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    Anti-manual para uso

    de marxistas, marxlogosy marxianos

    B I B L I O TE C A B S I C A D E A U TO R E S V E N E Z O L A N O S

    Ludovico Silva

    Monte vila Editores Latinoamericana

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    Anti-manual para usode marxistas, marxlogos

    y marxianos

    BIBLIOTECA BSICADE AUTORES VENEZOLANOS

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    LUDOVICO SILVA

    Anti-manual para usode marxistas, marxlogos

    y marxianos

    BIBLIOTECA BSICADE AUTORES VENEZOLANOS

    PrlogoNELSON GUZMN

    CronologaEDDA ARMAS

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    1 edicin, Coleccin Estudios, 19751 edicin en Coleccin Biblioteca Bsica de Autores Venezolanos, 2009

    1 reimpresin, 2011

    ILUSTRACIN DE PORTADA

    Imagen digital, 2009

    Mariela Pinto

    DISEO DE COLECCIN

    Marisela Balbi

    DISEO DE PORTADAHelena Maso

    DIAGRAMACIN

    Sonia Velsquez

    CORRECCIN

    Wilfredo Cabrera

    MONTE VILA EDITORES LATINOAMERICANA C.A., 2008Apartado Postal 70712, Caracas, Venezuela

    Telefax: (58-212) 485.0444

    www.monteavila.gob.ve

    Hecho el Depsito de Ley

    Depsito Legal lf50020113203887

    ISBN 978-980-01-1726-2

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    BIBLIOTECA BSICADE AUTORES VENEZOLANOS

    La coleccinBiblioteca Bsica de Autores Venezolanos seorigina en la necesidad de garantizar a nuestra sociedad elacceso al disfrute de la lectura. Su formulacin est en-marcada dentro de los objetivos estratgicos que se planteael Estado para alcanzar la democratizacin de la lectura,a travs del libro, como un bien cultural esencial destina-do a la formacin y el desarrollo de los ciudadanos. Por ello

    Monte vila Editores Latinoamericana, la editorial delEstado venezolano, presenta este conjunto de edicionesmasivas conformado por una cuidada seleccin de ttulosconsagrados del acervo literario nacional.

    En este sentido, laBiblioteca Bsica de Autores Venezo-lanos acoge obras de la narrativa (serie verde), la poesa(serie roja), la dramaturgia (serie durazno) y la prosa en-saystica y documental (serie azul); que dan cuenta de larica y esplndida trayectoria de las letras venezolanas.

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    Anti-manual para uso de marxistas, marxlogos y marxianos / IX

    LUDOVICO Y MARX

    La intencin fundamental de Ludovico Silva en suAnti-ma-

    nual para uso de marxistas, marxlogos y marxianos fue

    batallar contra la larga tradicin que haban impuesto los

    manuales soviticos en la lectura de Marx. Los soviticos se

    negaron a discutir el Marx joven por considerarlo anticient-

    fico, pues segua utilizando la vieja jerga de Hegel, segua

    diciendo que el trabajador pierde su esencia humana en el

    trabajo. Segn esa interpretacin, el joven Marx estaba inva-

    lidado por manejar an la categora de esencia humana

    perteneciente a la teora hegeliana. El asunto fundamental

    era que la gran mayora de intelectuales marxistas no ha-

    ban ledo directamente a Marx y predominaban las ladri-

    llescas versiones soviticas. Los manuales haban sido casi

    todos escritos por encargo y a peticin del Partido Comu-

    nista de la URSS y haban olvidado la Tesis XI de Marx:

    los filsofos lo que hacan era interpretar el mundo, de lo

    que se trataba era de transformarlo.

    El olvido de la categora depraxis revolucionaria con-vocaba a una interpretacin etapista de la revolucin, tododeba depender de las consideraciones de la URSS. El mar-

    xismo haba sido convertido en una religin donde habajerarquas y existan mximas irrevocables. Ludovico rei-vindica en su Anti-manual el pensamiento de AmricaLatina, diciendo que ac tenamos brillantes cientficos

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    X / LUDOVICO SILVA

    sociales capaces de rediscutir la argamasa y el plexo te-

    rico de la teora marxista de la historia.Ludovico insistir en suAnti-manual en la necesidad

    de volver a Marx y de realizar la lectura sin dogmas, sin ca-tecismos que puedan confundirnos. Marx no era un autorsacrosanto a venerar, sino un intelectual que estaba cons-tantemente debatiendo sus conceptos. Dentro de esta com-prensin, el Anti-manual le habla a los marxistas de fe

    dicindoles que se no es el camino a tomar; hace lo mismocon los marxlogos, quienes han realizado una lectura esco-lstica e intelectual de Marx, la cual se sita tambin lejosde la praxis contestataria que debe poseer una teora viviente

    y, finalmente, considerando a los marxianos, le da la bienve-

    nida a todo signo de disidencia. Ludovico comprendi bientemprano que haba situaciones que Marx no haba aborda-do porque an no haban surgido en su poca. El marxis-mo no era un conjunto de verdades de fe a las cuales habaque adherirse ciegamente, sino una heurstica.

    Carlos Marx hace en sus escritos un anlisis de la socie-

    dad capitalista. Las bases sobre las cuales ha estructurado su

    teora son totalmente materialistas. Su obra ha sido un pole-

    mizar con lo que l llam la prehistoria de la humanidad, que

    no es ms que el modo de produccin capitalista. Es a partir

    de 1844, en losManuscritos de Pars, que considerar al

    fenmeno de la alienacin como un problema central que

    involucra la relacin entre obreros y dueos de los medios

    de produccin. En 1845 Marx y Engels, en La ideologa ale-

    mana, establecern que la clase obrera pierde su esencia hu-

    mana en la relacin de produccin de mercancas. Esta lneade investigacin continuar idntica enLa sagrada familia.

    Ludovico Silva dira que a pesar del coqueteo que anmantiene el joven Marx con Hegel, es inadecuado esta-

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    blecer como lo habra hecho Althusserdiferencias

    entre un Marx de la juventud y un Marx maduro.Hay varios tipos de alienacin: la religiosa, la econmica,la social y la productiva. Marx ha puesto en claro las bases

    filosficas a partir de las cuales se desarrolla la conciencia

    del hombre. La ideologa es el cemento que cohesiona las

    sociedades. La sedimentacin de los valores hace compren-

    der que el valor sobre el cual stos se sostienen es el cambio,

    los pensamientos son mercancas. Los hombres no son ino-centes del mundo donde viven. La estructura econmica y

    social que Marx est conceptualizando y describiendo es el

    capitalismo de libre competencia. Ha descubierto las fuentes

    del malestar del mundo.

    Para comprender al mundo social Marx utiliza lo queha llamado su mtodo dialctico. El autor interviene la

    realidad desde la investigacin y desde la exposicin.Marx lo ha dicho enEl Capital, l ha realizado con la dia-lctica hegeliana un vuelco de 180 grados, ha efectuadouna inversin, le ha dado un fondo materialista y desdeese lugar intentar cambiar la vida, encontrar caminosque hagan comprender que la explotacin es superable.

    La historia tena su comienzo, como lo dijo Marx en el

    Manifiesto Comunista (1848), en la divisin del trabajo.Para ese momento ya haba arreglado cuentas con el sis-tema hegeliano. Marx le reprochar tambin a la Ideologade las Luces su idealismo. La Ilustracin represent elimperio de las ideas, se crey que stas gobernaban al mun-do. Con Marx la historia se funda desde un basamentomaterialista. Engels ha hablado del materialismo histrico

    como la ciencia de la historia. Ludovico Silva ha insistidoen que los vocablos materialismo histrico y materia-lismo dialctico no fueron acuados por Marx, sino quefueron de la cosecha de Engels.

    Anti-manual para uso de marxistas, marxlogos y marxianos / XI

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    Ludovico nos habla de cmo la ideologa se impone

    como un cemento en el inconsciente colectivo de los pue-blos. El saber ideolgico se sostiene desde una estructuralingstica que reside en el inconsciente, en el preconscien-te y en la conciencia, para dictarnos el camino de lo quedebemos defender. Est surgiendo un mundo de verdades yse est diseando el mundo desde un basamento materialis-ta. Las fuentes del marxismo han sido la ideologa alemana,

    la economa poltica inglesa y el socialismo utpico.El amo de la ideologa es el capital, la sociedad se ha

    establecido como un valor de cambio; all debe de estar pre-sente la enajenacin como sistema esencial del capitalismo.La burguesa impone un ritmo de creencias, debe repro-ducir un tipo de sociedad; se ha montado una sociedadestabilizada desde el valor de cambio y desde el intercam-bio capitalista. Ludovico Silva nos advierte claramente queMarx tom clara conciencia en sus escritos de lo que era laideologa, de all el vocablo falsa conciencia.

    La tesis de Ludovico Silva es que no hay una ideologarevolucionaria; rechaza la teora del reflejo y de la causa-lidad mecanicista que dice que toda la superestructura, omundo de las ideas, es producto de las relaciones mate-riales que ocurren en la vida social, pero si as fuera esta-ramos ante un reduccionismo, o en la imposibilidad decomprender la relativa autonoma que las ideas poseen.

    Marx lo supo desde el comienzo: no son las ideas pors solas las que hacen cambiar al mundo, sino un ordentotal. Marx se apoyar sobre el concepto de totalidad.

    Sartre haba comprendido en su Crtica de la razn dia-lctica que la totalidad en cuanto tal contiene lo totalizan-te y que son las praxis sociales las que hacen cambiar almundo. Marx haba encontrado un sujeto de la historia, el

    XII / LUDOVICO SILVA

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    proletariado, quien tendra a su cargo la emancipacin de

    la humanidad.Ludovico Silva resalta en su Plusvala ideolgica la po-

    sicin de autonoma que Marx concedi a la conciencia delarte. El arte rompe con cualquier posibilidad de construc-cin de una teora mecanicista. En este sentido el lenguajees infinito, no hay esencialismo que lo determine. Aqu esoportuno realizar la diferencia terica que hay entre condi-

    cionamiento y determinacin. Ludovico ser partidario deacabar en Marx con la teora del reflejo que tantos contra-tiempos ha trado para el marxismo y su comprensin, einsiste que sta no es ms que una simple metfora con-vertida en verdad sacrosanta por los manuales. Ludovicono estar en contra de las metforas, exige prudencia en suutilizacin. Sabe que el marxismo es una simple gua parala accin. Marx ha roto con el materialismo sensualista deFeuerbach y de lo que se trata es de transformar la vida yconstruir un modelo de libertad.

    La tesis fundamental de Ludovico es que el marxismo esconciencia revolucionaria que debe violentar constante-mente las antiguas verdades del saber y para hacerlo debedesprenderse de las antiguas nomenclaturas filosficas.Althusser habra dicho que Marx estaba fundando un nue-vo continente, el de la historia. Con el marxismo las cien-cias se salen de los anlisis atomistas, se parte desde esemomento del concepto de totalidad. Se ha entendido que lahistoria tiene un motor que es la lucha de clases. ElAnti-manual har alusin a la cultura revolucionaria como un

    modelo de contestacin que habr de sepultar el viejo mo-delo capitalista. La sociedad socialista debe superar las viejas

    cadenas y construir una sociedad emancipada. Para Ludovico

    Silva, la utopa revolucionaria es plausible de alcanzar.

    Anti-manual para uso de marxistas, marxlogos y marxianos / XIII

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    XIV / LUDOVICO SILVA

    Marx sabe de antemano que no es de la historia romn-

    tica con la intervencin de los grandes hombres de la quese habla, sino de otros factores como las relaciones eco-nmicas de produccin, del Estado, de la lucha de clases.Marx rompi no slo con Hegel, sino con Feuerbach. Na-

    polen no era un superhombre sino un producto del tiempo

    histrico en el cual vivi. La nocin de predestinacin en

    la historia haba sido declarada muerta.La ideologa alemana

    fue un texto que dio cuenta con una manera de concebir la fi-losofa. Marx no dualiz la historia, no crey como Platn

    que era al filsofo rey a quien le tocaba darle sentido a las

    civilizaciones. La historia, para Marx, no estaba compuesta

    por la historia de los psiquismos particulares.

    El anlisis de Marx parte de la sociedad capitalista, su

    mtodo dialctico le permitir tener las claves para explicar

    la historia de la humanidad. Uno de esos conceptos clave es

    el de lucha de clases; a ste podemos sumar los conceptos de

    plusvala, superestructura, valor de cambio y valor de uso,

    as como su consabida frmula del capital: D - M - D. Para

    Ludovico, Marx estara construyendo una enorme base inter-

    pretativa para entender el cambio de un modo de produccin

    a otro. No est actuando un filsofo apasionado por el sis-

    tema hegeliano, sino un erudito que est sedimentando las

    bases de comprensin de la historia y de la filosofa.

    Es preciso resaltar la posicin certera que sostuvoLudovico con respecto a eso que los manuales soviticosresaltaron como arte burgus. Ludovico se desmarca deesa visin del mundo. Le parece inapropiada, no hay nin-

    guna regin del conocimiento en Marx que pueda serdefinida bajo esa nomenclatura; es sencillamente carica-turesca, ortodoxa, insostenible. El arte es sencillamenteuna expresin del espritu del hombre y no tolera en s

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    mismo ninguna teora del reflejo. Ludovico se ha situado

    muy lejos de la idea de la defensa de un arte socialista alestilo sovitico, as como tambin de una biologa socia-lista, como se haba hecho con Lisenko.

    LA IDEOLOGA COMO PROBLEMA

    Ludovico retomar el vocablo ideologa y nos refrescar elsentido desde el cual fue utilizado por Engels, es decir,como falsa conciencia. De all deriva Ludovico que las tesisdel marxismo estructural de Althusser estn profundamen-te equivocadas al asimilar la ideologa con la concienciarevolucionaria. Es necesario que precisemos a este respec-to que no slo correspondi el error a Althusser, sino a

    Alain Badiou (1974), en su textoLa ideologa, donde hablade una ideologa revolucionaria y saca de ella la idea de unaprctica revolucionaria.

    Con respecto al marxismo, coincidir con Althusser enla idea de que es una prctica cientfica; es la radiografade un mundo, el capitalista, cuyo fundamento firme es lacrisis. El marxismo situar los hechos sociales y har un

    anlisis objetivo de las crisis del capitalismo. El marxismosera una teora que buscara transformar el mundo, comolo haba dicho Marx en su Tesis XI sobre Feuerbach. Marxconsideraba que los filsofos, hasta el momento, lo quehaban hecho era contemplar el mundo. Para Marx, el de-miurgo de la historia no era la razn hegeliana, ni la raznnegativista de la filosofa de la Ilustracin: es al proletaria-

    do a quien cabra el salto dialctico. Es bueno decirlo:Marx no profundiz, como posteriormente lo hara Lenin,en la idea y construccin de la voluntad del partido delproletariado como elemento de superacin de la historia.

    Anti-manual para uso de marxistas, marxlogos y marxianos / XV

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    XVI / LUDOVICO SILVA

    La dialctica marxista guarda en su estructura especu-

    lar terica la categora hegeliana del superar conservan-do. La dialctica estaba indicando la permanencia de lacontinuidad histrica en las nuevas premisas de interpre-tacin que se estaban desarrollando. Hegel era un herede-ro de la filosofa heracliteana.

    MARX Y LA SOCIEDAD SOCIALISTA

    Marx pensaba que la llegada del hombre nuevo requerade un proceso virulento de cambios sociales. Haba queaniquilar la vieja tica. El pensamiento deba tomar el ca-mino de la radicalidad, lo que significaba una reestructura-cin de la sociedad. La conciencia revolucionaria debasuperar la lucha de clases, condicin sine qua nonpara lle-gar al socialismo. Este proceso deba ser llevado a cabo porel proletariado y significaba la inclusin y participacin delas masas enajenadas, desposedas y deploradas de la his-toria. A pesar de que Marx saba que en las formaciones eco-

    nmicas sociales subsisten varios modos de produccin,nunca pens que el modo de produccin capitalista, su idea-rio y su cultura pudieran sostenerse a perennidad. Marxsaba que deba nacer una nueva tica, que un nuevo proce-so virulento se haba desencadenado con la RevolucinIndustrial: la lucha del proletariado contra la burguesa. Eldesarrollo capitalista en Manchester y Lyon le estaban indi-cando que la lucha entre estas dos clases era sin cuartel.

    Expuso tambin Marx en Formaciones econmica preca-pitalista los distintos estadios por los cuales haba pasadola humanidad.

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    Anti-manual para uso de marxistas, marxlogos y marxianos / XVII

    Para Marx, el socialismo nunca fue un proceso evolu-

    tivo de la sociedad, como lo pudo entender el evolucio-nismo de Morgan, ni un proceso socialdemcrata; muy alcontrario, se trataba de la ebullicin de la lucha de clases.En el pasado prximo Hegel haba dicho, refirindose a Na-polen cuando entr a Alemania, que haba entrado la raznhistrica a caballo. Con ello haca referencia a que unnuevo proceso haba comenzado y deba devastar esa razn

    a las periclitadas instituciones del feudalismo. Para Marx, laburguesa le estaba dando un carcter universal a la razn,y haba tenido en la historia una condicin revolucionaria alliquidar al modelo de produccin feudal.

    Marx saba que la nocin que motoriza a la historia esla fuerza. Esa idea haba sido una constante en el pensa-miento filosfico desde la antigedad. Marx haba ledocon pulcritud a los presocrticos, a Scrates, a Platn y aAristteles. La revolucin deba dar a luz una nueva vi-sin del mundo, haba agentes reales que tenan comotarea definir lo que se entenda por gobernabilidad. Marx,buen dialctico, saba que todo era efmero y como exce-lente hegeliano comprendi que las cosas se desvanecenen la historia, emergi una nueva filosofa que dio al trastecon el positivismo y con los socialismos utpicos.

    Haba que fundar las bases materialistas de esta revolu-

    cin. Marx, desde losManuscritos de Pars, desdeLa ideo-

    loga alemana, desdeLa sagrada familia, como lo ha dicho

    Ludovico Silva, trat de fundar un sistema de interpretacin

    que habl de la alienacin en vez de la objetivacin hegelia-

    na. El trabajador era explotado, de lo nico de lo cual erapropietario era de su fuerza de trabajo. En los Grundrisse

    dir que la mercanca aliena a los hombres, se sita frente al

    trabajador que la produjo y nopuede ser consumida por

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    ste. Lo nico que podra exorcizar el maleficio para el

    obrero capitalista es la aparicin de la sociedad socialista,pero mientras la base primordial de la sociedad estuvieraasentada sobre la estructura del valor de cambio, subsisti-ran las diferencias entre los hombres. Es por esto que esmenester entender a Marx como un socialista que ha consi-derado la necesidad de romper con el viejo Estado burgus ycontra su hegemona. Para l, el socialismo no es otra cosa

    que la emancipacin de la vida, hay una puesta en jaque delideario reformista de los socialistas pequeoburgueses.

    A partir de la idea de revolucin, Marx aspira a construiruna sociedad ms justa para los hombres, deba entoncesdesaparecer el trabajo alienado. El trabajo deba ser un pro-ceso de juego, de creacin. El obrero socialista deba ser unartista, puesto que la sociedad le habra concedido las basesmateriales para que esto adviniera. Ello implicaba una solaidea: la dictadura del proletariado. Despus, en el sistemasovitico se asimil esto a la dictadura del partido, generando

    ese monstruo que fue el estalinismo.Ludovico Silva sale lanza en ristre a enfrentarse a las

    diferentes interpretaciones que se han hecho del marxis-mo. Con respecto a Sartre, dir que ste ha considerado almarxismo como una filosofa, vocablo que no le pareceplausible ya que prefiere dejar ese trmino para el pensa-miento del pasado, en el sentido que tuvieron las filosofascomo interpretadoras del mundo. Para Ludovico la filosofaes ciencia y all, como l mismo lo reconoce, coincide conAlthusser. Ludovico no se har subsidiario de la interpreta-

    cin sartreana, quien considera que el existencialismo esuna ideologa vigilante del marxismo.

    NELSON GUZMN

    XVIII / LUDOVICO SILVA

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    DOS CLAVES

    La verdad cientfica es siempre paradjica.

    MARX

    Las publicaciones agudas y amenas de los viejos ateosdel siglo XVIII, escritas con talento, que atacan ingenio-sa y abiertamente al oscurantismo clerical dominante,resultarn a cada paso, mil veces ms adecuadas paradespertar a la gente del letargo religioso, que las exposi-ciones aburridas del marxismo, secas, no ilustradas casicon ningn hecho bien seleccionado, exposiciones que

    prevalecen en nuestra literatura y que, con frecuencia(hay que confesarlo), tergiversan el marxismo.

    LENIN

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    INTRODUCCIN

    Dice el lugar comn que uno acaricia una idea durantelargo tiempo; pero la verdad es que no todas las ideas tienentersa la espalda; hay algunas cuyo lomo es espinoso, comoel de un lagarto antediluviano. De esta especie es una ideaque me obsesiona desde hace aos: la elaboracin de unDiccionario Heterodoxo del Marxismo, o un Diccionariodel Marxismo Heterodoxo, que es casi lo mismo. En unprincipio pens en invitar a una serie de autores de diversospases para que cada uno elaborara uno o varios artculos desu especialidad. All deban figurar trminos como valorde uso, plusvala, subdesarrollo, dialctica, alie-nacin, ideologa, materialismo, filosofa y tantosotros necesitados de una revaloracin, una redefinicin quealeje de ellos el fantasma del dogma. Pero se trata de unabuena idea que hasta ahora ha fracasado. En vista de ello,he emprendido yo solo la labor de construir ese Diccio-nario. Es una labor difcil, pero no imposible. He empezado

    por uso cuantos conceptos, filosficos en su mayora. La ex-tensin de los artculos dedicados a cada concepto da cuentade su importancia y complejidad. Me arriesgo a publicarlos,

    con la deliberada intencin de incitar a los estudiosos delmarxismo. Por qu nuestros economistas, socilogos o fil-sofos no pueden contribuir a la elaboracin de ese gigantes-co y necesarsimo Diccionario? Por qu no hacerlo aqu, en

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    el subdesarrollo, para demostrarles a los pedantes franceses,

    a los impertrritos ingleses, a los alemanes muertos del espritdu srieux, a los marmolizados soviticos, a los norteameri-canos anestesiados, a los intrincados italianos, que aqu, enestas tierras, es posible hablar de Marx con tanta o ms altu-ra que en otras tierras? Aqu hay economistas que puedenhablar sobre los conceptos de modo de produccin, fuerzas

    productivas o estructura econmica con la mayor propiedad

    y sin estar sujetos a dogmas venidos de otras partes; pueden,con todas las de la ley y con un conocimiento de Marxsur levif, tomar las categoras clsicas y ponerlas a vibrar al ritmode los terremotos de la cordillera andina; pueden actualizar aMarx, como por ejemplo lo han hecho en Norteamrica, PaulBaran y Paul Sweezy en el anlisis de la sociedad estadouni-dense. Aqu hay fsicos, bilogos, matemticos y filsofoscapaces de formular un concepto de materia que supere almismo tiempo las polvorientas nociones de los manualessoviticos (que, extraamente, no transmiten la ciencia sovi-tica) y las emasculadas investigaciones de la ciencia alemanay norteamericana; un artculo sobre el concepto de mate-ria sera esencial en ese Diccionario de mis sueos. Aquhay socilogos que bien podran hacer el anlisis de las cla-ses sociales que Marx no tuvo tiempo de hacer. Aqu hay lite-ratos que pueden medir la temperatura del estilo literario enque el marxismo clsico se expres. Aqu hay, en fin, lo nece-sario para construir esa gigantesca enciclopedia de que hablo,y que el mundo moderno necesita urgentemente.

    Pero hablemos algo ms acerca de ese Diccionario.

    Por qu debe ser heterodoxo? La pregunta es interesante.Es la misma que, a su hora y circunstancia, tuvieron quehacerse Galileo Galilei, Johannes Kepler, Giordano Brunoy Nicols Coprnico, para quienes el mundo no estaba

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    construido segn las leyes de una Iglesia, aunque la Iglesia

    pretendiera construirse en la ley del mundo. El heterodoxolucha contra una Iglesia constituida. Hay en el mundo mo-derno una nueva Iglesia, que es el marxismo ortodoxo. Aligual que la Iglesia cristiana, tiene principios revolucio-narios que, por desgracia histrica, pueden convertirse endogmas, en principios de fe. A la religin cristiana le ocu-rri fosilizarse en edad temprana. Ya San Pablo, con todas

    sus vociferaciones polticas, convirti la doctrina de Cristo,que era esencialmente dinmica y mundana, en una suertede paradigma celestial, fijo y esttico. Los Padres de la Igle-sia o la patrstica suavizaron un poco la exageracin

    paulina. San Agustn, en particular, devolvi un poco a ladoctrina de Cristo su espritu mundano, su sensualidad. Perole sobrevino la teologa. Con la teologa se revitaliz lo queAgustn tena de dogmtico, que no era poco. Vivi en losmismos aos en que se celebr el Concilio de Nicea(325 d.C.), convocado por el emperador Constantino. Unconcilio poltico-religioso, a partir del cual se hizo oficialla religin cristiana, esto es, se convirti en dogma. Y alconvertirse en dogma, cre la posibilidad de la heterodo-xia. Desde aquel momento, la heterodoxia siempre fueuna posicin esencialmente poltica, religiosa slo por aa-didura, porque la religin siempre ha sido una cuestin depoltica (al menos, a ello nos ha acostumbrado el cristianis-mo). Nunca fue una cuestin meramente terica, comohan pretendido mostrarla algunos representantes de la orto-doxia, tanto en los viejos tiempos como en los nuestros. Ser

    heterodoxo no es violar un dogma. Al fin y al cabo, violarun dogma es algo tan comn como violar a una doncella:hay quejas, pero hay placer. Ser heterodoxo es practicarun estilo de vida y de pensamiento que vayan en contra del

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    orden establecido. Como me deca un poeta amigo: Lo im-

    portante no es cambiar, sino cambiar la manera de cambiar.Lo importante no es cambiar a Stalin, sino cambiar la ma-nera de cambiar a Stalin.

    Es, pues, una cuestin de maneras. Quin ha dicho quelas maneras no son importantes? El capitalismo es unamanera, o, como dicen los economistas, un modo de pro-duccin. Cmo se podr cambiar esta manera o modo? La

    historia nos est diciendo que la nica forma de cambiarlaes la indicada hace ms de cien aos por Carlos Marx. lnos deca que de las entraas del capitalismo haba de sur-gir la explosin. No es eso lo que est ocurriendo actual-mente? No est el monstruo capitalista retorcindose deentraables dolores? No tena razn Marx cuando hablabade la necesidad lgica de las crisis peridicas del capitalis-mo? La crisis energtica de 1974, ocasionada por el alza delos precios del petrleo impuesta por los pases productores(que al mismo tiempo son los pases subdesarrollados, porirona de la historia) es un claro ejemplo de la recurrenciade las crisis en el sistema capitalista. Los grandes mons-truos industriales se desmoronan y entran en crisis frente aun simple alza de precios. Qu dbil es el sistema capita-lista! Cun fcil es su catalogacin entre las formas de pro-duccin ya muertas!

    Esto deberan saberlo todos los que escriben manualesde marxismo. En lugar de hablar tanto de la superestruc-tura, la base, el reflejo, y tantos otros paradigmas,deberan hablar de cmo entenda realmente Marx la es-

    tructura de la sociedad capitalista, y cmo sus conceptoseran fundamentalmente dinmicos y no estticos. Allest el secreto de la dialctica como forma dinmica decomprender la historia, y no esa dialctica materialista

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    que nos transmiten los manuales, fijada en tres leyes hipos-

    tticas, cuadriculada en un lgebra que no han podido en-tender ni siquiera los cientficos rusos. Que yo sepa, no esla dialctica la que hizo que Yury Gagarin volase en tornoa la Tierra, ni la que puso en un luntico espectro de metal ahurgar la cara sedienta de la Luna. La dialctica, mala-mente empleada, slo sirve para confundir a los seres hu-manos. Pero un captulo, a ella consagrado, existe, y por tanto,

    ahora me callo.Hace falta escribir acerca de los manuales. Son los ma-

    nuales los que confunden a Marx con las momias de Marx.Hacer unAnti-manualno slo significa escribir en con-

    tra de ciertos manuales de marxismo, sino escribir de modono-manualesco. Esta observacin es importante, pues esmuy fcil escribir libros, y escribirlos de acuerdo con rece-tas. Escribir sobre los manuales de un modo crtico equiva-le a superar su forma, su estilo, su sintaxis, su armadura.Hay que escribir libremente y esto ya no es tan fcil,hay que escribir libertades, hasta donde sea posible.

    Esto no implica que todos los manuales sean malos.Los de la URSS (ya lo deca el propio Lenin) suelen serinvariablemente malos, pero en otras partes hay buenosmanuales. Pinsese, por ejemplo, en el manual de PierreSalama y Jacques Valier, Une introduction lconomiepolitique1, que rene todas las condiciones de un manual:es manuable, puede manejarse fcilmente, a diferencia deesos hipoptamos intelectuales que autores como Kons-tantinov, Kuusinen o Rosental quieren hacernos pasar por

    manuales; se necesita un atril, y hasta una cierta litur-gia, para poderlos consultar; es, por otra parte, esquem-tico, didctico, sin que ello implique una distorsin delpensamiento presentado ni su reduccin a frmulas resecas;

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    est claramente escrito, y est diseado segn una estructu-

    ra terica rigurosa; y, finalmente, no fue escrito por rdenesde un partido o por alguna comisara ideolgica, sino por ellibre afn de divulgar el pensamiento econmico de Marx.El lector puede pensar tambin en el excelente manual deErnest MandelIniciacin a la teora econmica marxista,donde el prestigioso y combativo economista belga con-densa toda su sabidura econmica, ampliamente demos-

    trada en su Tratado de Economa marxista. El manual deMandel2 es el resultado de unas conferencias para obreros,dictadas en Pars, y recuerdan, por su sencillez y precisin,a aquellas conferencias que, tambin para obreros, dictMarx en Londres y que luego se convirtieron en ese exce-lente manual de economa marxista que l titul en inglsValue, Price and Profit (Addressed to workingmen).

    En castellano existe el manual de Marta HarneckerLosconceptos elementales del materialismo histrico3. Pordiversos motivos es un buen manual. La autora chilena(hoy dolorosamente expatriada por los orangutanes anti-marxistas que se han apoderado de Chile) se dirige a un p-blico estudiantil que por cierto le ha respondido con grancalor con la deliberada intencin de hacerlo pensar y

    ayudarlo a tener una representacin ntida de la doctrina deMarx, con base en una exposicin rigurosa y didctica rea-lizada en un estilo particularmente claro y conciso. En unode los captulos del presente Anti-manual le dirijo unaserie de crticas al tratamiento que Marta Harnecker hacede un determinado problema el de la ideologa delpensamiento de Marx. Pero esas crticas no implican una

    minusvaloracin de su esfuerzo terico. Como todo libro, elsuyo est sujeto a crticas. Pienso que su lado ms dbil esel apego incondicional a la interpretacin que hace Louis

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    Althusser de la teora marxista. Ello convierte al manual

    en un manual de althusserianismo, y carga con todas lasambigedades y exageraciones de Althusser. Althusser hacreado, a su modo, una nueva Iglesia marxista, y por tanto,una nueva ortodoxia. Los althusserianos se creen poseedoresde secretos y misterios concernientes a la obra de Marx,y los que no somos althusserianos tenemos que resignarnosa leer a Marx con nuestros pobres ojos y no a travs de la

    complicadsima y artificiosa lupa que le aplica Althusser ensu altar de La Sorbona. De todo ello ha surgido un nuevomanualismo o un modo manualesco de pensar a Marx, queest causando grandes daos y que ha propagado en nues-tro continente una peculiar pedantera universitaria. Para m,un buen manual es aquel que incita a leer a Marx, porque esen Marx, en su vibrante estilo, en la claridad mediterrnea de

    su prosa, donde debemos buscar el secreto de ese mensajedoctrinal que ha partido en dos al mundo, y que terminar

    por unificarlo.Marx era un pensador heterodoxo. Toda su obra es una

    constante e implacable crtica, tanto del orden capitalistaestablecido como de sus justificadores cientficos o ideol-gicos. Su pensamiento se resiste, espontneamente, a ser

    convertido en Iglesia. Convertir a Marx en ortodoxia esdescaracterizar a Marx, es convertir su ciencia en ideologa,como lo recordaba agudamente Marcuse en su libro sobre

    El marxismo sovitico, que es, por cierto, un anti-manual.Los manuales soviticos le han puesto una camisa de fuerzaal pensamiento de Marx y lo han desfigurado de tal modo,que hoy pasa por marxismo en el mundo entero una ente-

    lequia terica que nada tiene que ver con Marx. Obsrveselo que escriba Lenin en 1922, en su artculo Sobre el sig-nificado del marxismo militante:

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    Las publicaciones agudas y amenas de los viejos ateos

    del siglo XVIII escritas con talento, que atacan ingeniosay abiertamente al oscurantismo clerical dominante, resul-tarn, a cada paso, mil veces ms adecuadas para desper-tar a la gente del letargo religioso, que las exposicionesaburridas del marxismo, secas, no ilustradas casi con nin-gn hecho bien seleccionado, exposiciones que prevale-cen en nuestra literatura y que, con frecuencia (hay que

    confesarlo) tergiversan el marxismo4

    .

    Si el propio Lenin, forjador de la mayor revolucin denuestro siglo, nos adverta del peligro de transformar elmarxismo en una Iglesia con sus correspondientes cate-cismos, breviarios o manuales, por qu hemos nosotrosde perdonar a todos esos hacedores de manuales que tanto

    dao han hecho al pueblo?S muy bien que, al publicar este ensayo, surgirn los ine-vitables adoradores de la URSS que me acusarn de antiso-vitico. La acusacin no ser nueva para m, puesto que enotros libros he criticado duramente los falseamientos de laortodoxia. Pero debo aqu hacer constar que yo no soy deninguna manera antisovitico. Para m, el pueblo sovitico es

    quiz la mayor garanta histrica de defensa contra el neo-fascismo que emerge actualmente en el mundo. Tambin elpueblo chino lo es, y si este pueblo est ideolgicamenteseparado del sovitico, gran parte de la culpa la tiene el pen-samiento manualesco. Si resucitase Marx, les dara su viejogrito: Unos! El capitalismo se est retorciendo, busca deses-peradamente el modo de contener su crisis y su inflacin, no

    halla qu hacerse con los pases subdesarrollados, est aldescubierto con su CIA, con su imperialismo y con susmonopolios internacionales: no es entonces la hora de quelas fuerzas anticapitalistas se unan y den la batalla final?

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    Pero, para ello, es preciso que los marxistas se aclaren

    con respecto a su doctrina. Es preciso abandonar de unavez por todas el pensamiento manualesco en lo que tienede eclesistico. Es importante dar una dura batalla tericapara que, en el marxismo contemporneo, triunfe el pensa-miento de Marx, y para que podamos, as,superar a Marxrealizndolo (la philosophie devenue monde, de que habla-ba Sastre), inventando los conceptos y categoras que l

    habra inventado si viviese en nuestro siglo.

    LUDOVICO SILVACaracas, diciembre de 1974

    NOTAS

    1 Edicin de Franois Maspero, Pars, 1973.2 Edicin en castellano: ed. La Oveja Negra, Bogot, 2 ed., 1971.3 25 ed., Siglo XXI, Mxico, 1974.4 V.I. Lenin, Obras escogidas, ed. Progreso, Mosc, 1969, pp. 689.

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    EPLOGO DEL PRLOGO

    El manuscrito del presente ensayo fue enviado en diciembrede 1974 al Premio Literario instituido por la Asociacin ProVenezuela; result ganador por unanimidad. Cuente, pues,la nada ortodoxa Asociacin Pro Venezuela con mi agrade-cimiento por la distincin acordada, que demuestra una vezms la utilidad de unirse empresarios y artistas. Igualmente,conste mi agradecimiento a los tres integrantes del jurado,personas a quienes admiro y que no pararon mientes en esode premiar un libro harto extrao y de colores tan subidos.S que, hasta cierto punto, pese a la unanimidad que hubo, fueun reto para ellos. Ellos salieron airosos y yo sal premiado.

    Debo aclarar que este libro no es enteramente mo. Elcaptulo sobre el Modo de Produccin (cap. VI) fue escri-to, a peticin expresa ma, por el economista Hctor SilvaMichelena, quien all demostr cmo se puede ser econo-mista y elegante al mismo tiempo. Se lo agradezco, y leenvo un vaso de bon vino, que dira el maestro Berceo. ElApndice II, sobre Rosa Luxemburgo, fue escrito por el nomenos economista y elegante escritor Armando Crdoba. Ungeniecillo interior me dijo que Hctor y Armando, que ya

    han escrito libros en colaboracin y a cuatro manos, se senti-ran complacidos de trabajar conmigo en un Anti-manual.Los artculos de ambos son profundamente antimanualescos.Ya se ve que eso de pensamiento manualesco es toda

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    una categora Lo propio digo del excelente artculo de

    mi amigo el economista mexicano Alonso Aguilar, quienpasa una rpida y fulminante mirada al marxismo de losltimos aos.

    LUDOVICO SILVAFebrero, 1975

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    I. LA SITUACIN DEL MARXISMO

    Se puede hablar de situacin del marxismo de dos ma-neras: una, externa al pensamiento de Marx, y otra, internaal mismo. Desde un punto de vista externo al pensamientode Marx, la situacin del marxismo puede describirse comoun abigarrado conjunto de interpretaciones, determinadasno slo por las tendencias individuales de los intrpretes,sino tambin y en primer trmino por los meandros yvicisitudes del mundo contemporneo. El mundo del sigloXX, aunque siga en esencia siendo un mundo capitalista, haconocido en su seno el prodigioso crecimiento de la ten-dencia socialista, inspirada, con mayor o menor grado defidelidad, en el pensamiento de Carlos Marx, y en particu-lar en su anlisis de la sociedad capitalista, basado en laexperiencia histrica de Europa Central y Occidental, segnconfesaron Marx y Engels en el prlogo de 1882 a la edi-cin rusa delManifiesto del Partido Comunista.

    Este punto de vista externo se sita fuera del pensa-miento mismo de Marx y atiende preferentemente al de-sarrollo de lo que conocemos como marxismo y, porsupuesto, al desarrollo del anti-marxismo. Su objeto

    propio sera la enumeracin y descripcin de las interpre-taciones del pensamiento de Marx, y podra atender adiversos criterios de clasificacin: intrpretes ortodoxos oheterodoxos, intrpretes crticos o apologistas, intrpretes

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    militantes o bien au dessus de la mele, intrpretes marxis-

    tas o marxlogos o marxianos, etctera. Hay infinitasvariedades, y la literatura es monstruosamente dilatada. Cier-tamente, se podra practicar una seleccin muy rigurosade autores e interpretaciones. Nos limitaramos, partiendo deEngels, a autores como Plejanov, Lenin, Lukcs, Korsch,Riazanov, Gramsci, Marcuse, Sartre, Mandel, Lefebvre, yalgunos otros nombres ilustres como Sweezy, Baran, Ru-

    bel, Maritegui, Naville, Colletti, etctera. Sin embargo, unestudio objetivo no podra prescindir, por ms selectivo quefuese, de ciertas vulgarizaciones que ha sufrido el pensa-miento de Marx, incluso las ms pedestres. Hay toda unaliteratura, procedente casi siempre de escritores autode-nominados socialistas, que ha practicado lo que con granrigor llamaba Marcuse enEl marxismo sovitico, la con-versin de la teora de Marx en ideologa. Una historiadel marxismo no puede prescindir de este material, puessu misma tendencia a dogmatizar y a fosilizar el marxismolo ha convertido en centro de la polmica en numerosasocasiones y por diversas razones, entre las cuales descuellael hecho de que tal fosilizacin se ha realizado desde elpoder. No sabramos, en este sentido, prescindir del mate-rialismo de Stalin, cuya influencia est lejos de haberseextinguido. Muchos marxistas que, obedientes a la deses-talinizacin oficial no se atreven a pronunciar el nombrede Stalin, siguen en el fondo siendo los fieles discpulos deese fantasma de que habla Sartre en sus Situations. Aun-que una poderosa corriente crtica se haya abierto paso en

    nuestro siglo dentro del campo del pensamiento marxista, elviejo dogmatismo sigue realizando su labor de zapa enmuchas cabezas aparentemente crticas. Algunas escuelasde intrpretes de Marx, como la que protagoniza Louis

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    Althusser en Francia (con seguidores en otros pases), a pesar

    de proponerse abiertamente una relectura crtica de Marx,han inventado un nuevo y sutil dogmatismo, un crculo cerra-do de claves interpretativas que a menudo obligan a Marxa pensar como Althusser, en lugar de ser a la inversa. Pararomper los viejos dogmas, los althusserianos inventan nue-vos dogmas, y le dictan a Marx normas de pensamiento. As,

    por ejemplo, decretan el carcter ideolgico y premar-

    xista del concepto de alienacin, sin darse cuenta de que,segn ese razonamiento, habra que declarar premarxistae ideolgico esto es, anticientfico el cuerpo analticode las grandes obras econmicas de Marx, en las que el con-cepto de alienacin juega un papel central. En el curso de unvolumen que actualmente escribo sobre la alienacin en laobra de Marx, he topado con una definicin formal y ma-dura de la alienacin, en los Grundrisse; he topado conla terminologa de la alienacin profusamente diseminadaen la Crtica de 1859; he topado con la definicin de la alie-nacin en los Grundrisse, incorporada luego al anlisis de laplusvala enEl Capital; y he topado, en fin, con largas yfrecuentes caracterizaciones de la alienacin en el enormemanuscrito de las Theorien ber den Mehrwerto Libro IVdeEl Capital. Slo un prejuicio cientificista como el deAlthusser puede hacerse el ciego ante tales evidencias. Locual, deca antes, es una nueva y sutil forma de dogmatis-mo (Ver, ms adelante, el captulo sobre la alienacin).

    Historiar todas estas variaciones interpretativas es latarea de lo que he denominado punto de vista externo. Es

    un punto de vista necesario, mas no suficiente. En estelibro, mi punto de vista para echar una mirada panormicaal pensamiento de Marx, ser ms que todo el interno.Pero no me desentender del punto de vista exterior al

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    pensamiento de Marx. La distincin entre ambos puntos

    de vista es, en realidad, puramente analtica; pero es unadistincin til, porque nos permite separar tericamentela evolucin de las interpretaciones, de la evolucin delpensamiento mismo de Marx. Acorde con su propia teo-ra, el pensamiento de Marx no se detiene o se petrifica enel punto histrico en que naci; por el contrario, se desarro-lla con la historia misma, lo que revela su carcter funda-

    mental de ciencia predictiva, ese carcter de prospeccincientfica que constituye uno de sus rasgos ms notorios.El punto de vista interno, pues, tiende a caracterizar el esta-do actual del pensamiento de Marx. Debe, por supuesto,complementarse con el punto de vista externo, pues buena

    parte de la evolucin ntima del pensamiento de Marx estdeterminada por el choque con los intrpretes, as como

    tambin, y principalmente, por el surgimiento de nuevasformas sociales, nuevos problemas que trae consigo la his-toria. Los enunciados bsicos del mtodo de Marx, no

    pueden acaso rendir una inmensa utilidad para el anlisis defases del capitalismo desconocidas por Marx? No cabe, porejemplo, un anlisis marxista del capital de los grandesmonopolios financieros de nuestro siglo? La descripcin

    que hace Marx del mercado mundial enLa ideologa ale-mana, no puede servir de presupuesto terico para unateora marxista del subdesarrollo? Igual ocurre, por ejem-plo, con la teora de la acumulacin originaria de capital.Aunque expuesta por Marx para explicar el surgimientodel capitalismo de Europa Central y Occidental, la teora dela acumulacin resulta indispensable para explicar la gnesis

    del subdesarrollo. As lo expone, por ejemplo, el economistamexicano Alonso Aguilar en un prrafo de gran inters:

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    Las formaciones sociales no se diseminan como las enfer-

    medades contagiosas: surgen a consecuencia de un desa-rrollo previo; y as se forma, concretamente, el mercado,que como se sabe es una categora histrica. De aqu nues-tra insistencia en cuanto a que para ahondar en el estudiodel subdesarrollo es menester examinar la forma en quese desenvuelve el capitalismo; y para comprender esto l-timo es necesario seguir de cerca el desarrollo del merca-

    do y, especficamente, la fase que va desde el momento enque el producto del trabajo se convierte en objeto de cam-bio, en mercanca, hasta aquel en que adquiere tal carcterla fuerza misma de trabajo. El estudio de la acumulacinoriginaria no slo no es, por tanto, una cuestin especula-tiva o secundaria, sino algo fundamental para entendercmo se origina el subdesarrollo y toman cuerpo las ms

    graves deformaciones de nuestras economas1.

    Parecidas consideraciones, en las que se manejan lasms diversas piezas del instrumental de Marx, han sidohechas por numerosos economistas y socilogos preocu-pados por aclarar el fenmeno del subdesarrollo. La teo-ra de la acumulacin, por ejemplo, ha sido largamente

    utilizada por el economista africano Samir Amin en suexcelente tratado sobreLaccumulation a lchelle mon-diale, y en otras obras suyas2. El nfasis de Marx en poneren el centro mismo de su teora socioeconmica el cambiotecnolgico, ha dado lugar a profundos desarrollos contem-porneos para explicar la dinmica histrica, tales como elrealizado por el antroplogo brasileo Darcy Ribeiro en su

    obraEl proceso civilizatorio, especie de cosmogona de ins-piracin marxista, que sirve de adecuado marco histricopara la cabal indagacin sobre el subdesarrollo. El nfasis

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    en la tecnologa, que ignoraron casi totalmente los herede-

    ros marginalistas de la economa clsica, es elevado al ran-go de teora de largo alcance histrico. El marxismo vivo noconsiste en aplicar a Marx como quien aplica un carta-bn o un molde. Por el contrario, consiste en asimilar y con-tinuar crticamente su concepto de la historia y su anlisisdel capitalismo. El mismo Ribeiro, por ejemplo, ha recha-zado la idea de una clase social burguesa en el contexto

    latinoamericano; en su obraEl dilema latinoamericanopre-fiere hablar de patriciado. Lo importante de todo esto noreside en la verdad o la falsedad de semejante caracteriza-cin, sino en el esfuerzo consciente por transformar elpensamiento marxista desde dentro de l mismo, a fin deelaborar las categoras que habra elaborado el propio Marxen caso de vivir en nuestros das. Por eso podemos hablar de

    un punto de vista interno al pensamiento de Marx. El puntode vista que he calificado de externo se limita, general-mente, a parafrasear a Marx o a leerlo con una lupa defor-mante. El punto de vista interno lee tambin a Marx, pero nocon el exclusivo fin de explicarlo o glosarlo, sino con el deli-

    berado nimo de transformarlo. Paradjicamente, la misinms elevada del pensamiento de Marx es semejante a la mi-

    sin ms elevada del proletariado: la de negarse a s mismo.De ah las sensatas palabras de Pierre Naville:

    El pensamiento marxiano, aquel que fue expresado porMarx en su tiempo, es una obertura, un prefacio; el pensa-miento marxista, el nuestro, es un desarrollo, una progre-sin, tal vez una metamorfosis. Es posible que en el futuro el

    nombre mismo de Marx desaparezca, como smbolo de unaciencia social, mas por el momento designa el nico funda-mento a partir del cual se puede construir algo purificador.

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    Lo importante es entender este nico fundamento

    con un criterio no dogmtico, exento de esa mana apolo-gtica que consiste en aplicar las palabras de Marx (ylas de Lenin y Stalin) como si se tratara de moldes rgidos,no sujetos a la corrosin de la historia ni susceptibles de sermodificados por las circunstancias de los nuevos tiempos.Ese nico fundamento ha de ser entendido como un cua-dro dinmico de variables, de categoras histricas tales

    como la de modo de produccin; es decir, hay que to-mar el pensamiento de Marx como una fuente de perma-nente incitacin intelectual para aquellos cientficos ypensadores actuales que no se contentan con la comodi-dad terica del dogma o la consigna ideolgica, sino queestn deseosos de hacer avanzar ese caudaloso ro de cien-cia social cuyas compuertas abri genialmente Marx. Hay

    quienes pretenden eliminar la dialctica heracltea de esero, y en vez de concebirlo como una fluencia o devenircontinuos, prefieren entenderlo como un paisaje muerto ycongelado, de fras piedras tericas cinceladas de una vezpara siempre como pensamientos eternos e invariables.Lo que es el dominio de la teora viviente es concebido ascomo el dominio de una ideologa petrificada. Tal es la

    actitud dogmtica.

    NOTAS

    1 Alonso Aguilar, Mercado interno y acumulacin de capital, ed.Nuestro Tiempo, Mxico, 1974, pp. 74 (Subrayados mos).

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    2 Vase Categoras y leyes fundamentales del capitalismo yEl capita-lismo perifrico, publicados por ed. Nuestro Tiempo en 1973 y 1974respectivamente.

    3 Pierre Naville,De lalination a la jouissance, Prface la nouvelledition, ed. Anthropos, Pars, 1970, pp. IV.

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    II. DIALCTICA Y DOGMA

    El dogmatismo sigue siendo uno de los grandes enemigosdel pensamiento de Marx y de su libre desarrollo crtico. Noes tanto un enemigo terico como un enemigo prctico. Enel dominio de la teora propiamente dicha, el pensamien-to dogmtico es de tan acusada pobreza que no constituyesino un ridculo enemigo. Su caracterstica esencial es larepeticin mecnica de un cierto nmero de frmulas quebien podran llamarse los diez mandamientos de la leyde Marx-Lenin-Stalin. Si los loros fuesen marxistas, seranmarxistas dogmticos. El dogma es, por definicin, oscuropara s mismo. Pero el marxista dogmtico no quiere reco-nocer esto, y pretende hablar en nombre de una cienciasocial rigurosa, demostrativa y operativa. El dogmticoreligioso de la teologa racional era, al menos, sincero, ypostulaba la oscuridad e inefabilidad de los dogmas cris-tianos. No instaba a los cristianos a indagar con las armasdel pensamiento lgico o teortico del misterio de la Tri-nidad. Peda tan slo fe ciega, pues reconoca que slo elentendimiento divino poda comprender la trinidad-unode Padre, Hijo y Espritu Santo. De igual modo, la sensi-

    bilidad de los grandes msticos deca que sentir a Dios con-sista en un entender no entendiendo, como deca SanJuan de la Cruz. Segn este genial poeta, la percepcin dela divinidad slo poda tener lugar en una noche oscura

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    del alma. La fe religiosa es, pues, al menos sincera, y la

    sensibilidad mstica tiene el bello atenuante de ser altamen-te potica, como en Francisco de Ass, en Teresa de Jess,en el maestro Eckhart o en Cyprien de la Nativit de laVierge, el excelso traductor de San Juan de la Cruz des-cubierto por Paul Valry.

    Pero el dogmtico marxista no es sincero ni, por su-puesto, potico. Es simplemente ridculo, y tanto ms lo es

    cuanto ms se empea en hablar ex cathedra y en adoptarese petulante esprit du srieux que Sartre sealaba comorasgo genuino del marxismo vulgar. Hace algn tiempotuve la oportunidad de combatir, en un peridico venezola-no, con uno de estos doctores de la iglesia marxista. En unarranque de originalidad, este doctor deca: el marxismoes la ciencia que utiliza el mtodo dialctico en el estudio de

    los fenmenos sociales. Despus de haberse buscado unafrase como esa, extrada de algn manual sovitico, la dejcaer ante mis narices como quien deja caer las tablas mosai-cas de la Ley de Dios. Yo le pregunt ingenuamente si lsaba en verdad lo que era la dialctica, y por supuesto, nome respondi nada. La dialctica es el mtodo marxista,repeta sin cesar el loro intelectual. Est bien: admitamos que

    la dialctica es el mtodo marxista. Pero, cmo funciona esadialctica? Funciona acaso, como creen los manualistas,segn esas tres imperturbables leyes de la dialcticaque repiten incansablemente, uno tras otro, los catecismos demarxismo-leninismo (y, antes, los de stalinismo)? Existe, enverdad, una lgica dialctica que sea realmente lgica y almismo tiempo dialctica?

    Las tres clebres leyes son, como es bien sabido, laley de la unidad y lucha de contrarios, la ley del saltode la cantidad a la cualidad y la ley de la negacin de la

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    negacin. Semejante terminologa es puramente hegeliana

    y aunque, en efecto, Marx tom numerosos trminos deHegel, nunca postul semejantes leyes formalmente. Por elcontrario, enEl Capitalhabla tan slo de que he coquetea-do (kokettierte) aqu y all, en el captulo sobre la teoradel valor, con el modo de expresarse propio de Hegel1.

    Si Marx mismo reduce su posicin a un coqueteocon la terminologa hegeliana, por qu los marxistas han

    de elevar a la categora de leyes lo que el propio Marxjams postul de ese modo? Es cierto, se dir, que tam-bin Marx en el mismo pasaje, habla de mi mtodo dia-lctico, y aade que no slo es distinto al de Hegel sinoque es directamente su contrario u opuesto (ihr direktesGegenteil). Estas palabras parecen anunciar la aplicacinrigurosa de un mtodo de exposicin de los resultados de

    la investigacin. Y en efecto, segn este mtodo, el anlisisde la sociedad capitalista revela la coexistencia de fuerzasopuestas en su seno: el capital se opone al trabajo, la plus-vala se opone al salario, el valor de cambio se opone al va-lor de uso, la apropiacin privada capitalista se opone a laalienacin o expropiacin de la clase productora, etctera.Pero esto es muy distinto a una presunta aplicacin, por par-

    te de Marx, de la lgica dialctica. Marx jams habl deuna lgica dialctica. Su dialctica nunca fue, ni quiso ir, msall de un mtodopara la presentacin de los hechos histri-cos segn su dinmica estructural, que result ser como lohaba escrito ya en elManifiesto de 1848 una dinmicade antagonismos, de luchas de clases. Puede as hablarse deopuestos histricos, pero no de polos de una contradiccin

    en el sentido estrictamente lgico del trmino. Es ciertoque, enEl Capital, Marx habla de contradicciones de lasociedad burguesa. Pero el hecho de que Marx haya empleado

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    ese trmino hegelianizante no significa que ste sea cien-

    tficamente correcto; por el contrario, es una metfora decorte idealista, tan slo explicable dentro de un contextocomo el hegeliano, donde la idea poda contradecirse as misma. Pero el proletariado y la burguesa no son, ensentido estricto, contradictorios, al menos desde el puntode vista de la lgica. Son, en todo caso, opuestos histri-cos antagnicos. Los manuales dicen que Marx tom la

    dialctica hegeliana y la dot de contenido materialista.Lo que no nos explican, ni nos pueden explicar, es que enun paso terico semejante no slo se invierte la dialcti-ca de Hegel, sino que se la transforma completamente, deun modo radical, tan radical que ya en Marx no se podrhablar de la dialctica como lgica, sino como mtodode exposicin de la estructura capitalista.

    El error bsico del dogmatismo de las tres leyes con-siste en describir el mtodo dialctico de Marx medianteuna terminologa lgico-formal, con el deliberado prop-sito de presentarnos un engendro, un hbrido intolerable: lalgica dialctica, que subyace en expresiones tales comodialctica materialista o materialismo dialctico, ex-traas a Marx. Una dialctica de la materia no es, pese a la

    insistencia de Engels, sino un panlogismo, una suerte depantesmo laico, por no decir un animismo. En realidadde verdad, es un hegelianismo de los ms rancios, una recon-versin del mtodo de Marx a los lineamientos de laFeno-menologa del Espritu. Mientras Hegel vea en la GranRevolucin Francesa la reconciliacin de lo divino con elmundo, Marx no vea ah otra cosa que la revolucin indus-

    trial y el derrumbe del feudalismo. No vea un proceso lgi-co de negaciones ntimas de la Idea en su desarrollo, sino eldesarrollo de antagonismos materiales de carcter histrico.

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    En otra parte2 he sealado como muy sintomticas ciertas

    vacilaciones verbales de Marx: unas veces, es cierto, noshabla de Widekspruch, trmino que designa propiamentela contradiccin; pero en la mayora de los casos noshabla de Gegensatz, que designa la idea de contraste, opo-sicin, antagonismo.

    Lo cual comentaba yo no hace sino probar que, en el

    plan de Marx, no figuraba (lo prueba aplastantemente suMiseria de la filosofa) la aplicacin rgida de esquemaslgicos hegelianos a la historia, pues ello equivaldra asuponer en Marx precisamente la ideologa proudhoniana,segn la cual la historia se rige por la Idea o las ideas, losprincipios, y no al revs. Lo que hace Marx es sealarlas leyes que concretamente presiden la sntesis y supe-

    racin futura de los antagonismos sociales.

    Esto es lo que se resisten a admitir los dogmticos detoda laya, empeados, como avestruces, en esconder lacabeza para no ver la realidad, como si con este caso eli-minasen la realidad. De qu han servido, en el terreno dela investigacin cientfica de nuestro tiempo, las tres cle-

    bres leyes de la dialctica? Ni siquiera los cientficos ofi-cialmente marxistas han podido aplicarlas. Los vuelosespaciales soviticos son tan dialcticos como los norte-americanos. La ley de la unidad y la lucha de opuestosde que nos hablan manuales como el de Rosental debe suimportancia a que est determinada por el hecho de que laley enunciada refleja la naturaleza objetivamente contra-dictoria de las cosas y de los procesos del mundo real,segn reza el manual3. Apartando el grave error epistemo-lgico implicado en la teora pseudomarxista que concibe

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    a las leyes y a los pensamiento en general como reflejos

    de lo real4

    , salta a la vista el absurdo idealista de esanaturaleza objetivamente contradictoria de las cosas. Sitomamos en serio tal enunciado, tendremos que concluirque Marx era un desaforado metafsico, o cuando menosun extrao filsofo pantesta. Una contradiccin es, hastanueva orden, una figura lgica, y por tanto, una figuraideal. De modo que una contradiccin objetiva en las

    cosas no sera sino una idea inserta en las cosas mis-mas, en la realidad. Sera un quidditas, una esencia deneto carcter metafsico. El hecho de que esa esenciasea presentada como contradictoria no le resta ni unpice de su rigidez metafsica. Nada de extrao tiene que elenunciado manualesco termine cayendo en su propia tram-pa, esto es, hablando de viejos fantasmas filosficos tales

    como el ser y el no ser. Rosental nos habla del carc-ter contradictorio del movimiento, del desarrollo del mun-do objetivo, y se responde a s mismo en estos trminos:

    Hemos dicho ms arriba que todo se halla en movimiento,que todo cambia. Pero, en qu consiste el movimiento, elcambio? En la unidad interiormente concatenada de lo

    estable y de lo variable, de la identidad y de la diferencia,del reposo y del movimiento, del ser y del no ser, de loque desaparece y de lo que nace5.

    Como se ve, el vocabulario no puede ser ms anticuado.Parece que oyramos hablar a un presocrtico, y que hu-biesen pasado en balde los veinticinco siglos que nos sepa-

    ran de la coincidentia oppositorum de Herclito. Slo queste se expresaba con mayor elegancia filosfica. Qu esese endriago intelectual de la unidad interiormente conca-

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    tenada del ser y del no ser? Rosental, buscando ejemplos

    cientficos, nos habla de contradictorios tales comomateria y energa, electricidad positiva y electricidadnegativa, propiedades corpusculares y propiedades ondu-latorias, materia y conciencia, etctera. Debemos pre-guntarnos formalmente: con qu derecho se postula a esasparejas como contradictorias? El vocabulario del manual esvacilante: a veces habla de contrarios o de opuestos.

    Ello revela su falta de rigor. Por qu han de ser contradicto-rias la electricidad negativa y la positiva? Qu sentido me-dianamente racional puede tener el decir que la conciencia escontradictoria de la materia? Es como si dijsemos que lonegro y lo blanco son contradictorios. Es cierto que hay mu-chas formas de lo real que se presentan como parejas, peroello no da derecho a calificar los elementos de esas parejas

    de contradictorios. Son contradictorios la hembra y el va-rn? Ni siquiera son contrarios; son, simplemente, comple-mentarios, como lo son la burguesa y el proletariado. Laexistencia de la una presupone histricamente la existenciadel otro, de la misma forma que el capitalismo supone elrgimen salarial. Entre estos elementos hay antagonis-mos, pero, formalmente hablando, no son contradictorios.

    Es preciso ir hasta el fondo en la crtica radical de toda esaterminologa que repiten incansablemente los manuales.Porque no slo la emplean los manualistas, sino antima-nualistas tan fieros como el propio Marx y Lenin. S quems de un lector se asombrar de tal afirmacin. Pero creoque es hora de derrumbar de una vez para siempre cierto feti-chismo verbal que ha sido transmitido por los mismos gran-

    des padres del marxismo: Marx, Engels, Lenin. En nombredel rigor, es preciso realizar la deshegelianizacin definiti-va de Marx. Todos los marxistas reconocen universalmente

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    que la contradiccin fundamental del capitalismo resi-

    de en la coexistencia de un modo privado de apropiaciny la socializacin de la produccin. Con estos trminos ladefine Marx y la repite Lenin; y la encontramos tanto enlos manuales ms pedestres como en excelentes tratadoseconmicos marxistas, como por ejemplo el de ErnestMandel. Pero entre esos trminos no hay, estrictamentehablando, una contradiccin, como s la hay entre propo-

    siciones como llueve y no llueve puestas en relacinde conjuncin. La socializacin de la produccin no selimita, ni mucho menos, a ser la mera negacin del modoprivado de apropiacin. Son, eso s, formas antagnicasque se desarrollan en la estructura misma del modo capita-lista de produccin; son opuestos histricos que se implicanel uno al otro, y cuyo choque permanente producir, tarde

    o temprano, el resquebrajamiento del sistema dominadopor el capital.

    Algo parecido ocurre con otro de los puntales de lalgica dialctica: la ley de la negacin de la negacin.Segn esta ley, de neto corte hegeliano, una determinadaforma histrica se presentara como tesis susceptible deser negada por una anttesis, negacin que a su vez

    producira una sntesis que no consiste en la lisa y llananegacin de la tesis, sino en su superacin oAnfhebung.Frente a esta logomaquia cabe preguntarnos si estamos ono estamos hablando de lgica. Parecera que estamoshablando de lgica formal, pues los inventores de esa leyutilizan ya lo deca antes el vocabulario lgico-for-mal, al que superponen artificialmente un trmino extrao:

    la superacin (el vocablo castellano reproduce muy es-casamente la multiplicidad de sentidos que el vocablo ale-mn tiene en Hegel). Pero, en lgica formal, la negacin

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    de una negacin no produce sntesis alguna; simplemente,

    afirma el trmino inicialmente negado. Si yo niego la pro-posicin no llueve, tan slo obtendr la proposicinllueve, que no tiene nada de sntesis ni de supera-cin de la frmula primitiva. Pero no: los manuales insis-tirn en que no se trata de lgica formal, sino de lgicadialctica. Hay que preguntarse: para qu hablar delgica, cuando se podra hablar como lo hace el propio

    Marx de mtodo? La nica lgica existente es la lgicaformal, la lgica matemtica. Los sujetos de la lucha declases no son sujetos lgicos, sino histricos. Hegel quisohacer una lgica de la historia, pero su empeo fracas,pese a las geniales intuiciones de su magno cerebro. Lateora, desarrollada en elManifiesto de Marx y Engels, dela historia como un teatro de la lucha de clases, no es una

    teora de lgica dialctica ni es tampoco una filosofa dela historia. Marx nunca quiso ponerle moldes ideales a lahistoria, como se los puso Hegel. Hacer filosofa de la his-toria, en el plan hegeliano, es en realidad hacer historia delas ideas oIdeengeschichte. Marx se propuso justamente locontrario. El idealismo de Hegel estaba cargado de mara-villosas intuiciones histricas. Por ejemplo, su modo de

    comprender la antigedad, o su modo de comprender elcristianismo, corresponden a un estudio detallado de lahistoria. Pero Hegel quera que la historia marchase segnun ritmo dialctico, segn una extraa lgica de negacionesy afirmaciones. Pero la historia le jug malas pasadas. Se-gn su lgica, el Estado prusiano deba ser algo as como laculminacin de la historia. No slo no fue la culminacin de

    la historia, sino que fue el germen del totalitarismo polticoque hemos vivido en el siglo XX. Con razn deca Burckhardt,en suReflexiones sobre la historia universaly a propsito

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    del Estado prusiano, que bien pronto vera Alemania erigir

    sobre s misma la horrible cabeza del poder absoluto.No se equivocaba. La Guerra Europea y la Guerra Mundialle han dado la razn. Y han demostrado, de paso, los resul-tados a que conduce una interpretacin idealista de la his-toria, o una interpretacin logicista como la de Hegel, ocomo la que millares de epgonos quieren que sea la deMarx. Si la contradiccin entre proletarios y burgueses

    fuese inevitable, fatal y mecnica, ya tendramos nosotrosal socialismo, existiendo entre nosotros. No tendramosesa horripilante caterva compuesta por los obreros bur-gueses, los burcratas del trabajo asalariado. No tendra-mos una serie de pases autodenominados socialistas, queen realidad conservan y protegen no slo las formas capi-talistas de alienacin, sino que inventan nuevas formas.

    Para justificarse, han inventado una peculiar lgica dia-lctica, segn la cual las contradicciones del capitalismoson antagnicas y las del socialismo son no antagni-cas. El manual de Ottovile Kuusinen dice lo siguiente:

    Las contradicciones no antagnicas, propias de la sociedadsocialista, se producen en una sociedad en la que coinciden

    los intereses fundamentales de las clases y grupos que laintegran. De ah que tales contradicciones no se resuelvan

    por la lucha de clases, sino mediante los esfuerzos conjun-tos de clases que son amigas de todos los grupos sociales,

    bajo la direccin del Partido marxista-leninista6.

    Ahora bien, una contradiccin antagnica o no antag-

    nica son poco ms o menos lo mismo que la cuadratura delcrculo o que la hipotenusa neurtica, o el hierro de madera.Yo no veo ninguna razn para que proposiciones como

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    llueve o no llueve, que son contradictorias, sean anta-

    gnicas. Pero hay ms. El manual supone estar hablandodesde una sociedad socialista, la Unin Sovitica, lo cualsupone, a su vez, que est hablando desde un paraso terrenaldonde las contradicciones no son antagnicas. La burocraciamonstruosamente desarrollada, la divisin del trabajo lleva-da al extremo capitalista de divisin del trabajador, la exis-tencia de una economa monetaria y mercantil, la represin

    ideolgica, el antisemitismo descarado, parecen ser con-tradicciones no antagnicas. No lo son, sin duda, para lapupila del manualista, sedienta de axiomas, o para el ojodogmtico. Lo lamentable de todo esto no es la relevanciao inters tericos que puedan tener esos manuales que,dada su obesidad, no son ni siquiera manuales. Es lamen-table que tengan tanta influencia prctica, que sean tan

    ledos y difundidos. Mientras los gobernantes de la URSSalmuerzan con el Secretario de Estado norteamericano,las prensas de la editorial Progreso editan toda clase demanuales, o editan unas obras escogidas de Marx y En-gels donde no figuran, por supuesto, los ataques a la dia-lctica hegeliana de Miseria de la filosofa ni la visingeneral del capitalismo que hay en los Grundrisse, obra que

    no sali a la luz en ruso sino en los aos cincuenta (1956),cuando se desprendieron los vendajes de la momia deStalin. En los Grundrisse, publicados en alemn en 1939por el Instituto Marx-Engels-Lenin de Mosc, hay gravesadvertencias sobre el futuro del movimiento socialista.Una de esas advertencias es sta: no habr socialismo alldonde la fuerza de trabajo siga siendo una mercanca; no

    habr socialismo all donde persista y se agudice la luchade clases; no habr socialismo all donde haya una relacinantagnica entre capital y trabajo. Pero los manuales se

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    encargan de decir lo contrario. Las contradicciones socia-

    listas son no antagnicas. Cmo puede ser no antag-nica la relacin entre el capital y la peculiar mercancaque es la fuerza de trabajo? No hay un antagonismo irre-ductible entre un Estado todopoderoso y unos intelectualesque se atreven a decir la verdad? Vaya lgica dialctica!

    En cuanto a la tercera ley, la de la conversin de lacantidad en cualidad, las cosas no andan tampoco muy

    bien. No fue Marx, sino los alquimistas, quienes descu-brieron este principio. Y antes de los alquimistas, lo des-cubrieron todos los buenos cocineros de este mundo.Cualquier chef de cocina sabe que la cantidad se transfor-ma en cualidad. No es necesario, para demostrar esta ley,recurrir a aburridos ejemplos qumicos, como lo hacen losmanuales y el propio Engels. Brillat-Savarin, sin ser nin-

    gn dialctico, saba muy bien y lo demuestra su librosobre La vraie cuisine francaise que en materia decocina la cantidad se transforma en cualidad. Una canti-dad exagerada de picante hace irrespirable a una sopa. Unacantidad exigua, la deja inspida. Pienso que, en la cienciasocial, esta ley es intil, porque sirve para explicarlo todo.Es una ley que puede rendir algunos frutos cuando pensa-

    mos, por ejemplo, que la acumulacin cuantitativa de capi-tal trajo consigo la cualidad capitalista. Pero, de resto,esa ley no sirve para nada, o sirve para todo, que es lomismo. En materia de ciencia social, cualquier cantidadpuede transformarse en cualidad. La rentaper capita, porejemplo, es una cantidad cualitativa. Pero de nada nossirve, como no sea para hacernos la ilusin de que es una ren-

    ta correctamente distribuida. Yo vivo en un pas de alta rentaper capita, y en ese mismo pas hay unas desigualdadessociales monstruosas.

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    NOTAS

    1 Karl Marx, Das Capital, Nachwort zur zweiten Auflage, DietzVerlag, Berlin, 1962, vol. I, p. 27.

    2 Cfr. mi libroEl estilo literario de Marx, ed. Siglo XXI, Mxico, 1971,pp. 38-39.

    3 M.M. Rosental,Principios de lgica dialctica, ed. Pueblos Unidos,Montevideo, 1965, pp.143.

    4 Para un crtica de la teora del reflejo, ver mi Teora y prctica de laideologa, Nuestro Tiempo, 1971, p. 34 y ss.

    5 M.M. Rosental, ob. cit., p. 144.6 Ottovile Kuusinen,Manual de marxismo-leninismo, Grijalbo, Mxi-

    co, 1960, p. 85.

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    III. EL MATERIALISMO FILOSFICO

    La llamada filosofa materialista-dialctica, hemos vis-to, sirve de muy poco. El mtodo dialctico no funcionacomo sistema filosfico. En cambio, s funciona comopunto de vista para comprender el desarrollo de la socie-dad humana. Si yo fuera un escritor de manuales, me con-tentara con esto. Ya es una cosa mayscula disear unmtodo para entender el movimiento de la sociedad.

    Pero no. Los manuales,y no slo los manuales, se em-pean tercamente en hacer de Marx un filsofo. No lesbasta con el cientfico social omniabarcante que triunf,en su propio yo, sobre la divisin del trabajo intelectual;quieren que sea tambin un filsofo. Caen, con ello, en lams burguesa de las trampas ideolgicas que se han colo-cado en torno a la calavera de Marx. En efecto, nada gustatanto a la filosofa burguesa como catalogar a Marx de fil-sofo, e inscribirlo en la larga lista de los hacedores de siste-mas. Es lamentable tener que decirlo, pero el principalculpable de ese enredo es Federico Engels, el amigo entra-able de Marx. Es algo muy curioso, por cierto, puesto quedurante largos aos fue Engels quien ms se ocup (lacorrespondencia con Marx es prueba clara) de alejar de

    la mente de Marx los fantasmas filosficos. Incluso llega reprocharle, leyendo el manuscrito del volumen I deElCapital, el carcter demasiado abstracto de los captulos

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    iniciales; reproche que, afortunadamente, no oy Marx. No

    slo no lo admiti sino que, adems, exalt las virtudesmetodolgicas de la abstraccin en el Prlogo de su obra.Yo no creo que exista, ni que jams haya existido, un

    marxismo-leninismo. Lo que s ha existido es un en-gelsianismo-leninismo. Las teoras de Marx acerca de laideologa, acerca del Estado, acerca de la produccin mer-cantil y la divisin del trabajo, no casan en modo alguno

    con las de Lenin, por ms que los manualistas soviticos seempeen, con sus torrentes de citas, en demostrar lo con-trario. La teora de Lenin sobre la ideologa revoluciona-ria se contrapone polarmente a la de Marx, para quienuna ideologa revolucionaria era una contradictio interminis. La idea leninista del Estado termin por fortale-cer al mximo al Estado, como lo demostr la dictadura

    de Stalin, o como lo sigue demostrando hoy el Estado so-vitico; en cambio, para Marx el Estado deba tender a sudesaparicin, en una sociedad socialista, y no a su forta-lecimiento. La divisin del trabajo, que comienza, diceMarx enLa ideologa alemana, con la divisin entre tra-bajo fsico y trabajo intelectual, se ha visto extraamenteincrementada en la sociedad heredera de Lenin. Persisten

    la produccin mercantil y la economa mercantil y mone-taria, pese a los vanos forcejeos tericos de algunos comu-nistas afincados en la idea de que esa forma de produccinpuede subsistir en el socialismo (teoras que han prospe-rado, sobre todo, en Yugoeslavia, pero que tienen validezpara la Unin Sovitica).

    De nada vale la conocida argumentacin de que Lenin

    podr haberse equivocado en la teora, pero no en la prc-tica. De ser cierto este argumento, lo nico que probara esque en Lenin haba una profunda ruptura entre teora yprctica y, por tanto, una profunda ruptura con Marx.

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    Pero el problema es engelsiano. Lenin fue un campen

    de la lucha revolucionaria. Tambin lo fue Engels. Eso nolo discuto. Lo que me preocupa es el dao, el profundodao que los escritos tericos de ambos campeones hanhecho y siguen haciendo entre los militantes de la causacomunista. De sobra s que por decir estas cosas mi nom-bre ser vedado de miles de publicaciones, y que no podrentrar a ciertos pases. Ello me tiene sin cuidado. Tam-

    poco puedo entrar a Norteamrica. Yo no soy ms que unestudioso del marxismo, y he procurado leer a Marx, enquien he hallado innumerables sorpresas. Tantas, que, deenumerarlas, se caeran sobre sus espaldas todos los ma-nualistas que en el mundo han sido. Es la tremenda ver-dad, an no entendida del todo: la moral comunista, quedebera basarse en la verdad, se ha basado en la mentira.

    El desgarrn de 1956, cuando el XX Congreso de PCUS,no fue sino una vaga aproximacin a la verdad, que bienpronto fue tapiada por lodazales de odio. El desterradoescritor Solyenitzin, por ms cristiano y antisovitico quepueda ser, pas por el Archipilago Gulag y, segn cuenta,pasaron por all nada menos que 66 millones de rusos.Supongamos que es verdad slo una pequea parte: unos

    10 millones. No basta?Deca que el problema es engelsiano. Y lo es, al menos

    en lo que respecta a la filosofa de Marx. Para decirlo deuna vez por todas: no hay una filosofa de Marx. Podrhaber, en ese convento al revs que es el Kremlin, una fi-losofa marxista. Pero, en todo caso, no est inspiradaen Marx, sino en Engels. En Engels se inspiraron Lenin y

    Stalin, y en Engels se siguen inspirando los catecmenosdel marxismo. Ya tuvieron su Dios sacrificado: Marx. Tanslo les bastaba traicionarlo y desfigurarlo, tal como

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    hicieron los ministros de Cristo. Si juzgsemos a Cristo

    por lo que dijo y escribi Pablo, mal andaramos en mate-ria de Cristo. Pablo hizo de Cristo un profeta al estilo delViejo Testamento, con sus sublimes dicterios, sus blasfe-mias divinas, su ira incontenible. Engels, sin quererlo,transform a Marx en un vetusto filsofo. Lo hizo porta-dor de un sistema. Lo leg as a las nuevas generacio-nes comunistas, que lo aceptaron como a un maestro. Les

    hizo creer que Marx era un filsofo, un redentor de estemundo, un visionario ebrio de palabras sagradas. Y as locreyeron, y lo siguen creyendo. Y as los obligan a creeren Marx como se cree en Santa Catalina. Ello significa untriunfo de la ideologa sobre la ciencia. Los marxistascreyentes no tienen verdadera razn para enfadarsecuando los doctores de las universidades norteamericanas

    califican a Marx de idelogo. Estos doctores, ms aten-tos a los marxistas que al propio Marx, saben muy bienaprovechar la oportunidad, puesto que, en efecto, Marx hasido convertido en pura ideologa.

    Se supone que Marx invent una cosa llamada por losmanuales materialismo filosfico. Desde luego, los ma-nuales hacen una que otra reverencia a materialista au-

    tnticos de otras edades, tales como el que el divertidoKuusinen llama el eminente materialista Demcrito, pre-cursor, segn l, de los experimentos atmicos soviticos1.Pobre Demcrito de Abdera! Cmo iba l a saber que unidealismo trasnochado y vagamente spengleriano lo iba aconvertir, anacrnicamente, en el fundador de la fsica at-mica sovitica? El problema es que esa fsica es tan sovitica

    como norteamericana.Pero oigamos lo que nos dice el Manual sobre el ma-

    terialismo filosfico: la base inconmovible de todo el

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    marxismo-leninismo es su doctrina filosfica: el materia-

    lismo dialctico e histrico. Esta doctrina toma al mundotal como existe en la realidad, lo examina en consonanciacon los datos de la ciencia avanzada y de la prctica social.El materialismo filosfico marxista es el producto legtimodel secular desarrollo del conocimiento cientfico. Estadeclaracin es conmovedoramente cursi, como todas lasdeclaraciones de amor. Pero las declaraciones amorosas, al

    menos, quedan en secreto.Cmo puede el manualista saber que el marxismotoma al mundo tal como existe en la realidad? Debe-mos aceptar como dogmas que hay cosas que existen yque, adems, existen en la realidad. El idealista imagina-rio que los manuales combaten puede, con toda razn,preguntarse sobre esas cosas, y el manualista le dir: no

    lo est usted viendo acaso con sus propios ojos? Por otraparte, tomar al mundo tal como existe en la realidadimplica un presupuesto metafsico: que el mundo es ytiene una realidad, una quidditas inconmovible. Tan in-conmovible como lo es la base inconmovible de todo elmarxismo-leninismo. Por qu habra de ser inconmovibleuna doctrina como la de Marx, fundada precisamente sobre

    la idea del cambio? Una doctrina inconmovible es lo msparecido al esqueleto de un dinosaurio. Marx, hoy, cambia-r a Marx. No se tomara a s mismo como cadver tericosino como organismo viviente, cambiante y vivificador.Esta doctrina toma al mundo tal como existe en la realidad.Podemos preguntarnos: cul realidad? Toda realidad? Sies toda realidad, entonces esa doctrina es metafsica y ahist-

    rica. Si es una parte de la realidad, entonces ser cienciasocial, no filosfica. La contradiccin asoma sus dientespor todos lados. Por otra parte, se supone que esta ciencia

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    trabaja en consonancia con los datos de la ciencia avan-

    zada. Cul ciencia? Los cientficos soviticos jams sehan basado en Marx para hacer sus descubrimientos. Nisiquiera los cientficos sociales. Los mejores economistas ysocilogos marxistas pertenecen a otros pases. Los experi-mentos en la Luna nada tienen que ver con la dialctica. Deser as, los calculistas norteamericanos seran los mejoresdialcticos. Pero no. Hay que insistir en el dogma. Marx,

    como Jehov, cre la luz y las tinieblas, los mares y los cie-los, y su espritu flotaba sobre la faz de las aguas. Religin,nada ms que religin y opio del pueblo, como dijera Marxen su clebre frase de 1843. Por ltimo, el materialismofilosfico marxista es el producto legtimo del secular desa-rrollo del conocimiento cientfico2. La frase es digna deanlisis. El secular desarrollo del conocimiento cientfi-

    co, cmo va a producir unafilosofa? Se podra admitirlo inverso: que de la filosofa haya nacido el pensamientocientfico. Adems, la frase parece admitir, absurdamente,que el pensamiento cientfico evolucion hacia la filosofa.Cualquier estudiante sabe que eso no es verdad. Pero, aun-que as fuese, el pensamiento de Marx no sera el produc-to legtimo de tal evolucin. Por el contrario, es su hijo

    bastardo, su hijo no querido, su hijo repudiado. Esa tradi-cin occidental, que tan bien conoci Marx, era su prin-cipal enemiga terica. Los manualistas quieren convertirloen un hijo de esa tradicin. Pero es falso. Marx mir esa tra-dicin como quien mira, desde lejos, una catarata. Oy suruido, pero se apart de l. Sorbi lo que pudo, que fuemucho, pero la detest y la impugn. De qu le sirvieron

    sus estudios de latn y de griego, su jurisprudencia, su mito-loga? Le sirvieron para burlarse de esa tradicin. Supo,desde muy joven, que los representantes de esa tradicin

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    eran los burgueses, grandes revolucionarios primero y, luego,

    grandes impostores. Los estudios le sirvieron, como a todobuen estudiante, para detestar todo cuanto haba estudiado.Reza tambin el Manual: La burguesa reaccionaria

    odia especialmente la doctrina del marxismo-leninismo ysufilosofa, el materialismo dialctico e histrico3. Creoque esto es falso. Los pensadores burgueses se han sentidosiempre muy complacidos de que exista una filosofa

    marxista. Existiendo esa filosofa, ellos pueden atacarla enel terreno que les es propio. Y el terreno ha sido abonadopor los marxistas, empeados en hallar una filosofa enla obra de Marx.

    Ejemplo tpico son losManuscritos econmico-filos-ficos de 1844. Cuando esos manuscritos se publicaron,muchos filsofos del marxismo creyeron haber despertado

    de eso que Kant llamara su sueo dogmtico. Ms leshubiera valido seguir durmiendo. El mismo ao (1932) enque se hizo, en el Instituto Marx-Engels-Lenin de Mosc,la edicin cientfica de los manuscritos de Marx, apareciuna edicin fragmentada, hecha por Landshut y Meyer(Leipzig, 1932), en cuya Introduccin se crey convenienteafirmar que esos manuscritos de Marx eran una obra

    maestra de filosofa. A continuacin, un enjambre de au-tores de diversos pases cayeron sobre el panal tan rica-mente presentado. Descubrieron lo que andaban buscando:que Marx era un filsofo. Se hicieron los avestruces anteaquello de que los filsofos no han hecho ms que inter-pretar el mundo de diversas maneras. Suponan tambinque aquello otro de que lo que importa es cambiarlo, cosa

    que dijo enrgicamente Marx en su Tesis sobre Feuer-bach, no era un asunto que deba preocuparlos: al fin y alcabo, el mundo estaba ya cambiado; ya haba socialismo.

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    Solamente quedaban contradicciones no-antagnicas, o

    sea, una manera de disfrazar y pintarrajear el ya macilen-to rostro de la dialctica. Lo malo de todo esto es que elsocialismo, al menos en los trminos en que lo planteMarx, no existe.

    En otras palabras: el gigantesco paso dado por la UninSovitica no es todava la negacin de la negacin. Hay querecordar que capitalismo es una palabra econmica. El

    capital, ha abandonado su imperio en la Unin Sovitica? Lamercanca suprema, el dinero, ha perdido all alguna partede su vigencia? El socialismo, tal como lo entienden los pa-ses socialistas, no representa ninguna negacin de la negacincapitalista. No es un paso dialctico. Es, si se quiere, un en-gendro histrico. Y no est dems recordar, como lo haceMarcuse enEl marxismo sovitico4, que la ley de la nega-

    cin de la negacin fueprohibida en la Unin Sovitica.

    El marxismo sovitico pretende que el paso desde unatransicin explosiva a una transicin dialctica ha sidoposible en la URSS gracias al establecimiento del Estadosovitico. De acuerdo con esta concepcin, y siguiendo elejemplo de Stalin en 1938, la ley de la negacin de la

    negacin desapareci de la lista de las leyes dialcticasfundamentales. Evidentemente, la concepcin marxistasovitica de la dialctica resulta muy idnea para la esta-bilizacin ideolgica5 del rgimen establecido: asigna alEstado la tarea histrica de resolver las contradiccionesno antagnicas, y excluye, en el plano terico, la necesi-dad de otra revolucin en la ruta hacia el comunismo.

    Ms adelante, Marcuse sintetiza en una frase admirablemen-te sencilla algo que, en realidad, es muy difcil de definir:

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    Lo que se halla aqu en juego no es tanto una revisin de

    la dialctica como la pretensin de considerar socialis