

positivo

del

proyecto

teórico

del último

Lukács,

no

impide,

entretanto,

que evaluemos

críticamente algunos de sus resultados

concretos.

No

puedo

aquí detenerme

en

la

exposición

-

aun resumidamente

-

de

los

principales

conceptos

presentados

en la

primera y

más

completa

versión de la Ontología

del

ser social,

sea

de

los

presentados

en su

parre

histórica

(que

trata de ios existencialistas, del

neopositivismo,

de

Hartmann,

de Hegel

y

de

Marx),

como también

de ios

abordados

en

su

parte

sistemática

(que

contiene capítu1os

dedicados

al

trabajo, a

la

reproducción,

al

momento

ideal

y

a

la

ideología,

así como

a

la obletivación

y

a la alienación). Me

gustaría

solo recordar que

el

propio

Lukács, como

testimonian

personas que

le

eran

entonces

muy

próximas,'o8

no

estaba

plenamente

satisfecho

con

su

texto

ontológico

concluido

en 1969

(conocido

como

la

"gran

Ontología"), tanto

es

así

que,

después

del

término

del mismo, emprendió

-

a

los 84 años,

ya

víctima

del cáncer

que

lo

llevaría

a

la

muerte

dos

años

después

-la

redacción

de un

nuevo

manuscrito,

conocido como

"pequeña

Ontología"

(o

Prolegómenos),

que

no

pudo

ser

concluido.

Para Lukács,

siempre, según

esos

testimonios,

las

deficiencias

de

la

"gran

Ontología" se

situaban

tanto

en

el nivel del método de

exposición

(le

parecía

francamente

insatisfactoria la separación

entre el

tratamiento

histórico

y

el tratamiento

sistemático de

las

cuestiones), como

en el

nivel

de

los

propios

conceptos. El centro de la Ontología

consiste

en

la

idea

de

que

Ia

especiflcidad del ser social

reside en

el

hecho

de

que,

al contrario

de

la

naturaleza,

donde existe solo

causalidad, surge con el ser social

-y,

en

particular,

a

partir

del

rrabaio como

su

célula fundamental,

como

"modelo

de

Ia

praxis

social"-'o'una

peculiar

y

única

articulación

entre

causalidad

y teleología, entre

determinismo

y

libertad.

La

esfera social, según Lukács,

solo

puede

ser

correctamente conceptualizada

en la medida

en

que

se

ten-

gan

en cuenta,

simultáneamente, la acción

creadora

de

la

praxis

humana,

que

fonnula

e implementa

proyectos, por

un

lado,

y,

por

otro,

la

presencia

de

determinaciones causales,

tanto

las

puestas

por

la naturaleza externa

e

inrerna al

hombre,

como las

repuestasporlos

resultados

de la

propia

acción

teleológica.

Con todo, después de concluir la

obra,

Lukács

parece

haber

aceptado

la

crítica

de

Fehér

et

alií,

de

que

él habría dado

un énfasis excesivo

a la

"ontología

de 1a

necesidad",

o sea, al aspecto

causalmente

deierminado

de

Ia

praxis

humana.

Se

trataba

de

acentuar,

en

el

segundo

manuscrito, la

"ontología

de

las

alternativas"

(la

concepción

del

hombre como

un

ser

que

"da

respuestas"

a

estímulos

de la

realidad)

y

de conced.er

a la

libertad

(visra

como

algo

ya

dado

innuceenelproceso

de trabajo)

un ámbito

cle

acruación

aún

mayor

que

el

ocupado en la

"gran

Ontología".

No

me

parece que

él haya

tenido

buen

resultado, en este

segundo

manuscrito,.,o

en el logro

de sus

intenciones.

Por

un lado, se

acentúan

las

deficiencias

dei

método de

expo-

sición

(el

texto llega a

ser

enervanremente

reperirivo,

sin

que

la

reanudación

del

mismo

tema

presente

el surgimiento

de nuevas

determinaciones

en los

objetos

analizados,

como

claramente

era

el caso

en

la Estética)-,

y,

por

orro,

la

elaboración

de

una

"ontología

de las

alternativas"

no siempre

encuenrra,

desde

mi

punto

de

vista, una solución

adecuada.

La

correcta

preocupación

en

evitar el

énlasis

en

la

"ontología

de

la ne-

cesidad", termina

por

hacer de este último

texto

lukacsiano

-un

elemento

ciertamente

nuevo

en

su

producción

-

una

ácida

y

frecuentemente injusta

polémica

contra Hegel, acusado

(mucho

más severamente

que

en la

"gran

Ontología")

de

crear una

"ontología

logicista", que

sacriflcaría la

heteroge-

neidad

constitutiva

de lo

real.

Lukács acusa

a Hegel

de

"logicismo",

entre

otras cosas,

por

concebir como

hechos ontológicos

la negación

y

la negación

de la negación,

categorías

que,

para

el

pensador

húngaro,

serían

puramenre

lógicas;"'me

parece

legítimo

preguntar

si, con

esra

posición, Lukács

no

estará

diflcultando la conceptualización

adecuad.a

de

un

elemenro

absolu-

tamente

fundamental del método dialéctico-ontólógico,

o sea,

Ia

categoría

de la

mediación.

No me

parece

casual

que

él insista, con un

énfasis

inexistente

en

su

producción

anterior

(y, paradojalmente,

acercándose

en

eso a

lecturas

del

marxismo tan

opuestas

a

la

suya,

como

las

de

Della Volpe

y

Althusser,

que

también

se

rebelan contra

Ia

categoría

de Ia

negación

de

Ia

negación),

en

la

afirmación

de

que

habría una radical diversidad entre

las dialécticas

de

Hegel

y

de Marx."'Además, la excesiva

insistencia

en la

heterogeneidad

de Io

real,

con énfasis

en

el

elemento de

que

ella

es

incapaz

de

una

plena

aprehensión

conceptual,

le

lleva incluso

-una

posición

que,

por

cierto,

ya

está

presente

en

la

"gran

Ontología"-

a

elogiar

el

momento

"saludablemente

ontológico"

2o8 Cf.

l. Eórsi,

"The

history"

,

cit.:y

F. Feher, A.

Hellet

C. Markus

y

M. Vajda,

"Premessa" y

'Annotazioni

sull'ontologia

per

il compagno

Lukás",

in Aut-aut,

no 157-158,

jan./abr.

1977,

pp.

3-37.

zo9 C. Lukács, Orttología

del

ser social: el

trabajo,

Buenos

Aires,

Herramienta,

2oo4,

pp.

103-153.

Setrata

de los Prolegomeni,citado

en

la

nota

4.

Cf.,

por

elemplo, Prolegomeni, ed.

cit..,

p.

rt9

y

ss.

"La

contraposición

entre Marx

y

Hegel

es

una ruptura

radical

por

parte

de

Marx

en

relación a los movimientos

logicistas de

Hegel en el

sentido

de

la

nueva

ontología"

(ibid., p.

r¿r).

2IO

21,

212

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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i

i

i

i

 

il

del

viejo

empirismo,

en

un

movimiento

que

casi

llega,

a

veces,

a sacrif,car

la

clialécrica

en

el

altar

del materialismo.

Con

eso,

en

el

límite,

se

esboza

en

la

..pequeña

ontologia,,un

dualismo

que Lukács,

hasta

entonces,

había sabi-

do

evirar:

por un lado,

tenemos

una

realidad

heterogénea

y

distante a

una

comprensión

toralizanre

(comprensión

que, a veces,

es

identifrcada como

,,1ogicista,,);y,por

orro,

un individuo

humano

que

da

respuestas

alternativas

,

a

los

estímulos

que

provienen

de

ul

realidad,

pero

que

no

siempre

parece

rener

un

papel clecisivo

etla

construccíón

concientede

esamisma

realidad.

ciertamenre,

se

trata solamente

de

una

tendencia,

que

la

sólida

formación

dialéctica

de

Lukács

no

permite que se

realice

plenamente.

Pero

la

presencia

cle

tales

ambigüedades

indica

que

el segundo

manuscrito,

leios

de

resolver

Ios

impasses

del

primero,

muchas

veces

los

acentúa'

Se

debe

insistir,

sin

embargo,

en que

estos

límites

de

la

"pequeña

On-

tología",

así

como los

problemas

que

ei

propio Lukács

indicó

en el

primer

manuscrito,

no anulan

de

ningún

modo la

exactitud

esencial

tanto

del

armazón

conceptual

como

de

mucha§

de

las

explicitaciones

concretas de

su

proyecto ontológico

tardío,

expresado

en las

dos versiones

de

la obra.

Naciie

fue

ran le'os

como

Lukács

en

la

determinación

de

la especiñcidad

del ser

social,

en

Ia deñnición

de

aquello

que

lo hace

una

esfera

ontológica

distin¡a

de la

naturaleza

orgánica

e inorgánica,

especiñcidad

manifestada

en

una

peculiar

síntesis

dialéctica

de

materialidad

e

idealidad.

En este

terreno,

él no solo

reroma,

pero

sin

duda,

también

enriquece

los

grandes

descubri-

mientos

ontoiógico-sociales

de

Hegel

y

de

Marx.

Además,

los

capítulos

de

la.,gran onrología"

dedicados

a la

ideología

(concebida

como

una

realidad

práctica)

y

a

las

diferencias

entre

exteriorización/obietivación

y

alienación

esrán

enrre

los

más

alros

resulrados

obtenidos

por ia

reflexión

fllosóñca

de

nuestro

tiempo.

Con

todo,

me

parece

que existe,

ya

en estaprimeraversiór.delaOntología

.

(un

texto cieitamente

más denso que

la

segunda

versión),

algunas

formu-

laciones

problemática§

que

se

maniñestan,

sobre

todo,

en

la

concepción

lukacsiana

de

la

relación

entre

trabaio

y

praxis,

por

un

lado,

y por

otro,

en

consecuencia,

en

el

tratamiento

de Ias

cu€stiones

de

}a

reproducción

social'

Lukács

está

indudablemente

en

el

camino

correcto

cuando

percibe

en

el

rrabaio

-

fuente

primaria

de

la

articulación

entre

causalidad

y

teleología

-

la

célula

del

ser social,

retomando

y

generalizando

el movimiento

metodológico

dialéctico

(de

lo

abstracto

a

lo concreto)

que

llevó a

Marx

a ver

en

la

mer-

cancía

la

célula

del

capital.

Además,

tal como

Habermas,

él

percibió,

por

un

lat1o,

Ia

diferencia

que

Subsiste

entre

el

trabaio

como

una

acc¡ón

orientada

;r l;; clollir-iLic:ióll

ciC

Ia naturalcza,

y,

llor

tltro, ia

praxis interactiva

en

cttanto

con,unto

d.e

posiciones teleológicas

que

pretenden intervenir

sobre

ia

acción

de

otros

hombres.

En

un

pasaie

de

la

"gran

Ontología

',

registra

explícitamente

esta

doble

dimensión

de

la acción

humana:

[El

trabaio]

es

un

proceso

entre actividad

humana

y

naturaleza:

sus actos

propenden

a

transformar

algunos

objetos

naturales

en

valores

de

uso

["']

Ya

en las formas

más

evoiucionadas

de Ia

praxis

social,

allado

de ese

tipo

de

acción,

gana cada

vez

mayor

relevancia

la

ac

ción sobre

otroshombres[

")

Ei contenido

esencial

de

1a

posición

teleoiógica,

en

ese

§egundo

caso,

es el

intento de

inducir

a otra

persona

(o

a

un

grupo de

personas)

a

formular

y

adoptar,

a su

vez, determinadas

posiciones

teleológicas

[...]

En

esa

segunda

forma

de

la

posición teleológica, Ia finalidad

referida

es,

de inmediato,

la

ñnalidad

dé otras

Personas."r

Lukács,

sin

embargo,

no extraio

de

esa exacta

percepción

ontológica

la

necesaria

conclusión

de

que

el

segundo

tipo

de

acción

teleológica,

que

es

siempre

"inter-acción"

(o

acción

sobre

la

acción),

implica

una

modalidad

de

conocimiento

diversa

de

aquella que

tiene

lugar en

el

rrabaio.

Él

parece

haber

intuido esa

compleia

problemática

(pero

apenas

intuido)

cuando

analizó

las

formas

de

conciencia que

se

expresan

en

la ideología,

así

como

ya

lo

había

hecho,

etla

Estética,

al

trarar de

las

obietivaciones

artísticas.

Pero

el tratamiento

de la

cuestión

continúa

insuñciente.

En

otras

palabras:

falta

en

la

Ontologíaun

tratamiento

adecuado

-materialista

y

dialéctico-

d,e las

especificidades

onrológicas

y

epistemológicas

de la

intersubietividad

o,

más

genéricamente,

de

aquello

que,

para

diferenciarla

de

la

acción

que

tiene

lugar

en

el

trabajo,

podríamos

llamar

-entre

otros,

con

Habermas-"4

de interacción

Esa insuf,ciencia,

como

veremos,

tiene

claras

consecuencias

negdtivas

en el tratamiento

lukacsiano

de

Ia

praxis política,

terreno

por

excelencia

de

la

acción

interactiva.

z13 C. Lukács,

Ontología

del ser social: el trabajo,

ed.

c¡t.,

p-

l03'

zr4

l.

Haberma

s, Ciencia

g

técnica como

"ideología",

Madrid,

Tecnos,

1986'

No

es este

el

lugar

para

tratar

de

los

límites de

la formulacíón

habermasiana,

la

cual

-

a

pesar de sus

indiscutibles

méritos

-

me

parece

todavía

unida

a una

posición

dualista,

que,

primero

en la senda

del

trascendentalismo

de

Kant,

después

en la

del

pragmatismo

lingüístico,

busca

en

presuPuestos

ajenos

a la praxis, las raíces

de los

tipos

de

conciencia

y

de

la

acción

que

se

expresan

en

el trabajo

y

en

la interacción

(sobre

eso,

cfr.,

sobre

todo,

J.

Habermas, Conocimiento

e

interés, Madrid,

Taurus,

1987).

Desde

mi

perspect¡va,

esas

raíces residen

en

las

propias

diferencíaciones

que

se explicitan

ontológicamente

conro result¿do

de

la

compleiización

de la

praxis humana,

sust¡ncialmente

unitari¡..

Tampoco

me

parece

que

escapa

de

este

dualismo

problemático

la

pionera reflexión

de Karel

Kosik,

Dialéctica

de lo concreto,

Criialbo,

México,

1962

cap.

IV.

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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Con

todo, es interesante

observar

en Lukács

y

en

Gramsci,

la

presencia

de

un

concepto

común

(además,

naturalmente,

de

muchos

otros): el concepto

de

"catarsis".

En Lukács, como

podemos

ver

particularmente

en la

Estética2a,

Ia catarsis

-operando

en

las

objetivaciones

que

se

dan

en

las esferas

estéüca

y

ética-

hace

que

el

individuo

se

libere

de su

mera

particularidad,

de

sus

limitaciones

singulares,

y

rome

conciencia activa

de su

d.imensión

universal

en cuanto

parte

integrante

del

género

humano.

En

Gramsci,

el momento

catártico

-que

él

llega

incluso a concebir como

sinónimo

de

praxis

polí-

tica-

es

el

proceso

mediante ei

cual un

grupo

social

supera

sus

intereses

económicos,

meramente corporativos

o

"egoístas-pasionales",

y

se

eleva

a la

conciencia

"ético-política",

a'la condición

de

clase universal,

capaz

de

tornarse hegemónica

por

dar

respuestas

históricamente universales

a

las

cuestiones

vividas

por

el

pueblo-nación

y

por

Ia humanidad en una

época

concreta."4 Tenemos

así

que,

en

ambos

pensadores,

la catarsis

aparece

-en

diferentes

esferas

del

ser

social- como un momento

privilegiado

del

paso

de

1o

particular

a

lo universal,

de la

causalidad hacia la teleología,

de

la

necesidad

para

la libertad.

Como

obser.¡é

en

otro

lugar,'¡zs creo

que

-a

partir

de este

concepto

de

política

como catarsis-

Gramsci

elaboró

una auténrica

ontología materialista

y

dialéctica

de

la

praxis política;

tenemos

así,

en

su

obra, una crítica

onto-

lógica

de la

política

que

en sus

resultados

teóricos cumple

las

indicaciones

metodológicas

de la

"crítica

de la

economía

política"

marxiana,

las

mismas

que

inspiraron

la

Ontologíade

Lukács.

El concepto

gramsciano

de catarsis

(y

toda su

rica elaboración categorial

en

el

nivel

de la esfera

política

y

de

las

modalidades

de

conocimiento

a ella

correlacionadas,

o sea,

en el nivel

de

la

forma

de

modelar

la

praxis

interactiva)

tal

vez

sea

el

"eslabón

perdido"

que

parece

faltar

en la cadena de

mediaciones

puesta

en

movimiento

en la obra

última

de

Lukács.

Si

fuese posible

promover

en este

sentido una

integración

de las

reflexiones

de Gramsci

y

de Lukács, los

dos más

brillantes

"marxistas

occidentales", estaríamos delante

de dos

posibilidades

convergentes: 1)

la

de suplir las

lagunas dela

Ontología

lukacsiana,

a través de una

ampliación

223

224

G. Lukács,

Estétí

ca, Barcel

ona-México,

6rijalbo,

1

996,

v. 2,

pp.

491

-s25.

Sería

interesante recordar el concepto

gramsciano

de catarsis:

"5e

puede

emplear

el

término

'catarsis'para

indicar

el

paso

del momento meramente económico

(o

egoísta-

pasional)

hacia el momento ético-político,

es decir, la elaboración superior de

la

estructura

en

superestructura

en

la

conciencia

de

los

hombres.

Esto significa también

el

paso

de

lo

'objetivo'a

lo'subjetivo'y

de la

'necesidad

a la libertad'. La estructura, de

la

fuerza exterior

que

aplasta

al

hombre,

que

lo asimila a sí mismo,

que

lo

hace

pasivo,

se

transfor

ma

en medio

de

libertad,

en instrumento

para

crear una nueva forma

ético-

polílica,

en origen de

nuevas

iniciativas"

(Gramsci,

Cuadernos, ed.

cit.,

v.

4,p.142).

Cf.

C.

N. Coutinh o, lntroducción a

Gramsci, ed. c¡t.,

p.

75

ss.

del concepto

de catarsis

que

abarcase

la esfera de

la

política

(de

la

prax

interactiva)

como

esfera

privitegiada

de

mediación

entre la

reproducció

material

y

la reproducción espiritual

de ia

vida humana;

z)

la

de

recupera

el núcleo

fecundo

de

las reflexiones

ñlosóflcas

de

Gramsci,

sobre

todo

c

aquellas

referentes

a varias

ñguras

de la

conciencia

ideológica

(sentid

común,

buen

sentido,

religión,

filosofía,

etc.),

depurándoias

de

algunas

in

crustaciones

idealistas,

ya

señaladas

por

muchos analistas,'e

integrándola

al

marco

general

de la

ontología

lukacsiana,

una ontología

que,

a

pesar

de su

puntos problemáticos,

me

parece

que

es

ia

reflexión filosófica

global

más fi

al espíritu de

Marx

y,

al

mismo tiempo,

a

las exigencias teóricas

de

nuesrr

tiempo.

Tal

vez

resida en esta integración

dialéctica

de

Gramsci

y

de

Lr.rkác

-lo

que no

excluye, ciertamente,

el

reconocimiento

de Ia

importancia

cle

contribución

de

muchos

otros

pensadores-,

el

gran

desaffo

teórico de Io

marxistas

contemporáneos,

el

punto

de

partida

de aquel

"renacimiento

ci

marxismo"

al

cual

el viejo

maestro húngaro

dedicó el mejor de

sus esfuerzrts

11t

1

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7/17/2019 MARXISMO Y POLÍTICA COUTINHO.PDFRed

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ESTE

LIBRO

HA

SIDO

POSIBLE

POR

EL TRABA'O

DE

coMrrÉ

EDrroRt;r-

Silvia

Aguilera,

Mario

Garcés,

Luis

Alberto

Mansílla,

Tomás

'

Moulian,

Nain

Nómez,

forge

Guzmán,

|ulio

Pinto,

Paulo

Slachevsky,

Hernán

Soto,

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Leandro

Urbina,

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Zondek,

Ximena

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santiago santa

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Bustos,

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EDtroRtaL

Alejandro

Millapan,

Leonardo

Flores,

Miguel

Ángel

Becerra

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Raú[ Cáceres

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Nikos

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Luis

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Aguilera,

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EL

MARXI§MO

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Jorge

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Y POSÍT¡VISMO: N¡EESCHE,

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Jorge

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E coNcEpro DE

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de la Huerta

EL DSASROLLO. ENTRE EL

SIMPLECREC¡MIENTO

Y E SUEN VIVIR

Raúl

Claro H.

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