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    EditorialDesafíos del posconflicto, entre el deseo y la realidad ........................ 3Por Luis Guillermo Guerrero Guevara

    Conflicto y PazLa confrontación armadaen medio de los diálogos ............................ 8Por Teófilo Vásquez y Javier Benavides

    Justicia transicional para víctimas en Colombia. Más allá del posconflicto ............................ 15 Por Camilo Andrés Hernández Barreto

    Se cambian armas por curules: una reflexión acerca de los posibles desafíos de la transición de grupo insurgente a partido político legal .............. 21 Por: David Rampf

    Paz territorial sí, pero, ¿cómo? La propuesta de las Zonas de Reserva Campesina .................................... 26 Por: Pablo Andrés Durán Chaparro

    Desarrollo¿Fracking para la paz? ................................ 31 Por: Catalina Serrano y Tatiana Cuenca

    Restitución en la Costa Caribe: procesos judiciales y perspectivas de paz .................................... 39Por: Andrea Jeannette Lopera Lombana

    Contenido

    Director Alejandro Angulo Novoa, S.J.

    Comité EditorialLuis Guillermo Guerrero Guevara

    Martha Cecilia GarcíaSergio Andrés Coronado

    Fernando SarmientoAna María Restrepo

    Teófilo VásquezWilliam Rozo

    Mónica Osorio Aguiar

    Colaboran en este númeroLuis Guillermo Guerrero Guevara

    Teófilo Vásquez Javier Benavides

    Camilo Andrés HernándezDavid Rampf

    Pablo Andrés DuránCatalina SerranoTatiana Cuenta

    Andrea Jeannette LoperaZohanny Arboleda

    Martha Cecilia GarcíaGiselle Medina

    Marcela Fernanda PardoJuan Carlos Merchán Zuleta

    Dillyane de Sousa RibeiroJulián Gómez DelgadoCarlos Figueroa Ibarra

    Equipo EditorialMónica Osorio Aguiar

    Alejandro Angulo Novoa, S.J.

    Diseño y edición fotográficaMónica Osorio Aguiar

    Impresol Ediciones Ltda.

    PortadaImpresol Ediciones Ltda.

    Diagramación Impresol Ediciones Ltda.

    www.impresolediciones.com

    Centro de Investigación y Educación Popular/ Programa por la Paz(CINEP/PPP)Carrera 5 No. 33B-02Tel: [email protected]á D.C., ColombiaSeptiembre - Noviembre 2014

    ISSN: 0121-3385

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    [email protected] - Bogotá D.C., Colombia - ISSN: 0121-3385

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    Movimientos Sociales¿Habrá reparación, justicia, verdad para las víctimas de las multinacionales? ................................... 43Por: Zohanny Arboleda y Martha Cecilia García

    Retos y coyuntura sindical en Colombia. ¿Qué hacer durante y después de los diálogos? ............................ 48Por: Giselle Medina

    BogotáLa configuración de lo público como condición de una ciudadanía en posconflictoEl mecanismo político de los presupuestos participativos de Bogotá ................................................... 54 Por: Marcela Fernanda Pardo García y Juan Carlos Merchán Zuleta

    La educación como parte del proceso de repa-ración de derechos de las víctimas.Retos para el escenario pos-Habana a partir de la experiencia con víctimas estudiantiles de Bogotá ........................................................ 59Por: Dillyane de Sousa Ribeiro yJulián Gómez Delgado

    InternacionalDel terror militar a la violencia neoliberal .. 64Por: Carlos Figueroa Ibarra

    http://www.cinep.org.co/http://www.impresolediciones.comhttp://www.cinep.org.co/http://www.cinep.org.co/http://www.cinep.org.co/

  • Un primer desafío es que los colombianos y colom-bianas comprendamos de manera más compleja las seis décadas de conflicto social, político y armado que hemos vi-vido en el país y, en consecuencia, nos apropiemos seriamente, del gran reto que significa construir la paz. No hay duda que una gran mayoría queremos la paz para Colombia, pero la gran di-ficultad está en las diferencias de cómo la queremos lograr y qué estamos dis-puestos a ceder social y políticamente, para alcanzar una paz integral, justa y duradera.

    Una encuesta sobre las negociaciones de paz en La Habana, publicada por el Centro de Investigación en Comunica-ción Política de la Universidad Externa-do de Colombia el mes de octubre de este año, ilustra este primer desafío. El estudio mostró que un 64 por ciento de las personas indagadas respaldaron la salida negociada del conflicto y confir-maron que el diálogo es el camino ideal para ponerle fin a la guerra. A su vez, el

    27 por ciento manifestó que el Gobierno debe apostar por la vía militar y el 9 por ciento dijo estar indeciso frente a las dos opciones. La encuesta también pone de manifiesto las dudas que tiene la ciuda-danía sobre la participación de los gue-rrilleros en la política del país. En este sentido, en un escenario de posconflic-to, el 64 por ciento no está de acuerdo con la participación de los exguerrilleros de las Farc en la política, el 21 por cien-to se mostró indeciso y el 15 por ciento apoya esa idea. Otros resultados de la encuesta confirman la dudosa capaci-dad de cambio que tiene en estos mo-mentos la sociedad para transformar sus posiciones: el 57 por ciento dijo que se sentiría “incómodo” con un exguerrille-ro de las Farc como compañero de traba-jo y el 59 por ciento si fuera un vecino1.

    Un segundo desafío es superar la fragmentación del Estado y armonizar sus responsabilidades para fortalecer y hacer posible el posconflicto, sobre la base de unas instituciones públicas consistentes y una clase política que

    busque el bien común y posponga los intereses particulares.

    Un primer desafío es que los co lombianos y co lombianas comprendamos de manera más compleja las seis décadas de conflicto social, político y armado que hemos vivido en el país y, en consecuencia, nos apropiemos seriamente, del gran reto que significa construir la paz

    En estos momentos estamos presen-ciando un complejo juego de intereses al interior del Estado. Las posiciones del Procurador Alejandro Ordoñez cuestio-nando de oficio los diálogos de La Ha-bana y esgrimiendo argumentos que lla-man la atención sobre la entrega de “la riqueza acumulada por las Farc” a raíz del despojo y de sus relaciones con el narcotráfico para hacer reparación a las víctimas. O, diciendo que “sin entrega de sus dineros guardados (refiriéndose

    Editorial

    Desafíos del posconflicto, entre el deseo y la realidad Por: Luis Guillermo Guerrero Guevara*

    Existen profundas contradicciones y ambigüedades sobre lo que debe ser el posconflicto en Colombia y lo que realmente es posible. Esta disyuntiva nos obliga a pensar, más allá de los deseos, en cuáles pueden ser los mayores desafíos para la construcción de un posconflicto en el país

    . Editorial .

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    a las Farc) no hay justicia transicional”. Mientras que el Fiscal General de la Na-ción, Eduardo Montealegre, hace visible el hecho de que en el proceso de paz se está presentando una “profunda estig-matización -pues, según sus palabras-, se ha vuelto costumbre en el país estig-matizar a todos los que defendemos el proceso de paz, a las mentes progresis-tas, que pensamos en una salida nego-ciada al conflicto. Los que no hacemos la apología a la guerra, como la hace el procurador General con sus propuestas, nos llaman voceros de las Farc”.

    De otra parte, en la casa de gobier-no, mientras el Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, con sus múltiples intervenciones, cumple con su oficio de desprestigiar los actos de guerra de las Farc como una gran incoherencia en tanto dialogan de paz en La Habana, el Ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, pareciera ser el único ministro del gabinete del presidente Santos que trabaja en consolidar los acuerdos de paz, mientras los demás ministros bri-llan por su ausencia, como si los temas de sus administraciones no fueran parte de las realidades que se están dilucidan-do para construir la paz.

    Estas situaciones contradictorias y críticas, al interior del Estado como del Gobierno, generan interrogantes sobre la fuerza, la consistencia y la voluntad política que tienen estas dos instancias determinantes para el apoyo al proceso de diálogo en La Habana y, en conse-cuencia, para construir el posconflicto. Igualmente se puede percibir en estos debates, el indicador de apoyo que el presidente Santos tiene en su haber y las agudas debilidades de su gestión en los diálogos de paz.

    Preocupa la capacidad de resistencia y de contención que pueda tener el Go-bierno para blindar los diálogos de paz frente a sus crisis y el respaldo que pue-da tener el presidente en el Congreso, en la clase política y en los sectores más ac-tivos de la sociedad civil. Transcurridos dos años y bajo la hipótesis que de no firmarse los acuerdos de La Habana en

    el corto plazo, es decir un año, las elec-ciones locales y regionales en 2015 pue-den darle al diálogo giros inesperados. En especial para avanzar en temas que tienen que ver con los contextos regio-nales como la llamada “Paz Territorial”: propuesta que el gobierno ha puesto en boca de sus negociadores, pero que aún es una gran “caja negra” o teoría abstracta de analistas que falta llenar de contenido y llevar a la acción.

    Un segundo desafío es superar la fragmentación del Estado y armonizar sus responsabilidades para fortalecer y hacer posible el posconflicto, sobre la base de unas instituciones públicas consistentes y una clase política que busque el bien común y posponga los intereses particulares.

    Un tercer desafío para el posconflic-to es desatar el “nudo gordiano” de la propiedad, concentración y uso de la tierra y de los patrimonio naturales. Para resolver este crónico y aplazado conflicto colombiano de la tierra necesi-tamos, en primera instancia, acercarnos a una comprensión más concertada y profunda del problema. El complicado y confuso juego de las soluciones legales, lo hemos visto históricamente, ofrecen herramientas que son necesarias, pero al mismo tiempo son vulneradas, limi-tadas y en últimas violadas por poderes superiores al poder judicial del Estado. En concreto, la justicia privada, ampara-da por ejércitos privados de soldados y abogados con baja ética, ha dado como resultado cerca de siete millones de ha-bitantes del campo despojados de “por lo menos 8,3 millones de hectáreas y 350.000 predios”.2 Se necesita que en el posconflicto funcione la legalidad y la justicia para revelar a los victimarios de todos los sectores y extremos, tanto de la insurgencia armada como de los sectores de la economía y de la política

    que participan de las formas mafiosas y violentas de operar, amparados en el pa-ramilitarismo, para amasar y concentrar los capitales que producen los patrimo-nios de la tierra.

    Actualmente existen territorios que experimentan una pugna no resuelta sobre la alta concentración de la tierra y sus patrimonios naturales. “La con-centración de la tierra y la desigualdad han crecido en la última década en el campo. El índice de Gini rural, que mide la desigualdad en la concentración de la propiedad de la tierra,3 pasó de 0,74 a 0,88 (para el año 2012). La mayor con-centración de la tierra está en Córdoba y Caquetá. La más alta desigualdad está en Antioquia y Valle. Este alto grado de concentración de la tierra está asociada a la mayor persistencia de los mismos grupos políticos en las regiones, es de-cir, donde el sistema democrático está capturado por grupos de interés”.4

    Para el Gobierno Santos una solución a esta situación es la “Paz Territorial”. Los negociadores del gobierno en La Habana hablan de ella para significar que la paz tiene que pasar por una ver-dadera transformación de las zonas ru-rales del país. Este concepto es de suma importancia porque hace una clara dis-tinción entre el fin del conflicto armado y construcción de la paz; además, reco-noce que una transformación rural pro-funda es una condición sin la cual no se puede llegar a la paz. En esta lógica, al parecer el gobierno tiene claro que la paz va más allá de la terminación del conflicto armado, pues también afirma en palabras del negociador, Sergio Jara-millo, que “se requiere una transforma-ción de las condiciones que han mante-nido vivo el conflicto”.

    A pesar de esta clara conceptualiza-ción propuesta por el gobierno, existe una alta contradicción con las acciones, las políticas que están cursando y con las que el gobierno está impulsando en el seno del Congreso de la República. Un claro ejemplo es el actual debate sobre el proyecto de “Ley de Tierras” o como popularmente se conoce: “ley del

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    baldíos” que cursa en el Congreso des-de los primeros días del mes de octubre del presente año. Con esta ley se quiere “hacer crecer la producción agrícola y aumentar el potencial económico de la tierra en el país, sobre todo en las zo-nas más aisladas” (Vichada es un claro ejemplo). Para hacer efectivo este pro-ceso el mecanismo que se propone es crear las “Zonas de Interés de Desarrollo Rural y Económico (ZIDRE)”. Zonas que “demandan elevados costos de adapta-ción productiva, tienen baja densidad poblacional y altos índices de pobreza, carecen de infraestructura mínima para el transporte y la comercialización de los productos, y, por sus características agrológicas y climáticas, resultan ina-propiadas para desarrollar unidades de producción familiar”. Se supone que así se podrán realizar proyectos asociativos entre empresarios y campesinos”, pero lo que realmente puede pasar es que va a permitir que sociedades empresariales agroindustriales “accedan y acumulen terrenos baldíos de la nación, en conce-sión o arriendo, levantando así la prohi-bición contenida en el artículo 72 de la Ley 160 de 1994.

    Preocupa la capacidad de resistencia y de contención que pueda tener el Gobierno para blindar los diálogos de paz frente a sus crisis y el respaldo que pueda tener el presidente en el Congreso, en la clase política y en los sectores más activos de la sociedad civil.

    En resumen, es un nuevo intento de legalizar por métodos irregulares el re-parto concentrado en pocas manos de los baldíos, tierras del Estado que desde la ley 200 de 1936 (sobre régimen de tie-rras) están destinadas a los campesinos pobres. Esta dinámica va en contravía de lo que se alcanza a leer en los borra-dores de acuerdo de La Habana sobre el punto de la agenda que se denomina Reforma Rural Integral, especialmente

    en lo que desarrolla sobre el impulso a la “pequeña economía campesina y las Zonas de Reserva Campesina (ZRC)”

    Otros procesos e iniciativas que están en marcha y que impactan de manera negativa la vida de los territorios y por tanto una “paz territorial” en un posi-ble posconflicto, es la llamada “loco-motora minera” del plan de desarrollo del gobierno. Según se especula, en el próximo plan de desarrollo del gobier-no la política minero-energética se va a profundizar a favor del crecimiento económico pero en contra de un desa-rrollo humano integral y sostenible que necesitan las regiones directamente im-plicadas y en general el país. No ofrecen buenos augurios la aprobación del uso de la tecnología del “fracking”, la idea de acelerar el trámite de las licencias ambientales “exprés” para autorizar rá-pidamente los proyectos “estratégicos” de infraestructura, minería e hidrocar-buros, o el impulso que va tomando la propuesta de reformar el mecanismo constitucional de la consulta previa, que el Vicepresidente Vargas Lleras ca-lifica de ser una “estrategia extorsiva”, que las comunidades indígenas y negras utilizan para ganar dinero y detener el verdadero desarrollo.

    Estas realidades nos deben interpelar sobre si es posible hacer un posconflicto bajo las condiciones que se van desa-rrollando y que contradicen de manera profunda los acuerdos que se han ido logrando en La Habana. Mucho se ha-bla de las contracciones de las Farc en-tre lo que dicen en las negociaciones y lo que hacen en las regiones en medio del conflicto, y realmente son incohe-rencias graves e infortunadas porque siguen produciendo dolor y violencia. Pero muy poco se hacen visibles estas contradicciones de la macro política económica del gobierno que le hacen un raquítico favor a la paz pero que le trabajan a los intereses de los grandes capitales nacionales y transnacionales.

    Un cuarto desafío es el papel de la amplia, diversa y difusa sociedad civil

    Se necesita que en el posconflicto funcione la legalidad y la justicia para revelar a los victimarios de todos los sectores y extremos, tanto de la insurgencia armada como de los sectores de la economía y de la política que participan de las formas mafiosas y violentas de operar, amparados en el paramilitarismo, para amasar y concentrar los capitales que producen los patrimonios de la tierra.

    (SC), en el posconflicto. Un balance crí-tico de la actuación de la SC en la actual etapa de diálogo, arroja algunas percep-ciones que pueden dar luces sobre cómo actuar en el posconflicto. En primer lu-gar es evidente el fraccionamiento de actividades: la multiplicidad de foros, de congresos y expresiones públicas. Estas acciones desconectadas han traído como consecuencia la debilidad de cada una de ellas en particular y, por tanto, el desperdicio de una fuerza conjunta, ca-paz de incidir como proceso social glo-bal en La Habana. En segundo lugar, se percibe la incapacidad de formular una estrategia conjunta como SC entre las diversas redes gremiales, académicas, eclesiales y de los movimientos sociales. Sale a flote la realidad de fragmentación del tejido social, de los gremios y de las organizaciones sociales. Se actúa bajo los condicionamientos y desconfianzas del pasado político, y de los prejuicios ideológicos, de uno y otro extremo de la sociedad. A pesar de esta realidad, también se debe reconocer la fuerza de trabajo y propuesta que han tejido espacios como las redes y plataformas de derechos humanos, de los progra-mas regionales de desarrollo y paz, de los esfuerzos de las universidades por convocar a los eventos académicos a la sociedad en su conjunto y de las iglesias por tejer relaciones a favor de una paz justa y duradera, mucho más allá de sus diferencias.

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    Por eso, el mayor reto para la SC, de cara al posconflicto, es profundizar es-tas sinergias e interacciones sociales y esforzase por concentrar capacidades y competencias a favor de una paz que responda a la incesante violación de los derechos políticos, sociales, econó-micos, culturales y ambientales que ha vivido el pueblo colombiano en su con-junto. Si bien las experiencias por la paz en Colombia abundan y son un avance importante para arraigar el posconflic-to, de esto da cuenta el Premio Nacional de Paz que se celebra cada noviembre y que según sus estadísticas, después de 16 años, se han postulado cerca de mil seiscientas prácticas concretas de paz, es necesario seguir profundizan-do y ampliando esta dinámica desde la SC en articulación con el Estado, por-que los problemas del país demandan mayores grados de esfuerzo. No cabe duda, que estas experiencias necesitan ser cuidadas, sistematizadas y multipli-cadas, para que sean referentes de peda-gogía social que aporten, desde la base de la SC, a la construcción de tejido y a la creación de una nueva cultura, con-ciencia y práctica política en la sociedad colombiana.

    Otros procesos e iniciativas que están en marcha y que impactan de manera negativa la vida de los territorios y por tanto una “paz territorial” en un posible posconflicto, es la llamada “locomotora minera” del plan de desarrollo del gobierno.

    Cabe aquí decir una palabra de reco-nocimiento al empuje creciente de uno de los actores más activos de la SC, el movimiento social colombiano y sus múltiples procesos de resistencia en los territorios. Uno de estos movimientos es el proceso de convergencia que consti-tuye la “Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular”. Este proceso nace luego del paro agrario del año 2013 con la convicción de construir una perspec-tiva colectiva sobre la problemática del

    sector agrario y un discurso reivindicati-vo para trabajar con el Estado. La Cum-bre Agraria (CA) se instaló oficialmente entre el 15 y 17 de marzo de este año y reunió a dos de los más amplios y sig-nificativos movimientos para el poscon-flicto: el “Congreso de los Pueblos” y la “Marcha Patriótica”, así como también a los indígenas de la ONIC, a los afrodes-cendientes del PCN y a los sindicalistas del agro, con Fensuagro. Posteriormente en mayo del presente año, como segun-do resultado del paro nacional agrario, la CA propone al gobierno la creación de una “Mesa Única Nacional” para nego-ciar los ocho ejes temáticos de su pliego unitario de exigencias, Mesa que se ins-taló oficialmente el pasado 3 de octubre, en la que se han ligado los movimientos y organizaciones ya mencionados, la Coordinadora Nacional Agraria (CNA), la Mesa de Interlocución y Acuerdos (MIA) y las zonas de reserva campesi-nas reunidas en Anzorc. Se espera que de estos diálogos, entre el movimiento social agrario y el Gobierno, resulten lo-gros significativos que se articulen a la lógica en que se está acordando sobre el desarrollo rural en la agenda de La Habana.

    Un quinto desafío para el posconflic-to es la definición y aplicación de la jus-ticia transicional. En la citada encuesta de la Universidad Externado de Colom-bia, a la pregunta de “si los miembros de las Farc deben ser enviados a la cár-cel, el 57 por ciento respaldó esa opción, frente al 31 por ciento que dijo estar in-deciso y al 12 por ciento que no está de acuerdo”. Por otra parte, aprobar un acuerdo con la guerrilla sobre un marco jurídico parece ser hoy más difícil. “Los problemas se concentran en cuál puede ser el alcance de la justicia transicional y sobre cuáles serían los beneficios ju-rídicos que se pueden o no conceder a los guerrilleros desmovilizados y sobre qué conductas de los múltiples críme-nes que han cometido”. No cabe duda que esta situación muestra un gran reto tanto para la actual negociación como para la aplicación de los acuerdos a que se llegue en la etapa de posconflicto.

    Mucho se habla de las contracciones de las Farc entre lo que dicen en las negociaciones y lo que hacen en las regiones en medio del conflicto, y realmente son incoherencias graves e infortunadas porque siguen produciendo dolor y violencia. Pero muy poco se hacen visibles estas contradicciones de la macro política económica del gobierno que le hacen un raquítico favor a la paz pero que le trabajan a los intereses de los grandes capitales nacionales y transnacionales.

    Durante la segunda semana de no-viembre, en un evento organizado por la Universidad del Rosario, el Procura-dor Ordoñez recordó los límites que ten-dría un eventual acuerdo de aplicación de mecanismos de justicia a la guerrilla y, de otra parte, el Fiscal Montealegre reiteró su propuesta de crear mecanis-mos alternativos de cierre definitivo de los casos penales una vez se suscriba el acuerdo y se surtan los procedimientos de verdad y justicia que allí se conven-gan. A su turno, el negociador del go-bierno Humberto De la Calle, propuso a las posiciones contrarias del Procurador y Fiscal, reabrir la discusión sobre el delito político y especialmente sobre las conductas que pueden ser consideradas conexas al mismo, con el fin de buscar nuevos caminos de solución.

    Las soluciones no están fáciles de encontrar. Sin duda es imprescindible “construir y aprobar un marco jurídico para la paz que traiga las reglas defi-nitivas que se acuerden en materia de justicia, que adopte un procedimiento ad hoc de refrendación y que permita (constituir) instituciones también ad hoc para su implementación, inclusi-

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    ve la de tribunales especiales para ga-rantizar la ejecución de los acuerdos”. Esto lo han pedido las víctimas en La Habana, pues para ellos es uno de los caminos más plausibles para que apro-ximarse a la construcción de una verdad compartida y, para que no toque cargar durante décadas con la impunidad a cuestas, con el grave riesgo de que los colombianos nos volvamos a cobrar la factura y generemos nuevos estadios de violencia.

    ...el mayor reto para la SC, de cara al posconflicto, es profundizar estas sinergias e interacciones sociales y esforzase por concentrar capacidades y competencias a favor de una paz que responda a la incesante violación de los derechos políticos, sociales, económicos, culturales y ambientales que ha vivido el pueblo colombiano en su conjunto.

    Un sexto desafío radica en el costo financiero del posconflicto. ¿Cuánto val-drá y cómo se financiará el posconflicto? Según algunos estudios de economistas las cuentas no dan. A pesar de que el go-bierno ha dicho que cualquier cosa que se diga al respecto es una especulación y que el Departamento Nacional de Pla-neación apenas está empezando a hacer esas cuentas para el Plan de Desarrollo que presentará al Congreso, existen opi-niones calificadas que dan luces sobre el tema. Una de estas es la del exminis-tro, Juan Camilo Restrepo Salazar, quien habla de una cifra preliminar solamen-te para el posconflicto rural, que puede fluctuar entre 80 y 100 billones de pesos para los próximos diez años. Este cál-culo equivaldría a destinar anualmente, durante la próxima década, una suma parecida a la del impuesto al patrimo-nio para este solo propósito. A esta ci-fra hay que sumar el compromiso de la

    reparación a las víctimas del conflicto, que según el propio presidente Santos puede costar, en los próximos diez años, la suma de 54 billones de pesos. Lo que significa destinar casi un punto del PIB por año. De otra parte, el Bank of Amé-rica calcula el costo del posconflicto en 187 billones de pesos –casi la mitad del PIB del país– para extenderlo en diez años. De esta suma, la mitad correspon-dería al programa rural y otra mitad a pagos de reparación.

    Durante la segunda semana de no-viembre, seis Estados europeos recibie-ron al presidente Santos, el objetivo de su visita era buscar tanto apoyo político como crear un fondo para financiar el posconflicto. Todos los analistas coinci-den en que tuvo más éxito en lo primero que en lo segundo. Santos logró el apo-yo político y generó un ambiente favo-rable para el proceso de paz. En cambio para el fondo solo logró un crédito y no una donación que Alemania aprobará por un valor entre 75 y 100 millones de euros anuales hasta 2016, ligado a la agenda del proceso de paz. Préstamo que agrandará la deuda externa colom-biana y del cual aún no conocemos las condiciones que nos impondrán.

    Considerar que la comunidad in-ternacional sea quien deba pagar, por donación o incluso por créditos, el pos-conflicto es una salida facilista para el Estado y la sociedad colombiana. Así como los colombianos hemos asumido los costos de la guerra debemos asumir los costos de la paz. Políticas de reforma tributaria, control a la evasión y elusión de impuestos, persecución a la corrup-ción y un mejor diseño en la planeación y ejecución de los dineros públicos, son, entre otras, acciones que se hacen nece-sarias para financiar el posconflicto.

    En síntesis, el país debe alistarse para costear el posconflicto y poner todos sus esfuerzos para lograrlo, a pesar de los cambios y vicisitudes de la economía nacional y mundial. Hace tres años, en el 2011, el país vivía un ciclo económico positivo con un crecimiento envidiable del 6%, hoy la realidad económica de

    Colombia está cambiando. Estamos pa-sando de una bonanza de los precios al-tos de materias primas (commodities), gracias a la fuerte demanda de China y la India, a un ciclo menos próspero. Los altos porcentajes de crecimiento de China están bajando y no necesitan de nuestras materias primas. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) Latinoamérica a duras penas crecerá este año por encima del 1% y del 2% en el 2015. Para Colombia los bajos pre-cios del petróleo, el carbón y el níquel será un duro golpe económico. Por eso es importante prender las alertas, ahora que se comienza a pensar en financiar el posconflicto. Todo lo anterior signi-fica que la financiación del posconflic-to requerirá de una gran imaginación para que las cuentas puedan cuadrar. El desafío de los costos del posconflic-to, según las proyecciones económicas nacionales e internacionales, se torna sumamente complicado de resolver, por eso es necesario que, tanto el gobierno como la propia guerrilla, en lugar de asumir compromisos económicos in-flexibles, “labrados en piedra”, comien-cen a pensar en fórmulas más ajustadas a lo que se viene. Lo más sensato sería hacer unos compromisos que dependan sustancialmente del desempeño de la economía mundial y no de definiciones a priori y sin fundamento.

    Considerar que la comunidad interna-cional sea quien deba pagar, por do-nación o incluso por créditos, el pos-conflicto es una salida facilista para el Estado y la sociedad colombiana. Así como los colombianos hemos asumido los costos de la guerra debemos asumir los costos de la paz.

    En conclusión, es necesario admitir que los desafíos del posconflicto son múltiples y complejos, y que si bien el apoyo a la paz es necesario, también lo es apelar a la crítica sobre los límites y

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    evidentes problemas a los que ella se está enfrentando. Hasta ahora, el discur-so del presidente Santos está enfocado en los teóricos frutos del posconflicto y, para la comunidad internacional, en la promoción de Colombia como el nuevo país líder económico latinoamericano, sin exponer cómo será posible alcanzar el posconflicto que se está amasando en La Habana.

    En este sentido, la entrega de esta revista No. 83 de Cien Días Vistos por CINEP, hace un aporte a la comprensión del posconflicto. En su conjunto los ar-tículos analizan tanto la continuidad de la confrontación armada con las Farc y el rearme paramilitar en medio de los diálogos, como las posibilidades de construir el posconflicto desde el con-texto regional, tomando los casos de la Costa Caribe y de Bogotá D.C. Otros escritos examinan la relación entre las víctimas desplazadas en Bogotá, las víctimas de la explotación minera del carbón en la Guajira y de las comunida-des que están siendo impactadas por el fracking en Colombia y la superación de su situación en un contexto de posible posconflicto. Mientras que otros artícu-los indagan sobre cómo el posconflicto puede ofrecer posibilidades reales para la participación política y la construc-ción de la paz, de diversos actores como las Farc, el movimiento social y el sin-dicalismo.

    Finalmente, nuestros lectores tienen la oportunidad de leer una ponencia del Foro “Comunidades y Estado Neo-liberal en Guatemala”, convocado por la Universidad Nacional Autónoma de México, en abril de 2013, en la que se muestra el paso en Guatemala del terror militar a la violencia neoliberal, luego de firmados los acuerdos de paz en 1996. Una realidad vivida por el pueblo guatemalteco y que nos advierte sobre los límites y riesgos de los procesos en su etapa de posfirma.

    Con esta entrega de la revista Cien días, deseamos a nuestros lectores una navidad colmada de buenas nuevas y un año 2015 abundante en esperanza para

    construir una paz son justicia social en Colombia.a de no repetición a la gran mayoría de las víctimas del conflicto.

    Referencias1. El estudio fue realizado en alianza con la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos). En ella trabajaron los estudiantes de la maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado. Fue realizada en 10 ciudades del país, de manera presencial, y fue respondida por 1.102 personas. http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/encuesta-del-externado-revela-respaldo-a-los-dialogos-de-la-haba-na/14624545

    2. Basta Ya. Colombia, memorias de Guerra y Dignidad. Informe resumen. Centro Nacional de Memoria Histórica. Septiembre de 2013. Pág. 28

    3. El índice de Gini mide la magnitud de la concentración, en este caso de la tierra. Cuando se acerca a cero (o) la concentración es baja, cuando se acerca a uno (1), la concentración en pocas manos, en este caso de la tierra, es alta.

    4. http://www.semana.com/especiales/pilares-tierra/asi-es-la-colombia-rural.html. Encontrado en Noviembre 15 de 2014.

    5. Si bien, para algunos, esta influencia y objetivo (como la contrainsurgencia) de las Bacrim no es la misma http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/el-posconflicto-que-prepa-ra-el-gobierno-en-contravia-de-la-construccion-de-la-paz-territorial?category_id=138

    6. http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/el-posconflicto-que-prepara-el-go-bierno-en-contravia-de-la-construccion-de-la-paz-territorial?category_id=138

    7. http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/el-posconflicto-que-prepara-el-go-bierno-en-contravia-de-la-construccion-de-la-paz-territorial?category_id=138

    8. El Fracking o fraccionamiento hidráulico es una forma de explotación de hidrocarburos en la que una mezcla de agua, arena y productos químicos es inyectada al subsuelo a alta presión con el fin de fracturar la tierra y liberar los hidrocarburos en forma de gas. Ellos están en la parte más profunda del subsuelo. Esta práctica ha sido condenada por su impacto en la salud humana, fruto de los gases que emana, por los efectos sobre el medio ambiente, sobre todo por contaminación de aguas, y emanación de elementos radioactivos, y por alterar las placas tectónicas generando temblores. Sus defensores dicen que estos son mitos. El Servicio Geológico de Estados Unidos, donde más de 15 millones de personas viven a menos de un kilómetro de un lugar donde se hace fracking, encontró que el número de temblores ha pasado de 20 a 100 desde octubre de 2013 en estados como Oklahoma y Ohio debido a la reinyección del agua no reciclable en la tierra que se hace en esta actividad. www.semanasosteni-ble.com

    9. http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/el-posconflicto-que-prepara-el-gobier-no-en-contravia-de-la-construccion-de-la-paz-territorial?category_id=138

    10.http://www.fescol.org/

    11. Organización Nacional Indígena deColombia

    12. Proceso de Comunidades Negras

    13. Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria

    14. Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina

    15. http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/encuesta-del-externado-revela-respal-do-a-los-dialogos-de-la-habana/14624545

    16. http://lasillavacia.com/historia/hay-que-aprobar-un-marco-juridico-para-la-paz-49113

    17. http://lasillavacia.com/historia/hay-que-aprobar-un-marco-juridico-para-la-paz-49113

    18. http://www.semana.com/nacion/articulo/las-cuentas-del-posconflicto-no-dan/408351-3

    19. http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/internacional/item/a-que-vino-realmente-san-tos-a-europa?category_id=139

    20. http://www.semana.com/nacion/articulo/las-cuentas-del-posconflicto-no-dan/408351-3

    *Luis Guillermo Guerrero GuevaraDirector General del CINEP/Programa por la Paz

  • . Conflicto y Paz .

    La confrontación armada en medio de los diálogosPor: Teófilo Vásquez y Javier Benavides*

    En este artículo nos proponemos analizar las tendencias actuales de la confrontación con las Farc y el rearme paramilitar en una perspectiva de largo y mediano plazo, y, en segundo lugar, describir las tendencias del conflicto armado y su relación con el debate político en el curso del primer mandato de Santos.

    El gobierno nacional y las Farc decidieron adelantar un proceso de negociación sin cese al fuego. Dichas conversaciones han avan-

    zado en tres de los cinco puntos de la agenda, un adelantamiento sustancial en contraste con escenarios pasados. Si bien la negociación está llegando a un punto de no retorno, realizarla en medio del conflicto la hace volátil y vulnerable.

    Ello, en buena medida, debido a la poca legitimidad y a las expectativas que la Mesa de negociación ha desper-tado en la opinión nacional y en la po-blación de las regiones más afectadas por el conflicto, ya que especialmente para ellas son más evidentes las contra-dicciones entre el discurso de paz que se pregona en La Habana y el aumento relativo de la confrontación durante el primer periodo de Juan Manuel Santos.

    Tal situación coyuntural de la gue-rra y la paz debe ser explicada en una perspectiva de mayor duración.

    Las tendencias de la confrontación en medio del diálogo: más allá de la coyuntura.

    A largo plazo1, las estadísticas indican que la intensidad del conflicto y la afec-

    timas por infracciones graves del DIH se han elevado en un 147%.

    Vistas las cosas a largo plazo, tanto las tendencias del número de acciones como del número de víctimas refuerzan el hecho de que es un conflicto que afec-ta a la población civil, lo cual contrasta con la poca intensidad de las acciones bélicas o de guerra propiamente dichas.

    Relación entre acciones bélicas e infracciones al DIH,1990 - 2013

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    531 734 1144 1028 1141 1020 1445 1887 1273 1837 2487 2265 2378 2223 1692 1355 1124 1107 1099 1100 909 1389 972 1140Acciones Bélicas

    Infracciones al DIH

    1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013

    tación de la población civil no se han re-ducido: se mantienen en los mismos ni-veles de 1990 e incluso en algunos casos han aumentado. Por un lado, las accio-nes bélicas disminuyeron solo un 29,9% y, al contrario, las violaciones del Dere-cho Internacional Humanitario (DIH) aumentaron en 53,4%. Por otro lado, si bien el número de muertos en acciones bélicas se ha reducido en 61,6%, las víc-

    Fuente: Cinep. Banco de datos de DD. HH. y violencia política. Elaboración: Alejandro Cadena.

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    Sin embargo, son notorias las trans-formaciones encontradas en el media-no2 y el corto plazo3. Así, con respecto al año 2002, los muertos en acciones bélicas decrecieron en un 82% y las víctimas civiles por acciones de grupos armados lo hicieron en un 72,6%. Sin embargo, durante la actual administra-ción de Santos esa tendencia a la baja se ha desacelerado, e incluso las víctimas por violaciones del DIH aumentaron y los muertos en acciones bélicas dismi-nuyeron escasamente.

    Es necesario analizar estas tenden-cias del comportamiento por cada actor armado, tanto de las dos partes que ne-gocian en La Habana como de los gru-pos armados que no están en la mesa de negociación. En primer lugar, es pre-ocupante que las Fuerza Armadas, que a mediano plazo venían mostrando una disminución del número de infracciones al DIH, hayan revertido esa tendencia en el periodo de Santos, pues de come-ter 183 acciones en 2012 pasaron a 445 en 2013. Ni qué decir del constante in-cremento de las infracciones graves del DIH por parte de las Farc, que desde 2008 vienen mostrando una tendencia al alza, ligeramente revertida en el úl-timo año.

    En cuanto a las acciones bélicas, es evidente que, desde finales de los años 90, la contienda estrictamente militar

    se reduce a la Fuerza Pública y a las Farc, mientras la participación del resto de grupos armados es marginal. Por su parte, el ELN, como es evidente a largo y mediano plazo en términos de acción militar violenta, aparece como una gue-rrilla residual; con todo eso, es preocu-pante el relativo incremento de su acti-vidad en los años 2011 y 2012.

    Los paramilitares, indistintamente de su denominación, presentan una activi-dad bélica fraccionada y residual –esta-dísticamente hablando–, en razón de que no son un grupo creado, organizado y estructurado para enfrentar directamente a la guerrilla sino que su actividad está orientada a retenerla o disputarle territo-rio y a golpear sus “bases sociales” me-diante el terror generalizado.

    Eso explica que los grupos neopara-militares o las denominadas Bacrim si-gan siendo los principales infractores del Derecho Internacional Humanitario. Si bien su acción violenta y su cubrimien-to geográfico han rebajado a mediano plazo, son preocupantes las actuales tendencias de incremento de las accio-nes violentas contra la población civil realizadas por las diversas agrupaciones armadas de carácter local.

    Más grave todavía resulta observar que en el actual mandato de Santos –y después de una inicial reducción entre 2011 y 2012–, las acciones de guerra se elevaran en 2013.

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    Acciones Bélicas Infracciones al DIH

    Comparación de víc�mas en acciones bélicas(comba�entes) e infracciones del DIH,

    1990 - 2013

    Fuente: Cinep. Banco de datos de DD. HH. y violencia política. Elaboración: Alejandro Cadena. ELN FARC FUERZA PÚBLICA OTRAS GUERRILLAS PARAMILITARES

    Dinámica del conflicto armado en ColombiaAcciones bélicas de actores armados

    1990 - 2013

    1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010 2012

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    Fuente: Banco de datos de DD.HH. y violencia política. Elaboración: Alejandro Cadena.

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    Esa situación podría estar confirman-do la tendencia histórica del fenómeno paramilitar: reactivarse e intensificar su actividad violenta a medida que se de-sarrollan las negociaciones con las gue-rrillas, tal como ocurrió en los años 80 y durante los diálogos del Caguán.

    A corto plazo el panorama no es alen-tador. De un lado, las acciones militares entre las Farc y las Fuerzas Armadas, así como las violaciones de los derechos humanos y del DIH cometidas por ellas,

    ELN FARC FUERZA PÚBLICA OTRAS GUERRILLAS PARAMILITARES

    Dinámica del conflicto armado en ColombiaHechos de infracciones del DIH por actores armados,

    1990 - 2013

    1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010 2012

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    Fuente: Cinep. Banco de datos de DD. HH. y violencia política. Elaboración: Alejandro Cadena.

    no solo no se han detenido sino que están dando muestras de una tendencia al alza. Por otro lado, es preocupante, y debería ser motivo de mayor aten-ción del gobierno, el alza de las accio-nes atribuidas a las bandas criminales o a los grupos neoparamilitares, lo cual constituye sin duda uno de los mayores desafíos para el actual gobierno.

    Las dinámicas de corto plazo, la confrontación armada y la disputa política por la negociación o la salida militar

    El primer semestre de 2010 estuvo caracterizado por el debate electoral y las discusiones sobre la guerra y la paz, y en ese momento el eje de la contienda electoral giró alrededor de cuál candidato era el verdadero here-dero de la Seguridad Democrática de Álvaro Uribe. En esa coyuntura, ni en el debate político ni en la opinión publica aparecía posicionado el tema de la solución política negociada del conflicto, y en el caso específico de las Farc se hacían alusiones acerca del rescate militar de secuestrados. Eso significaba –al menos en el discurso de ese momento4– la renuncia a cual-quier propuesta de intercambio huma-nitario, ya que, para el gobierno, las pruebas de supervivencia presentadas en ese momento hacían parte de me-canismos “tramposos” de las Farc ante la ofensiva de la Fuerza Pública.

    En medio de dicho debate se pre-sentó un incremento de la confronta-ción armada y la violencia. En mayo (primera vuelta electoral para la Pre-sidencia) se produjeron 114 infraccio-nes del DIH y 39 acciones bélicas, y en junio siguiente (segunda vuelta) 79 infracciones al DIH y 36 acciones béli-cas, ambas cifras superiores al prome-dio de acciones registradas en ese año. Esta situación confirma la tendencia de largo y mediano plazo que tuvo el auge militar de las guerrillas destina-do a sabotear el proceso electoral y la imbricación entre el debate político, la campaña electoral y las diferentes posiciones sobre el conflicto armado en el dilema que el país ha arrastra-do desde hace tiempos: salida militar o negociación.

    Con tal entorno, la confrontación prosiguió afectando diversas regiones del país. El énfasis de la fuerza pública fue puesto en “objetivos de alto valor” que desencadenaron diversas opera-ciones contra miembros del Secretaria-do de las Farc que, en septiembre de 2010, culminaron en el abatimiento del

    Periodo presidencial Juan Manuel Santos_12010 - 2014

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    Infracciones al DIH Acciones Bélicas

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    ‘Mono Jojoy’, jefe del Bloque Oriental de esa guerrilla, en una de sus zonas históricas del suroriente del país.

    No obstante la ofensiva puesta en marcha por la fuerza pública, empieza a hacerse evidente que las Farc habían logrado acomodarse a la Seguridad De-mocrática y a las ofensivas contra sus retaguardias históricas, expresadas en el Plan Colombia, el Plan Patriota y el Plan de Consolidación Territorial. Ante eso, la guerrilla había reforzado el de-nominado “Plan Renacer”, consistente en recuperar la iniciativa militar.

    La acción desplegada en 2011 es-tuvo caracterizada por la puesta en marcha del “Plan Renacer” y la muer-te de ‘Alfonso Cano’. En ese año se hizo más notoria la formación de nuevos escenarios geográficos de la confrontación y la imbricación del con-flicto armado, las economías de la coca y el auge minero, que afectaron espe-cialmente el Andén Pacifico, el sur de Córdoba y el nordeste antioqueño.

    En medio de esa situación de in-seguridad generalizada, los sectores políticos comprometidos con la salida militar comenzaron a desplegar las primeras críticas contra la política de

    Santos frente a los problemas de la se-guridad, la paz y el conflicto. Ante tal hecho, y como fruto de la ofensiva de las Bacrim y la puesta en marcha del “Plan Renacer”, el gobierno comienza a redefinir su política de seguridad y su estrategia militar. Esos cambios impli-caron reforzar la estrategia en dirección a los “objetivos de gran valor” en lu-gar de la confrontación armada abierta, que había demostrado sus limitaciones en el gobierno anterior.

    El gobierno de Juan Manuel Santos, entendiendo que la confrontación con las guerrillas en sus zonas de retaguar-dia no es solamente un problema mili-tar y que requiere una acción integral del Estado y su presencia en esos terri-torios, ordenó una revisión estratégica con la esperanza de que permitiera ca-pitalizar los aprendizajes de una polí-tica que llevaba más de seis años en funcionamiento (Barrera, 2014).

    En ese año la estrategia enfocada en objetivos de “alto valor” tuvo su máxima expresión en el abatimiento de ‘Alfonso Cano’ cuando intentaba escapar del cerco militar que las Fuer-zas Militares habían desplegado en su bastión histórico del sur del Tolima. El

    golpe puso en vilo –como se reveló des-pués– los diálogos que en sigilo ya se habían iniciado con las Farc, e implicó una contrarréplica de esta organiza-ción, que intensificó sus acciones en el nuevo eje de la confrontación armada, ubicado en los límites entre la Cordille-ra Occidental y el Pacífico nariñense y caucano.

    Tras el duro golpe asestado a la di-rección de las Farc a finales del año anterior, el año 2012 se caracterizó por el despliegue de la nueva estra-tegia militar del Ejército –el Plan Es-pada de Honor–, que contrastó con el anuncio público de las conversacio-nes de La Habana entre el gobierno y esta guerrilla.

    En ese año se presentó un aumen-to de las infracciones del DIH, que al-canzaron su pico más alto en febrero, cuando llegaron a 142 hechos, en tanto que, entre julio y agosto siguientes, se intensificarían las acciones bélicas y las violaciones de ese mismo derecho. En ese momento se hicieron más evidentes el relativo auge de la actividad guerri-llera y la intensificación de las acciones violentas cometidas por las Bacrim.

    En tal contexto arreciaron las críticas públicas del uribismo y la derecha a la gestión que en materia de seguridad, paz y negociación venía adelantando la administración Santos. Como respuesta a ellas el gobierno reformula la estra-tegia militar y comienza la puesta en marcha del Plan Espada de Honor y su despliegue en aquellas regiones don-de el orden público daba muestras de alcanzar una situación crítica, como ocurría en el nordeste antioqueño y el Andén Pacífico (Chocó, Tumaco y Buenaventura).

    En septiembre de dicho año los con-tactos existentes entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc se vuelven no-ticia pública, suceso que repercute en los planes militares de las partes, en razón de que en ese momento de con-tactos exploratorios el cese al fuego o la suspensión de hostilidades no se habían contemplado.

    Las acciones militares entre las Farc y las Fuerzas Armadas, están dando muestras de una tendenciaal alza. Foto: Archivo CINEP/PPP

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    www.cinep.org.co

    El año 2013 estuvo caracteriza-do por la concreción de alianzas entre actores armados, el desa-rrollo de los primeros puntos de la Mesa de Conversaciones y la continuación de la confrontación militar, todo lo cual hizo más evi-dente la distancia que había en-tre el discurso de paz de La Ha-bana y la intensificación regional y subregional de la guerra en el territorio colombiano. En no po-cas zonas del país la lógica de la acción militar y su relativa auto-nomía frente al proceso de La Ha-bana siguieron su curso.

    Sin embargo, igualmente se presen-taron hechos alentadores, ya que era evidente que el desenvolvimiento de las negociaciones con las Farc en la capital cubana había logrado distender las re-laciones conflictivas e incluso las dispu-

    tas territoriales que en Arauca, el Cata-tumbo y el Pacífico nariñense se habían presentado entre las Farc y el ELN. En efecto, los diálogos de paz habían con-seguido cambiar esa situación, y ahora, más bien, se presentaban no solo alian-zas militares sino asimismo una posición pública identificada con la negociación y los diálogos. En ese marco se hacen más explícitos los reclamos de diferentes sectores de la sociedad a favor de iniciar diálogos gubernamentales con el ELN, aunque este grupo intentaba establecer-los bajo la vieja premisa de exigir una negociación apuntalada en la exhibición de su fortaleza militar

    En 2013 se agrava todavía más el protagonismo de las Bacrim: de un lado, se pre-sentan confrontaciones con las Farc y el ELN y, del otro, el gobierno logra asestar im-portantes golpes a algunos de sus jefes regionales.

    Para finales del año se presentó el mayor desborde de infracciones del DIH en el curso del cuatrenio santista, caracterizadas por dos factores princi-pales: de un lado, la intensificación de las acciones que contra defensores de derechos humanos y líderes sociales de restitución de tierras venía adelantan-do el paramilitarismo, particularmente en la Costa Caribe5, y de otro lado, las violaciones contra los derechos huma-nos que miembros de la fuerza pública cometieron en desarrollo de los extraor-dinarios paros campesinos que estalla-ron en ese año. El saldo de todo ello fue un abrupto y alarmante ascenso de las infracciones del Derecho Internacional Humanitario, que de 58 casos compro-bados en el mes de julio pasaron a 215 en agosto inmediatamente siguiente.

    En el año electoral de 2014 se hace más notorio el vínculo entre el dinamis-mo del conflicto, el diálogo y el debate político. Es el momento en que la dis-puta por la Presidencia enfrentó primor-dialmente a quienes se inclinan por una solución política negociada y aquellos

    Para finales de 2013 el paramilitarismo intensificó sus acciones particularmente en la Costa Caribe.Foto: Archivo CINEP/PPP.

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    que se han comprometido más acérri-mamente con la salida militar.

    Los resultados de las elecciones gene-rales de ese año confirman una vez más la imbricación entre el debate electoral, la disputa política y el conflicto arma-do interno del país. El debate electoral tuvo como eje central una cuestión: la reelección de Santos para persistir en la búsqueda de la paz o la reedición de la política de Seguridad Democrática y la solución militar que proponía el candi-dato del uribismo.

    El examen territorial de los resultados así lo confirma: fue evidente que las re-giones más integradas al país, para las cuales los diálogos de paz son una ame-naza, votaron por el candidato uribista, mientras las regiones más periféricas y menos integradas a la vida de la nación le dieron el triunfo a Juan Manuel San-tos y al proceso de paz, en el sentido de que esta opción representa una es-tructura de oportunidad para ampliar la comunidad política y establecer una relación menos conflictiva con el Estado central (Vásquez, 2014).

    En cuanto a la confrontación armada propiamente dicha, salvo algunas accio-nes aisladas, tanto la tradicional tregua de fin de año como la que se prome-tió por parte de las Farc en medio del proceso electoral que reeligió a Juan Manuel Santos, se cumplieron notoria-mente. Hecho que expresa la capacidad de mando y el control que sobre las di-versas estructuras regionales mantienen aún los jefes máximos de esta guerrilla, dato que además disipó las dudas que sobre la fragmentación de este grupo venían alimentando los críticos del pro-ceso de paz.

    En contraste, en este año la ofensiva contra la infraestructura petrolera, tanto por parte del ELN como de las Farc en el Putumayo y Arauca, abrirían nueva-mente el debate sobre la confrontación armada como freno al desarrollo, a la inversión extranjera y al auge minero y petrolero.

    Conclusiones

    A la intensificación de la guerra como factor que hace vulnerable y volátil el

    Bibliografía

    Barrera, Víctor (2014). Reiventar la consolidación. Cien Días vistos por Cinep/PPP(82) agosto, Bogotá.Equipo de Tierras y Derecho al Territorio del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep),

    2014. Boletín Nº 2, “¿Y si la tierra hablara? Ecos de la restitución”, septiembre, 2014. Disponible en: Dttp://issuu.com/cinepppp/docs/boletin_ecos_de_la_restituci__n_2_/0

    Vásquez, Teófilo (2014). Geografía electoral y conflicto. Portal Razón Pública. Disponible en: http://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/7736-geograf%C3%ADa-electo-ral-y-conflicto.html

    Referencias

    1. Entendemos como de largo plazo las tendencias que presentó el conflicto entre 1990 y 2013.2. El mediano plazo se habría presentado en el periodo 2002-2013.3. Por tendencias de corto plazo entendemos las que tuvieron lugar en el periodo 2010-2013.4. Tal como se revelaría recientemente, en ese momento el gobierno de Uribe ya había intentado

    realizar acercamientos secretos con las Farc.5. “[En 2013] en 13 hechos colectivos y nueve individuales 167 personas fueron amenazadas –la cifra

    más alta del periodo revisado […] Durante este año las comunidades de víctimas reclamantes, muchas de ellas pertenecientes a organizaciones, presentaron la mayor cantidad de amenazas: 114 personas. Por su parte, las amenazas a líderes siguieron aumentando, alcanzando un total de 34 líderes amenazados. ” (Boletín “¿Y si la tierra hablara?”, septiembre de 2014).

    *Teófilo Vásquez y Javier Benavides Investigadores CINEP/PPP. Equipo Violencia, Paz y Construcción del Estado.

    proceso de paz hay que sumar su “poli-tización negativa”. En estos cuatro años últimos se hizo más notorio el criterio de que la confrontación armada y el pro-ceso de paz pasan inequívocamente por la dinámica política, las agendas electo-rales y la opinión pública.

    Situación que “ata” de manera nega-tiva las negociaciones a la polarización política suscitada entre el Santismo y el Uribismo, y a que como sucedió en el pasado, los posibles acuerdos sean ob-jeto del poder de veto de los sectores políticos y económicos que sienten ame-nazados sus intereses por la implemen-tación práctica y territorial de lo pactado con las guerrillas.

    Por otro lado, las expresiones que tuvo el conflicto armado en el curso del primer periodo presidencial de Santos y el inicio del segundo reforzaron una de sus principales trasformaciones territo-riales a mediano plazo: el eje de la con-frontación pasó de la Cordillera Oriental a la Occidental, más específicamente se trasladó del Caguán y del piedemonte amazónico al Pacífico del sur.

    También se hizo evidente que el pro-ceso de conversaciones fue un escenario

    que facilitó la distensión en las relacio-nes entre las Farc y el ELN, viraje que los ha llevado a mayores acercamientos en materia militar y política.

    No obstante, el mayor obstáculo en el camino de la negociación es la reactiva-ción del fenómeno paramilitar. Es más: de confirmarse en el futuro esa tenden-cia, se podría afirmar que uno de los principales retos del posconflicto estriba en neutralizar la violencia representada en las bandas criminales organizadas.

    Finalmente, la conformación de la subcomisión encargada del cese de fue-gos y dejación de armas acordada en La Habana, en la cual participan militares activos y mandos guerrilleros avezados en la confrontación, constituye sin duda un paso importante en el desenvolvi-miento de las negociaciones, la firma final de los acuerdos y la preparación de la etapa del posconflicto. Por eso la la-bor de diseñar mecanismos específicos dirigidos a debilitar el conflicto armado se convierte en una posibilidad viable de “blindar” políticamente los diálogos y facilitar un escenario propicio para la implementación y concreción territorial de los posibles acuerdos.

    http://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/7736-geograf%C3%ADa-electoral-y-conflicto.htmlhttp://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/7736-geograf%C3%ADa-electoral-y-conflicto.htmlhttp://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/7736-geograf%C3%ADa-electoral-y-conflicto.html

  • Introducción

    Una de las particularidades del actual proceso de diá-logo entre las Farc-EP y el Gobierno hace alusión al hecho de que en la agen-

    da se acordara incluir el tema de las víctimas, un asunto que históricamen-

    te no ha sido explícito en esa agenda de negociación sino resultado de ella, en la mayoría de los casos varios años después de la firma de acuerdos de paz. En los últimos años el paradig-ma de la Justicia Transicional (JT) ha ganado espacio dentro de nuestro or-denamiento jurídico mediante la adop-ción de diversos mecanismos, con los

    cuales se ha intentado reivindicar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación sin dejar de lado los anhelos de conseguir la paz. En el proceso han sido determinantes la presión de la comunidad interna-cional, el fortalecimiento e indepen-dencia de las instituciones judiciales y la persistencia de las víctimas y de

    Justicia transicional para víctimas en Colombia. Más allá del posconflicto Por: Camilo Andrés Hernández Barreto*

    En este artículo se presenta una panorámica sobre algunos debates y tensiones frente al tema de las víctimas del conflicto armado interno colombiano, que destaca algunas limitaciones de los mecanismos de justicia transicional implementados para garantizar los derechos de las víctimas.

    . Conflicto y Paz .

    Las víctimas reclaman la reivindicación de sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación. Foto: Archivo CINEP/PPP.

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    sus organizaciones que en medio del conflicto continúan reclamando sus derechos.

    Para entender cómo se ha debati-do este problema en el contexto na-cional hacemos un breve análisis del contexto político bajo el cual se han ido adoptando mecanismos de Justicia Transicional en Colombia y de la mane-ra como estos se han adecuado para res-ponder a la tensión entre las garantías de derechos para las víctimas y los bene-ficios jurídicos para adelantar procesos de negociación, primero con las AUC y luego con las Farc-EP. En este periodo (2002-2014) surgieron dos leyes que se inscriben en modelos de JT, como son la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005) y la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (Ley 1448 de 2011), las cuales, si bien han permitido una mayor visibi-lidad y reconocimiento de las víctimas, han resultado insuficientes para garan-tizar su reparación integral, entendida

    como medio para la reconstrucción de proyectos de vida. Finalmente se identi-fican algunos aprendizajes de este pro-ceso de cara al posconflicto.

    Implementación de Ley de Justi-cia y Paz en el tema de víctimas

    El proceso adelantado por la admi-nistración de Uribe Vélez con las Au-todefensas Unidas de Colombia (AUC) (2002-2006) no contemplaba en sus ini-cios la aplicación de mecanismos de JT. Estos se fueron adoptando con el trans-curso del proceso para ganar credibili-dad frente a la comunidad internacional y, en el plano interno, frente a los pode-res judiciales, en particular las altas Cor-tes. Ante todo, el objetivo principal del Gobierno era lograr la desmovilización de las AUC, y por eso la agenda que se pactó no incluyó temas políticos ni so-ciales; tal fue el afán por lograr un resul-tado, que el proceso no se interrumpió

    a pesar de las sucesivas violaciones al cese de hostilidades decretado por este grupo armado.1

    Desde el comienzo, el proceso fue muy criticado por organizaciones in-ternacionales y nacionales, temerosas de que alrededor de la desmovilización se estuviera gestando un proceso de impunidad. Aun así, el gobierno logró expedir la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005), lo cual provocó serios enfren-tamientos con las Cortes nacionales y condujo a revisiones y reformas2 de fon-do de la misma.

    Si bien estos impedimentos hechos por las Cortes3 buscaron defender y rei-vindicar los derechos de las víctimas, también contribuyeron a convertir un proceso concebido como “negociación política” entre las AUC y el Gobierno en un proceso de sometimiento a la justi-cia de estos grupos armados. Lo ante-rior provocó el estancamiento de varios procesos judiciales, mientras el tiempo

    Foto: Archivo CINEP/PPP.

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    de condena continuaba corriendo. En la actualidad, muchos de los paramilitares postulados a Justicia y Paz han cumpli-do o están por cumplir sus condenas sin haber confesado todos los crímenes co-metidos y sin reparar a sus víctimas.

    En este contexto de tensiones políti-cas entre el poder ejecutivo y el poder judicial se hizo el primer intento de ins-talar los derechos de las víctimas como eje articulador de la Ley 975 y exigir a los postulados su contribución a la ver-dad, la justicia y la reparación sin im-portar si se desmovilizaban colectiva o individualmente, o si pertenecían a grupos guerrilleros. Llama la atención el hecho de que el objeto de esa ley es facilitar el proceso de desmovilización y garantizar los derechos de las víctimas, es decir, facilitar la transición a la paz sin dejar de lado la justicia.

    La Ley 975 de 2005 también promo-vió la construcción de la memoria his-tórica del conflicto y ha servido de mar-co para apoyar proyectos de memoria locales y nacionales. Este asunto no es nuevo y, por el contrario, desde los años 80 ha sido una de las exigencias histó-ricas de las organizaciones de víctimas (principalmente víctimas de crímenes de Estado).

    En términos de justicia, esta ley indu-dablemente contribuyó al conocimiento de muchos crímenes cometidos por los paramilitares y abrió la puerta a la par-ticipación de las víctimas en procesos judiciales, pero éstos no resultaron tan exitosos debido a que la metodología utilizada en las audiencias y las versio-nes libres hizo que las intervenciones de las víctimas fueran más bien margina-les o que fueran traducidas por terceros (como mediadores o fiscales presentes en las salas), a partir de lo que éstos consideraban jurídicamente relevante. En algunos casos hubo excepciones, pues los jueces o fiscales regionales de Justicia y Paz permitieron réplicas de las víctimas a las confesiones hechas por los paramilitares.4

    Por lo anterior y a causa de las ten-siones surgidas entre los magistrados de las Cortes y el entonces presidente Álvaro Uribe, la ley no sirvió para redu-cir la impunidad en el sistema judicial y mucho menos para desmontar efecti-vamente todas las estructuras paramili-tares, muchas de las cuales continúan teniendo influencia en la vida política y social de las regiones.5 En cuanto a la reparación, los resultados son toda-vía menores, pues la ley solo benefició,

    económica o simbólicamente a algunas comunidades y familias victimizadas, pero sin dar garantías efectivas de no repetición.

    La Ley 1448 de 2011, un nuevo intento de corregir el rumbo ha-cia la reparación de las víctimas

    Ahora bien, los vacíos dejados por la Ley 975 de 2005 en torno a las exigen-cias y los derechos de las víctimas han sido objeto de especial atención por par-te de la administración Santos, en parte como consecuencia de la presión inter-nacional hecha contra las ejecuciones extrajudiciales, las amenazas y los ase-sinatos de defensores de derechos hu-manos y las escandalosas cifras del des-plazamiento forzado que afecta a más de cinco millones de colombianos. Por lo anterior, este gobierno buscó crear un ambiente propicio para el inicio de un proceso de diálogo con las Farc-EP y por eso apoyó la iniciativa que llevó a la expedición de la Ley de Víctimas y Res-titución de Tierras (Ley 1448 de 2011).

    En comparación con la Ley de Jus-ticia y Paz, la Ley 1448 de 2011 avan-za un poco más en la tarea de aclarar y regular los mecanismos de JT que buscan garantizar los derechos de las víctimas.

    Así, en términos de memoria, propo-ne, entre otras cosas, suscitar un deba-te más amplio en torno a este tema y ampliar la definición de la reparación simbólica. Por ejemplo, estipula la cons-trucción de un Museo Nacional de la Memoria. Sin embargo, en la actualidad esta idea continúa siendo uno de los es-cenarios de disputa de la verdad, pues-to que el bum memorístico que vive el país ha servido para promocionar en las regiones más afectadas por el conflicto armado proyectos de memoria que en ocasiones han entrado en confrontación con la memoria construida por las pro-

    En la foto pancarta alusiva Jaime Garzón, asesinado en agosto de 1999. Su hermana, Marisol Garzón, hizo parte de la segunda delegación de víctimas en La Habana. Foto: Archivo CINEP/PPP.

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    pias víctimas o las comunidades victi-mizadas.5

    En cuanto a la mesa de conversacio-nes, el pasado 2 de junio de 2014 las Farc-EP y el Gobierno acordaron una serie de principios6 bajo los cuales co-menzaron a discutir el problema de las víctimas, enfatizando en el reconoci-miento de responsabilidad frente a ellas y en el compromiso de su reparación. Al igual de lo que había ocurrido con los anteriores puntos de la Agenda, se realizaron foros regionales en Villavi-cencio, Barrancabermeja y Barranqui-lla y uno nacional en Cali, destinados a recopilar propuestas e insumos para la mesa. Adicionalmente y con el mis-mo fin, delegados de organizaciones de víctimas se han reunido en La Habana con las partes negociadoras. Por otra parte, se creó la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (Chcv), la cual ampliará en sus informes el periodo his-tórico trabajado por el Centro Nacional de Memoria Histórica. Aunque sin lle-gar a tener la estructura, los alcances y los estándares mínimos internacionales que exige una Comisión de la Verdad, el nuevo organismo buscará crear insumos que contribuyan al esclarecimiento de la verdad.7

    La presencia de las víctimas en La Habana, más que un acto de represen-tación es un gesto simbólico, pues el

    universo de víctimas es tan amplio, que difícilmente podría llegar a ser represen-tado por las cinco comisiones que han estado viajando para ser escuchadas por los delegados de la Mesa de Conversa-ciones. Por otro lado, no hay que hacer-se ilusiones de que alrededor del asunto haya nuevos resultados que vayan más allá de los beneficios que establece la Ley 1448 de 2011.8

    Al igual que con los foros, el objetivo es recoger insumos para las discusiones de la mesa, pues estas comisiones, aun-que no tienen poder de decisión, pueden contribuir a la consolidación del proceso y a crear un escenario más favorable a la refrendación de los acuerdos que even-tualmente se firmen. Hasta el momento de escribir estas notas la mesa de con-versaciones de La Habana ha escuchado a cuatro comisiones. Los miembros de esas comisiones han sido seleccionados por la Oficina de Naciones Unidas en Colombia y el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz, de la Universidad Nacional, que realizan con-sultas previas con varias organizaciones de víctimas y tienen el acompañamiento de la Conferencia Episcopal. El criterio para la selección ha sido el de reflejar “todo el universo de violaciones a los derechos humanos e infracciones al DIH que se hayan presentado a lo largo del conflicto interno”.9

    En este escenario, la principal ten-sión política se ha presentado con al-gunos sectores víctimas de las Farc-EP que no se sienten representados en la mesa de La Habana. Pero los mayores opositores al proceso en general y, en particular frente a la discusión de este tema con las Farc-EP, pertenecen al gru-po encabezado por el ex presidente y ahora senador Álvaro Uribe.10 Tales sec-tores consideran que a la mesa deberían asistir solo víctimas de las Farc-EP y no de los paramilitares y del Estado, olvi-dando que este no es un escenario para judicializar a la guerrilla sino para dis-cutir una serie de condiciones mínimas para su desmovilización.

    Otra tensión que hay que tener en cuenta se refiere a los beneficios jurí-dicos (amnistías o penas alternativas) a los cuales eventualmente accederán, tanto desmovilizados de las Farc-EP como miembros de la Fuerza Pública. Hasta ahora se ha creado un Marco Jurí-dico para la Paz (también con elementos de JT), que las Farc-EP han rechazado rotundamente por no haber sido pro-ducto de la negociación y, de momento, poco se sabe de posibles mecanismos adicionales que se estén discutiendo en La Habana.

    Igualmente, el Gobierno está inten-tando ampliar el Fuero Penal Militar por considerar que es esencial para el buen

    Foto: Archivo CINEP/PPP.

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    funcionamiento de la Justicia Penal Mili-tar y para garantizar la seguridad jurídica de los miembros de la Fuerza Pública11. El problema con ello es que puede seguir suscitando interferencias con las investi-gaciones que la Fiscalía12 adelanta contra miembros de la institución castrense por crímenes de lesa humanidad.

    Retos a la participación de las víctimas en la solución del conflicto social y armado

    Ahora bien, el problema de las vícti-mas se ha vuelto ineludible para la reso-lución efectiva y definitiva del conflicto armado que vive el país. En parte por las exigencias y avances de la justicia internacional frente al asunto, pero tam-bién por la visibilidad que han ganado las víctimas en el escenario político na-cional.

    Esto hace que la “victimización” sea manipulable políticamente. Como señala Tickner,13 el término víctima es un concepto en disputa, pues en con-flictos prolongados como el colombia-no es muy difícil trazar una clara línea divisoria entre víctimas y victimarios. Muestra de ello es la apropiación que del término han hecho grupos armados considerados por el DIH como comba-tientes, como ocurre con las AUC, las Farc-EP o el ELN, y también con la Fuerza Pública, que para justificar su guerra oculta muchas de las atrocida-des que ha cometido. Los primeros ale-gan que son víctimas de la guerrilla y del abandono del Estado, los segundos que son víctimas de la opresión de la clase dirigente que controla el Estado, y los terceros que han recibido dicho estatus por el hecho de ser “funciona-rios públicos” que han sido victimiza-dos por las guerrillas. El escenario es más complejo, si se piensa en los miles de jóvenes reclutados para la guerra, quienes al mismo tiempo son víctimas y victimarios.

    En segundo lugar, el actual contexto de negociación sin cese del fuego im-posibilita que las necesidades de las víctimas y la exigencia de sus derechos sean tramitadas por el simple hecho de que la guerra sigue dejando más víc-

    timas y revictimizando a quienes ya habían sido victimizados en el pasado, como es el caso de los líderes de los reclamantes de tierra. Un cese al fue-go verificable con las Farc-EP no solu-cionaría por sí mismo este problema, debido a la existencia de reductos del paramilitarismo y bandas de narcotra-ficantes, pero sí contribuiría a reducir a corto plazo la violencia que persiste en ciertas regiones del país. Para que el fin de la guerra sea efectivo y defi-nitivo es muy importante contar con el fortalecimiento de organizaciones de la sociedad civil y el acompañamiento de la comunidad internacional.

    Para las víctimas, además, es impor-tante que el proceso pueda contribuir al conocimiento de la verdad en términos de reconstrucción de la memoria histó-rica. La creación de la Chcv como un escenario que espera complementar el trabajo realizado por el Centro Nacio-nal de Memoria Histórica ha sido una decisión que, sin llegar a tener efectos judiciales, deberá ayudar a entender las causas del conflicto, pero de las vícti-mas dependerá la dignificación de la memoria de sus familiares, sus proyec-tos de vida y sus proyectos políticos.

    El mayor reto es lograr índices altos o siquiera aceptables de justicia, pues el logro de esto no depende únicamen-te de la voluntad política de los nego-ciadores, ni de las propias víctimas, sino de una serie de profundas refor-mas del sistema judicial que permitan reducir la impunidad y dar garantías de no repetición. A pesar de que los choques suscitados entre los mismos órganos estatales han afectado el acce-so a la justicia, es necesario encontrar fórmulas que permitan garantizar los derechos de las víctimas, y ello necesa-riamente incluye que se tenga que dis-cutir posibles amnistías condicionadas para miembros de las Farc-EP y que se avance en los procesos en curso respec-to de los paramilitares.

    El actual proceso podría abrir la puer-ta al reconocimiento de víctimas que han quedado excluidas de las políticas estatales. Es el caso de las víctimas de crímenes de Estado, las mujeres y los fa-miliares de guerrilleros, entre otros.

    Por último, es probable que críme-nes cometidos permanentemente en la guerra sobre los cuales poco se ha avanzado –como la violencia sexual o la desaparición forzada– no logren un avance tan significativo en un periodo de pos-acuerdo. Los mecanismos de JT utilizados en Colombia no son los más idóneos para llegar a esclarecerlos, lo cual plantea un desafío mayor, no solo para las víctimas sino también para la sociedad en su conjunto, puesto que los mecanismos de la justicia ordina-ria tampoco han logrado dar cuenta de ellos, y aunque se están fortaleciendo mediante la adopción de tratados inter-nacionales, es muy probable que el es-clarecimiento de crímenes se opere en un periodo que va más allá de lo que se contempla como una etapa posterior a los acuerdos de paz.

    Si bien el escenario político ac-tual es propicio para discutir en torno a las víctimas de la guerra, es importante entender que La Habana no es la instancia que va a agotar estas discusiones, pues las deman-das de las víctimas superan el pro-ducto que pueda salir de las mesas de negociación.

    Sin embargo, desde este escenario y a corto plazo, se puede contribuir a un reconocimiento más amplio de las vícti-mas, especialmente las que no han sido especificadas en ninguna de las legisla-ciones comentadas, como ocurre con las víctimas de crímenes de Estado. Lograr que las Farc-EP reconozcan y reparen a sus víctimas es un estadio que solo se al-canzará si el Estado hace lo mismo con las suyas. Y este proceso se verá refleja-do, a largo plazo, en cambios profundos de la institucionalidad que den garantía de no repetición a la gran mayoría de las víctimas del conflicto.

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    Bibliografía

    Acevedo, Oscar (2012). Geografías de la memoria. Posiciones de las víctimas en Colombia en el periodo de la justicia transicional (2005-2010). Bogotá, Ponti-ficia Universidad Javeriana.

    Centro Nacional de Memoria Histórica (2012). Justicia y paz: ¿verdad judicial o verdad histórica? Bogotá, p. 56 y 75. Consultar Capítulo 1 y Conclusiones de este estudio.

    Orozco, Iván (2009). Justicia transicional en tiempos del deber de memoria. Bogotá, Temis.

    Prieto, Carlos (2013). “Bacrim y crimen or-ganizado en Colombia”, en Policy Paper 47, Bogotá, Fescol.

    Villarraga, Álvaro (2013). “El gobierno de Uribe frente al conflicto armado y la paz. Acuerdo con las AUC”, Biblioteca de la paz, 2002-2010, vol. VI, Bogotá. Funda-ción Cultura Democrática.

    Declaración de principios para la discusión del punto 5 de la agenda Víctimas. Puede consultarse en El Colombiano. Gobierno y Farc anunciaron acuerdos para iniciar punto de víctimas, 7 de junio de 2014.

    http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/G/gobier-no_y_farc_anunciaron_acuer-dos_para_iniciar_punto_de_victimas/gobierno_y_farc_anunciaron_acuer-dospara_iniciar_punto_de_victimas.asp Recuperado el 10/09/2014.

    GMH (2013). ¡Basta ya! Colombia: me-morias de guerra y dignidad. Bogotá. Imprenta Nacional, p. 236.

    Referencias

    1. De hecho, en la declaración del cese de hostilidades de 2002, las AUC propusieron hacer “contribución al retorno de quienes debieron desplazarse a raíz del conflicto armado”, sin aclarar cómo sería tal contribución. Por su parte, la Comisión Exploratoria creada en 2003 entregó al Gobierno una serie de recomendaciones referidas exclusivamente a temas operativos del proceso (DDR) y nada relacionado con garantías de derechos de las víctimas (Álvaro Villarraga, 2013. “El gobierno de Uribe frente al conflicto armado y la paz. Acuerdo con las AUC, en: Biblioteca de la paz, 2002-2010, vol. VI. Bogotá, Fundación Cultura Democrática, p. 70-79).

    2. La polémica con las cortes se presentó desde el inicio mismo del proceso con las AUC, debido a las exigencias hechas a la Ley por no cumplir con los estándares internacionales en materia de derechos de las víctimas. Adicionalmente, para Orozco, esta tensión y el posterior limbo jurídico en el que quedaron quienes estaban postulados en Justicia y Paz se deben a la adopción de enunciados de la justicia internacio-nal dentro del derecho interno hecha por muchos de los magistrados, lo cual ha fortalecido la autonomía del poder legislativo frente al ejecutivo y hecho de éste un órgano altamente político (Iván Orozco, 2009. Justicia transicional en tiempos del deber de memoria. Bogotá, Temis, p. 169.

    3. Primeramente la Corte Constitucional, mediante la Sentencia C-370 de 2006, declara inconstitucionales varios artículos de Justicia y Paz y luego, en 2007, la Corte Suprema de Justicia (Sentencia 26945 del 11 de julio de 2007) niega que se reconozca a los paramilitares el estatus de delincuentes políticos, mediante la figura de la sedición.

    4. Centro Nacional de Memoria Histórica (2012). Justicia y Paz ¿verdad judicial o verdad histórica? Bogotá, p. 56 y 75. Consultar Capítulo 1 y conclusiones de este estudio.

    5. Si bien, para algunos, esta influencia y objetivo (como la contrainsurgencia) de las Bacrim no es la misma que tenían los paramilitares, sí es claro que la presencia de ellas en muchos departamentos se apuntala en las estructuras dejadas por los paramilitares en los territorios. http://library.fes.de/pdf-files/bueros/la-se-guridad/09714.pdf Recuperado: 29 de octubre de 2014.

    6. Acevedo, Oscar (2012). Geografías de la memoria. Posiciones de las víctimas en Colombia en el periodo de justicia transicional (2005-2010), Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, p. 70 y sig.

    7. Este documento se titula Declaración de principios para la discusión del Punto 5 de la agenda: “víctimas”. Puede ser consultado en: “Gobierno y Farc anunciaron acuerdos para iniciar punto de víctimas” (7 de junio de 2014) El Colombiano http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/G/gobierno_y_farc_anuncia-ron_acuerdos_para_iniciar_punto_de_victimas/gobierno_y_farc_anunciaron_acuerdos_para_iniciar_pun-to_de_victimas.asp Recuperado el 10/09/2014.

    8. Sánchez, Efraín, (25 de agosto de 2014) “¿Qué pueden esperar las víctimas en La Habana” disponible en: http://razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/7840-%C2%BFqu%C3%A9-pue-den-esperar-las-v%C3%ADctimas-en-la-habana.html , recuperado 9 de octubre de 2014.

    9. Comunicado del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional, 29 de julio de 2014

    10. “Uribismo insiste en que a La Habana sólo deben ir las víctimas de las Farc” (19 de agosto de 2014) en EL Espectador, disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/politica/uribismo-insiste-habana-so-lo-deben-ir-victimas-de-farc-articulo-511351 , recuperado el 12 de octubre de 2014.

    11. “El fuero militar: esencial para fortalecer la justicia penal militar” disponible en: http://senado.gov.co/sala-de-prensa/opinion-de-senadores/item/17361-el-fuero-militar-esencial-para-forta-

    lecer-la-justicia-penal-militar , recuperado: 29 de octubre de 2014.12. De hecho, este proceso se inició con la reforma de la Constitución Nacional introducida por el Congreso el

    11 de diciembre de 2012, mediante la cual amplió el fuero militar casi hasta el punto de dejar que el juzga-miento de las Fuerza Pública quedara en manos de la justicia castrense. Ver capítulo 3 del informe general del grupo de memoria histórica (GMH, 2013), ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá, Imprenta Nacional, p. 236.

    13. Tickner, A. (20 de agosto de 2014). “Víctimas, un concepto en disputa”, en El Espectador. Disponible en: http://www.elespectador.com/opinion/victimas-un-concepto-disputa-columna-511624 , recuperado el 12 de octubre de 2014.

    *Camilo Andrés Hernández BarretoInvestigador CINEP/PPP. Equipo Iniciativas de Paz.

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  • Dado el carácter multidi-mensional de cada pro-ceso de desmovilización, desarme y reinserción, tales preocupaciones y

    especulaciones no se limitan al nivel individual de la transición de comba-tientes a ciudadanos “comunes”, sino que también ganan importancia en el nivel colectivo o de organización, ya que a menudo giran en torno al pro-blema de la proyectada transformación del grupo insurgente en actor político legal. Al partir de la suposición de que la inclusión representa la panacea de conflictos causados, entre otras razo-nes, por una tradición de exclusión po-lítica, social y económica, como ocurre con el conflicto armado colombiano, adquiere gran importancia el ejercicio de reflexionar sobre preguntas como éstas: ¿cuáles son los desafíos de proce-sos de transición de grupos insurgentes en partidos políticos?, y, más específi-camente, ¿cuáles son los factores que pueden inclinar el cálculo costo-benefi-cio hacia un cambio de estrategia pasar de la lucha armada a la participación

    política legal) por parte del grupo in-surgente? Después de una breve reseña sobre el estado del arte de la discusión académica frente al tema y de algunas lecciones aprendidas de procesos simi-lares, este artículo expone apuntes ini-ciales y ofrece un análisis del posible cálculo de la relación costo-beneficio

    que puede hacer dicho grupo en el pro-ceso de negociación.

    Si bien se ha escrito mucho sobre los diversos motivos de la rebelión, sobre las estructuras internas de los grupos insurgentes y sobre sus efectos en el modo de actuar, así como acerca de los retos del desarme, la desmovilización y

    Se cambian armas por curules: una reflexión acerca de los posibles desafíos de la transición de grupo insurgente a partido político legalPor: David Rampf*

    ¿Qué pasa después de la firma de un acuerdo de paz? Esta pregunta y sus posibles respuestas ocupan no solo a la sociedad de países en conflicto sino también a los grupos insurgentes, ya que el cálculo racional de costo-beneficio respecto a una solución negociada se basa en últimas en las expectativas del “cómo” será el escenario de pos-acuerdo.

    . Conflicto y Paz .

    Es fundamental en el proceso de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR) considerar tanto el nivel individual como el colectivo.

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    la reinserción de excombatientes, has-ta el momento la cuestión acerca de las lógicas y dinámicas de procesos de transición de la lucha armada hacia la competencia electoral aparece muy po-cas veces en el enfoque de los estudios académicos.

    Al basarse en una amplia muestra de casos de África, Asia y Centroamérica, expertos en la materia1 indican, sobre todo, que tiene importancia el entorno en el cual se efectúa la transición. Por un lado, los autores resaltan el papel que ciertas variables, relacionadas con el carácter del propio grupo insurgente (tamaño, base de apoyo, reputación, etc.) y con el fin del conflicto (empate y negociación, derrota o victoria militar), desempeñan en el contexto regional en general y en especial en la situación de seguridad de la nación. Algunos se pre-guntan incluso por la función de facili-tadores u obstaculizadores que cumplen los actores internacionales. Mientras que una derrota militar lleva en muchos casos a una marginalización de las or-ganizaciones vencidas, como m