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de Goch'aliamba : Qoádefiios •'sobre Derecho' V; -tíienéiáí» •Sociales -—No. 4 SEPARATA •le REVTSTA 1 JURÍDICA, órpanb do ¡a Facultad do'Derecha w i 8 asa POR EL Dr, Arturo ÍJrguidi Morales ítico de ..Sociología Tesis aprobada en el Prime, Congreso • Nacional de Facultades de Derecho, reunido en Isr ciudad de.Cóchabamba •v del 22 al 29 de Junio de 1939. OQqHABAMBA BOLIV! A i o ;i ÍI

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de Goch'aliamba

:Qoádefiios •'sobre Derecho' V; -tíienéiáí» •Sociales -—No. 4

SEPARATA•le REVTSTA1 JURÍDICA, órpanb do ¡a Facultad do'Derecha

wi 8 asa

POR EL

Dr, Arturo ÍJrguidi Moralesítico de ..Sociología

Tesis aprobada en el Prime, Congreso• Nacional de Facultades de Derecho,reunido en Isr ciudad de.Cóchabamba

•v del 22 al 29 de Junio de 1939.

OQqHABAMBA — BOLIV! Ai o ;i ÍI

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PRIMER CONGRESO NACIONAL DE FACULTADESDE DERECHO

Í

ANA

Por el i)r. ARTURO URQUIDI MOI^AI.KS, Catedrático de Sociologíade la Facultad id: Derecho de Cochabamba.

Tesis cuyas conclusiones fueron aprobadas en la Resolución tiúmeivi zcde la Séptima Sesión Plenaria de] Primer Congreso Nacional de Facultadesde Derecho, con el siguiente dictamen:

•Honorable Congreso de Facultades do Derecho:

La Comisión de Sociología, después de un atento estudio de la ponen-fin intitulada «Etnografía Boliviana», presentada por el catedrático do Sociolo-gía de la Facultad de Derecho de Coehabamba í)r. Ai turo Urquidi Morales, re-comienda eticazraeiite su inserción en las publicaciones oficiales del Congreso,e.u vista de la importancia de dicha ponencia, cuyo mérito fundamen1;d estribaen la rectitícación de prejuicios y criterios eijuivocadoy qw hr.sta bo;., han im-perado en nuestro medio respecto de la valoración de los diferentes < lómenlosetnográficos que integran la colectividad boliviana.

La Comisión se complace en felicitar al Dr. Urquidi Morales por suimportante trabajo, que constituye un valioso aporte al acervo cultural deli>aís.

Cochabamba, 2H de junio de 1939.

(Firmas).—Ricardo Sónico ípiña, Jii.sé Tomen Sierra, JOPÓ Antonio

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NOTA EDITORIAL

La edición de la tesis «Etnografía Bolivianá> en la colecciónde opúsculos de la Universidad Autónoma de Cochabamba, corres-ponde a la recomendación del Primer Congreso Nacional de Facul-tades de Derecho, y satisface, por otra parte, el pedido oficialmenteformulado por la Federación Obrera Sindical de Cochabamba, cuyosdirigentes han considerado necesario difundir las ideas contenidas eneste trabajo a modo de «Cartilla de las clases trabajadoras», paracontribuir al robustecimiento de su conciencia humana y social den-tro de un concepto alejado de todo prejuicio y apoyado en la ciencia,de la cual es un esforzado cultor el Dr. Arturo Urquidi Morales, co-mo profesor de Sociología.

Septiembre de 1939.

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ETNOGRAFÍA BOLIVIANAPor cost

le clasificarse lblanca y negra.

costumbre, antes que por un criterio etnográfico propiamente, sue-la población boliviana eu las siguientes razas: indígena, mestiza,

RAZA INMGOA

Saber cual es el origen de esta raza, comparte (le las mismas dificulta-•les que entraña el problema etnográfico americano en general. Cuestión es,pues, ésta que permanece todavía en el aventurado terreno de las hipótesis ycuya solución corresponde al esfuerzo solidario de la Antropología, la Arqueo-logía y demás ciencias de la prehistoria.

Cualquiera que haya sido el origen étnico del indio peruano,—diceJosé Uriel García—, cabe asegurar que éste es un fruto social del crisol ameri-cano, un «resultado» de la tierra y de la mezcla de varias «razas.., que .-imbuía-han por los vastos horizontes continentales e inmerso en esta parte de la- mon-tañas, donde se lijó para siempre al encontrar y al crearse a MI vez favorablescoi.(liciones para la vida.

Hallada la tierra,—continúa el mismo autor—, puede decirse, reciénestaba el hombre y estaba la craza», puesto que raza núes sólo un valor san-guíneo o fisiológico; más que todo es un valor social. Nunca mejor que ahoracabría parodiar aquel gran pensamiento: «el hombre es lo que come», lo qaecome con el estómago y lo que ee nutro psíquicamente con el cerebro. En lamente y en la sangre hay algo de la tierra al contorno.

Por heterogéneos que hayan sido los pueblos o «razas; que convergie-ron hacia esta región de la América, al arraigar en ella y recibir el influjo desimilares fuerzas telúricas, fueron adquiriendo, sin duda, dentro de un ininte-rrumpido proceso de homogeneización, características físicas y espiritual i,•- om-les aproximaban cada vez más. De ahí la asombrosa ¡semejanza que bajo naoaspecto se descubre en los pueblos diseminados a. lo largo de la cordillera oí<-los Andes.

Tal fundamento nos autoriza a desestimar las opiniones que diversiti-cau substancialmente las razas aborígenes de la región interandina. A nuestrojuicio, aymarás y quechuas forman una sola entidad étnica, fuertemente entre-lazada por seculares vínculos sanguíneos y geográficos, por mucho que las condicionee ambientales particulares, emergente? de la distinta radicación territo-rial, hayan impreso en ellos ciertas diferencias, de carácter psicológico princi-palmente.

Alcides D'Orbigny, célebre geógrafo y antropólogo francés, i'ué delos primeros en postular esta tesis fusionista de los pueblos tujmura y qxrchuu.Tienen—decía el gran científico—el mismo tinte, la misma talla mediana, iasmismas turmas y, como habitantes de planicies elevadas, es en ellos donde senota más la amplitud del pecho. ¡Sus facciones (las de los aymarás) son tam-bién como las de los quechuas, con los cuales comparten el carácter de la narizaguileña y los demás detalles de la cara; en una palabra, es imposible encon-trar una similitud más completa que la que presentan estas dos Daciones, lasque no se diferencian sino por su idioma, que parece tener el mismo origen.

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yaliosay Autoriíada oplnMn,~froeuífi temante <lw<Htinnul» por1» psüudoclBticíck iltí mücliofl ríe Mlestt'rtS BiitropólogoH y publicÍBthe, tJHlpefittUüB,al <̂ ¡ilor de simples prejuicios rc(?ionalÍ8tas,t)u contraponor quechuas y aymarás,atribuyéndoles radicales diferencias étnicas,—readquiere, por suerte, su presti-gio y vigor,—aunque por planteamientos etnogenéticos distintos—, al través dejuicios solventes, como !os de un Díaz Romero, Posnansky, Sánchez Bustaman-te, Rigoberto Paredes, Gustavo Adolfo Otero y otros.

Consecuentes con este pensamiento, y aun cuando la mayor parte delos tratadistas admita la hipótesis de que los incas, representativos de la civili-zación quechua, fueron «elementos inmigrados, completamente extraños a lospueblos entre los cuales erigieron su dominio, creemos nosotros que aquéllossurgieron del mismo tronco racial que habíase establecido en la región andina;predominando, al amparo de ciertas circunstancias favorables, sobre los otrosgrupos, que hasta entonces manteníanse más o menos independientes, forjan-do pequeñas culturas de carácter localista.

La compleja organización incaica no podía establecerse, en efecto,niño a base de un profundo conocimiento le las peculiaridades del medio socialy geográfico en sus promotores o dirigentes.

Sentadas las anteriores premisas, pasaremos a examinar en detalle lasparticularidades que ofrecen los pueblos autóctonos del occidente boliviano,acertadamente agrupados por Gustavo Adolfo Otero bajo la denominación ge-nérica de «Ando—bolivianos».

L o s Aiido-holivianos.—Don Jorge Palenque, conocido esta-dígrafo nacional, apareció la población total de Bolivia en 1929,—última refe-rencia con que al respecto podemos cotitar—, en 2.972.583 habitantes, distri-buidos en la siguiente forma;

Individuos de procedencia europea 435.186Mestizos 917.339Indígenas 1.620.058

2.972.583

Por Jos cálculos anteriores se vé que la población indígena representaia cifra mayor, cifra de !a cual 1.529.058 individuos pertenecen al grupo, ayma-ra—quechua o ando—-boliviana, y 91.000 a los demás grupos indígenas/ quese encuentran diseminados en la zona oriental o de los llanos.

La proporción en que interviene la raza negra es muy reducida. Supequeño número queda comprendido en la cantidad relativa a la masa indí-gena.

Dentro de la población indígena de Bolivia, el grupo ando—bolivianofes el más importante, no sólo desde el punto de vista cuantitativo, sino tam-bién por la influencia que ejerce en la vida nacional, bajo múltiples aspectos.

Forman el grupo ando—boliviano los aymarás y los quechua», que re-siden en la región altiplánica y en la de los valles, respectivamente.

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No obstante la unidad étnica fundamental que entre ellos admitimos,estos dos grupos ofrecen, en el momento actual, ciertos rasgos somáticos y aní-micos que los diferencian, en razón del medio geográfico en que cada cual sedesenvuelve.

El Altiplano, inmensa extensión de tierra fría y desprovista de sufi-cientes recursos de subsistencia, impone al hombre una vida penosa y suma-mente esforzada. El aymara, por consiguiente, al adaptarse a este medio geo-gráfico, tan inhospitalario, ha demostrado tener una prodigiosa vitalidad, adqui-riendo, al través de un secular proceso sinérgico, ciertas características típicas,¡orno temperamento y como constitución orgánica. El aymara es de contextu-ra física fuerte y de un temperamento enérgico y batallador. Es tenaz,:iurafio y silencioso, precisamente porque en él se trasunta el torvogesto del ambiente en que actúa. Sujeto a un régimen de semiesclavitud,trabajando la tierra más en provecho ajeno que en el suyo, el aymara llevauna vida miserable, casi primitiva. Su alimentación es deficiente y su vivien-da no cuenta con el más elemental confort.

El quechua, habitante de los valles y sierras de clima templado, es deana complexión física tan robusta como la del aymara y distingüese de éste,bajo el aspecto psíquico, por una mayor ductilidad espiritual. Gracias a estaparticularidad suya, se acomoda más fácilmente al blanco y muestra una ma-yor propensión a captar la vida civilizada. El Valle, naturaleza fecunda y ama-ble, se transfunde en el alma del quechua, dotándole de un temperamento apa-jible y sentimental.

Aun cuando el quechua, especialmente el que habita en los valles, ha-i*a conseguido mestizarse con el blanco en crecido porcentaje, en lo económico•; social comparte, en 6U gran mayoría, de la misma suerte que su gemelo alti*dánico. El gamonalismo, sistema general de explotación agraria en Bolivia,e succiona, tanto como al aymara, la mayor parte de sus energías, condenán-lole a la estrechez económica y a la estatizacióu de sus hábitos de vida.

Por mucho que las diferencias que acabamos de establecer entre ellyniara y el quechua sean bastante sensibles, al cabo ellas no dejan de ser se-undarias y superficiales, para un criterio ampliamente etnológico. En el fon-lo de su ser social y de su posición histórica, ambos elementos representan unaola entidad antropo—sociológica, característicamente fisonomizada al travésle una larga permanencia en el tiempo y el espacio.

Bajo este concepto, podemos decir que el indio, el ando—boliviano¡arúcularmente, sigue siendo la base étnica y económica del país, pese al me-losprecio y sistemática Bubalternización a que se le lia relegado durante la rc-tública, continuando, en cierta^ manera, los desatentados métodos de la época•olonial. Si étnicamente la población boliviana hállase constituida en su ma-or parte por la raza indígena, cuya esencia subsiste también en el elementonestizo o blancoide, económicamente, el indio representa la fuerza de trabajoaás ponderable y eficiente del país. El brazo y el músculo indígenas, en efec->, mueven y alimentan las principales actividades económicas de Bolivia: laainería y la agricultura.

Cabalmente porque el indio ha sido condenado a realizar labores pu-iimente materiales, sin tiempo ni medios para dedicarse a otro género de acti-

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vidade3, su influjo es casi nulo desde el punto de vista intelectual, sin que estoquiera decir, empero, que e! indio carezca de esta facultad superior del hom-bre. Lo que ocurre es que la mentalidad indígena ha aido modelada bajo con-diciones y estímulos diferentes que la inteligencia occidental o europea. Siapremios múltiples y una distinta manera de entender los problemas de la vi-da, han determinado que la inteligencia sea la facultad esencial de los pueblosoccidentales, para el indígena ella nunca h:i pasado de ser un atributo secunda-rio, apenas útil para conducir racionalmente su existencia. Una concepciónfatalista de la vida y un fuerte y obstinado apego a la tradición, han hecho queél indio, amoldado exclusivamente a las condiciones de una vida material, nosienta la urgencia de cultivar su mente, ni vea en ella el instrumento eficaz deque ha menester el hombre de nuestros días, para sobrellevar la moderna luchapor la existencia. Esto es que para el indio, la inteligencia no ha desempeña-do hasta hoy una función económica, como ocurre con las demás razas y pue-blos que marcan el ritmo acelerado de la civilización contemporánea. De ahíla simplicidad, la elementalidad de las concepciones del indio. El pensamien-to indígena acusa, pues, una facultad meramente potencial, originaria o pocodesenvuelta. Franz Tamayo define certeramente la condición mental del in-dio, cuando dice: «La verdad es que el.indio ha querido siempre y ha pensadopoco. Históricamente el indio es una gran voluntad y una pequeña inteli-gencia».

Por lo demás, el 1ndio, por su fortaleza física, la sobriedad de sus cos-tumbres y su voluntad férrea y disciplinada, constituyo una valiosa reserva deenergía social, digna de ser utilizada para una mejor edificación institucionaldel país. Pero el advenimiento de esa nueva era presupone la solución del pro-blema agrario, el cual se halla conectado a su vez con la cuestión económicaintegral de Bolivia.

G r u p o s é t n i c o s or ienta les .—El origen de estos grupos tam-poco se conoce a ciencia cierta. Son, probablemente, restos de las varias mi-graciones de que la América fue teatro en tiempos remotos, al decir de los etnó-logos. Sangre aruwak y caribe, sobre una base del Hombre de Lagoa Santa,acaso sea la que subsista en estos pequeños grupos étnicos, vencidos por unanaturaleza primitiva y salvaje.

Empero, aun cuando la filiación étnica do estos pueblos haya sidomúltiple, el medio físico, más o menos similar en toda su área de expansión, havenido hermanándolos somática y culturalmente, al través de una larga trayec-toria en el tiempo.

Sugestiva y valiosa por muchos conceptos es, a este respecto, la tesissustentada por el profesor Posnansky. Según este autor, hace pretéritos tiem-pos, no existieron en América sino dos elementos antropológicos principales: losuruwaks (dolicocéfalos) y los Jcollas (braquicéfalos); los primeros, radicados prefe-rentemente en la región de los llanos, y los segundos en la zona occidental ocordillerana.

De la fusión de estos dos elementos—fusión operada a través de unasecular lucha de supremacía, que rematara con el triunfo de los últimos,— ha-brían surgido, al decir de Posnansky, las'razas intermedias aymara y quechua,predominando en ésta la sangre aruwak y la iolla en la primera.

Esta tesis de unificación etnogenética entre los pueblos oriente-occi-dentales, tiene para nosotros suma importancia, desde el punto de vista nacional,una vez que ella tiende a desarraigar uu antiguo prejuicio racial, quo no por in-fundado y pueril deja de ser funesto para la vida boliviana.

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Teniendo en cuenta la situación geográfica, la población indígena deliente boliviano puede clasificarse en tres grupos principales: el primero, cuyaéa de expansión constituye la zona territorial que gravita hacia la hoya Ama-nica, desde la base de los Andes interiores hasta la confluencia de los grandes>s en el Madera, está formado por numerosas tribus, entre las que menciona-mos las siguientes: yuracarés, chimanes, tacarías, apolistas, marapas, toroma-•S, movimos, pacahuara-s, canichinas, itonamas, cayubabas, mojos, itenes, baureschapacuras. En la región central de los llanos orientales, allí donde se pro-ice el divorcio de las aguas que alimentan las hoyas del Amazonas y del Pía-, habitan: los guarayos, los sírionbs, los chiquitos, los curuminacas, los corabe-s; los guarañocas, los curavés, los potureras, los otuquis, los samucos, etc. Fi-elmente hacia el sud, desde los últimos contrafuertes de los Andes centrales,sta las márgenes de los ríos Paraguay y Pilcomayo, se encuentran las tribuste integran el tercer grupo, siendo ellas las siguientes: chiriguanos, yanaguas,has, asluslayos, matacos, chorotís, chañes, guaycuríis, etc.

Ya pocas de las tribus que hemos indicado permanecen en estado sal-tje, llevando una vida inestable, exenta de todo vínculo que revele organiza-óu colectiva. Ellas pertenecen todavía a la etapa llamada recolectora, ya quecaza, la pesca y la recolección de frutos silvestres, constituyen la única fuen-que subviene a la satisfacción de sus necesidades vegetativas.

Las demás tribus,—cuyo grado de evolución corresponde, por ter-mo medio, al estadio inferior de la barbarie según la clasificación de Luís II.organ, toda vez que ellas conocen la alfarería y ejercitan una rudimentaria.tmesticución de animales y el cultivo de cereales,—aun cuando conservan cier-s prácticas primitivas, por su contacto con el blanco han adquirido ya algunosíbitos y modalidades de la vida civilizada.

Varias de estas tribus aportan su concurso a los trabajos de la goma ybores agrícolas y ganaderas de sus respectivas zonas. Pero, como se hallan[jetas a un régimen de explotación esclavista, que apenas les concede la digni-ul humana, dichas tribus no representan por el momento una fuerza socialectiva para el país, ya que los pocos potentados que usufructúan sus energíasenen el innoble y utilitarista empeño de mantenerlas, indefinidamente, en unaindición semibestial. El «camba» es, pues, el tipo del proletario oriental enolivia, cuya situación de miseria material y moral es sin duda peor que la delidígena de la región cordillerana.

Obra meritoria realizaría el Estado si emprendiese la tarca de coloni-x técnicamente el trópico boliviano, entreverando elemento inmigrado con>s nativos de la región y colocándoles en un plano de igualdad de condiciones.sí se enmendaría esta tremenda injusticia, que, a nombre de la civilización, sei cometiendo con el aborigen oriental, como a su turno se cometió también conhabitante de la sierra: despojarle de aquello que secularmente í'ué suyo, y

ue debería seguir siendo suyo, como garantía de una coexistencia pacífica yregresiva.

RAZA MESTIZA

El mestizo boliviano, llamado cholo, es el resultado de la mezcla delidígena con el blanco. Representa aproximadamente el 31 % de la densidademográfica boliviana. Radica principalmente en las ciudades y centros urba-jo provinciales.

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Por razón de su doble filiación étnica, el mestizo refunde en sí las mo-dalidades tanto físicas como espirituales de las razas que le han dado origen.Uua estatura más alta que baja, una complexión orgánica fuerte, formando unasíntesis en que acaso haya cierto predominio de rasgos indígenas, caracterizanla personalidad física del mestizo. En cuanto a sus manifestaciones psíquicas,— más difíciles de una apreciación categórica—, tiene consagración oficial la si-guiente fórmula: «trae del ibero su belicosidad, su ensimismamiento, su orgulloy vanidad, su acentuado individualismo, su rimbombancia oratoria, su invenci-ble nepotismo, su fulanismo furioso, y del indio su sumisión n los poderosos yfuertes, su falta de iniciativa, su pasividad aute los males, su inclinación indo-minable a la mentira, el engaño y la hipocresía, su vanidad exasperada por moúvos de pura apariencia y sin base de ningún gran ideal, sü gregarismo, porultimo, y, como remate de todo, su tremenda deslealtad». (Alcides Arguedas).

La concurrencia de cualidades disimiles en la formación del mestizo,ha servido para que nuestros «sociólogos?; crean ver en este elemento antropológico una naturaleza asimétrica, tarada y subalterna, condenada, por lo mismo,a llevar una vida tortuosa y negativa, Bajo el signo fatal de una biología hechade contradicciones en pugna permanente.

Así se explica el tono despectivo—cuando no virulento— de cierta li-teratura sociológica fraguada en torno del mestizo, y según la cual, este elemen-to humano, irredento de pecados psicológicos, es responsable de cuantas desdichas y malandanzas acontecen en las colectividades que padecen su «hibridis-mo». Gabriel Rene Moreno y Nicomedes Antelo, cuya estirpe revive en nues-tros tiempos a través de Arguedas y de tantos otros que siguen, su escuela, ha-ciéndose eco de las ideas de Gobineau, Lapouge, Ammon y otros «dolicocefa-iistas», ficharon al mestizo bajo esta etiqueta lapidaria: «Los mestizos, casta hí-brida y estéril para la presente labor etnológica como el mulo para el trans-formismo de las especies asnal y caballar, los mestizos con su tórax levantadopor los apetitos y su espíritu uncido por instinto al proselitismo del caudillaje,representan en la especie humana una variedad subalterna, que corresponde auna degeneración confusa de la impetuosidad española y del apocamientoindigenal».

Mas, ni la ciencia etnológica ni los hechos históricos confirman seme-jante asercioualisrno, que no tiene otro fundamento que el vanidoso conceptode superioridad que de sí propias han llegado a formarse las clases dominantes,en ésta como en otras latitudes.

La identidad biológica de la especie humana permanece inalterable yse yergue victoriosa por encima de todas las elucubraciones, que quisieran en-contrar diferencias y categorías irreductibles al través de su polimorfa composi-ción. Afirma Lassaulx que: «todo el género humano, en su naturaleza corporalo intelectual, no es sino la unidad del primer hombre; esparcida en pluralidades,y el hombre es la pluralidad encerrada, todavía en la unidad, de todos los quehabrán de proceder de él». Y si una identidad tal preside la evolución filoge-nética, no comprendemos por qué razón el mestizaje ha de tener el poder decontrariarla, deformando siniestramente la íntima estructura vital del hombre,mucho más si la mezcla de razas es un fenómeno que, con carácter universaly permanente, ha acompañado la marcha de la humanidad, desde su más remo-to origen, cumpliendo la importante función de evitar su decadencia orgánica.«Las razas, -dice Haberlandt entre otros muchos-, no representan, ciertamente,algo absolutamente distinto, sino sectores que se compenetran, mediante zonas

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mixtas. Eu virtud del enorme y embrollado proceso del mestizaje, que se rea-liza desde mucho tiempo en todo el mundo, no existe ninguna raza pura; sólonos encontramos con los últimos productos de mestizaje y de desarrollo, queluí ¡o las diferentes influencias naturales y cultúrale:?, a que estuvieron y estánexpuestos, se manifiestan en los más variados aspectos culturales y étnicos».

Ahora bien, un ser cuya biología participa de la unitaria esencia dela especie, no puede tampoco generar una vida psíquica fundamentalmenteexótica y cuyas modalidades,—por especiales y contradictorias que se las quierahallar en cierto momento histórico—, sean irreductibles c incapaces de refina-miento, en el sentido de las precarias y siempre dúctiles normas éticas queguían la conducta de los pueblos.

: El error del darwinismo, el error de todas las doctrinas de historianatural,—dice Vascouselos,—consiste en querer aplicar al hombre las constan-tes eme se descubren eu reinos que no conocen el influjo de la voluntad inspi-rada o simplemente inteligente». El hombre, en ningún momento, aún cuan-do fuese mestizo, pierde pues, en nuestro concepto, la cualidad fundamentalde ser racional y pensante, dueño dt: una inteligencia y de una voluntad, quele dan la capacidad excelsa de reaccionar contra ;~us mismas inferioridades—sies que las tiene—y de forjar su destino con sus propios impulsos, diferencián-dose por ello, como el resto de los humanos, de la condición meramente zooló-gica.

Los juicios adversos con que se lia querido deprimir al mestizo boli-viano—y sudamericano en general—, arrancan, pues, su origen del ñ-. ¡orna so-cial jerárquico que impuso la metrópoli. Pueblo vencedor el español, retuvopara sí todos lo? privilegios, condenando a la abyección y la miseria a los ven-cidos y a la nueva variedad étnica que había surgido del contacto fecundantede unos y otros. Fruto de esa prepotencia fueron los conceptos que categori-zaban la sociedad colonial, airibuyendo máximas excelencias a unos y un eú-mulo de ;:-ombrios deméritos a otros.

Esc concepto y esa política clasista que sirvió de pedestal a. los hidal-güelos peninsulares—cuya, situación de privilegio les hizo olvidar que tambiénellos traían un origen heterogéneo—, fueron continuados durante la repúblicapor quienes se decían sus herederos de sangre, por mucho que la lien, ticia, an-tes que de sangre fuese, simplemente, un la mayoría de los casos, do capacidady poderío económicos, fuente y base de todo genero de exaltaciones y arrogan-cias.

Mestizos e indios, seducidos por una prédica insincera, pero que tuvola virtud de excitarles su ingenuo idealismo, constituyeron la carne de sacrificiocu las cruentas vicisitudes de la lucha emancipatoria. Sin embargo, esto, es-fuerzo, este renunciamento, que habla claro y fuerte de altísimas virtudes ener-géticas y espirituales, no sólo que nunca merecieron compensativos tangiblesv equivalentes, sino que más bien sirvieron para consolidar el privilegio de laclase directriz, y para provocar la ejecutoria inapelable de que el mestizo y elindio eran elementos inferiores y funestos para la colectividad boliviana.

Ya dentro del proceso de la nacionalidad, mestizos e indios siguenconstituyendo la mano que trabaja y el pecho que afronta el peligro, en benefi-cio y defensa de una patria que en realidad no les pertenece, pero sin que porello, los arquetipos de la dorada perfección, les concedan ni siquiera la graciade redimirlos de su pecado original de castas menguadas e inservibles... No son,

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ciertamente, los vastagos de España, los señoritos de la aristocracia criolla ac-tual, quienes roturan la tierra ni horadan las montañas. Tampoco fueron ellosquienes demarcaron con su sangre las fronteras patrias en las guerras interna-cionales. Las clases humildes y' desposeídas, vale decir meztizos e indios, sonlíia vínicas protagonistas de tales faenas y de tales episodios.

«No obstante de su participación en la contienda emancipadora,—diceTristán Marof,—el mestizo plebeyo quedó rezagado como clase subalterna, enrelación al criollo enriquecido. Después del triunfo, el clero superior, las fa-milias criollas de pura cepa española—que aceptaron la revolución como unhecho, sin haber intervenido sino a medias—se disputan las preeminencias ylos altos cargos. Los mestizos, adornados de medallas y de cicatrices, volvie-ron a las minas y a los talleres. La propiedad quedó en manos de los blaii-cos... Al mestizo revolucionario, descendiente de Pedro Domingo Murillo, dvRamón Rojas, de Padilla, de Betanzoa y Camargo, no le quedó otra situaciónque el taller, en tanto que el blanco se apoderaba de los puestos burocráticos,estudiaba en las universidades y se mezclaba en los negocios. Resucitaron loshidalgüelos y se buscó el origen de los apellidos. El viejo refrán castellanode los conquistadores: «los nobles no han nacido pura ensuciarse las manossino para manejar la espada», ee irguió en la casona señorial. Quienes debíantrabajar en las minas y en los oficios, no podían ser sino los indios y los mesti-zos. Zapatero, albañil, sastre o sacristán era la única aspiración del hijo depueblo. Así como el terrateniente reclamaba para sus vastagos la espada degeneral, la cogulla del arzobispo o la toga de doctor».

Que el mestizo sea un politiquero impenitente y versátil, presa fácildel soborno y actor incondicional de nuestros intrascendentes dramas eaudilliK-tas, sobre no ser una deformidad antropológicamente ingénita, es un vicio so-cial cuya responsabilidad corresponde a quienes, sintiéndose dirigentes y en ser-vicio de sus propios intereses, le pervitieron y le emqujaron hacia esta ruta deamoralidad y perniciosa zanganería.

Nuestros «sociólogos», dominados por rancios prejuicios feudalistas,nunca han querido, pues, comprender que las taras morales que empañan almestizo no son, ni pueden ser, de esencia biológica, sino, simplemente, de ori-gen social o externo, susceptibles, por lo mismo, de modificarse, bajo la acciónde un medio circundante favorable.

«Estómago con hambre no tiene moral; se piensa diferente en una chozaque en un palacio», ha dicho un gran pensador. Tan profundo y realista apo-tegma es perfectamente aplicable al caso del mestizo y de las clases desvalidas.de Bolivia, en general. Sin ninguna tradición cultural, escasamente alfabeti-zado y llevando una vida de semindigencia, es claro que el cholo no ha de ma-nifestarse en una floración de nobilísimos sentimientos, ni ha de poder cristali-zarlos fácilmente en habituales normas de conducta. Marx expresó con pro-funda verdad esta correlación entre lo material y lo espiritual, cuando dijo: «noes la conciencia del hombre lo que hace su ser, sino su ser social el que hace suconciencia»... ,

Por otra parte, no sabemos desde cuándo y por qué razón la virtudha de ser atributo exclusivo de ciertas razas, o determinadas clases solamente.En las razas y clases más emeumbradas y que pregonan perfección, se encuen-tran los mismos y acaso peores defectos que en las masas humanas tachadasde inferioridad y maleamiento.' No se diga por ojeniplo que la mentira, la ruin-

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dad, la simulación, el servilismo, la deslealtad y cuantos desviaciones mótale--se adjudican al mestizo, están ausentes do: ellas ¡i solo titulo do U'nvv pigmentoblanco, o sangre incontaminada...

No cabe duda que estay perversiones del sentido mora! fructifican,cioi.i mayor vigor y profusión, en ¡os estratos humanos que ocupan un planoinferior en la pnamide social de nuestros'días, Pero, repetimos, (jae nuda, deinmanente o biológico hay en eso. La causa está, única y exclusivamente, eng y , ,la forma, o manera ile vivir, en el ambiente social, que,scgún los casos, KO mue-s-tm favorable o impropíelo a tal género de perversiones. Emilio Troise, escri-tor argentino, fundamenta muy bien este punto de vista, en la eiguienie fonua1

no hay un plasma germinativo de naturaleza viciosa, criminal, en una palabramonstruosa, que se exterioriza en una raza o en un individuo, como si esa raza,o ese individuo, estuvieran condenados a la monstruosidad y al crimen .sin re-medio. Y eso sin entrar a la consideración de que lo vicioso y lo criminal sonvaloraciones, juicios éticos de un carácter circunstancial v relativo. La dege-neración biológica no es una fatalidad irreparable, como no lo es la degenera-ción moral, sino en el menor número de los casos. VA hombre es uncí realidaddinámica en función de un medio histórico y social, Toda virtud y todíi su 1)1 imidad como toda ingenuidad y toda vileza-—-necesitan, en general, un am-biente para, manifestarse*.

Todavía algo más: ¿puede constituir un índice seguro, definitivo y fa-tal, r>ara juzgar la superioridad o inferioridad de las clases o variedades huma-nas, una moral siempre relativa, una moral cuyos preceptos no pueden subs-traerse jamás a las; variaciones de criterio que impone <4 inevitable Huir detiempos y condiciones?... Por grandes y apreciables progresos que láctica denuestros días baya experimentado; por runchos y venerables que sean 1<>S con-ceptos al través de los cuales la civilización actual ha discernido acerca de lasideas del bien y del mal, no por eso se ha de pensar que la moral contemporá-nea ha llegado a su fase perfecta, definitiva e inmutable. Antes bien, la mora!contemporánea es una moral acomodaticia y sectaria, puesta ti! servicio del pri-vilegio, muy distante, por lo mismo, de un ideal verdaderamente humano.

Por consiguiente, ninguna raza, ningún pueblo, ninguna chu-e, puede-¡irrogarse el derecho de erigir su moral? en el infüül le caruibóu q.u- des' ir.: lacalidad inferior o superior de otros sectores, o núcleos humanos'. La esitecieentera, en muchos respectos, todavía so debate en ias indecisas frontera^ de lobestial y lo humano...

KA/A BLANCA

lista formada por los descendientes de los conquistadores y colonizado-re? españoles y por los inmigrantes de diversa procedencia, que ae'ualmene'jvienen. .Representa más o menos el W'ró de la población nacional. Loa indi-viduos de esta raza hacen, preferentemente, vida urbana.

El blanco de origen español, en ios tiempos; que vivimos, no puedo yainvocar pureza de estirpe. A decir verdad, también él pe lia mestizado, comosangre y como cultura, porque no ha sido posible que se substraiga ni a los im-perativos biológicos, ni a los influjos espirituales que ofrece el ambiente ameri-cano, boliviano en el caso concreto.

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Si dentro de un concepto convencional se ha seguido considerando alblanco como una variedad especial en la composición demográfica boliviana.f̂ llo responde más a un criterio de tradición, antea que a una razón estrictamen-te etnográfica.

Sobre la base de un derecho tradicioual, que se trifurca como herenciapolítica, corno capacidad económica y como un mayor bagaje cultural, el blan-co ha desempeñado durante la república el papel de clase dirigente, Clero, Uni-versidad, Judicatura. Parlamento y todos los altos cargos de la administraciónpública, He han desenvuelto, pues, conforme a las inspiraciones ideológicas deeste elemento. El indio y el mestizo, aun cuando este último haya marchadomuy cerca de aquél, siempre han ocupado la situación de clases subalternas ydominadas. Naturalmente que no han faltado caaos en que el mestizo ha con-seguido escalar a los más altos sitiales y colocarse al mismo nivel de los blan-cos. Pero tales casos, aparte de ser excepcionales, nunca han tenido la impor-tancia de una verdadera promoción de clase, mucho más si el mestizo, llegado auna situación semejante, siempre ha renegado de su origen, para adaptarse yproceder como blanco,es decir como un miembro más del sector tradicionalmen-te dirigente.

Es así cómo, después de un siglo y más de vida independiente, Boliviano ha podido liquidar por completo la herencia colonial, pese a los principios de-mocráticos que inspiraron la república. El sistema feudal pervive en el latifun-disino de nuestros días y la esclavitud mantíénese en el pongueaje del indio, laignorancia y la miseria de la gran mayoría de la población boliviana.

El inmigrante blanco de nuestros días es relativamente escaso, a causade la mediterraueidad de nuestro país y la falta de una verdadera política docolonización en nuestros gobernantes. Los pocos extranjeros que hay actual-mente en Bolivia, no pasan de ser, en su mayor parte, elementos fugitivos, sinotra aspiración que hacer rápida fortuna para disfrutarla, fuera del país, o re-presentantes del imperialismo económico, desde'sus altas funciones de gerentes

técnicos de empresas industriales y comerciales.

RAZA NEGRAEstá representada por un escaso número de individuos, que habitan

en 'iertas regiones fronterizas con las repúblicas del Perú y el Brasil. Su pre-sen* a en Bolivia data desde la época colonial, esto es desde cuando los inte-rese, de la metrópoli requirieron las cualidades del negro, para trabajos mine-ros y labores agrícolas de zona tropical. Bajo el aspecto étnico, el negro ha in-trodu ¡do dos elementos, dos matices diferentes en la demografía boliviana: elmuíate y el zambo, aquél como el fruto de la .íezcla entre el blanco y el negro,y éste y orno resultado del mestizaje entre el negro y el indio.

Por su exiguo número y porque siempre se le relegó a una condiciónBubalterj a, el negro no ejerce ningún influjo, digno de tomarse en cuenta, des-de el ptu o de vista económico—cultural. Su función dentro de la vida nacio-nal se reo ice exclusivamente a labores de orden puramente material.

POLÍTICA ETNOGRÁFICA; • • • •

Su ripre se ha considerado como una verdadera desgracia, como unfactor de uei 'rto influjo para el destino nacional, la composición un tanto hete-

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rogénea de la demografía del país. Nuestra literatura histórica y sociológicallena está de obscuras profecías, que toman asidero en esta particularidad socialde Bolivia. El espectro de la raza obsede y angustia a la mayor parte de nues-tros conductores, así políticos como intelectuales. Fura muchos de éstos, la úni-ca y posible salvación de Bolivia está en hacer de ella el refugio exclusivo deb\ raza blanca. El autóctono, por degenerado e inservible, y el mestizo, pormaleado e impuro, deberían desaparecer, según ellos. ¡También entre nosotros,nn esto Alto Perú, asiento secular del indio y patria forjada con la sangre de!mestizo, hallan eco las pedantescas doctrinas racistas de ultramar!...

*Ninguna conclusión científica inamovible existe hasta ¡voy que esta-

blezca la superioridad o inferioridad biológica, de las razas humanas, Las dis-tinciones a base de particularidades ci ancanas, pilosas, cromáticas, nasales, ((te,no pasan de ser simples hipótesis más o menos ingeniosas y que, u ia postre,tienen tan poco valor como las filiaciones que toma la policía para demostrar

sus conocimientos teóricos acerca del hombre», según el irónico decir deSpengler.

La rasa, antes que una diferenciación puramente antropológica, es,sobre todo, una elaboración social, un producto que se modela en función delmedio circundante, al través de un proceso sin rgico de; adaptaciones y readap-taciones entre los grupos humanos y sus respectivos ambientes geográficos ysociales. Bajo este concepto, si desde el punto de vista, social—del progreso dela técnica aplicada a la función productiva, más propiamente hablando,—haycazas que ocupan una escala superior dentro de la civilización actual, eso noquiere decir, de ningún modo, que para Jus demás, colocadas hoy en un planoinferior, esté vedada la ruta de sus futuras ascensiones.

La historia es elocuente a este respecto. El devenir de los tiemposnos muestra el predominio alternativo de unas razas sobre otras. Nos muestra,.-libre todo, que la raza blanca, considerada, hoy como superior, no siempre ocu-pó la. situación especiaba • que actualmente tiene, Bujarín, alta autoridad enmateria sociológica, nos ..Jico a propósito: «La raza inferior, de la que so dicequt; es la más incapaz, por naturaleza, de desarrollo, es la raza negra, los ne-gros. Y, sin embargo, se ha demostrado que en la antigüedad lo? llamadoskuíiJutas. representativos de la raza negra., crearon una gran civilización en laIndia (antes que los hindúes) y en Egipto; la raza amarilla, que ahora goza detan poco favor, también creo una el< vad.-i civilización en China, muy superior•A IÍI do sus contemporáneos blancos. Los blancos eran en aquellos días niñoscomparados con 'os amarillos. Sabemos ahora lo mucho que los antiguos grie-gos tomaron de los asirio—babilónicos y de los egipcios".

Quiere decir, entonces, que no tenemos por qué renegar de que nues-tro plasma demográfico presente diversos matices. La cromática humana nadaexplica ni nada significa en el camino del progeso, frente al unitario potencialbiológico de ia especie. Indios, mestizos y negros, siempre pueden ascender alas más altas categorías de la acción y el pensamiento, si las condiciones de suexistencia se modifican en forma favorable para estimular y desarrollar sus na-turales aptitudes, originaria o específicamente iguales a laa de cualquiera otravariedad humana.

La autorizada palabra de Jacques Soustelle, profesor del Museo deEtnografía de París, confirma y da validez científica a este enunciado, cuandodice: «La historia muestra que cualquier grupo social, sin

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su composición étnica, es capaz de edificar altas'y bellas civilizaciones, siempreque se encuentren las condiciones necesarias. Han existido grandes civiliza-ciones europeas, asiáticas, africanas y americanas, construidas en el curso de lahistoria por hombres de todos los tipos étnicos. El grado de complicación yde desarrollo que logra una civilización depende, en último extremo, de su ba-se ecouómica y del desenvolvimiento de sus fuerzas de producción».

Por eso, antes que preocuparnos de que nuestro pueblo adquiera larabia coloración nórdica, o el tono blanco marfilino de los habitantes del meri-dión europeo, deberíamos pensar en un^cambio radical de toda nuestra orienta-ción social, económica particularmente; de tal suerte que indios y mestizos,blancos y negros, se coloquen en un plano de equivalentes condiciones, queanulen o hagan imposible el privilegio de los unos frente a la miseria de iosotros.

Antes que importar sangre extranjera, cuidemos todavía lo que noses propio, la planta humana nuestra; cultivémosla con esmero, proporcionán-dole los necesarios elementos } tistírmilos que tonifiquen y enriquezcan la saviavital que debe sustentarla. Entonces, un pueblo sano y vigoroso, en que el bie-nestar sea el fruto de una armónica conjunción de energías, colmara nuestrosanhelos de mejoramiento, haciendo innecesaria la transfusión de sangre extraña, como desterrando, por absurdos, los prejuicios de raza y de otra índole, quehoy por hoy envenenan la colectividad boliviana.

Esto no significa que preconicemos un hermetismo demográfico, nique desconozcamos las ventajas de la inmigración. Lo que queremos expre-sar es, solamente, que nuestro -factor humano, con todas sus variedades, es sus-ceptible de alcanzar el mismo grado de evolución que los demás hombres ypueblos que habitan" otras latitudes del orbe; esto es, que para nosotros, la in-migración no comporta la condición de lo imprescindible. Lo contrario impor-taría admitir la superioridad esencial de unas :zas sobre otras, tesis contra lacual, precisamente, se rebela nuestro pensamiento.

(.;•Bienvenidas sean todas las inmigraciones, pero a condición de qulos defuera vengan a fraternizar con nosotros, despojándose de sus prejuiciosde sangre, para laborar conjuntamente por la consecución de un bienestar ge-neral, en lugar de mancomunarse, como desgraciadamente ocurre hoy, con lasclases privilegiadas y opresoras de nuestro pueblo, en servicio de proditorios fi-nes imperialistas. ,

Bienvenidas sean todas las inmigraciones, si ellas han de representarlos heraldos de esa meta cosmopolitista,que haga posible la constitución de unaPatria Universal, armónica y coherente en medio de la heterogeneidad de suscomponentes, donde la especie alcance el supremo ideal de la felicidad y la fra-ternidad humanas.

Que Bolivia se abra en la infinita vastedad de sus horizontes al reíiujode todos los pueblos de la Tierra, forjando en su seno esa «raza de síntesis»,esa %<raza cósmica»,que para la América concibiera el gran Vasconcelos, he ahípara nosotros, en pequeño, el máximo ideal que acaricia nuestro espíritu.

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CONCLUSIONES

'i a.—La raza, simple variedad humana, resultante de la acción com-binada de los medios geográfico y social y conservada por la herencia, poro queno afecta la identidad fundamental de la especie, aun cuando se entremezclenunas variedades con otras, no representa una categoría biológicamente irreduc-tible, tampoco un índice para medir la capacidad cultural de individuos y pue-blos, ni menos entraña el principio de la desigualdad humana desdo <.;¡ puntode vista histórico y sociológico.

2a.—Dentro de la mecánica social, la raza es un concepto que se su-bordina ante la razón económica, causa primera y siempre actual de la diferen-ciación humana, sobre cuya base se erige la «pirámide social» de todos lostiempos, superponiendo clases oprimidas y clases opresoras.

3a.-—Que en tal virtud, no os la etnografía el problema cardinal deBolivia, sino la organización de su estructura económica, conforme a principiostales que hagan factible la desaparición de las clases sociales, que jerarquizan!a colectividad boliviana, Pero, este problema, por lo mismo que abarca ala humanidad toda, no podrá ser solucionado por el esfuerzo aislado de ésto oaquél país, sino por la acción conjunta y universal de todas las clases oprimi-das del orbe; sin que, entonces, valgan para nada las diferencias étnicas, tenidashoy como el fundamento de las desigualdades humanas; ideal éste muy remotoseguramente, pero no exento de posibilidades de realización, cuando una nuu-va estructura económica de la sociedad, haga viable la felicidad de toda la es-pecie humana, en esta finita trayectoria de su vida cósmica o planetaria.

Cochabamba, junio de 1939.

A r t u r o Urmiirii M o r a l e s .

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Publicaciones de la Universidad Autónoma de Cochalmmba

CUADERNOS SOBRE DERECHOY CIENCIAS SOCIALES

Año 1939: N». 1.—Sr. Hernán Ayala Mercado: EL PROBLEMA AGRA-MO-INDÍGENA EN BOLIVIA. ENSAYO DE INTER-PRETACIÓN ECONÓMICA. (Tesis de Licenciatura).

N°. 2.—Prof. Alejandro Lipschutz: INDOAMERICANISMO YRAZA INDIA. (Conferencia pronunciada en Cochabamba,con el auspicio de la Universidad).

N». 3.—Dr. Eduardo Arze Q.: LA NACIONALIZACIÓN DE LOSFERROCARRILES DE LA RED SPEYER.

N°. 4.—Dr. Arturo Urquidi M.: ETNOGRAFÍA BOLIVIANA.

LIBROS EN PREPARACIÓNGermán Quiroga Galdo: SOBERANOS DEL ESPÍRITU. Ensayos.

Premio Municipal 1938. Primera Edición.

Comandante de Escuadrón Philippe: LAS DOCTRINAS ECONÓ-MICAS. Su evolución. Doctrinas Con-temporáneas.—Traducción del Cap. A.Ponce M.