josé santos-herceg - del ensayo y la filosofia en américa latina

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  • 8/18/2019 José Santos-Herceg - Del Ensayo y La Filosofia en América Latina

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     Revista de Hispanismo Filosófico

    n.º 20 (2015): 139-150

    Del ensayo y la filosofía en

    América Latina:acerca de una vinculación

    !"#$ #&'("#)*+,-+. Idea / Usach

    1. Es verdad lo que ha hecho ver Schildknecht cuando señala que “…la forma lite-raria de la filosofía tiene muchos rostros”1. Entre los que se mencionan en la literaturaestán el diálogo, el aforismo, la carta –auténtica o ficticia–, el ensayo, el tratado, la plegaria, la meditación, el fragmento, el poema, el manual, las diatribas, la biografíay la autobiografía, la exhortación, la “summa”, la historia de la filosofía, el artículos yel paper 2. Bien ha visto Alcira Bonilla que hay algunos de estos tipos discursivos quehoy tienen vigencias –el tratado, el artículo, el paper  – mientras que otros han caído endesuso3. Estamos en presencia, entonces, de un fenómeno que no tiene nada de fijo, nidefinitivo, sino que es completamente móvil y no solo admite, sino que tiene de suyociertos desplazamientos espacio-temporales. Lo que en un lugar y en un momento es

    considerado un tipo discursivo habitual, normal y aceptado, incluso exigido o deseado para la filosofía, en otro tiempo y espacio se desperfila, desaparece, siendo negadocomo filosófico y, en el mejor de los casos, es aceptado como un tipo discursivo se-cundario. El movimiento, por supuesto, puede ser en sentido contrario y tratarse de untipo discursivo que –como el paper, por ejemplo– ni siquiera existía en una época, hoytiende a ocupar cada vez más, un lugar central.

    La noción de “archivo” al modo como la usa Foucault, sirve bien para compren-der este fenómeno. Las reglas de formación discursiva son variables, móviles, his-tóricas y forman también parte del discurso, ellas mismas son hechos discursivos.Para el francés, una práctica discursiva se define como “…un conjunto de reglas

    anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y el espacio que han defi-nido en una época dada, y para un área social, económica, geográfica o lingüísticadada, las condiciones de ejercicio de la función enunciativa”4. De allí que “archivo”son todos los sistemas de enunciados o “la ley de lo que puede ser dicho, el sistema

    1  SCHILDKNECHT, Christiane, “Entre la ciencia y la literatura: formas literarias de la filosofía”, en Ma-ría Teresa López de la Vieja (ed.), Figuras del Logos, Madrid, FCE, 1994. p. 21.

    2  Cf.: BONILLA, A., “La biografía como género filosófico: construcción de subjetividad, memoria yresponsabilidad”, Strómata, Año LXIV, Nº 12, 2008, pp. 39-52 y SANTOS-HERCEG, J., “El discurso auto- biográfico como escritura filosófica”, ESTUDIOS de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas, Mendoza,Año 12, n. 13, 2011, pp. 143-153.

    3  BONILLA,A., o. c., p. 42.4

      FOUCAULT, M., Arqueología del saber , Madrid, Siglo XXI, 2001, p. 198.

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    que rige la aparición de los enunciados”5, el “sistema general de la formación yde la transformación de los enunciados”6. Los archivos no son descriptibles en sutotalidad, pero lo que sí es claro para el francés es que pertenecen a una sociedad, auna cultura, a una época determinada7. Lo que pueda ser enunciado y la manera enque pueda hacerse en el campo disciplinar de la filosofía depende, en último térmi-no, del archivo correspondiente, donde se establecen las reglas que determinan esa práctica discursiva.

    El listado de los tipos discursivos que se acepten como propiamente filosóficos y ellugar o jerarquía que se establezcan entre ellos depende, entonces, del archivo y, porlo tanto, de las reglas de formación discursiva vigentes en una determinada cultura,en una sociedad, en una época. En el contexto de la civilización cristiana occiden-tal –dependiendo del momento histórico– ciertas prácticas discursivas, en tanto quecoherentes con su archivo, son aceptadas como filosóficas, son consideradas como

    importantes, fundamentales o como secundarias, marginales o simplemente, comono-filosóficas. Exclusión y jerarquía de las prácticas discursivas es lo que se observaaquí: ciertas prácticas discursivas pertenecen a las propiamente filosóficas –otras no–y entre ellas hay claramente una organización: unas son aceptables, otras deseablesy algunas definitivamente exigidas, mientras que otras tienen un lugar secundario,marginal en tanto que poco recomendables o francamente desechables.

    2. El ensayo pertenece al grupo selecto de prácticas discursivas aceptadas y acep-tables como filosóficas hoy en día por la institucionalidad filosófica, pero su lugar esclaramente marginal: es considerado como un tipo discursivo menor al lado de otros

    como, por ejemplo, el tratado, que se ha enseñoreado por mucho tiempo como el másfilosófico de los tipos discursivos de la filosofía. Incluso hoy, en que se puede percibiruna arremetida del  paper, que, apoyado con toda una institucionalidad avasalladora pretende –debo decir que con éxito hasta ahora– imponerse como el más relevante delos tipos discursivos no solo de la filosofía, sino de las ciencias en general, el tratadosigue teniendo una indesmentible preponderancia en el campo de la filosofía 8. En elotro extremo, hay tipos discursivos que prácticamente pierden su carácter filosófico:difícilmente hoy se escribiría una autobiografía, una summa y menos aún, una plega-ria. El ensayo, como decíamos, conserva una aceptación, pero marginal: es algo que seescribe, para decirlo coloquialmente, en los ratos libres y por puro gusto.

    Quisiera sostener aquí que en el fundamento de estas jerarquizaciones que han

     puesto al tratado en primer lugar como tipo discursivo propiamente filosófico, que im- pulsan hoy al paper  como estilo de escritura deseable y han mantenido al ensayo comoun tipo discursivo secundario, poco deseable, incluso cuestionable, late un determi-nado concepto de filosofía que se impone a sí mismo como el verdadero. Sostengoesta hipótesis puesto que me parece evidente, como señala Christiane Schildknecht,

    5   Ib., p. 219.6   Ib., p. 221.7  “Ni la literatura, ni la política, ni tampoco la filosofía ni las ciencias, articulaban el campo del dis-

    curso, en los siglos XVII o XVIII, como lo han articulado en el siglo XIX”. Ib., pp. 34-35.8  Cf.: SANTOS-HERCEG, J., “Tiranía del paper . Imposición institucional de un tipo discursivo”, Revista

    chilena de literatura, n. 82, Noviembre, 2012, pp. 197-217.

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    que existiría una “…conexión sistemática entre cada concepto del conocimiento o delsaber filosófico y la forma (literaria) en que se expresa o se transmite dicho saber”9.Entre la idea que se tenga de filosofía y su manifestación discursiva habría una vincu-lación profunda y no meramente accidental: en la jerarquización de los tipos discursi-vos se revela la de los conceptos de filosofía.

    La forma literaria del discurso filosófico no es tan solo una exterioridad, un modode expresión de algo interno –el pensamiento– que lo trasciende; la expresión dis-cursiva no es simplemente la imagen verbal o escrita de una idea, su proyección. Eldiscurso no es solo una compañía exterior, ni una simple envoltura vacía, inerte, unfenómeno externo, físico10. Contra un cierta tradición clásica, sostendremos aquí quela filosofía “es” su discurso, en sentido fuerte que la distancia entre pensamiento y palabra no existe: “la palabra, en quien habla, no traduce un pensamiento ya hecho,sino que lo realiza”, dice Merleau-Ponty11. Cecilia Sánchez –en sintonía con el pensa-

    dor francés– hace ver que “… la palabra no es simple signo o vestuario” sino que es“emblema y cuerpo, tal como en la música los sonidos no son solamente signos, ellaestá ahí, al igual que en el escenario la actriz es indisociable de la encarnación” 12. Laexpresión discursiva no es disociable, extrañable o alienable de la filosofía. El produc-to o resultado escrito –eventualmente auditivo– esto es, el texto, es el pensamiento, esla filosofía, pues, como dice nuevamente Merleay-Ponty, “[e]l pensamiento no es nada‘interior’, no existe fuera del mundo y fuera de las palabras”13.

    Existe, entonces, una vinculación tan profunda, tan esencial entre la idea de filoso-fía, entre la reflexión filosófica misma y su expresión, que incluso la vinculación entreambos se niega, pues ni siquiera se trata de dos cuestiones diferentes que se vinculen,

    sino de una sola: filosofía/discurso. El tipo discursivo, la forma de expresión de unareflexión determinada, por lo tanto, dice mucho de la filosofía que él es, pues a cadafilosofía, a cada modo de entender el trabajo filosófico, le corresponde su modo dedecir, su expresividad. Que un tipo discursivo se instale jerárquicamente en un lugar privilegiado o secundario equivale, entonces, a escalafonar las diferentes ideas a lasdistintas concepciones de filosofía: unas son las más aceptadas y deseables, otras sonsimplemente toleradas, pero poco recomendables. La filosofía/tratado es la más aplau-dida, la filosofía/ paper  ha ido escalando posiciones, la filosofía/ensayo no es miradacon buenos ojos pero se la tolera mientras permanezca en un lugar secundario.

    9  SCHILDKNECHT, CH., “Entre la ciencia y la literatura: formas literarias de la filosofía”, María TeresaLópez de la Vieja (ed.), Figuras del Logos, o.c., p. 21.

    10 “La palabra está entonces desprovista de eficacia propia, esta vez porque no es más que el signoexterior de su reconocimiento interior que podría hacerse sin él, y al cual no contribuye. No está despro-vista de sentido, puesto que tiene tras de sí una operación categorial, pero este sentido no lo tiene, no lo posee, solo el pensamiento tiene sentido y la palabra es una envoltura vacía; no es más que un fenómenoauricular, sonoro. (...) [E]n todo caso, el lenguaje no es más que una compañía exterior del pensamien-to” (MERLEAU-PONTY, M., Fenomenología de la percepción, Tr. de Emilio Urange, México-Buenos Aires,FCE, 1957, p. 194).

    11  Ib., p. 195.12 SÁNCHEZ, C., “El lenguaje de Simón Rodríguez y su economía francesa”, Revista Creación, Intem-

     perie Ediciones, sin número. (Cf.: MERLEAU-PONTY, o.c., pp. 199-201).13

     MERLEAU-PONTY, o.c., p. 201.

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    3. A estas alturas es casi un lugar común decir que el pensamiento filosófico enAmérica Latina reconoce, como modo preferente de expresión, al ensayo. Multitudde autores lo han señalado, tanto es así que ni siquiera tiene sentido detenerse en laenumeración de todos aquellos que lo han dicho. Es importante constatar, no obs-tante, que dicha afirmación se refiere tan solo a una parte de la producción filosóficacontinental, es decir, a aquella que tiene lugar un tanto al margen de la institucio-nalidad filosófica universitaria que en general es fuertemente eurocéntrica y conser-vadora –colonizada– 14 y en la cual el tratado –la filosofía/tratado– sigue teniendo unlugar preferente y donde el paper  –la filosofía/paper– ha ganado enorme terreno. Lomás vigoroso y suculento del pensamiento filosófico latinoamericano, sin embargo,tiene lugar en otro circuito, uno donde el ensayo, como se decía, es el tipo discursivodominante, uno en que el archivo, para volver a la noción de Foucault, es diferente,uno en que lo que prima es una filosofía/ensayo.

    Resulta interesante preguntarse qué tipo de filosofía es esta, qué la hace una filo-sofía/ensayo: una que no solo se expresa en este tipo discursivo, sino que no puedemás que expresarse de esta forma, pues ella es ensayo. El ejercicio que intentaré aquíserá poner en evidente esta vinculación entre la filosofía latinoamericana y el ensayo,mostrando que hay una concepción de filosofía que comparte con el ensayo ciertas ca-racterísticas, por no decir lisa y llanamente que esta idea de filosofía latinoamericanay el ensayo coinciden de manera sorprendente. Revisaré, para mostrarlo, algunas deaquellas marcas que los autores han establecido como los rasgos más sobresalientesdel ensayo como tipo discursivo o género literario para emparentarlas, acto seguido,con la filosofía latinoamericana y las características de la definen en cuanto tal.

    4. Comenzaré por una cuestión del todo evidente, una que salta de inmediato a lavista. En cualquier definición o descripción, por muy diferente que sea la concepcióndel ensayo que se exponga, no se deja de mencionar nunca que se caracteriza por unafuerte presencia de la subjetividad. El subjetivismo es relevado siempre como una desus características esenciales. Como dice Arenas, “…es ya un tópico señalar que elrasgo más característico del ensayo es su alto grado de personalismo o subjetividad”15.Es por ello que siempre tiene un tono confesional y el “yo”, la propia experiencia delautor, es el centro del discurso. Lejos de pretender objetividad o universalidad, el autortiene conciencia de que lo que escribe es su perspectiva, es él mismo quien se plasmaen el discurso. Esto se expresa en el texto de diferentes formas. Desde el punto de

    vista formal, por ejemplo, en la utilización habitual de la primera persona del singular.Desde la perspectiva del contenido, se puede observar, por ejemplo, la inclusión deanécdotas de la vida personal del autor, la alusión a contenidos emotivos que tiendena vincularse con experiencias del autor 16, etc.

    14 Cf.: SANTOS-HERCEG, J., Conflicto de Representaciones. América Latina como lugar para la filoso- fía. Chile-México, FCE, 2010.

    15 ARENAS, E., “El ensayo como clase de textos del género argumentativo: un ejemplo de Ortega yGasset”, CERVERA, HERNÁNDEZ Y ADSUAR  (COMP.), El ensayo como género literario, Murcia, Universidad deMurcia, 2005, p. 55.

    16 “…se manifiesta mediante la inclusión de contenidos emotivos procedentes de la experiencia per-

    sonal e íntima del autor” ( Íd.).

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    Para el filósofo argentino Arturo Andrés Roig, simplemente no hay filosofía sinsujeto. En esto, por supuesto, no pretende ser muy novedoso, pues reconoce que Hegelya lo ha dicho antes. A diferencia del alemán, sin embargo, Roig no se refiere a un“sujeto trascendental”, sino al sujeto individual, concreto, histórico. Un yo que apa-rece, dice el mendocino, en tanto que descubre que él mismo tiene valor, que lo tieneel pensar y pensarse. La filosofía es entendida por Roig como un aparecer del “yo”,como la irrupción de un “sujeto filosofante”. A esto le llama “a priori antropológi-co”: condición sine qua non de todo filosofar. De allí que, para este autor, todo textofilosófico esté, aunque lo oculte, lo esconda, lo niegue, cargado de subjetividad 17. Enesta concepción de filosofía el sujeto, por lo tanto, se afirma, se destaca. El “ensayo”es, por lo tanto, su modo preferente o natural de expresión. Es lo que encontramos enla obra de los de Rodó, Martí, Bilbao, Lastarria, Rodríguez, Mariátegui, Zea, Dussel,Hostos y tantos otros.

    En la primera nota al pie de un libro del filósofo chileno Humberto Giannini, quelleva por nombre  La Reflexión cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia se lee esta enigmática frase: “El diario de vida, como método filosófico”18. Comoexplicación que permita dilucidar el significado de esta afirmación, Giannini señalaen la primera frase de su texto que “[c]uando se dice que la filosofía tiene un aspectoesencialmente autobiográfico –o incluso, diarístico– se está diciendo, de otro modo,que la filosofía, si quiere conservar su seriedad vital, sus referencias concretas, nodebe desterrar completamente de sus consideraciones el modo en que el filósofo vienea encontrarse implicado y complicado en aquello que explica”19. El tema central paraGiannini será, por lo tanto, este “nexo”, es decir, la conexión entre la filosofía y la vida

    concreta, real, diaria, cotidiana. Conexión que solo tiene sentido en tanto que pasa porun sujeto, por la vida cotidiana de alguien. Es entonces, y solo entonces, que un objetoentra en el ámbito de problematización filosófica.

    5. En cuanto cargado de subjetividad, no es de extrañar que, como se ha dichorepetidamente, el ensayista escribe sobre el mundo que le rodea y su reacción frentea él: le interesa su presente, las circunstancias en las que está imbuido. El ensayistatiene muy claro su lugar de enunciación y no solo no lo oculta, sino que lo muestra,habla de él, le ocupa y le preocupa. De allí que se pueda sostener una vinculaciónevidente entre el ensayo y su contexto de elaboración, su espacio-tiempo de creación.Al presentar el libro El ensayo como género literario, Belén Hernández constata que

    “[q]uizá la mayor virtud de este libro sea poner de relieve que un ensayo, incluso másque la ficción, es una obra (…) comprometida con la época de su creación, determina-da por una situación cultural y por la comunidad para la que surge”20. El contexto, ellugar de producción del ensayo es parte de su producción misma.

    17 Cf.: R OIG, ARTURO A., Teoría y Crítica del pensamiento latinoamericano, Argentina, Una Ventana,2009 (primer edición en 1981).

    18 GIANNINI, H., La Reflexión cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia, Santiago de Chile,Editorial Universitaria, 2004, p. 17.

    19  Ib.20 HERNÁNDEZ, B., “El ensayo como ficción y pensamiento”,  El ensayo como género literario, CERVERA, 

    HERNÁNDEZ Y ADSUAR  (COMP.), o.c., p. 9.

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    Del mismo modo, para los pensadores latinoamericanos, no es casual ni anecdó-tico que una reflexión surja en un determinado contexto, con ello se está diciendoalgo de ella, se la está especificando. En este sentido se podría entender el que RaúlFornet-Betancourt asegure que el tiempo y espacio donde se da la reflexión “…noson ingredientes que se puedan añadir o no, según gusto, al quehacer filosófico”, puesellos determinan, especifican su “gusto”, su “sabor”: contornean su “rostro”21. Noes indiferente que la filosofía emane en un cierto lugar del globo. Enrique Dusselescribía que “…se trata de tomar en serio al espacio, al espacio geopolítico. No eslo mismo nacer en el Polo Norte o en Chiapas que en New York”22  y, retomandoexpresamente esta tesis, Walter Mignolo hace ver que “…hacer filosofía en AméricaLatina o en África (y también en Estados Unidos) no es lo mismo que hacer filosofíaen Alemania, Francia o Inglaterra”23. El lugar de la enunciación no es secundario, dehecho, no habría un lugar abstracto, en el sentido de neutro. El espacio y el tiempo, el

    contexto desde el cual se emite un discurso filosófico es su lugar y en tanto que tal, escentral para efecto de su constitución como discurso.

    El cambio hacia una filosofía “auroral” propuesta por Salazar Bondy, Roig,Cerutti-Guldberg y Fornet-Betancourt en abierta y expresa contraposición a la con-cepción hegeliana, reconoce aquí su fundamento24. Salazar Bondy destacaba, hacecasi cuarenta años, que para rescatar el carácter liberador de la filosofía, “…es pre-ciso (…) forjar un pensamiento que, a la vez que arraigue en la realidad histórico-social de nuestras comunidades y traduzca sus necesidades y metas, sirva como me-dio para cancelar el subdesarrollo y la dominación que tipifican nuestra condiciónhistórica”25. De allí que crea que la filosofía deba ser “la mensajera del alba, prin-

    cipio de una mutación histórica por una toma de conciencia radical de la existencia proyectada al futuro”26.La propuesta de Arturo Andrés Roig de una “filosofía auroral” o “matinal” está en

    esta misma línea. La filosofía de la liberación latinoamericana en contraposición a lafilosofía hegeliana no es para Roig conservadora, ni se limita a un discurso de lo yaacontecido, sino que es un pensamiento de la denuncia y la propuesta. De allí se en-tiende que sostenga, contra Hegel, que “[n]o se trata, pues de un “pensar crepuscular”sino un “pensar matinal”, su símbolo, no es el búho que levanta su vuelo al atardecer,sino la calandria que eleva sus cantos a la madrugada”27. La conclusión de Roig cae por si sola: “A la filosofía auroral corresponde una escritura auroral: el ensayo y el dia-

    21 FORNET-BETANCOURT, R ., Transformación intercultural de la filosofía, España, Desclée, 2001, p. 13.22 DUSSEL, E., Filosofía de la Liberación, México, Edicol, 1977, p. 12.23 MIGNOLO, W., “Introducción”, Capitalismo y geopolítica del conocimiento. El Eurocentrismo y la

     filosofía de la liberación en el debate intelectual contemporáneo, Duke University, Argentina, Edicionesdel signo, 2001, p. 13.

    24 Cf.: SANTOS-HERCEG, J., “Desde Hegel y a pesar de Hegel. Su huellas en los pensadores latinoame-ricanos”, Hegel pensador de la actualidad. Colección de ensayos sobre la Fenomenología del espíritu yotros textos, Santiago de Chile, Editorial Universidad Diego Portales, 2009.

    25 SALAZAR   BONDY, A., ¿Existe un filosofía en nuestra América?, Buenos Aires, Siglo XXI, 1989,[1968], p. 90.

    26  Ib., p. 89.27 R OIG, ARTURO A., “Bases ideológicas para el tratamiento de las ideologías”, Hacia una filosofía de

    la liberación latinoamericana, Buenos Aires, Editorial Bonum, 1973, p. 230.

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    rio. (...) Ese diarismo saturado de espíritu de ensayo, y ese ensayo sujeto fuertementecomo lo otro al ‘interés del momento’, al ‘valor de la circunstancia’, se nos presentancomo canales apropiados que responden a la exigencia básica de cambio cuyo refe-rente es siempre la revolución”28.

    6. En el ensayo nunca se puede tener la pretensión de agotar un tema como sí latiene, por ejemplo, el tratado. El asunto que se explora, que se elabora en un ensayono está acabado, no se espera, ni se quiere decir todo sobre algo. No por casualidadse llama a este modo discursivo “ensayo”. El mismo Montaigne, fundador del género,nunca se refirió a sus textos como si fueran parte de un género llamado “ensayo”, sinoa que ellos eran sus propios ensayos en el sentido de sus intentos. Cervera y Adsuardicen, al respecto, que el ensayo “[e]s la especulación que se atreve a exponerse y aexponer, sin reducirse a la representación acabada, conformándose en el cálido entu-

    siasmo del intento”29. Hay en el ensayo una renuncia a la pretensión exagerada de darcuenta de una verdad 30, o dicho de otra forma, una renuncia a la “…ilusión de resolveren la forma del sistema las contradicciones y tensiones de la vida”31. El ensayo se con-forma con ser una simple aproximación y, por lo tanto, es esencialmente incompleto32,está siempre inacabado33 y abierto a la crítica34. En la misma presentación del libroantes aludido, nuevamente Belén Hernández señala: “Quizá la mayor virtud de estelibro sea poner de relieve que un ensayo, incluso más que la ficción, es una obra encontínua progresión…”35.

    En su texto sobre la Transformación intercultural de la filosofía el cubano RaúlFornet-Betancourt se detiene en el tema del estilo del filosofar. El autor describe crí-

    ticamente a la filosofía europea occidental –especialmente a la de la academia– entérminos de una reflexión marcada por un estilo defensivo, agresivo y monológico,donde lo que se busca es establecer una verdad sólida, definitiva e inexpugnable. Elautor utiliza la metáfora de un castillo, de murallas sólidas y altísimas que no per-

    28 R OIG, ARTURO, A., “La filosofía Latinoamericana en sus orígenes. Lenguaje y dialéctica en los escri-tos chilenos de Alberti y Sarmiento”, Caminos de la Filosofía Latinoamericana, Venezuela, Universidadde Zulia, 2001, p. 35.

    29 CERVERA, V. Y ADSUAR , MARÍA D., “Liminar. El bosquejo como arte”, en CERVERA, HERNÁNDEZ  Y ADSUAR  (COMP.),  El ensayo como género literario, o.c., p. 12.

    30 “Ni su discurso ni su visión deben tomarse como la lectura verdadera. Es tan sólo una variación enla serie abierta de las aproximaciones, que posibilita recorrer no sólo la distancia” (JARAUTA, Francisco,“Para un filosofía del ensayo”, en CERVERA, HERNÁNDEZ Y ADSUAR  (COMP.),  El ensayo como género literario,o.c., p. 38).

    31  Ib., p. 37.32  “El ensayo se organiza así como discurso de lo incompleto, de lo no resuelto; es una incesante

    emancipación de lo particular frente a la totalidad” ( Ib., p. 40).33 “El ensayo piensa su objeto como descentrado, hipotético, regido por una lógica incierta, borrosa,

    indeterminada: su discurso es siempre aproximación” ( Ib., p. 38).34 “Por centrar su labor en el terreno de lo opinable, el ensayista presupone que, dada la complejidad

    de lo real y la contingencia del pensamiento personal, su opinión individual (cuajada en función de unaquí y un ahora anejos a su propia situación existencial) no es ni la única ni la definitiva; sabe que susargumentos no son irresistibles a la crítica, sino que pueden ser sometidos al juicio de otra individualidad”(ARENAS, o.c., p. 55).

    35

    HERNÁNDEZ, o.c., p. 9.

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    mitan el paso, para aludir a una reflexión que aspira a ser inmune a toda crítica. Eslo que se encarna en los tratados de filosofía que pretenden haber dicho la última ydefinitiva palabra. Su propuesta es transitar hacia un “... modo particular de presen-tarse y de buscar la transmisión de sus ideas, sugerencias o soluciones”36, el llamado“pensar respectivo”. Lo que sugiere tiene como nota central la idea de “pro-posi-ción”. El discurso filosófico no como mera explicación defensiva de un pensamiento pretendidamente definitivo y sólido, sino como “...exposición de una pro-posiciónen el sentido de dejarla expuesta a la crítica constante” 37, un pensamiento que no pretende estar terminado, sino que aspira a su completación futura, en el entendidode que la verdad no es algo que se alcance de una vez ni en solitario. El discurso fi-losófico como un permanente “exponerse” voluntaria y conscientemente al examen,re-visión y re-interpretación desde otras ópticas. La filosofía se vuelve, entonces,esencialmente dialógica, lo que la emparenta una vez más con el ensayismo.

    Está relativamente claro en la literatura que el ensayo nunca se agota en sí mismo,sino que está dirigido a un lector que –si hemos de creer a Arenas– no es necesaria-mente un especialista, sino más bien un lector “…de cultura media, curioso, sensibley abierto, que lea ‘problematizando’ la realidad”38. Lo central en este punto es cons-tatar que el ensayo, en tanto se declara insuficiente, incompleto, inacabado; en tantono pretende estar en posesión de la verdad definitiva, sino que se considera como una parte, un momento, una etapa en la progresión hacia ella es un discurso que se abreal lector hacia el cual se dirige, provocándolo y esperando de él una reacción. Como bien dice Arenas, “…el ensayista reconoce en el lector idéntica libertad de pensamien-to e idéntica subjetividad para opinar; pretende establecer con el lector un diálogo o

    confrontación de puntos de vista”39

    . Una marca esencial del ensayo es, entonces, sucarácter dialógico, rasgo que comparte con una cierta concepción de la filosofía pre-sente en América Latina y que se encuentra fuertemente trabajada por los pensadoresde la interculturalidad.

    Usando una categoría de Raimon Panikkar, el diálogo filosófico, para la tradiciónlatinoamericana de pensamiento, no puede ser dialéctico sino dialogal. A lo que serefiere Panikkar con el tipo de dialogicidad que llama “dialéctica” es a la existencia deuna racionalidad, una lógica que funciona como una suerte de juez situado por sobrelos involucrados y que éstos aceptan como tal. El diálogo, así entendido, se presentacomo una suerte de confrontación con reglas aceptadas por las partes, en vistas a esta- blecer quién tiene la verdad. Es, en palabras de Panikkar, un “combate caballeresco” y

    sería lo propio de una tradición y concepción centro-europea e institucional de la filo-sofía: es lo que encontramos en los coloquios, en los foros, en las mesas de discusión, por ejemplo. La tradición latinoamericana de filosofía, de la que venimos hablando, seacerca más a lo que Panikkar ha llamado “diálogo dialogal”, en el que los involucra-dos “…se escuchan para intentar entender lo que la otra persona está diciendo y, sobre

    36 FORNET-BETANCOURT, R., Transformación intercultural de la filosofía, España, Desclée, 2001, p. 13.DUSSEL, E., Filosofía de la Liberación, México, México, 1977, p. 53.37  Ib., p. 55.38 ARENAS, o.c., p. 55.39

      Ib., p. 56.

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    todo, lo que quiere decir”40. Dicho diálogo no es un simple intercambio doctrinal, puesno se trata sólo de un “instrumento”, sino que de la esencia del hombre, es muchomás que una simple herramienta de traspaso de información. En el caso del “diálogodialogal”, como en el decurso de un ensayo, las reglas que lo rigen, que lo administran,no se presuponen a priori sino que surgen en el decurso mismo, espontáneamente.

    7. No hay concierto, ni programa en el ensayo, sino que está escrito “al correr dela pluma”, espontáneamente. “Así como mis pensamientos se presentan, así yo losamontono, ya se precipiten en tropel, ya se arrastren en fila”41 dice Montaigne. Gó-mez-Martínez propone que “[l]os ensayos son como la charla de café” 42. “El ensayis-mo -dice Jarauta- no oculta su dimensión errante. Y para utilizar una feliz expresiónde Harold Bloom que lo define como un ‘vagabundeo del significado’”43. El ensayistase deja llevar por la corriente de sus ideas: va de una a otra sin plan previo, sin mapa

    trazado con antelación. De allí su carácter fragmentario44: no se le puede continuar,completar, ni corregir; solo se puede escribir otro ensayo, uno nuevo. Su estructuraestá lejos de tener cualquier tipo de rigidez, ni hay un necesario orden lógico en laexposición. “La discontinuidad le es constitutiva y halla su unidad a través de lasrupturas y suspensiones. Su orden es el de un conflicto detenido, que vuelve a abrirseen el discurrir de su escritura”45. Arenas postula que “…la forma del ensayo está de-terminada por el libre fluir del pensamiento del autor, que deja amplio margen parala divagación, la digresión, la redundancia, la ruptura, la fragmentación en definitiva.Como decía Unamuno, es frecuente ‘escribir a lo que salga’, reseñar el pensamientoin statu nascendi”46.

    Hablando de los  papers Cecilia Sánchez señala que “[e]n general a quien es-cribe en este formato se le exige ser informativo y evitar digresiones, detenciones,desvíos y detalles, cuestión que para la Filosofía es en extremo nociva”47. La autorahace ver que exiliando estos desvíos, detenciones, digresiones y divagaciones, nose podría comprender cómo fue posible un Platón, un Nietzsche, un Derrida, unaHelene Cixous o una Luce Igigaray, en la tradición europea, pero tampoco tendríansentido Humberto Giannini, Patricio Marchant, Pablo Oyarzún y Olga Grau en elcaso chileno, pues, como señala, “[e]n todos estos casos, como en otros, la digresiónes parte del pensamiento”48. Esta acertada observación lleva a sostener que el “irse por las ramas” tan propio del ensayo ha sido y es, en el ámbito de la filosofía en ge-

    40 PANIKKAR , R ., “La interpretación intercultural”, El discurso Intercultural. Prolegómenos para una filosofía intercultural , Madrid, Biblioteca, Nueva, 2002, p. 43.

    41 MONTAIGNE, Oeuvres complètes. Bruges, Pléiade, 1967. p. 388.42 GÓMEZ-MARTÍNEZ, J.L., Teoría del ensayo, Segunda edición, México, UNAM, 1992.43 JARAUTA, F., o.c., p. 37.44 “el ensayo, partiendo de la conciencia de la no-identidad, es radical en su ‘no-radicalismo’, en la

    abstención de reducirlo todo a un principio, en la acentuación de lo parcial frente a lo total, en su carácterfragmentario” (JARAUTA, F., o.c., p. 37).

    45  Ib., p. 38.46 ARENAS, o.c., p. 46.47 SÁNCHEZ, C., “Institucionalidad de la filosofía: entre la reflexión y el conocimiento productivo”,

     Mapocho, 67, 2010, pp. 386.48

      Ib., p. 383.

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    neral y en el de la filosofía latinoamericana especialmente, una parte del proceso de pensamiento, un aspecto de su desarrollo y que, por lo tanto, tiene un lugar centralen la tradición de la filosofía.

    Se hace evidente, en este punto, preguntarse por la rigurosidad de la reflexión filo-sófica: exigencia que parece evidente y que, de acuerdo con lo que se viene diciendo,no se cumpliría en el caso del ensayo ni en la filosofía latinoamericana. Arturo A. Roigse hace expresamente cargo del asunto y hace ver que la “…filosofía pretende organi-zar su discurso de modo riguroso” pero aclara que, dicha exigencia de rigor se enmar-ca “… dentro de los vastos campos del racionalismo moderno y contemporáneo…”49.El mendocino afirma la exigencia de rigurosidad del discurso filosófico, sin embargo,cuando habla de rigurosidad no está usando esta categoría tal y como fuera impuestay exigida durante la normalización que impera hasta hoy. “Nuestro ‘rigor’ –advierteRoig– tiene como meta la de descubrir verdaderamente si un ‘discurso filosófico’ es

     propiamente filosofía, sobre todo si aún abrigamos la creencia de que el saber filosó-fico apunta a la verdad y en tal sentido a un desocultamiento en la medida que somosnosotros quienes ejercemos la función de ocultar, consciente o inconscientemente,desde una mala conciencia”50.

    8. El ensayo se plantea también como un discurso argumentativo y probatorio,aunque no en el mismo sentido en que lo es un tratado o un texto científico. Cervera yAdsuar lo explican con claridad cuando escriben que “…el ensayo plantea sin demos-trar, y defiende sin utilizar últimas pruebas (…), el ensayo no aspira a tesis académica,ni tampoco a memorándum o a informe científico”51. De acuerdo con Arenas, el ensa-

    yo es parte de la clase de texto del género argumentativo, en tanto que su finalidad es“…establecer la credibilidad de una idea u opinión mediante pruebas”52. Sus pruebas,sin embargo, no son de orden demostrativo, sino retórico-argumentativas. Se trata de pruebas “…cuyas premisas son simplemente probables o verosímiles y sólo son váli-das en contextos concretos y con fines determinados”53. De allí que en el ensayo no setrata de necesidades matemáticas o pruebas de valor universal, sino que, como señalaArenas, lo que predomina es una relación de probabilidad y de credibilidad, en tantoque en el ensayo convive junto a la función argumentativa, una de orden emotivo: setraban allí contenidos conceptuales y emocionales en vistas de persuadir al receptor para que adhiera a la postura presentada54.

    Christiane Schildknecht propone incorporar, junto al conocimiento proposicional,

     propio de una escritura científica y exigido tradicionalmente para el discurso filosófi-co que quiera serlo verdaderamente, uno de carácter no-proposicional, habitualmente

    49 R OIG, ARTURO A., Filosofía, Universidad y filósofos en América Latina, México , UNAM, NuestraAmérica, 1981, p. 11.

    50  Ib., p. 21.51 CERVERA yADSUAR , o.c., p. 11.52 ARENAS, o.c., p. 44.53  Ib.54 “En general, en este tipo de textos todas las figuras aúnan simultáneamente la función estético-

    emotiva y la función argumentativa:  para expresar algún tipo de contenido emocional o para comunicarmás atinadamente contenidos conceptuales; todas, además, contribuyen a la persuasión: buscan llamar la

    atención del receptor y lograr su adhesión” (ARENAS, o.c., p. 54).

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     propio de la literatura. Platón primero y Aristóteles después, al exiliar el discurso poético, retórico y literario del ámbito de la búsqueda de la verdad, acaban limitandoel concepto de conocimiento a la verdad proposicional. Lo que sugiere la autora esabrirse al reconocimiento “…también de otras formas de conocimiento, con lo quela fijación a una perspectiva puramente proposicional se amplía al conocimiento no- proposicional”55. Con ello se abren, para la filosofía, otros caminos en la búsquedade conocimiento. En particular se trata del “…camino indirecto, mostrativo-indicado por la literatura, basado en sentido estricto en formas literarias de exposición del co-nocimiento filosófico, entendido como conocimiento no-proposicional (no-discursi-vo, pre-redicativo)”56. Se trata, según explica, de las formas de saber filosófico que“(…) no se dejan comunicar mediante el ordenamiento de forma textualmente de tipoenunciativo”57 y que más bien se acercan al modo literario de conocimiento, en queel saber no se encuentra expresa y directamente en los textos, sino que se trasmite a

    través de ellos, es mostrado, no dicho. No hay, en este modo, argumentación exigida,sino más bien puesta en escena en busca de persuasión. De allí la utilización de me-táforas, figuras, anécdotas, situaciones puntuales, relatos, etc., junto a un lenguaje, auna retórica que además de estética, busca cautivar al lector, seducirlo, persuadirlo.

    En el ámbito latinoamericano la irrupción de lo literario en el discurso filosóficoes, por decirlo coloquialmente, pan de cada día. Allí está el uso metafórico que se hahecho de los personajes de La Tempestad de Shakespeare –Próspero, Calibán y Ariel–en las obras de Rodó y Fernández Retamal. El Laberinto de la Soledad , de OctavioPaz, es otro gran ejemplo de utilización de metáforas que se aparecen no solo en elnombre del ensayo, sino también en el trabajo con figuras como la Malinche y sus

    hijos o los Pachuchos. Sarmiento y su Facundo, ese clásico texto cuyo personaje esFacundo Quiroga, pero su tema la civilización y la barbarie, es otro caso evidente deutilización de un lenguaje literario para mostrar ideas. Visión de Anahuac de AlfonsoReyes, Sobre Árboles y Madres de Patricio Marchant, La Ciudad Letrada de ÁngelRama y Nuestra América de José Martí son solo algunos títulos y autores que vienena la mente de inmediato al pensar en este tema. La filosofía latinoamericana es unafilosofía-literaria, en este sentido, y su expresión mediante el ensayo no es más queevidente.

    La preocupación estética, su cuidado en el uso de la palabra, por que sea com- prendido y sea “bello” es una manifestación más de lo mismo, lo que la emparenta,una vez más con el ensayo. El ensayo, como se decía, aspira a seducir, a convencer y

     persuadir y la hermosura de la prosa tiene un papel fundamental para la consecuciónde dicho objetivo. La filosofía nuestroamericana no es solo reflexión y argumentación.Los textos que componen su biblioteca son escritos cuyo valor literario y estético estáfuera de discusión. Para esta tradición, que un pensamiento esté “bien escrito”, quesea cuidadoso en la forma, que aspire a ser comprendido por todos y a producir deleiteen el lector no es un extra, no es tan solo un asunto de adorno que se pueda agregarsegún gusto o simplemente descuidar. La rigurosidad, la profundidad de una reflexión

    55 SCHILDKNECHT, “Entre la ciencia y la literatura: formas literarias de la filosofía”, O. C ., p. 23.56  Ib., pp. 23-24.57

      Ib., p. 24.

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    no tiene que ser sinónimo de aridez y tosquedad, la seriedad no tiene que implicarnecesariamente “fomedad” en la exposición. Los pensadores latinoamericanos com- prenden espontáneamente que la capacidad de “seducción” de un discurso filosóficoexige atención por su forma sin que ello implique sacrificar, en medida alguna, elcontenido, sino todo lo contrario: saber que forma y contenido no son disociables.

    9. Decía al comenzar, citando a Schildknecht, que hay una conexión sistemáticaentre cada idea que se maneje de filosofía y la forma, la expresión literaria en que semanifieste o se transmita dicho saber 58. El discurso no es solo una compañía exteriordel pensamiento ni una simple envoltura vacía, inerte, un fenómeno externo, físico.La filosofía “es” su discurso en sentido fuerte. En este sentido es que he sostenidoaquí que la filosofía latinoamericana, al menos aquella porción de la filosofía que sehace en el continente que nos ha interesado, “es” ensayo. Como señalaba antes, lo más

    interesante, lo más suculento, lo más sorprendente de la filosofía latinoamericana esaquella “filosofía/ensayo”, es decir, esa reflexión que no solo se expresa en este tipodiscursivo, sino que no puede más que expresarse de esta forma, pues ella es ensayo.

    Una filosofía cargada de subjetividad, con un pensador presente en cada línea, quese reconoce presente con su vida y con su mundo porque recoge sus circunstancias deenunciación y las hace parte de su reflexión. Una filosofía que no pretende imponersecomo la verdad definitiva y acabada, sino que se presenta a sí misma como un intento,como un avance, una propuesta y se abre, por lo tanto, a la objeción y la crítica y conello al diálogo con otros, al trabajo conjunto. Una filosofía que sin renunciar a la serie-dad, a la rigurosidad, sin embargo, se permite explorar alternativas un poco a tientas y

    transitar provisoriamente algunos caminos dejándose llevar por el hilo de la reflexión.Una filosofía, finalmente, que conservando lo esencial de la argumentación racional,reconoce que las ideas deben también seducir, convencer y, por lo tanto, atraer con sudiscurso: por eso apela a la afectividad, a lo emotivo y pone en el centro el cuidado por la belleza de la expresión.

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      Ib., p. 21.