maria y los malestares del paraiso
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Mara y los malestares del paraso
Por:Viviana Daz BalseraProfesora The University of Illinois,
Urbana Champaign,
Estados Unidos
Toda mujer hispanoamericana en algn momento de su vida, ha ledo Mara.1 No
importa la resistencia inicial que se ponga, no importan los ojos en blanco, las risas
incrdulas ante la fragilidad infinita de los personajes. Es casi regla general que la
lectora, finalmente enternecida, derramar sus lgrimas ante la historia de los inocentes
amantes separados para siempre por la parca cruel. Quien ms quien menos se
estremece ante el legado truculento de las trenzas de la difunta a Efran. Mientras el
hroe viaja por el ro Dagua, todas conciben la vana esperanza de que el amante llegue a
tiempo para despedirse de la amada que lo espera en su lecho de muerte. Dice Enrique
Anderson Imbert que Mara ense a amar en Amrica circulando en el continente
como un breviario del amor casto (Imbert:85). Otros crticos la consideran la obra
maestra del romanticismo hispanoamericano (Menton:15) y una de las novelas que ms
influencia ha tenido en las letras del continente (McGrady:139).
A pesar de que la popularidad innegable de la novela y su herona deberian haberatrado la atencin de las criticas con respecto a la poltica de la construccin de la
mujer en este texto, hasta la fecha son muy pocos los artculos que han tocado el tema.
Una manera de explicar esta omisn sorprendente es que quiz se haya pensado que el
extremo sentimentalismo romntico del texto hace demasiado fcil y redundante la tarea
de revelar los estereotipos y distorsiones de lo femenino. La subjetividad de la heroina
es una idealizacin tan patente para nuestra sensibilidad moderna, que es posible se
haya credo innecesario subrayar lo que es evidente para todos. No obstante, alexaminar la conspicua dimensin metatextual de esta novela, la dimensin que habla
sobre la escritura y el origen del acto de escritura del texto, de pronto la conmovedora
sensibilidad romntica que la informa se vuelve otra cosa muy distinta. Nos damos
cuenta de que en este texto no slo se falsea a la mujer al representarla desde la ptica
irreal de una fantasa masculina. Cuando se considera su papel como productor de los
1 En su artculo sobre Mara, alega Sharon Magnarelli que aunque la obra no es precisamente
sobre este personaje sino sobre Efran, una de las funciones del ttulo sera atraer una audiencia femeninay cristiana. Como latinoamericana que soy, puedo atestiguar que Mara ha sido y es an lectura requerida
en la escuela superior, preferida casi siempre por las nias.
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signos, el delicado y lrico amante Efran se revela como un inversionista calculador que
no lamenta demasiado haber expendido a la mujer para obedecer al padre y obtener un
producto: el bello y trgico texto Mara. La figura de esta mujer tan amada por el
pblico y los criticas de literatura hispanoamericana es trazada por un implacable
discurso de explotacin de la castidad femenina, que es preciso articular para poder
resistir y, acaso eventualmente erradicar sus efectos. No pretendo que la lectura que voy
a orientar en esta lnea sea la definitiva ni la correcta; tan slo quiero demostrar que ella
es uno de los significados que genera este texto, y que por tanto, es imperioso tomarla
en cuenta. Si como dice Harold Bloom somos lo que leemos (Bloom:96), es muy
importante saber qu estamos leyendo cuando leemos Mara, este texto de tan gran
circulacin e influencia en las letras (y subjetividad?) hispanoamericanas.
La historia o argumento en s de la novela es de una sencillez suprema. Algunos criticos
han llegado a negar su carcter novelesco por la falta de intriga y de accin, y por la
ausencia de personajes y discursos conflictivos (Pers:746). El texto es autobiogrfico,
pero el autor ya ha muerto, acaso de dolor, muchos aos despus de haber narrado los
hechos. Abre el texto con el regreso feliz de Efran, autor-protagonista, a la casa
paterna. All se enamorar de Mara, su compaera de infancia. Ses meses cas
totalmente dichosos pasa junto a ella y junto a su familia, pero entonces es obligado por
el padre a irse a Londres a estudiar. La salud de Mara es muy delicada; y no pudiendo
soportar el dolor de la separacin, cae gravemente enferma. Efran regresa un ao ms
tarde a Colombia para estar junto a su amada, pero cuando llega, ya sta ha muerto. El
amante, que es tambin un poeta aficionado, articula en la escritura de sus memorias el
dolor infinito que siente por la prdida irreparable de Mara.
El libro entero es pues un lamento por esta prdida inmensa; el amante se duele de la
imposibilidad de recuperar jams los momentos de felicidad clica con Mara que nos
cuenta. As, hay algo que tiene muy claro: no es posible escribir frente a la plenitud,
cara a cara ante la presencia. El acto de escritura segn Efran exige la exclusin,
desplazamiento o desaparicin de la realidad: Las grandes bellezas de la creacin no
pueden a un tiempo ser vistas y cantadas; es necesario que vuelvan al alma,
empalidecidas por la memoria infiel (p. 6). El poeta/escritor establece que la realidad
natural es superior al proceso creativo que la evoca y por lo tanto no es posible admirar
y alabar esta realidad a un mismo tiempo. As, la plida escritura de Maranunca podr
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compararse con la Mara natural que rememora, siendo esta escritura prescindible y/o
imposible si el poeta gozara todava de la presencia esplendorosa de la amada.
No obstante, es importante sealar que para algunos crticos, lo que se privilegia sobre
todas las cosas en el Romanticismo no es el objeto natural, sino la actividad esttica.
Susan Kirkpatrick alega que
the self represented by the Romantic text... is inevitably the writing subject in the
process of construaing itself. lndeed, me texts enactment of the struggle to subordinate
all aspects of libidinal impulse to the subject of aesthetic activity becomes so intense in
English poetry that Bloom can affirm the 'the creative process is the hero of Romantic
poetry (11-12).
El carcter autobiogrfico deMaray su conspicua dimensin metatextual subrayan esa
actividad estetica que tanto Kirkpatrick como Bloom consideran clave en el
Romanticismo. Dicha actividad se privilegia porque mediante ella el sujeto romntico
(casi siempre masculino) se apropia del mundo mientras lo recrea.2La imaginacin del
poeta/escritor se vuelve asi una forma de poder sobre la realidad objetiva que parecera
articular el ardiente deseo de dominio que permea todas las configuraciones patriarcales
del siglo XIX. Esto nos hace pensar que el acto de escritura en Maraquiz no sea tan
irremediablemente nostlgico como nos lo representa Efran a travs de la novela.
Acaso no sea nicamente su conmovedor deseo de ofrecerle un homenaje lingstico a
la amada lo que motiva el acto de escritura. Este acto quiz tampoco sea slo un rito de
pasaje que convenientemente exorciza al escritor de su pasado con la amada, como se
ha dicho en el artculo ms avanzado sobre la novela hasta la fecha (Magnarelli:35). La
representacin del acto de escritura en Maraes ms perversa que todo esto porque no
slo se funda en la idealizacin desfigurante de la otredad femenina. Este texto tambin
muestra cmo esa idealizacin permite el sacrificio de la mujer para producir una
ganancia: la escritura inolvidable que recuerda a Mara. Como veremos pronto, a travs
de esta escritura Efrain asumir simblicamente la apropiacin de la realidad que como
heredero del padre le compete.3
2 Ms adelante, refirindose a Geoffrey Hartman, dice Kirkpatrick que para este crtico, una gran
parte de la escritura romntica documental el poder mental del poeta-sujeto para internalizar y
reconstruir el mundo exterior (12). Lo que vemos aqu es pues una concepcin de la imaginacin del
sujeto romntico como una forma de poder simblico sobre el mundo objetivo, que refleja otras formas
de dominio patriarcales.3 Apunta con agudeza Sylvia Mohillo en su artculo Paraso perdido y economa terrenal en
Mara: Si la dinmica del libro parece estar dada por la prdida que genera la evocacin, se superpone aella, obstaculizndola continuamente, el deseo de ganancia, que es deseo de poder. Con resultado irnico:
este deseo de poder. Con resultado irnico: este deseo de poder, esta economa paterna, acrecienta aquello
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El personaje ms poderoso de la novela es el padre de Efrain. Varios crticos han
apuntado que la casa paterna se representa en este texto como un "paraso" o al menos
como un espacio idlico (Magnarelli, 1981:49; Molloy:36), Un espacio idlico segn
Northrop Frye es aquel en que se idealiza la vida simple del campo (Frye:43). La
imagineria idilica por lo general se vincula al tema de la salvacin es decir, el espacio
idilico es un espacio redimido. As pues, la idlica casa del padre de Efran representa la
mejor cara del patriarcado, el espacio ms armonioso que ste puede construir. Esa casa
es un lugar privilegiado, estable, lejos de los vaivenes de la historia; un lugar en donde
al fin reinan la felicidad y la concordia:
Mi padre, encanecido durante mi ausencia, me diriga miradas de satisfaccin y sonrea con
aquel su modo malicioso y dulce a un msmo tiempo, que no he visto nunca en otros labios.Mi madre hablaba poco, porque en esos momentos era ms feliz que todos los que la
rodeaban. Mis hermanas se empeaban en hacerme probar las colaciones y cremas, y se
sonrojaba aqulla a quen yo dirigia una palabra lisonjera o una mirada examinadora.
Esta casa es un espacio jerrquico, ritual, ordenado, en que impera sin resistencia, sin
fricciones u oposicin, la voluntad todoprestigiosa del padre. No es por casualidad que
varios de los paisajes que la circundan hagan referencia a la hacienda El Paraso en
donde vivi Isaacs en su propia infancia (Moreno:XIV; McGrady:99). Y, sin embargo,
la falta de resistencia, la ausencia de la confrontacin no implica el exilio de los signos
de la violencia de este espacio cuasiparadisaco. El poeta Efran menciona que su padre
haba prosperado notablemente mientras l estudiaba en Bogot, aunque no nos da
pormenores de sus negocios. Lo que s sabemos es que hay esclavos, y que obviamente,
la riqueza de la hacienda tiene que ser producto de la mano de obra de stos. No
obstante, los esclavos de la hacienda del Paraso bien vestidos y contentos hasta donde
es posible en la servidumbre, eran dciles y amables con el amo, y no resistan. As, la
esclavitud en la casa del padre no se representa como algo negativo en este texto
ejemplar e idealmente patriarcal, porque el seor es benvolo con sus objetos humanos:
Pude notar que mi padre, sin dejar de ser amo, daba un trato carioso a sus esclavos
Aunque Efran no nos dice qu significa esto deser amo, no es difcil conjeturar que
se trata del privilegio de poder utilizar al otro, cuando asi se necesario, para llevar a
cabo los designios de la voluntad propia. La dominacin y uso de la otredad aparece
mismo que procura evitar(49). Aunque estamos muy de acuerdo con estos asertos, pensamos que el
resultado de este deseo de ganancia es ms grave incluso que algo meramente irnico. El deseo deganancia es tan ardiente que se est dispuesto a sacrificar lo que sea necesario con tal de saciarlo,
inclusive la mujer amada.
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aqui entonces como parte integral de la economia del hacendado patriarcal que al
producir un espacio que se presenta como cuasiidilico, adquiere una legitimidad y
prestigio incontestables. A continuacin, una descripcin del comedor del padre:
A las ocho fuimos al comedor, que estaba pintorescamente situado en la parte oriental de la
casa. Desde l se vean las crestas desnudas de las montaas sobre el fondo estrellado del
cielo. Las auras del desierto pasaban por el jardin recogiendo; aromas para venir a juguetear
con los rosales que nos rodeaban. El viento voluble dejaba or por instantes el rumor del rio.
Aquella naturaleza pareca ostentar toda la hermosura de sus noches como para recibir a un
husped amigo.
En este pasaje, mediante la figura de la prosopopeya, el poeta Efran domestica la
otredad magnfica de la naturaleza y la asimila al espacio de su padre. A pesar de su
grandeza, de la majestuosidad insondable de sus montaas y de sus estrellas, esa
naturaleza se brinda como espectculo amistoso a los ojos de aquellos presentes en el
comedor privilegiado. Cmo seria posible entonces denunciar ese espacio paterno ante
el cual la naturaleza despliega su plenitud paradisiaca, incluso aunque fuera producido
por mano de obra esclava?
Puesto que el enfoque de nuestro ensayo es el empleo de la mujer en este texto, hay que
preguntarse entonces por el papel que se le asigna a este espacio idlico, supuestamente
redimido, en el que no es inadmisible la presencia de la esclavitud. La mujer, como el
esclavo, es una otredad desde el ubicuo punto de vista del hombre blanco. No obstante,
es la femenina una otredad usualmente deseable, a veces temible. En los momentos ms
rudimentarios de la produccin cultural del patriarca es posible encontramos con una
tradicin abier tamente misoginista en que se demoniza a la mujer. Pero en este
momento de triunfo de la burguesa que es el siglo XIX en que se escribe Mara, la
subjetividad femenina se construye como algo serfico. La mujer del padre es un
ngel domstico cuya funcin es la de velar por el ncleo familiar, unidad clave de la
nueva sociedad (Kirkpatrick,7:55-60).4 As, el nombre impuesto a la herona de la
novela por el padre de Efran al traerla a su hacienda paradisaca, es obviamente una
referencia a la Vrgen Mara. Su nombre orginal es Ester, pues sus padres son judos
emgrados a Jamaica; pero porque lo judo es tambin otredad, tiene que ser excluido o
dominado por el discurso del padre, cuya ardiente voluntad es la de apropiarse de todo
4 Anderson Imbert es el primero en adoptar el trmino mujer serafn para referirse a mara, en
su artculo citado en este ensayo.
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aquello que no es l.5No obstante, a pesar de ser fiel a la bondad y angelicalidad a que
su nuevo nombre la obliga, la herona no gozar de mucha autoridad en la hacienda del
padre de Efran. La rectitud y nobleza de los deseos e ideas de Mara que garantiza la
construccin de su subjetividad serfica, no reciben crdito alguno cuando interfieren
con los designios masculinos.
Cules son pues las actividades de las fminas virtuosas en este texto? Entre otras
cosas, se afanan porque queden bien hechos los dulces para ofrecer a las visitas (34). Se
leen en voz alta captulos de la Imitacin de la Virgenmientras esperan para la cena a
los hombres, o les ensean a los nios cmo rezar en lo que aqullos llegan (63). Luego
de aos de prctica, las mujeres angelicales en este texto desarrollan un instinto especial
para hallar las flores ms hermosas de los jardines, y ponrselas luego en los cuartos a
los hombres. A veces emprenden tareas ms duras tales como las de cortarle el pelo al
padre mientras ste conversa sobre negocios con el hijo (65-66), o la de acomodar
provisiones en el equipaje de los viajeros que casi siempre son ellos (70-71).
Creo que puede concluirse de lo dicho anteriormente que las actividades de las mujeres
del padre (la madre, las hermanas de Efran y Mara) en este texto cuasiidlico, son de
una improductividad exquisita. Esta improductividad exquisita no es algo intrnseca y
universalmente indeseable, pero en este texto en particular acarrear consecuencias
funestas en trminos de las relaciones entre los sexos porque en el espacio del padre,
aunque sea paradisaco, siempre hay que dar algo a cambio. A cambio de habitar
despreocupada y ociosamente el espacio que el padre (productor) ha forjado, la mujer-
angel acepta la exclusin de su voluntad y de su voz. En este sentido las mujeres del
padre de Efran pagan su alquiler reconociendo pblicamente slo los deseos de l. La
madre de Efran, por ejemplo, a pesar de ser la mujer ms poderosa del texto
(evidentemente por los servicios reproductivos que ha prestado en el pasado), no osa
hacer valer su posicin cuando sta es contrara a la del padre. As pues, son muy
significativos sus esfuerzos clandestinos por tratar de impedir que Mara sufra con el
silencio impuesto a Efrain por aqul sin dejar yo de cumplir al mismo tiempo con lo
prevenido ltimamente por tu padre (52). Su deseo de proteger a Mara queda sin
5 Para una interesante interpretacin revisionista de Mara centrada en su judasmo, refiero el
artculo de Doris Sommer El mal de Mara: (Con)fusin en un romance nacional. En l, Sommerconsidera que el judaismo de Mara/Ester es una figura polismica que representa el gran obstculo entre
Mara y Efran, as como el destino de la clase hacendada en la segunda mitad del siglo XIX en Colombia.
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embargo paralizado por el temor de que Efran prometa demasiado a su amada puesto
que en caso de aparecer nuevamente la enfermedad tu padre se opondr a vuestro
matrimonio y tendra yo que hacer lo mismo (53). Lo impensable en este texto
cuasiparadisaco es entonces confrontar la voluntad del padre (productor). Esta voluntad
acaso slo pueda transgredirse oblicuamente en el ms estricto secreto, sin que l llegue
nunca a saberlo.
Es importante examinar ahora cmo esta relacin de desigualdad entre los sexos se
articula entre Efran y Mara. Quiz la mejor manera de empezar a hacerlo sea
preguntndose por lo que causa o despierta el deseo del pequeo patriarca por la otredad
femenina. Una escena clave que contesta esta pregunta es la de las azucenas arrojadas.
Efran ha ido a visitar a uno de los servos del padre y las hijas de ste le han dado un
ramo de azucenas silvestres como obsequio. Efran lo destina inmediatamente en su
corazn a Mara, pero horas ms tarde cuando entra a su cuarto, se encuentra con la
ausencia de las flores que a diaro, aqulla acostumbraba a poner en su alcoba. Entonces
Efran se siente herido, traicionado, y arroja su ramo por la ventana. Durante el
almuerzo alaba la belleza de las mujeres bogotanas especialmente la de una, para darle
celos a Mara. Esta soporta en silencio toda la conversacin hasta que Efran se pone de
pie, y ella escapa con uno de los nios al jardn. Esa noche, a la hora de la cena, Efran
nota con sorpresa que Mara llevaba en e! pelo una azucena del ramo arrojado: Nia
cariosa y risuea, mujer tan pura y seductora como aquellas con quienes yo haba
soado, as la conoca; pero resignada ante mi desdn, era nueva para m. Divinizada
por la resignacin, me senta indigno de fijar una mirada sobre su frente (16). Varias
metforas de la mujer-serafn convergen aqu. En primer lugar, la mujer deseada por el
pequeo patriarca/poeta es una contradiccin: es mujer y nia, pura y seductora al
mismo tiempo. Lo irresistible de esta mujer es su pureza, su infantilismo, el hecho de
que no se d cuenta de su propia sensualidad, belleza y poder. la mujer-ngel es
entonces como una invitacin gratis al placer. Evidentemente, la mujer soada de Efrain
no es aqulla que va a proporcionar una relacin de reciprocidad entre dos sujetos que
estn ms o menos conscientes de sus necesidades. El mximo deseo del pequeo
patriarca, posiblemente igual que el de su padre, es la relacin de desigualdad. Porque
se siente herido, el deseo de Efrain en esta escena es despreciar, desaprobar, mostrar una
total indiferencia ante el otro. Su voluntad es poder representarle a este otro un pequeo
drama en el que se niega con delicada crueldad, su voz y su importancia. la aceptacin
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de Maria a ser nadie para Efran, su mansedumbre ante esta desigualdad humillante, es
entonces lo que la vuelve divina para l.6 Al verla totalmente rendida, el pequeo
patriarca pasa a sentirse indigno de ella; ahora la mujer deja de ser nadie para
convertirse en algo superior y noble que le muestra a l lo vano de sus deseos de
controlada y anularla. Pero esta superioridad idealizada, como dice Sharon Magnarelli
en su articulo citado, no le confiere ningn poder a la mujer, sino que implica un
rechazo a su humanidad la mujer angelical es una dstorsin, una fantasa que exige
de ella lo imposible mantenindola en una posicin completamente divorciada de la
realidad (Magnarelli:33).7 No debe escaprsenos tampoco que la divinizacin de la
mujer segn esta escena no ocurre sino a travs de su humillacin, lo cual resulta
incluso en algo ms perverso e indeseable de lo que Magnarelli plantea, pues Efran no
reconoce la otredad divina de Mara en esta escena sino romo consecuencia de haber
ejercido su poder de anularla.
As, ms adelante esa noche, el amante despechado finalmente le revela a Mara la
verdad de sus sentimientos: Acababa de confesar mi amor a Mara; ella me haba
animado a confesrselo humillndose como una esclava a recoger aquellas flores (17).
No es enteramente gratuita aqu la contigidad entre el simil de Mara como esclava y la
confesin de amor de Efran. Esta contigidad sugiere paralelos entre la mujer y el
esclavo a los ojos del pequeo patriarca. Este slo se "anima" a admitir que ama y desea
a Mara una vez que ella ha renunciado a su dignidad y a su persona, una vez que ella le
asegura y representa su posicin de total inferioridad ante l. Lo perverso de todo esto.
6 Es casi imposible resistir la tentacin de referirse al comentario de Donald McGrady con
respecto a esta escena: Mara shows herself to be gentle and submissive from her initial appearance in
Chapter I; this quality is perhaps best seen in XI, where she makes the first move to reconcile Efran inhis senseless tip with her. Mara humbles herself by wearing in her hair one of the lilies that he had
thrown away; this gesture so overwhelms Efran that he feels un worthy of even looking at he r
(McGrady:123). A pesar de que el prrafo est escrito con cierta irona (esperamos), McGrady no procede
a analizar o establecer las riquisimas implicaciones de todo esto para la sensibilidad moderna. Al crtico le
parece quiz un poco hiperblica, un poco excesiva la mansedumbre de mara, pero a lo mejor no
completamente inaceptable. El caso es que se queda muy corto en su descripcin de Mara. Se le escapa
todo el exquisito sadomasoquismo involucrado en esta escena. Ser enteramente casual que esta omisin
con respecto a las mltiples posibilidades de pervesin que implica este sometimiento dulcisimo de la
protagonista ocurra en una lectura cannica masculina de la novela?7 Este punto tambin lo discuten muy acertadamente Sandra Gilbert y Susan Guber en The
madwoman in the attic. Ms an, segn las autoras, uno de los rasgos ms amados de la mujer ngel del
siglo diecinueve es su enimagtico comercio con la muerte. Para Edgar Allan Poe, por ejemplo, no hay
tpico ms potico en el mundo que la muerte de una mujer ngel (Gilbert y Gubar:24-25). As, elmisoginismo implcito en la construccin de la mujer-ngel nunca es ms evidente que cuando se la
utiliza para producir el bello espectculo de su muerte.
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claro, es que la confesin de amor funcione casi como premio al pequeo melodrama de
Mara; que su acto de servilismo obtenga la aprobacin apasionada del patriarcado. Lo
malvolo del caso radica en que Efran ame la deshumanizacin de Mara, en que se
sienta fortalecido como consecuencia de la autonegacin de sta. Para sugerir que acaso
no sea l el nico que con su adolesceste sensibilidad decimonnica haya deseado y
aplaudido nostlgicamente estas ocurrencias de Mara, creo apropiado aqu referirme
nuevamente a Douglas McGrady, quien todavia en 1971 observa que muchos crticos
han pensado que la estatura o dignidad potica de Mara habria sido mucho mayor, si
ella hubiera existido en realidad {McGrady:126). Es decir, una de las implicaciones de
este aserto es que estos criticos lamentan que no existiera en verdad una mujer capaz de
llegar a extremos de autonegacin como los que acabamos de discutir. Cierto
historiador en 1962 propuso remediar esta situacin en Colombia creando el mito de la
realidad de Maria "que correspondiese al de William Tell en Suiza, y que le diera a la
gente comn un ideal en el que creer" (McGrady:127).
As, la mujer ms amada del patriarcado es aquella que se somete totalmente al deseo
masculino aunque ste sea injusto, y por extensin, la que puede ser sacrificada sin
grandes voces ni escndalos cuando se interpone en el camino de una decisin
irrevocable del padre. Como es bien sabido, el padre de Efrain habia decidido
terminantemente que ste habra de ser el futuro proveedor de la familia: No puedo
ocultarte, ni debo hacerla, que he concebido grandes esperanzas, por tu carcter y
aptitudes, de que coronars lcidamente la carrera que vas a seguir. No ignoras que
pronto la familia necesitar de tu apoyo, con mayor razn despus de la muerte de tu
hermano (23). A pesar de que ir a Londres a estudiar estaba muy lejos de sus deseos, el
poeta Efran tampoco cuestiona o arguye decisiones irrevocables del padre. El es el
heredero del deseo y orden patriarcales, y por lo tanto, acepta serenamente, como se
espera del hombre racional y caballero (24) que es, la violencia de renunciar a su
deseo ms ardiente, que es quedarse junto a Mara.8As pues, le informa a sta que l
habr de partir y como tambin es de esperarse de la mujer-ngel, Mara acepta
humildemente los designios masculinos, aunque transida de dolor.
8 Dice Donald McGrady con respecto a esta obediencia absoluta a la ley del padre que es un de losmejores rasgos de la personalidad de Efran (McGrady). Esto indica que las actitudes patriarcales que
se articulan en este texto decimonnico, no estn tan lejos nosotros como convendra.
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Sin embargo, faltando slo unos dias para la partida de Efran, la amada por fin se
subleva. En esta escena se revelan a mi entender las verdaderas prordades del texto,
porque en ella la heroina anuncia claramente que no podr resistir la separacion causada
por la obediencia y perpetuacin de Efran de la voluntad del padre. As, en su gran y
nico momento de rebeldia, la amada deja saber (casi enrgicamente) que no est
conforme con su inmolacin inminente, que ser lo que produzca la ausencia
engendradora de la escritura:
Dime, dime que debo hacer para que estos aos pasen. T durante ellos no vas a estar
viendo todo esto. Dedicado al estudio, viendo paises nuevos, olvidars muchas cosas horasenteras; y yo nada podr olvidar... me dejas aqui y recordando y esperando voy a morirme...
Ay! Para qu viniste?(125)
Ante la primera resistencia abierta de la amada, el pequeo patriarca responde con
enojo. Con un rostro extrao y solemne, que nos recuerda al de su padre cuando toma
sus decisiones irrevocables, Efran la reprende: Mara, le respondi levantando el
rostro..., no te quejes a mi de mi regreso; qujate al que te hizo compaera de mi niez;
a quien quiso que te amara como te amo; clpate entonces de ser como eres... qujate a
Dios (125).
A pesar de que con estos argumentos Efran apunta a la imposibilidad humana de no
amar a Mara, es importante sealar que su rplica no refuta las objeciones ms graves
de sta. La alusin a los designios divinos no tienen mucho que ver con su aceptacin
de las rdenes terrenales del padre, que es lo que va a separar fatalmente a los amantes.
Pero la mujer-ngel nunca sostiene por largo tiempo un debate; cualquier respuesta
basta para persuadirla de su error quiz en esto consista parte de esa angelicalidad
monstruosa con que se la construye. Asi, arrepentida de haber puesto resistencia, Mara
se retracta y le promete que nunca jams volver a quejarse de la suerte fijada para ella
por los designios masculinos.
Esa suerte es la muerte que habr de convertirla en pretexto. Tal y como le advierte a
Efran en esta escena, a los pocos meses de su partida a Londres cae ella enferma de
gravedad. Sus cartas al amado son terriblemente melanclicas, pero ello no es suficiente
para hacerla volver en contra de la voluntad del padre. Cuenta Efran, inconmovible:
En vano haba tratado de reanimarla dicindole que esa tristeza destrura su salud
(32).
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As, al ao de estar en el exteror, recibe dos cartas: una de Mara en donde le informa
que se va a morr, y otra del patriarca, que como ltimo recurso para salvar a sta,
decide revocar su decisin terminante y permitir que Efrain regrese a Colombia por
algunos meses: Ordenbame regresar con la mayor precipitud posible, y se disculpaba
por no haberlo dispuesto as antes. Dos horas despus sal de Londres (133).
Mas todo ser ya una lucha intil contra el tiempo. En el viaje de regreso, sin embargo,
aunque al lector lo atormenta la inminencia de la muerte de Mara, el poeta/novelista
aprovecha la oportunidad para rememorar todo tipo de detalles sobre la humanidad,
flora y fauna del ro Dagua:
De alli para adelante las selvas de las riberas fueron ganando en majestuosidad y galanura; los
grupos de palmeras se hicieron ms frecuentes: vease la pambil de recta columna manchada
de prpura; la mil pesos frondosa brindando en sus races el delicioso fruto; la chontadura y la
guatle; distinguindose entre todas la naidi de flexible tallo e inquieto plumaje, por un no s
qu de coqueta y virginal que recuerda talles seductores y esquivos. (138)
El tpico de la muerte de la amada es desplazado por el deseo del patriarca/novelista de
describir el color local. La naid le hace recordar talles fascinantes. Con gran maestra
describe la casa de San Cipriano y sus habitantes. Entre ellos a la graciosa Rufina, que
se mova con agilidad asombrosa. El desplazamiento de Mara en el contexto de su
muerte por el inters en producir estas fragmentos cuasicostumbristas, es revelador de la
posicin de Efran como productor del textoMara. El pequeo patrarca, siguiendo los
pasos de su padre, se convierte finalmente en un productor. El padre ha producido la
hacienda, los trapiches de azcar, el paraso. Su agudeza econmica ha producido la
posibilidad de disfrutar de lo bello e idlico en este texto, y de aqu su enorme prestigio,
el cual Efran nunca dejar de respetar y celebrar, incluso cuando escribe aos ms tarde
con la perspectiva de la muerte de Mara. Lo irnico del caso, como seala Silvia
Molloy. es que esa misma economia que se cree admirable es, finalmente la ms
ruinosa: la que en s lleva a la insoportable prdida total (Molloy:53). Los ltimos
negocios del padre y su decisin de enviar a Efran a Londres con miras a su produccin
futura, finalmente precipitan el colapso del espacio redimido.
Mas, por otra parte. es porque se ha perdido el espacio idlico que tenemos el texto
inolvidable de Mara. El bello monumento a la mujer ms amada por el patrarcado
latinoamericano no habria sido posible sin su ausencia. Al obedecer a su padres y
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marcharse a Europa, Efran provoca la prdida irreparable de Mara, la cual es
mandatoria para producir el texto que la lamenta. As, de hecho Efran ejecuta el
mandamiento de perpetuar la obra y el nombre del padre, ya que no mediante los
ingresos enormes para la familia, al menos mediante el texto que leemos. Las prdidas
ocasionadas por los errores del padre no son totales, pues la ganancia de la bella
escritura rememorativa de su hijo ocupar el insoportable espacio vacio causado por
la ruina del Paraiso. El acento metatextual al principio de la novela con respecto a la
imposibilidad de la escritura frente a las bellezas de la creacin se nos revela ahora en
todo su horror: la inolvidable produccin esttica del romntico Efran es el resultado de
haber inmolado servilmente a Maria al orden y voluntad del padre, los cuales exigen ser
perpetuados sobre todas las cosas.
A mi entender pues, este texto dramatiza de forma ejemplar y siniestra el aserto
bloomiano de que la acrividad esttica es el verdadero protagonista de la escritura
romntica (Kirkpatrick:12). Efran es el paradigma terrible del autor masculino dentro
de la cultura patriarcal de Occidente, cuya pluma es el instrumento mediante el cual
podr finalmente emular el poder procreador del patriarca, y crear una posteridad
(Gilbert y Guber: 6). La produccin del bello texto que rememora a Mara y
necesariamente se funda en su ausencia, es tambin el resultado de la obediencia al
deseo del padre de perpetuar su obra y su control sobre la realidad. Al examinar la
dimensin metatextual de esta narrativa, habiamos visto que al someterse Efran a las
rdenes de su padre e irse a Londres a estudiar, en efecto acaecia la feliz prdida fatal de
Mara que permitira la produccin de la escritura. As, igual que la hacienda
paradisaca del padre se haba producido mediante la inquietante exclusin y sacrificio
silencioso del otro que era el esclavo, el texto idilico del obediente Efran emula la obra
de su progenitor y se representa como producindose mediante la exclusin y
holocausto de la casta amada, cuya angelicalidad ha permitido que esa inmolacin se
efecte con una poesa y belleza magistrales.
La perversin de este gran texto romntico es entonces que mientras habla y recuerda a
Mara, a un mismo tiempo muestra que ese texto es slo posible porque la realidad
natural de Mara no ha sido lo ms importante para Efran. Es de notar que en un
exabrupto de pasin, el poeta expresa su culpabilidad y remordimiento por haber
aceptado esta sniestra economa del padre que result en el sacrificio de la realidad de
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Mara: Corazn cobarde,no fuiste capaz de dejarte consumir por aquel fuego que mal
escondido poda agostarla...! Dnde est ella ahora, ahora que ya no palpitas; ahora
que los das y los aos pasan sobre m sin que sepa yo que te poseo? (25). Pero porque
esta culpabilidad contribuye con ms pathos a la retrica del texto, recelo de dicho
remordimiento sospechando que el pequeo patriarca seria capaz de sacrificar y
desplazar una y otra vez a Mara para producir la bella escritura que le sirve de
panten.9.
Par concluir: creo importante haber articulado esta resistencia al hermoso texto Mara
porque en l veo representada y glorificada la disposicin inapelable del padre a no slo
excluir, dominar o inmolar al otro, sino a capitalizar a base de esta exclusin. Veo que
la construccin de la mujer como ngel en este texto es el mximo acto de violencia
contra ella, puesto que facilita su destruccin. Veo pues en esta obra maestra del
Romanticismo hispanoamericano la celebracin sentimental de un terrible contrato
social sacrificatorio (Kristeva:200) que es preciso rechazar enrgicamente. Pienso
entonces que la lectura de este texto ha de emprenderse de ahora en adelante como un
acto de oposicin a los cdigos patriarcales que perpeta.Su gran valor hoy ha de ser el
de mostramos a nosotros mismos nuestra imposibilidad de ser conmovidos por la
escritura implacable de Efran.
Nuestra resistencia abierta a Mara ser pues el signo dichoso de que una esttica
forjada a base de la exclusin, inmolacin y dominacin del otro quiz no podr
cautivarnos nunca ms.
Ttulos citados
Anderson Imbert, Enrique, La romntica Mara de Isaacs, en: Crtica Interna, Madrid:
Taurus, pp. 173-186, 1971.
Bloom, Harold, Kabbalah and criticism, Continuum, (second printing), New York:
1984.
9 Silvia Mohillo denomina este pasaje como el nico momento de rebelda de Efran, en queste vira la aceptacin del pacto como traicin (Molloy 51). Mas nosotras tenemos reservas ante este
gesto de culpabilidad.
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