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UNA CASA DE GLORIA S. MICHAL WILCOX

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UNA CASA DE GLORIA S. MICHAL WILCOX

Una

CASA de

GLORI EN PROCURA DE UN SIGNIFICADO

PERSONAL EN EL TEMPLO

S. MICHAEL WILCOX

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UNA CASA DE GLORIA S. MICHAL WILCOX

Cuando el Seño mandó a los Santos que edificaran el Templo de Kirland, les dijo: ‘‘Organizaos; preparad todo lo que fuere necesario; y estableced una casa, si, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios’’(D. Y C. 88:119).

En Una Casa de Gloria S.Michael Wilcox explica el significado eterno de la obra del templo, y aún más que eso, explica las bendiciones que la obra del templo trae a nuestras vidas cotidianas.

Él presenta el templo como una casa de istrucción, ‘‘la univesidad del señor”, donde podemos entender los más poderosos principios del Evangelio y recibir inspiración para nosotros y para nuestra familia. También explica cómo entender la enseñanza simbólica de la casa del Señor y cóomo podemos, individualmente, escucharla voz del Espiritu a través de estos simbolos.

Nos presenta el templo como una casa de refugio, donde podemos escapar de las tribulaciones y los problemas del mundo. Presenta el templo como una casa de orden,donde aprendemos los convenios del Señor, cómo guardarlos y cómo somos bendecidos al hacerlo.

El autor presenta el templo como una casa de gloria, describe las maravillosas experiencias espirituales que se dan para quienes sirven allí, y especialmente para quienes trabajan por sus antepasados fallecidos.

Finalmente nos dice que el templo es una acción de gracias dondellagamos a apreciar la importancia y el poder de las bendiciones que allí recibimos.

El presidente Howard W.Hunter exhortó a los Santos a ‘‘establecer el templo del Señor como el simbolo más grande de sus miembros y el supremo lugar para los más sagrados convenios.

Una Casa de Gloria explica cómo podemos hacer del templo el centro de atención para cada aspecto de nuestra vida y cómo podemos encontrar mayor gozo y significado en la casa del Señor.

Sobre El Autor S.Michael wilcox es profesor del Instituto de Religión de la Universidad de Utah.

Recibió su Doctorado en filosofia en la Universidad de Colorado donde fue director de instituto. Ha sido profesor de seminario e instituto en Arizona y en Colorado. En La Iglesias de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días he servido como obispo, miembro del Sumo Consejo y obrero del Templo. Él, y su esposa Laura y sus cinco hijos residen en Draper, Utah.

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Contenido

Prefacio: "El muchacho más afortunado"........................................................................... 4

PARTE 1: EL GRAN SÍMBOLO DE NUESTRA CONDICIÓN DE MIEMBROS

¿Qué prioridad le damos?.............................................................................................. 7

PARTE 2: UNA CASA DE INSTRUCCIÓN

2. Aprendamos de los símbolos.................................................................................... 12 3. Lecciones preliminares................................................................................................. 17 4. Una fórmula para la adoración en el templo ........................................................... 23 5. Cuando el alma está en sosiego.................................................................................. 29 6. Aguas profundas...................................................................................................... 31

PARTE 3: UNA CASA DE REFUGIO

7. Frecuentemente, continuamente, constantemente.................................................... 35 8. En tiempos de dificultades ..................................................................................... 37 9. Una promesa profética de Isaías .............................................................................. 42 10. "No hay fuerza contra tan grande multitud"..................................................... 45

PARTE 4: UNA CASA DE ORDEN

11. Mucho se requiere—El cumplimiento de nuestros convenios................................. 50

12. "Que las consecuencias sean lo que deban ser"........................................................ 53

13. Privilegios que inspiran y nos coronan................................................................... 56

PARTE 5: UNA CASA DE GLORIA

14. La parábola de las llaves......................................................................................... 61 15. "El más glorioso de todos los temas"..................................................................................... 64 16. Elias vendrá........................................................................................................... 69 17. Una ofrenda aceptable ......................................................................................... 74 18. Promesas a los hijos .............................................................................................. 78 19. El valor de las almas.............................................................................................. 81 20. "Una obra grande y maravillosa"........................................................................... 84

PARTE 6: UNA CASA DE ACCIÓN DE GRACIAS

21. El río crece................................................................................................... ….. 87

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P R E F A C I O "El muchacho más afortunado’’Recientemente regresé al hogar de mi infancia en San Bernardino, California. Mientras

caminaba por las calles reflexionando en mi juventud, muchos pensamientos y emociones regresaron a mí. Recordé todas las inseguridades y temores de mi juventud, especialmente aquellas relacionadas con mis años de adolescente. Yo era pequeño y a menudo fui el objeto de burlas e intimidaciones por muchachos mayores y más grandes que yo. Durante esos años no me consideraba muy afortunado, y a menudo envidiaba a otros cuyos logros o ventajas me parecían deseables. Pensé: "Gracias a Dios que aquellos días ya pasaron; no me gustaría tener que revivirlos". Supongo que me di la oportunidad para una buena dosis de autocompasión.

Mis reflexiones continuaron en este orden de pensamiento por algún tiempo hasta que el Espíritu me susurró una verdad sorprendente y completamente inesperada: "Tú fuiste el muchacho más afortunado que jamás haya crecido en San Bernardino". Las palabras me llegaron tan poderosamente y con tanta claridad que yo no podía equivocarme en cuanto a su origen, pero no creía en ellas. "¡No es así! ¡No es así!", contesté. "¡Yo no fuí el muchacho más afortunado! ¿Cómo podría haberlo sido, considerando todas las experiencias que recuerdo?".

Una vez más, en forma clara y firme vino la voz apacible del Espíritu: "Tú tuviste la plenitud del Evangelio de Jesucristo y una madre que sabía que era verdadero". Cuando recibí esta verdad, contemplé mi juventud con claridad por primera vez en mi vida. Yo fui el muchacho más afortunado que jamás haya crecido en San Bernardino, California, pero no podría haber aceptado esa verdad hasta que mi vida me hubiese mostrado todos los aspectos gloriosos de la luz del Salvador.

Este libro es acerca de un rayo de esa luz solamente, el cual es el santo templo. Es un rayo de luz que he llegado a amar profundamente. Si entre todos los temas hermosos y edificantes que pertenecen al Evangelio tan sólo hubiese conocido el del templo, todavía habría sido el muchacho más afortunado y bendecido. Sus bendiciones por sí solas son suficientes para hacer de nosotros las personas más afortunadas y bendecidas que jamás hayan habitado en la tierra. El que recibamos muchas otras bendiciones asociadas con él, es en sí un testimonio de la gracia y de la misericordia de un amoroso Padre Celestial. Comparado con todas las bendiciones gloriosas del Evangelio, el templo sobresale, para usar las palabras de José Smith, como "el más glorioso de todos los [temas] que pertenecen al Evangelio sempiterno" (D. y C. 128:17).

No poseo el talento suficiente para describir todas las glorias del Evangelio. El apóstol Juan dijo que "ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir" (Juan 21:25) si se registraran todas las enseñanzas y bellezas de la vida del Salvador y del Evangelio. Temo que no tenga ni siquiera la habilidad para escribir de un solo aspecto del Evangelio, mucho menos del que es considerado el más glorioso.

He vacilado por un largo tiempo en mi intento de hablar o de escribir acerca del templo. Quizás otras personas cuyos dones y talentos son mucho más grandes que los míos no serían capaces tampoco de hacer justicia a un tema tan hermoso, pero mi profundo interés en el templo me ha instado a hacer el intento, quizás solamente para mi propia aclaración y edificación. Espero, al empezar, que con certeza el Señor no quite Sus bendiciones por el esfuerzo de uno que ha amado este tema tan libremente.

Independientemente del resultado final, el esfuerzo en sí mismo me ha traído muchos frutos. Me he sentido a menudo como se sintió Frederic Farrar mientras intentaba escribir "The Life of

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Christ" (La vida de Cristo). También él se sintió sobrecogido por su tema. En el prefacio escribe: "Si este libro va a hacer altamente bendecido, o si es recibido con displicencia e indiferencia, al menos nada me puede robar la profunda y constante felicidad que he sentido durante casi cada hora que le he dedicado Y aún en medio del esfuerzo incesante en otras cosas, nada me ha prohibido que el tema en el cual me he envuelto estuviese a menudo en mis pensamientos, o que yo pudiese hallar en él una fuente de paz y de felicidad diferente, no comparable en grado ni en categoría, del cual ningún otro interés podría añadir o quitar" (The Life ofChrist, pág. 29).

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PARTE 1

EL GRAN SÍMBOLO DE NUESTRA CONDICIÓN

DE MIEMBROS

Oh Señor, contemplamos con intensos e inefables sentimientos la terminación de esta casa sagrada.

(ORACIÓN DEDICATORIA DEL TEMPLO DE SALT LAKE)

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CAPÍTULO 1

¿Qué prioridad le damos?

Mientras enseñaba en la Universidad Brigham Young (BYU), tuve la oportunidad de participar en la instalación del nuevo rector de esa universidad, Rex E. Lee. Fue una ocasión hermosa. El viernes por la mañana, los profesores de la facultad, vestidos en sus togas académicas, esperaban en el estacionamiento a que comenzara el desfile. Cuando se nos dio la señal, marchamos todos hacia el lugar de las actividades conocido como el Centro Marriott y tomamos nuestros asientos. Miles de estudiantes entraron, y pronto aquel recinto estuvo lleno. Todos nos encontrábamos emocionados y la atmósfera era de gran anticipación.

Numerosos dignatarios del Estado de Utah y de la comunidad lle garon, cada cual tomando su asiento. Finalmente un número de las Autoridades Generales, incluyendo miembros de la Primera Presidencia, llegaron con el rector Lee. Tomaron sus asientos en el estrado y la reunión empezó. Éste era un evento verdaderamente emocionante e importante. Me sentí privilegiado de tomar parte en él..

Conforme las ceremonias continuaron, me dí cuenta de que entre todos los dignatarios y oficiales, el presidente Ezra Taft Benson no se encontraba presente. Me preguntaba si estaría mal de salud y por eso no había asistido. Lo había escuchado hablar poco antes y me pareció vigoroso y fuerte. ¿Habría quizás otras reuniones o deberes de los que él tendría que hacerse cargo al llevar el peso de su manto de Profeta?

La ceremonia duró varias horas. Fue interesante y edificante, pero me llevé a casa un pensamiento que me intrigaba: ¿Dónde estaba el presidente Benson?

El siguiente viernes, asistí a una sesión especial de investidura en el Templo Jordán River. Antes de participar en las ordenanzas, tuvimos la oportunidad de escuchar a un miembro de la presidencia del templo. En sus comentarios encontré una respuesta a mi enigma de la semana anterior. Según recuerdo, esto es lo que nos dijo: "Cada viernes por la mañana, el presidente Benson y su esposa vienen al Templo Jordán River para participar en una sesión de investidura. Nosotros nos reunimos con ellos en un cuarto privado y les ayudamos a prepararse para su sesión. El pasado viernes dimos por sentado que ellos no asistirían el templo, como es su costumbre, por razones de la instalación del rector Lee en la Universidad Brigham Young.

"Para nuestra sorpresa ellos llegaron a la hora habitual, y nosotros no estábamos preparados para recibirlos y ofrecerles nuestra asistencia de costumbre. Nos disculpamos, le dijimos al presidente Benson que nos daba mucho gusto tenerlos con nosotros y ayudarlos pero que pensábamos que iban a estar en BYU. El presidente Benson sonrió y preguntó: '¿Qué día es hoy?'. 'Viernes', respondimos. Entonces él dijo: 'El viernes es mi día de venir al templo. ¿Adonde más podría yo estar el viernes de mañana?'".

Conforme escuchamos esta breve pero hermosa historia de la vida del Presidente de la Iglesia, nos maravillamos del poder de su ejemplo. Para la instalación del rector de una gran universidad, un acontecimiento que tiene lugar una vez cada diez años, el presidente Benson podía enviar a uno de sus consejeros. Sin embargo, él mismo, asistiría a una sesión regular de investidura en el Templo Jordán River tal como era su costumbre. Esa mañana, él había escogido vestir las ropas sagradas del templo en vez de las togas académicas.

Me doy cuenta de que otros factores pudieron haber contribuido a su decisión de estar en el templo esa mañana del viernes. Pero estaba muy impresionado con su decisión y desde ese día la importancia de

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asistir al templo se ha magnificado ante mis ojos. ¿Qué importancia le hemos dado al templo en nuestras prioridades? ¿Lo hemos colocado tan alto

como lo hizo el presidente Benson y también otros profetas que le precedieron? Él no está solo en dar énfasis a la importancia de la obra que se lleva a cabo en la Casa del Señor. Hombres santos así lo han testificado a través de los tiempos, y particularmente durante la última dispensación, por cuanto "es en estricta conformidad con la voluntad divina que la gran obra por la salvación de los muertos fuese asignada a quienes viviesen en la dispensación del cumplimiento de los tiempos" (Joseph Fielding Smith, Improvement Era, abril de 1966, pág. 273). Repasemos ahora el énfasis dado a esta obra edificante por los pasados profetas.

EL GRAN HIMNO DE LA RESTAURACIÓN. En septiembre de 1842, el profeta José Smith se escondía en la casa de Edward Hunter, en Nauvoo.

Sus enemigos fueron tras él una vez más. Él había sido atormentado y perseguido de esa manera por muchos años, tanto que él escribiría: "En cuanto a los peligros por los que se me requiere pasar, me parecen cosa pequeña, ya que la envidia y la ira del hombre han sido mi suerte común en todos los días de mi vida" (D. y C. 127:2). Fue, sin embargo, en los estrechos cuartos de la casa de Edward Hunter que José escribió uno de los más majestuosos himnos de alabanza de la Restauración.

Quizás usted haya asistido a una sinfonía y escuchado una interpretación musical que empieza con una sola nota clara que es tocada por un violín o una flauta. Ese instrumento es el centro del escenario por un tiempo y entonces, lentamente, y en algunos casos de modo casi imperceptible, se le unen otros instrumentos. Conforme la interpretación continúa, la música aumenta en intensidad al integrarse más y más instrumentos, hasta que todos se unen y el teatro entero se llena con la belleza del sonido.

O quizás usted haya escuchado la actuación de un gran coro. A menudo es un solista quien con una voz clara empieza a cantar. Y como con la sinfonía, la voz del solista suena en nuestros oídos sin distracción. Entonces, lentamente, otras voces empiezan a cantar hasta que en una hermosa unidad de sonido, todos cantan a una sola voz.

Ésta es la estructura del himno de alabanza de José Smith; es solamente un himno, no una voz en una canción o una nota de violín, sino palabras salidas del alma y registradas en las Escrituras. El himno de José, también, empieza como una sola voz, "una voz de alegría'. Escuche las palabras y vea si usted puede escuchar las otras voces que se unen a cantar al unísono una canción de alabanza por las bendiciones de la Restauración.

"Ahora, ¿qué oímos en el evangelio que hemos recibido? ¡Una voz de alegría! Una voz de misericordia del cielo, y una voz de verdad que brota de la tierra; gozosas nuevas para los muertos; una voz de alegría para los vivos y los muertos; buenas nuevas de gran gozo...

"Y además, ¿qué oímos? ¡Alegres nuevas de Cumorah! Moroni, un ángel de los cielos, declarando el cumplimiento de los profetas:... ¡Una voz del Señor en el yermo de Fayette!... ¡La voz de Miguel, en las riberas del Susquehanna!... ¡La voz de Pedro, Santiago y Juan en el yermo despoblado...!

"¡Y además, la voz de Dios en la alcoba del anciano papá Whitmer...! ¡Y la voz de Miguel, el arcángel; la voz de Gabriel, de Rafael y de diversos ángeles, desde Miguel o Adán, hasta el tiempo actual, todos ellos declarando su dispensación, sus derechos, sus llaves, sus honores, su majestad y gloria, y el poder de su sacerdocio... confirmando nuestra esperanza!

"...¡Prorrumpa la tierra en canto! ¡Alcen los muertos himnos de alabanza eterna al rey Emanuel que, antes de existir el mundo, decretó lo que nos habilitaría para redimirlos de su prisión...!

"¡Griten de gozo las montañas, y todos vosotros, valles, clamad en voz alta; y todos vosotros, mares y tierra seca, proclamad las maravillas de vuestro Rey Eterno! ¡Ríos, arroyos y riachuelos, corred con alegría! ¡Alaben al Señor los bosques y todos los árboles del campo; y vosotras, rocas sólidas, llorad de gozo!

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¡Canten en unión el sol, la luna y las estrellas del alba, y den voces de alegría todos los hijos de Dios! ¡Declaren para siempre jamás su nombre las creaciones eternas! Y otra vez digo: ¡Cuán gloriosa es la voz que oímos de los cielos, que proclama en nuestros oídos gloria, salvación, honra, inmortalidad y vida eterna; reinos, principados y potestades!" (D. y C. 128:19-23).

¿Qué podría haber estado posiblemente en la mente de José Smith al traer de su pluma tan hermoso resumen de la Restauración? El tema central de la sección 128 es la salvación de los muertos a través de las ordenanzas de la Casa del Señor. En efecto, el versículo que precede a la canción de alabanza de José habla de un eslabón conexivo "entre los padres y los hijos", una unión que sería "entera, completa y perfecta" (D y C 128:18)

Al inicio de su carta y sirviendo como introducción a su canción de alabanza, José Smith dijo a los santos: "[La obra del templo] parece ocupar mi mente e introducirse con más fuerza en mis sentimientos". Les aseguró diciendo: "Éstos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación" (D. y C. 128: 1, 15). José entendió que la culminación de la Restauración, punto hacia el cual todas las voces se dirigían, fue el templo y el trabajo de redención para vivos y muertos que se llevaría a cabo dentro de sus paredes. Sin esa obra, la canción de la Restauración podría haber sido "como metal que resuena, o címbalo que retiñe" (1 Cor. 13:1). O como lo escribiese Malaquías, "la tierra sería totalmente asolada en su venida" (D. y C. 2:3). La obra del templo fue el alma de la canción de José Smith, como también es el alma de la Restauración.

LA PIEDRA ANGULAR DEL ARCO DEL EVANGELIO. Muchos otros profetas han añadido su propio testimonio al de José Smith. Wilford Woodruff,

refiriéndose a José Smith, dijo a los santos que: "[su] alma estaba entrelazada con esta obra [la obra del templo] antes de que muriese como mártir por la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Él nos dijo que debe existir un eslabón conexivo de todas las dispensaciones y de la obra de Dios de una generación a otra. Esto estaba en su mente más que la mayoría de otros temas que le fueron dados" ("Discourses of Wilford Woodruff", pág. 156; énfasis añadido).

El presidente Woodruff agregó entonces su propio testimonio: "Sí, hijos de los hombres, yo les digo, en el nombre del Dios de Israel, que esos mismos principios que Dios ha revelado son los que han sostenido los juicios del Todopoderoso sobre la tierra. Si no fuese por esos principios, ustedes y yo no estaríamos aquí hoy" (Ibid., pág. 154; énfasis añadido).

El élder Boyd K. Packer dijo: "Es evidente que la obra relacionada con los templos es lo que más molesta al adversario" (The Holy Temple, pág. 216). Ésta es la obra que hace que "todas las campanas del infierno [empiecen] a sonar", como dijo Brigham Young (Discourses of Brigham Young, pág. 628).

John A. Widtsoe llamó la obra del templo "la piedra angular del maravilloso arco del Evangelio, Si la piedra central se debilita y cae, el arco entero cae en una pila de bloques doctrinales desorganizados. Es un gran privilegio para jóvenes y mayores que se les permita entrar en la Casa del Señor, para allí servir a Dios y para ganar poder" (" Temple Worshíp", pág. 64; énfasis añadido). A la luz de esta perspectiva, ¿es acaso de sorprendernos que "los demonios en el infierno ...[estén] tratando de derrocar" a los Santos para que no realicen su obra? (Discourses of BrighamYoung, pág. 618).

Heber J. Grant, quien como el presidente Benson, hallaba "tiempo para ir al templo una vez a la semana" (Gospel Standards, pág. 257), dijo a los Santos de su época: "Si ustedes sienten en su corazón y alma que ésta es una de las cosas más importantes que como Santos de los "Últimos Días pueden hacer, entonces hallarán la manera de hacerlo" (Improvement Era, 44:459; énfasis añadido). Joseph Fielding Smith se refirió a la obra del templo como "la tarea más importante de todas" y animó a los Santos para que no descuidaran el privilegio de más peso y mandamiento, a pesar de todas las otras buenas obras" (Seeking After Our Dead, pág. 36; énfasis añadido).

El presidente Brigham Young dijo que la obra del templo "es la más significativa que un hombre pueda realizar en esta tierra" (Discourses of Brigham Young, pág. 623). El presidente Spencer W.

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Kimball dijo que la obra del templo es "una responsabilidad muy seria que no podemos evitar", la cual nos podría poner "en peligro si fallamos en hacerla" (Ensign, enero de 1977, pág. 5). Quizás el rey David describió de la mejor manera en los Salmos la actitud hacia la obra en el templo. Es una actitud basada en el amor por el templo, no en la tarea o responsabilidad colocada sobre nuestros hombros. La dulzura de las palabras de David son un ejemplo para todos nosotros. "Una cosa he demandado a Jehová", cantó David, "...que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo" (Salmos 27:4). En otro Salmo más adelante, David escribió: "Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos" (Salmos 122:1). El alma de David, como la de todos los profetas, "anhelafba]... aun ardientemente desea[ba] los atrios de Jehová" (Salmos 84:1-2). ¿No debería toda alma desear ardientemente lo mismo?

A la luz de este énfasis, no es difícil entender porqué el Profeta del Señor escogió estar en el templo un viernes por la mañana en vez de estar en el Centro Marriott para la instalación de un nuevo rector de la universidad. No es difícil comprender el himno de alabanza que José Smith escribió mientras se escondía en aquellos cuartos estrechos de la casa del obispo Hunter. Tampoco es difícil ver porqué el presidente Howard W. Hunter extendió una invitación a todos los Santos en su primera conferencia de prensa (y lo enfatizó en su primer discurso en conferencia general) a "establecer el templo del Señor como el símbolo más grande de cada miembro y el supremo lugar para los más sagrados convenios". Él continuó: "Sería el deseo más profundo de mi corazón que cada miembro de la Iglesia fuese digno de entrar al templo. ...Seamos ...personas que amen el templo" (Church News, junio 11, 1994, pág. 14; énfasis añadido).

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PARTE 2

UNA CASA DE INSTRUCCIÓN

Hoy te dedicamos la obra completa, con todas sus pertenencias, a fin de que sea santa a Tus ojos; para que sea una casa de oración, una casa de alabanza y adoración; para que Tu gloria descanse

sobre ella; para que Tu santa presencia esté en ella continuamente; para que sea la

morada de Tu muy amado Hijo, nuestro Salvador; para que los ángeles que estén delante de Tu faz sean los santos mensajeros que la visitarán,

comunicándonos Tus deseos y Tu voluntad, a fín de que sea santificada y consagrada en todas sus partes como casa santa a Ti, el Dios de Israel, el

Rey Omnipotente del género humano. (ORACIÓN DEDICATORIA DEL TEMPLO DE SALT LAKE)

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CAPÍTULO 2

Aprendamos de los símbolos

La mayoría de nosotros tenemos una memoria muy vivida de la primera vez que fuimos al templo para recibir nuestra investidura. Yo recién había sido llamado como misionero y tuve que viajar al Templo de Los Ángeles. No sabía lo que me esperaba. No obstante algunos aspectos de mi investidura fueron hermosamente edificantes para mí, muchos otros me resultaron confusos. Salí un tanto confundido y con un poco de temor. Desde entonces he descubierto que mi experiencia no fue única. También llegué a la conclusión de por qué mi primera experiencia no fue todo lo que yo anticipaba. No entendía la manera en la cual el Señor enseña a Sus hijos en Su casa. Si lo hubiese entendido, mi ansiedad y confusión habrían desaparecido aún cuando mi grado de comprensión quizás hubiera permanecido igual.

INVESTIDOS CON PODER

El libro de Doctrina y Convenios nos enseña que en el templo seremos "investidos con poder de lo alto" (D. y C. 38:32). La mayor parte de ese poder viene del conocimiento o inteligencia que recibimos. Por lo tanto, para ser investidos con el poder que el Señor desea que recibamos, debemos saber cómo aprender en Su casa.

En el templo, el Espíritu es el maestro. Él nos instruye, con frecuencia, a través de los símbolos que comprenden la investidura. Debemos estar alerta y prestar atención a todo lo que vemos y oímos; entonces le permitiremos al Espíritu que nos enseñe y nos traiga el entendimiento. Si vamos al templo y tan sólo nos sentamos, sin hacer un esfuerzo por aprender, perderemos la mayoría de las grandes bendiciones que el templo tiene para ofrecer. "Cuando usted regrese al [templo]", enseñó el élder David B. Haight, "venga con un corazón abierto, inquisitivo y contrito, y permita al Espíritu enseñarle por revelación lo que los símbolos pueden significar para usted" ("Conference Report", abril de 1992, pág. 20; énfasis añadido). La verdadera enseñanza en el templo no es una instrucción de grupo. Cada alma es invitada a tener su propio tutor personal, el cual es el Espíritu, quien va a adaptar los símbolos a sus necesidades específicas y a su nivel de madurez, al mismo tiempo que invita a la activa participación de cada persona en el proceso de aprendizaje. Este tipo de enseñanza llevó al élder John A. Widtsoe a declarar: "Cuánto quisiera que la instrucción fuese dada así de bien en cada aula escolar a través de la tierra, y así enseñaríamos con más eficacia de lo que ahora lo hacemos" ("Temple Worship").

En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, Ohio, José Smith oró a favor de todos quienes viniesen al templo, pidiendo al Señor que ellos "crezcan en ti y reciban la plenitud del Espíritu Santo" (D. y C. 109:15). Esa plenitud es esencial para descubrir las profundidades que las ordenanzas del templo revelan. Por cuando la dignidad y pureza de vida nos califican para recibir los dones y la compañía del Espíritu Santo, los convenios y el estilo de vida enseñados en el templo, según los cuales nos comprometemos a vivir, en ellos y de ellos mismos nos traen la plenitud prometida en la oración de José Smith. Además, la serenidad y la paz del templo en sí contribuyen también a la plenitud del Espíritu Santo. En el templo, nuestro espíritu está más en calma y estamos alejados del ruido y del tumulto del mundo exterior; le damos así al Espíritu una mayor oportunidad para que susurre verdades a nuestra alma. Con la plenitud del Espíritu Santo, podemos ser enseñados en un nivel superior.

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José Smith una vez instruyó a los Santos a acrecentar el poder del Espíritu para revelar la verdad a nuestra mente. Él dijo: "Una persona podrá beneficiarse si percibe la primera impresión del espíritu de la revelación. Por ejemplo, cuando sentís que la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros una corriente de ideas... Y así, por conocer y entender el Espíritu de Dios, podréis crecer en el principio de la revelación hasta que lleguéis a ser perfectos en Cristo Jesús" (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 179; énfasis añadido). Note que aprendemos y crecemos en el principio de revelación. Quizás no recibamos una plenitud la primera vez, pero vendrá en cuanto continuemos buscando el entendimiento en el templo. Recuerde, estamos invitados a "crecer en la Casa del Señor".

Conforme nuestro espíritu madura, seremos más receptivos a las enseñanzas del Espíritu Santo. Nuestra madurez no puede alcanzar su plenitud sin el templo. En verdad, la misma palabra investidura, sugiere algo que se otorga y que trae un crecimiento gradual pero continuo.

La investidura es un obsequio, pero es una clase muy especial de obsequio; es algo así como una donación. La mayoría de las donaciones que se hacen para una fundación son establecidas para que puedan perpetuarse por sí solas. Por ejemplo, una compañía da como donación una suma grande de dinero a una universidad para financiar la investigación en las artes o en las ciencias médicas. La universidad no gasta la donación original. A ellos les es permitido gastar solamente los intereses que la donación original genera. La investidura del templo es diseñada de una manera similar. La naturaleza simbólica permite enseñar o dar continuamente a través de muchos años en la vida de una persona. Jesús prometió a la mujer samaritana, "el agua que yo le daré será ... una fuente de agua que salte para vida eterna" (Juan 4:14). De ese pozo continuaría brotando Su dulzura constantemente. El poder de la investidura es su habilidad para enviar a nuestra mente y a nuestro corazón conocimiento que fluye sin interrupción. Los símbolos son el obsequio original. La multiplicidad del significado y de la edificación es como el interés que genera perpetuamente la donación original.

"INMENSAS REALIDADES"

El élder John A. Widtsoe explicó: "La investidura en sí misma es simbólica; es una serie de símbolos de inmensas realidades, demasiado inmensas para un entendimiento completo. Quienes vayan al templo y al salir sientan que el servicio no fue hermoso, se habrán ocupado de las apariencias externas y habrán fallado en entender su significado interno. Es el significado de las cosas lo que cuenta en la vida....

"La adoración en el templo implica un gran esfuerzo mental y suma concentración si es que vamos a entender los símbolos poderosos que pasan delante de nosotros. Cada cosa debe ser puesta en orden para afinar el corazón, la mente, y el alma para la obra...

"Al hombre o la mujer que vaya al templo con los ojos abiertos, prestando atención a los símbolos y a los convenios, y haciendo un esfuerzo firme y continuo por entender el pleno significado, Dios va a hablar Su palabra y le dará revelaciones. El proceso de recibir la investidura es así ampliamente simbólico.... Es algo tan lleno de revelaciones para quienes quieran ejercitar su fortaleza de buscar y ver, que no hay palabras humanas que puedan explicar o hacer claras las posibilidades que residen en el servicio del templo. El proceso de la investidura, el cual fue dado por revelación, puede ser mejor entendido por revelación; y para aquellos que buscan más vigorosamente, con corazones puros, la revelación será más grande" (Temple Worship, pág. 63). Es esta rica profundidad del simbolismo lo que hace que la ordenanza de la investidura sea una fuente inagotable de conocimiento y de edificación.

En una ocasión se me preguntó: "¿Por qué los símbolos del templo son tan diferentes de cualquier otra cosa que hemos experimentado antes en la Iglesia?". Ellos son diferentes por un propósito maravilloso que muestra la gran sabiduría del Señor. La diferente naturaleza de los símbolos en sí misma requiere una explicación. Aun nos impulsa a hacernos preguntas. Nos invita a meditar y a

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reflexionar: "¿Qué es lo que significa? ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué se nos muestra esto? ¿Cuál es el significado de la ropa?". Quizás esto es lo que el Señor quiere que nosotros hagamos, y que continuemos haciéndolo hasta que las respuestas nos lleguen. Los símbolos son diferentes a fin de que no lleguemos a acostumbrarnos a verlos y que no cesemos de hacernos preguntas. Si usted se ha sentido confundido por los símbolos del templo, quizás deba ser así. Está bien que nos mantengamos intrigados con ellos y que meditemos sobre ellos y los estudiemos, permitiendo al Espíritu revelar su poder uno por uno. El peligro no está en que pensemos que son inusuales, sino en que dejemos totalmente de pensar. Los símbolos tienen el fin de ayudarnos a vencer esta tendencia humana. Es también muy importante recordar que las ordenanzas del templo constituyen una totalidad. Son como una obra de teatro en cuatro actos, un bello poema con cuatro versos, o una canción con cuatro estrofas. Podemos tener un acto, verso o estrofa de nuestra predilección; pero para recibir el significado completo de la obra, debemos permanecer atentos a cada uno de esos cuatro actos, versos o estrofas. Regresemos al baptisterio, hagamos con frecuencia las ordenanzas preparatorias y participemos en los sellamientos. Aprenderemos más al hacer esto que si constantemente repetimos solamente la sesión de la investidura.

EL PODER DEL LENGUAJE SIMBÓLICO

La enseñanza a través de símbolos puede ser muy poderosa. Los símbolos pueden sugerir muchas diferentes verdades a diferentes personas en diferentes etapas de su vida. Entonces nos van a edificar de acuerdo con nuestras necesidades presentes y nunca van a llegar a ser irrelevantes.

El poder de la escritura simbólica es maravillosamente explicado por George MacDonald, un mentor cristiano del apologista C. S. Lewis. No obstante que él no estaba refiriéndose al simbolismo del templo, su punto de vista es aplicable. "Una obra genuina de arte debe significar muchas cosas", escribió. "Entre más verdadero sea su arte, más cosas va a significar". No existe un artista más verdadero que el Señor y, por supuesto, Su obra maestra se halla en el santo templo. Si los símbolos mortales pueden tener muchos significados, ¿cuánto más podríamos esperar descubrir en los símbolos presentados por el Señor?

MacDonald continuó su descripción del poder del lenguaje simbólico con los siguientes pensamientos: "Lo mejor que usted puede hacer por sus semejantes, después de despertar su conciencia, no es darles cosas en qué pensar, sino despertar cosas que están en ellos; o sea, hacer que piensen cosas por sí mismos.

"Lo mejor que la naturaleza hace por nosotros es producir en cada uno tales estados de ánimo en los cuales nacen los pensamientos de gran importancia. ¿Acaso hay algún aspecto de la naturaleza que despierte un solo pensamiento? ¿Acaso nos sugiere solamente una cosa determinada? ¿Acaso hace que dos hombres diferentes en el mismo lugar y en el mismo momento piensen la misma cosa? ¿Es por lo tanto un fracaso, por cuanto no tiene un significado determinado? ¿No significa nada el que despierte algo más profundo que el entendimiento ese poder que es la base de los pensamientos?... La naturaleza engendra estados de ánimo, provoca pensamientos...

"En cada cosa que Dios ha hecho, existe un significado ascendente; estrato sobre estrato, Él expresa el mismo sentimiento en niveles cada vez más altos de ese pensamiento...

"Si la meta de un escritor es la convicción lógica, entonces no puede desperdiciar ningún esfuerzo que no sea lógico. No solamente para ser entendido sino para escapar de ser mal entendido. Cuando su objetivo es el de motivar por la sugerencia, o causar la imaginación, entonces él debe acometer el alma del lector como el viento acomete a un arpa eólica. Si hay música en mi lector, gustosamente la despertaré" {The Gifts ofthe Child Christ 1:23-28; énfasis añadido).

Los puntos de vista de MacDonald son especialmente verdaderos en lo referente al templo. Hablando

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en forma general, nosotros no "aprendemos" el significado de los grandes y exaltadores símbolos del Evangelio. Más bien "recordamos" su significado, por cuanto fuimos enseñados sobre el poder que está detrás de ellos aún antes de nuestro nacimiento. En la tierra, un velo se nos puso en nuestra mente, pero a menudo se nos recuerda que ese velo es muy delgado en la casa del Señor. La palabra despertar es una buena descripción de cómo el conocimiento es a menudo impartido en el templo. Recuerde, el Espíritu Santo es el maestro en el templo, y se nos ha prometido que podemos recibir la plenitud de Su poder. Jesús enseñó a Sus discípulos en la Última Cena que una de las misiones del Espíritu Santo es que "nos recordará todas las cosas" (Juan 14:26).

El presidente Joseph F. Smith también sugirió este despertar a las verdades a través del poder del Espíritu: "Todas estas verdades salientes, las cuales llegan con tanta fuerza a hacer su morada en la mente y en el corazón, parecen no ser otra cosa que el despertar de las memorias del espíritu. ¿Acaso podemos conocer alguna cosa aquí que no sabíamos ya antes de venir? ¿No son los medios del conocimiento en el primer estado iguales a aquéllos en éste?". Pero para poder extraer de ese conocimiento, debemos esforzarnos por salir de 'la prisión' de la mortalidad" (Doctrina del Evangelio, énfasis añadido).

La esperanza y la confianza son engendradas en esta verdad. Nuestra tarea de descubrimiento en el templo parece tener más probabilidades de éxito si nos damos cuenta que la enormidad de verdades halladas allí ya están durmiendo en nuestro recuerdo. Debemos entonces pedir al Espíritu que nos ayude a despertarlas.

Quienes asisten al templo con frecuencia y se han familiarizado con la manera de las enseñanzas del Señor han descubierto ya que el significado detrás de un símbolo tiende a venir "todo de una vez", como una verdad que es despertada o recordada, o no del todo. O, como lo dijese José Smith: "Una persona podrá beneficiarse si percibe la primera impresión del espíritu de la revelación. Por ejemplo, cuando sentís que la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros una corriente de ideas" ("Enseñanzas del Profeta José Smith", pág. 179; énfasis añadido).

C. S. Lewis, comentando acerca del entendimiento de George MacDonald sobre la escritura simbólica, añadió sus puntos de vista sobre su propia experiencia: "Va más allá de la expresión de cosas que ya hemos sentido. Despierta en nosotros sensaciones que nunca hemos tenido anteriormente, que no hemos anticipado tener, y es como si saliésemos de nuestro modo normal de conciencia y fuésemos poseídos de 'gozo no prometido en nuestro nacimiento'. Nos llega hasta debajo de nuestra piel, nos golpea más profundamente que nuestros pensamientos o aun que nuestras pasiones, nos crea conflictos con viejas certidumbres hasta que todas las preguntas son reabiertas y, en general, nos lleva a un despertar más completo que lo que experimentaremos en la mayor parte de nuestra vida" (George MacDonald, An Anthology, pág. 16 -17).

No obstante que las descripciones de MacDonald y de Lewis fueron escritas acerca de trabajos literarios, ellos describen la esencia del modo de instrucción del templo. Debemos aprender cómo aprender a la manera del Señor. En Su casa el método es mayormente simbólico, por cuando los símbolos proveen uno de los métodos de aprendizaje más poderosos que pueden abarcarlo todo. Debemos aprender a confiar en el poder inherente de los símbolos, aun cuando podamos sentirnos nosotros mismos como niños al tratar de descifrarlos. Con el tiempo y con paciencia, nuestro espíritu madurará, la plenitud del Espíritu Santo se destilará en nosotros y empezaremos a despertar.

Las verdades del templo son profundamente hermosas, edificantes y gozosas. Nuestro deseo y esfuerzo por descubrirlas deben ser igual en belleza, si es que la plenitud de su fuerza y maravilla va a ser

apreciada verdaderamente. Por eso el Señor protege la santidad de Sus verdades más profundas y sagradas, presentándolas solamente a quienes las deseen profundamente y cuya vida, sacrificio y obediencia han desarrollado en ellos plena intimidad con el Espíritu. Mucho es lo que se logra también fuera del templo. Cuanto más refleja nuestra vida obediencia y dedicación a los deseos del Señor, más poderosamente opera el Espíritu en nosotros. Cuando llevamos al templo ese poder acrecentado del Espíritu, entonces

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podemos esperar ser enseñados las verdades maravillosas y edificantes que bendicen nuestra vida y la de los miembros de nuestra familia.

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C A P Í T U L O 3

Lecciones preliminares

E1 Señor no nos deja sin ayuda cuando aprendemos a aprender en Su casa. Él nos prepara en diferentes maneras. Algunas de esas formas de prepararnos empiezan en nuestra niñez. Otras vienen conforme entramos en Su templo y participamos en las ordenanzas. Todas ellas continúan a través de nuestra vida.

ORDENANZAS SIMBÓLICAS

Antes de que vayamos al templo, ya se nos habrán presentado las ordenanzas simbólicas. A través de ellas se nos muestra cómo responder al lenguaje simbólico. Las ordenanzas del bautismo y de los sacramentos son un ejemplo. Si alguien que no estuviese familiarizado con la adoración en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los "Últimos Días o en otra iglesia cristiana, y entrase a una de nuestras capillas y presenciase un bautismo o los sacramentos, éstos podrían parecerle extraños. A menos que entendiese qué representan los objetos y las acciones externas, podría sentir aun un rechazo por lo que ve.

En los sacramentos, el pan nos recuerda el cuerpo del Salvador y el agua Su sangre. Cuando participamos de los sacramentos, pensamos en el amoroso sacrificio en favor nuestro y en los convenios que hacen que Su sacrificio sea eficaz en nuestra vida. El pan y el agua también nos recuerdan que Jesús fue "el pan de vida" y que Él es la fuente "de agua viva" (Juan 6). Nos concentramos, por lo tanto, en el significado del símbolo y no en el símbolo mismo. Cuando entendemos el significado de los símbolos del templo, su forma exterior llegara a ser más hermosa, así como la ordenanza de los sacramentos es hermosa y edificante para nosotros.

El bautismo es una ordenanza excelente para estudiar, la cual nos da una mejor idea de cómo el Señor nos enseña en el templo. ¿Qué es lo que el bautismo simboliza? Algunos pueden decir que el bautismo es una limpieza simbólica. La pila bautismal nos recuerda de un baño donde nuestros pecados son lavados. Conforme nos sumergimos en el agua, llegamos a ser puros. Esto se enseña en las Escrituras.

Otros pueden enseñar que el bautismo simboliza un nacimiento. Y la pila bautismal representa el vientre materno. Como un recién nacido sale del agua del vientre materno, así también nosotros "nacemos de nuevo" de las aguas del bautismo a una nueva vida inocente. También esto se afirma en las Escrituras.

Otros pueden añadir que el bautismo simboliza un entierro. La pila bautismal sugiere a la mente una sepultura. El viejo hombre de pecado, el hombre natural, es sepultado en el agua para que el nuevo hombre en Jesucristo pueda resucitar. Y hacemos esto en similitud de la muerte y resurrección de nuestro Salvador. Esta interpretación también se sugiere así en las Escrituras.

¿Es el bautismo entonces un baño, un nacimiento, o un entierro? Es todo eso. Por cuanto tales símbolos traen consigo múltiples significados, ellos nos van a edificar e instruir constantemente a través de nuestra vida conforme meditamos en ellos.

UN MANUAL PARA LA INVESTIDURA

Así como hemos considerado el significado de los sacramentos y del bautismo, debemos aprender qué

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hacer con las ordenanzas en la Casa del Señor. El Señor nos ha mostrado un modelo en los sacramentos y en el bautismo, pero no necesitamos descubrir los niveles del significado simbólico sin asistencia. La ayuda está disponible. Los tres significados del bautismo mencionados anteriormente se enseñan en las Escrituras, así como los múltiples significados de los sacramentos.

En algunas ocasiones se me ha preguntado si yo puedo recomendar un buen libro o artículo para ayudar a la gente a entender las ordenanzas del templo. Mi respuesta siempre ha sido: "¡Sí! Hay un hermoso manual escrito para explicar aun los significados más sutiles de la investidura, y está a su disposición". La persona, emocionada, toma un papel y un lápiz para escribir el título del libro. "El manual son las Santas Escrituras", le digo. En forma desanimada, la persona deja el lápiz y dice: "No, realmente, ¿existe algún otro libro que pueda recomendarme?".

¿Qué provecho tiene el leer cualquier otra cosa acerca del templo (incluyendo este libro), si no hemos estudiado profundamente la fuente de mayor información? Con certeza, el lugar prominente que ocupan las Escrituras en el templo es una señal para nosotros de su valor para comprender todo lo que vemos y escuchamos dentro de sus paredes. Las Escrituras nos van a revelar significados más profundos y más amplios acerca del templo. Dentro de sus páginas están las claves para la mayor parte del simbolismo del templo. Cada vez que se nos ha dicho "buscad diligentemente...palabras de sabiduría... de los mejores libros" (D. y C. 88:118), está dicho en el contexto de la adoración en el templo. El Señor nos sugiere que el entendimiento de las verdades del templo está basado en un estudio más intenso y más completo de las Escrituras. En cuanto más conozcamos las Escrituras, más abrirá la ordenanza de la investidura nuestro entendimiento. Muchos han tenido la experiencia de meditar en el templo, cuando de repente un versículo de las Escrituras les ha venido a la mente y reciben el entendimiento acerca de las "inmensas realidades".

La investidura del templo es Escritura, la forma más elevada de Escritura, no en forma escrita para que todos la lean, sino grabada en la mente de quienes con su esfuerzo y su asistencia manifiestan la profundidad de sus deseos. Está escrita en nuestro corazón, no en las páginas de un libro. En ocasiones hemos leído acerca de personas a quienes se les han enseñado verdades o principios que se les ha prohibido revelar o describir. Jesús oró con los Nefitas, por ejemplo, y "las cosas que oró no se pueden escribir" (3 Nefi 17:15). El momento fue sagrado, tan hermoso y santo que no podía dejarse grabado en un papel.

Como estudiante de inglés en la universidad, yo deseaba poder ver o escuchar algo realmente hermoso que no pudiera ser escrito. Entonces un día, el Espíritu me susurró: "Tú tienes esa oportunidad, muchas veces, en la casa del Señor". La investidura y las otras ordenanzas del templo son muy sagradas para ser escritas a fin de que todos las vean. El Señor le dijo a Mormón, cuando éste intentaba escribir más de las palabras del Salvador en el Libro de Mormón: "Pondré a prueba la fe de mi pueblo" (3 Nefi 26:11). Así también, el Señor prueba la fe de Su gente antes de que reciban las verdades y convenios sagrados de Su casa.

Por cuanto la investidura es Escritura, y puesto que la Escritura es en sí el mejor comentario de la Escritura misma, en nuestra lectura de los libros sagrados podemos hallar luz acerca de la investidura. Esto va a suceder especialmente si recordamos que los símbolos pueden tener múltiples significados. Quizás una ilustración de cómo la Escritura comenta acerca de la Escritura misma nos ayudará a aclarar este punto.

CORRERÁN SIN FATIGARSE, Y ANDARÁN SIN DESMAYAR Por muchos años leí las promesas hechas en la Palabra de Sabiduría tal como se encuentran en

la Sección 89 de Doctrina y Convenios. Una de esas promesas indica que los Santos "correrán sin fatigarse, y andarán sin desmayar" (versículo 20). Por muchos años pensé que yo entendía

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completamente el significado de esa promesa. Era la seguridad de gozar de un cuerpo sano si seguimos el consejo dado en la Palabra de Sabiduría. Todavía yo creo que esto es verdadero e inherente en la promesa.

Sin embargo, un día, mientras leía la epístola del apóstol Pablo a los hebreos vi en sus palabras una promesa aún más profunda y poderosa. Pablo con frecuencia usó la imagen de una carrera olímpica para describir la vida de los Santos de entonces. "Despojémonos de todo peso", escribió, "y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar" (Hebreos 12: 1-3; énfasis añadido).

Tres palabras de la promesa en la sección 89 están también en las palabras de ánimo de Pablo a los Santos: "correr", "fatigarse" y "desmayar". Pero en el libro de Hebreos la carrera es espiritual, no física. Otras Escrituras también nos vienen a la mente. Frecuentemente se nos ha dicho en las Escrituras no "cansarnos de hacer el bien" y "caminar en el camino estrecho y angosto".

Si combinamos todas estas ideas, surge un significado más profundo de la promesa. La promesa de la Palabra de Sabiduría es también una seguridad de resistencia espiritual. Correremos la carrera de la vida y no nos cansaremos de hacer el bien, y caminaremos por el sendero estrecho y angosto y no desmayaremos. En otras palabras, "perseveraremos hasta el fin".

Lo que hemos hecho aquí con la Palabra de Sabiduría podría hacerse con otras frases, convenios y promesas que escuchamos y vemos en el templo. Un significado nuevo y hermoso será puesto delante de nuestros pies si estamos dispuestos a pagar el precio de "[buscar] conocimiento, tanto por el estudio [de las Escrituras] como porlafe" (D. y C. 88:118).

PRÁCTICA DE LAS ESCRITURAS CON SÍMBOLOS

La importancia del estudio de las Escrituras en lo que se relaciona con el templo se ve también en el hecho de que las Escrituras en sí mismas son simbólicas y tienen muchos niveles de significado. Cuando mis hijos han tenido que prepararse para tomar los exámenes para entrar en la universidad como lo son el ACT y el SAT, (dos de los exámenes más comunes que se requieren a los estudiantes de secundaria en los Estados Unidos para ser admitidos en la universidad), ellos han estudiado libros que contienen el tipo de preguntas que van a encontrar en los exámenes reales. Esto les permite practicar con exámenes de prueba y de esta forma estar mejor preparados. Nosotros también podemos revisar las Escrituras de esa manera, una práctica sobre las ordenanzas, el lenguaje y los símbolos. Un ejemplo excelente lo encontramos en el libro del Éxodo. En cierta forma es una investidura mosaica. Es un microcosmos de la vida, así como lo es la investidura. Cada cosa que allí sucede, desde la liberación de los hijos de Israel hasta su entrada en la tierra prometida, puede ser aplicada simbólicamente a nuestra vida.

Por ejemplo, estudiamos la columna de fuego o la nube que guió a los israelitas cuando viajaban por el desierto. El apóstol Pablo dice que cruzar el Mar Rojo fue como un bautismo simbólico para Israel. Después del bautismo se nos da el don del Espíritu Santo que sirve como una guía a través de nuestra vida. Este don permanecerá con nosotros mientras nos mantengamos dignos.

La columna de fuego o la nube en el Éxodo nos sugiere que el Espíritu Santo nos guiará así como aquella columna guió a los israe litas a través del desierto. El desierto nos sugiere la vida en la tierra, y la tierra prometida nos sugiere el reino celestial. Con esto en mente, notemos la poderosa lección simbólica que esta historia nos enseña. La actitud que los hijos de Israel tenían acerca de la columna de fuego podría ser también nuestra actitud hacia la guía del Espíritu Santo: "Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apa riencia de fuego. Cuando se alzaba la nube del tabernáculo, los hijos de Israel partían; y en el lugar donde la nube paraba, allí acampaban los hijos de Israel. Al mandato

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de Jehová los hijos de Israel partían, y al mandato de Jehová acampaban; todos los días que la nube estaba sobre el tabernáculo, permanecían acampados. Cuando la nube se detenía sobre el tabernáculo muchos días, entonces los hijos de Israel guardaban la ordenanza de Jehová, y no partían. Y cuando la nube estaba sobre el tabernáculo pocos días, al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían. Y cuando la nube se detenía desde la tarde hasta la mañana, o cuando a la mañana la nube se levantaba, ellos partían; o si había estado un día, y a la noche la nube se levantaba, ellos partían; o si había estado un día, y a la noche la nube se levantaba, entonces partían. O si dos días, o un mes, o un año, mientras la nube se detenía sobre el tabernáculo permaneciendo sobre él, los hijos de Israel seguían acampados, y no se movían; mas cuando ella se alzaba, ellos partían. Al mandato de Jehová acampaban y al mandato de Jehová partían" (Números 9:16-23).

Qué lección más hermosa se nos sugiere en esta historia, si entendemos el simbolismo de la columna de fuego que estaba sobre el tabernáculo. En nuestra propia vida nunca debemos caminar sin la dirección del Espíritu. Debemos estar con el Espíritu en todo momento, no importa dónde o cuán lejos nos lleve o nos haga descansar. Él controla la dirección de nuestra vida. Algunas veces la columna se moverá en el día, otras veces en la noche. No importaba por cuánto tiempo la gente tenía que acampar, podía ser dos días o un año. La columna lo determinaba todo. El deseo de ellos fue siempre estar donde la columna de fuego quería que ellos estuviesen.

En la historia de los hijos de Israel hay otros mensajes hermosos. Por ejemplo, se les enseñó a juntar el maná cada día. Moisés nos dice en el libro de Deuteronomio que el maná simbolizaba la palabra de Dios (véase Deuteronomio 8:3). ¿No deberíamos también nosotros juntar las palabras de Dios de las Escrituras "cada día"? ¿Podríamos juntar suficiente en un día como para que dure para la semana? ¿Juntamos un poquito aquí y un poquito allá hasta tener suficiente para satisfacer nuestra hambre espiritual? Es necesario trabajar para reunir suficiente maná que pueda alimentar a nuestra familia. ¿Acaso no se requiere también un esfuerzo para juntar de las Escrituras y de las palabras de los profetas la sabiduría que necesitamos para alimentar a nuestras familias modernas con el "pan de vida"? En el capítulo sexto del Evangelio de Juan, Jesús, refiriéndose a esta historia, se llamó así mismo el "pan de vida". Vemos aquí también múltiples significados en la riqueza del relato de las Escrituras. Él también fue el pan "que descendió del cielo" (Juan 6:33).

El pueblo de Israel siguió a Moisés a través del desierto. ¿No seguimos también a los profetas vivientes a través del desierto de la vida en la actualidad? Él los guió al Monte Sinaí, la montaña del Señor, donde iban a "encontrarse con Dios", a escuchar Su voz y a recibir Su ley. ¿No está también nuestro profeta, Gordon B. Hinckley, procurando con todo su corazón guiarnos a la montaña de la casa del Señor, el Sinaí del templo donde podemos encontrarnos con Dios, escuchar Su voz y recibir Su ley? Durante su peregrinación en el desierto, con frecuencia Israel deseaba regresar a la "abundancia" de Egipto. Egipto sugiere el cautiverio y el poder restringido del mundo y del adversario. ¿No luchamos también para permanecer separados del mundo, gozar continuamente del maná de la palabra del Señor y no de la "abundancia" de los entretenimientos y apetitos mundanos?

Éstas y otras historias nos enseñan de manera similar la forma en que el relato del templo nos instruye. Debemos nosotros mismos aprender de las imágenes e historias que se nos presentan. La lec-tura constante de las Escrituras nos dará la suficiente práctica en este método de instrucción, particularmente las historias y los relatos del Antiguo Testamento. Con el tiempo llegaremos a estar bien versados, y el templo va a empezar a abrírsenos y a influir más significativamente en nuestras actividades y decisiones de la vida cotidiana.

No podemos hablar fuera del templo de los símbolos ni de lo que se nos presenta en la investidura, pero podemos comentar sobre la historia de los hijos de Israel y otras historias de las Escrituras que nos agraden. Podemos ayudarnos el uno al otro a aprender a encontrar significado en la historia de otras

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personas o pueblos. En breve, podemos practicar el aprendizaje en el templo, ayudarnos el uno al otro a ver más allá de los símbolos, y aprender de las inmensas realidades que ellos representan.

SÍMBOLOS SENCILLOS Y OBVIOS

El Señor nos ayuda también a aprender sobre el templo en otras maneras. En forma inconfundible, Él ha hecho que algunos de los símbolos del templo sean fáciles de entender. Algunos de esos símbolos nos han sido explicados por medio de profetas y de apóstoles vivientes. Por ejemplo, en el templo cada persona viste con ropa blanca lo cual significa pureza y limpieza ante los ojos de Dios y de los demás. También se nos ha explicado que ello sugiere una igualdad ante Dios, creando en Sus hijos un sentido de unidad y singularidad. ¿Podría también enseñarnos que así como el blanco es un reflejo de todos los hermosos colores del espectro, nuestra vida debe reflejar toda la polifásica belleza de la luz del Evangelio de nuestro Salvador?

Los espejos que se encuentran frente a frente en diferentes salones del templo nos sugieren la eternidad. Este símbolo es fácil de entender si tomamos tiempo para meditarlo. Éste es un símbolo verdaderamente apropiado en los salones de sellamientos. Es allí donde se crean familias eternas y donde comienza un viaje eterno como marido y mujer. El Señor diseñó las ordenanzas del templo de modo que todos podamos entender algunos de los símbolos. Eso nos ayuda a evitar el desánimo hasta que aprendamos a quitar el velo de los símbolos más profundos con sus múltiples posibilidades para edificarnos e instruirnos.

SÍMBOLOS PROFUNDOS

Algunos de los símbolos del templo son más difíciles de entender, y por eso se nos da un significado de ellos conforme se nos presentan.

En algunos casos se nos dan múltiples significados. Si meditamos en la explicación que se nos da del símbolo y cómo se relaciona con el símbolo mismo, entonces podemos estar más familiarizados con el método de enseñanza del Señor. Vemos estos símbolos como sagrados y no hablamos de ellos fuera de las paredes del templo, no porque sean secretos, sino porque los respetamos con gran reverencia como para permitir que lleguen a ser triviales en una conversación común, al alcance de cualquier curioso.

Después de presentársenos las ordenanzas simbólicas antes de que vayamos al templo; después de dársenos las imágenes y el lenguage simbólico en las Escrituras; después de presentársenos algunos símbolos más fáciles de entender; y después de explicársenos otros más difíciles de entender, el Señor en esencia nos dice: "¿Comprendes ahora cómo enseño en mi casa? Yo he tratado de prepararte para la adoración en el templo toda una vida. Ahora que ya tienes una idea de cómo enseño, regresa con frecuencia para aprender todo lo que mi casa tiene para enseñarte. Medita y ora hasta que entiendas los símbolos que yo no te he explicado. Permite que cada palabra, que cada acto y que todo lo que ves sea una oportunidad para adquirir luz y edificación". Si nos observamos la adoración del templo en esta forma, entonces cada visita va a ser una invitación para el descubrimiento. Requiere esfuerzo y concentración, pero el Señor nos asegura que no nos sentiremos desanimados.

CADA COSA NOS PUEDE ENSEÑAR

Debemos darnos cuenta de que cada cosa en el templo nos puede enseñar. Las palabras, los convenios, la ropa y la arquitectura nos presentan oportunidades para un hermoso aprendizaje. Una vez aprendí una gran lección acerca del matrimonio mientras presenciaba el sella-miento de un familiar. Después de la ceremonia, nos quedamos con mi esposa mirando los espejos que reflejan el camino angosto y estrecho hacia la eternidad. Como de costumbre, estaba tratando de moverme de un lado a otro, intentando ver en lo infinito de los espejos, pero mi

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propio reflejo se interponía y no podía ver tan lejos como quería. Recuerdo que en forma consciente pensé: "Quisiera poder quitar mi reflejo de los espejos. Entonces podría mirar mejor la eternidad, pero yo mismo me estoy estorbando"

Conforme meditaba en esto, el Espíritu me dio un testimonio firme de esta verdad. Cuando nos concentramos demasiado en nosotros mismos, esto oscurece nuestra visión de las cosas eternas. Medité sobre todas las parejas que yo había aconsejado mientras servía como obispo, y me daba cuenta de que en cada caso de conflicto matrimonial, uno o ambos cónyuges se habían concentrado demasiado en ellos mismos de modo que no podían ver la eternidad. Si yo pudiese traer a cada pareja de mi barrio al cuarto de sellamientos, los colocaría frente a los espejos y les diría: "¿Pueden acaso ver lo que nosotros algunas veces hacemos? ¿Podemos acaso ver el problema y percibir la solución? Los espejos nos enseñan una verdad profunda que puede fortalecer, mejorar o salvar nuestros respectivos matrimonios".

Mis ojos estaban en el candelero que cuelga sobre el altar. Impartía una luz suave y apacible en la habitación que me hacía pensar en la luz que irradia el Espíritu Santo. Sentí todas las otras palabras de las Escrituras que están asociadas con la luz, tales como verdad, espíritu, inteligencia, el Salvador y demás. Miré el reflejo del candelero multiplicarse en el corredor creado por los espejos; el Espíritu parecía susurrarme: "Si quieres que tu matrimonio sea eterno, debes tomar el Espíritu, la verdad y el Salvador contigo. Esta luz te guiará a través de los corredores del tiempo hasta la eternidad".

Quizás esta sublime belleza es sugerida por el presidente Wilford Woodruff en la oración que ofreció en la dedicación del Templo de Salt Lake: "Nuestro Padre Celestial, presentamos ante Ti los altares que hemos dispuesto para que Tus siervos y siervas reciban sus bendiciones selladoras. Los dedicamos en el nombre del Señor Jesucristo a Tu Santísimo Nombre, y te suplicamos que santifiques estos altares para que quienes vengan a ellos puedan sentir el poder del Espíritu Santo descansar sobre ellos' (véase "La Casa del Señor", pág. 149; énfasis añadido).

Estas simples verdades, entre otras, me fueron enseñadas por sólo el mobiliario del salón de sellamientos. ¿Cuánto más podemos aprender si consideramos el poder de las ordenanzas mismas y el rico detalle de su lenguaje? Debemos preguntarnos constantemente cada vez que vamos al templo: "¿Qué es lo que esto me enseña? ¿Qué es lo que puedo aprender de esta parte de la ordenanza? ¿Cómo se relacionan estas palabras y estas imágenes con mi vida? ¿Por qué el Señor me muestra esto a mí? ¿Por qué el Señor me pide hacer esto?".

No debemos dejar que el desánimo nos acongoje. Nunca se pretendió que entendiésemos las ordenanzas del templo todas de una vez. Han sido diseñadas para alimentarnos por toda la vida. José Smith una vez dijo: "La investidura que tanto anheláis, no podéis comprenderla ahora, ni podría Gabriel mismo explicarla para que vuestras mentes ofuscadas pudieran entenderla. Procurad, sin embargo, tener vuestros corazones preparados; sed fieles en todas las cosas" (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 119).

Un hombre sabio una vez me enseñó que nunca debía leer un libro que yo pudiera comprender con una sola lectura, por cuanto un libro que pudiese ser entendido en una sola lectura no valía la pena ser leído. "Cualquier cosa que vale la pena ser leída una vez, entonces vale la pena leerla muchas veces", me dijo. Las ordenanzas del templo, como las Escrituras, vale la pena leerlas miles de veces, y aún entonces no habríamos alcanzado toda la profundidad de sus posibilidades. Por lo tanto, no nos desanimemos, pero seamos diligentes. El Señor nos va a guiar a lo largo del viaje.

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CAPÍTULO 4

Una fórmula para la adoración en el templo

Una fórmula poderosa y práctica para la adoración en el templo se encuentra en las palabras del Salvador a los nefitas cuando Él los visitó después de Su resurrección. Jesús pasó el día con los nefitas enseñándoles verdades hermosas, muchas de las cuales ellos no comprendían por completo, particularmente los versículos de Isaías con los que Él concluyó. "Veo que sois débiles", les dijo, "que no podéis comprender todas mis palabras que el Padre me ha mandado que os hable en esta ocasión" (3 Nefi 17:2).

Estas palabras expresan cómo nos sentimos a menudo cuando salimos del templo. Sé que ellas expresan como yo me sentí la primera vez que fui al templo de Los Angeles para recibir mi investidura. Todos somos débiles y no podemos entender todo lo que el Padre nos ha enseñado. Algunas veces nos sentimos un poco culpables por no comprender más, pero culpables o no, ésa no es la respuesta apropiada. En ocasiones nos sentimos con apatía y ya no vamos al templo con tanta frecuencia, o no prestamos atención cuando vamos. Éstas cosas son aún más inapropiadas.

¿Qué debemos hacer? El Salvador nos dice que debemos hacer cinco cosas, y la primera es la más fácil: "Por lo tanto, [ 1 ] id a vuestras casas, y [2] meditad las cosas que os he dicho, y [3] pedid al Padre en mi nombre que podáis entender; y [4] preparad vuestras mentes para mañana, y [5] vendré a vosotros otra vez" (3 Nefi 17:3). Si no entendemos todo lo que vemos y escuchamos en el templo, no debemos tener temor ni ser apáticos o tener sentimientos de culpa. Debemos ir a casa, meditar, orar, prepararnos y entonces regresar.

Muy a menudo, el único paso que damos es el primero. Simplemente nos vamos a casa. O damos solamente el primero y el quinto paso. Vamos a casa y regresamos pero no meditamos, ni oramos ni nos preparamos. Debemos aprender a hacer todas las cinco cosas.

APRENDER A MEDITAR

Meditar en las cosas espirituales es siempre una invitación para recibir revelación. Las Escrituras nos dan numerosos ejemplos de profetas que reflexionaron, meditaron o estudiaron y recibieron experiencias espirituales gloriosas como resultado (ver 1 Nefi 11, D. y C. 76, o D. y C. 138 como ejemplos). Meditar requiere una concentración profunda de pensamiento y enfoque.

Para meditar eficazmente sobre las ordenanzas del templo, debemos estar familiarizados con ellas. Si queremos meditar en cuanto a las Escrituras, debemos leerlas y releerlas, concentrándonos en cada palabra o frase y en cómo se relacionan con otras verdades halladas en otras partes del texto. Podemos hacer esto con las ordenanzas del templo solamente si están escritas en nuestra mente y en nuestro corazón, por cuanto no podemos estudiarlas en una página impresa. Esto ocurre cuando participamos más frecuentemente en ellas. Es casi imposible meditar en algo con lo cual no estamos familiarizados.

A veces, mientras escuchamos la ordenanza de la investidura, quisiéramos hacer una pausa para reflexionar acerca de algunas de las visiones que estamos descubriendo. Desearíamos que pudiésemos detener la sesión, lo cual nos permitiría reflexionar un poco más profundamente. Algunas veces

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quisiéramos poder escribir una nota acerca de la visión que estamos recibiendo para reflexionar un poco más sobre ella cuando la ceremonia termine. Tememos olvidar nuestra visión una vez que la sesión termine. Desde luego que no podemos escribir notas ni pedir que se detenga la sesión. Debemos aprender a mantener los pensamientos en nuestra mente y entonces, en momentos de quietud dentro y fuera del templo, meditar sobre ellos y dejar que el Espíritu nos enseñe. Cuanto más asistamos al templo, las frases y palabras de la ordenanza de la investidura permanecerán más firmemente con certeza en nuestra mente, en donde ellas estarán disponibles para una meditación futura.

RUGUEMOS RECIBIR ENTENDIMIENTO

Se nos ha dicho que debemos orar por entendimiento. ¿Cuán a menudo nos arrodillamos antes o después de asistir al templo e imploramos al Señor que nos enseñe alguna verdad edificante acerca de la ordenanza de la investidura? El Señor quiere enseñarnos si nosotros le preguntamos. Debemos permitirle, sin embargo, usar Su propia sabiduría acerca de cuándo y cómo nos va a revelar cierta verdad. Algunas veces, Él hablará directamente a nuestra mente. Otras veces la respuesta vendrá a través de las Escrituras. La visión nos puede ser presentada por un cónyuge, madre o padre durante una quieta conversación en el salón celestial.

"ENSEÑAOS EL UNO AL OTRO" ; Estas conversaciones son perfectamente apropiadas y pueden ser la manera mediante la cual el

Señor contestará nuestras oraciones en las que pedimos recibir entendimiento. En ocasiones nos preguntamos qué podemos y qué no podemos decir acerca de las ordenanzas del templo. Fuera del templo debemos tener extremo cuidado de hablar solamente de aquellas cosas que están en las Escrituras o en publicaciones oficiales de la Iglesia. Aún así, debemos dejar que este consejo sea nuestra guía: "Recordad que lo que viene de arriba es sagrado, y debe expresarse con cuidado y por constreñimiento del Espíritu; y en esto no hay condenación" (D. y C. 63:64; énfasis añadido).

Dentro del templo, entre quienes sean dignos de las ordenanzas, podemos, por constreñimiento del Espíritu, enseñarnos el uno al otro, particularmente con aquellos que sean de nuestra propia familia. Sobre algunas cosas no hablamos aun cuando nos encontremos dentro de las paredes del templo, pero estas cosas son pocas y obvias. En el contexto de aprender sobre el templo, el Señor nos instruye con las siguientes palabras: "Y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría" (D. y C. 88:118; énfasis añadido). Recuerde que el templo ha sido llamado "un sitio de instrucción para todos aquellos que son llamados a la obra del ministerio en sus varios llamamientos y oficios; a fin de que se perfeccionen en el entendimiento de su ministerio, en teoría, en principio y en doctrina" (D. y C. 97:13-14; énfasis añadido).

En forma ideal, el Espíritu, mediante el uso de los símbolos y de la atmósfera que reina en el templo, enseña a cada persona de acuerdo con sus necesidades y en respuesta a sus oraciones personales. Pero el Espíritu puede también enseñarnos mediante las palabras y la visión de otros. En una ocasión, los discípulos de Jesús no entendieron el significado más profundo de Sus parábolas o del lenguaje figurativo. En privado le pedían que diera una interpretación de esas enseñanzas. Él raramente se negó a explicarlas. Sus discípulos eran débiles pero tenían el deseo de aprender. No debemos temer en hacer preguntas para pedir aclaraciones del Señor o el uno del otro. Cuando tenemos la visión, es apropiado, especialmente en nuestra familia y bajo la guía del Espíritu, enseñar y explicar como lo hizo el Salvador.

"Los jóvenes y algunas veces los adultos", dijo el élder John A. Widtsoe, "preguntan esto o aquello acerca del servicio en el templo. '¿Es esto o aquello necesario?' '¿Es esto o aquello razonable?' '¿Por qué debemos hacer esto o aquello?'. Aun cuando tales preguntas nos parezcan innecesarias, es mejor contestarlas, especialmente si son hechas por quienes no han recibido capacitación o no tienen la experiencia y por lo tanto no son capaces de pensar claramente por ellos mismos" (Temple Worship, págs. 59-60).

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Mientras estamos aprendiendo a recibir con claridad instrucción por medio del Espíritu Santo, permitamos, sin ansiedad, "enseñarnos el uno al otro palabras de sabiduría" en cuanto tengamos palabras de sabiduría que impartir y el Espíritu nos dirija de esa manera. Esta forma de compartir puede ser la res puesta del Señor a las oraciones de alguien.

En nuestra familia, el compartir entendimiento puede ser un factor de unidad. Como profesor en el Sistema Educativo de la Iglesia, he podido compartir momentos muy enternecedores al enseñar a alumnos con hambre de aprender, pero ninguno ha sido tan dulce como cuando me he sentado quietamente en el salón celestial con mi esposa, con mis hermanas, con mis hijos o con mis padres y he contestado preguntas según mi mejor entendimiento y he recibido en retribución la visión de ellos. Muchas de mis oraciones acerca del templo han sido contestadas de esta manera. Al hacer esto, debemos tener cuidado de actuar en base al Espíritu y nunca limitar el significado del templo a nuestros propios pensamientos. Un mundo de nuevos significados puede ser descubierto si nuestra mente permanece abierta.

A menudo tenemos que meditar y orar por muchos años antes de que cierto símbolo nos sea revelado. Yo personalmente busqué la guía acerca de un símbolo del templo por más de veinte años. Una mañana, mientras me encontraba en una sesión, de repente la verdad llegó callada pero hermosamente a mi mente. Cuando estas experiencias nos llegan, nos dan esperanza y confianza. No sé por qué el Señor no contestó antes mis oraciones acerca de ese símbolo. Quizás yo no estaba preparado para recibirlo, u otras experiencias en mi vida hicieron que el símbolo fuese más poderoso cuando se me reveló. El Señor es un juez mucho mejor en estos asuntos que nosotros mismos. Debemos tener fe en que, cuando el tiempo sea correcto, Él contestará nuestras oraciones y nos dará el entendimiento, ya sea en forma directa, a través de las Escrituras, o a través de las enseñanzas y del discernimiento de otros, especialmente miembros de nuestra familia.

TODO ES HERMOSO

Conforme oramos por entendimiento, podemos estar seguros de que cada cosa en el templo es hermosa. "No hay ni una jota ni tilde de los ritos del templo que no sea ennoblecedor y santificante" escribió el élder James E. Talmage (La Casa del Señor, pág. 90). He visto la belleza detrás de cada símbolo lo suficiente como para entender ahora que cada cosa en el templo es hermosa. Si no entendiendo un símbolo, debo confiar en que cuando lo entienda será edificante y maravilloso, porque así ha acontecido ya con otros símbolos en los que he meditado y por los que he orado.

La tentación de rechazar un símbolo por no considerarlo edificante dice más acerca de nuestra ignorancia de su significado que del símbolo mismo. Si lo entendiéramos, sería hermoso y poderoso. Debemos orar constantemente por entendimiento, y hasta que éste llegue, confiemos en que el Señor nunca presenta a la mente humana nada que no sea edificante.

PREPAREMOS LA MENTE

Se nos ha dicho que preparemos la mente para recibir las palabras del Señor. ¿De qué modo preparamos la mente para recibir revelaciones? Ya hemos visto que el meditar es una forma excelente de preparación. Las Escrituras nos enseñan que la humildad también dispone la mente para la revelación. El Señor dijo a los primeros Santos: "Aprenda sabiduría el ignorante, humillándose y suplicando al Señor su Dios, a fin de que sean abiertos sus ojos para que él vea, y sean destapados sus oídos para que oiga; porque se envía mi Espíritu al mundo para iluminar a los humildes y contritos" (D. y C. 136: 32-33). Alma vio que las aflicciones de los zoramitas "realmente los habían humillado, y que se hallaban preparados para oír la palabra" (Alma 32:6).

El tener hambre y sed de justicia prepara la mente para recibir revelación. La promesa que se nos ha dado es que si tenemos hambre y sed de justicia, seremos "llenos del Espíritu Santo" (3 Nefi 12:6).

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Debido a que el Espíritu Santo es el principal maestro en el templo, cualquier cosa que hagamos para ser "llenos del Espíritu" va a aumentar nuestras oportunidades de aprendizaje. Sin el Espíritu, realmente, aprenderemos muy poco en el templo.

Soy un educador de profesión. En mi opinión personal, una cosa que le es absolutamente irresistible a un educador es tener un alumno hambriento. Cuando veo a una persona así, motivada por aprender y dándome toda su atención, me siento impulsado a enseñarle todo lo que sé. Podría pasar horas con ese alumno escudriñando las Escrituras y compartiendo mi entendimiento. Cuando tengo una clase donde todos los alumnos están quietos, atentos y prestando atención, enseño mejor la lección. Comparto entonces cosas que comúnmente no compartiría. Éstos son momentos hermosos que todo educador anhela.

Cuando Jesús vino a la tierra, vino como maestro. Estoy seguro que a Él los alumnos hambrientos también le fueron irresistibles. Vayamos al templo hambrientos, con el deseo de entender cada cosa. Si vamos al templo con esta actitud, nuestra mente estará preparada para recibir cualquier cosa que el Señor desee que recibamos ese día. Saldremos del templo satisfechos, pues fuimos a él con hambre.

La humildad es importante, por cuanto los orgullosos piensan que ya lo saben todo. Ellos no están hambrientos. Ellos ya van llenos al templo. Los humildes saben que están vacíos y que necesitan alimento. Y van al templo deseando tener un banquete. Cuanto mayor sea nuestra hambre y más deseosos estemos de satisfacerla, tanto más grande será nuestro banquete.

EVITEMOS LAS COSAS OFENSIVAS AL ESPÍRITU

El evitar entretenimientos, ambientes o actividades que ofendan al Espíritu nos ayuda a preparar la mente para recibir revelaciones. Sería incompatible, por ejemplo, que un viernes por la noche fuésemos a ver una película que contenga escenas crudas, lenguaje vulgar, o escenas sugestivas o violentas y que el sábado por la mañana esperemos recibir una revelación en el templo. Sería incongruente escuchar música mundana cuya letra o ritmo esté fuera de los estándares establecidos por el Señor mientras manejamos hacia el templo, y entonces esperar ser sensible a la voz suave y apacible una vez dentro de sus paredes.

En ocasiones nuestra ropa y nuestra apariencia pueden ser ofensivas. El élder Boyd K. Packer nos enseñó esta verdad de su propia experiencia: "En ocasiones, cuando he oficiado un casamiento en el templo, ha asistido algún testigo quien obviamente ha puesto muy poca atención al consejo que se ha dado a los hermanos acerca los extremos en el estilo de la ropa, el largo del cabello y los atavíos, etc. Me he preguntado, si tal persona fue lo suficientemente madura para ser admitida al templo, ¿cómo no ha sido lo suficientemente sensible para saber que el Señor no se complace con quienes muestran la preferencia obvia de seguir los caminos del mundo?" (The Holy Temple, pág. 74).

En verdad, la asistencia frecuente al templo nos protege contra la fascinación por las cosas del mundo. El presidente Brigham Young prometió a los Santos que si ellos "estuviesen en el templo de Dios, trabajando por los vivos y los muertos, [sus] ojos y corazones no deberían estar preocupados por las modas ni las riquezas del mundo" (Discourses of Brigham Young, pág. 642-643).

Arthur Henry King, quien fue presidente del Templo de Londres y un gran educador, explicó cómo las Escrituras influyen en nuestra habilidad para discernir entre aquellas cosas que son ofensivas al Espíritu y aquellas que son aceptables. Las verdades que él explicó relativas a las Escrituras son igualmente verdaderas acerca de la adoración frecuente en el templo, porque la investidura es una de las formas más puras de Escritura que nosotros tenemos. Él dijo: "Cuando tenemos las Escrituras en nuestro corazón y en nuestra mente y en nuestra alma, entonces tenemos los medios para medir todas las cosas; tenemos también los medios para juzgar cada cosa.... Si nos empapamos en las Escrituras, no querremos mirar cosas malas en nuestras paredes ni escuchar música mala. Nosotros las rechazaremos intuitivamente, así como abrazamos lo que es bueno, porque tendremos en la mente un sentido firme y sano de lo que es el buen gusto (Abundance of the Heart, págs. 129-130).

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La asistencia constante al templo nos ayuda a estar preparados para recibir conocimiento a través del Espíritu. Es un motivador poderoso y una guía para mantener los deseos, estilos, entretenimientos y las modas del mundo fuera de nuestra vida. Cuando estas distracciones de cosas mundanales sean menos dominantes, el Espíritu influirá cada vez más en nuestros pensamientos, deseos y apetitos, doblegándose ellos ante la voluntad del Señor y haciéndonos más receptivos a mayores instrucciones.

HAGAMOS LA OBRA POR NUESTROS ANTEPASADOS

Nuestra investigación personal de genealogía parece también prepararnos la mente para las revelaciones. Nos ayuda a crear un ambiente receptivo para las cosas espirituales. Yo he notado que cuando hago la obra por uno de mis antepasados o los de mi esposa, el velo parece más delgado y la inspiración fluye con más prontitud. Quizás sea el resultado de un cometido más profundo a las ordenanzas al ser ellas hechas por uno de nuestros familiares. Nuestra concentración parece estar enfocada más agudamente. A veces podemos sentir aun la presencia de nuestros antepasados a nuestro lado en el templo, enseñándonos el significado y la trascendencia de lo que estamos viendo y oyendo.

El Presidente Howard W. Hunter habló acerca de recibir el total de una bendición y relató la siguiente historia de la obra del templo: "Algunos miembros...hacen la obra del templo, pero no llevan a cabo la investigación de la historia familiar de las líneas de su propia familia. Pese a realizar un servicio divino al asistir a otros, ellos se privan de bendiciones por no buscar a sus queridos antepasados muertos, como han sido divinamente enseñados por profetas de los últimos días.

"Recuerdo una experiencia de hace pocos años que sirve para ilustrar esta enseñanza. Al cierre de una reunión de ayuno y testimonios, el obispo comentó: 'Hemos tenido hoy una experiencia espiritual al escuchar testimonios muy personales. Esto es porque hemos ayunado de acuerdo con la ley del Señor. Pero no olvidemos que la ley consiste de dos partes: que nosotros ayunemos mediante la abstinencia de alimento, y que contribuyamos lo que hemos ahorrado para beneficio de quienes son menos afortunados'. Entonces añadió: 'Espero que ninguno de nosotros salga hoy con solamente la mitad de la bendición'.

"He aprendido que quienes trabajan en la investigación de la historia familiar y luego realizan en el templo la obra de las ordenanzas en favor de aquellos cuyos nombres han investigado, conocerán el gozo adicional de recibir la totalidad de la bendición...

"Qué cosa más gloriosa para nosotros es tener el privilegio de ir al templo para nuestras propias bendiciones. Entonces, después de ir al templo por nuestras propias bendiciones, qué privilegio tan glorioso es hacer la obra por quienes han partido antes que nosotros. Este aspecto de la obra del templo es carente de egoísmo. Aún cuando hacemos dicha obra en el templo por otras personas, existe una bendición para nosotros" (Ensign, febrero de 1995, págs. 4—5).

Quizás parte de la otra mitad de la bendición es la receptividad acrecentada al sentir las cosas espirituales que los hermosos símbolos nos ofrecen.

DEBEMOS REGRESAR

El último aspecto de nuestra fórmula es regresar. Debemos regresar tan a menudo como nuestras circunstancias nos lo permitan. Con la frecuente repetición, se nos revelarán diferentes niveles de signifi cado simbólico. Cuán a menudo podemos ir al templo, varía entre una persona y otra. El Señor entiende nuestras limitaciones de tiempoy de distancia.

Yo vivo a unos diez minutos del Templo Jordán River, en Utah. Obviamente el Señor ha de esperar que yo asista con más frecuencia que aquellas familias que conocí en el campo misional en Francia. Creo que Él toma estas cosas en consideración y que nos bendice con visión, verdad y conocimiento. Él activará la memoria de quienes no puedan ir a menudo e incrementará el entendimiento que ellos

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reciben, aun cuando no puedan asistir más de una vez al año. Él nos magnificará de acuerdo con nuestros esfuerzos y limitaciones. Pero para aquellos de nosotros que tenemos los medios de ir a menudo se nos recuerda que "aquel a quien mucho se da, mucho se requiere" (D. y C. 82:3).

Ésta es, entonces, la fórmula. Cuando nos sentimos débiles y no podemos entender todas las palabras del Padre, vayamos a casa, meditemos, oremos y preparemos la mente. Regresemos frecuentemente a la Casa del Señor, donde nuestra debilidad en entender puede ser fortalecida por el Espíritu Santo, el que sirve como un tutor privado en todas las cosas sagradas.

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CAPÍTULO 5

Cuando el alma está en sosiego

Algunas veces, las verdades que aprendemos en el templo no se enseñan mediante símbolos. A menudo ellas nos llegan mediante los susurros del Espíritu por cuanto el alma está en sosiego en la serenidad de la Casa del Señor. Clamaremos ante el Señor en nuestra ansiedad, pero con más frecuencia Él nos responde cuando nuestra mente y nuestro corazón están en calma. El templo crea un ambiente que conduce al Espíritu y podemos ser enseñados directamente, quizás aun por quienes ofician en el templo.

Recuerdo haber ido al templo por dos personas distintas quienes vivieron en situaciones completamente diferentes. Una de ellas fue un hombre de gran nobleza, la otra fue un esclavo de uno de mis antepasados. Recuerdo haberme sentido complacido de que tenía una línea de nobleza en mi familia y aún así cuando hice la obra por mi antepasado, sentí cierta vergüenza al usar su título terrenal durante las ordenanzas. Fue como si él me dijera: "Esas cosas ya no tienen trascendencia para nosotros aquí. Ya no pensamos más en ellas. Ésos son vestigios olvidados de los honores de la vida mortal".

Sentí cuando fue ordenado al Sacerdocio de Melquisedec, lo que él consideraba como el honor supremo de su vida y que valía más que todos aquellos títulos que había tenido durante su existencia mortal. Tuve conmigo esos pensamientos a lo largo de la sesión de la investidura. En mi propia vida había perdido recientemente lo que entonces pensaba que era una posición de respeto y de honor y me lamentaba un poco ante tal pérdida.

Mis impresiones aquel día curaron en efecto mi tristeza. Desde entonces he considerado siempre en una luz diferente los honores de los hombres, cuando los he recibido o me han sido negados. He hallado consuelo en las tribulaciones terrenales porque el templo ha sosegado mi alma y me ha permitido ser enseñado desde más allá del velo.

Del esclavo aprendí el gozo de la total consagración individual al Señor. Ese hombre había pasado toda su existencia terrenal obligado a dar su tiempo, su esfuerzo y su vida a un amo terrenal. Podía sentir su deleite y gratitud pues ahora podía dar con toda libertad su alma entera, su corazón, y todo su tiempo, energía y talentos a un amo celestial. Casi envidiaba esa entrega sin limitaciones de su voluntad a Dios. Esto no era esclavitud; no era un deber obligatorio. Esto era el amor profundo y confiado de un hijo dado libremente a un Padre digno de su más profunda intensidad.

Me he preguntado a menudo si tales dones de entendimiento y de inspiración nos serán acaso ofrecidos por nuestros antepasados a cambio del tiempo y el servicio que hemos dado por ellos. Éstas son las recompensas dulces, dadas libremente, por las horas que hemos pasado investigando en las bibliotecas y por la obra paciente en los templos.

PROBLEMAS PRÁCTICOS

La influencia tranquilizante del templo también nos ayuda a recibir respuestas a los problemas prácticos y las decisiones de la vida. El presidente Ezra Taft Benson dijo: "En virtud del sagrado sacerdocio que poseo ... les prometo que con una asistencia más frecuente a los templos de nuestro Dios, recibirán una revelación también acrecentada para bendecir su vida y bendecir a quienes han muerto" (Conference

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Report, abril de 1987, pág. 108). El élder John A. Widtsoe, una mente brillante en los círculos académicos, recibió un conocimiento

práctico del templo. "Yo prefiero llevar mis problemas prácticos a la casa del Señor, antes que a ningún otro lugar", dijo. Él compartió la siguiente experiencia con los Santos: "Por muchos años, bajo un programa del gobierno federal de los Estados Unidos, con el grupo de empleados de mi oficina, habíamos obtenido miles de datos sobre la humedad de los suelos; sin embargo, no había podido extraer ninguna ley general de esos datos. Me di por vencido. Mi esposa y yo fuimos al templo ese día para olvidar el fracaso. En el tercer salón de la ordenanza de la investidura, fuera de todo lo previsto, me vino la solución, la cual desde entonces ha estado impresa" (In a Sunlit Land, pág. 177).

Si el Señor revela soluciones acerca de la humedad del suelo, con seguridad que también nos dará guía para nuestro matrimonio, nuestros hijos, nuestras ocupaciones o toda otra decisión o problemas que estemos enfrentando. En otra ocasión, el élder Widtsoe dijo: "No puedo pensar en una preparación mejor para nuestro trabajo en la finca, en la oficina o donde quiera que sea, que pasar unas horas en el templo y participar de su influencia, dándonos de nosotros mismos sin egoísmo para el beneficio de aquellos que han ido más allá del velo" (Improvement Era, octubre de 1952, pág. 719).

Vamos al templo cuando necesitamos ayuda con nuestros desafíos, cuando tenemos preguntas o problemas personales. En ese ambiente estamos más alertas a las enseñanzas del Espíritu Santo. En la oración dedicatoria del templo de Salomón, éste rogó al Señor que mostrase Su gracia y misericordia y escuchase cuando su gente viniese a Él con sus necesidades.

Salomón oró diciendo: "Toda oración y toda súplica que hiciere cualquier hombre, o todo tu pueblo Israel, cuando cualquiera sintiere la plaga en su corazón, y extendiere sus manos a esta casa, tú oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, y perdonarás, y actuarás, y darás a cada uno conforme a sus caminos, cuyo corazón tú conoces" (1 Reyes 8:38—39; énfasis añadido).

En el libro de Crónicas también está escrita la oración de Salomón. Ahí se usan diferentes palabras para describir las necesidades de quienes oran en la casa del Señor: "Cualquiera que conociere su llaga y su dolor en su corazón" (2 Crónicas 6:29 énfasis añadido). En la atmósfera serena del templo podemos recibir respuestas a nuestras llagas y dolores y hallar ayuda y sanidad por cuanto nuestro espíritu está en sosiego.

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CAPÍTULO 6

Aguas profundas

En el capítulo 47 de Ezequiel hay una maravillosa profecía que nos enseña una lección profunda e inmensamente bella sobre el poder y el propósito del templo. Sirve como una ilustración excelente de la clase de enseñanza simbólica que encontramos en la Casa del Señor. De todas las enseñanzas de las Escrituras acerca del templo, ésta es la que más amo. Su poder radica en su sencillez y en la belleza de sus imágenes.

Ezequiel vio en visión el templo que un día sería construido sobre el Monte de Sión, en Jerusalén. Cuando el templo estuvo terminado, Ezequiel fue llevado en visión hasta las puertas orientales del templo, donde contempló un manantial de aguas puras "que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente" (v. 1). Este manantial llegó a convertirse en un río, el cual empezó a fluir del oriente hacia el desierto de Judea hasta terminar finalmente en el Mar Muerto.

El desierto de Judea es una tierra muerta, horneada por el sol, donde casi nada crece, pero Ezequiel vio que, dondequiera que el río fluía, la vida empezaba a florecer en aquel árido desierto. "En la ribera del río había muchísimos árboles", dijo Ezequiel, "a uno y otro lado" (v.7). Crecían toda clase de árboles frutales cuyas hojas "nunca caerán, ni faltará su fruto". Y su fruto madurará, "porque sus aguas salen del santuario, y su fruto será para comer, y su hoja para medicina" (v.12).

Las aguas del río fluían hacia el Mar Muerto, "y entradas en el mar, recibirán sanidad". Ezequiel también vio que "habrá muchísimos peces...y estarán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim será

su tendedero de redes; y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande" (versículos 8-10).

Ezequiel describe con estas palabras el impacto que el río tiene en todo aquello que toca: "Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá...y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río" (v.9; énfasis añadido).

Conforme leemos estas palabras, el Espíritu parece susurrarnos: "Aquello que literalmente sería verdadero un día en cuanto al templo del Señor en Jerusalén, es verdadero ahora, espiritualmente, en todos los templos del Señor. Porque desde todas las puertas de cada uno de ellos fluye un manantial que da vida y sanidad".

Los templos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días son la fuente de un río poderoso y profundamente refres cante. Es un río de paz, de revelación, de verdad, de luz y de poder del sacerdocio. Pero sobre todo, es un río de amor. Una lectura cuidadosa del sueño de Lehi revela un segundo símbolo que representa el amor de Dios al igual que el fruto del árbol de la vida. Lehi vio además que la barra de hierro "conducía a la fuente de aguas vivas... y estas aguas son una representación del amor de Dios" (1 Nefi 11:25). Esta fuente de amor fluye de las puertas de los templos.

Aprendemos de Ezequiel que las aguas del río hacen dos cosas con todo aquello que tocan: dan vida y dan sanidad. La vida que el río produce no va a decaer y lo que sana va a vivir para siempre. Las aguas que fluyen del templo sanarán y darán vida a nuestro matrimonio. Darán vida y sanarán a nuestra familia. La Iglesia florecerá y llegará a ser fuerte y vital como lo será nuestra vida en cuanto nos plantemos nosotros mismos cerca de las riberas del río y hagamos acopio de su humedad para nuestra alma.

Doctrina y Convenios 97 habla de un arroyo de aguas puras "que produce mucho fruto precioso". Si

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Sión toma continuamente de las aguas de ese arroyo, "prosperará, y se ensanchará, y llegará a ser gloriosa en extremo, y muy grande y muy terrible. Y las naciones de la tierra la honrarán y dirán: Ciertamente Sión es la ciudad de nuestro Dios, e indudablemente Sión no puede caer ni ser quitada de su lugar, porque Dios está allí, y la mano del Señor está allí" (versículos 9,18-19).

MIDAMOS LA PROFUNDIDAD

En su visión, a Ezequiel se le instruyó entrar en las aguas del río y medir su profundidad. La primera vez que entró, le llegaban "las aguas hasta los tobillos". Desde luego que un río que es apenas profundo como para que nos llegue el agua sólo hasta los tobillos, no es algo en cuanto a lo cual podamos sentirnos muy animados, pero a Ezequiel se le instruyó de nuevo caminar un poco más abajo del río y entrar de nuevo en las aguas. Esta vez le llegaron "las aguas hasta las rodillas". Se le instruyó continuar caminando un poco más por la ribera y medir de nuevo la profundidad del río. "Y le llegan entonces las aguas hasta los lomos".

La última descripción que da Ezequiel de la profundidad del río contiene una verdad simbólica y muy hermosa de lo que el templo puede llegar a representar para todos nosotros si entramos en sus aguas una y otra vez. "Las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado" (Ezequiel 47:3-5). Las aguas estaban ahora sobre su cabeza, y él podía sumergirse en su frescura.

La primera vez que entramos al templo, apenas llegamos a mojarnos los pies. Somos apenas presentados a la luz y al amor del Señor. Es una tragedia cuando miembros de la Iglesia juzgan al templo de ser poco profundo o de no ser lo suficientemente educativo, basándose tan solamente en su primera experiencia. Aún así, todos sabemos que en un día caliente de verano, al meternos en las aguas de un riachuelo hasta los tobillos nos refresca instantáneamente y nos resistimos a dejar las aguas que fluyen para regresar por nuestros zapatos. A la luz de esto, no es difícil comprender ese sentimiento de asombro que tuvo Moisés cuando se le dijo: "Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es" (Éxodo 3:5). El élder Widtsoe nos amonestó diciendo que no es correcto "dar una opinión sobre el servicio del templo después de un solo día de participación seguido por una ausencia de muchos años. La obra debería ser repetida varias veces seguidas, de modo que podamos hacer que las lecciones del templo queden grabadas en nuestra mente" (Temple Worship, pág. 64). Poco saben quienes sólo en forma casual entran a las aguas, que si persisten con paciencia, van a hallar río abajo aguas profundas para nadar, aguas vivas y sanadoras. Porque las aguas van subiendo a medida que entramos en ellas. Ellos se dan poca cuenta del poder que aquellas aguas tienen para sanar las discordancias de la vida, de la familia y finalmente del mundo.

Si entendemos escasamente o si sentimos poco la primera vez que entramos al templo, pase lo que pase, no abandonemos el río. Debemos continuar hacia abajo por la ribera y entrar en las aguas una y otra vez. Si lo hacemos, sentiremos que éstas suben hasta llegar a cubrirnos la cabeza y nos podemos sumergir profundamente en las aguas refrescantes que dan vida y sanidad, que son el amor y la luz de Dios. Si continuamos entrando una y otra vez, nuestro entendimiento del gran plan de amor y de felicidad del Señor crecerá conforme nos es enseñado mediante los símbolos del templo. Si siente que está entendiendo las ceremonias del templo sólo a un nivel que le llega a los tobillos, no se desanime. Entie en las aguas una y otra vez. Con el tiempo sentirá que las aguas suben y que su entendimiento se hace más profundo. Cuando hablo con los niños acerca del templo, a menudo les cuento acerca del río de Ezequiel. Sus ojos se llenan de asombro, de deleite y de anticipación al pensar que un día, también ellos serán capaces de nadar en el río de nuestro Padre Celestial. A nosotros, los mayores, es mucho lo que su natural avidez puede enseñarnos.

"UNO EN CORAZÓN Y EN VOLUNTAD"

Sumergidos en esa luz amorosa podemos llegar a ser uno, así como Jesús y el Padre son uno. El

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Señor enseñó a los Santos de esta dispensación: "Sed uno; y si no sois uno, no sois míos" (D. y C. 38:27). Solamente el templo nos puede hacer uno. El templo puede crear un pueblo de Sión, que llegará a ser, como la Escritura lo describe, "uno en corazón y voluntad" (Moisés 7:18).

Piense en todos los conceptos de unidad que se enseñan en la Casa del Señor, tanto literalmente como a través de los símbolos más sagrados. Su poder sanador y dador de vida "sellará" al esposo y a la esposa por la eternidad y hará de ellos uno. Unirá al padre con el hijo, al hermano con la hermana, y hará de ellos uno. "Unirá" a los vivos con los muertos a través de generaciones incontables hasta formar una cadena "entera, completa y perfecta" (ver D. y C. 128:18). Y aun lo más importante de todo, le permitirá a toda la humanidad abrazar a Dios, conocerle como su Padre, y llegar a ser "uno en corazón y voluntad"

con Él. Con el templo no podemos fracasar en la edificación de Sión; sin él no podemos llegar a ser verdaderos discípulos del Señor Jesucristo. Todos estos conceptos de unidad están implícitos en la hermosa salutación escrita en la sección 88 de Doctrina y Convenios, la cual es una sección fundamental en el desarrollo de la adoración en el templo: "¿Eres hermano, o sois hermanos? Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo, en señal o memoria del convenio sempiterno, convenio en el cual os recibo en confraternidad, con una determinación que es fija, inalterable e inmutable, de ser vuestro amigo y hermano por la gracia de Dios en los lazos de amor, de andar conforme a todos los mandamientos de Dios, irreprensible, con acción de gracias, para siempre jamás. Amén" (D. y C. 88:133).

No conozco ninguna salutación impresa más hermosa que ésta. Ciertamente tiene un significado profundo para la unidad que es enseñada y creada en la casa del Señor. Mediante el poder sanador y dador de vida del templo, marido y mujer, padres e hijos, hermanos y hermanas, vivos y muertos de todas las naciones y razas, serán capaces de saludarse así el uno al otro.

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PARTE 3

UNA CASA DE REFUGIO

Padre nuestro, exista la paz en todos los hogares de Tus Santos; protéjanlos ángeles santos; circúndalos con los brazos de Tu amor;... sea alejado de ellos el tentador y destructor... Padre Celestial, cuando los de Tu pueblo... se encuentren oprimidos y en medio de dificultades, rodeados de problemas o acosados por la tentación, y vuelvan su faz hacia ésta Tu santa casa, y te pidan que los libres, que los ayudes, que se extienda Tu poder en bien de ellos,

te rogamos que desde Tu santa habitación los mires con misericordia y tierna compasión, y escuches su clamor. (ORACIÓN DEDICATORIA DEL TEMPLO DE SALT LAKE)

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CAPÍTULO 7

Frecuentemente, continuamente, constantemente Cuando me mudé al estado de Utah hace ya una década, mis hijosempezaban sus años de

adolescencia. Había enseñado a adolescentes en clases de seminario de la Iglesia y sabía cuán críticos serían los próximos tiempos, porque es durante esos años que ganamos o perdemos muchas batallas en favor de las almas de los hombres. Cuanto más pensaba acerca del mundo en que mis hijos estaban creciendo y de las presiones y de la oposición en contra de ellos, más preocupado me sentía.

Fuí al templo una tarde para buscar guía y orientación en cuanto a mis hijos. La calma y el espíritu de amor del templo pareció magnificar mi amor natural por mi familia y ofrecí una oración profundamente sincera, colmada con el mejor deseo para mis hijos. Le dije al Señor que estaba dispuesto a hacer cualquier sacrificio si Él protegía a mis hijos del poder de Satanás y los bendecía con Su Espíritu, hasta que ellos pudiesen ir a Su Casa y recibir sus investiduras. Pienso que no ofrecí una oración única. Es la oración que sale de nuestros labios o se queda callada en cada Santo de los Últimos Días, y pienso que la mayoría de los padres darían al Señor lo que Él demandase.

Conforme me senté en el templo, una respuesta me fue dada y con ella me fue revelado el sacrificio requerido. Pensé que el Señor demandaría alguna cosa grande por la bendición que le estaba pidiendo y creo que habría estado dispuesto a cumplirla. A menudo estamos más dispuestos a realizar las cosas grandes que las pequeñas, aquellos actos cotidianos de obediencia y de sacrificio que consisten en vivir el Evangelio.

Sin embargo, el Espíritu simplemente me susurró: "Éste es el sacrificio que te pido. Que vengas a esta casa frecuentemente, continuamente y constantemente y la protección prometida que buscas, la cual esta casa tiene el poder para dar, será extendida a quienes amas". Por tan sólo esa bendición, yo estaría en el templo tan a menudo como pudiese.

Pensé primeramente que este consejo era único para mí, pero he llegado a darme cuenta conforme he leído y estudiado las Escrituras que es una promesa con una aplicación más amplia. He hallado esta promesa una y otra vez tanto en las Escrituras como en las palabras de nuestros profetas y apóstoles vivientes. No fue una petición especial ni una promesa para mí, sino una que ha sido extendida a todos los Santos a favor de aquellos a quienes aman.

"ÁNGELES QUE NO SE VEN" El presidente Ezra Taft Benson nos aconsejó: "Hagan del templo un hogar sagrado lejos de nuestro

hogar eterno". Él explicó el poder que el templo puede generar en un mundo que se deteriora moralmente: "Este templo será un testigo duradero de que el poder de Dios puede resistir ¡os poderes del mal en medio de nosotros. Muchos padres, dentro y fuera de la Iglesia, están preocupados por la protección encontra de la avalancha de maldad que amenaza con sofocar los principios cristianos.... Existe un poder asociado con las ordenanzas del cielo—aun el poder de santidad—los cuales pueden y habrán de frustrar las fuerzas del mal si nosotros somos dignos de esas bendiciones sagradas. Esta comunidad será protegida, nuestras familias serán protegidas, nuestros niños serán resguardados conforme observemos las leyes del Evangelio, visitemos el templo y vivamos cerca del Señor" (The

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Teachings of Ezra Taft Benson [Las enseñanzas de Ezra Taft Benson], pág. 256; énfasis añadido).

El élder Boyd K. Packer enseñó: "Nada de lo que hagamos es de mayor protección para esta Iglesia que la obra del templo y la investigación genealógica que la respalda. Nada purifica más espiritual-mente. Nada de lo que hagamos nos da mayor poder. Nada requiere una norma de más alta rectitud". Pero todo eso, aunque exigente, trae consigo hermosos beneficios. "La obra que hacemos en el templo", continuó diciendo el élder Packer, "nos cubre con un escudo y una protección, en forma individual así también como pueblo" (The Holy Temple, pág. 265, énfasis añadido).

George Q. Cannon prometió a los Santos que cuando "otros templos sean edificados, habrá un incremento del poder dado al pueblo de Dios, y... ellos por lo tanto, estarán mejor equipados para ir hacia adelante y enfrentar los poderes de las tinieblas y los demonios que existen en el mundo" (Journal of Discourses 14:126; énfasis añadido).

"Los hombres progresan poderosamente gracias a su servicio en el templo", testificó el élder Widtsoe. "Las mujeres progresan gracias a ese servicio; la comunidad se acrecienta en poder hasta que el demonio tiene menos influencia de lo que ha tenido antes" (Temple Worship, pág. 51; énfasis añadido).

El presidente Joseph Fielding Smith dijo: "Cuando vamos al templo levantamos la mano y hacemos convenio de que serviremos al Señor y de que observaremos Sus mandamientos y nos mantendremos sin mancha ante el mundo. Si nos damos cuenta de lo que estamos haciendo, entonces la investidura será una protección para nosotros durante toda la vida—una protección que no tiene aquel que no va al templo" ("The Pearl of Great Price", Utah Genealogical and Historical Magazine, julio de 1930, pág. 103; énfasis añadido).

El élder Vaughn J. Featherstone prometió "que todos aquellos quienes fielmente realicen la obra del templo" tendrán "ángeles que no se ven cuidando [a sus] seres queridos cuando las fuerzas satánicas los tienten" (en Royden G. Derrick, "Temples in the Last Days", pág. 103; énfasis añadido).

El élder Harold B. Lee enseñó: "Hablamos de seguridad en este día, pero no llegamos a entender que... es en el santo templo donde podemos hallar los símbolos mediante los cuales se puede generar el poder que salvará a esta nación de la destrucción' (ConferenceReport, abril de 1942, pág. 87; énfasis añadido).

Estas frases y otras similares han sido una fuente constante de consuelo y de esperanza para mí. Son un recordatorio para regresar a menudo al templo, no sólo para nuestra propia edificación o para la salvación de los muertos, sino también para la protección y bendición de nuestros hijos.

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C A P Í T U L O 8

En tiempos de dificultades Las Escrituras con frecuencia nos enseñan sobre el poder protector asociado con la Casa del Señor.

"Necesitamos simplemente recordar", afirmó el élder John A. Widtsoe, "que la historia del Antiguo Testamento de Israel, el pueblo escogido de Dios, se centra en sus templos" (Temple Worship, pág. 53). Más ejemplos de los que tendríamos tiempo para presentar comprueban la conexión que existe entre el templo y el poder salvador de Jehová. Sin embargo, unos pocos ejemplos, tanto antiguos como modernos, nos serán instructivos.

En el Antiguo Testamento, David asegura que "[el Señor nos] esconderá en su tabernáculo en el día del mal; [nos] ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca [nos] pondrá en alto" (Salmos 27:5). En otro salmo David llama al Señor "nuestro escudó" y agrega: "porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad. Porque sol y escudo es Jehová Dios... No quitará el bien a los que andan en integridad" (Salmos 84: 9-11; énfasis añadido).

UN ENEMIGO QUE PREVALECE Y SE COMBINA

En Doctrina y Convenios, el Señor explica a los Santos la condición del mundo al inicio de los días finales: "Porque toda carne se ha corrompido delante de mí; y los poderes de las tinieblas prevalecen en la tierra...y toda la eternidad padece, y los ángeles esperan el gran mandamiento de segar la tierra... y he aquí, el enemigo se ha combinado" ( D. y C. 38: 11-12; énfasis añadido). ¿Cómo podemos nosotros, como Santos y padres, hacer frente a un enemigo que prevalece y se combina (u organiza)? ¿Cómo podemos evitar que nuestros hijos y nietos sean arrastrados por tales fuerzas?

El Señor nunca describe en las Escrituras un problema sin dar también una solución. Note cómo las palabras de José Smith en la oración dedicatoria del Templo de Kirtland armonizan con lo que dice en la sección 38: "Te pedimos, Padre Santo, que establezcas al pueblo que adorará y honorablemente retendrá un nombre y posición en ésta tu casa, por todas las generaciones y por la eternidad; que ninguna arma forjada en contra de ellos prospere;... que ninguna combinación inicua tenga el poder para levantarse y vencer a los de tu pueblo, sobre quienes se ponga tu nombre en esta casa" (D. y C. 109:24-26 énfasis añadido). Todos aquellos sobre quienes se ha puesto el nombre del Padre no deben temer de las fuerzas del mal que "prevalecen y se combinan".

EL NOMBRE DEL PADRE

Los ecos de esta doctrina se escuchan resonar desde el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el libro del Apocalipsis, Juan ve a cuatro ángeles que detenían los vientos de destrucción previos a la Segunda Venida. Un quinto ángel aparece con "el sello del Dios vivo" e instruye a los cuatro ángeles a no soltar los vientos destructores hasta que Él haya "sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios" (Apocalipsis 7:1-9). Aprendemos más adelante que el sello escrito en sus frentes es "el nombre del Padre" (Apocalipsis 14:1). "Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (Apocalipsis 22:4). Una mirada rápida en el diccionario nos da cuatro interesantes sinónimos para la palabra sello. Ellos son marca, signo, símbolo y señal. Al usar estas imágenes, Juan se refiere a dos acontecimientos similares mencionados en el

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Antiguo Testamento: la Pascua, cuando el ángel destructor pasó en los tiempos de Moisés en Egipto, y una visión dada al profeta Ezequiel antes del cautiverio en Babilonia.

En el libro del Éxodo, los hijos de Israel son protegidos del "destructor" (Éxodo 12:23) por tener sus puertas marcadas con la sangre de un cordero: "Cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir" (Éxodo 12:23). En hebreo la palabra "pasar" lleva la connotación de "resguardarse de un golpe u oponerse a la amenaza de la entrada de un enemigo" (véase Wüsorís Oíd Testament Word Studies, páginas 303-304). Este episodio en la historia de Israel fue para enseñarles que la sangre expiatoria de Cristo protege, a quienes tienen fe en Él, del poder de Satanás, quien es un "ángel destructor". La expiación del Salvador se opondrá a la entrada de Satanás y nos resguardará de sus golpes.

Un modelo similar se encuentra en el libro de Ezequiel, quien ve en visión a seis hombres que llegan a Jerusalén. Cinco de ellos son verdugos y cada uno lleva "en su mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano". El hombre vestido con ropas de lino, era un poseedor del sacerdocio. En esta historia, el sacerdocio pone la marca, el signo, o sello en la frente de los justos. El Señor llama "al varón vestido de lino, que tenía a su cintura el tintero de escribano, y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Y a los otros dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad en pos de él y matad;... y comenzaréis por mi santuario" (Ezequiel 9:2-6). La ciudad fue entonces destruida, todos excepto quienes tenían la marca puesta en sus frentes.

Es interesante que en los últimos días, en la limpieza final de la tierra, el Señor también empiece en Su casa: "Empezará sobre mi casa, y de mi casa se extenderá, dice el Señor; primero entre aquellos de vosotros que habéis profesado conocer mi nombre, dice el Señor, y no me habéis conocido, y habéis blasfemado en contra de mí en medio de mi casa, dice el Señor" (D. y C. 112:25-26).

En los tres ejemplos, en Apocalipsis, en Éxodo y en Ezequiel, una marca o señal de algún tipo fue colocada en quienes serían protegidos de las fuerzas destructoras. Aprendemos en Apocalipsis que en nuestros días la marca o señal será el "nombre del Padre". Aprendemos de la oración dedicatoria del templo de Kirtland que el nombre del Señor es puesto en todos aquellos que "adorarán y honorablemente reten-drán un nombre y posición en ésta [la Casa del Señor]" (D. y C. 109:24). En esa oración dedicatoria, José Smith también ora que los siervos del Señor "salgan de esta casa armados con tu poder, y que tu

nombre esté sobre ellos, y los rodee tu gloria, y tus ángeles los guarden" (D. y C. 109:22; énfasis añadido). La entrada amenazadora del enemigo encontrará la oposición de aquellos que han recibido el nombre del Padre. "Ángeles que no se ven" los guardarán. La adoración en el templo será tan importante en nuestro día, como fue para los hijos de Israel la marca en sus puertas con la sangre del cordero cuando el ángel destructor pasó sobre Egipto.

No deseo sugerir que existe una manera mística por la cual recibimos el nombre del Padre en el templo. Debemos ser sabios al interpretar y aplicar el lenguaje simbólico. Moisés enseñó a los antiguos israelitas: "Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tu fuerzas...como una señal en tu mano y ...como frontales entre tus ojos" (Deuteronomio 6:5-8). En otras palabras, el amor y la adoración de Dios debían estar constantemente delante de sus ojos y su vida debía ser guiada por ese amor. Ellos debían, en esencia, tener "la mira puesta únicamente en la gloria de Dios" (D. y C. 4:5).

Cuando amamos y servimos a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerza, somos verdaderamente Sus hijos. Su nombre está en nosotros, así como el nombre de mi propio padre terrenal está en mí. Pertenecemos a Su familia y llevamos Su nombre. ¿Dónde sino en el templo, como miembros de la Iglesia, prometemos que amaremos y serviremos a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerza? ¿A dónde están nuestros ojos dirigidos tan completamente para gloria del Señor? Cuando nos esforzamos por mantener nuestros convenios, Su nombre está en nosotros. No debemos entonces temer

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los poderes del destructor. El destructor pasará de nosotros. Él no puede prevalecer, aun cuando sus fuerzas se combinen. Su entrada amenazante en nuestros hogares y en nuestra vida será resistida.

En el libro de Apocalipsis Juan prometió a los Santos de Filadelfia que, al que venciere las tentaciones de sus días, el Señor lo haría "una columna en el templo...y nunca más [saldría] de allí". Una vez en el templo, dice el Señor, "escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo" (Apocalipsis 3:12). Vemos de nuevo aquí la relación entre la adoración en el templo y el nombre de Dios. Pero para alcanzar esta gran bendición de entrar al templo debemos vencer la tentación. Una vez que seamos dignos de entrar, procuramos llegar a ser "una columna" en la casa del Señor, alguien sobre quien Él pueda poner peso, alguien que sea firme, fuerte y constante.

LA VERDADERA ADORACIÓN

A la luz de la grandeza de la protección prometida por el Señor, es provechoso regresar a la sección 109 de Doctrina y Convenios y examinar un poco más de cerca lo que necesitamos hacer para que el nombre del Señor sea puesto en nosotros. La sola asistencia al templo puede que no sea suficiente. El versículo 24 establece dos cosas que debemos hacer:

1) Debemos "adorar" al Padre en el templo. 2) Debemos "retener honorablemente un nombre y una posición" eneltemplo.

La adoración a Dios en Su Casa significa más que solamente ir al templo. La verdadera adoración es emulación o imitación. Recuerdo una vez cuando preparaba una lección sobre el tercer capítulo de Helamán. Estaba acostado leyendo el Libro de Mormón, subrayando y escribiendo algunas notas. Mi hijo de seis años me miró por un momento, se fue luego corriendo a su dormitorio y regresó con su ejemplar del Libro de Mormón. Se colocó junto a mi asumiendo mi misma postura, y empezó a "colorear" también su Libro de Mormón. Yo estaba vagamente consciente de lo que él hacía porque lo había visto antes colorear sus Escrituras. Una media hora más tarde, terminé la lección y miré su libro. Allí ante mis ojos tenía una copia exacta de mis marcas en el capítulo tercero de Helamán. Él encontró la misma página, subrayó los mismos versículos, trazó las mismas flechas, coloreó las mismas palabras, y aun empezó a escribir algunas de las notas que yo había escrito en los márgenes. Desde luego que sus letras eran muy grandes, de modo que solamente pudo escribir las primeras tres palabras en la página.

Había una parte en mi página en donde mi lapicera roja ya no marcaba bien por lo que quedó subrayada muy débilmente. Mi hijo marcó el mismo lugar en su libro y lo borró de manera que luciera similar. Cuando me vio que estaba contemplando su página, bajó su cabecita y casi empezó a llorar. "¿Qué te sucede, hijo?, le pregunté. Con voz tímida me contestó: "Mis líneas no son tan derechas como las tuyas".

Mi hijo me enseñó la más grande lección sobre el significado de la adoración que jamás he recibido. Cuando adoramos al Señor en Su templo, debemos estudiar cuidadosamente todo lo que aprendemos acerca de Él allí. Debemos luego tratar de seguir exactamente cada cualidad como nos ha sido mostrada. Queremos caminar, hablar, perdonar, amar, obedecer, bendecir, adorar, soportar como Él lo hizo. Nuestras "líneas" no serán tan derechas como las de Él, pero nuestros más sinceros esfuerzos serán siempre aceptables para Él. Cuando emulamos al Salvador, conforme llegamos a percibirlo en las ordenanzas del templo, descubrimos el verdadero significado de la adoración y, desde luego, no existe mejor manera de emularlo que hacer una obra vicaria abnegada por los muertos ya que ellos no lo pueden hacer por sí mismos, así como en forma vicaria Él dio Su vida por nosotros.

CREZCAMOS EN LA CASA DEL SEÑOR

En el versículo 15 de la sección 109 de Doctrina y Convenios, José ora al Señor para que los Santos

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"crezcan en [Él]" mientras estén en el templo. Cuando somos bautizados en la Iglesia, se nos dice que "nacimos de nuevo". Llegamos a ser inocentes como un bebé mediante el sacrificio del Salvador. Él es por lo tanto el "padre" de nuestro renacimiento. Necesitamos entonces ser nutridos con la leche de Sus doctrinas hasta que la madurez nos permita deleitarnos comiendo carne.

No es la intención de Dios que Sus bebés nacidos de nuevo en Cristo permanezcan siendo niños pequeñitos. Él quiere que crezcamos y que alcancemos la plena madurez. Él desea enseñarnos, protegernos, guardarnos mientras maduramos como cualquier padre lo hace. Cada uno de nosotros debe llegar "a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13; énfasis añadido). Por cuanto Jesús es el padre de nuestro renacimiento y el templo es Su Casa, Él invita a todos Sus hijos para que "crezcan" bajo Su techo, donde pueden recibir Su cuidadosa guía. Aquí podemos aprender a mirarlo y aprender a emularlo.

Si pensamos bien en esto, podemos, a excepción de nuestro propio hogar, tener más libre acceso al templo que casi a cualquier otro edificio. Aun las capillas están cerradas para nosotros más a menudo que el templo. Desde luego, debemos tener una llave para la puerta principal del templo, así como debemos tenerla para la puerta principal de nuestra propia casa. La llave del templo es una recomendación, pero una vez que seamos dignos de una recomendación, podemos entrar al templo en cualquier momento que lo deseemos, desde las cinco de la mañana hasta las diez de la noche, y podemos permanecer allí tanto tiempo como lo deseemos mientras el templo esté abierto. El templo es nuestra segunda casa. Nuestro segundo hogar. Estamos invitados a "crecer allí".

En Su Casa, aprendemos a alcanzar "la medida de la estatura de [Su plenitud]", así como los hijos en nuestro hogar terrenal aprenden observando el ejemplo de sus padres. En el templo nosotros observamos el perfecto ejemplo del Salvador y aprendemos a caminar en Sus pisadas. Sin el templo permanecemos como niños espiritualmente. Con el templo aprendemos a emular la imagen madura del Salvador.

Pablo escribió: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, jugaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño" (1 Corintios 13:11). En el templo aprendemos a "dejar lo que es de niño" y a alcanzar la madurez espiritual. Así es como adoramos al Señor en Su Casa.

RETENGAMOS HONORABLEMENTE UN NOMBRE Y UNA POSICIÓN

La oración dedicatoria del templo de Kirtland también nos instruye a "honorablemente retener un nombre y una posición" en el templo. Con el fin de "crecer" y adorar, necesitamos una llave para la puerta principal. Cada año nos es dada una oportunidad al recibir una recomendación para el templo. Ello nos permite retener un nombre y una posición en la casa del Señor. Pero no debemos solamente obtener una recomendación; debemos retenerla "honorablemente". La palabra honor tiene muchas connotaciones. Significa obedecer, confiar, dar gloria, respetar y conducir los negocios de alguien con integridad. Todos esos significados nos ayudan a entender cómo mantener honorablemente nuestra posición en el templo.

Es posible para los jóvenes recibir una recomendación de grupo que dura un año. Qué hermoso sería si cada miembro de la Iglesia pudiera honorablemente retener una recomendación cada año, desde los doce hasta el día en que muera. Qué gran lección podríamos enseñar a nuestros hijos si nosotros les animáramos a retener una recomendación de grupo a través de su juventud y a participar en los bautismos por los muertos tan a menudo como las circunstancias se lo permitiesen.

La palabra posición implica una asistencia frecuente. El diccionario nos da los siguientes significados de la palabra posición: duración; algo permanente y no cambiable; algo no movible; algo estacionario; algo de alta reputación o estima. Todos estos significados están implícitos en las palabras del Señor en Doctrina y Convenios e implican el continuo y constante uso de la recomendación.

En conclusión, si deseamos la protección prometida del nombre del Padre, debemos recibir nuestra

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recomendación para el templo, retenerla honorablemente y usarla frecuentemente, no sólo para asistir al templo sino para adorar allí.

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C A P Í T U L O 9

Una promesa profética de Isaías

Una hermosa y reconfortante Escritura se encuentra en el capítulo 4 de Isaías y nos habla del poder protector de la casa del Señor.

Hablando sobre los últimos días, el Señor hace la siguiente promesa: "Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sión, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel, y habrá un abrigo para sombra contra el calor del día, para refugio y escondedero contra el turbión y contra el aguacero" (Isaías 4:5-6; énfasis añadido).

"Sobre toda la morada" significa sobre cada hogar, y "los lugares de sus convocaciones" se refiere a cada barrio y a cada estaca. Isaías alude al pilar de fuego que guió y protegió al pueblo de Israel en su peregrinación en el desierto. En esa ocasión, sin embargo, el pilar estaba solamente sobre el tabernáculo, no sobre la tienda de cada familia. Pero en los últimos días, cada "morada" tendrá la protección prometida si somos dignos de recibirla mediante la fidelidad a nuestros convenios. Si tenemos ojos para ver, podemos estar al frente de nuestra casa y saber que, espiritualmente hablando, la gloria del Señor, Su pilar, está sobre ella y la defenderá. Esto es también valedero para nuestros barrios y estacas.

Se nos enseña en las Escrituras que es la voluntad del Señor que "todos los que invoquen [Su] nombre, y [le] adoren...se congreguen y permanezcan en lugares santos" cuando los grandes problemas de los últimos días se empiecen a cumplir (D. y C. 101:22). Esto no significa hallar un lugar santo y permanecer allí. Más bien significa "tomar una posición o defender una posición".

En una batalla, a menudo un general ordena a sus soldados defender cierta posición a toda costa. "¡Tomaremos aquí una posición!", él les podría decir. Esto es lo que el Señor nos dice a nosotros: "¡Santos de los Últimos Días, tomen una posición en contra de lo malo en lugares santos! ¡Defiendan esa posición a toda costa!"

Hay tres lugares santos que describe Isaías: el hogar, la estaca, y el templo. En estos lugares podemos derrotar a Satanás. Debemos defender estos lugares santos. En ellos debemos tomar una posición. Podremos triunfar sobre el adversario solamente si protegemos el hogar, la estaca y el templo. Éstos, a su vez, nos darán protección. Aquí tendremos la gloria del Señor para defendernos y ayudarnos. No podemos simplemente permitir que las fuerzas del mundo invadan estos tres lugares sagrados. Si lo permitimos, la batalla, y aun la guerra, se perderá.

UNA SOMBRA CONTRA EL CALOR DEL DÍA Isaías habla de un abrigo o tabernáculo que podría interpretarse como templo. Nos da tres imágenes

para describir lo que el templo hará por los Santos de los Últimos Días. El templo es "una sombra contra el calor del día". Algunas veces el mundo es como un día caluroso de verano que nos abate. No hay nubes en el cielo ni auxilio a la vista. Buscamos con ansiedad un lugar de sombra para protegernos del calor abrasador del sol. Cuando el calor del mundo llega a ser opresivo, el Señor nos dice: "¡Vengan a la sombra de mi casa! ¡Refresqúense! ¡Renuévense! Ningún calor abrasador les alcanzará aquí.

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Tomen de mi fuente, naden en mi río, y serán capaces de regresar a los desafíos de la vida, preparados para enfrentarlos".

UN LUGAR DE REFUGIO Isaías llama al templo "un lugar de refugio". Ésta es una imagen de batalla y de guerra. En la vida

luchamos cotidianamente contra las fuerzas de Satanás y la tentación. Cuando nos sentimos como que vamos a ser barridos por las fuerzas del adversario, el Señor nos dice: "Venid a mi lugar de refugio; descansad un rato. Los dardos del enemigo no os podrán alcanzar aquí. Participad del banquete de mi mesa. Sed fortalecidos y vigorizados. Dejad vuestros temores a un lado. La batalla no va a rugir dentro de estas paredes. Entonces podréis regresar a la batalla y sacar la espada con confianza y con la seguridad de una victoria final". No es casualidad que las paredes del templo de Salt Lake estén coronadas de almenas. Ellas sugieren un poder donde las fuerzas del mal no pueden penetrar y donde los rectos pueden buscar la seguridad de murallas inconquistables.

ESCONDEDERO CONTRA LA TORMENTA

Isaías llama al templo un "escondedero contra el turbión y contra el aguacero". Las tormentas de la vida también nos abaten y amenazan "arrastrarnos al abismo de miseria y angustia sin fin". Busquemos a nuestro alrededor un lugar de refugio para cuando "el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, ...cuando todo su granizo y furiosa tormenta [nos] azoten" y abofeteen nuestra fe. (Helamán 5:12.) En medio del viento y los relámpagos, el Señor nos llama: "Vengan a mi casa para que se protejan de la tormenta. Seqúense del agua de lluvia, siéntense junto al calor de mi fuego eterno. Ningún viento arrebatador les alcanzará aquí. Cuando sean animados y confortados por mi casa, la tormenta no va a parecer tan negra y el resplandor del sol parecerá que no está tan lejos".

"Sombra", "refugio", "escondedero". Cada palabra ofrece imágenes poderosas de esperanza y de inspiración para quienes viven cuando la oscuridad "prevalece" y los enemigos se combinan. No debemos nosotros tratar de abatir el calor, ni pelear la batalla, o encogernos contra la tormenta sin aceptar una invitación gratuita del Padre de que seamos renovados ocasionalmente por la protección cálida, segura y de abrigo que nos ofrecen las paredes del templo.

MOLESTO, AFANADO Y TURBADO

En una ocasión, cuando Jesús fue a Betania, María y Marta prepararon una cena para Él. María se sentó a los pies de Jesús para que le enseñara y dejó a Marta para que "sirviera sola". Las Escrituras dicen que "Marta se preocupaba con muchos quehaceres". Acercándose al Señor le dijo que le pidiese a María que le ayudase. Con gentileza Jesús se volvió a Marta y le dijo: "Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada" (Lucas 10:38-42; énfasis añadido). Hay momentos para servir y los hay para sentarse con quietud y escuchar. No necesitamos escoger entre la devoción de Marta y el anhelo de María.

Sé que en mi propia vida a menudo me he sentido molesto, afanado y turbado por muchas cosas. Éstas no necesitan ser tormentas, batallas o días de sol enardecedor. No son las cosas negativas ni las tentaciones. Algunas veces, nuestro servicio nos pesa mucho. Marta no estaba haciendo nada malo; ella estaba sirviendo al Señor. Pero a pesar de su servicio, algo adicional era también "necesario".

Muchas veces debemos admitir, que "necesitamos" sentarnos quietamente y descansar mientras escuchamos las palabras de nuestro Señor y Maestro. Tan extraño como parezca, algunas veces necesitamos parar de servir con el fin de escuchar más. A la larga, eso nos ayudará a servir más eficazmente. En la oración dedicatoria del templo de Kirtland, se nos enseña que en el templo seremos preparados para "recibir cuanto fuere necesario" (D. y C. 109:15; énfasis añadido). Obviamente, "cuanto fuere necesario" también abarca nuestra necesidad de sentarnos a descansar y escuchar a los pies de Jesús.

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Ésta es "la buena parte, la cual no [nos] será quitada". A menudo pasamos muchas horas cumpliendo con nuestros diferentes llamamientos en la Iglesia, con

las responsabilidades familiares, con los deberes de nuestro trabajo, todos los cuales son importantes. Pero podemos sentirnos molestos, afanados, turbados. Pueden pasar los meses sin que nos hayamos sentado quietamente a los pies del Señor para ser refrescados. En el templo se nos invita a bajar las cargas, a sentarnos a descansar y escuchar porque esto es "necesario". Desde una perspectiva eterna, esto es más necesario que las reuniones de padres y maestros, que las actividades de servicio de la Sociedad de Socorro, que los campamentos de los Boy Scouts, que los juegos de fútbol, que reparar el automóvil para ir al trabajo o que las reuniones de liderazgo del sacerdocio. Es algo necesario a fin de no dejar de tomar una posición contra el destructor.

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CAPITULO 10

"No hay fuerza contra tan grande multitud" Si somos tentados a reducir a un extremo el poder protector del templo, sólo necesitamos buscar en las

Escrituras para hallar un testimonio adicional de su influencia en tiempos de tribulación de los que se habla en el Antiguo Testamento. Cuando Josafat, rey de Judá, enfrentó a un fuerte ejército que lo rodeaba, al cual sabía que su gente no podía hacer frente, "hizo pregonar ayuno a todo Judá" y entonces fue al templo a orar. Notemos las palabras de su oración: "Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre? Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás...¡Oh Dios nuestro!...en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos" (2 Crónicas 20:3-12).

El Señor escuchó la oración de Josafat y le respondió: "Paraos, estad quietos y ved la salvación de Jehová" (2 Crónicas 20:17), lo cual ellos hicieron el próximo día. Los de la gran multitud, que venían contra Judá, empezaron a pelear entre ellos mismos y "se mataron los unos a los otros" (v.22) y no tocaron a Judá. Lo que el Señor estuvo dispuesto a hacer por el pueblo de Josafat, con certeza lo hará por nosotros cuando nos enfrentemos a nuestros enemigos y a poderes que reconozcamos que "no tenemos fuerzas contra ellos".

EN EL PRIMER AÑO, EN EL MES PRIMERO. Otra ocasión desesperada en la historia de Judá ocurrió cuando Ezequías llegó a ocupar el trono real.

Como ahora, la oscuridad prevalecía sobre Judá, en tal ocasión en la forma del poderío de Asiría. Ésta y otras fuerzas amenazaban destruir su pueblo. Parte de las tribus del Norte ya habían sido capturadas por los asirios. Judá se encontraba en un estado de apostasía. En esas circunstancias tan desafiantes el primer acto oficial del rey Ezequías, de tan sólo veinticinco años de edad, es muy significativo. "En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó. E hizo venir a los sacerdotes y levitas, y los reunió en la plaza oriental. Y les dijo: ¡Oídme, levitas! Santifícaos ahora, y santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia. Porque nuestros padres se han rebelado, y han hecho lo malo ante los ojos de Jehová nuestro Dios; porque le dejaron, y apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová, y le volvieron las espaldas. Y aun cerraron las puertas del pórtico, y apagaron las lámparas; no quemaron incienso, ni sacrificaron holocausto en el santuario al Dios de Israel...Hijos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso" (2 Crónicas 29:3-11; énfasis añadido).

Hoy también, hay miembros de la Iglesia que enfrentan grandes problemas, tanto de índole temporal como espiritual. En ocasiones también hemos "apartado nuestro rostro del tabernáculo de Jehová,...

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hemos cerrado las puertas...y apagado las lámparas". ¿Somos nosotros también negligentes? A menudo muchas presiones demandan nuestro tiempo y nuestra atención. Sin embargo, considerando los tiempos y las fuerzas que acosan a nuestras familias, ¿no deberíamos seguir entonces el ejemplo de Ezequías y "santificar la casa de Jehová en el primer mes del primer año"? (énfasis añadido).

VENID A SU SANTUARIO

Los resultados de las acciones de Ezequías son también instructivos. Después de renovar la adoración en el templo, el pueblo de Ezequías regresó a la casa del Señor para renovar sus convenios. Ezequías "escribió cartas a Efraín y a Manases [las tribus del Norte], para que viniesen a Jerusalén a la casa de Jehová".

En ese tiempo, la tribu del Sur, la tribu de Judá, estaba separada, y a menudo en guerra con las diez tribus del Norte que eran guiadas por Efraín. A pesar de eso, Ezequías les ofreció su invitación. "Fueron, pues, correos con cartas de mano del rey y de sus príncipes por todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado, y decían: Hijos de Israel, volveos a Jehová el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá al remanente que ha quedado de la mano de los reyes de Asiría

No endurezcáis, pues, ahora vuestra cerviz como vuestros padres; someteos a Jehová, y venid a su santuario, el cual él ha santificado para siempre" (2 Crónicas 30:1-9; énfasis añadido).

La oferta bondadosa de Ezequías fue mayormente desatendida por las tribus del Norte. Cuando pasaron "los correos de ciudad en ciudad por la tierra de Efraín y Manases, hasta Zabulón... se reían y burlaban de ellos" (2 Crónicas 30:10). ¿Cómo podría el simple acto de regresar al servicio y a los ritos del templo ofrecer protección contra la poderosa Asiría? Al final, solamente el reinado de Ezequías y unas pocas personas de las tribus del Norte atendieron al llamado.

Hay una conclusión triste al rechazo de las tribus del Norte para regresar al santuario. "En el cuarto año del rey Ezequías, [tres años después] ...subió Salmanasar rey de los asirios contra Samaría [la capital de las tribus del Norte], y la sitió, y la tomaron al cabo de tres años.... Y el rey de Asiría llevó cautivo a Israel a Asiria....por cuanto no habían atendido a la voz de Jehová su Dios, sino que habían quebrantado su pacto" (2 Reyes 18:9-12).

Éste es el comienzo de la dispersión de las diez tribus perdidas de Israel. Si hubiesen atendido a la invitación de Ezequías de regresar a la Casa del Señor y adorarle, la historia de Israel podría haber sido diferente.

¿EN QUIÉN CONFÍAS? Después de someter las tribus del reino del Norte de Israel, el ejército de Asiría fue contra Ezequías en

Jerusalén y sitió la ciudad. Llenos de confianza, los emisarios de Asiria gritaron a los que defendían las murallas: "¿Qué confianza es ésta en que te apoyas? Dices (pero son palabras vacías): Consejo tengo y fuerzas para la guerra. Mas ¿en qué confías...? Y si me decís: Nosotros confiamos en Jehová nuestro Dios... No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar de mi mano. Y no os haga Ezequías confiar en Jehová, diciendo: Ciertamente nos librará Jehová,... ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado su tierra de la mano del rey de Asiria?" (2 Reyes 18:19-33).

Pero el pueblo, renovado por su adoración y por el ejemplo de Ezequías, "calló, y no le respondió palabra" (2 Reyes 18:36). Ellos esperaron la salvación del Señor. Cuando Ezequías escuchó las palabras de los emisarios del rey de Asiria y sabiendo que no había una forma lógica en que pudiera hacer frente al poderoso ejército asirio, "se cubrió de cilicio, y entró en la casa de Jehová". Allí ofreció en favor de su pueblo una profunda oración. El Señor le respondió a Ezequías asegurándole que el rey de Asiria "no entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella... Y aconteció que aquella misma noche salió un ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib, rey de Asiria se fue" (2 Reyes 19:1, 32, 35-36).

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Hoy en día no enfrentamos ejércitos que nos invaden, pero las fuerzas que se combinan contra nuestras familias son, por cierto, no menos peligrosas. Creo firmemente que el Señor estará dispuesto a ofrecer las mismas bendiciones que ofreció al pueblo de Ezequías si nosotros aceptamos Su invitación de "venir a Su santuario".

UN EZEQUÍAS MODERNO

A la luz de ese poderoso ejemplo del Antiguo Testamento, es interesante notar un modelo similar en Doctrina y Convenios. En 1841, el Señor instruyó a José Smith que hiciera una proclamación que sería enviada "a todos los reyes del mundo, hasta sus cuatro ángulos, al honorable presidente electo, a los eminentes gobernadores de la nación en que vives y a todas las naciones de la tierra esparcidas en el extranjero. Escríbase con el espíritu de mansedumbre y con el poder del Espíritu Santo" (D. y C. 124:3-4).

¿Cuál fue el tema central de la proclamación? Tal como en los días del rey Ezequías, fue una invitación para ir al templo y hallar allí seguridad ante las tribulaciones y los tumultos de los últimos días. Advierta que el Señor, después de instruir a José Smith que enviara esta proclamación a todas las naciones, dijo: "Porque el día de mi visitación viene pronto, a la hora que no pensáis; y ¿dónde habrá seguridad para mi pueblo y refugio para aquellos que quedaren?. [Recuerde que la invitación de Ezequías fue para el 'remanente que ha quedado' (2 Crónicas 30:6.)] ¡Despertad, o reyes de la tierra! ¡Venid, oh venid con vuestro oro y con vuestra plata en auxilio de mi pueblo, a la casa de las hijas de Sión!". Esta invitación a los reyes de las naciones fue seguida por una invitación para todos los Santos a venir "y edifica[r] una casa en [Su] nombre, para que en ella more el Altísimo" (D. y C. 124:10-11,27; énfasis añadido).

La invitación se envió. Fue mayormente desatendida por las naciones del mundo, pero los Santos respondieron y construyeron el templo de Nauvoo, y hemos continuado construyendo templos desde ese día. La seria lección de los días de Ezequiel se repite. Los Santos que vienen al santuario pueden confiar en la salvación milagrosa del Señor contra fuerzas y situaciones algunas veces sobrecogedoras. ¿Podríamos acaso, también nosotros, no tener razón para esperar que el enemigo no "lanzará sus saetas" contra las bases de nuestras familias?

LA LECCIÓN DEL CONDADO DE JACKSON

En los oscuros días de los ataques del populacho en el Condado de Jackson, Misuri, los Santos se volvieron al Señor pidiendo protección y consejo. Él les dio un mandamiento y les dijo: "Si Sión hace estas cosas, prosperará, y se ensanchará y llegará a ser gloriosa en extremo, y muy grande y muy terrible" (D. y C. 97:18). ¿Cuál fue el mandamiento? "Es mi voluntad que se me edifique una casa en la tierra de Sión, semejante al modelo que os he dado. Sí, edifíquese cuanto antes con los diezmos de mi pueblo. He aquí, éste es el diezmo y el sacrificio que yo, el Señor, requiero de las manos de ellos, a fin de que se me edifique una casa para la salvación de Sión' (D. y C. 97:10-12; énfasis añadido).

Los Santos no construyeron el templo en el Condado de Jackson. El mandamiento de edificar una casa "cuanto antes" debió haberles sonado como una demanda extraña a la luz de su situación. Sus cuerpos habían sido untados con alquitrán y cubiertos de plumas. Su imprenta había sido destruida y sus hogares habían sido saqueados y quemados. Aún así el Señor les estaba aconsejando que fueran al centro de Independence, Misuri, y empezaran a poner los cimientos para un templo.

A menudo me he preguntado qué habría pasado si todos los Santos de Misuri hubiesen dejado lo que ellos estaban haciendo, y hubiesen tomado sus herramientas y marchado en masa a Independence y empezado a poner los cimientos para el templo. Habría requerido un tremendo valor, pero la historia de la Iglesia habría sido muy diferente. No debemos nunca subestimar el poder protector del templo. "Cada vez que un templo es dedicado al Señor", dijo Spencer W. Kimball, "la oscuridad retrocede más y la luz viene al mundo" (Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 534). La luz es tan necesaria (y quizás más aún) en

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nuestros días como lo fue en tiempos pasados.

MEDITE BIEN SOBRE SUS CAMINOS

Después de su cautiverio en Babilonia, el remanente de Israel regresó a su tierra y otra vez debió enfrentar grandes antagonismos y peligros. Ésa fue también una época grave. Sus pequeñas fuerzas tuvieron que encarar el poder de los elementos mundanales que les rodeaban. Tenían grandes dificultades y se hallaban en plena pobreza, y aunque habían regresado con el propósito específico de reconstruir el templo, éste continuaba aún en ruinas. El Señor dijo entonces al pueblo: "Meditad bien sobre vuestros caminos El que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.... Buscáis mucho y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé de un soplo. ¿Por qué?... Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa". La gente pensaba que no tenía "tiempo" para construir la casa del Señor, pero parecía tener "tiempo . .. [para] habitar en [sus] casas artesonadas". (Hageo 1:2-9.)

El mensaje de Hageo despertó el espíritu del pueblo "y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios". (Hageo 1:14.) El que reorganizaran sus prioridades causó de inmediato que el Señor los bendijera, tanto espiritual como temporalmente. También recibieron esta consoladora promesa: "Cobrad ánimo, pueblo . . . , y trabajad; porque yo estoy con vosotros,... mi espíritu estará en medio de vosotros, no temáis.... Haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa;... y daré paz en este lugar'. (Hageo 2:4-9; cursiva agregada.) Este compromiso de colocar la Casa del Señor en primer lugar les solucionó otros problemas, aun los de naturaleza económica. Quizás John A. Widtsoe pensó en esta historia cuando hizo esta promesa a los Santos: "Quienes procuren ayudar a los que se encuentran del otro lado, recibirán por ello ayuda en todos los particulares de su vida. No creo que haya una mejor preparación para nuestras labores en las granjas, las oficinas o cualquier otro campo de acción, que pasar unas pocas horas en el templo, participar de su influencia y servir generosamente para beneficio de aquellos que están del otro lado del velo." (Improvement Era, octubre de 1952, pág. 719.)

RECIBIR TANTO A CAMBIO DE TAN POCO ESFUERZO

Con frecuencia he pedido a mis alumnos que preparen un comentario sobre Doctrina y Convenios 109, sección que contiene la oración dedicatoria del Templo de Kirtland. Su tarea consiste en identificar cada una de las bendiciones mencionadas en ella que los santos reciben merced a la adoración en el templo. (Sugiero también que ésta es una magnífica asignación para todo aquel que desee obtener una mayor apreciación del templo.) Después de completar esa lista, tienen que analizar cada palabra o frase que indique lo que se debe hacer para recibir tales bendiciones. Es maravilloso leer sus comentarios, de los que he podido obtener muchas ideas, pero uno de ellos en particular me impresionó sobremanera. Después de enumerar las bendiciones que había podido identificar e indicar cómo pueden recibirse, cierta alumna agregó el siguiente comentario: "Creo que es realmente significativo y una evidencia del carácter de nuestro Señor que podamos recibir tanto a cambio de tan poco esfuerzo".

Quiero hacer eco y dar testimonio en cuanto a sus palabras. Nuestros esfuerzos en el templo para beneficio propio y el de nuestras familias y nuestros antepasados son infinitamente pequeños en com-paración con la enorme fuente de bendiciones que el Señor nos ha prometido si participamos en "el más glorioso de todos los [temas] que pertenecen al evangelio sempiterno" (D. y C. 128:17). Porque la

sola protección del Señor es suficiente para que todos nuestros esfuerzos sean recompensados. Ruego que este reconocimiento nos inspire a cantar, como lo hizo David: "¡Cuán amables son tus

moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová. ... Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos". (Salmos 84:1-2,10.) "Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo". (Salmos 65:4.)

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PARTE 4

UNA CASA DE ORDEN

Nuestro Padre Celestial, ...te rogamos que Tu Santo Espíritu dirija nuestros convenios y contratos que hagamos contigo y unos con otros, que los observemos sagradamente, y que Tú los aceptes, y que todos Tus Santos que vengan a estos altares realicen, en la mañana de la

resurrección de los justos, todas la bendiciones pronunciadas. (ORACIÓN DEDICATORIA DEL TEMPLO DE SALT LAKE)

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CAPÍTULO 1 1

Mucho se requiere— El cumplimiento de nuestros convenios

El Señor nos dice que Su Casa es una casa de orden. Son los convenios del templo los que crean el orden en Su Casa y también en Su reino eterno. "He aquí, mi casa es una casa de orden, dice Dios el Señor, y no de confusión. ¿Aceptaré una ofrenda que no se haga en mi nombre?, dice el Señor. ¿O recibiré de tus manos lo que yo no he seña lado? ¿Y te señalaré algo, dice el Señor, que no sea por ley, tal como yo y mi Padre decretamos para ti, antes de que el mundo fuese?" (D. y C. 132:8-11).

Como hemos visto, la verdadera oración en el templo trae una multitud de bendiciones, pero nos son dadas condicionalmente. El Señor establece: "Porque de aquel a quien mucho se da, mucho se requiere" (D. y C. 82:3). Advierta que dice se requiere. Algunas veces he citado erróneamente este versículo usando las palabras se espera en vez de se requiere. Pero estas dos palabras tienen significados muy diferentes. El Señor no espera nuestra devoción; Él la requiere.

No hablamos en detalle de los convenios de la casa del Señor, porque éstos son también sagrados. Sin embargo, el élder James E. Talmage dio una descripción general de los convenios del templo en su libro La Casa del Señor. "Las ordenanzas de la investidura comprenden ciertas obligaciones por parte del individuo, tales como el convenio y la promesa de observar la ley de absoluta virtud y castidad, ser caritativo, benevolente, tolerante y puro; consagrar su talento y medios a la propagación de la verdad y el ennoblecimiento de la raza humana; mantener su devoción a la causa de la verdad, y procurar en toda forma contribuir a la gran preparación, a fin de que la tierra quede lista para recibir a su Rey, el Señor Jesucristo. Con la aceptación de cada convenio y la asunción de cada obligación, se pronuncia una bendición prometida, basada en la fiel observancia de las condiciones expuestas" (pág. 90).

ORGANIZAR, PREPARAR, ESTABLECER Todos aquellos que reciban las hermosas recompensas del servicio en el templo deben hacer

sagrados convenios con el Señor. En efecto, nuestra recepción de las bendiciones prometidas depende de nuestro fiel cumplimiento de los convenios del templo. En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, José Smith pidió: "Padre Santo, te rogamos que nos ayudes con tu gracia a nosotros, tu pueblo, al convocar nuestra asamblea solemne, a fin de que se haga para honra tuya y para tu divina aceptación; y de una manera que seamos considerados dignos, ante tu vista, de lograr el cumplimiento de las promesas hechas a nosotros, tu pueblo" (D. y C. 109:10-11). Nos aseguraremos estas promesas si cumplimos estrictamente nuestros convenios.

La relación del convenio que se da en el templo es hermosamente escrita por el uso repetido de tres palabras en la sección 109. Estas tres palabras muestran simplemente que cada parte del convenio tiene una responsabilidad. En el versículo 8 el Señor instruye a los Santos. " Organizad, preparad todo lo que fuere necesario, estableced una casa, si una casa de oración" (énfasis añadido). Se nos ha pedido organizar-nos, prepararnos y establecernos de modo que la obra del templo pueda proceder. Ésta es nuestra parte del convenio que incluye cada cosa, desde proporcionar fondos para la construcción de templos hasta prepáranos personalmente como se determina en una entrevista para la recomendación para el templo.

En los versículos 15 y 24, las tres palabras son repetidas nuevamente, sólo que esta vez se dan como descripción de lo que el Señor dará a quienes entren en Su templo y guarden los convenios:

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"Concede, Padre Santo, que todos lo que adoren en esta casa...se organicen de acuerdo con tus leyes y se preparen para recibir cuanto fuere necesario... Te pedimos, Padre Santo, que establezcas al pueblo que adorará y honorablemente retendrá un nombre y una posición en ésta tu casa, por todas las generaciones y por la eternidad" (D. y C. 109:14—15,24). Uno puede verdaderamente sentirla relación del convenio en estas palabras repetidas. Si organizamos, preparamos y establecemos Su Casa, el Señor también nos organizará, nos preparará y nos establecerá "por todas las generaciones y por la eternidad".

¿OBRAS MUERTAS U ORDENANZAS VIVAS? En las Escrituras el Señor habla de "obras muertas". Y nos advierte no confiar en ellas o nos sentiremos

desanimados (véase Moroni 8:23; D. y C. 22:2-3). Una obra muerta es una ordenanza desprovista del Espíritu. Todas las ordenanzas, con el fin de asegurar las promesas, deben ser hechas bajo la debida autoridad y selladas por el Espíritu Santo. Este sellamiento viene cuando se logra el cumplimiento de los convenios.

Si no tenemos cuidado, podríamos destacar tanto el hecho de haber recibido la investidura o haber sido sellados en el templo, que quizás demos la impresión de que las bendiciones están aseguradas automáticamente. Cuando el Señor dio la revelación sobre el matrimonio en el templo, dijo a los Santos que debían"cumplir [su] convenio" u "cumplirla ley" si esperan que su matrimonio sea verdadera mente eterno (D. y C. 132:19). De acuerdo con el diccionario, el término cumplir tiene un significado de "ejecutar lo prescrito, guardar, obedecer, respetar"

Todas estas definiciones dan significado a nuestros convenios. Seríamos ingenuos al pensar que una pareja que fue sellada y que nunca regresó al templo o que dejó de ser digna de tener su recomen-dación podría recibir todas las bendiciones que se le prometieron en la ceremonia del templo. La posibilidad de un compañero eterno está allí, pero su obra es "muerta", a menos que "cumplan" el convenio. Si no somos dignos de entrar al templo aquí en la tierra, seguramente que nos engañamos si pensamos que seremos dignos de entrar en el reino eterno del Señor para recibir allí todas las bendiciones prometidas a los que son fieles.

NADIE SELLA UN ENVASE VACÍO Mi esposa a menudo envasa duraznos y peras en el otoño. Un gran esfuerzo es necesario aun para

preparar las frutas. Entonces, una vez que están preparadas, las pone en envases, les coloca los sellos, pone las tapas en su lugar y coloca los envases en agua hirviendo. Entonces espera a que los envases se sellen. Ella ha realizado esta operación docenas de veces con centenares de envases. En todo ese tiempo, sin embargo, nunca la he visto sellar un envase vacío. A menos que el envase esté lleno con frutas, no lo sella. Yo dudo que entre los miles de personas que envasan fruta cada año, alguien haya alguna vez sellado un envase vacío. Debe haber algo para conservar o de lo contrario el sello no tiene ningún significado.

Los convenios del sellamiento en el templo son similares. Cuando nos casamos ante el altar del templo, el Señor, en cierto modo, nos da un envase vacío. Entonces nos instruye para que lo llenemos con los hermosos frutos de un matrimonio recto. Conforme mantengamos nuestros convenios y regresemos a menudo para renovarlos y hacer la obra por los muertos, el envase empieza entonces a llenarse. Conforme envejecemos y nuestro amor se profundiza, deseamos preservar para siempre todo lo bueno que hemos almacenado. Nuestra observancia de los convenios permite al Señor colocar el sello en nuestra relación de convenio y preservar los frutos de nuestra actitud por toda la eternidad. Lo mismo sucede con todos los otros convenios del templo. Nadie sella un envase vacío; tampoco el Señor sella convenios vacíos. Primeramente debe haber frutos para preservar.

Nuestra actitud hacia los convenios del templo debe ser seria. No debemos entrar al templo con ligereza. Una de las mayores fuentes de tristeza que yo he experimentado mientras he servido como

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obispo, ha sido descubrir que muchas parejas que han recibido su investidura y se han casado en el templo, han llegado a ser indignas de regresar a la casa del Señor y han permanecido en ese estado por largo tiempo. A menudo, el mayor obstáculo es el diezmo, y aún así, ¿cuán pequeño es el porcentaje de nuestro ingreso, una décima parte, cuando lo comparamos con todo lo que podemos recibir si somos fieles? Brigham Young dijo: "Algunas veces debo instruir a hombres y mujeres muy severamente por haber entrado en convenios sin darse cuenta de la naturaleza de los mismos, y que hacen poco o ningún esfuerzo por cumplirlos" (Journal of Discourses 3:332).

George Q. Cannon reiteró el sentimiento de Brigham Young con su propio testimonio: "Cuando el profeta José Smith comunicó primeramente que el Señor le había revelado a él las llaves de la investidura, recuerdo que en cada uno de nosotros había un gran deseo de entender algo acerca de [dicha ordenanza]... ¿Qué sucede hoy? Hay una completa indiferencia, se puede decir, en relación a estas cosas. Gente joven va allí sin ningún deseo en particular excepto el de casarse, sin darse cuenta de la naturaleza de las obligaciones que contraen ni de las promesas que implican dichos convenios. El resultado es que centenares de nosotros vamos a la casa del Señor, recibimos estas bendiciones y salimos sin tener ninguna impresión en particular de lo que hemos hecho" (Gospel Truth 1:228).

Debemos hacer algo mejor que eso. Cuando mucho nos es dado, mucho se nos requiere. Conforme mantengamos los convenios que hayamos hecho en el templo, recibiremos las hermosas bendiciones reservadas para quienes son fieles.

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CAPÍTULO 12

"Que las consecuencias sean lo que deban ser'

E1 1° de abril de 1838, Abraham Lincoln escribió la siguiente carta desde Springfield, Illinois, a un amigo de toda su vida en Quincy. Dado que Lincoln sentía que se había puesto en ridículo, y que el 1o

de abril en Estados Unidos es el día de los inocentes, escogió por tanto esa fecha, como el día más apropiado para relatar su experiencia: "En el otoño de 1836...una señora gran amiga mía, que iba a visitar a su padre...me dijo que a su regreso traería a una hermana suya consigo con la condición de que yo me comprometiese a casarme con ella a la brevedad posible. Yo acepté la propuesta pero entre usted y yo, estaba muy confundido con el asunto. Yo había visto a la susodicha hermana unos tres años antes, pensé que era inteligente y agradable y no tuve ninguna objeción para no trabajar arduamente en la vida mano a mano con ella. El tiempo pasó, mi amiga hizo su viaje y en el debido momento regresó, en compañía de su hermana, por supuesto. Esto me inquietó un poco por cuanto me parecía que su llegada tan pronto mostraba que estaba un tanto deseosa; pero meditando en eso se me ocurrió que tal vez ella hubiera venido a insistencia de su hermana, sin que le hubiese mencionado nada concerniente a mí... Todo esto ocurrió cuando escuché de su llegada al vecindario, ya que como lo mencioné anteriormente, yo no la había visto por varios años.

"A los pocos días tuvimos una cita, ella no parecía como yo me la había imaginado. Yo sabía que era un poco gordita, pero ahora parecía ser una buena compañera para Falstaff [un personaje obeso en las

obras de William Shakespeare]; yo sabía que le llamaban 'solterona' y ahora comprendía la veracidad de tal apelativo; pero al estar con ella, no podía dejar de pensar en mi mamá; y esto no por sus rasgos marchitos, porque su cutis estaba tan lleno de grasa que no permitía contraerse en arrugas, sino por su falta de dientes y, en general, por la noción que corría en mi cabeza, de que nada pudo haber comenzado de ese tamaño desde la infancia y que cómo habría alcanzado su presente volumen en menos de treinta y cinco o cuarenta años; en realidad, no estaba del todo complacido con ella. Pero, ¿qué podría hacer yo? Yo le había prometido a su hermana que la tomaría en las buenas o en las malas; y he adoptado en mi vida una decisión de honor y de conciencia, de mantener mi palabra en todas las cosas, especialmente si otras personas están involucradas en el hecho, lo cual se daba en este caso. Además, ahora estaba completamente convencido de que ningún otro hombre en la tierra habría de tomarla como esposa....Pues bien, me comprometí y ahora que las consecuencias sean lo que deben ser. Decidí entonces considerarla como mi esposa; y habiendo hecho esto, todas mis facultades de descubrimiento se pusieron en acción, en busca de perfecciones en ella, lo cual era una tarea difícil dados sus defectos" (Carl Sandburg, Abraham Lincoln: The Prairie Years and the War Years, pág. 59).

Cada vez que leo esta carta me pregunto si yo habría tenido la integridad de Lincoln. Dudo que muchos hombres la tuvieran. La mayoría buscaría una manera rápida de zafarse a través del raciocinio y las excusas. Lincoln, sin embargo, mantuvo firme su palabra y le pidió a la mujer que se casara con él. De hecho se lo propuso varias veces, pero en cada caso ella lo rechazó. Finalmente se dio por vencido y se casó más tarde con Mary Todd.

Los convenios que hacemos en el templo son seguramente tanto o más importantes que las promesas que hacemos con otras personas. Cuan hermoso sería si cada uno de nosotros pudiera decir, como dijo

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Lincoln, "Pues bien, me comprometí y ahora que las consecuencias sean lo que deben ser".

EL ALMA EN SUS PROPIAS MANOS

Otro ejemplo de alguien que no se preocupó por las consecuencias es el de Sir Thomas More. Su ejemplo ha sido llevado a la pantalla en una de las mejores películas jamás producidas: A Man for All Seasons. En ella se cuenta la historia de Sir Thomas More y su muerte por rehusar tomar un juramento que apoyaba el matrimonio de Enrique VIII de Inglaterra con Ana Bolena y su rompimiento con la Iglesia Católica.

En una escena culminante hacia el final de la obra, a Margaret, la hija de Thomas More, se le concede permiso para que visite a su padre en la prisión, con el fin de ver si ella logra persuadirlo para que haga el juramento. La conversación es una poderosa lección en lo que respecta a hacer convenios y tomar juramentos:

Margaret: "Dios ve más los pensamientos del corazón que las palabras de la boca. O así me lo has enseñado".

More: "Sí" Margaret: "Entonces podrías decir las palabras del juramento mientras que en tu corazón piensas

otra cosa". More: "¿Qué es un juramento sino las palabras que decimos

a Dios?...Cuando un hombre toma un juramento, Meg, él se está poniendo a sí mismo en sus propias manos. Como el agua [junta sus manos en forma de copa]. Si abre los dedos—no puede esperar hallarse a sí mismo otra vez. Algunos hombres no son capaces de esto, pero aborrecería pensar que tu padre fuese uno de ellos".

En un sentido muy real nosotros hacemos lo que More describió cuando contraemos los sagrados convenios en el templo. Ponemos nuestro destino eterno en nuestras propias manos. La mayoría de las personas no quebrantan a sabiendas sus convenios del templo y dejan caer al suelo el agua de sus almas. El estado indigno usualmente llega de maneras más sutiles. Se nos desliza por entre los dedos mediante nuestra apatía o nuestra atención desmedida a las cosas del mundo.

Como ha sido mencionado, es a menudo el pago de diezmos y ofrendas lo que muchas familias no pueden cumplir. Y desde luego, si nosotros no podemos vivir esta ley nunca podremos vivir las leyes más altas que durante la ceremonia de la investidura prometemos practicar.

EL ASUNTO ERA SIMPLE. Robert Bolt admiraba profundamente a Sir Thomas More.

Escribió una extensa explicación sobre More como prefacio de su obra. En sus descripciones podemos hallar otras verdades aplicadas a nuestros propios compromisos, juramentos sagrados hechos en altares santos: "Un hombre toma un juramento solamente cuando quiere comprometerse en una forma excepcional a lo dicho, cuando quiere establecer una identidad entre la verdad y su propia virtud. Él se ofrece a sí mismo como garantía. Y así funciona. Existe una clase especial de desdén para quien da falso testimonio; sentimos que ese hombre no vale nada, no tiene ninguna garantía que ofrecer...".

"A More se le pidió retractarse de la posición que había adoptado. Esa persona dócil, con buen sentido del humor, sin presunciones, se torna como un metal, sobrecogida ante un rigor absolutamente primitivo, y sin embargo no podía moverse más de lo que puede hacerlo un risco....

"Para él un juramento era algo perfectamente específico. Era una invitación a Dios, una invitación que Dios no podía rehusar de actuar como testigo y juez.... Así, para More, el asunto era simple" (A Man for All Seasons, págs. xi-xii; énfasis añadido).

De este modo también para nosotros el asunto debe ser simple. Un solo convenio, cuando lo hemos percibido rectamente, nos ahorra horas de decisiones a tomar en el futuro y nos fortalece contra futuras

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tentaciones. Puede que no seamos perfectos en obedecer nuestros convenios pero debemos hacer un esfuerzo serio por cumplirlos. Nadie "vive según sus ideales", dijo Heber J. Grant. Pero agregó: "Si nos estamos esforzando, si realmente obramos en eso, si estamos tratando con lo mejor de nuestra capacidad para mejorar día tras día, entonces estamos encauzados en nuestro deber. Si estamos buscando cómo remediar nuestros propios defectos, si estamos viviendo de modo que le podamos pedir a Dios por luz, por conocimiento, por inteligencia, y sobre todo por Su Espíritu, entonces podremos hacer frente a nuestras debilidades; entonces podremos decir que estamos en el camino estrecho y angosto que lleva a la vida eterna y ya no debemos temer" (Conference Report, abril de 1909, pág. 111). Brigham Young también enseñó esta importante doctrina: "No importa cuál sea la apariencia externa, una verdad irrefutable es que si el corazón de la gente está dispuesto a hacer la voluntad del Padre Celestial, aun cuando puedan fallar y actuar con debilidad debido a su naturaleza humana, aún así ellos serán salvos" (Journal of Discourses 5:256).

ARREPIÉNTETE CUANTO ANTES

A toda costa, no debemos ser apáticos en cuanto al templo ni tratar nuestros convenios con ligereza. Si somos indignos, no debemos dejar pasar los años antes de que regresemos. El Señor sabía que algunas personas podrían fallar en mantenerse dignas de entrar al templo por las tentaciones y por las debilidades de la naturaleza humana. No estamos condenados por nuestros pecados y errores más de lo que estamos por no hacer lo que debemos hacer. En términos de los convenios del templo, la condenación viene por no corregir nuestras faltas para poder regresar al templo. El ser dignos y el deseo de regresar al templo, son a menudo las mejores señas de que nuestro arrepentimiento es completo y aceptable para el Señor. Debemos entonces perdonarnos, continuar nuestra vida y permanecer dignos de entrar a la Casa del Señor.

Aun la oración dedicatoria del templo de Kirtland se refiere a estas cosas: "Cuando tu pueblo transgrediere, quienquiera que sea, se arrepienta cuando antes y vuelva a ti y halle gracia ante tus ojos, y séanle restauradas las bendiciones que tú has decretado que se derramen sobre los que te reverencien en tu casa" (D. y C. 109:21). La invitación de ir a la Casa del Señor está siempre extendida. Jesús dijo: "He puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar" (Apocalipsis 3:8). Solamente nuestro rechazo de entrar por esa puerta nos mantendrá permanentemente fuera del Reino de Dios.

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CAPÍTULO 13

Privilegios que inspiran y nos coronan

En el templo hacemos convenios con el Señor y se nos dan leyes y mandamientos que gobiernan nuestra vida. Desafortunadamente, las palabras tales como convenios, leyes y mandamientos pueden no tener una connotación positiva en nuestra mente. Algunas veces sentimos que tales palabras son restrictivas, limitativas, autoritarias, destructivas, o inhibidoras. La actitud del Señor es muy diferente. En Doctrina y Convenios Él explica que los "mandamientos" dados a José Smith "inspiraron" al Profeta (D. y C. 20:7). En la sección 51 el Señor "concede" a los de este pueblo el "privilegio de organizarse conforme a [Sus] leyes" (v. 15; énfasis añadido). Más adelante, en la sección 59, el Señor promete que los que son fieles "serán coronados con bendiciones de arriba, sí, y con mandamientos no pocos" (v. 4; énfasis añadido).

En nuestra actitud hacia los mandamientos y las leyes, ¿incluimos las palabras inspirador, privilegio, coronados o bendición7. Dudo que muchos de nosotros hayamos orado: "Señor, por favor, 'coróname' con Tus mandamientos y leyes". ¿Nos emociona recibir "mandamientos no pocos"? Cuando recibimos los mandamientos, ¿son siempre "inspiradores"? Cuando los recibimos rectamente, los convenios, los cuales contienen compromisos que debemos cumplir, son una bendición. ¿Es un privilegio recibirlos? ¿Nos inspiran a una vida más noble?

Con esta actitud, los convenios que hacemos en el templo son más fáciles. No nos molesta, por ejemplo, que no podamos vestirnos con las últimas modas o con vestidos cortos u otro tipo de ropa, por cuanto hemos hecho un convenio diferente con la investidura del templo. Nos enfocaremos más en la inspiración, en la bendición y en el privilegio que nos coronan al usarlos reverentemente de modo que podamos recibir las promesas específicas que el Señor nos otorga a cambio.

UN "CRECIMIENTO SATISFACTORIO" EN TODOS LOS ASPECTOS

Cuando yo era niño, solía comportarme mal. Parece que causaba molestias en cada clase a que asistía. En la primaria se me dio el apodo de "el Santo Terror". Ningún maestro me quería en su aula, y se me dijo que hubo una celebración cuando finalmente me gradué. No era mal intencionado ni rebelde; simplemente no podía quedarme quieto. Me sentía restringido y confinado, y siempre tenía la necesidad de decir algo a mi compañero más cercano. Recuerdo que un consejero del obispado me sacó de una clase de la Escuela Dominical y me sentó en la silla junto a mi mamá, en una clase de adultos, la cual ella estaba enseñando. Era una clase sobre las relaciones entre padres e hijos.

En la escuela, las cosas no cambiaron casi para nada. Encontré recientemente en el sótano de mi casa algunos formularios de calificaciones escolares de mi infancia. Éstos relatan una historia que recuerdo muy bien. Cada reporte tenía una sección titulada "Desarrollo de carácter y comportamiento". Esa sección estaba dividida en seis aspectos, cada uno de los cuales tenía una casilla en la cual la maestra indicaba el progreso del alumno. Mi formulario lucía básicamente igual en todos los aspectos: "1. Trabaja bien con los demás: Necesita un mayor progreso. 2. Juega bien con los demás: Necesita un mayor progreso. 3. Muestra autocontrol: Necesita un mayor progreso. 4. Termina su trabajo: Necesita un mayor progreso. 5. No desperdicia el tiempo ni los materiales: Necesita un

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mayor progreso. 6. Asume responsabilidad hacia la escuela y las reglas de seguridad: Necesita un mayor progreso".

A menudo la maestra enviaba a los padres algunos comentarios sobre el alumno. Sus comentarios sobre mí usualmente contenían esta frase: "Michael necesita practicar más autocontrol". Mi maestra del jardín de infantes escribió: "A Michael debemos recordarle a menudo las reglas, lo cual hace que tenga que dedicarle más tiempo que a otros alumnos. Su grado de atención es bajo". Seis meses más tarde, el comentario final de la maestra antes de que fuese adelantado al primer grado fue: "A Michael todavía deben recordársele las reglas a menudo".

El tiempo pasó, pero parece que yo no cambié mucho. Mi maestra de tercer grado escribió: "Michael debe aprender a ser más considerado con los demás. Él es muy impaciente con el trabajo escrito. Si pudiera calmarse y trabajar más despacio, sus tareas serían más ordenadas". Casi cada calificación escolar tenía un comentario acerca de mi pobre caligrafía, la cual, hasta el día de hoy, no ha mejorado mucho. Otro maestro, en su comentario final dijo: "Debe mejorar en todos sus hábitos de trabajo". Después de marcar las casillas "Necesita un mayor progreso", otro maestro escribió: "Mike todavía interrumpe continuamente en las clases; espero que pueda controlarse el próximo a ñ o "

Esto continuó hasta el octavo grado, cuando empecé a controlarme más y mis notas de comportamiento mejoraron.

Mis calificaciones de quinto grado sobresalen de las demás. En la sección de "Desarrollo de carácter y comportamiento", mi profesor, el señor Burns, marcó cada casilla con "Progreso satisfactorio". Fue un informe perfecto. En el recuadro para comentarios del profesor, el señor Burns, escribió: "Mike es un buen muchacho en todo aspecto. Estudia mucho, juega mucho. Estoy muy orgulloso de él en todo. Su progreso es claro en todo sentido y estoy seguro de que él está consciente de su crecimiento y que trata de mejorarse cada vez más. En verdad, su caligrafía no es lo que debería ser, pero con un esfuerzo constante y en su debido tiempo Mike hallará crecimiento y satisfacción en este particular. ¡Adelante, Mike!"

Nunca olvidaré al señor Burns. Yo lo amaba. Él fue un héroe en mi niñez. Yo habría hecho cualquier cosa para complacerle. Recuerdo que en forma consciente yo trataba de hacer lo que fuese para ganar su aprobación. En consideración al señor Burns, me sentaba quieto en la clase y no hablaba con ninguno de mis compañeros. Mi amor por ese maestro me hizo observar todas las reglas, controlar mi comportamiento, tratar lo mejor posible de escribir en forma nítida y mostrar un progreso "satisfactorio en todos los aspectos".

El secreto de la obediencia es el amor. Nos da la fortaleza para mantener nuestros convenios y para tratar aún más arduamente cuando parecemos estar fallando. Nosotros obedecemos a Dios porque lo amamos. Mantenemos nuestros convenios del templo porque lo amamos y porque sabemos que se complace con nuestra diligencia en esforzarnos por vivir la clase de vida que se nos ha enseñado en Su Casa. Él es nuestro héroe y nosotros queremos, más que ninguna otra cosa, complacerle de modo que Él pueda escribir en nuestro informe "Progreso satisfactorio en todos los aspectos". El saber que Él es nuestro Padre nos ayuda a que nuestro amor fluya con más pureza. No es de extrañar entonces que Satanás desee tanto destruir el conocimiento de que cada uno de nosotros es un hijo o una hija literal de Dios.

"VIVIR MILES DE VECES MÁS RECTAMENTE"

Algunas veces obedecemos las reglas, los mandamientos, normas o convenios del Señor por otras razones más que por amor. Los obedecemos por temor, culpa o el deseo de recibir un reconocimiento. Estas aptitudes traen obediencia pero no una obediencia que perdura. En las Escrituras, la relación del convenio del Señor con Su pueblo es a menudo comparada con el de un novio y su novia. Este tipo de amor es dulce; busca complacer y se concentra en el ser amado. Desea hacer convenios eternos de una devoción duradera. Las canciones de amor en cualquier idioma celebran el poder eterno e inmutable del

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amor. Seguramente nuestro amor por el Esposo sería lo mismo. En la obra "El Mercader de Venecia", Shakespeare nos da una hermosa descripción del poder del amor. Aquí Porcia habla a su amado Bassanio:

Vedme aquí, Lord Bassiano, tal como soy. .... Por lo que a mí se refiere, no alimentaré ningún ambicioso deseo de ser mejor de lo que soy; pero por vos quisiera poder triplicarme veinte veces; quisiera ser mil veces más bella, mil veces más rica; y en fin, solamente por elevarme más de lo que vos me estimáis, quisiera en riquezas, en virtudes, en hermosura, en amigos, exceder todo cálculo. Pero la suma total de mi persona equivale a cero; es decir, para expresarme con brevedad equivale a una joven sin instrucción, sin saber, sin experiencia, dichosa ante todo de no ser aún tan vieja que no pueda aún aprender; más feliz, porque no es tan falta de talento que no pueda aprender; y dichosa, por encima de todo, de poder confiar mi espíritu dócil a los cuidados del vuestro, para que lo dirija como su dueño, su gobernador, su rey. Mi persona y lo que me pertenece os son transferidos y se convierten en vuestros; no hace más que un instante yo era la soberana de este espléndido castillo, el ama de mis criados, la dueña de mí misma. Y ahora, ahora este castillo, estos criados, esta persona que soy, son vuestros, señor. (Acto III, Escena II, líneas 150-173).

Éste es el espíritu del templo. Nos entregamos libremente a nosotros mismos y todo lo que somos ante el altar, así como Porcia libre y gozosamente se dio enteramente a Bassanio. Como Porcia, deseamos ser mil veces más rectos, más dedicados, e instrumentos más aptos en las manos del Señor. Esa devoción nos brinda la habilidad de mantener nuestros convenios del templo para nosotros y para el Señor. Éstos son los convenios que nos santifican.

En otra hermosa escena de la literatura clásica de Dante, Virgilio responde a un mandamiento de Beatriz con las siguientes palabras: "Vuestro mandamiento me complace tanto que el obedecerlo, si ya estuviese hecho, fuese lento para mi" (La Divina Comedia, Canto II, líneas 78-80). Conociendo de quién son los mandamientos y las leyes que nos comprometemos a obedecer, ¿vacilaría alguno de nosotros en responder a ellos con prontitud?

Las Escrituras nos dan numerosos ejemplos de esta hermosa aptitud hacia los convenios y los

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mandamientos del Señor. Advierta la dulzura que contienen las siguientes frases de hombres y mujeres del pasado. Cuando el Señor llamó al joven Samuel, su respuesta fue: "Habla, porque tu siervo oye" (1 Samuel 3:10). Cuando a María se le dijo que sería la madre del Redentor del mundo, su respuesta a Gabriel demostró su verdadero amor: "He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (Lucas 1:38). Cuando un ángel le preguntó a Adán por qué ofrecía sacrificios al Señor, él respondió: "No sé, sino que el Señor me lo mandó" (Moisés 5:6). El Señor le preguntó a Isaías; "¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?", a lo que Isaías respondió: "Héme aquí, envíame a mí" (Isaías 6:8). En el camino a Damasco, Pablo preguntó: "¿Qué quieres que yo haga?" (Hechos 9:6). El hermoso ejemplo de obediencia de Nefi es bien conocido: "Iré y haré lo que el Señor me ha mandado", le dijo a su padre, "...sin saber de antemano lo que tendría que hacer" (1 Nefi 3:7; 4:6). No es de sorprendernos que las últimas palabras que se escribieron de Nefi fueran "debo obedecer" (2 Nefi 33:15). Cuando Jesús le dijo a Pedro: "Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar", Pedro le respondió: "Maestro toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red" (Lucas 5:4-5).

Todos estos ejemplos son reflexiones del gran ejemplo de Jesús mismo. A la edad de doce años, tras enseñar en el templo, le preguntó a su madre: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en ¡os negocios de mi Padreme es necesario estar?" (Lucas 2:49; énfasis añadido). Pero la descripción última de esa actitud hermosa fue la que Él mostró cuando el Padre preguntó: "¿A quién enviaré? Y respondió uno semejante al Hijo del Hombre: Heme aquí; envíame" (Abraham 3:27). Más tarde, cuando se postró en Getsemaní, confirmó Su decisión premortal de la Expiación cuando dijo: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mateo 26:39).

Cada uno de estos ejemplos muestra una obediencia nacida del amor y de la confianza. En su mayoría, estas personas no siempre entendieron el significado completo o la necesidad de los mandamientos, pero sabían que amaban al Señor y Sus mandamientos eran razón suficiente. Sin duda ellos podían comprometerse a obedecer. Esto no es una obediencia ciega. No creemos en una obediencia ciega en esta Iglesia, pero creemos en una obediencia que confía. La experiencia no demorará en mostrarnos que la obediencia que confía siempre termina siendo una obediencia iluminada, como sucedió con cada una de las personas mencionadas anteriormente. Conforme contemplamos los convenios y mandamientos inspiradores del templo, cultivaremos las actitudes de Porcia, de Virgilio, de los grandes hombres y mujeres de las Escrituras y, sobre todo, el ejemplo de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

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PARTE 5

UNA CASA DE GLORIA

Te alabamos porque nuestros padres, desde el postrero hasta el primero, desde ahora y hasta el principio,

pueden ser unidos a nosotros con vínculos indisolubles, forjados por el Santo Sacerdocio, y como una gran familia unida en Ti y ligada por Tu poder, podremos estar ante Ti juntamente, y por el poder de la sangre

expiatoria de Tu Hijo ser librados de todo mal, ser salvos y santificados, exaltados y glorificados. (ORACIÓN DEDICATORIA DEL TEMPLO DE SALT LAKE)

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C A P Í T U L O 14

La parábola de las llaves

poder del templo en nuestra vida personal nos impulsa a entrar por sus puertas. Pero existen otras razones que nos compelen igualmente a hacerlo a menudo: aquellas relacionadas con los muertos. Las ordenanzas del templo significan más para mí cuando estoy haciendo la obra por mis propios antepasados. El espíritu de Elias arde más fuertemente, más brillantemente y con más claridad, iluminando los símbolos y ampliando todas las bendiciones del templo. Cuando oficio por uno de mis antepasados, puedo nadar en el río más profundamente, ganar más conocimiento y visión, sentir una mayor serenidad, estar más seguro de la protección, fijar un compromiso aún más fuerte en mis convenios, y estar más atento. El amor del Señor parece fluir más suave y apaciblemente en esos momentos. Todo lo que aprendo se magnifica y me doy cuenta del completo poder del templo. No quiero decir con esto que el templo no bendiga en toda forma a quienes sin egoísmo oficien por los muertos usando los nombres ofrecidos en el templo, pero en la adoración en el templo se garantiza un refinamiento del Espíritu y una plenitud de gozo a quienes toman parte en esta etapa adicional y que a menudo consume mucho tiempo.

Todas las doctrinas, principios y ordenanzas del Evangelio son inherentemente sencillos. Podemos entenderlo todo y enseñarlo a los demás si confiamos en las Escrituras, en las enseñanzas de las Autoridades Generales, en el susurro del Espíritu Santo y en el sentido común. El templo no es nada diferente; su poder se basa en la sencillez.

El tema central para la Primaria en 1993 se concentró en el templo. Durante ese año, yo tuve la oportunidad de hablar a los niños acerca de la Casa del Señor. Compartí con ellos el hermoso pasaje de Ezequiel mencionado en capítulos anteriores. Les conté también una parábola. Me he dado cuenta de que el contarles esta parábola fue lo mejor que pude hacer para enseñarles a entender la obra que se hace por los muertos. Y al contársela, percibí que también los adultos se relacionan con ella y que aumenta su entendimiento. Mucho de lo que me gustaría decir acerca del templo, cómo se relaciona con los vivos y con los muertos, está contenido en ella.

La verdad que la parábola intenta expandir, se recalca en la sección 128 de Doctrina y Convenios. En ella, José Smith escribió: "Y ahora, mis muy queridos hermanos y hermanas, permítaseme aseguraros que éstos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación. Porque su salvación es necesaria y esencial para la nuestra, como dice Pablo tocante a los padres: que ellos sin nosotros no pueden ser perfeccionados, ni tampoco podemos nosotros ser perfeccionados sin nuestros muertos... Ni tampoco podemos nosotros ni ellos perfeccionarnos sin los que han fallecido en el evangelio" (versículos 15,18).

Adviértase que el "eslabón conexivo" que nos perfecciona no es solamente para aquellos que han muerto sin el Evangelio, sino también para "los que han fallecido en el evangelio". Toda la familia humana debe llegar a ser "una unión entera, completa, y perfecta" (D. y C. 128:18). Con ese fin ofrezco esta parábola.

LA PARÁBOLA DE LAS LLAVES - Había una vez un niño y una niña que amaban mucho a Jesús, y Él los amaba también. Ellos eran

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buenos y siempre dijeron la verdad, y cualquier cosa que Jesús quería que hicieran, ellos trataban de hacerla lo mejor posible.

"Ustedes pueden venir a mi casa" les dijo Jesús un día, "y allí voy a darles un regalo". Se vistieron con sus mejores ropas, se aseguraron de estar limpios, y fueron a la casa de Jesús. Era una

casa hermosa, la cual les hizo sentirse hermosos por el solo hecho de estar dentro de ella. Encontraron a Jesús y Él les dio su regalo. Era una llave, una hermosa llave.

"Cuiden esta llave", les dijo. "Pónganla junto a su corazón. No dejen que se manche ni que se oxide. Consérvenla siempre con ustedes. Un día les va a abrir una puerta hermosa. Cuando lo deseen, ustedes pueden regresar a mi casa, y cada vez que lo hagan les pediré que me muestren la llave".

Ellos le prometieron que lo harían y se fueron a su hogar. Regresaron a menudo a la casa de Jesús, y cada vez Él les preguntaba si todavía tenían la llave y ellos

siempre se la mostraban. Un día Jesús les pidió que lo siguieran. Los llevó a una colina cubierta de pastos verdes y árboles. En

la cima de la colina había una mansión en medio de un hermoso jardín. Ni siquiera en sus sueños habían visto nada que se le igualara.

"¿Quién vive aquí?", le preguntaron. "Es para ustedes", les respondió. "Éste es su hogar eterno. Lo he estado edificando para ustedes. La

llave que yo les di calza en una de las cerraduras de la puerta principal. Ahora corran hacia arriba por el camino y pongan su llave en la cerradura".

Corrieron cuesta arriba por la colina y por el jardín hasta la puerta principal. "Si ésta es hermosa por fuera", dijeron, "¡debe serlo aún más por dentro!"

Cuando llegaron a la puerta principal se detuvieron. Era la puerta más extraña que jamás habían visto. En vez de una cerradura, la puerta estaba cubierta con muchas cerraduras—centenares y aun miles de ellas, y ellos tenían solamente una llave.

Pusieron su llave en una de las cerraduras, pero no calzaba. La pusieron en otra y tampoco calzaba. Trataron muchas diferentes cerraduras. Finalmente hallaron una en la que sí calzaba. Le dieron vuelta la llave y oyeron abrirse la cerradura. Pero la puerta no se abrió.

Fueron corriendo a Jesús. "No podemos abrir la puerta", le dijeron. "Hay en ella muchas cerraduras y nosotros tenemos solamente una llave".

Él sonrió y les dijo: "¿Ustedes piensan que serían felices viviendo solos en su mansión? ¿Conocen a alguien más que querrían que viviera con ustedes?"

Ellos pensaron por un rato y le contestaron: "Nos gustaría que nuestras familias viviesen con nosotros".

"Vayan y búsquenlos", les dijo. "Invítenles a mi casa y yo le daré a cada uno su propia llave. Pronto tendrán ustedes muchas llaves". Se fueron corriendo entusiasmados por buscar a sus familiares.

Encontraron a sus padres, sus hermanos y hermanas y a todos sus primos y los llevaron a la casa de Jesús. Él, tal como les había prometido, les dio una llave a cada uno. Cuando a todos les fue dada una llave, fueron juntos a la puerta de la gran mansión.

Ahora ellos tenían docenas de llaves, pero todavía había miles de cerraduras y la puerta no se abría. Necesitaban tener muchas otras llaves.

Una vez más, regresaron a Jesús. "Hemos traído a nuestras familias", le dijeron, "pero la puerta todavía no se abre."

"¿Tienen sus padres una mamá y un papá, y hermanos y hermanas?", les preguntó. "¿Piensan que serían felices viviendo en la hermosa mansión sin ellos? Si ustedes buscan, van a encontrar a muchas, muchas personas. Tráiganlas a todas a mi casa y a cada una de ellas yo le daré una llave".

Ellos buscaron con afán, tal como Jesús les había dicho. Encontraron madres y padres.

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Encontraron hermanos y hermanas. Encontraron abuelos y abuelas, bisabuelos y bisabuelas. Encontraron tías y tíos, sobrinos y sobrinas, y primos y primas.

Los encontraron en ciudades grandes. Los encontraron en pequeñas villas. Algunos vivían en la playa. Otros vivían en la pradera. Algunos vivían cerca de las montañas. Otros vivían lejos, al otro lado del océano. Y algunos vivían cerca, en la próxima colina.

Algunos eran cerrajeros y otros eran granjeros. Había zapateros, sastres y pescadores. Había maestros, mecánicos y tenderos.

Algunos eran altos, con sombreros de extraña apariencia. Otros eran bajos y usaban zapatos de madera. Hablaban diferentes idiomas y venían de muchos países diferentes.

Encontraron a algunos con largos cabellos rubios que les caían en trenzas por la espalda. Encontraron a algunos pelirrojos de cabello corto que se les paraba y tenían que escondérselo bajo un sombrero.

El niño y la niña buscaron hasta que encontraron a todos y cada uno de sus familiares. Llevaron a todos los padres, hermanos y hermanas, tíos y tías, primos y abuelos a la casa de Jesús.

Dentro de Su Casa, Él les dio a cada uno su propia llave. Sin demora, toda la familia se reunió ante la gran puerta. Había una cerradura para cada llave.

Dieron vuelta la llave pero la puerta permaneció aún cerrada. Había una cerradura final, una grande en el centro de la puerta y nadie tenía la llave para abrirla.

El niño y la niña regresaron entonces a Jesús. "Hemos encontrado a todos nuestros familiares", le dijeron, "pero la puerta todavía no se abre. Nos hace falta una llave y no sabemos dónde encontrarla". Jesús se sonrió, puso Sus brazos alrededor de ellos, y les dio a cada uno un beso. "Yo tengo la última llave", les dijo, y la sostuvo en alto. Era bri llante y muy hermosa.

"Ésta es la llave de mi expiación", les dijo. "¿Acaso no soy un miembro de la familia? ¿Piensan ustedes que serían felices viviendo en la mansión sin mí? ¿Piensan que yo sería feliz viviendo sin ustedes? Ahora que han hallado a la familia completa, todos mis hermanos y hermanas, todos los hijos de nuestros padres, juntos entraremos en nuestro hogar eterno, un hogar que siempre estará allí donde las familias vivan en unión y se amen".

Les tomó de la mano y la familia entera abrió la puerta. Entraron en la mansión y pasaron juntos una eternidad de felicidad.

"En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino" (Juan 14:2-3; énfasis añadido).

Nosotros entramos en los templos a fin de recibir de Dios la llave necesaria para abrir la puerta de nuestro hogar eterno. Una vez que tenemos la llave en nuestro poder, la guardamos en forma sagrada, y nace en nuestro corazón el deseo de que toda nuestra familia y todos a quienes amamos también reciban una llave. Nuestro amor se empieza a ensanchar y a acrecentar hasta que incluye no solamente a nuestros hijos y nietos, sino también a nuestros antepasados de muchas generaciones. En el templo se nos da la llave preciosa que abre no solamente el gozo eterno sino también grandes satisfacciones temporales, y se nos extiende una invitación para ayudar al Señor a hacer llegar la salvación y la vida eterna a todos Sus hijos. ¿Y en qué obra de mayor satisfacción podríamos participar? ¿Acaso pensamos que seríamos felices viviendo solos en nuestra mansión?

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CAPÍTULO 15

"El más glorioso de todos los temas'' En Doctrina y Convenios el templo es llamado una "casa de gloria". Es un título merecido por varias

razones. Se nos asegura que la "presencia" del Señor estará allí "continuamente" y que Su "gloria descansa sobre [Su] pueblo" (D. y C. 109:12). También sabemos que "la gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras luz y verdad" (D. y C. 93:36). El templo es un lugar donde la inteligencia del Señor fluye a los Santos, pero es una casa también de gloria por otra razón igualmente significativa-dentro de sus paredes se realiza la obra más gloriosa de la Restauración.

Si se nos preguntase cuál es el tema más glorioso que pertenece al Evangelio, ¿qué responderíamos? Existen tantos aspectos hermosos y edificantes del Evangelio que sería difícil señalar uno solo. Sin embargo, las Escrituras contestan la pregunta. Nos enseñan simplemente que la obra del templo, particularmente la que se realiza por los muertos, es "el [tema] más glorioso de todos los que pertenecen al evangelio sempiterno" (D. y C. 128:17; énfasis añadido). ¿Qué es lo que hay en la obra del templo que merezca tales elogios? ¿Por qué es tan gloriosa? ¿Por qué se tiene en tan alta posición a la luz de todas las otras obras hermosas del Evangelio? Trataré de responder a esto relatando cómo la obra del templo ha llegado a ser una fuente de gloria en mi vida y en la de mi familia.

"RECUÉRDAME"

Cuando era joven, leí la historia de mis antepasados valdenses cuyas creencias trajeron sobre sus cabezas siglos de persecución. Ellos vivían en los valles Piamonte de los Alpes, en donde pudieron hallar una forma de protección contra el furor del prejuicio religioso. Allí trataron de practicar su fe de acuerdo con las verdades más simples de la Biblia. Mi tercera bisabuela tenía en ese tiempo unos catorce años de edad; era una valdense francesa de nombre Pauline Combe, hija de Jean Combe. Ésta es su historia, tal como fue escrita por su hija, mi segunda bisabuela, Madeleine Malan: "Nuestros antepasados fueron descendientes de los valdenses... Ellos se apegaron al Antiguo y Nuevo Testamento. Mantenían la creencia de que las Santas Escrituras eran la única fuente de fe y de religión.

"Cuando nuestra madre Pauline Combe tenía cerca de quince años de edad en la primavera de 1820, bajó con su papá a las planicies de Piamonte para hacerse cargo de un gran criadero de gusanos de seda; cada uno tenía una camilla en un largo y espacioso pasillo en donde cuidaban los gusanos de seda. Un día, más o menos una semana antes de que terminase la temporada, ella estaba leyendo sobre la vida de Cristo y Sus apóstoles y sobre el Evangelio tal como era enseñado por ellos.

"Una noche, después de retirarse, estaba en su camilla meditando acerca de lo que había estado leyendo y deseaba haber podido vivir en aquellos tiempos. De repente la habitación entera se iluminó como al mediodía. Ella se sentó en la camilla y una presencia celestial llenó la habitación. Empezó a cantar un himno sagrado, cuando doce personajes vestidos en ropas blancas aparecieron y, formando un semicír-culo alrededor de su camilla, se unieron en el canto. Al terminar, ellos y la luz partieron. Cuando regresó a casa, le relató la visión a su madre y, además de algunos otros comentarios, le leyó los versículos 17 y 18 del segundo capítulo del libro de los Hechos.

"Nuestro abuelo Jean Combe era un hombre religioso que asistía con regularidad a la iglesia siempre hambriento por el 'pan de vida' y deseoso por ser lleno espiritualmente, pero regresaba insatisfecho y algunas veces comentaba sobre la diferencia entre la enseñanza de esos días y las enseñanzas del Salvador y

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Sus apóstoles. "Cuando él estaba en su lecho de muerte, le dijo a nuestra hermana Mary que se hallaba sentada en la

habitación: 'Tal vez los mayores no puedan verlo, pero los jóvenes verán el día cuando el Evangelio será restaurado en su pureza y poder; y en ese día, Mary, ¡recuérdame!" (De una copia del documento original del autor).

Jean Combe, tal como sus padres antes de él, murió sin las orde nanzas salvadoras del Evangelio, sin bautismo, sin el don del Espíritu Santo, sin la investidura, y sin ser sellado a su familia eterna. Por muchos años sus padres no tuvieron las grandes bendiciones del sacerdocio. Él perdió la oportunidad de tenerlas tan sólo por unos pocos años. Poco después de la muerte de Jean Combe, Lorenzo Snow y varios otros élderes fueron a las playas de Italia. Fueron dirigidos por el Espíritu a los valles de los Alpes, a la villa misma donde vivía la familia de Pauline. Después de escuchar las verdades del Evangelio res taurado, ésta llegó a ser la primera familia que se unió a la Iglesia en Italia.

Las últimas palabras de Jean siempre han sido para mí el llamado de mis antepasados a través de todas las generaciones, extendiéndose más allá del velo y pidiendo ser recordados. Si la familia de Jean Combe y su ascendencia fuesen sus antepasados, sería una cosa gloriosa ir al templo y en esencia poder decirles: "Aquí están mis ojos; juntos miraremos la belleza de la Casa del Señor. Aquí están mis oídos; juntos escucharemos las palabras de vida eterna. Aquí están mis labios; juntos haremos convenios sagrados. Aquí están mis manos; juntos recibiremos los dones de vida eterna. Aquí están mis rodillas; arrodíllense conmigo ante el altar de la salvación, para llegar a ser uno con todos aquellos a quienes amamos mutuamente. Les recordaré". Nada de lo que he hecho jamás ha sido más glorioso.

"ESTOY SATISFECHO"

En Lancashire, Inglaterra, en la década de 1850, vivía una mujer llamada Ann Massey Clegg. Ella era una viuda delicada de salud. Criaba a cinco niños suyos y cuatro del matrimonio anterior de su esposo. Cada mañana, Ann contemplaba a Thomas, su hijo de cinco años, tomar a sus hermanitas de la mano y caminar hasta la hilandería de algodón y "trabajar 12 horas al día en un cuarto sucio y pobre mente ventilado respirando en sus pulmones la pelusa del algodón". Ellos subsistían con "un poco de té y un pedazo de pastel de avena en el fondo de una taza". La vida era amarga y dura. Ann esperaba y oraba siempre por mejores días.

Ann escuchó el mensaje de la Restauración y se unió a la Iglesia. La persecución le siguió. Un populacho dejó caer una bomba en la chimenea de su casa, la cual quemó a dos de sus niños. Ann sabía que tenía que encontrar una vida mejor para ellos. Mediante la fe y la oración, la oportunidad al fin le llegó. Un hacendado adinerado ofreció pagar el pasaje de cinco familias a Sión y la familia de Ann fue escogida entre ellas. A pesar de su quebrantada salud, temía que no llegara otra oportunidad, así que emprendió el largo viaje. Las semanas en el océano y el penoso viaje por tierra hasta Nebraska le pesaron mucho. Ella llegó al punto de que no podía ya caminar y sus hijos tuvieron que ponerla en una cama en el vagón. No pasó mucho tiempo sin que estuviera tan débil que no podía ni levantar la cabeza; aún así, ella se esforzó por vivir hasta ver a sus hijos salvos en Sión. Cuando llegaron al Cañón Inmigración, a la entrada de la Ciudad del Lago Salado, Thomas le levantó la cabeza a su mamá para que pudiera contemplar la hermosa vista. Ella la contempló en silencio y entonces susurró: "Estoy satisfecha".

Ann nunca recuperó su salud y murió pocas semanas más tarde. Murió sin la bendición de la santa investidura y sin haber sido sellada a su familia eterna. La enterraron en una sepultura sin marca en el cementerio de la ciudad. Varias generaciones más tarde, sus descendientes agradecidos colocaron sobre su sepultura un monumento de piedra con la inscripción: "Estoy satisfecha" (Historia escrita por Beatrice Edwards Sorenson).

Ann Massey Clegg es la tatarabuela de mi esposa. Si ella fuese antepasado de usted, sería algo

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glorioso ir al templo y efectuar para ella las ordenanzas de vida eterna, y decirle: "Aquí están mis ojos; juntos miraremos la belleza de la Casa del Señor. Aquí están mis oídos; juntos escucharemos las palabras de vida eterna. Aquí están mis labios; juntos haremos convenios sagrados. Aquí están mis manos; juntos recibiremos los dones de vida eterna. Aquí están mis rodillas; arrodíllate conmigo ante el altar de la salvación, para llegar a ser uno con todos aquellos a quienes amamos mutuamente. Te recordaré".

"ME GUSTARÍA QUE ESTEMOS JUNTOS OTRA VEZ PARA VIDA ETERNA"

En los tempranos años de 1600, en una pequeña villa de Hirzel, Cantón de Zurich, en Suiza, vivió la familia de Hans Landis. Tenían vacas lecheras y vivían una vida sencilla, pero no fue así su suerte. Hans Landis fue un predicador menonita cuya fe no era aceptable ni a la iglesia ni a las autoridades estatales. Después de años de oposición, de andar escondiéndose y en la cárcel, Hans fue decapitado en una plaza pública en Zurich en 1614. Las autoridades ordenaron que su esposa, Margaretha Hochstrasser, "fuese llevada a la cámara de muerte, fuese atada y que sólo se le diese el más mínimo cuidado. No se le permitió a nadie hablarle ni entrar en la habitación, esperando que de este modo ella pudiera escuchar y convertirse" (De una copia del documento original del autor).

La propiedad de la familia fue confiscada y los niños fueron dispersados. Su hijo Félix murió de hambre en la cárcel. Su hija Verena murió estando arrestada en su domicilio. Otro hijo, Hans, como su papá, fue enviado a la prisión, donde escribió la siguiente carta que todavía se preserva en los archivos de Zurich: "Te envío saludos a ti, mi querida esposa, y a todos ustedes en el nombre del Señor y Salvador. Quiero decirles que estoy bien y ruego que la gracia del Dios Omnipotente pueda mantenerme a mí y a todos ustedes en Su verdad. Quiero que sepan que los hombres han regresado dos veces desde que he estado prisionero aquí y que aún volverán por mí; por lo tanto, ruego a Dios encarecidamente por nosotros, que Él pueda velar sobre nosotros y darnos la voluntad para hablar y para estar callados cuando sea necesario.

"Te pido de nuevo, querida madre, que veles diligentemente por los niños y los amonestes a orar y a leer y a ser temerosos de Dios, como bien sabes lo que yo decía cuando estábamos juntos. Concerniente a los niños, les exhorto a ser muy obedientes; si el Señor permite que esté libre de nuevo, quisiera sinceramente mostrarles aún más cómo llevar Su palabra a través de la tierra, con toda su voluntad y con la voluntad de Cristo; a nada debería ponérsele más atención sino a Dios y a la palabra de Sus mandamientos básicos, y sólo esto debería ser honrado sinceramente por nosotros.

"Escrito por mí mismo, Hans Landis, en prisión en Ottenback, 1637". (De una copia del documento original del autor.)

No sé lo que sucedió con el autor de esta carta. Poco tiempo después le escribió de nuevo a su esposa: "Desconozco si vendré o no a ti; confío sinceramente en los mandamientos de un Dios amoroso, en su abrigo y protección... me gustaría que estuviéramos juntos otra vez en la vida eterna, si vivimos diligentemente y cumplimos con Su voluntad. Por eso, hijos míos, sean muy deseosos y tengan mucho amor por cada uno; les pido que hagan sinceramente esto con su entera voluntad. Si lo hacen, les traerá un gran tesoro después de este tiempo en la vida eterna... Me resigno a lo que el Señor me ha enviado". (De una copia del documento original del autor.)

Los nombres de los hijos de Landis fueron hallados en una lista de exiliados a Francia no mucho tiempo después de que esta última carta fuese escrita. La lista indica que los padres de los niños habían muerto. Supongo que murieron en Suiza como resultado de la persecución. Hans Landis, quien escribió estas cartas, es uno de mis antepasados. Algunos de sus nietos hallaron paz finalmente en el nuevo estado de William Penn, llamado Pennsylvania, en Estados Unidos. Dudo que las cartas se preserven en los archivos de Zurich; podría ser que nunca se hubiesen enviado.

La valentía de esta familia ha sido una inspiración para mí y para mis hijos. Ellos fueron fieles al

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conocimiento que poseían pero murieron sin las ordenanzas salvadoras del Evangelio. En la vida fueron dispersados, pero mediante las ordenanzas de la casa del Señor han llegado a estar "juntos otra vez para vida eterna" y han "hallado un gran tesoro".

Si la familia Landis estuviese entre sus antepasados, sería algo glorioso entrar al templo y poder decirles: "Aquí están mis ojos; juntos miraremos la belleza de la Casa del Señor. Aquí están mis oídos; juntos escucharemos las palabras de vida eterna. Aquí están mis labios; juntos haremos convenios sagrados. Aquí están mis manos; juntos recibiremos los dones de vida eterna. Aquí están mis rodillas; arrodíllense conmigo ante el altar de la salvación, para llegar a ser uno con todos aquellos a quienes amamos mutuamente. Les recordaré.

No debemos olvidar nunca que hacemos la obra por personas reales que tuvieron gozo y sufrimientos, tal como nosotros los tenemos. Ellos enfrentaron los desafíos de su vida con valor y con dignidad. Ellos amaron a su familia e hicieron sacrificios por su Dios. Nosotros no hacemos la obra por nombres sino por vidas, y al hacerlo nuestra alma se une a la de ellos y la de ellos se une a la de nosotros. Es por eso que es algo tan glorioso.

Ellos están muertos para este mundo, pero están vivos en el mundo de los espíritus; vivos para Dios, y vivos en nuestro corazón. "Los espíritus de los justos", enseñó José Smith, [están] "envueltos en llamas de fuego, no se hallan lejos de nosotros, y quizá conocen y entienden nuestros pensamientos, sentimientos y movimientos" (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág.402; énfasis añadido). En el templo, donde el velo es más delgado, se forja el eslabón conexivo del amor.

El presidente Joseph F. Smith testificó que los espíritus de los muertos estaban profundamente comprometidos y deseosos del bienestar de sus descendientes. Él escribió: "Declaro que vivimos en su presencia, nos ven, están pendientes de nuestro bienestar y nos aman ahora más que nunca... Ellos ven las tentaciones, los males que nos atacan en la vida, y la tendencia de los seres mortales a ceder a la tentación y hacer cosas equivocadas; por ello su interés por nosotros, su amor por nosotros y sus deseos por nuestro bienestar deben ser mayores de lo que nosotros sentimos por nosotros mismos. ...Si por la influencia iluminadora del Espíritu de Dios y a través de las palabras que han sido dichas por los profetas santos de Dios, pudiésemos ver más allá del velo que nos separa del mundo de los espíritus, veríamos con certeza que quienes han pasado más allá pueden ver más claramente a través del velo hacia donde estamos nosotros, de lo que nos es posible a nosotros mirar hacia donde están ellos desde nuestra esfera de acción,... no estamos separados de ellos... No podemos olvidarlos; no cesamos de amarles; siempre los tenemos en nuestro corazón, en nuestra memoria, y entonces estamos asociados y unidos a ellos con lazos que no se pueden romper, que no se pueden disolver, ni de los que nos podemos librar" (Gospel Doctrine, págs. 430-31).

AQUELLOS QUE ESTÁN EN TINIEBLAS

Aún si la vida de nuestros antepasados no hubiera sido noble ni valerosa, aún si ellos tomaron decisiones poco deseables, la obra que hacemos por ellos es siempre significativa y esencial. El presidente Brigham Young dijo a los Santos: "Vayan y realicen las ordenanzas en la Casa de Dios por quienes han pasado su probación sin el Evangelio, y por todos quienes recibirán cualquier clase de salvación; tráiganlos a heredar los reinos celestial, terrenal y telestial'' (Discourses of Brigham Young, pág. 624-25; énfasis añadido).

En la maravillosa visión de la redención de los muertos, ahora registrada en la sección 138 de Doctrina y Convenios, el presidente Joseph E Smith habló de aquellos espíritus que estaban en "tinieblas". A éstos los describió como: "los inicuos...los impíos y los impenitentes que se habían profanado mientras estuvieron en la carne... los rebeldes que rechazaron el testimonio y las amonestaciones de los antiguos profetas... y los desobedientes" (versículos. 20-29).

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Jesús no fue a ellos en persona, "más he aquí, organizó sus fuerzas y nombró mensajeros de entre los justos, investidos con poder y autoridad, y los comisionó para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se hallaban en tinieblas, es decir, a todos los espíritus de los hombres" (v. 30; énfasis añadido). Las fuerzas de Jesús se organizaron para que "llevasen el mensaje de la redención a todos los muertos, a quienes [Él] no podía ir personalmente por motivo de [su] rebelión y transgresión" (v. 37; énfasis añadido). El Evangelio fue proclamado "a toáoslos que estaban dispuestos a arrepentirse de sus pecados y [recibirlo] ...A los que habían muerto en sus pecados, sin el conocimiento de la verdad, o en transgresión por haber rechazado a los profetas" (versículos 31-32; énfasis añadido). A ambos grupos "se les enseñó la fe en Dios, el arrepentimiento del pecado, el bautismo vicario para la remisión de los pecados, el don del Espíritu Santo por la imposición de las manos, y todos los demás principios del evangelio que les era menester conocer... De modo que se dio a conocer entre los muertos, pequeños así como grandes, tanto a los inicuos como a los fieles, que se había efectuado la redención por medio del sacrificio del Hijo de Dios sobre la cruz" (versículos 33-35; énfasis añadido. Veáse también D. y C. 76:71-74).

Joseph F. Smith vio "que los fieles élderes de esta dispensación, cuando salen de la vida terrenal, continúan sus obras en la predicación del evangelio de arrepentimiento y redención, mediante el sacri-ficio del Unigénito Hijo de Dios, entre aquellos que están en tinieblas y bajo la servidumbre del pecado en el gran mundo de los espíritus de los muertos" (versículos 57; énfasis añadido). Hemos visto que aquellos quienes estaban en "tinieblas" son las almas de los inicuos, de los impíos, de los impenitentes, de los rebeldes, de los desobedientes que se habían "profanado" y que "rechazaron el testimonio y las amonestaciones de los antiguos profetas" (versículos. 20-21).

El presidente Smith vio que "los muertos que se arrepientan [refiriéndose a aquellos que están en tinieblas] serán redimidos, mediante su obediencia a las ordenanzas de la casa de Dios, y después que hayan padecido el castigo por sus transgresiones, y sean lavados y purificados, recibirán una recompensa según sus obras, porque son herederos de salvación" (versículos. 58-59; énfasis añadido. Véase también D. y C. 76:88). Más temprano en su vida, el presidente Smith habló de esos mismos principios: "Sucederá aquí en los principios del bautismo por los muertos, y en los que en condición de herederos lo ofrecen en forma vicaria, como fue revelado por medio del profeta José Smith, que ellos pueden recibir una salvación y una exaltación, no sé si una plenitud de bendición y de gloria, pero una recompensa de acuerdo a sus méritos y a su rectitud y a la justicia y misericordia de Dios, así como será con usted y conmigo" (Gospel Doctrine, pág. 477; énfasis añadido).

El Señor ha quitado el peso del juicio de nuestros hombros. No necesitamos pensar en quiénes de nuestros antepasados tienen la necesidad de recibir las ordenanzas del templo. Las haremos por todos los que hallemos. Todos ellos las necesitan-tanto los que permanecen en tinieblas por su rebelión como por las almas sinceras y nobles que vivieron de acuerdo con la mejor luz que tuvieron. Debemos ayudarles a liberarse de sus "ataduras" y "cautividad" a través de "las ordenanzas de la casa de Dios", para que puedan recibir "una salvación y una exaltación". El resto lo dejaremos al Señor. Solamente Él puede juzgar justamente y asignar las recompensas eternas. Él tratará a todos los muertos como dijo Mormón que Dios tratará a los nefitas caídos: "El Padre, sí, el Padre Eterno del cielo, conoce vuestro estado; y él obra con vosotros de acuerdo con su justicia y misericordia" (Mormón 6:22).

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CAPITULO 16

Elias vendrá

LOS altares del templo son lugares de ofrenda y de sacrificio. Allí ofrecemos a nuestro Padre Celestial nuestro corazón y nuestra vida. Ahí se nos enseña, como escribió Omni: a "[venir] a Él y [a ofrecerle nuestras] almas enteras" (Omni 1:26), pero también le ofrecemos a Él "el mayor acto abnegado de servicio cristiano que podemos realizar en esta vida mortal", el cual es la obra por los muertos (Gordon B. Hinckley, Discurso de dedicación del Templo de Taiwan).

La mayor obra de esta dispensación y todo el impulso de la Restauración se centra en estas ofrendas. Todo lo que hacemos en la Iglesia nos concentra y nos mueve hacia los altares del templo. Si no nos arrodillamos en estos altares por nosotros mismos y por nuestros muertos y permanecemos fieles a los convenios y a los principios que se nos han enseñado, entonces la obra de la Iglesia en nuestra vida ha sido mayormente infructuosa. Podemos ilustrar esta verdad apelando a las Escrituras. En las primeras páginas de la Biblia hallamos dos imágenes hermosamente simbólicas del templo.

En Génesis, capítulo 28, se encuentra una de las primeras descripciones de un templo. No había allí un edificio, tan sólo una colina, pero el evento sagrado que tuvo lugar allí nos ofrece una visión maravillosa de la importancia del templo.

Mientras Jacob viajaba a Harán, tuvo un sueño en el que vio "una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella" (versículos 12-13; énfasis añadido). Aquí la palabra escalera sería mejor traducida como "grada" (véase "The New Strong's Exhaustive Concordance of the Bible"). Aquí tenemos una de las descripciones más finas de un templo en las Escrituras. Un templo es una grada apoyada en la tierra que toca el cielo. Es un lugar de unión del cielo y de la tierra. Un lugar donde los muertos y los vivos se comunican y donde el Espíritu enseña hermosas lecciones. Es un lugar donde quienes nos han precedido en el mundo de los espíritus descienden a nosotros mientras nosotros ascendemos a ellos.

El Señor y Jacob intercambiaron convenios, tal como lo hacemos ahora en nuestros templos modernos. Como parte de Su convenio, el Señor le prometió a Jacob: "He aquí yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres. ...no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho" (v. 15). Este compañerismo y la protección que se han prometido son una de las mayores bendiciones de la adoración en el templo, como lo mencionamos anteriormente.

A cambio, hizo Jacob un voto, diciendo: "Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy. ...Jehová será mi Dios". Añadió como parte de su voto la promesa de dar el diezmo de todo lo que el Señor le diera (v. 20-22).

Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: "Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. ...No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo" (v. 16-17). Al final de las gradas y en la puerta del cielo, el Señor estuvo esperando a Jacob para recibirlo en Su reino, pero primeramente él tenía que subir las gradas y pasar por la puerta.

Me gustan estas descripciones del templo. Son hermosas e instructivas en su simplicidad. El templo es una grada. Debemos subir con el fin de alcanzar a nuestro Padre Celestial. Cada cosa en la Iglesia nos

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conduce hacia las gradas y nos anima a subirlas. El subirlas requerirá esfuerzo, pero aun el esfuerzo es recompensado. El templo es también una puerta. Debemos pasar por ella o de lo contrario permaneceremos para siempre fuera del reino de Dios. Simplemente no existe otra forma ni para los vivos ni para los muertos de regresar y morar en la presencia de Dios. En esta dispensación, el Señor extiende la invitación gloriosa de tomar a nuestros antepasados de la mano y subir junto con ellos las gradas y pasar por la puerta. Es para llevar a cabo este esfuerzo que hemos sido escogidos y elegidos. El sacerdocio ha sido restaurado para poder cumplir con esta promesa. Éste ha sido, desde el inicio hasta el final, el empuje central de la Restauración.

EL PRINCIPIO Y EL FIN DEL EVANGELIO

Los mensajeros angelicales que regresaron para restaurar las llaves del sacerdocio conocían las gradas y las puertas que los hijos de Dios deben subir y pasar antes de que puedan disfrutar de vida eterna. Cada mensajero tenía firmemente en su mente la culminación a que cada llave conduciría. Doctrina y Convenios empieza y termina con la obra del templo. El élder John A. Widtsoe enseñó: "Prácticamente, las primeras palabras del Señor al profeta José Smith, cuando siendo un muchacho fue llamado para restaurar el Evangelio de Jesucristo, trataron sobre [la obra del templo]; y aun las últimas palabras habladas por Dios al Profeta antes de su muerte, según podemos saber, trataron acerca del mismo tema" (Templo Worship, pág. 40).

La sección 2 de Doctrina y Convenios fue dada temprano en la Restauración por Moroni, el 21 de septiembre de 1823. Es la primera revelación que se registra que fue dada en esta dispensación y la única declaración dada por Moroni a José Smith en la noche de su primera visita que se registra en Doctrina y Convenios: la profecía de Malaquías de que Elias vendría y que "él plantará en el corazón a los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá hacia sus padres". Ésta fue también la primera profecía que Moroni citó a José Smith (D. y C. 2:2, véase Malaquías 4:6). El testimonio del élder Widtsoe de que "el principio y el fin del Evangelio «stán escritos, desde un punto de vista, en la sección 2 de Doctrina y Convenios" amplifica aún más la importancia de esta pequeña sección en el gran proceso de la Restauración (Temple Worship, pág. 64).

LAS PROMESAS HECHAS A LOS PADRES

La palabra padres puede ser interpretada como nuestros padres individuales y también como nuestros grandes patriarcas Abraham, Isaac, y Jacob. Este segundo significado se clarifica en la sección 27 donde, hablando sobre la Restauración de las llaves del sacerdocio, el Señor llama a José, Jacob, Isaac y Abraham"'vuestros padres por quienes permanecen las promesas" (v.10; énfasis añadido). Estamos involucrados con promesas hechas tanto a nuestros padres individuales como a nuestros padres patriarcales.

PADRES INDIVIDUALES—AYUDA DESDE EL OTRO LADO DEL VELO

A cambio del don de vida y otras bendiciones, hemos prometido brindar a nuestros "padres" las ordenanzas de vida eterna. Ellos cuentan con esa promesa y harán lo que esté a su alcance para ayudarnos a cumplir con dicha obra, así también como el Señor lo hará. Esa ayuda puede extenderse aún hasta nuestra propia conversión. A menudo cuando estoy dando un discurso, les pido a todos los que son conversos en la congregación que se pongan de pie. Les pido luego a todos los que son los únicos en la familia que son miembros de la Iglesia que permanezcan de pie. Por lo general, casi en cada caso, casi todos permanecen de pie. Las personas tienden a unirse a la Iglesia a razón de uno o dos por familia.

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El élder Melvin J. Ballard meditó sobre esta verdad y recibió una explicación sobre ella. Él enseñó: "¿Por qué es que algunas veces solamente uno de una ciudad o de una familia recibe el Evangelio? Se me ha dado a conocer que esto es por que los muertos que son justos, quienes han recibido el Evangelio en el mundo de los espíritus, se están esforzando, y en respuesta a sus oraciones los élderes de la Iglesia son enviados a los hogares de su posteridad. ...y sus descendientes en la carne tienen el privilegio de hacer la obra por sus seres queridos que han muerto. Quiero decirles que es con gran intensidad que los corazones de los padres y madres en el mundo de los espíritus se vuelven a sus hijos ahora en la carne, y que nuestros corazones se vuelven a ellos" (Melvin J. Ballard, Crusaderfor Righteousness, pág. 219).

A menudo nos preguntamos si nuestros antepasados aceptarán el Evangelio. Irónicamente, en muchos casos ellos lo aceptaron antes que nosotros. En realidad, oraciones y su fidelidad han traído el Evangelio a nuestra vida. El oficiar en el templo por ellos es una expresión profunda de nuestra gratitud y nos ayuda a unirnos con ellos.

Si estamos atentos, ellos nos ayudarán también cuando tratamos de localizar los documentos que registran sus nombres. Como dijo el élder Ballard: "Ellos saben donde están sus registros y ...el espíritu y la influencia de sus muertos guiarán a quienes estén interesados en hallar sus registros. ...Si existe en algún lugar de la tierra algo concerniente a ellos, usted lo va a encontrar. ...Si hemos hecho nuestro mejor esfuerzo y hemos buscado y descubierto todo lo que está a nuestro alcance, entonces vendrá el día cuando Dios abrirá y partirá el velo y los registros...serán revelados (Bryant S. Hinckley, Sermons and Missionary Services of Melvin Joseph Bailará, pág. 230).

Recientemente, en una conferencia general, el élder David B. Haight añadió su testimonio a las verdades enseñadas por el élder Ballard: "Creo que cuando usted diligentemente busca sus antepasados—con fe—recibirá una información necesaria aún cuando no existan registros mortales de su vida' (Ensign, mayo de 1993, pág. 25; énfasis añadido).

"ALGÚN ÁNGEL BONDADOSO" Yo puedo añadir mi propio testimonio al deseo de nuestros antepasados de ayudarnos a mantener

nuestras promesas individuales para con ellos. Una vez me senté en la Biblioteca de Historia Familiar de la Iglesia frustrado, desesperado y ya dispuesto a renunciar a veinticinco años de búsqueda de cierto antepasado. El antepasado que buscaba fue conocido por mi abuela, un miembro de cuarta generación de la Iglesia, quien pudo haberle llamado por teléfono y preguntado de dónde eran sus padres. Ahora ambos, él y mi abuela han fallecido, y me lamento por la pérdida de la oportunidad.

Una advertencia dada en el Millennial Star en 1853 fue verdaderamente cierta para nuestra familia. Decía: "Si usted es negligente en aprovechar las oportunidades que ahora tiene de obtener esta infor-mación, entonces llegará el momento cuando quizás busque por ella pero no la podrá encontrar hasta haber pagado la deuda de su negligencia, y que algún ángel bondadoso del mundo de los espíritus justifique el traerle la inteligencia necesaria" (Millennial Star, 6 de agosto de 1853, pág. 522). Cuando me senté en la biblioteca aquel día yo supe que necesitaba de "algún ángel bondadoso".

"Abuela", dije en mi corazón: "pudiste haber encontrado la respuesta tan fácilmente pero ya es muy tarde. Ayúdame, ahora, para encontrar algo, cualquier registro que me pueda dar una clave. Ayúdame a hallarlo, no solamente por el bien de él sino también por todas la generaciones que esperan detrás de él".

Decidí hacer un último esfuerzo y buscar en un gran conjunto de microfilmínas. Esa tarea me hubiese tomado horas. Tenía pocas probabilidades de éxito, pero era la única alternativa que me quedaba. En

camino a solicitarlas, pasé cerca de unos libros y mi atención se enfocó en un conjunto de veinte volúmenes de matrimonios canadienses. Tomé rápidamente uno de ellos y busqué. No contenía nada de interés. Busqué el segundo y el tercero. No encontré nada tampoco. Pensé: "Éste es un esfuerzo inútil", y decidí no continuar con esa búsqueda, pero ya tenía en mi mano el cuarto volumen. "Buscaré en éste,

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y entonces me daré por vencido". Abrí las páginas. Allí estaba registrado el matrimonio de mi antepasado, completo con el

nombre de sus padres y de los padres de su esposa, y los lugares de nacimiento. Me sobrecogió la emoción. Cerré el libro, lo abracé, y me senté en el piso a llorar. Le agradecí entonces a mi abuela, quien yo sé que me guió al único registro en la biblioteca en donde podía encontrar información crítica de mis antepasados.

En muy pocos meses la línea fue extendida nueve generaciones. La historia de Hans Landis, que relaté en un capítulo anterior, fue un resultado del descubrimiento de esa tarde en la biblioteca. Desde ese momento, más de dos mil nombres han sido sometidos para la obra del templo como resultado de esa experiencia. Yo sé que recibiremos ayuda en el cumplimiento de nuestras promesas si les permitimos ser "plantadas" y echar raíces en nuestros corazones.

Al meditar en la historia de la visita de Moroni y leer las palabras de su primer cita a José Smith, he sentido algunas veces el gozo de mi propia gente detrás del velo, como la primera etapa que conduciría a

superior de una cabaña de madera. Nosotros podemos sentir también el gozo, y el gozo aún mayor que vendrá algún día cuando nos encontremos con nuestros "padres" y les hayamos cumplido nuestras promesas.

Una bendición que ha producido algunos de los mayores gozos y esperanzas en mi propia vida es una promesa en mi bendición patriarcal que dice que yo y mi posteridad tendremos el privilegio de cumplir con las promesas hechas a nuestros antepasados. Que cuando esas promesas sean cumplidas nosotros podremos reunirnos con ellos en la resurrección con amor, con compañerismo y con gran regocijo.

PADRES PATRIARCALES—TODAS LAS FAMILIAS DE LA TIERRA. Nuestros otros "padres" son Abraham, Isaac y Jacob. A ellos se les prometió que en su "descendencia" serían bendecidas "todas las familias de la tierra, sí, con las bendiciones del Evangelio" (Abraham 2:11). Una y otra vez se nos recuerda en las Escrituras el convenio de Abraham que asegura que todas las familias de todas las naciones recibirían bendiciones a través de la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. (Véase Génesis 12:3; 17:4; 18:18; 22;18; 26:4; 28:14.)

Nefi explicó a sus hermanos cuándo se cumpliría esta promesa en su plenitud: "Nuestro padre no ha hablado solamente de nuestra posteridad, sino también de toda la casa de Israel, indicando el convenio que se ha de cumplir en los postreros días, convenio que el Señor hizo con nuestro padre Abraham, diciendo: En tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra" (1 Nefi 15:18; énfasis añadido). Esta promesa se cumple cuando proclamamos el Evangelio a todas las naciones, pero aún más se cumple cuando la posteridad de Abraham se levanta, va a los templos y brinda las ordenanzas redentoras del Evangelio que traerán "las bendiciones de salvación, sí, de vida eterna" a "todas las familias de la tierra" (Abraham 2:11; énfasis añadido). La obra del templo es esencialmente hecha en representación de las familias. En los postreros días, la necesidad y el deseo de brindar todas las bendiciones del Evangelio a todas las generaciones será plantada en el corazón de los hijos de Abraham. Esa promesa sería cumplida en los templos.

Ésta es una razón por la cual se declara nuestro linaje en nuestra bendición patriarcal lo cual es críticamente importante. Esta bendición es llamada "bendición patriarcal" porque nos es dada por los patriarcas de la estaca, pero es también llamada "patriarcal" porque nos manifiesta las promesas de los grandes patriarcas en nuestra vida y se pronuncian sobre nuestra cabeza.

Cada bendición es un llamado individual para cumplir la promesa de Abraham de que su posteridad

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bendeciría a todas las naciones de la tierra. Desde cierto punto de vista, las promesas hechas a nuestros padres son plantadas en nuestro corazón cuando un patriarca pone las manos sobre nuestra cabeza y nos declara el linaje.

EL PROPÓSITO DEL RECOGIMIENTO

Moroni conocía todas estas cosas cuando le habló a José Smith en 1823. Él sabía a qué nos conduciría la restauración del sacerdocio, y también sabía cuál es la función del Libro de Mormón en el cumplimiento de la promesa de Abraham y en la obra venidera de los templos. El Libro de Mormón era la voz del Buen Pastor, y Sus ovejas iban a escuchar Su voz en sus páginas. El Señor le dijo a José Smith: "Se darán las Escrituras, tal como se hallan en mi propio seno, para la salvación de mis escogidos; porque oirán mi voz y me verán, y no estarán dormidos, y soportarán el día de mi venida" (D. y C. 35:20-21; énfasis añadido). La voz del Salvador en el Libro de Mormón habría de ser la clave para el "recogimiento" de los Santos presentada al mundo mediante la obra de misioneros dedicados. Pero ¿por qué recoger a los Santos?

José Smith enseñó que existe solamente un propósito para el recogimiento la edificación de templos. "Dios persigue el mismo fin con recoger a su pueblo en los últimos días:", dijo, "La edificación de una casa al Señor, una casa donde puedan ser preparados para las ordenanzas e investiduras, lavamientos, unciones, etc. ...[¿Cuál fue el pro pósito del recogimiento de los judíos o del pueblo de Dios en cual quier época del mundo?] El objeto principal fue edificar una casa al Señor, en la cual podría revelar a su pueblo las ordenanzas de su casa y las glorias de su reino, y enseñar a la gente el camino de la salvación" (History of the Church, 5:423-424). En los tempranos días de la Iglesia, se les animó a juntarse en un lugar central, por cuanto había entonces muy pocos miembros y muy pocos templos. Hoy en día tenemos muchos miembros y muchas estacas. La naturaleza del recogimiento ha cambiado. Todavía nos juntamos alrededor de los templos o nos juntamos de modo que más templos puedan ser edificados. Esperamos algún día tener muchos más templos en muchos más estados y países.

David también testificó del gran propósito del recogimiento cuando escribió: "Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo" (Salmos 43:3—4). La Iglesia envía la luz del Evangelio al mundo e invita a todos a la Casa del Señor. Cada misionero conoce la meta de alcanzar nuevos conversos. He tenido un gran sentimiento de tranquilidad cuando he visto a quienes he enseñado y fueron bautizados llegar finalmente al templo. He sentido que ellos se han juntado en el lugar seguro del Señor.

Moisés dio su testimonio del propósito del recogimiento en una canción que escribió después de la liberación de Israel de Egipto. Enseñó claramente que el Señor había "rescatado" a Israel y que los trajo a la tierra prometida, y oró así: "Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado" (Éxodo 15:17).

En Doctrina y Convenios aprendemos que el recogimiento de los Santos y la edificación de Sión empiezan en el templo: "La ciudad de la Nueva Jerusalén sea edificada mediante el recogimiento de los santos, comenzando en este lugar, sí, el sitio para el templó" (D. y C. 84:4; énfasis añadido).

Cuando la persecución en el Condado de Jackson forzó a los Santos a trasladarse a otros condados, el Señor enfatizó la necesidad del recogimiento con el fin de construir un templo. El Señor dijo a los Santos cuando empezaron a construir en Far West: "El recogimiento en la tierra de Sión y sus estacas sea para defensa y para refugio contra la tempestad y contra la ira. ...Por tanto, os mando edificarme una casa para el recogimiento de mis santos, a fin de que me adoren" (D.y C. 115:6-8; énfasis añadido).

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C A P Í T U L O 17

Una ofrenda aceptable Moroni prometió a José Smith que el sacerdocio sería "revelado". Esto tiene al menos dos

significados: 1) Su poder y autoridad serían restaurados en la tierra, y 2) su propósito sería dado a conocer a todos sus fieles poseedores. Este capítulo trata sobre todo con el segundo significado.

No mucho tiempo después de la promesa de Moroni, Juan el Bautista regresó a la tierra trayendo la primera restauración de los poderes del sacerdocio. Con su vista enfocada en el templo, Juan el Bautista puso sus manos sobre José Smith y sobre Oliver Cowdery, y prometió que el sacerdocio "nunca más será quitado de la tierra, hasta que los hijos de Leví de nuevo ofrezcan al Señor un sacrificio en rectitud" (D. y C. 13:1; énfasis añadido). Juan el Bautista citó a Malaquías, el mismo profeta que primeramente Moroni había citado a José Smith en 1823.

En el libro de Malaquías, la profecía se lee un poco diferente. Allí las palabras "hasta que" son reemplazadas por "para que". En Malaquías 3:3 leemos: "...Limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia". Ésta es la manera en que fue dada en Doctrina y Convenios 128:24 y concuerda también con la descripción dada por Oliver Cowdery, al final de la Perla de Gran Precio, página 69, sobre la visita de Juan el Bautista: "Este sacerdocio y esta autoridad, ...permanecerán sobre la tierra, a fin de que los hijos de Leví todavía puedan hacer una ofrenda al Señor en rectitud".

Ambas expresiones son importantes y verdaderas. No necesitamos decidir si una expresión es más correcta que la otra. El sacerdocio fue restaurado "a fin de que" la ofrenda pudiese ser hecha. En otras palabras, sin él no podría hacerse. También fue restaurado "hasta que" la ofrenda sea hecha. El sacerdocio nunca sería quitado de la tierra. ¡Ésta es una magnífica promesa! Así como lo prometió Moroni, el sacerdocio fue revelado al ser restaurado, y su propósito fue también revelado—para que una ofrenda fuese hecha. Obviamente la ofrenda es tan importante que nada podría oponérsele ni detenerla. Éste es el decreto firme del Señor mismo. Aprendemos también que los poseedores del sacerdocio deben ser "afinados y limpiados" o purificados con el fin de brindar la ofrenda.

¿Quiénes son los hijos de Leví? ¿Cuál es la ofrenda que ellos harán? ¿Por qué es su ofrenda tan esencial como para que el sacerdocio no sea quitado ya de la tierra? ¿Por qué es tan importante que el sacerdocio mismo fuese restaurado para permitir que la ofrenda pueda ser hecha? ¿Qué tiene que ver la limpieza y la purificación con la ofrenda? Trataremos de responder a estas preguntas apelando a las Escrituras.

Los HIJOS DE LEVÍ

En los tiempos bíblicos, los hijos de Leví "fueron puestos sobre todo el ministerio del tabernáculo de la casa de Dios" (1 Crónicas 6:48). Ellos fueron escogidos para "dirigir la obra de la casa de Jehová" (1 Crónicas 23:4).

Los levitas "estaban bajo las órdenes de los hijos de Aarón para ministrar en la casa de Jehová, en los atrios, en las cámaras, y en la purificación de toda cosa santificada, ...y para que tuviesen la guarda del tabernáculo de reunión, y la guarda del santuario" (1 Crónicas 23:28, 32). En otras palabras, los hijos de Leví eran esencialmente los antiguos obreros que realizaban las ordenanzas del templo.

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Conforme procedió la Restauración, se reveló más información concerniente a la ofrenda mencionada por Juan el Bautista. El 22 y 23 de septiembre de 1832, en el aniversario de la visita de Moroni, fue dada una gran revelación sobre el sacerdocio. En esta revelación las palabras de Moroni y de Juan el Bautista se repiten y otras nuevas se añaden, lo que amplía y clarifica el significado de la ofrenda necesaria: "Los hijos de Moisés y también los hijos de Aarón ofrecerán una ofrenda y un sacrificio aceptables en la casa del Señor" (D. y C. 84:31, énfasis añadido).

Los hijos de Moisés poseen el sacerdocio de Melquisedec; los hijos de Aarón el sacerdocio Aarónico. Moisés y Aarón fueron ambos de la tribu de Leví. La promesa de Juan el Bautista se refiere a ambos sacer-docios. Aprendemos también que la ofrenda se haría "en la casa del Señor". Ello explica porqué los hijos de Leví debían ser limpiados y purificados. Uno debe ser limpio y digno para entrar en el templo y para ejercer la autoridad del sacerdocio.

No es de sorprendernos que "una ofrenda y un sacrificio" deban ser consagrados en el templo. Antiguamente las ofrendas y los sacrificios se hacían en los altares del templo, los cuales ocupan un lugar central en todo lo que hacemos en la casa del Señor.

El Señor añade la palabra '"aceptable" a la ofrenda. Cuando se ofrezca, deberá ser ofrecida de tal modo que el Señor pueda aceptarla. Esta palabra llega a ser sumamente importante para que podamos entender luego la naturaleza exacta de la ofrenda.

LAS LLAVES Y LOS TEMPLOS El progreso de la Restauración continuó. Se construyó el templo de Kirtland y se restauraron

importantes llaves. Los temas principales del sacerdocio fueron enfatizados por mensajeros angelicales. "Se apareció Moisés... y nos entregó las llaves del recogimiento de Israel de las cuatro partes de la tierra". La promesa hecha a Abraham fue reiterada cuando "apareció Elias y entregó la dispensación del evangelio de Abraham, diciendo que en nosotros y en nuestra descendencia serían bendecidas todas las generaciones después de nosotros". El profeta Elias, el "que fue llevado al cielo sin gustar la muerte" se apareció para completar la autoridad necesaria, "para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y el de los hijos a los padres" (D. y C. 110:11,12,15; énfasis añadido). El recogimiento, el convenio de Abraham y el volver los corazones están todos inseparablemente conectados con los templos. La debida autoridad estaba ahora en su lugar y la ofrenda podría ser ahora ofrecida.

Los Santos se trasladaron a Nauvoo y una vez más se les dio el mandamiento de construir un templo. Ellos habían aprendido en Misuri la importancia de responder a ese mandamiento. Su incumplimiento fue uno de los factores más importantes de su expulsión del Condado de Jackson. (véase D. y C. 97; 101:43-45). Habían aprendido en Kirtland que cuando el Señor le dio un mandamiento de construir un templo y los Santos no respondieron inmediatamente, habían "cometido un pecado muy grave" (D. y C. 95:6).

Ya en Nauvoo, el Señor reveló la obra redentora de los muertos y recalcó a los Santos la necesidad de completar un templo con el fin de empezar esta gran obra en un lugar lo suficientemente sagrado por su importancia. Junto con el mandamiento de construir Su Casa, el Señor añadió una solemne advertencia: "Os mando a todos vosotros, mis santos, que me edifiquéis una casa; y os concedo el tiempo suficiente para que me la edifiquéis; ...y si no habéis hecho estas cosas para cuando termine el plazo, seréis rechazados como iglesia, junto con vuestros muertos, dice el Señor vuestro Dios" (D. y C. 124: 31-32: énfasis añadido).

A pesar de todas las otras obras de la Iglesia y del sacerdocio, el incumplimiento de construir un templo (donde el Señor pudiese "restaurar otra vez ... la plenitud del sacerdocio" [D. y C. 124:28] y donde la ofrenda pudiese ser ofrecida), resultaría en el rechazo de la Iglesia. En las minutas de la conferencia de octubre de 1841, el Señor también instruyó a los Santos que no realizaran otra conferencia hasta que pudiese ser llevada a cabo en un templo. Aparentemente, el Señor sintió que no hacía falta más instrucción

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hasta que la más crítica de todas fuese cumplida (History of the Church, 4:426).

UN LIBRO PARA SER PUESTO SOBRE EL ALTAR Los cimientos estaban ahora puestos para que se pudiese ofrecer la ofrenda crítica, tan anticipada por

todos los mensajeros angelicales que habían regresado a la tierra para restaurar las llaves y la autoridad del sacerdocio. Sin embargo, Satanás no estaba inactivo. José Smith se hallaba escondido. Consciente de que la obra del Señor no podía ser detenida por ninguna razón, José les dio instrucciones a los Santos por medio de cartas.

En una carta fechada el 1o de septiembre de 1842, José transmitió a los Santos el ánimo dado por el Señor: "De cierto así dice el Señor: Continúese sin cesar la obra de mi templo, así como todas las obras que os he señalado; y redóblense vuestra diligencia, perseverancia, paciencia y obras, y de ningún modo perderéis vuestro galardón" (D.yC. 127:4).

Cinco días más tarde, el 6 de septiembre de 1842, en una carta dirigida a la Iglesia, José Smith describió la "ofrenda aceptable". Citando una vez más la profecía de Malaquías concerniente a los "hijos de Leví", agregó la siguiente instrucción: "Ofrezcamos, pues, como iglesia y como pueblo, y como Santos de los Últimos Días, una ofrenda al Señor en rectitud; y presentemos en su santo templo, cuando quede terminado, un libro que contenga el registro de nuestros muertos, el cual sea digno de toda aceptación" (D. y C. 128:24; énfasis añadido).

Al menos en parte, la ofrenda que Malaquías, Juan el Bautista y otros profetas tenían en mente era un libro que contuviera las ordenanzas completas de la obra por todos los muertos. Tomará el Milenio para alcanzar la culminación y para que llegue a ser "digno de toda aceptación", porque, ¿cómo lo aceptaría el Señor sino hasta que a todos Sus hijos, quienes recibirán salvación y vida eterna, se les haya brindado la oportunidad?

Como con otras profecías, la ofrenda mencionada tiene otros cumplimientos, pero es significativo que el Señor escogió enfatizar en las revelaciones en Doctrina y Convenios la obra por los muertos. Sin esa ofrenda, la tierra entera sería desechada a la venida del Señor.

Cuán apropiado es que la ofrenda que vamos a depositar en el altar del templo sea un libro. Es un intercambio justo por el maravilloso libro que nuestro Padre Celestial ha colocado en esos mismos altares como Su ofrenda y don para nosotros.

En resumen, Moroni citó primeramente la profecía de Malaquías y prometió que el sacerdocio sería revelado. Juan el Bautista vino luego para empezar su revelación y añadió que el sacerdocio perma necería en la tierra hasta que los hijos de Leví ofrecieran al Señor una ofrenda en rectitud. En la sección 84, los hijos de Leví fueron identi ficados como todos los poseedores del sacerdocio y fue revelado que la ofrenda sería hecha en el templo. Finalmente en Nauvoo, la carta de José Smith, contenida hoy en Doctrina y Convenios 128, invitó a todos los Santos a participar en la ofrenda e identificó también la ofrenda. Sería un libro conteniendo todos los registros de las ordenanzas de la obra por los muertos. Desde aquel momento, se han invertido tremendos recursos y esfuerzos para hacer que la ofrenda sea "aceptable" para el Señor una vez que sea completa.

MUCHAS INVENCIONES MODERNAS

El Señor está ansioso, como lo están nuestros antepasados, por ayudarnos a ofrecer nuestra ofrenda y para el cumplimiento de Sus promesas. Él nos ayudará de muchas maneras. Algunas ya las hemos mencionado, pero una de ellas es única y aunque es disfrutada por todos, es entendida por pocos: las invenciones modernas. ¿Qué sería de nuestra vida sin automóviles, microondas, fotografías, lavadoras de platos, secadoras de ropa, o computadoras? Prácticamente cada uno de nosotros está agradecido por estas maravillosas conveniencias y por las invenciones que nos ahorran tiempo. Su aparición en tan rápida

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sucesión en los últimos días no ha sido coincidencia, y no se han llevado acabo sin la inspiración y la dirección del Señor.

Archibald F. Bennett, un prominente genealogista dijo: "La hermana Susan Young Gates... le preguntó una vez a su padre [Brigham Young] cómo sería jamás posible completar la grandísima obra del templo que debemos realizar para que a todos les sea dada una completa oportunidad de exaltación. Él le dijo que habría muchos inventores de dispositivos que nos ahorrarían tiempo, de modo que pudiéramos llevar a cabo nuestras labores cotidianas en menos tiempo, lo que nos dejaría más y más tiempo para la obra del templo. Las invenciones han llegado y siguen llegando, pero muchas nos desvían el tiempo así ganado hacia otros canales, y no para el propósito propuesto por el Señor (Improvement Era, octubre 1952, pág. 720).

Si "el velo fuese levantado del rostro de todos los Santos de los Últimos Días", enseñó Wilford Woodruff, y ellos "pudiesen ver y conocer las cosas de Dios, como lo hacen los que obran para la salvación de la familia humana que está en el mundo de los espíritus, ...entonces este pueblo entero, con muy pocas excepciones, si acaso se diesen algunas, perdería todo interés en las riquezas del mundo, y en cambio dedicaría todos sus deseos y esfuerzos para redimir a los muertos" (Discourses of Wilford Woodruff, pág. 152). Debemos aprender a usar para su verdadero propósito todas las maravillosas ventajas que el Señor ha inspirado en estos postreros días, y no tan solamente en nuestras ocupaciones o para ganarnos la vida. Entonces consagraremos una ofrenda aceptable en los templos del Señor.

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CAPÍTULO 1 8

Promesas a los hijos

Cuando leemos la profecía de Malaquías concerniente al regreso de Elias, pensamos usualmente en nosotros como los hijos cuyos corazones se volverán a nuestros antepasados. Pero también somos padres y madres con hijos y con nietos. ¿Acaso el templo no vuelve también nuestro corazón a ellos? Nuestra dedicación al templo y a nuestro sellamiento en el templo trae bendiciones sobre nuestra posteridad. Deseamos que las hermosas promesas y bendiciones del templo sean plantadas en el corazón de nuestros hijos. Estas promesas tienen que ver con alcanzar el estado de dioses y con nuestro progreso eterno. Así le fue explicado a Abraham: "Si puedes contar el número de las arenas, así será el número de tus descendientes" (Abraham 3:14).

Joseph F. Smith se refirió a las bendiciones para los hijos en su gran visión sobre la redención de los muertos: "El profeta Elias había de plantar en el corazón de los hijos las promesas hechas a sus padres, presagiando la gran obra que se efectuaría en los templos del Señor en la dispensación del cumplimiento de los tiempos para la redención de los muertos, y para sellar los hijos a sus padres" (D. y C. 138:47-48; énfasis añadido). Notemos que tanto nuestros antepasados como nuestros hijos se incluyen en la misión de Elias.

Las palabras de Elias a José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland recalcan también las bendiciones sobre nuestros hijos al igual que sobre nuestros antepasados. Elias les dijo "que en nosotros y en nuestra descendencia serían bendecidas todas las generaciones después de nosotros" (D. y C. 110:12). Estas bendiciones tienen mucho que ver con nuestro matrimonio en el templo y con los

poderes y promesas que fluyen a nuestros hijos por cuanto han "nacido en el convenio" o han sido sellados a nosotros.

LAS PROMESAS DE UN MATRIMONIO ETERNO

Es apropiado que la máxima ordenanza de la Restauración, la del matrimonio en el templo, fuera escrita en la sección 132, una de las últimas revelaciones dadas al profeta José Smith. El élder Widtsoe, citado anteriormente, dijo que "casi todas las últimas palabras habladas por Dios al Profeta tratan sobre el mismo tema [el regreso prometido de Elias]". En esa revelación se abarca el significado final y en toda su plenitud "las promesas hechas a los padres".

En esa revelación, el Señor llama al matrimonio eterno "la ley de mi santo sacerdocio" y explica luego su relación con las promesas hechas a Abraham: "Abraham recibió promesas en cuanto a su posteridad y a la del fruto de sus lomos-de cuyos lomos eres tú, mi siervo José— promesas que habrían de continuar mientras estuviesen en el mundo; y en cuanto a Abraham y su posteridad, habrían de continuar fuera del mundo; tanto en el mundo como fuera del mundo, continuarían tan innumerables como las estrellas; o si te pusieras a contar las arenas de las playas del mar, no podrías numerarlas.

"Esta promesa es para ti también, pues eres de Abraham, y a él se le hizo la promesa; y por esta ley [el matrimonio eterno o la 'ley de mi Santo Sacerdocio'] se realiza la continuación de las obras de mi Padre, en las cuales se glorifica a sí mismo.

"Ve, pues, y haz las obras de Abraham; entra en mi ley, y serás salvo. "Mas si no entras en mi ley, no puedes recibir la promesa que mi Padre hizo a Abraham" (D. y C.

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132:28-33; énfasis añadido). La promesa que podemos plantar en el corazón de nuestros hijos es la de alcanzar el estado de dioses a

través de las ordenanzas santificadoras del templo, particularmente la del matrimonio eterno. El corazón de nuestros hijos puede "volverse" a esas promesas y tener fe en su veracidad. Podemos enseñarles a "hacer las obras de Abraham" de modo que puedan recibir la promesa de un progreso eterno o de alcanzar el estado de dioses que le fue hecha a Abraham. Su "posteridad" será también tan innumerable como las estrellas del cielo o como las arenas del mar.

En nuestras capillas ordenamos y apartamos a personas para posiciones de autoridad y de liderazgo. Podemos llamar a un hombre como presidente de estaca o como obispo, pero solamente en el templo podemos hacer familias eternas, las cuales nos conducen a ser como dioses. No todos nuestros hijos llegarán a ser obispos, presidentes de estaca o líderes de organizaciones auxiliares, pero sin embargo todos ellos pueden llegar a ser dioses y continuar la obra del Padre glorificándose ellos mismos conforme lo glorifican a Él. Brigham Young trató de ayudarnos a captar el poder y la hermosura de esta doctrina cuando dijo: "La humanidad está formada de elementos diseñados para durar por toda la eternidad; nunca tuvo un principio y nunca puede tener un fin... La humanidad ha sido reunida, organizada y capacitada para recibir conocimiento e inteligencia, para ser galardonada en gloria, para llegar a ser ángeles, dioses— seres que tendrán control sobre los elementos y poder por su palabra para ordenar la creación y la redención de mundos, o para hacer que soles sean extintos con su aliento y desorganizar mundos, lanzándolos de vuelta a su estado caótico. Esto es para lo que ustedes y yo hemos sido creados" (Journal of Discourses 3:356).

¿Qué promesa más grande o más noble podríamos plantar en el corazón de un hijo? ¿Qué aspiración, objetivo o dignidad mayor podría usted enseñarle a un hijo o hija como una guía para su vida, que la promesa de que él o ella podría llegar a ser como nuestro Padre Celestial? Si esta promesa se planta en el corazón de nuestros hijos, les habremos dado una fuente poderosa de fortaleza para resistir las tentaciones de Satanás y de las cosas vanas del mundo. Ellos querrán estar preparados para entrar al templo y asegurarse estas bendiciones para ellos mismos y para sus antepasados.

Juan el Amado conocía el poder de estas ideas y las usó para animar a los antiguos Santos: "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro" (1 Juan 3:1-3; énfasis añadido).

EL PESO DE LAS ESCRITURAS

Podemos entender ahora por qué José Smith tuvo que decir: "Esta doctrina presenta como una luz clara la sabiduría y la misericordia de Dios al preparar una ordenanza para la salvación de los muertos. ...Esta doctrina es peso de las Escrituras. Aquellos Santos que la descuidan en representación de sus parientes fallecidos, lo hacen a riesgo de su propia salvación" (History of the Church 4:426; énfasis añadido). Un estudio cuidadoso de las revelaciones y de la historia de la Iglesia nos muestra que "la principal preocupación del profeta José Smith en la restauración del Evangelio en estos últimos días, fue la fundación, construcción y terminación de templos" (Temple Worship, pág. 53).

Podemos comprender también por qué Brigham Young dijo: "Somos llamados, como se les ha dicho, para redimir las naciones de la tierra. Los padres no se pueden perfeccionar sin nosotros; y nosotros no nos podemos perfeccionar sin los padres. Debe existir esta cadena en el santo sacerdocio; debe ser unida desde la última generación que viva en la tierra hasta nuestro Padre Adán, para traer a

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todos los que pueden ser salvos y ponerlos donde puedan recibir salvación y una gloria en algún reino. Este sacerdocio tiene que hacerlo; este sacerdocio es para tal propósito" (Discourses of Brigham Young, pág. 623; énfasis añadido). Las Escrituras. La revelación. La Restauración. El sacerdocio. Los convenios. Estas grandes palabras claves de los últimos días están entrelazadas más estrechamente con los templos que ningún otro tema del Evangelio. ¿No es acaso igualmente importante y crítico para nuestra propia salvación que plantemos estas promesas sagradas del templo en el corazón de nuestros hijos?

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C A P Í T U L O 19

El valor de las almas

Temprano en la Restauración, el Señor nos dijo: "Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios" (D. y C. 18:10). Nada testifica más acerca de la verdad de este pronunciamiento que la obra que se hace en los templos, tanto para los vivos como para los muertos. Cuando Brigham Young pensó acerca del valor de las almas como se muestra en el plan del Señor para la redención de los muertos, dijo que desearía tener "una voz como diez mil terremotos, para que todo el mundo pudiera oír y conocer el entrañable amor del Señor" (Discourses of Brigham Young, pág. 626). Cuando participamos en esta obra, llegamos a entender también cuán grande es la preocupación del Señor y llegamos a compartir Su compasión con el alma de cada persona.

Dios NO SE HA OLVIDADO DE ELLOS

Mientras nos preparábamos como familia para hacer un recorrido por el Este de los Estados Unidos y por diferentes sitios de interés en la historia de la Iglesia y del país, aprendimos todo lo que pudimos acerca de nuestros antepasados norteamericanos. Planeábamos visitar lugares de donde vinieron ellos y queríamos que la experiencia fuese tan positiva como fuera posible. Planeábamos visitar [el estado de] Virginia, y puesto que tanto yo como mi esposa teníamos raíces familiares allí, pasamos bastante tiempo tratando de aprender todos los detalles que pudimos sobre la vida de nuestros antepasados.

Cuando encontramos sus testamentos, descubrimos que muchos de ellos habían sido propietarios de esclavos. La mayoría de sus testamentos contenían frases tales como: "Yo doy mi muchachito negro Pompey a mi hijo John y a sus herederos por siempre". Esa frase nos impresionó profundamente y por medio del Espíritu sentimos el deseo de hacer algo por aquellos esclavos. No podíamos libertarlos de la esclavitud terrenal del pasado, pero sentimos un profundo deseo de liberarlos de una esclavitud espiritual.

Les permitimos a nuestros hijos que nos ayudaran a preparar sus nombres para remitirlos al templo, y nos prometieron que ellos se bautizarían y se confirmarían por esas personas cuando los nombres estuviesen listos. Cuando fuimos al templo para ser bautizados por ellos, un obrero extraordinario del templo enseñó a mis hijos algo que jamás podré olvidar. Creo que sus palabras fueron inspiradas, porque contenían una sabiduría y una belleza que podía venir solamente de una fuente superior. La experiencia fue muy iluminadora porque él no sabía por quién íbamos a bautizarnos.

Aquel obrero del templo dijo: "Muchas de estas personas por quienes ustedes se van a bautizar vivieron vidas rigurosas y amargas. Estoy seguro de que muchos murieron pensando que Dios los había olvidado. Pero ustedes les mostrarán hoy que Él no los ha olvidado, que Él nunca olvida a ninguno de Sus hijos. Por primera vez en muchos, muchos años, sus nombres serán mencionados de nuevo, aquí en la casa del Señor, y ellos conocerán de Su eterno amor por ellos. Y ustedes les mostrarán también su propio amor por ellos". He meditado a menudo en sus palabras y he pensado en todas las ordenanzas que serían hechas por Pompey, Lucy, Sal, Mingo, Sookey, el viejo Tom, y por todos los otros esclavos antes de que la obra sea "aceptable" para el Señor. Sus nombres serían mencionados muchas, muchas veces en la casa del Señor cuando cada ordenanza crítica fuese hecha. Por cada uno de ellos se llevarán a cabo durante horas la obra de las ordenanzas. Ellos conocerían su valor ante los ojos de Dios y los de sus hermanos y hermanas.

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"ESTOY CON MI GENTE"

Mi esposa y yo hemos podido recibir la investidura por muchos de estos queridos negros. Con uno en particular me sentí muy de cerca. Sentí su ansiedad y gratitud a través de cada etapa de la investídura. Cuando entramos en el Salón Celestial, sentí que él me susurraba en mi alma: "¡Ahora, finalmente, estoy con mi gente!"

Entendí lo que quiso decir. No existen razas ni nacionalidades en el templo. Existe solamente el pueblo del Señor; todos somos hijos del mismo Padre, todos somos hermanos y hermanas del mismo Cristo y de cada uno de nosotros; todos tenemos un gran valor para el Padre Celestial. Este entendimiento hace que nuestra ofrenda sea aún mas "aceptable". Cuán hermoso es escuchar a hermanos de Samoa pronunciar los nombres de inmigrantes alemanes, o escuchar a hermanas de Cambodia tratando de pronunciar nombres de hermanos de Finlandia. El presidente Gordon B. Hinckley nos enseñó: "Si hay una obra en el mundo que realmente demuestre la universalidad del amor de Dios, es la labor abnegada que se efectúa en estas santas casas" (véase Liahona, enero de 1986, pág. 44).

SALVADORES EN EL MONTE DE SIÓN

La fuente bautismal descansa firmemente sobre los fuertes lomos de doce bueyes. Éstos representan las doce tribus de Israel, a las cuales pertenecemos. Es muy apropiado que la fuente esté colocada de esta manera. Las ordenanzas salvadoras para el mundo descansan sobre espaldas fortalecidas por las bendiciones de la Restauración. Su peso no va a ser quitado hasta que cada hijo de Dios sea hallado. Con nuestra cabeza en dirección a cada uno de los puntos cardinales, deseamos e invitamos a todos a recibir las ordenanzas que revelan el poder santificador de la Expiación.

Cuando un amigo mío y su esposa estaban listos para salir de su casa para asistir a una sesión del templo en la noche, su hijito de tan solamente cinco años de edad los detuvo y les preguntó: "¿A dónde van?" Ellos le respondieron: "Al templo". "Bueno, cuando estén allí, díganle hola a mi buen amigo Jesús", les dijo. "No creo que le veremos allí, hijo" le respondió su mamá. "¡Oh!, yo creo que lo van a ver si hacen un esfuerzo por verlo", replicó el pequeño.

Se nos ha prometido que en el templo, "todos los de corazón puro que allí entren verán a Dios" (D. y C. 97:16). Hay muchas maneras de ver; algunas de las más profundas no requieren nuestros ojos físicos. ¿Podríamos ver o entender más claramente a Jesús que cuando sentimos el peso de la salvación de nuestros hermanos y hermanas, su valor eterno, compartimos juntos con Él Su gran obra vicaria, y llegamos a ser "salvadores...en el monte de Sión"? (Abdías 1:21). Brigham Young dijo: "Tenemos una obra que hacer y es tan importante en su esfera como la obra del Señor lo fue en la Suya. Nuestros padres no se pueden perfeccionar sin nosotros... Ellos han hecho su obra y ahora duermen. Somos llamados ahora para hacer nuestra parte" (Discourses of Brigham Young, pág. 623). En cierto sentido, cuando estamos actuando como "salvadores en el monte de Sión", vemos con los ojos del Salvador. Vemos mucho más claramente como Él ve a todos los hijos de Su Padre y en esa visión vemos a Jesús con más plenitud..

EL PESO DE LA GLORIA

Una de las visiones más grandes que C.S. Lewis recibió por su estudio de las Escrituras fue la convicción de que nuestro destino es llegar a ser como Dios, lo cual testifica de nuestro tremendo valor. Cuando tomamos un nombre para hacer las ordenanzas del templo, sería maravilloso si siempre estuviéramos conscientes del valor de ese nombre desde una perspectiva eterna.

Lewis describió el valor de las almas con estas palabras: "La carga, o peso de la gloria de mi vecino debería ser llevada diariamente en mi espalda, una carga tan pesada que solamente la humildad podría llevarla y que en una espalda orgullosa le sería de quebranto. Es un asunto serio el vivir en una

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sociedad de posibles dioses y diosas, y recordar que aun la persona más torpe y menos interesante con quien usted lograra hablar, puede un día llegar a ser una criatura, la cual, si pudiese verla ahora, usted estaría decididamente tentado a adorar... Deberíamos conducir todas nuestras relaciones con los demás, todas nuestras amistades, todo nuestro amor, todos nuestros juegos y todas nuestra política, a la luz de estas posibilidades abrumadoras, con asombro y con la debida circunspección por ellas. No existen personas ordinarias. Usted no ha hablado nunca con un ser meramente mortal. Las naciones, las culturas, las artes y las civilizaciones son mortales, y su existencia es para nosotros como la vida de un mosquito. Pero aquellos con quienes nos reímos, trabajamos, nos casamos, somos presuntuosos o les explotamos, son seres inmortales. Después de los mismos sacramentos bendecidos, su vecino es el objeto más santo que sus sentidos puedan percibir" (de "The Weight of Glory", un sermón dado en la Iglesia St. Mary the Virgin, en Oxford).

Si un alma vale el sacrificio expiatorio del Salvador, como lo enseña la sección 18 de Doctrina y Convenios, si vale "todo el mundo", como lo enseñó Jesús (Mateo 16:26-29), entonces vale con toda certeza las horas de nuestro tiempo que invirtamos en buscar la información que sea necesaria para presentar los nombres de estas personas al templo y hacer por ellas las ordenanzas salvadoras. Como lo enseñó Jesús: "Si acontece que trabajáis todos vuestros días ...y me traéis aun cuando fuere una sola alma, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre! Y ahora, si vuestro gozo será grande con un alma que me hayáis traído al reino de mi Padre, ¡cuán grande no será vuestro gozo si me trajereis muchas almas!" (D. y C. 18:15-16; énfasis añadido).

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C A P Í T U L O 2 0

"Una obra grande y maravillosa''

En muchas ocasiones, en las primeras revelaciones de esta dispensación, el Señor presentó Sus instrucciones con Su propia descripción de la obra venidera. Dijo: "Una obra grande y maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres" (D. y C. 6:1). Nos invitó a meter la hoz con fuerza y a segar los campos blancos. Aunque son verdaderas para todas las obras que se hacen en Su reino y usualmente se aplican a la obra misional, Sus palabras son especialmente válidas en cuanto a la obra del templo.

Por cierto que la obra es grande, especialmente cuando consideramos los billones de hijos de nuestro Padre que esperan todavía las ordenanzas de salvación. Pero la obra es también maravillosa. ¿Podrían existir campos más blancos y listos para la siega que aquellos que están entre los que viven detrás del velo? Conocemos mediante las enseñanzas de profetas modernos que la obra es diferente allá que aquí. Lorenzo Snow nos asegura: "Cuando el Evangelio se predica a los espíritus en prisión, el éxito obtenido por tal predicación es mucho mayor que el alcanzado por la predicación de nuestros élderes en esta vida. Creo que en verdad serán muy pocos los espíritus de aquellos que no recibirán gustosamente el Evangelio cuando se les presente. Las circunstancias allí serán mil veces más favorables" (Millennial Star, 6 de octubre de 1893, pág. 218). Aprecio mucho la actitud del Señor hacia esa cosecha. Debemos participar de ese espíritu cuando ayudamos a nuestro Salvador en esta obra. Él dijo: "Si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra" (D. y C. 4:3; énfasis añadido). En otras palabras, la obra es tan maravillosa que el Señor nos va a dar el privilegio de participar en ella junto con Él, pero solamente cuando así lo deseemos. Él no nos tuerce el brazo, ni nos obliga, ni nos inyecta obediencia por medio de sentimientos de culpa. Él simplemente nos dice que la obra en sí misma será la propia recompensa. De hecho, será algo maravilloso.

La obra es tan maravillosa que "quien mete su hoz con fuerza atesora para sí" bendiciones de gozo sempiternas (D. y C. 4:4). Muy a menudo enfatizamos "la grandeza" de la obra y olvidamos su "maravillosa" naturaleza. Pero el Señor mismo indicó el aspecto "maravilloso" de la obra venidera (véase D. y C. 4:1). Es difícil hallar a alguien que haya invertido mucho tiempo en la obra del templo y que no piense que ha sido algo maravilloso. Puedo ilustrar con un ejemplo personal cómo llegué a entender de una manera pequeña cuán maravillosa es realmente la obra.

LOS NOMBRES ESCRITOS EN UN LIBRO. Hace pocos años mientras investigaba sobre mis antepasados daneses, fui profundamente

conmovido cuando leí las siguientes anotaciones en los archivos de la parroquia de Torup. Es la historia de dolor y de lucha de dos campesinos daneses: Jorgen Larsen y Magrethe Hansdatter. Sus tribulaciones me brindaron una de las lecciones más grandes de mi vida. Presento aquí un resumen de las anotaciones del libro de esa parroquia que nos relata acerca de su vida.

A Jorgen Larsen y Magrethe Hansdatter les nació su primer hijo el 17 de noviembre de 1776, al que llamaron Lars por su abuelo paterno. El niño murió dos semanas después, el 2 de diciembre. Tuvieron un segundo hijo que nació el 1 de mayo de 1778, al que también llamaron Lars. El niño murió

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tres semanas después, el 21 de mayo. Tuvieron un tercer hijo el 15 de agosto de 1779, al que llamaron Hans por su abuelo materno. Ese niño murió dos semanas después, el 29 de agosto. El 20 de agosto de 1778, Magrethe dio a luz a una niña a quien nombró como ella, Magrethe. Esta hija vivió solamente siete días y murió el 27 de agosto de 1780. Un cuarto hijo nació el 14 de octubre de 1781 a quien también llamaron Lars. Este falleció el 18 de noviembre de ese año, tan sólo un mes después de haber nacido. El 7 de septiembre de 1783 les nació una nueva hija, Karen. Ella murió una semana después, el 14 de septiembre.

No puedo expresar la emoción de mi corazón cuando leía esta historia en las páginas viejas de los archivos de la iglesia. Finalmente, el 5 de septiembre de 1784, Jorgen y Magrethe tuvieron una nueva hija a la que llamaron Maren, quien vivió hasta su madurez. Tuvieron luego un hijo a quien llamaron, muy apropiadamente, Lars, por su abuelo paterno. Éste nació el 26 de mayo de 1787 y fue mi cuarto bisabuelo.

Mi esposa y yo fuimos al Templo de Jordán River, en Utah, para sellar a esta familia y a otras como unidades eternas. El Señor nos promete que habrá ocasiones en que nos remontaremos "en la imaginación de [nuestros] pensamientos como si fuera en alas de águila" (D. y C. 124:99). En otras palabras, en ciertas ocasiones nos mostrará verdades sagradas y hermosas en nuestra mente por medio del ejercicio de nuestra imaginación. Ésta fue una de esas ocasiones. Me parecía ver a mis queridos parientes daneses y a todos sus hijos reunidos alrededor de sus padres. Se hallaban todos vestidos de blanco y estaban felices y se abrazaban el uno al otro cuando se efectuó el sellamiento. De pronto, se volvieron al unísono mirando sobre ellos a un ser a quien yo no podía ver, pero que supe Quién era por la expresión de gratitud de todos ellos.

Dijeron: "Te agradecemos, Padre, por permitirnos nacer en una época y en un lugar donde nuestros nombres pudieron ser escritos en los archivos de una iglesia, de modo que nuestro descendiente pudo hallarlos y traernos aquí, a Tu casa, para ser limpiados y unidos eternamente como familias. No necesitamos esperar más. Nuestra vida es completa. Te agradecemos porque nuestros nombres fueron escritos en un libro". Solamente por las bendiciones del templo, pudieron olvidar todo el dolor y las dificultades de su vida mortal. A pesar de sus sufrimientos, su vida fue completa gracias al registro de sus nombres en un libro de una iglesia luterana. Quizás el apóstol Pablo tenía estas bendiciones en mente cuando escribió a los santos de Roma: "Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Romanos 8:18).

Volviéndose hacia mí y con ojos de asombro, mis antepasados parecían decirme: "Y a ti, nuestro descendiente, te es permitido arrodillarte ante el altar en la Casa del Señor. Has vivido toda tu vida con la seguridad de una familia eterna. Puedes sentarse a los pies de profetas vivientes y leer palabras de las Escrituras que nunca soñamos que existiesen. ¡Cuan agradecido debe estar tu corazón a nuestro Padre Celestial por todas Sus bondades! Para nosotros, fue suficiente que nuestros nombres fuesen escritos en los archivos de una iglesia".

Verdaderamente, ángeles descienden las gradas del Señor y nos edifican, nos instruyen y promueven nuestra humildad conforme ascendemos por las mismas gradas a nuestra mansión eterna para reunimos con ellos. No puedo pensar en ninguna persona que haya vivido o que viva ahora que tenga más razones para regocijarse que los Santos de los Últimos Días, por cuanto a ellos se les ha encargado una obra que es maravillosa en su naturaleza y es santificadora en su realización.

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PARTE 6

UNA CASA DE ACCIÓN DE GRACIAS

Te e rogamos por los miembros de Tu Santa Iglesia en todo el mundo, para que Tu pueblo a tal grado sea guiado y gobernado por Ti, que todos los que profesan ser y se llaman Santos sean preservados en la unidad de la fe, en la vía de la verdad, en los lazos de la paz y en santidad de vida.

(ORACIÓN DEDICATORIA DEL TEMPLO DE SALT LAKE)

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C A P í T U L O 2 1

El río crece

Deseo concluir con un testimonio los pensamientos que he tratadode compartir sobre el templo. No importa lo que leamos sobre el templo, nuestra experiencia allí será siempre personal. A cada uno de nosotros nos traerá bendiciones hermosas y únicas. Esto es parte de su poder—satisface nuestras necesidades individuales de un modo perfecto. Conforme sus frutos llegan a ser más dulces en nuestra vida, sentimos una profunda gratitud y nos damos cuenta más plenamente por qué el Señor llama al templo "un lugar de acción de gracias para todos los santos" (D. y C. 97:13). De un modo muy significativo, la primera palabra de la oración dedicatoria del Templo de Kirtland (el primer templo de esta dispensación) es la palabra gracias. ¿Hay acaso una palabra más apropiada para empezar la dedicación de un templo al Señor? Es una hermosa ironía de las Escrituras que digamos "gracias" cuando damos a Dios algo que nos bendecirá infinitamente más a nosotros que a Él.

En momentos de quietud y de reflexión, vamos de nuevo al templo para expresar nuestra gratitud. Vamos al templo una y otra vez no solamente por nuestras necesidades, en busca de guía o de consuelo, sino también para estar cerca del Espíritu del Señor y decirle "gracias". Cuanto más contemplemos el templo como una casa de instrucción, una casa de refugio, una casa de orden y una casa de gloria, más entenderemos por qué es también una casa de acción de gracias.

En uno de los más hermosos salmos, David expresa su amor por el Señor por cuanto le "ha hecho bien". Él pregunta: "¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?", y entonces responde a su propia pregunta: "Te ofreceré sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre de Jehová. A Jehová pagaré ahora mis votos delante de todo su pueblo, en los atrios de la casa de Jehová. ...Aleluya" (Salmos 116:7,12,17-19; énfasis añadido). La adoración en el templo es una manera hermosa de agradecer al Señor por "hacernos bien".

He llegado a amar mucho el templo. Si alguien me hubiera dicho hace años, cuando salí de él después de mi investidura, que la adoración en el templo llegaría a ser un amor central en mi vida, simplemente no lo habría creído posible. Aún, a través de los años, he sentido crecer continuamente en mi vida las aguas del río descrito por Ezequiel. Desconozco cuán profundamente me he metido en el río. Quizás no esté aún ni por las rodillas. No obstante, he sentido su dulzura refrescante lo suficientemente como para saber que nunca desearé salir de él. En cuanto más crece el río, mayor es la gratitud que siento por tenerlo cerca para meterme en él con frecuencia.

Me emociona siempre escuchar el anuncio de otro templo que será construido en alguna parte del mundo. ¡Qué hermoso es que otros miembros puedan tener ahora fácil acceso a la Casa del Señor! ¡Ellos podrán sentir que las aguas crecen en su propia vida y recibir sus propias y extraordinarias bendiciones! Creo que la construcción continua de templos va a ser cada vez más y más importante conforme las fuerzas del mal empiezan a prevalecer en el mundo. Los templos llegarán a ser una necesidad en nuestra vida y nos sentiremos más y más agradecidos de poder entrar a ellos con frecuencia.

Quisiera, a modo de testimonio, concluir con tres grandes gratificaciones que el templo ha traído a mi familia. Las comparto como una expresión de acción de gracias al Señor por la bondad que ha inundado mi vida gracias a Su Casa. Ellas incluyen tanto la sanidad que recibimos en el templo como sus poderes dadores de vida. Espero que estos testimonios puedan expresar de la mejor manera por qué

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amo tan profundamente la Casa del Señor.

VOLVER EL CORAZÓN DE LOS HIJOS

Cuando era tan solo un bebé, mis padres se separaron y poco tiempo después se divorciaron. Fuí criado por mi madre, quien me enseñó a amar el Evangelio de Jesucristo, a estudiar las Escrituras y a confiar en mi Padre Celestial. Vi a mi padre muy poco mientras crecía. Una vez al año, mientras visitaba a mis abuelos en Utah, mi padre nos llevaba a mí y a mi hermana a Lagoon, un parque de diversiones cerca de Salt Lake City. Ése era mi único contacto con él durante mis primeros dieciocho años de vida. No había nada en ello que pudiera establecer una relación. Mi padre era simplemente una persona que nos llevaba a mí y a mi hermana una vez al año a un parque de diversiones. No tenía ningún sentimiento por él, ni negativo ni positivo.

Cuando cumplí dieciocho años de edad, salí de California y fuí a estudiar a la Universidad Brigham Young, en Provo, Utah. Estaba profundamente interesado en la genealogía. Disfrutaba estar en la universidad, pero lo que realmente quería hacer era ir a Salt Lake City y pasar todo el día en el Centro de Genealogía. En los fines de semana trataba que alguien me llevara a Salt Lake City para buscar a mis antepasados y tenía que conseguir luego cómo regresar cada noche a Provo.

Mi padre vivía en Salt Lake City y tenía un sofá cama en uno de sus cuartos. Lo llamé y le pregunté si yo podía quedarme en su casa los viernes y los sábados por la noche para así pasar más tiempo en el Centro de Genealogía. No solamente estuvo él de acuerdo con que me quedara en su casa, sino que también se ofreció para ir a recogerme a Provo, llevarme y traerme de ida y vuelta del Centro de Genealogía a su casa, y llevarme de regreso a la universidad cuando hubiera terminado.

Me encantaban los fines de semana y los esperaba con ansias todos los días. Trataba de hacer todas mis tareas de modo que tuviese todo el fin de semana disponible para pasarlo en Salt Lake City. Nunca pude anticipar a lo que aquellos viajes de fin de semana me conducirían eventualmente. En la noche hablaba con mi padre y le mostraba lo que había encontrado. Empecé a quererlo y aprendí a amarlo. Mi corazón empezó a volverse hacia él. El primer padre a quien el espíritu de Elias me hizo volver no fue un antepasado distante al que conocería algún día en la Resurrección. Fue mi propio padre.

Desde ese día, mi padre ha ido al templo muchas veces. He continuado la investigación de nuestros antepasados. He enviado sus nombres para las ordenanzas del templo y mi padre ha ido al templo todas las semanas para hacer la obra por ellos. No dudo del poder inherente de la promesa de Malaquías. El espíritu de Elias puede extenderse a través de los siglos y unir nuestro corazón a los padres cuyos nombres leemos en viejos manuscritos góticos. También puede extenderse a través del dolor del divorcio y unir el corazón de un hijo a su padre y el de un padre a su hijo. Ésta es una de las grandes recompensas que he recibido por haber venido Elias a hacer realidad la promesa dada en Malaquías.

¿CUÁL SERÁ TU SALARIO? Cuando era un muchacho me caí en el cemento y se me estropeó la parte superior de mi boca. No me

dí cuenta del daño sino hasta cuando me fue revelado por un examen de rayos X muchos años más tarde. Para entonces era ya muy tarde para preservar mis dientes. Tuve varias operaciones durante mi adolescencia. Mis dientes superiores fueron extraídos y se me colocó un puente para corregir el daño. Durante esos años en que tuve que usar un puente dental, viví con una sonrisa sin dientes. Ésos fueron los años de mi secundaria.

Aprendí a hablar sin mostrar mis dientes. Recuerdo que el hacerlo no representó una gran dificultad; sin embargo, resultó en una completa pérdida de confianza en el ámbito social. Nunca tuve una cita con una muchacha y en general tuve muy poco trato con las jóvenes. Recuerdo que cuando fui a una misión sentí un gran sosiego, ya que por dos años más no tendría que preocuparme por mis

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contactos sociales ni por salir con una joven. Cuando alcancé la madurez creí que no podría ni me casaría con una mujer hermosa. Llegué a

aceptarlo como parte de mi vida y me había resignado a tomar una esposa que fuese menos de lo que yo anhelaba. Aún así anidaba siempre mis sueños. Había formado un retrato de la esposa perfecta hasta el último detalle—sus talentos, su personalidad, sus compromisos en la vida, su apariencia y hasta el color de su pelo y de sus ojos. Era un bello sueño el cual creía que jamás se haría realidad.

Las Escrituras nos enseñan que el Señor premia a Sus hijos dán doles esposas muy especiales (Proverbios 19:14). Si esto es cierto, de seguro que ningún hombre ha sido mejor premiado que yo. Laura Chipman llegó a mi vida poseyendo cada detalle de mi retrato, aún el color de su cabello y de sus ojos.

Podrá entender cómo me sentí cuando me arrodillé en el Templo de Alberta, en Canadá, y escuché las hermosas palabras de promesa y de cumplimiento que allí fueron pronunciadas. Sabía que esta unión y este amor, los cuales había pensado que nunca llegarían a mi vida, ahora serían para siempre si permanecía fiel a mis convenios.

Cuando ella colocó su mano en la mía, mientras nos arrodillábamos ante el altar, sentí en todo mi ser tal espíritu, luz y belleza que desde entonces, cuando escucho la palabra gloria, revive en mi mente ese momento. En los altares del templo, el Señor abre una ventana del cielo un poquito para permitir que la luz celestial toque nuestras almas y saboreemos lo que puede ser nuestro para siempre si somos fieles a nuestros convenios. Nunca antes tuve ni he tenido desde entonces tal júbilo de gozo puro.

Un pensamiento de Arthur Henry King ha llegado a significar mucho para mí desde que lo leí hace algunos años. Él dijo: "Nací en la extrema pobreza y sin embargo no tenía ambiciones; me sorprendía cada vez que algo bueno me sucedía. Aún continúo siendo así. Lo que uno no espera, puede llegar a ser una fuente de gratitud, y la gratitud es uno de los atributos fundamentales del Evangelio. Es lo que sentimos que tenemos que dar de vuelta al Señor en todas las cosas" (The Abundance of the Heart, pág. 78).

Nunca esperé tener una estrecha relación con mi padre y tampoco la dulzura de una hermosa compañera; sin embargo, la casa del Señor no solamente trajo estos regalos a mi vida sino que también me asegura que pueden ser eternos. ¿Qué otros sentimientos podrían ser más dignos de gratitud? Cuando fuí al templo por primera vez, no esperaba que me llenase de tal modo y me brindase tanto gozo. Dudo que muchos podamos comprender la primera vez lo que el templo puede hacer realmente por nosotros. Quizás es por eso que nuestro corazón se ensancha más y más con gratitud conforme las bendiciones fluyen y nuestra vida se enriquece más.

Me encanta la historia de Jacob y Raquel en el Antiguo Testamento. Pienso que es una de las historias de amor más hermosas en la literatura, aún cuando solamente se escribió en pocos versículos. Labán le preguntó a Jacob: "¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario".

Jacob respondió: "Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor". Los siete años resultaron en catorce, pero a Jacob "le parecieron como pocos días, por que la amaba" (Génesis 29:15-20).

Puedo imaginar una escena similar en mi propia vida alguna vez en el futuro. Mi Padre Celestial me hará una pregunta como la que Labán le hizo a Jacob: "¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario".

Yo sé la respuesta que le daré. No pediré una mansión en los cie los, sino que le pediré una recompensa aún mayor. Aun sé que es una recompensa que Él desea darme. Le responderé: "Te serviré toda mi vida por la eterna compañía de tu hija Laura. Por favor sella mi matri monio con el Espíritu Santo de la Promesa. Preserva, Padre, el fruto que hemos cosechado juntos en nuestra vida". ¿Qué mayor retribución podría uno pedir que ésa?

Wilford Woodruff entendía bien esta verdad, porque amaba profundamente a su esposa. Él dijo:

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"Bendito eres si hubieses vivido en la carne mil años, tanto como nuestro Padre Adán, y hubieses vivido y trabajado toda la vida en pobreza, y cuando esto acabe, por tus actos pudieses asegurarte de tener contigo a tu esposa y a tus hijos en la mañana de la primera resurrección para morar juntos en la presencia de Dios. Solamente eso multiplicaría el pago de mil años de trabajo" (Journal of Discourses, 21:284).

ELLOS SEGUÍAN LLEGANDO

Una tarde llevé a mi hijo de doce años al templo para hacer bautismos por varios de nuestros antepasados. Él había ido conmigo en varias ocasiones a la Biblioteca de Historia Familiar y había hallado por sí mismo algunos de sus antepasados. Ésta no era la primera vez que íbamos juntos al templo para ser bautizados por los muertos, pero resultó ser una de las más especiales. Había un espíritu tranquilo y hermoso en el templo esa tarde. Hicimos los bautismos y luego las confirmaciones. Después de que él fue confirmado por sus antepasados, me contó una experiencia especial que recibió durante las confirmaciones. Esta historia dice mucho acerca de la maravilla del templo y de la gratitud que engendra.

Me dijo: "Cuando los obreros pusieron sus manos sobre mi cabeza, vi una imagen en mi mente. Te vi a ti, papá, que estabas solo. Luego llegó mamá y se quedó junto a ti y te tomó de la mano. Luego

llegamos Kirsten, Megan, Ben, Mckay y yo, y nos quedamos con ustedes. Vi luego a la abuela y al abuelo que llegaron a unirse con nosotros. Después, muchas personas empezaron a venir de varias direcciones diferentes. Yo no los conocía, pero ellos llegaron y se quedaron con nosotros y nos tomaron de la mano. Ellos seguían llegando y llegando hasta que no podía ver el final de ellos".

¿Habría acaso un momento más dulce que un padre pudiera compartir con su hijo que aquel que yo compartí con el mío esa tarde en el templo de nuestro Dios? ¡Cuánta gratitud continúa creciendo en mi corazón cuando medito sobre esa experiencia! Algún día mi hijo conocerá quiénes son todas aquellas personas y la experiencia descrita por Enoc llegará también a ser suya: "Entonces tú y toda tu ciudad los recibiréis allí, y los recibiremos en nuestro seno, y ellos nos verán; y nos echaremos sobre su cuello, y ellos sobre el nuestro, y nos besaremos unos a otros" (Moisés 7:63).

La esencia del templo está contenida en este versículo. Que la experiencia descrita sea la recompensa de todos lo que verdaderamente aman la casa del Señor.

GRITAMOS DE GOZO

Cuando medito sobre todo el gozo que el templo ha traído a mi vida y en la fortaleza que da a cada miembro de la Iglesia, no es difícil entender entonces por qué gritamos de gozo cuando se dedica un templo. Esa ocasión solemne y santa es una celebración de felicidad que armoniza con aquella que el nuevo templo traerá a todos los que pasen por sus puertas.

He tenido el privilegio de participar en la dedicación de tres templos. Cada oportunidad fue una ocasión sagrada que siempre recordaré y atesoraré. Solamente en las ocasiones más santas gritamos porque nuestra felicidad es tan plena que nos hace alabar a nuestro Padre y a Su Hijo. Las Escrituras mencionan solamente unas pocas ocasiones como ésas. Job menciona cómo "alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios" cuando la tierra fue creada (Job 38:7). José Smith citó ese grito de gozo mencionado por Job en su gran himno de la Restauración mencionado en un capítulo anterior (véase D. y C. 128:23).

Cuando Jesús entró triunfalmente en Jerusalén para completar Su gran sacrificio redentor por la salvación del mundo, la multitud "gozándose, comenzó a alabar a Dios en grandes voces" (Lucas 19:37). Clamaban: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!" (Juan 12:13). Zacarías describió esta promesa triunfal de la inminente Expiación con estas palabras: "Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he a aquí tu Rey vendrá a ti" (Zacarías 9:9; énfasis añadido).

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El apóstol Pablo escribió a los Tesalonicenses que el Señor, en Su Segunda Venida, "con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá de cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero" (1 Tesalonicenses 4:16). Todos estos momentos son profundamente significativos en cuanto a la salvación de la humanidad. La Creación, la Expiación y la Resurrección son todas ocasiones para gritar "¡Hosanna a Dios y al Cordero!" No es coincidencia que la dedicación de la Casa del Señor esté también acompañada por un grito de gozo, porque es esencial para la salvación de los hijos de nuestro Padre. Ruego que ese grito pueda hacer eco una y otra vez en toda la tierra, entre todos los pueblos, y que pueda resonar en cada oído.

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