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    1/28

    FRAN ISCO CALVO

    SERRALLER

    { / ~ k

    OS

    GNEROS

    DE L PINTUR

    T URUS

    PENS M

    NTO

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    2/28

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    , 2005

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    Ed iciones Genera les, S.

    L. ,

    2005

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    claguna

    , 60. 28043 Madrid

    T lfo uo 9 1 744 90 60

    Tclcf:ox 91 744:92 24

    www .laurus.santil lana.es

    A {toi l

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    ,Altea , Taurus Alfagu

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    S. A.

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    l860. 1437 Buenos Aires

    S:uolillana Edicion

    es Generale

    s,

    S. A.

    de C.

    V.

    Avda. Universid

    ad

    767,

    Co

    l.

    de

    l Valle,

    M(xico, D.F. C.

    P. 03

    100

    l)islribuidora y Editora Aguilar, Altea, Tauru s, Alfaguara S.

    A.

    Calle

    80, 11

    .

    0

    10-2

    3

    ll

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    4/28

    APTULO

    ll l.

    EL RETRATO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    139

    Contrahacer el natural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

    Escorzo especulativo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

    Emografa del retrato . . .

    . . . . . . . . . .

    158

    El retrato espa

    ol

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165

    La

    existencia al

    na

    tural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182

    CAPi

    TULO

    IV

    EL AUTORRETRATO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    193

    Ceremonial de Narciso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    193

    Significacin esttica del rostro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195

    Retrato

    y

    vanguardias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    203

    Nuevas tipificaciones del retrato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213

    El a

    utorr

    etrato en las vanguardias

    a

    rt

    sticas espaolas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    215

    A

    Prl

    ULO

    V EL

    PAISAJ E . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233

    De

    pago a pas y paisaj

    e

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    233

    Na turaleza ms

    lu

    z interio r . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237

    Pintura de yerbas y labrado

    de m

    en

    udencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    241

    De gnero

    inf

    erior a protagonista . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    248

    Lo sublime y lo pintoresco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 258

    CA PTULO VI. EL BODEGN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267

    Formalizacin como gnero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267

    isLemaLizaciones doctrinales

    en la Espaa del XV II

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 269

    La cuc n Lcrminofgic:a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 284

    El bodegn en Espaila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    286

    Entre tradicin

    y

    vanguardia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 17

    Va

    lor

    modern

    izador de la Escuela Espaola . . . . . . . . . .

    324

    Un caso especial: la pintura de flores . . . . . . . . . . . . . .

    340

    EP

    IL

    OGO

    E L ARTE

    CON

    TEMPORA

    NEO

    COMO

    T

    RA

    NSGNERO . .

    363

    ND IC E

    ONO

    MST IVO . . . . .

    375

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    5/28

    PRLOGO

    ara

    Maria ifuent

    es

    A

    unque la definicin histrica de los gneros en pintura tuvo

    lugar en poca relativamente tarda aproximadamente du

    rante el siglo xvr el origen de stos sin embargo permanece n

    timamente ligado a la propia invencin del arte occidental en la

    antigua Grecia. a des

    de

    esta poca remota en efecto abundan los

    testimonios arqueolgicos de por supuesto retratos pero tam

    bin

    de

    paisajes bodegones escenas de costumbres y des

    nud

    os;

    todo ello

    por

    no hablar del gnero

    por

    excelencia el ms aprecia

    do ya desde la propia antigedad: la representacin de acciones

    hum n s

    memorables protagonizadas por dioses o por hroes

    - gnero que po

    steriormen

    te a partir del renacimiento se dio

    en

    llamar pintura de

    hi

    storia- . No es arriesgado decir que

    este ltimo subsuma todos los dems

    pues al fin y al cabo un

    rostro expresivo un fondo de naturaleza o un desnudo

    no

    eran

    sino elementos fragmentarios que se limitaban a servir de esce

    nario o complemento a la representacin visual de un tema.

    Que los aficionados

    de

    la antigedad discernan bien las cua

    lidades de un determinado pintor a la hora de ejecutar con bri

    llantez un retrato o

    un

    paisaje es algo profusamente documen

    tado; pero

    en

    general estas especialidades no merecan aprecio

    por s mismas sino slo en la medida en que se in tegraban en el

    conjunto de la representacin histrica concepto que ciertamen

    te trascenda la mera suma de todas sus p rles. As lo demu estra

    9

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    6/28

    1 l

    (

    N

    II

    O\ ll l l A I IN 1 (\

    la famosa ancdota de la rplica que segn Plin io dio el clebre

    Ap eles a un zapatero cuando animado ste

    por

    la buena acogida

    del maestro a sus consejos sobre cmo representar ciertos deta

    lles del calzado de un personaje q

    uiso

    tambin opinar sobre la

    manera de plasmar la pierna. La recompensa que.obtuvo se tradu

    jo en un despectivo ne supra crepidam sutor iudicaret o lo q

    ue

    es lo

    mismo lo que proverbialmen te resumimos en el clebre zapate

    ro a tus zapatos. No obstante bastara con leer lo que acerca de

    la proliferacin de retratos

    en

    la pintura antig

    ua

    escribi

    el

    propio

    Plinio al comie

    nzo

    del libro

    XXXV

    de su

    Naturals Historia

    para

    percatarse de que era ste un gnero apreciadsimo. Es ms: a

    par

    ti

    r del pargrafo

    112,

    Plinio llega

    in

    cluso a dedicar

    un

    amplio co

    mentario a los artistas de gneros pict

    r

    icos menores que fueron

    clebres por su pincel entre los que

    se

    enco

    nt r

    aba el famoso Pi

    reico que se dedicaba a pin tar temas vulgares como barberas y

    zapateras asnos comestibles y similares por lo que mereci el

    cali

    fi

    ca tivo de

    rhypargraphos

    o pintor de cosas bajas.

    n cualquier caso como antes ya ha quedado apuntado

    s

    lo a lo largo del siglo xv1la demanda del pblico e

    mp

    ez a ser lo

    suficientemente relevante como para

    qu

    e algu

    no

    s pintores

    se

    especializaran en estos gneros menores log

    ra

    ndo

    con

    ello en

    ocasiones cierta holgura econmica y algo de prestigio aunque

    jams

    ni por

    asomo nada equivalente a lo que alcanzaban los

    pi ntores de histori

    a.

    Aeste respecto resulta

    mu

    y revelador lo que

    le ocurri al hoy apreciadsimo pintor francs C

    har

    din qu ien

    en pleno siglo xvm no slo no logr superar el nivel acadmico

    de tercera categora

    po

    r

    su

    dedicacin al bodegn y a las es

    cenas de costumbres si

    no

    que adems obtena por sus cuadros

    precios s iempre co

    mp

    ara tivamente muy inferiores a los de sus

    colegas consagrados a la gran

    pin

    tura de historia.

    En reahd ad la trayectoria de cada

    un

    o de estos gneros me

    nore muestra

    bi

    en qu

    e

    incluso cua

    nd

    o llegaron a merecer la

    con

    id

    cracin de e pciali

    dacl

    au tnoma tardaron mucho en li

    brars de la necesidad d e po

    rt

    ar alguna ju

    Lifi

    a in narrativa.

    > ) ( )( ,)

    Eso explica

    qu

    e sea tan raro enc

    ontrar

    un paisaje en el que no

    aparezca

    una

    ancdota; un bodegn que

    no

    sea una vani

    Las

    un

    retrato que

    no

    revele la

    cond

    icin o el o

    fi

    cio del

    mod

    elo;

    un

    de -

    nudo

    que no

    represente a una Venus; una escena de cos tumb res

    que

    no

    encie

    rr

    e una moraleja .. ; en suma hallar

    un

    gnero qu n

    cierto modo no tenga alguna significacin o si

    se qui

    ere que no

    est historizado.

    De esta manera no

    nos

    eq

    ui

    vocaramos al afirmar qu has

    ta nuestra poca la historia de la pintura occidental respondio

    siempre al canon clsico cuyo valor artstico se cifraba en la plas

    macin de la belleza y cuya reglamentacin resultaba ele aplicar

    un orden matemtico para expresar mediante imgenes un argu

    mento narrativo ejemplar. Por eso la actitud tradicional am e un

    cuadro era siempre la misma: en primer trmino pregunta r e qu

    significaba;

    par

    a a continuacin

    en

    la medida

    en

    que el tema ra

    identificado reconocerle

    un

    val

    or

    arts tico que

    in

    declinablemen

    te

    se

    acrece

    ntab

    a en funcin de la importancia de la his toria re

    presentada. En este sentido . el desconcierto del pblico fre

    nt

    e al

    na

    da o muy poco figurativo arte moderno tal y como se

    fu

    e pro

    duciendo duran te el periodo de las llamadas histr i

    cas responda siempre al mismo patrn: Pero esto qu signi

    fica?; es decir: Puede llamarse arte a algo

    qu

    e no cuen ta una

    historia?. La jerarqua de los gneros pictricos no significaba

    por

    tanto nada distin to qu e cifrar la escala crtica de valor en la

    dimensin narrativa del cuadro.

    Aunque producir perplejidad es casi una actitud co

    nn

    atu ral

    al desarrollo del

    art

    e

    cont

    e

    mporn

    eo en la medida en

    qu

    e se ba

    sa en el antiprincipio de la libertad y sobre todo en que como

    tal fun ciona temporalmente

    por

    cambios o modas hay que re

    conocer

    qu

    e quiz la ms dramtica de las innovaciones haya

    sido la del cont enid

    o

    es to es la que afectaba a la preg

    un

    ta

    l

    si el a

    rt

    e deba ser la ilustracin e una histori

    a

    o de qu

    hi

    storia

    le convena m o m jor. El as

    unt

    o afect de

    ll

    eno al

    pr

    o

    bl

    ema de

    los g n ro en pin tura cu

    ya

    jerarqufa staba pr ci a

    rn

    cnt

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    7/28

    l .m (,

    N I

    ROS 01 IJI I IN ruRA

    al

    contenido del cuadro.

    En

    consecuencia, es lgico que la revo

    lucin del arte

    de

    nuestra poca comenzase por plantearse en tr

    minos de una reconsideracin crtica de los gneros, pues, en rea

    lidad, la ilacin entre contar una historia y la clasificacin

    por

    gneros resulta insoslayable. No obstante, la taxonoma de los g

    neros tambin brota cuando se desarrolla un arte abstracto , por

    que es imposible

    no

    aadir de alguna manera

    un

    nfasis genrico

    incluso a

    un

    arte

    sin

    significacin narrativa, como se comprueba

    cuando se habla, por ejemplo, de una abstraccin lrica frente

    a otra geomtrica, ya que el gnero tambin es modal.

    Por otra parte, muchas de las nuevas formas o medios arts

    ticos que han aportado las tcnicas de nuestra poca, como la fo

    tografa, el cine o el vdeo, han tenido o tienen una carga narrati

    va, a veces casi fundamental, con todo lo que ello comporta de una

    recreacin de diferencias de gnero en funcin del contenido.

    ::: 1 Todava ms: la creciente importancia concedida actualmente al

    artista y al contemplador como sujetos ha abierto las puertas a

    la clasificacin sociolgica, que nos remite a la identidad social

    de ambos

    u n

    artista o

    un

    pblico burgueses

    ,

    por

    ejemplo-

    pero tambin, ms recientemente, a la personalidad sexual, como

    pue

    de

    ser la de arte tpicamente masculino o arte femenino

    y/o feminista.

    En

    cierta manera, cuando hoy se habla

    de

    pol

    tica de gnero o, sin ms , de gnero, tambin

    en

    arte se est

    aludiendo a

    menudo

    a cuestiones sobre la identidad sexual del

    artista y su arte.

    Como vemos, resulta casi imposible eludir la cuestin de los

    gneros

    en

    arte, entre otras cosas

    porque

    se trata de

    un

    trmino

    mu

    y elstico y,

    en

    ltima instancia, de

    una

    elasticidad subordi

    nada a la necesidad de clasificar y definir prcticas humanas, sea

    cual fu ere la muy profunda variacin histrica que stas pueden

    haber sufrido o, impredeciblemente, sufrir en

    un

    futuro indeter

    minado. Como, por lo dems, los cambios culturales se producen

    a travs de la id entidad parlante del hombre, es muy difcil que

    cualquier variacin no a ino la que se ocas iona en relacin

    PR

    Ot CX

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    8/28

    del siglo

    XVIII

    de la pintura occidental

    dur

    a

    nt

    e el largo periodo del

    ela ici mo, no creo que resul ten del todo s

    up

    erfluas las alusiones

    a los muy diversos usos que el trmino

    ha

    tenido en nuestra le

    n-

    gua. Todas nos re

    mi t

    en, en efecto,

    por

    un lado a lo que es

    natu-

    ral (en el

    se

    ntido de puesto o impuesto por la naturaleza), y

    por

    otro, a lo que e

    st

    os elementos naturales

    pu

    edan tener de c

    omn

    entre s; es decir, a

    su

    clasificacin segn determinadas caracte

    rs ticas,qu e, a su vez, acreditan su diferente valor.

    Segn la doctrina clsica, el arte era una tcnica de imitacin

    de la realidad, cuya verdadera finalidad no consista en la repro

    du

    ccin o representacin indiscriminadas de lo real , sino qu e

    estaba orientada a captar su orden interno, o, si se quiere, su be

    lleza . En lo relativo a las artes plsticas, los griegos e

    nt

    endan es

    te orden bello desde una perspectiva matemtica; adems , en

    cua

    nt

    o imgenes que reproducan

    una

    accin

    humana

    dotada de

    un

    a significacin , bello era tambin lo

    ej

    emplar

    y,

    por consi

    g

    ui

    ente, memorable . De esta manera, el c

    mo

    y el qu

    ,

    la

    fo

    rma

    y el

    con

    t tnido , se c

    on

    virtieron en los eleme

    ntos

    definito

    ri

    os de la artstica, basada en un c

    anon

    matemtico y mo

    ral, fsico y metafsico . En cualquier caso,

    aunque

    ta

    nto

    para los

    griegos como

    para

    la tradicin clsica

    po

    ste

    rior

    el

    art

    e fuera

    in

    eparable de la belleza, pronto se establecieron diferencias, lo que

    ocurri

    no

    slo en cuanto a los diversos modos de materializar

    esa belleza, s

    ino

    tambin en lo relativo a

    su

    dife

    rent

    e valor, por-

    que, segn cada caso, las dificultades afrontadas eran diferentes

    y por consiguiente, mayor o menor

    su

    mrito. As pues,

    dentro

    del orden del relato no era lo mismo la poesa que la prosa; o den

    tro de cualquiera de ambas, tampoco eran equivalen tes sus respec

    tivos gneros, que aludan al modo o rgimen formal en que es

    taban compuestas y, no en menor medida, a su tema o contenido.

    Muchos de es tos principios de la doctrina artstica clsica

    mantienen todava hoy, en

    nu

    estra revolucionaria poca con

    te

    mp

    ornea, su vigencia, o, cuando menos,

    un

    a indiscutible re

    so

    nanc ia, razn por la cual , a

    unqu

    e se haya dicho que el a

    rt

    e

    cont mporneo naci como una revo lucin en

    y

    de lo g n

    ro , no

    se pu

    ede afirmar rotundame

    nL

    e que s tos hayan de a

    parecido por co

    mpl

    eto. Hay que e

    nt

    ender el arte de

    nu

    es tra po

    ca como ant ican

    ni

    co, pero no porque recuse ta

    nt

    o la be ll za

    cls i.ca en s, cuanto la odiosa limitacin de

    ho

    rizontes qu e la

    impona, hasta el punto de que slo mereca la consideracin de

    artstico lo que previamente

    se

    revalidaba como algo bello. La re

    be in del a

    rt

    e

    mod

    erno frente al clsico consisti,

    pu

    es, en p

    rc

    s

    indir de los lmites preestablecidos, no slo por su negativa a

    aceptar la frontera impuesta por lo bello, sino porqu e, hab i neJ o

    asumido la naturaleza temporal del destino

    hum

    ano, con idera

    ba incongruente

    no

    asumir tambin su constante necesidad c

    cambiar. Etimolgicamente, moderno significa hecho al mo

    do de hoy o

    a

    ctual , con lo qu e

    un

    a

    rt

    e ge

    nuin

    ame

    nt

    e mod r

    no es el

    qu

    e no tiene reparos en cambiar al hilo del

    pr

    esente o de

    la moda; en

    suma

    , el

    qu

    e

    bu

    sca c

    om

    o un

    bi

    en la

    inn

    ovacin.

    En este se

    ntid

    o, ms

    qu

    e el aba

    nd

    o

    no

    en s de los gneros

    1

    radic

    ion

    ales en

    pintur

    a,

    lo que recus el a

    rt

    e

    mod

    erno fue su je-

    rarquizacin

    inam

    ovible. La-vanguardia romn tica cons

    id

    er,

    por ejemplo,

    que

    el

    pai

    saje como manifestacin de la n

    atur

    aleza

    des

    nud

    a era un gnero de importancia equivalente al de la pin tu

    n -1 de

    hi

    storia; pero, ade

    m

    s, y en la medida en que la n

    atur

    aleza

    era creacin divina, que poda incluso considerarse como el es

    po

    nt

    neo lenguaje.simblico usado

    por

    Dios para co

    muni

    car e

    con los seres mortales. Algo semejante les oc

    urri

    a las posterio

    res va

    ngu

    ardias realista y naturalista, si bien , en su caso, fu ero n

    las vulgares escenas de costumbres que reflejaban la vida co tid ia

    na co

    nt

    e

    mp

    ornea las

    qu

    e merecieron la c

    on

    s

    id

    eracin de g n -

    ro mayor.Ycua

    nd

    o finalme

    nt

    e se co nsum la modernizacin d 1

    contenido, esto es, cua

    nd

    o ]os cuadros podan representar lO

    do, hasta lo ms insignifica

    nt

    e, es lgico que se

    pr

    ocediera a la

    moderni zacin de la forma, lo que s

    upu

    so arribar a

    un

    arte no

    fi-

    gurati vo, o, si se quiere, autno mo, mera combinacin ele efec

    to

    pl

    li

    co , ln

    ea y

    olore . En ll ima in tancia, e

    ll

    eg al cua-

    13

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    9/28

    dro como la suma de los elementos fsicos materiales que se com

    binan para producir

    un

    efecto puramente formal, al margen de

    cualquier significacin, historia o ancdota. Dado este proceso

    de desliteraturizacin de la pintura, lgicamenteno hubo ya lu

    gar a la existencia de temas y, por tanto, de gneros; pero, in

    cluso tras la experimentacin

    de

    este proceso e l del llamado

    formalismo del arte contemporneo, que concluy en el arte abs

    tracto de las v n g u ~ r d i s

    histricas-

    es fcil comprobar que la

    imagen no

    ha

    desaparecido en absoluto del arte

    de

    nuestra po

    ca. En cierto sentido,

    con

    la dimensin discursiva o narrativa del

    arte contemporneo ocurri algo parecido a lo que antes sea

    lamos respecto a la belleza: lo que se prohibi fue slo su capaci

    dad de prohibir. De manera que tanto la belleza, en el ms amplio

    sentido que se quiera dar al trmino, como la narratividad han

    seguido existiendo en el arte hasta hoy, si bien su supervivencia ya

    ha

    sido, es y presumiblemente ser irq_I _ca; es decir,

    no

    dog

    mtica. Tal es la razn de que el arte contemporneo siga hacien

    do

    uso de los gneros, bien parodiando histricamente

    su

    uso

    tradicional como tema, bien como forma de mirar la realidad.

    Por ltimo , cabe plantearse tambin hoy -como , por lo

    dems, se ha hecho con recurrencia peridica- el sentido de la

    supervivencia de la pintura

    en

    s, ya

    que

    la existencia de los lla

    mados nuevos medios tcnicos convertira en ocioso seguir em

    pleando los tradiciOnales. Pero la pintura tradicional

    no slo no ha desaparecido o es practicada exclusivamente por

    artistas acadmicos, sino que, desde

    un

    criterio moderno, tam

    poco es posible su desaparicin, quedando sta limitada, hay que

    decirlo una vez ms,a

    su

    carcter de dogma vinculante. Y es que el

    arte no es reducible a sus procedimientos tcnicos, al margen de

    qu

    e queden en desuso ms o menos circunstancialmente; y no lo

    es en la medida en que es la propia cultura moderna la que

    ha

    convertido todo, y tambin el arte, en algo circunstancial.

    Qu garanta de definicin estable

    pu

    ede tener una activi

    dad

    qu

    e

    no

    tiene lmites

    pr

    ecisos,

    qu

    e se fundame

    nta

    en algo tan

    6

    negativo como la libertad, lo ms anticannico

    por

    natu raleza?

    Si, en principio , arte es todo, cabe asimismo afirmar qu e arte es

    nada. Esta indefinicin ciertamente asedia al arte de nuestra po

    ca de

    man

    era insoslayable, y no ha habido has ta el

    mom

    ento mo

    do alguno de circunscribir razonablemente su alcance, excep

    cin hecha de la tautologa de que arte es lo que llamamos art

    e

    que ha venido a sustituir a la anterior de que arte es lo que ha

    cen o dicen que es los artistas). El carcter disolvente, a

    non

    adan

    te o nihilista de semejante indefinicin en el arte de

    nu

    estra po

    ca ha llevado, des

    de

    Hegel hasta la actualidad, a una corrie

    nt

    e

    que afirma que el arte ha muerto, aunque, eso s, cada v

    ez

    se p

    ro

    duzcan ms obras

    de

    arte y el nmero de los artistas profesiona

    les se haya multiplicado exponencialmente.

    En

    el eplogo que h

    ay

    al final del p resente libro se aborda esta cuestin desde la p rs

    pectiva de los gneros, pero

    no

    me parece mal adv

    er

    tir ya desde

    aqu la existencia del problema.

    Sea como fuere y dadas las circunstancias, cul es el sentido

    de plantearse

    un

    tema como el de los gneros

    en

    pintura, cuando

    en nuestro

    mundo

    actual ni los unos ni la otra tienen ya un re-

    conocimiento crtico, aunque

    su

    huella o

    su

    resonancia irnicas

    se

    puedan

    rastrear incluso en la creacin artstica de hoy? Desde

    luego, cabe plantearse la cuestin como

    un

    estudio histrico de

    naturaleza erudita o acadmica, abordando, bien

    un

    momento

    concreto del pasado pictrico desde la ptica de dete

    rmin

    ado g -

    nero, como,

    por

    ejemplo, el bodegn espaol del siglo xvn, bien la

    evolucin general de la teora de los gneros desde que se consig-

    . naron como especialidades autnomas.Sin embargo, el presente li

    bro

    ti

    ene, como su propio ttulo indica, una intencin ensayisti

    ca

    .

    Es

    to significa

    qu

    e no pretende hacer una historia sistemtica de

    los gneros en pintura, sino aprovechar su identidad y caract -

    rf

    sticas para reflexionar so

    br

    e lo que ha sido y es el arte, llegand o

    hasta su problemtica s

    up

    ervivencia actual.

    Al hilo de lo que acabo de apun tar, quiero hacer

    una

    aclara

    cin for mal respecto al modo de concebir el presente libro.

    Por

    la

    7

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    10/28

    propia naturaleza de su amplf imo contenido, cualquiera de

    sus

    capftulos poda haber dado lugar a un aparato crtico abruma

    dor, incluso aunque su alcance

    se

    limitara a la identificacin de

    los tex tos citados, pues

    no

    pocas veces la cita

    no se puede

    cir

    c

    un

    scribir a lo entrecomillado aqu. Tras darle

    muchas

    vueltas al

    asunto , he tomado la decisin de suprimir toda clase de anota

    ciones, no slo para evitar hacer engorrosa la lectura de l libro,

    si no porque, insisto , siendo ste un ensayo y siendo

    su

    conte

    nido, en efecto, de tal amplitud, resulta casi

    quim

    rico

    poner

    un

    coto razonable al aparato erudito o bibliogrfico. Naturalmente,

    es imposible que una decisin de este tipo, cuando se toma de

    forma drstica, no genere ansiedad en el autor y desde luego, a m

    me la

    ha

    producido, mxime cuando, adems, profesionalmente

    se

    es un acadmico y disciplinarmente se est acostumbrado

    a

    la

    justificac

    in

    crtica de las fuentes. No obstant

    e,

    espero que el

    lector comprenda esta decisin y no eche demasiado en falta esas

    anotaciones a pie

    de

    pgina

    que

    ,

    en

    este caso,

    por

    lo general

    no

    cuesta mucho identificar.

    Quiero agradecer el trabajo realizado para hacer mejor el li

    broa

    Pilar Barbeito Dez, as como los esfuerzos y la simpata de

    \na Bustelo Tortella y Nuria Villagrasa Valdivieso.

    I

    1

    DE LAS

    HISTORIAS INMORTALES

    A

    LA

    MUERTE DE

    LA

    HISTORIA

    NO

    N OLOSSUS SED HISTORIA

    LA

    M1SI0N DE NARRAR

    En el libro II del tratado De pictura de Leon Batti.sta Alb r1 i

    -1 ata do

    que

    establece la doctrina cannica que va a regir

    1

    art

    de la poca

    moderna

    , tras definir composicin como aque

    lla razn ele pintar

    mediant

    e la cual las partes de las cosas

    vi

    sta

    l' ponen

    juntas

    en un cuadro, se puede leer lo siguiente:

    -

    plissimum pictoris opus non colossus sed historia. Maior eni.m es t

    l gcnii laus

    in

    historia quam colosso cuya traduccin ctua

    li

    za

    da- podra ser que la relevancia de un cuadro no se miele por

    l

    lllamao, sino por lo que cuenta, por su historia, y que, en con

    -.t

    Tuencia, merece mayor alabanza

    por

    sta que

    por

    la grandeza

    de su formato. Forzando un poco ms la interpretacin para

    co mprender mejor desde la actualidad la afirmacin de Alberti ,

    d gran escritor y artista florentino no haca sino afirmar que lo

    vrrdaderamente

    import

    ante en

    una

    obra es el contenido, el m n

    -.a

    je

    , lo narrativo; en suma:

    ju

    sto lo

    que

    toda la teora del arte

    el

    e

    llll

    t'S I ra poca

    e

    n especial,

    dur

    a

    nt

    e la era de las vanguardia

    del s iglo

    xx o

    nsidera

    no s

    lo algo secundario, sino

    cl

    ecidida

    lll l

    lll ' uperfluo, prescindible

    y, por

    e

    nd

    e, nefast

    o.

    Pinsese, por

    rjrmp

    lo, en los gra

    nd

    es formatos

    qu

    e se promocionaron tras e l

    11

    i ~ t n o

    inlcrnacional de la Escuela ele Nueva York, y ms concr -

    1hington D ( ,

    > t n d o ~

    Un

    ido ). {) jnd

    N III

    Jlol

    lot k. VFCA P,

    Maclri

    cl

    ,

    2005.

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    12/28

    subrayar, no obstante, que esa instituciona lizacin se produjo, por -

    un

    lado, en relacin directa con la crecien te primaca de la escri

    tura; y por

    otro consecuencia de lo anterio

    r - , que

    las artes

    plsticas basaron

    su

    legitimacin

    por

    su, digmoslo as, literatu

    rizacin , esto es,

    por su

    capaci

    dad

    para narrar historias

    y

    asi

    mismo,

    por

    hacer suyos los preceptos de la ret9-ca y de la

    po

    ti

    ca, el

    canon

    literario. Natura lmente, fue ste un proceso largo y

    repleto de

    muy

    complejas vicisitudes,

    no

    pocas veces polmicas;

    pero, a la postre, se sustanci

    no

    slo con la genrica adopcin de

    e51e canon literario con todas sus implicaciones, sino, ms concre

    tamente,

    con

    la jerarquizacin de los gneros

    que

    conllevaba,

    todo ello admirablemente sintetizado en la potica aristotlica.

    El legado de esta tradici

    n

    cobr una de Ss formclaciones

    normativas ms significativas en el u

    pictura poesis

    de Horacio,

    donde

    se

    resuma esa

    voluntad

    de identificacin entre la poesa

    la pintura,

    y por

    extensin, entre la literatura y las artes p lsti

    cas. De manera que la doctrina artstica del clasicismo se bas en =

    el establecimiento de un canon de naturaleza retrico-matemti-

    ca, tal y como siglos despus,

    en

    los albores del renacimiento,

    LeonBa ttista Alberti volvi a reivindicar como gua supr ema pa

    ra una concepcin y una prctica humanista de las artes. Signifi

    cativamente, en el ya ci tado tratado

    De pictura

    dividido en tres

    libros, Alberti dedic el primero al elemento matemtico de la

    pintura a travs de la explicacin de la perspectiva; el segundo,

    a la composicin, que es la historia;

    y por

    fin, el tercero, a la defi

    nicin de la belleza.

    Al

    margen de cul fuera

    su

    gnesis histrica y antes

    de

    co

    mentar ms detenidamente las ideas que revalidaban el legado cl

    sico en Alberti,

    impor

    ta,

    por

    el momento, retener esa idea o man

    dato

    que

    impona la misin de

    narrar

    incluso a un arte como la

    pintura, de suyo mudo, sin palabras.

    Fue

    un mandato con enor

    me trascendencia,

    porque no

    se puede soslayar

    que

    la imitacin

    - lo

    que

    ,

    segn

    los griegos, era caracterstico

    de

    cualquier crea

    cin

    artstica

    poda haberse limitado, en el terreno de las artes

    2?

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    13/28

    pla ticas. as r imita jon oto d formas. Pero el tipo de mfmes is

    que e acab imponiendo n este campo

    fu

    e el de imitar accio

    ne y acciones humanas

    -

    con lo que la pintura se encontr

    h

    omo

    logada a la

    po

    esa

    y

    al arte dramtico. Es

    muy

    significativo

    qu

    e

    A

    rist2teles

    en

    su

    Potica

    se sirva

    con

    frecuencia del parale-

    smo entre los difere

    nt

    es gneros literarios y los

    pictr

    icos co

    mo si en efecto

    no

    h

    ub

    iera fronteras que separasen estas formas

    de ex presin artstica. Al

    fi

    nal del prrafo

    l454b

    dice

    Y

    puesto

    que

    la tragedia es

    m

    mesis de seres mejores que nosotros es pre

    ciso m

    im

    e izar a los buenos-retra tis tas; pues stos al restituir la

    forma particular de los q

    ue

    retratan los hacen p arecidos pero

    los hacen ms bellos; y en l 460b:

    P

    uesto que el poeta es imi

    tado r como un pi

    ntor

    o al

    gn

    otro imaginero es necesario que

    in i e siempre de

    una

    de las tres formas que hay: o como las cosas

    rano son o como se dice y parece o como es preciso que sean.

    La

    s artes plsticas pues representaban acciones narraban

    hi torias; con lo qu e al igual que los restan tes gneros literarios

    no s lo se diferenciaban segn el tema elegido para contar s

    in

    o

    qttc tambin en funcin

    de

    ello les correspond

    an un

    os modos

    espe ficos y un val

    or

    distinto.

    En

    este sen tido aunqu e todo sea

    SliS plible de ser imitado el puro imitar indiscriminado no con

    vic rl una obra en art

    e.

    Una accin noble protagonizada p

    or

    seres

    lcg ndarios dioses y hroes cuyo ejemplo tena una aplicacin

    univers

    al

    e intempora

    lo propio de la tragedi

    a-

    posea ms

    va

    lor artfstico que u

    na

    accin vulgar protagonizada por

    hom

    bres

    ontemporneos

    -l

    o propio de la comedia

    -.

    En cierta manera

    puede afirmar q

    ue

    la calidad de lo artstico

    qu

    edaba s

    ubor

    dina

    da a la mayor idealizacin y q

    ue

    esta idealizacin afectaba por

    igual al tema elegi

    do

    que a los sujetos que protagonizaban la ac

    cin

    y

    a la forma con que todo ello era representad

    o.

    En relacin con el valor de lo narrado h

    ay

    empero en la

    Po-

    ca

    de Aristteles un pasaje destinado a tener una imp

    or

    tancia

    excepcional.

    Me

    refiero a lo que afirma acerca de la superioridad

    de narrar

    fi

    ccin - la hi

    stor

    ia imaginada- sobre la narracin

    24

    qu e se ocupa slo de la realidad positivamente acaecida la histo

    r ia propiamente dicha . Escribe Aristteles:

    Y a partir de lo dicho es evidente tambin que no

    es

    obra de un .;

    poeta

    el

    decir lo que ha sucedido sino qu podra suceder y lo

    que

    es

    posible segn lo que

    es

    verosmil o necesario. Pues

    el

    his-

    toriador y

    el

    poeta no difieren por decir las cosas en verso o no

    [ ..] sino que difieren en que uno di

    ce lo

    que ha ocurrido y

    el

    otro

    qu podra ocurrir.

    Y

    por eso la poesa

    es

    ms filosfica y noble que

    la historia pu

    es

    la poesa dice ms bien las cosas generales

    y

    la

    historia las particulares.

    Unos prrafos ms adelante todava aclara y puntualiza ms

    este asunto cu

    ando

    concluye que a pa

    rtir

    de estos hechos es

    evide

    nte

    que el poeta debe

    se

    r ms poeta de

    f

    bulas que de ver

    sos tanto ms cuanto que es poeta po r la mmesis y mime iza las

    acciones. A Aristteles pues le debemos esta providencial dis-?

    tincin entre la verdad y lo verosmil a travs de la cual e

    ncon

    trara el arte la justificacin moral que le faltaba sobre todo a

    par

    tir de la

    im

    pugnacin a que lo someti Platn precisamente

    por

    ocuparse no de la realidad s

    in

    o slo de sus apariencias.

    De esta manera si lo que define y enaltece al poeta es ms su

    capacidad de fabulaci

    n

    que de versificacin y si la imitacin ar

    tstica en general se acredita no tanto por relatar o representar lo

    que ha acaecido - segn el estricto y limitado patrn de lo ver

    dadero- sino

    por

    lo

    que

    p

    od

    ra tener lugar - segn el

    in

    deter

    minado y elstico pat rn de lo verosmil-

    aunque

    los protago

    nistas de la accin trgica fu

    eran

    hroes mticos perfectame

    nt

    e

    individualizados lo acometido e

    jemplarmente por

    ellos tena

    todas las licencias inven tivas de lo fabuloso con

    ind

    ependencia

    - o precisamente

    por

    ello- de que sus acciones no estuvieran al

    alcance en absoluto del mortal

    comn

    . Pero para Aristteles al -

    fin y al cabo discpulo de Platn fb

    ul

    a no era

    ni mucho

    me

    nos

    sinnimo de fantasa porque ya sabemos que ste consi-

    25

    .,

    I

    ;o

    \ I I I

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    14/28

    dcra ha imitacin [ant tica - la que mezcla arbitrariamente,

    s -gn la imaginacin, trozo de realidad incompatibles e

    nt r

    e s

    la peor

    y

    ms corrup tora. Por el contrario, si la capacidad o poder

    de fabulacin del

    poeta trgico poda prescindir del cotejo de los

    h chos positivamente acaecidos,

    no

    era para

    dar

    rienda suelta a

    fantasas absurdas o increbles, sino para

    no

    restringir el campo

    de la acci

    n

    memorable, res tndole as

    pos

    ibilidades de expresar

    lo

    que

    bien podra haber ocurrido,

    aunque no

    se tuviera noticia

    o no

    es

    tuviese suficientemente acreditado,o lo que, asimismo,bien

    podra tener lugar cuando se presentase la ocasin propicia.

    De esta manera, libre

    de

    restricciones forenses de lo histri

    came

    nte

    verificable, pero

    sin por

    ello caer en lo fantasioso , la ca

    pacidad de persuasin de la fbula era completa , porque, aun es

    tando el espectador lejos de poder vivir l personalmente esa

    accin narrada o

    repr

    esentada, todo lo

    que

    haba en ella le con

    cerna de la manera ms directa y explicaba la razn de ser pro

    funda de

    su

    humano destino.

    El

    C.

    I.A

    ICI

    S

    MO

    O

    LAJERARQUIZACIN DE

    LOS GNEROS

    reo que slo a travs de esta muy sumaria alusin a los cri

    t rios fundacionales del arte que pergearon los griegos se pue

    de entender el sentido de la afirmacin de Alberti sobre la im

    portancia trascendental de la historia en las artes plsticas , as

    como lo que inmediatamente se deriv

    en

    la distincin y jerarqui

    zacin de los diversos

    g

    neros artsticos;

    por

    q

    ue

    , como tendremos

    ocasin de ver, para Alberti

    no

    slo

    no

    haba arte

    sin

    his toria,

    ino que, seg

    n fu

    era esta historia,

    habr

    a ms o mejor arte.

    En

    realidad, Alberti pensaba

    que

    toda pintura deba ser pin tura de

    hi to ria, y que lo dems, los cuadros que narrasen acciones

    sin

    importan

    da

    in

    significa

    nt

    es, deberan

    se

    r considerados sub

    g ncro o s

    ub

    pro

    du

    ctos. Es evide

    nt

    e que la propia evolucin

    hi strica de la pintura moderna nos demuestra que cada vez fue

    ms diffcil mantener este principio ele manera dogmtica; pero, -

    fuera cual fuese la holgura con que se in terpretase

    su

    aplicacin,

    lo cieno es que se mantuvo vigente hasta el fin del clasicismo y el

    surgimiento del arte ele

    nu

    estra poca. O lo que es lo mismo: el va- ::

    lor del arte estuvo supeditado al tema tra tado, al contenido, a la

    historia representada;

    no

    , en fin, al cmo, sino al qu ;

    no

    al sig

    nificant

    e

    sino al significado.

    Segn Aristteles , la tragedia era imitacin

    no s

    lo

    de

    accio-

    ==

    nes h

    umanas

    , sino

    de

    las mejores de entre stas. Aunque lo

    que

    quiso significar el filsofo griego a travs de esta definicin del

    gnero trgico como u

    na

    imitacin selectiva es complejo, ya de

    por

    s nos previene sobre la existencia de

    un

    contenido narrativo

    de especial calidad, simultnea sta tanto en lo artstico como en

    lo moral. Evidentemente, las mejores acciones eran las de

    con

    te-

    nido ejemplar, protagonizadas

    por

    seres superiores, los hroes me

    mora

    bles.

    Aun

    sin salirnos de la esfera de los humanos mortales,

    las caractersticas de la accin

    dr

    amtica, de noble porte trgico,

    exigan, desde cualquier pu

    nto de

    vista, provocar un distancia

    mien

    to que generase en el espec

    tador un

    a

    c i n

    est

    u:e

    _

    fa

    ciente. Esos hroes deban proceder de un alejado pasado mtico

    y deban afrontar pruebas sobrenaturales , como las que slo po

    dan concebir y proponer los dioses .

    Definida como la representacin de las acciones humanas

    mejores, protagonizada por los seres, a su vez, mejores, parece l

    gico qu e la tragedia adquiriera la consideracin de gnero dram

    tico jerrq

    ui

    came

    nt

    e

    sup

    erior. En la antpoda esta

    ba

    la c

    om

    edia, -

    que representaba acciones vulgares, protagonizadas

    por hombr

    es

    sin nombre , gente del comn, prototipos cuyas triviales cuitas

    esta

    ban

    inspiradas en las costumbres

    popu

    lares contemporneas.

    Adems, la moraleja de la comedia induca,

    por

    lo general, a la risa -

    intr

    ascende

    nt

    e, en vez de a la

    adm

    iracin est

    up

    e

    fac

    ie

    nt

    e y purifi

    cadora caracterstica de la catarsis trgica. En este mismo sentido,

    la comedia, representacin de cosas bajas propias de gente baja

    estaba situada en e]

    punt

    o tambin ms bajo del aprecio art stico.

    27

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    15/28

    E a a

    pr

    esurada y elemen tal deam.bulac

    in

    a travs de los

    g ncros dramticos griegos, fundamen to de la esttica clsica,

    nos sirve para explicar, en primer lugar, el se

    ntid

    o narrativo con

    qu e fue concebido todo el arte en la tradicin occidental; pero

    tambin, en seg

    und

    o, el valorjerrquico del arte, algo muy impor

    tan te en

    una

    sociedad estamental, en la que los conocimientos se

    dividan, como se deca en castellano antiguo, en liberales y ser

    viles, o, lo que es lo mismo, en superiores (los que practicabaa

    gente socia

    lmen

    te superior, los ciudadanos libres) , e inferiores

    (o

    fi

    cios

    manu

    ales , sin demasiada complicacin, con los

    qu

    e

    se

    ganaba la vida la gente inferior, siervos o esclavos).

    Aunque en la Antigedad clsica grecorromana las artes pls

    ticas e

    ran

    consideradas mecnicas y serviles

    por

    su induda

    ble y decisiva participacin manual y su

    in

    equvoco destino mer

    cantil, hay

    mucho

    s datos que nos

    induce

    n a constatar

    qu

    e esta

    relegac

    in no se

    produjo sin polmica , y

    qu

    e

    hu

    bo una creciente

    reivindicacin en el

    sentido

    de homologarlas

    con

    los escogidos

    aberes liberales.

    Ta

    l reivindicacin se basaba en la

    im

    portancia decisiva de al

    gunas de las ciencias liberales

    l a

    geometra, la retrica, la

    po

    e

    sa, la tragedia, etcter

    en orden a la ejecucin de

    una

    obra de

    anc plstica; algo que

    s

    lo

    se

    sostena

    en

    la medida

    en

    que sta

    fuer

    a

    sobre todo, una

    r ~ c i n

    y tan to mejo r, si la

    hi

    sto

    ria por ella representada era semejant e a la definida en la trage

    dia . Se entiende que contar una

    hi

    storia eje

    mplan

    se convirtie

    ra en una obsesin legitimadora del arte as como que dicha

    fb

    ul

    a moralizadora arropara la plasmacin de

    una

    idea o pensa-

    mien to filosfico,

    aunque

    estas exigencias

    no

    dejaran de consti

    tuir un forzado lastre, como explic muy bien E. Panofsky en su

    clebre ensayo sobre el conflictivo desarrollo hist

    ri

    co del arte

    occiden tal clasicista, atrapado en

    un

    con flicto permanente ent re

    la razn y

    los sentidos, ent re

    su

    designio intelectual y su muy

    mat

    er

    ial

    y

    manual ejecucin fsica;

    en

    tre, en definitiva, el conte

    nido

    y

    la forma.

    28

    R EIVINDlC OON DEL MODELO TRGICO

    La tragedia se convirti, por consiguiente, en el gnero ms

    elevado, superio r tanto

    por

    la calidad de lo en ella narrado como

    por

    su efecto en el espectador; tamb in por

    su

    proyeccin in tem

    poral, ya que

    su

    argumen to escapaba ,

    por

    na turaleza, al e

    nt r

    a

    mado de las banales cuitas de los ho

    mbr

    es

    con

    te

    mpor

    neos y de

    la efmera ac tualida d. En este sentido , la reivindicacin qu e la

    teora artstica del renacimiento hace del modelo trgico se ex

    plica en func

    in

    de la necesidad de consolidar el prestigio de las

    artes plsticas como u

    na

    activ

    idad

    h

    umansti

    ca, algo tanto ms

    necesario cuanto

    no hab

    a sido ste el criterio prevaleciente

    en

    el

    mundo clsico grecolatino.

    Por otra parte, la confianza de los primeros h

    um

    anistas del re

    nacimiento en

    un

    fcil acuerdo entre las culturas pagana y cristiana

    resolvi el proble

    ma

    de cul deba ser el contenido de las

    hist

    orias

    representadas: p

    or un

    lado, estaban las historias m

    it

    olgicas;

    por

    otro, las legendarias del cristianismo , con la Biblia y la

    he

    roica le-

    yenda dorada de los santos. C

    omo

    , adems, se daba por sentado

    que ambas fuentes re

    fl

    ejaban un mismo espritu, tampoco hubo, en

    principio, problema alg

    uno

    para que sus respectivos repertorios de

    imgenes adoptasen una misma signi

    fi

    cacin moral. Casi toda la

    pintura italiana del siglo xv reflej esta situacin de primaca del

    gnero histrico sobre cualquier otro gnero emergente como pue

    de ser el del retrato, tan inicialmente subordinado que

    ni

    siquiera

    su c

    ir

    c

    unst

    ancial au tor firmaba la obra la mayora de las veces.

    De ma nera qu e este ideal selectivo marc el desti

    no

    del arte

    en la poca moderna y en el fo

    ndo

    , no cambi hasta la defini tiva

    destruccin del clasicismo. Es cierto que las sucesivas crisis his

    tricas que afectaron al mundo occidental en los siglos inmedia

    tamente sucesivos, el XV I y el xvn, conmovi.eron, como tendremos

    ocasin de ver, los cimi

    entos de este sistema cultural yartstico del

    29

    1 1 f \ l o

    1

    N

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    I I I 11\

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    .il

    MUIR 1 1 IJ\ 1OIUA

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    16/28

    cla

    ici mo, pero no hasta el punto de destruirlo.

    La

    iconoclastia

    protestan te y el morali.s

    mo

    de la Co

    nt

    rarreforma tuvieron , desde

    luego,

    un

    poderoso efecto en el desarrollo del arte occidental du

    ra

    nt

    e estos siglos , dando la impresin,

    en

    ocasiones especial

    me

    nt

    e c

    rt

    icas, de

    que hubi

    e

    ran podido arruinar

    la doctrina ar

    tr

    ti

    ca del clasicismo, pero, a la

    postr

    e, simplemente se limitaron

    a hacer

    mucho

    ms elstico el

    canon

    . Hay

    que

    situar en pleno si

    glo

    XVII

    la ltima reinstauracin dogmtica del clasicismo, qu e

    no en balde t

    om

    como bandera precisamente las ya aejas ideas

    de Alberti. En este sentido, convie

    ne

    recordar que los ataques

    crHicos de los tericos del xvn contra el naturalis mo

    no

    fueron

    nu nca descalificaciones artsticas personales de sus mejores re

    presentantes, sino

    una

    advertencia acerca de lo que esta prctica

    naturalista implicaba de destr

    ucc

    in del arte en s, considerado

    todava in separa

    bl

    e de los valores impuestos por el clasicismo.

    De todas formas, donde quiz se aprecie mejor la colosal in

    fluencia de la historia en la cultura artstica moderna occidental

    , en la perduracin de su huella en la mente popular mucho des

    pu de haber desaparecido el clasicismo. En realidad, hasta fe

    ha relativamente recientes, la reaccin ms comn de la gente

    a

    nt

    e cualquier producto artstico de vanguardia tena dos elemen

    tos ca ractersticos: el primero, preg

    untar

    qu significaba, para,

    in

    mecliatamente despus de constatar q

    ue

    careca de significa

    cin co

    nvencional-es

    decir, de

    no poder

    descifrar cul era

    su

    argume

    nto

    narrativo-,

    inq

    uirir si, entonces, tal obra era artsti

    ca. En efecto, reconocer la historia representada sig

    ui

    siendo la

    forma co

    nv

    encional de identificar

    un

    producto artstico como tal

    y

    lo muy secundariamente, el estilo con que estaba realizado.

    UBVERSIN DE LOS GNEROS Y TRIUNFO

    DE

    LA COMED

    IA

    El cnlido ejemplar y potico de la

    hi

    storia con qu e el

    gran

    i ta

    y

    teri o qu e fue /\ibe

    rt

    i concibi el programa art stico de

    ) )

    la poca

    mod

    erna so

    br

    evivi durante los tres siglos siguientes ,

    aunque no s

    in

    resentirse a cuenta de las crecientes tensiones

    que

    aport el

    propio

    desarrollo de los acontecimientos, casi todos

    orientados

    por

    el fatal proceso de la creciente secularizacin de

    la socie

    dad

    occidental. Este proceso afect adems

    de

    lleno al

    delicado equilibrio

    con qu

    e el nuevo arte humanista haba con

    cebido la narracin visual, supeditado, en principio, a las leyes

    del relato trgico a representacin de esas acciones ejemplares

    protagonizadas

    por

    hroes legendarios, extrados stos ya fuera

    ele la mitologa pagana, ya de las fuentes sacras del cristianis

    mo- , pero

    pronto

    asediado por las crecientes presiones de una

    actualidad cada vez ms acuciante. En este sentido, ya

    en

    el si-

    4

    glo XV I y en plena crisis de identidad producida

    por

    la Reforma y

    la Contrarreforma, comenzaron a deshacerse las costuras de este

    modelo narrativo de patrn trgico. En primer lugar, y de

    man

    e

    ra frontal, a causa de la iconoclastia protestante, cuya repugnan

    cia a la representacin artstica de temas sagrados o mitolgicos

    no dio otra opcin que la de los temas histricos seculares; pero

    tambin por la reaccin antihumanista d el catolicismo contra

    rreformista, cuyo providencialismo subverta el concepto clsico

    ele lo heroico y cuyo moralismo asfixiaba el poder de fabulacin .

    Desde pres

    upu

    estos doctrinales antitticos, ambas corrien

    tes socavaron

    por

    igual el modelo de narracin artstica de la tra

    dicin clsica, imponiendo,

    por

    diferentes vas, temas y formas

    de tratarlos en la antpoda de lo legendario y ms bien muy

    a

    ras de

    tierra . El naturalismo emergente

    que

    tales concepciones pro

    picia

    ron

    afect de lleno

    no

    slo a la forma de narrar, con el desa

    rrollo de nuevos gneros, sino, sobre todo, al replanteamiento de

    su jerarqua. Aunque este

    pro

    ceso

    de

    disolucin

    no

    se consum

    hasta prcticamente los inicios de nuestra poca contempornea,

    la reivindicacin de estos nuevos gneros narrativos, considera

    dos menores

    no

    dej de imponerse de forma progresiva y has

    ta implacable. Inicialmente prosperaron sin pretensiones y como

    d isfrazanclo su verdadera naturaleza con retazos del

    nob

    le ropaje

    3 1

    ( dNIIH

    l

    ll

    lA

    I IN i

    liiiA

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    17/28

    de la pintura de historia ya fueran paisajes con figurillas mito-

    lgicas, naturalezas

    mu

    ertas con trasfondo simblico, retratos

    con veleidades aparatosas o incluso escenas costumbristas

    con

    intenciones alegricas ; pero lo cierto es que fueron desplazan-

    do el contenido trasc

    en

    dente e

    in t

    emporal de su discurso narra-

    tivo

    en

    favor de lo anecdtico, actual y mundano. El proceso se

    hizo ya bastante evidente durante el siglo xvn, pero se co

    nsum

    plenamente durante el

    XV III ,

    el siglo

    de

    la secularizacin de la li-

    terat

    ura

    y de las artes plsticas.

    Por

    lo dems,

    aun

    sin

    abandonar

    el legado del canon clsico, esta nueva narratividad mundana se

    corresponda con lo que los tericos de la Antigedad grecorro-

    mana definan como el contenido apropiado del gnero dramti-

    co de la comedia.

    Es muy significativo al respecto que uno de los pintores que

    durante la primera mitad del siglo xvm ms hizo a favor de este

    modelo de narracin visual, el britnico William Hogarth, deno-

    minase sus cuadros y grabados seriales sobre la vida contem-

    pornea con la expresiva frmula de co

    c history painting que

    podramos traducir como pintura de historia cmica, o, si se

    quiere, pintura de historia segn el modelo de la comedia; en

    definitiva: la que representa las cuitas del vulgo actual. Aunque

    etimolgicamente el trmino griego de comedia estaba relacio-

    nado

    con

    los ritos bquicos desenfrenados y todo lo

    qu

    e impli-

    caban de fiesta orgistica y de liberacin de los instintos y mo-

    mentnea interrupcin del orden establecido, su uso literario se

    decant por las representaciones de la annima vida popular,

    con la

    qu

    e el espectador se identificaba

    sin

    necesidad

    de ningn

    distanciamiento,

    con

    espontnea ligereza,

    con

    la perfecta natu-

    ralidad de lo que resulta prximo, cotidiano, trivial.

    El desenfreno

    popular

    de carcter ritual sobrevivi histri -

    camente desde la Antigedad a toda clase de vicisitudes, inclui-

    da la del cristianismo, llegando inc

    lum

    e hasta los albores de la

    Edad Moderna, como ha demostrado Mijal

    a j ~ i n

    en

    su

    clebre

    estudio

    La cultura poplar en la Edad Media en

    el

    Renacimiento.

    12

    W ll llam

    ogar lh ,

    Mau /

    dr la guardia a

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  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    18/28

    l contexto de r a n ~ o Rabelais

    En l, Bajtin repasa todas las

    fi

    gu

    ras de la esttica de lo grotesco, cuya apoteosis ltima

    tu

    vo lugar

    precisame

    nt

    e

    duran

    te el siglo XV

    I, en

    el

    qu

    e

    no

    en balde surgi '

    ese s

    ub

    gnero pictrico de las escenas de costumbres populares

    e l primer

    peldao

    moder

    no de la narracin visual de las his

    torias mortales

    .

    En la medida en que lo grotesco celebra de

    manera caricaturesca y

    brutal

    lo orgnico,

    no

    slo

    nos

    recuerda

    la pujanza de nuestros apetitos, sino, a travs de ello ,

    nu

    estra pe

    rentoria

    cond

    icin

    mort

    al, dejando

    en

    entr

    e

    di

    c

    ho

    cualquier es

    peranza

    ultrat

    e

    rr

    ena.

    La orgistica y deso

    rd

    enada risa popular fue, en principio,

    artsticamen te e

    nt r

    evista con el prisma ir

    ni

    co de la bu rguesa,

    que se so

    lazaba as, desde la

    distan

    cia, con la torpe naturalidad

    de los campesinos. En este sentido, nadie

    durant

    e el siglo XV I lo

    hizo de forma ms completa y ejemplar que,

    pr

    ecisamente, Ra. 2-.e- '

    la _s y Pieter Brueg__hel. n todo caso , la atraccin por el abismo ,

    popular produjo un vrtigo

    fa

    scinante, al qu e no se le pudo poner

    otro coto que el de, por llamarlo as, su domesticacin; esto es, __ /

    girar el espejo de fuera hacia dentro , del campo a la ciudad, y, so

    bre todo , de la calle al

    in ter

    ior hogareo, al rescoldo de la intimi

    dad familiar. Es

    una

    evolucin

    qu

    e

    se

    observa principalmente

    la trayectoria del

    ar t

    e de los Pases Bajos, desde la filosfica mi-

    :; ;

    rada de Brueghel hasta los grandes maestros holandeses de la se-

    g

    unda mitad

    del siglo xvn, como Pieter de Hooch, Vermeer de

    Delft, Pieter Saenredam o Gerard Terborch el joven, los creadores

    del llamado realismo

    pt

    ico, cuya

    pre

    cisa lente

    no

    se apart de

    la ah

    ora sacralizada

    reali

    dad

    cotidia

    na bur

    guesa. Entremedias

    del proceso,

    no

    faltaron los acontecimientos artsticos relevantes

    para la consagraci

    n

    de este

    in

    sli

    tam

    e

    nt

    e puja

    nt

    e gnero me

    nor, con aportaciones pictricamente tan deslumbrantes, dentro

    de esta misma rea septentrional, como las de Rembrandt, Frans

    Hals o Fabritius, as

    co

    mo las que

    hi

    cie

    ron

    al respecto los natura

    listas de la E

    ur

    opa catlica meridional, con Caravaggio a la cabe

    za, y los segu icl me

    e

    ste en el mundo italiano, francs y espaol.

    35

    l

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    19/28

    Oc esta manera, aunque el pre ligio del clasicismo sigui toda

    va imperante, se puede afirmar que el naturalismo del siglo xvn

    abri las esclusas torre

    nc

    iales de la

    mode

    rnizaci

    n art

    stica, ha

    ci

    endo

    qu

    e los mortales ocup

    aran

    el lugar

    art

    stico antes desig

    nado en exclusiva para relatar visualmente las hazaas de los so

    brenaturales dioses y hroes.

    D EL CIELO A LA TIERRA

    Cuando ,

    por

    as decirlo,

    no

    quedaba ya nada digno de ser

    pintado, cuando el rasero de la m

    ir

    ada artstica ya no remontaba

    el vuelo ms arriba de lo que cualquier mortal alca

    nz

    aba con sus

    ojos perecederos,

    an

    quedaba pendiente, no obstante, la acu

    cian te in terrogacin

    so

    bre qu habra q

    ue

    pintar y sobre c

    mo

    hac rlo. ste fue el asunto que ocup gran parte del

    art

    e de los

    siglo

    XV II I

    y XIX, ya en pleno desarrollo de nuestra poca con

    tempornea, cuya vanguardia se centr en lo que podramos ca

    lilk

    ar

    , en efecto , como modernizacin del con tenido

    un

    eufe

    m i mo

    qu

    e quiere significar

    no

    slo el esfuerzo por elevar la

    actualidad a la dignidad artstica, si no tambin por adentrar sta

    en elsacralizado marco pictrico hasta en sus detalles ms trivia-

    le e insignifican tes. Es cierto que, en este nuevo proceso, la deli

    rante

    pt i

    ca de lo grotesco

    se

    fue

    sus

    tit

    uye

    ndo paulati

    namente

    por la

    m

    s sutil y refinada de la irona, y,

    fi

    nal

    ment

    e, dando un

    giro ltimo a la tuerca de la modernizacin,

    por

    la mera replica

    cin silenciosa

    de

    lo real, en cuyos retazos nos seguimos

    mo-

    viendo hoy en da a travs precisamen te de la llamada

    pintura

    de gnero , que com

    po

    rta

    no s

    lo los tra

    di

    cionalm

    ente

    conside

    rados gneros m e

    nor

    es, sino lo artsticamente captado a travs

    de los llamados

    nu

    evos medios de la tecnologa audiovisual.

    Durante el siglo

    ,

    en el

    qu

    e se fundaron nuevos centros

    arts

    ti

    cos como Pars, Lo

    ndr

    es y Venecia -

    ad

    ems del todava

    muy con o lidado de Ro

    r

    - e desarroll amp

    li

    ame

    nt

    e un nue-

    J

    Pil l n

    llrulghcl, El triunfo e

    la mu

    e

    rte

    u ~ t o

    Nado

    l dd lmdo (Madrid, Fs

    par a

    ).

    l l i

    lA\

    11111

    li

    UA\

    I

    N l

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    1

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    I

    11

    l l l

    1

    A

    111

    1

    1 )Ritl

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    20/28

    vo repe

    rto

    r

    io

    de temas a

    rt

    sticos, as

    como

    nuevas es trategias de

    narraci

    n

    visual. En este se

    ntido

    , la pintura galante francesa ,

    que

    _

    imp lic a tres generaciones consecutivas, las de Watte_au , Bo

    uc_E.

    er

    y

    Fragonard -enlazando de

    esta manera el siglo XV II con el XI

    X

    al menos en cuanto a las fechas de nacimiento y muerte respec ti

    vamente del primero y el l timo de los artistas citados- troc el

    se

    nt i

    do p ico de la historia, al transformar las hazaas guerreras G

    en conquistas de alcoba en las que se vean implicados los anti

    guos dioses , o mejor diosas, mientras el severo modelo heroico

    de

    Pdussin se vea sustituido por el

    sensual

    y colorista de Rub ens .J

    Junto a esta trivializacin del contenido del gnero histrico , se

    desarrollaron otros en los que la vida cotidiana de la burguesa y

    el pueblo llano eran

    tratados

    con creciente uncin y formas na

    rrativas cada vez ms atrevidas y chispeantes, basadas en la mec

    nica sentimental del l } e l o d r ~ m e y siguiendo el cauce de las ideas

    revolucionarias,

    que

    defend

    an la

    bondad del estado natu ra

    l.

    El

    ejemplo ms rotundo

    de

    este nuevo gnero melodramtico ,

    en

    su

    momento

    calificado expresivament como

    lacrimge u ;

    fue el

    proporcionado

    por

    Jean-Baptiste Greuze, que inmortaliz las ba

    tallas familiares domsticas

    de

    la pequea burguesa rural , tra

    tndolas pictricamente con el realce compositivo de los relatos

    clsicos. Toda esta

    ampliacin

    y vivacidad con

    que

    emergieron

    los asuntos menores, protagonizados

    por

    personajes sin no

    mbr

    e,

    extrados de todas las clases sociales y que se comportaban

    segn

    los

    cnones

    de una nueva moralidad burguesa, forjaron

    un

    mar

    co de

    atencin

    artstico cada vez ms prximo a esa actualidad

    que los clsicos

    consideraban

    el terreno apropiado para el gn e

    ro dramtico

    de

    la comedia, de

    natura

    leza

    bu

    lliciosa

    y

    trepidante.

    En

    esta misma direccin se pronunci una buena parte de la

    pintura

    br

    it

    nica, no slo a travs del ya citado caso de William

    Hogarth

    y su as llamada

    comic history painting

    sino tambin con

    la multiplicacin de diversas modalidades de escenas de gnero,

    como el de las

    conversa.tion

    pi

    e

    ces

    retratos colectivos familiares,

    o los del paisaje

    y

    e la sporting lije favorecidos por la activa p e-

    39

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    21/28

    quea nobleza rural de los ge

    ntlemen farmers

    o granjeros caba

    lleros. Simultneamente, florecieron tambin

    nu

    evos gneros

    ; literarios, como la novela. Henry Fielding, u

    no de sus

    primeros

    cultivadores, afirm qu e el superior mrito de la novela sobre la

    historia se deba a que sta

    se

    limitaba a narrar los hechos pbli

    cos, mientras que

    aq

    ulla indagaba en los ms inescrutables es

    cenarios de lo privado.

    4

    Real

    ment

    e,

    si

    el

    historiador

    se

    limitase a lo

    suc

    edido estric

    tamente, y rechazase por completo cualquier circunstancia que,

    aunque

    bien

    confirmada, pue

    da juzgar como

    falsa,

    incurrir

    algu

    nas veces en lo maravilloso, pero jams en lo increble [ .. ] Es en el

    reino de lo ficticio,

    en

    el que corrientemente

    se

    abandona la

    nor-

    ma

    de

    la probabilidad, la que el historiador en ninguna ocasin o

    mu

    y rara vez debe dejar de ten er pres

    en

    te mientras

    no se

    despoje

    y

    comience a escribir

    una

    novela. A causa de esto, los historiado

    res

    qu

    e escriben hechos pblicos tienen ventaja

    sobre

    nosotros,

    qu

    e

    nos

    atenemos a las escenas

    de

    la vida privada. El crdito

    de

    los

    primeros se sostiene mucho tiempo por

    una

    publicidad general, as

    co

    mo

    por los informes pblicos, adems de con los testimonios de

    muchos autores, apoyando la prueba de su veracidad en las obras

    venideras[ ..] Sin embargo, los q

    ue

    nos circunscribimos a las gen

    tes privadas, quienes rebuscamos

    en

    los ms ocultos rincones y ex

    ponemos muestras de bondad y vicio extradas de los agujerosy es

    condrijos del mundo nos encontramos en una situacin ms

    peligrosa.

    Al

    no tener autoridad pblica,

    ni

    tampoco testimonios en

    que apoyarnos, ni informes para atestiguar y corroborar lo que pro

    ducimos,

    nos

    es conveniente

    no

    slo mantenernos

    en

    los lmites

    de

    la posibilidad,sino asimismo de la probabilidad, al describir lo que

    es bueno y amable en demasa. La bribo

    nada

    y la insensatez, si bien

    no

    exageradas, siempre son admitidas con mayor facilidad, ya que

    la n

    at

    uraleza perversa colabora a fortalecer la fe. Tom]ones trad. C.

    Gonzlez Castr

    esa

    na, Barcelona, 1966, pp . 350-351.

    Nicolns Pou in ,

    f

    / triunfo de Dav id,

    Nncion l Prado Madrid , paa).

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    22/28

    /\ nt oinc

    ntt

    ( au, / rr flllltidcrll n l, eleccin par ti cular

    ( Parfs ranci .

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    23/28

    En realidad, a travs de casi todos los medios de expresin ar-l

    tstica

    y

    progresivamente, en casi todos los centros artsticos, la

    atencin se desplaz del cielo a la tierra, d

    ed

    icndose a escudriar

    los aspectos ms humild

    es

    y banales de

    l

    vida cotidiana, tal y como

    sta se manifestaba echando una ojeada indiscriminada a

    lr

    ededor.

    En este cambio, ori

    en

    tado a ca

    ptar

    el bullicio de la vida co

    mn, hay

    qu

    e resaltar ta

    mbi

    n otra corrien te complementaria, la

    en

    car

    nada

    po

    r el

    pintor

    francs Chardin , en la que este

    mismo

    un

    do era re

    pr

    ese

    ntad

    o, s

    in

    embargo, hacie

    nd

    o

    nf

    asis en su in-

    timidad silenciosa y su

    hi

    ertica quie tud. El genial pintor

    fr

    ancs

    se inspir en la pin tura hola

    nd

    esa del siglo xvn, pero reinterpret

    de fo rma muy original su alcance, dotando a las escenas doms

    ticas de una in tensidad , una uncin y un encanto desconocidos,

    a la vez que, como pin tor de bodegones, plasm lo material de la

    materia sin aditamento simblico alguno. As, el in terior y la in )

    timidad del espacio domstico nos revelaron los mgicos momen

    tos de ensimismamien to cotidiano, de lo que pasa cuando, por as,.

    decirlo, no pasa nada.

    De todas

    fo

    rm

    as, a pesar de lo que

    se

    est a

    punt

    an

    do

    a gra

    n-

    des rasgos sobre la progresiva declinacin del conce

    pt

    o clsico

    de pintura de historia , sta tuvo

    un

    a cierta supervivencia vicaria

    travs de la,por lo dems , anti

    cl

    sica doctrina est

    tica

    de lo sub li

    me, esa categora rescatada del

    inm

    emorial olvido

    por

    el revo

    lucion

    ar

    io mundo contemporneo con la

    in

    tencin de contrapo

    nerla con ve

    nt

    aja a la vetusta belleza tradiciona

    l.

    Bajo el amplio y

    conf

    uso manto

    de

    lo sublime,

    qu

    e defenda el superior voltaje

    emocional del sentimiento de lo desmesurado, e

    nt

    raron de

    ntro

    del repertorio artstico un

    con

    jun to de temas muy variados, aun

    qu

    e cortados todos

    por

    el patrn del desconcertante efecto de lo

    estupefaciente: as ocurri con lo terrorfico, lo grotesco, lo mons

    tru oso, o, en fin , como se ha dicho, imposible de medir - al me

    nos a la escala de

    una

    percepcin humana convencional- . De

    esta manera , por esta i

    mpr

    evisible avenida en tr en el dominio

    de la representacin arts tica todo lo que

    pud

    iera concebir la fan-

    45

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    24/28

    la

    a

    m

    atrev

    id

    a, desde la novela glica o las vis

    ion

    es imagina

    Uva

    s de

    ar t

    istas como Fss li , Blake o Flax

    man

    ,

    ha

    sta llegar a las

    muy populares obras de terror o ciencia-

    fi

    ccin actuales,

    pe

    ro

    tambin , ms en relacin con el se

    nt i

    do tradicional de lo heroi

    co, los cuadros de historia de

    un

    David o un Go a, los c

    ua

    les die

    ron pie asimis

    mo

    a una tradicin moderna de lo pico

    qu

    e llega

    hasta el Guernica de Picasso, entre otros

    muchos

    ejemplos de la

    pintura de vanguardia

    del

    siglo xx. Otra cosa es, en relacin con

    esta renovada pintura pica contempornea, que su planteamien

    to

    fu

    era

    ne

    cesariamente anticlsico.

    AP

    OTEOSlS DE LO NARRATIVO

    Ju

    nLo a esta reinterpretacin del tradicional sentido pico de

    la hi storia en la narracin visual de nuestra poca,

    hub

    o otra l

    nea antittica ms acorde con la corriente dominante del crecien

    l r de pojamiento literario de las artes plsticas; una lnea que , en

    principio (ue acogiendo , como ya se ha indicado, toda clase de pe

    qu

    ea

    hi

    s torias triviales del dis

    curr

    ir de la vida cotidiana para,

    a partir de aproximadamen te 1880, a

    rr

    ibar a lo insig

    nifi

    c

    ant

    e, esto

    e ,

    a

    un

    arte anic

    ni

    co,

    no

    figurativo, como popularmente

    se

    di

    e abstracto, en el que el nico

    punto

    de referencia es la

    pura

    form

    a.

    Es te ensimismamiento, autonoma o, si

    se

    quiere, pureza

    del arte,

    qu

    e tras la experiencia cubista

    poten

    ci diversas corrie

    n-

    tes de abstraccin, sobre todo durante el primer cuarto del siglo xx

    podra haber dado

    por

    zanjada la cuestin del trasfondo histri

    co del arte, tanto en su

    nor

    mativa acepcin clsica como en

    su

    mu ltiplicada verborrea de miles de

    hi

    storias menores. Hoy sabe

    mos que no

    fu

    e as, ni siq

    ui

    era en las artes plsticas tradicionales,

    porque la posibilidad de

    un

    arte sin historia o historias en los nue

    vo medios de comunicacin visual, fotografa, cine o vdeo no ha

    pa ado de una mera experimentacin episdica. En realidad, qui-

    46

    j cn n hard in , E i o d ltro po

    MU >l

    O

    dd

    1

    OIIVr( ( l :t rl i, r rnncia) .

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    25/28

    P

    ab

    lo Pi

    casso

    ,

    Gtwmirn

    Musco Nncio

    na

    l cnl ro de Arte Reina Soffa

    Mad 1d

    sp n

    . S ucesin Pabl< Pknsso. V .AP, Mndrid , 2005

    1 l

    1

    111

    t

    l iA INMt

    II IAI

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    A IJ\ Mlli

    il

    11

    IW lA

  • 7/25/2019 Calvo Francisco- Los generos de la pintura.pdf

    26/28

    z el circunstancial escoramiento de las artes plsti cas hacia

    un

    lenguaje no figurativo , sin historia , se deba precisamente al ase

    dio al que fueron sometidas

    por

    los nuevos medios de narracin,

    comparativamente ms eficaces.

    n

    todo caso,

    nos

    enco

    ntram

    os

    en

    una

    situacin

    en

    la que esta divisin tradicional en tre viejos y

    nuevos

    me

    dios resulta cada vez ms inoperante, y,

    por

    ello, en

    que tambin lo

    es

    la defi

    ni

    cin de lo artstico como

    un

    sistema de

    pura

    visualidad al margen de

    su

    contenido literario, posibilidad

    que

    se contempl

    durante

    buena

    pa

    rte del vanguardista siglo

    xx.

    Si quisiramos

    dar

    un valor trascendente y

    norma

    tivo a lo

    que hoy se

    hace y se dice acerca del arte, algo ciertamen te im-

    posible desde una perspectiva moderna,

    nos

    encontraramos, no

    obstante, ante la paradjica situacin del triunfo apotesico de lo

    narrativo

    en

    las artes visuales, o, si

    se

    quiere, la

    con

    sta tacin de

    qu e nunca como ahora se

    ha

    dado tanta importancia a qu e el arte

    cuente historias, e historias en relacin directa con las cui las del

    presente. Por qu entonces aludir a la muerte de la Historia?

    Tras el ttulo tan enftico elegido para este captulo hay una do

    ble in tencin: en primer lugar, la acadmica de explicar el proce

    so histrico del arte occidental en su fase inicial clsica (en la que,

    como afirm L. B. Alberti, la parte fundamental del ar te era trans

    mitir un mensaje ejemplar,

    una

    Historia con mayscula) y dar

    cue

    nta de cmo tras la definitiva crisis del clasicismo que inicia

    nuestra poca se produjo la

    amp

    liacin indiscriminada de este

    cauce narrativo,

    que se

    abri a cualquier ancdota por

    in

    signifi

    cante

    que

    pudier a parecer;

    en

    segundo lugar,

    se

    encuentra la in

    ten

    cin

    esttica

    de

    aproximarnos a u

    na

    actuali

    dad

    en la qu e el

    mundo

    ya

    no

    cabe en

    un

    solo relato omniexplicativo.

    n

    este

    sen

    ti

    do

    , la

    muerte

    de la Historia

    no

    seala el fin de la na

    rr

    acin

    en las artes visuales, sino

    que no

    s advierte de, como

    se

    dice aho

    ra,

    ~ l a

    crisis de los grandes relatos . En efecto, se

    an Fuku

    yama

    o Danto, lo que

    mu

    c

    ho

    s

    autor

    es actual es al referirse al

    fin

    de la

    Historia o la

    mu

    e

    rt

    e del Arte de end en no es , ni

    mu

    cho me

    no

    s, que no haya nada dig

    no

    de ser reco

    rd

    ado o expre ado, in o,

    51

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    LA

    I IISIORIA

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    27/28

    justo por el contrario , que la realidad deviene algo tan complejo

    yproteico que literalmente no cabe en un cauce narrativo nico.

    , Si la piedra angular de la tradicin artstica clsica fue la Be-

    )lleza, la del arte de nuestra poca es la muc

    ho

    ms elstica de la

    Libertad, en la que, en principio y

    por

    principio , cabe todo, ya

    hablemos de historias o de formas de comunicacin y expresin.

    La

    revolucionaria ventaja que un sistema tal puede producir est

    inscrita en lo que hasta el momento presente ha sido la his toria

    del arte contemporneo; mientras que su desventaja , en relacin

    con

    la tradicin, es

    su

    atosigante indefinicin, que continuamen

    te

    nos

    plantea la validez

    no

    ya de

    un

    producto artstico concreto,

    s

    ino de

    un arte as concebido, un arte

    sin

    fronteras. En cierta ma

    nera,

    con

    esa libertaria indiscriminacin de lo

    que

    debemos en

    tender como arte, se

    ha

    abierto ante nuestros ojos

    un

    panorama

    de

    una magnitud

    inabarcable, en cuyo recorrido

    nos

    hallamos

    sin sa

    ber

    a ciencia cierta adnde

    nos

    dirigimos , si es q

    ue nos

    di

    rigimos a alguna parte. Perdidos en este vasto ocano,

    no hay

    ya

    nada

    que

    despierte

    nu

    estra atencin o

    que no pueda

    ser regis

    trado, pero este enriquecimiento de nuestra capacidad narrativa

    puede muy bien

    hac

    ernos enmudecer, por que ya no sepamos lo

    qu e decimos una vez que

    se nos

    perdi esa brjula que

    nos

    indi

    caba el rumbo, la

    br

    jula del arte. En este sentido, con la

    muerte

    de la Historia y la emergencia de una verborrea arts tica , de un

    coro de mil historias mortales, quiz estemos signando ,

    por

    pri

    mera vez, nuestra condicin de seres mortales, meras partculas de

    una

    dramtica trama temporal.

    EL

    ARTE CTU L Y LA AUSENCIA DE C NON

    Impor

    ta sa

    ber

    que lo revolucionario del arte

    de

    nuestra po

    ca, ms que

    pr

    escribir la belleza, la

    hi

    storia o la mera forma, se

    ha

    dirig

    id

    o co

    nt r

    a el hecho ele que cualquiera de estas

    in

    stancias

    se

    transforme en canon ab o l

    ut o.

    Con e o, lo arlistico ha logrado

    5.2

    ensanchar asombrosamente el horizonte, pero, como ocurre con

    toda exploracin, toda aventura, al precio de

    una

    prdida de es

    tabilidad esttica y moral. No hay garantas previas, porque se avan

    za sin saber adnde se va. Lo colosal, en la actualidad, es, pues, el

    desconcierto: mil historias que se cruzan a la vez sin que ningu

    na pueda llevar la voz cantante.

    En

    una

    novela histrica publicada en 1992,

    l amante del

    ::::

    vol n de Susan Sontag, se intercalan algunas consideraciones

    sobre el papel de la historia en la pintura tradicional que me pa

    rece interesante reprod

    ucir

    a continuacin.

    Segn las normas de la

    ~ n t u r

    histrica de aquella poca [po

    demos leer, no sin antes advertir que la accin discurre en la se

    gunda mitad del siglo xvm], el artista debe preservar la verdad

    material de un tema fre

    nt

    e a las exigencias de una verdad literal,

    es decir, inferior. Con un gran tema, es la grandeza del tema lo

    que

    el

    pintor

    debe esforzarse en representar. As,

    por

    ejemplo ,

    elogiaron a Rafael

    por

    representar a los apstoles como nobles

    de

    cuerpo

    y semblante,

    no

    como las figuras mezquinas , torpes,

    que

    segn las sagradas escrituras

    nos

    cuentan que fueron. Se dice

    que

    Alejandro era de baja estatura: un pintor

    no

    debera repre

    sentarlo as, declar sir joshua Reynolds. Un gran hombre no

    tiene

    una

    apariencia mezquina o vulgar,

    no

    es un lisiado o un

    co

    jo

    , no bizquea,

    ni

    tiene la nariz abultada, ni usa una peluca re

    pugnante .. o, en caso afirmativo, ello

    no

    forma parte

    desues

    en

    cia. Yla esencia del tema es lo que el pintor debe mostrar. A noso

    tros

    no

    s gusta des tacar las facetas cotidianas de los hroes. Sus

    esencias

    no

    s parecen antidemocrticas. Nos senti

    mo

    s

    op

    rimidos

    por la vocacin de grandeza. Consideramos el inters por la glo

    ria o la perfeccin como un sntoma de carencia de salud mental y

    hemos decidido que los protagonistas de grandes hazaas, las lla

    madas s

    up

    erfiguras, deben su excede

    nte

    de ambicin a un defec

    Lo de crianza ta

    nl

    o por insuficiencia como por demasa). Quere

    mos admirar, pero creemos Lener derecho a no ser intimidados.

    53

    1

    Cl'

    (

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    'IN

    II

    J

    lA

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    28/28

    Nos disgusta sentirnos i

    nf

    eriores a un ideal determinado . As, no

    importaban las esencias. Los nicos ideales permitidos

    son

    los sa

    ludables: aquellos a los que todo el mundo puede aspirar, o que

    imaginamos cmodamente que uno mismo los posee.

    He aqu

    no

    slo

    una

    buena explicacin de la importancia

    qu e lleg a tener la historia

    en

    el arte tradicional, sino tambin

    un anlisis de p

    or

    qu se desacredit

    en

    nuestra poca a causa de

    su prete

    nsin

    colosal, exclusiva y excluyente;

    su

    pretensin, en

    suma, antidemocrtica.

    Empec este captulo citando la clebre sentencia de Alberti

    sobre el coloso de la historia, que no consista en su tamao, sino

    en su significacin moral legendaria, o, lo que es lo mismo, su

    inmortalidad . El clasicismo fund el arte sobre estas bases de

    inmortalidad, y no porque creyera que los hombres lo fueran en

    sf, sino porqu

    e

    almenos, lo eran sus historias, muy capaces de

    in

    teresar

    po

    r igual a muy diferentes y distantes generaciones.

    La

    se

    ularizacin

    de

    nues tro mundo contemporneo descree de las

    ro

    ibilidades de trascender el tiempo, cada vez ms vivido e in

    terpretado como mera actualidad. Sabindonos mortales, no acep

    tamos

    que

    nuestro arte no lo sea, y as, atrapado

    por

    lo fugaz del

    t cmpo, ste devie

    ne mero entretenimiento puntual,

    mo

    da. Qui

    z nuestros predecesores del clasicismo estuvieran equivocados

    . y fueran literalmente unos ilusos. No obstante, historia, forma o

    i concepto , el arte ha sido y sigue siendo una ilusin, y como tal,

    ciertamente una evasin de la realidad que nos insatisface. Slo

    el da en que la realidad colme todas nuestras expectativas, desa-

    .\

    parecer el arte, pero sta

    me

    parece una pretensin ms atrevida

    an que la de considerar que ninguna historia humana pueda al

    canzar la inmortalidad. De

    man

    era que dejemos al arte con sus

    ilusiones: sea una Historia con maysculas o mil minsculas his

    Lorias, sea con o sin palabras, mientras el hombre mue ra, tendr

    algo que c

    ontar

    , aunque slo sea, precisamente, la colosal trage

    dia de su deslino invar

    ia

    ble.

    I I

    EL

    DESNUDO

    U NA FORMA DE ARTE

    El desnudo es

    un

    asunto apasionante, muy difcil de abordar

    por su rica complejidad, ya que se trata del tema quiz ms im

    portante de la historia del arte occidental. Para tratarlo quiero

    comenzar

    con

    una reflexin que hace el gran historiador de arte

    Kenneth Clark en su

    libro bsico y po lmico que lleva precisa

    mente

    el t

    t

    ulo

    de l

    desnudo

    Estudio de

    la

    forma ideal En

    la in

    troduccin se pregunta el autor sobre la na turaleza del desnudo, y

    con

    su caracterstica irona responde: Es u

    na

    forma de arte in

    ventada por los griegos en el siglo v, del mismo modo que la pe

    ra es una forma de arte inventada en Italia

    en

    el siglo xvn. La con

    clusin resulta, desde luego, demasiado brusca; pero tiene el

    mrito de poner de relieve que el desnudo no es

    un

    tema del arte,

    sino una forma de arte. Se trata de una definicin magistral , que

    recuerda que el desnudo se vertebra como tal forma, como ideal,

    en el corazn del clasicismo artstico occidental, de manera que

    no es un simple motivo, sino la forma de hacer ar te occidental. /

    on su afirmacin, Ciark se refiere a que fueron los griegos los

    que tuvieron por vez primera la capacidad no de pintar o esculpir

    cuerpos desnudos algo que ya se haca desde la prehistoria), sino

    de convertirlos en un ideal; es decir, que lograron abstraer lo que