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Capítulo 1:

El contexto del mundo

en la época del Concilio

Vaticano II

ESQUEMA

1.1. Características del mundo en el momento del Concilio Vaticano II

1.2. Los factores que provocaron la convocación del Concilio

1.3. El aporte específico del P. Ricardo Lombardi

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Es importante tener presentes las coordenadas culturales e históricas del mundo, con las

que se confrontó el Concilio en los años 60, para entender mejor la novedad y los núcleos

determinantes del Concilio Vaticano II. Un Concilio no es sólo fruto de una decisión

coyuntural. Obedece, generalmente, a una exigencia de cambio provocada por la conciencia

de estar viviendo nuevos tiempos, aunque sobrevivan las características de los tiempos

anteriores. Al hablar de la “época” del Concilio Vaticano II será necesario caracterizarlas,

desde dos puntos de vista: las épocas culturales que se entrecruzan en la mitad del siglo XX y

los acontecimientos más coyunturales que condicionan un momento histórico. Esta es la

razón de la distinción de dos aspectos complementarios: las características culturales y los

hechos históricos, que constituyen el contexto en el que se desarrolla el Concilio Vaticano II.

1.1. Características del mundo en el momento del Concilio Vaticano II.

Para iniciar, es importante delimitar las posibilidades de señalar las características del mundo de aquel momento histórico. Una vía es la de los hechos coyunturales, que se presentan en un determinado período de la historia. La otra vía son las características culturales, que son más amplias y que, en cierta manera, pueden dar razón de las causas profundas de los mismos hechos coyunturales. Asumimos esta segunda línea porque ayuda a entender mejor no sólo lo que ocurre en el mundo, en una época determinada, sino también lo que le ocurre a la Iglesia, en cuanto inmersa en ese mundo.

Con mucha frecuencia se caracteriza genéricamente el contexto del Concilio Vaticano II, con la tendencia de la “secularización”, especialmente en el ambiente europeo. Sin embargo, este es sólo un aspecto que comienza con la ilustración, pero es insuficiente para comprender estructuralmente las formas de pensar y de obrar de las sociedades en esta época. Por eso, según el parecer de varios pensadores y analistas, resulta más englobante situar el contexto del Concilio, dentro de las grandes coordenadas de los cambios de época, con los conceptos de pre-modernidad, modernidad, post-modernidad.1

1.1.1 Las épocas culturales que estaban en juego en tiempos del Concilio

Un primer análisis del contexto en la época del Concilio Vaticano II es la caracterización del

contexto cultural… es decir, las corrientes de pensamiento dominantes en este tiempo, que

estructuran un modo de pensar, de sentir y de obrar de poblaciones enteras. Dicho de otra

manera, se trata de identificar las grandes características estructurales, que dan razón de

muchas realidades, no sólo de la Iglesia sino también de las sociedades…

La afirmación espontánea y lógica, que se puede hacer, es que el mundo ante el cual se

encuentra el Concilio Vaticano II es el mundo de la ‘modernidad’. Pero en sectores

significativos de la sociedad, o en los inconscientes colectivos de los pueblos, sobreviven

formas de pensamiento y modos de obrar que vienen de la época anterior y que se

denomina la ‘pre-modernidad’.

1 Conceptos como modernidad, post-modernidad y modernización tienen hoy un gran peso en los

modelos de autointerpretación de las culturas de los últimos siglos. Vienen a desplazar o complementar el términos, antes preferido, de “secularización”, que designa el proceso, iniciado con la Ilustración, de ‘pérdida de sentido en áreas de la vida cada vez más extensas’. (F.X Kaufmann, Religion und Modernität, 213). (M. KEHL, La Iglesia. Eclesiología católica, Santander: Sal Terrae. 1997, p. 151).

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Es por eso que presentamos a continuación algunas características, de manera muy

sintética, de estas dos grandes épocas culturales, para poder entender mejor el contexto

más amplio en el que se desarrolló el Concilio Vaticano II.

1.1.1.1 La Pre-modernidad

Generalmente se fija la pre-modernidad en el período que va entre los siglos V o IV A.C. y los

siglos XIII y XIV D.C.

“Llamaremos pre-moderna a la sociedad regida por unos principios jerárquicos -que determinan las identidades y estructuran las relaciones humanas- que se pretenden naturales y esenciales, y se legitiman recurriendo a argumentos sobrenaturales. Estos principios indican, a los individuos, lo que son y lo que deben ser, y definen su comportamiento en función de su clase, religión, sexo, familia, etnia, clan, etc. El individuo no aparece, a la vista de los demás, en tanto que ser humano, sino “en tanto que esto o aquello”, en función de un atributo, como algo concreto, particular que oculta su singularidad. No es que no existan individuos singulares, es que la singularización (que no forma parte del ser y la esencia de los individuos) se identifica con lo arbitrario, lo contingente, es sinónimo de desvío y extravío, de desnaturalización, de corrupción. En este contexto, las pertenencias lo son “de nacimiento”, parecen naturales y esenciales, forman parte del orden natural del mundo. De manera que, las desigualdades no lo son sólo de hecho, sino también de derecho. Para que resulte asumible, que la posición de un individuo en la categoría social quede atribuida desde el mismo nacimiento, se otorga un fundamento religioso a la injusticia, que permite gratificar la dependencia y castigar el desorden: la desobediencia es, además de contra

natura, pecado y la crítica es blasfema. Lo natural (físico y normativo) es así considerado sobrenatural, lo que efectivamente es, se identifica con lo que debe ser.”2

Esta fase coincide, en muchas sociedades, con el tiempo del feudalismo, y por lo mismo de

los señores feudales, y de la esclavitud de la gran masa del pueblo. Corresponde, en general,

a las sociedades agrícolas donde la relación dominio/sumisión es determinante para la

organización social y para la sobrevivencia.

La vida aquí depende de la organización social autoritaria, pues sin autoridad no hay forma

de organizar la agricultura con los riegos y la producción de granos. La autoridad absoluta es

condición fundamental e indispensable para la vida, es fuente de vida para el pueblo.

“Por tanto la vida se concibe como sumisión: quien obedece tiene vida, quien desobedece se cierra a la vida. Someterse es participar en la existencia cuya cualidad humana la posee la autoridad suprema. El primer elemento del patrón cultural que genera la mitología agraria es la relación de sumisión, la relación de «mandato/obediencia”. Desde este esquema se genera una intepretación de la

2 Publicado por R. Salas en el Blog 25 ft. Orientaciones: Tomado del Internet 9/1/2011:

http://25ft.blogspot.com/2007/12/premodernidad.html

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totalidad de la realidad: todo lo que existe y tiene vida procede de la sumisión, procede de la palabra, del mandato de la autoridad.”3

Desde este esquema cultural se ubican y se explican, según Corbí, las diversas realidades de

las sociedades agrarias de riego:

* Dios, es el supremo señor, la plenitud absoluta de la realidad. De él procede el

cosmos, toda realidad y toda vida. Él los crea emitiendo un mandato. Por tanto,

recibir un mandato es recibir el poder del ser;

* la sociedad está jerarquizada en todos sus niveles, incluso el familiar. Quien tiene

más poder es superior porque tiene más realidad;

* el trabajo es sumisión a los que mandan;

* la moral es sumisión a lo que está establecido;

* la verdad es aceptación/sumisión de lo revelado;

* la totalidad de la realidad está concebida como una pirámide: de la cúspide procede y

desciende el mandato y con el mandato, la vida y la existencia.4

Desde esta estructura cultural de las sociedades agrarias, es posible entender mejor la

afirmación y convicción, que la pre-modernidad es la época en que lo que tiene

reconocimiento y predomina es lo que está fuera de la persona, lo “objetivo”, la “verdad en

sí”, el «objetivismo”, que surge de una sociedad piramidal en la que el «sujeto” no es

autónomo. Su vida depende de los dioses y de las autoridades.

1.1.1.2 La Modernidad

Se sitúa especialmente a partir del S. XV. De los diversos modos de identificar la modernidad,

desde el punto de vista cultural, hemos asumido la siguiente descripción que nos sirve para

el objetivo de este estudio:

“Llamaremos modernidad al momento histórico en el que los principios jerárquicos, que determinaban las identidades y estructuraban las relaciones humanas en la premodernidad, perdieron su carácter sobrenatural y comenzaron a parecer naturales, en el mero sentido de habituales, en cuanto convenciones, es decir, diferencias de hecho, no de derecho. La modernidad no suspendió las jerarquías pre-modernas, pero sí arrojó la sombra de la sospecha sobre su supuesta naturaleza originaria o supra-terrenal. La modernidad es pues un proceso de secularización y desacralización revolucionario, en la medida en que atentó contra la autoridad, y lo hizo, como no podía ser de otro modo, cargando contra el telón de fondo de la tradición ante la que aquella cobraba sentido. La ruptura de la continuidad de la tradición abrió las puertas a una sociedad progresista, cuyos evidentes logros iniciales se fundaron en la caracterización de los viejos credos, como prejuicios, y en su sustitución por unos descubrimientos sin pasado, cuya autoridad, por primera vez, sólo se cimentaba en el futuro, en lo que habría de venir.

3 Mariano Corbí. Religión sin religión. Pp. 21-22, Ensayo tomado de Internet 8/10/2011:

http://servicioskoinonia.org/biblioteca/general/CorbiReligionSinReligion.pdf 4 cfr. Ibid. Pp. 22-23

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La desacralización de las jerarquías (y sus lazos de dependencia) plantea que el ser humano, en tanto que ser humano, es portador al nacer del derecho (la obligación) a la libertad, a decidir sobre su destino. La modernidad inyecta suspense a la realización de la vida humana, desvirtúa la identidad al proyectarla hacia el futuro, en función de la capacidad del ser humano para convertirse en lago diferente a sí mismo y la convierte en mera idiosincrasia. Los individuos se despersonalizan y se personalizan.”5

Los diversos autores coinciden en caracterizar a esta época en cuatro grandes revoluciones:

la revolución científico-técnica, la industrial, la cultural y la democrática. Así las describe I.

Gastaldi, basado en recientes publicaciones sobre la modernidad:

“La revolución científico-técnica comenzó en el Renacimiento. Cuando se separó la Física de la Filosofía, se fueron descubriendo las leyes de la naturaleza que, traducidas en fórmulas matemáticas, permitieron el dominio del mundo. A finales del siglo XVIII se llegó a la revolución industrial: comenzaron las fábricas a producir ‘en serie’, la gente se concentró en las ciudades; poco a poco se fue considerando el lucro como motor del progreso, comenzó el capitalismo, la libre concurrencia, las luchas sociales... Sobre la ruina del Estado Feudal surgió la burguesía. La revolución cultural sucedió en el ‘siglo de las luces’ (el siglo XVIII). Se desprestigió la tradición, se pasó del ‘Magister dixit’, al ‘Sapere aude’, según la aguda observación de Kant: ‘Atrévete a guiarte por la sola razón’. La revolución democrática se manifestó, sobre todo, en el paso de las estructuras jerárquicas a la democracia representativa. Simultáneamente comenzó a hablarse de los ‘derechos humanos’”6.

Estas cuatro revoluciones producen un cambio significativo, en la manera que la persona se ubica y se comprende. De un sujeto más relacionado con su entorno natural y mítico-religioso, inicialmente a la percepción al de sujeto autónomo y posteriormente, al sujeto inmerso en la historia. Así lo describe Iñaki Urdanibia:

“La modernidad surgirá con la idea de sujeto autónomo, con la fuerza de la razón, y con la idea del progreso histórico hacia un brillante final en la tierra. Dicho pensamiento se constituye en dos tiempos: el primero será el período que va desde el Renacimiento a la Ilustración. La tesis clave de dicho período será la tesis del sujeto: “todos los sees humanos son, por naturaleza, esencialmente idénticos entre sí”; de esta tesis se desprende una cierta idea de universalidad y de identidad; el segundo tiempo iría desde el romanticismo hasta la crisis del marxismo, “la tesis fundamental no es ya la del sujeto, sino la de la historia”, y de ella se desprenderá una cierta óptica relativista. El sujeto pasará a ser pensado “desde categorías colectivas”: la nación, la cultura, la clase social, la raza. Dentro de la tesis historicista, tomarán cuerpo el nacionalismo y el socialismo como las dos grandes y principales versiones políticas”.7

El anterior análisis permite hablar, pues, de dos grandes momentos de la modernidad que

tienen matices especiales: la “primera modernidad” más directamente caracterizada por el

«subjetivismo” individual, entendido como el gran valor que se da a los sujetos, y por

5 Publicado por R. Salas en el Blog 25 ft. Orientaciones: Tomado del Internet 9/1/2011:

http://25ft.blogspot.com/2007/12/modernidad.html. 6 I. F. Gastaldi. Modernidad y posmodernidad y ‘nueva era’, en: Medellín 92 (1997) 601. 7 Iñaki Urdanibia. Lo narrativo en la postmodernidad, en Gianni Vattimo (Ed.), en: En torno a la

postmodernidad, 51-52.

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consiguiente, el énfasis en la universalidad e identidad; la “segunda modernidad” más

caracterizada por el “naturalismo y el realismo”, en el que comienza a plantearse la

posibilidad de un sujeto colectivo, pero en la que aparece al mismo tiempo la tendencia

hacia el relativismo.

Hasta aquí, queda planteada la pregunta: si en el mundo, en general, se vivía una mezcla de

las dos grandes énfasis culturales: la pre-modernidad y la modernidad, ¿En qué lugar se

ubicó la Iglesia entre los Siglos XVI y XX? ¿De qué lado estaba la Iglesia en general, en su

aspecto más institucional, con su teología, su organización, su legislación? Son preguntas,

que se van a definir mejor en los apartados siguientes, en la medida en que se vean los

hechos que motivaron la convocación y realización del Concilio Vaticano II.

1.1.2 Los hechos históricos más sobresalientes en el contexto del Concilio Vaticano II

El anuncio del Concilio Vaticano II realizado por el Papa Juan XXIII, el 25 de enero de 1959, es considerado, por los periodistas y luego por los historiadores, como un gesto de tranquila audacia para pasar “de las seguridades de la inmovilidad a la fascinación de la búsqueda”8. Juan XIII, en su larga experiencia diplomática había experimentado la necesidad de un cambio epocal de la Iglesia. En efecto, “Roncalli era sensible y estaba atento a los síntomas de la evolución de la situación mundial, caracterizada por el acelerado fin del colonialismo –el cual afectaba la condición humana de, al menos, tres continentes- y de la inminente, aunque inadvertida, superación de la guerra fría”9. A continuación en la obra citada se señalan algunos hechos significativos de esta evolución de la situación mundial: confrontación entre el bloque soviético y el bloque de occidente: la guerra de Corea (1950), el bloqueo de Berlín con la construcción del muro (1961), la crisis de Cuba (1962). En los países del norte se estaba dando una nueva fase de industrialización y la correlativa reducción de las culturas agrícolas; en los continentes en los que predominaba el régimen colonial, los fermentos de independencia y el anhelo del disfrute económico eran cada vez más fuertes.

En los ambientes en los que había una fuerte presencia de cristianos, frente a la extendida opinión de que las Iglesias no podían hacer otra cosa que sostener el compromiso anticomunista del bloque occidental, se contraponía la creciente inquietud de que la antigua reciprocidad entre las instituciones políticas y las Iglesias estaba llegando a su fin.

Desde el punto de vista cultural, resulta significativa la caracterización que se hace, en la obra que estamos citando, de la significación del Código de Derecho Canónico del 1917:

“La Iglesia católica pronto se descubre no preparada para el Concilio. La reflexión doctrinal e institucional, sobre un concilio general, estaba frenada al menos un siglo antes. En 1917 el Código de derecho canónico en los cánones 222-229 había realizado, a su vez, una unión sustancialmente híbrida entre la tradición medieval y moderna con los datos surgidos con ocasión del concilio Vaticano I de 1870. ¿El modelo diseñado allí era adecuado para integrar el nuevo concilio, con los grandes cambios culturales, sociales, políticos acontecidos ahora? La doctrina canónica se

8 Así se titula el Capítulo I del Vol I en la obra Storia del Concilio Vaticano II, dirigida por Giuseppe

Alberigo. Bologna: Peeters / il Mulino. 1995, pág. 19. 9 Giuseppe Alberigo. Storia del Concilio Vaticano II. Vol. I: Il cattolicesimo verso una nuova stagione.

L’anuncio e la preparazione. Bologna: Peeters/ il Mulino. 1995, pág. 22.

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había estancado perezosamente sobre esas instituciones, dejando pasar el tiempo para profundas reelaboraciones”.10

1.2. Los factores que provocaron la convocación del Concilio

Después de haber recordado los contextos culturales e históricos en los cuales se enmarca el acontecimiento del Concilio Vaticano II, se identifican ahora los hechos inmediatos que dan razón de la convocación y de la realización del Concilio.

1.2.1 La significativa biografía de Angelo Giuseppe Roncalli.

Habiendo visto que la Iglesia católica, desde el punto de vista de la reflexión doctrinal y jurídica (Código de Derecho Canónico de 1917), no tenía condiciones favorables para acoger un concilio general en consonancia con los grandes cambios de la época, es preciso reconocer qué otros factores contribuyeron a la convocación del Concilio. Revisando la manera como G. Alberigo explica los primeros pasos de la convocación, el anuncio del Concilio lo define como “un gesto de tranquila audacia”.

Un gesto con estas connotaciones exige un protagonista. Por eso puede ser muy evocador retomar, sintéticamente la biografía de Angelo Giuseppe Roncalli, para descubrir los gérmenes que iban a determinar la exigencia de convocar un Concilio. Es lo que corresponde al título 1.2 del primer capítulo de la obra de G. Alberigo: ¿Por qué un Concilio?11:

Teniendo como punto de referencia el hecho del anuncio del Concilio, calificado por el mismo Juan XXIII en diversos momentos, como un “relámpago de suprema luz”, como una “iluminación imprevista”12, o como “una inspiración celeste” considerándola como don de Dios... estas formulaciones típicamente espirituales reclaman una personalidad y una historia concreta. He aquí algunos datos biográficos:

- Nacido en una familia patriarcal, poseía una formación tradicional; de familia numerosa, pero con medios económicos muy exiguos, creció en un ambiente de solidaridad en el compartir.

- Entre 1915 y 1918 presta servicio militar, primero como enfermero y, luego, como capellán militar.

- Entre 1921 y 1925 en Roma fue encargado, como presidente de la Obra para la propagación de la fe en Italia, de recoger fondos para las misiones.

- De 1925-1934, enviado por Pío XI, fue visitador apostólico en Bulgaria, experiencia que lo orienta hacia una concepción rica y abierta de la unidad cristiana, lejana del ‘unitarismo’ y el ‘uniformismo’ eclesial.

- De 1945 – 1953 es Nuncio apostólico en París, en un ambiente rico de fermentos y lleno de problemas, aumenta el bagaje de experiencias y dilata aún más los horizontes para un compromiso pastoral, que ejercerá en Venecia y luego en Roma.

- Ya elegido Papa, el 23 de noviembre de 1958, en la toma de posesión de la basílica de San Juan de Letrán, como obispo de Roma, subraya gentilmente lo que sus predecesores

10 Ibid. Pág. 23. 11 Ibid. Pág. 24-33. 12 En la obra de Alberigo, dentro de las referencias a estas expresiones espirituales se cita, en la nota 14 el

testimonio del P. Ricardo Lombardi cuando cuenta en su Diario la entrevista realizada con Juan XXIII el 23 de diciembre de 1961 y donde el mismo Papa habla del anuncio del Concilio como algo de inspiración divina (Cfr. G. Zizola, Il microfono di Dio. Pío XII, P. Lombardi e i cattolici italiani , Milano. 1990, pp. 444-445.

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habían omitido, para insistir que el papa es efectivamente, y no solo simbólicamente, obispo de la Iglesia que vive en Roma.

- Los fermentos, que atravesaron el mundo cristiano durante toda la primera mitad del S. XX, pudieron haber orientado a Roncalli hacia la oportunidad de un concilio: desde los proyectos de las iglesias “ortodoxas” orientales, hasta las propuestas varias de retomar los trabajos del concilio Vaticano I, interrumpido en 1870.

Este camino biográfico de Angelo Roncalli conduce a esta conclusión: “Por lo tanto la convocación del nuevo concilio es fruto de una convicción personal del Papa, lentamente asimilada en su espíritu, fortalecida por otros y, en fin, convertida en decisión consciente e irrevocable en el trimestre sucesivo a la elección al pontificado. Una decisión libre e independiente, como quizás jamás se había verificado en la historia de los concilios ecuménicos o generales. Una convocación que no fue precedida por conveniencias diplomáticas ni por consultas formales eclesiásticas y que por lo tanto tomó a todos por sorpresa: a amigos y adversarios, dentro y fuera de la Iglesia católica, en el vértice como en la base”.13

1.2.2 El contexto socio-político en el que vivió Angelo Roncalli y se gesta el Concilio.

Desde luego, la decisión personal y libre de Juan XXIII de convocar un Concilio hay que comprenderla, por una parte, en su propia biografía, por otra en el contexto histórico que recordamos de forma sintética, a fin de entender mejor las tendencias históricas, sociales, políticas y también religiosas y teológicas, que explican el porqué del Concilio Vaticano II.

De los aportes de los Grupos Locales del Movimiento por un Mundo Mejor para esta reflexión, tomamos algunos elementos, a fin de ofrecer una mirada desde otras sensibilidades de fuera de Europa. Tomamos expresamente, en síntesis, los elementos del contexto histórico ofrecidos por Gustavo Morello, en el artículo “La gestación del Concilio”, publicado en la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y sociales14.

- A comienzos del siglo XX, la Iglesia se percibía a sí misma como una “sociedad perfecta”. El proyecto eclesiástico político subyacente era el de la restauración de la cristiandad.

- Hacia los años treinta surgieron distintas asociaciones seculares destinadas a ser el “brazo de la jerarquía” en la vida civil: la Juventud Obrera Católica (JOC), la Acción Católica Estudiantil, Universitaria, etc. De la Acción Católica surgirían la mayoría de los grandes dirigentes que tuvo la Democracia Cristiana.

- Muchas personas descubrieron un espacio de participación pública, como cristianos, a través de este tipo de iniciativas. Este impulso recibió un aporte muy importante desde el campo intelectual con la aparición de un “neotomismo” que quería dialogar con el pensamiento contemporáneo, encarnado en las figuras como Jaques Maritain (18822-1973) y Jean Guitton (1901-1999). Los seglares que recibían esta formación teológica, poco a poco, se fueron haciendo críticos de la política de “gueto” y comenzaron a plantearse la idea de ser un grupo que, valorando la modernidad, intentará transformar las estructuras de la sociedad.

- La Segunda Guerra Mundial fue una catástrofe que cambió Europa y repercutió de múltiples maneras en la vida de la Iglesia: el fracaso de la mentalidad del progreso

13 Op cit. Alberigo. 1995, pág. 30. 14 Gustavo Morello. La gestación del Concilio en: Revista Mexicana de ciencias Políticas y Sociales. Enero-

abril, año 2007/ Vol XLIX, no. 199. Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 81-104.

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indefinido, la destrucción del continente más civilizado y la crítica del individualismo, significaron el nacimiento de valores trascendentales y plantearon a la Iglesia la necesidad de revalorizar el mundo y reconocer los valores de la modernidad. Si quiere proponer a este mundo lastimado, el mensaje del amor y la esperanza cristiana, tiene que dialogar con él, escucharlo, comprenderlo. Este marco contribuyó también en la convocatoria al Concilio Vaticano II. Fue el dolor de la guerra lo que hizo a la Iglesia mirar al mundo con otros ojos15.

- La teología occidental supone, desde hace siglos, una filosofía. Numerosos autores pedían a la teología una reconciliación con las diversas corrientes de la filosofía contemporánea, una relectura de la tradición y las Escrituras a la luz de los problemas del hombre moderno, de su pensamiento y sus preocupaciones. La reorientación antropológica de la reflexión dogmática se fue dando en parte por los estímulos de las discusiones filosóficas del momento, en torno a autores como Goerg W. Hegel (1770-1831), Soren Kierkegaard (1813-1855), Karl Marx (1818-1883). Edmund Husserl (1859-1938), Martin Heidegger (1889-1976) y Jean Paul Sartre (1905-1980). La influencia de las filosofías personalistas y existencialistas se tradujo en un nuevo modo de entender la conciencia humana, como un espacio de encuentro íntimo con Dios en el que la persona ejercía su libertad. Esta libertad de la conciencia frente a la ley se manifestó en obras de autores cristianos, que se comprometieron por las luchas del ser humano que busca su libertad, tales como François Mauriac (1885-1970), Georges Bernanós (1888-1948) y el propio Maritain. En el diálogo con el pensamiento moderno, la teología descubrió nuevos objetos de estudio, temas que los teólogos de otros tiempos no se habían planteado. El redescubrimiento de Hegel y la preocupación marxista por el “sentido de la historia”, por ejemplo, hicieron que muchos pensadores católicos se preocuparan por lo que podía aportar a la reflexión católica esta perspectiva descuidada por la teología tradicional, encerrada en el estudio de las esencias. Todas estas tendencias se consolidaron en torno a los trabajos de un grupo de teólogos16 englobados bajo la denominación de la “Nouvelle théologie”.

- La preocupación de algunos miembros de la Iglesia, por acercarse a la realidad del mundo moderno, se vio impulsada decididamente por Juan XXIII (1881-1963), quien renunció francamente al proyecto de restaurar una cristiandad de tipo medieval. Angelo Roncalli había desarrollado una intensa actividad como diplomático en Paris, Turquía y Bulgaria que le permitió tomar conciencia de la brecha que existía entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. Se dice que esa “traumática experiencia” vivida, no contada, por el propio Roncalli le marcó profundamente y que fue lo que le abrió a la acción del Espíritu de forma que pudiéramos decir, que el Concilio no fue tanto una decisión racional, cuanto una experiencia espiritual de una caridad universal.

Hasta aquí la síntesis de la descripción de la realidad hecha por Gustavo Morello en el artículo anteriormente citado.

1.2.3 El contexto eclesial en la primera parte del S. XX: gérmenes de renovación

En la secuencia de los factores que explican la convocatoria del Concilio Vaticano II se ha destacado, en primer lugar, la propia biografía de Angelo Roncalli y, en segundo lugar, el

15 En este ambiente podemos ubicar la sensibilidad y luego la propuesta del P. Ricardo Lombardi con sus

diversas propuestas de reforma de la Iglesia y en particular, posteriormente, al inspirar y luego secundar la “Proclama por un Mundo Mejor” realizada por Pío XII el 10 de febrero de 1952.

16 Tales como Henri de Lubac (1896-1991) o Yves Congar (1904-1995), entre otros. La mayoría de estos teólogos trabajaba en centros académicos franceses y belgas.

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contexto socio-político en el cual estuvo inmersa su vida. En este tercer apartado, de manera muy breve, trataremos de identificar los gérmenes de renovación que estaban presentes ya, en el ambiente eclesial, desde comienzos del S. XX. En este apartado nos serviremos de las referencias hechas por G. Alberigo, en la obra ya citada, cuando habla de la fase preparatoria, bajo la pregunta: “¿Una Iglesia angustiada por el mal de los concilios?”17. Este ambiente de concilios se advierte en diversos ámbitos eclesiales: - En el mundo ortodoxo, la convocatoria de un concilio reformador de la Iglesia rusa en el

contexto de los sobresaltos revolucionarios del 1917-1918, fundado sobre el sentido de la conciliaridad (sobornost).

- La Iglesia de Constantinopla sigue el ejemplo, después del desmembramiento del imperio otomano. En este contexto se convoca un sínodo para lanzar al mundo cristiano, en 1920, un llamado a la constitución de una especie de sociedad de las iglesias, según el modelo de la Sociedad de las naciones, a fin de responder mejor a los desafíos planteados.

- Igualmente en Constantinopla, en 1923, se realiza una asamblea pan-ortodoxa que plantea la hipótesis de un concilio de todas las iglesias bizantino-eslavas. Esta idea la retoma en 1952 otro patriarca de Constantinopla, Atenágoras, cuando Roncalli era nuncio apostólico en Turquía.

- En el ambiente anglo-protestante emerge el movimiento ecuménico después de la primera guerra mundial con dos experiencias: la conferencia en Estocolmo en 1925 para el movimiento del cristianismo práctico ((Life and Work) y en Lausana en 1927 para la orientación doctrinal “fe y constitución” (Faith and Order). Los dos organismos llegan a un acuerdo en 1937, en Oxford y en Edimburgo, para su fusión en un Consejo ecuménico de las iglesias, que se concretiza después de la Segunda Guerra Mundial en Amsterdam, en 1948, que sitúa su sede permanente Ginebra.

- En la tradición conciliar católica, los diversos sucesores de Pío IX pensaron en retomar el Concilio Vaticano I, suspendido en 1870, en particular Pio XI y Pío XII. El intento del papa Ratti comienza en 1922 con la constitución de una pequeña comisión de teólogos, encargados de hacer un balance del concilio de Pío IX. El mismo Código de derecho canónico, de 1917, puso fin a numerosas cuestiones que deberían ser debatidas en un concilio. La Iglesia por fuerzas hostiles de origen comunista, prelados como Ottaviani y Ruffini plantearon a Pío XII la necesidad de convocar un concilio, y el papa se coloca en ambiente de trabajo a comienzos de 1949. Se avanza en la preparación con una comisión, donde está el jesuita belga Pierre Charles. Pero las divergencias de orientación del futuro concilio, unidas a las dificultades materiales y a la austeridad del momento, hacen que se hunda un proyecto que excluía por otra parte la consulta episcopal.

- Por otra pate, lejos de la influencia de Roma, surgen experiencias orientadas a ayudar a la construcción o la consolidación de las Iglesias jóvenes en las misiones o en tierra protestante: es el caso de Estados Unidos con tres concilios nacionales (1852, 1866 y 1884), que más tarde toma forma de coordinación con el “National Catholic Welfare

Council (1917). En China tiene lugar el concilio del 1924, bajo la guía del delegado apostólico Celso Costantini.

17 Op cit. Alberigo, 1995, págs. 76-105.

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- Por iniciativa de Roma, en 1899, se realiza una asamblea plenaria de obispos latinoamericanos para tratar de armonizar reglas y prácticas y para dinamizar el apostolado. Esta asamblea fue seguida de concilios nacionales para su aplicación.

1.3. El aporte específico del P. Ricardo Lombardi, sj

En el apartado anterior, hemos hecho referencia a la propuesta hecha a Pío XII por los monseñores Ottaviani y Ruffini, sobre la necesidad de convocar un concilio y de la disponibilidad inicial del Papa para su preparación, con el nombramiento de algunas comisiones. Al comienzo del Capítulo II del Volumen I de la Historia del Vaticano II, G. Alberigo precisa que “...los trabajos preparatorios comenzaron el 15 de marzo de 1948 (poco después del “golpe de Praga” y se concluyeron en enero de 1951 (cuando se desencadena la guerra de Corea)”18.

“El año 1948 es un año crucial: –anota G. Zizola en el libro “Il microfono di Dio. Pío XII,

Padre Lombardi e i cattolici italiani”- en febrero los comunistas toman el poder en Praga, con el golpe de Estado de Gottwald. En China, el avance de Mao Tse-tung, se extiende hacia Pekín. En Rumanía, es perseguida toda la Iglesia de rito bizantino-eslavo. Las minorías católicas en Bulgaria, en Ucrania, en Albania, en varios Estados yugoeslavos sufren persecuciones. El metropolitano ucraniano Josip Slipyk es encarcelado. En Hungría, el cardenal primado Mindszenty es sometido a tortura psicológica y a un proceso. Donde quiera que el comunismo llega al poder, la iglesia sufre una persecución o abierta o secreta, pero siempre peligrosa19.

En este contexto, el P. Lombardi, de común acuerdo con Pío XII, participa en la movilización contra el comunismo en Italia, para frenar su triunfo en las elecciones; participa igualmente en la gran “Cruzada de la Bondad”. Pero, también, dedica tiempo para presentarle a Pío XII el “Proyecto de reforma de la Iglesia”, que le entregó el 15 de agosto de 1948.

1.3.1 El “Proyecto de renovación de la Iglesia” presentado a Pío XII el 15/8/4820

Presentamos los puntos principales de este proyecto, siguiendo el fascículo 7 de los “Encuentros con el P. Lombardi”.

El 15 de agosto de 1948, el P. Rotondi llevó a Pío XII un fascículo de 80 páginas. Citamos

algunas frases más relevantes del capítulo primero, titulado: El Santo Padre.

* "Simplificación de las manifestaciones externas de la vida pontificia"

“Él tiene que parecerse lo más posible en su conducta a la que tendría Jesús mismo, si

viviese de modo visible como Cabeza de la Iglesia. Este es el principio general que hay que

tener presente, para las reformas que realizar en su persona y en sus actividades. Por eso

hay que darse prisa en quitar del ambiente que rodea al Santo Padre, las apariencias

externas de una corte terrena. Si nos imaginamos a Jesús en este puesto, advertimos

inmediatamente cómo desentona cierto aparato humano y preferentemente militar (...). Y

habrá que simplificar el ceremonial (...). Todo tiene que trascender simplicidad, la

simplicidad de Jesús, alrededor del Vicario de Jesús".

18 Op cit. Alberigo, 1995, pág. 71. 19 Op cit. Zizola, 1990, pág. 123. 20 Ibid. pág. 153-174. Ver también: Encuentros con el P. Lombardi. Fascículo 7: Profeta del Vaticano II con

Pío XII: Preconcilio, pág. 25-29.

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* Renuncia real de muchas riquezas

“A una, con esta simplificación de las manifestaciones externas de la vida pontificia, es

necesario afrontar con coraje el problema de la renuncia real a muchas riquezas inútiles, que

están frenando a la Iglesia... En una Corte Pontificia así, renovada por fuera y por dentro,

habrá que tener siempre bien presente que la Iglesia es universal; que, por tanto no hay que

dedicar a Italia una atención desproporcionada, en perjuicio de otras cristiandades y a veces

quizá también con inconvenientes para la misma Italia en la que se adormece el espíritu de

iniciativa del episcopado”.

* El Papa en visita a los países más lejanos

“Un caso concreto al respecto: no tendría que parecer imposible que quien es

representante de Cristo en la tierra y sucesor de Pedro visitase a veces personalmente a los

fieles de otros países, incluyendo alguna vez los más lejanos: los de América, por ejemplo,

los de Asia, los de África... No podemos imaginar, hoy por hoy, qué significaría esto para el

género humano y para la Iglesia...”

* El hombre mejor para el Papado puede estar fuera del Cónclave

“Dada la importancia suprema que tiene para la Iglesia la elección del hombre más apto para

el Sumo Pontificado, habrá que declarar con un nuevo acto, explícito y solemne, que los

cardenales reunidos en Cónclave pueden elegir al futuro Papa fuera de su círculo”.

* El ser cardenal: no es un premio, sino una mayor responsabilidad

“Más que un premio por funciones anteriormente desempeñadas, el cardenalato debe

considerarse un servicio y una tarea particular, que requiere todas las fuerzas para un

trabajo eficaz...”

* Sagradas Congregaciones

“Aquí hay mucho que cambiar... Son una extensión de la acción del Papa... No deben ser

órganos puramente administrativos... Deben actuar como estimulantes de toda la vida de la

Iglesia...En algunos sectores del Vaticano se lamentan de especulaciones ilícitas,

favoritismo... falta de garantías y de previsión social en favor de los empleados...”

* Los obispos: padres, pastores: límite de edad

“La renovación que Jesús quiere de su Iglesia exige obispos que sean verdaderamente

padres de sus sacerdotes y de todos sus fieles... y pastores con visión amplia y clara, y con

acción decidida (...)... En primer lugar sería necesario proveer y retirar a los obispos que son

ya incapaces de gobernar. Para obtenerlo con suavidad, habría que fijar un límite de edad;

ojalá fuera a los 75 años.”

* Otras propuestas de renovación:

- distribución del clero;

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- reducción de diócesis (en Italia hay 284. Bastarían tal vez 140...);

- división de diócesis grandes;

- reforma de los Seminarios;

- revisión de la vida religiosa;

- las religiosas en la Iglesia (no se puede malgastar uno de los talentos más preciosos que

Jesús pone en manos de la Iglesia);

- renovación del laicado: para una renovación cristiana del mundo...

El P.Lombardi recuerda y sintetiza así aquellos diálogos de 1948:

“El año 1948 constituye una fecha importante en relación a los diálogos que hacíamos el

Papa y yo sobre la reforma de la Iglesia y que el M.M.M. quería promover. Me dijo un día de

repente: "Padre, escríbame lo que usted quiere, lo que usted cree que Dios quiere de su

Iglesia y cómo Ud. cree que Jesús quiere hoy su Iglesia". Entonces yo le di muchas

propuestas, muchas ideas: hablamos de cómo nombrar a los obispos, de cómo formar

sacerdotes, de cómo aprovechar mejor la vida religiosa (la vida religiosa femenina me

parecía un escándalo con 1.200.000 que había y tan mal empleadas). Hablamos de los

seglares, de su lugar en la Iglesia a la luz de la nueva teología que se estaba ya elaborando

entonces. Hablamos de muchas cosas.... (Al GP. Mexicano, Nov., 1976)”.

1.3.2 El Libro “La hora del Concilio. Por una reforma en la caridad”, Noviembre de 1962

Retomando el itinerario del Vol. I de la obra de G. Alberigo, el capítulo cuarto está dedicado al clima externo que se vivía durante el período de preparación del Concilio Vaticano II. El número 2 está dedicado a las informaciones y a los debates espontáneos. Más concretamente, en referencia a los debates producidos por los libros publicados en este contexto, se habla de la poca suerte que tuvo el volumen preparado por el P. Lombardi y publicado en italiano y en español: “Concilio. Per una reforma nella caritá” (La hora del

Concilio. Hacia la renovación del mundo por la caridad). “El enérgico jesuita – comenta Alberigo- que había gozado de una casi iluminada confianza en el pontificado paceliano, sostenía la necesidad de una decisiva acción de renovación de las estructuras de la Iglesia y especialmente de la curia romana en el sentido de una simplificación verticalista. El libro, que irrita a varios ambientes, pero también al mismo Papa, viene referido el 11 de enero de 1962 en la primera página del ‘Osservatore romano’, que lo censura duramente por su tono, las tesis y las intenciones”.21

El libro se desarrolla en una introducción y cinco partes:

- La primera parte se centra en el nuevo Concilio y toma en consideración: algunas nociones preliminares, el anuncio del nuevo concilio, los objetivos y esperanzas del Papa y la oportunidad y necesidad del próximo Concilio;

- La segunda parte se titula ‘El Concilio, en el corazón del Papa’ y se concentra en el tema de la caridad, nota dominante en Juan XXIII, y de su fruto, la unidad; en las aplicaciones del Papa a la unidad en la caridad y en el programa a llevar a cabo;

- La tercera parte se refiere a lo que pudiera ser el centro del Concilio: el punto esencial para la hora presente (un movimiento hacia la unidad en la caridad); algunas realizaciones y

21 Op cit. Alberigo, 1995, pág. 396.

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expectativas; un Concilio para la ascética de la unidad: una fuerza infinita para la acción unitaria: Jesús en medio de aquellos que se reúnen en su nombre;

- La cuarta parte toma en consideración algunas aplicaciones a la vida unitaria de la Iglesia: el bien común de la Iglesia aplicado a su vértice (elección del Papa, Curia Romana, diplomacia eclesiástica); el beneficio de la unidad en el plano del Episcopado (obispos pastores, circulación de ayuda entre ellos, reducción de las diócesis en Italia, límite de edad, cursos de renovación para los obispos); los sacerdotes al servicio de la unidad y del bien común entre otros aspectos;

- La quinta parte conclusiva se refiere al ideal de la unidad (desde el individuo hasta la unidad universal, incluyendo a los ‘alejados’) y el modo práctico de realizarlo (criterios para una reforma colectiva, difusión del espíritu de unidad);

- Oración final al Espíritu santo por el Concilio Vaticano II.

El libro se publica hacia finales de diciembre de 1962, pero el P. Lombardi tuvo la oportunidad

de ofrecerlo al Papa, en una audiencia previa, en la que “el Papa me pregunta qué traigo de

bueno (en la mano). Yo le doy mi libro sobre el Concilio. Lo hojea con interés. Lee el índice en

voz alta, al llegar al punto de la caridad, se pone a comentarlo. Después me cuenta cómo le vino

la idea del Concilio…” (Diario 23/12/1961).

La noticia de la publicación del libro es dada por los periodistas, con algunos de estos titulares:

“clamoroso gesto del micrófono de Dios”, “reforma de la Curia”, “Contra el carrerismo de los

monseñores”, “Elección del Papa también fuera de los cardenales”, “Senado laico para el

mundo”… El P. Lombardi prevé la reacción de la Curia, se confía a la oración: “espero haber

hecho un servicio a Jesús” (Diario, 31/12/61). En los primeros días de enero de 1962, la TV

francesa, las revistas italianas “Gente” y “Oggi”entrevistan al P. Lombardi …

El 6 de enero el Superior General de la Compañía de Jesús, P. Janssens, llama con urgencia al P.

Lombardi a Villa Cavalletti (Frascati) porque él, a su vez, había sido llamado por el Secretario de

Estado, Card. Cicognani. Le dice: “El Papa no está contento: no son esas las cosas que hay que

exponer ante el gran público, aun cuando las ideas son buenas”. “El P. General le manda parar

la edición y bloquear las traducciones, aun cuando fuera necesario comprar toda la edición”.

1.4 Las intenciones del Concilio vistas desde hoy (consulta a algunos expertos)

Para concluir este primer apartado, parece oportuno consignar la manera como los expertos consultados, en la primera fase de esta reflexión, aportaron a la pregunta: ¿Cuál fue la

intención profunda del Concilio Vaticano II, el núcleo vivo e irradiante de su propuesta?

De los Grupos locales que respondieron a este paso (Argentina, Australia, Chile, España, Italia, Papúa Nueva Guinea, Portugal) retomamos las respuestas más significativas:

•••• El Concilio Vaticano II ha querido ser un acontecimiento eclesial, capaz de renovar la Iglesia y el cristianismo, haciéndola pasar de una predisposición defensiva para con la modernidad a una actitud de diálogo y de crítica constructiva.

•••• Hacer presente en el mundo actual la propuesta de Jesús de Nazaret.

•••• Abrir la Iglesia al mundo.

•••• Realizar un concilio pastoral en vez de un concilio doctrinal-dogmático.

•••• Sacar a la Iglesia de la etapa post-tridentina para introducirla en el Siglo XX.

•••• Responder a los signos de los tiempos.

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•••• Abrir caminos para el diálogo con el mundo, con otras sectores cristianos y con otras religiones presentes en el mundo.

•••• Promover la unidad de la Iglesia... pero... en la reforma radical de la Iglesia.

•••• La reflexión y búsqueda más profunda de la Iglesia y su misión en el mundo.

•••• La reforma y la renovación eclesial... capaz de reconciliarse con la cultura moderna, dialogar serenamente con los no creyentes y proponer un nuevo modelo de cristianismo: la Iglesia de los pobres.

•••• Plantear una Iglesia para nuestro tiempo.