lavboratorio, nº 22, 2008

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  • 8/2/2019 Lavboratorio, n 22, 2008

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    Lavboratorio

    Cambio Estructural y Desigualdad Social (CEyDS) / Facultad de Ciencias Sociales, UBA.

    Estudios sobre Cambio Estructural y Desigualdad Social

    Ao 10 Nmero 22 Invierno 2008

    Soja y agronegocios en la Argentina: la crisis del modeloMiguel Teubal

    Capitalismo agrario y sojizacin en la pampa Argentina. Las

    razones del desalojo laboral. Irma Lorena Acosta RevelesDistribuir y redistribuir: he ah la cuestin

    Javier Lindenboim

    La Argentina y la democratizacin de la tierraNorma Giarracca

    La soja de la discordia. Los sentidos y estrategias en la movili-

    zacin de la pequeo burguesa.

    Marcelo Gomez

    Movimiento campesino y coyuntura agraria regional.

    Promediando el 2008Pablo Daz

    La conflictividad en los espacios rurales de ArgentinaDiego Domnguez y Pablo Sabatino

    La conformacin de un imaginario de Modelo de Pas en el

    discurso presidencial de CFK. El lugar del sector ruralClaudia C. CousoEl problema de las retenciones: una visin crtica

    Martn Trombetta

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    Presentacin

    El Informe de Coyuntura Laboral Lavboratorio es unapublicacin del Programa Cambio Estructural y DesigualdadSocial, Instituto de Investigaciones Gino Germani / Carrera deSociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Su produccin

    es posible gracias al trabajo de profesores, becarios, docentes,graduados y estudiantes, en el marco de los proyectos vigentesFONCyT BID 1201/OC-AR PICT CONICET 09640

    y el proyecto UBACyT 108

    Universidad de Buenos AiresFacultad de Ciencias Sociales

    Programa CambioEstructural y Desigualdad SocialCarrera de Sociologa

    Instituto de Investigaciones Gino Germani

    StaffDirector del Programa (CEyDS):

    Agustn Salvia

    Secretario Editorial:

    Ernesto Philipp

    Editores:

    Astor MassettiEduardo Chvez MolinaEduardo DonzaGabriel Calvi

    ISSN: 1515-6370

    Colaboraciones y Comentarios:

    Informe Lavboratorio, Instituto de Investigaciones Gino

    Germani,Facultad de Ciencias Sociales, UBA.Uriburu 950 6 piso oficina 21, Cdad. de Buenos Aires(1114). e-mail: [email protected]

    Esta publicacin est disponible en:http://lavboratorio.fsoc.uba.ar

    AutoridadesFacultad de Ciencias Sociales

    Decano

    Federico Schuster

    Vicedecano

    Damin LoretiSecretario Acadmico

    Jorge Lulo

    Secretario de Cultura y Extensin Universitaria

    Javier Brncoli

    Secretario de Gestin Institucional

    Diego de Charras

    Secretario de Investigacin

    Ricardo Sidicaro

    Secretario de Hacienda

    Bruno Opromolla

    Secretaria de Posgrado

    Pablo Alabarces

    Carrera de Sociologa

    Director: Lucas Rubinich

    Instituto de Investigaciones Gino GermaniDirectora: Carolina Mera

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    EditorialDesdeLavboratorio creemos que si bien vista desde diciembre de 2001 la Argentina actual aparece como una completa descono-cida. Un camino, con no pocos tropiezos, ha sido recorrido para poder cubrir en gran parte la inmediatez de las ms urgentesnecesidades sociales de los grupos ms vulnerables.

    Ahora esto no terminado con la alta conflictividad de la Argentina, pero s han cambiado los sujetos de sta, incorporndosenuevos actores con sus intereses y sus formas de actuar propias. As es posible entender la irrupcin del conflicto desatado entorno a las retenciones mviles, ya no son los mismos actores que en el 2001 los que llevaron adelante una protesta por laredistribucin del ingreso, no fueron los sectores excluidos los que bloquearon rutas para reclamar un cambio en la polticaeconmica. Ahora, tambin pensamos que este conflicto, que tuvo su momento culminante cuando el Vicepresidente de laNacin con su voto no positivo desempat la votacin del senado sobre las retenciones mviles, est lejos de haber termina-do.Desde Lavboratorio creemos que la conflictividad desatada en torno a las retenciones mviles, es un exponente ms de la luchapor la distribucin del ingreso en la Argentina, en fin, un captulo ms en la lucha de clases. Es por ello, porque creemos que elconflicto gobierno vs. campo est lejos de haber terminado que hemos elaborado este nmero especial en torno a estaproblemtica. Un nmero dedicado, centralmente, a la cuestin rural, algo que va ms all de la discusin por la movilidad o node las retenciones a los productos agropecuarios.Esperamos que este nmero pueda contribuir al debate en torno a la cuestin de fondo que se trasluce en este conflicto, peroque queda velado, la distribucin del ingreso en la Argentina, centrando la cuestin en la renta agraria, la distribucin de la tierra,el lugar del campo en el actual proyecto y discurso del gobierno, entre otros temas.Es en este marco, en el que libres de posiciones cerradas, intentando librarnos de los prejuicios, pensamos que sigue siendo

    vlido repetir la consigna de la editorial anterior: avanzar en respuestas y, tambin, plantearse nuevos interrogantes, no es slouna cuestin terica o metodolgica si no que contribuir no slo a comprender mejor estos fenmenos sino a avanzar enacciones y polticas mejor orientadas en la promocin de una mayor equidad y una mejor distribucin del ingreso, y esa es unacontribucin que desde el mundo acadmico podemos y debemos dar.

    Los Editores

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    Indice

    Soja y agronegocios en la Argentina: la crisis del modeloMiguel Teubal

    Pgina: 5

    Capitalismo agrario y sojizacin en la pampa Argentina. Las

    razones del desalojo laboral.Irma Lorena Acosta Reveles

    Pgina: 8

    Distribuir y redistribuir: he ah la cuestin Javier Lindenboim

    Pgina: 13

    La Argentina y la democratizacin de la tierra

    Norma GiarraccaPgina: 18

    La soja de la discordia. Los sentidos y estrategias en la movili-

    zacin de la pequeo burguesa.Marcelo Gomez

    Pgina: 22

    Movimiento campesino y coyuntura agraria regional.

    Promediando el 2008 Pablo DazPgina: 36

    La conflictividad en los espacios rurales de ArgentinaDiego Domnguez y Pablo Sabatino

    Pgina: 38

    La conformacin de un imaginario de Modelo de Pas en el

    discurso presidencial de CFK. El lugar del sector ruralClaudia C. Couso

    Pgina: 45

    El problema de las retenciones: una visin crticaMartn Trombetta

    Pgina: 51

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    IntroduccinTuvo que producirse el conflicto agrario del 2008 para que lacuestin agraria y el modelo sojero que la involucra fueranpuestos sobre la mesa del debate. En efecto, as como la crisisdel 2001/2002, en especial la rebelin del 19/20 de diciembredel 2001 y la consiguiente devaluacin y el default sobre ladeuda externa pusieron en jaque la aplicacin del modeloneoliberal en el pas, el paro agrario de estos ltimos mesestrajo a la luz aspectos esenciales del modelo agrario actualmen-te en vigencia, aspectos que durante muchos aos fueroninvisibilizados para gran parte de la opinin pblica.Sin embargo, el conflicto en s entre el campo (en realidad

    una parte del campo) y el gobierno por las retenciones no esnecesariamente un conflicto en torno del modelo agrario: nila mesa de enlace, ni el gobierno cuestionan seriamente elmodelo sojero o del agronegocio actualmente en vigencia. Elconflicto tuvo que ver con la lucha por las retenciones, concmo se reparten las rentas generadas por el alza de los preciosinternacionales de los commodities entre cada una de laspartes. Y si bien se plante la necesidad de tomar en conside-racin a medianos y pequeos productores (fundamental-mente sojeros) y de considerar el problema de la leche, la carney las economas regionales, ninguno de estos aspectosinvolucran una consideracin crtica sobre aspectos esenciales

    del modelo. Ello es grave porque es difcil vislumbrar unapoltica de redistribucin de los ingresos en el nivel nacionalcomo la que, por lo menos en la retrica. propicia el gobiernosin que se consideren cambios esenciales en la conformacindel modelo agrario.En este trabajo nos proponemos presentar algunos de loselementos que describen al modelo del agronegocio encuestin. No cabe duda que tiene que ver con la extremasojizacin que se produjo desde los aos 70 a esta parte, yespecialmente desde mediados de los aos 90 cuando seaprueba la difusin de la soja transgnica en el pas. Elmodelo, como sealamos en diversos trabajos, tiene que vercon polticas neoliberales aplicadas al sector agropecuario y alsistema agroalimentario en su conjunto. Tras presentaralgunos datos que describen la importancia de la sojizacinque se manifiesta en el pas nos proponemos mostrar cmoeste proceso se relaciona con el sistema de agronegocios quese fue conformando en estos aos, y cules son algunos delos principales actores econmicos que lo integran. Por ltimoplanteamos algunos de los efectos de este modelo queconsideramos no han sido lo suficientemente explicitados enel debate que se ha presentado en meses recientes.

    Neoliberalismo y sector agrarioDesde los aos 70 a esta parte se produce un intenso proceso

    de sojizacin en el pas, basado en la preeminencia de laproduccin de soja en detrimento de otros productosagropecuarios. Se trata de un modelo que adquiere un carizmuy especial a mediados de los 90 cuando se libera almercado la soja transgnica.A partir de entonces la Argentinase transforma en uno de los principales pases del Tercer

    Mundo en el que se cultivan transgnicos.La soja en nuestro pas crece en forma espectacular. Laproduccin de esta oleaginosa pasa de 3,7 millones detoneladas en 1980, a 11 millones en 1996/97 y a 47,5 millonesen 2006/2007. Fue as como pas de representar el 10,6% dela produccin granaria total en 1980/81 a mas del 50 % en2006/2007. Entre 1996/97 y 2006/2007 91,7% del aumentode la produccin de granos en el pas correspondi a la soja.El auge de la soja se manifiesta tambin en la superficiedestinada a este cultivo. Si bien cuando se libera al mercado lasemilla transgnica en el ao 1996 se destinaba 20% de la

    superficie granaria total a este cultivo, en la actualidad ms del53% del territorio destinado a los granos se destina al mismo.

    Asimismo, el cultivo de la soja es en su casi totalidadtransgnica, y ms del 90% de su produccin se exporta.

    Tras la devaluacin del 2002 y el alza de los precios internacio-nales de la soja y de otros commodities se produce unaumento continuo del valor total de las exportaciones destos items. En este ltimo ao se export aceite de soja por4.275 millones de dlares, harina y pellets por 5.762 millonesy poroto de soja por 3.428 millones; todos estos productossumaron en total 13.602 millones de dlares representando el24,4% del valor total de las exportaciones de la Argentina. El

    valor de las las exportaciones de soja en 2007 aument conrelacin a 2006 en un 52.3%; este aumento se debi no slo amayores volmenes exportados sin fundamentalmente alalza significativo de sus precios. Otros commodities tambinse orientaron en forma creciente a la exportacin. En el ao2007 el trigo represent 4,3% de las exportaciones totales (enel 2002 representaba el 3,6%), el maz el 4,1%, la carne el 2,7%y los productos lceos el 1,2%.Dichos procesos operan en el marco de arreglos institucionalesque facilitaron la consolidacin de un sistema de agronegociosen el pas. Se trata de un sistema que propicia el control porparte de grandes empresas transnacionales de sectores clave delsistema agroalimentario argentino: la provisin de semillas e

    insumos, la compra de tierras en algunas regiones, el controldel procesamiento industrial (la industria alimenticia) y lacomercializacin de la produccin, tanto para el mercadointerno (super e hipermercados) como para la exportacin.Estas empresas asumen una lgica muy distinta a la lgicaagroindustrial de antao. Como seala Giarracca, este era unpas de chacareros, de cooperativas, de industrias nacionales,de cadenas agroindustriales, tanto en los frigorficos como enlas harinas: Terrabusi o Bagley, por ejemplo eran algunas de las

    viejas empresas nacionales que estaban en la cadenaagroindustrial y les iba bien. Haba una lgica orientada aexportar pero tambin de producir alimentos orientados al

    consumo popular masivo.Todo ello comenz a cambiar durante la dictadura militar, y seenmarca en la globalizacin y el predominio del capitalfinanciero: surge un nuevo rgimen de acumulacin para elagro y el sistema agroalimentario en su conjunto en el que

    Soja y agronegocios en la Argentina: la crisis del modeloMiguel Teubal1

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    opera la lgica de los agronegocios. Estas grandes empresastransnacionales o transnacionalizadas a que hacemos referencia

    van definiendo cada vez mas aspectos esenciales de la polticaagropecuaria. Un hito importante es el decreto dedesregulacin del ao 1991 que elimin de cuajo todas lasjuntas reguladoras de la actividad agropecuaria la JuntaNacional de Granos, la Junta Nacional de Carnes, entre otras que operaban desde los aos 30 a esta parte. De golpe el agroargentino se transform en uno de los ms desregulados del

    mundo sujeto como ningn otro a los vaivenes de la econo-ma mundial. Se trata de producir commodities orientados ala exportacin, basndose en tecnologa de punta y engrandes unidades productivas. Deban desaparecer 200.000explotaciones agropecuarias consideradas ineficientes.Durante la dictadura el banco de semillas del INTA sedesmont, y ese conocimiento pas a las corporaciones quellegaban al pas. Se abri el banco gentico de la biodiversidady se empez a compartir con las multinacionales. Se manifies-tan nuevas revoluciones tecnolgicas, primero los hbridos,luego los transgnicos, ambos dominadas por grandesempresas. El productor agropecuario que siempre reprodujosu propia semilla ahora se ve inducido a comprarla ao trasao a las transnacionales. Adems, son semillas que vanacompaadas por paquetes tecnolgicos, por ejemplo, lasiembra directa, que requieren grandes cantidades deagrotxicos para matar la maleza, y maquinaria y equipo nosiempre accesibles para medianos y pequeos productores.Se flexibilizan las leyes de arrendamiento mediante el nuevocontrato por una cosecha, y surge la figura del contratista, cono sin tierra propia. Se privatizan los silos y los puertos y se vaconfigurando un nuevo complejo agroexportador dominadopor las grandes exportadoras, que tallan cada vez ms fuerteen el panorama agrario nacional. Luego estn los grandesproductores agropecuarios, y surgen los pool de siembra,

    fideicomisos que arriendan y contratan a contratistas parallevar a cabo el proceso productivo.En el resto del sistema agroalimentario la industria alimentariase extranjeriza en su casi totalidad y crecen significativamentelos supermercados e hipermercados, en donde el capitalextranjero talla fuerte.

    Actores econmicos y sociales delagronegocio

    Tras la crisis y devaluacin del 2002 y el boom de los preciosde los commodities en los mercados internacionales seintensifica el modelo del agronegocio y la crecente sojizacindel pas. Se intensifica el accionar de los pooles de siembra, delos grandes sojeros, y cobra mayor fuerza aun el modeloagroexportador liderado por grandes exportadoras aceiteras ycerealeras.Quizs uno de los actores econmicos ms importantes delmodelo lo constituyen stas grandes exportadoras lideradaspor Cargill, Bunge Argentina, LCD Argentina (Dreyfus);

    Aceitera General Deheza, y Nidera, entre otras. Paulatinamenteaumentan su posicin en la escala de empresas exportadoras.En la actualidad son empresas que se encuentran entre las 10principales exportadoras del pas (acompaadas por YPF-Repsol, Minera Alumbrera y Teneris Siderca). En el 2007exportaron por un total de 14 mil millones de dlares 26,6

    por ciento de las exportaciones totales. Las aceiteras y cerealerasson demandadas por el fisco por una presunta evasin de1783 millones de dlares por retenciones no pagadas.Uno de los nuevos actores econmicos que aparecen en elpanorama agrario del pas y que se vinculan con el sector

    financiero son los pooles de siembra. Estas arrancan aprincipios de los noventa. Al comienzo slo integran aproductores agropecuarios que necesitaban ganar escala parasobrevivir. Segn informantes del sector, con el boom delcampo (y el alza en las cotizaciones internacionales de losgranos) los pooles de siembra se transformaron en unaalternativa cada vez ms atrayente para una serie deinversores, inclusive extra agropecuarios. En los ltimosaos, se refin el marco legal y su seguridad jurdica a travs de

    la figura del fideicomiso. Es difcil saber la cantidad dehectreas que se trabajan bajo esta forma de organizacinagroempresaria. En un informe realizado por Aacrea hacealgunos aos, se estimaba que la superficie controlada por lospooles de siembra se haba quintuplicado (de 400.000hectreas en 1997, a 2 millones en el 2002). Sin embargo noexisten datos fehacientes al respecto, aunque puede presumirseque a raiz del boom de la soja estos fideicomisos se habranmultiplicado substancialmente.Por otra parte, hay pooles de siembra y hay fondos deinversin que son ms grandes que los pool se siembra. Losgrandes productores, como Grobocopatel, tambin tienen suspooles de siembra. Hay mucho operadores financieros quereunen fondos de diversas fuentes para invertir en el campo yque actan annimamente. El que antes apostaba a la rentafinanciera, ahora lo hace en el campo (Giarracca, 2008).Los pools de siembra se combinan con el nuevo contratismo(los contratos por una cosecha) que cobra intensidad en aosrecientes. En este contexto un nuevo actor social y econmicoes el rentista. Muchas veces tiene pocas hectreas, y poco capitalpara tecnologa o para comprar el equipo necesario para plantarsoja. Como consecuencia arrienda su tierra y se va a la ciudad.O sea, no slo son los grandes los que arriendan parte de sutierra para plantar soja, tambin estn los pequeos que setransforman en rentistas, contribuyendo de este modo a que

    nuestro agro se transforme en una agricultura sinagricultores.Tanto los pooles de siembra como las grandesempresas agropecuarias que se dedican de lleno a este negocio,son tambin algunos de los principales beneficiarios delboom de la soja de los ltimos tiempos.

    Tomemos el caso de Los Grobo. Segn informacin periods-tica esta empresa posee 17.700 ha propias, pero cultiva en totalmas de 150 mil.Acopia un millon y medio de toneladas ycomercializa 112 mil de harina. En su conjunto las empresasdel holding facturan cerca de 200 millones de dlares anuales.

    Asimismo, los Grobo est presente en Uruguay, Paraguay yBrasil. El objetivo es sembrar cerca de 400 mil ha en el

    Mercosur (Pgina12, 29/3/08). Gustavo Grobocopatel afirmque en Argentina hay muchos productores agropecuarios msgrandes que l: los cinco o seis productores ms grandes de la

    Argentina producen en 500.000 hectreas (Clarn, 08/07/08) .Otras grandes empresas son: Adecoagro (es la empresa delmagnate George Soros que tiene 225.000 hectreas en Argenti-na, Uruguay y Brasil), o El Tejar (trabaja ms de 150.000hectreas en estos pases). . A continuacin se presenta unlistado algunas grandes empresas o pooles de siembra (notodos grandes) recopilados por Neil P. Richardson de laUniversidad de California en base a un listado de La Nacin.Richarson tambin entrevist a muchos de los directivos deestas empresas.2

    Los Grobo; Cresud (IRSA, Elsztain); Adecoagro; AdecoAgropecuaria SRL (Soros); Calyx Agro (Dreyfus); El Tejar(Oscar Alvarado); MSU: Manuel Santos de Uribelarrea;Olmedo Agropecuaria (Alfredo Olmedo); Estudio Cazenave:

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    Santiago Casares y Eduardo Serantes, responsables del FondoAgrcola de Inversin Directa (FAID); Nidera; AGD;Rodrigu-Fogante, La Redencin-Sofro: (Marcos Rodrigu,Rogelio Fogante, Germn Fogante); Liag Argentina, de lafamilia australiana Kahlbetzer; Compaa Argentina deGranos, de Adelaida Mara; Luis Riopedre, de 9 de Julio;

    Alfonso Can, de Venado Tuerto; Roberto Peiretti, deMonte Buey ; Mario Nardone, de Santa Fe; Vctor Trucco, deSanta Fe; Gastn Fernndez Palma, del sudeste de la provincia

    de Buenos Aires; Administracin Duhau; Fernando RojasPanelo; Jos Borleto, del centro de Crdoba; Omar Grazzioli,productor y contratista de Inriville; Ignacio Lartirigoyen; La

    Viznaga. Juan Avellaneda, sur de Santa Fe; Oscar Faccioli,Espiga SRL; SA(fideicomiso) Openagro Daro Genua,director; El Grupo Ceres Tolvas. Fondo: Siembras Asociadas;Familia Lacau; Agrarius.Por ltimo, otro de los actores econmicos del modelo loconstituye la Monsanto y la semilleras asociadas a estaempresa. En el conflicto actual del campo no particip. Perotiene pendiente fuertes intereses en torno al cobro de losroyalties de la semilla transgnica.

    Efectos del modelo, los excludos.A lo largo del conflicto agrario, y en los debates que hubotanto en el Congreso como en los medios, muchos aspectos

    vinculados al modelo sojero salieron a la luz. Pero no siemprese consider en el debate los efectos nocivos del mismo. Sesigui haciendo proyecciones a futuro respecto de la oportuni-dad que podra significar para nuestro pas, el responder en elfuturo a una creciente demanda internacional de commoditiesde exportacin, incluyendo la soja. Pero salvo algunaspresentaciones, persiste la sensacin de que fueron pocas lasintervenciones que persentaron un anlisis crtico del modelo.

    Y que los efectos negativos, tanto econmicos, sociales,

    culturales, medioambientales y sanitarios, del mismo nofueron considerados como los suficientemente importantescomo para impulsar una modificacin radical del mismo.

    A continuacin presentamos algunas acotaciones referidas almodelo.En primer lugar, el boom de la soja transgnica ha causado laespecializacin del pas en la produccin y exportacin de unospocos productos primarios sujetndolo, como en ningnperodo anterior, a los vaivenes de la economa mundial. Dehaber sido un importante proveedor de carnes y cereales a laeconoma mundial durante gran parte del siglo XX, y siendoautosuficiente de los alimentos que consuma su poblacin,en la actualidad la Argentina, al propender hacia el monoculti-

    vo de la soja, tiende a perder esa calidad. La doble cosechatrigo-soja, ha desplazado a la ganadera como actividad derotacin incluyendo a los tambos y a gran parte de los cultivosindustriales del interior.. Todo ello contribuye a deteriorar laseguridad alimentaria. En efecto, la superficie destinada a laproduccin sojera aumenta sistemticamente ao tras ao, lade otros cultivos no tanto, o cae o se estanca. Esto ocurre conla produccin de frutales y el algodn mientras que la cantidadde tambos existentes en el pas en pocos aos cay de 30.000 ala mitad.

    En segundo lugar, el crecimiento de la soja transgnica haoriginado un fenmeno de dependencia del pas respecto delas grandes empresas multinacionales. Esto se evidencia en eldominio que ejercen Monsanto y Novartis, que no sloproveen la semilla, sino tambin el paquete tecnolgico y losagroqumicos para el cultivo de la soja transgnica. En 2003 elglifosato (herbicida fundamental de la tecnologa utilizada)factur en Argentina ventas por 350 millones de dlares, 33%ms que en el 2000. Asimismo, Monsanto viene adoptando

    una serie de acciones para hacer cumplir supuestos derechos depropiedad sobre la patente de la semilla de soja transgnica,que van ms all de lo que cobra por la venta de la semilla.Exige en la actualidad el cobro a los agricultores de las regalasextendidas (2 dlares por cada bolsa de 50 Kg sobre lassemillas que guardan para uso propio). En otras reas delsistema agroalimentario, las corporaciones transnacionalescontrolan gran parte del procesamiento industrial y lacomercializacin de alimentos.En tercer lugar, el modelo argentino ha contribudo a ladesaparicin de gran parte de la agricultura familiar y de lostrabajadores rurales. Entre los censos de 1988 y 2002 desapare-cieron 25% de las explotaciones agropecuarias existentes en elpas, o sea, 87 mil explotaciones (86% de las cules tenanmenos de 200 has y 9% entre 200 a 500 has). En cambio,aumentaron las de ms de 500 has (particularmente las deentre 1000 a 2500 has). Este fenmeno, ha convertido al agroargentino en una especie de agricultura sin agricultores. Elavance de la soja en el interior del pas tiende a desplazar con

    violencia a campesinos que ocupan tierras amparados en lasleyes veinteaales, y a comunidades indgenas que tienenderechos ancestrales sobre sus tierras.En cuarto lugar, el boom de la soja en Argentina ha estadontimamente asociado al deterioro ambiental. Adems de lairresuelta cuestin acerca de los riesgos del cultivo en gran

    escala de la soja transgnica en el largo plazo, su auge se hadado en detrimento de la yunga y de la flora y fauna enextensos territorios del pas. Esta expansin tambin estocasionando la deforestacin de extensas reas en particular enlas provincias del norte, que, al mismo tiempo, est despla-zando a campesinos y comunidades indgenas y comprome-tiendo la biodiversidad del pas.

    Tambin deben considerarse los efectos perniciosos que ejercela utilizacin masiva del glifosato, su roco masivo por airesobre comunidades campesinas e indgenas, para la saludhumana, as como para las producciones locales de campesina-dos y poblaciones indgenas.

    Por ultimo, dos elementos que pueden contribuir a incremen-tar la expansin continua del modelo: a) los bo-combusti-bles debido al inters de los Estados Unidos y otras potenciaspor sustituir el petrleo por otras fuentes energticas; y b) elpapel que comienza a ejercer China en el panorama mundial,una de cuyas expresiones es su gran y creciente demanda desoja. Estas perspectivas pueden impulsar la nocin de que

    Argentina debe continuar siendo un gran productor de soja,los cual tambin acrecentara la peligrosa dependencia del pasdel monocultivo de soja transgnica, y dems consecuenciaseconmicas, sociales, ambientales y sobre la salud del cultivomasivo de este cultivo.Notas:

    1 Economista, profesor consulto de la UBA, Investigador del CONICET2

    Neal Richardson , Department of Political Science; University of California, Berkeley; [email protected];http://npr.berkeley.edu.BibliografaGiarracca, Norma (2008), Del agronegocio a las retenciones. Otra gramtica sobre el conflicto. Entrevista publicada en la revista Mu, La vaca.17/06/2008.Giarracca, Norma y Teubal, Miguel (Coordinadores) (2005), El campo argentino en la encrucijada. Estrategias y resistencias sociales, ecos en laciudad. Buenos Aires, Alianza Editorial.Teubal, Miguel (2006), Expansin del modelo sojero en la Argentina. De la produccin de alimentos a los commodities. Realidad Econmica,N 220, mayo-junio.

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    La transicin que protagoniza la agricultura latinoamericanadesde la dcada de los setentas aproximadamente- haresultado en un aumento significativo de la produccin y de laproductividad agrcola en contraste con una marcada tendenciaa la reduccin de los precios de todas las mercancasagropecuarias; cambios en el patrn de cultivos y en el destinode los productos, para posicionar en los indicadoresmacroeconmicos los bienes agrcolas de exportacin reciente,en detrimento de cultivos alimentarios; una balanza comercialglobal positiva del conjunto, pero sostenida sobre todo, en elsupervit de Brasil, Argentina y Colombia, y el desplome de la

    poblacin ocupada en el agro -siguiendo la tendencia histrica-pero todava con gran presencia an de trabajo campesino.2

    Acompaa a estos procesos una polarizacin en la estructuraagrcola y agraria latinoamericana que se consolida, pero ahoraen funcin de la vinculacin ms o menos exitosa de losproductores en el mercado mundial: Un polo empresarialrentable y competitivo, articulado positivamente a las cadenasagroalimentarias trasnacionales y que goza del patrocinio delos gobiernos. Frente a la pequea produccin -de tipofamiliar en especial- de magros rendimientos, con unaparticipacin marginal en el mercado y carente de apoyopblico.Reparando exclusivamente en la empresa agrcola capitalista

    (esto es, las explotaciones que operan bsicamente a partir delempleo de personal asalariado), en este escrito observaremosla evolucin del trabajo agrario en una zona que consideramosrepresentativa, dado el avance acelerado de los agronegocios

    volcados al mercado mundial.3 Se trata de la regin pampeanaargentina. Recordemos primero que entre los aos setentas yochentas del siglo XX, las polticas pblicas en los diferentespases de la zona convergen en su inters por alentar losnegocios de potencial exportador en la rama agrcola, y, engeneral en el sector agroalimentario. En ese sentido losrecursos y programas gubernamentales daban la pauta paraque las empresas realizaran los cambios que les permitiran

    lograr una participacin activa en mercados abiertos o enproceso de apertura.4 Esto significaba por lo regular migrarhacia otros cultivos y especializarse; modernizar la plantaproductiva; alterar la escala de produccin y la combinacin defactores productivos; reformular los vnculos intersectoriales;modificar la vocacin natural del suelo y en casos extremoscambiar la localizacin de la unidad productiva en provecho dela rentabilidad y competitividad de la empresa.5

    El caso Argentino es paradigmtico para conocer la formaconcreta en que se conducen los agronegocios. Aqu se revelana travs de prcticas empresariales concretas, tendenciasrepresentativas del capital agrcola en los pases latinoamerica-nos, y se percibe con claridad la huella que imprimen a lospatrones salariales. Sin desconocer que la experiencia abarcatemas tan atroces como el saqueo de la naturaleza o el despojoterritorial de bienes sociales para uso privado -por ejemplo-,aqu nos concentraremos bsicamente en el plano de la

    relacin capital-trabajo.Recordemos que la Repblica Argentina tiene un sitiodestacado en el acontecer agrario regional. El mejor testimonioes su larga tradicin exportadora en una gran variedad decultivos y bienes pecuarios. Perfil sobresaliente que subsiste entiempos de neoliberalismo y que debe mucho a las cualidadesnaturales de su territorio. Es de llamar la atencin que en

    Argentina el PIB agrcola como proporcin del PIB es de losms reducidos en la regin (5.4 para el ao 2003),6 y sinembargo es uno de los pases latinoamericanos donde lasexportaciones agroalimentarias tienen mayor importancia

    respecto a la exportacin total de bienes.

    7

    Sin duda, estosrasgos influyeron para que Argentina se manifestara en favorde la libertad de comercio tanto en las iniciativas de integracincomercial en la regin -a travs del MERCOSUR, principal-mente-, como en las negociaciones multilaterales en la OMC,formando parte del grupo Carins desde su constitucinoriginal.El dato ms distinguido para nuestros propsitos, es que eneste pas la mano de obra asalariada agrcola es, desde hace

    varias dcadas, mayor que la que labora sin remuneraciones enlas unidades productivas medias y pequeas mejor conocidascomo chacras-. Esta peculiaridad proviene del carcter precozdel capitalismo agrario en la zona, que, desde las postrimeras

    del siglo XIX se comenz a organizar en torno a la produc-cin extensiva de cereales y ganado en las estancias, coninversiones forneas y gran demanda de mano de obra(incluso de inmigrantes de origen europeo).8

    Argentina es reconocida mundialmente por las extensas yhmedas llanuras de la regin pampeana, una de las reasnaturales ms frtiles del orbe. La exuberancia de suecosistema ha sido clave para preservar el perfil agrario delpas, no obstante el impulso a la industrializacin que en laposguerra compartieron las naciones latinoamericanas. Locierto es que a lo largo del ltimo cuarto de siglo la fisonomarural del pas ha cambiado radicalmente.Este pas es proba-

    blemente el mejor ejemplo de reconversin productivaagropecuaria en un breve lapso, con efectos atroces en materiasocial y ambiental. Ah podemos observar con nitidez latendencia hacia la especializacin por regiones; una escaladaininterrumpida en innovaciones tecnolgicas yorganizacionales asociados a una mayor presencia empresarialen la zona; ascenso en la productividad del trabajo; altarentabilidad de los negocios agrarios con slida presenciainternacional y la consolidacin de complejos agroindustrialesarticulados horizontal y verticalmente.Su contraparte es una mayor apropiacin privada de losrecursos naturales, o en su defecto, el control indirecto destos por el capital; la pobreza del suelo derivada de latendencia al monocultivo y del abuso de los agrotxicos; elaprovechamiento irrestricto de la aguas, tierras y bosques;cambios radicales en el uso del suelo y el abandono de la baseproductiva agroalimentaria. Esto ltimo se funda en las

    Capitalismo agrario y sojizacin en la pampa Argentina.

    Las razones del desalojo laboral.Irma Lorena Acosta Reveles1

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    polticas gubernamentales de apoyo a los negocios agrariosdonde prevalece el principio de la mayor ganancia en el menortiempo, pues parte de la reconversin ha consistido en ampliarla produccin de soja transgnica9 a costa de la superficiedestinada a trigo y maz, principalmente.10 reas con destinoforestal, ganadero y reservas naturales, tambin han sidosacrificadas por el cultivo de esta leguminosa, hasta aproximar-se a una cifra cercana a 17 millones de hectreas. Esto equivale

    a dos terceras partes de la superficie cultivable de todo elterritorio mexicano.De paso, este proceso ha motivado el desplazamientoterritorial de los chacareros por empresarios ms agresivos quecaptan (como dueos o arrendatarios) las tierras mejordotadas naturalmente. Consta por ejemplo que en la reginde la pampa, entre los aos 1988 a 2000 el nmero deunidades productivas se redujo en aproximadamente en60,000, mientras en el mismo lapso aumenta el tamaomedio de la explotacin agropecuaria de 391.3 a 530.7hectreas.11

    En las ltimas dos dcadas la soja ha pasado a ser el cultivoms importante de la Repblica Argentina, pues adems de

    ocupar la mayor cantidad de superficie laborable, es el bienagrcola que ms aporta al PIB agrcola de ese pas.12 Aunado alo anterior, la leguminosa ha ganado para Argentina el tercerlugar mundial como productor y el segundo lugar comoexportador.

    Al boomde la soya transgnica de fines de la dcada de losnoventa- corresponde adems el auge del complejo oleagino-so agroindustrial, que transforma la semilla en aceite, harina,tabletas, salsa, sustitutos alimenticios como carne, leche, jugosy muchos otros derivados. Y es de esperar que a raz laspolticas de alientan las energas verdeso alternativas, siga enaumento la produccin de soya como insumo del biodiesel.

    La zona argentina que de lleno se ha volcado a producir soja esla regin pampeana. Esta regin comprende el centro y sur dela Provincia de Santa Fe, gran parte de la Provincia de Crdoba,centro y sur de la Provincia de San Luis, La Pampa y laProvincia de Buenos Aires. En la ltima se localizan alrededorde 15,400 explotaciones que registran este cultivo anual, de las38,000 que existen en todo el pas, de acuerdo a datos censalesdel ao 2002.13

    Producir soja en el valle central de Argentina es un excelentenegocio por la relacin costo-beneficio. El elevado componen-te tecnolgico es garanta alta productividad con un margen deriesgo controlado; el productor est exento del pago dederechos por el uso de la semilla,14 el costo de produccin esbajo15 en virtud de los factores suelo y salarios, y significa unahorro considerable en tiempo.16 Sin embargo sus efectos hansido adversos para los peones del campo (como se le conoceen Argentina al trabajador asalariado agrcola).La introduccin generalizada de la variedad transgnica de sojaen los campos argentinos constituye un salto tecnolgico en elplano productivo, de enorme significado para el mbito rural ypara la sociedad en su conjunto. Con esta innovacin serecomponen los lazos de la agricultura con otras ramaseconmicas (vnculos intersectoriales o encadenamientos), ycon los diferentes sectores sociales. Pero adems, por suscualidades intrnsecas, el paquete tecnolgico de la soja

    modificada genticamente implica: a) Reorganizar el procesoproductivo en tiempos y ritmos; b) ajustar las laboresagrcolas el proceso laboral en s- en funcin de nuevasexigencias, y c) plantear en trminos diferentes los vnculossalariales.

    Uno de los cambios ms notables de esta transicin producti-va (probablemente el tema ms visitado por los cientficossociales), es se profundiza la tendencia histrica al descenso delempleo agrario. En efecto, a lo largo del siglo XX las innova-ciones en la agricultura pampeana -desde las mecnicas ybioqumicas, hasta los agroqumicos de primera generacin-,resultaron en menor demanda de trabajadores para las laboresdel campo. Empero desde la introduccin del sistema de siembradirecta

    para la produccin de granos el desequilibrio entreoferta y la demanda laboral se hace ms evidente.17

    La siembra directa o labranza cero es, en general, inaccesible parala pequea produccin. Pero ha tenido muy buena acogida enlas medianas y grandes explotaciones productoras de cereales yoleaginosas.18 El beneficio mayor es que prescinde de laslabores tradicionales en presiembra (araduras y rastrajes)gracias al uso de maquinaria pesada que abre los surcos eimplanta la semilla con un movimiento mnimo de la tierra, ysin eliminar el rastrojo del cultivo anterior. Ese rastrojo queno se elimina tiene ventajas y desventajas, pero es un proble-ma que puede manejarse para mantenerlo a un nivel positivopara la produccin. El procedimiento de siembra directa exige

    a su vez el suministro previo y posterior del herbicida RR19para el control de la maleza, as como de otros plaguicidas.

    Tambin se requieren fertilizantes como nitrgeno, urea yazufre.Los defensores de este sistema celebran su perfilconservacionista porque preserva la materia orgnica del suelo:Reduce la erosin que resulta del laboreo excesivo de la tierra ypreviene procesos de oxidacin al no exponer la atmsferainterior del suelo a factores ambientales externos. Virtudesque son discutibles si se ponen en la balanza los beneficios yperjuicios que conlleva la difusin del paquete tecnolgico ensu conjunto.20 De lo que no cabe duda es que el procedimien-

    to es eficiente en lo productivo, y que disminuye drsticamenteel gasto energtico tanto en mano de obra como en consumode combustibles fsiles.Se ha calculado que en una explotacin que recurre a la siembradirecta el ahorro es cercano al 35% en el costo de labores/ao,de aproximadamente 25% en maquinaria y 35% ms en el usode tractor.21 Y sobre el impacto la incorporacin del sistema desiembra directa en el empleo rural, un estudio diagnstico deBotta y Selis sostiene que:La disminucin de la demanda de mano de obra se expresa en el

    requerimiento de los tiempos operativos de las labores, de 3 horas/

    hombre/hectrea para la labranza convencional a 40 minutos/

    hombre/hectrea para la siembra directa, lo que representa la exclusin

    de 4 de cada 5 trabajadores, sin que ello representa una mejor retribu-

    cin para el personal ocupado. Esto trae como consecuencia un menor

    tiempo de empleo temporal y menor demanda de empleo permanente.22

    Evidentemente, una prdida absoluta de puestos de trabajoque vigoriza la competencia por las plazas disponibles. Ciertoes que la introduccin masiva de esta tecnologa tambin creaempleos. Pero son escasos respecto a los que se suprimen,corresponden a labores que exigen alguna calificacin especial oconciernen a otras categoras de trabajadores (como son losadministrativos, supervisores, capacitadores, operarios demaquinaria, agrnomos, etc.). Por aadidura, de este personalprofesional, una parte cada vez mayor tiende a ser contratada

    bajo la figura de contrato de servicios. Situando a estosvnculos, formalmente, fuera de las relaciones salariales.Por su parte, el proceso productivo de la soja RR quedasupeditado de principio a fin al componente tecnolgico. Puesel ciclo de la planta sus diferentes etapas de crecimiento- y los

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    factores que han de intervenir en su desarrollo, los marca eldiseo gentico de la semilla. A partir de la cosecha, en sumanejo posterior, almacenamiento y traslado es el parque demaquinaria el que impone su ritmo. Es as que el quehacer deltrabajador se cie a las tecnologas de proceso y de productosugeridas por los proveedores de insumos, y para ello requierecapacitacin en el uso de plaguicidas, fungicidas y fertilizantes,pues sus conocimientos tradicionales dejan de ser tiles.

    Ahora los insumos los recibe el productor como un paqueteintegrado que se acompaa de servicios de asesora e indica-ciones precisas para su ptimo aprovechamiento. Mejortodava si la empresa cuenta con un sistema de control ymonitoreo del suelo su temperatura, humedad y nutrientes-para que stos se suministren en el momento oportuno, enlas proporciones adecuadas. Pero no es todo. Con la mecani-zacin de las tareas de siembra, fumigacin, cosecha yposcosecha se reduce a su mnima expresin la actividadlaboral como energa humana directamente aplicada a lageneracin de un bien, gracias a las mquinas e implementosde variada potencia, capacidad y versatilidad. Desde losconvencionales que buscan adaptarse a las nuevas necesidades

    del producto, hasta los que incorporan dispositivos tecnolgi-cos de ltima generacin:Las sembradoras para siembra directa con sistema de dosificacin

    neumtica y calidad de equipamiento para asegurar mayor precisin en

    la entrega de semilla y fertilizante; las cosechadoras con mayor

    capacidad trabajo, eficiencia de cosecha y tamao vinculadas al aumento

    de escala de las explotaciones agrcolas y cosechas de mayor volumen; a

    las que se suman los tractores, como parte imprescindible de la siembra y

    la cosecha, cuyos nuevos modelos han incorporado el sistema hidrulico

    y la doble traccin con neumticos de grandes dimensiones, debido a las

    condiciones de la siembra directa y al control sobre la compactacin del

    suelo. En algunos casos, el tractor puede tener piloto automtico. En

    el mercado existe, adems, equipamiento de alta complejidad como:monitores de siembra, de rendimiento, banderilleros satelitales o GPS.23

    La administracin de biocidas y la fertilizacin se puede hacercon una misma pulverizadora -de arrastre o autopropulsadas-,o por va area, en el caso de la fumigacin. El sistema de riegoque mayores beneficios ofrece es elpivotcentral24 fijo o deremolque. Este ltimo en particular, reduce en gran medida elcosto de irrigacin porque el equipo est diseado para sutraslado hacia diferentes reas de cultivo. Por supuesto,producir soja en estas condiciones supone una elevadainversin en insumos, maquinaria y equipo, implementos,servicios profesionales, etc. De ah que la mayor parte de losproductores se ven obligados a apoyarse en los contratistas.Los agentes contratistas son una figura tradicional en loscampos argentinos,25 y desde la dcada de los noventa sumodalidad ms reconocida y prspera son lospools de siem-bra.26 Su impulso en el sector empresarial ha ido a la par delproceso de sojizacinde los ltimos aos, apoyndosemutuamente, hasta convertirse en uno de los agentes msactivos e influyentes del empresariado. Ahora mismo, elcontratista realiza labores agropecuarias muy diversas a pedidodel propietario del suelo. Puede, si as le conviene, adquirirsuperficie agrcola o pecuaria para trabajarla por su cuenta, y

    venderla mas tarde. Otra de las formas en que trabaja esarrendando la tierra con posibilidades de pago diversas:

    monetario o en especie, fijo o proporcional a los resultados.Las empresas contratistas, que prefieren operar sin activos fijosen forma de superficie agrcola. Pero en cambio poseen capitallquido y en conocimiento objetivado en tecnologa -maquina-ria, equipo, implementos, insumos agroqumicos,

    biotecnolgicos, etc.-, por lo que estn en condiciones tomar asu cargo personal especializado para trabajar los predios yemplear peones de forma permanente o temporal.27 Susingularidad consiste en que se trasladan de una explotacin aotra, entre provincias, e incluso a pases vecinos segn sedemanden sus servicios. Hasta pueden operar en varias zonasa la vez (operacin multilocal). Trabajar as reduce riesgos yfacilita la desamortizacin del parque de maquinaria en un

    plazo relativamente breve, lo que hace posible que permanez-can a la vanguardia en innovaciones de todo tipo. Lo paradji-co es que con este tipo de arreglos productivos no desaparecenlos convenios agrarios tradicionales -como la medianera,aparcera, arrendamientos rurales o los contratos accidentales-,28

    sino que se van moldeando en funcin de las nuevas exigen-cias de movilidad, uso intensivo y rotacin del capital.

    Junto a los contratistas, encontramos otros agentes del sectorempresarial ligados de diferente modo al agro, que tambinganan con las nuevas modalidades productivas: Proveedoresde insumos, de maquinaria e implementos agrcolas; empre-sas acopiadoras, de transporte y de servicios profesionales;firmas el complejo agroindustrial; intermediarios financieros y

    especuladores. Los dos ltimos, atrados por la rentabilidaddel sector han puesto a disposicin de los inversionistas delramo sus recursos y conocimientos, mediante instrumentosfinancieros variados como los fondos comunes de inversin olos fideicomisos. Y si los nexos entre capital agrario y financie-ro son ms estrechos, podrn conocer oportunamente losmovimientos en los mercados de fsicos, administrar riesgos,realizar transacciones a futuro y proyectar estrategias especulati-

    vas con existencias y precios.

    Algunas conclusiones provisionalesEl avance del capital en la Repblica Argentina ha legado encuestin de unos pocos lustros, xitos macroeconmicos quepreservan su sitio de potencia agroexportadora, pero tambinha sido eficiente al engendrar mayor desigualdad y pobrezaentre la poblacin rural que tiempo atrs s particip de labonanza agropecuaria. Esta inequidad, en un escenario naturaltan generoso como la pampa argentina, puede juzgarse -y conrazn-, como un retroceso de orden social y poltico. Pero enesencia, ese proceder corresponde a un paso hacia adelante delcapitalismo agrario trasnacional.En otras palabras, son procesos consubstanciales al desarrollodel capital imperialista que precisa, en contrapartida, laconsolidacin del subdesarrollo regional. Que las inversionesque propician el despojo territorial y marginacin productiva

    del sector chacarero sean de procedencia nacional o extranjerano es irrelevante. Pero el hecho de que el primero sea subsidia-rio del segundo en la expansin de la frontera agrcola para elcultivo de soja transgnica, no estrecha ni siquiera un poco ladistancia entre trabajo y capital, pues esta contradiccin sesigue alimentando y toma nuevos matices.Entre las manifestaciones ms contundentes de esta polari-dad, acentuada en tiempos de neoliberalismo, figura la presindel capital sobre el suelo en forma de contratos de ndolejurdica diversa; el desplazamiento de la poblacin chacareraincluso en reas de menor fertilidad; la reduccin alarmante enla oferta de puestos de trabajo en los campos y que adems

    discrimina a los sectores escasamente calificados, y los empleosdisponibles marcados por su carcter temporal y flexible. Elprogreso tecnolgico y biotecnolgico ha tenido un rolprotagnico al nutrir los procesos de exclusin social desdelos mercados de trabajo, de tierras y de insumos productivos.

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    No porque as deba ser inexorablemente, sino por la racionali-dad que rige la concepcin de estos desarrollos tecnolgicos ylos criterios que rigen su aprovechamiento, atienden a la mayorganancia en el menor tiempo. Y en ese sentido lo de menos esque sean depredadores del tejido social o del medio ambiente

    Bibliografa:

    Acosta Reveles, Irma Lorena. 2006. Balance del modelo agroexportador en Amrica Latina el comenzar el siglo XXI en RevistaMundo Agrario, Revista de estudios rurales. Nmero 13. CEH de la Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Disponible en:www.scielo.org.ar/pdf/magr/v7n13/v7n13a01.pdfBeloso, Milva. Fierreros de profesin. En Supercampo, Ao XI- N 138, Buenos Aires, Marzo 2006. Disponible en:

    www.conarroz.com/pdf/FierreroSuperCampo.pdfBertolasi, Roxana. Argentina, Estrategia rural. Formas de organizacin de la produccin. Buenos Aires, noviembre 2004. p. 5 y6. Disponible en: www.rimisp.cl/getdoc.php?docid=2799Bisang, Roberto y Sztulwark, Sebastin. Tramas productivas de alta tecnologa y ocupacin. El caso de la soja transgnica en la

    Argentina. En Trabajo, ocupacin y empleo. Especializacin productiva, tramas y negociacin colectiva. Serie Estudios /4.Ministerio del Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Gobierno de Argentina. Buenos Aires, Abril 2006. p. 137. Disponible en:

    www.trabajo.gov.ar/left/biblioteca/files/estadisticas/toe4_04tramas.pdfBotta, G. y Selis, D. Diagnstico sobre el impacto producido por la adopcin de la tcnica de la tcnica de siembra directa sobre el

    empleo rural. Una recopilacin. CADIR, Buenos Aires, 2003 p. 7. Disponible en: www.unlu.edu.ar/~maqagro/Sd%20Botsels.pdfCEPAL. Panorama 2005. El nuevo patrn de desarrollo de la agricultura en Amrica Latina y el Caribe. CEPAL-NacionesUnidas. Santiago de Chile. 2005.Craviotti, Clara. Tendencias en el trabajo agrario y dinmicas familiares. En 5. Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, 5.Congreso Nacional de Estudios del Trabajo. Buenos Aires, 2001. p. 7 Disponible en: www.aset.org.ar/congresos/5/aset/PDF/CRAVIOTTICLARA.PDFDaz Rnner, Lucila. La incorporacin de nuevas tecnologas y algunos de sus componentes problemticos en el modeloagrcola argentino del siglo XXI en Revista Theomai.Nmero especial. Buenos Aires 2005. Disponible en:http://revista-theomai.unq.edu.ar/numespecial2005/artdiazronner_numesp2005.htmDuncan, Kennet y Rutledge, Ian (comp.) La tierra y la mano de obra en Amrica Latina. Ed. FCE/Serie de Economa. Mxico,1987.Guido Galafassi. La sojizacin Argentina y la (in)sustentabilidad segn una interpretacin econmico-ecolgica. Un anlisis

    ms que superficial. En Revista Theomai, Nmero especial invierno, Buenos Aires, 2004. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/124/12499311.pdfNaranjo Gonzlez. Innovacin y desarrollo tecnolgico: Una alternativa para los agronegocios. En Revista Mexicana de

    Agronegocios nmero 014. Universidad Autnoma de la Laguna, Torren, Mxico. Enero-junio 2004. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/141/14101408.pdfNeiman, Guillermo y Quaranta, Germn. Trabajo flexible o produccin flexible? Sobre los cambios en la organizacin deltrabajo en la agricultura. Ponencia presentada en III Congreso ALAST. Mxico DF, mayo del 2000.Paruelo, J. M. y otros. Cambios en el uso de la tierra en Argentina y Uruguay. Marcos conceptuales para su anlisis. En Revista

    Agrociencia Vol. 10, nm. 2. Buenos Aires, 2006.SAGARPA. La evolucin econmica del sector agrcola de la Argentina. Coordinacin General de Apoyos a la Comercializacin.DGOF. Ficha tcnica nmero 20. Mxico, 2004.

    Terracini, Gonzalo. Perspectiva Agrcola Sudamericana. Estudio realizado para ASERCA, SAGARPA, por FCStone. Mxico,

    2004.

    natural. De ah que la sojizacinde los campos argentinos seuna dolorosa evidencia del modo en que el capital avanza ensu proceso de concentracin y centralizacin, con altibajos perosin pausas; mientras el Estado contempla estos procesos y losapuntala en lo que le corresponde.

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    Notas:1 Investigadora del Posgrado en Ciencia Poltica, Universidad Autnoma de Zacatecas. Mxico.2 Si consideramos exclusivamente a los trabajadores asalariados destaca la superioridad numrica de aquellos que se emplean slo portemporadas.3 Acosta Reveles, Irma Lorena. Balance del modelo agroexportador en Amrica Latina el comenzar el siglo XXI en Mundo Agrario,Revista de estudios rurales. Nmero 13. Centro de Estudios Histrico Rurales de la Universidad Nacional de la Plata, Argentina, 2006.Disponible en: www.scielo.org.ar/pdf/magr/v7n13/v7n13a01.pdf4 Aunque en muchos rubros de la agricultura la competencia es cuasi monoplica, como el caso de los granos bsicos, tanto de consumohumano como de destino forrajero.

    5 Una empresa puede considerarse rentable o exitosa cuando opera en el largo plazo con un rango de ganancias igual o superior a la tasamedia en la rama especfica en que se desempea.6 CEPAL. Panorama 2005. El nuevo patrn de desarrollo de la agricultura en Amrica Latina y el Caribe. CEPAL-Naciones Unidas.Santiago de Chile. 2005. P. 87 Para el ao 2003 este indicador es superior al 30% en Argentina, cuando el promedio regional es de 15.4%. Ibid. p. 228 Duncan, Kennet y Rutledge, Ian (comp.) La tierra y la mano de obra en Amrica Latina. Ed. FCE/Serie de Economa. Mxico, 1987. p.27 .9 A diferencia de Brasil, que recurre mayormente a la soja convencional, en Argentina predomina una variedad de semilla confeccionadapor la trasnacional Monsanto. Esta variedad es un organismo que se ha modificado genticamente (OGM) para tolerar el herbicidaglifosato, conocido comercialmente Roundup Ready (RR), del que recibe el nombre soja RR. El paquete tecnolgico incluye el sistemade siembra directa (SD) y fertilizantes.10 De la superficie cosechada, la soja pas de 17.2 a 56.2%, entre 1980 y 2004, mientras la de trigo y maz como conjunto- se reduce de64.2 a 36.6% en el mismo lapso. CEPAL, Panorama 2005. Op. Cit. p. 87.11 Terracini, Gonzalo. Perspectiva Agrcola Sudamericana. Estudio realizado para ASERCA, SAGARPA, por FCStone. Mxico, Mayo de

    2004. p. 22 y 23.12 Paruelo, J. M. y otros. Cambios en el uso de la tierra en Argentina y Uruguay. Marcos conceptuales para su anlisis. En Revista

    Agrociencia Vol. 10, nm. 2. Buenos Aires, 2006. p. 313 Bisang, Roberto y Sztulwark, Sebastin. Tramas productivas de alta tecnologa y ocupacin. El caso de la soja transgnica en la

    Argentina.En Trabajo, ocupacin y empleo. Especializacin productiva, tramas y negociacin colectiva. Serie Estudios /4. Ministerio del Trabajo,Empleo y Seguridad Social. Gobierno de Argentina. Buenos Aires, Abril 2006. p. 137. Disponible en: www.trabajo.gov.ar/left/bibliote-ca/files/estadisticas/toe4_04tramas.pdf14 La empresa Monsanto no exigi con oportunidad el pago correspondiente al uso del gen o la semilla en ese pas, y por consiguiente losproductores no estn obligados legalmente a pagar de regalas. Este es un conflicto entre la empresa que patent la semilla y el Gobierno

    Argentino que an no se resuelve en definitiva. Esto no sera posible con otros OGM pero si con la soja porque la semilla es autgama,esto es, que su reproduccin posterior no altera sus caractersticas bsicas iniciales.15 El costo promedio es mayor en Argentina que en el sur y norte de Brasil, pero aun as, representa slo el 84% del costo de producir enEstados Unidos. Terracini, Op. Cit. Diapositiva nmero 13.16 El lapso de produccin de soja convencional es, a grosso modo, de 280 mientras la variedad transgnica esta lista en 180 das, aproxi-madamente. Esto permite alternar con el cultivo de trigo (sistema de doble cultivo).17 Neiman, Guillermo y Quaranta, Germn. Trabajo flexible o produccin flexible? Sobre los cambios en la organizacin del trabajo enla agricultura. Ponencia presentada en III Congreso ALAST. Mxico DF, mayo del 2000. p. 13 y 14.18 El procedimiento es de amplio uso en Estados Unidos y los pases sudamericanos, pero en ningn lugar se emplea tanto como en

    Argentina.19 El herbicida Roundup Ready es uno de los mas potentes y txicos del mercado, por lo que su aplicacin esta reguladainternacionalmente.20 Guido Galafassi sintetiza el estado del debate sobre la sustentabilidad de este cultivo en La sojizacin Argentina y la(in)sustentabilidad segn una interpretacin econmico-ecolgica. Un anlisis ms que superficial. En Revista Theomai, Nmeroespecial invierno, Buenos Aires, 2004. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/124/12499311.pdf21 Neiman y Quaranta. Op. Cit. p. 14.22 Botta, G. y Selis, D. Diagnstico sobre el impacto producido por la adopcin de la tcnica de la tcnica de siembra directa sobre el

    empleo rural. Una recopilacin. CADIR, Buenos Aires, 2003 p. 7. Disponible en: http://www.unlu.edu.ar/~maqagro/Sd%20Botsels.pdf23 Daz Rnner, Lucila. La incorporacin de nuevas tecnologas y algunos de sus componentes problemticos en el modelo agrcolaargentino del siglo XXI en Revista Theomai. Nmero especial. Buenos Aires 2005. Disponible en: http://revista-theomai.unq.edu.ar/numespecial2005/artdiazronner_numesp2005.htm24 Una torre central accionada por un generador o red elctrica que se adapta a diferentes tamaos de reas de cultivo, en movimientoscirculares.25 Los contratistas de cosecha estuvieron presentes incluso en la etapa previa a la mecanizacin, cuando el desgranado de los cereales seefectuaba mediante el pisoteo de las espigas por yeguas (a principios del siglo XX). Craviotti, Clara. Tendencias en el trabajo agrario ydinmicas familiares. En 5. Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, 5. Congreso Nacional de Estudios del Trabajo. Buenos Aires,2001. p. 7 Disponible en: www.aset.org.ar/congresos/5/aset/PDF/CRAVIOTTICLARA.PDF26 Se calcula que son responsables de cosechar 75% de los granos que produce el pas y de realizar el 60% de las tareas de laboreo,siembra y pulverizacin. Beloso, Milva. Fierreros de profesin. En Supercampo, Ao XI- N 138, Buenos Aires, Marzo 2006. Disponi-ble en: http://www.conarroz.com/pdf/FierreroSuperCampo.pdf27

    Bisang y Sztulwark elaboran una tipologa de los contratistas en base su acervo productivo y sus funciones. Bisang, R. y Sztulwark, S.Op. Cit. p. 139.28 Se distinguen de la modalidad legal de arrendamientos rurales porque mientras stos son obligatorios al menos por tres aos, losaccidentales rigen para un mximo de dos cosechas. Bertolasi, Roxana. Argentina, Estrategia rural. Formas de organizacin de laproduccin. Buenos Aires, noviembre 2004. p. 5 y 6. Disponible en: http://www.rimisp.cl/getdoc.php?docid=2799

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    El cambio que no cambiaEl ao 2008 empez con la expectativa del inicio de un nuevoperodo gubernamental que, siendo una continuidad de losms de cuatro aos precedentes, prometa algunas innovacio-nes.Si bien tales novedades no fueron explicitadas con precisin,se supona que si iniciara una etapa que, al menos, dieracuenta de algunas de las cuestiones que sin duda estaban en lanmina de los asuntos pendientes. Entre ellas, sin dudaalguna, se encontraba el tema distributivo. O, como suele serpresentado por las autoridades polticas y por los medios dedifusin, la cuestin redistributiva que, como veremosenseguida dista de referir a lo mismo.En ese marco, fue difcil iniciar dicho trnsito (en ciertomomento se lo denomin la continuidad del cambio)constatando la falta de resolucin de tensiones previas.Dentro de las cuales resulta importante destacar la expresadaen la manipulacin de las estadsticas pblicas, operada desdecomienzos de 2007, inicialmente circunscripta al ndice dePrecios al Consumidor (IPC), pero que luego se extendi auna parte no menor de la informacin oficial. Como conse-cuencia, las estadsticas oficiales, han perdido credibilidad demanera tal que no se encuentran en la memoria circunstancias

    tan desafortunadas. No slo se trata de que desde hace un aoy medio se desconocen los valores efectivos en que varan losprecios de los bienes y servicios de consumo cotidiano, sinoque la intromisin lisa y llana (materializada con los peoresmecanismos respecto del personal tcnico del INDEC)tambin llev a afectar la realizacin de la Encuesta Permanen-te de Hogares (EPH) y, sin saberse la razn, a la omisin de lapuesta a libre disposicin de funcionarios y usuarios de lasBases resultantes de tan importante operativo a cargo delorganismo rector de las estadsticas pblicas. As, no se sabequ datos fueron registrados por la EPH a partir del primertrimestre de 2007 (ltimo dato conocido fehacientemente) y,

    por tanto, no se dispone de informacin sobre la evolucin yla cuanta del empleo desprotegido en s mismo y en surelacin con el empleo protegido, as como se desconocen susniveles salariales, las categoras ocupacionales, las ramas deactividad, etc.Se agrega a ello, el efecto que tal distorsin genera en lasestimaciones sobre incidencia de la pobreza y de la indigenciaal punto de que muchos analistas sostienen que en 2007 noslo no continu la baja de sus guarismos sino que con los

    valores correctos- estos mostraran un empeoramiento de lasituacin. El espacio limitado que aqu tenemos impideabundar en detalles. Slo tengamos en cuenta que la medicinsobre pobreza requiere de dos correctas estimaciones: la de los

    ingresos de los hogares (obtenidos a partir de la EncuestaPermanente de Hogares) y la de los precios de los bienes yservicios consumidos por estos (el IPC). Incluso ms, sin estainformacin, toda afirmacin acerca de la variacin del salario

    real corre slo por cuenta de quien lo argumenta pues no sesostiene en evidencia estadstica incluyendo, ante todo a lasafirmaciones oficiales en la materia.La esperanza que despertaba la transicin presidencial no sematerializ: la distorsin no habra de ser suprimida, nisiquiera atenuada. Mucho menos, superada seriamente.De todos modos, el discurso inicial continuaba siendo el de laapuesta redistributiva. Costaba, sin embargo, entenderlo acabalidad pues luego de haberse hecho campaa electoral conargumentos tales como el desendeudamiento, el ao seiniciaba con novedades como las de adquirir un emprstito a

    muy largo plazo y extremadamente oneroso no para mejorarla capacidad productiva del conjunto de la economa sino paraque viaje ms confortablemente en un tren de alta velocidadslo un puado de pasajeros con muy altos ingresos.Decisiones como esa no slo contradecan y contradicen- elanunciado desendeudamiento externo sino tambin laintervencin estatal de carcter redistributivo.En dicho contexto, se abri una instancia cuyo desenlace no seavizora al momento de escribir este texto. La bienvenidaaunque tarda decisin de trasladar al Parlamento el tema delincremento en las alcuotas a percibir para algunos de losprincipales productos de exportacin agropecuaria: soja, trigo,

    maz y girasol, no disip el clima confrontativo en gradoextremo2.Derechos de exportacin y redistribucin: qu cambi el 11de marzo?

    A partir de la Resolucin Ministerial N 125 del mes de marzopasado, se incrementaban significativamente los derechos deexportacin (comnmente conocidos como retenciones) loscuales, como en los aos recientes, se justificaban en virtud dela necesidad de evitar que la continua y veloz alza de susprecios en el mercado internacional pudieran repercutirnegativamente sobre el conjunto de la economa a travs demayores precios internos, [generaran] menor equidaddistributiva y una creciente incertidumbre en lo que respecta a

    las decisiones de inversin del sector agropecuario.Para ello se incrementaban los porcentajes y se introduca unamodalidad de aplicacin con escalas mviles. De all en ms, essabido, se produjo una reaccin de organizaciones representa-tivas de un amplio espectro del quehacer con una intensidadque result inusitada no slo para el gobierno nacional.

    Tambin inusitada fue la respuesta oficial, excesiva en laacusacin de intenciones golpistas al reclamo agrario y sinlucidez para discriminar social y polticamente entre laoligarqua y otros muchos sectores movilizados.En las ltimas semanas probablemente se han batidomuchos rcords verbales, algunos de los cuales resultan

    impresionantes. Se habl de oligarqua y de oligarcas. Se hablde golpes de Estado y de golpistas. Se habl de distribucindel ingreso y de los fondos necesarios para ello. Se habl demodelo y de la necesidad de cambios de modelo. Se habl derecordar a quienes no tienen trabajo. De la necesidad de

    Distribuir y redistribuir: he ah la cuestin Javier Lindenboim1

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    atender a quienes tienen hambre. Muchos de estos argumen-tos o de tales informaciones, desafortunadamente, surgierondespus de desatado el conflicto. Antes de continuar con eltema anunciado permtasenos un breve intermedio.Si bien el tema no es menor, no podemos externos aqu

    demasiado. Digamos s que el esquema argumental es, almenos, sorprendente. Tal sensacin deriva del hecho de que seapele oficialmente al combate tanto del desempleo como delhambre en nombre de un Gobierno que afirma (y en granmedida con fundamento) haber librado una batalla exitosa en

    materia de desocupacin y de pobreza e indigencia. En otraspalabras, el argumento parece forzado -luego de un lustro degestin y, adems, esgrimido tiempo despus de la firma de laResolucin 125 por parte del Ministro de Economa). Si seconsiguieron tales logros con anterioridad, no parece ser paraello que se lanz la Resolucin. Ysi es necesario ese ingreso, no estclaro por que aparece su carcterperentorio slo despus de tantosaos y sin indicarse ello en suimplantacin.Detengmonos, en ese marco, enun par de cuestiones que parecenrelevantes. Primeramente, en unaspecto meneado hasta el cansan-cio: el de la distribucin del ingreso.

    A los efectos argumentales, losdefensores a ultranza de lasmedidas oficiales en materia deretenciones sostuvieron que eldecreto cuestionado de marzoltimo era poco menos que lapanacea en materia distributiva. Aslo indicaron los funcionarios quehicieron el panegrico de la medida

    hasta llegar al discurso de la Sra.Presidenta de la Nacin en el que se anunci el probabledestino del excedente de ingresos fiscales provenientes de laaplicacin de la norma de marzo pasado.Sin embargo, hay algunos puntos que vale la pena hacer ms

    ntidos. Veamos. Hasta febrero pasado, la tasa de imposicina ciertas exportaciones primarias no era despreciable (35% en elcaso de la soja, nivel al que se haba llegado por decreto delpasado mes de noviembre, cuando se lo elev en siete puntosporcentuales)3.

    Segn los datos del Ministerio deEconoma, en 2007 se recaudaronms de 200 mil millones de pesos

    entre el Estado Nacional y lasjurisdicciones inferiores a l. De esemonto apenas el 10% estuvoformado por todas las retenciones,incluidas las agropecuarias, como seobserva en el Grafico 1. De donde sederiva que el debate por la modifica-cin de las alcuotas (fuera del pasode la modalidad fija a mvil)significa un incremento de algo ascomo uno o dos por ciento de losingresos fiscales. Parece una magni-tud exigua para basar en ella la

    alternativa de poder (o no)redistribuir ingresos en la Argentinade 2008. A lo largo de estos ms decuatro meses en los que la cuestindistributiva ha estado ms que en eltapete, parece no poco relevantereparar en la cuanta efectiva resultan-

    te de la modificacin. Esto en un sentido abarcativo y vlidotanto desde la perspectiva fiscal o de la sociedad toda cuantodesde la ptica de los agentes econmicos sobre los que cae eltributo ahora incrementado. A nivel agregado resulta demasia-do poco para la aplicacin de exitosas polticas sociales y

    tambin parece no determinante a ese nivel la transferencia porparte de los contribuyentes. Claro que, en este ltimo caso, esimprescindible mensurar la carga segn la fortaleza y rentabili-dad individual del productor. Pero esa es otra discusin.

    Los ingresos fiscales y su utilizacinPor otra parte, la estructura de ingresos en 2007 ha permaneci-do casi sin cambios respecto de la observada en 2002 como se

    Grfico 1: Estructura de la recaudacin tributaria argentina, por fuentes. DGI, SeguridadSocial y Aduana. 2007.

    Fuente: Direccin Nacional de Investigaciones y Anlisis Fiscal, Secretara de Hacienda, Ministerio deEconoma y Produccin.

    22%

    30%

    16%

    18%

    10%4%

    Ganancias

    IVA Neto

    Otros DGI

    SEGURIDAD SOCIAL

    Derechos Exportacin

    Otros Aduana

    Grfico 2: Evolucin de la Recaudacin Tributaria Argentina consolidada (en millones depesos corrientes), y su Estructura por Tributo (en %). Perodo: 2001-2007.

    9,95 12,75 10,45 10,33 9,81 10,244,26

    13,3812,89 13,69 15,73

    17,68

    6,02

    23,38 22,2219,99 17,35

    16,31

    39,48

    27,7827,10

    29,92 29,32 30,41

    26,8817,67 20,42 22,68 23,52 22,41 21,45

    0,14

    3,513,422,90

    2,59 3,243,32

    21,43

    16,21

    22,33

    30,09

    0

    50000

    100000

    150000

    200000

    250000

    2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

    0%

    20%

    40%

    60%

    80%

    100%

    Derechos Exportacin Otros Aduana SEGURIDAD SOCIAL Otros DGI

    IVA Neto Ganancias TOTAL

    Fuente: Idem Grfico 1

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    ve en el Grfico 2, lo que implica que el 10% obtenido porderechos de exportacin en ambos ejercicios se multiplicarontan rpido como las restantes fuentes (a valores corrientes msque se cuadruplic la recaudacin tributaria total). En todocaso, por ejemplo, el impuesto a las ganancias fue en 2007 algomayor que en 2002 (21 contra 18%), pero inferior a los aosintermedios. Por su parte el Impuesto al Valor Agregado(IVA) ha trepado del 28 al 30% de manera continua en el

    mismo perodo. Esto es que la estructura impositiva nocambi en el quinquenio, pese a que es esta una invalorableherramienta en materia de redistribucin de ingresos4.Por otro lado, es evidente que ninguno de los ingresos fiscalescubre a priori cualquier erogacin del Estado. Si as fuese,podra decirse que todas las retenciones a la exportacinalcanzaran en 2008 para pagar los intereses de la deudapblica. En rigor, el ex presidente Nstor Kirchner lo aclarhace pocas semanas: sin el aumento de las retenciones se hardifcil hacer frente a los compromisos externos. Segn lapgina del Ministerio de Economa, el monto de capital apagar este ao slo entre abril y diciembre supera los 12 milmillones de dlares, de los cuales dos terceras partes son

    bonos emitidos en pesos. Los intereses solamente agregan uncompromiso de tres mil millones de dlares. Obviamenteexpuesto de este modo, el argumento distributivo oredistributivo pierde fuerza. Distinto es que se aluda alesperado impacto benfico en materia de precios internos.Pero est claro que son dos cosas diferentes.Debe notarse que en los ltimos quince aos, hasta la crisis de2001-2002, los servicios de la deuda fueron muy superiores alsupervit fiscal primario. Desde 2003 la relacin se revierte. Lopeculiar es que desde entonces los derechos de exportacin noslo sostienen por lo menos el 50% el supervit fiscal sinoque tienen una cuanta muy similar a la de los servicios de la

    deuda externa.En el Grfico 3, justamente, se han seleccionado algunasvariables a este respecto a travs de las cuales se observa, poruna parte, la cada pronunciada del supervit primario hastamediados de los aos noventa, y su leve recuperacin hasta1999 y nueva declinacin hasta 2002. Slo a partir de 2003 el

    volumen nominal crece muy velozmente. Es precisamente en2003 cuando se da una particular coincidencia entre el montode las retenciones, el del supervit y el de los servicios de ladeuda.

    Dnde poner el foco?El Producto Bruto Interno a precios de mercado de 2007alcanz poco ms de 800 mil millones de pesos. Todo elaporte del sector primario fue de 100 mil millones de loscuales un tercio se originaron en la minera5. Por tanto, es

    verdad, como dijo el jefe de Gabinete, que el aporte cuantitati-vo del sector agropecuario es bajo, menos de 70 mil millones.Ese monto, tal como ensean las Cuentas Nacionales, se

    reparte entre asalariados y patrones. Estar all la ganancia quedebera repartirse mejor? Es probable que en parte s habidacuenta de la baja participacin salarial en el valor agregadosectorial del sector agropecuario, pero ese excedente norepresenta mucho ms que el 10% de toda la renta empresaria.Desde el punto de vista de las estadsticas, el ingreso empresa-rio puede corresponder a la ganancia de las unidades econmi-cas o a diversas formas de renta. Entre ellas la proveniente dela apropiacin de cierto recurso escaso de rasgos peculiares,como la tierra. Pero an siendo as, su cuantificacin arrojaestos resultados que muestran que no est all el mayor

    volumen de ingresos imponibles. El aporte sectorial a lageneracin del producto de 2007 se ilustra en el Grfico 4.

    En otros trminos (y aqu tambin debiramos entrar en elfrrago de las estadsticas utilizables que no necesariamenteson las ptimas ni carecen de cuestionamientos), no debecaerse en la falsedad o en la creencia de que la capacidadcontributiva en una sociedad est determinada por el mbitosectorial en que se desarrolla la actividad productiva. Lo queesencialmente importa es cualquiera sea el sector econmico-determinar qu componente productivo se apropia de lamayor parte de lo producido (tpicamente si es el capital o eltrabajo) y si alguno de los sectores del capital captura rentasoriginadas en circunstancias extraproductivas como en estecaso la suba de precios internacionales de las materias primas.

    Pero adems, y no es poca cosa, habitualmente no hayhomogeneidad entre los agentes econmicos intervinientes encualquier rama de actividad. Por tanto carece de rigurosidadasignar indiscriminadamente bondades o perversidadesatendiendo slo a la pertenencia sectorial. En esto se ha cadoexcesivamente: el campo se llen de plata; el campo nos dade comer; etc. Parece un mal que nos acompaa, tambin, elde descubrir ciertos defectos (o virtudes) slo en virtud deotras motivaciones. As como en el pas se descubri la accincontaminante de la actividad productiva con las pasteras

    uruguayas (sin reparar en lo dainode la fabricacin de papel u otrosproductos en nuestro pas) tambinse descubri que el porcentaje deempleo rural de carcter precario en elsector agropecuario es importante.No parece importar que ese porcenta-je no surgi el ltimo verano nicambi en los ltimos cinco o seisaos de manera rotunda as comotampoco parece tener importanciaque otros sectores como el de laconstruccin tienen registros eleva-dos y que en esa rama el empleoaument tanto en puestos protegi-

    dos como precarios. De manera quela sectorializacin del debate noparece haber contribuido a la clarifica-cin de la naturaleza del conflictoinstalado en la sociedad argentina.

    Grafico 3. Variables fiscales seleccionadas. Millones de pesos corrientes. Perodo 1993 2006.

    Fuente: Elaboracin propia sobre la base de datos varios de la Secretara de Poltica Econmica, Ministerio deEconoma y Produccin.

    -5.000

    0

    5.000

    10.000

    15.000

    20.000

    25.000

    1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

    SUPERAVIT PRIMARIO TOTAL DERECHOS DE EXPORTACIN

    SERVICIOS DE LA DEUDA PUBLICA

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    No debe omitirse, asimismo, algo esencial. Los productoresagropecuarios no dominan la cadena agroalimentaria. El casode los productores de leche puede ser ilustrativo. La Secretarade Comercio Interior les ha fijado un precio tope, que pese aser bajo para ellos ha implicado subsidios a favor de las usinaslcteas. Los productos derivados de ella no han dejado deincrementarse continuamente a despecho del congelamientodel litro de leche al tambero.En un sentido general, los ingresos mayoritarios dentro de loque configura la ganancia del capital son explicados de manerapredominante por los sectores concentrados (con aptitud paraformar precios) que son, casualmente, los que se han cansado

    de firmar acuerdos inefectivos para la contencin de esosprecios.De all que desde muchos mbitos se ha sostenido que serams apropiado la captura de rentas extraordinarias a travs dela efectiva aplicacin de un impuesto progresivo a las ganan-cias, tarea que despus de tantos aos an est pendiente dematerializacin. Pareciera que no pocos de los argumentos delos noventa siguen siendo predominantes. Al menos perdurasu vigencia prctica en el sentido de que la fuente fiscalprincipal no dej de ser el IVA(impuesto inequitativo por defini-cin) y pese a lo que muchosesperaban la base de los ingresosfiscales est lejos de estar sustentadaen los impuestos a las ganancias,incluyendo de una buena vezactividades que continan exentascomo las transferencias de activos ylas rentas financieras. Por si faltabaalgo, las retenciones no secoparticipan, el impuesto a lasganancias s.Digamos de paso que el aumentointernacional de precios que es partedel origen del conflicto (otra parte

    deriva de la decisin de mantener untipo de cambio competitivo, esdecir relativamente alto) contradice elcomportamiento de los mercadosmundiales durante varias dcadas. La

    literatura en el siglo XX indicaba laexistencia de un constante deteriorode los trminos de intercambio delos pases productores de talesmaterias primas en beneficio de lospases centrales. Esto es lo que hoyest en cuestin o, al menos, loshechos marcan otro derrotero a

    partir de la dinamizacin de lademanda de grandes pases comoChina o India (y la incidencia de losbiocombustibles). En la actualidadse habla de que es sensato aprove-char la oportunidad que genera laactual coyuntura internacional. Locual puede indicar que no es unareversin de tendencias y menos anun cambio de paradigma conceptual.Si esto es as, resulta sumamentefrgil fundar una estrategiaredistributiva sobre estas bases pues

    de desaparecer estas favorables condiciones internacionales seeliminara el soporte de tal tipo de poltica.

    Antes de redistribuir, por qu no miramos cmo se distribu-ye?

    Vale recordar un par de conceptos elementales pero que suelenescapar de la observacin cotidiana. La distribucin delingreso, el reparto de la torta, es una forma de ver cunto yqu produce un pas en un ao determinado. El procesoproductivo se expresa, simultneamente, en los bienes yservicios provenientes de los diferentes sectores o ramas (agro,industria, comercio, transporte, etc) o en el tipo de uso que seda socialmente a esos bienes (consumo, inversin, exporta-

    cin). Pero ambas perspectivas, que expresan de maneraagregada- una cuanta de valor equivalente no agotan lasposibilidades. Hay una tercera forma de mirar el mismoproceso y esta es la distribucin: la apropiacin de ingresospor parte de los as llamados factores productivos que, parasimplificar, se distinguen entre capital y trabajo. Es notableque en estos cuatro meses de debates este elemento no hayaaparecido.En tal sentido, la participacin salarial en la renta (pese a haber

    Grfico 4: Participacin de cada sector en el VAB a precios (corrientes) de productor.Ao 2007.

    0,25%

    1,47%6,21%

    4,77%

    9,15%

    21,28%

    56,87%

    Agricultura, ganadera, caza ysilviculturaPesca

    Explotacin de minas y canteras

    Industria manufacturera

    Suministro de electricidad, gas yaguaConstruccin

    SECTORES PRODUCTORES DESERVICIOS

    Fuente: Direccin Nacional de Cuentas Nacionales, INDEC, Ministerio de Economa y Produccin.

    Grfico 5: Participacin salarial en el producto bruto interno, 1993-2006

    Fuente: Lindenboim et al (2006) (datos actualizados) y Direccin Nacional de Cuentas Nacionales, INDEC,Ministerio de Economa y Produccin.

    20

    25

    30

    35

    40

    45

    50

    55

    1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

    CEPED (PBI pb)

    DNCN (PBI pb)

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    mejorado entre 2002 y 2006) todava no alcanz los niveles delfin de la convertibilidad que ya eran bajos, como se observa enel Grfico 5. Nuevamente, prescindiendo de la calidad de laestadstica disponible, no existen dudas de que desde princi-pios de los aos noventa hasta el momento de la crisis 2001/2002 se perdieron en torno de diez puntos porcentuales oms de participacin del salario. De esa prdida, hasta 2006inclusive, se recuper menos de la mitad. Lo cual, como el

    vaso con lquido, puede verse medio lleno o medio vaco: larecuperacin en esos tres o cuatro aos es perceptible y estuvooriginada de manera prioritaria en el incremento de la fuerzalaboral antes que en la mejora del salario real, pero esadinmica favorable ni siquiera ha permitido recuperar losniveles de los primeros aos de la dcada del noventa (mo-mentos no espectaculares, por cierto) en lugar de mejorar elbienestar de la poblacin, como es tica y socialmente desea-ble.De donde se deriva que con ser indudablemente relevante ladisposicin de fondos para redistribuir a travs de la accin delEstado, se trata de captarlos efectivamente no slo donde seams fcil se trate del IVA o lo que fuera. Si hay rentas

    extraordinarias es correcto que el Estado se apropie de ellas.Tambin debera intervenir con las rentas financieras oburstiles, con la transferencia de empresas, etc. En otrostrminos, el rol redistribuidor de los fondos fiscales esesencial. No es ste el lugar para fijar prioridades al respectopero la sola enumeracin de las reas ilumina el camino: salud,educacin, seguridad, justicia. Seguro que emprendimientostan descabellados como el del tren bala que por absurdostientan a pensar en cosas ms perversas.Otros economistas con mirada progresiva no dejan de sealarque la captura de eventuales rentas extraordinarias deberafinanciar otro tipo de inversiones de naturaleza productiva

    como las obras energticas y de infraestructura.Pero, adems de ello, y quizs principalmente, se trata dereordenar la discusin en la sociedad de manera que se pueda

    debatir acerca de la manera de repartir los ingresos entre capitaly trabajo, lo cual no es una gracia divina precisamente. Si lo quehay para repartir ao tras ao es la riqueza que se genera esporque en el proceso productivo se crea ese valor. Por lo tantoes all y en ese momento en donde se define la porcin de cadaquin y tal asignacin como ocurre por lo comn en elcapitalismo, depende de las reglas de juego que resulta de laintervencin estatal. De manera que el Estado debe actuar

    redistribuyendo pero antes de ello- debe velar por las pautasque regulan la relacin capital-trabajo. Tales pautas debenprocurar una razonable proteccin del componente ms dbil:el integrado por los asalariados. Pero tambin hay diferencialesde poder (y debilidad) dentro del sector empresario. Esto valepara el sector agropecuario pero no slo para ese mbito.No debe olvidarse que la redistribucin es ms necesariacuanto peor es la distribucin primaria o funcional del ingreso.Hoy, cuando el desempleo disminuy notablemente, se veclaramente que el derrame resultante de la poltica oficialconsisti bsicamente en facilitar la creacin de puestos detrabajo. Pero si la pobreza se resiste a caer significativamente esporque en la Argentina, como sucede de manera cada vez ms

    evidente y pronunciada en otras latitudes capitalistas, tenertrabajo no alcanza para salir de la pobreza. Peor an, hayfuertes indicios de que el ao 2007 y lo que llevamos de 2008constituye un perodo en que la pobreza lejos de disminuir seha acrecentado.No hubiera sido mala idea que la discusin parlamentariapropiciada para la fijacin de las retenciones mviles incluyeraestos elementos de juicio. De lo contrario, quizs, sigamosembarcados en tironeos que mostrarn -apenas- falsasdicotomas.Ms all de buenas noticias registradas en materia laboral y enmateria de redistribucin durante parte de los aos recientes

    parece claro que lo que falta es actuar en lo relativo a la distri-bucin. Pese a las apariencias y ademanes, no es por all quetransita la pugna por las retenciones.

    Notas:1 Investigador Principal del Conicet. Director del Centro de Estudios sobre Poblacin, Empleo y Desarrollo (CEPED) yProfesor Titular Consulto de la UBA. Se agradece la colaboracin de Gervasio A. Arakaki, Becario de la UBA, para la preparacinde esta nota.2 Sobre la fecha de entrega de este texto se produjo el rechazo por parte del Senado de la media sancin de la Cmara de Diputa-dos y la consecuente derogacin de la Resolucin 125.3 Al respecto merece destacarse que existe una denuncia en sede judicial en la que se imputa a las principales empresasexportadoras de haber hecho declaraciones anticipadas de ventas externas de mercadera que no haba sido adquirida. Dicha

    anticipacin habra tenido como propsito el de pagar al fisco una retencin menor (la vigente en octubre) pero descontarle alproductor la nueva (introducida en noviembre) del 35 % en el caso ms difundido de la soja.4 Es clara la diferencia en la composicin de los ingresos entre 2001 y 2002. En este ltimo ao se imponen retenciones alpetrleo y a los granos y otros bienes primarios.5 Insistimos que aqu se habla del PBI o, lo que es lo mismo, de la cuanta total de la torta por repartir constituida por la riquezaque la sociedad es capaz de generar en un ao, mientras que en los prrafos previos se aluda slo a la recaudacin fiscal. As, losingresos fiscales consolidados fueron una cuarta parte de la riqueza total generada.

    Bibliografa.Lindenboim, J., D. Kennedy y J. M. Graa (2006), Distribucin, consumo e inversin en la Argentina de comienzos del sigloXXI, Realidad Econmica N 218, IADE, Buenos Aires, 16 de febrero a 31 de marzo.Fuentes de Informacin.Direccin Nacional de Cuentas Nacionales, INDEC, Ministerio de Economa y Produccin.

    http://www.mecon.gov.ar/secpro/dir_cn/default1.htmDireccin Nacional de Investigaciones y Anlisis Fiscal, Secretara de Hacienda, Ministerio de Economa y Produccin.http://www.mecon.gov.ar/sip/basehome/dir1.htmSecretara de Poltica Econmica, Ministerio de Economa y Produccin. Informacin Econmica al Da.http://www.mecon.gov.ar/peconomica/basehome/infoeco.html

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    IntroduccinLos clsicos desde Karl Kautsky, hablaron de la cuestinagraria haciendo referencia a que la produccin en base a latierra constitua un problema, una seria dificultad. El proble-ma se centra en que el factor de produccin ms importantedel sector es la tierra y ella, aunque se comporta como unamercanca (se compra, se vende) no lo es. No es producto deltrabajo humano sino constituye un recurso natural. Todoslos recursos de la naturaleza mercantilizados, producen poresta caracterstica, una sobreganancia, que se denominarenta. En los ltimos tiempos en la Argentina (los meses

    del paro agrario de 2008) se oy hablar acerca de la rentaextraordinaria de los productores sojeros. Renta basada enlos altos precios internacionales pero tambin en la apropia-cin privada de la tierra y en las diferencias de fertilidades quehacen, de la Regin de la Pampa Hmeda una de las regionesdel mundo de mayor productividadPor estas razones no slo las teoras de izquierda como elmarxismo, sino las liberales consideraron seriamente que paraque los propietarios de las tierras no tuviesen estas ventajasfrente a los propietarios capitalistas del sector industrial, latierra tena que permanecer en manos del Estado y loscapitalistas agrarios deban rentarlas convirtindose en

    arrendatarios y, de este modo, la renta agraria quedara enmanos de toda la nacin. Pero el antecedente peligroso queesta decisin constitua para todo el sistema de propiedadprivada, influy para que en las teoras liberales, ms all dealgunos autores como Stuart Mill, no fuera una propuesta queprosperara. Sin embargo, como muy bien lo explica CarlosMarx, para que exista renta por propiedad (renta agrariaabsoluta) tiene que existir una clase de terratenientes cuyabase territorial es el fundamento de un fuerte poder poltico.Por eso muchos agraristas durante el siglo XX propulsaronestructuras agrarias basadas en la pequea agricultura familiar yrelacionaron fuertemente las posibilidades de democratizar lassociedades con este tipo de sujeto agrario. Fue el siglo de las

    reformas agrarias promovidas por los organismos internacio-nales y los estados nacionales.2

    Algunos autores han sostenido que en los pases de laperiferia prspera (EEUU, Canad, Australia) fueron impulsa-dos tempranos procesos de democratizacin, debido,precisamente, a la difusin que tuvo la pequea propiedad enel medio rural (Vallianatos, 2003). Se marcaba una fuerterelacin entre la forma en que es controlada la tierra y el carcterpoltico de la sociedad. Por esta r