segunda parte_capitulo ix

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7/26/2019 Segunda Parte_capitulo Ix http://slidepdf.com/reader/full/segunda-partecapitulo-ix 1/5 SOBRE LA MUERTE Y LOS MORIBUNDOS. Mi vida era un juego malabar que habría asustado a Freud y a Jung. Además de arrostrar el terrible tráfico del centro de Chicago, encontrar una ersona que me llevara la casa, batallar con Manny ara que me ermitiera tener mi roia cuenta corriente y hacer las comras, rearaba mis charlas y era el enlace siquiátrico con los demás deartamentos del hosital.  A veces tenía la imresi!n de que me sería imosible cargar con ni una sola resonsabilidad más. "ero un día del oto#o de $%&' golearon a la uerta de mi desacho. Cuatro alumnos del (eminario )eol!gico de Chicago se resentaron y me dijeron que estaban haciendo investigaciones ara una tesis en que roonían que la muerte es la crisis definitiva que la gente tiene que enfrentar. *o s+ c!mo habían encontrado una transcrici!n de mi rimera charla en enver, ero alguien les dijo que yo tambi+n había escrito un artículo- no lograban encontrarlo y or eso acudían a mí. (e llevaron una desilusi!n cuando les dije que ese artículo no eistía, ero los invit+ a sentarse y charlar. *o me sorrendi! que los alumnos del seminario estuvieran interesados en el tema de la muerte y la forma de morir. )enían tantos motivos ara estudiar la muerte como cualquier m+dico- tambi+n trataban con moribundos. Ciertamente se lanteaban reguntas sobre la muerte y el morir que no se odían contestar leyendo la /iblia. urante la conversaci!n reconocieron que se sentían imotentes y confusos cuando la gente les hacía reguntas acerca de la muerte. *inguno de ellos había hablado jamás con moribundos ni había visto un cadáver. Me reguntaron si se me ocurría de qu+ modo odrían tener esa eeriencia ráctica. 0ncluso sugirieron observarme cuando yo visitaba a un moribundo. 1n esos momentos yo no sabía lo que me ofrecían con esa rouesta2 un acicate ara mi trabajo con la muerte y la forma de morir. urante la semana siguiente ens+ en que mi trabajo como enlace siquiátrico me brindaba la oortunidad de comunicarme con acientes de los deartamentos de oncología, medicina interna y ginecología. Algunos adecían enfermedades terminales, otros tenían que eserar sentados, solos y angustiados, los tratamientos de radio y quimioteraia, o simlemente que les hicieran una radiografía. "ero todos se sentían asustados y solos, y ansiaban angustiosamente oder hablar con alguien de sus reocuaciones. 3o hacía eso de modo natural. 4es hacía una regunta y era como abrir una comuerta.  Así ues, durante mis rondas visit+ las salas en busca de alg5n moribundo que estuviera disuesto a hablar con los estudiantes de teología. 4es regunt+ a varios m+dicos si tenían alg5n aciente moribundo, ero reaccionaron disgustados. 1l m+dico que suervisaba las habitaciones donde se concentraba la mayor arte de los enfermos terminales no s!lo me neg! el ermiso ara hablar con ellos sino que me rerendi! or 6elotarlos6. 1n aquel tiemo ocos m+dicos reconocían siquiera que sus acientes se estaban muriendo, de modo que lo que yo edía era muy revolucionario. "robablemente debería haber sido más delicada y hábil. Finalmente un m+dico me se#al! un anciano de su sector, que se estaba muriendo de enfisema- me dijo algo así como 6"ruebe con +se, no le uede hacer da#o6. 0nmediatamente entr+ en la habitaci!n y me acerqu+ a la cama del enfermo. )enía insertados tubos ara resirar y era evidente que estaba muy d+bil. "ero me areci! erfecto. 4e regunt+ si le molestaría que al día siguiente trajera a unos alumnos ara que le hicieran reguntas sobre c!mo se sentía en ese momento de su vida. Me areci! que comrendía mi misi!n. "ero me dijo que los trajera inmediatamente. 7 *o, los traer+ ma#ana 8le dije. 66

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SOBRE LA MUERTE Y LOS MORIBUNDOS.

Mi vida era un juego malabar que habría asustado a Freud y a Jung. Además de arrostrar elterrible tráfico del centro de Chicago, encontrar una ersona que me llevara la casa, batallar con Manny ara que me ermitiera tener mi roia cuenta corriente y hacer las comras,rearaba mis charlas y era el enlace siquiátrico con los demás deartamentos del hosital. A veces tenía la imresi!n de que me sería imosible cargar con ni una sola resonsabilidad

más."ero un día del oto#o de $%&' golearon a la uerta de mi desacho. Cuatro alumnos del(eminario )eol!gico de Chicago se resentaron y me dijeron que estaban haciendoinvestigaciones ara una tesis en que roonían que la muerte es la crisis definitiva que lagente tiene que enfrentar. *o s+ c!mo habían encontrado una transcrici!n de mi rimeracharla en enver, ero alguien les dijo que yo tambi+n había escrito un artículo- no lograbanencontrarlo y or eso acudían a mí.(e llevaron una desilusi!n cuando les dije que ese artículo no eistía, ero los invit+ asentarse y charlar. *o me sorrendi! que los alumnos del seminario estuvieran interesadosen el tema de la muerte y la forma de morir. )enían tantos motivos ara estudiar la muertecomo cualquier m+dico- tambi+n trataban con moribundos. Ciertamente se lanteaban

reguntas sobre la muerte y el morir que no se odían contestar leyendo la /iblia.urante la conversaci!n reconocieron que se sentían imotentes y confusos cuando la genteles hacía reguntas acerca de la muerte. *inguno de ellos había hablado jamás conmoribundos ni había visto un cadáver. Me reguntaron si se me ocurría de qu+ modoodrían tener esa eeriencia ráctica. 0ncluso sugirieron observarme cuando yo visitaba aun moribundo. 1n esos momentos yo no sabía lo que me ofrecían con esa rouesta2 unacicate ara mi trabajo con la muerte y la forma de morir.urante la semana siguiente ens+ en que mi trabajo como enlace siquiátrico me brindabala oortunidad de comunicarme con acientes de los deartamentos de oncología, medicinainterna y ginecología. Algunos adecían enfermedades terminales, otros tenían que eserar sentados, solos y angustiados, los tratamientos de radio y quimioteraia, o simlemente que

les hicieran una radiografía. "ero todos se sentían asustados y solos, y ansiabanangustiosamente oder hablar con alguien de sus reocuaciones. 3o hacía eso de modonatural. 4es hacía una regunta y era como abrir una comuerta. Así ues, durante mis rondas visit+ las salas en busca de alg5n moribundo que estuvieradisuesto a hablar con los estudiantes de teología. 4es regunt+ a varios m+dicos si teníanalg5n aciente moribundo, ero reaccionaron disgustados. 1l m+dico que suervisaba lashabitaciones donde se concentraba la mayor arte de los enfermos terminales no s!lo meneg! el ermiso ara hablar con ellos sino que me rerendi! or 6elotarlos6. 1n aqueltiemo ocos m+dicos reconocían siquiera que sus acientes se estaban muriendo, demodo que lo que yo edía era muy revolucionario. "robablemente debería haber sido másdelicada y hábil.Finalmente un m+dico me se#al! un anciano de su sector, que se estaba muriendo deenfisema- me dijo algo así como 6"ruebe con +se, no le uede hacer da#o6. 0nmediatamenteentr+ en la habitaci!n y me acerqu+ a la cama del enfermo. )enía insertados tubos araresirar y era evidente que estaba muy d+bil. "ero me areci! erfecto. 4e regunt+ si lemolestaría que al día siguiente trajera a unos alumnos ara que le hicieran reguntas sobrec!mo se sentía en ese momento de su vida. Me areci! que comrendía mi misi!n. "ero medijo que los trajera inmediatamente.7 *o, los traer+ ma#ana 8le dije.

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Mi rimer error fue no hacerle caso. 9uiso advertirme que le quedaba muy oco tiemo,ero no lo escuch+. Al día siguiente llev+ a los cuatro seminaristas a su habitaci!n, ero sehabía debilitado muchísimo más, de modo que aenas udo ronunciar una o dos alabras."ero me reconoci! y agradeci! nuestra resencia aretándome la mano con la suya. :nalágrima le corri! or la mejilla.7 ;racias or intentarlo 8le susurr+.1stuvimos acoma#ándolo un rato y desu+s llev+ a los estudiantes de vuelta a mi

desacho, donde al cabo de un momento recibí el mensaje de que el anciano acababa demorir.Me sentí fatal or haber anteuesto las eigencias de mi horario a la etici!n del aciente.1se anciano había muerto sin oder decirle a otro ser humano lo que tanto había deseadodecir. Más adelante yo encontraría a otro enfermo disuesto a hablar con mis seminaristas."ero esa rimera lecci!n fue muy dura, y no la olvidaría jamás.)al ve< el rincial obstáculo que nos imide comrender la muerte es que nuestroinconsciente es incaa< de acetar que nuestra eistencia deba terminar. (!lo ve lainterruci!n de la vida bajo el asecto de un final trágico, un asesinato, un accidente mortal ouna enfermedad reentina e incurable. 1s decir, un dolor terrible. "ara la mente del m+dicola muerte significaba otra cosa2 un fracaso. 3o no odía dejar de observar que todo el

mundo en el hosital evitaba el tema de la muerte.1n ese moderno hosital, morir era un acontecimiento triste, solitario e imersonal. A losenfermos terminales se los llevaba a las habitaciones de la arte de atrás. 1n la sala deurgencias se dejaba a los acientes absolutamente solos mientras los m+dicos y losfamiliares discutían sobre si había que decirles o no lo que tenían. "ara mí, la 5nicaregunta que era necesario lantearse era 6=C!mo se lo decimos>6. (i alguien me hubierareguntado cuál era la situaci!n ideal ara un moribundo yo habría retrocedido hasta miinfancia y contado la muerte del granjero que se fue a su casa ara estar con sus familiaresy amigos. 4a verdad siemre es lo mejor.4os grandes adelantos de la medicina habían convencido a la gente de que la vida debetranscurrir sin dolor. "uesto que la muerte iba asociada con el dolor, la evitaban. 4os adultos

rara ve< hablaban de algo que tuviera que ver con ella. (i era for<oso hablar, se enviaba alos ni#os a otra habitaci!n. "ero los hechos son incontrovertibles. 4a muerte forma arte dela vida, es la arte más imortante de la vida. 4os m+dicos, que eran muy duchos enrolongar la vida, no entendían que la muerte forma arte de ella. (i no se tiene una buenavida, incluso en los momentos finales, entonces no se uede tener una buena muerte.4a necesidad de elorar esos temas a nivel científico era tan grande que fue inevitable quela resonsabilidad recayera sobre mis hombros. )al como ocurría con las clases queimartía mi mentor el rofesor Margohn, mis charlas sobre la esqui<ofrenia y otrasenfermedades mentales se consideraban heterodoas, ero eran muy oulares en laFacultad de Medicina. 4os alumnos más osados e inquisitivos comentaron mi eeriencia

con los cuatro estudiantes de teología. "oco desu+s de *avidad, un gruo de alumnos delas facultades de Medicina y )eología me reguntaron si odía organi<ar otra entrevista conun enfermo moribundo. Acet+ intentarlo, y seis meses desu+s, a mediados de $%&?, ya dirigía un seminario todoslos viernes. *o asistía a +l ni un solo m+dico del hosital, hecho que reflejaba la oini!n queles merecían mis clases, ero +stas tenían muchos adetos entre los alumnos de medicina yteología- asistía además un sorrendente n5mero de enfermeros, enfermeras, sacerdotes,rabinos y asistentes sociales. ado que muchas ersonas tenían que ermanecer de ie,traslad+ el seminario a un aula más amlia, aunque la entrevista con el enfermo moribundola reali<aba en una sala más eque#a rovista de un cristal reflectante s!lo transarente or un lado, y de un sistema audiotransmisor, ara que or lo menos eistiera la ilusi!n de

intimidad.)odos los lunes comen<aba a buscar un aciente. *unca fue fácil, dado que la mayoría delos m+dicos me creían trastornada y consideraban que en los seminarios elotábamos a los

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enfermos. Mis colegas más dilomáticos se disculaban diciendo que sus acientes no eranbuenos candidatos. 4a mayoría sencillamente me rohibía hablar con sus acientes másgraves. :na tarde estaba con un gruo de sacerdotes y enfermeras en mi desacho cuandoson! el tel+fono y or el recetor se oy! la vo< estridente y furiosa de un m+dico2 6=C!motiene el descaro de hablarle a la se#ora @. de la muerte cuando ni siquiera sabe lo enfermaque está y es osible que vuelva nuevamente a su casa>6Justamente, +se era el roblema. 4os m+dicos que evitaban mi trabajo y mis seminarios or 

lo general tenían acientes a los que, lamentablemente, les resultaba difícil enfrentarse a suenfermedad. ado que los m+dicos estaban tan ocuados con sus roias reocuaciones,los enfermos ni siquiera tenían la oortunidad de hablar de sus temores.Mi objetivo era romer esa caa de negaci!n rofesional que rohibía a los enfermos hablar de sus reocuaciones más íntimas. ecuerdo una de las frustrantes b5squedas de unenfermo adecuado ara entrevistar, que ya he contado antes. M+dico tras m+dico meinformaron que en su sector no se estaba muriendo nadie. e ronto vi en el asillo a unanciano que estaba leyendo un diario, bajo el titular 64os viejos soldados nunca mueren6."or su aariencia ens+ que su salud estaba en declive y le regunt+ si le molestaba leer sobre esos temas. Me mir! con desd+n, como si yo fuera igual que los demás m+dicos quereferían no tener que ver con la realidad. /ueno, result! ser fabuloso ara la entrevista.

Mirando en retrosectiva, creo que mi seo influía mucho en la resistencia con que meencontraba. Al ser una mujer que había sufrido cuatro abortos esontáneos y dado a lu< ados hijos sanos, yo acetaba la muerte como arte del ciclo natural de la vida. *o tenía otraalternativa- era inevitable. 1ra el riesgo que se asume cuando se da a lu<, a la ve< que elriesgo que se aceta simlemente or estar viva. "ero la mayoría de los m+dicos eranhombres y, a ececi!n de unos ocos, ara todos la muerte significaba una esecie defracaso.1n esos rimeros días de lo que se vendría a llamar el nacimiento de la tanatología, oestudio de la muerte, mi mejor maestra fue una negra del ersonal de limie<a. *o recuerdosu nombre, ero la veía con regularidad or los asillos, tanto de día como de noche, seg5nnuestros resectivos turnos. 4o que me llam! la atenci!n en ella fue el efecto que tenía en

muchos de los acientes más graves. Cada ve< que ella salía de sus habitaciones, yonotaba una diferencia alable en la actitud de esos enfermos.ese+ conocer su secreto. Muerta de curiosidad, literalmente esiaba a esa mujer que nisiquiera había terminado sus estudios secundarios, ero que conocía un gran secreto.:n día se cru<aron nuestros caminos en el asillo. e ronto me dije lo que solía decir a misalumnos2 6"or el amor de ios, si tienes una regunta, ha<la.6 Baciendo acoio de todo mivalor, camin+ decidida hacia ella, de manera algo agresiva tal ve<, lo cual de seguro lasobresalt!, y sin la más mínima sutile<a ni encanto le solt+27 =9u+ les hace a mis enfermos moribundos>4!gicamente ella se uso a la defensiva2

7 (!lo les limio el suelo 8contest! educadamente, y se alej!.7 *o me refiero a eso 8dije, ero ya era demasiado tarde.urante las dos semanas siguientes, nos esiamos mutuamente con cierta desconfian<a.1ra casi como un juego. Finalmente, una tarde ella se hi<o la encontradi<a conmigo en unasillo y me arrastr! hacia la arte de atrás del uesto de las enfermeras. )odo un cuadro,una ayudante de cátedra vestida de blanco arrastrada or una humilde mujer de la limie<a,de ra<a negra. Cuando estuvimos totalmente a solas, cuando nadie odía escucharnos, mecont! la trágica historia de su vida y desnud! su alma y cora<!n de una manera quesueraba mi comrensi!n."rocedente del sector sur de Chicago, había crecido en un ambiente de obre<a yenalidades. ivía en una casa sin calefacci!n ni agua caliente donde los ni#os siemre

estaban malnutridos y enfermos. Como la mayoría de la gente obre, no tenía ningunadefensa contra la enfermedad y el hambre. 4os ni#os llenaban sus hambrientos est!magoscon avena barata, y los m+dicos eran ara otra gente. :n día su hijo de tres a#os enferm!

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gravemente de neumonía. 1lla lo llev! a la sala de urgencias del hosital de la localidad,ero no la admitieron orque debía die< d!lares. eseserada, camin! hasta el BositalCondal CooD, donde tenían que admitir a las ersonas indigentes.esgraciadamente, allí se encontr! en una sala llena de ersonas como ella, muy enfermasy necesitadas de atenci!n m+dica. 4e ordenaron que eserara. "ero asadas tres horas deestar sentada allí eserando su turno, vio a su hijo resollar, lan<ar un gemido y morir acunado en sus bra<os.

 Aunque era imosible no sentir ena or esa +rdida, a mí me imresion! más el modo enque contaba su historia. Aunque hablaba con rofunda triste<a, no había en ella nada denegatividad, acusaci!n, amargura ni resentimiento. (u actitud era tan aacible que mesorrendi!. 4o encontr+ tan raro y yo era tan ingenua que casi le regunt+2 6="or qu+ mecuenta todo esto> =9u+ tiene que ver esto con mis enfermos moribundos>6 "ero ella memir! con sus ojos oscuros bondadosos y comrensivos y me contest! como si hubiera leídomis ensamientos27 erá, la muerte no es una desconocida ara mí. 1s una vieja, vieja conocida.Me sentí como la alumna ante la maestra.7 3a no le tengo miedo 8continu! en su tono tranquilo y franco8. A veces entro en lashabitaciones de esos enfermos y veo que están etrificados de miedo y no tienen a nadie

con quien hablar. Me acerco a ellos. A veces incluso les toco la mano y les digo que no sereocuen, que no es tan terrible.esu+s se qued! en silencio."oco desu+s conseguí que esa mujer dejara de dedicarse a la limie<a y se convirtiera enmi rimera ayudante. 1lla me ofrecía el aoyo que necesitaba cuando no lo encontraba enninguna ersona. 1so solo fue una lecci!n que he tratado de transmitir. *o es necesariotener un gur5 ni un consejero ara crecer. 4os maestros se resentan en todas las formas ycon toda clase de disfraces. 4os ni#os, los enfermos terminales, una mujer de la limie<a.)odas las teorías y toda la ciencia del mundo no ueden ayudar a nadie tanto como un ser humano que no teme abrir su cora<!n a otro.oy gracias a ios or esos ocos m+dicos comrensivos que me ermitieron acercarme a

sus acientes moribundos. )odas aquellas visitas introductorias seguían el mismo rotocolo.estida con mi bata blanca, en la cual aarecía mi nombre y mi cargo, 61nlace siquiátrico6,les edía ermiso ara hacerles reguntas delante de mis alumnos acerca de suenfermedad, de su estancia en el hosital y cualquier roblema que tuvieran. Jamásemleaba las alabras 6muerte6 ni 6morir6 mientras ellos no sacaran el tema. 4es daba aentender que s!lo me interesaban sus nombres, edad y diagn!stico. ;eneralmente a losocos minutos el aciente acetaba. e hecho, no recuerdo que ninguno se haya negadonunca.*ormalmente el auditorio se llenaba media hora antes de que comen<ara la charla. Conunos cuantos minutos de antelaci!n yo llevaba ersonalmente al enfermo, en camilla o silla

de ruedas, a la sala ara la entrevista. Antes de comen<ar me retiraba hacia un lado ararogar en silencio que la ersona enferma no sufriera ning5n da#o y que mis reguntas laestimularan a decir lo que necesitaba decir. Mi s5lica se arecía a la oraci!n de los Alcoh!licos An!nimos2ios mío, dame la serenidad ara acetar las cosas que no uedo cambiar, el valor aracambiar las que uedo cambiar, y la sabiduría ara discernir entre ambas.:na ve< que el aciente comen<aba a hablar, y ara algunos emitir un simle susurro era unterrible esfuer<o, era difícil arar el torrente de sentimientos que se habían visto obligados arerimir. *o erdían el tiemo con banalidades. 4a mayoría decía que se habían enterado desu enfermedad no or sus m+dicos sino or el cambio de comortamiento de sus familiaresy amigos. e ronto notaban distanciamiento y falta de sinceridad, cuando lo que más

necesitaban era la verdad. 4a mayoría decía que encontraban más comrensi!n en lasenfermeras que en los m+dicos. 6Ahora tiene la oortunidad de decirles or qu+6, lesauntaba yo.

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(iemre he dicho que los moribundos han sido mis mejores maestros, erohacía falta tener valor ara escucharlos. 1resaban sin temor su insatisfacci!nresecto a la atenci!n m+dica, y no se referían a la falta de cuidadosmateriales sino a la falta de comasi!n, simatía y comrensi!n. A losm+dicos eerimentados les molestaba oírse retratar como ersonas

insensibles, asustadas e incaaces. ecuerdo a una mujer que eclam!casi llorando2 64o 5nico que quiere el doctor es hablar del tama#o de mihígado. = 9u+ me imorta a mí el tama#o de mi hígado en este momento>)engo cinco hijos en casa que necesitan atenci!n. 1so es lo que me estámatando. E3 nadie aquí me habla de eso6

 Al final de las entrevistas los acientes se sentían aliviados. Muchos quehabían abandonado toda eseran<a y se sentían in5tiles disfrutaban de sunuevo ael de rofesores. Aunque iban a morir, comrendían que era osibleque su vida a5n tuviera una finalidad, que tenían un motivo ara vivir hasta el5ltimo aliento. "odían seguir creciendo esiritualmente y contribuir alcrecimiento de quienes los escuchaban.

esu+s de cada entrevista llevaba al enfermo a su habitaci!n y volvía junto alos alumnos ara continuar sosteniendo con ellos conversaciones animadasy cargadas de emoci!n. Además de anali<ar las resuestas y reacciones delaciente, anali<ábamos tambi+n nuestras roias reacciones. "or lo general,los comentarios eran sorrendentes or su sinceridad. Bablando de su miedoa la muerte, que la hacía evitar totalmente el tema, una doctora dijo2 6Casi norecuerdo haber visto un cadáver.6 efiri+ndose a que la /iblia no le facilitabaresuestas ara todas las reguntas que le hacían los enfermos, unsacerdote coment!2 6*o s+ qu+ decir, así que no digo nada.61n esas conversaciones, los m+dicos, sacerdotes y asistentes sociales hacíanfrente a su hostilidad y actitud defensiva. Anali<aban y sueraban sus miedos.

1scuchando a acientes moribundos todos comrendimos que deberíamoshaber actuado de otra manera en el asado y que odíamos hacerlo mejor en el futuro.Cada ve< llevaba a un enfermo al aula y desu+s lo devolvía a su habitaci!n,su vida me hacía ensar en 6una de los millares de luces del vasto firmamento,que brilla durante breves instantes ara luego desaarecer en la nocheinfinita6. 4as lecciones ense#adas or cada una de estas ersonas seresumían en el mismo mensaje2ive de tal forma que al mirar hacia atrás no lamentes haber deserdiciado laeistencia. ive de tal forma que no lamentes las cosas que has hecho ni esees haber actuado de otra manera. ive con sinceridad y lenamente. ive.