contexto histórico ii república y gc

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    CONTEXTOHISTRICO

    Oliver Len, Antonio

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    NDICE

    Introduccin..3

    Prolegmenos a la Guerra Civil (elecciones de febrero de 1936-golpe deestado de julio de 1936..5

    La sublevacin.10

    La ciudad inquieta (Mlaga febrero)...12

    Julio de 1936...14

    Y en el resto de Espaa?............................................................................23Febrero de 1937. El fin de la Mlaga republicana..27

    Mlaga-Almera. El xodo malagueo39

    La represin como elemento histrico conformador de la dictadura deFranco. Historia de una dictadura40

    El xito del anarquismo en la Espaa republicana..52

    La periodizacin de la dictadura de Franco63

    Anlisis de las bases del franquismo como dictadura y elementorepresor...74

    Bibliografa.97

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    CONTEXTOH I STRICODEL CEMENTERIODESANRAFAEL.

    Introduccin

    Cuando en 1867 se realiza la primera inhumacin en el segundo cementeriode Mlaga, nadie poda imaginar que este recinto funerario se convertira,setenta aos ms tarde, en un espacio donde se cometera uno de loscrmenes contra la humanidad ms importantes, tanto desde el punto devista cuantitativo como cualitativo, de la historia reciente de Espaa.

    El cementerio de San Rafael no pasar a la historia memorstica como ellugar tradicional donde se enterraban los malagueos, sino como el entorno

    donde miles de ciudadanos fueron ejecutados por el mero hecho deposicionarse en las coordenadas polticoculturales que sus conciencias lesdictaminaban.

    Los trabajos arqueolgicos dirigidos por Sebastin Fernndez y AndrsFernndez, junto a la labor investigadora llevada a cabo por FranciscoEspinosa, han permitido elaborar una sntesis sobre la memoria histrica deMlaga, difcil de imaginar tras la temerosa y sutil llegada de la democraciaa nuestro pas. La ley de la Memoria Histrica permiti que un animosoequipo compuesto por los hijos de la represin, entre los que podemosdestacar por su dinamismo a Jos Dorado y al ya citado FranciscoEspinosa, junto a un numeroso grupo de silenciosos, que no silenciados,familiares de las vctimas de la represin, iniciaran un lento proceso quellevara a la dignificacin de la memoria material e individual de aquellosque fueron fusilados junto a las fros muros del cementerio de San Rafael.

    Bien definido el objeto y el fin de este contexto histrico, que no es otro

    que la represin y la personificacin de todos los elementos que lacomponen, nos vemos en la necesidad de explicar cul ha sido lametodologa a seguir a la hora de elaborar este contexto histrico tan

    particular.

    No es nuestra intencin realizar una sntesis monogrfica de la dinmica dela represin franquista en Mlaga. Nuestros presupuestos se basan en la

    plasmacin escrita del marco donde sta se llev a cabo. Sera redundantedetenernos en las coordenadas espaciotemporales1, tan importantes por otro

    1Mlaga, 7 de febrero de 1937-

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    lado para la labor del investigador, por lo que el encuadre que hemosrealizado estar acotado por los fenmenos polticoculturales de la sociedadespaola del segundo tercio del siglo XX. Para ello hemos optado por lametodologa de consultar todas aquellas fuentes operativas de las que

    dispone el historiador. En nuestro caso hemos conseguido aunar los datosque nos proporcionan los archivos con los que la arqueologa nos hamostrado. Efectivamente, nuestra satisfaccin ante los datos obtenidosrefleja el xito de los trabajos que se han podido llevar a cabo gracias a laconfluencia en un mismo punto de todos los componentes socialesinvolucrados.

    En cuanto a la redaccin del contexto histrico de la represin llevada a

    cabo en Mlaga, hemos credo conveniente analizar el mayor nmero detrabajos monogrficos realizados con el objetivo de realizar un movimientoaproximativo a la realidad de los acontecimientos. La ambicin del

    proyecto y la capacidad del equipo tcnico han sido los dos contrapesos deuna balanza, cuyos ejes ha sido perfectamente engrasados tanto por losfamiliares y la asociacin a la que pertenecen como por el apoyo de todaslas instituciones comprometidas con el proceso de exhumacin,dignificacin y recuperacin de la memoria histrica.

    De aqu que hayamos utilizado los estudios realizados por el mejor elencode historiadores contemporaneistas especializados en la guerra civil engeneral y en el conflicto blico en Mlaga en particular. Los datosobtenidos en la fase de investigacin archivstica junto a los informes dlequipo tcnico de arquelogos nos han proporcionado la capacidadsuficiente para corroborar lo cierto, rehusar lo falso y criticar lo ambiguo.

    A todos aquellos que murieron para que seamos lo que somos.

    Antonio Oliver Len

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    Prolegmenos a la Guerra Civil (elecciones de febrero de 1936-golpe deEstado de julio de 1936).

    Ante la escalada de los fascismos en Europa, y el caso espaol no serdiferente, la poltica a seguir pasara por el establecimiento de FrentesPopulares, es decir, la coalicin entre los partidos proletarios y losrepresentantes polticos de las clases medias o, lo que es lo mismo, laalianza entre socialistas y comunistas con la burguesa liberal antifascistafrente al enemigo comn. No podemos obviar la presencia del

    anarcosindicalismo como elemento conformador de esta asociacin quepugnaba por la institucionalizacin y reforzamiento de la democracia frentea un fascismo bien asentado en Europa. Es en este marco donde las fuerzasrepublicano-socialistas, junto a otros grupos de izquierdas y gran parte delas agrupaciones progresistas, se reagrupan en el Frente Popular, coalicinvencedora de las elecciones de febrero de 1936.

    Estas elecciones vinieron marcadas por un alto ndice de participacin(72% en la primera vuelta) frente a los datos de 1933, fecha en la que el

    voto anarquista estuvo ausente. Los resultados de las mismas continan enel mbito de la controversia debido, en cierto modo, a las distintasinterpretaciones que se vienen realizando de los datos porcentuales. Sirvancomo ejemplo las estimaciones de Javier Tusell, el cual otorga un 47,1 porciento de votos a la izquierda, un 45,6 a la derecha y un exiguo perosignificativo 5,3 al centro, y las de J.J. Linz y A. de Miguel quienescalculan, respectivamente, un 42,9, un 30,4 y un 21,1 por ciento para lastres opciones.

    No obstante, el Frente Popular obtena una amplia mayora mientras quela CEDA se converta en un grupo en la oposicin con escasa capacidadoperativa y los radicales vean como su hundimiento era inevitable. Losescaos quedaron repartidos tal y como nos indica la siguiente relacin:

    Socialistas..99

    CEDA....88

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    Izquierda Republicana...87

    Unin Republicana.......39

    Izquierda Catalana.36

    Comunistas17

    Centristas...16

    Bloque Nacional12

    Lliga Catalana12

    Agrarios11

    Nacionalistas Vascos10

    Tradicionalistas..10

    Progresistas . 6

    Radicales. 5

    Republicanos Conservadores 3

    Independencia Derecha.. 3

    Otros..19

    Total 473

    El mapa resultante de las elecciones quedara tal y como muestra lalmina nmero 1.

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    Lmina 1: Mapa de los resultados de las elecciones de 1936

    En teora, el giro parlamentario, respecto a las anteriores elecciones,segn los porcentajes proporcionados por Gil Pecharromn, era

    espectacular: 278 escaos para el Frente Popular (58,7 por ciento), frente a124 de la derecha (26,2) y 51 del centro (10,7). Con estos datos yrealizando un anlisis de la evolucin parlamentaria de la SegundaRepblica no podemos concluir que se produjera una ruptura radical delclima de convivencia civil.

    Durante los primeros meses de gobierno del Frente Popular, la actividadlegislativa y ejecutiva alcanz la magnitud necesaria para hacer factibleslas promesas electorales: amnista de 30.000 presos polticos, puesta en

    vigor del Estatuto de Catalua y aplicacin de la Ley autonmica deContratos de Cultivo, restauracin de los proyectos reformistas alteradosdurante el segundo bienio, Decreto por el que se estipulaba la readmisinde los trabajadores despedidos por causas polticas

    No obstante, el Frente Popular hubo de enfrentarse a las actuaciones deaquellos mismos colectivos que le haban votado. De ah que el temaagrario fuera prioritario. A los pocos das de las elecciones, los campesinos

    andaluces y extremeos se lanzaron a ocupar las fincas de las que habansido desalojados el invierno anterior, mientras que el gobierno seapresuraba a ampliar la extensin de tierras disponibles expropiando conindemnizaciones fincas declaradas de utilidad pblica segn quedabaestipulado en la Ley Velayos. Sirva como dato explicativo el asentamientode 71.919 campesinos, entre los meses de marzo y junio, sobre unas232.000 hectreas extremeas.

    Por otro lado, el ministerio de Guerra, con el general Masquelet a la

    cabeza, volva a la lnea reformista del primer bienio y realizaba una seriede reformas entre las que se encontraba una combinacin de mandos queintentaba alejar a los generales ms proclives al golpismo de los centros de

    poder: Goded, en Baleares; Franco, en Canarias y Mola en Pamplona.Otros, como Villegas, Orgaz, Fanjul y Saliquet quedaron disponibles y elvencedor de la revuelta asturiana, Lpez Ochoa, ingresaba en prisin.

    Poco ms pudo hacer el Gobierno de Azaa en los tres meses en que

    desarroll su actividad. El Estatuto vasco iniciaba su recorrido legislativo yse convocaba el referndum sobre el gallego. En cuanto a la poltica

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    religiosa, la legislacin volva a aplicarse con todo rigor, lo que vaticinabaduros enfrentamientos con la Iglesia Catlica.

    El 3 de abril de 1936, constituidas las Cortes, Alcal Zamora era

    destituido y Martnez Barrios asuma de forma interina la Presidenciainiciando un proceso sustitutorio, el cual concluira el 27 de abril con laproclamacin de Azaa como nuevo presidente de la Segunda Repblicaformando, Casares Quiroga, el nuevo Gobierno.

    Las causas de la Guerra Civil adquieren tal grado de complejidad queaqu si apenas podemos realizar un somero, pero sinttico, esbozo. Serareduccionista el aplicar nombres propios como motivo nico del inicio dela revuelta. En cambio, s est claro que el proceso de destruccin de la

    convivencia social en Espaa fue personificado por una serie de agentescuya evolucin durante los primeros meses de 1936 influy de formadefinitiva en la conformacin de los dos bandos beligerantes.

    Por un lado, el Pleno Nacional de la FAI rechazaba la poltica obrera dealianza con la burguesa y adoptaba la proclama de insurreccin para laconquista de la riqueza social. Los anarquistas se preparaban para la guerraante el avance de los fascismos movilizando a los trabajadores y creando

    Comits de Preparacin Revolucionaria. La CNT se organizaba y seexpresaba en las mismas lneas de actuacin, invitando a la UGT a que seuniera en una alianza revolucionaria con el fin de destruir completamenteel rgimen poltico y social vigente, aspecto que de haberse materializadohubiera supuesto la ruptura del Frente Popular.

    Por otro lado, la divisin en el seno del socialismo entre los seguidorescentristas de Prieto y los ms radicales de Caballero, que durante la

    primavera de 1936 lleg al enfrentamiento fsico entre ambas facciones,

    facilit las tcticas de aproximacin del PCE con toda la carga ideolgicaque eso conllevaba.

    En el lado opuesto, la CEDA permaneca expectante y no daba muestrasde iniciar un proceso desestabilizador. En cambio, la extrema derechacomenzaba a expresar sus intenciones de ruptura con el ordenconstitucional. Calvo Sotelo se eriga en el perro de presa parlamentario ysus enfrentamientos verbales con los diputados de izquierdas afectaron en

    el nimo de la opinin pblica mientras que los carlistas comenzaron amovilizarse en espera de un ms que posible alzamiento armado.

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    que representaba la Segunda Repblica. Exista, adems, el temor de queun refuerzo de los resortes de autoridad condujese hasta la proclamacindel estado de guerra, lo que equivaldra a poner el futuro de la Repblica enmanos de unas Fuerzas Armadas de fidelidad ms que dudosa.

    La sublevacin

    En la conspiracin contra el Gobierno de la Repblica concurrieron dosprocesos insurreccionales bien diferenciados. El primero consista en unatrama cvico-militar caracterizada por una base ideolgica promonrquica y

    que haba conducido la trama golpista de agosto de 1932, la cual se habamantenido de forma latente hasta julio de 1936. El segundo, con lasconnotaciones caractersticas de una iniciativa castrense, careca de unos

    presupuestos ideolgicos y tan solo responda a la necesidad de establecerun nuevo orden social bajo el mando de una cpula militar superpuesta alos elementos civiles progolpistas. Est fuera de todo tipo de dudas elhecho de que la trama militar fue la preponderante en el inicio de lasublevacin, quedando la opcin cvico-militar relegada en toda su

    magnitud. No obstante, y con el tiempo, los militares se avendran a darmayor protagonismo a organizaciones con una base ideolgicaestructurada, como es el caso de la Iglesia y de los partidos derechistas.

    Tras la victoria del Frente Popular, muchos militares indecisos optaronpor la va del golpismo como la solucin apropiada al avance de laizquierda. Durante varios das, Espaa vivi al borde de una intervencinmilitar e, incluso, Franco pidi apoyo al inspector general de la Guardia

    Civil, el general Pozas, para implantar el estado de guerra. Fue a partir deentonces cuando se sucedieron los contactos entre los altos mandos, queculminaron con una reunin el 8 de marzo en Madrid, en la que se decididerribar al Gobierno constitucional. Los convocantes tomaron la decisinde iniciar un pronunciamiento coordinado por una Junta Militar presidia

    por Sanjurjo desde el exilio y compuesta por los generales Mola, Franco,Goded, Saliquet, Fanjul, Ponte, Orgaz y Varela. Los conspiradoresdeterminaron el 20 de abril como la fecha para el golpe, pero las

    inesperadas detenciones de Orgaz y Varela obligaron a posponerlo.

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    Las elecciones de febrero de 1936 en Mlaga fueron un fiel reflejo de loque ocurra a nivel nacional. Ante la desunin de los partidos de derechas,

    la izquierda se agrupaba sin dificultad en esa coalicin fenomenolgicallamada Frente Popular.

    Esta agrupacin poltica, durante el periodo de campaa electoral,defendi a ultranza el rgimen republicano y la legislacin de l emanada.El Frente Popular se mostraba como el garante de las reformas del primer

    bienio y legitimador de la Repblica del 14 de abril. Esta poltica electoralestaba encaminada al minimalismo o a la adquisicin de la confianza

    popular por medio de la moderacin.

    Los tres grandes presupuestos del Manifiesto electoral estabanconstituidos por: a) la importancia de evitar cualquier tipo de confrontacinelectoral entre los partidos conformantes; b) la necesidad de evitar unreforzamiento de las derechas y, por lo tanto, de aquellas agrupacionescontrarias a la Constitucin de la Repblica; c) la prioridad constituyentede un frente comn con el objetivo de reinstalar la autntica Repblica.

    Por su lado, y siguiendo a Lacomba Avelln, las derechas elaboraron un

    programa electoral encaminado a realizar duros ataques a las izquierdas,trasmitiendo, al mismo tiempo, un mensaje tradicionalista que apelaba a lamujer malaguea, a los colegios catlicos o a los arrendatarios,

    propietarios y agricultores, entre otros. Para ello no dudaban en utilizar laconsabida demagogia conservadora de acusar a los rivales de marxistas-leninistas, quienes eran mostrados como enemigos acrrimos de los valoresseculares. La campaa de la derecha estaba basada en el miedo que elimaginario popular tena sobre el advenimiento de la Revolucin.

    Las elecciones de febrero de 1936 en Mlaga dieron el triunfo local alFrente Popular. Los escaos quedaron distribuidos tal y como nos muestrala siguiente tabla elaborada por Lacomba Avelln a partir de los datos

    proporcionados por la IEA:

    PSOE..4

    Izquierda republicana....3

    Unin republicana.....2

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    Comunista..1

    CEDA..1

    Progresistas1

    Es decir, la izquierda republicana obtena diez escaos frente a los dosdel centro y la derecha. La derrota de la CEDA era evidente al tiempo quela ruptura de la anterior alianza entre la izquierda y el centro se manifestabade forma insalvable. A estos datos hay que aadir que el ndice deabstencin no fue significativo ya que ejercieron su derecho al voto215.488 electores malagueos de un censo de 330.035, lo que supone un34,71 por ciento de votos no emitidos frente al 37, 77 por ciento del total

    andaluz. Si a este percentil especificamos que en las elecciones de 1933 seregistr un 49,1 por ciento de abstenciones cabe sealar que el xito, encuanto a ratio participativo, fue indiscutible. Respecto a los datos

    porcentuales por demarcaciones, los electores de la capital supusieron un79,5 por ciento frente al 62,2 por ciento de la provincia. Esta cuantificacinqued reflejada, de forma nominativa, en las siguientes personas:

    PSOE..Luis Dorado Luque, A. Fernndez Bolaos,Vicente Sarmientos Ruiz y Antonio Acua Carballar.

    Izquierda Republicana...Luis Velasco Damas, EmilioBaena Medina y Federico Casamayor Toscano.

    Unin Republicana..E. Frapolli Ruiz de la Herrn yFederico Alva Varela.

    PCE....Cayetano Bolvar.

    ProgresistaJos Mara Roldn Lafuente.

    CEDABernardo Laude lvarez.

    En datos porcentuales, el Frente Popular en Mlaga arras, literalmente,en las elecciones de febrero de 1936 si los comparamos con los informes

    proporcionados por Javier Tusell respecto a los resultados a nivel nacional.Si en Espaa el Frente Popular obtena el 47,1 por ciento, en Mlagaconsegua un ms que significativo 83,3 por ciento. En cambio, la derechafue la gran derrotada en Mlaga ya que del 45,6 % obtenido en laselecciones nacionales consegua un exiguo 8,3 por ciento para la provincia

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    de Mlaga, mismo porcentaje que el centro poltico. Si comparamos losresultados de 1936 con los de 1933, y estos con los de 1931, los votantesmalagueos volvan a legitimar las propuestas del primer bienio, si bien elrepartimiento de escaos en el segundo bienio vino proporcionado por el

    alto ndice de abstencin. Los datos elaborados por Javier Tusell, los cualessirven para la realizacin de las tablas estadsticas del IAE, indican un claroaletargamiento en el nimo poltico de los malagueos en el periodo en quela izquierda espaola fue derrotada por la coalicin de derechas. Laexperiencia poltico-laboral y social del segundo bienio har que laabstencin en febrero de 1936 sea un elemento meramente testimonial.

    Mientras que en el conjunto de la nacin los resultados electorales no

    mostraban una ruptura de las relaciones cvicas y de convivencia entre losdistintos grupos sociales, los datos de Mlaga seguan una direccincontraria. Esta ruptura sociopoltica, marcada por claras divergenciasideolgicas, ser una de las causas primigenias de los terribles brotes deviolencia represiva en la capital andaluza.

    Julio de 1936

    La sublevacin auspiciada por parte de la cpula militar espaola,

    donde intervendrn tanto oficiales como jefes y generales (la tropa parecequedar excluida a una mera intervencin obligada por cuestiones demando), producir un sesgo en Andaluca, materializado en dos territorios

    bien diferenciados. De un lado, la parte occidental (Crdoba, Sevilla, Cdizy Huelva ms tarde), en donde el levantamiento ser triunfante, quedar

    bajo el gobierno cvico-militar de Queipo de Llano; de otro lado, laAndaluca oriental, que al fracasar el alzamiento militar, excepto enGranada, permanecer del lado republicano, y gobernado por el Frente

    Popular, siendo Mlaga la punta de lanza geogrfica de las provinciasandaluzas fieles al orden constitucional.

    De esta forma, Jan y Almera quedarn protegidas del avancenacional, en un principio, gracias a la situacin espacial de la provincia deMlaga, la cual actuaba como elemento territorial divisor de lascomunicaciones entre la Andaluca occidental y Granada. Las tierras deMlaga quedarn envueltas por todos los flancos, excepto el oriental,quedando solamente la carretera Mlaga-Almera como nica va de

    comunicacin terrestre que proporcionaba cierto tipo de garantas.

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    Antes del golpe de Estado de 1936, Andaluca se inscriba en laSegunda Regin Orgnica, cuya sede se encontraba en Sevilla, ycomandada por el general Villa Abrille. La marcha triunfal sobre Madrid,ideada por Mola, vendra antecedida por el rpido control de Andaluca. La

    resistencia malaguea supuso un severo contratiempo para los planes de losgolpistas quienes vieron como uno de los pilares del xito de lasublevacin, la rapidez, se vena abajo.

    Durante los primeros das de este mes, el general Queipo de Llano visitla capital con el objetivo de asegurar el alineamiento del general Patxot. Elalmuerzo en el restaurante La Alegra servira de marco sedicionistadonde participaron comensales comprometidos como el Capitn Huelin, el

    Capitn Hernando, el Teniente Coronel Bello Larrube, los TenientesSegalerva, Ramos Daz de Vila, Gonzlez Adame, el Capitn de AsaltoNavarro y los Tenientes del mismo Cuerpo, Trivio y Espejo, adems delcivil Amador Garca Moyano, representante de Accin Popular. La reuninse repetira en el Cuarto de Banderas del Campamento Bentez aadindosea los anteriores oficiales del Regimiento Vitoria y el Teniente Vega, de laGuardia Civil. Tras el asesinato de Calvo Sotelo, habr lugar a una nuevaconvocatoria en el mismo lugar, quedando acuartelada toda la tropa en las

    instalaciones del campamento.El 18 de julio, la radio comunicaba la sublevacin del ejrcito en

    Marruecos lo cual provoc la movilizacin de todos los malagueos.Inmediatamente oficiales como Huelin, Hernando y Segalerva,comprometidos con el golpe, se dirigirn al Gobierno Militar con laintencin de instaurar de forma legtima el Estado de Guerra y, de estaforma, aplicar la legislacin militar en la vida cotidiana malaguea. Laindecisin, y temor a la reaccin obrera, del General Patxot fue esencial en

    el trascurrir de los hechos. Por otro lado, Queipo de Llano ordenaba, vatelefnica, la inmediata proclamacin del Estado Marcial de Guerra lo que

    provoc que el remiso General convocase a los jefes de losacuartelamientos de la ciudad, siendo puestos al da el Coronel Ferrer, elCoronel Gmez Carrin, el Teniente Coronel Carlos Forln y el Capitn

    Navarro. El poder civil quedara, de esta forma, tutelado por los mandosmilitares, recayendo la titularidad de Gobernador Civil en la persona delComandante Reviso Prez y la de Alcalde de Mlaga en la del Comandante

    Mndez Garca.

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    Mientras, a primeras horas de la tarde, el Capitn Huelin junto alTeniente Segalerva y el Alfrez Fajardo, parta desde el cuartel deCapuchinos al frente de la 3 compaa del 1 en direccin a laComandancia Militar situada en la calle Casa de Capos. Desde all, y tras

    incorporarse el Comandante Delgado, se dirigieron al Gobierno Civil con laorden de aplicacin del Estado de Guerra bajo el brazo.

    En cuanto a la reaccin de los mandos civiles, estos se reunan en lasinstalaciones del Gobierno Civil donde acudieron miembros del FrentePopular, dirigentes sindicalistas y los diputados a Cortes. La decisin fue lade controlar los puntos neurlgicos de la ciudad por medio de las tropas ymandos fieles de la Guardia de Asalto y de la Guardia Civil y convertir la

    sede del Gobierno Civil en un bastin defendido por los militares.El escenario blico estaba constituido, pues, por las tropas de Huelin

    con la intencin de tomar los edificios gubernamentales y los elementosfieles a la Repblica. El espacio donde se desarrollaron los acontecimientosse enmarcaba en las inmediaciones de la Acera de la Marina y los vecinosfueron testigos de los primeros intercambios de balas entre loscontendientes. Los soldados del ejrcito sublevado fueron rechazados porel fuego de las ametralladoras instaladas en las ventanas de la Aduana

    mientras que el pueblo hostigaba a las tropas provocando en estas unrepliegue inesperado.

    La Telefnica ser otro de los espacios que padecieron el ataque y, eneste caso, toma por parte la Guardia Civil sublevada quienes redujeron alos de Asalto que all se ubicaban por un breve espacio de tiempo ya que laintervencin de las tropas gubernamentales facilit una pronta y efectivarecuperacin del estratgico edificio.

    Tres horas ms tarde del inicio de la intervencin de las tropas deHuelin, una seccin del cuartel de Capuchinos parta con la intencin deapoyar a los atrincherados en la calle Larios (14 de Abril) quienescontrolaban las inmediaciones por medio de ametralladoras Por un lado, lossublevados padecan el acoso de los vecinos fieles a la Repblica mientrasque por otro reciban la ayuda y aportacin de vveres por parte de losciviles partidarios de la sublevacin. Desde esta posicin, el objetivo era elasalto ltimo a la Aduana desde las calles Cortina del Muelle y Cster. La

    accin de los Guardias de Asalto y de parte de la poblacin hizo que los

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    asaltantes hubieran de refugiarse en los jardines colindantes con la Iglesiadel Sagrario, desde donde se replegaron a la plaza de Surez de Figueroa.Los enfrentamientos callejeros provocaron graves incendios en losescenarios donde trascurrieron los enfrentamientos, siendo visible y

    palpable la huida de los paisanos ante la propagacin de las llamas. Altiempo que el centro urbano de Mlaga padeca los efectos destructivos delconflicto blico-civil, las tropas sublevadas instalaban una pieza deartillera y armamento pesado de la infantera (morteros y ametralladoras)frente al Gobierno Civil. Los objetivos del ejrcito sublevado era el degarantizar la posesin del estratgico puerto de Mlaga como lugar dedesembarco de las tropas de Marruecos y, de esta forma, tener asegurado elcontrol de la Andaluca oriental, movimiento que permitira obtener la

    pinza de levante en el avance hacia Madrid.

    El fracaso del alzamiento en Mlaga vendra determinado por la actitudde tres elementos esenciales. Por un lado, el pueblo malagueo, en sumayora, que mostr y demostr su fidelidad al orden constitucionalestablecido; por otro lado, la mayor parte del ejrcito acuartelado enMlaga, as como la Guardia Civil, a pesar de ser pocos en nmero, nodudaron en defender la legitimidad de la Repblica y, por ltimo, el poder

    civil supo mantener la tranquilidad suficiente para, de esta forma,garantizar la continuidad y operatividad del mismo. Prueba de ello ser elenfrentamiento entre el Capitn Molino, defensor a ultranza de la legalidad,frente a las amenazas y peticiones de entrega por parte del Capitn

    Navarro.

    Mientras, Fernndez Vega, Gobernador Civil y miembro de IzquierdaRepublicana, reciba la llamada del General Patxot quien solicitaba larendicin, peticin denegada por el representante del Gobierno en la

    provincia de Mlaga. La tensa situacin, alimentada por la determinacinde los contendientes, seguros los dos de ser poseedores de la razn, deriven la solucin de la va parlamentaria. El Teniente Mora ser el interlocutordel Gobierno Civil mientras que el Capitn Huelin lo ser de parte de lastropas sublevadas. ste exigir una entrevista, no exenta de amenazas, conel Gobernador Civil, aspecto que aprovechara para solicitar la rendicinincondicional. La respuesta desde la sede representativa del Gobierno sercontundente y contraria a cualquier tipo de rendicin. Huelin se retira y da

    la orden de bombardeo a lo que el Teniente Nespral responder solicitando

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    la orden por escrito de dicha actuacin. Al tiempo, el General Pozasdestitua al coronel de la Guardia civil, Gmez Carrin, colocando en su

    puesto al Teniente Coronel Aquilino Porras, evitando que de esta formadicho cuerpo apoyase a la sublevacin. Huelin, al no recibir la orden de

    bombardeo opta por la nica solucin posible que no es otra que la retiradaa los cuarteles de origen, auspiciada, eso s, por el mandato del GeneralPatxot. Cuando los soldados vuelven a entrar en las instalaciones delcuartel de Capuchinos, la ciudadana malaguea clamar el fracaso delalzamiento militar de julio de 1936 en la capital de la provincia andaluza.

    Al da siguiente, el 19 de julio, el Teniente Mora parta, al mando de unaseccin de la Guardia de Asalto, la cual haba demostrado una lealtad al

    Gobierno legtimo fuera de toda duda, en direccin al cuartel deCapuchinos donde se encontraban los promotores y participantes de lasublevacin en Mlaga. Los oficiales rebeldes se entregaron sin oponerresistencia, excepto el Capitn Huelin que en esos momentos se encontrabaen su casa. Das ms tarde fue detenido para ser fusilado tras haberrenegado, no sin antes arrancarse las tres estrellas de seis puntas, a sucondicin de oficial del ejrcito.

    Tras la detencin del resto de responsables del alzamiento en Mlaga, la

    Comandancia Militar qued bajo las rdenes de un suboficial apoyado porGuardias de Asalto y milicias obreras. Controlada, de forma aparente, lasituacin gran parte del pueblo malagueo salt a las calles para vitorear elnombre de la Repblica y descargar sus iras sobre edificios emblemticos yrepresentativos de aquellos sectores que apoyaron el golpe. De esta formafueron pasto de las llamas los locales de Accin Popular, el Casinillo, laCosmopolita y la casa de los Marqueses de Larios, objetivo perpetuo ymaterializacin violenta del odio obrero hacia quien representaba las

    esencias del Antiguo Rgimen y ostentaba el ttulo de principal escollo dela reforma agraria. Misma suerte corrieron la farmacia de Prez Bryan, losalmacenes de Temboury, de Estrada y Romero Raggio. No solo losinmovilizados materiales de titularidad privada fueron objeto dedestruccin. Registros como el de la Propiedad de la Plaza de SanFrancisco, actuacin muy significativa por la carga sociopoltica que ellosignificaba, padecieron igual suerte. Los peridicos afines a la derechatambin hubieron de sufrir los saqueos de las masas populares

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    enfervorizadas y alentadas por una aparente y temporal victoria sobre losmilitares sublevados.

    El conflicto social derivado de los distintos intereses polticos y

    econmicos de los distintos grupos estructurales de Mlaga se plasmaronen una intensa actividad callejera. Mientras los fascistas instigaban pormedio de acciones violentas encubiertas, los grupos izquierdistas con base

    popular respondan atacando los intereses materiales de aquellos. El podergubernamental actu por medio de detenciones de aquellos elementos

    provocadores intentando evitar, de esta forma, que la iniciativa popularalcanzase el control de la ciudad. Si bien la intencin era la propia quedeba ejercer el poder establecido, pronto el control de la situacin se le

    escap de las manos, entre otras causas por una permisividad derivada de lafalta de apoyo de los poderes fcticos. No es de extraar, pues, queinstituciones no gubernamentales, como pudieran ser las agrupacionessindicales ms significativas (UGT, FAI, CNT,) requisaran vehculos ennombre de la defensa de la Repblica sin que el ejecutivo hiciera nada porimpedirlo. En realidad, la descomposicin poltica y el miedo producidos

    por el Alzamiento atenazaron la capacidad decisoria de un Gobiernosustentado, desde el punto de vista electoral, por grupos de difcil control.

    Bien es cierto que las organizaciones sindicales representaban a obreros yjornaleros, una masa mayoritaria desde el punto de vista cuantitativo,dispuesta a defender los derechos recin adquiridos ante la posibilidad de

    perderlos en manos de un gobierno fascista. Las reformas que durante elprimer bienio no pudieron implementarse y que ha causa del conservadorsegundo bienio corran el peligro de desaparecer, fueron el arma utilizada

    por el Frente Popular para ganar las elecciones de febrero de 1936. Lacoyuntura socioeconmica de la provincia se vera favorecida por estos

    resultados electorales, sobre todo desde el punto de vista de la aplicacin dela reforma agraria. Una derrota militar, ya que la poltica se presentabacomo imposible a medio plazo, favorecera una vuelta a la situacinanterior al 14 de abril, aspecto innegociable por las necesidades obreras yagrarias adems de la consolidacin del nuevo concepto de propiedad-

    produccin tan arraigado, a pesar del poco tiempo trascurrido, entre elideario del pueblo malagueo.

    Prueba de ello fue la avalancha de grupos de campesinos que, montados

    en camionetas, desembarcaron en la capital con la intencin de defender

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    hasta el final la integridad republicana. El fervor popular pudo alcanzar elxtasis ante la imagen de la llegada del crucero Snchez Barcaiztegui conuna carga muy significativa: la marinera y los oficiales sublevados encondicin de presos.

    Poco a poco, el protagonismo de las fuerzas institucionales fueperdiendo protagonismo a favor de las organizaciones obreras. Laautoridad civil era incapaz de controlar centros tutelados, como la PrisinProvincial, donde los presos se amotinaban y conseguan escapar de formaimpune. El orden se fue estableciendo, poco a poco, gracias al incrementode la autoridad gubernamental y a la racionalizacin de las accionessindicales. El esfuerzo comn por alcanzar cierto grado de normalidad

    permiti que el abastecimiento de la ciudad no se viera interrumpido. El 22de julio, Mlaga recuperaba la calma gracias al xito obtenido frente alAlzamiento militar.

    El Alzamiento militar provocar cambios sustanciales en los rganos degobierno de las zonas que haban permanecido fieles a la Repblica. No setrata de que stos desaparecieran sino del solapamiento de nuevasestructuras organizativas y de control formadas por los partidos obreros ylos sindicatos. Se trataba de los comits representativos de las fuerzas

    populares que en Mlaga actuarn adquiriendo un protagonismo de primerorden.

    De esta forma se crear, un da despus del Alzamiento, el Comit deEnlace, equiparable y actuando de forma paralela, al Gobierno Civil. Deeste Comit surgiran una serie de subcomisiones con competencias deasesoramiento y ejecutivas, como es el caso de transportes, subsistencia,guerra, marina y aviacin, sanidad, etc. Junto a ste, el Comit de Salud

    Pblica llegar a adquirir una importancia preponderante durante losprimeros meses posteriores al levantamiento militar.

    Estos Comits se encontraron con una problemtica inesperada: losgrupos descontrolados de ciudadanos que ejercan por cuenta propia laslabores de polica y todas aquellas atribuciones relacionadas con el orden

    pblico. Por otro lado, los anarquistas no eran reacios a reconocer el podergubernamental y actuaban de una forma completamente autnoma.

    Otro de los problemas a los que habr de hacer frente tanto el GobiernoCivil como el Comit de Enlace ser el de los registros domiciliarios

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    efectuados por grupos incontrolados. Para ello hubieron de emitirse sendosbandos por los que se prohiban estas actividades ilcitas. No obstante, lasmilicias armadas estarn permitidas pero supervisadas por los poderes

    pblicos.

    Con la llegada de Largo Caballero al poder, el Gobierno Civil pasar amanos de los socialistas, siendo el primer Gobernador de esta agrupacinFrancisco Rodrguez Rodrguez quien intentar basar su poltica en elcontrol de los grupos arriba mencionados. El fracaso ser la nota dominanteya que durante los meses de agosto y septiembre se producirn las famosassacas de la Prisin sin que las autoridades gubernamentales pudieranhacer nada para evitarlo. Los escritos de los funcionarios de prisiones son

    muy elocuentes al respecto cuando anotan minuciosamente en losexpedientes de los presos como las masas populares enardecidas entran enlas dependencias carcelarias y extraen de las mismas a aquellos queestiman partidarios del Alzamiento.

    Los Comits no solo estarn enfocados a la vida poltica. Suscompetencias abarcarn aspectos sociales y econmicos como es el casodel Comit de Abastecimiento que organizar la distribucin de los

    productos de primera necesidad entre la poblacin de Mlaga. La caresta

    producida por la marcha del conflicto provoc una preocupante subida delos precios de aquellos productos deficitarios en la provincia. El hambre notard en hacer acto de presencia entre los habitantes de la ciudad y laescasez de trigo provoc que el pan blanco fuese un artculo de lujo. Lasenfermedades derivadas de la falta de nutricin comenzaron a causarestragos entre la poblacin infantil, siendo este sector demogrfico el

    primero en sufrir los efectos de la guerra.

    El Comit de Abastecimiento mantena comedores populares ycanalizaba la redistribucin de las materias de primera necesidad ademsde prestar auxilio y asilo a aquellos que huan de las zonas limtrofes con elfrente. Para ello, el Comit de Abastecimiento en colaboracin con elComit de Alojamiento demandar, apelando a la condicin de hermanos, alos malagueos una actitud solidaria que difcilmente podan cumplir.

    Estos comits, junto al Comit Permanente de Trabajo sernestructurados segn las necesidades. Todos ellos eran dependientes del

    Comit de Enlace, exceptuando el Comit de Salud Pblica que actuaba de

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    forma autnoma. Est claro que la degradacin, que no vaco, de poderfavoreci, debido a causas urgentes y perentorias, la emergencia de estoscomits organizativos. A pesar de la permanencia de los poderesgubernamentales ejecutivos los comits, autnticos poderes fcticos, fueron

    quienes llevaron a cabo la ejecucin organizativa de la vida pblica.

    Mientras que el legislativo permaneca inalterado, el poder judicialsufri una drstica reestructuracin, producto de la situacin de guerra. Dosrganos, uno emanado de la legalidad institucional y otro derivado de los

    poderes fcticos ya descritos, fueron los encargados de la administracin dejusticia. Se trataba de los Tribunales Populares y del Comit de SaludPblica.

    El Comit de Salud Pblica nace como una comisin ejecutiva delComit de Enlace, siendo un trasunto de los organismos encargados de la

    poltica de interior. Conforme avanzaba la guerra, este Comit comenzar aalcanzar tal grado de poder que hasta cierto punto llegar a ensombrecer asu homlogo de Gobierno. Como brazo ejecutor dispona de patrullasarmadas con la misin de efectuar las detenciones determinadas por susmiembros. El Comit era quien juzgaba mientras que los patrullerosejecutaban las decisiones de sus superiores. La historiografa le ha

    concedido, de forma acientfica, un protagonismo que jams ostent.

    En cambio, los Tribunales Populares fueron una solucin emanadadesde el Gobierno del pas. La idea de Largo Caballero era la de controlar,desde la legalidad, la imparticin de justicia desde una ptica imparcial yatenida a derecho.

    Y en el resto de Espaa?

    La Guerra Civil espaola tuvo el dudoso privilegio de poner de moda unpas que hasta el momento, en el imaginario europeo, se relacionaba mscon lo afroarbigo que con una nacin perteneciente a la tradicineuroccidental.

    La prensa y la intelectualidad mundial volvan a poner su mirada en unaEspaa que desde la derrota en Cuba no volva a aparecer en los titulares dela prensa internacional. El motivo de esta vuelta de atencin vendradeterminado por la participacin activa en la misma de potencias como

    Alemania, Italia o la URSS, dividiendo la opinin internacional en dos

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    bandos bien definidos. Voluntarios socialistas, comunistas, liberales,progresistas, anarquistas y fascistas de todo el mundo pisaran suelo patriopara ayudar a sus bandos afines. Del mismo modo, el conflicto civilservira para que tanto Hitler como Mussolini pusieran en alto las cartas

    que expresaban sus deseos expansionistas y para que las antiguas potenciashegemnicas, representadas por Inglaterra y Francia, mostraran una claraineficacia diplomtica, al tiempo que una ms que evidente incapacidadoperativa como gendarmes del mundo occidental. Una amplia nmina deintelectuales de todo el mundo se volcar a favor de la Repblica (ThomasMann, Faulkner, Gide, Sartre, Einstein), mientras que los poetas msuniversales lloraban, y poetizaban, la muerte de Federico Garca Lorca.

    Los gobiernos europeos miraban para otro lado, temerosos de provocarcualquier tipo de molestia en el nimo del temido III Reich. Pensaban,equivocadamente, que se trataba de un torpe alzamiento militar, similar alos que acontecan a lo largo del siglo XIX en Espaa.

    Si comparamos la Guerra Civil de 1936 con el resto de conflictoshabidos en territorio espaol podemos comprobar que sta supuso un saltocualitativo en cuanto a recursos movilizados y capacidad destructiva,conforme al material blico utilizado. Fue la primera vez que se haca

    empleo del terrorismo sistemtico aplicado sobre la poblacin civil, enforma de bombardeos, tanto areos como martimos y terrestres, yrepresalias aniquiladoras. En cuanto a los daos sufridos en la industria, lasinfraestructuras y las edificaciones civiles, los efectos de la guerra

    produjeron un dao difcil de reparar y que costara varias dcadas deesfuerzo para volver a convertir el pas en un lugar habitable. La sangrademogrfica producida por los efectos del conflicto no tena antecedentesen ninguna de las guerras civiles occidentales y la recesin econmica

    conllev a una desestructuracin social solo comparable a los peoresmomentos de la Historia de Europa.

    En la primera semana del levantamiento estaba claro que los militareshaban fracasado en su empresa de apoderarse de Espaa sin una resistenciaseria. Como el alzamiento ni triunfa por completo ni se malogra del todo, el

    pas se divide. Esta divisin poltico-militar se tradujo en una ruptura socialdonde los distintos grupos se vern inmersos en una lucha desestructurante.

    Mientras que los rebeldes se adueaban de gran parte de la Espaa rural(Castilla la Vieja, Galicia, Aragn y parte de Andaluca), el gobierno

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    organizaba y armaba a las asociaciones de trabajadores para quedefendieran el resto del pas.

    Lmina 2. Situacin de Espaa tras el alzamiento.

    Mientras que catorce millones de habitantes poblaban el territoriorepublicano, once millones lo hacan en solar sublevado. Del lado de laRepblica quedaba la siderometalurgia vasca, asturiana y de Sagunto, las

    industrias catalanas, la rica agricultura de exportacin levantina, el plomode Linares y el mercurio de Almadn. En cambio, los rebeldes se hacancon los trigales castellanos, el carbn leons, el ganado gallego, las piritasde Riotinto y los vinos de mesa. Desde el punto de vista econmico, la

    balanza se inclinaba a favor del poder gubernamental y proporcionabacierta ventaja sobre los militares sublevados.

    Mientras estuviera inmovilizado el ejrcito de frica, la superioridadmilitar correspondera al gobierno, que dispona de mayores efectivos en la

    pennsula y de un claro dominio tanto en el mar como en el aire. Pero, trasel alzamiento, la Repblica recibira el primer golpe de sus mismos

    partidarios, lanzados a organizar su propia revolucin. Vctima de uncantonalismo generalizado, las fuerzas militares republicanas perdieron untiempo precioso a la hora de detener el avance rebelde, el cual lo hace aldar un gran golpe de efecto en el momento en que Franco consigue cruzarel estrecho con la ayuda de la aviacin alemana y la torpeza de la marinagubernamental. Los ejrcitos africanistas consiguieron atravesar

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    Extremadura y llegar a las puertas de Madrid, al tiempo que el generalMola tomaba Guipzcoa.

    Para que el golpe de Estado triunfara, necesitaba de fuertes apoyos

    sociales. El alzamiento no se present, por parte de los golpistas, como unadefensa de la religin sino como la salvacin de un pas que se encontrabaen manos de separatistas y comunistas. No obstante, los militares rebeldes

    pertenecan a esa cultura espaola asociada con el catolicismo por lo que laIglesia no dud en manifestarse a favor de los sublevados. Elanticlericalismo asociado a los movimientos liberales y republicanos hizoque el sector eclesistico, en su mayora, optase por la alternativaderechista. La lucha poltica se disfraz convenientemente de cruzada

    religiosa, convirtiendo el movimiento nacional en una empresa cargada detintes confesionales. Las manifestaciones violentas anticlericales sirvieronde escusa legitimadora a las acciones salvadoras de los rebeldes. En los

    primeros meses de la guerra, eclesisticos o militantes catlicos fueronejecutados, tras sufrir enormes atrocidades, por parte de bandasdescontroladas y siempre al margen de lo dictaminado por el gobierno delFrente Popular. La propaganda golpista utiliz estos actosdesproporcionados como argumento legitimador de la toma del poder por

    parte de los insurrectos, quienes se mostraban como paladines de la fecatlica y salvaguardas de las antiguas tradiciones.

    Ante estos brotes anticlericales emanados del pueblo, el gobierno de laRepblica actu con excesiva laxitud. En la jefatura del gobierno, LargoCaballero se encontr con el dilema de optar entre milicias armadas

    proclives a un movimiento revolucionario o por los ejrcitos regularesfieles al sistema democrtico constituido. En un principio, sern lasmilicias proletarias quienes rechazarn el ataque de los autoproclamadosnacionales sobre Madrid. Dos oficiales, Jos Miaja y Vicente Rojo sernlos artfices de la heroica defensa de la excapital de la Repblica, ya que elgobierno se haba trasladado a Valencia con la inevitable intencin de

    ponerse a salvo. Madrid, de esta forma, pasaba a convertirse en el smbolointernacional de la resistencia al fascismo. La elocuencia plasmada por elgrito de Dolores Ibarruri, no pasarn!, se convertir en la consigna

    propagandstica de la Segunda Repblica.

    La intervencin internacional ser esencial en el desarrollo del conflicto.Mientras que los nacionales recurran a la Europa fascista de Hitler y

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    Mussolini, los republicanos comprarn armas en Pars complementando, deesta manera, los suministros de Stalin. A la larga, la ayuda extranjera y ladeterminacin por aunar los grupos insurrectos bajo una misma banderasern uno de los aspectos ms influyentes en la victoria de Franco. No

    olvidemos que el colectivo derechista estaba integrado por grupos biendiferenciados que solo posean en comn intereses socioeconmicos peronunca polticos. Recordemos que el frente rebelde estaba apoyado yconformado por tradicionalistas, falangistas, monrquicos y militantes de laCEDA. Perspectivas polticas tan divergentes conseguirn alcanzar un altogrado de cohesin gracias a los triunfos militares y al corporativismocastrense. Para ello, la retrica franquista cre el lema de Espaa, una,

    grande y libre, expresin elocuente que explicaba uno de los elementos

    propagandsticos ms esenciales en la dinmica golpista: la idea de que elxito del alzamiento garantizara la unidad nacional. Este planteamientoideolgico satisfar al imaginario tradicionalista. La conservacin ycontinuidad de la religin catlica como confesin institucional, de lascostumbres, de las tradiciones y del modo de vida rural, precario desde el

    punto de vista econmico pero acomodaticio desde el espritu de laresignacin, solo poda ser garantizado a partir de una victoria de lasfuerzas nacionalistas espaolas capaces de agrupar en su interior a los

    nacionalismos perifricos y eliminar los proyectos federalistas.

    Octubre de 1936 ser una fecha esencial para el desarrollo delfranquismo. Ramn Serrano Suer, cuado delgeneralsimo, se convertiraen el encargado de aunar las fuerzas militares con las civiles, encontrandoen la falange y en la comunidad tradicionalista los bastiones no castrensesdonde asentar las bases de un futuro apoyo social y popular al alzamientode julio de 1936. El futuro del nuevo Estado espaol, gobernado y dirigido

    por un militar, deba de contar con un apoyo poltico e ideolgico bienestructurado. De esta forma, en la primavera de 1937 naca FalangeEspaola Tradicionalista y de la JONS, ideada como partido nico y cauceintegrador de un rgimen que aborreca la pluralidad poltica y sindical.

    Febrero de 1937. El fin de la Mlaga republicana.

    El xito del alzamiento en las principales capitales del interior deAndaluca facilit la estrategia de tenaza de las tropas sublevadas sobre la

    capital malaguea. La cada de Ronda y Antequera en manos de losnacionalesprovoc que Mlaga solo contara con una va de comunicacin

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    con el resto de Espaa. Se trataba de la carretera que una el litoral de laCosta del Sol con el levante peninsular a travs de la provincia de Almera.

    Al comenzar 1937, la poblacin padeca el acoso casi diario de los

    bombardeos, aadiendo a las penurias subsistenciales el desgaste moral yanmico que conllevaba un ataque areo. Los bombarderos rebeldesarrojaban su carga mortal y destructiva con toda impunidad. La lneadefensiva antiarea instalada en el puerto y Gibralfaro se vea impotenteante el acoso de los aviones y, los milicianos, en un gesto ms de rabia quede sentido comn, malgastaban sus escasas municiones en disparos al cielocon sus fusiles. Era la materializacin de la impotencia instalada en elnimo de un pueblo dispuesto a vender cara su derrota, que de producirse

    llevara a la aniquilacin de todos aquellos que an seguan defendiendo laRepblica. La ciudad no paraba de recibir exiliados de los pueblos que ibancayendo en manos de los sublevados. Sus testimonios eran aterradores yvaticinaban lo que estaba por llegar, es decir, la ejecucin sistemtica yarbitraria de miles de malagueos.

    Para estas fechas, el optimismo que gener la heroica defensa de laAduana se tornaba, paulatinamente, en un temor y desnimo producto dela desorganizacin y la improvisacin. A principios de enero de 1937, la

    ciudadana malaguea vea como el avance del ejrcito rebelde, con todo supotencial armamentstico, era irresistible y los ya mencionados rugidos delos bombarderos causaban un impacto desmoralizador entre la poblacin.En cierto modo, todos saban que el episodio de la desarticulacin ycaptura de los golpistas en Mlaga era algo que ya no volvera a repetirse.El pesimismo se antojaba como una reaccin legtima. No obstante, lasmilicias populares actuaban seguras de su capacidad de detener a las tropasque ejercan el cerco sobre Mlaga, inconscientes del grave error que

    supona estar bajo una direccin acfala y el no seguimiento de lasdirectrices gubernamentales. Ahora bien, es cierto que el gobierno de laRepblica no supo reforzar, desde el punto de vista militar, una plaza tanestratgica como Mlaga y abandon a su suerte a los destacamentos allestablecidos. A partir de esta fecha, las milicias populares y el escasoejrcito gubernamental all establecido eran el nico escollo pendiente desuperar por parte del disciplinado y reforzado, por las fuerzas fascistaseuropeas, ejrcito golpista.

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    En cierto modo, la creacin de estas milicias populares controladas porlos sindicatos y las agrupaciones polticas era la nica alternativa posibleante la desidia del gobierno de la Repblica. A falta de fuerzas militaressuficientes, la clase obrera y rural hubo de reorganizarse de cara a preparar

    la defensa de la ciudad. En este caso, la iniciativa de la CNT fue esencial yse erigi en la organizadora ms activa en el enfrentamiento armado con elenemigo. Este protagonismo de los dirigentes anarquistas propici laeclosin en el entramado econmico de la ciudad de una serie decolectividades llevando la teora bakuniana a una efmera praxis poltica yeconmica. Trabajadores del sector secundario y terciario adquirieron latitularidad de empresas en las que otrora figuraban como asalariados porcuenta ajena. No obstante, esta colectivizacin no pudo librarse de

    conflictos laborales internos producidos por divergencias de tipo salarial.Lgicamente, aquellos que perciban emolumentos ms elevados eranreticentes a admitir una disminucin de los mismos a favor del incrementode los ms desfavorecidos. De nuevo nos encontramos con un ejemplo dela dificultad que supone compaginar igualdad social con equilibrioeconmico dentro del marco de las relaciones laborales.

    No obstante, el intento de igualitarismo econmico fue una realidad,

    pero siempre hubo quien supo aprovecharse de los planteamientos polticosemanados de las organizaciones obreras. Las empresas colectivizadashubieron de padecer la llegada de elementos no deseados que tenan porobjetivo el aprovecharse de la situacin ante la falta de un poder civil quedirimiese en las iniciativas y conflictos derivados de la dinmicacolectivizadora. Ante la impasividad e inoperatividad de los agentessociales institucionalizados, los grupos que no estaban bajo ningn tipo decontrol vieron como sus desmanes y actos violentos podan ser realizados

    bajo el amparo de la impunidad. De aqu se explica la facilidad con la queestos grupos violentos llevaran a cabo actuaciones ilcitas como las sacasde la Prisin Provincial. A cada ataque areo, los milicianos respondancon una irrupcin en las dependencias carcelarias donde, sin ningn tipo deoposicin, excarcelaban a todo aquel que fuera susceptible de merecer la

    pena capital. Decenas de ejecuciones serviran como pretexto de cara alegitimar y justificar la represin franquista ejercida sobre la ciudadanamalaguea. Cabe destacar que estos actos deleznables jams fueron

    equiparables a las ejecuciones que vinieron con posterioridad a la toma deMlaga por parte de los contingentes nacionales. Si bien las ejecuciones

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    llevadas a cabo por parte de las milicias republicanas nunca estuvieronrefrendadas por los poderes cvico-militares del Gobierno en cambio, los

    juicios sumarsimos y el resto de praxis golpista tenan el completo apoyode las instituciones del Gobierno de Burgos. El gobierno de la Repblica no

    volvi la cara ante los desmanes de los sectores incontrolados, simplementese vio atenazada ante la consecucin de acontecimientos. En cambio, losmandos de los ejrcitos vencedores fueron quienes se apoderaron del poder

    judicial y ejecutivo, abstraccin que conllev a una sistematizacinrepresiva.

    En cuanto a la defensa del territorio por parte de las compaasmilicianas, el empuje inicial comenz a deteriorarse debido a causas

    estructurales. Al insuficiente equipamiento militar se sumaba unapreocupante falta de organizacin y una ms que precaria formacinmilitar, compensadas, toda esta serie de carencias, con un desinteresadoarrojo y la valenta caracterstica de aquellos a los que solo les vale lavictoria. La falta de disciplina pudo influir de forma negativa en laoperatividad de estas compaas de milicianos. El desprecio por la

    jerarquizacin del poder conllev a una ausencia total de disciplina lo queprodujo continuos enfrentamientos de competitividades entre los mandos

    republicanos y las tropas populares. Desde el punto de vista militar, loserrores continuos de los contingentes republicanos solo servan parafacilitar el avance de las tropas rebeldes. Sirva como ejemplo ilustrativo ladinmica organizativa del batalln Fermn Salvoechea, situada en el frentede Estepona, y compuesta por un gran nmero de milicianos anarquistasque rechazaban cualquier tipo de jerarquizacin militar, el cual segua losdictmenes emanados de sus delegados elegidos por la tropa y lasdecisiones ms importantes se diriman de forma asamblearia. La

    suboficiala de este batalln era asignada por puro azar, segn relata uno delos miembros de estas milicias, Manuel Snchez Fuertes, siendo elegido elmtodo de lanzar los galones al aire y asignando el grado a aquel que losrecogiera.

    Continuaba el mes de enero y los ejrcitos nacionalesproseguan en suavance desde Ronda en direccin a la costa mientras que en los lmitescolindantes de Cdiz con Mlaga, los sublevados se pertrechaban para unataque inminente. El despliegue militar comenz a ser impresionante en el

    momento en que el ejrcito italiano se dispona a formar parte de la

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    ofensiva. El 22 de diciembre de 1937 desembarcaban en Cdiz uncontingente de 3.000 soldados procedentes de la Italia de Mussolini, frutodel acuerdo sellado el 6 de diciembre del mismo ao en Roma entre el

    Duce y miembros del Estado Mayor de los rebeldes. El acuerdo no conclua

    con esta primera aportacin de camisas negras ya que para enero, el totalde soldados italianos con los que contaban los mandos franquistas era de10.000. Los batallones procedentes del pas transalpino estaban

    perfectamente equipados y contaban con armamento moderno lo quedecantaba la balanza a favor de los sublevados.

    Al otro lado de la lnea defensiva, las peticiones de pertrechos militareseran denegadas. La llegada de refuerzos se antojaba imposible y solo el

    valor del precario ejrcito popular era el nico escollo a salvar por losejrcitos de Franco, quienes supieron aprovechar el decaimiento progresivode la moral de los milicianos. Hay constancia de numerosas deserciones

    por parte de mandos republicanos que vean como la indisciplina milicianaera incompatible con los principios de la guerra moderna.

    Das ms tarde, el 11 de enero, los cruceros Canarias y Baleareshicieron su entrada en la baha de Mlaga y se sumaron al bombardeo de laaviacin nacionalista. La poblacin civil, aterrada, busc refugio en los

    lugares ms recnditos y protegidos como pudieran ser los cauces de losarroyos. Mientras, los obuses de los buques de guerra se cebaban con losedificios de la capital ante la ausencia de resistencia por parte del ejrcito

    popular y republicano. La desmoralizacin del pueblo presagiaba uncolapso total de la ciudad y una desbandada incontrolada. Al tiempo, lascalles de Mlaga se vieron inundadas de refugiados provenientes de las

    poblaciones limtrofes con el frente. El temor a las represalias que ya sevenan efectuando ejerca como elemento impulsor de este movimiento

    migratorio. Los testimonios de los supervivientes son terrorficos y lo queconsiguieron huir y ponerse a salvo relatan cmo los fascistas ejecutaban atodo aquel que caa en sus manos tras la toma correspondiente de las

    poblaciones rendidas. Estas oleadas de refugiados no tuvieron otra opcinque improvisar lugares donde subsistir, Jardines, plazas, viviendasabandonadas o derruidas e incluso, la catedral, se convertirn enimprovisados espacios residenciales. Durante la noche, los disparos de laquinta columna rompan el silencio de la decrpita ciudad. Esta fuerza

    paramilitar, apostada en los edificios de la Alameda, actuaba como antesala

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    Batalla de Mlaga. Su presencia, a bordo del buque, delataba su deseo deconvertirse en el conquistador de la Mlaga marxista. La vanidad delgeneral no conoca lmites y cada uno de sus movimientos estabanenmarcados en una ms que estudiada escenografa teatral. De no haber

    sido por los dictmenes emitidos desde el Cuartel General de losnacionales, que daba prioridad a la toma de Madrid, Mlaga hubiera cadocon toda seguridad antes de la fecha arriba indicada.

    No obstante, es necesario resear la audacia de los que, a pesar de susexiguos equipamientos, continuaban ofreciendo una pertinaz resistencia alavance de las tropas insurrectas. Desde las sierras colindantes al litoral, losmilicianos hostigaban con continuas incursiones a la infantera del duque

    de Sevilla, quien se limitaba a ocupar las poblaciones carentes de defensas.Siguiendo la misma estrategia, el coronel Borbn no encontr apenasoposicin a la hora de tomar Marbella. Los pinares de Guadalpn y elPecho de las Cuevas fueron tomados, quedando el suroeste de Marbellacontrolado por el ejrcito del duque de Sevilla. Ahora bien, parte de la

    poblacin marbell, antes de la ocupacin, tuvo tiempo de encontrar refugioen el mbito rural circundante y, de esta forma, engrosar los conjuntos demilicianos que continuaban impidiendo el avance triunfal de los

    nacionales. El resto de la poblacin, al igual que todos aquellos que huande las localidades conquistadas, se diriga hacia la capital con la idea deque era el lugar donde podan obtener cierto grado de seguridad. Mlaga sehaba convertido en un punto donde confluan las esperanzas de losderrotados. En el imaginario de los habitantes de la costa occidental, lacapital costasolea segua siendo el smbolo de la resistencia ante elfascismo.

    En cuanto al frente septentrional, los focos de resistencia milicianos

    hacan todo lo posible por contener el avance de las tropas insurrectas. Elpotencial militar de los nacionales se vea contrarrestado por una fuerteresistencia popular. El exiguo equipamiento de los contingentes milicianosse haba convertido en un smbolo de la resistencia a ultranza. Conocedoresde una derrota segura, el nimo derivado de la conviccin y del miedo hizoque la proclama entre los defensores del orden gubernamental adquirierauna dimensin no esperada por los ejrcitos comandados por el duque deSevilla y el general Queipo de Llano.

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    La cada de Alhama de Granada supuso un serio revs para los objetivosrepublicanos en cuanto a la defensa de Mlaga. La victoria obtenida por elcoronel Antonio Muoz en la poblacin que daba acceso a la axarqua,supona que el frente oriental pasaba a estar controlado por los nacionales,

    al tiempo que cualquier tipo de operacin encaminada a recuperar Granadaquedaba totalmente descartada.

    Las noticias llegaban a la capital por tres vas bien diferenciadas. Enprimer lugar, los discursos radiofnicos de Queipo de Llano informaban deuna realidad no deseada: el avance nacional se presentaba como imparableante la inoperatividad de las tropas republicanas. Por otro lado, el diario El

    Popular ofreca relatos sobre victorias parciales, pero decisivas, con la

    clara intencin de mantener alta la moral de los combatientes, aspecto noconseguido ya que las emisoras internacionales emitan mensajescorroborantes de lo que el general Queipo de Llano iba exponiendo en susgrandilocuentes, pero no por ello menos ciertos, aterradores mensajes.

    La presencia en Mlaga del general del Ejrcito Sur republicano,Martnez Monje, no hizo sino provocar an ms confusin y apresurar el

    proceso de retirada de las tropas de los diferentes frentes. Ante la debilidadde la lnea defensiva, el general opt por desaparecer del escenario de

    operaciones, retirndose a la plaza segura de Motril desde donde coordinarlas actividades del frente, no sin antes nombrar al coronel Villalba comomximo responsable militar de la defensa de Mlaga. La improvisacin a lahora de nombrar mandos era un sntoma evidente del desconocimiento quese tena en Valencia de la situacin. Los conflictos de competencias sesucedan y mientras el comisario poltico organizaba las tropas populares,los mandos gubernamentales intentaban hacer lo mismo con loscontingentes regulares. El resultado no poda ser otro que el de una

    dramtica desorganizacin y la falta de coherencia a la hora de organizar ladefensa de la ciudad. Mientras que el gobierno socialista de LargoCaballero, con el general Asensio como subsecretario de Guerra, ejerca lasfunciones logsticas, el comisariado de Mlaga, dirigido por el diputadocomunista Cayetano Bolvar, tomaba sus propias decisiones al margen delo estipulado desde la sede valenciana. Las complicadas relaciones entrecomunistas y socialistas se plasmaban en una serie de continuos conflictosque no hacan otra cosa sino debilitar el frente. Las peticiones de refuerzos

    solicitadas desde Mlaga obtenan una respuesta negativa, fruto del

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    enfrentamiento entre ambas partes. Con el tiempo, la sensacin deabandono se agudizaba y ya nadie crea en la llegada de un ejrcito bienorganizado que salvara a Mlaga de la catstrofe que estaba por llegar.

    El general Mario Roatta y su homlogo Queipo de Llano vean como lava hacia Mlaga quedaba expedita y libre de cualquier resistencia deconsideracin. Haba llegado el momento de la tan esperada demostracinfinal de fuerza. El prestigio de obtener Mlaga era una realidad palpable ylos ejrcitos nacionales se aprestaron a ello. Las tropas italianas iniciaronsu avance desde el norte y el noreste de la provincia ocupando las

    principales vas de acceso a la ciudad, en concreto las que unan Antequeracon Almoga, Loja con Colmenar y Alhama de Granada con Vlez Mlaga.

    La presin ejercida por la rapidez de movimientos de los italianosprovocara el desmoronamiento de la resistencia republicana.

    Los vveres comenzaban a escasear de forma alarmante en la ciudad. Elintento de proveer de trigo, bacalao, azcar y arroz a travs del vapor

    Delfn se vino abajo cuando, tras embarrancar entre Nerja y Torrox fuetorpedeado por un submarino de la armada rebelde. A este cmulo decontrariedades se sumaba el mal estado de la nica va de comunicacincon la Espaa republicana. La carretera que una Mlaga con Motril se

    volvi intransitable debido a una lluvia torrencial, quedando el nicoacceso a la capital totalmente inutilizada. La capital andaluza volva, cuatrosiglos y medio despus, a sufrir el segundo asedio de su historia, y lasatrocidades de la postconquista volveran a repetirse. Franco y Fernando V

    pasarn a los anales de la historia local como los artfices de las dosgrandes represiones ejercidas sobre la poblacin malaguea a lo largo de su

    peregrinar por la Historia.

    En el otro lado del frente, Queipo de Llano vea como el general Roattase encontraba en una situacin de ventaja para hacer la entrada triunfal enlas calles de Mlaga. Tras haber tomado los puertos de Zafarraya yAlazores en las sierras orientales, y Boca de Asno cerca del Torcal, laimagen de la ciudad portuaria se aproximaba a pasos agigantados. Por sulado, las tropas nacionales encontraron una inusitada resistencia a la alturade Ojn y Monda, contratiempo que acrecentara la presin que Queipo deLlano efectuaba sobre el duque de Sevilla. La demanda de premura

    mostraba el deseo, no exento de vanidad, del general de los ejrcitosmeridionales por hacerse con la gloria de tan significativa victoria. De ah

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    la orden de tomar con la mayor rapidez posible la estratgica plaza deFuengirola, aprovechando, para ello, el apoyo de la marina.

    El 6 de febrero, las tropas nacionales ya eran dueas de Colmenar,

    Fuengirola, Almoga y se apostaban a escasos 12 kilmetros de Vlez-Mlaga. El cerco se reduca y solo un estrecho corredor, que partiendo de laciudad y siguiendo la ruta costera de levante, quedaba como nica va deescape. Mientras, los buques Canarias y Baleares, seoreaban sinoposicin por las aguas de la baha de Mlaga. Al da siguiente, toda lacapacidad artillera de los ejrcitos rebeldes entr en escena. El bombardeoal que se vio sometida la ciudad provena de tierra, mar y aire mientras lastropas italianas iniciaban su descenso hacia la capital desde Colmenar. El

    pnico no tardara en aduearse del nimo de una poblacin que ya de pors viva atemorizada desde el inicio de la contienda. El temor a la represaliaera patente en el espritu de toda la ciudadana malaguea y la idea de lahuida hacia Almera comenzaba a materializarse en un dramtico xodo.

    Los primeros en iniciar la retirada fueron los miembros de la planamayor que comandaba las operaciones militares desde la capital. Tras unaintensa reunin, Jos Villalba (comandante en jefe del ejrcito del sur),Cayetano Bolvar (comisario comunista delegado de guerra), Jos Margalef

    (delegado de la C.N.T.) y Rodrigo Lara (Secretario Provincial del PartidoComunista) tomaban la decisin de instalar el cuartel general lejos delcentro del conflicto y sealaban a Nerja como lugar idneo para ello. Laciudad quedaba abandonada a su suerte y solo el alcalde socialista, EugenioEntrambasaguas, permaneca fiel a su puesto y a su deber. Desde el CerroCoronado, los milicianos all apostados vean como grupos dereconocimiento italianos se aproximaban a la ciudad.

    El precario sistema defensivo sobre Mlaga se derrumbaba, al tiempoque la poblacin se aprestaba a una huida desesperada por la carretera queconduca a Almera. Soldados, milicianos, mujeres, nios, obreros,refugiados, ancianos es decir, el conjunto de la ciudadana se aglutinabaen las vas que conducan a ese angosto corredor no controlado por lainfantera nacional. Gran parte de la poblacin malaguea inici el xodohacia tierras controladas an por la Repblica mientras otro tanto decidamantenerse en la ciudad. La angustiosa marcha de los derrotados fue

    descrita por aquellos que podan contemplarla desde la seguridad de susmansiones en el Limonar, como era el caso del antiguo cnsul

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    norteamericano reconvertido en empresario, Edward Norton, o por elatrevido ojo periodstico de Arthur Koestler. Durante la madrugada del 7 al8 de febrero, Mlaga era una ciudad sin gobierno; las tropas nacionales anno haban tomado sus calles y, por lo tanto, los edificios institucionales

    abandonados por las autoridades civiles y militares del gobiernoconstitucional, se encontraban a la espera de ser ocupados por sus nuevosinquilinos. Fue la primera noche en que las instituciones democrticasmalagueas quedaran sumidas en un profundo sueo que durara cerca decuarenta aos.

    La desbandada hacia Almera se inici de forma improvisada. No setrataba de una evacuacin organizada por el ejrcito republicano ni por los

    contingentes milicianos. Cada individuo y cada familia decidan sobre quhacer; se trataba, a fin de cuentas, de una cuestin de supervivencia y no deuna retirada organizada.

    El 8 de febrero de 1937, a las 7:30 h. de la maana, las tropas deinfantera italiana y una avanzadilla del general Borbn, con el civilgolpista Luis Boln entre sus filas, hacan su entrada en una Mlagaderrotada, abandonada y casi sin resistencia ya que algunos focos demilicianos se negaron a abandonar sus puestos y continuaron con el deber

    autoimpuesto de defender Mlaga hasta el final. El parte de guerra emitidodesde el Cuartel General de Salamanca as lo expresaba: Ejrcito delSur: Continuando la brillante operacin sobre Mlaga, a las 7 horas y 30

    minutos del da de hoy atravesaron nuestras tropas el Guadalmedina,

    entrando en el corazn de Mlaga y derrotando al enemigo, que intentaba

    defender la entrada de la poblacin. Se le cogieron ms de doscientos

    muertosPor el norte, en arrollador empuje, las columnas procedentes de

    Antequera y de Loja dominaban el barrio alto de la capital, venciendo la

    resistencia que el enemigo todava ofreca en algunos sectoresA las dos

    de la tarde, extinguidos todos los focos de resistencia, desfilaron las

    fuerzas por el centro de la ciudad entre delirantes ovaciones y frenticos

    aplausosEl enemigo, derrotado, hua a la desbandada en direccin a

    Motril, perseguido de cerca por nuestros soldados.

    En realidad, la cada de Mlaga no proporcionaba a los ejrcitosnacionales una victoria decisiva sobre la Repblica. Si bien Mlaga era uno

    de los principales enclaves portuarios del sur peninsular, el Gobiernocontinuaba controlando todo el litoral de levante con los puertos de

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    Valencia, Almera, Cartagena y Barcelona. En cuanto a la estructuragubernamental, la prdida de Mlaga supuso el cese del Subsecretario deGuerra, Asensio Torrado, quien fue sealado por los comunistas comomximo responsable de la derrota. Por otro lado, el jefe del Estado Mayor,

    el general Martnez Cabrera, fue encausado pero finalmente qued absueltode los cargos, y al coronel Villalba se le proces y fue condenado pornegligencia. En cuanto a las primeras gestiones administrativas delgobierno franquista, el 9 de febrero el juez Enrique Gmez Rodrguez fuenombrado alcalde de Mlaga por parte del Gobernador Civil, Garca Alted.El nuevo edil estara acompaado por un equipo gestor compuesto por diezmiembros, entre los que se encontraba Pedro Luis Alonso, Juan Tembouryy Luis Werner Boln.

    Mlaga-Almera. El xodo malagueo.

    Miles de personas, entre las que se encontraban nios, ancianos,mujeres, milicianos, obreros y campesinos no tuvieron otra opcin quequedarse en Mlaga, y sufrir la represin subsiguiente, o abandonar la

    ciudad por la nica va posible. El objetivo era adentrarse lo ms posible enterritorio an controlado por la Repblica y, de esta forma, ponerse a salvo.El horror de la trgica epopeya vivida por los derrotados an sigue

    perviviendo en el consciente e imaginario de los malagueos, no siendo asen el resto de los espaoles. Es cierto que este episodio, dramtico por susdimensiones y por la autora de los ejecutores, sigue siendo desconocidofuera de los lmites de la provincia. No obstante, para comprender hastaqu extremo alcanz la barbarie de los vencedores, es necesario escuchar

    los testimonios, cada vez menos, de los protagonistas del xodo y abordarlos acontecimientos con las herramientas de la que disponen loshistoriadores. Una vez efectuada esta labor, al investigador no le que msremedio que frotarse los ojos y preguntarse cmo es posible que unfenmeno de tal magnitud no haya sobrepasado los lmites de la historialocal. Pero el desconocimiento de la realidad no significa que sta no hayaocurrido y la huida por la carretera de Almera de miles de personas, lamayor parte civiles, se convertira en uno de los episodios ms triste de la

    historia de Europa. No vamos a detenernos en relatar los pormenores del

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    xodo, extraordinariamente recopilados y descritos por Majada y Bueno.Solo sealaremos que coincidimos con aquellos, como Lacomba y Nadal,que aaden el nmero de cados en la carretera de Almera al total devctimas de la represin y no como vctimas colaterales del enfrentamiento

    Blico. Al fuego de fusilera, artillera y aviacin a la que fue sometida lacolumna de exiliados hay que aadir los proyectiles provenientes de laarmada que caboteaba siguiendo el ritmo de la marcha. Fue una masacre entoda regla donde la poblacin apenas si pudo defenderse del ataque

    proveniente por tierra, mar y aire. Hoy en da an se desconoce conexactitud el nmero de personas que murieron en esta trgica huida, dato

    pendiente de concretar a falta de investigaciones de envergadura alrespecto. Lo nico cierto es que aquellos que consiguieron llegar a su

    objetivo lo hicieron tras padecer una de las persecuciones ms atrocescometida sobre la poblacin civil espaola.

    La represin como elemento histrico conformador de la dictadura deFranco. Historia de una dictadura.

    Uno de los aspectos ms desconocidos sobre la represin franquista enMlaga es el nmero de personas que sucumbieron ante el castigo impuesto

    por el ejrcito, autoridades civiles y las fuerzas paramilitares fascistas. Enrealidad, deberamos hablar de dos represiones bien diferenciadas. Una, lallevada a cabo por grupos de milicianos sobre miembros de los estratossociales reaccionarios y progolpistas entre el 18 de julio de 1936, fecha deinicio del alzamiento, y el 8 de febrero de 1937, da en que Mlaga estomada por los ejrcitos nacionales. La otra, la realizada por fuerzas

    mayoritariamente institucionales, como el ejrcito y representantespolticos radicales que derrocaron la Repblica, sobre la poblacinmalaguea.

    La historiografa revisionista ha intentado demostrar, sin xito, laexistencia de una convergencia entre ambas represiones, equiparando y

    justificando la segunda como un producto directo de la primera. Para elloapelan a un sentido positivista y naturalista del derecho, justificando de esta

    manera la represin franquista como un acto de aplicacin de losprincipios generales del derecho de carcter instintivo, no democrtico y

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    cuasi tribal, propio del mundo rural que prevaleca sobre el urbano en laEspaa de la primera mitad del decenio de los 30. Se tratara de laaplicacin bblica del ojo por ojo, diente por diente pero conmodificaciones provenientes de una sociedad tan estancada como la

    espaola, es decir: muchos ojos por ojo y muchos dientes por diente.

    El anlisis de la represin franquista sobre la poblacin de Mlaga hasido magnficamente elaborado por el investigador Francisco Espinosa y

    por el arquelogo Andrs Fernndez. De ah que este apartado se limite amatizar aspectos conceptuales, ya que los por menores, datos yconclusiones de los investigadores arriba sealados sern expuestos en otraseccin de este informe as como en publicaciones posteriores.

    Franqui smo o fascismo? H istor ia de un cali f icativo.

    El trmino represin franquista se presenta como el ms adecuado a larealidad histrica del objeto de nuestro estudio. No obstante, la tendencia aincluir al rgimen de Franco dentro de los movimientos fascistas europeos

    posteriores a la crisis de 1929, provoc denominaciones historiogrficasgratuitas como las que comparaban las ejecuciones y poltica represiva delcaudillo con los affaires nacionalsocialistas alemanes y fascistas italianos.

    Payne y Linz, a pesar de sus divergencias infraestructurales handemostrado la heterogeneidad de los movimientos fascistas en Europa,llegando a la conclusin de que cada espacio territorial gener su propiocorpus de principios. Stanley G. Payne, de la Universidad de Wisconsin, haelaborado una ilustrativa tabla donde se expone, a la hora de definir elsignificante fascismo, los trminos excluyentes del mismo y los aspectoscomunes a tener en cuenta a la hora de definir un rgimen fascista:

    A. Las negaciones fascistas:Antiliberalismo

    Anticomunismo

    Anticonservadurismo (aunque en el entendimiento de que los grupos

    fascistas estaban dispuestos a concertar alianzas temporales con

    grupos de cualquier otro sector, por lo general con la derecha).

    B.I deologa y obj etivos :

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    Creacin de un nuevo Estado nacionalista autoritario, no basado

    nicamente en principios y modelos tradicionales.

    Organizacin de algn tipo nuevo de estructura econmica nacional

    integrada, regulada y pluriclasista, se llamara nacional corporativa,nacionalsocialista o nacionalsindicalista.

    El objetivo del imperio o de un cambio radical en la relacin de la

    nacin con otras potencias.

    Defensa especfica de un credo idealista y voluntarista, que

    normalmente implicaba una tentativa de realizar una nueva forma de

    cultura secular, moderna y autodeterminada

    C.Estil o y organizacin.Importancia de la estructura esttica de los mtines, los smbolos y la

    coreografa poltica, con insistencia en los aspectos romnticos y

    msticos.

    Tentativa de movilizacin de las masas, con militarizacin de las

    relaciones y el estilo polticos y con el objetivo de una milicia de masas

    de partido.

    Evaluacin positiva y uso de la violencia, o disposicin al uso de sta.

    Extrema insistencia en el principio masculino y la dominacin

    masculina, al mismo tiempo que se defenda la visin orgnica de la

    sociedad.

    Exaltacin de la juventud sobre las otras fases de la vida, con hincapi

    en el conflicto de generaciones, por lo menos al efectuar la

    transformacin poltica inicial.

    Tendencia especfica a un estilo de mando personal, autoritario y

    carismtico, tanto si al principio el mando es en cierta medida electivo

    como si no lo es.

    Podramos, con las premisas paynerianas, encuadrar al franquismodentro de los movimientos fascistas europeos? Un anlisis exhaustivo deeste planteamiento nos llevara auna respuesta en sentido negativo peronunca excluyente. La respuesta a este enigma conceptual vendra dada

    por la dinmica de los aliados ideolgicos del nuevo rgimen el cual,

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    ante la negacin de la existencia de partidos polticos como elementosestructurales del poder, hubo de buscar en el acervo falangista algntipo de base ideolgica que legitimase la permanencia de Franco en el

    poder. Al menos esto fue lo que ocurri durante los primeros aos de la

    dictadura, donde la Europa fascista y nacionalsocialista continuabaejerciendo una inusitada presin sobre las frgiles potenciasdemocrticas.

    Para comprender la dinmica histrica del fascismo en Espaa esnecesario realizar un movimiento retroactivo direccionado hacia lasconvulsiones polticas de los aos veinte, coincidente con lo que estabaocurriendo en una Europa determinada por las nuevas corrientes

    culturales y ,a la vez, crticas con la dictadura burstil.La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) fue una tentativa de

    autoritarismo moderado pero sin una base ideolgica en la quesustentarse. La carencia de una teora poltica definida hizo que sugobierno intentara asemejarse ms a las soluciones de emergenciadecimonnicas que a un modelo innovador en la poltica espaola. Nose trataba de erradicar el liberalismo econmico y social sino deintroducir reajustes temporales que lo encauzaran en la direccin

    conveniente. Como modelo a seguir, Primo de Rivera se senta atradopor la esttica y propuestas populistas del rgimen de Mussolini, perointeriorizando un rechazo hacia las soluciones polticas de su partenaireitaliano.

    No obstante, no hubo ninguna tentativa seria de establecer uncorporativismo espaol y solo se estableci un aumento de poder delConsejo de Estado y la integracin en el Parlamento de miembros

    elegidos a partir de sistemas indirectos. Sin embargo, Mussoliniconsidera al rgimen de Primo de Rivera como parte del nuevo ordennacionalista y corporativista y, por lo tanto fascista, establecido en lacuenca meridional del Mediterrneo. La debacle de 1930 supuso unserio revs para las aspiraciones supranacionales del lder italiano. Lacada del dictador espaol supuso una radicalizacin de la democracia

    popular y de la praxis poltica, remitiendo a la derecha espaola a uncomps de espera del cual no saldra hasta el triunfo de la CEDA en

    1933. La Confederacin Espaola de Derechas Autnomas representabalas lneas corporativistas moderadas con base catlica y la legalizacin

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    llevada a cabo por Franco que a los postulados revolucionarios queproponan los falangistas fascistizantes.

    Para entender la introduccin del fascismo en Espaa, la figura de

    Ernesto Gimnez Caballero se erige como esencial. Fue catalogadocomo el DAnunzio espaol y anunci pblicamente su fascismo en1929, quedando relegado, a pesar de tratarse de un intelectualvanguardista y esteta, del mundillo cultural, mayoritariamente liberal, dela Espaa de los aos 30. El Robinson Crusoe literario, como l mismose denominaba, predicaba un fascismo basado en la cultura catlicalatina, y lo consideraba como nica alternativa a la renovacin culturalde Europa. Con esta base programtica, Gimnez Caballero se opona al

    mundo protestante septentrional y, por lo tanto, al nazismo. No obstante,quien cre la primera organizacin fascista en Espaa, la JONS (Juntasde Ofensiva Nacional-Sindicalista) fue Ramiro Ledesma Ramos,estudiante universitario de matemticas y filosofa en paro, quien estabainfluido por las corrientes fascistas transalpinas. Su proyecto apenas situvo relevancia poltica en el tiempo en que fueron independientes. En1933, la derecha simpatizante con el ideario fascista movi pieza y supo

    buscar la financiacin suficiente como para permitir un mayor grado de

    movilizacin. El triunfo de Hitler en Alemania no pas desapercibido enEspaa y parece que caus ms efecto en la derecha radical que en loscamisas espaoles. De hecho, cierto sector financiero vasco,

    posiblemente de tradicin carlista, se propuso apoyar de formaeconmica al corpsculo de Ledesma, idea que finalmente no fructific

    por considerar a la JONS extremadamente radical a pesar de lasconvergencias ideolgicas.

    Habr que esperar hasta el otoo de 1933 para que el fascismo

    espaol tuviera un dirigente de entidad. Jos Antonio Primo de Riveraera el hijo mayor del dictador que haba regido los destinos de Espaatras la abdicacin alfonsina. Desde el punto de vista ideolgico,convergente con el programatismo de Calvo Sotelo, Primo de Riveraevolucion desde el autoritarismo monrquico hasta una forma msradical del nacionalismo autoritario. Jos Antonio, a pesar de sussimpatas por el fascismo italiano, no tuvo reparos a la hora denacionalizar el ideario de Mussolini creando una agrupacin poltica

    denominada Falange Espaola, evitando cualquier tipo de referencia a

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    violentas, su escrupulosidad moral derivada de una clara conviccincatlica le han otorgado cierta aura de humanismo a la hora de seranalizado por parte de sus admiradores postfascista.

    Despus de que Ledesma rompiera con Jos Antonio, lainterrogacin que puso al ttulo de sus memorias Fascismo enEspaa?, pareca sintetizar lo que estaba ocurriendo en la Espaaprefranquista. En las elecciones de 1936, la Falange Espaola soloobtuvo 44.000 votos, lo que supona un exiguo 0,7% del escrutinio,

    porcentaje que otorgaba al partido fascista espaol el deshonroso ltimolugar entre sus homlogos europeos.

    La debilidad del fascismo en Espaa antes de la Guerra Civil vendra

    explicada por varios factores. La falta de un fuerte sentido denacionalismo espaol privaba al fascismo de ese punto clave deatraccin. El nacionalismo en Espaa estaba invertido y losmovimientos regionales, como el cataln o el vasco, tenan ms fuerzaque el global del pas, estando dirigidos aquellos haca la desunificacindel Estado. Por otro lado, la alternativa multiclasista a la poltica liberalo izquierdista ms evidente y atractiva era el catolicismo poltico. Elfascismo en Espaa contaba con mucho menos apoyo cultural que el

    centro de Europa donde algunos de los ismos fueron autnticasrevoluciones desde el punto de vista esttico e intelectual. El vitalismode finales del siglo XIX no obtuvo acogida dentro de los crculos msintelectuales catlicos y de derechas de Espaa, pasando las teorasdarwinistas sobre la sociedad de soslayo. Po ltimo, el fascismo enEspaa se encontr con el xito poltico de las izquierdas. Ningn pasdel mundo poda presumir de tener en su Parlamentos tantos diputados

    progresistas y de izquierdas como las Cortes del decenio de 1930. El

    socialismo y el anarquismo en Espaa tenan la capacidad de emitirsoluciones a los problemas sociales, ante los que el fascismo no podarealizar oferta alguna.

    El fascismo en Espaa no pudo aprovech