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El fin del pacifismo Osvaldo Bayer

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El fin del pacifismo

Osvaldo Bayer

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Marzo 2012

Este texto puede ser reproducido enla manera que se considere oportuna

Correspondencia: ETCETERAViolant d’Hongria, 71, 1º08028 Barcelonawww.sindominio.net/etceteraPublica: ETCETERADep. Legal B-28358/85

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Osvaldo Bayer nació en Santa Fe, Argentina, en 1927.Escritor, periodista e historiador, inmortalizó con suenorme trabajo La Patagonia rebelde, las huelgaspatagónicas de 1921 y la violenta represión y matanzapor parte del ejército. En el periodismo trabajó enNoticias Gráficas y en Clarín y asimismo escribe enPágina/12. Es traductor del alemán de obras deGoethe, Kafka, Brecht y otros. Exiliado en Alemaniaen 1975, comparte hoy la residencia en ambos países.Es autor de importantes libros como: Severino DiGiovanni; Los anarquistas expropiadores; Encamino al paraíso; Rebeldía y esperanza.De Rebeldía y Esperanza (ed. La Página, 2009,Buenos Aires), conjunto de artículos escritos en los dosescenarios de su vida: Buenos Aires y Berlín, yvertebrados por la búsqueda de Bayer entre el “principioesperanza” de Bloch y “el fin de la paciencia” deAnders, publicamos aquí el artículo: GüntherAnders, el “filósofo de la barbarie”: el findel pacifismo. ¿Violencia, sí o no?, unadiscusión necesaria, escrito en 1987, pero aún derabiosa actualidad.

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¿Violencia, sí o no? (Una discusión necesaria) se titulaun pequeño compendio del filósofo alemánGünther Anders que ha convocado a unapolémica filosófico-cultural inesperada en unaintelectualidad centro-europea resignada, querecuerda el 68 como algo que no podrá volver,que no quiere mirar hacia atrás a la violenciadesesperada de los años 70 de la Baader-Meinhof, que se ha cansado de hacer toda clasede acciones pacifistas contra el Estado Atómicoy contra la sociedad antiecológica del consumoy el despilfarro. ¿Y por qué esa polémica ahora?Porque Günther Anders, el pensador pacifistapor excelencia, el moralista, ha escrito a los 85años, con sus dedos que apenas puede moverpor la artritis: «La única salida es la violencia».

Nacido en 1902, fue soldado en la PrimeraGuerra Mundial a los 16 años; alumno deHusserl y Heidegger, ya en 1928 es uno de losmás audaces denunciadores del hitlerismocomo producto del capitalismo alemán, y en1933 debe marchar al exilio con su mujer, lafilósofa Hannah Arendt (la autora de Labanalidad del mal; Poder y violencia; Eichman en

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Jerusalén). En Estados Unidos, trabajará comoobrero en fábricas y allí experimentará elsignificado de la dependencia del hombre a latécnica. En 1950 regresa a Alemania, donde seisaños después, publicará su obra fundamental:Lo anticuado del ser humano. Visita Auschwitz ydirá: «Si se me pregunta en qué día meavergoncé absolutamente, responderé: en estatarde de verano cuando en Auschwitz estuveante los montones de anteojos, de zapatos, dedentaduras postizas, de manojos de cabelloshumanos, de maletas sin dueño. Porque allítendrían que haber estado también misanteojos, mis dientes, mis zapatos, mi maleta. Yme sentí –ya que no había sido un preso enAuschwitz porque me había salvado porcasualidad– sí, me sentí un desertor».

En el idioma alemán hay una palabra comúnpara poder y violencia: Gewalt. Y GüntherAnders estudia sin pausa cómo la técnica vaganando cada vez más poder (violencia) sobreel ser humano. Después de Auschwitz, Andersvisitará Hiroshima, que fue, para él, después deAuschwitz, el paso esperado de la ecuación

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poder-violencia. Escribe al piloto del avión quearrojó la bomba atómica, Claude Eatherly,internado en un hospital de veteranos, un paria,pero también una víctima. La correspondenciaentre el filósofo alemán, el pacifista, y el aviadornorteamericano fue publicada. Un documentodel miedo, de la irracionalidad, de ladesesperación. A raíz de ese breve tomo,Günther Anders es calificado de «persona nograta» en los Estados Unidos. Se lo califica de«comunista».

El poder-violencia de Auschwitz yHiroshima no se detendrá allí para el filósofoAnders. La tercera etapa estará dada por elsistema de la sociedad de consumo, que no sóloenvenena el medio ambiente, los ríos, el mar,los bosques, sino que divide al mundo en paísesen la opulencia y países en la miseria. Unasociedad de consumo que aplica la energíaatómica para más autos, más armas, máscemento, más turismo, más idiotización conproductos superfluos, pero al mismo tiempomás poder, mientras más violencia, máshambre, más subdesarrollo, más dependencia

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en los países no industriales. Y el mundo del«socialismo real» ante el temor de quedarse endefinitivo atraso tecnológico –y además por suidolatría de la técnica– entregó también su almaal diablo del Estado atómico. Para Anders, lasestaciones hacia el fin de la humanidad,comenzadas con Auschwitz (la destrucciónsistemática y anónima del ser humano), conHiroshima (cuando el ser humano se apercibióde que sólo bastaba apretar un botón), secompleta con Chernobyl (nombrerepresentativo para Harrisburg, y todas lasdemás catástrofes ecológicas habidas en laúltima década) donde el hombre pierde eldominio sobre el poder-violencia y se auto-extermina en un holocausto de irracionalidad,obstinada estupidez y avaricia.

Manfred Bissinger, biógrafo e interprete deGünther Anders señala: «Los temas de Andersgiran constantemente en torno al problema decómo la técnica gana cada vez más poder-violencia sobre el ser humano. Nos lo explicaen sus tres tesis fundamentales, que son: que elhombre no está a la altura de la perfección de

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sus productos; que produce más de lo quepuede imaginarse y responsabilizarse, y quecree que todo lo que es capaz de producirpuede hacerlo y no sólo eso, debe hacerlo».

En los años sesenta y setenta GüntherAnders junto con Heinrich Böll, el obispoScharf, el teólogo Gollwitzer, el filósofo ErnstBloch y otros encabezaron el gran movimientopacifista alemán contra el estacionamiento delos cohetes atómicos norteamericanos enterritorio germano. Ellos estuvieron también enlas grandes acciones pacíficas contra lascentrales atómicas. Veinte años de labor nosólo teórica sino acompañando esa teoría con laacción pacífica. En 1983 Günther Andersrecibió el premio Theodor Adorno, el más altogalardón de la filosofía alemana. Fue enFrancfort, en la iglesia de San Pablo, símbolode la Revolución de 1848. Le tocó en suerte alburgomaestre de esa ciudad, un demócratacristiano, Walter Wallmann, precisamenteenemigo a muerte de las ideas del filósofo,entregarle ese premio. El político dijo:«Honramos aquí al filosofo Günther Anders

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porque él nos contradice, nos advierteconstantemente, nos sacude». Anders lerespondió: «Soy sólo un conservadorontológico, en principio, que trata de que elmundo se conserve para poder modificarlo».

Hoy, a los 85 años, escribe un nuevo librosobre el tema de siempre: el monopolio delpoder (violencia), la no-violencia (no-poder) ylas formas de combatir la violencia (poder). Sulibro lleva el título exacto, igual que su estilodespojado de todo ritual o adorno: Estado desitio o legítima defensa. En ese título está todo elgran debate: poder del Estado contra elderecho natural del individuo a defenderse.Violencia del Estado contra violenciaindividual. «Estado de emergencia en defensade las instituciones» y frente a eso: «derecho delindividuo a rebelarse». Democracia de mayoríasy democracia de base.

Ante una pregunta, Anders solicita ser sólo«un filósofo de la barbarie». La barbarie delmundo actual: Auschwitz, Hiroshima,Chernobyl. Su frase: «Hiroshima está en todoslados», de los años cincuenta se ha convertido

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en «Chernobyl está en todos lados». ¿Cómoimpedir la muerte del planeta? Para él –queensayó todas las armas de la resistencia noviolenta– queda una sola arma: la violencia.Anders reniega de su maestro Ernst Bloch y desu Principito Esperanza. No queda tiempo para laesperanza. Esperanza es un pretexto para la noacción, es una forma de cobardía.

Es incomprensible –para él– laincomprensión de los políticos. «Laincomprensión misma de los hombresinteligentes y esclarecidos. El mundo no estáamenazado por seres que quieren matar sinopor aquellos que, a pesar de conocer losriesgos, sólo piensan técnica, económica ycomercialmente. Ante eso, todas laslegislaciones del mundo –hasta el derechocanónico– no sólo permiten el empleo de laviolencia en defensa propia sino que hasta lorecomiendan. Hemos visto que, con entregarrosas y nomeolvides a las policías –que nopodían recibirlas porque tenían el garrote en lamano–, ni con listas de firmas no solicitadas, nicon interminables marchas, ni con canciones, ni

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con teatros, no alcanzamos nada. No sólo esanodino, sino hasta estúpido, por ejemplo,hacer huelgas de hambre para lograr la pazatómica. Con las huelgas de hambre se lograprecisamente sólo eso: tener hambre. A Reagany a su «lobby» atómico no le interesa sinosotros comemos un sándwich de jamón máso menos. No son acciones serias, sólo son«happenings». No son acciones, sonapariencias. Una cosa es aparentar y otra es ser.Los que hicimos esas acciones creímos habertraspasado la frontera de la mera teoría, peroéramos sólo actores, en el sentido teatral.Hacíamos teatro por miedo a actuarverdaderamente. Teatro y no-violencia sonparientes muy cercanos».

Palabras muy duras. ¿Desesperación uhonestidad consigo mismo? Al hacer esasdeclaraciones, el filósofo alemán sabía el riesgo.No sólo legal –por incitación a la violencia–sino social e intelectual, por las autodefensasdel orden constituido. Pero Anders profundizael tema en su estilo directo, de diálogosocrático: «La violencia no sólo está permitida

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sino también legitimada moralmente en tantoes usada por el poder reconocido. El poder sebasa permanentemente en la posibilidad delejercicio de la violencia. Para cada alemán fuesobreentendido marchar a la guerra paracoparticipar de la violencia, para ser co-violento. Quien participó de esa violencia nohizo otra cosa que «cumplir con su deber». Conla orden del poder, no sólo está permitido serviolento sino mucho más: hay que ser violento.A nosotros los que actualmente sólo nosproponemos como meta impedir toda violenciase nos reprocha que perseguimos el caos connuestra desobediencia civil, sí, a nosotros quequeremos llegar al estado ideal de la no-violencia, a lo que Kant llamaba «la paz eterna».Una cosa debemos tener en claro: nuestra metajamás tiene que ser la violencia. Pero que laviolencia – cuando sólo con su ayuda se puedeimponer la no-violencia– llegue a ser nuestrométodo, eso nadie nos lo puede negar».

Y después agregará las palabras inesperadas,que tanta discusión han originado. Anders dijo:«De todas maneras considero ineludible que a

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todos aquellos que tienen el poder y nos (unnos millones de veces) amenazan, losasustemos. No nos queda otro camino quecontestar a sus amenazas con amenazas y hacerinefectivos a todos aquellos políticos que contoda irresponsabilidad y por intereses egoístasllevan al mundo a la muerte. Ojala que laamenaza en sí pueda ya de por sí asustarlos».

Günther Anders no confía ya en los mediospacíficos, no cree ya en la democracia departidos: «Después de la gran victoria de losmedios de comunicación de masas, no existe yala democracia. Lo sustancial de la democraciaes poder tener una opinión propia y, al mismotiempo, poder expresarla. Por ejemplo, yo vivícatorce años en Estados Unidos y nunca pudeexpresar mi opinión. Desde que existen losmedios de comunicación de masas y desde quela población del mundo se halla comoexorcizada frente al televisor, se la alimenta, acucharadas, con opinión. La expresión «teneropinión propia» ya no tiene sentido de realidad.Los alimentados a la fuerza no poseen yaninguna chance de opinión propia. No, ya ni

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siquiera consumen opiniones ajenas. Se losengorda con sistema. La televisión es unengorde con sistema. Si democracia es aquelloen lo cual se puede expresar la propia opinión,entonces la democracia se ha convertido enimposible a través de los medios decomunicación de masas, porque, cuando no setiene algo propio, tampoco se lo puedeexpresar».

«El ser humano –continúa Anders– ya nopuede llegar a la mayoría de edad. Más bien esun ser-siervo porque sólo oye y oye lo que lellega por radio y televisión y aquí la relaciónpermanece unilateral porque no puederesponder. Esa servidumbre es característicapara la falta de libertad que el sistema haconstruido través de su propia técnica y querevierte sobre él. Con los medios decomunicación de masas se ha creado la figuradel ‘eremita de comunicación de masas’.Porque, si bien se halla solo frente a su radio otelevisor, recibe el mismo ‘pienso’ (en doblesentido) que los demás. No percibe que lo que

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él consume en soledad es el mismo alimento demillones.»

Por último, renegando de su admiradomaestro Ernst Bloch, dice Anders: «Esperanzaes un sinónimo de cobardía. ¿Qué es en síesperanza? ¿Es la fe en que todo puedemejorar? ¿O es la voluntad de llegar a algomejor? Aún nadie ha realizado un análisis de laesperanza. Ni Bloch, siquiera. No, ha queoponerse a la esperanza. Todo aquel queespera, deja la obligación en otra instancia.Esperanza es nada más que la renuncia a lapropia acción».

En un reportaje posterior, publicado en eldiario de los alternativos y verdesantiautoritarios alemanes, Günther Andersresponderá aun con más claridad a la pregunta:«¿Es suficiente la protesta no violenta?» Dirá:«No hay un método alternativo, no hay otroque la amenaza –si queremos la sobrevivenciade nuestra generación y queremos asegurar laexistencia de las generaciones posteriores–contra todos aquellos que insisten en continuarponiendo en peligro la vida humana con la

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producción atómica (es lo mismo si con laguerra o con el denominado ‘uso pacífico’) ysiguen rechazando todas las ofertas dedetenerla; no hay otra alternativa, decía, quecomunicarles a esos hombres con toda claridadque tanto uno como el otro deben considerarsepiezas de caza. No hay que vacilar en eliminar aaquellos seres que, por escasa fantasía o porestupidez emocional, no se detienen ante lamutilación de la vida y la muerte de lahumanidad».

¿Sabía el despierto filósofo que con ello, conese extremo, se podía iniciar una revisión demétodos? ¿Qué el movimiento antiatómico,antiarmamentista, anticonsumista y ecologistacomenzaría a buscar otros medios; que debíadejar de tocar la guitarra, de repartir flores y defirmar petitorios?

Y no se equivocaba: empezó la polémica.Empezaron las respuestas. Algunas indignadas,otras comprensivas. Marcadas por la rabia de laimpotencia, sorprendidas por el desafío delviejo sabio, o indignadas por su provocación.

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Pero incapaces de mostrar alternativas que nose hayan probado ya.

La socialdemocracia alemana habíaterminado drásticamente con los sueños de losaños sesenta: cuando fue gobierno, sefabricaron más armas que nunca, se llevó a laperfección su integración al industrialismoconsumista. De Brandt a Schmidt, y éste consus disyuntivas de hierro: energía atómica paraquedar en carrera de competencia, o desastreeconómico por pérdida de mercados; venta dearmas o desocupación (venta de submarinos ala dictadura de los generales argentinos odesocupación en los astilleros de Emden). Porsupuesto, siempre el «mal menor» (en pasoirreversible hacia el mal mayor). La elección:energía atómica y venta de armas. ¿Qué habíahecho el socialismo francés cuando fuegobierno?: tantas o más explosiones atómicasen el atolón de Mururoa (eso sí, lejos de París) ymás producción de armas que nunca. Elsocialismo español de Felipe González y sumodernidad: prepara todo para lograr laconexión definitiva al mercado común europeo,

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a la sociedad de consumo; las leyes sociales nodeben impedir la capacidad de competencia:España ya disputa mercados de armas. En laoposición, fueron la esperanza, las grandespalabras. En el gobierno, los mejores alumnosde conservadores y liberales.

La reacción del teólogo y socialdemócrataHeinrich Albertz (ex burgomaestre de Berlínque renunció a su cargo cuando su policía matóal estudiante Benno Ohnesorge) contraGünther Anders fue de una ira incontenible:«Quien públicamente incita a la violencia, debeestar preparado para marchar él mismo hacia elfuego. Eso Günther Anders –a quien tomomuy en serio– no lo va a poder hacer. Perocargará con la responsabilidad de que cadaterrorista en el futuro va a justificar su acciónen su filosofía».

El escritor Hark Bohnm escribió así aAnders: «El éxito de su llamada a la violenciapodría reducirse a esta ecuación: después deKennedy, vino Johnson, después de Jonson,vino Nixon».

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El politólogo Jürgen Dahl comparte elpesimismo de Anders pero no su desesperadallamada a la violencia. ¿Podemos –se pregunta–esperar algo en un sentido terrenal y sensato?¿Qué podemos esperar frente a una amenazaatómica producida por reactores y cohetes: unaineludible catástrofe climática, una muerte delas especies de todo el planeta, una onda globalde envenenamiento que sigue proclamando quetodo será cada vez mejor si se le permite sercada vez más omnipotente? La sagrada ira nosacomete cuando vemos qué poco podemosesperar porque la industria y la política y elcomercio y el egoísmo se intrincan, cada vezmás profundamente, en dependencias y en lapresión de las circunstancias que, a su vez, vanproduciendo cada vez más estragos. La granempresa Mundo, tal cual está organizadaactualmente, aguanta y tolera pequeñoscambios en los miembros pero ninguna granmodificación en la cabeza. Sí, es cierto, que losequipos de reparación trabajan constantemente,pero refuerzan sólo los mecanismos deprotección y no dicen que cada mecanismo de

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protección sólo anuncia lo que después ocurre.¿Qué es lo válido, entonces: diagramar unanueva forma de organización para la granempresa Mundo y llevarla a cabo? Pero todo loque puede obrar en esa dirección nuestraactividad –medido en el todo– tiene apenas unefecto ridículo, tan espectacular como le puedaparecer a los participantes directos. Tenerconfianza en la actual adición de pequeñasmejoras es mentirse a sí mismo en tantoprosigue la diaria destrucción». (Los demócratascristianos y liberales siguen marchandooptimistas con sus Mercedes o sus BMW porentre bosques secos y montañas de basura,siempre creyendo que el remedio de todos losmales es la economía de libre mercado; lossocialdemócratas creen que la gran soluciónestá en el reciclaje de los residuos; la prédica delos verdes tiene lugar en el desierto si se tieneen cuenta que la jungla de los medios decomunicación los hace aparecer comomiembros de una secta fuera de toda realidad.)

«El intento de salvar al mundo por mediodel reciclaje de residuos –continúa Dahl– tiene,

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en el mejor de los casos, un valor didácticopero es justo la coartada que necesitan los queproducen basura, para seguir produciéndola.Los argumentos más racionales no sonescuchados; las proposiciones másconvincentes son archivadas, las peticiones másvehementes son rechazados, y entonces,cuando por fin se desborda la rabia de ladesesperación, aparece la policía y ya, sólo consu presencia, da a conocer que las formas devida que el ‘poder elegido por el pueblo’ haordenado como correctas, al parecer, sólopueden ser defendidas e impuestas no conargumentos, sino con ayuda de palos,camiones-manguera y pistolas lanzagases». (Esel mismo Poder que condena a dos meses deprisión a un joven que tiró una piedra en unamanifestación contra Reagan, pero deja libre detoda condena a los ejecutivos de una empresaquímica que con sus ácidos residuales lanzadosal Rhin ocasionó un desastre ecológico conmillones de peces muertos y otros dañosincalculables para la naturaleza y la población).

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Confiesa, por último, Jürgen Dahl que él nopuede dar recetas, pero que la violencia queaconseja Anders sólo traería el fortalecimientode la violencia del Estado. La única resistenciadel individuo es seguir denunciando este estadode cosas y tratar de esclarecer y formar unaopinión pública; es lo que él llama «su pequeñaesperanza». «Pero –finaliza– debo reconocerque hasta yo he perdido ya esa pequeñaesperanza. Tal vez alguien la haya encontrado;que la conserve y la comparta con nuevosallegados. Y como no sabemos a ciencia ciertalo que va a suceder, a pesar de que ya notenemos ninguna esperanza, debemos seguirhaciendo algo. Por respeto a nosotros mismos».

El físico atómico profesor Robert Jung –unode los más decididos combatientes contra el«Estado atómico»– da la razón a Anders einterpreta su paso a la violencia como lanecesidad de una creciente energía en elmovimiento pacifista y antiatómico. Propone,como primer paso, la exigencia de un «desarmeinterno» de la Alemania Federal. Es decir, quelas fuerzas de represión y del «orden» vayan

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desarmándose poco a poco, al mismo tiempoque se eliminan, paso a paso, todas aquellastécnicas industriales que amenazan la vida y lalibertad. «El movimiento ecologista y de la paz–escribe– no tiene armas actualmente. Pero si la‘otra parte’ no atiende sus reclamaciones sinoque, al contrario, como al parecer proyecta enel futuro, va a actuar con más fuerza represiva,será ella la culpable de un aumento de laviolencia que puede llegar hasta la guerra civil.»

Contra la «pequeña esperanza» de JürgenDahl, los argumentos de Günther Anders sonesta ironía histórica: «En 1986, ‘Año de la Paz’de las Naciones Unidas, fueron gastados enarmamentismo 900 mil millones de dólares.Eso significa que por minuto se gastan 1,7millones para armas y equipos militares yrepresivos. En las fábricas de armas trabajan entodo el mundo 100 millones de personas».

La diputada del Partido Verde, Petra Kelly –una de sus cabezas pensantes– aceptó todos losconceptos del filósofo Anders, pero no estuvode acuerdo con su llamamiento a las accionesviolentas. Ella defendió la no violencia y la

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desobediencia civil como únicos métodos realesy posibles. «No-violencia no es cobardía –sostuvo– y repito las palabras de MahatmaGhandi: ‘No-violencia es todo lo contrario decobardía. Puedo imaginarme un hombrearmado hasta los dientes que en el corazón esun cobarde. En la posesión de armas estáescondiendo el elemento del miedo, hasta el decobardía. En cambio la no-violencia esimposible cuando no es intrépida’. Nos hacefalta mucha fantasía social –agregó Petra Kelly–nos hacen falta métodos de acción no violentosque aún no hemos probado y nos faltan todavíauna serie de seres humanos a los cualestenemos que convencer.»

En El fin del pacifismo, Günther Andersresponde al argumento de Petra Kelly sobre lano violencia de Ghandi. «¿Fue la no-violenciade Ghandi sólo un ‘happening’? Mucho metemo que sí –se responde– desde el punto devista de la historia del mundo. ¿O acasopodemos considerar de otra manera lafotografía del desnudo Ghandi tejiendo amano, difundida millones de veces, sino como

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un ‘happening’ comparable al de los pobrestejedores de Silesia que destruyeron los telares?Ghandi no pudo detener la industrialización nisiquiera tocar la miseria de castas de la India.No, lo que él sostenía era “tal vez podemos dealguna manera ejercer resistencia a pesar de queno obtendremos el poder y con él el poderíonecesario para ‘obrar’. Es decir que loimportante no era para él la no-violencia comotal (como único principio permitido, o comoúnico método moral, o meta moral) sino laeventualidad muy débil de, a pesar de no tenerarmas, poder igual ejercer resistencia. Lofundamental, pues, en él no es la aceptación del‘sin’ (sin armas) sino del ‘a pesar’ (a pesar de notener armas)».

El historiador y ensayista Erich Kuby es unode los pocos que apoyó a Günther Anders yhasta va más allá que él: «Cuando era niño, laguerra era vista aún como la única acción deasesinato en masa legítima y aprobada por laley. Hoy no es necesaria una guerra para lograruna acción de asesinato en masa en una escalamucho mayor. Pero los dueños del poder no

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hacen nada contra el peligro total; al contrario,hacen todo lo posible para agrandarlo cada vezmás. Siguen construyendo nuevas plantasatómicas y no desvían los miles de millones dedólares, que se gastan para subvencionar laindustria atómica, en el desarrollo de solucionesalternativas. Además, continúan siendosolidarios con una potencia mundialincontrolable que se sigue preparando para laguerra atómica. Los asesinos potenciales noestán entre nosotros sino sobre nosotros y sólopor la razón de que millones de corderos losvotan, divididos en social-cristianos, liberales ysocialdemócratas. Como emplean principiosdemocráticos como material propagandísticode juego, no tienen nada en contra de que, devez en cuando, algunos griten: ‘¡esto no nosgusta nada!». Al contrario, eso es bueno yademás no molesta para nada a los de arriba.Pero el primer embozado que arroje una piedra,es calificado de criminal y va al calabozo.Cuando ocurra en Alemania el primerChernobyl –y sólo Chernobyl– serán algunoscientos de miles de estos llamados ‘criminales’

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que se lanzarán a la calle. El ejército comenzaríaa actuar. Pero, por lo menos, esta discusión seactualizaría, saldría del medio intelectual, y seharía más popular. Claro, de cualquier manera,de acuerdo a las circunstancias actuales, todoaquel que guiado por su conciencia realice actosde violencia individuales, no podrá cambiarnada. Pero que en el futuro no se ponga sunombre a calles, como ejemplo, de eso no estoytan seguro. Desgraciadamente soy muy viejopara hacer apuestas, pero apostaría, y por lacantidad más alta, que en el año 2050 habrá unlugar dedicado a Ulrike Meinhof pararecordarnos sus propuestas». (Ulrike Meinhoffue la guerrillera del grupo Baader Meinhof queparticipó en actos terroristas contra la ayuda deAlemania Federal a los Estados Unidos en laguerra de Vietnam y contra el capitalismo engeneral).

El físico Klaus Vack rechaza «el método deAnders de la violencia para llegar a la meta de lano-violencia» y señala que el único método quepuede llevar a ese fin es la «escalada no-violentade la desobediencia civil», pero no dice cómo

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difundir esa desobediencia civil ante lospueblos sin contar con los medios decomunicación. Para llegar a la desobedienciacivil en una sociedad acostumbrada a norenunciar a nada se necesita partir de una grancatástrofe, como una guerra perdida o unpeligro de vida o muerte.

Discípulos de Anders basaron su respuestaal maestro en el lema: «Tanto la violencia deabajo como la no-violencia como metanecesitan de la racionalidad». Karl Jaspers habíadicho ya, en la década de los cincuenta, todavíacon la experiencia del nazismo en sus espaldas:«¡Qué fatalidad, cuando el ser humano debuena fe renuncia a la violencia porque cree enla no-violencia! ¡Lo único que logra es sersuperado en forma más radical por laviolencia!»

En un largo análisis titulado La verdad en elerror de Günther Anders, el profesor KlausMeyer-Abich señala que «si bien la advertenciadesesperada del filósofo, su llamada a laviolencia, no es ninguna salida para lahumanidad, sí agudiza nuestra conciencia. Su

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error contiene la verdad como la piedracontiene la escultura que el escultor va a hacerde ella». «¿Acaso Anders ha magnificado elpeligro?» se pregunta. «Nada de eso. Nadiepuede estar seguro en un mundo donde la vidaestá diariamente amenazada por las armasatómicas, las catástrofes de los reactores, losaccidentes químicos y más que todo por el‘funcionamiento normal’ de la economíapermitida por el Estado. (Mientras en AlemaniaFederal se secan los bosques por los gases delos vehículos, este año se han batido todos losrécords de producción de automóviles). Lademocracia parlamentaria se ha mostradoineficaz en resolver el problema. La mitad másuno de sus representantes siempre tienen detrásde sí un poderoso lobby. Con ella, no es posiblelograr un ‘derecho al país, al terruño’ que vayapor encima del derecho a la propiedad privada».(En el pasado año, murieron en el río Elbainferior doscientas toneladas de peces –es decirvarios cientos de miles de peces– por acción dela central atómica de ese lugar que produceenergía para la producción de artículos de

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consumo en su mayoría superfluos. La leydefiende la propiedad de mi auto pero no al pezde todos. En las democracias industriales, elvoto popular elige al auto. Los parlamentoseligen al auto).

¿Debemos resignarnos a la impotencia?Klaus Meyer-Abich ve el único camino en«desendurecer al sistema», «desendurecer a lasociedad-industria». Con violencia, sólo se logramás endurecimiento del sistema. Sólo queda –para él– el camino de la «acciónextrapartidaria», la acción «extraparlamentaria».No dejar todo el mando en los «representantes»sino intentar más democracia. Creer más en lavoz del vecino que en la de los «notables». Elcambio tiene que iniciarse en los barrios y noen los parlamentos.

Es decir, Meyer-Abich vuelve al Anders delos años sesenta. La discusión termina allí,donde había comenzado. En el mismo lugardonde la habían interrumpido el siglo pasadopositivistas, liberales, conservadores,anarquistas y marxistas. Claro, esta vez, conmenos espacio, mucho más cerca del

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precipicio, con un mundo infinitamente máschico.

El viejo filósofo no quiere volver a ensayarlo que ha fracasado. Sabe que no va a logrartomar ni la Bastilla ni asaltar el Palacio deInvierno. Pero ha logrado revivir en toda sudignidad el derecho a la rebelión, a la sagradaviolencia de los oprimidos. Tan denigrada enlos últimos años, víctima de una aplastantepropaganda del establishment. Ha llegado elmomento de desertar del rebaño sonriente yplantear a los lobos un diálogo diferente.

¿Y qué papel juega en todo esto el TercerMundo? Es un rebaño flaco y afligido que correpara poder comer las sobras que le deja elrebaño gordo al cual nunca alcanzará. Pese a losespejismos que pintan, a veces, sanguinarioslobos uniformados y, otras veces, amablesperros de librea. Hasta ahora, comen las sobraslos que llegan primero; los retrasados –y soncada vez más– comen cada vez menos. Hastaque estos últimos se den la vuelta y comiencena recorrer su propio camino.

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El viejo filósofo Günther Anders se hadespedido del sueño de llegar al socialismoantiautoritario y ecológico a través del caminode la razón. A los 85 años ya no saldrá a ponerbombas. Pero por lo menos le ha dado unpuntapié al conformismo.

Osvaldo Bayer, Berlín, agosto 1987. (Dellibro Rebeldía y esperanza)

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