miranda, carlos - rousseau y su influencia en las ideas socialistas

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    ENSAYO

    ROUSSEAU Y SU INFLUENCIA EN LA

    CONFIGURACIN DE LAS IDEAS SOCIALISTAS

    Carlos Miranda*

    El propsito fundamental de la filosofa poltica de Rousseauparece haber sido tratar de conciliar la libertad con la igualdad.

    El autor sostiene, sin embargo, que el anlisis de los dosconceptos centrales de su pensamiento (su versin del contratosocial y su idea de la voluntad general) revela el fracaso de ladimensin libertaria de su proyecto. Por tanto, en vez de con-ducir a una fundamentacin de la democracia liberal, los argu-mentos rousseaunianos son ms tiles para cimentar y justificarel totalitarismo.Carlos Miranda propone examinar el pensamiento rousseaunianodentro del marco del dilema libertad versus igualdad. Desde esta

    perspectiva, en lugar de un conjunto de insostenibles contradic-ciones, lo que se percibe es el conflicto entre dos valores in-compatibles entre s, dilema que Rousseau resuelve sacrificandola libertad en aras de la igualdad. Los intereses particulares, queprecisan de la libertad para el logro de sus objetivos, son califi-cados por Rousseau como los grandes enemigos de la igualitariavoluntad general que busca slo el bien comn. Pero los hom-bres no siempre saben lo que les conviene; por esta razn, lavoluntad general necesita ser interpretada por los conductores

    Universidad de Chile; M. A. en Ciencia Poltica, Georgetown University.Profesor Titular en la Facultad de Ciencias Econmicas y Administrativas de laUniversidad de Chile y en el Instituto de Ciencia Poltica de la UniversidadCatlica de Chile.

    *Licenciado en Filosofa y Magster en Estudios Internacionales,

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    del pueblo, por el Legislador, que deber ser capaz de transfor-mar la naturaleza humana para orientarla hacia su verdadero bien.

    Todas estas ideas de Rousseau, concluye Carlos Miranda, sonafines con la mentalidad socialista y han ejercido una significa-tiva influencia en sus herederos, tanto tericos como prcticos.

    1 comienzo del Libro III del Contrato Social, Rousseau declara:"...no conozco el arte de ser claro para quien no quiere estar atento".1 Elproblema con Jean-Jacques Rousseau, sin embargo, es que su pensamiento

    no ha logrado ser comprendido con claridad ni siquiera por los incontablesestudiosos varios de ellos reconocidamente eminentes que le handedicado cuidadosa y prolongada atencin. Desde hace dos siglos vienensucedindose esfuerzos interpretativos de incuestionable seriedad, pero lasdiferencias de enfoques existentes en ellos son tan profundas e insalvablesque la nica conclusin posible es que ninguna de esas interpretacionespodra sustentar con propiedad la pretensin de haber conseguido desentraarlo que verdaderamente quiso decir Rousseau en sus obras.

    Las mltiples visiones diversas que sugiere el filsofo ginebrino asus lectores constituyen por s mismas un problema adicional en torno a supensamiento. Por qu acadmicos prestigiosos presentan discrepancias tanpronunciadas en sus opiniones? No parece posible atribuir tales divergenciasa errores de percepcin, a visiones parciales o a tergiversaciones deliberadaso involuntarias de los intrpretes, ya que stos invariablemente basan susobservaciones en las mismas fuentes, esto es, los textos escritos por elpropio Rousseau. As, la raz de las dificultades para entender a Rousseau seencuentra en l mismo, en sus paradojas, en sus incoherencias, en sus

    pasiones contradictorias, en su ardoroso intento siempre frustrado de pro-mover a la vez el valor de la libertad y el valor de la igualdad, a los cuales,por cierto, no logr conciliar.

    I. Los Filsofos y sus Intrpretes

    La filosofa poltica es la ms "prctica" de las ramas de la filosofa.

    Thomas Spragens ha mostrado de manera convincente que muchas de lasms relevantes teoras polticas han sido elaboradas con la manifiestaintencin de resolver problemas reales y urgentes que configuraban situa-

    1 Jean-Jacques Rousseau, Du Contrat Social, III, 1.

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    ciones polticas crticas que no slo invitaban a la investigacin, sino querequeran la bsqueda de soluciones concretas. Spragens ilustra su tesisexaminando las circunstancias histricas que impulsaron a la reflexinpoltica a filsofos tales como Platn, que enfrent la crisis de la justiciaateniense; Maquiavelo, la crisis de la estabilidad poltica; Hobbes, la crisisde la autoridad; Locke, la crisis de la legitimidad del poder; Marx, la crisisdel capitalismo, y Rousseau, la crisis de la igualdad moral.2

    Ahora bien, aun cuando pueda ser efectivo que esas crisis consti-tuyeron los "irritantes" que movieron a los filsofos mencionados a pro-poner sus respectivas teoras, stas fueron en todos los casos ms all de

    sus objetivos inmediatos. Por otra parte, ninguna de ellas fue aplicadadirectamente a la solucin efectiva de los problemas que se pretenda su-perar. Es as como el destino comn de esas y otras teoras ha sido el dequedar como "propuestas" a disposicin de quienquiera utilizarlas posterior-mente con fines tericos o prcticos. En ambos planos, la teora originalqueda a merced del ilimitado riesgo de malentendidos o tergiversaciones, yaun de traiciones. Pero tal riesgo no slo es ilimitado, tambin es ine-vitable. La influencia que ejerce un pensador es independiente de l, y nada

    garantiza que sus mejores ideas sean las que lleguen a ser ms conocidas einfluyentes. Ms an, esa influencia puede estar basada en interpretacioneserrneas o parciales de su pensamiento.

    El riesgo indicado acecha a cualquier tipo de teora, en la medida enque sta sale de la mente de su forjador y es dada a conocer. Desde ese mo-mento, se convierte en una propuesta que cualquier otro individuo puedetomar, estudiar, analizar, interpretar y comentar, todo lo cual no puedehacerlo sino de acuerdo con su propia inteligencia, su particular percepcin

    de la realidad y su comprensin e interpretacin de la teora. Esta comenzarentonces a ponerse a prueba, a proyectarse y enriquecerse, o bien a empo-brecerse y reducirse. Pero nada de esto depende ya del autor original. Eldestino de sus ideas, su capacidad de divulgacin, de llegar a ser socialmenteinfluyentes, normalmente queda en manos de sus intrpretes, quienes sloen el mejor de los casos sern discpulos o seguidores ms o menos fielesdel creador de la teora.

    En el caso especfico de las ideas polticas, pareciera que stas, ms

    que cualesquiera otras, precisan de intrpretes para volverse prcticamenteefectivas. Ello es as porque la efectividad prctica de una doctrina polticadepende, particularmente en las sociedades contemporneas, de su capacidad

    2Thomas A. Spragens, Jr., Understanding Political Theory (New York:St. Martin Press, 1976) pp. 20-45.

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    para movilizar a la accin a grandes masas. Para el logro de este objetivo,las ideas inspiradoras deben traducirse a un lenguaje simplificado, atractivo,

    persuasivo, fcilmente comprensible por el hombre comn. En una palabra,las ideas deben "ideologizarse"; slo de este modo se convierten en"palancas sociales", para emplear la expresin de Daniel Bell.3 Pero puestoque el proceso de ideologizacin de una teora consiste esencialmente en lasimplificacin de la misma, muchos de los elementos integrantes de lateora original debern quedar marginados o ser silenciados. Frecuentemente,bastar con tomar unas cuantas frases llamativas que, convertidas en slogansde fcil asimilacin, constituirn su "interpretacin" ideolgica y repre-

    sentarn de hecho el total conocido de la doctrina del caso, la cual, en elcurso de este proceso, puede quedar completamente desfigurada.

    Si bien todas las teoras polticas que han llegado a ejercer unainfluencia efectiva en la prctica han debido padecer en diferentes medidas elprecio de las distorsiones comentadas, parece poco probable encontrar otrocaso que supere el de Rousseau. Sin embargo, la responsabilidad por elsiempre discutible y conflictivo empleo de las ideas del pensador ginebrino,en ltimo trmino, como veremos, recae en l mismo.

    II. Rousseau y el Problema de su Interpretacin

    Rousseau es un autor confuso, ambiguo, contradictorio, extravagantey, tambin, enormemente elocuente. Quizs haya sido precisamente suelocuencia la raz de las dificultades que su pensamiento ha provocado a lalegin de sus comentaristas. Tal es la posicin que sustenta, por ejemplo,Peter Gay, quien ha escrito al respecto lo siguiente: "Rousseau fue,desafortunadamente, el acuador de frases felices. Ledas en su contexto,ellas son normalmente aclaradas por el argumento en el cual estn incluidas.Tomadas fuera de su contexto, su poder retrico obscurece el hecho de queson slo pronunciamientos elpticos. Usadas como slogans, su significadocambia o se destruye".4

    3

    Daniel Bell, The End of Ideology (New York: The Free Press) 1960,p. 400. Traduccin espaola: El Fin de la Ideologa (Madrid: Ed. Tecnos,1964) p. 543.

    4Peter Gay, "Introduction" a la edicin en ingls del estudio de ErnstCassirer, The Question of Jean-Jacques Rousseau (Bloomington: IndianaUniversity Press, 1963) p. 13.

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    La pista sugerida por Gay es interesante, pero, a mi juicio, es in-suficiente para explicar los problemas que rodean a Rousseau. Es cierto queel ginebrino es el autor de una serie de frases que se han hecho famosas, ynadie discutira su talento para acuarlas. Tambin es cierto que frasessacadas de su contexto pueden ser interpretadas en sentidos muy diferentes alque pretenda darles su creador. Esto ha ocurrido incontables veces y, comoel propio Gay observa, "muchos pensadores han sufrido en manos decomentaristas"; sin embargo, agrega, "pocos han tenido que soportar tantocomo Rousseau".5 La pregunta pertinente, entonces, es por qu Rousseauha sido susceptible de padecer ms que otros al respecto; por qu inter-

    pretaciones contrapuestas, pero proclamadas con similar convencimiento,han llegado a horadar, o al menos a cuestionar seriamente la integridad de supensamiento, en la cual l insista con particular nfasis?

    La pretensin de Rousseau respecto de la supuesta unidad de su obraha impulsado a muchos estudiosos a buscar denodadamente tal coherencia.Sus esfuerzos, sin excepcin, han resultado fallidos. Y jams podr ser deotro modo, ya que es preciso no olvidar que junto con proclamar la unicidadde su pensamiento, Rousseau reconoca las paradojas existentes en su

    interior. Por cierto, sta es la primera y ms obvia paradoja que podemosdescubrir en este "exasperante pensador", como lo ha calificado RobertAndelson.6

    Algunos Testimonios sobre Rousseau

    No puedo sino compartir el juicio de Andelson recin citado.

    Rousseau provoca exasperacin en los lectores atentos que l quera y quebuscan en sus escritos la claridad que l pretenda tener. Pero esos lectores, apesar de todos sus esfuerzos, se ven enfrentados a un inagotable cmulo deconfusas paradojas y de insostenibles contradicciones.

    Leo Strauss, tal vez el ms cuidadoso y paciente estudioso con-temporneo de la historia de la filosofa poltica, ofrece el siguiente testi-monio acerca de Rousseau:

    El presenta a sus lectores el confuso espectculo de unhombre que perpetuamente deambula entre dos posiciones

    5Gay, op. cit., p. 4.

    6Robert A. Andelson, "Rousseau and the Rights of Man". ModernAge, 28:4, (Fall 1984) p. 349.

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    diametralmente opuestas. En un momento, l defiendeardientemente los derechos del individuo contra cualquier

    restriccin o autoridad; al momento siguiente, l demandacon igual ardor la completa sumisin del individuo a lasociedad o al Estado y favorece la ms rigurosa disciplinamoral o social.7

    Strauss alude aqu a la contradiccin central existente en el pensa-miento de Rousseau y que consiste en su indefinicin ante el dilemaindividualismo o colectivismo. La indefinicin se manifiesta en el explcito

    pero ambiguo apoyo rousseauniano a ambas posiciones. A esta ambigedadse refiere grficamente otro importante estudioso de la filosofa poltica,Ernest Barker, cuando escribe:

    Uno puede encontrar sus propios dogmas en Rousseau, yasea que uno pertenezca a la Izquierda (y especialmente a laizquierda de la Izquierda), o bien uno pertenezca a la Derecha(y especialmente a la derecha de la Derecha).8

    El hecho de que todos cualquiera sea la posicin que sustentenpuedan encontrar apoyo para su causa en textos del ginebrino explica laenorme influencia que sus doctrinas han ejercido en los ms diversos yopuestos espritus y movimientos.9 Pero esta misma crnica ambivalenciatambin "ha dado lugar al extenso y an no resuelto debate entre losestudiosos de Rousseau acerca de si l es un 'individualista' o un 'colecti-vista' ". En Rousseau "emerge, ms que en cualquier filsofo polticoanterior, tanto un individualismo ms extremo cuanto un colectivismo msextremo".10 Entre ambos extremos contrapuestos cualquier posicin tienecabida, y probablemente Rousseau habr escrito alguna frase que la avale.El debate en torno a su pensamiento se despliega, entonces, de manera

    7Leo Strauss, Natural Right and History (Chicago: The University ofChicago Press, 1953) p. 254.

    8Ernest Barker, Social Contract. (Londres y New York: Oxford

    University Press, 1974) p. XXXIX.9Gay, op. cit., p. 4.

    10Marc F. Plattener, Rousseau's State of Nature. An Interpretation onthe Discourse on Inequality (De Kalb, Illinois: Northern Illinois UniversityPress, 1979) pp. 4 - 5.

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    multifactica, en una serie de controversias que destacan un aspecto, sinduda presente en su obra, en desmedro de otros que tambin estn presentes.Es as como se le ha calificado de conservador o reaccionario, pero tambinde revolucionario; de socialista o comunista, pero tambin de individualista;de realista y de utpico; de colectivista romntico y de auxiliar dedespotismos y tiranas; de liberal y de igualitarista; de demcrata y de to-talitario.

    A pesar de que muchos de estos calificativos son incompatibles entres, todos ellos son posibles de aplicar a Rousseau, porque en todos loscasos ser posible encontrar alguna cita textual que justifique su aplicacin.

    Esta circunstancia, sin embargo, debe servirnos como advertencia para evitarcualquier interpretacin unilateral de este filsofo. Quienes as procedenquedan en posicin de ser fcilmente refutados con similares armas.

    En suma, del panorama descrito es posible extraer como nicaconclusin vlida que nadie ha dicho la ltima palabra sobre Rousseau, yque posiblemente nunca podr alguien decirla. Esta conclusin no involucrauna invitacin al silencio o al abandono de los estudiosos sobre la obrarousseauniana, sino la recomendacin a una extrema prudencia en el anlisis

    crtico e interpretativo de esa obra. Tal es, por cierto, la actitud que procu-rar mantener en mi propio anlisis de ella. Pero antes de iniciarlo, quisieraterminar este captulo recogiendo unas pocas reacciones caractersticas frentea Rousseau, las cuales me parecen tiles para completar el cuadro de lacompleja maraa interpretativa que se ha tejido en torno al pensador deGinebra.

    Algunas Reacciones ante Rousseau

    Debido a la insuperable ambigedad que caracteriza su pensamiento,Rousseau ha provocado las ms variadas reacciones en quienes han estudiadoy tratado de entender sus escritos. Slo mencionar aqu aquellas queconsidero ms tpicas para ilustrar las contradicciones que tambin en estembito existen en relacin a nuestro filsofo.

    En primer lugar, es preciso sealar la actitud de algunos estudiosos

    que manifiestan abiertamente su perplejidad, incomodidad o exasperacinante las contradicciones o incoherencias rousseaunianas y que expresan condiferentes grados de desdn y molestia sus juicios condenatorios. GeorgeSabine, por ejemplo, se ha referido reprobatoriamente al "gusto retrico por

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    la paradoja" y a la "nebulosidad de las ideas de Rousseau".11 Por su parte,Robert Andelson, tambin aludiendo a las abundantes paradojas rousseau-

    nianas, ha dictaminado categricamente que "la enseanza social de Rous-seau no es meramente paradjica; es pragmticamente absurda".12

    Los juicios laudatorios han solido ser no menos apasionados, si bienhan debido ser formulados desde una posicin defensiva. Quizs el msilustrativo ejemplo de esta posicin es el que proporciona BenjamnConstant quien, tras advertir que evitar unirse a los detractores de un "granhombre", describe a Rousseau cmo un "genio sublime animado por elamor ms puro por la libertad". Constant, sin embargo, se ve forzado a re-

    conocer que este apstol de la libertad "ha proporcionado funestos pretextosa ms de una clase de tirana", y que el Contrat Social ha sido "el msterrible auxiliar de todos los tipos de despotismo".13

    Es difcil encontrar un juicio ms honesto y a la vez ms certeroacerca de Rousseau que el que presenta Constant. Sera ciertamente injustodudar de la vocacin libertaria que anima el pensamiento rousseauniano;pero, por otra parte, constituira una inadmisible miopa intelectual negarsea admitir las implicaciones profundamente antilibertarias de ese mismo

    pensamiento, Constant plantea adecuadamente una de las paradojas ocontradicciones fundamentales que existen en la obra de Rousseau, y conprudente sabidura no intenta resolverla.

    Otro tipo de actitudes frente a Rousseau es la adoptada por aquellosintrpretes que, sin desconocer sus ambigedades e inconsistencias, procuranofrecer una visin positiva de ellas. As, por ejemplo, Alfred Cobban hasealado que las ideas polticas de Rousseau "arrojan una valiosa luz sobrelos orgenes de muchas de las ideas polticas fundamentales del siglo XIX ydel presente, y son de gran ayuda para la comprensin de esas ideas,independientemente de la influencia que puedan o no haber ejercido".14 Re-sulta imposible refutar el planteamiento de Cobban, ya que es efectivo queen Rousseau pueden encontrarse las races de las ideas polticas funda-

    11George H. Sabine, Historia de la Teora Poltica (Mxico: Fondo deCultura Econmica, 4 edicin, 1968) p. 431. Edicin original: A History ofPolitical Theory (New York, Holt, Rinehart and Wiston, 1937.)

    12

    Robert A. Andelson, "Rousseau and the Rights of Man". ModernAge, 28:4, (Fall 1984) p. 352.

    13Citado por Alfred Cobban, Rousseau and the Modern State. (Londres:George Alien and Unwin, 1964) Edicin original: 1934, p. 25.

    14Cobban, op. cit., p. 17.

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    mentales de los dos ltimos siglos. Pero justamente en esto reside elproblema capital de la filosofa poltica rousseauniana! Si en Rousseau sehalla el origen de ideas y valores polticos contrapuestos, ello se debe a suindefinida ambivalencia frente a los dilemas que se plantean entre losvalores de la libertad y la igualdad; entre el individualismo y el colectivis-mo; entre la democracia y el totalitarismo. Es posible sospechar, entonces,que Rousseau no slo proyecta luz sobre estas ideas, sino tambin ms dealguna sombra.

    Otro importante autor que ha intentado descubrir la unidad interna delas ideas rousseaunianas es Ernst Cassirer, quien adopta una posicin

    filosficamente muy sugerente. Segn Cassirer, la filosofa de Rousseau noconsiste en una doctrina fija o definitiva, sino que es ms bien

    un movimiento del pensamiento que siempre se renueva a smismo, un movimiento de tal fuerza y pasin quedifcilmente parece posible en su presencia tomar refugio enla quietud de la contemplacin histrica "objetiva".15

    La interpretacin de Cassirer es de indudable inters. La supuestadoctrina nica y acabada que tantos estudiosos han buscado vanamente enRousseau simplemente no existira, y toda su filosofa no expresara msque una bsqueda incesante de un objetivo que nunca es alcanzado. Desdeesta perspectiva, las paradojas y contradicciones mencionadas ms arriba noseran sino manifestaciones de un pensamiento movindose en esa bsquedasiempre tentativa, en la que Rousseau envuelve emocional e intelectual-mente a sus lectores. Por consiguiente, stos no pueden parmanecer en unaactitud pasiva, sino que son llevados a comprometerse en esa bsqueda. Laexperiencia de leer a Rousseau es, efectivamente, diferente a la lectura decualquier otro fissofo. Es imposible evitar entrar en un dilogo con l,dilogo siempre animado y estimulante, que por momentos puede ser speroe irritado, para luego volverse ms apacible y cordial. Esta peculiar relacinque se establece entre Rousseau y sus lectores queda, tal vez, ilustrada y encierto modo explicada por ese trato completamente inusual que tantoscomentaristas, aun en sus trabajos ms serios, dan a nuestro autor, hablandode l como se habla de un amigo, y llamndole informalmente Jean-Jacques.

    La clave ofrecida por la interpretacin de Cassirer abre un caminodistinto a los habituales para entender lo que l mismo denomina "el

    15Ernst Cassirer, The Question of Jean-Jacques Rousseau(Bloomington; Ind iana U nive rsity Press, 1963) p. 35.

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    problema de Jean-Jacques Rousseau". Quizs sea ste el enfoque correcto;sin embargo, no parece posible demostrar en rigor que lo es. Y aun cuando

    tal demostracin se realizase, ella sera intil o, por lo menos, tarda. Enefecto, se requerira que todos los lectores de Rousseau estn conscientes queno enfrentan una doctrina definitiva y que, por lo tanto, no pueden utilizartrozos parciales de ella para avalar sus propias convicciones. Pero, desdeluego, decenas de intrpretes no han tenido estas advertencias a la vista, y dehecho han usado de diferentes maneras algunas de las ideas del filsofo. Demodo, pues, que estas ideas ya han ejercido influencias mltiples, y es his-tricamente irrelevante que tales influencias hayan estado inadecuadamente

    fundamentadas. Es probable que, como ha escrito Cobban, "la herencia quedej, l difcilmente la habra entendido, y casi con certeza la habradesaprobado".16

    En suma, pareciera que estamos condenados a ignorar cul fue laverdadera orientacin del pensamiento poltico de Rousseau. Quizs lmismo nunca alcanz una definicin al respecto. Pero quienes, aunequivocadamente, han credo ver en l una doctrina, y han empleado de unau otra manera algunas de sus ideas, le han hecho ejercer una influencia real.

    La responsabilidad de Rousseau sobre esta clase de influencias tal vez slose limite a su autoconfesado desconocimiento del "arte de ser claro". En esteplano, sin embargo, su responsabilidad me parece ilimitada.

    Por las razones anotadas, resulta casi superfluo sealar que, porcierto, no tengo la pretensin de zanjar las contradicciones interpretativas aque han dado lugar las diferentes lecturas de la obra rousseauniana.Comparto el juicio de aquellos comentaristas que sostienen que debido a laambigedad o las "paradojas" de nuestro filsofo, las ms opuestas

    interpretaciones, en la medida en que han sido realizadas con seriedad yhonestidad intelectual, han podido encontrar firme asidero en sus propiaspalabras.

    En mi lectura, ciertamente veo contradicciones, pero a travs de ellascreo percibir una tendencia dominante a favorecer el igualitarismo, elcolectivismo, el socialismo. Esta perspectiva no implica desconocer laintencin libertaria de Rousseau, la cual, a mi entender, constituye el puntode partida de su filosofa moral y poltica. Pero la libertad, que est desti-

    nada a chocar con la igualdad, es sacrificada por el ginebrino en aras de estaltima, aunque l se esfuerce por mantenerla mediante recursos que nopuedo sino calificar de "retricos", porque su viabilidad prtica en el sistemapoltico que l propone me parece imposible.

    16Cobban, op. cit., p. 170.

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    En el presente estudio no me referir a la influencia efectiva que lasideas de Rousseau han ejercido en la conformacin de los ahora llamados

    "socialismos reales". Me interesa ms examinar su contribucin, voluntariao involuntaria, al "ideario" socialista. Es decir, me mover slo en el planode las ideas. De ideas que influyen en otras ideas.

    III. Los Fundamentos de laFilosofa Poltica de Rousseau

    El eje en torno al cual Rousseau construye toda su filosofa polticaes su nocin de la volont gnrale.

    Creo altamente improbable encontrar en toda la historia de la fi-losofa poltica un concepto ms enojosamente ambiguo que la idea rous-seauniana de la volont gnrale. Esta "idea tan inviable", como la hacalificado Patrick Riley,17 constituye, no obstante, segn el juicio de mu-chos comentaristas, el tema central del pensamiento poltico de Rousseau.18

    Rousseau identifica la voluntad general con el bien comn.19 No

    merece dudas que su intencin era establecer un sistema poltico cuya nicafuente de legitimidad fuera la soberana popular. La libertad apareceproclamada como el valor fundamental: es a la vez el cimiento y el objetivodel orden poltico legtimo; por lo tanto, es un elemento esencial del biencomn. Y sin embargo, la libertad la verdadera libertad, esto es, lalibertad individual termina esfumndose en el sistema rousseauniano. Espreciso que nos detengamos a examinar cmo acontece este extrao ytrgico acto de prestidigitacin argumental.

    La Versin Rousseauniana del Contrato Social

    En su Discurso Sobre la Economa Poltica, Rousseau seala que larazn que llev a los hombres a unirse en sociedades civiles fue la de "ase-

    17Patrick Riley, "A Possible Explanation of Rousseau's General Will".

    American Political Science Review, 64:1 (March 1970) p. 86.18Vase, por ejemplo, Hans Barth, "Volont Genrale et Volont

    Particulire chez J.-J. Rousseau" Annales de Philosophie Politique, Vol. 5:"Rousseau et la Philosophie Politique" (Paris: Presses Universitaires deFrance, 1965) p. 44. Cf.: P. Riley, loc. cit.

    19Contrat Social, II, 1.

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    gurar los bienes, la vida y la libertad de cada miembro mediante la pro-teccin de todos".20 Rousseau est reproduciendo aqu la misma frmula

    empleada antes por Locke para definir los fines de la sociedad civil. Al igualque Locke, Rousseau parece inclinado a dar un particular nfasis a lalibertad, a la que considera "la ms noble de las facultades del hombre".21

    Posiblemente, el texto que ms claramente revela la primordial intencinlibertaria del filsofo ginebrino es la clebre frase inicial del captulo I delContrat Social: "El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todaspartes entre cadenas".22

    Cmo liberar al hombre de sus cadenas? Cmo organizar la

    sociedad poltica para que el hombre recupere su libertad original? Pues lalibertad no solamente es la condicin natural humana, sino que es lo quedefine la condicin de ser hombre. As, escribe Rousseau:

    Renunciar a su libertad es renunciar a su condicin de hombre,a los derechos de la humanidad e incluso a sus deberes. No hayresarcimiento alguno posible para quien renuncia a todo.Semejante renuncia es incompatible con la naturaleza del

    hombre: despojarse de la libertad es despojarse del ser moral.23

    El hombre que vive entre cadenas es, pues, un ser degradado: carece decontrol sobre su vida, y su amo probablemente lo despojar de cualquierbien que pudiere adquirir. Su situacin es peor que la que tena en elprimitivo estado natural, en el cual por lo menos dispona de libertad. Sinembargo, los obstculos inherentes al estado natural que ya haban sidoextensamente descritos por Hobbes y Locke, entre otros impiden la

    conservacin de la vida de los hombres, de manera que el gnero humanohabra perecido si no hubiese encontrado una forma de superar ese estadoprimitivo. Para ello, los hombres acordaron un pacto mediante el cualdecidieron constituir la sociedad civil. Al ingresar a sta, los miembrosenajenaron su libertad natural a cambio de proteccin y seguridad para la

    20Discurso sobre la Economa Poltica. I, p. 14. (Para las referencias a

    esta obra, utilizo la traduccin de Jos E. Candela, publicada por la EditorialTecnos, Madrid, 1985.)

    21Discours sur l'origine de l'ingalit parmi les homes (Paris: Garnier)

    p. 83.

    22Contrat Social, I, 1.

    23Contrat Social, I, 4.

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    preservacin de sus vidas. Pero ese acuerdo ha conducido a los hombres a laactual situacin de esclavitud y degradacin, que hace necesario reformular el

    pacto, o bien establecer un nuevo contrato, en el que la libertad individualpueda quedar verdaderamente garantizada.

    Rousseau enuncia el problema que l pretende resolver en los si-guientes trminos:

    Cmo encontrar una forma de asociacin que defienda yproteja, con la fuerza comn, la persona y los bienes de cadaasociado, y por la cual cada uno, unindose a todos los dems,

    no obedezca ms que a s mismo y permanezca, por lo tanto,tan libre como antes.24

    Estos objetivos, piensa Rousseau, slo pueden ser alcanzados atravs de un contrato social, cuyas clusulas no admiten modificacinalguna porque estn determinadas por la naturaleza del acto. Aunque lasestipulaciones del contrato no hayan sido jams formalmente enunciadas,son tcitamente reconocidas y admitidas por todos los miembros que

    integran la sociedad, en tanto permanecen en ella sin violar el pacto. Hastaeste punto, no hay novedad alguna en los planteamientos de Rousseau,quien est procediendo del mismo modo que los contractualistas anteriores,esto es, construyendo en primer lugar el marco general que sustentar laorganizacin de la sociedad civil sobre bases racionales y legtimas.

    Pero inmediatamente aparece una diferencia que, proyectada en eldesarrollo ulterior del argumento, va a convertir a esta versin del contratosocial en la ms radical de todas, superando incluso al Leviatn hobbesiano.

    La libertad individual no slo es drsticamente restringida, como ocurra enHobbes, sino que ahora queda eliminada por completo, al subsumirse otener que hacerlo en la voluntad general.

    La diferencia inicial que conduce necesariamente al resultado indicado,se encuentra en la sntesis de las clusulas del contrato que proponeRousseau en el siguiente pasaje:

    Estas clausulas, bien estudiadas, se reducen a una sola, asaber: la enajenacin total de cada asociado con todos susderechos a la comunidad entera, porque, primeramente, dn-dose por completo cada uno de los asociados, la condicin esigual para todos; y siendo igual, ninguno tiene inters en

    24Contrat Social, I, 6.

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    hacerla onerosa para los otros. Adems, efectundose la ena-jenacin sin reservas, la unin resulta tan perfecta como

    puede serlo, y ningn asociado tiene nada que reclamar...25

    Es el carcter totalizante, sin reservas, de la enajenacin de derechospostulada por Rousseau, lo que hace su versin del contrato social la msradical y la ms incompatible con cualquier nocin de libertad. Ni siquieraHobbes, a quien muchos han considerado el mayor apologista delabsolutismo, plantea una exigencia de tal magnitud. En efecto, el enunciadode los trminos del contrato hobbesiano, que se encuentra expresado en lo

    que el filsofo ingls concibe como la segunda ley de naturaleza, dice as:

    Que uno est dispuesto, si los otros tambin lo estn, en lamedida y por el tiempo que se considere necesario para la pazy defensa de s mismo, a contentarse con tanta libertad frente alos dems, como la que le sea permitida a los otros conrespecto a uno mismo.26

    Hobbes deja, pues, un margen bastante flexible de libertad, cuyoespacio se reduce por disposiciones posteriores de su argumento, pero sinllegar a ser eliminada. En el mbito de la propiedad, por ejemplo, lossubditos conservan su libertad frente al poderoso Leviatn.

    En Rousseau, en cambio, la exigencia de enajenar "todos losderechos" a la comunidad, no parece dejar espacio a ninguna manifestacinposible de libertad individual. Esta consecuencia implica, por cierto, unadiametral contradiccin respecto de la intencin libertaria del contrato

    proclamado poco antes. Rousseau no percibe tal contradiccin porque creeque lo que cada individuo cede al concurrir al pacto, lo recupera con creces:

    En fin, dndose cada individuo a todos, no se da a nadie, ycomo no hay un asociado sobre el cual no se adquiera elmismo derecho que se cede, se gana la equivalencia de todo loque se pierde y mayor fuerza para conservar lo que se tiene.27

    25Contrat Social, I, 6.

    26Leviathan, cap. XIV.

    27Contrat Social, I, 6.

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    El argumento es vlido si se aplica a un rgimen de democraciadirecta, el cual slo puede ser establecido y funcionar en pequeascomunidades. En tal clase de rgimen, los derechos individuales cedidos a lacomunidad recaen sobre el mismo cedente en cuanto cada uno es miembropolticamente activo dentro de la misma comunidad. En otros trminos, nohay all transferencia de la soberana a un cierto nmero de representantes .para que la ejerzan en nombre de todos, sino que cada miembro de lacomunidad retiene la porcin de soberana que le corresponde.

    Es preciso reconocer que se era el tipo de rgimen en el queRousseau pensaba al proponer sus ideas. Pero en el mundo moderno las

    democracias directas resultan casi inconcebibles, debido a la complejidad ydimensiones que han adquirido las sociedades realmente existentes. Lainfluencia de las ideas rousseaunianas se ha manifestado, por lo tanto, ensociedades muy diferentes a la imaginada por el pensador ginebrino, y enestas sociedades ms complejas, sus ideas han mostrado implicacionestambin muy diferentes, que posiblemente Rousseau no percibi. Pero elproblema es que tales implicaciones se desprenden de palabras que l sescribi.

    La enajenacin de todos mis derechos a la comunidad no es incom-patible con mi libertad si recupero esos mismos derechos fortalecidos comomiembro activo e igual del colectivo. Pero el gran supuesto sobre el quedescansa este argumento es que entre todos los miembros del colectivoexiste una total unanimidad, la que se expresa en la voluntad general. Estesupuesto, que juega un papel de fundamental importancia en el pensamientorousseauniano, confiere a esta versin del contrato social una peculiaridadque la distingue de las dems.

    En efecto, como ha sealado Ernest Barker, la idea general del con-trato social es una idea compuesta que involucra dos conceptos que si biense hallan estrechamente conectados, deben ser diferenciados. Esas dos ideasrelacionadas representan en realidad dos contratos sucesivos, en cada uno delos cuales el contenido de lo pactado es distinto. Por una parte, en el con-trato social hay un contrato de gobierno, que es el pacto contrado entre elgobernante y los subditos. Muchos pensadores han considerado que el con-trato social consiste precisamente en este acuerdo, y han limitado susreflexiones a este aspecto del contrato. Sin embargo, como observa Barker,la teora de un contrato de gobierno postula, como condicin previa, lanocin de un contrato de sociedad. En otros trminos, para que puedallevarse a cabo un contrato de gobierno, se requiere que previamente se haya

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    efectuado un contrato de sociedad, un pacto mediante el cual se acuerdaconstituir la sociedad misma.28

    La distincin de los dos momentos o de los dos contratos implcitosen la idea del contrato social es relevante porque a partir de ella podemospercibir con claridad que puesto que pactamos cosas diferentes en uno y otrocontrato, tambin la magnitud del acuerdo que se requiere en cada uno no esla misma. El contrato de sociedad hace necesario el consenso de todos losindividuos que lo contraen. Quienes estn en desacuerdo, no ingresan a l, obien con posterioridad se marginan de l, lo que significa asumir todas lasventajas y tambin todos los peligros de mantenerse en el estado de

    naturaleza y fuera de la sociedad civil.El contrato de gobierno, en cambio, no plantea el requisito de la

    unanimidad, sino slo el del acuerdo de la mayora que es el mayor que esposible alcanzar en las sociedades reales, debido a las naturales diferenciasexistentes entre los hombres en cuanto a sus intereses, aspiraciones, aptitu-des, valores, creencias, objetivos, afectos. El reconocimiento del derecho agobernar de la mayora ha permitido el funcionamiento efectivo de lasdemocracias reales, en la medida en que la minora ha acatado el veredicto de

    la mayora, tal como se ha comprometido a hacerlo en el contrato desociedad.

    La idea de un contrato social conformado por dos contratos distintos,uno consensual de sociedad y otro de gobierno, slo mayoritario, aparececlaramente desarrollada en el Segundo Tratado Sobre el Gobierno Civil deLocke, pero es menos explcita en otros filsofos contractualistas. Sinembargo, el anlisis de Barker al respecto es, a mi entender, correcto. Elcontrato de sociedad, quizs por su propia obviedad, no ha sido mayormente

    tratado por muchos contractualistas, pero es la base tcita de sus reflexionessobre el contrato de gobierno. La nica excepcin en esta materia es la querepresenta Rousseau, quien explcitamente dice:

    No hay ms que un contrato en el Estado, que es el de laasociacin, y ste excluye todos los dems.No podra celebrarse ningn otro que no fuese una violacindel primero.29

    28Barker, op. cit. (nota 8), p. XII.

    29Contrat Social, III. 16.

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    ROUSSEAU Y SU INFLUENCIA 233

    El pensamiento rousseauniano slo admite el contrato que forma lasociedad poltica, porque sta constituye, ella misma, el Soberano.30 Yprecisamente por el hecho de constituir la sociedad misma en su totalidad elSoberano, sin delegacin de poderes ni eleccin de representantes, deberegirse bajo el requisito de la unanimidad, propio del contrato de sociedad.No se trata aqu meramente de otorgar un mayor nfasis al contrato de so-ciedad, como ocurre en el caso de Hobbes, por ejemplo. En Rousseau noexiste el contrato de gobierno, porque el gobierno es ejercido por todos losmiembros de la sociedad, inspirados por "la suprema direccin de la volun-tad general".31

    En esta concepcin reside la peculiaridad de la visin rousseaunianadel contrato social, y tambin su peligrosidad, como veremos a continua-cin.

    La Volont Gnrale:Un Concepto Clave en la Filosofa Poltica de Rousseau

    La expresin "voluntad general", adaptada al lenguaje polticocorriente como "voluntad popular", siempre ha resultado atractiva y fcil deutilizar en el discurso retrico. Esta circunstancia ha contribuido a obscu-recer u ocultar las implicaciones del concepto, esto es, el conjunto de seriasamenazas a la libertad individual que se desprende de la interpretacin de lavoluntad general.

    Hemos examinado el contrato mediante el cual se forma la sociedadpoltica y a la vez se instituye al Soberano, que es idntico a la sociedad

    misma y que est integrado por todos los asociados. Corresponde ahoraexaminar cmo funciona este cuerpo colectivo.La reflexin inicial de Rousseau es la siguiente:

    Adems, estando formado el cuerpo soberano por los particu-lares, no tiene ni puede tener inters contrario al de ellos; porconsiguiente, la soberana no tiene necesidad de dar ningunagaranta a los subditos, ya que es imposible que el cuerpoquiera perjudicar a todos sus miembros (...) tampoco puede

    30Cobban, op. cit. (nota 13), p. 52.

    31 Contrat Social, I, 6.

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    daar a ninguno en particular. El Soberano, por la sola raznde serlo, es siempre lo que debe ser.

    32

    La analoga mecanicista de la armona del cuerpo y sus miembros esaceptable desde el punto de vista lgico, y tambin puede serlo desde elpunto de vista poltico si nos referimos a una pequea comunidad or-ganizada bajo un rgimen de democracia directa. Ya indicamos que sta erala clase de sociedad en la que pensaba Rousseau. Pero lo que es vlido paraese particular tipo de comunidad, puede no serlo en otras. Tal vez unSoberano constituido efectivamente por todos los miembros del cuerpo

    social no necesite dar ninguna garanta a los subditos, ya que son una y lamisma cosa, y sin duda sera absurdo plantear la necesidad de establecergarantas mediante un contrato acordado con uno mismo. Sin embargo,cuando los subditos se multiplican y llegan a constituir sociedades mscomplejas en cuya direccin no pueden participar todos directamente, esafalta de garantas se vuelve peligrosa, si es que no fatal para los individuos.

    Mucho ms grave an es la segunda conclusin del texto citado: decirque el Soberano "es siempre lo que debe ser" es ofrecer una justificacinindiscriminada a cualquier tipo de rgimen bajo el cual se encarne lasoberana. Muchos tiranos a lo largo de la historia han sido singularmentehbiles para presentarse a s mismos como representantes selectos o pro-videnciales de la soberana del pueblo, y en su nombre han cometido todotipo de crmenes. Es indudable que Rousseau no pensaba en estas usur-paciones de la soberana cuando estableci su principio, el cual correspondea una de sus ms persistentes convicciones. Ms adelante insistir en l y lohar ms explcito. Tambin entonces, sin embargo, se harn msexplcitas sus nefastas consecuencias prcticas.

    Pero hay an otro serio problema en la idea de la soberana colectiva.La afirmacin segn la cual el inters del cuerpo soberano no puede ser

    contrario al de los individuos que lo componen descansa necesariamentesobre el supuesto implcito de la existencia de una comunidad obsoluta deintereses particulares. La obvia falsedad de este supuesto que desconoce lasdiferencias individuales, mueve a Rousseau a formular sus primeras "preci-siones" acerca de la volont gnrale. Al respecto, escribe:

    En efecto, cada individuo puede, como hombre, tener unavoluntad contraria o desigual a la voluntad general que poseecomo ciudadano; su inters particular puede aconsejarle de

    32Contrat Social, I, 7.

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    manera completamente distinta de la que le indica el interscomn: su existencia absoluta y naturalmente independiente,

    puede colocarle en oposicin abierta con lo que debe a lacausa comn como contribucin gratuita...33

    Rousseau admite como no poda dejar de hacerlo debido a suproclamado conocimiento de la naturaleza humana que la voluntad parti-cular es diferenciable de la voluntad general, en cuanto una y otra pueden nocoincidir e incluso pueden tener intereses opuestos. Sin embargo, ambasvoluntades se encuentran en cada individuo. La voluntad general est

    presente en todos los hombres, es una realidad comn a todos y, por lo tan-to, como sugiere Barth, en virtud de la propia naturaleza humana, existirauna relacin dialctica entre las dos voluntades,34 es decir, un conflicto almenos potencial en el interior de cada hombre entre sus intereses en cuantoindividuo y sus intereses en cuanto ciudadano.

    La viabilidad de la interpretacin psicologista de Barth es un tema queen ltimo trmino correspondera dilucidar a los psiclogos. En cualquiercaso, ese supuesto conflicto interior de intereses es polticamente irrelevante

    en tanto no se manifieste externamente. Dicho en otros trminos, si lanocin de voluntad general tiene algn sentido, ste consiste en la pre-tensin de ser la fuente de la legitimidad de la organizacin social sobre labase de la "libre" voluntad de sus miembros. As, la voluntad general no essino la expresin de las voluntades particulares. Pero, cules y cuntas deestas voluntades particulares configuran la voluntad general?

    Rousseau nunca fue capaz de responder con precisin a este pro-blema. En el captulo sobre el sufragio, por ejemplo, identifica la voluntad

    general con "la de todos"; pero unas lneas ms abajo asegura que "esevidente que el carcter esencial de la voluntad general est en la mayora".35

    Lo que verdaderamente importa, sin embargo, es que todos por igualsometan su voluntad a la voluntad general, ya que slo de esta menerapueden preservarse el pacto social y la libertad de cada uno. Dice Rousseau:

    33Contrat Social, I, 7.

    34Hans Barth, "Volont Genrale et Volont Particulire chez J. J.Rousseau" op. cit. (nota 18), p. 43.

    35Contrat Social, IV, 2.

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    ...cualquiera que rehuse obedecer a la voluntad general, serobligado a ello por todo el cuerpo; lo cual no significa otra

    cosa sino que se le obligar a ser libre.36

    Este enigmtico pasaje puede ser interpretado de varias meneras:como una muestra de la elocuencia retrica de su autor; como unacontradiccin inadmisible; o como expresin de la peculiar "paradoja de lalibertad" rousseaumana.37

    Entender la libertad como obediencia a la ley,38 es una idea que slopuede sostenerse si se acepta la compatibilidad entre la voluntad particular y

    la voluntad general, o bien, el libre sometimiento de la primera a estaltima. Pero en el pasaje citado, Rousseau insina la aplicacin de un podercoercitivo del cuerpo social sobre quien rehusa acatar la voluntad general, ya quien hay que "obligar a ser libre". La intencin de Rousseau es clara:puesto que el declarado fundamento de su sistema poltico es la libertad, lnecesita identificar la libertad con la voluntad general, que es el elementoangular de todo el sistema. Pero para que esta identificacin funcione espreciso entender la libertad como un valor abstracto, y no como la

    manifestacin de la voluntad individual, que es la nica que puede expresarconcretamente la libertad.

    Aun aceptando los trminos de Rousseau, es indudable que yo soyms libre decidiendo por m mismo no ejercer mi libertad, que cuando soy"obligado a ser libre". Esta expresin carece de sentido lgico y psicol-gico, y por lo tanto, slo podra ser entendida como una figura retrica. Encuanto tal, puede ser considerada una frmula atractiva y hasta eficaz paraalgunos, porque sirve para enmascarar la supresin de libertad real esto

    es, individual que ella implica. Pero ciertamente no es la frmula queelegira una mentalidad autnticamente liberal para la defensa y promocinde sus principios.

    La frmula en cuestin, sin embargo, es bastante ms que una merafigura retrica y, a mi juicio, slo un anlisis superficial podra contentarsecon circunscribir sus alcances a este mbito.

    Al comienzo del Libro II del Contrat Social, Rousseau seala que "laprimera y ms importante consecuencia de los principios establecidos es que

    nicamente la voluntad general puede dirigir las fuerzas del Estado de36

    Contrat Social, I, 7.

    37Vase, por ejemplo: G. Sabine, op. cit. (nota 11), p. 434.

    38Contrat Social, I, 8.

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    acuerdo con la finalidad de su institucin, que es el bien comn.39 Por estarazn, "la voluntad general es siempre recta".40 Esta supuesta infalibilidad

    de la voluntad general puede verse, no obstante, amenazada por "la voluntadparticular que obra sin cesar contra la general",41 y que puede engaar alpueblo, que aunque siempre quiere su bien, "no siempre lo comprende"."Importa, pues concluye Rousseau, para tener una buena expresin dela voluntad general, que no existan sociedades particulares en el Estado".42

    Roger Masters ha visto en estos pasajes el reconocimiento por partede Rousseau del pluralismo como "un hecho necesario de la vida pol-tica".43 Sin duda, el pensador ginebrino no desconoca este hecho; pero, por

    eso mismo, consideraba que, en vistas al inters comn, era necesarioeliminar a todo grupo que representara intereses particulares.

    La preocupacin de Rousseau por los intereses del pueblo parece serla fuente de su reputacin como "el gran demcrata del siglo XVIII".44 Alrespecto, conviene tener a la vista la tesis de Talmon acerca de la bifur-cacin del concepto de democracia que se produce como consecuencia de laRevolucin Francesa. Segn Talmon, este evento gener una fragmentacinde la democracia en dos tipos: la liberal y la totalitaria.45

    Ahora bien, es claro que Rousseau entenda la democracia como elmedio para promover los intereses colectivos, y no como un sistema en elque pudieran competir y conciliarse los intereses particulares de distintosgrupos.46 En otras palabras, Rousseau adopta la posicin contraria a laconcepcin liberal de la democracia, o para decirlo directamente en la

    39Contrat Social, u, 1.

    40

    Contrat Social, H, 3.41

    Control Social, m, 10.

    42Contrat Social, H, 3.

    43Roger D. Masters, The Political Philosophy of Rousseau. Princeton(N. J.: Princeton University Press, 1968) p. 334, n. 124.

    44Vase, por ejemplo: James Miller, Rousseau: Dreamer of Democracy(New Haven y Londres: Yale University Press, 1984).

    45J. L. Talmon, The Origins of Totalitarian Democracy (New York: W.W. Norton, 1970) pp. 1-3.

    46Bernard Grofman y Scott L. Feld, "Rousseau's General Will: ACondorcetian Perspective". American Political Science Review, 82: 2 (june1988) p. 572.

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    terminologa de Talmon, l se inscribe como antecesor e inspirador de lacorriente totalitaria de la democracia, que florecer a partir de la Revolucin

    Francesa y cuyos ecos han llegado hasta nuestro siglo.La bsqueda a cualquier precio de la armona social lleva a Rousseau

    a considerar los intereses particulares, ya sea de grupos o de individuos,como los mayores enemigos de la voluntad general. Talmon interpreta estaactitud como un antecedente de la idea de una sociedad sin clases.47 Masters,por su parte, sostiene que los sistemas polticos totalitarios inspirados enMarx contradicen ampliamente las preferencias de Rousseau y que dif-cilmente podra imputrsele responsabilidad por los totalitarismos de

    nuestro siglo. Sin embargo, Masters se ve forzado a reconocer que "susprincipios estn abiertos a una subversin de este tipo".48 Bertrand Russell,en cambio, no vacila en atribuir a las enseanzas de Rousseau frutosprcticos tales como las dictaduras de Robespierre, de Stalin y de Hitler.49

    Resulta difcil, en efecto, desligar a Rousseau de su responsabilidadprobablemente involuntaria en la inspiracin y justificacin de los to-talitarismos conocidos. La obsesin por el consenso, el anhelo de eliminartodas las diferencias para imponer una frrea armona en la sociedad, son

    rasgos caractersticos del totalitarismo; pero tambin los encontramos comoideas importantes dentro de la filosofa poltica de Rousseau.Por cierto, la imagen del pensador de Ginebra como fuente inspi-

    radora de los totalitarismos que han aplastado la libertad de millones deindividuos, contradice abiertamente el propsito libertario, tan frecuen-temente proclamado por el filsofo. En este punto, no parece haber ningunaposibilidad de eludir la patente inconsistencia argumentando que se trata deotra de sus habituales paradojas. Desde ningn punto de vista podra con-

    siderarse como una paradoja lo que es una indiscutible contradiccin.Cmo explicarla entonces?La mejor explicacin de este enigma que conozco es la que, con

    insuperable lucidez, ha proporcionado Giovanni Sartori, quien ha escrito losiguiente:

    El hecho de que se haya considerado a Rousseau como elprofeta de la democracia totalitaria se debe a que el resultado

    47Talmon, op. cit., p. 45.

    48Masters, op. cit., p. 423.

    49Bertrand Russell, A History of Western Philosophy (New York:Simn and Schuster, 1945) pp. 685-701.

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    de su solucin desmiente sus intenciones, a que los resultadosfueron ms all de lo que se esperaba. Esto equivale a decir

    que cuando consideramos a Rousseau el terico de una de-mocracia no liberal, realmente consideramos el fracaso de suteora.50

    En otras palabras, si Rousseau hubiera conseguido construir su teorade acuerdo a su propsito original de salvaguardar la libertad, el resultadohabra sido una teora de la democracia liberal. Su proyecto fracas, porquelo que construy fue, segn los autores citados y muchos otros, una teora

    de la democracia totalitaria.Ahora bien, aunque en general concuerdo con estas interpretaciones

    que destacan las indesmentibles implicaciones totalitarias del pensamientode Rousseau, me parece, sin embargo, que ellas han descuidado explicar unasunto importante: por qu pudo producirse esta desviacin que coloca aRousseau en contradiccin consigo mismo?

    Para intentar una respuesta con carcter meramente hipottico, porcierto a este interrogante, creo necesario examinar aun otros aspectos del

    concepto de la volont gnrale.

    El Dilema Libertad-Igualdad

    Talmon, Sartori y otros han estudiado el pensamiento polticorousseauniano dentro del marco de la confrontacin entre las nociones dedemocracia liberal y democracia totalitaria. Dentro de este marco, se

    constata la existencia de una contradiccin fundamental en la obra delfilsofo suizo, puesto que sus resultados son opuestos a sus propsitos.No es mi intencin desconocer la sealada contradiccin, pero si

    hemos de tratar de encontrar las causas que la generan, quizs el marcoanaltico ms adecuado no sea el de liberalismo-totalitarismo, sino el delibertad-igualdad, o si se prefiere, el de las dos grandes corrientes polticasbasadas en estos valores, esto es, liberalismo y socialismo.

    En el primer caso, como ya vimos, enfrentamos una pura con-tradiccin: libertad versus negacin de la libertad; en el marco que propon-go, en cambio, la confrontacin es entre dos valores deseables: libertadversus igualdad. Dentro de este marco, es preciso reformular el proyecto de

    50Giovanni Sartori, Aspectos de la Democracia (Mxico: Ed. Limusa-Willey, 1965) pp. 456-457.

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    Rousseau; su intencin habra sido conciliar ambos valores. Tarea en la queno slo fracasa, como todos los que la han emprendido, sino que concluye

    traicionando uno de los valores en aras del otro. Este tipo de traicin pareceinevitable, ya que como certeramente ha escrito Jorge Estrella: "Libertad eigualdad no son nociones ni realidades que se puedan emparentarimpunemente".51

    Rousseau consideraba, en efecto, que el mayor bien poltico, esto es,"el fin que debe perseguir todo sistema legislativo (...) se reduce a dosobjetos principales: la libertad y la igualdad".52 Sin embargo, Rousseauparece reconocer que ambos principios no poseen el mismo rango natural, y

    por esa razn, la legislacin debe procurar nivelarlos. En sus palabras:"Precisamente porque la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir laigualdad, la fuerza de la legislacin debe siempre propender a mantenerla".53

    Aparentemente, la frmula citada expresara el propsito de establecerartificialmente, esto es, mediante la legislacin, un equilibrio entre los dosvalores, ya que naturalmente la libertad destruye la igualdad. Lo natural, "lafuerza de las cosas", es la libertad. Lo artificial, lo que debe ser impuesto atravs de "la fuerza de la legislacin", es la igualdad. Pero si esto es as, elnfasis de la legislacin no es el mismo para ambos valores, sino que debe

    concentrarse en la igualdad, ya que de otro modo sta no podra subsistir.Este brevsimo anlisis es suficiente para poner en evidencia que el

    objeto principal del sistema legislativo propuesto por Rousseau es, enrealidad, la igualdad. Ms an, de acuerdo a sus propias premisas, paralograr la implantacin de la igualdad es necesario que la legislacin seoriente a limitar "la fuerza de las cosas" que es opuesta a la igualdad y tiendesiempre a destruirla.

    De esta manera, la libertad, ms que como un "objeto principal" de la

    legislacin, aparece como el principal blanco de ella. La libertad rousseau-niana termina reducindose a "obedecer las leyes", y a soportar dcilmente"el yugo de la felicidad pblica".54

    Por cierto, la felicidad pblica es definida por la volont gnrale, yes la misma para todos. En este caso, como en cualquier otro, si alguiendiscrepa, si concibe la felicidad, por ejemplo, de una manera diferente, ello

    51 Jorge Estrella, "Tres Razones para la Libertad". Estudios Pblicos,18(Otoo 1985) p. 64.

    52Contrat Social, II, 11.

    53Loc. Cit.

    54Contrat Social, II, 7.

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    slo puede deberse a que est equivocado,55 o bien a que ha sido engaado.56

    Ninguna otra explicacin es admisible para Rousseau, debido a su peculiar

    concepcin de la voluntad general: puesto que sta slo atiende al inters y ala utilidad comunes, es siempre recta, nunca puede errar.57 Ella sabe mejorque yo lo que me conviene, lo que debo desear, lo que me har feliz.

    Rousseau revela aqu su intolerancia respecto de la libertad en susentido liberal, es decir, tal como se la entiende en una sociedad pluralista,en donde se admiten las diferencias individuales, y cada uno puede decidirlibremente por s mismo, aun con el riesgo de equivocarse, qu es loconveniente para la satisfaccin de sus intereses particulares.

    Ya hemos comentado que Rousseau consideraba los interesesparticulares como los grandes enemigos de la voluntad general. Tal actitudexpresa su posicin antiliberal y, al mismo tiempo, su tendencia aligualitarismo que desembocar en las teoras socialistas del siglo XIX. Slointeresa promover "el bien del pueblo", "la utilidad comn", aun a costa desofocar el bien particular o la utilidad individual.

    En el pensamiento de Rousseau, al igual que en el de sus herederossocialistas, existe un cierto afn protector, pero tambin una invencible

    desconfianza respecto de la capacidad de los individuos para decidir sudestino. Tales actitudes se acentan y llegan al nivel de un condescendientemenosprecio cuando se refieren al "pueblo". Un buen texto, entre variosotros, que ilustra estas actitudes es el siguiente:

    Cmo una multitud ciega, que no sabe a menudo lo quequiere, ya que raras veces sabe lo que le conviene, llevara acabo por s misma una empresa de tal magnitud y tan difcil

    como es un sistema de legislacin? El pueblo quiere siempreel bien, pero no siempre lo ve. La voluntad general essiempre recta, pero el juicio que la dirige no es siempreesclarecido. Es necesario hacerle ver los objetos tales comoson, a veces tales como deben parecerle; mostrarle el buencamino que busca; protegerlo contra las seducciones devoluntades particulares...58

    55Contrat Social, IV, 2.

    56Contrat Social, II, 3.

    57Contrat Social, II, 3.

    58Contat Social, II, 6.

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    El pueblo necesita ser guiado por el "buen camino" que busca peroque desconoce; necesita ser educado por quienes saben lo que le conviene

    verdaderamente y para ello hay que ensearle las cosas como son o "comodeben parecerle". Adems, debe ser apartado de todo inters particular que lodesviara del inters comn. En una palabra, el pueblo necesita un con-ductor, un intrprete de su propia voluntad. Tanto los socialistas tericoscomo los prcticos, siempre han credo que ellos son los nicos capaces deasumir ese papel rector.

    Rousseau es, sin embargo, extremadamente ambiguo en lo referente ala generacin de los conductores del pueblo. En cambio, es inusualmente

    claro al especificar que ellos no son representantes del pueblo, porque "tanpronto como un pueblo se da representantes, deja de ser libre y de serpueblo".59 Pero si no son representantes de nadie, entonces su mandato esabsoluto. Una contribucin ms de Rousseau a los socialismos totalitariosde nuestro siglo!

    Y de inmediato podemos agregar otra, siempre en relacin a losconductores de la sociedad:

    El que se atreve a emprender la tarea de instituir un pueblo,debe sentirse en condiciones de transformar, por as decirlo, lanaturaleza hu m an a; de transformar cada individuo , que por ses un todo perfecto y solitario, en parte de un todo mayor, delcual reciba en cierta manera la vida y el ser; de alterar laconstitucin del hombre para fortalecerla; de sustituir por unaexistencia parcial y moral la existencia fsica e independienteque hemos recibido de la naturaleza. Es preciso, en unapalabra, que despoje al hombre de sus fuerzas propias dndoleotras ajenas, de las cuales no pueda hacer uso sin el auxilio deotros.60

    La actitud constructivista que revelan estas palabras de Rousseau estpica de la mentalidad socialista. Al igual que el filsofo ginebrino, lamentalidad socialista nunca ha aceptado a los hombres como son. Recela deellos y de sus capacidades individuales. No acepta las diferencias quenaturalmente existen entre ellos, pues ve en tales diferencias la fuente del

    conflicto y de la desigualdad. Por esto, aspira a transformar su naturaleza,

    59Contrat Social, III, 15.

    60Contrat Social, II, 7.

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    hacerlos artificialmente iguales. Para ello, es preciso extirpar su egosmonatural, es necesario obligarlos a ser buenos, virtuosos, solidarios, gene-

    rosos. Hay que educar a los hombres para inducirles estas caractersticas;pero si la educacin no basta, entonces hay que actuar coercitivamente conellos, en vistas a su bien, a su verdadero fin que los individuos ignoran.Dentro de este programa, se comprende que no puede ser tolerada la libertadindividual, que es el instrumento de los intereses particulares.

    La voluntad general expresa el bien comn. Pero puesto que elpueblo no siempre conoce cul es su real inters, debe confiar en losintrpretes de la voluntad general, en los conductores de la comunidad, en el

    Legislador. De esta manera, comenta Cassirer, "el Contrato Social proclamay glorifica un absolutismo de Estado completamente ilimitado. Todavoluntad individual y particular es detrozada por el poder de la volontgnrale".

    61

    IV. Conclusin

    Rousseau fue un duro crtico de las condiciones morales y polticasde su poca. La opresin y la degradacin de los hombres se habanextendido por todas partes. Esa situacin de decadencia, de injusticia, dedesigualdad, era el producto del primer pacto social. Atenindonos a susresultados, Rousseau seala con amarga irona, que los trminos de eseprimer contrato debieron haber sido los siguientes:

    Vosotros tenis necesidad de m, pues yo soy rico y vosotros

    sois pobres. Hagamos pues un pacto: yo permitir que tengisel honor de servirme a condicin de que me deis lo poco queos queda a cambio de la pena que me causar mandaros.62

    El nuevo contrato que propone Rousseau, sin embargo, no parecealterar significativamente las condiciones del primero. De acuerdo connuestro anlisis, el rico es reemplazado por el Legislador o el Estado; perolos pobres, es decir, los ciudadanos, siguen igualmente oprimidos.

    61Cassirer, The Question of Jean-Jacques Rousseau. Op. cit. (nota 15),p. 52.

    62Disc ur so Sobre la Economa Poltica, p. 48.

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    La pretendida solucin democrtica, el proyecto de liberacin imagi-nado por Rousseau, concluye en el fracaso, aplastado por el igualitarismo

    implcito en la idea de la voluntad general.Quizs en buena medida tal fracaso sea atribuible al hecho de que todoel pensamiento poltico rousseauniano gire en torno al concepto de lavoluntad general, que constituye sin duda el centro del sistema; pero queplantea dificultades prcticamente insolubles.

    Segn Patrick Riley, en trminos estrictos, la idea de una voluntadgeneral es inviable y contradictoria, porque "las ideas de generalidad y devoluntad son mutuamente excluyentes". La voluntad es un conceptorelacionado esencialmente con la individualidad, y por esta razn, con-

    cluye Riley, "slo metafricamente se puede hablar de la voluntad como'general' ",63

    En efecto, la voluntad es la facultad humana que permite a cadaindividuo ejercer su libertad. Proyectarla al plano general como haceRousseau, implica necesariamente aniquilar la libertad de los individuos, enaras de un imposible ideal igualitario.

    Los hombres son naturalmente diferentes, y mediante el ejercicio desu libertad se constituyen como personas nicas. Es cierto que as se gene-

    ran las desigualdades entre los hombres. La manera de disminuirlas no deeliminarlas porque ello es imposible no puede ser otra que restringiendola libertad.

    Esta es la solucin rousseauniana al dilema libertad versus igualdad.Es la misma solucin que adoptarn los tericos socialistas del siglo XIX,y los socialismos prcticos de nuestro siglo, cuyo fin estamos actualmentepresenciando.

    Quizs se cerrar finalmente un ciclo de fracasos tericos y prcticos,que se inician con el del propio Rousseau. Su filosofa poltica es unfracaso porque no slo no logr alzar uno de los principales objetivos quese propona, esto es, la salvaguardia de la libertad, sino, por el contrario,culmin siendo una teora radicalmente antilibertaria. A pesar de ello, sinembargo, sus ideas han servido de base a los socialismos reales sobre los

    63Patrick Riley, "A Possible Explanation of Rousseau's General Will".American Political Science Review, 64:1 (March 1970) p. 92.

    cuales tambin parece haber cado la herencia del fracaso.