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    R e v i s t a C o l o m b i a n aR e v i s t a C o l o m b i a n aR e v i s t a C o l o m b i a n aR e v i s t a C o l o m b i a n aR e v i s t a C o l o m b i a n a d e A n t r o p o l o g ad e A n t r o p o l o g ad e A n t r o p o l o g ad e A n t r o p o l o g ad e A n t r o p o l o g a

    Volumen 38, enero-diciembre 2002, pp. 237-260

    SOLIDARIOSFRENTEACOLABORADORES:

    antropologa y movimientoindgena en el Cauca

    en las dcadas de 1970y 1980

    MAURICIOCAVIEDESESTUDIANTEDEMAESTRAENANTROPOLOGA,

    UNIVERSIDADNACIONALDECOLOMBIA

    [email protected]

    Resumen

    ESTEARTCULOEXAMINALARELACINENTRE INTELECTUALESMILITANTESYMOVIMIENTOindgena en el departamento del Cauca, Colombia, durante las dcadas de 1970 y

    1980. Esta relacin fue el resultado de un momento de confluencia de diferentescorrientes ideolgicas, tradicionalmente opuestas, las cuales se redefinieron entres a partir de su comunin en torno a la transformacin de las sociedades indge-nas y la sociedad nacional. Al mismo tiempo, varios de estos intelectuales, nonecesariamente ligados a la antropologa, hicieron parte de un proceso que impactalas ciencias sociales, entre ellas la antropologa, transformando a su vez su praxisy la manera de entender la disciplina.

    PALABRASCLAVE: movimiento indgena, intelectuales militantes, praxis disciplinaria,Cauca (Colombia).

    Abstract

    THISARTICLEEXAMINESTHERELATIONSHIPBETWEENTHEINDIGENOUSMOVEMENTINTHECAU-ca department of Colombia and militant intellectuals who supported it during

    the 1970s and 1980s. This relationship was the result of a moment in which differentand traditionally opposed ideological currents, redefined each other on the basis ofshared interests regarding the transformation of the indigenous and national socie-ties. At the same time, these intellectuals, not all of them anthropologists, made partof a process influencing the social sciences, amongst them anthropology, that trans-

    formed disciplinary practice and the way the discipline was conceived.

    KEY

    WORDS

    : indigenous movement, militant intellectuals, social sciences, discipli-nary practice, Cauca (Colombia).

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    INTRODUCCIN

    ESTEENSAYO1ESRESULTADODEMITESISDEGRADOCOMOANTROPLO-go, pero no un resumen de ella. Al escribirla mi intencin eraargumentar cmo el movimiento indgena haba alimentado a

    la antropologa al mismo tiempo que la antropologa al movi-miento, resultado de lo cual ambos se habran transformado. Pero

    mi conocimiento del movimien-to indgena provena de lo quehaba ledo sobre l en la uni-

    versidad. Con el tiempo pude acercarme a algunos resguardosindgenas, en donde conoc a lderes de las recuperaciones logra-das con el apoyo del Consejo Regional Indgena del Cauca (Cric),entrevist tambin algunos miembros del movimiento solidarioque haban acompaado la lucha liderada por los resguardos deGuamba y Jambal, quienes en cierto momento se desligaron delCric y llegaron a conformar una organizacin paralela con elapoyo de indgenas de otras zonas del pas, que con el tiempo

    adquiri el nombre de Movimiento de Autoridades Indgenas deColombia, y busqu un contraste con la versin de los solidariosen los testimonios de colaboradores no indgenas del Cric. Mien-tras lo haca mis interlocutores demandaban de m una posicinrespecto a las diferencias entre ambos grupos y por mucho tiem-po tem asumirla. Descubrir mi propia posicin hizo parte de dar-me cuenta que la antropologa que buscaba en interaccin con elmovimiento indgena no fue un discursoelaborado por los antro-plogos, sino una reflexin llevada a cabo por quienes se involu-craron con el movimiento: indgenas y solidarios o colaboradores,que en algunos casos eran antroplogos y en muchos otros no.Por eso, lo que trato de presentar aqu no es la versin ltima delos sucesos que definieron las luchas indgenas en el Cauca, ni laapologa de solidarios o colaboradores, como tampoco la versindefinitiva de lo que todos los antroplogoshacen ahora como re-sultado de la lucha de aquellos aos.

    En el Cauca, entre indgenas, solidarios y colaboradores se ela-

    bor una posicin frente a la relacin de poder entre sociedadnacional y sociedades no occidentales, se reflexion frente a laposibilidad de que toda una tradicin cultural desapareciese o nobajo el poder impuesto por otra e, incluso, se desarrollaron estra-tegias para entender y construir una relacin entre sociedad na-cional y pueblos indgenas. Es por ello que considero que hay

    1.Este trabajo obtuvo el segundo puesto del con-curso de ensayo ICANH 60aos.

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    aqu una reflexin sobre las transformaciones dela antropolo-

    ga, no en tanto la historia aqu narrada d cuenta de la prcticade toda la profesin, sino porque ofrece a la antropologa estra-tegias que permiten trascender tal prctica.

    IZQUIERDAYMOVIMIENTOINDGENA

    ROBERTOPINEDARECONSTRUYELOSPASOSDELAHISTORIADELINDIGE-

    nismo revolucionario, intento de incluir al indgena comopotenciador de una transformacin socialista en el pas, en losaos 1930, cuando el Partido Comunista postul a un candidatoindgena a la presidencia. Este esfuerzo estaba inspirado en laspropuestas de Maritegui y en el reconocimiento del potencialrevolucionario de las sociedades indgenas (Pineda, 1984: 213). EnColombia, entre otros, Ignacio Torres Giraldo motiv el vnculodel Partido Comunista con el movimiento indgena (Pineda, 1984:218). Dos figuras fundamentales del movimiento indgena repre-sentan el destino de esta relacin hacia el futuro: Manuel QuintnLame y Jos Gonzalo Snchez; ambos lderes contribuyeron a laconsolidacin de movimientos de corte obrero (Vasco, 2002: 135).Pero mientras Lame diside (Pineda, 1984: 218) Snchez permane-ce, evidenciando de un distanciamiento creciente entre las orga-nizaciones de inspiracin socialista y el movimiento indgena(Pineda, 1984: 215-216, 219-220). Pineda intenta cambiar la imagende Snchez como lder que subordin las formas de organizacin

    comunitaria entre indgenas a las condiciones del partido, contra-diciendo a lo afirmado un par de aos antes por Bonilla, aun cuan-do lo cierto es que este recrea una imagen que ha permanecidoentre las comunidades (Bonilla, 1982:38).

    Esta brecha entre la izquierda y el movimiento indgena es lamisma que presenta Gros cuando afirma que el proyecto mo-dernizador inherente a la izquierda oblig a que esta contem-plase a las comunidades rurales campesinos y, en especial,

    indgenas como fuerzas con potencial revolucionario, al tiem-po que atrasadas y subordinadas al proletariado, en tanto la lu-cha revolucionaria latinoamericana adopt el modelo cubano(Gros, 1991: 131, 133). Estas comunidades deban ser reclutadas ala vez que constituan casi un estorbo. Pero con el tiempo enpases como Bolivia se plante una contradiccin a la izquierda

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    Otros autores arguyen la transformacin de la antropologa

    en el pas como consecuencia, por un lado, del intento de con-solidacin del capitalismo en Colombia (Uribe, 1980: 288, 296) y,por otro, de la movilizacin estudiantil inspirada en parte por elmarxismo (Uribe, 1980: 297, 299), al que tambin se refiere Jime-no como influencia en el cambio de los paradigmas de la antro-pologa, que result en la formulacin de un compromiso polticodel investigador con la reconstruccin de una sociedad nacionalque superase la desigualdad social (2000: 173). Pero mientras para

    Jimeno y Uribe la influencia de la sociologa y el marxismo

    motiva la discusin sobre la posicin del investigador, Arochamuestra las dificultades de tal discusin, al plantear que un pe-riodo de crtica y conflicto, durante los aos 1970, acerc a loscientficos sociales a las reivindicaciones de los grupos base,desde una perspectiva de los conflictos de clase y la dependen-cia de Estados Unidos, que deriv tambin en la adopcin demuchos [antroplogos] del materialismo dialctico comopanacea (Arocha y Friedemann, 1984: 7).

    Pero para no presentar esta influencia del pensamiento deizquierda como un estereotipo de la protesta estudiantil estado-unidense de Rosaldo, slo las experiencias de quienes hicieronparte del movimiento indgena en las dcadas de 1970 y 1980permitirn penetrar la atmsfera poltica de aquel momento, lasituacin del movimiento indgena frente a otros movimientossociales y las posibilidades que estos espacios ofrecieron a lasciencias sociales.

    SOLIDARIOSVS. COLABORADORES

    ENELTEXTOPROTESTASOCIALYESTADOENELFRENTENACIONAL,Mauricio Archila introduce su anlisis evitando definir comoconstitutivos de unmovimiento socialtanto las protestas es-

    tudiantiles como las indgenas. Sin embargo, dice que llegando

    a la dcada de 1970la importancia de la protesta estudiantil re-basaba, incluso, a la del movimiento obrero y campesino, peropor la prdida de sus lderes y el desvanecimiento de sus organi-zaciones debido a la represin, volvi a perder relevancia frenteal movimiento cvico (1997: 20). Ubica tambin la importan-cia del movimiento indgena como resurgiente al abrigo

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    del movimiento campesino en la dcada de 1970(1997: 13), pero

    esta subordinacin puede deberse a una confusin de Archila,producto del intento de captar al movimiento indgena en unmomento en el que como l mismo anota apenas empezaba aresurgir.

    HACIENDALASMERCEDES,DEPARTAMENTODECAUCA, 1980

    UNA VEZ LOGRADALA RECUPERACIN DE LAHACIENDA LASMERCEDES,los cabildos de Guamba y Jambal, organizados en lo queempezaba a tomar forma bajo el nombre del Movimiento de

    Gobernadores Indgenas en Marcha, estaban preparados para lallegada de una buena cantidad de otros grupos para la asambleadel ncleo, reunin en la cual el pueblo guambiano se definicomo tal, presentando el Manifiesto guambiano. Pero esta asam-blea implicaba la llegada de miembros del comit ejecutivo delCric, con el que los cabildos de Jambal y Guamba haban entra-do en un conflicto que, aun cuando haba nacido en 1971con elCric mismo, se haba intensificado a finales de los aos 1970, cuan-do bajo la acusacin de lazos con el M-19el gobierno haba perse-guido y encarcelado a los lderes ms importantes del Cric. Laconsecuencia de ello fue la declaracin por parte de los grandesterratenientes de que este haba muerto. Pero en respuesta a elloun sector del Cric, encabezado por lderes de Guamba y Jambal,

    proclam la continuidad de las luchas en la consigna: El Cric noha muerto. El Cric somos las comunidades organizadas y en lu-cha. Fue entonces cuando hubo una ruptura clara entre los lde-res del comit ejecutivo original, apoyado por un grupo decolaboradores no indgenas, y el segundo sector, con sus propioscolaboradores, que haban asumido el nombre de solidarios(Bonilla, 2000, entrevista; Gobernadores Indgenas en Marcha,1981: 53).

    Justo en medio de la atmsfera de un proceso crecientementeexitoso de organizacin indgena, que culminara con la llegadade Belisario Betancur a la presidencia en 1982, la atencin de otrosmovimientos sociales se haba visto obligada a volverse al movi-miento indgena, pues tanto movimientos armados como obrerosy campesinos entendieron que, a la luz del reconocimiento

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    nacional, tendran que abrirle espacio al movimiento indgena

    en su discurso (Fayad 2000, entrevista). Fue as como a Las Mer-cedes llegaron grupos de estudiantes seducidos por el discursode la solidaridad con el movimiento indgena, como parte dellogro de un movimiento popular del que anhelaban hacer parte(Castro y lvarez, 2000, entrevista). Ello es lo que desata lapequea historia que presento a continuacin, subproducto deuna serie de entrevistas que realic para mi tesis de grado, du-rante 2000.

    AMORPORLAREVOLUCIN

    EN ESA POCA YO ESTUDIABA EN LA UNIVERSIDAD DEL VALLE Y AHapareci el grupo de solidaridad con los pueblos indgenas.Lo que decamos en esa poca era la mejor forma de apoyar

    las luchas indgenas es adelantar las propias luchas (Fayad,2000, entrevista).

    Junto con Javier llegaron a Las Mercedes otros estudiantesde la universidad, entre ellos un personaje algo particular cono-cido como elPastuso. Al revisar la entrevista realizada con Ja-vier parece ser que nadie conoci o al menos recuerda elnombre delPastuso. Sin embargo, las razones por las que elPas-tusolleg all son importantes. Al parecer la verdadera preocu-pacin de ese individuo era cortejar a una de las activistas msfervorosas del movimiento, lo cual lo ubicaba en una situacin

    algo embarazosa. Segn las descripciones recogidas, elPastusopareca entender con mucha dificultad, si acaso, el discurso delmovimiento estudiantil. No estaba familiarizado siquiera conlas lneas de los discursos que oscilaban entre el marxismo leni-nismo maosmo y el trotskismo, por no mencionar toda una gamade variantes. Mucho menos entenda, por supuesto, el discursodel movimiento indgena y las contradicciones en la discusinentre el Cric y el naciente Movimiento de Autoridades Indge-

    nas (Aico). Naturalmente, no era el nico en tal condicin. Exis-tan tantas variantes de los discursos, tendencias y lneas comomovimientos y miembros o simpatizantes, y elPastusono era elnico que se acercaba a los movimientos sociales por primeravez en aquel encuentro de Las Mercedes. Pero de alguna maneras representaba a aquellos que no podan encontrar su lugar en

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    una discusin a la que haban llegado bastante tarde. As que

    mientras elPastusosegua al objeto de su afecto un afecto msbien platnico, se esforzaba por elaborar explicaciones apre-suradas en las que mezclaba un poco de todo, aplauda a losoradores equivocados al menos a los ojos de su amiga activis-ta, ahora reivindicaba a los indgenas por su logro en la recupe-racin de tierras, luego los calificaba de supersticiosos y les exigasubordinar su lucha a aquella de campesinos y obreros. La ca-rrera que segua en la universidad es tan desconocida como sunombre, al menos para aquellos que aportaron informacin so-

    bre l, pero el asunto fundamental es que su entusiasmo, al prin-cipio obviamente fingido, fue transformndose vertiginosamentea lo largo del tiempo, hasta alcanzar consecuencias funestas.

    A pesar de que la discusin entre el movimiento solidariojunto al Movimiento de Autoridades y el Cric y sus colaborado-res no indgenas tena un trayecto previo, en el momento en que

    Javier Fayad lleg a Las Mercedes la gente que apoyaba al mo-vimiento indgena no se preocupaba tanto por estar de parte del

    Cric o de Aico nombre que adquiri el Movimiento de Autori-dades en los aos 1990 (Fayad, 2000, entrevista). Haciendo unaretrospectiva, en el momento de hacer la entrevista Javier en-tenda la diferencia entre el Cric y Aico la misma que entrecolaboradores y solidarios como una diferencia producto demodelos diferentes en condiciones diferentes. Para Javier, aun-que el Cric se encontr en un momento contradictorio por ha-ber adoptado una estructura organizativa sindical, estaestructura, que l prefiere entender como unmodelo, era el re-

    sultado de una serie de condiciones polticas e histricas queexigan a la lucha indgena entrelazarse con la lucha obrera ycampesina. De hecho, Javier recuerda, igual que muchos otros,que Trino Morales fue durante algn tiempo, a la vez que presi-dente del Cric, presidente de la secretara indgena de la Asocia-cin Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc). Pero este modelo,aunque operativo en cierto momento de la lucha, fue tambinun obstculo, en opinin de Javier, pues no era el resultado de

    formas propias de organizacin de las comunidades indgenas(Fayad, 2000, entrevista).Ello permitir entender mejor la situacin del protagonista de

    esta historia, pues quien quiera que se acercase en aquel momen-to al movimiento indgena del Cauca tena que insertarse en taldiscusin. El Pastuso tuvo que hacerlo, en una situacin poco

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    favorable. Por supuesto, l pudo haberse limitado, simplemen-

    te, a sus metas iniciales, pero por alguna razn inexplicable nofue as. Mientras el tiempo avanzaba en Las Mercedes, elPastu-so, quien inicialmente pareca no querer darle respiro en su per-secucin a la mujer de sus sueos, era visto cada vez menos encompaa de ella a la vez que absorto en los discursos que seescuchaban durante el da. Es difcil decir si ello fue productode la habilidad de aquella joven para escabullirse o de un cam-bio de actitud de su persecutor; lo importante es el cambio radi-cal en elPastuso.

    REVOLUCIONARIO?

    RALCASTROYRUBIELALVAREZTUVIERONUNATERRIZAJESIMILARENel Cauca. Aunque su llegada al movimiento solidario se pro-longara con el tiempo por medio de su participacin en va-

    rios proyectos, pero fundamentalmente por la elaboracin de sutesis de grado conjunta, entre un estudiante de ingeniera indus-trial y una de sociologa. Algo inusual, pero al fin y al cabo re-sultado de aquel momento inusual. Mientras Ral tena una largaexperiencia entre grupos estudiantiles que pregonaban ideas detransformacin poltica y social, inspiradas en la izquierda mar-xista (Castro, 2000, entrevista), Rubiela se acercaba al asuntopor primera vez. Ambos, Ral y Rubiela, se conocieron al acer-carse al movimiento solidario, resultado de lo cual comparten

    ahora una casa en las afueras de Bogot, donde la entrevist aella, despus de entrevistarlo a l en su oficina del centro deBogot. Y con ellos pude avanzar en mi reconstruccin de lahistoria delPastuso.

    Una de las razones que empuj a Ral al grupo de solidaridadcon los pueblos indgenas fue su frustracin entre los grupos es-tudiantiles de izquierda de la universidad del Valle. En sus pro-pias palabras, Ral estaba cansado de no hacer nada. Senta

    que mientras ms vehementes eran los discursos polticos de launiversidad menos hacan quienes los sostenan, y que nada deello trascenda polticamente. El movimiento indgena, sin em-bargo, estaba haciendo algo, estaba cambiando las cosas (Castro,2000, entrevista). Pero justamente aquella experiencia haca queRal volteara la mirada, con algo de desdn, a principiantes como

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    ubicacin cerca a militantes del M-19, presentes en aquel lugar, y a

    lderes sindicales y campesinos que simpatizaban con los estudian-tes cuyo discurso apoyaba su posicin de atraer al movimiento.El Pastusose haba estrenado como activista en un par de

    noches. Pero otros haban hecho y haran algo similar. Lo que leconvierte en una figura particular es el giro radical de su partici-pacin.

    INDIGENISTA?

    MUCHOS, COMO RAL, HABAN LLEGADO A LAS COMUNIDADES INDGE-nas con una experiencia previa entre movimientos inspira-dos en el marxismo. Pero muchos, a diferencia de l, tenan

    an fe en el discurso de la izquierda ortodoxa, que vea en lapoblacin indgena potencial para su proyecto, pero la entendasubordinada a la accin poltica de la clase obrera, a cuyas bs-

    quedas los indgenas deban aliarse (Gros, 1991: 137).Los indgenas, sin embargo, se negaban a abandonar sus rei-vindicaciones territoriales y culturales, pero no ignoraban los re-clamos que les hacan movimientos sindicales, estudiantiles e,incluso, armados. Y aunque la relacin con el discurso de izquier-da se haba iniciado mucho tiempo atrs, las comunidades ind-genas se insertaban en l con dificultad an a principios de ladcada de 1980. En 1980, en la hacienda Las Mercedes se encon-traban, al mismo tiempo, dos posiciones fundamentales entre loslderes indgenas. Mientras el Cric lideraba una amplia serie decabildos y acumulaba otra de recuperaciones exitosas, el nacien-te Movimiento de Autoridades Indgenas entonces llamado Go-bernadores Indgenas en Marcha, encabezado por los cabildosde Guamba y Jambal, pero apoyado por otros cabildos pezLa Paila, Jebal, Novirao y otros propona una estrategia dife-rente de movilizacin, de la que Las Mercedes era un resultadoconsiderable y a punto de convertirse en el xito ms vistoso con

    el reconocimiento que le dara el entonces presidente Betancur.Ambas organizaciones eran el producto de la lucha indgena, dela intencin de recuperacin de territorios indgenas y del recla-mo de derechos a sus tradiciones culturales ligadas a tales territo-rios, as como de una relacin con movimientos y lderes deizquierda.

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    Pero estaban enfrentadas. El Cric reclamaba a su contraparte

    haber adoptado un discurso operativamente intil, impuesto porun sector de colaboradores que luego se definiran desde el mo-vimiento de solidaridad que proclamaba a las sociedades in-dgenas como pueblos no razas en defensa de derechosterritoriales a la vez que tradicionales el llamado derecho ma-

    yor, impidiendo la posibilidad de interactuar con otros movi-mientos sociales (Tattay, 2000, entrevista). El Movimiento deAutoridades Indgenas reclamaba al Cric, por su parte, haber su-cumbido, llevado por sus colaboradores no indgenas, a la izquierda

    ortodoxa, relegando la consecucin del derecho mayor y el terri-torio indgena a la prioridad de la lucha revolucionaria (Goberna-dores Indgenas en Marcha, 1981: 53).

    En 1978, el Cric realiz un congreso en el que sus dirigentespresentaron una plataforma poltica. Esta plataforma fue recha-zada por las comunidades con el argumento de que haba sidoelaborada sin consultarlas, pero tambin fue criticada por habercomprometido al movimiento indgena a una posicin depen-

    diente de una transformacin del sistema capitalista (Cric, 1978:2, 4, 5). Sin embargo, los lderes de movimientos sindicales yotras organizaciones de izquierda presentes criticaron la plata-forma propuesta, a su vez, acusndola de un pobre compromisocon otros sectores sociales y sus luchas polticas. El Cric definaentonces al movimiento indgena tanto como compuesto porpueblos explotados y dominados por los colonizadores, comosometido por las clases dominantes junto con otros sectores yclases sociales. Sin embargo, flucta entre la primera condicin

    y la segunda en la medida en que ambas le exigen compromisosen conflicto (Cric, 1978).

    Incluso, aos antes, el Cric se debata en su relacin con laAsociacin Nacional de Usuarios Campesinos, en tanto declarala importancia de seguir la lucha junto a otros sectores socialesjunto a la Anuc en este caso, pero al mismo tiempo recuerdaque la lucha no puede renunciar a los cabildos como base de lamisma, ni al fortalecimiento de estos, pues su sentido est jus-

    tamente en la recuperacin de los resguardos y su base en for-mas propias de organizacin. Lejos de estar al amparo de la luchacampesina (Archila, 1997: 13), el Cric se encontraba en una situa-cin ambigua, pues mientras la Anuc buscaba captar al movi-miento indgena, este esperaba mantener un lazo con elmovimiento campesino, sin perder su autonoma (Cric, 1975: 5).

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    De vuelta a 1980, el Movimiento de Gobernadores Indgenas

    en Marcha reclamaba al Cric haberse entregado a la izquierda yhaber abandonado los principios de la lucha indgena. Pero, questaba sucediendo a los ojos de las comunidades?; qu sucedacon los terrajeros que no estaban en el comit ejecutivo, queluchaban en las recuperaciones, que eran perseguidos pero noeran parte del liderazgo? En el resguardo de La Laguna, Siberiamunicipio de Caldono, Jos Roberto Chepe, hoy maestro dela escuela bilinge de su resguardo, recuerda cmo l y otrosempezaron a apoderarse, entender y utilizar una lgica hereda-

    da de los movimientos de izquierda que en aquel momento lesrodeaban para perseguirlos o apoyarlos.

    Estando en una manifestacin sindical, a la que l haba sidoinvitado con otros miembros del cabildo del resguardo comorepresentantes del movimiento indgena, Roberto result, poraccidente, de pie como orador frente a la multitud, y en mediode la duda, de un discurso algo tartamudo, introdujo una pala-bra que entenda vagamente, pero que para su sorpresa produjo

    aplausos, jbilo y celebraciones por lo que se interpret comoapoyo mutuo entre el movimiento indgena y el sindical. La pa-labra que haba pronunciado Roberto eraimperialismo. En aque-lla poca l mismo no saba con claridad lo que aquello queradecir, pero con el tiempoimperialismo, al igual que clasesocialse hicieron conceptos familiares, si bien no para toda la comu-nidad, s para lderes regionales y locales, mientras la comuni-dad era consciente de la necesidad de una relacin con otrosmovimientos sociales, lograda por medio del manejo que los

    lderes posean de aquel discurso (Chepe, 2000, entrevista).Pero no hay que alejarse de la historia central. Si Roberto y

    otros indgenas como l adquirieron una comprensin de aqueldiscurso fue en espacios como el de Las Mercedes, donde semezclaban diferentes discursos y diferentes organizaciones ymovimientos sociales se acercaban al movimiento indgena, enalgunos casos para captarlo y en otros para apoyarlo. Y es alldonde alguien como elPastusopoda encontrarse sentado junto

    a alguien como Roberto, quien recuerda cmo los estudiantes,particularmente, insistan en que las comunidades indgenasdeban abandonar sus prcticas supersticiosasen favor de la lu-cha. Pero recuerda tambin que aquello cambi a medida quelas recuperaciones avanzaron y, como confirma Javier Fayad,distintos movimientos sociales tuvieron que abrir espacio en

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    sus discursos para referirse a las luchas indgenas (Fayad, 2000,

    entrevista).Igual que Rubiela, es probable que alguien como el Pastusohubiera tenido profundas dificultades para diferenciar la posi-cin del Movimiento de Autoridades de la del Cric. Slo la inte-raccin con los indgenas terrajeros y el contacto con quienesconformaban la lucha indgena poda permitir una comprensinmutua. Con el tiempo, el movimiento solidario elaborara unaposicin al respecto: para apoyar al movimiento indgena eranecesario conocera las comunidades indgenas y la situacin delos terrajeros, pues no se trataba de apoyarpor principio. Estofue el resultado de discutir si el logro de las bsquedas polticassera consecuencia de la introduccin del desarrollo occidentalen las comunidades indgenas, una pregunta que la antropologaenfrenta desde mucho antes, pero que en el Cauca no se formu-l como una pregunta acadmica sino como una que deba re-solverse para el avance de las luchas. Conocerera tambin unaopcin opuesta a una de las exigencias de la izquierda armada:

    aceptarlo que nos unepara fortalecer la lucha y, una vez logradala transformacin poltica del pas, discutir las diferencias (Ro-jas, 2000, entrevista).

    En la reconstruccin de la historia delPastuso, que pude ha-cer mediante las entrevistas con algunos solidarios, parece cla-ro que en la recuperacin de Las Mercedes l debi aceptarpronto el cuestionamiento que el movimiento indgena hizo a laizquierda ortodoxa: admitir que los pueblos indgenas no re-

    nunciaran al futuro, que una alianza en las luchas no poda sa-crificar las particularidades del movimiento indgena mientrasse alcanzaban los logros de un movimiento obrero o campesino(Rojas, 2000, entrevista). As, el discurso delPastusovari tanpronto como su popularidad en las asambleas. Su cambio fue elresultado de una tensin creciente por diferencias entre las or-ganizaciones indgenas, que tomara aos cambiar.

    COLABORADOROSOLIDARIO?

    SIBIENESCIERTOQUEESTANOFUEUNAPREGUNTAHECHACONSCIEN-temente (Fayad, 2000, entrevista), entenderla permitir acer-carse a la manera en que el movimiento indgena se construy

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    en el Cauca. Lo que se encontraba en juego en aquel momento

    no era simplemente la subordinacin de las organizaciones ind-genas a las organizaciones de izquierda ortodoxa, sino la acep-tacin del hecho de que el indgena existe y de que su situacinmarginal no se explica por una condicin de clase. Las posicio-nes al respecto tenan que ver con el proceso de insertarse enesta reflexin.

    Ana Beatriz Tamayo describe la relacin del movimiento so-lidario con el movimiento indgena como dedoble va. Lo quequiere decir que el movimiento solidario no exista al serviciodel movimiento indgena sino paralelo a l. Deba alimentar almovimiento indgena tanto como a expectativas de transforma-cin social de los solidarios (1984: 156). Pero los solidarios noeran un grupo polticamente homogneo, y aunque el movimien-to solidario no exiga renunciar a filiaciones polticas previas,aparentemente logr que distintas lneas polticas del liberalis-mo al trotskismo permanecieran sin interponerse en el avancedel movimiento (Rojas, 2000, entrevista). Es por ello que algu-

    nos solidarios prefieren hablar de un pensamiento crticoen vezde una posicin de izquierda, aun cuando el acercarse al movi-miento indgena, despus de aos de marginacin poltica ind-gena en manos del conservatismo y el liberalismo, llevabaimplcita una bsqueda alternativa (Fayad, 2000, entrevista). Estaconfluencia de lneas polticas deba lograrse, justamente, en elejercicio de conocer(Rojas, 2000, entrevista).

    En 1980, Mara Teresa Findji, lvaro Velasco, Luis GuillermoVasco y Vctor Daniel Bonilla, todos miembros del movimientosolidario, presentaron en un simposio, en el congreso de antro-pologa en Medelln, una propuesta poltica y metodolgica, re-sultado de la experiencia del movimiento. En ella Vasco introduceuna reflexin acerca del papel del cientfico social frente a lascomunidades indgenas, criticando la posicin del investigadorcomo sujeto frente a sus objetos de estudio los indgenas, exi-giendo la transformacin de tales relaciones que reproducenlas relaciones de dominacin existentes entre sociedad nacional

    y sociedad indgena a partir de una nueva perspectiva poltica,en la que las metas polticas del antroplogo se apoyan en elproyecto poltico indgena y viceversa, creando una relacinentre sujetos investigadores, superando las encrucijadas de lainvestigacin/accin/participacin (Vasco, 1983), que, como re-vela la ponencia de lvaro Velasco, fue el principio metodolgico

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    del cual partieron los ejercicios investigativos de los solidarios

    en este caso los mapas parlantes, una serie de mapas que re-presentaban la historia del territorio indgena desde la coloniahasta el presente (Velasco, 1983).

    Slo el movimiento solidario formul la intencin de cono-cercomo parte de la lucha, pero conocer no comoproduccinde conocimiento, sino como interaccin intelectual entre movi-mientos y actores sociales fue el ejercico al cual se vieron abo-cados, voluntaria o involuntariamente, quienes se involucraroncon la lucha indgena en el Cauca como solidarios o colaborado-res. Es por ello que en la actualidad algunos solidarios Vasco,Rojas y Rappaport, cercana al movimiento solidario se encuen-tran trabajando junto al Cric, pero esta situacin tom tiempopara desarrollarse (Caviedes, 2000: 78).

    Para entender ese desarrollo, en el proceso de recoger estasmemorias intent armar la historia del personaje que se me pre-sent en pedazos entre los testimonios de mis entrevistados.

    Junto con ellos, entre viejos documentos, encontr un manus-

    crito, que transcribo, con el cual quiero dar fin a lo que s delPastuso.

    CONSTRUIRELMOVIMIENTO

    Transcripcin del fragmento annimo (sin fecha):

    La asamblea del ncleo se acaba hoy. Se han preparado estrategiaspara las recuperaciones, pero los guambianos dicen que los solidariosslo podemos apoyarlas discutiendo las estrategias y denunciando lasituacin. No quieren que nosotros entremos a las recuperaciones.Tal vez sea mejor as para m, al menos despus del susto de ayer.Muy pocos durmieron despus de la asamblea de ayer (que seconvirti en un debate sin fin) y lo que pas despus. Cuando Palechor,uno de los lderes del Cric, decidi presentar la posicin del Cricfrente a la recuperacin de Las Mercedes, admiti su importancia,pero le reclam al cabildo de Guamba y Jambal que la mayora delas recuperaciones haban sido gracias al Cric. Bast que dijera esofrente a todos los que vinieron apoyando al cabildo de Guamba yJambal para que reventara una polmica que pens que no se iba aacabar. Todos los lderes se levantaban para hablar. Todo el mundoopinaba y en realidad yo no entenda lo que estaba pasando.

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    Cuando llegu aqu, ni siquiera era consciente de que habadiferencias entre los cabildos, pens que en la asamblea se iban aformular estrategias para todas las recuperaciones. Supongo que yomismo no saba lo que eso quera decir, pero uno siempre piensa enesas cosas como si en un movimiento social todos estuvieran en lomismo. Cuando fui a esas reuniones del movimiento solidario en launiversidad, varias veces escuch hablar sobre las diferencias entreel movimiento de Gobernadores Indgenas en Marcha y el Cric, peronunca entend que lo que Bonilla y Vasco y Mara Teresa Findjidefendan era una posicin de disidencia del Cric sino hasta ayer. Loraro es que muchos de los que llegamos de la universidad para apoyar

    esta recuperacin estamos apenas entrando en la discusin. Lo peorde todo fue cuando me pidieron que fuera relator de la asamblea deayer. Cmo poda recoger la discusin si apenas entenda lo que seestaba discutiendo?

    Entonces empez la parte ms complicada, porque de repente habados discusiones paralelas. Mientras los guambianos se peleaban conPalechor por las recuperaciones, Bonilla y Vasco peleaban con PabloTattay [colaborador del Cric] sobre la estrategia de recuperacin.Bonilla y Vasco decan que entrar finca por finca para presionar aldueo a que vendiera al Incora, que luego volvera a venderle al cabildo,

    era olvidar que esas tierras eran originalmente de los indios. Tattayresponda que entrar a las fincas y luego presionar para que esastierras fueran reconocidas como indgenas, peleando la legitimidadde las escrituras de los resguardos (que era la propuesta del resguardode Guamba y Jambal), no era una estrategia prctica. Deca quenadie reconocera unas escrituras notariales de principios de siglo. Alrato Bonilla estaba diciendo que la recuperacin con las escriturasera parte de la estrategia de luchar por derechos como pueblosindgenas, pero Palechor responda que esos eran discursosacadmicos, Vasco los acusaba entonces de haberse entregado al M-19.

    Uno de los guambianos, Muelas, le deca a Pablo que estaban actuandocomo politiqueros. Slo recuerdo fragmentos de las discusiones.

    Fue ah cuando interrumpi elPastuso. Yo no s mucho de l, peronunca lo cre alguien realmente preocupado o comprometido conesto. Ms me pareca un charlatn y siempre pens que estaba aquslo por jugar al mesas. Pero cuando lo escuch hablar ayer,simplemente me sent inspirado. Mientras hablaba tuve esa sensacinde que esa idea indefinible de la utopa de repente adquira sentidoy era tan clara que casi poda atraparla entre mis manos. Lo escuch

    decir que nosotros mismos estbamos ahogando al movimiento. Queesta discusin no tena sentido acaso no estamos todos aqu por lomismo?, pregunt, y luego dijo que no era slo un asunto de indios.Dijo que la emancipacin y el derecho de todos los pueblos se estabajugando aqu, que por eso haba gente no indgena aqu. Y finalmentedijo que haba que encontrar una forma de jugar juntos. Y entoncesvino la peor parte.

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    En la recuperacin haba infiltrados de tal vez todos los movimientosarmados, miembros de organizaciones campesinas, sindicatos,organizaciones estudiantiles y casi cualquier organizacin polticaimaginable. As que no s cmo los terratenientes organizaron aquelintento por sacarnos, pero lo cierto es que antes de que elPastusoterminara de hablar, una avalancha literal de ganado que se extendapor el horizonte hasta donde la vista alcanzaba, en una carreradesesperada, se vino encima de quienes estbamos acantonados enla recuperacin de Las Mercedes. No hubo tiempo para pensar ennada, sino correr. Pero antes de que reaccionsemos, elPastusosaltsobre Vasco y, arrebatndole de las manos las escrituras notariales,

    corri en direccin hacia la avalancha vacuna gritando, mientrasagitaba los papeles en el aire: Esto no significa nada!.

    Para entonces el ganado estaba tan cerca y vena a tanta velocidad,que ni siquiera Vasco vacil para recuperar los papeles, todoscorrimos despavoridos sin mirar atrs, sintiendo el piso temblarbajo nuestros pies por la incontenible fuerza de aquel ganado.Corrimos hacia algn rbol y yo tuve la suerte de que un guambianome ofreciera su mano para escalar un rbol y esperar ah, temblando(el rbol y nosotros), mientras las vacas corran, se estrellaban unascontra otras y acababan con todo a su paso. Y no bajamos de los

    rboles sino hasta que anocheci...

    IMAGINACINHISTRICA?

    ALCORROBORARLAVERACIDADDELTEXTO, VASCOAFIRMQUETATTAYnunca haba estado en la discusin (2002, comunicacin per-sonal). Tattay dijo que l no haba discutido con Vasco o Bo-

    nilla (Tattay, 2002, comunicacin personal). Tambin que en LasMercedes haba slo algunos toros de lidia (Vasco, 2002, comu-nicacin personal), aunque Lucero Gmez describi una mana-da de ganado que arremeti contra la asamblea, pero ella ubicel hecho en otro lugar del Cauca (Gmez, 2000, comunicacinpersonal). Pero la historia es resultado de testimonios de aque-llos que estuvieron involucrados en los procesos de recupera-cion de tierras del movimiento indgena en el Cauca, entre las

    dcadas de 1970y 1980. El personaje, real o ficticio, se envuelveen la atmsfera, sufre las mismas confusiones, y finalmente seve obligado a tomar decisiones y posiciones, como sucedi conquienes entrevist, en especial con Fayad, Castro y lvarez, cuyaexperiencia y posicin sobre la lucha y el movimiento solidariodifieren de aquella de Vasco y Bonilla, pues aunque reclutados

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    por estos nunca fueron disidentes del Cric. Algo similar sucedi

    conmigo, en una bsqueda que exiga de m una posicin anlo hace. Al analizar el texto La formacin de la clase obrerainglesa de Thompson, Rosaldo sostiene que el estilomelodra-

    mticode Thompson es una estrategia de descripcin histricaen la que Thompson se sita l mismo y exige al lector hacer-lo del lado de aquellos sobre quienes escribe, evitando conver-tirlos en objetos de estudio (Rosaldo, 1991: 132). Este fragmentoficticio o real no es un capricho literario. Es una posicin frentea la discusin y una exigencia a usted, amigo lector. Tambin es

    un intento por trascender formas de escritura que reduzcan estetexto a una comunidad acadmica, porque su intencin es tantoser un aporte a la antropologa como al movimiento indgena,reconstruyendo una reflexin que ha transformado a ambos. Talvez, algn da, nuevas generaciones de lderes indgenas leanestas lneas.

    ANTROPOLOGAYMOVIMIENTOINDGENA

    ESPOSIBLEQUETULIOROJAS (2000, ENTREVISTA) TUVIESERAZN ALdecir que la diferencia entre el Cric y el Movimiento de Auto-ridades fue que el segundo decidi llevar la lucha ligado a

    otros movimientos sociales pero de manera autnoma, mien-tras el Cric lo hizo entrelazndose con una izquierda ms orto-doxa (Rojas, 2000, entrevista). Es definitivamente cierto, que

    el Cric son las comunidades organizadas y en lucha, comodeclararon las mismas a finales de los aos 1970(Bonilla, 2000,entrevista; Vasco, 2002: 217). Pero si el Cric realmente abandonsus principios por articularse a la izquierda, por qu continusiendo importante para una gran cantidad de comunidades yparticip en muchas otras recuperaciones? Y si los cabildos deGuamba y Jambal junto a los solidarios crean realmente queel Cric eran las comunidades organizadas y en lucha, por qucrear una organizacin paralela?

    Mientras los muchos solidarios y colaboradores, as comolos cabildos de Guamba y Jambal, estaban envueltos en la dis-cusin sobre cul era la posicin legtima que deba asumir elmovimiento indgena, las comunidades estaban llevando a cabouna discusin por su propia cuenta, en la que con discurso o sin

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    l definieron su papel en la lucha, en las recuperaciones y en su

    relacin con otros movimientos sociales. En el resguardo de LaLaguna, la comunidad entiende que la recuperacin del resguar-do ocurri gracias al Cric, que la escuela bilinge elementocentral de la vida comunitaria existe gracias al Cric, incluso elcabildo es el resultado de la gestin del Cric. Pero quienes estu-vieron en la recuperacin fueron ellos mismos, quienes constru-yeron y mantienen la escuela son ellos mismos. Ellos fueron elCric, en la medida en que se comprometieron con las reivindica-ciones que reclam en su nacimiento. Si el comit ejecutivo se

    alej de las comunidades, provocando la separacin de algunoscabildos, las comunidades fueron las que moldearon la recons-truccin del Cric para mantener una lucha, aliada a otros movi-mientos, sin renunciar a las particularidades por las que elmovimiento indgena en el Cauca haba nacido. Reducir el mo-vimiento indgena a la discusin entre solidarios y colaborado-res sera un error definitivo, como me advirti Tattay (2000,entrevista). Pero en ella hay profundas pistas sobre el papel de

    la antropologa en el proceso.Gros narra cmo su acercamiento a los movimientos socialesfue motivado por una aproximacin algo titubeante a la teo-ra marxista, que pareca apropiada a la descripcin de la Co-lombia rural de las dcadas de 1960y 1970. Ese acercamiento lollev, lentamente, al movimiento indgena de Cauca (2000: 19,20). Pero una vez all una mezcla de corrientes tericas le incli-naron a definir el movimiento desde el concepto deidentidad,replantendolo hacia una accin: aquella de un grupo dado, de

    un actor que se moviliza. La identidad se vuelve una relacin,se remite a otros actores, a diferentes poderes y a una totalidad(Gros, 2000: 40). Se trata de una identidad dinmica, que sloera posible entender en interaccin con el estado y otros movi-mientos sociales.

    Pero el replanteamiento de Gros sobre la identidad es el quehaban elaborado previamente las comunidades y sus colabora-dores o solidarios. Y va mas all, cuando el movimiento indge-

    na, que confronta al estado y su poltica frente a los indgenascomo comunidades marginales, confronta tambin a otros mo-vimientos sociales apropiando sus discursos sobre transforma-cin de la sociedad, sobre confrontacin a la clase burguesa yal sistema capitalista como en la plataforma poltica del Cricpresentada en 1978, pero matizndolo con un discurso mtico,

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    con cabildos, con una relacin tradicional y ancestral con la

    tierra sin la que el indio no existe. Aparece entonces el dis-curso de recuperar la tierra para recuperarlo todo (Castro, 2000,entrevista; Gobernadores Indgenas en Marcha, 1981). Un recla-mo no slo jurdico y econmico, sino la reivindicacin de unasituacin cultural y la expectativa de decidir, autnomamente,sobre el futuro de tal situacin; la posibilidad de mantener ytransformar autnomamente hacia el futuro esas lenguas, esastradiciones, esas formas de pensamiento cuyo presente era elresultado de una serie de relaciones de poder desigual entre co-

    munidades indgenas y sociedad nacional. Una identidad quevolva al pasado y ligaba a la tierra, para proyectarse hacia elfuturo y a la sociedad nacional

    La intencin de este texto no es demostrar que Vasco y Boni-lla haban descubierto a principios de la dcada de 1970lo queaos ms tarde empiezan a sostener los autoresposmodernos.Sostengo que la reflexin sobre la relacin entre sociedades in-dgenas y sociedad nacional no se llev a cabo sino debido a la

    necesidad de transformar las relaciones de poder entre ambas ydentro de ambas, y que la antropologa, contrario a lo que afir-ma Vasco (2002: 172) hizo parte de ello, si bien no siempre gra-cias a los antroplogos mismos. Mientras se cuestionaban lasrelaciones de clase en la sociedad nacional, se cuestionaba tam-bin la posicin de indgenas y campesinos en el esquema declases (Gros, 1991: 19, 20) que, a su vez, se extenda hacia la rela-cin entre bases y lderes, e incluso a un cuestionamiento derelaciones de poder entre movimientos sociales. La reflexin

    antropolgica permiti en este espacio crear una comunin en-tre proyectos polticos opuestos uno modernizante, otro tradi-cional y una comunin entre movimientos sociales y actoressociales intelectuales, campesinos, sindicalistas e indgenas.Y esta reflexin, que se dio en el campo y no en las oficinas deacadmicos ingeniosos, empez a manifestarse en los textosde algunos antroplogos (Vasco, 1980; 2002: 202; Rapapport, 1990:25; Gmez, 2000: 30-33).

    En la actualidad, las posiciones del Cric y Aico han cambia-do, y mientras el Movimiento de Autoridades se desvanece enla contienda electoral el Cric adelanta una poderosa poltica deeducacin que le permite proyectarse hacia el futuro sin diluir-se en el estado, como despus de la constitucin de 1991ha su-cedido con parte del movimiento. Y aquellas diferencias entre

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    solidarios y colaboradores parecen superarse en la medida en

    que quienes alguna vez estuvieron una posicin disidente comoVasco y Rojas se han alejado del Movimiento de Autoridadespara aceptar y hacer parte hoy del proyecto de educacin ind-gena del Cric. Esta poltica de etnoeducacin, que Vasco criticahoy como parte de la captacin del movimiento (Vasco, 2002:161, 162), es justamente el espacio en donde contina la luchacon mayor fuerza, pues es all donde, al confrontar el conoci-miento indgena y la educacin occidental, los maestros indge-nas tienen y ejercen la posibilidad de superar la relacin desigual

    de poder entre sociedad indgena y sociedad nacional. Ello nose da sin problemas, naturalmente (vanse Rappaport, 1998: 27;Gros, 2000: 11), pero ya Gramsci haba anotado que la educa-cin puede ser tanto un espacio de imposicin de la ideologadel estado como de confrontacin y transformacin de la mis-ma (Gramsci, 1998: 82-84). He aqu un nuevo reto para la antro-pologa, que el movimiento indgena ha decidido aceptar. Loharn los antroplogos?

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    Entrevistas

    RUBIELA LVAREZ, 2000.

    VCTOR DANIEL BONILLA, 2000.

    RAL CASTRO, 2000.JOSROBERTOCHEPE, 2000.

    JAVIERFAYAD, 2000.

    LUCEROGMEZDELCORRAL, 2000

    PABLO TATTAY, 2000.

    TULIO ROJAS CURIEUX, 2000.

    LUISGUILLERMOVASCO, 2000.