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Fuente: Financial Times COMO MANÁ CAIDO DEL CIELO. Manfred Nolte La coincidencia de la Semana Santa y de un día como el de hoy, Lunes de Resurrección, confiere actualidad a las Sagradas Escrituras. En un pasaje de ellas se refiere la milagrosa manera con la que la suprema Autoridad celestial tuvo a bien solventar las hambrunas del pueblo hebreo, en su transitar desde Egipto a la tierra prometida. La economía ambulante judía tenía escasa o nula capacidad productiva, por lo que según el libro del Éxodo, del mismísimo cielo caía en frecuencias y cantidades idóneas un alimento llamado ‘maná’ que servía para paliar las necesidades calóricas de aquella comunidad itinerante. A miserias atípicas, remedios excepcionales. Algo recuerda lo anterior a las sociedades occidentales en nuestros días: que a pesar de atizar con todos los combustibles conocidos el fuego de la caldera, tradicionales y no tradicionales, la máquina tira poco. La economía de los países centrales padece un letargo estructural o sistémico, algo que Lawrence Summers primero, y ahora un montón de académicos más, definen como ‘estancamiento secular’. La economía, las economías, están paralizadas. El PIB, el manómetro indicador del pulso de la producción, de la renta y tal vez del bienestar de las personas está en mínimos, muy cerca de la zona roja bajo el cero, de la gélida y temida deflación. Aquí, sin más, a nuestro lado, el Viejo Continente, un decisivo comprador de

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Economy & Finance


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Fuente: Financial Times

COMO MANÁ CAIDO DEL CIELO.Manfred Nolte

La coincidencia de la Semana Santa y de un día como el de hoy, Lunes de Resurrección, confiere actualidad a las Sagradas Escrituras. En un pasaje de ellas se refiere la milagrosa manera con la que la suprema Autoridad celestial tuvo a bien solventar las hambrunas del pueblo hebreo, en su transitar desde Egipto a la tierra prometida. La economía ambulante judía tenía escasa o nula capacidad productiva, por lo que según el libro del Éxodo, del mismísimo cielo caía en frecuencias y cantidades idóneas un alimento llamado ‘maná’ que servía para paliar las necesidades calóricas de aquella comunidad itinerante. A miserias atípicas, remedios excepcionales.

Algo recuerda lo anterior a las sociedades occidentales en nuestros días: que a pesar de atizar con todos los combustibles conocidos el fuego de la caldera, tradicionales y no tradicionales, la máquina tira poco. La economía de los países centrales padece un letargo estructural o sistémico, algo que Lawrence Summers primero, y ahora un montón de académicos más, definen como ‘estancamiento secular’. La economía, las economías, están paralizadas. El PIB, el manómetro indicador del pulso de la producción, de la renta y tal vez del bienestar de las personas está en mínimos, muy cerca de la zona roja bajo el cero, de la gélida y temida deflación. Aquí, sin más, a nuestro lado, el Viejo Continente, un decisivo comprador de nuestras exportaciones de bienes y servicios proyecta flojas previsiones de crecimiento (1,4% para 2016, frente a 1,7% en las previsiones de diciembre) y de inflación (0,1% frente a 1%).

Como consecuencia de la gran crisis surgida en Wall Street y el consiguiente colapso mundial de todos los mercados, los Gobiernos nacionales asistidos por las Instituciones Internacionales procedieron a adoptar las medidas de emergencia necesarias, simplemente para apagar el incendio. Fundamentalmente dos tipos

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de acciones: en primer lugar, gasto público a discreción para compensar el hundimiento de la demanda privada. La terapia se reveló bastante efectiva pero rápidamente los efectos secundarios de la medicina se revelaron lo suficientemente graves como para retirar los fármacos administrados. El gasto público se traducía en déficits fiscales que ahogaban los presupuestos futuros y la deuda soberana alcanzaba cotas inadmisibles. Por ello

la política fiscal fue acompañada, si no sustituida, por una drástica política monetaria. El plazo transcurrido desde 2007, casi 10 años, nos permite tener perspectiva para distinguir entre las medidas monetarias convencionales y las que, por ser novedosas, han sido bautizadas con el nombre de ‘políticas no convencionales’. Las convencionales han consistido en rebajar los tipos de interés a corto hasta los umbrales del cero por ciento e inundar con liquidez el sistema financiero. De esta manera se pretendía que consumidores e inversores encontrasen estimulo suficiente para endeudarse y tirar de la economía. En Europa, el Banco Central Europeo (BCE) ha sido absolutamente congruente con este tipo de decisiones, que sin embargo se han revelado insuficientes. De ahí que el nuevo capítulo de medidas ha dado paso recientemente a las ‘no convencionales’(Relajación cuantitativa): compra de títulos públicos y privados (774.000 millones de euros desde diciembre de 2014), préstamos al sector bancario a medio plazo a tipos negativos, penalización de las reservas bancarias privadas en el BCE al 0,4%. Los tipos de interés a largo plazo en hemisferios negativos. La cuadratura del círculo. La zorra cuidando a las gallinas. La autoridad monetaria pagando intereses por el dinero que le piden los Bancos a préstamo. Los ahorradores pagando primas por adquirir bonos de los países más fiables y solventes. El mundo al revés.

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Pero tras el éxtasis puntual que ha seguido a estas decisiones inverosímiles sigue latente la gran pregunta: ¿es todo ello suficiente para activar la demanda de crédito?¿Lograrán las medidas adoptadas estimular la demanda privada y conseguir registros de crecimiento económico suficientes para reconstruir la nave naufragada y devolver el empleo a los millones de ciudadanos que lo han perdido en la deriva de la crisis?

El diagnóstico vuelve a dividirse. Los más ortodoxos y convencionales ponen el énfasis en las reformas estructurales. Abordar, por ejemplo, la flexibilización del mercado laboral como ha amagado el ejecutivo francés, o adelgazar con pausa y serenidad la cintura mastodóntica de las administraciones públicas. Aunque duela al principio –sostienen- acaban curando. La tibia decisión es palpable en los Gobiernos y las reformas estructurales brillan por su ausencia. También hay campo en el ámbito fiscal, donde algunos países como Alemania tienen amplios márgenes que pueden utilizar, pero se niegan a hacerlo.

Para otros queda una vuelta de tuerca adicional en las políticas monetarias no convencionales: contratar una flota de helicópteros para que sobrevuelen nuestras ciudades, pueblos y aldeas y lancen millones de euros en billetes de curso legal. Lo han leído bien: ‘Helicopter money’, dinero lanzado desde los helicópteros. Un maná pagano previsiblemente prescrito por el Sr. Draghi y su Consejo de administración para alimentar al enfermo anémico de la economía europea. Un paso más en la estrategia monetaria ‘no convencional’.

No lo tomen en su estricta literalidad, aunque no se aleja mucho de ella. Hasta ahora el BCE inyecta liquidez a los gobiernos contra títulos públicos que se contabilizan como deuda publica. Bajo el programa de ‘dinero helicóptero’ la autoridad monetaria entrega liquidez a los gobiernos(cabría hacerlo directamente a los particulares) que no se computa como deuda y que cuenta con dos únicas limitaciones. La primera el repunte de la inflación, al incrementarse la oferta monetaria, suceso altamente imprevisible. La segunda la capacidad crediticia y de solvencia del Banco Central que en principio es ilimitada. Asignadas las cantidades bajo criterios a decidir los gobiernos emprenderán luego las acciones de política fiscal -de consumo o inversión pública o las transferencias al sector privado- que se estimen óptimas.

Peter Praet, el economista jefe del BCE lo ha dicho recientemente: “Todos los Bancos centrales pueden hacerlo. La cuestión es si deben, y cuando deben hacerlo”.

Ténganlo en cuenta por si en algún momento escuchan un rugir de rotores y ven caer euros del cielo: es el maná que llega a una sociedad languideciente. Y piensen simultáneamente que si una cosa parece demasiado buena para ser verdad, normalmente lo es.

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