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Directorio Nacional de las Logias Escocesas Reunidas & Rectificadas Régimen Escocés y Rectificado en los Conventos de las Galias de 1.778 y Wilhelmsbad de 1.782 GRAN PRIORATO RECTIFICADO DE HISPANIA www.gprdh.org CUADERNOS AZULES Volumen I

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Directorio Nacionalde las Logias Escocesas

Reunidas & RectificadasRégimen Escocés y Rectificado en los Conventos de las Galias de 1.778 y Wilhelmsbad de 1.782

GRAN PRIORATO RECTIFICADO DE HISPANIA

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CUADERNOS

AZULES

Volumen I

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S U M A R I O

INTRODUCCIÓN 5

DE LA MASONERÍA CRISTIANA A LA MASONERÍA RECTIFICADA 7

La masonería cristiana 11

- La masonería operativa 11

- La masonería especulativa. Los “modernos” 15

- Los “antiguos” y los tradicionalistas 17

- Masonería cristiana en Inglaterra 19

- Masonería cristiana en Francia 21

El Régimen Escocés Rectificado 24

- Doctrina e iniciación 25

- Las cuatro enseñanzas de la doctrina rectificada 26

LA MASONERÍA DE TRADICIÓN 33

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INTRODUCCIÓN

Ponemos en tus manos el primer número de lo que esperamos y deseamos se

convierta en una colección que en lo sucesivo iremos editando.

Este trabajo ha sido posible gracias al esfuerzo y dedicación de una serie deHermanos que, anónimamente, lo han hecho posible, con un único objetivo: eldifundir y compartir con todos los HH las horas de estudio y reflexión sobrediferentes temas de interés masónico.

En esta ocasión hemos seleccionado dos conferencias de Jean-François Var,que han sido transcritas y traducidas del francés -lengua propia del autor- porlos HH que forman el equipo de redacción.

Jean-François Var es miembro de la logia de estudios Villard de Honnecourtde la Gran Logia Nacional Francesa1, y corresponsal en Francia de la tambiénlogia de estudios Quator Coronati de la Gran Logia Unida de Inglaterra,además de ser historiador por formación universitaria y autor de diversosensayos y estudios.

La primera de las dos conferencias, titulada De la masonería cristiana a lamasonería rectificada, está concebida y dirigida a los miembros de la Orden,mientras que la segunda, La masonería de tradición, está escrita pensando enel mundo profano. Tanto una como la otra están planteadas con la rigurosidadpropia del historiador, aunque desgraciadamente no dispongamos de lasfuentes de información del autor para poder reseñarlas, extremo éste un tantonecesario al haber ciertas afirmaciones que pueden sorprender al lector yquerer verificarlas, a pesar de que el autor afirma en el texto que, no obstante,éstas existen. En cualquier caso, consideramos que son sumamente intere-santes por lo que de clarificador tienen y por situar las cosas en el lugar que, ajuicio del autor, les corresponden.

Para la segunda conferencia hemos contado con la colaboración del tambiénhistoriador y escritor Pere Sanchez i Ferrer, quien ha elaborado algunas notasal texto, necesarias al situar el autor su exposición en el contexto de lasociedad francesa, no siendo extrapolables dichas situaciones a la masoneríade nuestro país. Agradecemos desde aquí su colaboración.

1 Recordemos que cuando se escribieron estos artículos los tres primeros grados simbólicos del RER eranadministrados por la G.L.N.F. y el cuarto por el Directorio Nacional en el G.P.D.G., según concordatovigente. A partir del año 2000 los grados azules son administrados desde el Directorio Escocés Nacionalpor rotura de dicho concordato, separándose el G.P.D.G. de la G.L.N.F.

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Ambos trabajos constituyen un buen estudio de la masonería de tradición,especialmente interesante para nosotros -tanto masones o no- y para lamasonería de nuestro país, donde este concepto de masonería de tradicióncarece de tradición, aunque pueda parecer un juego de palabras. Esperamosque su lectura sirva al lector de elemento de estudio y reflexión.

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DE LA

MASONERÍA CRISTIANA

A LA

MASONERÍA RECTIFICADA

Por Jean-Françoise Var

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Curioso título éste que he elegido para este trabajo. Quizá les haya intrigado

a algunos de ustedes, sobre todo a aquellos que se toman la molestia de pensary hacerse preguntas. Si es así, tanto mejor, ya que ese ha sido uno de losmotivos que me ha llevado a hacerlo: obligarles a plantearse preguntas. Otromotivo es que este título es perfectamente adecuado a la realidad histórica queencubre.

Me referiré a ello más adelante. Hablaba de interrogantes y dudas. En efecto,por mal conocido, y desconocido, que sea el rito escocés rectificado (inclusopara algunos de sus practicantes), nadie ignora, sin embargo, que este rito escristiano o, al menos, según se dice, está impregnado de cristianismo, mientrasque los otros ritos no son considerados cristianos. (Más adelante veremos quées lo que hay que pensar de esta forma de expresarse). Vista desde estaperspectiva, mi exposición consistirá en partir del rectificado para llegar alrectificado; y para ilustrarlo, se puede elegir entre la peonza, que gira sobre símisma o la pescadilla que se muerde la cola...

Tengo la intención de mostrar, y demostrar, que esta forma de masoneríarectificada se inserta en la evolución de la masonería general. Es decir, y entérminos más precisos, mostrarles en qué forma la masonería rectificada seinscribe en la línea de la masonería tradicional y cómo permanece fiel a lasauténticas tradiciones masónicas, al tiempo que aporta algo nuevo que le esconsustancial.

Para hablar claro: he aquí lo que voy a exponer, basándome en una serie depruebas:

1. La masonería, no sólo operativa, sino también especulativa, o simbólica,ha sido cristiana desde sus orígenes, y lo ha seguido siendo durante unabuena parte de su historia.

2. Ciertamente, ha sufrido un proceso de descristianización, pero esteproceso no ha sido ni rápido, ni fácil, ni general: ha sido parcial, y lasexcepciones, han sido, y lo son aún, numerosas y duraderas. Elrectificado es una excepción, importante, evidentemente, pero no es laúnica.

3. Desde este punto de vista, el rectificado no difiere mucho, por su historiade otros sistemas masónicos.

4. En contrapartida, muestra una singularidad única: la doctrina que enseña.

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Más adelante me referiré a este término de doctrina.

Antes de continuar, debo referirme brevemente a mí mismo, no por un afán deprotagonismo, sino para imprimir un cierto carácter a la exposición que voy arealizar. Por vocación, soy un francmasón rectificado. No lo soy de origen: mehice rectificar por propia reflexión. Lo que no me ha impedido practicar ycontinuar practicando otros ritos y sistemas, tanto en Francia como en elextranjero.

Pero el rectificado es mi rito elegido. Debo añadir que, por formaciónuniversitaria, soy historiador. He aprendido la metodología histórica y, enparticular, a distinguir con precisión y honradez entre lo que es demostrable,lo que es probable y lo que es conjetural o hipotético (distinción que,desgraciadamente, no hacen siempre los investigadores de la masonería). Porañadidura, he adquirido ciertos conocimientos de filosofía y teología. Por estarazón, todos los estudios que he consagrado, por una parte a la masoneríamedieval, y por otra a la masonería del siglo XVIII, y de los cuales algunoshan aparecido en los «Trabajos de Villard de Honnecourt», son, unos, deorden histórico y documental, y otros se sitúan en el plano de la espiritualidad.Todo lo anterior sirva para dejar claro que lo que viene a continuación no esde mi cosecha: me limitaré a citar, parafrasear o clarificar documentos.Tampoco será un alegato «pro domo», una justificación de la masoneríarectificada. No lo necesita en absoluto. Será una exposición puramente factuale informativa, presentando hechos detallados, probados y documentados, conexclusión de toda hipótesis conjetural. Esta exposición no será combativa, nipolémica; no obstante, tengo el deber, y haré honor a él, de enfrentarme acierto número de contra-verdades que enturbian y obstruyen el campo de lareflexión. Pese al tiempo que hace que me dedico al estudio de estascuestiones, no puedo evitar que me choque desagradablemente comprobar lacomplacencia que muchos masones alientan y que, desgraciadamente,difunden y comparten. Y esto es grave -si únicamente se tratara de ellosmismos, sería un mal menor-, pero se trata de conceptos confusos ygeneralmente erróneos a los que ellos ajustan los hechos en lugar de reducirsus concepciones particulares de los hechos. No se insistirá bastante en ello:hechos incontestables e ideas claras, no hay otro método que valga, tanto parala investigación masónica como para cualquier otra.

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LA MASONERÍA CRISTIANA

LA MASONERÍA OPERATIVA.- Dicho esto, vuelvo a mi punto de partida:la masonería ha sido originalmente, y continúa siendo, cristiana.

Iré rápido y me limitaré a citar, de entre todos los que disponemos, aquellosdocumentos suficientemente elocuentes como para tener que comentarlos.

Todos los lectores sabrán, o al menos así me lo imagino, qué es lo que eninglés se denomina Old Charges, es decir, las Antiguas Constituciones. Oincluso, según otra traducción, los Antiguos Deberes (una prestigiosa logia deParís tiene este nombre). Hoy día, aún subsisten alrededor de ciento treinta. Enrealidad, son documentos fundadores de la francmasonería, y con este nombrehan sido publicados los más importantes de ellos en un reciente cuaderno deHerne (1992), que reagrupa los estudios y traducciones que habían aparecidocon anterioridad en los «Trabajos de Villard de Honnecourt».

Tomemos por ejemplo el más antiguo de estos textos, el Manuscrito Regius,fechado a finales del siglo XIV (hacia 1390). Entre otras cosas, se puede leerlo siguiente (v. 497-500, op. cit. p. 67):

«Y ahora roguemos a Dios Todopoderosoy a su Madre, la resplandeciente María,para que nos ayuden a respetar estos artículos,al mismo tiempo que estos puntos».

A propósito de los Cuatro Coronados, se dice (v. 511-512, ibíd.):

«Pero ellos permanecieron inquebrantables en la Ley de Cristoy fieles a su profesión, sin compromiso».

Más adelante se dice (v. 585-590, p. 71):

«Si te falta la inteligencia para eso,ruega a Dios que te conceda ese don;Cristo mismo nos lo muestra,la santa Iglesia es la casa de Dios,no está hecha para otra cosamás que para orar, como nos dicen las Escrituras».

En otro sitio, añade (v. 684-692, p. 75):

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«Ven pues a la Iglesia,si puedes, oye misa cada día;si no puedes acudir a la Iglesiaen el lugar donde trabajas,cuando oigas llamar a misaruega a Dios, en el silencio de tu corazón,que te haga partícipe de ese servicioque se celebra en la Iglesia».

Y el texto termina así (v. 789-794, p. 79):

«Que Cristo, pues, por su gracia celeste,os dé la inteligencia y el tiempo necesariopara leer y comprender bien este libro,y alcanzar el Cielo como recompensa.¡Amén! ¡Amén! ¡Así sea!Diremos todos por amor a Dios».

Aquel que objete que se trata de un texto anterior a la Reforma, lo que esincontestable, y que, por consiguiente, las cosas han debido de cambiar, lereplicaré con dos citas del Manuscrito Grand Lodge número 1, fechado por supropio copista en 1583, y por consiguiente, posterior en varias decenas deaños a la institución del anglicanismo. Este manuscrito es el tercero conocidode los Old Charges.

Su texto se inicia así (p. 145):

«Que el poder del Padre del Cielo y la sabiduría del Hijo Glorioso,por la gracia y la bondad del Espíritu Santo, que son tres Personas yun único Dios, estén con nosotros en nuestros inicios y nos otorguenla gracia de conducirnos en nuestra vida de tal suerte que podamosalcanzar Su Beatitud, que será eterna. Amén».

Digamos inmediatamente que esta plegaria invocatoria reaparecerá, conalgunas variantes de detalle que no afectan a su carácter de confesión de fetrinitaria, en un gran número de Old Charges posteriores.

Por otra parte, la serie de prescripciones o «deberes» comienzan de la formasiguiente (p. 150):

«El primer deber es este: Debéis ser hombres fieles a Dios y a laSanta Iglesia; y no cometáis ni error, ni herejía en vuestro entendi-miento y juicio...»

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También esta prescripción figura en muchos otros textos del siglo XVII (p. ej.el Manuscrito Watson, hacia 1687, p. 169) y del siglo XVIII. Uno de ellos, elManuscrito Dumfries número 4, que data aproximadamente de 1710, añadeincluso una precisión que ha inducido a algunos comentaristas al error (p.196):

«Seréis fieles y constantes respecto a la Santa Iglesia Católica yapartaréis de vuestra conciencia cualquier herejía, cisma o error».

En cuanto a la obligación del aprendiz, comienza así (p. 198):

«Primero: será fiel a Dios, a la Santa Iglesia Católica, al rey y almaestro a quien sirve».

Los comentaristas a que me refería, cuando se han extraviado en medio dehipótesis arriesgadas, sencillamente han olvidado que la Iglesia de Inglaterra,llamada anglicana, reivindica la calidad de «católica», y cuya mención figuraen su titulación oficial...

Queda por decir, y es lo que nos importa en este momento, que el caráctercristiano de los masones está afirmado sin ambigüedad, y esto queda reflejadoen un documento anterior, en más de diez años, a la fundación en 1717, porAnderson y sus amigos, de la Gran Logia de Londres.

Y después, ¿qué? Después nos encontramos con lo que se llama lasConstituciones Roberts, que reciben el nombre de su editor. LasConstituciones Roberts son las primeras de los Old Charges que han sidoimpresas (las otras no fueron publicadas hasta finales del siglo XIX), y suaparición data de 1722, el año anterior a la primera edición de lasConstituciones de Anderson.

Ahora bien, ¿qué es lo que encontramos en ellas?

En primer lugar, la plegaria invocatoria ya citada del manuscrito Grand Lodgedel siglo XVI y que permanece en vigor dos siglos después:

«Que el Padre del Cielo y la sabiduría del Hijo Glorioso, por lagracia y la bondad del Espíritu Santo, que son tres Personas y unúnico Dios, estén con nosotros en nuestros inicios y nos otorguen lagracia de conducirnos en nuestra vida de tal suerte que podamosalcanzar Su Beatitud, que será eterna. Amén».

Villard de Honnecourt, número 9, 1984, pp 29-30

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A continuación, entre las prescripciones están esas que conocemos bien en laactualidad (ibíd., p. 33):

«I. Debo exhortaros a honrar a Dios en su Santa Iglesia; a norecurrir a ninguna herejía, cisma o error en vuestro juicio...»

¡El motivo está claro!

Pero volvamos por un instante al Manuscrito Dumfries número 4. Tiene unacusado carácter cristiano, que algunos han calificado de hiperbólico. Ciertosextractos lo dejarán patente, pero habrá que citarlo todo.

En las preguntas y respuestas para uso de los aprendices se puede leer, entreotras cosas (op. cit., pp. 199-201):

«(4) -¿En qué logia fuiste recibido?- En una verdadera logia de San Juan.[Volveremos a referirnos a esta apelación]

(29) - ¿Qué escalera tuvieron (los albañiles) en la construcción deltemplo?- La escalera de Jacob, que estaba erigida entre el Cielo y la Tierra.(30) - ¿Cuántos escalones había en la escalera de Jacob?- Tres.(31) - ¿Cuáles?- El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo».

Un poco más adelante, añade:

«(38) - ¿Cuál fue la mayor maravilla vista o escuchada en el templo?- Dios fue hombre, y un hombre fue Dios. María fue madre, sin dejarde ser virgen».

Vienen a continuación unas Cuestiones concernientes al templo. Sólo citaré laprimera (pp. 201-292):

«1. - ¿Qué significa el templo?- El Hijo de Dios y particularmente la Iglesia; el Hijo que permitióque su cuerpo fuera destruido y resucitó al tercer día y edificó paranosotros la Iglesia cristiana, que es la verdadera Iglesia espiritual».

[Resaltemos que hace referencia implícitamente, pero con toda claridad, a la primeraepístola de san Pedro (2:4)]

En total, estas preguntas y respuestas son trece, número que en la simbologíacristiana tradicional se relaciona con Cristo y los doce apóstoles. Y tienen

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como objetivo relacionar figurativamente a la persona de Cristo con cada unode los elementos constitutivos del templo, mencionados sucesivamente. (Op.cit., pp. 201 a 203). Más adelante comprenderemos por qué me he detenido unpoco en ellas.

LA MASONERÍA ESPECULATIVA. LOS «MODERNOS».- Así pues, lorepito, el motivo está claro, al menos para los masones operativos. Pero, ¿ypara los especulativos? ¿Han aportado un cambio a este estado de cosas lacreación de la Gran Logia de Londres, en 1717, y la publicación de lasConstituciones de Anderson, en 1723?

La respuesta es sí y no. Todos conocemos ese famoso artículo Concerniente aDios y la religión de las citadas Constituciones, que ha hecho correr ríos detinta. Reproduzcamos su redactado:

«Un masón está obligado, por su compromiso, a obedecer la leymoral, y si comprende bien el arte, no será nunca un ateo estúpido,ni un libertino irreligioso. Pese a que en el pasado los masonesestaban obligados a pertenecer a la religión de este país o nación, seala que fuere, en la actualidad se ha juzgado más convenienteobligarles a seguir la religión en la que todos los hombres están deacuerdo, dejando que cada uno tenga sus propias opiniones; es decir,ser hombres de bien y leales u hombres de honor y probos,independientemente de las confesiones o creencias en las que puedandestacar. Por eso, la masonería se convierte en el centro de la unión yel medio de establecer una verdadera amistad entre las personas quehubieran podido permanecer eternamente distanciadas»2.

La formulación es innegablemente equívoca, y de ahí las consecuencias queha acarreado. Lo que en cambio no es inequívoco son las intenciones de suautor. La cuestión ha sido perfectamente aclarada en numerosos estudios quehan aparecido, en particular en Ars Quatuor Coronatorum, la revista de lafamosa logia de investigación de la Gran Logia Unida de Inglaterra QuatorCoronati, estudios de los que sólo mencionaré uno, puesto que es fundamental:el del reverendo Neville Barker Cryer titulado The De-Christianizing of theCraft (publicado en el volumen 97 de las A.Q.C., 1984, y traducido, bastantemal por cierto, en los números 12, 13 y 14 de los Trabajos de Villard deHonnecourt). Los sentimientos de Anderson están bien establecidos3. Por muypastor presbiteriano que fuese, adquirió suficiente renombre como para serllamado «el obispo Anderson» -lo cual es el colmo, pues los presbiterianos noadmiten el episcopado- y destacó principalmente por un tratado tituladoUnidad en la Trinidad y Trinidad en la Unidad, y que era anunciado sin

2 Constitutions de Anderson (París, Lauzeray International, 1978): traducción francesa de Daniel Ligon.3 Eric Ward, Anderson's Freemasonry, Not Deistic, in Ars Quatuor Coronatorum, vol. 80, 1967, pp. 36-57.

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ambages como una «disertación contra los idólatras, los judíos modernos y losantitrinitarios» (Op. cit., p. 38).

Dos cuestiones hay que destacar en la redacción del artículo primero. Enprimer lugar, la obligación para los masones del pasado de pertenecer a lareligión de su país, sea ésta la que fuere. No se trata de otra cosa más que de laregla Cujus regio, ejus religio, oficializada en Europa (continental) y másexactamente en Alemania por el Tratado de Westfalia (1648) con el que seponía fin a la Guerra de los Treinta Años, y que únicamente concernía a loscatólicos y a los protestantes, con exclusión de todos los demás. En cuanto alas palabras traducidas al francés por confesiones o creencias, es decir,denominaciones o persuasiones, si se consulta un diccionario que refleje lahistoria de la lengua inglesa se verá que son sinónimos, lo que no sorprenderádado el uso de la retórica de la época, la cual actúa voluntariamente poradicción repetitiva e insistente, y que estos sinónimos se aplican a lasconfesiones cristianas.

En una palabra, la tolerancia en la que piensa Anderson sin pronunciar estetérmino es una tolerancia entre cristianos y sólo vale para ellos. Está destinadaa poner fin a los enfrentamientos religiosos que -y esto se olvida confrecuencia- han durado en Inglaterra y en Escocia (país natal de Anderson),casi dos siglos, y han alcanzado niveles de crueldad inimaginables. ¡Esto sóloconstituía un inmenso progreso!4

En cuanto a la religión que concierne a todos o en la que están de acuerdo,religión por consiguiente católica, es decir, universal, y a la que, en la segundaedición de sus constituciones (la de 1738), Anderson daba el nombre de«noaquismo», no tiene nada que ver con el deísmo, o religión natural, queexcluye la Revelación. Al contrario, es la religión basada en la primeraRevelación de Dios al hombre, manifestada y concretizada por la primeraalianza, la de Dios con Noé, y de la que la Biblia da testimonio. Y estareligión revelada excluye, lo vuelvo a repetir, tanto a las religiones naturalistascomo a las religiones no basadas en la Biblia. De hecho, un análisis profundodel pensamiento de Anderson lo ha demostrado: es ese cristianismo primitivoy universal del que san Agustín fue el primero -al menos el primero con tantaclaridad- que tuvo y formuló la premonición, y que volverá a aparecer entrelos fundadores del régimen rectificado: ahora es el momento -y si no, nunca-de citar ese archiconocido pasaje de Joseph de Maistre que aparece en su Me-morándum al duque de Brunswick:

«La verdadera religión tiene más de dieciocho siglos. Nació el día enque nacieron los días»5.

4 No olvidemos que el levantamiento estuardista de 1715, con el desembarco del pretendiente, habíaprovocado un reguero de odio entre las facciones religiosas.5 Escritos masónicos de Joseph de Maistre (Ginebra, Slatkine, 1983), Pág. 97. Maistre cita un verso deLouis Racine (La religión, Canto III, V. 36).

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Tal fue la idea primitiva de Anderson, que fue también la de Joseph deMaistre: la reunión de los cristianos. Esto, lo vuelvo a repetir, es un hecho, noconjetural, no posible o probable, sino probado. Sin embargo, como suredactado era, vuelvo a insistir, equivocado y ambiguo, la consecuencia hasido otra distinta a la que se había previsto: en primer lugar, unadescristianización de facto de la masonería inglesa, y después una descristiani-zación de jure.

He analizado ampliamente la cuestión en una comunicación expuesta en elcoloquio organizado en mayo de 1987 sobre Los orígenes judeocristianos dela francmasonería, coloquio cuyas actas constituyen el tomo XV de losTrabajos de Villard de Honnecourt (1987). Y a él os remito. Para ser breve,solamente diré que lo que acabo de calificar como una descristianización defacto, y que se produjo durante el siglo XVIII, no es el resultado de unadeterminada voluntad, sino más bien el proceso de secularización creciente delas ideas y las costumbres, en una palabra, de la sociedad, que ha carac-terizado la Era de las Luces en toda Europa. Además, esta evolución hachocado con vivas y persistentes resistencias, de las que la más espectacularfue la aparición, a partir de 1751, de la Gran Logia de los Antiguos,rápidamente animada por Laurence Dermott.

LOS «ANTIGUOS» Y LOS TRADICIONALISTAS. - Esta Gran Logia,como su nombre indica, reivindica la restauración de los usos masónicosantiguos, es decir, tradicionales, abandonados por los modernos, como elloscalifican peyorativamente a la Gran Logia de Londres. Entre los reproches quelos antiguos formulaban contra los modernos figuraba en lugar preferente elabandono de las oraciones y la descristianización de los rituales (cf. miestudio, op. cit., p. 130). Por el contrario, los rituales de los antiguos seiniciaban con la siguiente oración, oriunda de la masonería irlandesa, pero queconocía también la masonería inglesa (ibíd. p. 135):

«Muy Santo y Muy Glorioso Señor, Dios, Tú, Gran Arquitecto delCielo y de la Tierra, que eres el proveedor de todos los dones y todaslas gracias, y que has prometido que allí donde dos o tres se reúnanen tu Nombre, Tú estarás entre ellos; en tu Nombre nos juntamos ynos reunimos, te suplicamos humildemente que bendigas nuestrasacciones, que llegue a nosotros tu Espíritu Santo para iluminarnuestras mentes con la sabiduría y la inteligencia, a fin de que poda-mos justamente conocerte y servirte y que todos nuestros actos seanútiles a tu Gloria y a la salvación de nuestras almas».

Si en la ceremonia se admitía a un nuevo masón, la oración continuaba:

«Y concede a nuestro nuevo hermano, aquí presente, la posibilidadde dedicar su vida a tu servicio para que sea un verdadero y fiel

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hermano entre nosotros; revístelo con tu divina Sabiduría, para quepueda, por medio de los secretos de la masonería, ser capaz dedescubrir los misterios de la piedad y del cristianismo».

En todas las ocasiones, la conclusión era idéntica:

«Te suplicamos humildemente en nombre y por el amor de NuestroSeñor y Salvador Jesucristo. Amén».

[Aquellos de entre vosotros que practicáis el rito de emulación habréis reconocido aquíuna oración que subsiste en la ceremonia de iniciación, pero expurgada de cualquierreferencia cristiana.]

Sin embargo, si el reproche de la descristianización era válido para losmodernos en general, no lo era para todos: subsistían entre ellos un número nodespreciable de masones que un gran erudito irlandés, John Heron Lepper(que fue bibliotecario de la Gran Logia Unida de Inglaterra) ha llamado losTraditioners, lo que podríamos traducir por tradicionalistas y que, pese a lasmodificaciones aportadas a los rituales por decisión de su propia Gran Logia,conservaban los usos y el espíritu de los antiguos6.

Entre estos usos existía -merece ser destacado principalmente en función de loque sigue- la práctica de una masonería en cuatro grados: el grado deaprendiz, el grado de compañero, el sublime grado del maestro y, finalmente,como cuarto grado, el Santo Arco Real, del que se dice, en Ahiman Rezon (laConstitución de la Gran Logia de los Antiguos), que es «con toda certeza, másaugusto, sublime e importante que los que le preceden», y que «es el summunde la perfección de la antigua masonería».

(Por otra parte, Laurence Dermott le llama «la raíz, el corazón y la médula dela masonería»).

Ahora bien, el Arco Real, en su estado primitivo, es total e intensamentecristiano, como lo prueban ampliamente los más antiguos ritos conocidos, queestán cuidadosamente preservados en los archivos ingleses.

Muchos reproducen incluso bajo el título Conocimiento místico del templo, lastrece preguntas y respuestas del Dumfries número 4, al que me he referido conanterioridad (cf. mi estudio, op. cit. pp. 144-150): este conocimiento místicode Cristo como templo constituía la culminación de la ceremonia.

6 Bernard Jones, Freemason's Guide and Compendium (Londres, Harrap, nueva edición, 1956), Págs.207-208.

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MASONERÍA CRISTIANA EN INGLATERRA. - Independientemente deesto surgieron o se aclimataron en Inglaterra grados o sistemas de grados totaly exclusivamente cristianos, entre los cuales figuran, por citar sólo los másnotables, la Orden Real de Escocia, los Knights Templar o, incluso,procedente de Francia, el Soberano Príncipe Rosa Cruz; y más normalmentelos grados caballerescos constituidos entonces. El reverendo Baker Cryer, ensus estudios, en particular el que ya he citado, menciona una cantidadimpresionante de hechos y textos que prueban la persistencia e incluso lavitalidad, durante todo el siglo XVIII inglés e incluso más allá, no sólo de unamasonería cristiana sino de una concepción cristiana de la masonería.Abundando en ello, muestra que semejante concepción, lejos de ser marginal,gozaba de una audiencia suficientemente amplia como para recibir la sanciónoficial de las autoridades, con el gran maestro a la cabeza, no de la GranLogia de los Antiguos, como se habría podido esperar, sino de la de losmodernos. Esto es lo que ocurrió con una obra publicada en 1775 -atención ala fecha: es exactamente contemporánea de la constitución del RégimenEscocés Rectificado- por William Hutchinson bajo el título Spirit of Masonry.Este libro tuvo un gran éxito, como lo demuestran las numerosas edicionesque se imprimieron tanto en Inglaterra como en el extranjero. En él, el autordesarrolla la idea según la cual los tres grados de la masonería -no reconocemás que tres, en esto refleja que es moderno- simbolizan los tres estadios dela Revelación divina: el grado de aprendiz, la religión natural; el grado decompañero, la religión judía surgida de la revelación personal de Dios aMoisés; finalmente, el grado de maestro -que él llama la orden de losmasones más solemne y sagrada, la orden del maestro masón-, la religióncristiana.

Escribe:

«El conocimiento del Dios de la naturaleza forma el primer estado denuestra profesión; el culto de Dios bajo la Ley judía es descrito en elsegundo grado de la masonería; y la revelación cristiana aparece enel último y supremo orden».

Añade (inspirándose en el profeta Ezequiel):

«Esta ciencia surgió en oriente. Es conocido que el saber se extendiódesde oriente al mundo occidental y alcanzó Europa. Oriente erauna expresión utilizada por los antiguos para designar a Cristo: eneste sentido, encontramos que los profetas emplean la palabraanatolé».

En otra parte, dice:

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«El maestro masón representa a un hombre sometido a la doctrinacristiana, salvado de la tumba de la iniquidad y elevado hasta la Leyde la Salvación».

Explica por qué «nuestras logias están dedicadas a san Juan»:

«San Juan (Bautista) merece nuestra atención porque él proclamóque la salvación estaba cerca, con la llegada de Cristo; y nosotros, encuanto que somos una asamblea de hombres reunidos en laverdadera fe, conmemoramos la proclamación del Bautista. Ennombre de san Juan Evangelista, reconocemos el testimonio que da yel divino “Logos” que manifiesta».

Respecto al cometa, explica que «representa la estrella que guía a los magos aBelén, proclamando a los hombres el nacimiento del Hijo de Dios y dirigiendohacia allí nuestra progresión espiritual hasta el autor de la redención». Encuanto a las «tres luces» que iluminan la logia, son, dice, «un tipo de la santaTrinidad».

He traducido en otra parte muchos pasajes del mismo estilo que se podríancitar7. Ahora bien, todo esto figura, insisto, en una obra aprobada y recomen-dada por los altos dirigentes de la Gran Logia de los Modernos. Esto pruebahasta qué punto estaban lejos de practicar una deliberada política dedescristianización.

Esta descristianización se produjo cuarenta años después, a consecuencia delActa de Unión de 1813 entre las dos Grandes Logias, que hasta entonceshabían sido rivales. Todo fue obra del duque de Sussex, gran maestroautocrático, durante treinta años (de 1813 a 1843), de la nueva Gran LogiaUnida de Inglaterra, la cual impuso los ritos que, en esencia, eran los de losantiguos, pero desprovistos de su espíritu antiguo, es decir, cristiano. Eltrabajo se terminó prácticamente en 1821 para las logias y en 1835 para loscapítulos del Arco Real.

En cambio, las órdenes caballerescas, no excluidas en el Acta de Unión,permanecieron al margen y no se cambió nada de su espíritu. Por eso hanpermanecido desde entonces, y aún hoy, reservadas estrictamente a loscristianos. Tomemos como ejemplo los Knights Templar; la cualificaciónexigida a un candidato es doble: ser compañero del Arco y suscribir unadeclaración de fe «en la santa e indivisible Trinidad». Lo mismo ocurre, esotro ejemplo, con el grado dieciocho del Rito (Escocés) Antiguo y Aceptado,el de la Rosa Cruz... Y no cito más.

7 Cuaderno Verde nº 13 del G.P.D.G., 1993, pp. 115-134.

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Esto es válido para Inglaterra, y lo mismo ocurre para los países de ámbitoinglés: Escocia, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda, África del Sur e inclusoEstados Unidos de América. En este último país, la situación relativamente eshomogénea para Rosa Cruz. En cambio, absolutamente en todos los sitios, lasórdenes caballerescas, y en particular los templarios, están cerrados a los nocristianos.

MASONERÍA CRISTIANA EN FRANCIA. - ¿Y en Europa continental?

La masonería, como todo el mundo sabe, llegó desde Inglaterra a Francia, enprimer lugar, y después al resto del continente, normalmente a partir deFrancia, y excepcionalmente a partir directamente de Inglaterra. Sólo hablaréde Francia. El origen inglés de la masonería es doble: los modernos, de dondeviene el rito francés y el rito escocés; y el de los antiguos, de donde emana elrito escocés antiguo y aceptado.

He explicado ya suficientemente el espíritu «antiguo» como para volver ainsistir en ello. No asombra pues que los primeros ritos del REAA, los delSupremo Consejo de 1804, hayan sido perfectamente cristianos. Únicamentecitaré este intercambio de réplicas en el grado de aprendiz según la Guía delos Masones escoceses:

«-¿Por qué vuestra logia está orientada de este a oeste?-Porque todos los templos así lo están.-¿Por qué es así?-Porque el Evangelio fue predicado primero en el este, y después seextendió al oeste».

Es la traducción palabra por palabra del ritual de los antiguos (los tres golpesdistintos) y del que estaba en uso entre los modernos «tradicionalistas» (Jakíny Boaz). No voy a hablar de ellos, y remito al lector para un mayorconocimiento del tema a los estudios de Gilles Pasquier, que se ha convertidoen el especialista de este rito antiguo y aceptado primitivo, y en concretoaquellos estudios que han aparecido en los Trabajos de Villard deHonnecourt.

En cuanto a la derivación a partir de los modernos, se realizó demasiadopronto, antes de que se iniciara en Inglaterra el lento y laborioso proceso dedescristianización que he descrito, y este proceso no tuvo nunca efecto enFrancia, al menos en el siglo XVIII, en el siglo XIX ya fue otra cosa. Lamasonería francesa en la época de Voltaire, Diderot y Rousseau es sencilla ynaturalmente cristiana. Todas las logias sin excepción llevan el nombre de«logias de san Juan»; como por otra parte era uso corriente para las logiasinglesas, tanto operativas como especulativas, de la primera mitad del siglo,como lo demuestran varios Old Charges para las primeras y, para las

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segundas, la famosa divulgación de La masonería disecada, de Pritchard, quedata del año 1735. En todas las logias sin excepción el libro santo que seutiliza es el Evangelio, y más concretamente el Evangelio según san Juan; ycon la mano derecha sobre el Evangelio es como el candidato prestajuramento. Todo esto está relatado en la Recepción de un hermano masón(divulgación del año 1737 hecha por el teniente general de la Policía Hérault ypublicada también por Gines Pasquier, Trabajos de Villard de Honnecourt,número 12, 1986, pp. 88-90), y en diversos informes realizados tras lasredadas hechas por la Policía en las tabernas donde había una logia8.

La francmasonería francesa en el siglo XVIII era, pues, cristiana, estabaintegrada casi en su totalidad por cristianos, y en particular por un grannúmero de eclesiásticos, de los que el padre Ferrer Benimeli ha elaborado, ensus Archivos secretos del Vaticano y de la francmasonería (Ed. Fr. Paris,Dervy-Livres, 1986), una relación nominativa que ocupa al menos cienpáginas, y que es, así lo afirma, incompleta. Había incluso logias integradasúnicamente por miembros del clero, principalmente en monasterios tanreputados como Fécamp o Clairvaux.

Añadamos, para dar una idea tan fiel como sea posible del espíritu masónicode la época, que varias logias promulgaron reglamentos proscribiendoexpresamente la admisión de judíos. Por ejemplo, en 1791, la asambleaplenaria de las logias de Burdeos decidió:

«Los judíos no son admitidos en nuestros misterios. Nuestras logiasestán dedicadas a san Juan Bautista, precursor del Mesías, y losjudíos no reconocen ni la divinidad del Mesías ni la misión de sanJuan Bautista. Sobre el Evangelio de san Juan prestamos juramento,y este libro sagrado, objeto eterno de nuestra veneración, no es paralos judíos más que una obra de tinieblas y mentiras».

Este elocuente documento se encuentra en la obra de Jean Baylot: Informefrancés de la francmasonería regular (París, Vitiano, 1965, p. 81); el citadoBaylot destaca, por contra, el recibimiento fraterno de que son objeto losprotestantes en las logias de predominio católico (ibíd.).

Las cosas están claras: en Francia, en el siglo XVIII, los masones soncristianos. Por lo cual, la adaptación francesa de las Constituciones deAnderson afecta sólo a los cristianos. Existen dos versiones. Una, que llevapor título Reglas y obligaciones de la orden de los francmasones del reino deFrancia, 1735, que fue enviada en 1737 al barón de Scheffer a efectos deconstituir logias en el reino de Suecia; se conserva en los archivos de la Gran

8 Pierre Chevallir, Histoire de la Frane-Maçonnerie française (París, Fayard, 1974), tomo I, Págs. 24 ysiguientes.

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Logia de Suecia donde la encontró Arthur Groussier en 1932. La otra,denominada Las obligaciones prescritas a los masones libres, es un texto másantiguo, que se encuentra en la Biblioteca Nacional, en donde apareciórecientemente. Estas dos versiones han sido publicadas encaradas por EtienneFournial (editada aparte de las Publicaciones de la comisión de historia delGODF, s.l.n.d.). Independiente de las variantes de estilo que presentan, nodivergen en modo alguno en el fondo. Sólo citaré un extracto significativo:

Versión francesa:

«Aunque en pasados siglos los masones estaban obligados a ser de lareligión del país en donde vivían, desde hace algún tiempo se haconsiderado más oportuno sólo exigirles la religión “que todocristiano acepta”, dejando que cada uno obre según sus propiossentimientos».

Versión sueca:

«En los siglos pasados, los francmasones estaban obligados aprofesar la religión católica, pero desde hace algún tiempo no seexamina sus propios sentimientos con tal de que sean cristianos,fieles a su promesa...»

Tal fue la prescripción legada por Francia a Suecia. Desde entonces, nunca, laGran Logia de Suecia, como tampoco las otras Grandes Logias escandinavasque tienen la misma estructura y la misma práctica ritual, a saber, las deDinamarca, Noruega y, en parte, Islandia, a las que hay que añadir las grandeslogias de Alemania, que nació de la Gran Logia de Suecia, es decir, la GrobeLandesloge der Freimaurer von Deutschland, repito, nunca estas grandeslogias se han desdicho de esta estipulación y no han puesto en duda el carácterexclusivamente cristiano de la masonería que, en los casos citados, continúacerrado para los no cristianos.

Ni juzgo, ni valoro, únicamente expongo hechos históricos incuestionables: eslamentable si hacen que se tambaleen ideas fijas. En todo caso, estos hechoshistóricos prueban que el exclusivismo cristiano del régimen escocésrectificado, lejos de ser una monstruosa aberración, como algunos tienen latentación de pensar, fue, en el momento de su creación, algo normal ycorriente. Añadamos, inmediatamente, para no tener que volver sobre el tema,que la persistencia hoy día de este exclusivismo, incluso si algunos loconsideran chocante, no lo es ni más ni menos que para los regímenesescandinavos. De hecho, debería serlo menos, ya que en Francia coexisten conel rectificado otros ritos que han sido abiertos a los no cristianos, lo que no esel caso en los países citados con anterioridad.

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Ahora bien, esta persistencia no se explica por la supervivencia en ciertomodo mecánica y pasiva de una herencia residual de la historia o por no séqué rutinaria adhesión a formas desconectadas de las realidades mentales ysociológicas de los tiempos y que han perdido toda significación. Se justificapor una especie de necesidad metafísica y, digámoslo claramente, doctrinal.

EL RÉGIMEN ESCOCÉS RECTIFICADO

Pero antes de examinar este punto importante, tengo que referirme brevementea lo que, evidentemente, ustedes conocen todos: el origen y la estructura delrégimen escocés rectificado.

[Pequeña aclaración terminológica, de pasada. Indistintamente se utilizan las palabras«régimen» y «rito». Es un error. En modo alguno son sinónimos. La noción de rito serelaciona con la práctica ritual y con sus modalidades: composición y descomposiciónde la logia, ceremonias de los grados, etcétera. La noción de régimen engloba laorganización en grados sucesivos (la escala de los grados) y las autoridades que losrigen jerárquicamente.]

Ninguno de ustedes ignora, pues, que el régimen escocés rectificado es unsistema masónico articulado en dos conjuntos; el primer conjunto masónicostricto sensu, que era calificado en el siglo XVIII como la clase simbólica, eintegrada en cuatro grados (como la masonería de los antiguos), los deaprendiz, de compañero, de maestro y de maestro escocés de san Andrés, locual marca, según los textos, el término de la iniciación masónica; y unsegundo conjunto que tiene carácter caballeresco, compuesto por un gradopreparatorio, el de Escudero Novicio, y por un grado último, el de CaballeroBienhechor de la Ciudad Santa.

Tampoco ignoran que este régimen fue obra de un masón de una excepcionalenvergadura, una de las personalidades más eminentes y más consideradas dela historia de la masonería francesa, y no sólo de ella: Jean-BaptisteWillermoz, cuyas cualidades excepcionales comienzan a ser reconocidasgracias, en particular, a brillantes personalidades, como Antoine Faivre.

Como ustedes saben, este verdadero patriarca de la masonería que fueWillermoz -aunque sólo sea por su excepcional longevidad (vivió noventa ycuatro años, de 1730 a 1824), y no sólo a causa de ella- elaboró su régimen de1774 a 1782, con la ayuda de dos grupos de colaboradores, en Lyon y enEstrasburgo; y su obra recibió la sanción oficial en dos etapas: primero en elámbito nacional en 1778, en el Convento de las Galias, y después a nivelinternacional en el Convento de Wihelmsbad, en Alemania.

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Para edificarlo, utilizó materiales, por un lado, de la masonería francesa de laépoca, masonería a la que ya me he referido ampliamente, y, por otro, de unsistema masónico alemán, que ya utilizaba el apelativo de masoneríarectificada, pero que es más conocido bajo el nombre de Estricta Observancia,y en el que se inspira sobre todo para los grados caballerescos, y para losgrados masónicos. Y, en fin, de aquel al que toda su vida reverenció como unmaestro, Martínez de Pasqually, y del que tomó lo esencial: la doctrina queeste último le había revelado.

Martínez de Pasqually no es el tema que tratamos aquí, y no me referiré a él,pero sí a su doctrina, puesto que es el sustrato de todo el conjunto delrectificado, de arriba a abajo y de abajo a arriba. Para aquellos que esténinteresados en poseer algunos detalles más, les remito a los estudios que hepublicado en los número 19 y 23 de los Trabajos de Villard de Honnecourt,sobre el nacimiento del régimen escocés rectificado y sobre la EstrictaObservancia, respectivamente.

DOCTRINA E INICIACIÓN. - Sin embargo, antes de ir más allá quieroaclarar un falso problema. Hay masones, me los encuentro a diario y en todocaso cada vez que trato del tema, que se ofuscan cuando oyen mencionar laexistencia de una doctrina en la masonería, e incluso se niegan vehemente-mente a aceptar tal idea. Lo que ocurre es que estos buenos hermanosdesconocen el verdadero significado de este término, que confundenerróneamente con el dogma. En efecto, ¿qué quiere decir la palabra doctrina?Consultemos el mejor diccionario de latín que existe, es decir, el de Gaffiot.Doctrina significa: 1) enseñanza, formación teórica; 2) arte, ciencia, teoría,método. La palabra doctrina está en relación etimológica con el verbo doceo,enseñar. La doctrina es lo que es enseñado por un doctor, un maestro, unprofesor, a aquella persona que, gracias a ello, se va a convertir en doctus,instruido, sabio. Ahora bien, ¿cómo actúa la masonería? Es evidente que porvía de la iniciación, pero al mismo tiempo por vía de la enseñanza. Toda lamasonería está integrada de enseñanzas. Y especialmente la masoneríarectificada, en la que esta enseñanza es, en cierto modo, el hilo conductor queguía a sus miembros a lo largo de su recorrido iniciático. La enseñanza aquídispensada tiene una naturaleza particular. Los diversos sistemas o ritosmasónicos no son mezquinos en enseñanzas en forma de advertencias yconsejos relativos al comportamiento moral, social y a veces religioso de susmiembros: un ejemplo típico de esto son las exhortaciones del rito deemulación. Naturalmente que también en el rectificado se encuentra esto. Perohay otra cosa más. El régimen presenta la particularidad destacable yprobablemente única de poseer una doctrina propia de iniciación, explícita-mente formulada y metódicamente enseñada, grado por grado. De este modo,al mismo tiempo que hace que sus miembros avancen en la vía de lainiciación, les imparte una enseñanza teórica en forma de discurso pedagógicorelacionado con esta misma iniciación. Esta enseñanza se da en las

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Instrucciones redactadas ne varietur, que jalonan los sucesivos grados y queestán incluidas en los ritos de estos últimos. Y su lectura es indispensable,pues de otra manera, ¿cómo podría informarse de esta doctrina que se expone,primero conociendo su existencia, y después, de forma progresiva, asimilarla?Prescindir de esta lectura equivaldría, para un profesor de un colegio o de unliceo, a ignorar los programas y explicar a sus alumnos lo primero que se leocurriera. Pues bien, esto es lo que ocurre desgraciadamente en numerosaslogias.

Es tanto más perjudicial que esta doctrina -lejos de ser simplemente un objetode curiosidad retrospectiva, una especie de rareza- no tenga para cada uno denosotros un interés directo y siempre actual. En efecto, esta enseñanza sobre lanaturaleza y la historia de la iniciación es indisociable con una enseñanzasobre la naturaleza del hombre y de su historia -quedando bien claro que estahistoria que narra el régimen no es la de los hechos de la civilización, porejemplo, la historia de la arquitectura o del arte de la geometría, como en lasOld Charges o incluso en las Constituciones de Anderson-; es la de lacondición humana, para utilizar una expresión de André Malraux, es decir,con más exactitud, las peripecias que han afectado a esta condición a causa ycomo consecuencia de mutaciones registradas en el ser mismo del hombre. Enuna palabra, es una historia ontológica, una historia metafísica, al mismotiempo que física.

Desde que las ideas de Guénon han afectado incluso a aquellos que no las hanleído, esto parece evidente. Pero, creedme, en el siglo XVIII era una primicia,como dicen hoy en día los periodistas. No hay duda de que cualquier hombreimpregnado con la cultura cristiana está imbuido por la idea, transmitida por latradición cristiana, después de la judía, de la caída del hombre, puesto que deesto se trata. Pero creo no equivocarme al afirmar que era la primera vez queuna necesaria relación quedaba establecida entre la caída del hombre y laelaboración del proceso iniciático.

LAS CUATRO ENSEÑANZAS DE LA DOCTRINA RECTIFICADA. -Me explico, ¿qué nos enseña lo que, para abreviar, llamaría la doctrinarectificada?

Primero. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza divina, y en elestado primitivo glorioso, que le era propio, gozaba de la inmortalidad y de labeatitud perfecta porque estaba en comunicación directa y constante con elCreador, en unidad con él, según afirman nuestros textos. Esto es lo queexpresa el adjetivo glorioso, al que hay que tomar en el sentido más amplio enque aparece en las Escrituras, en donde la gloria pone de manifiesto lapresencia inmediata y luminosa de Dios.

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[De pasada recuerdo que, en masonería, la palabra gloria tiene este sentido: para todomasón, trabajar a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo es trabajar en presencia delDios Creador.]

El primer hombre, revestido con la luz divina, es decir, participando de lasvirtudes y poderes que está en la esencia divina (lo que la teología cristianaoriental llama las energías increadas), participando sin ser él mismo (densecuenta de esto porque es muy importante) de la esencia divina, tenía comodestino ser el rey de este universo creado por Dios.

Segundo. Este hombre, por decisión de su libre voluntad, se ha desviado yseparado de su Creador, y ha caído. Y, en consecuencia, ha perdido lasemejanza divina. Sin embargo, la imagen divina subsiste en él inalterada,porque la huella de Dios es inalterable. Esta imagen está deformada, se haconvertido en algo disforme, y esto es lo que simboliza el paso de oriente aoccidente, de la luz a las tinieblas, de la unidad a la multiplicidad: Adánexpulsado de ese lugar de luz y de paz total (pax profunda) que era el Paraísoterrestre; y comprendan que el Paraíso terrestre no era en realidad un lugar,sino un estado del ser.

Este hombre, separado de su origen, que es Dios, de su verdadero Oriente, esllamado por Willermoz, a consecuencia de Martínez, el hombre en privación.Y esta privación es absoluta. Esto conlleva un doble castigo, castigo exigidopor la justicia divina, pero al que el hombre se ha condenado él mismo. Elprimero es que el hombre no está en unidad con Dios, en comunicacióninmediata y constante con Él. Es eso que nuestros textos designan como lamuerte intelectual, teniendo en cuenta que en el lenguaje de la época inte-lectual quiere decir espiritual, incorporal; nosotros diríamos ahora que elhombre caído está en estado de muerte espiritual.

Pero ha sufrido también un segundo castigo. La mutación ontológica radicalque la caída del hombre ha provocado en él se manifiesta también por elhecho de que el cuerpo glorioso de que estaba inicialmente revestido, cuerpode luz, cuerpo espiritual (habría dicho Henry Corbin), se ha transformado enun cuerpo de materia sujeto a la corrupción y a la muerte. De suerte que,condenado a la muerte espiritual, lo está también a la muerte corporal.

En este estado, el hombre, a partir de ahora, se encuentra dotado de una doblenaturaleza: su naturaleza espiritual, gracias a la cual continúa siendo imagende Dios, y que ha conservado; y la naturaleza animal corporal que le ha validosu caída y que le asemeja a los animales terrestres.

Y es víctima de horribles tormentos. Como ser espiritual, aspirante por supropia naturaleza a la unidad con Dios, sufre indeciblemente por su rupturacon él. Como ser animal, se ha convertido en el esclavo de sus sensaciones y

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necesidades físicas y en juguete de las fuerzas y elementos materiales. En fin,como ser doble, a la vez espiritual y animal, está desgarrado y descuartizadopor el antagonismo entre las aspiraciones y tendencias contrarias de sus dosnaturalezas.

Trágica es, pues, la condición actual del hombre.

Tercero. Sin embargo, el régimen rectificado nos enseña que esta privaciónabsoluta, que se ha convertido, según la justicia divina, en definitiva, no loserá en realidad a causa de la entrada en juego de la misericordia o clemenciadivina, la cual aparece en el instante en que el hombre se arrepiente. Ahorabien, arrepentirse es volver a encontrarse a sí mismo, es recuperarse. Esdesviarse de las tinieblas y hacer frente de nuevo al Oriente en donde seencuentra la luz. Es ponerse en situación de ascender a sus fuentes, a suorigen. Entonces es cuando el trabajo de iniciación es posible.

Pues la iniciación es uno de los medios utilizados por la misericordia divina -yesto, desde la caída- para permitir al hombre recuperar su estado originalrestableciendo en él la semejanza a la imagen divina, restaurando en él laconformidad del tipo al prototipo, del hombre a Dios. Nuestros textos sonabsolutamente formales en este punto.

Citaré tres cortos extractos:

«Si el hombre se hubiera conservado en la pureza de su primerorigen, la iniciación no habría existido para él, y la verdad semostraría sin ocultarse a sus miradas, puesto que él había nacidopara contemplarla y para rendirla un continuo homenaje».

«La francmasonería bien meditada os hace pensar, sin pausa y portodos los medios posibles, en vuestra propia naturaleza esencial.Constantemente busca la forma de captar las ocasiones de hacer queconozcáis el origen del hombre, su primitivo destino, su caída, losmales consiguientes y los recursos que le ha puesto a su alcance labondad divina para vencerlos».

Por esta razón se afirma insistentemente que el verdadero y único objetivo delas iniciaciones es el de preparar a los iniciados para descubrir el único caminoque puede conducir al hombre a su estado primitivo y a devolverle losderechos que ha perdido. Texto a parangonar con aquel en el que Louis-Claude de Saint-Martin (discípulo, como Willermoz, de Martínez) expone queel objeto de la iniciación es el de anular la distancia que hay entre la Luz y elhombre, o de acercarle a su origen, reponiéndole en el mismo estado en el queestaba en el comienzo.

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Creo que comprenderán ahora en qué consiste esta unión necesaria entre lacaída del hombre y la iniciación a la que me he referido con anterioridad. Lainiciación es una consecuencia de la caída; consecuencia no fatal, sinoprovidencial; no obligada, sino deseada, por la misericordia divina paracontrarrestar la caída y anular los efectos. Es un auxilio de la Providencia alhombre que no le ha faltado nunca a lo largo de su historia, y por esta razónlas sucesivas formas que adoptó la iniciación a lo largo de los tiempos -y lamasonería es una de ellas- estuvieron en relación con las vicisitudestemporales del hombre, que sin cese se debate entre la caída y elarrepentimiento.

Y ustedes captarán también, al mismo tiempo, no sólo la utilidad, sino lanecesidad de una enseñanza conexa con la iniciación. Tiene como fin hacerque el hombre tome conciencia, por un lado, de su estado presente y, por otro,del estado que era el suyo original, y que puede volver a ser suyo. El objetivoes evidente: producir en el hombre -en el iniciado- un cambio de estado deconciencia, de forma que se haga posible el cambio de estado de ser que deberealizar el trabajo iniciático. Los dos -estado de conciencia y estado de ser-están ligados.

Este es el sentido de la fórmula de Joseph de Maistre en su Memoria al duquede Brunswick:

«El gran objetivo de la masonería será la ciencia del hombre».

Relean ahora, con la perspectiva que acabo de trazar, los ritos de los gradossucesivos del régimen y las instrucciones que comporta. Descubrirán -si no lohan hecho ya- que la acción ritual se desarrolla a la vez simultáneamente ycon continuidad, tanto de grado en grado como en el interior de cada grado, yesto desde el de aprendiz, en tres planos en constante correspondencia:pasado, presente y futuro; el origen y destino primitivos del hombre, su estadoactual, sus objetivos últimos; el hombre primitivo glorioso, el hombre presentedecepcionado, y el hombre futuro repuesto en su gloria.

Es por esto por lo que el rito trata sobre el tema de la construcción del templo,de su destrucción y su reconstrucción, que es la transposición de formaconstructiva del tema de la semejanza de la imagen, sucesivamente perdida ydespués recuperada, pues, en última instancia, el templo no es otra cosa que elhombre.

Y ustedes verán cómo, etapa tras etapa, de acuerdo con una progresiónpedagógica perfectamente dispuesta, las instrucciones dan una enseñanza cadavez un poco más elevada y, simultáneamente, recuerda profundizando en ellala enseñanza impartida anteriormente.

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Pero que nadie se engañe, pues todo está indicado desde el principio. De estemodo, a aquel que no es aún un aprendiz, sino un candidato sometido a laspruebas previas a su recepción, se le da la primera máxima de la Orden,máxima que tendrá que meditar durante toda su vida:

«El hombre es la imagen inmortal de Dios, pero, ¿quién podráreconocerla si él mismo la desfigura?»

Por otra parte, la Regla Masónica que se entrega a todos los aprendices paraque la estudien, les advierte:

«Si las lecciones que la Orden te da para facilitarte el camino de laverdad y la felicidad se graban profundamente en tu alma (...); si lasmáximas vitales, que marcarán, por así decirlo, cada paso que darásen la carrera masónica, se convierten en tus propios principios y laregla invariable de sus acciones; ¡Oh!, hermano mío (...) cumpliráscon tu sublime destino, recuperarás esa semejanza divina que fueparte del hombre en su estado de inocencia, que es el objetivo delcristianismo y que la iniciación masónica convierte en su objetivoprincipal».

Ustedes comprenden ahora, así lo creo, hasta qué punto es grave hacereconomías de estas instrucciones fundamentales que la Orden nos da.

Cuarto. Hay una cara enseñanza con la que terminaré y que de todas es lamás especial. ¿Puede el hombre operar por sí mismo este restablecimiento,esta reintegración en su estado primitivo y en los derechos que ha perdido?Absolutamente, no. Sería, por su parte, hacerse culpable de una empresaorgullosa similar a la que provocó su caída original. Esta reintegración, esdecir, esta vuelta a la integridad primera, exige la mediación de un ser que, ala manera del hombre, esté dotado de una doble naturaleza, de una parteespiritual y de otra corporal. Sin embargo, a diferencia del hombre actual,cuyas dos naturalezas están corrompidas por la caída, están las dos en ese seren estado de pureza, de inocencia y de perfección gloriosa como lo estabaninicialmente en el hombre.

Comprenderán ahora de quién se trata y quién es aquel a quien nuestros textosllaman el Divino Mediador. Ellos son, en lo relativo a su identidad,perfectamente claros:

«(...) Todas las relaciones entre la misericordia divina y los culpableshabían sido aniquiladas y la desgracia actual del hombre seríainexplicable si esta misericordia no hubiera empleado un tonificanteinfinitamente poderoso para levantar al hombre de su funesta caíday colocarlo de nuevo en su primer destino. Ustedes no ignoran cuál

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ha sido ese tonificante. En efecto, ¿y quién otro que no sea un serDios y Divino podía encadenar el poder de aquel que había subyu-gado al hombre?

Inmediatamente después del crimen del hombre, este agente poderosoacudió a manifestar su acción victoriosa sobre los culpables en eltemplo universal; la manifestó especialmente en el tiempo en favorde la posteridad del hombre y para vergüenza de su enemigo,uniendo su Divinidad a la humanidad; en fin, no cesa de manifes-tarla en todos los rincones del universo.

He aquí, mi querido hermano, los auxilios divinos y eficaces que elhombre, a través de su arrepentimiento, transmite a su posteridad yde los que nadie puede participar si no actúa en nombre y en unidadcon este Agente, reconciliador universal».

He aquí por qué, al término de la iniciación masónica, lo que el régimenrectificado ofrece para que lo contemplen sus miembros no es un renacimientosino una resurrección.

[Aquí haré un inciso. Desvelar al término de la iniciación la resurrección de Cristo no esexclusivo del régimen rectificado; esto se encuentra también en otros sistemas, tantofrancés como inglés. La particularidad de este régimen es, en cambio, la de incluirlo enuna perspectiva metafísica y ontológica coherente, fuerte y concretamente aplicable alhombre.]

He aquí también por qué, una vez llegado a este término, el templo sucesiva-mente construido, destruido y reconstruido desaparece, como desapareció eltemplo de Salomón, y por qué la meta final es la Jerusalén Celeste, la CiudadSanta donde no hay ya templo pues, así como se dice en el Apocalipsis(21:22), el señor Dios Todopoderoso es el Templo, así como el Cordero. Enefecto, no lo olvidemos, el templo que nos concierne verdaderamente es elhombre, la meta última del hombre es la identificación con el «templo nohecho por la mano del hombre»: el Cristo resucitado.

Finalmente, he aquí en qué la Orden es cristiana, y no está solamenteimpregnada de un vago cristianismo. He aquí por qué sólo puede admitir acristianos, es decir, a hombres que profesan la fe de Cristo. Esta selección oesta elección -como se quiera- no obedece a ningún otro motivo más que a lanecesidad metafísica a la que me he referido anteriormente. Porque lainiciación tal y como la concibe Willermoz, según las enseñanzas de Martínez,y que nos ha legado, no funciona de otra manera, no puede funcionar de otramanera; y que, para utilizar un pasaje ya citado, constituye un auxilio divino yeficaz (...) en el que nadie puede participar si no actúa en nombre y en unidad

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con este agente reconciliador universal que es Cristo. Ahora bien, ¿cómoactuar en nombre y en unidad con Cristo si no se tiene fe en Él?

Éste es el esoterismo cristiano que vive y en el que viven los masonesrectificados. He ahí la concepción que el régimen rectificado se hace, desdehace más de dos siglos, de la iniciación y que pone en práctica. Por supuestoque me adhiero a esa concepción, ya que, lo he dicho de entrada, yo mismosoy un masón rectificado. Evidentemente, no pretendo hacer de ello unmodelo universal, un molde al que todos los masones deben obligatoriamenteadaptarse, y no ignoro las dificultades que ello puede representar para los nocristianos. Dificultades que no se deben sobreestimar, ya que, por otra parte, yal fin y al cabo, todo este régimen solamente es legislado para sus miembros,y cada uno es libre de entrar o no. Éste ha sido siempre el caso desde la épocade Willermoz hasta nuestros días. Pero si se entra, he ahí a lo que es precisoadherirse.

Lo que afirmo, por experiencia propia, es que esta doctrina de la iniciaciónmasónica intrínsecamente ligada a la naturaleza y destino del hombre, enperfecto acuerdo con el cristianismo que le es connatural, permite a quien seadhiere vivir la plenitud del proceso iniciático en la plenitud de la fe. Y esaarmonía perfecta es fuente de grandes alegrías.

He ahí el testimonio que quería daros.

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LA

MASONERÍA

DE

TRADICIÓN

Por Jean-Françoise Var

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No se pasa de la primavera al estío o, a veces, no llega a transcurrir ni un mes,

sin que la masonería, sujeto mediático por excelencia (como se dice ahora) nosirva de caldo gordo a una prensa ávida de sensacionalismo, o de pseudo-sensacionalismo.

Decir esto -que la prensa está ávida de sensacionalismo- no es hablar mal deella. Al fin y al cabo, los periodistas no hacen más que cumplir con su trabajo,de acuerdo a la idea que de ello tienen en la actualidad, dando de comer alpúblico lo que éste espera, o mejor dicho, lo que se supone que el públicoespera. Ya que, sea verdad o mentira, ese no es asunto mío, se ha decidido queel público espera lo sensacional; ustedes ya me entienden: me refiero «alimpacto de las fotos, al peso de las palabras».

Valga pues lo de sensacional. En esta concepción, digamos «americana», de lainformación, es evidente que la reflexión, que exige calma y ponderación,queda sacrificada ex profeso al buscar (lo repito) el sensacionalismo bruto einmediato y, como consecuencia, efímero y sin continuidad. Es decir, lainformación impacto, la revelación inédita (o al menos presentada como tal).

Y es en la proliferación, tanto en la radio como en la prensa escrita, de esas«indiscreciones», lo que da a los oyentes y a los lectores la sensación (o quizámás bien la ilusión) de saber más que todo el mundo, antes que todo el mundo.Entiéndanme bien: no estoy juzgando, tan sólo estoy haciendo unaconstatación, con el fin de explicar las razones por las que, con un tesóninterminable, los órganos de la prensa se las ingenian para animar o reavivarla curiosidad del público respecto a este enigma a la vez archiconocido yarchidesconocido que es la masonería.

Y es que, en efecto, desde esta óptica, la masonería ocupa un lugarprivilegiado. Es un filón inagotable, o al menos, considerado como tal por losque lo explotan9.

¿Por qué? Primeramente, a causa del misterio que sigue rodeándola. Aunquela masonería no sea percibida como una sociedad secreta a la manera de laMafia o del Ku-Klux-Klan, y aunque a propósito se haya escrito infinidad deveces en sentido contrario (hasta tal punto que los mismos masones van desorpresa en sorpresa, cuando leen lo que se escribe sobre ellos), la gente

9 En España aún no gozamos de tal «privilegio», pues el tema tampoco suscita tanto interés como paraque la prensa le dedique demasiada atención, ni aún en verano. Eso sí, cuando la Orden aparece en laprensa italiana a causa de sus supuestas complicidades con la corrupción o las conspiraciones de salón,entonces nuestra prensa se hace eco del asunto, y se escriben las mismas verdades a medias, losdespropósitos, etcétera. En lugar de informar, confunden, unas veces por ignorancia, otras por mala fe.Así, todos coinciden en un punto: hablan de lo que no conocen.

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persiste en atribuir a la masonería un carácter misterioso, aderezado, estáclaro, por la literatura que le es dedicada.

Por otro lado, a este carácter misterioso siempre le queda asociado un ciertoperfume de escándalo. En el inconsciente colectivo se sigue considerando alos masones como a gente poderosa, tan poderosa, que parece que actúan bajomano (es el lado de «sociedad secreta») para hacerse mutuos favores,preferentemente inconfesables, al margen o en desprecio de la legalidad (es larazón por la que me refería a la Mafia), y de este modo asegurarse posicionesdominantes, aunque ocultas, en campos tan sensibles -según la manera«francesa» de ver las cosas- como la política o los negocios, es decir, eldinero.

Aunque asuntos tan espectaculares y dramáticos (ya que murieron personas)como los que salpicaron la historia de la IIIª República Francesa, pongamoscomo ejemplo el famoso «escándalo de las fichas»10 a principios de siglo, oentre las dos guerras el «escándalo Stavisky»11, los cuales en su épocaacapararon con abundancia las crónicas y en los cuales los masones seencontraban efectivamente implicados, aunque esos escándalos, y otros, esténactualmente casi totalmente olvidados, salvo por parte de los historiadoresprofesionales, y aunque la idea de una conspiración «judeomasónica» naufra-gara con el régimen que había hecho de ella su único modelo de explicaciónpolítico/histórica (me refiero al régimen de Vichy)12, y sólo subsistaactualmente en ciertas capas sobrevivientes del extremismo de derecha; apesar de todo ello, persiste una impresión, una convicción profundamenteenraizada (lo vuelvo a decir), en el inconsciente colectivo, y es la siguiente:los masones inspiran, o intentan inspirar de manera oculta, tanto la políticacomo los negocios y, especialmente, todo cuanto en la política y en losnegocios parezca a ojos del «hombre de la calle» lo más incomprensible, lomás chocante. Ya que, como se sabe, la explicación entendida por«influencias escondidas» o por «fuerzas ocultas», por citar el título de unapelícula antimasónica de tiempos de la ocupación -película que tuvo un gran

10 Entre los años 1901 y 1903, el Gran Oriente de Francia se convirtió en una especie de oficina secreta deinformación al servicio del Ministerio de la Guerra francés, con el argumento de convertir a la democraciay el laicismo a los cuadros del ejército, por entonces mayoritariamente reacios a tales principios. Eldescubrimiento de las connivencias entre el Gran Oriente y ciertos altos cargos del gobierno provocó ladimisión de su presidente, Émile Combes, en enero del año 1905. Dos años antes, Combes había visitadoBarcelona.11 S. Alexandre Stavisky era un estafador que supo utilizar ciertos medios masónicos -así como políticos,judiciales, etcétera- para sus oscuros negocios. Al darse a conocer el escándalo, en los años 1933-1934,los profesionales de la antimasonería utilizaron el «affaire» Stavísky para acusar a la Orden de todo lo queles pareció, como era su costumbre desde el siglo XVIII. No obstante, en este caso, poco tenía que ver lamasonería con el asunto.12 Durante la ocupación alemana, el régimen pronazi del general Pétain, establecido en Vichy, convirtió lapersecución de judíos y masones en uno de los pilares de su existencia. Aquí, por entonces, el régimennacional-católico del general Franco elogiaba y compartía la obsesión contubernista del gobiernocolaboracionista francés. Aunque en España nunca se persiguió a los judíos, la dictadura luchaba contra el«contubernio judeomasónio comunista separatista».

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éxito, pero en un sentido del todo opuesto al que esperaban sus autores- unatal explicación es una manera simplista, pero cómoda y tranquilizadora a lavez, de conjurar lo irracional en la historia.

Y es así como, independientemente de los artículos de prensa que se puedanver florecer aquí o allá, en los momentos en los que la actualidad se relaja,como por ejemplo durante los vacíos meses de verano, y que, sea cual sea elórgano donde se publiquen son casi la copia idéntica los unos de los otros, senota en el transcurrir de las semanas todo tipo de informaciones o más bien deindiscreciones (como ya dije al principio), principalmente en publicacionesespecializadas en ese género (pongamos: Le Canard Enchainé, o bien Minute),pero también en otros periódicos. Se trata de informaciones o indiscrecionessobre la pertenencia masónica de tal o cual ministro o ministra -o tambiénsobre la incidencia que esta misma pertenencia haya podido tener, por tomarejemplos fuera de la actualidad reciente: los protagonistas del caso«Estrategias del desarrollo», el antiguo ministro Nucci y su ex jefe de gabineteChalier- u otro ejemplo, referente a los jefes de fila de los diferentesmovimientos políticos de Nueva Caledonia- o, en fin, más recientemente, lared de facturas falsas (la SAGES). Se puede ver que escojo ejemplos muydiversos de entre los cientos que me pasan por la mente.

Añado que la misma masonería, o esto que llamamos comúnmente masonería(más adelante verán la razón de esta restricción), contribuye de buen o malgrado a alimentar ese flujo. Así, año tras año, el otoño ve cómo las dosobediencias (es el nombre oficial de las organizaciones masónicas) que sesupone representan a la masonería francesa renuevan su personal dirigente y,en particular, proceden a la elección de sus respectivos grandes maestros, loscuales se complacen después en extenderse en declaraciones tantoestruendosas como enigmáticas (y en ocasiones de los dos tipos a la vez) quealimentan la especulación de los comentaristas, y esta especulación tratageneralmente, por no decir siempre, sobre el «posicionamiento» de dichosgrandes maestros, y por consecuencia, se piensa, el de sus tropas, que según sesupone les obedecerán inmediatamente (como ya no se produce, si en algúnmomento se produjo, ni en la misma Iglesia católica), respecto del presidentede la República y del gobierno en funciones. Hay que reconocer que lospersonajes en cuestión se prestan a ello, tomando partido sobre tal o cualhecho político o social, como pueda ser (temas tradicionales de la «laicidad»)la enseñanza religiosa en la escuela o los acuerdos Lang-Claupet entre elestado y la enseñanza católica, pero también la fecundación in vitro, laprevención del SIDA o la «purificación étnica» en la ex Yugoslavia, larepresión de la Intifada en Israel, o hace ya tiempo la independencia de NuevaCaledonia, ¡oh, perdón!, de la «Kanakie». Los ejemplos son numerosos, sólohay que escoger.

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Luego vienen las ocasiones circunstanciales en las que la misma masoneríahace que hablen de ella. Tal vez recordarán que Michel Rocard, a la sazónprimer ministro, había designado a su llegada al palacio de Matignon unamisión de conciliación (o de buenos oficios, ya no lo sé) en la cual figuraban,a título de «autoridades morales» (según una expresión que tuvo su éxito enaquella época), al lado de un sacerdote y un pastor que, se supone, represen-taban a las Iglesias cristianas, un antiguo gran maestro del Gran Oriente deFrancia, el señor Roger Leray, y a ese título presentado por toda la prensa sinexcepción como el representante de la masonería francesa, lo que era cuantomenos un abuso de lenguaje.

Parece, por otro lado, que los mismos miembros del Gran Oriente no debieronapreciar en mucho el proceso, ya que, aunque el señor Leray no ocultó enabsoluto su deseo de cumplir un nuevo mandato como gran maestro, no fuetan siquiera designado como candidato para dichas elecciones, y luego nimucho menos elegido.

En cuanto a la enseñanza religiosa en la escuela -caballo de batalla del GranOriente de Francia desde hace más de un siglo- tengo aquí un comunicadooficial en el cual este último alzaba la voz con vehemencia en nombre de la«moral laica y republicana», de la «ética laica», y así mismo de laConstitución, que por tanto en su época había combatido violentamente, encontra de lo que llama «las tentativas de la jerarquía católica por inmiscuirseen el funcionamiento de los establecimientos escolares públicos». Y al mismotiempo, para acabarlo de arreglar, «rechaza categóricamente (según suspropias palabras), cualquier veleidad de despotismo cultural», condenando(continúo citando) «las recientes tentativas que tienen por objeto la práctica dela prohibición y la censura que evocan de manera inaguantable los autos defe». Se trata en este caso de una película, ahora totalmente olvidada, pero quetuvo en su momento un bonito éxito de escándalo, me refiero a «La últimatentación de Cristo».

En fin, para emplear el lenguaje popular con toda su energía, a la imagen delmasón «chanchullero» continúa superponiéndose la del masón «mata curas»,digamos: anticlerical militante.

Esta última imagen, los mismos masones, al igual que los antimasones del tipode monseñor Lefebvre o Jean-Marie Le Pen, se las ingenian para continuarmanteniéndola, como si se vanagloriasen de ello.

Sí, pero, ¿de qué masones se trata?

Y ahora llegamos a donde quería llegar. Ya que -y esto es una cosa general-mente ignorada- hay dos tipos de masones. O más exactamente: hay una

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verdadera masonería, o mejor dicho la verdadera masonería, la única auténtica:la masonería de tradición, dicha también regular.

Y, al lado de ésta, toda una serie de organismos de los más diversos, encompleta ruptura con la tradición, y aunque reclamando para sí el título demasonería sólo tienen de masónico el nombre, y además con abuso deltérmino mismo (no dudo en decirlo) por usurpación.

Se ve que, por el juego de las circunstancias históricas, estos organismos (delos que los más conocidos son el Gran Oriente de Francia y la Gran Logia deFrancia, pero existen muchos más) son, al menos en Francia -ya que en elresto del mundo es al contrario- los más numerosos por sus efectivos, ytambién los más ruidosos, pero... no son masonería, es más, no tienen nadaque ver con ella. Incluso podría decir sinceramente que la ley sobre publicidadengañosa les debería ser aplicada.

Lo que aquí estoy afirmando, mis siguientes palabras lo demostrarán demanera más categórica. Pero tal vez me vayan a preguntar, ¿qué es la masoneríade tradición y por qué continúa siendo tan poco conocida?

Lo que es, estoy aquí para explicarlo, y también lo que no es. ¿Por quécontinúa siendo tan poco conocida? Por dos razones.

La primera razón es que si la masonería no es una sociedad secreta (es unaasociación según la Ley de 1901 -en Francia-, y como tal es objeto de unadeclaración publicada en el Boletín Oficial), es sin embargo una sociedaddiscreta. Es discreta, primeramente por respeto a las conveniencias: pornaturaleza es enemiga de todo bombo publicitario. Luego lo es también porrespeto a sus compromisos, ya que la discreción forma parte de los juramentosque cada uno de sus miembros ha prestado desde el momento de su admisión.

La segunda razón es muy simple, me atrevería a decir simplista. Aquellos quedenomino como pseudomasones tienen evidentemente todo el interés porimpedir a los verdaderos masones que se expresen, aunque sólo sea paraseñalar su existencia; ya que es evidente que si la opinión pública descubriesela existencia de una masonería, no únicamente otra diferente a la suya, sinoademás heredera -y heredera fiel- de una tradición multisecular, llevaría a estaopinión a plantearse preguntas, y en particular a preguntarse sobre laautenticidad y validez de las organizaciones implicadas, así como sobre losfundamentos de su pretensión por encarnar -y encarnar a solas- una corrientede pensamiento, un hecho de civilización que forma parte del patrimoniofrancés, y no tan sólo francés sino también del patrimonio occidental.

A partir de esto, se pueden hacer ciertas constataciones interesantes que danqué pensar.

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Por un lado, los masones de tradición, visto el estado actual de nuestrassociedades, y la importancia creciente y a veces determinante que toman cadavez más los medios de comunicación, se han decidido a romper el silencio queguardaban hasta este momento y (sin faltar en nada a los juramentos dediscreción que han prestado y que guardan toda su fuerza) expresarse conclaridad para decir quiénes son.

Es así cómo, por ejemplo, la Gran Logia Unida de Inglaterra (de la quevolveremos a hablar más adelante), al verse expuesta a ciertas campañashostiles, incluso calumniosas, ha hecho varias declaraciones públicas yoficiales que, sin ceder a la polémica, han servido para volver a poner lascosas en su sitio.

En nuestro país, la Gran Logia Nacional Francesa -que es la única obedienciaregular13- se ha abstenido hasta el presente momento de semejantes declara-ciones. Sin embargo, sus sucesivos grandes maestros y otros eminentesmiembros continúan dando conferencias de prensa.

Citaré sólo un ejemplo: el de mi amigo el escritor Frederick Tristan, quecuando le fue otorgado en el año 1983 el premio Goncourt por su novela LesEgares, en las numerosas entrevistas que siguieron a ese acontecimientoaprovechó para manifestar públicamente en repetidas ocasiones, con grannitidez, su doble calidad de cristiano practicante y de masón de tradición. Loque le proporcionó una muy interesante y abundante correspondencia porparte de los lectores y oyentes que habían «caído de las nubes» al descubriruna imagen de la masonería de la que no tenían la menor idea, y al descubrirpor añadido que esa imagen correspondía de manera auténtica a una realidadde varios siglos de antigüedad en Occidente.

Pero por otro lado -y como contrapartida- asistimos a una reacción antagónicapor parte de los pseudomasones, los cuales hacen todo lo posible por evitar,precisamente por las razones que hemos dicho, el que la masonería tradicionalaparezca a la luz del día. Ellos, que hacen profesión pública de «tolerancia» ymanifiestan -vuelvo a tomar los términos del comunicado ya citado- tantahostilidad a las «prácticas del entredicho y la censura», no vacilan en utilizarestas mismas prácticas para imponer el silencio a los masones de tradición,multiplicando las maniobras y presiones de todo tipo para, en particular,prohibirles el acceso a los medios de comunicación. Y, desgraciadamente,frecuentemente lo consiguen.

Les garantizo que no exagero, y que hemos sido testimonio y víctimas deartimañas increíbles. Entre numerosos ejemplos, citaré uno bastante signifi-cativo. En el año 1987, fue organizado en el Senado un coloquio sobre «los

13 Ver nota 1 en pág. 5.

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orígenes judeocristianos de la masonería», con la participación de doseminentes jesuitas, el padre Riquet y el padre Ferrer Benimelli, de un obispoortodoxo, monseñor Germain, y de dos pastores luteranos. Varios periodistassiguieron los debates, entre ellos un enviado del periódico Le Monde, quienhizo una excelente reseña, la cual nos mostró. Esta reseña jamás fuepublicada...

Dejemos esto, pero valía la pena que lo supieran... Unas últimas palabras antesde entrar en el meollo del asunto.

Aunque soy -y no me escondo de ello- miembro de la Gran Logia NacionalFrancesa, donde he ejercido ciertas funciones en su jerarquía, me expreso estanoche a título personal, y sobre todo en tanto que investigador. Mis estudiosuniversitarios me han formado en la investigación histórica, he efectuado uncierto número de trabajos a la vez sobre la historia y la espiritualidad de lamasonería, especialmente dentro del cuadro de la logia nacional de estudios demi obediencia, logia que lleva el nombre prestigioso de Villard de Honnecourt.Villard de Honnecourt, lo digo de paso para los que no lo sepan, era unarquitecto picardo del siglo XVIII, cuyo gran renombre en nuestros días noproviene de los edificios que construyó o en los que colaboró en suconstrucción, ya que la mayor parte, salvo la catedral de Cambrai, fuerondestruidos, sino de los cuadernos de trabajo repletos de ilustraciones yanotaciones que dejó y que son los únicos que poseemos de un arquitecto de laEdad Media.

Debo añadir que también soy miembro corresponsal de la logia de estudios dela Gran Logia Unida de Inglaterra Quator Coronati (que existe desde hacemás de un siglo).

Sirva todo esto para decirles que, aunque por falta de tiempo, o a causa delmarco en el que se desarrolla esta conferencia, no aporte en cada ocasión laspruebas de lo que afirmo, no obstante, esas pruebas existen.

Así, pues, ¿qué es la masonería regular?

Es una Orden iniciática y tradicional, de la que puedo decir que reposa sobredos bases, o dos columnas: la creencia en Dios y la fraternidad.

Sobre la fraternidad, no voy a insistir, todo el mundo sabe que los masones sellaman entre ellos hermanos (también se les denomina, de una manera un tantosarcástica y un poco descortés, «hermanos tres puntos», en alusión a ungrafismo que algunos usan en abundancia).

Aunque, para ir bien, este concepto de fraternidad -a menudo mal comprendido-merecería un comentario, no lo voy a hacer ya que el tiempo apremia.

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En cambio, las otras nociones o conceptos, quizá les hayan sorprendido ynecesiten aclaraciones.

La masonería es una Orden. Para hacerles captar lo que este concepto implica,les pido que piensen, por ejemplo, en las Órdenes caballerescas o en lasÓrdenes monásticas. De este modo, comprenderán fácilmente que en esasórdenes se incluía una noción de jerarquía; noción absolutamente opuesta aligualitarismo triunfante en las sociedades contemporáneas, o mejor aún, en laconcepción que nuestros contemporáneos se hacen de la sociedad (ya que larealidad es probablemente muy distinta).

Quien dice jerarquía, dice necesariamente existencia (y reconocimiento,aceptación de la existencia) de los superiores y de los inferiores, y comoconsecuencia obediencia de los segundos a los primeros.

Tal como se dice en uno de nuestros rituales:

«La naturaleza de nuestra Constitución es concebida de tal formaque unos son llamados a dirigir y enseñar, mientras que otros debenaprender, someterse y obedecer».

Y el texto añade:

«Para todos, la humildad es una cualidad esencial».

Obediencia, humildad... ¡Tendrán que admitir que, precisamente, estos valoresno están de moda!

¿Acaso esto excluye la igualdad y la libertad? De ninguna manera. Ya que laigualdad no es igualitarismo, y la libertad tampoco es licencia o libertinaje. Eligualitarismo es nivelar por lo bajo, es la supresión de las particularidades ydiferencias intrínsecas que hacen que un ser no sea otro ser; es el rechazo delas distinciones, es la uniformización.

La igualdad, al contrario, consiste en admitir esas diferencias, en constatar quealgunos tienen más capacidades o poderes que otros, y a la vez, en afirmar quetodos los seres, independientemente de que puedan más o que puedan menos,tienen en sí mismos, en tanto que seres, el mismo valor. En definitiva, ladiferencia entre dos o varios seres es cuantitativa y no cualitativa. Esa es laverdadera igualdad.

De manera análoga, la libertad, para ser real y no ficticia o ilusoria, exige unalto grado de conciencia, de lucidez, mientras que la licencia no conoce

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moderación ni mesura, ya que ella es puramente pasional, y por consecuenciay a fin de cuentas, es inconciencia y alienación.

No desarrollo más estos puntos, pero quizá vean mejor ahora cómo lanaturaleza de una Orden jerárquica, no solamente no excluye, sino que alcontrario exige a la vez la libertad y la igualdad. En una orden, todo poderviene de arriba; pero este poder, para no degenerar en despotismo, debeobtener el reconocimiento y el consentimiento de «abajo», de la «base», lacual le da entonces su obediencia libre y conscientemente.

Esta obediencia es una obediencia dada a la Orden y a las funciones que esaOrden comporta, no es una sumisión a los hombres que las ejercen. En tantoque miembros de una misma Orden -miembros que llevan en este caso elnombre de «hermanos», que se «reconocen como hermanos»- los superioresson los iguales de los inferiores.

Pueden ver cómo se articula el tríptico: libertad, igualdad, fraternidad, trípticoque, contrariamente a la leyenda comúnmente aceptada, no es de invenciónmasónica, pero lo hubiera podido ser. Y también pueden ver que en el planoespiritual tiene otra significación totalmente distinta de la que se le dacomúnmente.

En segundo lugar, la Orden masónica, «la Orden de los masones» (como lallama un ritual), es iniciática, es decir que, en ese sentido, concierne a losagrado.

Uno no entra por una simple admisión, sino que entra por una iniciación.

Sobre lo que es la iniciación les hablaré más adelante. Por el momento,básteles con saber que es una operación por la cual se pone en funcionamientoun proceso de renovación y reconstrucción del ser interior del hombre, enparticular al nivel de esa lucidez y de esa conciencia que evocaba hace unosinstantes. Esta operación consiste, por así decirlo, en extraer al hombre de suscondicionamientos habituales, los del mundo dicho profano: mundo desorde-nado, desorientado, desarreglado (que ya no tiene ni reglas, ni orden, niorientación), se podría decir sin rumbo, por analogía a la brújula que se havuelto loca porque ha perdido el norte (o «perdido el Oriente», es igual); y acontinuación, reinsertar a ese hombre en un conjunto orgánico armoniosa-mente ordenado y «orientado», es decir, vuelto a centrar hacia Oriente.

¿Y qué es el Oriente? No es una figura abstracta, un símbolo vacío. En unritual se dice:

«Cuando busquéis la luz que os es necesaria, recordad siempre quela hallareis en Oriente, y que sólo allí la podréis encontrar».

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Y al decir estas palabras, sólo allí, el que habla designa lo que llamamos elVolumen de la Ley Sagrada, es decir, la Biblia, abierta habitualmente (yprecisamente en ese momento) por el prólogo del Evangelio de san Juan:

«En el principio existía la Palabra, etcétera...»

En otro ritual, se especifica esta recomendación:

«En vuestra calidad de francmasón os recomiendo que meditéis muysinceramente el contenido del Volumen de la Ley Sagrada. Conside-radlo como el guía infalible de la verdad y de la justicia; reguladvuestras acciones según los preceptos divinos que él contiene. Es aquídonde podréis aprender cuáles son vuestros deberes hacia Dios,hacia vuestro prójimo y hacia vos mismo».

La iniciación, lo repito, hace entrar al «profano» en un dominio sagrado. Porello, todo lo que se dice y todo lo que se hace debe, necesariamente, por unaparte obedecer a las reglas de la ciencia simbólica (ya que el simbolismo es ellenguaje natural de lo sagrado), y por otra parte, desarrollarse bajo las formasinmutables de un ritual (ya que la acción sagrada es por naturaleza ritual). Lamisma iniciación es una ceremonia que comporta las características que acabode decir, y no una vana formalidad de admisión.

Podemos ver todo lo que separa la masonería de una asociación de tipoprofano. No es una sociedad de pensamiento o un club de reflexión. No es unestablecimiento de enseñanza de cualquier tipo de naturaleza, ni aunque seafilosófica, pese al hecho de que a los medios pseudomasónicos les gustellenarse la boca con la palabra «filosofía», que tal como ellos la emplean, notiene un mayor significado, salvo quizás éste: el rechazo de la fe religiosa.

No es tampoco una asociación caritativa, aunque los actos de beneficenciafiguren entre las obligaciones impuestas a sus miembros, pero en cualquiercaso, no es este su objeto principal. No es en absoluto una organizacióndestinada a influir en la sociedad civil, aunque fuese para perfeccionarla. Laactividad (o el activismo) en el campo político, económico o social, son total-mente extraños a la masonería tradicional, que incluso lo prohíbe taxativa-mente. No porque ella considere, en virtud de no sé qué actitud angelical, queese tipo de acción sea negativa o nefasta. Antes al contrario, incita a susmiembros a participar en ellos, pero como ciudadanos y no como masones;como ciudadanos totalmente libres en sus opciones y compromisos, ya quequeda completamente fuera de lugar el que la Orden se los dictara.

Por esta razón, la masonería no tomará jamás partido: ella prohíbe formal-mente a sus miembros el tomar partido en logia sobre asuntos de conciencia

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susceptibles de causar división entre ellos, es decir, las cuestiones políticas yreligiosas están estrictamente prohibidas.

Sin embargo, la prohibición de las discusiones religiosas no entraña en ningúncaso la prohibición de Dios, sino todo lo contrario. Pueden recordar losextractos de los rituales que leí un poco antes.

Podríamos citar otro ejemplo: al principio de la ceremonia de iniciación sepregunta al candidato:

«¿En quién ponéis vuestra confianza?»

Él debe responder (o se le ayuda si es necesario):

«En Dios».

Previamente, y con el fin de evitar cualquier sorpresa desagradable, se habráasegurado de los sentimientos del candidato y se le habrá hecho firmar unadeclaración que atestigüe su creencia en Dios. Por otra parte, esto es un asuntode pura lógica: ¿Cómo concebir lo sagrado sin Dios? ¿Un sagrado ateo? Esosería una total contradicción en los términos.

Llegados a este punto, debo aportar una precisión de importancia capital. ElDios de los masones -si puedo arriesgarme a usar esta expresión- no es unsímbolo, no es un concepto, en el sentido en que sería una especie de «conchavacía» que cada uno llenaría según su gusto poniendo lo que le conviniera: unprincipio metafísico, o un principio vital como la evolución, o «el sentido dela historia», o hasta -lo que cuando menos resulta una paradoja- el azar... Noinvento nada, no estoy haciendo ninguna caricatura: sólo estoy citando aalgunos de esos, de entre los masones irregulares, que rechazan pura yllanamente la noción -sobre la cual volveremos- de Gran Arquitecto delUniverso.

No, el Dios de la masonería de tradición es un Dios personal; para ser másprecisos, es el Dios personal de la tradición judeocristiana: el Dios único, quea los cristianos se les revela trinitario, y cuya «voluntad revelada» (laexpresión figura en nuestros reglamentos) se materializa en la Biblia -comprendiendo el Antiguo y el Nuevo Testamento-, Biblia cuya presencia enLogia es obligatoria, y sobre la cual se toman todos los juramentos.

Dios, en la masonería, tiene, acabo de decirlo, una denominación biensignificativa: el Gran Arquitecto del Universo.

Esta denominación hace referencia a ese mundo armonioso ordenado yorganizado del que hablaba antes, mundo cuya disposición no puede ser

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producto del azar, o de la evolución, o de qué sé yo, sino necesariamente de laobra de un ser supremamente inteligente: Dios. La masonería venera a Dios entanto que supremo Arquitecto del Universo: Creador, Constructor y Ordenadordel mundo. Y sitúa su propia obra -que es, ustedes lo recordarán, dereconstrucción del ser interior- en esta misma perspectiva: eso es lo que seentiende por «cooperar en los planos del Gran Arquitecto del Universo».

Añado que esta misma denominación disipa todo equívoco: si las ceremoniasmasónicas son sagradas, éstas no son religiosas; se invoca a Dios, pero no sele rinde culto. La masonería no es una religión o una Iglesia que entre encompetencia con las otras religiones o Iglesias, y menos aún una superreligión o una super Iglesia.

Una vez hecha esta aclaración, queda que el masón trabaje a la Gloria delGran Arquitecto del Universo. Es «a la Gloria del Gran Arquitecto delUniverso» que todas las ceremonias masónicas, sin excepción, son «abiertas»y «cerradas», apertura y cierre siempre marcados por una plegaria, plegariaque es invocación, como acabo de decir. Esta apertura y este cierre están porotro lado materializados por la apertura y luego cierre de la Biblia, que, lorepito, debe estar siempre presente en logia, en un sitio de honor -al Oriente-,y sobre la cual son tomados obligatoriamente todos los juramentos.

En fin, cuando se crea una logia, se hace mediante un ritual de consagraciónsalido directamente de la Biblia, que no es otro que el ritual de consagracióndel Templo de Jerusalén por el Rey Salomón: en el momento culminante de laceremonia, el gran maestro proclama:

«Consagro esta logia a Dios y a su servicio.»

Esto es tan esencial, tan fundamental, que fue precisamente por la decisióntomada en el año 1877 por el Gran Oriente de Francia (después de un largoproceso que no hizo más que oficializarla) de excluir la presencia de la Bibliaen las logias, y de suprimir la invocación al Gran Arquitecto del Universo, quedebido a esa decisión el Gran Oriente quedara inmediatamente fuera de la leymasónica, y así, pues, fuera de la masonería, provocando la retirada delreconocimiento por parte de todas las masonerías regulares del mundo entero,empezando por la Gran Logia Unida de Inglaterra, guardiana de la tradición.

He dicho, en efecto, que la masonería es una Orden tradicional, y la palabratradición no ha dejado de aparecer a lo largo de toda mi exposición.

Este concepto de tradición es, en sí mismo, esencial y fundamental. No sepuede concebir una masonería desvinculada de la tradición, ya que esprecisamente la tradición la que le otorga verdad y autenticidad a la masonería,

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y es también ella la que le da su eficacia, eficacia que -creo que ya lo habránentendido- es de orden espiritual.

Nunca lo repetiré suficientemente: la tradición es tan consustancial a lamasonería, que si la masonería rechaza la tradición, si se desvincula de ella,deja de existir por ese motivo. Recuerden la parábola evangélica de la viña ylos sarmientos, la cual se puede aplicar aquí perfectamente.

Esto es exactamente lo que le ocurrió al Gran Oriente de Francia. Al poner depatitas en la calle (si se me permite la expresión) al Gran Arquitecto delUniverso, cortó con la tradición y al mismo tiempo dejó de ser una sociedadiniciática14.

(Por otra parte, hay que señalar, entre paréntesis, que desde hacía muchotiempo el Gran Oriente ya había dejado de creer en la tradición y en lainiciación. En otras circunstancias, esa operación verdaderamente suicida,nunca se hubiera admitido).

De todos modos, esto no es específico solamente de la masonería. Se puededecir de cualquier sociedad iniciática, y ustedes saben que tales sociedadesexisten en todas las civilizaciones que llamamos, precisamente, tradicionales.La masonería es una de las formas por medio de las cuales ha sido transmitidala iniciación en la sociedad occidental: forma cristiana, o si se quiere,judeocristiana. Y sin duda, es la forma más apropiada a esta civilización. Lainiciación no es otra cosa, René Guénon lo ha demostrado, que la transmisiónde una influencia espiritual, es una transmisión que trasciende las limitacionesy las imperfecciones, tanto de los individuos que dan esa transmisión como delos que la reciben. La validez de la transmisión, así como la autenticidad y laeficacia de la influencia espiritual transmitida, son totalmente independientesde los individuos implicados en la misma; en contrapartida, ésta dependeestrechamente de una condición sine qua non, y esta condición es triple: que latransmisión sea ininterrumpida; que ésta se opere dentro de las formas ritualesregulares; y que ella tenga un origen suprahumano como dice Guénon, esdecir, relacionándose de alguna manera con Dios.

Ahora bien, tal vez no lo sepan, pero tradición y transmisión son exactamentesinónimos: la tradición es a la vez el acto de transmitir, y aquello que ya está

14 Lo mismo hizo en España la Gran Logia Simbólica Regional Catalanobalear, con sede en Barcelona.Desde su fundación, en el año 1886, renunciaron a reconocer al GADU, supliéndolo por el lema «Alprogreso de la humanidad». Dicha Gran Logia nunca fue reconocida por ningún poder masónico regular oirregular, hasta que, ya en el siglo XX, estableció un pacto de tipo federativo con el Gran Oriente Español,que le obligó a reconocer al GADU. Durante muchos años, esta última obediencia intentó acercarse a laGran Logia Unida de Inglaterra, aunque sin éxito, en gran parte, creemos, a causa de la presión de lamasonería regular norteamericana, con quien el Gran Oriente Español mantenía una desigual batalla porla defensa de la españolidad, culturalmente hablando, de Filipinas y su masonería, así como de la dePuerto Rico.

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transmitido. He aquí por qué la tradición es inmutable en su forma y en sucontenido; no puede ser de otra manera.

Por consecuencia, no hay nada más extraño a una sociedad iniciáticatradicional (si puedo usar este pleonasmo), y así, pues, a la masonería, que elconcepto de progreso y el culto al progreso que caracteriza a nuestrassociedades profanas y a las organizaciones pseudomasónicas que son su fielreflejo. Puede haber adaptación de ciertas modalidades completamentesecundarias, pero la tradición, lo repito, es inmutable en su forma y en sucontenido, es decir, en lo que respecta a la masonería, en sus ritos y en lacreencia en un Dios creador y organizador del universo y del hombre, delmacrocosmos y del microcosmos, en un Dios arquitecto.

Es, como pueden ver, una necesidad de principio y es también una verdad dehecho. Sin entrar en detalles históricos de la masonería -lo que sería largo yfastidioso- digamos solamente que, aunque en su organización y sus formasactuales, la masonería data su fundación sólo de 1717 (lo que luego seconvertiría en la Gran Logia Unida de Inglaterra, de la cual provienen todaslas organizaciones masónicas en el mundo, sin excepción, incluyendo aquellasque ahora se han desviado), sin embargo, esta masonería es salida en líneadirecta, por medio de una serie de transformaciones sucesivas que los eruditoshan estudiado muy bien, de las organizaciones iniciáticas que agrupaban, en laEdad Media, la élite de los constructores, la élite de los «constructores decatedrales» (comprenderán por qué el patrocinio de Villard de Honnecourt noses tan querido). De ahí viene la denominación de masones o francmasones.

Los simples constructores, aquellos que se contentaban con construir, eran losmasones. Los que estaban iniciados en el arte de la construcción, los maestros,eran los francmasones; esta denominación de «francos» hacía alusión a la«franquicia», es decir (etimológicamente) a la libertad espiritual que la iniciaciónles había permitido adquirir, conquistar; de ahí viene la importancia, tanto en-tonces como ahora, de la noción de búsqueda espiritual.

Ya que ese arte de construir era de naturaleza espiritual, la iniciación de oficiofundamentada sobre el arte de construir no consistía como se cree (a pesar delo que han dicho ciertos historiadores, incluso algunos de ellos auto-titulándosemasones, que no han comprendido nada), en la transmisión de fórmulas otécnicas profesionales: esa transmisión existía, evidentemente, pero tenía quever con el campo de la enseñanza, no de la iniciación. Ésta (la iniciación)consistía en la transmisión de técnicas y prácticas espirituales fundamentadassobre los ritos, gestos, invocaciones, etcétera, gracias a los cuales aquellos queeran iniciados podían volver a poner en orden su ser interior, y reorientarlo, esdecir, volverlo a centrar respecto a Oriente, como decía poco antes. En otrostérminos, reconstruir su templo interior, un templo dedicado, no al hombre,sino a Dios.

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Este tipo de prácticas ponen de manifiesto lo que se llama, de manera un tantoimpropia pero expresiva, la sacralización del oficio, concepción que caracterizaa todas las sociedades tradicionales y, por tanto, también a la sociedadoccidental cuando ésta aún era tradicional. De acuerdo a esta concepción,según lo escribe el historiador Jean Hani en su gran libro Les métiers de Dieu(Los oficios de Dios):

«El oficio es una continuación de la creación y, por consecuencia,tiene su arquetipo en Dios, en la actividad divina».

Por eso añade:

«Es legítimo relacionar a Dios con los diferentes oficios, y es además,por así decirlo, una necesidad y el único medio de concebirloscorrectamente e igualmente de ejercerlos».

Y esto, que es cierto para todos los oficios, lo es a fortiori y más aún para eloficio consistente en construir templos a Dios: tanto si se trata de templos depiedras o del templo interior.

Pero, se me puede espetar, todo esto está muy bien, pero ¿qué valor sigueteniendo, ahora, cuando la sociedad occidental ya no es tradicional (y ademásrechaza toda idea de tradición), y cuando vosotros mismos los francmasones,ya no construís nada, ni catedrales, ni templos?

Ya no construimos templos de piedras, eso es cierto. Pero continuamosincansablemente -y además es nuestra única razón de ser- construyendonuestro templo interior «a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo».

Es lo que dice al pie de la letra una de las plegarias de apertura que nosotrosutilizamos.

La dirigimos al Gran Arquitecto del Universo, y dice:

«Bendice y dirige tú mismo los trabajos de la Orden y los nuestros enparticular. Dígnate conceder a nuestro celo un feliz éxito, a fin deque el templo que hemos emprendido para tu gloria, se fundamenteen la sabiduría, sea decorado por la belleza y sostenido por la fuerza,virtudes todas que de ti emanan; haz que este templo sea un remansode paz y unión fraternal, un asilo para la virtud, y un muro infran-queable para el vicio, así como un santuario de la verdad (...)».

Nosotros estamos, como pueden ver, en las antípodas del humanismo ateo enfavor del que tanto militan tantas pseudomasonerías. Comprenderán mejorahora, eso espero, por qué el hecho de que ellas continúen reclamando ser la

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masonería es un abuso, un engaño, y a ojos de un masón de tradición, simple-mente un escándalo.

En fin, decía hace un momento que la francmasonería era la forma iniciáticamás apropiada a la civilización occidental judeocristiana.

He empleado esta expresión «judeocristiana» porque, evidentemente, elcristianismo salió del judaísmo y porque, en el pensamiento cristianotradicional, Salomón y el templo de Jerusalén ocupan un lugar simbólicoeminente. Pero no hay que olvidar que la sociedad occidental de la EdadMedia era cristiana, única y exclusivamente. Y de la misma manera, lafrancmasonería en la Edad Media (e igualmente durante largo tiempo después)era también exclusivamente cristiana.

Para convencerles, me limitaré a citarles dos plegarias. La primera estuvo enuso durante varios siglos entre los francmasones de la Edad Media:

«Que la fuerza del Padre Celeste y la sabiduría de su glorioso Hijo,por la gracia y la bondad del Espíritu Santo, que son tres Personas yun solo Dios, estén con nosotros desde el principio, y nos den lagracia de gobernarnos aquí abajo durante nuestra existencia demanera que podamos alcanzar su beatitud, que nunca tendrá fin».

He aquí otra, que en su formulación data del siglo XVIII, pero cuyo origen esmucho más antiguo:

«Santo y Glorioso Señor Dios, ¡Oh Tú!, Gran Arquitecto del Cielo yde la Tierra, que concedes todo don y toda gracia, y que hasprometido que allí donde dos o tres se reúnan en Tu Nombre, Túestarás entre ellos; en Tu Nombre nos juntamos y nos reunimos, Tesuplicamos humildemente que nos bendigas en todos nuestrosproyectos, que nos concedas Tu Espíritu Santo para iluminarnuestros espíritus con la sabiduría y la inteligencia, a fin de quepodamos conocerte y servirte justamente, y que todas nuestrasacciones sirvan a Tu Gloria y para la salvación de nuestras almas.

Y concede a nuestro nuevo hermano el poder dedicar su vida a TuServicio, para que sea entre nosotros un verdadero y fiel hermano,revístele con Tu divina Sabiduría a fin de que pueda, por medio delos secretos de la masonería, ser capaz de descubrir los misterios dela piedad y del cristianismo.

Te lo suplicamos humildemente en el Nombre y por el amor deNuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén».

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Esto no precisa comentarios. Sólo quiero añadir lo siguiente: la francmaso-nería fue abierta en gran parte a todos los creyentes en Dios; en gran parte,pero no en su totalidad, ya que ciertas ramas quedaron exclusivamentereservadas a los cristianos, como era la regla casi universal en el siglo XVIII.

Acabo de pronunciar la palabra «regla». Existe precisamente una ReglóMasónica que data de ese siglo y todavía está en vigor en un número nadadespreciable de logias. Citaré solamente algunos extractos, pero bastarán paraapreciar la inspiración de la misma:

«Da gracias a tu Redentor; prostérnate ante el Verbo encarnado ybendice a la Providencia que te ha hecho nacer entre los cristianos.Profesa en todo lugar la divina religión de Cristo, y no te avergüencesjamás de pertenecer a ella. El Evangelio es la base de nuestrasobligaciones; si no creyeres en él dejarías de ser masón. Proclama entodas tus acciones una piedad activa y esclarecida, sin hipocresía, sinfanatismo; el cristianismo no se limita a verdades especulativas;practica todos los deberes morales que él enseña, y serás dichoso; tuscontemporáneos te bendecirán y aparecerás sin turbación ante eltrono del Eterno».

«Sobre todo, convéncete de este principio de caridad y amor, base deesta santa religión; compadece el error sin odiarlo ni perseguirlo;deja solamente a Dios el trabajo de juzgar, y conténtate con amar ytolerar. ¡Masones!, ¡hijos de un mismo Dios!, reunidos por unacreencia común en nuestro divino Salvador: que ese lazo de amornos una estrechamente y haga desaparecer todo prejuicio contrario anuestra concordia fraternal (...)»

«Si las lecciones que la Orden te dirige, para facilitarte el camino dela verdad y la felicidad, se graban profundamente en tu alma dócil yabierta a las impresiones de la virtud; si las máximas saludables, quemarcarán cada paso que des en la carrera masónica, se conviertenen tus propios principios y en la regla invariable de tus acciones, ¡oh,hermano mío, qué alegría será la nuestra! Cumplirás tu sublimedestino, recobrarás esa semejanza divina que formó parte del hombreen su estado de inocencia, que es el objetivo del cristianismo, y delque la iniciación masónica es su objeto principal. Volverás a ser lacriatura querida del Cielo: sus fecundas bendiciones se detendrán enti; y merecerás el glorioso título de sabio, siempre libre, feliz yconstante, andarás sobre esta Tierra como igual de los reyes,benefactor de los hombres y modelo de tus hermanos».

Una cosa es notable en todos los casos, la francmasonería regular, la masoneríade tradición, cuando es vivida plenamente (es una condición necesaria), nunca

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ha desviado a nadie de su fe. Podemos constatar todo lo contrario: encamina asus adeptos por la vía del conocimiento, haciéndoles reencontrar sus raíces,guiándoles en la construcción de su templo interior, fortifica la fe y hace nacerla conciencia de que esa fe debe ser activa; en definitiva, a menudo provocaun aumento de la práctica religiosa. En este sentido, la masonería de tradición,hoy como ayer, es la colaboradora y no la rival de las Iglesias, las cualesdeberían felicitarse de su existencia y vitalidad, en lugar de ingeniárselas,como hacen demasiado a menudo, en trabar con las organizaciones pseudoma-sónicas una colaboración que sólo puede desembocar en un juego de engaños.Esto es algo que deberían comprender de una vez por todas.

He terminado. Les agradezco su atención y paciencia. En todo cuanto les hedicho -y créanme que me he visto obligado a recortar y simplificar, peronunca he deformado- sin duda que habrán afirmaciones que les habránsorprendido, tal vez molestado. Ustedes lo dirán.

Lo que espero es haberles enseñado algo de lo que sí es verdaderamente lamasonería, y haber rectificado las falsas ideas que pudieran tener de ella, yaque lo que se puede leer la mayor parte de veces sobre este asunto no ayudaprecisamente a clarificar, sino al contrario.

Espero haberlo conseguido, y si ese fuera el caso, sería mi mayor recompensa.

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