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423 Boletín Sociedad Entomológica Aragonesa, n1 38 (2006) : 423442. ETNOENTOMOLOGIA LOS INSECTOS COMESTIBLES DE BRASIL: ETNICIDAD, DIVERSIDAD E IMPORTANCIA EN LA ALIMENTACIÓN Eraldo M. Costa Neto 1* & Julieta Ramos-Elorduy 2 1 Universidade Estadual de Feira de Santana, Departamento de Ciencias Biológicas, Km 03, BR 116, CEP 44031-460, Feira de Santana, Bahia, Brasil. [email protected] 2 Instituto de Biologia, UNAM. Apdo. postal 70-153. 04510 México, D.F. [email protected] * Author for correspondence. Resumen: Se analiza la práctica de la antropoentomofagia (nuevo término) en Brasil, presentando la importancia de los insec- tos como recurso alimenticio para 39 grupos indígenas y comunidades urbanas. Se registró un total de 135 tipos de insectos comestibles, que están divididos en 9 órdenes, 23 familias, 47 géneros y 95 especies, mas otros insectos que sólo están regis- trados con sus nombres nativos. El orden Hymenoptera es el más abundante, con 86 especies (63%). Estos se consumen en estado inmaduro (huevos, larvas, pupas y ninfas) y en algunos casos los adultos. Se ingeren enteros o parcialmente, así como los productos elaborados por ellos, como miel, propóleo, polen y cera. Se observa que muchos insectos se consumen no sólo como alimento, sino también como remedio. Por ello, se ha postulado la hipótesis de la entomofauna nutracéutica. Se ha con- siderado la biosociodiversidad presente en Brasil, y se puede decir que el fenómeno de la antropoentomofagia ha sido infrava- lorado por los escasos estudios que existen, ya que los insectos comestibles son un potencial nutritivo debido a los macro y micronutrientes que albergan y a su abundancia. Palabras clave: antropoentomofagia, uso de insectos, etnoentomología, nutrición, Brasil. Edible insects of Brazil: ethnicity, diversity and relevance as human food Abstract: The practice of anthropoentomophagy (new term) in Brazil is discussed by presenting the importance of insects as a food resource for 39 indigenous groups and urban communities. A total of 135 kinds of edible insects were recorded. These are divided up into 9 orders, 23 families, 47 genera, and 95 species, apart from other species that are recorded only with their ver- nacular names. The most abundant order was the Hymenoptera, with 86 species (63%). These insects are eaten as immature (eggs, larvae, pupae, and nymphs) and in some cases also as adults. They are ingested whole or partially, as well as the prod- ucts they produce, such as honey, propolis, pollen, and wax. It was observed that many insect species are consumed not only as food but also as medicine. For this reason, we have postulated the hypothesis of nutraceutical entomofauna. If the rich bio- sociodiversity found in Brazil is taken into account, then it can be said that the phenomenon of anthropoentomophagy has been underestimated, since edible insects have a nutritive potential because of the macro- and micronutrients they harbour and their abundance. Key words: anthropoentomophagy, use of insects, ethnoentomology, nutrition, Brazil. Introducción El consumo de insectos por el hombre o antropoentomofagia como un suplemento o como un constituyente principal de la dieta, está presente en muchos países del mundo (Bristowe, 1932; Essig, 1934; Bergier, 1941; Bodenheimer, 1951; Stone, 1992; Malaisse, 1997; Banjo et al., 2003, 2004; Ramos- Elorduy, 2004). Aquí introducimos el nuevo término “antro- poentomofagia” por primera vez para referirse a la entomofa- gia (consumo de animales pertenecientes a la clase Insecta) practicada por los seres humanos. La antropoentomofagia no incluye sólo el consumo humano de productos producidos por los insectos tales como la miel y el propóleo, sino también incluye productos que contienen insectos como ingrediente principal o mezclados. La utilización de insectos como alimento ocurre desde el Plio-Pleistoceno, según indica un estudio hecho sobre di- versas herramientas utilizadas por el homínido Australopi- thecus robustus que reveló que las termitas formaban parte de la dieta de ese ancestro del hombre (Costa Neto, 2002). Dicho fenómeno antropoentomofágico está bien documentado en la literatura, incluso en la Biblia, en Marcos 1:6, se lee: “Juan andaba vestido de piel de camello con una tira de cuero en la cintura, comía saltamontes y miel silvestre”. Las principales regiones donde los insectos son consumidos, ocasional o habitualmente, se ubican en África, Asia, Australia y América tropical (Carrera, 1992; Gullan y Cranston, 2005). Sin embar- go es un perjuicio decir que los insectos son comidos tan solo en tiempos de escasez y de hambruna, pues estos organismos proveen una cantidad significativa de calorías y nutrimentos que están disponibles para la gente en todo momento (Ramos- Elorduy, 2004). El número de especies de insectos verdaderamente usa- das como alimento en el mundo es muy infravalorado (Ra- mos-Elorduy, 1997; DeFoliart, 2004). De los cientos de miles de especies de insectos catalogadas, más de dos mil son utili- zadas como alimento por cerca de tres mil grupos étnicos en más de 120 países (Ramos-Elorduy, 2004). El mayor grupo de insectos comestibles son los coleópteros (468 especies), se- guido de los himenópteros (351 especies), ortópteros (267 especies) y lepidópteros (253 especies). El número de insectos comestibles censado hasta la fecha es de 504 especies para México, las cuales han sido registradas mediante estudios de campo, entre diversas etnias del país (Ramos-Elorduy y Pino, 2005). De éstas el 83% pertenece a insectos del ámbito terres- tre y solo el 17% a ecosistemas acuáticos continentales. Asi- mismo, el 55,8% de ellas se consume en los estadios inmadu- ros (huevos, larvas, pupas y ninfas), y el 44,2% en estado adulto, pero algunas especies se consumen en cualquier esta- do de desarrollo (Ramos-Elorduy, 2004).

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Boletín Sociedad Entomológica Aragonesa, n1 38 (2006) : 423−442. ETNOENTOMOLOGIA

LOS INSECTOS COMESTIBLES DE BRASIL: ETNICIDAD, DIVERSIDAD E IMPORTANCIA EN LA ALIMENTACIÓN

Eraldo M. Costa Neto1* & Julieta Ramos-Elorduy2

1 Universidade Estadual de Feira de Santana, Departamento de Ciencias Biológicas, Km 03, BR 116, CEP 44031-460, Feira de Santana, Bahia, Brasil. − [email protected] 2Instituto de Biologia, UNAM. Apdo. postal 70-153. 04510 México, D.F. − [email protected] *Author for correspondence. Resumen: Se analiza la práctica de la antropoentomofagia (nuevo término) en Brasil, presentando la importancia de los insec-tos como recurso alimenticio para 39 grupos indígenas y comunidades urbanas. Se registró un total de 135 tipos de insectos comestibles, que están divididos en 9 órdenes, 23 familias, 47 géneros y 95 especies, mas otros insectos que sólo están regis-trados con sus nombres nativos. El orden Hymenoptera es el más abundante, con 86 especies (63%). Estos se consumen en estado inmaduro (huevos, larvas, pupas y ninfas) y en algunos casos los adultos. Se ingeren enteros o parcialmente, así como los productos elaborados por ellos, como miel, propóleo, polen y cera. Se observa que muchos insectos se consumen no sólo como alimento, sino también como remedio. Por ello, se ha postulado la hipótesis de la entomofauna nutracéutica. Se ha con-siderado la biosociodiversidad presente en Brasil, y se puede decir que el fenómeno de la antropoentomofagia ha sido infrava-lorado por los escasos estudios que existen, ya que los insectos comestibles son un potencial nutritivo debido a los macro y micronutrientes que albergan y a su abundancia. Palabras clave: antropoentomofagia, uso de insectos, etnoentomología, nutrición, Brasil. Edible insects of Brazil: ethnicity, diversity and relevance as human food Abstract: The practice of anthropoentomophagy (new term) in Brazil is discussed by presenting the importance of insects as a food resource for 39 indigenous groups and urban communities. A total of 135 kinds of edible insects were recorded. These are divided up into 9 orders, 23 families, 47 genera, and 95 species, apart from other species that are recorded only with their ver-nacular names. The most abundant order was the Hymenoptera, with 86 species (63%). These insects are eaten as immature (eggs, larvae, pupae, and nymphs) and in some cases also as adults. They are ingested whole or partially, as well as the prod-ucts they produce, such as honey, propolis, pollen, and wax. It was observed that many insect species are consumed not only as food but also as medicine. For this reason, we have postulated the hypothesis of nutraceutical entomofauna. If the rich bio-sociodiversity found in Brazil is taken into account, then it can be said that the phenomenon of anthropoentomophagy has been underestimated, since edible insects have a nutritive potential because of the macro- and micronutrients they harbour and their abundance. Key words: anthropoentomophagy, use of insects, ethnoentomology, nutrition, Brazil.

Introducción El consumo de insectos por el hombre o antropoentomofagia como un suplemento o como un constituyente principal de la dieta, está presente en muchos países del mundo (Bristowe, 1932; Essig, 1934; Bergier, 1941; Bodenheimer, 1951; Stone, 1992; Malaisse, 1997; Banjo et al., 2003, 2004; Ramos-Elorduy, 2004). Aquí introducimos el nuevo término “antro-poentomofagia” por primera vez para referirse a la entomofa-gia (consumo de animales pertenecientes a la clase Insecta) practicada por los seres humanos. La antropoentomofagia no incluye sólo el consumo humano de productos producidos por los insectos tales como la miel y el propóleo, sino también incluye productos que contienen insectos como ingrediente principal o mezclados.

La utilización de insectos como alimento ocurre desde el Plio-Pleistoceno, según indica un estudio hecho sobre di-versas herramientas utilizadas por el homínido Australopi-thecus robustus que reveló que las termitas formaban parte de la dieta de ese ancestro del hombre (Costa Neto, 2002). Dicho fenómeno antropoentomofágico está bien documentado en la literatura, incluso en la Biblia, en Marcos 1:6, se lee: “Juan andaba vestido de piel de camello con una tira de cuero en la cintura, comía saltamontes y miel silvestre”. Las principales regiones donde los insectos son consumidos, ocasional o habitualmente, se ubican en África, Asia, Australia y América

tropical (Carrera, 1992; Gullan y Cranston, 2005). Sin embar-go es un perjuicio decir que los insectos son comidos tan solo en tiempos de escasez y de hambruna, pues estos organismos proveen una cantidad significativa de calorías y nutrimentos que están disponibles para la gente en todo momento (Ramos-Elorduy, 2004).

El número de especies de insectos verdaderamente usa-das como alimento en el mundo es muy infravalorado (Ra-mos-Elorduy, 1997; DeFoliart, 2004). De los cientos de miles de especies de insectos catalogadas, más de dos mil son utili-zadas como alimento por cerca de tres mil grupos étnicos en más de 120 países (Ramos-Elorduy, 2004). El mayor grupo de insectos comestibles son los coleópteros (468 especies), se-guido de los himenópteros (351 especies), ortópteros (267 especies) y lepidópteros (253 especies). El número de insectos comestibles censado hasta la fecha es de 504 especies para México, las cuales han sido registradas mediante estudios de campo, entre diversas etnias del país (Ramos-Elorduy y Pino, 2005). De éstas el 83% pertenece a insectos del ámbito terres-tre y solo el 17% a ecosistemas acuáticos continentales. Asi-mismo, el 55,8% de ellas se consume en los estadios inmadu-ros (huevos, larvas, pupas y ninfas), y el 44,2% en estado adulto, pero algunas especies se consumen en cualquier esta-do de desarrollo (Ramos-Elorduy, 2004).

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Aunque la literatura etnoentomológica relacionada con el arte gastronómico impresione por el volumen de reseñas, artículos y libros publicados sobre el tema, la cocina ento-mofágica aún permanece desconocida (o mejor, desprecia-da) por la gran mayoría de la población mundial urbana, especialmente en los países desarrollados. Cuando un visi-tante pregunta a los campesinos si comen insectos, en mu-chos casos contestarán simplemente que "nuestros vecinos sí", cuando en realidad ellos también los consumen (Paoletti, 2005). Asimismo, la exploración racional de estos recursos aún es considerada negativamente por muchos gobiernos.

Dado que el consumo de insectos es un hábito adqui-rido culturalmente por generaciones, las comunidades loca-les naturalmente aceptan y respetan dicha práctica, utilizan-do los insectos según su presencia, abundancia y disponibi-lidad, consumiendo diferentes especies “por estaciones” (Ramos-Elorduy, 1990). La antropoentomofagia ocurre de manera selectiva y organoléptica, y las personas que la practican saben cuándo, cómo y dónde recolectar los dife-rentes tipos de recursos entomofágicos y tienen varias ma-neras de prepararlos y preservarlos para contar con alimento en épocas de escasez (Ramos-Elorduy, 1984). Brasil posee una biosociodiversidad extremamente rica y exuberante, presentando tanto una de las mayores tasas de diversidad biológica del planeta como una enorme diversidad cultural, pues en la actualidad existen 222 etnias indígenas reconocidas por el Estado (Instituto Socioambien-tal, 2005). Estas sociedades indígenas culturalmente dife-renciadas han desarrollado a lo largo de los siglos, formas de adaptación a toda variedad de ecosistemas presentes en el territorio nacional (Diegues y Arruda, 2001). Además de los pueblos indígenas, existen varias poblaciones tradiciona-les no-indígenas como los pescadores artesanales, riberiños amazónicos/caboclos, campesinos (pastoreo) comunidades afro-brasileñas (quilombolas), etc. Diegues y Arruda (2001) aseveran que es fundamental realizar un inventario de los conocimientos, usos y prácticas tradicionales indígenas y no-indígenas una vez que, sin duda, estas poblaciones humanas son depositarias de parte considerable del saber sobre la diversidad biológica hoy reconocida.

Los datos etnográficos sobre la práctica de la entomo-fagia en Brasil se remontan al siglo XVI, cuando los prime-ros cronistas hicieron los primeros registros acerca de la naturaleza y de los pueblos indígenas de aquella época. En 1542, Cabeza de Vaca (in Noelli, 1993) describió así el consumo de larvas de Morpheis smerintha Huebner (Lepi-doptera: Pyralidae) por los indígenas del estado de San Paulo: "[...] en el hueco de estas cañas habían unos insectos blancos, tan gruesos y largos como un dedo, los cuales la gente asaba para comer, y salía de él mucha grasa, que bas-taba para freirse muy bien, y los comían toda la gente y los tenían como una comida muy buena [...]". Dieciocho años más tarde, José de Anchieta también habría de comentar sobre el consumo de esta larva (DeFoliart, 2005).

Los números de especies de insectos comestibles de Brasil están muy subvalorados. DeFoliart (2005) solamente reporta siete órdenes, 14 familias, 19 géneros y 23 especies, mientras que Pereira (1974) reporta 54 especies para la región amazónica. Posey (1987a, 1987b) brevemente discu-te las implicaciones culturales y ecológicas de los insectos como alimento y hace un resumen del uso de insectos por

los pueblos indígenas de Brasil. Más recientemente, Bordot-ti (2001) hizo un análisis de los datos bibliográficos publi-cados entre 1560 al 1999 sobre las diversas formas de utili-zar los insectos por las poblaciones de la región Neotropi-cal, entre ellos la entomofagia. Sin embargo, los insectos aún son insuficientemente investigados por los etnoentomó-logos (Jara, 1996), siendo generalmente considerados como recursos marginales en los estudios sobre los usos de los varios recursos disponibles (Nonaka, 1996). Se necesita, por lo tanto, que los investigadores lleven a cabo estudios usan-do un abordaje interdisciplinario y que presta atención a los valores y conocimientos de los pueblos tradicionales.

Al igual que Diegues y Arruda (2001), cuando hablan de etnobiodiversidad, se puede señalar una etnoentomodi-versidad, es decir, la riqueza de los insectos de la cual tam-bién participa el hombre, nombrándolos, clasificándolos, utilizándolos e interactuando con ellos de modo diverso, complejo y multifacético. Este artículo provee un primer abordaje sobre la antropoentomofagia en Brasil, reuniendo datos disponibles en artículos, monografías, tesis, reportes y ponencias publicados y presentados en mesas redondas y congresos en Brasil y en el exterior, relativos al uso de insectos como alimento humano (antropoentomofagia) en general y sobre las interacciones entre el hombre y los in-sectos (etnoentomología) en particular. Estos datos provie-nen de trabajos de campo efectuados por diversos autores y llevados a cabo en diferentes comunidades indígenas, loca-les, rurales y urbanas. Los nombres científicos de los insec-tos se han actualizado en el presente estudio.

Resultados Se han reportado 135 tipos de insectos comestibles, dividi-dos en 9 órdenes y 23 familias. Desafortunadamente, sólo 95 están identificados a nivel de especie mientras que 18 están a nivel de género (Tabla I), además de los tipos que están reportados sólo con sus nombres nativos (Tabla II). El orden Hymenoptera es el más abundante con 86 insectos (63%), seguido por los órdenes Coleoptera, con 22 (16%) y Orthoptera, con 9 (7%) (Fig. 1). La diversidad de los insec-tos comestibles registrados para Brasil censados hasta la fecha se encuentra en la Tabla III.

Al igual que los insectos medicinales de Brasil (Costa Neto et al., 2006), se puede decir que el número de especies de insectos verdaderamente usadas como recursos en la alimentación ha sido infravalorado. De los 26 estados que compone el territorio brasileño, en 14 de ellos (54%) existen registros del uso de insectos como alimento. Éstos se con-sumen en estado inmaduro (ninfas, larvas y pupas) y adulto, parcialmente o enteros, así como los productos elaborados por ellos como la miel, propóleo, polen y cera. El 100% de las especies registradas pertenece al ámbito terrestre.

En la Tabla IV se observan las informaciones etnográ-ficas acerca de los 39 grupos indígenas citados en este tra-bajo, y la distribución por etnia de los órdenes de insectos comestibles en la Tabla V.

A continuación, se presenta una breve discusión sobre el consumo de insectos en diferentes contextos sociocultura-les, y se consideran algunos ejemplos de los tipos significa-tivamente utilizables en la antropoentomofagia practicada en Brasil.

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ORTHOPTERA (Saltamontes) Los saltamontes son insectos importantes en la alimentación de diversas tribus indígenas, particularmente para los Nhambiquara del estado de Rondonia y los Bakairi del estado de Mato Grosso. Las ninfas (en la estación de las lluvias) y los adultos (en la estación seca) de Rhammatoce-rus schistocercoides (Rehn) son recolectados por los Nhambiquara, formando parte de la dieta por lo menos una vez al día, tostados o en forma de polvo (Embrapa, 2000).

Los saltamontes son recolectados por los Desâna del Río Negro, Amazonas, quienes los asan en vasijas de barro y los aplastan con sal y chile (ají) o los ponen en forma de brocheta, como hacen a veces con los peces pequeños (Ri-beiro y Kenhíri, 1987). Los Mundurucu de Pará estudiados por el etnólogo Hartt en el siglo XIX, comían muchos insec-tos, como los saltamontes, larvas de gorgojos, orugas, hor-migas y termitas (Santos, 1957). Para recolectar los salta-montes, Hartt reportó que hacían agujeros en la tierra y direccionaban estos insectos hacia estas pequeñas cuevas, después les quitaban los intestinos y los consumían crudos o cocidos. Carvalho (1951) observó que los indios del Alto Xingu, en Brasil Central, comen las larvas de avispas y saltamontes durante la primavera. BLATTODEA (Cucarachas) El único reporte que se conoce sobre la utilización de cuca-rachas como alimento en Brasil ha sido publicado por Scha-den (1938 in Lenko y Papavero, 1996), que afirmó que los indios Xokleng del estado de Santa Catarina aprecian mu-cho comer las cucarachas probablemente de la especie Peri-planeta americana L. ISOPTERA (Termitas) Wallace (1854) reportó el consumo de los soldados de Ka-lotermes flavicollis (Fabricius) (anteriormente identificado como Termes flavicolle Perty) en Amazonas. Mill (1982 in Posey, 1986) afirma que las termitas y los termiteros pro-veen un input dietético, aunque no tan frecuentemente como lo que se podría esperar considerándose su gran abundancia. El Padre Giacone (1949 in Lenko y Papavero, 1996) así se refirió a los Maku que viven en Amazonas: “Cuando la caza se vuelve escasa, debido a la sequía, o no hay frutas sufi-cientes, se alimentan casi exclusivamente de insectos, saúbas (las hembras reproductoras de las hormigas del género Atta), termitas, lagartos, ratones, ranas, etc.” Los Sateré-Maué del estado de Pará también comen termitas tostadas, secas y en-vueltas en hojas de plátano (Pereira, 1954 in Lenko y Papave-ro, 1996). Igualmente, los Yanomamo del subgrupo Uaicá que viven en Roraima, de quienes Jacob (1974 in Lenko y Papa-vero, 1996) señala lo siguiente: “Casa de termita, de aquellas terrosas, decía que era bueno. Daba sustento fortalecido al cuerpo, se quedaba tabetabe (gordo), talentoso de las fuer-zas”. Igual hacen los Kayapó (Posey, 1987b). Los indios Enawenê-Nawê, del estado de Mato Gros-so, emplean como alimento varias especies de termitas que pertenecen a los géneros Syntermes y Nasutitermes (Men-dos dos Santos, 1995). Las especies de Syntermes son reco-lectadas principalmente por las mujeres. Posteriormente estos insectos son asados en un plato de cerámica y consu-midos. Los nidos arbóreos de Nasutitermes sp. son buscados por los hombres, los cuales frotan sus dedos en el “camino” que estos insectos producen y los huelen para cerciorarse si la especie es o no comestible.

Fig. 1. Especies de insectos comestibles de Brasil, distri-buidas según los órdenes a que pertenecen

Termitas del género Cornitermes sp. son consumidas por los Desâna (Ribeiro y Kenhíri, 1987). Estas termitas hacen cuatro vuelos reproductivos al año, que coinciden con las migraciones del pez aracu (Anostomus brevior Géry). Curiosamente, estos autores notaron que los indios Tucano iban a pescar mientras que los Desâna iban a capturar las termitas. Además de los adultos alados, los soldados y la reina también son consumidos. Los soldados son comidos crudos o asados y molidos en un mortero con sal y chile. Dos especies más de termitas, también son consumidas por los Desâna, pero en estos casos solamente ingieren las hem-bras aladas.

Pereira (1974), al hablar sobre los hábitos alimenticios de las comunidades indígenas del Amazonas, reporta diver-sos insectos comestibles. Por ejemplo, los indios del Río Negro conocen una especie de termita amarilla llamada maniuara que comen viva o asada. "Es el alimento obliga-torio de las jóvenes en el rito de pubertad". Una especie de termita más es llamada exkó, no posee alas y es comida viva o después de ser asada puesta en pequeños paquetes envueltos con las hojas de sororoca (probablemente Reve-nala guianensis Peterson). También existe otra especie que es una botana de los indígenas del Río Uaupés y se conoce como buxtuá. HEMIPTERA: Homoptera: Membracidae (Toritos) Wallace (1854) registró el consumo del membrácido Umbo-nia spinosa (Fabricius) en el norte de Amazonas. PHTHIRAPTERA: Anoplura (Piojos) Staden (2000), alemán que estuvo como prisionero de los indios Tupinambá (que entonces habitaban en San Paulo) en el siglo XVI, escribió sobre la costumbre que tenían de consumir los piojos: “Cuando se despiojan y cogen a los piojos (Pediculus humanus L.), se los comen. Les pregunté muchas veces porque hacen eso y ellas (refriéndose a las mujeres indígenas) contestaron que los piojos eran sus ene-migos y devoraban alguna cosa de sus cabezas, por lo tanto querían vengarse de ellos”. Los Tapirapé del estado de Mato Grosso también comen los piojos, pero solamente aquellos de alguien que sea muy querido por ellos (Baldus, 1944 in Hitchcock, 1962).

Wallace (1854), cuando viajó por el norte de Amazo-nas en el siglo XIX, mencionó a los piojos, que los indios

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Fig. 2. Pachymerus nucleorum Fabr. Foto de Eraldo M. Costa Neto.

comían al atraparlos en la cabeza de un compañero. Koch-Grunberg (1909 in Bodenheimer, 1951) también registró el consumo de piojos durante los dos años que estuvo con los indios del noroeste de Brasil: "Los indios consumen los piojos que tan profusamente encuentran en sus pelos". COLEOPTERA (Escarabajos y otros coleópteros) DeFoliart (2004) reporta que diferentes tipos de escarabajos han sido reportados como alimento en Brasil, pero se des-conoce la identidad taxonómica a nivel de especie de la mayoría de ellos.

Lenko y Papavero (1996) reportan que las larvas de Scarabaeidae y Buprestidae son, tal vez, las más importan-tes fuentes alimenticias en materia de insectos. Los Tucano aprecian las larvas del escarabajo Geniatosoma nigrum (Ohaus) de la subfamilia Melolonthinae (Carrera, 1992). Según Chagnon (1968) los Yanomamo de Venezuela y Brasil extraen y preparan las larvas de brúquidos que infes-tan los frutos caídos de las palmas. Viveiros de Castro (1992) señala que las larvas de Pachymerus nucleorum Fabricius (Fig. 2), que se localizan en los frutos de babaçu (Attalea speciosa Mart. ex Spreng.), son ítems alimenticios importantes para los Araweté del estado de Pará. Los indios Suruí, del Parque Indígena Aripuanã, en Rondonia, Brasil, consumen larvas de Bruchidae de las especies Pachymerus cardo Fahraeus y de Caryobruchus sp., denominadas Ka-deg y obtenidas del coco de la palma babaçu (A. speciosa). Los “Kadeg” pueden ser consumidos crudos o asados en su propia grasa. Las larvas fritas son muy apreciadas como acompañamiento del maíz asado, palomitas o mezclados con atole de granos de maíz tiernos (Coimbra Júnior, 1984).

Bondar (1928 in Lenko y Papavero, 1996) afirma que en el estado de Bahia, como en todo el Norte de Brasil, los bichos-del-coco (Pachymerus sp.) son de los insectos más populares entre los indígenas y campesinos. La gente del medio rural los obtiene quebrando los cocos de babaçu (A. speciosa), de piaçava (A. funifera Mart.) o de licuri (Sya-grus coronata (Mart.) Becc.), para extraer la preciosa al-mendra oleaginosa y encuentra, en más de una tercio de los casos, las larvas de P. nucleorum y no la almendra, perdien-do así una buena parte de los ingresos de su trabajo, cuando lo que buscan es la semilla. La gente piensa que la larva es natural del coco, es decir, que nace del coco mismo. Esta

Fig. 3. Ulomoides dermestoides (Fairmaire). Foto de Eral-do M. Costa Neto.

explicación justifica su aprovechamiento en la alimentación. La larva, cuando está bien frita, constituye un plato muy buscado por los campesinos. Como P. nucleorum se nutre del endocarpio del coco, su sabor es delicado y exquisito, ya que los sabores son dados por las especies lipídicas que constituyen sus grasas, que son transferidas y sinergizadas en el propio insecto. Las larvas son comidas crudas o fritas en su propio aceite y tienen sabor a coco, según sus degus-tadores (Carrera, 1992).

Netolitzky (1920) comenta que las larvas de Megaso-ma anubis Chevrolat son asadas sobre carbones ardientes, igualmente las larvas de Macrodontia cervicornis L. (Ce-rambycidae), que viven en los árboles de Bombax sp., son asadas en una cacerola sobre carbón. Este autor también reporta el consumo de las larvas de Megasoma hector Gory en el estado de Minas Gerais. Larvas de coleópteros que son encontradas en las palmas buriti (Mauritia flexuosa L.) son asadas y comidas por los Tukuna (Nimuendajú, 1952). Lar-vas de escarabajos también son comidas por los Desâna (Ribeiro y Kenhíri, 1987). Reitter (1972 in Lenko y Papaye-ro, 1996) indicó que algunos indios comían las larvas de Dynastes hercules (L.) creyendo que los poderes especiales asociados con el tamaño de estos animales (casi 150 mm) podrían ser adquiridos consumiéndolos, mientras que los Yanomamo preparan larvas (probablemente de Scarabaei-dae) de buen tamaño, cocidas o asadas. Se dice que su carne blanca y tierna tiene sabor de tocino.

De los insectos comestibles de Sudamérica, el gorgojo de la palma, Rhynchophorus (= Calandra) palmarum L. (Curculionidae), parecería tener el potencial más grande de producción en masa y de comercio. Este insecto desde hace mucho tiempo es "semi-cultivado" por poblaciones indíge-nas en Brasil (Chagnon, 1968). Wallace (1854) discutió sobre el consumo de larvas de coleópteros, que él creía eran probablemente una especie de Calandra. Los Suruí también consumen las larvas de R. palmarum y Rhinostomus barbi-rostris (Fabricius). Para obtener las larvas de R. palmarum, ellos derrumban el árbol Jaracatia dodecaphylla A.DC. (Caricaceae), que denominan íhbôga, y después de dos a tres meses vuelven al lugar para recolectar a las larvas que se encuentran dentro del tronco, las cuales son transportadas vivas para el consumo de toda la tribu, una vez fritas. Las larvas de R. barbirostris son recolectadas del estípite podri-do de la palma Maximiliana maripa (Aubl.) Drude, deno-minada yoí por los Suruí y derrumbada intencionadamente

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con este objetivo. Ellas pueden ser comidas crudas o fritas (Coimbra Júnior y Santos, 1993).

Los adultos de Ulomoides dermestoides (Fairmaire) (Tenebrionidae) (Fig. 3), se comen como fortificante ener-gético (El antiguo género Palembus Casey fue sinonimizado por Doyen et al. (1989)). Conocido como el "bichito del amor", este insecto aún es cultivado a nivel familiar como un recurso nutracéutico, pues es consumido como un fortifi-cante y para el tratamiento de la impotencia sexual, infla-mación de ojos y reumatismo (Costa Neto, 1999).

En Presidente Prudente, San Paulo, se consumen el bago, es decir, la larva no identificada de un coleóptero (Lenko y Papayero, 1996). Métraux (1963 in Schorr y Schmitz, 1975) reporta que entre los Kaingang del sur de Brasil "la miel de abejas sin aguijón y las larvas del escara-bajo tumbu, que son encontradas con facilidad en los tron-cos caídos de palmas y bambúes, son alimentos apreciados". HYMENOPTERA: Formicidae (Hormigas) De los insectos comestibles, se dice que las hormigas son las preferidas en las regiones tropicales. Los individuos alados, especialmente las hembras de las hormigas cortado-ras del género Atta, han sido ampliamente usados como alimento en Brasil, tanto en los medios urbanos como en los rurales. De hecho, el uso alimenticio de hormigas es una herencia transmitida por los indios. Según Posey (1986) las larvas y pupas de algunas especies (Atta cephalotes (L.), por ejemplo) son considerados manjares altamente apreciados. Gabriel Soares de Souza, dueño de hacienda de caña de azúcar en el Recôncavo Baiano, dió probablemente la pri-mera referencia para Atta como alimento en Brasil en 1587. Anotó lo siguiente: “Se crean en la misma tierra otras hor-migas, las cuales los indios llaman içás [...]. A estas hormi-gas ellos comen tostadas sobre el fuego y les hacen mucha fiesta. Y algunos hombres blancos que andan entre ellos, y los mestizos, las tienen por buena cena y las consideran sabrosas” (Souza, 1971). Piso, en 1658, mencionó el uso de A. cephalotes reportada, en esa época, como tana-ioura (Piso, 1957). Wallace (1854) reportó que es la hembra de Oecodoma cephalotes L. (actualmente A. cephalotes) que provee a los indios de una comida lujosa. La parte comesti-ble de las saúbas es el abdomen, que es muy rico y grasoso debido a la masa de huevecillos.

Sobre la recolecta de saúbas por los indios Tariano del estado de Amazonas, Noice (1939 in DeFoliart, 2004) la describió así: "Los Tariano capturaban a las saúbas durante el período de enjambre y las traian para la maloka (aldea) en jaulas de mimbres. Ahí, dentro de las jaulas, las hormigas eran colocadas en una plataforma sobre el fuego para ser ahumadas. Después, las hormigas quedaban amontonadas y crujientes y así eran realmente deliciosas, el sabor era seme-jante a tocino levemente curtido".

Las tribus de la región del Uaupés-Caquetá consumen grandes cantidades de hormigas cuqui. Los Tukuna que viven en Amazonas aprecian el abdomen de las hormigas rojas (probablemente Atta sexdens (L.)), que consumen asado y mezclado con harina de yuca. Los indios Sateré-Maué consumen una pasta hecha con termitas y hormigas asadas en hojas de plátano (Lenko y Papavero, 1996), y los Enawenê-Nawê consumen las hormigas kutahuno (A. ce-phalotes), cuya recolecta es hecha por las mujeres, y más particularmente por las niñas (Mendos dos Santos, 1995). Los Tucano y los Tuyuka del estado de Amazonas también

comen hormigas (Giacone, 1949 in Lenko y Papayero, 1996).

De acuerdo con Rossato (1984), en el distrito de Lu-sitânia, Jaboticabal (San Paulo), en la década de 1950, niños y adultos de la zona rural eran vistos saboreando las hem-bras de Atta sp. con arroz y fríjol como sustituto de la carne. También menciona que en otros municipios del estado de San Paulo existen personas que utilizan estas hormigas para hacer botanas, salsas, aguardientes y mezcladas con harina de yuca tostada con manteca. Existe incluso una música relacionada con la recolecta de la tanajura como alimento, cantada por los habitantes del medio rural brasileño: “Cae, cae tanajura para da gordura” o “Cae, cae tanajura, ven y dame gordura”. (Otras variantes son encontradas en Lenko y Papavero, 1996.) Rose (1993) informa que en la feria de la ciudad de Caruaru, en el interior del estado de Pernambuco, los dueños de bares, durante el periodo de revoloteo de las hormigas, acostumbran a disponerlas en el menú como una botana para acompañar el aguardiente. Lenko y Papayero (1996) citan el uso de Atta sp. con cachaza (aguardiente de caña de azúcar) en Santa Isabel, estado de San Paulo, pues se dice que ellas le da un delicioso sabor de miel.

La saúba aún es prescrita como alimento en ocasiones especiales, tales como: en los rituales de las jóvenes durante la segunda iniciación (cuando están listas para la materni-dad) entre los Wanana del estado de Amazonas, igualmente las jóvenes Desâna consumen hormigas tostadas durante su primera menstruación (Balée, 2000), o igualmente para el padre ingiriéndolas tres veces al día, cuando nace uno de sus hijos, entre los Tucano. Lenko y Papavero (1996) afir-man que en este último caso existe la costumbre de que, cuando un niño nace, el padre se queda acostado en una hamaca por tres días, con una dieta restringida a hormigas y atole de tapioca (harina de yuca).

Además de ser consumida como alimento, la saúba es ingerida por sus valores terapéuticos. Martius (1939) via-jando por el interior del país en el siglo XIX, reportó que los indios asan y comen grandes hormigas (probablemente Atta sp.) con harina, calificándolas como un poderoso estimulan-te en la dispepsia. En la ciudad de Alter do Chão, estado de Pará, las hormigas de la especie Atta sexdens (L.) son aplas-tadas y mezcladas con harina de yuca, para ser consumidas cuando se tienen palpitaciones en el pecho (Branch y Silva, 1983). Contra el alcoholismo, se recomienda la siguiente receta: tostar muchas hormigas cortadoras (Atta sp.), redu-cirlas a polvo y colocar éste en la bebida predilecta del viciado (Rossato, 1984). En la ciudad de Teófilo Otoni, Minas Gerais, se acredita que el consumo de estas hormigas para el tratamiento de la tuberculosis. En Pernambuco, son recetadas para los dolores de garganta, y se dice que comer hormigas es bueno para tener una vista perfecta (Lenko y Papavero, 1996).

Pero no todos aprecian comer a las hormigas cortado-ras, pues algunas personas creen que las hormigas viven en panteones y se "comen" a los difuntos (Lenko y Papavero, 1996). HYMENOPTERA: Vespidae (Avispas) La miel producida por ciertas avispas, especialmente del género Brachygastra (= Nectarina), es consumida por mu-chas comunidades humanas de Brasil. Gunther (1931 in Bodenheimer, 1951) señala que la miel producida por Poly-bia occidentalis (Olivier) y Brachygastra mellifica (Say)

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(actualmente B. lecheguana (Latreille)) es prontamente recolectada y consumida por los grupos indígenas, aunque a veces se vuelva venenosa o tóxica. Entre los Guarani M'byá que viven en la periferia de la ciudad de San Paulo, el con-sumo de la miel de las avispas B. lecheguana ocurre mas-cándose el propio panal. La justificación es que la miel es pastosa y difícil de ser sacada de las cedillas (Rodrigues, 2005).

También las larvas y pupas contenidas en los nidos se aprovechan como alimento. Por ejemplo, los Tapirapé asan las larvas de avispas en los panales y después las sacan de sus celdillas con un pequeño palo. Hombres y mujeres con-sideran a todas las larvas como antojos especiales y en ge-neral las comen mezclándolas con harina de yuca (Baldus, 1970 in Lenko y Papavero, 1996). Silva (1962 in Lenko y Papavero, 1996) señala que los indios del Río Uaupés de Amazonas cuando descubren un nido de caba (avispa), se frotan la mano en la axila y solo entonces se acercan al nido. Al olor, las avispas huyen; entonces ellos se apoderan del nido con las larvas y el propio avispero les sirve como plato, y es donde ponen la harina que comen con las larvas. Los Desâna (Ribeiro y Kenhíri, 1987), los Yanomamo (Li-zot, 1977) y los Enawenê-Nawê (Mendos dos Santos, 1995) también consumen larvas y pupas de avispas. Dependiendo de la agresividad de la especie, puede ser necesario el uso de fuego. HYMENOPTERA: Apidae (Abejas) Según Chagnon (1968) nada excita más a los Yanomamo que encontrar un árbol muerto donde las abejas hayan cons-truido un nido. Todas las actividades son interrumpidas hasta que logren derrumbar el árbol y la miel sea expuesta. Posey (1987b) reportó sobre el cultivo de abejas y la gran importancia que tiene la miel y otros productos apícolas para los Kayapó del estado de Pará. La miel es recolectada por los hombres y niños, nunca por las mujeres, y la mayor parte es consumida en el propio lugar donde se recolecta. Cultivan abejas meliponas simplemente porque les fascina el comportamiento de estos insectos, toda vez que el modelo natural del universo Kayapó es representado, simbólicamen-te, por la estructura de los nidos de avispas del género Poly-bia y, ceremonialmente, por la cera de abejas usada en la confección del capacete mekutôm (Posey, 1986). Nueve especies, incluyendo Apis mellifera L., son semi-domesticadas o de algún modo manipuladas. Las larvas y pupas de siete de ellas sirven como alimento: Trigonna angustula Latreille, Oxytrigona tataira (Smith), tres espe-cies más de Oxytrigona, Trigona spinipes (Fabricius) y Trigona chanchamayoensis Schwarz.

La abeja nativa Trigona recurva Smith es llamada la hechicera o vamos-embora en alusión a la sensación de embriaguez que alguien siente después de haber ingerido su miel (Ott, 1998). La miel de Plebeia mosquito (Smith) es sabrosa, un tanto ácida, pero la cantidad es siempre reduci-da, mientras que la miel de T. spinipes es escasa, de calidad inferior y gusto desagradable (Lenko y Papavero, 1996). Entre los Guarani M'byá la miel de Trigona clavipes Fabri-cius, además de ser consumida como alimento, es usada poniéndola en la boca de los niños de un año de edad; esa costumbre es para prevenir ciertas heridas que puedan surgir (Rodrigues, 2005). Igualmente, la miel y la cera de Trigona

angustula Latreille son muy valorados en la cultura de los Guarani; la miel puede ser consumida pura o junto con las cedillas, mascándolas para saborear su contenido. En este caso, las cedillas pueden ser deglutidas después de masca-das o simplemente escupidas. La miel, las larvas y el polen extraídos de los panales de esta abeja sin aguijón son con-sumidos para tratar problemas del tracto digestivo, como los dolores estomacales (Rodrigues, 2005).

Los indios Pankararé que viven en la región nordeste del estado de Bahia mantienen una fuerte interacción con las 'abéias', etnocategoría representada por las abejas y avispas cuyos productos son muy importantes en su econo-mía, religión, medicina y alimentación (Fig. 4). Las mieles de Apis mellifera scutellata Lepeletier y de abejas nativas de la subfamilia Meliponinae, además de ser utilizadas como fuente energética, pueden ser consideradas como nutracéuticos ya que son recomendadas para el tratamiento de la diabetes, bronquitis, micosis oral, gripa, dolores de garganta y hasta impotencia. También son usadas como anti-vermífugos y consideradas un antiveneno contra mor-deduras de serpientes y de perros rabiosos (Costa Neto, 1998).

Aún hablando de recursos nutracéuticos, la miel de la abeja Melipona quadrifasciata Lep., mezclada con coñac, es un santo remedio para la gripe (Lenko y Papavero, 1996).

Carvalho (1951) registró que la miel de varias abejas sin aguijón (meliponas) es muy apreciada por los indios del Alto Xingu y afirma que “como acontece con el pescado, los indios procuran eludir a los compañeros, realizando todo tipo de disimulaciones para poder entrar en su maloca sin ser visto, con sus cuias (vasijas) de miel”. HYMENOPTERA: Tenthredinidae (Avispas-sierra) Ducke (1916 in Carrera, 1992) reportó que la pupa de Die-locerus formosus (Ohaus) era ingerida golosamente por los Nhambiquara de Rondonia. LEPIDOPTERA (Larvas de mariposas) Las larvas u orugas de varias especies de Lepidoptera fue-ron registradas como alimento en Brasil, pero al igual que lo que sucede con la mayoría de los grupos de insectos comes-tibles, poco o casi nada se conoce sobre la identidad taxo-nómica de las especies usadas.

Los indios Xukuru-Kariri que viven en el estado de Alagoas consumen las orugas denominadas mongo que tienen un sabor de tripas asadas (Torres, 1984). Saint Hilai-re, citado por Bodenheimer (1951), notó que los nativos tenían mucho cuidado en retirar la cápsula cefálica y los intestinos antes de consumir a las larvas de mariposas de la familia Hepialidae. Chagnon (1968), por otro lado, afirma que los Yanomamo consumen algunas especies de orugas, probablemente de las familias Phalaenidae y Morphidae. Éstas no son limpiadas, sino simplemente envueltas en hojas, que van retorciendo, y luego tiradas en carbón para asarlas. Tienen mucho menos grasa que los gusanos de gorgojos y quedan secas y crujientes durante el cocimiento.

Ribeiro y Kenhíri (1987) dan los nombres comunes de siete tipos de orugas recolectadas por los Desâna. Altamente apreciada es la oruga conocida como bali'i no solo por su excelente sabor, sino porque también tiene una glándula que secreta una enzima que los indios usan para quitarse las verrugas. Las larvas pueden ser hervidas (después de que

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Fig. 4. Recolecta de la miel de Apis mellifera scutellata Lepeletier por los indios Pankararé del estado de Bahia, nordeste de Bra-sil. Fotos de Eraldo M. Costa Neto

la glándula sea retirada) o preparadas, asándolas, después moliéndolas y luego mezclándolas con sal y chiles secos.

Las larvas de Myelobia (Morpheis) smerintha Hueb-ner se desarrollan en el interior de los internodios de la taquara (Bambusa tuldoides (Munro)). Saint Hilaire, cuan-do viajó por Brasil, la consumió, considerándola como de un sabor delicioso y cremoso (Carrera, 1992). Serrano (1936 in Schorr y Schmitz, 1975) señala que “los actuales Kaingang, que, como dijo, son los descendientes de los Guaianá, comen la larva de la taquara (tipo de bambú) y preparan con ella una grasa blanquecina”.

En la región amazónica del Uaupés, el Padre A. Bruz-zi, citado por Pereira (1974), comenta que los Tucano co-men larvas de lepidópteros: "En ciertas épocas del año apa-recen numerosas larvas de unos tres a cuatro centímetros de largo, sobre las plantas de bati (Erisma japura Spruce ex Warm.) y de cunuri waxpó (Cunuria spruceana Baill.), devorándoles totalmente las hojas. Estas larvas son conoci-das en tucano como bá-ti-ya (piojo del japurá) y waxpó-ya (piojo del canuiri). Se consumen además seis tipos de larvas que son comestibles, pero todas están registradas en tucano (ver Tabla II). En cuanto los indios las perciben, ellos aba-ten las plantas de alrededor para que las larvas no se pasen a otros árboles y estén entonces obligadas a bajar por el tron-co en búsqueda de alimento". Después de recolectarlas, los indios las tuestan lentamente y son tan abundantes que se pueden llenar grandes cestos. Igualmente cuando las descu-bren como crisálida (pupa), cortan las ramas cargadas de estos capullos y los tuestan. La crisálida constituye un tentempié muy apreciado y sirve también como carnada para el anzuelo.

DIPTERA (Moscos y Mosquitos) Shelley y Luna Dias (1989) observaron larvas del mosco Simulium rubrithorax Lutz siendo consumidas por los Ya-nomamo viviendo en la Serra de Surucucus, bacía del Río Parima, Amazonas.

Levi-Strauss (1948 in Hitchcock, 1962) reportó que los Nhambiquara consumen hasta los mosquitos que pueden posar en sus cuerpos.

Discusión El registro del uso de insectos como alimento en Brasil se ha reportado desde el inicio de la colonización. Refiriéndose a José de Anchieta en sus Cartas, Forattini (1964) afirma: “Dignos de nota son también sus comentarios sobre las propiedades alimenticias del abdomen de las içás calificán-dolo de ‘deliciosa comida’, y de ciertas larvas que, como él dice son bichos que ‘nacen entre las taquaras (tipo de bam-bú), son redondos y largos, todos blancos y de la grosura de un dedo, a los cuales los indios acostumbran comer asados y tostados’, y que también ‘hacen con ellos un guisado que en nada difiere de la carne de puerco estofada’”. Otro cronista, el capuchino Yves d’Evreux, habló que, en el último cuarto del siglo XVI, las aldeas se quedaban vacías al enjambrar las saúbas, corriendo los hombres, mujeres y niños a dar caza a las içás, a las que les sacaban las alas, para después tostarlas y comerlas (Frieiro, 1966). En el siglo XVII, Piso (1957) habla también del uso nativo de hormigas como alimento, y reporta aún que “más que todos, en Brasil son apreciados los ciempiés carasitu y caramoritu verdes y

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negros, desentrañados y asados; después, sobretodo los gusanos iarumai y caramatori, gordos y blanquecinos, que viven en los troncos medulosos de las palmas silvestres”.

La comprensión del papel que los insectos desempe-ñan en cualquier sistema económico es importante, aunque sólo constituyan una pequeña parte de los recursos totales (Sutton, 1990). Sin embargo, por razones etnocéntricas, debido a que no son considerados apropiados en otras cultu-ras, Posey (1980) llama la atención sobre el hecho de que ha habido una tendencia indudable en ignorar u omitir su im-portancia para otras culturas. Posey (1980) reporta que las culturas amerindias poseen un conocimiento sofisticado del comportamiento de los insectos (etnoetología), lo cual está reflejado en la mitología y ha sido manifestado de muchas maneras prácticas, incluyendo los sistemas de cultivo, elec-ción del hogar, tipos de viviendas y varios otros aspectos de la vida cotidiana que fueron evolucionando para adaptarse a los insectos. Pero desafortunadamente, en la literatura etno-lógica hay grandes omisiones sobre estos organismos. O bien, cuando son mencionados, tan solo se citan los nom-bres indígenas o los genéricos, siendo difícil saber a que especies de la clasificación linneana se refieren (Tabla II). Por ejemplo, Chagnon (1968) afirma que las especies de orugas están entre los recursos entomofágicos de los Yano-mamo (Brasil/Venezuela), igualmente menciona que estos indios dependen mucho de los gorgojos, larvas, arañas y avispas para complementar su dieta, pero no da la identidad taxonómica de estas especies. Métraux (1963 in DeFoliart, 2004) señala que los indios Cocama y Omágua, tribus Tupi del Alto Amazonas (Brasil - Perú), recolectan miel de abe-jas sin aguijón, larvas y pupas de hormigas y gorgojos de las palmas. Se puede decir que muchos de los registros son anecdóticos. A este respecto, señala Pat Lyon (1974 in Po-sey, 1980: 109): "Los etnólogos tienen mucha dificultad en la observación y obtención de información concerniente a los hábitos alimenticios de los grupos recolectores. Cuando se les pregunta, estos generalmente no pueden recordar aspectos sobre sus prácticas. No, porque tales actividades no existan, sino más bien, porque la recolección es tan ruti-naria que los informantes no ven la necesidad de dar cuenta de actividades tan 'normales'. El investigador tendrá pocas oportunidades de observar las actividades de recolección, a no ser que se acumulen grandes cantidades de algún produc-to, como para merecer que se transporte al campamento. Allí sí se pueden observar los alimentos recolectados, pero ésta es más la excepción que la regla. La tendencia es de recolectar y consumir simultánea y constantemente.

A no ser que el investigador siga tales actividades ru-tinarias de cerca, apuntando y pesando los alimentos reco-lectados a cada paso, el verdadero impacto de tales activi-dades, bien puede ser subestimado". Varias referencias proveen amplia evidencia de que muchos insectos fueron (y siguen siendo) considerados alimentos importantes para los grupos indígenas brasileños. Pero es difícil saber, a ciencia cierta, como son incorpora-dos en la dieta. Como Posey (1976) puntualiza, utilizar a los insectos y sus productos en cualquier cantidad presupone un conocimiento popular sofisticado sobre estos organismos y su comportamiento, que es revelado a través del análisis de las tradiciones orales que de algún modo abarcan a los in-sectos. Por ejemplo, de los principales productos alimenti-cios para los Araweté, Viveiros de Castro (1992) cita la

miel, de la cual poseen una sofisticada clasificación con al menos 45 tipos de miel de abejas y avispas, consumidas o no, y las larvas de Pachymerus nucleorum. Los indios Desâna de Amazonas incluyen insectos comestibles en su calendario económico (Ribeiro y Kenhíri, 1987). Estos autores discuten la relación entre las actividades de subsis-tencia y la aparición estacional de ciertas constelaciones. Milton (1984) considera que los insectos comestibles son particularmente importantes para los Maku desde julio hasta septiembre, que es cuando los animales de cacería son más difíciles de ser encontrar. Los insectos al igual que los peces son recolectados ya que son abundantes. Esta autora vió que el peso fresco de estos insectos, excedía al de las aves y reptiles. En su estudio, cuatro insectos fueron usados como alimento durante el muestreo total, dos especies de larvas (gusanos), una especie de oruga y termitas soldados.

En general, basados en estudios de entomofagia en Brasil (Lizot, 1977), Colombia (Ruddle, 1973; Dufour, 1987), Paraguay (Hurtado et al., 1985) y Perú (Denevan, 1971), las mujeres y los niños pasan más tiempo en búsque-da de los insectos que los hombres. Los insectos también forman una mayor proporción de la dieta de mujeres y niños que la de los hombres (MacGrew, 1981). Ratcliffe (1990) asegura que la entomofagia frecuentemente juega un papel integral y complementario en la dieta de los grupos indíge-nas, porque ayuda a compensar la deficiencia general de proteína animal. En efecto, Smith (1996) comenta que la desnutrición por proteína no es baja ahora y probablemente nunca ha sido un problema de salud pública significativo en la Amazonía, ya que además de la cacería, muchos alimen-tos son ricos en proteínas, como los insectos, ciertos hongos y almendras, que pueden ser recolectados en el bosque tropical y en la vegetación secundaria.

Podríamos decir que la recolección de insectos con fi-nes alimenticios depende de cuatro factores: gusto personal; restricciones y tabúes dietéticos; costumbres tradicionales; y supervivencia. Por otro lado, los determinantes del uso de insectos como alimento para el hombre resultan de cuatro variables: ambiente físico; disponibilidad y accesibilidad de los insectos que, a su vez, dependen de su ciclo de vida, plantas hospederas, adaptaciones comportamentales y eco-logía general; modo de producción y métodos de subsisten-cia de la cultura; además de las restricciones alimenticias, tanto nutritivas como temporales (Miller, 1997). La autora dice que un insecto es apropiado como recurso alimenticio cuando está disponible en gran cantidad y es fácilmente colectado. Por ejemplo, en África, Owen (1973) afirma que el hábito (entomofágico) está especialmente bien desarro-llado entre los cultivadores de la región selvática cuya dieta normal es deficiente en proteína. Las especies utilizadas son aquellas que son local o estacionalmente abundantes, como las locustas y otros ortópteros que a veces pueden ser ex-tremamente abundantes, los individuos alados de termitas que aparecen en gran número en el comienzo de lluvias, y las larvas gregarias de lepidopteros, particularmente espe-cies de la familia Saturniidae.

La importancia de un animal en particular como fuente de alimento para el hombre también está determinada por la eficacia con que este animal convierte el alimento que con-sume en peso de su propio cuerpo. Esto es, el peso más alto que se gana por cada gramo de alimento ingerido corres-ponde al animal más eficiente en términos de conversión del

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alimento (Ramos-Elorduy, 1984). De ese modo, los insectos comestibles son altamente eficientes en ese proceso, compi-tiendo sólo con el pollo. En ése respecto Krajick (1994) señala: “Los grillos pueden ser menores que las vacas, pero convierten plantas en biomasa cinco veces más rápido”.

El incentivo a la entomofagia en muchas sociedades rurales e indígenas, particularmente en aquellas donde hay una historia de uso de insectos, puede ayudar a diversificar y complementar la dieta de las personas y a obtener emolu-mentos por su venta. Por otro lado, la incorporación de una recolecta masiva de los insectos plaga se podría incorporar en programas de control biológico. De esta manera el uso de pesticidas podría ser reducido (Ramos-Elorduy, 2005). Además, cultivar los insectos para proteína debe de ser ambientalmente menos dañino que la ganadería, que devasta los bosques y pastos nativos (Gullan y Cranston, 2005). Sin embargo, DeFoliart (1995) comenta que aunque los insectos recolectados en la naturaleza sean ampliamente vendidos en los países tropicales, pocos poseen la característica de ser domesticados y mantenidos bajo cultivo para su venta y aprovechamiento. Pocas son las especies criadas a través de sistemas de "mini-ganaderías", como el gusano de la seda (Bombix mori L.), las abejas melíferas (Apis sp.) que es criada a gran escala en todo el mundo y los gorgojos del género Rhynchophorus, que probablemente son los insectos no-domesticados más ampliamente cultivados en Asia, África y Latinoamérica (DeFoliart, 1995). Pero hemos cons-tatado que hay un sinnúmero de especies de abejas sin agui-jón (Meliponinae) que son cultivadas desde hace miles de años en diferentes partes del mundo y que de muchas espe-cies existe un "proto-cultivo" en el campo como el de algu-nas hormigas, avispas, escarabajos, cucarachas, etc.

En México, Ramos-Elorduy et al. (2003) señala que hay especies cuyo prestigio y sabor son tan apreciados que su mercado ha crecido bastante, pero su explotación está desorganizada. Los insectos son vendidos no solo en dife-rentes porciones y formas en diversos restaurantes de la capital del país, sino también a nivel internacional, tanto por los dueños de restaurantes como por compañías que los enlatan en diferentes cantidades y modos. Esta demanda no está respetando ni siguiendo los cánones del mantenimiento, manejo y exploración de las especies por lo que la entomo-diversidad se encuentra en peligro.

Por otro lado, en algunos casos, estos insectos son reco-lectados en campos de diversos cultivos agrícolas, los cuales son fumigados con diferentes pesticidas. Dicha práctica hace que no se pueda garantizar que un producto entomofágico tenga una inocuidad y una calidad determinada, ya que no existen normas de control de calidad normalizadas para el manejo y venta de ellos (Ramos-Elorduy y Pino, 2003).

Existen pocos ejemplos de cultivo de insectos y la mayor parte de las especies es recolectada en la naturaleza y con la sobreexplotación que se efectúa, muchas especies se encuentran amenazadas. Ramos-Elorduy et al. (2003) pre-sentan alternativas viables de posible solución, para que sean elaboradas reglas de su aprovechamiento y, así, impe-dir que en el futuro, las personas que viven en áreas rurales dejen de contar con estos valiosos recursos de uso alimenti-cio y medicinal. Wilson (1997) y Evans (1993) afirman que a partir del momento en que se conocen los usos de espe-cies, crece el interés sobre su preservación. En otras pala-bras, la utilización de las especies lleva a su preservación.

Estudios sobre el uso de los insectos, por lo tanto, son muy importantes y pueden contribuir substancialmente para la conservación de la entomodiversidad.

¿Por que comer insectos? Diversos estudios han demostrado que la “carne” de insec-tos está compuesta de las mismas substancias encontradas en la carne de los vertebrados de amplio consumo como la vaca, el cerdo, la gallina y el pescado (Ramos-Elorduy, 1984, 1987, 1990; Ramos-Elorduy et al., 1981, 1988; Ber-geron et al., 1988). Una de las principales diferencias se encuentra en el valor cuantitativo: un insecto, como la hor-miga Atta cephalotes, por ejemplo, posee 42,59% de proteí-nas contra 23% en el pollo y 20% en la carne bovina (Myers, 1983). De hecho, los insectos contienen altas canti-dades de proteínas y lípidos y son ricos en sodio, potasio, zinc, fósforo, manganeso, magnesio, hierro, cobre y calcio, y muchas especies son ricas en vitaminas del grupo B, como tiamina (B1), riboflavina (B2) y niacina (B6) (Ramos-Elorduy et al., 1997, 1998a, 1998b). Los lípidos que constituyen sus grasas son, en su ma-yoría, del tipo insaturado y polinsaturado y, así, son los necesarios para el organismo y no dañinos. Los tipos de lípidos encontrados en los insectos comestibles son: ácidos capróico, caprílico, cáprico, láurico, oleico, linolénico, esteárico, palmítico, mirístico, entre otros. De esa manera, la mayoría de estos insectos proveen la energía necesaria para realizar diferentes tareas y funciones orgánicas (Ramos-Elorduy, 2004).

El hecho de que las jóvenes de diferentes etnias con-sumen hormigas cortadoras (Atta sp.) tostadas o crudas dentro de rituales como parte de su ceremonia de iniciación, confirmaría lo estipulado por Dahlbert (1981) que dice que la grasa que albergan los insectos conllevó al éxito repro-ductivo de la especie humana al ingerirlos, ya que las muje-res han sido siempre las más entomófagas; y aquí se señalan estas hormigas, que contienen una gran cantidad de grasas, y que son consumidas mayormente cuando ya se encuentran en la etapa reproductiva.

En algunos distritos de Zaire, Africa, los insectos pro-veen hasta la mitad de la proteína animal consumida por la población (Glew et al., 1999). Por ejemplo, las larvas de Gonimbrasia belina (Westwood) (Saturniidae) son amplia-mente usadas como alimento por todo su territorio natural. El análisis químico mostró que estas larvas albergan impor-tantes micronutrientes, tales como minerales y ácidos gra-sos, que incluyen entre ellos, dos de los que son más esen-ciales (ácido linoleico y alfa-linoleico) y 18 aminoácidos comunes, que engloban aquellos que son esenciales al ser humano (triptofano, cistena y metionina). Así, estas larvas son una fuente excelente de muchos nutrientes esenciales para el crecimiento y desarrollo de los niños y para el man-tenimiento de la salud en personas de todas las edades. Desafortunadamente, con el aumento de la población y la disminución de la selva tropical, el número y variedad de orugas se ha reducido drásticamente.

Los análisis nutritivos en base húmeda en las larvas de Rhynchophorus ferrugineus papuanus Kirsch consumidas en Papua Nueva Guinea mostraron 4,3 mg/100g de hierro, 6,1% de proteínas, 13,1% de grasas, 9% de carbohidratos, 0,008 mg/100g de tiamina, 0,43 mg/100g de riboflavina, 2,4

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mg/100g de niacina y 46,1 mg/100g de calcio. Este último es cuatro veces mayor que cualquiera otra carne analizada. Las larvas también son una importante fuente de zinc. Por ello, el consumo de estas larvas puede ayudar a aliviar la deficiencia de proteínas y proveen una cantidad de energía significativa (Mercer, 1994).

Muchos de los nutrimentos necesarios al cuerpo humano son encontrados en las hormigas. Las “chicatanas” (A. cephalotes) consumidas por más de 15 grupos indígenas de México poseen cerca de 44% de proteína en base seca, 31,5% de grasa y 391 kilocalorías por 100g de producto seco (Landero Torres et al., 2003). La especie Oecophylla smaragdina (Fabricius) contiene 42%-67% de proteínas y es rica en amino ácidos, minerales y vitaminas (Chen, 1994). La alta concentración de zinc que poseen es benéfica para el crecimiento y desarrollo de los niños. El consumo de O. smaragdina también refuerza el sistema inmunológico, aunque no esté claro como esto ocurre (Chen, 1994).

El análisis bromatológico hecho con pupas del gusano de la seda (Bombix mori) ingeridas como galletas en China y en Japón, reveló que en 362g de materia sólida había 90g de grasas y 207g de proteínas (Carrera, 1992). El análisis de una especie de termita comida en el Congo reveló los si-guientes datos: 44% de grasas y 36% de proteínas; 100g de ese insecto equivalen a 561 calorías en base seca (Bergier, 1941; Bodenheimer, 1951; Carrera, 1992). El ahuautle, una mezcla de huevos de varios hemípteros acuáticos que cons-tituye el axayacatl (caviar mejicano), presenta alto conteni-do de arginina, tirosina y cisteína, considerándose el valor del último aminoácido como el más rico de los alimentos en el reino animal hasta ahora estudiado (Ramos-Elorduy y Rodríguez, 1977). Los insectos comestibles son calificados como concentrados proteínicos, ya que su digestibilidad tanto in vitro como in vivo está por encima del 60%, osci-lando del 64% al 87% (Ramos-Elorduy et al., 1984). Es evidente que el exoesqueleto quitinoso no es digerible por el ser humano (¡como la cáscara de la manzana!), pero el exoes-queleto constituye apenas una pequeña parte de la biomasa total (cerca del 4% en las orugas) y no afecta al valor nutritivo de los insectos como alimento (Berenbaum, 1995). La cantidad de insectos comestibles que cada persona debe ingerir para que su estado nutricional sea satisfactorio varía de acuerdo con la especie seleccionada. Por ejemplo, una dieta a base de saltamontes, en la cual los ingredientes estén en equilibrio, requeriría 25g/persona/día, lo que equi-valdría a cerca de 47 especímenes del género Sphenarium (Ramos-Elorduy et al., 1998a). Entre los aborígenes austra-lianos, el consumo de 10 larvas grandes de Xyleutes leuco-mochla Turn. (Lepidoptera: Cossidae) es suficiente para proveer las necesidades proteínicas diarias de un adulto (Cherry, 1991).

Hipótesis de la Entomofauna Nutracéutica Los insectos, además de ser una fuente de alimento, ofrecen un beneficio adicional: presentan propiedades inmunológi-cas, analgésicas, diuréticas, antibióticas, anestésicas, anti-rreumáticas y afrodisíacas (Ramos-Elorduy, 2004).

Basándonos en el uso de insectos como fuente de ali-mento y de medicina al mismo tiempo, postulamos aquí la hipótesis de la entomofauna nutracéutica. Según esta hipó-tesis, existen muchas especies de insectos que son fuente de

alimentos funcionales que además aportan dualmente mejo-ras añadidas para la salud, al proporcionar servicios ó utili-dad médica, inclusive para la prevención y el tratamiento de enfermedades. La práctica del uso de insectos como nutra-céuticos ocurre en muchas partes del mundo por individuos de una multitud de etnias, con diferentes creencias localiza-das en los cinco continentes y lo emplea gente de todas las edades (Ramos-Elorduy, 2004; Zimian et al., 2005; Pember-ton, 2005; Yhoung-Aree y Viwatpanich, 2005; Costa Neto et al., 2006). Los vegetarianos de India, por ejemplo, lo-gran obtener su fuente de vitamina B12 de los insectos y bacterias que normalmente contaminan su alimento (All-port, 2000). Muchos compuestos activos de insectos "nutra-céuticos" han sido obtenidos y evaluados farmacológica-mente (Costa Neto et al., 2006).

En efecto, en la época en que los insectos eran prescri-tos con finalidades terapéuticas por los curanderos y practi-cantes de la medicina tradicional, las personas estaban fami-liarizadas con la idea de ingerirlos (Holt, 1988). Es intere-sante mencionar que la palabra medicina debe su origen a la miel, pues la primera sílaba tiene la misma raíz que mead, una bebida alcohólica hecha a partir de panales de abejas que era consumida frecuentemente como un elixir (Hogue, 1987).

¿Los insectos son inocuos? Cuando se discute sobre recursos alimenticios, es necesario tener en consideración su adaptación al ser humano. En lo que se refiere a los insectos, es importante reconocer que muchas especies obtienen toxinas de sus plantas nutrientes o pueden producir sus propias toxinas, volviéndose no comes-tibles (Miller, 1997). Además, si una persona es alérgica al consumo de camarones o langosta, debe prestar atención especial a la ingestión de insectos, pues parecen existir alergenos comunes en los miembros del phylum Arthropoda (Phillips, 1995). Blum (1994) discute sobre la toxicidad de los insectos ingeridos por el hombre y clasifica a los insectos tóxicos en dos grupos: fanerotóxicos y criptotóxicos. Los primeros comprenden aquéllos que son ponzoñosos, o sea, que pre-sentan un aparato de ponzoña que incluye: una glándula, un reservorio, un ducto y un aparato para inyectar la ponzoña. Pertenecen a este grupo algunos insectos de los órdenes Lepidoptera, Hymenoptera y Hemiptera, cuyas secreciones son distribuidas tanto por aguijones retráctiles como por piezas bucales penetrantes o saetas urticantes. Las toxinas producidas por las especies fanerotóxicas son activas cuan-do son inyectadas, volviéndose inactivas en el tracto gas-trointestinal. Sin embargo, se recomienda al individuo en-tomófago un mínimo de cuidado al ingerir insectos de esa categoría. Los insectos criptotóxicos son aquéllos que producen secreciones no exócrinas tóxicas, cuya toxicidad solo se manifiesta cuando son ingeridos. O sea, cuando el insecto es lesionado o masticado y la sangre cargada de toxinas entra en contacto con los tejidos del depredador. Las especies criptotóxicas requieren un mayor cuidado en su selección como alimento potencial. Escarabajos estafilínidos del géne-ro Paederus, por ejemplo, producen sustancias vesicantes que solo son detectadas cuando son aplastados. Uno de esos vesicantes es la pederina, un compuesto no proteico que es

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un poderoso inhibidor de la síntesis proteica y de la mitosis (Navarrete-Heredia y Gómez Flores, 2005). Las hembras de Lytta vesicatoria L. (Coleoptera, Meloidae) almacenan cantaridina tanto en los ovarios como en los huevos. En ese caso, su toxicidad solo es evidente cuando el aparato repro-ductor es expuesto a los tejidos entéricos y orales de un entomófago incauto.

Ejemplos de insectos que deben ser evitados como alimento son los insectos cianogénicos (e. g., lepidópteros de las familias Nymphalidae y Heliconiidae), vesicantes (e. g., mariposas del género Lonomia, Saturniidae), productores de hormonas esteroides (e. g., Ilybius fenestratus (F.), Dys-ticidae) y corticosteroides (e. g., Dytiscus marginalis F., Dysticidae), alcaloides necrotóxicos (e. g., hormigas de fuego Solenopsis sp., Formicidae) y tolueno (e. g., cerambí-cidos del género Syllitus, Cerambycidae) (Blum, 1994). Ramos-Elorduy (2004) registra que en México se consumen varias especies de Dytiscidae, Saturniidae y Nimphalidae, por lo tanto, esto no es verídico totalmente. En lo que se refiere a los compuestos odoríferos de pentatómidos y otros hemípteros Blum (1994) afirma que tales compuestos co-múnmente producen el rechazo significativo del producto a nivel oral, pero sin que la toxicidad entérica sea importante.

No obstante estos efectos tóxicos, las poblaciones humanas deberían considerar el potencial alimenticio que los insectos pueden ofrecer, dada la gran cantidad de proteí-nas, grasas, vitaminas y sales minerales que contienen. Si los insectos comestibles son aprovechados sistemática y sustentablemente, podrían ayudar en la reducción del pro-blema de la deficiencia proteica que existe en gran parte del mundo. La entomofagia podría ser promovida a través de la (re)educación, enfatizándose los beneficios nutritivos que los insectos pueden brindar a los consumidores.

¿Existen factores que afectan a la antropoentomofagia? Dufour (1987) afirma que las abejas son consideradas como el único insecto sistemáticamente explorado para la alimen-tación humana, pero al preguntarse a las personas si ellas consumen algún producto elaborado por insectos, es casi seguro que contesten negativamente. Pero consideramos que las actitudes negativas hacia los insectos comestibles ocu-rren hacia el exterior pero no hacia el interior, ya que dichas actitudes son transmitidas socialmente a través de compor-tamientos humanos, de los padres u otros parientes adultos hacia los hijos, sobrinos, sobrinas y nietos. Por otro lado, la palabra insecto no existe en muchas lenguas nativas (Ra-mos-Elorduy, 1999) y por ello también si a la gente se le cuestiona sobre la ingestión de insectos, ciertamente res-ponderán que no, ya que los desconocen bajo esta denomi-nación y los reconocen sólo por sus nombres nativos. Asi-mismo parece bastante ilógico el hecho de que la ingestión de otros invertebrados, como langostas, cangrejos, camaro-nes y ostras, sea considerada como normal en la alimenta-ción, mientras que el consumo de insectos, también inverte-brados, sea visto con reserva por la mayoría de la población (especialmente la occidentalizada).

Hay varias explicaciones para el rechazo hacía los in-sectos comestibles. Una de ellas dice respecto a la sensibili-dad al asco o a la contaminación, que está caracterizada como una respuesta de rechazo alimentario, consistiendo de

una manifestación fisiológica distinta (náusea), llevando el individuo a un distanciamiento del objeto ofensivo (evita-ción) y una sensibilidad a la contaminación por el objeto ofensivo o aún su incorporación oral (Matchett y Davey, 1991). Tanto Anguila (1941) como Rozin y Fallon (1987) afirman que aproximadamente todos los objetos repulsivos son animales o productos animales, incluyendo partes de animales, productos de los cuerpos de animales u objetos que han estado en contacto con ciertos animales. Así, pare-cería que el rechazo de animales es un carácter central de cualquier mecanismo de aversión. Pueblos de todo el mundo presentan la sensación de asco, pero dicha sensibilidad varía enormemente entre y dentro de las culturas, al igual que la aceptabilidad de otros alimentos.

Rozin et al. (1986) examinaron especialmente el ca-rácter ofensivo (repulsivo) de algunos alimentos. Sus resul-tados sugieren que los individuos rechazan ciertos alimentos potenciales como repugnantes debido a la idea de lo que estos son o a lo que se asemejan (e.g., heces, babas, insectos y gusanos, en la cultura estadounidense). Es interesante señalar que la sensibilidad al asco está altamente correlacio-nada con el miedo a la enfermedad y a la muerte (Matchett y Davey, 1991), resultando que los aumentos en la sensibi-lidad a la repugnancia pueden producir un aumento en el miedo auto-calificado de animales de dos categorías: inver-tebrados y aquellos que provocan miedo, como ratones, serpientes, osos, tiburones, etc. (Davey, 1994). Por consi-guiente, el asco por el consumo de insectos de los urbaníco-las provoca que una cantidad considerable de proteína ani-mal se vuelva indisponible.

Muchas veces, los insectos no son consumidos debido a restricciones y tabúes alimentarios. Según Milton (1997), todos los insectos son considerados como recursos tabúes para los indios Matis de Amazonas. Los indios Tukano (Colombia), por ejemplo, restringen la dieta basada en hor-migas y termitas a los siguientes casos: enfermedades, ritos de iniciación de adolescentes y jóvenes menstruantes (Du-four, 1987). Los miembros del Clan Ire de la tribu Yoruba (Nigeria) no comen grillos de la especie Brachytrupes membranaceus Drury (Gryllidae) porque esta gente adora predominantemente al dios del hierro, Ogun, que sólo acep-ta animales u otras criaturas que tengan sangre roja. De ese modo, a los hijos y demás parientes de los herreros (que constituyen la mayoría de los adoradores de Ogun) se les prohibe comer grillos (Fasoranti y Ajiboye, 1993). Los niños del Clan que prueban las larvas de Rhynchophorus phoenicis F. (Curculionidae) pueden embriagarse porque, según enseñan los adultos, las larvas se alimentan de la palma vino durante su desarrollo. Los Yoruba también creen que comer la termita Macrotermes natalensis Havi-land por la noche puede causar resfriados e incluso producir cánceres o tumores. En Uganda, determinadas especies son tenidas en alta estima y, por lo tanto, son reservadas a los miembros más importantes de la comunidad. Si un indivi-duo es encontrado comiendo insectos que por tradición son considerados como tabú, pueden ocurrir consecuencias desastrosas (Owen, 1973). Pero al contrario, a veces el consumo de insectos es autorizado también por costumbres tradicionales. Los indios Chuh de Guatemala, por ejemplo, colectan nidos de avispas del género Polistes en busca de las pupas, pues creen que los ojos pigmentados de negro les darán poderes procreati-

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vos, capacitándolos a tener niños con grandes ojos (Sprad-bery, 1973). En la cultura Maya en Quintana Roo, México, las mujeres embarazadas comen las larvas de avispas cono-cidas como ek porque creen que de este modo sus hijos tendrán un carácter agresivo y bravío, como el de las avis-pas (Ruiz y Castro, 2000). En Tailandia, las mujeres emba-razadas compran pupas y larvas de la hormiga Oecophylla smaragdina porque creen que consumirlas es saludable para los bebés (Chen et al., 1998).

Importancia de los insectos en las culturas humanas Hemos visto la importancia de los insectos desde el punto de vista nutritivo, así como el número de especies que se ingieren en Brasil y algunos de los significados que la gente confiere a dichos consumos (religioso, místico o mágico, así como su participación en diversos mitos). Aún hoy, los Kayapó realizan una ceremonia para reafirmar su humani-dad: construyen andamios hasta llegar a la altura de los nidos de Polistes sp. y reciben picaduras hasta que se que-dan semiconscientes por el dolor producido por el veneno. Las hormigas, a su vez, son más semejantes a los hombres que las avispas porque andan y cazan en el suelo. Para ser buenos cazadores, los Kayapó deben conocer a las hormi-gas, del mismo modo que deben conocer a las avispas para ser guerreros valientes y sin miedo (Posey, 1979a). Creen que todos los pueblos del mundo surgieron de cuatro subdi-visiones de Rorot (comejenes: comúnmente refriéndose a las termitas) (Posey, 1979b). De los planos inferiores, as-cendiendo hasta esta ‘camada de tierra’ por medio de un nido de comején, llegaron los hombres inútiles (nosotros, los extranjeros), considerados como flacos y cobardes por los Kayapó.

Los insectos forman parte, además de las tradiciones alimenticias y/o culinarias, de tradiciones culturales de diversos poblados, como su intervención en diversas festi-vidades de varias etnias. Por ejemplo, la danza de la hormi

ga tocandira (Paraponera clavata Fabr.) ejecutada por los indios Sateré-Maué de Amazonas (Posey, 1987a), o el canto y la danza de las hormigas Liometopum sp. productoras del "escamol" (estados inmaduros de la casta reproductora de estas hormigas) en México, que se efectúan en las festivida-des de Semana Santa en Tláhuac, D. F. (Ramos-Elorduy y Pino, 1989). Niños de diferentes culturas se divierten con escarabajos, saltamontes y libélulas, así como con pupas y adultos de lepidópteros.

Los insectos son importantes por su acción de nutriti-va, y a su vez porque proveen substancias activas que actú-an como remedios eficaces, lo que implica la supervivencia de la gente que los utiliza. Estos animales también son im-portantes en la polinización de plantas silvestres y cultiva-das, así como en el control biológico que ejercen sobre otros organismos. La práctica de la antropoentomofagia en oca-siones también resulta coherente y positiva con el manejo ecológico de los insectos colectados.

Regresando al tema de la antropoentomofagia, los in-sectos comestibles son uno de los recursos renovables que están disponibles para una explotación sostenible que alivie la desnutrición y el hambre en el mundo. Seleccionando los insectos adecuados para el consumo humano, las poblacio-nes occidentales necesitan revisar sus hábitos alimenticios y considerar, a la luz del conocimiento actual, el potencial nutricional que ofrecen los insectos, dada la gran cantidad de proteínas, grasas, vitaminas y sales minerales en ellos contenidas. El hallazgo de un plato nuevo hace más por la dicha de la raza humana que el hallazgo de una estrella nueva (Boyle, 1992).

Agradecimiento

Los autores agradecemos al Dr. Takumasa Kondo de la Universi-dad de California por los comentarios y sugerencias hechos en el manuscrito.

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438

Tabla I. Insectos comestibles de Brasil

Datos taxonómicos Datos entomofágicos Orden/Familia Especie Nombre común Estado consumido Àreas Etnias Autor(es) Orthoptera

Rhammatocerus schistocercoides (Rehn)

Chapulín Adulto, ninfa RO Nhambiquara Embrapa (2000)

Rhammatocerus sp. Chapulín Ninfa MT Nhambiquara Setz (1991)

Acrididae

Schistocerca sp. Chapulín Adulto MT Nhambiquara Setz (1991) Titanacris albipes de Geer Chapulín Adulto MT Nhambiquara Setz (1991) Tropidacris collares (Stoll) Chapulín Adulto MT Nhambiquara Setz (1991)

Romaleidae

Lophacris sp. Chapulín Adulto (?) MT Nhambiquara Setz (1991) . . . Chapulín Adulto AM Desâna Ribeiro y Kenhíri (1987)

. . . . . . Chapulín Adulto PA Mundurucu Santos (1957)

. . . . . . Chapulín Adulto MT Bakairi Embrapa (2000) Isoptera

Cornitermes sp. Termita Adulto alado, soldado, reina

AM Desâna Ribeiro y Kenhíri (1987)

Syntermes pr. spinosus (Latreille) Soldado alado MT Nhambiquara Setz (1991) AM Maku Milton (1984) Syntermes sp. Termita Adulto MT Enawenê-Nawê Mendes dos Sanros (1995)

Termitidae

Nasutitermes sp. Termita Adulto MT Enawenê-Nawê Mendes dos Sanros (1995) Kalotermitidae Kalotermes flavicollis (Fabr. Termita Soldado AM . . . Wallace (1854)

. . . . . . Termita Adulto PA RR

Sateré-Maué, Yanomamo

Lenko y Papavero (1996)

. . . . . . Termita Adulto PA Kayapó Posey (1987b)

. . . . . . Termita Adulto PA Mundurucu Santos (1957) Blattodea Blattidae Periplaneta americana L. Cucaracha . . . SC Xokleng Lenko y Papavero (1996) Phthiraptera (Anoplura)

Pediculus humanus L. Piojo Adulto MT Tapirapé Hitchcock (1962) Pediculidae Pediculus sp. Piojo Adulto AM Maku Paoletti y Dufour (2005)

SP Tupinambá Staden (2000) Coleoptera Scarabaeidae Megasoma anubis Chevrolat Escarabajo Larva . . . . . . Netolitzky (1920) Megasoma hector Gory Escarabajo Larva MG . . . Netolitzky (1920) Megasoma actaeon (L.) Escarabajo Larva, adulto AM Kayapó Posey (1987b) Strataegus sp. Escarabajo Larva, adulto PA Kayapó Posey (1987b) Megaceras sp. Escarabajo Larva AM . . . Ratcliffe (1990) Dynastes hercules (L.) Escarabajo Larva AM . . . Ratcliffe (1990) Geniatosoma nigrum (Ohaus) Escarabajo Larva AM Tucano Carrera (1992) . . . Escarabajo Larva AM Maku Milton (1984) Bruchidae Pachymerus nucleorum Fabr. Escarabajo Larva AL, BA . . . Costa Neto (2000, 2003) TO Timbira Paoletti y Dufour (2005) PA Araweté Viveiros de Castro (1992) Pachymerus cardo Fahraeus Escarabajo Larva RO Suruí Coimbra Júnior (1984) Pachymerus sp. Escarabajo Larva BA . . . Costa Neto (2003) Caryobruchus sp. Escarabajo Larva RO Suruí Coimbra Júnior (1984) MA Gavião Coimbra Júnior y Santos (1993) . . . Escarabajo Larva PA Parakanã Paoletti y Dufour (2005) Buprestidae Euchroma gigantea L. Larva PA Kayapó Posey (1987b) Cerambycidae Macrodontia cervicornis L. Larva . . . . . . Netolitsky (1920) Curculionidae Rhynchophorus palmarun L. Larva RO Suruí Coimbra Júnior y Santos (1993) AM Maku Milton (1987) MT Bororo Paoletti y Dufour (2005) SP Caingua (Guarani) Paoletti y Dufour (2005) Rhinostomus barbirostris (Fabricius) Larva PA Suruí Coimbra Júnior y Santos (1993) MT Nhambiquara Setz (1991) Tenebrionidae Ulomoides dermestoides (Fairmaire) Gorgojo del maní Adulto AL, BA . . . Costa Neto (1999)

. . . . . . Larva AM Tukuna Nimuendajú (1952)

. . . . . . Larva AM Desâna Ribeiro y Kenhíri (1987)

. . . . . . Larva AM Yanomamo Lenko y Papavero (1996)

. . . . . . Escarabajo Larva PA Mundurucu Santos (1957 Hemiptera (Homoptera) Membracidae Umbonia spinosa (Fabr.) Torito Adulto AM . . Wallace (1854) Hymenoptera Tenthredinidae Dielocerus formosus (Ohaus) Pupa RO Nhambiquara Carrera (1992) Formicidae Atta cephalotes (L.) Saúba Adulto alado PA Kayapó Posey (1987b) MT Enawenê-Nawê Mendos dos Santos (1995) Atta sexdens (L.) Saúba Adulto alado AM Tukuna, Taunay (1937) BA Tupinambá Souza (1971) PA Sateré-Maué Taunay (1937) MT Nhambiquara Setz (1991) PA Kayapó Posey (1986) Atta laevigata (Fr. Smith) Saúba Adulto alado Alto

Xingu . . . Carvalho (1951)

MT Nhambiquara Setz (1991) Atta bisphaerica Forel Saúba Adulto alado . . . . . . Laredo (2004)

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Datos taxonómicos Datos entomofágicos Orden/Familia Especie Nombre común Estado consumido Àreas Etnias Autor(es)

Atta opacipes Wheeler Saúba Adulto . . . . . . Laredo (2004) Atta capiguara Gonçalves Saúba Adulto . . . . . . Laredo (2004) Atta spp. Saúba Adulto PA Kayapó, Posey (1987b) AM Desâna Ribeiro y Kenhíri (1987),

Balée (2000) Saúba Adulto RO Suruí Coimbra Júnior (1984) Saúba Adulto AM Tariano DeFoliart (2004) PA Sateré-Maué Lenko y Papavero (1996) AM Wanana Lenko y Papavero (1996) AM Tuyuka Lenko y Papavero (1996) AM Tucano Lenko y Papavero (1996) PA Mundurucu Santos (1957 . . . Hormiga negra Adulto AL . . . Lima (2000) Vespidae Brachygastra lecheguana (Latr.) Avispa Larva, pupa, miel SP Guarani M'byá Rodrigues (2005) Polybia occidentalis (Olivier) Avispa Miel . . . . . . Bodenheimer (1951) Larva, pupa MT Nhambiquara Setz (1991) Polybia dimidiata (Oliv.) Avispa Larva, pupa MT Nhambiquara Setz (1991) Pseudopolybia vespiceps

(de Saussure) Avispa Larva, pupa MT Nhambiquara Setz (1991)

Epipona quadrituberculata sensu Richards

Avispa Larva, pupa MT Nhambiquara Setz (1991)

Apoica pallens (Fabr.) Avispa Larva, pupa MT Nhambiquara Setz (1991) . . . Avispa Larva, pupa MT Tapirapé Lenko y Papavero (1996) . . . Avispa Larva, pupa AM Desâna Ribeiro y Kenhíri (1987) . . . Avispa Larva, pupa AM Yanomamo Lizot (1977) Apidae Apis mellifera scutellata Lep. Abeja europea Miel SP Guarani M'byá Rodrigues (2005) BA Pankararé Costa Neto (1998) Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Melipona scutellaris Latr. Uruçu Miel BA . . . Costa Neto (2003) Melipona mandacaia Smith Mandaçaia Miel BA . . . Costa Neto (2003) Melipona marginata Lep. Manduri Miel SP Guarani M'byá Rodrigues (2005) Melipona fasciata scutellaris Latr. Miel . . . . . . Bodenheimer (1951) Melipona crinita Moure & Kerr Uruçu amarillo Miel AC Ashaninka,

Jamamadi Brilhante y Mitoso (2005)

Melipona grandis Guérin Uruçu negro Miel, larva, pupa AC Ashaninka, Jamamadi

Brilhante y Mitoso (2005)

PA Suruí Coimbra Júnior (1984) Melipona schwarzi Moure Miel, larva, pupa PA Suruí Coimbra Júnior (1984) Melipona rufiventris Lep. Jandaíra Miel AC Ashaninka,

Jamamadi Brilhante y Mitoso (2005)

Melipona eburnea fuscopilosa Friese Uruçu caboclo Miel AC Ashaninka, Jamamadi

Brilhante y Mitoso (2005)

Melipona bilineata Sm. Miel . . . . . . Bodenheimer (1951) Melipona atratula Ill. Miel . . . . . . Bodenheimer (1951) Melipona dorsalis Sm. Miel . . . . . . Bodenheimer (1951) Melipona asilvai Moure Manduri Miel BA . . . Dias (2003) Melipona compressipes (Fabr.) Tiúba Miel . . . . . . Crane (1992) Melipona compressipes fasciculata

Smith Pupa, larva, miel PA Kayapó Posey y camargo (1985)

Melipona melanoventer Schwarz Pupa, larva, miel PA Kayapó Posey y camargo (1985) Melipona nigra Lepeletier Miel . . . . . . Crane (1992) Melipona pseudocentris pseudocen-

tris Cockerell Miel . . . . . . Crane (1992)

Melipona seminigra merrillae Cock. Uruçu boca de renda

Miel . . . . . . Crane (1992)

Melipona quadrifasciata Lepeletier Miel SP Guarani M'byá Rodrigues (2005) Melipona schencki picadensis Strand Miel . . . . . . Crane (1992) Melipona bicolor Lepeletier Miel SP Guarani M'byá Rodrigues (2005) Melipona schencki schencki Gribodo Miel Crane (1992) Melipona interrupta Latr. Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Friesella schrottkyi (Friese) Miel, larva, cera, pupa, polen

SP Guarani M'byá Rodrigues (2005)

Frieseomellita sp. Miel AL . . . Costa Neto (1994) Cephalotrigona femorata (Smith) Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Cephalotrigona capitata (Smith) Miel SP Guarani M'byá Rodrigues (2005) BA . . . Costa Neto (2003) Oxytrigona sp. Miel, larva, pupa PA Kayapó Posey (1987b) Oxytrigona sp. Miel, larva, pupa PA Kayapó Posey (1987b) Oxytrigona sp. Miel, larva, pupa PA Kayapó Posey (1987b) Oxytrigona obscura (Friese) Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Oxytrigona tataira (Smith) Larva, pupa, miel PA Kayapó Posey (1987b)

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Datos taxonómicos Datos entomofágicos Orden/Familia Especie Nombre común Estado consumido Àreas Etnias Autor(es)

Larva, pupa, miel, polen

MT Nhambiquara Setz (1991)

Paratrigona sp. Miel, larva, pupa SP Guarani M'byá Rodrigues (2005) Partamona cf. cupira (Smith) Cupira Miel AL . . . Costa Neto (1994) Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Plebeia mosquito (Smith) Miel AL . . . Lima (2000) Plebeia emerina (Friese) Miel . . . . . . Crane (1992) Plebeia remota (Holmb.) Mirim guaçu Miel . . . . . . Crane (1992) Plebeia spp. Miel, larva pupa SP

PA Guarani M'byá, SuruíRodrigues (2005), Coimbra

Júnior (1984) Nannotrigona bipunctata polystica

(Moure) Miel, larva pupa PA Suruí Coimbra Júnior (1984)

Nannotrigona xanthotricha (Moure) Miel, larva pupa PA Suruí Coimbra Júnior (1984) Nannotrigona sp. Miel, larva, pupa PA Suruí Coimbra Júnior (1984) Scaptotrigona nigrohirta Moure Larva, pupa PA Kayapó Posey y Camargo (1985) Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Scaptotrigona polysticta (Moure) Larva, pupa PA Kayapó Posey y Camargo (1985) Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Scaptotrigona xanthotricha (Moure) Larva, pupa, miel, polen

MT Nhambiquara Setz (1991)

Scaptotrigona tubiba (Smith) Tubiba Miel AL . . . Costa Neto (1994) Scaptotrigona postica Latreille Miel Crane (1992) Trigona angustula Latr. Jataí Larva, miel, pupa PA Kayapó Posey (1987b) BA . . . Costa Neto (1996) Miel, larva, polen,

pupa SP Guarani M'byá Rodrigues (2005)

Trigona ghilianii (Spinola) Larva, pupa, miel, polen

MT Nhambiquara Setz (1991)

Trigona branneri Cockerell Miel, larva, pupa PA MT

Suruí Nhambiquara

Coimbra Júnior (1984) Setz (1991)

Trigona lurida Smith Miel, larva, pupa PA Suruí Coimbra Júnior (1984) Trigona dorsalis Smith Miel, larva, pupa PA Suruí Coimbra Júnior (1984) Trigona chanchamayoensis Schwarz Miel, larva, pupa PA Kayapó Posey (1987b) Trigona dallatorreana Friese Pupa, larva PA Kayapó Posey y Camargo (1985) Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Trigona leucogaster Cockerell Larva, pupa, miel, polen

MT Nhambiquara Setz (1991)

Trigona cilipes Fabricius Larva, pupa, miel, polen

MT Nhambiquara Setz (1991)

Trigona spinipes (Fabr.) Arapuá Larva, pupa, miel, polen

SP Guarani M'byá, Rodrigues (2005)

Larva, pupa, miel PA Kayapó Posey (1987b) Miel BA Pankararé Costa Neto (1998) Trigona recursa F. Smith Miel . . . Ott (1998) Trigona clavipes (Fabr.) Miel . . . . . . Crane (1992) SP

PA Guarani M'byá, SuruíRodrigues (2005), Coimbra

Júnior (1984) Trigona flaveola Cockerell Miel . . . . . . Bodenheimer (1951) Trigona muscaria G. Miel . . . . . . Bodenheimer (1951) Trigona geniculata Miel . . . . . . Bodenheimer (1951) Trigona silvestrii Friese Miel . . . . . . Crane (1992) Trigona hypogea Silvestri Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

Trigona mombuca F. Smith Miel . . . . . . Crane (1992 ) Lestrimellita limao (Smith) Larva, pupa, miel,

polen MT Nhambiquara Setz (1991)

. . . Miguezinha Miel BA . . . Costa Neto (2003) Lepidoptera Phalaenidae . . . Mariposa Larva Yanomamo Chagnon (1968) Hepialidae . . . Mariposa Larva . . . Bodenheimer (1951) Nymphalidae Brassolis sophorae L. Mariposa Larva (?) MT Nhambiquara Setz (1991) Pyralidae Myelobia (Morpheis)

smerintha Hubner Mariposa Larva SC Kaingang Schorr y Schmitz (1975)

Morphidae . . . Mariposa Larva AM Yanomamo Chagnon (1968) . . . . . . Mariposa Larva PA Mundurucu Santos (1957

Diptera Simuliidae Simulium rubrithorax Lutz Zancudo Larva AM Yanomamo Shelley y Luna Dias (1989)

. . . . . . Mosquito Adulto RO Nhambiquara Hitchcock (1962) AC: Acre; AL: Alagoas; AM: Amazonas; BA: Bahia; MA: Maranhão; MG: Minas Gerais; MT: Mato Grosso; PA: Pará; RO: Rondonia; RR: Roraima; SC: Santa Catarina; SP: San Paulo; TO: Tocatins.

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Tabla II. Insectos comestibles de Brasil reportados en su nombre nativo. Algunos ejemplos.

Insectos utilizados Insectos consumidos (orden)

Nombre nativo

Nombre regional (portugués)

Fase/ Pro-ducto usado

Etnia Lugar Fuente

Maniuara Cupim Adulto . . . Río Negro Pereira (1974) Exkó Cupim Adulto . . . Río Negro Pereira (1974) Buxtuá Cupim Adulto . . . Río Uaupés Pereira (1974)

Isoptera

Ataoro Cupim Adulto Enawenê-Nawê Mato Grosso Mendes dos Santos (1995) Coleoptera Tumbu Besouro Larva Kaingang Sur de Brasil Schorr y Schmitz (1975) Fytogngá Besouro Larva Kaingang Paraná Baldus (1947) Niaingá Besouro Larva Kaingang Paraná Baldus (1947) Feniú Besouro Larva Kaingang Paraná Baldus (1947) Hemiptera (Homoptera)

Haieru Percevejo Ninfa Nhambiquara Mato Grosso Setz (1991)

Yha Tanajura

Abdomen

Uru-eu-wau-wau, Amondawa

Rondonia Instituto Socioambiental (2005)

Iquytáia Formiga . . . . . . Amazonas Pereira (1974)

Hymenoptera Formicidae

Cuqui Formiga . . . . . . Uaupés- Caquetá Lenko y Papavero (1996) Apidae Kraxai Abelha Miel Guarani M'Byá San Paulo Rodrigues (2005)

Mongo Borboleta Larva Xukuru-Kariri Alagoas Torres (1984) Bali'i Borboleta Larva Desâna Amazonas Ribeiro y Kenhíri (1987) Alanauhsu Borboleta Larva Nhambiquara Mato Grosso Setz (1991) Waisenauhsu Borboleta Larva Nhambiquara Mato Grosso Setz (1991) Unrenauhsu Borboleta Larva Nhambiquara Mato Grosso Setz (1991) Bá-ti-ya Borboleta Larva,

crisálida Tucano Amazonas Pereira (1974)

Waxpó-ya Borboleta Larva, crisálida

Tucano Amazonas Pereira (1974)

Me're-pama Borboleta Larva Tucano Amazonas Pereira (1974) Me're-kapextoroa Borboleta Larva Tucano Amazonas Pereira (1974) Nyxtyá Borboleta Larva Tucano Amazonas Pereira (1974) Nextoá Borboleta Larva Tucano Amazonas Pereira (1974) Pixkoroa Borboleta Larva Tucano Amazonas Pereira (1974) Sitá Borboleta Larva Tucano Amazonas Pereira (1974)

Lepidoptera

Mamnye-ey Borboleta Larva Suruí Amazonas Coimbra Júnior (1984)

Tabla III. Biodiversidad de los insectos comestibles censados hasta la fecha

Orden Familias Géneros Especies Orthoptera 2 5 3 Isoptera 1 4 2 Blattodea 1 1 1 Phthiraptera (Anoplura) 1 1 1 Coleoptera 6 12 12 Hemiptera (Homoptera) 1 1 1 Hymenoptera 4 20 73 Lepidoptera 5 2 2 Diptera 1 1 1 TOTAL 22 47 96

Tabla IV. Información etnográfica sobre los grupos indígenas citados en este artículo Nombre Otros nombres o grafías Familia/lengua Estados (Brasil)/

Países limítrofes Población censo/ estimativa Año

Amondawa Tupi-Guarani Rondonia 83 2003 Araweté Araueté Tupi-Guarani Pará 278 2000 Ashaninka Kampa Aruák Acre Perú 813 1999 Bakairi Kurâ, Bacairi Karíb Mato Grosso 950 1999 Bororo Boe Bororo Mato Grosso 1.024 1997 Botocudo Xetá, Hetá Tupi-Guarani Paraná 8 1998 Cinta Larga Tupi Mondé Rondonia / Mato Grosso 1.300 2003 Cocama Kocama Tupi-Guarani Amazonas Perú y Colombia 622 1989 Desâna Desano, Dessano, Wira, Umukomosá Tukano Amazonas Colombia 1.531 2001 Enawenê Nawê Salumã Aruák Mato Grosso 320 2000 Gavião Pukobiê, Pykopjê Jê Maranhão 473 2005 Guarani (subgrupo M'byá)

Pãi Tavyterã, Ava-Chiripá Tupi-Guarani Rio Grande do Sul/ Paraná/ San Paulo/ Santa Catarina/ Rio de Janei-ro/Mato Grosso do Sul Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay

34.000 (Brasil)

2003

Jamamadi Yamamadi, Kanamanti Arawá Amazonas 800 2000 Kaingang Caingangue Jê San Paulo/ Paraná/ Santa Catarina/

Rio Grande do Sul 25.000 2000

Kayapó Mebengokre Jê Mato Grosso/ Pará 7.096 2003 Macu Maku Maku Amazonas Colombia 2.548 1998

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Nombre Otros nombres o grafías Familia/lengua Estados (Brasil)/ Países limítrofes

Población censo/ estimativa Año

Makuna Macuna, Yebamasã Tukano Amazonas Colombia 168 2001 Matis Amazonas Mundurucu Munduruku Munduruku Pará 7.500 1997 Nhambiquara Nambikwara, Anunsu, Halotesu, Kithaulu, Wakalitesu,

Sawentesu, Negarotê, Mamaindê, Latundê, Sabanê, Manducá, Tawandê, Hahaintesu, Alantesu, Waikisu, Alaketesu, Wasusu, Sararé

Nambikwara Mato Grosso/ Rondonia

1.145 2001

Omágua Cambeba, Kambeba Tupi-Guarani Amazonas 156 2000 Pancararé Pankararé Portugués Bahia 1.500 2001 Parakanã Paracanã, Apiterewa Tupi Guarani Pará 800 2000 Sateré-Maué Sateré-Mawé Mawé Amazonas/ Pará 7.134 2000 Suruí Aikewara Tupi-Guarani Pará 185 1997 Tapirapé Tapi'irape Tupi-Guarani Mato Grosso 438 2000 Tariano Tariana, Taliaseri Aruak Amazonas Colombia 1.914 2001 Timbira Krahô, Kraô, Craô, Mehim Timbira Oriental Tocantins 1.900 1999 Tucano Tukano, Dasea, Ye'pãmasa Tukano Amazonas Colombia 4.604 2001 Tukuna Ticuna, Tikuna, Magûa Ticuna Amazonas Perú, Colombia 32.613 1998 Tupinambá Portugués Bahia . . . . . . Tuyuca Tuiuca, Dokapuara,

*U*tapinõmakãphõná Tukano Amazonas Colombia 593 2001

Uru-eu-wau-wau Urueu-Uau-Uau, Urupain, Jupaú Tupi-Guarani Rondonia 87 2003 Wanana Uanano, Wanano Tukano Amazonas Colombia 447 2001 Xokleng Shokleng, Laklanô Jê Santa Catarina 757 1998 Xukuru-Kariri Xucuru Kariri Portugués Alagoas 1.820 1996 Yanomamo Ianomãmi, Ianoama, Xirianá Yanomami Roraima/ Amazonas

Venezuela 11.700 2000

Yawalapiti Iaualapiti Aruak Mato Grosso 208 2002 Zoró Pageyn Mondé Mato Grosso 414 2001 Fuente: Instituto Socioambiental (2005).

Tabla V. Distribución por etnia de los órdenes de insectos comestibles

Órdenes de Insectos consumidos Etnia

ORT ISO BLA ANP COL HOM HYM LEP DIPAmondawa − − − − − − ! − − Araweté − − − − ! − ! − − Ashaninka − − − − − − ! − − Bakairi ! − − − − − − − − Bororo − − − − ! − − − − Botocudo − − − − − − ! − − Cinta Larga − − − − ! − − − − Cocama − − − − − − − − − Enawenê-Nawê − ! − − − − ! ! − Desâna ! ! − − ! − ! ! − Gavião − − − − ! − − − − Guarani (subgrupo M'byá) − − − − ! − ! − − Jamamadi − − − − − − ! − − Kaingang − − − − ! − ! ! − Kayapó − ! − − ! − ! − − Macu − ! − ! ! − − ! − Makuna − − − − − − − − − Matis − − − − − − − − − Mundurucu ! ! − − ! − ! ! − Nhambiquara ! ! − − ! ! ! ! ! Omágua − − − − − − − − − Pancararé − − − − − − ! − − Parakanã − − − − ! − ! − − Sateré-Maué − ! − − − − ! − − Suruí − − − − ! − ! ! − Tapirapé − − − ! − − ! − − Tariano − − − − − − ! − − Timbira − − − − ! − − − − Tucano − − − − ! − ! ! − Tukuna − − − − ! − ! − − Tupinambá − − − ! − − ! − − Tuyuca − − − − − − ! − − Uru-eu-wau-wau − − − − − − ! − − Wanana − − − − − − ! − − Xokleng − − ! − − − − − − Xukuru-Kariri − − − − − − − ! − Yanomamo − ! − − ! − ! ! ! Yawalapiti ! − − − − − − − − Zoró − − − − ! − − − −