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  • 8/19/2019 ABC-14.06.1982-pagina 014

    1/1

    A

    L antropólogo brasileño Ro-

    berto de Mata le oí explicar

    hace un par de años, en

    una brillante conferencia, que la

    popularidad del fútbol —fenómeno

    mayor de nuestro tiempo— ex-

    presa la vocación innata de los

    pueblos por la legalidad, la igual-

    dad y la libertad.

    Su argumentación era astuta y

    divertida. En el fútbol —según él—-

    el público ve representada una so-

    ciedad modelo, a la que gobiernan

    leyes claras y sencillas, que todos

    comprenden y acatan y que, sin

    violarlas, entrañan para el culpable

    cast igo inmedia to . Además de

    justa, una cancha de fútbol es un

    espacio igualitario, que excluye

    todo favoritismo o privilegio. Aquí,

    en este césped marcado por la

    tiza,

      cada cual vale por lo que es,

    por su destreza, empeño, ingenio y

    eficacia. Ni el apellido, ni el dinero,

    ni las influencias cuentan lo más

    mínimo para meter goles y merecer

    los aplausos o silbidos de las   tribu-

    nas. El jugador de fútbol, por otra

    parte, ejercita la única forma de li-

    bertad que la sociedad puede ofre-

    cer a sus integrantes, so pena de

    desintegrarse la de hacer todo lo

    que quieran que no esté explícita-

    mente prohibido por unas reglas

    que todos aprueban.

    Esto es lo que, en el fondo, pro-

    vocaría el fervor de esas multitudes

    que, a lo ancho y a lo largo del

    mundo, se vuelcan a los estadios,

    siguen hipnóticamente los partidos

    en la televisión y discuten y se dan

    de trompadas por sus ídolos futbo-

    lísticos la secreta envidia, la in-

    consciente nostalgia de un mundo

    que,

      a diferencia de aquel en el

    que viven, roído por las desigual-

    dades, la injusticia, la corrupción,

      l p lacer va cío

    presa de la ilegalidad y la violencia,

    es un mundo de convivencia, de

    imperio de la ley y equitativo.

    ¿Será cierta esta bella teoría?

    Ojalá io fuera, pues no hay duda

    que es seductora, y que nada sería

    más positivo para el futuro de la

    Humanidad, que en los fondos ins-

    tintivos de la multitud anidaran

    estos civilizados apetitos. Pero lo

    probable es que, como ocurre

    siempre, la realidad rebase la teo-

    ría y la deje trunca. Porque las teo-

    rías son siempre racionales,

      lógi-

    cas,

      intelectuales —aun aquel las

    que proponen el irracionalismo y la

    locura— y los fenómenos sociales,

    o o

      en los individuales, la inter-

    vención de la sinrazón, del incons-

    ciente y la pura espontaneidad es

    siempre tan inevitable como incon-

    mensurable.

    Garabateo estas líneas en una

    butaca del Nou Camp, momentos

    antes del partido Argentina-Bélgica,

    que inaugura este Mundial. Los

    signos son favorables: sol radiante,

    un cielo limpio, una impresionante

    muchedumbre multicolor, en la que

    ondean banderas españolas, cata-

    lanas,

     argentinas y alguna que otra

    belga, un ruidoso fuego de artificio,

    una atmósfera festiva, entusiasta,

    que s igue con ap lausos e l

    espectáculo gimnástico y folclórico

    que sirve de entremés al partido (y

    que tiene mucha más calidad de la

    que suelen tener estas exhibicio-

    Mario Vargas losa

    nes). Desde luego que éste es un

    mundo bastante más simpático y

    agradable que el otro, el que se ha

    quedado detrás de las tribunas del

    Nou Camp y de esta gente que

    jalea las danzas y las figuras que

    hacen decenas de muchachos

    sobre el césped, como esas del

    Atlántico Sur y del Líbano a las

    que el Mundial ha relegado a un

    segundo plano en la atención de

    los millones de aficionados que, en

    el mundo entero, en las dos horas

    siguientes, vivirán, como quienes

    ocupan estas tribunas, pendientes

    únicamente de los pases y dispa-

    ros de estos veintidós jugadores

    argentinos y belgas que abren el

    Mundial.

    Acaso la explicación de este pro-

    digioso fenómeno contemporáneo,

    la pasión por el fútbol —deporte

    elevado a la categoría de religión

    laica, la más extendida y practi-

    cada de nuestro tiempo—, sea en

    realidad bastante menos compli-

    cada de lo que suponen los soció-

    logos y psicólogos que tratan de in-

    terpretarla, y consistía simplemente

    en que el fútbol ofrece a las gentes

    algo que apenas tienen: una oca-

    sión de divertirse, de entretenerse,

    de entusiasmarse, de exaltarse, de

    vivir unas emociones intensas que

    la rutina cotidiana rara vez les de-

    para.

    Querer entretenerse, divertirse,

    pasar un rato agradable es la más

    A partir de hoy ABC

    cuenta con un cronista

    del Mundial 82

    excepcional: el gran

    escritor peruano Mario

    Vargas Llosa que inicia

    con este artículo sus

    opiniones para nuestros

    lectores sobre el magno

    acontecimiento

    futbolístico. La

    fotografía recoge el

    momento en que el

    guardameta argentino

    va a ser batido por el

    disparo del belga

    Vandebergh

    legítima de las aspiraciones, un de-

    recho tan válido como el de querer

    comer y trabajar. Por razones múl-

    tiples y seguramente complejas el

    fútbol ha venido a cumplir en el

    mundo de hoy esta función con

    más éxito y universalidad que   cual-

    quier otro deporte. A quienes el fút-

    bol nos gusta y nos da placer, no

    nos sorprende en absoluto la jerar-

    quía que ha alcanzado entre los

    entretenimientos colectivos. Pero

    hay muchos que no lo entienden y

    además lo deploran y critican; el

    fenómeno les parece lamentable

    porque dicen que el fútbol enajena

    y empobrece intelectualmente a la

    multitud, distrayéndole de los asun-

    tos importantes. Quienes piensan

    así olvidan que divertirse es un

    asunto importante. Olvidan también

    que lo característico de una diver-

    sión por intensa y absorbente que

    sea,

      y un buen partido lo es en

    grado sumo, es ser efímera, intras-

    cendente, inocua, una experiencia

    en la que el efecto desaparece al

    mismo tiempo que la causa el de-

    porte para quien disfruta de él. Es

    amor a la forma, un espectáculo

    que no trasciende lo corporal, lo

    sensorial y la emoción instantánea

    que, a diferencia de lo que ocurre,

    por ejemplo, con un libro o una

    drama, apenas deja huella en la

    memoria y no afecta para nada el

    conocimiento, ni para enriquecerlo

    ni para deteriorarlo. En eso está su

    encanto; en ser emocionante y

    vacío. Por eso pueden gozar del

    fútbol por igual el inteligente y el

    tonto, el culto y e l inculto.

    Y ahora basta, ha llegado el

    Rey, han salido los equipos, se ha

    declarado inaugurado el Mundial, el

    partido comienza. Basta de escri-

    bir. Vamos a divertirnos un poco.

     4 ABC LUNES 14-6-82(Madrid) - 14/06/1982, Página 14ght (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de losidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposiciónresúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de lostos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.