biednaia liza nikolái m. karamzín

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Literaturas Eslavas 2005 Nikolái M. Karamzín. “La pobre Liza” (1792) Quizá ninguno que viva en Moscú conoce tan bien los alrededores de esta ciudad como yo, porque nadie más a menudo que yo suele estar en el campo, nadie anda más que yo a pie, sin plan, sin objetivo –adonde lleven los ojos– por prados y sotos, por colinas y llanos. Cada verano encuentro nuevos lugares agradables o, en los viejos, nuevas bellezas. Pero lo más agradable para mí es aquel lugar en el cual se alzan las oscuras y góticas torres del monasterio de Si…nov. Parado sobre este monte, ves al lado derecho casi toda Moscú, ese tremendo conglomerado de casas e iglesias que se presenta a los ojos en forma de majestuoso anfiteatro: ¡espléndido cuadro, sobre todo cuando brilla sobre él el sol, cuando los rayos vespertinos arden en las innumerables cúpulas doradas, en las innumerables cruces, que se elevan al cielo! Abajo se extienden fértiles y florecientes prados tupidamente verdes, y tras ellos, por arenas amarillas, corre el claro río, agitado por los ligeros remos de las canoas pesqueras o rumoroso bajo el timón de pesados barcos que nadan desde comarcas fructíferas del imperio ruso y proveen a la ávida Moscú de trigo. Al otro lado del río se ve un bosquecito de encinas junto al cual pacen numerosos rebaños; allí los jóvenes pastores, sentados a la sombra de los árboles, cantan simples y melancólicas canciones y embellecen así los días estivales, para ellos tan uniformes. Un poco más allá, entre el espeso verdor de antiguos olmos, resplandece el monasterio de Danila; más lejos aún, casi al borde del horizonte, azulean los montes de los gorriones. En ese mismo lado izquierdo se ven anchos campos cubiertos de trigo, bosquecitos, tres o cuatro poblados, y a lo lejos el pueblo de Kolomiénskoie con su alto palacio. A menudo vengo a este lugar y casi siempre recibo allí la primavera; allí mismo voy también en los oscuros días del otoño a penar junto con la naturaleza. Es terrible cómo aúllan los vientos en las paredes del desolado monasterio, Página 1 de 16

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Nikoli M. Karamzn. La pobre Liza (1792)Quiz ninguno que viva en Mosc conoce tan bien los alrededores de esta ciudad como yo, porque nadie ms a menudo que yo suele estar en el campo, nadie anda ms que yo a pie, sin plan, sin objetivo adonde lleven los ojos por prados y sotos, por colinas y llanos. Cada verano encuentro nuevos lugares agradables o, en los viejos, nuevas bellezas. Pero lo ms agradable para m es aquel lugar en el cual se alzan las oscuras y gticas torres del monasterio de Sinov. Parado sobre este monte, ves al lado derecho casi toda Mosc, ese tremendo conglomerado de casas e iglesias que se presenta a los ojos en forma de majestuoso anfiteatro: esplndido cuadro, sobre todo cuando brilla sobre l el sol, cuando los rayos vespertinos arden en las innumerables cpulas doradas, en las innumerables cruces, que se elevan al cielo! Abajo se extienden frtiles y florecientes prados tupidamente verdes, y tras ellos, por arenas amarillas, corre el claro ro, agitado por los ligeros remos de las canoas pesqueras o rumoroso bajo el timn de pesados barcos que nadan desde comarcas fructferas del imperio ruso y proveen a la vida Mosc de trigo. Al otro lado del ro se ve un bosquecito de encinas junto al cual pacen numerosos rebaos; all los jvenes pastores, sentados a la sombra de los rboles, cantan simples y melanclicas canciones y embellecen as los das estivales, para ellos tan uniformes. Un poco ms all, entre el espeso verdor de antiguos olmos, resplandece el monasterio de Danila; ms lejos an, casi al borde del horizonte, azulean los montes de los gorriones. En ese mismo lado izquierdo se ven anchos campos cubiertos de trigo, bosquecitos, tres o cuatro poblados, y a lo lejos el pueblo de Kolominskoie con su alto palacio.A menudo vengo a este lugar y casi siempre recibo all la primavera; all mismo voy tambin en los oscuros das del otoo a penar junto con la naturaleza. Es terrible cmo allan los vientos en las paredes del desolado monasterio, entre los sepulcros cubiertos de alta hierba, y entre los oscuros pasadizos de las celdas. All, apoyado en las ruinas de las piedras sepulcrales, atiendo el sordo gemido de los tiempos deglutidos por el abismo del pasado, un gemido que estremece y hace trepidar mi corazn. A veces entro en las celdas y me imagino a aquellos que vivieron en ellas tristes cuadros! Aqu veo a un canoso strets, la rodilla inclinada ante el crucifijo y rogando por la pronta liberacin de sus ojos terrenos, pues todos los placeres han desaparecido para l en la vida, todos sus sentimientos han muerto, salvo el sentimiento de la enfermedad y la debilidad. All un joven monje, con el rostro plido, la mirada mustia, mira el campo a travs de la reja de la ventana, ve los alegres pajaritos que nadan libremente por el mar del aire, ve, y amargas lgrimas se derraman de sus ojos. Se consume, se marchita, se seca y el melanclico son de la campana anuncia su muerte prematura. A veces en las puertas del templo observo la pintura de los milagros que sucedieron en este monasterio: ah los pescados que caen del cielo para saciar a los habitantes del monasterio, sitiado por numerosos enemigos; aqu la imagen de la madre de Dios que pone en fuga a los enemigos. Todo esto renueva en mi memoria la historia de nuestra patria, la triste historia de aquellos tiempos en que los feroces trtaros y lituanos asolaban a sangre y fuego los alrededores de la capital rusa y cuando la desdichada Mosc, como una viudita indefensa, slo de Dios esperaba ayuda en sus fieras desgracias.Pero ms frecuentemente que nada me atrae a los muros del monasterio de Sinov el recuerdo del deplorable destino de Liza, de la pobre Liza. Ah! Amo esas cosas que tocan mi corazn y me hacen derramar lgrimas de tierna afliccin!

A unos setenta syens del muro monasterial, junto a un bosquecito de abedules, en medio de un verde prado, hay una cabaa vaca, sin puertas, sin ventanas, sin piso, el techo que hace tiempo se pudri y se derrumb. En esta cabaa har unos treinta aos viva la hermosa y amable Liza con una viejita, su madre.

El padre de Liza haba sido un labriego bastante acomodado, porque amaba el trabajo, labraba bien la tierra y haba llevado siempre una vida sobria. Pero pronto tras su muerte su mujer y su hija se empobrecieron. La perezosa mano de su jornalero trabajaba mal el campo, y el trigo ces de venir bien. Ellas se vieron obligadas a dar su tierra en alquiler, y por muy poco dinero. Adems la pobre viuda, derramando lgrimas casi incesantemente por la muerte de su esposo pues tambin las campesinas saben amar!, de da en da se puso ms dbil y no poda trabajar en absoluto. Slo Liza, que tena a la muerte del padre quince aos, slo Liza, sin piedad de su tierna juventud, sin piedad de su rara belleza, trajinaba da y noche, teja lienzos, zurca medias, cortaba flores en primavera y en verano recolectaba bayas y las venda en Mosc. La sensible y bondadosa viejita, viendo la infatigabilidad de la hija, a menudo la apretaba contra su corazn que lata dbilmente, la llamaba bondad divina, protectora, consuelo de su vejez, y rogaba a Dios que la recompensara por todo lo que haca por su madre.Dios me dio manos para trabajar deca Liza, vos me alimentaste de tu pecho y me cuidaste cuando era una beb; ahora lleg mi turno de cuidarte. Dej slo de acongojarte, dej de llorar; nuestras lgrimas no revivirn a padrecito.

Pero a menudo la tierna Liza no poda sujetar sus propias lgrimas ay!, recordaba que haba tenido un padre y que no estaba ms, pero para tranquilidad de la madre trataba de ocultar la tristeza de su corazn y parecer calma y jovial. En el otro mundo, amada Liza contestaba la apesadumbrada viejita, en el otro mundo dejar de llorar. All, cuentan, todos estarn alegres; yo seguramente estar feliz cuando vea a tu padre. Slo que ahora no quiero morir, qu sera de vos sin m? A quin abandonarte? No, quiera Dios antes ubicarte! Quiz pronto hallemos una buena persona. Entonces, bendicindolos, amados hijos mos, me persignar y yacer tranquilamente en la tierra cruda. Pasaron dos aos tras la muerte del padre de Liza. El prado se cubri de flores, y Liza fue a Mosc con lirios. Un hombre joven, bien vestido, de agradable aspecto, se encontr con ella en la calle. Ella le mostr las flores y se puso colorada. Las vends, muchacha?, pregunt l con una sonrisa. Las vendo, contest ella. Y cunto hay que darte? Cinco kpeks? Es muy barato. Tom un rublo. Liza se asombr, se atrevi a echar una mirada al joven, se puso an ms colorada y, tras bajar los ojos al suelo, le dijo que no tomara el rublo. Pero por qu? No preciso de ms. Yo creo que unos magnficos lirios, cortados por las manos de una magnfica muchacha, cuestan un rublo. Pero si no lo toms, aqu estn los cinco kpeks. Yo quisiera siempre comprarte flores, quisiera que las cortaras slo para m. Liza le dio las flores, tom los cinco kpeks, se inclin y quera irse, pero el desconocido la detuvo por el brazo. Adnde vas, muchacha? A casa. Y dnde queda tu casa? Liza le dijo dnde viva, se lo dijo y se fue. El joven no quera retenerla, quiz porque los que pasaban haban comenzado a detenerse y, mirndolos, se sonrean con malicia y perfidia.

Liza, al volver a casa, le cont a la madre lo que le haba pasado. Hiciste bien en no tomar el rublo. Quiz era alguna mala persona Ay no, madrecita! No lo creo. Tena un rostro tan bondadoso, una voz tal No obstante, Liza, mejor mantenerse con el propio esfuerzo y no tomar nada gratis. Todava no sabs, mi querida, cmo las malas personas pueden ofender a una pobre muchacha! Nunca mi corazn est en paz cuando vas a la ciudad; siempre le pongo una vela a la imagen y ruego a Dios Nuestro Seor que te preserve de cualquier desgracia y revs. En los ojos de Liza asomaron lgrimas; bes a su madre.

Al da siguiente cort Liza los mejores lirios y fue con ellos de nuevo a la ciudad. Sus ojos despacito buscaban algo.

Muchos queran comprarle las flores, pero ella responda que no se vendan, y miraba a un lado y a otro. Cay la tarde, haba que regresar a casa, y las flores fueron arrojadas al Moscova. Que nadie las posea!, dijo Liza, sintiendo cierta tristeza en su corazn.

Al da siguiente al atardecer estaba ella sentada a la ventana, hilaba y cantaba con voz queda lastimeras canciones, pero de repente dio un salto y grit: Ah!. El joven desconocido estaba junto a la ventana. Qu te pas?, pregunt la asustada madre que estaba sentada junto a ella. Nada, madrecita contest Liza con tmida voz, slo que lo vi a l. A quin? A ese seor que me compr las flores. La vieja mir a la ventana.

El joven se inclin ante ella tan cortsmente, con tan agradable aire, que ella no poda pensar sobre l nada que no fuera bueno. Salud, bondadosa viejita! dijo l. Estoy muy cansado; no tens leche fresca? La servicial Liza, sin esperar respuesta de su madre quiz porque ella lo haba conocido antes, corri al stano, trajo un limpio cacharro cubierto con una limpia tapa de madera, tom un vaso, lo lav, lo sec con un blanco repasador, lo llen y lo extendi a la ventana, pero miraba al suelo. El desconocido bebi, y el nctar de las manos de Hebe no hubiera podido parecerle ms rico. Cualquiera adivina que l despus agradeci a Liza, y le agradeci no tanto con palabras cuanto con miradas. Entre tanto la bondadosa viejita alcanz a contarle de su pena y consuelo: de la muerte del marido y las adorables cualidades de su hija, sobre su laboriosidad y ternura, y esto y lo otro. l la escuchaba con atencin, pero sus ojos estaban es necesario decir dnde? Y Liza, la tmida Liza, miraba de cuando en cuando al joven; pero no brilla el relmpago y desaparece en las nubes con la rapidez que sus ojos celestes se dirigan a la tierra al encontrar la mirada de l. Yo quisiera dijo l a la madre que tu hija a nadie salvo a m le vendiera su trabajo. De tal modo, no tendra por qu ir tan a menudo a la ciudad, y vos no tendras que separarte de ella. Yo mismo puedo pasar cada tanto a verlas. Aqu en los ojos de Liza brill la alegra, que ella en vano quera esconder; sus mejillas ardan como el ocaso en un claro atardecer de verano; miraba su antebrazo izquierdo y lo pellizcaba con su mano derecha. La viejita acept de buena gana la proposicin, sin sospechar en ella ninguna intencin mala, y asegur al desconocido que los lienzos que teja Liza y las medias que Liza zurca eran excelentemente buenos y duraban ms tiempo que cualquier otros.Se puso oscuro, y el joven quera ya irse. Pero cmo debemos llamarte, bueno y carioso barin?, pregunt la vieja. Me llamo Erast, contest l. Erast dijo despacito Liza, Erast! Unas cinco veces repiti este nombre, como tratando de memorizarlo. Erast se despidi de ellas hasta la vista y se fue. Liza lo acompa con los ojos y la madre se qued pensativa, y tomando a su hija de la mano le dijo: Ah, Liza! Qu bueno y noble es! Si tuvieras un novio as!. Todo el corazn de Liza se estremeci. Madrecita! Madrecita! Cmo podra ser esto? Es un barin, y entre campesinos Liza no termin de decir su frase.Ahora el lector debe saber que este joven, este Erast, era un noble bastante rico, de juicio bastante sensato y corazn bondadoso, bondadoso por naturaleza, pero dbil y alocado. Llevaba una vida distrada, pensaba solamente en su placer, lo buscaba en las diversiones mundanas pero a menudo no lo encontraba: se aburra y se quejaba de su destino. La belleza de Liza en el primer encuentro haba causado impresin en su corazn. l lea novelas, idilios, tena una imaginacin bastante viva y a menudo se trasladaba mentalmente a aquellos tiempos (reales o irreales) en los cuales, de creerse a los poetas, todas las gentes paseaban indolentemente por los prados, nadaban en limpios manantiales, se besaban como tortolitos, descansaban bajo rosas y mirtos y pasaban todos sus das en feliz ociosidad. Le pareca que haba encontrado en Liza aquello que su corazn buscaba haca tiempo. Natura me llama a sus abrazos, a sus alegras puras, pensaba, y se decidi al menos por un tiempo a dejar el gran mundo.

Volvamos a Liza. Lleg la noche, la madre bendijo a su hija y le dese un manso sueo, pero esta vez su deseo no se cumpli; Liza durmi muy mal. El nuevo husped de su alma, la imagen de Erast, se le representaba tan vivamente que casi a cada minuto se despertaba, se despertaba y suspiraba. Ya antes de la salida del sol Liza se levant, baj a la orilla del Moscova, se sent en la hierba y melanclicamente mir las blancas nieblas que se agitaban en el aire y al elevarse hacia arriba dejaban gotas que brillaban sobre el verde manto de la naturaleza. Por todas partes reinaba el silencio. Pero pronto el saliente astro del da despert a toda la creacin; revivieron los sotos, los arbustitos, los pajaritos revolotearon y se pusieron a cantar, las flores levantaron sus cabecitas para embriagarse con los vivificadores rayos de luz. Pero Liza segua melanclica. Ah, Liza, Liza! Qu ha pasado con vos? Hasta este momento, despertndote junto con los pajaritos, junto con ellos te alegrabas por la maana, y tu alma pura y alegre reluca en tus ojos, semejante a cuando el sol reluce en las gotas del celestial roco; pero ahora ests pensativa, y la comn alegra de la naturaleza es ajena a tu alma. Entre tanto un joven pastor por la orilla del ro arreaba su rebao tocando su camo. Liza tenda a l su mirada y pensaba: Si aquel que ahora ocupa mis pensamientos hubiera nacido simple campesino, pastor, y ahora arreara por delante de m su rebao, ah!, yo lo saludara con una sonrisa y le dira afablemente: Salud, amable pastorcito! A dnde arres tu rebao? Tambin aqu crece hierba verde para tus ovejas, tambin aqu hay flores bermejas con las que se puede tejer una corona para tu sombrero. l me mirara con un aire carioso, tomara quiz mi mano Sueos!. El pastor, tocando su camo, pas de largo y con su abigarrado rebao se ocult tras una cercana colina.

De pronto Liza oy ruido de remos, mir al ro y vio un bote, y en el bote a Erast.Todas sus venitas se pusieron a latir, y por supuesto no de miedo. Se levant, quera irse, pero no poda. Erast salt a la orilla, se acerc a Liza y el sueo de ella en parte se cumpli: pues l la mir con un aire carioso, la tom de la mano Y Liza, Liza estaba de pie con la mirada gacha, las mejillas inflamadas, el corazn trepidante, no poda quitar su mano de l, no poda darse vuelta cuando l se acercaba a ella con sus rosados labios Ah! La bes, la bes con tal ardor que a ella le pareci que todo el universo arda en un fuego! Adorable Liza! dijo Erast, adorable Liza! Yo te amo!, y estas palabras resonaron en lo profundo de su alma como una msica celestial, arrebatadora; apenas se atreva a creer a sus odos y

Pero arrojo el pincel. Dir solamente que en este momento de xtasis desapareci la timidez de Liza: Erast supo que era amado, amado apasionadamente por un corazn novel, puro y franco.

Estaban sentados sobre la hierba, y de un modo que entre ellos quedaba no mucho espacio, se miraban uno a otro a los ojos, se decan uno a otro: Amame!, y dos horas les parecieron un parpadeo. Finalmente Liza record que su madre podra inquietarse por ella. Deban separarse. Ah, Erast! dijo ella, siempre vas a amarme? Siempre, adorable Liza, siempre!, contest l. Y pods jurrmelo? Puedo, amada Liza, puedo! No! No necesito que jures. Te creo, Erast, te creo. Es posible que engaaras a la pobre Liza? Podra pasar esto? No podra, no podra, adorable Liza! Qu feliz soy, y cmo se alegrar madrecita cuando sepa que me ams! Ay no, Liza! A ella no hay que contarle nada. Pero por qu? La gente vieja suele ser desconfiada. Se imaginar alguna cosa mala. No puede ser. No obstante, te ruego no le digas de esto ni una palabra. Muy bien: es preciso obedecerte, aunque yo no quisiera ocultarle nada.Se despidieron, se besaron por ltima vez y se prometieron verse cada da al anochecer, o a la orilla del ro o en el soto de abedules, o en cualquier parte cerca de la cabaa de Liza, slo que verse con seguridad, sin falta. Liza se fue, pero sus ojos se dieron vuelta cien veces hacia Erast, que permaneca de pie en la orilla y la miraba alejarse.

Liza regres a su cabaa con una disposicin absolutamente distinta de aquella con la que haba salido. En su rostro y en todos sus movimientos se manifestaba una llana alegra. Me ama!, pensaba, y se admiraba de este pensamiento. Ah, madrecita! dijo Liza a su madre, que recin se haba despertado. Ah, madrecita! Qu magnfica maana! Qu alegre es todo en el campo! Nunca las alondras han cantado tan bien, nunca el sol ha brillado tan claramente, nunca las flores han olido tan agradablemente! La viejita, apoyndose en el bastn, sali al prado para gozar de la maana que Liza haba descripto con tan encantadores matices. Le pareci en efecto muy pero muy agradable; la hija amada alegraba para ella con su alegra toda la naturaleza. Ah, Liza! deca. Qu bueno es todo lo que ha hecho Dios! Llego a la sexta decena de vivir en el mundo, y todava no me canso de contemplar las obras del Seor, no me canso de contemplar el puro cielo, parecido a un alto toldo, y la tierra, que cada ao se cubre de nueva hierba y nuevas flores. Es preciso que el zar de los cielos ame mucho al hombre cuando ha dispuesto tan bien para l el mundo de aqu. Ah, Liza! Quin querra morir si a veces no tuviramos penas?... Por lo visto as tiene que ser. Quiz olvidaramos nuestra alma, si de nuestros ojos nunca cayeran lgrimas. Y Liza pensaba: Ah! Yo antes olvidar mi alma que a mi adorable amigo!.

Despus de esto Erast y Liza, temiendo no mantener su palabra, cada atardecer se vean (cuando la madre de Liza se acostaba a dormir) o en la orilla del ro o en el soto de abedules, pero ms a menudo que nada a la sombra de unas centenarias encinas (a unos ochenta syens de la cabaa), encinas que sombreaban un profundo y limpio estanque, cavado ya en tiempos de antao. All a menudo la apacible luna, a travs de las verdes ramas, plateaba con sus rayos los claros cabellos de Liza, con los que jugaban los cfiros y la mano de su adorable amigo; a menudo estos rayos alumbraban en los ojos de la tierna Liza una brillante lgrima de amor, enjugada siempre por un beso de Erast. Se abrazaban, pero la casta y vergonzosa Cinthia no se ocultaba de ellos tras una nube: puros y castos eran sus abrazos. Cuando vos deca Liza a Erast, cuando vos me decs: Te amo, mi querida!, cuando me aprets contra tu corazn y me mirs con tus ojos enternecedores, ah!, en ese momento me siento tan bien, tan bien, que me olvido de m misma, me olvido de todo salvo de Erast. Es asombroso? Lo asombroso, amigo mo, es que yo sin conocerte poda vivir tranquila y alegremente! Ahora no puedo comprenderlo, ahora pienso que sin vos la vida no es vida, sino tristeza y aburrimiento. Sin tus ojos la clara luna es sombra, sin tu voz el ruiseor que canta es aburrido, sin tu respiracin la brisa me es desagradable. Erast se admiraba de su pastorcita as llamaba a Liza, y viendo cunto lo amaba, le pareca que l mismo era ms adorable. Todas las brillantes diversiones del gran mundo se le representaban como insignificantes en comparacin con los placeres con que la apasionada amistad de un alma inocente alimentaba su corazn. Con repugnancia meditaba en la voluptuosidad que antes embriagaba sus sentimientos. Voy a vivir con Liza como un hermano con una hermana pensaba, no utilizar su amor para mal y ser feliz siempre! Insensato joven! Conocs tu propio corazn? Pods responder siempre de tus movimientos? Es siempre el juicio zar de tus sentimientos?

Liza exiga que Erast a menudo visitara a su madre. Yo la quiero deca ella y quiero su bien, y me parece que verte es una gran bonanza para cualquiera. La viejita en efecto siempre se alegraba cuando lo vea. Le gustaba hablar con l de su difunto marido y contarle de los das de su juventud, de cmo se haba encontrado por primera vez con su amado Ivn, cmo l la haba amado y en qu amor, en qu acuerdo haba vivido con ella. Ah! Nunca podamos cansarnos de mirarnos el uno al otro, hasta aquella misma hora en que la fiera muerte seg sus piernas. Muri en mis brazos! Erast la escuchaba con no fingido placer. Le compraba el trabajo de Liza y quera siempre pagar diez veces ms caro que el precio que ella fijaba, pero la viejita nunca tomaba de ms.

De tal manera pasaron algunas semanas. Una vez al atardecer Erast esper largo tiempo a su Liza. Finalmente ella lleg, pero tan poco alegre que l se asust; sus ojos haban enrojecido de lgrimas. Liza, Liza! Qu te pasa? Ah, Erast! He estado llorando! Por qu? Qu pasa? Tengo que contarte todo. Hay un novio que pide mi mano, hijo de un rico campesino del poblado vecino; madrecita quiere que me case con l. Y vos ests de acuerdo? Cruel! Pods preguntarme esto? S, me da pena madrecita; llora y dice que yo no quiero su tranquilidad, que ella va a sufrir a la hora de la muerte si en vida no me casa. Ah! Madrecita no sabe que yo tengo tan adorable amigo! Erast besaba a Liza, le deca que la felicidad de ella le era lo ms caro que haba en el mundo, que a la muerte de su madre l la llevara consigo e ira a vivir con ella inseparablemente, en el campo y en los espesos bosques, como en el paraso. Sin embargo, vos no pods ser mi marido!, dijo Liza con un quedo suspiro. Y por qu? Soy una campesina. Me ofends. Para tu amigo lo ms importante es el alma, tu sensible alma inocente, y Liza estar siempre cercansima a mi corazn.Ella se arroj a sus brazos, y en ese momento la castidad tena que perecer! Erast senta una inusual inquietud en su sangre: nunca Liza le haba parecido tan encantadora, nunca sus caricias le haban llegado tan intensamente, nunca sus besos haban sido tan ardientes; ella no saba nada, no sospechaba nada, no tema nada, la tiniebla de la noche alimentaba los deseos, ni una estrellita brillaba en el cielo, ningn rayo poda iluminar el desvo. Erast siente un estremecimiento; Liza tambin, sin saber por qu, pero sabiendo lo que le pasaba Ah, Liza, Liza! Dnde est tu ngel guardin? Dnde tu inocencia?

El desvo pas en un minuto. Liza no comprenda sus sentimientos, se asombraba y se preguntaba. Erast haca silencio, buscaba las palabras y no las encontraba. Ah, tengo miedo deca ella, tengo miedo de lo que nos pas! Me pareca que mora, que mi alma No, no s decirlo!... No decs nada, Erast? Suspirs?... Dios mo! Qu pasa? Entre tanto brill un relmpago y son un trueno. Liza se ech a temblar toda. Erast, Erast! dijo. Tengo miedo! Temo que el trueno me mate, como a una criminal! La tempestad murmuraba amenazante, la lluvia caa de las negras nubes, pareca que la naturaleza se plaa de la perdida inocencia de Liza. Erast trataba de calmar a Liza y la acompa hasta la cabaa. Las lgrimas rodaban de los ojos de ella cuando se despeda de l. Ah, Erast! Asegurame que vamos a ser felices como antes! Lo seremos, Liza, lo seremos!, contest l. Dios lo quiera! No puedo no creer a tus palabras, porque te amo! Slo que en mi corazn Pero basta! Adis! Maana, maana nos veremos.Sus encuentros continuaron, pero cmo cambi todo! Erast no poda ya estar complacido con las solas caricias inocentes de su Liza, con sus solas miradas saturadas de amor, el solo roce de la mano, un beso, los puros abrazos. Deseaba ms, ms y, finalmente, no poda desear nada, pero quien conoce su propio corazn, quien haya meditado sobre la particularidad de sus ms tiernos placeres, por supuesto que acordar conmigo en que cumplir todos sus deseos es la ms peligrosa tentacin del amor. Liza no era ya para Erast ese ngel de castidad que antes excitaba su imaginacin y embelesaba el alma. El amor platnico cedi el lugar a sentimientos de los que l no poda enorgullecerse y que para l ya no eran nuevos. En lo que hace a Liza, tras entregarse a l completamente, slo por l viva y respiraba, en todo, como un cordero, se someta a su voluntad y en los placeres de l pona su felicidad. Vea en l un cambio y a menudo le deca: Antes solas ser ms alegre, antes solamos estar con ms sosiego y ms felices, y yo no tema tanto perder tu amor!. A veces, al despedirse de ella, l le deca: Maana, Liza, no puedo verme con vos: me surgi un asunto importante, y cada vez ante estas palabras Liza suspiraba.

Finalmente, durante cinco das seguidos ella no lo vio y estuvo con grandsima inquietud; al sexto l lleg con el rostro triste y le dijo: Amada Liza! Tengo que despedirme de vos por algn tiempo. Sabs que estamos en guerra, yo estoy en servicio, mi regimiento sale en campaa. Liza palideci y por poco no cay desmayada.

Erast la acariciaba, le deca que siempre iba a amar a la adorable Liza y esperaba a su regreso no separarse ya nunca de ella. Largo tiempo guard ella silencio, despus se deshizo en lgrimas amargas, aferr la mano de l, y mirndolo con toda la ternura del amor le pregunt: No te es posible quedarte?. Puedo contest l, pero slo con grandsima infamia, con una grandsima mancha para mi honor. Todos van a despreciarme; todos van a sentir repugnancia de m, como de un cobarde, como de un indigno hijo de la patria. Ah, si es as dijo Liza, and, and adonde te manda Dios! Pero pueden matarte. Morir por la patria no es terrible, amada Liza. Yo morira tan pronto vos no estuvieras ms en el mundo. Pero por qu pensar eso? Yo espero quedar con vida, espero regresar a vos, a mi amiga querida. Dios quiera, Dios quiera! Cada da, a cada hora voy a rogar por ello. Ah, por qu no s leer ni escribir. Vos me informaras sobre todo lo que te pasara, y yo te escribira sobre mis lgrimas! No, cuidate, Liza, cuidate para tu amigo. No quiero que llores en mi ausencia. Hombre cruel! Penss privarme de este consuelo! No! Una vez que me separe de vos, acaso deje de llorar cuando se seque mi corazn. Pens en el agradable momento en que nos veamos de nuevo. Voy, voy a pensar en l! Ah, si llegara cuanto antes! Amado, adorable Erast! Record, record a tu pobre Liza, que te ama ms que a s misma!

Pero no puedo describir todo lo que se decan en esta ocasin. Al da siguiente habran de verse por ltima vez.

Erast quera despedirse de la madre de Liza, que no poda contenerse de lgrimas al or que su carioso y lindo barin deba irse a la guerra. l la forz a tomar algn dinero, dicindole: No quiero que Liza en mi ausencia venda su trabajo, que segn el acuerdo me pertenece a m. La viejita lo colm de bendiciones. Quiera el Seor deca que regreses con felicidad y que yo pueda verte una vez ms en esta vida! Acaso para entonces mi Liza se encuentre un novio como pensamos. Cmo agradecera yo a Dios si vinieras a nuestra boda! Y cuando Liza tenga hijos, sab, barin, que vos debs ser el padrino! Ah! Mucho quisiera yo vivir hasta esto! Liza estaba de pie junto a su madre y no se atreva a mirarla. El lector puede imaginarse fcilmente lo que ella senta en este momento.Pero qu senta ella cuando Erast, tras abrazarla por ltima vez, tras apretarla por ltima vez contra su corazn, le dijo: Adis, Liza! Qu cuadro conmovedor! La aurora matutina, como un mar carmes, se derramaba por el cielo del oriente. Erast estaba parado bajo las ramas de una alta encina, manteniendo en sus brazos a su pobre, lnguida y afligida amiga, que al despedirse de l se despeda de su propia alma. Toda la naturaleza permaneca en silencio.Liza sollozaba Erast lloraba la dej ella cay se puso de rodillas, alz sus manos al cielo y miraba a Erast que se alejaba ms lejos ms lejos y finalmente se perdi resplandeca el sol, y Liza, abandonada, pobre, perdi los sentidos y la conciencia.

Volvi en s y el mundo le pareci mustio y triste. Todo lo agradable de la naturaleza se haba ocultado para ella junto con el amado de su corazn. Ah! pensaba. Para qu me he quedado en este desierto? Qu me contiene de volar tras mi adorable Erast? La guerra no es terrible para m; terrible es estar sin mi amigo. Vivir con l, morir con l quiero, o salvar con mi muerte su preciosa vida. Esper, esper, amado! Volar hacia vos! Quera ya volar tras Erast, pero el pensamiento: Tengo una madre! la detuvo. Liza suspir, e inclinando la cabeza, con paso quedo march a su cabaa. Desde esa hora sus das fueron das de tristeza y pesar, que haba que ocultar a su tierna madre: y por ello ms sufra su corazn! ste solamente se aliviaba cuando Liza, aislndose en lo espeso del bosque, poda derramar lgrimas libremente y gemir por la separacin con el amado. A menudo la triste tortolita una su quejumbrosa voz a los lamentos de ella. Pero a veces aunque muy raramente un dorado rayo de esperanza, un rayo de consuelo alumbraba las tinieblas de su afliccin. Cuando l vuelva, qu feliz voy a ser! Cmo cambiar todo! Por este pensamiento se iluminaba su mirada, se renovaban las rosas de sus mejillas, y Liza sonrea como una maana de mayo tras la noche tempestuosa. De tal modo pasaron cerca de dos meses.Un da Liza deba ir a Mosc a comprar agua de rosas, con la que su madre se curaba sus ojos. En una de las calles principales se encontr un esplndido carruaje, y en este carruaje vio a Erast. Ah!, exclam Liza y se lanz hacia l, pero el carruaje pas de largo y dobl hacia un patio. Erast baj y quera ya ir al porche de una inmensa casa cuando de repente se sinti entre los brazos de Liza. Palideci, despus, sin contestar ni una palabra a sus exclamaciones, la tom de la mano, la condujo a su despacho, cerr la puerta y le dijo: Liza! Las circunstancias han cambiado; me compromet para casarme; debs dejarme en paz y por tu propia tranquilidad olvidarme. Te he querido y te quiero ahora, es decir te deseo todo bien. Aqu tens cien rublos, tomalos le puso el dinero en el bolsillo, permitime besarte por ltima vez y andate a casa. Antes de que Liza pudiera acordarse l la condujo fuera del despacho y le dijo al sirviente: Acompa a esta muchacha hasta la calle.

Mi corazn se inunda de sangre en este momento. Me olvido del hombre que hay en Erast, estoy dispuesto a maldecirlo, pero mi lengua no se mueve, lo miro, y una lgrima rueda por mi rostro. Ah! Por qu no estar escribiendo una novela, sino un triste hecho?

De modo que Erast enga a Liza cuando le dijo que iba al ejrcito? No, en efecto haba estado en el ejrcito, pero en lugar de batirse con el enemigo haba jugado a las cartas y perdi casi todos sus bienes. Pronto cerraron la paz, y Erast volvi a Mosc cargado de deudas. Le quedaba un solo medio de enderezar sus circunstancias: casarse con una rica viuda ya mayor, que haca tiempo estaba enamorada de l. Se resolvi a ello y se mud a vivir en casa de ella, dedicando un sincero suspiro a su Liza. Pero todo esto puede justificarlo?

Liza se hall en la calle, y en un estado tal que ninguna pluma puede describirlo. l, l me ha echado? l ama a otra? Estoy perdida! Estos eran sus pensamientos, sus sentimientos! Un intenso desmayo los interrumpi por un tiempo. Una buena mujer que iba por la calle se detuvo sobre Liza, que yaca en el suelo, y estuvo tratando de hacerla volver en s. La desdichada abri los ojos, se levant con la ayuda de esta buena mujer, le agradeci y march sin saber adnde. No puedo ya vivir pensaba Liza, no puedo!... Oh, si el cielo se me cayera encima! Si la tierra tragara a la pobre!... No! El cielo no se cae, la tierra no vacila! Ay de m! Sali de la ciudad y de repente se vio a la orilla del profundo estanque a la sombra de antiguas encinas que unas pocas semanas antes haban sido testigos silenciosos de sus xtasis. Este recuerdo sacudi su alma; la terribilsima tortura de su corazn se reflej en su rostro. Pero a los pocos minutos se sumergi en cierta cavilacin, examin a su alrededor, vio a la hija de su vecino (una muchacha de quince aos) que iba por el camino, la llam, sac de su bolsillo diez imperiales, y dndoselos le dijo: Amable Aniuta, amable amiguita! Llevale este dinero a madrecita, no es robado, decile que Liza es culpable ante ella, que yo le ocult mi amor por un hombre cruel, por E Para qu saber su nombre? Decile que l me traicion, pedile que me perdone, Dios la ayudar, besale la mano as como ahora yo beso la tuya, decile que la pobre Liza te mand darle un beso, decile que yo. En esto se arroj al agua. Aniuta se ech a gritar, a llorar, pero no poda salvarla, fue corriendo al poblado, se junt gente y sacaron a Liza, pero ya estaba muerta.De tal manera acab con su vida alguien bello de cuerpo y alma. Cuando nos veamos all, en la nueva vida, yo te reconocer, tierna Liza!

La sepultaron cerca del estanque, bajo una oscura encina, y pusieron una cruz de madera en su tumba. All a menudo me siento caviloso, apoyado sobre el receptculo donde se hallan los restos de Liza; en mis ojos corre el estanque; sobre m murmuran las hojas.

La madre de Liza oy sobre la terrible muerte de su hija y su sangre se hel de horror sus ojos se cerraron para siempre. La cabaa qued desierta. En ella alla el viento, y los lugareos supersticiosos, al or por las noches este murmullo, dicen: All est gimiendo un muerto; all est gimiendo la pobre Liza!.

Erast hasta el final de su vida fue desdichado. Tras conocer el destino de Liza, no poda consolarse y se consideraba el asesino. Yo lo conoc un ao antes de su muerte. l mismo me cont esta historia y me llev a la tumba de Liza. Ahora quiz ya se han reconciliado!Pgina 9 de 9