thompson paul - historias de vida y analisis del cambio social

13
HISTORIAS DE VIDA Y ANÁLISIS DEL CAMBIO SOCIAL* Recientemente, tanto los sociólogos como los historiadores sociales han estado redescubriendo el valor de la retrospectiva en la entre- vista en profundidad, pero bajo diferentes estandartes. Esto se debe a que el "sociólogo" de la historia de vida y el "historiador oralw se en- cuentran en un territorio común al que han llegado desde diferentes direcciones. Para el sociólogo desilusionado del tosco empirismo ma- sivo de la encuesta cuantitativa y de la agregación de masas de datos abstrafdos de sus fuentes en rebanadas intemporales e impersonales, la historia de vida parece ofrecer información que, por su misma natura- leza, es coherente, arraigada en la verdadera experiencia social y que, por tanto, puede generar percepciones sociológicas totalmente nuevas, en oposición a las respuestas autorreflexivas a preguntas predetermi. nadas. (Aunque se requiere un inmediato comentan0 marginal para insistir en que no sugeriremos aquí que el sociólogo inquisidor podrfa pasar, simplemente, de la búsqueda de hechos dirigida por la teoría a la teorización inspirada por los hechos; ni que las historias de vida se pueden leer como si presentaran, de manera no problemática, hechos recordados ni, en realidad, que deba mantenerse una distinción tosca entre la interpretación subjetiva y los "hechos objetivos que, en rea- *Publicado en Daniel Bertaw (comp.), Biogniplty and mciery. 'ik lifc histuty ap proach in the social xiences, SAGE, Studies in Interriational Sociology, Beverly HUls, 198 1, pp. 289-306. Traducci6n de Victoria Schussheirn.

Upload: cristina-herrera

Post on 25-Sep-2015

222 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Recientemente, tanto los sociólogos como los historiadores sociales han estado re-descubriendo el valor de la retrospectiva en la entrevista en profundidad, pero bajo diferentes estandartes. Esto se debe a que el "sociólogo" de la historia de vida y el "historiador oral” se encuentran en un territorio común al que han llegado desde diferentes direcciones. Para el sociólogo desilusionado del tosco empirismo masivo de la encuesta cuantitativa y de la agregación de masas de datos abstractos de sus fuentes en rebanadas intemporales e impersonales, la historia de vida parece ofrecer información que, por su misma naturaleza, es coherente, arraigada en la verdadera experiencia social y que, por tanto, puede generar percepciones sociológicas totalmente nuevas, en oposición a las respuestas auto-rreflexivas a preguntas predeterminadas. (Aunque se requiere un inmediato comen tan0 marginal para insistir en que no sugeriremos aquí que el sociólogo inquisidor podrá pasar, simplemente, de la búsqueda de hechos dirigida por la teoría a la teorización inspirada por los hechos; ni que las historias de vida se pueden leer como si presentaran, de manera no problemática, hechos recordados ni, en realidad, que deba mantenerse una distinción tosca entre la interpretación subjetiva y los "hechos objetivos que, en realidad —como sostuve en profundidad en The voice of the past—, siguen estando tan enmarañados aquí como en cualquier otra parte.) Pero a través de la evidencia de la naturaleza intrínseca de la historia de vida, sea intencionalmente o no, se reintroduce la dimensión del tiempo en la investigación sociológica: el ciclo de vida, la movilidad social o "la tradición y el cambio ya no pueden ser detenidos artificialmente y desarmados como relojes, sino que tienen que ser analizados como son, en crecimiento y decadencia perpetuos, al menos a lo largo de la vida de una generación. Para los primeros grandes teóricos de la sociología, Marx y Comte, Weber y Durkheim, era axiomático que el presente formaba parte de la historia. La historia de vida, en contraste con la encuesta de masas, le da a los sociólogos un método que entraña el mismo supuesto inherente.

TRANSCRIPT

  • HISTORIAS DE VIDA Y ANLISIS DEL CAMBIO SOCIAL*

    Recientemente, tanto los socilogos como los historiadores sociales han estado redescubriendo el valor de la retrospectiva en la entre- vista en profundidad, pero bajo diferentes estandartes. Esto se debe a que el "socilogo" de la historia de vida y el "historiador oralw se en- cuentran en un territorio comn al que han llegado desde diferentes direcciones. Para el socilogo desilusionado del tosco empirismo ma- sivo de la encuesta cuantitativa y de la agregacin de masas de datos abstrafdos de sus fuentes en rebanadas intemporales e impersonales, la historia de vida parece ofrecer informacin que, por su misma natura- leza, es coherente, arraigada en la verdadera experiencia social y que, por tanto, puede generar percepciones sociolgicas totalmente nuevas, en oposicin a las respuestas autorreflexivas a preguntas predetermi. nadas. (Aunque se requiere un inmediato comen tan0 marginal para insistir en que no sugeriremos aqu que el socilogo inquisidor podrfa pasar, simplemente, de la bsqueda de hechos dirigida por la teora a la teorizacin inspirada por los hechos; ni que las historias de vida se pueden leer como si presentaran, de manera no problemtica, hechos recordados ni, en realidad, que deba mantenerse una distincin tosca entre la interpretacin subjetiva y los "hechos objetivos que, en rea-

    *Publicado en Daniel Bertaw (comp.), Biogniplty and mciery. 'ik lifc histuty ap proach in the social xiences, SAGE, Studies in Interriational Sociology, Beverly HUls, 198 1 , pp. 289-306. Traducci6n de Victoria Schussheirn.

  • 118 Historias de vida y cambio social

    lid ad -como sostuve en profundidad en 7 % ~ wice of the pmt-, siguen estando tan enmaraados aqu como en cualquier otra parte.) Pero a travs de la evidencia de la naturaleza intrnseca de la historia de vida, sea intencionalmente o no, se reintroduce la dimensin del tiempo en la investigacin sociolgica: el ciclo de vida, la movilidad social o "la tradicin y el cambion ya no pueden ser detenidos artificialmente y desarmados como relojes, sino que tienen que ser analizados como son, en crecimiento y decadencia perpetuos, al menos a lo largo de la vida de una generacin. Para los primeros grandes tericos de la sociologa, Marx y Conite, Weber y Durkheim, era axiomtico que el presente formaba parte de la historia. La historia de vida, en contrasre con la encuesta de masas, le da a los socilogos un mtodo que entraa el mismo supuesto inherente.

    Para los historiadores el paco del tiempo fue siempre un punto de partida, y la distincin entre la encuesta de masas y la historia de vida nunca tuvo tanta importancia. La innovacin clave fue el uso directo de la entrevista, la recopilacin de evidencia "oral" mediante su propio trabajo de campo. Los historiadores no son puristas metodolgcos, sino urracas; ante un problema, se apoderarn de cualquier eviden- cia que puedan descubrir y le darn el mejor uso posible. Es un lugar comn que la evidencia resultar parchada y sesgada, y que cuanto ms remoto sea el periodo estudiado, ms inadecuada tender a ser. La "historia oral" surgi, en parte, del intento de utilizar las tradiciones orales de las sociedades grafas, transmitidas a lo largo de siglos, para construir historias, por ejemplo, del frica precolonial, donde faltaba la documentacin escrita.* De manera similar, para esos historiadores

    1 Paul Thompson, The wice of the p t . Oral hutoy, Oxford Universiry Press, Oxford, 1978 (La voz del pasado, Alfons el Magnnh, Valencia, 1988), captnilos 4 ("Evidencia") y 8 ("Interpretacin"). Este libro brinda un anlisis completo de la filo- sofa y la practica de los mtodos de la historia oral y la historia de vida, as como una sustancial bibliografla. Para infomaci6n general vease tambin la revista semestral de la Oral History Society, Oral History, que publica noticias regulares de Gran Bretaa y de otros pases europeos, reseas, sugerencias bibiiogrificas y guas.de las investiga- ciones en proceso, asI como artlculos destacados sobre el mtodo de la historia oral y sus resultados. Ha habido nmeros especiales sobre historia de la familia e historia de las mujeres. Se puede conseguir en la Oral History Society, Department of Sociology, IJnlvenity of Essex, Wivenhoe Park, Colchester C04 3Q, Inglaterra.

    2 El clasico es Jan Vansina, De la traditwn orak, essai de mthode histow, Tervuren, Annnles du Mme Royale de l9Afrique Centrale, Sciences Humaines, 1%1, traducido RI lnglfs como Jan Vansina, Oral trudirwn A sacdy m historical methodology, Rudedge iincl Kcpn Priul, Londres, 1965 (La tradicinoral, Editorial Laboq Barcelona, 1967).

    Eiaul Thompson 119

    -relativamente pocos- que se interesan por la historia polftica y so* cial muy reciente, el atractivo inicial de la entrevista como forma dc recopilar evidencias era, simplemente, prctico: no se disponia de su* ficientes documentos. Los que existan podan y deban ser usados, sin duda, junto con la evidencia oral. La forma de la entrevista tpica era semiestructurada, y se la mantena pragmticamente entre un cuestio- nano rgido y un testimonio espontneo que dependa, de modo ms o menos firme, de la naturaleza de este problema histrico. Y fue 610 a travs de la experiencia de la entrevista que los historiadores descu- brieron que la historia oral poda aportar, no s61o ms fragmentos de informacin, sino enteras perspectivas nuevas; evidencia, y tambin interpretaciones, de los puntos de vista, antes mal representados, de hombres, mujeres y nios comunes y comentes, acerca de lo que segn ellos tena ms importancia en su vida. Fue este descubrimiento el que ha hecho de la historia oral europea no 610 un mtodo sino un movi- miento, y un movimiento cuyas ambiciones bsicas tienen mucho en comn con las de la sociologfa de la historia de vida.

    Es evidente que, una vez que se reconoce que el presente tiene que ser estudiado dentro de la perspectiva del tiempo, para los socilogos se vuelve muy importante tener a su disposicin informacin descrip- tiva bsica, en trminos de las cuestiones que estn investigando res- pecto al presente, acerca de cmo funcionaba la sociedad hace 30, 50 o 70 aos. Ocasionalmente, los socilogos lo han'hecho bien. Entre las decenas de estudios de comunidad que errneamente dan por sen- tado un pasado "tradicionalw estable en contraste con el presente di- solvente y modernizador, Westrigg de Jarnes Littlejohn, se destaca por su construccin, igualmente slida, de la clase social aldeana y del poder en el pasado y en el presente.3 Pero tales obras son raras. Es ms frecuente que los socilogos investiguen el presente, busquen una obra histrica importante del pasado reciente, no la encuentren, y se dediquen a inventar. As fue posible que toda una escuela de pensa. miento sociolgico acerca de la familia floreciera a partir de la creencia errnea de que la industrializacin y la urbanizacin haban acarreado una transformacin de las grandes familias extensas multigeneracio- nales del pasado a las familias nucleares pequeas y ultraprivadas del presente. Esta escuela de pensamiento domin durante dcadas la so- ciologa de la familia; no obstante, no requiri ms que una brevsima

    3 James Littlejohn, Westrigg the socwlogy of a cheviot prish, Rutledge and Kylan Paul, Londres, 1963.

  • Historias de vida y cambio social

    investigacin empfrica en los aos 60 para demostrar que en la ma- yor parte de Europa occidental y de Estados Unidos la familia nuclear haba sido tan decisivamente dominante en el pasado como lo es hoy.

    Para el periodo que abarca la memoria viva, esta cartografa bsica -a partir de una "emohistoria" como lnea fundamental del trabajo sociolgico contempornec+ se ve facilitada en gran medida por las entrevistas. Mi propio libro The edwardians: the remaking of ritish society,4 fue concebido originalmente como una revisin general de la historia social del periodo, ms que como una aventura de trabajo de campo. Pero descubrf que preguntarle al pasado lo que los colegas socilogos le estaban preguntando al presente diffcilmente resultaba posible con las escasas fuentes histricas convencionales de que se dis- pona. Haba una-abundancia de publicaciones de principios del siglo XX, incluyendo numerosos documentos gubernamentales, y algunos estudios sociolgicos de avanzada; pero muchas de las cuestiones que me interesaban eran ignoradas o tratadas desde una perspectiva unila- teral. El material manuscrito no podfa llenar el vacfo porque la mayor parte de lo que haba llegado a los archivos ampliaba, simplemente, las perspectivas burocrticas que se encontraban ya en las fuentes im- presas: los archivos no habfan recopilado an una cantidad significa- tiva de documentos personales, como diarios y cartas, que brindasen puntos de vista alternativos. Yo quera saber qu significaba, en esa poca, ser hijo o padre en diferentes grupos sociales; cmo se conocan y cortejaban 106 jvenes; cmo vivan juntos despus de casarse; cmo conseguan colocacin y cambiaban de empleo; qu sentan acerca del trabajo; cmo vean a sus jefes y a sus compaeros de labores; cmo so- brevivfan y qu sentfan cuando estaban desempleados; cmo variaba la conciencia de clase segn la ciudad, el campo y las ocupaciones.

    Resultaba ms fcil aproximarse a algunas de estas cuestiones que a otras. Y antes de hacer cualquier interpretacin tuvimos que enfren- tarnos, no slo a los problemas de percepcin comunes a todo el mate- rial procedente de entrevistas, sino a las especiales debilidades y fuer- zas de la memoria; la reflexin al respecto habra de llevarme despus a escribir The wice ofthe past. Sin embargo, una vez que empezamos a re- copilar la evidencia de las que llegaran a ser unas quinientas entrevis- tas, seleccionadas sobre la base de una muestra diseada para hacerlas representativas (en trminos de sexo, clase ocupacional y regin) de

    4 Paul Thornpson, The edwardians: the remaking of briti.4 society, Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1975.

    la poblacin britnica en 1911, se advirti de inmediato la riqueza de la informacin de que poda disponerse con este mtodo. The edwar- dians es un comienzo, ms que una conclllsin, y las entrevistas que se recopilaron para ese trabajo estn sirviendo ya de fuente para otros estudios de investigacin. Pero el libro muestra con claridad cmo la evidencia vital de la entrevista directa est contribuyendo a construir una historia social confiable del pasado reciente; y sin ella no hubieran podido emprenderse con seriedad algunas secciones, en particular las que tratan de la familia. Cosa igualmente importante, como antdoto contra las simplificaciones inevitables requeridas por cualquier visin general de una estructura social global, pude presentar catorce rela- tos de historias de vida de familias eduardianas reales, yuxtapuestos a fin de mostrar la gama de la experiencia en las diferentes clases so- ciales, desde la hija de un aristocrtico propietario rural hasta el hijo de un jornalero urbano desempleado, con lo que se ilustraba al mismo tiempo la estructura y, gracias a su individualidad distintiva, el peculiar carcter iinico, asf como la representatividad de cada caso, y se reve- laba la desaliada realidad en que tiene que basarse la interpretacin histrica y sociolgica. Las entrevistas de historia oral, en sntesis, pro- porcionaron el material para la generalizacin sociolgica descriptiva del periodo y al mismo tiempo representaron un corte a travs de esa generalizacin, haciendo surgir nuevas interrogantes en muy diversos niveles.

    A la ms fundamental de estas interrogantes no puedo hacer aquf ms que una referencia. La evidencia de cada historia de vida s610 puede ser entendida plenamente como parte de toda la vida, pero para hacer generalizaciones acerca de un problema social en particular te- nemos que desprender la evidencia al respecto de toda una serie de en* trevistas, vindola y redisponindola desde un nuevo ngulo, como si fuese horizontal, ms que verticalmente; y, al hacer esto, le asignamos un nuevo significado. Por tanto, debemos trabajar constantemente a contrapelo del material a partir del cual construimos nuestro anlisis social global. En la encuesta masiva o en la estadstica oficial esta di- ficultad queda oculta, sepultada en la etapa del trabajo de campo, en esos momentos en que, parado en el umbral de una puerta, un entre* vistador que cobra a destajo se esfuerza por sondear la vida de otra persona y tantea en busca de respuestas que puedan reducirse a palo- mear y marcar las categoras preordenadas de un formulario impreso. El mtodo de la historia de vida nos obliga, al menos, a enfrentarnos n

  • Historias de vida y camio social

    la violencia que se le puede hacer a la conciencia de los dems al im- ponerle nuestros propios trminos, y tambin nos permite encontrar una solucin parcial a este problema, mediante la yu~taposicin de las historias de nuestros informantes con nuestras propias interpretacio- nes, de manera que cuando el trabajo est escrito, la evidencia pueda seguir siendo leda tanto a su modo como al nuestro.

    Sin embargo, de manera ms directa, el material de la historia oral puede mostrar, simplemente, que nuestras concepciones previas son falsas. Como profesionales de clase media que trabajamos en un momento histrico particular, nos vemos llevados, con excesiva fre- cuencia, a generalizar a partir de nuestra propia experiencia y a dar por sentado que otros grupos sociales u otros periodos la comparten; o bien, a irnos al otro extremo y suponer que es nica. Como ya se mencion, la familia nuclear no era una innovacin reciente, y con la revelacin de este simple hecho se derrumb todo un cmulo de especulaciones sociolgicas. De igual forma, se puede demostrar fcil- mente a partir de la evidencia oral (y tambin del pequeo nmero de autobiografas tempranas de la clase trabajadora, que se remontan hasta el siglo XIX), que la preocupacin emocional intensa de los padres por SUS hijos no es, por cierto, algo nuevo, como pretenden hacrnoslo creer algunos modernistas autocomplacientes, aunque su contexto y sus formas hayan cambiado, de hecho, a lo largo del tiempo. De ma- nera similar, si bien la disminucin del servicio domstico y el surgi- miento del trabajo profesional femenino a partir del siglo XIX pueden haber significado que los hombres de clase media tuvieron que hacerse cargo de ms responsabilidades domsticas y que las mujeres ganaron poder social, es errneo suponer, como lo hacen con prontitud dema- siados socilogos, que esos cambios se reflejan de manera precisa en las familias a lo largo de toda la escala social. Los estudios de historias de vida han demostrado con gran claridad que en las clases trabaja- doras y en el campesinado hay sectores sociales en los que las mujeres -como las trabajadores textiles, por ejemplo, o las esposas de granjeros y pescadores- desernpearon un papel econmico mucho ms direc- to en el pasado, y en los cuales hoy, por el contrario, debido a los cam- bios en la responsabilidad econmica y en las redes y el poder comu- nitarios, su posicin relativa con respecto a la de los hombres se ha deteriorado.

    Cada uno de estos tres casos representa un ejemplo de un pro- blema sociolgico al que podra conmbuirse con un proceso sistemati-

    co de trabajo de campo en materia de historia de vida, con base terica, con lo que se aprovechara el lapso temporal ms largo que brindan las entrevistas de historia oral con las personas ancianas, as como con las generaciones ms jvenes, y la intrnseca flexibilidad del mtodo. Porque en mi opinin es en esta flexibilidad donde radica el secreto de su pleno potencial. La encuesta clsica depende de la eficacia y la relevancia inmediatas de las preguntas determinadas por la hipte- sis en el inicio de la investigacin. Por tanto, queda inmovilizada por cualquier descubrimiento lo bastante importante como para cues tio- nar sus propios trminos. Pero el mtodo de la historia de vida se basa cn una combinacWn de exploracin y preguntas dentro del contexto de un dilogo con el informante. Un supuesto bsico de este dilogo es que el investigador viene a descubrir tanto lo inesperado como lo esperado, y tambin que el marco de referencia global dentro del cual se da la informacin no es determinado por el investigador, sino por la visin que tiene el informante de su propia vida. Las preguntas tienen que coincidir con este marco, no a la inversa; y es normal que buena parte del material de la entrevista se relate independientemente de las preguntas directas. Por tanto, la forma precisa de la pregunta no puede ser fundamental para el metodo de anlisis, de modo que desa- rrollar nuevas preguntas, o precisar y cambiar su enfoque a medida que avanza la investigacin, no pone en peligro la integridad del trabajo. En consecuencia, el trabajo de campo en materia de historias de vida puede llegar a ser parte de una metodologa mucho ms poderosa, de un proceso continuo de someter las hiptesis a prueba y reformular- las, en el cual los primeros hallazgos llevan a nuevas teoras y nuevas preguntas q u e se remontan a informantes anteriores y a sus relatos, as como a informantes nuevos-, con lo cual se aspira, en ltima ins- tancia, a una sociologa que, al mismo tiempo, est tericamente viva y sustancialmente arraigada en la realidad social.

    Un ejemplo notable de esta clase de interaccin entre la teora y el trabajo de campo es el que brinda el estudio, realizado por Peter Fnedlander, de la sindicalizacin de una fbrica automomz en Detroit, The ernergence of a UAW local 1936-1 939. A study in c h s and culture.5 Al principio, el investigador contaba con una escueta narracin de los acontecimientos y con cifras censales brutas extradas de los do- cumentos; pero no sabia quines constituan el circulo interno de los

    5 Peter Friedlander, The emergente of a UAW local, 1936-1939. A study in chrn culture, University of Pittsbcagh Press, Pimburgh, 1975.

  • 124 Historias & vida y cambio social

    dirigentes ni cules eran los grupos sociales clave de la fAbrica y cmo fueron cambiando las actitudes de stos a medida que se desarroll la lucha por la sindicalizacin. En cuanto a la teora, poda basarse, por un lado, en el marco referencia1 marxista del conflicto de clases dentro del capitalismo; por otro, en el concepto weberiano de la racionalidad y el individualismo esenciales en una poca burguesa. Pero se pro- ducfa una lucha sindical dentro de una sociedad capitalista altamente desarrollada; sus actores, sin embargo, eran trabajadores que, en su mayora, haban migrado a la ciudad desde contextos sociales muy di- ferentes, y que carecan de una cultura de "individualismo racional" y de la conciencia del propio inters material en sentido de clase. Su lu- cha por sindicalizarse era, entonces, parte de una transformacin mu- cho ms amplia de culturas sociales en familias e individuos migrantes: eslavos de mentalidad religiosa, nacionalistas croatas revolucionarios, artesanos yanquis y escoceses, familias granjeras de los Apalaches y negros recin urbanizados de las plantaciones sureas. El mtodo de Friedlander consisti en una repetida vuelta a las preguntas, de ma- nera que pudiesen ir de la mano el descubrimiento de la informacin y el desarrollo de la teora. Y aunque en la "densa descripcin" en la cual finalmente los fusion no se permiti dar, como era de esperarse, el ltimo paso hacia una nueva teora, sin duda sent las bases para hacerlo con las marcadas diferencias que pudo delinear, tanto entre las generaciones como entre los diversos grupos sociales de la fbrica, en el desarrollo de su ideologa y en los papeles que adoptaron en la lucha por la sindicalizacin; en otras palabras, en una serie de relatos precisos de sendas particulares de una conciencia a otra.

    Ciertamente una de las especiales ventajas del mtodo de histo- ria de vida consiste en que puede estudiar la conciencia comGn (en contraste con la opinin de clase media) y al mismo tiempo las sen- das de conexin (rastreadas a travs de la carrera vital de los indivi- duos). El socilogo Robert Moore, por ejemplo, en su estudio de un valle minero de Durham, Pit-men Preachers and politics,6 se ocupaba tambin, en parte, de la evaluacin del protestantismo que hizo Weber y del desarrollo de la conciencia de clase entre los mineros. Logr de- mostrar de qu manera el metodismo primitivo, con su insistencia en el automejoramiento individual, respaldado por el paternalismo de los propietarios locales de las minas de carbn, contribuy a inhibir el cre-

    6 Robert Moore, Pit-men, Preachers and politics: the ejfects ofmethodism m a Durharn mining community, Cambridge University Press, Londres, 1974.

    cimiento de una conciencia militante de clase, hasta que tanto el pa- temalismo como la influencia religiosa se derrumbaron ante la crisis de la industria minera en el siglo XX. La evidencia oral le permiti rastrear cmo reaccionaban los diferentes grupos ante la crisis, sopesar asi los efectos de las influencias econmicas y religiosas en la comunidad y contribuir, de esta forma, a ese antiguo debate. Sin embargo -cosa igualmente significativa, pero inesperada-, ante la sorpresa del propio Moore, de las historias de vida se desprendi que poda demostrarse que la doctrina religiosa oficial, en oposicin a los valores congrega- cionales o comunitarios de la moralidad social, tenfa poca influencia de cualquier tipo, porque pocas personas conocfan las doctrinas precisas o, incluso, los principios organizativos de su propia Iglesia. Las impli- caciones de tal hallazgo para la sociologa de la religin son profundas, porque ha usado como punto de partida la idea de que la doctrina ofi. cial tiene una relacin directa y explicativa con el comportamiento social de los miembros de las Iglesias. Esto bien podra decirse de una minora educada de la clase media, pero parece probable que en mu- chas comunidades el orden moral tenga un arraigo diferente, y que, por tanto, el enfoque weberiano requiera de una drstica modificacin.

    Tambin se han hecho descubrimientos paralelos mediante la evi- dencia oral retrospectiva en otra investigacin sobre conciencia e ideo- loga. Y pueden mencionarse dos ms. Primero, en el campo de la sociologa demogrfica se ha supuesto, desde hace mucho tiempo, que la planificacin familiar y el uso del control natal se extendi por "di- fusin" de actitudes de las clases medias profesionales, y descendiendo por la escala social, hasta las clases trabajadoras. Se reconocieron cier- tas excepciones a este patrn, por ejemplo la baja fertilidad de los tra- bajadores del algodn (y vale la pena sealar que fue posible gracias a la recopilacin de datos retrospectivos de fertilidad), pero fue s610 muy recientemente que la investigacin sobre historias de vida de Diana Gittin7 indic que el modelo esencial de la teora de la "difusin" es falso: porque las mujeres de la clase trabajadora cambiaron sus prctia cas de control natal por canales de influencia independientes -sobre todo por conversaciones en el trabajo-, ms que por una influencia directa de la clase media. De hecho, las que tenan el contacto mAa prximo con las familias de clase media, las que trabajaban con estris

    7 Diana Gittins, Social chanae and family structure: women, work and thr drclirr (if family six, Hutchinson, Londres, en prensa; uMamed life and birth conrrol hctwrcln IIW wars", Oral History, vol. 5 , nm. 2, 1977 (nmero de historia de Iai mtiJcrcr),

  • 126 Historias de vida y cambio social

    como empleadas domsticas, fueron las que recibieron menos conse- jos sobre planificacin familiar; y hasta los mdicos y las enfermeras, en general, poco aportaban -cuando no confundan directamente- a las pacientes de la clase trabajadora. La "difusin" es, en realidad, una forma de explicacin por medio de la cual las clases medias han recla- mado un inmerecido crdito por una transformacin social que le debe mucho ms a los desarrollos de la estructura econmica y social global, y a las aspiraciones y esfuerzos de las mismas mujeres de la clase traba- jadora. Adems, la experiencia contempornea de los demgrafos en muchos lugares del mundo subdesarrollado apoyara esta conclusin.

    Sin embargo, si las mujeres trabajadoras pudieron desempear un papel independiente tan destacado en el logro del extraordinario cam- bio social marcado por la transicin demogrfica de la dcada de 1870 a la de 1920, por qu han sido mucho ms lentas que los hombres para reconocer su propio inters colectivo y formar sindicatos efica- ces? ste es un asunto que los socilogos e historiadores del trabajo varones han tendido a dar por sentado, ms que a investigarlo, como si supusieran que era "natural" que las obreras asumiesen un papel ms dbil en el movimiento laboral. Y cuando se ha estudiado el problema, las explicaciones se han centrado en los papeles y actitudes de la mu- jer en el lugar de trabajo, sobre todo en su vida laboral ms corta y ms interrumpida. Pero en su investigacin sobre las obreras textiles de Yorkshire, Joanna BomatS ha demostrado de qu manera la con- ciencia laboral de las mujeres se conform por su papel subordinado tanto en el hogar como en el trabajo. No slo encontraban empleo por medio de la familia, buscaban en el taller a amigos de la familia para que las adiestraran y luego le entregaban el salario completo a su madre; era el padre el que les deca si deban unirse o no al sindicato y, si lo hacan, el que pagaba la cuom semanal a los cobradores que iban, no al taller; sino de casa en casa. Como 10,sugiere este caso, la divisin caracterstica (masculina) del mundo del trabajo y el del ho- gar ha oscurecido la comprensin adecuada de la conciencia de clase de las mujeres como obreras. Y en la Inglaterra del siglo xx las muje- res han representado siempre una tercera parte o ms de la fuerza de trabajo. Una sociologa que no pueda explicarlas se erige, por tanto, sobre cimientos deformados. De hecho la sociologa industrial, la his- toria del trabajo y la historia y la sociologa de la conciencia de clase,

    8 Joanna Bomat, "Home and work: a new context for trade union history", Oral History, vol. 5 , ndm. 2, 1977 (nfimero de historia de las mujeres).

    en la medida en que no ambuyan a las mujeres igual importancia en su anlisis, tendern a generar interpretaciones errneas del pasado y predicciones falsas para el futuro.

    Y sin embargo, buena parte de la sociologfa y la historia fallan precisamente as, encerradas en dichos compartimentos de varones y mujeres. La movilidad social, por ejemplo, se estudia una y otra vez como si el mundo estuviese habitado por solteros.9 Por qu? Porque el nico marco de referencia estadstico de fcil acceso para la medicin es el que proporcionan las ocupaciones. Y como hay que reconocer que las mujeres no estn socialmente definidas, de manera necesaria, por la ocupacin, como s ocurre con los hombres, la encuesta de mo- vilidad social "soluciona" este problema, iexcluyndolas! iA la mitad de la poblacin! Y cmo podemos saber si su movilidad, no entre ge- neraciones sino en sus propias vidas, entre el hogar de clase obrera, por ejemplo, la oficina de la secretaria y el matrimonio con un hombre de clase trabajadora, no es m s potente como factor de cohesin social, de transmisin de valores sociales entre las clases, que la de los hom- bres? Sin historias de vida en las que las mujeres mayores expliquen en sus propios trminos los pasos clave de su carrera social, no podemos acercamos siquiera a esta cuestin.

    En mi opinin, y de la misma forma, la naturaleza del cambio so- cial en su conjunto ha sido fundamentalmente mal concebida. Las causas del cambio social suelen describirse sobre todo en trminos que reflejan la experiencia masculina, ms que la femenina: de pre- siones que son colectivas e institucionales, ms que personales, de la lgica de la ideologa abstracta que acta a travs de la economa, de la poltica, de las redes de elite o de los sindicatos y otros grupos sociales de presin. Evidentemente todos constituyen, en efecto, importantes fuentes de cambio. Tras ellos yacen tambin las contradicciones ms profundas de la organizacin social y econmica, que expresan en oca- siones abiertamente, otras veces sin saberlo. Pero sin duda esto no es todo. Falta un tercer elemento: el efecto acumulativo de la presidn individual hacia el cambio. ste es el que aparece de inmediato con las historias de vida; las decisiones que toman los individuos: cama biarse de casa o mejorarla, abandonar una comunidad y migrar a otra, dejar un trabajo que se ha vuelto intolerable o buscar otro mejor, 1110 vertir dinero en el banco, en acciones o en un negocio propio, cmnrrrc

    9 Una excepcin importante es la que ofrece Daniel Bertaux, &.ciinr pr ror i~ l r ri stwture de classe, Presses Universitaires de France, Parls, 1977.

  • Historh de vida y cambio social

    o separarse, tener hijos o no. Los patrones cambiantes de millones de decisiones conscientes de este tipo tienen tanta o ms importancia para el cambio social que los actos de los polticos.

    Esto resulta evidente en cuanto observamos los principales cam- bios sociales a largo plazo que han tenido lugar en Europa occidental o en Estados Unidos durante los ltimos 50 o 100 aos. Algunos son sin duda resultado de la presin colectiva y de la decisin polftica, en particular el flujo de los derechos polticos y las libertades civiles de hombres y mujeres y de las minoras tnicas, as como la creciente intervencin del Estado en materia de educacin, salud y bienestar so* cial. La presin colectiva, en terminos de sindicalismo, es responsable en parte de la reduccin del horario de trabajo (y por tanto de la opor- tunidad de desarrollar el ocio masivo), y ha contribuido, al menos, a proteger (aunque no ha logrado mejorar) la participacin de la clase trabajadora en las utilidades reales. Pero nada de eso contribuye real- mente a explicar los dos cambios ms sorprendentes: la elevacin de la productividad econmica y de los niveles de vida, y la reduccin del nmero de hijos. Aunque diversos Estados han tratado de intervenir en ambos fenmenos, resulta imposible sostener que sean consecuen- cia de la intervencin estatal. Porque la verdad es que ambos siguen dependiendo en parte -incluso en la era del capitalismo monoplico, la planificacin econmica gubernamental internacional y las polti- cas estatales de poblacin-.de las decisiones individuales de madres,y padres, de mujeres y hombres como consumidores y productores, aa- bajadores y gerentes, que ni los economistas ni los demgrafos han aprendido a comprender hasta el punto en que puedan predecir ten- dencias ms all del futuro inmediato o formular lineamientos polti- cos efectivos en cualquiera de los dos campos. Como bien sabemos, la prueba est a la vista: en la recurrente ineptitud de los gobiernos en todo el mundo, ya sean capitalistas o comunistas, cuenten o no con el consejo profesional de los cientficos sociales.

    As, la mecnica esencial de dos de las fuerzas bsicas del cambio social, el cambio en la economa y en la poblacin de una sociedad, se comprenden de manera muy imperfecta. Y sin duda seguir siendo asi hasta que se conjunte lo que se sabe gracias a los estudios de mode- los econmicos y demogrficos abstractos, a las presiones ideolgicas y colectivas, con la comprensin -que s610 puede lograrse mediante his- torias dc vida- de cmo interactan dichas fuerzas a nivel individual, con las oportiinidades econmicas inmediatas, con la conformacin

    de ideas a travs de la socializacin, la amistad y los media eapecffi~ cos, con el desarrollo de actitudes en la infancia y en la experiencln de la familia adulta, para conformar esos miles de decisiones que, acii. mulndose, no s61o configuran cada historia de vida, sino que conati* tuyen tambin la direccin y la escala de los grandes cambios sociales. Conviene destacar que no estoy proponiendo el mtodo de la historia de vida como un enfoque independiente o bien como una verdadera panacea, pues estos problemas fundamentales son sin duda dificiles de tratar, y cualquier avance hacia su solucin tiene que ser lento. Pero creo que un paso esencial consiste en aceptar el papel del individuo como parte de la estructura de interpretacin.

    Una consecuencia inmediata de ese enfoque sera el reconocio miento, primero, de que una elevada proporcin de decisiones indie viduales cruciales puede ser tomada tanto por las mujeres como por los hombres; no slo en esferas como la de la consolidacin de la fami- lia, sino tambin como migrantes y trabajadoras (las mujeres cambian de empleo con ms frecuencia que los hombres). Pero, segundo, no slo abrira perspectivas totalmente nuevas en campos especficos, so* bre todo en los econmicos, donde resultara ms novedosa; al mismo tiempo, y porque la lgica de cada vida muestra que la vida econ6mica y la familiar son interdependientes, se pondia fin a la separacin del anlisis sociolgico y el histrico en distintos compartimentos, y a la relegacin de la familia a un papel puramente secundario.

    Desde luego, una consecuencia de la estructura sexual del poder social ha sido que las profesiones de la sociologa y la historia, domi* nadas por varones, han solido tratar los asuntos concernientes a las mujeres, los nios y la familia como de importancia meramente se- cundaria. Aunque el impacto del movimiento feminista ha dado por resultado una modificacin sustancial de este descuido en lo que se re- fiere a los estudios de la mujer, con frecuencia las feministas no se han interesado demasiado por las mujeres en s mismas, precisamente por. que han estado ansiosas por destacar la importancia de las mujercu AI margen de la familia. Como consecuencia, la sociologa de la familia hri permanecido un tanto marginada, relacionada ms bien con la poltrlc~i social. Entre tanto -y tambin con ciertas excepciones-,lo Ir? lii~torit~

    10 Entre las cuales se cuentan Tamara Hareven y Glen Elder, cuyo rrnhajo piietls oponerse, por ejemplo, al de Edward Shorter, Thc m a h g of tk modcm /nmlly, I\nmlc Books, Nueva York, 1975, o con el de Lloyd de Mause, The hurory o/chiIdlnn

  • Historias de vida y cambio social

    familiar angloamericana ha sido de especial inters para hombres (his- toriadores, socilogos y "psicohistoriadores"), cuyo principal mensaje es una complaciente celebracin de la "modernizacinn progresiva, a lo largo de los siglos, desde un pasado duro y poco amoroso hasta la igualdad liberada del presente que, segn podemos suponer, ven gozar a las mujeres y nios de su propia familia. En ambos casos, as como en el trabajo ms cuidadoso de la escuela de historiadores y an troplogos de Annales, suele darse por sentada a la economa como un contexto primario dado, dentro del cual debe desenvolverse la estructura de la familia. Sigue siendo dificilfsimo encontrar una investigacin que exa- mine el impacto de la familia en el desarrollo econmico, o la mutua interaccin de ambos.

    Sin embargo, resulta claro que una interaccin de este tipo debe ser de importancia fundamental para el cambio social. Porque la fa- milia es la institucin social primaria en la que se produce y socializa la energa humana. En su nivel ms simple, le proporciona a la eco- nomfa su fuerza de trabajo. Por tanto, se deduce que, a menos que los cambios demogrficos puedan reducirse a una absoluta dependencia de la economa -y esto no es posible-, los cambios en la ideologa y la estructura de la familia deben analizarse como fenmenos crticos para el desarrollo econmico y social global. Pero esta produccin de mano de obra no es simplemente biolgica. En la transmisin de ac- titudes e ideologa, de un marco de referencia de valores religiosos y seculares, los mediadores primordiales son las mujeres y los nios, ya que es a travs de ellos que se dan los pasos iniciales para la socia- lizacin de cada nueva generacin dentro de la familia y del barrio. Como engendrar y socializar a los nios son procesos esencialmente privados y domsticos, o por lo menos informales, la entrevista sensi- ble de historia de vida proporciona casi la nica forma de compren- derlos e interpretarlos. No obstante, la importancia crtica de estos procesos resulta evidente en cuanto asumimos -como sin duda debe- mos haced* que la ideologa puede tener una influencia significativa en el cambio econmico y social.

    Tal vez valga la pena ampliar este punto a partir de ejemplos ms especficos. La vinculacin entre el protestanifimo y las actitudes eco- nmicas que postula Weber en La tica protestante y el espritu del cupita- lismo, ha sido largamente discutida por los historiadores. Ha llevado, por oposicin, a sugerir que la declinacin de la economa britnica despus de 1870 puede haberse debido al abandono de los valores pu-

    ritanos del trabajo esforzado y la disciplina personal por parte de Inri familias de los empresarios, que se asimilaron cada vez ms a las cinc ses medias, gastando sus recursos en el consumo conspicuo -beber, ir a fiestas y hasta jugar y dedicarse a las mujeres- en lugar de reino vertirlos con ganancias en nuevas mquinas para la fbrica familiar, y mandando a sus hijos a escuelas privadas en las que aprendlan a go. bernar ms que a trabajar. De ser cierta, esta explicacin de la declia nacin econmica no slo sera histricamente interesante, sino que tendra tambin una inmediata importancia poltica contempornea. Pero no contamos todavfa con una historia de la familia empresarial en Inglaterra, y de la forma en que su evolucin difiere de la de otras clases sociales. Una investigacidn preliminar que llevamos a cabo, compa- rando la vida familiar de empresarios britnicos de xito (los fracasos son significativamente menos fciles de rastrear), con las costumbres usuales de la clase alta a principios del siglo XX, sugiere que, en un nivel similar de comodidad material, haba distinciones notorias en la prctica. A los hijos de los empresarios les regalaban juguetes mecni- cos, autos y trenes elctricos, ms que caballitos mecedores, y despus reciban cierta formacin en materia de ciencia o tecnologa, ms que en los clsicos. Y sus familias, en conjunto, eran mucho ms informales y demostrativas emocionalmente, hasta el punto de tolerar ataques de mal genio e incluso malas palabras. Los nios pequeos estaban me- nos restringidos al cuarto de juegos, vean ms a su madre y, a medida que crecfan, tentan ms probabilidad de mantener una relacin estre- cha con sus padres. Por encima de todo, y debido a diversas razones -algunas como migrantes, otras por seguir una religin minoritaria- estas familias preferan juzgarse a sf mismas segn sus propios crite- rios, ms que segn los tradicionales valores de estatus de la sociedad de clase alta: tenan en comn una alta estima por el valor y el logro individuales. Por el contrario, en la historia de vida de aquellos em- presarios que experimentaron por lo menos una etapa de declinacin econmica o la bancarrota, se adverta cierta tendencia a integrarse con la clase alta rural. En sntesis, parece que un factor clave qrtc alienta la iniciativa empresarial es el estmulo social de la individiii. lidad dentro de la familia: ya sea positivamente, por medio dc i i i i r i expresividad emocional "progresistan o de la creencia en la snlvcicldn religiosa individual, ya negativamente, por el rechazo de loa viilorcn tlc estatus de la sociedad convencional. Por tanto, darla la imprcsMti tlc que vale la pena continuar y desarrollar la hiptesis inicial; Itiu cvltlrii.

  • 132 Historias de vida y cambio social

    cias estn a disposicin de quien las busque. Pero el debate sobre el tema entre los historiadores de la economa ha descansado en gran me- dida, y de manera bastante innecesaria, sobre la simple especulacin.

    Las comunidades de pescadores proporcionan un caso an ms claro de la importancia mutua de la familia, la ideologa y la economa. A fin de sobrevivir tienen que contar con la solidaridad comunal para mantener una fuerza de trabajo, pero el estimulo de la iniciativa indi- vidual requera tambin enfrentar la adaptabilidad recurrente con los recursos pesqueros, la tecnologa y el mercado, que experimentaban cambios. El grado en que la economa puede configurar las relaciones familiares se advierte por la tendencia de las mujeres de familias pes- cadoras, en muchos lugares del mundo, y debido a que los hombres suelen salir al mar, a contar con una mayor responsabilidad y autori- dad familiares, aunque esto vara desde la "asociacin" de los matri- monios, frecuente entre los pescadores costeros, cuyas esposas traba- jan con ellos limpiando y comercializando el pescado, hasta el caso de los pescadores de altura, que son verdaderos padres ausentistas, cu- yas esposas tienen el papel de progenitor nico. Pero la influencia no acta s61o en una direccin. Las historias de vida permiten ver con gran precisin el contraste entre el destino de diversas comunidades. En un extremo estn los principales puertos de la industria pesquera, donde las largas ausencias en alta mar, el exceso de bebida y una im- placable poltica por parte de los propietarios de las compaas -para desintegrar a los sindicatos, mantener bajos los salarios e impedir que los hombres, entre uno y otro viaje, pasaran el tiempo en su casa- de- grad y desmoraliz tanto la vida familiar y redujo hasta tal punto el estatus de trabajar en la industria, que ya no se pudo contar con una fuerza de trabajo suficientemente calificada: las familias de los pes- cadores mandaban a sus hijos a trabajar en otras cosas. sta es una de las razones (aunque desde luego no es la nica) de que, pese a sus inmensos recursos, en los ltimos 20 aos los puertos de altura ingle- ses hayan ido perdiendo terreno ante los puertos costeros escoceses, ms pequeos, en los que ha persistido la propiedad familiar de los barcos. Evidentemente, del secreto de estos puertos costeros ha sido una ideologa de trabajo esforzado, de frugalidad y de admiracin por el logro individual inculcada desde la niez tanto en la casa y en la iglesia como en la comunidad. Pero tal vez el caso mas interesante sea el de la peculiar prosperidad econmica -bastante antes del des- cubrimiento de petrleo en el mar del Ndte- de los pescadores de las

    islas Shetland, que destacan entre todas las comunidades de pacndo. res por el elevado nivel social que le conceden a las mujeres y por I:i afectuosa ternura con que le ensean a los nios a razonar por SI mis- mos. Cuando a travs de las historias de vida se comparan los pucrros de altura y los costeros, as como las diferentes pautas de relacin fami- liar y de valores morales comunes en diversas comunidades costeras, se vuelve cada vez ms claro el papel decisivo de la posicin de mu- jeres y nios dentro de la estructura. Porque las comunidades en las que la propiedad de los barcos es familiar, y que han tenido ms xito, son aquellas en las que ms se aprecian el valor y el logro individual, y que pueden tolerar cierto grado de excentricidad y creatividad; den- tro de una familia autoritaria, jerrquica, dominada por los varones, la transmisin de esos valores esenciales se ve seriamente inhibida.

    Las relaciones entre familia, ideologa y economa son, por tanto, inseparables. Sin duda son fundamentales las restricciones que el sis- tema econmico, la tecnologa y los recursos ejercen sobre la forma en que hombres y mujeres viven su vida. Pero la economla es una creacin social, y se construye en parte en el seno de la familia. La labor no re- munerada de las mujeres en el hogar no es tan s61o una contribucin esencial para mantener la estructura existente en un momento dado, sino tambin, a travs de la crianza de los hijos, la base de la economa social del futuro y un elemento generador del cambio social.

    El olvido de este elemento bsico en la mayor parte de las inter- pretaciones del cambio social se ha debido, no tan slo a la inade- cuada evidencia empleada por cientficos sociales e historiadores, sino a deficiencias comparables en la teora social. Las teoras psicolgicas proporcionan un marco de referencia para analizar el desarrollo de la personalidad individual, y las teoras sociolgicas (muy especialmente el marxismo y el funcionalismo) brindan instrumentos para el anlisis del control social, el conflicto de clases, las contradicciones estrucrci- rales y la gnesis del cambio. Pero ambos bagajes tericos, estimulados por la especializacin acadmica, se han dado la espalda. Al ubicar cl proceso formativo fundamental de la personalidad humana en Ir1 in- fancia temprana (y no a lo largo de toda la niez y la adolescencin) Iri teora del psicoan6lisi.s relega en la periferia a la historia y n In wclc* dad. Por el contrario, la sociologa se ha mostrado igualmente iinrilo!trr por identificar los procesos sociales estructurales y minimiznr cl ~jiiprl aleatorio del individuo en la historia.

    Esto ocurre incluso cuando se reconoce formalmcntc cl pn>klctiiti.

  • 134 Historias de vida y cambio social

    La historia procede de manera tal que el multado final emana siem- pre de los conflictos entre muchas voluntades individuales [le es- cribi Engels a Bloch en septiembre de 18901 y cada uno de ellos llega a ser lo que es por una multitud de condiciones especficas de vida, Hay asf innumerables fuerzas que se intersectan e infini- tas series de paralelogramos de fuerzas, que dan una resultante: el acontecimiento hist6rico.

    Sin duda, se puede criticar la forma en que lo dice, porque se ex- pone a una doble y poco afortunada malinterpretacin de su posicin bsica de que veta a la historia como un conjunto de "acontecimien- tosn y a las acciones sociales colectivas como reductibles a conflictos entre voluntades individuales. No obstante, Engels reconoce aqu, claramente, la necesidad de incorporar el papel de la accin indivi- dual en el modelo histrico marxista del cambio social. Pero cmo se estudian estas intersecciones de las voluntades individuales? De ma- nera similar, el valiente ataque de Edward Thompson en The pocneny of theory,ll contra el deshumanizado marxismo estructural de Althusser resulta convincente, pero su reafirmacin de la voluntad individual en la construccin de la historia se basa ms en la fe que en los medios de que dispone. No brinda proteccin alguna contra un retroceso hacia las simples formas de argumentacin u hoc. Y, en el otro extremo, la falta de medios hace tambin que los compartimentos geommcos en los cuales el funcionalismo parsoniano trat de amarrar el desarrollo de la personalidad a la estructura social, permanezcan aspticamente vacos.

    Pero resulta vital tender un puente entre los dos tipos de teora. Y no es casual que los debates actuales ms promisonos se hayan desa- rrollado al margen de las "corrientes" acadmicas convencionales, en la exploracin lingstica de la manera en que los supuestos ocultos del lenguaje contribuyen a formar la conciencia social, y en la reeva- luacin tanto de Marx como de Freud, que llevaron a cabo las feminis- tas. Y en esta reconstruccin de la teora, la historia de vida tiene que desempefiar sin duda un papel clave; porque s61o al rastrear las vidas individuales se pueden documentar las conexiones entre el desarro- llo de la personalidad y la economfa social, a travs de la influencia mediadora de padres, hermanos y parientes, de grupos de pares, es-

    cuela e Iglesia, de peridicos y otros medios de comunicacl6n. %lo cuando el papel de estas instituciones intermedias se estableci6 prccl. samente en un proceso como la socializacin de los papeles sexiialca en diferentes clases sociales, se pudo alcanzar una reintegracin te6ric;i de base slida. En sntesis, tenemos que crear una sociologa terica- mente ms veraz y sustantivamente mejor consolidada, construyendo la teora paso a paso, con el descubrimiento de hechos; y el mtodo de la historia de vida ofrece un instrumento vital para esta labor.

    1 1 Edwnrd niompson, The pwny ofrheory, Merlin, Londres, 1978 (Misma de Ia imr~, Crftlcn-Grljnlbo, Barcelona, 198 1).

  • JORGE ACEVES compilador

    HISTORIA ORAL

    & instituto Mora

    m UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA Ce m a l teqo

  • Instituto de Investigaciones Dr. Jos Mara Luis Mora

    Hira de Gortari Rabiela Director General

    Hugo Vargas Comsille Coordinador de Publicaciones

    Universidad Autnoma Metropolitana

    Gustavo Chapela Castaares Rector General

    Enrique Fernndez Fasmacht Secreta& General

    Cesarina Prez Pra Dimora de Difusin Culturd Consejo Editorial Nicole Giron, Hira de Gortari, Carlos Mancha1 y Jan Patula

    Portada: Yolanda Pra y Gabriela Snchez

    Primera edicin, 1993 @Derechos reservados conforme a la ley, 1993

    Instituto de Investigaciones Dr. Jos Mara Luis Mora Plaza Valentin Gmez Faras nm. 12 San Juan, Mixcoac, Mxico 03730, D. E

    ISBN: 968-6382-80-1

    Impreso en Mxico Printed m Mexico

    Introduccin Iorge. E. Aceves Lozano

    .Para qu sirve la historia oral? Lutz Niethammer

    De Herodoto a la grabadora: fuentes y archivos orales D. Aron-Schnapper y D. Hanet 60

    Praxis antropolgica e historia de vida Fra~oise Morin

    Los CONCEPTOS, LOS MTODOS 115

    Historias de vida y anlisis del cambio social Paul Thompson 117

    Los relatos de vida en el anlisis social Daniel Bertaux

    Historias de vida. Narrativa y la bsqueda del yo. Manine Burgos 149

    Autobiograffas, diarios, historias de vida e historias orales de trabajadores: fuentes de conocimiento socio-histrico Bronislaw Misztal 164

  • ' , --- - --- -' ..-.-m-" -.-..-- *, . ir-