cartografia conceptos básicos sobre el tiempojcomas12/00_material_grega.pdf · 2004-05-31 · una...
TRANSCRIPT
1
IES VALL D’HEBRON Departament de Filosofia www.xtec.es/~jcomas12/portada.html Professor: Joan Comas
c.e.: [email protected]
Víncles:
Cartografia http://www.ucm.es/info/antigua/cartografia.htm
Conceptos básicos sobre el tiempo http://www.uaca.ac.cr/acta/2000may/indice
A. Orient
Els mites DEMÉTER: Deméter, la Diosa maternal de la Tierra, pertenece a la segunda
generación divina, la de los Olímpicos. Es hija de Crono y de Rea, la
segunda que ha nacido de esta pareja. Es más joven que Hostia, y
contemporánea de Hera (v. cuad. 36, página 520). Su personalidad,
religiosa y mítica a la vez, es muy distinta de la de Gea, la Tierra,
concebida como elemento cosmogónico (v. Gea). Deméter, divinidad
de la tierra cultivada, es esencialmente la diosa del trigo. Sus
leyendas se han desarrollado en todas las regiones del mundo
helénico en que prospera este cereal. Sus lugares preferidos son los
llanos de Eleusis y Sicilia, pero se encuentra también en Creta, en
Tracia y en el Peloponeso.
Deméter, tanto en la leyenda como en el culto, se halla
estrechamente vinculada a su hija Perséfone, y las dos
constituyen una pareja a la que con frecuencia se llama sim-
plemente « las Diosas ». Las aventuras de Deméter y Perséfone
constituyen el mito central de su leyenda, mito cuya profunda
significación era revelada en la iniciación a los misterios de
Eleusis.
Rapto de Perséjone: Perséfone es hija de Zeus y de Deméter, y,
por lo menos en la leyenda tradicional, la única hija de la diosa
2
(v., sin embargo, el artículo Perséfone). Crecía feliz entre las
ninfas, en compañía de sus hermanas, las otras hijas de Zeus,
Atenea y Artemis, y se preocupaba poco del matrimonio, cuando
su tío Hades se enamoró de ella y, con la ayuda de Zeus, la
raptó.
Se da generalmente como lugar del rapto la pradera de Enna,
en Sicilia; pero el Himno homérico a Deméter menciona, con
excesiva vaguedad, una nueva ubicación, el llano de Misa,
nombre mítico, casi desprovisto de sentido geográfico. Otras
tradiciones lo sitúan, ora en Eleusis, a lo largo del Cefiso, ora
en Arcadia, al pie del monte Cileno, donde se mostraba: una
gruta que pasaba por ser una de las entradas que daban acceso
a los Infiernos; ora, finalmente, en Creta, en las proximidades
de Cnosos. En el preciso instante en que la doncella cogía un
narciso (o un lirio), la tierra se abrió, apareció Hades y llevóse a
su prometida al mundo de los Infiernos.
Desde este momento empezó para Deméter la búsqueda de su hija,
búsqueda que había de obligarla a recorrer todo el mundo
conocido. Al desaparecer en el abismo, Perséfone ha lanzado
un grito; su madre lo ha oído, y la angustia oprime su corazón.
Al punto acude, pero Perséfone no se encuentra en ninguna
parte. Durante nueve días, con sus noches, sin tomar alimento,
sin beber ni bañarse ni ataviarse, la diosa va errante por el
mundo, con una antorcha encendida en cada mano. En el
décimo día encuentra a Hécate, que también ha oído el grito,
aunque sin poder reconocer al raptor, cuya cabeza rodeaban las
sombras de la Noche. Únicamente el Sol, que todo lo ve, puede
informarle de lo ocurrido; pero, según una tradición local, los
habitantes de Hermíone, en Argólide, son los que le
descubrieron al culpable. Irritada, la diosa resolvió no volver al
cielo y quedarse en la Tierra, abdicando su función divina hasta
que se le hubiese devuelto a su hija. Adoptó la figura de una
vieja y se trasladó a Eleusis. Sentóse primero en una piedra,
que, en adelante había de ser conocida con el nombre de «
3
Piedra sin alegría»; luego se dirigió al palacio de Céleo, a la
sazón rey del país. Había allí unas ancianas, que la invitaron a
sentarse con ellas y una, Yambe (v. este nombre), la hizo
sonreír con sus bromas. La diosa entró luego al servicio de
Metanira, esposa de Céleo, en calidad de nodriza. El niño que le
confiaron fue Demofonte (v. este nombre) o, en ciertas
versiones, el pequeño Triptólemo. La diosa trató de hacerlo
inmortal, pero no lo consiguió debido a la inoportuna
intervención de Metanira, y, dándose a conocer, dio a
Triptólemo la misión de difundir por el mundo el cultivo del trigo.
Otras leyendas presentaban a la diosa desempeñando la misma
función de nodriza en la corte del rey de Sición, Plemneo (v. Or-
tdpolis).
Sin embargo, el voluntario destierro de Deméter volvía la tierra
estéril, y con ello se alteraba el orden del mundo, por lo cual
Zeus ordenó a Hades que restituyese a Perséfone. Pero esto no
era ya posible; la joven había roto el ayuno al comer un grano
de granada durante su estancia en los Infiernos, lo cual la ataba
definitivamente (v. Perséfone). Hubo que recurrir a una
transacción: Deméter volvería a ocupar su puesto en el Olimpo,
y Perséfone dividiría el año entre el Infierno y su madre. Por eso
cada primavera Perséfone escapa de la mansión subterránea y
sube al cielo con los primeros tallos que aparecen en los
surcos, para volver de nuevo al reino de las sombras a la hora
de la siembra. Pero durante todo el tiempo que permanece
separada de Deméter, el suelo queda estéril; es la estación
triste del invierno.
Con la búsqueda de Deméter se han puesto en relación
diversos episodios, según las leyendas locales. En Sición se
atribuía a 'la diosa la invención del molino, que ella misma
habría comunicado a los habitantes; en otras partes se le
atribuía la introducción del cultivo de las hortalizas,
especialmente de las habas; o bien de ciertos frutos, como los
higos (v. Fítalo). En Grecia, un poco por doquier, enseñábanse
4
santuarios de la diosa, y se aseguraba que habían sido fun-
dados por personas que en otro tiempo le habían dado
albergue: en Argos, un tal Misia y su esposa Crisántide; en
Fenea (Arcadia), Trisaules y Damtales, etc.
Otras leyendas. También se relacionaban con la búsqueda
de Perséfone los amores de Deméter y Posidón. Para escapar a
éste, la diosa habría adoptado la figura de yegua; pero fue en
vano, y, así, dio a luz, además del caballo Arión, a una hija que
era conocida sólo por el nombre de « el Ama » (v. Arión).
Otra leyenda, conocida ya por la Odispa, es el amor de Deméter
y Yasión, que dio a la diosa un hijo: Pluto (v, Yasión).
Deméter había luchado contra Hefesto por la posesión de Sicilia
(v. Etna) y, con Dioniso, por la de Campania -este mito, tal vez
reciente, simboliza de modo transparente la riqueza de
Campania en viñas y trigo - (v. también Erisición).
Los atributos de Deméter son la espiga, el narciso y la
adormidera; su ave es la grulla; su víctima predilecta, la trucha
(v. Eubuleo). Con frecuencia se representa a la diosa sentada,
con antorchas o con una serpiente.
5
ORFEO El mito de Orfeo es uno de los más oscuros y más cargados de
simbolismo de cuantos registra la mitología helénica.
Conocido desde época muy remota, ha evolucionado hasta
convertirse en una verdadera teología, en torno a la cual existía
una literatura muy abundante y, en gran medida, esotérica. No
se puede decir que el mito de Orfeo no haya ejercido una in-
fluencia cierta en la formación del cristianismo primitivo y está
atestiguado en la iconografía cristiana.
Orfeo es considerado unánimemente como hijo de Eagro (v.
este nombre), pero las tradiciones discrepan acerca del nombre
de su madre. Lo más corriente es hacerlo pasar por hijo de
Calíope,.la más elevada en dignidad de las nueve Musas. A
veces, en vez de Calíope se menciona a Polimnia, o bien,
aunque más raramente, a Menipe, hija de Támiris. Orfeo es de
origen tracio; es, pues, como las Musas, vecino del Olimpo,
donde con frecuencia es representado cantando. En los
monumentos figurados lleva el traje tracio. Los mitógrafos lo
presentan como un rey de esta región: de los bistones, de los
odrisos, de los macedonios, etc. Orfeo es el cantor por
excelencia, el músico y el poeta. Toca la lira y la « cítara »,
cuyo invento se le atribuye a menudo. Cuando no se le re-
conoce este honor, se le concede por lo menos el de haber
aumentado el número de cuerdas del instrumento, que primero
habrían sido siete y pasaron a ser nueve, « por razón del
número de las Musas ». Sea lo que fuere, Orfeo sabia entonar
cantos tan dulces, que las fieras lo seguían, las plantas y los
árboles se inclinaban hacia él, y suavizaba el carácter de los
hombres más ariscos.
Orfeo participó en la expedición de los Argonautas, pero, más
débil que los demás héroes, no rema: actúa de «jefe de
maniobra », dando la cadencia a los remeros. En una tempestad
tranquiliza a los tripulantes y calma los elementos con sus
cantos. Como es el único iniciado en los misterios de Samotracia,
6
suplica a los Cabiros - dioses de estos misterios -en nombre de sus com-
pañeros, a los cuales persuade de que se hagan iniciar a su vez. Su
misión principal fue cantar mientras las Sirenas intentaban seducir a los
Argonautas, y logró retener a éstos al superar, con acentos más dulces,
a las magas. En el poema Argonáulicas órficas se le atribuían además
otras hazañas: conjurar los peligros por medio de operaciones mágicas,
etc. En resumen, Orfeo fue el sacerdote de los Argonautas.
El mito más célebre relativo a Orfeo es su descenso a los infiernos por el
amor de su esposa Eurídice. Según parece, se desarrolló sobre todo
como tema literario en la época alejandrina, y el libro IV de las
Geórgicas, de Virgilio, nos da de él la versión más rica y acabada.
Eurídice es una ninfa (una dríade) o bien una hija de Apolo. Paseando
un día por la orilla de un río de Tracia, fue perseguida por Aristeo, quien
intentó violarla. Al correr por la hierba le mordió una serpiente y murió.
Orfeo, inconsolable, descendió a los Infiernos en busca de su esposa.
Con los acentos de su lira encanta no sólo a los monstruos del Tártaro,
sino incluso a los dioses infernales. Los poetas rivalizan en imaginación
para describir los efectos de esta música divina: la rueda de lxión deja de
girar; la roca de Sísifo queda en equilibrio; Tántalo olvida su hambre y su
sed, etc. Hasta las mismas Danaides dejan de llenar su tonel sin fondo.
Hades y Perséfone acceden a restituir a Eurídice a un marido que da
tales pruebas de amor, pero ponen una condición: que Orfeo vuelva a la
luz del día, seguido de su esposa, sin volverse a mirarla antes de haber
salido de su reino. Orfeo acepta y emprende el camino. Ha llegado casi
a la luz del sol cuando le asalta una terrible duda: ¿No se habrá burlado
Perséfone de él? ¿Le sigue realmente Eurídice? Y se vuelve. Pero
Eurídice se desvanece y muere por segunda vez. Orfeo trata de
recuperarla nuevamente, pero esta vez Caronte permanece inflexible y
le impide el acceso al mundo infernal. Desconsolado, ha de reintegrarse
a los humanos.
La muerte de Orfeo ha dado origen a gran número de tradiciones. Según
la más corriente, fue muerto por las mujeres tracias. Pero los motivos
que le valieron su odio varían: a veces, éstas están envidiosas por su
fidelidad a la memoria de Eurídice, fidelidad que interpretan como un
7
insulto. Se decía también que Orfeo, no queriendo comercio con las
mujeres, se rodeaba de muchachos, y se llegaba a afirmar que había
inventado la pederastia; su amigo habría sido Calais, hijo de Bóreas. O
bien, finalmente, que Orfeo, a su regreso de los Infiernos había instituido
unos misterios basados en experiencias recogidas en el mundo sub-
terráneo, pero había prohibido que fuesen admitidas en ellos las
mujeres. Los hombres se reunían con él en una casa cerrada y dejaban
las armas en la puerta, hasta que una noche se apoderaron de ellas las
mujeres, y, cuando los hombres salieron, asesinaron a Orfeo y a sus
adictos. Otra explicación se buscaba en una maldición de Afrodita. En
efecto, cuando la riña de esta diosa con Perséfone por causa de Adonis,
había debido someterse, por orden de Zeus, al arbitraje de Calíope, la
cual había fallado que las dos divinidades tendrían consigo a Adonis una
parte del año, alternativamente (v. Adonis). Afrodita se había indignado
mucho con esta decisión y, no pudiendo vengarse directamente de
Calíope, inspiró a las mujeres tracias una violenta pasión por Orfeo. Pero
éstas, no queriendo cedérselo mutuamente, lo destrozaron.
Una tradición completamente distinta pretendía que Orfeo había sido
muerto por Zeus, con un rayo. Zeus estaba irritado por las revelaciones
místicas hechas por Orfeo a los iniciados en sus misterios.
Cuando las mujeres tracias -en la versión más corriente de la muerte de
Orfeo - hubieron despedazado su cadáver, arrojaron los trozos al río,
que los arrastró hasta el mar. La cabeza y la lira del poeta llegaron así a
Lesbos, cuyos habitantes tributaron honores fúnebres a Orfeo y le
erigieron una tumba. Se pretendía que de esta tumba salía a veces el
son de una lira; por eso la isla de Lesbos fue la tierra por excelencia de
la poesía lírica.
También enseñaban la tumba de Orfeo en otros lugares; por ejemplo, en
Asia Menor, en la desembocadura del río Meles. Se contaba al respecto
que, a la muerte de Orfeo, se había declarado una peste en Tracia. Con-
sultado el oráculo, éste respondió que era un castigo por el asesinato del
poeta y.que, para librar al país de la epidemia era preciso recuperar la
cabeza de Orfeo y tributarle honras fúnebres. Tras larga búsqueda, unos
8
pescadores acabaron por encontrarla, varada en la desembocadura del
Meles, sangrante aún y cantando, como cuando estaba viva.
Acerca de la tumba de Orfeo existía en Tesalia una curiosa leyenda.
Esta tumba, según se decía, se encontraba en otro tiempo en Leibetra, y
un oráculo de Dioniso tracio había predicho que si las cenizas de Orfeo
veían el sol, la ciudad sería devastada por un cerdo. Los habitantes se
burlaron del vaticinio, creyendo imposible que un cerdo asolase su
ciudad; pero he aquí que, un día de verano, a la hora de la
siesta, un pastor se quedó dormido sobre la tumba del poeta y,
en su sueño, penetrado por el espíritu de Orfeo, se puso a cantar
con melodiosa voz himnos órficos. Al oir esta música, los
trabajadores de los campos interrumpieron su labor y acudieron
en masa a la sepultura. Fue tal el tumulto, que las columnas del
monumento se quebraron, aplastando el sarcófago que contenía
las cenizas del héroe. A la noche siguiente desèncadenóse una
violenta tempestad, crecieron las aguas del río Svs (que en
griego significa «cerdo»), que bañaba la ciudad, y la inundación
destruyó sus principales monumentos. De este modo se cumplió
el oráculo misterioso.
Después de la muerte de Orfeo, su lira fue transportada al cielo,
donde quedó convertida en constelación. El alma del poeta pasó
a los Campos Elíseos, donde, revestida de un largo ropaje
blanco, sigue cantando para los bienaventurados.
En torno a este mito se formó la teología órfica. Creíase que de
su descenso a los infiernos, en busca de Euridice, Orfeo había
traído informes sobre la manera de llegar al país de los
bienaventurados y evitar todos los obstáculos y trampas que
esperan al alma después de la muerte. Existe toda una literatura
de poemas apócrifos atribuidos a Orfeo, poemas que van desde
breves fórmulas populares, que se inscribían en placas y se
enterraban con los muertos, hasta Himnos, una Teogonia y un
extenso poema épico, Argonáuricas, al que ya hemos hecho
alusión.
9
Orfeo pasaba a veces por ser el fundador, junto con Dioniso, de
los misterios de Eleusis. Una tradición, referida de diversas
maneras, pretendía que Orfeo era antepasado de Homero y de
Hesíodo.
10
1 Els presocràtics(-VII AL –V)
1. Els naturalistes: Tales, Anaximandre, Anaxímenes.
*Tales (VII- VI):
*Anaximandre (610-547):
*Anaxímenes (VI-V):
2. Els matemàtis: Pitágorics.
*Pitàgores (VI-V).
"Res no mor en l’Univers; tot el que hi succeeix no passa de meres transformacions"
3 La metafísica: *Heràclit d'Efes (535-470)
II. Heráclito (floreció alrededor del 504-500 a.C.) En Heráclito encontramos de manera bastante marcada el
entrelazamiento de los conceptos de tiempo y eternidad. Su
conceptualización de la noción de eternidad se realiza con nociones
tales como "ayer", "hoy" y "mañana". Niega que el cosmos haya
tenido un origen:
Este cosmos, uno mismo para todos los seres, no lo hizo ninguno de
los dioses ni de los hombres, sino que siempre ha sido, es y será
fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se
apaga según medidas (frag. 30).
El cosmos que Heráclito declara perenne no es el caduco
ordenamiento presente, ya que para él "en nuestra esencia fluyente
somos y no somos" (frag. 20), sino "la universalidad de las existencias
reales".[5] Si bien no es posible "descender dos veces al mismo río", lo
11
Uno, por mandato de la Razón, es todas las cosas (frag. 50). Afirma
que el mundo es inengendrado, único, y que encierra en sí todo lo
existente (frag. 22). Contra la idea de un demiurgo y de un cosmos
originado de un caos precedente, Heráclito opone la existencia
perenne ("eterna") del cosmos y del fuego siempre viviente. La
eternidad se presenta como infinita duración del tiempo, concebido
cíclicamente, dentro de la concepción del eterno retorno de todas las
cosas. La eternidad es, pues, la perpetua cadena de los ciclos del
cosmos. Al decir que el fuego es "siempre viviente", concibe la
eternidad como infinitud temporal del ser. El verbo ser, en el fue y en
el será, manifiesta que la realidad es la misma en el pasado, el
presente y el futuro, o sea, que el cosmos ha existido a lo largo de
todo el tiempo, y que, como tal, es perenne. En él, entonces, la
eternidad viene a ser la existencia perpetua a lo largo de toda la
duración temporal en el pasado, el presente y el futuro, dentro de un
tiempo cíclico que se repite sin cesar.
12
Heràclit Saviesa i destí «Quan l'home dorm encén un llum ei si mateix. Mentre viu, toca els
mort en el somni, i despert toca els qui dormen» (826).
«El caràcter de l'home és el seu des ti» (8119).
«El nom de l'arc (biós) significa vida (Nos) però causa la mort» (848).
(Observa en aquest fragment el joi de paraules i la reflexió sobre el
lien guatge: bios amb accent a la i és vi da, perd biós, accentuat a la
ó, sig nifica arc).
«La saviesa tan sols consisteix conèixer el pensament que ho go
verna tot a través de tot» (841). «L'harmonia oculta és més forta qui la
manifesta» (854).
«Pensar és la virtut més gran, i la veritable saviesa és dir la veritat i
actua escoltant la naturalesa» (8112).
13
Parmènides (Elea, VI-V)
Nota biogràfica PARMÉNIDES
LAS SOBERBIA DE LA RAZON El gran Parménides, como lo llamaba Platón (540 A.C.) ocupa un insoslayable lugar en la historia de la Filosofía con su "el ser es y el no ser no es" y las consecuencias que derivan de esa afirmación, que el ser es uno, inmutable, libre de evolución, eterno, intacto, indivisible ... El ser es uno porque para el caso de que hubiera dos o más, uno sería el que es y no sería el otro y viceversa. Eso resulta imposible porque se estaría admitiendo una mezcla de ser y de no ser. Pero el no ser no es y no puede unirse al ser, simplemente ... porque no es. Con argumentos semejantes pueden abordarse los demás atributos del ser. Así, el movimiento no existe, porque si existiera habría que admitir que el ser es lo que es y no lo que será. Esto significaría reconocer en el móvil una mezcla de ser y de no ser pero, como el no ser no es, en consecuencia, el ser es inmóvil, el movimiento no existe. Ejemplos: Si existieran los seres A y B, A no sería B y B no sería A. Pero el no ser no es, luego no puede admitirse más que un ser, A o B, pero no ambos. Si un ser es de una manera no puede ser, al mismo tiempo, no ser de otra, porque esto implicaría mezcla de ser y no ser, lo cual es incomprensible, el no ser no es. Un móvil se encuentra en estado A y no en otro. Esto no puede aceptarse porque "no en otro" no es y no puede unirse al ser. El movimiento no existe porque si existiera habría que admitir que el ser es lo que es y no lo que será. Ahora bien, el no ser puede mezclarse con el ser por la simple razón de que no es. Quién podría pensar que fuera posible mezclar agua con nada. Evidentemente allí no habría mezcla alguna, sólo agua. Estamos frente a un encierro de carácter intelectual en contradicción con la
14
evidencia que muestra la realidad de lo que se niega. Como dice Jaques Maritain el error de Parménides ue atribuir al ser en general lo que son atributos del Ser de Dios que si es único, eterno, no cambia en su infinita perfección. Recién con Aristóteles se soluciona este problema con la doctirna del acto y la potencia. Ejemplo: algo es de un modo (acto) pero tiene la posibilidad (potencia) de cambiar y la posibilidad es algo, sino no sería ni siquiera posibilidad. Es sorprendente que Parménides haya hecho las afirmaciones citadas, teniendo en cuenta que sus sentidos le informaban que había múltiples seres (él no era el discípulo que estaba a su lado caminando mientras le enseñaba que el movimiento no existía y que el ser es uno). El dilema de Parménides era: aceptar los datos de los sentidos (cambio, movimiento, pluralidad de seres) u optar por la razón que no podía explicar esos fenómenos. Parménides optó por la razón. Lo que la razón no explica, no existe. He aquí al primer gran racionalista de que tenemos noticias. Lo llamativo es que hombres de final del segundo milenio sigan pensando básicamente como este talento del siglo VI A.C. Por razones de espacio no abordo la rica historia del racionalismo sino que me refiero a un caso puntual de la actualidad. Hay quienes niegan, por ejemplo, el dato inconstrastable referente a los milagros de Jesús, a testimonios acerca de su Resurrección , no porque sean acontecimientos infundados sino ... porque como la sóla razón no los comprende; luego no existieron. Si sólo existe lo que la razón explica, amigo lector, le confieso que yo no me explico a mi mismo; en consecuencia, no existo. El racionalismo, soberbia de la razón, limita al hombre al conocimiento de lo pequeño, impidiéndole acceder a las maravillas reveladas por Dios acerca de sí mismo, del hombre, de la realidad. Una muestra de grandeza de la razón: darse cuenta de sus limitaciones y reconocer que debe abrirse a la luz superior a ella que, junto con ella, hara posible conocer el sentido de lo creado, contemplar y amar a su Creador.
Parménides En Parménides se contraponen de manera irreconciliable tanto la
physis y lo particular, como el conocimiento racional, que proporciona
la verdad, y el conocimiento sensible, carente de ella. Hay que
rechazar el no-ser, pero las apariencias, si bien no dan la verdad, no
son el no-ser.
El tiempo forma parte de este mundo aparencial. Por tanto, ni es
propiamente hablando, ni se puede decir de él nada cierto, por lo que
Parménides prefiere negar el tiempo, en aras de la eternidad del Ser.
El Ser, inengendrado e indestructible, está fuera del tiempo y de la
sucesión, es inmutable eternamente, y se mantiene en un presente
inalterable:
15
Ya solo un mito como camino queda: lo que es.
Y en este hay indicios
numerosos de que el ente es inengendrado e imperecedero,
pues completo e inmóvil y ya ahora perpetuo.
Ni fue ni será, ya que es ahora todo al mismo tiempo,
uno, continuo (Poema 8, 1-4)
Parménides trata de excluir del Ser toda temporalidad y de hacerlo
eterno. Pero al afirmar que el Ser "ni fue ni será, sino que es ahora",
concibe esa eternidad como un presente permanente, y como el
presente es "parte" del tiempo, la eternidad queda así temporalizada.
El ser es eterno en cuanto excluye todo cambio y toda sucesión (8,27-
28), porque es completo, nada le falta, y por tanto no puede tener
futuro (8,32-33). Parménides parece concebir la eternidad del Ser
como lo que está totalmente fuera del tiempo y de la sucesión; pero
más que concebirla fuera del tiempo, la concibe como inmutable
presente. Este eterno presente niega todo límite temporal, su duración
no tiene ni principio ni final, es infinita, y por ser infinita vemos que en
Parménides la trascendencia del tiempo no es tan fuerte como para
que no se tenga que recurrrir a él para considerar la eternidad, en
cuanto, como hemos visto, el tiempo significa infinitud e indefinición y
la eternidad significa finitud y completitud. Según la concepción
parmenídea, en la eternidad hay sucesión, puesto que su presente es
posible gracias a que se da a lo largo de todo el tiempo, es incompleta
en cuanto requiere del transcurrir para ser siempre presente, "ya que
es ahora, toda al mismo tiempo", igual que el ahora, es decir, igual
que el instante. El ser "es ahora". ¿Será el presente de esta eternidad
parmenídea tan frágil como el instante? La eternidad como aquello
que trasciende el tiempo se presenta solo como negación del pasado
y del futuro, como permanencia en el presente del ser que es, lo cual,
como ya hemos señalado, lo refiere nuevamente al tiempo.
"El Ser" es un permanecer idéntico en lo idéntico, por lo que
excluye el pasado en cuanto destrucción y el futuro en cuanto
nacimiento, pero no excluye el antes y el después de la permanencia
16
constante de su realidad. Así, la afirmación de la extemporalidad es la
afirmación de la infinitud del permanecer en la infinitud temporal".[6]
17
Fragmentos de Parménides
1. Los caballos que me llevan me han conducido a donde deseaba mi
corazón. Se han lanzado por el camino famoso de la divinidad que
conduce al hombre sabio a través de todas las ciudades. Por él me
han llevado los rápidos caballos que tiraban de mi carro. Las ninfas
guiaban mis pasos. El eje ardiendo en los cubos, al rozar por ambos
lados con las ruedas, lanzaba el grito estridente de la flauta. cuando
las hijas de Helios, abandonando la mansión de la noche para
guiarme hacia la luz, apartaron con sus manos los velos que cubrían
sus cabezas. Allí se encuentran las puertas que dan a los caminos de
la noche y del día; arriba una viga transversal, abajo un umbral de
piedra. La puerta elevada está cerrada por fuertes hojas y Dike, que
castiga severamente las faltas, guarda los cerrojos de doble vuelta.
Las ninfas se dirigieron a ella con palabras dulces y consiguieron que
descorriera el cerrojo de la puerta. Las hojas se abrieron de par en
par, girando en sentido opuesto los goznes en los ejes de bronce
sujetos por pernos. A través de las puertas, en línea recta, por la larga
carretera, las jóvenes condujeron los caballos y el carro. La diosa me
recibió con benevolencia, tomo mi mano derecha con la suya y me
habló en estos términos.
Bienvenido seas, joven a quien acompañan las aurigas inmortales, y a
quien este carro trae hasta mi morada. Porque no es una suerte
funesta la que te hizo tomar este camino tan alejado de los caminos
frecuentados por los mortales, sino el amor a la justicia y a la verdad.
Es necesario que aprendas a conocerlo todo, tanto el inconmovible
corazón de la bien redondeada verdad, como las opiniones de los
hombres. A éstas no hay que concederles ninguna convicción
18
verdadera. No obstante, es necesario que las conozcas también, a fin
de saber por medio de una información que lo abarque todo, qué
juicio debes formarte sobre la realidad de estas opiniones.
2. Por distantes que sean las cosas, contémplalas presentes a tu
espíritu con certeza. Pues no conseguirás separar el ser de su
continuidad con el ser, ni para dispersarlo, ni para reunirlo.
3. Poco importa donde empiece, pues volveré aquí.
4. Pues bien, voy a hablar. Tú escúchame y retén mis palabras, que te
enseñarán cuáles son los dos únicos caminos de investigación que se
pueden concebir. El uno, que el ser es y que el no-ser no es. Es el
camino de la certeza, ya que acompaña a la verdad. El otro, que el
ser no es y que necesariamente el no-ser es. Este camino es un
estrecho sendero, en el que nada iluminará tus pasos. Ya que no
puedes comprender lo que no es, pues no es posible, ni expresarlo
por medio de palabras.
5. Porque lo mismo es pensar y ser.
6. Es necesario decir y pensar que lo que es, es, ya que el ser es y el
no-ser no es; afirmaciones que te invito a considerar bien. En primer
lugar, aparta tu pensamiento de este camino de investigación que
acabo de condenar; haz lo mismo respecto de aquél por donde vagan
errantes los hombres ignorantes, de doble cara.
La perplejidad de su pensamiento empuja en todas direcciones a su
espíritu inseguro; se dejan arrastrar, sordos y ciegos, atontados,
muchedumbre sin discernimiento para la que ser y no-ser es lo mismo
y no es lo mismo. Su opinión es que en todo existe un camino que se
opone a sí mismo.
19
7. No hay que temer que nadie pruebe jamás que lo que es no es. Tú
aleja de tu espíritu este camino de investigación, y no dejes que la
costumbre adquirida por múltiples experiencias te obligue a dirigir por
este camino unos ojos ciegos, unos oídos sordos y unas palabras de
un lenguaje vulgar. Sino que debes resolver el problema discutido que
acabo de exponer por medio de la razón.
8. No nos queda más que un camino que recorrer: el ser es. Y hay
muchas señales de que el ser es increado, imperecedero, porque es
completo, inmóvil, eterno. No fue, ni será, porque es a la vez entero
en el instante presente, uno, continuo. Pues, ¿qué origen puedes
buscarle? ¿Cómo y de dónde habrá crecido? No te dejaré decir ni
pensar que es del no-ser. Ya que no puede decirse ni pensarse que
no es. ¿Qué necesidad lo hizo surgir más pronto o más tarde, si viene
de la nada? Así pues, es necesario que sea absolutamente, o que no
sea en absoluto. Ningún poder me persuadirá a que deje decir que del
no-ser podría nacer algo a su lado. Así la justicia no afloja sus lazos y
no le permite nacer ni morir, sino que lo sujeta con firmeza. La
decisión lleva a esto: es o no es. Por tanto, necesariamente hay que
abandonar el camino impensable e innombrable, ya que no es el
camino verdadero, y emprender el otro que es real. Pues, ¿cómo
habría empezado en el pasado? Si ha empezado, no es. Y lo mismo
si debe empezar algún día. Así está extinguida la generación y la
destrucción es inconcebible.
El ser tampoco es divisible, porque es todo él idéntico a sí mismo. No
sufre ni aumento, cosa que sería contraria a su cohesión, ni
disminución; sino que todo está lleno de ser. También es enteramente
continuo, porque el ser es contiguo al ser.
20
Por otra parte, es inmóvil, encerrado en la estrechez de poderosos
lazos. No tiene principio ni fin, ya que hemos rechazado su nacimiento
y su muerte, y a ellas repugna nuestra convicción verdadera.
Permanece idéntico a sí mismo, en el mismo estado y por sí mismo.
También permanece inmutable, en el mismo lugar, porque la
poderosa necesidad lo mantiene estrechamente en sus límites que lo
sujetan por todas partes. Por consiguiente, la justicia no es que el ser
sea inacabado, ya que no le falta nada; porque de otro modo le
faltaría todo.
El acto del pensamiento y el objeto del pensamiento son lo mismo. Sin
el ser, en el que está expresado, no puede encontrarse el acto de
pensar. Porque no hay nada ni nunca habrá nada fuera del ser, ya
que el destino lo ha encadenado de modo que sea un todo inmóvil.
Así pues todas estas cosas no son más que nombres instituidos por
los hombres en su credulidad: nacer y morir, ser y no ser, cambiar de
lugar y brillar con colores distintos.
Puesto que tiene un limite, el ser está acabado por todas partes,
parecido a la masa de una esfera bien redondeada, que se equilibra a
sí misma por todos lados. En efecto, es necesario que no sea mayor
aquí y menor allí. Porque lo que no es no puede impedirle que se
extienda de un modo igual, y lo que es no puede ser aquí más y allí
menos que el ser, ya que todo él es inviolable. Allí donde está, igual a
sí mismo por todos lados, ocupa igualmente sus límites.
Termino aquí mi discurso fidedigno y mis reflexiones sobre la verdad.
Oye ahora las opiniones de los mortales. [...]
__________________________________________________
21
Fragmentos y números de Diels, Fragmente der Vorsokratiker, (R.
Verneaux, Textos de los grandes filósofos: edad antigua, Herder,
Barcelona 1982, 5ª ed., p.13-16).
Textos de Diccionario Herder de filosofía
22
L'ésser i el no-res Doncs bé, escolta amb atenció la meva narració on afirmo que els
únics camins d'investigació que es poden pensar són: el primer que
és i que no és possible no ser. L'altre camí és el del no ser i que
necessàriament ha de no ser.
El camí del filòsof
les eugues que em porten tan lluny com arriba el meu ànim m'escorta-
ven després d'haver-me situat en un camí ple de paraules de la
deessa. Un camí que guia l'home que sap. Per aquest camí em
conduïen les hàbils eugues arrossegant el carro. Però la direcció la
marcaven les noies. Els eixos de les rodes feien un soroll estrident,
sobre les llambordes, roents com estaven. Dues rodes, una a cada
costat, acceleraven, vertiginoses, el carro. Molt de pressa, doncs, em
condu'ien les filles del sol, després d'abandonar l'habitacle de la nit
vers la llum, i amb les mans em treien els vels del cap. Allà es troben
les portes del dia i de la nit enquadrades per una llinda i un llindar de
pedra. Aquestes portes es tanquen amb fulles grans i les claus les
guarda la Diké, la Justicia, pròdiga en càstigs (131, 1-15).
23
* Zenó (VI-V).
Ha pasado a la historia del pensamiento como el defensor de las
ideas de Parménides contra los ataques de los pluralistas y el
divulgador de su filosofía, aduciendo argumentos conocidos como
paradojas de Zenón, que, desde el punto de vista lógico, suponen la
prueba de una hipótesis por reducción al absurdo; ésta es la razón por
la que, en ocasiones, se le considera iniciador de la dialéctica. Con
estos argumentos «refuta a quienes afirman la multiplicidad» (tanto si
es infinitamente divisible como si no) y defiende, por lo mismo, que
«todo es uno» (ver cita).
Estos argumentos contra la multiplicidad son propiamente argumentos
contra la divisibilidad del espacio y el tiempo, y los nombres con que
se conocen los principales (se le atribuyen unos cuarenta logoi, o
argumentos) son: «Aquiles y la tortuga», la paradoja de «la
dicotomía», «la flecha», «el estadio» y la paradoja de «la pluralidad».
Las dos primeras paradojas argumentan desde el absurdo de suponer
que el espacio -una línea o una distancia- pueda ser infinitamente
divisible; las dos siguientes argumentan desde el supuesto, que se
manifiesta absurdo, de que tiempo o espacio se compongan de
elementos indivisibles; la quinta y última paradoja rechaza el absurdo
de suponer que tiempo o espacio se componen de cantidades,
extensas o inextensas.
Los cinco argumentos pueden reducirse al esquema siguiente:
24 24
25
*Empedòcles (484-421).
Amistat i odi És doble la història que et narraré. Car un cop va créixer per ser u
després d'haver estat múltiple; un altre cop, al contrari, després de ser
u és va dissociar fins a ser múltiple. Doble és el naixement dels éssers
mortals, doble és la seva destrucció. El primer el genera i el destrueix
la reunió de les coses i l'altre, quan aquestes se separen, surt volant,
un cop criat. Aquestes transformacions constants mai no s'acaben. De
vegades es reuneixen en un de sol a causa de l'Amistat; altres cops,
al contrari, són separades per l'Odi (1317, 1-9).
26
*Anaxagores (500-428).
Anaxàgores La intel-ligéncia i el món
La intel-ligéncia que existeix sempre, també existeix ara evidentment
allà on són les altres coses, en la multiplicitat circumdant, en les coses
que han estat unides i en les que han estat separades (1314).
Els grecs no tenen una opinió encertada sobre què és néixer i morir.
Car no hi ha res que neixi i mori, sinó que, a partir de les coses que hi
ha, es produeixen combinacions i separacions i, per tant, el més
correcte seria anomenar el néixer combinar-se, i el morir, separar-se
(817).
4. Les teories atomistes. Una mirada materialista. Demòcrit (V-IV) – Leucip (V).
Nota biogràfica DEMÓCRITO
Demócrito de Abderea
Nació : Alrededor de 460 AC en Abderea, Grecia Falleció : Alrededor de 370 AC no se conoce dónde Demócrito es más conocido por su Teoría Atómica pero también fue un excelente geómetra, muy poco se sabe de su vida, sabemos que Leucippus fue su profesor.
27
Pertenece a la línea doctrinal de pensadores que nació con Thales de Mileto. Esta escuela así como la pitagórica y la eleática, que representan lo más grande del pensamiento anterior, le atribuye gran importancia a lo matemático. Los atomistas pensaban distinto a los eleatas, pues mientras éstos no aceptaban el movimiento como realidad, sino como fenómeno, Leucipo y Demócrito parten de que el movimiento existe en sí. Demócrito pone como realidades primordiales a los átomos y al vacío, o como dirían los eleatas, al ser y al no ser (Recordemos que etimológicamente la palabra átomo en griego, significa indivisible, lo que actualmente sabemos que no es así). Se nota en Demócrito un esfuerzo por sustituir la noción de cualidad por la de cantidad. Se sabe que escribió varios tratados de Geometría y de Astronomía, pero desgraciadamente todos perdidos. Se cree que escribió sobre Teoría de los Números. Encontró la fórmula B*h/3 que expresa el volumen de una pirámide. Asimismo demostró que esta fórmula se la puede aplicar para calcular el volumen de un cono. Se le atribuyen también los siguientes dos teoremas: 1º "El volumen de un cono es igual a un tercio del volumen de un cilindro de igual base y altura" 2º "El volumen de una pirámide es un tercio del volumen del prisma de igual base y altura" Un problema muy diferente a todo lo visto hasta ahora preocupó también a las escuelas de Jonia y de la Magna Grecia: el de la naturaleza de la luz. Demócrito sustenta la teoría de la emisión según la cual la visión es causada por la proyección de partículas que provienen de los objetos mismos. No es esto más que el principio de la larga fila de teorías que se encuentran de la luz en la historia de las ciencias. La teoría de la emisión es costumbre atribuírsela a Newton, que la expuso muchos siglos después. Es importante hacer notar que, desde sus primeros pasos, la ciencia racional trata de buscar una explicación de todos los fenómenos naturales partiendo de un pequeño número de principios básicos. Esta tentativa no dejó de influir favorablemente en el desarrollo ulterior de todas las ciencias. Así hemos visto que, al comienzo, para muchos de estos filósofos prevalecía un principio aritmético-geométrico para explicar muchos hechos. Así, Demócrito hasta el sabor de las cosas lo
28
explicaba bajo este aspecto. En efecto, le atribuía una forma geométrica especial a las cosas para dar tal o cual "gusto": la sensación de dulce se debía a la forma esférica de la sustancia que forma al cuerpo que la produce; lo amargo, se debía a la forma lisa y redondeada, y lo agrio o ácido a lo anguloso y agudo. Un origen e interpretación análogos le atribuía a los fenómenos del tacto. Finalmente diremos sobre el binomio Leucipo-Demócrito que creían que el vacío existía no sólo en el mundo en que vivimos, sino también mucho más allá, en los espacios infinitos del Cosmos. Ellos creían en la existencia de un número infinito de "mundos" todos compuestos de un número infinito de átomos.
Elementos de fícica nuclear (un poco de historia)
Cinco siglos antes de Cristo, los filósofos griegos se preguntaban si la materia podía ser dividida indefinidamente o si llegaría a un punto que tales partículas fueran indivisibles. Es así, como Demócrito formula la teoría de que la materia se compone de partículas indivisibles, a las que llamó átomos (del griego atomos, indivisible). En 1803 el químico inglés John Dalton propone una nueva teoría sobre la constitución de la materia. Según Dalton toda la materia se podía dividir en dos grandes grupos: los elementos y los compuestos. Los elementos estarían constituidos por unidades fundamentales, que en honor a Demócrito, Dalton denominó átomos. Los compuestos se constituirían de moléculas, cuya estructura viene dada por la unión de átomos en proporciones definidas y constantes. La teoría de Dalton seguía considerando el hecho de que los átomos eran partículas indivisibles. Hacia finales del siglo XIX, se descubrió que los átomos no son indivisibles, pues se componen de varios tipos de partículas elementales. La primera en ser descubierta fue el electrón en el año 1897 por el investigador Sir Joseph Thomson, quién recibió el Premio Nobel de Física en 1906. Posteriormente, Hantaro Nagaoka (1865-1950) durante sus trabajos realizados en Tokio, propone su teoría según la cual los electrones girarían en órbitas alrededor de un cuerpo central cargado positivamente, al igual que los planetas alrededor del Sol. Hoy día sabemos que la carga positiva del átomo se concentra en un denso núcleo muy pequeño, en cuyo alrededor giran los electrones. El núcleo del átomo se descubre gracias a los trabajos realizados en la Universidad de Manchester, bajo la dirección de Ernest Rutherford entre los años 1909 a 1911. El experimento utilizado consistía en dirigir un haz de partículas de cierta energía contra una plancha metálica delgada, de las probabilidades que tal barrera desviara la trayectoria de las partículas , se dedujo la distribución de la carga eléctrica al interior de los átomos.
la saviesa 1 les seves obres
29
Són tres les coses que deriven de la saviesa: calcular bé, parlar bé i
actuar com cal (132).
Hi ha quelcom d'evident: que és impossible conèixer el que és
veritablement cada cosa (138).
Per ser feliç Qui vulgui ser feliç que no es preocupi de moltes coses, ni en l'àmbit
públic ni en el privat, ni ha d'elegir activitats que depassin la pròpia ca-
pacitat i naturalesa, sinó que ha de tenir prou seny, en el cas que la
fortuna li sigui propícia i el porti massa lluny, per renunciar-hi i no voler
anar més enllà de les pròpies possibilitats. La moderació és més
segura que l'excés (133).
30
5. Els Sofistes
*Protàgores:
<Imagen>
1. Baralla d'advocats: la paradoxa de Protàgores
<Imagen>
Protàgores d'Abdera, era un filòsof grec, un sofista, que a la segona
meitat del segle V abans de Crist ensenyava humanitats,
especialment retòrica, en l'il.lustrada Atenes. Es coneguda la seva
afirmació "l'home és la mesura de totes les coses", és a dir, el valor de
les coses depèn dels homes que les valoren, no hi ha valors
universalment vàlids. Per a ell, tot té dues cares, dues perspectives; la
seva art o habilitat retòrica conduïa a descobrir les dues diferents
lectures de tota qüestió. La paradoxa de Protàgores n'és un exemple.
Vegem-la!
Un estudiant, Euatle, volia assistir a les lliçons de retòrica de
Protàgores a fi de poder exercir d'advocat, però, malauradament, no
disponia de recursos econòmics. Protàgores va parlar amb ell i
observà que era un noi molt llest. L'acceptà a les seves classes amb
la condició que quan guanyi el seu primer plet, li pegarà tots els
honoraris. L'estudiant, encantat, hi estigué d'acord.
L'espavilat Euatle assistí a les lliçons de Protàgores fins acabar la
seva formació; després, decidí no dedicar-se a l'advocacia i,
conseqüentment, no pagava. Protàgores reclamava els honoraris,
però l'estudiant no es veia en l'obligació de pagar: encara no havia
guanyat el seu primer cas. Davant l'amenaça d'un plet judicial, el
brillant Euatle, que ell mateix volia fer-se càrrec de la defensa,
argumentava:
31
Si anem a judici, Protàgores, i jo el guanyo, per aquest manament
judicial, no t'hauré de pagar; si el perdo, donat que encara no hauré
guanyat el meu primer plet, i aquesta era la nostra condició, tampoc
no t'hauré de pagar. Així, doncs, Protàgores, no anem a judici: segur
que perdràs.
Però Protàgores, expert en veure les dues cares de tot, argumentava:
Si anem a judici, Euatle, i jo guanyo, per aquest manament judicial,
m'hauràs de pagar; si el perdo, tu hauràs guanyat el teu primer plet i
per raó del nostre antic pacte, m'hauràs de pagar.<Imagen>
------------------------------------------------------------------------
Ara se't convida a rumiar una miqueta:
<Imagen>Quina és, al teu parer, la solució als cas?
<Imagen>
32
*Gòrgies: …
Empedòcles, Antifont (igualitarista), Hípies, Trasímac, Críties, Pròdic … molts d'ells surten en els diàlegs de Plató). IV. Sòcrates. La significació de Sòcrates. La reacció anti-sofística.
6. Sòcrates: Biografía
Sócrates nació en 470/469 a.C. Su padre, Sofronisco, era escultor; su madre, Fenarete, era comadrona. Quizás, al principio tuvo el mismo trabajo que su padre, pero después lo dejó y dedicó su vida a la investigación filosófica. Muchas veces pidió dinero a sus amigos. Se casó con Santippe, que fue una mujer de muy mal humor, ya de tradición: alguien ha pensado que Sócrates siempre estaba en público no para filosofar, sino para estar alejado de su mujer y sus lecciones. Parece que Sócrates era capaz de hacer razonar a todo el mundo, excepto a Santippe. Tuvieron tres hijos. Sócrates nunca se fue de Atenas, excepto para ir a la guerra. De hecho, en 432 estuvo en expedición militar contra Potidea y durante la lucha salvó a Alcibíades, que fue herido luchando. En 424 estuvo en la guerra con Lachete en Delio, cuando los soldados de Atenas se retiraron a causa de los Beocianos. En 421 estuvo en la guerra en Anfípoli. En 406, conforme con la ley de rotación de oficios, participó en el Concilio con el encargo de seleccionar problemas para después presentarlos en la asamblea. Se puso contra la propuesta ilegal de perseguir a todos los generales vencedores a las Islas Arginusas, por no haber salvado a personas después de un naufragio. Por esta presa de posición Sócrates discordaba con el partido democrático. En 404, cuando tenía el poder la oligarquía, se negó a encarcelar a Leone de Salamina, una persona que estaba en contra de la oligarquía. En 403, restaurada la democracia garantizando pues la amnistía, Sócrates continuó siendo contrario al nuevo orden, también porque había sido amigo de Alcibíades y Crizia. En 399, Meleteo presentó la incriminación contra Sócrates; y Licone y Anito, - este último fue uno de los personajes más importantes de la democracia restaurada
33
-, también le acusaron. La acusa era la siguiente: "Sócrates es culpable por no reconocer a los dioses de la ciudad y por introducir nuevos. Además es culpable por corromper a la juventud. Pedimos la pena de muerte." Los acusadores, probablemente, espectaron que Sócrates fuese enviado al exilio, como sucedió con Protágora o Anasságora, pero Sócrates no abandonó la ciudad y fue ejecutado. La mayoría de los jueces votaron a favor de la pena de muerte: Sócrates fue matado con veneno. Podemos poner a Sócrates en el tiempo de los Sofistas (aunque él estaba en contra de los sofistas) porque, igual que a los sofistas, a Sócrates le importaban la moral y los problemas humanos, dejando aparte la búsqueda del origen y de la cosmogonía. Sócrates no escribió nada, pero podemos reconstruir su pensamiento utilizando otros autores. Hay cuatro autores importantes que escribieron sobre él: 1) Platón 2) Jenofonte 3) Aristóteles 4) Aristófanes. 1) Platón es seguramente el autor más fiable. Era un discípulo suyo y compartió su opinión sobre la filosofía. Para Sócrates y Platón , la filosofía era una búsqueda continua. Sócrates es el personaje principal en "Los Diálogos" de Platón , y cuando hayan matado a Sócrates, Platón quedará tan perturbado que abandonará el mundo político. 2) Jenofonte es el autor más aburrido y banal. Para él, Sócrates es un ciudadano fiel a la tradición, que realmente representa los valores, es sabio y quiere que sus ciudadanos estén bien. Honra a los dioses y su propia ciudad. Tenemos que especificar más: Jenofonte era un gran general, sin temor de nada y muy valiente, pero no era ningún genio. Sus trabajos no son interesantes, sino aburridos y banales. Jenofonte había estado en la guerra, junto a Sócrates, y dice que Sócrates era muy valiente y aguantaba todo (caminó descalzo sobre el hielo). A Jenofonte no le interesaba la filosofía y habló a Sócrates sólo de argumentos militares. Esto nos ayuda a entender que Sócrates adecuó su lenguaje según a quien iba dirigido. Habló de filosofía con un filósofo, de la guerra con un general. 3) Por mucho tiempo, el testimonio de Aristóteles fue considerado como el más fiable, porque presenta a un Sócrates sin significados simbólicos; Aristóteles da una opinión sin perjuicios de Sócrates. Pero el testimonio de Aristóteles tiene unos límites: es menos "artístico" y es el único testimonio de una persona no contemporánea a Sócrates. En el testimonio de Aristóteles , Sócrates parece ser un robot: su filosofía no habla en público, sino que razona por si misma. 4) Aristófanes es el más contemporáneo a Sócrates: habla de un Sócrates joven (de unos 40 años). Hay que tener presente que Aristófanes era un autor, así que el Sócrates del cual habla está lleno de aspectos sarcásticos. En "Las Nubes", escritas por Aristófanes, Sócrates es un sofista que quiere estudiar la naturaleza ( en verdad él era lo opuesto ) y que tiene su cabeza en las nubes. Aristófanes es el único que presenta a un Sócrates negativo (fue uno de sus acusadores). Realmente, Aristófanes no quiso despreciar a Sócrates o burlarse de él por puro resentimiento. Era un autor y hizo su trabajo: hacer reír a la gente. En verdad no quiso burlarse solamente de Sócrates, sino de todos los filósofos. Con todo, el testimonio de Platón es el mejor y utilizamos los demás sólo como soporte. Platón realmente conoció muy bien a Sócrates y él mismo era un gran filósofo. El límite del testimonio de Platón es el siguiente: Platón era un gran filósofo y no podía limitarse a simplemente repetir las sentencias de Sócrates. Platón hizo decir a Sócrates cosas que en verdad éste no había dicho. Platón , al envejecerse, tendía a hacer decir a Sócrates frases que en verdad no dijo. Afortunadamente, Platón escribió "Apología" cuando aún era joven, así hizo
34
decir a Sócrates cosas que realmente dijo. En "Apología" describe el juicio en el que se pidió la pena de muerte para Sócrates. En esta obra realmente sale la diferencia entre Sócrates y los sofistas. Los sofistas hicieron discursos grandiosos, pero completamente carentes de verdad. Sólo les importó hablar bien y causar algún efecto a la gente que les escuchaba. Para Sócrates, la cosa más importante era la verdad : dice de no ser bueno en replicar a los sofistas y a sus discursos grandiosos ( y falsos). Sócrates, aunque no haga discursos grandiosos, dice la verdad. Platón seguirá criticando a los sofistas. Sócrates, para defenderse en el juicio, no hace ningún discurso (como los sofistas), pero inicia un diálogo basado en ataque y parada: justamente de los diálogos sale la verdad. El estilo retórico de Sócrates es pobre, árido y bastante familiar y él formula los diálogos de acuerdo con la gente con la que está hablando. El inicio del diálogo de Sócrates se llama "ironía socrática", que es autodisminución: "Yo no sé, pero tu sabes." "Apología" empieza así: Sócrates pregunta "¿Qué es x?" y el interlocutor se cae en la trampa y responde, sintiéndose mejor que Sócrates. Sócrates, como dijimos cuando hablábamos de Jenofonte, sólo discute temas que el interlocutor conoce. Por ejemplo, si habla a un general, preguntará: "¿Qué es coraje?" El interlocutor responderá: "Coraje significa no ceder." Pues Sócrates dirá que esto no es coraje, sino locura. Esta crítica incita al interlocutor a darle otra respuesta, una mejor organizada. Este juego puede continuar durante mucho más tiempo y, quizás, a veces nunca acaba. Este método se llama mayéutica. Sócrates dijo que hacía él el mismo trabajo que su madre, que fue comadrona: ella hizo parir a mujeres, él a almas. Igual que comadronas controlan si los niños están bien, Sócrates controla si las ideas, definiciones, estén buenas. Algunos interlocutores no eran muy inteligentes y no reconocieron sus propios errores, así, a veces, preferían evitar a Sócrates. Un interlocutor llamó a Sócrates "torpedo" , porque una cita con Sócrates puede disparatar: Sócrates es capaz de anular los conceptos del interlocutor convencido de saber, que al final da señales de no saber nada. Sócrates se compara con una mosca, que consigue provocar a un caballo. Estimula a los hombres a razonar. Sócrates (utilizando la "ironía socrática") dice que no sabe nada y que los sofistas lo saben todo; que quizás la educación que él da no sirva para nada y que la verdadera sea la educación sofista. Las acusaciones falsas contra Sócrates empezaron cuando él mismo se nombró "sabio", porque el Oráculo de Delfos le había dicho que él era el hombre más sabio del mundo. Primero no creyó en el Oráculo pensando que era imposible. Así empezó yendo por toda Atenas en busca de gente que se consideraba realmente sabia: políticos, poetas y artesanos. Sócrates entendió que todas las clases creían de saber, pero en verdad no sabían nada. Los políticos eran los peores, no porque eran políticos (Sócrates mismo fue una especie de político), sino porque no fueron capaces de enseñar sus conocimientos: una persona realmente sabia ha de explicar su conocimiento. Hasta los mejores políticos (como Pericles) no eran capaces de hacer esto (dice Sócrates). Lo mismo valía para los poetas, que a partir de Homero estaban muy bien considerados: todo el mundo pensaba que eran sabios y capaces de enseñarlo todo a la juventud. Sócrates los corrigió porque decían estupideces y porque no eran sabios: su conocimiento no era real, era un tipo de "locura inspirada". Dios hablaba a la gente a través de sus bocas. Los artesanos eran los mejores, porque, con todo, fueron capaces de hacer algo realmente útil para la comunidad. Su conocimiento era práctico, podían
35
producir algo material. Eran competentes en su sector, pero pensaban que eran competentes en todo. Pecaban de presunción porque pensaban de tener un conocimiento universal e ilimitado. Además actuaban sin razonamiento y reflexión. Sócrates entendió que el Oráculo de Delfos había dicho la verdad: él era el hombre más sabio del mundo, aunque él sabía que no sabía nada. No paró de buscar la verdad: la misma conciencia de su conocimiento propulsó a Sócrates a buscar la verdad. Los acusadores decían que Sócrates corrompió a la juventud y que los empeoró. Sócrates decía que no tenia motivo para hacer esto. De hecho, si corrompiera a la juventud, viviría en un mundo lleno de gente estúpida. Hay que tener presente el tal llamado "intelectualísimo ético" de Sócrates: de acuerdo con Sócrates, nadie puede hacer el mal cuando realmente sabe de hacerlo; nadie puede hacer el mal voluntariamente. Un ladrón roba dinero pensando de hacer bien, es un error intelectual. Así, Sócrates evidentemente trabaja para el bien de su ciudad. Sócrates ha encontrado el concepto moderno de "alma". En un primer tiempo, "alma" significaba "soplo vital"; después significaba "imagen en los Hades", un tipo de menor existencia. De acuerdo con el orfismo, significaba "demonio". A partir de Sócrates, el "alma" se ha convertido en nuestra propia personalidad: nos identificamos con nuestra alma. Según Sócrates, podemos subdividir el bien y el mal en tres categorías: a) del alma, b) del cuerpo y c) del externo. El cuerpo es herramienta y cárcel para el alma. Dinero, por ejemplo, es un bien externo. A veces, Sócrates (y Platón ) parece rechazar el bien para el cuerpo, el bien material, prefiriendo el bien para el alma; pero, a veces, parece que acepte ambos. A Sócrates, por ejemplo, le gustaba el vino. Esta ambigüedad entre los bienes para el cuerpo y para el alma puede ser explicada diciendo que todo tipo de bienes es bueno hasta que éstos no se contrasten: la búsqueda del placer físico se convierte en mal cuando lo situamos antes del placer intelectual. Esto vale también para las relaciones entre el cuerpo y el alma. Sócrates y Platón no odian al cuerpo: lo aprecian, porque trabaja para el alma. Es muy interesante la opinión de Sócrates sobre la injusticia: según él, ésta no daña a quien la sufre, sino a quien la hace. De hecho, la justicia da una sensación de placer y quien es injusto, pierde este placer; quien sufre injusticia sigue notando esta sensación de placer. Lo mismo dice Platón . Sócrates dice que no sabe qué es lo que haya después de la muerte ( Platón dirá que él es capaz de probar la existencia de una vida después de la muerte). Sócrates no cree que, si tú llevaras una vida virtuosa, te darían un premio: ya has recibido un premio llevando una vida virtuosa: la felicidad que sientes porque eres justo ya es un tipo de premio. Sócrates dice que podría existir una vida después de la muerte, pero no es capaz de demostrarlo. Entre las acusaciones contra Sócrates hubo las siguientes: ateismo e impiedad. De hecho, Sócrates creía en demonios y los denominó "hijos de Dioses". Demostró que la acusación era falsa: de hecho, si fuesen hijos de Dioses, sería natural que Sócrates hubiera creído en Dioses: si existe un hijo (demonio), también tiene que haber un padre y una madre (Dioses). ¿Pero qué era el demonio ? Existen dos evidencias diferentes: Platón dice que es una especie de ángel guardián, una conciencia personal, que se presenta cada vez que Sócrates iba a cometer un error: sería como un tipo de "ayuda privilegiada". Sólo gente honesta la tiene. Es un regalo divino. Es como Dios tomara parte en la vida humana. Por otra parte, Jenofonte dice que el demonio era una entidad que incitó a Sócrates para actuar en determinadas formas. Para Sócrates, lo importante no era vivir, sino
36
que vivir bien : cuando nuestra alma es justa, sana, pues nos sentimos bien. Mucha gente se dio cuenta de que en verdad los acusadores de Sócrates no quisieron que le condenaran a muerte, sino que sólo querían asustarlo. Pero Sócrates no aceptó ser asustado: era su destino ir por Atenas y hacer razonar a la gente. Para Sócrates, vivir bien significaba hacer esto; y no negar de ser culpable significaba una cosa: no hacer perder valor a su vida. De todas formas, era viejo y sólo le quedaban pocos años para vivir. Para él era mejor ser matado que dejar sus ideales. Mientras la búsqueda de Platón será proyectada en una otra dimensión, la de Sócrates está atada al mundo terrestre. Su misión en la vida era hacer que toda la gente entendiese qué estaba haciendo y por qué. Sócrates rechazó la política (igual que Platón ): de hecho, tuvo problemas con ella. En un primer tiempo, los oligarquiotas estuvieron contra él, después los demócratas. Sus acusadores, que le condenaron a muerte, eran demócratas: la acusación, en parte, fue una acusación política. De hecho, Sócrates era aristócrata y los demócratas quisieron castigarle. Aunque tuvo muchos problemas con la política, no quiso abolirla. Antes de ser matado, Sócrates fue ayudado para evadirse de la cárcel, pero se negó hacerlo: de hecho, él realmente observaba las leyes, a las que nunca se debería desobedecer. Una ley puede ser criticada, pero no violada: cuando una ley es injusta (según Sócrates), no debes desobedecerle, sino que tienes que emprender algo para que se cambie. Sócrates dijo que fue su deber hacer cambiar esta ley, y era correcto morir porque no había sido capaz de cambiarla. La gente de Atenas pensó que se había deshecho de Sócrates matándole, pero en verdad, para realmente deshacerse de él, tendrían que haberle matado de forma "filosófica", vencerle con palabras. Quisieron asustar a Sócrates, pero consiguieron lo contrario: de hecho, Platón , determinado para convertirse en político, fue molestado por lo que le había pasado a Sócrates, y se dedicó a la filosofía. El final de "Apología" es muy famoso: Sócrates habla a sus discípulos antes de ser matado: "Ha llegado la hora de marchar. Yo iré hacia la muerte, y vosotros vais hacia la vida. Quién de nosotros ande a una destinación superior es oscuro para todos: no para mi Dios." En "Simposio", escrito por Platón , Alcibíades dice que Sócrates no se parece a ningún hombre del pasado ni del presente: es un personaje nuevo. No está interesado en política, pero no la odia; no rechaza a los partidos, pero no se identifica con ellos (en "Simposio", todos los invitados se duermen, excepto Sócrates). Consideremos ahora la técnica discursiva de Sócrates: la refutación es la técnica para demostrar cuanto inconsistente sea el saber de los interlocutores. Pero para llegar a este punto, hay que empezar por el método del ataque - parada, o sea, el método de pregunta y respuesta. "Qué es la justicia?" puede ser el punto de partida. Preguntando esto o algo parecido significa preguntar por la definición de la justicia (en este caso) y hay que sea válida para todos los casos particulares a la vez. En este sentido, la búsqueda de Sócrates fue interpretada por Aristóteles como la búsqueda por lo universal dentro del ámbito de los problemas y conceptos morales. Parece que los interlocutores de Sócrates no eran capaces de dar la respuesta exacta, o porque concedían poco valor al mismo Sócrates (quien les decía de ser inferior a ellos) o porque respondían por casos particulares en vez de dar la definición universal. Ya hemos puesto el ejemplo de la pregunta: "Qué es el coraje?" La respuesta "Es el no retirarse nunca" es errónea, igual que la de "Es el atacar a l’enemigo": de hecho, podemos ser valientes también con afrontar una enfermedad o un
37
examen. Una definición exacta tiene que cubrir todos los casos posibles . En su función negativa, el método del ataque - parada es una especie de refutación, eso es, la demostración de la falsedad o contradicción de las respuestas dadas por el interlocutor. Los efectos de este método son comparables con los de un torpedo acuático que deja petrificado a quien toca. Podemos reaccionar contra la refutación rechazándola, como hicieron algunos interlocutores de Sócrates. Pero si la aceptamos, ella nos puede liberar de opiniones erróneas que tenemos sobre diferentes argumentos; es una especie de purificación. La situación resultante de la refutación se llama "aporía", una situación sin vía de escape. Consiste en entender que todos los tentativos de responder a una cierta pregunta nos han llevado a un callejón sin salida. Pero en esta nueva situación, liberados de todo saber falso y especialmente liberados de todo tipo de presunción, podemos dedicarnos a buscar el saber verdadero, intentando nuevas vías que podrían llevarnos hacia este saber. Así, el método de la pregunta - respuesta tiene una función positiva, que se compara con la función de la "Mayéutica", capaz de hacer parir la verdad a toda persona mediante preguntas construidas debidamente: de hecho, cada persona lleva en sí misma la verdad. Sócrates procura continuar hasta que sus interlocutores admitan un punto fundamental: para hacer el bien, es decir, para actuar virtudosamente dentro de un ámbito determinado, es necesario que uno tenga el saber que le llevará a este bien. Sócrates llega a esta conclusión por la analogía con las técnicas: un buen artesano, capaz de hacer su trabajo, tiene el saber que le lleva a este resultado. Lo mismo vale en el ámbito ético-político: es el punto esencial de la tesis famosa de que virtud es ciencia. Primeramente, alguno que sabe qué es el bien y cuál es el bien para él mismo, no puede evitar de hacer el bien. El bien tiene una fuerza de atracción muy grande. Esto no significa que Sócrates no reconociera la importancia de las pasiones y de las emociones, sino que en cualquier ámbito de la vida humana el único instrumento para llevar a un comportamiento bueno es el saber. No hay que confundir la posición de Sócrates con formas del rigorismo ascético. Al contrario, es una forma de hedonismo, porque su objetivo fundamental es la búsqueda de la felicidad ( en griego, "eudaimonia"). Este saber es capaz de valorar los placeres, considerando las consecuencias buenas o malas que puedan resultar de ellos. Éste es el saber del cual Sócrates dice de no tenerlo, y por este motivo sigue buscándolo. Así, non tiene sentido distinguir las diferentes virtudes una de las otras: la virtud es una sola, igual que el saber donde se condensan: saber qué es el bien y qué es el mal.
Apología de Sócrates: Platón ¡Ciudadanos atenienses! Ignoro qué impresión habrán despertado
en vosotros
las palabras de mis acusadores. Han hablado tan seductoramente
que al
escucharlas, casi han conseguido deslumbrarme a mí mismo.
Sin embargo, quiero demostraros que no han dicho ninguna cosa
que se
38
ajuste a la realidad. Aunque de todas las falsedades que han
urdido, hay
una que me deja lleno de asombro aquella en que se decía que
tenéis que
precaveros de mí, y no dejaros embaucar porque soy una persona
muy hábil
en el arte de hablar.
Y ni siquiera la vergüenza les ha hecho enrojecer al sospechar de
que les
voy a desenmascarar con hechos y no con unas simples palabras.
A no ser
que ellos consideren orador habilidoso a aquel que sólo dice y se
apoya en
la verdad. Si es eso lo que quieren decir, gustosamente he de
reconocer
que soy orador, pero jamás en el sentido y en la manera usual
entre ellos.
Aunque vuelvo a insistir, que poco, por no decir nada, han dicho
que sea
verdad.
Y, ¡por Zeus!, que no les seguiré el juego compitiendo con frases
redondeadas, ni con bellos discursos escrupulosamente
estructurados como
es propio de los de su calaña, sino que voy a limitarme a decir
llanamente
lo que primero se me ocurra, sin rebuscar mis palabras, como si
de una
improvisación se tratara, porque estoy tan seguro de la verdad de
lo que
digo, que tengo bastante con decir lo justo, dígalo como lo diga.
Por eso,
que nadie de los aquí presentes, espere de mí, hoy, otra cosa.
Porque,
39
además, a la edad que tengo sería ridículo que pretendiera
presentarme
ante vosotros con rebuscados parlamentos, propios más bien de
los
jovenzuelos con ilusas aspiraciones de medrar.
Tras este preámbulo, debo haceros, y muy en serio, una petición.
Y es la
de que no me exijáis que use en mi defensa un tono y estilo
diferente del
que uso en el ágora, curioseando las mesas de los cambistas o en
cualquier
sitio donde muchos de vosotros me habéis oído. Si estáis
advertidos,
después no alborotéis por ello.
Pues, ésta es mi situación: hoy es la primera vez que en mi larga
vida
comparezco ante un tribunal de tanta categoría como éste. Así
que -- y lo
digo sin rodeos soy un extraño a los usos de hablar que aquí se
estilan. Y
si en realidad fuera uno de los tantos extranjeros que residen en
Atenas,
me consentiríais, e incluso excusaríais el que hablara con aquella
expresión y acento propios de donde me hubiera criado.
Por eso, debo rogaros aunque creo tener el derecho a exigirlo que
no os
fijéis ni os importen mis maneras de hablar y de expresarme (que
no dudo
de que las habrá mejores y peores) y que por el contrario, pongáis
atención exclusivamente en si digo cosas justas o no. Pues, en
esto, en el
juzgar, consiste la misión del juez, y en el decir la verdad, la del
orador.
Así pues, lo correcto será que pase a defenderme.
40
En primer lugar de las que fueron las primeras acusaciones
propaladas
contra mí por mis antiguos acusadores y después pase a
contestar las más
recientes.
Todos sabéis que, tiempo ha, surgieron detractores míos, que
nunca dijeron
nada cierto y es a éstos a los que más temo, incluso más que al
propio
Anitos y a los de su comparsa, aunque también esos sean de
cuidado. Pero
lo son más, atenienses, los que tomándoos a muchos de vosotros
desde niños
os persuadían y me acusaban mentirosamente diciendo que hay
un tal
Sócrates, sabio, que se ocupa de las cosas celestes, que
investiga todo lo
que hay bajo la tierra y que hace más fuerte el argumento más
débil.
Estos, son, de entre mis acusadores, a los que más temo por la
mala fama
que me han creado y porque los que les han oído están
convencidos de que
quienes investigan tales asuntos tampoco creían que existan
dioses. Y
habría de añadir que estos acusadores son muy numeroso y que
me están
acusando desde hace muchos años, con la agravante de que se
dirigieron a
vosotros cuando erais niños o adolescentes y por ello más
fácilmente
manipulables, iniciando un auténtico proceso contra mí,
aprovechándose de
41
que ni yo, ni nadie de los que hubieran podido defenderme,
estaban
presentes. Y lo más desconcertante es, que ni siquiera dieron la
cara, por
lo que es imposible conocer todos sus nombres, a excepción de
cierto autor
de comedias. Esos, pues, movidos por envidias y jugando sucio,
trataron de
convenceros para, que una vez convencidos, fuerais
persuadiendo a otros.
Son, indiscutiblemente, difíciles de desenmascarar, pues ni
siquiera es
posible hacerles subir a este estrado para que den la cara y
puedan ser
interrogados, por lo que me veo obligado como vulgarmente se
dice a
batirme contra las sombras y a refutar sus argumentos sin que
nadie me
replique.
Convenid, pues, conmigo, que dos son los tipos de acusadores
con los que
debo enfrentarme: unos, los más antiguos, y otros, los que me han
acusado
recientemente. Por ello, permitidme que empiece por
desembarazarme primero
de los más antiguos, pues fueron sus acusaciones las que
llegaron antes a
vuestro conocimiento y durante mucho más tiempo que las
recientes.
Aclarado esto, es preciso que pase a iniciar mi defensa para
intentar
extirpar de vuestras mentes esa difamación que durante tanto
tiempo os han
42
alimentado y debo hacerlo en tan poco tiempo como se me ha
concedido. Esto
es lo que pretendo con mi defensa, confiado en que redunde en
beneficio
mio y en el vuestro, pero no se me escapa la dificultad de la tarea.
Sin
embargo, que la causa tome los derroteros que sean gratos a los
dieses. Lo
mio es obedecer a la ley y abogar por mi causa.
Remontémonos, pues, desde el principio para ver cual fue la
acusación que
dio origen a esta mala fama de que gozo y que ha dado pie a
Meletos para
iniciar este proceso contra mí.
Imaginémonos que se tratara de una acusación formal y pública y
oímos
recitarla delante del tribunal: «Sócrates es culpable porque se
mete donde
no le importa, investigando en los cielos y bajo la tierra. Practica
hacer
fuerte el argumento más débil e induce a muchos otros para que
actúen como
él.»
Algo parecido encontraréis en la comedia de Aristófanes, donde
un tal
Sócrates se pasea por la escena, vanagloriándose de que flotaba
por los
aires, soltando mil tonterías sobre asuntos de los que yo no
entiendo ni
poco ni nada. Y no digo eso con ánimo de menosprecio, no sea
que entre los
presentes haya algún aficionado hacia tales materias y lo
aproveche
43
Meletos para entablar nuevo proceso contra mi, por tan grave
crimen.
La verdad es, oh, atenienses, que no tengo nada que ver con tales
cuestiones. Y reto a la inmensa mayoría para que recordéis si en
mis
conversaciones me habéis oído discutir o examinar sobre tales
asuntos;
incluso, que os informéis los unos de los otros, entre todos los que
me
hayan oído alguna vez, publiquéis vuestras averiguaciones.
Y así podréis comprobar que el resto de las acusaciones que
sobre mí se
han propalado son de la misma calaña.
Pero nada de cierto hay en todo esto, ni tampoco si os han
contado que yo
soy de los que intentan educar a las gentes y que cobran por ello
y
también puedo probar que esto no es verdad y no es que no
encuentre
hermoso el que alguien sepa dar lecciones a los otros, si lo hacen
como
Gorgias de Leontinos o Pródicos de Ceos o Hipias de Hélide, que
van de
ciudad en ciudad, fascinando a la mayoría de los jóvenes y a
muchos otros
ciudadanos que podrían escoger libremente y gratis, la compañía
de muchos
otros ciudadanos y que, sin embargo, prefieren abandonarles para
escogerles a ellos para recibir sus lecciones por las que deben
pagar y,
aún más, restarles agradecidos.
Y me han contado, que corre por ahí uno de esos sabios, natural
de Paros y
44
que precisamente ahora está en nuestra ciudad. Coincidió que me
encontré
con el hombre que más dinero se ha gastado con estos sofistas,
incluso
mucho más él solo que entre el resto juntos.
A éste --que tiene dos hijos, como sabéis-- le pregunté:
--« Calias, si en lugar de estar preocupado por dos hijos, lo
estuvieras
por el amaestramiento de dos potrillos o dos novillos, nos sería
fácil,
mediante un jornal, encontrar un buen cuidador: éste debería
hacerlos
aptos y hermosos según posibilitara su naturaleza y seguro que
escogerías
al más experto conocedor de caballos o a un buen labrador. Pero,
puesto
que son hombres, ¿a quién has pensado confiarlos? ¿Quién es el
experto en
educación de las aptitudes propias del hombre y del ciudadano?
Pues me
supongo que lo tienes todo bien estudiado, por mor de esos dos
hijos que
tienes. ¿Hay alguien preparado para tal menester?.
--Claro que lo hay, respondió.
--¿Quién?, y ¿de dónde?, y ¿cuánto cobra? --le acosé.
--¡Oh Sócrates! se llama Evenos, es de Paros y cobra cinco
minas.
Y me pareció que este tal Evenos puede sentirse feliz si de verdad
posee
este arte y enseña tan convincentemente. Es por si yo poseyera
este don me
satisfaría y orgullosamente lo proclamaría. Pero, en realidad es
que no
entiendo nada sobre eso.
45
de que ante eso, alguno de vosotros me interpele:
--Pero entonces, Sócrates, ¿cuál es tu auténtica profesión? ¿De
dónde han
surgido estas habladurías sobre ti? Porque ni no te dedicas a
nada que se
salga de lo corriente, sin meterte en lo que no te concierne, no se
habría
originado esta pésima reputación y tan contradictorias versiones
sobre tu
conducta. Explícate de una vez, para que no tengamos que
darnos nuestra
propia versión.
Esto sí que me parece razonable y sensato, y por ser cuerdo,
quiero pasar
a contestarlo para dejar bien claro de dónde han surgido estas
imposturas
que me han hecho acreedor de esta notoriedad tan molesta.
Escuchadlo. Quizá alguno se crea que me lo tomo a guasa, sin
embargo,
estad seguros de que sólo os voy a decir la verdad.
Yo he alcanzado este popular renombre por una cierta clase de
sabiduría
que poseo.¿De qué sabiduría se trata? Ciertamente que es una
sabiduría
propia de los humanos. Y en ella es posible que yo sea sabio,
mientras que
por el contrario, aquellos a los que acabo de aludir, quizá también
sean
sabios, pero lo serán en relación a una sabiduría que quizá sea
extrahumana, o no se con qué nombre calificarla. Hablo así,
porque, yo,
desde luego, que ésa no la poseo ni sé nada de ella y el que
propale lo
contrario o miente, o lo dice para denigrarme.
46
Atenienses, no arméis barullo porque parezca que me estoy
dando autobombo.
Lo que os voy a contar no serán valoraciones sobre mí mismo,
sino que os
voy a remitir a las palabras de alguien que merece vuestra total
confianza
y que versan precisamente sobre mi sabiduría, si es que poseo
alguna, y
cual sea su índole. Os voy a presentar el testimonio del propio
dios de
Delfos. Conocéis sin duda a Querefonte, amigo mio desde la
juventud,
compañero de muchos de los presentes, hombre democrático.
Con vosotros
compartió el destierro y con vosotros regresó. Bien conocéis con
qué
entusiasmo y tozudez emprendía sus empresas.
Pues bien, en una ocasión, mirad a lo que se atrevió: fue a Delfos
a hacer
una especial consulta al oráculo, y os vuelvo a pedir calma, ¡oh,
atenienses! y que no me alborotéis. Le preguntó al oráculo si
había en el
mundo alguien más sabio que yo. Y la pitonisa respondió que no
había otro
superior.
Toda esta historia la puede avalar el hermano de Querefonte, aquí
presente, pues sabéis que él ya murió.
Veamos con qué propósitos os traigo a relación estos hechos;
mostraros de
dónde arrancan las calumnias que han caído sobre mí.
Cuando fui conocedor de esta opinión del oráculo sobre mí,
empecé a
47
reflexionar: ¿Qué quiere decir realmente el dios? ¿Qué significa
este
enigma? Porque yo sé muy bien que sabio no lo soy, ¿a qué
viene, pues, el
proclamar el que lo soy? Y que él no miente, no sólo es cierto,
sino que
incluso ni las leyes del cielo se lo permitirían.
Durante mucho tiempo me preocupe por saber cuáles eran sus
intenciones y
qué era lo que en verdad quería decir. Más tarde y muy a
desagrado, me
dediqué a descifrarlo de la siguiente manera. Anduve mucho
tiempo
pensativo y al fin entré en casa de uno de nuestros conciudadanos
que
todos tenemos por sabio, convencido de que éste era el mejor
lugar para
dejar esclarecido el vaticinio, pues pensé: «Este es más sabio que
yo y tú
decías que yo lo era más que todos.»
No me exijáis que diga su nombre; haya bastante con decir que se
trataba
de un renombrado político.
Y al examinarlo, ved ahí lo que experimenté: tuve la primera
impresión de
que parecía mucho más sabio que muchas otros que, sobre todo,
el se lo
tenía creído, pero que en realidad no lo era. Intenté hacerle ver
que no
poseía la sabiduría que él presumía tener. Con ello, no sólo me
gané su
inquina, sino también la de sus amigos.
Y partí, diciéndome para mis cabales: ninguno de los dos
sabemos nada,
48
pero yo soy el más sabio, porque yo, por lo menos, lo reconozco.
Así que
pienso que en este pequeño punto, justamente si que soy mucho
más sabio
que él: que lo que no sé, tampoco presumo de saberlo.
Y de allí pase a saludar a otro de los que gozaban aún de mayor
fama que
el anterior y llegué a la misma conclusión. Y también me malquisté
con él
y con sus conocidos.
Pero no desistí. Fui entrevistando uno tras otro, consciente que
sólo me
acarrearía nuevas enemistades, pero me sentía obligado a llegar
hasta el
fondo para no dejar sin esclarecer el mensaje del dios. Debía
llamar a
todas las puertas de los que se llamaban sabios con tal de
descifrar todas
las incógnitas del oráculo.
Y ¡voto al perro! --y juro porque estoy empezando a sacar a la luz
la
verdad-- que ésta fue la única conclusión: los que eran reputados
o se
consideraban a sí mismos como los más sabios, fue a los
encontré más
carentes de sabiduría, mientras que otros que pasaban por
inferiores, los
superaban.
Permitid que os relate cómo fue aquella mi peregrinación, que cual
emulación de los trabajos de Hércules llevé a cabo para
asegurarme de que
el oráculo era irrefutable.
Tras los políticos, acosé a los poetas: me entrevisté con todos:
con lo
49
que escriben poemas, con los que componen ditirambos o
practican cualquier
género literario, con la persuasión de que aquí sí me encontraría
totalmente superado por ser yo muchísimo más ignorante que uno
cualquiera
de ellos. Así pues, escogiendo las que me parecieron sus mejores
obras,
les iba preguntando qué es lo que querían decir. Intentaba
descifrar el
oráculo y, al mismo tiempo, ir aprendiendo algo de ellos.
Pues sí, ciudadanos, me da vergüenza deciros la verdad, pero hay
que
decirla: cualquiera de los allí presentes se hubiera explicado
mucho mejor
sobre ellos, que sus mismos autores. Pues pronto descubrí que la
obra de
los poetas no es fruto de la sabiduría, sino de ciertas dotes
naturales y
que escriben bajo inspiración, como les pasa a los profetas,
adivinos, que
pronuncian frases inteligentes y bellas, pero nada es fruto de su
inteligencia y muchas veces lanzan mansajes sin darse cuenta de
lo que
están diciendo. Algo parecido opino que ocurre en el espíritu de
los
poetas. Sin embargo, me percaté de que los poetas, a causa de
este don de
las musas, se creen los más sabios de los hombres y no sólo en
estas
cosas, sino en todas las demás, pero que, en realidad, no lo eran.
Y me alejé de allí, convencido de que también estaba por encima
de ellos,
lo mismo que ya antes había superado a los políticos.
50
Para terminar, me fui en busca de los artesanos, plenamente
convencido de
que yo no sabía nada y que en estos encontraría muchos y útiles
conocimientos. Y ciertamente que no me equivoqué: ellos
entendían en cosas
que yo desconocía, por tanto, en este aspecto eran mucho más
expertos que
yo, sin duda.
Pero pronto descubrí que los artesanos adolecían del mismo
defecto que los
poetas: por el hecho de que dominaban bien una técnica y
realizaban bien
un oficio, cada uno de ellos se creía entendido no sólo en esto,
sino en
el resto de las profesiones, aunque se tratara de cosas muy
complicadas. Y
esta petulancia, en mi opinión, echaba a perder todo lo que
sabían.
Estaba hecho un lío, porque intentando interpretar el oráculo, me
preguntaba a mi mismo si debía juzgarme tal como me veía --ni
sabio de su
sabiduría, ni ignorante de su ignorancia-- o tener las dos cosas
que ellos
poseían.
Y me respondí a mí mismo y al oráculo, que me salia mucho más
a cuenta
permanecer tal cual soy.
En fin, oh atenienses, que como resultado de esta encuesta, me
encuentro,
que por un lado me he granjeado muchos enemigos y odios
profundos y
enconados como los haya, que han sido causa de esta aureola de
sabio con
51
que me han adornado y que han encendido tantas calumnias. En
efecto,
quienes asisten accidentalmente a alguna de mis tertulias se
imaginan
quizá de que yo presumo de ser sabio en aquellas cuestiones en
que yo
someto a examen a los otros, pero en realidad, sólo el dios es
sabio, y lo
que quiere decir el oráculo es simplemente que la sabiduría
humana poco o
nada vale ante su sabiduría. Y si me ha puesto a mí como modelo,
es que
simplemente se ha servido de mi nombre como para poner un
ejemplo, como si
dijera: Entre vosotros es el más sabio, ¡oh hombres!, aquél que
como
Sócrates ha caído en la cuenta de que en verdad su sabiduría no
es nada.
Es por eso, sencillamente, por lo que voy de acá para allá,
investigando
en todos los que me parecen sabios, siguiendo la indicación del
dios, para
ver si encuentro una satisfacción a su enigma, ya sean
ciudadanos
atenienses o extranjeros. Y cuando descubro que no lo son,
contribuyo con
ello a ser instrumento del dios.
Ocupado en tal menester, da la impresión de que me he dedicado
a vagar y
que he dilapidado mi tiempo, descuidando los asuntos de la
ciudad, e
incluso los de mi familia, viviendo en la más absoluta pobreza por
preferir ocuparme del dios.
52
Por otra parte, ha surgido un grupo de jóvenes que
espontáneamente me
siguen y que son los que disponen de mayor tiempo libre, por
preceder de
familias acomodadas, disfrutando al ver cómo someto a
interrogatorios a
mis interlocutores y en más de una ocasión se ponen ellos
mismos a
imitarme examinando a las gentes. Y es cierto que han
encontrado a un buen
grupo de personas que se pavonean de saber mucho pero que en
realidad poco
o nada saben. Y en consecuencia, los ciudadanos examinados y
desembaucados
por estos, se encoraginan contra mí --y no contra sí mismos que
sería lo
más lógico--, y de aquí nace el rumor de que corre por ahí un
cierto
personaje llamado Sócrates, de lo más siniestro y malvado,
corruptor de la
juventud de nuestra ciudad. Pero cuando alguien les pregunta qué
es lo que
en realidad enseño, no saben qué responder, pero para no hacer
el
ridículo, echan mano de los tópicos sobre los nuevos filósofos:
«que
investigan lo que hay sobre el cielo y bajo la tierra, que no creen
en los
dioses y de saber hostigar para hacer más fuerte los argumentos
más
débiles».Todo ello, antes que decir la verdad, que es una y muy
clara: que
tienen un barniz de saber, pero que en realidad no saben nada de
nada. Y
53
como, en mi opinión, son gente susceptible y quisquillosa, amén
de
numerosa, y que cuando hablan de mí, se apasionan y acaloran,
os tienen
los oídos llenos de calumnias graves -- durante largo tiempo
alimentadas.
Y de entre éstos es de donde ha surgido Meletos y sus cómplices,
Anitos y
Licón. Meletos en representación de los resentidos poetas; Anitos,
en
defensa de los artesanos y políticos, y Licón, en pro de los
oradores.
Así pues, me maravillaría --como ya dije anteriormente-- de que
en el poco
tiempo que se me otorga para mi defensa, fuera capaz de
desvanecer
calumnias tan bien arraigadas.
Esta es, oh atenienses, la pura verdad de lo sucedido y os he
hablado sin
ocultar ni disimular nada, sea importante o no. Sin embargo, estoy
seguro
que con ello me estoy granjeando nuevas enemistades; la
calumnia me
persigue y éstas son sus causas. Y si ahora, o en otra ocasión,
queréis
indagarlo, los hechos os confirmarán que es así.
Por lo que hace referencia a las acusaciones aducidas por mis
primeros
detractores, con lo dicho basta, para mi defensa ante vosotros.
Por lo que, ahora, toca defenderme contra Meletos, el honrado y
entusiasta
patriota Meletos, según el mismo se confiesa y con él, al resto de
mis
recientes acusadores.
54
Veamos cuál es la acusación jurada de éstos --y ya es la segunda
vez que
nos la encontramos-- y démosle un texto como a la primera. El
acta diría
así: Sócrates es culpable de corromper a la juventud, de no
reconocer a
los dioses de la ciudad, y por el contrario, sostiene extrañas
creencias y
nuevas divinidades.
La acusación es ésta. Pasemos, pues, a examinar cada uno de
los cargos.
Se me acusa, primeramente, de que corrompo la juventud.
Yo afirmo, por el contrario, que el que delinque es el propio
Meletos al
actuar tan a la ligera en asuntos tan graves como es el convertir
en reos
a ciudadanos honrados; abriendo un proceso so capa de hombre
de pro y
simulando estar preocupado por problemas que jamás le han
preocupado. Y de
que esto sea así, voy a intentar hacéroslo ver.
Acércate, Meletos, y respóndeme:
--¿No es verdad que es de suma importancia para ti el que los
jóvenes
lleguen a ser lo mejor posible?
Ciertamente.
--Ea, pues, y de una vez: explica a los jueces, aquí presentes,
quién es
el que los hace mejores. Porque es evidente que tú lo sabes ya
que dices
tratarse de un asunto que te preocupa. Y además, presumes de
haber
descubierto al hombre que los ha corrompido, que según dices
soy yo,
55
haciéndome comparecer ante un tribunal para acusarme. Vamos,
pues, diles
de una vez quien es el que los hace mejores. Veo, Meletos, que
sigues
callado y no sabes qué decir. No es esto vergonzoso y una prueba
suficiente de que a ti jamás te han inquietado estos problemas?
Pero vamos
hombre, dinos de una vez quien los hace mejores o peores.
--Las leyes.
--Pero, si no es eso lo que te pregunto, amigo mío, sino cuál es el
hombre, sea quien sea, pues se da por supuesto que las leyes ya
se
conocen.
--Ah sí, Sócrates, ya lo tengo. Esos son los jueces.
--¿He oído bien, Meletos? ¿que quieres decir? ¿Que estos
hombres son
capaces de educar a los jóvenes y hacerlos mejores?
--Ni más ni menos.
--Y, ¿cómo? ¿Todos?, o, ¿unos si y otros no?
--Todos sin excepción.
--¡Por Hera!, que te expresas de maravilla. ¡Qué grande es el
número de
los benefactores, que según tú sirven para este menester...! Y, ¿el
público aquí asistente, también hace mejores o peores a nuestros
jóvenes?
--También.
--¿Y los miembros del Consejo?
--Esos también.
--Veamos, aclárame una cosa: ¿serán entonces, Meletos, los que
se reúnen
en Asamblea, los asambleístas, los que corrompen a los Jóvenes?
O,
¿también ellos, en su totalidad los hacen mejores?
--Es evidente que sí.
56
--Parece, pues, evidente que todos los atenienses contribuyen a
hacer
mejores a nuestros jóvenes.
Bueno; todos, menos uno, que soy yo, el único que corrompe a
nuestra
juventud. Es eso lo que quieres decir?
--Sin lugar a dudas.
--Grave es mi desdicha, si esa es la verdad. ¿Crees que seria lo
mismo si
se tratara de domar caballos y que todo el mundo, menos uno,
seria capaz
de domesticarlos y que uno sólo fuera capaz de echarlos a
perder? O, más
bien, ¿no es todo lo contrario?, ¿que uno sólo es capaz de
mejorarlos, o
muy pocos, y que la mayoría, en cuanto los montan, pronto los
envician?
¿No funciona así, Meletos, en los caballos y en el resto de los
animales?
Sin ninguna duda, estéis o no estéis de acuerdo, Anitos y tú. ¿Qué
buena
suerte la de los jóvenes si sólo uno pudiera corromperles y el resto
ayudarles a ser mejores. Pero la realidad es muy otra. Y se te ve
demasiado el que jamás te hayan preocupado tales cuestiones y
que han
motivado el que me hicieras comparecer ante este Tribunal.
--Pero, ¡por Zeus!, dinos todavía: que vale más, ¿vivir entre
ciudadanos
honrados o entre malvados? Ea, hombre, responde, que tampoco
te pregunto
nada del otro mundo. ¿Verdad que los malvados son una
amenaza y que pueden
acarrear algún mal, hoy o mañana, a los que conviven con ellos?
--Sin lugar a duda.
57
--¿Existe algún hombre que prefiera ser perjudicado por sus
vecinos, o
todos prefieren ser favorecidos? Sigue respondiendo, honrado
Meletos,
porque además la ley te exige que contestes, ¿hay alguien que
prefiera ser
dañado?
--No, desde luego.
--Veamos pues: me has traído hasta aquí con la acusación de que
corrompo a
los Jóvenes y de que los hago peores. Y esto, lo hago, ¿voluntaria
o
involuntariamente?
--Muy a sabiendas de lo que haces, sin lugar a duda.
--Y tú, Meletos, que aún eres tan joven, ¿me superas en
experiencia y
sabiduría hasta tal punto de haberte dado cuenta de que los
malvados
producen siempre algún perjuicio a las personas que tratan y los
buenos
algún bien, y considerarme a mí en tan grado de ignorancia, que
ni sepa si
convierto en malvado a alguien de los que trato diariamente,
corriendo el
riesgo de recibir a la par algún mal de su parte, y que este daño
tan
grande, lo hago incluso intencionadamente?
Esto, Meletos, a mí no me lo haces creer y no creo que
encuentres quien se
lo trague: yo no soy el que corrompe a los jóvenes y en caso de
serlo,
sería involuntariamente y, por tanto, en ambos casos, te
equivocas o
mientes.
58
Y si se probara de que yo los corrompo, desde luego tendría que
concederse
que lo hago involuntariamente. Y en este caso, la ley ordena,
advertir al
presunto autor en privado, instruirle y amonestarle, y no, de
buenas a
primeras, llevarle directamente al Tribunal. Pues es evidente, que
una vez
advertido y entrado en razón, dejaría de hacer aquello que
inconscientemente dicen que estaba haciendo... Pero tú, has
rehuido
siempre el encontrarte conmigo, aunque fuera simplemente para
conversar o,
simplemente, para corregirme y has optado por traerme
directamente aquí,
que es donde debe traerse a quienes merecen un castigo y no a
los que te
agradecerían una corrección. Es evidente, Meletos, que no te han
importado
ni mucho ni poco estos problemas que dices te preocupan.
Aclaremos algo más: explícanos cómo corrompo a los jóvenes,
¿no es --si
seguimos el acta de la denuncia-- que es enseñando a no honrar
a los
dioses que la ciudad venera y sustituyéndoles por otras
divinidades
nuevas?. ¿Será, por esto, por lo que los corrompo?
--Precisamente eso es lo que afirmo.
--Entonces, y por esos mismos dioses de los que estamos
hablando,
explícate con claridad ante esos jueces y ante mí, pues hay algo
que no
acabo de comprender: ¿O es que yo enseño a creer que existen
algunos
59
dioses, y en este caso, yo en modo alguno soy ateo ni delinco, o
bien,
dices, por esta parte, que en concreto no creo en los dioses del
Estado,
sino en otros diferentes, y es por eso por lo que me acusas o más
bien
sostienes que no creo en ningún dios y que además estas ideas
las inculco
a los demás?
--Eso mismo digo: que tú no aceptas ninguna clase de dioses.
--Ah, sorprendente Meletos, ¿para qué dices semejantes
extravagancias? O,
¿es que no considero dioses al sol, la luna, como creen el resto de
los
hombres?
--¡Por Zeus! Sabed, oh jueces, lo que dice: el sol es una piedra y
la luna
es tierra.
--¿Te crees que estás acusando a Anaxágoras, mi buen Meletos?
O,
¿desprecias a los presentes hasta tal punto de considerarlos tan
poco
eruditos que ignoren los libros de Anaxágoras el Clazomenio,
llenos de
tales teorías? Y, más aún: ¿los jóvenes van a perder el tiempo
escuchando
de mi boca lo que pueden aprender por menos de un dracma,
comprándose
estas obras en cualquiera de las tiendas que hay junto a la
orquesta y
poder reírse después de Sócrates si este pretendiera presentar
como
propias estas afirmaciones, sobre todo, y, además, siendo tan
desatinadas?
60
Pero, ¡por Júpiter!, ¿tal impresión te he causado que crees que yo
no
admito los dioses?, ¿absolutamente ningún dios?
--Sí, ¡Y también por Zeus!: tú no crees en dios alguno.
--Increíble cosa la que dices, Meletos. Tan increíble que ni tu
mismo
acabas de creertela. Me estoy convenciendo, atenienses, de que
este hombre
es un insolente y un temerario y que en un arrebato de
intemperancia,
propios de su juvenil irreflexión, ha presentado esta acusación. Se
diría
que nos está tramando un enigma para probarnos: «A ver si este
Sócrates,
tan listo y sabio, se da cuenta de que le estoy tendiendo una
trampa, y no
sólo a él, sino también a todos los aquí presentes, pues en su
declaración, yo veo claramente que llega a contradecirse.
Es como si dijera:
«Sócrates es culpable de no creer en los dioses, pero cree que los
hay.»
Decidme, pues, si esto no parece una broma y de muy poca
gracia. Examinad,
conmigo, atenienses, el porqué me parece dice esto. Tú Meletos,
responde,
y a vosotros --como ya os llevo advirtiendo desde el principio-- os
ruego
que prestéis atención, evitando cuchicheos porque siga usando el
tipo de
discurso que es habitual en mí.
¿Hay algún hombre en el mundo, oh Meletos, que crea que
existen cosas
61
humanas, pero que no crea en la existencia de hombres
concretos? Que
conteste de una vez y que deje de escabullirse refunfuñando.
¿Hay alguien
que no crea en los caballos, pero sí que admita, por el contrario, la
existencia de cualidades equinas?, o, ¿quien no crea en los
flautistas
pero si que haya un arte de tocar la flauta? No hay nadie, amigo
mío.
Y puesto que no quieres, o no sabes contestar, yo responderé por
ti y para
el resto de la Asamblea:
¿Admites o no, y contigo el resto, que puedan existir divinidades
sin
existir al mismo tiempo dioses y genios concretos?
--Imposible.
--¡Qué gran favor me has hecho con tu respuesta, aunque haya
sido
arrancada a regañadientes! Con ella afirmas que yo creo en
cualidades
divinas, nuevas o viejas, y que enseño a creer en ellas, según tu
declaración, sostenida con juramento. Luego, tendrás que aceptar
que
también creo en las divinidades concretas, ¿no es así?
Puesto que callas, debo pensar que asientes.
Y ahora, bien, prosigamos el razonamiento: ¿no es verdad que
tenemos la
creencia de que los genios son dioses o hijos de los dioses?
¿Estás de
acuerdo, sí o no?
--Lo estoy.
--En consecuencia, si yo creo en las divinidades, como tú
reconoces, y las
62
divinidades son dioses, entonces queda bien claro de que tú
pretendes
presentar un enigma y te burlas de nosotros, pues afirmas, por
una parte,
que yo no creo en los dieses, y, por otra, que yo creo en los
dioses,
puesto que creo en las divinidades. Y si estas son hijas de los
dioses,
aunque fueran sus hijas bastardas, habidas de amancebamiento
con ninfas o
con cualquier otro ser --como se acostumbra a decir--, ¿quién, de
entre
los sensatos, admitiría que existen hijos de dioses, pero que no
existen
los dioses? Sería tan disparatado como el admitir que pueda
haber hijos de
caballos y de asnos, o sea, los mulos, pero que negara, al mismo
tiempo,
que los caballos y asnos existen.
Pero, lo que ha pasado, Meletos, es que, o bien pretendías
quedarte con
nosotros, probándonos con tu enigma o, que de hecho, no habías
encontrado
nada realmente serio de Qué acusarme. Y dudo que encuentres
algún tonto
por ahí, con tan poco juicio, que crea que una persona pueda
creer en
demonios y dioses, y al mismo tiempo, no creer en demonios o
dioses o
genios. Es absolutamente imposible.
Así pues, creo haber dejado bien claro de que no soy culpable, si
nos
atenemos a la acusación de Meletos. Con lo dicho, basta y sobra.
63
Pero, como llevo machaconamente dicho, hay mucha
animadversión contra mí,
y son muchos los que la sustentan. Podéis estar seguros, que eso
sí que es
verdad. Y es eso lo que va a motivar mi condena. No esas
incongruencias de
Meletos y Anitos, sino la malevolencia y la envidia de tanta gente.
Cosas
que ya han hecho perder demasiadas causas a muchos hombres
de bien y que
las seguirán perdiendo, pues estoy seguro de que esta plaga no
se detendrá
con mi condena.
Quizá alguno de vosotros, en su interior, me esté recriminando:
«--¿No te avergüenza, Sócrates, el que te veas metido en estos
líos a
causa de tu ocupación y que te está llevando al extremo de hacer
peligrar
tu propia vida?»
A éstos les respondería, y muy convencido por cierto:
--Te equivocas completamente, amigo mío, si crees que un
hombre con un
mínimo de valentía debe estar preocupado por esos posibles
riesgos de
muerte antes que por la honradez de sus acciones,
preocupándose sólo por
si son fruto de un hombre justo o injusto. Pues, según tu
razonamiento,
habrían sido vidas indignas las de aquellos semidioses que
murieron en
Troya, y principalmente el hijo de la diosa Tetis, para quien
contaba tan
poco la muerte, si había que vivir vergonzosamente, que llegó a
despreciar
64
tanto los peligros, que, deseando ardientemente matar a Héctor
para vengar
la muerte de su amigo Patroclo, a su madre, la diosa, que más o
menos le
decía:
«--Hijo mío, si vengas la muerte de tu compañero Patroclo y matas
a
Héctor, tú mismo morirás, pues tu destino está unido al suyo», --
tras oír
esto, tuvo a bien poco a la muerte y el peligro, y temiendo mucho
más el
vivir cobardemente que el morir por vengar a un amigo, replico:
«--Prefiero morir aquí mismo, después de haber castigado al
asesino, que
seguir vivo, objeto de burlas y desprecios, siendo carga inútil de la
tierra, arrastrandome junto a las naves cóncavas».
¿Se preocupó, pues, de los peligros y de la muerte?
Y es que así debe ser, atenienses. Quien ocupa un lugar de
responsabilidad, por creerse que es el mejor, o bien, porque allá le
han
colocado los que tengan autoridad, allí debe quedarse, resistiendo
los
peligros sin echar cuentas para nada ni con la muerte ni con otro
tipo de
preocupaciones, sino es con su propia honra.
Así pues, vergonzosa y mucho más sería mi conducta, si yo, que
siempre
permanecí en el puesto que mis jefes me asignaron que afronté el
riesgo de
morir, como tantos otros hicieron, obedientes a los estrategas que
vosotros elegisteis en las campañas de Potidea, Anfipolis y Delión,
ahora,
que estoy plenamente convencido de que es un dios el que me
manda vivir
65
buscando la sabiduría, examinándome a mí mismo y a los demás,
precisamente
ahora, me hubiera dejado vencer por el miedo a la muerte o
cualquier otra
penuria y hubiera desertado del puesto asignado. Sería,
indiscutiblemente,
mucho más deshonroso, y con ello sí que me haría merecedor de
que alguien
me arrastrara ante los tribunales de justicia por no creer en los
dioses,
puesto que desobedecía al oráculo, por temer a la muerte y por
creerme
sabio sin serlo.
En efecto, el temor a la muerte no es otra cosa que creerse sabio
sin
serlo: presumir saber algo que se desconoce. Pues nadie conoce
Qué sea la
muerte, ni si en definitiva se trata del mayor de los bienes que
pueden
acaecer a un humano. Por el contrario, los hombres la temen
como si en
verdad supieran que sea el peor de los males. Y, ¿cómo no va a
ser
reprensible esta ignorancia por la que uno afirma lo que no sabe?
Pero,
yo, atenienses, quizá también en este punto me diferencio del
resto de los
mortales y si me obligaran a decir en Qué yo soy más sabio, me
atrevería a
decir que, en desconociendo lo que en verdad acaece en el
Hades, no
presume saberlo.
Antes por el contrario, sí que sé, y me atrevo a proclamarlo, que el
vivir
66
injustamente y el desobedecer a un ser superior, sea dios o sea
hombre, es
malo y vergonzoso. Temo, pues, a los males que sé positivamente
sean
tales, pero las cosas que no sé si son bienes o males, no las
temeré, ni
rehuiré afrontarlas.
Así que, aun en el caso de que me absolvierais, desestimando las
acusaciones de Anitos, que en definitiva ha llegado a exigir que yo
debiera haber comparecido ante este Tribunal y una vez
comparecido,
merecía ser condenado a muerte, diciéndoos que si salía
absuelto, vuestros
hijos correrían el peligro de dedicarse a practicar mis enseñanzas
y todos
caerían en la corrupción, si a mí, después de todo esto, llegaran a
decirme:
«--Sócrates, nosotros no queremos hacer caso a Anitos, sino que
te
absolvemos, pero con la condición de que no molestes a los
ciudadanos y
abandones tu filosofar. De manera, que en la próxima ocasión en
que te
encontremos ocupados en tales menesteres, debemos condenarte
a morir.»
Si vosotros me absolvierais con esta condición, os replicaría:
«--Agradezco vuestro interés y os aprecio, atenienses, pero
prefiero
obedecer antes al dios que a vosotros y mientras tenga aliento y
las
fuerzas no me fallen, tened presente que no dejaré de inquietaros
con mis
interrogatorios y de discutir sobre todo lo que me interese, con
67
cualquiera que me encuentre, a la usanza que ya os tengo
acostumbrados»
Y aún añadiría:
«Oh tú, hombre de Atenas y buen amigo, ciudadano de la polis
más grande y
de la más renombrada por su intelectualidad y su poderío, ¿no te
avergüenzas de estar obsesionado por aumentar al máximo tus
riquezas y con
ello, tu fama y honores, y por el contrario descuidas las sabiduría y
la
grandeza de tu espíritu, y cómo lograr engrandecerlas?» Y si
alguno de
vosotros me lo discute y presume de preocuparse por tales cosas,
no le
dejaré marchar, ni yo me alejaré de su lado, sino que le someteré
a mis
preguntas y le examinare y si no me parece que está en posesión
de la
virtud, aunque afirme lo contrario, le haré reproches porque
aquello que
más estima merece, él lo valora en poco o en nada, en tanto que
prefiere
las cosas más viles y despreciables.
Este será mi modo de obrar con todo aquél que se me cruce por
nuestras
calles, sea joven o mayor o forastero o ateniense, pero
preferentemente
con mis paisanos, por cuanto tenemos una sangre común.
Sabed que esto es lo que me manda el dios. Enteraos bien: estoy
convencido
de que no ha acaecido nada mejor a esta polis que mi labor al
servicio del
dios.
68
En efecto, yo no tengo otra misión ni oficio que el ir deambulando
por las
calles para persuadir a jóvenes y ancianos de que no hay que
inquietarse
por el cuerpo ni por las riquezas, sino como ya os dije hace poco,
en cómo
conseguir que nuestro espíritu sea el mejor posible, insistiendo en
que la
virtud no viene de las riquezas, sino que las riquezas y el resto de
bienes y la categoría de una persona vienen de la virtud, que es la
fuente
de bienestar para uno mismo y para el bien público. Y si por decir
esto
corrompo a los jóvenes, mi actividad debería ser condenada por
perjudicial; pero si alguien dice que yo enseño otras cosas, se
engaña y
pretende engañaros.
Resumiendo, pues, oh atenienses, creáis a Anitos o no le creáis,
me
absolváis o me declaréis culpable, yo no puedo actuar de otra
manera, mil
veces me condenarais a morir.
No os pongáis nerviosos, atenienses, y dejad de alborotar, por
favor, como
os llevo repitiendo tantas veces, para que podáis escucharme,
pues sigo
convencido de que os beneficiaréis si no me interrumpís. Tengo
que añadir
aún algo que quizá os provoque tanto que tengáis que
manifestaros
gritando, pero evitadlo si podéis.
Si me matáis por ser lo que soy, no es a mí a quien castigáis ni
infringís
69
el más mínimo daño, sino que es a vosotros mismos. Pues a mi, ni
Meletos
ni Anitos pueden ocasionarme ningún mal, aunque se lo
propusieran.¿Cómo
pueden hacerlo si estoy plenamente convencido de que un
hombre malvado
jamás puede perjudicar a un hombre justo? No niego que puedan
lograr mi
condena a muerte, el destierro, o la pérdida de derechos
ciudadanos; penas
que para muchos de ellos puedan tratarse de grandes males, pero
yo pienso
que no lo son en modo alguno. Más bien creo mucho peor hacer
lo que él
hace ahora: intentar condenar a un hombre inocente. Por eso
estoy muy
lejos de lo que alguno quizá se haya creído: de que estoy
intentando hacer
mi propia defensa. Muy al contrario, lo que hago es defenderos a
vosotros
para que al condenarme no cometáis un error desafiando el don
del dios.
Porque si me matáis difícilmente encontraréis otro hombre como
yo, a quien
el dios ha puesto sobre la ciudad, aunque el símil parezca ridículo,
como
el tábano que se posa sobre el caballo, remolón, pero noble y
fuerte y que
necesita que un aguijón le encorajine. Así, creo que he sido
colocado
sobre esta ciudad por orden del dios para teneros alerta y
corregiros, sin
dejar de encoraginar a nadie, deambulando todo el día por calles y
plazas.
70
Un hombre como yo, no lo volveréis a encontrar, atenienses, por
lo que si
mi hicierais caso me conservaríais. Pero, en el caso de que
vosotros,
enojados como los que sobresaltados por el aguijón de un molesto
tábano,
de una fuerte palmada y dóciles a las insinuaciones de Anitos, me
matarais
impulsivamente, creyendo que os pasaréis el resto de vuestra vida
tranquilos sin que nadie moleste ya vuestros sueños, a no ser que
el dios,
preocupado por vosotros, os mande a algún otro como yo.
Que yo sea un don del dios para esta ciudad, vais a convenceros
con lo que
voy a añadir: no parece muy humano el que haya vivido
descuidado de todos
mis asuntos e intereses y que durante tantos años dejé
abandonados mis
bienes, y en cambio esté siempre ocupándome de lo vuestro,
llegando a
interesarme para que cada uno se ocupe del bien y de la virtud,
como si yo
fuese su padre o hermano mayor. Y si de estas actividades sacara
alguna
ganancia o hiciera estas exhortaciones mediante paga, aún
tendría algún
sentido que justificaría lo que hago. Pero vosotros mismos podéis
comprobar que a pesar de tantos reproches acumulados contra mí
por esa
caterva de acusadores, no han tenido el atrevimiento ni de
insinuar de que
yo haya cobrado alguna vez remuneración alguna. Y de que estoy
diciendo la
71
verdad presento al mejor y al más fidedigno de los testigos: mi
pobreza y
la de los míos.
Quizá encontréis que sea un contrasentido el que yo me he
pasado la vida
exhortando a los ciudadanos en privado y que me he metido en
tantos líos,
que no me haya atrevido a intervenir en la vida pública,
participando en
vuestras Asambleas y aconsejando a la ciudad.
La explicación está en lo que me habéis oído decir tantas veces y
en tan
diversos sitios, y es que se da en mí una voz, manifestación divina
o de
cierto genio, y que me sobreviene muchas veces. Incluso se habla
de ella
en la acusación de Meletos, aunque sea en tono despectivo. Es
una voz que
me acompaña desde la infancia y se hace sentir para
desaconsejarme algunas
acciones pero que jamás me ha impulsado a emprender de
nuevas. Esta es la
causa que me ha impedido intervenir en la política. Y me lo ha
desaconsejado, creo yo, muy razonablemente. Porque lo sabéis
muy bien: si
hace tiempo me hubiera metido en política, hace tiempo que ya
estuviera
muerto y por ello no habría sido útil, ni a vosotros, ni a mí mismo.
Y no os irritéis contra mí porque os diga la verdad, una vez más.
No hay
nadie que pueda salvar su vida, si valientemente se opone a
vosotros o a
cualquier otra Asamblea y se empeña en impedir las múltiples
injusticias e
72
irregularidades que se cometen en cualquier ciudad. En
consecuencia, a
quien quiera luchar por la justicia, debe tener muy presente si es
que
quiere vivir muchos años que se conforme con una vida retirada y
que no se
ocupe de los asuntos públicos.
Y voy a daros pruebas contundentes de ello, no con palabras, sino
con lo
que tiene mayor fuerza ante cualquier auditorio: los hechos.
Escuchad lo que me ha ocurrido para que comprobéis que yo no
cedo ante
nadie. El temor a la muerte es impotente para hacerme desistir de
algo que
sea contrario a la justicia.
Os voy a relatar cosas cargantes, a la manera de los abogados,
pero todas
ciertas.
Yo no he ejercido cargos públicos más que en dos ocasiones:
cuando siendo
miembro del Consejo coincidió que nuestra tribu de Antióquida,
ejercía su
turno de Presidencia y vosotros estábais deliberando qué hacer
con
aquellos diez estrategas que no habían recogido los cuerpos de
los
soldados caídos en la batalla naval y se intentó juzgarlos a todos
juntos.
Esto estaba en contra de nuestras leyes como después se
demostró.
Entonces yo sólo, y en contra de todos los Prítanos, me opuse a
que
vosotros hicierais algo en contra de la ley y voté en contra de
todos. Y a
73
pesar de que los oradores, alentados por vuestras protestas y
vuestro
apasionamiento, exigían abrirme un proceso para llevarme ante
los
tribunales, creí que era mucho mejor estar de parte de la ley y de
la
Justicia, aunque me supusiera graves peligros, que ponerme de
vuestra
parte en busca de seguridades, si por ello debía ir en contra de la
justicia o era movido por el temor de la muerte o del
encarcelamiento. Y
esto ocurrió cuando Atenas era gobernada por la democracia.
Pero también, bajo el régimen oligárquico de los Treinta fuí
requerido,
juntamente con otros, para que me presentara ante el Tolos, y nos
ordenaron que nos trasladáramos a Salamina para buscar al
estratega León y
colaborar en su muerte.
Misiones de este tipo encomendaban a muchos otros para
comprometer a
cuantos más pudieran en su criminal gestión de gobierno. Y
entonces, volví
a demostrar, no con palabras, sino con los hechos, que la muerte
lo digo
sin ambages, no me importa lo más mínimo, mientras que intentar
no cometer
acciones injustas es para mí lo más importante. E incluso aquel
régimen
que presumía de duro, y en verdad lo era , no pudo doblegarme
para hacer
un acto injusto. Y cuando salimos del Tolos, los otros cuatro se
dirigieron a Salamina para cumplir tan injusta orden y traerse a
León,
74
pero yo me fui tranquilamente a mi casa. Por este motivo es muy
posible
que ya hubiera encontrado entonces la muerte, pero aquel
régimen cayó poco
después. De todo esto muchos de vosotros podéis ser testigos.
Y bien: ¿acaso creéis que yo hubiera vivido muchos años si me
hubiera
dedicado a la política, si, portándome como es propio de quien
antepone su
honradez a sus intereses, hubiera hecho de la defensa de la
justicia mi
compromiso, anteponiéndole, como debe ser, por encima de
todo? Ni mucho
menos, atenienses, como tampoco ningún otro que lo intente de
esta manera.
Pero yo, durante toda mi vida, ya sea en las cuestiones de interés
público
en que he intervenido o en las privadas, he sido siempre el mismo
y jamás
he actuado contra la justicia, ni he permitido hacerlo a aquéllos
que mis
acusadores denominan mis discípulos, ni a los demás.
Pero, aunque jamás he sido maestro de nadie, si alguien, joven o
mayor, ha
sentido deseos de oírme u observarme, nunca lo he rehusado. No
soy hombre
que hable por dinero o que me calle si me lo dan. Estoy a total
disposición tanto del rico como del pobre para que me pregunten
cuanto
deseen y todos podéis contrastar lo que digo. Jamás me he
negado a
dialogar. Y si alguno, por todo ello, se convierte en un hombre
mejor o
75
peor, no se me eche a mí el mérito ni el castigo, ya que jamás
prometí a
nadie ningún tipo de enseñanza ni de hecho la enseñé. Por ello, si
sale
alguien que dice que ha aprendido algo porque ha recibido
lecciones mías,
sean particulares o públicas, podéis estar seguros que os está
mintiendo.
Ya lo habéis oído, atenienses, os he dicho sólo la verdad: les
resulta
intrigante ver cómo interrogo a los que presumen de sabios, pero
que de
hecho no lo son.
Sostengo que ese es el mandato que he recibido del genio, ya sea
en
sueños, oráculos o por cualquiera de los medios normales con
que un dios
acostumbra a servirse para asignar a un hombre una misión. Esa
es la
verdad y no es nada difícil probarla. Pues si yo hubiera dejado una
estela
de jóvenes corrompidos, y aun ahora los fuera corrompiendo, es
natural que
alguno, o todos, estarían aquí presentes para acusarme y exigir el
castigo
y si ellos no se atreviesen, sus padres o hermanos vendrían en su
lugar
por considerar que se ha causado daño a alguien de su familia.
Por el contrario veo a muchos de ellos sentados entre vosotros:
primero a
Critón, de mi misma edad y del mismo demos, padre de Critóbulo,
también
aquí presente: después a Lisanias, del distrito de Esfeto, padre de
76
Esquines, quien tenéis aquí también, y ved a Antifonte, del distrito
de
Cefisia, padre de Epigenes, y a esos otros cuyos hermanos han
estado
presentes en las conversaciones aludidas: Nicóstrato, hijo de
Teozótides,
y hermano de Teódoto --Teódoto murió y, por tanto, no puede
testimoniar--;Paralio, hijo de Demódoco, cuyo hermano era
Téages;
Adimanto, hijo de Aristón, del cual es hermano Platón, ahí
presente, y
Ayantodoro, del cual es hermano Apolodoro, ahí presente. Y
podría citaros
a muchos más, que incluso al propio Meletos hubiera podido
presentar como
testigos de su pleito, y si no lo hizo por descuido o por olvido, que
lo
haga ahora, a ver si encuentra a alguien que corrobore alguno de
sus
puntos. Pero comprobaréis todo lo contrario, atenienses: todos
están
dispuestos a declarar a favor del que ha sido su corruptor, el que
ha
destrozado sus familias, según Anitos y Meletos aseguran.
Cabría la posibilidad de que los ya corrompidos tuvieran alguna
secreta
razón para auxiliarme y compartir mi responsabilidad, pero los no
corrompidos y que son mayores de edad que ellos, sus parientes,
¿qué
motivos pueden tener para ayudarme, si no es la que Anitos y
Meletos están
mintiendo y de que yo estoy en la verdad?
Ya he dicho bastante, atenienses. Todo lo que pueda añadir en
defensa
77
propia, queda suficiente aclarado con lo expuesto y aunque podría
ir
añadiendo nuevos aspectos, más o menos, serian del mismo
estilo.
Y quizá alguno se indigne al recordar que en otros casos de
menos monta,
se rogó y suplicó a los jueces con lágrimas, haciendo comparecer
ante el
Tribunal a sus hijos para despertar compasión, y si se terciaba, a
sus
parientes y familiares, y yo, en cambio, no hago ninguna de estas
cosas a
pesar de que estoy corriendo, como se ve, el mayor de los
peligros. Puede
ser que alguno echándose esas cuentas, tome hacia mí una
actitud de
despecho, y que irritado por mi forma de actuar, deposite su voto
con
cólera.
Pues bien: si en alguno de vosotros se da esta situación, aunque
ni afirmo
de que se dé, sino que analizo esta posibilidad, ya tengo
preparada la
respuesta que le daría: Amigo mío, también yo tengo una familia y
también
puedo aplicarme aquello de Homero: "No he nacido ni de una
encina ni de
las rocas», sino de hombres. Tengo familiares, e incluso tres hijos,
uno
adolescente, por cierto, y dos de corta edad. Y, sin embargo, a
ninguno de
ellos permitiré que suba a este estrado para suplicar vuestro voto
absolutorio.
78
¿Por qué no quiero hacer nada de todo esto? No es ni por
fanfarronería ni
mucho menos por falta de consideración hacia vosotros. Que
después afronte
la muerte con firmeza o con flaqueza, esa es otra cuestión. Pero,
por mi
buen nombre y por el vuestro, que es el de nuestra ciudad, a mi
edad no me
parece honrado echar mano de ninguno de estos recursos, y
mucho menos, con
la opinión que se ha formado de que Sócrates se diferencia de la
mayoría
de los hombres. Si de entre vosotros, los que destacan por su
valentía o
por su inteligencia o por cualquier otra virtud, se comportasen de
este
modo, cosa fea sería. Alguna vez he visto a algunos de esos que
son
considerados importantes, cuando se les está juzgando y temen
sufrir
alguna pena o la misma muerte, su conducta me parece
inexplicable, pues,
parece que están convencidos de que si logran de que no se les
condene a
muerte, después ya serán por siempre inmortales. Estos son la
deshonra y
el oprobio de nuestra ciudad, porque pueden hacer creer a los
extranjeros
que aquellos ciudadanos que distinguimos con honores y que
eligimos para
que ocupen las magistraturas, no se diferencian en nada de las
mujeres.
Esas son escenas, atenienses, que los que rozamos de cierto
prestigio no
79
debemos hacer, y si lo hacemos, vosotros no debéis permitirlo,
sino que
más bien debéis estar dispuestos a demostrar que condenareis a
quien
ofrezca el triste espectáculo de suplicar la compasión de sus
jueces,
dejando en ridículo a la ciudad.
Pero, aparte de la cuestión de mi buen nombre, tampoco me
parece digno el
ir suplicando a los jueces y salir absuelto por la compasión
comprada,
sino que hay que limitarse a exponer los hechos y tratar de
persuadir, no
de suplicar. Pues el jurado no está puesto para repartir la justicia
como
si de favores se tratara, sino para decidir lo que es justo en cada
caso;
y lo que ha jurado es interpretar rectamente las leyes, no a
favorecer a
los que le caigan bien.
Por tanto, no podemos permitirnos el perjurio a nosotros mismos,
ni a los
demás, pues ambos nos haríamos reos de impiedad. No esperéis,
pues, de mí,
que recurra a artimañas ni acciones que no sean rectas ni justas,
y menos
ahora, ¡oh por Zeus!, que estoy aquí acusado de impiedad por
Meletos. Pues
es evidente que si con súplicas llegara a convenceros o bien os
forzara a
faltar a vuestro juramento, os enseñaría a pensar de que no hay
dioses y,
así, con mi defensa, de hecho, lo que haría sería condenarme a
mí mismo
80
por no creer en los dioses.
Pero no es así, ni mucho menos: yo creo en los dioses, como
cualquiera de
mis acusadores. Por eso, atenienses, dejo en vuestras manos y
en las de
los dioses el decidir lo que va a ser mejor para mi y para vosotros.
No me ha sorprendido ni indignado, oh atenienses, esta condena
que acabáis
de sellar con vuestro voto.
Y entre muchas razones, la primera, es que no me ha resultado
inesperada;
más bien me sorprende el tan gran número de votos a mi favor,
pues no
sospechaba que se resolvería así, sino que esperaba muchos
más votos en
contra mía. Pero ved que los resultados se hubieran trastocado
con sólo
una treintena que hubieran votado mi absolución.
Por de pronto, que de la acusación de Meletos, según las cuentas
que yo me
he hecho, he quedado plenamente absuelto y no sólo absuelto,
sino que
incluso es evidente que si no hubieran comparecido Anitos y
Licón,
hubieran sido condenados a pagar la multa de mil dracmas por no
haber
alcanzado la quinta parte de los votos exigidos.
Ahora, este hombre propone la pena de muerte para mí.
Bien, ¿y qué contrapuesta os voy a hacer, atenienses?
Ciertamente que voy a proponer la que creo que me merezco.
¿Que cuál es?
81
¿Qué pena o castigo tengo que sufrir por haberme empeñado
tozudamente en
no querer una vida tranquila y cómoda, sino descuidando lo que
obsesiona a
la mayoría de las personas, como son sus bienes, sus intereses
personales,
la dirección de ejércitos, el discursear en la Asamblea, dedicarme
a la
caza de cargos públicos, sino que he permanecido neutral ante
coaliciones
y revueltas, por considerar que soy demasiado honrado para
poder salir
ileso si intervengo en la política. Por ello, jamás me he ocupado de
aquellas cosas que ni a vosotros ni a mí pudieran reportar utilidad,
y
prefiriendo hacer a cada uno de vosotros el máximo bien tratando
de
convencerle de que no se ocupara más que de aquello que era de
la máxima
utilidad para sí mismo y lo más razonable. Y que no se ocupara de
los
asuntos de la nación, sino de la nación misma, y que así
procediera en
todos los asuntos.
Ahora bien, ¿qué debo sufrir por todo esto? Ciertamente, que
algún bien,
atenienses, si de verdad hay que ser ecuánimes con arreglo a los
merecimientos. Y, ¿qué bien puede ser el más apropiado para un
benefactor
pobre que necesita todo el tiempo posible para poder dar consejos
a sus
conciudadanos? Indudablemente que sólo hay una recompensa
que haga
82
justicia a los merecimientos: mantenerle a costa del Estado en el
Pritaneo
y con mayores merecimientos que cualquiera de los ganadores de
alguna
carrera de caballos, o de carros por parejas o de las cuadrigas
que se
celebran en Olimpia. Pues mientras éstos os hacen creer que os
dan la
felicidad, yo os hago felices de verdad, y, por otro lado, ellos no
precisan de vuestras pensiones y yo sí. En resumen, si de verdad
debo
proponer la condena que merezco haciendo justicia, esa es la que
propongo:
ser mantenido a costa del Estado en el Pritaneo.
Tal vez al oír esta proposición y ver el tono que uso, se repita en
vosotros la misma impresión que cuando hablaba de recurrir a
lágrimas y
súplicas: que os parezca arrogante mi comportamiento. Pero no
es esta mi
intención, atenienses, aunque ésta es la única verdad: no tengo
conciencia
de que voluntariamente jamás haya hecho mal a nadie, aunque no
he podido
convenceros a la mayoría de vosotros porque no ha habido tiempo
suficiente
para ello.
Pues yo creo que si entre vosotros fuera ley, lo que es costumbre
en otros
pueblos, de que las cuestiones de pena capital no se dicte
sentencia en el
mismo día del juicio, sino después de uno o de varios, estoy
persuadido de
que os convencería; pero, ahora, no es demasiado fácil rechazar
tan graves
83
cargos en tan corto espacio de tiempo.
Estando convencido de no haber hecho mal a nadie injustamente,
es lógico
que tampoco me lo haga a mí mismo hablando como si me
mereciera un castigo
o me condenara a mí mismo.
¿Qué tengo que temer? ¿Tal vez, el sufrir aquello que propone
Meletos
contra mí, cosa que repito que aún no sé si es un bien o un mal?
¿Voy a
decantarme hacia las cosas que sé que son malas y proponer
contra mí algún
castigo concreto? ¿Tal vez la cárcel?
Y, ¿porqué tengo que encerrarme en una cárcel, a merced de los
que vayan
ocupando anualmente el cargo de los Once, que son los
vigilantes?
O, ¿tal vez proponer una multa y prisión hasta que no haya
pagado el
último plazo? Estamos en lo mismo: debería estar siempre en la
cárcel,
pues no tengo con que pagar.
¿Me condenaré al exilio? Quizá sea esta la pena que a vosotros
mayormente
os satisfaga. Pero debería estar muy apegado a la vida y muy
ciego para no
ver que si vosotros, mis paisanos, no habéis podido soportar mis
interrogatorios ni mis tertulias, sino que os han resultado molestos
hasta
el extremo de obligaros a libraros de ellos, ¿cómo voy a esperar
que unos
extraños las soporten más generosamente?
Es evidente que no lo soportarían, atenienses. Y, ¡vaya
espectáculo el
84
mío! A mis años escapando de Atenas, vagando de ciudad en
ciudad,
convirtiéndome en un pobre desterrado. Bien sé que a todas
partes donde
fuere, vendrían los jóvenes a escucharme con agrado, igual que
aquí. Pero
si los rechazara, serían ellos los que rogarían a sus viejos para
que me
exiliaran de su ciudad, y si los acogiera, serían sus padres y
familiares
los que no pararían hasta hacerme la vida imposible y tendría que
volver a
huir.
Oigo la voz de alguien que me recomienda: pero Sócrates, ¿no
serás capaz
de vivir tranquilamente, en silencio, lejos de nosotros? Este es el
sacrificio mayor que podíais pedirme, pues se trataría de
desobedecer al
dios y, por tanto, jamás podría quedarme tranquilo si renunciara a
mi
misión. Y aunque no me creáis y os penséis que os hablo con
evasivas, debo
deciros que el mayor de los bienes para un humano es el ir
manteniendo los
ideales de la virtud con sus palabras y tratar de tantos temas
como hemos
hablado, examinándome a mí mismo y a los demás, pues, una
vida sin examen
propio y ajeno no merece ser vivida por ningún hombre, me creáis
o no. Sin
embargo, es tal cual os digo, pero ya sé lo difícil que es
convenceros.
Pero tampoco soy de los que aceptan gratamente condenas
injustas. Si me
85
sobrara el dinero me habría puesto una multa que fuera capaz de
soportar,
pues no representaría un perjuicio para mí. Pero como no lo
tengo, sois
vosotros los que debéis tasar la multa. Tal vez, rebuscando podría
pagaros
hasta una mina de plata. Así que, esta es la suma que os
propongo. Pero
algunos de los presentes, como Platón, Critón y Critóbulo, me
instan a que
os proponga ascender hasta treinta minas, de las que ellos se
hacen
fiadores. Propongo, pues, esta nueva suma. Y tendréis en ellos a
unos
fiadores de total solvencia.
Por no querer aguardar un poco más de tiempo, os llevaréis,
atenienses, la
mala fama de haber hecho morir a Sócrates, un hombre sabio,
pues para
avergonzaros, os dirán que yo era un sabio, a pesar de no serlo.
Si
hubierais sabido esperar un poquito más, habría llegado el mismo
desenlace
aunque de un modo natural, pues considerad la edad que tengo y
cuán
recorrido tengo el camino de la vida y que cercana ronda la
muerte. Lo
dicho no va para todos, sino solamente para los que me habéis
condenado a
muerte.
Y a éstos aún tengo algo más que decirles: quizá penséis,
atenienses, que
es por falta de razones o por la pobreza de mi discurso por lo que
he sido
86
condenado, me refiero a aquel tipo de discursos que no he usado,
en los
que se recurre a todo tipo de recursos con tal de escapar del
peligro.
Nada más lejos de la realidad. Sí, me he perdido por cierta falta
pero no
de palabras, sino de audacia y osadía, y por querer negarme a
hablar ante
vosotros de la manera que os hubiera satisfecho, entonando
lamentaciones,
y diciendo otras muchas cosas que yo sostengo que son indignas
e
inesperadas en mí, aunque estéis acostumbrados a oírlas en
otros. Pero yo,
ni antes creí que no hacía falta llegar a la deshonra para evitar los
peligros, ni ahora me arrepiento de haberme defendido así; pues
prefiero
morir por haberme defendido así, que vivir si hubiera tenido que
recurrir
a medios indignos. Pues es evidente que muchos en los combates
se escapan
de la muerte a costa de abandonar sus armas e implorar el perdón
de los
enemigos. En todos los peligros hay muchas maneras de
evitarlos, sobre
todo para quienes están dispuestos a claudicar. Pero lo más difícil
no es
el escapar de la muerte, sino el evitar la maldad, pues ésta corre
mucho
más deprisa que la muerte. Y a mí, que ya soy viejo y ando algo
torpe, me
ha pillado la primera de las dos, mientras que a mis acusadores,
que aún
son jóvenes y ágiles, van a ser atrapados por la segunda.
87
Así, que ahora, yo voy a salir de aquí condenado a muerte por
vuestro
voto, pero ellos marcharán llenos de maldad y vileza, acusados
por la
verdad. Yo me atengo a mi condena, pero ellos deben soportar
también la
suya. Tal vez era así, como debían transcurrir los hechos. Y
pienso que
incluso están bien, tal cual están.
Después de todo esto, quiero añadir lo que veo que os va a
suceder a los
que me habéis condenado pues cuando los hombres van a morir
es cuando
gozan mayormente del don de profetizar. Os predigo, que
después de mi
muerte caerá sobre vosotros, ¡por Zeus!, un castigo mucho más
duro del que
me acabáis de infringir. Acabáis de condenarme con la esperanza
de quedar
libres de responder de vuestro actos, pero, lo que os profetizo, es
que
las cuentas os van a salir muy al revés: cada día aumentará el
número de
los que os van a exigir explicación de vuestros actos y a los que
hasta
ahora yo he podido contener, aunque vosotros ni lo advertíais, y
tanto más
duros serán, cuanto que son más jóvenes y por ello más exigentes
y por
todo ello, viviréis aún mucho más enojados. Estáis rotundamente
equivocados si creéis que la mejor manera de iros
desembarazando de los
que os recriminan, es el de irlos matando. No es este el modo más
honrado
88
de cerrar la boca a quienes os inquietan, sino que hay otro mucho
más
fácil: no perjudicar a los demás y mejorar nuestra conducta en
todo lo
posible.
Con estas predicciones, como si de un oráculo fueran, quiero
despediros de
los que habéis votado mi muerte.
Y ahora, me gustaría conversar con los que me habéis absuelto,
conversando
sobre lo que aquí ha sucedido a la espera de que los magistrados
acaben de
trajinar con estos asuntos y que me conduzcan a donde debo
esperar la
muerte. Permaneced, atenienses, conmigo el tiempo que esto
dure, pues nada
nos impide platicar.
Querría mostraros, como amigos que sois, cuál es mi
interpretación de lo
que acabamos de vivir.
¡Oh jueces!, y os llamo jueces con toda propiedad por haberlo sido
conmigo, algo sorprendente me acaba de suceder y es, que
aquella voz del
daimon, que antes se me presentaba tan frecuentemente para
oponerse a
cuestiones, incluso mínimas, si creía que iba a actuar a la ligera,
hoy,
que según la mayoría acaba de sucederme lo peor que podía
sufrir, como es
encontrarme con la muerte, no me ha alertado de la presencia de
ningún
mal. Ni al salir de casa esta mañana, ni cuando subía al Tribunal,
ni en
89
ningún momento de mi apología, dijera lo que dijera, me ha
impedido seguir
hablando, cuando en otras ocasiones llegó a quitarme la palabra
en la
mitad del razonamiento, según lo que estuviera hablando.
¿Qué sospecho que hay detrás de todo esto?
Voy a aclararoslo: lo que me acaba de suceder es para mí un bien
y, por
tanto, no son válidas nuestras conjeturas cuando consideramos la
muerte
como el peor de los males. Esta es la razón de más peso para
convencerme
de ello: de lo contrario esa voz del genio se hubiera opuesto para
impedir
los hechos, si lo que me iba a ocurrir se tratara de un mal y no de
un
bien.
Pero aún puedo añadir nuevas razones para convenceros de que
la muerte no
es una desgracia, sino una ventura: una de dos: o bien la muerte
supone
ser reducido a la nada, y por ello no es posible ningún tipo de
sensación,
o de acuerdo con lo que algunos dicen, simplemente se trata de
un cambio o
mudanza del alma de éste hacia otro lugar.
Si la muerte es la extinción de todo deseo y es como una noche
de profundo
sueño, pero sin ensoñar, ¡maravillosa ganancia sería! Es mi
opinión de que
si nos obligaran a escoger entre una noche sin sueños pero
plácidamente
dormida, con otras noches con ensoñaciones o con otros días de
su vida,
90
que después de una buena reflexión tuvieran que escoger Qué
días y noches
han sido los más felices, pienso que no sólo cualquier persona
normal,
sino que incluso el mismísimo rey de Persia, encontraría pocos
comparables
con la primera. Si la muerte es algo parecido, sostengo que es la
mayor de
as ganancias, pues toda la serie del tiempo se nos aparece como
una sola
noche.
Pero si la muerte es una simple mudanza de lugar, y si, aún más,
es cierto
lo que cuentan, que los muertos están todos reunidos, oh jueces,
¿sois
capaces de imaginar algún bien mayor?
Pues, uno, al llegar al reino del Hades, liberado de todos esos que
aquí
se hacen pasar y llamar por jueces, nos encontraremos con los
que son
auténticos jueces y que, según cuentan, siguen ejerciendo sus
funciones. A
Minos, Radamanto y Triptólemo, y a toda una larga lista de
semidioses que
fueron justos en su vida. Y, ¿qué me decís del poder reunirme con
Orfeo,
Museo, Hesiodo y Homero?, ¿qué no pagaría cualquiera de
vosotros si esto
es así? En lo que a mí se refiere, mil y mil veces, prefiero estar
muerto
si tales cosas son verdad! Qué maravilloso pasatiempo sería para
mí poder
encontrarme con Palamedes, y con Ayax, hijo de Telamón, y
todos los héroes
91
de los tiempos pasados, víctimas también de otros tantos
procesos
injustos. Aunque sólo fuera para poder comparar sus experiencias
con las
mías, ya me daría por satisfecho. Mi mayor placer sería pasar mis
días
interrogando a los de allá abajo, como durante toda mi vida
terrena lo he
hecho con los de aquí, para ver quiénes entre ellos son los
auténticamente
sabios y quiénes creen serlo, pero que en realidad no lo son. Qué
precio
no pagaríais, oh jueces, para poder examinar a quien condujo
contra Troya
a aquel numeroso ejercito, o no digamos, si es el mismo Ulises o
Sísifo, o
tantos hombres y mujeres que ahora no puedo ni citar? Estar con
ellos,
gozar de su compañía e interrogarlos, sería el colmo de mi
felicidad.
En cualquier caso, creo que Hades no me llevaría a un juicio y me
condenaría a muerte por profesar mi oficio. Ellos son, allá, mucho
más
felices que los de aquí y entre muchas razones por la de ser
inmortales
para el resto de los tiempos, si es que son verdad las cosas que
se dicen.
Vosotros también, oh jueces míos, debéis tener buena esperanza
ante la
muerte y convenceros de que una cosa es cierta: la de que no hay
mal
posible para un hombre de bien, ni durante esta vida, ni después
en el
92
reinado de la muerte, y que los dioses jamás descuidan los
asuntos de
estos hombres justos. Lo que me ha sucedido a mí, no es fruto de
la
causalidad, sino que al contrario veo claro que el morir y quedar
libre de
ajetreos, era lo mejor para mí.
Es por eso por lo que en ningún momento me ha disuadido la voz
del genio y
que por lo que respecta por mi parte, no estoy enojado lo más
mínimo
contra mis jueces, ni contra mis acusadores, a pesar de que no
eran esas
sus intenciones al acusarme y condenarme, sino la de hacerme
algún mal.
Y ahora debo pediros un último favor:
Cuando mis hijos lleguen a ser mayores, atenienses, castigadles,
como yo
os he incordiado durante toda mi vida, si os parece que se
preocupan más
de buscar riquezas o negocios antes que de la virtud.
Y si presumen creer ser algo, sin serlo de verdad, reprochadles
como yo os
he reprochado, exigiéndoles que se cuiden de lo que deben y no
creerse ser
algo, cuando en realidad nada valen.
Si hacéis esto, ellos y yo habremos recibido el trato que
merecemos.
Y no tengo nada más que decir. Ya es la hora de partir.
Yo a morir, vosotros a vivir.
Entre vosotros y yo, ¿quién va a hacer mejor negocio? Cosa
oscura es para
todos, salvo, si acaso, para el dios.
93
--------------------------------------------------------------------------------
aquí hay unos cuantos ejercicios sobre una antología mínima de la
Apología
94
EXAMEN TEMA:fins Sòcrates
Sofisme
Jo sostinc que la veritat és tal com ja he escrit: cadascun de nosaltres
és "mesura de les coses que són i de les que no". Cert, de mil
maneres un hom es diferencia d'un altre, i és per això que unes
coses són i apareixen d'una manera a un i d'una manera a un altre.
Ara bé, denomino savi aquell que, canviant algú de nosaltres a qui certes coses apareixen i són dolentes, aconseguiexi que aquestes mateixes coses apareguin i siguin bones.
Plató, Teetet.
1) Exposeu amb paraules vostres l´argument del text tenint especial
cura d'aquelles parts que estan en negreta. Poseu títol al text.
2) Explica les característiques generals de la filosofia dels sofistes.
Menciona els dos sofistes estudiats.
3) Diferències entre els sofistes i Sòcrates.
95
Els deixebles. Dels socràtics menors als
Cinics,
Cirenaics i
escola de Megara (III)
• Antístenes,
• Aristip,
• Euclides,
• Fedó,
• Plató,
• Esquines i
• Xenofont.
Els Cínics:
Els Cirenaics
Escola de Mégara
96
2. Plató. Sumari. (-427/-347)
Plató dades Biografia I
PLATÓN
Nació en el seno de una familia aristocrática en Atenas. De joven, Platón tuvo ambiciones políticas pero se desilusionó con los gobernantes de Atenas. Más tarde se proclamó discípulo de Sócrates, aceptó su filosofía y su forma dialéctica de debate: la obtención de la verdad mediante preguntas, respuestas y más preguntas. Platón fue testigo de la muerte de Sócrates en el año 399 a.C. En el año 387 Platón fundó en Atenas la Academia, institución a menudo considerada como la primera universidad europea. Ofrecía un amplio plan de estudios, que incluía materias como: astronomía, biología, matemáticas, teoría política y filosofía. Aristóteles fue su alumno más destacado. Pasó los últimos años de su vida dando conferencias en la Academia y escribiendo.
97
Murió próximo a los 80 años en Atenas en el año 348 o 347 a.C.
OBRA Los escritos de Platón adoptaban la forma de diálogos, donde se exponían ideas filosóficas, se discutían y se criticaban en el contexto de una conversación o un debate en el que participaban dos o más personas. El primer grupo de escritos de Platón incluye 35 diálogos y 13 cartas.
Primeros Diálogos Los diálogos se pueden dividir en tres etapas de composición. La primera representa el intento que hizo Platón de comunicar la filosofía y el estilo dialéctico de Sócrates. Sócrates se encuentra con alguien que dice saber mucho, manifiesta ser ignorante y pide ayuda al que afirma saber. Sin embargo, conforme Sócrates empieza a hacer preguntas, se hace patente que quien se dice sabio realmente no sabe lo que afirma saber y que Sócrates aparece como el más sabio de los dos personajes porque, por lo menos, él sabe que no sabe nada. Ese conocimiento, por supuesto, es el principio de la sabiduría. Dentro de este grupo de diálogos se encuentran:
• Cármides (un intento por definir la templanza) • Lisis (una discusión sobre la amistad) • Laques (una búsqueda del significado del valor) • Protágoras (una defensa de la tesis de que la virtud es conocimiento y que es posible
aprenderla) • Eutifrón (una consideración sobre la naturaleza de la piedad) • y el libro I de La República (una discusión sobre la justicia).
Diálogos intermedios y últimos Los diálogos de los periodos intermedio y último de la vida de Platón reflejan su propia evolución filosófica. Las ideas de esas obras se atribuyen al propio Platón, aunque Sócrates sigue siendo el personaje principal en muchos diálogos. Los escritos del periodo intermedio abarcan los de:
• Gorgias (una reflexión sobre distintas cuestiones éticas) • Menón (una discusión sobre la naturaleza del conocimiento) • Apología (la defensa que hizo Sócrates de sí mismo durante el juicio en el que fue
acusado de ateísmo y corrupción de la juventud ateniense) • Crátilo (la defensa de Sócrates de la obediencia a las leyes del Estado) • Fedro (escena de la muerte de Sócrates, en la que discute sobre la teoría de las ideas,
la naturaleza del alma y la cuestión de la inmortalidad) • El Banquete (destacada realización dramática de Platón que contiene varios discursos
sobre la belleza y el amor) • y La República (máxima obra filosófica de Platón, que es una detallada discusión sobre
la naturaleza de la justicia).
Trabajos del último período se encuentran:
o Teeteto (una negación de que el conocimiento tiene que ser identificado con el sentido de percepción)
98
o Parménides (una evaluación crítica de la teoría de las ideas) o Sofista (una reflexión posterior sobre las ideas o las formas) o Filebo (discusión sobre la relación entre el placer y el bien) o Timeo (ideas de Platón sobre las ciencias naturales y la cosmología) o y Leyes (un análisis más práctico de las cuestiones políticas y sociales).
PENSAMIENTO Platón estaba persuadido de que el conocimiento se puede alcanzar. También estaba convencido de dos características esenciales del conocimiento:
• Primera, el conocimiento debe ser certero e infalible • Segunda, el conocimiento debe tener como objeto lo que es en verdad real en
contraste con lo que lo es sólo en apariencia.
Ya que para Platón lo que es real tiene que ser fijo, permanente e inmutable, identificó lo real con la esfera ideal de la existencia en oposición al mundo físico del devenir. Una consecuencia de este planteamiento fue el rechazo de Platón del empirismo, la afirmación de que todo conocimiento se deriva de la experiencia. Pensaba que las proposiciones derivadas de la experiencia tienen, a lo sumo, un grado de probabilidad. No son ciertas. Más aun, los objetos de la experiencia son fenómenos cambiantes del mundo físico, por lo tanto los objetos de la experiencia no son objetos propios del conocimiento. La teoría del conocimiento de Platón se expone en La República, en concreto en su discusión sobre la imagen de la línea divisible y el mito de la caverna. En la primera, Platón distingue entre dos niveles de saber: opinión y conocimiento. Las declaraciones o afirmaciones sobre el mundo físico o visible, incluyendo las observaciones y proposiciones de la ciencia, son sólo opinión. Algunas de estas opiniones están bien fundamentadas y otras no, pero ninguna de ellas cuenta como conocimiento verdadero. El punto más alto del saber es el conocimiento, porque concierne a la razón en vez de a la experiencia. La razón, utilizada de la forma debida, conduce a ideas que son ciertas y los objetos de esas ideas racionales son los universales verdaderos, las formas eternas o sustancias que constituyen el mundo real.
COMENTARIOS Además de que gracias a éste filósofo tenemos conocimientos sobre la vida y obra de Sócrates, su legado presente en los diálogos abarca temas que van desde la teoría del conocimiento, a la justicia y la amistad. Su radical rechazo por el empirismo científico y su mítica visión reflejada en el mito de la caverna, fue tal vez el primer paso que dió el hombre occidental en la disociación entre razón y fe, la cual era totalmente inexistente en pueblos tan cercanos a Grecia como el antiguo Egipto.
99
Biografia II 1. Biografia II
Plató (el nom grec significa d´espatlles amples) neix a Atenes el 428
a.C. de família aristocràtica, descedent de Soló per part de mare i del
rei Codre per part de pare. Se sap que de jove tenia molta afecció a la
poesia i va escriure fins i tot alguna obra de teatre. L´any 403 a.C.
coneix al seu mestre Sòcrates (que mor el 399 a.C., condemnat per
impietat). Se sap que va estar a Sicília, cridat per un amic Dió per tal
de fundar un estat basat en el seu pensament polític (367 a.C.).
També sembla que visità Egipte i la comunitat dels pitagòrics al sud
d´Itàlia. Fundà una mena d´escola, anomenada Acadèmia en record
d´un heroi grec Academos, on es debatien temes filosòfics i científics.
(En aquesta escola hi ingressà també Aristòtil). Era afeccionat a
l´esport, assistí a dues olimpiades. No es té noticia de que s´hagués
casat o tingués fills. Mor el 347, als 81 anys d´edat.
Obres 2. Obres
Excepte l´anomenada Carta VII totes les obres de Plató estan escrites
en forma de diàleg i en elles es debat un tema determinat. Han estat
traduïdes a tots els idiomes. (en castellà hi ha almenys unes quinze
versions diferents). Se n´han perdut algunes. Les que s´han conservat
són les següents:
Apologia de Sòcrates (objecte del diàleg: elogi de la figura de
Sòcrates, tema ètico-polític), Critó (la virtut, ètic), Ió i Menexen (sobre
la saviesa, poesia, gnoseològic), Laques (sobre el valor, ètic),
Alcibíades I i II, Hiparc i Anterestai (sobre l´autoconeixement, ètic,
psicològic, polític), Lisis (sobre l´amistat i el bé, ètico-polític), Teages i
Càrmides (sobre el seny, ètic), Eutifró (sobre els deures cívics i la
virtut, ètico-plític), Eutidem sobre la saviesa, crítica als sofistes,
gnoseològic, ètico-polític), Hipias menor (sobre la virtut i el saber ètic i
gnoseològic), Hipias major (sobre la bellesa, estètica), Cràtil (sobre la
naturalesa del llenguatge, gnoseològic), Gorgias (sobre l´art de parlar,
la retòrica, debat amb els sofistes, ètico-polític), República (sobre la
justícia i el bé, l´educació i el coneixement, ètic, polític, epistemològic,
100
pedagògic), Protàgoras (debat amb un sofista sobre la virtut i el bé,
ètico-polític), Menó (sobre l´aprenentatge i la memòria, epistemològic),
Fedó (sobre la naturalesa de l´ànima, la immortalitat, epistemològic,
psicològic, antropològic), El convit (sobre l´amor i la bellesa,
psicològic, teològic, estètic), Fedre, (naturalesa de l´ànima,
gnoseològic), Parmènides (sobre l´ésser i les idees, ontològic, Teetet
(sobre el coneixement, epistemològic), El sofista (sobre la dialèctica i
l´ésser, epistemològic), Polític (sobre la societat, polític), Fileb sobre el
bé el plaer, l´essència de les coses, epistemològic, ètic), Clitofó i
Critias (sobre la societat, mite de l´Atlàntida), Timeu (sobre la formació
de l´univers, cosmològic), Mino, Epinomis i Lleis (sobre el govern i les
normes socials, político-sociològic).
El pensament de Plató 3. El pensament de Plató Aquest ve donat a) pels anomenats
tradicionalment pre-socràtics, b) la figura de Sòcrates i c) els sofistes.
En acabar l´exposició de la filosofia de Plató haurem de veure
igualment els corrents i les influències posteriors del pensament del
nostre autor, en especial el seu deixeble Aristòtil. Despés d´haver
exposat la biografia, obres i el context històric i filosòfic de Plató: els
pre-socràtics, la figura de Sòcrates i els sofistes ens disposem a
entrar en la seva difícil doctrina, diversament interpretada al llarg de la
història i amb una riquesa literària i filosòfica que fa que sigui
plenament actual. Començarem per l´estudi de l´ànima, després
entrarem en el temes del coneixement, de l´estat i del cosmos.
101
El mite de la caverna
Llegeix atentament el text les vegades que creguis convenient. Se´t
dona mitja hora de temps per fer-ho. Per favor, no parlis amb ningú,
concentra´t! Un cop hagis acabat la lectura hauràs de respondre a un
qüestionari relatiu al text. Moltes gràcies per la teva participació.
• Mira, després d´això" -vaig dir-li- "compara la nostra naturalesa, pel
que fa a l´educació o a la manca d´ella, amb el cas següent.
Contempla uns homes en un habitacle sota terra, com en una
caverna, que té un accés obert a contrallum al llarg de tota la cova. I
al seu dedins aquells homes hi viuen, des d´infants, encadenats de
cames i de braços, de manera que romanen en el mateix lloc i només
veuen el que tenen davant, perquè la cadena no els permet de girar el
cap. Tanmateix tenen la llum d´un foc que crema darrera d´ells, a
certa distància i des de dalt. Entre el foc i els empresonats s´enfila un
camí, i paral·lel a ell, imagina-t´hi bastida arran una paret com els
barandats que els prestidigitadors posen davant del públic quan
exhibeixen els seus jocs de mans".
• "Tot m´ho imagino així" -va dir.
• "Doncs ara afigura´t uns homes que per darrera la paret porten
atuells de tota mena i que depassen el mur, i imatges i
representacions d´animals, unes de ferro i altres de fusta, i tota llei
d´objectes: com és natural, dels qui porten tot això, uns callaran i els
altres aniran parlant".
• "Esmentes una imatge ben estranya" -va dir- "i uns empresonats no
gens corrents".
• "Si són com nosaltres!" -jo vaig fer-li- "Perquè, ans que res, creus
que, de si mateixos i d´ells entre ells aquests homes han vist res que
no siguin les ombres que el foc projecta a la paret de la cova que ells
tenen al davant?"
• "Com haurien vist res més, forçats com estan a tenir el cap immòbil
de per vida?"
• "I què dels objectes transportats No hi hauran vist el mateix?" "Sí.
Què sinó?"
102
• "Doncs si tinguessin la capacitat de dialogar entre ells no penses
que es creurien anomenar els objectes reals en si mateixos quan
anomenen les ombres que veuen?" "Indubtablement".
• "I què, si la presó tingués un ressó que vingués de dalt, et creus que
si algun dels qui passen parlava, ells no es pensarien que el qui parla
és l´ombra que els transcorre pel davant?"
• "Sí, s´ho pensarien, per Zeus!" -va dir.
• "Vet aquí, doncs" -vaig fer jo- que uns homes així es creurien que la
veritat no és altra cosa que les ombres d´aquelles obres d´artifici".
• "No se´n pot dubtar gens" -va dir.
• "Considera, en conseqüència" -vaig proposar-li, que els guareixen
de la seva demència i que me´ls deslliguen de les cadenes. Si tals
coses passaven naturalment, tal com poden ser, sempre que un fos
deslligat i de cop i volta me´l fessin redreçar i girar-se d´esquena, i
caminar, i mirar la llum, quan fes tot això, es trobaria malament, els
ulls li farien pampallugues i no podria contemplar les coses de les
quals abans veia les ombres (...) Què et creus que diria quan algú li
expliqués que fins aleshores havia mirat coses inexistents, però que
ara veia quelcom més proper al ser, i que hi veia més correctament
perquè s´havia girat cap a ell, principalment si li anava mostrant el que
passava i el forcés fent-li preguntes a respondre què és? No creus
que ell es trobaria en destret i que es pensaria que el que veia abans
és més veritable que el que li ensenyen ara?"
• "Sí, i molt"-va dir.
• "I si se l´obligués a mirar la llum mateixa, segurament els ulls li farien
mal i ell ho defugiria, i es tombaria cap a allò que pot mirar, convençut
que en realitat és més clar que les coses que li mostren". I aleshores
ja estaria en condicions d´esbrinar d´ell que és el que produeix les
estacions i els anys, i que és l´ordenador de tot en l´espai visible, i que
d´alguna manera, també és la causa de tot el que veien abans".
• "És evident-va concedir ell- que després de tot allò arribaria a
aquesta conclusió".
103
• "Doncs què? Quan es recordi de la seva primera estança, i del que
allà sabia, i també dels seus companys de presó, no et creus que ell
es felicitarà del canvi i que els companys de presó li faran llàstima?"
• "Sí, i molta."
• "Doncs ara fixa´t bé en el que segueix" -vaig dir jo-. • "Si aquest home davallés i tornés a seure en el mateix seient, és que
ara no tindria els ulls plens de tenebra, venint tot de sobte del sol? "Sí,
ben plens"- va dir.
• "I si hagués de tornar a discernir aquelles ombres i a discutir amb
aquells encadenats de per vida, quan encara tingués els ulls ofuscats i
no pogués fixar la mirada, per a la qual cosa necessitaria un cert
temps, no faria riure i es diria d´ell que ara torna amb els ulls malalts
per haver pujat a dalt, i que no s´ho val ni tan sols provar de pujar-hi? I
que aquell que provés de deslligar-los i de portar-los amunt, si
poguessin enxarpar-lo amb les mans i matar-lo, el matarien?"
• Sí, és clar" -va dir.
Plató, La República, 514a-517a, Fundació Bernat Metge, Barcelona,
pp. 11-122.
Torneu a Programa de C.O.U. - Torneu a Índex - Aneu a
qüestionari - Aneu a diccionari - Aneu a Bibliografia
Torneu a autoaprenentatge - Aneu a la portada del treball La mort a
Venècia
Qüestionari QÜESTIONARI
Text de Plató: El mite de la caverna
Cliqueu sobre el botó de la resposta que considereu vertadera
1. Aquest text és ...¡
a) una argumentació - b) una exposició - c) una narració -d) una
poesia
2. Al començament del text s´al·ludeix a:
a) l´educació - b) a la guerra - c) a la política - d) a l´economia
104
3. En la caverna hi ha:
a) una llum elèctrica - b)uns armaris - c) un foc - d) unes cadires
4. Els homes tenen el cap...
a) adreçat a la dreta - b) adreçat a l´esquerra - c) immòbil - d)
cot
5. Els homes veuen:
a) els objectes tal com són - b) les fotografies dels objectes - c)
els
dibuixos dels objectes -
d) les ombres dels objectes
6. Els homes caminen lliures per la caverna
a) sí - no - c) no recordo - d) estic en dubte
7. Hi ha algú que...
a) els deslliura de les cadenes - b) els tira per terra - c) els ajuda
molt - d) els maltracta
8. El diàleg explica...
a) una acció - b) un acudit - c) una metàfora - d) una anècdota
9. La cova representa...
a) un antre - b) un lloc on s´amaguen els fugitius - c) el món en
què
vivim - d) un lloc per a dormir
10. El fet que els presoners tinguin el cap immòbil significa...
a) que no es poden moure - b) que no volen saber res del que
passa a fora
- c) que estan dominats pels sentits - d) que estan dormits
11. El significat de pujar cap a munt vol dir...
a) pujar una escala - b) fer una ascenció - c) fer l´esforç de
pensar -
d) somiar
12. La llum que hi ha fora de la caverna simbolitza...
a) el pensament - b) la vida actual - c) un corrent elèctric - d) una
mena d´energia
13. Al llarg del text es dóna importància a...
a) als vestits - b) a les coses en general - c) a la cova - d) al
105
diàleg
14. El foc representa...
a) el coneixement que ve donat pels sentits - b) l´escalfor - c)
una
energia - d) una senyal lluminosa
15. El text també fa esment d´un/a:
a) carrer - b) habitació - c) camí - d) porta
16. L´home que deslliura el presoner es pot comparar a...
a) un sacerdot - b) un mestre - c) un polític - d) un economista
17. El text ve a significar que...
a) és difícil pensar - b) la vida és breu - c) els homes no entenen
res
- d) no hi ha justícia
18. Guarir de la demència vol dir...
a) curar una malaltia - b) administrar una medicina - c) obrir els
ulls
a la veritat i al coneixement -
d) curar una depressió
19. El text també parla sovint de...
a) dels errors - b) de la veritat - c) de les coses que passen - d)
dels misteris
20. Si haguessis de posar un títol al text seria:
a) una fàbula - b) una caverna - c) el camí del pensament - d)
els
presoners
106
La caverna de Platón, Matrix y Truman Show ANTROPOSMODERNO
La caverna de Platón, Matrix y Truman Show
Stella Accorinti
Muchas veces suele verse, en diversos comentarios a la célebre
alegoría de la caverna de Platón, que el filósofo griego prefiguró la
existencia del cine. Quizá en coincidencia con ello, el cine de los
últimos tiempos ha presentado dos películas que hablan, muestran y
ponen en metáforas llamativas la alegoría platónica.
En Truman Show, Truman es una persona que ha nacido y se ha
criado en un inmenso set de cinematografía. El desconoce esto. ¿Qué
sabe Truman de la realidad? Que la realidad es el lugar en el que
vive, que la realidad es lo que ve. Pero su esposa, sus amigos, el
lugar donde trabaja, y la ciudad entera y sus alrededores son un
simulacro. El mundo real está afuera, y un director ha creado esta
vida de apariencia para él. Aunque varias personas que vienen del
mundo “real” intentan advertirle acerca de la situación, Truman se
niega a creerles, y, su gesto azorado se presta a la interpretación de
que no sólo no les cree, sino que, además, ni siquiera comprende de
qué le hablan.
Como los encadenados desde que nacen en la caverna platónica, su
realidad es la caverna del set cinematográfico. Truman es prisionero
de una vida “irreal”. ¿Pero es así? ¿La realidad está afuera? ¿Truman
es prisionero de una vida de apariencias o todos aquellos que miran
su vida, día a día, a través de la televisión, son también prisioneros de
su propia vida de apariencias? Quizá, ni unos ni otros sufran el acoso
impertinente de lo que parece ser y no es.
En Matrix el protagonista sospecha que lo que vive no es la realidad.
107
Busca incansablemente, hasta que aparece alguien que lo guiará en
su salida de la caverna, una vez más. El personaje elige tomar una
pastilla especial para ver la realidad, y una vez que el gesto se ha
consumado, y luego de diversas manipulaciones, ingresa en la
Realidad. Un mundo increíble, espantoso, donde son criados fetos en
campos en los cuales luego se los cosechará para dar energía a las
máquinas: nuestro hombre asiste perplejo a un escenario que en nada
se parece al mundo aparente en el cual ha vivido.
Tanto la salida del set, por decisión, que realiza Truman en el final de
la película, como la salida del “útero-máquina”, que realiza el
personaje de Matrix, constituyen la salida del filósofo a la Realidad.
Rotas las cadenas, acceden a un mundo de plenitud.
Tales eventos sean posibles porque los realizadores de ambas
películas las sostienen sobre los supuestos mínimos de la existencia
de dos mundos, y de que hay una Realidad que, de alguna manera,
es siempre mejor, más elevada y más buena que este mundo en el
que vivimos. Las viejas-nuevas preguntas acerca de qué es la
realidad, qué es la verdad, qué es lo que vemos, y cómo la metáfora
es constitutiva del mundo, atraviesan nuestra cultura. El cine es una
manera de mostrar nuestras preguntas filosóficas, una y otra vez. La
angustia de Truman al preguntarse cuál es la verdad, es nuestra
angustia filosófica. La pregunta en Matrix acerca de cuál es la
realidad, es la anciana pregunta de la filosofía. La acción del cine y la
politización de estos temas (su ingreso en la polis del mundo) es una
producción metafórica que constituye, una vez más, nuevas redes de
significantes posibles para producir, cada vez, preguntas poiéticas
que nos hablen acerca de nuestra cosmovisión y del entrecruzamiento
productivo con otras cosmovisiones. Para seguir preguntando.
http://www.izar.net/fpn-argentina
http://www.educacao.pro.br/
109
110
--------------------------------------------------------
3. Aristòtil Sumari(-384/-322).
Aristóteles
(Estagira, 384-Calcis, 322 a.J.C.) Filósofo griego. Hijo del médico real
de Macedonia, estuvo veinte años en la Academia de Platón, primero
como discípulo y luego como investigador y como tutor. Candidato a
ser el sucesor del maestro, el nepotismo de la elección de Espeusipo
le impulsó a marchar a Assos (Asia Menor), donde escribió su diálogo
«Sobre la filosofía» (la «carta de Assos») y fundó un centro de estudio
bajo la protección de su amigo Hermias, gobernador de Atarnea, con
una de cuyas parientes, llamada Pitias, se casó. Muerto Hermias,
capturado y crucificado por el sátrapa Mentor, partió hacia Lesbos
como huésped de Teofrasto; fiel a la amistad, compuso la «Oda a la
virtud», en memoria de Hermias y por la que veinte años después sus
enemigos intentaron procesarle por impiedad. Aceptó luego de Filipo
II de Macedonia el cargo de preceptor de Alejandro (de 13 años),
quien siempre conservaría un gran respeto por su maestro, le
apoyaría económicamente e incluso le mandaría desde el Indo
ejemplares de la fauna y de la flora de su imperio. Aristóteles se había
trasladado mientras tanto, de nuevo, a Atenas y había fundado el
Liceo, donde enseñaba paseando, de ahí el nombre de escuela
peripatética. Seguía sus investigaciones y análisis de datos,
correspondientes a los más diversos campos (arte dramático,
111
constituciones políticas, deportes olímpicos, zoología), y elaboraba
una veintena de obras. Sin embargo, al morir Alejandro (a los 33
años), el clan de Demóstenes (autor de «las Filípicas» y, por lo tanto,
enemigo de Aristóteles) se envalentonó y el Estagirita volvió a decidir
su partida, para «ahorrar a los atenienses un segundo atentado contra
la filosofía» (el primero lo habían cometido con Sócrates). Al año
siguiente, moría en Eubea de úlcera de estómago. Escondidas en una
bodega, para protegerlas de los proveedores de Pérgamo, sus obras
fueron olvidadas. Descubiertas por azar, ordenadas y editadas por
Andrónico de Rodas en la Roma de Cicerón, redescubiertas como
totalidad en la Edad Media por los árabes, cristianamente
interpretadas (bautizadas) por los tomistas y neoescolásticos,
relegadas por los modernos, éstas han sido definitivamente
rehabilitadas a partir de Hegel. De ellas, la tradición ha recogido con
el nombre de Órganon las obras de lógica: «Categorías», «De la
interpretación», «Primeros y Segundos analíticos», «Tópicos» y
«Refutaciones de los sofismas». Además de «la Retórica», de «la
Poética» (en parte) y de «Sobre el alma», la antropología de
Aristóteles comprende «la Ética a Eudemo», «la Ética a Nicómaco»,
«la Política» y «la Constitución de Atenas». Sus obras sobre la
naturaleza son: «Del cielo», «De la generación y corrupción», «los
Meteoros», «la Mecánica», «De las partes de los animales», «De la
generación de los animales», «Sobre el caminar», «Sobre el
movimiento», etc. Los varios libros de «la Física» y de «la Metafísica»
fundamentan y coronan el conjunto. Gracias a él, sabemos de la
ciencia positiva de la época y de los trabajos y concepciones de sus
predecesores y contemporáneos. Aristóteles aporta siempre agudas y
originales observaciones y no pocas de sus adquisiciones lo han sido
de las ciencias naturales de todos los tiempos, algunas, incluso, no
confirmadas hasta el s. XIX. Describió unas 400 especies, de las que
disecó unas cincuenta; distinguió entre animales sanguíneos
(vertebrados) y exangües (invertebrados); clasificó a los murciélagos
como mamíferos; describió la vida social de las abejas; distinguió
entre insectos dípteros e himenópteros y entre rocas y minerales y
112
aportó la noción capital de especie. Clasificador y analista universal
(de regímenes políticos, de géneros literarios, de categorías y de
modos de razonar e, incluso, del ser y de las causas) y tan atento al
fenómeno del lenguaje como reticente con los abusos del habla,
Aristóteles se planteó además y sobre todo las grandes cuestiones de
fondo: la estructura de la materia, la organización de la vida, el poder
del espíritu y sus límites, la libertad del hombre y su sentido y la
trascendencia misma de la divinidad y su misterio.
113
ARISTÓTELES
"Un Estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por unas
buenas leyes.".Aristóteles.
Nacido en Estagira (hoy Savros), hijo de Nicómaco, médico del rey de
Macedonia.
Aristóteles fué alumno de Platón en la Academia hasta la muerte de
su maestro.
Se hace tutor de Alejandro Magno y contrario a las ideas de Platón,
sienta las bases del pensamiento científico.
Propuso una serie de conceptos que representan las propiedades
comunes de cualquier grupo de objetos reales.
Los conceptos, a diferencia de las ideas de Platón, no tienen
existencia fuera de los objetos que representan.
La definición aristotélica de forma= una distinguible propiedad de la
materia, pero con una existencia independiente de la de los objetos en
los que se encuentra.
Al describir el universo material, Aristóteles afirmó que consiste en los
cuatro elementos
• fuego
• aire
• tierra
• agua
más un quinto elemento que existe en todas partes y es el único
constitutivo de todos los cuerpos celestiales.
En los escritos de Platón y Aristóteles las tendencias dominantes de
idealismo y materialismo en la filosofía griega alcanzaron, en uno u
otro caso, su más alta expresión, dando lugar a un cuerpo de
pensamiento que sigue ejerciendo una fuerte influencia sobre la
investigación filosófica.
114
La filosofía griega posterior, que refleja un periodo histórico de
agitación civil y de inseguridad individual, se preocupó menos por la
naturaleza del mundo que por los problemas individuales.
Durante ese periodo surgieron cuatro grandes escuelas filosóficas, en
gran parte materialistas e individualistas:
•
la de los cínicos•
epicuros
•
escepticos
•
• y estoicos.
COMENTARIOS
Prohibidos durante la edad media sus principios lógicos y científicos,
conforman en gran medida la cosmovisión racionalista del hombre
moderno.
Tal vez una nueva filosofía en nuestro siglo, pudiese integrar sus
antítesis empiristas con las tesis míticas de Platón, creando una
nueva síntesis que refleje más fielmente la amplitud del pensamiento
y la imensidad del ser humano.
Trabajo enviado por:
Jorge Sastré [email protected]
115
116
4. Les escoles morals i greco romans
Epicur (Samos (s-341-s-270)
GEC epicureisme
Doctrina filosòfica d'Epicur de Samos i els seus deixebles. Segueix
l'escola cirenaica i centra, com ella, el fi humà suprem en el plaer que
hom pot aconseguir a través de l'autarquia i l'ataràxia. L'home savi ha
de conrear tot allò que contribueix a augmentar la felicitat i suprimir tot
el que s'hi oposa: essencialment, la por als déus i a la mort. Per a això
cal elaborar una teoria física, i, com que aquesta comporta un
coneixement, una doctrina sobre aquest coneixement. Així, el sistema
epicuri comprèn la canònica, o doctrina del coneixement, la física, o
doctrina de la natura, inspirada en el materialisme atomista, i l'ètica, o
doctrina de l'ànima i del seu comportament. L'epicureisme, que es
mantingué vigent fins al sIV, ressorgí al sXVII amb Gassendi i,
posteriorment, a través d'aquest, amb el materialisme modern
hedonisme Doctrina filosòfica que identifica el bé amb el plaer. Són considerats
hedonistes Aristip de Cirene i Epicur de Samos. Segons l'hedonisme,
els preceptes ètics són únicament regles empíriques mitjançant les
quals l'home es defensa dels sentiments de disgust i resta obert
plenament a les alegries de la vida.
eudemonisme Doctrina filosòfica que considera la felicitat com el bé suprem. Hom
distingeix diverses concepcions eudemonistes, segons que s'entengui
la felicitat com a plaer, contemplació, exercici de la virtut,
impertorbabilitat, etc
utilitarisme
117
Doctrina filosòfica que fonamenta el sistema moral en el principi de la
utilitat, individual o general. Bé que tradicionalment hom ha referit
sovint l'utilitarisme a l'hedonisme d'Aristip, a l'eudemonisme antic i
àdhuc a la teoria de Hobbes, tanmateix convé restringir l'aplicació del
terme al corrent aparegut a Anglaterra a la darreria del s XVIII i
desenvolupat al s XIX i que té com a màxims representants Jeremy
Bentham, James Mill, John Stuart Mill i Herbert Spencer. Bentham
fonamentà la seva moral en una aritmètica dels plaers: l'objecte de
tota moral és la felicitat, entesa simplement com a augment de plaer i
disminució de dolor atenent només a llurs aspectes quantitatius
(intensitat, durada, etc), sense establir cap diferència qualitativa. Fou
Stuart Mill en el seu llibre Utilitarism (1861) qui distingí qualitativament
els plaers i assenyalà la superioritat específica dels plaers
intel·lectuals i afectius enfront dels sensibles, i superà d'aquesta
manera tant l'hedonisme com tot atomisme social i psicològic. Herbert
Spencer assenyalà, finalment, que la mateixa llei de l'evolució resulta
una harmonia progressiva que serà finalment complerta, la plenitud de
la qual serà assolida com a summa de la felicitat de cadascun i de la
de tots.
118
Epicuro Aunque Epicuro fue un escritor prolífico (Diógenes Laercio le atribuye
casi 300 tratados), todos ellos sin excepción se han perdido, en parte
debido a que el cristianismo se declaró enemigo del epicureísmo. Sin
embargo, nos quedan las cartas y máximas que conservó Diógenes
Laercio; esto, sumado a las sentencias encontradas, al "de rerum
natura" de Lucrecio y a los fragmentos de Filodemo, nos permite tener
una idea, cuando menos superficial, de lo que fue el epicureismo.
Daremos algun apunte biográfico de Epicuro. Nació en Samos el 341
y se aficionó pronto a la filosofia. Su época fue una época de crisi:
Alejandro Magno murió y los ciudadanos de medio mundo, dominados
por grandes monarquias, se sentian desconcertados por el nuevo
cosmopolitismo y por ir desapareciendo el sentimiento de pertenecer
a una patria concreta. Epicuro, después de algunos años estudiando y
enseñando, fundó una escuela a Atenas a través de la cual se
difundiria su pensamiento por el mundo y en la que se quedó hasta su
muerte, siendo muy querido por sus discípulos y discípulas. Para
Epicuro la filosofia es inutil si no ayuda a la felicidad. En su doctrina
del conocimiento explica que solo los sentidos dan informacion real
sobre el mundo. En la física adopta el atomismo, pero haciendolo más
aleatorio y menos sujeto a la necesidad mecánica. Pero todo va, en
realidad, subordinado a la ética. Los dioses solo son átomos perfectos
y estan despreocupados por nosotros, por lo que se deben venerar
sin temerlos. La muerte no debe preocupar, pues cuando ella existe
nosotros ya no existimos, y cuando ella no existe es cuando
existimos. Los placeres deben cogerse, aunque solo son
imprescindibles aquellos que satisfacen las necesidades básicas (los
otros deben cogerse cuando pueda hacerse sin grandes problemas);
la tranquilidad de ánimo es una ideal fuente de felicidad, pues el
placer y la autosatisfaccion se relacionan. No obstante, en la ética de
Epicuro no aparece la política, sinó que Epicuro recomendaba
alejarse del mundo para vivir en paz. Epicuro me abrio los ojos ante
119
algunos temas de la filosofia (la muerte, por ejemplo) y sin él mi
pensamiento no seria el mismo.
http://www.atomic-swerve.net/jardin/principales.html
120
Sobre el plaer ( Epicur 341 aC) No es pot viure amb plaer sense viure amb seny, amb
honestedati justícia, ni viure amb seny, amb honestedat i amb justícia sense viure amb plaer. Qui no té allò que fa viure amb
seny, honestedat i justícia no pot viure amb plaer.
121
Nadie sabe qué piensan las sardinas
sobre la libre competencia, pero es seguro que los tiburones la
encuentran maravillosa. La verdad se vende por tamaños. Lo curioso
es que, a la vez que nos invitan al banquete mutuo, nos recetan amar
al semejante. ¿Cómo? El predicar la fraternidad humana y promover
la competencia es tan tierno como acariciar al prójimo con la manopla
invisible del mercado. No importa; ahora, casi todos creen en la lucha
y entran, enanos y alegres, en la NBA de la «globalización» —que es
tierra de gigantes—, aunque les den con las reglas del juego en las
manos. Competir, engullir, deglutir: tres funciones diarias, como en los
viejos cines. ¿Cuál fue el «idiota latinoamericano» que dijo: «Nadie
ama más que quien da la vida por sus amigos»?
Tuvo que ser un griego quien nos enseñase que hemos venido a ser
dichosos en este mundo (no en otro), y que la felicidad se alcanza con
el dominio de las propias ambiciones y con la amistad magnánima.
Epicuro lo enseñó; es el profeta de una Arcadia fraternal, promesa de
luz sobre la que el fin del siglo XX cae como un telón de piedra negra
El latino Lucrecio dijo bien en De la naturaleza, el mayor poema
filosófico de la historia (la espléndida traducción es de Francisco de
Quevedo):
Murió el mismo Epicuro, fenecido el curso de su vida, el que en
ingenio todo el género humano aventajaba; como el Sol celestial a las
estrellas, a todos los demás obscurecía.
Grosera ironía es que el más virtuoso y sobrio de los griegos sea
conocido hoy como un payaso intemperante, terminator de almuerzos
y depredador del sexo. En realidad, Epicuro (341-270 a C.) nos invita
a una filosofía que acabe con los terrores infundidos por las religiones
y la muerte, y que haga, de los humanos, seres poderosos ante la
adversidad y satisfechos con la sencillez.
122
Para Epicuro, todo es materia, incluso el alma personal, formada de
átomos sutiles. Nada hay tras la muerte; por esto no debemos
temerla, y menos creer en póstumos tormentos.
Él imagina que los dioses griegos viven en el espacio estelar,
virtuosos e indiferentes a nosotros. Son tan serenos que casi no
existen: «Dioses que moran más allá del ruego», como escribió Jorge
Luis Borges («Susana Soca», El hacedor). No nos oyen ni nos
gobiernan; entonces, es absurdo temerlos o implorarles favores. Sin
conexión en las alturas, se acaba también el celestial oficio de los
sacerdotes.
De tal manera, los seres humanos estamos solos ante nosotros
mismos, y moralmente seremos lo que queramos ser. Necesitar un
policía divino para portarse bien, es prolongar la infancia. (Los que no
requieren de un dios para ser virtuosos, son la desesperación de los
creyentes.). Casi con una sonrisa, Epicuro resuelve el problema del
«silencio de dios», que tanta teología y existencialismo doliente ha
producido.
Es posible que Epicuro haya creído sinceramente en los dioses
griegos; en todo caso, después del asesinato ritual de Sócrates,
proclamarse agnóstico en Atenas habría sido como elegir ser negro
en Alabama.
Epicuro contempló, horrorizado, la descomposición política de Grecia,
manchada de tiranías y guerras. Ajeno a los grupos de poder, el sabio
no encontró el modo de remediar el mundo (no lo había) y se retiró de
él. Compró un terreno en Atenas y lo llamó el «Jardín». Allí enseñó
hasta que le llegó la muerte.
Durante muchos años, el Jardín fue una utopía caminable, de tamaño
natural, de la que salieron generaciones de filósofos. Fue la única
escuela griega que admitió a esclavos y a mujeres porque, para el
123
maestro, todos los seres humanos son iguales mientras practiquen la
virtud. Los griegos eran educados en la competencia rapaz, pero
Epicuro dijo: «Para nada necesita [el sabio] de cuanto entraña luchas
competitivas». (Para los padres que ansían un vástago gerencial y
ganador, un hijo poeta es el justo castigo.) Adelantándose a Jesús,
añadió: «Por un amigo, [el sabio] llegará a morir si es preciso».
Epicuro enseñó a despreciar la riqueza, la fama, el poder y toda forma
de dominio sobre los demás. Nadie ha nacido para gobernar, y nadie
necesita poseer más cosas que otros. Muertas las angustias del
infierno, la política (otro infierno), el dinero y la gloria, nacerá una
sociedad perfecta.
Ahora bien, conformarse con lo suficiente es fácil si nadie posee de
más; de lo contrario, es tonto. ¿Predicar a los miserables que no sean
golosos con las piltrafas? La trampa de las filosofías de la moderación
está en hacer que las aprendan primero los pobres.
En realidad, la de Epicuro es una filosofía orientada a la resistencia.
Es una receta magnífica para después de una derrota y para cuando
no se ve una forma de vencer. Así, por ejemplo, el epicureísmo es un
anillo de oro digno de las manos que lucharon por un mundo más
justo, y perdieron.
De esa aventura quedan los amigos —que son los recuerdos en
persona— y la briosa pasión de aprender. Cuando se ha perdido la
esperanza de un mundo mejor, para no caerse, la vida necesita
apoyarse en la amistad. «Sin un amigo, la existencia es un devorarse
de leones y lobos», escribió el sabio.
Epicuro es el gran hermano de los jóvenes que, después de haber
pretendido cambiar el mundo, pueden ostentar hoy la victoria de no
haber cambiado ellos mismos. «¿Por qué los llamáis epicúreos? Ellos
pertenecen al mundo entero» (Séneca, Epístolas morales).
124
No se pudo ganar, pero se vivió bellamente, y no hay por qué cambiar
ahora el hermoso cadáver de la gran ilusión por la baratija del éxito.
Epicuro no lo hubiese admitido. Uno no debe estar hecho de victorias,
sino de principios. Si un día creyeras que los ángeles están
equivocados y que los buitres tienen razón, ¿qué te gustaría ser?
Victor Hurtado Oviedo 1997
125
126
Els escèptics (Pirró, 323 a.n.e. i Sexto Empírico 180-210 d.n.e.)
L'eclecticisme (-I/III; Ciceró 106-143) 1.
El alexandrins.
Euclides …).
Plotí (III)
Filó d'Alexandria (-30/50). Plutarc 50-125
1De Angel Gonzalez Alvarez a H.F. (EPESA)