1.- foucault, las meninas

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r - r + ~(:J~ ) 1#1 f-J I n'" C AP iTU LO I LASMENINAS EI p in to r e st a l i ge r am en te a le ja do d el c ua dr o. Lanza una mi rada sobre e1 m od el o; q ui za s e t ra ta d e a f ia dir un ul t im o t oq ue , p er o ta m- bien puede ser que no se haya dado aun la primera pincelada. El br azo q ue s os ti en e e l pi nce l es ta r epl eg ad o s ob re l a i zqu ie rda , en d ir ec ci o n de la p al et a; e st a, p or u n m om en to , i nm 6v il e nt re l a t el a y los colores. Esta mano habil depende de la vista; y la vista, a su v ez , d es ca ns a s obr e el ge st o s usp endi do . E nt re l a f in a p unt a de l pi nc el y e l ac er o e l a m ir ada , el es pec ta cu lo v a a d esp le ga r s u vo - lumen. P er o no s in u n su ti l si st em a d e e squ ivo s. T oma nd o u n po co de di st ancia, el pintor esta colocado al lade de la obra en la que tra- b aj a. E s d ec ir q u e, p ar a e l e sp ec ta do r q ue 1 0 co nt em pl a a ho ra , e st a a l a d er ec ha desu cu adro que, a su vez, ocupa el ex t re mo iz qu i er do . Co n r es pe ct o a e s te m is mo e sp ec ta do r, e l c ua dr o e st a v ue lt o d e e s- paldas; s610puede percibir se el reverse con el inmenso bastidor que 1 0 so st ie ne . E n c am bi o, e l p in to r e s p er fe ct am en te v is ib l e en toda su estatura; entodo caso no queda oculto por la alta tela que, quiz a, v a a a bs or be rl o d en tr o d e u n m om en to , c ua nd o, d an do u n p as o h ac ia ella, vuelva a su trabajo; sin duda, en este instante aparece a los ojos del espectador , surgiendo de esta es pe ci e de enorme caja virtual qu e p roy ec ta ha ci a a tr as l a s up er fi ci e qu es ta p or pi nt ar . P ue de v er s el e ahora, en un momento de detenci6n, en el centro neutro de es t a o sc iJ ac i6 n. S u t a Ue o sc ur o, s u r os tr o c la ro s on me d ie ro s e nt re 1 0 vi si bl e y 10 i nv is ibl e: su rgi en do de esta tela que se nos escapa, e me rg e an te nu es tr os o jos ; p er o c uan do d e un p as o ha ci a l a d er e- ch a, o cu lt an do se a n ue st ra m ir ad a, s e e nc on tr ar a c ol oc ad o j us to f ren te a l a t el a q ue es ta pi nt and o; entrara enesta region en la que su c ua dr o, d es c ui dado por un inst ante, va a ha ce r se v is ib le p ar a e l s in s omb ras n i r et ic enc ias . Como si el pintor no pudiera ser visto a la vez sobre el cuadro en el que se Ierepresenta y ver aquel en eI que se ocupa de representar algo. Reina en e u mb ral d e es ta s do s visibilidades incompatibles. EI pintor contempl a, el rost ro li gerame nt e vuel to y Iacabeza in [13) 14 LASMENINAS difiada ha ci a el hombro, Fija un punto invi sible, pero que nosotr os , los espectador es , nos podemos asignar facilmente ya que este punto s om os n os ot ro s m is mo s: n ue st ro cu er p o, n ue st ro r os tr o, nu es t ro s ojos. Asl , pues, el espectaculo que el contempla es dos vec es invisi ble ; p or que no es ta r epr ese nt ad o e n e l es pac io del cuadro y porque se s it ua j us to e n e st e pu nt o ci ego , e n es te r ec ua dr o es enc ia l e n el qu e n ue st ra m ir ad a s e s us tr ae a n os ot ro s m is mo s en el momento en qu e la vemos. Y sin embargo, i, como podriamos evitar ver esta invisibi - l id ad qu e esta bajo nuestros ojos, ya que tiene en el cuad ro m is mo su eq ui v al en te s en si bl e, s u f ig ur a s el la da ? E n e fe ct o, p od ri a a di vi- narse 10 q ue e l p int or ve , s i f uer a po si bl e l anz ar un a m ir ada s ob re la tela en la qu trabaja; pero de esta solo se percibe la trama, los m on ta nt es enla linea horizontal y, en la ve rt i ca l. el s os te n o bl ic uo d el c ab al le te . EI a lt o r ec ta ng ul o m on ot on e q ue o cu pa t od a l a p ar t e izquierda de l cuadro real y que figura el reves de la tela represen- tada, restituye, bajo las es pe ci es de una superficie, la invi sibilidad en p ro fu nd i da d de 10que e1 a rt is ta co nt e rn pl a: este espacio en el q ue e st am os , qu e s om os . D es de l os o jos d el pi nt or ha st a 10 que ve , es ta tr a za da u na l in ea i mp er io s a qu e n o s ab rl am os e vi ta r, n os - o tr os , l os qu e c on te mpl a mo s: a tr av ie sa e l c ua dr o r ea l Y se reune, de la nt e de s u s up er fi ci e, en es e l uga r d es de el q ue v em os al p int or que nos observa; es te punteado nos alca nz a ir remisi bl emente y nos ig aa la representaci on de l cuadro. E n a pa ri en ci a, e s te lug ar e s s im pl e; e s d e p ur a r ec ip ro ci da d: v e- mos un cuadro desde el cual, a su vez, nos contempla un pintor. No es sino un cara a ca ra , ojos qu e s e s or pr en de n, m ir ad as d ir ec ta s que, al cr uz a rs e, s e s up er po ne n. Y, s in e mb ar go, e st a s ut il l in ea d e v is ib il id ad i mp li ca a s u v ez t od a u na c om pl ej a r ed d e i nc er ti du m- bres, de ca mbios y de es quivos. EI pi nt or solo dirige la mi rada haci a nosotros en la medida en que nos encontramos en el lugar de su objeto. Nosotros, los espectadores, somos una af iadidura. Acogidos bajo esta mirada, somos persegui dos por ella, remplaza dos por aque - 11 0 que si empre ha estado ahi de lant e de nosotr os: elmodele mi smo, P er o, a la inve r sa , l a m ir ad a d el p in to r, d ir ig i da mas alla de l c ua dr o al espacio que ti ene enfr ente, acepta tantos mode los cuantos espec- tadores surgen; en este lugar prec iso. aunque indiferent e, el contem- plador y el cont emplado se intercambi an sin cesar. Ni nguna mi ra da es est abl e 0, mejor dicho, en el surco neutro de la mirada que tras- pa sa perpendicularmente la tela. el sujeto y elobjeto. el espectador y el mode lo c ar nb ia n s u p ap el h as ta e l i nf in it o. L a g ra n t el a v ue l ta de la extrema izquierda del cuadro cumple aqui su segunda funcion: obst inadamente invisible, impide que la relacion de las miradas lIe- gue nunca a localizarse ni a establec er se defi ni tivamente. La fijeza

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r -r+~(:J~

) 1#1 f-J I n'"CAP iTULO I

LASMENINAS

EI pintor esta ligeramente alejado del cuadro. Lanza una miradasobre e1 modelo; quiza se trata de afiadir un ultimo toque, pero tam-bien puede ser que no se haya dado aun la primera pincelada. Elbrazo que sostiene el pincel esta replegado sobre la izquierda, endireccion de la paleta; esta, por un momento, inm6vil entre la telay los colores. Esta mano habil depende de la vista; y la vista, a suvez, descansa sobre el gesto suspendido. Entre la fina punta delpincel y el acero de la mirada, el espectaculo va a desplegar su vo-lumen.

Pero no sin un suti l sistema de esquivos. Tomando un poco de

distancia, el pintor esta colocado al lade de la obra en la que tra-baja. Es decir que, para el espectador que 10contempla ahora, estaa la derecha desu cuadro que, a su vez, ocupa el extremo izquierdo.Con respecto a este mismo espectador, el cuadro esta vuelto de es-paldas; s610puede percibirse el reverse con el inmenso bastidor que10sostiene. En cambio, el pintor es perfectamente visible en todasu estatura; entodo caso no queda oculto por la alta tela que, quiza,va a absorberlo dentro de un momento, cuando, dando un paso haciaella, vuelva a su trabajo; sin duda, en este instante aparece a losojos del espectador, surgiendo de esta especie de enorme caja virtualque proyecta hacia atras la superficie que esta por pintar . Puedeversele ahora, en un momento de detenci6n, en el centro neutro deesta osciJaci6n. SutaUe oscuro, su rostro claro son medieros entre10visible y 10invisible: surgiendo de esta tela que se nos escapa,

emerge ante nuestros ojos; pero cuando de un paso hacia la dere-cha, ocultandose a nuestra mirada, se encontrara colocado justofrente a la tela que esta pintando; entrara en esta region en la quesu cuadro, descuidado por un instante, va a hacerse visible para elsin sombras ni reticencias. Como si el pintor no pudiera ser vistoa la vez sobre el cuadro en el que se Ie representa y ver aquel en eIque se ocupa de representar algo. Reina en el umbral de estas dosvisibilidades incompatibles.

EI pintor contempla, el rostro ligeramente vuelto y Ia cabeza in

[ 1 3 )

14 LASMENINAS

difiada hacia el hombro, Fija un punto invisible, pero que nosotros,los espectadores, nos podemos asignar facilmente ya que este puntosomos nosotros mismos: nuestro cuerpo, nuestro rostro, nuestrosojos. Asl, pues, el espectaculo que el contempla es dos veces invisible;porque no esta representado en el espacio del cuadro y porque sesitua justo en este punto ciego, en este recuadro esencial en el quenuestra mirada se sustrae a nosotros mismos en el momento en quela vemos. Y sin embargo, i,como podriamos evitar ver esta invisibi-lidad que esta bajo nuestros ojos, ya que tiene en el cuadro mismosu equivalente sensible, su figura sellada? En efecto, podria adivi-narse 10 que el pintor ve, si fuera posible lanzar una mirada sobrela tela en la que trabaja; pero de esta solo se percibe la trama, losmontantes en la linea horizontal y, en la vertical. el sosten oblicuodel caballete. EI alto rectangulo monotone que ocupa toda la parteizquierda del cuadro real y que figura el reves de la tela represen-tada, restituye, bajo las especies de una superficie, la invisibilidaden profundidad de 10que e1 artista conternpla: este espacio en elque estamos, que somos. Desde los ojos del pintor hasta 10 que

ve, esta trazada una linea imperiosa que no sabrlamos evitar, nos-otros, los que contemplamos: atraviesa el cuadro real Y se reune,delante de su superficie, en ese lugar desde el que vemos al pintorque nos observa; este punteado nos alcanza irremisiblemente y nosliga a la representacion del cuadro.

En apariencia, este lugar es simple; es de pura reciprocidad: ve-mos un cuadro desde el cual, a su vez, nos contempla un pintor.No es sino un cara a cara, ojos que se sorprenden, miradas directasque, al cruzarse, se superponen. Y, sin embargo, esta sutil linea devisibilidad implica a su vez toda una compleja red de incertidum-bres, de cambios y de esquivos. EI pintor solo dirige la mirada hacianosotros en la medida en que nos encontramos en el lugar de suobjeto. Nosotros, los espectadores, somos una afiadidura. Acogidosbajo esta mirada, somos perseguidos por ella, remplazados por aque-11 0

que siempre ha estado ahi delante de nosotros: el modele mismo,Pero, a la inversa, la mirada del pintor, dirigida mas alla del cuadroal espacio que tiene enfrente, acepta tantos modelos cuantos espec-tadores surgen; en este lugar preciso. aunque indiferente, el contem-plador y el contemplado se intercambian sin cesar. Ninguna miradaes estable 0, mejor dicho, en el surco neutro de la mirada que tras-pasa perpendicularmente la tela. el sujeto y el objeto. el espectadory el modelo carnbian su papel hasta el infinito. La gran tela vueltade la extrema izquierda del cuadro cumple aqui su segunda funcion:obstinadamente invisible, impide que la relacion de las miradas lIe-gue nunca a localizarse ni a establecerse definitivamente. La fijeza

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LAS MENINAS 15 1 6 LAS MENINAS

opaca que hace reinar en un extremo convierte en algo siempreinestable eljuego de metamorfosis que se establece en el centro en-tre el espectador y el modelo. Por el hecho de que no vemos masque este reves, no sabemos quienes somos ni 10que hacemos. i.,Ve-

mas a nos ven? En realidad el pintor fija un lugar que no cesa decambiar de un momento a otro: cambia de contenido, de forma,de rostro, de identidad. Pero la inmovilidad atenta de sus ojos noshace volver a otra direcci6n que ya han seguido con frecuencia yque, muy pronto, sin duda alguna, seguiran de nuevo: la de la telainmovil sobre la eual pinta, 0 quiza se ha pintado ya hace tiempoy para siempre, un retra to que jamas se borrara . Tanto que la mi-rada soberana del pintor impone un triangulo vir tual , que defineen su recorrido este cuadro de un cuadro: en la eima -unico puntovisible- los ojos del art is ta ; enla base, a un lado, eJsit io invisibledel modelo, y del otro, la figura probablemente esbozada sabre latela vuelta.

En elmomento en que colocan al espectador en el campo de suvision, los ojos del pintor 10apresan, 1 0 obligan a entrar en el cua-

dro, Ieasignan un lugar a lavez privilegiado y obligatorio, letomansu especie luminosa y visible y la proyectan sabre la superficie inac-cesible de la tela vuelta . Ve que su invisibil idad se vuelve visiblepara el pintor y es traspuesta a una imagen definitivamente invisiblepara el mismo. Sorpresa que se multipIica y se hace a la vez masinevitable aim por un lazo marginal. En la extrema derecha, el cua-dro recibe su luz de una ventana representada de acuerdo con unaperspectiva muy corta; no se ve mas que el marco; si bien el f lujode luz que derrama bafia a la vez, con una misma generosidad, dosespacios vecinos, entrecruzados, pero irreductibles: la superficie dela tela, con el volumen que ella representa (es decir, e l estudio delpintor 0 el salon en el que ha instalado su caballe te) y, delante deesta superfic ie , e l volumen real que ocupa el espectador (0 aun elsitio irreal del modelo). Al recorrer la pieza de derecha a izquierda,la amplia luz dorada Ileva a la vez al espectador hacia el pintor y al

modelo hacia la tela; es ella tarnbien la que, al i luminar al pintor ,10hace visible para el espectador, y haee brillar como otras tantasHneas de oro a los ojos del modele el marco de Ia tela enigmaticaen la que su imagen, trasladada, va a quedar encerrada. Esta ven-tana extrema, parcial, apenas indicada, libera una luz completa ymixta que sirve de lugar comun a la representacion, Equilibra , a lotro extrema del cuadro, la tela invisible: as! como esta , dandola espalda a los espectadores, se repIiega contra el cuadro que larepresenta y forma, por la superposicion de su reves, visible sobrela superficie del euadro portador, ellugar -inaccesible para nos-

otros- donde cabril lea la Imagen por excelencia , asi tambien laventana, pura abertura, instaura un espacio tan abierto como el otrocerrado; tan comun para el pintor, para los personajes, para los mo-delos, para el espectador, cuanto el otro es solitar io (ya que nadie

10mira , ni aun el pintor). Por la derecha, se derrama por una ven-tana invisible e1 volumen puro de una luz que hace visible toda larepresentacion: a la izquierda, se extiende, al otro lade de su muyvisible trama, la superficie que esquiva la representacion que porta.La luz, al inundar la escena (quiero decir, tanto la pieza como latela, la pieza representada sobre la tela y la pieza en la que se hallacolocada la tela) , envuelve a los personajes y a los espectadores ylos lIeva, bajo Iamirada del pintor , bacia ellugar en e1 que los vaa representar su pinceJ. Pero este lugar nos es hurtado. Nos vemosvistos por el pintor, hechos visibles a sus ojos por la misma luz quenos hace verlo. Y en el momento en que vamos a apresarnos trans-cri tos por su mano, como en un espejo, no podemos ver de estemas que elreves mate. EIotro lado de una psique.

Ahora bien, exactamente enfrente de los espectadores ~e nos-

otros mismos- sobre el muro que consti tuye el fonda de la pieza,el autor ha representado una serie de cuadros; y he aqui que entretodas estas telas colgadas hay una que brilla con un resp1andor sin-gular. Su marco es mas grande, mas oscuro que el de las otras;sin embargo, una fina linea blanca 10dobla hacia el interior, difun-diendo sobre toda su superficie una claridad dificil de determinar;pues no viene de parte alguna, sino de un espacio que Ie seriainterior. En esta extrafia c1aridadaparecen dos siluetas y sobre elIas,un poco mas atras, una pesada cortina purpura. Los otros cuadrossolo dejan ver algunas manchas mas palidas en el limite de unaoscuridad sin profundidad. Este, por el contrario, se abre a un espa-cia en retroceso donde formas reconocibles se escalonan dentro deuna c1aridad que solo a elias pertenece. Entre todos estos elemen-tos, destinados a ofrecer representaciones, pero que las impugnan, lasburtan, las esquivan por su posicion a su distancia, s610este funcionacon toda honradez y deja ver 10que debe mostrar. A pesar de sualejamiento, a pesar de la sombra que 10rodea. Pero es que no set rata de un cuadro: es un espejo. En fin, ofrece este encanto deldoble que rehusan tanto las pinturas aJejadas cuanto esa luz del pri-mer plano con la tela ironica.

De todas las representaciones que representa el cuadro, es la unicavisible; pero nadie la ve. De pie allado de su tela, con la atencionfija en su modelo, el pintor no puede ver este espejo que bril la tandulcemente detras de el. Los otros personajes del cuadro estan, ensu mayor parte, vueltos hacia 10que debe pasar delante -bacia la

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LAS MENINAS 17 1 8 LAS MENINAS

clara invisibilidad que bordea la tela, hacia ese baleen de Iuz dondesus miradas yen a quienes les yen, y no hacia esa cavidad sombriaen la que se cierra la habitacion donde estan representados. Es ver-dad que algunas cabezas se ofrecen de perfil: pero ninguna de elias

esta 10 suficientemente vuelta para ver, a l fondo de la pieza, esteespejo desolado, pequefio rectangulo reluciente, que solo es visibili-dad, pero sin ninguna mirada que pueda apoderarse de ella, hacerlaactual y gozar del fruto, maduro de pronto, de su espectaculo,

Hay que reconocer que esta indiferencia encuentra su igual en lasuya. No refleja nada, en efecto, de todo 10 que se encuentra enel mismo espacio que el: ni al pintor que Ievuelve la espalda, ni alos personajes del centro de la habitacion. En su clara profundidad,no ve 10 visible . En la pintura holandesa, era tradicional que losespejos representaran un papel de reduplicacion: repetian 10 que sedaba una primera vez en el cuadro, pero en el interior de un espacioirreal, modificado, encogido, curvado. Se vela en ella mismo que,en primera instancia, en el cuadro, si bien descompuesto y recom-puesto segun una ley diferente. Aqui, el espejo no dice nada de 10

que ya se ha dicho. Sin embargo, su posicion es poco mas a menoscentral: su borde superior esta exactamente sobre la linea que parteen dos la altura del cuadro, ocupa sobre el muro del fonda unaposicion media (cuando menos en la parte del muro que vemos);asi, pues, deberia ser atravesado par las mismas lineas perspectivasque el cuadro mismo; podria esperarse que en el se dispusieran unmismo estudio, un mismo pintor, una misma tela segun un espacioidentico; podria ser el doble perfecto.

Ahora bien, no hace ver nada de 10que el cuadro mismo repre-senta. Su mirada inmovil va a apresar 10 que esta delante del cua-dro, en esta region necesariamente invisible que forma la cara exte-rior, los personajes que ahi estan dispuestos. En vez de volverse hacialos objetos visibles, este espejo atraviesa todo el campo de larepre"sentacion, desentendiendose de 10que ahi pudiera captar, y restituyela visibilidad a 10que permanece mas alia de toda mirada. Sin em"bargo, esta invisibilidad que supera no es la de 10oculto: no mues-tra el contomo de un obstaculo, no se desvia de la perspectiva, sedir ige a 10que es invisible tanto por la estructura del cuadro comopor su existencia como pintura. Lo que se refleja en el es 10quetodos los personajes de la tela estan por ver, si di rigen la miradade frente: es, pues, 10 que se podria ver si la tela se prolongarahacia adelante, descendiendo mas abajo, hasta encerrar a los perso-najes que sirven de modelo al pintor. Pero es tarnbien, por el hechode que la tela se detenga ahi , most rando al pintor y a su estudio,10 que es exterior al cuadro, en la medida en que es un cuadro, es

decir, un fragmento rectangular de Iineas y de colores encargado derepresentar algo a los ojos de todo posible espectador. Al fondade la habitacion, ignorado por todos, el espejo inesperado haee res"plandecer las f iguras que mira el pintor (el pintor en su realidad

representada, objetiva, de pintor en su trabajo); pero tambien a lasfiguras que ven al pintor (en esta realidad material que las Iineasy los colores han depositado sobre la tela) . Estas dos figuras sonigualmente inaccesibles Ja una que la otra, aunque de manera dife-rente: la primera por un efecto de composicion propio del cuadro;la segunda por la ley que preside la existencia misma de todo cua-dro en general. Aqui eljuego de la representacion consiste en ponerla una en lugar de la otra, en una superposicion inestable , a estasdos formas de invisibilidad ~y en restituirlas tarnbien al otro extre-mo del cuadro-- a ese polo que es el representado mas alto: el deuna profundidad de reflejo en el hueco de una profundidad del cua-dro. EI espejo asegura una metatesis de la visibilidad que hiere a lavez al espacio representado en el cuadro y a su naturaleza de repre"sentacion; permite ver, en el centro de la tela, 10 que por el cuadro

es dos veces necesariamente invisible.Extrafia manera de aplicar, al pie de la letra, pero dandole vuel-ta, el consejo que el viejo Pacheco dio, al parecer, a su alumno cuan-do este trabajaba en el estudio de Sevilla: "La imagen debe salir delcuadro".

II

Pero quiza ya es tiempo de dar nombre a esta imagen que apareceen el fondo del espejo y que el pintor contempla delante del cua-dro, Quiza sea mejor fijar de una buena vez la identidad de lospersonajes presentes 0 indicados, para no complicarnos al infinitoentre estas designaciones flotantes, un poco abstractas, siempre sus-ceptibles de equivocos y de desdoblamientos: "el pintor", "los per-sonajes", "los modelos", "los espectadores", "las imageries". En vezde seguir sin cesar un lenguaje fatalmente inadecuado a 10 visible,bastara con decir que Velazquez ha compuesto un cuadro; que eneste cuadro se ha representado a sf mismo, en su estudio, 0 en unsalon del Escorial , mientras pinta dos personajes que Ia infantaMargarita viene aver, rodeada de duefias,de meninas, de cortesanosy de enanos; que a este grupo pueden atribuirsele nombres muy pre"cisos: la tradicion reconoce aqui a dona Marfa Agustina Sarmiento,a lia a Nieto , en el primer plano a Nicolaso Pertusato, el bufon ita"liano. Bastara con afiadir que los dos personajes que sirven de

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LAS MENINAS 19 20 LAS MENINAS

modelos a l pintor no son visibles cuando menos directamente, pe ro

se Ies puede percibir en un espejo; y que se trata, a no dudar, del

rey Fe lipe IV y de su esposa Mariana.

Es tos nombres propios seran ut iles referencias, evitaran las desig-

naciones ambiguas; en todo caso, nos diran que es 10 que ve el

pintor y, con el, la mayor parte de los personajes del cuadro. Pew

la relacion del lenguaje con la pintura es una relacion infinita. No

porque la palabra sea imperf ecta y, f rente a 10 vis ible, t enga un def i-

cit que se ernpefie en vano por recuperar. Son irreductibles uno a

otra: por bien que se diga 10 que se ha visto, 10 visto no reside

jamas en 10 que se dice, y por bien que se quiera haeer ver, por

medio de imageries, de metaforas, de comparaciones, 10 que se esta

dieiendo, el lugar en el que elias resplandecen no es el que despJiega

la vista, sino el que de finen las sucesiones de la sintaxis. Ahora bien,

en este juego, el nombre propio no es mas que un artificio: permite

sefialar con el dedo, es decir, pasar subrepticiamente del espacio de l

que se habla al espacio que se contempla, es decir, encerrarlos uno

en otro con toda comodidad, como si fueran mutuamente adecuados .

Pero si se quiere mantener abierta la relacion entre el lenguaje y 10visible , si se qui e re hablar no en contr a de su incompatibilidad sino

a partir de ella, de tal modo que se quede 10 mas cerca posible de l

uno y del otro, es necesario borrar los nombres propios y mantene r-

se en 1 0 infinito de la tarea, Quiza por mediaclon de este lenguaje

gris, anonimo, siempre meticuloso y repetitivo por ser demasiado

ampl io, encendera la pin tura , poco a poco, sus Iuces .

Asi, pues, sera necesario pre tender que no sabemos quien se re-

fleja en el fondo del espejo, e inte rroga r este ref lejo al nive l mismo

de su existencia.

Por 10 pronto, se trata del reves de Ia gran tela representada a la

izquierda. EI reyes 0, mejor dicho, el derecho ya que muestra de

frente 1 0 que esta oculta por su posicion. Adernas, se opone a la

ventana y la refuerza. AI igual que ella, es un lugar comun en el

cuadro y en 10 que este tiene de exterior. Pero la ventana opera

por el movimiento continuo de una efusion que. de derecha a iz-

quierda, reune a los personajes atentos, al pintor, al cuadro, con

el espectaculo que contemplan; el espeio, por un movimiento vio len-

to, instantaneo, de pura sorpresa, va a buscar delante del cuadro 10

que se contempla, pero que no es visible, para hacerlo visible, en

el termino de la profundidad ficticia, si bien sigue indiferente a to-

das las miradas, EI punteado imperioso que se traza entre e l reflejo

y 10 que refleja, corta perpendicularmente e 1 flujo late ral de luz . Por

ultimo -se trata de la tercera funcion de este espejo--, esta junto

a una puerta que se abre, como el, en el muro del fondo. Recorta

asl un rectangulo claro cuya luz mate no se expande por el cuarto.

No serla sino un aplanamiento dorado si no estuviera ahuecado ha-

cia el exterior, por un batiente tallado, la curva de una cortina y la

sombra de varios escalones, Alli empieza un corredor; pero en vez

de perderse en la oscuridad, se disipa en un estallido amarillo en elque la luz, sin entrar, se arremolina y reposa en si misma. Sobre este

fondo, a la vez cercano y sin Iimites, un hombre destaca su alta

silueta; esta visto de perf il; en una mano sostiene el peso de una col-

gadura; sus pies estan colocados en dos escalones diferentes; tiene

una rodilla flexionada. Quiza va a entrar en el cuarto; quiza se li-

mita a observar 10 que pasa en el interior, satisfecho de ver sin ser

visto. Lo mismo que el espejo, fija el enves de la escena: y no menos

que al espejo, nadie Ie presta atencion, No se sabe de donde viene;

se puede suponer que, s iguiendo los incier tos corredores, ha I legado

al cuarto en el que estan reunidos los personajes y donde trabaja el

pintor ; pudier a ser que el tambien estuviera, hace un momento, en

Ia parte delante ra de la escena , en la region invisible que contem-

plan todos los ojos del cuadro, Lo rnismo que las imageries que se

perciben en el fondo del e spejo, seria posible que el fuera un emisa -rio de este espacio evidente y oculto. Hay, sin embargo, una dife-

rencia: el esta alli en carne y hueso; surge de fuera, en el umbral

del aire representado; e s indudable -no un reflejo probable, sino una

irrupcion, EI espejo, al hacer ve r, mas a lia de los muros del estudio,

10 que sucede ante el cuadro, hace oscila r, en su dimension sagital,

el interior y e l exterior. Con un pie sobre el escalon y el cuerpo por

cornpleto de perfil, el visitante ambiguo entra y sale a la vez, en

un balanceo inmovil, Repite en su luga r, si bien en la r ealidad sorn-

bria de su cuerpo, el movimiento instantaneo de las imagenes que

a traviesan la habitacion, penetran en el espejo, reflejandose en el y

surgen de nuevo como especies vi sib les, nuevas e ident icas , Palidas,

minuscule s, las siluetas de l espejo son recusadas por la alta y solida

estatur a del hombre que surge en e l marco de la puerta.

Pe ro es necesario descender de nuevo del fondo del cuadro y pa-

sar a la pa rte anterior de [a escena ; e s necesario abandonar este con-

torno cuya vol uta acaba de recorrerse. Si partimos de la mirada del

pintor que , a la izquierda, constituye una especie de centro despla-

zado, se percibe en seguida el reves de la tela, despues los cuadros

expuestos, con el espejo en el centro, mas alia la puerta abierta,

nuevos cuadros, cuya perspectiva, muy aguda , no permite ve r sino

el espesor de los marcos, pOI' ultimo, a la extrema derecha, la ven-

tana 0, mejor dicho, la abertura por [a que se derrama la luz. Esta

concha en forma de helice ofr ece todo el cicio de la representacion:

la mirada, la paleta y el pincel, la tela limpia de sefiales (son los

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LAS MENINAS 21 22 LAS MENINAS

inst rumentos materiales de la representacion) , los cuadros , los ref le-

jos, el hombre real ( la representacion acabada, pero libre al parecer

de los contenidos ilusorios 0 verdaderos que se Ie yuxtaponen); des-

pues la representacion se anula: no se ve mas que los cuadros y esta

luz que los bafia desde el exterior y que estes, a su vez, deberianreconstituir en su espec ie propia como si viniera de otra parte, atra-

vesando sus marcos de madera oscura. Y, en efecto, se ve esta luz

sobre el cuadro que parece surgir en el intersticio del marco; y de

ahi alcanza la frente, las rnejillas, los ojos, la mirada del pintor que

tiene en una mano la pal eta y en la otra el extremo del pincel..;

De esta rnanera se cierra la vol u ta 0, mejor dicho, por obra de esta

luz, se abre.

Esta abertura no es, como la del fondo, una puerta que se ha

abierto: es el largo mismo del cuadro y las miradas que alli ocurren

no son las de un visitante lejano. El friso que ocupa el primer y el

segundo plano del cuadro representa -si incluimos al pintor- ocho

personajes. De ellos, cinco miran la perpendicular del cuadro, con

la cabeza mas 0 menos inclinada, vuelta 0 ladeada. EI centro del

grupo es ocupado por la peque fia infanta , con su amplio vestido gr isy rosa. La princesa vuelve la cabeza hacia la derecha del cuadro, en

tanto que su torso y el guardainfante del vestido van ligeramente

hacia la izquie rda ; pero la mirada se dirige rectamente en dir eccion

del espectador que se encuentra de cara al cuadro. Una linea media

que dividiera al cuadra en dos secciones iguales, pasaria entre los

ojos de la nina, Su rostro esta a un tercio de la altura total del

cuadro. Tanto que, a no dudarlo, reside alii el tema principal de la

cornposic lon; e l objeto mismo de esta pintura. Como para proba rlo

y subrayarlo aun mas. el autor ha recur rido a una figura tradicional:

a un lado del persona je centr al, ha colocado otro, de rodillas, que 1 0

contempla. Como un donante en oracion, como el Angel que saluda

a 1a Virgen, una doncella , de rodillas, tiende las manos hac ia la prin-

cesa. Su rostro se recorta en un perfil perfecto. Esta a la altura del

de la nina, La duefia mira a la princesa y solo a ella. Un poco mas

a la derecha, otra rnenina, vue lta tambien hacia la infanta, ligera-

mente inclinada sobre ella, dirige empero los oj os hacia adelante, al

punto al que ya miran el pintor y Ia princesa. Por ultimo, dos gru-

pos de dos personajes cada uno: el primero, retirado, el otro, for-

mado por enanos, en el primer plano. En cada una de estas pare-

jas, un personaje ve de frente y el otro a la derecha 0 a la izquierda.

Por su posicion y por su talla, estos dos grupos se corresponden y

forman un duplicado: atr as, los cortesanos (la mujer , ala izquierda,

ve hacia la derecha); adelante, los enanos (el nino que esta en la

extrema derecha ve hacia el interior del cuadro). Este conjunto de

personajes, asi dispuesto, puede formar, segun que se preste aten-

cion al cuadro 0 al centro de referencia que se haya elegido, dos

figuras. La primera seria una gran X; en e l punto superior Izquierdo

estaria la mirada del pint or, y a la derecha, la del cortesano; en la

punta infer ior, del lado izquierdo, estaria la e squina de la tela repre -sentada del reves (mas exactamente, el pie del caballete): al lado

derecho, el enano (con el zapato sobre el lomo del peno). En el

cruce de estas dos lineas, en el centro de la X, estaria la mirada

de la infanta. La otra figura seria mas bien una amplia curva: sus

dos limites estarian determinados por el pintor, a la izquierda, y el

cortesano de la derecha -extremidades altas y distantes=-; la con-

cavidad, mucho mas cercana, coincidina con el rostro de la princesa

y con la mirada que la duefia le dirige. Esta linea traza un razon

que, a la vez, encierra y separa, en el centro del cuadro, la coloca-

cion del espejo.

Asi, pues, hay dos centros que pueden organizar el cuadro, segiin

que 1a atenci6n de l e spectador r evolotee y se detenga aqui 0 alla, La

princes a esta de pie en el centro de una cruz de San Andres que

gira en torno a ella, con el torbellino de los cortesanos, las meninas,los animales y los bufones , Pero este eje esta congelado. Conge1ado

por un espectaculo que seria abso1utamente invisible si sus mismos

personajes, repentinamente inrnoviles , no ofrecieran . como en la con-

cavidad de una copa, la posibilidad de ver en el fondo del espejo

el imprevisto dob1e de su contemplacion, En el sentido de la pro-

fundi dad, la princesa est a superpuesta al espejo; en el de la altura,

es el reflejo el que esta superpuesto al rostro. Pero la perspectiva

Ios hace vecinos uno del otro. Asi, pues, de cada uno de ellos sale

una linea inevitable; la nacida del espejo atraviesa todo el espesor

representado (y hasta algo mas, ya que el espejo horada el muro

del fondo y hace nacer, tras el, otro espacio): la otra es mas corta;

viene de la mirada de la nifia y solo atraviesa el primer plano. Es-

tas dos Hneas sagitales son convergentes, de acuerdo con un angulo

muy agudo, y su punto de encuentro, saliendo de la tela, se fija

ante el cuadro, mas 0 menos en el lugar en el que nosotros 10 ve-

mos. Es un punto dudoso, ya que no 10 vemos; punto inevitable y

perfectamente definido, sin embargo. ya que esta prescrito por las

dos f iguras maestras y confirmado ademas por otros punteados adya-

centes que nacen del cuadro y escapan tambien de el,

En ultima instanc ia, i. que hay en este lugar perfectamente inac-

cesible , ya que esta fuera del cuadro, pero exig ido por todas las lineas

de su composici6n? ,:,Cual es e l espec taculo, cuales son los rostros

que se reflejan primero en las pupilas de la infanta, despues en las

de los corte sanos y e l pintor y, por ultimo, en la lejana c1aridad del

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espejo? Pero tambien la pregunta se desdobla: el rostro que reflejael espejo y tambien el que 10 contempla; 10 que yen todos los perso-najes del cuadro, son tambien los personajes a cuyos ojos se ofrecencomo una escena que contemplar, EI cuadro en su total idad ve

una escena para la cual el es a su vez una escena. Reciprocidadpura que manifiesta el espejo que ve y es visto y cuyos dos rnomen-tos se desatan en los dos angulos del cuadro: a la izquierda, la telavuelta , por la cual el punto exterior se convierte en espectaculopuro; a la da echa, el perro echado, unico elemento del cuadro quenove ni se mueve; porque no esta hecho, con sus grandes relievesy Ialuz quejuega sobre su piel sedosa, sino para ser objeto que vel'.

Una primera ojeada al cuadro nos ha hecho saber de que estahecho este espectaculo a la vista. Son los soberanos. Se les adivinaya en la mirada respetuosa de la asistencia, en el asombro de la nifiay los enanos. Se les reconoce, en el extremo del cuadro, en las dospequefias siluetas que el espejo refle ja . En medio de todos estosrostros atentos, de todos estos cuerpos engalanados, son la mas pa-lida, la mas irreal, la mas comprometida de todas las imagenes: un

movimiento, un poco de Iuz bastaria para hacerlos desvanecerse. Detodos estos personajes representados, son tambien los mas descuida-dos, porque nadie presta atencion a ese reflejo que se desliza detrasde todo el mundo y se introduce silenciosamente por un espacioinsospechado; en la medida en que son vlsibles, son la forma masfragil y mas alejada de toda realidad. A la inversa, en la medidaen que, residiendo fuera del cuadro, estan retirados en una invislbi-I idad esencial, ordenan en torno suyo toda la representacion; es aellos a quienes se da la cara , es hacia ellos hacia donde se vuelve,es a sus ojos a los que se presenta 1aprincesa consu traje de fiesta ;de la tela vuelta a la infanta y de esta al enano que juega en laextrema derecha, se traza una curva (0, mejor dicho, se abre la ramainferior de laX) para ordenar a su vista toda la disposicion del cua-dro y hacer aparecer asi el verdadero centro de la cornposicion, alque est a n sometidos en ultima instancia la mirada de la nina yla imagen del espejo.

Este centro es, en la anecdota, simbolicamente soberano ya queesta ocupado por el rey Felipe IV y su esposa. Pero, sobre todo, 10es porIa triple funcion que ocupa en relaci6n con el cuadro. En elvienen a superponerse con toda exacti tud la mirada del modeleen el momento en que se Ia pinta, la del espectador que contemplala escena y la del pintor en el momento en que compone su cuadro(no el representado, sino el que esta delante de nosotros y del cualhablamos). Estas tres funciones "de vista" se confunden en unpunto exterior al cuadro: es decir, ideal en relaci6n con 10represen-

tado, pero perfecta mente real ya que a partir de el se hace posiblela representacion. En esta realidad misma, no puede ser en modoalguno invisible. Y, sin embargo, esta realidad es proyectada al in-terior del cuadro -proyectada y difractada en tres figuras que co-

rresponden a las tres funciones de este punto ideal y real. Son: a laizquierda, el pintor con su paleta en la mano (autorretrato del autordel cuadro); a la derecha el visi tante , con un pie en e1escalon, dis-puesto a entrar en la habitacion; toma al reves toda la escena, perove de frente a la pareja real, que es el espectaculo mismo; por fin ,en el cent ro, el ref lejo del rey y de 1a reina, engalanados, inmo-viles, en la actitud de modelos pacientes,

Reflejo que muestra ingenuamente, yen la sombra, 10que todoel mundo contempla en el primer plano. Resti tuye, como por unencantamiento, 10 que falta a esta vista: a la del pintor, el modeloque recopia alla abajo sobre el cuadro su doble representado; a ladel rey, su retrato que se realiza sobre el verso de 1a tela y queel no puede percibir desde su lugar; a la del espectador, e l centroreal de la escena, cuyo lugar ha tornado como por fractura, Bien

puede ser que esta generosidad del espejo sea ficticia; quiza ocultatanto como manifiesta 0 mas aun, El lugar donde domina el reycon su esposa es tambien el del artista Y el espectador: en el fondodel espejo podria aparecer --deberia aparecer--el rostro anonimo delque pasa y el de Velazquez. Porque [a funci6n de este reflejoes atraer al interior del cuadro 10 que Ie es intimamente extrafio: Iamirada que 10 ha ordenado y aquella para la cual se despliega. Pero,por estar presentes en el cuadro, a derecha e izquierda, el art ista yel visitante no pueden alojarse en el espejo: as! como el rey apareceen el fondo del espejo en la medida misma en que no pertenece alcuadro.

En la gran voluta que recorre el perimetro del estudio, desde lamirada del pintor , con la paleta y la mano detenidas, hasta los cua-dros terminados, nace la representacion, se cumple para deshacersede nuevo en 1aluz; e1cicio es perfecto. Por e1contrario, las !ineasque atraviesan 1aprofundidad del cuadro estan incompletas; falta atodas ellas una parte desu trayecto. Esta laguna se debe a la ausen-cia del rey -ausencia que es un artif icio del pintor . Pero este art i-ficio recubre y sefiala un vacio inrnediato: el del pintor y el espec-tador cuando miran 0 componen eI cuadro. Quiza, en este cuadrocomo en toda representacion en 1aque, por asi decirlo, se manifiesteuna esencia, la invisibilidad profunda de 10 que se ve es solidariade la invisibilidad dequien ve-a pesar de los espejos, de los refle-jos, de las imitaciones, de los retratos. En torno a la escena se handepositado los signos y las formas sucesivas de la representacion;

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pero la doble relacion de la representacion con su mode lo y con su

soberano, con su autor como aquel a quien se hace la ofrenda, tal

representacion se in terrumpe necesariamente. Jarnas puede estar pre-

sente sin residuos, aunque sea en una representacion que se dara a

sf misma como espectaculo, En la profundidad que a traviesa la tela,forma una concavidad f ictic ia y la proyecta ante si misrna, no es

posible que Ia felicidad pura de la imagen ofrezca jarnas a plena

luz al maestro que representa y al soberano al que se representa.

Quiza haya, en este cuadro de Velazquez , una representac ion de

la representacion clasica y la definicion del espacio que ella abre.

En efec to, intenta representar todos sus elementos, con sus image-

nes, las miradas a las que se ofrece , los rostros que haee visibles, los

gestos que la hacen nacer. Pero alii, en esta dispersion que aquella

recoge y despliega en conjunto, se se fia la imperiosamente , pOl' do-

quier, un vac io esencial: la desaparicion necesaria de 1 0 que la fun-

damenta ~de aquel a quien se asemeja y de aquel a cuyos ojos no

es sino semejanza. Este sujeto mismo -que es el mismo- ha sido

suprimido. Y libre al fin de esta relacion que Ia encadenaba, la re-

presentacion puede darse como pura representacion,