U N IN TEL EC TU A L E N

LA POLITICA MEXICANA: A G U ST IN YAÑEZ*

R o d e r ic A. C a m p

Central College, lowa

Los intelectuales han tenido un papel importante en la vida política mexicana desde principios del siglo XIX. Du­rante el Porfiriato, su influencia disminuyó, a medida que el orden político y la censura gubernamental desalentaron el crecimiento intelectual y el libre debate de las preferencias ideológicas. Empero, en los inicios del siglo, el régimen comenzó a perder su legitimidad, y numerosos hombres de ideas, desilusionados con la política social y económica de Díaz y con la falta de libertad política, organizaron en secreto grupos o clubes políticos a fin de discutir sus pun­tos de vista sobre la situación mexicana. Muchos se con­virtieron en los precursores intelectuales de la Revolución de 1910-1920, y, aunque no se hallaban en la primera fi­la del liderazgo revolucionario, sí proporcionaron a me­nudo la ideología intelectual para los planes o programas de varios caudillos militares.1 Una vez terminada la lucha, hacia 1920, los intelectuales, eclipsados por gene­rales y políticos, fueron llamados a desempeñar diferentes cargos dentro del gobierno, dándoles la oportunidad de influir y administrar la política, papel que les había sido ne­gado durante los cuarenta años anteriores.

Las razones por las que los intelectuales fueron lla­mados a servir a México en el período post-revoluciona- rio eran numerosas, pero entre las más importantes después

* Versión castellana de Pastora Rodríguez Aviñoá.

de 1920 habría que contar la necesidad del gobierno de: poner orden al caos de la legislación laboral, financiera y agraria; expandir y remendar el sistema educativo; conso­lidar y propagar la filosofía revolucionaria; y legitimar la política gubernamental ante mexicanos y extranjeros. Los intelectuales respondían a una variedad de necesidades, independientemente de que sus disciplinas o capacidades fuesen legales, científicas, artísticas, musicales o literarias. Asumieron ese papel con entusiasmo, creyendo que con­tribuían a la reconstrucción de un México nuevo y moder­no.2

A medida que México comenzó a crear o reconstruir su estructura institucional, tanto política como económica, a modelar su proceso de modernización en los años 1930 y 1940, el antiguo entusiasmo entre los intelectuales co­menzó a decaer. Al igual que otros procesos revoluciona­rios en otras partes, el abismo creciente entre los objeti­vos de la revolución de 1910, codificados en la Constitu­ción de 1917, y sus logros, desanimó a muchos intelectua­les, y comenzaron a alejarse de sus posiciones de franco apoyo, a criticar abiertamente al gobierno y a sus líderes y a dejar los puestos en el gobierno. Durante este tem­prano período post-revolucionario, una nueva generación de líderes intelectuales llegó a la edad adulta sin haber participado directamente en la violencia revolucionaria. Esta generación, nacida entre 1900 y 1920, llegó a domi­nar la vida intelectual de 1940 a 1970, el período más crítico en el desarrollo y evolución de México hacia su estado actual.3

Apenas se ha especulado y estudiado el papel que han jugado los intelectuales en México durante el siglo XX, condición no exclusiva de México.4 El propósito de este trabajo es describir la estructura general de la vida intelectual mexicana, en particular las características ge­nerales de los intelectuales y sus patrones de reclutamien­to, utilizando la carrera del distinguido novelista Agustín

Yáñez como ejemplo específico de la carrera del intelec­tual mexicano que se ha involucrado en la vida pública. Yáñez es un sujeto apropiado por varias razones. Prime­ra, los intelectuales más prominentes de México entre 1920 y 1980, según estudios norteamericanos, hombres públi­cos mexicanos y a la vez intelectuales, han sido las fi­guras literarias.5 Segunda, los intelectuales mexica­nos han seguido dos patrones generales en sus relaciones con la vida pública: han sido independientes o formado parte de aquélla. No obstante, en México, a diferencia del patrón norteamericano, la mayoría de los intelectuales han seguido carreras gubernamentales.6 Y, por último, aun­que existen muchos estudios sobre la carrera literaria de Yáñez, ninguno —que sepamos— ha tratado su carrera política.7

El origen social de los intelectuales mexicanos me­rece ser examinado. Muchos observadores coinciden en que el origen social tiene una influencia significativa en las ideas de un intelectual o en su orientación ideológica. Por ejemplo, Raymond Aron sostiene que las actitudes de los intelectuales pueden también explicarse en referen­cia a sus orígenes sociales”.8 Es más, Lewis Coser cree que el origen común entre los intelectuales ingleses y franceses es lo que contribuye “a un sentimiento de cohe­sión entre la comunidad intelectual” de esos países.9. Por añadidura, el origen de clase es un elemento deter­minante de los patrones educativos seguidos por el inte­lectual, un patrón crítico para su mayor socialización y contacto con otros intelectuales, una condición que se ha lia también en Inglaterra.10

La primera de estas razones para examinar el origen social, sus efectos sobre los valores y p&sición filosófica del intelectual, es difícil de determinar con precisión. No puede afirmarse, por ejemplo, que la clase social deter­mina por sí misma las ideas de un intelectual o las polí­ticas que llevaría a cabo si estuviera en posición de rea-

lizarlas.11 Sin embargo, los intelectuales mexicanos cre­en que el origen social ha sido crucial en su desarro­llo personal. En una carta al autor, Marta Robles, la jo­ven novelista, señala qua el ambiente familiar, con abue­los y padres bies educados, afectó sus valores e identi­dad.12 El antropólogo Arturo Warman atribuye su interés y afecto por la vida rural a que tuvo que trabajar en ese ambiente cuando era un joven estudiante, expe­riencia debida a la situación económica de su familia.13

Agustín Yáñez, al igual que Robles y Warma-n, creía que su ambiente familiar, y el de Guadalajara, donde se crió, fueron más importantes en su formación personal que las otras fuentes de influencia, incluidos sus profe­sores y libros.14 Aunque existe poca información sobre su familia, se ha dicho que sus abuelos eran campesi­nos y artesanos, uno de ellos vendía dulces, pan, e in­cluso trabajó en una imprenta. Su padre, originalmente campesino, es más complejo. Parece haber sido im acti­vista durante la Revolución, y él y sus hermanos apo­yaban a Madero. Se metió en la política local en 1912 como partidario de José López Portillo y Rojas, abuelo del actual jefe del Estado, como candidato a la gubematura de Jalisco. Según un autor, formó parte de la guardia personal de López Portillo por algún tiempo y representó a la clase obrera en una lista de candidatos a la presiden­cia municipal de Guadalajara.15

Si examinamos el origen social del intelectual mexi­cano, descubrimos que los orígenes de Yáñez no son típi­cos. La mayoría sobre los que tenemos información pro­ceden de familias de clase media y alta. Estudios de gru­pos intelectuales más reducidos revelan un predominio similar del origen de clase media y alta.16 Aunque el origen social de Yáñez es la excepción más que la regla, los intereses políticos de su padre son característicos de muchos políticos mexicanos o de intelectuales con incli­naciones políticas. Por ejemplo, entre la élite intelectual

de México, Octavio Paz, Narciso Bassols y Luis Cabrera tuvieron padres, abuelos o tíos metidos en la política ac­tiva, y a su vez ellos estuvieron involucrados en la vida pública. 17 Se puede indicar asimismo que entre los in­telectuales que eligen carreras públicas o políticas, es más común hallar parientes metidos en actividades polí­ticas, lo que parece indicar que se trata de un elemento determinante en su elección de meterse en la política. Además, dada la importancia de los vínculos de parentes­co entre los grupos políticos mexicanos, dicho activismo familiar podría, de hecho, ser crucial para una carrera po­lítica exitosa.18

Si examinamos el segundo impacto del origen social, el efecto sobre el nivel y lugar de la educación, surgen otros patrones importantes. Aparece muy claro en los es­tudios de las principales instituciones educativas mexica­nas que los hijos de familias de la clase media y alta asis­ten a esas instituciones en número desproporcionado a su distribución en la sociedad.19 Además, los estudiantes de esas dos clases, de hecho, completan su educación en mucha mayor proporción que los de las clases bajas. Do- nald Mabry señala cifras de los años 1960 que demues­tran que el ingreso familiar de los estudiantes de las facul­tades profesionales de la U N A M era más de 35% supe- rior al promedio nacional.20 Esto significa que el am­biente familiar es un elemento determinante para el pre­sunto intelectual que recibe educación universitaria, una credencial importante en la certificación de un intelectual mexicano. Aun cuando algunos prominentes intelectuales no tienen educación universitaria, llama más la atención el extraodinario número de intelectuales, incluso en los años 1920, que tenían un título profesional, y trabajo de postgrado en México o en el extranjero. Menos del 10% de los intelectuales mexicanos son “autodidactas”.21

Yáñez, a pesar de su origen social, se contaba entre el grupo excepcional que deseaba educación superior y la

logró. Por su clase social debería haber asistido a una escuela pública, sin embargo, buena parte de su educación primaria y preparatoria la recibió en una escuela privada de Guadalajara. Antes de entrar a la escuela de derecho, Yáñez visitó la ciudad de México en junio de 1922, donde siguió un curso de filosofía como estudiante particular de Antonio Figueroa.22 Al igual que muchos otros futu­ros intelectuales y políticos que no podían ir a la ciudad de México, Yáñez se inscribió en 1923 en la institución provinciana más prominente en esa fecha: la Escuela Li­bre de Derecho de Guadalajara.23 Como otros intelec­tuales de su clase tenía que enseñar en la Escuela Normal Femenina y en una preparatoria privada para financiar su educación.

El lugar y nivel de educación de un intelectual es importante por varias razones. En México, donde el acceso a la educación superior es limitado, un título universitario es una llave importante para una carrera exitosa, ya sea en el sector público o privado. Además, la elección de escuela secundaria y preparatoria, al igual que la escuela profesional, determina otro conjunto de experiencias socia- lizadoras por las que pasará un individuo. A esto se añade que los contactos sociales hechos en la escuela son ele­mentos determinantes de carreras intelectuales y políticas exitosas.24

La mejor apuesta de Agustín Yáñez, si hubiera podido costeársela, para seguir su educación, habría sido asistir a la Preparatoria Nacional y a la UNAM . Las razones son claras: ambas han ejercido una influencia singular en las experiencias educativas y profesionales de la mayoría de los políticos e intelectuales mexicanos.25 Empero, intervi­nieron dos características del origen social de Yáñez que no lo hicieron posible: el origen proletario de sus padres y su lugar de nacimiento. Habiendo nacido en Guadalajara, habría sido excesivamente caro asistir a la Preparatoria N a­cional y a la UN AM en la ciudad de México, pues aun­

que la colegiatura era nominal, el costo de la vida en la capital era más de lo que la familia podía suministrar.

Antes de ingresar en la Escuela de Derecho, estudió varios años en el Seminario de Guadalajara, pero dejó la carrera de sacerdote en su segundo año.26 Esta educa­ción, amén de algunos escritos tempranos con un tono religioso, y sus actividades estudiantiles en los años 1920 como supuesto miembro de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, ha llevado a algunos a afirmar queYá- ñez era cristero. Es posible que haya sido simpatizante del movimiento cristero en Jalisco, pero no hay prueba alguna de que haya tenido vínculos con los líderes cristeros.27 Las simpatías de Yáñez por ese movimiento religioso no son raras en un estudiante tapatío de la época, pues otros individuos —luego figuras prominentes de la política na­cional— estuvieron asimismo involucrados.28

Yáñez, al igual que la mayoría de los intelectuales mexicanos, se decidió por la profesión legal.29 Aunque terminó la carrera e incluso trabajó con Saturnino Corona­do, abogado prominente que posteriormente fue importante en la política, su educación legal y su experiencia temprana no le llevó a una carrera política e intelectual exitosa.30 A semejanza de muchas otras figuras políticas y literarias, comenzó a cimentar su fama en actividades extracurricu- lares, como escritor y orador. En 1925, a la edad de 21 años, participaba los sábados en una reunión de amigos que se juntaban a discutir de literatura y de música. Yá­ñez continuó asistiendo toda su vida a estas reuniones regulares de intelectuales. Es más, éstas lo llevaron a la confirmación de su carrera intelectual y a su primer con­tacto con la vida pública. Usando sus contactos intelec­tuales, Yáñez fundó la revista literaria Bandera de 'pro­vincias en 1929. Al buscar nuevos escritores logró obtener la colaboración de muchas de las figuras literarias e inte­lectuales importantes de México, algunos de entre ellos se inclinaron por carreras políticas.31

Las actividades intelectuales le llevaron también a la política. A principios de 1929, asistió a una comida en honor de Vasconcelos cuando éste se hallaba en medio de su campaña presidencial contra el candidato del gobierno. Su interés en la candidatura de Vasconcelos perduró, y en julio, como miembro de una delegación estudiantil, asis­tió a la convención del Partido Antirreeleccionista que nombró candidato a Vasconcelos.32 Ahora bien, utilizó el viaje como pretexto para dar a conocer su recién creada revista literaria en los círculos intelectuales de la ciudad de México, cosa que consiguió muy fácilmente.

De estas actividades intelectuales nació su amistad con Luis Castillo Ledón, prominente historiador y gober­nador de Nayarit. En 1930, Castillo Ledón nombró a Yáñez Director de Educación Primaria y primer Rector del Instituto de Nayarit. Salió de ambos puestos en 1931, al dejar la gubernatura Castillo Ledón.33 La carrera in­telectual y pública de Yáñez tal vez no habría traspasado los confines de Guadalajara, si hubiera permanecido allí. A pesar de que ésta es la segunda ciudad del país, el éxito intelectual y político en México se ve determinado por una clave: residencia en la capital. Las ciudades de pro­vincia, independientemente de su tamaño, no han prestado suficiente apoyo a las carreras intelectuales y políticas que den renombre nacional.34

En 1931, Yáñez tomó una decisión crucial para el res­to de su carrera: se fue a la ciudad de México. Al año si­guiente, aprovechando su lugar de residencia, tomó otras decisiones importantes: comenzó a enseñar en la Escuela Nacional Preparatoria al mismo tiempo que se inscribía como alumno. De este modo, iba a adquirir dos caracte­rísticas compartidas por un buen número de intelectuales y políticos: primero, la mayoría de los intelectuales mexica­nos han enseñado y entre ellos la mayoría en la Escuela Nacional Préparatoria y en la Universidad Nacional o ambas cosas;35 y, segundo, la mayoría de los intelectua­

les mexicanos han sido educados en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Universidad Nacional. Yáñez, al enseñar en una y estudiar en la otra, se insertaba en un medio social conducente a su puesta en contacto con la mayoría de los futuros líderes intelectuales y políticos del país en calidad de compañeros, discípulos, colegas o profeso­res. En el caso concreto, son dignos de atención dos ejem­plos. Durante sus estudios de maestría en filosofía en la U- NAM , Salvador Zubirán, posteriormente Subsecretario de Salubridad y Rector de la UNAM , fue su director de te­sis.36 Años después, al terminar su tesis, su comité incluía a Eduardo García Máynez, José Gaos, Julio Jiménez Rueda, Samuel Ramos y Edmundo O ’Gorman, todos ellos promi­nentes intelectuales.37 En su calidad de profesor, dio clases a muchos políticos, entre ellos a Adolfo López Ma­teos,38 estudiante que finalmente habría de influir en su carrera.

Yáñez se embarcó en una carrera docente que iba a durar muchos años. Pero su futuro político se vio am­pliamente determinado por sus actividades intelectuales y su mérito como novelista famoso. Aunque trató de utilizar su carrera docente a fin de alcanzar puestos admi­nistrativos prominentes, no logró el puesto de Director de la Escuela Nacional Preparatoria en 1944, a pesar de su participación activa en la política estudiantil y en la for­mación de su propia camarilla estudiantil.39 Tal vez este fracaso explique el que mucha gente cercana a él no considere a Yáñez un político en el sentido de que no ma­nipulaba hábilmente a los que le rodeaban a fin de lograr puestos políticos importantes. En 1932, Yáñez fue nom­brado Director del Programa Radiofónico. de Extensión Educativa de la Secretaría de Educación Pública, siendo Secretario Narciso Bassols. En 1934, cuando Bassols se fue a la Secretaría de Hacienda, Yáñez fue nombrado Di­rector de la Biblioteca y Archivos Económicos de la Secre­taría, trabajo que mantuvo hasta 1952. Este tipo de puestos

bajos con responsabilidades intelectual-técnicas es típico de las carreras públicas de muchos intelectuales mexicanos, pero el mantenimiento en el mismo puesto durante diecio­cho años no parece sugerir éxito político. El patrón típico de los intelectuales con carreras políticas exitosas, al igual que los políticos, es moverse rápidamente de un puesto a otro horizontal o verticalmente. Alguien que observase kt carrera política de Yáñez en los años 1930 y 1940 habría te­nido buenas razones para pensar en lo remoto de un éxito político inmediato.

La inmovilidad de la carrera pública de Yáñez plantea una cuestión importante: hasta 1952 no entró totalmente en la vida pública, al nivel más alto cuando el partido lo nom­bró candidato a la gubernatura de Jalisco. ¿Cómo subió de un puesto mediocre, burocrático, tras haber dejado su estado natal durante tantos años, a un cargo político importante? La respuesta es que Yáñez dedicó su talento a su carrera literaria e intelectual. Para 1952 había escrito sus obras más importantes, y le acarrearon invitaciones para hablar en México y en el extranjero. Además, la fama de Yáñez le ayudó a obtener puestos intelectuales de cierto prestigio, incluido su nombramiento en 1946 como editor de la Re­vista de Filosofía y Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM . Dos años antes, fue el director-fun­dador de Occidente} revista que utilizó a semejanza de Bandera de 'provincias para rodearse de la crema y nata del mundo intelectual mexicano. Durante esos años, entabló amistad personal con muchos intelectuales con gran éxito en la vida pública: Antonio Carrillo Flores, Nabor Carrillo Flores, Javier Barros Sierra y Antonio Armendáriz. Su fama literaria redundó en invitaciones a entrar en impor­tantes academias intelectuales, entre ellas al seminario de Cultura Mexicana en 1948 (fue presidente de éste sólo un año después de su nombramiento), la Academia Mexi­cana de la Lengua en 1952, y sobre todo, el Colegio N a­cional en 1958.

Yáñez parecía haber alcanzado el cénit de su fama literaria en 1952, y fue precisamente esta fama, según los que conocían su carrera pormenorizadamente, la que llevó a Ruiz Cortines a fijarse en Yáñez cuando el primero era Secretario de Gobernación. Cuando Ruiz Cortines fue elegido por Miguel Alemán como candidato presidencial, pidió a Yáñez que le escribiera sus discursos, algo en lo que Yáñez había destacado desde sus años estudianti­les.40 Este aceptó la invitación e impresionó favorable­mente al candidato presidencial con su elocuencia. P ot

otro lado, según Raúl Cardiel Reyes, al principio de la campaña de Ruiz Cortines, Yáñez obtuvo las firmas de muchos de los intelectuales más distinguidos en apoyo del candidato oficial, lista que apareció con gran despliegue en los principales diarios. Por añadidura, fue elegido como el principal orador para anunciar el apoyo de los intelec­tuales en un acto público en el auditorio de la Lotería N a­cional.4! Aunque cualquier razón basta a un presiden­te para nombrar a alguien para un puesto político alto, Ruiz Cortines tenía una oportunidad lista para Yáñez. En 1952, el entonces gobernador de Jalisco, J. Jesús Gon­zález Gallo, poderoso político jalisciense y protegido de Manuel Avila Camacho, comenzó a organizar apoyos para su elegido, Miguel Moreno Padilla. Empero, tres pode­rosos enemigos políticos en Jalisco —Esteban García de Alba, Silvano Barba González y Margarito Ramírez— todos ellos amigos de Ruiz Cortines, se oponían a esa elección. Básicamente, dijeron al presidente, que no les importaba quien fuese, mientras no fuera alguien de González Gallo. De este modo, aunque Ruiz Cortines podía haber im­puesto a su propio elegido en Jalisco, de hecho encontró una situación idónea que le permitió colocar a su “propio hombre” en ese estado, sin ignorar a los líderes políticos locales.42

Una vez que Yáñez alcanzó la gubernatura, logró una posición envidiable en la carrera de un político, que le per-

mítíría aglutinar a sus seguidores políticos y llevar a cabo* programas. No entra en este trabajo la evaluación de la contribución de Yáñez a la política. No obstante, su apoyo a las actividades culturales e intelectuales sirvieron de es­tímulo a sus colegas y a la vida intelectual en general. En este sentido, Yáñez parece haber utilizado su poder para fomentar las instituciones y actividades culturales en Gua- dalajara. Entre los logros culturales de su administración, se cuentan: la creación de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Guadalajara; la redefinición del Pre­mio Jalisco que incluye premios por importantes contri­buciones a las letras y a las artes; la construcción de nuevas instalaciones para la Escuela Normal, el archivo estatal, la biblioteca pública y la Casa de la Cultura; el aumento del subsidio estatal a la Universidad de Guadalajara y a la orquesta sinfónica r e g i o n a l .43 Yáñez señalaba en sus informes anuales de gobierno que existían insuficientes escuelas públicas, y trató de dedicar una buena proporción del presupuesto estatal a la educación y actividades cul­turales.44

Este apoyo a tales actividades fue importante. La mayoría de los intelectuales concuerdan en que existen pocas oportunidades para las actividades culturales en el sector privado. José Rogelio Alvarez, colaborador de Yáñez durante su gubematura y actual editor de la Enciclopedia de México, expresó perfectamente esta idea: “La necesidad de ganarse la vida es más apremiante en el intelectual me­xicano debido a lo difícil que le resulta vivir de su trabajo. Esto se debe también a que el intelectual no ha usado su capacidad para crear sus propios medios de subsistencia. Desgraciadamente, los intelectuales no lo han reconoci­do”.45 Existen razones ideológicas por las que los intelec­tuales estiman ventajoso entrar al gobierno. Como me in­dicaba una figura pública:

Muchos intelectuales entran en la vida pública porrazones sociales, no sólo por razones económicas. El

Dr. Chávez, por ejemplo, que era un intelectual y un renombrado cardiólogo; o el Dr. Zubirán, hombre prominente en el estudio de la nutrición y fundador del Instituto Nacional de Nutrición. Ambos tenían gran éxito en el ejercicio de la medicina privada, pero

trabajaban dentro del aparato estatal porque los dos deseaban crear organizaciones grandes, y en México, sólo el Estado tiene los recursos para crear tales pro­yectos.46

Una tercera razón para su participación dentro del Estado es que el intelectual, por medio de su educación, habilidades personales y valores, puede mejorar la vida pública. Daniel Cosío Villegas, al comentar la designación de Jesús Reyes Heroles como Secretario de gobierno, se­ñalaba que era positivo haber colocado a un intelectual en un puesto público importante porque “las cosas marcha­rán mejor con inteligencia que sin ella”.47 Yáñez creía que estas razones se aplicaban a su decisión de entrar al gobierno. Su puesto burocrático inicial en la ciudad de México le proporcionaba el tiempo e ingresos para dedicar­se a sus intereses literarios, mientras que su ascenso a un puesto político importante era, en sus propias palabras, “la oportunidad de servir y tratar de poner en práctica muchas ideas que he expresado. Creo que, en mi propio caso, tuve cierto éxito en el logro de algunos objetivos, o al menos, de servir como un modelo, en términos de mi conducta perso­nal, de lo que debiera ser una figura pública”.48

Es obvio por los logros de su administración que Yáñez consiguió algunos objetivos personales. Sin embargo, no utilizó las oportunidades de su puesto con el fin de crear una facción política fuerte, provechosa para su ca­rrera y la de sus colaboradores. Esto se tradujo, por ejemplo, en un fracaso; no logró que su discípulo, José Rogelio Al- varez, le sucediera en el cargo. Uno de sus colaboradores ha sugerido que su fracaso en crear tal grupo como gober­nador y posteriormente al ocupar otros cargos políticos,

se debía a su ‘renuencia a meterse en ese tipo de actividad, ya fuera en beneficio de su propia carrera o en la de sus amigos cercanos”.49 En cierto sentido, Yáñez representa el intelectual distante que ha permanecido al margen de las zancadillas del escenario político, aun ocupando cargos en la vida pública. Parece haber carecido de inclinación perso­nal por ese tipo de actividad durante su carrera, con la posible excepción de su candidatura a la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria en los años 1940.

Yáñez dejó la gubernatura de Jalisco en 1959, y re­gresó a la ciudad de México a hacerse cargo de sus respon­sabilidades docentes en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM . Duran­te ese tiempo, el presidente Adolfo López Mateos lo nom­bró asesor presidencial. Sin embargo, tres años después, fue elevado al puesto de Subsecretario de la Presidencia. Su nombramiento a un segundo cargo de alto nivel se de­bía a su relación con el Presidente, y no con su superior, el secretario en turno. Yáñez había conocido a López Ma­teos políticamente cuando este último había asistido a uno de sus informes como gobernador de Jalisco. A semejanza de otros antes que él, López Mateos quedó impresionado con su capacidad oratoria y pidió a Yáñez que le revi­sara sus informes de gobierno de 1959 a 1962. Aun tras su nombramiento de subsecretario, su tarea fundamental era escribir, investigar y pulir esos discursos.50 Así, una vez más, el talento literario de Yáñez le ayudó a conse­guir un cargo alto.

Yáñez terminó el sexenio de López Mateos como sub­secretario de la presidencia. En 1964, el Presidente Gusta­vo Díaz Ordaz lo nombró Secretario de Educación Públi­ca, el puesto más importante de su carrera pública. Díaz Ordaz tal vez seleccionara a Yáñez por varias razones. El Presidente creía que el puesto de Secretario de Educa­

ción Pública debía recaer en alguien renombrado por su cultura. Además, respetaba el talento literario de Yáñez al

grado que lo citó por su nombre durante la campaña pre­sidencial.51 Por añadidura, Yáñez se había ganado la fama de ser una figura honesta y responsable en sus pues­tos anteriores, algo que ni sus peores enemigos políticos se atreverían a negar.52

Como Secretario de Educación Pública, no introdujo ninguna innovación importante; no obstante, trató, como ya lo había hecho siendo gobernador, de favorecer las ac­tividades intelectuales y culturales.53 Su nombramien­to de Secretario podría interpretarse, en términos más ge­nerales, como un reconocimiento de los políticos a la im­portancia de los intelectuales en la vida pública, especial­mente en el campo de la educación y la cultura. Como señala un intelectual, el puesto de Secretario de Educación puede considerarse como el pináculo de las instituciones culturales de México.54 En general, los intelectuales han servido al gobierno en el campo educativo o en el de asuntos exteriores. Yáñez no tuvo cargos políticos du­rante la administración siguiente, pero en 1976, a la muer­te de Martín Luis Guzmán, el Presidente López Portillo lo nombró presidente de la Comisión Nacional del Libro de Texto, puesto que desempeñó hasta 1919, poco antes de su muerte.

Agustín Yáñez gozaba de una larga y distinguida carrera en su calidad de intelectual metido en política. El análisis anterior arroja alguna luz sobre aspectos desconoci­dos del lado político de su carrera que también pueden ser importantes para comprender sus actividades literarias. Sin embargo, la carrera política de Yáñez es significativa porque los patrones que caracterizan su origen, recluta­miento y ascenso en la vida pública reflejan un tipo ge­neral del rol intelectual frecuente dentro del gobierno me­xicano.

Inicialmente, se sugirió que dos tipos generales de intelectuales existen en México: los que creen en la im­portancia de participar en la vida pública y han dedicado la

mayor parte de sus carreras a servir al gobierno; y los que creen con la misma convicción en el mantenimiento de su independencia de la vida pública y han tratado de per­manecer fuera de ella. Obviamente, Yáñez. pertenece al primero de estos dos tipos, como la mayoría de los intelec­tuales mexicanos. Estos dos grupos se hallan a su vez divididos por lo menos en dos subtipos: el intelectual que forma una camarilla de seguidores y el que no.

La estructura de la vida intelectual en México tiene algunos paralelos con la vida política. Entre éstos se cuen­ta la simílarídad en la estructura y proceso de reclutamien­to entre políticos e intelectuales incipientes. La vida po­lítica se caracteriza por grupos que se traslapan, cuyos líde­res informales son importantes para el éxito político de sus miembros. En la vida intelectual, se han. formado grupos en torno a intelectuales que contribuyen a promover las carreras de sus colaboradores y discípulos propagando sus trabajos en sus periódicos respectivos y mediante editores con quienes se hallan bien conectados. De este modo, es difícil para una persona de talento, independientemente de su mérito, irrumpir en los círculos intelectuales como una figura de prestigio nacional sin estrechos lazos per­sonales con un cierto grupo. El sistema político así como la estructura de la vida intelectual fomentan esos vínculos, pero un intelectual tendrá mayor oportunidad de lograr tal prominencia debido a las cualidades divisivas característi­cas de varios grupos intelectuales. Este tipo de carrera puede darse temporalmente en la vida pública, cuando á un individuo sin experiencia política o vínculos se le nombra de pronto a un puesto de alto nivel por interven­ción personal del Presidente,

Yáñez, por tanto, representa el subtipo de intelectual sin un grupo seguidor notorio que ha tenido una carrera en el sector público. Aunque se dice que tuvo algunos dis­cípulos, ni Yáñez ni sus conocidos han mencionado nom­bres de intelectuales prominentes de las generaciones

posteriores. Esto no significa que Yáñez se hubiera ais­lado de otros intelectuales; de hecho, a lo largo de su vi­da se relacionó con un grupo de contemporáneos ya fuese en Guadalajara o en la ciudad de México.55 Empero, no se rodeó de un círculo importante de intelectuales o discípulos políticos más jovenes. Políticamente esto pue­de observarse en el hecho de que casi ninguno de sus subordinados o colaboradores obtuvieron puestos más al­tos después de servir a Yáñez ,56 En cuanto a discípu­los intelectuales, la personalidad de Yáñez, aparentemen­te, era distante y formal, no el tipo que atraería natural­mente a los jóvenes.57

El estilo personal y renuencia de Yáñez a meterse en la burocracia puede haber tenido influencia en su impacto como líder político. Dado que no organizó una facción política, le sería difícil haber obtenido ingresos adiciona­les a fin de apoyar sus objetivos administrativos debido a la gran competencia por el escaso presupuesto federal que caracteriza a la burocracia mexicana. Por otra parté, sus dis­cípulos intelectuales, si hubieran optado por una carrera en el sector público como su mentor, habrían tenido menos oportunidades de alcanzar un cargo desde el que podrían ejercer cierta influencia sobre los programas gubernamen­tales benéficos para los intelectuales y la vida cultural en general. En este sentido, Yáñez no dejó un legado políti­co importante.

Yáñez no es el modelo típico de un intelectual políti­camente activo, representado más claramente por indivi­duos como Antonio Carrillo Flores y Jesús Silva Herzog. Por otra parte, muchas otras características de la carrera de Yáñez coinciden con los patrones típicos de la mayoría de los intelectuales, lo que indica la importancia univer­sal de ciertas credenciales y experiencias para alcanzar renombre en la vida intelectual y en la política. En re­sumen, en el caso de Yáñez, éstas incluyen su lugar de nacimiento urbano, su talento como escritor y orador, sus

actividades culturales y políticas estudiantiles, su temprana asociación con otros intelectuales, su educación posterior en la Universidad Nacional, sus actividades docentes en la Escuela Nacional Preparatoria y la Universidad Nacional, su residencia en la ciudad de México, y su participación en agencias culturales, en particular en la Academia de la Lengua.

La carrera de Yáñez muestra que los presidentes me­xicanos consideran importante la participación intelectual en sus regímenes ya sea por razones simbólicas o prácticas. No obstante, tal participación se limita con mayor frecuen­cia a instituciones que se ocupan de asuntos educativos y culturales. Además, el éxito de Yáñez políticamente aña­de nuevas pruebas a la afirmación de que las habilidades políticas, al menos para el intelectual, no son credenciales necesarias para los intelectuales con ambiciones políticas. Un intelectual como Yáñez utilizó su puesto público en el fomento de la expansión de instituciones, premios y pren­sa que diesen un mayor estímulo a la vida intelectual en general, más que a un grupo específico. Por último, aun­que muy apreciado literariamente, su ideología poco clara v sus actividades políticas sin estridencias le ganaron una posición de menor prestigio del que era de esperar entre intelectuales y p o l í t i c o s ,58 ]0 que parecería indicar que, aun­que los políticos prefieren a los intelectuales políticamente activos en lugar de a los independientes, ellos, al igual que los intelectuales, parecen inclinarse por los que tienen ideas sociales y políticas combativas.

NOTAS

1 Cockcroft 1968; Ross 1977: 396-437; Careaga 1971:47; Ruther­ford 1971:81; Krauze 1980:232.

2 Entrevista con Ignacio Chávez, México, 13 de junio de 1978.3 Basado en un análisis nuestro de 526 prominentes intelectuales

mexicanos de 1920 a 1980.

4 Los estudios sobre intelectuales mexicanos se han limitado en buena medida a análisis de los grupos literarios y las biografías intelectuales de personas seleccionadas, los mejores entre los re­cientes son los de Henry Schmidt (1978) sobre Samuel Ra­mos y el de Enrique Krauze (1980) sobre Daniel Cosío Ville­gas. Los estudios norteamericanos sobre los intelectuales del país, aunque proiíficos y teóricos, no se han basado, salvo ra­ras excepciones, en una evaluación y descripción seria de la estructura de la vida intelectual, en un análisis de los intelectua­les en general, y desde una perspectiva nacional. Una excepción importante: Kadushin (1974).

5 Camp (1980, Cuadro 4.)6 Camp (1980, Cuadro 6). Un 55% de la élite intelectual de Mé­

xico entre 1920 y 1980 ha tenido algún cargo político nacional, electo o nombrado, o un puesto diplomático.

7 Para una biografía completa, véase Rangel Guerra (1968: 303 ss.)

8 Aron (1957: 213). Cockcroft descubrió que esto era también así en el caso de dos grupos diferentes de precursores intelec­tuales (Cockroft, 1968: 88).

9 Coser (1969: 7).10 Samuels (1969: 215).11 Polsby (1974: 106).12 Carta de Martha Robles, 4 de junio de 1980.13 Entrevista con Arturo Warman, México, 22 de agosto de 1978.14 Entrevista con Agustín Yáñez, México, 22 de agosto de 1978.15 Yáñez (1968: 25).16 Por ejemplo, Bonilla (1971: 299) descubrió que entre los in­

telectuales mexicanos que él analizó más del 90% procedía de las clases media y alta. Asimismo, entre los científicos de un ins­tituto de investigación de la UNAM, Lomniz (1980: 16) des­cubrió que el 80% tenía un origen similar.

17 El abuelo de Octavio Paz fue un político y periodista polémico en el siglo XIX; y su padre, abogado, luchó con Zapata durante la Revolución. Entrevista con Octavio Paz, México, 29 de ju­nio de 1978; Ocampo (1967: 277-78); y Rodman (1958: 198). El padre de Narciso Bassols era juez, y Bassols era sobrino-nieto de Lerdo de Tejada, el notable líder político del siglo XIX. Véa­se Bassols (1964: 2) y Krauze (1976: 295). El tío Daniel de Luis Cabrera, un inveterado opositor de Porfirio Díaz, fue el fundador y director de El Hijo del Ahuizote, un importante periódico de la oposición.

18 Entre los ocupantes de cargos altos de 1935 a 1980, al me­nos el 31% tenían parientes políticamente activos; pero de aquellos que continuaron detentando cuatro cargos o más, el 43% tenía vínculos de ese tipo: Camp (1980 a: 35).

19 Camp (1980 b: 41 ss).

20 Mabry (1980: VIII, 4).21 Basado en un análisis de las biografías de 526 intelectuales pro­

minentes estudiados por el autor. El origen familiar ha sido también un elemento determinante en la educación de la élite política de la Unión Soviética, que realizó también su revolu­ción por las mismas fechas que México. Burg (1961: 80) con­cluye que “sólo un puñado de estudiantes que asisten a las instituciones prestigiadas vienen de familias ajenas a la intelli- genísia/ son los hijos de ésta quienes monopolizan virtualmente las universidades más fam osas. . Véase también sobre lo mismo Churchyard (1973: 36). Coser (1967: 7) halló las mismas condiciones en Inglaterra. En ios Estados Unidos, sin embargo, no parece ser éste el caso. Véase Kandushin (1974: 26). Empero, el patrón en el México del siglo XX parece ha­ber estado presente en la América Latina decimonónica, lo que indica que México continúa una tradición establecida (Bur- ns 1980: 35 ss).

22 Rangel Guerra (1968: 129).23 Carta de Raúl Cardiel Reyes, 9 de septiembre de 1980; carta

de Emmanuel Palacios, septiembre de 1980.24 Camp (1980 b: 196 ss).25 Camp (1980 b: 75 ss). Entre los políticos mexicanos, de los

que se conoce su escuela preparatoria, el 53% fueron a la Es­cuela Preparatoria Nacional. Para la UNAM, la cifra es de 64% de todos los líderes políticos de alto nivel.

26 Carta de Raúl Cardiel Reyes, 9 de septiembre de 1980.27 Según amigos y figuras locales de Guadalajara, Yáñez escribió

en los periódicos ultraconservadores y un Libro titulado Llama de amor vivo dedicado al Sagrado Corazón. Copias de este tra­bajo son raras hoy en día dado que la mayor parte de las co­pias originales fueron destruidas a propósito. Las creencias religiosas de Yáñez y sus actividades político-religiosas son to­davía muy controvertidas. Una biografía de Yáñez deberá te­ner en cuenta las implicaciones psicológicas del acendrado catoli­cismo de Yáñez en su juventud. Algunos observadores creen que puede haber tenido sentimientos de culpa por su rechazo de su origen católico conservador en favor de la postura liberal, anticatólica, de su madurez, decisión que inicialmente tal vez se debió a razones de oportunismo político más que a razones filosóficas. Entrevista con Guillermo García Oropeza, Guada­lajara, 10 de julio de 1980; Arturo Rivas Sáinz, Guadalajara,29 de julio de 1980; y Ernesto Torres, Guadalajara, 14 de julio de 1980. Carta de Emmanuel Palacios, México, septiembre de 1980.

28 Según varias fuentes, Efraín González Luna, J. Jesús Gonzá­lez Gallo y Yáñez eran miembros de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana en Guadalajara durante los años 1920. Véase Bravo Ugarte (1968: 46).

29 Entre los intelectuales mexicanos en general el 35% obtuvo una licenciatura en leyes.

30 Coronado fue Senador de Jalisco en el tiempo en que Yáñez fue gobernador. Según Rivas Sáinz, Yáñez probablemente entró al despacho de Coronado por su buena reputación. En­trevista, 29 de julio de 1980. Nos contaron una anécdota que podría revelar las razones por las que Yáñez no prosiguió su carrera legal: al escribir un sumario legal, le felicitaron por el estilo pero añadieron que prestara más atención a los princi­pios legales. Para información sobre la carrera de Coronado, véase Enciclopedia de México (1977, V: 579), y Blancas (1956: 45-46).

31 Como señalaba Yáñez al autor, el propósito de la revista era “ofrecer a los escritores de Jalisco y de toda la República un medio para expresar sus ideas”. Entrevista, México, 22 de agosto de 1978. Entre los colaboradores se incluían Efraín González Luna, cofundador del Partido de Acción Nacional, 1939; Antonio Gómez Robledo, embajador en varios países» Julio Jiménez Rueda, Secretario General de la Universidad Na­cional y Decano de la Escuela de Filosofía y Letras; y Samuel Ramos, Oficial Mayor de la Secretaría de Educación Pública.

32 Según Emmanuel Palacios, esto puede haber sido de lo más importante, puesto que Yáñez organizó un grupo de simpati­zantes llamado el “Grupo sin Nombre y sin Número”. Véase también Rangel Guerra (1968:133), Skirius (1978: 205).

33 Castillo Ledón era también Diputado Federal, Senador Su­plente, y gozaba de varios puestos administrativos en la UNAM. Véase Hilton (1940: 113-14); López (1964:180); Ocampo (1967: 72); Velázquez (1928:51-55); Diccionario Porrúa (1970: 402-403).

34 Los intelectuales tapatíos entrevistados por el autor fueron unánimes en su visión sobre la pobreza cultural de Guadalajara y en la necesidad del intelectual tapatío, si ambicionaba renom­bre, de desplazarse a la ciudad de México. Como concluí en un estudio anterior “Ni un sólo individuo entre los 45 intelec­tuales elegidos por los académicos norteamericanos (como los más prominentes de 1920 a 1980) residía fuera de la ciudad de México después de dejar bien sentada su carrera” Camp (1980:12). La vida económica, política y cultural se halla muy centralizada en la ciudad de México.

35 De los intelectuales mexicanos dedicados a la docencia, el 75% enseñaba en la Escuela Preparatoria Nacional, la UNAM, o en ambas. Más del 25% de los líderes politícos mexicanos a partir de 1935, enseñaron en la UNAM, Camp (1980 b: 169).

36 Zubirán (1973: 47).37 Excelsior, 19 de enero de 1980, p. Blj 3.38 Carta de Raúl Cardiel Reyes, 9 de septiembre de 1980.39 Mabry (1980, VI: 11 ss).

40 Carta de Raúl Cardiel Reyes, 9 de septiembre de 1980: entre­vista con Ernesto Flores, Guadalajara, 14 de julio de 1980; entrevista con Guillermo García Oropeza, 10 de julio de 1980; y entrevista con Antonio Rivas Sáinz, 29 de julio de 1980.

41 Carta al autor, 9 de septiembre de 1980; carta a Emmanuel Palacios, septiembre de 1980.

42 Excelsior, 21 de abril de 1974, p. 13, incluye una anécdota de cómo se añadió al nombre de Yáñez a la terna. Es un dato interesante el que, aunque Yáñez no tenía lazos políticos con González Gallo, su familia era de Yahualica, el mismo pue­blo donde nació González Gallo, sólo cuatro años antes que Yáñez en Guadalajara, Excelsior, 3-II-1980, p. B7 9. Además, como ya se indicó, Yáñez conoció a González Gallo en la Asociación Católica de la Juventud Mexicana. Para mayor información sobre cómo se seleccionan tradicionalmente los candidatos a gobernadores, véase Camp (1974: 454-481) y Camp (1977: 23-24).

43 Véase Yáñez (1954: 28), (1955: 31), (1956: 17), (1957: 34), (1958: 43); entrevista con Carmen Castañeda, Guadalajara, 12 de julio de 1980.

44 Yáñez (1955: 31).25 Entrevista con José Rogelio Alvarez, México, 18 de julio de

1978. Esta ha sido la tesis del análisis de Enrique Krauze sobre Cosío Villegas, a quien considera un empresario cultural (Krau­ze 1980).

46 Entrevista con Alfonso Pulido Islas, México, 18 de agosto de 1978.

47 Cosío Villegas (1972: 10-11).48 Entrevista con Agustín Yáñez, México, 22 de agosto de 1978.49 Carta de Raúl Cardiel Reyes, 9 de septiembre de 1980.50 Carta de Raúl Cardiel Reyes, 9 de septiembre de 1980. Car­

diel Reyes fue secretario particular de Yáñez en ese período. Yáñez y López Mateos tenían asimismo en común su apoyo a Vasconcelos en 1929, siendo estudiantes,.

51 Carta de Raúl Cardiel Reyes, 9 de septiembre de 1980.52 Entrevista con Ernesto Flores, Guadalajara, 14 de julio de 1980;

carta de José Rogelio Alvarez, septiembre de 1980. Se dice que Yáñez cuando fue nombrado gobernador de Jalisco, no te­nía casa en Guadalajara, ni dinero para comprar una. Su­puestamente el gobierno le compró una casa. N o obstante, estaba desamueblada, y dado que Yáñez no tenía tampoco ahorros suficientes para comprar muebles, al principio reci­bía a sus amigos y se sentaban en el suelo. Sea o no apó­crifa, la anécdota revela la reputación de honestidad que go­zaba Yáñez. Entrevista a Manuel García Oropeza, Guada­lajara, 7 de julio de 1980.

53 Alfonso Rangel Guerra, 1968, pp. 152 ss.54 Entrevista a José Rogelio Alvarez, México, 18 de julio de 1978.

55 Por ejemplo, en los años 1970, todos los meses se reunía con Antonio Carrillo Flores, Ignacio Chávez, Antonio Gómez Ro­bledo, Andrés Henestrosa, Emilio Sánchez Piedras y Antonio Armendáriz, hombres prominentes en la vida intelectual o po­lítica (Excelsior, 18-1-1980, pp. 26-27). Otros intelectuales amigos eran Juan Rulfo, Mauricio Magdaleno y Juan José Arreóla. Según todos los conocidos de Yáñez entrevistados por el autor, nunca creó o perteneció a un grupo político. Aunque Manuel de la Isla Paulin, en un epílogo al libro Mexican Democracy de Kenneth F. Johnson (p. 183) sostenía que Yá­ñez encabezaba el llamado “Grupo Jalisco” en favor de la can­didatura de Juan Gil Preciado a la presidencia en 1970, no existen pruebas de tal aserto. De hecho, Yáñez se opuso a la carrera de Gil Preciado en varias ocasiones, cuando éste era alcalde de Guadalajara en 1956-58 y cuando le sucedió en la gubernatura en 1959. Para mayores detalles, véase Excelsior, 12-XI-1978, p. 18. Correspondencia y entrevistas con Raúl Car- diel Reyes, Ernesto Flores y Antonio Rivas Sáinz; cartas de Emmanuel Palacio y José Rogelio Alvarez, septiembre de 1980.

56 Por ejemplo, Alfonso García de Alba, su Secretario General siendo gobernador, aunque luego fue diputado federal, ha sido prominente sólo a nivel local, y ocupa el mismo cargo en la actual administración estatal. José Rogelio Alvarez, que cono­ció a Yáñez siendo estudiante en la Escuela Nacional Prepara­toria, lo nombró secretario privado en 1953 ya como goberna­dor de Jalisco. Alvarez llegó a ser Director General de Diesel Nacional, una importante empresa descentralizada, en 1965- 1966, pero su prestigio lo debe sobre todo a sus actividades li­terarias y empresas culturales, particularmente la Enciclopedia de México. Mauricio Magdaleno, como Subsecretario de Edu­cación de Yáñez, al igual que éste, había logrado ya una bue­na reputación literaria, y desde hacía tiempo se hallaba bien conectado políticamente, en especial con Adolfo López Mateos, a quien había conocido desde la campaña de Vasconcelos. Es cierto también que era amigo de Yáñez desde 1929, pero su carrera de diputado y senador antes de 1964 no guardaba re­lación alguna con esta amistad. El único colaborador de Yáñez que alcanzó mayor prominencia política después fue su secreta­rio de hacienda estatal, Francisco Medina Asencio, que fue presidente municipal de Guadalajara y gobernador de Jalisco. N o obstante, su ascenso político a gobernador puede atribuirse a su estrecha amistad personal con Gustavo Díaz Ordaz, más que a sus vínculos originales con Yáñez, Proceso, 21-VII-1980, p. 26; carta de José Rogelio Alvarez, septiembre, 1980.

57 Entrevista con un prominente poeta mexicano, México, 9 de agosto 1978. Yáñez se mostraba renuente a discutir algo que pudiese tener un tono ambiguo y no aceptaba, aun después de presiones, sugerir quiénes podrían ser sus discípulos. Entrevis­ta personal, 22-VIII-1978.

58 Al pedírsele una lista de los intelectuales más prominentes de México. Desde 1920, los académicos norteamericanos clasi­ficaron a Yáñez en el lugar 13; los intelectuales lo pusieron en el lugar 27; y los hombres públicos, ante la sorpresa del autor,lo excluyeron totalmente de su lista prioritaria. Véase Camp, 1980, Cuadros I, II, y III.

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