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DOSSIER RICARDO RODRIGUEZ MORALES Economista Radio Universidad Nacional UNA REBELDE CON CAUSA: SIMONE WEIL CRITICA LA FABRICA No es el camino lo que es difícil, sino que la dificultad es el camino Kierkegaard 1 scribir sobre Simone Weil es un acto temerario, pero más que una osadía es un gesto de agradecimiento. Su obra es uno de esos regalos que conmueven y que impulsan a hacerlo partícipe a los demás. Pero también es un desafío que impulsa a la acción, a la reflexión, a la adopción o al rechazo de un mensaje que busca con toda el alma esclarecer la situación del hombre y el mundo contemporáneos y encontrar las posibles salidas hacia un universo reconciliado en la justicia social, el bien moral y la belleza del mundo. Es cierto que su pensamiento incomoda por esa rara combinación de teología y política, de crítica social y fe religiosa que asume una actitud demoledora frente a todas las ideologías, fundada en esa impalpable certidumbre que puede ser la gracia. La imposibilidad de ubicarla en cualquier "ismo" conocido al punto que ningún partido, movimiento ni iglesia puede reclamarla para sí, irrita el ejercicio clasificato- rio con el que reducimos lo desconocido a lo manejable; es lo que hace desconcertante un mensaje que antes que nada da testimonio de la lucidez que exigía del intelectual y de independencia frente a los poderes establecidos sin medir las consecuencias de la acción. Su intención de "pensar desde nadie" abruma al pensamiento acomodaticio que obliga la razón social de nuestros días donde la inteligencia se vende al mejor im-postor y la opresión crece silvestre. En este aparente movimiento pendular y contradictorio de su pensamiento y de su obrar se perfila la figura de Simone Weil, en la que hay que fijarse para poder concebir esa libertad total con la que afirma que "hay que replantearlo todo". Las siguientes líneas no pretenden otra cosa que presentar un esbozo del pensamiento crítico social de Simone Weil, en particular su reflexión sobre el ámbito del trabajo moderno -la gran industria-, precedido de una información bio-bíbliográfíca que intenta ubicar su vida y su obra en el siglo XX que la vio nacer y morir. REVISTA COLOMBIANA DE PSICOLOGIA 49

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DOSSIER

RICARDO RODRIGUEZ MORALESEconomistaRadio Universidad Nacional

UNA REBELDE CON CAUSA:SIMONE WEIL CRITICA LA FABRICA

No es el camino lo que es difícil, sino que la dificultad es el camino

Kierkegaard

1scribir sobre Simone Weil es un acto temerario, pero más que unaosadía es un gesto de agradecimiento. Su obra es uno de esos regalosque conmueven y que impulsan a hacerlo partícipe a los demás. Perotambién es un desafío que impulsa a la acción, a la reflexión, a laadopción o al rechazo de un mensaje que busca con toda el alma

esclarecer la situación del hombre y el mundo contemporáneos y encontrar lasposibles salidas hacia un universo reconciliado en la justicia social, el bien moral y labelleza del mundo.

Es cierto que su pensamiento incomoda por esa rara combinación de teología ypolítica, de crítica social y fe religiosa que asume una actitud demoledora frente atodas las ideologías, fundada en esa impalpable certidumbre que puede ser la gracia.La imposibilidad de ubicarla en cualquier "ismo" conocido al punto que ningúnpartido, movimiento ni iglesia puede reclamarla para sí, irrita el ejercicio clasificato-rio con el que reducimos lo desconocido a lo manejable; es lo que hace desconcertanteun mensaje que antes que nada da testimonio de la lucidez que exigía del intelectualy de independencia frente a los poderes establecidos sin medir las consecuencias dela acción. Su intención de "pensar desde nadie" abruma al pensamiento acomodaticioque obliga la razón social de nuestros días donde la inteligencia se vende al mejorim-postor y la opresión crece silvestre.

En este aparente movimiento pendular y contradictorio de su pensamiento yde su obrar se perfila la figura de Simone Weil, en la que hay que fijarse para poderconcebir esa libertad total con la que afirma que "hay que replantearlo todo". Lassiguientes líneas no pretenden otra cosa que presentar un esbozo del pensamientocrítico social de Simone Weil, en particular su reflexión sobre el ámbito del trabajomoderno -la gran industria-, precedido de una información bio-bíbliográfíca queintenta ubicar su vida y su obra en el siglo XX que la vio nacer y morir.

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DOSSIER

l. FORMACION INTELECTUAL

El lenguaje es el lugar de la atención

s.w.

Simone Weil nació en París el 3 de febrero de1909, justo hacia el final de una época en la cualFrancia se dividió virtualmente en dos a causa del"caso Dreyfus" que puso de presente las profundasraíces del antisemitismo en la burguesía de esa nación.Segunda descendiente del matrimonio del prestigiosomédico Bernard Weil y de Selma Reinherz, ambosjudíos no ortodoxos. Su hermano André, nacido en1906, llegaría a ser un matemático famoso que en suinfancia fue considerado como niño prodigio compa-rado muchas veces con Pascal. De vuelta a París altérmino de la guerra, Simone cursa estudios en elLiceo Fénelon. A los quince años se encuentra estu-diando intensamente a los clásicos y aprende filosofíaen el Liceo Víctor Duruy. Al año siguiente es alumna,en el Liceo Henri IV, del distinguido filósofo Alain,seudónimo literario de Emile-Auguste Chartier, don-de se prepara para el ingreso a la Escuela Normal. Laclase de Alain es un taller donde los jóvenes aprendena pensar, a leer y escribir, y en el que "el maestroenseña la importancia de la duda y de la oposiciónconstante", como lo señala Madeleine Davy en subiografía de Weil. Este gusto por la interrogación esimportante tenerlo en cuenta al enfrentar los escritosde Simone Weil, en los que nunca llega a una conclu-sión definitiva sino que permanece en la actitud queGabriel Marcel da en llamar una "disponibilidad es-piritual" en permanente búsqueda.

Como es sabido, la École Normale Supérieure es lainstitución de su género más prestigiosa de Francia.Allí se encontraba matriculado ya Jean-Paul Sartrecuando Simone Weil presenta su examen general defilosofía en 1927. Weil ocupa el primer lugar en elcertamen, equivalente al grado de Maestría, seguidapor Simone de Bouvoir y Maurice Merlau-Ponty,quien concursa bajo el seudónimo de Jean Pradelle'.Fue allí, como estudiante, donde Simone Weil empezóa convertirse en la personalidad crítica y política quesería por el resto de su vida. Leyó a Marx y llegó aadmirar sus ideas históricas, sociales y económicas,pero también estuvo en desacuerdo con él y no pro-piamente por cuestiones religiosas, las que le ocupa-rían sus últimos años, sino por una actitud inde-pendiente -precoz y obstinada- que la llevaba a

1. John Gerassi, Jean-Paul Sartre: La conciencia odiada de su siglo, Grupo EditorialNorma, Santafé de Bogotá, 1993, p. 174.

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polemizar con vivos y muertos. Aunque en la luchase consideraba pacifista, protestó en las calles ante elascenso de Hittler, y con más ahínco tras los hechosde Munich. Unió, asimismo, su entusiasmo y sus lucesa la causa de los sindicatos franceses, la clase trabaja-dora y los pobres, golpeados duramente por la grandepresión que estremecía al mundo capitalista y queparecía convertirse en una situación permanente.

A los veintiún años Simone Weil termina la re-dacción de su tesis de grado sobre el tema "Ciencia ypercepción en Descartes", con la que culmina susestudios superiores. En el otoño de 1931 comienza suactividad docente como profesora de filosofía en elLiceo de señoritas de Le Puy, cerca de Lyon. Allí sealió con los desempleados de la ciudad, encabezandouna manifestación ante el ayuntamiento. El hechoprodujo gran revuelo en la localidad y fue reseñadopor un periódico conservador que se refirió a SimoneWeil como una "virgen roja de la tribu de Leví, porta-dora de los evangelios moscovitas'". A pesar de laspresiones de sus alumnas y de los padres de éstas, fuetrasladada a Auxerre, cerca de París, también a unliceo femenino. Ante su negativa a impartir una edu-cación memorística y repetitiva y por su iniciativa deestimular el pensamiento y la imaginación de susjóvenes alumnas, a quienes quería transmitir sus pa-siones clásicas, entra en contradicción con las directi-vas del plantel; por esta razón la encontramos en 1933de vuelta a la región de Lyon, esta vez en Roanne,enseñando de nuevo en un liceo para señoritas. Enesta ocasión no fue sólo su enseñanza lo que le acarreóproblemas, sino que fue tildada por sus colegas deizquierdista peligrosa por su participación en la Ma~-cha de los Mineros, una protesta en gran escala reali-zada en Saint-Étienne contra el desempleo y la reduc-ción de los salarios obreros. Resulta innecesario decirque sus convicciones políticas, que manifestaba sin elmenor cuidado por las conveniencias profesionales omundanas, le ocasionaron las muchas dificultadesque acogía con sublime desdén. Cuenta su amigoGustave Thibon que a un inspector general que laamenazaba con sanciones que podían llegar hasta lacesantía, le respondió sonriendo: "señor inspector,siempre he considerado la cesantía como la corona-ción natural de mi carrera'".

2. Citado por Rober! Coles en Simone Weil. La historia de una moderna peregrinación,Editorial Gedisa, Barcelona, 1989, p. 26.

3. Guslave Thibon, Introducción a La gravedad y la gracia, Editorial Sudamericana,Buenos Aires, 1953.

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RICARDO RODRIGUEZ MORALES UNA REBELDE CON CAUSA: SIMONE WEIL CRITICA LA FABRICA

2. lA CONDICION OBRERA

Es necesarioeliminartanto como se pueda

el sufrimiento de la vidasocial,

pues el sufrimiento sólosirve a la gracia

y la sociedad no es unasociedadde elegidos.

Siempre habrá suficientesufrimiento para los

elegidos.

s.w.

Enfrentada a una carre-ra llena de tropiezos y en me-dio de una situación difícil ycruel para los trabajadores,Simone Weil se plantea lacuestión de seguir una carre-ra académica, intelectual opolítica. Al no poder decidir-se por ninguna, pide una li-cencia laboral por un año pa-ra "adelantar estudios personales", resuelta a conocerla vida de los obreros manufactureros. Desde 1933había empezado a escribir artículos para publicacio-nes izquierdistas con destino a los obreros, tales comoRevolución proletaria, Nuevos cuadernos y Escuela eman-cipada. De 1934 es la redacción del largo ensayo "Re-flexiones sobre las causas de la libertad y la opresiónsocial", que consideraría como su obra más lograda.En ella explora las condiciones que han hecho perennela opresión en la que vive la mayor parte de loshombres, hace apuntes sobre 10 que serían las condi-ciones de una sociedad libre y elabora un esbozo de lavida social contemporánea. Sus observaciones sobrela ciencia, convertida en ídolo por la industria moder-na, y sus consideraciones sobre la técnica son de unaclarividencia sorprendente, llegando incluso a señalarlas ficciones ideológicas de Marx, responsables a sujuicio, de muchos de los males de nuestros días. Todoesto impulsada por una fuerza de amor por la justicia,por la tierra y sus habitantes. Publicado póstumamen-te, a este ensayo le correspondió el privilegio de serpresentado por Albert Camus como "la aportaciónmás valiosa después de Marx". No contenta con estedesempeño, decide entrar a trabajar como obrera encontra de la opinión de algunos amigos que buscabanhacerla desistir en razón de sus precarias condicionesfísicas y su frágil salud.

En diciembre de 1934 to-ma un trabajo como operariaen Alsthom Electrical Works, enParís, con el propósito de su-perar esa dolorosa separaciónentre el trabajo manual y elintelectual que señalaba en elensayo "Opresión y libertad"como una de las causas de lainjusticia social. En esta fábri-ca permaneció cuatro meses,no obstante los severos dolo-res de cabeza que la ponían aprueba durante días y unaafección respiratoria que lemenguaba las fuerzas. Perse-veró con el propósito de vercon sus propios ojos las condi-ciones en que se desenvolvíala vida de los obreros. Desdeun inicio comienza la redac-ción del "Diario de fábrica" enel que consigna los diversoshechos que conforman la con-dición obrera: sus miserias yalegrías, la solidaridad y la ti-

ranía de la vida fabril. Al inicio del diario, fechado el4 de diciembre de 1934, se lee: "No sólo es preciso queel hombre sepa qué hace, sino que, a ser posible, se décuenta de lo que hace, se dé cuenta de la naturalezamodificada por él. Que para cada cual su trabajo seaun objeto de contemplación". Pensamiento que pone derelieve dos de los aspectos centrales de las reflexionesde Simone Weil: la atención y la contemplación, y queconstituyen precisamente una de las críticas a la velo-cidad que en función de la productividad del trabajoimpiden la concentración y le arrebatan el sentido a 10que se hace.

En 1935 trabajó como estampadora en la fábricaCarnaud et Forges de Basse Indre, en Billencourt, y enjunio es contratada para operar una fresadora en lafábrica Renault, de Boulogne-Billencourt. Esta expe-riencia la deja tan agotada que sus padres debenintervenir para llevarla a descansar a Portugal. Detodos modos, el tiempo que pasa entre los obreroscompartiendo sus faenas, jugando naipe en los cafés,asistiendo al cine y otras diversiones, la hacen partíci-pe de una suerte que ya no la abandonará. SimoneWeil ahonda en el asunto de la desgracia no poralguna inclinación morbosa sino porque consideraque ahí reside uno de los obstáculos mayores para lajusticia social. Los escritos que recogen esta experien-cia aparecen póstumamente con el título Ensayos sobre

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la condición obrera, cuya publicación fue calurosamen-te apoyada por Camus en la editorial Gallimard deParís, donde aparecen en 1951, con un comentariosuyo en el que saluda la obra como "el más y grannoble libro aparecido tras la liberación". Similar co-mentario le merece a Hannah Arendt, quien en sulibro La condición humana opina que "quizá no seaexagerado decir que La condición obrera, de SimoneWeil, es el único libro en la enorme literatura sobre lacuestión laboral que trata el problema sin prejuicio nisentimentalísmo'" .

En carta dirigida a su amigo el sacerdote domi-nico J.M. Perrin, documento que ella misma llamó su"autobiografía intelectual", recordando el año pasadoen el trabajo de fábrica, comenta: "tenía el alma y elcuerpo hechos pedazos. El contacto con la desgraciahabía matado mi juventud. Hasta entonces no habíatenido experiencia de la desgracia; salvo de la mía,que siendo mía, me parecía poco importante, pues erabiológica y no social. Sabía que había mucha desgraciaen el mundo, estaba obsesionada por ella, pero jamáslo había comprobado por un contacto prolongado.Estando en la fábrica, confundida a los ojos de todosya mis propios ojos con la masa anónima, la desgraciade los otros entró en mi carne y en mi alma. Nada meseparaba, pues había olvidado realmente mi pasadoy no esperaba ningún futuro, pudiendo difícilmenteimaginar que sobreviviría a esas fatigas. Lo que hesufrido me ha marcado de una manera tan durableque aun hoy, cuando un ser humano, cualquiera sea,me habla sin brutalidad, no puedo dejar de tener laimpresión de que se trata de un error y que desgracia-damente el error va a disiparse sin duda. Allí recibípara siempre la marca del esclavo, como la marca dehierro candente que los romanos ponían en la frentede sus esclavos más despreciados. Desde entonces. he mi d 1 ,,5SIempre me e mira o como una ese ava .

3. LA GRAVEDAD Y LA GRACIA

Dosfuerzas reinan en el universo: luz ygravedad

s.w.

A comienzos de 1940 cuando las tropas alema-nas empiezan su invasión a Europa, Simone Weilpropone un "Memorándum para la formación de un

4. Hannah Arendt, La condición humana, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1974, p.176.5. Simone Weil, Espera de Dios, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1954.pp.32-33.

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equipo de enfermeras en el frente", con la esperanzade participar en la lucha al lado de los soldados fran-ceses, pero su propuesta no fue atendida. Cuando losnazis marchan sobre París, los Weil abandonan laciudad, marchando primero a Vichy y luego aMarse-lla. En esta última ciudad se relaciona con un grupode hombres y mujeres que se planteaban el problemade vincular las reformas políticas y sociales a lasdoctrinas cristianas con miras a una reconstruccióndel país. Fue también en Marsella donde conoció alreligioso dominicano J. M. Perrin, con quien solíatener largas conversaciones y junto a quien profundi-zó sus estudios sobre filosofía griega e hindú. Comoconsecuencia de los edictos que prohibían el ejerciciode la docencia a los judíos, Simone Weil entró encontacto, a través del padre Perrin, con el escritorcatólico Gustave Thibon, quien la acogió en su granjade Ardeche, donde trabajó durante la vendimia de1941. Por ese entonces colabora con artículos para larevista Cuadernos del sur y con el grupo asociado a ella.

El 17 de mayo de 1942 los Weil abandonan Fran-cia rumbo a Norteamérica por la ruta de Marruecos.En Casablanca, donde esperan el embarco, SimoneWeil redacta algunos escritos y termina otros que lehace llegar a su amigo Perrin. Igualmente confía aThibon algunos cuadernos que constituyen el cuerpodel libro La gravedad y la gracia, publicado póstuma-mente en Francia, en 1948. Luego de varios meses enNueva York, solicita Simone Weil ser vinculada conel movimiento Francia Libre en Londres, a dondearriba en noviembre de 1942. Mientras espera serenviada a Francia, estudia y redacta informes paraMaurice Schuman, entre los cuales se encuentra "Raí-ces del existir", testamento político que redacta parala reconstrucción de la patria que tanto amó. Diezma-da por el agotamiento y las dificultades, cae víctimade la tuberculosis y es trasladada a un sanatorio en lasafueras de Londres. Paciente difícil, se niega a recibirmás alimentos de los que se asignaba a los soldadosfranceses del frente. Transferida al campo, murió allí,después de manifestar alguna alegría de regresar a lanaturaleza, el 24 de agosto de 1943, a los 34 años deedad. Fue sepultada en Ashford, Kent.

El legado de Simone Weil sigue siendo práctica-mente desconocido entre nosotros después de trans-currido medio siglo de su muerte. Las razones tal vezsaltan a la vista. En una época tan oscura y maniqueacomo la nuestra, su vida y su obra desconciertan eincomodan. Su pensamiento "irregular" (la expresiónes de Blanchot) no encuentra lugar en ningún bando.Nadie la puede reclamar para sí, creyentes o no cre-yentes, progresistas o reaccionarios. Su pensamientocrítico y demoledor siempre está afirmando y propo-

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RICARDO RODRIGUEZ MORALES UNA REBELDE CON CAUSA: SIMaNE WEIL CRITICA LA FABRICA

niendo acertos que no vacilan ante la contradicción yno conocen la duda. Lo sorprendente de todo esto esque una inteligencia tan clara y que se expresa entérminos tan desnudos esté afincada sobre una basetan carente de certezas como la fe. Pero nada de estola asusta; antes bien, quiso edificar un pensamientodébil para combatir la fuerza que sustenta poderes yalienta tiranías eximió a Dios del mal del mundo,llegando a afirmar que el dolor, el mal y la desgraciason formas del amor implícito de Dios. Por todo esto,entre otras cosas, consideramos que su ejemplo per-manece incólume y su obra se erige como un reto anuestro pensar acomodaticio e interesado, como lacruz que veía levantarse como el símbolo de nuestrodestino sobre la tierra.

II

l. TRABAJO MANUALY GRAN INDUSTRIA

En sus escritos sobre Simone Weil, MadeleineDavy traza las que serían las líneas directrices de supensamiento, a saber: la belleza y la justicia. A éstaspodríamos agregar el valor absoluto del bien queSimone Weil encontró en Platón antes que en el cris-tianismo, todo ello animado por esa "locura de amor"que inspira todos los actos de su vida. Y es por amora la justicia que Simone Weil pone su atención en ladesgracia del mundo. Como lo afirma en carta a suamigo [oé Bousquet, "es más fácil persuadir a unperro, sin amaestramiento previo, de correr hacia unincendio y dejarse carbonizar, que dirigir voluntaria-mente la atención hacia la desgracia?",

Es con la idea de que "nada en el mundo puedeimpedir al hombre sentirse nacido para la libertad,pues piensa", que Simone Weil dedica su atención alanálisis de las causas de la opresión social presente enla historia más reciente. Su crítica a la fábrica comoinstitución pilar de la sociedad contemporánea estáinscrita en la crítica que realiza del marxismo, llevadaa cabo con instrumentos marxistas, en sus Ensayossobre la condición obrera y en las Reflexiones sobre lascausas de la libertad y la opresión social.

6. Citado por M. M. Davy, en "Simone Weil", Revista Medecine de France, No. 112,París, 1960, p. 36.

A. Crítica al marxismo

Si bien Marx considera el desarrollo de las fuer-zas productivas como el motor del progreso social,Simone Weil opina por el contrario que éste sólodesarrolla y amplía la opresión, pues para ella lapropiedad de los medios de producción no es lo quegenera la injusticia social sino precisamente la formaque adopta el trabajo en la gran industria. "A decirverdad -dice Weil-, Marx explica admirablemente elmecanismo de la opresión capitalista; pero lo explicatan bien que uno apenas puede imaginar cómo esemecanismo podría dejar de funcionar/. De ordinariosólo se suele analizar la opresión económica, es decirla extorsión de plusvalía, por lo cual la solución parecederivar de la apropiación colectiva tanto de los me-dios como de los frutos de la producción. Pero esteanálisis deja de lado el sustento de la opresión quesurge de la fuente misma del trabajo fabril basado enla división del trabajo, la tecnología y la jerarquíavertical de su organización. Tal como lo reconoceMarx, "la manufactura propiamente dicha no sometesólo al trabajador a las órdenes y la disciplina delcapital, sino que además establece una graduaciónjerárquica entre los propios obreros. Así como la coo-peración simple no afecta el modo de trabajo indivi-dual, la manufactura lo revoluciona de pies a cabeza,y ataca en su raíz la fuerza de trabajo. Mutila altrabajador, hace de él algo monstruoso, al activar eldesarrollo artificial de su destreza detallista, a expen-sas de todo un mundo de disposiciones e instintosproductivos, tal como en los Estados del Plata seinmola una vaca por su cuero y su grasa'". Ahora bien,Marx también reconoce que el verdadero motor de laexplotación del trabajo no es el deseo desmedido delburgués por consumir y gozar, sino la necesidad im-periosa generada por la competencia de crecer más deprisa que las otras empresas. Sin interferir sobre estepilar de la opresión que es la consideración del otrocomo enemigo, como rival, la nueva sociedad repro-duce el estigma del mal que quiere anular. De otraparte, si las empresas de cualquier índole tienen quesacrificar el consumo para acrecentar el ahorro queinvertido en ellas se convierte en capital, "mientrashaya sobre la superficie del globo lucha por el podery mientras el factor decisivo de la victoria sea la rro-ducción industrial, los obreros serán explotados" . Laexperiencia dolorosa de la revolución rusa, comentaWeil, ilustra cómo la nueva sociedad, al no cambiar

7. Simone Weil, Opresión y libertad, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1957,p.54.

8. Karl Marx, E/capita/, Libro 1, Editorial Cartago SRL, Buenos Aires, 1973, p. 353.

9. Opresión y Libertad op. cit., p. 55.

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los fundamentos de la producción industrial, repitiómás gravemente aún la opresión sobre los trabajado-res que decía liberar.

Vistas así las cosas, la gran industria aparececomo la fuente de la que emanan la explotación y laopresión sociales y nada pueden contra ellas las trans-formaciones políticas y jurídicas que no minen susbases. "Así -puntualiza Simone Weil-, la completasubordinación del obrero a la empresa y a los que ladirigen se basa en la estructura de la fábrica y no en elrégimen de propiedad". De la misma manera, "laseparación entre las fuerzas espirituales que intervie-nen en la producción y el trabajo manual del trabajointelectual", que es el fundamento de nuestra culturade especialistas, es, en opinión de Simone Weil, fuentepermanente de injusticia. Esta misma separación la vereprod ucirse Simone Weil entre el movimiento obreroy sindical, generando la burocratización que en el casosoviético dio cuerpo a una de las dictaduras másinfames de la historia contemporánea. "Toda nuestracivilización se funda en la especialización, lo que im-plica la servidumbre de los que ejecutan con respectoa los que coordinan, y sobre semejante base sólo sepuede organizar y perfeccionar la opresión pero noaliviarla. Lejos de que la sociedad capitalista hayaelaborado en su seno las condiciones materiales de unrégimen de libertad e igualdad, la instauración de talrégimen supone una transformación previa de la pro-ducción y la cultura+'".

B. La tecnolatria materialista

La explicación para que el análisis marxista de lasociedad haya podido creer en la posibilidad de edi-ficar una democracia efectiva sobre las bases de lacivilización actual, considera Simone Weil que hayque buscarla en su teoría de las fuerzas productivas.Sabemos que para Marx este desarrollo constituye, enúltima instancia, el verdadero motor de la historia yque es casi ilimitado. De esta forma cada régimensocial, cada clase dominante tiene como" tarea", como"misión histórica", llevar las fuerzas productivas a ungrado cada vez más elevado de desarrollo, hasta el díaen que todo progreso ulterior es detenido por lasrelaciones sociales que lo sustentan. En ese momentolas fuerzas productivas se rebelan, rompen dichasrelaciones y una nueva clase social se apodera delpoder. "Comprobar que el régimen capitalista aplastaa millones de hombres --escribe Simone Weil- sólopermite condenarlo moralmente; constituye la conde-na histórica del régimen el hecho de que después de

10. Ibid, pp. 56-57.

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haber permitido el progreso de la producción ahoraes un obstáculo. La tarea de los revolucionarios con-siste esencialmente en la emancipación, no de loshombres, sino de las fuerzas productivas't". En estaperspectiva Marx creía que el progreso técnico y cien-tífico sentaría las bases de la libertad humana y no larelación del ser humano con su trabajo y con la natu-raleza sobre la que ejerce su labor transformadora. Aesta suerte de tecnolatría la designa Simone Weil,religión: "El crecimiento de la gran industria hizo delas fuerzas productivas la divinidad de una especie dereligión cuya influencia, a pesar suyo, sufrió Marx alelaborar su concepción de la historia,,12.

Al desmontar esta maquinaria para ver cuálesson los móviles que la animan, Simone Weil descubrecómo la concepción que de la revolución tiene Marxestá desprovista de todo caracter científico. En primerlugar está la creencia en un progreso ilimitado de laciencia y de la técnica. El asunto es capital y determinatodas las perspectivas, por lo que Weil considera quehay que formularlo con la máxima precisión. A esterespecto resulta importante preguntarse en qué con-siste el progreso técnico y cuáles son los factores queintervienen en él. Aquí es relevante la utilización delas fuentes de energía naturales con las que cuenta elhombre para realizar sus labores. Nada permite afir-mar en este terreno que la vía esté libre de obstáculos.Para tomar sólo el caso de los hidrocarburos, es cadavez más limitada su existencia si consideramos el usoextensivo de sus derivados en muchos de los procesosdel mundo moderno en los que se emplean. Tratán-dose de bienes no renovables, nada predice que seacada vez más fácil y económico echar mano de ellos.En esto interviene un factor de azar que es indetermi-nable, por lo que" desde que el azar entra en juego, lanoción de progreso continuo ya no es aplicable".

De otra parte, sólo disponemos de un recursoque permite disminuir la cantidad de esfuerzo huma-no, factor que en el lenguaje tecnocrático se denominaracionalización del trabajo. Asunto bien difícil de re-solver si tiene un desarrollo ilimitado y más aún,determinar si su límite natural se encuentra lejos o yaha sido rebasado.

Al proceso de racionalización del trabajo lo de-nomina Simone Weilla segunda revolución indus-trial. La primera se define por la utilización científicade la materia inerte y de las fuerzas de la naturaleza,y la segunda por la utilización científica de la materiaviva, es decir, de los hombres.

11. Ibid,p. 57,

12. Ibid,p. 59.

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RICARDO RODRIGUEZ MORALES UNA REBELDE CON CAUSA: SIMONE WEIL CRITICA LA FABRICA

Para la época en que Simone Weil hace su críticade la fábrica, racionalidad era sinónimo de tayloriza-ción de la producción, en razón de los trabajos reali-zados por Taylor en los Estados Unidos, bautizadospor él mismo como" organización científica del traba-jo". El prestigio aún vigente de "lo científico" sirvecomo mampara para ocultar los fines reales de talesinvestigaciones. Pero Taylor, antes que un científico,era un contramaestre, de esos que se creen predesti-nados a servir de "perros guardianes del patrono". Suidea fundamental consistió en una nueva organiza-ción de las fábricas basada en un trabajo desglosadoen ciclos. Gracias a los servicios prestados a los em-presarios, Taylor bien pronto se convirtió en director.Desde su nuevo punto de observación su obsesiónconstante fue la de acelerar continuamente la cadenciade los obreros. Con el recurso de un laboratorio deprocesos de operatividad y un elenco de ingenieros,obtuvo las fórmulas matemáticas que proporcionanlas relaciones más económicas entre la profundidadde las cadenas de serie y el avance y la rapidez de losciclos. Su gran preocupación era la de evitar a todacosta la pérdida de tiempo durante la jornada detrabajo. Así, concibió y organizó progresivamente elcontrol de los métodos de fabricación, el control de lostiempos que regían cada operación, la división deltrabajo entre los jefes técnicos y el sistema particularde trabajo a destajo con primas. A este respecto co-menta Weil: "Para Taylor, no se trataba de someter losmétodos de producción al examen de la razón, o porlo menos esta preocupación sólo venía en segundolugar, su deseo primordial era encontrar los mediospara forzar a los obreros a entregar a la fábrica elmáximo de su capacidad de trabajo. El laboratorio erapara él un medio de investiración, pero sobre todo uninstrumento de coacción"! .

La técnica para sacar estos ritmos y estas caden-cias fue el cronometraje de los diversos procesos, y asínació el cargo de cronometrador, que se sumó al decontralor, contramaestre, etc. El sistema de primas, deotra parte, beneficiaba a los obreros más productivos,esto es, a aquellos que entregaran mayor número depiezas por hora de trabajo en detrimento de los demás,factor que, según Weil, quiebra la media de la produc-tividad y, sobre todo, la solidaridad de los trabajadores.

Los trabajadores de Taylor, iniciados hacia 1880e incorporados a las fábricas en las primeras décadasde este siglo, los sintetiza Simone Weil cuando dice:"Los contramaestres del Egipto faraónico tenían láti-gos para obligar a los obreros a trabajar: - Taylor másfino y educado- reemplazó el látigo por las oficinas y

13. Simone Weil, Ensayo sobre la condición obrera, Ediciones Nova Terra, Barcelona,1962, p. 178.

laboratorios bajo la capa de la ciencia como encubri-dora del crimen".

Después de Taylor surgió el trabajo en cadena,inventado por Ford, que suprimió en cierta medida eltrabajo por piezas y a primas, incluso en las fábricas.La cadena, en su origen, era simplemente un procedi-miento de manutención mecánica. En la práctica, seha convertido en un método perfeccionado para sacarde los obreros el máximo trabajo en el menor tiempo.El sistema de montajes en cadena ha permitido reem-plazar a los operarios calificados por peones especia-lizados en trabajos en serie, en los cuales, lejos derealizar un trabajo calificado, no se debe hacer másque ejecutar un cierto número de gestos mecánicosque se van repitiendo continuamente.

Este sistema ha reducido, además, a los obrerosal estado de moléculas, si no de átomos por así decirlo,constituyendo una especie de estructura atómica enlas fábricas. Lo cual ha sido sin duda uno de lospropósitos esenciales de Taylor: dirigirse al obreroindividualmente; considerar en él solamente al indi-viduo. Lo cual quiere decir que es preciso destruir lasolidaridad obrera por medio de las primas y la com-petencia. Todo esto, dice Simone Weil, conduce a lasoledad moral, uno de los rasgos más sobresalientesque observara ella en su experiencia fabril.

Este fenómeno, aunado a la monotonía que le espropia, acrecienta la disminución moral del obrero,que en últimas beneficia al patrón, como lo expresaraingenuamente Ford: "Es excelente tener obreros quese entiendan bien, pero no hace falta que se entiendandemasiado, porque ello hace disminuir el espíritu decompetencia y de emulación que es indispensablepara la producción". El objetivo real de la racionaliza-ción del trabajo, tal como lo formuló Taylor, era "des-truir la resistencia de los trabajadores". Aquí el tiempohace las veces de férula. Al imponer tales movimien-tos en tantos segundos, o tales otros en tantos minu-tos, es evidente que no le queda al obrero ningúnpoder de resistencia. Esto dió pie a Taylor para desa-rrollar otra rama de la ciencia productiva: la psicotec-nia, que permite definir cuáles son las mejores condi-ciones psicológicas posibles para talo cual trabajo, yen últimas medir los límites de la fatiga. De esta forma,y con el recurso de otros "científicos", los psicotécni-cos, y más recientemente los psicólogos industriales,los empresarios pueden decir que tienen la compro-bación empírica de que no hacen sufrir a los obreros.Les basta con invocar a los sabios. Pero como lo re-cuerda irónicamente Simone Weil, "es preciso des-confiar de los sabios, porque en la mayoría de ocasio-nes no son sinceros. Nada es más fácil para unindustrial que comprar un sabio".

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DOSSIER

c. El opio de los intelectuales

El perfeccionamiento de la maquinaria totalita-ria ha tenido en la opinión de Simone Weil un aliadocómplice en el concepto de revolución, "palabra por lacual se mata, se muere, se envían las masas popularesa la muerte, pero que no tiene ningún contenido".Cuando en verdad "lo que le pediríamos a la revolu-ción es la abolición de la opresión social", lo quevemos como dinamizador de tal fenómeno es la luchapor el poder, que es precisamente el corazón del malque se quiere combatir; ídolo al que ya se le hanofrecido demasiados holocaustos.

La revolución se ha convertido desde hace dossiglos en una palabra mágica que parece capaz decompensar todos los sufrimientos, de satisfacer todaslas inquietudes, de vengar el pasado, remediar lasdesgracias presentes, resumir todas las posibilidadesdel futuro. Desde 1789, cada generación creyó en sujuventud ser la llamada a realizar la verdadera revo-lución; luego envejece y ve morir sus esperanzas, peroesto no impide a la generación que la reemplaza reci-bir el relevo de la esperanza revolucionaria. Esta pa-labra, por desgracia, aún parece encerrar la solucióna todos los problemas. El obrero que en la fábrica,reducido a una obediencia pasiva, a un trabajo monó-tono y gris, "encuentra largo el tiempo", o que no secree hecho para el trabajo manual, o que es perseguidopor un jefe, o que sufre, a la salida de la fábrica, porno poder procurarse talo cual placer ofrecido a losricos, sueña con la revolución. El pequeño comercian-te sin suerte, el rentista arruinado, dirigen sus miradashacia la revolución. El adolescente burgués en rebe-lión contra el medio familiar y la obligación escolar, elintelectual deseoso de aventuras y que se aburre,sueñan con la revolución. La mayoría de los hombresy mujeres que tienen arraigado en el corazón la liber-tad, la igualdad, el bienestar general, y sufren al verlas miserias e injusticias de la sociedad moderna,esperan una revolución. Pero como común denomi-nador de tales salidas encontramos más bien un con-cepto de revolución que, más que un cúmulo de pro-blemas por resolver, lo que parece es el milagro quedispense de resolver los problemas. En últimas, lo queencubre la revolución es una base de violencia y reta-liación que no creemos que genere el clima apropiadopara ver nacer todo lo que se desea realizar una vezsucedida la revolución.

Si la gran ilusión de Marx y sus seguidores erala vuelta al paraíso perdido -el arribo a una situaciónideal donde máquinas de movimiento perpetuo, queno se sabe por qué acuerdo providencial no necesita-rían de abastecimiento ni control, suministrarían a

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unos hombres y mujeres entregados al ocio dádivassin fin- la otra gran mentira, según anota SimoneWeil, es el señalamiento de la clase obrera como ges-tora de la ciudad de Dios en la tierra. Sobre este tópico,se pregunta Weil cómo pudo creer Marx que un siste-ma esclavista puede formar hombres libres. Esto, queparecería impío formularlo tras contemplar los pro-fundos sufrimientos que han tenido que padecer lospaíses de la desaparecida área socialista, entregadosahora a las garras del capitalismo salvaje, no es sinola constatación de la caída de otro de los ídolos quecomo espejismos han movido a los hombres, embele-sados por los fulgores de la Ilustración que tantasesperanzas ha traicionado.

D. Una temporada en el irlfierno

Decíamos antes que con el propósito de" adelan-tar estudios personales" Simone Weil vivió la expe-riencia obrera por cerca de un año, cuyos escritosfueron recogidos póstumamente en su libro Ensayossobre la condición obrera. En una carta de ese períodoalude Weil al contraste entre lo que había pensado ylo que ahora le tocaba vivir: "He querido decir quetodas las razones exteriores (que antes creía yo inte-riores) sobre las cuales se basaba el sentimiento de midignidad y el respeto a mí misma, en dos o tressemanas han sido radicalmente destrozadas bajo elgolpe de una presión brutal y cotidiana. Y no creasque me haya suscitado movimiento de rebelión. No,vivo todo lo contrario, la cosa que más lejos estaba desoñar: la docilidad. Una docilidad de bestia de tiroresignada. Me parecía que había nacido para esperar,para recibir, para ejecutar órdenes -que toda la vidano había hecho más que esto-, que nunca haría nadamás. No me siento orgullosa de confesarlo. Este es eltipo de sufrimiento del cual ningún obrero habla ja-más: duele demasiado, incluso pensarlor".

No obstante reconocer Simone Weil que "la fá-brica podría llenar el alma con el poderoso sentimien-to de la vida colectiva que otorga al obrero su partici-pación en el trabajo de una gran industria", donde losruidos y el ritmo son como la respiración del trabajo,la realidad es que" uno se siente perdido en medio deeste gran rumor, pero al mismo tiempo tiene la sensa-ción de que lo domina". El reloj de control, la veloci-dad, la monotonía de los gestos y la repetición de losmismos. la disponibilidad para cambiar de oficio, laignoracia del proceso total, la forma de la paga; todo-dice Weil- conspira para hacer penoso el trabajofabril.

14. Ibid,p. 22.

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RICARDO RODRIGUEZ MORALES UNA REBELDE CON CAUSA: SIMONE WEIL CRITICA LA FABRICA

"El primer detalle que llega a lo largo del díapara hacer bien sensible esta servidumbre es el relojde control de fichaje". Este se convierte en el díalaboral de un obrero en "el primer aviso de una leycuya brutalidad domina toda la parte de la vida pasa-da entre las máquinas; el azar no tiene carta de ciuda-danía en la fábrica" .

Según la lógica de la fábrica, no hay órdenescontradictorias, pero sí hay algo que enfatiza la humi-llación, y es la forma como se reciben las órdenes. Amenudo se niega que los obreros sufran la monotoníadel trabajo, alegando que cualquier cambio tambiénlos contraría. Y ambas cosas son ciertas. "El hastíoinvade el alma, a lo largo de un período prolongadode trabajo monótomo. El cambio produce al mismotiempo alivio y contrariedad", incluso viva contrarie-dad cuando el trabajo es a destajo, a causa de ladisminución del beneficio. Por lo general el cambioobedece al principio de disponibilidad que rige parala fuerza de trabajo fabril. Se debe abandonar de in-mediato una acción para obedecer la orden de em-prender otra. Desde que se timbra la tarjeta de controlen el reloj hasta que se la ficha de nuevo al salir, a cadainstante se debe estar dispuesto a recibir órdenes. Envirtud de una orden, hombres o mujeres pasan aejecutar cinco o seis gestos simples repetidos indefini-damente a razón de uno por segundo, por términomedio, sin otro respiro que algunas carreras ansiosasen busca de una herramienta, una caja, o un capataz,hasta el segundo preciso en que un jefe llega parallevarse de alguna forma a aquellos hombres o muje-res como si fueran objetos, para ponerlos delante deotra máquina; y allí quedarán hasta que se los llevena otra parte. En cada fase de este proceso, la sucesiónde los gestos no se designa en el lenguaje de la fábricacon la palabra ritmo, sino con otro término altamenteevocador, cadencia, y la expresión es justa, ya que nadaes tan arrítmico como esta sucesión. El espectáculo delos peones frente a las máquinas "proporciona la im-presión de una precipitación miserable, carente degracia y dignidad". Como lo puso de presente Cha-plin en algunas de sus parodias mudas, cuando luegode la jornada laboral sale repi tiendo los mismos gestoscomo una autónoma. Frente a esta situación comentaSimone Weil: "Es algo natural y conveniente para elhombre que pare, de vez en cuando, durante la ejecu-ción de alguna cosa, para tomar conciencia de lo quehace, como hizo dios, tal como se refiere en el Génesis;este relámpago de pensamiento, de inmovilidad y deequilibrio, es lo que se debe aprender a suprimircompletamente en las fábricas cuando se trabaja. Des-pués de un día pasado de esta forma, un obrero tieneuna sola queja, una queja que jamás llega a los hom-

bres que son ajenos a su condición y a los cuales nadales diría si llegase a sus oídos; sencillamente ha encon-trado el tiempo excesivamente largo. Una experienciadel tiempo tal es el exilio, el desarraigo, un destierroque no tiene otra traducción que el malestar y laabominación del trabajo.

Todo esto tendría redención si se tratara de untrabajo útil. Pero qué decir de tantos trabajos absur-dos, inocuos, donde el trabajador se desposee de sen-tido a medida que lo realiza. El obrero que ignora loque produce, o incluso el que es consciente de queproduce armas, venenos o artículos letales, se gasta enla fábrica, a veces hasta el límite extremo, deja allí lomejor que hay en él: su facultad de pensar, de sentir,de moverse; lo gasta, ya que está vacío cuando sale y,a pesar de todo, no ha puesto nada de sí en el produc-to, nada de sí mismo, ni pensamiento, ni sentimiento,ni incluso sentido. Su vida sale de él, sin dejar huellaalguna a su alrededor. La fábrica es la que crea objetosútiles, no él. Y, además de esto, está la paga, que serecibe muchas veces no como un derecho, sino comouna limosna, cuando no se hace sentir como un favor,porque se tiene un puesto, ya que el desempleo es laamenaza para el que contravenga la ley de las "cárce-les atenuadas" que son y continúan siendo hoy día lasfábricas.

Hay que decir que esta experiencia se refiere altrabajo no especializado (sobre todo el de las mujeresde su época), situación que por lo demás ya se reco-nocía desde los tiempos de Adam Smith, sin que lascosas hayan cambiado mucho. "Las manufacturasprosperan más cuanto menos se consulta a la mente,y donde el taller puede ... considerarse una máquinacuyas piezas son hombres,,15.

Así, se pregunta Simone Weil, ¿cómo esperarque de una clase esclavizada pueda llegar la salida dela opresión cuando lo que se ha visto es un merorelevo de poderes que atrapados en lo que Hegelllama la dialéctica del amo y el esclavo, lo que buscanes el momento de la revancha y gozar de los deleitesdel poder que pueden ejercer sobre los demás?

E. Raíces del existir

Todos estos ensayos escritos durante uno de losperíodos más difíciles del siglo que termina puedenaparecer como las exageraciones histéricas de unamujer débil, pero a veces hace falta exagerar para darcon la escala verdadera de un mundo en crisis que denuevo se ve desgarrado por la guerra y la miseria.

15. A. Ferguson, HistoryofCivil Society, Edimburgo, 1767, citado por Karl Marx en ElCapital, op. cit., p. 354.

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DOSSIER

Desde luego que Simone Weil matizó sus posturasfrente a la pobreza obrera desde su actitud religiosa,pero eso no la hizo menos combativa frente a la injus-ticia social. Sus últimas fuerzas las consignó en undocumento que entregó al movimiento Francia Librede Londres para la reconstrucción de su país. En éldesarrolla sus ideas sobre las necesidades del alma yrealiza un análisis de amplias miras en torno al malde la época: el desarraigo. Desarraigo obrero, desa-rraigo campesino, desarraigo y nación; del cual dedu-ce, "el arraigo es quizá la necesidad más importantey más desconocida del alma humana". Estar arraiga-do significa participar en la vida de una comunidadgrande o pequeña: familia, profesión, ciudad, nación,comunidades internacionales. Todas ellas puedenservir de puente para que el hombre cumpla su desti-no y dé sentido a su vida. En sus páginas, Simone Weilse propone un problema tremendo: cómo insuflar unnuevo espíritu a un pueblo. No se trata de propagan-da, sino de despertar algo que yace dormido en elfondo de la conciencia, invitando a la reflexión, pro-vocando la lucidez. "Cuatro obstáculos -escribe- so-bre todo nos separan de una forma de civilizacióncapaz de poseer algún valor: nuestra falsa concepciónde la grandeza, la degradación del sentimiento dejusticia, nuestra idolatría del dinero y la ausencia ennosotros de inspiración religíosa=". Luchar contraestos obstáculos implicaría una reforma del sistemaeducativo, factor grande de desarraigo, en particularsobre el estudio de la historia y de las ciencias; reor-ganizar la policía y el sistema penal, plantear en susverdaderos términos las relaciones entre la religión yla ciencia, pero sobre todo, "espiritualizar el trabajomanual". A propósito de este último, afirma SimoneWeil, "la muerte y el trabajo son necesidades y noopciones ... pueden sufrirse en su verdad desnuda orevestidos de mentira". Por esta razón, después delconsentimiento de la muerte, agrega, la aceptación dela ley que hace indispensable el trabajo para la conser-vación de la vida es el acto más perfecto de obedienciaque le sea dado cumplir al hombre. En consecuencia,todas las otras actividades humanas son inferiores altrabajo físico en significación espiritual. Para luegoconcluir: "Es fácil definir el lugar que debe ocupar eltrabajo físico en una vida social bien ordenada. Debeser su centro espírítualv'".

Este valor del trabajo manual es en cierta manerasimbólico para la filosofía social de Simone Weil, yaque expresa la relación directa mediante la cual el

16. Simone Weil, Raíces del existir, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1954,p.219.17. Ibid. p. 298.

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hombre original (genérico, en palabras del jovenMarx) entra en contacto con la naturaleza. De estaforma, la antigua maldición del génesis bíblico podríaser superada, al ser el trabajo en esta perspectiva, nouna marca de esclavitud y un castigo, sino una fuentede nobleza; pues es por el trabajo como simultánea-mente el hombre se habría liberado de las servidum-bres naturales y conocido la fraternidad.

Desde la perspectiva de Simone Weil se trata desaber "si puede concebirse una organización de laproducción que, aunque impotente para eliminar lasnecesidades naturales y la presión social que resultade ellas, les permitiría al menos ejercerse sin aplastarbajo la opresión a los espíritus y los cuerpos". Yya que"mucha parte del mal social ha venido de las fábricas,es allí, en las fábricas, donde hay que corregirlo. Ha-cerlo es difícil, pero no imposible. Haría falta -paraempezar- que los especialistas, ingenieros y demás seempeñasen no sólo en construir objetos, sino tambiénen no destruir hombres. Sería preciso que se empeña-ran, no en hacerlos dóciles, ni incluso felices, sinosimplemente en no obligar a ninguno de ellos a envi-lecerse". Estas ideas apenas esbozadas y que bienpueden aparecer ingenuas a cualquier tecnócrata quese respete, son de todos modos iluminaciones quepueden señalar algunos caminos ante la encrucijadaque enfrenta nuestra época.

Como coincidimos con el juicio de Gustave Thi-bon en el sentido de que "los textos de Simone Weilpertenecen a esa categoría de grandes obras ~ue elcomentario sólo puede debilitar o traicionar" 8, laslíneas anteriores no pretenden cosa distinta que invi-tar a su lectura y reflexión, invitación que T. S. Eliotformula así: "expongámonos a la personalidad de unamujer genial" 'f'

18. Guslave Thibon, op. cit., p. 19.