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BIBLIOTECA GENERAL ARTIGAS VOLUMEN 1 General Div. Pedro Sicco ARTIGAS A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA CENTRO MILITAR República Oriental del Uruguay MONTEVIDEO

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BIBLIOTECA

GENERAL ARTIGAS

VOLUMEN Nº 1

General Div. Pedro Sicco

ARTIGAS A LA LUZ DEL

ARTE DE LA GUERRA

CENTRO MILITAR

República Oriental del UruguayMONTEVIDEO

VOLUMEN 1, MARZO v ABRIL DE 1952

INDICE

Pág

Consejo Directivo de la Biblioteca ..................... 3 Obras de la Biblioteca ................................ 4 Otras obras a publicarse ............................. 6 Esbozo Biográfico del Autor .......................... ..7 Sumario .............................................. ...........................................................13

TITULO I

I DEAS, ESPI RI TU Y ESTI LO

A maner a de pr ól ogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

TITULO I I LOS FUNDAMENTOS

El hombre, ejemplo vivo ............................... 20 El héroe ................................................ 22 El estadista ............. ..................... ....... 30 El militar ............................................... 95 Hacia una Doctrina Propia ........................... 37 Síntesis Didáctica ..................................... 40 E1 método elegido ......................................................................................... 42

TITULO III

E1 ciclo ................................................ 47 La rama ascendente ................................... 48 El vértice ....................:.......................... 51 La rama descendente ...................... ....... 52 Las variables de la Situación ...........................57 El terreno ....................................................................................................... 58

Pág

Los medios de acción .................................. 62 Las fuerzas morales .................................... 63 Las fuerzas intelectuales .............................. 64 Las fuerzas materiales ..............,.................. 65 Particularidades relativas a los patriotas. - Las armas . 66 La capacitación .,...................................... 67 La maniobra .......................................... 68 El jefe y la Tropa .................................... 70 Características generales del enemigo .......................................................... 71

TITULO IV

CONCLUSI ONES

Dos Cortes en profundidad ............................ 75 Batalla de "Las Piedras" o Expresión Táctica. - Prelimi-nares .............................................. 76 Fuerzas actuantes ..................................... 77 El dispositivo de marcha y de combate ................ 79 Desarrollo de la acción principal ....................... 81 Los partes ............................................. 83 Parte de Artigas a Rondesu ........................... 83 Parte de Artigas a la Junta ............................ 88 Parte de Posada ....................................... 97 Examen crítico ...........................,............ 108 La segunda invasión portuguesa o expresión estratégica.- E1 plan enemigo ................................. 115 El plan de Artigas ..................................... 117 Los resultados ......................................... 119 Examen crítico ............................................................................................... 122

TITULO V

CONSI DERACI ONES FI NALES

E1 símbolo de una época ................................ 133 La enseñanza más alta ..................................................................................... 135

ARTIGAS A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA

A manera de prólogo Ideas Espíritu - Estilo

H

Los fundamentosl.-El hombro. Eienu ( a) Héroe

b) Estadistaplo vivo ........ / c) Mutar

2.-Hacia una doctrina propia. 3.-Síntesis didáctica.4.-El método elegido.

I V

Introducción

1.-El ciclo

2.-Las variables de la situación ....

a) La rama ascendenteb) El vér ticec) La rama descendente

a) El ter renomorales

b) Los medios de acción .. .. intelectualesmater iales

las armas

c) par ticular idades relativas a l la capacitaciónlos patr iotas .......... •. la maniobra

( el )ele y la tropa

d) Caracter ísticos generales del enemigo

IV

Conclusiones

Dos cortes en profundidad

1.-La batalla de Las Piedras o expre-sión táctica .....

2. - La segunda i nva-sl ón por t uguesa o expr esi ón est r at é-gi ca . . . . . . . . . . . .

a) Preliminaresb) Fumas actuantesc) El dispositivo de marcha y de combate d) Desarrollo de la amián principal6) Los Partesi) Examen crítico

a) El plan enemigo b) El plan de Arügas c) Los resultadosd) Exornen crífico

V

Consideraciones finalesi.-El símbolo de una época. 2.-La enseííaaza más alta,

ARTIGAS A LA LUZ DEL

ARTE DE LA GUERRA

El Consejo Directivo de la Biblioteca General Artigas, no se hace solidario con los conceptos contenidos en las obras que publique.

Del Reglamento Provisorio de la Biblioteca General Artigas.

ES PROPI EDAD Reser vados t odos l os der echos de r epr oducci ón y adapt aci ón Queda hecho el depósi t o que pr escr i be l a l ey.

O B R A S

1. - ARTIGAS, A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA. General de Diviefón Pedro Slcco.

' Bimestre: Mareo-AbrR 1952.

2.-FILOSOFIA DE LA GUERRA. General Edgardo U. Gente.

Bimestre: julio - Agosto 1951.

3.-LA GUERRA Y LOS PRINCIPIOS QUE LA RIGEN: General Fduurdo MontautB.

de laBiblioteca General Artigas

Bimestre: Setbre.-Octbre. 1951.

4.-DEFENSA CONTRA AERONAVES. Teniente Coronel Alfredo Zarsa.

Bimestre: Novbre.-Dicbre. 1951.

5.- UN EPISODIO DE LA U GUERRA MUNDIAL, EN AGUAS TERRITORIALES DE LA REPUBLICA O. DEL URUGUAY.

General de División Alfredo R. Campos.

Bimestre: Enero-Febrero 1952.

BIBLIOTECA

GENERAL ARTIGAS

VOLUMEN Nº 1

General Div. Pedro Sicco

ARTIGAS A LA LUZ DEL

ARTE DE LA GUERRA

CENTRO MILITAR

República Oriental del UruguayMONTEVIDEO

CREADORES DE LA ESTRATEGIA MODERNA. (El pensamiento militar desde Maquiavello a Hitler). 2 tomos. Edward Mead Earle.

MATERIALES E INDUSTRIAS DE GUERRA.Cnel. Ricardo Botta y Mayor Saul C. Baccino.

PRINCIPIOS DE ETICA MILITAR.Coronel Aníbal Pérez.

ESTRATEGIA.Tré. Cnel. Máximo J. Martinez.

SOCIOLOGIA DE LA GUERRA.Dr. Orestes Araújo.

EL RADAR Y SU APLICACION.Tte. Nav. Gastón Larrañaga.

CAMPAÑAS MILITARES.Tomo I.-1897. - Tomo II.-1904. Tte. Cnel Omar Porciúncula.

LA MOTOMECANIZACION EN EL URUGUAY. Cnel. Washington Busconi.

LA MEDICINA EN LA GUERRA.Tte. Cnel. (SM-M) Tomás R. Ramos.

DEFENSA DE COSTAS.Tte. Nav. Edgardo N. Genta. ¿HACIA LA PAZ? O ¿HACIA LA GUERRA? Gral. de Div. Pedro Sicco.¿COMO PODRIAN CONTRIBUIR. NUESTRAS INDUSTRIAS A LA DEFENSA NACIONAL? May. Ing. Ind. Alejandro E. Morón. .PATRIA Y EJERCITO.General Edgardo U. Genta.

INGENIEROS DE COMBATE. (Guía para Resolución de casos concretos.)Cnel. Eusebio Vaeza.

BIOGRAFIA DEL Gral. FRUCTUOSO RIVERA. General Julián Más de Ayala.EL BATALLON DE INFANTERIA.

Capitán Raúl H. Mernies.MANUAL DE TIRO DE ARTILLERIA DE CAMPAÑA.

Capitán Federico Ariel Amen.NOCIONES SOBRE PEDAGOGIA MILITAR. Tte. 19 Edison Alonso Rodríguez. HISTORIA DEL EJERCITO NACIONAL.

Tomo I: 1810 - 1820; II: 1820-1852; III: 1852-1950.Tte. 19 Romeo Zina Fernández.

INTELIGENCIA DE COMBATE.Mayor Enrique Olegario Mañani.

Obras prometidas para ser publicadas:

Esbozo Biográfico del Autor.

General de División -Pedro Sicco

Forjó el General Sicco, su recia personalidad de sol-dado en nuestra Escuela Militar de donde egresó des-pués de una brillante actuación con el grado de Alférez tomando dé inrnediáto, parte activa en la movilización efectuada en 1910.

" A pesar de su amplia y reconocida vocación militar, su gran amor al estudio lo lleva a dedicar parte de su esfuerzo a la actividad civil, graduándose en nues-tra Universidad con el titulo de Agrimensor.

. ~ La sólida cultura que ya posee y su extraordinaria inquietud profesional, le permiten, 4 conquistar los pri-meros grados de su brillante carrera militar, obtener por concurso la Cátedra de Fortificación y Puentes del Mo-mento, de la Escuela Militar, culminando en la jerar--quia de Capitán con la designación de Jefe de lá Sec-ción Cálculo del Servicio Geográfico Militar.

Realiza luego el curso de Perfeccionamiento paiu Capitanes, obteniendo el primer puesto en la clasifica-ción final del mismo.

. En los concursos sucesivos para el ascenso a Mayár, Teniente Coronel y Coronel, obtiene el primer puésto en todos ellos. - -

.. En el grado de Mayor es designado para cursar.es-indios en la'.Escuela Superior-de Guerra de Francia, ha-biendo realizado previamente estudios preparatorios en varios Regimientos Franceses de diversas armas, .como así mismo en el Centro de Estudios de Enlaces y Trans-misiones. Su brillante escolaridad'le permitió obtenéi el Diploma de Oficial de Estado Mayor con las más altas

calificaciones.

A su regreso al país se le confía, entre otros desti-nos el cargo de Jefe de la Sección Geodesia de nuestro Instituto Geográfico y luego el de 2.o Comandante y Director de Estudios de la Escuela Militar, desde cuyo puesto colaboró ampliamente en la elevación moral y técnica de dicho Instituto de Enseñanza.

Fué más tarde designado Director Comandante de la Escuela Militar de Armas y Servicios, donde cambió fundamentalmente la orientación profesional implantan-do métodos de enseñanza e instrucción realmente prác-ticos en armonía con los fines y las responsabilidades de dicho Instituto. Después se le confía la organización y dirección de la ex-Escuela Superior de Guerra, base del actual Instituto Militar de Estudios Superiores desempe-ñando por varios años el cargo de Director Comandante desde el cual, como fundador y organizador de la ense-ñanza militar superior del Ejército, pudo edificar una doctrina que imprime sentido y unidad a las activida-des profesionales en su triple aspecto, técnico, táctico y estratégico.

Ejerció el mando efectivo de fuerzas en todos los grados de la jerarquía, participando en la campaña de 1935 como Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas del Este.

Su actividad docente se extendió por todos los Ins-titutos de Enseñanza Militar del País, habiendo forma-do parte además de numerosas comisiones encargadas de confeccionar los planes de estudio de todas las Escue-las y Cursos. Bajo su inmediata. dirección fueron confec-cionados los últimos reglamentos técnicos y tácticos de todas las Armas.

Ha desempeñado los más altos puestos del Ejérci-to: Miembro y Presidente de los Tribunales de Honor. Inspector de Escuelas y Cursos, Jefe de Estado Mayor General, Jefe de la Región Militar N.o 1 e Inspector Ge-neral del Ejército, habiendo puesto en evidencia en ca-da uno de ellos su capacidad y espíritu realizador y sig-nificando su actuación una destacada etapa de perfec-cionamiento.

Su meritoria actividad a través demás de 40 años

de dedicación intensa ala carrera militar, le ha permi-tido alcanzar la jerarquía de General de División.

Desempeñó diversas comisiones en el extranjero de las que citaremos como las más importantes, las si-guientes:

-Delegado de la República ante la Comisión Per-manente Consultiva para los asuntos ¡militares, navales y aéreos de la Sociedad de Naciones, en los años 1924, 1925 y 1926 desempeñando la Presidencia de la Sub-Co-misión en los períodos junio a octubre de 1925 y fe-brero a junio de 1926.

-Agregado Militar de la Embajada Extraordinaria ante el Rey de Italia el 20 de junio de 1924. Observador a la Conferencia' del Desarme Navalrealizada en Roma en Febrero de 1924.

-Experto Militar en las reuniones de la Comisión preparatoria de la Conferencia del Desarme realizada en Ginebra.

--Representó al Servicio Geográfico del Ejército en la Asamblea General Extraordinaria del Consejo Inter-nacional de Investigaciones realizada en Bruselas en ju-nio de 1926.

-Formó parte de la Misión Diplomática que pre-sidida por el Señor Ministro de Relaciones Exteriores fué enviada a 'la República Argentina en el año 1938, mereciendo ser destacada su actuación en el Consejo de Ministros.

-Formó parte igualmente de la Misión Oficial de carácter militar y de intercambio cultural que presidi-da por el Señor Inspector General del Ejército fué en-viuda en 1939 al Brasil, exponiendo con éxito en el Ins-tituto Militar Superior de dicho país algunas de sus doctrinas profesionales.

-En 1945 preside la Misión Militar a EE.UU. de América, obteniendo en dicha oportunidad los diplomas de Estado Mayor y de Instrucción Superior en la Es-cuela de Comando y de Estado Mayor que .funciona en Fort Leavenworth, Kansas City, y habiendo sido distin-guido por expresiones de reconocimiento del Jefe de di-

cho I nst i t ut o, Gener al Tr uesdel l " por l as r ecomendaci o-nes y sugest i ones de nuest r o bi ogr af i ado" , gr an de l as cual es f uer on adopt adas, est i mando l a expr esada Di r ecci ón " de i mpor t anci a, i mponder abl e di cho con-cur so" .

-Observador en la Conferencia de Río de Janei-ro en Agosto de 1947.

- For mó par t e de l a Del egaci ón que r epr esent ó Ur uguay en l a Conf er enci a I nt er naci onal de Bogot á Mar zo de 1948.

Se le han discernido las siguientes condecoraciones: -Caballero Oficial de la Corona de Italia. -Comendador de la Legión de Honor de Francia. -Gran Maestre de la Orden "Condor de los An-

des" otorgada por el Gobierno de Bolivia. -Comendador de la Orden del Mérito Militar, con-ferida por el Gobierno del Brasil.

-Medalla del Barón de Río Branco por el mismo País.

--Comendador de la Legión del Mérito asignado por los EE.UU. de América.

Ha sido en varias oportunidades Presidente del Cen-tro Militar desarrollando una labor altamente proficua en el orden social, cultural y deportivo. EL problema de la nueva sede social fue solucionado durante su manda-to con enormes ventajas para dicha Institución, encon-trándose hoy dicha. obra casi totalmente construida.

Es Miembro de número de nuestro Instituto Histó-rico y Geográfico y Académico correspondiente de la Real Academia de Historia de España y de la Academia Nacional Argentina de Historia, .así corno Miembro co-rrespondiente del Instituto Paraguayo de Investigacio-nes Históricas.

Integra. la Directiva de la Alianza Cultural Uru-guay - Estados Unidos, es Director de la Cruzada Nacio-nal Pro-recuperación moral y material de los Rancheríos y Presidente de la Federación Ecuestre.

VOLUMEN 1, MARZO v ABRIL DE 1952

INDICE

Pág

Consejo Directivo de la Biblioteca ..................... 3 Obras de la Biblioteca ................................ 4 Otras obras a publicarse ............................. 6 Esbozo Biográfico del Autor .......................... ..7 Sumario .............................................. ...........................................................13

TITULO I

I DEAS, ESPI RI TU Y ESTI LO

A maner a de pr ól ogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

TITULO I I LOS FUNDAMENTOS

El hombre, ejemplo vivo ............................... 20 El héroe ................................................ 22 El estadista ............. ..................... ....... 30 El militar ............................................... 95 Hacia una Doctrina Propia ........................... 37 Síntesis Didáctica ..................................... 40 E1 método elegido ......................................................................................... 42

TITULO III

E1 ciclo ................................................ 47 La rama ascendente ................................... 48 El vértice ....................:.......................... 51 La rama descendente ...................... ....... 52 Las variables de la Situación ...........................57 El terreno ....................................................................................................... 58

Pág

Los medios de acción .................................. 62 Las fuerzas morales .................................... 63 Las fuerzas intelectuales .............................. 64 Las fuerzas materiales ..............,.................. 65 Particularidades relativas a los patriotas. - Las armas . 66 La capacitación .,...................................... 67 La maniobra .......................................... 68 El jefe y la Tropa .................................... 70 Características generales del enemigo .......................................................... 71

TITULO IV

CONCLUSI ONES

Dos Cortes en profundidad ............................ 75 Batalla de "Las Piedras" o Expresión Táctica. - Prelimi-nares .............................................. 76 Fuerzas actuantes ..................................... 77 El dispositivo de marcha y de combate ................ 79 Desarrollo de la acción principal ....................... 81 Los partes ............................................. 83 Parte de Artigas a Rondesu ........................... 83 Parte de Artigas a la Junta ............................ 88 Parte de Posada ....................................... 97 Examen crítico ...........................,............ 108 La segunda invasión portuguesa o expresión estratégica.- E1 plan enemigo ................................. 115 El plan de Artigas ..................................... 117 Los resultados ......................................... 119 Examen crítico ............................................................................................... 122

TITULO V

CONSI DERACI ONES FI NALES

E1 símbolo de una época ................................ 133 La enseñanza más alta ..................................................................................... 135

ARTIGAS A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA

A manera de prólogo Ideas Espíritu - Estilo

H

Los fundamentosl.-El hombro. Eienu ( a) Héroe

b) Estadistaplo vivo ........ / c) Mutar

2.-Hacia una doctrina propia. 3.-Síntesis didáctica.4.-El método elegido.

I V

Introducción

1.-El ciclo

2.-Las variables de la situación ....

a) La rama ascendenteb) El vér ticec) La rama descendente

a) El ter renomorales

b) Los medios de acción .. .. intelectualesmater iales

las armas

c) par ticular idades relativas a l la capacitaciónlos patr iotas .......... •. la maniobra

( el )ele y la tropa

d) Caracter ísticos generales del enemigo

IV

Conclusiones

Dos cortes en profundidad

1.-La batalla de Las Piedras o expre-sión táctica .....

2. - La segunda i nva-sl ón por t uguesa o expr esi ón est r at é-gi ca . . . . . . . . . . . .

a) Preliminaresb) Fumas actuantesc) El dispositivo de marcha y de combate d) Desarrollo de la amián principal6) Los Partesi) Examen crítico

a) El plan enemigo b) El plan de Arügas c) Los resultadosd) Exornen crífico

V

Consideraciones finalesi.-El símbolo de una época. 2.-La enseííaaza más alta,

ARTIGAS, A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA

I

A MANERA DE PROLOGO

IDEAS, ESPIRITU, ESTILO

"La causa de la Humanidad es la nuestra" .

"Todo estuvo siempre en mi mano, pero, el inte-rés de América era el mío".

" Los puebl os deben asegur ar su f ut ur o dest i no, sobr e l a base sól i da de l a i nvi ol abi l i dad de sus der echos" .

"El gobierno está instituido para el bien común, para la protección, seguridad, prosperidad y felici-dad del pueblo y no para el provecho, honor o in-teTés privado de algún hombre, familia o clases de hombres".

"Mi patria me empeña a no ser gravoso y sí, agradecido",

"Pensaba dar algo mensualmente a estas tropas que sabe Vd. cuanto se han sacrificado, cuanto sirven y que hasta el presente no salen de la miseria.

Van para seis años que se alimentan con solo palabras y no es lógico que otros disfruten del beneficio debido a sus esfuerzos".

"Yo no tengo enemigos, sino los que, se oponen a la felicidad pública".

"Para que triunfe la justicia, se ha de castigar el vicio y premiar la virtud".

"La grandeza de los orientales, sólo es compara-ble a sí misma. Ellos saben desafiar los peligros y superarlos; reviven a la presencia de sus opreso-res. Yo, a su frente, marcharé donde primero se presente el peligro".

"Mis oficiales y mi tropa, animados del entu,siasmo que se debe a los sagrados derechos que defienden, no descansarán hasta tanto que sus brazos quiebren las cadenas del despotismo".

"Tengo entendido que entre los hombres libres, no tendrán aceptación los débiles".

"Yo no pienso descansar. Si ellos acudieran también a este punto en razón de hallarse ya Vd. de este lado, no se alarme, que mis movimientos serán rápidos, al mismo tiempo que Vd. Penetra en los pueblos de arriba".

"Es preciso que cada legua que el Cnemi-go avance, le cueste mucho trabajo y mucha sangre".

"Mi decisión por la libertad de los Pueblos, será siempre superior a todos los contrastes".

"Un hombre solo que me quede, con él he de hacer la guerra".

"Ya se cansará la suerte de sernos ingrata".

GENERAL ARTI GAS

Artigas, por el escultor ]osé Belloni

LOS FUNDAMENTOS

II

Estimo, que respondo en forma más efectiva a; los propósitos de la Biblioteca General Artigas del Centren Militar, tomando como base de este trabajo, la confe= rencia pronunciada en el Instituto Histórico y Geográ-fico sobre el mismo tema y que inicié en estos términos.

Este año del centenario de la muerte de Artigas, todos los orientales han dado lo mejor de si mismo, en homenaje almas grande hombre de nuestra nacionali-dad.. A la admiración silenciosa del pueblo, se han ünidü lós'nsayos y discursos, estudios y conferencias, que la noble figura creadora de la patria; ha sabido inspirar, en la multiplicidad asombrosa de su acción y en la hon-dura medular de su pensamiento.

Por eso es que; como militar estoy en el deber gra-tísixrio .y honroso, de cumplir con la amable solicitud del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay y enfocar; en rápida síntesis, las campañas bélicas de Artigas vis-tas a la luz de 1950.

Muchos se han ocupado ya, de las acciones guerre-ras de nuestro gran caudillo. El tema pareceria agotado; debatidas éstas en el terreno político, como táctico y estratégico.

- Tres factores influyen, sin embargo, para dar re= nóvado interés, así como sostenida jerarquía y trascen-dencia a las campañas de nuestro héroe epónimo.

En primer término, el hombre como ejemplo vive, o enfoque según las épocas, de las condiciones distintivas del héroe, del estadista y del militar, sus excelsas vir-tudes,.en esos tres aspectos, donde la grandeza más pu-

ARTIGAS, A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA20

ra, rivaliza con la adversidad más invencible. Luego, la historia, como experiencia vivida, como base de la doc-trina militar propia, es decir, análisis de los hechos que jalonan nuestra tradición guerrera (expresión, a la vez, del más admirable heroísmo y de los más cruentos sa-crificios) en el cuadro de necesidades y posibilidades inherentes a cada época. Por último, el método didáctico o la historia como instrucción, a fin de dotar al profe-sional militar, de agilidad espiritual y de facultad de adaptación, que le permita hacer frente oportunamente, á las sorpresas que le reserva el porvenir.

EL HOMBRE, EJEMPLO VIVO

Se ha dicho amenudo que el título más apreciable del hombre es ser hombre.

La figura de Artigas condensa como la más señera, estos atributos superiores, que fluyen naturalmente de todos sus actos, en particular, de las mismas cartas y oficios que él inspiró o redactó. El Héroe, el Estadista y el Militar, están volcados en la correspondencia sos-tenida en esos diez años febriles de lucha y tragedia. La visión mantiene su vigorosa unidad, al entrelazar su vida personal, con los actos de gobierno y los aconteci-mientos bélicos, la excelsa figura del luchador incan-sable resplandece primero, con la soberana grandeza del varón ilustre y virtuoso, luego, con su inquebrantable y profundo sentido democrático, en lo político, como en lo social y por último, con la firmeza y energía del caudillo iluminado de espíritu dominante. Estos tres Artigas tienen como supremo testimonio, los documentos de la época, muchos debidos a su pluma y que van exhumán-dose de los archivos, en busca del perfil definitivo de su fuerte y compleja personalidad.

De Artigas puede decirse, como de ningún otro en la historia. que los documentos lo definen, lo salvan y

PEDRO SICCO 21

lo agigantan. Por eso, como si anticipara lo que iba a ocurrir, cursó miles de cartas y oficios, dictando a dos secretarios al mismo tiempo, como lo viera Robertsoli, en el Hervidero, mientras llegaban y partían los correos a caballo hasta los Andes y hasta el Paraguay, centro el mismo, de un ciclón político que con él comienza y con él termina.

Y de esa montaña escrita que lo salva, tras la día-triba y la calumnia, no puede deducirse una contradic-ción, una mezquindad, un detalle que a tanto grandes hombres traiciona. Porque los documentos, al juntarse en la cronología implacable, tiene también el otro filo de la espada, pueden llegar a hundir a su autor.

Por eso, no necesitamos nosotros, los orientales, ponerle a Artigas los zancos de la leyenda, favorable. Nos basta y nos sobra con las botas ásperas de la realidad cuotidiana, reconstruida día a día, como en un diario, que el presente le devuelve en su justiciero homenaje.

De ahí que no caben expresiones altisonantes, las declamaciones vacías, cuando se trata de dibujar su vi-da o de bosquejar sus hazañas. Las palabras sirven mu-chas veces para llenar el hueco que la carencia de he-chos dejan en la biografía de los hombres, que fueron más engrandecidos que grandes.

¿Que surge de este verdadero océano de documen-tos firmados por Artigas o dirigidos a Artigas o referí-dos a su acción pública o privada?Podemos asegurar que la figura del Primer Jefe de los Orientales surge de todos esos amarillos papeles, mas grande que nunca, porque a medida que se conoce cada uno de sus actas, es posible observar que las cua-lidades que le atribuíamos, mas por intuición que por seguridad, resaltan con brillo propio y fuerza original. Y nadie en su época, fulgura con mas intensidad, ni tiene una dinámica integral mas avasalladora, que este hombre único, que llenó el primer cuarto de siglo diez

ARTIGAS, ALA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA28

De su infancia poco puede decirse. A los diez años, en 1774, ingresó al colegio de los frailes franciscanos en Montevideo y cuatro años después, debió elegir entre el sacerdocio, según lo había pedido y previsto su abuelo materno antes de morir o el campo, donde se forjaban fuertes los mozos de la época, enlazando, volteando y conduciendo animales que poblaban en forma extraor-dinaria estos dominios. Su elección siempre estuvo he-cha, porque en las vacaciones gozaba del espectáculo cautivante de la vida en las estancias del Sauce y de Casupá y recién salido de la niñez se incorpora a la gente que trabajaba en las haciendas.

Su temperamento lo impulsa hacia las aventuras riesgosas y en las épocas en que escaseaba la tarea, em-pezó a faenar por su cuenta y a visitar los pagos mas poblados hasta el valle del Aiguá, vinculándose con los hombres que después lo seguirían hasta la muerte.

Su actividad estaba al margen de la ley española, que prohibía todo comercio que no dejara ganancias a la corona, que ahogaba el progreso de estas regiones fértiles. E1 Atlántico y la frontera terrestre con Portu-gal, permitían un intenso comercio, especialmente en cueros y Artigas, supo destacarse enseguida, por el co-raje personal y la facilidad en ganar la simpatía de los gauchos, que al verlo, lo rodeaban y permanecían pen-dientes de su palabra, valga el testimonio de Nicolás de Vedia.

En 1790, Isabel Sánchez, en Soriano, le da a su hi-jo primogénito, Manuel, mientras Artigas estaba aso-ciado al francés Chantre, lo que le había hecho cambiar un poco el escenario de su acción que se desplazaba ha-cia el litoral del río Uruguay.

El Héroe

y nueve en e1 Río_de la Plata; glorificado y odiado con igual fuerza. .

PEDRO SICCO 89

Poco antes de comenzar el siglo diez y nueve, .in-gresa al Cuerpo de Blandengues de la Frontera, tras obtener del Rey .Carlos IV, la absolución completa por un proceso cuyos detalles se ignoran, pero que, según el carácter de la amnistía general decretada, no incluía .hechos moralmente objetables.

En 1800 funda pueblos, al acompañar al sabio na-turalista don Félix de Azara, con quien hizo firme amis-tad, en toda la frontera con Portugal, a objeto de esta-blecer un muro de civilización contra el avance y los desmanes lusitanos que pretendían la Provincia Oriental.

En 1805, contrajo matrimonio con su prima her-mana Rosalía Villagrán, que da un hijo, José María y enloquece poco después, trás resistir las horas dra-máticas de la invasión inglesa, en la que Artigas fuera herido y tomado prisionero, en lucha heroica de-fendiendo la ciudadela- conquistada a sangre y fuego.

Vuelve al campo, tras la desgraciada tentativa de radicarse en Montevideo, para lo que había obtenido el retiro del ejército, aunque en la capital siguió prestan-do servicios a España, como encargado de la vigilancia entre el Cordón y .el Peñarol.

Desde 1807 a 1811, su cometido fué proteger a los hacendados, como lo había sido al fin y principios del siglo. Cantidades de testimonios demuestran que, por en-cima de la autoridad que ejercía, nuestros paisanos con-fiaban en la acción personal de Artigas, que limpió la .campaña de malhechores, redujo los malones indígenas porque supo ganar la voluntad de los primitivos habi= .tantes de América y eliminó las continuas incursiones portuguesas en las que arreaban ganados y cometían toda clase de depredaciones y atropellos.

Dió la primera seguridad en el interior uruguayo, la vida se hizo entonces posible y su población aumentó considerablemente, defendida por Artigas, incansable siempre, centauro movedizo que no tenia lugares fijos de vigilancia, lo que le permitía atacar aquellos puntos

ARTIGAS, A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA24

donde sabía que era inminente la intervención del ma-treraje y de los contrabandistas.' Los hacendados confiaron en Artigas y los portu-

gueses le tetnian.Pero tuvo uiza virtud suprema, la de comprender al

indio, al gaucho, al negro, al criollo incipiente y nadie que llegara a pedirle un consejo o una facilidad para ganarse la vida sin comprometer su función, salió con una negativa. De ahí, mas que nada su gravitación fuerte sobre todos. De ahí que su palabra fuera una sen-tencia y su parecer, el anticipo de una decisión.La siembra humana estaba pronta y sólo había que

esperar mejores días para el hombre americano. Sobre su figura física, sólo queda el apunte que elfrancés Domersay le sacara del natural, en los últimos

años y el que no permite una exacta deducción de los rasgos correspondientes a su juventud, ni- a su edad madura. -.La pintura y la literatura han trazado sus retratos,

pero la verdad es que no conforma ninguno, al margen de la calidad que pudieran tener como obras de arte. Nos imaginamos un rostro diferente a los reconstituidos y séanos permitido seleccionar algunas frases de dos hom-bres que lo vieron pausadamente, para dar una idea de su figura.Dejemos que Larrañaga, que lo visitara cuando Ar-

tigas tenía medio siglo, en Purificación, trace su estam-pa: "En nada parecía un General. Su traje era de pai-sano, muy sencillo, pobre y viejo. De estatura regular y robusto, blanco, de muy buenas facciones, con la na-riz algo aguileña, pelo negro, con pocas canas. Su con-versación es atractiva, habla quedo y pausado".Y el Coronel Antonio Díaz, que lo viera en el mismo

período, coincide con Larrañaga en la estatura y en la robustez. Su nariz aguileña muy pronunciada, con pó-mulos algo salientes, cabeza en extremo desarrollada, sin bigote pero con fuertes patillas corridas. Y nos da

el color de sus ojos: azul verdosos omitidos por Larrañaga ga, inexplicablemente. jPero, más allá de su ser físico, así descripto incom

pletamente, ambos agregan observaciones de caracter moral y psíquico. Y nos dicen que su tranquilidad era imperturbable", que "miraba sin fijos los ojos dándose cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor Manifiestan que "no es fácil sorprenderlo con largos ra-zonamientos porque reduce las dificultades a pocas pa-labras" y lleno de mucha experiencia tiene una pre-visión y un tino extraordinario".Y ahora, una suprema virtud, raíz misma de su con-

dición de caudillo: "Conoce mucho el corazón humano, dice Larrañaga, principalmente el de nuestros paisanos y nadie puede igualarlo en el arte de manejarlos. To-dos lo rodean y lo siguen con amor, no obstante conti-nuar desnudos y llenos de miseria a su lado".Ya sabemos. cómo era Artigas y cómo se conducía

en su mundo de comienzos de mil ochocientos. Ahora veamos cómo acciona, en una síntesis fugaz de su tra-yectoria, para obtener entonces los fuertes precipitados de su intensa acción pública, al frente de la revolución oriental, durante la cual revelara singulares cualidades de conductor y de apóstol laico.¿Cómo Artigas inició su verdadera incorporación a

la revolución de mayo de 1810?Está superada ya la creencia de que fuera un sim-

ple altercado con su jefe el Brigadier Muesas; cuando ambos estaban en la guarnición de la Colonia de Sacra-mento. El conflicto personal no tuvo la gravedad sufi-ciente para dar un paso semejante. Apenas si fué la circunstancia esperada para romper con un régimen que venía sufriendo desde niño, con un régimen que tras lustros de insuperable servicio militar, con riesgo diario de la vida, recién lo ascendía a Capitán,.porque--habíá muerto el titular. -- - , , 1 l V >k á

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Las media-lunas que desde Montevideo enviaban para desgarretar animales, enastadas en una tactia,ra fuerte, hacía ya tiempo que se producían en mayor can-tidad y entre ellas, iban cuchillos con que Artigas ar-maba al paisanaje, para cuando la patria los necesita-ra. En sus periódicas visitasAa cada pago, dejaba una promesa y flotaba en el horizonte la esperanza de chas mejores.

Por eso, cuando cruzó a Buenos Aires, fué recibido con indisimulada alegría. Ya Mariano Moreno lo había señalado como el hombre que había que conquistar para la causa patriota, porque sabían de su notable ascen-diente y porque no ignoraban que siempre estarían .en peligro, si en el oriente del Uruguay, continuaba el ré-gimen antiguo, amenaza demasiado constante para el movimiento emancipador, dada la privilegiada situación de esta zona en el Plata.

Cuando regresó de Buenos Aires, con el grado de Teniente Coronel, la Banda Oriental estaba en armas. Enseguida, tras victorias parciales, en el oeste, destroza al ejército español en Las Piedras, tonificando la causa revolucionaria del Plata, tambaleante por las derrotas en el Alto Perú. Y desde que pone por primera vez, sitio a Montevideo realista, Buenos Aires, se da cuenta que aquel caudillo que había ofrecido su espada pocos meses antes, no era solamente un militar, sino un hombre con fuertes ideas propias y comienzan las injusticias y los celos que enturbian de inmediato, el panorama cla-ro del movimiento libertador.

No vanos a seguir ese engorroso, complejo y tur-bio juego del centralismo porteño, que nada tenía que ver con el auténtico pueblo argentino, hermano de vér-dad del oriental en todo tiempo.

Buenos Aires se hubiera conformado con la inde-pendencia de lo que hoy es nuestra república y hasta lo propuso en esa serie fatigosa de proyectos de acuer-

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dos nunca ratificados y sobre los cuales tenemos dere-cho a no creerlos sinceros.

Pero Artigas, no sólo quería la libertad para su Pro-vincia natal, sino para toda América y ese era el peligro grave para los centralistas que no podían tolerar el na-cimiento y progreso de la Liga Federal, promovida, sos-tenida y defendida, por Artigas, que alcanzara el mas hermoso título a que puede aspirar un hombre, el dé Protector de los Pueblos Libres.

Los centralistas combatieron a muerte -llegaron a poner a precio su cabeza esta política federal de Arti-gas que tenía en el propio Buenos Aires, una gran par-te del pueblo patriota. Cuando lo vieron triunfante en las batallas y en la conciencia de los americanos de ver-dad, pactaron acuerdos secretos con Portugal a quien le permitieron ocupar hasta Entre Ríos, hipotecando de esta manera la causa gloriosa de la Revolución de Mayo y traicionando sus principios.

Fué así como creyeron destruir a Artigas y a su obra, en el instante mismo de su rápido engrandecimien-to. Y desgraciadamente lo lograron, pero no en un des-file militar de las orgullosas tropas que habían coniba-tido contra Napoleón, sino después de cuatro años de una guerra sangrienta, en la que el pueblo patrio fué defendido palmo a palmo, a pesar de la aplastante su-perioridad de las armas, del número y de la veteranía de las fuerzas invasoras.

Pero, cuando un militar tiene ideas y lucha por ellas, puede caer derrotado en los campos de batalla, en el aspecto físico de las contiendas y ganar en cambio, la conciencia de los hombres.

Fué así como Artigas, derrotado en el este y en el norte, por los portugueses, triunfa por medio de sus te-nientes provinciales de Entre Ríos y Santa Fé, sobre los centralistas monárquicos, en la batalla de Cepeda, que les abría1as puertas de Buenos Aires.

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Pero las victorias que ofrece la guerra, suelen ser perdidas por la diplomacia. La causa federal, triunfan-tes sus armas, fué comprometida en e1 Tratado del Pi-lar, donde la astucia de Sarratea pudo más, con papel y tinta que la punta de las lanzas de las montoneras.

De esta manera, los Directores de Buenos Aires, pu-dieron vencer a Artigas en la guerra por medio de Por-tugal y a sus tenientes occidentales, con las argucias de las promesas personalistas, que fueron mas tentadoras que las realidades del federalismo. Ramírez, gobernador de Entre Ríos, que había sido formado por Artigas, atraido por los engaños de Sarratea, lo desobedeció ar-bitrariamente y para someterlo, el Patriarca inicia una etapa ardorosa de batallas, con distinta suerte, donde si bien su heroísmo y su prestigio adquieren relieve asom-broso, debe pagar tributo a su inferioridad material ca-da vez más acentuada.

Artigas que como visionario adelantado a su tiempo, había dado todo a fin de asegurar el reinado de la de-mocracia y del federalismo, como bases de una Patria Americana, mide entonces, frente a sus múltiples ene-migos (Portugal, Buenos Aires, los traidores de Entre Ríos y los mismos de los suyos que defeccionan) la inu-tilidad de esa lucha que demanda nuevos sacrificios; sangre, dolores, miserias, sin poder esperar ya ningún cambio favorable en la situación política y guerrera. Des-de esa aciaga encrucijada y con suprema dignidad civil y militar, se resuelve a terminar su vida en el exilio, buscando refugio en el corazón de América, en la selva inexplorada, en contacto íntimo con la naturaleza pro-funda y plena a la que amaba entrañablemente, para darse desde allí una vez más, en favor de sus semejan-tes, compartiendo sus humildes recursos con los pobres de la aldehuela de San Isidro.

Treinta años transcurren desde ese momento, hasta la muerte de Artigas. Tres décadas de silencio en el que se arrebuja el Primer Jefe de los Orientales que no

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quiso volver mas a la patria, ni cuando supo que estaba libre y constituida, quizás soñando con la otra patria grande, americana, que todavía continúa siendo un ideal de los gobiernos y de los pueblos.

La dignidad con que supo revestir este silencio ha-cen_ profundamente respetable la decisión de Artigas y no cabe por ello, en el ámbito de las discusiones. Más que nada, ahora, cuando restablecida la verdad, se sabe bien que no tuvo una tacha su vida ni su obra. Abande-rado de un ideal vigente aún, cayó con él, envuelto en sus pliegues luminosos, que la posteridad ha sabido re-recoger para lección moral del hombre.

Pasto del oprobio, de la calumnia, de la diatriba, del silencio, de la discusión apasionada, de la enconada polémica, fué su nombre, para resurgir ahora, limpio y entero como una columna de bronce, de esas que la tempestad ya no deshace y el tiempo se limita a darle su pátina.

Mientras que los nombres de aquellos que lo com-batieron yacen en el olvido o en la mediocridad, la His-toria ha puesto en su sitial definitivo a José Artigas, en la dorada compañía de los grandes libertadores que bri-llaron más; porque se movieron en escenarios más am-plios, o fueron elegidos de la suerte, pero no tuvieron mas hondura en el pensamiento, ni mas tenacidad en la, lucha, ni lucieron una conducta mas pura, que aquel visionario de los días felices, que supo asegurarnos con pedestal de sangre y escoplo de ideas.

Por eso es José Artigas, por encima de todos los tí-tulos, más allá de las denominaciones, un ejemplo sin-gular y permanente, para que cada generación oriental lo reciba en la plenitud de su trascendente magisterio, que no es otro, que una intensa lucha sin pausa por el sueño más hermoso de un ciudadano de América, el continente de la esperanza, por la federación de todos sus pueblos, con iguales derechos y deberes, que vigilen

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su libertad y custodien la seguridad del mundo del ma-ñana:

Y trazada fugazmente la biografía del Héroe, dedi-. quemos ahora nuestro comentario al Estadista y al Mi-litar. que integran y completan esta visión que -esta-mos dando de su vida y acción.

El estadista

Muchos de los hombres forjadores de pueblos, no pudieron sustraerse a la tentación del mando absoluto; quisieron después de conquistar la libertad de esos pue-blos, ejercer dentro de ellos, el. poder dictatorialmente o mediante arbitrariedades y abusos, como si la grande-za no pudiera darse sin la ganga de algún defecto fun-damental. La historia nos ofrece innumerables casos de caudillos que olvidan la libertad por la cual habían combatido y con ella, los humanos derechos y su acata-miento a la voluntad popular.

Pero Artigas, creador de nuestro pueblo, lo primero que hizo fué respetar la voluntad de la mayoría a la que él mismo había dado conciencia de su destino. En una de las primeras asambleas de vecinos orientales en 1813, en su ya célebre oración, pronunció la famosa fra-se: "Mi autoridad emana de vosotros y cesa por vuestra presencia soberana" y supo complementarla con otro concepto hermosísimo: "Ofendería altamente vuestro carácter y el mío, si pasase a resolver por mi, una ma-teria reservada sólo a vosotros".

Nadie ha sabido decir en menos palabras y en mas hechos que Artigas, el respeto sagrado a la soberanía popular, el acatamiento a la decisión de la masa, condi-ción que se ha dado pocas veces en los gobernantes del continente nuevo de su época y posteriores, como si es-tas tierras fueran propicias al entronizamiento de los despotismos.

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`. :Y: para que' no quedaran en palabras, suyo es el propósito y el decreto para que se cumpla siempre esa línea democrática. A1 Cabildo de Montevideo le mani-festaba: "Queda encargado ese Cabildo de llenar escru-pulosamente, el deber de inspirar al pueblo toda la con-fianza en el acto mas sagrado de su libertad" y reclama que haga comprender a los ciudadanos la importancia que tiene la elección de los representantes.

Llegó ese respeto suyo por la democracia, a autor¡. zar sinceramente. la elección de Pedro Elizondo para Tesorero, a. pesar de que no era adicto a Artigas. Le bastaba saber que era un hombre de bien, de moral pro-bada.yasílo hizo constar en oficio que deberían tener sobre el despacho, todos los gobernantes del mundo.

Y al delegado don Miguel Barreiro le comunica qué en el nuevo cargo debe ofrecer y poner en práctica todas aquellas garantías necesarias para que renazca y ase-gure la confianza pública,, que se respeten los derechos privados, que se respete y no se persiga a nadie por sus opiniones particulares.

Y- en vísperas eleccionarias, lanza una proclama que es un modelo para todos los tiempos: "Vais a decidir vuestra suerte -les dice- en el acto mismo en que la Provincia os llama para la elección de las autoridades: La experiencia debe haberos enseñado que la confianza en los gobernantes es el principio de la salud de un pue-blo y de vuestro feliz acierto va a depender, no la sal-vación de una persona, ni de una familia, sino el bien general

;Las ideas políticas de Artigas constituyen una ver-dadera:avanzada del pensamiento en América. Las Ins-trucciones del año trece, dadas a los Diputados de la Provincia Oriental para que actuasen conforme a ellas en la Asamblea Constituyente reunida en Buenos Aires, las reflejan en forma integral. Hay allí un genuino de-cálogo doctrinario, mas temido por los centralistas y los monarquistas, que a los ejércitos de España o 'de

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Portugal. Por eso, rechazaron sus poderes, pecando de un exceso legalista quemo se tuvo para con los repre-sentantes de otras Provincias:

Artigas preconizaba, sin transacción posible de nin-guna naturaleza, adelantándose a la época, un sistema federal para las relaciones entre los pueblos; un siste-ma republicano para la organización interna de cada uno de ellos y un régimen democrático de consulta pe-riódica y honrada a la soberanía de cada provincia. Esta visión certera de su política americana se complemen= ta; como no podía ser de otra manera, con la- autonomía o sea- con la libertad- de cada una de las partes contra-tants, para asegurar la inviolabilidad del destino que se hubiera dado a ellas, sin perjudicar el concierto de todas.

En 1813 escribía un pensamiento maravilloso, de permanente actualidad: "No hay que invertir el orden de la justicia. Hay que mirar por los infelices sin más delito que su miseria", para definir, enseguida, su posi-ción frente al discernimiento de la justicia: "Todo hom-bre es igual en presencia de la ley. Olvidemos esa mal-dita costumbre que los engrandecimientos nacen de la cuna". No quería clases sociales, los apellidos no valían por si solos. La democracia era para él, igualitaria y no exceptuó a los parientes, ni al mismo hermano Manuel Francisco, cuya inconducta en Maldonado le recrimina con mayor severidad que a un extraño.

El campo oriental le preocupaba en todo instante. Era partidario que la tierra había que darla a quien la trabajara y quitársela, si no la hacia producir en cua-tro meses. Antes. que otorgarla en propiedad, se le ex-tendía una garantía para que pudiera cultivarla tran-quilamente.

Las funciones públicas las definía en un par de normas elocuentes: "Cuando se trata de salvar los inte-reses públicos, se sacrifican los particulares", pensa-miento complementado con este otro: "Los cargos qué

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da la patria, son de honor y empeño por la felicidad pú=blica". Y al proclamar la mayor escrupulosidad en el: manejo de los dineros públicos, manifestaba que "las virtudes de los orientales deben resplandecer más que el, oro y la plata".De esta manera el hombre se consustanciaba con el ciudadano y con el estadista.El Patriarca, cuando la suerte de las armas no ha-bía asegurado aún nuestra soberanía, en el instante fu-gaz, pero claro, del primer gobierno patrio, ya anhela-ba la educación del pueblo. No podemos recordar sin emoción que en 1816, en época azarosa para el destino oriental, disponía que se fundara la primera BibliotécwPública y en homenaje al feliz- acontecimiento para' nuestra cultura, ordenó que el santo y seña de su ejér-cito el día 30 de mayo fuera la sentencia nunca olvida-da: "Sean los orientales tan ilustrados como valientes".Y de esa misma época fecunda, asediado ya por los portugueses y preocupado con los directores porteños, son también los decretos por los que se instalan el pri-mer periódico y la primera escuela con espíritu patrió-tico.Demócratas genuinos y poseedores de alta morali-dad tenían que ser los periodistas y los maestros, con-vencido del influjo benéfico que podrían ejercer sobre la sociedad, si sus escritos o sus lecciones reflejaban las, virtudes que se debe despertar en todos los ciudadanos.Y durante su fugaz gobierno quiso que toda la pro-vincia fuera estimulada sin permitir que Montevideo ejerciera centralismo alguno, a la manera de Buenos Aires. Su correspondencia con el Cabildo de la- capital es toda una doctrina de gobierno nacional, que no si-guieron en la medida aconsejable los Presidentes Uru-guayos, hasta lograr una gran urbe cosmopolita, como ._ cabeza de una república casi despoblada en el interior.Artigas hablaba de la región que hoy es el Uruguay independiente, como integrante de una confederación

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que no existía en la práctica, sino hasta cierto grado político y geográfico, pero a la que daba en la realidad, una entidad espiritual con una fuerza poderosa. Comen-tando, alborozado un triunfo de San Martín en Chile, afirmaba que las armas de la patria se habían cubierto de gloria y en todo instante flamea en su credo, la ban-dera continental.América era su única patria. Las fronteras vinieron después de él. Concebía a las actuales repúblicas como estados libres de una confederación y hablando de este supremo anhelo que no quiso limitar ni traicionar ja-más, supo exclamar, asediado por pasiones y ofrecimien-tos: "Todo estuvo siempre en mi mano pero el interés de América era el mío".Y termina sus ideas americanistas, dando una lec-ción desde el pasado a todos los que predicaron en este siglo el aislacionismo y el desarme absoluto, con el pre-texto de estar nuestros países, aparentemente ajenos a los problemas candentes mundiales y ser demasiado pequeños muchos de ellos. Oigámosle: "Nosotros no de-bemos tener en vista lo que podemos respectivamente, sino lo que podrán todos los pueblos reunidos, porque a donde quiera que se presenten, será a todos los ameri-canos a quienes tendrán que afrontar".¿Y que decir de su patriotismo? Cuando un hombre se olvida de su conveniencia íntima, de los muy respe-tables intereses familiares; cuando sustancia un pue-ble, organiza una nación bajo bases democráticas, re-publicanas y federales; cuando combate por este mun-do integral que formara hasta caer cien veces, para le-vantarse como un león acosado y acometer al enemigo otras cien veces, como si recién empezara, obligando a poner en juego todos los recursos de una monarquía po-derosa, con infinita capacidad de renovar sus efectivos militares; cuando se realiza todo esto, sin pausa y con prisa, podemos decir que estamos en presencia de un ejemplo incomparable de patriotismo.

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Pero su patriotismo no fué un acto personal, sino una acción colectiva. Sintió así a la patria y como cau-dillo, nutrió a todos los orientales del mismo sentimien-to y de la misma responsabilidad y cumpliendo sus ór-denes ardientes, murieron miles de hombres comulgan-do en la misma devoción nacional, que es un precioso legado secular del que tenemos que hacernos siempre dignos.

El militar

Evocar en este momento a Artigas como símbolo militar, equivale a evocar al guerrero de todos los tiem-pos, al soldado desconocido, al hombre anónimo de to-das las latitudes, que siglo tras siglo, ha sabido recha-zar a los invasores, probando que el espíritu de libertad es más fuerte que las fuerzas que pretenden dominarlo.

Padre de la Patria, genuino representante del alma de esta tierra, dió impulso intenso y dinámico al espí-ritu nacional, constituido por una fe inmensa en el des-tino del Uruguay, por una capacidad combativa de-nodada y una fuerza moral incontrastable.

Soldado en la expresión más amplia del término, fué hombre de conciencia y de carácter y jefe firme co-mo enérgico, en su lucha cúntra la adversidad. Caudillo indiscutido, quema etapas ardorosas con distinta suer-te, en el terreno político, como militar, dejando huellas de bronce, que el tiempo convierte en surcos fecundos, donde los militares de todos los tiempos, pueden apren-der la lección más alta y noble.

Artigas Primer Jefe de los Orientales, Gestor y Realizador de la Epopeya Heroica, es expresión, por con-siguiente, de un inmenso caudal moral, que se identi-fica con la gloria misma de los Ejércitos de la Inde-pendencia, de esos ejércitos surgidos espontáneamente de la tierra, integrados por la totalidad de sus hijos; todos marcharon a la lucha sin distinción de clases, sin

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más ley que la llamada del suelo; sin más horizonte que el determinado por la pupila visionaria del caudillo, es-cribiendo la historia con su sangre, creando la Patria, porque la sangre derramada por la libertad, constituye el más sólido y verdadero cimiento de los pueblos.

Hablar de los Ejércitos de la Independencia, es ha-cer la historia misma de la República. Nuestra libertad como nuestra democracia, fueron conquistadas a punta de lanza, por hombres del linaje de Artigas y sus esfuer-zos fueron incesantes, desde las primeras montoneras, desde la primer clarinada en los campos de batalla, has-ta el tremolar de banderas y de dianas triunfales, anun-ciando al mundo, la libertad política de esta parte del continente americano.¿Qué fué nuestra libertad sino una batalla? ¿Qué fué nuestra democracia sino una batalla? Las grandes glorias nacionales son glorias militares. Los aconteci-mientos más culminantes de nuestra historia, son he-chos de armas. La década artiguista fué esencialmente guerrera. Constituye el cimiento y el impulso decisivo de la independencia nacional. Por eso, en el orden mili-tar, Artigas sigue siendo un ejemplo y un escudo. La calidad de sus acciones tácticas como estratégicas, ad-quieren para nosotros la magnificencia y merecen el pe-destal de las más gloriosas, porque si bien fué derrotado en algunas ocasiones, (Napoleón también sufrió reve-ses) su condición de caudillo fué indiscutida, su gran ascendiente, aún mas allá del Uruguay, unido a un in-cansable espíritu de lucha (donde la razón rivaliza con la pasión) y a su abnegado sacrificio, lo mantendrán siempre en el más elevado sitial.Nunca más justo, pues, este homenaje de admira-ción y reconocimiento a nuestro gran Capitán a nuestro primer conductor, al patricio ilustre que, de manera tan excepcional, elevó, dignificó, y honró a las fuerzas ar-madas en la paz, como en la guerra y cuyo nombre fi-

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gura en la galería de los grandes soldados de América; junto a Bolívar a San Martín y a Wáshington, cuyas espadas nunca se tiñeron en sangre inútil y sólo fueron esgrimidas para luchar contra la esclavitud y la tira-nía.Con noble orgullo, por su significado moral, por su valor militar, por su trascendencia nacional, evoco la gloriosa obra que nos legara el primer jefe de los orien-tales y rindo emocionado homenaje al Fundador y Pro= tector de los Pueblos Libres, al inmortal caudillo, al soldado incomparable, al ciudadano perfecto.Ningún honor más grande, para los integrantes del Ejército actual de la República, que este homenaje ren-dido al Ejército de ayer, al de Artigas, paradigma de las fuerzas integrales de la nacionalidad.Las campañas artiguistas ofrécense así, generosa-mente, a las nuevas generaciones, como una fuente ina=gotable de energías, como una fragua constantemente encendida donde se depuran ideas y sentimientos, como ejemplos del servicio a la Patria con el máximo sacri-ficio.El homenaje a nuestros Héroes, no reside sólo ni principalmente, en mantener latente su recuerdo, sino en defender y practicar sus ideales, haciéndonos cada día más dignos de su abnegación, quemando periódica= mente el incienso, como en las piras de los templos griegos, para fortalecer nuestras convicciones ciudada-nas, manteniendo viva la llama del patriotismo, para que a su calor sagrado, surjan células -nuevas en los organismos sociales, que aseguren el retoñar de .viejas virtudes.

HACIA UNA DOCTRINA PROPIA

La otra razón que imprime permanente interés al estudio de las campañas militares- de Artigas, es esen-cialmente profesional y tiende a recoger los frutos de

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la experiencia, fuente básica. de la verdad. En el estudio de la historia, como en las especulaciones filosóficas y morales, las opiniones se distribuyen en tres grupos que materializan otras tantas tendencias del espíritu hu-mano.Unos son partidarios de lo que pueden ver, otros de lo que pueden comprender y un tercer grupo, de lo que puede sentir. Surgen así tres doctrinas: materialista, intelectualista y moralista. Un espíritu práctico, frente a cada problema, trata de obtener de cada una de ellas, la esencia que las dinamiza con el fin de alcanzar, en la aplicación, el máximo rendimiento.Pero, es necesario convenir que es la doctrina ma-terialista la que ha logrado mayor número de proséli-tos. El ochenta por ciento de nuestras convicciones, han entrado por los ojos, bajo la influencia simple de los hechos, que a manera de jalones, van estableciendo to-dos los días nuevas conquistas, bases sucesivas que abren en forma incesante, nuevas posibilidades que permiten, a su vez, nuevas realizaciones.Sin esta acción material y ponderable, que penetra profundamente en la mente y en el espíritu, la idea, la doctrina, recorre los distintos ambientes, apoyada por unos, rechazada por otros, pero, en verdad, aplazada por todos.Por eso, puede decirse que no hay nada más con-vincente que un hecho. Mas, el hecho no tiene valor en si mismo. Sin la idea, sólo sirve para enriquecer la me-moria que, por otra parte, se apresura a arrojarlo, para dar entrada a nuevos acontecimientos más importan-tes o simplemente, más próximos.El hecho tiene valor, cuando tomado aisladamente, o conjugado con otros hechos, permite despejar ideas. Entonces, al lado de la memoria, juega la inteligencia y el fin educativo de la enseñanza ha sido alcanzado.La guerra es una ciencia experimental. Todo lo qué se sabe de ella, es experiencia transformada en ciencia.

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El análisis de los hechos históricos, al igual que los en-sayos de laboratorio, vuelven todo más claro y aportan los cimientos más sólidos al gran edificio de las ciencias experimentales.Debemos pues, recurrir a la historia nacional, como base de la doctrina militar propia, aunque ella no pue-de reemplazar la evolución táctica y estratégica, puede, en todos los casos, prepararla. Durante la paz es el verdadero camino para interpretar la guerra y espe-cialmente, para apreciar los principios que la rigen en las actividades tácticas como estratégicas. Además, nuestras guerras, nos han legado teatros de operacio-nes y campos de batalla, que nos permiten entrar en un dominio realmente concreto y que nos aproximan a las realidades prácticas del territorio nacional, en el cuadro de posibilidades y necesidades que nos caracte-rizan.He ahí porque las condiciones del caudillo, sus aptitu-des como conductor, sus características operativas, serán siempre motivo de atracción y de estudio, de admira-ción y reconocimiento. También por ser nuestro, con orgullo y con pasión, hemos estudiado las proezas de los ejércitos de la independencia, de reducido efectivó, mal armados, sin equipos, carentes de instrucción y a veces, semidesnudos, hambrientos y hasta mal conducidos, que no obstante, supieron salvar todas las dificultades, ven-ciendo en rudos combates, después de largas y penosas marchas, a españoles, argentinos, portugueses y brasi-leños, casi únicamente con la grandeza de su valor mo-raI, que les permitió, luego en la paz, asegurar la esta-bilidad de las instituciones y la reconstrucción nacio-nal.Es preciso por lo tanto, mantener constantemente ,nuestro interés por las campañas de Artigas. Sus cua-lidades de conductor y de jefe, lo sostienen en un plano superior a pesar de los adelantos constantes de la cien-cia y de la industria, que ponen todos los días, al servi-

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cío de la guerra, distintos recursos, abriendo sin cesar, mayores posibilidades al arte de la lucha, al procedi-miento de aplicación.Pero, nuestra experiencia, es por eso mismo, lejana, cuando se quiere establecer la doctrina militar propia. Debemos entonces, recurrir a la experiencia de otros, de los grandes países-escuelas. Mirando lo que allí pasa, se puede discernir lo que conviene modificar en nosotros, manteniendo entre las dos tareas que se llenan, la .na-tural divergencia impuesta por las condiciones parti-culares a cada país. Como para el médico, más que en-fermedades, hay enfermos, en materia militar no hay doctrinas de organización y empleo, hay países.Es preciso beber en esas fuentes del arte militar, pe-ro seguir creando el propio sistema, el peculiar estilo: estructurar una doctrina táctica y estratégica, dentro de moldes propios, con características en consonancia con las necesidades y posibilidades del país y de nuestras fuerzas armadas, sin dejar por eso, de tener en cuen-ta el progreso, sea cual fuere el lugar en que se mani-fieste.

SINTESIS DIDÁCTICA

Existe una tercera razón que contribuye a dar je-rarquía y permanencia al estudio de las campañas arti-guistas. Una razón de carácter didáctico, que responde al propósito de unir, al espíritu analítico, corriente en los estudios históricos, las virtudes de las síntesis, creado-ras de las ideas generales.

Los estudios militares como los analíticos, sólo fruc-tifican cuando una síntesis viene a darles significación dentro de un conjunto. Es necesario discriminar y agru-par, comprender el detalle y vivir el conjunto. Sin de-talles no hay realidad posible, como sin ideas genera-les no es posible la acción. La capacidad de acción es mayor, cuando más grande sea el número de asuntos que puedan abarcarse de una sola vez:

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El análisis. ilumina la acción y la síntesis la.deter-mina. El primero es un acto de inteligencia; el segundo, un acto de voluntad. Los hechos necesitan ligarse para ser transformados en ideas generales, para perdurar como experiencia vivida, como ejemplo de sagacidad y de,buen sentido. Hechos ricos en detalles, pero, sin en-lace entre sí, sin ideas generales, implican sólo almace-nar documentación, porque es preciso llegar al estable-cimiento de conclusiones útiles.

Recogido el grano debemos molerlo para obtener una harina sustanciosa. Compenetrados de los hechos, es preciso poner en evidencia, las magistrales del siste-ma o plan. El valor de un trabajo histórico no reside únicamente en el aporte de datos e informes sobre he-chos conocidos o desconocidos, discutidos o indiscutidos en el medio intelectual en que se comentan. Depende de que permita despertar una inquietud que mueva al es-píritu a la reflexión y lo impulse a la búsqueda y a la exposición de nuevas ideas que deben justificarse a su vez. El trabajo del historiador no termina jamás.

Mucho se ha escrito sobre los acontecimientos que jalonan nuestra independencia. El trabajo de las gene-raciones que nos han precedido ha sido grande; se han analizado una cantidad considerable de hechos y se han establecido conclusiones firmes que lógicamente debe-mos tener en cuenta. Nuestra bibliografía es rica en obras que, se refieren a los distintos períodos de la inde-pendencia nacional; en particular, el período artiguista ha sido profundamente debatido, pero carecemos, a mi juicio, de una presentación de conjunto que permita -por lo menos dentro de cada etapa histórica= el natu-ral estudio comparativo, a fin de ligar constantemente, cada parte con el todo, imprimiendo a cada hecho, su verdadera prestancia y trascendencia, señalando el lu-gar. que le corresponde al mismo dentro de la jerarquía, mostrando sus . relaciones y servidumbres interiores' y externas, apreciando causas y valorando efectos y evi-

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tando, por consiguiente, caer en el error frecuente de considerar un período histórico y aún, una campaña militar, como formados por piezas o fragmentos aislados que gozan de autonomía, sin ninguna vinculación ge-neral. Este error adquiere todavía mayor importancia cuando se considera que en la realidad, los hechos áé encadenan de tal manera, que cada uno de ellos lleva en germen el siguiente y es él mismo, estimulado o limi-tado por el anterior.

En este sentido, es, precisamente que pensamos lle-nar un vacío. En toda acción colectiva, más allá de los medios, es preciso ver el fin; por encima de las partes, es necesario observar el todo. El éxito del trabajo histó-rico reside, más en este enlace coherente y convergente, que en el valor de cada uno de ellos, considerado en forma separada.

Este planteo previo del problema en toda su am-plitud es difícil y hasta parece, a primera vista estar reñido con nuestro declarado propósito de síntesis, ya que para interpretar exactamente el conjunto del ciclo artiguista, el espíritu debe concebir los principios que lo rigen elevarse al máximo, a fin de abarcar las bases fundamentales del sistema. Y en este sentido basta de-cir que la guerra es una escuela de aplicación y no una escuela de improvisación; la cristalización de un plan donde las instituciones deben ser estudiadas al mis-mo título que las operaciones. Todo lo cual nos conduce a un círculo vicioso, desde que la expresada idea de con-junto sólo es realmente posible, cuando se conocen per-fectamente las partes que la integran, lo que implica la necesidad de vivir la situación en detalle.

EL METODO ELEGI DO

Existe, sin embargo, un camino en la técnica de las ideas generales, para llegar a la presentación sintética que nos hemos propuesto.

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Los profesores nos dicen que el estudio de una de-terminada disciplina, conviene hacerlo por análisis su-cesivos. En un primer análisis, se trata de poner de re-lieve los principios e ideas directrices de cada una de las grandes divisiones o etapas que comprende el texto adoptado. En un segundo análisis, se aborda el estudio del relleno, del detalle, pero iluminado entonces, por las ideas generales despejadas en el primero, lo que permite relacionar constantemente cada parte con el todo, fa-cilitando así su interpretación, la investigación de cau-sas, como la comprobación de efectos, llegándose, por este camino, a establecer que cuando el tiempo falta pa-ra realizar estos análisis, conviene sustituir la lectura apresurada del texto, por la lectura meditada de la In-troducción y de las Conclusiones, que todo buen libro debe poseer.

Tal es el método que nos hemos propuesto adoptar, al considerar las campañas artiguistas, desde la entra-da del Héroe- en acción, al presentarse a la Junta de Buenos Aires, hasta su salirla del escen4xio político, violentamente desalojado por las fuerzas conjuntas de la diplomacia monarquista porteña, los ejércitos portu-gueses y los traidores de Entre-Ríos. Se trata de un tra-bajo de concentración o de síntesis, a fin de que los acontecimientos militares puedan sobrevivir como base de la ciencia histórica, (aquella que constata y califica los hechos y determina los principios o leyes inmutables de la guerra) para luego expandirse, como complemento indispensable del arte militar, (aquel que elige el método y combina los procedimientos en su aplicación).

Artigas recibe el homenaje de Córdoba, traducido en una espada de honor y los títulos de General y Protector

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INTRODUCCION

EL CICLO (ver figura 1)

Para estudiar la guerra es imprescindible analizar los hechos, descender a los pormenores de las campañas. El ciclo artiguista, que comprende una década, puede graficarse mediante una curva que comprende tres partes:

una rama ascendente, larga y de suave pendiente; -un vértice, o punto culminante de la curva-y una rama descendente, de corto recorrido y en pen-

diente muy pronunciada.

Cada una, con sus hechos típicos que la definen, tanto en el orden militar como político, pero, todas ellas unidas en apretado haz, con sabor de epopeya, por los sacrificios, por las aptitudes, por los merecimientos.

La rama ascendente representa el largo proceso de la conquista, la subida penosa, pero fructífera, hacia las altas cumbres de la gloria. Es el Olimpo, escalado paso a paso por los titanes de que nos habla la mitología griega.

El vértice, constituye el cénit, el coronamiento de los esfuerzos, el apogeo de la idea y la acción artiguista, sintetizado en el nombramiento y título de Capitán Ge-neral de la Provincia y Protector y Patrono de la Li-bertad de los Pueblos, así como en la espada de honor con que lo distingue el Gobierno de Córdoba.

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La rama descendente recuerda el corto proceso de la declinac'lón, cuando dos acontecimientos guerreros :y políticos precipitan' el ocaso del héroe, la rápida caída al abismo, provocada por múltiple e intensa acción ex-terna e interna:

La rama ascendente

Tiene su origen en los acontecimientos de enero de 1811. Traslado de Artigas, entonces Capitán del Regi-miento de Blandengues, a la guarnición militar de la Colonia; abandono por él mismo, el 11 de febrero de esa plaza española y presentación a la Junta Revolucionaria, de Buenos Aires; proclama de libertad, conocida por el Grito de Asencio, el 28 de febrero, por Viera y Bena-. videz; conquista de las localidades de Mercedes:y So-riano; desembarco de Artigas el 9 de abril en la costa uruguaya, al frente de 150 patricios; combates de Pa-so del Rey y toma de San José el 25 de abril; batalla de Las Piedras el 18 de mayo; toma de la Colonia el 27 del mismo mes y primer sitio puesto a Montevideo por Arti-gas y luego por Rondeau, con el Ejército Auxiliar, hasta octubre de 1811, en que se produce la invasión portu-guesa en auxilio de Ello lo que da lugar al armisticio entre España y la Junta de Buenos Aires, firmado el 24 de octubre, de 1811, con la permanencia del fuerte ejército lusitano hasta agosto de 1812 en que se retira.

Este tratado de paz con los españoles, medida po-lítica a todas luces errónea, con la que se pretende neu-tralizar derrotas militares en el norte y la anunciada invasión portuguesa, determinó el milagro del éxodo, la marcha en masa de todo nuestro Pueblo (13.000 pa-triotas) junto al Ejército (3.000 soldados) antes de quedar a merced de la venganza de los españoles y de las depredaciones lusitanas. Llegan al Salto, cruzan el Río Uruguay y acampan en las costas del Ayuí, donde permanecen más de un año, en medio de la miseria fí=

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sica, de grandes sacrificios mate ¡al , -ro'ko el spíf ritu encendido de libertad y 0,11 arte o. t¢~s espontáneo y gigantesco movimi tole pres, sólo comparable al del pueblo e • és d os habla la Biblia, puso de relieve la ~üide199ja. Jefe de los Orientales y la recia contextura Pueblo Oriental, ya que esa caravana jadeante de familias y soldados, puede considerarse como el origen mismo de nuestra nacionalidad. Contra los ingleses defendieron sus vidas y ahora, contra españoles, porteños y portu-gueses, defendían una libertad que jamás abando-narían.

Desgraciadamente para el destino rioplatense, en ese momento gobernaba en Buenos Aires, no una genui-na representación popular sino una oligarquía centra-lista, que pretendia sustituir el poderío español sobre estas tierras, con una monarquía que no tenía sentido en América, continente ancho y libre, donde sus habi-tantes crecían con una dimensión de independencia que estaba dada hasta por el horizonte ilimitado de sus lla-nuras fecundas.

Y entonces, lo que era noble sentimiento autono-mista provincial, por la lucha con Buenos Aires se fué transformando en convicción honda de libertad sin va-llas, en esta margen del río Uruguay, mientras que la que fuera capital del Virreinato, iba acentuando, por medios bélicos y diplomáticos, la derrota de Artigas.

En agosto de 1812, Rondeau establece por segunda vez el sitio de Montevideo, incorporándose Artigas a las fuerzas sitiadoras, con 5000 hombres, hasta el 20 de junio de 1814, seguido por la guerra civil entre orienta-les y argentinos, con una sucesión de encuentros. En Las Piedras, Alvear derrota a Otorgués y en Marmarajá, Dorrego vence al mismo jefe artiguista y por último, la victoria de Guayabos, obtenida por Rivera sobre Dorre-go el 10 de enero de 1815, en instancia decisiva,.ya que señala el predominio de los orientales y la iniciación

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del. primer, período de independencia nacional; apogeo del Protector de los Pueblos Libres políticamente con-sagrado en el Congreso de Tres Cruces, las Instrucciones del año 13 y el Congreso de Tucumán que declara la independencia de las Provincias Unidas el 9 de julio de 1815.Esta expresión ascendente abarca, pues, un lapso total de 4 años, del 11 de febrero de 1811 al 10 de enero de 1815, comprendiendo dos períodos sucesivos. El pri-mero desde la llegada de Artigas a Buenos Aires y su incorporación a la revolución, hasta el fin de la domi-nación española en el Río de la Plata; período de unidad revolucionaria mantenida y estimulada por la victoria de Las Piedras, que asegura el dominio de todo el interior, obligando a Ello a concentrar sus fuerzas en Montevi-deo. Fué la primera en jerarquía y trascendencia de la campaña contra los realistas por lo que conquista de-finitivamente, la voluntad del pueblo y del Gobierno bonaerense. Artigas es ascendido a Coronel y distinguido por la Junta con una espada de honor; Manuel Artigas, muerto a consecuencia de las heridas recibidas en el com-bate de San José figura con letras de bronce en la pirá-mide de Mayo inaugurada en el primer aniversario de la Revolución.Dicha unidad, sin embargo, cesa en cuanto desapa-rece el enemigo común, para dar origen a la guerra fra-tricida entre orientales y porteños que caracteriza el se-gundo período -junio de 1814 a enero de 1815- donde ambos luchan por la posesión de Montevideo.El combate de Guayabos pone término a esta ri-validad interna, al dominar la prepotencia del Gobierno de Buenos Aires y se constituye en el verdadero gestor del Congreso de Tucumán, que al declarar la indepen-dencia de esta parte del continente, otorga realidad po-lítica a la victoria militar que abre el camino a la etapa de gobierno propio, conocida por el período de la Patria Vieja.

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Pero, los hilos contra Artigas se siguieron tejiendo en la sombra de las cancillerías, las maquinaciones con-tinuaron desarrollándose a favor de la incomprensión de unos y del odio y la envidia de otros.

EL vértice

La Patria Vieja se edifica, pues, sobre dos hechos salientes en el orden militar, que tuvieron profundas repercusiones políticas, la batalla de Las Piedras y ei combate de Guayabos, verdaderos centros de gravedad del sistema, hechos típicos, generadores del apogeo de Artigas, por lo que ellos mismos representan para la consagración del régimen republicano en el Río de la Plata, como para el logro de la autonomía de las pro-vincias dentro de la confederación, obra exclusiva de Artigas, Protector de los Pueblos Libres, frente a las ten-dencias monárquicas y centralistas de la Junta porteña. Los otros hechos militares de importancia están cons-titufdos per la primera invasión portuguesa y la rein-corporación de Artigas al sitio de Montevideo.

En el orden político, se destacan dentro de este primer período: las Instrucciones del año 13, presenta-das a la Asamblea General Constituyente de las Provin-cias Unidas, marcando el derrotero e iluminando el ca-mino de la democracia que, por rara coincidencia, a más de un siglo, volvería a adquirir actualidad, al destacar su semejanza ideológica también en el orden social, con la Carta del Atlántico, elaborada por el Presidente Roosevelt y el Primer Ministro Churchill, en aquella famosa Con-ferencia que dio cimiento alas cuatro libertades.

Ambos documentos expresan, en efecto, los princi-pios para una nueva era de- respeto de los derechos hu-manos, de la integridad nacional para todas las naciones grandes y pequeñas, como también, la libertad y segu-ridad económica. El artículo 39 de las Instrucciones ar-tiguistas dice: "Libertad civil y religiosa en toda su ex-

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tensión imaginable" y el artículo 49: "El objeto y el fin del Gobierno debe ser conservar la igualdad, libertad -y seguridad de los ciudadanos y los Pueblos".Con todos estos cimientos políticos; militares y so-ciales fue forjado el momento culminante de Artigas, aquel denominado de la Patria Vieja, del primer Go-bierno Oriental, que el Patriarca, desde su campamento del Hervidero, consolidó apresuradamente mediante la formación del Estado, el impulso de sus instituciones in-cipientes pero ya admirables, como la organización de la prensa, de la biblioteca y de las escuelas, obsesionado en plasmar con obras duraderas, el sentimiento que había comenzado a arraigarse en nuestro pueblo durante los días del éxodo heroico y sin par.De Purificación parten chasques diarios hasta los cuatro puntos cardinales: Montevideo, Buenos Aires, San Juan y Paraguay, en un maravilloso intento de co-laboración de todas las Provincias a las que invitaba a integrar una Liga, donde todas fueran respetadas en su autonomía, pero formando una fuerza general, que consideraba indispensable para la defensa de América, asediada por las potencias europeas ansiosas de exten-der sus dominios.Artigas se presenta así, en su apogeo, materializado por el vértice de la curva, con dos de sus grandes títulos: lider de la democracia y apóstol de la idea republicana federal, concepciones de Artigas, recogidas más tarde y paseadas triunfalmente por todas las Provincias argen-tinas, por los mismos que las habían combatido, al en-tender que las ideas monárquicas y unitarias se ajusta-. ban mejor al futuro de estos países.

La r ama descendent e

La rama descendente, o última etapa del ciclo, arranca de agosto de 1816, en que se produce la segunda invasión portuguesa, hasta la entrada de Lecor en Mon-

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tevideo el 20 de enero de 1817 y durante ella, Artigas se bate solo por la libertad, en tristes y duras jornadas: Esta postrera etapa señala la total declinación porque no obstante prolongarse la resistencia patriota, mediante cruentos sacrificios, durante los años 18 y 19 y produ-cirse recién el abandono definitivo de Artigas y su en= trada en el Paraguay el 23 de setiembre de 1820, lo cier-to es que una vez ocupado Montevideo, las perspectivas de una evolución favorable de los acontecimientos mi-litares desaparece y los heroicos esfuerzos realizados des-de entonces, resultan estériles. La lucha de guerrillas limitaba el dominio portugués al terreno que efectiva-mente pisaban, pero dicha resistencia sin posibilidades de ayuda exterior, estaba destinada a languidecer rápi-damente, como tentativa de recuperación moral y ma-terial del país. Había una desproporción enorme en-tre'las fuerzas en pugna que fue afianzando profunda-mente la situación portuguesa, a partir de la ocupación de Montevideo, para. culminar con el desastre, de Ta-cuarembó en enero de 1820._

Artigas, obligado por los lusitanos a abandonar su suelo natal, marcha al occidente, dispuesto a vencer: a Buenos Aires con la- colaboración decisiva de las provin=cías de su protectorado. Creyó que la batalla de Cepedále devolvía la suerte que.sus armas no habían tenido contra Portugal, pero apenas supo los términos públi-cos y se dio cuenta de las cláusulas secretas que con-tenía el Tratado del Pilar, le recriminó acremente a Ra-mírez la firma del mismo, considerándolo una verdadera confabulación con el enemigo dirigida más que nada a destruir la obra de los Pueblos Libres y traicionar al Je-fe Supremo que éstos se habían dado.

Se abre de este modo, una nueva guerra para so-meter al traidor a quien Artigas derrota en las Gua-chas. Pero, auxiliado Ramírez con armas y dinero, tal como se establecía en las cláusulas secretas del tratado

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del Pilar, logra a su vez vencerlo en Bajada del Paraná; Las Tunas, Cambay y Avalos.

Llega así a fines de 1820 a la frontera con Para= guay, acorralado por los acontecimientos que lo persi-guen a muerte y al darse cuenta de que la prosecución de la lucha es estéril, más aun cuando ella se desarrolla entre hermanos, decide abandonarlo todo y buscar re-fugio en dominios férreos .del dictador Dr. Francia, que lo recibe y convierte prácticamente en prisionero, ale-jándolo a ochenta leguas de Asunción con órdenes se-veras para el comandante de San Isidro, de que pagará con la vida la fuga de Artigas, conducido hasta esa zona, en viajes nocturnos para que nadie se diera cuenta de su identidad, temeroso de su enorme prestigio.

En uno de los momentos más culminantes de su obra, Artigas supo emplazar a sus enemigos, con una calma imperturbable, ante el juicio severo del tribunal de la historia, seguro de que "ciertamente él aprobará la conducta del Jefe de los Orientales". Ella nos juzgará, manifestaba, como si la miseria de los hombres, los re-veses de las armas y la traición de sus colaboradores, no fueran más que circunstancias adversas, guijarros en la senda, que no podían detener su marcha, aunque lo derrotaran en su época, seguro de que su siembra no era para una sola generación.

Proyecto de Juan Manuel Blanes realizado en Italia

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LAS VARIABLES DE LA SITUACION

A fin de facilitar la interpretación de las campa-ñas militares de Artigas debemos extendernos en el aná-lisis de conceptos militares aparentemente al margen de aquellas; pero que concurren a una mejor comprensión de hechos complejos, no desentrañados totalmente, por la investigación histórica.

El fin de la guerra, para los países esencialmente democráticos, es quebrantar por la fuerza la voluntad del enemigo; obligándolo a desistir de sus propósitos agresivos. Para esto, sólo hay un camino: la batalla, el enemigo no desiste sin combatir. Es preciso derrotarlo moral y materialmente, quitándole toda posibilidad y deseo de lucha. La batalla aparece así, como el acto de-cisivo, culminante de -la guerra: sin batalla no hay victoria.

La preparación del país contra una eventual gue-rra de agresión, incumbe al Gobierno y requiere un es: fuerzo firme y constante en todos los órdenes de la ac-tividad nacional.

La preparación en cambio, para la batalla, es asun-to del comando militar; obra de previsión que iniciada en la paz, por la organización e instrucción de las.peque-ñas y grandes unidades se continúa en la guerra median-te dos órdenes de actividades: tácticas y estratégica:, a fin, de asegurar el empleo de las fuerzas militares con el máximo de rendimiento en función de la maniobra metódicamente realizada.

Táctica viene del griego "taxis" y- quiere decir or-den, arreglo, disposición, y se le define como el arte que es necesario poseer para colocarlas pequeñas. unidades de armas, -es decir infantería, artillería, etc. frente al

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enemigo, en las mejores condiciones de empleo. La ma-niobra se realiza por combinación de sus dos medios de acción, el fuego y el movimiento, sea dentro de la unidad de cada arma (táctica de arma) sea entre pe-queñas unidades de distinta arma (táctica general),

Estrategia, viene también del griego "estratego", que quiere decir "general", jefe militar ateniense y se le define como el arte del comando superior; vivir y vencer. La maniobra estratégica se edifica por combi-nación de direcciones e intensidades, constituyendo un verdadero paralelogramo de fuerzas.

E1 conjunto de procedimientos tácticos y estratégi-cos, adoptados por un país, constituye su doctrina de guerra, la que se lleva a conocimiento de sus fuerzas ar-madas por intermedio de los reglamentos, que aseguran con su difusión la unidad de doctrina.

La estrategia como la táctica, descansan sobre la doctrina de guerra a establecer por el alto comando que tiene la responsabilidad de su aplicación en el campo de batalla y la doctrina de guerra, descansa, a su vez, sobre la experiencia directa o indirecta, adquirida en el transcurso de los conflictos anteriores.

El terreno

Estos dos órdenes de actividades tácticas y estraté-gicas, sufren, en su aplicación, la influencia tiránica del escenario en que se desarrollan, del terreno, que impo-ne condiciones a las cuales es preciso plegarse. Todo lo que se proyecta o quiera realizarse, al margen del te-rreno, sin tener en cuenta las peculiaridades del mismo, es teórico y esquemático y expone a los mayores fra-casos.

El terreno resulta así, para un comandante de fuerzas, lo que el medio es para un físico. Así como éste

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no puede precisar el desarrollo de un fenómeno sin' an-tes conocer el ambiente en que se desenvolverá, de la misma manera un comandante de tropas, cualquiera sea el grado de la, jerarquía que se considere, no puede disponer sus unidades y dar sus órdenes de empleo, ni formular hipótesis sobre las intenciones del enemigo (desde que el terreno juega para el enemigo como para nosotros) sin compenetrarse antes de sus características, es decir, de las ventajas e inconvenientes geográficos o topográficos, que el escenario ofrece, según se trate de la maniobra estratégica o táctica. Al decir geográficos o topográficos, nos referirnos al espíritu estratégico o táctico, de esos factores, traducido en una noción exacta de las posibilidades.

Cuando se analiza el teatro de operaciones de las campañas artiguistas, se advierte de inmediato que com-prende gran parte de la inmensa cuenca del Plata, si-tuada en la región austral del continente americano y formada por los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay. Este último, que baña tres paises, divide dicho teatro, en una serie de ambientes estratégicos, los que se subdividen a su vez, por la influencia de nuevos curses de agua con importancia propia.

Dentro de este escenario general, corresponde des-tacar, en primer término, la mesopotamia argentina: Entre Ríos, Corrientes y Misiones, limitada por el Uru-guay y Paraná, terreno en general ligeramente ondula-do al sur y en el centro, presentando luego, grandes la= gunas, bañados y esteros seguidos por suaves ondula-ciones; que crecen progresivamente hacia el norte, hasta terminar con algunas sierras en el territorio de las Mi-siones.Las Provincias de Entre Ríos y Corrientes constitu-

yeron la base de operaciones de Artigas en la segunda invasión portuguesa y por consiguiente, el objetivo final para los invasores, por lo que se propusieron apoderar-

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se previamente, de Mercedes, Santo Domingo Soriano, Paysandú y Salto. La ocupación de Paysandú, especial-mente sería de capital importancia, a fin de ligar la ac-ción de las fuerzas terrestres con las navales.

La base de operaciones de los lusitanos estaba, en, cambio, constituida por Río Grande, cuya expresión geográfica señala tres ambientes: el litoral, la campaña al sur y el plan alto al norte, cada uno de los cuales de= fine sus características por sus mismos nombres. Den-tro de este escenario estadual se destaca la Cuchilla Grande, especie de columna vertebral materializada hoy por Santa Tecla, San Gabriel, Cacequí, Santa María; Cruz Alta„ Passo Fundo, etc., y que da lugar a las gran-des vertientes de los ríos Uruguay y Pelotas, al norte, Ibicuy y Yacuy, al centro, Cuareim y Camacuám, Ya-guarán al sur, bifurcándose en Santa Tecla, para pene-trar. en nuestro territorio por el norte y noreste. Desde el, punto de vista de las comunicaciones, la expresada Cuchilla Grande, sirve de -asiento a la principal vía penetrante del sistema ala vez que establece el enlace más fundamental entre las distintas transversales.

Por últinf0, corresponde destacar el territorio de nuestro país, que, didácticamente considerado, tiene la forma de un triángulo rectángulo con su ángulo recto en la desembocadura del Río Uruguay; su hipotenusa en la frontera con el Brasil y uno de sus catetos, por con-siguiente, en el Plata, que ofrece la linea Maldonado -Montevideo - Colonia, bases todas de esencial importan-cia en cualquier guerra que la Nación se viera envuelta.

El Río Negro, al dividir el país en dos partes,. da origen a su vez, a dos compartimientos estratégicos: el de la Cuchilla de Haedo al norte y el de la Cuchilla Grande al- sur; que constituyen verdaderas vías de in-vasión, la primera; de preferencia hacia la Argentina -o hacia el Brasil, según se trate y la segunda sobre Mon-tevideo. La Cuchilla Grande se divide .a su vez; en dos

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ambientes -el de la Cuchilla Grande superior y el de la Cuchilla Grande inferior- que dan origen a dos zonas, la del este y la del oeste.El Río Negro puede ser explotado, también como vía de invasión hacia el Brasil como hacia la Argentina. En este sentido entra en el despliegue de la segunda in= vasión portuguesa y fué también, efectivamente utili-zado por el Gral. Alvear en 1826.Penetrando ahora en el análisis del escenario donde se desarrolló la batalla de Las Piedras, vemos que . se halla materializado por ramificaciones de la Cuchilla Grande, las que, a su vez sirven de asiento a una se-rie de caminos naturales impuestos desde tiempo atrás, por el mismo pasaje del habitante y de la mercadería. Empezando por el este, tenemos en primer término, el camino llamado Cuchilla Grande que, partiendo de Toledo Chico (Camino de las Instrucciones), se dirige a Santa Rosa y divide las aguas que van al Santa Lucía (arroyos Las Piedras, Colorado, Brujas, Canelones) de las que vierten en los arroyos Pando y Sauce.Luego, el camino Mendoza, que conduce sucesiva-mente al Paso Cuello, del Canelón Chico, Paso de la Ca-dena del Canelón Grande y Paso Cuello del Santa Lucía, dividiendo dichas alturas las aguas del Canelón Chico, de sus afluentes, el arroyo Gigante y la Cañada de la Lana. Más al oeste, el camino a Canelones cuyas alturas di-viden las aguas del Canelón Chico, de los arroyos Las Piedras, Colorado y Brujas.Estos cursos de agua, si bien .no son, en general, de gran importancia, se hallaban entonces, desbordados por las frecuentes lluvias y ofrecían en sus orillas, bosques naturales.Frente a estas diversas características, considero de interés recordar, que las ondulaciones naturales, como los accidentes artificiales, que el terreno presenta en su superficie, limitan las vistas y los fuegos y dan lu-gar, en consecuencia, a la formación de una serie de

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alvéolos o compartimientos, de distinta amplitud, esca-lonados en el sentido del frente y en profundidad, ca-nalizando los medios de acción de las tropas, dirigiendo sus fuegos y sus movimientos y limitando los fracasos, como los compartimientos en los barcos limitan las vías de aguas.

Por consiguiente, considerados lateralmente, sirven de guía para determinar las zonas de acción de las uni-dades a fin de permitir el empleo coordinado de las di-ferentes armas, en el sentido mismo de la misión, sea en el ataque como en la defensa.

Examinados en profundidad, los límites de dichos compartimientos, constituyen los objetivos sucesivos a conquistar en el ataque, como los emplazamientos de los distintos escalones de una posición defensiva o de un eventual repliegue.

Los medios de acción

Queda en evidencia, entonces, que para interpre-tar fielmente las decisiones tácticas y operativas, es ne-cesario conocer antes el terreno, el ambiente físico en el cual se desarrolla la maniobra táctica o estratégica:

Debemos establecer ahora, usando igual criterio, que para juzgar con justicia las acciones militares, se re-quiere conocer la atmósfera moral y técnica en las que se desenvuelven, los recursos bélicos de la época, los medios de acción puestos en juego por ambos adversa-rios. E1 ejército es un conjunto de fuerzas materiales al servicio de fuerzas intelectuales y sobre todo, instru-mento de fuerzas morales, siempre actuantes y que, por lo mismo, además de proveer es indispensable pre-ver. No basta recurrir a los hombres y a las armas, para creer que las fuerzas militares existen, como no basta acumular ladrillos, piedras y arena, para creer que un edificio está levantado.

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Las f uer zas mor al es

De todos estos factores, es evidente que el prepon-derante en la guerra, ha sido y es hoy más que nunca, la fuerza moral, desde que aquélla, es ante todo, una lu-cha de voluntades y la victoria acompaña siempre, al de más temple, a los más tenaces y resueltos. Hombres y no armas forman, en primer término, los ejércitos. La razón misma de la eficacia que puede lograrse con el armamento reside en las cualidades del soldado que lo maneja, responsable de salvar todas las dificultades de una campaña y afrontar con ánimo el peligro. No es el proyectil lo decisivo, sino los valores espirituales del sol-dado: energía, patriotismo, anhelo de vencer, abnega-ción, disciplina, capacidad de sacrificio.

En consecuencia, la instrucción profesional debe ci-mentarse sobre una sólida preparación moral. El hom-bre es lo primordial. Con hombres se vence. Una vo-luntad bien acerada por el valor y la tenacidad, puede allanar las más grandes contingencias.

Estas afirmaciones no deben, sin embargo, dar paso a exclusivismos, hasta creer que las fuerzas morales too-do lo solucionan y pueden. Recordemos los voluntarios de Gambetta en la guerra del 70, patriotas valientes y con gran espíritu de lucha, pero carentes de prepara-ción, sirviendo con poca utilidad a Francia. Es que el desideratum en la guerra, no es saber morir, sino vivir para vencer. No queremos enfrentar lo material con lo moral, sino por el contrario; unirlos estrechamente en la acción, como lo ha hecho la naturaleza misma. La materia es una idea. La emoción más delicada es una expresión nerviosa. Un físico fuerte, mantiene siempre alta su moral. Una moral elevada sostiene a un físico resentido por el esfuerzo o las privaciones.

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Las fuerzas intelectuales

En el campo militar como en el dominio de la mo-ral y de la filosofía, los resultados obedecen también a los factores intelectuales y materiales. Los boxeadores ingleses dicen que para vencer es necesario hacer pasar el cerebro en los músculos. Nosotros agregamos que hace falta también el corazón. Unir la voluntad y el senti-miento, a la instrucción y a la fuerza.

A1 hablar de fuerzas intelectuales, nos referimos no sólo al valimiento del jefe, sino también al grado de pre-paración de la tropa, en especial a la capacitación co-lectiva de las unidades que resume toda la instrucción. En el orden militar nada tiene valor sin un comando capaz. Las fuerzas morales así como el número y el ar-mamento, poco representan sin jefes instruídos, hábiles, que sepan valorar dichos elementos, coordinarlos y em-plearlos. Las unidades valen lo que valen sus jefes. so-bre todo para nosotros, con un ejército de soldados mer-cenarios durante la paz y de improvisados en el mo-mento de la movilización general, desde que carecemos del más elemental sistema de. instrucción militar obli-gatoria.

Ahora bien, mandar, es accionar, pero la acción de-finida, precisa, positiva, no basta quererla para lograr-la. Es necesario, también saber accionar. Toda decisión exige además de un acto de voluntad que determine la acción, un acto de reflexión que ilumine aquella, un proceso intelectual más o menos profundo (el estudio de la situación) que permita apreciar las facilidades y difi-cultades de acción y elegir oportunamente, los procedi-mientos que mejor convengan al momento vivido, co-mo a los que se presentarán después en el desarrollo de la, lucha, adaptando en consecuencia, las disposiciones primeras como las últimas, a las circunstancias.

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En consecuencia, dos condiciones son indispensa-bles al jefe,'cualquiera sea el grado que se considere, el carácter y el saber. La primera preside la ejecución, es la condición decisiva, pero la segunda es imprescindible para accionar eficientemente. Del saber a la acción hay un pasó que dar, pero de la ignorancia a la acción, hay un abismo que no se salva.

En cuanto a la instrucción de las unidades de las distintas armas, se mide no sólo por aptitud técnica y táctica del soldado para utilizar el poder de su arma, sino también por la preparación colectiva de.aquellas, que constituye en este orden, lo realmente decisivo.

Con el perfeccionamiento constante de las armas, esta influencia no ha hecho más que crecer. Los soldados se clasifican hoy en especialistas y se agrupan en uni-dades complejas.

Las fuerzas materiales

En cuanto a la influencia ¿le los factores materia-les, basta decir que las fuerzas intelectuales y más que nada, las morales, tienen una de sus bases en la apre-ciación justa de medios materiales, es decir, en los efec-tivos en hombres de que se dispone y en el poder de su organización y armamento.

. Para vencer, como para resistir, los pueblos necesi-tan armas y municiones, el desarrollo constante de su organización militar como también, de sus industrias de guerra. Hay que mantener al día el útil, convencidos de que sólo con armamentos se vence al armamento.

Es esta técnica superior, el punto de partida del poder militar y lo que permite a los ejércitos modernos, siempre en evolución, vencer a fuerzas mucho mayores de las demasiado lentas o recalcitrantes:

ARTIGAS, A LA LUZ. DEL ARTE DE LA GUERRA66

Particularidades relativas a los patriotas

Las armas

En las. campañas artiguistas, el fusil en uso fue de calibre 17,5 caño liso y bala esférica, de cargar por la, boca, abriendo el soldado el cartucho, con los dien-tes,para echar la pólvora en la cazoleta, cuya deflagra-cióh se obtiene mediante chispa producida con peder-üaL' La velocidad de tiro, en consecuencia, es muy len-ta: Solo llega a dos disparos por minuto, con soldados muy bien instruidos: Su alcance eficaz, también es muy reducido, no pasa de 200 metros y para las luchas cuer-po a cuerpo, cuenta con una bayoneta triangular. .

%lo la mitad de las fuerzas patriotas disponia de estos fusiles de chispa. El resto, llevaba trabucos, sables, boleadoras y lanzas medialuna o improvisadas con ca-ñas tacuaras, en uno de cuyos extremos se fijaban ti-jeras de esquilar.

En cuanto a los cañones, son de hierro o bronce, de 4,8.yJ2 libras disponiendo de cureña, y avantren; Sus aléanées correspondientes son -de 1.200, 1.500 y 1.400 .metros.. El.tiro .de metralla se realiza hasta 500 mts. Se emplean también .pequeños obuses de 6 pulgadas. - -

Dicha. diversidad.e improvisación en el armamen-tü,-traé consigo un tipo de organización. que da origen a su vez,, procedimientos especiales dé combate. La dóiripañía de infantería cuenta con unos 150 hombres y' el escuadrón dé éaballería comprende unos 100 hom-bPélA menuüo, sin embargo, las .pequeñas unidades dé irifantéria' y caballería tienen un efectivo que. responde, más qüé a necesidades dé la organización del arma, al efectivo. dé que se dispone en cada circunstancia y al arrastre 'del caudillo que los ha movilizado. El, aprovi-sionamiento eh municiones, se organiza sobré la base dé 50 cartuchos sobre hombre y de 200 en él primer esca-

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lón del parque. El fuego se efectúa, sea graneado,' sea por descarga. La guerrilla y el cuadro, constituyen los dispositivos corrientes de combate para la infantería. La caballería actúa en línea o por escalones. Sus cargas. desarrolladas siempre con gran pujanza, se extienden a menudo en semicírculo, amenazando los flancos y la misma retaguardia del dispositivo enemigo.

La capacitación

En lo que se refiere a la instrucción militar, en ge-neral era deficiente. Se trata de unidades improvisadas, reclutadas y organizadas en el momento de estallar la guerra y algunas veces hasta en el transcurso mismo dé las operaciones.

A este, respecto es interesante recordar que la voz: "Carabina a la espalda y sable en mano", dada por. La-valleja, ya en los comienzos de la batalla de Sarandí, si bien respondió al propósito de explotar al máximo, el valor decisivo de las cargas de caballería y las excelentes condiciones físicas y morales de nuestros hombres para realizarla, fue una consecuencia también,.de la falta de instrucción de tiro. Sabía Lavalleja que el fuego de sus tropas no hubiera aportado :ningún elemento .positivo a la preparación de la carga. .

Las acciones se caracterizan, pues, en las guerras dé la independencia, por el predominio del arma blanca. La caballería, es entonces, la verdadera, reina de las batallas: Su efectivo, constituye por lo general, las tres quintas, partes de las fuerzas movilizadas; las pequeñas unidades de infantería a caballo integradas siempre por libertos; ya que el paisano sentía una franca repúlsión por' está arma, se utilizaban en principio, para encua-drar y 'proteger las piezas de artillería que materializa-ban el frente de 'acción. La caballería empieza y terrni-na los combates y durante el desarrolló mismo de' la lu-cha, impone condiciones alas dérhás armas; en el tiém-

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po y en el espacio, por lo que es el arma del momento y del lugar y sus cargas constituyen el procedimiento táctico realmente decisivo en todos los casos.

Las circunstancias en que se opera el reclutamien-to, movilización y aún las concentraciones parciales de las fuerzas patriotas, favorece el predominio de esta ar-ma. Nuestro hombre de campo es un consumado jinete. Los caballos abundan entonces en nuestra campaña; ca-da caudillo reune una partida al iniciarse la moviliza-ción y es ella misma, durante las marchas y estaciona-mientos a que da lugar la concentración, un centro de reclutamiento y de requisa. Cada combatiente se movi-liza con sus caballos, armas y recado, y la guerra consti-tuye para ellos un constante concurso de destreza y de valor. La caballería, arma del arrojo, les ofrecía a cada instante, la oportunidad de poner en evidencia su alta virilidad y su desprecio al peligro.

La maniobra

En la segunda invasión portuguesa, los procedi-mientos tácticos sufren una evolución, porque si bien el movimiento sigue siendo considerado el medio de ac-ción decisivo o irresistible, el fuego adquiere, con los progresos alcanzados en el armamento de la época de que disponían los portugueses y con el auxilio de una excelente instrucción, confirmada con la experiencia de las guerras napoleónicas, una elevada importancia, co-mo colaborador ¡del movimiento. La caballería sigue siendo la que debe dar el golpe de gracia, pero es la infantería la que debe ir preparándolo, mediante el ablandamiento del adversario, con su fuego y hasta con su propio movimiento. Recién en los últimos combates, cuando la suerte de la guerra estaba echada en su con-tra, le fué posible al caudillo oriental, sustituir el dispo-

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sitivo lineal de las montoneras, por el dispositivo en profundidad.

Las cargas de nuestros valientes jinetes animados siempre de elevado ardor y arrojo, fueron rotas a menu-do por el fuego preciso de la adiestrada infantería por-tuguesa.

Desde las guerras de la independencia, esta impor-tancia del fuego no ha hecho más que crecer, cambian-do profundamente las condiciones de empleo de las tro-pas.

En particular, los realizados por la técnica en la guerra moderna y los brillantes éxitos alcanzados con su concurso, han provocado una evolución en la orga-nización de las tropas y en sus procedimientos de com-bate. La caballería tiene siempre la misión tradicional: informa, cubre y combate, pero su vulnerabilidad no le permite intervenir en masa y al arma blanca, la ac-ción a caballo, sólo se admite para pequeñas unidades y dentro de casos especiales. El combate a pie por el fuego, constituye hoy el modo normal de intervención de la-caballería. Su particular aptitud para la maniobré. es explotada para aumentar los efectos de la sorpresa, con el concurso de las nuevas armas de fuego. Este apoyo le es absolutamente indispensable en la actuali-dad. El movimiento sigue siendo el medio de acción de-cisivo, pero el fuego constituye el auxiliar imprescindi-ble de aquél.

Esta evolución ha favorecido, además, la, aptitud de las distintas armas para el movimiento y el fuego, lo que ha permitido modificar en las mismas, el carácter de absoluta especialización que presentaban antes, sea para el fuego como la artillería, sea para el' movimiento como la caballería, facilitando, en consecuencia, la tra-bazón de las distintas armas en el cuadro normal de su empleo.

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El Jefe y la Tropa

- Las campañas de la independencia: ofrecen también ricas' enseñanzas sobre las condiciones que deben ador-naé at-jefe y al conductor: Nuestros caudillos carecían de reglamentos tácticos v estratégicos, que sirvieran de guía a sus decisiones, pero, en cambio, tenían experien-cia personal y conservaban la tradición. Podemos apre-ciar así, en dichos comandos, chispazos de inteligencia y hasta de genio, que han hecho vibrar el alma de sus ejércitos improvisados, llevándolos hasta la victoria y cuya:calidad'de estrategas, adquiere, en consecuencia, para nosotros la magnificencia y merecen el digno pe-destal de Aníbal, Federico el Grande y Napoleón.

Porque el espíritu organizador y la capacidad de conducción de aquellos jefes, debía desenvolverse en un medio completamente adverso, dadas las necesidades y posibilidades de la época, donde fue preciso combatir siempre en condiciones de manifiesta inferioridad, con-tra enemigos no sólo superiores en número y recursos materiales; sino también en organización e instrucción militar. En la mayoría de los casos, fue necesario resistir y aún vencer al adversario, con soldados improvisados; con escasa o ninguna preparación militar, desprovistos también de equipos y de armas a la altura de la época; con soldados que se vuelven aguerridos a través de lu-chas incesantes y de marchas penosas y continuas, don-de se tenían que acostumbrara prodigarse bajo todas las temperaturas y a sufrir la más variada suerte de privaciones.

Atendiendo a la capacitación militar, es interesante recordar aquí, que, las tropas empleadas por Artigas durante la segunda invasión portuguesa, para invadir Río Grande, en la primera, como en la segunda campa-ña, estaban constituidas en su mayor parte, por indios charrúas, minuanos y guaicurúes.

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Vencer al enemigo, en esas condiciones¡:verdqderá-mente angustiosas, implica algo más que conducir tro-pas y usarlas sin excederse de sus fuerzas;, constituye para el jefe una prueba moral terrible. No basta la ca-lidad técnica ni aún el genio, se requieren también,;te-soros espirituales donde el carácter en sus. diversas má-uifestaciones: firmeza, energía, decisión, es cualidad pri-mordial e indispensable.

Nuestra historia nos ofrece también, páginas„glo-riosas de triunfos logrados, sobre todo gracias a la, so-Priedad, a la abnegación y al espíritu de sacrificio del soldado oriental, que .nunca cejó en su empeño, cuando se lo imponía el sagrado imperativo de su deber... No Im-portaron entonces, ni la exigüidad de los recursos, ni,;la realidad de los obstáculos, a menudo insalvables que surgían en su camino.

Es que. los patriotas luchan por ser- o no. ser, por ocupar un lugar entre las naciones libres el mundo, En cambio, los portugueses sólo ambicionan aumentar su dominio colonial y por ende, su prestigio político y sus posibilidades económicas.

Características generales del enemigo

Frente a nuestras improvisadas tropas a- nuestros valientes gauchos e indios, todos mal armados, el ad-versario disponía de fuerzas regulares, perfectamente organizadas y equipadas, provistas totalmente de arma-mentos modernos para la época, dotadas de una sólida instrucción y con experiencia guerrera. Las fuerzas es-pañolas contaban en Las Piedras, con unidades de in-fantería y artillería (bien armadas y con abundantes municiones) integradas por veteranos provenientes de la marina de guerra y de la guarnición permanente de Montevideo.

Posada destaca en su parte, una serie de hechos y circunstancias tendientes a probar la indisciplina que

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reinaba entre sus tropas, pero hay que tener presente que dicho parte flxé elevado por el jefe español, con fe-cha 30 de octubre de 1811, es decir, a más de cinco me-ses dé la batalla. Constituye un verdadero alegato en el que pretende descargar la responsabilidad de lo ocurrido sobre el superior, magnificando faltas iniciales de dis-ciplina, así como la escasez de equinos y la pobreza en material de campamento, deficiencias siempre posibles de eliminar en aquellas circunstancias o por lo menos de compensar o atenuar, cuando se cuenta con celo y atribuciones de comandante en jefe y se tiene claro concepto de las propias responsabilidades, en todo lo relativo a la disciplina, como a la organización y em-pleo de las tropas, en lo que va desde su salida de Montevideo el 28 de abril hasta el día del combate el 18 de mayo.

En cuanto a las tropas luso-brasileras de la segun-da invasión, recibieron un efectivo adiestramiento, pri-mero bajo la dirección de oficiales ingleses, después, de los mismos portugueses y de jefes brasileños que se habían perfeccionado en Europa, interviniendo algunos en las luchas contra Napoleón, donde tuvo una actua-ción destacadísima la famosa División portuguesa, lla-mada Voluntarios del Rey, orgullo del Mariscal Beres-ford, reorganizador del Ejército y en particular, de las fuerzas que invadirían nuestro país. Dicha División mix-ta se hallaba integrada en la segunda invasión por dos brigadas, comprendiendo cada una, dos batallones de infantería, un escuadrón de caballería formando cuerpo y una batería de artillería.

El conjunto de fuerzas luso-brasileras dispuso ade-más, de servicios generales de gran jerarquía para la época. Cabe destacar entre ellos, los de Sanidad e Inte-ligencia, el primero con treinta médicos y el segunda con una red de espionaje en todo el teatro de operario; nes y hasta en las mismas filas del ejército patriota.

"Artigas en la Ciudadela , por el pintor Juan Manuel Blanes

IV

CONCLUSIONES

Dos Cor tes en profundidad

Resumiendo todo lo expuesto, podemos decir que das hechos militares se destacan netamente en el ciclo-artiguista, cuando se quiere .hacer surgir dentro del estudio general de las campañas de nuestro Héroe, los acontecimientos bélicos realmente típicos 'en el. orden táctico y en el orden estratégico;

Nos referimos a. la batalla de Las Piedras,, máxima expresión táctica del ciclo, situada en. la rama aseen-dente y a la segunda invasión portuguesa, como la mas alta expresión estratégica, situada en cambio, en la rama descendente.

Es en la batalla de Las Piedras donde Artigas pone en evidencia, por primera vez, sus grandes dotes de Je-fe; imprime a sus operaciones, desde su salida de Mer-cedes, una sucesión lógica, que tiene en cuenta no sólo la situación inicial de ambos adversarios, sino también, los acontecimientos que surgen en el desarrollo mismo de las operaciones preliminares, como después, en ple-no combate.

Es en la segunda invasión portuguesa donde 'Arti-gas pone en juego sus mayores recursos como conduc-tor, al concebir y aplicar un plan de operaciones,' por el que se propone llevar al país enemigo, la guerra que és-te había desatado, tomando como primer objetivó, 'las Misiones,. para rebatirse después, sobre las comunica-ciones del ejército portugués, materializadas por-. la lí-

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nea general: Cacequi, Santa María, Boca du Monte, Cruz Alta, Passo Fundo.

Nada mas natural, que sean dichas expresiones, una táctica y otra estratégica, las elegidas para efectuar dos cortes en profundidad, es decir, para establecer las ca-racterísticas del arte de la guerra dentro del menciona-do período de nuestra historia..

BATALLA DE "LAS PIEDRAS" O EXPRESION TÁCTICA

Preliminares (ver figura 2)

La situación inicial de las fuerzas patriotas el 12 de mayo de 1811, puede resumirse así: el General Artigas, procedente de Mercedes llega a San José, donde recibe la incorporación del destacamento de caballería que a órdenes de su primo Manuel Artigas, había sido adelan-tado por el Héroe, en exploración y reconocimiento, so-bre el eje Generad: Flores, San José, Canelones, Monte-video, logrando conquistar aquella localidad de San José, donde Manuel Artigas fue gravemente herido, des-pués de vencer a los Españoles en Paso del Rey.

De inmediato Artigas se desplaza hacia Guadalupe con todas sus fuerzas, en total 700 hombres, acampan-do en el expresado día, por la tarde, sobre el Canelón Chico, con descubiertas extendidas hasta los arroyos Las Piedras y Colorado. E1 hermano del Prócer, Manuel Francisco, se halla en la misma fecha en Pando, al fren-te de unos 300 hombres, después de recorrer (cumplien-do instrucciones de Artigas) los Pueblos de Minas, San Carlos y Maldonado, en busca de recursos de todo orden y a fin de crear a la vez ambiente a la revolución, en ésa zona de la Provincia.

En cuanto a las fuerzas españolas, al mando del Capitán de Fragata don José Posada, se hallan concen-

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tradas en la localidad de Las Piedras, con elementos adelantados hacia los arroyos Canelón Chico y Cola rado. Dichas fuerzas suman más de 1.000 hombres.

Esta situación general de ambos beligerantes se mantiene durante varios días debido a las continuas lluvias que paralizan las operaciones.

E1 16 de mayo los españoles adelantan desde Las Piedras, dos fracciones importantes de sus fuerzas; la primera en dirección de Canelones, tiene por misión ba-tir las fuerzas principales patriotas y cuenta con una fuerte dotación de infantería; la segunda en dirección a Pando, comprende la mayor parte de la caballería rea-lista, al mando de Rosales y debe impedir por lo menos, la incorporación de Manuel Francisco a las fuerzas prin-cipales. Artigas desbarata hábilmente estos propósitos del adversario, desplazándose a su vez, en la noche del mismo día 16, en dirección al Sauce, con el fin de derro-tar, tomándola entre dos fuegos, a la caballería de Ro-sales y una vez lograda la incorporación de su hermano Manuel Francisco, cortar la retirada de la columna rea-lista dirigida sobre Canelones.

Pero, enterado durante la marcha, que la caballería de Rosales se había replegado en las primeras horas de la noche del 16, sobre el Pueblo de Las Piedras, llevando consigo unas mil cabezas de ganado vacuno, en su ma-yor parte, de la Estancia de los Artigas, para ser remi-tidas a Montevideo, decide acampar en las puntas del Canelón Chico a proximidades del Camino Cuchilla Grande, donde espera la incorporación de su hermano Manuel Francisco, la que tiene lugar en la noche del 17 de mayo, al frente de 304 hombres.

Fuerzas actuantes

Las fuerzas patriotas que intervienen en la Batalla de Las Piedras, comprenden en total 1.020 hombres, qué se reparten así:

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-Como Infantería, un Batallón de Patricios a ór-denes del Tte. Cnel. Benito Alvarez, formado con dos compañías, en total 250 hombres, procedentes del Ejér-cito enviado por la Junta de Buenos Aires, al mando de Rondeau. Además dos compañías de milicias indepen-dientes, de 54 hombres cada una, al mando respectiva-mente de los Capitanes Francisco Tesceda y Tomás Gar-cía de Zúñiga, esta última como unidad de reserva. Aten-diendo asimismo Artigas a la necesidad de reforzar ta Infantería con elementos mejor armados y ya instruí-dos, resuelve agregar a la misma, 96 Blandengues, lo que hace un total de 454 Infantes, incluyendo la expre-sada unidad de reserva.

-Como Caballería, dispone de un Regimiento al mando de su hermano Manuel Francisco, que compren-de 250 hombres únicamente, ya que los 54 restantes in-corporados con este Jefe, desde Pando, fueron agrega-dos a las citadas compañías de Infantería independien-tes: Además, cuenta con dos escuadrones de gauchos de 148 hombres cada uno, al mando respectivamente de los Capitanes Antonio Pérez y Juan León. En total 546 hombres de Caballería.

-Como Artillería, dos cañones de 2 pulgadas ser-vidos por unos 20 hombres, al mandó del .Teniente por-teño Juan Antonio Walcante.

En cuanto a las fuerzas Españolas suman según lo expresa Artigas en su parte a la Junta de Buenos Aires, unos 1.230 hombres, entre los cuales figuran 600 In-fantes, 350 de Caballería y 64 Artilleros, disponiendo de 2. cañones de 4 pulgadas y de dos obuseros de 32 mm. Este efectivo es el que más o menos surge del mismo par-te de Posada, porque, si bien en el deseo de justificarse, establece que el día de. la batalla; Artigas disponía de unos 3000 hombres, casi tres veces más de lo real y él, en cambio, contaba únicamente con 500, habiendo de-jadq 80 en Las Piedras,. cuando se . suman los destaca-.mento del Capitán Jaime Illa y de los Alféreces Gregorio

OPERACIONES

PEDRO SICCO 79

Mota y Mateo Urcoli, que fueron, sucesivamente agre-gándose a dicho jefe español, desde su salida de Mon-tevideo, al frente de 186 hombres y 2 cañones y las fuerzas de todas las armas que luego encuentra en la expresada localidad de Las Piedras, y por último las dos unidades de caballería de 130 y 85 hombres que al mando de Mena y Ortega, se le envían más tarde, desde Montevideo, se llega fácilmente a la mencionada con-clusión. Lo contrario podría sólo discutirse, si Posada descuenta de su efectivo inicial los grupos y unidades integradas por criollos, cuyo pasaje a las filas patriotas, se produce desde los primeros encuentros, con las, con-secuencias que son de presumir como, también, el total de los que huyen del campo de batalla, desde que la retirada se generaliza, sea para guarecerse en Las Pie-dras, sea en dirección de Montevideo o Pando.

El dispositivo de marcha y de combate

( ver f i gur a

Habiendo cesado las .lluvias, ambos adversarios üni-cian al día siguiente, 18 de mayo, desde las primeras, horas, sus preparativos para la batalla, adelantando sus primeros elementos de seguridad integrados por tropas. de caballería, sobre el eje general: camino Las Piedras :Pando y adoptando luego, un dispositivo general de marcha que divide sus.fuerzas en dos núcleos; uno prin-cipal, constituido por el grueso, encargado de realizar la maniobra y otro secundario b de seguridad integrado por las expresadas tropas de caballería, que debe tomar inicialmente contacto con él enemigo a fin de precisai° el dispositivo y naturaleaá de'sus fuerzas y crear; a 1a vez una base de seguridad'que permita montar la ma-niobra de las fuerzas principales:

E1 contacto entré dichas éabálléríás de seguridad, la patriota, al mando del Capitán Antonio Pérez, qué

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lleva por misión, reconocer y atraer campo afuera al enemigo y la española, al mando del Ayudante Rosales, que tiene por cometido, informar sobre el efectivo y ca-rácter de las fuerzas enemigas, y en caso favorable de-tenerlas, se produce, primero, a la vista, por sus descu-biertas que se repliegan señalando al enemigo y luego por sus gruesos, que se tirotean alrededor de las diez horas sobre la línea de alturas que jalonan el camino Paso Cuello, para chocar casi enseguida, unos cientos de metros más al Oeste. (Ver II de fig. 3).

Entretanto, los gruesos de ambos beligerantes, a favor de la cobertura táctica brindada por sus caballe-rías, se desplazan en columnas escalonadas en el sen-tido del frente y en profundidad, mediando entre ambos en el expresado momento de toma de contacto de las caballerías, unas dos leguas de distancia, encontrándo-se, por consiguiente, dichos gruesos en condiciones de ultimar el despliegue ya iniciado, cuando la proximidad del enemigo lo imponga, sustituyendo la mencionada marcha en columna; por la eventual ocupación de po-siciones de combate, con el fin de participar de inmedia-to, desde estas posiciones favorables, en el desarrollo de la acción defensiva u ofensiva ulterior.

Artigas, por otra parte, desde ese momento, sacan-do partido para la maniobra de su superioridad en ca-ballería, ha desprendido la columna más fuerte de es-tas fuerzas (el Regimiento de 250 hombres, al mando de su hermano Manuel Francisco), para que siguiendo el itinerario general: puntas del Canelón Chico, Gigante, Colorado, a cubierto por consiguiente, no sólo de los fuegos si no también, de las vistas del enemigo, es decir, en condiciones de explotar al máximo el factor sorpresa, amenace de envolvimiento a las fuerzas españolas-pa-ra rebatirse luego sobre la linde Este de Las Piedras y completar así, el cerco de las fuerzas principales del enemigo, en su eventual retirada hacia dicha localidad.

PEDRO SI CCO 81

Desarrollo de la acción principal

Rechazada por Pérez, la caballería de Rosales, en el choque producido a las 10 horas, en el Camino Paso Cuello. Posada adelanta la mayor parte de sus fuerzas a fin de sostenerla. Continúa, pues, accionando por el movimiento, en lugar de asegurar su despliegue sobre una posición favorable, para poder, desde allí, recoger con sus fuegos a sus elementos de seguridad que se re-tiran bajó la presión del enemigo.

Precipitada así la acción, el grueso de las fuerzas es-pañolas se fusiona con su caballería, sobre las alturas que dan origen al arroyo Cáigante, siempre, naturalmen•,te; sobre el eje general Las Piedras-Pando. (Ver HI).

Poco permanece Posada sobre esta posición, ya que ella había sido ocupada bajo el imperio de las circuns-tancias, no reuniendo, en consecuencia, las condiciones indispensables para ofrecer a su infantería, un buen campo de tiro. Era una posición en contrapendiente y la llegada del enemigo se hacia casi por sorpresa. Ade-más, había constatado ya la presencia inmediata de las fuerzas principales de los patriotas, con las que se cam-bian algunos disparos.

Ha advertido también, la maniobra envolvente que insinúa sobre su flanco la caballería de Manuel Fran-cisco.

Bajo la acción de todos estos factores, se resuelve a iniciar el repliegue sobre las alturas que dan origen al arroyo Colorado, donde dispuesto a correr todas las con-tingencias establece sus tropas en una especie de semi=reducto. (Ver. IV).

El ataque patriota no se hace esperar. El combate se generaliza rápidamente y a pesar de la medidas to-madas por Posada, la lucha se torna enseguida, dési=guaL Nada puede el espíritu de sacrificio de los.éspa-ñoles,frente al doble ataque patriota que le provoca per=

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didas sangrientas y una gran desmoralización que cun-de rápidamente, a raíz también, de continuas desercio-nes en sus tropas de caballería. Ya en los primeros en-cuentros de esta arma, en las inmediaciones del camino Paso Cuello, grupos aislados se pasaron a las fuerzas patriotas, más tarde, en plena batalla, es el mismo Ro-sales, Jefe de la caballería realista que con un núcleo importante engrosa las filas patriotas. Hechos estos que obligaron a Posada a desmontar el resto de su caballe-ría, haciéndola, intervenir, desde entonces, como infan-tería, hasta el momento que ordena la retirada general hacia Las Piedras, que vuelven a maniobrar montados a fin de proteger los flancos de las tropas que se replie-gan bajo la presión del enemigo.Esta maniobra en retirada realizada por la infante-

ría española, mediante una serie de escalones sucesivos, que se van instalando a favor de las mismas ondulacio-nes del terreno, permite a Posada llevar la mayor parte de sus fuerzas sobre la altura inmediatamente al Este 'del Pueblo, que hoy sirve de base al Obelisco e intentar allí, una última y desesperada resistencia, mediante un ;dispositivo en cuadro a fin de hacer frente al enemigo en `todas direcciones, tratando a la vez en supremo esfuer-zo, de salvar los dispersos y fugitivos que intentan llegar al Pueblo para reforzar su guarnición. (Ver. V).Pero, falta tiempo para consolidar esta posición or-

ganizada con tropas ya resentidas, moral y físicamen-te, por los combates anteriores. Rodeados por la caballe-ría de Manuel Francisco, Pérez y León, que los caigan incesantemente desde todas direcciones, se ven obligados a .eapitúlar a la caída de la tarde.La victoria patriota se completa luego con la en-

trega de la guarnición del Pueblo que se había hecho fuerte en la Iglesia, con el concurso de .numerosos fu-gitivos de la batalla.Tres días después, el 21 de mayo, Artigas acampa

en el Cerrito y pone sitio a Montevideo,

PEDRO SICCO

Los partes

A continuación transcribimos tres partes relativos a la batalla de Las Piedras. Los primeros dirigidos por Artigas a Rondeau y a la Junta de Buenos Aires res-pectivamente y el último redactado por el Jefe español Posada al regresar a Montevideo y cuya copia fué obte-nida en el Archivo Central del Ministerio de Marina de Madrid:

Parte de Artigas a Rondeau

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"Habiéndome acampado en la villa de Canelones, con el objeto de molestar a los enemigos, que se hallé.. ban situados en Las Piedras, y privarles las introduccio-nes de ganados y demás comestibles para Montevideo, y advirtiendo ser insuficientes todas las providencias y vigilancia de las partidas que continuamente destacaba a este fin, dispuse, con anuencia de los señores capita-nes, el atacarlos, en atención a que aún cuando las fuer-zas enemigas ascendían al número de 600 hombres, se-gún las mismas noticias que por algunos pasados había adquirido, contaba con mucha parte adicta a nosotros.

Pasé inmediatamente el correspondiente oficio a mi hermano don Manuel Artigas, indicándole el punto donde debía reunirse conmigo; y a las pocas horas de haber marchado el chasque, recibí oficio de dicho IñI hermano, en que me avisaba hallarse atacado por los enemigos, pidiéndome 300 hombres, de refuerzo. Con esto llegó la noticia de que otra columna enemiga se dirigía a Canelones con el objeto de atacarme; al mo-mento acordé con los señores oficiales que era conve-niente dirigirnos al Sauce a dar auxilio a don Manuel Francisco Artigas, con la idea de tomar a los enemigos entre dos fuegos, y rendidos éstos, cortar la retirada a los que se había dirigido a Canelones.

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En efecto, dispuse mi salida a puesta del sol, y marché con el abrigo de la noche, pasando a la vista de los fogones enemigos. La noche se puso sumamente os-cura y el día amaneció lloviendo, cuya lluvia continuó hasta el siguiente. Con ese mal tiempo se imposibilitó la marcha, y me acampé en las puntas del Canelón Chi-co, desde donde pasé orden a mi hermano para que se reuniera en dicho punto, en virtud de haber sabido que la noche de mi salida había regresado la tropa enemiga al campamento de Las Piedras.

Mi hermano se incorporó en el citado destino la noche del 17, segunda de mi salida, y por la incapacidad del tiempo, no pude determinar el albazo que tenía proyectado. El tiempo mejoró y mis partidas de descu-bierta empezaron sus guerrillas con dos columnas que en el mejor orden marchaban para mi campamento. Al instante destaqué una partida de 200 hombres monta-dos de la gente patriota voluntaria para que los fueran sacando de su campamento, y mandé que la tropa to-mara caballos para salir a batirlos. Los enemigos avan-zaron sobre los de Caballería, y yo, con el resto del ejér-cito marché sobre ellos. De la gente armada de caballe-ría: saqué 150 hombres para reforzar la infantería, y or-dené dos columnas de caballería, una al mando de don Juan León que ocupaba el ala izquierda, y la otra al de don Antonio Pérez, que ocupaba la derecha. Con la de-más gente de mi hermano don Manuel, formé otra co-lumna (como de 250 hombres) con el objeto de cortar la retirada a los enemigos.

En este orden avancé, y puesto al frente de los ene-migos, desplegué en batalla con la infantería, y mandé a mi ayudante mayor don Eusebio Valdenegro pasase orden que la columna de caballería de la derecha avan-zara amenazando picar la retaguardia enemiga; y echan-do pie a tierra, la infantería hizo su demostración de avance con bastante rapidez, pero los enemigos apacen-taron retirarse, sin hacer mayor fuego, siempre con el

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mayor orden. Esta aparente retirada la hicieron con el interés de situarse en una loma lugar dominante a to-dos cuatro frentes de su posición; y en ésta presentaron batalla.La fuerza enemiga constaría de 400 a 500 hombres de infantería, con cuatro piezas de artillería dos obuses de a 32 y 2 cañones de a 4 con 64 artilleros buenos, de 16 hombres de dotación en cada cañón, y 450 que com:ponían la caballería.La fuerza de mi división se componía de 600 hom-bres de caballería (mal armados) y 40 infantes con los dos cañoncitos de a dos.El combate empezó a las once y media de la maña-na y terminó a las cuatro de la tarde. A éste se dió prin-cipio en los términos antedichos; pero como la tropo. estaba ansiosa de avanzar, sufrió un tiro de granada que me llevó 6 patricios, por hallarlos en pelotón: todo mi esfuerzo y el de mis oficiales no era bastante a con-tenerlos en avanzar, porque. no sufrieran el ventajoso fuego del enemigo, en un lugr donde el terreno era do-minado por ellos, tanto como las municiones de artille-ría superaban a las nuestras.Los enemigos se resistieron vigorosamente en este punto; tanto que fié necesario todo el esfuerzo de nues-tra heroica tropa para echarlos de allí; de donde salie-ron retirándose con el mejor orden. La tropa cargó vi-gorosamente sobre ellos, y aquí se les tomó un cañón; pero como los fuegos de artillería superaban a los mies-tros, contenían sumamente nuestra tropa, que sólo su mucho valor podía resistirlos.En su retirada conseguí situarme en mejor terreno, y de aquí hice avanzar a la columna de caballería de la derecha, y mi ayudante mayor de la izquierda, mandan-do entrar por la retaguardia enemiga a la columna. que mandaba mi hermano don Manuel Francisco Artigas. Aquí fié bastante activo el fuego, que durarla una hora; y con la energía, que disputaba la acción .nuestra tro-

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pa, se intimidaron los enemigos, y pusieron bandera parlamentaria, a que yo mismo en persona contesté se rindieran a discreción, librando la vida de todos: con lo que se rindieron y quedó por nosotros la victoria, y todó,el campamento de batalla, que era a distancia de un cuarto de legua de la Capilla de Las Piedras.En la misma Capilla, donde tenían su campamento, había quedado una guardia de 30 hombres (según de-claración del ayudante mayor de órdenes, subteniente de caballería don Juan Rosales), con un cañón de a 4.La rendición de dicha guardia la encargué a mi ayudante mayor de órdenes don Juan Rosales, que con el respeto de su tropa hicieran se rindieran a discre-ción, lo que así verificaron, y fueron prisioneros más 100 hombres que allí se habían replegado con disposición de defenderse, y ocupaban las azoteas, bien provistos de cajones de municiones; y con 16 artilleros más en el cañón que tenían.Entretanto disponía yo la reunión de la tropa y conducción segura de los prisioneros, pasó mi ayudan-te, el referido don Eusebio Valdenegro, a la operación antedicha, tomando el parque de artillería, que lo te-nía bien provisto de municiones, de todos los calibres in-dicados, y de todas clases, las que con mi orden hizo ex-traer, con más tres carros capuchinos y como llegó noticia de que salía refuerzo de Montevideo, fué nece-sario apostarme en lugar ventajoso para esperar el ene-migo, que hasta ahora (que son las 6 de la mañana no se ha dejado ver).Tengo varias partidas hacia los Migueletes, para que estén a la observación de los enemigos, y en todo caso de apuro, dispongo mi retirada a Canelones.El ayudante mayor de órdenes don Juan Rosales, me asegura haber de fuerzas en la plaza de Montevideo de 500 a 600 hombres, incluso los que estaban en la Colonia y que según éste, han regresado a Montevideo.Conviene, pues que V: S., en vista de lo expuesto,

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acelere sus marchas y me mande tropa a la mayor bre-vedad entre la cual es indispensable venga una dota-ción suficiente de artilleros para el manejo de las cinco piezas de artillería que he tomado a los enemigos; man-dándome bastantes piedras de chispa, que las necesito mucho y no las había en el parque enemigo.

La pérdida que hemos tenido en esta gloriosa ac-ción, será como de unos 18 a 20 hombres muertos, unos 14 heridos. No tengo entero conocimiento de ésto, hasta después que noticiaré a V. S. con más propiedad. Los enemigos muertos serán como 30, y según el primer co-nocimiento que tengo de los heridos, ascienden a, 45 o 50, y prisioneros como 420, incluso 22 oficiales con el comandante general don José Posada.

No puedo ocultara V. S. cuán dignos son todos los señores oficiales que he tenido el honor de tener a mis órdenes, en tan gloriosa acción; porque todos, todos se han prestado con todo el honor y entusiasmo que los caracteriza, y hace dignamente acreedores a la alta con-sideración de la Excma. Junta y la eterna gratitud de sus compatriotas.

Las tropas todas merecen igual atención, y estoy seguramente persuadido que, a no ser tanto su valor, no era capaz de haberse conseguido una acción con tan-tas ventajas sobre los enemigos, tan heroica para sus triunfadores, y que en todas partes justifica el honor de las armas de nuestra patria.

En este momento acabo de recibir el adjunto parte, que dá don Pedro García Pérez, de lo que ha ocurrido en Santa Teresa, y todo, está pronosticando el inmediato estrago y ruina de los tiranos, y la alta gloria de nues-tra dulce patria, la que hará eterna la memoria de sus dignos hijos.

Dios guarde a -V. E. muchos años"."Campamento en Las Piedras, 19 de mayo de 1811".

José Artigas

ARTIGAS , A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA88

"Señor general don José Rondeau".

Parte de Ar tigas a la Junta

"Excelentísimo señor:

"Las ocupaciones que me ha ofrecido el honroso cargo que V. E. tuvo a bien confiarme, no me han per-mitido, desde mi salida de esa Capital, dar a V. E. una relación en detalle de los movimientos practicados y feliz suceso de las armas de la patria; pero he cuidado de avisarles respectivamente al señor Belgrano y al co-ronel don José Rondeau, desde que fué nombrado jefe de este ejército, quienes creo, lo harían a V. E. en iguales términos. Aprovecho sin embargo, estas mb-mentos de elevar a su conocimiento las operaciones to-das de la división de mi cargo.

Con ella llegué el 12 del corriente a Canelones, don-de nos acampamos destacando partidas de observación cerca de los insurgentes que ocupaban Las Piedras, punto el más interesante, así, por su situación como por algunas fortificaciones que empezaban a formar y por la numerosa artillería con que lo defendían. En la mis-ma noche se experimentó una copiosa lluvia, que con-tinuó hasta las 10 de la mañana del 16, en cuyo día des-tacaron los enemigos una gruesa columna a la estancia de' mi padre, situada en el Sauce, a cuatro leguas da distancia de Las Piedras, con objeto de batir la división de voluntarios al mando de mi hermano don Manuel Francisco Artigas, que regresaba de mi orden de Mal-donado a incorporarse con mi división. Se hallaba acam-pado en Pando y luego que sus avanzadas avistaron al enemigo, me dió el correspondiente aviso, pidiéndome 300 hombres de auxilio, en cuya consecuencia y de acuerdo con los señores capitanes, determiné marchar a cortar a los enemigos, contando a mis órdenes 346 fantes; a -saber 250 patricios y 96 blandengues, 350 ca-

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ballos y dos piezas de a dos. Dividí la caballería en tres. trozos, destinando una columna de 148 hombres, al mando del capitán don Antonio Pérez, a cubrir a la de-recha y otra de igual número, a cargo del de igual clase don Juan León, a cubrir la izquierda, quedando para cuerpo de reserva las compañías al cargo de don Tomás García de Zúñiga, compuesta de 54 plazas.Dispuesta así la división de mi cargo, marché en co-

lumna, al ponerse el sol, en dirección al Sauce; hice alto en las puntas de Canelón Chico, donde cerró la noche; el 17 amaneció lloviendo copiosamente y dis-puse acampar, así por dar algún descanso ala tropa, que en medio de su desnudez e insoportable frío, había sufrido tres días y medio de continua lluvia, como por el imprescindibQe interés de conservar las armas en buen uso. En la tarde del mismo día se incorporó a mi división la del mando de mi hermano don Manuel, com-puesta de 304 voluntarios reunidos por él en la campa-ña, la mayor parte bien armados; de los cuales agre-gué a la infantería 54, que formaban la compañía de don Francisco Tesceda.y con los 96 blandengues indi-cados, que componían el número de 150 de caballería, agregados a la infantería, resultóme entonces la fuer-za total de 400 infantes y 600 caballos, incluso el cuer-po de reserva.La salida de los enemigos de sus posiciones. se ve-

rificó el 16, pero se redujo a saquear completamente la. casa de mi padre y recoger sobre mil cabezas de ga-nado, que en la misma noche se .introdujeron en la plaza.E1 18 amaneció sereno; despaché algunas partidas

de observación sobre el campo enemigo, que distaba menos de dos leguas del mío, y a las nueve de la ma-ñaná se me avisó que hacían movimiento con dirección a nosotros. Se trabó el fuego con mis guerrives y las contrarias; aumentando sucesivamente sus fuerzas, se reunieron en una loma distante una legua de mi cam=

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pamento. Inmediatamente mandé a don Antonio Fé-rez que con la caballería de su cargo se presentase fuera de los fuegos de la artillería de los enemigos, con el objeto de llamarles la atención, y retirándose, ha-cerles salir a más distancia de su campo, como se ve-rificó, empeñándose ellos en su alcance. En el momento convoqué a Junta de Guerra, y todos fueron de parecer de atacar. Exhorté a las tropas, recordándoles los glo-riosos tiempos que habían inmortalizado la memoria de nuestras armas y el honor con que debían distinguirse los soldados de la patria, y todos unánimes proclama-ron con entusiasmo, que estaban dispuestos a morir en obsequio de ella. Emprendí entonces la marcha en el mismo orden indicado, encargando de la izquierda de la infantería y dirección de la columna de caballería a mi ayudante mayor el teniente de ejército don Euse-bio Valdenegro, siguiendo yo con la del costado dere-cho y dejando con las municiones al cuerpo de reser-va fuera de los fuegos.El cuerpo de caballería, al mando de mi hermano, fué destinado a cortar la retirada al enemigo. Ellos se-guían su ¡marcha, y continuando el tiroteo coni W avanzadas, cuando hallándome inmediato, mandé echar pie a tierra a toda la infantería. Los insurgentes hi-cieron una retirada aparente, acompañada de algún fuego de cañón. Montó nuevamente la infantería y car-gó sobre ellos. Es inexplicable, Excmo. Señor, el ardor y entusiasmo como mi tropa se empeñó entonces en mez-clarse con los enemigos; en términos que fué necesa-rio todo el esfuerzo de los oficiales y mío, para conte-nerlos y evitar el desorden. Los contrarios nos espe-raban situados en la loma indicada arriba, guardando formación de batalla, con cuatro piezas de artillería, dos obuses de a treinta y dos colocados en el centro de la línea y un cañón en cada extremo de a cuatro. En igual forma dispuse mi infantería con las dos piezas de a dos y se trabó el fuego más activo. La situación más

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ventajosa de los enemigos: la superioridad de su arti-llería, así en el número como en el calibre y dotación de 16 artilleros en cada una, y el exceso de su infan-tería sobre la nuestra, hacían la victoria muy difícil; pero mis tropas enardecidas se empeñaban más y más, y sus rostros serenos pronosticaban glorias de la pa-tria. El tesón y orden de nuestros fuegos y arrojo de los soldados obligó a los insurgentes a salir de su po-sición, abandonando un cañón, que en el momento ca-yó en nuestro poder, con una carreta de municiones. Ellos se replegaron con el mayor orden sobre Las Pie-dras, sostenidos del incesante fuego de su artillería, y como era verosimil que en aquel frente hubiesen de-jado alguna fuerza cuya reunión era perjudicial, orde-né que cargaran sobre las columnas de caballería de los flancos y la encargada de cortarles su retirada; de esa operación resultó, que los enemigos quedasen ence-rrados en un círculo bastante estrecho. Aquí se em-pezó la acción con la mayor viveza de ambas partes; pero después de una vigorosa resistencia, se rindieron lbs contrarios, quedando el campo de batalla por nos-otros. La tropa enardecida hubiera pronto descargado su furor sobre las vidas de todos ellos, para vengar la inocente sangre de nuestros hermanos, acabada de ver-ter para sostener la tiranía; pero ellos, al fin, partici-pando de la generosidad que distingue a la gente ame-ricana, cedieron a los impulsos de nuestros oficiales, empeñados en salvar a los rendidos.

Informados por ellos de que en Las Piedras que-daba una gran guardia con un cañón de a cuatro, en-cargué a mi ayudante mayor Eusebio Valdenegro, de ocupar aquel punto: quien para evitar la efusión de sangre, dispuso un parlamento, intimando la rendi-ción por medio del ayudante de órdenes de los enemi= gos don Juan Rosales, como lo hicieron a discreción 140 hombres que se habían reunido allí y ocupaban al-gunas azoteas, bien municionados y dispuestos a de-

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Penderse. Mi expresado ayudante mayor, se posesionó inmediatamente del cañón de a cuatro y todo el parque de artillería, haciendo extraer todas las municiones que expresa el adjunto estado, por si ocurría algún nuevo movimiento, respecto a haber recibido noticia de que había salido de la plaza un cuerpo de 500 hombres pa-ra auxiliar a los vencidos. La .acción tuvo principio a las 11 del día y terminó al ponerse el sol. La fuerza ene-miga ascendía en todo, según los informes menos du-dosos que he podido obtener, a 1.230 individuos, entre ellos 600 infantes, 350 caballos y 64 artilleros. Su pér-dida ha consistido próximamente en 97 .muertos, 61 heridos, 482 prisioneros, entre los cuales se hallan 186 que tomaron partido en los nuestros, porque hicieron constar su patriotismo y estaban forzados al servicio de los insurgentes, particularmente 14 que habían si-do tomados de nuestros buques en San Nicolás de los Arroyos, y 296 que he remitido a V. E. Incluso 23 ofi-ciales, que son los siguientes: de marina, el capitán de fragata y comandante en jefe, don José Posadas; los tenientes don Manuel Borras y don Pascual Cañizo, los alféreces de navío don José Argandoña, don Juan Mon-taño, don Miguel Castillo, don José Soler; el oficial 4° de Ministerio don Ramón Vajón. Milicias de infantería: capitán don Jaime Illa, teniente don Jerónimo Ollonie-go, los subtenientes don Mateo Urcola, don José Mate-rlago, don Andrés Rollano, don Francisco Sierra, don Manuel Mont, don Francisco Fernández y don José Luis Breque. Milicias de caballería: capitán don Pedro Ma-nuel García, teniente don Antonio Gobita, subteniente don Juan Sierra, ayudante de órdenes don Juan Ro-sales. Urbanos: Capitán don Justo Ortega. Del resto de los enemigos muchos eran vecinos de la campaña, que fugaron y se retiraron a sus casas y algunos pocos se extraviaron y entraron en la plaza. Por nuestra parte hemos tenido la pequeña, pero muy sensible pérdida, de once muertos y veintiocho heridos. El hecho mis-

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mo demuestra bastantemente la gloria de nuestras ar-mas en esta brillante empresa. La superioridad en el todo de la fuerza de los enemigos, sus posiciones venta-josas, su fuerte artillería y particularmente el estado de nuestra caballería, la mayor parte armada de palos don cuchillos enastados, hace ver indudablemente que las verdaderas ventajas que llevan nuestros soldados sobre los esclavos de los tiranos, estarán siempre sella-das en sus corazones inflamados del fuego que produce el amor a la patria. Me juzgo, Excmo. Señor, en gran-des apuros cuando trato de hacer presente a V. E. el carácter que han demostrado todos los señores oficiales que he tenido el honor de mandar en esta acción. Ellos se han disputado a porfía el celo, actividad e intrepi-dez, distinguido valor y todas las virtudes que deben adornar a un verdadero militar; . ellos me han hecho verter lágrimas de gozo, cuando he considerado la jus-ticia con que merecen el dulce título de beneméritos de la patria, y yo faltaría a mi deber, si no suplicase a V. E. les tuviese presente el premio a que les considere acreedores. De todos ellos, pues, incluyo a V. E. lista, juzgando que han llenado completamente el hueco de sus obligaciones y de mis deseos; pero particularmente el teniente coronel y jefe de la compañía de patricios don Benito Alvarez, el bravo capitán don Ventura Fei-jóo, que une a este mérito el de haberse distinguido en las acciones del Paraguay; el teniente don Raimundo Rosas, que también se halló en aquellas acciones; el de igual clase don José Araus; el de la misma don Ig-nacio Prieto, que para facilitar la marcha de la ar-tillería en medio de la escasez de caballos que se expe-rimentaba, en el .acto de la batalla, cargó a sus hom-bros el cajón de munición, conduciéndolo así no corta distancia, y el subteniente con grado de teniente don José Roa, todos del cuerpo de patricios; pero es singu-larmente recomendable el talento, activas disposicio-nes, determinado arrojo y valor del intrépido teniente

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de ejército don Busebio Valdenegro, mi ayudante ma-yor, que no me ha dejado un momento y que ha hecho lucir sus virtudes militares en esta acción. Es también particular el mérito del sargento de costas Bartolomé Rivadeneira, empleado de la artillería que se portó con un valor recomendable. Igualmente recomiendo a V. E. toda la infantería que ha obrado a mis órdenes y que ha dado una singular prueba de su valor y subor-dinación, arrostrando el peligro con serena frente y avanzando en !linea sobre el constante fuego de la artillería enemiga, con una loable determinación. Tam-bién han llenado sus obligaciones los voluntarios de ca-ballería y sus dignos jefes, siendo admirable Excmo. Señor, la fuerza con que el patriotismo más decidido ha electrizado a los habitantes todos de esta campaña, que después de sacrificar sus haciendas gustosamente en beneficio del ejército, brindan todos con sus perso-nas, en término que podría decirse que son tantos los soldados con que puede contar la patria, cuantos son los americanos que la habitan en esta parte de ella. No me es fácil dar todo el valor que en sí tiene la ge-neral y absoluta fermentación que ha penetrado a es-tos patriotas; pero como prueba nada equívoca de los rasgos singulares que he observado con satisfacción no olvidaré hacer presente a V. E. los distinguidos servi-cios de los presbíteros señor don José Valentín Gómez y don Santiago Figueredo, curas vicarios, éste de la Florida, y aquél de Canelones. Ambos, no contentos con haber colectado con celo varios donativos patrióticos, con haber seguido las penosas marchas del ejército, par-ticipando de las fatigas del soldado, con haber ejer-cido las funciones de su sagrado ministerio en todas las ocasiones que fueron precisas, se convirtieron en el acto de batalla, en bravos campeones, siendo de los pri-meros que avanzaron sobre las filas enemigas con des-precio del peligro y como verdaderos militares,

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En la noche del 18 me acampé en las inmediacio-nes de Las Piedras, hacia Montevideo, en la situación más ventajosa y cómoda para oponerme a alguna ten-tativa del enemigo, que se esperaba según las noticias adquiridas, pero él no hizo movimiento. El 19 mandé algunas partidas de caballería en observación hasta el Arroyo Seco y extramuros de la, plaza, a donde llegaron sin oposición. En la tarde recibí oficio del gobernador de Montevideo, solicitando el canje de los prisioneros, de cuyos resultados hice el convenio que consta de las copias que acompaño. El 20 recibí oficio .del señor Ello, solicitando la suspensión de hostilidades. De él y de mi contestación, incluyo a V. E. copia con el número 2.

Aprovechándome de las ventajas que me ofrecía mi situación, dirigí parlamento a la plaza, intimando su rendición al señor Elío, con fecha del 21, según consta de la copia número 3, y con la misma recordé a aquel Cabildo sus obligaciones sobre el mismo objeto, según el número 4; pero ambos, sordos a la voz de la humani-dad, justicia, y, sobre todo, la necesidad, despreciaron mis avisos, contestando Ello verbalmente que no se rendían, y ordenando al oficial parlamentario se reti-rase inmediatamente. Por las mismas copias, advertirá V. E. que trasladé mi campamento al Cerrito a que da, nombre la plaza; para tenerla en estado de sitio rigu-roso.

Nuestras partidas continuaban internándose has-ta las inmediaciones de la. ciudad, a cuyo recinto se ha-llaban reducidos los enemigos.

El 24 fueron ignominiosamente arrojadas de la pla-za por su tiránico gobierno, varias familias vecinas y eclesiásticas, sobre cuyo violento incidente hablo a V. E. en otro papel. En su consecuencia, y teniendo noti-cias fundadas de que mi oficio del 21 no había llegado a manos del Cabildo, aproveché esta ocasión de entablar nueva lcomunicación dirigiéndole otro con fecha 25, como verá V. E. por la copia número -5, en que so-

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licitando los equipajes de los confinados, pedía un di-putado de aquel cuerpo que hablase con mi enviado, quien debía entregarle otro oficio en que le trasladaba el del 21; pero el señor Ello, conservando siempre su despótico carácter, contestó verbalmente negando los equipajes y exponiendo que debía entenderse sólo con él y no con el Cabildo, quien, según exposición de la oficina parlamentaria de los enemigos, había conveni-do en esta determinación.

Un proceder tan extraordinario, así por parte del Gobierno corno por la del Cabildo, que quería llevar a un extremo doloroso el comprometimiento a que se ve reducido el desgraciado pueblo de Montevideo, me mo-vió a cortar toda clase de inteligencia con aquellas au-toridades corrompidas. En los días sucesivos han te-nido los enemigos el bárbaro placer de hacer algunas salidas bajos los fuegos de la batería de la plaza, cuyo fruto ha sido saquear las casas indistintamente. Estos han sido los movimientos de la división que he tenido el honor de mandar; y estos, Excmo. señor, son los momentos en que me considero elevado por la fortuna al grado de felicidad más alta, si las armas, de mi man-do, han podido contribuir a perfeccionar la grande obra de libertad de mi amada patria y dar a V. E. que la representa, un día tan glorioso como aciago y temible para los indignos mandones, que desde su humillada si-tuación intentan en vano oprimirla".

"Dios guarde a V. E. muchos años".

"Campamento del Cerrito de Montevideo, a 30 de mayo de 1811".

"Excmo. señor".

JOSE G. ARTIGAS.

"Excma. Junta Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata".

PEDRO SICCO 87

Parte de Posada

Don Juan de Labaig y Leonés, Jefe del cuerpo dé Archiveros del Ministerio de Marina y de su Ar-chivo General:

CERTIFICO: Que en el expediente fecha veinti-nueve de Marzo de mil ochocientos doce, (Expediciones de Indias), referente a la acción de Las Piedras que se custodia en este Archivo Central de mi cargo, existe una comunicación del Comandante General del Apos-tadero de Marina de Montevideo, a la que se acompaña copia del Parte de dicha acción, cuyos documentos co-piados a la letra dicen así:

"Excmo. señor. - El 28 del pasado mes el falucho "Fama" conduciendo al Capitán de Fragata don José Posada y 14 oficiales más del Exercito de los cangeados, pues no han querido entregarnos los Oficiales de Ma-rina, y si Posada lo ha conseguido ha sido por empeños de sus muchos amigos de la Capital. Desde que caye-ron prisioneros no han recibido auxilio alguno de la Revolucionaria Junta y han pasado vastantes miserias, porque hasta les robaron la ropa; por fortuna los que fueron a Luxan, han sido muy bien tratados por el benemérito y digno señor Obispo de Córdoba, que se halla allí destinado con la asignación de sólo mil pesos para su precisa manutención, y no obstante les ha dado la mesa y ropa para su uso; su Iltma, goza de la opi-nión que le es debida por sus talentos; instrucción y virtud; y remito a V. E. copia del parte que me ha pasado Posada para inteligencia de Su Alteza, de lo ocurrido en la desastrosa acción de Las Piedras que tantos males nos ha ocasionado. Dios guarde a V. E. muchos años. - Montevideo, Octubre 8 de 1811. -Exmo. señor José María Salazar. - Rubricado. -

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Exmo. señor Secretario de Estado y del Despacho Uni-versal de Marina. - Señor Comandante General de Marina. - Luego que llegué a esta plaza de regreso de la frontera de los Indios Pampas de Buenos Ayres, can-geado de mi prisión con catorce Oficiales más de los Cuerpos de Milicias de Infantería y Caballería de esta plaza (quedando en dicha frontera divididos en dos puntos diferentes los oficiales de Marina que fueron prisioneros y no les tocó la suerte de ser cangeados), me presenté al Exmo. señor Virrey y pareciéndome opor-tuno informarle con la más exacta escrupulosidad de to-dos los acontecimientos de mi comisión en la Capilla de Las Piedras tanto para que pudiese arreglar sus pos-teriores providencias como para que se impusiese de los méritos contraídos por algunos de los individuos de mi mando, cuya heroica comportación tocó al extremo de su valor temerario, a efectos de proporcionar a éstos la satisfacción a que se hicieron acreedores, como el cas-tigo a los viles que en el acto mismo de la acción come-tieron la perfidia de pasarse a los Enemigos, según in-dividualizaré a continuación, pero haviendo observado que el Exmo. señor Virrey nada se interesó en mi ex-posición y persuadido en esta virtud que se hallaría informado sin aquellos exactos conocimientos que podía franquearle, y de que podía resultar algún equi-vocado parte a la Superioridad, he determinado darlos a V. S. exactamente para que se digne elevarlo a no-ticia de S. M. para los efectos convenientes. Conside-rando a V. S. bien enterado de todas las particulari-dades ocurridas en esta plaza antes de mi salida, sólo me limitaré a imponerle desde el día 28 de abril del pre-sente año que salí llevando a mis órdenes 186 hombres compuestos de Marineros de Guerra y Mercantes y en-tre ellos como 45 soldados de Marina los que dividí en dos Compañías mandadas por seis oficiales del Cuerpo de la Armada con dos cañones violentos que eran ser-vidos por Pardos y Morenos menos los Cabos de Cañón

y cargadores que eran de Brigadas. -Mi°, dirección se-gún la orden del Exmo. Sr. Virrey,1fué a dicha Cápilfa; pero a una hora de mi salida yo,noté los ~éXcesos de una gente que acababa de desembarcarse, sin=cli cipliria, ni instrucción militar, pues todo el ésfüerzo de,los`ofi= ciales y el mío no fué suficiente a cont2~ñer10s`dé~ie-pasarse del orden en que los hice salir, pues-aunque anticipadamente mandase cerrar las tabernas del trán-sito, se internaban en ellas y se hizo general la embria-guez, la que había tenido ya principio en este Pueblo, por lo que determiné hacer alto en el Miguelete desde donde avisé todas estas ocurrencias al Señor Virrey, manifestándole como lo había hecho antes de mi salida, que aquella gente era enteramente insubordinada y sin disciplina y que por consiguiente nada bueno se podía esperar, hice noche en este punto y recibí la orden de seguir al destino indicado; al día siguiente de un ímprobo trabajo de reunirlos, seguí mi marcha prece-diendo una partida que destiné para que los dueños de pulpería las tuvieran cerradas; en el camino se me incorporó el Sargento Graduado de Alferez de Fragata D. Gregorio Mota con la partida de su cargo a darme aviso de que las otras que se hallaban destinadas en la campaña se habían retirado a Las Piedras donde el mismo había dispuesto cerrar las pulperías porque ha-bían ocasionado algunos desórdenes en aquel punto. De todas estas ocurrencias dí parte al Exmo. Señor Vi-rrey, manifestándole que era muy expuesto seguir ade-lante con semejante ejemplo, particularmente cuando las noticias eran que la campaña toda se hallaba en general insurrección, que las tropas enemigas que se retiraron de la expedición del Paraguay se hallaban en la Capilla de Mercedes como otras que igualmente vinieron por la vajada de Santa Fé de refuerzo a las pri-meras; y además reunida la guarnición de la Colonia a su recinto, tomado por los insurgentes las Villas de Colla y San José, haciendo prisioneras las tropas que

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ARTIGAS, A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA100

las guarnecían, y hecho retroceder a los Destacamentos mandados por el Capitán de Milicias D. Jaime Illa, y por el Alférez del mismo Cuerpo Don Mateo Urcola, con los que me incorporé al siguiente día de mi salida; a mi llegada a aquel destino se presentó el Ayudante Mayor del Regimiento de Voluntarios de Caballería de Mon-tevideo D. Joaquín Alvarez que venía de orden del Exmo. Señor Virrey para informarme en sus conocimientos de la campaña sobre la situación local que debía patrullar las partidas de caballería, las cuales según lo resuelto por S. E. debían componerse de cuatrocientos hombres con quinientos de infantería de que debía constar aquel éanpamento, los que no se reunieron si no por el or-den y clase que voy a manifestar: el referido Ayudante que me fué tan útil por todas razones que contribuía con el mayor celo y actividad al buen orden, y hacer efectivas mis providencias, me vi privado a los diez y seis días de su permanencia por disposición del Señor Virrey, relevándolo a esta Plaza, y sustituyéndole un Alferez de Blandengues de poca exactitud, y menos confianza llamado D. Juan Rozales, el cual verificó su conducta el día del ataque pasándose a los enemigos a quienes está sirviendo desde entonces. Luego que me incorporé en el destino de Las Piedras con las parti-das que allí había, quedé mandando el todo de mi gra-duación, hasta tanto que viniese a mandar el Jefe que me había ofrecido el Señor Virrey; inmediatamente pe-dí noticias del número de Oficiales y Tropas, y hallé que estas se componían de milicias de Infantería y Caballe-ría todas con igual instrucción poco más a menos que la marinería que acababa de tomar los fusiles, reunien-do tres cañones y dos obuses de tren componiendo el total de quinientos hombres; la falta de instrucción y disciplina, como el haver previsto las resultas que de-bían de sobrevenir con concepto al número de los in-surgentes, me obligó a repetir mi súplica al Exmo. Se-ñor Virrey, y me contestó tenía ordenado fuese a man-

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dar el Brigadier D. Vicente Muesas. Entretanto ordené mi campamento, tomé todas las medidas y precaucio-nes, previne la instrucción de la tropa, la que no pudo verificarse por la pertinacia de los temporales y copio-sas lluvias, el suelo hecho un lodazal y tener que sub-sistir al raso sin auxilio de leña ni otro alguno, le im-posibilitó. Entre las órdenes del Exmo. Señor Virrey era una la de dexar obrar por sí las partidas de caballería, y aumentar las de infantería cuando fuese posible; la de Mota, que se componía de veinte hombres aumentó hasta cuarenta de marineros que apenas sabía montar a caballo por lo que desistí de seguir aumentando el número de ésta hasta ochenta o ciento que era lo que se me había ordenado; y la de Urcola se aumentó con tropa de infantería de Milicias. Para remediar en parte la falta de instrucción de las milicias solicité se me re-mitiese uno de los Ayudantes de este Regimiento, pues no ¡havía ningún Oficial Ide dicho Cuerpo capaz de instruirlos y S. E. me ofreció enviarlo y no lo verificó: las lluvias seguían sin intermisión, la tropa sufrió los temporales al raso, particularmente desde el 5 de ma-yo en adelante, que fue indispensable estar con las armas en la mano durmiendo en la formación de ba-talla con los Oficiales a la cabeza, a causa que desde este día ya los enemigos me tuvieron como sitiado pre-sentándose a mis inmediaciones hasta el número de novecientos hombres con cuyo motivo, y haber sabido que las fuerzas se aumentaban considerablemente pedí auxilios y refuerzos, y entre ellos la construcción de al-gunos galpones de cuero para acogerse la tropa y secar su ropa pero esto fue tan tardo que nunca se efectuó como tampoco la remisión de los cuatrocientos hombres de caballería detallados que tanto necesitaba para mis operaciones, y esto me tenía en mayor apuro, pues aun-que de la partida de Urcola hice montar la más gente posible como así me lo había ordenado S. E. apenas cu-bría las atenciones del cuidado de la caballada, ganado

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de consumo y pequeñas partidas para patrullas y ob-servación, como para guardar la estancia del Rey; en esta disposición me tuvieron sitiado los enemigos mu-chos días en los cuales hice en vano movimiento entre ellos pues el acercarme se repasaban del destino que ocupaban prevalidos de los caballos, pero sin alejarse, y aunque para empeñarlos practiqué algunas máximas, y las guerrillas desmontadas y a caballo procuraban entretenerlos, nunca pude conseguirlo en más de doce días continuos de estas alarmas; no obstante siempre me aproveché de algunos descuidos que solían tener para introducir en esta plaza en diferentes ocasiones hasta cuatro mil reses. Con una fatiga sin interrupción en medio de los temporales, principió la tropa a enfer-marse, y era forzoso remitir diariamente a este hospi-tal muchos individuos cuyo reemplazo no regresaba y de esta suerte se fué en pocos días desmembrando la fuerza; a lo cual también contribuyó la calidad de la tropa, que componiéndose de vecinos la de Milicias con comercios y otras atenciones, quebrantaban en el mo-mento que les era posible la estrechísima orden que yo había dado para que sólo diariamente se permitiese un hombre por compañía para practicar sus diligencias y las de sus compañeros; sobre lo cual experimenté un perjudicial disimulo en los Cabos y Sargentos, y tole-rancia en muchos Oficiales, de suerte que hubo días de faltar hasta cien hombres y todos los cargos que hacía me resultaban infructuosos: efecto como llevo expre-sado de la falta de disciplina.

Después de muchas instancias para que se remi-tiese caballería pues sin ella y sólo la infantería jamás podía conseguir ventajas sobre los contrarios, el trece de mayo por la noche llegaron al campamento dos par-tidas, una de presidiarios que para este fin acababan de sacar del presidio compuesta de ciento treinta al man-do de uno de ellos llamado Mena y otra de ochenta y cinco hombres de varios vecinos reunidos, al mando de

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D. Justo Ortega, mayordomo de la panadería de Piedra graduado de Capitán por el Exmo. Señor Virrey para este fin; pero todos estos individuos venían con los ca-ballos rendidos y solo trahían los montados, y como yo no podía proveerlos pues los que tenía estaban reduci-dos a un corral y pastoreo con resguardo se hallaban en peor estado; para operar me hallaba en una situación fatal para el lleno de mis deberes, especialmente cuando experimentaba que las repetidas súplicas que hacia a S. E. por caballadas eran infructuosas y difíciles de remediar. A1 día siguiente reciví un oficio del Exmo. Señor Virrey en que me prevenía que dichas partidas debían de obrar independientemente de mi mando, es-to me sobresaltó demasiado porque calculé desde luego las consecuencias, y me hizo dudar de las ventajas que premeditaba, por cuya causa llamé a los dos Coman-dantes y les insinué la orden del Señor Virrey para que obrasen independientes (mente) manifestándoles los enemigos que teníamos a la vista haciéndoles varias advertencias que creí conducente y les aseguré que les protegería con mis fuerzas; en este mismo día me fue indispensable executarloys sacando milagrosamente 1a partida de Ortega de entre los enemigos, que casi le tenían embuelto, y es cuanto podía esperarse de una gente de aquella naturaleza y mando.

El fermento de la insurrección de la campaña lle-gó a tal grado que aunque hice algunas ofertas de premio y pecuniarias a distintos confidentes que pro-curé desde el principio establecer, ninguno ha vuelto ni me ha contribuido con la menor noticia, y en igual caso estaban los vecinos de la campaña que parece ma-ravilla el que siquiera uno dexase de acercarse a este fin; y habiendo procurado examinar la causa se me informó que todo podría dimanar de un general des-contento hacia la personal del Exmo. Virrey, y todas sus providencias, y muy particularmente una contribu-ción personal que el Gobierno acababa de imponer, lo

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que puede ser cierto en consideración a que entre esos vecinos havía muchos europeos, los que por notoriedad se sabe la persecución y daños que padecen por los in-surgentes. Continué siempre en mis operaciones hasta el diez y ocho de mayo por la mañana en que habién-dose aparecido los insurgentes en número de trescien-tos hombres acercándose más que nunca a nuestras in-mediaciones, mandé tocar generala precedida de la orden al Ayudante de Campo D. Juan Rosales para que reconociese con exactitud al enemigo, y me diese parte de sus operaciones; efectivamente así lo verificó reti-rándose con la partida, y manifestándome que el ene-migo se componía del número dicho y que no había cuidado ninguno que estaba seguro no había más fuer-zas pues lo había reconocido también, por lo que dispu-se que la caballería saliese a atajarlos dando la orden a dicho Rosales que no se alejase, pues siempre tenia yo el recelo de que fuese envuelta y tal vez fuese una llamada falsa del enemigo; pero dicho Ayudante hizo lo contrario abanzando dicha caballería a más distan-cia de lo que yo había dispuesto, por lo que me vi en la necesidad de salir con la infantería para protegerla y al mismo tiempo mandarles retroceder a mis inmedia-ciones, pero las Partidas de guerrillas havían roto el fuego con las del enemigo haviéndo muy pocos daños de nuestra parte y otra, pues únicamente tuvimos dos heridos; a poco tiempo, y a larga distancia reconozco dos columnas considerables de caballería entre las que distingo dos cañones de tren volante con sus carros de municiones, lo que me hizo creer que el oficial de blandengues Artigas que había desertado de la Colonia, se había incorporado con su hermano que, mandaba antes; por lo que inmediatamente mandé aviso para que se retirase la caballería haciendo yo con la Infantería lo mismo para tomar una posición ventajosa por que des-de luego crehf que venían a atacarme; pero nuestra Ca-ballería hizo una retirada bastante desordenada y re-

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zagándose muchos de ellos y pasándose al enemigo; luego que tomé la posición dicha que era muy venta-josa pues descubría los cuatro costados al enemigo hice la formación de un triángulo cuya base era la infante-ría y mandé hechar pie a tierra a toda la caballería pa-ra de este modo poderme defender contra una fuerza tan superior pues el enemigo se componía de cerca dé tres mil hombres y entre ellos seiscientos de Infantería con los dos cañones que llevo expresados, nuestra fuerza aquel día se componía de quinientos hómbres con dos obuses y dos cañones haviendo dexado en Las Piedras una guardia principal, con quarenta hombres y un ca-Wn además los rancheros y cuarteleros que todos com-ponían el número de ochenta; en esta disposición y en la formación expresada colocadas las piezas de ar-tillería en los ángulos de la base, y un obuz, situado en el ángulo opuesto de la dicha, se rompió el fuego de artillería por nosotros, y fué contestado por el enemigo inmediatamente, pero mucho mejor dirigidos de nues-tra parte, pues creo que no se ha desperdiciado ningu-na y ha havido granada tirada por los nuestros que les mató siete hombres, lo que me hacia creer que los ene-migos dexarían el combate por la superioridad de nues-tra Artillería; pero bien pronto vi lo contrario, pues de resulta de haverse pasado en principio del Combate la mayor parte de la Caballería, formaron ánimos los enemigos y se pusieron a poco más de medio tiro de fusil por lo que se rompió el fuego de esta arma de una parte y otra, en este acto observé que mi tropa dirigía mal la puntería y que havía desmayado desde que la Caballería se havía pasado pues solo quedaron hacien-do frente 250 hombres, los que empezaron a desordenar a la media hora de fuego, pero se pudo contener ese desorden por la energía de algunos oficiales, haviendo seguido el fuego como otro quarto de hora más, pues luego se hizo el desorden general que nadie pudo con-tener tanto que tomaron la huida por el pasaje que más

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nos podía incomodar el enemigo; en vano los persuadía que hivan a ser víctimas, pues era tal el terror, que ti-raban los fusiles y se metían en una cañada para li-bertarse de las balas, pero unos cuantos soldados es-forzados se reunieron y pudieron retirar un cañón y los dos obuses con los que todavía se les hizo fuego, pe-ro cargaron en gran número sobre nosotros y la ma-yor parte han sido sacrificados al furor de los Insur-gentes; considerando ya no havía remedio alguno ni recurso de defensa pues estábamos por todas partes rodeados se mandó poner vandera parlamentaria por al-gunos oficiales que les havian dicho que yo era muerto, y no es de extrañar pues cuando abanzó el enemigo me mataran el caballo de cuyas resultas di un fuerte golpe sacándome el Segundo Codestable José Pardo que se hallaba herido debajo de él sin recibir daño alguno, pe-ro a muy poco tiempo me hirieron los enemigos, dándo-me un sablazo en el sombrero de cuyas resultas se me cayó en el suelo, me dieron otro de bastante conside-ración en la cara que me dividió el carrillo izquierdo en dos partes, y el tercero en la caveza; y milagrosamente no fui muerto en aquel acto, pues me tiraron un bala-zo casi a boca de jarro sin tocarme, y me iban a asegun-dar otro pero un oficial que llegó en aquel acto me li-vertó la vida, enseguida caímos prisioneros todos los ofi-ciales y la tropa que había quedado a excepción del Alferez de Navío don Manuel,Bañuelos que aprovechán-dose del gran desorden que havía la facilitaron un buen caballo y pudo escapar con alguna gente.

No podía tener otro resultado la acción según V. S. havía previsto, y yo havía manifestado antes de mi salida al Exmo. Señor Virrey por lo que llevo dicho, pues de la calidad y clase de gente que se me havía dado a mandar no se podía esperar otra cosa; el resul-tado fué bastante lastimoso y sin utilidad alguna, as-cendiendo nuestra pérdida a unos quarenta y seis hom-bres muertos y sesenta y cuatro heridos incluso el Te-

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niente Coronel Graduado y Capitán de Milicias de Ca-ballería de la Colonia Don Pedro Manuel García, . el Alférez de la misma clase de Montevideo Don Juan de la Sierra y el Alférez de Fragata Graduado Don Gre-gorio Mota, el que recibió dos heridas graves y daba muy poca esperanza de vida, pero en el día se halla ya bueno en el destierro de los demás oficiales; haviendo sido la pérdida del enemigo mucho mayor en número de muer-tos, e igual en el número de heridos poco más o me-nos. Yo quisiera dar a V. S. una nota de los que más se distinguieron, pero me lo impide no tener conoci-miento de la gente que mandaba, pues en el acto mismo de salir se me dió el mando, y no es fácil de acordarse de los nombres de muchos que sacrificaron sus vidas, y derramaron su sangre por la Patria. Entre los oficiales se distinguieron particularmente el Teniente de Fra-gata Don Pascual Cañizo, el Alférez de la misma clase graduado Don Gregorio Mota, los Tenientes de Milicia Graduados de Capitán Don Jaime Illa y Don Gerónimo Olloniego.

El manifestar a V. S. el mal trato e insultos que todos hemos sufrido sería nunca acabar, y solo diré que nos hicieron andar quatro cientas y más leguas en lo más riguroso de la estación del hinvierno sin más ro-pa que la puesta, y muchos oficiales desnudos, y la mayor parte contusos y ajaleados por los insurgentes después de la acción a pesar de que el Comandante de ellos, ofreció después de arbolada la vandera parlamen-taria respetar nuestras vidas y personas.

En el acto de acción se pasó a los enemigos el Alférez de Caballería de Montevideo, Don Matías Tort con un piquete de treinta hombres que mandaba, y tanto este oficial, como el Ayudante de Campo Don Juan Rosales, que se pasó como vengo dicho tenían co-municación con los insurgentes, de lo que fui informa-do después de haver sido prisionero, como al mismo tiempo supe que la Partida de presidiarios después de

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haverse pasado hizo fuego sobre nosotros, lo que con-tribuyó también además de lo expuesto al desgraciado éxito de a, acción. Dios guarde a V. E. muchos años. Montevideo, 30 octubre de 1811. José de Posada. Es co-pia: Pedro Hurtado de Corcuera. - Rubricado".

Y para que conste, de orden superior, expido el presente en Madrid, a quince de julio de mil novecien-tos diez.

Juan de Labaig.

Ministerio de Marina. Archivo Central. (Hay un sello).

Examen cr ítico

Cuando se medita sobre las alternativas de la Ba-talla de Las Piedras, se llega sin esfuerzo a la conclu-sión de que Posada sale al encuentro de Artigas, sin plan premeditado; carece de propósitos definidos, capa-ces de responder, no sólo a la situación inicial, sino a las probables contingencias. El Jefe español produce la sensación de ser gobernado por los sucesos. Acciona por contragolpe. Olvida que maniobrar es tener un fin y asegurar su realización, salvando oportunamente los obstáculos' existentes ó a crear por el enemigo; es de-cir, que maniobrar implica accionar con iniciativa, ade-lantarse a.los acontecimientos, preverlos.

Y:es así que dicho Jefe, impulsado por una exce-siva coñfianza en- sus propios medios, llega a subestimar las condiciones del adversario y se deja arrastrar por los mismos acontecimientos. Renuncia a las ventajas que le ofrece la superioridad en armamentos y especial-mente en infantería, no repara tampoco que su ca-ballería yse halla en su casi tota¢idad integrada por criollos, olvida también el hecho de ser dueño del pue-blo de Las Piedras que, unido a todo lo anterior, le brinda una oportunidad evidente y positiva, digna de

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ser tenida en cuenta para su maniobra, antes de com-prometerse en la lucha a campo abierto.

Empieza por dejarse arrastrar desde los prelimina-res de la acción, por sus elementos de seguridad, los que a su vez son atraídos por el adversario. No ha ele-gido, antes departir, sus posibles campos de batalla. Va al encuentro del enemigo para combatirlo en cam-po raso, donde éste, podrá, precisamente, sacar mayor partido de sus fuerzas improvisadas.

Luego, sea por natural imprevisión, sea por falta de informes precisos sobre la fuerza y dispositivo del adversario, sigue desarrollando su marcha y el com-bate mismo, bajo la presión de las circunstancias, lle-gando a primar aquí también, lo secundario.

Ya no sólo espera que el enemigo se manifieste, para manifestarse a su vez, perdiendo, en consecuencia, desde el principio de la batalla su libertad de acción, sino que vuelve a subordinar lo capital a lo accesorio, cuando el choque con el enemigo se produce. Son sus elementos de seguridad los que marc lél m y el lugar de lo que podría llamarse 1 primera- a batalla. Tan cierto es esto, que. e seguida„ i e- . e-cesidad de un repliegue, que re a a la.wis b a amenaza del enemigo, sobre un segtuda os eo To-do lo cual debe haber repercute o ser¡' e oblpilas posibilidades de acción de sus t op` y o g gaves consecuencias inmediatas° por n r se ó e ibtado dicho repliegue por los patriotas.

Dificultades y contratiempos q - Posada podría haber evitado, manteniendo siempre íntimo enlace en-tre el escalón de seguridad y el grueso de las fuerzas, o mejor dicho, asegurando en todo momento la natural dependencia de tiempo y espacio, del escalón de segu-ridad o vanguardia, con respecto al grueso de las fuer-zas, relación que impone la necesidad en el campo de batalla de que un escalón se halle emplazado, cuando el otro avanza o retrocede. La llegada sucesiva de ambos

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escalones a la misma posición favorece el éxito de un enemigo más débil, pero cuyo despliegue se hace an=tes: Además se subordina lo esencial a lo accesorio, al abandonar con el grueso de las fuerzas, las posiciones que se ocupaban o que correspondía haber ocupado, pa-ra recoger a la caballería que se retiraba en derrota.

En cambio, del lado patriota, el General Artigas dirige la lucha desde su comienzo. Desde su salida de Mercedes maniobra, es decir, combina el empleo de las fuerzas, con exacta noción y apreciación de las circuns-tancias.Antes de la batalla, Artigas se desplaza de noche a

fin de no ser advertido y poder explotar al máximo el factor sorpresa, haciendo caer en el vacío, la ofensiva sobre Canelones y encerrando entre dos fuegos a la ca-ballería de Rosales, es decir, en condiciones de abor-dar con todas sus fuerzas y sucesivamente, a los dos núcleos principales del enemigo. Incidencias éstas que no cristalizan por haber suspendido momentáneamente, la caballería de Rosales su misión de combate para reco-gerse sobre Las Piedras, conduciendo 1.000 cabezas de ganado.En cuanto a la batalla misma, desde que el en-

cuentro con el grueso enemigo es inminente, destaca el núcleo fuerte de su caballería, para que envuelva por el norte las fuerzas principales españolas, combinando la acción frontal a realizar con el grueso de sus fuerzas, con esta maniobra sobre el flanco norte de las tropas principales del adversario, comprometiendo de esta ma-nera, su línea natural de retirada hacia el Pueblo y echándolo sobre el arroyo de Las Piedras, desbordado por las recientes lluvias. Todo ello, dentro de un plan que no sólo responde a las circunstancias iniciales, si-no que ha sido concebido, suficientemente elástico, co-mo para adaptarse a las circunstancias sucesivas que puedan surgir durante el desarrollo de su aplicación.

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Artigas prepara, pues, la batalla como si no pu-diera ser conducida y la conduce como si no hubiera sido preparada, dando cima, oportunamente a su ma-niobra envolvente que sabe es la más eficaz y produc-tiva.

Es en efecto, en esta acción sobre el flanco norte español, que hay que buscar los principales fundamen-tos-tácticos del éxito alcanzado por Artigas en Las Pie-dras.

Hoy, con mayor motivo descansa en la acción en-volvente, o por lo menos desbordante, el secreto de la maniobra en el terreno táctico como estratégico. E1 ataque frontal debe evitarse en lo posible. Las armas de fuego modernas producen pérdidas espantosas.. Además, el ataque frontal, aún en el caso de éxito rechaza al enemigo sobre su línea natural de repliegue y le basta, por ello, para volver a. presentar combate, aprovechar una zona de terreno favorable o hacer entrar en línea, algunas fracciones hasta ese momento en reserva. Por otra parte, permite al adversario, disminuir la impor-tancia de la operación, limitándola a una simple vic-toria local, por lo general, muy por debajo de los es-fuerzos y energías gastadas.

Como maniobra moderna a envolvimiento estraté-gico, en el terreno siempre de contribución histórica, podría señalarse la realizada por los franceses en la batalla del Marne, de tan honda repercusión política y militar en la gran guerra de 1914-18. El dispositivo fran-cés, extendido entre París y Verdún, formando en su conjunto una larga curva de unos 200 Kms. con su convexidad hacia el sur, así como la progresión del ala derecha alemana al sur de París, presentando su flan-co a la guarnición de la Capital francesa y el ataque contra dicha ala derecha, por la expresada guarnición, son hechos demasiados conocidos para insistir.

Como doble envolvimiento, en el cuadro siempre de

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investigación y critica, podría invocarse la clásica ma-niobra realizada por Aníbal en la batalla de Cannas, (218 a J. C.) y que se considera todavía hoy, como ba-talla típica de aniquilamiento. Sin entrar en mayo-res detalles podríamos definir el dispositivo inicial de las fuerzas de ambos adversarios, diciendo que el Jefe romano Terencio Varron dispuso sus tropas de infan-tería: (50.000 hombres) en formación densa, con una profundidad de 36 hombres, constituyendo cada una de las alas, con 3000 jinetes sostenidos por 6.500 hombres de infantería ligera. Frente a esa línea central fuerte y a la vez pesada y compacta, pero dotada de alas rela-tivamente débiles, Aníbal estableció un frente central de la misma longitud pero débil, desde que sólo com-prendía los 20.000 hombres menos aptos de su infan-tería, reservando sus tropas de selección para consti-tuir alas fuertes, contando cada una con 5000 jinetes y 10.000 infantes.

El desarrollo del combate puede sintetizarse así: en un primer tiempo, la caballería de Aníbal ataca po-niendo en fuga a la caballería romana, al mismo tiem-po que las tropas mediocres del centro avanzan for-mando un frente convexo.

En un segundo momento, los romanos del frente central, pasan, a su vez, al ataque haciendo retroceder a su frente rectilíneo inicial, a la infantería de Aníbal.

En un tercer momento, cuando el frente central de Aníbal continúa cediendo bajo la presión de los roma-nos, hasta formar un frente cóncavo que se afirma fi-nalmente al terreno, el estuche se cierra, es decir, las alas cartaginesas se rebaten sobre la retaguardia ro-mana, agregándose luego a esta acción, la caballería de Aníbal que vuelve victoriosa.

Rodeado así totalmente la mayor parte del ejército romano, sucumbe impotente en lucha desigual.

"Artigas en la meseta por el pintorCarlos María de Herrera

Carlos ~a de Herrera

LA SEGUNDA INVASION PORTUGUESA O EXPRESION ESTRATÉGICA

E1 pl an enemi go ( ver f i g. 4)

E1 plan de esta segunda invasión, fué cuidadosa-mente elaborado bajo la alta dirección del mismo monar-ca Juan VI, asistido por el comando superior inglés qué había destacado para ello, al General Beresford, ya cono-cido en el Plata, por su activa participación en las inva-siones de diez años atrás.

En esta oportunidad, se estableció que las tropas de invasión luso-brasileras, unos 12.000 hombres, contarían con el concurso de la división portuguesa de unos 5.000 hombres, que habían intervenido en la campaña contra. Napoleón, bajo las órdenes del General Wellington, la que desembarca en Río Janeiro el 30 de marzo de 1816.

Dicho plan fué analizado minuciosamente más tar-de y completado en el Brasil, por un Consejo de Gene-rales reunido en Porto Alegre„ bajo la presidencia de José Peliciano Fernández Pinheiro, Vizconde de San Leopoldo, Gobernador de Río Grande.

De esta reunión surgió la necesidad de organizar pré-viamente, dos cabezas de invasión o de maniobra. Una, mediante la ocupación de la fortaleza de Santa Teresa, abriendo así, el camino de la Angostura y otra, mediante la ocupación de la localidad de Melo, asegurando de es-te modo, la desembocadura por la Cuchilla Grande ha-cia Montevideo, operaciones que fueron dispuestas por el General Marqués de Alegrete, Capitán General dé Río Grande, en agosto de 1816, quien asume el mando total de las fuerzas.

La invasión se desarrolla enseguida, tal como había sido prevista, es decir, en tres columnas escalonadas en el espacio, a fin de abordar simultáneamente, todo el teatro de operaciones, de sur a norte.

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La columna sur, la más importante y fuerte de unos 0.000 hombres, bajo el mando del General Carlos Fede-rico Lecor, luego Barón y Vizconde de la Laguna, nom-brado Gobernador y Capitán General de la Provincia Cisplatina, se halla constituida sobre la base de la Di-visión Voluntarios del Rey que, partiendo por vía marí-tima el 12 de junio, desde Río Janeiro, desembarca en Santa Catalina, contrariando órdenes expresas que lé imponían continuar por mar hasta Maldonado a fin de ganar tiempo y economizar energías. En Santa Catalina, Lecor recibe importantes refuerzos en artillería y caba-llería. Luego continua por tierra, rumbo al sur, atrave-sando Río Grande, por Santa Victoria del Palmar, pa-ra penetrar por Chuy-Santa Teresa y progresar por la Angostura, apoyada por una poderosa escuadra al man-do del Conde de Viana, a fin de ocupar, sucesivamente, Rocha, Maldonado, Montevideo y Colonia, lanzando des-de esta última, destacamentos sobre Mercedes y Santo Domingo Soriano, con el propósito de organizar puertos de recalada para las embarcaciones que navegaran el Uruguay y el Negro.

La columna Este, con unos 2.000 hombres, al mando del General Bernardo Da Silveira, procedente de Bagé, penetra por Cerro Largo, debiendo progresar por el nor-te del Río Negro, con la misión de llegar hasta Paysan-dú y ocupar dicha localidad en condiciones de servir de base a ofensivas ulteriores.

La columna norte con un total de 2.000 hombres al mando del General Juan de Oliveira, procede de Santa Catalina y comprende también tropas de San Pablo y Curitiba, debiendo penetrar por la Cuchilla de Haedo en dirección de la localidad del Salto con la misión de des-truir todas las fuerzas enemigas que accionen sobre ambas márgenes de los rios Arapey y Cuareim. Una vez ocupado Salto se pondrá a órdenes del General Da Sil-veira.

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E1 enlace entre las columnas norte y este,-seria ase= gurado por el Coronel Jardim, quien alcanzaría con esa finalidad, sucesivamente, la cuchilla de Santa Ana y Haedo, ocupando en primera urgencia el Cerro Lunarejo y en caso de no poder hacerlo, por impedírselo el enemigo, buscaría alcanzar igual objetivo, ocupando el cetro Cu-ñapirú, pasando, una vez cumplida esta misión a au-mentar las filas de la columna del General Oliveira.

Conquistados los últimos objetivos asigndos a todas las columnas, éstas asegurarían su enlace sobre el Uru-guay, con el concurso de la flota, una parte, por lo me-nos, de la cual remontaría dicho río, con la expresada finalidad. .

En cuanto a la defensa de Río Grande, fué confiada al Teniente General Joaquín Curado, de reconocida experiencia guerrera, por haber participado en 1774 en la campaña contra los españoles en el sur y también en la guerra contra Napoleón donde cayó prisionero.

El Tte. General Curado, desde el centro de Río Gran-de, con su Puesto de Comando sucesivamente en Río Pardo, Paso del Rosario del Santa María y puntas de Ibirapitá Chico, distribuye su numeroso y aguerrido ejército, formado principalmente por riograndenses y paulistas, en distintos puntos de la frontera, a fin de cubrir los lugares probables de invasión a las Misiones, en particular, las zonas de los ríos Ibicuy y Yacuy; con-tando para esto, con el concurso de destacados jefes, en-tre ellos, los Generales Francisco Chagas Santos y Co-rrea Cámara y los Coroneles José de Abreu y Juan de Dios Menna Barreto.

El Plan de Ar tigas

¿Cómo se propone Artigas, hacer frente a esta inva-sión?

El plan de Artigas, constituye en realidad, una con-tra-invasión. No subordina sus propósitos por consiguien-

ARTIGAS, A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA118

te, a los del enemigo; no se propone accionar por con-tragolpe, sometiendo por lo menos, inicialmente, su voluntad a la del adversario, sino que por el contrario, tiene un propósito perfectamente definido que se dis-pone llevar a la práctica a pesar del enemigo, pero, te-niendo en cuenta naturalmente, sus probables inten-ciones, para saber hasta dónde favorecen o entorpe-cen las propias y hacer sufrir en consecuencia, a dicho plan inicial, las adaptaciones que oportunamente exija su aplicación. .

Porque así como el terreno debe estudiarse en el cuadro del 'propósito, si se trata de una unidad que opera con independencia, o de la misión, si se trata de una unidad subordinada, al enemigo es preciso estu-diarlo en el ambiente de nuestra maniobra para ver hasta qué punto alcanza a afectarla.

El plan de contra-invasión de Artigas ha sido con-cebido tomando como base de operaciones, las provin-cias argentinas del litoral: Entre Ríos y Corrientes y lleva en su realización, como primer objetivo, la con-quista de las Misiones, para rebatirse después, con to-das sus fuerzas disponibles, sobre la linea principal de operaciones del enemigo: Cacequí, Santa María, Cruz Alta, a fin de comprometer, en primera urgencia el aprovisionamiento y la maniobra de las fuerzas por-tuguesas. El general Mitre llega todavía más allá, al atribuir a Artigas, el propósito de atacar por retaguar-dia las fuerzas de Lecor, lo que supone una acción al norte de la Laguna de los Patos, por Río Pardo y Porto Alegre.

A1 efecto, Artigas divide el conjunto de sus fuerzas, en dos grandes agrupaciones: la del Norte, encargadas especialmente de poner en práctica su plan ofensivo, lle-vando la guerra al país enemigo y la del Sur, llamada a operar, en principio, en nuestro territorio, obstaculi-zando la progresión de las columnas de invasión lusi-tanas.

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En el primer agrupamiento, figura Andrés Guaeu-rari, más conocido por Andresito, indígena, hijo adop-tivo de Artigas, Gobernador entonces de Corrientes, quien con unos mil hombres, deberá operar al norte del Ibicuy, invadiendo las Misiones, por San Borja, al mis-mo tiempo que Verdún, Gobernador de Entre Ríos, al frente de 800 indios misioneros, operaría entre Ibicuy y Cuareim; soldando ambos movimientos ofensivos con la intervención de Sotelo, quien comandando 400 hom-bres, debe cruzar al efecto el Río Uruguay en las in-mediaciones del Ibicuy. Entretanto, Artigas con unos 1.000 hombres ocuparía la linea del Cuareim, pronto a apoyar dichos movimientos.

Conquistadas todas las Misiones, las expresadas fuerzas y las agregadas por la misma ocupación, ope-rarían, como expresamos, por acción envolvente sobre la principal línea de comunicaciones del enemigo.

En cuanto a la agrupación Sur de las fuerzas pa-triotas, comprende como núcleos más importantes a Rivera con unos 1.500 hombres, que debe oponerse a Lecor y Otorgués, que, con un millar de soldados, debe batirse con Silveira y como núcleos secundarios a Ma-nuel Artigas en Montevideo y Tomás García de Zú-ñiga con el tren volante en Canelones y luego en San José.

Además, Artigas organiza una pequeña flota en el alto Uruguay, a fin de facilitar las operaciones de en-lace y aprovisionamiento de las distintas fuerzas pa-triotas que actuarían en las proximidades y constituyó, asimismo, con el concurso de corsarios, una fuerza na-val de hostigamiento, especialmente en el Plata y Atlántico.

Los resultados

Las operaciones terrestres se desarrollan, en ge-neral en ambos ambientes o agrupamientos en el norte

ARTIGAS, A LA LUZ DEL ARTE DE LA GUERRA120

como, en el sur, con resultados adversos para Artigas. Andresito logra sitiar en San Borja (capital de las Mi-siones) durante trece días al Brigadier Francisco Cha-gas, que desde 1808 ejerce el comando de dicha región, pero, la, llegada de nuevas fuerzas al mando de Abreu, lo colocan entre dos fuegos, siendo derrotado y obligado a retirarse a Corrientes, conjuntamente con Sotelo, que si bien había sido rechazado por Abreu en su primer intento de pasaje frente al pueblo de Yapeyú, en las proximidades del Ibicuy, logra.después burlar al enemi-go y penetrar en las Misiones, a pocos kilómetros de San Borja, tratando de incorporarse a las fuerzas de Andresito que en ese momento sitia a San Borja.

En cuanto a Verdún, consigue al principio, realizar serios progresos con pleno dominio al norte del Cua-reim, pero, luego de la derrota de Andresito y Sotelo, todas 'las fuerzas portuguesas del Ibicuy se concen-tran contra él, siendo atacado y vencido en Ibiracoy por la acción combinada de Menna Barreto y Abreu.

Es interesante destacar la triple intervención de Abreu, primero frente a Sotelo y luego a Andresito y Verdún (lo que le impone atravesar en dos oportunida-des el Ibicuy) para medir la rapidez de las operaciones desarrolladas a fines de setiembre y principios de oc-tubre.

Artigas, es derrotado, a su vez, en Carumbé, por el General Juan de Oliveira, con tropas seleccionadas, en particular veteranos riograndenses y de la legión de San Pablo que le imprimían una marcada superioridad, no sólo en infantería y artillería, sino también en caba-llería muy hecha a la guerra de guerrillas.

Con estas victorias portuguesas, el teatro de opera-ciones, al norte del río Negro queda bajo el control de las mismas y completamente libre para intensificar sus operaciones de ocupación.

En lo que tiene que ver con el Sur, si bien los por-tugueses avanzan con dificultad y se ven obligados a

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modificar sus propósitos iniciales, ya que la columna de Silvéira no progresa por el Norte del Río Negro, con objetivo Paysandú, sino por Cuchilla Grande, hacia Montevideo, dichas dificultades no son tan grandes co-mo para comprometer el desarrollo general de las ope-raciones en dicha zona.La mencionada columna de Silveira es obstaculiza-da, inicialmente por Otorgués, quien lo obliga a ence-rrarse en Minas, donde Lavalleja le pone sitio.Rivera lucha desesperadamente, a fin de impedir la progresión de Lecor y aunque derrotado en India Muerta, por la vanguardia al mando del General Pinto, mantiene enérgicamente su propósito, obligando a Le-cor a reducir seriamente el ritmo de su marcha y a es-tablecer como objetivo final, Montevideo, limitando su, dominio al terreno que pisa y olvidando el oeste.Tampoco se entrega Artigas. Vuelve a reconstituir sus fuerzas y con ayuda de nuevos contingentes, rea-nuda la lucha, entrando así la campaña en su segunda fase, que también deja un saldo favorable para los por-tugueses. Artigas es derrotado por Abreu en los potreros de Arapey y Latorre en Catalán Grande, por las fuer-zas unidas del mismo Abreu y el Marqués de Alegrete, mientras que Andresito sufre igual suerte en Aguapey atacado por el Brigadier Chagas.Más, no termina aquí el empuje artiguista. El Héroe vuelve a Corrientes en busca de refuerzos y apro-vecha esta circunstancia para organizar una acción fir>me contra las tropas de Buenos Aires, confiando su bandera a Ramírez y a López en Corrientes y Santa Fe, los que baten a Rondeau en Cepeda y obligan a Sa-rratea, en consecuencia, a entrar en tratativas de paz.Organizada dicha acción contra Buenos Aires, Ar-tigas en diciembre de 1819, vuelve al Uruguay e inicia su segunda campaña contra los portugueses, penetran-do en Río Grande para derrotar a Abreu en Santa Ma-

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ría; pero a su vez, Latorre es vencido en Tacuarembó y obligado a replegarse sobre Corrientes, donde, Artigas, como hemos tenido oportunidad de señalarlo, desconfor-me con, las negociaciones de paz entre Ramírez y Bue-nos Aires, que señalan una evidente deslealtad a la causa y un propósito de inteligencia con el enemigo, en beneficio personal, lo ataca y derrota en Las Guachas. Ramírez se rehace y consigue vencerlo en Bajada del Paraná, Yuquery, Las Tunas y Avalos, por lo que se ve obligado a pasar al Paraguay el 23 de setiembre de 1820, para morir, treinta años después, tras una vida de admirable dignidad, confinado durante dos décadas en la selva impenetrable.

Examen crítico

E1 despliegue estratégico de las tropas portugue-sas para la invasión, a realizar de una a otra frontera, en tres columnas excesivamente distanciadas, total-mente desconectadas, sin posibilidades de cooperación en el tiempo y en el espacio, tenía que repercutir des-favorablemente, no sólo sobre sus movimientos inicia-les para la batalla, sino también, con mejor motivo y gravedad, en su ataque ulterior, volviendo todo singu-larmente lento y peligroso.

Porque si bien existe conveniencia, desde el punto de vista de la seguridad como de la maniobra, en pe-netrar abarcando a lo largo de la frontera, todo el tea-tro de operaciones, es evidente que esta dispersión ini-cial de fuerzas debe ser seguida por una reunión en el interior, todavía extendida y una estrecha concentra-ción ulterior para la batalla.

Un despliegue, con las expresadas características, podría haber provocado el desastre. La reunión de las diferentes partes del ejército invasor, no ha sido en ningún momento prevista, ni aún después de atrave-sar todo el país invadido, ya que se considera reunido un

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ejército, cuando las distancias entre sus grandes frac-ciones son tales, que no permite batirlas separadamen-te y que pueden todas ellas, concurrir ala batalla. In-dudablemente, hay aquí en juego, un concepto de dis-tancia del enemigo, de valor real de las distintas par-tes y especialmente un propósito de conquista ulterior que no favorece precisamente, al dispositivo portugués. En efecto, el General Lecor expresa a Nicolás de Vedia enviado por el Directorio de Buenos Aires, en su cam-pamento de Santa Teresa, en marcha sobre Montevi-deo. "El ejército de mi mando sólo viene a tomar pose-sión de la Banda Oriental y finalizará sus marchas en el Uruguay. Ignoro si después pasará a ocupar la pro-vincia de Entre Ríos..." Como se apresura a recono-cerlo el mismo Vedia, en base a éstas y otras declara-ciones de Lecor, se trata de un pensamiento de con-quista inmediata con miras para lo ulterior, según las circunstancias".Al tratar de descubrir las razones que pueden ha-ber impulsado a los portugueses para adoptar en la invasión, el expresado despliegue a grandes intervalos, que puede traducirse en esfuerzos absolutamente au-tónomos, se llega a la conclusión que el comando de las tropas invasoras ataca el territorio sin preocuparse del dispositivo enemigo.Contra esta manera de operar, puede argumentar-se que el territorio es un medio, no un fin. La guerra tiene por objetivo principal la destrucción de las fuer-zar organizadas del enemigo, para lo cual hay un solo camino la batalla, acto, como dijimos, capital y deci-sivo del conflicto bélico.

Recién sobre la otra frontera, previendo posible-mente la señalada, acción ulterior sobre las provincias argentinas, base de operaciones de las fuerzas patrio-tas, aparece un dispositivo de llegada que aproxima, pero no reune a las dos columnas norte y central del

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ejército invasor, quedando siempre, la columna sur completamente alejada.

En cuanto al enlace entre las fuerzas, invasoras que operan en Río Grande y en el Uruguay, es decir, entre Curado y Lecor, recién se logra en 1818, cuando Bento Manuel Ribeiro adelantado por Curado, consi-gue destruir las baterias instaladas por Artigas en la costa de Entre Ríos, en particular en las regiones del arroyo de la China, Pancho Berna y Paso de Vera, per-mitiendo por consiguiente, remontar el Uruguay a una escuadrilla destacada por Viana.

Resulta pues, natural admitir que los portugueses, no se proponían pasar al ataque de Entre Ríos antes de haber destruido las fuerzas principales en el Uru-guay, lo contrario implicaría por otra parte, pretender la conquista del segundo objetivo, sin haber logrado el primero y entonces, se está expuesto a caer sobre éste:

En consecuencia, la base de operaciones elegida por Artigas no podía ser mejor, desde que, además de permitir en cualquiera de las hipótesis operativas, la amenaza de puntos vitales para el invasor y de reunir condiciones de seguridad, de vida y de eventual acción, contribuía a crear una inquietud general en las pro-vincias, sobre el verdadero objetivo final de Lecor, ya que si bien el gobierno centralista de Buenos Aires, se hallaba seriamente comprometido en un doble juego entre sus Provincias y Portugal a quien le permitieron por odio a Artigas, ocupar hasta Entre Ríos, hipotecan-do de esta manera, la causa gloriosa de la Revolución de Mayo y traicionando sus principios, la reacción to-tal de dichas provincias, respondiendo a la política fe-deral de Artígas, se hacia cada vez más posible, frente a dicha amenaza del invasor, poniendo en grave peli-gro, los acuerdos secretos firmados con Portugal, por los monárquicos porteños a fin de destruir a Artigas y a su obra en el instante mismo de su rápido engrande-cimiento.

PEDRO SI CCO 125

He ahí porque estimamos que nuestro Héroe tuvo inicialmente, el propósito de maniobrar contra la coa-lición, desde una posición central, en el plano político, como militar a fin de vencer sucesivamente a los cen-tralistas de Buenos Aires y a las fuerzas portuguesas, operando también contra estas últimas, por líneas in-teriores que le permitieran batirlas en detalle, empe-zando por las fuerzas principales o por aquellas que representaban la mayor amenaza y obstaculizando, en-tretanto, la progresión de las otras, con fracciones me-nores que operarían por ataques a objetivo limitado, sin dejarse empeñar. Esta última aclaración es impor-tante. Se ha cometido a veces el error de considerar la ofensiva en el terreno táctico, como un principio. Esto es verdad sólo en el terreno estratégico, como conduc-ta en la guerra. En el combate, la ofensiva es sólo un plbced,im,ienta que requiere para fructificar, ser su-perior al enemigo en el lugar que se ataca.

Fué así, desde esa posición central, como Artigas derrotado en el este y en el norte, por los portugueses, triunfa por medio de sus tenientes provinciales de En-tre Rios y Santa Fé, sobre los centralistas monárqui-cos en la batalla de Cepeda, que les abría las puertas de Buenos Aires.

Pero, las victorias que ofrece la guerra suelen ser perdidas por la diplomacia. La causa federal, triunfan-tes sus armas, fue comprometida en el Tratado del Pi-lar, donde la astucia de Sarratea pudo más, con papel y tinta, que la punta de las lanzas de las montoneras.

En cambio, Artigas no mantuvo dicha solución de una posición central, en su lucha contra las fuerzas portuguesas.

No es posible pensar que este cambio en sus pro-pósitos operativos, haya sido provocado por la magni-tud de- los obstáculos a vencer, frente a la enorme am-plitud del teatro de operaciones, como a los formida-

bles recursos del enemigo y a la misma pobreza de las vías y medios de comunicación; ya que la contrainva-sión multiplicaba seriamente dichas dificultades, cada una de las cuales tenían necesariamente que crecer con el mismo desenvolvimiento del plan. Los mil seiscien-tos kilómetros que separan el Chuy (Atlántico) de Co-rrientes sobre el Paraná, pasando por Porto Alegre, Río Pardo y la capital de las Misiones, San Borja (Uru-guay) hablan bien alto de la amplitud del teatro de operaciones, dentro de un teatro de guerra que com-prende al Uruguay, parte del Brasil y las Provincias Unidas y donde los distintos agrupamientos de fuerzas se hallaban inicialmente separados por cientos de ki-lómetros, pero, cuya concentración sucesiva, sobre las zonas estimadas decisivas, sería siempre más lenta para el. adversario, dado su plan inicial.

Los distintos agrupamientos de las tropas invaso-sa operan, en efecto, con gran autonomía, largamente escalonados en el tiempo y en el espacio. El caso ex-tremo lo brinda Lecor al sur, con un escalonamiento que anula toda coordinación estratégica en particular con la rápida acción de Curado en la frontera norte. Lecor sale de Río Janeiro el 12 de junio de 1816 y des-embarca en Santa Catalina, para seguir luego por tierra, derrotando a Rivera en India Muerta, el 19 de noviembre de 1816 y entrando en Montevideo el 20 de enero de 1817. Curado en cambio, combate ya en setiembre de 1816 y recién en mayo de 1818 logra, adelantando a j3ento Manuel Ribeiro hasta el Arroyo de la China, es-tablecer el contacto con Lecor, por intermedio de la flotilla de Sena Pereira que remonta el Uruguay.

En consecuencia, las disponibilidades en tiempo, para advertir las disposiciones tomadas por el enemi-go y deducir por lo tanto, sus intenciones, poniendo en juego las contramedidas, de preferencia sobre los flan-cos y retaguardia, eran favorables a los patriotas, no obstante reconocer en ambos campos grandes e igua-

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les . posibilidades de maniobra por el movimiento. Andresito-como Silveira, realizan recorridos totales que alcanzan hasta los 2.000 kilómetros y los desplazamien-tos más modestos que corresponden a Verdún y Oli-veira, son con todo, del orden de 700 a 900 kilómetros.La dos tesis: la contrainvasión y la maniobra por líneas interiores, resultan pues, fáciles de defender, aún admitiendo que su valor relativo puede ser discutido; ambas permiten discernir la magnitud y el sentido del esfuerzo principal y su puesta en práctica no puede hacerse sin correr serios riesgos y sin sufrir pérdidas sensibles.Entre estas dos soluciones que presenta el proble-ma operativo, Artigas se resuelve por la más atrevida. Llevar la guerra al país enemigo anticipándose a sus operaciones, es una conducta que se impone más fá-cilmente a su espíritu, no ya únicamente, por las con-secuencias morales, materiales y aún operativas, que pueden derivarse de la conquista inmediata de las Mi-siones, cuyo dominio interesa también mucho al ene-migo sino porque destruir al adversario en su propio territorio, constituye una atracción ineludible para su temperamento hecho de firmeza, energía y audacia in-domable y especialmente, para su amplia confianza en sus propias tropas; como lo expresa a Barreiro en una de sus cartas. "Aunque quisiera contenerlas en las fronteras, dice refiriéndose a las fuerzas patriotas, no podría ser.. Tal es el entusiasmo de que todos van ani-mados. En consecuencia la guerra es abierta..."Pero, existía una gran. desproporción entre el fin y los medios y no se puede nunca separar aquél de és-tos. En estrategia como en táctica, mandan las posibi-lidades, una vez iniciadas las operaciones, lo que falta entonces, faltará definitivamente.Se ha dicho que el plan de Artigas es de concepción genial, capaz de hacer honor al general más prestigio-

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so. Comprometer las comunicaciones del enemigo, cons-tituye una operación susceptible de ofrecer la victoria decisiva. Pero, faltaron los medios materiales para lle-var a buen término esta magna empresa, los recursos estuvieron siempre por debajo de las necesidades. Na-poleón también, en 1814, en condiciones inferiores a las del enemigo, carente de fuerzas, termina por ser vencido a pesar de haber concebido maniobras brillan-tes, que sus tropas llevaron a la práctica con derroche de energía y vigor, pero que no fueron suficientes, de-bido a dicha falta de proporcionalidad entre los fines estratégicos y los medios tácticos puestos en juego pa-ra lograrlos.

Recordemos, pues, para juzgar justicieramente las acciones artiguistas, que las fuerzas militares constitu-yen ante todo, un conjunto de fuerzas materiales al ser-vicio de fuerzas intelectuales y sobre todo de fuerzas morales. Artigas defendió el terruño contra la acción combinada de las fuerzas materiales con la intriga y la traición, defendió el terruño hasta el extremo límite de sus posibilidades, hasta que sus fuerzas materiales cayeron hechas pedazos, derrotadas, pero no vencidas.

Por otra parte, en este caso particular, los portu-gueses se apresuraron a quitar trascendencia a una amenaza para sus comunicaciones, aprovisionándose en puertos argentinos del Paraná y del Uruguay, has-ta llegar a establecer una base permanente de sumi-nistros en Purificación, para lo que contaban, como mí-nimo, con la indiferencia del gobierno de Buenos Aires.

La expresada importancia de las comunicaciones ha evolucionado con las épocas y aún dentro de una misma época, bajo la influencia de una serie de facto-res y circunstancias. En tiempos de Federico el Grande, los ejércitos dependían enteramente de sus comunica-ciones. Ellas rigen la guerra, su acción es determinan-te, una interrupción en las comunicaciones puede te-

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ner una influencia decisiva sobre todo el conflicto. La importancia operativa de las comunicaciones alcanza así, un valor muy grande. Casi todas las combinaciones y maniobras ideadas por el comando, tienen esencial-mente por finalidad, interceptar o amenazar las comu-nicaciones del adversario y proteger a la vez las pro-pias, contra idénticos o parecidos propósitos.

Napoleón en cambio, el apoyo de circunstancias favorables consigue en sus primeras campañas, desligar su ejército, de sus aprovisionamientos de retaguardia. Vive del país y la victoria táctica, entonces, siempre de su lado, se encarga, además, de restar toda cónsecuen-cia peligrosa a una acción del enemigo sobre sus co-municaciones. Llega así, hasta la campaña de Rusia donde las circunstancias y en consecuencia, la situa-ción que de ella se deriva, son completamente distin-tas a las que se produjeron hasta entonces. Los recur-sos del teatro de operaciones se hallan en desacuerdo con las necesidades del Ejército; ya no puede indepen-dizar sus tropas de los aprovisionamientos de retaguar-dia y lo que es más grave aún, las provisiones no lle-gan oportunamente; no hay suficientes caminos para que el Ejército pueda avanzar aprovisionado con regu-laridad. La verdad de sus palabras: "El secreto de la guerra reside en el secreto de las comunicaciones" apa-rece entonces en toda su evidencia. E1 Ejército pierde. en poco tiempo, su moral y sus efectivos. De 300.000 soldados con que contaba al iniciar la marcha, no lle-gan a Moscú ni la tercera parte, y estos mismos, ven-cidos por el hambre y el frío.

Los ejemplos de 1914-18, como los brindados en la reciente conflagración mundial, son ampliamente con-vincentes. Los ejércitos dependen hoy enteramente de sus depósitos de retaguardia, aún en el caso de un te-rritorio rico, pues les sería absolutamente imposible sa-car la subsistencia del país ocupado. Este puede sumi-nistrar nada más que pequeños recursos, comparados

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con los necesarios para el aprovisionamiento regular de las tropas.

La maniobra de Artigas, concebida estratégica-, mente, sigue constituyendo, poderosa, capaz de provocar resultados considerables y es en esa dirección envolvente, preconizada, por Napo-león; que, lógicamente, deben orientarse, hoy más que nunca, las operaciones militares.

Artigas, por el escritor Angel Zanelli

V

CONSIDERACIONES FINALES

El símbolo de una época

Dos signos dominan toda la gesta artiguista. Ante todo, las aptitudes del jefe y del conductor.

Por ellas, aparece Artigas como el símbolo de una épo-ca y el prototipo de una raza.

Luego, la experiencia profesional que se deriva de aquella epopeya heroica.

Para lo primero, basta decir que el éxito en la vida de Artigas, fué solamente una circunstancia. Las vic-torias clarearon en su destino, fueron más las sombras de las derrotas que cayeron en su ánimo. Entonces, ¿dónde está la grandeza?

La victoria no es la única generadora de la gran-deza. Las victorias materiales esconden, muchas ve-ces, miserias morales o golpes de la suerte o feliz con-junción de circunstancias.

Pero, en último término lo que importa más, lo que puede más, lo que sugiere más, es la capacidad estoica para el sacrificio, la voluntad que se agiganta frente a la desgracia, la serenidad inmutable que no se altera en la boca misma del oleaje que todo lo avasalla. Artigas permaneció siempre incólume con el alma pura y la pupila tensa de lejanias para avizorar el porvenir de nuestra patria. Por ella padeció amor y lo sufrió con estoica resignación. Derrotado cien veces, afirma, "ya se cansará la suerte de sernos ingrata" frase maravi-

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liosa que posee la clave misma de la grandeza de un con-ductor. Y en cumplimiento de la convicción que de ella surge, lo vemos regresar al combate, adverso el día an-tes, con la determinación invariable de oponerse a los invasores del terruño, con nuevos hombres, que nadie sabe de dónde saca, pero, que ahora sabemos que eran de un generador siempre fecundo: de su alto espíritu de justicia y de su constante preocupación por la feli-cidad de los demás.

Tuvo siempre el auténtico concepto de la dignidad indispensable al destino del hombre, trató siempre, sin diferencia alguna a los negros, a los indios y a los crio-llos, reconociéndoles el mismo derecho como individuos y hasta la misma posibilidad de trabajar la tierra. De ahí que tuviera la adhesión incondicional de todos los pueblos de la Liga Federal y que pudiera levantar ejér-citos de la nada, porque los hombres tratados con jus-ticia fueron sus soldados espontáneos y ardorosos. Por eso los caciques chaqueños caminaron leguas y leguas y se le ofrecieron cuando estaba derrotado y sin gente, bordeando lagunas y esteros, porque Artigas había sido bueno con los indios, en una época en que eran consi-derados como bestias de carga.

Artigas tuvo fe en el progreso humano y habló un lenguaje nuevo para su época, desdeñando los mitos monárquicos y creyendo en la excelencia definitiva del gobierno republicano-democrático.

Supo jugarse por sus ideas, sin una vacilación, sin un cálculo. Fué leal a ellas, hasta preferir el ostracismo después de la derrota, antes que admitir el triunfo de las testas coronadas y el centralismo y hegemonía de una provincia en perjuicio de las otras.

Demás está decir que, de haberlo querido, de ha-ber transigido con las estructuras sociales, políticas y económicas en boga, habría alcanzado esplendoroso des-tino, pero a costa, nada menos, que de sus más sagra-

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das convicciones, sirviendo a las cuales se mide la gran-deza de los hombres.Aquel pensamiento de Antonio Machado: "Solo nos queda lo que damos", parecería hecho para sinte-tizar su vida. Después de crearnos como pueblo, en los días gloriosos del éxodo, defendió el terruño hasta el límite de sus fuerzas, hasta que la espada se le cayó hecha pedazos, derrotado, pero no vencido. Sembró y sufrió por nosotros y para nosotros. Por eso, está bien llamarlo, como :lo ha hecho el inspirado poeta José María Delgado, el "Padre nuestro". El que nos hizo, en la forja áspera de la batalla y en diez mil oficios, que no tienen una contradicción, ni una miseria. El mismo hombre en la pelea y en la palabra, en el ensueño y en la amargura; el mismo espíritu en la acción que en las ideas, en los días del triunfo y de la libertad, que en el ostracismo y en el exilio.Así lo veo al Primer Jefe de los Orientales, como en ia tela de Carlos María Herrera. Pero la Meseta, no es la del Hervidero, sino la de la gloria. Y el río que corre, no es el río Uruguay, sino el de la inmortalidad.

La enseñanza más alta

En cuanto a la experiencia profesional, también puede resumirse diciendo que a menudo las batallas se inclinaron hacia los invasores. Hubieron otras indeci-sas y algunas favorables a Artigas. Pero, con todo, mu-chos cálculos planeados hábilmente por el enemigo, fueron desbaratados con el auxilio solamente de las fuerzas morales, de esas fuerzas poderosas de la intimi-dad de cada ser, que no pueden entrar en los planes militares como valores concretos, pero que son las que realmente miden la capacidad de nuestro rendimiento, porque generan el espíritu de lucha ostentado por las tropas de Artigas, en el más alto coeficiente de estoico sacrificio.

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La resistencia al invasor, superior en armas y en hombres, constituyó el fruto acerado de esa conjun-ción de voluntad y heroísmo, que soportaron el peso abrumador de una campaña larga, dura y difícil'. Esto demuestra hasta donde un pueblo puede luchar por su libertad contra enemigos materialmente superiores, que éontaron además, con esas armas ocultas de la intriga y del espionaje, acentuadas por la traición de caudillos que Artigas había auspiciado y sostenido, en varias de las provincias que le eran adictas.

De esta lección insuperable de abnegación, pode-mos extraer la enseñanza más alta; que las guerras en las que se defienden ideas y patria, son las únicas sa-gradas, porque todos los ciudadanos son soldados, por-que ejército y pueblo se identifican.

Cuando se pierden, como en el caso de Artigas, han tenido que aliarse varias fuerzas acrecentadas por la diplomacia artera, que descubre planes y mina concien-cias nacidas para la esclavitud y la abyección.

Pero, hasta cuando se pierden estas guerras, la derrota alcanza fronteras mínimas en el espacio y el tiempo. Cinco años más tarde del sacrificio de Artigas, éramos libres nuevamente. Y la federación, su idea madre, rige en la república que más lo combatiera. Bue-nos Aires no pudo consagrar su centralismo monarquis-ta ni republicano. Los acontecimientos militares que tuvieron a Artigas como protagonista básico, así se desbordaron por los caminos de la historia rioplatense. Cien derrotas, bélicas, para la época, se transformaron en una victoria definitiva, sin batallas.

Después de Artigas tuvimos también períodos de sacrificios y de glorias. No siempre fueron claros los días de la patria y como entonces, surgieron hombres de idealidad y acción. Por eso, nadie puede reflexionar sobre el pasado de nuestro pequeño país, en la lucha áspera y ruda de los tiempos heroicos, sin llegar a la

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conclusión que la salud moral ha sido siempre su prin-cipal caudal.

Las dificultades de todo orden surgidas en los pe-riodos oscuros de nuestra vida internacional, como aque-llas legadas por los años de revolución y de miseria, han sido vencidas, en realidad, por la energía de una acción colectiva, cimentada especialmente, en un elevado espí-ritu yen un noble sentido de dignidad y de sacrificio por la patria.

Se ha dicho a menudo que el pasado es oráculo, cuando se sabe interpretar el presente y construir el porvenir.

El avanzado desarrollo actual de la cultura, lamen-tablemente, se ha hecho en detrimento, a menudo, de la formación integral de la personalidad. El cimiento de la educación colectiva, es algo más que las buenas cos-tumbres, reside, ante todo, en la formación de un tem-peramento de lucha, de un espíritu estoico, con capaci-dad para la acción y con generosidad para el sacrificio.

Sólo por este camino, la Nación puede llegar a ser, a la vez, una expresión del alma de los que se fueron y del corazón y de la voluntad de los que viven.

ESTE LIBRO SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EL 16 DE JUNIO DE .1952 EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE LA EDITORIAL FLORENSA 6 LAFON . PIEDRAS 346 TELÉFONO 8 36 03 - MONTEVIDEO

EX-LIBRIS DE LA BIBLIOTECA " GENERAL ARTIGAS"

E1 grabado adoptado por la Biblioteca. "General Artigas" en calidad de ex-libris para sus ediciones, representa el Es-cudo de la Provincia Oriental de 1815 .y sustituye al Escudo de Armas de Montevideo del año 1807.

ESCUDO DE LA PROVINCIA ORIENTAL

El ilustrado historiador que fué Don Andrés Lamas ex-presa, refiriéndose al Escudo de la Provincia Oriental en su valioso trabajo sobre, el Escudo de Armas de Montevideo: "no tenemos noticia ni documento alguno sobre la creación de éste escudo, aunque es probable que exista en Montevideo".

Podemos afirmar en la actualidad que dicho documento existe y al respecto hemos encontrado en la extensa bibliogra-fia consultada así como artículos periodísticos, que el docu-mento original perteneció al archivo de Don Juan Francisco Giró, Constituyente del año 30, Ministro, Legislador y Presi-dente de la República, finalizada la Guerra Grande en 1852; de actuación muy destacada durante la época Artiguista y posteriormente en los Gobiernos Constitucionales, aunque su ejecutoria fué empañada por su adhesión al régimen portugués en la época de la Provincia Cisplatina.

Dicha pieza histórica cuya autenticidad no puede ofrecer dudas y único testimonio documental de tan importante mo-mento histórico, tiene la fecha del 22 de Agosto de 1816.

La descripción del escudo que efectúa Lamas en su trabajo fué sacada de una oomposíción antigua perteneciente a la carátula de un folleto publicado en Montevideo en 1816-e im-preso en azul celeste y que contiene artículos periodísticos relativo a las fiestas mayas realizadas dicho año, así como también la magistral pieza oratoria del Presbítero Don Dá-maso Larrañaga pronunciada en ocasión de la inauguración de la primera Biblioteca Pública.

Su descripción con arreglo a la pintura que perteneció a Juan Francisco Giró difiere en algunos detalles, los que hemos salvado al confrontar el original, que actualmente obra en po-der de los deudos del malogrado camarada y prestigioso histo-riador compatriota Capitán Don Mariano Cortés Arteaga.

Veamos los detalles descriptivos de este valioso documento: Dividido en dos cuarteles. Ser. -cuartel: comprende la parte su-perior y contiene un sol naciente sobre un fondo de aguas. 2do. cuartel: comprende la parte inferior conteniendo un an-tebrazo que sale de la derecha del cuartel y que termina en una mano que sostiene la balanza de la Justicia, siendo su fondo de color plata. En el contorno luce la leyenda: CON LIBERTAD, NI OFENDO NI TEMO. En ambos flancos sobresalen dos ban-derolas y dos hachas. En ambos costados laterales y orlando el escudo existen dos banderas tricolores de la Provincia con dos guardas azules en la parte superior e inferior respectiva-mente, franja blanca al centro y una diagonal punzó de es-quina a esquina o sea la bandera comunmente conocida como bandera de Artigas. La parte superior del escudo contiene un haz entrelazado en forma de corona sosteniendo un plumaje

indigena debajo del cual se lee la inscripción•PróviilcíálÓiíen-tal. A1 pie existen diversos trofeos militar

Varios diarios e impresos de la époc hacen referéycia a9 este escudo que acabamos de describir 'y;es evidente que e1' mismo fué usado por el Cabíldo de Mojrtevideo.

Dice Lamas al respecto: "A nuestra. Capital debe! serle-grato el haberlo poseído y usado como 'suyo, porque é,tha ré-presentado la autonomía de la ProvinciaYOriental y a• él están vinculados los recuerdos de la resistenciá~azmada á -la-eáñ7 quista Portuguesa de la reivindicación de ñuélstro¿riezech`tifso-berano emprendida por los Treinta y Tres Orientalés..qué in-mortalizaron sus nombres e hicieron flamear en nuestra tierra las banderas tricolores el 19 de Abril de 1825; y la declaratoria de nuestra independencia promulgada en la Florida el 25 de Agosto del mismo año".

Respecto a la fecha en que dicho escudo fue oficialmente adoptado, no hemos encontrado documentación, pero entende-mos que puede aceptarse la del 26 de Marzo de 1815, fecha en que fué izada la primer bandera tricolor Artiguista en los bal-cones de la antigua Ciudadela, según consta en los estudios hechos sobre el particular por el historiador compatriota Don Jacinto Carranza en su interesante libro sobre "La Tricolor de Artigas".

Al contribuir a los altos fines de la Biblioteca "General Artigas" con nuestro modesto trabajo sobre el ESCUDO DE LA PROVINCIA ORIENTAL, sólo nos resta destacar la importan-cia heráldica que dicho símbolo representa en el proceso histó-rico de nuestra emancipación, constituyendo un verdadero mo-numento histórico, testigo elocuente de nuestras vicisitudes, de nuestras luchas y de nuestras glorias.

Mayor JUAN CARLOS BOVÉ.

BIBLIOGRAFIA:

LAMAS. Andrés. - El Escudo de Armas de Montevideo. BERNARDEZ, Manuel. - Los Atributos.CAPUT17, Vicente. - Rememoraciones Centenarias.ARAUJO, Orestes. - Historia compendiada de la civilización uruguaya. COPPÉII7. - Patrón Oficial del Escudo Nacional.FERNANDEZ' SALDAÑA. - Diccionario Uruguayo de- Biografiás. ---CARRANZA, Jacinto. - La 1Mct:lor de Amigas.