kohan bolivar

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Simón Bolívar y nuestra Independencia Una lectura latinoamericana Néstor Kohan Ediciones digitales de LA ROSA BLINDADA * Apéndice I Rodolfo Walsh: «Un ensayo sobre San Martín» * Apéndice II Del «Bolívar» de Karl Marx al marxismo bolivariano del siglo XXI (Índice al final del volumen) 1

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  • Simn Bolvar y nuestra Independencia

    Una lectura latinoamericana

    Nstor Kohan

    Ediciones digitales de

    LA ROSA BLINDADA

    * Apndice I Rodolfo Walsh: Un ensayo sobre San Martn

    * Apndice II

    Del Bolvar de Karl Marx al marxismo bolivariano del siglo XXI

    (ndice al final del volumen)

    1

  • Lo imposible es lo que nosotros tenemos que hacer, porque de lo posible se encargan los dems todos los das!

    Simn Bolvar (Respuesta al general Pez, 1819)

    Por qu nos pintan a la libertad ciega y armada de un pual?

    Porque ningn estado envejecido o provincias, pueden regenerarse ni cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos de sangre

    Mariano Moreno Plan revolucionario de operaciones (Buenos Aires, 30 de agosto de 1810)

    Compaeros del ejrcito de los Andes: La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos: sino tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos tiene de faltar: cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres, y sino andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: Seamos libres, y lo dems no importa

    nada... Jos de San Martn

    Orden General (27 de julio de 1819)

    La mano dio luz al sol y a los astros, y hace girar los cielos, humilla a veces los tronos, borra los imperios, as como desde

    el polvo encumbra a lo sumo de la grandeza a un mortal desconocido, demostrando al Universo que los mortales, los imperios, los tronos,

    los cielos y los astros, son nada en comparacin de su poder. Mariano Moreno

    Plan revolucionario de operaciones (Buenos Aires, 30 de agosto de 1810)

    El pueblo que combate, al fin triunfa Simn Bolvar

    Proclama a los ilustres hijos del Cauca (7 de noviembre de 1819)

    2

  • Dedico esta investigacin a mi amigo y compaero Anchiga, combatiente de los pueblos originarios y de la Patria Grande,

    bolivariano y comunista, quien con tanto amor y dedicacin cuid los libros de Bolvar como el tesoro ms preciado, frente a las fuerzas del

    capitalismo (tambin de la humedad y de los insectos). Ojal que despus de leer este trabajo me devuelva, por fin,

    las cuatro tortas fritas que le gan en una apuesta.

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  • Memoria y resistencia (Prlogo de Nstor Kohan)

    Como San Martn y Bolvar y como el Che, como revolucionarios

    latinoamericanos, los mejores hijos de nuestro pueblo sabrn hacer honor a nuestras hermosas tradiciones revolucionarias, transitando

    gloriosamente sin vacilaciones por el triunfal camino de la segunda y definitiva independencia de los pueblos latinoamericanos.

    Mario Roberto Santucho (Robi, El Negro)

    Sin memoria histrica no hay identidad, ni personal ni colectiva. Sin identidad, sin investigar de donde venimos (la historia y la memoria colectiva de nuestros pueblos) y sin recordar quienes somos (nuestra memoria personal), se torna imposible cualquier tipo de resistencia. Si nadie resiste no hay dignidad ni decoro. Sin dignidad la vida no merece llamarse tal. Sin memoria histrica no hay esperanza de un futuro digno.

    Nosotros sabemos quienes somos y de donde venimos. La voz del amo y el discurso del poder insisten una y otra vez para que nos avergoncemos y nos despreciemos a nosotros mismos, renegando de nuestra historia y nuestra cultura bajo un complejo, inducido, de supuesta inferioridad.

    A pesar de la reiterada insistencia con que intentan inculcarnos semejante sometimiento no logran fracturar nuestra identidad. Por eso no nos pueden quebrar ni cooptar. Pasan los aos y seguimos remando con tenacidad, contra viento y marea, frente al oleaje y los huracanes, en busca de la tierra prometida. Cuando el horizonte est nublado, los radares no funcionan y los viejos mapas quedaron desactualizados, la memoria histrica nos gua. Es nuestra brjula y nuestro faro, personal y colectivo.

    Este libro que est en tus manos (o bajo tu mirada) era para m una tarea pendiente. Amigos y compaeros me lo demandaron, me presentaron sus urgencias, me insistieron mil veces hasta que lograron convencerme.

    Dud mucho. Al comienzo, di incontables vueltas de lectura antes de ponerme a escribir. Luego, la tarea de la investigacin se multiplic como un ramillete de laberintos que formara parte de La historia interminable. La escritura se me prolong mucho ms de lo que haba planificado.

    Desarmar toda la cadena de mentiras, de falsedades, de tergiversaciones histricas con las que nos bombardean a cada minuto implicaba un trabajo arduo y prolongado. Pero contaba con un aliciente. Saba que viajando hacia atrs en el tiempo me encontrara con un tesoro incalculable, no en dinero, tarjetas de crdito, bales llenos de joyas, acciones de empresas o lingotes de oro sino en valores, tica, dignidad, justicia, perseverancia y rebelda. En cada estacin y descanso de ese largo viaje donde cada una de nuestras historias personales se entremezcla y nos remite siempre a una historia colectiva me esperaba para dialogar gente que, peleando y luchando por los dems, entreg su vida por ideales y proyectos colectivos muchsimo ms importantes que su propio ombligo (como alguna dijo Bolvar, nosotros somos apenas una pequea pajita en medio de un huracn que a todos nos envuelve). Por eso ir hacia el pasado y conocer lo que otros hicieron nos puede servir de ejemplo para decidir y saber qu hacer con nuestra propia vida en medio de tanta confusin.

    Lejos de aquellas modas althusserianas y las frmulas estructuralistas ya por suerte fenecidas que otrora tanto sedujeron a la intelectualidad crtica latinoamericana

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  • (gracias a los manuales de una compaera chilena), nuestro marxismo es un marxismo con historia y en el cual no hay objeto sin sujeto, no hay toma de conciencia colectiva sin toma de conciencia individual. A contramano de los dogmas positivistas, quien investiga no est fuera del objeto de estudio. Indagar sobre Bolvar es indagar sobre nosotros mismos y sobre nuestra propia historia.

    Tena entonces que remover los recuerdos y desempolvar mi memoria, tratando de recomponer y ordenar lo aprendido, hacindome nuevas preguntas sobre lo que supona seguro, investigando al mismo tiempo la historia colectiva de nuestros pueblos apelando a fuentes diversas de las oficiales, voces olvidadas, autores marginales, libros malditos o prohibidos. Haca falta mucha paciencia y un trabajo sistemtico de hormiga (roja, por supuesto). Pero haba que hacerlo. Vali la pena (y la alegra) el esfuerzo. Me result apasionante. Ojal genere la misma pasin en quien lo lea.

    La investigacin y la redaccin son entonces individuales, las demandas de conocimiento son sociales. Una vez ms, como en tantas otras oportunidades, la urgencia poltica me apur y me impuls a encarar esa tarea que vena postergando.

    Haciendo memoria, sacudiendo los olvidos y hurgando en nuestro pasado personal, recuerdo la escuela primaria, aquellos actos escolares en la periferia de la provincia de Buenos Aires (escuela pblica al lado de un baldo, calle de tierra, aulas y biblioteca de paredes de madera con techo de chapa), donde los chicos de 8 aos nos disfrazbamos en cada fecha patria para representar nuestra primera independencia. En aquella poca yo quera representar a Manuel Belgrano, el creador de nuestra bandera nacional, colaborador de Mariano Moreno y amigo de la lder insurgente Juana Azurduy. La profesora de guitarra nos enseaba canciones en homenaje a esta legendaria guerrillera Truena el can, prestame tu fusil, que la revolucin viene oliendo a jazmn. Tierra del Sol en el Alto Per, el eco nombra an a Tupac Amaru y la cueca de los sesenta granaderos, paisanos de San Martn.

    Poco tiempo despus, el 24 de marzo de 1976, se produjo el sangriento golpe de estado del general Videla. Los nios intuamos que estaba pasando algo muy malo, pero no entendamos bien qu era. Amenazado de muerte, mi padre se tuvo que escapar un tiempo de la casa y, aunque mi hermanito no haba cumplido todava dos aos, l se vio obligado a andar escondido y clandestino. Se refugi y se ocult, segn me cont muchos aos despus, en casa de amigos solidarios. En la escuela pblica me hacan formar fila y marchar junto con mis compaeritos de 9 aos, dentro de la escuela y por las calles del barrio, como si furamos soldados. Pareca un film de Fellini. Una escena disparatada y dantesca. Un par de aos despus, vino el campeonato mundial de ftbol. Argentina campen. Aunque nos encantaba el ftbol e bamos siempre a la cancha, mi padre no me permiti salir a la calle a festejar el triunfo de la seleccin con una bandera argentina. No comprenda su negativa, pens en silencio que era un viejo aburrido. Era muy chico para entenderlo. Hoy estoy orgulloso. Esas miles y miles de banderas argentinas flameando en la calle fortalecan a la dictadura militar genocida que utiliz el ftbol y el sano sentimiento nacional de nuestro pueblo para mostrarle al mundo que en Argentina todo estaba bien..., legitimando as los campos de concentracin y exterminio de nuestros 30.000 compaeros secuestrados, torturados, despellejados (a poca distancia de los estadios de ftbol) y finalmente desaparecidos. De quin es la bandera nacional creada por Belgrano para forzar la independencia y defendida por San Martn en los campos de batalla? De los jvenes rebeldes, las organizaciones populares y la insurgencia revolucionaria o de los militares genocidas que secuestraron a nuestros compaeros? Los fascistas, perversos y cobardes violadores de mujeres indefensas y ladrones de sus bebs, quisieron tambin robarnos y apropiarse de nuestros smbolos patrios, de nuestra historia y de nuestra identidad nacional. San Martn, para ellos, era

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  • apenas uno ms de sus secuaces torturadores. Quin es el dueo de las esperanzas de San Martn? A quin pertenecen los sueos de Bolvar? Todava hoy, ya avanzado el siglo 21, muchos amigos y compaeros de mi generacin algunos y algunas con sus padres desaparecidos ven agitarse las banderas nacionales y las asocian inmediatamente con el campeonato mundial de ftbol organizado y manipulado por los militares torturadores. El debate por la cuestin nacional no est saldado en Argentina. Sospechamos que tampoco en gran parte de Amrica Latina. Quizs estudiar a Simn Bolvar y releer nuestra primera independencia desde un ngulo latinoamericano pueda ayudar o contribuir a resolver esa incgnita tirando al cesto de la basura la mugre inhumana de los torturadores.

    Al ao siguiente, al finalizar con 12 aos la escuela primaria, tuve que comenzar a estudiar seriamente historia para poder rendir el examen de ingreso a la secundaria. Era obligatorio leer y saber completo el Curso de historia argentina (1979) de Juan F.Turrens. Ese fue mi primer manual. Hace poco lo encontr perdido en cajas de cartn que parecen cobrar vida propia en mi biblioteca. Estaba escrito por un profesor, fantico liberal (discpulo de Levene), que narraba la historia argentina y las luchas de la independencia latinoamericana insuflando en los nios ardor y pasin lo cual era muy bueno pero desde un ngulo y una perspectiva totalmente dislocada (por ejemplo le atribua a Bolvar ideas panamericanistas quizs confundindolo con Santander o Rivadavia?). En la niez obviamente no lo advert. Hoy me doy cuenta al revisarlo: la cronologa histrica local de este manual se cerraba con el general Jorge Rafael Videla. La cronologa internacional se clausuraba con Fidel Castro y el Che Guevara. As postulaba la historia oficial la pelea del momento: las dictaduras militares en lucha contra el comunismo como gran fantasma a vencer a nivel mundial. Sin embargo, la narracin histrica de nuestra primera independencia que escribi este profesor liberal era gil y estaba aceptablemente bien escrita para la comprensin de un nio de 12 aos. En aquella poca me lo devor con entusiasmo y mucha ingenuidad. Ese fue mi primer acercamiento a esta problemtica.

    Un ao ms tarde, cuando tena 13 aos, estaba en el primer ao de la escuela secundaria y necesitaba preparar las clases y lecciones de historia. En la educacin argentina circulaban por entonces unos manuales histricos primitivos y anodinos, extremadamente mediocres, de un autor llamado Jos Cosmelli Ibez. Varias generaciones escolares fueron sometidas y obligadas a memorizar sus bodoques indigeribles. Este curioso pedagogo era un vulgar apologista, ni siquiera disimulado, de los golpes de estado y las dictaduras militares. Sencillamente una bolsita de basura, pero de mala calidad, con aspiraciones a liberal (no llegaba ni siquiera a eso, era muy inferior al nivel de Juan Turrens).

    Para eludir esa bazofia, un amigo de mi padre me prest entonces un grueso volumen sobre las guerras de San Martn. Ese ejemplar si no recuerdo mal era el tomo sexto perteneca a la Historia argentina de Levene, una obra enciclopdica y monumental de 15 volmenes.

    All aprend sobre la guerra de zapa (guerra de inteligencia) que San Martn dirigi y la guerra de guerrillas que bajo sus rdenes Juan Antonio lvarez de Arenales protagoniz contra el imperio espaol, as como la pica guerra de las republiquetas, en la retaguardia realista del Per y del Alto Per desplegada para envolver a los colonialistas y finalmente derrotarlos por todos los frentes, con el ejrcito regular y con las fuerzas insurgentes. Este nuevo libro que cay en mis manos estaba coordinado y escrito por Ricardo Levene, presidente durante 25 aos de la Academia Nacional de la Historia (voz oficial de las clases dominantes argentinas en la materia) y uno de los principales representantes y continuadores de la escuela historiogrfica del general

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  • Bartolom Mitre. Tambin lo devor. La fantasa y la imaginacin infantil me hacan asociar, con no poca vaguedad,

    mucha ignorancia y bastante entusiasmo, lo que lea en cada pgina sobre la guerra de guerrillas de Arenales y Juana Azurduy y las operaciones de inteligencia de San Martn contra los espaoles con la lucha del Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP). Esta insurgencia guevarista nacida en 1970 ya por entonces haba sido aniquilada en la Argentina de la dictadura militar de Videla mientras yo estudiaba la escuela primaria, sin embargo, sin que l lo notara haba escuchado a mi padre hablar sobre ella con algunos de sus amigos (muchsimos aos despus, cuando estaba internado agonizando, me enter por viejos guevaristas que mi padre, militante de toda su vida y oficial-mdico del aparato militar del comunismo, haba colaborado durante un tiempo con sus amigos del Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP), obviamente en la clandestinidad y sin que la familia supiera nada. Mientras tanto, en aquellos tiempos de oscuridad, censura y miedos generalizados, mi madre me mostraba en secreto y casi susurrando recortes periodsticos, celosamente conservados en una carpeta naranja, de cuando haban asesinado al Che en Bolivia). Entonces, con 13 aos, yo no entenda bien cmo ni porqu, pero estudiar a San Martn, casi en clave de aventuras de Sandokn, Emilio Salgari y Julio Verne, me remita en la imaginacin a la insurgencia comunista que combata por el socialismo en las tupidas selvas de la provincia de Tucumn.

    Fascinado con ese grueso libro sobre San Martn que me haban prestado, le ped a mi padre que me regalara la coleccin completa, de aspiraciones enciclopdicas, pero como eran 15 tomos sumamente caros l no los pudo comprar por falta de dinero. Menos mal! Esa corriente historiogrfica mitrista y liberal, durante ms de un siglo hegemnica en nuestro pas, aunque monopolizaba la Academia Nacional de la Historia, haba falseado completamente nuestro pasado, simulando alabar a San Martn (caricaturizado y deformado, mientras tergiversaba y censuraba a Mariano Moreno) a costa de insultar a Simn Bolvar.

    Con manuales de baja categora o con esta literatura ms refinada y erudita, la escuela secundaria difunda esa visin liberal como si fuera nica. Aunque desinformados por esa literatura oficial, los muchachos nos apasionbamos en nuestras discusiones de historia al riesgo de llegar al lmite de los golpes de puo, no por el ltimo modelo de telfono celular, la admiracin por un automvil de lujo o las marcas de la ropa de moda sino por lo que considerbamos que deban ser (o no) nuestros libertadores y nuestros hroes. No me avergenzo hoy de aquellas pasiones, discusiones y peleas adolescentes, aunque lamento la ignorancia que las rodeaba con esos profesores liberales que nos deformaban y enturbiaban la visin.

    Y entonces, el 2 de abril de 1982, comenz la guerra de Malvinas. Me enter viajando en el subte (el metro) a la salida de la escuela, porque todos los altoparlantes pasaban de repente canciones patrias. Era raro. Los mismos torturadores, desaparecedores y perros sumisos de Estados Unidos se convertan repentinamente y por arte de magia en sbitos patriotas. Las radios, que habitualmente slo difundan msica en ingls, descubran de un da para otro el rock en castellano. Con 15 aos yo entenda ya un poquito ms. Cuando mi mejor amigo del barrio pas a buscarme para tomarnos el colectivo y luego el tren y desde all ir a la plaza de mayo con una bandera argentina a festejar junto con el general Galtieri (que tena varias medallas del Ejrcito norteamericano en sus escuelas de tortura de Panam) no quise ir. Su familia nunca me lo perdon. Le sugiri incluso que no me viera ms y rompiera la amistad de toda nuestra infancia. Queramos y queremos las Malvinas, porque son argentinas y latinoamericanas, odiamos al colonialismo britnico (y a todos los colonialismos), pero desprecibamos a esos generales instructores en guerra contrainsurgente que haban

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  • estudiado en la Escuela de las Amricas como torturar a nuestros pueblos (no slo al argentino, pues esos militares tambin torturaron en Honduras, organizando a los contras y combatiendo a la revolucin sandinista). En Malvinas se vio claro quien es quien. A la Argentina la apoyaron desde toda Amrica Latina (menos el general Pinochet que colabor activamente con Margaret Thatcher) y la enfrentaron Europa y Estados Unidos. En mi barrio, el hijo de la seora que venda verduras a media cuadra de mi casa fue a la guerra reclutado como soldado. Tena 18 aos. No volvi ms. La bandera argentina creada por Belgrano, que simbolizaba la independencia, la dignidad nacional y la unin latinoamericana, fue defendida con la vida de miles de muchachos y jvenes humildes de nuestro pueblo, de nuestros barrios y nuestras provincias ms pobres, mientras los altos oficiales se entregaban sin combatir, como hizo el gran macho argentino, el capitn torturador y comando especial Alfredo Astiz, muy valiente para secuestrar monjas, torturar mujeres atadas de pies y manos y tristemente famoso por otras hazaas similares, pero que en las islas Georgias del sur se rindi y se entreg sin haber disparado un solo proyectil contra el ejrcito ingls, apenas una hora despus de que los colonialistas descendieran en las islas. La identidad nacional latinoamericana de San Martn y Bolvar sometida nuevamente a disputa entre un pueblo noble, digno, sacrificado, rebelde y luchador y unas Fuerzas Armadas genocidas, despiadadas perras guardianas de una burguesa lumpen y cipaya, completamente ajenas a la soberana popular y a la dignidad nacional.

    Avanzada la adolescencia, a los 16 aos comenc a militar en el centro de estudiantes, por entonces clandestino (todava estaba en el poder la sangrienta y genocida dictadura militar que, an en decadencia, se negaba a permitir, reconocer o legalizar los organismos gremiales, estudiantiles y sindicales). Me incorpor en ese momento a una organizacin poltica marxista desde la que comenzamos a publicar en la escuela una pequea revista llamada La Trinchera (que llevaba al Che Guevara en su portada, con una estrella roja de cinco puntas dibujada a mano con marcadores y donde escribamos de filosofa y de historia). Aun siendo menor de edad, termin preso en una comisara por las huelgas estudiantiles. A partir de La Trinchera volv a la lectura de la historia, intentando encontrar un sentido para mi vida y una visin diferente de la historia oficial. Esto ltimo me result muy difcil Recuerdo aquel historiador comunista (su seudnimo era Leonardo Paso) a cuyos cursos asist cuando tena 17 aos. Ingenuamente y con mucha ansiedad esperaba encontrar en sus conferencias la verdad. No fue as, ms bien todo lo contrario. Sala de la escuela al medioda y como viva muy lejos de la capital (tena que tomar un colectivo, un tren y un subte), deambulaba por la ciudad sin rumbo fijo haciendo tiempo durante ocho horas para poder ir al curso que dictaba este profesor historiador oficial del partido comunista argentino bien entrada la noche. Incluso arrastr y llev a algunos amigos a esos cursos. Les promet que all bamos a encontrar una visin diferente y opuesta a la historia oficial argentina del general Mitre que nos haban inculcado en la escuela. Para mi sorpresa y decepcin, en esos seminarios escuch a este profesor supuestamente comunista hablarnos maravillas de Bernardino Rivadavia (una figura histrica muy similar a la de Santander, gran enemigo de San Martn quien lleg a desafiarlo a duelo y opositor a muerte contra Simn Bolvar y el Congreso Anfictinico de Panam). Esos seminarios, me enter despus, sintetizaban las tesis de su libro Rivadavia y la lnea de mayo [Buenos Aires, Fundamentos, 1960]. Qu tristeza!

    En aquellos tiempos adolescentes lo intu, hoy ya puedo estar seguro: el marxismo liberal (que suscriba puntualmente la historiografa de Mitre con jerga izquierdista, mientras que con Ponce atacaba a Bolvar y con Leonardo Paso cantaba loas a Rivadavia) permaneca subordinado a la cultura burguesa tradicional y

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  • hegemnica. Esa posicin nada tiene que ver con el pensamiento de fuego de ese len llamado Karl Marx cuya piel se ponen en los hombros para as adquirir prestigio y audiencia juvenil ms de un ratn, pusilnime y reformista, siempre temeroso de romper los lmites de la cultura oficial.

    Resulta lgico y comprensible que en el panten oficial de una burguesa lumpen todo se vuelva asimilable y eclctico (el pastiche posmoderno le viene a esta burguesa como anillo al dedo a la hora de legitimarse). Por ello en la Argentina el mayor monumento en homenaje a Simn Bolvar est emplazado nada menos que en el parque Rivadavia, dedicado a su gran enemigo. Monumento ubicado, en plena ciudad autnoma de Buenos Aires, sobre la avenida que tambin lleva el nombre de Rivadavia. Los billetes de dinero argentino mezclan, como si todo fuera lo mismo, al general Mitre, al general San Martn, al general Belgrano, al brigadier Rosas, al escritor y presidente Sarmiento y al general Roca. Como dice el tango Cambalache, en un mismo lodo todos manoseaos. Eso es el populismo.

    Que la burguesa opere histricamente de esa manera no es raro ni excepcional. Lo que resulta inadmisible es que en nombre del marxismo se pretenda subordinar a Bolvar (y a San Martn) bajo el manto de Rivadavia, de Mitre, del liberalismo, del panamericanismo y del supuesto progreso de una dependencia generada por los emprstitos leoninos contrados con Gran Bretaa.

    Pero aquellas primeras decepciones no mataron ni apagaron nuestro inters. Haba que hacer el duelo. La bsqueda continu.

    Durante esos aos juveniles iba con mi padre a conversar semanalmente o cada 15 das con Ernesto Giudici, pensador marxista y comunista que discrepaba con el marxismo liberal de los historiadores oficiales del partido comunista (organizacin a cuyo comit central Giudici haba pertenecido durante cuarenta aos). El viejo Ernesto, al que considero mi verdadero maestro, me dio entonces para leer un artculo suyo de 1983 titulado Marx, Bolvar y la integracin latinoamericana. Lo escribi para un encuentro en Caracas dedicado al Bicentenario del Libertador al que no pudo viajar porque no tena dinero ni para comprarse ropa. Pero Ernesto, mi viejo y querido maestro, igual envi su ponencia a Venezuela, trabajo que en Argentina la revista Icaria public en 1984. En ese pequeo artculo de Giudici (amigo de Rodolfo Puiggrs e interlocutor del Che Guevara y de Robi Santucho) comenc, por fin, a encontrar el camino para otra visin de nuestra historia, argentina y latinoamericana, inspirada en Marx y Lenin pero al mismo tiempo sanmartiniana y bolivariana. A diferencia de Anbal Ponce, el viejo Ernesto Giudici como haban hecho Julio Antonio Mella o Jos Carlos Maritegui reivindicaba una lectura bolivariana de Nuestra Amrica desde un ngulo marxista. Era lo que estaba buscando. Hoy en da contino pensando, indagando y reflexionando dentro de ese horizonte y a partir de esa tradicin. Este libro est escrito desde esa perspectiva (al menos eso intenta).

    Ms tarde, en 1985, me encontr con un ensayo biogrfico sobre San Martn redactado por Rodolfo Walsh. Estaba indito, recin se public ese ao. All nuestro querido Rodolfo (desaparecido en 1977 por los militares genocidas de Argentina) nos mostraba un San Martn bien distinto al de la historia oficial. Ese San Martn no era enemigo del Libertador de la Gran Colombia, sino todo lo contrario. Mientras lo comparaba con Clausewitz y explicaba su doctrina del pueblo en armas y la guerra revolucionaria de todo el pueblo (que San Martn haba aprendido de joven en la guerra de guerrillas contra Napolen), Rodolfo Walsh nos acercaba a un San Martn profundamente latinoamericanista y estrechamente unido a Simn Bolvar. Por esos aos me enter que Mario Roberto Santucho, lder de la insurgencia del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y comandante del Ejrcito Revolucionario

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  • del Pueblo (ERP), tambin insista sobre las enseanzas de San Martn desde un ngulo comunista, latinoamericanista y bolivariano, donde el eje era la Patria Grande y la revolucin continental. No casualmente la bandera de la insurgencia del ERP era la bandera del Ejrcito de los Andes de San Martn a la que se le sumaba la estrella roja.

    La afinidad que Rodolfo Walsh y Mario Roberto Santucho encontraban entre San Martn y Bolvar no era un invento oportunista y manipulador. No es casual que a lo largo de todos sus aos de exilio, San Martn conservara en la intimidad de su dormitorio un retrato de Simn Bolvar (como hara hoy un militante con las imgenes del Che Guevara). En su casa San Martn tena tres retratos de Bolvar: primero, una miniatura que le regalara personalmente el otro Libertador al terminar la entrevista de Guayaquil, segundo, un leo bastante grande pintado por Mercedes, su propia hija, realizado a pedido de su padre y el tercero, una litografa cuyo dibujo fue realizado por Quesnet y litografiado por Frey. La litografa llevaba una frase que habra pronunciado Bolvar: Unin, unin y seremos invencibles!. San Martn colg en su dormitorio esta litografa de Bolvar en 1824 y la mantuvo hasta la muerte, ms de un cuarto de siglo despus... (si odiaba tanto a Bolvar como sugieren los historiadores mitristas, para qu colgar en la pared la imagen de un pretendido enemigo frente a su cama?). Ms all de las manipulaciones y las mentiras de la historia oficial, lo cierto es que hasta el ltimo de sus das el Libertador argentino profes, pblicamente y en la intimidad de su correspondencia, sincera admiracin personal y respeto poltico por el otro Libertador de Nuestra Amrica.

    Por contraposicin con la mirada latinoamericanista de la insurgencia, el Ejrcito argentino de la burguesa, genuflexo y servil con EEUU, construy una imagen de San Martn padre de la patria argentina (patria chica), competidor, adversario y enemigo de Bolvar y su Patria Grande (por ejemplo en el film de 1970, financiado y producido por las Fuerzas Armadas argentinas, El santo de la espada, dirigido por Leopoldo Torre Nilsson, protagonizado por Alfredo Alcn y con guin de Beatriz Guido y Luis Pico Estrada quienes adaptaron la biografa de Ricardo Rojas El santo de la espada: Vida de San Martn [Buenos Aires, Losada, 1944]; versin anloga a la que difundi durante dcadas el Instituto Nacional Sanmartiniano, fundado en el Crculo Militar el 5/4/1933 por el ultracatlico Jos Pacfico Otero).

    Adems de Walsh y Santucho, en aquellos aos continu leyendo a historiadores, militantes y crticos culturales como Rodolfo Puiggrs, Milcades Pea, David Vias, Michael Lwy y a muchos otros compaeros que con diversa suerte y desde ngulos bien distintos intentaron desmarcarse de la historia oficial y cuestionar su eurocentrismo.

    Aunque por mi cuenta iba enhebrando y tratando de articular esas lecturas prohibidas y dispersas (que trat de utilizar durante los quince aos que trabaj dando clases de historia, sociologa y educacin cvica en escuelas secundarias), en la Universidad me seguan insistiendo hasta el hartazgo con la visin monocorde de la historia oficial. Por entonces el relato de las clases dominantes se haba perfeccionado. Ya no era tan ingenuo y brutal como el liberalismo mitrista antibolivariano de mis antiguos profesores de la adolescencia. Ahora nos presentaban la mirada de los vencedores y las clases dominantes de un modo ms refinado, servida en la bandeja filosfica del posmodernismo, mercanca acadmica de baja calidad, pero por aquellos aos de moda. Desde esa filosofa universitaria de origen europeo (nacida a partir de la impotencia y la derrota de la rebelda fallida del 68 francs) muchos profesores antes marxistas, durante los aos 70, luego eurocomunistas o perestroikos en los 80 y finalmente, en los 90, socialdemcratas posmodernos tras su regreso del exilio en Mxico trataron de convencernos de que indagar sobre Simn Bolvar, San

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  • Martn, Mariano Moreno, la rebelin negra de Hait, Jos Mart o Augusto Csar Sandino era perderse en un callejn sin salida buscando infructuosamente lo que los posmodernos denominan el mito del origen. Para la mirada posmoderna (compartida por el posestructuralismo y el posmarxismo) conocer y reflexionar sobre la historia propia, la de Nuestra Amrica, no sirve para nada ni tiene sentido alguno. Es ms segn ellos no hay historia real, la historia sera tan slo un entramado acadmico de relatos sobre relatos, discursos sobre discursos, completamente caprichosos, manipuladores y arbitrarios sin pretensiones de verdad alguna. Desde ese ngulo no existiran antecedentes a imitar ni ejemplos de lucha que nos sirvan de brjula, orientacin y sentido para nuestras vidas: no hay nada que aprender de la memoria histrica. Todo el pasado se evapora repentinamente con dos pases mgicos de alquimismo acadmico y de giro lingstico. Los revolucionarios que nos antecedieron hace dos siglos seran tan solo un mito, pura ficcin, un relato inventado, efectos de dispositivos discursivos sobre otros discursos. En la narrativa posmoderna la historia se convertira en algo as como un suceder caprichoso de capas geolgicas que se suceden sin ton ni son de manera puramente azarosa y fortuita, carente completamente de sentido.

    Durante la hegemona posmoderna los profesores de historia de la Academia nos decan que un buen historiador no debe meterse en poltica. Para ser serio y riguroso, tener prestigio y gozar del respeto de la comunidad cientfica, habra que tratar de ser un especialista profesional (lase apoltico). Cuanto ms restringido, limitado y microscpico sea el objeto de estudio, y ms alejado de los conflictos, mejor. Genera menos problemas y aumenta la probabilidad de ser publicado, ganar becas y obtener ctedras. Fabricar papers como chorizos, inodoros, incoloros, inspidos, con largusimos prrafos que incluyan 20 proposiciones subordinadas sin decir nada sustantivo (segn el estilo de redaccin del dolo de la historiografa acadmica argentina de los ltimos 30 aos), sin armar lo y sin que nadie se enoje. Ese era el modelo de historiador e intelectual que pretendan inculcarnos. Pusilnime, triste y mediocre. Apelando a un Pierre Bourdieu completamente mutilado y deformado, por entonces nos machacaban hay que respetar el campo intelectual y cientfico de la historiografa sin cruzarlo con el campo poltico como errneamente hicieron los historiadores militantes de los aos 70. De esa manera vergonzosa, insultando a los historiadores militantes, asesinados o desaparecidos, estos mandarines del poder de turno, endulzados con las mieles de los programas acadmicos del Banco Mundial y los dinerillos de las fundaciones privadas, nos invitaban a abandonar toda mirada macro y toda perspectiva crtica para ganar, eso s, alguna beca apoltica. Frente a esa fauna tan gris y desabrida siempre me acordaba de Deodoro Roca, mximo idelogo de la Reforma Universitaria de 1918, cuando escribi El puro universitario es una cosa monstruosa.

    En definitiva, esa gente derrotada, desilusionada, a sueldo del poder, cnica y sin escrpulos, con muchas ctedras y editoriales pero sin respeto alguno por la verdad ni amor por el conocimiento, pretende que el pasado y su historia sigan siendo propiedad privada de las clases dominantes hasta ahora vencedoras. Los poderosos permanecen de este modo dueos de la historia como son dueos de todo lo dems.

    Los mismos bufones que viven cantando loas a las inigualables libertades del Mercado Capitalista, a las maravillas constitucionales de EEUU y La Gran Democracia norteamericana donde la tortura es legal, a las hazaas de los marines y bombardeos humanitarios, a las princesas prostituidas de Disney y los brillos mediocres de Miami, a los estereotipos trillados de Hollywood y al consumo indigerible de Mc Donalds tienen la desfachatez de calificar como mito a Bolvar y San Martn, a los negros insurrectos de Hait y a los combatientes amerindios de Tupac Amaru, a Jos Mart y a

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  • Sandino. El mito est en la historia rebelde de Nuestra Amrica o en el marketing de las tiendas y supermercados de Miami? El mito se encuentra en la rebelda callejera o en los simulacros de pensamiento que circulan por la Academia? Con ademanes perversos y manipuladores la historia oficial antes liberal, luego posmoderna asume nuevos vestidos para reciclarse y seguir confundiendo cerebros y engaando corazones, siempre en funcin de perpetuar la dominacin y la obediencia.

    En todo caso, si los primeros libertadores y los pioneros de la insurgencia nuestro-americana fueran mitos, ellos lo seran en un sentido muy distinto al empleado por el relato acadmico posmoderno (que asocia el supuesto mito del origen con una visin caprichosa, inventada a posteriori y fantasmagrica de la historia). Muy por el contrario, Tupac Amaru, Toussaint LOuverture, Bolvar, Manuela Saez, San Martn, Juana Azurduy, Mariano Moreno, Artigas o Jos Mart constituyen mitos en el sentido que le otorga a este concepto el amauta Jos Carlos Maritegui, quien asocia el mito con un smbolo de un fenmeno histrico real (que sintetiza voluntades, sueos, proyectos y anhelos colectivos) capaz de movilizar y desatar la explosiva energa popular. Nuestros libertadores no son mitos ni ficciones arbitrarias inventadas a posteriori. Se equivoca gravemente el posmodernismo. Sus luchas existieron, no son puro relato ficcional ni simples efectos de discursos. Los miles de muertos que quedaron en el camino de las guerras de nuestra primera independencia no constituyen una ficcin, son bien reales (tan reales como nuestros miles de compaeros desaparecidos durante las batallas e insurgencias a lo largo del siglo 20). Es la memoria histrica de esos miles y miles de muertos y desaparecidos, as como de los libertadores que nos precedieron, la que nos mueve a continuar su lucha por la segunda y definitiva independencia, slo realizable cuando concretemos mediante la revolucin una reorganizacin socialista de nuestros pases, de nuestro continente y del mundo.

    Si son mitos, es en el preciso sentido mariateguiano, pues sus luchas reales constituyen ejemplos a seguir en el presente, ya que sus vidas, sus proyectos y sus nombres sintetizan los sueos de millones y millones de mayoras populares oprimidas, explotadas, marginadas y vilipendiadas. Si Bolvar constituye un mito al igual que el Che Guevara es en este sentido estricto, como paradigma simblico que tiene la capacidad histrica de movilizar a la lucha y de sintetizar una voluntad de combate actual. No porque no haya existido el Bolvar histrico, concreto y real cuyo pensamiento, avatares y peripecias intentamos socializar en este libro. Lo mismo vale para Mariano Moreno o San Martn.

    En fin, todos los conocimientos, enseanzas y valores que me negaron en la escuela liberal y en la Academia posmoderna los recuper y pude asimilarlos a travs de la militancia poltica. Gracias a esa militancia tuve el honor de conocer a Simn Bolvar, a Mariano Moreno, a San Martn y, lo que me resulta ms significativo, a quienes hoy siguen pensando, creyendo y dando generosamente su vida por esos mismos sueos de libertad e independencia.

    En definitiva, lo que no me ensearon y me ocultaron mis profesores (quizs porque ellos tampoco lo saban pues tambin son, a su modo, vctimas de la cultura oficial) lo aprend en el mundo de la rebelda libertaria, en el intercambio y en el dilogo con mis amigos y compaeros, militantes y combatientes por la causa ms noble que hasta ahora ha conocido la humanidad: la unidad latinoamericana en la Patria Grande, el socialismo y el comunismo.

    La primera inspiracin de esta investigacin (cuya temtica e interrogantes, reitero, me vienen persiguiendo desde la niez y temprana adolescencia) nace, precisamente, de esos dilogos, de esos debates e incluso de la insistencia obsesiva con que diversos amigos y compaeros bolivarianos adems de regalarme muchos

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  • libros me han pedido que intente elaborar una aproximacin comprensible y pedaggica a Simn Bolvar y a las luchas por la primera guerra de independencia. Mucho les agradezco esa insistencia y todo lo que me han enseado.

    Lo mismo vale para mis hermanos chilenos que en medio de una poblacin de Santiago (una villa miseria en el lenguaje argentino) me ayudaron a colgar de un alambrado la bandera de nuestra Ctedra Che Guevara con los smbolos del Ejrcito de los Andes y la estrella roja, mientras me advertan de la discusin histrica sobre San Martn, OHiggins y el guerrillero Manuel Rodrguez.

    Tambin me fueron muy tiles y sugerentes las discusiones, los seminarios y los talleres sobre el marxismo y la cuestin nacional y el acto callejero sobre el Bicentenario (en repudio al general Roca, genocida de los pueblos originarios, smbolo de la burguesa, de sus Fuerzas Armadas y de la Sociedad Rural) que organizamos y compartimos con nuestros amigos y compaeros del Colectivo Amauta y la Ctedra Che Guevara. A todos ellos y ellas estoy agradecido.

    En cada rincn de nuestro continente y en cada barrio, a cada paso y en cada actividad militante, me fui nutriendo de enseanzas, de consejos, de opiniones, de materiales escritos y conversaciones orales que de una u otra manera estn presentes en este libro.

    Para poder concretar entonces el proyecto de esta investigacin, adems de sumergirnos en un ocano de literatura historiogrfica, necesariamente haba que ajustar cuentas con aquel marxismo eurocntrico, liberal, rivadaviano y mitrista, caricatura del pensamiento radical de Marx, de Lenin, del Che (quien tambin era bolivariano, dicho sea de paso) y de tantos otros revolucionarios.

    Anlogo beneficio de inventario debimos desarrollar frente a otros relatos con buenas intenciones marxistas (que aspiraron a superar las precarias ingenuidades de aquel marxismo liberal) pero que terminaron haciendo tabla rasa con toda nuestra historia. En estos otros autores que se proponan dar una visin alternativa Todo era burguesa, todo era clase dominante, no haba nada para rescatar! Si no hay antecedentes revolucionarios toda lucha emancipatoria recin comienza en Nuestra Amrica con la inmigracin europea de obreros asalariados? Bajo la sana y encomiable tarea de desmitificar los relatos hagiogrficos y los mitos de la historia oficial, algunos historiadores con muchas ganas de ser buenos marxistas terminaron desechando toda la historia de luchas, guerras y revoluciones de Nuestra Amrica como si fueran apenas un gran equvoco, una prolongada sinrazn, un gigantesco disparate histrico, una anomala incorregible frente a los tipos ideales (falsamente) universales de Europa Occidental, el modelo poltico de la revolucin francesa, el modelo econmico de la revolucin industrial inglesa. Los miles y miles de muertos que dieron su vida luchando contra el colonialismo no saban lo que hacan. Las masas populares no tenan un programa para desarrollar las fuerzas productivas ni contaban con una buena receta europea para abrazar al dios del Progreso, en consecuencia todas sus luchas carecan de sentido. Eran simples rebeldas sin perspectiva histrica. Pueblos sin historia ni futuro. Impotentes, irracionales, desorientados, condenados de antemano al fracaso. No posean la dignidad, la entidad, la completud de Europa, por lo tanto no eran pueblos, no eran revolucionarios, no eran sujetos, no eran nada. Para esta lectura, la historia humana no tena muchos caminos posibles condicionados por los conflictos sociales y la lucha de clases. Estaba fatalmente predeterminada de antemano. Los que ganaron deban necesariamente ganar, no haba otra posibilidad. Una visin aparentemente laica del viejo grito metafsico y religioso Dios lo quiere!. Bajo el manto protector de un marxismo economicista, esquemtico y absolutamente eurocntrico, aprendido en simplificados esquemas de pizarrn, se terminaba condenando toda la historia de lucha

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  • de nuestro continente en espera pasiva de que aparezcan, recin siglo y medio ms tarde, los civilizados profetas que traan el evangelio sindical de modelos de revoluciones prolijas, pulidas, redondas, encorsetadas, imaginariamente perfectas. Revoluciones de manual. La justa y encomiable impugnacin de los mitos de la historia burguesa oficial en nombre de la revolucin proletaria se terminaba transmutando en un completo desconocimiento de nuestra propia historia y en un involuntario aplauso y justificacin de los vencedores del pasado. Reconocemos y hacemos justicia a aquellos historiadores de antao por su genuina voluntad de aplicar a Marx a Amrica Latina, aun cuando sus resultados distaran tanto de una impostergable mirada crtica, radical, marxista latinoamericana y descolonizadora.

    Intentando superar aquellos inoperantes marxismos eurocntricos, liberales o ingenuamente progresistas, defendemos la pertinencia de una nueva mirada de la historia social y poltica, articulada desde abajo, desde los pueblos sometidos y clases explotadas y desde la rebelda descolonizadora del Tercer Mundo, anclada en el marxismo latinoamericano y que no se arrodilla sumisamente ante el fetiche del Progreso. Desde este ngulo intentamos poner en discusin la vieja historia oficial, centrada nicamente en instituciones jurdicas, en batallas y en estatuas de bronce individuales que ya tienen en su mente la trayectoria biogrfica completa de cada prcer escolar desde que nacen o asisten al jardn de infantes, sin variaciones en sus vidas, ajenos por completo a los conflictos econmicos, sociales, polticos y militares y a las contradicciones de clase. Pero tambin sometemos a crtica las nuevas historias oficiales que en los espacios acadmicos juegan a desmitificar el pasado atacando invariablemente contra las posiciones radicales, deslegitimando el empleo de la violencia plebeya y revolucionaria y quitndoles valor a los procesos sociales rupturistas con los grandes imperios para otorgrselo a las supuestas democracias republicanas cultas y civilizadas de la vieja Europa o de su hijo predilecto, los prepotentes Estados Unidos de Norteamrica.

    Que hoy en da se percibe y se palpa en el aire un nuevo inters por discutir nuestro pasado puede corroborarse por la cantidad enorme de libros que se han publicado en los ltimos aos sobre la historia de nuestra primera independencia continental, algo imposible siquiera de imaginar durante la dcada de los aos 90 cuando esta temtica permaneca, aulas adentro, en manos de un ms que reducido cenculo de fabricantes y masticadores de papers. ltimamente no slo se han editado numerosos textos escritos que reabren el debate. Tambin han aparecido pelculas como Bolvar soy yo (2002, escrita por Manuel Arias, Alberto Quiroga y Jorge Al Triana, con la direccin de ste ltimo); Taita Boves (2010, basada en la novela Boves, el urogallo de Francisco Herrera Luque, promovida desde Venezuela por Telesur); Jos Mart, el ojo del canario (2010, dirigida por Fernando Perez y producida por el ICAIC cubano); Revolucin: El cruce de los Andes (2010, protagonizada por Rodrigo de la Serna y promovida por Canal de TV Encuentro); Belgrano (2010, producida por Jos Luis Campanella) y La revolucin es un sueo eterno (2012, basada en la novela homnima de Andrs Rivera y dirigida por Nemesio Jurez). En todas ellas, con variada suerte y distintos estilos, se intentan discutir diversas historias oficiales. No son films destinados a circular exclusivamente en el espacio restringido de los rumiadores de papers (que no dialogan con nadie y escriben nicamente para justificar sus empleos) ni intra muros dentro de la Academia universitaria sino pensados para el debate poltico y el consumo cultural de un pblico ampliado cada vez ms interesado en el cual se inscribe la militancia popular latinoamericana.

    En ese contexto de creciente inters por nuestra historia comn, resulta ya ineludible pensar el Bicentenario y las guerras de independencia no de modo aislado,

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  • pas por pas, republiqueta por republiqueta, sino a escala continental, tratando de recomponer el rompecabezas uniendo las luchas de liberacin nacional la Patria Grande como gran nacin inconclusa con los conflictos sociales, las resistencias comunitarias y las luchas de clase, entrelazadas desde hace doscientos aos (o 500 aos?) hasta hoy de forma inescindible. Frente a las conmemoraciones oficiales y apologticas del Bicentenario con que las burguesas intentan autolegitimarse de modo complaciente para continuar ejerciendo en cada uno de sus territorios nacionales su dominacin, intentamos pensar y desentraar ese proceso histrico a partir de los proyectos libertarios y continentales de emancipaciones inconclusas. Hoy ms que nunca tenemos necesidad de liberar el pasado. Desde ese ngulo este libro se propone intervenir en el actual debate terico, poltico y cultural.

    La perspectiva cultural, crtica del eurocentrismo, del liberalismo y del posmodernismo que este trabajo se esfuerza entonces por poner en prctica al analizar las luchas anticoloniales y las guerras de independencia constituye la continuacin de una tarea que comenzamos hace varios aos con el anlisis crtico del DIAMAT (filosofa que se supona, antao, era la concepcin del mundo del marxismo). Nos proponemos ahora prolongar esa relectura que intentamos hacer en los libros Marx en su (Tercer) Mundo y tambin en Nuestro Marx con una mirada latinoamericanista de nuestra propia historia, requisito indispensable para que, de una buena vez, el autor de El Capital pueda combatir en la misma trinchera que Tupac Amaru, Toussaint LOuverture, Bolvar, Moreno, San Martn, Artigas y Mart.

    Encontrarnos con Bolvar nos posibilit mirar y ubicarnos de otra manera no slo frente a la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Ecuador y Panam) sino incluso frente a nuestro propio pas, Argentina. Redescubrir a Bolvar me sirvi para abrazar a ese pensador de fuego llamado Mariano Moreno y para reencontrarme con el San Martn insurgente que admiraba desde mi adolescencia. A todos los latinoamericanos Bolvar nos obliga a repensarnos, descentrarnos de nuestras pequeas aldeas, nuestros minsculos vecindarios y abrir los brazos y el corazn a la lucha revolucionaria continental y mundial.

    Desde ese ngulo hemos intentado abordar el supuesto misterio de la entrevista de Guayaquil y la falsa oposicin entre Bolvar y San Martn, habitualmente analizada desde un bolivarianismo anti-sanmartiniano o desde un sanmartinismo anti-bolivariano. En ambos polos historiogrficos hay cartas, documentos, testimonios y ensayos para fundamentar, una y otra vez, cualquiera de los dos relatos tradicionales. Que Bolvar abandon a San Martn por egocentrismo, deseo de gloria personal y protagonismo individual, intentando concentrar todo el poder en sus manos, que San Martn era un monrquico aristocrtico y elitista y por eso se pele con Bolvar. Hoy en da esa falsa dicotoma y toda la bibliografa unilateral que pretende abonarla ya no tiene sentido, excepto que se la adopte como espcimen de archivo para volver observable, estudiar y examinar crticamente el nacionalismo de patas cortas y patria chica, la mentalidad tpica de republiqueta colonial, los provincianismos estriles (incluso progresistas), el espritu de parroquia y la mirada de aldea de las burguesas lmpenes y cipayas de nuestro continente.

    Ya es hora de inaugurar o mejor dicho retomar y profundizar otra mirada, continental, popular, latinoamericanista y revolucionaria de nuestros libertadores, subrayando y enfatizando el 95% de los ideales y del universo poltico que los uni en lugar de poner la lupa y el microscopio en el 5% que quizs les pudo haber impedido construir un entendimiento an mayor que el que tuvieron.

    No se equivocan los estrategas del Pentgono imperial cuando en sus Documentos de Santa Fe ubican a Simn Bolvar (al lado de Hugo Chavez en

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  • Venezuela y la insurgencia de las FARC-EP en Colombia, as como tambin a la teologa de la liberacin y Antonio Gramsci) como parte central de sus enemigos a largo plazo. Hoy Simn Bolvar genera pnico en los empresarios y banqueros, en los marines, militares y policas, en los falsos noticieros y en los espas norteamericanos, mientras cada vez ms su nombre comienza a aparecer entremezclado y fusionado con los smbolos del Che Guevara en las rebeldas juveniles y populares.

    Este libro pretende acercar a Bolvar a nuestro presente. Liberarlo de las fras y tristes estatuas de bronce para que nos acompae en las luchas libertarias del siglo 21. Bolvar insurgente est ms vivo que nunca, al lado de Tupac Amaru, el negro Jos Leonardo Chirino, Toussaint LOuverture, Mariano Moreno, Juana Azurduy, Jos Artigas, San Martn y Jos Mart.

    Como a m me sirvi para recuperar e iluminar todos esos recuerdos apagados y abordar esas incgnitas escondidas que permanecan abiertas y pendientes desde la adolescencia, ojal impulse a otros compaeros y compaeras para transitar su camino personal, preguntndose y reencontrndose con su propia historia, su propia memoria, su propia identidad, individual, familiar, comunitaria y colectiva.

    El hombre colonizado que escribe para su pueblo, nos recordaba Frantz Fanon, cuando utiliza el pasado debe hacerlo con la intencin de abrir el futuro, de invitar a la accin, de fundar la esperanza.

    Quiero terminar entonces invitando a la juventud estudiantil y trabajadora, a toda la militancia popular y tambin a los periodistas e intelectuales a que desoigan la voz monocorde y mediocre de las historias oficiales (que hoy ya no provienen de algunos inofensivos profesores sino principalmente de los poderosos monopolios de incomunicacin). Hay que darle la espalda a todo ese sistema totalitario de control del pensamiento que desde la TV y los monopolios construye consenso con el capitalismo generando miedos y temores artificiales para mantenernos desmemoriados y fragmentados, temerosos, sumisos y aislados, obedientes y esclavos. Hay que animarse e incorporar los sueos, las historias, los anhelos y los proyectos personales a un proyecto poltico de lucha colectiva. Nadie se salvar en solitario. Slo podremos ser felices en comunidad, si triunfan nuestros pueblos. Todos y todas podemos aportar nuestro granito de arena. Resistir, organizarse y rebelarse son las palabras de orden.

    Como bien dijo nuestro amigo y compaero Simn: Hay mejor medio de alcanzar la libertad que luchar por ella? La respuesta est en el viento. Queda en manos de cada lector y cada lectora tratar de buscarla. Buenos Aires, Repblica Socialista y multicultural de Miserere, febrero de 2013

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  • Una nueva lectura de la historia Quines somos? Este libro de historia comienza con interrogantes y preguntas sobre nuestro futuro. Existir una sola manera de vivir? El modo de vida norteamericano (american way of life) ser la nica opcin? Habr otras formas de vida y de vnculos entre las personas que no estn determinados por la billetera, las cuentas bancarias, el status, la cantidad de bienes y propiedades acumuladas, la vestimenta cara, los telfonos celulares de ltima generacin y el automvil importado?El Dinero, el Mercado, la propaganda televisiva y la tarjeta de crdito sern nuestros implacables dioses paganos? Podremos alimentarnos en los prximos aos con otra comida que no sea la hamburguesa de plstico y un jugo qumico desabrido? Tendremos la posibilidad de ver alguna pelcula en el cine, el video o la TV donde los principales protagonistas no sean blancos, rubios y de ojos celestes (o negros descoloridos que se desviven por imitar a los blancos)? Contaremos en las dcadas que se avecinan con el permiso de comunicarnos en un idioma que no sea el ingls? El planeta entero se convertir en una provincia humillada y empobrecida de Estados Unidos o Europa occidental? Nuestros recursos naturales y territoriales sern de libre acceso o estarn restringidos para nuestro pueblo? Habr oxgeno en el aire o slo humo de motores? Quedar alguna bandera o smbolo cultural por fuera del guila, las barras y las estrellas? El nico poder legtimo seguir siendo el de los marines humanitarios o los pueblos tendrn derecho a la resistencia? Ser posible enfrentar al imperio capitalista y cambiar el mundo o todo est perdido de antemano? Para pensar con libertad nuestro futuro y elegir el mejor camino hacia dnde queremos ir debemos estar bien situados en nuestro presente y sentirnos seguros de nuestro pasado. Comencemos por formular nuevamente la pregunta que Bolvar intent responder en su Carta de Jamaica: Quines somos? Cul es nuestra identidad individual y colectiva? De dnde venimos? Cada lector o lectora enfrentar esas inquietudes como quiera o como pueda. Este libro, dedicado a la historia de Simn Bolvar y nuestra independencia, pero pensado y escrito para nuestro presente y las nuevas generaciones del futuro, simplemente propone algunas perspectivas posibles. Nada mejor que indagar sobre el Libertador para intentar responder ese abanico de preguntas. Por qu discutir el pasado? Los de arriba le tienen pnico a la historia. Un pueblo que conoce sus races, se afirma en su identidad y sospecha de la propaganda del poder, mientras que, segn Bolvar un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destruccin. Al analizar el pasado se descubren las fuentes de los sufrimientos actuales (que poco tienen que ver con la ira de Dios o algn pecado original y mucho con los robos, saqueos, matanzas y genocidios terrenales). Los poderosos prefieren una visin discontinua y entrecortada de la historia donde cada generacin rebelde, sin conocer las experiencias anteriores, debe comenzar de cero. As ellos terminan siendo los propietarios del pasado como son propietarios de todo lo dems. Por eso intentan esconder los orgenes y borrar la historia. Eludirla, ocultarla o convertirla, como propone la filosofa del posmodernismo, en un videoclip esquizofrnico, una secuencia azarosa de hechos sin ninguna racionalidad ni sentido global. Cuando no pueden borrar, tergiversan y deforman, construyendo historias oficiales. Como recordaba Fanon el colonialismo

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  • no se contenta con imponer su ley al presente y al futuro del pas dominado. El colonialismo no se contenta con apretar al pueblo entre sus redes, con vaciar el cerebro colonizado de toda forma y de todo contenido. Por una especie de perversin de la lgica, se orienta hacia el pasado del pueblo oprimido, lo distorsiona, lo desfigura, lo aniquila (Frantz Fanon: Los condenados de la tierra). Los de abajo, los pueblos, nunca son vrgenes, puros, angelicales y perfectos. En el sentido comn popular hay contradicciones. En el seno del pueblo hay personas buenas, luchadoras y dignas y tambin gente cmoda, oportunista y acomodaticia. Luchar por conocer el pasado permite fortalecer lo mejor que tiene el pueblo, sus representantes ms valientes, sus valores ms nobles y sus experiencias ms dignas. Conocer la historia nos permite crear conciencia y consolidar la identidad personal, comunitaria, de clase y nacional enriqueciendo la autoestima popular para la lucha. Estudiar la historia (no slo la de Simn Bolvar) posibilita saber quienes somos y de dnde venimos, encontrando el hilo de continuidad con las luchas del pasado y las generaciones de nuestros padres y madres, abuelos y abuelas e incluso mucho ms atrs todava. La memoria histrica contina siendo la principal brjula para orientarnos en el laberinto del presente. Sin memoria del pasado no habr esperanza de futuro. Dificultades para una visin alternativa de la historia Necesitamos una nueva lectura y una nueva mirada de la historia. Pero a la hora de repensar el pasado, nada es fcil ni sencillo para los de abajo. Los de arriba cuentan con todo un arsenal de reproduccin ideolgica y fabricacin industrial del consenso (medios de comunicacin, academias, iglesias, escuelas, universidades, becas, historiadores oficiales, periodistas comprados, editoriales, etc.). La voz dominante y oficial suele ser la voz de las clases dominantes, la de los vencedores. Pero cul es la alternativa? En realidad, la historia de la humanidad ha sido y sigue siendo la historia de la lucha de sus clases sociales. Opresores y oprimidos se han enfrentado desde que existe la propiedad privada y un sector vive a costillas de otro, reprimindolo cada vez que se intenta liberar o intentando convencerlo de que es bueno obedecer y resignarse a una mala vida y a un mal vivir. Una visin simplista de la historia aparentemente distinta de la historia oficial, pero no menos unilateral reduce esas luchas y conflictos a una mera disputa econmica. Las clases sociales y los pueblos lucharan nicamente golpendose la barriga por hambre, a partir de la estrechez de sus intereses econmicos inmediatos. La cultura, las tradiciones, los valores, los ejemplos, la experiencia de lucha seran simples ancdotas, completamente despreciables para comprender la historia. Desde este relato esquemtico y simplificador, las luchas por la emancipacin y la independencia de Amrica Latina durante el siglo 19 se reduciran a un recetario econmico estrictamente burgus y capitalista. Si aceptamos esa perspectiva, tan sesgada y unilateral, en el siglo 21, los pueblos rebeldes de Nuestra Amrica nada tendramos que aprender ni reivindicar de Tupac Amaru, Toussaint LOuverture, Bolvar, Moreno, Artigas, San Martn, Juana Azurduy o Jos Mart, de nuestras primeras guerras de independencia ni de todo aquel lejano proceso de lucha. Tradicin, cultura y valores en la concepcin materialista de la historia A contramano de ese tipo de esquemas, en la historia real de la humanidad, las luchas, los conflictos sociales y los proyectos colectivos nunca se reducen a simples programas econmicos. Analizando el proceso de conformacin y combate de las clases sociales y

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  • estudiando la constitucin de los pueblos en lucha, Karl Marx explic en su libro El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852) que las clases sociales luchan y se enfrentan entre s de manera hostil por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura. La clave del conflicto histrico no se reduce exclusivamente a la economa. Las clases sociales y los pueblos en lucha logran tomar conciencia de su identidad y se enfrentan contra sus opresores y explotadores (nacionales y extranjeros) a partir de reconocerse en su tradicin histrica, resumen y sntesis de (a) su modo de vivir, (b) sus intereses y (c) su cultura. La historia real no gira nicamente en torno a (b). Los valores (la solidaridad, la igualdad, la fraternidad, la lealtad, el patriotismo, el internacionalismo, el amor por la justicia, el odio a la explotacin y a la humillacin, etc.), as como tambin la cultura creada y acumulada por las generaciones anteriores y los ejemplos de sus luchas pasadas sedimentados en la memoria popular conforman la identidad colectiva de los pueblos. Sin esa identidad es imposible crear conciencia ni autoestima popular para luchar por la libertad y combatir contra las injusticias. El regreso de Bolvar, nuestro contemporneo Hoy en da, en el siglo 21, cada vez hay ms Mercado y menos libertad. Ms canales de televisin, menos informacin genuina. Ms iglesias y programas de autoayuda, menos espiritualidad. Ms shoppings, menos escuelas, bibliotecas y universidades. Ms variedad de mercancas en el supermercado, menos respeto por la dignidad de las personas y la cultura popular. Ms relatos sobre la supuesta crisis del estado nacin, menos soberana. Ms banderas norteamericanas, menos banderas y smbolos nuestros. Ms bancos y cajeros automticos, menos salarios. Ms empresas, menos sindicatos. Ms discursos sobre la pluralidad de culturas, menos posibilidad de eludir el ingls en radios, TV, web, etc. Ms propaganda de mercancas light, menos respeto por la naturaleza y el ecosistema. Ms insistencia en el multiculturalismo, menos alternativas al estilo de vida norteamericano. No hay peor esclavo que el que se siente (errnea e imaginariamente) libre. El capitalismo ha instalado un sentido comn donde la nica manera de disentir con el sistema sera hacer clic, o no, en la opcin Me gusta del facebook. En la vida real se vigila, se controla, se reprime y aplasta toda disidencia radical. En este mundo contemporneo los sueos libertarios de Simn Bolvar, todava pendientes e inconclusos, condensan todo un programa de rebelin radical (econmico, social, poltico y cultural) contra el orden establecido, ms all de los teclados y los monitores de la computadora o del control remoto y el zapping de la TV. Con Jos Mart decimos: Pero as est Bolvar en el cielo de Amrica, vigilante y ceudo, sentado an en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; as est l calzadas an las botas de campaa, porque lo que l no dej hecho, sin hacer est hasta hoy: porque Bolvar tiene que hacer en Amrica todava! (Jos Mart: Discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28/10/1893, publicado en Patria, Nueva York, el 4/11/1893). Bolvar, un rebelde del siglo 21 Bolvar est por todos lados. Como afirma J.L. Salcedo Bastardo en su libro Un hombre difano (Vida de Simn Bolvar para los nuevos americanos), su nombre abarca desde una estrella bautizada en su honor, descubierta en 1911 por el astrnomo francs Flammarion, y situada justo a la mitad de la distancia entre el Sol y Jpiter, hasta mltiples pueblos, ciudades, provincias, montaas, teatros, universidades, avenidas,

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  • plazas, etc. Monumentos suyos existen en Caracas, Bogot, Quito, La Habana, Pars, Roma, Londres, Buenos Aires, Washington, Madrid, Lima, Nueva York, Mxico, Ro de Janeiro, Qubec y hasta El Cairo Su nombre y su figura, muy conocidos, remiten a significados mltiples, segn quien los interpele. Desde nuestra perspectiva (que no es la nica, sino tan solo una posible) Simn Bolvar est vivo. Representa un smbolo continental que aglutina voluntades colectivas y culturas diversas, sintetizando mltiples rebeldas. Su pensamiento condensa un proyecto poltico y una mirada nueva y desde abajo de la historia de Nuestra Amrica que nos permite reconstruir nuestra identidad como pueblos sometidos y en lucha por el socialismo y nuestra segunda y definitiva independencia. La gesta de Bolvar no es la de un individuo aislado sino la de todo un pueblo. El bolivarianismo se ha convertido en el siglo 21 en el emblema y en la mecha de una rebelin anticapitalista y antiimperialista continental. Los generales del Pentgono, los espas de la CIA y los idelogos de las clases dominantes imperiales y criollas clasifican al bolivarianismo como uno de sus principales enemigos subversivos. En esto, slo en esto, nuestro enemigo estratgico no se equivoca. El falso Bolvar de la estatua Para limitar y moderar su influencia, las voces del poder intentan presentar un Bolvar descafenado, light, mustio, gris y seco. La historia oficial de las clases dominantes (herederas criollas del viejo colonialismo espaol) y su amo imperial estadounidense, han intentando congelar y petrificar a Bolvar en una estatua muda y muerta. Alguna vez Rodolfo Walsh escribi sobre San Martn: Denigrado en vida, padece en su posterioridad una injusticia ms grave. Son tan fuertes los aplausos que no puede orse su voz, tantas las estatuas que se ha extraviado entre ellas el hombre que conmemoran. Tenemos que rescatarlo de ese limbo absurdo, porque necesitamos de l. Exactamente las mismas palabras sirven para describir hoy la estrella insurgente de Simn Bolvar y de todos nuestros libertadores y libertadoras. Al encerrarlo en una fra estatua, los idelogos de la burguesa y la oligarqua simularon homenajearlo pero en realidad lo convirtieron en la caricatura pattica de un Napolen subdesarrollado y un Cesar tropical, en las tierras del calor, el Caribe y las bananas, sin vinculacin alguna con el pensamiento revolucionario e insurgente de hoy. Ese Bolvar est muerto. No slo es intil e impotente, adems es falso. No nos interesa. A contramano de la historia oficial, nuestro Bolvar (como Mariano Moreno, San Martn o cualquiera de nuestros precursores) sigue ms vivo que nunca, molestando e incomodando a los poderosos. Bolvar internacionalista, enemigo del Imperio Desde muy joven Bolvar adopt de Miranda la perspectiva continental de la Patria Grande. Nunca luch exclusivamente por su pequea aldea. Tuvo una mirada global de los asuntos y problemas latinoamericanos. De modo internacionalista, combati en muchos pases al mismo tiempo, comprendiendo que las luchas populares, las demandas sociales y las reivindicaciones nacionales eran las mismas en todo el continente. Las rebeliones de Amrica Latina por su primera independencia abarcaron tres siglos (desde que llegaron los conquistadores y colonizadores europeos hasta comienzos del siglo 19). Bolvar coron esas luchas venciendo al imperio espaol. A partir de all se abre una segunda poca (que ya abarca ms de 200 aos), la lucha por la segunda y definitiva independencia. Nos encontramos en esta fase. Con tenacidad y paciencia,

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  • Bolvar, San Martn y Mariano Moreno nos inspiran y siguen acompaando. Por eso en este libro nos proponemos tratar de conocerlos un poco ms en detalle y con cierta profundidad a partir de la historia de Nuestra Amrica.

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  • Sociedad colonial y resistencia en Nuestra Amrica La feroz y salvaje conquista europea de Amrica No se puede recuperar la identidad histrica de los pueblos de Nuestra Amrica sin dar cuenta de la feroz conquista europea a la que fuimos sometidos. En su ensayo El grito de independencia o la concrecin del sueo del Libertador Jess Santrich seala: Al llegar los invasores europeos a Nuestra Amrica comenz la negacin y el aniquilamiento de los pueblos y culturas raizales aplicando los peores inhumanos mtodos de opresin, expolio y muerte. Tratando de encontrarle una lgica a ese proceso Karl Marx escribe: El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de Amrica, el exterminio, la esclavizacin y el sepultamiento en las minas de la poblacin aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversin del continente africano en cazadero de esclavos negros: tales son los hechos que sealan los albores de la era de produccin capitalista. Estos procesos idlicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulacin originaria. Tras ellos, pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta entero por escenario (Karl Marx: El Capital. Captulo 24: La llamada acumulacin originaria). Los llamados civilizadores europeos (en realidad criminales feroces y lmpenes sin piedad ni cultura que ya venan explotando a sus propios pueblos en Europa) obedecan a un proyecto de expansin colonialista que ejerci el sometimiento y el expolio, la esclavitud y la servidumbre, robos, asesinatos, violaciones, masacres, ruptura del desarrollo social y un espantoso genocidio de varias decenas de millones de habitantes amerindios originarios de Nuestra Amrica, sin parangn en la historia de la humanidad, al cual sumaron el extermino de una no menor cantidad de poblacin negra descendiente del continente africano. Como nos recuerda Eduardo Galeano: Los indios de la Amrica sumaban no menos de setenta millones, y quizs ms, cuando los conquistadores extranjeros aparecieron en el horizonte; un siglo y medio despus se haban reducido, en total, a solo tres millones y medio. Segn el marqus de Barinas, entre Lima y Paita, donde haban vivido ms de dos millones de indios, no quedaban ms que cuatro mil familias indgenas en 1685. El arzobispo Liana y Cisneros negaba el aniquilamiento de los indios: Es que se ocultan deca para no pagar tributos, abusando de la libertad de que gozan y que no tenan en la poca de los incas. (Eduardo Galeano: Las venas abiertas de Amrica Latina). La crueldad y la avaricia del Dios europeo La criminal conquista del Nuevo Mundo se realiz con la espada y con la cruz, con la violencia salvaje de los invasores legitimada por la religin europea (catlica apostlica romana en toda Amrica Latina y protestante en el norte del continente). La destruccin sistemtica de las culturas originarias tanto de Amrica como de los esclavos de origen africano, su sometimiento a sangre y fuego, ms la evangelizacin, fueron movidas por la avaricia sin lmites de la acumulacin capitalista. El verdadero Dios que gui ese genocidio nauseabundo fue... el oro. Segn los estudios econmicos de Ernest Mandel (revolucionario europeo cidamente crtico de la burguesa europea): La suma total de todos estos robos sistemticos, realizados entre 1500 y 1750, alcanza la siguiente cifra: ms de mil millones (1.000.000.000) de libras esterlinas oro. Es decir, ms que todo el capital reunido por todas las empresas industriales movidas a vapor que existan en toda Europa hacia el ao 1.800!.

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  • El monstruoso impacto de la conquista aplast y extermin civilizaciones originarias de enorme cultura y gran desarrollo social (que contaban con un importante conocimiento cientfico, como el astronmico). Adems de humillar y negar el carcter humano de las vctimas en nombre de sospechosos textos religiosos y elucubraciones teolgicas europeas, ese proceso de incomparable violencia dej contra los sobrevivientes la herencia de la segregacin racista y clasista de las aristocracias y burguesas criollas. stas sustituyeron a Espaa y Portugal, prolongando el maltrato a los hijos de la chingada, mestizos empobrecidos y pueblos originarios de un continente moreno bien distinto a los modelos rubios de ojos celestes y dientes de plstico de las pelculas de Hollywood. Las mujeres como botn de guerra del colonialismo europeo Los colonialistas europeos que nos trajeron la civilizacin protagonizaron, segn el Papa del Vaticano romano y la pelcula norteamericana infantil Pocahontas (1995) de la empresa Disney, un pacfico y dulce encuentro de dos mundos. Como parte de ese encantador encuentro cultural deben computarse las violaciones masivas de las mujeres indgenas, convertidas en botn de guerra por las tropas europeas, espaolas y portuguesas; inglesas, francesas y holandesas. Segn nos recuerda Fernando Mires en La rebelin permanente, las mujeres indgenas siendo al igual que los hombres, vctimas de los repartos, de la mita, de los obrajes, etc., fueron tambin, desde el mismo comienzo de la conquista, vctimas de la explotacin sexual de los conquistadores. Paralelamente a los repartimientos de indios existan, por ejemplo, los repartimientos de mujeres, aceptadas tcitamente como parte del botn de guerra. Los jefes conquistadores se ufanaban de ser magnnimos repartidores de mujeres entre los soldados. [...] Las violaciones de mujeres eran un hecho cotidiano, un derecho natural del vencedor. Incluso muchos sacerdotes tenan las casas parroquiales atestadas de concubinas. De all nacer el insulto, muy comn en Mxico, hijo de la chingada que significa ni ms ni menos que hijo de la mujer violada. Eso explicara, segn Mires, que las mujeres hayan sido las ms radicales en los movimientos de rebelin anticolonial toma como ejemplo la influencia radical de Micaela Bastidas por sobre la mayor moderacin de Jos Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru II). Adems de la feroz opresin colonial, compartida por todo el pueblo, las mujeres de Nuestra Amrica tenan (tienen) cuentas pendientes con los colonialistas por sus abusos sexuales, legitimados por la Santa Iglesia Catlica Apostlica Romana como algo natural. Siguiendo los anlisis de El Capital de Marx, la investigadora feminista Silvia Federici demostr en su obra Caliban y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulacin originaria que este proceso perverso y siniestro fue y es un producto del sistema capitalista. Segn Federici, la acumulacin originaria del capital estuvo marcada por: a) la conquista brutal y explotacin de las colonias; b) la expropiacin violenta y sanguinaria de las tierras comunales del campesinado y las comunidades rurales (dentro de Europa y fuera de Europa) y c) la represin, explotacin y opresin contra las mujeres, salvajemente perseguidas y castigadas, violadas, quemadas y torturadas por... brujera. La resistencia contra ese proceso capitalista, particularmente importante en la conquista y aplastamiento de Nuestra Amrica, permite entender y explicar el papel revolucionario de las mujeres insurgentes ya que ellas no fueron nicamente vctimas. Tambin supieron responder a sus opresores... como era necesario responder, con la violencia revolucionaria. No nico, pero s uno de los principales paradigmas de emancipacin, ha sido Juana Azurduy, ya que ella pudo sintetizar con su liderazgo poltico-militar la

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  • alianza indestructible de indgenas, mestizos y criollos, hegemonizada por las clases populares, ncleo central de nuestra primera independencia y base de cualquier proyecto revolucionario para el siglo 21. Tanto Manuela Senz como el general Belgrano y Simn Bolvar reconocieron pblicamente la centralidad de Juana Azurduy y con ella de todas las mujeres combatientes y guerrilleras que la acompaaban en la lucha popular nuestroamericana por la independencia. La mujer militante, combatiente y guerrillera sigue siendo absolutamente central en la lucha del siglo 21 por la segunda y definitiva independencia y el socialismo. Espaa y la esclavitud del capitalismo colonial Luego de tres siglos de robos sistemticos a las colonias de Amrica, un grupo de ministros de ideologa liberal (Leopoldo de Gregorio, el conde de Campomanes, Pablo de Olavide, Gaspar Jovellanos, Jos Minio y Redonda), agrupado en torno al rey espaol Carlos III, comenz a promover reformas econmicas. Tanto en la metrpoli espaola como en sus colonias americanas (indianas en el lenguaje colonialista de la poca). Esas reformas liberales de los reyes Borbones provocaron en Amrica Latina un impulso al capitalismo dependiente y cierto desarrollo econmico dentro del subdesarrollo. Ese desarrollo colonial combin reformas econmicas en el comercio de ultramar con la introduccin de negros esclavos, pueblos originarios de frica arrancados por la fuerza del ltigo y las cadenas, trados para reemplazar a los ya diezmados pueblos originarios de Amrica. Ambos negros e indgenas obligados con golpes de latigazos, vejaciones y tortura a consumir rpidamente sus vidas como fuerza de trabajo esclava en jornadas laborales demoledoras y extenuantes que llegaron a alcanzar las 20 incluso 22 horas diarias, aniquilando rpidamente la fuerza de trabajo. La esclavitud, que atraves como un cncer monstruoso toda la Amrica colonial (tanto en la Amrica latina como en la anglosajona), es hija legtima de la culta Europa y su capitalismo estrictamente moderno, bien distante de la esclavitud antigua de Egipto (en frica), de Grecia y de Roma (en Europa). A pesar del abundante material emprico y estadstico consultado, resulta errnea y unilateral la caracterizacin del historiador alemn Manfred Kossok cuando afirma que La colonizacin espaola fue un movimiento del feudalismo tardo, de expansin y colonizacin, que se volc en diferentes oleadas sobre el continente americano [] En la organizacin econmica y social altamente desarrollada de los imperios inca y azteca, los colonizadores hallaron toda una serie de puntos de apoyo que facilitaron la tranferencia del orden social feudal a los dominios de ultramar (Manfred Kossok: El Virreinato del Ro de la Plata. Su estructura econmica-social). Ms acertado resulta, en cambio, el anlisis social del historiador Sergio Bag cuando seala que El rgimen econmico luso-hispano del perodo colonial no es feudalismo. Es capitalismo colonial [] La esclavitud no tiene nada de feudal y s todo de capitalista. [] Amrica y frica destiladas sus sangres por los alquimistas del comercio internacional fueron indispensables para el deslumbrante florecimiento capitalista europeo (Sergio Bag: Economa de la sociedad colonial. Ensayo de historia comparada de Amrica latina). Esa esclavitud colonial se asentaba muchas veces en la economa de plantacin esclavista que con mtodos brutales y sanguinarios produca para el mercado mundial, bien distinta de la hacienda patriarcal y seorial dirigida a la economa de subsistencia, la ostentacin y al consumo suntuario y dispendioso (Jorge Ibarra Cuesta: Marx y los historiadores ante la hacienda y la plantacin esclavistas).

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  • Nuestra Amrica: capitalismo dependiente en el sistema mundial En la Amrica colonial despus de 1492 no existe intercambio libre y salarial entre el hacendado y el trabajador, requisito para la relacin social capitalista (un trabajador vende su capacidad de trabajar, un patrn paga salario, un trabajo impago es expropiado). Por el contrario, en la Amrica colonial existen mltiples formas extraeconmicas de obligar al indgena, al esclavo negro o al mestizo empobrecido a trabajar por la fuerza y sin paga. Sin embargo, aunque el plantador criollo, el explotador minero y el patrn europeo se valan de formas de sujecin no econmicas, el producto de esa explotacin (cacao en Venezuela, azcar en Brasil y Cuba, plata en Bolivia, carne salada de Argentina, caf de Amrica central) se venda en el mercado mundial para obtener dinero a cambio. No se produca para el consumo. Seala Bag Lejos de revivir el ciclo feudal, Amrica ingres con sorprendente celeridad dentro del ciclo del capitalismo comercial, ya inaugurado en Europa. Ms an: Amrica contribuy a dar a ese ciclo un vigor colosal, haciendo posible la iniciacin del perodo del capitalismo industrial, siglos ms tarde (Sergio Bag: Economa de la sociedad colonial. Ensayo de historia comparada de Amrica latina). En una direccin similar apunta Ruy Mauro Marini: Forjada al calor de la expansin comercial promovida, en el siglo 16, por el capitalismo naciente, Amrica Latina se desarrolla en estrecha consonancia con la dinmica del capital internacional. Colonia productora de metales preciosos y gneros exticos, en un principio contribuy al aumento del flujo de mercancas y a la expansin de los medios de pago, que, al tiempo que permitan el desarrollo del capital comercial y bancario en Europa, apuntalaron el sistema manufacturero europeo y allanaron el camino a la creacin de la gran industria (Ruy Mauro Marini: Dialctica de la dependencia). En la Amrica colonial (y moderna), posterior a la conquista y la destruccin de los imperios comunales-tributarios de incas y aztecas, no hubo feudalismo puro ni capitalismo puro. Se conform un tipo de formacin econmico social que articulaba en forma desigual y combinada relaciones sociales caractersticas de modos de produccin precapitalistas con una insercin capitalista dependiente en el mercado mundial. Dentro de esa combinacin hbrida, unas predominaban sobre otras. Samir Amin sostiene Desde sus orgenes las formaciones precolombinas fueron, bien destruidas, bien sometidas al capital mercantil del centro europeo naciente. [...] El capital mercantil, antepasado del capital acabado, se constituy unos anexos en Amrica [...] Las formas de esta explotacin anexa podan ser diversas: pseudo feudales (la encomienda de Amrica Latina), pseudoesclavistas (la explotacin minera) o esclavistas (plantaciones del Brasil, las Antillas, o las colonias inglesas meridionales de Amrica del Norte). No dejaban de estar al servicio del capitalismo europeo naciente y producan para el mercado, por lo cual no deben confundirse con los modos de produccin feudales o esclavistas verdaderos (Samir Amin: El desarrollo desigual). El nacimiento del capitalismo como sistema mundial sigui derroteros distintos y desiguales con una lgica polarizadora y asimtrica entre poderosas metrpolis y fragmentadas colonias, semicolonias y pases dependientes. Lenin, por ejemplo, ubicaba a la Argentina entre los pases capitalistas semicoloniales y dependientes (V.I. Lenin: El imperialismo, fase superior del capitalismo). Mienten escuelas y Academias. El despegue de W.W.Rostow es un mito. Nunca hubo desarrollo capitalista plano, lineal, evolutivo, homogneo y pacfico. Europa occidental no naci ombligo del mundo. Nuestra Amrica ingresa es ingresada de modo violento al sistema capitalista mundial en formacin combinando y articulando diversos tipos de relaciones sociales.

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  • La sociedad de Venezuela en el siglo 18 Venezuela, cuna de Bolvar, experiment durante el siglo 18 un gran desarrollo econmico, en los marcos de la formacin social capitalista colonial, a partir de la exportacin de cacao y el trabajo esclavo. Los colonialistas clasificaban tnicamente a las personas en: blancos peninsulares, blancos canarios y blancos criollos; pardos, negros libres o manumisos, negros esclavos, negros cimarrones; indios tributarios, indios no tributarios y poblacin indgena marginal. Durante ese siglo surgi una clase criolla enriquecida y ennoblecida, propietaria de grandes extensiones y de numerosos esclavos. A esos nuevos ricos se los llam los grandes cacaos. Compartan el poder econmico con la corona espaola y la compaa Guipuzcoana (fundada en 1728) que reemplaz a la anterior Casa de Contratacin espaola, encargada de monopolizar el comercio exterior de Caracas. Contra ese monopolio se pronunciaron en 1750 los grandes latifundistas locales que deseaban vender libremente su cacao en el exterior, los productores de caa y tabaco y los comerciantes canarios. Ms tarde, el 24/2/1781, un grupo de latifundistas criollos (se los conoce como mantuanos por las mantillas utilizadas por las mujeres para ir a misa y por las capas de los caballeros de la oligarqua) le escribe a Francisco de Miranda una carta-Manifiesto que condensa 80 aos de desarrollo colonial. En ella le reclaman la necesidad de la independencia y le sugieren negociar con Inglaterra para desembarazarse del imperio espaol. Entre los mantuanos que firman esa carta programtica se encuentra el padre de Simn Bolvar (este ltimo nace 17 meses despus de enviada la carta). Jos Leonardo Chirino y las luchas insurgentes preindependencia Ese desarrollo capitalista colonial potenci las contradicciones sociales que se venan incubando desde la conquista. Segn recuerda Gonzalo Abella en su libro Bolvar: Independencia y lucha social en Nuestra Amrica, durante 1795, en Venezuela hubo un levantamiento de esclavos que ocuparon tierras, con apoyo de pueblos originarios y bajo la direccin de Jos Leonardo Chirino [1754-1796], hijo de una mam indgena con un pap negro esclavizado. Esa rebelin se insertaba en la ola de rebeldas anticoloniales de alcance continental, curiosamente olvidadas por la historiografa eurocntrica. Desde 1780 se haban producido los grandes levantamientos de Tupac Amaru y Micaela Bastidas en el Per y los de Tupac Katari y Bartolina Sisa en lo que hoy es Bolivia. Ms al sur, los mapuches seguan resistiendo lo siguen haciendo hasta hoy desde los tiempos del gran Toki Lautaro (Leftraru) y Guacolda en la Araucana. En lo que hoy es Brasil, Zumbi, lder negro combatiente de la Repblica de Palmares, desarroll una insurgencia junto con sus hermanos y hermanas de los quilombos. Escapando de la esclavitud, haban hecho la guerra en Pernambuco contra el colonialismo portugus entre 1675 y su asesinato en 1695. Tambin en Brasil, en Minas Gerais, en 1788-1789 se produce la conspiracin minera y el levantamiento independentista (y republicano) del alfrez Joaquim Jos da Silva Xavier, Tiradentes, contra la explotacin humana y el saqueo del mineral de los colonialistas portugueses. Ese mismo ao, 1789, estallaba la Inconfidencia Bahiana que postulaba una sntesis de libertad poltica e igualistarismo radical. All participaba, entre otros, el padre Joo Ribeiro, una sntesis criolla de Robespierre y Marat. Al ao siguiente, en 1790, ya andaba Macandal, esclavo prfugo y rebelde, organizando guerra de guerrillas por las montaas indmitas y las selvas de fuego de Hait.

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  • Como seala Jess Santrich en El grito de independencia o la concrecin del sueo del libertador, muchsimo antes de todas esas resistencias picas, ya en 1553, el negro Miguel se haba alzado contra Diego Fernndez de Cerpa y una veintena de espaoles en Nueva Segovia de Barquisimeto (hoy Venezuela). Se intern en las montaas y fund con indgenas y negros un pequeo ejrcito insurgente para enfrentar el sistema de explotacin de los conquistadores. Luch hasta caer en manos de las fuerzas conjuntas de Diego Garca Paredes y otros colonialistas. Todos sus seguidores fueron nuevamente reducidos a la esclavitud. Pero el espaol Diego Garca Paredes muri en una emboscada de indgenas insurgentes mientras viajaba hacia Popayn, donde haba sido nombrado gobernador. Frente a la dominacin colonial jams desapareci la resistencia. Hay que esforzarse mucho, demasiado, para ocultarla o no verla. Las fuerzas sociales en las guerras de emancipacin A inicios del siglo 19, en las formaciones econmico-sociales de Nuestra Amrica coexisten y se enfrentan diversas fuerzas sociales. Por un lado, el poder colonial, clasista, racista y monrquico. Frente a l, dos fuerzas heterogneas y no siempre bien definidas que convergern en la lucha contra el colonialismo: las elites oligrquicas y burguesas criollas y las grandes mayoras excluidas. Estas dos ltimas conformaron el partido americano, el partido de la independencia. Mientras que las oligarquas locales de las zonas rurales y las burguesas comerciales de las ciudades y puertos propugnaban una independencia formal de Espaa (buscando liberar la exportacin de materias primas y el comercio, principalmente con Inglaterra y otras potencias europeas), la fuerza social de las grandes mayoras pugnaba por demandas y transformaciones estructurales ms profundas y radicales (abolicin de la esclavitud colonial, el tributo y la servidumbre, prohibicin de la tortura, reparto de tierras, etc). Dentro de esas mayoras populares convivan los esclavos negros de las plantaciones y los puertos, la peonada indgena de haciendas y minas, los gauchos y llaneros mestizos del mundo rural y una capa de artesanos urbanos y jvenes intelectuales radicalizados (de inspiracin jacobina u origen ilustrado) que tenan vocacin de unirse a las otras clases explotadas, castas sometidas y comunidades rebeldes dentro de una gran alianza y un gran proyecto libertario de emancipacin continental. Esas grandes mayoras populares no slo estaban bajo el yugo, la esclavitud y la servidumbre coloniales, tambin ocupaban zonas liberadas de todo control imperial en gran parte del continente. Millones de africanos prfugos en las selvas, las montaas y las vaqueras se refugiaban junto a los pueblos originarios, en las aldeas fortificadas de sus hermanos indgenas, o en el universo multitnico de la gauchera y los llaneros, donde convivan los pueblos originarios, las negritudes y las pobreras mestizas. Esas poblaciones desobedientes al poder colonial conformaron embriones de nuevas sociedades rebeldes y fraternas de pueblos armados. Quilombos en el nordeste brasileo, palenques de cimarrones fugados por el Virreinato de Nueva Granada, esclavos fugados en las yungas del altiplano boliviano o en las costas inexploradas del Per. Como recuerda Gonzalo Abella, las redes solidarias afroamericanas, entremezcladas con los pueblos originarios rebeldes, iban desde el Caribe al Ro de la Plata (habra que agregar tambin la Araucana donde resistan los mapuches). Esas mayoras disponan de su produccin comunitaria de valores de uso para la superviviencia, sus propios circuitos de trueque e incluso de contrabando hacia el mundo extra continental. Tupac Amaru y las resistencias populares frente al eurocentrismo

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  • Aunque la rebelin de Tupac Amaru fue derrotada, en Hait triunfa la lucha. El ciclo de lucha anticolonial se extiende desde 1780 (Tupac Amaru) y 1791 (Hait) hasta 1824 (Ayacucho). Ese proceso poltico-militar independiza la mayora del continente de los imperios europeos. Las revoluciones de la independencia y sus guerras de liberacin formaron parte de un ciclo global, marcado por la reconfiguracin de la hegemona del capitalismo mundial (a travs de revoluciones burguesas) y la emergencia de crecientes resistencias populares. Nuestros lderes inde