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BIBLIOALBARES IES Los Albares. Cieza. junio, 2010

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BIBLIOALBARES IES Los Albares. Cieza. junio, 2010

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BIBLIOALBARES IES Los Albares. Cieza. junio, 2010

En este número de BiblioAlbares encontrarás…

Regreso al arco iris de Celia Montiel Piñera.

Regreso al arco iris es un trabajo realizado por Celia Montiel

Piñera, alumna del IES Los Albares, que obtuvo una

mención especial en el XIII PREMIO JUVENIL DE

ENSAYO "FRANCISCO CASCALES. El jurado consideró

que este relato demuestra una gran sensibilidad y creatividad

para acercarnos a la problemática del Alzheimer.

Niña de Manuel Suárez.

Ilustración de portada del pintor Manuel Suárez, profesor del

IES Los Albares y generoso colaborador de BiblioAlbares.

Esta ilustración trasciende el espíritu

del cuento protagonista de esta edición

de tal manera que sentimos ya, al

contemplarla, a la niña que, sentada en

su terraza, creyó que el tiempo se perdía

entre la lana silenciosa que la abuela

tejía.

Las clásicas Recomendaciones BiblioAlbares.

www.b ibl ioalb ares .b logsp ot .co m El blog de tu biblioteca

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Page 3: BiblioAlbares 2010 06

Regreso al Arcoiris

Celia Montiel Piñera

Regreso al arcoiris es un trabajo realizado por Celia Montiel Piñera, alumna del IES Los Albares, que obtuvo una mención especial en el XIII PREMIO JUVENIL DE ENSAYO "FRANCISCO CASCALES" El jurado consideró que este relato demuestra una gran sensibilidad y creatividad para acercarnos a la problemática del Alzheimer.

Nunca olvidaré aquella tarde, nublada y turbia como las aguas de un

río alborotado que fluye a lo largo del tiempo viéndonos crecer y crecer.

Estaba sola al lado de la salita donde estaba mi abuela, que tejía una

manta de lana blanca sentada en su vieja mecedora. Confieso que no

sentía ningún respeto por su monótona labor y quizá ninguna

consideración hacia su edad. Pensaba que no era más rápida por su

torpeza intencionada, confieso que creía que todas sus enfermedades

estaban ocasionadas por su mala alimentación, era muy caprichosa, y

por la falta de ejercicio que atribuía a que simplemente era perezosa.

Sonó mi móvil. Era mamá.

- ¿Qué tal, hija? ¿Cómo te ha ido el día con tu abuelita?

- ¿Bromeas? ¡Fatal! He tenido que ir de compras con ella, si se

pueden llamar compras. Es desesperante. A todo le busca la fecha de

caducidad, lee los ingredientes, memoriza los precios y todo eso más

lenta que una tortuga.

-Tu abuela está enferma- repuso mamá.

-Ya, ya... Lo que ocurre es que no puede andar más deprisa con

esos botines de piel viejos y ensanchados. ¡Qué vergüenza! Yo no

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hacía más que mirar alrededor, por si había algún conocido, para

esconderme.

-Bueno, ya has criticado bastante a tu abuela. ¡Basta ya!

Mamá colgó el teléfono. Añadí en voz alta: ¡Aún no he dicho

nada del mantel de picnic que lleva en la cintura! Ni de esa especie de

nido-moño.

Me quedé sentada en el mismo sitio. Miraba unas revistas de

moda y otras de cotilleo cuando una mosca se me paró en la mano. Mi

intención fue darle un golpe con la fuerza y el ímpetu de una chica de

catorce años, pero algo sucedió de repente: fue como un hechizo de

algún brujo despiadado. Mi mano, que veía delante de mi cara, ya no

era brillante y cuidada, parecía haber adquirido una torpeza extraña.

Intenté dar un salto por puro instinto, pero mi cuerpo no respondía.

Poco a poco me puse en pie para ir a la cocina, estaba segura de que

algo me había sentado mal. Me costó mucho no, muchísimo, llegar a

ella. Mis pies estaban como sacos de arena, aun así intenté moverlos

rápidos y acompasados, pero me fue imposible. El suelo de mármol

estaba frío y me pinchaba como finas agujas de acupuntura.

No había nadie en casa, todo olía a cerrado, a mueble antiguo. Tras

media hora de tortura llegué a la cocina y abrí el frigorífico. No había casi

nada: mis deliciosos batidos y las natillas caseras de mamá se habían

convertido en yogures bajos en calorías y azúcar. Probé suerte en la

despensa y sólo encontré manzanas, latas de atún bajas en sal y un

pastillero de color rosa que dividía la semana de lunes a domingo, de

izquierda a derecha.

Estaba perpleja, sin palabras, supongo que más pálida que mi

perrita Corazón, un caniche enano, con el pelo tan rizado y blanco al que

de cachorro no sabíamos si ponerle de nombre Copito de nieve,

Blancanieves, Blanca o Nieves.

Como pude, ya sin aliento, me fui de aquel lugar a sentarme en un

sitio cómodo para recuperar fuerzas, pasé por delante de algunos espejos.

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Fui incapaz de mirar mi reflejo, quizá para conservar mi salud mental. No

recordaba mi rostro, sentía miedo.

Al rato de estar allí se escuchó un sonido de llaves, como si alguien

las estuviese metiendo en la cerradura. Inhalé y exhalé dos veces, cuando

de pronto se abrió la puerta. Entonces pude intuir una sombra que me hizo

estremecer. Pronto vi ante mí a un hombre, vestía con pantalones

vaqueros y una camisa blanca de lino. Se guardó las llaves en el bolsillo y

me dijo:

- ¡Hola! Mamá.

¡Mamá!- me quedé de piedra.

- ¿Pero cómo voy a ser tu madre? La verdad, es que no sé quién soy,

no recuerdo mi rostro.- Me eché a llorar.

-¡No! No llores- dijo consolándome.- Eres Pilar, madre de dos hijos, vives

en la calle Albert, Aragón. ¿Ahora recuerdas algo?

Negué con la cabeza.

- Escucha con atención, esta noche dormiré aquí como siempre hago.

Mañana te llevaré a ver a tus amigos del teatro, eras actriz.

¡Esto era surrealista!, ¡no podía ser cierto! Ahora era una anciana

que no recordaba nada, me sentía perdida dentro de mi propia casa y

dentro de mi propio cuerpo, todo me parecía nuevo y extraño, incluso el

señor que tenía delante y decía ser mi hijo.

Estaba aturdida, conmocionada, no era capaz de articular una sola

palabra, no podía dejar de llorar.

- Por favor mamá, deja de llorar ya. Mejor te ayudo a arreglarte que

pronto nos vamos a la cama porque mañana tenemos comida con tus

amigos.

Pasé la noche entre sueños fugaces, examinando la

impermanencia en cada uno de ellos, volviendo una y otra vez a la

realidad que constataba con sólo moverme un poquito. Poco a poco vi

llegar el día, y con él la esperanza de que todo aquello acabará de una

vez.

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-¡Son las ocho! Vamos arriba- escuché en el umbral de la puerta,

volví la cabeza para ver al tipo que decía ser “mi hijo” y decidí, con

mucho esfuerzo, que cambiaría mi estado de ánimo para ver lo que

estaba sucediendo realmente.

-Veo que estás de mejor ánimo esta mañana, eso está bien, ¡ya

verás! Pasaremos un día estupendo –dijo Óscar.

- ¿Cómo te llamas?

-Me llamo Óscar, mamá.

- No recuerdo nada-dije.

-No te esfuerces en recordar, preciosa. Hoy te tienes que

centrar en pasártelo bien, nada más.

Con la ayuda de mi hijo Óscar, me vestí, desayuné, y monté en

el coche camino de ¡no sé dónde! Pronto llegamos a un lugar tan

soleado y bonito como desconocido, me esperaba un grupo de

personas de diferentes edades.

-¡Hola, Pilar! ¡Qué alegría volverte a ver, estás muy guapa!

Tienes un aspecto excelente.

Un grupo de desconocidos me saludaron como si conocieran la

historia de mi vida, una vida que para mí simplemente no existía.

- No os conozco -dije conteniendo el llanto.

-Somos tus amigos. Tranquila, todos te queremos.

Pasamos un día divertido. Mis amigos me contaron mil historias

de mis días en el teatro, viajes, amores… Todo me parecía nuevo y

divertido. Seguro que no era la primera vez que oía esas historias, no

era la primera vez que reía con ellas. Proyectamos películas donde me

reconocí y también reconocí una cara familiar, se parecía a Óscar,

lógicamente se trataba de su padre. Tampoco lo recordaba: era un

señor con bigote, perilla, que lucía altivo como un noble del siglo XIX.

Me dio miedo preguntar qué había sido de él.

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Ya en casa, a eso de las ocho de la tarde, una nueva sorpresa me

asaltó como un gran regalo inesperado e inoportuno que me

conmocionó por unos instantes.

- ¡Hola mamá!

Mi rostro seguro que expresó lo que mi mente pensaba, llena de

sorpresa, de miedo, de sentimientos indescriptibles. Tenía delante a

mi propia madre diciéndome mamá.

- ¡Eres mi madre!-dije.

- ¡No! Tú eres mi madre. Soy Elena, mamá.

Aquel rostro me recordaba a mi madre, pero realmente era mi

hija.

Elena me ayudó en la ducha, me puso el pijama y juntas nos

sentamos en la salita desconocida del fondo del pasillo. A esas alturas

ya había entendido con creces que tenía una enfermedad que se

comía los recuerdos como un predador insaciable y despiadado. Lo

único que recordaba en mi historia había sucedido con sólo catorce

años: estaba sentada en la terraza, acompañando a mi abuela que

tejía una manta de lana blanca, absorta, distraída en algo que para mí

era una absurda pérdida de tiempo.

Elena era preciosa, pero no se parecía nada a Óscar: rubia,

esbelta, con unas piernas tan largas que parecían no tener fin, como

las de mi madre; unos ojos grises y lánguidos que contaban sus

pensamientos sin necesidad de hablar, unos ojos para mí ya

inventados, pero no por eso menos hermosos.

Pronto me fui a la cama.

¡Ojalá logre que este día quede grabado en mi memoria! Siento

mucho miedo al vacío, a no recordar, porque perder el recuerdo es

sinónimo de perderme en mi propia vida y perder los vínculos con

estas personas que ahora amo profundamente. Si pierdo el recuerdo

también pierdo el amor y eso significa perderlo todo.

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Amaneció pronto, era un día muy despejado, el despertador

sonó a las ocho, me estiré en la cama.

- Son las ocho, mamá.

Una voz desconocida sonó en el umbral de la puerta, miré hacia

ella y vi a un chico alto, moreno con grandes ojos verdes, mirándome

fijamente.

- ¿Quién eres?

- Soy Óscar, mamá.

- ¿Por qué me llamas mamá?

- Porque me ayudaste a venir al mundo, me educaste y me diste

todo el amor imaginable.

Me quedé muda durante unos minutos, no podía creer lo que

me estaba ocurriendo.

- ¿Dónde estoy? -pregunté.

- Estás en casa. Vamos, arriba preciosa, que Elena nos espera

para desayunar.

- ¿Quién es Elena?

- Es tu hija.

Tuve un recuerdo, como un flash del día anterior que me bastó

para comprender que no tenía catorce años, y me puse al corriente de

mi situación.

Desayuné con mis hijos y pedí a Óscar mi álbum de fotos. Mi

hijo se movió anticipándose a mi petición y me acercó un libro que

parecía haber vivido cientos de años.

Me senté sola en la terraza al lado de la salita con mi mantita de

lana blanca. Abrí el libro que tenía como título “Regreso al arco iris”:

Nos enseñaste a amar la tierra, el amanecer

de cada día y el aroma que deja la lluvia que

precede al arco iris.

Elena y Óscar .

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Las fotos (muchas en secuencias) me hicieron regresar a un

mundo olvidado. Fui recuperando y encajando los acontecimientos,

como un puzle que componía mi propia historia. Pronto sonreí.

- ¡Ha salido el arco iris!-dijo Elena, refiriéndose a mi sonrisa.

Me quedé tranquila, como flotando en la aguas transparentes

de un cálido paraíso. El sueño se apoderó de mí, me abrazó Morfeo.

Desperté pronto, repasé los recuerdos: yo soy Pilar, estoy en

casa, he desayunado con mi hijo Óscar y mi hija Elena. Me sentí mejor.

Me incorporé lentamente con una sorprendente agilidad y unas

revistas de moda cayeron al suelo, respiré profundamente y oí:

- ¡Pilar, he terminado la mantita!

Volví la cabeza y vi a mi abuela, que extendía las manos hacia mí

con un regalo indescriptible, inmenso. El regalo que me acompañó

como una parte integrante de mi existencia.

Miré despacio a mi alrededor, miré despacio a mi abuela,

parecía haber dormido tantos años como la Bella Durmiente del

Bosque. Abracé a mi abuela y mis brazos fueron la extensión de mi

alma que había madurado, era más sabia. El abrazo me transportó en

una nube suave con aroma a algodón dulce, me sentí feliz.

- ¿Cómo te sientes abuela?

Parecía cansada, pero me regaló una bella sonrisa.

¡HA SALIDO EL ARCO IRIS!

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Zumo de mango. Carlos Puerto

Recomendado por Mª del Carmen Bernal Ríos. 4ºBF

Este libro me ha gustado y lo recomiendo porque es una historia que podría ser real. Los jóvenes de esta edad valoramos muy poco las cosas porque todas las tenemos a nuestro alcance y lo vemos algo normal, pero debemos darnos cuenta de que no para todo el mundo es así, que hay muchas personas que viven en la pobreza.

…………………………………………………………

Consumir preferentemente. Raúl Vacas.

Raúl Vacas nos invita a consumir poemas en su supermercado:

“El amor, un producto de primera necesidad La vida, la mejor de las rebajas La muerte, un artículo de lujo”

Es éste un poemario original, que sorprende al lector

por su heterogéneo contenido formal (haikus,

sonetos, sms…) y por la concepción del poema como

producto de consumo de primera necesidad, que

afecta de forma inmediata al ciudadano.

R e c o m e n d a c i o n e s

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LECTORES DEBUTANTES

El bisonte mágico. Carlos Villanes Cairo

A través del flash-back, el narrador nos cuenta dos historias

paralelas, separadas por miles de años de diferencia, pero

con un punto en común: las pinturas rupestres de Altamira.

Carlos Villanes Cairo prefiere los temas realistas arrancados

de la vida real y de la historia, pero además sus libros tienen

un inconfundible toque mágico de creación y belleza.

Viaje al centro de la tierra. Julio Verne

El profesor alemán Otto Lidenbrock descubre un escrito

cifrado de Arne Saknussemm, un sabio islandés del siglo XII

quien afirma haber llegado al centro de la Tierra. El profesor

Lidenbrock pretende seguir los pasos de Saknussemm y

emprende una expedición acompañado por su escéptico

sobrino Axel y el impasible guía islandés Hans. El grupo

ingresa por un volcán hacia el interior del globo terráqueo.

El misterio Velázquez. Eliacer Cansino

Nicolás Pertusato nos cuenta la historia de su vida, en la

que tiene un papel importante su enigmática relación con

Velázquez y el misterio que rodea su obra más famosa.

Recomendada a interesados por la historia y el arte, pues es

también un retrato de la sociedad española y europea de los

Siglos de Oroy de la obra de Velázquez, pintor de la corte

de Felipe IV. Es también una novela de intriga, en la que se

revela el misterio que esconden “Las Meninas”.

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LECTORES OMNÍVOROS

Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda

Se trata de uno de los libros más conocidos y leídos de la

poesía española. Es un poemario fácil de leer, con un

vocabulario cercano y sencillo. El tema es el amor. Este se

presenta como una historia; los poemas se ordenan con arreglo

a un plan narrativo, componiendo una vaga historia de amor y

desamor. Altamente recomendado a seres apasionados, almas

enamoradas y amantes de la palabra y la poesía.

La leyenda de Sleepy Hollow. Washington Irving

La historia se ambienta en el siglo XIX y en el pueblo de Sleepy

Hollow (estado de Nueva York). Se cuentan extrañas historias

acerca de un jinete sin cabeza, que decapita a la gente con el fin

de encontrar su cabeza. Ichabod Crane, un escéptico detective

enviado al pueblo con el fin de solucionar el misterio de las

muertes que se produjeron anteriormente, no hace caso de las

historias y se interesa más por la hermosa Katrina Van Tassel.

El corazón helado. Almudena Grandes

Es una historia fascinante en la que se mezclan el pasado y el

presente de dos familias enfrentadas y que nos transmite un bello

mensaje, una saga familiar, desarrollada entre el amor, la guerra, la

traición, el perdón, que atraviesa la historia española del siglo XX.

Donde el corazón te lleve. Susana Tamaro

La vida ofrece otra oportunidad a una mujer que fracasó como

madre, y que, al morir su hija, se hace cargo de su nieta. La niña

descubre la verdadera historia de su madre gracias a su abuela y

la abuela intenta no cometer los mismos errores del pasado en

esta segunda oportunidad que la vida le ofrece.

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LECTORES CONSAGRADOS

La Fundación. Antonio Buero Vallejo

Es una sorprendente obra teatral en la que nada es lo que

parece. A través de los ojos del protagonista, miembro de una

importante fundación científica, iremos descubriendo una

aplastante concepción de la realidad y de nuestro mundo que

no puede dejarte indiferente.

Gritos y escalofríos. Cuentos clásicos de misterio y terror. Antología

Antología de cuentos de misterio y terror, de raíces

populares y de autores clásicos de épocas diversas:

Calvino, Poe, Stevenson, London, Wells, Shakespeare...

La mesa está servida y el miedo sin duda garantizado.

NOS QUEDAN SUS PALABRAS

Despistes y Franquezas.

Mario Benedetti.

«Entrevero literario», un

amasijo de formas,

contenidos, materiales,

etc. Benedetti nos

presenta cuentos,

poemas, graffittis y otras

formas con contenidos

también diversos («desde relatos

tenebrosos hasta cuentitos poco menos

que cursis»), sobre el exilio, el amor, el

mar, con el humor y la ironía que le es

propia.

La balsa de piedra.

José Saramago.

La Península Ibérica se

aparta del resto de

Europa. A Pedro,

Joaquim, José, Joana y

María, la casualidad, los

ha ido reuniendo en

distintos puntos de la

Península Ibérica para acompañar el

viaje iniciático de la masa de piedra a

través del Atlántico, con su propia y

desgarrada búsqueda interior. El mundo

cambia y ellos también deben ser

personas nuevas.

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