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Revista Oficial de la Asociación de Maestros de Puerto Rico Año LII, Núm. 1, 2011

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Reimpresión y actualización de la Edición dedicada al prócer puertorriqueño Eugenio María de Hostos de la Revista El Sol de la Asociación de Maestros de Puerto Rico.

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Revista Oficial de la Asociación de Maestros de Puerto Rico Año LII, Núm. 1, 2011

contenido

Invitación a conocer a Hostos Rafael Aragunde

Hostos en familia María Asunción Olivar viuda de Hostos

Boceto biográfico Adolfo de Hostos

Las ideas pedagógicas de Hostos: concepto de la educación de la mujer Camila Henríquez Ureña

Hostos, educador socrático Manuel Maldonado Denis

Eugenio María de Hostos y la reforma de la enseñanza José Emilio González

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Revista Oficial de la Asociación de Maestros de Puerto Rico Año L Núm. 3, 2006

La Revista El Sol se publica cuatro veces al año (marzo, junio, septiembre y diciembre). La revista tiene cuatro secciones permanentes:

Teoría e investigación Experiencias y modelos

La sección de Teoría e investigación presentará artículos y análisis sobre el tema seleccionado para ese número de la revista. En Experiencias y Modelos se presentarán artículos, entrevistas y actividades que muestren prácticas innovadoras y exitosas relacionadas con el tema en discusión. En Reseñas se incluirán reseñas de libros recientes, sobre diversos temas, no necesariamente relacionados con el tema de ese número de la revista. En Informaciones se publicarán anuncios de actividades de interés para el desarrollo profesional de los maestros.

Las colaboraciones de cada área deben venir en original, con el nombre, dirección, teléfono del autor, una fotografía 2x2 y una copia sin el nombre del autor. En las secciones de Teoría e investigaciones y Experiencias y modelos los artículos deben ser entre 3 a 6 cuartillas (páginas) a doble espacio, incluyendo la bibliografía modelo APA.

En las secciones de Reseñas de libros e Información las colaboraciones deben ser entre 1 a 3 cuartillas (páginas) a doble espacio. Los autores son responsables de solicitar autorización para el uso de tablas y citas originales de fuentes primarias según consigna la Ley de Derechos de Autor.

Agradeceremos que, en la medida en que sea posible para los autores, las colaboraciones vengan grabadas en un “CD” en algunos de los siguientes formatos: Microsoft Word (.doc), Adobe Pagemaker 6.5 ó 7, Adobe In Desing, Formato Text Only (.txt) o Rich Text Format (.rtf) o por correo electrónico, [email protected]

El autor interesado en publicar debe enviar un original (con su nombre, dirección, teléfono y si es posible una foto 2x2), una copia y el “CD” (de ser posible), sólo con el título, a:

Revista El SolP.O. Box 191088

San Juan, PR 00919-1088 Puede también entregarla personalmente en la Oficina de Relaciones Públicas en el Edificio de la Asociación de Maestros, Ave. Ponce de León #452, Hato Rey. Los artículos u otras contribuciones deben llegar el 15 de noviembre para la edición de marzo; el 15 de febrero para la edición de junio; el 15 de mayo para la edición de septiembre; y el 15 de agosto para la edición de diciembre.

Una vez recibido el artículo, reseña o información, se le envía un recibo al au-tor. El artículo se somete a la vez a la Junta Editora. La Junta Editora evaluará los artículos y decidirá si se publica, se devuelve al autor para correcciones o no se publica. En cualquiera de las instancias se le enviará una carta al autor notificándole la decisión.

El Sol es una revista profesional gratuita para los maestros asociados.

Política Editorial

Reseñas Informaciones

el Sol19

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Oegri Somnia Eugenio María de Hostos

Hallan manuscrito de Hostos que él había perdido Comité del Sesquicentenario del Natalicio de Hostos

Hostos: sus obras completas Julio César López

Mayores y menores biografías de Hostos Comité del Sesquicentenario del Natalicio de Hostos

Bibliografía de Eugenio María de Hostos y entorno a su obra Víctor Hernández Rivera

La Asociación de Maestros comienza otro año ofreciendo al servicio del magisterio los recursos de nuestra revista profesional El Sol. Este número, el primero del presente año, intenta develar una faceta desconocida de Eugenio María de Hostos.

Sobre nuestro Patriota se han esbozado tantas teorías que, en ocasiones lo visualizamos como una yerta estatua, tal como ocurre con otros de nuestros próceres. Hostos no es un monumento; Hostos es un pensador, pedagogo, filósofo, jurista, cuyo pensamiento, vasto y extenso, tiene mucho que decirle a los maestros de Puerto Rico. El pensamiento hostosiano sirvió de modelo para que el Departamento de Educación, hace casi una década, reconceptuara su modelo curricular a la luz de su pensamiento siempre vigente.

La siguiente reimpresión, una edición revisada y aumentada de la original de 1987, le sirve a la presente generación de maestros como estímulo intelectual para profundizar en Hostos. Para Juan Bosch, Hostos, el sembrador es una figura emblemática, cuyas palabras son fuerza necesaria para el magisterio en estos tiempos.

Espero que disfruten de esta edición presentada con el mismo esmero que todas las anteriores, como ha sido la tradición de esta Revista por el pasado medio siglo.

Cordialmente,

Aida Díaz de Rodríguez Presidenta

Asociación de Maestros 2010 3

PRESIDENTAProf. Aida Díaz de Rodríguez

VICEPRESIDENTEProf. Víctor M. Bonilla Sánchez

DIRECTOR EJECUTIVO Henry Rivera Beras, CPA,CCM

DIRECTOR ASOCIADOProf. José Luis Vargas Vargas

DIRECTORA OFICINA DE RELACIONES PÚBLICAS

María del Carmen Gutiérrez

Ana M. JovanéArtista gráfico

Javier Barreto RománCosette Donalds Brown

Colaboradores

NIHIL SINE ME

Revista Oficial de la Asociación de Maestros de Puerto Rico Año LII Núm. 1, 2011

Dra. Ana Helvia QuinteroPresidenta

Prof. Víctor Hernández RiveraUniversidaad de Puerto Rico-

Río PiedrasDra. Iris Rivera

Pontificia Universidad Católica, Ponce

Eloy A. Ruiz RiveraEstudiante Graduado

Historia, Universidaad de Puerto Rico- Río Piedras

Prof. José Luis Vargas Vargas Director AsociadoProf. Evelyn Cruz

Editora

Junt

a Ed

itora

Asociación de Maestros de Puerto RicoAve. Ponce de León Núm. 452Hato Rey, Puerto Rico 00918

www.amprnet.org

Non-Profit Organization Postage Paid at San Juan, Puerto RicoCirculación garantizada de 30,000 ejemplares

Publicación de carácter cultural y profesional subvencionada con las cuotas mensuales de maestros asociados y editada

cuatro veces al año.

de esta ediciónel porquéEste número de la Revista continúa la celebración del Centenario de la Asociación de Maestros de Puerto Rico. Con estas efemérides honramos, a su vez a un gran maestro: Eugenio María de Hostos. La revista es una edición revisada y aumentada de la Revista El Sol, Año XXXI, Núm. 3, 1987. Hemos enriquecido esa edición con un artículo del Dr. Rafael Aragunde, Invitación a conocer a Hostos. El artículo reflexiona sobre qué nos dice el pensamiento de Hostos para nuestros días. El autor plantea que para esto se necesita que conozcamos mejor su pensamiento.

La Revista que reimprimimos comienza con un artículo de María Asunción Olivar vda. de Hostos, que nos presenta a Hostos en familia, como hijo, padre, esposo. Por su parte, Adolfo de Hostos nos ofrece datos de la vida de Hostos, enfatizando en su desarrollo como educador. Camila Henríquez Ureña, en su artículo nos describe cómo Hostos apoyaba la igualdad en la educación de la mujer. Planteaba que al pedir el desarrollo moral e intelectual de la mujer por medio de la educación, lo que exigía era un cambio radical en los estilos de vida, ya que el hijo es en gran parte el resultado de la educación materna y forma después la sociedad según los principios en que él se formó.

Manuel Maldonado Denis en su artículo nos expone que Hostos, al igual que Sócrates, tenía como ideal el método dialéctico que promueve el desarrollo de la razón, al ejercitar la misma. José Emilio González, a su vez, sugiere que la reforma educativa, en ese momento en discusión, tome como base los principios educativos que Hostos promovía.

Sigue un artículo del propio Hostos, Oegri Somni, en el cual expone lo importante de soñar las posibilidades del futuro, a la vez que es necesario arraigar ese sueño en muchos para lograr que se desarrolle y fructifique. En el próximo artículo el Comité del Sesquicentenario informa que se ha hallado un manuscrito de Hostos, entre unos documentos de la Sala de Recursos Raros de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. El escrito va dirigido al Presidente McKinley solicitando unas reformas en Puerto Rico en la enseñanza agrícola. En el artículo se presenta el escrito.

Julio César López, explica en, Hostos: sus obras completas, la necesidad de desarrollar las Obras Completas de Hostos. Este proyecto se llevó a cabo por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Finalmente se presenta una Bibliografía de obras dedicadas a Hostos.

¡Esperamos que disfruten esta reimpresión enriquecida!

Ana Helvia Quintero, Ph.D.Presidenta, Junta Editora

Asociación de Maestros20104

Homenaje a Hostos

INVITACIÓN A CONOCER

A HOSTOS

Rafael Aragunde1

Asociación de Maestros 2010 5

más de un siglo de su muer-te, Eugenio María de Hostos continúa siendo un pensador

que no conocemos lo suficiente. Se nos reitera la importancia que tuvo para la América Latina, sobre todo para la República Dominicana y Chile, pero encontramos pocas huellas suyas en nuestro limitado horizonte isleño. Al-gunos lo citan en importantes efeméri-des, pero su nombre desaparece pronto ante las dinámicas frívolas de nuestra vida pública en torno a las cuales, jus-tamente, tiene muy poco que decirnos. Además, no le leemos.

Hostos apenas vivió de adulto en Puer-to Rico. En plena juventud deja nues-tras tierras para proseguir estudios en España. Desde los trece hasta los vein-titrés años se desplaza frecuentemente entre la isla y el continente europeo, pero después de 1863, ya no regresará hasta la invasión de 1898, treinta y cinco años más tarde, para volver a dejar-nos brevemente, debido al importante viaje que hiciera a Washington como miembro de la Comisión que habría de reunirse con el presidente McKinley. Nos abandonó, definitivamente, en el 1900, cuando se marcha a Santo Do-mingo, donde moriría en el 1903, año en que se fundaba la Universidad de Puerto Rico y el sistema escolar puerto-rriqueño, totalmente controlado por los estadounidenses, recién se inauguraba.

o menciono estas institucio-nes por pura casualidad, sino porque no huelga atender la

desafortunada ausencia de Hostos en nuestros ámbitos educativos e intelec-tuales de principios de siglo, dos es-pacios públicos que, por otro lado han permanecido en Puerto Rico, pese a

apariencias, distantes y que él hubiera podido contribuir a conectar. Debemos sospechar que, de haber permanecido en Puerto Rico, el rumbo que hubiera tomado nuestra educación habría sido distinto, tanto antes como después de la invasión. Y, posiblemente, no sólo la dirección educativa, sino, también, la política. Aquellas ausencias su-yas, antes del 98, fue resultado de un injusto exilio impuesto por las auto-ridades españolas; luego, tras el 98, aunque dolorosa, según nos dice Juan Bosch2, fue una ausencia voluntaria-mente asumida por él. Ausencias que fueron, aparentemente, de extraordi-nario beneficio para las sociedades en las que Hostos pasó a desempeñarse como profesor y administrador de ins-tituciones educativas. Sabemos que en Chile y en la República Dominicana la comunidad académica le recuerda con admiración y aprecio, mientras que en Puerto Rico, le traen a colación sólo los que coinciden con su defensa de la soberanía nacional.

Se podría decir que es sólo con la tesis doctoral del pensador Antonio S. Pe-dreira, publicada en Madrid en 1932, que Hostos vuelve a Puerto Rico, treinta años después de su muerte. Aquel libro, titulado Hostos, ciuda-dano de América, y sus Obras Com-pletas, editadas por el dominicano Juan Bosch, algunos años más tarde, nos permiten conocer los escritos que le habían merecido la admiración de tantos latinoamericanos.

Entre profesores universitarios es que Hostos ejercerá mayor influencia. Tras la temprana muerte de Pedreira, en 1939, serán académicos dedicados a la enseñanza de la literatura como Fran-

Debemos sospechar que, de haber permanecido en Puerto Rico, el rumbo que hubiera tomado nuestra educación habría sido

distinto, tanto antes como después de la invasión.

cisco Manrique Cabrera y José Emilio González quienes se ocuparán de re-cordarle. Por otro lado, en el mundo de la política, Hostos tardará décadas en convertirse en un punto de referencia imprescindible del sector independen-tista, por lo menos no como habría de serlo hacia el último cuarto del pasado siglo y como lo es en la actualidad. Las referencias de rigor se hacían la ma-yoría de las veces a Ramón Emeterio Betances, José de Diego y Pedro Al-bizu Campos.

a hermenéutica hostosiana que, entonces, se desarrollará, recaerá demasiadas veces en comentarios

que no estimularán a construir sobre el mismo pensamiento hostosiano ni a desarrollar aplicaciones pertinentes. En los cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo veinte, la herencia del pen-sador parece no trascender el discurso ocasional en el que se la cantan loas a una vida que le dedicó al periodismo, la educación y a la defensa de la sobe-ranía de Cuba y de Puerto Rico y en la que no parece hallarse mácula de nin-gún tipo. Su existencia admirable, la cual, siguiendo a su maestro Pedreira3, que llevó a Manrique Cabrera a des-

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1 El doctor Rafael Aragunde sirvió como Secretario del Departamento de Educación de Puerto Rico, entre 2005 y 2008. Fue, además, Rector de la Universidad de Puerto Rico en Cayey (2002-2005), donde enseñó Filosofía durante 28 años. Ocupó la Cátedra de Honor Eugenio María de Hostos del Sistema de la Universidad de Puerto Rico entre el 1993 y el 1994.2 Escribe Juan Bosch en su Hostos, el sembrador, Río Piedras: Ediciones Huracán, 1976, p. 187: “Da dolor; pero hay que irse.”3 Pedreira habla de “la santidad de su ademán” en Hostos, ciudadano de América, en Obras, Tomo II, San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970, p. 561.

Asociación de Maestros20106

Homenaje a Hostos

cribirlo como “asceta laico”4, se hace tan apabullante que parece prohibir el desarrollo de reflexiones que entrarán en serio diálogo con lo que planteó. Por ejemplo, en torno a la moral y a la educación, temas que, como sabe-mos, se prestan muy bien para precisar matices o identificar diferencias. Lo que, inevitablemente, se dio fue el de-sarrollo de una tradición acrítica, que en vez de invitar a conocer a Hostos, lo hacía inabordable.

n el extranjero habrá de ocurrir lo mismo con la herencia hosto-siana. En la mayoría de los casos

se recalcan sus dimensiones continen-tales y su evidente entereza moral y, en ocasiones, se explican algunas de las líneas de su pensamiento, pero se echan de menos los necesarios cuestio-namientos de una visión de la realidad que se había desarrollado a partir de concepciones de principios y media-dos del siglo diecinueve; muy pocos lo evalúan en el contexto más amplio de las ideas de su época. El venezolano Rufino Blanco-Fombona, ejemplo de lo primero, le considera más importan-te para América que Sarmiento; el so-ciólogo español Salvador Giner, ejem-plo escaso de lo segundo, lo describe como conservador y “neocomteano”5.

No sería hasta los años ochenta del siglo veinte, en ocasión de la celebra-ción del sesquicentenario, al final de esa década, que tanto en Puerto Rico como en el resto de la América Latina se abriría otro capítulo en la hermenéu-tica hostosiana. El profesor Manuel Maldonado-Denis, principal promotor de la celebración y los encuentros de estudio que tuvieron lugar, así como

del deseo de comenzar la edición de unas nuevas Obras Completas, venía aportando ensayos y antologías desde comienzos de los setenta que familia-rizaban a las nuevas generaciones con un Hostos político, sociólogo y educa-dor6. Don José Ferrer Canales, presen-te y activo en aquella celebración, se había ido convirtiendo en uno de sus más apasionados apologetas, uniéndo-se en ello al previamente mencionado José Emilio González.

Tal y como se esperaba, las aporta-ciones del Sesquicentenario recogidas para publicación, fueron mayormente celebratorias. Se trataba de hacerle justicia a un pensador que había sido exiliado de su país de origen y que se conocía más en el extranjero que en su patria. Se insistiría en la amplitud de los escritos de Hostos y en su perso-nalidad. Pero apenas se identificaron aquellos lugares en los que Hostos se revelaba hijo de su tiempo. Es preci-so decir, sin embargo, que a partir de aquel 89, y en lo que llevamos de este siglo veintiuno, la hermenéutica hos-tosiana, tanto en Puerto Rico como fuera, se diversifica y convivirán tex-tos críticos con otros que le son fiel al comprensible interés por darlo a cono-cer sobre todo en un país en el que se le debería leer, según ya hemos dicho, y donde no se le lee.

Pero ¿será Hostos relevante para nues-tra época y, sobre todo, para Puerto Rico? Para los autores de los ensayos que se reimprimen en este número la pertinencia de las ideas de Hostos no se podía poner en duda; se trataba de algo evidente. Sobre todo los cuatro que atienden sus ideas pedagógicas y

en específico comentan sus nociones sobre la razón: don Adolfo de Hostos, Camila Henríquez Ureña, José Emi-lio González y Manuel Maldonado-Denis, quienes asumen con Hostos sin más que la educación está ínti-mamente ligada a la razón y que ella es su “vehículo principal”7. Podrían, desde luego, estar en lo correcto, pero se echa de menos en ellos un cuestio-namiento siquiera mínimo sobre el concepto razón, término sobre el cual ha abundado la especulación filosófica y, desde luego pedagógica, desde que los racionalistas y empiristas europeos de los siglos diecisiete y dieciocho hi-cieran uso de ella e influyeran en las tradiciones idealistas alemanas y po-sitivistas francesas e inglesas, que es como llega hasta Hostos. De hecho, Hostos mismo es muy consciente de la complejidad de la razón, a la cual lla-ma “conjunto de órganos y aparatos”8.Habría que ver si en una época en la que nos esforzamos por identificar múltiples avenidas para desarrollar co-nocimiento entre nuestros estudiantes, época en la que los contextos familia-res, económicos y mediáticos, las con-sideraciones neurológicas, los mismos ambientes escolares y las múltiples inteligencias son traídas a colación, se puede continuar hablando de la razón según se ha interpretado en Hostos. Su insistencia en el conocimiento del orden de la razón debe ser visto como una anticipación de la importancia que habrían de tener las consideraciones en torno a la neurología y más especí-ficamente en torno al cerebro en nues-tra época. Hay, me parece, una dife-rencia entre el reconocimiento de una reflexión que anticipa futuros desarrollos

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4 Manrique Cabrera, F., Historia de la literatura puertorriqueña, Río Piedras: Editorial Cultural, 1986, p. 167.5Ver el ensayo de Rufino Blanco-Fombona, “Eugenio María d Hostos”, tan leído, en Maldonado-Denis, M., Visiones sobre Hostos, Caracas: Biblioteca Aya-cucho, 1988. Y en el mismo tomo, el texto de Salvador Giner, “El pensamiento sociológico de Eugenio María de Hostos”.6 Ver, por ejemplo, su Hostos, Sociólogo y Maestro, Río Piedras: Editorial Antillana, 1981. Por cierto, en la p. 21 Maldonado-Denis, rompiendo con la tradición apologeta, le critica no haber captado las implicaciones del imperialismo estadounidense.7 En palabras de JEG en p. 25.8 Ver su Ciencia de la pedagogía (Nociones e Historia), Vol. VI, Educación, Tomo I, Río Piedras: ICPR, Editorial de la UPR, 1991, p. 69.Hostos, E. M., Ciencia de la pedagogía (Nociones e Historia), Op. cit., p.45.

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a los deberes morales. En el caso de la razón, si hubiera admitido que se tenía que continuar estudiando con precisión ese órgano que nos permite conocer; en el caso de la moral, no la fe ciega en los innumerables deberes, sino la importante del encuentro feliz entre los conocimientos que se tienen en torno a la realidad y la conciencia por el otro y la fidelidad que la segun-da le debe a la primera.

Todavía no conocemos lo suficiente-mente bien a Hostos. Podemos com-partir su “ideal pedagógico”, que se-gún escribía Manuel Maldonado-Denis en el 1987, “es un llamado a la exce-lencia académica”, pero necesitamos internarnos en sus escritos con ojos críticos para identificar en ellos sus visiones más específicas que, aunque hijas de su tiempo, nos deben ayudar a desarrollar las pedagogías que requie-ren nuestros tiempos.

y el dar a entender que esa misma re-flexión, tal y según se realizó, continúa siendo pertinente.

or otro lado, la insistencia hos-tosiana en identificar órdenes y su convencimiento de que exis-

te lo que él llamaba “el plan mismo de la naturaleza” es problemática por partida doble. En primer lugar, porque sugiere que hay un camino –un texto– predeterminado, preescrito, que pode-mos recorrer felizmente hasta llegar a su fin. Pero, ¿qué dice específicamente el texto?, ¿quién es el intérprete del texto? Éstas son interrogantes que tendría que atender y no atendió. En segundo lugar, porque responde a una visión (positivista) de la historia en la que prevalece el convencimiento de que se ha alcanzado el conocimiento y, por lo tanto, ya se está en posesión de la verdad. Sólo restaría defenderla ante quienes la impugnen. Si acaso, lo que se puede hacer es profundizar, pasiva-mente, en ella. Pero una vez más, ¿qué dice esa verdad?, ¿quién o quiénes son los llamados a identificarla?, son inte-rrogantes que Hostos no nos contesta.

Sin duda, se trata de un pensador ex-traordinariamente inteligente, pero un pensador que responde a los ambien-tes intelectuales del siglo diecinueve español, un ambiente entre cincuenta y cien años atrasado con respecto al resto de Europa. Sus textos en torno a la educación y la moral nos recuerdan los de Andrés Bello, una importantísi-ma figura del pensamiento latinoame-ricano que adopta la Ilustración como perspectiva, pero que había nacido casi sesenta años antes que Hostos. Que éste se exprese tan parecidamente a Bello, se debe a que en sus gestio-nes educativas el puertorriqueño con-frontaba interlocutores que todavía se resistían a aceptar las aportaciones ilustradas. No se trataba de intelectua-

les que estuvieran a su izquierda, sino de políticos muy conservadores que no creían en una educación secularizada ni en el derecho de la mujer a educar-se. Ante éstos, Hostos, valientemente, hablaba sobre un orden natural que se iba conociendo cada vez mejor y de la igualdad de los géneros en lo que res-pectaba a la razón.

Aun así, no dejan de ser problemáticos para nosotros los planteamientos hos-tosianos que revelan fidelidad a las vi-siones positivistas de principios de si-glo diecinueve. Por ejemplo, en una de sus expresiones más citadas, recogida en la Ciencia de la pedagogía de las nuevas Obras Completas, Hostos afir-ma lo siguiente: “Dadme la verdad, y os doy el mundo. Vosotros, sin la ver-dad, destrozaréis el mundo, y yo, con la verdad, con sólo la verdad, tantas veces reconstruiré el mundo cuantas veces los hayáis vosotros destrozado9”. Son palabras de un atractivo innegable, pero suponen un acuerdo sobre lo que es verdadero. ¿Pero lo verdadero es lo que nos expresan las ciencias naturales o lo que nos dice ésta o aquella filo-sofía? ¿Lo que nos dice este pensador, aquel sacerdote, este otro político? ¿El arte sobre el cual mostraba escepticismo?

ostos nos habla de las verdades de la pedagogía, de la naturale-za y de la sociedad como si se

tratara de algo evidente, las cuales no lo eran en su época. Verdades que hoy son mucho menos evidentes. El entu-siasmo que sentía por la búsqueda de la verdad, porque pensaba que ésta te-nía dotes redentoras, era lo que lo lle-vaba a expresarse de esta manera, pero era a lo primero a lo que se debía haber referido, a la búsqueda, no a la verdad en sí, de la cual tenía que saber que era tan esquiva. Es así como, también, mutatis mutandi, podría justificarse la atención que le prestaba a la razón y

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Se trataba de hacerle justicia a un pensador que había sido exiliado de su país de origen y que se conocía más en el extranjero que en su patria.

9 Hostos, E. M., Ciencia de la pedagogía (Nociones e Historia), Op. cit., p.45.

Asociación de Maestros20108

Homenaje a Hostos

SU CASA

La descripción que Hostos mismo nos hace (en su Memoria, Diario, Tomo I, de sus Obras Completas) y que, tomó prestada por ser rica en matices senti-mentales. Delicada y amorosa- a veces agridulce, a veces juguetona-, pero lle-na de sabiduría en la entrelínea. Relata Hostos en 1874, describiendo su niñez:

“Recuerdo la casa: era de madera pintada según uso del país, de verde y colorado en el exterior, con dos pisos, el bajo que ocupaban la escribanía y su tío Carlos en los tres aposentos del cuerpo delantero, un viejo vizcaíno, el negro Adolfo y dos negros del servicio de la casa en el cuerpo que se prolon-gaba hacia el fondo, formando con el resto del edificio un ángulo rectilíneo. La familia ocupaba el piso principal, compuesto de una sala, un aposento espacioso a la derecha, ocupado por sus padres, varios aposentos pequeños ocupados por sus hermanas y por dos huérfanas recogidas, otro por su her-mano mayor, detrás del cual estaba el comedor, el cual seguía la cocina. Su

María Asunción Olivarviuda de Adolfo de Hostos

hermano Carlos y él ocupaban un apo-sento colocado detrás de la sala. En el espacio encerrado por las dos alas del edificio había un patio empedrado. En él había un árbol y en el árbol un mono, víctima y diversión al par que espanto de los niños. Desde los altos de la casa se veía la sabana, un vasto descampado que no lejos estaba limi-tado por la vegetación enmarañada de los trópicos.”

Imaginemos a Hostos niño correteando con sus hermanos y amiguitos por la casona que describe y por la sabana verde y ancha, que más parece cielo, el cielo libre de sus sueños y de su alma. Tuvo siete hermanos: José, En-gracia, Eladia Dolores, Carlos, Adolfo y Rosa. La casona se llenó de risas, de carreras y juegos de niños. La unión de la familia venció los infortunios, y la vida fue preparando el terreno al maestro mayagüezano en el rincón fa-miliar de Río Cañas.

EL HIJO

Recuerda al padre “como la prime-ra personificación de lo inaccesible”, curioso recuerdo de niño, pues luego en sus cartas manifiesta un gran amor por su padre, le añora y le despide pi-diendo su bendición. En carta escrita desde Chile (el 7 de abril de 1897), le reclama:

“Un poco me ha tranquilizado la car-ta que mi hermana Rosita me ha escri-to últimamente por encargo de usted, y que he recibido en estos días; pero el hecho de no escribirme usted, y la noticia que Rosita me da del malestar de usted, me desasosiegan en extremo. Para un hombre tan mortificado como yo, le aseguro, papá, que es el colmo de la crueldad el tenerlo, como las cir-cunstancias me tienen, con el corazón dividido en tantas partes, una aquí, otra ahí, otra en las vicisitudes de la patria…”.

A través de los años pasados el recuer-do de su madre (“hermosa mujer rubia de aspecto a la par bondadoso e impo-

A la memoria de Hilaria y Eugenio, madre y padre de E. M. de Hostos, nuestro prócer, quien nació para ser Ciudadano de América, Apóstolde la Libertad y sembrador de la Verdad y la J usticia.

Hostos en Familia

Asociación de Maestros 2010 9

nente, sentada en una mecedora con su canastilla de costura a un lado y él al lado de la canastilla”), sigue reinando alma adentro con el recuerdo de su pa-dre y en el espíritu tan necesitado de amor en su destierro y en la eterna vi-gilia de su patria.

Añoraba su hogar, su patria; le apasio-naba el Mar de las Antillas porque él en muchas ocasiones se sintió mar, se sintió oleaje que acariciaba las costas de la América que llevaba en sus ve-nas. Evoca a su tía-madrina, a su Ma-bina, su tía Caridad que una vez le dio de comer arroz muy caliente.

EL PADRE

La llegada de sus hijos mitigaron sus tristezas, dieron un cambio radical al hombre que moría poco a poco de dolores de la patria. Cada nacimiento era celebrado con una canción de cuna para ser dormidos al arrullo paterno. Cantos, comedias para sus chiquiti-nes salían de muy adentro de su alma. Las Navidades eran celebradas con retablos, árboles, fuegos artificiales y

aquel maestro-padre ponía a los pies de sus hijos todo el amor y la ternura que poseía. Su esposa, su Inda adora-da, era testigo del amor del padre y del amor del patriota. La amaba y ella le seguía en sus pasos, en su espíritu y en su ideal. Hostos ha escrito las más bellas páginas de amor dedicadas a su “Inda de mi alma”.

Cuenta Adolfo, uno de sus hijos (pues eran siete en total: Eugenio, Carlos, Luisa, Amelia, Rosa Inda, Bayoán, Fi-lipo y María Angelina), que su padre a la vez que era amoroso con sus hijos les enseñaba el cumplimiento de los deberes. Sufría mucho cuando uno de

ellos se enfermaba y esto lo comprueba en una carta que escribe a su esposa: “Ha sido tan honda la tristeza y es tan angustiosa la pesadumbre que me ha causado la noticia de la recaída de Adolfito que creo que si no me pongo a escribirte, no podría sobrellevarlas”.

Cuando se ausenta del hogar, les escribe a menudo y a cada uno de ellos. De esa manera pensaba Hostos que la separa-ción no era tan dura y recibiendo sus car-tas les parecería que no estaba ausente.

Es verdaderamente impresionante la angustia que padece Hostos al morir la pequeña Rosa Inda, la hijita de meses que se parecía a doña Hilaria, su san-ta madre. Tanto en su Diario como en Páginas íntimas, nos encontraremos con toda la emoción de que es capaz un ser humano, visto en el seno de su familia; al niño de Río Cañas (“barri-gón y cabezón”), el niño solitario, ab-sorto en meditaciones; el artillero de la palabra en Madrid, al enamorado de Inda, al “querido compatriota, que es decir más que querido amigo”.

Hilaria y Eugenio,madre y padre

de E. M. de Hostos

Imaginemos a Hostos niño correteando con sus her-manos y amiguitos por la casona que describe y por la sabana verde y ancha, que más parece cielo, el cielo libre de sus sueños y de su alma.

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Homenaje a Hostos

Eugenio María de Hostos nació en los alrededores de Mayagüez, el 11 de enero de 1839. Empezó su instrucción primaria en Puerto Rico y terminó la secundaria en la Universidad de Bilbao, España. Estudió derecho en la Univer-sidad Central de Madrid. Siendo toda-vía estudiante, publicó en la Prensa española trabajos de carácter patriótico y humanitario, revelando ya una sólida mentalidad. Ayudó al derrocamiento de Isabel II, con la esperanza de obtener reformas en el gobierno de las Antillas españolas. No habiéndose cumplido las promesas hechas por los republica-nos españoles de conceder la autonomía a Cuba y Puerto Rico, dejó a España y se dirigió a Nueva York a laborar en la Junta Revolucionaria de Cuba.

Desde 1871 al 74, recorrió a Colombia, el Perú, Chile, la República Argentina y el Brasil, en propaganda a favor de la independencia de Cuba y Puerto Rico. Al mismo tiempo, trabajaba con gran entusiasmo en la solución de los proble-mas locales de aquellos países. En el Perú, censuró valientemente la onero-sa concesión del ferrocarril de la Oro-ya a una compañía extranjera; en Chi-le, abogó por la enseñanza científica de la mujer y en la Argentina por la cons-

trucción del ferrocarril Trasandino. En Santiago de Chile, 1872-73, publicó varias obras, entre las cuales debe ha-cerse mención especial del Juicio Crí-tico de Hamlet por haberse empleado en este trabajo, quizá por primera vez en las letras latinoamericanas, los recur-sos de la crítica psicológica.

Sus admiradores chilenos reimpri-mieron, entonces, la Peregrinación de Bayoán, en cuyo prólogo hizo Hostos la profesión de fe filosófica y literaria que constituye uno de los documentos esenciales de la literatura americana.

En Nueva York, 1874-75; en la Re-pública Dominicana, 1875, y en Ve-nezuela, 1876, continuó su lucha por la libertad de Cuba y Puerto Rico. El Pacto del Zanjón, el cual puso térmi-no a la Guerra de Diez Años de Cuba, puso, también, fin a los 15 años de in-cesante labor patriótica de Hostos.

Habiéndose casado en 1877 con la seño-rita María Belinda de Ayala y Quintana, terminada la guerra de Cuba y sintien-do un incontenible impulso de formar su hogar, regresó a Santo Domingo, dedicándose entonces a la enseñanza pública. Redactó una Ley de Normales, y

10 Memoria premiada por la Asociación de Maestros de Puerto Rico, en el año 1920.11 Hijo de Eugenio María de Hostos. Se desempeñó como Historiador Oficial de Puerto Rico.

fundó y dirigió la primera escuela Nor-mal. Escribió, entre 1879 y 1888, varias obras didácticas, científicas y literarias.Llamado por el Gobierno de Chile, en 1887, partió al año siguiente a implan-tar el sistema concéntrico de enseñanza, tomando luego parte muy activa en la vida intelectual de Chile hasta 1898.

Creyendo poder ser útil a su país, y cuando la guerra Hispano-Americana parecía inevitable, no titubeó en aban-donar su brillante posición en Chile, volviendo a las Antillas en 1898.

Ese año fundó en Puerto Rico la Liga de Patriotas. Representando a ciertas municipalidades de la Isla, en compañía de los doctores José Julio Henna, Ma-nuel Zeno Gandía y Rafael del Valle, expuso con ellos ante el gobierno de Washington las necesidades del país y pidieron las concesiones de orden po-lítico, económico y educativo que esti-maron más adecuados a esas necesida-des. A su regreso fundó dos institutos de enseñanza primaria municipales.

Convencido de que eran, entonces, irrealidades en su país los hermosos propósitos de la Liga de Patriotas, se trasladó de nuevo a Santo Domingo,

Adolfo de Hostos11

Bocetobiográfico10

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absolutamente decepcionado; pero aún con valor para realizar la más ardua labor a que se ha dedicado un extranjero por el bienestar de aquel hospitalario país, donde le sorprendió la muerte en 1903.11

La Pedagogía de Hostos¿Cuándo empezó la labor pedagógica de Eugenio María de Hostos? Sobre este punto no existe, en su bibliografía, información directa y completa. Mas, habiéndole oído decir una vez que cuando era estudiante del Instituto de Segunda Enseñanza de Bilbao, de los doce a los trece años, había a solas cri-ticado y repugnado el método casi ex-clusivamente mnemotécnico en boga entonces, asumiremos, con razón, que el germen de su doctrina pedagógica apareció, entonces, en su mente, como a menudo aparece un germen en un medio físico propio a su cultivo, en forma microscópica. Si repugnó re-flexivamente el método escolar a que estaba sometido en su niñez, era ya un incipiente pedagogo.

Pasaron los años, la idea política do-minó en él toda otra preocupación y era un ardiente revolucionario, cuando en Nueva York, para poder sostener-se, allá por el año 1869, tuvo una vez que traducir al español, para una casa editora norteamericana, unas cuantas cuartillas científicas destinadas a ser-vir de texto en las escuelas de la Amé-rica Latina. Cierto día, los editores no enviaron a tiempo al traductor los ori-ginales ingleses: pero éste, quien evi-dentemente no estaba muy necesitado de originales, continuó y terminó la redacción de esta cartilla por su propia cuenta, dando así principio a la fecun-da carrera pedagógica que sólo habría de interrumpir la muerte.

El embrión evolucionaba, alcanzando forma adulta en 1872, cuando a los 33 años escribía en Chile su revolucio-naria serie de artículos sobre La ense-ñanza científica de la mujer. La serie contiene su primera exposición de los principios que rigen la enseñanza ra-cional y sostiene, quizás por primera vez en la América del Sur, la doctrina de la igualdad intelectual de la mujer, la susceptibilidad de su inteligencia al cultivo racional, su capacidad científi-ca y su derecho natural a recibir una educación liberal y a desempeñar las obligaciones y deberes sociales que imponen las llamadas carreras cientí-ficas. Todas estas cosas, que en 1920 son simples lugares comunes, eran mi-radas con sospecha, duda y hasta con horror, por una gran parte de la opi-nión pública de nuestra América hace cincuenta años.

Todavía habían de pasar algunos años antes de que Hostos pisara por primera vez las aulas escolares en calidad de maestro. Fue en Caracas, en 1876, y para hacer evidente el hecho de que cuando entró por primera vez en ellas era un educacionista original, baste decir que apenas entró por una puer-ta salió por la otra, porque el medio-cre director de aquel plantel no pudo avenirse a los nuevos procedimientos que el recién llegado quería implantar. A fin de que la lección sirva de estí-mulo a nuestra juventud, recordemos que una piadosa oscuridad ocultó para siempre el nombre de aquel magíster de 1876. La puerta que cerró a Hostos, colocó a nuestro compatriota en el ca-mino de mayores logros.

Terminados los ensayos, comienza su verdadera obra educadora en Santo Domingo, 1880, asumiendo la dirección de la escuela Normal. Fue ésta, sin duda, la primera escuela dedicada a la

enseñaza racional que funcionó en la América Latina. En ella desarrolló, en toda su amplitud, su doctrina fa-vorita de “educar la razón, según la ley de la razón”.

Costóle un gran esfuerzo la organiza-ción de las Normales. Crear un nue-vo organismo docente conllevaba la responsabilidad de inducir al país a proveer los medios necesarios a su sostenimiento. No había maestros que respondieran, entonces, a las exigen-cias de ese plan novel, ni textos ni dis-cipulado, y se dedicó enérgicamente a hacer las tres cosas a la vez. Enseñaba, dictaba los textos a sus discípulos, im-provisaba los maestros e imbuía en el discipulado el nuevo espíritu, la nueva tendencia. Al mismo tiempo, desem-peñaba en el Instituto Profesional de la República Dominicana las cátedras de derecho constitucional, internacional, penal y de economía política.

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Homenaje a Hostos

conciencia y conocimiento. Si la mujer latinoamericana viera así guiada su cu-riosidad hacia lo bello y lo verdadero, muy diferentes serían el objetivo y el impulso de nuestras sociedades.

Hasta el afecto maternal se reciente de la no educación, de la no dirección de las facultades de la mujer, pues ese afecto, el más alto, no lo es efectiva-mente cuando se convierte en exagera-ciones y debilidades. Y Hostos pensa-ba que había casos excepcionales, pero por regla general, la mujer que produ-cía a la mayor parte de los hombres era “esa madre amorosa, extremosa, in-discreta, irreflexiva, que, no teniendo educado el sentimiento, es igualmente capaz de morirse si se muere el predilec-to de su alma o de asesinar moralmente al hijo que se emancipa de su despotismo”.

l pedir el desarrollo moral e in-telectual de la mujer por medio

de la educación, lo que pedía era un cambio radical en la vida: el hijo es en gran parte el resultado de la educación materna y forma después la sociedad según los principios en que él se for-mó. Y tal como era, la mujer podía alcanzar una virtud negativa, pero sólo en raros casos la moralidad consciente, capaz de dar una dirección espiritual.

artidario decidido de la más am-plia cultura femenina, Eugenio

María de Hostos creía que “una de las causas que tiene el verdadero hombre para mirar con indignación y desdén a los físicamente hombres que compo-nen nuestra especie, es la indiferencia estúpida con que las sociedades han mirado la educación de la mujer”. Las pocas mujeres que habían podido es-capar del círculo de hierro en que las encerraban la tradición y la ignorancia, solamente lograron hacerlo a fuerza de individualidad genial. Hostos quería que, por medio de una educación racio-nal, se hiciera de la mujer lo que debe ser: un ser de conciencia y de razón.

“Solamente será la sociedad lo que debe ser, cuando la mujer, adecuada-mente preparada, coadyuve a la obra general de la vida humana a que esta-mos consagrados todos los seres ra-cionales… La razón no es masculina ni femenina: es razón, medio orgánico de indagación y adquisición de la verdad”.

La mujer como miembro de la socie-dad, lo mismo que como razón y con-ciencia, debe educarse. “Aritmética-mente, ella es la mitad de movimiento social; mecánicamente, es el todo”; que se dé, al todo que inicia el mo-vimiento, la capacidad de hacerlo en

LAS IDEAS PEDAGÓGICAS: concepto de la educación

de la mujer

P

A

¿

La educación femenina debía tender a formar la mujer completa. Debía dar a la mujer, además del desarrollo de la razón, la plena conciencia de sus dere-chos y de sus deberes, como fundamento de la familia y de la sociedad, como miembro de la patria y de la humanidad.

Y qué decir de la mujer como educadora? Esa era según Hostos

su puesto natural, pues la naturaleza ha hecho de ella la institutriz insusti-tuible de la infancia. Pensando en la enseñanza que comienza en la cuna; pensando en los jardines de Froebel, donde los niños son las tiernas plantas y es jardinera la mujer, decía Hostos: “La maestra es el porvenir. Ella habla hoy y se le escucha mañana. El niño, de sus labios persuasivos oye para toda la vida la revelación de su destino”. Creía necesario prepararla para tan alto fin. Al desarrollar para él sus gran-des poderes, la mujer llegaría más allá; llegaría a ser, en todo el alcance de la idea, la primera educadora del hom-bre: “del hombre niño, desde la cuna; del hombre adolescente, por el afecto fraternal; del joven, por la influencia mejorada del amor; del hombre, en fin, en todas las edades, por el estímulo, la influencia y el respeto”.

Camila Henríquez Ureña

N Destacada ensayista, educadora y crítica literaria dominicana. Se mudó de niña a Cuba, donde ejerció la docencia,llegando a ser Profesora Emérita de la Universidad de la Habana.

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Si fuese necesario escoger un ámbito acogedor, un lugar que Eugenio María de Hostos pudiese llamar su casa, su hogar por derecho propio, ese debería ser -quién podría dudarlo- la universi-dad de aquella Madre Isla que él tanto amó y veneró, y cuya libertad defendió en todos los confines del continente americano, así como en la propia pe-nínsula ibérica. Porque la universidad, cuando logra verdaderamente conver-tirse en el centro mismo de las inquie-tudes de una sociedad, cuando contri-buye a afinar y refinar las aristas del pensamiento crítico, cuando es capaz de servir como una fuente siempre re-novable de las más ricas expresiones creativas de una sociedad, no hace otra cosa, sino, poner en vigor y proveerle vigencia a los principios pedagógicos que sirvieron como norte a la vida y la obra de Eugenio María de Hostos. El ideal pedagógico hostosiano es un llamado a la excelencia académica, un reclamo para el cultivo de las facul-tades racionales que caracterizan a la

especie humana. Todo ello, debemos consignarlo, es concebido de manera abierta, generosa, no dogmática. Por-que para el maestro mayagüezano el dogmatismo es la antítesis de la peda-gogía, la camisa de fuerza que impide el pleno desarrollo de las facultades ra-cionales del ser humano y que frena el potencial de éste en el proceso hacia su plena realización como ente pensante.La idea misma de la universidad, de todo cuanto ésta representa para el porvenir de la humanidad, es consus-tancial a la visión que Hostos tiene acerca de la pedagogía. Ciencia ésta que, según sus palabras, no consiste en otra cosa sino en “Educar la razón según la ley de la razón”. A la cual añade: “Como esa ley no es otra cosa que la establecida por la naturaleza con obje-to de hacer que la razón se desarrolle poco a poco y según que se vayan for-taleciendo las facultades que primero aparecen, educar la razón y sujetarse a la ley de su desarrollo son dos cosas que se completan la una con la otra.”

En efecto, la universidad, nuestra uni-versidad, tiene en estas palabras de Hostos el proyecto histórico funda-mental que puede servir como pauta para su desarrollo institucional. Pues, bien vistas las cosas, el Maestro no hace otra cosa, sino, aplicar a las reali-dades específicas de nuestras socieda-des aquella sabia máxima del gran pe-dagogo que fue Sócrates cuando éste aseveró que él no enseñaba filosofía, sino sólo enseñaba a filosofar. Medítese el alcance de esta admoni-ción socrática y podrá verse que, den-tro de su aparente sencillez, encierra el carácter raigal del verdadero quehacer universitario. Hombre quizá si lo su-ficientemente sabio como para nunca haber escrito una palabra. No obstante, Sócrates brindó, en medio del convul-so panorama de la Atenas de su época, aquello que ningún universitario que se precie de serlo puede ignorar sin que corra el riesgo de que se le considere ignorante: la mayéutica y la dialéctica.

Educador Socrático

Manuel Maldonado Denis12

12 El doctor Manuel Maldonado Denis fue un destacado intelectual, escritor y catedrático en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Fue uno de los intelectuales que estudió la figura y obra de Hostos. Fue autor de varias obras importantes, entre ellas Puerto Rico: una interpretación histórica-social.

Hostos,

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Homenaje a Hostos

Por eso cuando Hostos elabora su pro-yecto para la Escuela Normal de San-to Domingo, o esboza sus principios pedagógicos, o hace que todo el es-fuerzo del educador tenga como eje al educando, no está haciendo otra cosa, sino, dándole vigencia, en el contexto de una sociedad diferente a la griega, a los principios de la mayéutica y la dialéctica socráticas. Precisamente, la grandeza de Hostos como educador reside en que supo aplicar el método dialéctico de investigación filosófica en sociedades aquejadas por los males del colonialismo, del despotismo, de la miseria material y espiritual, en fin, de las lacras que hoy asociamos con lo que se denomina el subdesarrollo. Para nuestro gran educador, como para el gran maestro Sócrates, si la educa-ción ha de servir para algo ha de ser para constituirse en la base para el pro-ceso de la liberación humana. Educa-ción es, pues, sinónimo de liberación, vista ésta como un proceso perenne-mente renovable, pero nunca feliz-mente concluido. Ese proceso pedagógico libertador no se da, sin embargo, en un vacío social ni político. Tiene a cada paso que librar-se una dura batalla frente a las fuerzas del oscurantismo ideológico aliadas de aquellas que son retardatarias del cam-bio social. En las sociedades colonia-les, allí donde impera, conforme nos dice Hostos, la “atmósfera mortífera del coloniaje” el proceso educativo tiene forzosamente que servir como un elemento perturbador y subvertidor de los mitos y ficciones urdidos por quie-nes detentan el poder político. Toda la obra hostosiana, a nuestro juicio, constituye una sonora repulsa del colonialismo en todas sus formas. Descolonizar es libertar y libertar es al propio tiempo, descolonizar. Educar

no puede ser otra cosa, sino, el proce-so hacia la producción de hombres y mujeres libres en el ámbito espiritual y moral Es, por lo tanto, sinónimo de descolonizar, es decir de liberar.

Demás está decir que este proceso de liberación a nivel personal no puede ser fructífero si no marcha al propio tiempo con la liberación en el orden colectivo. Los grandes proyectos históri-cos de Hostos –expresados magistral-mente, por ejemplo, en su Manifiesto de los Independientes de 1876 y en los estatutos de la Liga de Patriotas de 1899– estaban basados en la premisa de que Puerto Rico debía ser sujeto por derecho propio de la comunidad internacional, condición que sólo podría alcanzarse mediante la autodetermina-ción e independencia de nuestro pue-blo. Queda meridianamente claro en su obra que nuestra isla no podía pasar de manos de un imperio a otro sin que se pusiese a ésta en el pleno ejercicio de su soberanía y en el uso de atribuciones que debía conferirle el carácter de una personalidad jurídica internacional. Este proceso de liberación individual y colectivo mediante la educación científi-ca del niño y de la mujer lo hace Hos-tos extensivo a todos los pueblos de América Latina. Es allí donde pone en práctica sus principios pedagógicos de manera admirable y ejemplar. Se tra-ta de su vocación latinoamericanista, es decir, su deseo, según sus palabras, de “situarme en mi teatro, en esa América a cuyo porvenir he dedicado el mío.” Conforme a esa vocación latinoameri-canista, el Maestro concibe a la socie-dad puertorriqueña como parte integral e indisoluble de ese gran conglomerado de pueblos que se extiende desde el Río Bravo hasta la Tierra del Fuego. La universidad puertorriqueña y todo el sistema de instrucción pública y gra-

tuita que Hostos favorecía para nuestros pueblos, debería tener como norte la idea de que la América Latina es una reali-dad que requiere y reclama que se culmi-ne la obra inconclusa iniciada por Bolí-var en 1810. En tal sentido, era asunto prioritario para nuestro autor la indepen-dencia de Puerto Rico y su afirmación como pueblo latinoamericano. José Martí, nos dice en Nuestra Amé-rica, escrito en 1891: “La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al de-dillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria”. Este proyecto histórico martiano -es impe-rativo señalarlo- había sido expresa-do por Hostos con igual luminosidad que como lo señalaría Martí. Y es que el reclamo de lo universal sólo puede tener como punto de partida la reali-dad nacional de cada sociedad para que aquel no tenga un carácter vacuo e intrascendente. Esa es la lección que debemos aprender de Hostos, nuestro Sócrates antillano y latinoamericano, que puso su aguda y fina inteligencia al servicio de todo un continente y de la humanidad. Ambos, Hostos y Sócrates, pautaron el camino que deberá desbrozar todo quehacer auténticamente intelectual. La academia nace, precisamente, en la Atenas de Sócrates, gracias a la amo-rosa devoción por su vida y su obra de su discípulo Platón.

EUGENIO MARíA DE HOSTOS

Palabras pronunciadas por el Dr. Ma-nuel Maldonado-Denis, Presidente del Comité del Sesquicentenario de Hos-tos, el 11 de enero de 1986, al cele-brarse el 147 aniversario del natalicio, ante el Busto de Hostos erigido en el Recinto de Río Piedras de la Universi-dad de Puerto Rico.

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EUGENIO MARíA DE HOSTOS

José Emilio González14

Y LA REFORMA DE LA ENSEÑANZA13

Diálogo con un ser vivo

Todos los años un grupo diminuto de puertorriqueños nos reunimos a rendir homenaje a Eugenio María de Hostos en el aniversario de su nacimiento. Mientras sus ideas yacen en el aban-dono, y, lo que es peor, su gran figura moral sigue siendo víctima de la indi-ferencia de sus coterráneos, unos cuan-tos fieles nos congregamos al pie de su estatua en la Universidad, a la vera del busto que se halla en la plazoleta de la Marina, en este Ateneo, como esta noche, a evocar su vida gloriosa y a meditar en sus doctrinas.

No es -no puede ser- el nuestro un ho-menaje retórico, ocasión para grandes discursos vacíos o para líricas exalta-ciones. Hostos recaba de nosotros una austera dedicación, viriles actitudes, y, sobre todo, sentido de responsabilidad alerta frente a los problemas de nuestra patria. Porque Eugenio María de Hos-tos fue un pensador, o, mejor dicho, en lenguaje unamuniano, un agonis-ta. Nada más opuesto a su ánimo que el juego frívolo de las trivialidades ni el cómodo deslizarse por la pendien-te de la vida burguesa, conformista y falaz. Su existencia –penosa, intensa,

13 Conferencia dictada la noche del 11 de enero de 1966 en el Ateneo Puertorriqueño.14 El doctor José Emilio González fue otro destacado intelectual puertorriqueño estudioso de la obra de Eugenio María de Hostos. En su larga carrera académica enseñó Ciencias Sociales en la Facultad de Estudios Generales y luego Literatura en la de Humanidades en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Es uno de los pensadores puertorriqueños más importantes del siglo pasado.

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Homenaje a Hostos

preocupada- fue lo que hoy llamamos “auténtica”. La angustia de su espíritu resuena por toda su obra. Su capacidad de renuncia en aras de nobles ideales confiere singular dignidad a su vida.

Si nos reunimos hoy, como lo seguire-mos haciendo por cuantos años Dios nos permita, no es porque considere-mos a Eugenio María de Hostos ve-nerable reliquia de un pasado abolido. No venimos tampoco a llorar sobre unos restos. Venimos a dialogar con un ser vivo. Venimos a compartir la compañía de este hombre extraordina-rio, que no puede morir, que no morirá mientras exista Puerto Rico. Porque él fue encarnación de las esencias más puras de la patria, en sus proyecciones de continente y universo.

Eugenio María de Hostos fue maestro. Maestro de niños. Maestro de adultos. Maestro de maestros. Podemos lla-marle los puertorriqueños el Maestro por excelencia. Escuela de vida es la suya, de cultivo y comprensión, de in-teligencia. Tenemos nosotros mucho que aprender de él. Ahí están los vein-te sólidos volúmenes de su obra. Ahí está su palabra, su gesto, su lección. Cada puertorriqueño debe internar-se por esa obra, estudiarla, conocerla a fondo. Cada uno de nosotros debe establecer, mantener y cultivar el diá-logo vivo con él. Al irlo conociendo en esa conversación perenne que es la lectura, como él mismo apuntara, nos iremos conociendo nosotros. Parte de la grandeza de Eugenio María de Hos-tos proviene de que siempre tiene algo que decirnos sobre los problemas que agobian nuestro presente.

Hoy, en Puerto Rico, la educación es tema de infinitos debates. Se ha iniciado –tímidamente, es cierto- una reforma en el sistema de instrucción pública. Se acaba de aprobar una nue-

va Ley Universitaria, al calor de un movimiento que pedía reformas en nuestra más alta institución docente. Mientras tanto, urge la creación de un pensamiento pedagógico puerto-rriqueño, cuyo punto de partida debe ser la conciencia plenaria de nuestras realidades, pero cuyo punto de llegada debe ser la concepción de una socie-dad ideal. Nos vamos dando cuenta de que es preciso poner fin a la copia ser-vil de modelos extranjeros, a la repe-tición crasa de ideas importadas y a la puesta en práctica a ciegas de métodos y normas que puedan ser muy válidas en otros lugares, pero no aquí. Hos-tos nos señala el camino, puesto que se mantuvo al tanto del pensamiento más avanzado contemporáneo en ma-teria de filosofía, ciencia y pedagogía al mismo tiempo que no se limitó a re-producirlo lacayunamente. Supo adap-tarlo a las condiciones de cada país adonde fue a ejercer su profesión de maestro y supo enriquecerlo con apor-tes originales.

Si estudiamos sus ideas, no es para aprobarlas todas. Cada idea suya brinda la oportunidad para una meditación. Es un estímulo. Su suprema lección es que nos enseña a pensar por cuenta propia. Tanto en el tiempo como en la calidad Hostos es nuestro primer pedagogo.

Puntos de partida para la reforma

En sección que a la América Latina de-dica Eugenio María de Hostos, en su “Historia de la Pedagogía”, el Maestro rinde tributo a aquellos países hispa-noamericanos que se han esforzado en combatir los males susodichos, especialmente Chile, la Argentina, Colombia y Guatemala. (OC, XVIII, 248-249). Pero tales tentativas eran insuficientes.

Urge, pues, meter mano a estos terri-bles problemas. En su artículo, “Ni un peso fuerte, ni nada”, esboza la tarea:

Es necesario ir demoliendo; pero no por medios violentos y brutales que son los medios de la barbarie, sino por evolución, por ordenación, por previsión.

Por evolución: es decir, siguiendo la ley de transformación universal, y aplicando, adecuando, adaptando al desarrollo cuanto lo facilite, lo asegure y lo haga útil para la especie humana.

Por ordenación: es decir, empleando, método, sistema y orden en la demo-lición del antiguo edificio de errores y maldades que dejaron o sostienen los explotadores de la esclavitud pública y de la ignorancia popular.

Por previsión: es decir, aplicando a la obra de organización el principio de la filosofía política del positivismo comteano: Savoir c’est prévoir.” (OC, XIII, 147).

Como todo educador genuino, Hostos es un transformador del mundo. Lo cambia para salvarlo. En su polémica con el señor Luis Rodríguez Velasco sobre la educación de la mujer (1873), Hostos se pregunta cómo será posible la indispensable reforma. ¿“Cómo?”, se pregunta.

“De la única manera que conduce al conocimiento de la verdad: paten-tizándola. Y ¿cómo se patentiza la verdad? Presentándola en su unidad elemental, en sus leyes, en sus apli-caciones, en sus efectos, en su acción continua. ¿En dónde está la verdad? Allí donde la demuestran los sentidos y la comprueba la razón y la contrasta la conciencia; en la realidad de las cosas y en la realidad de la ciencia que las estudia.” (OC, XII, 60).

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Su instrumento de redención humana será la verdad. En su discurso sobre El propósito de la Normal en Santo Domingo, Hostos anuncia: “Dadme la verdad, y os doy el mundo. Vosotros, sin la verdad, destrozaréis el mundo, y yo, con la verdad, con sólo la verdad, tantas veces reconstruiré el mundo cuantas veces lo hayáis vosotros des-trozado.” (OC, XII, 138).

Educar es ir revelando en la concien-cia del discípulo el orden de la verdad e ir formando esa conciencia en aquel orden. Educar es conducir: “es decir, que educar es como conducir de den-tro a fuera; en cierto modo, es como cultivar, y, empleando una compara-ción, educar la razón es hacer lo que el buen cultivador hace con las plan-tas que cultiva…” Así nos dice Hos-tos en sus “Nociones de Ciencia de la Pedagogía”. (OC, XVIII, 11). Y en otra ocasión declara: “Educación es la acción de conducir, guiar, dirigir al individuo humano o la especie huma-na del estado de ignorancia al estado de conocimiento de sí mismo o de sí misma.” (OC, XIII, 44). La razón del educando debe ser llevada a funcionar normalmente, “con sujeción al orden natural de sus funciones.” Entonces se pone la razón en condiciones de cono-cer el cómo, el porqué y el para qué de las cosas (OC, XIII, 225). No se trata, ciertamente, de atiborrar la cabeza del estudiante con saberes muertos ni con fórmulas tradicionales. El propósito fun-damental de la educación es enseñar a pensar. Así lo dice Hostos en palabras que no dejan lugar a duda alguna:

“El objetivo esencial de la enseñan-za es contribuir al desenvolvimiento de las fuerzas intelectivas, poniendo a funcionar los órganos de la razón, según la ley de la razón, a medida que van manifestándose y habituándose a intuir, inducir, deducir y sistematizar.

nos a los que parecen más cercanos de las leyes generales del universo.” (OC, XII, 34).

Según Hostos, la educación debe brin-dar una visión unitaria y sistematizada de la totalidad y esa visión sólo puede ser suministrada por la ciencia, con su arquitectónica de verdades. Pero ¿qué es la verdad? “Se la puede definir de varios modos”, nos contesta: 1, verdad es lo que hay en el fondo de la reali-dad; 2, es la causa de la realidad; 3, es la razón o explicación de la realidad.” (Tratado de lógica, OC, XIX, 27). Y ¿qué es la realidad? La realidad es “toda cosa, tal cual es, o el conjunto de cosas y objetos con las propieda-des, condiciones y caracteres con que se nos presenta a la percepción de los sentidos, o la percepción de la razón”. (Loc. cit.)

Hay una naturaleza física, como lo dice en el pasaje que hemos citado sobre el método comteano y además como él la define en el capítulo uno de su Tratado de Moral (OC, XVI, 5-6) y una naturaleza no-física o moral, que es “un vasto conjunto de realidades y fenómenos, tan positivo, tan efectivo y eficaz como el conjunto de realidades y fenómenos físicos que constituyen la naturaleza material. (Loc. cit.) El hombre es un compuesto de ambas na-turalezas.

“Dualidad perceptible mi naturaleza, distingo en ella de la parte corpórea, palpable, perceptible, por medio de todos mis sentidos, otra parte incor-pórea, impalpable, imperceptible para todos mis sentidos. Y me declaro es-píritu individual después de haberme declarado un organismo individual. Ese espíritu…es una serie de funciones que corresponden a una serie de ne-cesidades, y como el organismo funciona con sus órganos, el espíritu funciona con sus facultades.” (OC, XII, 57).

En una palabra: se enseña para enseñar a ejercitar la razón.” (OC, XII, 206). La nueva educación que Eugenio Ma-ría de Hostos opone a la educación tra-dicional en la América Latina se funda en la ciencia. Puesto que esa educa-ción será la revelación progresiva de la verdad y la ciencia es el “conjunto de verdades demostradas y de hipóte-sis demostrables en que el incesante operar de la razón humana se eleva al conocimiento de las leyes perennes de la materia y del espíritu”. (OC, II,48). Socráticamente, el conocimiento de la verdad conduce al bien:

“Afirmación continua como es de un orden universal, porque lo ve en la realidad de la naturaleza física y mo-ral, y no viendo en la realidad otra cosa que la envoltura y la evolución de la verdad, no puede dejar de ver que así como el propósito de la verdad es el orden, así el orden es el propósito del bien.” (OC, XII, 152).

Por tanto, la moral es el fin último de la ciencia, así como “el bien es el fin de la verdad.” (Loc. cit.)

El Nuevo Plan de Enseñanza

El nuevo plan de enseñanza debe re-flejar, por una parte, el orden de las verdades sistematizadas en la ciencia. Hostos admite, francamente, su preferen-cia por el método comteano o positivista, que le parece mejor que el de los en-ciclopedistas del siglo XVIII, ya que:

“del examen de la clasificación comtis-ta se desciende en no interrumpida serie desde las leyes primeras a las últimas aplicaciones, contemplando a la par el universo físico y el moral, el movimiento de los mundos y de las sociedades, el orden uno, invariable, estable, que relaciona las leyes más abstractas a los hechos más concretos, los fenómenos que parecen más leja-

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Homenaje a Hostos

Nos dice con voz que recuerda a Descar-tes. En este sentido, no hay diferencia alguna entre el hombre y la mujer: “Hombre o mujer, podemos todos co-nocer las leyes generales del universo, los caracteres propios de la materia y del espíritu, los fundamentos de la sociabilidad, los principios necesarios de derecho, los motivos, determinacio-nes y elementos de lo bello, la esen-cia y la necesidad de lo bueno y de lo justo.” (OC, XII, 14). Y añade: “La razón no tiene sexo, y es la misma fa-cultad con sus mismas operaciones y funciones en el hombre y la mujer.” (OC, XII, 28). Por lo tanto, la mujer es tan educable como el hombre y no hay justificación alguna para seguirla manteniendo en estado de inferioridad.

Queda, sin embargo, todavía el magno problema de cómo se va a realizar en concreto el proceso educativo. Este es un problema característico de la cien-cia y el arte de la pedagogía. Hostos recomienda seis principios-guías para la enseñanza:

Como puede percibirse fácilmente en lo antes dicho, Hostos postula la exis-tencia de un orden natural, que fun-ciona tanto en el plano físico como en el espiritual. Este orden constituye un sistema de operaciones regulares, con leyes propias, tanto en el universo como en el hombre. La analogía or-gánica se hace evidente. Ahora bien, se trata, como dice Hostos en el cuarto principio, de seguir “el plan mismo de la naturaleza”, idea que nos recuerda a Rousseau. Pero Hostos no se reduce a eso. Admite la necesidad de medios auxiliares con su concepto de “sistema” y

“Es necesario preestablecer los conocimientos que han de comu-nicarse, teniendo en cuenta las condiciones naturales de la ra-zón humana, las diversas edades de los educandos, su desarrollo mental y corporal, la clase de co-nocimientos que este desarrollo permite y la calidad de los que aquéllos hayan recibido.

Es necesario estudiar y conocer las funciones y actividades de la razón hasta saber si hay en ella un orden a qué atenerse, y del cual no pueda ni deba prescindirse en la enseñanza.

Es necesario seguir el orden na-tural de la razón, el orden de su desarrollo, el orden de su operar y funcionar.

Es necesario seguir un método, no arbitrario, sino concorde con el plan mismo de la naturaleza al dis-poner que la razón humano perci-ba los conocimientos, no de pron-to, sino siguiendo la aplicación sucesiva de sus varias facultades a los objetos de conocimiento que se le presentan.

Es necesario, además de seguir el método que la misma naturaleza sigue en su modo de desarrollar la inteligencia, prefijarse un sistema.

Es necesario desarrollar el méto-do natural de la razón y el sistema bajo el cual se ha concebido ese método natural, en modos, medios o métodos particulares que son y deben ser en realidad los recur-sos prácticos a que se apele para aplicar el sistema filosófico que se haya concebido y para expo-ner y explanar el método natural, o lo que tanto vale, el conjunto de medios de que la naturaleza se ha valido para organizar el entendi-miento humano y para dirigirlo en busca y adquisición de nociones y conocimientos.“ OC, XVIII, 9-10).

de modos, medios y métodos particu-lares (quinto y sexto principios).

Por cuanto educar es llevar la concien-cia a la comunicación con la verdad y dejar que ésta se forme a la luz de la ciencia, la razón es el vehículo prin-cipal de esta tarea. El concepto que Hostos tiene de la razón es también or-gánico: “La razón es el organismo de los conocimientos, o lo que es lo mis-mo, un conjunto de órganos o aparatos de cuya conjunta operación resulta la función de conocer.” (OC, XVIII,17). Ver también OC, XIX, 25). Por lo tan-to, como nos dice en el segundo prin-cipio, es preciso conocer a fondo las funciones y actividades de la razón, para poder enseñar.

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Educar es ir revelando en la conciencia del discípulo el orden de la verdad e ir forman-do esa conciencia en aquel orden.

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Sueños de enfermo son. Sueños han sido, sueños serán siempre las ideas que tienen su origen en el fondo de la naturaleza, su primera raíz en alguna cabeza solitaria, su realización en el lejano porvenir.

Es bueno que así sea, porque es lógico, y es lógico porque es bueno.

No siendo así, violada estaría la unidad de producción en la naturaleza, y en nada se parecería la producción de la tierra a la producción del pensamien-to. Mas ser que la idea, la habichuela, nacería, crecería, se desarrollaría, em-plearía todo su período vegetal para llegar a perfecta madurez; y la idea, la vida de la vida del ser en quien la vida es procedimiento más lento, más com-plicado y más penoso, brotaría como un meteoro luminoso, se haría percep-tible como un meteoro luminoso, y funcionaría como meteoro luminoso en la obra de construcción y recons-trucción continua. Eso no debió ser, no pudo ser.

Una idea fructífera no puede dar fruto en la soledad de un pensamiento. Por innata que aparezca en cuanto el soña-dor la enuncia, necesita arraigar en va-rios, en muchos, en todos o casi todos los cerebros de un pueblo, de una raza, de una porción de humanidad, para de-sarrollarse y fructificas y hacer el gé-nero de bien y la cantidad de bien que le sea esencial.

Si fuera de otro modo, la obra pecu-

liar de construcción que, frente a la suya, ha encomendado la naturaleza al hombre, será obra tan deleznable y perecedera como toda grande concep-ción que no ha sufrido los dolores de la gestación. Babel es un símbolo, y simboliza eso: la grandeza en el de-signio imaginado y la prematurez en la realización del designio. Llena de Babeles está la historia universal y la individual de los humanos.

Bueno y lógico, lógico y bueno ¿a qué, por qué, para qué indignarse y lamen-tarse de que se considere sueño de hoy la idea que contiene acaso el germen de un mundo de mañana? Si es ma-ñana, ¿para qué ocuparse de mañana desde hoy?

Y realmente hay un abismo en esta idea: si todos nos ocupáramos de mañana ¿quién se ocuparía de hoy? Sin duda que entonces sería un poco más benig-no. Aristófanes con Sócrates, y algo ha-bría ganado la benevolencia, pero in-dudablemente viviríamos en las subes.

Y tienen razón los que no sueñan: las nubes no son pavimento suficiente para la pisada de los hombres. El hom-bre debe pisar en tierra firme.

La tierra firme de las ideas es el nego-cio de cada día, el interés de cada día, la pasioncita de cada día, el afanoso ir y venir de cada día tras la montaña in-mensa de nonadas que todos los días se acomete y todos los días reaparece tan áspera de subir como fue siempre.

En esa tierra firme qué grandes son los hombres que después quedan reduci-dos a los pocos pies de una sepultura olvidada o maldecida, y qué pequeños parecen los pobres cabizbajos que lle-van por su vía-crucis el peso de una idea fructífera y de una buena intención.

A ellos, a los grandes, toque el derecho de decidir en las grandes pequeñeces de la vida y aún en las grandes abo-minaciones de la Historia. De los pe-queños, de los cabizbajos, de los aver-gonzados de su pequeñez, sea la sorda, la silenciosa, la solitaria, la sospechosa construcción del Ideal. Ser grande, en realidad, no es más que batallar gran-demente en lo pequeño.

Lo pensó hondamente y lo expresó so-beranamente el poeta que a mayores profundidades del espíritu bajó.

Ser pequeño, en definitiva, no es más que fabricar pequeñamente en lo grandioso.

La Confederación de las Antillas: un propósito racional; una idea humana, un Ideal.

Pensar en eso, soñar: vivir para eso, dormir: mortificarse para eso, delirar.

Vivos, despiertos, sanos de espíritu y de cuerpo, los que toman las cosas como son, y las aplican a un interés microscópico; los que toman a los hombres por lo que se dan, y los ma-nejan; los que toman el tiempo como es, y lo utilizan.

OEGRI SOMNIA15 (Sueños de enfermo)

Eugenio M. de Hostos

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Homenaje a Hostos

Aquí están las Antillas. Tienen ya cerca de cuatro siglos: son en la Historia las tierras más viejas del Nuevo Mundo, y todavía no tienen bases ni condiciones ni siquiera aspecto de sociedades orga-nizadas. Hasta en las semi-libres, por benevolencia de su gobierno metropo-litano, hasta en la que es independiente por su esfuerzo, se respira esclavitud. Hasta en las que más espejéa la civi-lización la imagen exclusivamente re-flejada es la barbarie.

Unos cuantos ciudadanos efectivos acá, unos cuantos aspirantes a ciuda-danos allá y acullá, y una masa inerte de siervos que fueron y de siervos que quisieran ser: esa es la base social.

Unos cuantos propietarios de todo en-tre una muchedumbre de dueños de la nada; unos cuantos productos de rique-za entre una multitud de consumidores de aire; unos cuantos trabajadores en medio de una legión de tendidos en la hamaca o en el suelo o en el lodo: esa la base económica.

Delegados codiciosos de una metró-poli avarienta en Puerto Rico y Cuba; gobernantes obligados, en Santo Do-mingo, a comprar paz; vendedores de anarquía acá, hacedores de guerra allá, manufactureros de conformidad

acullá; opinión poca o ninguna; princi-pios, indecisos o inciertos de su fuerza; doctrinas, las siempre aplazadas o las siempre aprendidas de memoria; tole-rancia, en la indiferencia; sentimiento del derecho, en los casos individuales; noción constructora del deber, en las tinieblas del porvenir lejano: esa la base política.

Base moral, el olvido omnipresente del deber.

Base intelectual, el remedio de las ideas que se forman en distintas lon-gitudes y en sociedades distintas por origen, tradiciones y tendencias.

Quizá hace bien el soñador en soñar con el día en que su esfuerzo reduzca esa discordancia a concordancia; pero el despierto hace mejor, ateniéndose al tiempo, a los hombres, a las cosas, declarando irresoluble el problema de concordar este presente confuso con el claro porvenir que hay tras las sombras, y consagrándose en cuerpo y alma a los intereses del momento.

Con lo que hay ¿qué se puede hacer más que ir viviendo? Vivir es la ley:

vivamos todos. Si todavía no ha lle-gado su vez al pueblo que algún día tendrán las Antillas ¿a qué precipitar, a qué esforzarse inútilmente en tratar de precipitar una hora que no ha de llegar, sino cuando se hayan sucedido, uno por uno, y precisamente uno por uno, los sesenta minutos de la hora? Confederación de las Antillas. La idea parece grande porque se expresa en-tre dos exclamaciones; pero, vista de cerca, con el ojo práctico del positivo, con la tranquila atención del pensador de realidades, la Confederación de las Antillas es el engendro de un dormido.

Y, en verdad, mientras los despiertos tengan el derecho de hablar así, di-ciendo una verdad, los soñadores de la Confederación vamos dormidos.

Pero ir dormido, sabiendo que se sue-ña con un bien que se ha de realizar forzosamente, es despertar desde aho-ra en los tiempos venideros, y es nece-sario seguir durmiendo.

Tanto más necesario, cuanto que hay despiertos que velan cautelosamente desde antiguo por ir de otro modo, y con designios malos, a donde hay que ir con buen designio; y para impedir que beban en el Yaki, es necesario estar dispuestos a saber confundir las aguas de todos los ríos de las Antillas.

Este trabajo, publicado por Hostos en el Núm. 18 de la Revista Científica, de Santo Domingo, con fecha 25 de septiembre de 1884, fue reproducido por el historia-dor dominicano Emilio Rodríguez Demorizi, en el Vol. 1, pp.135-138, de su obra Hostos en Santo Domingo, Imprenta J. R. Vda. García Susc., 1939. Tomando en cuenta que ese trabajo no fue incluido en las Obras Completas de Hostos publicadas en 1939, y que, por otra parte, la obra de Rodríguez Demorizi se halla agotada desde hace mucho tiempo y tampoco circuló con profusión en nuestro país, hemos decidido publicarlo en nuestra Revista El Sol. “Oegri somnia” quiere decir: “Sueños de enfermo”.

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HALLAN MANUSCRITO DE HOSTOS QUE ÉL HABIA PERDIDO

Un importante documento, en el cual Hostos traza un plan para la ense-ñanza agrícola en Puerto Rico y que había desaparecido de sus manos, ha sido hallado recientemente entre las piezas manuscritas recogidas en una de las cajas que constituyen la Sección Cautiño de la Sala de Recursos Raros en la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico.

Hostos deplora la desaparición del documento, que había sido escrito en el período posterior a la ocupación norteamericana de 1898 y que él con-sideraba de gran utilidad para comple-tar el mensaje que los Comisionados de Puerto Rico en Washington dirigen al Presidente de los Estados Unidos, William McKinley, en enero de 1899. 16

El mensaje al Presidente McKinley incluía la petición de derechos y de gobierno civil así como concesiones económicas, otras reformas y esta-blecimientos de enseñanza. Cuando Hostos hace referencia a la enseñanza

agrícola lamenta la desaparición de su escrito y dice lo siguiente: “No me at-revo a enumerar los establecimientos de enseñanza agrícola que se reco-mendó, ni los lugares de nuestra Isla que a ese fin se designaron, porque uno de los Comisionados quedó en guarda del manuscrito; pero puedo indicar que la enseñanza de la indu-stria agrícola sería completa en Puerto Rico, si se adoptara el plan que en ese manuscrito se trazaba, y que la región de los dos grandes cultivos del país y aquella zona de cultivos alimenticios que la naturaleza ha designado por sí misma, así como la circunscripción que parece destinada a la aclimatación y apropiación de vegetales exóticos de la zona templada y a cultivos alimen-ticios y suntuarios de otros climas, se tuvieron bien presentes.”17

La oficina del Editor-Jefe, profesor Ju-lio César López, a cargo de la nueva edición crítica de las Obras Completas de Eugenio María de Hostos, recibió la primera noticia de este singular hallazgo

a través del Lcdo. Carmelo Delgado Cintrón, profesor de Derecho y direc-tor de la Biblioteca de Leyes de la Uni-versidad de Puerto Rico.

Las profesoras Vivian Quiles y Carmen Puigdollers, investigadoras adscritas a la oficina del Editor-Jefe, se en-trevistaron con la Dra. María Faunce, a cargo de la Sala de Recursos Raros y lograron acceso y autorización para la transcripción correspondiente de la pieza manuscrita.

En este escrito, Hostos utilizó la i la-tina en lugar de la y griega, así como la j en vez de la g. Al transcribir este documento, hemos utilizado corchetes para completar palabras, según lo re-quiere, a nuestro juicio, el desarrollo lógico del texto.

A continuación el documento, publica-do con anotaciones por la Junta Editora del Boletín Bayoán:

16 La Comisión de Puerto Rico en Washington estaba constituida por el Dr. Julio J. Henna, Dr. Manuel Zeno Gandía y el Sr. Eugenio María de Hostos. El doctor Henna fue el portavoz de la Comisión en la entrevista efectuada el 21 de enero de 1899. (Véase Diario II. pp.355-358, Obras Completas. Vol. II. Año 1939). William McKinley fue Presidente de los Estados Unidos durante el período de 1897 a 1901.17 Véase Madre Isla, pp. 93-94, Obras Completas, Vol. 5, Año 1939.

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Homenaje a Hostos

“Los Comisionados de Puerto Rico piden:

El establecimiento de 3 escuelas de Agricultura i de un campo de experimentación agronómica.

Las 3 escuelas han de funcionar: una en Arecibo, en donde principalmente se con-sagrará al estudio de la caña de azúcar i de las plantas sacarinas, ya indíjenas, ya exóticas; una en Adjuntas, que se consagrará principalmente al estudio de todos los cultivos del cafeto i de todas aquellas plantas que están relacionadas con esos cultivos; una en Barranquitas, que se dedicará principalmente a los cultivos del tabaco.

Un campo de experimentación en Lares, que tendrá por principal objeto el estudio de las plantas de clima templado que puedan aclimatarse en P[uerto] Rico; el estudio comparado de las plantas alimenticias que contengan más organógenos que más [sic] prontamente puedan contribuir al restablecimiento de las fuerzas vitales i que más accesibles puedan hacerse a la población rural de la Isla.

Un establo modelo entre Aibonito i Cayey, con todos los aparejos, útiles, ade-lantos i territorio que se necesiten para la enseñanza particular de la crianza de ganado, y para la enseñanza general de la economía rural en todas sus ramas.

Una escuela de tecnología, cultivo, aprovechamiento i mercantilización de las plantas textiles de la Isla. Esta escuela funcionará entre San Jermán i Cabo Rojo.Un jardín botánico experimental para el estudio de la botánica, así en cuanto a ciencia positiva, cuanto como ciencia de aplicación. Este jardín y la Escuela de Botánica que debe completarlo se establecerá entre Maricao i Las Marías.

Los Comisionados de Puerto Rico no harían ésta ni otra alguna petición relacio-nada con la enseñanza pública porque saben que ella es atribución i deber de los ciudadanos i de los municipios i que el Gobierno federal no tiene más deber, con respecto a la cultura pública, que el impuesto por el párrafo 8, sección 8, Art. 1 de la Constitución federal; pero sabemos que esta necesidad de la enseñanza de las ciencias i artes de las plantas, los cultivos y la economía rural, es importantísima i no se satisfará a menos que el presidente resuelva que se haga.”

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¿Por qué es necesaria, ahora cuando preparamos la celebración del Sesqui-centenario del natalicio de Eugenio María de Hostos, una nueva edición de sus Obras Completas? ¿Por qué quere-mos que ésta sea también una edición crítica? Estas preguntas suponen una revisión de las Obras publicadas en el año 1939. Fue el año conmemorativo del Centenario del natalicio del Maestro.

Todo puertorriqueño, animado por un profundo sentimiento de justicia, de gratitud y de patriotismo, seguirá ad-mirando el esfuerzo realizado por los compiladores de textos hostosianos para constituir el significativo aporte de esa colección de obras en el 1939. Pero la misma lealtad a la memoria del prócer impone la necesidad de mejorar ese legado. Creemos que ello facilita-ría la difusión de sus escritos y enal-tecería su imagen de patriota y sabio.¿Qué panorama muestra, desde el pun-to de vista editorial, aquella Colección de veinte volúmenes (fue agregado otro en el 1954) con los escritos de Hostos que fue posible reunir hasta ese momento? Marquemos el tiempo transcurrido desde aquella fecha: 47 años. Hubo una tregua: una edición facsimilar en el 1969. Sin modifica-ciones sustanciales en los criterios de clasificación. Sin anotaciones. Tam-bién descarnada de otros índices que

HOSTOS:

Julio César López19

abrieran caminos al lector, al estudioso. Con brevísimo prólogo y la inserción de una pequeña pieza interpretativa, con carácter muy específico, de Con-cha Meléndez. ¡Cuánta resonancia perderían los escritos hostosianos du-rante ese largo silencio editorial!

Consideremos, también, otros aspectos. No consignamos aquí todas las facetas cuestionables, registradas ya para un informe oficial, de fundamentación y contenido de un nuevo proyecto edi-torial. El espacio disponible impone supresiones. Pero digamos lo siguien-te: esa primera edición carece de una Introducción General. Sólo dos vo-lúmenes tienen Índice de Nombres de Personas. Ningún volumen tiene Índi-ce de Títulos ni de Materias. Hay cinco volúmenes que no tienen ninguna nota al calce; entre los otros, sólo hay uno que tiene 87. Entre los demás, ningu-no llega a veinte anotaciones. En tres volúmenes, las pocas anotaciones se refieren principalmente al origen del escrito incluido, no a su contenido.

Agreguemos que ningún volumen de la Colección de marras tiene un estu-dio preliminar; ni siquiera las obras con los textos hostosianos de mayor ri-gor intelectual como los tratados y los ensayos didácticos. Los compiladores no indican tampoco el criterio que adoptaron para distribuir los escri-

tos o para asignar el título de los volú-menes constituidos por colaboraciones de Hostos en publicaciones periódicas. También resalta la ambigüedad de va-rios títulos; su connotación permitiría moverlos hacia otras piezas de la Co-lección. En ojeada colectiva e inme-diata, los mismos caracteres gráficos, representados en los títulos, no reflejan con toda fidelidad el polifacetismo de la obra hostosiana. ¡No hay tampoco Fe de Erratas en ningún volumen!

No obstante, la fragmentación de es-tos apuntes, ¿no mueven ellos hacia el reclamo de una nueva edición que no habrá de llamarse “crítica” porque pretenda censurar a Hostos o lesionar la solvencia intelectual de sus escritos, sino porque aspira a presentarlo, me-diante un sistema de recursos aclarato-rios, con las mayores posibilidades de estudio, de respecto y de aprecio? Ha-cia el cumplimiento de esos objetivos, rinde tarea diaria en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, un grupo de investigadores que, con el espaldarazo conjunto de la Presiden-cia, la Rectoría y el Comité Hostos, prepara la nueva edición de las Obras Completas del prócer puertorriqueño. Está, pues, en marcha este proyecto cuyo contenido específico será objeto de una reseña próxima.

SUS OBRAS COMPLETAS

19 El profesor Julio César López fue el Editor en Jefe de las Obras Completas de Eugenio María de Hostos en ocasión del Sesquicentenario del nacimiento del prócer

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Homenaje a Hostos

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MAYORES MENORESBIOGRAFÍAS DE HOSTOS

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Comité del Sesquicentenario del Natalicio de Hostos

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Asociación de Maestros 2010 29

La Revista El Sol interesa ser un medio de comunicación, diálogo y divulgación de la más reci-ente investigación, tanto la que surge de las universidades, como la que surge de la investigación en la acción en el salón de clases.

Cada Revista tiene un tema. El mismo se trata desde dos perspectivas: la teórica y la de experien-cias ilustrativas. Invitamos a los profesoares universitarios, maestros y otro personal del sistema educativo a presentar sus colaboraciones de acuerdo a la Política Editorial que se incluye en la Revista. A continuación se presentan los temas de los números de la Revista correspondientes al año 2011, así como las fechas límites para recibir las colaboraciones.La revista de enero de 2011 será una reimpresión de la Revista publicada en los años setenta dedicada a Hostos.

La revista de junio de 2011 se dedicará al tema Apoyo de la tecnología a la enseñanza. Entre otras perspectivas del apoyo de la tecnología, se interesa discutir en ese número el tema de la educación a distancia. La tecnología electrónica -la calculadora y la computadora- ofrecen un recurso para el aprendizaje y la enseñanza. Apoyan el desarrollo de representaciones gráficas de los conceptos, la búsqueda y el intercambio de información. También respaldan la diversifi-cación de la enseñanza. La educación a distancia, a su vez, permite el acceso de recursos a áreas que no tienen la oportunidad de tenerlos a la mano. Las contribuciones para este número se reci-birán en o antes del 15 de abril de 2011.

La revista de septiembre de 2011 se dedicará a presentar, comparar y analizar sistemas educati-vos de diversos países. ¿Qué podemos aprender de estos sistemas? A partir del estudio de estos sistemas, ¿qué sugerencias podemos hacer para mejorar el nuestro? Las contribuciones para este número se recibirán en o antes del 15 de julio de 2011.

La edición de diciembre de 2011 tratará sobre las aportaciones de las universidades al sistema educativo. ¿Qué aportaciones se han dado? ¿Cuáles deberían darse? ¿Qué tareas deben asumir las universidades para mejorar nuestras escuelas? Las contribuciones para este número se reci-birán en o antes del 15 de octubre de 2011.