maria y los malestares del paraiso

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  • 5/26/2018 Maria y Los Malestares Del Paraiso

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    Mara y los malestares del paraso

    Por:Viviana Daz BalseraProfesora The University of Illinois,

    Urbana Champaign,

    Estados Unidos

    Toda mujer hispanoamericana en algn momento de su vida, ha ledo Mara.1 No

    importa la resistencia inicial que se ponga, no importan los ojos en blanco, las risas

    incrdulas ante la fragilidad infinita de los personajes. Es casi regla general que la

    lectora, finalmente enternecida, derramar sus lgrimas ante la historia de los inocentes

    amantes separados para siempre por la parca cruel. Quien ms quien menos se

    estremece ante el legado truculento de las trenzas de la difunta a Efran. Mientras el

    hroe viaja por el ro Dagua, todas conciben la vana esperanza de que el amante llegue a

    tiempo para despedirse de la amada que lo espera en su lecho de muerte. Dice Enrique

    Anderson Imbert que Mara ense a amar en Amrica circulando en el continente

    como un breviario del amor casto (Imbert:85). Otros crticos la consideran la obra

    maestra del romanticismo hispanoamericano (Menton:15) y una de las novelas que ms

    influencia ha tenido en las letras del continente (McGrady:139).

    A pesar de que la popularidad innegable de la novela y su herona deberian haberatrado la atencin de las criticas con respecto a la poltica de la construccin de la

    mujer en este texto, hasta la fecha son muy pocos los artculos que han tocado el tema.

    Una manera de explicar esta omisn sorprendente es que quiz se haya pensado que el

    extremo sentimentalismo romntico del texto hace demasiado fcil y redundante la tarea

    de revelar los estereotipos y distorsiones de lo femenino. La subjetividad de la heroina

    es una idealizacin tan patente para nuestra sensibilidad moderna, que es posible se

    haya credo innecesario subrayar lo que es evidente para todos. No obstante, alexaminar la conspicua dimensin metatextual de esta novela, la dimensin que habla

    sobre la escritura y el origen del acto de escritura del texto, de pronto la conmovedora

    sensibilidad romntica que la informa se vuelve otra cosa muy distinta. Nos damos

    cuenta de que en este texto no slo se falsea a la mujer al representarla desde la ptica

    irreal de una fantasa masculina. Cuando se considera su papel como productor de los

    1 En su artculo sobre Mara, alega Sharon Magnarelli que aunque la obra no es precisamente

    sobre este personaje sino sobre Efran, una de las funciones del ttulo sera atraer una audiencia femeninay cristiana. Como latinoamericana que soy, puedo atestiguar que Mara ha sido y es an lectura requerida

    en la escuela superior, preferida casi siempre por las nias.

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    signos, el delicado y lrico amante Efran se revela como un inversionista calculador que

    no lamenta demasiado haber expendido a la mujer para obedecer al padre y obtener un

    producto: el bello y trgico texto Mara. La figura de esta mujer tan amada por el

    pblico y los criticas de literatura hispanoamericana es trazada por un implacable

    discurso de explotacin de la castidad femenina, que es preciso articular para poder

    resistir y, acaso eventualmente erradicar sus efectos. No pretendo que la lectura que voy

    a orientar en esta lnea sea la definitiva ni la correcta; tan slo quiero demostrar que ella

    es uno de los significados que genera este texto, y que por tanto, es imperioso tomarla

    en cuenta. Si como dice Harold Bloom somos lo que leemos (Bloom:96), es muy

    importante saber qu estamos leyendo cuando leemos Mara, este texto de tan gran

    circulacin e influencia en las letras (y subjetividad?) hispanoamericanas.

    La historia o argumento en s de la novela es de una sencillez suprema. Algunos criticos

    han llegado a negar su carcter novelesco por la falta de intriga y de accin, y por la

    ausencia de personajes y discursos conflictivos (Pers:746). El texto es autobiogrfico,

    pero el autor ya ha muerto, acaso de dolor, muchos aos despus de haber narrado los

    hechos. Abre el texto con el regreso feliz de Efran, autor-protagonista, a la casa

    paterna. All se enamorar de Mara, su compaera de infancia. Ses meses cas

    totalmente dichosos pasa junto a ella y junto a su familia, pero entonces es obligado por

    el padre a irse a Londres a estudiar. La salud de Mara es muy delicada; y no pudiendo

    soportar el dolor de la separacin, cae gravemente enferma. Efran regresa un ao ms

    tarde a Colombia para estar junto a su amada, pero cuando llega, ya sta ha muerto. El

    amante, que es tambin un poeta aficionado, articula en la escritura de sus memorias el

    dolor infinito que siente por la prdida irreparable de Mara.

    El libro entero es pues un lamento por esta prdida inmensa; el amante se duele de la

    imposibilidad de recuperar jams los momentos de felicidad clica con Mara que nos

    cuenta. As, hay algo que tiene muy claro: no es posible escribir frente a la plenitud,

    cara a cara ante la presencia. El acto de escritura segn Efran exige la exclusin,

    desplazamiento o desaparicin de la realidad: Las grandes bellezas de la creacin no

    pueden a un tiempo ser vistas y cantadas; es necesario que vuelvan al alma,

    empalidecidas por la memoria infiel (p. 6). El poeta/escritor establece que la realidad

    natural es superior al proceso creativo que la evoca y por lo tanto no es posible admirar

    y alabar esta realidad a un mismo tiempo. As, la plida escritura de Maranunca podr

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    compararse con la Mara natural que rememora, siendo esta escritura prescindible y/o

    imposible si el poeta gozara todava de la presencia esplendorosa de la amada.

    No obstante, es importante sealar que para algunos crticos, lo que se privilegia sobre

    todas las cosas en el Romanticismo no es el objeto natural, sino la actividad esttica.

    Susan Kirkpatrick alega que

    the self represented by the Romantic text... is inevitably the writing subject in the

    process of construaing itself. lndeed, me texts enactment of the struggle to subordinate

    all aspects of libidinal impulse to the subject of aesthetic activity becomes so intense in

    English poetry that Bloom can affirm the 'the creative process is the hero of Romantic

    poetry (11-12).

    El carcter autobiogrfico deMaray su conspicua dimensin metatextual subrayan esa

    actividad estetica que tanto Kirkpatrick como Bloom consideran clave en el

    Romanticismo. Dicha actividad se privilegia porque mediante ella el sujeto romntico

    (casi siempre masculino) se apropia del mundo mientras lo recrea.2La imaginacin del

    poeta/escritor se vuelve asi una forma de poder sobre la realidad objetiva que parecera

    articular el ardiente deseo de dominio que permea todas las configuraciones patriarcales

    del siglo XIX. Esto nos hace pensar que el acto de escritura en Maraquiz no sea tan

    irremediablemente nostlgico como nos lo representa Efran a travs de la novela.

    Acaso no sea nicamente su conmovedor deseo de ofrecerle un homenaje lingstico a

    la amada lo que motiva el acto de escritura. Este acto quiz tampoco sea slo un rito de

    pasaje que convenientemente exorciza al escritor de su pasado con la amada, como se

    ha dicho en el artculo ms avanzado sobre la novela hasta la fecha (Magnarelli:35). La

    representacin del acto de escritura en Maraes ms perversa que todo esto porque no

    slo se funda en la idealizacin desfigurante de la otredad femenina. Este texto tambin

    muestra cmo esa idealizacin permite el sacrificio de la mujer para producir una

    ganancia: la escritura inolvidable que recuerda a Mara. Como veremos pronto, a travs

    de esta escritura Efrain asumir simblicamente la apropiacin de la realidad que como

    heredero del padre le compete.3

    2 Ms adelante, refirindose a Geoffrey Hartman, dice Kirkpatrick que para este crtico, una gran

    parte de la escritura romntica documental el poder mental del poeta-sujeto para internalizar y

    reconstruir el mundo exterior (12). Lo que vemos aqu es pues una concepcin de la imaginacin del

    sujeto romntico como una forma de poder simblico sobre el mundo objetivo, que refleja otras formas

    de dominio patriarcales.3 Apunta con agudeza Sylvia Mohillo en su artculo Paraso perdido y economa terrenal en

    Mara: Si la dinmica del libro parece estar dada por la prdida que genera la evocacin, se superpone aella, obstaculizndola continuamente, el deseo de ganancia, que es deseo de poder. Con resultado irnico:

    este deseo de poder. Con resultado irnico: este deseo de poder, esta economa paterna, acrecienta aquello

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    El personaje ms poderoso de la novela es el padre de Efrain. Varios crticos han

    apuntado que la casa paterna se representa en este texto como un "paraso" o al menos

    como un espacio idlico (Magnarelli, 1981:49; Molloy:36), Un espacio idlico segn

    Northrop Frye es aquel en que se idealiza la vida simple del campo (Frye:43). La

    imagineria idilica por lo general se vincula al tema de la salvacin es decir, el espacio

    idilico es un espacio redimido. As pues, la idlica casa del padre de Efran representa la

    mejor cara del patriarcado, el espacio ms armonioso que ste puede construir. Esa casa

    es un lugar privilegiado, estable, lejos de los vaivenes de la historia; un lugar en donde

    al fin reinan la felicidad y la concordia:

    Mi padre, encanecido durante mi ausencia, me diriga miradas de satisfaccin y sonrea con

    aquel su modo malicioso y dulce a un msmo tiempo, que no he visto nunca en otros labios.Mi madre hablaba poco, porque en esos momentos era ms feliz que todos los que la

    rodeaban. Mis hermanas se empeaban en hacerme probar las colaciones y cremas, y se

    sonrojaba aqulla a quen yo dirigia una palabra lisonjera o una mirada examinadora.

    Esta casa es un espacio jerrquico, ritual, ordenado, en que impera sin resistencia, sin

    fricciones u oposicin, la voluntad todoprestigiosa del padre. No es por casualidad que

    varios de los paisajes que la circundan hagan referencia a la hacienda El Paraso en

    donde vivi Isaacs en su propia infancia (Moreno:XIV; McGrady:99). Y, sin embargo,

    la falta de resistencia, la ausencia de la confrontacin no implica el exilio de los signos

    de la violencia de este espacio cuasiparadisaco. El poeta Efran menciona que su padre

    haba prosperado notablemente mientras l estudiaba en Bogot, aunque no nos da

    pormenores de sus negocios. Lo que s sabemos es que hay esclavos, y que obviamente,

    la riqueza de la hacienda tiene que ser producto de la mano de obra de stos. No

    obstante, los esclavos de la hacienda del Paraso bien vestidos y contentos hasta donde

    es posible en la servidumbre, eran dciles y amables con el amo, y no resistan. As, la

    esclavitud en la casa del padre no se representa como algo negativo en este texto

    ejemplar e idealmente patriarcal, porque el seor es benvolo con sus objetos humanos:

    Pude notar que mi padre, sin dejar de ser amo, daba un trato carioso a sus esclavos

    Aunque Efran no nos dice qu significa esto deser amo, no es difcil conjeturar que

    se trata del privilegio de poder utilizar al otro, cuando asi se necesario, para llevar a

    cabo los designios de la voluntad propia. La dominacin y uso de la otredad aparece

    mismo que procura evitar(49). Aunque estamos muy de acuerdo con estos asertos, pensamos que el

    resultado de este deseo de ganancia es ms grave incluso que algo meramente irnico. El deseo deganancia es tan ardiente que se est dispuesto a sacrificar lo que sea necesario con tal de saciarlo,

    inclusive la mujer amada.

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    aqui entonces como parte integral de la economia del hacendado patriarcal que al

    producir un espacio que se presenta como cuasiidilico, adquiere una legitimidad y

    prestigio incontestables. A continuacin, una descripcin del comedor del padre:

    A las ocho fuimos al comedor, que estaba pintorescamente situado en la parte oriental de la

    casa. Desde l se vean las crestas desnudas de las montaas sobre el fondo estrellado del

    cielo. Las auras del desierto pasaban por el jardin recogiendo; aromas para venir a juguetear

    con los rosales que nos rodeaban. El viento voluble dejaba or por instantes el rumor del rio.

    Aquella naturaleza pareca ostentar toda la hermosura de sus noches como para recibir a un

    husped amigo.

    En este pasaje, mediante la figura de la prosopopeya, el poeta Efran domestica la

    otredad magnfica de la naturaleza y la asimila al espacio de su padre. A pesar de su

    grandeza, de la majestuosidad insondable de sus montaas y de sus estrellas, esa

    naturaleza se brinda como espectculo amistoso a los ojos de aquellos presentes en el

    comedor privilegiado. Cmo seria posible entonces denunciar ese espacio paterno ante

    el cual la naturaleza despliega su plenitud paradisiaca, incluso aunque fuera producido

    por mano de obra esclava?

    Puesto que el enfoque de nuestro ensayo es el empleo de la mujer en este texto, hay que

    preguntarse entonces por el papel que se le asigna a este espacio idlico, supuestamente

    redimido, en el que no es inadmisible la presencia de la esclavitud. La mujer, como el

    esclavo, es una otredad desde el ubicuo punto de vista del hombre blanco. No obstante,

    es la femenina una otredad usualmente deseable, a veces temible. En los momentos ms

    rudimentarios de la produccin cultural del patriarca es posible encontramos con una

    tradicin abier tamente misoginista en que se demoniza a la mujer. Pero en este

    momento de triunfo de la burguesa que es el siglo XIX en que se escribe Mara, la

    subjetividad femenina se construye como algo serfico. La mujer del padre es un

    ngel domstico cuya funcin es la de velar por el ncleo familiar, unidad clave de la

    nueva sociedad (Kirkpatrick,7:55-60).4 As, el nombre impuesto a la herona de la

    novela por el padre de Efran al traerla a su hacienda paradisaca, es obviamente una

    referencia a la Vrgen Mara. Su nombre orginal es Ester, pues sus padres son judos

    emgrados a Jamaica; pero porque lo judo es tambin otredad, tiene que ser excluido o

    dominado por el discurso del padre, cuya ardiente voluntad es la de apropiarse de todo

    4 Anderson Imbert es el primero en adoptar el trmino mujer serafn para referirse a mara, en

    su artculo citado en este ensayo.

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    aquello que no es l.5No obstante, a pesar de ser fiel a la bondad y angelicalidad a que

    su nuevo nombre la obliga, la herona no gozar de mucha autoridad en la hacienda del

    padre de Efran. La rectitud y nobleza de los deseos e ideas de Mara que garantiza la

    construccin de su subjetividad serfica, no reciben crdito alguno cuando interfieren

    con los designios masculinos.

    Cules son pues las actividades de las fminas virtuosas en este texto? Entre otras

    cosas, se afanan porque queden bien hechos los dulces para ofrecer a las visitas (34). Se

    leen en voz alta captulos de la Imitacin de la Virgenmientras esperan para la cena a

    los hombres, o les ensean a los nios cmo rezar en lo que aqullos llegan (63). Luego

    de aos de prctica, las mujeres angelicales en este texto desarrollan un instinto especial

    para hallar las flores ms hermosas de los jardines, y ponrselas luego en los cuartos a

    los hombres. A veces emprenden tareas ms duras tales como las de cortarle el pelo al

    padre mientras ste conversa sobre negocios con el hijo (65-66), o la de acomodar

    provisiones en el equipaje de los viajeros que casi siempre son ellos (70-71).

    Creo que puede concluirse de lo dicho anteriormente que las actividades de las mujeres

    del padre (la madre, las hermanas de Efran y Mara) en este texto cuasiidlico, son de

    una improductividad exquisita. Esta improductividad exquisita no es algo intrnseca y

    universalmente indeseable, pero en este texto en particular acarrear consecuencias

    funestas en trminos de las relaciones entre los sexos porque en el espacio del padre,

    aunque sea paradisaco, siempre hay que dar algo a cambio. A cambio de habitar

    despreocupada y ociosamente el espacio que el padre (productor) ha forjado, la mujer-

    angel acepta la exclusin de su voluntad y de su voz. En este sentido las mujeres del

    padre de Efran pagan su alquiler reconociendo pblicamente slo los deseos de l. La

    madre de Efran, por ejemplo, a pesar de ser la mujer ms poderosa del texto

    (evidentemente por los servicios reproductivos que ha prestado en el pasado), no osa

    hacer valer su posicin cuando sta es contrara a la del padre. As pues, son muy

    significativos sus esfuerzos clandestinos por tratar de impedir que Mara sufra con el

    silencio impuesto a Efrain por aqul sin dejar yo de cumplir al mismo tiempo con lo

    prevenido ltimamente por tu padre (52). Su deseo de proteger a Mara queda sin

    5 Para una interesante interpretacin revisionista de Mara centrada en su judasmo, refiero el

    artculo de Doris Sommer El mal de Mara: (Con)fusin en un romance nacional. En l, Sommerconsidera que el judaismo de Mara/Ester es una figura polismica que representa el gran obstculo entre

    Mara y Efran, as como el destino de la clase hacendada en la segunda mitad del siglo XIX en Colombia.

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    embargo paralizado por el temor de que Efran prometa demasiado a su amada puesto

    que en caso de aparecer nuevamente la enfermedad tu padre se opondr a vuestro

    matrimonio y tendra yo que hacer lo mismo (53). Lo impensable en este texto

    cuasiparadisaco es entonces confrontar la voluntad del padre (productor). Esta voluntad

    acaso slo pueda transgredirse oblicuamente en el ms estricto secreto, sin que l llegue

    nunca a saberlo.

    Es importante examinar ahora cmo esta relacin de desigualdad entre los sexos se

    articula entre Efran y Mara. Quiz la mejor manera de empezar a hacerlo sea

    preguntndose por lo que causa o despierta el deseo del pequeo patriarca por la otredad

    femenina. Una escena clave que contesta esta pregunta es la de las azucenas arrojadas.

    Efran ha ido a visitar a uno de los servos del padre y las hijas de ste le han dado un

    ramo de azucenas silvestres como obsequio. Efran lo destina inmediatamente en su

    corazn a Mara, pero horas ms tarde cuando entra a su cuarto, se encuentra con la

    ausencia de las flores que a diaro, aqulla acostumbraba a poner en su alcoba. Entonces

    Efran se siente herido, traicionado, y arroja su ramo por la ventana. Durante el

    almuerzo alaba la belleza de las mujeres bogotanas especialmente la de una, para darle

    celos a Mara. Esta soporta en silencio toda la conversacin hasta que Efran se pone de

    pie, y ella escapa con uno de los nios al jardn. Esa noche, a la hora de la cena, Efran

    nota con sorpresa que Mara llevaba en e! pelo una azucena del ramo arrojado: Nia

    cariosa y risuea, mujer tan pura y seductora como aquellas con quienes yo haba

    soado, as la conoca; pero resignada ante mi desdn, era nueva para m. Divinizada

    por la resignacin, me senta indigno de fijar una mirada sobre su frente (16). Varias

    metforas de la mujer-serafn convergen aqu. En primer lugar, la mujer deseada por el

    pequeo patriarca/poeta es una contradiccin: es mujer y nia, pura y seductora al

    mismo tiempo. Lo irresistible de esta mujer es su pureza, su infantilismo, el hecho de

    que no se d cuenta de su propia sensualidad, belleza y poder. la mujer-ngel es

    entonces como una invitacin gratis al placer. Evidentemente, la mujer soada de Efrain

    no es aqulla que va a proporcionar una relacin de reciprocidad entre dos sujetos que

    estn ms o menos conscientes de sus necesidades. El mximo deseo del pequeo

    patriarca, posiblemente igual que el de su padre, es la relacin de desigualdad. Porque

    se siente herido, el deseo de Efrain en esta escena es despreciar, desaprobar, mostrar una

    total indiferencia ante el otro. Su voluntad es poder representarle a este otro un pequeo

    drama en el que se niega con delicada crueldad, su voz y su importancia. la aceptacin

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    de Maria a ser nadie para Efran, su mansedumbre ante esta desigualdad humillante, es

    entonces lo que la vuelve divina para l.6 Al verla totalmente rendida, el pequeo

    patriarca pasa a sentirse indigno de ella; ahora la mujer deja de ser nadie para

    convertirse en algo superior y noble que le muestra a l lo vano de sus deseos de

    controlada y anularla. Pero esta superioridad idealizada, como dice Sharon Magnarelli

    en su articulo citado, no le confiere ningn poder a la mujer, sino que implica un

    rechazo a su humanidad la mujer angelical es una dstorsin, una fantasa que exige

    de ella lo imposible mantenindola en una posicin completamente divorciada de la

    realidad (Magnarelli:33).7 No debe escaprsenos tampoco que la divinizacin de la

    mujer segn esta escena no ocurre sino a travs de su humillacin, lo cual resulta

    incluso en algo ms perverso e indeseable de lo que Magnarelli plantea, pues Efran no

    reconoce la otredad divina de Mara en esta escena sino romo consecuencia de haber

    ejercido su poder de anularla.

    As, ms adelante esa noche, el amante despechado finalmente le revela a Mara la

    verdad de sus sentimientos: Acababa de confesar mi amor a Mara; ella me haba

    animado a confesrselo humillndose como una esclava a recoger aquellas flores (17).

    No es enteramente gratuita aqu la contigidad entre el simil de Mara como esclava y la

    confesin de amor de Efran. Esta contigidad sugiere paralelos entre la mujer y el

    esclavo a los ojos del pequeo patriarca. Este slo se "anima" a admitir que ama y desea

    a Mara una vez que ella ha renunciado a su dignidad y a su persona, una vez que ella le

    asegura y representa su posicin de total inferioridad ante l. Lo perverso de todo esto.

    6 Es casi imposible resistir la tentacin de referirse al comentario de Donald McGrady con

    respecto a esta escena: Mara shows herself to be gentle and submissive from her initial appearance in

    Chapter I; this quality is perhaps best seen in XI, where she makes the first move to reconcile Efran inhis senseless tip with her. Mara humbles herself by wearing in her hair one of the lilies that he had

    thrown away; this gesture so overwhelms Efran that he feels un worthy of even looking at he r

    (McGrady:123). A pesar de que el prrafo est escrito con cierta irona (esperamos), McGrady no procede

    a analizar o establecer las riquisimas implicaciones de todo esto para la sensibilidad moderna. Al crtico le

    parece quiz un poco hiperblica, un poco excesiva la mansedumbre de mara, pero a lo mejor no

    completamente inaceptable. El caso es que se queda muy corto en su descripcin de Mara. Se le escapa

    todo el exquisito sadomasoquismo involucrado en esta escena. Ser enteramente casual que esta omisin

    con respecto a las mltiples posibilidades de pervesin que implica este sometimiento dulcisimo de la

    protagonista ocurra en una lectura cannica masculina de la novela?7 Este punto tambin lo discuten muy acertadamente Sandra Gilbert y Susan Guber en The

    madwoman in the attic. Ms an, segn las autoras, uno de los rasgos ms amados de la mujer ngel del

    siglo diecinueve es su enimagtico comercio con la muerte. Para Edgar Allan Poe, por ejemplo, no hay

    tpico ms potico en el mundo que la muerte de una mujer ngel (Gilbert y Gubar:24-25). As, elmisoginismo implcito en la construccin de la mujer-ngel nunca es ms evidente que cuando se la

    utiliza para producir el bello espectculo de su muerte.

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    claro, es que la confesin de amor funcione casi como premio al pequeo melodrama de

    Mara; que su acto de servilismo obtenga la aprobacin apasionada del patriarcado. Lo

    malvolo del caso radica en que Efran ame la deshumanizacin de Mara, en que se

    sienta fortalecido como consecuencia de la autonegacin de sta. Para sugerir que acaso

    no sea l el nico que con su adolesceste sensibilidad decimonnica haya deseado y

    aplaudido nostlgicamente estas ocurrencias de Mara, creo apropiado aqu referirme

    nuevamente a Douglas McGrady, quien todavia en 1971 observa que muchos crticos

    han pensado que la estatura o dignidad potica de Mara habria sido mucho mayor, si

    ella hubiera existido en realidad {McGrady:126). Es decir, una de las implicaciones de

    este aserto es que estos criticos lamentan que no existiera en verdad una mujer capaz de

    llegar a extremos de autonegacin como los que acabamos de discutir. Cierto

    historiador en 1962 propuso remediar esta situacin en Colombia creando el mito de la

    realidad de Maria "que correspondiese al de William Tell en Suiza, y que le diera a la

    gente comn un ideal en el que creer" (McGrady:127).

    As, la mujer ms amada del patriarcado es aquella que se somete totalmente al deseo

    masculino aunque ste sea injusto, y por extensin, la que puede ser sacrificada sin

    grandes voces ni escndalos cuando se interpone en el camino de una decisin

    irrevocable del padre. Como es bien sabido, el padre de Efrain habia decidido

    terminantemente que ste habra de ser el futuro proveedor de la familia: No puedo

    ocultarte, ni debo hacerla, que he concebido grandes esperanzas, por tu carcter y

    aptitudes, de que coronars lcidamente la carrera que vas a seguir. No ignoras que

    pronto la familia necesitar de tu apoyo, con mayor razn despus de la muerte de tu

    hermano (23). A pesar de que ir a Londres a estudiar estaba muy lejos de sus deseos, el

    poeta Efran tampoco cuestiona o arguye decisiones irrevocables del padre. El es el

    heredero del deseo y orden patriarcales, y por lo tanto, acepta serenamente, como se

    espera del hombre racional y caballero (24) que es, la violencia de renunciar a su

    deseo ms ardiente, que es quedarse junto a Mara.8As pues, le informa a sta que l

    habr de partir y como tambin es de esperarse de la mujer-ngel, Mara acepta

    humildemente los designios masculinos, aunque transida de dolor.

    8 Dice Donald McGrady con respecto a esta obediencia absoluta a la ley del padre que es un de losmejores rasgos de la personalidad de Efran (McGrady). Esto indica que las actitudes patriarcales que

    se articulan en este texto decimonnico, no estn tan lejos nosotros como convendra.

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    Sin embargo, faltando slo unos dias para la partida de Efran, la amada por fin se

    subleva. En esta escena se revelan a mi entender las verdaderas prordades del texto,

    porque en ella la heroina anuncia claramente que no podr resistir la separacion causada

    por la obediencia y perpetuacin de Efran de la voluntad del padre. As, en su gran y

    nico momento de rebeldia, la amada deja saber (casi enrgicamente) que no est

    conforme con su inmolacin inminente, que ser lo que produzca la ausencia

    engendradora de la escritura:

    Dime, dime que debo hacer para que estos aos pasen. T durante ellos no vas a estar

    viendo todo esto. Dedicado al estudio, viendo paises nuevos, olvidars muchas cosas horasenteras; y yo nada podr olvidar... me dejas aqui y recordando y esperando voy a morirme...

    Ay! Para qu viniste?(125)

    Ante la primera resistencia abierta de la amada, el pequeo patriarca responde con

    enojo. Con un rostro extrao y solemne, que nos recuerda al de su padre cuando toma

    sus decisiones irrevocables, Efran la reprende: Mara, le respondi levantando el

    rostro..., no te quejes a mi de mi regreso; qujate al que te hizo compaera de mi niez;

    a quien quiso que te amara como te amo; clpate entonces de ser como eres... qujate a

    Dios (125).

    A pesar de que con estos argumentos Efran apunta a la imposibilidad humana de no

    amar a Mara, es importante sealar que su rplica no refuta las objeciones ms graves

    de sta. La alusin a los designios divinos no tienen mucho que ver con su aceptacin

    de las rdenes terrenales del padre, que es lo que va a separar fatalmente a los amantes.

    Pero la mujer-ngel nunca sostiene por largo tiempo un debate; cualquier respuesta

    basta para persuadirla de su error quiz en esto consista parte de esa angelicalidad

    monstruosa con que se la construye. Asi, arrepentida de haber puesto resistencia, Mara

    se retracta y le promete que nunca jams volver a quejarse de la suerte fijada para ella

    por los designios masculinos.

    Esa suerte es la muerte que habr de convertirla en pretexto. Tal y como le advierte a

    Efran en esta escena, a los pocos meses de su partida a Londres cae ella enferma de

    gravedad. Sus cartas al amado son terriblemente melanclicas, pero ello no es suficiente

    para hacerla volver en contra de la voluntad del padre. Cuenta Efran, inconmovible:

    En vano haba tratado de reanimarla dicindole que esa tristeza destrura su salud

    (32).

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    As, al ao de estar en el exteror, recibe dos cartas: una de Mara en donde le informa

    que se va a morr, y otra del patriarca, que como ltimo recurso para salvar a sta,

    decide revocar su decisin terminante y permitir que Efrain regrese a Colombia por

    algunos meses: Ordenbame regresar con la mayor precipitud posible, y se disculpaba

    por no haberlo dispuesto as antes. Dos horas despus sal de Londres (133).

    Mas todo ser ya una lucha intil contra el tiempo. En el viaje de regreso, sin embargo,

    aunque al lector lo atormenta la inminencia de la muerte de Mara, el poeta/novelista

    aprovecha la oportunidad para rememorar todo tipo de detalles sobre la humanidad,

    flora y fauna del ro Dagua:

    De alli para adelante las selvas de las riberas fueron ganando en majestuosidad y galanura; los

    grupos de palmeras se hicieron ms frecuentes: vease la pambil de recta columna manchada

    de prpura; la mil pesos frondosa brindando en sus races el delicioso fruto; la chontadura y la

    guatle; distinguindose entre todas la naidi de flexible tallo e inquieto plumaje, por un no s

    qu de coqueta y virginal que recuerda talles seductores y esquivos. (138)

    El tpico de la muerte de la amada es desplazado por el deseo del patriarca/novelista de

    describir el color local. La naid le hace recordar talles fascinantes. Con gran maestra

    describe la casa de San Cipriano y sus habitantes. Entre ellos a la graciosa Rufina, que

    se mova con agilidad asombrosa. El desplazamiento de Mara en el contexto de su

    muerte por el inters en producir estas fragmentos cuasicostumbristas, es revelador de la

    posicin de Efran como productor del textoMara. El pequeo patrarca, siguiendo los

    pasos de su padre, se convierte finalmente en un productor. El padre ha producido la

    hacienda, los trapiches de azcar, el paraso. Su agudeza econmica ha producido la

    posibilidad de disfrutar de lo bello e idlico en este texto, y de aqu su enorme prestigio,

    el cual Efran nunca dejar de respetar y celebrar, incluso cuando escribe aos ms tarde

    con la perspectiva de la muerte de Mara. Lo irnico del caso, como seala Silvia

    Molloy. es que esa misma economia que se cree admirable es, finalmente la ms

    ruinosa: la que en s lleva a la insoportable prdida total (Molloy:53). Los ltimos

    negocios del padre y su decisin de enviar a Efran a Londres con miras a su produccin

    futura, finalmente precipitan el colapso del espacio redimido.

    Mas, por otra parte. es porque se ha perdido el espacio idlico que tenemos el texto

    inolvidable de Mara. El bello monumento a la mujer ms amada por el patrarcado

    latinoamericano no habria sido posible sin su ausencia. Al obedecer a su padres y

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    marcharse a Europa, Efran provoca la prdida irreparable de Mara, la cual es

    mandatoria para producir el texto que la lamenta. As, de hecho Efran ejecuta el

    mandamiento de perpetuar la obra y el nombre del padre, ya que no mediante los

    ingresos enormes para la familia, al menos mediante el texto que leemos. Las prdidas

    ocasionadas por los errores del padre no son totales, pues la ganancia de la bella

    escritura rememorativa de su hijo ocupar el insoportable espacio vacio causado por

    la ruina del Paraiso. El acento metatextual al principio de la novela con respecto a la

    imposibilidad de la escritura frente a las bellezas de la creacin se nos revela ahora en

    todo su horror: la inolvidable produccin esttica del romntico Efran es el resultado de

    haber inmolado servilmente a Maria al orden y voluntad del padre, los cuales exigen ser

    perpetuados sobre todas las cosas.

    A mi entender pues, este texto dramatiza de forma ejemplar y siniestra el aserto

    bloomiano de que la acrividad esttica es el verdadero protagonista de la escritura

    romntica (Kirkpatrick:12). Efran es el paradigma terrible del autor masculino dentro

    de la cultura patriarcal de Occidente, cuya pluma es el instrumento mediante el cual

    podr finalmente emular el poder procreador del patriarca, y crear una posteridad

    (Gilbert y Guber: 6). La produccin del bello texto que rememora a Mara y

    necesariamente se funda en su ausencia, es tambin el resultado de la obediencia al

    deseo del padre de perpetuar su obra y su control sobre la realidad. Al examinar la

    dimensin metatextual de esta narrativa, habiamos visto que al someterse Efran a las

    rdenes de su padre e irse a Londres a estudiar, en efecto acaecia la feliz prdida fatal de

    Mara que permitira la produccin de la escritura. As, igual que la hacienda

    paradisaca del padre se haba producido mediante la inquietante exclusin y sacrificio

    silencioso del otro que era el esclavo, el texto idilico del obediente Efran emula la obra

    de su progenitor y se representa como producindose mediante la exclusin y

    holocausto de la casta amada, cuya angelicalidad ha permitido que esa inmolacin se

    efecte con una poesa y belleza magistrales.

    La perversin de este gran texto romntico es entonces que mientras habla y recuerda a

    Mara, a un mismo tiempo muestra que ese texto es slo posible porque la realidad

    natural de Mara no ha sido lo ms importante para Efran. Es de notar que en un

    exabrupto de pasin, el poeta expresa su culpabilidad y remordimiento por haber

    aceptado esta sniestra economa del padre que result en el sacrificio de la realidad de

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    Mara: Corazn cobarde,no fuiste capaz de dejarte consumir por aquel fuego que mal

    escondido poda agostarla...! Dnde est ella ahora, ahora que ya no palpitas; ahora

    que los das y los aos pasan sobre m sin que sepa yo que te poseo? (25). Pero porque

    esta culpabilidad contribuye con ms pathos a la retrica del texto, recelo de dicho

    remordimiento sospechando que el pequeo patriarca seria capaz de sacrificar y

    desplazar una y otra vez a Mara para producir la bella escritura que le sirve de

    panten.9.

    Par concluir: creo importante haber articulado esta resistencia al hermoso texto Mara

    porque en l veo representada y glorificada la disposicin inapelable del padre a no slo

    excluir, dominar o inmolar al otro, sino a capitalizar a base de esta exclusin. Veo que

    la construccin de la mujer como ngel en este texto es el mximo acto de violencia

    contra ella, puesto que facilita su destruccin. Veo pues en esta obra maestra del

    Romanticismo hispanoamericano la celebracin sentimental de un terrible contrato

    social sacrificatorio (Kristeva:200) que es preciso rechazar enrgicamente. Pienso

    entonces que la lectura de este texto ha de emprenderse de ahora en adelante como un

    acto de oposicin a los cdigos patriarcales que perpeta.Su gran valor hoy ha de ser el

    de mostramos a nosotros mismos nuestra imposibilidad de ser conmovidos por la

    escritura implacable de Efran.

    Nuestra resistencia abierta a Mara ser pues el signo dichoso de que una esttica

    forjada a base de la exclusin, inmolacin y dominacin del otro quiz no podr

    cautivarnos nunca ms.

    Ttulos citados

    Anderson Imbert, Enrique, La romntica Mara de Isaacs, en: Crtica Interna, Madrid:

    Taurus, pp. 173-186, 1971.

    Bloom, Harold, Kabbalah and criticism, Continuum, (second printing), New York:

    1984.

    9 Silvia Mohillo denomina este pasaje como el nico momento de rebelda de Efran, en queste vira la aceptacin del pacto como traicin (Molloy 51). Mas nosotras tenemos reservas ante este

    gesto de culpabilidad.

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    Frye, Northrop,Anatomy of criticism, New Jersey: Princeton UP, 1957, 1973.

    Gilbert Sandra M. y Susan Gubar, The madwoman in the attic: the woman writer and

    the nineteenth century imagination, Yale UP, New Haven: 1979

    Isaacs, Jorge,MaraIntroduccin de Daniel Moreno, Mxico, Porra, 1969

    Kirkpatrick, Susan, Las romnticas. Women writers and subjetuvity in Spain, 1830

    1850, University of California Press, Berkeley: 1989.

    Magnarelli, Sharon, Mara and history, en:Hispanic Review, 49 (1081), pp. 209217

    -------------, The love story: reading and writing in Jorge Isaacs Mara, en: The Lost

    Rib, Lerrisburg: Buckwell UP, pp. 19-37, 1985.

    McGrady, Donald,Jorge Isaacs, New York: Twaynw Publishers, 1972.

    Menton Seymour, Mara, La novela colombiana: planetas y satlites, Bogot: Plaza y

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    Molloy, Silvia, Paraso perdido y economa terrenal en Mara, Sin nombre 14, pp. 36-

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    Sommer, Doris, El mal de Mara: confusin en un romance nacional, en: Modern

    Language Notes, 104, p. 439-474, 1989.