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MEMORIAS DE LA ATARelatos sobre la vida cotidiana

en la primera mitad del siglo XX

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MEMORIAS DE LA ATARelatos sobre la vida cotidiana

en la primera mitad del siglo XX

Ana Elisa Schumann Guerra

Colección Documenta

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© Del Pensativo, S. A.Ediciones del PensativoPrimera edición, 20134ª Calle Oriente No. 38. Antigua Guatemala.Guatemala, CentroaméricaTeléfono: (502) 7832-2528 Fax: (502) 7832-0998Correo electrónico: [email protected]ágina web: www.delpenstivo.com

© Ana Elisa Schumann Guerra, 2013

ISBN 978-9929-8090-5-5

Cuidado de la edición: Lucía EscobarDiagramación: Hanna Godoy CóbarDiseño de portada: Myriam UgarteFoto de portada: Archivo familia Palomo

Impreso en Guatemala

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ÍNDICE

Presentación ......................................................................... 9

Prólogo .................................................................................. 13

Introducción ......................................................................... 19

Relatos acerca de los acontecimientos históricos

más importantes de la primera mitad del siglo XX .......23

La Guatemala de mi infancia ............................................ 31

Los medios de transporte .................................................49

Parques y paseos de la Guatemala de antaño ................53

La época de Ubico y La Revolución de Octubre .............55

El matrimonio ......................................................................60

Las festividades más importantes ....................................65

Reflexiones finales ...............................................................73

Anexo fotográfico ................................................................85

Bibliografía .......................................................................... 101

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PRESENTACIÓN La historia de La Ata

Con este texto Ediciones del Pensativo continúa la Colección Documenta, en la que se dan a conocer memorias, testimonios y relatos que contribuyan al conocimiento del pasado que puedan ser útiles para escribir la historia de las mujeres en Guatemala. En este caso se trata de descripciones y respuestas que da una abuela a su nieta, relatándole cómo fue su vida en la provinciana ciudad de Guatemala durante la primera mitad del siglo XX. La manera de hablar y el contenido de sus historias nos permiten acercarnos al pensamiento de una mujer tradicional de clase acomodada, que vive en un mundo donde el racismo y la discriminación están presentes como referentes ideológicos asumidos. En muchas frases encontramos expresiones como “cholerada” o “criadas” que hoy día son mal vistas y consideradas ofensivas, pero que en los círculos sociales de la burguesía todavía se emplean para designar a las personas pobres, sean ladinas o indígenas. Igualmente, hace unas generalizaciones como afirmar que todo el mundo tenía tal o cual objeto o circunstancia, pero partiendo desde su propia clase y condición, y tomándolas como referentes universales. No matiza ni piensa en las mayorías, que como sabemos, vivían con muchas carencias y limitaciones, como hasta el día de hoy. En síntesis, podemos decir, que estas son las memorias de una típica guatemalteca urbana de condición social

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privilegiada, crecida a la sombra de férreas dictaduras en una sociedad plagada de prejuicios. Podrá parecer extraño que esta casa editora publique un texto con estas características, pero lo hacemos con la intención de dar a conocer las distintas visiones que hay sobre la compleja realidad de nuestro país. En este caso, como quedó dicho, publicamos el testimonio de una mujer que encarna los valores y las ideas de un sector que se ha mantenido fiel a sus creencias, aferrado a su posición socioeconómica, sobre la base de la marginación de las mayorías. Es interesante leer este documento con mirada crítica para ubicarlo en su contexto: no sólo la persona que narra, sino quienes la rodean, el lugar que habitan, sus costumbres y tradiciones revelan cómo eran las relaciones y el medio en el que se desenvolvían. Si preguntamos a otras mujeres de su misma circunstancia, probablemente usarían los mismos términos y hablarían de los mismos temas. Ediciones del Pensativo tiene como objetivo dar a conocer obras literarias, investigaciones sociales y documentos que contribuyan al análisis de la realidad de Guatemala. En este caso, presenta estos textos sencillos, obtenidos gracias a la curiosidad de una historiadora que recoge los cuentos de su abuela, para hacerlos accesibles a quienes se interesan por el pasado y por las vidas de las mujeres en particular. Es evidente que por su tono y su posición política, se apartan de la línea usual de otros textos publicados aquí, sin embargo creímos importante contar también con este tipo de testimonios para completar la visión de país.

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El trabajo de recopilación de historias que Ana Elisa Schumann realizó con su abuela es un primer acercamiento, cercano y afectivo. Quienes los lean desde fuera, podrán sacar sus propias conclusiones. Para Ediciones del Pensativo es una aventura más publicarlos, con la esperanza que generen debate y abran el camino para producir textos analíticos que pongan al descubierto lo que se da por sentado o no se dice. Los comentarios de quienes los lean contribuirán a enriquecerlos y ubicarlos en su justa dimensión.

Ana María Cofiño KepferAntigua Guatemala, octubre de 2012

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PRÓLOGO

Según Jaques Cousteau, el gran explorador de las profundidades del mar , la mayor aventura que una persona enfrenta es “la vida cotidiana”, hecho que fue evidente para Heródoto y otros historiadores de la antigüedad que registraban las costumbres a la par de los acontecimientos políticos. Con el positivismo y la racionalidad, esta historia cayó en desuso y quedó relegada a los relatos de viajeros, a manera de curiosidad sin valor histórico. En su lugar se instauró lo que hoy se llama “historia de bronce”, la de los grandes hombres que marcaban con sus extraordinarias hazañas la historia de la humanidad, autores solitarios de lo importante y trascendente, según la historia oficial. Se instauró la opinión de que lo cotidiano, regido por las costumbres, no era digno de ser registrado y por ello se perdió lo “humano en la historia”, las pasiones de la gente común y lo que los mueve. Se abandonó “El estudio de los símbolos y los procesos de adaptación de las costumbres, como el contraste entre valores y prejuicios, (que) permite penetrar en aspectos de la mentalidad difícilmente accesibles por otros causes”.1

Afortunadamente, ya en la segunda mitad del siglo XX, a la par del cuestionamiento que se inició en lo referente al sistema mundial establecido, los y las historiadoras que percibían que la historia de los “héroes” no lo contaba todo, que por el contrario se

1 Pilar Gonzalbo Aizpuru: Introducción a la Historia de la vida cotidiana. Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, México, 2006, p. 19.

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ocultaba a la mayoría de los actores de la historia, vieron la necesidad de crear una “nueva historia”. Esta nueva historia incluye la curiosidad por las mentalidades, la vida privada, la oralidad y la historia de la vida cotidiana. Al mismo tiempo se empieza a considerar a los llamados tradicionalmente “objetos” de estudio como “sujetos” de estudio, en reconocimiento de la contribución de los individuos comunes y corrientes para comprender el pasado. En esta corriente es funda-mental El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg. Relata la historia de un humilde molinero italiano interro-gado y posteriormente ejecutado por la Inquisición. Se convierte en la insignia de la historia cultural de los grupos subalternos, visto desde el punto de vista de los subalternos. Igualmente, La Rebelión de los Obreros: La Gran matanza de gatos de la calle Saint Severín de Robert Darton que incursiona en las “bromas” que se gastaban los obreros franceses entre sí y en contra del patrón para corregir su injusta situación. La historia de la vida cotidiana, aunque tiene larga data, se ha desarrollado muy recientemente en el ámbito latinoamericano. Estrechamente relacionada con la historia de la vida privada, que se desarrolla en el espacio privado, la vida cotidiana se desarrolla tanto en el ámbito privado como en el público. El otro cercano parentesco es con la historia oral, ya que las fuentes, como en el trabajo que prologamos, son orales, los cuentos de la nana, la abuela o de los parientes y sirvientes que se incorporaron a fuerza de años y cariño al círculo familiar. El término cotidiano se ha convertido en terreno de disputa, debido a la importancia que ha adquirido

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para la sociología. Algunos se refieren a lo cotidiano como aquellos períodos donde “no pasa nada”, opinión altamente peligrosa para la investigación en ciencias sociales. En historia sabemos que el objeto/sujeto de ella son las personas en el tiempo y el espacio y lo que las afecta en el transcurso de su vida. Encierra todas aquellas actividades conscientes y voluntarias orientadas por motivaciones emocionales, políticas o religiosas. En este sentido, “lo verdaderamente histórico no son los cambios sino los procesos mediante los cuales se producen esos cambios”2 o sea, lo que cambia los valores de una sociedad y sobre todo las costumbres; considerando también las repercusiones morales. Por ello se espera que la lectura de una obra que se centra en la vida cotidiana, cambie las actitudes sobre el pasado del lector o lectora. A nivel mundial, el gusto actual por la lectura de la vida cotidiana, se explica por la necesidad de las personas de adentrarse en un pasado del cual puedan sentirse parte. En este mundo globalizado que promueve el individualismo y rompe los lazos de solidaridad presentes en las comunidades pequeñas, siempre es bueno conocer las particularidades de la vida de la gente de antes: el hecho es que para muchos estudiantes y para el público en general, se ha creado un divorcio entre la historia propia, vivida y reconocida como pasado propio y familiar o local, y la historia nacional o universal, que es lo ajeno, aquello en lo que no participamos. En este país, al igual que en otras partes, es la literatura la que ha permitido abrazar el pasado

2 Op.cit.pág.14.

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en forma de “Cuadros de Costumbres”, memorias o novelas de la gente de antes. Sin embargo, más y más los y las historiadoras retoman su papel protagónico en el registro del pasado. En México se ha publicado recientemente una Historia de la Vida Cotidiana en México que abarca desde el mundo antiguo hasta el siglo XX. Esta obra, dirigida por Pilar Gonzalbo, es el resultado de un esfuerzo colectivo. Igualmente, Beatriz Castro Carvajal, publicó Historia de la Vida Cotidiana en Colombia. En Guatemala, han sido columnistas como María Elena Schlessinger y el Dr. José Barnoya quienes han relatado anécdotas tal como las vivieron o se las contaron, sin pretensiones de análisis de la sociedad. La historiadora Ana Elisa Schumann, inició la recolección de datos, usando las anécdotas ofrecidas por La Meches, a quien tuve el privilegio de conocer en mi infancia y quien me hechizaba por su capacidad de hablar fluidamente en jerigonza. Llamada Ata por su familia, en los almuerzos familiares del domingo, solía contar historias que los jóvenes escuchaban y los adultos rememoraban y contribuían con su versión de los “verdaderos hechos”. Con paciencia y tenacidad, logró recuperar las memorias del diario vivir de la familia, y nos presenta sus reflexiones y comentarios como miembro de la misma pero también como historiadora. Cuando fue evidente el vacío de trabajos sobre este tema en la historiografía nacional del siglo XX, decidió darles forma a sus notas y nació: Memorias de la Ata. Relatos sobre la vida cotidiana en la primera mitad del siglo XX, obra pionera en el campo de la historia de la vida

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cotidiana en la ciudad de Guatemala. Esperamos que sea el inicio de una tendencia saludable para el desarrollo de la identidad de los y las guatemaltecas.

Beatriz PalomoHistoriadora

Guatemala, enero de 2012

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INTRODUCCIÓN

Este libro contiene algunos relatos de mi bisabuela, Mercedes del Carmen Palomo Torres. Ella nació en la Nueva Guatemala de la Asunción el 7 de septiembre de 1914. Sus padres fueron don Julio Palomo y Palomo, comerciante, hijo de don Julio Víctor Palomo Monterroso y de doña Mercedes Palomo Corzo, nacido en la ciudad de Guatemala, y de doña Carmen Josefina Torres Palomo, hija de don Joaquín Torres Navas y de doña Carmen Palomo Torres, oriunda de La Antigua Guatemala. Ella tuvo tres hermanas que murieron poco tiempo después de nacer. El 22 de diciembre de 1932 contrajo matrimonio con Guido Palomo Tobar, hijo de don Manuel Palomo Arriola, natural del pueblo de San Cristóbal Jutiapa, y de doña Ana Tobar Guerra y Marchán, originaria de Amatitlán. Guido participó activamente en política, trabajó en el gobierno del Presidente Jorge Ubico Castañeda y firmó el Memorial de los 311 el 22 de junio de 1944, este documento pedía la renuncia de Ubico. El matrimonio tuvo dos hijas: Ana Regina, que nació en la ciudad de Guatemala el 15 de enero de 1934, y Lucrecia, que nació en la misma ciudad el 24 de enero de 1936. En 1943, Mercedes y Guido se divorciaron. Guido falleció el 25 de febrero de 1950 en la ciudad de Guatemala. El 26 de junio de 1959 doña Mercedes se casó en segundas nupcias con el diplomático argentino don Luis María González del Solar Linares, con quien no tuvo sucesión.3 Ella 3 Oscar R. Palomo y Ricardo Toledo Palomo. “Historia genealógica de la familia Palomo”. Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos, Guatemala, 2000, pp. 139-42; 158-9; 178-79; 185.

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falleció en la ciudad de Guatemala el 19 de febrero de 2007 a causa de una enfermedad respiratoria. Ana Regina, la hija mayor de doña Mercedes, contrajo matrimonio con Alberto Schumann Gálvez, con quien tuvo cuatro hijos, siendo su primogénito Alberto Schumann Palomo, casado con Zoila Ana María del Rosario Guerra Monge. Este matrimonio tiene tres hijos: Ana Elisa, autora del presente libro, Ana María y Alberto Schumann Guerra. Mi padre es el mayor de los nietos de doña Mercedes, y cuando era pequeño no podía decir abuelita y por eso le decía Ata, posteriormente, sus nietos y bisnietos siguieron llamándola de esa manera. Mi bisabuela disfrutaba relatando sus vivencias, y sus descendientes disfrutábamos escuchándolas. Fue gracias a sus relatos de infancia que empecé a interesarme por los hechos del pasado y en conocer cómo vivía la gente antes. Estos relatos no eran más que historias divertidas e interesantes que a todos nos gustaba escuchar, hasta que ella comenzó a leer las columnas que María Elena Schlesinger publicaba y sigue publicando los sábados en elPeriódico. Los fines de semana, mi bisabuela comentaba el artículo de esa semana y me contaba anécdotas relacionadas con el tema. Fue así como ella comenzó a darse cuenta de que sus relatos tenían valor histórico y se interesó por dejar evidencia de ellos. En el año 2006, cuando yo cursaba el cuarto año de la licenciatura de Historia en la Universidad Del Valle de Guatemala, le propuse tomar nota de sus relatos. Ella aceptó gustosa y yo anotaba la información en un cuaderno. Al principio yo le

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pedía que me contara ciertas anécdotas o le hacía preguntas acerca de un tema y poco a poco ella iba recordando otras cosas relacionadas. Todo esto se llevaba a cabo los domingos antes del almuerzo y en las conversaciones participaban los miembros de la familia que estuvieran presentes en ese momento, por eso ellos también hacían preguntas y mis abuelos también contaban sus vivencias o complementaban la información. Por ejemplo, cuando mi bisabuela me contó sobre los automóviles de su infancia, mi abuelo paterno se puso a explicar las partes de los carros de aquella época y me dio algunas postales; algo similar ocurrió cuando se trató el tema de la Feria de Agosto, que mi abuela paterna contaba cómo era cuando ella era joven. Esta información se intercaló en los relatos y en algunas ocasiones, como en el caso de la Feria de Agosto, sí se especifica que éstos provienen de otra informante. Luego de transcribir los relatos, yo no sabía qué hacer con la información. Mi familia insistía en que escribiera algo relacionado con esto, pero yo no tenía ninguna idea clara. Fue a finales del año 2008 que me di cuenta que los datos podrían ser útiles para mis compañeras de la Maestría en Historia porque ellas están trabajando la vida cotidiana de las mujeres a principios del siglo XX y han encontrado poca bibliografía, fue por eso que decidí dar a conocer los relatos de mi bisabuela. Al terminar de transcribirlos surgió una nueva dificultad: organizar la información. Para fines prácticos decidí agruparlos en torno a cuatro acontecimientos importantes de la época: los terremotos de 1917-8, la

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caída de Manuel Estrada Cabrera en abril de 1920, el gobierno de Jorge Ubico (1931-44) y la Revolución del 20 de octubre de 1944, explicados brevemente para que el lector pueda informarse sobre la historia política de este período. Los gobiernos posteriores a Manuel Estrada Cabrera y anteriores a Jorge Ubico no fueron tomados en cuenta por la poca influencia que tuvieron en las narraciones que aparecen en este libro. Los relatos fueron agrupados según la época a la que corresponden y a los temas que tratan, pero todos ellos dan información sobre la vida cotidiana, es decir, sobre cómo eran las casas, la ropa, los objetos que se utilizaban y que ya han caído en desuso, los juegos infantiles, los medios de transporte, las festividades más importantes de la ciudad de Guatemala y cómo se celebraban. En las reflexiones finales se harán las conclusiones acerca del contenido de los relatos.

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RELATOS ACERCA DE LOS ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS MÁS IMPORTANTES DE LA PRIMERAMITAD DEL SIGLO XX

El año de 1914Esta historia comienza en 1914, año en que nació Mercedes Palomo Torres. El presidente de Guatemala era el Licenciado Manuel Estrada Cabrera, que llegó al poder en 1898, luego del asesinato del General José María Reina Barrios. Varios políticos oportunistas que ocuparon cargos públicos en tiempo de Reina Barrios querían aprovechar la confusión que se desató después de la repentina muerte del presidente para subir al poder, pero Estrada Cabrera, por ser el Primer Designado, fue presidente interino mientras se convocaba a elecciones. Él participó como candidato a la presidencia y ganó las elecciones. Al estar en el poder, Estrada Cabrera se convirtió en un dictador y persiguió a sus opositores. A pesar del descontento del pueblo y de la ineficiencia de su gobierno, se mantuvo en el poder durante cuatro períodos presidenciales y gobernó durante veintidós años. Desde las últimas décadas del siglo XIX, las potencias europeas habían entrado en conflicto por conquistar y colonizar las tierras africanas para poder explotar sus riquezas minerales y tener el control del Canal de Suez; Inglaterra y Francia colonizaron los territorios más ricos e importantes del continente, mientras que Italia y Alemania obtuvieron los territorios más pobres y menos importantes. Francia

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quería recuperar Alsacia y Lorena, perdidos en la Guerra Franco-prusiana en 1871. Además, las potencias europeas habían iniciado una carrera armamentista. En junio de 1914 fue asesinado Francisco Fernando, el heredero del trono de Austria-Hungría y éste fue el factor detonante de la Primera Guerra Mundial. Guatemala se declaró neutral en este conflicto. La guerra terminó en 1918.

Los terremotos de 1917 y 1918Ese es mi primer recuerdo. Yo tenía tres años. En Nochebuena me habían regalado un caballito de madera y jugué con él poco tiempo porque se destruyó. Dicen que el terremoto fue el 25 de diciembre de 1917 a las once de la noche, de la hora no me acuerdo bien, pero fue ya tarde. Mi papá me sacó cargada a la calle envuelta en una colcha celeste y negro. Fuimos a la casa de mis abuelos que vivían en la esquina. Mi mamá gritaba: ¡Salgan, salgan, que se va a caer la casa! La puerta principal se cayó y mis abuelos y mis tías tuvieron que salir por una puerta más chiquita. Nos fuimos a la Plazuela del Ferrocarril que quedaba a una cuadra de la casa. Todos los vecinos se fueron a pasar la noche a ese lugar. Al otro día, siguieron los temblores. La Estación del Ferrocarril era de ladrillo y con los temblores se cayó, y yo le decía a mi mamá: ¡Están lloviendo ladrillos! Antes del terremoto, mi abuelo les dijo a mi papá y a toda la familia que iba a haber terremoto porque había temblado fuerte durante varios días. El abuelo compró un terreno baldío que estaba al lado de la casa y mi papá había comprado láminas y madera

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para construir una temblorera, pero cuando fue el terremoto no la habían construido todavía. Al final ya no la hicieron, sino que construyeron una casa de madera donde vivimos por un tiempo hasta que nos fuimos a la finca. La finca quedaba en Escuintla y sólo se podía llegar en tren. Cuando llegamos a la estación, ya estaban los caballos esperándonos. Arreglaron una carreta con cojines y hojas de plátano para hacer sombra para mi abuelita, mi mamá y yo. Aunque allí no hubo terremoto, dormíamos en el oratorio, que era de madera. Un señor costarricense que estaba con su familia en Guatemala para el terremoto no encontró posada en ningún lado y le pidió ayuda a mi abuelo. Él les dio hospedaje. Mi abuelo y el huésped costarricense se hicieron amigos. En cuanto pudieron, nuestros huéspedes tomaron el vapor4 y regresaron a su país. La familia costarricense estuvo un mes en la finca. Ese señor a quien mi abuelo ayudó era don León Cortez que luego fue presidente de Costa Rica. Cuando fue la toma de posesión invitó a mis abuelos, pero mi abuelita no pudo ir, así que mi abuelo se fue solo. Regresamos a la capital cuando la casa de ma-dera ya estaba terminada. Al negocio de mi papá no le pasó nada. En la casa sólo se cayeron las divisio-nes de los cuartos, lo demás quedó en pie. La casa estuvo deshabitada mucho tiempo y se reconstruyó con cemento. Dos años después del terremoto, estuvo totalmente reconstruida. Era muy grande, tenía tres patios y ocupaba más de media cuadra. Después de la muerte de mi abuelo les quedó a mis tías, que botaron la casa grande para hacer cuatro casas en ese terreno.4 Barco.

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Después del terremoto, muchas personas se fueron a vivir en champas que hicieron en los parques o en lugares deshabitados mientras reconstruían sus casas. Esas personas vivieron allí durante dos años. Mis tíos Palomo vivían cerca del Parque Central y ahí levantaron su champa. Dos de mis tíos, Oscar y Adela, se enamoraron allí, pidieron una dispensa para casarse, el Papa se las concedió y se casaron. Ellos tuvieron un hijo que es un genio. En esos años, la gente vivió muy feliz en los parques y muchos jóvenes se enamoraron, se casaron y tuvieron a sus hijos. La única casa que no se cayó para el terremoto fue la Legación5 de Inglaterra porque estaba hecha de cemento armado. Quedaba en la trece calle y novena avenida y estaba pintada de amarillo.

La caída de Estrada Cabrera El gobierno del Licenciado Manuel Estrada Cabrera se volvía cada vez más represivo. Desde 1907 se habían llevado a cabo varios atentados contra el presidente y en la mayoría de casos, quienes los habían organizado fueron duramente castigados. Por esta razón, quienes se oponían a la tiranía de Estrada Cabrera tenían miedo de protestar públicamente. Con el pasar de los años, la población civil estaba más inconforme con el régimen porque era ineficiente y cada vez más represivo. A principios de 1918, el obispo José Piñol pronunció una serie de sermones en la iglesia de San Francisco para encender el celo patriótico del pueblo, para que perdiera el miedo y llevara a cabo acciones concretas para ponerle fin a la dictadura.

5 Era el nombre que se les daba a las embajadas en aquella época.

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Estos discursos dieron buenos resultados, porque al poco tiempo se formó el Partido Unionista, integrado por hombres de la clase alta capitalina y por varios obreros. El 11 de marzo de 1920 se llevó a cabo una manifestación multitudinaria para exigir la renuncia del presidente. El tirano se negaba a abandonar el poder y se refugió en La Palma, donde residía. El 9 de abril de ese año, Estrada Cabrera ordenó al Ejército que bombardeara la ciudad de Guatemala, y a partir de ese momento, se desató una guerra civil que duró una semana, hasta que los opositores de la dictadura lograron que el presidente renunciara6. “En 1920, cuando yo tenía cinco años, hubo una revolución para derrocar a Manuel Estrada Cabrera, después de veintidós años de dictadura. En abril de ese año la gente se levantó porque ya estaba cansada de la represión. No sé de dónde sacaron las armas. El Presidente dijo que iba a acabar con el levantamiento porque tenía las tropas del Ejército. La gente tenía rifles y fusiles, pero el Ejército tenía granadas y cañones. Ramiro Fonseca, el sobrino de mi abuelita y primo de mi mamá, estudiaba Derecho y peleó contra Estrada Cabrera. Llegaba a la casa a contarnos cómo estaban las cosas y llevaba un gran fusil. El fusil me daba mucha curiosidad y yo lo quería tocar, pero Ramiro me decía que no lo debía tocar porque no era un juguete. En la octava avenida entre diecisiete y dieciocho calles había un cerro pequeño que se llamaba El Cielito, a donde iban a jugar los niños y quedaba cerca de la

6 Rafael Arévalo Martínez, ¡Ecce Pericles!. Tipografía Nacional, Guatemala, 1945. Pags. 169-586.

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casa donde yo vivía. Para la Revolución llegaron las tropas de Estrada Cabrera a El Cielito y desde allí disparaban. La balacera se oía en la casa y mi tía Clarita decía: “Oigan, ¡qué lindos los pajaritos!”, y mi abuelo la regañaba y le decía que era el sonido de las balas. Nuestra casa no estaba reconstruida todavía, pero pusimos colchones en el piso de la sala y ahí dormimos. Nos fuimos a la sala, porque no daba a la calle, pero aún así, una bala de cañón entró a la casa por la pared de un cuarto que daba a la calle, pasó por la sala y siguió hasta estallar en un sitio baldío que estaba a la vecindad. Cuando vimos pasar la bola de fuego nos asustamos mucho y mi abuelo dijo: “¡Aquí nos morimos todos!”, pero por fortuna no nos pasó nada. Al otro día, nos fuimos a una casa de tres patios que estaba en la novena avenida entre doce y trece calles, huyendo de las tropas de Estrada Cabrera. La revolución siguió una semana y los dos bandos se disparaban en la capital, que era donde estaban los que se habían levantado en armas. Reyes y Chajón eran dos militares que defendían a Estrada Cabrera y estaban saqueando las casas de la ciudad. La gente decía horrorizada “¡Ahí vienen Reyes y Chajón!” Cuando nosotros estábamos en la casa de la novena avenida entre doce y trece calles, vivían en la vecindad del Licenciado Arias y su esposa, que era francesa. Ellos hablaron con mi familia e hicieron un hoyo en la pared, así cuando Reyes y Chajón llegaran a nuestra casa nos pasábamos a la otra para que esos bandidos no nos hicieran nada, y si entraban a la vecindad, ellos se pasaban a nuestra casa, pero gracias a Dios, los bandidos nunca llegaron. Una

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semana después, terminó la Revolución y se llevaron preso a Estrada Cabrera. No me acuerdo a dónde se lo llevaron, pero ahí murió.7

Ese día, el atardecer fue muy bonito, había celajes divinos. La gente salía a la calle a verlos. Mi papá decía que era una señal de que Dios nos estaba protegiendo, otras personas decían que ese atardecer era un milagro”.

7 Según Rafael Arévalo Martínez, a la Academia Militar. Rafael Arévalo Martínez, ¡Ecce Pericles! (Guatemala, Tipografía Nacional, 1945), p. 586.

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LA GUATEMALA DE MI INFANCIA

Cuando yo era niña, la vida en Guatemala era muy diferente a la de hoy en día, las casas, los aparatos, las calles de la ciudad, la moda, los paseos, la forma de celebrar las festividades… todo ha cambiado mucho.

Las casas de principios del siglo XXLa entrada de la casa se llamaba zaguán, y ahí se colocaba unas bancas para que se sentaran los tra-bajadores que llegaban a buscar a los señores de la casa o las sirvientas que traían algún mandado. En la entrada se ponían las paragüeras para colgar los paraguas. Las visitas se recibían en la sala. Al lado de los sillones se colocaban las escupideras que en las casas más elegantes eran de porcelana pintada. En ese tiempo las personas acostumbraban escupir en las escupideras. En todas las casas había piano. Después vinieron las pianolas, que eran parecidas a los pianos y casi siempre se colocaban pegadas a la pared. Las pianolas tenían dos pedales para hacer circular el aire y tenían cilindros con música. En la noche, las perso-nas se juntaban a platicar y ponían la pianola. El agua que llegaba a las casas era muy sucia y tenía color de chocolate, para poderla beber era necesario filtrarla. En las casas no había filtro, sino estiladera, que era un recipiente hecho de piedra pómez en el que se echaba el agua y caía gota a gota en una jarra de barro. El agua salía fría y tenía un sabor muy rico. En el segundo patio estaba la pila. Las pilas eran muy grandes y tenían varios lavaderos: uno para lavar

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la ropa y otro para lavar los trastos del comedor. Para quitar la grasa de las ollas y los restos de comida que quedaban pegados se usaba arena. En la casa de La Antigua, donde vivían mis primas, había dos pilas: una para lavar la ropa y los trastos, y otra para bañarse. A mí me encantaba bañarme en la pila. Para bañarse uno se ponía un huipil y se enjabonaba afuera de la pila, después se guacaleaba para desaguarse y al terminar, mis primas y yo nos metíamos a nadar a la pila. En la casa de mis abuelos y en la mía sí había regadera y se le pagaba a un muchacho para que bombeara el agua de la pila para que cayera en la regadera. Los inodoros quedaban al final de la casa, en el segundo patio. Cuando una persona iba a ir al baño decía “voy a ir allá adentro” o “excúseme”. En la no-che, las personas usaban bacinicas que se guardaban debajo de la cama. En la mañana, la de adentro8 regaba las colas que estaban en el patio con el contenido de las bacinicas. Esas colas eran lindas porque la urea de la orina les servía de fertilizante.

La servidumbre En las casas había cocinera, lavandera y de adentro. La cocinera se encargaba de preparar los alimentos y de lavar los trastos. La lavandera lavaba la ropa y también planchaba, como no estaba ocupada todo el día ayudaba a la cocinera. La de adentro era la encargada de limpiar la casa. Como mis tías tenían una tienda, había dos muchachas más que las

8 N. de la E.: Empleada que hace oficios de limpieza en el interior de la casa.

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ayudaban. Una de ellas era la señora Genara, una viejita que había llegado a trabajar a la casa de mis abuelos. La tienda se llamaba “La Tercena” y muchos años después le pusieron “Las Torres”. Allí vendían todo lo que traían de la finca. La señora Genara llegó a la casa cuando mi tía Marta dio el encargo para conseguir a alguien que la ayudara en la tienda que había puesto para vender panela, miel de caña y quesos de la finca Torolita. La señora Genara era hondureña, no tenía familia y se vino a vivir a Guatemala. Ella llegó antes de que yo naciera. Para el terremoto la tienda se cerró temporalmente y para que la señora Genara no se fuera porque era muy buena, la convirtieron en mi china (niñera). Ella me quería mucho y se iba a tomar fotos conmigo. Cuando se volvió muy viejita ya no trabajaba, pero vigilaba a las muchachas de la tienda. Cuando la señora Genara murió, mis abuelos la enterraron en el mausoleo familiar porque ella era como de la familia. Como mi mamá no tenía leche, fue necesario conseguir una nodriza. La Chon era mi nodriza y llegó a la casa con su bebé, pero él murió. A la Chon la trataban muy bien, cuidaban mucho su alimentación y comía en la mesa con la familia. Ella me quería mucho. Aunque la nodriza era muy buena, mi mamá sufría porque no me podía dar de mamar. Cuando yo era joven, una sirvienta ganaba cinco quetzales, y ocho las que ganaban mejor. Las sirvientas querían mucho a la familia para la que trabajaban y eran consideradas parte de la familia porque se les tenía mucho cariño. Las sirvientas no se iban ni siquiera para Navidad porque preferían quedarse.

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El lavado de la ropa En el último patio, casi siempre el tercero, se sembraba una planta que se llamaba tinta, tenía las hojas azuladas. Esas hojas se ponían a hervir y soltaban una sustancia de color azul. Esta agua se usaba para blanquear la ropa. Años después, se empezaron a usar las bolitas de azulillo, que se compraban en las tiendas. La ropa se lavaba, se asoleaba en unas piedras que había en el segundo patio, se le echaba el agua con la tinta o el azulillo y se ponía a secar. La ropa quedaba muy blanca. En aquella época se enyuquillaban las sábanas.

Las comidas Cuando yo era niña la gente comía un montón: en el desayuno se comía frijoles, huevos, pan y café; se desayunaba temprano en la mañana, como a las siete. A media mañana, como a las diez, se refaccionaba fruta. El almuerzo se servía al mediodía y se tomaba sopa, se comía carne, verduras, arroz, postre y se tomaba fresco. Como a las cinco de la tarde se refaccionaba pan dulce y chocolate. A las siete u ocho de la noche se servía la cena. La comida era muy barata. Cuando la docena de huevos estaba cara, valía cinco centavos. Un chocolate de leche con pan costaba como cincuenta centavos. Cuando yo iba al colegio, me daban una moneda de cinco pesos y me alcanzaba para comprar un montón de dulces. Comía bolitas de morro, de anís y de miel. A veces, en lugar de comprar dulces iba a la farmacia y compraba barritas de magnesia que sabían a tierra pero que a mí me parecían deliciosas. Cuando yo era chiquita comía tierra de las macetas del patio y para

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que se me quitara esa mala costumbre, mis papás pusieron unas lombrices de mentiras en las macetas y cuando quise comer tierra y las vi me dio tanto miedo que no volví a comer tierra nunca más. Cuando yo era pequeña, antes del almuerzo, me daban yerbabuena molida en piedra. Al moler la yerbabuena, se obtenía un agua lechosa que se servía en un vasito y me la daban a beber porque era muy buena para el estómago, y por eso yo siempre tuve muy buena digestión. Mi abuelo hacía mantecados, unos helados que se hacían en una máquina donde se echaban los ingredientes, alrededor se ponía hielo y sal. La manivela de la máquina se movía muchas veces hasta que la mezcla se congelaba. Estos helados eran muy ricos, lo único malo es que salía muy poco helado al hacerlo en la máquina. Mi abuelita se llamaba Carmen Palomo de Torres y era de La Antigua. Su cumpleaños era el 3 de enero pero no lo celebraba ese día, sino que hacía un almuerzo especial el 16 de julio, día de Nuestra Señora del Carmen. Mi abuelo, aunque tenía hijos con otras mujeres, quería mucho a mi abuelita, la adoraba, la idolatraba. Para su cumpleaños, mi abuelo preparaba el bol champagne y mantecado. El bol champagne era una bebida que se hacía con champagne, cóctel de frutas y agua mineral.

Las bebidasA las aguas gaseosas se les decían “chibolas” porque la botella tenía una chibolita arriba. A los que vendían aguas gaseosas se les decía chiboleros. Había de diferentes sabores. La gente rica tomaba un agua que

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se llamaba sifón que salía de la botella después de presionar un botón para que el agua saliera con gas. A las personas de clase alta les gustaba preparar una bebida hecha con vino tinto, sifón y un poco de azúcar. La fábrica de la Coca Cola quedaba en la octava calle, entre cuarta y quinta avenida zona 1, a un costado de la Biblioteca Nacional.9 Las aguas embotelladas salían muy rápido de la máquina. En La Mariposa, que quedaba cerca de mi casa, se fabricaba la Rica, que era un agua gaseosa roja y muy dulce y también hacían allí la Crema Soda.

Ropa y accesorios que han caído en desusoLa gente usaba reloj de cadena y lo guardaba en el bolsillo. Las polainas eran unas como botas que usaban los hombres cuando iban a la finca para protegerse al caminar en el monte. Para montar a caballo, los campesinos usaban guardamontes para protegerse de las espinas. Los blusones de maternidad eran horribles, eran flojos de los hombros hasta abajo.

Los aparatos Cuando yo tenía como cinco años, los teléfonos tenían cigüeña (era una palanca que se daba vuelta). Uno no se podía comunicar directamente con otros números, sino que tenía que llamar a la operadora y decirle que lo comunicara con tal número. Si el número estaba ocupado, la operadora lo decía. El teléfono era negro, estaba colgado en la pared y sonaba como timbre.

9 Entre las décadas de 1930 y 1940.

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El fonógrafo también era conocido como victrola. La victrola era un mueble que tenía una bocina grande arriba y una cigüeña que se movía para que el disco sonara. La aguja era de acero y se cambiaba cada tres o cuatro discos. Cada disco tenía sólo una pieza musical. Para hacer funcionar el aparato todo tenía que moverse manualmente. Después de la Segunda Guerra Mundial, vinieron las victrolas eléctricas semiautomáticas, se podían poner varios discos y la victrola los cambiaba. El radio vino antes de la Primera Guerra Mun-dial. Había una banda local y bandas cortas. Las boci-nas estaban separadas del aparato. Había onda larga y onda corta. Cuando yo era joven, me gustaba oír la XEW de México a las diez de la noche, porque ponían la música que tocaban en la boîte (era como una disco-teca, pero con música en vivo) más elegante de México. Cuando empezaba el programa decían “música suave y luces tenues”. Cuando yo ya era más grande, fui a visitar a una amiga que vivía en México. En ese viaje oí tocar a Agustín Lara. Fuimos a una boîte y cerca de nosotras estaba bailando Dolores del Río, que era una actriz mexicana muy bonita y muy famosa. Los televisores vinieron en tiempo de Carlos Castillo Armas.

El dineroEn 1924 se hizo el cambio de moneda. El peso había sido la moneda oficial y ese año fue sustituido por el quetzal. Un quetzal equivalía a 60 pesos. Cuando yo era chiquita me daban una moneda de cinco pesos y yo era feliz porque podía comprar un montón de dulces. Una de mis mejores amigas era Blanca Porras

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y ella tenía una hermanita que se llamaba Olga. La Olga no quería estar con sus amiguitas de cinco años, sino que prefería estar con nosotras y nos llevaba un montón de nances. La familia Porras tenía varias fincas y en la capital tenía una lechería. Doña Queta, la mamá de las Porras, se encargaba de la lechería y tenía una mesa de pino con gaveta en la tienda. La Olga se metía bajo la mesa y con un palito puyaba una rendija que tenía la mesa y le caían los centavos, con ese dinero podía comprar muchas cosas. Había monedas de un centavo, de dos centavos y hasta de medio centavo. A todos los niños que yo conocí les daban uno o dos centavos, pero cuando les daban cinco centavos eran felices porque eso ya era mucho dinero.

Los bandosUn bando era un grupo de policías, militares y la banda musical llamaba la atención de la gente para que salieran a escuchar las nuevas leyes.

Los Chocanitos Los Chocanitos eran dos hermanos que recitaban poemas de José Santos Chocano, el escritor peruano que vivió varios años en Guatemala durante el gobierno de Manuel Estrada Cabrera. Se paraban cerca de los colegios para piropear a las patojas. Mis amigas y yo les teníamos horror porque metían mano y trataban de levantarnos la falda. Los Chocanitos iban a la sexta avenida porque era el lugar donde la gente iba a pasear.

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Los vendedores de telasEn aquel tiempo, había comerciantes “turcos” que vendían telas lindas de puerta en puerta. Al principio, llevaban las telas en valijas, después ya pusieron sus almacenes y ganaron mucho dinero trabajando. Víctor y Rafael Kairé pusieron el almacén El Cairo y Lázaro Sabaj puso un almacén que se llamaba Lázaro.

Los gitanosEn esa época llegaban los gitanos y acampaban cerca del puente de La Penitenciaría. Todos les tenían miedo porque decían que se robaban a los niños. Ellos pedían limosna de puerta en puerta y las mujeres vendían ollas y peroles. En aquel tiempo, la gente no se mantenía comprando ollas, sino que pasaban unos hombres de puerta en puerta que se dedicaban a repararlas y muchos de ellos eran gitanos. También había afiladores de cuchillos y tijeras. Cuando mi mamá todavía vivía, había muchos grupos de gitanos que acampaban cerca del Parque Navidad y de la Penitenciaría. Nosotros vivíamos en la novena avenida entre doce y trece calles y un día una gitana tocó la puerta. Yo fui a abrir. La gitana me dijo: “¡Qué linda niña! ¿No te querés venir conmigo?” Yo cerré la puerta y me entré corriendo a la casa a contarle a mi mamá y le dije que no le diera limosna a la gitana porque ella siempre les daba limosna o comida.

Los enanos Cuando mis hijas ya habían nacido, había un enanito que se llamaba Miguelito y vendía billetes de la lotería

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en el Portal y en el Parque Central. Ese enanito era muy gracioso porque hablaba con una voz aguda, como si fuera títere.

El Puente de Chispas y las avenidasEl Puente de Chispas estaba en la trece calle y novena avenida. Era un puente de madera que se hizo para que pasaran los peatones y el tranvía de mulas. Los cascos de las mulas, al pasar por el puente, sacaban chispas. Esa calle, entre banqueta y banqueta, estaba hundida y se inundaba en época de lluvia. Los chuchos no podían pasar caminando, sino que tenían que nadar. Las avenidas eran esos ríos que se formaban en las calles cuando llovía porque los tragantes han de haber sido muy malos. En temporada lluviosa, cuando salíamos del colegio, nos poníamos felices de ir a caminar en las avenidas. Nos quitábamos los zapatos y nos metíamos en el agua color café. Cuando regresaba a casa, me regañaban por llegar tan sucia. Para que la gente pudiera atravesar la calle, la municipalidad ponía puentecitos de madera.

La finca BelencitoMi abuelo quería comprar esa finca que estaba abandonada, pero el dueño no se la quería vender hasta que por fin aceptó. Costó 18,000 pesos y mi abuelo la pagó en dos pagos. Los días en que se hicieron los pagos, mi abuelo compró champagne y los adultos de la familia brindaron. Mi abuelo limpió la finca y sembró café, también sembró alfalfa porque se vendía muy bien. La finca ya tenía una casa que era muy conocida por sus espantos. Dicen que a la

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media noche se aparecía el fraile sin cabeza cerca de la cocina, llegaba a la caballeriza y se iba a otras fincas. Yo nunca lo vi. Mi tío Joaquín administraba la finca y vivía en la casa patronal con su esposa, que era gringa y no creía en los espantos, y sus dos hijas: Edna y otra niña que murió de pulmonía cuando tenía mes y medio. Mi hermanita Berta también murió de esa enfermedad cuando era bebé. No recuerdo a mi hermanita, porque yo tenía dos años cuando ella nació. Regresando a la finca, un día Elly -así se llamaba la gringa- fue a la cocina a traer agua hirviendo porque la bebé estaba enferma. En eso, vio un bulto negro y le dio escalofrío, llegó muy asustada a contarlo y creyó en el fraile sin cabeza. Tenía tanto miedo que ya no quería salir de su cuarto. Joaquín estudió agricultura en Baton Rouge, Estados Unidos. Era compañero de otro guatemalteco, hermano del pintor Alfredo Gálvez Suárez. A este muchacho le dio tuberculosis y Joaquín se contagió. Lo mandaron a vivir cerca del desierto y se mejoró, después se casó con Elly. Se regresó a Guatemala, se fue a Belencito y empeoró. Él peleaba mucho con su esposa, y la tía Marta se metía en todo. Joaquín se divorció, nunca se curó de su enfermedad y se fue a la capital. Joaquín murió muchos años después a causa de la tuberculosis. Tenía una enfermera que se llamaba Leonor, no vivía en la casa, pero tuvo una hija con ella, a la que llamaron Magda. Cuando Magda nació, mi tío alquiló una casa para que la enfermera viviera allí con la niña y él las iba a visitar. En ese tiempo, los doctores decían que estaba mejor. Un día

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fue a verlas y regresó tosiendo y escupiendo sangre. Se le reventó un pulmón y se murió. Cuando él murió ya mis hijas habían nacido. En Belencito pasaban cosas extrañas. Una vez, mis abuelos se fueron a pasar una temporada allá y mi abuelita regresó muy asustada porque prendía una candela y se la apagaban, encendía el radio y se lo apagaban. Ella no quería volver a quedarse en la noche por los espantos. Al abuelo también le pasaban esas cosas pero no lo creía. Mi abuelita me contaba que cuando ella era niña, los antigüeños se escondían como a las tres o cuatro de la mañana porque pasaba un carruaje “fantasma”, que era conducido por el diablo y tirado por una mula sin cabeza que echaba chispas al caminar sobre el empedrado de las calles. Después se descubrió que los “espantos” transportaban licor clandestino.

La finca TorolitaMi abuelo tenía otra finca en Escuintla. Esta finca era muy grande y había un tanque de natación. Era muy alegre ir a Torolita. Una vez, yo quería nadar en el tanque y fui corriendo a ponerme mi calzoneta que siempre estaba en el vestidor, cerca del tanque. En el tiempo en que no fuimos a la finca, una culebra puso sus huevos en mi calzoneta y ese día vi que encima de la calzoneta había un montón de culebritas recién naci-das. Como yo les tenía mucho miedo a las culebras ya nunca me quise poner esa calzoneta y me tuvieron que comprar otra. Cuando íbamos a la finca, a mis tías les gustaba nadar en la Poza del Cantil donde el agua era muy cristalina. Lo único que no me gustaba era que

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los cantiles, que son unas serpientes grandes y cafés, pasaban nadando y a mí me daban mucho miedo. Por fortuna, las serpientes nunca nos hicieron daño. Cuando llegaba a la finca me encantaba montar a caballo. Yo tenía un caballo que se llamaba La Bicicleta y era muy veloz. Una vez que iba en La Bicicleta, quise agarrar un bejuco y cuando lo tenía en la mano me di cuenta de que no era un bejuco sino una culebra y la tiré. En otra ocasión, iba montando un caballo muy manso, al caballo le dio sed y fue a tomar agua a un riíto cuando se inclinó para beber, yo me resbalé sobre su cabeza y caí sentada en el agua, a mí me dio mucha risa y el caballo sólo se me quedaba viendo y esperaba a que yo me volviera a subir para continuar el paseo. En Torolita se hacían quesos. Mientras estábamos en la finca, mi mamá freía trocitos de queso fresco. A los quesitos fritos se les llamaba quesillos y eran deliciosos. Mi mamá murió en Torolita. Ella padecía del corazón y se puso mala, el doctor le dijo que se fuera a la finca porque el clima le haría bien. Mi papá iba y venía de la capital a la finca porque tenía un almacén en la ciudad de Guatemala y no lo podía descuidar. Mis tías también llegaban por temporadas a visitar a mi mamá. Ella murió el 11 de noviembre de 1925, el día del cumpleaños de la tía Marta. Ese día había estado mal y salió al corredor, que era soleado y muy bonito. Le dio fatiga y la entraron otra vez a su habitación. Ella dijo “ahora ya me voy a morir”. La acostaron en la cama y ella pedía agua, como no podía tragar, yo le daba agua con un algodón. Cada vez que yo le daba agua ella me agarraba la mano y me miraba fijamente.

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Fredesubinda, la maestra de la finca, dijo: “Saquen a la niña, o no se va a ir”. Cuando yo salí del cuarto, mi mamá murió. Yo me puse muy triste y lloré mucho. Al regresar a la capital, mi abuelo decidió que yo me fuera a vivir a su casa.

Las muñecasYo vivía en la dieciséis calle, entre octava y novena avenida, pero esa casa se cayó para el terremoto. Después nos fuimos a vivir con mis abuelos, que vivían a la vuelta, en la diecisiete calle. La revolución la pasamos en la casa que estaba en la novena avenida entre doce y trece calles, allí había una jacaranda en el tercer patio, juntaba las hojas que se caían del árbol y jugaba que las muñecas iban a la finca. Cuando era niña tenía muchas muñecas porque mi papá tenía una juguetería. Mi casa de muñecas era una vitrina de vidrio con dos bandas y tres gavetas, una de las gavetas era el dormitorio, yo me imaginaba que tenía baño, sala, comedor, cocina y cuarto de servicio. Los sirvientes eran muñecos de trapo y se llamaban el Goyo y la Goya. Las muñecas tenían carros y se iban a la finca (debajo de la jacaranda). Los muñecos grandes eran los papás y los chiquitos eran los niños. Cuando mis amigas llegaban de visita, jugábamos cualquier cosa, excepto muñecas. A mí me gustaba mucho jugar sola, pero cuando llamaba a mi mamá, ella jugaba también. La Daisy era una muñeca grande, era mi favorita y dormía en su carruaje, cerca de mi cama. Cuando mi mamá murió, sólo me pude quedar con Daisy, porque las demás muñecas no cabían en la casa de mis abuelos. Yo me puse muy triste.

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El extraño caso de los pastelitosUn domingo en la mañana, tocaron la puerta de la casa de mis abuelos y yo fui a abrir porque estaba cerca de la puerta. Cuando salí no había nadie, sólo una bolsa grande prendida en el agarrador de la puerta y adentro había un montón de pastelitos deliciosos de la Pastelería París, que estaba a la vuelta de la casa. Yo tenía como once años y mi abuelita me regañó porque de plano me los había regalado algún patojo, aunque yo nunca supe quién me los regaló, pero en la casa todos nos comimos los pastelitos.

Los mejores colegios capitalinosEl Central para Varones, La Preparatoria y el Instituto Modelo eran colegios muy buenos para patojos de la alta sociedad. La Preparatoria quedaba a la vuelta del Colegio Europeo, en la séptima avenida entre doce y trece calles. El Colegio Europeo era para señoritas y quedaba en la doce calle, entre sexta y séptima avenida, pero ya casi llegando a la sexta avenida. El colegio tenía tres patios. Las internas decían que en el tercer patio había un cuarto cerrado que daba a un túnel que comunicaba el colegio con la iglesia de Santa Clara.

La educación de las niñasCuando vivía en la novena avenida entre doce y trece calles, los vecinos eran amigos de mis papás. El señor Arias era farmacéutico y su esposa, que se llamaba Elizabeth de Arias, me daba clases de francés. Ella era muy joven y tenía la misma edad que mi mamá. La primaria la hice en el Colegio Josefina González

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y la secundaria en el Colegio Europeo. Cuando estaba allí y salíamos a recreo, la directora me decía: “Merceditas, usted está muy flaquita venga a tomarse su lechita”, y me daba leche con chocolate y galletas porque era su consentida pero yo sufría porque no me gustaba la leche. El uniforme era rosado con blanco y usábamos sombrero. Cuando yo estaba en el colegio, no sólo se tomaban en cuenta los exámenes y las composiciones, ya que la participación en clase también era importante. Si la maestra hacía una pregunta y una estudiante respondía correctamente, ganaba puntos. Yo participaba mucho en las clases, sólo en Inglés participaba poco porque no entendía. Una vez hice una composición sobre los riscos de Momostenango, a la maestra le gustó mucho y me dijo “Merceditas, usted se inspiró”. Cuando yo era niña, era usual que las niñas y jóvenes recibieran clases de música. Mis tías recibían clases de canto, unas cantaban bonito y otras no. Yo aprendí a tocar piano y tenía mucha habilidad, una pieza que se llama El Minuto10, yo la podía tocar en un minuto exacto. También había señoritas que aprendían a tocar el arpa. Sobre la forma en que los bebés vienen al mundo no nos decían nada cuando éramos niñas o adolescentes. Cuando ya estábamos en edad de casarnos ya nos explicaban esos asuntos.

Los desfiles del 15 de septiembreEl 15 de septiembre había desfile de los colegios y escuelas. Las escuelas públicas tenían que desfilar. La

10 N. de la E.: Pieza de Federico Chopin.

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participación era opcional para los colegios privados pero las directoras del Colegio Europeo, donde yo estudiaba, querían que hubiera desfile, pero nosotras no queríamos marchar y no íbamos al desfile. Mademoiselle nos decía: Ustedes no van a marchar, pero sí van a ver a los novíos (novios).

El perritoEn la casa teníamos un chucho café que se llamaba Cirano, que tenía un amigo de la misma raza y del mismo color. Los perritos se visitaban. El amigo rascaba la puerta y lo dejaban entrar, y el Cirano también iba a la casa de su amigo, rascaba la puerta y lo dejaban entrar. Cuando yo era novia de Guido, mis abuelos y mis tías me prohibían que saliera a verlo a la ventana, pero yo le decía al Cirano: Nano, ahí me avisás cuando venga la tía Marta, y cuando la tía Marta estaba cerca, el chucho ladraba y ella lo regañaba.

Los novios A las patojas de mi tiempo no las dejaban tener novio pero mis amigas y yo teníamos novio a escondidas. Yo no sé por qué no nos dejaban tener novio, tal vez pensaban que era pecado mortal. Yo sí dejé que mis hijas tuvieran novio y que tuvieran amigos; tanta confianza me tenían que en vez de decirme señora me decían Meches, y a mí no me molestaba.

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LOS MEDIOS DE TRANSPORTE

Después del terremoto de 1917 y 1918, el tranvía era halado por cuatro o seis mulas, no me acuerdo bien. El tranvía de mulas pasaba sobre rieles. En la feria de agosto de 1924 el tranvía ya era de motor. Para la feria ponían un tranvía que iba de la estación al Parque Morazán. La estación era en la 18 calle entre novena y décima avenidas y el tranvía llegaba al Parque Central. Otro salía de la estación, pasaba por la sexta avenida y llegaba al Hipódromo del Norte, cerca del Templo de Minerva. El decauville11 salía del Parque Navidad y llegaba a El Obelisco, pasando por La Reforma.

Tranvía de motor pasando por la Empresa Eléctrica. Nótese que hay un policía debajo de una sombrilla en la calle.

11 N. de la E.: El decauville era un pequeño tren de varios vagones halados por una locomotora, se utilizó desde el período de Estrada Cabrera.

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En esa época había muy pocos carros y muy poca gente. La gente que tenía carro tenía chofer. Mi tía Marta, que estudió en Estados Unidos sabía manejar carro. Ella era una mujer moderna. Los carros tenían una cigüeña adelante, entre las dos llantas y el chofer la movía.

La cuesta del desconsueloUn día, mi abuelo nos dijo que íbamos a ir a pasar la Semana Santa a Panajachel e íbamos a hacer una gira a Xela. Mi papá no fue a ese viaje. El carro de mi abuelo era un Hudson que tenía una gradita para subir que se llamaba estribo, atrás tenía un asiento grande donde cabían tres personas, en medio había tres sillitas que estaban dobladas y se levantaban. Adelante, junto al chofer, cabían dos personas. El carro era destapado de las orillas, por eso tenía unas ventanillas de plástico grueso con remaches para que no se entrara el agua. El carro de mi abuelo era de color azul oscuro. Cuando íbamos a Xela, nos fuimos por la Cuesta del Desconsuelo, que estaba entre Totonicapán y Sololá, pasando la cuesta María Tecún. Como llovió, se hizo un gran lodazal y el carro se atascó. Aunque mi abuelo y el chofer le pusieron cadenas a las llantas, no pudieron sacarlo del lodazal. El chofer se llamaba Isidoro Furlán, era joven, de ojos verdes, pelo rubio y era muy educado. Al ver que no podían sacar el carro del lodazal, le dijo al abuelo: “¡Ay, don Joaquín! Este carro ya no sale ni para adelante ni para atrás”. Oscureció y el carro no salía y nadie pasaba por allí para ayudarnos. Mi abuelo dijo: “Vamos a esperar a que pase una carreta

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con yuntas12 mientras, que las señoras se duerman aquí y se tapen con los ponchos que compramos en Momostenango”. Había mucho frío. Yo tenía mucho miedo porque había coyotes que aullaban. Mi abuelo le dijo a Isidoro Furlán: “Cuando oigamos aullar a los coyotes o veás a algún animal, prendé las luces y tocá la bocina. Te dormís un rato tú y después me

duermo un rato yo”. Como a las cinco de la mañana pasaron unos inditos con una carreta con yuntas. Con una carreta no pudieron sacar el carro, así que fueron por otra y más yuntas y pudieron sacarlo. No habíamos comido nada, pero los inditos nos dieron tortillas, tayuyos (tamalitos con frijol) y café caliente. Seguimos el recorrido y llegamos al hotel de Quetzaltenango. Fuimos a conocer la fábrica Cantel. Después nos fuimos a Mazatenango y había mucho

12 Dos bueyes.

Automóviles de principios de la década de 1930. Nótese una señora al volante de un automóvil.

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calor; allí pasamos la noche. Al día siguiente tomamos el tren y el carro también se fue en el tren.

Las estaciones de banderaLas estaciones de bandera eran lugares donde paraba el tren cuando se sacaba una bandera. En la otra finca de mi abuelo, que se llamaba Monte de Oro y quedaba en La Democracia, Escuintla, había una estación de bandera y cuando el tren paraba, había que subirse rápido.

Los viajesCuando yo era chiquita se viajaba en barco. Mis tías se iban en tren de la capital a Puerto Barrios y luego tomaban un barco para ir a Nueva Orleáns; el viaje en barco duraba una semana.

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PARQUES Y PASEOS DE LA GUATEMALA DE ANTAÑO

El parque NavidadCuando yo era niña la vida en Guatemala era muy tranquila. No había ladrones, la gente era buena, la palabra “secuestro” ni se conocía. En la dieciocho calle se acababa la ciudad, lo demás estaba a las afueras. La Penitenciaría quedaba enfrente a lo que hoy es la Municipalidad, allí había un laberinto y la gente iba a pasear. Después, ese lugar se llamó Parque Navidad. La gente salía a caminar después de las seis de la mañana, iban de la dieciocho calle al puente de la Penitenciaría y al lado estaba el Parque Navidad. Toda la familia iba y después regresaban a desayunar a su casa, luego se ocupaban de sus quehaceres.

Los días de campoEn El Sauce había baños y se hacían días de campo. Los domingos la gente llevaba su comida en canastas cargadas por las sirvientas, se extendía el mantel y se servía la comida. Ahí llegaba la gente bien, a Lo de Bran llegaba el choleral13. En El Tuerto, que quedaba atrás de la Aduana, había baños a donde iba el choleral. En La Antigua estaba El Cubo en Ciudad Vieja, Sacatepéquez, donde había baños y también tanques de natación.

13 En épocas anteriores al nacimiento de nuestras informantes, las sirvientas más cotizadas eran las provenientes de Santa Cruz El Chol, municipio del actual departamento de Baja Verapaz. Con el pasar del tiempo, el término “cholero” o “cholera” se extendió a todas las personas de clase baja que a su vez eran rudas y poco instruidas.

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Mi papá alquilaba donde Schumann una victo-ria, que era un carruaje descubierto, o un landó, que era uno cerrado. Íbamos de paseo a La Reforma o a donde Hillermann, una cafetería que quedaba en la Avenida Bolívar. Cuando mi hija Regina ya había nacido, contra-taba un carruajito para ir a almorzar a la casa de Lidia, mi cuñada, y su esposo Virgilio.

Los parquesEn los parques había un kiosco en medio. Los kioscos eran de dos niveles: arriba tocaba la banda y abajo había refresquería. El lunes la banda tocaba en el Parque Concordia y el concierto era de ocho a diez de la mañana y la gente iba a escuchar. Yo iba con la Maruca Fajardo. El viernes había concierto en el Parque Central, pero nosotras no íbamos porque llegaban muchos choleros. Los grupos de patojas le daban la vuelta al parque y los patojos le daban la vuelta en el sentido contrario para encontrarse con ellas. Cuando los dos grupos se encontraban, se saludaban de lejitos y seguían caminando porque no podían platicar, ya que muchas veces los papás estaban sentados en las bancas observando a sus hijos. Mis abuelos y mis tías no me dejaban tener amigos y no me dejaban estar con las May porque ellas tenían amigos.

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LA ÉPOCA DE UBICO Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE Para comprender los relatos que vienen a continuación, es necesario conocer el contexto de la época en que ocurrieron. El gobierno del General Jorge Ubico no sólo tuvo influencia en la política y economía de Guatemala, sino que también tuvo muchas repercusiones sociales. El General Jorge Ubico Castañeda ganó unas elecciones en las que no tuvo contrincante y tomó posesión el 14 de febrero de 1931. El pueblo apoyó al nuevo gobernante porque era el único líder capaz de sacar a Guatemala de la crisis en la que se encontraba. En la toma de posesión, el General Ubico hizo una declaración de sus bienes y prometió ser un gobernante honesto porque su riqueza le evitaba la tentación de robar. Antes de ser presidente, había sido Jefe Político y Comandante de Armas de Alta Verapaz y Retalhuleu, conocía las necesidades del país. Pensaba que el orden y la estabilidad pública eran la base de un buen gobierno. También hizo todo lo posible por reducir los gastos públicos. Estas medidas dieron como resultado un mejoramiento en la eficiencia gubernamental, mayor disciplina de trabajo entre los empleados públicos y se aliviaron parcialmente los efectos de la depresión de 1929. Ubico odiaba el comunismo, fue por eso que prohibió los partidos políticos que siguieran la ideología marxista y los comunistas fueron perseguidos en Guatemala. Su gobierno fue oligárquico y benefició especialmente a los terratenientes. La clase media

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creció durante este período porque la prosperidad económica propició la creación de trabajo para profesionales y nuevos comercios. A pesar de ello, Ubico no le dio importancia a esta clase social. Sus visitas a los lugares más apartados del país le permitían supervisar a los funcionarios, comunicarse con los habitantes de cada región, ayudarlos en sus necesidades y ganar su apoyo. La mejora y apertura de carreteras benefició a los agricultores y ayudó a que las regiones más apartadas pudieran integrarse a la nación. También creó la Ley de Vialidad para construir una red de carreteras en Guatemala. La Ley contra la Vagancia también fue importante porque obligaba a todos los que no tenían oficio conocido o que tuvieran parcelas muy pequeñas a trabajar en las fincas. Todos los mozos que trabajaban en las fincas debían llevar siempre consigo una libreta en la que su patrón anotaba cuántos días había trabajado para él y cuánto se le había pagado. Se incentivó la producción de nuevos productos de exportación como el chicle y el henequén. La producción de alimentos básicos para el consumo interno también aumentó para que Guatemala no dependiera de suministros del extranjero. Asimismo, se construyeron numerosas obras públicas con el trabajo de presos y voluntarios. Se amplió el servicio de agua potable, luz eléctrica, telégrafo, teléfono, instalación de mercados y mataderos. A la educación se le dio poca importancia en ese período. El gobierno de Ubico fue totalitario porque él tenía todo el poder, sus adversarios eran perseguidos, encarcelados y ejecutados, al igual que los delincuentes,

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no había libertad de prensa y había espías por todas partes. La relación con los países centroamericanos fue bastante buena, porque también eran gobernados por dictadores, siendo Anastasio Somoza García, presidente de Nicaragua, uno de los más importantes. El dictador se reeligió dos veces. La primera reelección fue en 1935 cuando Ubico gozaba de gran popularidad. A principios de la década de 1940 el gobierno se volvió ineficaz. La reelección de 1941 creó gran descontento entre la clase media que estaba excluida del poder. En junio de 1944 la clase media compuesta por profesionales y estudiantes protestó en contra del gobierno de Ubico exigiendo su renuncia. Ubico renunció y dejó en el cargo al General Federico Ponce Vaides, que al principio dio cierta libertad a los opositores y luego aumentó la represión hacia la sociedad civil, haciendo crecer el descontento cuando se anunció que Ponce Vaides participaría en las elecciones de diciembre de 1944. Para impedir que se prolongara el gobierno de Ponce Vaides, la madrugada del 20 de octubre de 1944, miembros de la clase media se levantaron en armas y derrotaron a las fuerzas gubernamentales. Un triunvirato integrado por Jorge Toriello Garrido, el Mayor Francisco Javier Arana y el Capitán Jacobo Árbenz Guzmán. Esta junta de gobierno convocó a elecciones y el Doctor Juan José Arévalo Bermejo ganó por mayoría absoluta.14

14 La información sobre el gobierno y el derrocamiento de Ubico se tomó de los siguientes artículos: Kenneth J. Grieb, “El Gobierno de Jorge Ubico”, Historia General de Guatemala. Asociación de Amigos del País-Fundación para la Cultura y el Desarrollo, Guatemala, 1995. Tomo V, p. 43-60. Stefan Karlen, “Orden y Progreso en el Gobierno de Ubico: ¿Realidad o Mito?”, Historia General de Guatemala. Asociación de Amigos del País-Fundación para la Cultura y el Desarrollo, Guatemala,1995. Tomo V, p. 61-78. Arnoldo

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Anécdotas de la vida cotidiana en tiempo de UbicoJorge Ubico fue un dictador. Durante su gobierno había un policía en cada esquina de la ciudad y había mucha seguridad. Los que hablaban mal del presidente, se iban a la cárcel. Una vez, dos jóvenes universitarios provenientes de El Salvador, que eran mis huéspedes, fueron al cine y regresaron riéndose porque la película había estado muy divertida. Yo vivía en la catorce calle entre tercera y cuarta avenidas. Cuando ellos pasaron riéndose enfrente del edificio de la Policía para llegar a mi casa, los apresaron por hacer escándalo en la vía pública. Antes de ser presidente, Ubico fue Jefe Político de Retalhuleu. Él era muy celoso y el día antes de la fiesta patronal rapó a su esposa para que no fuera a la feria. El día del cumpleaños de Ubico todos los em-pleados públicos tenían que llegar a felicitarlo para no perder sus puestos. Una vez, pasé con Regina, tu abuela, que todavía era chiquita, enfrente de la Casa Presidencial y ella pasó gritando “Felices Presidente” y a los guardias les causó mucha gracia y preguntaban “¿Qué está diciendo la nena?” y hasta la cargaban. Esos policías eran muy educados. Guido, mi esposo, trabajaba en el gobierno en tiempo de Ubico. Era alcohólico y una noche salió de un bar gritando “¡Qué muera Ubico!” y lo metie-ron a la cárcel. Al día siguiente, cuando le pasó la borrachera, él se retractó de lo que había dicho y lo

Ortiz Moscoso, “De la Caída de Ubico a la Elección de Juan José Arévalo”, Historia General de Guatemala. Asociación de Amigos del País-Fundación para la Cultura y el Desarrollo, Guatemala,1995. Tomo V, p. 79-86.

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soltaron. Pero antes de que lo sacaran de la cárcel llegó la policía a catear mi casa. Yo era pura patoja, estaba muy asustada y me puse a llorar. Hasta la ropita de mis hijas revisaron fue algo horrible. El 25 de junio de 1944 hubo una manifestación para protestar contra el gobierno de Ubico. Cuando la manifestación pasó por la quinta avenida y catorce calle, una mi amiga y yo nos unimos a ella. Pocas cuadras después, aparecieron los policías de la Guardia Montada a quienes les habían dado la orden de disolver la manifestación. En la diecisiete calle y quinta avenida, los policías dispararon y de pura casualidad una bala mató a María Chinchilla. Mi amiga y yo íbamos como cuatro o cinco filas atrás de la maestra que falleció. Allí se acabó la manifestación. Como los policías seguían disparando, Jorge Toriello escondió a las manifestantes en una casa donde vendían pasajes de autobús. Cuando terminaron los disparos, los universitarios llegaron a acompañar a las señoras a sus casas. La Revolución de Octubre comenzó el 20 de octubre de 1944 a las dos de la mañana que fue cuando empezaron las balaceras. Ricardo Barrios Peña llegó temprano en la mañana a mi casa para avisarme que ese día iba a empezar la revolución. Los estudiantes iban en tanques para vigilar la ciudad. Yo les pedía a mis sirvientas que les llevaran cafecito a los estudiantes que iban en los tanques. Mi casa quedaba a pocas cuadras del Fuerte de San José y el 20 de octubre de 1944 lo quemaron y se oían las explosiones. Emilia, la empleada que trabajaba en la casa, estaba muy preocupada porque

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su hijo pertenecía a la Banda del Fuerte de San José y creía que se había muerto, pero el muchacho salió ileso y llegó a mi casa a buscar a su mamá. Chicuco, mi tío que tenía casi mi edad, inauguró su boîte Casa Blanca, que estaba en la catorce calle entre cuarta y quinta avenida, la noche del 20 de octubre. La gente se quedó adentro del club nocturno esperando a que pasara la revolución.

El matrimonioYo me casé el 22 de diciembre de 1932 en el nuevo Calvario. Tenía 18 años. Me casé muy joven porque un día Guido y yo decidimos fugarnos pero mi abuelo nos descubrió antes de que nos fugáramos y tuvimos que casarnos. Mi vestido de novia era lindo porque me lo cosió Aldina, una de las hermanas de Guido que cosía muy bien. No me acuerdo bien de los detalles pero el vestido era largo, sin cola y velo con cola. El nuevo Calvario estaba recién inaugurado. En aquel tiempo, uno se casaba en la puerta de la iglesia y los novios entraban ya casados a la misa. El casamiento fue en la noche. Después, hubo una pequeña recepción en la casa de los papás de Guido, que vivían en la zona 2. Los invitados eran nuestros familiares y amigos cercanos. Para nuestra luna de miel, nos fuimos 8 días al Hotel La Aurora, en La Antigua. Ya casados, vivimos en la casa de los papás de Guido. Nuestro matrimonio duró poco porque él era alcohólico y una noche yo desperté y lo vi parado al lado de la cama con un palo en la mano porque me quería golpear. Yo me levanté antes de que me pegara y me fui corriendo a tocar la puerta del cuarto de mis suegros. Don Manuel, mi suegro, salió a tranquilizarlo

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y lo regañó por tratar de hacerme eso y yo pasé el resto de la noche en el cuarto de mis suegros porque tenía miedo de salir.

El Cerro del CarmenLa abuela Regina dijo en una ocasión: Cuando yo era niña, mi abuelo Manuel llevaba a todos sus nietos a pasear al Cerro del Carmen todos

Mercedes Palomo Torres, en la década de 1940.

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íbamos en fila india y él iba detrás de nosotros, con su bastón iba haciendo a un lado las cáscaras de fruta que la gente tiraba en la calle, para que nadie se cayera si se paraba en una de ellas. Era muy alegre ir al Cerro del Carmen. A veces iba también con mis amigas, Rosalina y Amalita, y rodábamos por las laderas del cerro. También nos gustaba mucho agarrar tepocates y meterlos en frascos. Una vez que fuimos a la casa del abuelo Manuel, él estaba tomando su baño de sol, ya que todos los días salía en camisón a asolearse al patio para que se le fijara la vitamina D. Uno de mis primos mayores, no sé si Liliana o Virgilio tuvo la idea de regar al abuelo y todos le íbamos a echar una gota de agua, pero mi hermana Lucrecia, que era la nieta más pequeña, no entendió que le teníamos que echar sólo una gota de agua y lo regó como si fuera arriate. El abuelo se puso furioso y gritó: ¡Ay, esta muchachita me empapó!

La feria de NoviembreLa abuelita Regina dijo lo siguiente sobre la feria de noviembre: La feria de noviembre la inventó Ubico para ce-lebrar su cumpleaños. Lucrecia y yo éramos chiquitas y nuestro papá nos llevó a la feria. Había unos avion-citos rojos con escudos azules con blanco en las alas. Nosotras corrimos para subirnos a los avioncitos, pero Lucrecia se cayó en el piedrín y se raspó las rodillas. Yo me preocupé mucho por mi hermanita. Una vez, nos subimos a la montaña rusa y cuando llegamos a la casa corrimos a contarle a nuestra mamá, que se estaba bañando como al medio día. Ella se asustó

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mucho de que nos hubiéramos subido a la montaña rusa y por poco se desmaya.

El paseo de la Sexta AvenidaEl mayor paseo era el de la Sexta Avenida, de la octava calle, donde está la empresa eléctrica, a la doce calle. En esas cuadras estaban los almacenes más elegantes. Las personas se ponían sus mejores trajes para ir a pasear los fines de semana a la sexta avenida y las señoras iban con sus joyas. Allí uno se encontraba a todo el mundo. Los domingos, las personas de mejor posición social iban a misa de doce del día a San Francisco. La abuelita Regina intervino y dijo lo siguiente: Cuando yo era adolescente, también íbamos a sextear. Todos los días iba con mis amigos al paseo después de clases y refaccionábamos en el Salón Palacio, que que-daba enfrente de la Empresa Eléctrica. Con veinticin-co centavos compraba un sándwich y un fresco. Para quitar el papel en el que iban envueltas las pajillas, los patojos soplábamos uno de los extremos para que el papel saliera volando. Al lado de la Empresa Eléctri-ca había un salón que se llamaba París, ahí vendían el fresco de crema. Nosotros no íbamos mucho a esa cafetería porque era más para viejitos.

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LAS FESTIVIDADES MÁS IMPORTANTES

La feria de agostoEn el Parque Morazán empezaba la feria y llegaba hasta el Templo de Minerva que lo demolieron después del gobierno de Ubico. La feria era muy importante porque era la celebración de la Virgen de la Asunción, patrona de la ciudad de Guatemala. Era una gran fiesta y en la capital daban feriado. La gente iba muy elegante y algunas personas llegaban en carruajes. El Club Guatemala ponía salones con comida y salones de baile, a donde iba a bailar la “aristocracia” de Guatemala. Aparte estaba la zarabanda para que se divirtieran los “choleros”.15 Las señoras ponían un puesto que se llamaba “Las delicias de la feria” donde preparaban comida típica y el dinero recaudado se destinaba a alguna obra benéfica. La abuelita Regina intervino para contar cómo era la feria de agosto a principios de la década de 1950: En esa época, yo llevaba ballerina, una falda de tafetán negro con fustanes con vuelos abajo, me ponía un cincho dorado, blusa blanca y sandalias doradas. Todas las patojas llegaban vestidas así. Entre semana, Lucrecia y yo íbamos con nuestros amigos que vivían por el Hipódromo a la feria y nos metíamos a la zarabanda, a donde iban a bailar las sirvientas, pero ellas sólo iban los domingos. ¡Era re alegre! Pagábamos cinco centavos para pasar debajo de un 15 En épocas anteriores al nacimiento de nuestras informantes, las sirvientas más cotizadas eran las provenientes de Santa Cruz El Chol, municipio del actual departamento de Baja Verapaz. Con el pasar del tiempo, el término “cholero” o “cholera” se extendió a todas las personas de clase baja que a su vez eran rudas y poco instruidas.

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lazo. En la zarabanda había un letrero que decía: “No tiren las chencas en el suelo para que las señoritas no se quemen los pieses (sic)”. Porque en aquel tiempo, las choleras no usaban zapatos. En las noches, íbamos con nuestros amigos a la lotería. Una vez me gané una bacinica y yo iba en la feria de un lado al otro con la bacinica en la mano y todos los dulces que compraba los metía allí.

El mes del RosarioLa abuelita Regina prosiguió con su relato sobre las ventas de comida: En octubre, después de ir a visitar a la Virgen del Rosario al templo de Santo Domingo, íbamos a comer al salón de comida típica que ponían las señoras de la Cofradía del Rosario. La comida era deliciosa. Ese salón estaba al lado derecho de la iglesia. Afuera se

Procesión de Viernes Santo de Jesús de La Merced. Década de 1920.

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colocaban los puestos de comida similares a los que se colocan ahora en las calles aledañas a la Basílica.

El carnavalLuego, la Ata prosiguió con sus relatos: Cuando yo estaba en primaria, en el Club Gua-temala, que quedaba en la sexta avenida entre déci-ma y once calles, se hacía un baile infantil que era de cuatro de la tarde a ocho de la noche, en el segundo piso del club. Era muy alegre, quebrábamos cascaro-nes y lanzábamos confeti. En aquel tiempo, yo iba al Colegio Josefina González que era muy chiquito y sólo aceptaban a los niños y niñas de buena posición social. Íbamos al colegio de ocho a doce, regresábamos a almorzar a nuestra casa y en la tarde teníamos clase de dos a cuatro o cinco. La señora Josefina era la direc-tora y Amelia era la maestra, pero también había otras maestras. Julio Quevedo y Carlos Vassaux estudiaban Medicina y nos daban clase, el primero era muy buena persona, pero el segundo era muy antipático, le de-cíamos “El Viejo” pero tenía como veinticinco años. Carlos Vassaux llegó a una de las fiestas infantiles con su novia y nosotras le echamos confeti en los ojos y con una jeringa le echamos cloretilo en la boca y en los ojos. Cuando el cloretilo entraba en los ojos ardía mu-cho y cuando entraba en la boca uno sentía como que se ahogaba. Él se enojó mucho con nosotras. Cuando esto sucedió, yo tenía como doce años.

La Semana SantaCuando yo era niña, hasta que cumplí dieciocho años, la Semana Santa era una gran fiesta, todas las personas estrenaban dos vestidos, fueran ricas o pobres, uno era

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de color claro y se estrenaba el Domingo de Ramos y se volvía a usar el Jueves Santo, el otro era un traje oscuro que se estrenaba el Viernes Santo. El feriado empezaba el Viernes de Dolores. El Domingo de Ramos salía la procesión de la burriquita de El Calvario, que era muy linda. El Martes Santo íbamos a ver La Reseña entre once y doce de la mañana. El Jueves Santo en la tarde salía la procesión de Candelaria y la íbamos a ver al Parque Central. El Viernes Santo se comía bacalao a la vizcaína. Las personas no se bañaban porque se podían volver pescados y porque uno no se podía bañar sobre las espaldas de Nuestro Señor. Tampoco se usaba ningún medio de transporte porque se creía que pasaba sobre las espaldas de Nuestro Señor. En la mañana veíamos la procesión de La Merced y en la tarde, las personas iban al Parque Central a ver las procesiones del Santo Entierro. El Domingo de Resurrección salía Jesús Resucitado de El Calvario. Cuando yo era adolescente, muchas veces me fui a La Antigua a pasar la Semana Santa con mis primas que vivían allí. Era muy alegre. La Semana Santa era muy solemne. El Viernes Santo, cuando pasaba el Señor de San Felipe por el parque, enfrente del presidio, salían los presos, cantaban El Perdón, se arrodillaban y lloraban. El preso que se hubiera comportado mejor durante el año, era liberado. Mis primas y yo cargábamos en la Escuela de Cristo. En aquella época las cargadoras no tenían que comprar turnos, sino que las señoras de la hermandad iban preguntando a las señoras y señoritas que estaban viendo la procesión si querían cargar. No llevábamos uniforme para cargar, sino que llevábamos los vestidos de color oscuro que estábamos estrenando y nuestro

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sombrero. Cargábamos a la Virgen de la Soledad, a San Juan y a María Magdalena.

Anécdotas relacionadas con la festividad de Corpus ChristiCuando yo era chiquita me dio tos ferina. Mi mamá me llevó donde el mejor médico de Guatemala y él me puso una inyección. Luego, mi mamá y yo fuimos a la procesión de Corpus Christi de Catedral. Yo iba llorando porque me dolía mucho la nalga. Al ver que seguía llorando, mi mamá me volvió a llevar a donde el doctor, y él dijo: “¡Qué bruto fui, le dejé la aguja metida!”. Para que no me diera infección, me echó un montón de cosas. En esa época las jeringas eran de vidrio y no eran desechables. Las jeringas y las agujas se esterilizaban después de ser utilizadas. En 1936, cuando tu abuela Regina tenía dos años, fui con ella y con Guido, mi esposo, a la procesión de Corpus Christi de la parroquia de San Sebastián. Lucrecia se quedó en la casa con mi suegra. Le compramos a Regina un rosario de azúcar y un ronrón. Cuando regresamos a la casa, la sirvienta abrió la puerta. Al verla, yo grité: -¡Ésta me robó algo! -No acusés a alguien inocente.- dijo Guido. -¡Yo no me robé nada!- exclamó la sirvienta. Yo fui a mi cuarto, abrí el armario y me di cuenta de que faltaba el anillo de ópalo que me encantaba. Lidia, mi cuñada, le dijo a la sirvienta que devolviera el anillo si no quería irse a la cárcel. La muchacha se metió la mano entre la blusa y sacó el anillo, y yo la despedí inmediatamente.

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Las fiestas de Año NuevoCuando yo tenía como dieciséis o diecisiete años, iba a las fiestas con mi papá, con las May y las Porras, que eran mis amigas, todas iban con sus papás y juntábamos varias mesas para sentarnos todos juntos. Los patojos nos sacaban a bailar y después nos iban a dejar a nuestra mesa. Si los patojos eran amigos nuestros, los papás los invitaban a sentarse y tomar algo. Salíamos de la casa a las nueve de la noche y nos íbamos al Club Americano, que quedaba en la octava avenida y doce calle. Después nos íbamos al Club Guatemala y ahí pasábamos las doce. Luego, nos íbamos al Club Alemán, que quedaba en la once calle y quinta avenida, y se entraba por la once calle. Regresábamos a las seis de la mañana a la casa.

Las fiestas de quince añosLas fiestas de quince años se hacían en las casas al regresar de la misa. Todas las ventanas de la casa se abrían y las personas que no habían sido invitadas a la fiesta miraban desde afuera. Sólo se tocaba marimba y bailábamos en el corredor. A los patojos y patojas nos daban un papelito con la lista de piezas que se iban a tocar y cuando los patojos sacaban a bailar, uno los apuntaba en la lista. Siempre se tocaban tres piezas seguidas y después una pieza más corta que se llamaba “la colita”. A mí los patojos me rodeaban y me preguntaban: “¿Me da esta pieza?” “¿Me da la siguiente?” “¡Aunque sea la colita!”. Las fiestas eran muy alegres. Lilí Aguirre era una amiga de mi papá y tenía su edad. Ella era la viuda de un gringo y durante su matrimonio vivió en Estados Unidos. Después de

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enviudar regresó a Guatemala y puso una tienda en la sexta avenida y vendía vestidos. Antes de irse a los Estados Unidos a comprar ropa para la tienda, nos preguntaba a mis amigas y a mí: “Ya me voy a ir de viaje, ¿qué van a querer?” y nosotras le pedíamos nuestros vestidos de fiesta. Los vestidos eran caros, costaban Q25. Una vez, la Lilí me trajo un vestido de terciopelo color vino tinto, con tirantitos de brillantes. Otra vez, me trajo uno de tafetán rojo con negro que tenía polisón y un cuello que tapaba hasta la mitad del brazo. Los dos vestidos eran tallados y al llegar a la rodilla se hacían más vueludos; los dos llegaban hasta el tobillo. A Alicia May, que tenía ojos verdes, la Lilí le trajo un vestido verde con una pielita blanca sobre los hombros. Las Porras no le compraban vestidos a la Lilí, sino que se los encargaban a una costurera guatemalteca que se llamaba María del Cid, que cosía muy bien. Yo le mandaba a hacer vestidos para salir, pero no vestidos de noche, porque se los compraba a la Lilí.

Los entierrosCuando una persona fallecía, se hacía el funeral en la casa y se cubrían los espejos de la casa con una tela negra. Luego, el cadáver se llevaba dentro de un ataúd a la misa de cuerpo presente que se oficiaba en la iglesia. El ataúd era llevado a la iglesia y al cementerio en un carruaje negro tirado por caballos negros adornados con pompones del mismo color. A estas carrozas fúnebres se les llamaba chocolateras, porque se movían mucho al pasar sobre el empedrado de las calles. Atrás de la carroza fúnebre iba un camión gris que llevaba las coronas de flores.

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Julio Palomo y Palomo y Carmen Torres Palomo el día de su boda. 1913.

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REFLEXIONES FINALES

Después de leer estos relatos, se puede concluir que la vida cotidiana de principios del siglo XX era bastante sencilla, si la comparamos con la forma en que vivimos los capitalinos de principios del siglo XXI. Las relaciones familiares eran más estrechas porque sus miembros interactuaban frecuentemente durante el transcurso del día: iban juntos a hacer la calistenia al campo, todos comían en la casa, el colegio, la universidad y el lugar de trabajo quedaban cerca de la casa porque la ciudad era muy pequeña en aquella época, ya que abarcaba de la primera a la doce avenida y de la primera a la dieciocho calle y todo lo demás estaba fuera de la ciudad. Las personas respetaban más a las autoridades. La relación entre trabajadores y patronos era de respeto por parte de los primeros. Aunque hubiera explotación laboral, la mayoría de trabajadores no se oponían abiertamente a ella. Las sirvientas eran consideradas como parte de la familia porque ellas eran leales a sus patronos y ellos estaban agradecidos por su trabajo y el amor con que los atendían. Quien tomaba las decisiones en la mayoría de familias era el varón de mayor edad y el resto tenía que obedecer. Para algunas mujeres, el matrimonio fue una etapa muy feliz en sus vidas porque sus esposos eran hombres trabajadores, honrados, cariñosos, fieles, católicos devotos y padres amorosos. Para la mayoría de mujeres, el matrimonio fue un motivo de tristeza y dolor, porque la violencia intrafamiliar era

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vista como algo normal, al igual que el alcoholismo y las infidelidades por parte del varón. Si una mujer era viciosa o infiel, era mal vista por la sociedad, en cambio a los hombres no se les condenaba por estas acciones. La mayoría de mujeres soportaba el mal comportamiento de sus maridos, porque esto se consideraba como una “penitencia” o “una cruz” que se debía soportar con paciencia. Además, es probable que pocas mujeres hayan decidido divorciarse de sus malos maridos, porque dependían económicamente de ellos y no tenían el apoyo de sus familias. Las relaciones interpersonales eran más frecuen-tes y más cercanas que en la actualidad, porque al no tener televisión, computadoras y acceso a Internet, los pasatiempos eran compartidos con otras perso-nas. Los fines de semana, las familias con recursos económicos iban de día de campo, iban a pasear a la Avenida La Reforma y en otras ocasiones iban a conocer otros lugares del interior de la República de Guatemala, como por ejemplo La Antigua, los riscos de Momostenango, etc. Las familias que tenían fin-cas iban a visitarlas con frecuencia, estos paseos eran disfrutados especialmente por los niños y jóvenes de la familia. Uno de los paseos más importantes era la Sexta Avenida donde las personas se encontraban, iban a ver vitrinas, a refaccionar a las cafeterías más elegantes y a comprar a las tiendas más exclusivas de la ciudad. Cuando una persona quería repartir invi-taciones, iba a la Sexta Avenida el fin de semana y allí encontraba a todas las personas que iba a invitar. La amistad era algo importante para las personas de aquella época y los amigos se visitaban

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frecuentemente. Los niños y niñas visitaban a sus amigos y jugaban juntos. Los juegos infantiles eran más sencillos que en la actualidad y la mayoría de ellos eran al aire libre. Las personas jóvenes salían a pasear a los parques, a escuchar la música que la banda tocaba en el kiosco del Parque Concordia o del Parque Central. Los adolescentes se juntaban con sus amigos o amigas para asistir a las fiestas. En aquel tiempo, la mayoría de familias de clase alta preferían que sus hijas no tuvieran amigos o por lo menos que éstos no las visitaran. Asimismo, a las jóvenes no se les permitía tener novio y entrarlo a la casa porque esto se consideraba como un peligro para la honra de una señorita decente y por esta razón, era pecado que las parejas de novios tuvieran contacto físico. Como se vio en los relatos, aunque los noviazgos eran prohibidos, las personas jóvenes se enamoraban y buscaban entablar relaciones amorosas. Para poder verse, el muchacho se paraba en la calle cerca del balcón de la joven, ella abría la ventana y platicaban. Según lo que me contaba mi abuela materna, cuando sus padres eran novios no podían verse, su madre le contaba que se ponía de acuerdo con su amado para que él llegara a pararse enfrente de la pared que daba al tercer patio y ella se subía en un cobertizo y agitaba un pañuelo blanco, para que él supiera que ella estaba allí, hablaban un poco, luego cada uno volvía a sus quehaceres y estaban felices de haberse visto sin ser descubiertos por sus mayores. Aunque los noviazgos eran vistos por los jóvenes como la trasgresión de las reglas establecidas por los adultos, éstos últimos generalmente sabían del noviazgo pero

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no dejaban que los enamorados se vieran y tuvieran contacto físico para evitar embarazos no deseados y por consiguiente, la deshonra de la joven. A pesar de la vigilancia y las prohibiciones los jóvenes encontraban la manera de verse a escondidas, por eso había madres solteras, jovencitas que se casa-ban embarazadas y abortos, aunque de estos asuntos no se hablaba abiertamente. En el caso de los hombres jóvenes, a éstos no se les impedía tener relaciones se-xuales prematrimoniales y podían ir a las casas de tolerancia a “ganar experiencia”. Las familias acomo-dadas solían enviar a sus hijos a estudiar a Estados Unidos y a Europa y al estar lejos de su familia y de las personas que los conocían, podían tener novias o ir a casas de tolerancia, por eso era frecuente que estos muchachos regresaran con enfermedades venéreas. Las parejas jóvenes se casaban cuando su noviazgo ya había sido aceptado por las dos familias. Se puede inferir que en aquellos tiempos había muchos matri-monios infelices porque al ser el noviazgo algo prohi-bido, el hombre y la mujer no podían conocerse bien, es decir, que no conocían las costumbres y las mañas de su futuro cónyuge y tampoco llegaban a conocer bien a la familia política hasta que se casaban. A partir de la década de 1940, los noviazgos ya eran aceptados por las familias y los jóvenes podían visitarse y salir juntos. De igual manera, los grupos de amigos y ami-gas iban a fiestas y a las ferias. En aquel tiempo, los roles de género se diferen-ciaban claramente: dependiendo de la clase social a la que se pertenecía, los hombres trabajaban fuera de casa en diversas ocupaciones, y las mujeres se

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dedicaban a las tareas propias del hogar. Los hombres de la clase alta podían ir a la universidad, eran propie-tarios de grandes fincas, industrias y comercios; los hombres de la clase media eran militares, oficinistas, profesionales, artesanos prósperos, pequeños propie-tarios de fincas, industrias y comercios; los hombres pobres, en su mayoría, se dedicaban a la agricultura de subsistencia y a trabajar como mozos en las fincas, los pobres que vivían en las ciudades eran comer-ciantes (carboneros, vendedores de frutas, verduras, etc.), reparaban peroles, afilaban cuchillos, obreros en las industrias, artesanos, empleados domésticos, hacían fletes (mozos de cordel o dueños de carretas de bueyes), etc. En ese tiempo era mal visto que las mujeres de clase social alta trabajaran y lo ideal era que se quedaran en su casa dirigiendo a la servidumbre y cuidando a sus hijos, pero en la realidad, incluso las mujeres de la clase alta y clase media trabajaban, algunas tenían una tienda en la que se vendían lo que producía la finca (lácteos, panela, azúcar, etc.), otras eran maestras que daban clases en colegios privados, escuelas públicas o particulares, también había secretarias, escritoras, artistas, costureras, hacían piñatas, comida para vender etc. Lo usual era que las mujeres de clase alta o clase media se ocuparan mientras estaban solteras y al casarse se dedicaran por completo a su familia, pero algunas tenían necesidad de seguir trabajando aun estando casadas. Las viudas que no tenían una renta para vivir necesitaban trabajar. En esta época era usual que las mujeres de clase alta o clase media recibieran huéspedes en sus casas para poder ganar dinero sin salir a trabajar. Las mujeres pobres de las áreas

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urbanas, además de dedicarse a las tareas del hogar, trabajaban como sirvientas y obreras, tenían puestos en los mercados, hacían comida para vender, lavaban y planchaban ropa ajena. Las mujeres pobres del área rural se dedicaban a las tareas domésticas, trabajaban en las fincas como mozas o como sirvientas. También había mujeres que se dedicaban a actividades ilícitas, como el hurto, la fabricación de licor clandestino, la prostitución, entre otras, pero este tema no se tratará en este trabajo.16

Generalmente, se piensa que las mujeres que vivieron en la primera mitad del siglo XX se dedicaban únicamente a desempeñar las tareas del hogar, lo cual no es cierto, ya que también eran trabajadoras. Las niñas de clase media y clase alta tenían acceso a la educación y algunas señoritas de las familias más ricas del país tuvieron la oportunidad de viajar a otros países y de estudiar en el extranjero, tal como lo hacían los hombres jóvenes de su misma clase. La educación de las mujeres era muy elemental porque no se esperaba que destacaran como profesionales, es por eso que la formación científica para ellas era bastante incompleta. Después de la Revolución de 1944, aumentó la cantidad de mujeres que ingresaron a la Universidad pero pocas terminaron sus estudios porque su prioridad era casarse; muchas de las estudiantes que se graduaron como profesionales ejercieron su profesión y algunas de ellas aún la ejercen.17

16 Para tener una visión más amplia del tema, he comparado los relatos que se incluyen en este libro con la información que me dio mi abuela materna, Elisa Monge Toruño, acerca de las actividades que desempeñaban su madre y sus tías.17 Mi abuela paterna, Ana Regina Palomo Palomo, en una ocasión se reunió con sus compañeras de colegio y me contó que las que se habían

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Tradicionalmente se piensa que las mujeres se han mantenido al margen de la política porque ellas habían sido relegadas al ámbito privado, mientras que los hombres eran quienes podían participar en el ámbito público. En los relatos mostrados anteriormente, se puede ver que las mujeres participaban en la política, no podían ocupar cargos públicos, pero sí podían apoyar a un partido político, a un líder o a un movimiento específico. Mi bisabuela era muy pequeña para la Revolución de 1920 y pasó la Semana Trágica bajo la protección de su familia, por eso no pudo observar qué era lo que pasaba en las calles de la capital, pero para averiguarlo, tenemos el libro ¡Ecce Pericles!, de Rafael Arévalo Martínez, donde el autor muestra cómo fue el gobierno de Manuel Estrada Cabrera, cómo vivía la gente en aquella época y qué pensaban los guatemaltecos y guatemaltecas acerca de los hechos que estaban viviendo, qué cambios proponían y cómo derrocaron al tirano. Entre los testimonios expuestos por el autor, se puede encontrar relatos sobre la participación femenina en la conformación del Partido Unionista y la forma en que las mujeres participaron durante el enfrentamiento armado. El rol desempeñado por ellas fue muy importante, pero casi siempre participaban escondiendo a los rebeldes, alimentando y curando a los civiles que peleaban contra el Ejército, como espías, divulgando rumores y convenciendo a sus allegados para apoyar la causa unionista. La participación de las mujeres en la Revolución de 1944 fue más evidente porque ellas organizaron graduado de odontólogas todavía tienen sus clínicas y atienden a sus pacientes.

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manifestaciones, ya fuera como parte del gremio magisterial o por estar convencidas de que Ubico y Ponce Vaides no eran buenos gobernantes y que las medidas tomadas por ellos les afectaban directamente. En los testimonios de mi bisabuela no se muestra la participación de las mujeres en el enfrentamiento armado, pero sí colaboraban directamente con los estudiantes sublevados. En el aspecto religioso, siempre se ha dicho que las mujeres tienen un papel preponderante. En estos relatos, no se da mucha información sobre misas y prácticas devotas porque la familia de mi bisabuela no era muy religiosa y ella durante su vida tampoco lo fue. En aquella época, el caso de esta familia era excepcional, porque la mayoría de personas eran muy piadosas. La familia de mi abuela materna era muy religiosa: ellos iban a misa con frecuencia, rezaban el

Procesión de Jesús de San José el Domingo de Ramos. Década de 1960.

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rosario todos los días, diferentes novenarios durante el año, entre ellas la novena del Niño Jesús, la de Jesús de Candelaria, Jesús Nazareno de Santa Clara, a las Ánimas del Purgatorio, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, entre otras, también participaban en las procesiones de Semana Santa, leían la Biblia y otros libros de temática religiosa. Varios miembros de su familia se inclinaron por el sacerdocio o por el celibato. Su tío, Alfredo Monge, se dedicaba a decorar altares, nacimientos y andas procesionales y lo ayudaban sus hermanas solteras, quienes hacían los cortinajes para la iglesia, su hermana María Elisa también componía canciones religiosas, pero no las firmaba por ser un regalo para Nuestro Señor, y según lo que cuenta mi abuela, algunas de estas canciones todavía se cantan en la iglesia.18

A principios del siglo XX, aunque las personas no fueran muy devotas, participaban en las actividades religiosas porque éstas eran una parte importante de la vida social. Durante la Semana Santa, las personas asistían a las ceremonias religiosas que se llevaban a cabo en las iglesias (la bendición de los ramos el Domingo de Ramos, la ceremonia de las Tinieblas en Catedral el Miércoles Santo, la misa de Jueves Santo, sermón del mandamiento y lavatorio de pies, la visita de los Siete Sagrarios, la ceremonia de Crucifixión, sermón de las Siete Palabras, Descendimiento y los oficios de Viernes Santo, la misa de Sábado Santo en la que se cantaba el Gloria y la misa del Domingo de Resurrección) y también a las procesiones que

18 Según María Elisa Monge Toruño, algunas de estas canciones son: “Se cierra el Sagrario” y “Aquí estoy mi Jesús, aquí me tienes”.

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se realizaban en esos días. Era poco usual que las personas dedicaran esos días para tomar vacaciones porque eran días de silencio y de mucho respeto hacia Nuestro Señor y su Santísima Madre. Esos días eran tan importantes, que las personas acostumbraban a estrenar un traje el Domingo de Ramos y otro el Viernes Santo y las personas pobres ahorraban para poder confeccionar sus trajes nuevos. El adorno de las andas era sencillo, así como lo eran todos los aspectos de la vida cotidiana de aquella época. El centro del adorno era la imagen de Jesús o la de la Virgen y los cortejos eran bastante sencillos, sin la parafernalia de los actuales. La vestimenta de las imágenes, aunque era muy elegante, porque era confeccionada en terciopelo y bordada con hilos de oro y plata, era bastante sencilla, generalmente, los ajuares se confeccionaban en Guatemala, aunque algunas personas mandaban a hacer las vestiduras para la imagen de su devoción a los talleres de bordado en Francia. A partir de la década de 1950, tanto los adornos como la vestimenta de las imágenes se volvieron más complejos y en las décadas siguientes, la mayoría de andas y cortejos empezaron a agrandarse. A principios del siglo XX, se le daba gran importancia a la procesión de Jesús Resucitado de El Calvario, mientras que en la segunda mitad de la centuria aumentó la importancia de las procesiones de Pasión y la de Resurrección perdió importancia. La celebración de Corpus Christi era muy importante en toda la República de Guatemala. En la capital, el Jueves de Corpus era día de asueto y todas las personas asistían a la procesión eucarística

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de Catedral. En aquel tiempo, la devoción a Jesús Sacramentado era muy importante. La Navidad se celebraba de manera sencilla y el centro de esta festividad era el Niño Jesús. Las personas le daban mucha importancia a la elaboración del nacimiento en las casas particulares y en las iglesias, se hacían posadas, se rezaba la novena del Niño Jesús y las personas asistían a la Misa de Gallo que se celebraba el 25 de diciembre a las cero horas. Aunque la comida y los regalos eran parte importante de esta festividad a principios del siglo XX, no eran lo principal durante las fiestas de fin de año. Poco a poco, la población de la ciudad de Gua-temala ha ido creciendo y la complejidad de la vida social también. La gente ya no se conoce tanto como antes debido a la cantidad de personas del interior del país y del extranjero que llegan a vivir la capital, se ha perdido el respeto hacia las autoridades, hacia Dios y el prójimo, es por eso que hay más delincuencia. La pobreza no es la causa principal de estos problemas sociales porque en épocas anteriores también había gente pobre, pero no había tanta desintegración familiar y las personas interactuaban con mayor frecuencia. Actualmente, el fenómeno de la globalización hace que las personas se mantengan informadas sobre lo que pasa en el mundo, hay nuevas formas para comunicarse sin necesidad de estar frente a frente, la asimilación de costumbres extranjeras es más fácil porque los medios de comunicación muestran una forma de vida diferente a la tradicional de nuestro país y esto propicia que haya mayores cambios culturales en poco tiempo.

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ANEXO FOTOGRÁFICO

En este apartado se incluyen más fotografías sobre la Guatemala de antaño y algunas evidencias de la vida cotidiana en aquellos días.

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La Ciudad de Guatemala vista desde el Cerro del Carmen. Nótese que la Catedral aún estaba siendo reconstruida. Década de 1920.

Vagones del Ferrocarril de Los Altos. Década de 1930.

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Estación del Ferrocarril de Los Altos en Quetzaltenango. Década de 1930.

Almacenes de la octava calle frente al antiguo Mercado Central. Al fondo se ve el Parque Central. Década de 1930.

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Tarjeta de participación de nacimiento.

Anverso y reverso de un recuerdo de Primera Comunión.

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Anverso y reverso de la invitación de Primera Comunión de Ana Regina y Lucrecia Palomo.

Recuerdo de laPrimera Comunión.

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Retrato de Carmen Torres Palomo.

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Retrato de Carmen Torres Palomo el día de su boda. 1913.

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Retrato de Julio Palomo y Palomo.

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Mercedes Palomo Torres de Palomo con su hija Ana Regina. 1934.

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Retrato de Ana Regina Palomo Palomo. Década de 1930.

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Ana Regina y Lucrecia con su abuelo materno, Julio Palomo y Palomo. Principios de la década de 1940.

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Boda civil de Ana Regina Palomo Palomo y Alberto Schumann Gálvez. Mercedes Palomo Torres viuda de Palomo es la segunda de izquierda a derecha. 1956.

Participación de matrimonio.

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Boda de Ana Regina Palomo Palomo y Alberto Schumann Gálvez en Casa Central en el año de 1956. De izquierda a derecha, Albert Schumann Hartig y Carmen Gálvez de Schumann, padres del novio, los contrayentes, Mercedes Palomo Torres viuda de Palomo, madre de la novia y Virgilio Palomo Tobar, tío paterno de la novia.

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BIBLIOGRAFÍA

Arévalo Martínez, Rafael. ¡Ecce Pericles! 1945. Tipografía Nacional, Guatemala, 1945.

Grieb, Kenneth J. “El Gobierno de Jorge Ubico”. Historia General de Guatemala. Asociación de Amigos del País-Fundación para la Cultura y el Desarrollo. Guatemala, 1995.

Karlen, Stefan. “Orden y Progreso en el Gobierno de Ubico: ¿Realidad o Mito?” Historia General de Guatemala. Asociación de Amigos del País-Fundación para la Cultura y el Desarrollo. Guatemala, 1995. Tomo 5.

Ortiz Moscoso, Arnoldo. “De la Caída de Ubico a la Elección de Juan José Arévalo”. Historia General de Guatemala. Asociación de Amigos del País-Fundación para la Cultura y el Desarrollo. Guatemala, 1995. Tomo 5.

Palomo, Oscar R. y Ricardo Toledo Palomo. Historia genealógica de la familia Palomo. Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos. Guatemala, 2000

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Este libro se terminó de imprimir en los talleres de

SERVIPRENSA, S. A.

En el mes de junio de 2013. Fué diseñado con la tipografía Book

Antiqua tamaño 11. El tiraje sobre papel bond antique de 80 gramos,

es de 200 ejemplares.