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El sistema mundo moderno y las ciencias sociales: crisis, desafíos y perspectivas Élcio Luís Roefero Héctor Luis Baz Reyes Doctorando en Letras (Teoría Literaria y Literatura Comparada) en la Universidade de São Paulo. Magíster en Literatura y Crítica Literaria por la Pontificia Universidade Católica de São Paulo. Profesor Titular de Literatura Brasileña, Teoría Literaria y Semiótica, en las Faculdades Integradas Teresa D’Ávila (Brasil). Orientador de investigaciones y Coordinador de Posgrado en Lengua Portuguesa y Literaturas en la misma instituición. Alumno de Maestría en Ciencias Sociales en la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (Chile). Profesor de Lengua Española y Literatura Hispanoamericana, egresado del Centro Regional de Profesores de Salto (Uruguay). Investigador de las temáticas: Género, Sexualidad y Etnias, con estudios realizados en la Universidad de la República (Uruguay). Diplomado en Docencia Universitaria en la Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología (Chile). Fragmento de obra perteneciente a la muestra “Cielos propios y ajenos”, de Adriana Blanco (Rosario, Sta. Fe, Argentina, 2012). Foto: Martín Toyé

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El sistema mundo moderno y las ciencias sociales: crisis, desafíos y perspectivas

Élcio Luís Roefero

Héctor Luis Baz Reyes

Doctorando en Letras (Teoría Literaria y Literatura Comparada) en la Universidade de São Paulo. Magíster en Literatura y Crítica Literaria por la Pontificia Universidade Católica de São Paulo. Profesor Titular de Literatura Brasileña, Teoría Literaria y Semiótica, en las Faculdades Integradas Teresa D’Ávila (Brasil). Orientador de investigaciones y Coordinador de Posgrado en Lengua Portuguesa y Literaturas en la misma instituición.

Alumno de Maestría en Ciencias Sociales en la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (Chile). Profesor de Lengua Española y Literatura Hispanoamericana, egresado del Centro Regional de Profesores de Salto (Uruguay). Investigador de las temáticas: Género, Sexualidad y Etnias, con estudios realizados en la Universidad de la República (Uruguay). Diplomado en Docencia Universitaria en la Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología (Chile).

Fragmento de obra perteneciente a la m

uestra “Cielos propios y ajenos”, de A

driana Blanco (Rosario, Sta. Fe, Argentina, 2012). Foto: M

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El diccionario de la Real Academia Española des-taca como acepciones de la palabra “crisis” los términos cambio y mutación, seguido de otras palabras como desarrollo y proceso. En este breve análisis que tiene como objetivo formular una hipótesis de lectura sobre el tema “Crisis de la modernidad y crisis de las ciencias sociales”, discutiremos los principales aspectos que los autores seleccionados exponen sobre dichas temáticas, para: a) saber por qué hablamos de crisis y b) concluir con desafíos y preguntas que son necesarias en cualquier proceso de cambio, en pos de enfrentar los retos futuros.

Partiremos de una premisa que a simple vista pare-ce obvia pero que conlleva una explicación un tanto lógi-ca. Si la ciencia social es un producto del sistema-mundo moderno y este sistema se encuentra en crisis, tanto la ciencia social como cualquier otro elemento producto de la misma, se encuentra o encontraría, constitutivamente enfrentando una crisis. Si además, el sistema mundo mo-derno se desprende de un eurocentrismo y la ciencia so-cial se origina fundamentalmente en Europa, relegando o aplazando culturalmente al resto del mundo, la cien-cia social surge ya, desde esta visión, en un transcurso conflictivo o propensa a cambios, puesto que se establece como “incompleta” o no representativa de una realidad mundial. Sin embargo el problema no es dónde surge la ciencia social sino por qué aún se mantiene representati-va de un determinado contexto, en este caso, eurocentris-ta. Por otro lado, si el sistema mundo moderno está en crisis, es menester determinar qué significó ser moderno y por ende, qué significa aún el término.

En “Postcolonialismo y el artificio de la historia: ¿Quién habla por los pasados indios?” Dipesh Chakra-barty expone algunas visones interesantes sobre lo que significaba ser moderno a fines del siglo XIX en el imagi-nario del pueblo indio, donde la principal característica a destacar es la fantasía de que ser una persona moderna implicaba convertirse en europeo. Claro que este imagina-rio surgió como consecuencia de la colonización del Reino Unido quien impuso esta visión eurocéntrica, además de rituales públicos y privados del individualismo moderno.

Ser moderno” implicaba por entonces estar a la van-guardia, imbuirse de una ideología capitalista al mando de una ley burguesa y sucumbir a la ficción generada por los colonizadores: “El individuo burgués no nace hasta haber descubierto los placeres de la privacidad. (CHAKRABARTY, apud. MIGNOLO, 2001, p. 199.)

“Ser moderno” o creer en la ficción del sistema me-

diante la dominación y por ende el contacto directo con los modelos imperialistas europeos, puede ser justificado y hasta inevitable cuando este período se prolonga varias generaciones. En India implicó una progresiva mutación donde los valores culturales cedieron paso a los valores impuestos, cultura, economía e idiosincrasia se vieron afectados, el capitalismo creciente y la ideología liberal desembarcaron haciendo eco y encontraron un puerto de aguas limpias que comenzaría a generar espacios turbu-lentos a medida que la resistencia aumentaba. Sin em-

bargo, la modernización no se impuso necesariamente a través de la colonización territorial, notándose el mismo proceso aunque en forma paulatina, en sociedades que se independizaron mucho antes y que de igual modo se vieron influenciadas por el sistema.

Ahora bien, ¿en qué aspectos el régimen inglés no consiguió sustentarse satisfactoriamente, provocando un cuestionamiento al sistema y consecuentemente a la visión modernizadora que quiso imponerse? Dice Chakrabarty:

El régimen inglés instituyó dentro de la vida india la tricotómica división ideada sobre la cual se apoyan las modernas estructuras políticas, es decir el estado, la so-ciedad civil y la familia (burguesa). Por lo tanto, no fue sorprendente que las ideas relativas a la domesticidad, privacidad e individualidad burguesas hubieran llega-do a la India a través del régimen inglés. Sin embargo, lo que quiero aclarar aquí, a través del ejemplo de la bhadralock, son algunas operaciones culturales por las cuales los “indios” desafiaron y modificaron las ideas recibidas, de manera que pusieron en cuestión los dos principios fundamentales que subrayan la idea de “mo-dernidad” —la familia nuclear basada en un matrimonio de compañeros y la construcción del tiempo, secular e histórica. Como Meredith Borthwick, Ghulam Murshid y otros estudiosos lo han mostrado la idea europea de “ci-vilización” del siglo dieciocho culminó tempranamente en el siglo diecinueve en India con una abierta crítica im-perialista a la vida doméstica indio/hindú, sobre la que se sostenía que era inferior a lo que fueron los ideales medio-victorianos de domesticidad burguesa. La cuesti-ón de la “condición de la mujer” en el siglo diecinueve en la India formó parte de esa crítica, así como también lo fueron las ideas del individuo “moderno”, “la libertad”, “la igualdad” y “los derechos”. En pasajes notables por su combinación de igualitarismo y orientalismo, James Mill en su The History of British India de 1817 colocó juntas la temática de la familia/nación y la teleología de la “libertad”. (CHAKRABARTY, 2001, p. 202-3)

El papel de la mujer en la sociedad, determina se-gún James Mill, autor citado por Chakrabarty, una de las más notables circunstancias en las costumbres naciona-les, y a pesar de las evidentes críticas sobre la situación esclavista y degradante de la condición femenina en la India, el tema de la “libertad”, la “igualdad” y el “desper-tar” siempre generó y genera en la actualidad una crisis de valores que repercute en la educación principalmente, convirtiéndose en uno de los temas controvertidos que no encontró consenso a nivel social. Cualquier defensa de la individualidad que convierta al sujeto en sujeto mo-derno, era víctima de repudio y censura, donde la propia literatura reafirmaba los modelos conservadores.

¿Por qué la modernidad es asumida en crisis? Tal vez porque el sistema eurocéntrico, capitalista y sobera-no, que ha doblegado a muchos pueblos a través de los últimos siglos, finalmente no consiga enfrentarse a una realidad mundial que se expande y abre camino a las necesidades particulares de cada sociedad, heterogéneas en lo que respecta a valores culturales, arraigados y esen-ciales -aunque discutidos o no aceptados- que forman

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IAparte de la voluntad social. La necesidad de provincia-lizar “Europa”, como refiere el autor, implica mirar lo moderno como cuestionable, desde una mirada crítica y necesaria que sustente otras narrativas, libres de las ver-ticalidades impuestas por la “modernidad” en cuestio-nes de tradición y ciudadanía.

Autores como Bruno Latour, citados por Immanuel Wallerstein, discuten la existencia de un mundo moderno, argumentando que el concepto de modernidad es un error:

Nadie jamás ha sido moderno. La modernidad nunca ha comenzado. Nunca ha habido un mundo moderno. El uso del pretérito perfecto es importante aquí, por-que es una cuestión de sentimiento retrospectivo, de releer nuestra historia. No estoy diciendo que estamos ingresando a una nueva época; por el contrario, ya no tenemos que continuar la huida hacia adelante de los pos-pos-posmodernistas; ya no estamos obligados a aferrarnos a la vanguardia de la vanguardia; ya no bus-camos ser cada vez más astutos, cada vez más críticos, cada vez más hundidos en la ‘edad de la sospecha’. No, en lugar de ello descubrimos que nunca hemos termina-do por entrar en la era moderna. De allí la insinuación de ridiculez que siempre acompaña a los pensadores posmodernos; ¡alegan venir después de una época que ni siquiera ha comenzado! (LATOUR, apud. WALLERS-TEIN, 2001, p. 294-5.)

Saturación y ser “amodernos”, son conceptos que cuestionan la quintaesencia de lo que es ser moderno. El autor refiere al concepto de “hibridación” o proliferación de híbridos que saturan el marco constitucional de los moder-nos, donde, en esa lucha por prohibir los híbridos es que surgen y viceversa, en una constante lucha que no termi-na, teniendo como enemigo el propio problema del tiempo. Toda revolución, cambio o reacción ante los sistemas, impli-ca necesariamente la ruptura temporal, con el pasado, con las vanguardias, desistiendo finalmente de una evolución.

¿Qué significa el término “híbrido”? Aquí el

concepto refiere a mezclas, elementos indisociables que pertenecen a dos subconjuntos, por un lado la naturaleza y por el otro la cultura, casi objetos, casi sujetos. Latour nos brinda un ejemplo sobre este concepto que vincula el deseo de hablar con un ser querido, donde a través del uso del teléfono, se fortalece, al mismo tiempo, la compañía telefónica. Existe en este sentido una alianza tan fuerte entre humanos donde yo, más el deseo de ha-blar con un ser querido, se unen al elemento no humano, cables, satélites, electricidad, etc., sin la posibilidad de transformar esto en un dato meramente humano, sub-jetivo y por otro lado objetivo, tornándose por ende en un híbrido. No existe la posibilidad de explicaciones re-duccionistas en esta fusión, ya sea a nivel psicológico o sociológico, este híbrido es lo que existe. La modernidad entra en conflicto en el momento de intentar reducir es-tos híbridos a una de las dos zonas ontológicas que le son constitutivas, u objetos o sujetos, siendo imposible, cuestionando de esta manera el proyecto moderno.

Wallerstein (2001) se pregunta dentro de una serie de cuestionamientos y desafíos: ¿es la modernidad un engaño –no una ilusión sino un engaño– que ha defrau-dado en primer lugar a todos los científicos sociales? Esta pregunta, que parece retórica dentro de los argumentos expuestos, define sin embargo que en lo que respecta a la ficción creada por la modernidad hemos sido engañados por un sistema que utilizó el engaño alternativamente al cambio, generando la ilusión de la existencia de dos zonas que podrían paralelamente actuar disciplinada-mente, mientras se creaban interrelaciones cada vez más dependientes y mutables, accediendo de esta manera al híbrido que es en esencia el único rastro moderno.

Zygmunt Bauman (2001) acuña el término capitalis-mo leve, argumentando que no se trata de un capitalismo racional por referencia a valores (en el sentido que Weber lo utilizaba), aún alejándose del tipo ideal de orden racio-nal instrumental. Si en algún momento de la historia los valores, en el sentido weberiano, fueron abrazados abso-

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lutamente, no es lo que ocurre en la actualidad. Surge de esta manera un Estado de ansiedad perpetua que genera un nuevo modo de incerteza, el no conocer los fines, en lugar de la incerteza tradicional de no conocer los me-dios. Luchamos ante la agonía de optar por fines, todos ellos muy seductores y frente a una cantidad de medios disponibles, pero siempre con la ansiedad a cuestas de no conocer el tiempo de utilidad de los mismos:

En las nuevas circunstancias, lo más probable es que la mayor parte de la vida humana y la mayoría de las vidas humanas se consuman en la agonía de escoger objetivos y no en la búsqueda de medios para los fines, los cuales no exigen tanta reflexión. Al contrario de su antecesor, el capitalismo leve tiende a ser obcecado por valores. El pequeño anuncio apócrifo en la columna de “se busca empleo” –“tengo coche, puedo viajar” – puede servir de epítome a las nuevas problemáticas de la vida, al lado de la cuestión atribuida a los jefes de institutos y laborato-rios técnicos y científicos de hoy: “Encontramos la solu-ción. Ahora vamos a buscar el problema”. La pregunta “¿qué puedo hacer?” pasó a dominar la acción, minimi-zando y excluyendo la cuestión “cómo hacer de la mejor manera posible aquello que tengo que no puedo dejar de hacer”. (BAUMAN, 2001, p. 73. [Traducción nuestra])

La crisis de la modernidad puede de esta manera redu-cirse, someramente, en diversos aspectos que determinan su inestabilidad, como es el caso de los valores o, en forma más radical, a través de la negación de la misma en argumentos que justifican un engaño por el cual hemos contribuido a for-talecer un dispositivo altamente eficaz en algunos aspectos y sensiblemente desmontable en otros.

Continuando con nuestro planteo inicial, seguidamen-te discutimos la crisis de la ciencia social como problemática inserida en el cuestionamiento sobre la modernidad y sus avatares. Exponemos el punto clave de este estudio en los postulados de Francisco López Segrera “Abrir, impensar y re-dimensionar las ciencias sociales en América Latina y el Cari-be. ¿Es posible una ciencia social no eurocéntrica en nuestra región?”. Asumimos que en dicha premisa ya se observa la necesidad de revisión, análisis y reflexión sobre la ciencia so-cial, adjuntando a esta última pregunta el proceso conflictivo que es menester estudiar como hipótesis de lectura.

Crisis de paradigmas, crisis de la modernidad y crisis de la ciencia social. Parece que el común denominador reafir-ma el pensamiento contemporáneo que observa que lo único estable es la propia inestabilidad de nuestro tiempo, donde es menester una constante revisión, relectura y análisis de postulados, aún más cuando por décadas hemos estado al margen de los procesos constitutivos y evolutivos de dichos conceptos. El término “impensar” atribuye semánticamente la noción de revisión y cuestionamiento de una herencia que el siglo XIX y XX, en cuestiones referidas a la ciencia social, han enraizado firmemente en nuestro pensamiento.

¿De qué manera se plantea una revisión? Principalmente en la deconstrucción de algunos escenarios estáticos que han existido en detrimento de un llamado sistema mundo, como es el caso del abordaje Estado nación que disociaba esta posibilidad de enfoque totalizador, sumándose a este

proceso, la disolución de las barreras entre los métodos de análisis idiográfico y nomotético con la finalidad de un análi-sis transdisciplinario, donde las ciencias sociales abandonen el simple recuento de hechos del pasado o la búsqueda sim-plista de regularidades de forma ahistórica.

Es necesario cuestionar la bibliografía existente, ana-lizar los textos que insisten en una ejemplificación y carecen de elementos para explicar los sistemas complejos. Investi-gaciones conjuntas y transdisciplinarias, generadoras de es-pacios de conocimiento donde el aporte de todas las ciencias enriquezca, edificando una sólida colaboración, muy distinto a la herencia pasada donde se trabajaba en divisiones que sólo reproducían teorías y sistemas de una misma categoría. Reunificación epistemológica del mundo del conocimiento, este es el planteo trascendental que el autor nos propone. Sin embargo, el camino a recorrer no es fácilmente transitable aunque pueda ser visualizado utópicamente con grandes es-peranzas. Basta identificar esa severa fragmentación en nues-tros sistemas educativos donde observamos la segregación entre ciencias humanas y exactas a modo de compartimentos estancos, dificultando de esta manera el aprendizaje y estruc-turando el saber, con pocas experiencias interdisciplinarias exitosas. Veamos lo que dice Wallerstein:

…las ciencias sociales han sido el pariente pobre —ni lo uno ni lo otro y despreciadas por ambos lados en la guerra de las “dos culturas”. Y los científicos sociales han internalizado esta imagen, ya que sienten que no tienen otro destino que alinearse ya sea con los científi-cos o con los humanistas. (…) Me parece evidente que los estudios de complejidad y los estudios culturales han empujado a las ciencias naturales y a las humanida-des, respectivamente, hacia el terreno de la ciencia so-cial. Lo que había sido un campo centrífugo de fuerzas en el mundo del conocimiento se ha convertido en uno centrípeta, y la ciencia social es ahora central al conoci-miento. (WALLERSTEIN, 2001, p. 302.)

El legado occidental puede sintetizarse en tres axio-mas que esclarecen cuál es la situación actual, asociados directamente a autores como Durkheim – la realidad de los hechos sociales – Marx – el carácter perenne y perma-nente del conflicto social – y Weber – la existencia de legi-timación que regulan y contienen los conflictos. En torno a estos axiomas, Immanuel Wallerstein entiende que, en el futuro, la ciencia social deberá plantearse desafíos y perspectivas que modifiquen el esquema actual, a través del aporte de valiosos teóricos que constituyen el pensa-miento emergente del nuevo siglo. Entre desafíos y pers-pectivas encontramos como aspectos a destacar el hecho de localizarnos en una nueva realidad, desilusionante, y donde observamos el fin de las certidumbres, tiempos so-ciales múltiples que nos demandan la necesidad de una revisión y el deseo de reunificación epistemológica entre las ciencias y las humanidades, asumiendo las ciencias sociales un papel de centralidad. Esta reinterpretación del pensamiento social clásico debe partir del análisis de la modernidad y establecer un nuevo enfoque metodo-lógico como refiere Anthony Giddens, coincidiendo con el pensamiento de muchos teóricos actuales que bogan

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IAante la necesidad de cambios. Citamos a Federico Mayor quien concluye de esta manera una alocución en la Con-ferencia Europea de Ciencias Sociales (1992):

…ningún otro campo del conocimiento podría contribuir tan decisivamente a construir un puente entre la reflexión y la visión de los asuntos humanos, de una parte, y a la formulación de políticas y la puesta en marcha de accio-nes para mejorar la calidad de vida de los seres humanos, por otra. (MAYOR apud. LÓPEZ SEGRERA, 2000, p. 226.)

Federico Mayor también destacó la importancia de la transdisciplinariedad, reclamando un espacio que las ciencias no poseen en comparación con la cultura artísti-ca por ejemplo, y si bien el aporte de las ciencias es inne-gable, la explotación inadecuada de los logros científicos ha implicado la degradación del medio ambiente y gene-rado un gran desequilibrio social.

En las ciencias sociales latinoamericanas el neoli-beralismo y el postmodernismo son las dos influencias teóricas que predominan, las cuales acuñan ciertos peli-gros que van en detrimento de la actitud de impensar las ciencias sociales. Estos peligros reafirman, por un lado, el dogmatismo de las concepciones lineales de progreso universal, acrecentando el imaginario sobre el desarrollo y, por otro lado, la glorificación del eurocentrismo.

Latinoamérica ha brindado aportes relevantes en ciencias sociales que deberán conducirse y abrir caminos dentro del pesado legado eurocentrista, aportes como el del capitalismo colonial (Sergio Bagú) quien afirma que el régimen económico luso-hispano no es feudalismo sino capitalismo colonial, haciendo que América ingre-sara con premura dentro del capitalismo comercial y posteriormente el industrial. Aportes como el del axioma “centro-periferia” (Raúl Prebisch) refiriéndose al concep-to de centro como los países que han retenido totalmente los frutos del progreso técnico de su industria, mientras los países de la periferia les han traspasado una parte del resultado de su propio progreso técnico. El “sub-impe-rialismo” (Ruy Mauro Marini) quien menciona una re-escalonamiento de los países en el esquema piramidal, surgiendo de esta manera centros medianos como es el caso de Brasil. El axioma “dependencia” (Theotonio dos Santos) donde la economía de un cierto grupo de paí-ses esta condicionada por el desarrollo y la expansión de otros países. Siendo sólo algunos de los más importantes pensadores actuales, reflejan una parte del amplio movi-miento intelectual que ha reivindicado el paso firme del pensamiento de América Latina y el Caribe.

Entre desafíos y la participación necesaria de un pensamiento integrado culturalmente, las ciencias socia-les encaran mudanzas radicales, como ser la actual crisis europea que se intensifica y registra antecedentes inusi-tados, despertando a los grupos radicales en protestas masivas, consecuentemente con la reflexión que genera la estabilidad de los sistemas capitalistas y el efecto cas-cada en países que dependen de estas economías. Es ne-cesario repensar cuáles serán los sistemas que en el futu-ro se tornarán viables, discutiendo la independencia de

nuestra región, la solidez o la separación extrema entre ricos y pobres, aspectos que repercutirán en la educaci-ón, en la economía y en la cultura pero principalmente en una nueva forma de pensar el mundo.

Con respecto a las ciencias sociales:

Con relación a las perspectivas de las ciencias sociales en América Latina y el Caribe, debe reiterarse que mu-cho hemos avanzado en la reunificación epistemológica de las dos culturas, la de las ciencias y la de las huma-nidades. No quiere esto decir que podamos eliminar de la agenda totalmente la necesidad de impensar y abrir las ciencias sociales en nuestra región. Pero de lo que se trata sobre todo en Nuestra América, es de avanzar en la reunificación organizativa de las ciencias sociales y en que éstas reasuman su papel de centralidad en el mundo del conocimiento, debilitado en los ochenta y primera mitad de los noventa como consecuencia de la “crisis de paradigmas”. Para esto resulta clave el pensar la región desde sí misma, sin peligrosos provincianis-mos… (LÓPEZ SEGRERA, 2000, p. 234.)

Es indudable que asistimos a un momento de cues-tionamiento y crisis de un sistema que aún durará mu-cho tiempo, más aún en América Latina, pensamiento que los autores estudiados ratifican conscientemente. Sin embargo, la teorización de estos conceptos no irrumpe de forma significativa sin la transformación general de los aspectos antes mencionados. Tomar acción es trascen-dental y necesario –aunque sin colaboración– podría tor-narse una utopía más, en un mundo que ha dejado de ser de otros para tornarse cada vez más nuestro. Seguimos, por ejemplo, formando científicos y profesionales para que continúen emigrando a otros países –porque allí son más valorados– mientras donde más se los necesita, pro-siguen anónimos o no consiguen subsistir solamente a través de la investigación. La crisis sólo puede llevarnos a modificaciones reales si las condiciones básicas son da-das para el cambio, de lo contrario, continuaremos ana-lizando mutaciones, pensando en desafíos y anhelando la unificación pero nunca actuando consecuentemente.

REFERENCIAS

BAUMAN, Zygmunt. Modernidade líquida. Rio de Janeiro: Zahar, 2001.CHAKRABARTY, Dipesh. “Postcolonialismo y el artificio de la his-toria: ¿Quién habla por los pasados indios?”, In: MIGNOLO, Walter (Comp.) Capitalismo y geopolítica del conocimiento. Buenos Aires: Ediciones del Signo, 2001.DICCIONARIO RAE. 22ed.. Madrid: Espasa-Calpe, 2001.LÓPEZ SEGRERA, Francisco. “Abrir, impensar y redimensionar las ciencias sociales en América Latina y el Caribe. ¿Es posible una cien-cia social no eurocéntrica en nuestra región?”, In: LANDER, Edgardo (Ed.) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Caracas: UNESCO, 2000.WALLERSTEIN, Immanuel. “El eurocentrismo y sus avatares. Los di-lemas de la ciencia social”, In: MIGNOLO, Walter (comp.) Capitalis-mo y Geopolítica del conocimiento. Durham: Duke University, 2001.______. “El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social”. In: Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. México: Siglo XXI, 2001.

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