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1 La agenda de la Conferencia de Metropolitanos españoles (1921-1931) El presente trabajo trata de analizar cual fue la “agenda de trabajo” de los metropolitanos españoles reunidos en la novedosa “conferencia de metropolitanos españoles” antecesora de la hodierna “Conferencia Episcopal Española”. El período estudiado va desde 1921, año en que se inician las reuniones de los metropolitanos españoles, hasta la proclamación de la Segunda República. Creemos que es un período significativo en cuanto a la vida cultural, política y religiosa de España. Por un lado, es el momento de edificación y consolidación de estas reuniones episcopales, en las que aún prima la espontaneidad y el poco control, coincidiendo con un período de relativa calma para la Iglesia Española bajo la dictadura de Primo de Rivera. Además, el escaso número de defunciones de obispos metropolitanos durante este arco de tiempo permitió que de alguna manera se formara un cierto “equipo” dirigente estable. Por otro lado, este lapso de tiempo coincide casi por entero con el inicio de un nuevo pontificado (Pío XI) y con la presencia de un nuevo nuncio en España (Federico Tedeschini). Otro objetivo que esperamos obtener con nuestro estudio es mostrar los principales rasgos de la historia de la Iglesia Española durante la Dictadura de Primo de Rivera. 1. Introducción Para este análisis nos hemos basado en las Actas de las Conferencias de Metropolitanos publicadas hará ya cerca de una década 1 . Leyendo estas actas, sus participantes, sus resoluciones, su periodicidad y sus temas, hemos discriminado y agrupado las preocupaciones de los principales representantes del colegio episcopal español (los nueve metropolitanos) en este espacio de tiempo de diez años. Lógicamente, los temas tratados en sus reuniones son de desigual interés, extensión, profundidad, trascendencia e incluso oportunidad. Algunos de ellos responden a preocupaciones particulares de algún prelado aunque por lo general se trata de temas de ámbito nacional como corresponde a una reunión de estas características. No podemos tratar todos los temas por motivos de espacio y tampoco queremos entrar en profundidad en cada uno de ellos ya que algunos ya han sido reseñados en otros trabajos monográficos o formando parte de una obra de conjunto. Por eso hemos intentado atenernos a las grandes líneas del actuar de las conferencias, desechando los temas excesivamente circunstanciales y coyunturales, a la vez que centramos nuestra atención en aquellos aspectos que tienen una dimensión más social, cultural e incluso política. De esta manera, el capítulo de los religiosos lo obviaremos ya que la Conferencia, prácticamente, sólo se detiene a considerarlo desde el punto de vista intraeclesial, así como el de la masonería y el rotarismo por tratarse de una preocupación puntual sólo emergente en alguna que otra conferencia (a pesar de la actualidad del tema en el momento histórico). Los diversos temas no forman compartimentos estancos sino que más bien se relacionan e imbrican mutuamente. Por ejemplo, el apartado de relaciones con el Estado está salpicado por diversas problemáticas que forman capítulos a se dentro de otros apartados, como puede ser la financiación del clero o la preocupación por la educación. La descripción de cada una de estas grandes temáticas irá puesta en su contexto histórico para resaltar su actualidad y hacer operativa la elección metodológica. Por 1 Vicente Cárcel Ortí (ed.), Actas de las Conferencias de Metropolitanos Españoles (1921-1965), Madrid, BAC, 1994. Las resoluciones contenidas en las actas están numeradas correlativamente. A partir de ahora citaremos como ACM seguida de los números y en su caso del año de la Conferencia.

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La agenda de la Conferencia de Metropolitanos españoles (1921-1931)

El presente trabajo trata de analizar cual fue la “agenda de trabajo” de los metropolitanos españoles reunidos en la novedosa “conferencia de metropolitanos españoles” antecesora de la hodierna “Conferencia Episcopal Española”. El período estudiado va desde 1921, año en que se inician las reuniones de los metropolitanos españoles, hasta la proclamación de la Segunda República. Creemos que es un período significativo en cuanto a la vida cultural, política y religiosa de España. Por un lado, es el momento de edificación y consolidación de estas reuniones episcopales, en las que aún prima la espontaneidad y el poco control, coincidiendo con un período de relativa calma para la Iglesia Española bajo la dictadura de Primo de Rivera. Además, el escaso número de defunciones de obispos metropolitanos durante este arco de tiempo permitió que de alguna manera se formara un cierto “equipo” dirigente estable. Por otro lado, este lapso de tiempo coincide casi por entero con el inicio de un nuevo pontificado (Pío XI) y con la presencia de un nuevo nuncio en España (Federico Tedeschini). Otro objetivo que esperamos obtener con nuestro estudio es mostrar los principales rasgos de la historia de la Iglesia Española durante la Dictadura de Primo de Rivera.

1. Introducción Para este análisis nos hemos basado en las Actas de las Conferencias de

Metropolitanos publicadas hará ya cerca de una década1. Leyendo estas actas, sus participantes, sus resoluciones, su periodicidad y sus temas, hemos discriminado y agrupado las preocupaciones de los principales representantes del colegio episcopal español (los nueve metropolitanos) en este espacio de tiempo de diez años. Lógicamente, los temas tratados en sus reuniones son de desigual interés, extensión, profundidad, trascendencia e incluso oportunidad. Algunos de ellos responden a preocupaciones particulares de algún prelado aunque por lo general se trata de temas de ámbito nacional como corresponde a una reunión de estas características.

No podemos tratar todos los temas por motivos de espacio y tampoco queremos entrar en profundidad en cada uno de ellos ya que algunos ya han sido reseñados en otros trabajos monográficos o formando parte de una obra de conjunto. Por eso hemos intentado atenernos a las grandes líneas del actuar de las conferencias, desechando los temas excesivamente circunstanciales y coyunturales, a la vez que centramos nuestra atención en aquellos aspectos que tienen una dimensión más social, cultural e incluso política. De esta manera, el capítulo de los religiosos lo obviaremos ya que la Conferencia, prácticamente, sólo se detiene a considerarlo desde el punto de vista intraeclesial, así como el de la masonería y el rotarismo por tratarse de una preocupación puntual sólo emergente en alguna que otra conferencia (a pesar de la actualidad del tema en el momento histórico). Los diversos temas no forman compartimentos estancos sino que más bien se relacionan e imbrican mutuamente. Por ejemplo, el apartado de relaciones con el Estado está salpicado por diversas problemáticas que forman capítulos a se dentro de otros apartados, como puede ser la financiación del clero o la preocupación por la educación.

La descripción de cada una de estas grandes temáticas irá puesta en su contexto histórico para resaltar su actualidad y hacer operativa la elección metodológica. Por

1 Vicente Cárcel Ortí (ed.), Actas de las Conferencias de Metropolitanos Españoles (1921-1965), Madrid, BAC, 1994. Las resoluciones contenidas en las actas están numeradas correlativamente. A partir de ahora citaremos como ACM seguida de los números y en su caso del año de la Conferencia.

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otro lado, esto nos permitirá mostrar un fragmento de realidad histórica de la Iglesia en España en una época ayuna de estudios históricos sobre la vida de la Iglesia2.

Como notas características de la actuación de la Conferencia de Metropolitanos en este arco espacio-temporal podemos afirmar su gran preocupación por la presencia de la Iglesia en la vida pública española aprovechando el momento teóricamente favorable. Sus disposiciones tendentes a buscar la unidad de acción de los católicos en lo social y político, muy centradas en coordinar, impulsar y organizar los diferentes aspectos de la vida socio-religiosa-cultural: educación, prensa, congresos católicos, acción social y católica…Por otra parte, la inquietud por el sostenimiento de la Iglesia y de modo particular de los sacerdotes y religiosos, fuente de continuos conflictos con el gobierno. Y, por supuesto, controlar la disciplina de los católicos en la educación, lecturas y moralidad3.

Es difícil decir si los metropolitanos tenían un proyecto para la España del momento, al menos en sus líneas generales, como lo tenía Pío XI para la Iglesia Universal; o si al menos trasladaron las preocupaciones pontificias, manifestadas en sus encíclicas, a los católicos españoles a través de su actuación en la Conferencia de Metropolitanos. De todas maneras, sí que es destacable el propio hecho de sus reuniones, puesto que el episcopado hasta ese momento se había mostrado muy aislado, incapaz de coordinar proyectos comunes o de al menos sentarse a discutirlos. Esta representación de todos los obispos en las personas de los metropolitanos es un gran logro por parte de la nunciatura, lo cual sí que va en la línea de los intereses de la Santa Sede. Este impulso autoriza a los metropolitanos a sentirse representantes e intérpretes del sentir del episcopado y de los fieles católicos.

Se ha insistido mucho en el maridaje entre el régimen y la Iglesia Católica4. Efectivamente el golpe de estado y el directorio militar fueron acogidos calurosamente por la mayoría del episcopado y, por su parte, el rey y el dictador hicieron siempre votos de ferviente catolicismo -amen que no se produjeron durante la dictadura especiales actuaciones anticlericales-; pero por otro lado, quizás a excepción de la educación, la mayoría de las propuestas de los obispos españoles y de la Conferencia fueron dilatadas, particularmente las que se referían al presupuesto del clero. En el fiel de la balanza a favor del gobierno está la suspensión de la

2 Son escasísimos los trabajos reseñables. Quizás el lapso de tiempo no sea suficientemente significativo pero, por lo general, cada vez que nos acercamos a esta época encontramos aplicada a ella los criterios y los datos extraídos de los estudios que tienen como referente temporal la primera quincena del siglo XX. De un modo específico encontramos los siguientes artículos: Vicente Cárcel Ortí, «Iglesia y Estado durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)», Revista Española de Derecho Canónico, 45 (1988), pp. 209-248 y Francisco Martí Gilabert, «La Iglesia y la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1929)», Anuario de Historia de la Iglesia 2 (1993), pp. 151-178. En cuanto a los libros: Shlomo Ben-Ami, La dictadura de Primo de Rivera 1923-1930, Barcelona, Planeta, 1983; José Luis Gomez-Navarro, El régimen de Primo de Rivera. Reyes, dictaduras y dictadores, Madrid, Cátedra, 1991. En obras muy recientes como la de William James Callahan, La Iglesia Católica en España (1875-2002), Barcelona, Crítica, 2002, apenas se le dedican una docena de páginas, de modo específico, a esta época (pp. 127-139). Destacamos, para todo lo que hace referencia a los aspectos culturales del momento, la obra conjunta dirigida por Carlos Serrano y Serge Salaün, Temps de crise et «années folles». Les années 20 en Espagne (1917-1930), Paris, Presses de l’Université de Paris-Sorbonne, 2002. 3 Feliciani, en su obra sobre las Conferencias Episcopales, hace un elenco de los temas que preocupaban a León XIII y a los obispos de las respectivas reuniones episcopales, mostrando una temática muy similar a la que vamos a estudiar para España: reivindicar la libertad de la Iglesia; derecho temporal de la Santa Sede; escuela; formación del clero; universidades católicas; cuestión social; prensa católica; asociacionismo católico; preparación de concilios provinciales… y por encima de todas ellas buscar la “consensio episcoporum”. Cfr. Giorgio Feliciani, Le Conferenze Episcopali, Bologna, Societá Editrice Il Mulino, 1974, pp. 59-93. 4 Especialmente, Shlomo Ben-Ami, La dictadura…pp. 75ss.

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Constitución liberal de 1876 y, sobre todo, su compromiso con el Concordato de 1851. Además, la creación de la Junta delegada del Real Patronato Eclesiástico que proveería todas las canonjías y beneficios y la elección de candidatos al episcopado5. Por su lado, la Conferencia declaró que la Unión Patriótica debía ser mirada “con simpatía en cuanto expresión de amor a la patria” a la vez que advertía a los sacerdotes que no podían pertenecer a ella6. En cuanto a la petición al Episcopado por parte del gobierno para que sufragara los gastos de un monumento al Dictador, la Conferencia lo dejó a discreción de cada obispo7. Mayor fervor demuestran los metropolitanos hacia la figura del rey, especialmente con motivo de su visita al Papa en 19238. En otro orden de cosas, la cuestión espinosa de los nacionalismos-regionalismos y especialmente del nombramiento de obispos catalanes para Cataluña fue obviada en las conferencias quizás por la presencia de Vidal y Barraquer9.

De las conferencias saldrán innumerables realizaciones prácticas y pocas teóricas. Algunas, elaboradas a título individual por alguno de los metropolitanos y tres en forma de Documento Colectivo de la Conferencia10: concretamente una pastoral colectiva sobre la inmodestia en las costumbres públicas (1923), un documento sobre la persecución religiosa en México (1926), y un documento miscelánico sobre el aumento de los haberes del clero, sobre la represión de la inmoralidad y sobre la infracción de los días festivos (1928)11. Puede parecer poco fruto para tanta reunión, pero entendemos que estos documentos no eran el fin principal de la Conferencia de Metropolitanos aunque sí que sirvieron para hacerse oír en especial de la autoridades civiles. Por otra parte, en la misma época se dirigen algunas exposiciones colectivas del Episcopado, en la línea de las decimonónicas, pero que no son documentos emanados por la Conferencia12. En definitiva, una realidad poliédrica y multiforme que nos muestra un fragmento de la vida de la Iglesia en España desde el punto de vista jerárquico, con implicaciones en todos los niveles de la sociedad.

2. Antecedentes de la Conferencia de Metropolitanos Españoles13

Las actas que analizaremos son de una institución de reciente constitución y de

nula tradición en la Iglesia española. Por eso, dedicaremos unas palabras a tratar de

5 Esta Junta fue creada el 10 de marzo de 1924 y suspendida el 16 de junio de 1930. Estaba compuesta por el cardenal primado, un arzobispo, dos obispos, dos dignidades capitulares, un canónigo y un beneficiado. El arzobispo y los obispos eran elegidos por el episcopado. La Junta, en definitiva, trataba de eliminar las influencias políticas en los nombramientos episcopales. En las Actas de las Conferencias se hace referencia a la Junta en 1927 con motivo de la puesta en marcha de la Asamblea Nacional (AMC, nn. 303, 315). 6 Cfr. AMC, n. 131 (1924). 7 Cfr. AMC, n. 260 (1926). 8 Cfr. AMC, n. 55 (1923). Esta visita tuvo su trascendencia en el orden internacional como una primera muestra de que la Cuestión Romana se estaba superando. 9 Hubo una consulta en 1923 hecha por el presbítero Resurrección Mª de Azkue, a quien se le respondió que cada prelado podía decidir sobre la lengua que debía emplear en sus pastorales. Los obispos de la Tarraconense, durante este período, se reunieron tres veces (1921-1923-1928), haciendo hincapié en la defensa de la lengua catalana como instrumento de evangelización. 10 Estos documentos colectivos eran vistos antes de su publicación por todos los metropolitanos, que a su vez se los daban a conocer a los sufragáneos los cuáles los subscribían. De esta manera, se puede hablar de documentos colectivos del episcopado español. Cfr. AMC, n. 28 (1923). 11 Jesús Iribarren, (ed.), Documentos Colectivos del Episcopado Español (1870-1974), Madrid, BAC, 1974, pp. 117-123/123-125/125-130. 12 Ibíd., «El episcopado a la nación» (1.III.1922); «El episcopado al gobierno de su majestad» (1923), pp. 112-115/116-117. 13 Para una explicación en detalle del origen de la Conferencia, vid. Actas de las Conferencias...pp. 3-29.

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describir en qué consiste este organismo que rompe con la tradición autárquica de los ordinarios españoles. De hecho, los sínodos y otro tipo de asambleas de obispos brillan por su ausencia en la España contemporánea. En parte, por el carácter independiente del episcopado español (mediatizado por el regalismo) y sobre todo por las ya conocidas difíciles circunstancias de la Iglesia en España a lo largo del siglo XIX.

No obstante, se pueden rastrear tímidos intentos de acción conjunta como las diversas exposiciones y documentos colectivos del episcopado español (casi nunca de todo el episcopado, ya por absentismo, enfermedad, desacuerdo o vacancia en sede) durante el último tercio del siglo XIX o la prolongada estancia de gran parte del episcopado peninsular en Roma durante la celebración del Concilio Vaticano I. Por así decirlo, funcionaban con mayor naturalidad las reuniones esporádicas en tiempos de crisis y por regiones eclesiásticas (por ejemplo los de la Tarraconense) o las celebradas con motivo de una consagración episcopal en la sede del consagrado14.

En 1885, con motivo de los funerales de Alfonso XII, el nuncio Rampolla obtuvo permiso del Ministro de Gracia y Justicia para reunirse en la nunciatura con todos los obispos españoles. Esta gestión se enmarcaba dentro de la política de León XIII destinada a conseguir una unidad de acción eclesiástica y civil frente al liberalismo. No obstante, como es bien sabido, la “Unión Católica” fracasó como había fracasado la Cum multa de 188215. León XIII, por otra parte, promovía insistentemente la reunión de los obispos en todos los países como modo de dirigir unidos la acción de los católicos, seguramente como un claro reflejo de su experiencia personal cuando siendo nuncio participó en las reuniones del episcopado belga.

A instancias del mismo Rampolla, ahora secretario de estado, el nuncio Rinaldi propuso al primado, cardenal Sancha, la celebración de una conferencia episcopal o reunión de obispos españoles no limitada a los nueve metropolitanos. Esta iniciativa se produjo en 1900 pero no cuajó hasta 1907 debido a las diferencias que había entre los obispos españoles. En el entreacto hubo repetidos documentos pontificios que alentaban la reunión como la Et gratum sane et iucundum, de 1902, dirigida a los obispos de Toledo, Barcelona y Compostela en que se encarecia a “si, ad conferenda cuiusque vestrum consilia dissipatasque vires colligendas, in episcopales coetus persaepe vos frequentesque conveniatis”16; o la Quos nuper en que, con motivo de una próxima reunión en Madrid para hablar de la acción católica en España, el papa alentaba al primado a prodigar estos encuentros e incluso a permitir las adunaciones por circunscripciones metropolitanas siempre que guardaran la unión con el primado17.

Fue necesaria la intervención de Merry del Val, nuevo secretario de estado con Pío X y además español, para que se desbloqueara la situación18. Así, Sancha –y como respuesta a la creciente hostilidad en materia educativa del gobierno liberal- convocó una asamblea plenaria de obispos que se reunió en Madrid en mayo de

14 El arzobispo de Tarragona, Costa y Borrás (1857-1864), ante las dificultades que encontró por parte de las autoridades para convocar concilios provinciales inaguró lo que el denominaba “concilios en dispersión”, en los que cada obispo trabajaba los temas propuestos, daba su parecer y si había unanimidad se redactaban los decretos y se ejecutaban. Todo ello sin llegar a reunirse. 15 En esta encíclica se recomendaba, entre otros temas, la puesta en marcha de conferencias provinciales. 16 Cfr. «Et gratum sane et iucundum», (5.VI.1902), Leonis XIII pontificis maximi Acta, XXII, Graz, Akademische Druck- u. Verlagsanstalt, 1971, pp. 137-139. 17 Cfr. «Quos nuper» (22.IV.1903), Leonis XIII…, XXII, pp. 331-333. 18 Pío X prosiguió la obra de consolidación de las reuniones episcopales (conventus episcoporum) facilitando su institucionalización. No olvidemos que Pío X reformó los organismos de la curia romana.

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1907, aunque por aquel entonces ya había subido al poder un gobierno conservador19. El plan de trabajo de esta reunión no difiere mucho del que nos encontraremos en la época de la Dictadura, podemos decir que los males o las preocupaciones de la Iglesia en España son endémicas: asegurarse un presupuesto para mantener al clero en caso de incumplimiento por parte del gobierno y cómo contener a la prensa periódica hostil a la religión y a la Iglesia. Como iniciativas concretas surgieron la promoción de la prensa católica, con un congreso en 190820, y como fruto serondo la aparición de El Debate (1911). Junto a esto, la constatación de la unidad del episcopado español a pesar de que faltaron a las sesiones diecinueve prelados. Pero las polémicas entre integristas y liberales y la difícil situación de la Iglesia y de España durante la primera guerra mundial apagaron cualquier rescoldo de continuidad. No será hasta 1917 cuándo los obispos volverán a reunirse para, mediante una “declaración colectiva” dirigida al pueblo y al gobierno, denunciar la creciente degradación de la vida nacional debida a la persistente presencia del socialismo21.

Con Benedicto XV se promulga el Código de Derecho Canónico, que sin hacer referencia explícita a las reuniones o conferencias de metropolitanos o de arzobispos supondrá un impulso decisivo para estas. Así, en el canon 292/1 se encarece a la reunión de los obispos de una misma provincia eclesiástica cada cinco años, convocados por el metropolitano, para “deliberar en común y considerar qué medidas conviene adoptar a fin de promover el bien de la religión en sus diócesis y preparar los asuntos que hayan de tratarse en el futuro concilio provincial”. Este canon remitía al 283 en que se variaba la periodicidad de convocatoria de los concilios provinciales de tres a veinte años. Esta dilatación era un mensaje de apoyo a la frecuencia de reuniones entre los principales obispos antes que a la convocatoria de los grandes concilios provinciales. Es decir, las conferencias como sustitutivos de los concilios provinciales. En definitiva, se animaba a la reunión asidua de los obispos encontrando estas reuniones su reconocimiento jurídico, pero sin sancionar como norma de derecho común el carácter nacional de las conferencias a fin de no canonizar las naciones como circunscripciones de la Iglesia en una época en que los nacionalismos habían desembocado en una guerra mundial22.

3. La Conferencia de Metropolitanos Españoles (1921-1931) La creciente inestabilidad de la política española (asesinato de Dato) con sus

consecuencias eclesiales -alguna de ellas tan grave como el asesinato del cardenal Soldevila, arzobispo de Zaragoza, el cuatro de junio de 1923-, aceleraron la llegada

19 Vicente Cárcel Ortí, «San Pío X y la primera asamblea del episcopado español en 1907», Archivum historiae pontificiae, 26 (1988), pp. 295-373. 20 Que inició un campaña a favor de la buena prensa y fundó los “Legionarios de la Buena Prensa”. Cfr. Crónica de la Segunda Asamblea Nacional de la Buena Prensa: Celebrada en Zaragoza los días 21, 22, 23 y 24 de septiembre de 1908, Zaragoza, La Editorial, 1909. 21 «El episcopado a los católicos. Sobre deberes en las presentes circunstancias» (15.XII.1917), en Documentos Colectivos…pp.105-111. 22 Cfr. Le Conferenze Episcopali...pp. 168-171; también Fernando Bildarraz, «Conferencias episcopales», Ilustración del Clero, 999 (1964), pp. 135-167; y Juan Postius y Sala, El código canónico aplicado a España en forma de instituciones, Madrid, Editorial del Corazón de María, 1926, p. 529. El quince de febrero de 1919 (cfr. Acta Apostolicae Sedis 11 [1919], pp. 72-74) la Sagrada Congregación Consistorial puso al día la disciplina particular sobre las conferencias episcopales que permanecía intangible desde 1898 con León XIII.

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al poder de Miguel Primo de Rivera23. Ya con anterioridad, en 1921, se había reunido la Junta de Reverendísimos Metropolitanos; fórmula feliz que permitía una reunión ágil de los nueve metropolitanos, que en gran medida representaban al conjunto del episcopado a la manera de un comité ejecutivo. El motivo de esta primera reunión fue el examen del manifiesto fundacional elaborado por sacerdotes y seglares católicos del denominado Grupo de la Democracia Cristiana. Esta reunión tuvo lugar el diez de marzo de 1921, auspiciada por el nuncio Ragonesi y bajo la dirección del primado de Toledo, Enrique Almaraz y Santos († 1922). Las conclusiones de la conferencia fueron enviadas a la Santa Sede24.

En 1922 se produce un cambio en la nunciatura española haciendo su aparición el nuncio Tedeschini que se dispuso a ejecutar las órdenes que traía del cardenal Gasparri para mejorar la unidad del episcopado español25. Entre los males que arrastraba la Iglesia española, y que merecían un esfuerzo por parte de la jerarquía española y una consideración desde la nunciatura, estaban la deficiente formación del clero, la reforma de los seminarios y de los planes de estudio, la activación de la Acción Católica y de la Acción social católica, la unidad de los católicos en la política y la defensa de los derechos de la Iglesia frente a la frecuente intromisión de los gobiernos de uno y otro bando ninguneando la vigencia del Concordato de 1851. Estos conflictos generales, que se concretaban en cada una de las circunscripciones eclesiásticas de manera distinta, exigían una acción coordinada del episcopado español a juicio de la Santa Sede. El problema era como activar un mecanismo que fuera ágil, manejable, de total confianza y que no levantara las sospechas del gobierno. Para esto, se ideó la fórmula de la reunión de los metropolitanos convocados por el primado. El primado adjuntaría un cuestionario, previamente aprobado por el nuncio, para que se trabajara en cada sede metropolitana y posteriormente un relator expusiera el tema como ponencia en la junta de metropolitanos. La Junta se reuniría varios días, estudiaría los temas, aprobaría las resoluciones y levantaría acta de todas las sesiones y de sus conclusiones.

En 1923, bajo la presidencia del nuevo primado, cardenal Reig, se decide que las reuniones sean bianuales. Así, se tendrán dos reuniones anuales en primavera y en otoño. Las reuniones se celebraban en Madrid; lo cual no levantaba sospechas pues los viajes a la capital para participar en las reuniones del Senado eran frecuentes por parte de los arzobispos. A las conferencias en principio asistían todos los metropolitanos (en ocasiones también el castrense) aunque eran habituales las ausencias justificadas (enfermedad, motivos pastorales). En cada reunión se nombraba un secretario que levantaba acta. Las sedes metropolitanas eran: Burgos, Granada, Santiago de Compostela, Sevilla, Tarragona, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza. Los metropolitanos asistentes a las conferencias fueron26:

23 En las instrucciones que el nuevo nuncio, Tedeschini, recibió para afrontar su cometido, se calificaba la situación de España, haciendo una comparación con los líquidos en física, como la de un país en “estado de inestabilidad” donde cualquier hecho sería suficiente para hacerlo “precipitar”. Cfr. Vicente Cárcel Ortí, «Instrucciones del cardenal Gasparri al nuncio Tedeschini en 1921», Revista Española de Derecho Canónico, 131 (1991), p. 462. 24 El texto de estas conclusiones en Actas de las Conferencias….pp. 148-155. Cuando la Santa Sede estudió la propuesta del Grupo de la Democracia Cristiana, Ragonesi sugirió que está era la oportunidad para implicar a la jerarquía reactivando en España las Conferencias episcopales nacionales. Cfr. Despacho de Ragonesi a Gasparri, Madrid 15.III.1920, cit. por Vicente Cárcel Ortí, «Benedicto XV y el catolicismo social español», Analecta Sacra Tarraconensia, 63-64 (1990), p. 9. 25 Cfr. Instrucciones...pp. 455-482. 26 En esta relación no incluimos los nombres de los titulares fallecidos entre 1920 y 1922.

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-Burgos: Juan Belloch y Vivó († 1926)- Pedro Segura Saénz (traslado a Toledo en 1927)- Manuel de Castro y Alonso.

-Granada: Vicente Casanova y Marzol († 1930). -Santiago de Compostela: Manuel Lago y González († 1925)-Julián de Diego y

García Alcolea († 1927)-Zacarias Martinez Nuñez. -Sevilla: Eustaquio Ilundain y Esteban. -Tarragona: Francisco Vidal y Barraquer. -Toledo: Enrique Reig y Casanova († 1927)-Pedro Segura Saénz. -Valencia: Prudencio Melo y Alcalde. -Valladolid: Remigio Gandánsegui y Gorrochátegui. -Zaragoza: Soldevila († 1923) Rigoberto Domenech y Valls. Es a partir de 1929 cuando la Conferencia de Metropolitanos se dota de un

reglamento. Hasta esa fecha en cada una de las conferencias se citaba para la próxima y se debatían algunas cuestiones de reglamento si se planteaba alguna duda. Una de estas resoluciones fue la tomada en 1925 en que se acordó “como regla general transmitir a todos los prelados sufragáneos los acuerdos de las Conferencias de Metropolitanos”. El reglamento de 1929 afirmaba en su artículo primero: “Con la autorización de la Santa Sede, los metropolitanos de España celebran una reunión, no conciliar, en cada año, para tratar de los asuntos eclesiásticos de interés público común, con el fin de asegurar la unidad y libertad de acción de la Iglesia en España”27. El reglamento era un remedo del adoptado por la comisión permanente de las Asambleas de Cardenales y arzobispos de Francia en junio de 192828. Segura hizo unas observaciones al reglamento pues pensaba que el reglamento francés no se adaptaba al carácter “menos oficial y más íntimo” de las conferencias españolas29. Este reglamento empezó a regir a partir de 1930 y sin lugar a dudas supuso un freno a la agilidad de la Conferencia pues multiplicó el número de consultas entre la Junta y la nunciatura ya que necesitaba la confirmación de Roma para la aprobación y ejecución de los acuerdos.

El lugar y la fecha de celebración de las catorce reuniones de los metropolitanos españoles que ocupan nuestro estudio es el siguiente:

1. Madrid 10 de marzo de 1921 2. Madrid 4-7 de febrero de 1923 3. Madrid 12-15 de diciembre de 1923

27 Cfr. Actas de las Conferencias…Apéndice II, p. 667. 28 Después de la promulgación del Código de Derecho Canónico se pusieron en marcha, como las primeras conferencias episcopales modernas, la “Asamblea de Cardenales y Arzobispos de Francia”, la “National Catholic Welfare Council” de los E.E.U.U. y la “Asamblea general del episcopado polaco” (1919). Pío XI fue un decidido defensor de las Conferencias Episcopales, pero en la curia se planteó la necesidad de establecer unos límites ya que en algunos países (Francia, Polonia), recientemente, las conferencias habían comprometido al nuncio emitiendo declaraciones conjuntas sin previa consulta, adquiriendo un aire de pequeño concilio independiente de Roma. Para reglamentar las reuniones de obispos se constituyó una congregación de cardenales (1925-1926) que, en base a votos y consultas a los nuncios de algunas naciones, decidió que no era necesario un reglamento único para todas las conferencias pero sí que se dieran instrucciones particulares para corregir abusos. Cfr. Julio Manzanares, «Las conferencias episcopales en tiempos de Pío XI», Revista Española de Derecho Canónico, 103 (1980), pp. 5-56. 29 Texto de las observaciones en Actas de las Conferencias…Apéndice III, p. 669-672. Estas observaciones permiten seguir cuál era el procedimiento de las reuniones españolas hasta la llegada del nuevo reglamento. En ellas, Segura hace una serie de propuestas que acaban por concentrar en gran medida el poder de decisión en la persona del arzobispo de Toledo.

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4. Madrid 23-26 de abril de 1924 5. Madrid 25-27 de noviembre de 1924 6. Madrid 31 de marzo a 1 de abril de 1925 7. Madrid 15-17 de octubre de 1925 8. Madrid 28-30 de abril de 1926 9. Madrid 21-23 de octubre de 1926 10. Madrid 18-20 de mayo de 1927 11. Madrid 9 de octubre de 1927 12. Madrid 16-18 de octubre de 1928 13. Madrid 17-19 de noviembre de 1929 14. Madrid 29-31 de octubre de 1930 4. Los principales temas de las Conferencias de Metropolitanos Por hacer un elenco general de los temas que se tratan en estas reuniones,

enunciaremos los diferentes apartados que hemos podido discriminar con algún comentario ad hoc. En cursiva los aspectos que a continuación vamos a desarrollar:

-Educación católica -Acción social católica. -La Buena Prensa -Devociones y liturgia30

-Clero -Congresos Católicos -Extranjero -Relaciones Iglesia-Estado31

-Moralidad32

-Acción católica -Religiosos33 -Conferencias de Metropolitanos34

-Masonería-Rotarismo-Protestantes35

30 La Conferencia de Metropolitanos tiene especial importancia por lo que respecta al apoyo y empuje de la devoción del Sagrado Corazón, la festividad de Cristo Rey y el reinado social de Cristo. Se puede ver el trabajo de Luis Cano en este mismo volumen. 31 Este apartado tiene múltiples implicaciones con los restantes temas, pues en un momento de aparente restauracionismo, de una nueva unión trono-altar, podemos decir que la vida de la Iglesia debería impregnar toda la obra gubernamental. Entendido así por los Metropolitanos, éstos se dedican a manifestar su perplejidad por la falta de apoyo del gobierno primoriverista. 32 Un tema clásico de las pastorales de la época y de las preocupaciones moralizantes de los obispos. Esta preocupación se plasmará en dos documentos colectivos sobre la inmodestia en las costumbres públicas y sobre represión de la inmoralidad. 33 Respecto a los religiosos, en lento descenso de efectivos, las Conferencias tratarán de hacer cumplir el Concordato de 1851, pidiendo la exención de contribuciones para los conventos de religiosas (AMC, n. 99), el que no caigan en jurisdicción exenta las religiosas de clausura (AMC, n. 34) y la indemnización de bienes desamortizados (AMC, n. 248). En otro orden de cosas, la Conferencia tiene que intervenir para dirimir pleitos entre la autoridad episcopal y algunos religiosos (AMC, n. 179) y entre los propios religiosos de dos comunidades distintas (AMC, n. 281). 34 A lo largo de las Actas, al menos hasta 1929 en que se reglamentan las reuniones, los Metropolitanos van tomando decisiones sobre sus propias reuniones y sobre la difusión de sus conclusiones ad extra y ab intra. 35 La propaganda de grupos protestantes (AMC, nn. 152, 223, 327, 341) preocupa a la Conferencia hasta el punto de llegar a solicitar (en 1928) al gobierno que, en cumplimiento del Concordato, se prohiba toda propaganda protestante. De igual manera, se informa puntualmente de la peligrosa novedad que suponen

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5. La Educación Católica A lo largo de estas catorce conferencias un tema recurrente es el de la educación

católica en sus diversos niveles36. En todas y cada una de la conferencias se va tocando esta cuestión. Como sabemos el gobierno de Primo de Rivera intentó hacer un esfuerzo por aumentar la escolarización en España. Diseñó el macro proyecto de la Ciudad Universitaria de Madrid y aumentó el número de escuelas37. Por otro lado, mantuvo bajo férreo control el carácter ideológico de la educación bajo el mandato de Eduardo Callejo, ministro de Instrucción Pública38. Si tuviéramos que definir varios niveles de actuación de la Junta en este delicado tema diríamos que por una parte se encuentra la educación escolar secundaria y por otra parte la educación superior eclesiástica.

a) Institución libre de Enseñanza: en la educación religiosa tradicionalmente los

principales dardos iban dirigidos contra los libros de texto perniciosos conminando a los obispos a que insertaran en los Boletines diocesanos notas críticas y a que se revisasen libros de texto e incluso apuntes de los profesores. Por otro lado, en la Conferencia se da una reacción fuerte contra la “Institución Libre de Enseñanza”39 con actuaciones políticas en las Cortes promovidas por diputados católicos conducentes a investigar los fondos con que cuenta dicha Institución40. Esta animadversión se extiende a la “Escuela Superior de Magisterio”, al “Museo Pedagógico” y a la “Junta de ampliación de Estudios”, “entidades que han nacido y viven a la sombra de la Institución Libre de Enseñanza, la más funesta de todas”41 y se pide que la Junta Central de la Acción Católica gestione la supresión de la “Escuela Superior de Magisterio”42. Además, como una demostración de la pujanza intelectual de la escolaridad católica se propone la celebración de un “Congreso o Semana de Educación e Instrucción católica”. La idea del Congreso va a ser seguida

los clubs rotharys que se empiezan a difundir (1926) por las capitales (AMC, nn. 224, 253, 267, 295, 330-331). Hasta desembocar en 1928 en la publicación en los boletines eclesiásticos de una admonición pastoral: En nombre y con autorización expresa de los Reverendísimos Metropolitanos. Sobre el Rotarismo, Lyceum, Ligas de Bondad e Instituciones análogas de carácter neutro. Pastoral de Segura fechada el 23 de enero de 1928. En ella se recomendaba no afiliarse a estas asociaciones por constituir “un ensayo nuevo del secularismo moderno”. 36 Sobre la Iglesia católica y la educación en España puede verse, Autores Varios, Historia de la acción educadora de la Iglesia en España, II, Madrid, BAC, 1997; Buenaventura Delgado Criado, (coord.), Historia de la educación en España y América, III, Madrid, Ediciones SM, 1994; Juan Manuel Fernández Soria, Estado y educación en la España contemporánea, Madrid, Síntesis, 2002. Para el período de la Dictadura de Primo, vid. Carolyn P. Boyd, Historia patria. Política, historia e identidad nacional en España, 1875-1975, Barcelona, Ediciones Pomares-Corredor, 2000. 37 Concretamente creó unas 8.000 escuelas públicas y dobló el número de Institutos (hasta 96). Entre 1925 y 1931 el número de colegios católicos creció en un 41%. 38 Controló severamente las escuelas y libros catalanistas; impuso un texto único para la enseñanza; limitó la autonomía de la Junta para la Ampliación de Estudios; clausuró escuelas y suspendió a maestros sospechosos. 39 Para una bibliografía puesta al día sobre esta institución, consultar la página web: http://www.fundacionginer.org/bibliograf.htm Ya en el período precedente, el gobierno de Eduardo Dato trató de contrarrestar la influencia de la Institución Libre en la Escuela Superior de Magisterio (decretos del Ministerio de Instrucción Pública del 2.IX.1914). 40 Este resolución se propone unos meses antes de que llegue al poder Primo de Rivera. Cfr. AMC, n. 18 (1923). 41 Cfr. ACM, n. 61 (1923). 42 Este propósito se declaró “aplazado” en la Conferencia de Metropolitanos de abril de 1924. Cfr. ACM, n. 87.

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hasta su consecución en 192443. Efectivamente, en abril de 1924 se celebró el “Congreso Nacional de Educación Católica” organizado por la Acción Católica44.

Otro episodio, motivado por la “Institución Libre de Enseñanza”, es la denominada: Acción Cultural: que se concretaba en la creación, análoga a la de Alemania, de una asociación de sabios católicos españoles en todos los ramos del saber. Además, se pide que se fomente la nueva asociación “Amigos de la Enseñanza” creada en oposición a los trabajos de la “Institución Libre”45. En este contexto cabe destacar la reciente publicación de la encíclica de Pío XI sobre la educación católica, Divini illius Magistri (31.XII.1929), que suponía una reacción contra la enseñanza fascista de Mussolini en Italia que coartaba los derechos de los padres católicos.

Como epílogo, y sobrepasando el ámbito cronológico, destacamos que en las conferencias de 1933 se informó de los pasos dados para sacar adelante una Universidad Católica con la creación del “Instituto Pedagógico de la Federación de Amigos de la Enseñanza” y del “Instituto de Cultura Superior Femenina”. Además, ese mismo año se creó el “Centro de Estudios Universitarios” (C.E.U.) y la “Residencia de Profesores”, junto con la reorganización de los “Cursos de Verano de la Acción Católica de Santander”.

b) Asignatura de religión: un tema recurrente será la reclamación de que la

matrícula de la asignatura de religión sea obligatoria en los Institutos de segunda enseñanza, en las Escuelas Normales y en la instrucción primaria, unido a la defensa del derecho de la Iglesia a intervenir en la enseñanza46. Esta reclamación tiene un antes y un después en el año 1925 donde el gobierno aprueba un nuevo plan de estudios mediante un Real Decreto sobre instrucción pública que no satisfizo a la Junta de Metropolitanos47. Después del Real Decreto se insistirá en que el nombramiento de los profesores de religión de los Institutos requiere del placet del ordinario y si fuera posible que el nombramiento de catedrático se haga a propuesta del Ordinario48. Respecto a posibles advertencias a las escuelas católicas ya fueran llevadas por órdenes religiosas o por los obispados, las pocas indicaciones que se dan se refieren a la prohibición de la coeducación y a la enseñanza del catecismo49.

c) Estudios superiores eclesiásticos: en 1931 se suprimen las Universidades

Pontificias españolas como aplicación de la constitución apostólica Deus Scientiarum Dominus (24.V.1931) que especificaba con claridad cual era el fin y las condiciones

43 Cfr. ACM, nn. 18, 46, 60, 86, 119. 44 Primer Congreso Nacional de Educación Católica (Tipografía de la “Revista de Archivos”, 1925). El congreso es dirigido por la Academia Universitaria Católica y peritado por el R. P. Ruiz Amado (miembro del consejo de Instrucción Pública en 1921) y D. Rufino Blanco (célebre pedagogo), D. Pedro Poveda (creador del primer instituto femenino católico en 1922), D. Miguel Vegas y D. Segundo Espeso. 45 Bajo el impulso del cardenal Segura, que aprobó sus estatutos el 14 de marzo de 1930, Pedro Poveda, Domingo Lázaro y Enrique Herrera Oria pusieron en marcha la FAE que impulsó la Escuela Superior de Educación y las Semanas Pedagógicas. Sus fines eran la educación de la juventud siguiendo la Divini illius Magistri, la protección de la enseñanza privada frente a los poderes públicos y la defensa de una escuela confesional católica modélica en organización y funcionamiento. 46 Cfr. ACM, nn. 63, 109, 170, 171, 240, 247. 47 Real Decreto de 20 de abril de 1925. 48 Cfr. ACM, nn. 309, 417. La creación de un número considerable de escuelas e institutos motivó el consiguiente concurso de profesores. En 1925 y en 1928, respectivamente, salieron a concurso 3.000 plazas de maestro. En los jurados un eclesiástico controlaba la ortodoxia de las exposiciones de los concursantes. 49 Cfr. ACM, nn. 67, 407.

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mínimas de existencia de los centros superiores de enseñanza católicos. La supresión no causa sorpresa ya que la enseñanza estaba prácticamente confinada a los seminarios y la separación de lo civil de los eclesiástico era un lastre patente50. De esta manera, la preocupación de los metropolitanos no se centró en este problema pues les sobrepasaba y por otro lado sabían que se aproximaba un decreto clarificador51. En la reunión de abril de 1924 se planteó el que la Conferencia examinara la conclusiones del “Congreso de Educación Católica” relativas a los profesores de seminarios, pero nunca se hizo52. Sólo el obispo de Barcelona (Miralles) en virtud de un acuerdo de la “Asociación Española para el Progreso de las Ciencias”53 propuso a la Junta la creación de un Centro de Estudios eclesiástico nacional, y la creación de una Facultad de Teología en las universidades civiles. Las dos propuestas fueron desestimadas, consumándose el fracaso científico.

6. Acción social católica Este apartado presenta una peculiaridad y es su circunscripción temporal, es decir,

la junta de metropolitanos aborda la cuestión por espacio de dos tres años para luego olvidarse (1923-1926). Aunque en el momento se entiende por acción social no sólo las iniciativas católicas promovidas para mejorar todo lo referente a los medios de producción (catolicismo social) sino también lo intervención de los católicos en la vida pública, especialmente como católicos, aquí haremos la salvedad de separar estos dos aspectos54. La cuestión social era un elemento imprescindible del movimiento católico del primer tercio de siglo, coadyuvado por las Semanas Sociales y por los Congresos Católicos. Quizás el hecho más destacable fuera el hundimiento de la campaña de acción social que Herrera Oria trató de poner en marcha en 1922. El mismo documento colectivo del episcopado del uno de marzo de 1922 es un llamamiento a la nación para emprender algo grande55. Este documento tiene su origen no sólo en la oportunidad que se presentaba al episcopado de mediar en la agitación popular que desembocaría en el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923) sino también en el estudio que se hace en la Primera Conferencia de Metropolitanos (1921) sobre la acción social católica. El estudio es más bien “negativo” pues se trata de salir al paso de una serie de publicaciones en la prensa nacional de algunos religiosos exaltando las virtudes de los movimientos

50 Esta situación de anemia y desamparo de los estudios eclesiásticos ya había sido advertida por la Santa Sede en su carta dirigida al episcopado español Non mediocri del veinticinco de octubre de 1893. Texto en Leonis XIII…, XIII, pp. 317-322. 51 Cfr. ACM, n. 356 (1929). 52 Esa conferencia corrió a cargo de Manuel Pérez Arnal (1879-1946) y llevaba por título “La formación del sacerdote según las necesidades presentes”. 53 La Asociación, creada en 1908 en Zaragoza, buscaba la unidad del saber y el sentimiento de solidaridad en la investigación científica. La asociación celebraba congresos cada dos años. Una de sus secciones era la de Teología. 54 Sobre esta época puede verse, S. Carrasco Calvo, «El sindicalismo católico, libre y profesional (1911-1936)», Studia Historica, 2/4 (1984), pp. 315-336; en el mismo número de revista los artículos de M. A. Perfecto García, «Corporativismo y catolicismo social en la dictadura de Primo de Rivera», pp. 123-147; y de Josefina Cuesta Bustillo, «Estudios sobre el catolicismo social español (1915-1930). Un estado de la cuestión», pp. 193-244. 55 “Pero entendemos que ha llegado la hora de hacer algo importante y definitivo, ya que se advierten dichosamente en nuestra amadísima España síntomas de regeneración religiosa, social y ciudadana: importa aprovechar el momento en que la nación, aleccionada por tristes sucesos que todos recordamos [desastre de Annual] ha entrado dentro de su conciencia, ha hecho examen de sus desaciertos y ha formulado el propósito de enmienda” (Documentos Colectivos…p. 113). El documento venía firmado por cincuenta y siete obispos.

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socialistas56. Sin embargo la constatación de que era necesario actuar y dirigir desde arriba todo el movimiento social pudo estar en la génesis de este documento colectivo.

En El Debate del dieciocho de febrero de 1922, anticipándose en unos días al documento colectivo del episcopado, se hace alusión a una gran campaña social que se iniciará en España, bendecida por el papa57. Esta noticia tuvo eco puntual en la prensa católica y también en la liberal, llegando incluso a hablarse de la iniciativa en el Congreso, a cargo del socialista Prieto. El rey prometió apoyo a la campaña. Sin embargo, en menos de un mes y seguramente por la presión de algunos grupos, el rey retiró su apoyo al proyecto (aparentemente molesto por como se había llevado la campaña de promoción: “colecta a la americana”) y los metropolitanos publicaron un escueto comunicado en que se aplazaba el proyecto58. El obispo de Madrid, Prudencio Melo, el treinta de marzo, escribe a Herrera, comisario general, dando por disueltas todas las juntas y comisiones de trabajo.

Fuera de este gran proyecto frustrado y ya iniciada la dictadura, la preocupación principal de los metropolitanos fue asegurar la confesionalidad de la acción social católica en cualquiera de sus frentes: sindicatos, organizaciones obreras, empresas, federaciones….a través del recurso a los respectivos consiliarios, intentando moderar las posibles veleidades socialistas y las componendas con los sindicatos de izquierdas. Del mismo modo, fomentar la unión de los diversos sindicatos católicos tendiendo a agruparse todos en torno a una única “Confederación Nacional de Obreros Católicos”59. Además, se pretende la difusión de las obras llevadas a cabo por la Acción social católica enviando informaciones a la prensa de otros países, participando en congresos internacionales y la elaboración de una estadística completa de las obras de acción católica en España. Sin embargo se echa el freno a un proyecto iniciado por personas seglares sobre la formación de jóvenes que se dediquen a la Acción social (1924). En 1925 se toma la decisión de que se reorganice la Junta Central de la acción social católica “penetrados los reverendísimos metropolitanos de que la buena marcha de la acción social católica depende de su organización”…es decir, no iba muy bien.

Un apartado que merece la atención de los prelados es el referente a la confederación católica agraria60. La “Confederación Nacional Católica-Agraria” (CONCA), fundada en 1917, y que empezaba ya su declive pues hasta 1929 vería

56 En general las medidas dictaminadas por el episcopado van en la línea de pedir licencia al ordinario del lugar para publicar en sueltos o en la prensa periódica y para dictar conferencias. Una de las conferencias examinadas es la dictada en la Semana Social de Pamplona (1919); paradójicamente la última antes de la Segunda República. Entre estos religiosos denunciados se encuentran algunos de los “profetas” de la desconfesionalización de los sindicatos como el dominico Gafo o el agustino Ibeas. La jerarquía y los jesuitas eran partidarios de la confesionalidad de los sindicatos. 57 La campaña proponía poner en marcha una Universidad social, una escuela de periodismo y escuelas primarias y profesionales, potenciar la propaganda social católica, llevar a cabo una obra patriótica a favor del ejército de Marruecos y una colecta en beneficio de los niños de Rusia y Europa Central. Algo parecido ya había funcionado con éxito en Argentina y Uruguay en 1919. De hecho, el factotum de la iniciativa en Argentina, Luis Daniel, colaboró con Herrera para poner en marcha la española. 58 Parece ser que el nuncio no era muy partidario de la “Gran Colecta” con que se iniciaría la campaña. Tampoco el Primado, ni el Marqués de Comillas ni los jesuitas. La opinión general era que España no estaba para demostraciones y menos económicas. Además, acababa de morir Benedicto XV (20.I.1922). 59 Creada en 1919. En 1923-24 la Unión Obrera propuso la unión de los sindicatos católicos y los sindicatos libres. 60 Vid. Josefina Cuesta, Sindicalismo católico agrario en España (1917-1919), Madrid, Narcea, 1978; Juan José Castillo, Propietarios muy pobres. Sobre la subordinación política del pequeño campesino en España (La Confederación Nacional Católico-Agraria, 1917-1942), Madrid, Servicio de publicaciones agrarias, 1979.

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reducidos paulatinamente sus efectivos de 4.451 sindicatos a 2.276 y de medio millón de afiliados a doscientos mil. En 1923 la Conferencia estudia una petición de “auxilio” del Banco Rural, instrumento de crédito de la Confederación, que se encontraba en estado de “necesidad económica” debido a la quiebra de dos entidades bancarias crediticias61. Así, se resuelve entregar al banco de León XIII (fundado por el marqués de Comillas), en calidad de préstamo por un plazo de veinte años, el capital reunido para la acción católica agraria, a fin de que el banco preste a la Confederación la cantidad que necesite para satisfacer sus deudas62. Como se ve la iniciativa parte de la entidad que solicita ayuda a los metropolitanos, pero en el fondo está controlada por el episcopado63.

A fin de ilustrar la principal preocupación que movía a los metropolitanos en relación a los sindicatos agrarios y a los sindicatos en general, es decir, su confesionalidad; y la división que la disyuntiva “confesionalidad o no” producía en los espíritus de media Europa, relatamos la petición que la CONCA hizo a la Santa Sede para que mediará en la creación de una corporación internacional agraria. La Santa Sede trasmitió la iniciativa y recibió respuesta negativa puesto que en bastantes países se daba por buena la división entre sindicatos aconfesionales y abiertamente católicos. Concretamente, la respuesta del barón Engelberto von KerkerinK presidente de la “Vereinigung der deutschen Bauervereine” (que agrupaba veintiséis asociaciones agrarias), hablando de esta propuesta de federación o “Internacional verde” [sic] que tuvo un vivo eco en la unión de las asociaciones agrarias alemanas, decía que tanto en Holanda, Suiza, Escandinavia e Italia se prefería un sindicato de base cristiana (integrado también por miembros y asociaciones protestantes) más que uno de base católica como proponía España64.

Otro gran tema fue el proyecto del grupo de la “Democracia Cristiana”, que presentó su manifiesto fundacional en julio de 1919 y que estaba apoyado por el cardenal Guisasola. Este proyecto se debatió en la primera Conferencia de Metropolitanos65. Este grupo, se inscribía dentro de la corriente del catolicismo social. Al menos este es el tratamiento que la Junta le aplica en su informe. De hecho, lo que se destaca es que no utilice el título de católico en su manifiesto, como alentaba la encíclica Graves de communi (18.I.1901), y que además conceda más importancia, para resolver la cuestión social, a los medios humanos, materiales y económicos que a los factores de orden moral y religioso. Además se subrayaba su tendencia a la autonomía y a tener en poco a la autoridad eclesiástica. Como se aprecia, el hecho de que el manifiesto fuera firmado por católicos (sacerdotes y seglares) daba derecho a un enjuiciamiento por parte de la jerarquía que de hecho supuso el fin de la iniciativa. El grupo de la “Democracia Cristiana” fue equiparado

61 Cfr. ACM, n. 56 (1923). 62 Cfr. ACM, n. 113 (1924). 63 Uno de los metropolitanos, Gandánsegui, arzobispo de Valladolid, era uno de los prelados más preocupados por la acción social, especialmente en su faceta agraria, y había impulsado muchas iniciativas sociales junto con Nevares y Monedero. Cfr. Enrique Berzal de la Rosa, Remigio Gandásegui (1905-1937) un obispo para una España en crisis, Madrid, BAC, 1999. 64 Cfr. Instrucciones...p. 476s. 65 Sobre este interesante proyecto, vid. Vicente Cárcel Ortí, «Benedicto XV y el catolicismo social español», Analecta Sacra Tarraconensia 63-64 (1990), pp. 7-152; Domingo Benavides, El fracaso social del catolicismo español: Arboleya-Martínez (1870-1951), Barcelona, Nova Terra, 1973, pp. 161ss.; Democracia y cristianismo en la España de la Restauración 1875-1931, Madrid, Ed. Nacional, 1978, pp. 335ss. Entre los fundadores del grupo encontramos nombres importantes como los de M. Arboleya, S. Aznar, J. Gafo, J. Calvo Sotelo y J. M. Boix. Como hemos visto (nota 24) el debate de este proyecto dio pie a la primera conferencia de metropolitanos.

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en la práctica con “Le Sillon” de Marc Sagnier66. La oposición de la jerarquía y la muerte de su valedor, el cardenal Guisasola († 1920), dio al traste con la iniciativa.

7. Prensa La preocupación por la “Buena Prensa” ha sido una constante en el magisterio y

en la actuación de los obispos católicos a lo largo de la edad contemporánea67. Su impulso viene del siglo diecinueve con la organización de congresos de periodistas católicos, bibliotecas ambulantes, bibliotecas católico-propagandistas, editoriales y librerías religiosas, el apostolado de la buena prensa etc. Los metropolitanos españoles, herederos de esta corriente, siguen los pasos de sus predecesores. Como hemos visto con anterioridad una de las consecuencias de la reunión del episcopado español en 1907 fue la puesta en marcha de iniciativas en este campo68. Un rasgo común en el actuar de la Conferencia es la búsqueda de la unidad de acción bajo el mando de la jerarquía. Este aspecto se manifiesta también en la labor periodística: “los reverendísimos metropolitanos verían con especial agrado la unión y armonía entre los periódicos católicos para la defensa más eficaz de los ideales comunes”69. Se trata de aunar esfuerzos yendo en una misma dirección -política auspiciada por la Santa Sede a través de la encíclica que Pío XI escribió en el tercer centenario de la muerte de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, Rerum omnium (26.I.1923)-, a la par que la misma jerarquía propone multitud de iniciativas. Esta labor se encomienda a dos instituciones: la “Buena Prensa” (promotora de recursos) y la “Agencia Prensa Asociada” (agencia oficial de noticias católica). Además, se comunican las resoluciones a los directores de El Siglo Futuro, El Universo y El Debate, periódicos oficialmente católicos.

a) Iniciativas de la Conferencia: una de las iniciativas consistió en la visita de los

directores de estos tres periódicos a la Conferencia de Metropolitanos en su reunión de febrero de 192370. Allí se les encareció a realizar su labor en unidad con los metropolitanos, a promover una tanda de ejercicios espirituales anuales para los directores de todos los periódicos católicos y finalmente se puso a su disposición una amplia casa en Madrid para alquilarla a los diarios católicos indistintamente71. De igual modo se acordó realizar una “Asamblea general de la Prensa Católica” para abril de 192372. De su organización destacar dos detalles: que la reunión tendría un carácter eminentemente práctico, proscribiéndose de modo absoluto las discusiones teóricas para no faltar a la caridad, y que tendrían voz y voto los representantes de periódicos y revistas que reconocieran el Magisterio de la Iglesia y aceptarán en sus publicaciones la censura, a posteriori, de su propio prelado. Como frutos de la

66 Al menos, al juzgarlo, se le aplicaron los mismo baremos: Exposición razonada de algunos errores del “Grupo de la Democracia Cristiana” y de sus coincidencias con los de “Le Sillon”, condenados por su santidad San Pío X, en la encíclica “Notre Charge” de 25 de agosto de 1910 (informe de Manuel Senante director del Siglo Futuro y diputado en Cortes). Texto en Benedicto XV…pp. 39-65. 67 Se puede leer el artículo de Antón Pazos y José Andrés Gallego, La Buena Prensa, Hispania Sacra, 82 (1992), pp. 139-160. La expresión “Buena Prensa” fue acuñada por los “Agustinos de la Asunción” al instalar en París en 1873 “La Maison de la Bonne Presse”. 68 Vid. supra, p. Una consecuencia fue la Segunda Asamblea de la Buena Prensa (1908). 69 Cfr. ACM, n. 14 (1923). Estas palabras reflejan las orientaciones contenidas en la Cum multa (1882) sobre la unidad de los periodistas católicos españoles. En Leonis XIII...p. 177s. 70 Los directores de los periódicos eran Manuel Senante (El Siglo Futuro); Rufino Blanco (El Universo) y Angel Herrera (El Debate). 71 Cfr. ACM, n. 41 (1923). 72 Actas en El libro de la Asamblea de Toledo, Toledo, Editorial Católica Toledana, 1926.

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asamblea, celebrada en Toledo, surgió la publicación de una revista infantil, otra gráfica, una serie de novelas cortas y un gran rotativo de carácter general. Más la creación de la “Junta Nacional de Prensa Católica”73. La irrupción de la “radiotelefonía” o de la radio se deja sentir en la Conferencia que dictamina dar su apoyo a la casa de radiotelefonía católica fundada en 192574.

b) La Buena Prensa: esta entidad promotora de la prensa católica es sobre todo

una fuente importante de recursos a través de lo que se denomina el “Tesoro de la Buena Prensa”. Estos recursos se obtiene del “Día de la Prensa”, colecta anual iniciada en 1916 y dedicada a sostener este apostolado75. La gran preocupación de los prelados es impulsar y controlar los recursos destinados a esta labor. Para eso, los fondos se trasladarán de Zaragoza a Toledo y se establecerá una información periódica.

c) Agencia Prensa Asociada: Esta asociación, agencia oficial de noticias, pasó por

un momento de crisis en 1927, encargándose a Angel Herrera la asunción de su dirección sin que se mezclara por ello con El Debate76. Al cabo de tres años, la situación se recrudeció al no ser contratada por los periódicos locales de provincias. Esto llevó a la Conferencia a animar a su suscripción y a nombrar en cada diócesis un corresponsal de la Agencia para que enviase noticias interesantes77.

d) Ortodoxia de la prensa: a las consabidas recriminaciones gubernamentales a

favor de la decencia de la prensa, en 1930 hay dos propuestas importantes: por un lado “nombrar comisiones de teólogos que por espacio de cuatro meses lean toda la prensa y anoten los errores que cometa, para declarar colectivamente cuáles no pueden leerse” y por otro lado: que las juntas de Acción Católica lleven a los tribunales a los periodistas que injurien a los prelados, sacerdotes y comunidades, “hasta conseguir sentencia condenatoria de multa o destierro”78.

8. Clero El estado de los sacerdotes era uno de los temas habituales de las conferencias de

metropolitanos. Los desvelos de los prelados se centran sobre todo en la consecución de los recursos necesarios para el sostenimiento del clero.

a) Sostenimiento del clero: esta partida dependía del Concordato de 185179 y

corría a cargo del estado80. En principio Primo de Rivera era partidario de 73 Cfr. ACM, n. 137. Esta junta se constituyó el 23 de octubre de 1925. Sus atribuciones eran: la Agencia Católica nacional; la Agencia Católica Internacional, las nuevas publicaciones que convenga crear o fomentar y la coordinación de las diversas obras de prensa. 74 No sabemos de que estación de radio se trataría, pues precisamente en torno a los años 1922-1924 se produce en España el boom de la radiotelefonía. Cfr. Carmelo Garitaonandía Garnacho, «La radiodifusión durante la Dictadura de Primo de Rivera», en Manuel Tuñon de Lara y José Luis García Delgado (dirs.), La crisis de la Restauración: España, entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda República. II Coloquio de Segovia sobre Historia Contemporánea de España, Madrid, Siglo Veintiuno, 1986, pp. 361-401; también, Lorenzo Díaz, La radio en España, 1923-1997, Madrid, Alianza Editorial, 1997. 75 Cfr. ACM, nn. 231-232, 398. 76 Cfr. ACM, n. 270 (1927). 77 Cfr. ACM, n. 397 (1930). 78 Cfr. ACM, nn. 399 y 400 respectivamente (1930). 79 Artículo 36 del Concordato: las dotaciones asignadas para los gastos del culto y del clero se entenderán sin perjuicio del aumento que se pueda hacer en ellas cuando las circunstancias lo permitan”.

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mantenerla como una plasmación del sentido católico de su régimen. Sin embargo, los problema en la hacienda estatal, especialmente por los gastos militares, hicieron que los retrasos fueran frecuentes. De esta manera la lucha se centró en un principio más que en pedir un aumento del presupuesto81, en evitar una disminución del mismo82. No obstante, los obispos se vieron obligados a firma un documento colectivo “sobre aumento de los haberes del clero” en 1928 en que se reclamaban la actualización de la dotaciones como lo preveía el Concordato83. La situación del clero contrastaba con la de las hacienda pública que aumentaba sus presupuestos, su gasto en obras públicas y la retribución a los funcionarios públicos84. Finalmente se aducía como el clero, como promotor de la paz pública era merecedor del apoyo del Estado.

b) Participación de los clérigos en la Asamblea Nacional: como es sabido la

actuación política de los clérigos es una constante desde la segunda mitad del siglo XIX. Para ello, y a partir del Código de 1917, debían pedir permiso al ordinario en base al canon 139. Al establecerse la Asamblea Nacional (1927), la junta de metropolitanos se plantea qué grado de participación política debe asumir la Iglesia en dicho organismo reconociendo la “importancia extraordinaria” de participar en ella. Para esto se nombra una comisión que vigila los trabajos de la Asamblea Nacional y da cumplida información a todos los obispos, tanto asambleístas como no. De esta manera la acción política de la Iglesia en la Asamblea responde a una sola voluntad85. En 1928 se recibe confirmación de la Santa Sede para concurrir y tomar parte de la Asamblea Nacional86.

c) Servicio militar de los sacerdotes: debido al carácter del Directorio militar de

Primo de Rivera y del papel del ejército en la vida de la sociedad española, los capellanes militares o los sacerdotes que prestaban servicio militar eran numerosos. Su relación con el ejército se encontraba regulada por el art. 237 de la Ley de Reclutamiento y Reemplazo. Esta ley imponía grandes esfuerzos a la Iglesia española. Por eso, y en vistas de una nueva ley (1924), la Junta se plantea proponer que todos los ordenados estén exentos del servicio militar; y que los individuos de las Congregaciones de Misioneros puedan prestar su servicio militar también en el extranjero. También preocupa el clero en África, concretamente en Marruecos. Estas propuestas fueron recogidas satisfactoriamente en el nuevo ordenamiento87.

d) Asociaciones clericales: estamos en una época en que han florecido abundantes

asociaciones clericales recomendadas y promovidas por los ordinarios. Algunas de ellas encuentran su reflejo en las actas de las conferencias, tales como la “Unión Apostólica del Clero”88, la “Liga de defensa del Clero”89 o la “Asociación de Sacerdotes Misioneros del Clero Secular”90.

80 Artículo 11 de la Constitución: “la nación se obliga a mantener el culto y sus ministros”. 81 Que se pidió en 1926 y fue causa de fricciones. Cfr. ACM, n. 241 (1926). 82 Cfr. ACM, n. 103 (1924). 83 La resolución se tomó en la Conferencia de octubre de 1928. Cfr. ACM, n. 320. 84 En el documento se dan cifras económicas y se concluía que mientras el presupuesto entre 1924 y 1928 había aumentado en un 21 por 100 del importe total, la partida destinada al culto y clero había subido un 2’65 por cien. 85 Cfr. ACM, n. 302 (1927). 86 Cfr. ACM, n. 313 (1928). 87 Cfr. ACM, n. 124 (1924). 88 Cfr. ACM, n. 411 (1930).

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9. Congresos Católicos La Obra congresual de la Iglesia Católica es uno de los grandes fenómenos del

último tercio del siglo XIX y de la primera mitad del veinte. Estos congresos que vienen a impulsar la acción social de los católicos y en algunos países a paliar la acción política de los mismos (Opera dei Congressi en Italia) sirven para aglutinar las fuerzas eclesiales. En España tienen su importancia los congresos católicos españoles del cambio de siglo (1889-1902). En la misma dirección, aparecen lo que podríamos llamar congresos católicos temáticos, es decir los eucarísticos, educacionales, catequéticos, marianos etc… Estas magnas reuniones de carácter nacional o internacional suponen un gran eco en la prensa periódica, una manera de sumar fuerzas muy en la línea de las peticiones del papado y por otro lado la posibilidad de mandar o recibir un mensaje o mensajero de la Santa Sede con la frecuente implicación del Nuncio de Su Santidad. En los años de la Dictadura de Primo de Rivera se celebran bastantes congresos que coinciden también con los congresos civiles o exposiciones universales de Sevilla y Barcelona donde la Iglesia también se encuentra representada.

Los congresos son impulsados directamente por la Junta de Metropolitanos al tener un carácter nacional. Ya vimos como el congreso sobre educación fue promovido en la reuniones de 1923. Poco después, en abril de 1924 se concreta el “Segundo Congreso Nacional” catequístico de Granada, la celebración de un congreso Eucarístico Nacional en 1926 en Santiago de Compostela91 y la de un congreso “Mariano Hispano-Americano” en Sevilla durante 192792. Incluso en 1926 se decide enviar un prelado español como representante de la nación al “Congreso Eucarístico Internacional de Chicago” (1926). Además, se informa de que el próximo congreso nacional de música sagrada tendrá lugar en Vitoria (1928). Ya en 1928 se tomaron acuerdos sobre diversos congresos y asambleas algunos de los cuales no llegaron nunca a realizarse: semana social en 1929 y congreso nacional eucarístico de Valladolid en 1930. La misma Junta distinguió entre Congreso (reuniones de carácter nacional que afecten de un modo especial a toda la Iglesia española y que debe promover y organizar todo el episcopado) y Asambleas (reuniones de organismos particulares o de carácter más restringido)93. En 1930 se aprobó la celebración del “III Congreso Nacional Catequístico” en Zaragoza.

10. Extranjero Dos temas dominan la visión de los prelados españoles sobre el mundo

circundante. Uno de ellos es la delicada situación de México. A ella se refieren en las 89 Esta asociación causa preocupación a la Junta por lo que dispone que quede restringida al ámbito diocesano y se estudie su órgano de difusión titulado “Unión y Caridad”. La “Liga Nacional de Defensa del Clero” había surgido al margen de los obispos. Era una especie de organismo sindical del clero español. Entre otras actividades, escribían abundantes cartas de protesta a los obispos por la situación económica del clero (Cfr. BEAT [1929], 1.VII.1929). Segura, para acabar con ella, fundó la “Asociación Diocesana del Clero” (30.VI.1929) y prohibió en Toledo toda asociación que no fuera de carácter exclusivamente piadoso. La Conferencia apoyó esta medida y la extendió al resto del territorio. Cfr. ACM, nn. 332, 361 (1929). 90 Cfr. ACM, n. 175 (1925). 91 Finalmente se celebró en Toledo, debido al fallecimiento del arzobispo de Compostela. En este congreso se tuvo muy presente la reciente encíclica sobre Cristo Rey, Quas Primas. 92 Este congreso finalmente se hizo coincidir con la Exposición Iberoamericana de Sevilla. 93 Cfr. ACM, nn. 354.

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conferencias de 1926 y 1927, decantándose por la elaboración de un documento colectivo dirigido a los prelados y fieles de México sobre la persecución religiosa94. En definitiva, como hicieron con la Iglesia perseguida en Francia (1910) y después con la de Portugal (1912) los prelados españoles denunciaron la persecución que sufría México tal como ya lo había hecho el Vaticano. El otro gran tema es la atención de los emigrantes españoles, especialmente por lo que se refiere a los que residen en Francia95. La emigración española en Francia era muy abundante y se encontraba en pésimas condiciones de vida, tanto materiales como de atención espiritual. Esta situación había sido denunciada repetidas veces por la prensa. Esta emigración forzosa era fruto de la mala situación laboral española, con frecuentes huelgas, y en algunos casos motivada por la situación política96. La preocupación de los obispos era eminentemente religiosa aunque mezclada en fervor patrio. Así, consideran inaceptable que algunas iglesias españolas foráneas (Nueva York) estén regidas por sacerdotes no españoles, estimándolo poco adecuado pastoralmente, mientras que en el caso, por ejemplo, de la “Casa Misión Española” en París este hecho no se da97.

En 1924 se toman medidas más concretas, coincidiendo también con un Real Decreto Ley, que en la línea del emanado en 1907, aumentaba las trabas a la emigración. La principal preocupación del gobierno español era que no aumentaran las naturalizaciones de españoles. Hecho que por otra parte era necesario para alcanzar un status digno en la Francia de la época. En primer lugar, se encarga una ponencia al arzobispo de Santiago sobre la “Obra de la Protección a los Emigrantes” para organizarla debidamente a imitación de la italiana. Y se encarga al Primado que aliente a los ordinarios de las diócesis limítrofes a que envíen, en Cuaresma y en otras ocasiones oportunas, sacerdotes celosos que instruyan y administren los sacramentos. Estas iniciativas se realizaron a medias, pues el arzobispo de Santiago murió dejando inconclusa su ponencia. No obstante en la asamblea de 1925 se informó de la buena acogida de la iniciativa del Primado y de cómo en Grenoble residen 7.000 españoles y que en París, Marsella y Burdeos la atención de los emigrantes puede encomendarse a los misioneros españoles que tienen allí su residencia. En la misma asamblea se hacen votos para la unificación de las diversas iniciativas que surgen aquí y allá para atención de los emigrantes98. Ya en 1926 se palpan los frutos de esta iniciativa de la Conferencia y se encomienda la organización de la atención de los emigrantes a la “Asociación de San Rafael”99.

En mayo de 1927 se determina encargar al P. Guin, s.j., superior del “Solar Español de Burdeos”, un informe detallado sobre las misiones españolas establecidas

94 Vidal y Barraquer en la visita ad limina que realizó en 1927 coincidió con algunos obispos mexicanos que le contaron de primera mano lo que estaba sucediendo en México. 95 La revista Hispania ha dedicado un número monográfico (62/211, año 2002), a la emigración española contemporánea bajo el título: La emigración española a Francia en el siglo XX, coordinado por Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla. Entre las aportaciones, para nuestro propósito, destacamos la de Antonio Niño Rodríguez, «Política de asimilación y de preservación de la nacionalidad de los emigrantes españoles en Francia 1900-1936», pp. 433-482. 96 Blanca Sánchez Alonso, Las causas de la emigración española, 1880-1930, Madrid, Alianza, 1995. En 1921 el número de emigrantes era de 255.000; en 1931, era de 351.000, sin contar los ya naturalizados. 97 Cfr. ACM, n. 53 (1923). 98 Cfr. ACM, n. 204 (1925). 99 Cfr. ACM, nn. 222, 252 (1926). En 1927 existían treinta y cuatro sociedades filantrópicas encargadas de la atención de inmigrantes, algunas de ellas no confesionales. Especialmente, sociedades de socorros mutuos.

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en Francia100. A la vez, se adoptan medidas similares para atender a los españoles en Orán y en Argelia101. Ya en octubre del mismo año se constata la imposibilidad de establecer una misión en África, y se renueva la petición al padre Guin y al padre Garamendi, s.j., actual director del Solar. Es quizás fruto de este informe, la publicación de una pastoral de Segura en febrero de 1928 en que expuso la situación de los emigrados dando abundantes datos sobre la emigración.

Las actas recogen, asimismo, el resultado del viaje que el cardenal Segura realizó en mayo de 1928 al mediodía francés para recabar información sobre la situación de los emigrantes españoles. Como consecuencia, Segura elevó al Rey un memorial (17.V.1928) exponiendo la situación de veinticinco colonias españolas en el mediodía francés102. En abril de 1929, el primado repitió viaje a Francia para extraer similares conclusiones que transmitió a fieles y gobernantes en sus pastorales del quince de abril de 1929 y del quince de marzo de 1930. El resultado “político” de la pastoral fue un documento del rey sobre los emigrados, una nota oficiosa de Primo de Rivera y una Real Orden de marzo de 1929 redactada por Eduardo Aunós103. Por parte de la conferencia o de Segura, tanto monta, se puso en marcha el “Secretariado de Misiones” para emigrantes españoles con sede en el Palacio de la Cruzada en Madrid104.

11. Acción católica La Acción Católica española se rige por las bases aprobadas en 1910 y no será

hasta el final del período de nuestro estudio en que primero Pío XI y luego la Junta de Metropolitanos establezcan las bases para la renovación de la Acción Católica105. Quizás la aportación más importante de la Conferencia sea precisamente el estudio y la aprobación de la reorganización de la Acción Católica iniciada en 1926. Hay que tener en cuenta que es durante los años de la Dictadura de Primo de Rivera cuándo se pergeña esta reorganización, alentada en todo momento por los primados y especialmente por Reig y Segura. La repristinación de la Acción Católica va muy en la línea de actuación de la Conferencia de Metropolitanos, unidad de acción y aglutinamiento de esfuerzos; de hecho a la Junta de Acción Católica se le encargan tareas de lo más variopintas desde la organización de congresos hasta la supresión de

100 El “Solar español” de Burdeos era una sociedad filantrópica española fundada en 1920. Comandada por la Condesa de Gavia y por el Duque de Miranda, y presidida honoríficamente por Alfonso XIII y doña Victoria. La atención espiritual estaba encomendada a los jesuitas y la capilla del Solar era considerada parroquia de españoles. Su finalidad era encontrar recursos para los emigrados españoles y favorecer su integración en el nuevo país, sin olvidar sus raíces patrias. Segura, para mostrar su apoyo, se inscribió como vocal nato en el patronato real que apoyaba a la sociedad. 101 Cfr. ACM, n. 266 (1927). 102 Texto en BEAT (1929), 16.IV.1929. 103 Estas actuaciones de los políticos españoles levantaron gran revuelo en Francia por lo que suponía de acusación hacia las autoridades francesas encargadas de la emigración. La R. O. de 1929 preveía la creación de juntas para informar a los emigrantes que pretendían expatriarse. El estado tendía a frenar la emigración. Además, se crearon Patronatos de emigrantes que sustituyan a las Juntas Consulares de Emigración, bajo la dependencia de la Inspección General de Emigración. Estos patronatos fracasaron por falta de apoyo económico. 104 Su reglamento está fechado en 7.VI.1929. Texto en BEAT (1929), 1.VIII.1929. 105 El cardenal Aguirre, director pontificio de la A. C. desde octubre de 1909, promulgó las Normas de Acción Católica y Social de España.

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la “Escuela Superior de Magisterio”106, pasando por la gestión de la exención del servicio militar para los seminaristas107.

En la Conferencia de 1923 se impulsa el surgimiento de las diversas Juventudes Católicas en todas las diócesis108. También en ese mismo año, se acoge en la Conferencia una carta de la presidenta de la “Acción Católica de la Mujer” en que pide permiso para hacer público su criterio definido sobre la cuestión del sufragio de la mujer como propio de la Asociación109. Poco más tarde, en 1924 el cardenal Reig escribe una pastoral sobre la acción católica en España, inspirada en los recientes estatutos de la Acción Católica Italiana y siguiendo los deseos de Pío XI en su encíclica Ubi arcano110.

En la Conferencia de abril de 1926 se escuchó el proyecto de reorganización de la Acción Católica Española “mereciendo unánimes alabanzas por cuánto en él se fijan las condiciones y características, se deslindan los límites y se coordinan las Juntas o Centros de acción en un vasto plan”111. Así, en octubre del mismo año, el primado promulgó los “Principios y bases de la reorganización de la Acción Católica Española”, redactados por Sisinio Nevares, s.j. Estos principios preveían una federación de obras católicas, que sin perder su propia y peculiar autonomía eran coordinadas por dos juntas centrales (hombres y mujeres) y por una junta nacional (síntesis de las anteriores), con el auxilio de un secretariado nacional, radicado en Toledo112. Posteriormente, en 1928, aparece el Boletín de la Acción Católica Española. En 1929 se celebra la “I Semana Nacional de Consiliarios” en Toledo y el “I Congreso Nacional de la Acción Católica” en Madrid113.

12. Conclusiones La Conferencia de Metropolitanos es una institución que nace en un momento de

crisis política y social y que se consolida durante el gobierno de Primo de Rivera. Su surgimiento tiene unos prolegómenos o precedentes fallidos que se remontan a los inicios de siglo, época desde la cual la Santa Sede intentaba unir a los obispos españoles en una asamblea episcopal a semejanza de las que ya funcionaban en Europa central e Italia.

Estas asambleas se afianzan a lo largo de la década de los veinte en que se va estableciendo un protocolo de acción, se discriminan temas, se aportan puntos de vista y en definitiva se trabaja en pos de un reglamento definitivo que llegará en

106 Cfr. AMC, n. 61 (1923). 107 Cfr. AMC, n. 119 (1924). En que se agradece a la Junta Central “la valiosa y constante cooperación con que apoya a los prelados en la acción social y en otros órdenes de la vida religiosa”. 108 Cfr. AMC, n. 21 (1923). 109 Cfr. AMC, n. 39 (1923). La Acción Católica de la Mujer fue puesta en marcha por el cardenal Guisasola en 1919. La presidenta de la A. C. de la Mujer, condesa de Gavia, venía de participar en el congreso de la “Unione Femminile Cattolica Italiana” celebrado en Roma (1.X.1922). 110 Escrita el 26 de febrero de 1924. El cardenal Reig era desde el diecinueve de julio de 1923 el Director Pontificio de la Acción Católica en España. En septiembre de 1923 se dan los nuevos estatutos de la Acción Católica Italiana y en diciembre Pío XI escribe su encíclica Ubi arcano en que insta al desarrollo de la Acción Católica en todos los países. 111 Cfr. AMC, n. 216 (1926). 112 Enseguida esta reorganización recibió grandes elogios de la propia Conferencia. Cfr. AMC, n. 271 (1927). La reorganización estaba inspirada en el modelo italiano de Acción Católica. 113 Se celebraron respectivamente en septiembre y noviembre. El congreso nacional abordó los siguientes temas: acción social agraria, acción social obrera, acción católica femenina, juventudes, madres de familia y prensa católica.

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1929. Este reglamento, querido por la Santa Sede, trámite la nunciatura, ralentizará, no obstante, la toma de decisiones y sobretodo la puesta en marcha de proyectos.

La Conferencia de Metropolitanos, al ser aceptada por el resto del episcopado, romperá, hasta cierto punto, el tradicional aislacionismo de la jerarquía española. No obstante, su aceptación estará condicionada a la figura del nuncio y al impulso de Roma. Por primera vez se dispondrá de un órgano de representación de todo el episcopado español, cuya actuación pública trascenderá especialmente durante la instauración de la Segunda República.

La Conferencia busca unidad de acción en los grandes temas de carácter general que afectan a la Iglesia Española. De hecho, se propone ser el interlocutor válido con el gobierno de Primo de Rivera y establecer un estrecho control sobre todas las obras católicas del momento. Este control de las iniciativas privadas y la promoción de las grandes iniciativas públicas no se puede entender sin la benignidad del régimen para con la Iglesia y, por otra parte, sin la aquiescencia y respaldo de la Santa Sede.

En cuanto a los temas tratados en las conferencias estos no difieren en exceso de los estudiados en las asambleas de otros episcopados europeos. Destacar, no obstante, algunas peculiaridades del caso español: el haber abortado el nacimiento de un grupo demócrata cristiano por falta de confesionalismo oficial; las reiteradas protestas por el incumplimiento económico del Concordato en lo que respecta a los haberes del clero; la lucha contra la “Institución Libre de Enseñanza”; la preocupación por la emigración española en Francia…A la vez es una época de construcción y de crecimiento de la actuación pública de los católicos en España como se puede ver por la reorganización de la Acción Católica o por la promoción de los congresos católicos. Durante la Segunda República la Conferencia pasará de esta actitud expansiva a la de contención motivada por la creciente hostilidad del gobierno y también por el cambio de presidencia después de la expulsión de Segura, pero este argumento ya excede los propósitos que nos habíamos marcado con nuestra contribución.

Santiago Casas Rabasa

Instituto de Historia de la Iglesia Universidad de Navarra E-31080 PAMPLONA

[email protected]