cervantes y borges

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Título: La deriva de Borges hacia Cervantes Nombre: José Antonio Santiago Sánchez Dirección: Avda. Rey Juan Carlos I, 23, 5ºB, 28915 Leganés (Madrid) Núm. teléfono: 655723433 Correo eletrónico: [email protected] Titulación académica: Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense (Madrid) Institución académica actual: IES Juan de Padilla (Toledo) Resumen: Partiendo de las tradicionales dicotomías literarias, se analizan las causas del devenir literario de Borges, el cual habría ido evolucionando de su adscripción juvenil por la perfección estética de Quevedo a una mayor admiración por la obra literaria -menos formal, aunque más sencilla y cercana- del Quijote y Cervantes en las etapas de madurez y vejez del escritor argentino. Palabras clave: Borges, Quevedo, Cervantes, Quijote. Abstract: Due to traditional literary dichotomies, the literary evolution of Borges seems to have evolved from his youth secondments aesthetic perfection for Quevedo to a later and greater admiration for literary-less formally -though simpler- Quixote and Cervantes writing mode in the stages of maturity and old age of Argentine writer. Keywords: Borges, Quevedo, Cervantes, don Quixote. 1

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Partiendo de las tradicionales dicotomías literarias, se analizan las causas del devenir literario de Borges, el cual habría ido evolucionando de su adscripción juvenil por la perfección estética de Quevedo a una mayor admiración por la obra literaria -menos formal, aunque más sencilla y cercana- del Quijote y Cervantes en las etapas de madurez y vejez del escritor argentino.

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Ttulo: La deriva de Borges hacia Cervantes

Nombre: Jos Antonio Santiago Snchez

Direccin: Avda. Rey Juan Carlos I, 23, 5B, 28915 Legans (Madrid)

Nm. telfono: 655723433

Correo eletrnico: [email protected]

Titulacin acadmica: Doctor en Filosofa por la Universidad Complutense (Madrid)

Institucin acadmica actual: IES Juan de Padilla (Toledo)

Resumen: Partiendo de las tradicionales dicotomas literarias, se analizan las causas del devenir literario de Borges, el cual habra ido evolucionando de su adscripcin juvenil por la perfeccin esttica de Quevedo a una mayor admiracin por la obra literaria -menos formal, aunque ms sencilla y cercana- del Quijote y Cervantes en las etapas de madurez y vejez del escritor argentino.

Palabras clave: Borges, Quevedo, Cervantes, Quijote.

Abstract: Due to traditional literary dichotomies, the literary evolution of Borges seems to have evolved from his youth secondments aesthetic perfection for Quevedo to a later and greater admiration for literary-less formally -though simpler- Quixote and Cervantes writing mode in the stages of maturity and old age of Argentine writer.

Keywords: Borges, Quevedo, Cervantes, don Quixote.

Lpida que recuerda el lugar donde estaba la imprenta de Juan de la Cuesta, lugar de impresin de la Segunda Parte del Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha en marzo de 1615 sita en la madrilea calle de San Eugenio.

1.-

A lo largo de la dilatada vida literaria de Borges, segn ha sido analizado por diversos especialistas, es pertinente discernir, entre otras, una constante ambivalencia, cimbreada paulatinamente de un polo a otro, entre dos autores que podran considerarse como los paradigmas antagnicos de dos modos estticos, dos modos de vida: Cervantes y Quevedo.

La dialctica sin fin en la que todos parecemos fundamentar las ms de las veces nuestras ideas, actitudes, modelos, etc., en el ro de nuestro desarrollo temporal parece tomar en esta nueva dicotoma un ejemplo ms: los hombres nos debatimos a lo largo de nuestra vida entre numerosos pares de polos en cuyos horizontes, al modo del Yin y el Yang tendemos de modo fluctuante a ordenar la prosa de nuestra vida. Entre culterano o conceptista, gatos o perros, cerveza o vino, carne o pescado, tendemos a colocar los horizontes paradigmticos en cuyo interregno situamos nuestro aqu y ahora casi con la misma necesidad con la que precisamos medir el tiempo con las estaciones, los ciclos de la luna, los meses, los das y las horas.

Desde su incipiente carrera literaria, el joven Borges convoca a Quevedo como un tema recurrente en sus escritos, considerndolo un modelo de escritura. Algunos achacan esa inicial admiracin borgiana por el autor de El Buscn y su perfeccin esttica como una orgullosa reivindicacin de su propia literatura del comienzo. As lo seala el autor de El Oro de los Tigres en un texto temprano: como la otra, la historia de la literatura abunda en enigmas. Ninguno me ha inquietado tanto, y me inquieta, como la extraa gloria parcial que le ha tocado en suerte a Quevedo[footnoteRef:2]. Dicha inquietud se identifica con la crtica de la que la propia obra borgiana ha sido siempre vctima, el antisentimentalismo, el lado profusamente esttico de Quevedo coincida con la imagen que Borges arrastraba: la de un escritor de estilo, acusado de fabricar una literatura fra y deshumanizada, pero no obstante perfecto en las metforas, en las anttesis, en la adjetivacin; es decir, en aquellas disciplinas de la literatura cuya felicidad o malandanza es discernible por la inteligencia[footnoteRef:3]. [2: J. L. Borges: Menoscabo y grandeza de Quevedo, en Revista de Occidente, 17 octubre-diciembre (1924) pp. 249-255, Madrid, Recogido posteriormente en Inquisiciones. Buenos Aires: Proa, 1925. ] [3: Op. ct. p. 42.]

Borges insiste en su Quevedo de 1948[footnoteRef:4] sobre la gloria parcial del escritor madrileo, mientras que un ao antes, en 1947 su Nota sobre el Quijote[footnoteRef:5] habla de la paradjica gloria de Cervantes, al que, sin embargo, apunta el tanto de haber creado, como el resto de los grandes escritores de la Literatura, un verdadero arquetipo literario como don Quijote, algo que no puede ser atribuible en la obra de Quevedo. [4: J. L. Borges. Quevedo. EnOtras inquisiciones. Buenos Aires: Sur, 1952, pp. 38-44.] [5: J. L. Borges. Nota sobre el Quijote, en Realidad, 5, septiembre-octubre (1947) Buenos Aires, pp. 234-236. (Recogido en Textos recobrados 1931-1955, Buenos Aires: Emec, 2001)]

El escritor argentino achacaba por aquellos primeros aos, y en ms de una ocasin a Cervantes su rudeza estilstica, su falta de cuidado sintctico, su carcter excesivamente precipitado y espontneo. No hay una de sus frases revisadas - seala Borges- que no sea corregible; cualquier hombre de letras puede sealar los errores; las observaciones son lgicas, el texto original acaso no lo es; sin embargo, as incriminado, el texto es eficacsimo, aunque no sepamos por qu[footnoteRef:6]. En otro lugar habla de la prosa de sobremesa, prosa conversada y no declamada, es la de Cervantes y otra no le hace falta[footnoteRef:7]. Y en su ya citada Nota sobre el Quijote afirma de la inmortal obra cervantina: [6: J. L. Borges, Nota preliminar a Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, Buenos Aires: Emec, 1946.] [7: J. L. Borges, La supersticiosa tica del lector (1930), en Discusin. Buenos Aires : M. Gleizer Editor, 1932, p. 46.]

Los ministros de la letra lo exaltan; en su discurso negligente ven (han resuelto ver) un dechado del estilo espaol y un confuso museo de arcasmos, de idiotismos y de refranes. Nada los regocija como simular que este libro (cuya universalidad no se cansan de publicar) es una especie de secreto espaol, negado a las naciones de la tierra pero accesible a un grupo selecto de aldeanos.[footnoteRef:8] [8: J. L. Borges. Nota sobre el Quijote. Op. ct. p. 234.]

Cierta crtica ha sealado la fama que Borges diagnostica al Quijote como el arquetipo peyorativo de la espaolidad que el mismo Quevedo denunciara en ocasiones respecto a sus paisanos: impaciencia prorrumpida en las formas que sin embargo, son en su fundamento, una falta de carcter activo y emprendedor; modorra a la hora de pensar ideas abstractas, incapacidad de construir una filosofa o ciencia [footnoteRef:9] [9: David Huerta: La querella hispnica de Borges. En Letras Libres, 8, 1999,pp.50-53. http://www.letraslibres.com/revista/convivio/la-querella-hispanica-de-borges ]

Como se ve, la caricatura abunda en pos de la sempiterna Leyenda Negra, fundada sobre todo, por los ingleses en el siglo XVI. No se olvide que la lengua inicial de Borges fue el ingls y que su predileccin por la cultura anglosajona de las islas nunca fue disimulada. Durante aos Borges se afana en vindicar la nobleza estoica que Borges admira de Quevedo frente al fatigoso refranero de Sancho.[footnoteRef:10] [10: J. L. Borges: Nota de un mal lector.En Cicln, 1 (1956), La Habana.]

2.-

Esta querella entre Quevedo y Cervantes que tanto pareci significar en la trayectoria critica de Borges se encuentra en la misma lnea que las que se apuntaban respecto a la clebre polmica entre culteranismo y conceptismo, pero tambin, entre dos inveteradas formas de crtica literaria: una dirigida hacia el anlisis puramente formal y tcnico, que suele tomar un sesgo ms progresista o nuevo, frente a otra, la que George Steiner adscribe a los viejos crticos realizada ms como una deuda de amor hacia las grandes obras y autores, as como la interpretacin de la literatura como heroicos esfuerzos del espritu humano por imponer un orden y una interpretacin al caos de la experiencia[footnoteRef:11]. [11: G. Steiner: Tolstoi o Dostoievski. Mxico D. F.: Era, 1968, p. 16.]

Steiner realiza esta consideracin a partir de un estudio basado en la contraposicin de otros dos grandes autores: Tolstoi y Dostoievski. Dicha nueva toma de postura entre los dos grandes titanes de la literatura rusa bien podra ponerse en paralelo, mutatis mutandis a estos dos tipos de crtica, as como a la que Borges estableciera entre Quevedo y Cervantes. Mientras que Tolstoi representa el smbolo del gran hacedor pico, el constructor de Historia, Dostoievski sera el indagador lcido y torturado de las conductas humanas ms prximas tanto a lo angelical como a lo demonaco.

Se trata de una dicotoma que, si bien no deja de ser trivial, ejemplifica asimismo toda una modalidad vital, y no solo literaria. La misma que, por qu no, Rafael en la poca renacentista establece en su famoso fresco La Escuela de Atenas, entre Platn y Aristteles. Ambos en el centro de la composicin, rodeados de otros personajes de la Historia de la Filosofa y la Ciencia, cada uno de ellos seala con el dedo a una direccin distinta: Platn, el filsofo de las ideas inmutables ms all del ro del tiempo, el esteta y el matemtico. Aristteles, el pensador del tiempo y el cambio, el observador cientfico de la vida del aqu y ahora. El ser frente al estar.

3.-

Lo cierto, decimos, es que la admiracin de Borges por Quevedo, del que lleg a decir en ya clebre sentencia que era menos un hombre que una dilatada y compleja literatura[footnoteRef:12] fue constante. Sin embargo, es de destacar que dicha admiracin, que parece afirmarse en relacin inversamente proporcional a su aparente desdeo de Cervantes y sobre todo del Quijote, comienza a tornarse ambivalente en la evolucin literaria y vital del escritor, hasta el punto de confesar, ya al final de su vida, que su preferencia por Quevedo haba sido errnea. [12: J. L. Borges. Quevedo. EnOtras inquisiciones. Op. ct.p. 51. ]

Es natural, por lo dicho anteriormente, la tambin permanente presencia del Quijote en Borges a lo largo de toda su trayectoria. En los ensayos, en las ficciones, en los experimentos crticos, en la poesa, en las prosas breves de la ltima etapa se evidencia inequvocamente su admiracin por la novela de Cervantes. Su preferencia se inclina por la Segunda Parte, publicada -como se sabe- en marzo de 1615 en la imprenta de Juan de la Cuesta, en Madrid, hoy calle de san Eugenio, no muy lejos de donde se supone que su cuerpo se encuentra enterrado, en el convento de las Trinitarias Descalzas. Lo que Borges pondera de esta segunda entrega sobre el hidalgo manchego es que, a diferencia de la primera, plena en desventuras y golpes, el ambiente de la segunda es sentimental y psicolgico.

Otra razn que admira Borges de esa segunda parte, cuyo Quincentenario conmemoramos este ao, es el modo de referir el relato de la primera parte, publicado en 1605, dentro de la segunda, en la que se hacen varias alusiones. Puesto que los protagonistas han ledo la primera parte, estos se convierten a su vez en lectores, al igual que lo somos nosotros, de la anterior entrega. La publicacin del apcrifo de Alonso Fernndez de Avellaneda Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en 1614 de enorme xito, fue decisiva para que Cervantes contraatacara de un modo prodigioso: introduciendo en el propio artificio y fantasa de la historia del caballero andante la propia novela de Avellaneda, as como la primera parte original del propio Cervantes. La historia de don Quijote se homologa, y a la vez se justifica as, con todas las novelas de caballeras cuya neurtica y desmedida lectura enloquecieron al hidalgo. De este modo, el lector de la segunda parte se iguala en su condicin con los protagonistas, lectores tambin, destruyendo la separacin entre el mundo del lector y el mundo del libro por mor del artificio mismo de ambos en el espejo del espejo de las diversas novelas: la de Avenalleda por un lado y la de la primera parte por otro. As, la literatura fagocita o destruye su propio arte convirtindolo en un texto dentro del texto. La propia novela del aprovechado Avellaneda queda neutralizada al haber sido convertida, como la propia entrega anterior del Quijote, en dos farsas caballerescas como lo son todas las dems novelas de caballeras que alimentan la propia y grandiosa locura de don Quijote, una farsa de farsas.

El juego de confusin que coloca textos reales como artificios en el propio texto invierte, confundiendo, dos nuevos polos: lo objetivo y lo subjetivo se ha encontrado de manera repetitiva a lo largo de la historia literaria: Hamlet, el Ramayana, Las mil y una noches o Impromptu de Versalles. Este modo clsico (y ya incluso excesivamente analizado por las corrientes pos-estructuralistas del siglo XX) de refutar y a la vez justificar el texto a travs de otro texto es utilizado en otra vuelta de tuerca por Cervantes en el famoso episodio del retablo de maese Pedro, captulos 25 y 26 de la segunda parte y musicada por Manuel de Falla en 1924.

All, el hidalgo manchego presencia junto a su inseparable Sancho una representacin en la que Melisendra, esposa de don Gayferos se encuentra cautiva por el rey moro Marsilio. Don Quijote, como espectador exigente, no se deja engaar por las incongruencias de la narracin, como cuando el rey Marsilio manda tocar las campanas de todas las mezquitas al ver regresar a su hija Melisendra. Don Quijote prorrumpe que entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un gnero de dulzainas que parecen nuestras chirimas; y esto de sonar campanas en Sansuea sin duda que es un gran disparate[footnoteRef:13] Sin embargo, justamente esa exigencia de verdad en la obra contemplada, es decir, esa confusin de mbitos reales y artsticos le obliga a don Quijote, en su condicin de desfacedor de entuertos, a socorrer a Melisendra. Por ello, ante el asombro de Maese Pedro y el resto de los espectadores, el caballero andante destroza todo el entramado teatral para salvar a la doncella en apuros, negando su carcter artstico, es decir, artificial, en definitiva, su mentira. [13: Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Madrid, Ctedra, 1995, p.47.]

Al convertir la historia en un narracin dentro de otra narracin o al introducir la propia primera parte del libro dentro de la segunda, al jugar mediante los apcrifos con la propia autora introduciendo a personajes que se convierten en las personas que han escrito o contado la historia como Cide Hamete Benengeli o el propio Avellaneda, Cervantes, como don Quijote, invierte las dimensiones de lo artificial y lo real y justifica el artificio desde el artificio mismo, un sueo dentro de otro sueo que nos fascina. De esta fascinacin ante la obra cervantina nos seala el propio Borges: Creo haber dado con la causa: tales inversiones nos sugieren que si los caracteres de una ficcin pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios[footnoteRef:14]. [14: J. L. Borges: Magias parciales del Quijote. En Otras inquisiciones. Op. ct., p. 47.]

Del mismo modo, E.T.A Hoffmann, en su relato Kreisleriana afirma que hay que romper la ilusin de acercar el teatro al espectador y hacer que se implique[footnoteRef:15]. Hoffmann pone un ejemplo: en el momento de mayor emocin, dejar caer el teln, soslayar su gravedad para mostrar de modo abrupto que todo es una farsa. Se trata de hacer caer los lmites, desmitificar la obra esttica para as acentuar las posiciones y a la vez, confundirlas. Al hacerlo, la propia literatura, como la propia vida de los personajes y lectores, se metajustifican en la propia historia. Todo, incluida nuestra propia historia de lectores quijotescos, nuestra propia historia vital, es una novela. All the worlds a stage. [15: E.T.A Hoffmann: Cuentos I. Madrid: Alianza, 2005, p. 85 y ss.]

4.-

Tal vez por ello, Borges reniegue de un estilo cervantino, pues lo que consigue con Cervantes es justamente una renuencia a todo tipo de estetizacin crtica del Quijote, anttesis de la obra maestra perfecta, pero convertida a su vez en seera de la Literatura Universal. As, ya en los aos 20, Borges sostiene: no creo demasiado en las obras maestras[footnoteRef:16] y de hecho, esta consideracin juvenil se ir fortaleciendo y tendr ulteriores consecuencias en una nueva concepcin de la literatura que asoma en la crtica de Borges. Ya en La supersticiosa tica del lector[footnoteRef:17] de 1931, sostiene: [16: J. L. Borges: Examen de un soneto de Gngora, en El tamao de mi esperanza. Buenos Aires: Proa, 1926, pp. 129-130.] [17: . L. Borges, La supersticiosa tica del lector. Op. ct. 48 . ]

La pgina de perfeccin, la pgina de la que ninguna palabra puede ser alterada sin dao, es la ms precaria de todas. La mutacin del idioma borra las significaciones laterales y los matices: la pgina sedicente perfecta es la que consta de esos delicados valores y la que con facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la pgina que tiene vocacin de inmortalidad, puede atravesar el fuego inquisitorial de las enemistades, de las erratas, de las versiones aproximativas, de las distradas lecturas, de las incomprensiones, sin dejar el alma en la prueba.

De este modo, Borges, que nunca dej de admirar a Quevedo, muestra una progresiva conviccin que no slo detecta en el hecho propio del Quijote, sino de la tradicin literaria universal: las obras clsicas no han sido siempre aquellas que poseen el mayor lujo verbal o la mayor perfeccin tcnica. Por ello, los crticos de la obra borgiana coinciden en sealar que en su etapa de plena madurez literaria, Borges haba superado ya su inicial fervor por los destellos verbales, sospechando de los experimentos literarios como el Finnegans Wake de Joyce o de las Soledades de Gngora, en los que vislumbra cada vez con ms certidumbre una meritoria y revolucionaria genialidad lingstica y estilstica, pero destinada a convertirse en juegos destinados a la discusin de los historiadores de la literatura o en meras piezas de museo, y ello contrastado por la escasez de lectores de dichas obras. As lo seala Borges en el prlogo de su poemario El otro, el mismo, de 1964, en el que tambin confiesa: es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los aos puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta complejidad[footnoteRef:18]. [18: Prlogo a El otro, el mismo. En Obra potica 1923-1964.Buenos Aires: Emec,1964]

En una entrevista realizada por Joaqun Soler Serrano, director y presentador del conocido programa literario A Fondo de TVE, tras la concesin del Premio Cervantes a Jorge Luis Borges ex aequo con Gerardo Diego en 1980, el escritor argentino, a los 79 aos, confiesa:

Yo he admirado mucho a Quevedo, y lo admiro, pero en cambio, Cervantes y Alonso Quijano, que quiso ser don Quijote, y lo fue alguna vez, stos son amigos personales mos. Es otra cosa, es una relacin de amistad que no se establece nunca con Quevedo. Nadie se siente amigo de Quevedo, pero usted puede admirarlo[footnoteRef:19]. [19: J. Soler Serrano: Entrevista a Borges en El Mundo: 13 de Febrero de 2001.]

En dicha entrevista[footnoteRef:20], Borges se enternece ante el pasaje del ltimo captulo de la Segunda Parte del Quijote en el que nuestro hidalgo pone fin a sus aventuras caballerescas y vuelve a su cordura en el ltimo instante. De hecho, el propio Borges se decide por la segunda parte tambin por ese juego de espejos, ausente en la primera, segn el cual el propio don Quijote obliga a los dems personajes a introducirse en su serio y valiente juego de locura, como el cura o el bachiller Sansn Carrasco y a convertirse en otros personajes de su mundo delirante. Una vez que todos ellos han sido arrastrados al mundo quijotesco, don Quijote vuelve a la cordura. En ese momento, el ya nunca ms don Quijote, vuelve a ser el Alonso Quijano con el que comienza la historia al modo en que lo estableciera el motto de Guillaume de Machaut: ma fin est mon commencement. [20: http://www.rtve.es/alacarta/videos/a-fondo/entrevista-jorge-luis-borges-fondo-1980/1058440/ ]

All, en su lecho de muerte, Alonso Quijano propone su testamento, por el cual Cervantes se introduce en su propia novela en un guio que pone en boca del hidalgo, referido al que dicen que compuso la segunda parte de sus desventuras, autor que no menciona, pues Alonso Quijano no sabe de su nombre, y le pide le perdone por haberle dado ocasin a escribir semejantes fantasas

tem, suplico a los dichos seores mis albaceas que si labuena suerte les trujere a conocer al autor que dicen quecompuso una historia que anda por ah con el ttulo deSegunda parte de las hazaas de don Quijote de laMancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente serpueda, perdone la ocasin que sin yo pensarlo le di de haberescrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe,porque parto desta vida con escrpulo de haberle dadomotivo para escribirlos. [footnoteRef:21] [21: Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Op. ct. p. 576]

El propio Cervantes se hace un sueo escondido. Y mira a su figura con el compasivo y humilde cario con el que se mira a s mismo como autor que se hace personaje. Ese Cervantes que, en el captulo 6 de la primera parte, introduce su Galatea entre los que no superan el donoso escrutinio de la hoguera y del cual el cura se dice amigo: muchos aos ha que es grande amigo mo ese Cervantes, y s que es ms versado en desdichas que en versos[footnoteRef:22]. [22: Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. I. Madrid: Ctedra, 1995, p. 137.]

Pero es sobre todo digna de emocin para Borges la manera como Cervantes narra el ltimo suspiro del protagonista:

En fin lleg el ltimo da de don Quijote, despus de recibidos todos los sacramentos y despus de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballeras. Hallse el escribano presente, y dijo que nunca haba ledo en ningn libro de caballeras que algn caballero andante hubiese muerto en su lecho, tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lgrimas de los que all se hallaron, dio su espritu, quiero decir que se muri[footnoteRef:23]. (La cursiva es nuestra) [23: Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Op. ct. p. 577.]

Esa ltima coda, innecesaria, desdramatizadora, pero por la que Cervantes no quiere terminar al modo literario o solemne: entreg su alma al espritu. Prefiere, sin embargo, que nos despidamos de uno de los grandes smbolos de la cultura occidental aportndonos una coletilla que ms parece de una conversacin mundana entre amigos, un no saber qu decir y decir lo de siempre: se muri. No quiere Cervantes aplausos finales tras la representacin, sino dejar caer el teln no ms. No se aplaude al ngel, al milagro o a la horizonte durante una puesta de sol. Solo se aplaude el arte.

5.-

Todos los discpulos de Scrates esperaban que, a la muerte del gran sabio, sus ltimas palabras fueran un resumen de su admirada vida filosfica. Tendemos a solemnizar la vida en sus ltimos momentos, en convertirla en arte de aplauso, en artificio que, de algn modo, solo pretende en buena y natural intencin concretar toda una admiracin o amor en una ltima palabra como en un ltimo suspiro. Sin embargo, el modo por el que Scrates se despide del mundo ante sus aclitos resulta an ms emocionado, porque la ejemplaridad de Scrates se demuestra en sus postrimeras, tal y como la describe el famoso pasaje de Platn,[footnoteRef:24] al rogar a los suyos que se acuerden de pagarle el gallo que a un tal Esculapio el sabio le haba dejado a deber. Entonces, tranquilo por la confianza que sabe obtendr de sus amigos en la promesa de pagarlo, Scrates muere plcidamente. Su muerte, a travs de estas ltimas palabras, se ha convertido en una de las ms admiradas, emotivas y ejemplares de las conocidas por los grandes hombres que han poblado la Historia. [24: Platn, Fedn118c.]

Asimismo Cervantes suelta espontneamente esa aclaracin, tal vez porque esta l mismo conmovido por la muerte de su amigo caballero una vez que volvi a ser hidalgo. Porque no es el momento de vanidades literarias para construir metforas, sino de prestar el ltimo adis a su querido personaje, Cervantes, como don Quijote desmonta el final del espectculo de maese Pedro, ms preocupado, por salvar a la dama Melisendra, que por embelesos artsticos que nunca lleg a creerse. Y tal vez, dado que no encuentra (pues acaso no quiera encontrarlos) tropos literarios para describir esa conmocin, Cervantes, ms versado en desdichas que en versos, ms atento a la vida en la que consiste por igual batallar como escribir y por supuesto morir- se deja llevar y nos conmueve a su vez: dio su espritu, quiero decir que se muri.

De este modo, Borges parece ahora volver sobre sus pasos iniciales y reconsiderar que la gran literatura de Quevedo puede llevar al lector a una supersticin[footnoteRef:25], es decir, una devocin desmedida por la literatura, hasta convertirla en una suerte de Idea por cumplir en la vida. Y sin embargo, no ha sido el propio Borges vctima de ese peligro, de esa ceguera como la que l mismo sufri fsicamente, al haberse convertido no ms- que en una gran literatura? Tal vez el escritor argentino, el ms atento y convencido lector de la literatura en espaol del siglo XX, se identificara por ello, fatalmente, con el propio Alonso Quijano, convertido en una vctima de las novelas de caballeras, como Borges de la literatura. Por ello mismo, Borges lamentara en sus ltimos aos ser ms quevedesco que cervantino, modo con el que finalmente a l le hubiera gustado adscribirse. Tal vez, incluso, por qu no, Borges, que no pudo trascender su quijanismo, envidiara el quijotismo que, a causa de esa literatura que am, le hizo salir al mundo para combatir con su espada las injusticias. [25: J. L. Borges, La supersticiosa tica del lector. Op. ct., pp. 47-48.]

Aristteles nos dice que el filsofo siempre gust de los mitos, y an ms en su vejez. Pues el anciano es doblemente nio. As ese quijanismo de Alonso Quijano, hidalgo de los de lanza en astillero, rocn flaco, y galgo corredor se sustancializa, al final de su vida y de la obra cervantina que este ao conmemoramos, en su ltima hora como Borges lo hiciera en su vejez, al darse cuenta de que Cervantes era, ms que una gran literatura a la que nunca se deja de admirar -y sobre todo gracias a ella- un amigo al que querer en sus ltimas horas, un cuento en cuya fantasa los nios queremos que solo nuestros protectores nos cuenten y en el cual nos envolvemos tranquilos y seguros antes de nuestra partida hacia el justo sueo, quiero decir, hacia la muerte, vaya.

Bibliografa:

Borges, J. L.: Menoscabo y grandeza de Quevedo, en Revista de Occidente, 17 octubre-diciembre (1924) pp. 249-255, Madrid. Recogido posteriormente en Inquisiciones. Buenos Aires: Proa, 1925.

Examen de un soneto de Gngora. En El tamao de mi esperanza. Buenos Aires: Proa, 1926.

(1932): La supersticiosa tica del lector. En Discusin. Buenos Aires: M. Gleizer Editor.

(1946): Nota preliminar a Miguel de Cervantes. En Novelas ejemplares, Buenos Aires: Emec.

Nota sobre el Quijote. En Realidad, 5, septiembre-octubre (1947) Buenos Aires, pp. 234-236. Recogido en Textos recobrados 1931-1955, Buenos Aires: Emec, 2001.

(1952): Quevedo. EnOtras inquisiciones. Buenos Aires: Sur, pp. 38-44.

Nota de un mal lector.En Cicln,1 (1956), La Habana.

(1968): Prlogo a El otro, el mismo. En Obra potica 1923-1964.Buenos Aires: Emec

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Hoffmann, E.T.A (2005): Cuentos I. Madrid: Alianza.

Huerta, D.: La querella hispnica de Borges. En Letras Libres, 8, 1999,pp.50-53. http://www.letraslibres.com/revista/convivio/la-querella-hispanica-de-borges

Steiner, G. (1968): Tolstoi o Dostoievski. Mxico D. F.: Era.

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