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Documento delXXII Capítulo General
Casa General
Bogotá, D.C. - Colombia
2013
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PRESENTACIÓN
El XXII CG realizado entre el 29 de octubre y el 25 noviembre de 2013 a la luz del pensamiento: “Vamos a Belén, a ver qué ha sucedido y el Señor nos ha manifestado” (Lc 2, 15b), constituyó un espacio en el cual vivimos la experiencia de valorar, agradecer y proyectar. Valorar la presencia Bethlemita en el mundo, agradecer al Señor su ternura y su bondad con nuestro Instituto, y en esta línea de gratitud, proyectar. Es justo agradecer dando siempre lo mejor.
Valoramos la presencia del carisma y la espiritualidad Bethlemita en tantos y tan variados escenarios; contemplamos con los ojos del alma los inmensos escenarios de la vida humana, las culturas, los ambientes, las luchas, las esperanzas y en ellos nosotros, hermanas y laicos, apoyando búsquedas, acompañando en el camino; iluminando una noche oscura como en Belén, en la primera Navidad.
Comprobamos una vez más cómo hoy y como nunca antes, la mesa de los bienes se sirve para pocos. El pan material, el pan del conocimiento, el pan del amor, el pan de la justicia y de la paz, el pan espiritual, falta en muchos hogares, en muchos pueblos, en muchos países. Valoramos la generosidad Bethlemita; admiramos la acogida y la sencillez de hermanas y laicos que saben ser pan bueno y compartido para la mesa del necesitado.
Agradecimos al Señor el don de la vida religiosa y la experiencia del carisma Bethlemita que nos impulsa a salir de nuestras pequeñas seguridades para apresurarnos a servir a los hermanos y hermanas en misiones y en ambientes tan diversos, a ejemplo de nuestros santos fundadores que atentos a los signos de los tiempos respondieron a las necesidades más apremiantes de sus respectivas épocas. Agradecimos al Señor su amor de predilección por nuestro Instituto, las nuevas vocaciones que nos regala; la posibilidad de amar y de servir a los niños y a los jóvenes, a los adultos y a los mayores, a los pequeños y sencillos.
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Y junto con este agradecimiento vino también el compromiso. De continuo nos preguntamos: ¿A qué nos llama hoy el Señor como Instituto religioso, como mujeres consagradas, como enamoradas de Belén?.
Nos sentimos llamadas a abrirnos a diálogos más amplios con el mundo de la cultura, de la ciencia, de la tecnología y a participar desde lo intercultural, lo intercongregacional, lo interreligoso en nuevos procesos de síntesis fe-ciencia-cultura-evangelio; a crecer en responsabilidad con el cuidado de las personas y del ambiente; a fortalecer el compromiso con los pobres y excluidos, con los necesitados no solo del pan material sino del pan de los valores, de la moralidad, de la educación, del trabajo digno, del pan de la justicia y de la paz.
Sentimos la urgencia de compañeros y compañeras de misión, verdaderos colaboradores con quienes interactuar y trabajar en la promoción de la dignidad humana. La ALB es presencia del carisma Bethlemita en las iglesias locales y en el mundo cultural y social, pero son tantas las necesidades y los retos que nos plantea el mundo que debemos fortalecer nuestro compromiso con quienes se sienten llamados a vivir nuestra espiritualidad. Caminar juntos anima, dinamiza y recrea nuestra respuesta al Señor.
Y en este anhelo de caminar con otros y otras, es fundamental que sepamos quiénes somos. Por ello, nos sentimos convocadas a cultivar nuestra identidad religiosa Bethlemita; no podemos olvidar nuestra verdadera misión: ser presencia del Dios uno y Trino que nos convoca al nosotros que se realiza en comunidad.
Nos sentimos llamadas a un estilo de vida sobrio y sencillo, austero; a un claro compromiso de servicio y solidaridad desde el espíritu de pobreza-humildad que aprendemos en Belén; al milagro de la fraternidad que sucede cuando nuestra tienda se ensancha y nuestros brazos se abren al abrazo amoroso que acoge y valora, que salvaguarda y promueve, que dignifica y salva, que humaniza y hermana.
Particular alegría suscitó en nosotras que nuestro XXII CG, se llevara a cabo en el espacio de tiempo en que S.S. Francisco presentó al mundo las líneas que dan forma a la propuesta de Nueva Evangelización, propuesta que conjuga el testimonio alegre con el servicio a los más
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necesitados en una Iglesia llamada a colocarse en salida de sí para abrirse a una misión que se encarna en las periferias humanas, desde una opción por lo comunitario que constituye de suyo un bello testimonio.
Fruto de este proceso de discernimiento y en el anhelo de vivir con autenticidad nuestro carisma y la espiritualidad, definimos los compromisos para el periodo 2013-2019. Los temas capitulares abordan cuatro núcleos: identidad, pobreza, formación, misión; unos y otros se entrelazan para dar forma al mensaje central:
“Anunciamos lo que el Señor nos ha manifestado”
Anuncio que, tal como nos lo plantea Su Santidad, se valida por el testimonio gozoso y por la vida entregada en amor y servicio.
Que estos años por venir sean para cada una de nosotras la maravillosa oportunidad para salir de nuestras seguridades alcanzadas, de nuestros pequeños mundos y, en misión conjunta con nuestros colaboradores apostólicos, abrirnos al nosotros global, universal, desde la acogida y la solidaridad que se hace amor y servicio a los más necesitados.
Fortalecidas por el amor de nuestro Señor, en compañía de María y de José, en el espíritu de nuestros santos fundadores y con el abrazo siempre amoroso de nuestras hermanas que han caminado y que hoy, alegres y generosas, muestran la estrella a las nuevas generaciones de Bethlemitas, vivamos el gozo de anunciar lo que el Señor nos ha manifestado.
Diana Lucía Torres BonillaBethlemita
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AGRADECIMIENTO
El XXII Capítulo General fue sin lugar a dudas un tiempo de gracia para todos los que participamos en él.
Damos gracias infinitas al Señor porque, mostrándonos la luz resplandeciente de la estrella, nos llamó un día a participar del particular Don del Dios que se entrega en humildes pañales para la salvación de la humanidad. El acontecimiento que absortos presenciaron los pastores se renueva en el día a día y se convierte en una invitación para que, al igual que ellos, tomemos los mejores y más preciados bienes y los presentemos al recién nacido en alabanza y adoración.
El Capítulo General fue una llamada inquietante a llegar presurosas a Belén para llevar la ofrenda en nuestras frágiles y limitadas manos. Al Belén de nuestro XXII Capítulo General acudimos desde todas las latitudes del planeta: Asia, Europa, América. Llevamos nuestras alforjas colmadas de experiencias múltiples y enriquecedoras; la diversidad de nuestras culturas y lenguas, la variedad de nuestras misiones. Ante Jesús Niño presentamos nuestros esfuerzos, anhelos, y fatigas; y al contemplar en la pobreza de Belén cómo Dios actúa en lo pequeño y frágil, nos maravillamos ante la experiencia del Dios que actúa en nuestra historia; que acompaña y guía la vida de nuestro Instituto y que nos ofrece un horizonte de esperanza.
El Capítulo tuvo como nota característica la participación activa de diversos miembros de la familia Bethlemita: hermanos laicos, exalumnas, directivos, docentes, colaboradores apostólicos, quienes de una u otra manera viven nuestra espiritualidad desde sus vocaciones específicas. Particular alegría suscitó en nosotras la presencia de niños y jóvenes de diversas obras apostólicas que mostraron su talento artístico y la riqueza cultural de diversas regiones.
En el Belén del Capítulo vivimos la fraternidad, el gozo, la simplicidad, el compromiso, la responsabilidad. Sentimos cada día la acción del Espíritu, experiencia que nos permitió abrir la mente y el corazón para acoger el querer de Dios en el hoy de nuestra vida Bethlemita. De múltiples maneras, el Señor se manifestó; vivimos la gratuidad de su amor que expresamos en el anhelo de servirle con generosidad.
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Al igual que los pastores hemos vuelto “glorificando y alabando a Dios” por todo cuanto hemos “visto y oído”; por todo cuanto Él nos ha revelado. Nuestra vida no podrá ser la misma: Jesús una vez más se ha manifestado y, en el silencio, la fragilidad, la inocencia y la vulnerabilidad del Niño, nuevamente nos invita a ser testigos de su amor; a llevar la luz de la fe y el amor; a iluminar la noche oscura de tantos hermanos y hermanas que sufren de diversas maneras y que esperan un nuevo amanecer.
Sonia Lucrecia Ovalle Cruz
Bethlemita
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HILO CONDUCTOR DEL XXII CAPÍTULO GENERAL
En la comunicación escrita, libros, revistas, periódicos, los títulos suelen ser sugestivos. Son como una gran portada que se nos abre para entrar en un mundo nuevo. Conocemos el atractivo de los avisos luminosos y cuánto despiertan de interés en quien los mira. Así mismo, el título atrayente de un libro o de un capítulo del mismo, parece como si invitaran al lector a entrar en un lugar de maravillas, y rico en sugerencias. Para este XXII Capítulo General de nuestro Instituto, la madre Diana Lucía ha escogido, por razones obvias, una cita del evangelio de Lucas, discípulo de Pablo, viajero y caminante, predicador entre los griegos e interlocutor, allá en Éfeso, de la Señora Santa María, Madre y Maestra del rebaño que apacentaba Juan el predilecto del Señor: “Vayamos a Belén y veamos lo que allí ha sucedido y el Señor nos ha revelado”.
En la historia de nuestro Instituto el misterio de Belén ha sido siempre inspiración y ruta. A su luz caminó Pedro de Betancur y marcó para su familia religiosa una senda de amor y seguimiento. Cuando, allá en Vilaflor, se iba por las playas del Médano, en tanto que hacía cruces y cuidaba sus ovejas, soñaba con adentrarse en el mar azul y llegar a las tierras de América para dedicar su vida a la evangelización de los pueblos indígenas recién conquistados por España.
Cuando aún era niño oía a un sacerdote de la familia hablar de esas tierras nuevas, de esos horizontes desconocidos y soñaba con cruzar el mar y llegar a las tribus indígenas para hablarles de ese Dios grande y poderoso que domina el mar, reina en las montañas y se hace presencia en la flor que crece a la vera del camino. Cuando, por la muerte de su padre, queda constituido como cabeza de familia,
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su madre desea con afán, arraigarlo a la tierra nativa, mediante un matrimonio, un hogar, una familia.
Tenía Pedro una piadosa tía que lo orientaba siempre hacia una vida más comprometida con el Dios a quien buscaba. Un día por secreta inspiración, le dice: “Vete a América a salvar tribus indígenas y a orientarlas en el amor y la fe” y así, Pedro, soñador y aventurero cruza el mar azul. Llega a Cuba y de ahí a tierras de Guatemala para evangelizar y servir a los indígenas que yacían lejos de la luz de la fe y desconocían el amor providente y misericordioso de Dios.
Cuando enfermo y cansado llega a Antigua Guatemala, besa con amor esa tierra que se le da para ser evangelizada, servida y constituirse, así, en su padre, amigo y protector. Guatemala es para él, altar de generosa ofrenda de sí y lugar de encuentro con el dolor del indígena, del negro, del enfermo abandonado. Es además proscenio de una forma nueva de predicación: saldrá en las noches y al tañido de una campanilla llenará las calles de vibraciones y de una cantilena perturbadora: “Acordaos, hermanos, que un alma tenemos y si la perdemos no la recobramos”.
Y Dios, que lo ha elegido para ser “el Santo de Guatemala”, para alertar conciencias dormidas y sanar cuerpos enfermos, le inspira, así mismo, grandes amores: el del Jesús pobre y humilde del pesebre, el del Jesús que muere en la cruz con el corazón traspasado por una lanza y el de Jesús nazareno con quien caminará hasta la muerte. Le da, así mismo, una Madre: Santa María de Belén que iluminará su vida y ante quien, como el juglar de la leyenda, danzará y entonará trovas. Ella será estrella de su caminar y Madre de la familia religiosa que, por voluntad de Dios fundará y se constituirá, como él, en portadora de vida.
Los Bethlemitas se extenderán por tierras de América y llevarán un mensaje de salvación y de salud a México, Cuba, Perú, Colombia, Ecuador y Argentina. Aún reposan en las bibliotecas tratados de medicina, guías de salud, enseñanza de la práctica <médico quirúrgica> para remediar el dolor y la miseria, escritos por aquellos a quienes cariñosamente denominaban “Padres barbones”. “A fray José del Rosario, médico, botánico y boticario titulado, se le considera como “el impulsor de la medicina científica y a los Bethlemitas como a los primeros enfermeros organizados de la historia médica americana”.
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(Susana Ma. Ramírez M. “Los Bethlemitas del Hospital de Quito y su biblioteca médica”).
En la vida de los fundadores de las familias religiosas es maravilloso descubrir cómo Dios elige, forma y capacita para crear algo nuevo; así como para lograr el ideal soñado y por largo tiempo buscado. Francisco de Asís, con su sueño de pobreza y de fraternidad universal descubre a Dios como su sola posesión: “Mi Dios y mi todo”; Ignacio de Loyola, cortesano, guerrero, gran señor, crea una compañía como aquella que dirigiera en Pamplona y la constituye en ejército del gran Rey, quien desde su visión en el Cardoner llena y orienta su vida y lo lleva de batalla en batalla tras “la mayor gloria de Dios”. También Teresa de Jesús, “monja inquieta y andariega” según un Nuncio de su época, llena su vida “del amor a la humanidad de Jesucristo” y funda conventos donde especializa a sus monjas en el conocimiento y amor a la persona de Jesucristo y resume su vida en el “mi Dios y mi todo”. Forma carmelitas como Teresa de Lisieux que se da en ofrenda al amor misericordioso. Así mismo Pedro de Betancur, cuando funda su Orden religiosa y la dedica al cuidado de los enfermos, tanto del espíritu como del cuerpo, la consagra al Dios hecho pobreza-humildad.
Pedro de Betancur para realizar su misión recibe una gracia especial que lo capacita para crear en la Iglesia una nueva familia religiosa. Funda con carisma personal algo nuevo y acorde con las circunstancias de su época. Su carisma de fundador, gracia personal e intrasmisible como tal, se revela en una forma nueva de vida, en un hacer y actuar únicos, lo que se constituye en esa identidad que solemos llamar “aire de familia”.
Nuestro Instituto, queridas hermanas, por voluntad especial de Dios tiene en el Santo Hermano Pedro su padre y fundador. Y tiene, así mismo, en nuestra Beata Madre Encarnación Rosal una bethlemita que no sólo participa en el carisma fundacional del Santo Hermano Pedro de Betancur, si no que, recibe un carisma personal que la hace consoladora, confidente y amiga del Corazón de Jesús, quien le revela los dolores de su corazón. Nuestra Madre enriquece al Instituto con un llamado especial que la constituye en iniciadora de una nueva devoción: la de los dolores internos del Corazón de Jesús. Cuando en la noche del jueves santo el Señor Jesús le manifiesta sus dolores y le pide consuelo y reparación, nuestra madre en su humildad le dice que
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no es ella digna de esta misión, el Señor le contesta, que precisamente la ha elegido por su gran miseria. Y ella, desde la participación en el carisma de pobreza-humildad que nos legara nuestro fundador, acepta convertirse en consoladora y reparadora de los dolores de su Corazón. Y la elección divina y la aceptación humilde la llevan a la pobreza y abajamiento de Belén, así como, a la oblación sacrificial del Calvario y a la participación en las ignominias de la Cruz. Y como ella afirma, Belén se le hace: “altar de los primeros sufrimientos de Cristo y cátedra de sus más grandes virtudes”. Y el Calvario, la Cruz y la muerte entre dos ladrones, son así mismo, prolongación de la humildad, abajamiento y soledad del pesebre.
Debo decirles, queridas hermanas, que si bien tengo en cuenta la definición, explicación, comentarios teológicos y pastorales que nos dan los libros sobre los términos carisma y espiritualidad, por rectitud de conciencia, respeto y lealtad hacia ustedes, deseo decirles que me moveré más en lo que en el devenir de nuestro Instituto ha determinado y orientado las vidas de tantas hermanas que en “pobreza y humildad de corazón”, han llegado ante el pesebre atraídas por la luz de la estrella.
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“Vayamos a Belén y veamos lo que allí ha sucedido y el Señor nos ha revelado”. Esta, es tal vez, la invitación que un viejo pastor hace a sus compañeros, allá en el calor de la majada, cuando ellos dormían y las ovejas reposaban.
Cierto que en la quietud de la noche habían oído cantares y habían contemplado miríadas de estrellas que formaban senderos luminosos por los cuales descendían ángeles que cantaban: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. No sorprende que los pastores dormitaran, el pastoreo exige trabajo rudo, incomodidad y alimento precario; y que se busque en el sueño un escape a la vida dura y carente de toda comodidad. Hacía falta, por tanto, que alguien los despertara y creara en ellos la conciencia de ser testigos de algo nuevo. Entonces, entusiasmados corrieron a Belén para ver lo que allí había sucedido y el cielo les había revelado.
Y con la generosidad de los pobres y humildes, que comparten sus medrados bienes, tomaron lo mejor que tenían y fueron de prisa, al
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lugar donde de nuevo brillaba la estrella. Y vieron a un niño y a sus padres: la madre, una mujer de extraordinaria belleza y exquisita bondad; y el padre, un varón fuerte y de gallarda figura. Y por un secreto impulso se hincaron para adorar al Niño y hacerle ofrenda de sus humildes regalos. Le cantaron baladas pastoriles, en tanto que allá dentro el corazón ardía.
Y cuando se desvaneció la luz de la estrella, y los ángeles cesaron sus cantos de paz y alegría, volvieron a la majada, recordando la vieja promesa de que el Hijo de Dios se haría hombre y nacería en Belén. Retornaron gozosos, agradecidos y, no cabe duda, que se sintieron hombres nuevos.
Los pastores, como tales, no gozaban de buen nombre. Se los consideraba poco honestos, gruñones, perezosos y un tanto huraños. No se tenía en cuenta que carecían del afecto familiar, dormían a la intemperie y se alimentaban pobremente. Las largas horas de soledad y de silencio ya en las montañas, ya en los valles, los hacía parecer poco amables. Se los acusaba, así mismo, de no respetar los bienes ajenos y cuando incursionaban en los poblados se les daba un trato poco acogedor. Su oficio de pastores no atraía simpatías, ni buena acogida.
No es ilusorio pensar que en aquellos “pastores de Belén” se dio un cambio de vida y que se rehabilitaron ante su pueblo. El Señor Jesús se llamó a si mismo “Buen Pastor”. Él fue en realidad el Pastor que da la vida por sus ovejas; el que las apacienta y guía; el que con delicada ternura y misericordia se va por valles y cañadas buscando a la oveja extraviada para conducirla de nuevo al rebaño. Y un día, allá en el Templo declaró su identidad “Yo soy el buen pastor y doy la vida por mis ovejas”. Y es grato pensar cómo la Iglesia de los primeros tiempos y nuestra Iglesia actual se consideran a sí mismas como redil: y a sus jefes y dirigentes como “pastores y guías”.
La adoración de los pastores no es un simple relato de sabor folklórico, sino algo rico en enseñanzas. Dios los llama por amor y especial elección. Y pregunto: ¿nos trae este relato algún recuerdo personal sobre una llamada en la noche, sobre una estrella que iluminó el camino, sobre un anuncio que en algún momento nos condujo y nos mantiene en Belén?.
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Una vez más se comprueba que Dios elige lo pobre, lo humilde, lo que muchos consideran desechable; para Él nada reviste el carácter de bajo o inservible, porque Él aprovecha la pobreza humana para realizar su obra. No cabe duda, hermanas, que Él crea donde nada existe, que hace florecer el desierto y que arranca torrentes de agua de las rocas.
Vayamos a Belén con la docilidad de los pastores, su fe sencilla y su corazón abierto a mensajes nuevos
Yo quisiera hermanas que pensáramos con gratitud, cómo el Señor nos ha hecho pastoras de su rebaño, y pregunto: ¿Asumimos frente a quienes evangelizamos actitudes de buen pastor? ¿Amamos a las ovejas? ¿Las cuidamos y las llevamos a pastos saludables y les ofrecemos la Palabra como alimento para que crezcan y se mantengan en el redil? ¿Colaboramos con nuestra Iglesia local en su ministerio pastoral? ¿Desarrollamos actitudes de bondad, acogida, servicio, no sólo con los cercanos, sino con todos aquellos que sufren de soledad y de calor de vida? ¿Participamos con el sentir de la Iglesia que considera a todos los hombres y mujeres como ovejas de un solo rebaño? ¿Oímos y seguimos las orientaciones del Papa Francisco quien con actitud evangélica convoca a pastores y fieles a vivir la comprensión, la cercanía y el don de sí mismo para con todos aquellos que tienen necesidad de afecto, ayuda, comprensión?.
Hermanas, si seguimos las orientaciones que nos da el Señor en la persona de su Vicario tenemos que abrir el corazón y la mente hacia todo el mundo, independientemente de la práctica de su vida cristiana.
Revisemos nuestras vidas en el ejercicio de la misión evangelizadora, y a ejemplo de nuestros fundadores, esforcémonos por reproducir las actitudes del Señor Jesús que se sacrificó y fue a la muerte por guardar y defender a su rebaño.
IIITambién para nosotras hermanas hay una invitación para ir a Belén. ¿Qué otra cosa es un Capítulo General, sino una llamada de lo alto para mirar con objetividad el devenir de nuestro Instituto?. Nos movemos en
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un mundo de sombras y hace falta que una estrella nos alumbre y nos lleve en pobreza y humildad de corazón no solo a adorar al Niño y a ofrecerle nuestros dones. Es necesario que nos dejemos interpelar por el Niño. Él es en la Trinidad, el Verbo, y guarda silencio. Es el Señor de lo creado y depende de sus padres. Es la luz del mundo y lo envuelve la oscuridad del establo. Es la potencia que mueve el universo y está inmóvil y envuelto en pañales.
Pienso que la celebración de este Capítulo se nos da como oportunidad de ir a Belén. Y no dudo que la invitación de la Madre Diana Lucía “Vayamos a Belén y veamos lo que allí ha sucedido y el Señor nos ha revelado”, le fue inspirado desde la comprensión y vivencia de nuestro carisma y de nuestra espiritualidad. Belén fue para nuestros fundadores inspiración y senda de vida; fue escuela de pobreza-humildad y fue luz que los guio en el camino.
Hermanas, hablamos mucho sobre Carisma y Espiritualidad, nos engolfamos en la lectura de tratados de teología, de espiritualidad y de vida religiosa. Y pese a tanta lectura y consulta no siempre sabemos llevar a la vida la luz y el calor tanto del carisma como de la espiritualidad que nos legaron nuestros fundadores.
El “Carisma” es un don particular y propio del fundador, es una luz y una fuerza que provienen, como dice el Vaticano II, “de una experiencia del Espíritu que vivieron los fundadores y que fueron capaces de transmitir a los primeros miembros de la congregación o instituto religioso”. “Las notas características de un carisma son: a) proveniencia singular del Espíritu; b) una profunda preocupación por configurarse con Cristo testimoniando algunos de los aspectos de su misterio; c) un amor fructífero a la Iglesia y el saberse insertado dentro de ella, para ayudarla a cumplir con su misión”.
Una mejor comprensión del Carisma y de sus exigencias deben necesariamente llevarnos, no solo a un trabajo de estudio y de reflexión, sino a un esfuerzo cada vez mayor por vivir:
» Una vida espiritual seria.
» Un seguimiento más cercano del Señor mediante la lectura del Evangelio.
» Una lectura espiritual más frecuente y orientada a un mejor y mayor conocimiento del Señor y de nuestra realidad personal y comunitaria.
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» El desarrollo de una actitud que nos permita rastrear y descubrir al Señor en todas las personas, acontecimientos y lugares.
» Cultivar un anhelo, siempre creciente, de caminar con el Señor Jesús; de dialogar con Él en el Sacramento de la Eucaristía; de mantener una relación más sincera, leal y fraterna con quienes vivimos y tratamos; y un interés creciente como nos pide el Papa Francisco “por llegar al pobre, al necesitado, al que está solo y triste”.
» Un recurso filial a Nuestra Señora para aprender de ella a “guardar en el corazón todo lo que haga referencia a Jesús Maestro y Señor.
» Deberíamos ser de una exquisita delicadeza con Dios, con todos aquellos con quienes convivimos y trabajamos y con quienes debemos ejercitar e incrementar la acogida y el servicio.
“Vayamos a Belén y veamos lo que allí ha sucedido y el Señor nos ha revelado”. No dudamos que en los pastores se diera un cambio de corazón y de mente y que se fueran del pesebre llevando el recuerdo tierno del Niño que yacía en las pajas.
Un autor alemán escribe:
“No puede ser que Dios se haga hombrey todo siga igual que antes.
No puede ser que Dios se haga hombrey ningún hombre le abra la puerta.
No puede ser que Dios se haga hombrey ningún hombre sea distinto.
No puede ser que Dios se haga hombrey el mundo siga su camino.
y los hombres se queden al margen.No puede ser que Dios se haga hombrey a ningún hombre le salga al encuentro una luz”.
Si puede ser, porque Dios nos sigue diciendo yo te amo a ti hombre y a ti mundo. Sí puede ser, porque la comunidad de creyentes se empeña en luchar para que el mundo sea más humano, más fraterno y solidario.
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Si puede ser, si en nuestra situación concreta nos empeñamos en vivir más conscientemente nuestra consagración y nuestros votos. Si puede ser, si desde una entrega más fiel y más cordial hacemos del evangelio y del ejemplo del Señor nuestro camino hacia el Padre. Si puede ser, si a la luz y dirección de Nuestra Señora de Belén, Madre y Patrona de nuestro Instituto nos empeñamos en vivir como lo hicieron nuestros santos fundadores en: pobreza-humildad, oración filial y sencilla, delicado amor fraterno y servicio generoso al hermano.
Hermanas, tenemos un carisma y una espiritualidad que debemos acrecer, intensificar y vivir. Hagámonos especialistas de Belén y de sus enseñanzas; asiduas al Evangelio y a las Constituciones. No nos contentemos con vivir de lo que otras han encontrado y allegado. Seamos evangélicamente inquietas y sigamos el ejemplo de la Señora Santa María quien, luego del mensaje del Ángel se levantó para visitar a su prima Isabel y para santificar con el Niño que llevaba en su seno a todo cuanto crecía, florecía y cobraba vida a su derredor.
Deseo invitarlas para que en este encuentro revisemos con sinceridad hasta dónde nos inquietan, saludablemente, nuestro carisma y nuestra espiritualidad. Toda vida religiosa implica profundización de las virtudes y actitudes carismáticas. Nos es necesario, por tanto, que donde quiera que vayamos y actuemos, seamos reconocidas por ese aire familiar que heredamos de nuestros fundadores.
Y aprovecho la ocasión, hermanas, para que en intercambio fraterno encontremos la forma de explicitar tanto el carisma como la espiritualidad. Pienso que es competencia de este Capítulo formularlos no como “Belén y Cruz” sino como participación y comunión con los sentimientos del Verbo hecho Hombre en los dos momentos que enmarcan el misterio de Cristo: su nacimiento en Belén y su muerte en la Cruz.
Que Santa María de Belén, Madre y Señora de nuestro Instituto nos conceda la participación en sus sentimientos de “pobreza-humildad” y nos disponga a cantar con ella el Magníficat de acción de gracias por cuanto el Señor ha realizado en nuestro Instituto. Verdaderamente Él ha hecho y sigue haciendo en él y en nosotras cosas grandes.
Madre Soledad Hernández M.Bethlemita
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PRESENTACIÓN
Se nos reconoce en la Iglesia como un Instituto religioso nacido al calor del carisma y de la espiritualidad de nuestros fundadores, Santo Hermano Pedro de San José Betancur y Beata Madre María Encarnación Rosal.
La identidad Bethlemita es la conformación con el estilo de vida de Cristo hecho hombre en Belén para realizar en su ser y hacer la voluntad del Padre. Todo esfuerzo por conformar nuestra vida con el proyecto de los fundadores, expresado en las Constituciones es ya un avance significativo para crecer en identidad.
La fidelidad al Espíritu determina la fisonomía propia del Instituto, a la vez que asegura su prolongación fecunda en el tiempo para la extensión del Reino de Dios. Por lo tanto, la vida de la Bethlemita debe tender siempre a una profunda experiencia del Dios pobre y humilde que para salvarnos nace en Belén, muere en la Cruz y realiza a plenitud el proyecto salvífico del Padre.
REFLEXIÓNEl carisma de los fundadores, fuente de nuestra identidad, se origina en el amor del Padre que entrega a su Hijo para la salvación de la humanidad.
Consciente de esta donación, cada Bethlemita debe hacer de su vida un continuo caminar hacia Belén, porque en la contemplación del Verbo en su pobreza-humildad, halla la fuerza para comprometerse a ser luz de Cristo en el mundo de hoy.
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Caminar hacia Belén, “altar de los primeros sufrimientos de Cristo”, significa asumir las actitudes del ‘siervo doliente’ que se ofrece al Padre para rescatarnos del pecado y darnos la filiación divina.
En el misterio de la pobreza-humildad del pesebre, Nuestra Señora acoge al Verbo como madre y nos lo entrega para que con Él y como Él caminemos hacia el Padre.
LÍNEAS DE ACCIÓN
1. Tomar conciencia de nuestra llamada a la vida como seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1, 26); cristianas por el don del bautismo que nos hace Iglesia, cuerpo místico de Cristo, y en Él, hermanas de todos como hijos de Dios. (Cfr. Const. 1a). 2. En fidelidad al carisma de nuestros fundadores, se nos llama a la contemplación del Verbo Encarnado en dos momentos determinantes de su vida: el nacimiento en Belén y la muerte en la Cruz (Const. 2a), en perfecta comunión con la voluntad del Padre. Comprometernos a comulgar con sus sentimientos y actitudes, y vivir la pobreza-humildad características de nuestra identidad Bethlemita. (Cf. Const. 28; Jn. 4, 34; Hb. 10, 7).3. Profundizar en lo que significa María, Nuestra Señora de Belén, la virgen fiel, primera consagrada y misionera del Padre quien en disponibilidad total se hace humilde esclava del Señor.
Misión en el serConsagración a Dios4. Cultivar lo que da sentido a nuestra vida: La relación con el Señor, la escucha de la Palabra, la oración, la vida litúrgica y sacramental, la formación, la mirada evangélica al mundo y el compromiso con la misión.5. Impulsar nuestra vida de fe y oración desde un diálogo profundo con Dios, sin presunciones, en actitud vivencial de pobreza-humildad (Lc. 18, 9-14), que nos lleve a entregar nuestra vida en las manos de Dios, como Cristo se abandonó a la voluntad del Padre. 6. Comprometernos a hacer presente a Cristo en el mundo por la conformación con Él, según el proyecto del Instituto inspirado en el carisma y espiritualidad de los fundadores. La consagración por sí
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misma es misión, por tanto, la Bethlemita por su consagración es esencialmente misionera.
Práctica de los consejos evangélicos7. Por nuestra pobreza, tanto del ser, como del tener, constituirnos en epifanía del Verbo, revelación de Dios:
»Desde el punto de vista del ser: aceptación de la propia pobreza existencial para que en ella se manifieste el Dios Encarnado. »Desde el punto de vista del tener: libertad interior no solo en el uso de los bienes materiales, sino también de todo aquello que pueda darnos prestigio, honor y poder. »Desde el punto de vista apostólico: libertad para el servicio fraterno y capacidad para servir en total donación personal.
8. Vivir la castidad Bethlemita como don total de sí al Padre y apertura a la humanidad, a ejemplo de Cristo que en la Encarnación se “desposa” con la humanidad (Cfr. Const. 58). Nuestra castidad, debe estar ordenada al amor oblativo, gratuito, nunca posesivo y exclusivo. Se concretiza en entrega, servicio generoso y fraterno.
9. Hacer de la obediencia de Cristo, asumida por amor desde la Encarnación, el fundamento de la obediencia Bethlemita que no puede ser vivida sobre el plano del perfeccionamiento personal, sino que es un elemento constitutivo de la propia consagración, entendida como la prolongación de la obediencia y misión de Cristo para hacer vida la voluntad salvífica del Padre y anunciar el Reino. Esto es posible si vivimos en profunda comunión con la obediencia kenótica de Cristo, perfecto religioso del Padre (Cfr. Const. 66).
Comunión fraterna de vida:10. Asumir la fraternidad, como expresión de nuestra unión personal con Cristo y como prolongación de su amor incondicional a todos.
11. Comprometernos en la construcción de comunidades que manifiesten el gozo, la paz y la serenidad, como parte integral de nuestra identidad de consagradas Bethlemitas. Estas características son fruto de la presencia de Dios, que actúa en nosotros, dispone a la oración, libera de temores e infunde la fortaleza, mueve a la conversión y a la esperanza.
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Misión en el hacer12. Dar primacía a nuestra vida interior como fundamento de la misión apostólica (cfr. Const. 27).
13. Compartir el carisma y la espiritualidad con los Laicos Bethlemitas y hacer partícipes de nuestra espiritualidad a nuestros colaboradores apostólicos y a quienes servimos en la misión.
14. Contemplar el mundo y el hombre a la luz de la fe (Const. 90), adentrarnos en las nuevas formas de pobreza y abrir caminos para colaborar solidariamente con los más necesitados (Dir. 40). Desarrollar iniciativas en la misión apostólica que nos permitan compartir con otros la alegría del encuentro con el Dios hecho hombre.
15. Nuestro espíritu de servicio, pobre, humilde, desinteresado, debe contribuir a restaurar al hombre y con espíritu de reparación curar las heridas que perpetúan en el hoy, los dolores internos del corazón de Cristo en su cuerpo místico.
16. Avanzar en la construcción de un “nosotros apostólico” a nivel provincial, interprovincial y congregacional, a fin de dinamizar y fortalecer la misión en la Iglesia.
CONCLUSIÓNEn Belén, con los ojos del Espíritu, nuestros fundadores experimentaron la gratuidad del amor de Dios y se dieron generosamente al servicio de todos, especialmente de los más pobres.
Acudir a la gruta de Belén significa quitarnos las sandalias del privilegio, del poder, del prestigio, del orgullo, de la prepotencia, de la vanidad y desprendernos de cuanto obstaculice nuestra relación con el Dios pobre y humilde del pesebre.
La contemplación del Dios de Belén ha de configurar nuestros criterios, sentimientos, palabras y gestos, para que nuestra vida y acción revelen la pobreza-humildad carismática que nos hace testigos del Reino.
De la kénosis de Cristo en su nacimiento, de su Corazón dolorido, de la Eucaristía, nuestro Instituto toma el ardor e impulso de la caridad que nos lleva a la misión en favor de nuestros hermanos.
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PRESENTACIÓNEn el mundo de hoy donde se viven distintas formas de codicia y de acumulación injusta de bienes, nuestro testimonio de pobreza ha de convertirse en un signo profético que ponga en claro el valor de la generosidad, lo relativo de los bienes materiales en relación con Dios, sumo Bien y la importancia del compartir y la solidaridad. Como Instituto estamos llamadas a dar una respuesta clara al compromiso carismático de vivir según el ideal de pobreza vivida y predicada por Cristo, quien “siendo rico, se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza” (cf. 2Cor. 8, 9).
La contemplación de Cristo que se encarna y vive la pobreza nos compromete en tres actitudes: reconocer la generosidad de Dios, vivir en un constante vaciamiento de nosotras mismas y compartir con los otros lo que somos y tenemos. Desde siempre la pobreza ha sido considerada como una condición de vida que facilita el seguimiento de Cristo; asumirla debe necesariamente superar la práctica dentro del marco de la perfección personal para llegar a una dinámica constante de pobreza dentro del seno de la comunidad con miras a enriquecer y salvar a los otros.
La fidelidad a nuestro carisma nos compromete a vivir la pobreza de espíritu, así como la pobreza de los bienes materiales, a vivir una pobreza encarnada que nos lance a la construcción de un mundo de igualdad y fraternidad. Por medio de las siguientes líneas de acción, el Instituto busca crecer a nivel personal, comunitario, provincial y congregacional en el esfuerzo auténtico de configuración con el Cristo pobre-humilde de nuestro carisma, para ser testimonio profético del amor de Dios por la humanidad.
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REFLEXIÓNLa pobreza Bethlemita se fundamenta en la contemplación del Verbo pobre-humilde en Belén y en su entrega en la Cruz. Esta experiencia nos lleva a un compromiso auténtico de despojo de nosotras y de todo aquello que no sea esencial para la construcción del Reino.
El misterio de la Encarnación ilumina nuestra vida y nuestro compromiso por vivir la pobreza que “favorece la libertad interior y nos capacita para nuestro servicio apostólico” (Const. 47). El testimonio de vida de nuestros Santos Fundadores nos exige un estilo de vida que haga visible en el mundo el amor del Verbo hecho carne, quien “no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos” (Flp. 2, 6).
LÍNEAS DE ACCIÓNContemplación de Cristo pobre y testimonio de pobreza1. A partir de la contemplación de Cristo pobre en Belén y de su despojo y abandono total en la Cruz, vivir en una actitud de conversión que nos lleve a testimoniar la trascendencia del Reino por la vivencia de la pobreza de espíritu, así como la de los bienes materiales.
2. Asumir en nuestra realidad personal la pobreza carismática que nos lleve a vivir a ejemplo de Cristo el despojo de nosotras mismas y el desapego de nuestros criterios para manifestar nuestra confianza absoluta en Dios.
3. Revivir el coraje y la lógica evangélica que trasformaron las vidas de nuestros fundadores en don amoroso para los demás, a fin de avanzar a nivel personal y comunitario, en el seguimiento de Jesús pobre según el espíritu de las Constituciones:
» Compartir bienes y servir fraternalmente (Const. 50).
» Hacer del trabajo un medio de subsistencia y de colaboración al plan de Dios (Const. 51). Revisar, tanto el exceso de trabajo de unas hermanas, como el poco compromiso de otras.
» Estilo de vida sobrio y sencillo en actitud corresponsable (Dir. 22).
» Austeridad frente a la sociedad de consumo y de derroche (Const. 57).
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» Discernimiento sobre los bienes que se utilizan en la misión (Dir. 25).
» Opción preferencial por los pobres y necesitados (Const. 48, 84). » Solidaridad con todos (Const. 51).
4. Testimoniar personal y comunitariamente el voto de pobreza que nos lleva a poner el corazón en los bienes futuros y a hacer opciones libres y claras respecto a los bienes personales y materiales (Const. 47).
Gestión responsable y solidaria de los recursos 5. Impulsar una gestión administrativa responsable y solidaria:
» A partir de la revisión de obras analizar la realidad económica de las provincias y comunidades a fin de proyectar el futuro de manera planificada y solidaria, optimizando el uso de los bienes del Instituto para que estén al servicio de la vida y de la misión de la Congregación.
» Impulsar formas de financiación y de ayuda solidaria para obras que prestan servicio a los pobres y necesitados.
» Formar y formarnos en criterios ecológicos que nos lleven a valorar, utilizar y reutilizar en forma adecuada los recursos.
6. Avanzar en una visión más global de provincias y de congregación a fin desarrollar criterios comunes en el uso de los bienes, la protección, cuidado y salvaguarda del patrimonio, que permita un mejor ejercicio de la misión.
7. Propiciar el conocimiento de la realidad del recurso humano y material del Instituto que nos permita crecer en el uso solidario de los bienes, en la creación de fondos para atender necesidades concretas y en el compartir de bienes a nivel general, provincial e interprovincial y así favorecer la calidad de vida de las comunidades y el desarrollo adecuado de la misión.
8. Estudiar, reflexionar, adaptar y aplicar a nivel provincial el manual de administración de bienes para dinamizar el buen uso de los recursos y fortalecer nuestro compromiso de pobreza a nivel personal y comunitario.
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CONCLUSIÓN
Hacerse pobre como Cristo implica en nuestra vida religiosa un llamado al despojo de sí mismas y a un cambio de mentalidad y comportamiento, que permitan el buen uso de los bienes de esta tierra. Escuchar el grito del pobre y comprometernos a trabajar por la justicia (Mc. 12, 44), compartir nuestros bienes dentro y fuera de la comunidad (Mt. 19, 21; Hch. 2, 42-47), acoger a los excluidos, testimoniar el sentido humano del trabajo como medio de subsistencia y vivir el valor de la solidaridad.
El llamado a ser partícipes de la acción salvífica de Dios mediante nuestra vocación a la vida religiosa Bethlemita, conlleva la transformación de la realidad circundante para generar igualdad, fraternidad y comunión. La vivencia de la pobreza es decisiva en el testimonio de la presencia de Dios, de su amor como fuerza que transforma el mundo y la historia.
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PRESENTACIÓN“Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús… y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado” (Lc. 24, 13-14).
El proceso de formación entendido como un caminar con Cristo resucitado, nos permite como a los discípulos de Emaús, vivir la experiencia gozosa de sentirlo cercano, oír sus palabras y participar de sus sentimientos.
El Señor sigue llamando y ofreciéndonos caminos de encuentro con Él, con su vida y sus enseñanzas; sigue hablándonos al corazón como a los discípulos de Emaús. Para ellos significó escucha, diálogo, cuestionamiento; pasar del desencanto a la mesa, de la tristeza a la alegría, del encierro al compartir fraterno que arrancó de sus corazones sorprendidos el “Quédate con nosotros”.
Al igual que a los discípulos de Emaús la experiencia del encuentro con el Señor nos lleva a sentir que arden nuestros corazones con su Palabra hecha presencia que vivifica y anima; que nos renueva y nos lanza a anunciar a otros la verdad de su nueva presencia resucitada.
REFLEXIÓNLa renovación de nuestra vida religiosa está íntimamente unida a la formación específica que corresponde a nuestro “ser de mujeres consagradas”, como también, al cuidado que merecen la pastoral vocacional y la formación inicial. Estar con Jesús es un anhelo de nuestro corazón que nos lleva a ponernos en camino de formación, que se inicia con la llamada y se va consolidando a lo largo de la vida.
La formación Bethlemita inspirada en la vida y misión de nuestros fundadores es invitación a dejarnos configurar con las actitudes de
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Jesús, tanto en Belén como en la cruz (cf. Const. 2) y a vivir en fidelidad la alegría del Sí, a imitación de “nuestra Señora de Belén, la virgen creyente en quien resplandece la fe, no sólo como don, sino como apertura, respuesta y fidelidad” (Const. 43).
FORMACIÓN INICIAL “Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado” (Lc. 24,15).
La llamada se da en lo cotidiano, Dios se hace el encontradizo, se acerca y camina a nuestro lado para renovarnos la invitación del “ven y sígueme”; invitación que abre un camino de descubrimiento, discernimiento y opción. Dejarse tocar por Jesús es cambiar el itinerario de la propia vida. Desde siempre Dios llama al hombre, pero solo cuando Él se revela y es acogido, la vida cobra sentido, así como les sucedió a los discípulos de Emaús.
LÍNEAS DE ACCIÓNPastoral vocacional: comienzo del itinerario vocacional1. Creer en el futuro de nuestro Instituto, vivir creativa y ardientemente nuestra vocación Bethlemita y emprender nuevas formas de compartir la riqueza de nuestro carisma y el valor de la vida consagrada.
2. Ayudar a las jóvenes a abrir los ojos y los oídos del corazón para descubrir lo que está más allá de lo perceptible externamente y acompañarlas a adentrarse en la Palabra de Dios, lugar donde el Señor se revela y abrasa el corazón.
3. Acompañar respetuosa y amorosamente a las nuevas vocaciones que inician un camino de búsqueda para que, en oración y discernimiento, descubran el querer de Dios en sus vidas:
» Vivir en comunidad el gozo de nuestra vocación como signo creíble del amor de Dios que se hace compañero de camino y mantiene el ardor de nuestro corazón.
» Invitar a las jóvenes a participar en diferentes actividades comunitarias para que conozcan nuestro modo de celebrar, compartir y vivir la riqueza de nuestra vocación.
» Permitir a las jóvenes candidatas a la vida Bethlemita hacer una
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experiencia de convivencia e inducción en la casa del postulantado antes del ingreso formal para favorecer su integración y el camino formativo por iniciar. (XXII Capítulo General).
» Realizar seguimiento y evaluación al proceso de selección de las candidatas a la vida Bethlemita para mejorar y avanzar en el acompañamiento y discernimiento de las jóvenes.
» Realizar encuentros periódicos de los equipos de formación a nivel general y provincial para compartir experiencias que iluminen la misión de la formación.
» Preparar con anterioridad a las futuras maestras de postulantes, novicias y asesoras de pastoral vocacional y buscar soluciones comunes a los retos de la formación. (XXII Capítulo General).
Juniorado: camino de consolidación de la llamada “Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras” (Lc. 24, 27).
La joven profesa que inicia su experiencia de vida religiosa se inserta en una comunidad apostólica, que la acompaña en su camino de formación como hizo Jesús con los discípulos de Emaús; y así ayudarla a leer, tanto en los gozos como en las dificultades, el acontecer de Dios que la llama a estar con Él y la envía.
LÍNEAS DE ACCIÓN4. Fortalecer la experiencia de Dios en las junioras, para que en el esfuerzo de aprender a integrar la vida apostólica con la vida espiritual y comunitaria, den primacía a Dios y consoliden desde la contemplación del Verbo Encarnado su identidad Bethlemita.
» En esta línea no es favorable enviar hermanas a obras parroquiales en los primeros años de juniorado. (XXII Capítulo General).
5. Animar y acompañar a las junioras para que a imitación de nuestros Fundadores, consoliden su vida espiritual en torno a la Palabra y a la Eucaristía.
6. Formar en identidad y votos, madurez humana, vida espiritual, vida fraterna y apostólica a las hermanas a fin de favorecer el desarrollo integral que las capacite para vivir en comunidad y para el ejercicio de la misión.
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7. Propiciar la formación teológica, pastoral – catequética (XXII Capítulo General) y favorecer la formación académica-profesional de las jóvenes, de manera que cultiven sus dones naturales y puedan armonizarlos con el ideal del Instituto en una entrega generosa que privilegie a los más necesitados.
8. Implementar procesos de seguimiento y evaluación del camino formativo, que permitan verificar logros y dificultades en las junioras para realizar correcciones o mejoras, según sus necesidades y la realidad de cada provincia.
9. Inculcar en las jóvenes la generosidad y amor por la misión, el sentido eclesial y la conciencia de ser enviadas por Dios para ser profetas que testimonien y anuncien el Reino.
FORMACIÓN PERMANENTE Comunidad Formadora“Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos” (Lc. 24, 28-29).
Lo cotidiano es el elemento formativo de más significación. El itinerario formativo pasa necesariamente por la experiencia comunitaria, donde en el día a día, a la luz de la Palabra y en torno a la Eucaristía, se consolida nuestro ser de consagradas.
LÍNEAS DE ACCIÓN10. Fortalecer en nuestras comunidades los signos de vitalidad, a fin de favorecer el compromiso en la construcción de comunidades formadoras que crezcan a la luz de la oración, la Palabra de Dios y los sacramentos:
» Profundizar y asimilar la Palabra de Dios, las Constituciones, el documento capitular y los documentos de la Iglesia, para vivir con renovado ardor el carisma, la espiritualidad, la historia y las tradiciones del Instituto y crecer en sentido eclesial.
» Motivar y orientar el estudio del documento de formación que se trabajó en el XXII Capítulo General, como medio que ilumine el camino formativo Bethlemita.
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» Favorecer en comunidad el diálogo y el discernimiento para buscar lo mejor para el grupo y la misión como respuesta al plan de Dios.
11. Construir comunidades formadoras al estilo fraterno de nuestra Madre Encarnación Rosal y de nuestro Padre Pedro, el hombre que fue caridad, quienes nos invitan a vivir con humildad y sencillez el compartir de la vida comunitaria:
» Fortalecer en cada una de las comunidades, las actitudes carismáticas de pobreza-humildad que se viven y se reflejan en: perdón, misericordia, acogida, diálogo, aceptación de las diferencias y preocupación de unas por otras.
» Acoger con amor a las hermanas que llegan a conformar las comunidades y a las generaciones jóvenes; propiciar un clima de fraternidad en el cual las hermanas se sientan aceptadas y amadas, donde se fortalezca y valore la pluralidad y la interculturalidad.
12. Optar responsablemente por una formación permanente que cualifique nuestra vida, nuestra opción y nuestra misión:
» Motivar y realizar en las provincias encuentros formativos, que incluyan a todas las hermanas con un plan organizado y unos objetivos claros, a fin de mantener vivo el fuego del primer amor.
» Brindar atención y cuidado a las hermanas que, por edad o por enfermedad, han dejado la participación activa en la acción apostólica.
Misión de la superiora“Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando” (Lc. 24, 30).
La comunidad que vela por la formación de sus miembros ayuda a cohesionar las fuerzas personales para buscar el bien común en la construcción del Reino. La superiora como imagen y presencia de Cristo en la comunidad congrega, acompaña y anima la vida espiritual y apostólica, crea unidad, impulsa la corresponsabilidad y estimula el compromiso de las hermanas para que sean reflejo del amor de Dios en la comunidad y en la misión. (Cf. Const. N° 124).
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LÍNEAS DE ACCIÓN13. Ejercer la autoridad como servicio, a cultivar el encuentro diario con el Señor y la apertura a su Espíritu, a ser lazo de unión en su comunidad, con las demás comunidades y con las superioras mayores. (Cf. Const. N° 127).14. Ser una mujer “con las demás” y una mujer “para las demás”, acompañando desde la vida cotidiana a la comunidad y a cada hermana en su individualidad.15. La superiora está llamada a ejercer la animación continua para orientar y ayudar a las hermanas a reavivar la esperanza cuando ésta se apaga, a comprender y a aceptar que el seguimiento de Cristo tiene que pasar por momentos de dificultad, ayudar a leer objetivamente la realidad a la luz de la Palabra y convocar a la comunidad en torno a la Eucaristía.16. Participar en encuentros de formación espiritual (aprobado en el XXII C.G) a fin de fortalecer la identidad religiosa Bethlemita y el ejercicio de su misión.
Formación para la misión“Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén… Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan” ( Lc. 24, 33-35).La llamada vocacional implica una doble dinámica: estar con Jesús y ser enviado; el fin último está puesto en el testimonio, en el anuncio que se origina en el encuentro con el Maestro.
LÍNEAS DE ACCIÓN17. Fortalecer la formación integral de las hermanas con el fin de potenciar sus cualidades y dones en beneficio de una misión cualificada que desde los ideales del Instituto contribuya a la construcción del Reino.
18. Tomar conciencia de la dimensión reparadora de nuestra espiritualidad en la misión apostólica y vivirla como opción para trabajar por la dignidad humana continuamente afectada por el pecado.
19. Formar para vivir y compartir el carisma; valorarlo como don y enriquecerlo desde una fidelidad creativa.
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CONCLUSIÓNEl proceso de formación como comunión con los sentimientos de Cristo pobre, casto y obediente, a la luz de nuestro carisma, se realiza en el modo de ser y de actuar de cada Bethlemita en su relación con Dios, consigo misma, con el mundo y con los demás. Se convierte, así, en camino evolutivo de transformación de nuestro ser en Jesús.
El encuentro personal con Jesús transforma nuestra vida y nos impulsa a comunicar lo que hemos visto y oído. Como los discípulos de Emaús, abramos el corazón, para que en él arda el fuego del amor y construyamos la fraternidad en torno a la mesa de la Eucaristía para que con la fuerza del resucitado seamos signos del amor misericordioso del Padre y colaboremos en la extensión del Reino de Dios.
Nuestra Señora, la Virgen del “Fiat”, que acoge la Palabra y la entrega al mundo, nos acompañe a reconocer en el resucitado, al Dios de Belén y de la cruz.
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PRESENTACIÓNEl itinerario capitular que día a día nos condujo a Belén para ver y valorar la misión que realizamos, lo que ha sucedido en nuestras obras apostólicas y lo que Señor nos quiere manifestar para el hoy de nuestra historia, renueva en cada una de nosotras el amor y el compromiso que como consagradas tenemos en la construcción del Reino de Dios.
El texto bíblico en el que nos apoyamos y que marca nuestra condición de “discípulas misioneras”, está tomado de la primera carta de San Juan: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos”. Como consagradas nos sentimos impulsadas a comunicar lo que conocemos, experimentamos y llevamos en el corazón. “La evangelización tiene como fundamento, el comunicar a Jesús no solo como narración de Dios sino también como narración del hombre; como verdadero hombre, porque su forma de vida es buena noticia, camino de auténtica humanización para todo hombre” 1. Estamos llamadas a anunciar, con renovado impulso, lo que hemos visto y oído acerca de la Palabra de vida y para hacer a otros partícipes de nuestra comunión con el Padre y con su Hijo en el Espíritu; necesitamos cultivar una fe viva, de adhesión y seguimiento de Jesús, para dar testimonio de Él en una Iglesia de comunión.
Conforme a lo que el Señor nos ha manifestado, en fidelidad al Espíritu de nuestros fundadores y atentas al llamado de la Iglesia a la Nueva Evangelización, presentamos tres núcleos que dinamizarán nuestra misión apostólica en el sexenio 2013-2019: Anuncio de la Buena Nueva del Reino, Acción evangelizadora Bethlemita y Asociación de Laicos Bethlemitas. Nos acogemos al amparo de Nuestra Señora de Belén, estrella de magos y de pastores, quien con su luz y su gracia nos conduce siempre a Jesús.
1 Enzo Bianchi. Nuevos estilos de evangelización. Sal Terrae, Santander 2013. Pág. 45
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1. ANUNCIO DE LA BUENA NUEVA DEL REINO (Lc. 4, 16-22)La palabra clave del anuncio de Jesús es el Reino de Dios que está presente y actúa en el mundo y en nuestra vida. Realizamos la misión Bethlemita en nombre de Dios porque por Él hemos sido enviadas como Cristo, el primer misionero del Padre.
Nuestros Fundadores hicieron del Instituto presencia evangélica en el mundo, anuncio y construcción del Reino, desde la vivencia del carisma: El Misterio de Belén como fuerza e inspiración para la acción misionera; el misterio del “Corazón traspasado por los diez dardos”, como fuente de espiritualidad reparadora; y el Misterio de la Eucaristía, que nos envía a proclamar la Buena Nueva del Reino.
LÍNEAS DE ACCIÓN1. Anunciar el Evangelio y crear unidad en la diversidad en acogida y respeto a la pluralidad; colaborar de manera activa en la construcción de ambientes fraternos y solidarios. “Por el misterio de la Encarnación, Cristo se inserta en la historia del hombre, comparte su situación, anuncia la salvación e instaura el Reino” (Const. 78).
2. Cualificar nuestra vida consagrada a través de un camino permanente de conversión que nos lleve a asumir actitudes de austeridad, desapego, servicio y opción por los pobres y necesitados.
3. Redescubrir el valor que la Palabra de Dios tiene en nuestra vida y la importancia de acogerla, profundizarla y proclamarla.
4. Formar y formarnos en la Doctrina Social de la Iglesia para asumir una actitud justa, crítica y evangélica que nos comprometa en el anuncio del Reino y frente a las nuevas realidades de pobreza.
5. Entrar en la dinámica de la renovación y el discernimiento en consonancia con el pensamiento actual de la Iglesia para recuperar la sobriedad, desarrollar una verdadera sensibilidad evangélica y descubrir la presencia del Espíritu, tanto en los signos positivos que apuntan hacia el Reino, como en el grito de quienes sufren exclusión.
2. ACCIÓN EVANGELIZADORA BETHLEMITA“El Instituto fiel a su Carisma, se compromete en un trabajo de evangelización que, en el anuncio de la Buena Nueva, busca la
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participación de todos los hombres en el misterio de Cristo, con preferencia a los pobres. Esta acción evangelizadora la realizamos:
» Por medio de la educación con toda clase de personas, especialmente con la niñez y juventud.
» En una promoción social y asistencial con niños, jóvenes y ancianos.
» Por la promoción y animación de la comunidad cristiana en misiones y parroquias”. (Constituciones 85).
» En el campo de la salud (Aprobado en el XXII CG).
LÍNEAS DE ACCIÓNFormación en la fe6. Ofrecer espacios de crecimiento en la fe: anunciar el Reino de Dios y promover el amor a Jesucristo, así como el encuentro celebrativo de la comunidad apostólica que busca al Señor.
7. Promover en la misión parroquial los procesos de iniciación en la fe, la vida sacramental y litúrgica, especialmente la Eucaristía como fuente y culmen de la vida cristiana.
8. Impulsar planes y proyectos para la formación “en la justicia por la fe” (Const. 86), la solidaridad, la fraternidad, el compromiso con la paz en todos los escenarios apostólicos.
Formación Integral9. Renovar el compromiso con la niñez y juventud; diseñar y desarrollar proyectos que animen a los jóvenes a vivir su fe y a comprometerse en acciones de servicio solidario, a través de grupos apostólicos en las obras educativas, parroquiales y asistenciales.
10. Ofrecer una atención especial a la primera infancia, a fin de desarrollar los talentos y capacidades del niño-a, que le brinde los elementos necesarios en sus etapas educativas posteriores.
11. Favorecer la interculturalidad, el cultivo de la identidad propia, la valoración y respeto por otras culturas, a través del desarrollo de competencias y habilidades comunicativas que incluyan el aprendizaje de otros idiomas y el intercambio fraterno.
12. Fortalecer la formación académica, a través de aprendizajes
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colaborativos, el desarrollo de competencias cognitivas, comunicativas y sociales que desarrolle en las nuevas generaciones un pensamiento crítico, ético y creativo que las comprometa en la humanización de la sociedad a través del servicio y la búsqueda del bien común.
Dignidad de la persona y promoción humana13. Acoger con amor y misericordia, a todas las personas con quienes realizamos nuestra misión, de manera especial a los más pobres: niños-as y jóvenes limitados, enfermos y adultos mayores, descubriendo en ellos el rostro de Cristo sufriente y comprometernos en su promoción humana, espiritual y social.
14. Cualificar los dispensarios en infraestructura, equipos de atención médica, medicinas avanzadas y asistencia profesional. Impulsar la formación y continua actualización de las hermanas en el campo de la salud, trabajo social y gerontología para ofrecer un mejor servicio.
15. Cultivar el diálogo interreligioso, el respeto, la amistad, la búsqueda de la trascendencia y el bien común para compartir la misión en un mundo plural.
16. Impulsar proyectos de desarrollo comunitario, que ayuden a fortalecer las formas de organización de las comunidades, así como la adecuada relación con su entorno y el fortalecimiento de las prácticas ambientales y sociales.
17. Desde la acción pastoral en las parroquias, impulsar la formación de agentes de pastoral y la realización de proyectos de desarrollo comunitario, a fin de favorecer la participación activa de los fieles en la vida parroquial, así como la promoción humana.
18. Revitalizar la misión en los hogares e impulsar las residencias universitarias, casas de encuentros pastorales y demás obras asistenciales.
Proyección de nuestro Carisma19. Elaborar e implementar un plan de formación para los colaboradores de las obras que fortalezca la identidad Bethlemita, la espiritualidad y el proyecto evangelizador del Instituto, que dinamice la experiencia del Carisma y potencien la comunión, el sentido de pertenencia y la misión.
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20. Impulsar el ex alumnado Bethlemita y nuevas formas de voluntariado como apostolados para compartir los valores carismáticos, ofrecer espacios donde las personas de buena voluntad puedan ejercer la capacidad de servicio y solidaridad, en beneficio de los más necesitados.
21. Estudiar e implementar en las Provincias los Documentos: “Educación Bethlemita” y “Misión Compartida” trabajados en el XXII Capitulo General, a fin de cualificar nuestra acción evangelizadora.
Protección de la vida, de la familia y del planeta22. Profundizar el valor de la vida, la dignidad humana, la promoción de la persona, la construcción de comunidad y la opción por el bien común.
23. Cultivar una cultura y conciencia ecológica del cuidado y protección del ambiente, en compromiso con la vida del planeta desde el entorno local.
24. Impulsar la pastoral familiar; conocer y respetar las nuevas formas de familia; colaborar con la formación de sus miembros.
25. Formar en la ética del cuidado y salvaguarda de la vida en todas sus manifestaciones.
La Tecnología al servicio de la Misión26. Utilizar las nuevas tecnologías para anunciar la Buena Nueva de Jesucristo.
27. Crear redes de participación, solidaridad, aprendizaje y comunicación entre los diversos contextos evangelizadores para compartir experiencias significativas, recursos y avanzar en la construcción de un “nosotros apostólico”.
28. Favorecer a través de las Tics, el compartir de bienes, de saberes académicos y recursos pastorales y tecnológicos.
29. Formar para el uso ético de las tecnologías de la información, a fin de que estén al servicio de la comunicación, la fraternidad y el bien común.
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3. ASOCIACIÓN DE LAICOS BETHLEMITAS“Los laicos serán formados en y para la misión, teniendo en cuenta su peculiar identidad en la iglesia y su común dignidad para que puedan responder más conscientemente a su compromiso bautismal, anunciando el mensaje dando razón del mismo” (Const. 191). La ALB se constituye en don y gracia para el Instituto y la Iglesia.
LÍNEAS DE ACCIÓN30. Fortalecer en los Laicos la identidad Bethlemita mediante la profundización e interiorización del Carisma.
31. Revisar la estructura de formación, organización y apostolado de la Asociación de Laicos Bethlemitas de manera que responda a las necesidades de las asociaciones locales y a los retos que presenta la sociedad actual.
32. Desarrollar estrategias que lleven a la madurez en la fe, al desarrollo del liderazgo y a la participación activa del laico Bethlemita en la misión de la Iglesia.
33. Propiciar experiencias significativas de solidaridad con los pobres que favorezcan la asimilación y proyección del Carisma Bethlemita.
34. Favorecer la integración de los laicos consagrados en los procesos de formación de los compañeros apostólicos como espacio de proyección del Carisma por ellos interiorizado.
CONCLUSIÓN El mundo hoy, como lo fue para nuestros santos fundadores, es una invitación a donar nuestras vidas con entusiasmo, alegría y gozo, para realizar una misión donde ayudemos a reparar las heridas y rupturas, causadas por el vacío que deja en el ser humano el alejamiento de Dios. Es un mundo que espera el testimonio del amor misericordioso del Padre que se revela en Jesucristo, quien tuvo siempre una palabra de perdón y consuelo para el pecador arrepentido, quien descubrió en su vida y su doctrina la fuente de vida eterna.
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Con actitud contemplativa del mundo y del hombre a la luz de la fe (cfr. Const. 90) es necesario un conocimiento más amoroso de la realidad social, de las culturas y de la problemática mundial para ser portadoras del Evangelio.
Para hacer posible estas líneas de acción apostólica “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos” (1 Jn. 1,3), es necesaria una permanente conversión interior, así, con la fuerza de nuestro carisma y espiritualidad tendremos un amor apasionado por Dios y por la construcción del Reino, comunicaremos a los demás una vida plena de sentido que será un canto a la alegría, la esperanza, la ilusión de un hoy y de un mañana mejores.
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HERMANAS QUE PARTICIPARON
Por derecho según las Constituciones n. 162
Madre General, su Consejo y Ecónoma General
1. Madre Diana Lucía Torres Bonilla
2. Hermana Irma Cecilia Fuentes Pérez
3. Hermana Natalia Duque Zapata
4. Hermana Marisol Santoyo Naranjo
5. Hermana Ángela Vargas Mendoza
6. Hermana Sofía Rincón Rincón
Hermanas provinciales y maestras de novicias 7. Sister Lily Josephine Tharigopala
8. Sister Michael Mazarella Pudhota
9. Hermana María Francisca Ruiz Niño
10. Hermana Rosaura Vargas Mendoza (No asistió)
11. Hermana Teresita Salazar Puentes
12. Hermana Claudina Angulo Camacho
13. Hermana Sara Julieta López Martínez
14. Suor Rita Diana
15. Suor María Clemente De Santis (No asistió)
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Hermanas elegidas en los Capítulos Provinciales -Constituciones n. 163b
PROVINCIA SANTO HERMANO PEDRO16. Hermana Romelia Gómez Serrano
17. Sister Mary Hilda Koppala
18. Sister Leena Mary Medabalimi
19. Sister Flora Motcha Rani Bashyam
PROVINCIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS20. Madre Soledad Hernández Muñoz
21. Hermana Edith Amparo Torres Rodríguez
22. Hermana Ángela María Pinzón López
23. Hermana Sara María Garrido Torres
24. Madre Berenice Moreno Calderón
25. Hermana Flor Elva Arias Vera
26. Hermana Guillermina Toscano Valderrama
27. Hermana Johanna Gómez Ortiz
28. Hermana María del Socorro Delgado Contreras
29. Hermana María Adíela Grajales Yépez
PROVINCIA NUESTRA SEÑORA DE BELÉN30. Hermana Etelvina Hernández Ayala
31. Hermana Nancy Pantoja Burbano
32. Hermana Pilar Pabón Argoti
PROVINCIA SAN MIGUEL ARCÁNGEL33. Hermana Sonia Lucrecia Ovalle Cruz
34. Hermana Carla Zurama Pérez Delgado
35. Hermana Martha Azucena Espinoza Pérez
36. Hermana Carmen Aminta Aldana Mendoza
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PROVINCIA DE LA INMACULADA37. Suor Sabina Saracino
38. Suor Maria Teresa Casiero
39. Suor Veronica Rivero
40. Suor Franca D’Oria
Hermanas llamadas. Directorio n. 83Llamadas las primeras suplentes al Capítulo General, de cuatro provincias.
41. Hermana Angélica Mariela Córdova Armas
42. Hermana María Cecilia Velasco Moreno
43. Hermana Johanna Angélica Solano Zúñiga
44. Suor María Nives Iannuzzo
Hermanas invitadas
45. Madre Blanca María Calle Restrepo (No asistió)
46. Hermana María Eugenia Serrano Forero (No asistió)
47. Hermana Gladys Gómez Gallego
48. Hermana Elizabeth Paz Villada
49. Hermana Graciela Osorio Proaño (No asistió)
50. Hermana Vilma Yepes Yumbillo
51. Hermana Julia Delfina Escobar Ortega
52. Hermana Ivannia Siles
53. Suor Grazia De Domenico
54. Sister Mary Imelda Saminedi
55. Sister Annamma Puti
Hermanas secretarias – Directorio 83b1. Hermana Isabel Estupiñán Guerrero
2. Hermana Slendy Oliveros Parada
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ÍNDICE
Presentación........................................................................................3
Agradecimiento....................................................................................7
Hilo conductor......................................................................................9
Anunciamos lo que el Señor nos ha manifestado..............................21
Identidad............................................................................................23
Pobreza.............................................................................................29
Formación..........................................................................................35
Misión................................................................................................45
Hermanas que participaron en el XXII Capítulo General...................53
58