riva palacio - los piratas del golfo

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Vicente Riva Palacio- siglo 19, escritor mexicano

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  • McKEW PARR COLLECTION

    MAGELLANand the AGE of DISCOVERY

    PRESENTED TOBRANDIS UNIVERSITY 1961

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  • tos nurm de Gotro*

  • Esta obra es projjiedad del editor, quien perseguir ante la

    ley al que la reiiuprinia sin su permiso.

  • LOS

    PIRATAS DEL GOLFO,

    /

    OYELA HISTEICA

    POR EL GENERAL

    WurnU iirn falacia.

    EDITOR, MANUEL C. DE VILLEGAS,

    MXICO.

    IMPK ENTA DE LA " CONSTITUCIN SOCIAL,4'.' c

  • PRIMERA PARTE.

    jrXJ-^3Nr 2^0IIC5--A.3>B"

    1.

    Brazo-de-acero.

    (IbSi en el corazn de la rica y dilatada isla Espaola, flo-

    reca mediados del siglo XVII la pintoresca aldea de San

    Juan de Goave, clebre entonces por la clase de habitantes

    que contenia.

    La aldea de San Juan tenia el aspecto mas encantador,

    rodeada de jardines, de florestas y de prados, en los que se

    apacentaban a millares las vacas y los toros salvajes.

    Sus habitantes eran en lo general cazadores desolla-*

    dores de bestias, que comerciaban solo con los cueros y el

    sebo de los animales, y presentaban la mas confusa mezcla

    de negros, y blancos, y mulatos, y mestizos, y espaoles, yfranceses, ingleses, indios; pero todos llevando la misma

    irn \Q^

  • 6 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    vida, todos tratndose con la igualdad de los hijos de una

    misma raza, todos trabajando con afn por hacerse de algu-

    nos puados de dinero, que venan perder entre la multi-

    tud de mujeres prostituidas que all habia, sobre la car-

    peta de una mesa de juego, entre los vapores del aguar-

    diente.

    La vida de aquellos colonos era una extraa mezcla de

    asiduidad en el trabajo y prodigalidad en los vicios, de reli-

    giosa honradez en sus contratos y de relajacin de cos-

    tumbres en su vida, de franqueza y fraternidad con los des-

    graciados, y avidez y codicia en el juego.

    Los vicios y las virtudes llevados la exaltacin.

    Los vicios y las virtudes viviendo en los mismos pechos,

    realizado el ensueo de la edad de oro en que las ovejas ylos lobos dorman bajo la misma sombra, el milano y la pa-

    loma descansaban en la misma rama, el tigre y el toro be-

    ban en el mismo arroyo.

    Todo aquello era sin duda inexplicable para la civilizacin

    del siglo XIX, en que apenas el ciudadano pacfico duer-

    me tranquilo, cuando est bajo el mismo techo que el gen-

    darme.

    En una especie de taberna que tenia por muestra un cua-

    dro detestable, representando un toro pintado con humo yun letrero que decia: Al Toro Negro, al derredor de una

    mesa de madera blanca, y sobre la cual se ostentaba un

    tarro con aguardiente y tres vasos, conversaban negligen-

    temente tres hombres, con los codos apoyados sobre la me-

    sa, las gorras puestas, y fumando todos tres grandes pipas

    de madera toscamente labradas.

    Aquellos tres hombres tenan el pelo y la barba suma-

    mente crecidos y espesos.

    Los tres parecan jvenes, solo que dos eran rubios, te-

  • LOS nUATAS DEL GOLFO. i

    ilian el aspecto de ingleses, con sus ojos claros y azules, yel otro con el pelo, la barba y los ojos negros, y su color

    trigueo, pareca pertenecer alguna de las razas meridio-

    nales.

    Sus trages eran muy semejantes entre si, pero casi sera

    imposible describirlos: calzones de cuero ajustados la pier-

    na, polainas de cuero tambin, fuertemente ceidas, y una

    especie de gabn tambin de cuero.

    En la cintura una especie de talabarte, de donde penda

    un largo y ancho cuchillo, y una gorra tambin de cuero.

    Este era el extrao atavo de aquellos personajes, que

    parecan tener una gran pereza, y que hablaban en medio

    de una espesa nube de humo de tabaco.

    Brazo-de-acero tiene razndijo uno de los ingleses

    esta vida es triste y se gana poco.

    Pocoagreg el otro inglssobre todo si se atien-de que tenemos que tratar con esos diablos de gachupineSy

    como l les llama, y que vienen comerciar aqui desde el

    pueblo de Aso.

    Yo me muero de fastidiocontest lanzando una bo-canada de humo el que haba sido llamado Brazo-de-acero,

    que era el de la barba negracasi, casi, extrao mi tierra.Es por ventura tu tierra mas bella que este pas?

    dijo un ingls.

    Sin duda, Ricardocontest Brazo-de-acero suspiran-do;Mxico es una de las mejores tierras de la tierra.Entonces por qu la dejaste?pregunt el otro ingls.Ay! es una historia.Por pobreza?Soy all tan rico como un prncipe.Los dos ingleses se miraron entre si con aire de duda.

    Entonces por amores?

  • 8 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Ya os lo dir mas carde.Hicisteis muerte de hombre espaol?Ya os lo contar; entretanto, aqui me fastidio.Oh! eso dices t que tienes amor con la duquesa de Pi-

    saiiores.

    Dejad de hablar de esa pobre nia, que mil mujereshay de quienes ocuparse en San Juan.

    Pero no tan bellas.Ni tan interesantes; cien cazadores se mueren de e)>

    vidia al verte salir con ella camino las Palmas Hermanas,

    como que all os pasareis ratos deliciosos: ese bosquillo es

    im paraso.

    Nada pasa all de lo que vosotros podis pensar; came-ro Julia como si fuera mi hermana, y nada mas: conque

    vamonos ya.

    No, no, acabemos esta conversacin; nada tienes t,Antonio, con esa nia?pregunt con seriedad Ricardo.Nocontest Brazo-de-acero;su padre era, como

    sabes, un francs amigo mi, que muri de la peste, y Julia

    y su madre encuentran en mi un protector, y no mas: pe-

    ro por qu me preguntas eso?

    Lo preguntodijo flemticamente Ricardoporquesi tienes amores con ella, ser prudente advertirte que hay

    un rival que va navegando en tus aguas

    Y" quin se atrevera?pregunt Brazo-de-acero conlos ojos brillantes y encendido el rostro por la ira.

    Algo tienes con ella: en fin, nada me importa; pero so-mos amigos, y te lo advierto, el otro se est la capa, pero

    tiene buena arboladura, y si logra una racha, te pasa por ojo.

    Pero quin es?Cudate, y adems est seguro de que yo te cuidar

    tambin; somos amigos, y ya sabes cmo

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 9

    Los dos jvenes se apretaron las manos con efusin, pe-

    ro Brazo-cle-acero qued desde aquel momento sombro jpreocupado: por el contrario, los ciaros ojos del ingls veian

    con todo el brillo que suele comunicarle: un corazn tran-

    C[uilo.

    El otro cazador segua fumando tan indifeiente como si

    nada hubiese oido.

    Ests preocupadodijo Ricardo despus de un largorato de silencio;salgamos ver si se nace en la tarde al-gn negocio, y si no, creo que ser prudente irnos esta no-

    che, aprovechando la luna, nuestros montes queridos, en

    donde tienes menos que sentir que aqu

    Tienes razncontest Brazo-de-acero salgamos,que este aire me entristece.Y sacudiendo su negra cabe-llera, como para disipar un pensamiento importuno, so le-

    vant, y los tres salieron de la taberna.

    Las calles de la aldea de San Juan de Goave estaban lle-

    nas de gente; hablan llegado aquel dia nuevos comercian-.

    tes del pueblo de Aso, c[ue era grande, y venian como de

    costumbre comprar pieles, cambiarlas por objetos de

    mercera y lencera, con los cazadores y desolladores de

    San Juan.

    La tarde estaba tibia y serena, soplaba una brisa agra-

    dable, y las mujeres salian ver las curiosidades que en la

    plaza exponan al pblico los buhoneros y comerciantes re-

    cien venidos.

    Los tres cazadores entraron entre la muchedumbre y se

    dirigieron una especie de tienda, en la que haba una gran

    cantidad de cueros de toro In, vista.

    Los dos ingleses penetraron y comenzaron hablar con

    el que pareca dueo de la casa, y Brazo-de-acero c^ued

    en la puerta.

  • 10 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    A este tiempo, muy cerca de all, pasaban dos mujeres.La que iba por delante era ya como de cuarenta aos, y la

    que le seguia era una joven de diez y seis, blanca y rubia,

    con los ojos de un verde tan oscuro, que pudieran haberse

    tomado por negros; delgada, esbelta y graciosa.

    Las dos mujeres vestan casi iguales, trages azules y de-

    lantal y sombrerito blanco; parecan ser pobres, y prime-

    ra vista hubiera podido asegurarse que pertenecan la co-

    lonia francesa de la isla Espaola.

    La joven descubri Brazo-de-acero y se puso encendi-

    da, y procurando que la mujer que iba por delante no la ob-

    servase, se acerc al cazador.

    Antoniodijo la jovenests enojado?No, Juliacontest el cazador, procurando dar su

    semblante un aire amable.

    S, Antonio, t tienes algo, dimelo.Necesito hablarte.Cundo?Esta misma noche.Est bien; adonde?En las Palmas Hermanas.L', Antonio, ir, pero no ests enojado; adis.Hasta la noche.Y lajoven corri reunirse con la anciana, que distrada,

    no haba observado nada.

    En cambio, habia un observador que no habia perdido ni

    una sola palabra de aquel dilogo.

    Era un hombre de corta estatura, pero sumamente an-

    cho de las espaldas, con el pecho levantado, la cabeza casi

    hundida entre los hombros, el pelo, las cejas y la barba ne-

    gras y pobladas, los ojos pardos, pequeos, encapotados,

    pero brillantes como dos brasas.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 11

    Las manos pequeas y gruesas de aquel hombre esta-

    ban cubiertas de vello como las de un mono.

    No vesta el trage de cuero de los cazadores; perteneca

    los desolladores de reses, y pareca ser rico, porque so-

    bre su trage de vellor se ostentaban algunos botones de oro

    y una gruesa cadena del mismo metal, y en su ancho som-

    brero brillaba un joyel de piedras preciosas.

    Era este un rico desollador y comerciante, espaol, lla-

    mado Pedro de Brica, y conocido en la aldea por el sobre-

    nombre del Oso-rico.

  • II.

    Pedro el Des*)IIaor.

    %ET>'Ro habia llegado la Espaola en uno de los navios

    que hacan la travesa Nueva-Espana.

    Sin conocimientos y sin relaciones en la isla, determin

    unirse los cazadores y desolladores que entonces ocupa-

    ban la mayor parte de aquel territorio.

    Internse en la isla y lleg San Juan de Goave; all

    comenz trabajar, primero al servicio de un paisano suyo,

    y luego, haciendo ya negocios por cuenta propia, hasta que

    ayudado por la fortuna, y .merced tambin su asiduidad

    y resistencia para el trabajo, habia llegado ser uno de los

    mas ricos del lugar.

    El Oso-rico, como le llamaban all todos, nunca jugaba,

    porque era avaro; se referia solo que una vez se puso

    echar las cartas con un amigo suyo, y perdi: al dia siguien-

    te aquel amigo fu encontrado en una de las huertas con

    el corazn atravesado por ura pualada.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 13

    Todos culparon Pedro, pero nadie le dijo nada: en aque-

    lla rara colonia nadie se meta vengar mas injurias que

    las propias.

    Pedro trataba las mil mujeres de mala vida que habi-

    taban entre los cazadores; pero ellas huian de su amistad

    no mas porque era brusco y avaro.

    El rico desollador vivia en una gran casa en la aldea de

    San Juan, pero sin familia, con una multitud de criados que

    le ayudaban cuidar los ganados, matar y encerrar, yvender los cueros.

    La tarde en que comienza nuestra historia, Juan habia

    permanecido largo rato parado en la plaza, dirigiendo to-

    dos lados miradas inquietas con sus ojos pequeos y chis-

    peantes.

    Cuando Julia y su madre aparecieron en el mercado, el

    Oso-rico comenz seguirlas hasta que oy la conversa-

    cin de Julia con su amante.

    Si alguien hubiera observado en aquel momento el ros-

    tro del desollador, hubiera podido notar que se ponia horri-

    blemente plido, y que sus dientes, pequeos y unidos en-

    tre si como si fueran una cinta de marfil, rechinaban; pero

    nadie par en esto la atencin, en medio del bullicio de los

    esclavos y de los comerciantes que iban y venian por todas

    partes.

    Julia y su madre siguieron su cammo, pero ya entonces

    Juan no las seguia, sino que apartando bruscamente los

    que le impedan el paso, se dirigi la gran taberna del

    Toro Negro, en donde el lector hizo conocimiento con los

    primeros personajes de esta historia.

    La taberna estaba en aquellos momentos ca^ii sola: co-

    menzaba ponerse oscuro, y todo el mundo estaba en la

    plaza.

  • 14 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    El desollador se sent en una de las mesas mas retiradas,

    y grit como hubiera podido hacerlo un toro:

    Isaac, Isaac!Un viejo alto, delgado y plido, con un gran gorro en la

    mano, se present inmediatamente.

    Ven ac, perro judiodijo el desollador tomndolo deuna mano y hacindole sentar su ladosintate aqu,hijo de Moiss.

    Convertido, convertido, si gustis, seorcontest elhombre haciendo una reverencia y sin extraar el trato que

    recibaconvertido, que aunque no hay aqu Inquisicin,siempre son buenas las cosas claras, como el rayo de la luz.

    Mal rayo te caiga! djate de hipocresas y contesta.Me has engaado?

    Que el Dios de mis padres me castigue si miento algu-na vez.

    No me contaste que ese maldito cazador mexicano,Brazo-de-acero, no tenia amores con Julia?

    Que yo ignoraba semejante cosa os dije, y nunca queno existia, que entre ambas cosas va mucha diferencia.

    Perro judo, te he de desollar como un novillo.Que el Dios de David me libre de semejante tribulai-

    cion; pero sienipi'e no me haris nada.

    Q^ie TO te har nada? y por qu lo crees as?--Mucho es lo que me necesitis y mucho lo que os sir-

    vo para que os arrojarais semejante cosa.

    Eres un tuno; vamos cuentas, i)ues s no dudarloque Julia y el cazador se aman.

    Puede serdijo hipcritamente el judo.Puede ser? sobre que yo lo afirmo, perro miserable!

    contest con impaciencia el desollador -^acudiendo un pue-

    tazo sobre la mesa, que la hizo bailar.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 15

    Cuidadoexclam con mucha sangre fria el judo;

    cuidado, que vais romper una mesa, y estn hechas de

    maderas exquisitas, que os costaria mucho pagar.

    El desollador lo mir con desprecio, empuj un poco la

    mesa, y luego continu:

    Qu hacemos? Esos amores desbaratan mis planes, Ju-lia no me querr por marido, y ahora comprendo por qu

    me ha despreciado siempre, por ese cazador: ah! estos mal-

    ditos cazadores que nos tratan siempre con tanto desprecio,

    que nos llaman siempre carniceros, cuando ellos casi todos

    son ladrones; y luego que cuanta muchacha bonita hay en

    la aldea es para ellos, amn de las que van traerse San-

    to Domingo y Nuestra Seora de Altagracia. y Aso, y

    todas partes: como cargara con todos la peste, la isla Espa-

    ola seria un paraso.

    Humldijo taimadamente Isaac.Bien, y qu hago? Aconsjame, que bastante dinero te

    doy para que me ayudes en mis empresas.

    Robaos Julia.Buena es esa! para que si el cazador lo sabe, me ensar-

    te en su lanza me encasquille una bala en la frente como

    si fuera un toro bravo: no, no soy tan tonto; piensa en otra

    cosa.

    Pero si vos tenis unas fuerzas que os hacen capaz dematar un buey de una puada; y luego echroslo al hom-

    bro, y luego devorarlo, como cuentan de Miln de Grotona.

    No importa; pero no quiero rencillas con los cazadores:vamos, otro plan.

    Cmo sabis que Julia y Brazo-de-acero se aman?Porque esta misma tarde acabo de oirlos darse una

    cita para esta noche.

    ;Y dnde es la cita?

  • 16 LOS PIKATAS DEL GOLFO.

    Fuera de la aldea, en las Palmas Hermanas.Bueno; pues oid un plan: supongo que ese lugar el

    cazador bajar del bosque adonde duerme con sus amigos

    los ingieses, y Julia ir desde su casa, es verdad?

    Puede ser.Y que terminada la, cita, que por fuerza tiene que ter-

    minar, l se vuelve su cabana y ella su casa

    Debe ser.Que ella ir sola y sola volver.Ha de ser,Entonces esperad que vuelva, atended si viene sola;

    os emboscis, y al pasar la atrapis, que de seguro que no

    os conocer.. y despus vens decirme si persists en

    hacerla vuestra mujer, prefers dejrsela al cazador.

    Entiendocontest rindose el desollador;y si meconoce?

    Procurad ir disfrazado; de noche y con un disfraz noser fcil que adivine: adems, el susto

    ;Y cmo me disfrazar?Tomad el trage de los cazadores, y poneos adems un

    antifaz de cuero y una capa.

    Excelente: si logro salir bien, creo que se me acabarel capricho, ella no tendr dificultad en ser mi mujer: si

    me va mal, entonces ya pensaremos otra cosa mejor.

    Est bien pensado.Adis, voy prepararme. Ah! si tienes por ah un es-

    clavo, envale mi casa, para mandarte el cuero de una be-

    cerrilla que tengo all; estar bueno para tu pequeo la-

    niel no lo olvides.

    Juan sali tan alegre con su plan, que casi no repar

    en un hombre alto, envuelto en una capa negra, con un som-

    breronegro tambin, coronado por una pluma de guacama-

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 17

    ya, que estaba en la puerta, y que entr tiempo que l

    sala.

    El recien llegado se dirigi sin ceremonia al judo, y con

    una voz imperativa, como el que est muy acostumbrado

    mandar, le pregunt:

    Quin es ese hombre?Seorcontest Isaacle llaman Juan-el-Oso-rico.Es marino?No, seor; desollador.Bah!contest el recien venido con un ademan de

    profundo despechocre que fuera un marino; y de quinhablaba?

    De Julia, una joven de aqu.Bien; y qu Julia es esa?Julia de Lafont.Hija de Gustavo de Lafont? S, seor.De ese valiente marino que muri aqu de la peste?Del mismo.Miserable! ya se cuidar el carnicero de tocar un ca-

    bello de esa jovendijo el recien venido como hablandoconsigo mismo, y luego continu:

    Esta noche es la cita de que le hablaste? S, seor.En las Palmas Hermanas?S, seor, al Sur No necesito explicaciones; toma.Qu me dais? Unsv onza espaola.Pero, seor, por qu?Por tus noticias. Adis.El judo, espantado de aquella generosidad, se deshaca

    2

  • 18 LOt PIRATAS DEL GOLFO.

    en cumplimientos y en caravanas con aquel hombre, que sin

    volver mirarle siquiera, se sali de la taberna alzndose

    el embozo.

    'Dios de Israel!exclamaba el judioDios de Abra-ham! este debe ser un duque; qu duque! un principe: mas,

    mas; quiz un monarca: una onza de oro por una noticia!

    Y se meti contar el lance su mujer y esconder suoro.

    Cuando Juan el desollador sali de la taberna, comenza-

    ba ya oscurecer, y sin prdida de tiempo se dirigi su

    casa, cuidando antes de pasar por la de Julia, que estaba

    casi la orilla de la aldea, en medio de un bosquecillo de

    arbustos cubiertos de flores.

    El Oso-rico rode como un chacal que acecha su presa,

    por toda la barda del pequeo jardn.

    Por las ventanas de la casa se observaba luz, y en un

    punto en que la barda estaba mas inmediata la habitacin

    se puso escuchar, porque oy voces.

    Julia hablaba en voz alta con su madre.

    Ah estdijo alegremente Juan;ya nos veremosen la noche.

    Y se puso en marcha para su casa, saboreando el xitode su plan, como se saborea el tigre que olfatea de lejos la

    sangre.

  • III.

    Eb las Palmas Hermanas.

    GP^ra ya cerca de la media noche y la aldea de San Juan

    estaba en el mas profundo silencio, que no interrumpia sino

    de cuando en cuando el canto de algn gallo, el mugido

    de alguno de los toros encerrados en los corrales de los de-

    solladores.

    La casita en que vivian Julia y su madre estaba envuel-

    ta en esa penumbra que se derrama en la tierra cuando la

    luna no alumbra con toda su plenitud.

    Todos indudablemente estaban entregados al sueo, por-

    que no se veia ni una luz y no se sentia el mas leve rumor

    en la habitacin.

    Sin embargo, por la parte de afuera de las tapias del jar-

    din podia observarse un bulto que estaba como en acecho;

    era un hombre, y un hombre que evidentemente se impa-

    cientaba, porque pasaba unas veces lo largo de las pare-

    des, y otras se detenia procurando observar por encima de

    las tapias lo que pasaba en el interior del jardin.

  • 20 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Largo rato permaneci aquel hombre en aquella monto-

    na ocupacin, y pareca ya prximo abandonar su empre-

    sa, cuando en una de las veces que se asom sobre la tapia

    le pareci escuchar un ruido ligero que salia de una de las

    puertas.

    ContuYO la respiracin, aplic el oido, y procur penetrar

    con su mirada entre esa confusa mezcla de luz y sombra

    que envolva la casa, y fuerza de mirar logr distinguir

    algo.

    Una de las puertas de la habitacin que caan al jardin,

    se abri poco poco como con gran precaucin, y por

    all se desliz una persona que volvi cerrar la puerta con

    el mismo cuidado.

    Ella esdijo el hombre de la tapia, dejando escaparel aliento, que habia contenido en su pecho durante un rato.

    Es Julia!La mujer sali al jardin y comenz caminar por l con

    timidez; de repente se detuvo como espantada; habia senti-

    do que alguien la seguia: volvi el rostro, y pocos pasos

    de ella y mirndola amorosamente estaba parado un hermo-

    so lebrel blanco y negro, de esos que acostumbraban tener

    los cazadores de la isla Espaola.

    Vaya, Titndijo la joven volviendo en si de su espan-tobuen susto me hablas dado: qudate aqu, que necesitoque cuides la casa mientras vuelvo.

    El inteligente animal se detuvo, y la joven sigui andan-

    do hasta llegar una de las tapias del jardin quo estaba li-

    teralmente cubierta de enredaderas; se acerc all, comenz

    apartar los bejucos, y luego se incKn como para pasar.

    Vamosdijo entre s el hombre de la tapiahe aquuna entrada que yo no conoca; bueno es saberlo, ya nos

    aprovecharemos de ella.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 21

    La joven habia salido al campo del otro lado de la tapia,

    y all se detuvo examinar con curiosidad por todos lados.

    El hombre se dej caer entre los matorrales y permane-

    ci sin moverse, sin respirar siquiera.

    La joven pareci estar tranquila y segura de que nadie

    la veia, y cubrindose con un ancho abrigo negro, se puso

    caminar tan ligera y tan serena como si se deslizara so-

    bre la tierra.

    El camino que eligi pasaba cerca, muy cerca del lugaren que el hombre estaba oculto, y el trage de la joven roz

    el rostro del hombre: si el perro hubiera acompaado su

    ama, indudablemente no hubiera dejado de descubrirlo; pero

    Julia iba muy distrada y preocupada con lo que esperaba

    y con lo que temia, nada advirti, y sin vacilar un instante

    tom el camino que conducia las Palmas Hermanas, que

    era una veredita angosta que serpeaba entre los rboles ylas malezas del prado.

    El hombre dej alejarse la joven, y luego levantndo-

    se, sigui tras ella.

    En aquella especie de persecucin Julia no notaba siquie-

    ra que alguien venia tras ella, y se deslizaba entre un bos-

    quecillo de yupinas y de cazemus, que se iba haciendo

    cada vez mas espeso.

    El hombre la perdia de vista algunas veces, porque la

    escasa claridad de la luna penetraba aponas entre el follaje,

    y entonces se detenia hasta que un rayo de luz que se des-

    lizaba por donde era menos espesa la bveda de verdura,

    le hacia volver distinguir la sombra de Julia que seguia

    caminando.

    La joven lleg as hasta una gran plazoleta despojada de

    rboles y que comenz atravesar sin detenerse, siguien-

    do el sendero trazado entre las yerbas, y que se distingua

  • 22 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    como una inmensa culebra que iba esconderse en un bos-

    quecillo que servia de fondo la plazoleta, y sobre el cualse levantaban erguidos y ondulantes los penachos de dosgigantes palmeras.

    H aqu las Pahuas Hermanasdijo el hombre;meparece prudente quedarme aqu esperando la vuelta de esa

    ternerilla blanca: aqu la ver cuando salga del bosque; ver

    si viene sola y podr tomar mis providencias. Pongmonos

    en acecho buscando una postura cmoda porque me pa-rece que es cosa de esperar un rato largo

    Y se sent en un tronco, procurando quedar oculto ente-ramente.

    Julia entretanto se habia internado al bosque, y comen-

    zaba ya buscar al cazador dando ligeros gritos.

    De repente oy un ruido como si se agitase violentamen-te la maleza, y dos enormes lebreles semejantes al que ha-

    bia quedado en su casa, llegaron sus plantas arrastrndo-

    se, moviendo alegremente la cola y dando esos pequeos

    aullidos con que los perros demuestran el exceso de su

    alegra.

    Buenas noches, Tizoc, buenas noches, Maztladecia lajoven acariciando alegremente las enormes cabezas de los

    lebreles con sus manitas blancas y pequeas;dnde estvuestro amo?

    La maleza se agit de nuevo y apareci entonces Brazo-

    de-acero con el mismo trage que llevaba en la maana, te-

    niendo en su mano derecha un mosquete.

    Antonio!exclam la joven tendindole los brazos.Julia miadijo el cazador estrechndola entre los su-

    yos y estampando en su frente un beso que no escucharon

    ni las auras del bosque.Julia mia, pobrecita, has tenidomiedo para llegar hasta aqu?

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 23

    No, Antonio; cundo tengo yo miedo tratndose deverte?

    El cazador la mir con ternura y volvi estrecharla en-

    tre sus brazos.

    Y aqu conmigo no tienes miedo nada, alma mia?Y qu podia yo temer estando contigo, Antonio?

    no eres t mi amante, mi padre, mi hermano? adonde mas

    segura que tu lado?

    Inocente! Si, Antonio; t eres todo para m: ven, sintate aqu,

    en este tronco, y yeme; ahora que me acuerdas eso, te con-tar.

    Julia se sent al lado del cazador y comenz hablarle

    jugando infantilmente con los negros y rizados cabellos del

    mancebo.

    Aquel era un grupo artstico; la luna resbalaba sobre la

    tostada frente de Brazo-de-acero, hiriendo sus ojos brillan-

    tes iluminando el semblante encendido de la doncella, que

    le miraba arrobada y que estaba como suspendida en sus

    brazos.

    yeme, Antonio, pero no te rias de m: desde que yoera nia me enseaba mi madre rezar todas las noches al

    ngel de mi guarda, y yo lo queria mucho: qu bonitos se-

    rn los ngeles! Me decia mi buena madre que el ngel eramuy bello, muy fuerte, que me defendera del demonio yde mis enemigos, que combata contra los que me queran

    hacer mal, y que los venca; entonces era yo nia y ya me

    figuraba yo como deba ser aquel ngel, tan fuerte, tan ga-

    llardo, tan valiente, y tenia yo confianza en l, y nunca sen-

    ta el miedo; pero lo creers, Antonio? desde que te cono-

    c, desde que me dijiste que me queras, me parece que

    siempre me representaba yo al ngel de m guarda como

  • 24 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    eres t, tan bello, tan valiente, tan bueno, siempre cuidn-

    dome j siempre pensando en mi, es verdad'?

    Julia! exclam el cazador, que la escuchaba con la son-risa de la felicidad en los labios, y contemplando aquella ino-

    cencia casi con adoracin.Julia, qu buena j qu inocenteeres!

    Ah!exclam de repente lajoveny qu me querasdecir?

    Nadacontest el cazador, avergonzado de haber des-confiado un solo momento de aquel ngelnada, no masdecii^te que te amo cada dia mas.

    No, no era eso, no; t estabas triste; crees que no teconozco! Y bien, qu tenias? Dime, dime, yo me voy poner triste tambin.

    yeme, Julia; t nunca tienes celos?Celos! y qu son celos? yo oigo hablar de eso y no lo

    entiendo.

    Es decir, temor de perderme, de que ame yo otramujer, de que otra me ame.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 25

    quedan mirando, y me suspiran: pobres! y yo digo, en qu

    pueden compararse estos con mi Antonio? pero me da gus-

    to que me llamen bella y hermosa, y todo eso porque yo

    lo creo y estoy contenta, porque entonces creo tambin

    que si ellos les agrado, te agradar a ti, que es mi nico

    deseo.

    Eres adorable, adorable; y me quieres mucho?Mucho, mucho, y me da placer repetrtelo, y repetir

    mis solas, cuando estoy regando mis flores en los que-

    haceres de mi casa, all dentro de mi, como si estuvieras

    presente y me oyeras, decir cada momento: Antonio, te

    quiero mucho; quireme mucho; yo no puedo vivir sin t:

    cundo viviremos juntos? Y todo esto me da mucho con-suelo repetirlo, y cuando nada tengo que hacer voy a sentar-

    me en el jardn y estoy mirando esas montaas por donde

    me figuro que andas. Ah! te acuerdas el otro da que es-

    tuviste en casa en el jardn? que el suelo estaba mojado? s,

    es verdad? La huella de uno de tus pies se qued sealada

    en la tierra, y yo estaba cuidando aquella seal para que

    no se borrase: dur muchos das, hasta que el viento la fu

    haciendo desaparecer y me entristec: qu pies tan chiqui-

    tos tienes! parecen de mujer

    La joven contemplaba al cazador y sonrea de felicidad.

    De repente los perros levantaron sus hermosas^ cabezas

    y dieron muestras de inquietud. Julia lo not.

    Ay, Antonio!exclamquin sabe lo que pasa; tusperros estn inquietos.

    Nada temas, alma ma; habrn olfateado algn toro: sihubiera un peligro, ya los veras; estos animales conocen

    mas que un hombre cuando hay necesidad de estar alerta.

    Los perros parecieron comprender aquella alabanza y sellegaron al grupo de los jvenes moviendo las colas y apo-

  • 26 LOS PIRATAS DEL GOLPO.

    yando las cabezas en los regazos de Julia y de Brazo-de-

    acero.

    Pobrecitos!dijo la joven acaricindoloscunto losquiero! porque siempre te acompaan, porque te cuidan co-

    mo me cuida mi el Titn que t me regalaste.

    Vale ese perro mas que un esclavoYa me voydijo de repente Julia.Tan pronto!Si; no vaya despertarse mi madre Pobre de la seora Magdalena! siento tener que en-

    gaarla.

    Es verdad, pero ella tiene la culpa; te quiere como su hijo, y sin embargo, est encaprichada en que no me he

    de casar sino con un paisano mi, con un francs, y yo te

    quiero ti que eres indiano.

    Con el tiempo llegar convencerse.Dios quiera, pero me parece imposible: adisAdis, mi Julia, adis; te acompaar.No, no, vete; est eso tan tranquilo: y es tan cerca y

    conozco tanto ese camino, que no vale la pena: adis, adis.

    Julia abraz al cazador y se enderez sobre la punta de

    sus piecesitos para alcanzarle la boca; dio y recibi un beso,

    se envolvi en su manto, y ligera como una gacela, desapa-

    reci entre un grupo de guayacanes.

    El cazador se qued un momento escuchando el ruido que

    hacian los vestidos de Julia entre la hojarisca, y luego

    cuando-todo qued ya en silencio, lanz un suspiro, se ter-

    ci en erhombro su mosquete, y se perdi en el bosque por

    el opuesto rumbo al que habia tomado la joven.

    Julia atraves el bosquecillo y lleg la gran plazole-

    ta, la cruz distrada, y se intern en la arboleda que habia

    en el lado opuesto.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 27

    Pero habia apenas penetrado unos cuantos pasos, cuando

    sinti un gran ruido; volvi el rostro, y de la espesura se

    desprendi un hombre que la tom violentamente entre sus

    brazos.

    Julia grit, pero el terror la habia enmudecido, y su gri-

    to produjo apenas el ruido que causa una rama al caer;

    quiso resistirse, pero aquel hombre la sujetaba como pudie-

    ra haberlo hecho con un nio, y la joven se estremeci de

    horror, porque lo primero que aquel hombre hizo, fu im-

    primir un beso en su boca.

    Julia huy el rostro; pero el hombre bes entonces su

    cuello, y la seguia conduciendo un lado del camino, y la

    seguia besando. Cmo se arrepentia entonces Julia de no

    haber admitido la compaa del cazador, de no haber lleva-

    do siquiera al Titn! l la hubiera defendido, y en aquel

    momento se encontraba sin amparo.

    Toda lucha fu intil, y asi llegaron hasta un lugar apar-

    tado.

    Aqu, gaceladijo el hombre;aqu, ven decirmesi me quieres; aqu vas ser ma por tu voluntad por lafuerza.

    Infame!exclam Julia;no, no y mil veces no.Y quin te proteger?continu el hombre oprimin-

    dola entre sus brazos y procurando acariciarla al mismo

    4 tiempo.

    Dios!dijo con suprema angustia la joven.^- Dios!repiti una voz grave y serena entre la maleza.

    El raptor alz el rostro con espanto, y Julia lanz: ungrito de placer.

    La maleza crugi bajo los pies de un individuo, y un

    hombre alto, embozado en una capa negra, se present en el

    lugar de la escena.

  • 28 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    El raptor, que no era otro que el Oso-rico, tuvo un re-

    lmpago de audacia, j tomando Julia de la mano izquier-

    da, la cubri con su cuerpo, desnudando al mismo tiem-

    po un enorme cuchillo con la derecha.

    La luz de la luna hizo brillar el acero; pero el recien ve-

    nido impasible sigui avanzando, y el desollador retrocedi

    un paso arrastrando Julia, que contemplaba aquello sin

    comprenderlo.

    Deja esa niadijo el desconocido con un aire re-suelto de mando.

    El Oso-rico quiso luchar an, y haciendo un esfuerzo de

    valor, contest:

    Y quin sois vos para darme una orden, ni meterosen lo que no os toca? Idos, y dejadme en paz si en algo es-

    timis vuestra vida.

    Ah! no os vayis, seorexclam Juliaprote-gedme.

    Calladijo el desollador oprimiendo la mano de lajoven.

    Ay!exclam Julia sintiendo el dolor de su brazo.El desconocido no esper mas, y de un salto, como el de

    un tigre, cay sobre el desollador, le arranc el cuchillo de

    la mano y le hizo rodar entre la yerba, pero todo esto con

    la rapidez de un pensamiento.

    El Oso-rico se levant casi en el mismo instante, y sin

    volver siquiera el rostro, ech huir por el bosque, excla-

    mando:

    Jess me ampare! es el demonio! el demonio!Niadijo el desconocido dirigindose Julia, que

    habia quedado desmayada;nia, ven; te llevar tucasa.

    Sin saber por qu, la joven tuvo confianza en aquel hom-

  • d J^, o ! ; v)v. lUG Gti ':! 'i t-'i'

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  • LOS PIRATAS DLL GOLFO. 29

    bre, y sin darle las gracias por lo que habia heclio por ella,

    le tom familiarmente del brazo.

    El hombre mir la luz de la luna el cuchillo que habia

    quitado al desollador, y luego con un ademan de profundo

    desprecio, le arroj lejos de s.

    Caminaron los dos en silencio hasta llegar la casa de

    Julia.

    Hasta aqu, y gracias, seordijo la joven.Aqu es tu casa, nia? S, seor: adis.Julia se desprendi del desconocido, que se qued un

    rato parado. De repente la joven volvi, y acercndose l, le dijo con candor:

    Cmo os llamis?El hombre vacil un poco, y luego como resolvindose,

    le dijo:

    Juan Morgan.Juan Morgan?S; pero guarda el secreto: adis.Y sin decir mas se

    alej de la joven.

  • IV.

    Los cazadores.

    |MiiAzo-e-acero caminaba seguido por sus perros, trepan-

    do por un sendero escabroso, con tanta facilidad como si

    anduviera en un saln alfombrado: de cuando en cuando se

    detenia, y quedaba pensativo; pero no era la fatiga la que

    lo hacia pararse; era que su pensamiento ocupado entera-

    mente en el recuerdo de Julia, embargaba algunas veces su

    voluntud.

    Derepente los perros lanzaron un aullido y dieron mues-

    tras de inquietud, pero el cazador iba tan preocupado, que

    no lo advirti y sigui su camino.

    A poco, los perros volvieron dar muestras deinqiuetud;Brazo-de-acero lo not.

    Hola! Tzoc, hola! qu pasa? qu tienes, buen mozo?dijo inclinndose.

    Los perros olfateaban y se volvan al Sur.

    Algo debe pasardijo el cazadorporque estos ani-males no se engaan nuncay registr la ceba de su mos-quete:quiz alguien que no es de los compaeros, andapor aqu perdido: veremos; al fin no tengo sueo.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 31

    Empu entonces su arma, silb los perros, y con acen-

    to carioso les dijo:

    Vamos, chiquillos; sus, sus, vamos.Los perros saltaron entre la maleza y comenzaron cor-

    rer, detenindose cada paso y volviendo la cabeza como

    para ver si su amo los seguia.

    As caminaban entre el bosque, sin llevar al parecer un

    rumbo fijo y olfateando de cuando en cuando al aire. Por

    fin, pareca que hablan dado en la pista, porque echaron

    correr con mas velocidad, llevando las narices casi pegadas

    la tierra.

    El cazador los perdi de vista entre la espesa charamas-

    ca que cubria el suelo, y solo lo lejos oia el ruido que for-

    maban al romper la maleza.

    As los seguia.

    Derepente oy los ladridos furiosos que lanzaban los

    dos lebreles.

    Estn enojados! exclam; y preparando su mosquetese dirigi al rumbo en que ladraban los perors.

    Lleg por fin un pequeo claro en aquel bosque, y all

    comprendi lo que pasaba.

    Al pi de un grueso tronco de guayacan, un bizarro to-

    ro se defenda de los ataques de Maztla}^ de Tizoc, que da-

    ban vueltas en derredor de l, procurando furiosos atacar-

    le por los costados: el toro tenia el anca apoyada en el tron-

    co del rbol, y presentaba sus adversarios su ancha fren-

    te armada de dos agudos y poderosos cuernos, tirndoles

    un bote siempre que los veia su alcance, pero sin apar-

    tarse del rbol.

    Los perros huian el golpe y volvan de nuevo la carga,

    redoblando sus ladridos como para llamar al cazador.

    Vaya una cosa rara!dijo Brazo-de-aceroun toro

  • 32 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    que no huye, que se empea en cuidar un rbol como si

    fuera un centinela, y luego estos perros tenaces como

    nunca.

    Y dando una vuelta fu colocarse casi en frente deltoro, corta distancia,

    Aqu est seguro;penssolo que es preciso .^U'esos perros me le dejen sosegar un momento; }' luego gr'

    Tzoc, Maztla, aquiy lanz un silbidillo muy con-'c'ui^sin duda para los perros, porque vinieron inmediatamente

    su lado.

    El toro se vio libre de sus enemigos pero no abandon

    su puesto; al contrario, irguila cabeza y mir con dos ojos

    como dos brasas al joven que estaba corta distancia.

    El cazador con una admirable sangre fria apoy en su

    hombro la culata de su mosquete, alz el can y permane-

    ci como un segundo inmbil.

    Brill un relmpago rojo, el estampido del mosquete atro-

    n el bosque perdindose entre las selvas, y el toro dando

    un salto terrible hacia adelante, cay muerto los pies de

    Brazo-de-acero; tenia una bala en medio de la frente: como

    impulsados por un resorte, los dos perros se lanzaron sobre

    el toro.

    Bendita sea Mara Santsima que me ha librado de tangrave peligrodijo una voz en lo alto del rbol que serviade fortaleza al toro.

    El cazador alz la vista, y descubri entre el follaje

    un hombre que hacia esfuerzos para descender.

    Quin sois? qu ka pasado?'dijo Brazo-de-acero alhombre que bajaba del rbol.

    Quin soy? un desgraciado que por probar ajeno o-cio, estuve punto de dejar de existir, si no ha sido por

    vuestro oportuno auxilio.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 33

    El hombre tenia el traga de los cazadores y la cara cu-

    bierta an con el antifaz de cuero.

    Pero vos sois cazador?dijo Brazo-de-acero reparan-do en su traje.

    No, Dios me libre: por capricho me puse este vestido;pero juro Nuestro Seor que no me volver suceder.

    Y qu vais hacer ahora?Ahora me vuelvo la aldea, de donde nunca debiera

    haber salido, dndoos las gracias

    Bien, id con Dios.Queris vender vuestro toro? que vuestro es, pues le

    matasteis.

    Si; ya sabis l precio.En tal caso, hacedle vuestra seal, y yo enviar maa-

    na mismo por l.

    Brazo-de-acero sac su pual y cort las orejas al toro

    muerto, y entregndolas al hombre del rbol le dijo:

    Aqu tenis la propiedad de la res.Muy bien; vuestro dinero maana en la taberna del

    Toro Negro. Cmo os llamis?

    Me dicen Brazo-de-acerocontest el joven.El hombre se estremeci como si le hubiera picado un es-

    corpin.

    Qu os pasa? dijo advirtindolo el joven.Nada, nada; un dolor, quiz causa de la emocin y

    la humedad de la noche.

    Est bienagreg el joven volviendo cargar de nue-vo su mosquete, y con la mayor indiferencia y marcialidad

    se lo puso al hombro, silb sus perros y se perdi en el

    bosque sin hablar mas.

    El falso cazador se qued un momento inmbil, con las

    orejas del toro en la mano.

  • 34: LOS PIEATAS DEL GOLFO.

    Vamosexclamsi pasan en el mundo cosas que pa-recen milagros: quin diria que me ha salvado este mismo

    quien por poco le birlo la muchacha! Oh! y si l lo hu-

    biera sabido, de seguro que esa bala me la coloca mi en

    la frente, y mi es quien corta las orejas: cuidado! Ea,

    vamonos: lo que es por esta noche, escap Juha merced

    ese demonio, que Dios sabe de dnde sali; y yo escap

    gracias al novio de Julia pero o que es la muchacha,

    mas tarde, mas temprano, mia ha de ser.

    Y apretando entre sus manos las orejas del toro, ech caminar para la aldea, no sin volver continuamente el ros-

    tro por todas partes, temiendo un nuevo encuentro con fiera

    con cazador.

    La luz de la maana blanqueaba ya el horizonte cuando

    Brazo-de-acero lleg la montaa.

    En lo mas spero de la selva habia varias cabanas fabri-

    cadas con hojas de palmera, que servan de guarida los

    terribles cazadores, y estas cabanas se apoyaban en los gi-

    gantescos troncos de los cedros, de los palmeros de los

    guayacanes.

    AH pasaban los cazadores su vida salvije persiguiendo

    los toros los jabalies, y de ah bajaban las aldeas y ks

    ciudades de la isla contratar con los desolladores, con los

    plantadores con los dueos de los navios, carnes y pieles.

    Los cazadores eran dueos ya de casi toda la grande isla

    Espaola: valientes, aguerridos, conocedores diestros del

    terreno, ni temian las fieras, ni las tempestades, ni la

    peste, ni las tropas espaolas que habia en Santo Domin-

    go y en Alta-Gracia.

    De la gran isla Espaola, menos de una tercera parte es-

    taba en poder de los espaoles, y el resto lo ocupaban los

    cazadores y plantadores que no tenian entre si ley, y si ac-

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 35

    SO, algunas veces llegaban obedecer las rdenes de los re-

    yes de Francia.

    Brazo-de-acero lleg su cabana, que estaba amueblada

    como todas las otras; algunas grandes pieles de buey, algu-

    nos troncos de rbol quQ servan de asientos y de mesa, yalgunas armas.

    Contra todo lo que esperaba el joven, encontr una

    multitud de cazadores reunidos y hablando entre si con

    gran calor, mientras que devoraban, por decirlo asi, su ali-

    mento cuotidiano, compuesto de un gran trozo de carne asa-

    da, y de una especie de ensalada que hacian de los retoos

    tiernos de la palma.

    Brazo-de-acero debia tener sin duda gran prestigio yascendiente sobre los cazadores, porque al verle llegar, se

    levantaron recibirle con muestras de cario.

    A tiempo llegasdjole uno de los cazadoresy yaextrabamos tu ausencia.

    He pasado la noche paseando el .bosquecontest conindiferencia el mexicano.

    Hace pocoagreg otro cazadorq^e oimos un tiro,y Ricardo sostena que t lo hablas tirado, porque dice que

    conoce perfectamente el ruido de tu mosquete.

    Y aun lo afirmodijo Ricardo.Tienes razncontest el joven;he matado all aba-

    jo un torete; pero me extraa que hayis estado despiertos

    esas horas.

    Es que tenemos una gran novedaddijo Ricardo.Novedad! y cul es?Anoche ha estado aqu con nosotros Juan Morgan.Juan Morgan!exclam admirado Brazo-de-acero.El mismocontest Ricardo con el orgullo del que da

    una buena noticia.

  • 36 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Para que se comprenda la causa de aquella admiracin ydel efecto mgico que el nombre de Juan Moi^gan pro-

    duca entre aquellos hombres de temple de fierro, bueno se-

    r decir dos palabras acerca del que llevaba ese nombre, yque debe hacer un papel muy importante en esta historia.Juan Morgan habia nacido en Inglaterra en la provincia

    de Walis; su padre era un labrador rico y lleno de buenas

    cualidades; pero el hijo no tuvo inclinacin por la agricultu-

    ra, y se lanz los mares en busca de aventuras: entr en

    calidad de criado en un navio que iba para la isla Barbudos,

    y al llegar all lo vendi su patrn.

    Logr su libertad, pas Jamaica, y entr al servicio de

    los piratas que comenzaban entonces atacar los buques

    espaoles.

    Sus hazaas fabulosas de valor, su prodigalidad con los

    marinos y la buena suerte que siempre le habia acompaa-

    do, bien pronto hicieron de Juan Morgan el hroe popular

    do todos los piratas, cazadores y plantadores que habitaban

    en las Antillas, y no esperaban todos sino que l los llama-

    se para presentarse al servicio.

    Juan Morgan era mas que el jefe de aquellos hombres,

    era su Mesas.

    Los plantadores, los piratas y los cazadores no vivian co-

    mo unos salvajes, separados de la sociedad, sin pensar en el

    porvenir; tenian, por el contrario, todos ellos un gran pensa-

    miento poltico, que no necesitaba sino un jefe para tomar

    cuerpo.

    Aquellos hombres meditaban apoderarse de las Antillas

    y formar con todas aquellas islas un reino, una nacin pode-

    rosa que" fuera independiente de las coronas de Francia, de

    Espaa y de Inglaterra.

    Una tras otra las islas deban ir cayendo bajo su domi-

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 37

    nacin, y las dos escogidas como principio de aquella empre-sa, lo fueron la Espaola y la de la Tortuga.

    La Espaola era grande y rica, y estaba casi toda en po-der de cazadores y plantadores; los piratas se encargaron

    de la de la Tortuga.

    Como la Francia comprenda la preponderancia que ledaba Espaa la posesin de las islas del mar de las Anti-

    llas, procur favorecer, aunque ocultamente, los designios

    de los piratas, y lleg hasta el caso de mandar Mr. Le

    Vasseur con un navio cargado de soldados para echar los

    espaoles de la Tortuga.

    De este modo, todos aquellos hombres no esperaban masque un jefe para comenzar sus hostilidades contra el comer-

    cio, la marina y los habitantes espaoles, y aquel jefe lo

    veian en Juan Morgan.

    He aqu por qu todos, incluso el mismo Brazo-de-ace-ro, que era mexicano, se exaltaban al oir hablar siquiera del

    clebre pirata.

    Aqu estuvo?pregunt otra vez Brazo-de-acero.Aqu mismo, y en ese lugar en que ests t.Y decidme, qu dijo? ^Eso es lo grave; vino anunciarnos que prepara una

    gran asonada, que necesita vveres y hombres de marine-

    ra y de desembarco.

    Soberbio!exclam el mexicano entusiasmado.Qae l promete un ao rico en acontecimientos, en

    aventuras, en presas de mar y tierra; en fin, que mover elmundo.

    Magnfico! y vosotros qu le habis dicho?Unos han ofrecido ayudarle' para los vveres que nece-

    sita, y los otros se han comprometido seguirle.

    Y t qu has dicho, Ricardo?

  • 38 LOS PIRATAS DEL GOiLFO.

    Yo? que le sigo.Y yo^tambien, y yo tambinexclam Brazo-de-acero;

    dnde le veremos otra vez?

    Maana en la noche en San Juan de Goave; pero espreciso disimular para que nada llegue conocimiento del

    gobernador espaol.

    Entonces?Si quieres ser de la partida, yo te instruir de todo.Si.

    Bien; pues al oscurecer partimos para la aldea.Los cazadores siguieron conversando. Brazo-de-acero se

    entr su cabana, se tendi sobre un cuero, y acompaado

    de sus perros se qued dormido.

  • Lsl seora Magdalena.

    ^a aldea de San Juan de Goave tenia siempre una gran po-blacin, pero de esa que pudiera llamarse flotante, porque

    iba y venia y cambiaba cada paso.

    San Juan era, por decirlo asi, la capital, el cuartel gene-

    ral de los cazadores, y all por esa razn concurran multi-

    tud de mujeres aventureras, que iban siempre al husmo del

    dinero que con tal profusin derramaban aquellos hombres.

    Habia en San Juan, pues, multitud de jvenes hermosas,

    pero ninguna de ellas podia competir con Julia, que adems

    de su belleza, contaba con su modestia y con una gran re-

    putacin de pureza que la hacia respetable.

    Julia, como todas las mujeres honradas, sentia el desden

    mas profundo hacia toda aquella colonia de mujeres perdi-

    das que veia en su alrededor, y por eso sus relaciones se

    reduelan las familias honradas de la aldea, y por eso dis-

    gustadas por aquel aislamiento, que ellas calificaban de or-

  • 40 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    guUo, las muchachas alegres haban bautizado Julia con

    el nombre de la duquesa de Pisaflot^es.

    El padre de Julia, marino francs, habia muerto de la

    peste poco tiempo despus de haber llegado la isla Espa-

    ola con su hija y con su mujer, la seora Magdalena, co-

    mo la llamaban en la aldea.

    La seora Magdalena, con el pequeo capital que dej

    su marido, habia comprado una casita en la aldea de San

    Juan, y se dedicaba al comercio de pieles y d la educacin

    de su hija, y en ambas cosas habia sido afortunada, porque

    Julia era un ngel y la pobreza nunca habia asomado en su

    casa.

    La seora Magdalena tendra cuarenta aos, pero se con-

    servaba fresca como una mujer de treinta, y no faltaban al-

    gunos que la hacian objeto de sus amores.

    Pero hasta entonces ninguno poda gloriarse de haber al-

    canzado ningn favor, aunque en verdad ninguno haba ha-

    blado de boda la fresca viuda.

    Uno de los personajes mas importantes en la aldea de San

    Juan, era sin duda Isaac, el patrn de la taberna del Toi'o

    negro.

    Judo y amigo dlos cristianos en todo lo que poda pro-

    ducirle alguna ventaja, Isaac era centro de mil intrigas amo-

    rosas, depositario de todos los secretos de las expediciones

    pirticas, y adems usurero, con cuyas cualidades era tan

    conocido como necesario.

    La taberna de Isaac estaba construida propsito, y con

    tales circunstancias, que al mismo tiempo podan tener lu-

    gar en ella la cita de dos amantes, una conspiracin de pi-

    ratas y una comida de cazadores, estando todos tan seguros

    y tan independientes, como si una cosa pasara en la Espa-

    a y otra en Jamaica en la Tortuga.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 41

    Y sin embargo de todo, Isaac tenia un gran prestigio conel gobernador espaol, porque le habia hecho entender que

    era su agente, su espa, y el hombre necesario para poner-

    le al tanto de todos los proyectos de los piratas y cazado-

    res que eran en aquel tiempo la pesadilla de la corona de

    Espaa.

    La maana siguiente la noche en que Julia sali ver

    su amante las Palmas Hermanas, la taberna de Isaac es-

    taba casi sola, y l se entretena en embotellar una media

    barrica de vino, al que prudentemente mezclaba cierta can-

    tidad de agua.

    Llamaron la puerta del aposento en que l estaba yprocur ocultar el agua, y luego grit:Que pasen.Abrise la puerta y se present Juan el desollador.

    La paz del Seor venga con vosexclam el judio hi-pcritamente al verle entrar.

    Buenos dias, maese Isaacdijo el Oso-rico sin quitar-se el sombrero:ests solo?Solo, para lo que gustis mandarcontest el judo.Bien; deja eso, sintate y hablaremos.El judo cerr la cuba, arrim un asiento al desollador y

    se sent tambin sobre un barril.

    Estoy vuestras rdenesdijo.En primer lugar, te participo que el negocio de a noche

    sali mal.

    Sali mal? no fu la muchacha la cita?S fu, pero pas lo que no te importa ni quiero con-

    tarte, pero nada se consigui: qu hago?

    Qu hacis? no es tan fcil decroslo; sobre todo igno-rando lo que pas anoche.

    - -Pues eso no lo sabrs, perro judo, curioso.

  • 42 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    No seor, no tengo curiosidad; pero bueno seria saberpara poderos decir un plan que no se oponga con lo que os

    ha pasado anoche.

    ^Bueno, bueno; di tu plan y te dir si se opone no, yestamos del otro lado.

    Como gustis: estis decidido que esa muchacha seavuestra?

    S.

    A costa de cualquier sacrificio? S, con tal que no sea cosa de andar cuchilladas con

    esos malditos cazadores.

    Entiendo: voy proponeros el nico plan que encuen-tro; vos me diris si os parece demasiado costoso para ha-

    ceros de la muchacha.

    -Veamos.

    El grande obstculo que aqu tenis para lograr vues-tros deseos, es ese maldito cazador Brazo-de-acero, de

    quien est enamorada Julia; es verdad?

    -S, es verdad.

    De manera que si logris estar en un lugar solo conella sin su amparo y sin la seora Magdalena, todo saldra

    medida de vuestros deseos?

    Exactamente, y eres un hombre sabio.Se trata, pues, de encontrar esa oportunidadEso es, esa oportunidad.Pues casaos con la seora Magdalena.Ave Mara Pursima!exclam el Oso-rico dando un

    saltot ests loco quieres burlarte de m.Calma, seor, ni uno ni otro; la seora Magdalena ni

    es tan vieja ni es tan fea que le hi^ii ais un desaire no

    estar enamorado de la hija.

    Lo creo.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 43

    Os casis con la seora Magdalena, os vais de la isla,os trasportis Mxico, Panam, con las dos, y en el

    camino, en la navegacin, la madre mede morirse, caer al

    mar, y vos quedis solo con la chica y libre de todos los

    cazadores del mundo, y sacis adems la ventaja de haber

    sido dueo de la madre y de la hija...... La verdad, como

    m me gusta tanto la seora Magdalena, quiz por eso me

    hace ilusin este plan.

    El desollador meditaba; sin duda le pareca la cosa digna

    de atencin.

    Por fin levant la cabeza y dijo:

    Me parece muy bien, muy bien; la esposa que me hasescogido no me disgusta, y as como as, m me conviene

    salir de esta maldita isla y dejar estos demonios, con los

    que tiene uno la vida en un hilo: soy ya bastante rico

    pero crees que la seora Magdalena querr?

    Depende eso del modo con que se maneje el negocio.Y cmo seria bueno hacer? Comenzare dirigirle mi-

    radas tiernas y sospechosas, suspirar cuando est sulado

    Con eso no conseguirais sino quedar en ridculo: alasmujeres de esa edad y cuando se trata de matrimonio, nose las conquista de esa manera; se reiria de vos como de un

    chiquillo.

    Pues cmo?Abordadla de frente, por la proa, sin andar con rodeos,

    sin darle caza; entrad su habitacin, suplicadle que hable

    con vos solas, y decidle que ella y vos os convienecasaros y salir de la isla; ofrecedle vuestra mano, y casiestoy seguro de que acepta.

    Pero si dice que no me tiene amor?En todo caso, aun cuando os diga que os le tiene, no

  • 44 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    creis que se casar con vos mas que por su conveniencia,

    y siempre un matrimonio su edad, en sus circunstancias

    y con un hombre como vos, es cosa que le convendr, os lo

    aseguro.

    Y si salgo mal?Oh! entonces ya veremos lo que se piensa en ese caso;

    por ahora valor y al abordaje.

    Dices bien, maana ir.Y por qu no ahora mismo?Ahora?Si; por qu no? mientras mas pronto, mejor; la duda

    es uno de los tizones del infierno.

    Dices bien; ahora mismo voy.Y como haciendo un esfuerzo de energa, el desollador

    se levant y sali de la taberna.

    La seora Magdalena cosia sentada en un taburete cerca

    de una puerta que caia al jardin de la casa, y su lado esta-

    ba Julia, cosiendo tambin.

    Tenian entre las dos una conversacin que debia preocu-

    parlas, porque algunas veces dejaban la costura y queda-

    ban como distradas y sin hablar.

    Lo que mas me atormentadecia la seora Magdale-naes que el dia menos pensado Dios me llama s y tquedas tan joven y abandonada.

    No digis eso, madre miacontestaba Julia;tenisbuena salud y sois joven an; muchos aos faltan para que

    llegue ese dia tan temido.

    No lo creas, la muerte no viene solo los ancianos;puedo morir, y quiz en otra tierra no temerla tanto por t;

    pero en esta y contal sociedad.... Oh! si yo pudiera salir de

    aqu, morirla tranquila aun cuando t quedaras hurfana

    Madre mia, no os aflijis

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 45

    Si. al menos pudiera verte casada, establecida ya!La joven se puso encendida.

    Pero aqu con quin?continu la seora Magdalena;uno que otro joven francs que hay, pertenecen tambin estos cazadores, que me parecen detestables para maridos.

    Julia se puso entonces plida, y la madre lo hubiera ad-

    vertido si no hubiera llamado su atencin un hombre que

    atravesando eljardin se dirigia al lugar en que ellas estaban.

    Era Juan el desollador que se acercaba, y las salud cor-

    tesmente, aunque con algn embarazo.

    Dispensadmedijo la seora Magdalenaque meatreva venir as vuestra casa, pero deseo hablaros de

    un asunto de importancia

    Decid, seorcontest la seora Magdalena.Deseara poderos hablar solas.La seora hizo ima sea Julia, y la joven se retir in-

    mediatamente.

    Podis hablardijo la seora.Pues seoracomenz a decir Juan tosiendo y revol-

    vindose en su asientoes el caso que la verdades que no s por dnde comenzar.

    Habladdijo sonrindosepa seora Magdalena.Pues seora, yo soy hombre honrado y trabajador.Es cierto.Soy, en lo que cabe, rico.Lo creo.No soy joven, pero ni viejo.Eso est la vista.Y deseo, es decir me conviene pues, necesi-

    to quiero casarme, vaya.

    Muy buena resolucin.Ya lo creo, muy buena; pero es que la mujer

  • 46 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    es decir la dama que yo he escogido en fin,

    la que me conviene sois vos ya lo solt

    La seora Magdalena esperaba que le pidiera Julia, yen ese caso hubiera contestado con una sonora carcajada;

    pero qued absorta al saber que se trataba de ella.

    El Oso-rico daba vuelta su sombrero entre sus manos

    como el hombre que est fuera de su papel y de su carcter.

    Y hacis eso con formalidad?dijo la seora Magda-lena.

    S, seora, porque lo he pensado bien, y creo que nosconviene los dos.

    Nos conviene los dos? y cmo?Mirad, seora, ni vos ni yo somos ya jvenes, y no

    estamos para esos amores de muchachos, es verdad?

    Es cierto.Pues, y como yo no puedo ya vivir solo, y vos nece-

    sitis un hombre que cuide y mire por vos y vuestra hija,

    y yo en fin, no estoy tan despreciable porque ten-

    go un buen capital y soy trabajador, y vos que sois

    econmica, y mujer de experiencia y que tenis una

    carita fresca y rosada como una muchacha de quince

    La seora Magdalena se ruboriz, pero fu sin duda por

    orgullo.

    Digocontinu el desolladornos conviene casarnosy salir de esta isla en la que el dia menos pensado se arma

    una que solo Dios sabe, con estas gentes y que aqu

    no estamos bien Conque qu decs?

    Debis suponercontest la seora Magdalenaqueesta cuestin no es de resolverse asi no mas; necesito pen-

    sar, porque francamente, nunca habia pensado en casarme

    por segunda vez: adems, vosotros los espaoles no me ins-

    piris mucha confianza para maridos.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 47

    Seora, esa es una preocupacin, ya veris; admitid miofrecimiento, y no tendris de qu arrepentiros, porque muy

    pronto quedareis satisfecha de que valgo tanto yo para

    marido Tuestro como el mejor francs.

    Bien, lo pensar, lo pensar; ya vendris saber miresolucin.

    Esta noche?No, no tan pronto; dentro de tres dias.Oh, seora! es demasiado: pongm'onos en un justo

    medio entre vuestra prudencia y la impaciencia que me

    devora; maana sabr vuestra resolucin, y espero que ser

    favorable.

    No lo s yo misma; pero para que veis que soy con-descendente, maana venid.

    En la maana?No, en la tarde. Sea como queris; hasta maana en la tarde.Hasta maana.El desollador sali de la casa diciendo:

    En verdad que me va gustando tambin la viuda; creoque si no fuera porque esa muchacha me baila todo el dia

    en la imaginacin, quedaba y@ satisfecho: cmo somos los

    hombres!

    La seora Magdalena qued distraida, y en toda la tar-

    de no habl una sola palabra; Julia la observaba con inquie-

    tud, y hacia mil esfuerzos por adivinar lo que aquel hom-

    ]}re habia dicho su madre, que la habia puesto tan sombra.

    Haba ya oscurecido cuando la seora Magdalena llam

    su hija y se encerr con ella en una estancia.

    La joven temblaba figurndose lo que iba pasar; quiz

    la seora Magdalena sabia ya sus amores con Brazo-de-

    acero.

  • 48 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Hija mia dijo la seoratengo que decirte una co-sa importante.

    Cul es, madre mia?Hija, t comprendes que vivimos aqu solas, sin am-

    paro, sin auxilio, en fin, sin un hombre en nuestra familia....

    Si, seora.Que aqui estamos rodeados de peligros, y sobre todo,

    t que eres joven y bella

    Julia creia adivinar.

    Es necesario, pues, sucumbir las circunstancias, espreciso que un hombre entre en nuestra familia con un t-

    tulo legal, para ser nuestro protector y sacarnos de esta

    isla.

    Madre mia!exclam Julia, creyendo que se tratabade casarla.

    Hija mia, Julia, es preciso; bien comprendo que t losentirs, pero es necesario.

    Pero, seora!Julia comenzaba llorar.No me atormentes, hija mia, que bastante sufro yo;

    pero nos conviene las dos, y estoy resuelta casar-

    me

    Ah!exclam la joven como si le quitaran un peso in-menso del corazn.

    Qu te parece?Seora, sois duea de vuestra voluntad, y siempre es-

    tar contenta cuando vos lo estis.

    Lo he meditado bien, y veo que es la nica esperanzaque nos queda para salir de aqu.

    Y quin es, seora, el hombre que merece vuestraconfianza?

    A t, hija mia, nada te ocultar; ese hombre es el quehas visto esta tarde aqu.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 49

    Juan!El mismo, un hombre de bien, aun cuando es algo ru-

    do no te agrada, hija mia?

    Con tal de que os quiera bien y os haga feliz, madremia, le querr como si fuera mi padre.

    Dios te bendiga!La seora Magdalena bes la frente de su hija, y se se-

    par de su lado tranquila y satisfecha.

    Aquella noche volvi tener la seora Magdalena sue-

    os de novia.

  • VI.

    E! sDsranshe.

    ^EDEo Juan de Brica el desollador, sali tan alegre de la

    casa de la viuda Lafont, que hubiera podido conocrsele de

    muy lejos su satisfaccin.

    Para l era ya negocio arreglado, y el plazo que le habia

    pedido la Sra. Magdalena, no tenia mas objeto que salvar

    las apariencias.

    Aquella tarde les refiri el proyecto de su boda cuantos

    conocidos encontr, y calculando que todos les habia de

    parecer tan buen negocio como l, se gloriaba de su con-

    quista.

    Por supuesto que no era as, y todos reian de aquel ma-

    trimonio celebrado entre un hombre feo, tonto y cobarde,

    con una mujer viuda y vieja. Por supuesto que toda aque-

    lla tarde y la noche, el enlace de Juan con la seora Magda-

    lena fu el platillo de conversacin en la aldea.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 51

    Contra lo que tenan de costumbre los cazadores, aquella

    noche liabia muchos de ellos reunidos en la taberna del Toro

    Negro; beban, y fumaban, y conversaban con tanto descan-

    so, como s no hubiera una sola vaca en toda la isla Es-

    paola.

    El judo Isaac estaba por supuesto contentsimo; aque-

    lla era para l una gran cosecha; pero era quiz en la aldea

    de los muy pocos que no se admiraban de aquella inusita-

    da reunin de cazadores.

    En uno de aquellos grupos se vea Brazo-de-acero que

    hablaba, aunque un poco apartado de los dems, con su ami-

    go Kicardb: la conversacin estaba muy animada.

    Veo que aun tienes ideas inexactas de la vida que nosofrece Juan Morgandeca el ingls;temes los peligros las penalidades?

    Ni una ni otra cosacontest Brazo-de-acero.Entonces qu puede detenerte para tomar parte con

    nosotros en la expedicin? te hace dao el mar?

    No es eso; pero tengo obstculos insuperables paraabandonar la isla.

    Dmelos.Imposible.Vamos, me permites que adivine?S.

    Pero condicin de que s es cierto me lo digas.Convenido.yeme: t no quieres abandonar la isla porque ests

    enamorado.

    Ricardo!Lo convenido, esta es la verdad, y adems, ests ena-

    morado de Julia, de la bella francesita, de la duquesita de

    Pisaflores.

  • 52 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Qu demonio! es verdad dijo el joven.Pero t lo negabas: ahora comprendo por qu te im-

    presion tanto lo que te dije ayer acerca del oculto rival.

    En efecto, y ahora quiero que me lo expliquesAfortunadamente, tengo en eso buenas noticias que

    darte, y que tal vez influirn en tus determinaciones.

    Habla.

    Pues bien; conoces t Pedro Juan de Brica?Si; Pedro el desoUador, Juan el Oso-rico, el espaol,

    ese hombre que estuvo punto de nacer mico toro.

    El mismo: pues hace algunos dias supe que rondabacon empeo la casa de tu Julia.

    Rayo de Dios!exclam Brazo-de-acero levantn-dose como un tigre.

    Calma, calma, mi buen seorcontinu tranquilamen-te el ingls;t no debias llamarte Brazo-de-acero, sinoCorazn de Plvora: sintate, y oye la historia.

    Pero ese hombre es un miserable, que se atreve po-ner sus ojos donde los pongo yo.

    Me causaras lstima si eso fuera cierto.Cmo!Escchame y lo vers.Brazo-de-acero, en cuyo corazn pasaban como rfagas

    de viento estos accesos de ira, volvi sentarse.

    Pues el Oso-rico hacia de centinela en la casa de Juliacontinu el ingls: Brazo-de-iicero se agit en su asientocon impaciencia:y como all lajoven, y labella, y la codi-ciada es tu Julia, todo el mundo pens: Julia es el objeto de

    esos amores, y yo tambin lo pens; pero he aqu que se des-

    corre el velo, y cae como rayo la noticia de que Pedro el

    desollado!-, Juan el Oso-rico, se casa con la honorable se-

    ora Magdalena, viuda de Lafout.

  • LOS PIETAS DEL GOLFO. 53

    Es verdad?exclam asombrado el mexicano;no, se-r una calumnia, una burla.

    Todo el mundo lo sabe, menos t que debieras ser elprimero en tener la noticia.

    Pero es imposible; Julia me lo hubiera dicho.Quiz tampoco ella lo sabia: cundo le hablaste?Anoche.La noticia es de hoy.Estoy espantado.Y hay adems otra cosa que te puede interesar.Dime.La boda debe celebrarse muy pronto, y la feliz pareja,

    llevndose por supuesto Julia, se retira de la isla para ir

    radicarse Mxico 6 Guatemala.

    Eso no puede ser; Julia no poda habrmelo ocultado.Te aseguro que es la verdad; y ausente Juha, para

    qu quieres permanecer aqu? no te valdr mas ajustarte

    con Juan Morgan?

    En efectocontest preocupado Brazo-de-acero;

    pero yo debo cerciorarme

    Bien pensado, bien pensado; procura averiguar bien laverdad, y si las cosas pasan tal como t me dices, qu de-monios! vente con nosotros.

    S, s; voy en busca de Julia para que ella me diga.V y habala; pero no pierdas tiempo, ni olvides que

    esta noche ha citado Morgan los que quieran formar par-

    te de la expedicin, para hacer un arreglo, y que Morganparte maana antes de amanecer.

    'V'oy y vuelvo; pero si no te encuentro aqu?

    Isaac te dar el camino por donde debes encon-trarnos.

    Adis.

  • 54 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Y el mexicano, componindose el sombrero, sali de ataberna.

    Seria una lstimadijo Ricardoque ese Brazo-de-acero no fuera de los nuestros; es inteligente y vale-

    roso.

    Y qu, se resiste?pregunt uno de los cazado-res.

    Creo que ya no: tenia algunas dificultades; pero ya es-tn vencidas, y juzgo que ser de la partida.

    Es una alhajadijo un cazador tomndose un vaso deaguardiente; y todos siguieron bebiendo y fumando sin ha-

    blar mas del asunto.

    La noche estaba oscura, y el joven cazador sali de la ta-

    berna y se dirigi la casa de Julia, sin encontrar ningu-

    na persona en su camino.

    Aun estaba despierta la familia de la seora Magdale-

    na, porque las ventanas estaban abiertas y habia luz por

    dentro.

    Antonio dio una vuelta al rededor de las tapias del jar-

    din, y lleg un lugar en el que la tapia era menos eleva-

    da, y habia una gran piedra colocada alli, sin duda pro-

    psito.

    El joven se par sobre la piedra y domin perfectamente

    el jardin: enfrente tenia una ventana de la casa; por alli

    tambin sala luz.

    Brazo-de-acero, silb de una manera particular, imi-

    tando el canto de un tordo, y casi en el momento la

    silueta de Julia se destac en el cuadro luminoso de la

    ventana.

    El cazador la conoci y volvi silbar. Julia se retir por

    un momento de la ventana y volvi luego con una luz.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 55

    que soplo y apag all mismo, quedando oscura la pieza.

    Esto en el lenguaje convencional de aquellos enamora-

    rados, queria decir:

    Mi madre aun no duerme; espera, yo ir verte.El cazador se retir de la tapia, y fu sentarse cerca

    del lugar por donde hemos visto salir la noche anterior

    Julia.

    Pas all mucho tiempo, pero sin dar muestras de impa-

    ciencia, sin moverse siquiera.

    Tenia la conviccin de que Julia no podia salir, y por es-

    to se resignaba.

    Por fin son la yerba, y Antonio escuch que le lla-

    maban.

    Chist, chist! Antonio.Julia miacontest el cazador llegando.Un momento hablaremos, porque mi madre est esta

    noche muy inquieta, y tengo mil cosas que decirte.

    Qu hay?dijo Brazo-de-acero, disimulando que al-go sabia.

    Qu hay? cosas muy graves; esta tarde me ha dichomi madre que est resuelta casarse.

    Julia! y con quin?-Con un hombre muy repugnante, con Pedro Juan de

    Brica.

    Pero est loca la seora Magdalena?No es eso lo peor, Antonio, sino que quieren que nos

    vayamos de la isla, y esto me matara.-Y Julia se puso llorar.

    Julia mia, no lloresdeca el cazador;t eres muybuena, y no es posible que Dios te abandone as.

    Sin verte. Oh Dios mo! Dios mo! qu desgracia!

  • 56 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Pero Julia, por qu ha sido esto?No lo s, no lo s, ni s tampoco cmo no me puse

    llorar cuando me lo anunci mi madre.

    Oh, Julia! esta separacin es imposible; no te irsY quin ser capaz de impedirlo?dijo una voz de-

    trs de Julia.

    Julia lanz un grito de espanto, porque habia conocido la

    voz de la seora Magdalena.

    Antoniodijo gravemente la seora Lafonthabishecho mal en alimentar esa pasin que yo no consenta, por-

    que no seris el marido de Julia nunca.

    Por qu, seora?pregunt Antonio, tranquilizndo-se al ver la calma de la seora Magdalena.

    Porque las madres queremos lo mejor para nuestrashijas, y yo no s ni quin sois, ni cul es vuestra familia,

    ni cules vuestros antecedentes: os he querido como un

    amigo; pero de eso fiaros el porvenir de mi hija, hay una

    distancia inmensa: la vida que llevis no es tampoco para

    tranquilizarme. Entendis lo que esto quiere decir?

    Si, seoracontest el cazador.Julia, retrate tu aposentocontinu con severidad

    la seora Magdalena.

    Julia vacil un momento, mir su madre con aire supli-

    cante; pero al contemplar aquella fisonoma adusta, inclin

    la cabeza y se retir llorando.

    Seoraexclam Brazo-de-acero conteniendo apenassus salvajes impulsosseora!Me amenazis? hacis bien: una mujer dbil y des-

    valida, una madre que con sus santos derechos os recla-

    ma la tranquilidad de su hija, bien podis amenazarla, he-rirla; es una accin heroica de valor, digna de un cazador

    que Ueva por nombre de guerra Brazo-de-acero.

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 57

    Seora!volvi decir el joven, no sabiendo ni qucontestar.

    Os han tratado como hijo en una casa, y seducs la hija de aquella familia, y en recompensa de un cario no-

    ble y desinteresado, queris sembrar la desolacin y la tris-

    teza.

    Seora, cuando amo Julia, es para hacerla mimujer.

    Y qu nombre darais esa pobre muchacha, cuandono os llaman mas que Antonio Brazo-de-acero?

    Seora, soy tan noble y tan rico como un principe.Decidme entonces vuestro nombre, y explicadme por

    qu andis aqui siguiendo esa vida errante y salvaje de los

    cazadores.

    Mas adelante sabris todo eso.En tal caso, mas adelante podis aspirar la mano de

    la hija de Gustavo Lafont; entretanto, si es cierto que en

    algo apreciis la tranquiUdad de Julia, retiraos.

    Pero, por DiosLo he dichocontest la seora Magdalena, y se re-

    tir sin decir una palabra mas.

    El cazador qued un largo rato pensativo; despus, co-

    mo tomando una resolucin, sacudi su rizada cabellera yexclam:

    Est bien; mas adelante.^Y se preparaba partir,cuando de entre el follaje que cubria el muro, volvi salir

    Julia.

    Antoniodijo la joven llorandono hay esperanza?S, Julia; t sers mia.Nunca contra la voluntad de mi madre.Contaremos con ella.Cundo?

  • 5S LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Muy pronto, si cuento con que no me olvides.Eso, jams, jams.Entonces ten fe, que seremos felices.Adisdijo Julia;bsame por la ltima vez.Adiscontest el cazador, poniendo sus labios en la

    frente de la doncella.

    Adisrepiti. Julia besando la mano de Brazo-de-acero y precipitndose al interior del jardin.

    Mia y muy prontoexclam el cazador, y tom elcamino de la taberna del Toro Negro.

    Cuando lleg all, la taberna estaba desierta, y un candil

    moribundo ardia apenas, suspendido del techo por una cor-

    ta cadena de hierro, sucia y oxidada.

    Isaac, maese Isaac!grit el cazador.Rechin una puerta y el judio apareci en el des-

    pacho.

    Ah! sois vos?dijo;-ya iba cerrar, cansado de es-peraros.

    Adonde estn esperndome?Miraddijo el judo saliendo su puerta;veis

    ese grupo de rboles que tenemos enfrente, aqu muy cer-

    ca?

    Si.

    Pues la derecha encontrareis una senda; seguid, se-guid, hasta llegar una casa arruinada; all encontrareis lo

    que buscis

    Est biencontest el cazadory sigui el rumboque le haba indicado el judo.

    A pocos pasos de la. casa estaba, en efecto, el grupo derboles, y la derecha un sendero que guiaba entre la

    yerba.

    La luna alumbraba lo bastante para no perder el camino,

  • LOS PIKATAS DEL GOLFO. 59

    y adems, el cazador conocia palmo palmo todo aquel

    terreno.

    Sigui atravesando una pequea sabana y volvi en-

    contrarse en un bosque; pero el sendero estaba siempre

    abierto: camin an un gran trecho, y de repente vio alzarse

    delante de si las sombras paredes de una casa.

    Aqui esdijobuscaremos la entrada.Comenz dar vuelta al rededor de las tapias, cuando

    oy que le llamaron por su nombre.

    La voz del ingls lo era demasiado familiar y la recono-

    ci al momento.

    Antonio, qu hay por fin?le pregunt el ingls conimpaciencia.

    Soy de los vuestros.Venga esa mano; eres todo un hombre. Ahora, vamos

    ver Morgan, qua te espera con impaciencia.

    Me conoce acaso?Todos le han hablado de t.Vamos.Atravesaron primero por un gran patio cubierto de yer-

    ba y de arbustos; luego por varias habitaciones, cuyos te-

    chos haban cado y estaban solo iluminadas por la luna, yllegaron por ltimo una puerta por la cual salia la luz de

    una hoguera.

    Aqu? dijo Brazo-de-acero.Mas adelante.Entraron una gran estancia iluminada por una gran ho-

    guera que arda en el centro, y al rededor de la cual habia

    varios hombres asando grandes trozos de carne.

    Ninguno de aquellos hombres fij su atencin en los que

    entraban.

    El ingls y Brazo-de-acero llegaron otra puerta que

  • 60 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    estaba en el fondo de aquella estancia;, y alli escucharon el

    rumor de muchas voces

    Aqudijo el ingls.Empuj la puerta, entr, y el mexicano que le seguia se

    encontr en medio de una reunin numerosa y extraa.

    En una estancia mas reducida que la anterior, enteramen-

    te desamueblada, estaban reunidos un gran nmero de ca-

    zadores, marinos, plantadores y desolladores.

    Unos sentados sobre piedras, otros sobre sus capas, en

    el suelo, otros sobre troncos de rboles: tenian en el centro

    Juan Morgan, que mas bien estaba reclinado que senta-

    do al pi de una de las columnas de madera que sostenian

    el rstico techo.

    Aquella escena estaba alumbrada por una gran cantidad

    de torcidas que habian sido colocadas en el suelo unas, yotras contra las paredes.

    La frente despejada y el ardiente brillo de los ojos, hu-

    bieran denunciado Morgan como el jefe de aquella reu-

    nin, si no lo hubiera dado conocer el respeto y casi la ad-

    miracin con que los dems le contemplaban.

    Al entrar Brazo-de-acero, Morgan le salud con una fi-

    nura y una distincin tal en sus modales, que primera vis-ta manifestaban que aquel hombre tenia una educacin

    superior cuantos le rodeabf^n.

    Brazo-de-acero tom asiento; Morgan hablaba, y todos

    le escuchaban en el mas profundo silencio.

    Tengodecia el terrible piratagrandes proyectos,que con auxilio de vuestro valor, espero llevar muy pron-to cabo. Mansvelt, nuestro antiguo almirante, ya sabis

    que ha dejado de existir; el gobernador de Tierra-firme,

    Don Juan Prez de Guzman, ha conseguido sobre nosotrosun triunfo en la isla de Santa Catahna; pero yo os prometo

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. 61

    que reparar todos estos desastres; nuestras sern todas esas

    islas que estn ahora en poder de los espaoles, nuestras se-

    rn sus ciudades y sus aldeas de las costas; dueos y seores

    seremos del mar de las Antillas, y dueos y seores de t>

    dos esos mares que baan las costas de las Indias; yo os

    respondo: oro, mujeres, todo lo tendris, y lo tendris en

    abundancia; pero necesito que me sigis, que me ayudis,

    contar con vosotros como cuento con mi brazo y con mi co-

    razn, mandar en vosotros como mando en mi brazo y en

    mi espada, gobernaros y dirigiros como gobierno y dirijo

    mi navio: estis conformes?

    Viva el almirante! gritaron todos entusiasmados. Por unlargo rato Morgan no pudo dominar el confuso vocero que

    se escuchaba en la estancia.

    Por fin se calm, y Morgan continu diciendo:

    Como sabis, es costumbre entre nosotros rmar unaescritura con nuestro convenio; cada uno de vosotros ten-

    dr que llevar las libras de plvora y balas que juzgue ne-

    cesarias; habrnse de separar, ante todo, los sueldos del car-

    pintero del navio y del cirujano: en cuanto los navios,

    nada tendris ahora que pagar, porque tengo lista ya una

    escuadra respetable. El que pierda el brazo derecho en el

    combate, tendr una recompensa de seiscientos pesos seis

    esclavos; si es el izquierdo, quinientos pesos cinco escla-

    vos: por la pierna derecha, igual precio; por la izquierda,

    cuatrocientos pesos cuatro esclavos: por un ojo, cien pe-

    sos un esclavo; cuyas recompensas saldrn ante todo de

    las ganancias de la expedicin: del resto, el capitn cinco

    porciones, y lo dems se dividir con igualdad entre todos:

    estas son las bases del contrato; las escrituras estn he-

    chas: firmar!

    Uno de los hombres que acompaaban Morgan, sa-

  • G2 LOS PIExlTAS DEL GOLFO.

    c unos grandes pergaminos y un tintero con algunas

    plumas.

    Vos el primero, dijo Morgan Antonio.Brazo-de-acero tom una pluma y firm: el pirata se in-

    clin para verlo que escribia, pero Antonio puso nada mas:

    Antonio Brazo-de-acero.

    Todos aquellos hombres fueron unos en pos de otros po-

    niendo sus firmas, una cruz los que no saban escribir, yotro pona el nombre por ellos.

    Termin aquella operacin y Morgan volvi hablar:

    Estis ya solemnemente comprometidos, y ya' sabiscmo se cumplen entre nosotros los compromisos; dentro de

    quince dias un navio se avistar por el lado occidental de

    la isla, por el cabo del Tiburn, y ese navio os recibir

    bordo todos: la contrasea ser un gallardete ani.a'illo iza-

    do en el trinquete, y estas palabras que dirn contesta-

    rn los de los botes que vengan tierra:Morgan, SantaCatalinaporque antes de un mes la isla de Santa Catalinaser nuestra, y doce de nuestros mejores navios se encon-

    trarn en las aguas del Sur de la isla de tuba, delante de

    los puertos de Santiago, Bayamo, Santa Mara, Trinidad,

    Sagua y cabo de Corrientes: all presenciado los espao-

    les, delante de la mas rica de sus islas, celebraremos conse-

    jo para determinar cul debe ser la primera posicin ata-

    cada y tomada por nosotros: lo entendis?

    S, contestaron todos.Pues yo, Juan Morgan, que nunca he prometido nada

    en balde, os prometo haceros ricos y poderosos.

    Viva el almirante!Ahora retiraos, y mucho secreto.Todos los que all estaban comenzaron salir humilde-

    mente; aquel hombre ejerca sobre todos un ascendiente ex-

  • LOS PIRATAS DEL GOLFO. G3

    traordinario, y una indicacin suya era una orden que nadie

    se atrevia contradecir.

    Brazo-de-acero salia tambin; pero Morgan le hizo una

    seal para que se detuviese.

    Todos se retiraron, y el pirata y el cazador quedaron so-

    los en la estancia.

    Morgan se sent hizo una seal al cazador para que

    hiciera lo mismo.

    Antonio obedeci y los dos quedaron un momento en si-

    lencio.

  • VII.

    Planes y c&BfiSeneiasi

    os el clebre cazador mexicano, conocido con el renombre

    de Brazo-de-acero?dijo Morgan.Scontest el joven.Antonio?Asi he firmado mi escritura.Queris decirme de dnde os viene el ser llamado

    Brazo-de-acero?

    Seorcontest el mexicanosal ya casi hecho unhombre, y no un nio; en mi pas los hombres juegan con

    los toros mas pujantes, y con una pica los dominan con

    un lazo los aprisionan; con solo un estoque y una capa,

    los llaman y les dan la muerte: todos estos ejercicios que

    son enteramente desconocidos los cazadores de la isla yque yo conoca perfectamente, me valieron el nombre con

    que soy conocido.

    Bien; pero ni ese nombre ni el de Antonio son vues-tros, son de vuestra familia.

  • LOS PIRATAS DEL aOLFO. 65

    El cazador mir al pirata con fiereza, como disgusta-

    do de aquellas palabras; pero Morgan continu sin inmu-

    tarse:

    No s cul ser en verdad vuestro nombre, pero no quie-ro tampoco saberlo por ahora: sois valiente y tenis una in-

    teligencia clara y un brazo firme, y esto es bastante para

    mi: aborrecis la dominacin espaola?

    Mucho!dijo con exaltacin Brazo-de-acero.^Habis comprendido mis planes?Creo haber comprendido que se trata de quitar Es-

    paa el predominio de estos mares y la posesin de sus is-

    las; que se trata de interrumpir su navegacin y arruinar

    su marina.

    Y eso, qu os parece?Tan bueno, que no he vacilado un momento en ser de

    los vuestros, sin que me guie el mezquino inters del oro.Bravo! bravo!exclam con alegra el pirata;hom-

    bres como vos son los que necesito.

    Temo que no seamos bastante fuertes para consumarnuestra empresa.

    Eso decs? Callad, joven, que el hombre de corazn nodebe nunca desconfiar de su poder: mi voluntad es de ace-

    ro como vuestro brazo, y yo os aseguro que todo suceder

    como 03 lo he prometido: antes de un ao las Antillas

    sern nuestras; los navios espaoles llevarn nuestra gente

    y nuestras banderas, y sus costados vomitarn fuego sobre

    las armadas de los reyes de Castilla; nuestro nombre sona-

    r del uno al otro mundo, y ser escuchado con terror porlos marinos de todas las naciones, y las costas de la Tier-

    ra-firme sern tributarias de nuestros soldados; y todo es-to suceder, lo entendis? tengo fe de que ha de suceder;

    5

  • 66 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    y entonces, cualquiera tierra que diga yo es mia, mia ser:

    y trazar una barrera que ningn marino ser osado de tras-

    pasar en los mares, con solo la estela de luz que dejen al

    cruzar mis naves sobre las aguas del Ocano; y tendremos

    en donde quiera que rueden sus olas, el poder que tienen

    los reyes sobre los pueblos.

    El cazador escuchaba con agitacin el discurso de Mor-

    gan; el valor, el miedo, el entusiasmo, todos los afectos ytodas las pasiones se comunican cuando el que habla est

    posedo de ellas.

    Los ojos del pirata brillaban con la fosforescencia de las

    olas; su rostro se encenda, su voz tomaba el timbre sono-

    ro de la inspiracin, y la fe se revelaba en todas sus pala-

    bras, en todris sus acciones; pareca tener delante realizado

    ya aquel soberbio cuadro que le representaba su imagina-

    cin; crea ver los navios espaoles arriando sus banderas,-

    creia escuchar el zafarancho de comate, el ruido de la fu-

    silera, el rugido de los caones, los gritos de las chusmas;

    senta en su rostro el calor del fuego el soplo de los vien-

    tos terrales de las costas de Mxico 6 de Tierra-firme. Mor-

    gan estaba completamente trasportado las escenas que

    iba describiendo.

    Brazo-de-acero le segua en su entusiasmo y en su alu-

    cinacin, y sus ojos brillaban tambin, y haba llevado la

    mano al pomo de su gran cuchillo de monte.

    Eso es! eso es!exclam sin poderse contener;

    nuestras sern las islas, nuestro el dominio de los marc^; la

    bandera espaola no cruzar ya por estas aguas, y Mxico

    ser libre, libre, porque entonces nosotros le arrancaremos

    de la corona de Carlos V y de Felipe II.Jovendijo el piratala fe se enciende ya en vues-

    tro corazn.

  • LOS PIRATAS DLL GOLFO. 67

    Ansio el momento de comenzar la lucha, el instante deabordar, seguido de un grupo de valientes, uno de esos so-

    berbios navios de nuestros dominadores

    Sois marinoV sabis manejar las armas?.Soy marino, y s manejar tan bien el pual 6 el hacha

    de abordaje como el mosquete de cazador de toros.

    Queris esperar la nave que venga recoger vues-tros compaeros, preferis partir conmigo?

    Partiria mejor con vos, si tuviera tiempo de despedir-me antes de la mujer que amo.

    Amis?Con todo mi corazn! con delirio!Ahora estoy mas contento de vos; corazn que ama

    con tanto ardor, es corazn grande, porque es capaz de gran-

    des pasiones, es capaz de acciones heroicas: si esa mujer

    no vive lejos de aqu, aun podis despediros, porque est

    amaneciendo ya, y yo no partir hasta maana antes de

    amanecer; tenis, pues, vuestra disposicin un dia y ca-

    si toda una noche.

    Es suficiente; partir con vos.^Antes, sabed que nuestro viaje estar lleno de pe-

    ligros; podemos caer en manos de los espaoles, po-

    demos zozobrar, porque atravesaremos el mar en una

    canoa.

    No importa, contad conmigo.Entonces hasta maana antes de amanecer: y adon-

    de os encuentro?

    Buscadme en el cabo del Tiburn.No faltar.Y aquellos dos hombres se estrecharon la mano cor

    efusin y salieron juntos de la casa.

  • 68 LOS PIRATAS DEL GOLFO.

    Morgan se perdi entre un bosque de mangles y Brazo-

    de-acero tom el camino de la aldea de San Juan,

    Comenzaba amanecer: en aquella hora, el lugar en que

    se haban reunido los conspiradores era ya un desierto, sin

    que pudiera adivinarse que habia habido all gente, mas

    que por las columnitas de humo que se levantaban an de

    algunas hogueras convertidas en ceniza y prximas ex-

    tinguirse.