revista del instituto de cultura

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Primera serie número 38, enero - marzo de 1968.

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Page 1: Revista del Instituto de Cultura

ANTROPOLOGIA.,

"

HISTORIA

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ARTES PLÁSTICAS

nATRO

MOSlCA

ARQUrrBC1VRA

ENERO - MARZO 1968

San Juan de Puerto Rico--....;;..

lIIII?' "numeroJ

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R E v 1 s T ADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

JUNTA DE DIRECTORES

Guillermo Silva, Presidente

Enrique Laguerre . Aurelio Tió . Teodoro Vidal

Arturo Santana - Esteban Padilla

Milton Rua

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

AÑO XI 1968

ENERO-MARZO

SUMARIO

Núm. 38

Luis Lloréns Torres dentro de la poesía hispa­noamericana

por José Luis Martín

Román Baldorioty de Castro (1822-1889)por Benigno Fernández García 7

Francisco Matos Paoli y el vanguardismo lite­rario

por Julio César López . . . 9

Nocturno taínopor José Francisco Orlando 13

Exposición de Noemí Ruiz 14

El Precursor y Puerto Ricopor Mario Briceño Perozo 16

Julia de Burgos, diosa del agua. - Puerto Ricoen su poesía.· Apuntes

por Anita Arroyo . . . . . . . 20

Otra versión de Raskolnikov. - Cuentopor Emilio Díaz Valcárcel 2'4

Nuevas reflexiones sobre el modernismo puer­torriqueño

por Luis Hernández Aquino . . . .. 28

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Las usuras de Fray Iñigopor Adám Szászdi . 38

Porque tu amor es siempre amanecida...por Olga Ramírez de Arellano de Nolla 45

Luis Palés Matos y su "Danza negra"por Antonio Oliver Belmás

Eugenio María de Hostospor José A. Mora

47

51

La sátira y el humorismo en el ensayo puerto­rriqueño

por Mariana Robles de Cardona . . .. 54

SEPARATA DE MÚSICA:NOBLEZA,danza para piano, de Jesús Figueroa

SEPARATA DE ARTE:VISTA DEL INTERIOR DE LAIGLESIA DE PORTA COELIMuseo de Arte Religioso de Puerto Rico,San Germán. Siglo XVII

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUE&A

Director: Ricardo E. Alegría

Ilustraciones de Carlos Marichal

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

Suscripción anual $2.50Precio del ejemplar $0.75

[Application for second class mall privilege pending atSan Juan, P. R.]

DEPOSITO UlGAL: B. 3343· 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE "EDICIONES RVMBOS"

BARCELONA • PRINTED IN SPAIN • IMPRESO EN ESPAÑA

Page 4: Revista del Instituto de Cultura

COLABORADORES

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JULIO CÉSAR LóPEZ nació en Cayey, PuertoRico, en 1926. Es graduado de CienciasSociales en la Universidad de Puerto Ri­co, donde ha realizado también estudiospara la Maestría en español. Realizó ade­más estudios en la Universidad Centralde Caracas, donde en la actualidad di­rige una biblioteca. Trabajó en el pe­riódico El Mundo y dirigió la Oficinade Relaciones Públicas del Departamen­to de Comercio de Puerto Rico. Es autorde las siguientes obras: Pasión de poesía(Jornada crítica) (1960); Temas y estilosen ocho escritores (1967); Peregrino desombras (1967).

J OSÉ FRANCISCO ORLANDO naclO en Yaucoen 1933. Cursó estudios superiores en laUniversidad de Puerto Rico, donde ob­tuvo el grado de Bachiller en Humani­dades, con especialización en Historia.Luego se trasladó a México, donde reali­zó estudios postgraduados en la Univer­sidad Nacional Autónoma. Se ha dedi­cado también a la poesía y ha escrito lossiguientes libros de versos: Semillero sil­vestre (inédito), que saldrá a la luz próxi­mamente, y Tentativa desde la Nada,también inédito, su más reciente crea­ción.

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J OSÉ LUIS MARTíN es poeta, ensayista ynovelista. Doctorado en Filosofía y Le­tras por la Universidad de Columbia, enNueva York, ha sido profesor de las si­guientes universidades: Universidad dePuerto Rico, Universidad Interamericana,Universidad de Columbia, Universidad deNueva York, Hunter College, Universidadde Hofstra. Entre sus obras figuran: Me­ditaciones puertorriqueñas, Arco y flecha,Análisis estilístico de 'La Sataniada' deTapia, Agonía del silencio y La poesía deJosé Eusebio Caro.

BENIGNO FERNÁNDEZ GARCÍA nació en Lu­quillo, Puerto Rico, en febrero de 1887.Estudió Abogacía en la Universidad deGeorgetown, Washington. Fue electo re­presentante a la Cámara por el distritode Guayama en 1912, y fue Vicepresiden­te de ese cuerpo en el término 1929-32. Alconstituirse el Colegio de Abogados dePuerto Rico, fue electo Presidente de laAsamblea Constituyente celebrada en di·ciembre de 1933. El presidente Rooseveltlo nombró Procurador General de Puer­to Rico en 1935, y ocupó dicho cargohasta 1939. Falleció en 1944.

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MARIO BRIcEÑo PEROZO es natural deTrujillo, República de Venezuela. Es abo­gado y ha sido juez e inspector de ins­trucción pública. Fue gobernador del Es·tado de Trujillo antes de ocupar su ac­tual cargo de Director del Archivo Ge­neral de la Nación. Es miembro de laAcademia Venezolana de la Historia yde la Sociedad Bolivariana de Caracas.Entre sus publicaciones figuran: Oríge­nes sociales, Función social de la Uni­versidad, Pretérita inquietud (poesía), ElDiablo Briceño, Historia Universal, Pro­gl"ama de. Historia de Venezuela.

ANITA ARROYO GONZÁLEZ DE HERNÁNDEz,doctora en Filosofía y Letras por la Uni­versidad de La Habana, ha profesado cáte­dras de Historia de la Literatura hispa­noamericana en dicha Universidad y enla Nacional Autónoma de México. Tienea su haber una larga labor en el perio­dismo de Cuba, donde ocupó el cargo depresidente del Lyceum de La Habana yfue secretaria de varios patronatos cul­turales y cívicos. Es autora de diversasantologías de cuentos hispanoamericanosy del libro Raza y pasión de Sor JuanaInés de la Cruz (1952).

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ADÁM SZÁSZDI es catedrático asociado dela Facultad de Estudios Generales de laUniversidad de Puerto Rico. Natural deBudapest, cursó estudios secundarios enEuropa y posee títulos de las universi­dades Western Reserve, de Tulane y deMadrid. Es especialista en historia his­panoamericana, sobre la cual ha publica­do un libro y numerosos artículos enrevistas como las siguientes: Revista deIndias, Joumal of Inter-American Studies,The Ar;'!ericas, The Florida HistoricalQuarterly y The Hispanic American His­torical Review.

OLGA RAMíREZ DE ARELLANO DE NOLLA na­ció en San Germán. Hizo sus estudiossuperiores en el Colegio Goucher, de Bal­timare, y en la Universidad de PuertoRico, donde se graduó de Bachiller enArtes en 1936. Entre sus libros de poe­sía figuran: Cauce hondo, El rosal fecun­do, La tierra de la diafanidad, A la luzdel flamboydn, Te entrego amor y Marde poesía. En su último libro -Diariode la montaña- que ha ilustrado ellamisma, se ha vuelto a la prosa comomedio de expresión.

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EMILIO DfAz VALCÁRCEL nació en PuertoRico en 1929. Desde 1949 publica cuentosen revistas del país. Su producción fueinterrumpida varios años mientras ser­vía en Corea con el ejército norteameri­cano. Ha publicado tres libros de cuen­tos: El asedio (1963); Proceso en diciem­bre, Ediciones Taurus, Madrid, 1963, yEl hombre que trabajó el lunes, Edicio­nes Era, 1966. Sus cuentos han sido pre­miados por el Ateneo Puertorriqueño yalgtillos han sido traducidos al inglés, ho­landés y portugués. Tiene inéditos unanovela y otro libro de cuentos. Trabajaen la División de Educación de la Ca·munidad en San Juan.

LUIS HERNÁNDEz AQUINO nació en Lares"Maestro en Artes de la Universidad dePuerto Rico, en 1952 se recibió en la deMadrid de doctor en Filosofía y Letras.Director de las revistas Insula, Bayóany Jaycoa y colaborador en numerosos pe­riódicos, su labor literaria le ha mere­cido premios de diversas entidades cul­turales. Ha publicado los poemarios Nie­bla lírica (1931), Agua de rematlso (1933),Poema de la vida breve (1939), Isla parala angustia (1943), Voz en el tiempo(1952) y Memoria de Castilla (1956). Esademás autor de varias antologías depoesía puertorriqueña y de la novela Lamuerte anduvo por el Guasio (1960). Per­tenece al claustro de la Uníversidad dePuerto Rico.

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ANTONIO OLIVER BELMÁS es poeta y crí­tico, nacido en Murcia, España. Se des­tacó en la poesía vanguardista española.Es catedrático de la Universidad Centralde Madrid. Entre sus libros de críticafiguran: Este· otro Rubén Darío. Es Di·rector del conocido Archivo Rubén Daría,y con tal motivo fue invitado a reali·zar una visita a Nicaragua, cuna del poe­ta modernista. Hace algunos años visi·tó Puerto Rico junto con su esposa, lapoetisa Carmen Conde. En la Isla dictóconferencias en el Instituto de CulturaPuertorriqueña y la Universidad de Puer·to Rico.

JOSÉ A. MORA fue hasta hace poco Secre·tario General de la Organización de Es·tados Americanos. Diplomático uruguayo.nacido en 1897. Realizó estudios en laUniversidad de la República en Monte·video. Ha ocupado puestos diplomáticosen España, Portugal, Brasil y Bolivia.Fue Ministro de lo Exterior de su país en1933-34. Ha recibido grados honoríficosde las universidades de Colgate, Pitts·burgh y Salamanca, y del Rollins Calle­ge. Es autor de Sentido internacional delUruguay y La organización judicial en laConferencia de San Francisco.

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MARrANA ROBLES DE CARDONA es Direc­tora del Departamento de Español dela Facultad de Estudios Generales de laUniversidad de Puerto Rico, en cuya ins­titución obtuvo la Maestría en Artes. En1951 se doctoró en Filosofía y Letras enla Universidad Central de Madrid. Comorequisito para el grado presentó la di·sertación El ensayo en Puerto Rico. Esautora de Búsqueda y plasmación de lapersonalidad puertorriqueña, estudio yantología sobre el ensayo puertorrique.ño, y de Lecturas puertorriqueñas, anto­logía publicada en colaboración con Mar­got Arce de Vázquez.

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Luis Lloréns Torres dentro de lapoesía hispanoamericana

Por Josl! LUIS MARTíN

1. INTRODUCCIÓN

SON MUCHOS LOS CRíTICOS Y PROFESORES PUERTORRI-

queños que han escrito y hablado de Lloréns.Indudablemente que muchos de ellos podrían di­rigirse a ustedes con más autoridad que yo en estamateria. Ejemplo de esto es la Dra. Carmen Ma­rrero, fina poetisa e intelectual nuestra residenteen Nueva York, quien, a mi juicio, ha escrito elmás acabado y amoroso estudio biográfico-críticode Lloréns, editado por el Instituto Hispánico dela Universidad de Columbia en esta ciudad,! Nue~tro objetivo, sin embargo, es enmarcar a LlorénsTorres dentro del ámbito literario que como puer­torriqueño le corresponde: la literatura hispano­americana.

Es realmente doloroso -y doloroso basta lasentrañas- ver cómo se ha multiplicado la idea,tanto fuera de Puerto Rico como dentro de la mis­ma isla, que la literatura puertorriqueña es o debeser proyección de la española. Naturalmente, deesta idea no se han hecho partícipes muchos de losintelectuales contemporáneos de Puerto Rico. Sinmenoscabar nuestras raíces hispánicas en todo loque de alto valor tienen -como he expuesto enmi libro Meditaciones puertorriqueñas-, y sin res­tarle significación al hecho de que sobre una basehispánica está sentada nuestra literatura, hemosde reafirmar una vez más la gran verdad irrebati­ble de que nosotros, los puertorriqueños, somoshispanoamericanos en nuestra más característicamédula.

1. Hay una tesis doctoral escrita por nuestra dilecta amiga 111doctorll NlIda Ortlz de Lugo, sobre 111 personalidad 11 111 obra deLlorl!ns Torres.

En conferencias, charlas y tertulias en el Ate­neo Puertorriqueño de San Juan, en la Universidadde Puerto Rico, en el Instituto de Puerto Rico enNueva York, y en muchos otros centros culturalesdonde se han debatido problemas de nuestra lite­ratura, he planteado siempre la tesis de que te­nemos que enmarcamos literariamente dentro delmapa continental de la literatura hispanoamerica­na. No es tesis necesariamente original. Ya lo apun·tó el doctor Pedreira en su combatido cuanto es­clarecedor ensayo lnsularismo. Ya dijo él quenuestra insularización, nuestro aislamiento. era másespiritual, más cultural, más literario que físico.Pero esta tesis por muchos sostenida, ha sido siem­pre desoída. Una vez más la repetimos y la sub­rayamos.

Si antes del 98 nos sentíamos hispanoamerica­nos, no hay razón para no sentirlo ahora, despuésque nuestra tierra ha despertado a su conscienciade pueblo de idiosincrasia hispanoamericana. Dolo­roso es que los críticos e intelectuales de Hispa­noamérica -hasta hace muy poco tiempo- no nosincluyeran en sus manuales y antologías, como sinuestra literatura fuese algo al margen de lo his­panoamericano. Este desconocimiento de lo nues­tro por parte de los extranjeros, sobre todo de loscultos, nos ha punzado siempre en las fibras re­cónditas del alma. Pero aún más nos ha dolido yhasta avergonzado, que sea el mismo puertorrique­ño culto, o semiculto, quien -dejándose arrastrarpor su insularidad e ignorancia del tronco verda­dero a que pertenecemos literariamente- hayapropagado la idea de un Puerto Rico sin conti­nente.

Lo puertorriqueño, lo típicamente puertorrique­ño en carácter, lengua, sentimiento e ideación, es

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lo que nos vincula a sus correspondientes ramashispanoamericanas. Este americanismo tlpico delo puertorriqueño es lo criollo: y es ésta la venay esencia de la poesla de Luis Lloréns Torres.

2. PANORAMA DE SU VIDA

Desde su origen terroñista en el valle de Co­llares, de Juana Díaz, en 1876, hasta su enferme­dad en Nueva York en 1944 y muerte en PuertoRico en ese mismo año, Uoréns no tuvo más queuna cuerda definitiva: su vital criollismo puerto­rriqueñismo de enmarcación hispanoamericanista.Fue esta cuerda la que produjo todas las notasde su lira, o tal vez de su cuatro, como quizás élhubiera preferido decir.

Su vida fue una continua afirmación de esecriollismo tropical nuestro, de típica raigambrenativista, pero nunca de aislado regionalismo. Mu·chos son los puntales que le elevan a esa afirma·ción y triunfo de 10 telúrico transmutado en arte,de 10 característicamente puertorriqueño, transfor­mado en poesía eterna. Veamos panorámicamentealgunos de esos puntales de su vida:

Su nacimiento e infancia en una hacienda decafé, en medios holgados, le permitieron sentirsecómodo e ingenuo, con feliz ingenuidad de niño,en el centro de una naturaleza repleta de llamadasa la imaginación, a los sentidos y al amor. Susprimeros estudios los realizó en Collares, luegoen lo!' pueblos de Juana Díaz y Maricao, y por findejó su "valle de Collares" para ir a estudiar Leyesa Barcelona. Desde niño fue Uoréns un enamora­do del amor y en consecuencia de la mujer. Mástarde, su amada eterna sería su propia tierra ba­rinqueña. Y en aquellos días en que salió de Co­llares, dejó en él muchos corazones de niñas ado­lescentes que lloraran su partida. Pero en Llorénsel amor fue profundo y fue fugaz. Fugaz en losmil y un amorfos y aventuras que desencadenó ensu vida; en sus galanteos y poemas de ocasión, yen sus conquistas de medio Tenorio (o Tenorio ymedio, como algunos de sus biógrafos han apun­tado). Pero profundo en su amor a Puerto Ricoy a lo puertorriqueño, a la poesía y al arte, a lohispanoamericano. Y no sin menos razón, profun­do en su amor a una hermosa puertorriqueña deojos verdes -María Caro Echevarrfa, su prima-,con quien se comprometió antes de partir paraEspaña. Como ha dicho la doctora Carmen Marre­ro, "el amor suplantó al amor", y en la CiudadCondal, L10réns se enamora de la hija de uno desus profesores, entra en líos con éste y terminael conflicto con la partida voluntaria del poeta ha·cia la ciudad de Granada, en Andalucía. Es aquídonde se hace abogado y a la vez doctor en Filo-

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sofía y Letras, regresando a la isla en 1901. Veníacon dos títulos y casado con una hermosa grana­dina de nombre Carmen Rivera, quien fue su es­posa el resto de su vida, y de cuyo matrimonionacieron tres hijos: Elio, Luis y Pepito. Tambiéntraía dos libros publicados: América y Al pie dela Alhambra.

Monta en Ponce su bufete y ejerce su profe­sión, abandonando por un tiempo su dedicación alas musas y enfocando el periodismo. Habiendosalido de Puerto Rico bajo el dominio español,antes del 98, regresa en 1901, cuando ya ha pasa­do el cambio de soberanía y está la isla bajo elgobierno militar norteamericano y la Ley Foraker.Esto fue un impacto violento para L1oréns, quieninmediatamente recobrado del golpe, se alistó ala vanguardia política separatista de la isla, mili­tando en las filas de Muñoz Rivera. La vida polí­tica de L10réns fue intensa y militante, pero nodramática ni de primeros planos. Esencialmenteno era un político, aunque si un convencido inde­pendentista. A pesar de esto. L10réns fue retirán­dose lentamente de la vida pública hasta su finalmutis político en 1932. No era indiferencia sinomás bien lO desdén a las luchas de partidos". comoha señalado Luis Antonio Miranda.

Su opinión de los políticos oportunistas y de­magogos -no de los pollticos serios y creadores­la expresó en una entrevista periodística que sele hizo una vez y que apareció en El Imparcialde San Juan del 30 de julio de 1944. Se refiere éla cierta crianza de cerdos que tenía en su finca.Y el periodista, ingenuo, le pregunta: "¿Y cómocompagina usted tan raro sport con la espiritua­lidad poética?" Y Uoréns le respondió: "Vea us­ted... Los cerdos se crían en montones, en ma­nadas, igual que los políticos; se revuelven en elfango. igual que los politicos; se ensucian el ho-cico ; gruñen y gritan cuando les falta la comi-da ; sorbe cada uno su ubre... igual que los po-liticos. Y quitando el padrote, los demás no sirvenpara nada, igual que los políticos."

Todas estas contestaciones y anécdotas de Llo­réns se han tenido como genialidades propias desu temperamento vital e independiente, y rebeldea sujetarse a norma alguna que chocase con sumodo de ser.

Ya casado y en Puerto Rico, y casi hasta pocoantes de enfermar fatalmente. su vida se compar­tía entre su bufete, su hogar y la tertulia literariaen conocidos cafés de San Juan. Era hombre detertulias, como Daría y como tantos. Como se haseñalado repetidas veces, se sabe que su esposa,doña Carmen Rivera, reconocía que su esposo, se­gún la frase feliz de la doctora Marrero, "le perte­necía a medias". De sus meditaciones. de sus con­versaciones en estas tertulias en donde era el guía

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y maestro de toda una generación, de sus sueñosde redención patria, de sus rebeldías contra todanorma de escuela impuesta desde afuera, de suscorrerías políticas por campos y pueblos, montesy valles de la isla, nació su rica producción litera­ria posterior a los dos libros que trajo de Espa­ña: Sonetos sinfónicos, en 1914; El grito de Lares(drama), en 1927; La canción de las Antillas y otrospoemas, de 1929; Voces de la campana mayor, de1935, y Lecturas de América, de 1940. Amén deesto, una nutrida colección de artículos y ensayossobre jurisprudencia, economía, filosofía, filolo­gía, agricultura, historia, administración pública,asuntos políticos, artes, ciencias y literatura. Todoesto desparramado en periódicos y revistas: LaDemocracia, El Imparcial, La Revista de las An·tillas (que fundó en 1913 y que ha sido considera­da como la mejor de su clase en lengua españolaen su época), el semanario Juan Bobo, el men­suario 1dearium, y tantos otros nativos y extran­jeros que acogieron su fértil pluma de poeta y es·critor. Gran parte de su producción literaria está,pues, sin recopilar, además de su epistolario quesigue inédito. Es hora ya de que los centros cul·turales de Puerto Rico se entreguen a la honrosatarea de editar críticamente sus Obras Comple­tas. Tal vez sea el Instituto de Cultura Puertorri·queña quien deba iniciar tan meritoria empresa, yen ello insistiremos continuamente. Pues comoapuntó en 1945 Juan Antonio Corretjer en su li·brito Lloréns, juicio histórico, "si de algo debe­mos lamentarnos y avergonzarnos los puertorri­queños es de haberle dejado morir sin rendir asus postreros años el homenaje que merecía". Ha­biendo enfermado en Puerto Rico ya a los 68 añosde edad, hubo que trasladarle a Nueva York paraatención médica estrictamente especializada. Todofue inútil. Para complacer un deseo que siempreexpresó y que subrayó al abordar el avión en laisla, se le regresó a Puerto Rico, a morir en sutierra tropical, junto a sus palmeras, junto a sumar, junto a aquel "sendero de mayas arropásde cundiamores". El Presidente Franklin DelanoRoosevelt, a pesar de que la nación se encontrabaentonces envuelta en los fragores de la segundaGuerra Mundial, y por no ser posible conseguirprioridad en aviones comerciales, a requerimientodel pueblo puertorriqueño por voz del licenciadoRafael Bosch, de don Jesús T. Piñero y del Sena·dor Dennis Chávez, puso un avión a la disposicióndel poeta moribundo. El 15 de junio de 1944 llegóa la isla en estado de coma, y en la madrugadadel 16 de junio de 1944 entregó su vida y su almaal misterio de lo Cósmico, y su obra a la eternidaddel arte. Momentos más tarde salía el sol en Bo­rinquen, y en los corazones de todos los puerto­rriqueños palpitaban los versos vivos, sonoros, 010-

rosos a campo y a trópico, de nuestro poeta na­cional, del Bardo de Collores, aquellos versos in·mortales que dicen:

Ya estd el lucero del albaencimita del palmar,como horquilla de cristalen el moño de una palma.Hacia él vuela mi alma,buscdndote en el vado.Si también de tu bohíolo estuvieras tú mirando,ahora se estar(an besandotu pensamiento y el mio.

3. Su OBRA, su SITIAL, SU PERMANENCIA

La bibliografía crítica sobre la vida y la obrade Uoréns se va haciendo kilométrica. Aún en vidael poeta, y desde muy joven, sus contemporáneosle ofrecieron el homenaje cálido de su simpatíaen periódicos, revistas, antologías, recitales, con·ferencias. Entre los nombres que vienen al recuer~

do en algún orden cronológico, de los puertorri·queños, está el de Lidio Cruz Monclova, en 1919, yluego los de Antonio S. Pedreira, Concha Melén·dez, Juan Antonio Corretjer, Carmen Marrero, Ce­sáreo Rosa-Nieves, Margot Arce de Vázquez, Man­rique Cabrera, Luis Hernández Aquino, PalmiraCabrera de Ibarra y María Teresa Babín. Otrosnombres más se agolpan a la lista: Antonio Cor­tón, Luis Muñoz Rivera, Roberto H. Todd, Domin·go Toledo Alonso, Romualdo Real, Coloma Pardode Casablanca, Joaquín Monteagudo, Luis AntonioMiranda, Samuel Lugo, Alfonso Lastra Chárriez,Enrique Laguerre, Pedro Juan Labarthe, RafaelFerrer, José Arnaldo Meyners, Isabel Cuchí Coll ytantos más. Entre las figuras extranjeras que leconocieron o que escribieron sobre él y su obra,hay algunos nombres de relieve: Santos Chocano,los hermanos Pedro y Max Henríquez Ureña, donFederico de Onís, Enrique Anderson Imbert, Ar·turo Torres Rióseco, Eugenio Florit, Gaetano Mas~

sa y Carlos Hamilton. La bibliografía llorensianasigue multiplicándose, y son ya numerosas las te­sis y disertaciones doctorales en Puerto Rico, His·panoamérica, España y los Estados Unidos, quese han escrito y continúan escribiéndose sobre elpoeta nacional de Puerto Rico.

Si damos una ojeada a sus libros para ver elcontenido esencial de cada uno, podríamos teneruna idea fundamenta! para enjuiciarle críticamen·te luego. Tituló América a su primera obra, publi·cada simultáneamente en Barcelona y Madrid, en1898, y que lleva prólogo del insigne escritor puer·torriqueño del siglo pasado residenciado en Espa­ña, don Antonio Cortón, a quien he dedicado va­rias conferencias y un ensayo en mi libro Arco y

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Flecha. Esta obra, América, de Lloréns, es unacolección de artículos y ensayos de temas históri­cos y filológicos. Es aquí donde plantea sus inte­resantes tesis sobre el nombre indígena de PuertoRico, amén de otros trabajos sobre el descubri­miento de la isla.

Su segundo libro, Al pie de la Alhambra, publi­cado en Granada, en 1899, es un tomo de versosen que hace un recorrido amoroso sobre escrito­res y tierras de Granada, de gran valor informa­tivo y costumbrista.

En 1913 publica La Canción de las Antillas, enSan Juan, que es su primer libro de versos des­pués de su regreso a la isla en 1901. Doce años desilencio y reanuda su labor literaria afanosamen­te. En este mismo año edita La Revista de lasAntillas.

Un año más tarde, 1914, publica sus SonetosSinfónicos, dedicado "a la juventud intelectualis·ta de las Antillas". Lleva su propio prólogo titu·lado Poética del porvenir, donde expone su tesispancalista de que la belleza está en todo (doctrinade panteísmo estético), y su tesis panedista, deque la belleza está en toda palabra (doctrina depanteísmo linlrliísticol. Estas ideas las repite lue·go en el prólogo de su último libro.

Cronológicamente, escribe después su drama Elgrito de Lares, que publicó en Aguadilla en 1927,prologado por Luis Muñoz Rivera. El drama sehabía estrenado en San Juan en 1916 y fue ova­cionado calurosamente. Pero desde el punto devista literario, técnico y escénico, deja mucho quedesear. Fue su único intento serio de teatro y,como ha afirmado Corretjer, 10 que sentimos esque no nos hubiera de.lado otros diez dramas más.

Fue en 1935 que publicó Voces de la campanamayor, su exquisito poemario, editado por su ami­go el licenciado Juan García Ducós, dueño de laEditorial Puertorriqueña. Son poemas de amor yalegría, brotados de la campana del corazón.

Su último libro publicado, Alturas de Am~rica,

en San Juan, 1940, recoge muchos de sus meiorespoemas de otras épocas. Es obra autoantológica.Se ha notado cierta incongruencia y desajuste enla selección de los poemas de este libro, puesjunto a joyas literarias como La canción de lasAntillas, Mare Nostrum, El valle de Collares, sussabrosas Décimas, El patito feo y otros poemasselectos, hay poemitas de ocasión, dedicados, comodice Corretjer, "a malgastar espontaneidad y maes­tría lírica, en rimarle versos a señoritingas presun·tuosas, sin otro derecho a la inmortalidad que lainclinación del poeta a las ancas rotundas".

Después de Alturas de América, su obra líricaestá cerrada. Sólo nos dejó obra inédita que espe­ra la mano amorosa de los puertorriqueños paraque se publique, y aquella palabra misteriosa que

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escribió y firmó en su lecho de muerte, y que de­cía: "Terminando". Como se ha afirmado más deuna vez, esta palabra, "Terminando", de por sí,fue su último poema al sugerir tanto diciendo tanpoco.

Los temas que aparecen en la obra de Llorénsson monotemáticos, es decir, se agrupan alrededordel eje central de su obra, que es su tierra borin·queña. Enumeremos los temas capitales de su líorica:

Uno de sus temas controversiales y a la vezde contrastes, es el tema de los Estados Unidos,o como él mismo 10 denominara, el tema yanqui.Vinculado siempre este tema al problema político­social de Puerto Rico, los poemas que 10 recogenson escasos, ya que Lloréns prefirió la tribuna yel periodismo para desarrollarlo. En unos poemassatiriza severamente al llamado imperialismo nor·teamericano, y por otro lado en poemas como Re­cibo de intereses vencidos, bendice y admira alPresidente Franklin D. Roosevelt. También Daríatiene esta ambivalencia en sus poemas dedicadosa los Estados Unidos. Fue algo típico de muchosescritores de esa generación.

Eslabonado a este tema está el de Puerto Ricoen su aspecto político-histórico. Tiene poemas de­dicados a figuras patricias como Baldorioty deCastro, y otros a exaltar el sentimiento revolucio­nario, como su Himno de Lares y Mariyandds demi gallo.

El tema hispanoamericano y el antillano se uni·fican. en un haz de poemas integrados. Su sonetoA Bollvar está considerado una joya literaria, poe­ma antológico citado por don Federico en su fa­mosa Antologla de poetas modernistas, así comopor otros críticos y antologistas. Tiene tambiénpoemas dedicados a Sucre, a Uruguay, a Santo Do­mingo, a Venezuela, a Cuba. Son muy conocidassus poesías a Martí y a Maceo, así como son po­pulares, títulos como: El machete, Aviadores cu­banos, Fuenteove;una lo hizo (de tema cubano),Trova guaiíra, Puntos cubanos, etcétera. El temade América, también vinculado a éste, y de empu­je y aliento continental, registra poemas comoVelas épicas, Mare Nostrum, Canto a las Antillas,y no hay que olvidar que su primer libro se titu·ló América. A España, sin embargo, Lloréns le de·dicó pocos versos.

El tema del indio, que aparece también en Ve­las épicas y en otros poemas, es trabajado al es­tilo rusoniano: como al buen salvaje de tipo ro­mántico. Sin embargo, es en el tema del jíbaroen donde Lloréns se encuentra en mejores aguas.La filosofía sana y práctica de nuestro jíbaro, sulenguaje salpicado de picardía y también de latradicional jaibería, su malicia y sus sospechas,todo está en la poesía de Lloréns. Sus décimas y

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otros poemas del tema jíbaro revelan a un profun.do conocedor de la psicología de nuestro campe­sino típico. Es popular aquella décima que expre­sa la desconfianza que, como apunta la doctoraMarrero, "yace agazapada en la apariencia de ton·to" del jíbaro. Dice:

Llegó Ult ilbaro a San Juan.y unos cuantos pitivanquislo ata;aron en el parquequeriéndolo conquistar.Le hablaron del Tío Sam,de Wilson. de Mr. Root,de New York, de Sandy Hook.de la libertad. del voto,del dólar. del "Habeas corpus"....y el jtbaro dijo: "Njú".

Un tema que gustó mucho también en su ge·neración fue el de la mujer puertorriqueña. Cono­cedor de su psicología y eterno admirador de subelleza, Lloréns dedicó varios poemas a ella, ade­más de los versos de ocasión regalados a damasboricuas en álbumes y abanicos. Famoso es supoema La mujer puertorriqueña, aquel que em·pieza:

Mujer de la tierra mía.Venus y a un tiempo Maríade la India Occidental.Vengo a cantar la poesfade tu gracia tropical.

En todos estos temas, el grito lírico de Llorénsse desbordaba en 10 crioUo típico puertorriqueño.Su criollismo es de raíces y enfoques universales.Siendo el movimiento modernista cosmopolita, Uo­réns no se sujetaba a ninguna escuela ni forma.Se senda incómodo como Unamuno, al ser clasi­ficado. Se sentía incómodo, en su genialidad crea·dora, ante reglas, pautas, pastiches y recetas lite­rarias, ante escuelas y ante formulismos métricos.Se salió de la corriente modernista, en la que sehabía iniciado, para crear y seguir su propia ins­piración original. Quería libertad en su vida y ensu arte. Y logró así una poesía de recia persona·lidad crioUista puertorriqueña que, al desviarsedel Modernismo, pero sin caer en regionalismoshuecos o decadentes, yergue su voz en la líricade América, como una trompeta única en su es­tilo y en su música.

A LIoréns no le cautivó la temática modernis­ta. Ni los cisnes, ni los lagos azules, ni los centau­ros, ni las palomas venusinas, ni las ninfas, ni lossátiros, ni las flores de lis, ni las jardinerías ver­sallescas, ni las japonerías, ni los orientalismosextravagantes, ni los perfumes orientales, ni losbosques mitológicos, ni las bacantes, ni las Eula·

lias. ni las libélulas. Por 10 contrario, sus ojos y sucorazón enfilaron a su bohío y a su jíbara y asus palmeras, a sus ríos y montañas nativas, a suscolibríes y guaraguaos, a sus tamarindos y que·nepas, a su tabacal, a su cafetal, a su yautial, a susabana y a su monte, a su cañaveral y a sus tra·piches, a su flamboyán, a su cocotero, a su taba­nuco, a sus bambúes, a su cielo y su mar eterna·mente azules e intensos. No es pues a la princesaEulalia de dudoso versallismo y de exóticas emo­ciones a la que canta, sino a su campesina decarne y hueso y sangre:

Ay, qué lindo es mi bohío,y qué alegre mi palmar,y qué fresco el platanarde la orillita del rfo.Qué sabroso tener fríoy un buen cigarro encender.Qué dicha no conocerde letras ni astronomía.y qué buena llembra la míacuando se deja querer.

Precursor en muchos sentidos de los virajesque el Modernismo dio después de la primera Gue­rra Mundial, y aun anunciador de poetas comoNeruda, en su tratamiento de 10 telúrico, de cier­tos elementos prosaicos de la vida y en el peli­groso uso prosístico de la poesía -que LIoréns do­minó a perfección-, nuestro vate es el más altopaladín de la ]frica puertorriqueña de autenticidadnativista de toda nuestra historia, y uno de losgrandes líricos de América.

Su poesía crioIlista vincula con 10 permanenteen la literatura hispanoamericana. Sus palabras,sus giros, su acento de jibarismo estilizado en suesencia, sus metáforas y símiles, son de hermosay espontánea frescura, de recia y viril vitalidadlírica. Es verdaderamente asombrosa la forma ori­ginal en que engarza elementos de nuestro folklo­re al vuelo lírico. Al cantarle al Yunque, dice:

Yunque, pico mandoricode ave que roba en los cielossus manteles de arroyuelos,¿quién te dio tamaño pico?Montaña de Puerto Rico:cuando el alba te saluda,y nieblas que el llanto exudavisten de atut tu paisaje,el sol te desgarra el trajepara besarte desnuda.

Y en la culminación de su vena criollista esta·ba su exaltación del amor, siempre tropical, anti­llano, nuestro. No fue el amor al estilo modernis­ta, mucho menos al romántico. Aunque no habíaasomos de pasión espiritualizada en forma cursi

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o sentimentalista, la expresión lírica del amor enLloréns fue completamente sensorial y erótica. Nohay melancolía ni éxtasis místico del amor huma­no, sino éxtasis biológico estetizado. Lo feo y 10tabú, 10 erótico carnal y lo repulsivo sensual seestilizan en su poesía hasta transmutarse en aladasutileza. Usa frases sexuales finas y vulgares, acep­tadas y prohibidas, con un aliento erótico, perocon resplandor vital que las transubstancia enexquisita belleza. Alquimizó 10 telúrico hasta ha­cerlo vida íntima. Sus audacias y licencias y bas­ta sus errores métricos le hacen aún más grandea nuestros ojos y a los ojos de la cultura hispa­noamericana y de la eternidad. Tenía los defectos

geniales que todos los otros grandes poetas deAmérica, Daría inclusive, tenían: pequeños erro­res de contaje silábico, sobreabundancia vital, au­dacias originales. Esto lo ha hecho universal yeterno, recreándolo ante nuestra admiración comoel gran juglar folklórico de Puerto Rico.

De él habrá que dejar incrustado en oro en elmármol eterno de nuestros corazones, aquellos ver­sos que él mismo escribió para definir a Bolívar:

Tenía la valentía del qu.e lleva una espada.Tenia la cortesla del qu.e lleva una flor.y entrando en los salones, arrojaba la espada.y entrando en los combates, arrojaba la flor.

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Román Baldorioty de Castro (1822-1889)*

Por BENIGNO FERNÁNDEZ GARCtA

H .W UNA VIRTUD OUE ENTRB TODAS DEBB PRBCONlZARSB

como la virtud cardinal del ciudadano: el valormoral. Sólo el valor moral hace posible el herois­mo, y sin él descienden fdcilmente los hombres alas mds bajas acciones.

Conocer la verdad, sentir el ideal, y esconderlosen la cobarcUa del silencio por temor a la hostilidadde los que sostienen opuestas ideas, es la mayorapostasía en que puede caer el hombre, y darleacomodaticio apoyo a principios en que no se creees venalidad indigna, que implica la rendición dela propia personalidad.

El creyente sincero, cualquiera que sea su dog­ma o su doctrina, merece el respeto del valor desus creencias. El hombre que por sostener sus con­vicciones y principios renuncia a honores y sine­curas sociales que podría alcanzar rindiendo pleite­sía a la mentira convencional de una sociedad, deUD grupo o de un partido, es un profesor de digni­dad. El hombre blando que se plega acomodaticioa sus conveniencias personales, por grande que seasu talento, es un tipo bordeante con el traidor, ycomo el traidor deshonra la dignidad humana.

Don Román Baldorioty de Castro fue alto profe­sor de dignidad, porque era un hombre de inmensovalor moral.

Nacido en humilde cuna en la plácida aldea deGuaynabo, se trasladó muy niño con su madre aSan Juan en donde fue discípulo del maestro Ra­fael Cordero, y del gran benefactor de nuestra ins­trucción pública, padre Rufo Manuel Femández.

Inteligencia privilegiada, clarísimo talento, pron­to descolló Baldorioty entre sus condiscípulos reci­biendo en los exámenes los más altos premios.

* Discurso en homenaje tributado en POllce a Román Baldorlotyde Castro, El Mundo, 24 de marzo de 1934. p. 14.

La protección del padre Rufo lo llevó a España,y en la Universidad Central de Madrid recibió la U.cenciatura en Ciencias Fisicomatemáticas, pasandoluego a Pans a ampliar sus conocimientos.

En Madrid fundó, en unión de una pléyade debrillantes e inquietos jóvenes puertorriqueños, en­tre los que figuraban Betances, Ruiz Belvis, Tapiay otros más, una sociedad de investigaciones histó­ricas puertorriqueñas, la que recopiló inapreciablesdatos y documentos de nuestra temprana historiacolonial, que fueron luego publicados por don Ale·jandro Tapia y Rivera con el título de «BibliotecaHistórica de Puerto RicOlt. Estas inquietudes deBaldorioty por los orígenes históricos del lar nativorevelan el acendrado y puro amor patrio que siem­pre anidó en su corazón.

Terminados sus estudios regresó a Puerto Rico,dedicándose a la enseñanza en la escuela de la Jun­ta de Fomento y en el Seminario Conciliar, y desdeentonces la preocupación de su vida fue labrar elbien y la felicidad de su pueblo.

En 1869 entró de lleno Baldorioty en la políticamilitante, siendo elegido diputado a Cortes por elDistrito de Ponce. Bn las Cortes Españolas fueBaldorioty el verbo de Puerto Rico, expresando losanhelos de UD pueblo que demandaba de la madrepatria el reconocimiento de sus libertades, y elderecho a vivir su propia vida y a labrar sus pro­pios destinos. Su voz era fuente que vertía las anosias de reivindicación de un pueblo que llegaba ala plenitud de su personalidad, y fácil y hennosa ensu fluidez quedaba enmarcada en la severidad delpensamiento sin desbordarse en decaimientos en­fermizos de frondosa verbosidad, ni en estriden·cias inoportunas.

Luchador infatigable, hombre de acción múlti.pie, varón de indomables arrestos cívicos, llena toda

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su época con una labor variada como profesor, le­gislador, periodista, orador y político.

Al caer la república en España, y con la restau­ración borbónica en el trono de Fernando el Ca·tólico, tuvo don Román que comer el pan del os­tracismo en la acogedora República Dominicana.Vuelto a Puerto Rico en 1878 notó enseguida laojeriza del grupo conservador que bajo un femen­tido españolismo había convertido la Colonia enfactoría de su desmedida ambición de mando ylucro personal.

Pérez Moris y Ubarri eran los corifeos del es­pañolismo del momento, y pusieron cerco al Catónpuertorriqueño impidiéndole dedicarse a su sacer­docio en el magisterio. Así perdió España los do­minios del Nuevo Mundo descubierto por su genio,conquistados por aquellos gigantes varones quesemejan titanes de la fábula, y probados por suraza que en las rutas humanas ha escrito páginasde inmortal grandeza.

El prócer puertorriqueño no pudo en aquel mo­mento ganarse el pan de cada día con el ejerciciode su noble profesión, porque era liberal, y porquetenía el valor de sus propias convicciones. Susamigos le proporcionaron la administración de lasSalinas de Cabo Rojo para que no perecieran dehambre él y su familia.

En esta ojeada panorámica de la vida fecunda eintensa de nuestro compatriota, llegamos a los díastristes del 87 en que, rompiéndose la cohesión po­lítica de la familia puertorriqueña apretada hastaentonces en compacto haz, se fundó en esta ciu­dad de Ponce el partido Autonomista, y fue donRomán Baldorioty de Castro su primer presidente.

Días después se desataron las persecuciones co­bardes del malhadado don Romualdo Palacio, ydon Román y otros patriotas puertorriqueños fue·ron presos en las bóvedas estrechas del Castillo delMorro. De ahí salió Baldorioty minada su salud,entristecido su espíritu, aunque indomada su férreavoluntad, y dos años después, al atardecer del día30 de septiembre de 1889, caía en la tumba el adalidinfatigable de nuestras libertades; y en este sitio,meca consagrada a la peregrinación del espíritupúblico puertorriqueño, descansan sus despojos des­de aquella tarde gris y lluviosa de otoño en quelos trajo en imponente manifestación de duelo todoel pueblo de la Isla.

Baldorioty de Castro DOS ha dejado un legadoinformado por la honda sinceridad de su espíritu,imbuido en el más alto patriotismo, caracterizadoy ejemplarizado en una vida de bondad, simplici­dad e integridad para inspiración de todo buen'Puertorriqueño.

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Francisco Matos Paoliy el vanguardismo literario

Por JULIO Cf!SAR LÓPBZ

ESTRUCTURA y SENTIDO

EL "CANTO A PUERTO RICO" (SAN JUAN, 1952), DE

Francisco Matos Paoli, se divide en cuatro par­tes, como si cada una recogiera un particular án­gulo de enfoque donde el poeta sitúa su afánexaltador de la isla que ha recibido por patria.Tracemos, antes que nada, el itinerario de visio­nes y sentimientos que configuran este Canto aPuerto Rico a fin de aclararnos un poco su es·tructura y desentrañar su sentido. El poeta con·quista a la patria en el recuerdo. Vence las ca­tegorías de tiempo y espacio. El impulso idilicoforja la fusión de hombre y tierra. El evocadorse transmuta en los propios elementos que con­voca su imaginación. Recrea a la patria en unazona alada. Nutre sus visiones de una fuerte saviasimbólica que sitúa su contacto con la patria enuna comarca idealizada, ilesa en el tiempo y elespacio. El recuerdo tiene esta virtud transfigu­radora:

En isla ansiada, sol pulsador de los vuelosen isla por fervores dirigida,una inviolada comunión de algasperdura sobre el mar: y es el recuerdo.

Esta consustanciación, consumada por el "via·jera de sangre enamorada", libera de tristezas,salva de nostalgias por lo que a la vez se ama yno se alcanza. El ansia cristaliza en la identifica­ción. Esta identificación propicia una atm6sferade júbilo y claridad, sosiego y armonía, fraganciay dulzura.

Un fervor evocativo signa a estos versos. Peroesa evocaci6n no se encauza plañideramente; ca·mina sobre rieles de alborozo; agita banderines

de euforia. El amor a la tierra se vierte en pa·sión de retomo -desdoblado sobre la propia fuen­te de su nmez- que el poeta logra en su mundoideal. Sacudido por visiones que recogen hermo­sas gradaciones simbólicas, el poeta va acumulan­do elementos para integrar esta sinfonía lírica alrescoldo del recuerdo como recurso salvador dedistancias en el tiempo y el espacio. La imagende la patria aparece segmentada, mediante la re­creaci6n poética, en mar, tierra, aire y luz. En elproceso configurador van incidiendo, a modo detoques aleatorios, escenas de rondas infantiles,alusiones a nuestro pasado indígena (..Mar Caribeindio", "Canoas como espejos sigilosos", ..Adonce­ll6 la soledad indiana") y atisbos de algún episo­dio histórico (/1Montaña, madre nuestra, liberada/ en la evidencia de los héroes puros I que nacíana los blancos caballos I y en trote de tremendasluceradas"), que el poeta vincula al símbolo cuyafuerza central ha venido desgajándose en elemen·tos accesorios o vertientes de un mismo sistemaexpresivo.

Se busca definir a la patria en las primerasvisiones de la infancia. Pero, además de esta re·cuperación emocional de la patria, por vía de laretrospecci6n, el poeta pulsa su anhelo en otravertiente: la lejanía física, la distancia que marcael mar, pero que también el recuerdo salvará como"una inviolada comunión de algas". El poeta seautocontempla como un Moisés que esparce ytransforma ("oh Moisés invisible cedido por lasolas") las aguas para abrirse paso en el tiempoy volver a la infancia donde hallará la purezade la patria. Allí verá los árboles, los ríos, lospájaros, las mariposas, las flores, los gallos y sen­tirá la delicia del aire y la alegría de los colores.

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La primera parte del Canto recoge esta sensaciónprimaria de retomo.

Ya en la segunda parte el poeta entra en plenaposesión de zonas que contienen los elementosconstitutivos del ser de la patria. En su lúcidatrayectoria, el poeta va señalando los elementoscuya fuerza genésica justifican, le imprimen sen­tido, a su mundo; el mundo que él crea en suafán de ubicación terrígena. El poeta idealiza estaporción específica de la realidad y logra plasmarentonces una super-realidad mediante una singula­rísima, delicada y hermosa potenciación imagina­tiva. El poeta vislumbra una bahía y en tomode ella -agua, luz, aire, colores, sonidos- hilva­nará sus gozosos ensueños.

El verso emproa su apoteosis hacia la bahíade San Juan, bahía que el poeta asemeja a laprimavera. Ciudad portuaria, frente al Atlántico,San Juan le ofrece al poeta una dimensión marinaen su percepción de la Isla amada y enhebra, consutiles hilos, la relación de mar y ciudad, aludien­do a "tu vellón de atlántica marea", "el hijo in­candescente de la espuma", "cinturón de júbilos","cristales que viven del olvido", "cristal fosfores­cente", "aquella sed ligera de los bosques mari­nos". Crea también dos nombres para San Juan:San Juan Cordero, San Juan del Alba. El poetatrata esta relación de mar y ciudad con los co­lores más vívidos y el tono más entusiasta.

En la tercera parte, el lente poético se despla­za del norte al sur de la Isla y el poeta se des­lumbra ante el Mar Caribe, al cual llama "PadreNuestro" y "Mar Caribe indio". Reflejos, fragan­cias, murmullos, voces ancestrales, brisas, ondas,toda la maravilla de este mundo marino incita laacuciosa pupila del poeta. Pero éste corona su fer­vor casi religioso ante el Caribe, asignándole unalto destino al declarar que "aguardas tu Eneaspatriarcal y madrepórico". La exaltación se en·cumbra hasta imaginar al Caribe "soltando su ra­cimo acendrado de islas / en el regazo boreal deDios". Esa reunión de belleza, movimiento y colorinspira versos tan exquisitos como los siguientes:

¡Qué jardín orquestal. elemental,en la sombra del oro convocadomoviendo metas de metal insombre,impulsando a las plácidas estrellaslos frutos musicales del estio,oh perlada ascendencia de fluir y fluirhasta agotar en besosesos maduros cálices del aguaaparentes de espíritu en la espuma primera! (p. 15)

La cuarta parte del Canto completa la parábo­la que el fluir poético inició con la convocatoriadel recuerdo de la niñez. La vinculación de esareminiscencia a 10 que pudo ser el haz de monta­ñas del pueblo natal le da ahora el contorno de·

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finitivo a esta apología de la Isla. El recuerdo dela montaña arrastra otros elementos: la lluvia, lascalandrias, las rondas de niñas eo la noche ("lainfancia tiene forma nítida de montaña"), la nube,la vereda, el arcoiris, la rosa, los cucubanos, losfrutos, las torcaces, la ceiba, el café, los ríos, lamiel, el rocío.

Esta evocación germina en un arrobamiento tanintenso ante las cosas de la tierra que nace elanhelo de "requedarse en el rocío niño / amaman·tanda albas borinqueñas". En esta clausura delCanto, el poeta universaliza su visión de la patria,insertándola en un cosmos que su profunda espi.ritualidad hace concebible y en el cual se alcan­za la eterna fusión de dos grandes símbolos: elmar y "los cielos". El poeta ve a todas las cosasde la tierra, no importa lo menudas que sean,como recipientes de infinita grandeza. Todo, paraél, se trenza en una suerte de comunión cósmica.Así, la rosa tiene su cosmos; la nube es conver·sadora de" mariposas; hay una sinonimia de mon­taña y cielo; los días se deben abrir "como albasen la estrellada baya del café". Intuye, pues, unaconcatenación esencial.

FILIACIÓN: GBN:BRAL VAN:GUARDISTA

El Canto a Puerto Rico refleja el espíritu inno­vador de las escuelas de vanguardia. Traduce unainteligente asimilación de los recursos imaginati­vos que el vanguardismo instituye. Participa de lainsurgencia contra el lenguaje untuoso, el macha­cante ritmo, el juego superfluo de sonoridades.Matos Paoli alquitara, sin embargo, los ingredien­tes de la extraña alquimia metafórica que culti­van los vanguardistas. La imagen asume en élgiros muy novedosos, pero establece con diáfanaespontaneidad una sucesión lógica en la constantesuperposición de imágenes. La libertad de formasexpresivas se instala en su ámbito con caracterespeculiarísimos.

Las innovaciones vanguardistas --centradas ma·yormente eo un denso vuelo de imágenes cerebra­lizadas- se depuran en Matos Paoli sin menosca·bo tanto de su audacia como de su espontaneidad.En Canto a Puerto Rico, la nueva expresión noescamotea en ningún momento la sublimidad delos sentimientos de cercanía real a la patria queel poeta quiere verter en estos versos. El cante·nido mismo de las imágenes se torna más percep­tible al establecerse este vínculo, al aclararse estepuente. El lazo afectivo se trasvasa así coo mayortransparencia. Es más suasorio entonces el len­guaje figurado como instrumento artístico. La fi·liación terrígena de este poema le atempera las

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escabrosidades expresivas de un mundo poéticotan cerradamente subjetivo.

Por otro lado, el poema revela su índole van­guardista en el tipo de cadencia, aun dentro decierta irregularidad tonal, que sigue esa sutil ondasonora de su lenguaje. Cadencia ajena al abejeoisócrono y meloso de la vieja rima. Los bloquesexpresivos tienen adecuada proporción; se suce­den con exquisita economía de formas. Por el sub­suelo de esta poesía divaga un tierno ritmo cuyopaso aligeran recursos como el de la aliteración:

"Era la luna alucinada en flores."

"Moviendo metas de metal insambre,"

"con fieles filos de filosa clámide."

Si realizáramos un inventario de imágenes ne­tamente vanguardistas, desde la viril o mecaniza­da complexión del futurismo hasta la truculenta ovolatilizada del creacionismo, hallaríamos en estepoemario ejemplos como los siguientes:

donde el candor se instala / en un árbol demúltiple alegría; entre la piel remota de blan·cor; sí, viajero de sangre enamorada: viejosde luz los labios; el lancinante lirio de losdías; los ríos absolutos del caqui en la blancalunada; abeja de clausura de San Juan Carde·ro; el hijo incandescente de la espuma; soncinturón de júbilos, cristales / que viven delolvido; el solo caracol de la aventura; y ennombre de la aurora / talla colores de medusafrágil; aquella torre exacta de su vuelo; Qué ar­quitectas de aire aquellas lomas.

fundando rumbos de corales móviles; siemprepensando sus bajeles, oye / la arena comprimirsus revuelos trigueños; en la blanca ciudad dela dulzura; canoas como espejos sigilosos; eltiburón ondula / en su tinta rabiosa de desde­nes; ¡Cuánta atlética trama de suspirosl; geó­metra de empíreos lloviznantes; el silente res­piro de pañue.los amados; y en una torre arduade luceros; soltando su racimo acendrado deislas; Un rosario de crestas / talla los huesosde tu lejanía; el pan rumoroso del agua; Ohnube a pie descalzo en la vereda; El arcoiristiende su melena combada; novia orquestal depozos en desvelo; y en el terso planeta de laorquídea; Ese vivir a curvas oleadas de cielo;fabrican el cendal de toda primavera; el auraalerta de la san~.

Esta ebullición metafórica, que al aislar susunidades se muestra más intrincada pero no me­nos sugestiva y hermosa, revela el alto grado decontorsión de la realidad que se deriva de losmovimientos futurista, dadaísta, creacionista, ul­traísta y de sus modalidades puertorriqueñas: die-

palismo, euforismo, noísmo, atalayismo. La difi­cultad en la captación del sentido de estas imágenesestriba en las múltiples asociaciones mentales queellas imponen como mecanismo imprescindible deinteligibilidad, pero el nivel de belleza y la auda­cia creadora son impresionantes. Hay que templarlas cuerdas más profundas de la sensibilidad paraauscultar este mundo.

MATOS PAOLI y EL ATALAYISMO

Este poema, que tiene tangencias en su audaciametafórica, aunque sin alcanzar los extremos dis­locadores, con el procedimiento atalayista comorepercusión boricua del vanguardismo europeo(especialmente el ultraísmo español), encarna ensu factura lo que Alfredo Margenat llamó "minu­tos pictóricos",1 pero se distingue, a contrapelo delo que ese autor definió como poema atalayista,por la subordinación de ese "minuto" a un tiempototal. El poema recobra, pese a la diversidad desus meandros, la unidad de motivos. La imagencentral se toma diáspora que fragmenta imágenesaccesorias y el poeta sigue internándose en un la­berinto de símbolos, pero estos símbolos no pier­den el eslabón con el punto de partida y siemprehay una reversión hacia aquella imagen primaria.

Una de las muestras más representativas deeste procedimiento podemos observarla en la des­composición del símbolo montaña, a la cual elpoeta. por su puro mensaje de aire campesino, laidentifica con la niñez y que él va fragmentandoen varios elementos: aguacero, calandria, aire, luz.Luego, estos símbolos subsidiarios siguen desovi·llándose en otras imágenes. Así, el aguacero bor­da una "cola de pupilas dilatadas"; las calandriasse visten de lluvia y atraen a sus picos "el panrumoroso del agua". La presencia de la monta­ña despierta el recuerdo de la niñez y el poetainterpola una copla tradicional de juegos infanti­les: "Doña Ana no está aquí... " Igualmente, si eneste poemario indagáramos el rumbo particularcomo símbolo que siguen los elementos sustenta­dores del mundo del poeta -agua, aire, tierra,luz-, veríamos a cada uno de ellos proliferar otrassignificaciones como un constante disparo de círcu­los concéntricos. Pero frente a los atalayistas, ladisidencia de ese procedimiento en este poeta esque esos círculos nunca alcanzan plena autonomíay retornan al núcleo central.

En este sentido, Canto a Puerto Rico supera elprocedimiento atalayista de la expresión fragmen­taria e instantaneísta. Sin embargo, se le empa-

1. Citado por Luis Hernández: Aquino. NucJlra aoctltunr litera­ria, p'a. 93,

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renta en esa constante evasión del grafismo, rehu­yendo "la copia del factor natural". En Canto aPuerto Rico parece cuajar una síntesis del énfasisen la nota astral de Clemente Soto Vélez, de lassacudidas metafísicas de Graciany Miranda Archi­11a, del espíritu objetivador de Fernando GonzálezAIberty y... ¿por qué no?... de la tierna efusión deLuis Hernández Aquino en Niebla liriea. ¿No fuepor ello que, al renovar la nómina atalayista, Gra­ciany Miranda Archilla expresó su felicidad porhaber escuchado, como un eco familiar, "las po­derosas voces de Julia de Burgos, Francisco MatosPaoli, Samuel Lugo y tantos otros"...?

MAros PAOLI y EL INTEGRALISMO

El poema responde en su primordial impulsoafectivo al postulado integralista de la afinnaciónde los valores de la patria y de la identificacióncon los elementos que integran nuestra fisonomíade pueblo. No es un poema promulgador directa­mente de una idea política, sino de intención bu­ceadora en el ser nacional y es indudable que estabúsqueda tendrá siempre consecuencias políticas,sobre todo mientras el marco colonial de nuestravida colectiva enturbie el destino de Puerto Rico.

Pero este telurismo esencial que el poeta ras­trea es resonancia más lejana de aquella adscrip­ción al nacionalismo que proclamó el Atalayismoy. por otra parte, es repercusión más directa dela exploración más profunda en nuestro ser querealizó el Integralismo representado especialmenteen un libro tan fundamental para nuestras letrascomo Isla para la angustia, de Luis HernándezAquino.

Por esa inevadible gravitación de una atmósfe­ra estética y la vigencia de la tradición de untema, hallamos en Canto a Puerto Rico símbolosy giros expresivos con brillantes antecedentes enIsla para la angustia, libro publicado en el 1943(Canto a Puerto Rico fue publicado en el 1952).Las coincidencias, es claro, son atingentes a face­tas de procedimiento y a destellos de visiones, yaque la arteria central de cada poemario tiene dis-

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tintas pulsaciones. En Hernández Aquino, la ima­gen de la patria se tiñe, pese al alegre descrip­cionismo, de tonalidades tristes, angustiosas, hastafatalistas, aun cuando allí cabalgan la rebeldía yla admonición. En Matos Paoli vibra un anhelode fusión amorosa y esta proyección idílica se nu­tre de júbilo y lleva un gozoso ímpetu. Pero enambos menudean símbolos comunes.

Cuando Hernández Aquino 2 dice: "He madru·gado, cuando aún late el rocío sobre el campo, Iy los gallos estrepitosamente vibran sus clariuesmetálicos, / para gozar tus ríos y tus albas ra­diantes", Matos Paoli3 expresa" ...ante un colma­do aroma de cenit / y en un punto oloroso derocíol", coincidiendo también en estos versos: "Tú,sideral de hojas, / ante la empresa de la rosaabierta, / persigues en sus vírgenes cauces / lamadrugada de los gallos... ".4

La lluvia en las montañas, que a Matos Paoliinspira esta hermosa imagen: "Mirad a esas ca·landrias blanquinegras / vestirse de la lluvia enlos recodos", a Hernández Aquino le había hechoexpresar: "con las lluvias constantes que fatiganel monte para hacerle partir sus maravillas". Losdos poetas se extasían en los mismos elementoscuya elaboración poética ilumina esta imagen su­blimada de la patria; los dos edifican sus mundosrespectivos arrancándoles inusitadas sugestividadesa los elementos terrígenos que suscitan el fervorevocativo y los esfuerzos sublimadores de identi­ficación: montaña, aire, cielo, luz, ríos, mar, pá­jaros, árboles, mañanas, rocío, días, sol, tardes,colores, noches, luceros, madrugada, neblina. Peroen muchos recodos de la poesía de HernándezAquino la visión de la patria tiene un acento másmaternal ("Amamántame, Isla, con tu leche de si­glos", y "Dulce tierra materna, blanda luz de miantilla durmiente"), mientras que en Matos Paolipredomina el carácter idílico aunque este carácterse desdibuja en el espeso subjetivismo del poema.

2. Luis Hern'ndez; Aquino. Isla para la an¡usria. en p4&. :13.San Juan. Edlclone5 Insula. 1943.

3. Francisco Matos Paoll. Canto a Pu~to RIco. en P4S. 7.San Juan. 1952.

4. Malos Paoll. op. cit. p4S. 9.

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Cocuyos en desbandadaparpadean entre las frondascomo fugitivas sondasque vienen desde la nada.

• Del poemllrlo lnédllo Semillero 5ilvllstrll.

Nocturno taÍno*

Por Josá FRANCISCO ORLANDO

A Ricardo E. Alegria.

Desde las tierras oscurashasta el batey en desvelosurge el areyto cual vueloque cruza por las llanuras.

Retumban por la hondonaday se remontan al cieloclamores en recio duelode guazábara taínadesde la costa marinahasta el batey en desvelo.

Por la arcilla solitariaentre algarrobos distantes,bajo las ramas gigantesde la ceiba centenaria...,como rebelde plegariaque se desata en flageloal esparcirse cual rielode insomnio de estrella virgen:en canto we1to a su origensurge el areyto cual welo.

El cañaveral despierta,preludia un arcano el ríoy entre sombras el bohíose alumbra en la noche incierta.Por la sabana desiertahumedecida en blancurasde neblinas prematurasque traumaturga un bohique,lanza su grito el Caciqueque cruza por las llanuras.

Yauco.

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INT R SE

NOE

Aspecto de la Exposición

Exposición de Noemí Ruiz

NOEMf RUIZ NACIÓ EN MAYACÜEZ, DONDE CURSÓ ES,

tudios elementales y superiores. Obtuvo el Ba·chillerato, con especialización en Arte, en el Institu­to Politécnico de San Germán (ahora UniversidadInteramericana), y su Maestría en la Universidadde Nueva York.

En la Universidad Central de Madrid, realizóestudios postgraduados en 1962·63. Actualmente esprofesora de Arte en la Universidad Interamerica·na en San Germán.

Sus obras han sido expuestas en el Museo deBellas Artes de la Universidad de Puerto Rico;Museo de Bellas Artes y Centro de Estudiantes delRecinto Universitario de Mayagüez; Sala de Expo­siciones de la División de Extensión, y BibliotecaGeneral, del Recinto Universitario de Río Piedras.También ha exhibido en numerosas exposicionescolectivas.

En 1966 obtuvo el Segundo Premio de óleos enla Exposición de la IBEC en Ponce. Una de suspinturas fue adquirida recientemente por el Museode Bellas Artes de Ponce.

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"Presellcia»

'.'.

«Estructura»(acrílico y plexiglass)

irRealidad Existente..

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El Precursor y Puerto Rico

Por MARIO BRIcERo PBROZO

1

EN 1795, EN PARíS, A 14 MEsSIDOR, AÑO TERCERO OH

la República, don Francisco lanza un opúsculointitulado Opinión de Miranda sobre la situaciónactual de Francia y los remedios convenientes a susmales, en donde tras analizar los diversos aspectosde la política francesa da precisos consejos paradesarrollar un juicioso programa de gobierno, ten·diente a asegurar la estabilidad del régimen, laprosperidad de sus conciudadanos, las buenas re­laciones con las naciones aliadas de Francia, y alimar las naturales diferencias que separaban alpaís de otros Estados con los cuales habían teniado controversias en el pasado.

En ese plan y para conjurar lo último, figu·raba un trueque de posesiones territoriales, comoentregar a España dos plazas fuertes detentadaspor los franceses a cambio de Santo Domingo yPuerto Rico. Argüía el exponente que los españolesno sacaban provecho alguno de estas islas carenates de comercio e industria, siendo más bien gra­voso a la Corona el mantenimiento de guarnicio­nes en las mismas.

El traslado de Puerto Rico y Santo Domingo nla órbita francesa no puede considerarse, en aqueolla época y dentro de la conducta de Miranda, co­mo un cambio de dueño; si las dos islas salían deldominio español claro que mejoraban su condi·ción política, pues iban a ser parte de una Repú­blica, arrancadas a una monarquía absoluta, la deCarlos IV.

Miranda quería el bien de ellas, por eso aspi.raba a sumarlas a la nación libre y soberana queél habia contribuido a formar, a esa nación que eraun pedazo de su vida.

AlIado de las enunciaciones programáticas, apa·

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recen en ese escrito trazos magníficos del pensa­miento mirandino, algo así como los acápites lumianosos de un código de moral y cívica que debíancumplir los hombres del nuevo orden en cuyasmanos estaba el timón de la política francesa. Deacuerdo con este ideario, ¿cuál sería la suerte delas comunidades que entranan a formar parte delterritorio francés? El dice: La libertad, bajo laprotección de la Francia, producird una mutaciónasombrosa en la dicha y prosperidad de esotos pue·blos.l ...La extensión de Francia les ofrece mediosmds que suficientes para defender su libertad y suindependencia.z

y para los distraídos que puedan ver en esassugestiones la afilada pezuña del conquistador, va·ya la advertencia tajante: La gloria de las conquis­tas no es digna de una república fundada sobre tlrespeto debido a los derechos del hombre y a lassublimes mdximas de la filosofla... La verdadero.gloria de un pueblo consiste en su felicidad y se­guridad, no en la arrogancia de las conquistas.:S

En la Instrucción suscrita en París, el 22 dediciembre de 1797, en la que se recoge no sólo elpensamiento del Precursor, también el de don Pa·blo de Olavide, el de don Pedro José Caro y el delos otros indoamericanos interesados en la líber·tad de las colonias españolas en el nuevo continen­te, y deseosos de ganar para su partido a los go­biernos de Inglaterra y Estados Unidos, se babiade permitir la ocupación por parte de estas poten­cias de tres islas del archipiélago americano, mas

1. Archivo del General MIranda. Parra León Hermanos. Edl·torla! Sur·Am~rica. Cal"llClls. 1933. Tomo XIV. Páll. 395.

2. Ibldem. PAIl. 394.3. Ibídem.

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esto sólo es, como acertadamente opina Parra Pé·rez, ]a cesión eventual de algunas Antillas"

Esas islas son Puerto Rico, Trinidad y Marga.rita; con cuya ocupación, vista a través de la menotalidad de la época, los presuntos aliados inglesesy norteamericanos derivarían las ventajas más con­siderables.s

Ahora, ¿cuáles eran esas ventajas? No 10 dicenlos patriotas que concibieron el articulado de laInstrucción. Empero, se sobreentiende que ]a afer·ta no era sino un cebo. ¿Acaso en el opúsculo de1795 Miranda no pregona la pobreza de dos de es­tas islas? ¿Es que en el corto lapso de dos años seha volcado sobre Puerto Rico y Santo Domingo lacornucopia de la fortuna y han ascendido a alturasextraordinarias los índices de su comercio y de suindustria?

Historiadores antillanos reprochan a Mirandaestos proyectos,' empero no están en ]0 justo, nien la exacta comprensión de la empresa emanci­padora de] egregio combatiente. La permisión deocupar algunas porciones territoriales de Américaera contingible, no definitiva, ni inevitable, ni evi­terna. Las pretensiones inglesas y consiguiente­mente los ataques de la escuadra británica a na·ciones hermanas del Sur en 1807, tuvieron departe de Miranda el más enérgico rechazo, y a 'iU

vez, la actitud digna y valiente de los pueblos agre­didos le arrancó los más altos elogios, hasta pedirpara Buenos Aires y sus magistrados un monumen·to digno de rememorar tan glorioso hecho.7

Miranda, en todo tiempo y circunstancia, fue elmás vehemente, esforzado y precipuo defensor ~e

la independencia de América, y e] más certero y ob·secuente arquitecto de la unidad continental.

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No solamente en las obras venezolanas, ya setrate de biografías de Miranda o de Manua]es parala enseñanza de la historia, también en textos depedagogos e historiadores puertorriqueños se mano

4. C. Parrn P~rez. P4,1inIU de Historio. y de PoUmico.. Lito·grafía del Comercio. Caracas. 1943. Pág. 127.

5. Mlr. Archivo. Tomo xv. Pág. 202.6. Vid. LIdio CnlZ Atanclava. Historio. de Puerto Rico. Edito·

rial Universitaria. UDiversidad de Puerto Ric:o. Río PlOOras, 1965.Tomo l. Pág. 56.

Nunca ha dejado de tener actualidad la tinosa aprcc:laclón delhistoriador Becerrn. fonnulada en los allos finales de la últimad~cada del siglo próximo-antecedente. Asienta: En todos los pro­yectos que Mirando. sugiriera. asl en Londres Q)mo en Washing­ton. tU\lO siempre cuidado de res/:uo.rdar los intereses de lospueblos por cuyo. independencia trabajaba. y en punto a ofre­cimientos y compromisos, no fue mds o.lId de lo que se acostum­bro. en tales casos. Ofrecid las ventajas comercio.les. que luegootorgaran gro.ciosamente a los ingleses y norteamericanos los Go­biernos de las nuevas republicas... RIcardo Becerra••Vlda de donFrancisco de Mlranda-. Imprenta Colón. Caracas, 1896. Tomo JI.página 277.

7. MIr. Archivo. Tomo XXI. Pág. 323.

tiene el mito de la prisión del Precursor en la for­taleza del Morro.-

La verdad de Miranda en San Juan Bautista dePuerto Rico es otra. Sin excluir la realidad de queel Generalísimo era un deportado del gobierno rea·lista, un reo de Estado, en la tierra borinqueña sele trató con guante de seda, se le miró con la con·sideración de un personaje de altura, tal como loque era: el ex-jefe de la República de Venezuela.

Un caballero, un señor, un guerrero de fama uni·versal, conocido y admirado por los españoles ylos criollos de la isla, incluso por los que ejer.cían funciones gubernativas, merecía un tratamien­to distmto al de los presos corrientes; por ello aMiranda se le aloja en una de las mejores habita·ciones de la Rea! Cárcel, que hoy forma un mismocuerpo con la casa del cabildo, la que, aun cuandoun poco modificada en su estructura, existe en laactualidad bajo el mote de casa del ayuntamiento,frente a la plaza de Armas o de Baldorioty, la que,ciento cincuenta y cuatro años ha, era la plazaMayor.

En esa morada Miranda departía de quien aquien con lOS hombres más importante de la urbe,y claro que bajo la normal vigilancia de la auto·ridad española, recorría hOigadamente las depen·dencias del edificio.

Podria decirse que Miranda en Puerto Rico fuehuésped de la capital provincial.

La especie del encierro inconsiderado y vejato­rio tuvo su origen en la forma en que se trató a]

héroe en La Guayra y Puerto Cabello. El doctorJosé Francisco Velasco, Comisionado General de 13Real Audiencia de Caracas para inspeccionar el cas­tillo de San Felipe, los pontones y la cárcel ~n

la segunda de las ciudades expresadas, al pasarrevista de los procesados, informa: Don FranciscoMiranda, preso hace el espacio de ocho meses, ocerca de ellos, con grillos.'

Era lógico pensar que en Puerto Rico no va·riarían las circunstancias, empero la verdad no esla que se ha derivado de aquel cuadro venezolano,es en cambio, la que surge con toda nitidez de laletra del documento. En su representación al Se­ñor Presidente de las Cortes Generales y Extra­ordinarias de España, de fecha 30 de junio de 1813,

8. A guisa de ejemplo. citamos a un venezolano y a un puer·torriquefto de épocas diferentes, don Aristldes Rojas, asienta:Seu prisiones soportd Miranda: lo. COlUerjerfa y la Force en Parls:las lorto.levu de la Guaira y Puerto Cabello. en Vene%uelo.; la delMorro, en la Antilla española de Puerto Rico: y úllimo.mente /aprisidn de lo. Carraco. en EspailD. (.Leyendas Históricas de Vene­zuela- <Primera Serie). Imprenta de la Patria. Caracas, 1890.Pág. 110.)

Jos6 Luis Vivas: El llder revolucionario Francisco Miranda fuehecho prisionero y traldo a los co.labo%Ds de San Felipe del Morro(-Historia de Pueno Rlco-. Las Américas Publlshing ca. NewYork. 1962. Pág. 131.)

9. M.B.P. Las Causas de InfidencÍD.. Ediciones GUlIderramaMadrid. 1961, P4g. 52..

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dice: El gobernador y capitdn general de esta Pla­za -Salvador Meléndez- nos recibió con bastal1tehumanidad... Le reconvine con la Constitución porlos articulos 287, 295, 299 Y 300, pidiéndole permi.so para representar a V.M., y él con franqueza melo otorgó, siendo esta la primera vez que despuésde la infracción de la capitulación por el señor deMonteverde, haya podido reclamar ante la supremaautoridad de la nación estos graves asuntos.IO

Al hablar del lugar desde donde ha dirigido eldocumento, el sitio en que lo ha escrito, su mora·da en la isla, el peticionario no menciona la for­taleza del Morro, apunta, muy claramente: Pri­sión de la plaza de Puerto Rico. Esto significa quealudía a las salas altas de la Cárcel Real, que enel nuevo edificio del Ayuntamiento, sirven de asien­to a la Asamblea Municipal, Junta de Comisionesy salón de sesiones.

Allí, el 11 de marzo de 1964, el Concejo Muni­cipal del Distrito Sucre, de nuestro Estado Miran­da, con la anuencia del gobierno de la capital, hizofijar una placa de oro, bronce y madera, que reza:

A la memoria del Generalísimo Francisco deMiranda, Precursor de la Independencia Sudame­ricana, quien por sus ideas liberales estuvo presoen este sitio antes de llegar a su definitivo cau­tiverio en la Cdrcel de La Carraca.u

10. Ricardo Becerra. ob. elt. Editorlal América, Madrid, s.f.Tomo JI. Pág. 438.

Las disposiciones Invocadas por el Precursor son:-Art. 287. - Ningún espallol podri ser preso, sin que preceda

Información sumaria del hecho, por el que merezca según la leyser castigado coIn pena corporal, y asimismo un mandamiento deljuez por escrito, que se le notificari en el acto mismo de laprisión.

-Art. 295. - No será llevado a la cárcel el que dé fiador enlos casos en que la ley no prohiba expresamente que se admitala fianza.

-Art. 299. - El Juez y el Alcaide que faltaren a lo dispuestoen los artlculos precedentes, serán castigados como reos de de·tención arbitraria, la que será comprendida como delito en elCódigo Criminal.

-Art. 300. - Dentro de las veinte y cuatro hOr:1s se manifesta.rá al tratado como 1':0, la causa de su prisión y el nombre desu acusador, 51 lo hublere.-

Constitución Polltiea de la Monarqula Española (1812). Cap. III.(Dc la administración de justicia en lo criminal.)

El Pensamiento Constitucional Hispanoamericano hasta 18JO. BI·blloteca de In Academia Nacional de la Historia. Colección Ses­quicentenario de la Independencia. Ediciones Guadarrama, Ma·drid, 1961. Vol. N.o 44. Tomo V. Págs. 365, 367 Y 368.

En el curso de la exposición cita otros artlculos, como el 262:Todas las callsas civiles y criminales se feneeerdn dentro del te·rritorio de cada Audiencia; y el 373: Todo español tiene derecJlo derepresentar a las Cortes o al Rey para reclamar la obstl'vancia dela Constitución.

Col. cit. p. 360 Y 387.11. Esta placa, artísticamente elaborada. tiene un tamaño de

45 x 30 cm. Fue colocada en acto solemne por Fernando Mane·gol, entonces Presidente de la Municipalidad de Sucn:, y RaúlEngelhardt, Administrador General de Rentas Municipales del di­cho Distrito.

De parte del Gobierno puertorriquefto estuvieron presentes doñaFellsa Rincón de (¡autler, Administradol':l del Gobierno de laCapital, su secretaria Uc. Catalina Palenn, y don Pedro EduardoPulg y Brull, director de la Oficina de Actividades Culturales; yasimismo, don Ricardo E. Alegria, director del Instituto de CuI­tUla Puertorrlquella, don Luis Manuel Rodrfgue% Morales, direc­tor del Archivo General de Puerto Rico, don Rafael W. Ramlrez.catedritico de Historia Nacional eo la l'niversldad de Puerto Rico,

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En 1810 llegaron a Puerto Rico, enviados de Ma·racaibo, los patriotas doctor Vicente Tejera, donDiego Jugo y don Andrés Moreno. El arribo fueel 1: de junio del dicho año y de inmediato se lesencerró en el Morro, privados de comunicación. El6 siguiente dirigen una instancia a la Regencia deEspaña, en la que hablan de las tropelías, penas yaflicciones sufridas, mucho más que en sus perso­nas, en su honor y estimación, y datan el docu·mento en el Castillo de San Juan.u

Andrés Level de Goda, abogado, educador y po·lítico de garra, muy buen amigo y correligionariode Meléndez, escribe que éste le informó que esta·ba en la cárcel don Francisco Miranda, que le per­mitió su entrada -todas las veces que quiso- enla pieza del preso; discurre largamente en torno alas conversaciones que tuvo con aquel sabio ancia­no, que le tenía encantado con su don de gentesy su vasta ilustración, pues que en la cabeza de Mi­randa no vio más que una biblioteca ambulante.

el doctor AureJio Tió, presidente de la Ac:ldemla Puertorriquellade la Historia, y otras personalillades representativas de las di."ersas Instituciones clent!ficas, docentes y culturales de 111 Isla.

12, Vid. : José Félix Blanco, Documl!ntos para la Jlistoria dI!la vida pública del Libertador, Imprenta de -1.:1 Opinión Nacio.nabo Caracas, 1876. Tomo 11. Págs. 485-4g7.

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NOBLEZAclanz.a para piano

por

JESUS FIGUEROA

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEl"lASan Juan de Puerto Rico

1968

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NoblezaDanza para Piano

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SEPARATA DE MUSICA DEL NUMERO 38DE LA REVISTA DEL INSTITUTO DE

CULTURAPUERTORRlQUE~A

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Presenció la partida del detenido para España; laque estuvo rodeada de las mayores consideracio·nes por parte del Capitán General, quien se lasencareció, igualmente, al comandante del bergantínencargado de la conducción.u Ni una sola vez hablaLevel del Castillo del Morro como el establecimien·to carcelario en donde estuviese Miranda.

La salida de Miranda de Puerto Rico ocurre afinales de 1813, y para el 8 de enero de 1814 un vo­cero gaditano anuncia que el famoso conspiradorse halla encerrado en La Carraca.14

Cerca de seis meses había estado en la prisiónde Puerto Rico, atenuados sus rigores por el noblecomportamiento de los carceleros; le esperan ahoratreinta meses más de cautiverio, esta vez en formabastante diferente. Larrazábal, biógrafo del Liber­tador, al narrar los pormenores de la vida de Mi·randa en el arsenal de las Cuatro Torres de LaCarraca, pinta el siguiente cuadro: He oído referiral oficial O'Dempsy, de la mnrina real inglesa, su­Jeto muy respetable, que habla visto varias vecesal noble anciano, como él le llamaba (the good oldman, the venerable and distinguished prisoner) conuna cadena al cuello atado a una pared, ni más nimenos que como un perro.u

Becerra, biógrafo del Precursor, tuvo la oportu·nidad de recoger preciosos datos de boca del ma·rino peruano Manuel Sauri, concaptivo de Miran­da, y con base en tales informaciones, precisóque no era cierto lo de la cadena, mas sí que llevógrillos, los que, según dicho del ilustre preso, ~e

pesaban menos que los que sus paisanos le rema­charon en La Guayra.16

13. A. L. de G. Antapodosis. Boletín de la Academia Nacionalde la Historia, Caracóls. asosto-diclembre de 1933. Números 63y 64. Tomo XVI. Págs. 541·543.

14. El anuncio lo hace cEI Redactor Gcncralo. WlIlIam SpenceRobertson. La Vida de Miranda. Ediciones Anaconda. BuenosAires, 1!l47. Pág. 44l1.

15. Felipe Larrazábóll, La vida dI! Bol/var, Libertador d" Co­lombia y del Penl, padu y fundador de Bolivia. Edición delCenlenarlo. Andrés Cll5sard, New York, 1883. Tomo l. PlIg. 140.

16. Ob. cit. Tomo n. Pág. 445.

III

Puerto Rico ha sido siempre tierra abierta, puer·ta franca, para los venezolanos de todas las épocasque han tocado en sus ribas en solicitud de amory de paz.

Un gran poeta de América nacido en Santiagode León de Caracas, que desde la niñez supo delas amarguras del exilio, llamó a Puerto Rico Rei·na de los vergeles del Caribel7 y la eterna gratitudde su enorme corazón la talló en la mágica pie.dT"a de sus versos:

rTierra de bendición! El alma 111late lleva eternamente en la memoria,que mis tiempos de paz y de alegrías,las lloras mds felices de mi historia,llOras. ¡ay!. que pasaronpara jamds volver, bajo tu cieloy al rayo de tu sol se deslizaron...¡Ay! ¡Quién pudiera el veloque separa el presente del pasadorasgar. y des1tacer una por unalas largas vueltas del camino andado!...¡Quién. ay, quién la fortunaindecible tuviera.de desandar el campo de la vidadesde el punto presente al de partida!...I.

En la estrofa del eximio cantor venezolano vibrael exvoto del General Miranda y el de tantos Que,en diversas épocas. aventados por rachas de advtr­sa suerte, han hecho de la tierra de boriquen l;U

segunda patria.Allá en la cárcel gaditana. hundida la mirada

en el azul intenso del Atlántico, el Precursor, co­mo en el sueño del poeta, rasgaría, al filo de su pen­samiento, el velo del pretérito, hasta volver por elcamino desandado, a la hidalga San Juan, frente aotro mar zafíreo y cantarina, testigo de su aventu·ra y de su gloria.

17. J. A. Pércz Bonalde (1846.1892) en su poema 1Bendita sta51lA Puerto Rico). «Poesías y TradIJcclones.. Biblioteca PopularVenezolana. Imprenta Nacional, Caracas, 1947. PlIg. 82.

18. Ibldem. P. 82·83.

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Puerto Rico en su poesía.-Apuntes

Julía de Burgos, diosa del agua

Por ANITA ARRoyo

l. EMPEÑO.

Nos ASOMBRA Y ADMIRA LA RICA VETA PO~TICA PUER·

torriqueña. No pretendiendo agotar el hermosotema, nos proponemos iniciar una serie de pequeñascrónicas -a manera de «apunteslt para un trabajomayor- sobre Puerto Rico en su poesla. Quiere eltítulo decir que intentaremos adentrarnos en laentraña de Puerto Rico a través de su poesía. Sien·do ésta la más genuina y alta expresión del alma deun pueblo, sus poetas resultan sus mejores intérpre.tes. A través de sus huellas podremos, pues, peroseguir el sentimiento de una nación que se afanapor expresarse a sí misma. Sin un riguroso método,presentaremos indistintamente hombres y mujeresque han cultivado la poesía en esta isla paradisíacaen distintos períodos y en estilos diferentes. El úni­co nexo que perseguiremos en nuestra pesquisaserá el común denominador de la expresión de loautóctono, lo propio de Puerto Rico, lo que 10 dis­tingue del resto del mundo y le da carácter: suoriginal personalidad como «individuolt histórico.y ya que ésta es una isla tan femenina -las islassuelen siempre serlo más que los continentes-,comencemos por algunas voces de mujer que le hancantado, con tiernos y hondos acentos a su Bo­rinquen amado y bendecido. Sea la primera la vozde carne y hueso, de vibraciones viriles y profun­das, de una poetisa de gran rango e inconfundiblepersonalidad: Julia de Burgos, «criatura del agua»,como ella misma se bautizara.

Es curioso, comencemos por observar, cómo esel agua un elemento que predomina en la inspira.ción femenina puertorriqueña, como tendremos oca·sión de comprobar a 10 largo de nuestros «apuntes»,como si la mujer, esponja sensitiva capaz de absor-

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ber las más íntimas esencias, estuviera mejor do­tada para captar lo más tierno, entrañable y defini·dar del alma recóndita de las cosas y de los pueblos.

Comencemos por advertir también que Julia deBurgos ha sido ya estudiada por numerosos y valio­sos escritores y críticos del patio. El mismo Ins·tituto de Cultura Puertorriqueña. sin ir más lejos.le ha dedicado un magnífico volumen a la obrapoética de la artista que nos ocupa. 1 Recopiladatoda la producción por Consuelo Burgos y JuanBautista Pagán, con un excelente estudio prelimi·nar de José Emilio González. acucioso crítico derigurosos perfiles, ya nada nuevo se puede decirde Julia de Burgos. No vamos. pues. nosotros adescubrir el Mediterráneo. Sólo vamos a referimosen estos «apunteslt a la presencia de Puerto Ricoen unos cuantos poemas de esta mujer, inteligentey sensible, cuyo cerebro y cuyo corazón registra­ron las vibraciones más entrañables de su patria.

II. LUGAR DE JULIA DE BURGOS EN LA POEsíA HISPA.

NOAMERICANA.

La vigorosa obra de la poetisa puertorriqueña lacoloca a la cabeza de la producción Urica america·na. Su perfección formal es tan rotunda que la bo·rineana DO tiene nada que envidiarle ni a las riopla­tenses -la Stomi, la Agustini o la Ibarbourou-. nia las antillanas -Gertrudis Gómez de Avellaneda,Dulce María Loynaz-. Con todas ellas compite y a

1. Julia de Burgos, criatura del agulI, Obra poltica. Instituto deCultura Puertorrlqucfla. San Juan de Puerto RIco. 1961.

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muchas aventaja en vigor y fuerza. Como el de laAvellaneda, su verso es viril, pese a su honda femi­neidad, fuerte, de másculos perfiles. En ningún mo­mento hay la blandeque ñoñería de 105 acentos fe­meninos al uso. Si por la vía erótica, tomada en suvertiente más humana, se liberan las poetisas his·pa'lloamericanas continentales -la trfade uruguaya,las chilenas y argentinas- y lanzan su grito decarne para rasgar la falsa gazmoñería del velo anogelical que los románticos habían tendido sobre elalma femenina; si nuestras mujeres de Tierra Fir­me libran esas primeras batallas, en las que lashabía precedido la cubana Avellaneda -cEs muchohombre esta mujer», la había calificado Juan Nica­sio Gallegos-, para alcanzar la plena libertad deexpresión, sincera y espontánea, las isleñas poste.riores, libres de prejuicios, adelantado ya el caminopor sus predecesoras. descubren sin falsos ruboressus entrañas. Julia puede -darse por ello toda enteray ser símbolo vivo de su Isla.

III. FACTORES DB LA PUBRTORRIQUEÑmAD.

Muchos y muy complejos de analizar serían siquisiéramos abarcarlos todos. Pero nuestro intentono puede ser tan ambicioso. Por el momento, sinlUl plan demasiado riguroso, vamos a explorar losfactores geográficos, los más pegados a la tierra,sin meternos en la hondura de la dificil problemá­tica poética y social. Vamos en pos de Puerto Ricoy su paisaje telúrico. Quizás ello nos brinde laclave de penetrar en algunos repliegues del almapuertorriqueña, en clave de agonía por ser puebloen profunda gesta de transfonnación en cuyo crisolen ebullición se mezclan, confunden y transfundenmúltiples ingredientes. Tropicalismo, insularidad,los dos factores geográficos esenciales, serán ca­racteres generales definidores. Pero nos interesan,además, otros matices ambientales y estéticos, lu'minosidad, cromatismo. humedad -lluvias. río,mar- y cierta indefinible pero evidente promis­cuidad característica del profundo mestizaje de laIsla que en lo artístico favorece la sinestesia ofusión de sensaciones, fenómeno que, trasbasandolo étnico -fusión de razas- produce lUla realidadsocial y lUla cultura eminentemente mestizas, y,en consecuencia, una expresión artística asaz defi·nidora y además de isleña y antillana, muy ame­ricana.

IV. RAZA DB AGUA.

La mar en torno: agua; los ríos presurosos sur·cándola: agua; las lluvias, fugaces, intermitentes

pero constantes, cayéndole, empapándola y fecun­dándola: agua. La puertorriqueña es «raza de agua».y Julia es auténtica representante de esta flotanteraza hidráulica:

¿Me sorprendiste acaso en algún aguaceroviolando claridades y callando suspiros,portavoz ambulante de una raza de aguaque me subió a las venas en un beso del río?

Agua salada: su mar vivido, no .contemplado»,mar en que se sumerge la isleña de carne y huesosy nada -observa José Emilio González cómo gustadel verbo nadar- y «naufragalll. Agua destilada enel cielo; la lluvia que luego es río, y más que unasola corriente, cuenca hidráulica, el sistema nervio·so de esta .criatura de agua», recoge todas las vibra·ciones telúricas de su tierra. Pero, sobre todo, cria­tura de un río, el río de su isla, el río de su infan·cia, el Río Grande de LoLza, diosa de un solo río.Jamás una vida ha estado más ligada a la de un río.Ni el desértico Egipto a su Nilo, ha pendido y de·pendido más de un río.

Basta este único poema, Rlo Grande de Lolza,pieza mayor de su producción, para inmortalizarla.Toda Julia corre por él, diosa de un solo no, con·fundiéndose con su cauce que es Puerto Rico -lamisma imagen que ha de usar Laguerre en su últi­ma novela, Callce sin río- y siendo ella misma sucálida, fervorosa y patética corriente. Su sangrecorre por el río. En este río, ancha cuenca por laque circula la sensibilidad exaltadísima de la poeti.sa, nada ella como áureo pez y produce el mejorsímbolo telúrico de la Isla, pedazo de tierra amasa·da de aguas y entre aguas tendida a todos los vien·tos: pueblo y Clraza de agua».

¿Me sorprendiste acaso en algún aguaceroviolandD claridades y callando suspiros,portavoz anhelante de una raza de agua 2

que me subió a las venas en un beso del río?

¡Río Grande de Lolza!... Yo lo fui contemplandodesde la carne al alma: ese fue mi delito.Un sentimiento cósmico estremeció mi vida,y me llegó el amor... tu rival presentido.

V. EL Rto-StMBOLO.

Con secuencia fílmica, en el río de Julia __mimanantial, mi río»- se suceden y 5uperponen todaslas imágenes de su vida. Trenzado a la existenciaanímica de esta mujer atormentada, plasma en élsu gran símbolo poético. Ese es su mayor acierto.

2. El subr:l)'ado es nuestro.

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Primero su nmez, decurrida a sus orillas en'la plácida campiña carolinense:

y mi niiíez fue todo. un poema en el reo,y un río es el poema de mis primeros sueños.

Sigue la jovencita viajando por su corriente can­tarina:

Llegó la adolescencia. Me sorprendió la vidaprendida en lo más anc110 de tu viajar etemo.

Cuando ama, prosigue el río enroscado al cursode su vida pasional, como mar proceloso. El río esla pureza frente al mar contaminado, el alma cris·talina en pugna con los turbios sentidos. En Elencuentro del hombre y el río se superponen esosdos planos de su alma:

Aparecía en el valle la luz de aquella niñaque venia por las tardes a seguir las quebradas.La novia del Río Grande dibujaba a lo lejossu rostro hecho de plumas y caricias de agua.

Volvia la amante suave, por los ojos del rio,

Cuando perdi en mis pasos el impulso del rio,

Recuerdo que algtín dla yo le hablé de mi rio.

Pasearon los dos amantes por la ribera del rivalde otrora. Fue, quizás, el único momento en queJulia fundió las imágenes hombre·río:

Nunca tuvo más fuentes la bondad de mi amante...

Pero ya se intuye la insatisfacción, la frustracióny la tragedia:

(Tal ve~ en lo más intimo del corazón del ríopresenciaro,t los lirios una muerte del alma... )

Símbolo de la tierra, de la naturaleza entera, dela patria, cauce de todos los amores, el río lo estambién de la madre, del amante ideal, de la vidacomo rodante devenir poético... : por el caucede Río Grande de Loiza -símbolo en definitiva dePuerto Rico- desemboca en el mundo. Por su ríoinsular --cuenca-madre de la hidrografía puerto­rriqueña, síntesis del sistema fluvial de su Patria­llega al Universo. A través de ese entrañable trozode agua de su tierra, empapada en llanto, agarray sostiene la poetisa trémola y tremante, la Eter­nidad: su Isla desemboca en el mar.

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VI. EL MAR, «SWBOLO DE SWBOLOS».

Para José Emilio González es el mar -este maruniversal- «el símbolo donde se conjugan todaslas experiencias vitales de Julia. Es un símbolo desímbolos. Del río-nacimiento.infancia, premarino.Del hombre-río-amor y variaciones. Del amor·río­hombre, finito ilimitado. De la vida, brote radical,espiga-pájaro, energía cósmica. Y de la muerte,sepulcro final, horizontalidad que punza el verticalclasel de la poesía.»3

Río-mar: he aquí el binomio de Julia de Burgos.El río: la Isla; el mar: la eternidad, seno de todoslos misterios y cuna afrodisíaca de la Belleza. El ríodesemboca en el mar yel mar es «río regresando»,orografía mágica.

En estos «avatares del agua, que es símbolo delser de Julia»,4 está el sentido tropical de su poesía.y en este tropicalismo suyo, siempre húmedo, siem·pre fecundo, hay, a su vez, un cromatismo iridiscen­te. Corporiza las aguas, tanto fluviales como mari·nas. En Río Grande de Loiza, éste es un ser vivo decarne al que ella se dirige imperativamente: «Alár­gate»... «enróscate»... «apéate»... «confúndete»... :el río es un hombre. En sus numerosas composicio­nes sobre el mar, éste es igualmente físico, cor­póreo:

Déjame amar tus brazos...

Dame tu pecho azul,y seremos por siempre el corazón del llanto.

Todo lo corporiza. Esta es su fuerza. El dolorse hace carne:

Es un dolor se/ltado más allá de la muerte.

y a todo le da color. Azul, verde, blanco y negroes su gama favorita. Hasta el cielo pinta de verde:

Es allá cielo verde, como queriendoauparse llasta mis manos.

y en su magno río registra su vibrante paletatropical, anota José Emilio González, «Tres coloresnítidos, redondos»:

¡Río Grande de Loiza! Azul. Moreno. Rojo.Espejo azul, caído pedazo azul de cielo;desnuda came blanca que se te vuelve negracada vez que la 110clle se te mete el! el lecho,'roja franja de sangre, cuando bajo la lluviaa torrente su barro te vomitan los cerros.

3. José Emilio González. op. cit.4. Jose! Emilio González, op. cit.

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¿Podrá darse un sentido plástico de mayor re­lieve y cromatismo?

Los poetas antillanos, y en general casi todoslos escritores de esta cuenca del Caribe, suelentener ese común denominador que los caracterizacomo grupo: el plasticismo. Pintan con la pluma.El fuerte, penetrante relieve y cromatismo tan sen·suales de la naturaleza de esta región, se les cuelapor los poros y sus sensibilidades recogen, como5US retinas, el paisaje que se recorta nítido y seincendia de color ante nuestros deslumbrados ojos.Un español que nos visitaba con frecuencia solíadecirnos cada vez que llegaba a la centelleante Ha·bana: «Pero si esto es de quedarse ciego ante estaborrachera de luz, verdadera fusilería cromática.»La frase es feliz. «Fusilería cromática»: los coloresnos fusilan, se nos meten como balas en la carne ynos explotan dentro en chorros de luz. Por eso nonos extraña que el trópico exalte a estos escritoresnuestros y los poetas, como los impresionistas enpi'ntura, se muevan generalmente en una atmósferasaturada de luz y, por ende, de color.

En cuanto al otro factor geográfico apuntado:la humedad, Julia de Burgos es su hija antillanapredilecta: "criatura del agua".

Estos aguaceros tan sui generis que fecundan losjardines de la Isla, esporádicamente constantes, gei.sers al revés que brotan del cielo como manguera­zas para disolverse casi instantáneamente entre losrayos abrasantes de un implacable sol, siempre envela; estas aguas dulces que la poetisa que nosocupa torna en saladas y funde, como en la realidad,en una misma agua:

lluvia tenue que lIará crecer la ola,

esta agua, en fin, caracterizadora de la unidad telú­rica de la Isla, agua en la que se disuelven todaslas cosas y se fusionan senestésicamente todas lassensaciones, es el elemento natural, la sangre delalma de la poetisa. Por eso su poesía viva, fecunda·

da, como no lo fueron las entrañas de la mujer,decurre entre el río y el mar, dos brazos de un mis­mo cuerpo: su isla.

Entre el río -la niñez, la pureza- y el mar -lapasión, la duda, el amor: la mujer-, su ciclo vitaly poético es el mismo río -Río Grande de Loíza­y es el mismo mar -el que rodea su isla-: aguastodas, una y la misma, dulces y apacibles, o salobresy revueltas. Ella misma, Julia, la isla, atrapada en­tre sus brazos de agua y aislada a la vez por

el mar, tonada entretenida de mis islas.Rto: «La canción del espacio refugiada en mi rio»,MAR: «Desfiladero turbio de mi canción despedazada»,

Ambos sumados dan la punzante agonía de sualma atormentada. Porque, sin que hayamos pre­tendido zambullirnos en las abismales aguas de loshondones de su espíritu, Julia murió sola e incom­prendida:

grito de corazón vacío en la nave del mundo.

Ningún hombre, ni aun el que más amó, pudocomprenderla. Su gran amor constante e inefabletuvo que ser su río. Su anhelo de perfección y depureza, corno el de todos los grandes espíritus, que­dó frustrado. Es muy difícil que una mujer cornoJulia -como lo fue Sor Juana- puedan llegar a sercabalmente comprendidas por hombre mortal al·guno. Símbolos patéticos de la libertad y de labelleza, sus santuarios espirituales permanecen iz­hollados, sus íntimos enigmas, como el de la pro­pia vida, insolubles ... Por eso no se marchitan. Por·que lo único que sobrevive y sobrevivirá siempre esel insondable misterio donde todas las almas secrean y se juntan: aquel del que sólo Dios y suselegidos alzan el velo, aquel donde, tras su fugazviaje terrenal, levantan para siempre su morada.y Julia, «criatura de agua», es uno de esos rarosseres elegidos...

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Cuento

Otra versión de Raskolnikov

Por EMILIO D1AZ VALC.(RCEL

M1STER CHARLES TOCÓ A LA PUERTA. DESPU~ DE ES­

perar un rato, entreabrióse y asomó una caraestropeada, una luna flotando en la sombra. El ca­sero me presentó: Mister Ríos, el nuevo inquilinodel piso que quedaba sobre la morada de la anciana.Mistress Dugas no hizo un solo movimiento. Me es­crutó. Tenía los ojos claros, jóvenes aún, enrojeci.dos en los bordes y sin pestañas. Ese fue mi primerencuentro con quien tantos dolores de cabeza mehabría de ocasionar.

Ya en mi apartamento, míster Charles me ex·plicó, en su entrecortado español, que hacía veinteaños que aquella extraña mujer vivía enclaustrada.Sólo salía algunas tardes a tomar el sol.

Mi mujer y yo decoramos precariamente el apar­tamento. No teníamos dinero, y yo rehusaba tra­bajar en otra cosa que no fuera mi novela. Había·mas esperado diez días a que los restauradoresterminaran de enjalbegar las paredes y cubrir controzos de zinc los agujeros del piso. Uurante esetiempo hubo escaleras de mano en el pasillo, latasde pintura, trapos, etc. A veces llegaban temprano,otras no llegaban.

Una vez, molesto por tanto desorden, bajé lasescaleras rumbo a la calle. Descubrí que Mrs. Du·gas había seguido mis pasos y calculado el mo­mento exacto en que podría encararme. Su puertase entreabrió, y emergió su óvalo empolvado y faltode sol. De inmediato se quejó del olor a pintura,tildó a los restauradores de borrachines.

-Pero si me quejo al casero no me hará caso-dijo--.. Quiere que me vaya porque pago poco.La ley está conmigo. Es judío, ¿sabe? Pero no mevoy. Uevo veinte años aquí, no voy a permitir queme eche como a un perro. A propósito, ¿sabe quesu vecina tiene un perro asqueroso? Está prohibi.do tener animales y niños en el edificio. Si no me

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equivoco usted tiene un chico. Lo he sentido co­rretear todo el día. Sería conveniente que 10 lleva·ra al parque para que hiciera ejercicio.

Dos días después de terminada la restauración,mientras trabajaba en mi manuscrito, tocaron a lapuerta. Abrí. Mrs. Dugas me pidió que controlaraal niño, quien hacía Cldemasiado ruidolt corretean·do, lo que le producía dolor de cabeza. Le aseguréque haría lo posible, que no debía de preocuparseen lo sucesivo. Se marchó satisfecha, con su frufru de satenes. No volvería a llamarnos la aten·ción: le compramos zapatillas al niño. Pero no bienla criatura emprendía carrera, sonaba el timbre dela puerta. Uegó hasta a abrir el buzón para de·jarnos notas en las que declaraba que era una pa·gadora de impuestos y que, por lo tanto, tenía de­recho a vivir tranquilamente su vida, que no con·sentía que su intimidad fuera violada aun en lasformas más sutiles. De todos modos, aunque co­menzamos a preocuparnos, consideramos que la si­tuación tenía remedio.

-¡Peores cosas pasan en esta ciudadl -afinna­ba mi mujer.

Decidimos dejar el chico ante la reja de la ven­tana para que se entretuviera todo el día viendodesfilar los automóviles.

Yo trabajaba tediosamente en la novela, fre­cuentaba el cine, curioseaba, irrumpía en los mu­seos y en los bares, hojeaba la prensa, visitaba ami·gas, hacía contactos que suponía provechosos, es­cribía a Puerto Rico, rechazaba flojamente algunasideas para unos cuentos, entraba a supermercadosfríos y sin moscas, me asfixiaba en los trenes ates­tados, me preocupaba el paso del tiempo, escucha·ba con avidez las noticias de mi país (los estudian­tes habfan incendiado un auto de la policía), deam·bulaba manzana tras manzana con los pérfidos,

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enclenques personajes de mi novela atropellándoseen mi cerebro, descorazonándome, robándome lapaz. Cuando regresaba pasaba sobre aquellas hojasde papel sin mirarlas. Pero un día no pude resistirla tentación, me incliné y recogí el mensaje lanzadocomo un guante. La odiosa mujer, Mrs. Dugas, in­sistía en que el chico no la dejaba vivir, que lealteraba peligrosamente los nervios.

-¿Qué pretende -chilló mi mujer-, que nojuegue, que no se entretenga como un niño?

-Es una maniática -respondí. Y añadí falsa­mente-: lo mejor es no hacerle caso. Supongoque será siempre así, con ruido o sin ruido.

-Yo no creo que alborote tanto -dijo mi mu­jer-. Se ríe y llora, como todos los niños. ¿No teparece que es cuestión de opinión?

Me consolaba pensando que, a la postre, saldríaganando. Ahí había un personaje, una atmósfera,utilizaría ese estado de cosas en un relato. Aconse­jaba a mi mujer a que olvidara esos momentos dedisgustos, pero, a decir verdad, me sobresaltabacon sólo escuchar unos pasos por el pasillo. Yo merecriminaba, maldecía mi cobardía ante lo que con­sideraba una amenaza. Después reía, pretencUa to­marlo a broma, me desquitaba con palabras carga­das de ironía, palabras que mi mujer no aceptabadel todo.

Sin darme cuenta, hice el hábito de ponerla detema central de conversación. Me desahogaba, abu­ma a mis amigos. Inconscientemente, había empe­zado a caminar en puntas de pie. Cuando me sor­prendía el hecho, rompía en diatribas.

-¿Por qué tenemos que caminar en puntas depie en nuestro propio apartamento? ¿Acaso nopago alquiler como todo el mundo? ¿Qué derechotiene la maldita momia a importunamos? ¡Juroque la estrangulo, le abro la cabeza en dos, le pegoun tiroI

Mi mujer bajaba la cabeza y se iba a cocinar,a lavar, a planchar, cuidando que la plancha nogolpeara duro sobre la tabla.

-Es que estamos nerviosos - me dijo mi mu­jer una noche en que no podíamos pegar los ojos-oNo es nada extraordinario. En realidad se trata deuna pobre ancianita maniática y solitaria. Debe·mas comprenderla y no preocuparnos mucho de loque piensa. Recuerda que no es con nosotros sola·mente, también pelea con los vecinos y con losmuchachos que juegan en la calle. Vamos a hacer­nos el propósi to de no prestarle atención. Si insis­te en sus majaderías, pues que reviente, a nosotros¿qué? Cada uno tiene derecho a vivir su vida. Aquínadie le hace caso, ¿por qué tenemos que ser nos­otros los únicos?

Pasamos unos días de tranquilidad. Yo no sabíaque la endemoniada acorralaba a mi mujer algunasveces, cuando su oído mágico, digno del héroe na-

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cional Superman, la registraba bajando las esca­leras.

-No me refiero sólo a los puertorriqueños -ledijo una mañana-o También los americanos sonunos ruidosos. Yo no acostumbro a donDir denoche, sino de día.

Mi mujer le sugirió genialmente que dunnieracomo todo el mundo: por la noche.

-De todos modos no soporto el ruido a ningunahora del día -dijo Mrs. Dugas.

-Señora, debe reconocer que vive en una ciu­dad de ocho millones de habitantes, y de paso, unade las más ruidosas del mundo -concluyó mi se­ñora.

Una mañana, como otras muchas, repicó el tim­bre de la puerta. Abrí. Mi enemiga me pidió muyzalamera permiso para entrar. Atónito por su camabio de actitud, creyendo estúpidamente en la con­vivencia pacífica, Se lo permiti. La mujer se fue di­rectamente al baño, lo revisó, y arguyó que el aguase filtraba hacia su aposento, que si yo pretendíaque ella, pobre, desamparada anciana, pescara unresfriado, o en el peor de los casos, pereciera ahoga.da. Con una pasta que no podía sino asombrarme,me sugirió que no usara la ducha, sino la bañera.No pude soportar su intromisión, le hice claro queno debía meterse en asunto tan privado.

-¡Uame al plomero, señora, a los bomberos, ala policía, a Brick Bradford, pero, por favor, dejede importunamos!

Se excusó, desapareció mansamente.Transcurrieron días sin que tuviéramos señales

de su existencia. Yo pasaba ante su puerta y mesorprendía acercando el oído, ansioso por saberqué sucedía en el interior, en aquella penumbra queseguramente olía a moho, a trapos viejos y a naf­talina. ¿Se habría muerto, la habría asesinado unapandilla de gangsters? Sin duda la televisión, elcine y las tirillas cómicas habían dejado sus huellasen mi imaginación. Los recuerdos flotarían enaquella oscuridad veinte años vieja. ¿No era un am­biente propicio para Drácula? ¿La salvaría Batman?

-Mi discurso no vino mal -me jacté ante mimujer-o Tuve que hablarle fuerte, ¿sabes? Era loque necesitaba.

Una tarde la tranquilidad, nerviosa todavía, sal­tó como un muelle. El timbrazo fue largo, la ten·sión regresó, acumulada durante días de sonoro si­lencio. De ah! en adelante el chico, motivado poruna majadera intuición, ideó su desquite. Cada vezque sonaba el timbre, empezaba a repicar los pies,correteaba, martillaba el suelo con cuanto objetocaía en sus manos. La respuesta de Mrs. Dugas nose hacía esperar, el timbrazo era interminable, mástarde lloverían las misivas.

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Un día, poseído por una furia descomunal, toquéa su puerta. Se entreabrió de inmediato, como sihubiese estado esperando mi visita.

-¿Qué usted pretende? -dije-. ¿Quiere acabarcon mi paciencia?

-¡Es imposible, imposible, tanto escándalo!¡Vaya tener que hacer algo, no quiero terminar enel manicomiol

-Haga lo que crea conveniente, señora.-He tenido que tomar más somníferos de la

cuenta. ¡Dieciocho dólares en píldorasl-Señora, tal y como le aconsejó mi mujer, ¿por

qué no cambia sus horas de sueño? ¡Trate y verá,sería una solución estupendal O tal vez Dale Car­negie haya escrito una obra maestra dedicada alos que padecen de insomnio: «Cómo dormir entres lecciones», no importa el título, señora, léalo,es muy probable que mister Carnegie resuelva suproblema.

Me dio con la puerta en las nances.Con el correr de los días el chico inventó otra

felonía: se paraba en la ventana y chillaba, chilli·dos breves y continuados que me producían unarabia exagerada. Me tenía que contener para nozurrarlo.

Como si fueran pocas las molestias del día, porlas noches se me hacía dificil conciliar el sueño.La imaginaba en su vigilia, reinando entre sus ca­chivaches, pulsando los ruidos de la ciudad mediodormida. Pensé mudarme, pero me dije que renun­ciaba a mis derechos, que no debería dejarme ven­cer por una vieja puntillosa.

Algunas tardes la veía por Broadway, con som­brerito y velo, tomando el sol con UD grupo de anocianas. Pasaba de prisa mirándola con el rabillo delojo, pero fingía no verme. Después la veía tocar conel codo a su vecina y juntar las cabezas.

Una madrugada un timbrazo me hizo saltar dela cama. Abrí la mirilla de la puerta y la vi, comouna aparición diabólica, mirándome directamentea los ojos. Grité, aullé, me tiré de los cabellos. Co­rrí al teléfono. Antes de que me diera cuenta me

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comuniqué con la Policía. Poco después llegarondos agentes. Les expliqué el caso. Bajaron la esca­lera, escuché cuando tocaron a su puerta. Esperé.A poco, los dos agentes estuvieron ante mí.

-¡Es una pobre ancianital -dijo uno.-No veo como se le ocurre quejarse de ella

-dijo el otro.-Si tendrá ya setenta años. ¿Crees que llegará

a los ochenta, Mac?-Quién sabe, Joe. Puede que su amante esposo

fuera muerto en una guerra contra los Rotos.-Vive solita y desamparada. ¿Podrá dejar en

paz a la pobrecita abuela?-Lo meior que puede hacer -dilo Mac-. No

se ve bien que un hombre joven y fuerte se quejede una pobre abuelita en ese estado. ¿Usted com­prende? ¿Me hago entender?

-Te comprende, Mac. Seguro que te com­prende.

Los vi alelarse hablando entre sí. No sé cuántotiempo ouedé clavado observando el pasillo, el pisomás sonoro del mundo bato el que se guarecíauna maldita broja. Corrí a mi cuarto v me sumergífurioso en las páginas de mi manuscrito.

A los dos meses de haber comenzado a vivir enaquel infierno, ya pocos amigos me visitaban. Cuan·do aparecían, escamados, me apresuraba a derra·marles. como cubo de agua fria, mi desdichada ex­periencia. Hablaba con calor, rara vez secundadopor mi muier, quien había comenzado a mirarmea hurtadillas, con extrañeza. Los visitantes se abu­rrían, se largaban molestos, hastiados de mi apa­sionado monólogo. Al cabo, mis amigos terminaronpor esfumarse. Mi mujer y yo solíamos pasar largas

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Nuevas reflexiones sobre elmodernismo puertorriqueño

Por LUIS HERN¡{NDEZ AQUINO

E L TEMA DEL MODERNISMO EN LA LITERATURA PUER-

torriqueña ha sido examinado en diversas oca­siones. Enrique A. Laguerre, Adriana Ramos Mi·moso, Josefina Rivera de Alvarez, Francisco Man­rique Cabrera, Cesáreo Rosa-Nieves y ModestoRivera, se han ocupado con espíritu diligente deesta interesante parcela de nuestra literatura. Ha­ce poco, y con motivo de mi curso universitariosobre el modernismo en Puerto Rico, la EditorialUniversitaria publicó, precedida de una introduc­ción, mi antología de poetas y prosistas moder­nistas.

En la introducción de esa obra realizo una se­rie de nuevos enfoques sobre el terna, encaminadosa revisar conceptos establecidos que se venían re­pitiendo sin ulterior examen y que era necesarioaclarar. En otros casos reafinno conceptos quejuzgo correctos como aportes a los estudios lite­rarios puertorriqueños sobre el asunto. En estaconferencia ofrezco ahora, además, algunas aporta­ciones reveladoras, fruto de una investigación re­ciente, que arrojan luz para el esclarecimiento detan apasionante período de nuestras letras.

PREMODERNISMO

El caso de José de Jesús Domínguez (1843-1898)como poeta premodernista, ha sido mencionado va·rias veces. Desde que Francisco Matos Paoli loreveló hace años en sus cursos de literatura puer­torriqueña, se le prestó atención a este extraor­dinario poeta, quien no importa su tara romántica,supo asimilar el espíritu de la cultura francesadurante sus años de estudio en París, y trasmitir

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algo de las nuevas corrientes de la poesía francesaen la suya. El Ateneo Puertorriqueño publicó elaño 1963, una antología de su poesía con prólogode Ana María Losada, quien incluyó selecciones desus libros, además de algunos poemas inéditos.

Es urgente que siendo José de Jesús Domín­guez no sólo precursor del modernismo en PuertoRico, si que también en América, se realice un estu­dio minucioso de su poesía para situarle debida·mente en el lugar de preeminencia que le corres­ponde dentro de la pléyade del primer momentomodernista o premodemismo americano: JoséMartí, Gutiérrez Nájera, Díaz Mirón, Julián delCasal y José Asunción Silva.

De Jesús Domínguez publicó tres libros de poe­mas: Poesia de Gerardo Alcides (1879), Odas ele­giacas (1883) y Las 1lUrtes blancas (1886). Estastres obras poseen elementos del parnasianismo yalgo del simbolismo francés, los dos movimientosque más influyeron en la poesía modernista, dotán­dola de visión, imágenes, musicalidad y símbolos.Sin embargo, 10 importante radica en que José deJesús Domínguez, como innovador, se anticipa apoetas modernistas sudamericanos, especialmenteRubén Daría, no sólo en algunos temas sino queen la elocución del verso y su musicalidad, así co­mo en la manera de emocionarse. En el año 1879y en las Poesías de Gerardo Alcides, un año antesde que Rubén Daría publicara sus primeros versos(1881), seis años antes que Rubén publicara susPrimeras notas (1885) y veintiséis años antes deque diera a la estampa Cantos de vida y esperanza(1905), publicaba José de Jesús Domínguez su poe·ma Una pdgina póstuma, en muchas de cuyas es­trofas corre un aire musical y un tanto de emoción

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parecidos a los versos de Yo soy aquel que ayerno mds deda, rubeniano de Cantos de vida y espe­ranza.

El que recuerde Yo soy aquel que ayer no mdsdeda, con su Pan bicorne que va tras ]a hembra,con su hora de ocaso, embeleso y suspiro y suestatua bella de alma sentimental, sensible y sensi­tiva, evocará e] cuadro rubeniano al escuchar estosversos de José de Jesús Domfnguez:

Era Pan, que de estrellas coronado,tras el diáfano tul que lo cubríaen el seno del aire perfumadoderramaba su canto de armonía.

Era aquella la hora fugitivade la e:ctrai'ia impresión: ese momentoen que el alma, como una sensitiva,se irrita, se estreme con el viento.

La hora de los éxtasis benditosen que vibra, en el ánimo del hombre,la voz de los espacios infinitos,el eco de una incógnita sin nombre.

Símbolos, visiones, conceptos que más tardeconsagrará Rubén Daría en el modernismo hispa­noamericano, aparecen ya en la poesía del poetapuertorriqueño hacia 1879. Escuchemos sólo unaestrofa de La polka, de José de Jesús Domínguez,para evocar algunos versos de Juventud, divino te·soro:

Ella, sus dedos de celeste armrnomeció en el arpa con febril pasión,y yo, sencillo, pero ardiente niño,vagaba en Ella con el corazón.

Yen el poema anteriormente citado, Una pdginapóstuma, de Domínguez, aparece la concepción deEdgard AlIan Poe sobre e] sueño y la imaginación,tan fundamental en el modernismo hispanoameri.cano:

He venido por eso. Aquí sentado,con la frente desnuda, la Sibilame hablará del Destino, y a su ladovagaré en la creación con la pupila.

Yo también, como Edgardo, lle proclamadolos derechos, los lauros halagüeñosde la Imaginación, y lle declaradoque toda realidad está en los sueños.

Las huríes blancas, publicado en 1886, dos añosantes de que apareciera Azul de Rubén Daría (1888),es el libro que con más justeza acredita a José deJesús Domínguez como poeta premodemista deAmérica, pese a que su nombre haya sido ignorado

por los historiadores y críticos literarios hispano­americanos. Reúne Las hurtes blancas la mayoríade los elementos estéticos que habrían de preva­lecer en la poesía modernista: belleza plástica,musicalidad, color, sensorialismo, sentido cosmo­polita, exotismo y evasión.

El caso de Manuel Elzaburu Vizcarrondo (1851­1892), cofundador del Ateneo Puertorriqueño, esde sumo interés para el estudio de nuestro pre·modernismo. Su actitud hace evidente e] interés deescritores y poetas puertorriqueños por las letrasfrancesas. Elzaburu es e] primero de una serie deescritores y poetas puertorriqueños que se intere­saron por estudiar y traducir ]a poesía francesade románticos, parnasianos y algún que otro sim­bolista. La nómina puede contar con José GautierBenítez, Federico Degetau y Gonzá]ez, Luis MuñozRivera, Manue] Fernández Juncos, Vicente PalésAnés y José A. Negrón Sanjurjo. Sería de gran uti·lidad hacer un estudio de ]a influencia de la cul­tura francesa en las letras puertorriqueñas duranteel siglo XIX, tomando como punto de partida aéstos y otros escritores.

Nos interesa Elzaburu como hombre de letras.El escritor de gusto literario, con un idea] de be­lleza parnasiano, quien sacrificó mucha de su labortratando de alcanzar ]a perfección formal. A esteidea] perfeccionista se debe, y ello ha sido objetode comentarios por su contemporáneo Manuel Fer­nández Juncos, "que hoy no tenga Puerto Rico nisiquiera un libro del más atildado y pulcro de susprosistas".

No solamente tradujo Elzaburu una serie depoemas parnasianos de Teófilo Gautier. Vertió alcastellano también algo de Alfredo de Musset y deAlfonso Daudet. Traducciones que decía Menéndezy Pelayo "eran muy lindas y debían figurar en lasantologías de poesía puertorriqueña". Antes de sumuerte hizo un viaje Elzaburu a Francia, dondese puso en contacto con las corrientes simbolistasde la poesía francesa. Interesaban a nuestro escri·tor ]a figura y ]a poesía de Pablo Ver]aine, quienvenía de vuelta de sus pecados y cantaba a nuestraSeñora ]a Virgen María. Era el Verlaine de] Creoptlscule du soir mistique, obra que esperaba tra·ducir E]zaburu, según había comentado entusias­tamente con sus amigos. Su muerte temprana nosprivó de leer sus traducciones del creador del sim·bolismo.

Además de ser Elzaburu animador de] grupo depoetas y literatos que frecuentaba su bufete, bau·tizado entonces con el nombre de Parnasillo, alestilo de los que había en España, que eran unremedo del Parnaso francés, fue iniciador en Puer·to Rico, y quien sabe si en España, donde colabo­raba en revistas y periódicos, de unas prosas líricasal estilo de las que usaba en sus poemas en prosa

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Baudelaire, que tienen sus antecedentes en el ro­mántico alemán Novalis. Este tipo de prosa poe·mática fue utilizado por los modernistas hispano­americanos y la intentaron algunos puertorrique·ños. A las suyas dio Elzaburu el nombre de Notasde mi cartera, en un principio, y luego pensó reco­gerlas en un libro titulado Balsamias, que nuncase publicó, y el cual llevaría un prólogo de JoséGautier Benítez.

EL T~RMINO MODERNISMO y RUBi1N DAlÚO

El término modernismo, aplicado literalmente,fue utilizado por primera vez en Puerto Rico en elaño 1889 por el crítico Manuel Fernández Juncos.Es sorprendente que esta fecha coincide, más omenos, con la misma en que Rubén Darío utilizael término en hispanoamérica. Lo utilizaba el crí­tico puertorriqueño para elogiar a un joven quedaba a la estampa su libro Violetas. Decía de JoséGordils. su autor, don Manuel, lo siguiente: "Traea la Ifrica puertorriqueña una nota de modernismodigna de aprecio y una tendencia subjetiva en lacual nadie babía insistido tanto entre nosotros...tienen además las composiciones de Gordils unamelodía penetrante."

Sin embargo, la poesía de Gordils no era poesíamodernista como ésta se entendió más tarde enAmérica. El término. según 10 utiliza FernándezJuncos. se refiere a algo nuevo, que no existía enla vieja poesía. Darío lo utilizaba en sentido equi­valente a modernidad, refiriéndose a tendenciasseguidas por los poetas y escritores. Volvió Fer­nández Juncos a utilizar el término tres años des·pués, refiriéndose a Rubén Darío. de quien decíaen su periódico El Buscapié: "Rubén Daría es elpoeta admirable que ha sabido fundir en moldegriego la gallardía de la escuela clásica española ylas exquisitas delicadezas del modernismo fran­cés."

Otro crítico, el traductor y poeta de ideas po­líticas asimilistas Francisco J. Amy, hizo uso de lapalabra modernismo en 1895. en sentido de movi­miento poético francés de "extravagancias fin desiglo, producto de la especial civilización parisien­se, el cual no tiene razón de ser en ninguna otraparte y menos en esta Virgen del Mundo", refi­riéndose a Puerto Rico.

La palabra modernismo casi fue una mala pala.bra. En 1895, seis años después de usarla FernándezJuncos, quedó incorporada en el Diccionario de laReal Academia, tras largos debates, y así figurahoy día como: "Afición excesiva a las cosas moder­nas con menosprecio de las antiguas, especialmen­te en artes, literatura y religión". No en balde di·

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ría Rubén Daría en un famoso poema más tarde:"De las academias, líbranos Señor".

Sobre Rubén Daría y sus relaciones con PuertoRico, lo que implica el advenimiento temprano delmodernismo en nuestro país, se ha dicho muy po­co. El desconocimiento de estas relaciones ha mo­vido a muchos a decir que el modernismo vinotardíamente a Puerto Rico. Es 10 cierto que parael 1890 el periódico El Buscapié, de FernándezJuncos, reproducía Arranques, La ninfa y Un mar­co humilde para un lienzo de oro, del poeta de Ni­caragua. Posteriormente la Revista Puertorriqueña,dirigida también por Fernández Juncos, publicabaEl pd;aro Azul y La risa, y el periódico El Clamordel País, publicaba en 1892 la Sinfonía en gris ma­yor y Rosas andinas, del poeta nicaragüense. Otrosperiódicos locales reproducían para la misma épo­ca poesía y prosa de Rubén y de poetas del premo­dernismo hispanoamericano.

Un becho importante, que nos acerca más alprimer Rubén Darío, demostrativo a la par de lacuriosidad y afán del poeta nicaragüense por co­nocer la geografía y los hombres de América, fuela visita que realizara a San Juan el 3 de diciembrede 1892. En El Buscapié dio don Manuel FernándezJuncos la noticia de la visita, señalando que el va·por correo en que venía de España Rubén Daría,acompañado de don Ernesto Restrepo, se detuvosólo algunas horas en el puerto de San Juan, sinhaber tenido tiempo para hacerles conocer a losdos viajeros los escritores y hombres de cienciamás distinguidos de San Juan. Aunque Daría novolvió a pisar tierra puertorriqueña, estuvo pre·sente en sus colaboraciones a las revistas y perió­dicos, en sus libros futuros y en el epistolarioamistoso que sostuvo con Fernández Juncos y mu­cho más tarde con Luis Lloréns Torres.

En febrero, 11 de 1895, El Buscapié publicabala noticia siguiente: "Un periódico, de Alajuela,Costa Rica, llegado hoy, trae la noticia de haberfallecido en Buenos Aires el inspirado poeta y cul­tísimo literato Rubén Daría, muy querido amigonuestro y colaborador de El Buscapié y la RevistaPuertorriqueña. Esperamos que no se confirme tantriste nueva."

La noticia, que resultó falsa, se divulgó por to­da América del Sur. Un crítico puertorriqueño, JoséContreras Ramos, quien se hallaba en Santo Do­mingo y colaboraba en la revista El Hogar, deaquel país, escribió a razón de dicha noticia unapágina sobre Rubén Daría y su poesía, en que en·juiciaba el desarraigo rubeniano de la tierra deAmérica, anticipándose en algunos puntos a la crí­tica negativa que posteriormente se haría contrael autor de Prosas profanas, libro publicado en elaño siguiente, y que habría de ser la biblia delmovimiento modernista.

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Decía Contreras Ramos, entre otras cosas, losiguiente: "Valera lo ha dicho. Ningún hombre denuestra raza hubo nunca más saturado del espíritugalo que Daría. Ese fue a un tiempo su error ysu acierto, su Calvario y su Tabor. Nació en Amé­rica, en estas tierras criollas tan dignas de ser ama­das, y fue traidor a la patria intelectualmente ha·blando. ¡Cuántos hay como éll ... No es tiempo nioportunidad de hablar de escuelas literarias anteel cadáver de un ilustre escritor. Naturalista, ro­mántico o decadentista, ¿qué más da? Pero hay queser criollos, americanos. Los que como Casal yDaría reniegan de la pobre patria criolla por aquelParís, sol que brilla allá lejos, serán grandes, perosi pueden ser sentidos, jamás serán amados... "

LITERATURA DE ENTRESIGLOS

En 1887 se lamentaba Manuel Fernández Jun·cos de que "en Puerto Rico hay literatos y no hayliteratura". Y el crítico puertorriqueño antes menocionado, José Contreras Ramos, exhortaba dos añosdespués a los poetas a "cantar, puesto que vivimosen este siglo forjador de libertades, la naturalezaebria de sangre y radiante de luz; hay que burilarlo grande de este siglo en la forma poética, susglorias, sus martirios, sus pequeñeces y sus ra­diantes amores de eterna libertad; puesto que so­mos de América, de esta tierra hermosa y purasobre la cual han caído tantas lágrimas de reco­nocimiento y tantas maldiciones de inmensa amar·gura". Incluía Contreras Ramos como posibles te­mas, lo indígena, las hazañas de los conquistadoresy de los fundadores de América. En tono amanes·tativo exclamaba: "Ah, vosotros, los que teniendonaturaleza tan brillante e historia tan dramática,estáis aún en la época del clasicismo bucólico, notenéis perdón de Dios; y ya que no queréis cantarni historia ni naturaleza, dadnos la estrofa nervio­sa de un Teófilo Gautier, la dulce tristeza de unMusset, la plasticidad de Sully Prudhomme o lacanción científica de Leconte de Lisie, y si nadade esto sabéis hacer, enmudeced; no sois dignosde la luz."

Lo cierto es que a pesar de las señeras figurasliterarias que había producido Puerto Rico, desdeel inicio de sus letras, desde mediados del si·glo XIX -Alonso Pacheco, Alejandro Tapia, GautierBenítez, Salvador Brau, Lola Rodríguez de Tió, Jo­sé Gualberto Padilla, Francisco Alvarez, ManuelMaría Sama, Rafael del Valle Rodríguez, José deJesús Dominguez y Manuel Elzaburu-, unos dis­tantes y otros cercanos en el tiempo, todavía nues­tra poesía andaba a finales del siglo atada al carrode las reglas de la literatura peninsular, y la poesíaoscilaba entre el Escila y Caribdis del neoclasicis·mo y el romanticismo español.

Es precisamente dos años antes de que salga elsiglo, cuando Puerto Rico va a entrar en una nuevaetapa de su vida política, que ocurre la invasiónnorteamericana para aplastar el espíritu de crea­ción artística puertorriqueña. Sin embargo, la crea­ción modernista insular daría señales de vida en1899, produciéndose así las primeras manifestacio­nes del modernismo, mucho antes de lo que hanseñalado algunos críticos. El proceso de invasión ynortearnericanización de Puerto Rico fue elementoque actuó de inmediato contra el desarrollo de lapoesía modernista, que fue lento durante los pri­meros años del siglo, hasta que en 1911 comenzóa tomar auge. Al desarrollo moroso de esta lite·ratura contribuye además el ciclón de San Ciriaco,ocurrido en 1899 también, costando centenares devidas y millones de pérdidas de dólares a la agri­cultura puertorriqueña. La crisis económica y elderrotismo puertorriqueños fueron evidentes.

No en balde se lamentaba el escritor SebastiánDalmau Canet, un mallorquín acriollado, de la si·tuación literaria de Puerto Rico en 1903. Se diri·gía al poeta don Manuel María Sama en los siguien·tes términos: "¿Ha notado usted señor Sama, porqué rara coincidencia a raíz del régimen americanose ha efectuado un descenso intelectual visible entodas las manifestaciones de la cultura literariadel país? ¿Por qué no escriben los grandes lite­ratos? ¿Será que faltos de atmósfera y de estímulosque los alienten han dejado el paso franco a lajuventud naciente, que según el señor FernándezJuncos, ¡fíjese bienl, es la única que hace el gastode papel y tinta?... Quienquiera que haya leído lahistoria literaria de la Isla habrá visto con inmen·so dolor cómo una sombra parecida a la nochesiniestra, tapa los horizontes de esta Antilla... Exa·minando el parnaso de ayer, comparándolo con elde hoy, salvo grandes excepciones, no es posibledesconocer que su literatura está herida de muer·te, yace como aletargada esperando de la manoinvisible que la levante."

PRIMEROS MODERNISTAS

Se ha dicho que hubo una pugna entre pama­sianos y modernistas en Puerto Rico durante loscomienzos del modernismo. La aseveración es taojante. No creo que se pueda sostener sin probarse.No había tantos parnasianos del todo a finales desiglo, no empece los traductores de poesía francesay el interés de algunos de nuestros poetas por elparnasianismo.

La primera crítica antimodernista fue anónima.Apareció en el año 1903 en una edición del semana­rio artístico y literario Los domingos del Boletín,que dirigía en San Juan el periodista español don

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José Pérez Losada. Alguien que se escudaba en elseudónimo de Luis Falcato arremetía contra lospoetas modernistas:

Que se llaman modernistaspara distinguirse en algodel resto de los mortalesque nada modernizamos.

¡Decadentistas insignes!Poetillas de vuelo bajoque la luz de un candil tomanpor los fulgores del astro.

Que rompiendo antiguos moldesal ecl1ar los pies por altohacen tritoas el buen gustosin dejarle un hueso sano.

Más tarde, en 1907, el escritor y poeta románticocon influencia parnasiana Félix Matos Bernier, de­dica en su libro Isla de arte dos ensayos -Moder­nismo y decandentismo y Musa moderna, así comoalgunas otras críticas y comentarios, al modernis­mo. Comenta los poemas Helios y Leranlas de Nues·tro Señor Don Quijote de Rubén Daría adversamen­te, considerándolos estupros literarios. Prefiere alos modernistas españoles Francisco VilIaespesa yEduardo Marquina, así como a los hispanoameri­canos Gutiérrez Nájera y Salvador Díaz Mirón, quese le antojan superiores a Rubén Darío. Lo quemortifica al crítico en la poesía de Rubén es loque denomina "extravagancias incomprensibles,fuera de toda regla, que abaten las fuerzas delidioma, violan las leyes materiales del ritmo yponen en conflicto el sentido común de los poetasverdaderos".

Veía también Matos Bernier en la poesía unamisión educativa, por 10 que la ponía al par conla ciencia, el industrialismo y la política. Tengo pa­ra mi que Matos Bernier no criticaba tomando lapoesía desde el punto de vista de la creación artís­tica pura. Su apego a las reglas es visible a travésde estos ensayos y su crítica de los poetas deaquellos años. Pero es consolador leerle cuandodice en su ensayo Musa moderna, lo siguiente: "Eldecadentismo no cuenta con adeptos. Realmentehay innovación, novedad, reacción, pero no puedeacusarse a nuestros poetas de haber seguido lascorrientes maleantes de la corrupción literaria, si·no que ellos han procurado avanzar, sin caer enlas charcas del camino, sin estrellarse en los esco­llos."

Son notables asimismo los elogios que hace dela prosa de Rubén Darío, de la que dice: "En laprosa Rubén Daría es otro hombre. Brilla en sutrabajo el escritor sereno, observador, minucioso,colorista. No hace prosa rimada y sin embargo haceversos que son pura prosa... Entre la prosa y elverso de Rubén Darlo hay una sima profunda."

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Eran aquellos primeros años momento de tran­sición en que los poetas de mayor edad habrían dever ciertas innovaciones y reformas métricas conbastante pesadumbre y en que barajarían los tér·minos decadentismo y modernismo como una mis­ma cosa. No condenarían del todo al modernismo.No lo hizo Luis Muñoz Rivera. José de Diego lohizo en cuanto al desarraigo y los malos imitado­res de Rubén. Y cuando el poeta y escritor JoséA. Negrón Sanjurjo lo hizo en 1904, fue para decir,entre otras cosas, lo siguiente: "La literatura puer·torriqueña está contaminada con la lectura, o re­flejo de la lectura de los Rubén Daría y los VargasVila, de quienes sólo imita los alambicamientos ylos extravfos, pudiendo imitar muchas buenas cua·lidades de fondo y de expresión que en esos auto­res latinoamericanos es preciso conocer." El mismoNegrón Sanjurjo, cuyo afán de perfección poéticale sitúa en los lindes parnasianos, presenta rasgosmodernistas, y sintetiza en su poesía El torbellino,aquel ideal simbolista llegado a Baudelaire porinspiración de Ricardo Wagner, y que el poetafrancés expresa en su soneto Las correspondencias:

El vals y mi emoción a un tiempo vibran:luces y ritmos por el aire ondean,colores y fragancias se confunden,arpegios y fulgores se entremezclan.

Se ha dicho que el primer poeta modernista,cronológicamente hablando, fue Jesús María Lago.Antes que Lago, cuyos primeros poemas modernis­tas aparecieron en 1904, Arfstides Moll Boscanahabia compuesto en 1899, justamente a los catorceaños de edad, el poema Jubilate, una salutación ala primavera, de corte modernista, en que aparecela siguiente estrofa, donde el recurso de la sines­tesia es evidente:

Viene ya con su canto el azulejocomo primer violeta del sonidoque deia su perfume en el aEdoy roba al cielo azul su azul reflejo.

Era Arístides Moll Boscana (1885-1964) un ado­lescente prodigio como lo había sido Rubén Darlo.En el año 1905, a los veinte años de edad, publicóen la imprenta del Boletín Mercantil, en San Juan,un libro con título y temas modernistas, en queaparece el poema mencionado anteriormente. Mimisa rosa, que es el titulo del libro, tomado deProsas profanas, 1896, de Rubén, revela el cultodariano del poeta nativo. Había dicho Darío en elprólogo de Prosas profanas: "yo he dicho en lamisa rosa de mi juventud, mis antífonas, mis se·cuencias, mis prosas profanas... "

Mi misa rosa contiene sesenta y un poemas,algunos escritos en 1899 y otros de 1900 a 1905, fe­cha en que el poeta publica la obra. Sorprende en

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este poemario la variedad de temas modernistasy los metros utilizados, que fueron los de prefe­rencia del modernismo: eneasílabos, dodecasílabos,tercetos monorrimos, decasflabos, versos alejandri­nos y versos con unidades tetrasilábicas, al estilode las del Nocturno de José Asunción Silva. El tra­tamiento de la mitología va de lo clásico a lo mo­dernista y circulan por su poesía cisnes, efebos,bulbules, góndolas, marquesas, todo bajo el im­prescindible azul.

El libro de Moll Boscana no fue comentado ensu época, que sepamos. El poeta no publicó ningúnotro libro, pero siguió escribiendo poesía que per­manece inédita. Después de desempeñar algunoscargos escolares y puestos en el servicio de adua­nas, marchó a Estados Unidos, donde se dedicó alensayismo científico. Pedro Henrfquez Ureña le citaen su obra Las corrientes literarias en la AméricaHispana como ensayista de temas médicos y hacereferencia a su obra Esculapio en Latinoamérica.Murió MoU Boscana en Berkeley, California, el 5de marzo de 1964, después de haber visitado Puer­to Rico años antes, por última vez.

Siguió a Moll Boscana como poeta modernistaJesús María Lago (1873-1927), quien comienza lapublicación de su poesía, dentro del modernismoya, hacia el año 1904. Lago no publicó un libro deconjunto como 10 hizo tan tempranamente MollBoscana, sino veintitrés años más tarde, cuandoeditó Cofre de sándalo (1927), título que tomó delinventor y poeta francés Charles Cross. En estelibro aparece seleccionada su mejor poesía, la­brada y pulida durante más de veinte años, si·guiendo el ejemplo del autor de Los trofeos, JoséMaría Heredia, cuya influencia es evidente en al·gunos de los mejores poemas del libro. La pro­ducción de Lago en revistas y periódicos fue abun­dante, pero no quiso editar ningún otro libro. Viajópor Europa y las Antillas. Fue presidente del Ate­neo Puertorriqueño. Tuvo un hijo malogrado aquien puso el nombre de Rubén Daría. Murió re­pentinamente el mismo año de la publicación deCofre de sándalo.

Otro joven poeta de los años -Guillermo AtiJesGarcfa (1882-1955)- se afilió a la corriente moder­nista y publicó algunos poemas laudatorios a Ru­bén Daría y Díaz Mirón. En 1904 preparó el librode prosa y verso titulado Kaleidoscopio, donde apa­recen dichos poemas. Esta obra fue publicada en1905 y contiene también fervientes elogios a JesúsMaría Lago y una alabanza al libro Pomarrosasde José de Diego. Atiles García se lamentaba enKaleidoscopio de la situación literaria en la Isla.Decía que: "Existen muchos metrificadores, perolos poetas no pasan de diez; la inconsciencia escri­toril, la adulación escasa de vergüenza y el propioreclamo que inmoralidad acusa, han dado nombra-

día de eximios poetas en este país a más de quin­ce alcapurrias literarias, pitanza innoble para losdioses del Olimpo."

Atiles Garcia elogiaba el nuevo arte modernistay a Rubén Dario del modo siguiente en su soneto:

Aurora deslumbrante es el de Francia,arte como un dios nuevo en una cimaen cuyo vaso escultural escancia:

Paul Verlaine la belleza que reanima,lo exquisito Pierre Louis de la eleganciay Rubén el diamante de la rima.

Atiles Garcfa no fue muy consistente con elmodernismo. Publicó otros libros posteriormente,en donde figuraron algunos buenos poemas moder­nistas entre versos que hacían concesiones al ro­manticismo ramplón.

EL CASO DE "SOR ISLA": LUIS LLOImNS TORRES

Se ha dicho que Lloréns fue un precursor delmodernismo puertorriqueño. Se toma para esa ase­veración su libro Al pie de la Alhambra (1899),publicado en Granada, España. En esa obra tansólo hay ligeros atisbos del modernismo en uno odos poemas, lo que no le da carta de precursor.Lloréns será modernista mucho más tarde, y tra­tará de superar el modernismo con sus tendenciaspanca1ista y panedista. Al pie de la Alhambra eraun pequeño devocionario de amor, con un fondogranadino y una protagonista, la novia del poeta,que fue luego su mujer, doña Carmen Rivera, aquien iba dedicado el libro. En el prólogo apare­cieron las ideas estéticas del autor, dadas en unestudio que hizo de Granada y sus principales lite­ratos. El libro, de treinta y tres poemas, contienesonetos y octavas reales, décimas y seguidillas. Serevela en él el post-romanticismo becqueriana y tie­ne un tanto de sentido popular, por la influenciamisma de lo inmediato andaluz, que se expresa pormedio de la seguidilla.

Para el año 1900 estaba Luis Lloréns Torres. enPonce, ejerciendo de abogado, carrera que habíahecho en España. Abrió bufete en la Plaza Princi·pal. También estaba en Ponce el escritor NemesioCanales, quien había estudiado la carrera de Leyesen Estados Unidos. Su bufete estaba en la callePujals. En el prólogo de un libro de Mariano Abril,de esa misma fecha, titulado Amorosas, hace Uo­réns una defensa del cosmopolitismo de la poesía,y subraya que "aquí cultivaremos siempre la poesíaaunque seamos absorbidos por el pueblo norteame­ricano". Y como el libro llevaba un subtítulo, poe­sías cortas, aprovechaba Lloréns para aseverar que«Campoamor dice en dos versos lo que Gautier

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Benítez no podría expresar en quinientas estrofas».Polemizó Lloréns Torres por aquellos años en

la prensa local de Ponce, con el seudónimo de «SorIsla. y no «Un crítico Incipiente», como aseveraAntonio 5. Peclreira. «Sor Isla. se hizo temible por·que censuró a los poetas consagrados y a las figu·ras importantes de nuestras letras, entre ellos Gau·tier Benítez y Fernández Juncos. El Carnaval deSan Juan dedicó un número completo para respon·der a lo que se suponía que eran injurias de partede Uoréns a la memoria de Gautier Benítez. Ade­más del editorial colaboraron escritores que admi·raban a Gautier. Un periódico de Manatí salió endefensa de «Sor Isla», que tuvo otros defensores.Me parece que estas fueron las primeras reaccio­nes de Lloréns Torres en el ambiente literario dela época. Más adelante nos referiremos a su granlabor dentro del modernismo.

EL CASO DE J0511 DE DIEGO

El caso de José de Diego en lo que se refiereal modernismo es de excepción. Si es cierto queanticipa metros que usarán los modernistas, en supoesía del Madrid Cómico y otras revistas madrile­ñas (1885-1889), la cual recoge tardíamente en sulibro Jovillos, publicado en 1916, no llega a ser unpoeta ideológica y sentimentalmente modernista.En la primera edición de Pomarrosas, 1904, apare­ció su poema Génitrix, del cual dijo De Diego en1918 en una entrevista a Ribera Chevremont:"En 1901 escribí Génitrix, página 197 de la prime.ra edición de Pomarrosas, ya en campo abierto delmodernismo." ¿Significaba con esto que había sidoel iniciador del modernismo en Puerto Rico? Yocreo que no. Sin embargo el poema es muy sigonificativo dentro de lo modernista, y creo que aeso se refiera el poeta: metro heptasilábico en sex­tillas, de rimas esdrújulas asonantadas y rimasagudas en consonante; adjetivación rara, vocabula·rio culto y selecto; sonoridad y sensaciones visua·les y auditivas.

De Diego fue admirador de Rubén Darío, perono se podía conciliar con los modernistas hispano­americanos que se enfrascaban en el arte por elarte, escapando hacia un mundo de princesas, cis·nes, hetarias y abates, y olvidándose de su circuns­tancia histórica y telúrica. Pensó en la nacionaliza­ción del arte. Estas ideas aparecen esbozadas enla conferencia que dictó en el Ateneo Puertorrique­ño el 21 de febrero de 1905, en ocasión de orga·nizarse la Asociación de Escritores y Artistas dePuerto Rico. Entonces aludió al credo del arte porel arte y se refirió al asunto de la nacionalizaciónartística, pidiendo a los poetas nativos cantar a lamujer puertorriqueña «no porque sus líneas sean

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reproducciones de las purísimas líneas de la \lÍr.

gen griega, sino porque de esos senos purísimosha de surgir la nueva generación que salvará lapatria". Poco antes, en el prólogo de Pomarrosas(1904), hablaba del «ideal sufriente y moribundode su patria en sus versos-, y se lamentaba de lasluchas intestinas de los países de Centro y SudAmérica, por lo que proponía una federación depueblos para que se elevaran a la altura y se mi­dieran en la fuerza de la gran República del Nor·te, y así existiera el respeto recíproco, el mutuoafecto y se realizara la reconciliación de las razas.Se lamentaba de la pérdida de España, de no tenerpatria y no crearla con la vida. Su expresión erapesimista y dolorosa.

Este pesimismo se nota también en el año 1907.Había convocado el Casino de Mayagüez unos Jue·gos Florales. Formaban el jurado José de Diego,Martín Travieso, Eliseo Font Guillot, y comosecretario Tomás C. Vera. Concurrieron al certa·men sesenta y seis poemas. El laudo del Juradodecía en parte: «Nuestra impresión general es queatraviesa una honda crisis la literatura puertorri­queña, y que esta crisis emana y es reflejo delestado sociológico de nuestro pueblo... La notapredominante es de inquietud y angustia, sin queninguno de los poetas haya alcanzado todavía lavisión clara y decisiva de nuestra conciencia nacio­nal, en los confusos horizontes del porvenir. Algúndestello se vislumbra ya. Los tiempos y las cosasavanzan y no debe estar muy remoto el día en que,saliendo nuestra isla de su dolorosa evolución, elnuevo ideal cante en las almas y repercuta gran·diosamente en la lírica puertorriqueña."

En 1913 y en 1918 repitió De Diego su idea dela nacionalización del arte en entrevistas cedidasa la prensa. Ya se iba aclarando el camino de lapoesía puertorriqueña. Entonces condenó De Die­go el aspecto evasivo y exótico de algunos poetashispanoamericanos, y aseveró que da poesía enPuerto Rico debe ser puertorriqueña en estos díascreadores del ideal patrio». En 1916 publicó su li·bro Cantos de rebeldía, poemas escritos desde 1898hasta la fecha. El título evoca Cantos de vida y es­peranza, de Darío. La temática de la obra es políti­ca. El libro es apasionado y la poesía comprome­tida, pero comprometida con el ideal libertario delpoeta. Y como Darío, que prologaba cada uno desus libros con un nuevo y jugoso mensaje, tamobién prologa De Diego este libro rebelde, insistien·do en los aspectos negativos del modernismo his·panoamericano «que apartó de la tierra, delambiente de los sentimientos e ideales patrios lainspiración y el afán de los poetas nacidos enaquellos dolorosos países, tan necesitados del con·curso de sus filósofos y sus artistas.. Exaltaba ala vez los valores de Rubén, defendiendo su sentí·

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do de universalidad y señalando lo grandioso deaquellos sus poemas en que cantaba a las ínclitasrazas ubérrimas y su campo de la Nicaragua natal.Más optimista habla De Diego del caso de PuertoRico «que sufrió también la racha de aquella banalliteratura y goza también ahora del renacimientode su poesía; viejos y jóvenes líricos -decía­marchan a la cabeza del movimiento naciona". Seconsideraba el último de esos poetas, que ahoralanzaba sus Cantos de rebeldla, sus gritos de prcrtesta y de combate contra el tirano de su patria«a los vientos y el corazón del mundo-o

Cantos de pitirre, obra para la cual De Diegohabía prescrito un formato en cuarto prolongadoy ampliado, análogo a la primera edición de Can­tos de vida y esperanza, según sus propias pala.bras, fue su última obra publicada, que no llegó aver, con motivo de su muerte, acaecida en 1918.Libro melancólico e irónico a veces, se resuelve enun fino lirismo esencial. Libro oracional diríamos,que al final de la vida del poeta, da la medida deintegridad del patriota, el poeta y el hombre.

Un aspecto he dejado para lo último de la poe·sía de De Diego: la cuestión métrica. Sin duda queen 10 que respecta al aspecto formal de la poesíafue un poeta modernista. Desde los juveniles poe­mas de Jovillos, reconocido en el aspecto métricopor Daría, hasta Cantos de pitirre, en el uso demetros olvidados en la poesía española y las inncrvaciones métricas de De Diego, hubo aportacionesal modernismo. Pomarrosas (1904), libro más con­servador en cuanto al metro, presenta no obstante,además del ya discutido poema Génitrix, metros yformas del gusto del modernismo: sonetinos, deca­sílabos, cuartetos alejandrinos con cesuras esdrú­julas y un poema dodecasílabo en tiempo de segui­dilla. Cantos de rebeldía es una caja de sorpresasmétricas: sonetos de versos de trece sílabas, ale­jandrinos y polimétricos, como Ultima actio, hechoa base de unidades métricas pentasílabas; soneti­nos, pareados, versos alejandrinos y otros versosque van desde las trece hasta las veinte sílabas.Todas estas combinaciones, por supuesto, supericrres a las combinaciones métricas ideadas por Ri­cardo Jaimes Freyre, el gran poeta modernista yteorizante revolucionario de la métrica, autor deCastalia bdrbara, 1897. En Cantos de pitirre, a pe·sar de las formas populares y tradicionales queemplea De Diego, surgen innovaciones métricasmodernistas y el poeta emplea el verso octonarloy el de veinte sílabas en combinaciones polimétri­cas. Usa también De Diego en Cantos de pitirre,una novedad métrica, el soneto de diecisiete síla­bas con rima consonante aguda, en el poema titu­lado Ida y vuelta, dedicado al patriota y patricioRamón Emeterio Betances.

Es por lo expuesto anteriormente, que conside-

ramos a José de Diego un caso excepcional dentrodel modernismo puertorriqueño, superador de me­tros, reinstaladar del tema patrio en la poesía yaportador de temas como el latinismo, el hispanis­mo y el hispanoamericanismo, que habrán de flcrrecer en la poesía modernista puertorriqueña. Mar·got Arce, en un excelente libro próximo a ver la luzpública, titulado La obra literaria de José de Die­go, hace un amoroso y exhaustivo -perdonad elanglicismo- estudio de este poeta, situándole ensu justo lugar.

Los AÑOS CREADORES

Fue hacia el año 1911 cuando empezó el mo·dernismo a cobrar fuerza con un grupo homcrgéneo de poetas que colaboraban en la revista ElCarnaval, editada en San Juan, quienes se intere·saban por la prosa y el verso modernista. LuisLloréns Torres, residente ahora en San Juan, Eva­risto Ribera Chevremont, Luis Samalea Iglesias,Rafael H. Monagas, Jorge Adsuar, Gustavo Fort,Antonio Nicolás Blanco y José de Jesús Esteves,premiado éste en el certamen del Casino deMayagüez de 1907, tertuliaban en la redacción deEl Carnaval. Se destacaban Esteves y Lloréns porlas novedades modernistas. Lloréns había escritodesde 1910 y continuó haciéndolo hasta el año 1913,poemas originalísimos, algunos de los cuales eranpiedra de escándalo, como Alyna Lina, Barcarolas,Rapsodia criolla, Visión del auto y La canción delas Antillas.

El año 1913 es de mucha importancia para elmodernismo. Lloréns Torres funda la Revista delas Antillas, publica Visiones de mi musa, con sumanifiesto pancalista y panedista, donde exponeideas estéticas sobre la preponderancia y supre­macía de la belleza en la vida y el arte, y sobrela métrica, declarando lo absoluto del verso y lainexistencia de la prosa. Hace Lloréns que la r~

vista sea centro cohesor literario, donde igualmen­te figuren, junto a los jóvenes, poetas y escritoresconservadores. Ese mismo año de 1913 ocurre algoque estimula a los jóvenes: la visita del poeta pe­ruano José Santos Chocano, autor de Alma Amé­rica. Seis años más tarde será la de FranciscoVillaespesa, que también hará vibrar el entusias·mo de la grey modernista.

Del papel relevante de la Revista de las Anti­llas en nuestras letras, nos hemos ocupado en otraocasión. Revista ecléctica de valor fundamental enel proceso de la cultura puertorriqueña, solamenteduró de mayo de 1913 hasta noviembre de 1914,publicándose catorce números, todos ellos de granimportancia. Fueron sus colaboradores eminentesfiguras de España y América, entre ellas Rubén

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Darío, Francisco Villael:pesa, Rufino Blanco Fom­bona V Ventura Vega Calder6n. entre otras. De laEditorial Antillana, editora de la revista, sali6 laBiblioteca Americana, que imprimi6 para difusi6ngratuita entre los suscriptores los poemarios mo­dernistas El lardln de Pierrot, de Antonio NicolásBlanco, Bronces, de Antonio Pérez Pierret, el libroen prosa Osear Wilde, estudio y traducciones deMiguel Guerra Mondrag6n, Puerto Rico Lírico V

otros poemas, de José Santos Chocano y Sonetossinfónicos, de Luis LIoréns Torres, poemario queen su proemio recoge sus nuevas ideas bajo elnombre de Poética del porvenir, ampliando losconceptos del pancalismo y el panedismo poéticos.Estas ideas de LIoréns no tuvieron la acogida queél pretendía entre los poetas puertorriqueños y losantillanos. Al final. Lloréns volvi6 por los caminosde la creaci6n popular criollista, en que dio susmejores frutos, convirtiéndose así en el poeta na­cional puertorriqueño, con un justo sitial al ladode Gautier Benítez y José de Diego. Alturas deAmérica y Voces de la campana mayor, que fue­ron sus últimos libros, dan idea de la grandezade LIoréns.

En los años 1913 y 14 todavía era objeto derechifla el modernismo. También lo era Luis LIo­réns Torres. Se insistía en llamar a los poetas mo­dernistas decadentes, melenudos y diamantinos. El23 de agosto de 1913 sali6 una Parodia modernistaen Puerto Rico Ilustrado, bajo la firma del seudó­nimo de «Anticuario Agridulce», que decía:

Modernistas melenudos del rincdn de las cabañas,oierosos seguidores de una escuela inmemorialvuestros versos simbolarios, vuestras pldticas extrañasson huma"las alimañas 'que apolillan de las gentes la masilla cerebral.

Modernistas buenos mozos, modernistas diamantinos...¿Nadie sabe do venís?Desde el suelo de un imperio de hombres brutos yque coronan con castillos argentinos [pollinossu país...

Estos ataques y otros, explican las tres cartasde Nemesio R. Canales a Lloréns Torres, en que elcrítico y poeta Canales elogiaba la poesía de Llo­réns y pasaba juicio condenatorio sobre la críticade «torta de casabe, los copleros acartonados. y los«poetas ramplones, que a fuerza de amontonar ri­mas y más rimas como quien amontona ladrillos,llegaban a componer sobre cualquier fruslería ki.lométricas odas de un falso lirismo altisonante ychill6n: odas que luego eran leídas en la boticay premiadas en certámenes y para siempre le ase­guraban a sus autores nombre de eminencias lite­rarias, de cuyo genio nadie podía dudar sin come­ter irreverencia•.

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En el año 1914 salía José de Jesús Esteves endefensa del modernismo. Dict6 una conferenciaen la Biblioteca Insular, titulada El modernismoen la poesfa. Definía Esteves su posici6n dentrodel movimiento modernista y asumía una actitudde equilibrio. Consideraba que el modernismo eratanto una cuesti6n de la forma poética. del signi­ficante. como del contenido o significación. Defen·día el arte por el arte, pero rechazaba los extran­jerismos y pedía a los poetas cantar el ambientt'puertorriqueño. Combatía a los clásicos puertorri·Queños. excepci6n hecha de Gautier Benítez. Con­denaba la pronaeanda y al poeta prooagandista.Pedía orilrlnalidad. En fin. era el modernismo naraEsteves. como una nueva estética cuyo fundamen·to era la espiritualidad.

Esteves ofrecía una nómina de los más activosmoderni~tas del momento: Ribera Chevremont, An­tonio Pérez Pierret, Jesús Maria Lago. AntonioNicolás Blanco. Luis Lloréns Torres. Rafael H. Mo­naeas, Manuel Osvaldo García, Rafael MartínezAlvarez v Arturo G6mez Costa. Si a éstos se añadeVirlrllio Dávila, con su modernismo moderado. fi·fZUra apartada de cenáculos y grupos. y otras dosfiguras que vinieron después -José P. H. Hernán­dez y Luis Palés Matos-, tendremos una buenarepresentaci6n del movimiento modernista puerto­rriqueño.

La prosa modernista fue cultivada en menor es­cala que el verso. La cr6nica, el ensayo. la estampalírica, el poema en prosa y la narraci6n. sirvieronde vehículo a los prosistas del modernismo. algu­nos de los cuales figuraban entre los poetas. Enmi libro reciente -El Modernismo en Puerto Ri­ca- he hecho figurar algunos de esos escritores:Nemesio R. Canales. Lloréns Torres. Miguel GuerraMondrag6n. Miguel Meléndez Muñoz, Rafael FerrerOtero. Jorge Adsuar Boneta, Samalea Iglesias. Ra­fael Martínez Alvarez, Luis Villaronga, EvaristoRibera Chevremont, Luis Palés Matos y AntonioOJiver Frau, estos dos últimos de un modernismotardío.

Ninguno de nuestros escritores modernistas des­coll6 en la prosa con los relieves de un Rubén Da·río, un José E. Rodó o un Valle-Inc1án de los pri.meros tiempos; pero es innegable que en algúnque otro caso floreci6 la prosa artística de maneraexcepcional. No se puede decir tampoco que lastendencias esteticistas alejaron a nuestros escrito­res de las realidades puertorriqueñas. Como la his­panoamericana, fue nuestra prosa modernista con·cisa, lírica, de adjetivación novedosa, de frase lige­ra, imaginista, pero reflexiva al mismo tiempo. Sutono y su ritmo distintos, superaban la lenta ypesada prosa anterior.

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REFLEXIdN' FINAL

Cabe afirmar que el modernismo no llel!Ó tar­díamente a Puerto Rico. El problema consistió enque tuvo un lento desarrollo, con motivo de pode­rosos factores históricos y de otro tipo, que fueronresponsables de la indecisión política V la preca­riedad económica de los años finales del siglo XIX:

cambio de gobierno hacia el disfrute de la sobera·nía, 1897; invasión norteamericana de la Isla, conlos consiguientes regímenes militares y la deva­luación de la moneda (1898); el ciclón de San Cj·riaco, destructor de la agricultura, y por ende, laeconomía agrícola, 1899, y la creación de nuevospartidos políticos desde 1900 en adelante, que pu­sieron en pugna. frente a frente, a los integrantesde la familia puertorriqueña.

El modernismo se extendió hasta los años trein­ta, a pesar de que en contra de él reaccionaronmovimientos de vanguardia literaria, iniciados ha-

cia el 1921, pero que fueron de vida efímera, comoel diepalismo, el euforismo y el ?toísmo. Es a nues­tro iuicio el atatayismo, movimiento de vanguardiade más duración, iniciado en 1928, quien da el~olpe de muerte a la poesía modernista en PuertoRico y echa las bases de una nueva poesía puerto­rrioueña. como 10 demandaba Antonio S. Pedreiraen lnsutarismo.

Lo importante es concluir finalmente Que nues­tros poetas y escritores modernistas lograron,como han apuntado algunos críticos de este pe­ríodo de nuestra literatura, dar impulso y renova­ción a las letras patrias, despertar la concienciapuertorriqueña, defender la tradición y la lenguaen momentos cruciales de nuestra historia y co·brar un sentido de universalidad, todo ello en unarte que, a pesar de seguir al modernismo hispa­noamericano, ofreció matices originales, que deter·minan y afirman la personalidad puertorriqueña.

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SElÚA DIFíCIL CONTAR A FRAY MANUEL JIMÉNEZ

Pérez entre los mejores Obispos de PuertoRico, aunque indudablemente hay motivos paraconsiderarlo entre los más célebres. Tal celebridadtiene dos causas: el carácter bilioso de Su Ilus·trísima, y Fray Iñigo Abbad y Lasierra, confesory favorito del Obispo.

Fray Manuel probablemente procedía de buenafe, pero su celo inquisitorial lo llevaba a vecesdemasiado lejos. Es 10 que se podría decir de lainformación que promovió sobre el concubinato-verdadero o supuesto- de doña Clara de la Vega,hacendada de Bayamón y viuda del sargentoMayor Díez de Bonilla, con Francisco Dacosta Pra·ta, administrador de su propiedad. La misma faltade caridad cristiana se puede ver en otra informa·ción que promovió el Obispo contra don PedroVicente de la Torre, debido a los insultos queéste profirió contra su Ilustrísima. Todo había em·pezado con un pleito de divorcio entre don José dela Torre -hijo del anterior- y su esposa doñaJuana de Lara. Parec-e que Fray Manuel favorecíaa ésta, y -según la escasa evidencia a mano- pa­rece que obraba bien. Empero el pasado del sue­gro de doña Juana no tenía que ver con el caso,a pesar de que -según averiguó el Obispo- fueraun pasado «interesante.. Pues resultó, que donPedro Vicente no era sobrino del Marqués de laTorre, vecino de Cádiz, como 10 daba a entendera veces, sino hijo de una panadera holandesa,quien -por encima de todo- «babía venido pre·ñada del don Pedro a su casa., Que de la Torre

• Est~ trabajo s~ basa en los docwnentos contenidos en elLegajo 2359, Real Audiencia de Santo Domingo, del Archivo Ge­neral de Indias, copiados por don Generoso Morales Mutloz ypuestos a la disposlcl6n del presente autor por la doctora IsabelGutlém:z del Arroyo.

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Las usuras de Fray Iñigo *

Por ADAM SZÁSZDI

vino a Puerto Rico alrededor de 1723 en un barcode registro destinado a Miguel Enrique, mulatomercader y ex-zapatero. Perico de la Torre (queasí se lo llamaba) se quedó de dependiente en latienda de Enrique, entonces la única en San Juandonde vendían telas. Que Enrique le hubiera apa·leado con la misma vara de medir. Que, además,el dicho don Pedro, alias Perico, trató varias vecesde estafar la Real Hacienda.

Como las autoridades civiles favorecían a Dela Torre, hubo aquí un nuevo motivo de desave­nencias entre el Gobernador y el Obispo. Por cier·to, esos motivos, justos o no, sobraban. Por ejem.plo, ellO de enero de 1777, el Gobernador JoséDufresne escribía al Ministro de Indias, José deGálvez:

Esta Isla, con estar tan poco poblada en losparajes, que titulan pueblos, y po lo son por estardispersas las chozas o bajíos de paja en losmontes que a cada cual acomoda, tendrá másde treinta clérigos, curas y tenientes de cura, yalgunos otros sueltos sin destino ni asignación.y exceptuando uno u otro, todos por 10 generalno viven sino del trato furtivo y otras granjeríasy negociaciones. Y en el día se halla una causapendiente contra un cura, por tratante con ex­tranjeros, cuyas resultas hace meses tiene penodiente el juzgado eclesiástico, a quien para sucastigo se pasaron los autos; siendo escandaloso,que este mismo eclesiástico y muchos otros -por­que hay número excesivo de ellos, dispersos portoda la Isla- se mantenga con su curato, y losdemás por las costas en distintos partidos, sinaplicación ni utilidad del vecindario...

En la misma carta se queja el Gobernador deque los eclesiásticos no quieren «satisfacer de susganados que mantienen en las tierras cuya propie­dad es del Rey, con sólo el amparo de la posesiónusuaria que se les ha concedido, aquella parte de

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pesa que se necesita para la subsistencia de estaPlaza, como lo han acostumbrado y lo cumplen losdemás vecinos...» Tampoco querían colaborar conlos alcaldes de barrio, establecidos por el coronelDufresne para la mejor aclministración del campo.

La actividad económica de los sacerdotes noconstituye sorpresa alguna. Hay que tomar en cuen·ta, que en un medio carente de metálico -comola sociedad puertorriqueña del siglo XVIII- loseclesiásticos eran capitalistas natos, ya que dis­ponían de su congrua, de su herencia, de otros in·gresos clericales, y además estaban exentos de losgruesos desembolsos correspondientes a la vesti·menta de una familia numerosa, principalmenteruinosos si en ella predominaba el elemento fe­menino.

Por esto, en los archivos se encuentran con lamayor frecuencia documentos de índole económi­ca en que intervienen sacerdotes, parecidos al quesigue:

.Digo yo, Miguel Traviesso, vezino de PuertoRico, que rezivf prestados del Padre Fray lñigoAbbad Ja cantidad de quinientos y veinte y cincopesos, los que me prestó por hacerme merced.y me obligo con mi persona y bienes a pagárselossin pleyto ni contiendas, siempre que sea reque­rido con este mi papel de obligación. Y para queconste lo firmo en Puerto Rico, a treinta de Zep­tiembre de mil setecientos setenta y cinco años.Miguel Traviesso••

Lo que más sorprende en todos esos documen·tos en la ausencia total de intereses, ya que el di­nero se presta cristianamente con la única fina·lidad de "hacer merced". Evidentemente, tan no­table caridad ejercida tan universalmente no pue­de dejar de despertar las sospechas, aún de aqueollos que nunca oyeron hablar de la duda cartesiana.Y, precisamente el documento que acabamos decitar nos permite, por el pleito que luego susci·tó, iluminar aquello que los protocolos trataron deencubrir.

A base del proceso, aparece la historia más omenos de la siguiente manera. Allá, para fines deseptiembre de 1775, el comerciante Miguel Tra·vieso, natural de San Juan y de edad de treintay cinco años, se encontraba en una malísima situa­ción económica. Probablemente por la mañana delúltimo día de septiembre se hallaba en su tien­da, sentado en el mostrador, mientras el Presbl­tero don José del Rosario Jiménez conversaba conJosé Polanco «sobre reales». Esto habría sido elmotivo de que Travieso, luego de haberse despedi­do el Padre Jiménez, fue tras él y lo encontró enla calle. Según el Padre, "poco le faltó para hin­carse de rodillas, diciéndole, que se hallaba muyatrasado, y que le buscase unos reales, o que le

dijese quién los tenía". Jiménez le indicó enton­ces que los reales los tenía Fray lñigo.

Por la tarde se encontraron de nuevo Traviesoy el Padre Jiménez. El primero venía muy alegre,y de acuerdo con el Padre le hubiera dicho queconsiguió el dinero, «y que sólo le daba de grati­ficación una pieza de olan, y que había reconocidoque el P. Fray Iñigo era muy caritativo y piadoso•.Y Jiménez le respondió que «Dios no faltaba aningún pobre••

Bien hizo Travieso de darse prisa, ya que pocodespués llegó José Polanco con la esperanza deconseguir los 500 pesos de Fray Iñigo. Al parecerel Padre Jiménez, quien hacia de intermediario ytambién recomendó a Travieso al Padre Abbad,le contesto: «Ya Vmd. no los puede tomar, porqueTravieso los ha llevado a pagar un 5% mensual.•Lo que en términos actuales significa un interésanual de 60%. Además, el deudor firmó el vale por525 pesos en lugar de 500, porque si se le caía unmes de los intereses, el prestamista 10 haría eje·cutar inmediatamente y al mismo tiempo cobra·ba el rédito caído.

Lo del 5% mensual parece suficientemente pro­bado, ya que el mismo Padre Jiménez lo contó aun número de personas. Además hubo testigos quevieron a Fernando, criado del Obispo y quien vi­vía en casa de Abbad, venir a casa de Travieso abuscar los 25 pesos del interés mensual.

Por algún tiempo Travieso pagaba religiosa­mente los premios mensuale~. Pero Fray Iñigo tu-

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va que acompañar a Fray Manuel Jiménez Pérezen su visita pastoral de la Isla. Encargó al PadreJiménez de sus intereses económicos. en cambio depequeños favores que estaba en posición de dis­pensar. Valga de ejemplo la siguiente carta. sus­crita en San Germán el 5 de mayo de 1776:

cS. S. I. concede a Vmd. la licencia que solici­ta para predicar las Pláticas de que está encarga­do, en inteligencia de que deberá enseñar los qua­demos al señor Provisor antes de predicarlas.Aprecio la diligencia que hace por cobrar a Tra­vieso. pero temo mucho que 10 ha de engañar.pues a mi me ofreció en septiembre que me pa­garía la primera partida de los 237 pesos, y quede antes de salir haria todo empeño por darmepor 10 menos la mayor parte de 525, y con estaspromesas me llevó hasta el dia en que salimos,sin haberme dado más que 25, como se lo dixe aVmd.• y creo que tendremos pleito; vea de pedir­le con buenos términos la primera partida de los127 (sic) pesos. y que para mi arribo me tengaprevenidos los 500, y si no lo hace por bien. exe­cútelo ante el señor Auditor y aviseme de todo.»

Todo no está claro en esta carta; pero aparente­mente no se trata de los intereses. sino del prin.cipal, que -según se trasluce de la carta- debe­ría pagarse en dos partes iguales, para con los25 pesos ya pagados, completar la suma de 500pesos. Entretanto Travieso dejaba de pagar los in­tereses, hasta que por fin el Padre Jiménez pudosacarle 220 pesos, cometiendo la imprudencia dedarle un recibo por esta cantidad a Travi~so. Mástarde Jiménez y Abbad alegaron, que los 220 pesoscorrespondian a otro préstamo que Fray Iñigo lehubiera dado a Travieso con anterioridad a los500 pesos, y que a esto mismo haría alusión su car­ta de San Germán. Sin embargo. no pudieron, alparecer, presentar documento alguno en que Tra­vieso hubiera reconocido esa deuda supuesta.

De todos modos. al volver Abbad de la visitapastoral, procedió judicialmente contra su deudor.El 20 de noviembre de 1776 Travieso tuvo que en­tregarle 50 pesos por mano del Teníente de Gober­nador Monserrate. Pero, como Travieso no pagabael resto. el 13 de diciembre Fray Iñigo le exigióformalmente el pago de 475 pesos, más las costasde ejecución. Tres dias después compareció el deu­dor. En su alegación afirmaba que sólo recibió deAbbad SOO pesos. aunque el vale dijera 525; quetenía del Padre Jiménez un recibo por 220 pesos;que además de esto dio al mismo Padre 25 pesosal irse Abbad a la visita pastoral; 50 pesos entre­gó en dos partidas al mismo Abbad; dio 50 pesosen dos partidas al criado Fernando; y acababa depagar 50 pesos por mano del Auditor de GuerraMonserrate: en total 395 pesos.

El 18 de diciembre, acusando a Travieso de "pro­ceder inchristianamente", Abbad pedía al Tribunal

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que librara mandamiento contra la persona y bie­nes del deudor. Se le notificó a éste. que pagaradentro de tres días la deuda y las costas. Dos díasd~pues Travieso apeló, pidíendo que interrogaranal Monje sobre las circunstancias del préstamo. El23 de diciembre Abbad exigió de nuevo la prisiónde Travieso. El 9 de enero de 1777 contraataca Tra­vieso. pidiendo interrogatorios, y presenta ademásel recibo que el Padre Jiménez le había dado el12 de agosto del año anterior. por 220 pesos.

Se lucieron los interrogatorios. con la consi­guiente merma en la reputación del Confesor deSu Ilustrísima. Por Orden Reservada del 12 de ju­nía de 1777 se mandó que se remitiera a Ab­bad a España. Como el Obispo procrastinó. se re­pitió la orden el 31 de enero de 1778, exigiendoque se 10 enviara csin demora alguna»; lo que fuecomunicado al Gobernador Dufresne el 24 de fe­brero.

Por cierto, Fray lñigo Abbad y Lasierra no erael único religioso prestamista. Doña Juana de An­dino testificó. que Fray Manuel, lego de Su Seño­ría Ilustrisima. le había prestado 200 pesos. conun interés mensual de 6%. Tampoco fue Traviesoel único beneficiado de los préstamos de Abbad.Por lo menos. los testigos presentados por Travie­so atribuyen al monje la reputación pública deprestamista, y señalan concretamente los nombresde Ventura Marcos de Paz, don Francisco de As­sis y Agustín Sánchez. como personas quienes re·cibieron de él dinero a interés. Es' verdad que elprimero depuso. que aunque Abbad le hubiera pres­tado dinero en tres ocasiones, nunca le cobró in­terés alguno, excepto que la tercera vez "le hizouna contribución voluntaria"; y que oyó decir, queFray Iñigo ofreció dinero sin interés alguno a supaisano don Francisco de Assis. Del otro lado,José Palanca había oído a Ventura Marcos de Pazlamentarse de los crecidos réditos que le llevabaAbbad. Esto lo confirmó Manuel Pérez.

El caso mejor conocido, sin embargo, es el delzapatero madrileño analfabeto Agustín Sánchez.La historia remonta al año de 1772, cuando Sán­chez -en un botecito de la costa. con otros mari·neros- se trasladó a la isla danesa de San Tomás.y volvió con ropa para vestir y un negrito, que po­día tener entonces trece años. Un año después sepublicó un Real Indulto para los que hubit:ran in­troducido clandestinamente esclavos. pero el za­patero no se aprovechó de ello.

Algún tiempo después Sánchez se encontrabaen una situación económica muy difícil. Yendo acasa de Abbad para calzarlo, obtuvo de él 200 pesos.Según el maestro zapatero, el préstamo era por12% mensuales, es decir, un 144% anual. El yamencionado criado del Obispo, Fernando, hubie­ra ido todos los meses a cobrar los 24 peso~ corres·

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pondientes a los réditos. Según Abbad, el présta·mo era por 225 pesos, de los cuales Sánchez le otor·gó recibo (parece, que se trata de la misma técnicausada en el caso de Travieso, de exigir en el vale 25pesos más de la cantidad prestada). Dice el monje,que no le exigió "interés alguno, sino que le fijó unplazo de tres o cuatro meses; que al pasar ese pla­zo, se lo extendió por dos meses más, y aunqueSánchez le hubiera ofrecido media docena de pa·ñuelos, él no aceptó; que al expirar el nuevo plazo,convinieron en que el zapatero pagara doce pe·sos mensuales para pagar así el principal; mas queSánchez sólo llegó a pagar dos meses, y al resis­tirse a pagar más, Abbad se presentó judiCIalmenteante el Auditor de Guerra, quien "le mandó quedentro de un breve término pagase la expresadacantidad... : y efectivamente, por orden de dicho Se­ñor Auditor se me entregó un Negrito que se va·luó en 125 pesos". Abbad se consideraba sumamen­te generoso, tanto por haberle prestado dinero aSánchez, como por haberse contentado con un es­clavo que sólo valiera 125 pesos, cuando se le de­bían 200. Por lo menos, es lo que expresa en suinforme al Obispo del 22 de febrero de 1777.

A primera vista, se podría aceptar esta histo­ria, aún cuando hay motivos para mostrarse es·céptico frente a la generosidad del monje, encon­trado culpable de usura en el caso de Travieso. Pe­ro hay más. Un esclavo de unos dieciséis años va­lía, por lo menos, unos 250 pesos. Además, FrayIñigo mentía al afirmar que recibió al esclavo porsentencia judicial del Auditor de GUerra. A esterespecto no debe haber duda razonable, ya queexiste el testimonio negativo del alguacil que in­tervino en este asunto.

Según el alguacil Manuel Martínez, le llamó undía el Padre José Segovia, quien vivía con el Au·ditor de Guerra, en la misma casa, y le dijo que tra­jera a Agustín Sánchez en nombre del Auditor Mon­serrate; lo que hizo, efectivamente. Al llegar allí, se­gún lo cuenta Sánchez, apareció el Padre Segovia,y le dijo: "¡Conque Vm. debe al Padre Fray Iñigo114 pesos!" Pues según el zapatero ya le hubierapagado, en los diez meses anteriores, 100 pesos aAbbad. Le contestó a Segovia, diciendo que erahombre de bien, que pagará lo que debía como has­ta alli estuvo pagando, y que además le daba a Fraylñigo un 12% mensual. Segovia replicó: c¡Eso noes 10 que se le pregunta a Vm., sino si le debe alPadre Fray lñigo los ciento y catorce pesos!. Sán­chez contestó que sí, y que los debía del rédito.

En esto llegó Abbad, y refiriéndose al interés,Segovia le hubiera dicho: «¿Padre, cómo tiene Vm.alma para eso? A lo que Fray Iñigo hubiera con­testado, que se trataba de un rédito para el dote­cito de una monja. En esto salió de su despachoMonserrate, y al preguntar de qué se trataba, Se-

govia le informó que Sánchez le debía 114 pesosa Abbad. Entonces el Auditor de Guerra le ordenóal zapatero que pagare dentro de cinco días.

Sobre este último punto están conformes laspartes. Sin embargo, la evidencia contradice laalegación del monje, de haber obtenido al escla­vo mediante sentencia judicial. Según el alguacilMartínez, Abbad le encargó que requiriese a Sán­chez para el pago. Martinez así lo hacía, aparen­temente sin éxito. Pasando una vez por la casa delmonje, le preguntó si Sánchez le había pagado ya;a lo cual Fray lñigo contestó: "Ya estamos com­puestos" y le dio al alguacil una propina de dospesos fuertes.

En su primer testimonio, Miguel --el escla\tode quien se trata- declaró que Ignacio García,cuñado de Sánchez, le contó que por orden delAuditor de Guerra se lo traspasaba a Fray Iñigo.Garcia, sin embargo, declaró que nunca tuvo cono­cimiento de la supuesta sentencia; y en su segun­do testimonio, Miguel se retractó, diciendo que elmismo Abbad le había instruido en el sentido desu primera deposición.

En cuanto a Sánchez, su versión es la siguiente:Que tras su ida a la casa de Monserrate, trató devender el esclavo, pero no lo consiguió, pues sien­do de contrabando, no estaba marcado. Abbadle decía, que si no vendía al negro o el solar queposeía, lo haría meter en la cárcel. Según Abbad,en su informe al ObiSpo, el zapatero rápidamentehubiera puesto su solar a nombre ajeno, para sus­traerlo a una acción judicial. De cualquier manera,consta que al pasar un día por la zapatería Felipede la Espada, mulato libre de veintitrés años, lollamó Margarita Garda, mujer de Sánchez, "y lepidió por favor fuese a llevarle el negrito Miguel alPadre Fray Iñigo Abbad, y que le dijese de su par­te, le mandase seis pesos más de la cantidad que ledebía su marido, por ser una pobre". Es lo que de­claró el dicho Felipe de la Espada; y añadió, queAbbad recibió a Miguel y en cambio le dio seispesos y un recibo. El recibo era por 132 pesos ycuatro reales, según testimonio del zapatero.

Resumiendo, aparte de los intereses, que pro­bablemente cobró, Abbad recuperó lo que queda­ba del principal de su préstamo, y bastante más,ya que el esclavo tendría un valor mínimo de 250pesos, lo que representa una ganancia de más de90 pesos, es decir, de 45% del principal.1 Además,no poseía título legal del esclavo, ya que éste erade introducción ilícita, no existía documento no­tarial alguno en su favor, y la supuesta sentenciajudicial, a parte de adolecer del defecto de queno constaba en ningún documento-- ya que diz que

l. SAnchez alegaba haber pagado. entre intereses y principal,440 pesos, ClI decir, una ¡anancla neta de 120 % para Abbad.

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era oral- según toda la evidencia nunca fue otor·gada. Monserrate le dijo a Sánchez que pagaradentro de cinco días; pero esto en sI no transfe­ría al esclavo del zapatero a! monje. Por lo tanto,Fray Iñigo resulta a todas luces culpable de pro­ceder maliciosamente y sin honradez al afirmarlo contrario.

Aun así, Sánchez se quedaba privado de suesclavo y bien escarmentado para la próxima oca·sión en que necesitara dinero. Empero, parecía quele llegaba la oportunidad de recobrar algo de loperdido, al suscitarse el pleito entre Abbad yTravieso, pleito en que intervino el zapatero encalidad de testigo presentado por Travieso. Inspi­rado en el ejemplo de éste, de enfrentarse al mon­je, hizo redactar un memorial con el cabo JoaquínHurtado, el S de febrero de 1777, en el cual ex­ponía su caso al Obispo. Los familiares de éste nolo dejaron entrar, pero si entregaron su escrito aFray Manuel Jiménez Pére.z:, quien -en documentofechado en 6 de febrero- ordenó a su confesor,contestara las acusaciones del zapatero. Al no re­cibir contestación del Obispo, el 18 de febrero sedirigió Sánchez con su queja al Gobernador, quiénacudió dos días después a Fray Manuel en buscade información. La carta de Dufresne surtió efec·to, ya que el 22 de febrero Fray lñigo rindió suinforme al Obispo, en que negaba los hechos, nodel préstamo, sino de la usura, e insinuaba queSánchez era mero instrumento de la "apasionadamalicia" de un tercero. El Obispo no iba a dudarde la palabra de su confesor y hermano de reli­gión, y en tal sentido contestó a! Gobernador el24 de febrero, remitiéndole el informe de Abbady pidiendo que no se castigare a Sánchez, "pues noes él, sino algún malicioso papelista de los mu­chos que hay en Puerto Rico, el autor de estos me­moriales". En consecuencia, al día siguiente Dufres­ne emitió este decreto:

Respecto a que estoy cerciorado de la impos·tura calumniosa de este individuo, devuélvaselesu memorial, apercebido para que en lo sucesivose contenga, omitiéndose por ahora su condignocastigo por otras justas consideraciones.

A pesar de este rechazo categórico y violento,Sánchez no se dio por vencido, y el 1." de marzopidió que le entregaren copia de los documentos,para apelar a! Consejo de Indias. Su pedido fueconcedido por el Gobernador en decreto del 6 demarzo, añadiendo, sin embargo, que «no se admi­tirán jamás de esta especie ningunos /recursos/ eneste tribunal».

Evidentemente, el Coronel Dufresne no queríaromper la armonía entre «los dos cuchillos, pon·tificio y regio» por causa de Sánchez, aun cuandoel Presbítero Silvestre de Jesús Echevarría no hu·

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biera dicho exactamente la verdad al describir asu cliente Abbad como «Sacerdote de ejemplar viday noble nacimiento», y a su adversario como «za­patero vil en linaje y operaciones». Pero es sig­nificativo lo que el 9 de marzo escribía el Goberna­dor al Ministro de Indias, José de Gálvez:

Aunque estoy persuadido que en este correo sequejará Agustín Sánchez de injusticia en no ha·berle oído, y he penetrado su razón en este re­clamo, conociendo que cuanto expone en sus me­moriales es verídico y constante, pero me he vistoen la indispensable necesidad de suspender todala fuerza que debía tener la acogida del mismoreclamante a la Real protección en mi amparo,con la firme esperanza que la poderosa mano deV. S. l. se servirá poner a todo el remedio...

En cuanto a! monje, Dufresne se expresa de lasiguiente manera:

...sin duda puede y debe reputarse por un ci·zañero perturbador de la paz, y aun infidente ca·lumniante a su Prelado, a quien por medios losmás astutos de la inventiva, hace creer que aquíle capitulan y forman swnaria, valiéndose acasodicho Padre de algunos o algún paje de la propiafamilia..•

Agustín Sánchez sí elevó una petición a Gál­vez, 2 el 17 de marzo, mas naturalmente el Minis­tro de Indias tenía otras cosas que hacer. El asun­to hubiera quedado enterrado para siempre, sino hubieran ocurrido otros incidentes que movie­ron al Gobernador y a su Teniente a revivir el ca­so a fines del mismo año de 1777.

De un lado, al inclinarse el pleito con Travie­so en contra de Abbad, éste y el Obispo trataronde chantajear al Auditor de Guerra Monserratecon la amenaza de revelar el secreto de su matri·monio, incurrido sin licencia regia. Al fracasar es·ta maniobra, Fray Manuel Jiménez Pérez hizo pú­blico el matrimonio, el 13 de junio. Este hechopodría considerarse como una declaración oficialde guerra entre las dos autoridades. Del otro la·do, ya en carta reservada a Gálvez, del 12 de mayo,Dufresne pedía la expulsión de Abbad de PuertoRico; y en este sentido se emitía un Real Decretoel 13 de octubre.1

Sin embargo, Abbad estaba a punto de embar·carse en la balandra uSan José», como comisiona·do para llevar el cuerpo de San Celestino Mártira Barcelona (Venezuela). Ya que se les escapabala presa, el Gobernador y su Teniente probable-

2. A Sánchez le aslstla en estas papeleos el amante de sumujer. el subteniente Francisco Xavler De Resa. Favorablementeimpresionado, el Auditor de Guerra se wmunicaba con B a travésdel escribano de GobIerno, don Martln Campderros.

3. Ya en Cl!dula dada en AranJucz el 12 de Junll) de 1m sele ordenó al Obispo que enviara a su confesor a Espada, mll5 lavoluntad real no tuvo cumplimiento.

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mente movieron a Sánchez para que éste se de­nunciara, el 8 de noviembre, por haber introducidoclandestinamente al negro Miguel, añadiendo ade­más, que Fray Iñigo estaba a punto de llevárseloconsigo, sin licencia, y que 10 había carimbadoclandestinamente, con marca falsa.

Entre tanto Abbad -tras haber alquilado a Mi­guel al capitán José Rubalcoba, quien a su vez lomandaba a Miraflores para que le ganara el jor­nal- traspasó el esclavo a poder del obispo, des­pués del 29 de septiembre de 1777, probablementepara extraerlo a cualquier acción judicial en sucontra, aun cuando no hay constancia que eltraspaso hubiera sido oficial. Es del palacio epis­copal que se trajo a Miguel para que fuera reco­nocido por las autoridades.

Los Oficiales Reales pudieron constatar que elesclavo «estaba marcado en el hombro, o espaldilladerecha»; pero esta marca no correspondía ni a laque estaba en uso entonces. ni tampoco a las dosantiguas que se guardaban en la Real Contaduría.El mismo 10 de noviembre Miguel fue sometido ainterrogatorio, y declaró que 10 habían marcado encasa de Sánchez, pero que no sabía quién 10 hizo,ya que estaba dormido. Hay que suponer que dor­mía muy profundamente. Declaró además Miguelque desde que 10 marcaron, sólo pasó un día enSan Miguel. Sin embargo, dijo que Abbad, al ad·quirirlo, se 10 había llevado a la visita pastoral, du­rante la cual fue bautizado en Cabo Rojo. No se lesescapó a las autoridades que desde el comienzo dela visita pasaron dos días de San Miguel. El escla­vo se retractó entonces declarando que fue marca·do después de la visita, en una casa junto al Santí­simo Cristo de la Salud.

En su segundo testimonio, el 12 de noviembre,Miguel confesó que fue por instrucciones de Abbadque dijo que 10 marcaron en casa de Sánchez. Com­pletó su primera declaración sobre la forma en quelo carimbaron. Según este testimonio, una nocheAbbad lo envió a buscar algo junto a la capilla.Al acercarse a ella, un hombre vestido de camisa ycalzón largo 10 llamó y lo hizo entrar en una casa.Salió a encender un cabo de vela, y llevando luz,puso a calentar en ella un hierro. Desabrochó lacamisa de Miguel y la viró. Luego estuvo tanteandoel hombro en busca de la parte más blanda, queuntó con aceite tomado de un pozuelo. Le puso elhierro poco a poco, y después le dijo que fuera a sucasa, pues aquél era el mandado a que iba.

Cuando Miguel llegó a la casa, Abbad estaba pla­ticando con otros sacerdotes y no 10 vio. Miguel leenseñó la marca al negro cocinero de Abbad, di­ciéndole: «Mira, hombre, qué picardía han hecholos blancos conmigo.. Al otro día Fray Iñigo se leacercó, preguntándole: «¿Qué tienes ahí?- A lo cualcontestó el esclavo: .¿Pues su merced no me ha

mandado hacer esto? Abbad se rió, y no pasó más.Miguel no pudo identificar la casa en la cual 10

herraron, excepto que era terrera y a mano dere­cha, caminando hacia la capilla. El 6 de diciembreel escribano de Real Hacienda, Juan José Cestero,certificó que en la última cuadra de la calle delCristo, del lado indicado, había una sola casa te­rrera, que era la cuarta casa desde la esquina, ypertenecía a los presbíteros don Silvestre y don JoséEchevarría. Al primero de ellos se refiere Dufresnecomo paniaguado de Fray lñigo, y al salir éste dela Isla fue su apoderado.

A la luz de la evidencia presentada no quedaduda razonable de que fue Abbad quien hizo mar·car clandestinamente a Miguel, tanto más que Sán­chez presentó como testigos a varias personas aquienes había ofrecido en venta al esclavo a bajoprecio, y no quisieron comprarlo por no haber sidocarimbado.

El 12 de noviembre el Gobernador y los Oficia­les Reales declararon por decomiso al esclavo. Eldía siguiente se dictó auto para que el obispo en­tregare al negro y se detuviere al monje. Hubo unintercambio de autos entre las dos autoridades.Al final Miguel fue depositado en casa del escribanodon José de Reyna, Abbad quedó en libertad, y Sán·chez estuvo en la cárcel hasta el 26 de noviembre,en que salió bajo fianza y se le señaló su casacomo cárcel.

Miguel le dijo al escribano Reyna que no leimportaría volver a casa del obispo, pero no queríaestar de nuevo al servicio de Abbad. Fue vendidoen pública subasta, pero el monje volvió a adqui­rirlo de segunda mano. Se lo llevó consigo, al salirpor fin de Puerto Rico, en mayo de 1778, tras dosReales Ordenes, de 31 de enero y 24 de febrero,que nuevamente exigían su vuelta a España.

En España, donde no se conocían los detallesdel proceso, Abbad obtuvo una Cédula, de 19 deagosto de 1778, que ordenaba que se le devolvierael esclavo hasta que se feneciere la causa. La Cédu­la estipula además, que Miguel volviera al ser·vicio del obispo, «con tal de que aquél afiance conpersona lega, llana y abonada su valor y las re­sultas del juicio».

Es evidente la mala fe de Abbad, ya que el es·clavo estaba en su poder y, además, supuestamentelo había traspasado al obispo, en cuyo caso habíaque devolvérselo a éste. Aunque la Cédula asigna elesclavo al servicio del obispo, esto no podía cum­plirse, ya que Miguel estaba en España.

Al llegar esta Real Cédula a Puerto Rico, elPadre Silvestre de Jesús Echevarría, apoderado delmonje, presentó el correspondiente reclamo. El Go­bernador denegó su cumplimiento el 23 de octubre,alegando que la Cédula había sido obtenida su·brepticiamente, y que estaba remitiendo los docu-

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mentos del proceso a España. El 2 de diciembre elobispo reclamó ante el Rey contra la negativa delGobernador.

El 23 de julio de 1779, el fiscal del Consejo deIndias dictaminó -en ausencia de los autos delproceso que no habían llegado- que se debía de­volver a Fray Iñigo el importe que se pagó por elnegro en la subasta. Medida equívoca, ya que almismo tiempo debía otorgar fianza por el valor delesclavo. Y, como ya dijimos, Fray Iñigo y el obispohabían alegado, en noviembre de 1777, que Miguelpertenecía a Su Ilustrísima.

Fray Iñigo Abbad no carecía de conexiones en laCorte, entre ellos «un hermano acaudalado. de Fray

Manuel Jiménez Pérez, según aparece de una cartade Dufresne a Gálvez, del 19 de octubre de 1778.Según la doctora Isabel Gutiérrez del Arroyo, quiense basa en el testimonio de José J. Acosta, por RealCédula de 29 de junio de 1780, se declaró inocentea Fray Iñigo del delito de falsificación de la marca.También cuenta la doctora Gutiérrez del Arroyo- en su estudio preliminar de la Historia deAbbad - que Fray Iñigo, hermano del InquisidorGeneral Manuel Abbad, fue nombrado abad mitradode San Pedro de Besalú, y en 1790 consagradoobispo de Barbastro. Eran los «buenos tiempos.que pronto llevarían a España al lamentable episo­dio de Bayona.

«Lofza Aldea» (grabado),por Rafael López del Campo

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Porque tu amor es siempre amanecida...

Por OLGA RAM1REZ DE ARELLANO DE NOLLA

Certamen de poesíaSociedad de Autores Puertorriqueños, 1966

Primera mención honorífica

Esta isla de mi alma está mirandola Isla de mis mares y mis cielosseparada de un mundo de montañasy dejada a las olas ya los vientos.

Ala posada, pecho de turpialsubido a los ramales de mi versopara decirme en una voz de frondapurezas de jazmín y de silencio.Estrella temblorosa e inocentecon ojos luminosos y andariegoscaída en el regazo de las aguas.Diamela adormecida, alzado pétalocon un temblor de aroma rebosantederramado en el pálpito del viento.Catedral de azucenas levantadacontra mi corazón, naciendo rezos.Catedral de la mar, amuralladaen danzantes vitrales de luceros.

Donde tu ser me toca, en la entrañablesonoridad y amor de mi sustancia,por esta orilla mía donde rompencantigas misteriosas y profundas,te descuelgas hermosa y coruscantehasta la piel de espejo de unas aguas.Paraíso irisado como un sueñoque soñaron cristianos y argonautas.Paraíso en mi sangre, donde asciendenarcángeles y voces perfumadas.

Paraíso en mi esencia que transmutatu belleza en canción enamorada.

En ese mar de voces susurrantes,me naces otra vez alta y lozanacon tus brazos de frondas armoniosasy tu cuerpo de arcillas delicadas.Naces hermana y madre en cuyo pechoapoyo mis ocasos y mi~ albas.Bebo la dulce leche luminosaque emerge de tus Uricas entrañasy llora sobre ti mi pobre glebauna lágrima estática de ansias.

Eres como la alondra de mis venasen sencillez de pulso, claro ritmosurgiendo por sí solo, cual el aireque va besando pomas y enramadas.Radiosa, con la lumbre voladoraque destilan estrellas y tonadas,te veo por mi espejo, cariciosaabriendo amaneceres y esperanzas.

Esta isla de mi alma, cantarina,entre mundos extraños y lejanos,te siente más hermana que los ríosque entraron por los valles a surcamos.Te siente más hermana que la brisacuando corre descalza por los llanos

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y besa nuestros senos rumorososy se acuesta en el pecho de algún árbol.Te siente más hermana que los nidos-donde nacen cantores nuestros pájarosy llaman nuestros nombres por la luzpara que Dios nos mire al despertamos.

Dos ínsulas, hermanas y graciosascon pájaros, montañas y anchos prados...El agua de tu arena corre alegrea abrazar la humildad de mis peñascos.El agua de tu mar me baña enteray somos dos gaviotas en un lago,y somos como rosas que perdieronlas raíces, las hojas y los tallos.

y somos ambas nuevas, cual la aurora;de Dios, hechas de arcilla y oceano.

La ínsula dorada de tu almame habita entre espejismos ancestrales,y voy siendo el sueño de ti mismaen infinitos e íntimos lugares.Pétalos frescos suben a mis ojospensándote rosal y transparencia;pensándote pureza en que se bañala paloma reidora de mi sangre.Sabiéndote montaña y universoflorecido en la hondura de mis valles...Porque tu amor es siempre amanecidacanción eterna y cristalinos aires.

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Luis Palés Matos y su «Danza negra»

Por ANTONIO OLIVER BBJ.M.(s

LA eDANZA NEGRA» DBL PUERTORRIQUEÑO LUIS PAL~S

Matos, desde que se editó por vez primera en1937 el Tuntún de pasa y grifería ha sido la compo­sión más popular y celebrada de este poeta quefue enterrado envuelto con la bandera independen­tista de su país. La popularidad de la Danza negra,sobre todo en América, puede parangonarse con laque el Romance de Antoñito el Camborio del granFederico García Lorca tiene en España. Palés Matosla publica por primera vez en La Democracia deSan Juan, el 9 de octubre de 1926. Y cuando surgeel diepalismo, movimiento de vanguardia creadopor J. I. de Diego Padró y Luis Palés Matos y cuyotítulo se forma con las primeras silabas de los dosapellidos -Diego y Palés-, es el último el que sue­ña con una poesía antillana y representativa entrela que incluye la poesía negra.

La poesía negra del blanco Palés, según el mis­mo declara al principio de su célebre libro, es pa·ra él

algo entrevisto o presentido,poco realmente vivido'Y mucho de embuste 'Y cuento.

Lo cual es una receta algo parecida a la que usabadon Ricardo Palma para hacer las tradiciones pe­ruanas y que conviene ahora recordar:

"La tradición es romance y no es romance; eshistoria y no es historia. La forma ha de ser li­gera y regocijada; la narración, rápida y humo­rística. Me vino en mientes platear píldoras ydárselas a tragar al pueblo, sin andarme con es­crúpulos de monja boba. Algo y aún algas, dementira y tal cual dosis de verdad, por infinite­simal que sea; mucho de esmero y pulimientoen el lenguaje; y cata la receta para escribirtradiciones."

El mucho de embuste y cuento de Palés es comoel algo y aun algos de mentira en el peruano. Pero,con embuste o mentira, tanto uno como otro su­pieron crear genuinos géneros literarios hispano­americanos. Precisamente la gracia de ambos radicaen lo que aportan con su invención, de personal ydiferente a la narración en prosa o a la poesíanegra.

Palés no ha estudiado las lenguas africanas,como lo hizo el esclavo de los esclavos, San PedroClavero Si a veces puede tener dialectalismos ne­gros, la mayoría de ellos los inventa, y crea innu.merables jitanjáforas que casi siempre ofrecen unevidente valor onomatopéyico, de acuerdo con ladoctrina diepalista. Este tipo de poesía entre exó­tica y de color local es la que le ha dado la famay popularidad a Luis Palés Matos, como el Roman·cero gitano fue el que dio el éxito a Federico GarcíaLarca. El profesor Miguel Enguídanos, sin embar­go, en La Poesía de Luis Palés Matos, afirma que elverdadero poeta no es el de los temas negros, sinoel de los temas universales. Algo semejante respectoa Federico García Lorca declaré yo, en la Revistade Avance de La Habana, creo que en 1928, cuandoexalté por encima de los romances gitanos al cantorde la Oda al Santísimo Sacramento del Altar y deotras composiciones lorquianas de este corte. Sinembargo, tanto Enguídanos como yo debemos re­conocer con lealtad que lo negro y lo gitano, si nolo universal, es al menos lo diferente en ambospoetas.

Angel Valbuena Prat, en su prólogo al Tuntún de.pasa y grifería, escrito en Barcelona el día de laCruz de Mayo de 1933, señala cómo Palés conociódespués de escribir su Danz.a negra, los motivos ne-

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gros en lengua inglesa: poemas de Lindsay o Langs­ton Hughes, prosa de Seabrook, populares Work­songs y negro spirituals. Al mismo tiempo, advierteValbuena como antecedentes los motivos actualeso actualizabIes de nuestro gran teatro del siglo XVII,

o sea, los temas de danza negra en las comedias deLope, como Ja que copia de El capellán de la Virgeny el que alude de La limpieza no manchada. Asi­mismo, aporta Valbuena Pral un ejemplo de danzanegra de la Comedia de los engaños de Lope deRueda. Indica además el sabio catedrático, comoposibles antecedentes, el Entremés de los negros deSanto Tomé, anónimo de 1609, y el Entremés de losnegros, de Simón Aguado, 1602, si bien no aducetextos. Cita también a Góngora, aunque no aportaningún ejemplo, como sí hace con Lepe y Lope deRueda.

Por su parte, Luis Hemández Aquino, en Nues­tra aventura literaria, asegura que J. 1. de DiegoPadró en sus Fugas diepálicas se anticipa a la poe­sía negra de Palés Matos; en la fuga undécima, diceHernández Aquino, es «donde por vez primera sepresenta en nuestra poética el tema de la poesíanegroide desde el punto de vista del ritmo y la ano­matopeya», tema y módulo en que culminará feliz.mente la poesía negroide de Luis Palés Matos:

Timbal y platillos: Tún·tún·tún-eutún-euntún .Cutúncuntún... claz-elaz... cutúncuntún... tún .Es la Hotentocia. Tribus de ébano:mandingues. asanteos, y yelofes...Tierras dsperas y candentes... ceremonias diabólicas...Pintorescos tatuajes••• taparrabos...Danzas en el corazón de las selvas oscuras...Dioses de paja... Nodrizas de basalto.••Hombres de hollin, como gorilas corpulentososcureciendo el sol flecha tras flecha;Cuntúncuntún... claz-claz... cutúncuntún... claz-elazCUnlÚnCUnlÚn... cuntúncutún... tún... tún...

Efectivamente, como asegura Hemánde:z Aqui­no, aquí está anticipado el tema negroide; pero-agregamos nosotros- no el ritmo. Sucede lo quea los Sonetos fechas al itdlico modo, por el mar­qués de Santillana: que tenían la estructura delsoneto pero no la música. Por eso eran disonantes.

Para quien no conozca los ejemplos aducidospor Valbuena Prat en su magnífico prólogo, loscopiamos a continuación a fin de que, asimismo, sevea que nada tienen que ver con la Danza negrapalesiana, a no ser la coincidencia de género poé­tico, en el que caben amplias zonas ni siquiera co­lindantes:

El hocico de vosa mesé,¡I¡e, I¡e, he!,me tiene periro, de amare venciro,'¡ay, ay, he; ay, ay, hel

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¡que me moriré, que me moriré!El hocico neglo,¡he, he, he!y lo diente dentro, ¡ay, ay, he!blanco sobre prieto; ¡ay, ay, he!neglo tiene muerto; ¡he, he, he!Si non da remedio, ¡triste yo! ¿qué l¡aré?El hocico de vosa mesé, ¡he. he, he!me tiene periro, de amare venciro;¡ay, ay, I¡e, que me moriré!; ¡ay, ay, helHocico mi dama, ¡he, he, he!ánima me saca, ¡ay, ay, he!sino sama ingrata, ¡he, he, l¡e!con eya me casa,' ¡ay, ay. ¡¡e! ....No queremo branca. aunque quere a me.El hocico de vosa mesé, ¡he, he, he!me tiene periro, de amare venciro¡ay, ay, he, que me moriré, que me morirél

De El Capellán de la Virgen, de Lope de Vega.

Observemos que se trata de un tema amoroso,subrayado con gran acopio de interjecciones.

El otro ejemplo de Lope, aducido por Valbue·na, es:

De culebra que pensamomordé a Maria lo pi,turo riamo. turo riamo,¡he. I¡e. he!y a bailar venimode Tumbucutúy Santo Tomé.¡He, he, he!Jesucristo no consienteen su templo andar luría,que vende mercadería.que le azota bravamente,¿cómo sufrirá serpentemordé a Maria el pé?¡Turo. riamo, he, he, helQue a bailar venimode Tumbucutúy Santo Tomé.¡He, he, he!

De La limpieza no manchada, del mismo autor.

Este ejemplo está más próximo de haber inspi­rado a Palés. aunque lo dudo, un solo verso de sucélebre composición:

Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.

Por lo demás la motivación religiosa católicanada ofrece de común con la Danza negra palesiana.

El antecedente de la Comedia de los engaños, deLepe de Rueda, que finalmente propone ValbuenaPrat, parece más bien una canción de amigo ennegro y, por tanto, es el ejemplo más distante:

GUa Gonzaléde la vila yama;no sé yo, madres,

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si me l'abriré.GUa Gonzaléyama la torre.-Abrimela vos,fija Yeonoré,porque lo cabayomojaba falcane.No sé yo, madres,si me l'abriré.

Copiemos ahora, para que el lector tenga testi.monio de nuestra tesis, la Danza negra de Luis Pa.lés Matos:

Calabó y bambú.Bambú y calabÓ.El Gran Cocoroco dice: tUoCU·tú.La Gran Cocaroca dice: to-co-tó.

Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.Es la. danza negra de Fernando Poo.El cerdo en el fango gruñe: pru-pru-prú.El sapo en la charca sueña: cro-cro-cró.Calabó y bambú.Bambú y calabó.

Rompen los junjunes en furiosa ú.Los gangas trepidan con profunda ó.Es la raza negra que ondulando vaen el ritmo gordo del mariyandd.Llegan los batucas a la fiesta ya.Danza que te danza la negra se da.Calabó y bambú.Bambú y calabó.El Gran Cocoroco dice: tUoCU-tú.La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.

Pasan tierras rojas, islas de betún;Haiti, Martinica, Congo, Camerún;las papiamemosas antillas del rony las patualesas islas del volcdn,que en el gran sondel canto se dan.

Calabó y bambrt.Bambú y calabó.Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.Es la danza negra de Fernando Poo.El alma africana que vibrando estden el ritmo gordo del mariyandd.

Calabó y bambú.Bambú y calabó.El Gran Cocoroco dice: tUoCU.tú.La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.

Magnífica • danzalt la de Palés. Danza el verso,danzan las metáforas, danzan las onomatopeyas.Danza, sobre todo el estribillo:

Calabó y bambúBambú y calabó,

con esa inversión de palabras que se parece al re­truécano, pero que no es retruécano. Los únicos queno danzan, majestuosos, son los jefes tribales, elGran Cocoroco y la Gran Cocoroca. Es curioso ob·servar que las consonancias se reducen a u-u, 0-0 ya-a o an, es decir a tres vocales, dos abiertas y unacerrada. Esta limitación de sonidos favorece el sonnegroide de la composición. Además, desde el puntode vista métrico, toda la danza está compuesta congrupos prosódlcos hexasilablcos que pueden escan­diese en el estribillo citado y que se doblan en losversos más largos, que son dodecasílabos:

Las papiamentosas/islas de betún.Es la danza negra/de Fernando Poo.El Gran Cacaroco/dice: 1. U-cU-IÚ, etc.

Efectivamente, en la Danza negra de Palés haymucho de popular, de imaginativo y de antillano,pero no faltan los elementos cuitas bien notoriosen la versificación por grupos prosódicos, heredadadel Modernismo, y especialmente de Santos Choca·no y, más estrictamente todavía, el cultismo popu­larista está visible en el estribillo. Al nombrar aGóngora como antecedente de la poesía negra dePales, le faltó al maestro Valbuena Prat aducir losejemplos oportunos. Nosotros los vamos apresen·tar ahora en relación con la Danza negra. Toda SorJuana Inés de la Cruz está llena de reminiscenciasgongorinas en sus villancicos y coplas que, muchasveces, pone en labios de los negros.

Los creadores del diepalismo no estaban horrasde lecturas, sino todo lo contrario. Tanto De DiegoPadró como Palés observaban la vida en tomo, pe­ro, al mísmo tiempo, leían y leían. Entre esas lectu­ras no le faltó a Palés la de los romances gongori­nos. El Barroco es una literatura de contrastes. ConQuevedo se abre en desmesuradas carcajadas; conGóngora, en suaves y dulces sonrisas. Recordemos,para probarlo, la letrilla de don Luis Al Nacimientode Cristo Nuestro Señor, escrita en 1615 (pág. 386del volumen de .Obras Completas. de don Luis deGÓngora. Edición de Juan e Isabel Millé Giménez,Madrid, S. A.), en la que dialogan sobre el Misteriode la Natividad la negra Magdalena y su primo,también prieto:

¡Oh, qué vimo, Mangalenal¡01l, qué vimol¿Dónde. primo?No partalo de Belena.¿E que fu?

Entre la henamucho sol con mucha raya.

¡caya, cayaJPor en Diosa que no miento.Vamo ayd.

Toca instrumento.Elamú, calambú, cambú,

elamÚ.

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Tu prima será al momentoescravita da nacimento.¿E que serd, prima, tú?

Será bu,Se chora a menln 1esú.Elamú, calambú, cambú,

elamú.

En esta deliciosa letrilla del gran poeta cordo­bés, se imita el lenguaje de los negros transfor­mando los nombres propios: Mangalena por Mag­dalena, Belena por Belén, Diosa por Dios, y loscomunes, portalo por portal, hena por heno. Losnegros de esta letrilla eran, sin duda, portugueses,pues los gallego-portuguesismos de su lenguaje es­tán bien patentes en el verso

se chora o men!n 1esú,

portuguesismos aprendidos, sin duda, en Galicia,durante la estancia del poeta en dicha región.

Luis PaIés Matos, repito, leyó, sin duda a GÓn.gora. Todavía más, leyó esta letrilla al Nacimientode Nuestro Señor, bien en el volumen citado, queaunque no tiene fecha de edición, debió aparecerpor las lindes de 1927, fecha del centenario de lamuerte de don Luis, y que tan buenos estudios pro­movió en España y América, sobre todo en DámasoAlonso y Alfonso Reyes. Sí; el

Elamú, calambú, cambú,elamú,

es el antecedente directo del

Calabó y bambú,bambú y calabó,

eje maravilloso del giro de toda la Danza negra dePalés Matos.

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EUGENIO MARtA DE HOSTOS PERSONIFICA LA PROYEC­

ción de Puerto Rico en el Continente ameri­cano. El ilustre hijo de Mayagüez pertenece a lapléyade de hombres que plasmaron, con su viday acción, la idea de un continente destinado a im­poner nuevas nociones de justicia y de moral enel mundo. Ese grupo de hombres, en el que sedestacó Rostos, supo crear, a mi modo de ver, unsistema de pensamiento americano, precursor delSistema Interamericano actual, que es el marcodentro del cual se desenvuelve la solidaridad y elorden jurídico, como supremos objetivos de nues­tra convivencia. Hostos es del linaje de AndrésBello, Domingo Faustino Sarmiento, Alberdi, JoséMartí, José Cecilio del Valle, Montalvo o José En­rique Rodó, que mantuvieron un permanente con­tacto con todos los movimientos intelectuales deAmérica Latina en el anhelo de fortalecer la con­ciencia común de nuestros pueblos; pueblos quecon auténtica visión, estaban prontos a asumir suresponsabilidad, como herederos de las culturasque les habían precedido. Para exaltar a la Améri­ca, Hostos no tomó nunca en cuenta las fronte­ras o divisiones políticas que fragmentaron lo quedebió ser desde un principio una sola y grandenacionalidad. Desde el comienzo de su vida públi­ca -época juvenil en la que "los imposibles se

• Palabr.ls del doctor Jos6 A. Mora, secretario general de la Oroganizaclón de los Estados Americanos. en ocasión de recibir el • Euge.nlo Marúl de Hostos one Amerlca award. olorgado por la socledadde amigos de Puerto Rico, en Nueva York.

Eugenio María de Hostos *

Por Josli A. MORA

ven posibles en la imaginación y en el ensueño",según él mismo dijera, más tarde-, llevó a todaspartes su esfuerzo de educador o de americanista.Entre todos los pueblos hermanos distribuyÓ sutalento inagotable; no puede sorprendemos, porello, que Hostos haya tenido tan vasto radio deacción para dotar unas veces al Derecho de basessociológicas u, otras, para crear una Moral So­cial, o para predicar nuevas doctrinas constitucio­nales. Al mismo tiempo, pudo dedicarse al Magis­terio y establecer escuelas normales o dirigir casasde enseñanza en cualquiera de los países a quefue llamado o al que llegó, en su intenso peregri·naje de luchador político. El quiso un continenteque escalase posiciones en todos los frentes delprogreso humano. Al mismo tiempo que proclama­ba modernas ideas filosóficas se entusiasmaba conla iniciativa del ferrocarril transandino que uniríaa la Argentina con Chile. Fue el primero en pro­mover aquel proyecto. No era, pues, hombre delaboratorio, de elaboraciones abstractas o de to­rres de marfil. En uno de los Episodios Naciona­les de Pérez Galdós aparece la estampa de Euge­nio María de Hostos, polemista en los corrillos delAteneo de Madrid. "Allí analizaba la bárbara tri­fulca, un antillano llamado Hostos, de ideas muyradicales, talentudo y brioso". Así vio Pérez Gal­dós al joven puertorriqueño. Hostos recorrió laAmérica Latina de norte a sur, en campañas his­tóricas, como se ha dicho, para llevar la imagende un Puerto Rico, todavía ensimismado en el ca·

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pullo colonial: pero dispuesto ya a ofrecer susvirtudes profundas para servir al Continente ypara avudar a comnrender y a resolver problemascomunes de América.

La po~ición de 'Puerto Rico. desde aquellas pri­meras horas inciertas. me neva a pensar en lascausas históricas y geOlrráficas Que han influidopara crear en Puerto Rico el alma y la actitudtan características de su pueblo. Siempre he nota·do en esa Isla privilelrlada un esofritu de hosolta­lidad V un impulso hacia la amistad Que son in­confundibles con los de cualquier otra tierra. Diríaque la amistad de Puerto Rico tiene luminosidady perfume propios. El alma está identificada conla vegetación y con el cielo de la Isla.

Nn deja de sorprender que en medio de lasaJn1as de Las Antillas. área llamada a tantas luchasde conquistadores y de potencias rivales: escenariode inmensas ambiciones de dominio; teatro abier­to a la aventura de audaces navegantes; mar decorsarios. transitado por los más famosos almiran­tes de la historia: en medio del cruce de razas yde culturas. haya podido mantenerse, con toda supersonalidad, una hidalguía puertorriqueña anima·da siempre por una caridad tal como la que pre­dicaba San Pablo a los Corintios, cuando la en·salzaba por encima de cualquier otro don. y aunla estimaba en más alta excelencia que a las otrasvirtudes teologales. Esto explica que a PuertoRico hayan acudido, en busca de ambiente aco­gedor y democrático, poetas. músicos, escritores yartistas. Llegaron así, Juan Ramón Jiménez. PedroSalinas (que quiso ser enterrado en San Juan), Fe­derico Onís. el pintor Cristóbal Ruiz y Pablo Ca­sals, que es hoy gloria de Puerto Rico. Junto aellos. han recibido hospitalidad muchos refugiadospolíticos y hombres en el exilio.

Frente a la variedad de los pueblos de Américay ante las vicisitudes que han atravesado tan di­versos grupos étnicos y sociedadc:s políticas, el mi·lagro de Puerto Rico surje corno un producto decircunstancias propicias al buen suceso. Es PuertoRico una aventura de América llevada a feliz des­enlace. Desempeña una misión que ningún otropueblo en el Hemisferio Occidental puede realI·zar en parecidas condiciones. El Estado Libre Aso­ciado de Puerto Rico llamado a una confrontacióny a un diálogo continuos entre las corrientes cul­turales latina y norteamericana, entre el poderíotecnológico y las ideas humanísticas, ha logradoresponder satisfactoriamente para la integraciónde fuerzas encontradas, dentro de un ámbito ade­cuado al equilibrio que es necesario alcanzar. Eldesarrollo y el progreso ascendente que contem­plarnos en Puerto Rico puede servir a todos loshombres del Continente, porque ha permitido a

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sus dirigentes, a sus Uttiversidades y a sus centrosde estudios. promover planes de cooperación don­de se traspasan las experiencias de la Isla y 105

conocimientos que se derivan de su progreso. Enese sentido. Puerto Rico ha ofrecido constantemen­te su contribución a muchos programas de la Or­ganización de los Estados Americanos.

Vivimos momentos de interés dedsivo para elfuturo de los pueblos del Caribe. En esta zona laemancipación del dominio europeo comenzó casicon el shdo xx. fuera de los casos de Haid V laRepúh1ica Dominicana, qut' va tenían muchos añosde independencia.

Recibimos hoy a los nuevos Estados que hanvenido a incorporarse con la plenitud de su capa­cidad a nuestra comunidad continental. La Orga.nización de los Estados Am("ricanos, expresión deun sistema construido para regir la convivenciarelrlonal. se acaba de enriquecer con el ingresode Trinidad V Tobago V de Barbados. Sin duda. aellos sesroirán otros países Que ya están en condi­ciones de entrar en nuestra Organización. El grupo-de los Estados del Caribe tendrá así. cada día. máspoderosa influencia en nuestras decisiones. Supresencia está acelerando la cooperación crecientedel Canadá a nuestras actividades. Al haber ahier·to nuevos horizontes para la Organización de losEstados Americanos los pueblos del Caribe con·tribuven a llevar adelante la idea de una solidari­dad americana totalmente integrada desde Alaskahasta la Patagonia.

Dentro de este esquema continental. PuertoRico seguirá siendo un elemento esencial para al­canzar nuestros obietivos y para nuestro inter­cambio espiritual. Frente al avance de las ideasintegracionistas, especialmente en Jo económico.Puerto Rico desempeña un papel positivo y habráde gravitar con su inmensa capacidad de metr6­poU en el ámbito de Las AntitIas.

Deseamos que, cuanto antes. lle¡:ruen a términolos acuerdos que se buscan para una fórmula deentendimiento económico entre la República Do­minicana y Puerto Rico. El acercamiento de lasbanderas de Santo Domingo y de Puerto Rico al·canza también a Haití. La Isla Española se veríabeneficiada si Puerto Rico pudiera hacer llegar aella sus energías económicas y culturales, paracooperar en el desarrollo urgente que reclamanlos pueblos de la República Dominicana y de Haití.A su vez, la economía de Puerto Rico puede serun factor preponderante para contribuir al desarro­llo del resto de islas del Caribe.

Cabe afirmar, pues, que en las próximas déca·das, Puerto Rico asumirá mayores responsabilida·des en la obra interamericana, colaborando, cadadía más, al progreso educacional, cultural yeco­nómico de todas las regiones que integran nuestra

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América. Tal es el destino -a mi modo de ver­de Puerto Rico. Un destino de entendimiento y deamistad. Así cumplirá con la misión a que ha sidollamado, en forma, casi diría, única, por las cir­cunstancias en que le ha tocado vivir.

Ha llegado el momento de renovar el interéspor las ideas de Hostos, expuestas en sus campa­ñas en favor de una Federación antillana, comofórmula de promoción del desarrollo y del forta·lecimiento de una comunidad de gran potencialhumano y político. En 1939, cuando comenzó elCentenario del nacimiento de Hostos, Puerto Rico

donó a la Unión Panamericana el busto de su hijoinsigne. En nuestra sede se custodia la figura ro­mántica y recia del "arrogante hombre del Tró­pico", como 10 describió el secretario de Estado,Mr. Day, cuando Hostos llegó a Washington parareclamar el derecho a la libre expresión de lavoluntad de Puerto Rico.

En cada una de las nuevas etapas de nuestroporvenir, todas las naciones de América se unirána Puerto Rico para recordar a Hostos como a unode los hijos de la Isla que más luchó por el en­grandecimiento del Nuevo Mundo.

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La sátira y el humorismo en elensayo puertorriqueño

Por MARIANA ROBLES DH CARDONA

A MODO DB DESUNDE. 1

SH HA DICHO QUE LA RISA ES TRIBUNAL SOCIAL QUE

juzga y condena con inusitada efectividad. Ensu conocida obra The Origins 01 Witt and Humor.Albert Rapp sostiene que la risa es un eco de losdías de la jungla, de aquellos días en que el hom­bre primitivo -todavía incapaz de los nexos ama­bles de la convivencia- creía ver en cada uno desus semejantes un enemigo potencial. Súbita y es­pontánea mueca expresiva, la risa fue. en su raízprimaria, anuncio explosivo de superioridad, afir­mación de victoria inmisericorde del que descubrede improviso la debilidad o el error en su adversa­rio. Es, pues, por su génesis, expresión rotunda deautoafirmación que va siempre asociada a aquellasensación de seguridad que se adueña del que desúbito se sorprende a salvo de un inminente peli­gro. Por eso para Hayworth. la risa, símbolo sal­vaje de triunfo. fue signo vocal que precedió allenguaje. Dice al efecto: cLaughter was originalIya vocal signa! that meant tbat one migth relax withsafety.:D

Es altamente significativo que fuera de lo quees propiamente humano, no nos topemos con elridículo o la comicidad. Sólo el hombre suscita larisa en el otro hombre. Para Bergson, el paisajenunca podrá ser ridículo ni cómico. Sólo nos reí­mos de un animal cuando sorprendemos en él una

1. Esle inlenlo de ~lInde es pllrle de la introducción de unaobra anlO16¡ico-crílica en prepDr Ión sobre In sátlra y el humorismoen nuestra literatura desde sus comienzos hnsta el momento actual.

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actitud humana; del mismo modo, nos causa risaun objeto, únicamente cuando el capricho humanole da una forma ridícula o cómica. De aquí, queBergson propusiera definir al hombre «como elanimal que hace reír». Coincidiendo con el filósofofrancés. dice Benjamín Jarnés: «El humorista esel creador verdadero -el más personal- porqueél solo puede manejar totalmente, jugar con ella,esa magnífica lira ---casi siempre destemplada­que vibra sobre la tierra: el hombre.»

Vástago del apareamiento de la hostilidad y laagresión, la risa fisiológica primitiva. exhibe aúnsus garras y dientes a pesar de que se ha ido esti·lizando a través de los siglos. No obstante, consti­tuye aún una temible sanción social, punición mu­chas veces frustradora y destructiva por su poten­cial crueldad síquica. No en vano, Shelley, idealistaindomable, sostuvo siempre: el aro convinced thatthere can be no entire regeneration of mankinduotil laughter is put down.» Desde luego, que elpoeta inglés no se refiere a la risa jovial que esexpresión de una naturaleza generosa que la usapara transmitir. cordial, el gozo sano de vivir, sinoa la risa vindictiva. La primera es tónico de consi·derable valor para mantener la salud mental; laúltima posee poderes no comunes para el mal.

Por poco que nos esforcemos. nos será dableoír, más o menos lejana, las resonancias de la risaprimitiva en lo satírico, en 10 grotesco, en 10 iró.nico, en lo sarcástico, en 10 bufo, en 10 cómico.Todas estas llamadas modalidades poseen innega­ble virtud terapéutica. ¿Quién no teme la sanciónpeyorativa y aniquiladora de la risa? Lo grotesco se

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sacia en lo anormal o chocante del hombre, en sumal gusto o extravagancia; la sátira -picardIa endoblez»- posee casi siempre un trasfondo de agre­sión, unida a una notable ausencia de caridad. Tancruel como disimulada, la ironía se nos presentacomúnmente acompañada de «megalómana» supe­rioridad. El sarcasmo _agresividad nacida de lapropia desesperación»- maltrata las más de las ve·ces, con crueldad despiadada e innoble. Por otrolado, la bufonada busca casi siempre «derivar unbeneficio por haber disfrazado de chuscada la anogustia del complejo del bufón»; mientras que loepigramático, «agudeza retorcida., conlleva casisiempre la opinión despectiva. Todas ellas poseenindubitable misión didáctica pero ejercida, las másde las veces, con impertinencia y con notoria ausen.cia de caridad cristiana. Por lo general evidencian,ya de una manera, ya de otra, el origen hostil de larisa. Su crueldad genésica queda más o menoslatente en todas y cada una de ellas.

El humorismo ha sido deplorablemente con­fundido con las modalidades arriba enumeradas.Cuando el hombre arriba al humorismo da pruebairrefutable de ascensión espiritual. El dios de lavenganza, tan vivo aún en las primeras, se ha con·vertido en dios de amor en este último. Quizás porello, Thackeray afirmaba que el humorismo ceesuna especie de predicación laica».

El humorista usa la risa parcial: la sonrisa. Perola sonrisa del humorista es camaradería, tolerancia,benevolencia, comprensión. Por eso la historia dela sonrisa se funde con la historia de la cultura.Cabría afirmar que el humorista logra lo que tantoanheló el alquimista medieval: convertir los meta­les innobles en oro. Y el trueque lo logra en el reinodel espíritu que vale aún más: trasmuta una expe­riencia negativa, ridícula o dolorosa, en cariñosallamada al orden, usando como catalitico la sonrisahermana. La risa se caracteriza por su explosivarapidez; no puede graduarse. La sonrisa es repo­sada, ponderada; hace potable el cáliz más amargo.En una palabra, el humorismo es técnica derivadade la regla áurea: cno hagas a otro lo que no quie­res que te hagan a ti». El humorista es un especta.dar cuyo corazón rebosa «pathos» ante la miseriahumana de la cual se sabe parte. Empieza por reco­nocerse afín con la humanidad, partícipe de sulacería. El humorista aprende a sondear al prójimo,porque antes se esforzó en ver claro en si mismo.De ahí su comprensión.

El humorismo es, pues, flor de climas de altaespiritualidad. ceEl humorismo es más que ingenio»sostiene significativamente un refrán inglés. «Wittis as sharp as a stroke of lightning; whereas humoris diffused like sunlighb, ha declarado sabiamenteCharles S. Brooks de Yale University Press. Cono·

cedor intuitivo, ya en su época, de este deslinde,don Miguel de Cervantes Saavedra en su Viaje alParnaso, rechaza, con los aclaradores versos si·guientes, la contención de que su obra El Quijotefuera da más eficaz sátira. a los libros de caba­llería:

Nunca voló la humilde pluma mlaPor la región satírica, bajezaQue a infames premios y desgracias guia.

Sería pertinente subrayar que para podemosreir de nuestros semejantes es indispensable echarpor la borda todo equilibrado autoanálisis. y enmuy buena parte, todo sentimiento de confraterni·dad, de comprensión, de cariño, de caridad. YaPlatón definió la risa como parte de un vicio quese empeña en asumir la actitud opuesta a la condi.ción cardinal propuesta en la inscripción de Delfos:«Conócete a ti mismo». Bergson, por otro lado,compara el sentimiento con la música. Nos invitaa cerrar el oído a los acordes de la música -léasesentimient~ y al punto nos parecerán ridículoslos danzantes. Y es que, para poder reírnos de nues·tras semejantes, es imperativo, como apunta Berg.son, «una anestesia momentánea del corazón». Elmedio natural de la risa del puro ridículo es la indi­ferencia. Por ello se ha sostenido que si nos conver.tirnos en espectadores indiferentes, los dramas seconvertirán en comedias. Opuestamente, el humo­rismo sonríe con sus semejantes. Por ello hay graodaciones del humorismo: a mayor grado de amor,mayor tolerancia.

El humorismo pertenece a todas las literaturas.Es más bien un estado de alma que un carácter.En su más excelsa acepción -aquélla en que elsujeto se convierte en objeto al someterse a símismo al escalpelo de su propio autoanálisis- estan extraordinario que el hombre sólo puede dis­frutarlo en pequeñas porciones. Quizás Revilla alu.dió a esta etapa, cuando sostuvo que el humorismoes «el punto álgido del lirismo, su exageración: esel momento en que el poeta afirma con energía supura objetividad». Al alcanzar estas latitudes, elhumorista se ha transformado ya en filósofo.

EL HUMORISMO EN NUESTRO ENSAYO.

«Hecho al aprendizaje temprano de la expresióncombativa -Puerto Rico canalizó por el terrenojurídico y político la lucha liberalizante que tomócarácter de rebelión armada en el resto del imperioespañol american~ el puertorriqueño se ha vistoconstreñido desde entonces a esgrimir la palabra,su única arma de combate, con singular ingenio y

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maestría.» 2 Ya Pedreira señaló al efecto: «...fuimosabordando los problemas con táctica defensiva, ca·minando por peligrosos atrechos; disimulando conpalabras numerosas el gesto agónico de nuestrasrebeldías... en la hojarasca protectora fuimos es­condiendo amorosamente la cápsula de nuestro pen­samiento magro.»

«¡Admirable jugarreta verball Si bien es verdadque esa técnica defensiva acuñó nuestro verbalis.mo, no es menos cierto que nos entrenó en el usotemprano, no sólo del ensayolt,3 sino también de laironía, de lo cómico, de 10 festivo, de lo burlesco,de 10 satírico, y como corolario, del humorismo. Deesta suerte, nuestra conciencia colectiva se va plas­mando alrededor de la palabra de nuestros mejoreshombres.

En ese loable empeño, nuestros escritores hantenido que sostener una lucha de carácter dual:con el gobierno en poder, y con el pueblo, a quiendesean librar de la incultura, de la superstición, dela irresponsabilidad ciudadana, de la apatía, de lacorrupción; en fin, de toda falla ética o social.Como consecuencia de la primera, ha surgido lasátira política embozada unas veces: mordaz, hi­riente, personal, inmisericorde, otras; del segundo-enraizado en el amor, y por lo tanto, penetradode más o menos amorosa comprensión- ha surgidoeventualmente el humorismo. Así, todos los géneros-la poesía, el artículo, el discurso, la carta, la obrateatral, el cuento, la novela, el ensayo- han sidootros tantos proyectiles con que disparamos «lacápsula de nuestro pensamiento magro». De entretodas las estructuras literarias enumeradas, nos de­dicaremos en el presente estudio al ensayo, ya queha probado ser el más idóneo, por su índole expo­sitiva y combativa, para este menester de elabora­ción patria. Vigilante y batallador, no hay preocu­pación que no haya recogido, escollo que no hayaavizorado, peligro que no haya combatido...

Del mismo modo que un molusco cultiva unaperla «mediante un mal interior», el humorista es­tructura su obra literaria alrededor de su doloridamelancolía, infortunio o error, ajeno o propio. Elhumorista es, por lo tanto, un hombre insatisfecho.Su descontento se traduce en un ansia de ideal, demejoramiento tanto individual como colectivo. Así,en el señalamiento de nuestros defectos, varios denuestros ensayistas usan aquel tipo de humorismoque los tratadistas de hoy denominan parent.childrelationship. Hasta cierto punto se sienten un pocopadres de su pueblo a quien consideran un hijobien amado que, muy a su pesar, necesita un co-

:z. Mariana Robles de Cardona, El ensayo QJ Puerto Rico, (Tesisdoctoral In~lta. Facultad de Filosofía y Letras en Madrid, 1951); Ma­riana Rablca de Cardona, Bdsqued4 y plasmacidn de nuestra per$O­nalldad.

3. Ob. cit.

S6

rrectivo. El descontento, la pena que suscita suflaqueza, alimenta las raíces de este tipo de humo.rismo que se traduce en amorosa comprensión ytolerancia. A veces sonríen, pesarosos, ante los tras­piés de su pequeño. Nos es dable descubrir a vecesen sus rostros la misma sonrisa iluminada que Ho­mero pone en la cara de Júpiter cuando éste des­cubre elas ridiculeces de Diana, su hija predilectalt.Como diría Albert Rapp: eH is smiling a little atsome one you lave a lot.»

Nos topamos con este tipo de humorismo en elmismo umbral de nuestro ensayismo. Manuel Alon.so (1822-1889), nos invita a conocemos desde laspáginas de El Gibaro. lCómo es tierna su sonrisa ysuave su crítica! Doctor de almas como lo fue delcuerpo, su obra apunta a una finalidad terapéuticainnegable. Se detiene, bondadoso, y ausculta dolen·cias intimas y diagnostica las enfermedades típicasde su momento: analfabetismo, superstición, igno­rancia, incultura, mal gusto... Pero sus manos pa·ternales descubren nuestras lacerías con mano leve,que al mismo tiempo que cauterizan, consuelan.A su contacto, el lacerado no siente vergüenza nidolor por sus miserias.

Y como buen médico, señala el remedio. Su re­ceta en Perico Paciencia -personificación proféticade nuestra penosa gestación de autonomía poli­tica- ha sido amarga para el orgullo latino quecorre en las venas del boricua: humildad, pacien­cia, tesón, cordura, y sobre todo, instrucción sidesea eir al baile y casarse con la hija del alcalde».Dicho cuento-ensayo bifurca su finalidad crítica:por un lado, la sátira política embozada, envueltaen leve ropaje de corte irónico y satírico que lelleva a la exhortación-súplica siguiente: «Somosreligiosos, somos leales, somos honrados, somoshospitalarios; sólo nos falta que nos permitáis sersabios.. Por el otro, el humorismo de buena leyque sonríe con el desmañado Perico Paciencia porsu bonhomia que a veces raya en simpleza ypor su buena fe tan candorosa. No sabe aún quela aceptación se apoya la más de las veces en valo­raciones de periferia.

La selección anteriormente aludida pertenece ala segunda parte de El Gibaro. Los cambios polí­ticos favorables de 1882 le ofrecen al doctor Alonsomás libertad para tratar asuntos que antes no hu­biera podido abordar: aunque existe aún la cen­sura, dista mucho de ser tan severa como la impe­rante en los cuarenta. Por eso, la segunda parte desu obra apunta más a la crítica política que a lacrítica social. Se vale para la primera de una galeríade tipos: cada uno representa una mácula del en·granaje gubernamental de su tiempo. Aunque en Lanegrita y la vaquita esgrime una sátira mordaz COD.­

tra el cacique pueblerino, en el Sueño de mi com­padre chispea, más de una vez, la fulguración del

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humorismo, al exponer las formas de combatir losardides con que se tiranizan los pueblos pequeños.

El humorismo nunca se desconoce a sí mismo.Que el doctor Alonso tenía el propósito conscientede curar su pueblo, pero con piadoso cauterio, sedesprende de su siguiente cita: .Siempre es arries­gado el oficio de censor; nada prueba tanto los bue­lilas sentimientos como el juzgar a los demás conbenevolencia.» Estas palabras prueban que nuestroAlonso conoce ya la alquimia maravillosa del hu­morismo.

Alejandro Tapia y Rivera (1826-1882) nos dice alcomienzo de su deliciosa obra Mis memorias:

«Existe un motivo poderoso para que yo aso­cie mis memorias a la tierra en que naci: aqué­llas son mi vida y ésta me la dio. Desde entonces,el vinculo de amor que a eUa me liga, tal vezcontra todas mis conveniencias y acaso comofuente de todas mis pesadumbres, parece obrade una imperiosa fatalidad... A veces he creídoque mi amor a ese pedazo de tierra tenía algode fatídico y misterioso como el de Cuasimodoa la campana grande de Notre Dame de París,cuando abrazado a ella parecían hombre y cam·pana convertirse en una misma cosa, en un sólocuerpo con dos almas o en alma con dos cuer­pos... En 10 físico hubiera preferido otro climamenos variable y ardoroso y húmedo; en lo hu­mano otra gente; y sin embargo, encuentro nosé qué atractivo singular en uno y en otro. Nacítodo vida y actividad; mi país es todo hielo ynegligencia. Yo idolatro la luz; él parece bienhallado con sus obscuridades; yo anhelo el volardel rayo; él camina a paso de tortuga; y sinembargo, no he podido vivir sin él, y me quitael sueño; deseo no amarlo, y se mete dentro demi alma.»

He aquí una confesión que ubica al .padre denuestras letras» en el siquismo típico del humo­rista. Su patria es en muchos aspectos la antitesisde la que él hubiera querido para sí. De este choqueentre el ideal y la realidad, surge siempre la penaque subyace tras la sonrisa del humorista. Tapiavendrá obligado a emprender la gravísima tarea-el humorismo es menester muy trascendental ymuy serio- de criticar con sonrisa melancólica aaquellos a quienes ama tanto como a sí mismo. Suobra poética -que abarca el epigrama-, sus nove·las, algunos de sus cuentos, sus articulas y ensayos,recogen esta labor de finalidad correctiva que setraduce, ora en sátira, ora en humorismo. Bastarecordar su cuento El loco de Sanjuanópolis. Usael conocido recurso literario de poner en boca deun desequilibrado mental unas cuantas verdades.Su obstinado clamor de luz y progreso para un amobiente tan urgido de mejoramiento, como 10 es elnuestro, es mal comprendido: sólo cosecha vejá­menes e insultos. EII1 Puerto Rico visto sin espe-

juelos por tm cegato -composición literaria muycerca de lo que los tratadistas modernos clasificancomo cuento-ensayo- Tapia usa asimismo la criticaindirecta para señalar nuestro atraso crónico. Lavisión defectuosa del «cegato» le hace ver piado!asexcelencias donde sólo existe la mediocridad; ade.lantos donde sólo existe lo obsoleto; cconfort» don­de sólo se ofrece lo incómodo; modernidad dondesólo se encuentra lo decrépito. Usa aquel tipo deironia que en el humorismo viene a ser el disfrazdel sentimiento. Se trata de la ironía piadosa que,cerne dijera Benavente: cEs una tristeza que nopuede llorar y sonríe•. Se esconde t:unbién en estecuento-ensayo la sátira política soterrada que fus·tiga al gobierno en poder, con el sarcasmo, no porencubierto, menos ingenioso y agudo. El hambrede progreso -que recoge el mismo anhelo de mejo­ramiento patrio- resulta inolvidable por su mali·ciosa ironía, por su gracia desenvuelta y su inge·masa vivacidad. Aunque la actuación de Nadel­Amud, como la de El loco de Sanjuanópolis, resultafallida y un tanto cómica, sus figuras engendran ennosotros irresistible simpatia al mismo tiempo quesentimos el fracaso de sus infructuosos empeños.En Don Alsino, sátira agudísima, señala el trágicoresultado de la falta de instrucción en los seres queactúan avergonzados por sus asociales equivocacio­nes, comportamiento inadecuado, «que no era culpade Don Alsino, sino de la lactancia». Ironía mordazcontra un gobierno que no nos proporcionaba ade­cuada .lactancia» -léase educación- intelectual ycultural.

Antonio Cortón (185+1913) es más bien un sati­rico que un humorista. Llega a veces a la sátirahiriente y personal en articulas y ensayos como lossiguientes: López Bago, novelista, y Pérez Galdós,diputado,' Sépase quién es Clarín; Carta de un puer.torriqueño, vecino de Madrid; Manuel FerndndezGonzdlez. Es justo declarar que Cortón manejabala sátira con agudeza extraordinaria, atento a des·tacar, con implacable dureza salpicada de graciachispeante y apabullar con ingeniosas caricaturas,los perfiles ridículos, las ruindades, hipocresías ybajezas del panorama social. Sin embargo, enconotrarnos atisbos de humorismos cuando su crítica sevierte sobre cla tierra del mejor café» como élsolía llamar a su terruño, siempre tan amado, pesea los treinta años que vivió en España. Así enconotramos la nota tolerante, la comprensión; en unapalabra, el amor que nutre siempre la raíz del hu­morismo. Desaparecen la acrimonia y la mordaci·dad que tan bien supo manejar; la sátira pierde almismo tiempo su proyección personal. Y cuando vea Puerto Rico atacado por España, surge el férvidoelogio por su desvalida patria chica como sucede enA mi pariente el cura de Aibonito, No hago el pró­logo, Claros y nieblas. Si en éstos encontramos el

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señalamiento de fallas, su amor es pararrayos parala acrimonia, para la mordacidad, para la criticapersonal. Corrige, pero con comprensión. Busca elefecto de la gracia y el humor en recursos másdepurados y eoooblecedores que en su produccióntípicamente satírica. En Mi único amigo usa el hu­morismo un poco sombrío y pesimista, pero bajotodo ello, corre soterrada una aspiración ideal portodos los valores positivos: verdad, justicia, amor,belleza.

Luis Bonafoux (1855-1918) es el más alto expo­nente de la sátira puertorriqueña. Su dilatada pro­ducción satírica ofrece un tono cruel y despiadadoque denota a ratos ausencia total de simpatía opiedad hacia lo criticado. Recordemos sus atrocesinvectivas y sangrientos sarcasmos en sus siguientesobras de artículos y ensayos: Yo y el plagiario Cia.rin, Bilis, Bombos y palos. Sin embargo, es perti­mente aclarar que desde el punto de vista estricta­mente literario, su prosa posee siempre interés ex­traordinario por su ingenio y su agudeza y por supersonal1simo «vigor expresivo» no exento muchasveces de una gran fuerza cómica. Su lenguaje, llenode aceradas frases y de equívocos burlescos, llegaen ocasiones a verdaderos prodigios de ingenio yexpresividad. Ya Azorío dijo de él: «Es uno denuestros espíritus fuertes que se ocupa en dar labatalla a lo falso.•

Cuando se refiere a las personas que ama -Ra­món Emeterio Betances, Rubén Darío, Dicenta­nos sorprende por la sinceridad afectuosa y las másdelicadas pruebas de amorosa confraternidad hu·mana. Cuentos como El señor estd servido, cuyaspáginas corren a ratos por la vertiente del humo­rismo, son escasos en su labor literaria. Aunque endicha selección fustiga con despiadado ingenio elegoísmo humano, descubre la exacerbada sensibili­dad moral de Bonafoux que le impulsa a denunciarcon implacable dureza y desenfadado ingenio -eneste caso particular usa la crítica colectiva- lainconsciencia criminal del egoísta, imperturbable eosu feroz y absorbente narcisismo. Del mismo modo,defiende eo artículos y ensayos a los olvidados, alos desamparados, a los incomprendidos y al pariasocial, víctima de una sociedad indiferente y cruel.Hay un Bonafoux agrio, excéptico y satírico; unBonafoux que exalta, aunque con violencia, la jus­ticia, la verdad y las virtudes cristianas, y un Bona­foux capaz de hirientes ataques, que sin respetopara la condición humana del criticado, llega a lasmás atrevidas caricaturas, y en ocasiones, a insul·tantes ataques personales.

Nemesio R. Canales (1878.1923) es el humoristanato. Detrás de su crítica -recogida en su mayorparte en sus famosos Paliques- se esconde siem.pre el poeta. Veamos lo que nos dice en uno deellos:

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«Para empezar a ser buenos y perder la costragrosera del salvajismo que llevamos todos máso menos oculta, lo primero que hay que hacer esaprender a soltarle un piropo, un piropo salidodel fondo del corazón, a una flor, a una puestadel sol, a una fuente, a la visión azul de unalejana y amable colina.»

La más superficial lectura de la cita anterior nosllevará a descubrir que Canales se ha auscultado asi mismo y ha llegado a la conclusión de que conél toda la humanidad lleva dentro, más o menosoculta «la costra grosera del salvajismo». Por elcamino de la belleza arribaremos a la bondad.

Oigamos nuevamente a nuestro jayuyano:

«Muchos fracasan porque no saben sonreír,porque no han aprendido a contemplar la vidacon ojos de bondad y de ironfa, con mirada la­tina burlona e indulgente... Tanta cuestión portratar, tanto entuerto por enderezar, tanta cui·tada doncella burlada por vengar, tanto y tantogigante ensorbecido por desollar... Yo he sentidoa las piedras de la calle quejarse y llorar, com­padecidas de tantos dolores... Sólo pido que medejen seguir mundo arriba cantando mi caplita,una copla sencilla... muy irónica, pero tambiénmuy tolerante... He vivido y viviré siempre enpoeta con mi vieja costumbre de llevarme a mímismo la contraria.»

Bn las citas anteriores hace profesión de fe: espoeta, y por consiguiente en él impera la emocióny el sentimiento; siente en su propia carne todasuerte de injusticia; ironiza, tolerante, las flaquezashumanas; sonríe melancólicamente ante el infortu­nio suyo y ajeno.

Hay momentos en que nos recuerda el humo­rismo del Arcipreste y se toma a burlas a sí mismocomo cuando traza, consciente de su fealdad física,su autorretrato: «pequeño hombre de cara gorda,irregular y aburrida».

·Los Paliques de Canales -cuyas páginas correnen su mayoría por el cauce del ensayo- constitu·yen en conjunto un repertorio de pequeñas obrasmaestras que acreditan a Canales como uno de losgrandes valores del humorismo hispanoamericano.Recuérdese, si no, Hombres de resorte, La seriedadde mi tio, Los gallos, Rique4a y pobreza, Cosas demuerto, Mi vara de majagua, Robespierrismo, Po.niéndome precio...

A veces su humorismo linda peligrosamente conel sarcasmo y la sátira. Son aquellos momentos enque su generosa naturaleza se llena de ira ante «elgigante ensorbecido» que hay que e desollar». Asíarremete contra los cazadores de gazapos en suensayo crítico Bobería.

Sócrates Nolasco, el conocido crítico dominica­no, que tuvo el privilegio de tratar a Canales pero

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sonalmente, nos dice en su libro Escritores dePuerto Rico:

• En Nemesio R Canales, como en Quevedo,asoman varias fisonomías, menos la del amar­gado. Resplandece su humorismo regocijado quesuelta burlas, cuando es don engendrador degracias gratuitas: el que desfrunce el ceño, re­anima, alegra, y momentáneamente alivia o cura.El humorismo sano, el buen humor, fresco ynatural brota y bulle y mueve a refr.»

Epifanio Fernández Vanga (1880-1961) es otro denuestros escritores, a ratos ensayista, cuya plumase surte a veces en la corriente satírica o humorís­tica. Su ensayo El crepúsculo de una literatura,prólogo al libro Allá va eso, de Jorge Adsuar, ocu­pará siempre lugar destacado entre nuestros mejo­res ensayos humorísticos en Puerto Rico.

A! criticar en el referido ensayo la ausencia delhábito de la lectura en el grueso de nuestra pobla­ción, propone que se le cobre una multa al quetenga .la manía de leer». Dice al efecto:

.Cuando se les censura algo (al puertorri­queño), y más todavfa cuando se les prohibe,todo se vuelve ingeniarse de mil maneras parahacer aquello mismo que se les prohibe y cen­sura. Una contribución alta sobre los que publi­can libros y una multa fuerte sobre los que loslean, y hétenos convertidos otra vez en una fa·milia capaz de codearse con las otras familiasde la tierra; amén del provecho que todo ellosignificaría para las arcas del Tesoro.»

La obra ensayfstica de Fernández Vanga, aunquerestringida, es digna de ser recordada por su venasatirica y humorística. Se caracteriza por sus ines­peradas cabriolas de ingenio; por la gracia con quedisfraza su actitud irónica, adoptando un tono deseverísima austeridad; por la agilidad y rapidez depensamiento y por sus certeras y agudas observa­ciones. EvidelIlcian nuestro aserto al ensayo aludidocuando al efecto de nuestro problema lingüísticodel primer cuarto del siglo presente, nos dice:

Algún viajero del porvenir que sea, comoHumboldt, sabio filólogo, escribirá en llegando aPuerto Rico: encontréme con un pueblo vivocuyo idioma habia muerto. Y será piadoso el talviajero, y se valdrá de un benévolo eufemismo,al escribir que el idioma habia muerto, porquela realidad es que lo habfan matado; como a latribu india de la cuenca del Amazonas. ¿Pero esposible que un idioma esté vivo, habiendo muertoel pueblo que lo hablaba? Humboldt dice que sí.¿Y es posible que un pueblo esté vivo despuésque ha muerto su idioma? El Gobierno de losEstados Unidos se propone contestar afirmativa·mente a esa pregunta. Es asunto que reposa ex·

clusivamente en las manos de ese Gobierno. Loúnico que podemos hacer es desearnos mutua­mente longevidad de guacamayos para asistir aldesenlace; porque, eso sf, el proceso, aparte deque es penoso, es lento.

Don Miguel Meléndez Muñoz (1884·1966) es unode nuestros grandes ensayistas que sabe manejarel humorismo cordial. Su exquisita pulcritud espi­ritual le impide caer en el ataque personal. Sucrítica, constructiva siempre, está inspirada en unpatriótico impulso de regeneración. Paladín denuestras esencias patrias, su obra presenta unaenorme riqueza de matices -éticos y sicológicos­que constituye una acabada sfntesis de aquellascostumbres y formas de ser que definen al espíritupuertorriqueño. Su crítica surge siempre sin en~

cono. A veces una maliciosa, aunque benévola so­carronería, corre por las páginas de sus cuentos yensayos que se traduce en sonrisa jovial que noslleva a menudo a reflexionar en nuestra vida ordi­naria. Parodiando a Jarnés podríamos decir que loextraordinario en Miguel Meléndez Muñoz es 10ordinario, pero 10 ordinario limpio de toda trivia­lidad que logra elevar a categorfa artística. El pri­mer ingrediente de su humorismo es la ternura, dela que brota la sonrisa comprensiva que hace des­arrugar el ceño de nuestro pesimismo. Aunque laactuación de sus personajes resulten a veces franca­mente cómicas, las figuras engendran en nosotrosun movimiento de comprensiva simpatía. Nunca caeen el pesimismo negativo. Afirman nuestra conten­ción, entre otros ensayos: En torno a la rueda, Entorno a nuestra lengua, La cdscara de guineo, Desusquín, susquineao, Por los caminos de PuertoRico.

Emilio S. Belaval (1903) ha derramado su venahumorfstica en la corriente narrativa más que en ladel ensayo. Su obra Cuentos para fomentar el tu­rismo y su libro más reciente Cuentos de la plazafuerte constituYelIl pruebas fehacientes de nuestraafirmación. Sus últimos cuentos se deslizan por lavertiente caricaturesca que a veces linda con elesperpento. De gran valor estilístico, demuestranun extraordinario dominio de los recursos del idio­ma. Es una lástima que Belaval no haya llevado alensayo su aguda vena humorística. A veces brotael amago humorista en los ensayos que comprendensu serie titulada La intríngulis puertorriqueña.

Convendría tener en mente que el humorismoes una mezcla equilibrada de dos cualidades con­flictivas: el amor y la censura. La última nace delanhelo de perfección que el humorista añora paraaquél a quien ama. Hay, sin embargo, un puntobajo el cual el balance se rompe: el humor se pier­de por el deseo excesivo de corrección. Nadie tanurgido de amor como nuestro nunca bien llorado

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Antonio S. Pedreira (1899-1939). No obstante, suingente anhelo de corrección redunda en la pérdidadel balance señalado, convirtiéndose entonces -re.cuérdese Aclaraciones y crEticas- en ceñudo dó­mine, en agrio censor. En Insularismo, encontra­mos aquí y allá, la fulguración humorística, queevidencia su potencial acervo para el humorismo demás difícil acceso: aquél en que el humorista seríe de sí mismo. Recuérdese cuando critica nuestroretoricismo y nos dice al propósito en su ensayo¿Puertorriqueño o portorriqueño?, que «echa sucuarto a espadasll por haber incurrido en el mismovicio -«fuego artificiala siempre obligado en nues­tras celebraciones- que él mismo critica a propó­sito de nuestra literatura. Alrededor de este tipo dehumorismo ha dicho Juan Pablo que «burlarse desí mismo es ya el colmo del humor y su verdaderafórmula».

Tomás Blanco (1900), escritor de muchas face­tas, camina a veces, con su dominio habitual, porlos senderos de lo satírico y lo humorístico. Ejem­plarizan la aatterior afirmación su ensayo Los aprooches del puente y su composición literaria Trespasos y un encuentro, magnffico ejemplo este últi·mo de la actual confusión de géneros, ya que parti.cipa del cuento, del cuadro de costumbres y delensayo. El primero constituye una sátira cuya sutilironía -patente ya desde el título- hace añicos elpretendido «puente entre dos culturas.. Como enel caso de Pedreira el equilibrio entre amor y cen­sura se rompe y surge la sátira que no nace derencor, silno precisamente de su convicción moral yde su aversión a lo inauténtico, uno de los ejes enque descansa buena parte de su obra literaria.

En Tres pasos y un encuentro usa el humorismoen los dos primeros pasos. Menegildo Cruz y ~a

Belén están presentados con amor. La descripciónde ambos hace brotar a nuestros labios la sonrisacordial y comprensiva. Pero en el tercero, la des·cripción de la joven pareja de la capital -él vase­linado y finústico»; ella «cursi, depilada y pince·lada_ despierta en el lector la risa del puro ri­dículo. Un personaje cómico, ridículo, lo es en lamedida exacta en que se desconoce a sí mismo. Larisa castiga la inautenticidad. Hay un aspecto derigidez, de automatismo en la figura de la parejaque indefectiblemente nos lleva a reír. La vida exigecierta elasticidad del cuerpo y del espíritu. Se nosantojan ambos, fantoches articulados. Sus gestos,su actitud es risible toda vez que nos hacen pensaren un simple mecanismo.

Cuando la negra ~a Belén y el jíbaro Menegildotropiezan con la pareja y se deshacen en excusas,se nos hace más patente la injusticia social quesufren; por el contrario, la ridiculez y la incons­ciencia de la pareja capitalina sube de punto cuando

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comentan: «¡Jíbaro tontol ¡Negra imbécil! ¡En estepaís no hay cultural-

Entre sus últimos ensayos cabe destacar Mise­rere (1959) -meditaciones alrededor del álbum Mi.serere de Georges Ronault-, que pone de manifies­to su bien cimentada cultura filosófica que ya nosfue dable atisbar en Los vates. En este ensayo nostopamos con una nota menor de cierto desoladoescepticismo típico de todo verdadero humorista,escepticismo que es expresión del choque surgidoentre las aspiraciones ideales y 10 que la realidadencierra.

Washington Lloréns (nació en 1900) es otro denuestros buenos cultivadores del humorismo, aun.que a veces cae en la sátira cuando en sus ensayosde crítica literaria -recuérdese Un intruso en eljardEn de Acaderno- se deja llevar por su anhelode corrección lingüística. Es sin embargo, sátirasin rencor, ya que nace, como en los casos anterior­mente señalados, del excesivo deseo de perfecciona­miento.

Su cuento-ensayo Entre manos anda el juego, suensayo Dos mujeres del Quijote: la mujer de San­cho y Maritornes, su obra Catorce pecados de hu­mor y una vida descabellada, así como muchos desus prólogos, constituyen otros tantos ejemplos dehumorismo de buena ley. En casi toda su obracorre una finísima nota cómica, maliciosa y soca­rrona unida a una ironía ágil que entronca con laspáginas del picarismo español.

Creador en nuestro ámbito literario de un mun·do de humor de inconfundible originalidad, Salva­dor Tió (nació en 1911) se dio a conocer desde susprimeros artículos y ensayos periodísticos comocronista innovador e inimitable. Su profunda serie·dad de preocupación -revisión de los valores esen­ciales de nuestra vida colectiva con propósito cons­tructivo- se disimula entre chispeantes agudezas,irónicas cabriolas y divertidas sátiras sin resenti·miento. Humorista para quien considerar la vidadesde diversos ángulos constituye un trascendentejuego mental, Tió nos invita a sacudir la rutina yacancelar lo agotado en nuestro ambiente insular.Su ingenio agudo y ágil le faculta para atinar concertera precisión con la cara cómica, festiva, abosurda, o ridícula de cualquier aspecto de nuestromundo. Su obra A fuego lento: Cien columnas dehumor y una cornisa (1954) -compilación de susmejores crónicas- apoya bien las afirmaciones ver.tidas al mismo tiempo que nos prueba cómo suhumorismo, en apariencia risueño e intrascendente,trata los más sutiles matices de nuestra problemá·tica. Pone de manifiesto, asimismo, ciertos aspectoscoincidentes que prestan a su labor periodfsticO­literaria gran efectividad: el audaz juego de ideas,el estilo paradoja! e incisivo, la brevedad y conci­sión que refuerza el efecto deseado.

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En la obra ensayística de Rubén del Rosario(nació en 1907) se vislumbra un humorismo latenteque se queda muchas veces en fulguración o levetemblor -acaso por la índole lingüístico..cientificade sus temas- que acusa un chispeante ingeniobien dotado para la faena satírico-humorista. Re­cuérdese, si no, ensayos como La influencia del in­glés en Puerto Rico, que, pese a su carácter derigor científico, exhibe aquí y allá su ingenio humo·rístico, arriba señalado:

Gramáticos y maestros, políticos y poetas yaficionados, con clara unanimidad, han visto enello (la influencia del inglés) el punto neurálgicode nuestra cultura, el costado escandaloso delespíritu puertorriqueño. Ningún otro tema se haprestado como éste para bordar amenas charlasde café. Ninguno ha hecho derramar más tone­ladas de tinta... Más que en la realidad, la graovedad del problema está en la fantasía y en latelaraña mental de ciertos intelectuales. Si somoscapaces de modificar nuestras ideas sobre arte,sobre medicina, sobre alimentación, ¿por qué norehacer nuestra visión sobre el lenguaje? El asi·milar voces extranjeras es un índice de vitalidad,no es un síntoma de muerte... Ahora se ven cuánequivocados están los que suenan el timbre dealarma anunciando la defunción próxima del es·pañol en Puerto Rico si no acude pronto elmaestro con su frasco de sales gramaticales...

Pero es en el delicioso ensayo Carta a Lope deVega, donde encontramos la juguetona escapatoriade Rubén del Rosario al campo de la imaginacióny del humor. A través de esta interesante carta­ensayo fluye un humorismo suave y retozón, ema.nación de una ironía amable muchas veces teñidade cierta ternura delicada.

La tarea de Enrique A. Laguerre (1906) es unade las más concienzudas y serias empresas litera­rias que aquí se han intentado. No hay sector de lavida puertorriqueña que escape a su mirada enjui.dadora y crítica. Cabría sostener que Laguerre hadifundido -quizá más que ningún otro autor- elconocimiento de nuestra Isla en sus esencias, en suscostumbres, en sus tipos. Observador sagaz y pene­trante de nuestra realidad, ha aprendido a ver en elhombre y en sus hechos, su verdad y, como esnatural, no puede muchas veces divertirle 10 que ve.De aquí que una novela, un ensayo, un artículo suyosea casi siempre un vehículo para el fino alfilerazode su humor muchas veces amargo. Su humorismoun tanto sombrío nace de su entusiasmo reforma·dar y contrapuntea el asomo sentimental que puedabrotar de aquel amoroso anhelo. Por eso, tras suexcepticismo zumbón, corre siempre soterrada unacálida corriente humana.

En El pulso de Puerto Rico y en sus Hojas libres-rebosantes de muchedumbre de ideas acusadoras

de riqueza mental y de percepción zahorí para losmás diversos y sutiles matices de nuestra proble.mática- nos topamos con numerosos artículos yensayos que acusan su vigilante conciencia social.Recuérdese entre otros, los titulados Qué hacen losintelectuales, Historia y Leyenda, El viejo San Juan,La educación como niveladora social, Algunas ideassobre crítica en El pulso de Puerto Rico. En innu·merables Hojas libres encontramos, asimismo, nu.merosos ejemplos que en conjunto constituyen unaprotesta iJIltegral -política, moral, social, espiritualy cultural- contra todo aquello que, a su juicio, esnocivo o negativo para el mejor desarrollo isleño.

Ejemplarizan también los asertos arriba enun­ciados, numerosos pasajes de sus novelas, entre losque cabe destacar el análisis implacable del PuertoRico del último tercio del siglo XIX que nos pre­senta en su «bionovela» La resaca. Ingeniosa fisca­lización de los vicios. abusos y desórdenes de aque­lla época colonial es don Felipe Santoro el símbolodel «señoritingo» holgazán y licencioso, cínico pe·ninsular que floreció en aquella época, cuyos des·mames pavimentaron el sendero para el advenimien·to de El Reino del Terror -23 de agosto hasta el10 de diciembre de 1887- bajo el gobernador Pa.lacio.

'La inversión del juicio moral que Laguerre poneen boca de don Felipe en desavenencia cruel con lasnormas que en el orden social y moral acatamoscomo ley, constituye un torneo de cínica ironía,fina observación y chispeante ingenio. Dicho pasaje-como veremos- puede equipararse con las me·jores páginas clásicas de la picaresca. Don Felipeselecciona a Balbino Pasamonte -pobretón penin.sular que acaba de arribar a la colonia, añoradaJauja para sus ensueños arribistas- con la siguien­te «calurosa apología de la virtud», según Laguerre:

.Tienes que aprender a esperar la mejor opor·tunidad. Tú eres listo. Nosotros los españoles te­nemos unas cuantas famas y leyendas y tú debeshacer uso de ellas. Hazte pasar por hidalgo aun·que hayas venido a la Isla en alpar~atas -lasmujeres de las colonias sienten debilidad por losextranjeros. Luda no puede ser excepción. DonJuan pertenece a nuestra tradición; es posibleque no te conformes con una sola mujer: hazque se te entreguen.

Aunque no des una limosna a un pobre. devez en cuando aparenta desprendimiento. Es par­te del negocio. Ve a la iglesia. Arrodmate. Ganala voluntad de los curas. El cielo no cuesta tancaro. Hay que ganarlo desde la tierra. Por ahídicen que lo que hace tu mano derecha no debesaberlo la izquierda, pero esos son cuentos decamino. Todo el mundo debe enterarse de tusactos de piedad. La virtud tiene su precio: vendetus virtudes. Haz creer en público que eres de­chado de virtudes... En privado entras al retretey eres todo porquería. A propósito, cuando el

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poder y la riqueza de alguien te turbe, piensaque quien las posee no puede escaparse de lainnoble tarea. Imagínatelo en cuclillas y se tequitará la turbación...

Lástima que tengas un nombre tan feo. Suenamal eso de Balbino... No he pensado una histo­ria romántica para ti; lo de Lucía es puro ne­gocio y cuando tengas dinero y poder lo de Bal­bino sonará a gloria. ¡Nadie compuso mejor mú'sica que el tintín del dineral

Dicen que más vale pájaro en mano que cien­to volando. No te conformes con uno solo. Uti­liza el que tienes en mano de carnada para losotros. Dice el jíbaro del hombre listo: es uno delos que sacan los huevos a la paloma y la dejanechá. Bien, pero si puedes llevarte la paloma,llévatela también... Dios está muy lejos, y laverdad es que los hombres son dueños del mun·do....

COMENTARIO FINAL:

Por lo anterionnente expuesto, podemos con­cluir que es tarea harto difícil -por no decir impo.sible- el definir el humorismo. Es calificación lite­raria que no se pliega dócilmente a ser identificadacon trazos definitivos. Como en todo género híbri­do, las fronteras con sus aledaños -lo festivo, 10burlesco, lo cómico, lo irónico, lo sarcástico, lo salí.rico-, quedan desdibujadas, imprecisas y, muchasveces, elásticas hasta el máximo, cuando no, entre­mezcladas, colindando peligrosamente entre sí.

El somero deslinde que inicia este estudio sólopretende esbozar una configuración: tenemos plenoconocimiento de que nos aventuramos por terrenosque apenas aparecen en el catastro de nuestra geo.grafía literaria.

Amigo de la mezcla y de las posiciones anti­téticas y, como tal, enemigo de los «sabores puros.,el humorismo ha sido tildado de «cocktaih> litera­rio. Así, su rasgo más característico es ese movi­miento pendular, ese vaivén que va, ora de la ter-

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'nura a la intención satírica, de la ironía a la piedad,de lo sublime a lo ridículo, de la sonrisa al llanto...

El humorista es tolerante porque se ha auscul­tado a sí mismo y conoce, por lo tanto, la dualidadcaracterística humana. Rehuye la tipificación: sabeque el ser humano no es ni ángel, ni demonio; esdecir, ni enteramente bueno ni enteramente malo.

El humorista usa también la ironía, pero aquellaironía que es más bien un disfraz del sentimiento,aquélla que Benavente ha definido como «una tris­teza que no puede llorar y sonríe». Usa también lasátira, pero la sátira despojada de su ángulo hi­riente: el ataque personal. Es sátira que no osa ÍD.dividualizarse. Alguien ha sostenido que el humo­rismo es «nube preparada de aurora». Tengo paramí que quien la definió así pensaba precisamenteen sus cualidades conflictivas: de un lado, el amor,la tolerancia, la comprensión: del otro, la censurasin resentimiento -sin «pajarilla., como diría Que.vedo- y no por general, menos constructiva. Elhwnorismo -la criba más inteligente del fenómenovital- nunca hiere, porque transita por los caminosdel sentimiento. La diferencia fundamental entre lasátira y el humorismo se sintetiza en la siguientecita de Charles S. Brooks de Yale University: «Hu­mor never points BlIl impertinent finger into mydefect; satire sets a snake where humor goes offwhisling without a victim.lt

Si se nos pidiera caracterizar los momentos mássignificativos en la evolución de nuestro humorismoa lo largo del desarrollo de nuestro ensayo, cabríaapuntar que aquél se inicia balbuceante con Ma­nuel Alonso y Alejandro Tapia y Rivera; se tornaamargo y sombrío con Antonio Cortón y Luis Bona­foux; y pisa nuestra cumbre más alta con NemesioR. Canales y Salvador Tió; todo ello transitando poruna variadísima gama de positiva valía y originali.dad: Epifanio Fernández Vanga, Miguel MeléndezMuñoz, Emilio S. Belaval, Washington Lloréns. Ru­bén del Rosario, Enrique A. Laguerre, entre otros.

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