1 rahner karl escritos de teologia 03 vida espiritual sacramentos

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  • 8/12/2019 1 Rahner Karl Escritos de Teologia 03 Vida Espiritual Sacramentos

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    ETERNA SIGNIFICACIN DE LA HUMANIDAD DE JPARA NUESTRA RELACIN CON DIOS

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    Cuando en teologa meditamos sobre el culto al Coraz

    Jess, intentamos decir qu significa el corazn en generqu significa en especial el corazn del Seor, y despus mos de cmo este Corazn es el hontanar originario de todacciones salvadoras del Seor; hasta puede ser que nos prtemos por qu este Corazn merece un culto especial de cin dentro de la totalidad personal de Cristo y qu puednificar ese culto para nosotros. Pero creo que despus papor alto una cuestin difcil no slo de responder, sino dmular y aclarar; la cuestin es la siguiente: alcanza nuculto, en su verdadera realizacin, a eso que llamamos Cordel Seor? Para entender qu significa esta pregunta hayempezar un poco ms lejos.El hombre tiene que habrselas con muchas cosas y pnas, y tiene que habrselas con ellas de los ms distintos mTiene experiencias de la casa y del pas en que habita, vivencias de las personas con quienes trata. Tambin tienhabrselas con Dios. Se puede decir que todo lo trataddivide, al fin, en dos grupos; tenemos dos nombres para mundo y Dios. En el mundo, en cuanto entorno nuestrrene todo lo que se nos presenta inmediatamente por s ytodo lo que por su propio ser entra en el mbito de nuestperiencia. Dios, en cambio, es el que est ms all; es, prmente, el conocido como lejano; el dado en su no ser dapresente en su incomprensibilidad y silencio. Es cierto qhablado a los cristianos en su Revelacin y que se nos ha visible aqu abajo, en la carne tangible de su Hi jo; pero estos signos siguen siendo la invitacin a que, mediante sible, seamos arrebatados hacia el amor de lo invisible (vi pervisibia ad invisibilium, amorem rapiamur). Es cierto que santifica y redime al mundo mismo, pero lo redime forzndolnosotros nos concede dinamismo (llamado amor sobrena

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    mente creyente) para arrojarnos a la tiniebla de su luz adorando.

    Y ahora planteemos ya la primera cuestin: a qu trminode la divisin de las cosas, con que tenemos que habrnoslas,pertenecen los ngeles y los santos, la humanidad glorificada deCristo y su Corazn? Objetivamente pertenecen al mundo, yaque por mundo entendemos el conjunto de lo creado y porquealgo sabemos de ellos por la fe, la experiencia o de otros modos.Pero saber algo de una cosa es distinto de tener que habrselas realmente con ella, poseer una relacin real conella; suponer tericamente la existencia de una cosa y tratarcon ella existencialmerite, es decir, entregarse a ella, amorosamente, son dos cosas distintas. Desde el punto de vista del tratoreal y amoroso, las personas a quienes se refiere la cuestin pertenecen ms bien a Dios. Para nuestra experiencia estn dondeDios est, las encontramos en nuestra conducta religiosa, y node otro modo. Desde el punto de vista de la experiencia no pertenecen, pues, al mundo en torno que nos determina, sino a

    Dios, porque si no pertenecieran a Dios no habra ningn lugarpara ellas.Pero a qu empieza la dificultad y la segunda cuestin: pue

    den pertenecer a Dios? No es que preguntemos si existen, sinosi las encontramos al buscarlas en la direccin en que nos movemos religiosamente hacia Dios. Tampoco nos referimos al sentido objetivo de la cuestin ni preguntamos si ellas saben algode nosotros y de los actos que tienden hacia ellas, de las oraciones, etc. Supongamos todo esto como evidente. Preguntamos,ms bien, si nosotros las alcanzamos con nuestros actos, si, adems de saber algo de ellas tericamente, podemos hacerlas realespara nosotros, en su existencia, tratando con ellas. O resultaque, cuando las buscamos en el allende en que est y tiene queestar Dios para poder ser Dios, se hacen como nebulosas y seconvierten como en sonido y nombre, y se disuelvenslo desdenuestro punto de vista, naturalmenteen la tiniebla omnidevo-radora, sin nombre y sin salida, que llamamos Dios?

    No se nos diga que la cuestin es una pura sutileza artificiosamente exagerada; no se nos diga que sabemos que existenesas personas y realidades, que podemos referirnos intencional-mente a ellas y que eso tiene un sentido y un provecho; que

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    existe el puro hecho, que no slo podemos hacerlo sino que lohacemos, y que contra los hechos no valen argumentola cuestin es precisamente si hacemos realmente lo que creemohacer; lo hacemos de veras o los nombres de los ngv delos santos y de la humanidad de Cristo no sonpara noms que etiquetas distintas que conjuran siempre la mislidad: Dios?

    No planteemos la cuestin terica e intemporalmenpara nosotros, hombres de hoy ; as planteada no es tcontestarla. El hombre de pocas pasadas tal vez haya tecapacidad concreta y firme para hacerse reales personaderes numinosos independientes de Dios; tanto, que estatinuamente en peligro de caer terica o, al menos, prctien el politesmo. Pero nosotros... no nos ocurrir juslo contrario? Lo que en este sentido mantenemos gracidoctrina objetiva d la fe, no son meros nombres que sisiempre lo mismo: Dios, uno y nico, siempre ms anuestra experiencia sensible del mundo, y que es como

    de la atrofia de las realidades numinosas? No confiemosiado deprisa en las apariencias ni en los usos tradicionnuestra piedad. Hagm onos unas cuantas preguntas : de nosotros, al rezar el Confteor, ha confesado de veras supecados al arcngel San Miguel, logrando que esa cono sea una mera amplificacin retrica de su confesin En realidad de verdad, no hemos perdido tambin a npropios difuntos? Tal vez recemos por ellos, porque as tumbre y porque, si no rezramos, tendramos remordimPero por lo dems, confesmoslo honradam ente, se nos hainexistentes. Pero esto no sera posible ontolgica y exismente, si tuviramos con lo santo la relacin qu e creemoporque esta relacin se apoya fundamentalmente en la rgeneral con los hombres que se han convertido en ultdanos o ultraempricos. Abramos uno de los manuales tcos al uso sobre los novsimos, sobre la eterna bienaventcunto se habla en l del Seor encarnado? No est tovorado por la visin beatfica, que es la inmediata relacila nuda esencia de Dios? Es cierto que esta relacin esdicionada histricamente por un suceso pasado, por la ecia de Cristo, pero es concedida actualmente por mediacin de

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    Jesucristo? Esta observacin sacada de la teologa actualmentecomn (y eso la distingue de la antigua) no indica tambinque para nuestra verdadera capacidad de realizacin todo elmundo (en sentido objetivo) se ha hecho inexistente, y que desdenuestro punto de vista (quoad nos, no quoad se ) ha sido, encierto modo, devorado por el l lameante abismo de Dios, aunquehayamos conservado la terminologa opuesta y no lo confesemos? No ocurre en este caso casi lo que ocurre cuando ha

    blamos del amor y sus flechas? Hay algn joven que rece realmente a los santos, al santo de su nombre o al ngel de la guarda?Tal vez se venere (pero esto es algo totalmente distinto) a unsanto conocido en su realidad histrica, como los paganos veneran a sus antepasados histricos. Pero hay actualmente algnsanto que tenga realidad.junto a Dios y aparte de l?.Se tratade una realidad realizada y no slo aceptada tericamente, deuna realidad que sea actualmente propia y de cuya voluntaddependa algo, de una realidad cuyo contacto personal sea intentado, de una realidad que se intente incorporar a la experiencia propia. Hay algn santo que tenga esta realidad junto a

    Dios o se dice una vez ngel y otra Mara, una vez Corazn de Jess y otra San Jos, realizando siempre lo mismo,la incomprensibilidad e inefable soberana de Dios, a quien unose entrega absolutamente amando y temblando a la vez? Noes esto y slo esto lo que nos parece el acto religioso? No nosparece todo lo dems un simple reflejo coloreado de Dios, quees uno,y siempre el mismo? No nos parece todo lo dems algoas como la refraccin prismtica de la nica luz blanca de Dios,algo que no tiene consistencia en s mismo? Por qu actualmente se nos hace difcil creer en la legin de los demonios?Por qu preferimos hablar abstractamente de lo demonaco,lo mismo que nuestros contemporneos paganosa quienes trasde la apariencia verbal de palabras ortodoxas nos parecemos, aveces, ms de lo que quisiramoshablan de lo santo y lodivino? Por qu nos sorprendemos de que en Holderl in y enRilke haya una capacidad realizadora de poderes numinososde dioses y de ngeles, y la sentimos ms poderosa y fuerteque la nuestra propia? Sabemos, po r ejemplo , que los ngeles deRilke no son, en definitiva, ms que un adorno literario, en comparacin con lo que deberan ser para nosotros los ngeles de \

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    fe cristiana. Pero a la vez sentimos qu e los ngeles de Rilke sms fuertes que los realizados en nuestra fe.

    Tal vez se entienda ahora el sentido de nuestra pcuestin sobre el Corazn de Jess. Este Corazn, cuandlo convierte en mero nombre, ms colorista, de Dios incomprensibilidad de su amor infinito, es un corazn humano.No es permitido glorificarlo slo por lo que en otro tiemNo puede ser slo objeto de un culto retrospectivo que

    ra al Seor histrico, a su vida sobre la tierra. Ese Coraexiste ahora, que ya no pertenece al mundo en torno determina, que parece como perdido en la lejana de Diser venerado, adorado y amado. Debe ser hecho real etra piedad; no debe ser slo un nombre ni un reflejo coque acompaa al nico acto fundamental , que es siemmismo y que se dirige a Dios y slo a l. Es de veras eque lo logramos? Ya sabemos que existe en s , que scosas de l, que podemos saber que es merecedor de veneracin, que creemos que lo veneramos y que queremos, dehecho, venerarlo..., pero todo eso no es una respuesta af

    y absolutamente segura a nuestra cuestin. No hay siservar ms de cerca y ms detenidamente ciertas formnes de ese bienintencionado e intentado culto al CoraJess para caer en la cuenta de que se trata de un cunotesta a Dios titulado de otra forma y de que no es tcontestar afirmativamente a nuestra cuestin. En tales ciones se podran sustituir las palabras Corazn de CCristo por Dios sin que cambiara nada el sentido otencionalidad existencial de la oracin. Seal de que lno ha sido realizado rel igiosamente de verdad.

    La cuestin terica planteada se convierte, claro estdiatamente en una cuestin prctica: si no es evidente acto religioso alcance al Corazn de Jess, en cuanto disDios, cmo puede lograrse que lo alcance? Sabemos ya a priorique esta cuestin propone una verdadera tarea y que etificado el ensayo de hacerla, porque tiene que haber ulatrutico a la humanidad de Cristo y una veneracin ageles y santos.

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    II

    Al responder a esta cuestin tenemos que prescindir a prioride la parte ms difcil: el aspecto subjetiva del problema, queplantea la atrofia de la capacidad existencial de realizar poderesautnticamente numinosos y dist intos de Dios. Podramos decirque , como ya no corremos el peligro de ser politestas, esta

    mos en peligro de no poder venerar la santidad creada; estamosen peligro, por tanto, de que Dios palidezca hasta convertirseen un postulado abstracto de la razn terica o prctica conciertos ribetes religiosos. Pero ya hemos dicho que no vamosa hablar aqu de cmo puede ser despertada, cult ivada y desarrollada esa capacidad humana original , en cierto modo precrist iana, y adventistaen cuanto capacidad humana y potencia natural-de realizar un allende, autnticamente plural y religioso, con ngeles y santos, muertos y demonios. Tal mayuticaexistencial es aqu una tarea que supera nuestras fuerzas y nuestro t iempo.

    Aqu no podemos hacer otra cosa que intentar contribuir untanto a resolver nuestra cuestin desde el punto de vista objetivo. Se trat a de dos reflexiones: una, general y fun dam ental,sobre la relacin de las realidades (numinosas) creadas con Dioscreador, y otra, especial, sobre la humanidad de Cristo y suCorazn humano.

    Nuestra insensibilidad existencial y la debilidad de nuestrapotencia realizadora de poderes extradivinos, que incidan o deban incidir en el mbito de los actos religiosos, procedenalmenos en partede un falso concepto de Dios que en el fondo

    no es cristiano, sino pantesta o teopantista 1

    . El verdadero Diosno es el que mata para vivir l mismo. Dios no es lo verdaderoque atrae hacia sy succiona en cierto modola verdad delas cosas distintas de l; no es el esse omnium. Las cosas sontanto ms reales, cuanto ms se acercan a l; la persona es tanto

    1 La palabra alemana es 'theop antistisch' y nos hemos permitido eseneologismo, cuyo sentido es claro atenindose a las etimologas. La palabra pantesmo , como es sabido, deriva de icavta dei (todo es Dios),y el neologismo, por lo dems ya explicado en el contexto del captulo,deriva de Oeifc xovxct (Dios es todo . N del T.)

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    ms independiente, cuanto ms crece Dios en ella o ante creado por l no es malla o velo que se disuelve al sol cniebla cuanto ms religioso se es, cuanto ms se reconabsoluto. Es verdad que nosotros lo sentimos as, y seratante saber por qu sentimos as. Pues esta fundamentacin existencial, por muy profunda y humilde que parehybris causad a por el pecad o orig ina l; en el fondo no etiana. Se ama lo absoluto, pero no a Dios, creador de

    y de la tierra. En el fondo se odia lo creado, porque noincondicionado en s mismo; suele ser l lamado lo relatcontingente, lo que respecto a Dios slo es definible nmente, la mera limitacin del ser, infinito en s, que es lque importa; y se olvida que precisamente lo condicionlo amado incondicionalmente por el Incondicionado, quedicionado tiene, por tanto, una validez que lo hace sque lo meramente provisional , ms que lo que se disuelDios ; se olvida que este absoluto creado nos prohibe qdefinamos slo negativamente, incluso al compararlo co(y esto, a pesar de la filosofa, que tampoco entre nosottodava suficientemente bautizada).

    No se puede decir que todo esto son enunciados ontoinsignificantes para el acto religioso. Precisamente cuandrealizacin de nuestra existencia, caemos religiosamente absoluto, y caemos cristiana y no platnica men te (y en estodo aristotelismo y toda la filosofa occidental, hasta el mo alemn, conservan todava demasiado platonismo),mos , en el centro mismo del acto religioso, al amor abmente serio, a lo creado por el Amor, a lo vlido y eternviviente, a lo que de veras es, porque (no aunque)

    ese Amor; llegamos a lo significativo e importante en sque no podemos pasar por alto, a lo que no podemos smente encontrar contenido eminenter en Dios (si fuera de otrmodo, Dios no lo habra amado con amor real y verdadbremente creador).

    Si llegamos as, religiosamente, al Dios que ama absoverdaderamente en serio a lo creado, tenemos que amarles, y no nos est permitido querer hacerlo lo que no es, y menos quererlo sacri legamente, en el mismo acto rel igioso;est permitido convertir lo en a-mundano (=weltlos), tenemos

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    que amar con su mismo amor lo que l ama; tenemos que amarlo , por tanto, no como lo transitorio o como la nube que disolviendo sus contornos palidece ante la infinidad que se alzafrente a nosotros, sino como lo vlido ante Dios y eternamentejustificado, es decir, como lo religiosa y numinosamente vlidoante Dios.

    Ante el Dios del Cristianismo tiene sentido y justificacinun mundo plural de lo numinoso. El esfuerzo que nos cuestacomprobarlo es el escuerzo de superar nuestro no-crist ianismo ynuestra tendencia a caerpor culpa del pecado originalen eldilema: Dios o mundo. El esclavizante culto politesta a las fuerzas y poderes de este mundo no es ms que la otra cara deldilema: numinosidad exclusiva del mundo sin Dios nico yvivo. Pero lo contrario responde a la mism a escisin: atesmodel mundo (a-tesmo, Gott-losigkeit=falta de Dios). Estam osen peligro de venerar a Dios (al menos, querer venerarlo) ydejar que el mundo sea a-teo. Pero lo cristiano sera venerarlocomo querido y amado por Dios, como jerarquizado, porque

    el amor que le es regalado tambin es jerrquico; y, por tanto,venerarlo en sentido propio, rel igiosamente, al l donde ha encontrado ya su definitiva y eterna validez ante Dios, en lascumbres matutinas y vespert inas de su historia: en sus ngelesy santos. Tarea de la teologa sera, pues, estudiar ms profunday vivamente que hasta ahora, cmo y por qu es verdaderamente acto rel igioso originario lo que l lamamos dula (veneracin)en oposicin a latr a (adoracin), de qu manera depende delacto religioso dirigido a Dios y es en verdad un acto religioso;cmo puede y tiene que ser realizada en cuanto tal sin ser subsu-mida o anulada por el acto de latra. Hasta en la teora de lamstica cristiana se ve la dificultad de cristianizar el acto religioso originario. La mstica ha estado siempre (incluso en SanJuan de la Cruz) tentada de hacer que todo desapareciera en elacto mstico ante Dios, y siempre ha necesitado corregir posteriormente ese primer planteamiento panentest ico para podercomprobar que el mstico poda y tena que ocuparse tambinde la humanidad de Cristo.

    En todo caso, es evidente que la cuestin de la capacidad depoder tomar en serio las realidades dist intas de Dios y de poderrealizarlas en el acto religioso, es una cuestin de la mxima

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    importancia dentro del Crist ianismo. El-hecho de que piedad vulgar no tenga esa importancia, no es ningmento en contra. La piedad vulgar, para la que a priori Dioses una realidad junto a otras, no ve dificultad, naturalmente,conceder a San Antonio una magnitud muy considerabportante y eficaz junto al Espritu Santo. Pero eso ocurcisamente a costa de Dios y de la verdadera relacin coDios no soporta dioses extraos junto a s (ni siquiera a procuran evitar el nombre de Dios). Pero cuando Dios nosotros verdaderamente Dios, cuando es el fuego devel sencillamente Incomparable, el Acercado en la graciala lejana ms radical, reconocer en esa llama abrasadoresa cegadora luz la verdad, autenticidad y validez de la rcreada y amada por l , reconocer que, en lugar de aniqtodo en ese mar de fuego a infinitos grados de temperatvivifica en s y para nosotros, reconocer todo esto y reaslo es posible para la madurez de la relacin con Dios, en el Crist ianismo. Y como esa madurez es tambin tanuestro desarrollo rel igioso dentro de la verdadera graDios, que obra siempre de manera dist inta de lo que nopodamos pensar, debemos trabajar y esforzarnos por guirla.

    Abandonar la criatura y apartarse de el la es la primerpara nosotros, pecadores, siempre nuevadel hallazDios. Pero slo la primera. El servicio a la criatura, regral mundo enviado por Dios, podra ser la segunda fasetodava hay otra: encontrar en Dios la criatura misma en su naturaleza propia e independencia; encontrarla en medio inexorabilidad celosamente llameante del ser divino, to

    todas las cosas; encontrar todava esta criatura all denel centro, encontrar lo pequeo en lo grande, lo limitadoil imitado, la criatura (el la mi sm a ) en el Crea dor: statercera y suprema fase de nuestra relacin con Dios. Enosotros, que hemos part ido desde el mundo hacia Dios,mos con l en su salida al mundo; y estamos lo ms cersible de l, do nde l est lo m s lejos posible de s m ismsu verdadero amor al mundo; porque, si Dios es el amorremos lo ms cerca posible de l, donde l se encuentra llejos posible: en cuanto Amor en-amorado del mundo.

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    A esta luz debe verse la cuestin especial del culto a la humanidad de Cristo, en general , y a su Corazn humano, enpart icular. El hecho de que Dios mismo sea hombre, es la cumbre nica (= einmalige) y la causa ltim a de la relacin deDios con su creacin; en esa relacin Dios y la creacin crecenen l misma medida (y no de manera inversa). La posit ividadde la creacin no slo frente a la nada, sino tambin ante Dios,recibe, por tanto, en Cristo, su culminacin cualitativamente

    nica, porque, segn el testimonio de la fe, esa humanidadcreada es el punto intermedio permanente, por el que debepasar ineludiblemente todo lo creado para encontrar la plenitudde su eterna validez ante Dios. El es la entrada y la puerta, elA y el O, lo abarcador, en lo que, por hab erse encarnado y hechohombre, tiene su consistencia la creacin. Quien le ve, ve alPadre, y quien no le ve a lel hecho hombre, tampoco ve aDios . Podemos hablar de lo absoluto sin necesidad de aludir ala carne no-absoluta del Hijo, pero slo en l podemos encontrarverdaderamente al Absoluto, en el que la plenitud de la divinidadest escondida en la corteza terrena de su humanidad. Sin l,todo absoluto de que hablamos o que creemos haber logrado enel fervor mstico no es, en definitiva, ms que el correlato objetivojams alcanzadode la infinidad vaca, hueca y tenebrosaque somos nosotros mismos, de la infinidad que se devora a smism a, de la infinidad de la finitud insatisfecha; pero n unc aser la bienaventurada infinidad de la plenitud verdaderamenteil imitada; sta slo puede encontrarse donde est Jess de Na-zare, este finito y concreto, este contingente, que permanece portoda la eternidad.

    Pero lo decisivo para la cuestin fundamental que nos ocupa

    es esto: Jess hombre n slo fue por una vez de decisiva importancia para nuestra salvacin, es decir, para nuestro hallazgoreal del Dios absoluto, por sus obras histricas y ya pasadas dela Cru z, etc., sino :> c es ahora y por toda la eternidad, comoel hecho homVir ' y permanecido criatura, la perm nente perturde nuestra finitud al Dios vivo de vida eterna e infinita; y, portanto, l es, tambin en su humanidad, la realidad creada quenos representa en el acto de nuestra religin, de manera que sinel acto orientado a su humanidad y dirigido implci ta o expl-citamente) a travs de ella, no alcanza su meta el acto religioso

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    fundamental orientado a Dios. En la eternidad slo seconte mp lar al Pad re a travs del H ijo ; y se le contemmediatamente precisamente de ese modo, pues la inmedila visin de Dios no niega la eterna mediacin de Cristo Es cierto que la verdad de la mediacin eternaobjetivajetivade Cristo-hombre apenas corre el peligro de ser in thesi por ningn cristiano, pero por otra parte est lejhaber sido meditada y estudiada como debera haberlo s

    mayora de las veces meditamos en la mediacin histmoral del Hijo del hombre durante su vida terrena. Y humanidad de Cristo se va haciendo insignificante en conciencia religiosa media. Por el saber conceptual de labemos que la humanidad de Cristo existe todava, que esventurada, que est transfigurada, que goza de la visin bEn la meditacin ( n o en el dogm a, naturalm ente ) se tal vez, un pensamiento piadoso al hecho de que en el cpodr tener una alegra accidental contemplando la humde Cristo; es una alegra accidental junto, a la visin b(en la que est dado ya supereminenter todo otro conocimientoy bienaventuranza, por lo que no se ve bien qu otra cosinteresarle a uno). Pero dnde est el saber claro y arten conceptos ontolgicos sobre el hecho de que sigue verdad eternamente aquello de que nadie reconoce alsino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelrselo, llo otro de que quien me ve, ve al Padre? Dnde est conciencia de que mi salvacin, mi gracia, mi conocimiDios se basan ahora y siempre en el Verbo hecho carndificultad de formularlo en conceptos metafsicos, fundamy hacerlo, en cierto modo, comprensible, no es razn p

    sarlo en silencio. Es ms fcil demostrar, aparentementno es posible. Pero con todas las verdades de la fe pasa loY los telogos no estn inmunes del peligro de silenciar ocon filosofe-mas racionalistas, ciertas verdades de fe plenvisibles en la conciencia directa que tiene la Iglesia de la que no estn expresamente en el Denzinger.

    Existen ensayos de hacer ms patente esta verdad, eque tendran que ser mejor construidos y profundizaddoctrina de la eterna liturgia e intercesin de Cristo en el ciepertenecen a este contex to. Y desde esta perspectiva, q ue es l

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    adecuada, habra que pregunar tambin si la doctrina de la causalidad instrumental fsica de la humanidad de Cristo, respectoa todas las gracias y a toda gracia, no ha dado con una verdadque hay que mantener a todo precio, aunque esta doctrina no lahaya estructurado ms que de forma muy problemtica -y sinhaber alcanzado an sus propios supuestos. Todo telogo tendra que preg untars e: t ienes una teologa en la que el Verbo,que es hombre y precisamente por serlo, sea el Mediador nece

    sario y eterno de toda salvacin, no slo una vez por todas en elpretrito, sino ahora y por toda la eternidad? Y lo es de maneraque como Dios-Hombre se encuentra en el interior de todo actoreligioso tambin con su humanidad, hasta tal punto que esteacto se dirige (consciente o inconscientemente) a Dios a travsde esta humanidad, y as resulta sta, siempre y esencialmente,el objeto mediador del acto latrutico nico que tiene a Dios porblanco? Habra que hacer caer en la cuenta de que con estaproblemtica cristocntrica no aludimos tan slo al acto religiosofundamental de que tambin se puede adorar al Verbo encarnado, incluso en su humanidad. Esto se dice, felizmente, entoda dogmtica; pero, por desgracia, lo que no todas las dogmticas dicen es que el acto religioso en s y siempre, si es quepretende alcanzar a Dios, tiene y ha de tener precisamente estaestructura encarnatoria (inkarnatorische), que es la nica quecorresponde subjetivamente a la objetiva si tuacin fundamental:que Dios se ha comunicado al mundo en el Hijo hecho hombrey que, por esto, permanece ste por toda la eternidad el Cristo.Con esto no queremos decir, naturalmente, que esta estructuraencarnatoria del acto religioso, como tal, tenga que ser siempreexpresamente consciente, ni tampoco que, dada la estrechez de

    nuestra conciencia terrenal, sea posible y exigible intentar encada acto el explcito acceso a Dios por el Hijo hecho hombre.Nadie esperar que hagamos aqu esta teologa que postula

    mos . Basta haber indicado, al menos, que puede y debe haberla.Y siendo as podemos contestar, al menos en parte, a la preguntaque hacamos al principio. Si el Corazn de Jess significa elcentro original de la realidad humana del Hijo de Dios, tieneque haber un acto religioso fundamental que se dirija a Diosa travs de ese centro. Y en este acto, el Corazn no puede nidebe ser slo un nombre y una palabra vaca, cuyo contenido

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    real, religiosamente realizado, sera la realidad indescripinefable de Dios; Corazn significa entonces un corazdaderam ente hum ano ; y ese Corazn es verdaderam enttado, nuestros actos se refieren realmente a l, existe reapara nosotros, y no slo en s. En su finitud, en la deble evidencia de su amor, se dist ingueaunque es insepade la terribil idad del amor divino que puede esconder origen abismal gracia y justicia, piedad e ira; y que solo

    hace amor evidente, al encarnarse en el Corazn de Jesmando carne de nuestra carne en la finitud de nuestra exiEste Corazn, verdaderam ente l mismo , es mentado com oy fin, o mejor dicho, como centro mediador, como centromediacin por el que debe pasar cualquier movimiento para l legar realmente a Dios. Ut apertura Cor... pus esset requieset poenitentibus pateret salutis refugium ( = p ar a que el Coraznabierto... fuera un lugar de descanso para los piadosostuviera abierto a los penitentes como refugio de salvacinpalabras no son audacia y exageracin piadosa, sino qabsolutamente exactas, aunque la teologa escolar no las hcogido. El Corazn no es slo el centro original de la exhumana del Seor, sino que, sindolo, es el centro de la cin, y sin l no hay posible acceso a Dios; es una puernunca se puede dejar detrs-aqu las palabras humansumamente inadecuadas. Slo se l lega pasando continupor el centro mediador de la humanidad de Cristo. Del modo que no se deja de ser criatura al participar de la divSe puede ser crist iano sin haber odo ni una palabra hsobre el Corazn de Jess. Pero no se puede ser cristiaque el espritu pase en el Espritu Santo a travs de la hdad de Cristo, y, en ella, a travs del centro unificador qmamos Corazn.

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