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El héroe Baltasar Gracián Obra reproducida sin responsabilidad editorial

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El héroe

Baltasar Gracián

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PRIMOR PRIMERO

QUE EL HÉROE PRACTIQUE INCOM-PRENSIBILIDADES DE CAUDAL

Sea ésta la primera destreza en el arte deentendidos, medir el lugar con su artificio.Gran treta es ostentarse al conocimiento, perono a la comprensión; cebar la expectación, peronunca desengañarla del todo; prometa más lomucho, y la mejor acción deje siempre esperan-zas de mayores.

Excuse a todos el varón culto sondarle elfondo a su caudal, si quiere que le veneren to-dos. Formidable fué un río hasta que se le hallóvado, y venerado un varón hasta que se le en-contró término a la capacidad; porque ignoraday presumida profundidad, siempre mantuvocon recelo el crédito.

Culta propiedad fué llamar señorear aldescubrir, alternando luego la victoria sujetos;

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si el que comprende señorea, el que se recatanuca cede.

Compita la destreza del atento en cono-cerle, que suele ésta doblarse a los principios deuna tentativa.

Nunca el diestro en desterrar una barraremató al primer lance; vase empeñando conuno para otro, y siempre adelantándolos.

Ventajas son de este infinito envidar mu-cho con resto de infinidad. Esta primera reglade grandeza advierte, si no el ser infinitos, aparecerlo, que no es sutileza común.

En este entender, ninguno escrupulearáaplausos a la cruda paradoja del sabio de Miti-lene. Más es la mitad que el todo, porque unamitad en alarde y otra en empeño, más es queun todo declarado.

Fue jubilado en ésta como en todas lasdemás destrezas, aquel gran rey primero delNuevo Mundo, último de Aragón, sino el Nonplus ultra¹ de sus heroicos reyes.

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Entretenía este católico monarca, atentossiempre, a todos sus con-reyes, más con lasprendas de su ánimo, que cada día de nuevobrillaba, que con las nuevas coronas que ceñía.

Pero a quien deslumbró este centro de losrayos de la prudencia, gran restaurador de lamonarquía goda, fué, cuando más, a su heroicaconsorte, después a los tahures del palacio, su-tiles a brujulear el nuevo rey, desvelados a son-darle el fondo, atentos a medirle el valor.

Pero qué advertido se les permitía y de-tenía Fernando, qué cauto se les concedía y seles negaba, y al fin ganóles.

¡Oh, varón cándido de la fama! Tú, queaspiras a la grandeza, alerta al primor. Todos teconozcan, ninguno te abarque, que con estatreta, lo moderado parecerá mucho, y lo muchoinfinito, y lo infinito más.

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PRIMOR II

CIFRAR LA VOLUNTAD

Lega quedaría el arte, si dictando recato alos términos de la capacidad, no encargase di-simulo a los ímpetus del afecto.

Está tan acreditada esta parte de sutileza,que sobre ella levantaron Tiberio y Luis toda sumáquina y política.

Si todo exceso en secreto lo es en caudal,sacramentar una voluntad será soberanía. Sonlos achaques de la voluntad desmayos de lareputación, y si se declaran, mueren común-mente.

El primer esfuerzo llega a violentarlos, adisimularlos el segundo. Aquello tiene más delo valeroso, esto de lo astuto.

Quien se les rinde, baja de hombre a bru-to; quien los reboza, conserva, por lo menos enapariencias, el crédito.

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Arguye eminencia de caudal penetrar to-da voluntad ajena, y concluye superioridadsaber celar la propia.

Lo mismo es descubrirle a un varón unafecto, que abrirle un portillo a la fortaleza delcaudal, pues por allí maquinan políticamentelos atentos, y las más veces asaltan con triunfo.Sabidos Los afectos, son sabidas las entradas ysalidas de una voluntad, con señorío en ella atodas horas.

Soñó dioses a muchos la inhumana genti-lidad, aun no con la mitad de hazañas de Ale-jandro, y nególe al laureado Macedón el predi-camento o la caterva de deidades. Al que ocupómucho mundo, no le señaló poco cielo; pero¿de dónde tanta escasez, cuándo tanta prodiga-lidad?

Asombró Alejandro lo ilustre de susproezas con lo vulgar de sus furores, y desmin-tióse a sí mismo tantas veces triunfante, conrendirse a la avilantez del afecto. Sirvióle poco

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conquistar un mundo, si perdió el patrimoniode un príncipe, que es la reputación.

Es Caribdis de la excelencia la exorbitan-cia irascible, y Scila de la reputación, la demasíaconcupiscible.

Atienda, pues, el varón excelente, prime-ro a violentar sus pasiones, cuando menos asolaparlas con tal destreza, que ninguna contra-treta acierte a descifrar su voluntad.

Avisa este primor a ser entendidos nosiéndolo, y pasa adelante a ocultar todo defec-to, desmintiendo las atalayas de los descuidos ydeslumbrando los linces de la ajena oscuridad.

Aquella católica amazona, desde quienEspaña no tuvo que envidiar las Cenobias, To-miris, Semíramis y Pantasileas, pudo ser orácu-lo de estas sutilezas. Encerrábase a parir en elretrete más oscuro, y recelando el connaturaldecoro, la innata majestad echaba un sello a lossuspiros de su real pecho, sin que se le oyese unay, y un velo de tinieblas a los desmanes delsemblante. Pero quien así menudeaba en tan

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excusables achaques del recto, como que escru-pulearía en los del crédito.

No graduaba de necio el cardenal Ma-drucio al que aborta una necedad, sino al que,cometida, no sabe ahogarla.

Accesible es el primor a un varón, calla-da, calificada inclinación, mejorada del arte,prenda de divinidad, si no por naturaleza, porsemejanza.

PRIMOR III

LA MAYOR PRENDA DE UN HÉROE

Grandes partes se desean para un grantodo, y grandes prendas para la máquina de unhéroe.

Gradúan en primer lugar los apasionadosal entendimiento por origen de toda grandeza;y así como no admiten varón grande sin exce-sos de entendimiento, así no conocen varónexcesivamente entendido sin grandeza.

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Es lo mejor de los visible en el hombre, yen él el entendimiento, luego sus victorias lasmayores.

Adecuase esta capital prenda de otrasdos, fondo de juicio y elevación de ingenio, queforman un prodigio si se juntan.

Señaló pródigamente la filosofía dos po-tencias al acordarse y al entender. Súfrasele a lapolítica con más derecho introducir divisiónentre el juicio y el ingenio, entre la sindéresis yla agudeza.

Sola esta distinción de inteligencias pasala verdad escrupulosa, condenando tanta mul-tiplicación de ingenios a confusión de la mentecon la voluntad.

Es el juicio trono de la prudencia, es elingenio esfera de la agudeza, cuya eminencia ycuya medianía deba preferirse; es pleito ante eltribunal del gusto. Aténgome a la que así im-precaba: "Hijo, Dios te dé entendimiento delbueno".

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La valentía, la prontitud, la sutileza deingenio. Sol es de este mundo en cifra, si norayo, vislumbre de divinidad. Todo héroe par-ticipó exceso de ingenio.

Son los dichos de Alejandro esplendoresde sus hechos. Fué pronto César en el pensar,como en el hacer.

Mas apreciando los héroes verdaderos,equivócase en Augustino lo augusto con loagudo, y en el lauro que dió Huesca para coro-nar a Roma compitieron en constancia y laagudeza.

Son tan felices las prontitudes del inge-nio, cuan azares las de la voluntad. Alas sonpara la grandeza, con que muchos se remonta-ron del centro del polvo al del sol en lucimien-tos.

Dignábase tal vez el Gran Turco desde unbalcón, antes al vulgo de un jardín que al de laplaza, prisión de la majestad y grillos del deco-ro. Comenzó a leer un papel, que, o por burla opor desengaño de la mayor soberanía, se lo

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voló el viento de los ojos a las hojas. Aquí lospajes, émulos de él y de sí mismos, volaronescala abajo con las alas de lisonja. Uno deellos, Ganímedes de su ingenio supo hallar ata-jo por el aire, arrojóse por el balcón. Voló, co-gióle y subía cuando los otros bajaban, y fuésubir con propiedad y aun remontarse; porqueel príncipe, lisonjeado eficazmente, le levantó asu valimiento.

Que la agudeza, si no reina, merece con-reinar.

Es en todo porte la malilla de las prendas,gran pregonera de la reputación, mayor realcecuanto más sublime el fundamento.

Son agudezas coronadas ordinarios di-chos de un rey. Perecieron grandes tesoros demonarcas, mas consérvanse sus sentencias en elguarda-joyas de la fama.

Valióles más a muchos campeones tal vezuna agudeza que todo el hierro de sus escua-drones armados, siendo premio de una agude-za una victoria.

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Fué examen, fué pregón, del mayor crédi-to en el rey de los sabios y en el más sabio delos reyes, la sentenciosa prontitud en aquel ex-tremo de pleitos, que lo fué llegar a pleitear loshijos, que también acredita el ingenio la justicia.

Y aun en bárbaros asiste el que es sol deella. Compite con la de Salomón la prontitud deaquel Gran Turco. Pretendía un judía cortaruna onza de carne a un cristiano, pena sobreusura; insistía en ello con igual terquería a supríncipe, que perfidia a su Dios. Mandó el granjuez traer peso y cuchillo, conminóle al degüe-llo si cortaba más ni menos. Y fué dar un agudocorte a la lid, y al mundo un milagro del inge-nio.

Es la prontitud oráculo en las mayoresdudas, esfinge en los enigmas. Hilo de oro enlaberintos, y suele ser de condición de león, queguarda el extremarse para el mayor aprieto.

Pero hay también perdidos de ingeniocomo de bienes, pródigos de agudeza para pre-sas sublimes, tagarotes para las viles águilas.

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Mordaces y satíricos, que si los crueles se ama-saron con sangre, éstos con veneno. En ellos lasutileza con extraña contrariedad por liviana,abate, sepultándolos en el abismo de un des-precio, en la región del enfado.

Hasta aquí favores de la naturaleza, des-de aquí realces del arte. Aquélla engendra laagudeza, ésta la alimenta, ya de ajenas sales, yade la prevenida advertencia.

Son dichos y hechos ajenos en una fértilcapacidad semillas de agudeza, de las cualesfecundado el ingenio, multiplica cosecha deprontitudes y abundancia de agudezas.

No abogo por el juicio, pues él habla porsí bastantemente.

PRIMOR IV

CORAZÓN DE REY

Gran cabeza es de filósofos, gran lenguade oradores, pecho de atletas, brazos de solda-

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dos, pies de cursores, hombros de palanquines.Gran corazón de reyes. De las divinidades dePlatón, y texto con que en favor del corazónarma algunos pleitos a la inteligencia.

¿Qué importa que el entendimiento seadelante, si el corazón se queda? Concibe dul-cemente el capricho lo que le cuesta mucho desacar a lucimiento al corazón.

Son estériles por la mayor parte las suti-lezas del discurso, y flaquean por su delicadezaen la ejecución.

Proceden grandes efectos de gran causa,y portentos de hazañas de un prodigio de cora-zón. Son gigantes los hijos de un corazón gi-gante. Presume siempre empeños de su tama-ño, y afecta primeros asuntos.

Grande fué el de Alejandro y el archico-razón, pues cupo en un rincón de él todo estemundo holgadamente, dejando lugar paraotros seis.

Máximo el de César, que no hallaba me-dio entre todo y nada.

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Es el corazón el estómago de la fortuna,que digiere con igual valor sus extremos. Ungran buche no se embaraza con grandes boca-dos, no se estraga fácilmente con la afectación,ni se aceda con la ingratitud. Es hambre de ungigante el hartazgo de un enano.

Aquel milagro del valor, digo del delfínde Francia entonces y Carlos VII después, noti-ficándole la sentencia, estrujada en el supremopor los que dos reyes, el de Francia, su padre, yel de Inglaterra, su antagonista, en que le decla-raban pro incapaz de suceder en la corona delos lirios, respondió invicto que se apelaba. Ins-táronle con admiración que a quién. Y él, que ala grandeza de su corazón y a la punta de suespada, y valióle.

No brilla tan ufano el casi eterno diaman-te en medio de los voraces carbunclos, comosoliza (si así puede decirse de un sol) un augus-to corazón en medio de las violencias de unriesgo.

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Rompió con sólo cuatro de los suyosAquiles moderno, Carlos Manuel de Saboya,por medio de cuatrocientas corazas enemigas, ysatisfizo a la universal admiración, diciendoque no hay compañía en el mayor aprieto comola de un gran corazón.

Suple la sobra de él la falta de todo lodemás, siendo siempre el primero que llega a ladificultad y vence.

Presentáronle al rey de Arabia un alfanjedamasquino, lisonja para un guerrero. Alabá-ronle los grandes de la asistencia áulica, no porceremonia, sí con razón; y atentos a la fineza yarte, alargáronse a juzgarle por rayo de acero, sino pecara algo en corto. Mandó llamar el rey alpríncipe para que diese su voto, y podía, puesera el famoso Jacob Almanzor. Vino, examinóle,y dijo que valía una ciudad, propio apreciar deun príncipe. Instó el rey que si le hallaba algunafalta. Respondió que todas eran sobras. Pues,príncipe, estos caballeros todos le condenan porcorto. Él entonces, echando mano a su cimita-

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rra, dijo: "Para un caballero animoso nunca hayarma corta, porque con hacerse él un paso ade-lante, se alarga ella bastantemente, y lo quefalta de acero, lo suple el corazón de valor".

Lauree este intento de la magnanimidaden los agravios, timbre augusto de grandes co-razones. Enseñó Adriano un raro sobre excelen-te modo de triunfar de los enemigos, cuando elmayor de los suyos le dijo, escapástete.

No hay encomio igual a un decir Luis XIIde Francia: No venga el rey los agravios hechosal duque de Orleáns. Estos son milagros delcorazón de un héroe.

PRIMOR V

GUSTO RELEVANTE

Toda buena capacidad fué mal contenta-diza. Hay cultura de gusto, así como de inge-nio. Entrambos relevantes son hermanos de un

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vientre, hijos de la capacidad, heredados porigual en la excelencia.

Ingenio sublime nunca crió gusto ratero. Hay perfecciones soles y hay perfeccio-

nes luces.Galantea el águila al sol, piérdese en él el

helado gusanillo por la luz de un candil y tó-masele la altura a un caudal por la elevacióndel gusto.

Es algo tenerlo bueno, es mucho tenerlorelevante. Péganse los gustos con la comunica-ción, y es suerte topar con quien le tiene super-lativo.

Tienen muchos por felicidad (de prestadoserá) gozar de los que apetecen, condenando ainfelices los demás; pero desquítanse éstos porlos mismos filos, con que es de ver la mitad delmundo riéndose de la otra, con más o menos denecedad.

Es calidad un gusto crítico, una paladardifícil de satisfacerse; los más valientes objetos

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le temen y las más seguras perfecciones letiemblan.

Es la estimación preciosísima y de discre-tos el regatearla; toda escasez en moneda deaplauso es hidalga; y al contrario, desperdiciosde estima merecen castigo de desprecio.

La admiración es comúnmente sobrees-crito de la ignorancia; no nace tanto de la per-fección de los objetos, cuanto de la imperfec-ción de conceptos. Son únicas las perfeccionesde primera magnitud; sea, pues, raro el aprecio.

Quien tuvo gusto rey fué el prudente delos Filipos de España, hecho siempre a objetosmilagrosos, que nunca se pagaba sino de la queera maravilla en su serie.

Presentóle un mercader portugués unaestrella de la tierra, digo un diamante de Orien-te, cifra de la riqueza, pasmo del resplandor; ycuando todos aguardaban, si no admiraciones,reparos en Filipo, escucharon desdenes, noporque afectase el gran monarca lo descomedi-do, como lo grave, sino porque un gusto hecho

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siempre a milagros de naturaleza y arte no sepica así vulgarmente. ¡Qué paso éste para unahidalga fantasía! "Señor -dijo-, setenta mil du-cados que abrevié en este digno nieto del sol,no son de asquear". Apretó el punto Filipo ydíjole: "¿En qué pensábais cuando dísteis tan-to?". "Señor - acudió el portugués -, como tal,pensaba en que había un rey Filipo II en elmundo". Cayóle al monarca en picadura más laagudeza que la preciosidad, y mandó luegopagarle el diamante y premiarle el dicho, osten-tando la superioridad de su gusto en el precio yen el premio.

Sienten algunos que el que no excede enalabar vitupera. Yo diría que las obras de ala-banza son menguas de la capacidad, y que elque alaba sobrado, o se burla de si o de losotros.

No tenía por oficial el griego Agesilao elque calzaba a un pigmeo el zapato de Encelado,y en materia de alabanza, es arte medir justo.

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Estaba el mundo lleno de las proezas delque fué alba del mayor sol, digo de las victoriasde don Hernando Alvarez de Toledo; y conllevar un mundo no mediaban su gusto, extra-ñándole la causa, dijo que, en cuarenta años devencer, teniendo por campo toda Europa, porblasones todas las empresas de su tiempo, leparecía todo nada, pues nunca había visto ejér-cito de turcos delante, donde la victoria fuera laexcesiva potencia humillada ensalzara la expe-riencia y el valor de un caudillo. Tanto es me-nester para acallar el gusto de un héroe.

No amaestra este primor a ser Momo unvarón culto, que es insufrible destemplanza; sía ser integérrimo censor de lo que vale. Hacenalgunos esclavo al juicio del afecto, pervirtien-do los oficios al son y las tinieblas.

Merezca cada cosa la estimación por sí,no por sobornos del gusto.

Sólo un gran conocimiento, favorecido deuna gran práctica, llega a saber los precios delas perfecciones. Y donde el discreto no puede

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lisamente votar, no se arroje, deténgase, nodescubra antes la falta propia que la sobra ex-traña.

PRIMOR VI

EMINENCIA EN LO MEJOR

Abarcar toda perfección sólo se concedeal primer ser que, por no recibirlo de otro, nosufre limitaciones.

De las prendas unas da el cielo, otras li-bra a la industria; una ni dos no bastan a real-zar un sujeto; cuanto destituyó el cielo de lasnaturales supla la diligencia en las adquiridas.Aquéllas son hijas del favor, éstas de la loableindustria, y no suelen ser las menos nobles.

Poco es menester para individuo, muchopara universal; y son tan raros éstos, que seniegan comúnmente a la realidad, si se conce-den al concepto.

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No es uno solo en que vale por muchosgrande excelencia en una intensa singularidadcifrar toda una categoría y equivalerla.

No toda arte merece estimación ni todoempleo logra crédito. Saberlo todo no se censu-ra; practicarlo todo sería pecar contra la reputa-ción.

Ser eminente en profesión humilde es sergrande en lo poco, es ser algo en nada. Quedar-se en una medianía apoya la universalidad;pasar a eminencia desluce el crédito.

Distaron mucho los dos Filipos, el de Es-paña y Macedonia. Extrañó el primero en todoy segundo en el renombre, al príncipe, el cantaren su retrete, y abonó en Macedón a Alejandroel correr en el estadio. Fué aquélla puntualidadde un prudente, fué éste descuido de la gran-deza. Pero corrido Alejandro, antes que corre-dor, acudió bien, que competir con reyes aúnaún.

Lo que tiene más de lo deleitable tienemenor de lo heroico comúnmente.

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No debe un varón máximo limitarse auna ni a otra perfección, sino con ambiciones deinfinidad aspirar a una universalidad plausible,correspondiendo la intensión² de las noticias ala excelencia de las artes.

Ni basta cualquiera ligera cognición, em-peño de corrida, que suele ser más nota de va-na locuacidad que crédito de fundamental en-tereza.

Alcanzar eminencia en todo no es el me-nor de los imposibles; no por flojedad de laambición, si de la diligencia y aun de la vida. Esel ejercicio el medio para la consumación en loque se profesa, y falta a lo mejor el tiempo ymás presto el gusto en tan prolija práctica.

Muchas medianía no bastan a agregaruna grandeza, y sobra sola una eminencia aasegurar superioridad.

No ha habido héroe sin eminencia en al-go, porque es carácter de la grandeza; y cuantomás calificado el empleo, más gloriosa la plau-sibilidad. Es la eminencia en aventajada prenda

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parte de soberanía, pues llega a pretender sumodo de veneración.

Y si el regir un globo de viento con emi-nencia triunfa de la admiración, ¿qué será regircon ella un acero, una pluma, una vara, un bas-tón, un cetro, una tiara?

Aquel Marte castellano, por quien se di-jo:"Castilla capitanes si Aragón reyes", D. DiegoPérez de Vargas, con más hazañas que días,retiróse a acabarlos en Jerez de la Frontera. Re-tiróse él, mas no su fama, que cada día se ex-tendía más por el novel, pero antiguo aprecia-dor de una eminencia, y más en armas, fué abuscarle disfrazado con solos cuatro caballeros.

Que la eminencia es imán de voluntades,es hechizo del afecto.

Llegado el rey a Jerez y a su casa, no lehalló en ella, porque el Vargas, enseñado acampear, engañaba en el campo su generosainclinación. El rey, a quien no se le había hechode mal ir desde la corte a Jerez, no extrañó el irdesde allí a la alquería. Descubriéronle desde

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lejos, que con una hoz en la mano iba descabe-zando vides con más dificultad que en otrotiempo vidas. Mandó Alfonso hacer alto y em-boscarse los suyos. Apeóse del caballo, y conmajestuosa galantería, comenzó a recoger lossarmientos que el Vargas, descuidado, derriba-ba. Acertó éste a volver la cabeza avisado dealgún ruido que hizo el rey, o, lo que es máscierto, de algún impulso fiel de su corazón. Ycuando conoció a su majestad, arrojándose asus plantas a lo de aquel tiempo, dijo:"Señor,¿qué hacéis aquí?" "Proseguid, Vargas -dijoAlfonso -, que a tal podador, tal sarmentador."

¡Oh, triunfo de una eminencia!Anhele a ella el varón raro, con seguridad

de que lo que le costará de fatiga lo logrará decelebridad.

Que no sin propiedad consagró la genti-lidad a Hércules el buey, en misterio de que elloable trabajo es una sementera de hazañas, quepromete cosecha de fama, de aplauso, de in-mortalidad.

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PRIMOR VII

EXCELENCIA DEL PRIMERO

Hubieran sido algunos fénix en los em-pleos, a no irles otros delante. Gran ventaja elser primer, y si con eminencia, doblada. Ganaen igualdad el que ganó de mano.

Son tenidos por imitadores de los pasa-dos los que les siguen; y por más que suden, nopueden purgar la presunción de imitación.

Álzanse los primeros con el mayorazgode la fama, y quedan para los segundos malpagados alimentos.

Dejó de estimar la novelera gentilidad alos inventores de las artes , y pasó a venerarlos.Trocó la estima en culto, ordinario error, peroque exagera lo que vale una primería.

Mas no consiste la gala en ser primero entiempo, sino en ser el primero en la eminencia.

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Es la pluralidad descrédito de sí misma,aun en preciosos quilates, y al contrario, la ra-ridad encarece la moderada perfección.

Es, pues, destreza no común inventarnueva senda para la excelencia, descubrir mo-derno rumbo para la celebridad. Son multipli-cados los caminos que llevan a la singularidad,no todos sendereados. Los más nuevos, aunquearduos, suelen ser atajos para la grandeza.

Echóse sabiamente Salomón por lo pací-fico cediéndole a su padre lo guerrero. Mudó elrumbo y llegó con menos dificultad al predi-camento de los héroes. Afectó Tiberio conseguirpor lo político lo que Augusto por lo magnáni-mo.

Y nuestro gran Filipo gobernó desde eltrono de su prudencia todo el mundo, conpasmo de todos los siglos; y si el César, su in-victo padre, fue un prodigio de esfuerzo, Filipolo fue de la prudencia.

Ascendieron con este aviso muchos delos soles de la Iglesia al cenit de la celebridad.

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Unos por lo eminente santo, otros por lo su-mamente docto; cuál por la magnificencia enlas fábricas, y cuál por saber realzar la digni-dad.

Con esta novedad de asuntos se hicieronlugar siempre los advertidos en la matrícula delos magnos.

Sin salir del arte sabe el ingenio salir delo ordinario y hallar en la encanecida profesiónnuevo paso para la eminencia. Cedióle Horaciola heroico a Virgilio, y Marcial lo lírico a Hora-cio. Dio por lo cómico Terencio , por lo satíricoPersio, aspirando todos a la ufanía de primerosen su género . Que el alentado capricho nuncase rindió a la fácil imitación.

Vió el otro galante pintor que le habíancogido la delantera el Ticiano, Rafael y otros.Estaba más viva la fama cuando muertos ellos;valióse de su invencible inventiva. Dio en pin-tar a lo valentón; objetáronle algunos el no pin-tar a lo suave y pulido, en que podía imitar alTiciano, y satisfizo galantemente que quería

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más ser el primero en aquella grosería que se-gundo en la delicadeza.

Extiéndase el ejemplo a todo empleo, ytodo varón raro entienda bien la treta; que en laeminente novedad sabrá hallar extravaganterumbo para la grandeza.

PRIMOR VIII

QUE EL HÉROE PREFIERA LOS EMPE-ÑOS PLAUSIBLES

Dos patrias produjeron dos héroes: a Hér-cules, Tebas; a Catón, Roma; fué Hérculesaplauso del orbe, fué Hércules aplauso del or-be, fue Catón enfado de Roma. Al uno admira-ron todas las gentes, al otro esquivaron los ro-manos.

No admite controversia la ventaja quellevó Catón a Hércules, pues le excedió en pru-dencia, pero ganóle Hércules a Catón en fama.

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Más un arduo y primoroso tuvo el asuntode Catón, pues se empeñó en domeñar mons-truos de costumbres, si Hércules de naturaleza;pero tuvo más de famoso el del tebano.

La distancia consistió en que Hérculesemprendió hazañas plausibles y Catón odiosas;la plausibilidad del empleo llevó la gloria delAlcides a los términos del mundo y pasará ade-lante si ellos se alargaran. Lo desapacible delempleo circunscribió a Catón dentro de las mu-rallas de Roma.

Con todo esto, prefieren algunos, y no losmenos juiciosos, el asunto primoroso al másplausible, y puede más con ellos la admiraciónde pocos que el aplauso de muchos, si vulgares.

Milagros de ignorantes llaman a los em-peños plausibles.

Lo arduo, lo primoroso de un superiorasunto pocos lo perciben, pero eminentes, y asílo acrediten raros. La facilidad del plausiblepermítese a todos vulgarizarse, y así el aplausotiene de ordinario lo que de universal.

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Vence la intención de pocos a la numero-sidad de un vulgo entero.

Pero destreza es topar con los empleosplausibles. Punto es de discreción sobornar laatención común en el asunto plausible; mani-fiéstase a todos la eminencia, y a votos de todosse graduó la reputación.

Débense estimar en más los más. Es pal-pable la excelencia en tales hazañas, y si conevidencia plausible las primorosas tienen mu-cho de metafísico, dejando la celebridad enopiniones.

Empleo plausible llamo aquel que se eje-cuta a vista de todos y a gusto de todos, con elfundamento siempre de la reputación, por ex-cluir aquéllos, tan faltos de crédito cuan sobra-dos de ostentación. Rico vive de aplauso unhistrión, y perece de crédito.

Ser, pues, eminente en hidalgo, asuntoexpuesto al universal teatro; eso es conseguiraugusta plausibilidad.

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¿Qué príncipes ocupan los catálogos de lafama, sino los guerreros? A ellos se les debe enpropiedad el renombre de magnos. Llenan elmundo de aplauso, los siglos de fama, los librosde proezas, porque lo belicoso tiene más deplausible que lo pacífico.

Entre los jueces se entresacan los justicie-ros a inmortales, porque la justicia sin crueldadsiempre fué más acepta al vulgo que la piedadremisa.

En los asuntos del ingenio triunfó siem-pre la plausibilidad. Lo suave de un discursoplausible recrea el alma, lisonjea el oído; que loseco de un concepto metafísico los atormenta yenfada.

PRIMOR IX

DEL QUILATE REY

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Dudo si llame inteligencia o suerte al to-par un héroe con la prenda relevante en sí, conel atributo rey de su caudal.

En unos reina el corazón, en otros la ca-beza, y es punto de necedad querer uno estu-diar con el valor y pelear otro con la agudeza.

Conténtese el pavón con su rueda; pré-ciese el águila de su vuelo, que sería granmonstruosidad aspirar el avestruz a remontar-se, expuesta a ejemplar despeño; consuélesecon la bizarría de sus plumas.

No hay hombre que en algún empleo nohubiere conseguido eminencia, y vemos ser tanpocos, que se dominan raros, tanto por lo únicocomo por lo excelente, y como el fénix, nuncasalen de la duda.

Ninguno se tiene por inhábil para la ma-yor empleo; pero lo que lisonjea la pasión des-engaña tarde el tiempo.

Excusa es no ser eminente en el medianopor ser mediano en el eminente; pero no la hay

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en ser mediano en el ínfimo, pudiendo ser pri-mero en el sublime.

Enseñó la verdad, aunque poeta, aquél.Tú no emprendas asunto en que te contradigaMinerva; pero no hay cosa más difícil que des-engañar de capacidad.

¡Oh, si hubiera espejos de entendimientocomo los hay de rostro! Él lo ha de ser de simismo y falsifícase fácilmente. Todo juez de simismo halla luego textos de escapatoria y so-bornos de pasión.

Grande es la variedad de inclinaciones,prodigio deleitable de la naturaleza; tanto comoen rostros, voces y temperamentos.

Son tan muchos los gustos como los em-pleos. A los más viles y aun infames no faltanapasionados. Y lo que no pudiera recabar lapoderosa providencia del más político rey, faci-lita la inclinación.

Si el monarca hubiera de repartir las me-cánicas tareas, sed vos labrador y vos sed mari-nero, rindiérase luego a la imposibilidad. Nin-

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guno estuviera contento aun con el más civilempleo, y ahora la elección propia se ciega aunpor el más villano.

Tanto puede la inclinación, y si se aunacon las fuerzas, todo lo sujetan; pero lo ordina-rio es desavenirse.

Procure, pues, el varón prudente alargarel gusto y atraerle sin violencias de despotiqueza medirse con las fuerzas, y reconocida una vezla prenda relevante, empléela felizmente.

Nunca hubiera llegado a ser Alejandroespañol y César indiano, el prodigioso marquésdel Valle, D. Fernando Cortés, si no hubierabarajado los empleos; cuando más, por las le-tras hubiera llegado a una vulgarísima media-nía, y por las armas se empinó a la cumbre dela eminencia, pues hizo trinca con Alejandro yCésar, repartiéndose entre los tres la conquistadel mundo por sus partes.

PRIMOR X

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QUE EL HÉROE HA DE TENER TAN-TEADA SU FORTUNA AL EMPEÑARSE

La fortuna, tan nombrada cuan poco co-nocida, no es otra, hablando a lo cuerdo y auncatólico, que aquella gran madre de contingen-cias y gran hija de la suprema Providencia, asis-tente siempre a sus causas, ya queriendo, yapermitiendo.

Esta es aquella reina tan soberana, ines-crutable, inexorable, risueña, con unos esquiva,con otros ya madre, ya madrastra, no por pa-sión, sí por la arcanidad de inaccesibles juicios.

Regla es muy de maestros en la discre-ción política tener observada su fortuna y la desus adherentes. El que la experimentó madrelogre el regalo, empéñase con bizarría que, co-mo amante, se deja lisonjear de la confianza.

Tenía bien tomado el pulso a su fortunael César cuando, animando al rendido barque-ro, le decía: “No temas, que agravias a la fortu-na de César.” No halló más segura áncora que

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su dicha. No temió los vientos contrarios el quellevaba en popa los alientos de su fortuna. ¿Quéimporta que el aire se perturbe, si el cielo estásereno? ¿Qué el mar brame, si las estrellas seríen?

Pareció en muchos temeridad un empe-ño, pero no fué sino destreza, atendiendo alfavor de su fortuna. Perdieron otros, al contra-rio, grandes lances de celebridad por no tenercomprensión de su dicha. Hasta el ciego juga-dor consulta al arrojarse.

Gran prenda es ser varón afortunado, yal aprecio de muchos lleva la delantera. Esti-man algunos más una onza de ventura quearrobas de sabiduría, que quintales de valor;otros, al contrario, que fundan crédito en ladesdicha como en la melancolía. Ventura repi-ten de necio y méritos de desgraciado.

Suple con oro la fealdad de la hija el sa-gaz padre, y el universal dora la fealdad delingenio con ventura.

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Deseó Galeno a su médico afortunado, alcapitán Vejecio y Aristóteles a su monarca. Locierto es que a todo héroe le apadrinaron elvalor y la fortuna, ejes ambos de una heroici-dad.

Pero quien de ordinario probó agrios demadrastra amaine en los empeños, no terquee,que suele ser de plomo el disfavor.

Disimúleseme en este punto hurtarle eldicho al poeta de las sentencias, con obligaciónde restituirlo en consejo a os amantes de laprudencia. Tú no hagas ni digas cosa algunateniendo a la fortuna por contrario.

El Benjamín hoy de la felicidad es, conevidencia de su esplendor, el heroico, invicto, yserenísimo señor Cardenal Infante de España,don Fernando, nombre que pasa a blasón ocorona nominal de tantos héroes.

Atendía todo el orbe suspenso a su fortu-na, satisfecho asaz de su valor, y declaróle estagran princesa por su galán en la primera oca-sión; digo, en aquella tan inmortal para los

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suyos como mortal para sus enemigos, batallade Norlinguen, con progresos de finezas enFrancia y Flandes, y con el resto de todo su fa-vor en Jerusalén.

Parte des este político primor, saber dis-cernir los bien y mal afortunados, para chocar oceder en la competencia.

Previno Solimán la gran felicidad denuestro católico Marte, quinto de los Carlos,para que estuviera en su esfera. Temió más asola ella que a todos los tercios de Poniente,contemplación de otros.

Amainó aún a tiempo y valióle, no ya lareputación, pues se retiraba de ella la corona.

No así el primer Francisco de Francia,que afectó ignorar su fortuna y la del César, yasí, por delincuente de prudencia, fué conde-nado a prisión.

Péganse de ordinario la próspera y ad-versa fortuna a los del lado. Atienda, pues, eldiscreto a ladearse, y en el juego de este triunfo,sepa encartarse y descartarse con ganancia.

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PRIMOR XI

QUE EL HÉROE SEPA DEJARSE, GA-NANDO CON LA FORTUNA

Todo móvil instable tiene aumento y de-clinación. Añaden otros estado donde no hayestabilidad.

Gran providencia es saber prevenir la in-falible declinación de una inquita rueda. Sutile-za de tahur saberse dejar con ganancia donde laprosperidad es de juego y la desdicha tan deveras.

Mejor es tomarse la honra que aguardar ala rebatiña de la fortuna, que suele en un tumboalzarse con la ganancia de muchos lances.

Faltarle de constante lo que le sobra demujer, sienten algunos escocidos . Y añadió elmarqués de Mariñano, para consuelo del empe-rador sobre Metz, que no sólo tiene instabilidad

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de mujer, sino liviandad de joven en hacer caraa los mancebos.

Mas yo digo que no son livianas varieda-des de mujer, sino alternativas de una justísimaprovidencia.

Acierte el varón a serlo en esto; recójaseal sagrado de un honroso retiro, porque tangloriosa es una bella retirada como una gallar-da acometida.

Pero hay hidrópicos de la suerte, que notienen ánimo para vencerse a si mismos si lesestá bailando el agua la fortuna.

Sea augusto ejemplar de este primoraquel mayorazgo de la fortuna y de la suerte, elmáximo de los Carlos y aun de los héroes. Co-ronó este gloriosísimo emperador con prudentefin todas sus hazañas. Triunfó del orbe con lafortuna y al cabo triunfó de la misma fortuna.Supo dejarse, que fué echar el sello a sus proe-zas.

Perdieron otros, al contrario, todo el cau-dal de su fama en pena de su codicia. Tuvieron

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monstruoso fin grandes principios de felicidad,que a valerse de esta treta, pusieran en cobro lareputación.

Pudiera asegurar un anillo arrojado almar y restituido en el arca de un pescado, arrasde inseparabilidad entre Policrates y la fortuna.Pero fué poco después el monte Micalense trá-gico teatro del divorcio.

Cegó Belisario para que abriesen otros losojos, y eclipsóse la luna de España para dar luza muchos.

No se halla arte de tomarle el pulso a lafelicidad, por ser anómalo su humor; previéne-nos algunas señales de declinación.

Prosperidad muy apriesa, atropellándoseunas a otras las felicidades, siempre fué sospe-chosa, porque suele la fortuna cercenar deltiempo lo que acumula del favor.

Felicidad envejecida ya pasa a caduquez,y desdicha en los extremos, cerca está de mejo-ría.

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Estaba Abul, moro, hermano del rey deGranada, preso en Salobreña, y para desmentirsus confirmadas desdichas, púsose a jugar alajedrez, propio ensayo del juego de la fortuna.Llegó en esto el correo de su muerte, que siem-pre ésta nos corre la posta. Pidió Abul doshoras de vida; muchas le parecieron al comisa-rio, y otorgóle sólo acabar el juego comenzado.Díjole la suerte, y ganó la vida y aun el reino,pues antes de acabarlo llegó otro correo con lavida y la corona, que por muerte del rey le pre-sentaba Granada.

Tantos subieron del cuchillo a la coronacomo bajaron de la corona al cuchillo. Cómesemejor los buenos bocados de la suerte con elagridulce de un azar.

Es corsaria la fortuna, que espera a quecarguen los bajeles. Sea la contratreta anticipar-se a tomar puerto.

PRIMOR XII

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GRACIA DE LAS GENTES

Poco es conquistar el entendimiento si nose gana la voluntad, y mucho rendir con la ad-miración la afición juntamente.

Muchos con plausibles empresas mantie-nen el crédito, pero no la benevolencia.

Conseguir esta gracia universal algo tienede estrella, lo más de diligencia propia. Discu-rrirán otros al contrario, cuando a igualdad deméritos corresponden con desproporción losaplausos.

Lo mismo que fué en uno imán de las vo-luntades, es en otro conjuro. Mas yo siempre leconcederé aventajado el partido al artificio.

No basta eminencia de prendas para lagracia de las gentes, aunque se supone. Fácil esde ganar el afecto, sobornado el concepto, por-que la estimación muñe la afición.

Ejecutó los medios felizmente para estacomún gracia, aunque no así para la de su rey,aquel infaustamente ínclito duque de Guisa, a

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quien hizo grande un rey favoreciéndole, ymayor otro emulándole: el tercero, digo, de losHenricos franceses. Fatal nombre para prínci-pes en toda monarquía, que en tan altos sujetoshasta los nombres descifran oráculos.

Preguntó un día este rey a sus conti-guos:”¿Qué hace Guisa, que así hechiza las gen-tes?”Respondió

Un extravagante áulico, por único en es-tos tiempos: “Sire, hacer bien a todas manos; alque no llegan derechamente sus benévolos in-flujos, alcanzan por reflexión, y cuando noobras, palabras. No hay boda que no festeje,bautismo que no apadrine, entierro que nohonre; es cortés, humano, liberal, honrador detodos, murmurador de ninguno, y en suma, éles el rey en el afecto, si vuestra majestad en elefecto.”

Feliz gracia si la hermanara con la de surey, que no es de esencia el excluirse, por másque encarezca Bayaceto que la plausibilidad delministro causa recelo al patrón.

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Y de verdad que la de Dios, del rey y delas gentes son tres gracias más bellas que lasque fingieron los antiguos. Danse la mano unaa otra, enlazándose apretadamente todas tres, ysi ha de faltar alguna, sea por orden.

El más poderoso hechizo para ser amadoes amar. Es arrebatado el vulgo en proseguir, sifurioso en perseguir.

El primer móvil de su séquito, despuésde la opinión, es la cortesía y la generosidad;con éstas llegó Tito a ser llamado delicias delorbe.

Iguala la palabra favorable de un supe-rior a la obra de un igual, y excede la cortesíade un príncipe al don de un ciudadano.

Con sólo olvidarse por breve rato de sumajestad el magnánimo don Alonso, apeándosedel caballos para socorrer a un villano, conquis-tó las guarnecidas murallas de Gaeta, que afuerza de bombardas no mellara en muchosdías. Entró primero en los corazones, y luegocon triunfo en la ciudad.

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No le hallan algunos destempladamentecríticos al grande de los capitanes y giganteentre héroes otos méritos para su antonomasia,sino la benevolencia común.

Diría yo que entre la pluralidad de pren-das merecedora cada una del plausible renom-bre, ésta fué felicísima.

Hay gracia de historiadores también, tande codicia cuan de inmortalidad, porque sonsus plumas las de la fama. Retratan, no losaciertos de la naturaleza, sino los del alma.Aquel fénix Corvino, gloria de Hungría, solíadecir, y practicar mejor, que la grandeza de unhéroe consistía en dos cosas: en alargar la manoa las hazañas y a las plumas, porque caracteresde oro vinculan eternidad.

PRIMOR XIII

DEL ESPEJO

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El despejo, alma de toda prenda, vida detoda perfección, gallardía de las acciones, gra-cia de las palabras y hechizo de todo buen gus-to, lisonjea a la inteligencia y extraña la explica-ción.

Es un realce de los mismos realces y esuna belleza formal. Las demás prendas ador-nan la naturaleza; pero el despejo realza lasmismas prendas. De suerte que es perfección dela misma perfección, como trascendente bel-dad, con universal gracia.

Consiste en una cierta airosidad, en unaindecible gallardía, tanto en el decir como en elhacer, hasta en el discurrir.

Tiene de innato lo más reconoce la obser-vación. Lo menos hasta ahora se ha sujetado aprecepto superior, siempre a toda arte.

Por robador del gusto le llamaron gara-bato; por lo imperceptible, donaire; por lo alen-tado, brío; por lo galán, despejo; por lo fácil,desenfado. Que todos estos nombres le hanbuscado el deseo la dificultad de declararle.

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Agravio se le hace en confundirle con lafacilidad; déjala muy atrás y adelántase a biza-rría. Bien que todo despejo supone desembara-zo, pero añade perfección.

Tienen su Lucina las acciones, y débeseleal despejo el salir bien, porque él las partea pa-ra el lucimiento.

Sin él la menor ejecución es muerta, lamayor es perfección desabrida. Ni es tan acci-dente que no sea el principal alguna vez; nosólo sirve el ornato sino que apoya lo importan-te.

Porque si es el alma de la hermosura, esespíritu de la prudencia; si es alimento de lagala, es vida del valor.

Campea igualmente en un caudillo al la-do del valor el despejo, y en un rey a par de laprudencia.

No se le reconoce menos en el día de unabatalla a la despejada intrepidez que a la des-treza y el valor. El despejo constituye primero aun general señor de sí, y después, de todo.

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No alcanza la ponderación, no basta aapreciar el imperturbable despejo de aquel granvencedor de reyes, émulo mayor de Alcides,don Fernando de Ávalos. Vocéelo el aplauso enel teatro de Pavia.

Es tan alentado el despejo en el caballocomo majestuoso en el dosel; hasta en la cáte-dra de bizarría a la agudeza.

Heroico fué el desembargo de aquel Te-seo francés, Henrico IV, pues con el hilo de orodel despejo supo desligarse de tan intrincadolaberinto.

También es político el despejo, y en fe deél aquel monarca espiritual del orbe llegó adecir: “¿Hay otro mundo que gobernar?”

PRIMOR XIV

DEL NATURAL IMPERIO

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Empéñase este primor en una prenda tansutil, que corriera riesgo por lo metafísico si nola afianzaran la curiosidad y el reparo.

Brilla en algunos un señorío innato, unasecreta fuerza de imperio, que se hace obedecersin exterioridad de preceptos, sin arte de per-suasión.

Cautivo César de los isleños piratas, eramás señor de ellos; mandábales vencido y ser-víanle ellos vencedores. Era Cautivo por cere-monia y señor por realidad de soberanía.

Ejecuta más un varón de éstos con unamago, que otros con toda su diligencia. Tienensus razones un secreto vigor, que recaban máspor simpatía que por luz.

Sujétaseles la más orgullosa mente sinadvertir el cómo, y ríndeseles el juicio másexento.

Tienen éstos andado mucha para leonesen humanidad, pues participan lo principal,que es señoría.

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Reconocen al león las demás fieras enpresagio de naturaleza, y sin haberle examina-do el valor, le previenen zalemas.

Así a estos héroes, reyes por naturaleza,les adelantan respeto los demás, sin aguardar latentativa del caudal.

Realce es este de corona, y si le corres-ponden la eminencia del entendimiento y lagrandeza del corazón, no le falta cosa paraconstruir un primer móvil político.

Vióse entronizada esta señoril prenda endon Hernando Alvarez de Toledo, señor máspor naturaleza que por merced. Fue grande ynació para mayor, que aun en el hablar no pu-do violentar este natural imperio.

Dista mucho de una mentida gravedad,de su afectado encono, quinta esencia de loaborrecible, no tanto si es nativa, pero que estámuy al canto del enfado.

Pero la mayor oposición mantiene con re-celo de sí, con la sospecha del propio valor, y

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más cuando se abate a desconfianza, que es deltodo rendirse al desprecio.

Fué aviso de Catón y propio parte de suseveridad, que debe un varón respetarse a símismo, y aun temerse.

En que se pierde a sí propio, el miedo dalicencia a los demás, y con la permisión suyafacilita la ajena.

PRIMOR XV

DE LA SIMPATÍA SUBLIME

Prenda es de héroe tener simpatía conhéroes. Alcanzaría con el sol basta a hacer a unaplanta gigantesca y a su flor la corona del jar-dín.

Es la simpatía uno de los prodigios sella-dos de la naturaleza; pero su efectos don mate-ria del pasmo, son asunto de admiración.

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Consiste en un parentesco de los corazo-nes, si la antipatía en un divorcio de las volun-tades.

Algunos la originan de la corresponden-cia en temperamentos, otros de la hermandaden astros.

Aspira aquélla a obrar milagros, y ésta,monstruosidades. Son prodigios de la simpatíalos que la común ignorancia reduce a hechizos,y la vulgaridad de encantos.

La más culta perfección surgió despreciosde la antipatía, y la más inculta fealdad logrófinezas de la simpatía.

Hasta entre padre e hijos pretenden ju-risdicción y ejecutan cada día su potencia, atro-pellando leyes y frustrando privilegios de natu-raleza y política. Quita reinos la antipatía de unpadre y dalos una simpatía.

Todo lo alanzan méritos de simpatía,persuade sin elocuencia y recaba cuando quie-re, con presentar memoriales de armonía natu-ral.

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La simpatía realzada es carácter, es estre-lla de heroicidad, pero hay algunos de gustoimán, que mantienen antipatía con el diamantey simpatía con el hierro. Monstruosidad denaturaleza, apetecer escoria y asquea el luci-miento.

Fué monstruo real Luis XI, que más pornaturaleza por arte, extrañaba la grandeza y seperdía por las heces de la categoría política.

Gran realce es la simpatía activa, si es su-blime y mayor la pasiva, si es heroica. Vence enpreciosidad a la gran piedra del anillo de Giges,y en eficacia a las cadenas del Tebano.

Fácil es la propensión a los varones mag-nos, pero rara la correlación. Da voces tal vez elcorazón, sin escuchar eco de correspondencia.En la escuela del querer es esta la A, B, C, don-de la primera lección es de simpatía.

Sea, pues, destreza en discreción, conocery lograr la simpatía pasiva. Válgase el atento deeste hechizo natural, y adelante el arte lo quecomenzó naturaleza. Tan indiscreta cuan mal

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lograda es la porfia de pretender sin este natu-ral favor y querer conquistar voluntades sinesta munición de simpatía.

Pero la real es la reina de las prendas, pa-sa los términos de prodigio, basa que levantóestatua siempre de inmortalidad sobre plintosde próspera fortuna.

Está a veces amortiguada esta augustaprenda por no alcanzarle los alientos del favor.No atrae la calamita al hierro fuera de su distri-to ni la simpatía obra fuera de la esfera de suactividad. Es la aproximación la principal de lascondiciones, no así el entretenimiento.

Atención, aspirantes a la heroicidad, queen este primor amanece un sol de lucimiento.

PRIMOR XVI

RENOVACION DE GRANDEZA

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Son los primeros empeños examen delvalor y un como salir a vistas la fama y el cau-dal.

No bastan milagros de progresos a real-zar ordinarios principios, y cuando mucho,todo esfuerzo después es remiendo de antes.

Un bizarro principio, a más de que poneen subido traste el aplauso, empeña mucho elvalor.

Es la sospecha en materia de reputación alos principios de condición de precita, que siuna vez entra, nunca más sale del desprecio.

Amanezca un héroe con esplendores delsol. Siempre ha de afectar grandes empresas,pero en los principios, máximas. Ordinarioasunto no puede conducir extravagante crédito,ni la empresa pigmea puede acreditar de jayán.

Son fianzas de capitanes y general dehéroes, el conde heroico de Fuentes, nación alaplauso con rumbos de sol, que nace ya gigantede lucimiento.

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Su primera empresa pude ser Non plus ul-tra de un Marte; no hizo noviciado de fama,sino que el primer día profesó inmortalidad.

Contra el parecer e más cercó a Cambray,porque era extravagante en la comprensióncomo en el valor. Fué antes conocido por héroeque por soldado.

Mucho es menester para desempeñarsede una grande expectación. Concibe altamenteel que mira, porque le cuesta menos de imagi-nar las hazañas que al que ejecuta de obrarlas.

Hazaña no esperada, pareció más que unprodigio prevenido de la expectación.

Crece más en la primera aurora un cedro,que un hisopo en todo un lustro, porque robus-ta primicias amagan gigantez.

Grandes son las consecuencias de unamáxima en antecedente; declárase el valimientode la fortuna, la grandeza de caudal, el aplausouniversal y la gracia común.

Pero no bastan alentados principios, sison desmayados los progresos. Comenzó Ne-

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rón con aplausos de fénix y acabó con despre-cios de basilisco.

Desproporcionados extremos, si se jun-tan, declaran monstruosidad.

Tanta dificultad arguye adelantar el cré-dito como el comenzarlo. Envejécese la fama ycaduca el aplauso, así como todo lo demás;porque leyes del tiempo no conocen excepción.

Al mayor lucimiento, que es el del sol,achacaron vejeces los filósofos y descaecimientoen el brillar.

Es, pues, treta, tanto de águila como defénix, el renovar la grandeza, el remozar la fa-ma y volver a renacer el aplauso.

Alterna el sol horizontes al resplandor;varía teatros al lucimiento para que, en el unola privación y en el otro la novedad, sustentenla admiración y el deseo.

Volvían los Césares de ilustrar el orbe alOriente de su Roma y renacían cada vez a sermonarcas.

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El rey de los metales, pasando de unmundo a otro, pasó de un extremo de desprecioa otro de estimación.

La mayor perfección pierde por cotidia-na, y los hartazgos de ella enfadan la estima-ción, empalagan el aprecio.

PRIMOR XVII

TODA PRENDA SIN AFECTACIÓN

Toda prenda, todo realce, toda afectación,ha de gastar en sí un héroe, pero afectar, nin-guna.

Es la afectación el lastre de la grandeza. Consiste en una alabanza de sí muda, y el

alabarse uno es el más cierto vituperarse. La perfección ha de estar en sí; la alaban-

za en los otro; y es merecido castigo que al queneciamente se acuerda de sí, discretamente lepongan en el olvido los demás.

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Es muy libre la estimación, no se sujeta aartificio, mucho menos a violencia. Ríndesemás presto a una elocuencia tácita de prendas,que a la desvanecida ostentación.

Impide poca estimación propia, muchoaplauso ajeno.

Juzgan los entendidos toda afectadaprenda, antes por violenta que por natural, an-tes por aparente que por verdadera, y así degran baja en la estimación.

Todos son necios los Narcisos, pero losde ánimo con incurable necedad, porque está elachaque en el remedio.

Pero si el afectar prendas es necedad de aocho, no le quedará grado al afectar imperfec-ciones.

Por huir la afectación dan otros en el cen-tro de ella, pues afectan el no afectar.

Afectó Tiberio el disimular, pero no supodisimular. Consiste el mayor primor de un arteen desmentirlo, y el mayor artificio, en encu-brirle con otro mayor.

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Grande es dos veces el que abarca todaslas perfecciones en sí, y ninguna en su estima-ción. Con un generoso descuido despierta laatención común; y siendo él ciego para susprendas, hace Argos a los demás.

Ésta, llámase milagro de destrezas, que siotras por extravagantes sendas guían a la gran-deza, ésta por opuesta conduce al otro de lafama, al dosel de la inmortalidad.

PRIMOR XVIII

EMULACIÓN DE IDEAS

Carecieron por la mayor parte los héroes,ya de hijos, ya de hijos héroes; pero no de imi-tadores, que parece los expuso el cielo más paraejemplares del valor, que para propagadores dela naturaleza.

Son los varones eminentes textos anima-dos de la reputación, de quienes debe el varón

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culto tomar lecciones de grandeza, repitiendosus hechos y construyendo sus hazañas.

Propóngase en cada predicamento losprimeros, no tanto a la imitación cuando a laemulación, no para seguirles, sí para adelantár-seles.

Fué Aquiles heroico desvelo de Alejan-dro, y durmiendo en su sepulcro, despertó en élla emulación de su fama. Abrió los ojos el alen-tado Macedón al llanto y al aprecio por igual, ylloró, no a Aquiles sepultado, sino a sí mismo,no bien nacido a la fama.

Empeñó después Alejandro a César, y loque fué Aquiles para Alejandro, fué Alejandropara César; picóle en lo vivo, en la generosidaddel corazón , y adelantóse tanto, que puso lafama en controversia y la grandeza en paran-gón; pues si Alejandro hizo teatro augusto desus proezas el Oriente; César, el Occidente delas suyas.

Decía el magnánimo don Alonso de Ara-gón y Nápoles, que no así el clarín solicita al

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generoso caballo, como le inflamaba a él latrompa de la fama cesárea.

Y nótese cómo se van heredando estoshéroes con la emulación la grandeza, y con lagrandeza la fama.

En todo empleo hay quien ocupa la pri-mera clase, y la infama también. Son unos mi-lagros de la excelencia, son otros antípodas demilagros. Sepa el discreto graduarlos, y paraesto tenga bien repasada la categoría de loshéroes, el catálogo de la fama.

Hizo el sílabo de los jubilados Plutarco ensus paralelas, de los modernos Paulo Jovio ensus elogios. Deséase aún una crisis integérrima,pero ¿qué ingenio la presumirá? Fácil es seña-larles lugar en tiempo, pero difícil en aprecio.

Pudiera ser idea universal si no pasara amilagro, dejando ociosa toda imitación, ocu-pando toda admiración. El monarca de loshéroes, primera maravilla de las animadas delorbe y el cuarto de los Filipos de España, que alsol de Austria se le debía la cuarta esfera.

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Sea espejo universal quien representa to-das las maximidades, no digo ya grandezas.

Llámese el émulo común de todos loshéroes quien es centro de todas sus proezas yequivóquese el aplauso en blasones con emi-nente pluralidad. El afortunado, por su felici-dad; el animoso, por su valor; el discreto, porsu ingenio; el catolicísimo, por su recelo; eldespejado, por su airosidad, y el univeral, portodo.

PRIMOR XIX

PARADOJA CRÍTICA

Aunque seguro el héroe del ostracismo deAtenas, peligra en el criticismo de España.

Extravagante aquél le desterrará luego, ypudiera a los distritos de la fama, a los confinesde la inmortalidad.

Paradojo éste, le condena a que peca enno pecar. Es primor crítico deslizar venialmente

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en la prudencia y en el valor, para entretener laenvidia, para cebar la malevolencia.

Juzgan éstos por imposible el salvarlas,aunque sea un gigante de esplendor, porqueson tan arpías que cuando no hallan presa vilsuelen atreverse a lo mejor.

Hay intenciones con metafísica ponzoñaque saben sutilmente transformar las prendas,malear las perfecciones y dar siniestra interpre-tación al más justificado empeño.

Sea, pues, treta política permitirse algúnvenial desliz que roa la envidia y distraiga elveneno de la emulación.

Y pase por triaca política, por contrave-neno de prudencia, pues naciendo de un acha-que tiene por efecto la salud. Rescate el corazónexponiéndose a murmuración, atrayendo a sí elveneno.

A más de que una travesura de la natura-leza suele ser perfección de toda una hermosu-ra. Un lunar tal vez da campo a los realces de labelleza.

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Hay defectos sin defecto. Afectó algunosAlcibíades en el valor, Ovidio en el ingenio,llamándolo las fuentes de la salud.

Ocioso me parece el primor, y más me-lindre de confiado que cultura de discreto.

¿Quién es el sol sin eclipses, el diamantesin raza, la reina de lo florido sin espinas?

No es menester arte donde basta la natu-raleza. Sobra la afectación donde basta el des-cuido.

PRIMOR ULTIMO Y CORONA

VAYA LA MEJOR JOYA DE LA CORO-NA Y FÉNIX DE LAS PRENDAS DE UN HÉ-ROE

Todo lucimiento desciende del padre deellos y sí del padre a hijos. Es la virtud hija dela luz auxiliante, y así con herencia de esplen-dor. Es la culpa un monstruo que abortó a laceguera y así heredada en obscuridad.

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Todo héroe participó tanto de felicidad yde grandeza, cuanto de virtud, porque correnparalelas desde el nacer al morir.

Eclipsóse en Saúl la una con la otra yamanecieron en David a la par.

Fué Constantino entre los Césares el pri-mero que se llamó Magno, y fué juntamente elprimer emperador cristiano; superior oráculode que con la cristiandad nació hermanada lagrandeza.

Carlos, primer emperador de Francia, al-canzó el mismo renombre y aspiró al de santo.

Luis, gloriosísimo rey, fué flor de santosy de reyes.

En España, Fernando, llamado común-mente el Santo en Castilla, fué el Magno delorbe.

El conquistador de Aragón consagró tan-tos templos a la emperatriz del empíreo comoconquistó almenas.

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Los dos Reyes Católicos, Fernando e Isa-bel, fueron el non plus ultra, digo columnas dela fe.

El bueno, el casto, el pío, el celoso de losFilipos españoles, no perdiendo un palmo detierra ganó a varas el cielo, y de verdad quevenció más monstruos con su virtud que Alci-des con su clava.

Entre capitanes, Godofre de Bullón, JorgeCastrioto, Rodrigo Díaz de Vivar, el gran Gon-zalo Fernández, el primero de Santa Cruz y elpasmo de los turcos, el serenísimo señor donJuan de Austria, fueron espejos de virtud ytemple de la piedad cristiana.

Entre los héroes sacrosantos, los dos pri-meros a quienes dio renombre la grandeza,Gregorio y León, les dio esplendor la santidad.

Aun en los gentiles e infieles reluce el solde los ingenios, Augustino, toda la grandeza alfundamento de algunas virtudes morales.

Creció Alejandro hasta que menguaronsu costumbres. Venció Alcides monstruos de

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fortaleza hasta que se rindió a la misma flaque-za.

Fué tan cruel la fortuna, digo, justiciera,con ambos Nerones, cuanto fueron ellos consus vasallos.

Monstruos fueron de la lascivia y floje-dad Sardanápalo, Calígula y Rodrigo, y porten-tos del castigo.

En las monarquías pretende evidencia es-te primor. Floreció el que es flor de los reinos,mientras que floreció la piedad y religión, ymarchitóse con la herejía de su belleza.

Pereció el fénix de las provincias en elfuego de Rodrigo, y renació en la piedad dePelayo o en el celo de Fernando.

Salió a ser maravilla de prosapias la au-gustísima casa de Austria, fundando su gran-deza en la que es cifra de las maravilla de Dios.Y rubricó su imperial sangre con la de Cristo,Señor nuestro sacramentado.

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¡Oh, pues, varón culto, pretendiente de laheroicidad! Nota el más importante primor,repara en la más constante destreza.

No puede la grandeza fundarse en el pe-cado, que es nada, sino en Dios, que lo es todo.

Si la excelencia mortal es de codicia, laeterna sea de ambición.

Ser héroe del mundo poco o nada es; ser-lo del cielo es mucho, a cuyo gran Monarca seala alabanza, sea la honra, sea la gloria.

¹: No más allá. Según la leyenda, es la tra-ducción de lo que escribió Hércules en las co-lumnas de Abila y Calpe, donde para los anti-guos acababa la tierra. Se usa en castellano co-mo sustantivo masculino para ponderar lascosas, exagerándolas o levantándolas a lo másque pueden llegar.

²: Intención.