la casa del mal

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II CONCURSO DE RELATOS BREVES ASUN CASASOLA LA CASA DEL MAL Seudónimo: Angela Davis Lo que le hizo tomar la decisión de no volver fue escuchar una conversación de Sebas, su marido, con una persona que no era una mujer. Al principio, escondida, asustada, le entró un asco sangriento y verdadero, una repugnancia sin límites, le hubiera gustado coger un cuchillo y clavárselo, tal vez no con la intención de matarle, pero sí para que supiera que con ella no se jugaba, nunca más, y menos con su hija. El muy cabrón, hijo de puta, charlaba amigablemente -supuso que con uno de esos amiguitos suyos bravucones- como si ambos estuvieran hablando de quedar con alguna jovencita. Nekane no era tan infeliz como para pensar que aquel malnacido no seguiría yendo por ahí, buscando presas, carne joven, lo daba por descontado, pero aquello ya era otra cosa. No esperaba que Sebas cambiara, lo soportaba lo mejor que podía, gritos, golpes, humillaciones varias, por su hija, pero eso ya no. Pensó en arrancarle el alma mientras oía -a su pesar- al hombre al que una vez había amado sin reservas, cómo describía a su niña, como un objeto o como un animal, algo que podía ser sometido y esclavizado. Nekane se mordió la lengua y pensó en la huida, ¿hacia dónde? No importaba, eso era lo de menos, ya no se trataba de ella ni de su libertad, se trataba de la dignidad; esto era, se trataba de renacer, de volver a nacer, de recuperar su propósito en la vida. Asqueada, sin apenas fuerzas, ideó la manera de que él se quedara dormido durante mucho tiempo, así Nekane y su hija podrían abandonar la casa del mal para siempre.

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Page 1: la casa del mal

II CONCURSO DE RELATOS BREVES ASUN CASASOLA

LA CASA DEL MAL

Seudónimo: Angela Davis

Lo que le hizo tomar la decisión de no volver fue escuchar una conversación

de Sebas, su marido, con una persona que no era una mujer. Al principio, escondida,

asustada, le entró un asco sangriento y verdadero, una repugnancia sin límites, le

hubiera gustado coger un cuchillo y clavárselo, tal vez no con la intención de

matarle, pero sí para que supiera que con ella no se jugaba, nunca más, y menos

con su hija.

El muy cabrón, hijo de puta, charlaba amigablemente -supuso que con uno de

esos amiguitos suyos bravucones- como si ambos estuvieran hablando de quedar

con alguna jovencita. Nekane no era tan infeliz como para pensar que aquel

malnacido no seguiría yendo por ahí, buscando presas, carne joven, lo daba por

descontado, pero aquello ya era otra cosa. No esperaba que Sebas cambiara, lo

soportaba lo mejor que podía, gritos, golpes, humillaciones varias, por su hija, pero

eso ya no.

Pensó en arrancarle el alma mientras oía -a su pesar- al hombre al que una

vez había amado sin reservas, cómo describía a su niña, como un objeto o como un

animal, algo que podía ser sometido y esclavizado. Nekane se mordió la lengua y

pensó en la huida, ¿hacia dónde?

No importaba, eso era lo de menos, ya no se trataba de ella ni de su libertad, se

trataba de la dignidad; esto era, se trataba de renacer, de volver a nacer, de

recuperar su propósito en la vida. Asqueada, sin apenas fuerzas, ideó la manera de

que él se quedara dormido durante mucho tiempo, así Nekane y su hija podrían

abandonar la casa del mal para siempre.