resenha dizer o que não se deixa dizer. para uma fi losofi a da expressão

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  R D Dizer o que não se deixa dizer. Para uma losoa da expressão. Chapecó: Argos Editora Universitaria, 2008. por José Fernández V ega CONICET - Universidad de Buenos Aires. Argentina. [email protected] AISTHESIS Nº 45 (2009): 211-214 • ISSN 0558-3939 © Instituto de E stética - Ponticia Universi dad Católica de Chile Entre nes de los años sesenta y comienzos de los años setenta las secciones de losofía o ciencias sociales de cu alquier librería importante de Occidente estaban bien provistas de ejemplares cuyos t ítulos contenían la palabra «alienación» o «enajenación» . Cuatro lustros más tarde todo cambió, excepto, posiblemente, el fenómeno que esas nociones (y otras como «reicación») designaban. Porque lo que Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, todavía en su exilio californiano durante la Segunda Guerra Mundial, denominaron famosamente «industria cultural» controla como nunca antes el clima espiritual de nuestra época mediática. Para estos autores, la enajenación generada por los consumos culturales para el ocio de las masas convergía con las servidumbres que imponía el capitalismo global. Ella era lo opuesto del gran arte en el que Adorno, en particular, depositó sus mejores esperanzas antropológicas, si se considera que su pen- samiento político conservó alguna. Pareciera, con todo, que la alienación cultural denunciada en Dialéctica de la Ilus- tración con tan magistral energía constituye en la actualidad un tema pasado de moda, y no en último término para la losofía, el dominio donde la noción había surgido en el siglo XIX con el joven Marx y, de modo independiente, puesto que este linaje aún no había salido a la luz, también en los años 1920 con Lukács, quien puso en circulación la noción de «reicación» en el llamado marxismo occidental. A partir de comienzos de la década de 1980 todo este mundo político-cultural que había sido tan inuyente en la mayor parte del siglo XX entró en u na zona de sospecha losóca que secundaba su aparente eclipse político. Como recuerda Duarte en su libro, Jürgen Habermas denunció una contradicción per- formativa en la teoría crítica, la tradición de la que él mismo era considerado el principal heredero. Primero planteó sus objeciones en su clásico Teoría de la acción co municativa 

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Resenha do livro Dizer o que não se deixa dizer. Para uma fi losofi ada expressão.

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    Rodrigo Duarte

    Dizer o que no se deixa dizer. Para uma fi losofi a

    da expresso.

    Chapec: Argos Editora Universitaria, 2008.

    por Jos Fernndez Vega

    CONICET - Universidad de Buenos Aires.

    Argentina.

    [email protected]

    AISTHESIS N 45 (2009): 211-214 ISSN 0558-3939 Instituto de Esttica - Pontifi cia Universidad Catlica de Chile

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    Entre fi nes de los aos sesenta y comienzos de los aos setenta las secciones de fi losofa o ciencias sociales de cualquier librera importante de Occidente estaban bien provistas de ejemplares cuyos ttulos contenan la palabra alienacin o enajenacin. Cuatro lustros ms tarde todo cambi, excepto, posiblemente, el fenmeno que esas nociones (y otras como reifi cacin) designaban. Porque lo que Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, todava en su exilio californiano durante la Segunda Guerra Mundial, denominaron famosamente industria cultural controla como nunca antes el clima espiritual de nuestra poca meditica. Para estos autores, la enajenacin generada por los consumos culturales para el ocio de las masas converga con las servidumbres que impona el capitalismo global. Ella era lo opuesto del gran arte en el que Adorno, en particular, deposit sus mejores esperanzas antropolgicas, si se considera que su pen-samiento poltico conserv alguna.

    Pareciera, con todo, que la alienacin cultural denunciada en Dialctica de la Ilus-tracin con tan magistral energa constituye en la actualidad un tema pasado de moda, y no en ltimo trmino para la fi losofa, el dominio donde la nocin haba surgido en el siglo XIX con el joven Marx y, de modo independiente, puesto que este linaje an no haba salido a la luz, tambin en los aos 1920 con Lukcs, quien puso en circulacin la nocin de reifi cacin en el llamado marxismo occidental. A partir de comienzos de la dcada de 1980 todo este mundo poltico-cultural que haba sido tan infl uyente en la mayor parte del siglo XX entr en una zona de sospecha fi losfi ca que secundaba su aparente eclipse poltico.

    Como recuerda Duarte en su libro, Jrgen Habermas denunci una contradiccin per-formativa en la teora crtica, la tradicin de la que l mismo era considerado el principal heredero. Primero plante sus objeciones en su clsico Teora de la accin comunicativa

  • AISTHESIS N 45 (2009): 211-214212

    (1981) y ms tarde (de manera ms violenta) en El discurso fi losfi co de la modernidad (1985). Segn su argumento, a partir de Dialctica de la Ilustracin ya no habra, en sen-tido estricto, una teora crtica, porque las refl exiones de Adorno y Horkheimer haban tomado distancia del plano objetivo, en el que todava se situaban cuando aquella teora lanz su programa materialista e interdisciplinario a comienzos de los aos treinta. El programa de Frankfurt habra virado con el tiempo hacia un radicalismo que termin corroyendo los propios pilares fi losfi cos en los que se asentaba y a partir de los cuales lanzaba sus anatemas a las patologas de la modernidad. Incluso su concepto de razn acab erosionado. La crtica totalizante que ensayaron los frankfurtianos no tuvo como consecuencia la salida de ese racionalismo instrumental del que abominaban, aseguraba Habermas. Antes bien, y de manera paradjica, terminaba abriendo la puerta para el escepticismo radical. Por lo dems, la teora crtica haba quedado prisionera de la repre-sentacin, ya que persista como otra fi losofa de la conciencia para la cual el sujeto representa objetos; como tal, se haba vuelto por completo ajena al paradigma de una fi losofa del lenguaje como la que promova Habermas y determin su distanciamiento de los padres fundadores de la teora crtica.

    En esta discusin el componente esttico tiene un papel privilegiado y se proyecta como ncleo duro de la teora, algo muy poco frecuente en la segunda mitad del siglo XX, poca hegemonizada por subdisciplinas fi losfi cas como la epistemologa, la gno-seologa o la tica. Duarte traza un vvido cuadro de la situacin aportica que Habermas denuncia en Adorno y Horkheimer, subrayando que las ambiciones racionalistas de Ha-bermas acabaron pagando un alto precio pues reforzaron la divisin del trabajo impuesta por la modernidad y reifi caron sus distintas categoras. El resultado fue una visin en la que conocimiento y moralidad van por un lado y el arte por otro. Y fue precisamente desde el arte que Adorno (pero a veces tambin Horkheimer) dispararon sus dardos contra el instrumentalismo generalizado y la alienacin capitalista.

    Y es que el arte les ofreca a estos autores una plataforma alternativa a la ciencia que pareca reinar sin discusin sobre el panorama espiritual. Para Adorno el lenguaje (el del arte al igual que el de la crtica fi losfi ca) no debe someterse a la regla justamente instrumental de lo comunicativo, propia de la ciencia. El lenguaje es, antes que simple medio para la transmisin de contenidos, expresin. Sobre todo, y segn la perspectiva de Benjamin de la que, segn explica Duarte, Adorno fue deudor al comienzo de su ca-rrera, el lenguaje es expresin de la esencia espiritual del ser humano. Aqu se entrelazan aspectos ticos y teolgicos (porque para Benjamin nombrar es parangonable al acto divino de crear) con aspiraciones estticas puesto que el lenguaje trasciende el mero nivel operativo para proyectarse hacia un plano liberador, poltico y artstico al mismo tiempo. La esencia no ideolgica de las obras de arte, escribi alguna vez Adorno, exige que su lenguaje renuncie a la comunicacin a favor de la pura fuerza expresiva.

    Pero, qu se debe expresar? El sufrimiento humano, siempre ignorado por la accin comunicativa y el medio informativo de la ciencia. Aqu se siente una infl uencia nietzs-cheana que no poda sino repugnar a Habermas, quien busc exorcizar los fantasmas culturales alemanes (Nietzsche fue uno de los ms ubicuos) a favor de un dilogo con el pensamiento estadounidense. Como sea, segn Adorno el arte verdadero siempre intenta expresar, esto es, busca decir lo que no se deja decir. Esta frase, tomada de la Jerga de la autenticidad, es proyectada aqu casi como una consigna esttica-fi losfi ca central para Adorno, de la que el libro de Duarte se apropia de modo creativo en su defensa de la

  • JOS FERNANDEZ Resea de Dizer o no se deixa dizer. para uma fi losofi a da expresso de Rodrigo Duarte 213

    expresin como trmino esencial tanto para la esttica como para cualquier fi losofa contempornea con ambiciones crticas.

    As entendida, la categora de expresin apunta a superar tambin el positivismo del primer Wittgenstein, para el cual, segn la clebre proposicin conclusiva del Trac-tatus, de lo que no se puede hablar es mejor callar. Resulta dudoso que frente al padeci-miento de los seres humanos sea mejor callar o no decir otra cosa que lo que puede ser dicho (y ello constituira la tarea eminente de la fi losofa, de acuerdo con una proposicin previa del Tractatus, que despoja as de sujeto al lenguaje). En contraste, el desafo de la fi losofa, como subraya el libro de Duarte desde su propio ttulo, consiste en intentar decir lo que no se deja decir: dar expresin al dolor humano, combatir la alienacin y restituir al sujeto como centro del pensamiento. Ahora bien, para Habermas esta tarea es antifi losfi ca en la medida en que entraa una contradiccin performativa.

    Puede sobrevivir su funcin crtica si la fi losofa no se arriesga a caer en este tipo de contradiccin? Duarte lo niega, y al hacerlo nos recuerda una nota curiosa. A pesar de rechazo del Habermas maduro contra Adorno, ambos compartiran una verdadera obsesin por el lenguaje y su papel en la fi losofa, slo que esas obsesiones son de signo muy opuesto. Para el primero, el lenguaje debera asimilarse al tipo de argumentacin de la ciencia; la comunicacin racional conforma las interacciones de los ciudadanos. Para el segundo, el lenguaje, elemento central de la cultura y del conocimiento, se encontrara ms bien mediatizado por las emociones del arte.

    Segn Adorno la fi losofa debera considerar al mundo desde el punto de vista de la redencin ms que desde la planicie de lo dado. El programa de Habermas asumi un punto de vista muy distinto. Constituy el intento por integrar cierta tradicin terica alemana con la pragmtica, demonizando la herencia de Nietzsche, que Adorno asuma sin complejos histricos (pero que Lukcs conden sin apelaciones), por irracionalista y ambivalente. Para Adorno, la expresin del sufrimiento infl uye, por cierto, en la forma de la escritura fi losfi ca. Frente a la sequedad del tratado, que no arriesga contradicciones performativas (como es escandalosamente el caso en su muy clebre frmula adorniana: Toda cultura despus de Auschwitz, incluyendo su urgente crtica, es basura), el fi lso-fo puede mostrarse como artista en el ensayo, forma resistente a la racionalizacin total del mundo moderno, la cual, por supuesto, impacta tambin sobre la prctica fi losfi ca. El paradigma que propugna Adorno es el de la asimilacin de la fi losofa al arte en lugar de su integracin a la ciencia, y qu modelo asume en general la fi losofa acadmica?

    Siempre ntido en sus desarrollos, este libro sorprende por la variedad de abordajes pe-netrantes, como el que asimila la internalizacin de los parmetros receptivos producidos por la industria cultural a la nocin kantiana de esquematismo. Nuestras percepciones estaran por tanto condicionadas; la televisin es una especie de sujeto trascendental que conforma el mundo y sintetiza su multiplicidad sensible. Por otra parte, Duarte exhibe toda su solvencia terica sin hacer concesiones polticas. De hecho, la crtica a Habermas que esgrime puede ser complementada por otra evidencia. En los ltimos aos este fi lso-fo despleg un audaz esfuerzo por sortear el vaco motivacional en que podra naufragar su ensayo de reconstruccin de la democracia hecha en trminos puramente procedimen-tales. El racionalismo a ultranza de Habermas sali entonces en busca de posibilidades expresivas que salven a la modernidad poltica que defi ende de las patologas sociales y los naufragios vitales que nadie, tampoco l, ignora. Pero en su libro Entre naturalismo y religin (2005) encontr esas posibilidades en las religiones antes que en el arte. Duarte,

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    en cambio, intenta rescatar otro costado afectivo, adems de dar cuenta de su inters tanto esttico tanto como civil.

    Afectividad y arte concurren asimismo en la nocin psicoanaltica de sublimacin, objeto de una discusin atenta en un captulo en el que se la compara con nociones de la esttica del idealismo alemn, por una parte, y con la de Adorno por la otra. Duarte traza un sutil contraste entre la sublimacin freudiana, signada por el escape de una pulsin, y el desinters de la tercera crtica de Kant, cuya contrapartida objetiva es la fi nalidad sin fi n. En ambos trminos sublimacin y desinters algo material se transforma en otra entidad, que no lo es. La esttica barruntada por Freud no estara, por tanto, muy lejos de aquella que en la poca del idealismo inaugur con fuerza Kant. Aunque para Adorno el arte no es un efecto de la sublimacin freudiana, sino de nuevo expre-sin (Ausdruck). Adorno resiste el subjetivismo implcito en el concepto de sublimacin (comparable en eso al goce esttico desinteresado del kantismo); su concepcin esttica se centra en la obra ms que en el artista o en el pblico. Por otra parte, una nocin de expresin brilla por su ausencia en Freud, mientras que su idea de sublimacin lleva implcito el desvo de una potencia sexual hacia formas culturales que cuentan con la aprobacin social. Como al fi nal de cuentas el resultado de la sublimacin podra ser tanto una obra de arte como un mero producto de la industria cultural, ella no puede integrarse a la esttica de Adorno; en defi nitiva, la sublimacin psicoanaltica se desen-tiende del valor esttico.

    Trmino capital para las exploraciones en la obra de Adorno que despliega Duarte, la expresin se volvi una categora central de la esttica en general y estuvo entre las ltimas en asimilarse a la disciplina. Duarte no quiere hacer de ella un uso en lnea con el universo romntico, sino reinscribirla en la tradicin hegeliana que la haba forjado como un trmino opuesto a las obligaciones imitativas que se le impusieron al arte. Du-rante el siglo XIX el arte se emancip de esas obligaciones a travs de la repercusin del hegelianismo, pero tambin a partir de desarrollos impulsados por las tecnologas: el descubrimiento de la fotografa y el surgimiento de escuelas como la impresionista, cuya esttica no le deba nada a la fi delidad, permitieron pensar ms all del paradigma imita-tivo que haba dominado durante milenios. A comienzos del siglo XX, recuerda Duarte, un Croce hegeliano ya hablaba de la esttica como ciencia de la expresin, en el ttulo de una infl uyente obra. El concepto de expresin en Adorno, inicialmente tributario de la carga de inspiracin teolgica del lenguaje en Benjamin, pasa luego a convertirse en un trmino esttico, tcnico y crucial de la Teora esttica, donde entra en relacin dialctica con el de construccin.

    En fi losofa, tanto para Adorno como para Horkheimer, expresin es aquello que combate la reifi cacin del lenguaje profesional, dependiente de una divisin del trabajo petrifi cada: aqu la fi losofa y su rigor, all el arte y su emotividad. Para Adorno, como subraya Duarte, el lenguaje de la fi losofa y el de la msica no pueden sino relacionarse, y la nocin de expresin constituye un puente entre lo conceptual y lo no conceptual, vale decir, confi gura ese momento en el cual sujeto y objeto an no ocuparon sus posiciones antagnicas. La obra de arte autntica es expresin del sufrimiento bajo una forma; todo el resto es industria cultural, alienacin.

    Recepcin: enero de 2009Aceptacin: marzo de 2009