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DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO 23 BUENOS AIRES, ARGENTINA ISSN: 2422-7749 Versión papel: 1852-1002 I VOLUMEN 1: 2011 - 2012

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DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA

Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO

23

BUENOS AIRES, ARGENTINA

ISSN: 2422-7749Versión papel: 1852-1002

I

VOLUMEN 1: 2011 - 2012

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Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23. 2011/2014ISSN 2422-7749 - Versión papel: 1852-1002

III

AUTORIDADES

PRESIDENTA DE LA NACIÓN

Cristina Fernández de Kirchner

VICEPRESIDENTE DE LA NACIÓN

Amado Boudou

MINISTRA DE CULTURA DE LA NACIÓN

Teresa Parodi

JEFA DE GABINETE

Verónica Fiorito

SECRETARIO DE GESTIÓN CULTURAL Jorge Eduardo Espiñeira

DIRECTORA NACIONAL DE PATRIMONIO Y MUSEOS

Araceli Bellotta

DIRECTORA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO

Diana Susana Rolandi

COMITÉ HONORARIO

Dra. Tania Andrade Lima (Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil)Dr. Antonio A. Arantes (Universidade Estadual de Campinas, San Pablo, Brasil)

Dr. George Marcus (Rice University, Texas, EE. UU.)

COMITÉ EDITORIAL

Cristina Bellelli (CONICET), Juan Carlos Radovich (CONICET), Diana Rolandi (INAPL), Carlos Zanolli (INAPL)

SECRETARIA EDITORIAL

Concepción Sierra (INAPL)

EVALUADORES DEL PRESENTE VOLUMEN

Julio Ávalos (INAPL), Alejandro Balazote (UBA/Univ. Nac. de Luján), Soledad Caracotche (Administración de Parques Nacionales), Natalia Carden (CONICET - Univ. Nac. del Ctro. de la Pcia. de Bs. As.), Cristian Favier Dubois (Univ. Nac. del Ctro. de la Pcia. de Bs. As.), Luis Ferreira (Univ. Nac. de San Martín), Nora Franco (CONICET), Alejandro Frigerio (FLACSO - CONICET), Julieta Gómez Otero (CONICET - CENPAT), Alejandro Grimson (CONICET), Gerardo Halpern (CONICET - UBA), Laura López (Universidade do Vale do Rio dos Sinos - Brasil), Matías Medina (CONICET), Francisco Mena (Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia, Chile), César Méndez Melgar (Fac. de Ciencias Sociales, Univ. de Chile), Marcelo Morales (CONICET - UBA), Lidia Nacuzzi (CONICET - UBA), Carlos Nazar (Sec. Cult. Pcia. de Catamarca), María Inés Pacceca (CONICET - UBA), Cecilia Pérez de Micou (CONICET-INAPL-UBA), Laura Quiroga (CONICET - UBA), Silvia Ratto (CONICET), Jairo Rogge (UNISINOS, Brasil), Diana Rolandi (INAPL), María Cristina Scatollín (CONICET - UBA), Julio César Spota (UBA), María Ximena Senatore (CONICET), Patricia Solá (CONICET - UBA), Mojca Tercelj (Universidad Primorska, Koper, Eslovenia), Héctor Vázquez (CIURN - Univ. Nac. de Rosario), María Magdalena Vázquez (INAPL), Christian Vitry (Sec. Cult. Pcia. de Salta), Verónica Williams (CONICET), Hugo Yacobaccio (CONICET - UBA), Francisco Zangrando (CONICET).

CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y TecnológicasINAPL: Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento LatinoamericanoUBA: Universidad de Buenos Aires

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano es una publicación del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano de frecuencia bienal. Números atrasados solicitar por canje a [email protected]. Los autores son responsables de las ideas expuestas en sus respectivos trabajos.

III

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ISSN 2422-7749 -Versión papel: 1852-1002

Diseño de tapa:Concepción Sierra

Diseño y armado de interior:Marcelo Quesada GüiraldesAv. Pueyrredón 1440, 2°C1118AAR Buenos AiresTelefax: 4821-6263c. e.: [email protected]

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Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1). (2011/2012)ISSN 2422-7749 / Versión papel: 1852-1002

V

PRESENTACIÓN

Diana Rolandi

Conforme al avance de los medios digitales en la difusión del conocimiento científico que sucede en todo el mundo, Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano lanza la versión digital de su tradicional publicación. Esta conservará los objetivos que viene sosteniendo desde su creación, que son

difundir en el mundo académico investigaciones originales e inéditas en el campo de la Antropología Social, el

Folklore y la Arqueología.

El formato digital, que convivirá con el formato tradicional impreso, permitirá lograr una distribución inmediata y

sin costo a todo el ámbito académico de las ciencias antropológicas de Sudamérica y del resto del mundo.

Tendrá un volumen anual con dos números. Esta periodicidad es necesaria para lograr que la revista ingrese en los

indexadores bibliográficos que miden la calidad de las publicaciones científicas. El ingreso a dichos índices potencia el

interés de los investigadores en publicar en la revista, ya que los diversos organismos de investigación requieren a sus

miembros que publiquen en revistas indexadas que garantizan la calidad de los trabajos aceptados.

Otro aspecto que renueva la publicación es la ampliación del comité editorial y académico, ambos necesarios e

indispensables para asegurar la pluralidad en la investigación científica.

Asimismo quisiéramos compartir la decisión adoptada por el Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO, el

21 de junio de 2014, en la ciudad de Doha, Reino de Qatar, declarando como Patrimonio Mundial, al Qhapaq Ñan,

Sistema Vial Andino, como Itinerario Cultural transnacional seriado.

Esta extensa red vial llegó a conectar los diversos territorios, sus particulares desarrollos y diferentes grupos étnicos,

de lo que hoy son los países andinos de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. En nuestro país atraviesa

siete provincias: Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza. Por estos caminos circularon

ejércitos, poblaciones, caravanas de llamas que trasladaban bienes y materias primas, creencias e ideologías.

Los trece segmentos del Qhapaq Ñan, de una longitud total de 118,527 km, y los treinta y dos sitios arqueológicos

asociados, propuestos por la Argentina, son testimonio tangible de un fenómeno de integración multicultural y de

diversidades ecológicas sin parangón en la historia mundial, incluyendo los desafíos logísticos implicados (extracción

y almacenamiento de recursos agrícolas, pastoriles y mineros, movilización de mano de obra y aprovisionamiento

de vías que surcan vastos desiertos), de un manejo militar y cultural excepcional de las fronteras políticas y de una

tradición espiritual única en el mundo, que rindió culto a las montañas practicando ritos y sacrificios en adoratorios

erigidos en numerosas cumbres de más de seis mil metros de altura.

El Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, del Ministerio de Cultura de la Nación,

ha trabajado por más de diez años, de forma conjunta con las provincias argentinas y los países del área andina en la

elaboración, puesta en valor y reconocimiento del valor universal de este bien.

Los criterios por los cuales se denominó Patrimonio Mundial al Qhapaq Ñan, Sistema Vial Andino, son:

Criterio (ii): el Qhapaq Ñan muestra importantes procesos de intercambio de bienes, comunicación y

tradiciones culturales en un área del mundo que correspondía a un amplio imperio que llegó a tener 4.200 metros

de extensión en el momento de mayor expansión en el siglo XV. Se basó sobre la integración de los conocimientos

ancestrales y las especificidades de comunidades y culturas andinas más antiguas, que pasaron a formar parte de

un sistema de organización estatal que posibilitó el intercambio de valores sociales, políticos y económicos como

política del imperio. Varias estructuras en las cercanías de los caminos demuestran fehacientemente los valiosos

recursos y bienes que eran intercambiados a lo largo de la red, como metales preciosos, muyus (conchas Spondylus),

alimentos, provisiones militares, plumas, madera, coca y textiles que eran transportados de su área de recolección,

producción o manufactura, a los diferentes centros incaicos y a la misma capital. Muchas comunidades, que siguen

siendo custodios de los componentes de esta vasta red de comunicación Inca, son las rememoraciones vivientes del

intercambio de valores culturales e idiomáticos.

Criterio (iii): el Qhapaq Ñan es un testimonio único y excepcional de la civilización Inca, basada sobre valores y

principios de reciprocidad, redistribución y dualidad que constituyen un singular sistema de organización, llamado

Tawantinsuyu. La red vial era el sustento vital del Imperio Inca integrado en el paisaje andino. Como testimonio del

Imperio Inca, la red muestra miles de años de evolución cultural y era un símbolo omnipresente del poder y de la

extensión del Imperio a lo largo de los Andes. Este testimonio tiene influencia sobre las comunidades del Qhapaq Ñanhasta el día de hoy, particularmente en relación con el tejido social de las comunidades locales y las filosofías culturales

V

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que daban signifi cado a las relaciones entre las personas y entre las personas y la tierra. Más importante aún, la vida

sigue estando defi nida por relaciones de cercanía parental y por redes de ayuda mutua.

Criterio (iv): el Qhapaq Ñan, Sistema Vial Andino es un excepcional ejemplo de un tipo de conjunto tecnológico

que, no obstante las difi cultades de las condiciones geográfi cas, creó un sistema de comunicación y de intercambio

continuo y funcional, mostrando excepcionales habilidades arquitectónicas y de ingeniería en ámbitos rurales y

remotos. Muchos elementos muestran características tipológicas como muros, caminos, escalones, acequias laterales,

canales de aguas servidas, desagües, etc., con métodos de construcción únicos del Qhapaq Ñan y al mismo tiempo

variables según la localización o el contexto regional. Muchos de esos elementos eran estandarizados por el Estado Inca,

lo cual permitió el control de la igualdad de condiciones a lo largo de la red vial.

Criterio (vi): el Qhapaq Ñan, Sistema Vial Andino jugó un rol esencial en la organización del espacio y de la

sociedad en un área geográfi ca amplia a lo largo de los Andes, donde los caminos eran usados para compartir

valores culturales con excepcional importancia inmaterial. El Qhapaq Ñan le sigue otorgando aún hoy un sentido de

identidad a las comunidades y hace posible que las prácticas y expresiones culturales, y las capacidades tradicionales

sean transmitidas de generación en generación. Miembros de estas comunidades basan su propia existencia

en la cosmovisión andina, que es única en el mundo. Esta cosmovisión está presente en todos los aspectos de

la vida cotidiana. Hoy, el Qhapaq Ñan está directamente asociado con los valores intangibles que comparten las

comunidades del mundo andino, como el intercambio tradicional, las prácticas rituales y el uso de tecnologías

ancestrales, entre otros, que se constituyen como tradiciones y creencias vivas, elementos esenciales de la identidad

cultural de las comunidades asociadas. El Sistema Vial Andino mantiene sus funciones originales de integración,

comunicación, intercambio y fl ujo de bienes y conocimientos, y –no obstante las nuevas formas de intercambio y

los cambios sociales– mantiene su pertinencia e importancia a lo largo de los siglos y su rol como referente cultural

que contribuye a reforzar la identidad dentro del mundo andino.

En este número hemos querido recordar a tres fi guras importantes de la arqueología y la antropología,

recientemente fallecidas, cuyas obras han infl uenciado y enriquecido nuestra disciplina: Leopoldo J. Bartolomé,

Lewis Robert Binford y Carlos Herrán.

VI

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INTRODUCCIÓNLas políticas poblacionales del Estado uruguayo fueron

marcando su relación con los grupos emigrados y modela-ron en cierta forma las configuraciones organizativas que adquirió la migración uruguaya, en tanto procesos y prác-ticas sociales y políticas vinculados al país de origen. Dichas configuraciones, y sus transformaciones, se

analizan en este trabajo a partir del caso de la colec-tividad uruguaya en la Argentina en su devenir histó-rico. De esta forma, indagaremos en la organización política históricamente constitutiva de la inmigración uruguaya en relación con las políticas de exclusión e invisibilización y en sus reordenamientos actuales en conexión con las recientes políticas de vinculación del Estado uruguayo. Para este análisis se retoman algunas perspectivas y

discusiones conceptuales en torno al transnacionalismo migrante, la ciudadanía como praxis y la noción de sujeto como agente en el entramado de las determinaciones sociales que constriñen y habilitan sus prácticas. La perspectiva del transnacionalismo migrante para el

estudio de las migraciones internacionales representa un marco adecuado desde el cual incluir en la investigación de los procesos migratorios la implicancia del país de ori-gen en las prácticas cotidianas de los inmigrantes en des-

tino (Suárez Navaz, 2008). En particular, este enfoque se ha caracterizado por rescatar la importancia de lo estatal en las formas que adquieren los procesos identitarios en contextos migratorios (Castro Neira, 2005, Portes, 2005). Por su parte la ciudadanía como praxis política, más

allá del estatus jurídico (Marshall, 1963), despliega pers-pectivas de análisis acerca de las prácticas a través de las cuales se activan los sentidos de pertenencia y membre-sía. Para los migrantes la ciudadanía no se encuentra en los códigos jurídicos sino en sus luchas por ocupar los espacios de representación perdidos mediante la praxis política que pone en cuestión su status dentro de las sociedades nacionales (Balibar, 2004).En estas discusiones se presenta el debate en torno al

papel productivo y reproductivo de los sujetos en la esfera de la vida cotidiana, y al carácter doblemente constric-tivo y habilitante de la estructura social respecto de las acciones de los sujetos. De acuerdo con Giddens, en la relación sujeto y estructura ni el sujeto (agente humano) ni el objeto (sociedad o instituciones entendidas como prácticas sociales estructuradas) deberían ser vistos como ejerciendo su supremacía. “Cada una es constituida en y a

través de prácticas recurrentes” (Giddens, 1982: 7). Finalmente, retomamos la especificidad de la metodo-

logía etnográfica que permite documentar en el tiempo el sentido de las prácticas en la escala de la vida cotidiana (Roc-kwell, 2009). En particular, en contextos migratorios se trata de analizar cómo las personas, simultáneamente, mantienen y modifican repertorios e identidades culturales interac-tuando dentro de una localidad y más allá de sus fronteras

CONFIGURACIONES DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA:DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA A LA PATRIA PEREGRINA

Zuleika Crosa1

RESUMENEn este trabajo analizamos las configuraciones organizativas de la inmigración uruguaya en la Argentina en sus

transformaciones, desde la perspectiva del transnacionalismo migrante –que nos permite incluir en la investigación la implicancia del país de origen en las prácticas de los migrantes en destino– y los debates acerca de la ciudadanía.

PALABRAS CLAVESInmigración uruguaya en la Argentina, identidad, ciudadanía, transnacionalismo migrante.

ABSTRACTIn this paper we analyze the transformations the organizational configurations of the Uruguayan immigration in

Argentina from the perspective of the migrant transnationalism –which allows as to include in the investigation the implication of the country of origin in the practices of migrants in destination– and the debates about citizenship.

KEY WORDSUruguayan immigration in Argentina, identity, citizenship, migrant transnationalism.

1 Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y

Letras, UBA. [email protected]

1

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1): 1-8 (2011/2012)ISSN 2422-7749 / Versión papel: 1852-1002

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CUADERNOS 23

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(Levitt y Glick Schiller, 2004). En cuanto a las técnicas utili-zadas durante el trabajo de campo realizamos observación con participación, entrevistas y conversaciones informales. Además analizamos material gráfi co y publicaciones en Internet producidos por los distintos grupos, asociaciones e instituciones estatales, así como también textos legales.

EL URUGUAY Y SU POBLACIÓN EMIGRADA: POLÍTICAS DE INVISIBILIZACIÓN, EXCLUSIÓN Y PRIMEROS PROGRAMAS DE RECONOCIMIENTO

El Uruguay es un país de emigración pero su construc-ción nacional responde más a una imagen de nación de inmigrantes con cierto optimismo demográfi co (Aguiar, 1982, Pellegrino y Cabella, 2005, Pellegrino y Calvo, 2005). El fenómeno de la emigración poblacional fue tempra-namente relativizado y postergado desde la estructura estatal, mediante métodos de conteo inefi caces que sobre-valuaron el volumen poblacional hasta la década de 1960 (Aguiar, 1982, Porrini, 1995). Resulta muy signifi cativo que el Estado, a pesar de su temprana modernización en otros ámbitos, no efectuara durante cincuenta y cinco años (1908-1963) censos nacionales de población.

Durante la década de 1970, mientras el país se frag-mentaba con la consolidación defi nitiva de la emigra-ción (Pellegrino, 2003, Wonsewer y Teja, 1985, Fortuna y Niedworok, 1988), el Estado promovió abiertamente su desvinculación con los emigrados, asumiendo frente a su activismo político opositor funciones de intimidación, persecución y asesinato que trascendieron las fronteras nacionales entre 1968 y 1985, durante el período de terro-rismo de Estado (Rico, 2008).

Cierto reconocimiento social de los grupos emigrados se presentó recién con la restitución democrática en el Uruguay en el año 1985, a partir de la inclusión del exilio político. El retorno de los exiliados fue parte de los progra-mas electorales de todos los partidos políticos, para luego transformarse efectivamente en programas estatales y pri-vados tendientes a su integración social y económica.

Las primeras políticas de vinculación surgieron hacia fi nes de la década de 1990 y fueron destinadas a otro sector minoritario de la emigración, los denominados urugua-

yos altamente califi cados (UAC): académicos, empresarios y artistas. Para este sector se trazó un programa de vincu-lación patrocinado por el Ministerio de Relaciones Exte-riores (MRREE) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), cuya difusión podíamos encontrar hasta el año 2005 en la página de la embajada uruguaya en Washington (Crosa, 2007).

En este programa encontramos los lineamientos polí-ticos de los organismos multilaterales de cooperación y desarrollo, que sugieren a sus países miembros encauzar los benefi cios que generan las migraciones por la vía del

transnacionalismo migrante, es decir, los vínculos de los migrantes con el país de origen o con las redes sociales más allá de las fronteras nacionales. Entre otros objetivos, se enfatizan las políticas que promueven redireccionar las remesas –los fl ujos de dinero– hacia emprendimientos productivos, en particular cuando ellas superan el 10% del Producto Bruto Interno de los países de origen (Naciones Unidas, 2006).

CONFIGURACIÓN POLÍTICA DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA

La primera gran emigración de uruguayos –produ-cida entre los años 1963 y 1975 cuando, combinando factores causales políticos y económicos, dejan el país alrededor de doscientas mil personas (Pellegrino y Calvo, 2005)– tuvo diferentes contextos de recepción de acuerdo con las coyunturas políticas de los países de llegada. Esto generó distintas condiciones de visibilidad para estos grupos, que oscilaron entre lo propicio y lo adverso para su identifi cación en términos políticos y nacionales de origen.

Los contextos favorables fueron principalmente los europeos, como el caso entre otros de Suecia, que favo-reció el asilo político de uruguayos, mientras en Amé-rica Latina cabe destacar el caso de México. Asimismo, la peculiaridad del caso australiano radicaba en la pla-nifi cación y promoción económica de una inmigración especializada durante la década de 1970, y en la existencia de una serie de mecanismos de integración basados en políticas multiculturales que favorecieron la adhesión a la identidad nacional de origen.

En tales escenarios fue característica la organización política ligada a la trayectoria de militancia de los emi-grados, en gran medida opositores políticos con diversos grados de compromiso y participación sindical, estudian-til, social y artística en el Uruguay (Crosa, 2007). Dicha organización se concretaba mediante la creación de comités políticos del partido político Frente Amplio (en adelante FA) en países de América, Europa y Australia, recreando una de las formas más originales y participati-vas de militancia política que tuvo este partido desde su creación formal en el año 1971 (De Sierra, 1992).

En este sentido, la historia del FA se encuentra tem-pranamente vinculada con la emigración cuando desde su creación fue blanco de la represión y persecución estatal (Hobsbawn, 1994), transformándose en un movi-miento físicamente fragmentado, con sede política en el Uruguay y parte de sus miembros dispersos y con un cre-ciente nivel de organización en el exterior (Crosa, 2007).

En la Argentina, las organizaciones de la inmigración uruguaya pueden rastrearse para su análisis recién a partir del año 1983 con la restitución democrática en ese país. El

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CONFIGURACIONES DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA:DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA A LA PATRIA PEREGRINA

restablecimiento del sistema republicano y constitucional constituyó un marco propicio para el accionar político en tanto base para la vinculación con el país de origen, como sucedía en otras regiones del mundo.

En ese momento, de gran efervescencia social y polí-tica, surgieron en Buenos Aires una treintena de comités de base del FA que, a través de sus nombres, expresaron hitos de la historia uruguaya (Grito de Asensio, 33 Orientales, 25 de Agosto, etc.), homenajearon a personajes destacados y valorados (Che Guevara, Liber Seregni, Simón Bolívar, Alfredo Zitarrosa, José Artigas, Salvador Allende, etc.) y fi nalmente marcaron su inserción en el medio local argen-tino (Quilmes, Gualeguaychú, La Plata, Parque Centena-rio, Caballito, Palermo, Moreno, Rosario, Florencio Varela, Montegrande, la Matanza y Mar del Plata) (Crosa, 2007).

La actividad política se presentó como un rasgo gene-ralizado de la colectividad uruguaya en la Argentina. Así lo sugieren los siguientes entrevistados:

“En la Argentina no es necesario juntarse con otro

uruguayo para comer un asado, como en Australia, pero

sí para hacer política” (varón que emigró en 1973, a los dieciocho años de edad, desde la ciudad de Paysandú hacia Buenos Aires).

“La participación política es la tradición cultural del uruguayo; podemos permanecer a lo largo del tiempo orga-nizados de esta forma” (varón que emigró en 1977, a los treinta y siete años de edad, desde la ciudad de Montevi-deo hacia Buenos Aires).

Dentro del accionar de estos grupos fue central el pro-selitismo político. Permitió mantener el vínculo jurídico con el Estado uruguayo, a la vez que acarreó una impor-tante capacidad de acción colectiva y de movilización para la participación electoral en las diversas instancias nacio-nales y los distintos referendos y plebiscitos (lo que, hasta la actualidad, supone desplazarse al Uruguay en cada opor-tunidad, ya que no existe el voto vía epistolar o consular).

Estos viajes son motivo de orgullo dentro de la colec-tividad. Frecuentemente se recuerdan con cierta nostalgia los traslados en ómnibus antes de la proliferación del ferry como medio de transporte predominante para cruzar el Río de la Plata, como sugiere la siguiente entrevistada:

“Era una fi esta porque sacábamos todos los micros jun-tos (…) Desde que entrabas al Uruguay hasta que llegabas a Montevideo, en cada pueblo se juntaban para recibirnos y festejar (…)” (mujer que emigró en 1974, a los veintiún años de edad, desde la ciudad de Montevideo hacia Bue-nos Aires).

Durante más de dos décadas aquellos comités políticos fueron conformando una estructura partidaria autodeno-minada Frente Amplio de Uruguay en Argentina (FAUA) o Departamental 20, con distintos niveles de discusión, decisión y representación interconectados, siguiendo la

normativa vigente en el Uruguay1. El objetivo de confor-marse así en la Argentina los llevó a constituir una estruc-tura política relativamente autónoma. Entre los años 2005 y 2006 hemos registrado su pleno funcionamiento como departamental –aunque no reconocida en estos términos desde el Uruguay–, cuando se realizaron las reuniones del Plenario Activo de la Mesa Política del FAUA en la ciu-dad de Buenos Aires, en distintas sedes de organizaciones sindicales y partidarias argentinas, avanzando un paso hacia la construcción de un status político extraterrito-rial dentro de la estructura partidaria uruguaya (Crosa, 2009). Incluso se tenía en esos años la expectativa de lograr a futuro una representación para los uruguayos en la Argentina dentro del Parlamento del Uruguay.

Ahora bien, mientras resulta insoslayable la centrali-dad de la organización política para mantener el vínculo jurídico más allá de las fronteras, otros objetivos e intereses en torno a la autoidentifi cación como inmigrantes y sus problemáticas específi cas en el lugar de destino fueron sur-giendo y resurgiendo con mayor o menor intensidad. Estas identifi caciones y problemáticas eran nombradas, por los propios protagonistas, con la expresión ser uruguayo en la Argentina o, en términos más generales, el Uruguay exterior.

En este sentido, se perfi laron otros espacios tendien-tes a la constitución de un status nacional de carácter extraterritorial. En ellos se busca difundir y mantener la cultura uruguaya en sus expresiones artísticas y musicales, promover el conocimiento de las condiciones de vida y las trayectorias migratorias, generar redes de ayuda a los compatriotas y propiciar la unidad de la colectividad en la Argentina. Estas instancias se articulan alrededor de grupos musicales o artísticos y asociaciones que suelen organizarse como asociaciones de residentes o culturales, contando con medios gráfi cos y radiales para su difusión.

Para los uruguayos radicados en la Argentina, la hete-rogeneidad de grupos y la ampliación en cuanto a obje-tivos e intereses se multiplicó con la efervescencia social y política que implicó el triunfo del FA en el Uruguay. Particularmente hemos registrado el surgimiento de dos organizaciones novedosas: una asociación de residentes y una asociación por el encuentro cultural argentino y uruguayo. De acuerdo con sus fundadores era el momento de tener iniciativas y de hacer algo distinto porque todos veníamos de los comités de base.

Sobre este conjunto de actividades transnacionales

2 El FA en el Uruguay se organiza sobre la base de cuatro ins-

tancias que lo estructuran: los comités de base, las Coordi-nadoras Zonales de Montevideo, la Dirección Nacional y las departamentales correspondientes a la división política y administrativa del territorio uruguayo, que consta de dieci-nueve departamentos.

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CUADERNOS 23

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y los campos sociales así conformados, que conducen al mantenimiento de vínculos a través de los diferentes países (Suárez Navaz, 2008, Levitt y Glick Schiller, 2004), ingresaron las nuevas políticas poblacionales promo-viendo transformaciones y ampliaciones en la confi gura-ción de la inmigración uruguaya en la Argentina.

EL URUGUAY Y SU POBLACIÓN EMIGRADA: LA CREACIÓN DE LA PATRIA PEREGRINA - DEPARTAMENTO 20

Las políticas de vinculación selectiva dirigidas a la población califi cada en el exterior del país cobraron un renovado impulso con el cambio político en el Uruguay cuando el FA llegó al gobierno de la nación en el año 2005. En este punto, la relación con los emigrados como objetivo prioritario del gobierno y el nacionalismo a la distancia practicado por los uruguayos en el exterior han brindado una justifi cación para la reconfi guración trans-nacional del Estado uruguayo, que se extiende más allá de sus límites territoriales incorporando a sus poblacio-nes dispersas y a su descendencia (Levitt y Glick Schiller, 2004).

Estos nuevos lineamientos fueron enunciados por Tabaré Vázquez en su discurso de asunción presidencial, donde proclamó para la Patria Peregrina la creación de una red que permitiera mantener y reforzar los lazos con el Uruguay con el objetivo de recibir y aportar cultura, conocimientos científi cos y tecnológicos y fomentar el comercio y las inversiones (Presidencia, 2005). A su vez, dentro del conjunto de leyes que enviaría al Parlamento, el nuevo presidente destacó:

“Un proyecto de ley estableciendo el voto epistolar para los compatriotas que no tengan la ciudadanía suspendida y que residan en el exterior accidental o permanentemente. (…) Creemos que un elemento esencial para la vinculación con los uruguayos residentes en el exterior es consagrar el pleno ejerci-cio de sus derechos cívicos” (Presidencia, 2005).

Surge entonces una nueva política poblacional que incluye un programa de vinculación con los emigrados, el diseño de una ley de migraciones y un proyecto de ley para reglamentar el voto en el exterior del país2.

El proyecto de vinculación denominado Departa-mento 20 - La Patria Peregrina (D20)3 se organizó desde la Dirección General para Asuntos Consulares y Vincula-ción en el Ministerio de Relaciones Exteriores (MRREE),

2 En los hechos los ciudadanos uruguayos radicados en el

exterior solo pueden sufragar si se presentan en territo-rio uruguayo el día de elecciones con la documentación correspondiente �

3 Esta denominación incluye a todos los uruguayos residentes

en el exterior y alude a la división política y administrativa del territorio uruguayo que consta de diecinueve departamentos.

a través de los consulados y embajadas del Uruguay en el mundo, hasta las colectividades que debían organizarse en consejos consultivos para su representación.

Los consejos se proponían como un ámbito unifi ca-dor de los emigrados y sus organizaciones preexistentes. Su funcionamiento quedó establecido a partir del sistema representativo y democrático mediante estatutos, regla-mentos y elecciones periódicas de autoridades que debían ser fi scalizadas por los consulados en nombre del D20. El programa quedó luego legalmente inscripto en la Ley de Migración Nº 18.250 sancionada en el año 2007 y regla-mentada en 2008, donde se instaura como política a nivel nacional (MRREE, 2008).

Dicho programa de vinculación recuperó básicamente los objetivos planteados por Naciones Unidas respecto de considerar los aspectos positivos de las migraciones y reorientarlos en el retorno de recursos promoviendo el interés de los migrantes hacia el desarrollo de su país de origen (2006).

Entre las últimas acciones realizadas en el marco de estas políticas cabe mencionar el debate parlamentario del año 2007, donde se discutió aquella ley enviada por el presidente Vázquez y cuyo fracaso derivó en un plebiscito o consulta popular en el año 2009 acerca del voto en el exterior del país4.

Los resultados negativos de ambos eventos muestran cómo estas políticas de inclusión encontraron su propio límite al plantearse en el campo de los derechos políticos. En este sentido, la extensión del vínculo jurídico entre sociedad civil y Estado más allá de la frontera territorial obligaba a abrir la representación política a los grupos emigrados, despertando voluntades encontradas respecto de la legitimidad de su accionar político.

En el debate parlamentario, que hemos analizado en otro trabajo (Crosa, 2010a), emergía claramente un pro-fundo desacuerdo acerca de la concepción más amplia de la ciudadanía en dos direcciones opuestas. Por un lado, quienes plantearon su oposición al sufragio de los uruguayos en el exterior parecían tener difi cultades para desmarcar territorialmente la ciudadanía, ligándola más a un status jurídico en un lugar específi co (Marshall, 1963) que a una práctica. Desde este punto de vista, resultaba imposible extender los derechos ciudadanos debido a que la migración rompía el vínculo con el territorio de la nación, es decir, el fundamento de la relación sujeto, sociedad y Estado. Al contrario, promover la reglamenta-ción del voto en el exterior implicaba reconocer la praxis ciudadana de los emigrados y de los propios parlamen-

4 En el Uruguay los referendos, plebiscitos y consultas popula-

res, tienen carácter vinculante, es decir que deben ser acatadas a nivel nacional.

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CONFIGURACIONES DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA:DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA A LA PATRIA PEREGRINA

tarios como acción política que resignifi ca las relaciones sociales existentes hacia la redefi nición de las fronteras establecidas (Balibar, 2004).

La particularidad en torno al acceso diferencial a los derechos de ciudadanía respecto de los grupos emigrados no pudo resolverse tampoco en el plebiscito realizado junto con las elecciones nacionales del año 2009 por iniciativa de los legisladores del FA. Su resultado fue una desaprobación social frente al proyecto de deslocalizar a la sociedad uru-guaya del acotado marco del territorio nacional.

Por su parte, el FA como partido político respondió al activismo de sus militantes más allá de las fronteras transformando su sistema de representación. Históri-camente, la fi gura del comité político en el exterior del país fue una forma de representación aceptada y recu-rrente dentro de las instancias de gobierno del FA en el Uruguay. Sin embargo, a partir de 2007, a dos años de acceder al gobierno, el FA incorporó un sistema de repre-sentación regional que dividió a la migración uruguaya en el mundo en tres regiones a cargo de delegados elec-tos. Este sistema desconoció las lógicas de organización preexistentes como el FAUA de la Argentina, que resultó prácticamente desmantelado al conformarse la Región 1 compuesta además por el Brasil, Paraguay y Chile.

RECONFIGURACIONES EN LA ARGENTINA:LA CREACIÓN DEL CONSEJO CONSULTIVO DE BUENOS AIRES

En el marco de las nuevas políticas de vinculación del programa La Patria Peregrina - D20, las distintas colecti-vidades de uruguayos en el mundo debían constituirse en consejos consultivos para su representación. En el caso de la Argentina, luego de un largo proceso –no libre de difi -cultades– que comienza en el año 2006, algunos grupos se organizaron formando el Consejo Consultivo de Buenos Aires (CCBA), que incluyó también asociaciones de otras ciudades (Mar del Plata, Rosario, Zárate y Córdoba), incorporando un espectro heterogéneo de organizacio-nes como el FAUA, asociaciones de residentes, grupos de mujeres, comisiones de derechos humanos, grupos artís-ticos y programas radiales.

Asimismo se han constituido consejos en prácticamente todos los destinos de la emigración uruguaya, que perma-necen vinculados entre sí mediante distintos soportes de comunicación virtual y reuniones anuales en el MRREE en Montevideo, denominadas Encuentros Mundiales de Con-sejos Consultivos. En otro trabajo hemos analizado algunos aspectos del primero de estos encuentros mundiales reali-zado en el año 2006, donde los distintos consejos consulti-vos de uruguayos en España, Francia, Australia, los Estados Unidos, el Paraguay, la Argentina y Chile, entre otros países, mostraron su trabajo de vinculación de larga data con el Uruguay así como su potencial a futuro (Crosa, 2010b).

El proceso de formación del Consejo en Buenos Aires conllevó un esfuerzo colectivo en el que se invirtió tiempo, trabajo y dinero de forma voluntaria. Este sistema repre-sentativo ha resultado por demás difícil de implementar, demandando en los hechos soluciones de compromiso mediante las cuales el CCBA adquirió el carácter de pro-visorio. Fue muy complicada la preparación de estatutos y reglamentos, y se encuentra inconcluso el empadrona-miento de los miembros para la elección de autoridades que debía ser realizado por el Consulado según la Ley de Migraciones y su reglamentación.

Los signifi cados que adquiere esta nueva organización para sus integrantes abarcan un amplio espectro de visio-nes donde centralmente predomina el mantenimiento del vínculo jurídico con el Estado uruguayo para ser ciu-dadanos plenos más allá de las fronteras. De acuerdo con sus dirigentes los objetivos se orientan hacia:

“la construcción ciudadana para la recuperación de

valores, derechos y obligaciones perdidos por vivir fuera del

país” (Discurso de inauguración del 1er Encuentro Regio-nal de Consejos Consultivos en marzo del año 2009, Bue-nos Aires).

En un sentido ampliamente positivo se considera que las políticas de vinculación son:

“El primer paso que el gobierno progresista (se refi ere al

FA en el Uruguay) ha dado en buscar la participación de los

ciudadanos y lo ha hecho en el exterior” (varón que emigró en 1977, a los treinta y siete años de edad, desde la ciudad de Montevideo hacia Buenos Aires).

No obstante, abundan las visiones críticas con respecto a la implementación de estas políticas, habiendo plena conciencia de sus falencias e inconsistencias cuando se expresa que las políticas de vinculación son compromisos internacionales del Uruguay pero a nadie le importan. En el mismo sentido se sostiene que el Consejo Consultivo es el Estado buscando la unifi cación de las asociaciones para implementar sus políticas públicas.

Los objetivos del CCBA, según sus integrantes, bus-can la unifi cación de los distintos grupos en la Argentina, promoviendo su vinculación con las sociedades uruguaya y argentina. El Consejo fue entendido como elemento aglutinador frente a una generalizada autopercepción de la colectividad como fragmentada o dispersa. El punto de partida de esta unifi cación y vinculación debía surgir del reconocimiento de los derechos políticos a la distancia por parte del Estado uruguayo, implementando mecanis-mos como el voto epistolar o consular.

Asimismo fue concebido como un canal de promo-ción y fortalecimiento de las actividades sociales y cul-turales existentes, cuyo desarrollo concreto se visualizó a futuro en la proyectada Casa del Uruguay. Otros objetivos centrales fueron la promoción del turismo en el Uruguay

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CUADERNOS 23

6

y los acuerdos con compañías de transporte que bene-

fi cien a los residentes en la Argentina y sus familias. No

menos importante fue la propuesta de trabajar en con-

junto con el Consulado y la Embajada, en vías de revertir

varias problemáticas, como la localización del edifi cio y

su funcionalidad, la reducción de costos en los trámites y

la necesidad de incorporarles funciones de registro civil y

de ofi cina migratoria.

En este sentido, nuevos integrantes recientemente

incorporados defi nen como objetivos de los consejos:

“Nuclear asociaciones sociales, culturales y políticas trascendiendo lo que cada una de ellas pueda aportar como colectivo para unifi car esfuerzos para la construcción de espacios mayores de participación ciudadana” (mujer, pri-

mera generación de uruguayos nacidos en la Argentina).

Sin embargo, persiste el problema de la conformación

legal del Consejo, en cuanto a reglamentos, estatutos y

elección de autoridades que requieren competencias

específi cas y el trabajo conjunto con el Consulado. A seis

años de implementadas las políticas de vinculación, la

institucionalización como condición inicial para el vín-

culo no pudo ser cumplimentada y la solución de com-

promiso se presentó insostenible en el tiempo debido a

que las autoridades provisorias, una vez cumplidos los

plazos en sus funciones, han renunciado.

Por esta razón, actualmente el CCBA funciona con

un sistema de representación múltiple acotado a las

distintas tareas e intereses y carente de formas legales o

jurídicas en la Argentina y en el Uruguay. En este sistema

resurgen las lógicas de organización preexistente básica-

mente heterogéneas y dinámicas: se toman iniciativas en

situaciones y momentos determinados, generando lide-

razgos de personas o de asociaciones limitados al manejo

concreto de una actividad. Así se vienen desarrollando

distintas actividades, como la Muestra de Fotos Mujeres

Uruguayas en el Centro Cultural del Parque Avellaneda

en Buenos Aires y el Centro Cultural Paco Urondo de la

Universidad de Buenos Aires, los convenios con compa-

ñías fl uviales y de hotelería para disminuir costos, los

festivales y espectáculos artísticos y la reciente creación

de una comisión para la organización de los festejos del

Bicentenario uruguayo.

De acuerdo con nuestro análisis, las confi guraciones

organizativas de la inmigración uruguaya en la Argen-

tina, en tanto procesos y prácticas sociales de los distintos

grupos, se constituyeron en una compleja interrelación

con las políticas poblacionales del Estado uruguayo. En

este sentido, ni los grupos ni las políticas estatales enten-

didas como prácticas sociales estructuradas pueden ser

vistos como superiores unos respecto de otros, sino con

múltiples y complejas determinaciones. De acuerdo con

Giddens (1982) los sujetos presentan un carácter produc-

tivo y reproductivo en la esfera de la vida cotidiana y la

estructura social resulta doblemente constrictiva y habili-

tante respecto de sus acciones.

CONSIDERACIONES FINALES

A lo largo de este trabajo hemos analizado cómo en

contextos migratorios se constituyen campos sociales que

cruzan fronteras geográfi cas, culturales y políticas. En

ellos los inmigrantes crean y mantienen relaciones socia-

les multidimensionales que no pueden entenderse solo

dentro del país de destino ni como procesos aislados de

las políticas estatales.

En el caso de la inmigración uruguaya en la Argentina

analizamos una historia de estrecha vinculación y com-

promiso a la distancia con el país natal, que estableció

distintas confi guraciones organizativas en relación con

las políticas poblacionales en el Uruguay.

En primer lugar, frente a las condiciones de exclu-

sión y desvinculación, la organización giró en torno al

mantenimiento del vínculo jurídico mediante la praxis

política para sostener su representación en el país de

origen. La militancia, el proselitismo y la participación

en los comicios fueron objetivos centrales instrumen-

tados mediante la creación de comités políticos cuyo

referente en el Uruguay fue el partido FA. En el caso de

la colectividad uruguaya en la Argentina, estos comités

confi guraron un status político extraterritorial respecto

de la estructura partidaria uruguaya, desde el cual

incluso surgía la expectativa de lograr una representa-

ción parlamentaria para los uruguayos radicados en el

exterior del país.

Por su parte, más allá de la organización política pero

en estrecha relación con ella, se desplegó un movimiento

asociativo heterogéneo y dinámico en torno a distintos

intereses y objetivos generalmente artísticos, culturales y

de sociabilización entre compatriotas. Son características

las asociaciones de residentes y las agrupaciones artísticas

de murga, candombe y comparsa, así como los progra-

mas radiales asociados a estos grupos o independientes.

Sobre este conjunto de actividades transnacionales y

los campos sociales por ellas conformados ingresaron las

nuevas políticas poblacionales ampliando el universo de

la vinculación, aunque no sin confl ictos y contradiccio-

nes. En efecto el FA, una vez en el gobierno, diseñó una

política nacional para la vinculación social y política con

los grupos emigrados con diversos resultados dentro de

la propia sociedad uruguaya y en la confi guración de la

inmigración uruguaya en la Argentina.

En cuanto al Uruguay, el intento de extender el vínculo

encontró su propio límite al plantearse en el campo de los

derechos políticos. Por un lado, la férrea oposición de los

restantes partidos impidió una vez más resolver el acceso

diferencial a los derechos políticos en desmedro de quie-

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CONFIGURACIONES DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA:DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA A LA PATRIA PEREGRINA

nes residen en el exterior y, dentro de estos, en perjuicio de quienes no poseen los medios para trasladarse al Uruguay el día de elecciones. De la misma forma, el plebiscito por el voto en el exterior mostró a nivel general de la sociedad cómo el vínculo entre nación y territorio se había conso-lidado en el imaginario social de un país de inmigrantes.

Mientras algunos sectores se negaban a asumir las consecuencias políticas de las dinámicas migratorias en el Uruguay, otros pugnaban por extender la demarcación ciudadana históricamente acotada al marco territorial como límite de la comunidad política. Para estos últimos, la ciudadanía era una praxis más que un status adquirido de derechos, y las relaciones sociales que son inmanentes a una sociedad y a un Estado debían superar el referente exclusivo del territorio de la Nación.

Con respecto a las agrupaciones conformadas en la Argentina, el requisito de organizarse unifi cadamente como consejos consultivos para integrar el programa La Patria Peregrina – D20, implicó un sistema de represen-tación que desconocía las lógicas de funcionamiento pre-existentes y las posibilidades reales de asumir sus costos, que recaían enteramente de su lado. Asimismo sobrees-timaba el interés del servicio diplomático; es un hecho que las gestiones consulares a lo largo de los últimos años no colaboraron con la organización legal de los consejos según establece el reglamento de la Ley de Migraciones en el Uruguay.

Sorteando estas difi cultades, el Consejo de Buenos Aires se organiza actualmente recuperando las prác-ticas tradicionales de la colectividad uruguaya en la Argentina en cuanto a formas acotadas y variables de organización y liderazgo. Dentro del heterogéneo movi-miento asociativo de la Argentina, el Consejo se sostiene de forma voluntaria como un ámbito estratégico desde el cual llevar adelante proyectos concretos en un marco institucional reconocido. En general todos los grupos preexistentes lo reconocen y valoran positivamente en tanto espacio que ha permitido ampliar el universo de la participación y la vinculación.

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EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS

Ariel D. Frank1

RESUMEN

Este trabajo se analiza de qué modo manejaron el fuego las sociedades patagónicas post-hispánicas; buscamos rele-var información concerniente a esta temática que resulte útil como referente para los trabajos arqueológicos. Para ello, realizamos una revisión de relatos escritos por cronistas que visitaron la Patagonia durante los últimos cinco siglos.

PALABRAS CLAVES

Manejo del Fuego, Patagonia, Cronistas.

ABSTRACT

This paper aims to study the way fire was managed among post-Hispanic societies from Patagonia; we search for information which could work as a reference during the archaeological research. In order to accomplish this purpose, we review several accounts made by chroniclers who visited this region during the last five centuries.

KEY WORDS

Fire management, Patagonia, Chroniclers.

1 Departamento Científico de Arqueología. Facultad de Ciencias

Naturales y Museo. Universidad Nacional de La Plata.

INTRODUCCIÓN

El fuego es y ha sido una herramienta fundamental en la vida de las sociedades cazadoras recolectoras. Consti-tuye una de las primeras adopciones humanas y ha tenido un fuerte valor adaptativo puesto que brinda calefacción e iluminación y permite la cocción de alimentos. Ha posibi-litado la colonización de ambientes hostiles y constituido una forma de protección ante depredadores. Asimismo, ha sido utilizado como herramienta en el procesamiento de recursos.

El manejo del fuego, entendido como el conjunto de actividades relacionadas con la apropiación de los insu-mos, el encendido, el mantenimiento, el uso y el apagado del fuego (Pérez de Micou 1991, Frank 2011), ha sido poco explorado en la arqueología patagónica a pesar de que es común hallar estructuras de combustión y restos arqueológicos termoalterados en los sitios de esta región.

Este trabajo tiene por objetivo estudiar de qué modo manejaron el fuego las sociedades patagónicas poshispá-nicas. Para ello, realizamos una revisión no exhaustiva de relatos escritos por diversos exploradores, viajeros y natu-ralistas que visitaron la Patagonia a lo largo de los últimos cinco siglos y analizamos las referencias vertidas en ellos, puesto que estos cronistas registraron ciertos aspectos de la vida de las sociedades que allí habitaban.

El estudio de las fuentes etnohistóricas sirve como fuente indirecta de conocimiento para el período prehis-pánico (Jiménez Núñez 1971); resulta de utilidad como generador de referentes analógicos para la interpretación

arqueológica y para la formulación de hipótesis acerca de cómo viven las sociedades (Shuman 1977). Es especial-mente útil en casos en que, como en Pampa y Patagonia, las poblaciones autóctonas han quedado disminuidas, modificando fuertemente sus hábitos o han desaparecido, quedando imposibilitado el estudio etnoarqueológico de estas sociedades (Prates 2009), que es hoy en día una de las fuentes más importantes sobre las que se realizan ana-logías en arqueología (ver por ejemplo Politis 2002). Si bien en la Patagonia se han llevado a cabo investigaciones etnoarqueológicas para analizar el manejo del fuego (Pérez de Micou 1991), no es posible en la actualidad desarrollar estos estudios sobre cazadores-recolectores. Así, una forma suplementaria de acceder a esta información es mediante la realización de análisis etnohistóricos (Cattáneo 2002, Manzi y Spikins 2008, Moreno 2008, Prates 2009).

En el caso que nos ocupa, existe poca información sis-tematizada acerca del manejo y uso del fuego por parte de las primeras poblaciones que ocuparon la Patagonia. Así, buscamos relevar información concerniente a esta temá-tica que resulte de utilidad como referente para los trabajos arqueológicos que venimos desarrollando en la Provincia de Santa Cruz (Skarbun et al. 2007, Frank y Paunero 2009, Frank 2011, Paunero y Skarbun 2011, entre otros).

ASPECTOS METODOLÓGICOS

Nuestra búsqueda se realizó en publicaciones que refieren a un amplio marco geográfico, que excede al sec-tor en el que llevamos adelante nuestras investigaciones arqueológicas y que podemos delimitar, en sentido este-oeste por el Océano Atlántico y la Cordillera de los Andes y en sentido norte-sur por el Río Colorado y el Estrecho de

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1): 9-19 (2011/2012)ISSN 2422-7749 / Versión papel: 1852-1002

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CUADERNOS 23

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Magallanes. Esto se debe fundamentalmente a dos moti-vos, por un lado, al número limitado de referencias vincu-ladas específi camente al área de estudio, por el otro, a la

naturaleza móvil de parte de las sociedades que habitaron

este territorio durante el período poshispánico. Deseamos

hacer hincapié en aquellas características que indican con-

tinuidades generales en distintos espacios y sociedades.

Partimos de la premisa de que las sociedades que habi-

taron la Patagonia en el pasado compartían un ambiente,

explotaban recursos semejantes, contaban con una tecno-

logía similar y tenían en común formas de pensamiento

y una cosmovisión que vuelve posible analizarlas en su

conjunto. Lo antedicho no implica ignorar la diversidad

que existe por tratarse de sociedades diferentes que se

desarrollaron en un espacio tan amplio y a lo largo de un

período prolongado durante el cual distintos aspectos de

su vida cotidiana han cambiado (Prates 2009, del Castillo

Bernal et al. 2011). De esta manera, resaltaremos también

determinadas características que han sido expresadas para

sociedades fuera del área de estudio (Tierra del Fuego),

pero que son afi nes geográfi ca y culturalmente y que

resultan de interés para el objetivo del presente trabajo.

El rango temporal en que se enmarcan estos relatos

es amplio: se toman referencias desde principios del siglo

XVI (Pigafetta 2004 [1519-1522]) hasta principios del

siglo XX (Onelli 1904). También se incorporaron algu-

nas investigaciones etnográfi cas recientes (Aguerre 2000),

puesto que brindan información relevante a la temática.

La amplitud cronológica y geográfi ca, asimismo, permite

reconocer la importancia del documento o el dato repe-

tido, reiterado, expuesto por personas diversas y desde

ángulos distintos (Jiménez Núñez 1971).

A medida que se realizó la lectura de las fuentes, todas

las referencias fueron volcadas en una base de datos en la

que se registraba la cita textual, la información bibliográ-

fi ca, el año de la observación, la página en la cual se encon-

traba la cita, las palabras clave y a qué etapa del manejo del

fuego se refería, así como cualquier otra información que

resultara de utilidad. Se registraron expresiones en que

se manifi estan diversos aspectos del manejo del fuego:

aprovisionamiento de combustible, encendido del fuego,

mantenimiento, uso y apagado – abandono de la estruc-

tura de combustión. Nuestro enfoque pretende aportar al

conocimiento del uso del fuego, entendido no solo como

aquellas actividades en las cuales se aprovechan este o

sus derivados –carbón, cenizas, humo, brasas–, sino tam-

bién como aquellas que se realizan en su entorno, ya que

concebimos al fogón como un elemento fundamental en

la organización del espacio en las sociedades cazadoras-

recolectoras (Pérez de Micou 1991, Vaquero y Pastó 2001,

Vaquero et al. 2004, Paunero 2004, Frank 2011). En con-

secuencia, se clasifi caron las citas referentes a este acápite

en dos grandes grupos, por un lado aquellas referencias

que expresaban actividades en las cuales se aprovecha el

fuego, el calor, el humo, el carbón, las brasas o las ceni-

zas en algún tipo de actividad (por ejemplo la cocción)

y por el otro las expresiones acerca de actividades que no

necesitan del empleo del fuego pero que igualmente se

realizan cerca de él (por ejemplo comer).

RESULTADOS GENERALES

Se identifi caron doscientas setenta y cinco citas vin-

culadas a alguna etapa del manejo del fuego, procedentes

de veintitrés fuentes. De estas expresiones, veintitrés son

mixtas, es decir, abordan más de una temática. Las restan-

tes son citas simples (tabla 1).

La mayor parte de las expresiones se vinculan con

aspectos relativos al uso del fuego (65,3 %). Le siguen las

actividades realizadas en torno a estas estructuras de com-

bustión con un 13,7 %. Las citas sobre las etapas de apro-

visionamiento (8,7 %), encendido (5 %), mantenimiento

(4 %) y apagado (3,3 %) presentan un bajo porcentaje en

relación al total. Sin embargo, ofrecen elementos útiles a

la hora de evaluar la forma en que se manejaba el recurso

en épocas pasadas.

Etapa del manejo del fuego Total

Aprovisionamiento 20

Aprovisionamiento - Encendido 2

Aprovisionamiento - Uso 4

Encendido 10

Encendido - Activid. en torno al fogón - Uso 2

Encendido - Uso 1

Mantenimiento 6

Mantenimiento - Activid. en torno al fogón 2

Mantenimiento - Uso 4

Actividades en torno al fogón 30

Actividades en torno al fogón - Uso 7

Uso del fuego 177

Apagado - Uso 1

Apagado 9

Total 275

Tabla 1 - Cantidad de citas por etapa

APROVISIONAMIENTO

Las expresiones en relación con el aprovisio-namiento de combustibles hacen referencia a los responsables de la recolección y las zonas con esca-sez o abundancia de elementos disponibles para la ignición.

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EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS

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En cuanto a quién estaba a cargo del apro-visionamiento y acarreo de la leña al campamento, habitualmente se menciona a la mujer (Viedma 1783:71-72, Larrain 1883:39, Schmid 1964 [1858-65]:29, González 1965 [1798]:26, Claraz 1988 [1865-66]:66, Beerbohm 2004 [1879]:64). Viedma lo expresa así

2: “En llegando al destino que está

asignado, arman las mugeres los toldos, recogen leña, y lo tienen todo pronto para cuando los hombres vengan...” (Viedma 1783:72). También los niños (Larrain 1883:39) y los cautivos (Cox 2006 [1862-63]:170) podían estar a cargo de dicha tarea. Un hombre solo la realizaba si era soltero y no tenía cautivos (Claraz 1988 [1865-66]:79).

La abundancia o escasez también es una refe-rencia muy presente en diversos autores, indicando la importancia que tenía este recurso en los grupos patagónicos. Se destaca así cuando está presente de manera ubicua (Schmid 1964 [1858-65]:29, González 1965 [1798]:22, Musters 2005 [1869-70]:144 y 259) o bien cuando es particularmente exiguo (Schmid 1964 [1858-65]:29, Claraz 1988 [1865-66]:88, Beerbohm 2004 [1879]:79 y 118, Musters 2005 [1869-70]:35, Cox 2006 [1862-63]:100). Inclusive se subraya que en los casos en que se iba a transitar por una zona sin leña disponible, los tehuelches acarreaban este combusti-ble para tener sufi ciente durante el trayecto (Beer-bohm 2004 [1879]:118). También se resalta que en áreas con poca leña los toldos se ubican de forma dis-persa, modifi cando así la estructura del asentamiento (Cox 2006 [1862-63]:100). Se destaca asimismo la importancia de no malgastar la leña (Musters 2005 [1869-70]:35), hecho que se ve expresado en un relato mítico narrado por Claraz:

“En la orilla occidental de la pequeña laguna se ve un montón de leña seca. Los indios dicen que debajo de él yace una piedra, que esa piedra es una vieja (Yahmoc) y que esa vieja, es sin duda, una diosa. Ella es la dueña de estos campos y de los animales que viven en ellos. Antes de llegar a dicho punto, cada uno arranca una rama seca, la lleva consigo y la coloca en el montón como una ofrenda. Dicen que como es una vieja que ya no puede juntar leña (entre los indios, juntar leña es tarea de las mujeres; solo cuando son viejas, no salen más a juntar), este es el regalo que más aprecia. Se acercan al montón con respeto, no cabal-gan frente a él, sino que lo rodean en un semicírculo dirigiendo una oración a la vieja. Le ruegan que los

proteja cuando están a caballo y que les dé carne gorda de sus campos. Llenos de indignación cuentan que un tehuelche que no quiso ofrendar nada y se burlaba de la vieja, cayó del caballo, rompiéndose casi el pescuezo. En otra ocasión, los tehuelches llevaron el sacrilegio a un extremo tal que sacaron leña del montón, arroján-dola luego. En castigo, casi murieron de hambre, pues no pudieron cazar nada de carne en los campos de la vieja.” (Claraz 1988 [1865-66]:66).

También se ha mencionado en algunas ocasio-nes cual es la leña recolectada, como es el caso del colihue (Nothofagus dombeyi) (Cox 2006 [1862-63]:127). En ciertas oportunidades se observa que determinada madera posee cualidades que la vuel-ven un muy buen combustible (Claraz 1988 [1865-66]:45) o bien que esta no es apta para ser usada como leña por diversos motivos ((Musters 2005 [1869-70]:319). Por otra parte, Guinnard refi ere en numerosas ocasiones el uso de estiércol como com-bustible (Guinnard 2006 [1856-59]:43 y 153), lo que probablemente esté vinculado a la escasez de espe-cies vegetales leñosas en la zona por la que transitó, teniendo en cuenta que también menciona el uso de cardos, huesos y grasa para alimentar el fuego.

ENCENDIDO

Las expresiones que se refi eren al encendido del fuego

expresan por un lado el método empleado y por el otro

quién tenía el papel de hacer esta tarea.

En relación a la técnica utilizada para la ignición, lo

predominante es la fricción entre dos maderas (Drake

1854: 50, Claraz 1988 [1865-66]:91 y 114, Pigafetta 2004

[1519-1522]:51). Drake lo relata del siguiente modo:

“The makeing of their fyers is strange; for they have

two peeces, the one as hard as holly, the other soft as fi rr,

the one fl att, the other round. They lay the fl att peece ipon

their knees, and set the hard peece upon the other, and drill

it between their heads, the motion wherof doth sodainly

engender such a heat that it breaketh out immediately

into fl ame, where with some dry rushes or ther matter they

receave fyer at their pleasure.” (Drake 1854:50).

También se ha mencionado la implementación del

método por percusión entre un trozo de pedernal y un

elemento de acero (Schmid 1964 [1858-65]:179). Se uti-

lizarían como yesca hongos provenientes de la región

cordillerana (Musters 2005 [1869-70]:238), cera ótica

(Claraz 1988 [1865-66]:114) u otros elementos de rápida

ignición (Schmid 1964 [1858-65]):179). Claraz (1988

[1865-66]:91) también postula la utilización de Baccha-

ris salicifolia (Chilca) para el encendido. Cabe señalar al

respecto que las técnicas de encendido deben haberse

visto profundamente alteradas con la introducción de

2 En este trabajo presentamos solo algunas citas textuales,

pudiéndose consultar el apéndice de Frank (2011) donde se

encuentra el listado completo.

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CUADERNOS 23

12

los fósforos; estos desplazaron totalmente a los métodos

utilizados con anterioridad (Pérez de Micou 1991), lo que

podría explicar en parte la escasez de referencias con res-

pecto a esta temática.

En cuanto a quién era el responsable del encendido

del fuego, se afi rma que habitualmente era la mujer la

encargada de esta tarea (Claraz 1988 [1865-66]:73, Cox

2006 [1862-63]:140). También los cautivos serían respon-

sables de ello (Cox 2006 [1862-63]:94 y 185).

MANTENIMIENTO

Son pocas las referencias que expresan elementos

en cuanto al mantenimiento de los fogones. Estas se

vinculan, entre otros aspectos, a las personas responsables

de mantener el fuego encendido. Se expone que son los

niños quienes en determinados casos se ocupan de ello

(Onelli 1904:143, Aguerre 2000:64), estando a cargo

igualmente de la limpieza de las estructuras (Aguerre

2000:64). Sin embargo, también las mujeres y los hombres

son mencionados como responsables del mantenimiento

y reavivado del fuego (Schmid 1964 [1858-65]:174,

Guinnard 2006 [1856-59]:41). Los fogones se mantendrían

encendidos todo el tiempo posible, inclusive durante

la noche (Aguerre 2000:30, 32 y 64). Existen diversas

observaciones acerca de cuántos fogones podía contener

un toldo, fl uctuando entre uno y cuatro; estos se ubicaban

en la parte delantera del toldo (Aguerre 2000:64, Beerbohm

2004 [1879]:66, Musters 2005 [1869-70]:270). Sin

embargo, en casos de escasez de leña se realizaban fogones

comunales (Cox 2006 [1862-63]:155 y 169), o bien estos se

encendían solo cuando era necesario (Schmid 1964 [1858-65]:177). En invierno, el fogón se ubicaba en el centro del

toldo y era rodeado por piedras para que no se corrieran

las brasas (Aguerre 2000:30-31); también podía encenderse

dentro de un pozo (Aguerre 2000:64). Asimismo, se hacen

expresiones relativas al mal cuidado del fuego, que pueden

generar incendios (Claraz 1988 [1865-66]:106).

Cabe resaltar, sin embargo, que en ninguno de los

relatos de viajeros se hizo hincapié en la forma, estructura

o modo de preparación de los fogones. Este tipo de infor-

mación únicamente se obtuvo de una entrevista realizada a una mujer tehuelche por A. Aguerre (2000).

USO DEL FUEGO O SUS DERIVADOS

Se reconocieron ciento noventa y seis expresiones relativas a esta temática, dentro de la cual predominan las siguientes actividades:1. Cocción de alimentos: las observaciones prepon-

derantes refi eren a la cocción de carne, ya sea de guanaco, ñandú, piche, puma o caballo. Esta es habitualmente asada (Drake 1854:50, Bove 1883:154, Schmid 1964 [1858-65]:124 y 177, Claraz 1988 [1865-

66]:45, 59 y 61, Moreno 1997 [1876]:247, 390 y 420, Beerbohm 2004 [1879]:73, Musters 2005 [1869-70]:129, Guinnard 2006 [1856-59]:59-60 y 84, entre otras, Lista 2006 [1879]:98, Cox 2006 [1862-63]:183-184), aunque también se han mencionado casos en los que es hervida (Schmid 1964 [1858-65]:177 y 186, Moreno 1997 [1876]:247, Beerbohm 2004 [1879]:73, Cox 2006 [1862-63]:161, Guinnard 2006 [1856-59]:59) o en los que se usó piedras termóforas (Schmid 1964 [1858-65]:180, Claraz 1988 [1865-66]:63, Moreno 1997 [1876]:271, Cox 2006 [1862-63]:184). En este sentido, resulta ejemplifi cante la observación de Schmid:

“El alimento principal de estos aborígenes es la carne de guanaco y avestruz; pero no desdeñan la de puma

o zorrino si está gorda. La carne de caballo es muy

apreciada […]. Generalmente la comen asada, usando

para ello un asador de hierro o una horqueta de madera,

que extienden sobre el fuego oblicuamente, clavándola

en el suelo; algunos trozos son hervidos en cacerolas.”

(Schmid 1964 [1858-1865]:177). También hay abundantes referencias en cuanto a

la cocción de recursos vegetales. Las más comunes se refi eren a tubérculos (Claraz 1988 [1865-66]:92, Musters 2005 [1869-70]:232, Lista 2006 [1879]:122), aunque también se registra esta acción sobre raíces (Claraz 1988 [1865-66]:132, Musters 2005 [1869-70]:88 y 143, Guinnard 2006 [1856-59]:83 y 101), semillas (Onelli 1904:60, Claraz 1988 [1865-66]:140) y frutos (Aguerre 2000:63, Musters 2005 [1869-70]:300, Guinnard 2006 [1856-1859]:60 y 106). Las técnicas más habituales son el tostado y el hervido.

En relación con el hervido, resulta interesante destacar que todas las referencias identifi cadas con respecto a este método de cocción, ya sea para carne, vegetales u otros alimentos, se observan a partir de 1856. Si bien en la mayor parte de las citas no se expresa qué tipo de contenedor es utilizado, en algunos se menciona el uso de ollas o tachos de pintura (Schmid 1964 [1858-65]:174 y 177, Moreno 1997 [1876]:247, Musters 2005 [1869-70]:232, Cox 2006 [1862-63]:161, Guinnard 2006 [1856-59]:59). Solo un caso, tardío, menciona el uso de recipientes cerámicos (Aguerre 2000: 73 y 86). Es probable entonces que la introducción de reci-pientes duraderos y fácilmente transportables como son los de metal hayan alterado en cierta medida los hábitos alimenticios de estas poblaciones –quizás no en las técnicas aplicadas sino en su frecuencia–. Finalmente, algunos cronistas mencionan la cocción de huevos (Moreno 1997 [1876]:374, Musters 2005 [1869-70]:127 y 128, Guinnard 2006 [1856-59]:62).

2. Señales de humo: el uso del humo como forma de

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EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS

13

comunicación y visualización es una expresión recu-rrente en la bibliografía consultada (Viedma 1783: 8 y 31, Onelli 1904:158, Schmid 1964 [1858-65]:30, 36 y 65, entre otras, González 1965 [1798]:25 y 38, Cla-raz 1988 [1865-66]:70, 72 y 112 entre otras; Moreno 1997 [1876]:237, 242 y 376, Villarino 2002 [1782]:14, Musters 2005 [1869-70]:123-126, 130, entre otras; Guinnard 2006 [1856-59]:62). Las señales podían

verse a varias leguas de distancia. Para cumplir dicho

propósito se encendían fuegos especiales, habitual-

mente en zonas altas donde podían ser detectados más

rápidamente; quemándose arbustos (Moreno 1997

[1876]:414, Musters 2005 [1869-70]:40) o pasto seco

(Musters 2005 [1869-70]:173). Moreno lo expresa de

la siguiente manera:

“…en las alturas, la oscura verbenácea negrea grandes

extensiones de planicie; esta planta sirve a los indios

de pila eléctrica para su primitivo telégrafo; Chersco la

aprovecha y, en un instante, nuestro trayecto se señala

por densas columnas de humo que pronto después son

contestadas desde los lejanos cerros del SE por los indios

boleadores de baguales.” (Moreno 1997 [1876]:414).

3. Quema de objetos: otro uso del fuego que es mencionado

con frecuencia, como parte de ritos funerarios, es la

destrucción de diferentes bienes del difunto o de sus

deudos (Viedma 1783:10 y 47, Onelli 1904:155, Outes

1917:213, Schmid 1964 [1858-65]:184, Claraz 1988

[1865-66]:139 y 141, Moreno 1997 [1876]:141, Aguerre

2000:169-170 y 172, Beerbohm 2004 [1879]:63, Musters

2005 [1869-70]:211-212 y 294, Guinnard 2006 [1856-

59]:71, Cox 2006 [1862-63]:170, Martinic 2007:162).

Estos pueden ser, entre otros, lanzas, boleadoras, toldos,

ropa y animales. Para dichos fi nes, probablemente se

encendían fogones especiales, algo alejados de los toldos

(Schmid 1964 [1858-1865]:184). Musters lo expone de

la siguiente manera: “Cuando muere un tehuelche, matan

todos sus caballos, perros y demás animales, y queman en

pila sus ponchos, adornos, boleadoras y demás pertenencias

personales…” (Musters 2005 [1869-70]:211). También se

ha postulado la destrucción de objetos a los cuales se les

asignaba poderes mágicos (Schmid 1964 [1858-65]:48).

4. Calefacción: el uso del fuego para calentarse también

ha sido mencionado por diversos autores (Drake

1854:49, Schmid 1964 [1858-65]:178-179, Claraz

1988 [1865-66]:76, 111 y 125 entre otras; Musters

2005 [1869-70]:259, 265 y 283 entre otras). Cabe des-

tacar, sin embargo, que toda actividad que se desarro-

lle en las cercanías de un fuego encendido implica el

acceso al calor. Así, consideramos que este ítem se ve

subrepresentado en la bibliografía consultada.

5. Incendios: se menciona en algunos casos el incendio

intencional de campos, ya sea como método de caza

(Bove 1883:74, Beerbohm 2004 [1879]:120, Musters

2005 [1869-70]:141, 165 y 185 entre otras, Cox 2006

[1862-63]:143) o bien para facilitar la marcha (Claraz

1988 [1865-66]:103). En algunos casos se señala la

quema del lugar donde se asentó el campamento una

vez que este es abandonado (Moreno 1997 [1876]:256

y 420, Guinnard 2006 [1856-59]:24 y 54). También se

ha notado que en algunas ocasiones se han generado

incendios no intencionales a causa de descuidos en

el manejo del fuego (Claraz 1988 [1865-66]:106,

Musters 2005 [1869-70]:133 y 165).

6. Higiene: existen abundantes referencias que destacan

que los grupos patagónicos descartaban pelos, uñas,

y otras excrecencias en el fuego (Claraz 1988 [1865-

66]:43 y 69, Moreno 1997 [1876]:256, Musters 2005

[1869-70]:196).

7. Producción de medicamentos: diferentes vegetales

eran hervidos o quemados para la producción de

infusiones y tópicos medicinales (Claraz 1988 [1865-

66]:45 y 91, Aguerre 2000:167, Musters 2005 [1869-

70]:295, Guinnard 2006 [1856-59]:78). Asimismo,

Guinnard (2006 [1856-59]:68, 77-78) registra el

empleo de materiales encendidos para tratar ciertas

dolencias.

8. Otros: otras aplicaciones a las que era destinado el fuego

según los cronistas eran, la iluminación (Schmid 1964

[1858-65]:28, Moreno 1997 [1876]:21, Musters 2005

[1869-70]:313, Cox 2006 [1862-63]:127), la cremación

de cuerpos (Onelli 1904:157 y 207, Schmid 1964 [1858-

65]:144), el secado (Musters 2005 [1869-70]:122 y 170),

el uso de ceniza para diversas actividades –cocción,

enmangue de artefactos, trabajo del cuero y la madera,

acciones terapéuticas, entre otras– (Schmid 1964 [1858-

65]:177, Aguerre 2000: 96, 98 y 133 entre otras, Guin-

nard 2006 [1856-59]:36, 43 y 68). Además, el fuego era

importante en la visión del mundo por parte de estas

sociedades, hecho que se ve expresado en diversos mitos

y relatos (Schmid 1964 [1858-65]:50, Moreno 1997

[1876]:97, Fernández Garay y Hernández 1999, Musters

2005 [1869-70]:119, Cox 2006 [1862-63]:169).

Estos diversos usos del fuego, registrados para las

sociedades poshispánicas que habitaron la Patagonia

continental, son realizados también por las distintas

sociedades que ocuparon la isla de Tierra del Fuego

(Manzi y Spikins 2008). Sin embargo, resulta interesante

destacar que la lectura de algunos cronistas que obser-

varon a estas últimas sociedades de la isla nos permitió

reconocer ciertas prácticas que no fueron registradas

por los cronistas en el continente. Así, se ha notado que

se utilizaba el fuego para el tratamiento térmico en el

marco de la producción de artefactos óseos (Bridges

1998:30). También se trataban térmicamente pigmen-

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CUADERNOS 23

14

tos, o bien se utilizaban carbón o ceniza como coloran-

tes (Bridges 2003 [1948], Gusinde 1982 [1931]:358).

Además, se empleaba el fuego para facilitar la produc-

ción de astiles de madera (Bridges 2003 [1948]:368).

ACTIVIDADES EN TORNO AL FOGÓN

Se encontraron cuarenta y un registros vinculados con diversas actividades desarrolladas alrededor de las estructuras de combustión. Las principales son:1. Conversar, pasar el tiempo, estar sentado: estas

expresiones muestran como gran parte del tiempo que se pasa en el campamento transcurre en torno al fogón (Onelli 1904:83 y 141, Schmid 1964 [1858-65]:28, 50 y 177, Wallis 2004 [1812]: 98 y 102, Musters 2005 [1869-70]:263, 269 y 282, entre otras, Cox 2006 [1862-63]:155 y 186). Esto se puede observar en Musters: “Después de una prolongada conversación junto al fuego,

en la que se hizo saber que la ruta que seguíamos…” (Musters 2005 [1869-70]:318). Este tipo de afi rmación se registra reiteradamente en los relatos, y si bien se refi eren al fogón de modo tangencial, resultan útiles para visualizar su importancia.

2. Comer, beber: es común encontrar observaciones que resaltan que la alimentación se realiza cerca del fuego (Drake 1854: 50, Onelli 1904:141, Claraz 1988 [1865-66]:130, Moreno 1997 [1876]:248, Musters 2005 [1869-70]:166, 277 y 316). Musters afi rmaba, por ejemplo: “Las tres esposas del cacique presidían

junto a las fogatas, y en el primer servicio se hicieron

circular platos de madera cargados de grandes trozos de

carne y la correspondiente ración de gordura.” (Musters 2005 [1869-70]:277). También se aprovecha ese espa-cio para tomar mate o bebidas alcohólicas (Beerbohm 2004 [1879]:66, Musters 2005 [1869-70]:250 y 316).

3. Bailar: en ocasiones festivas o rituales (por ejemplo un nacimiento o la primera menstruación de una joven) se bailaba alrededor del fuego (Moreno 1997 [1876]:22 y 130, Aguerre 2000:139 y 161, Musters 2005 [1869-70]:224, Lista 2006 [1879]:71). Lista lo expone de la siguiente manera:

“La primera menstruación de las jóvenes (enake) es

objeto de fi esta entre los indios, y esta suele durar varios

días consecutivos. En ella se baila al resplandor de la

hoguera que arde en el centro del toldo, o se hacen gran-

des libaciones a Baco.” (Lista 2006 [1879]:71).4. Fumar: se observa también que es habitual fumar en

torno al fuego. Seguramente esto se vincula al hecho de pasar el tiempo en ese espacio (Schmid 1964 1858-65]:178-179, Claraz 1988 [1865-66]:76, Beerbohm 2004 [1879]:66, Musters 2005 [1869-70]:41, 246 y 282, Cox 2006 [1862-63]:155).

5. Trabajar: diversas tareas son realizadas cerca del fuego, como lo son trabajar el cuero, tejer, empaquetar

plumas y carnear animales (Onelli 1904:141, Schmid 1964 [1858-65]:124, Aguerre 2000:64, Beerbohm 2004 [1879]:66, Musters 2005 [1869-70]:166). Beerbohm lo presenta de la siguiente forma:

“Entré en una de esas carpas y miré a mi alrededor. En

la parte de adelante había tres o cuatro pequeñas foga-

tas, cada cual circundada por un grupo de indígenas

calentándose los pies, fumando o tomando mate. Las

mujeres estaban todas trabajando duramente, cosiendo

capas, tejiendo fajas o empaquetando plumas de aves-

truz.” (Beerbohm 2004 [1879]:66). Consideramos que estas tareas alrededor del fogón

implican un uso del fuego, puesto que, si bien pueden realizarse en diferentes espacios, son desarrolladas habitualmente en torno a las estructuras de combus-tión. Así, el fuego organiza y estructura el espacio a ser ocupado, concentrando gran parte de las activida-des en sus cercanías (Pérez de Micou 1991, Vaquero y Pastó 2001, Paunero 2004, Frank 2011).

APAGADO

Las referencias expresan elementos concernientes al apagado y abandono de los fogones. Estas muestran que una vez que se abandonaba el campamento no se tomaba ningún recaudo especial para con el fogón. Es decir, se dejaban los restos de madera y carbón en el punto donde se había encendido el fuego, de manera que se podían recono-cer las estructuras de combustión (Fitz Roy 1837:119, Bove 1883:75, Byron 2004 [1812]:23, Cox 2006 [1862-63]:79, Fontana 2006 [1885-86]:75 y 85), como puede deducirse de lo expresado por Cox: “…aunque yendo siempre con mucha

precaución, porque desde la víspera íbamos encontrando

palos quemados, tizones, restos de fogones extinguidos” (Cox 2006 [1862-63]: 79). Inclusive en algunos casos los fogones aun se encontraban calientes, por lo que se infi ere que no se apagaban completamente (Byron 2004 [1812]:33 y 35).

EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POSHISPÁNICOS Y SUS IMPLICANCIAS ARQUEOLÓGICAS

Como señaláramos al inicio de este artículo nuestro

objetivo es encontrar tendencias generales acerca del

manejo del fuego por parte de las sociedades que habi-

taron la Patagonia durante los últimos cinco siglos. Estas nos permiten por un lado, generar hipótesis acerca de cómo era manejado este en tiempos pretéritos y, por el otro, visualizar la importancia de considerar ciertas prác-

ticas que no dejan rastros en el registro arqueológico, así como incluir en el relato actores que tradicionalmente no son considerados en las investigaciones arqueológicas tales como las mujeres y los niños.

Las estructuras de combustión son rasgos arqueoló-gicos factibles de ser reconocidos por la concentración de

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EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS

15

restos de combustión (ceniza y carbones, entre otros) en un área restringida, asociados a superfi cies quemadas o rubifi cadas (Marconetto 2005). Aunque Pérez de Micou (1991) distingue en Patagonia entre “fuegos, fogones y señales”, consideramos que la diversidad en funcionalidad

existente es mayor a la que puede ser expresada por estos

tres conceptos. De esta manera, y de acuerdo con lo regis-

trado en los distintos testimonios, consideramos opor-

tuno diferenciar únicamente dos tipos de estructuras, que

se vinculan al modo en que se obtiene el combustible que

será utilizado para su encendido. Por un lado los fogones, por lo general domésticos, habitualmente encendidos en el campamento para los que era necesario recolectar leña

y acondicionar el espacio. Por el otro, los “fuegos”, para los

que se aprovechaban las matas y arbustos en pie. Ambos

tipos de formas de combustión tenían diferentes funcio-nes; como veremos a continuación, el fuego interviene en diversos aspectos de la supervivencia y de la vida diaria de las poblaciones patagónicas, incluidos aspectos socio-económicos y simbólicos.

LOS FOGONES

En relación al aprovisionamiento de combustibles observamos que, de acuerdo con las fuentes, son niños,

mujeres y cautivos quienes desarrollaban esta tarea pre-

ferentemente. Existía una preocupación especial por la disponibilidad de dicho recurso, lo que llevaba a desarro-llar una serie de estrategias que optimizaran su uso: en casos de escasez se acarreaba leña de lugares lejanos, se

utilizaba estiércol o huesos como combustible, se encen-dían los fuegos solo cuando resultaba imprescindible, se

preparaban fogones comunales o asentaban los toldos

de forma dispersa. Además, se observa que no todas las maderas resultaban aptas como leñas: algunas presenta-

ban características por las que se las evitaba si era posible,

otras por el contrario, eran preferidas. De esta manera,

la disponibilidad de material combustible, sus cualidades

y abundancia, la proximidad al lugar de ocupación, no son aspectos independientes, sino que interactúan (Piqué

1999, Marconetto 2005, 2006, Allué Martí y Trassierra

2006), y que afectan las estrategias y el modo en que se

maneja el fuego en una sociedad determinada.

El encendido también era realizado habitualmente

por mujeres y cautivos; la técnica que más se menciona

es la fricción entre dos maderas, aunque también se ha

observado la percusión utilizando piezas de pedernal. Es

decir que parte de los restos líticos silíceos recuperados en

los sitios arqueológicos patagónicos podrían correspon-

der a elementos utilizados para este proceso. Con referen-

cia a los instrumentos de madera utilizados, sería posible

su identifi cación, considerando la morfología tanto de

los elementos activos como pasivos y la diferencia en la

dureza de ambas maderas. Además, de ser reutilizados,

los elementos pasivos podrían presentar horadaciones

características, como se observa en otras regiones de la

Argentina (García 1985). Sin embargo, su mala conserva-

ción vuelve poco factible su reconocimiento en el registro

arqueológico. Por otra parte, diversas sustancias podían

utilizarse como yesca: por ejemplo hongos, maderas de

ignición rápida y cera ótica.

El mantenimiento y la limpieza de las estructuras de

combustión habrían quedado a cargo principalmente de

los niños. Estos debían cuidarlo por la mañana y remo-

ver las cenizas cuando el fuego estaba apagado, antes de

que se vuelva a encender. Sin embargo, cabe considerar

que esta relativa ausencia del hombre adulto en las tareas

vinculadas al aprovisionamiento, encendido y mante-

nimiento del fuego puede vincularse, no solamente con

quien efectivamente desarrollaba estas actividades sino

por una búsqueda por parte de los narradores –en su

gran mayoría varones– de resaltar el rol doméstico de

estos otros actores –mujeres, niños y cautivos– (ver en

este sentido Marre 2000).

Por otra parte, vemos que los toldos podían tener entre

uno y cuatro fogones, habitualmente ubicados en su parte

delantera; sin embargo, en invierno esta estructura de

combustión cambiaba su ubicación original, establecién-

dose en el centro del toldo. La escasez de referencias en

relación con el acondicionamiento de los fogones nos lleva

a considerar que se invertía poco trabajo en esta tarea, por

lo que es esperable que habitualmente fuesen estructuras

planas. A pesar de ello, en determinadas ocasiones era

necesario cavar un pozo, tomando en consecuencia forma

de cubeta. Además también podían estar rodeados por

piedras. Estos rasgos son potencialmente identifi cables

en el registro arqueológico. Asimismo, entendemos que la

estructura, ubicación y cantidad de fogones encendidos al

mismo tiempo dependerá de diversos factores, tales como

la cantidad de personas que los utilizan, la disponibilidad

de combustible y el clima, entre otros (Pérez de Micou

1991, Galanidou 2000, Nakazawa 2007, Frank 2011).

El análisis de las fuentes también indica que el fuego

intervenía en diversos procesos de trabajo y actividades

llevados a cabo por las sociedades. Resultaba importante

en ámbitos sociales, simbólicos, rituales, tecnológicos y

fi siológicos. Asimismo, el fogón claramente concentraba

la mayor parte de la gente, que se ubicaba en torno a él

simplemente para descansar, pasar el tiempo y conversar,

fumar y beber, además de las diversas tareas específi cas

para las que se destinaba el fogón. Los fogones dividían

el espacio de manera física y también conceptualmente

en unidades menores, lo que responde a las necesidades

y creencias de cada grupo (Galanidou 2000). Muchas

de las actividades que se desarrollaban en torno a él no

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CUADERNOS 23

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requerían de su presencia. Al ser un punto que articulaba diversas actividades, el fogón era un espacio socializador, donde ocurrían interacciones que posibilitaban la repro-ducción de las relaciones sociales. Así, la concentración de actividades a su alrededor puede explicarse por el valor social de este espacio (Vaquero et al. 2004), y en consecuencia se vuelve relevante al momento de analizar la organización social de un grupo a partir del registro arqueológico.

Entre los usos más frecuentes dados al fogón se des-

tacan la cocción de carne y vegetales, mayormente asa-

dos pero también hervidos o mediante el uso de piedras

termóforas. Además, la alteración térmica de determi-

nadas plantas les permitía producir ciertas medicinas.

Del mismo modo, se registra la cocción de huevos. Una

vez fi nalizada la cocción, los alimentos se comían alre-

dedor del fuego. Desde un punto de vista arqueológico,

la implementación de diversas vías metodológicas posi-

bilitaría el reconocimiento de estas actividades en el

registro. Un análisis contextual de los restos faunísticos

–analizando evidencias de termoalteración y otras mar-

cas antrópicas–, en conjunto con análisis particulares de

los fogones –micromorfológicos, de ácidos grasos–, sedi-

mentológicos y distribucionales posibilitaría reconocer si

una estructura de combustión cumplió estas funciones.

Estas estructuras de combustión permitían además

que las personas se iluminaran, se calienten y se sequen,

tanto sus cuerpos como sus ropas. Si bien es difi cultoso

poder determinar estas actividades en los contextos

arqueológicos, un análisis antracológico que identifi que

las leñas utilizadas durante la combustión permitiría un

primer acercamiento a estas problemáticas, considerando

las diferencias de poder calórico y de generación de llama

que tienen diversas especies.

Los fogones destinados a la alimentación y calefac-

ción podían encenderse tanto en el campamento como

fuera de él. Por ejemplo, en las partidas de caza era

común asar una parte de lo obtenido y comerlo inme-

diatamente. A diferencia de los primeros, al excavar un

contexto con estos fogones solo sería esperable encon-

trar los restos de la estructura de combustión y los dese-

chos producidos por la alimentación, faltando entonces

otros tipos de restos relativos, por ejemplo a actividades

de producción artefactual.

En torno al fogón doméstico se desarrollaban diver-

sos trabajos productivos, por lo general realizados por

mujeres. Muchos estaban vinculados con los recursos

animales: el procesamiento de carcasas, el trabajo del

cuero y el empaquetamiento de plumas son algunos de

los ejemplos. De esta manera, se espera que en contex-

tos arqueológicos que presenten fogones, en el marco de

un campamento o de un sitio de actividades múltiples,

diversos restos generados durante distintos procesos de

trabajo rodeen a estas estructuras, siempre y cuando no se

hayan desarrollado tareas de limpieza y mantenimiento

del espacio circundante.

En el caso de las sociedades fueguinas, el fuego era

también utilizado en diversas actividades tecnológicas,

como son el tratamiento térmico de pigmentos y huesos

y el calentamiento de maderas para la producción de asti-

les. En el caso de los grupos de la Patagonia continen-

tal, no se han registrado en las fuentes consultadas estas

actividades, aunque sí se hace referencia a la utilización

de la ceniza para diversos procedimientos. Esta diferencia

resulta interesante, en especial porque se han registrado

evidencias de tratamiento térmico en sitios arqueológicos

de Patagonia continental, tanto en artefactos líticos como

en pigmentos (Aschero 1983-1985, Stadler 2002, Frank

2011, entre otros). En consecuencia, resultaría interesante

evaluar en qué momento dichas técnicas fueron abando-

nadas por los pueblos que habitaron la región.

Los fogones también eran utilizados para quemar los

bienes de un difunto, y en algunos casos para una cre-

mación. Para ello, probablemente acondicionaban fogo-

nes especiales en las cercanías del campamento. En una

excavación arqueológica, sería esperable que este rasgo

presente una alta proporción de restos termoalterados,

tanto en su interior como a su alrededor. Los restos óseos

deberían presentar un alto grado de calcinación, mien-

tras que los artefactos líticos deberían mostrar un intenso

daño térmico (Frank 2011).

Otra actividad que se desarrollaba en torno a las

estructuras de combustión era el baile, particularmente

en el marco de festejos o rituales. Estas actividades,

sumado a la existencia de relatos míticos que explican el

origen del fuego, o en los que se justifi ca la importancia

de cuidar la leña, indican que dicho recurso jugó en estas

sociedades también un rol simbólico que debe ser tenido

en cuenta.

Así, observamos que el fuego y los fogones podían

tener diversas funciones que pueden estar vinculadas a

la subsistencia, la producción o aspectos rituales, entre

otros, que muchas veces son considerados opuestos o

incompatibles. Es probable, sin embargo, que un mismo

fogón pueda ser utilizado para variadas actividades

(Galanidou 2000, Manzi y Spikins 2008), siempre que sus

características cubran los requerimientos mínimos para

cada una de ellas.

Por otra parte, teniendo en cuenta todo lo antedicho,

consideramos que existía una tendencia a concentrar los

elementos materiales alrededor de los fogones, tanto por

las actividades desarrolladas a su alrededor como por el

descarte de diversos elementos al fuego. Si bien hemos

registrado referencias a la limpieza del fogón, no hemos

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EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS

17

identifi cado citas que hablen acerca de la limpieza del área alrededor del fuego. Esto nos lleva a considerar que

es posible que al momento de abandonar el campamento,

se dejaran los restos materiales en las cercanías del fogón, al menos para aquellas ocupaciones de corta duración.

En relación al apagado del fogón, se observa que este era abandonado con los carbones recién apagados, o inclusive aún calientes, y no se tomaban recaudos en dispersarlos, hecho que volvería difícil el reconocimiento de estas fuentes de combustión. En consecuencia, se espera que en los contextos arqueológicos las estructu-ras de combustión presenten buena integridad, siempre y cuando los diversos procesos postdepositacionales no hayan actuado de manera intensa.

LOS FUEGOS

A diferencia de los fogones, los fuegos no exigían el acarreo de leña. Simplemente se utilizaban las matas o arbustos que estaban de pie. Si bien en la mayor parte de los casos en que las citas se referían a este tipo de combus-tión no explicitaban quien era el responsable de su encen-dido, el hecho de que algunas de las actividades en las que se enmarcaban eran realizadas por hombres nos lleva a pensar que en esos casos eran ellos quienes se encargaban de su ignición. Por otra parte, estos tenían por lo general un carácter efímero, por lo cual no era necesario desarro-llar técnicas de mantenimiento ni apagado.

El fuego, en estos contextos, era utilizado para la pro-ducción de señales de humo, que permitían la comunica-ción y la visualización. A diferencia de los fogones, estos eran encendidos preferentemente en zonas altas, por lo que se debería considerar la topografía al analizar una estruc-tura de combustión registrada a cielo abierto. En estos casos, se espera que una vez que el fuego se haya apagado, solo quede la base del arbusto quemado, persistiendo de manera sobreelevada al piso. Entonces, su morfología será inversa a la de un fogón (Pérez de Micou 1991).

Otros fuegos que se encendían fuera del campamento eran producto del incendio intencional de campos para la caza o por otros motivos. Al igual que los que eran desti-nados a señales, estos tendrían una morfología invertida, aunque en este caso se encontrarían asociados múltiples rasgos con estas características, mientras que los fuegos para señales estarían aislados.

Finalmente, en algunas oportunidades se incendiaban los campamentos luego de su abandono. De acuerdo con Moreno (1997 [1876]), todo lo que quedaba tras estos incendios son matas quemadas, por lo tanto, estos tendrían también morfología inversa a los fogones. Además, en estos contextos se observaría un elevado índice de termoaltera-ción de los restos arqueológicos del asentamiento.

Como comentario fi nal quisiéramos destacar que el

análisis acerca de cómo fue manejado el fuego por parte de las sociedades indígenas que habitaron la Patagonia durante los últimos cinco siglos, a través del estudio de fuentes, permite vislumbrar un panorama bastante com-plejo con respecto a su uso. Así, esta investigación posi-bilita que se generen nuevos interrogantes arqueológicos vinculados a los procesos de selección y aprovisiona-miento de combustibles, preparación de las estructuras de combustión, encendido, mantenimiento, uso y apagado del fuego, que deben intentar ser respondidos mediante diversas metodologías –análisis distribucionales, antra-cológicos, micromorfológicos, de termoalteración de los conjuntos, entre otros– y que permitirán obtener una perspectiva más amplia acerca del valor de este recurso durante el extenso pasado patagónico.

AGRADECIMIENTOS

Deseo expresar mi agradecimiento a:• Cecilia Pérez de Micou, Eduardo Moreno y Víctor

Durán, jurados de la Tesis Doctoral de la cual surge este trabajo.

• Rafael Paunero y Alicia Castro por su dirección y consejos.

• Fabiana Skarbun por sus valiosos comentarios. • Natalia Lunazzi, quien me ha ayudado en el releva-

miento de las fuentes.• La beca doctoral del CONICET que hizo posible este

trabajo.

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INTRODUCCIÓN

En publicaciones anteriores se han analizado las carac-terísticas y mecanismos del poblamiento tardío del sector centro y noroeste de la actual provincia de Santa Cruz (Goñi 2000, Goñi y Barrientos 2004, Goñi et al. 2004, Goñi et al. 2007, entre otros). En tal sentido se destaca el marco cronológico amplio y la cobertura geográfica comprendida en términos de una meso/macro-región sensu Dincauze (2000). Ambas escalas fueron considera-das las adecuadas para poder evaluar aspectos referidos a la movilidad, la estacionalidad, uso del espacio y ejes de circulación de los grupos cazadores.

La escala espacial relativamente amplia, permite poner a prueba de manera consistente y confiable las ideas acerca de cómo y por qué el poblamiento tardío de la región se produjo de la manera en que lo hizo. La base de la utilización de una escala espacial de esta magnitud se establece al concebir al registro arqueológico como un continuo espacial y no como una serie de puntos estudia-dos o relevados en el espacio.

Bajo esta perspectiva, el área de Cerro Pampa/ Pampa del Asador se integra espacialmente a las ya estudiadas del Parque Nacional Perito Moreno (PNPM), lago Cardiel, Meseta del Strobel, lagos San Martín/Tar y lagos Posadas/

POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA

(PATAGONIA MERIDIONAL)

Goñi, R.1 - . / 0 1 2 2 3 4 5 4 6 4 2 - 7 / 8 3 9 5 : ; 3

RESUMEN

La localidad de Cerro Pampa/Pampa del Asador es conocida por su amplia disponibilidad de materia prima lítica, principalmente obsidiana negra. Este trabajo busca remarcar otras de sus particularidades, tales como los análisis comparativos de información tecnológica y zooarqueológica disponible de la región para explicar la variabilidad del registro arqueológico de cazadores.

PALABRAS CLAVES

cazadores-recolectores, Cerro Pampa, tecnología, zooarqueología.

SUMMARY

Cerro Pampa/Pampa Asador is known for its wide availability of lithic raw material, mainly black obsidian. This paper seeks to highlight other characteristics of the area, using a comparative analysis of lithic technology and zoo-archaeological data available from the region to explain the variability of the hunter-gatherer archaeological record.

KEY WORDS

hunter-gatherer, Cerro Pampa, technology, zooarchaeology.

1UBA-INAPL-UNICEN, [email protected]

2UBA-CONICET-INAPL, [email protected]

3UBA-CONICET-INAPL. [email protected]

Salitroso (Sierra Colorada); conformando una unidad que permite considerar ambientes diferentes susceptibles de ser manejados a la vez en una única dinámica pobla-cional (Aschero et al. 2005, Goñi et al. 2007, Goñi 2011).

El modelo general para el área (Goñi 2000, Goñi y Barrientos 2004) plantea el uso logístico y estacional de sectores altos (como las mesetas) y el uso residencial de los ambientes bajos (cuencas lacustres). Se enmarca dentro de un contexto paleoambiental específico caracterizado prin-cipalmente por condiciones de menor humedad en perío-dos del Holoceno tardío (Stine y Stine 1990, Stine 2000).

Hasta el momento, el sector correspondiente a la Pampa del Asador y Cerro Pampa fue estudiado poniendo énfasis en su carácter de fuente excepcional de materias primas líticas (Espinosa y Goñi 1999, Molinari y Espinosa 1999, Stern 1999), como ejemplo del uso de parapetos para caza (Aragone y Cassiodoro 2005-2006) y especificando las características de sitios a cielo abierto (Rindel et al. 2007). En este trabajo nos proponemos unificar y ampliar la información existente, caracterizando la distribución de las materias primas líticas, los registros tecnológicos y zooarqueológicos y las estructuras de piedra o parapetos. Se busca profundizar el análisis del registro arqueológico de los sitios y sectores ya estudiados e incorporar el relevamiento de nuevos sectores, ajustando la cronología local; permitiendo así discutir la utilización diferencial de estos espacios.

Para tal fin se tomarán en cuenta los análisis aporta-dos por el registro tecnológico y faunístico, considerando

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1): 21-36 (2011/2012)ISSN 2422-7749 / Versión papel: 1852-1002

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CUADERNOS 23

22

los materiales obtenidos en superfi cie y estratigrafía en

conjuntos de parapetos (sitios Cerro Pampa 2 sector A

y sector C) y en las concentraciones de materiales de

superfi cie (sitios Cerro Pampa 2 sector B y Cerro Pampa

1). Los parapetos del oeste (Cerro Pampa 6), del casco

de la estancia Cerro Pampa (Cerro Pampa 1 - Parapeto),

concentraciones intermedias (Cerro Pampa 3, 4, 5 y 8) y

otras referencias a materias primas distribuidas en el área,

serán descriptos de manera inicial para complementar los

registros más detallados arriba señalados.

Adicionalmente, también se realiza una referencia

sumaria del registro arqueológico de la meseta del lago

Guitarra, ubicada inmediatamente hacia el norte, porque

puede ser entendida como una unidad con la Pampa del

Asador. A los fi nes de explicar el uso de las mesetas, es

imprescindible conjugar la información de la totalidad de

la meso-región.

CARACTERÍSTICAS DEL ÁREA DE ESTUDIO

El área de Pampa del Asador es un ambiente meseta-rio de depósitos sedimentarios de origen fl uvioglacial (ver caracterización en Belardi et al. 2006), a unos 1.000/1.100 msnm. Incluye como punto destacado al Cerro Pampa, de 1351 msnm, conformado por adakitas y dacitas producto de la actividad magmática del Mioceno superior (Ramos et al. 2004). El área presenta un clima árido/semiárido y un ambiente de estepa arbustiva. La baja temperatura y la altura sobre el nivel del mar son las responsables de que el área presente una importante carga de nieve que impide o difi culta su habitabilidad durante el invierno. Así, este sec-tor se caracteriza por una marcada estacionalidad que, a su vez, genera importantes fl uctuaciones en el aporte hídrico.

El borde sur de la Pampa del Asador marca el límite areal, lo mismo que al oeste en su unión con la Meseta del Águila; al norte se continúa en la meseta del lago Guitarra, luego el sector donde se ubican las nacientes del río Olnie, las lagunas Olnie y que se continúa hacia el este por el valle de dicho río. El sector de aprovisionamiento potencial de obsidiana negra se vio ampliado con el registro oriental del abanico aluvial del sitio Musters (Belardi et al. 2006).

Pampa del Asador se destaca por presentar una alta fre-cuencia de material arqueológico. Se encuentra de manera continua en el espacio, circundando al Cerro Pampa, tal como se verifi có a partir de excavaciones, diferentes rele-vamientos y transectas. El primero de los sectores estudia-dos se encuentra al este del cerro, en las inmediaciones del casco de la Estancia Cerro Pampa (Cerro Pampa 1); carac-terizado como taller por Espinosa y Goñi (1999). Se agrega a este conjunto un parapeto. El sector sur del cerro (Cerro Pampa 2), está a su vez conformado por diferentes tipos de sitios. Estos consisten, principalmente, en dos conjuntos de parapetos (CP2 sectores A y D por un lado y sector C

por otro) y una importante concentración de material arqueológico en superfi cie (CP2 sector B Ojo de Agua), los cuales conforman un continuo de más de dos kilómetros (Espinosa y Goñi 1999, Rindel 2009, Goñi 2011). Desde CP2A, hacia el noreste (hacia el sector de la estancia), se continúan los desechos e instrumentos de obsidiana sin solución de continuidad por otros tres kilómetros aproxi-madamente (Cerro Pampa 3, 4, 5 y 8). Hacia el oeste del cerro se encuentra otra concentración de dos grupos de parapetos (Cerro Pampa 6) (fi gura 1).

Asimismo, se han ubicado en diferentes sectores de la Pampa del Asador depósitos secundarios de guijarros de basalto, sílice y obsidiana (Espinosa y Goñi 1999). También, se debe señalar que se registraron bochones de obsidiana al pie de la misma, en los alrededores del casco de la Estancia Sierra Andía (sector sur). Los análisis químicos realizados señalan que esta es la única fuente de aprovisionamiento de obsidiana negra ubicada hasta el momento en la provincia de Santa Cruz (Stern 1999).

CRONOLOGÍA

La cronología radiocarbónica obtenida permite sos-tener que la incorporación plena de este sector al pobla-miento regional se produjo durante el Holoceno tardío (tabla 1).

Todos estos fechados obtenidos sobre huesos pro-venientes de excavaciones en parapetos o concentracio-nes subsuperfi ciales a cielo abierto (como CP2B Ojo de Agua), muestran en su mayoría una cronología corres-pondiente al Holoceno tardío. Otros indicadores, de tipo tecnológico (cerámica, puntas de proyectil pedunculadas y parapetos), nos han dado la pauta de esta tendencia tar-día generalizada, tanto para Pampa del Asador como para el sector del lago Guitarra.

No obstante, se puede inferir a través de los análisis químicos de la obsidiana registrada en sitios arqueológi-cos de la región con cronologías muy tempranas que esta meseta fue conocida y transitada para la obtención de materias primas desde el Holoceno temprano (Civalero y Aschero 2003, Stern 2004, Paunero et al. 2004, Miotti 2006, Méndez et al. 2008-2009). Asimismo, información de otras mesetas cercanas indican una leve señal de uso de las mismas para el Holoceno medio. En este sentido, se han obtenido fechados radiocarbónicos de esta cro-nología en los sitios CG3 UT1 en el Guitarra (tabla 1) y Don Edmundo en el Strobel (Re 2011). También hay evi-dencias indirectas provenientes del cañadón del río Gui-tarra, tales como grabados de guanacos muy patinados y la presencia de puntas de proyectil apedunculadas de limbo triangular, cuyo diseño y morfología no son posi-bles de ser incluidos en los correspondientes al Holoceno tardío (Goñi et al. 2010). A su vez, puntas de proyectil,

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POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)

23

Figura 1 - Mapa de la región. Referencias: BAS: basalto; OBS: obsidiana; SIL: sílices

Edad convencional en años AP

<13C Procedencia

Códigolaboratorio

Citabibliográfi ca

170 ± 40 CP2A Parapeto 4 Nivel 2 UGA 10020 Goñi 2000-2002

310 ± 40 CP2A Parapeto 2 Nivel 3 UGA 10019 Goñi 2000-2002

401 ± 42 GUI 10 Parapeto 4 Nivel 3 AA87699 Goñi et al. 2010

507 ± 43 GUI 10 Parapeto 2 Nivel 2 AA87695 Goñi et al. 2010

662 ± 42 - 20,5 CP2C Parapeto 3 Nivel 4 AA77153 Rindel 2009

894 ± 44 GUI 10 Parapeto 4 Nivel 6 AA87697 Goñi et al. 2010

1.498 ± 44 - 20,5 CP2C Parapeto 3 Nivel 6 (base) AA77154 Rindel 2009

1.582 ± 46 - 19,7 CP2B Ojo de Agua AA77135 Rindel 2009

2.010 ± 50 CP2A Parapeto 4 Nivel 3 UGA 8705 Goñi 2000-2002

4.683 ± 53 CG 3 UT1 Nivel inferior AA87705 Goñi et al. 2010

Tabla 1 - Fechados radiocarbónicos de Cerro Pampa, Lago Guitarra y Cañadón del Guitarra

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CUADERNOS 23

24

tanto con este diseño como pedunculadas tardías, fueron registradas en superfi cie en una primera prospección de la Meseta del Asador, localizada justo al norte de la del Guitarra. En síntesis, si bien la tendencia cronológica de esta región se corresponde con el Holoceno tardío, se sabe que la obsidiana de Pampa del Asador ha sido explotada desde los comienzos del poblamiento regional, hace once mil años al menos y que, una suerte de colonización (sensu Borrero 1989-1990) se fue produciendo lenta-mente durante el Holoceno medio.

MUESTRA EN ESTUDIO

El sector de la meseta alta de Pampa del Asador que es considerado en este trabajo se corresponde con una superfi cie relevada de más de 100 km². Como fuera

mencionado anteriormente, Pampa del Asador, al ser la

fuente de abastecimiento regional de distintas materias

primas líticas, se destaca por presentar una alta frecuen-

cia de material arqueológico. Se encuentra de manera

continua en el espacio, principalmente en sectores próxi-

mos al Cerro Pampa. Estos contienen cientos de miles

de artefactos líticos por lo que los muestreos realizados

solo constituyen una pequeña porción del material. Se

llevaron a cabo recolecciones sistemáticas del material de

superfi cie, excavaciones y sondeos en las concentraciones

artefactuales y parapetos.

En este trabajo, tanto para el material arqueofaunís-

tico como tecnológico se presenta de manera conjunta la

información correspondiente a superfi cie y estratigrafía

de los sitios Cerro Pampa 2 sector B Ojo de Agua y Cerro

Pampa 1. A su vez, las muestras de los parapetos también

son consideradas en conjunto conformando una única

agrupación. Las características del registro arqueológico

de todo este sector inmediato al Cerro Pampa permiten

dar cuenta de las especifi cidades de toda la meseta en rela-

ción con su utilización logística y estacional propuesta e

incluirla en una perspectiva regional mayor. A continua-

ción se detallan los procedimientos metodológicos desa-

rrollados para el relevamiento de los datos provenientes

de transectas y concentraciones.

TRANSECTAS

En diferentes momentos de la investigación se realiza-

ron prospecciones y transectas con el fi n de establecer las

características de la distribución del registro arqueológico

en la Pampa del Asador, principalmente en relación a la

disponibilidad de las materias primas líticas. Los sectores

relevados, elegidos fuera de las concentraciones mayo-

res, corresponden a las inmediaciones del Cerro Pampa,

unos 11 km hacia el oeste de aquel y la Pampa de Asador.

En el sector sur de la Pampa del Asador, a partir de

unos 2.500 m al norte de la Estancia Sierra Andía donde

se llega a los 1.100 msnm, se realizaron dos transectas y

un relevamiento en vehículo (Espinosa y Goñi 1999). Este

último se efectúo hacia el oeste dando cuenta de la exten-

sión de la obsidiana por aproximadamente 8 km. Por su

parte, las transectas tuvieron rumbo norte. En la primera

de ellas se registró la presencia continua de materias pri-

mas (obsidiana y basalto) en lascas y nódulos (Espinosa y

Goñi 1999). La información cuantifi cada de la segunda de

las transectas (transecta T2) ha sido presentada por Espi-

nosa y Goñi (1999) y será retomada en este trabajo (tabla

2). También se realizaron transectas con rumbo oeste

partiendo de CP2 sector C (transecta T1 CP) y en sectores

intermedios de la Pampa del Asador (T3, 4 y 5 PA). Desde

el sector D de parapetos de CP2 se realizó otra transecta

con rumbo este en una cota altitudinal mayor a las ante-

riores (T2 CP). Por otra parte, se prospectó un trayecto

de 11 km hacia el oeste del Cerro Pampa en el cual se

observó la presencia continua de material arqueológico,

principalmente lascas de obsidiana y basalto.

En la siguiente tabla se presenta la información refe-

rida a los muestreos sistemáticos realizados en algunos

de estos sectores. En todos los casos se observa una alta

frecuencia de los artefactos de obsidiana, representados

por desechos de talla y núcleos. También se encuentran

disponibles nódulos.

La continuidad del registro, principalmente lascas y

pruebas de obsidiana, a lo largo de la Pampa del Asador

podría ser vista como una forma de equipar todo el espa-

cio con materia prima para acercar la misma hacia espa-

cios lindantes, en especial hacia el oeste, como el Parque

Nacional Perito Moreno (PNPM).

CONCENTRACIONES

Cerro Pampa 1: ubicado en las inmediaciones del casco

de la estancia Cerro Pampa, consiste en una abundante

concentración de material lítico en superfi cie. Los mate-

riales fueron relevados mediante muestreos sistemáticos de

1 m por 1 m cada 50 m. Aquellos se recuperaron y fueron

analizados por Espinosa y Goñi (1999). Se efectuaron reco-

lecciones selectivas de artefactos formatizados. Asimismo

se registró una estructura correspondiente a un parapeto

a doscientos cincuenta metros al este de la casa principal.

Cerro Pampa 2 parapetos: presenta dos agrupaciones

de parapetos (Espinosa y Goñi 1999). La primera (CP 2A

y D), consta de trece parapetos escalonados siguiendo la

primer pendiente del Cerro Pampa. En seis de las estruc-

turas de piedra del sector A se efectuaron recolecciones en

tres muestreos de 0,5 m por 0,5 m cada uno, tanto en el

sector interno como externo de los parapetos. En el sector

D se realizaron recolecciones de 1 m por 1 m y del total de

artefactos formatizados. La segunda agrupación consta

de cinco parapetos que corresponde a CP 2C (denomi-

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POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)

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nado parapetos subactuales por su reutilización por parte de chulengueadores modernos), en donde se realizó la recolección del material en una superfi cie de 1 m por 0,5 m en la estructura 3. De estas dieciocho estructuras de parapetos fueron excavadas tres de ellas. En el sector A fueron excavados los parapetos 2 y 4. En el primero se realizó un sondeo de 0,5 m por 0,5 m con cinco niveles de 5 cm de espesor cada uno. En el parapeto 4 se excavó una superfi cie de 2 m por 0,5 m con tres niveles estratigráfi cos de 5 cm de espesor. Por su parte, en el sector C se excavó la estructura 3 en dos cuadriculas continuas de 1 m por 1 m con un total de siete niveles estratigráfi cos y una pro-fundidad de 0,6 m, aproximadamente.

Cerro Pampa 2 B Ojo de Agua: por su parte, en la con-centración superfi cial y subsuperfi cial denominada Cerro Pampa 2 sector B Ojo de Agua (CP 2B OA), para el releva-miento del material lítico se realizaron cinco cuadrículas de 1 m por 1 m con registro sin recolección y dos similares pero con recolección. También se efectuaron recoleccio-nes selectivas de artefactos formatizados. Por otra parte, los artefactos de molienda presentes fueron relevados in

situ y recolectados todos los tiestos cerámicos. En lo que respecta a las muestras arqueofaunísticas se considera todo el material identifi cable recuperado en superfi cie en cuatro conjuntos de 50 por 15 m aproximadamente y en sondeos realizados en el lugar.

Cerro Pampa 6: se trata de dos agrupaciones con-tiguas de trece parapetos al pie de la ladera oeste del Cerro Pampa, con vista a la Laguna de la Mala Muerte (topónimo pleno de optimismo), a 5 km del casco de la estancia, cruzando el cerro por un abra. Los trabajos de relevamiento y excavación están aún en proceso. Al igual

que en los otros casos, en el sector se encuentran altas

densidades y frecuencias de artefactos líticos, incluyendo algunos tiestos de cerámica. También han sido recupe-rado material arqueofaunístico (Aragone et al. 2010).

ASPECTOS FAUNÍSTICOS

Los materiales faunísticos analizados se circunscri-ben a dos sectores específi cos del espacio (CP 2B OA y Parapetos) y provienen tanto de materiales superfi ciales como subsuperfi ciales. Debido a que el tamaño reducido de cada uno de los conjuntos de parapetos hacía difícil establecer comparaciones con la abundante cantidad de huesos recolectados en CP 2 Ojo de Agua, se optó por juntar los especímenes obtenidos en cada uno de ellos, conformando una muestra unifi cada correspondiente a “parapetos” (Rindel 2009); partiendo de la premisa de que habría diferencias signifi cativas en las actividades desarrolladas en ambos tipos de sitios.

Las variables consideradas fueron la estructura taxo-nómica, la presencia de huellas de procesos y agentes

Transecta

Muestreos Entre muestreos= > ? @A B Obs. Sil. Bas. Otras F. art.lit.

C D E F G H I J Gm

Obs. Sil. Bas. Otras F. art.lit.

T2 1.300 330 9 63 - 402 6.500 269 1 140 - 410

T1 CP 125 7 - 1 - 8 500 140 6 10 - 156

T3 PA 225 38 1 3 - 42 900 95 3 3 - 101

T4 PA 125 36 - 2 - 38 600 20 1 - - 21

T5 PA 325 79 - 2 - 81 1.300 24 1 20 - 45

T2 CP 450 24 2 - 1 27 1.800 57 12 1 2 72

Tabla 2 - Distribución del registro en prospecciones y transectasReferencias: T: transecta, CP: Cerro Pampa, PA: Pampa del Asador,

Sup.: superfi cie, F.: frecuencia, art.: artefactos, lit.: lítico

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CUADERNOS 23

26

tafonómicos, las evidencias de termoalteración y los

patrones de representación de partes esqueletarias en los

ejemplares de guanaco (sensu Mengoni Goñalons 1999). Además se consideró la frecuencia de marcas de procesa-

miento para cada conjunto basándonos en el porcentaje

de huesos (% NISP) que presentaban esta evidencia.

ESTRUCTURA TAXONÓMICA

En la fi gura 2 se representa la estructura taxonómica correspondiente a los parapetos y a CP2B OA. La mayor frecuencia de ejemplares en los parapetos corresponde a la categoría guanaco, seguida en menor proporción por ejemplares correspondientes a mamíferos peque-ños. Del mismo modo, dentro de las categorías que pudieron ser determinadas, la de más alta frecuencia en CP2B OA corresponde a guanaco, seguido por el resto de las especies en proporciones menores al 10 %. Al tra-tarse de un sitio en parte superfi cial, en esta muestra se observa una mayor frecuencia de animales domésticos, como caballos (Equus) y ovejas (Ovis aries), escasa-mente representados en los parapetos. Como se puede observar de esta fi gura resalta que en ambos casos el conjunto arqueofaunístico se caracteriza por una baja variabilidad de especies representadas.

GUANACO: ACCIÓN DE PROCESOS Y AGENTES TAFONÓMICOS

Con el objetivo de evaluar aspectos tafonómicos y postdepositacionales hemos relevado las marcas pro-ducto de agentes naturales sobre el subconjunto corres-pondiente a guanaco. Se ha observado que la acción de raíces predomina en ambos conjuntos. Dentro de los Parapetos el 23,9 % (n: 60) de los huesos presenta marcas naturales, de las cuales un 17,9 % corresponde a marcas de raíces, el 4,4 % a roedores y el 1,6 % a carnívoros. Por otro lado, en la muestra de CP2B OA, el 15,8 % del total se encuentra modifi cada por agentes naturales (n: 99), con un 12,4 % de improntas de raíces, un 1,91 % de roe-dores y solo un 1,43 % de carnívoros. Esta mayor repre-sentación de marcas de raíces nos estaría señalando la estabilidad en ambos conjuntos.

En cuanto a los estadíos de meteorización, hemos observado tendencias similares en ambos conjuntos (Rindel 2009). En los dos sectores se hallan representados todos los estadíos de meteorización, lo que nos podría estar señalando la existencia de múltiples eventos de depositación o de procesos dinámicos de enterramiento y exposición de los materiales. El estadío más representado es el 3, seguido por el 2 en ambos casos, lo que nos esta-ría indicando que la conservación de las muestras es de buena a moderada. De acuerdo con el grado de conserva-ción general de las muestras, las diferencias observadas en la frecuencia de partes esqueletarias o en la intensidad de

procesamiento de los conjuntos no serían explicables por procesos tafonómicos o postdepositacionales.

GUANACO: FRECUENCIA DE PARTES ESQUELETARIAS

Se han registrado importantes diferencias entre los con-juntos recuperados en parapetos y CP2B OA (tabla 3). El aspecto más relevante es el relacionado con las partes esque-letarias. En el caso de Parapetos se han registrado elevadas frecuencias en ciertas partes tanto del esqueleto axial, tales como cráneo y mandíbula, como del esqueleto apendicular, como diáfi sis de huesos largos y falanges. En CP2B OA, la situación difi ere, ya que se observa una relativa homogenei-dad en la representación de restos óseos, con un predominio de elementos axiales. En este sitio, se encuentran fundamen-talmente huesos de la columna vertebral, pelvis y escápula a lo que se le suma una importante frecuencia de epífi sis de huesos largos en el caso del esqueleto apendicular. De esta forma, la distribución de los huesos en estos diferentes tipos de sitios se presenta como complementaria: los ele-mentos que presentan una alta frecuencia en los parapetos se hallan escasamente representados en las concentraciones y viceversa. Es interesante remarcar este punto, dado que el hallazgo de diferentes distribuciones de partes esqueletarias se manifi esta en espacios acotados. La complementariedad en la representación de partes esqueletarias sugiere una complementariedad funcional entre estos dos tipos de sitios, hecho que se ve apoyado por las evidencias de ocupaciones relativamente contemporáneas de los parapetos y de CP 2 Ojo de Agua, según se observa en el cuadro cronológico.

GUANACO: EVIDENCIAS DE PROCESAMIENTO Y TERMOALTERACIÓN

La localización y frecuencia de las evidencias de procesamiento nos permite, entre otras cosas, estimar la intensidad en el aprovechamiento de los restos óseos (Rindel et al. 2011). De esta manera, es importante seña-lar el predominio de marcas de utilización en el sector apendicular, tanto en parapetos como en CP2B OA. Asi-mismo, la frecuencia de marcas es mayor en las concen-traciones que en los parapetos, posiblemente un refl ejo del mayor grado de selectividad en el procesamiento y del alto grado de trozamiento de los huesos en los parapetos, lo que obliteraría en mayor medida las evidencias de mar-cas. Las concentraciones se caracterizan por una elevada frecuencia de marcas en la mayoría de los elementos, en particular en huesos correspondientes a las extremidades, tales como húmero, radioulna, fémur y tibia, así como metacarpos y primeras falanges (Rindel 2009). En el caso del esqueleto axial, se han observado elevadas fre-cuencias de marcas en el atlas, costillas y pelvis (Rindel 2009). En este tipo de sitio, la frecuencia y tipo de marcas corresponde a actividades de desarticulación, descarne y fractura de los huesos largos para acceder al contenido

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POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)

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Figura 2 - Estructura taxonómica de taxones determinados en Parapetos y CP2B OA

Figura 3 - Frecuencia de partes esqueletarias de guanaco (MAU %)

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CUADERNOS 23

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medular (Rindel et al. 2011). En relación con este punto, es importante remarcar la elevada frecuencia de huesos largos que muestran evidencias de la implementación de la técnica de marcado perimetral/fractura transversa

(Rindel 2009, Bourlot et al. 2009) en los conjuntos pro-

venientes de concentraciones. Este factor está en estrecha

relación con la elevada frecuencia de extremos articulares

presentes. Por otra parte, en la muestra correspondiente

a los parapetos solo se han localizado marcas de corte en

el cráneo y en las vértebras torácicas, mientras que en el

esqueleto apendicular la frecuencia más elevada corres-

ponde a los sectores diafi siarios de los cuatro huesos

largos, metapodios y primeras falanges (Rindel 2009,

Aragone et al. 2010).

Con respecto a las evidencias de termoalteración de

la muestra total, también existen diferencias entre ambos

conjuntos. Los parapetos se encuentran más afectados por

esta variable, con un 30 % de la muestra que ha sufrido esta

modifi cación, mientras que en el caso de CP2B OA sólo se la ha registrado en un 1,7 %. Este es otro indicador que apunta

a la implementación de diferentes actividades vinculadas con la explotación de la fauna en ambos tipos de sitios.

GUANACO: ESTRUCTURA ETARIA

Finalmente, para evaluar el modelo acerca de la esta-cionalidad en el uso de los sectores altos mesetarios (Goñi 2000) se tuvieron en cuenta los resultados relacionados con los estadíos de fusión de los huesos de guanaco, para lo cual se siguieron los lineamientos propuestos por otros autores (Kauffman 2004, Mengoni Goñalons 1999). Para ello se registró el estado de fusión temprana de los huesos correspondientes al esqueleto axial (pelvis y escápula) y al

apendicular (húmero distal y fémur proximal. Esto, junto

con la época de parición de los guanacos (noviembre y

diciembre) nos permite estimar los posibles momentos de

ocupación de ambos sectores. Así, se ha registrado tanto en CP2B OA como en los parapetos, fragmentos de estos huesos no fusionados, permitiendo estimar un número

mínimo de individuos (MNI) de tres y un individuo res-

pectivamente (Rindel 2009, Bourlot et al. 2008). De este

modo, la presencia de elementos sin fusionar nos estaría

indicando que estos sectores habrían sido ocupados al

menos durante los meses de primavera/verano, es decir,

en momentos de parición del guanaco. Esto contrasta con las evidencias registradas en sectores bajos aledaños, en donde la presencia de este rango etario es menor y hasta inexistente en algunos sitios (Bourlot et al. 2008).

ASPECTOS TECNOLÓGICOS

Tecnología lítica

Para el análisis de la tecnología lítica fueron consi-

derados los procedimientos establecidos por Aschero

(1975 rev. 1983) y en este trabajo nos centramos en las

características de la estructura artefactual y las materias

primas utilizadas.

Como se presenta en la tabla 3, los conjuntos arte-

factuales analizados tienen una alta representación de los desechos de talla. El conjunto de Cerro Pampa 1(CP1) se destaca por la ausencia de artefactos formatizados y la presencia de núcleos. Estas características junto con la alta

representación de los desechos de talla han llevado a propo-nerlo como un taller (Espinosa y Goñi 1999). Por su parte, los conjuntos correspondientes a los parapetos y CP2B Ojo de Agua tienen un mayor número de clases artefactuales representadas. En ambos predominan los núcleos, aunque se observan diferencias. Así, las clases artefactuales más

representadas en los parapetos son los artefactos sumarios,

que tienen poca o nula formatización, mientras que en la estructura artefactual de CP2B OA se destacan clases arte-factuales con mayor formatización como raspadores. Es de mencionar una mayor representación porcentual de arte-factos de molienda en este conjunto, el cual también tiene

una mayor frecuencia de tiestos cerámicos.

Consideramos que estas diferencias en las estructu-

ras artefactuales de los conjuntos están en vinculación

con el desarrollo de distintas actividades: parapetos

de caza, taller y campamento de actividades múltiples

(Espinosa y Goñi 1999, Aragone y Cassiodoro 2005-2006, Rindel et al. 2007).

Por otro lado, esta variabilidad en la estructura arte-factual también se ha registrado en el material de estra-

tigrafía de los parapetos. En este sentido, se destaca el

conjunto artefactual de los niveles estratigráfi cos inferiores

del parapeto 3 del sector C de CP2 que se caracterizan por

una disminución tanto de los desechos de talla como de

los artefactos formatizados y una mayor representación de

percutores, núcleos y guijarros (principalmente de rocas

silíceas) (Cassiodoro 2008a) (fi gura 4 foto 2 en página 17).

En la Pampa del Asador, no solo existe una amplia dis-

ponibilidad de obsidiana y basalto, sino también de rocas

silíceas de muy buena calidad para la talla, con guijarros de

tamaños que pueden llegar a más de 100 mm (Espinosa y

Goñi 1999) (fi gura 4 foto 4 en página 17). Al igual que lo

observado para la obsidiana, estas materias primas también

podrían haber sido utilizadas en otros sectores como la

cuenca de los lagos Posadas/Salitroso y el Parque Nacional

Perito Moreno (Cassiodoro et al. 2004, Aschero et al. 2005).

Con respecto a las materias primas, tanto en los dese-

chos de talla como en los artefactos formatizados existe

un claro predominio de la obsidiana en todos los conjun-

tos. En los desechos de talla, la obsidiana supera el 80 %

en los parapetos y CP2B OA y el 90 % en CP1, siendo el

basalto el que sigue en importancia, principalmente en

los parapetos (13,7 %) y CP2B OA (8, 4 %). Las rocas

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POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)

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PARAPETOS CP2B OA CP1

n % n % n

Biface 33 5,1 6 5,4 -

Art. sumarios4 256 39,9 20 18,0 -

Cuchillo 12 1,9 1 0,9 -

Pta. proy. 27 4,2 9 8,1 -

Raedera 28 4,4 7 6,3 -

Raspador 82 12,8 23 20,7 -

Nódulos 20 3,1 2 1,8 -

Núcleos 159 24,8 34 30,6 8

Percutor 15 2,3 - - -

Perforador - - 1 0,9 -

Lito modif. x uso 1 0,1 1 0,9 -

Mano 4 0,6 X - -

Molino 5 0,8 3 2,7 -

Bola - - 4 3,6 -

Total 642 100 111 100,0 8

Desechos 49.090 2.699 1.752

Tabla 3 - Estructura artefactual de los conjuntos de Cerro Pampa5.

Referencias: X: presencia; pta. proy.: puntas de proyectil; lito modif. x uso: lito modifi cado por uso; art.: artefactos.

silíceas están en baja frecuencia, aunque los porcentajes en los parapetos tienden a ser levemente mayores (3,7 % en parapetos, 1,3 % en CP2B OA y 0, 91 % en CP1). Por otra parte, en los artefactos formatizados también pre-domina la obsidiana con un 70,87 % en parapetos y un 58,11 % en CP2B OA. A su vez, existe una mayor varie-dad de materias primas, registrándose un 14,5 % en la categoría otras (cuarcitas, limotas, etc.) en CP2B OA y 6,6 % en los parapetos. El basalto está en proporciones similares a las observadas en los desechos de talla (12,05 % en parapetos y 10,25 % en CP2B OA) y se destaca una mayor frecuencia de las rocas silíceas, principalmente en CP2B OA (17,1 %).

De esta forma, los conjuntos presentan similitudes con respecto a las materias primas utilizadas, dado el

esperable predominio de la obsidiana. No obstante, cabe mencionar la existencia de algunas diferencias entre ellos en relación a las rocas silíceas. Así, en los parapetos las rocas silíceas están representadas por tareas de manu-factura y reactivación de artefactos (desechos de talla), mientras que en CP2B Ojo de Agua están vinculadas con la utilización y su descarte (artefactos formatizados). Estas diferencias en la utilización de las materias primas entre los conjuntos también se observan en relación a la selección de materias primas para la manufactura de determinados artefactos. En CP2B OA la mayoría de las puntas de proyectil se encuentran manufacturadas en rocas silíceas (33,3 %), mientras que en los parapetos las mismas son de obsidiana (74,1 %). Por su parte, los raspadores de CP2B OA son principalmente de sílice (47,8 %) y los de los parapetos de obsidiana (73,1 %) (Cassiodoro 2008a).

Tecnología cerámica

El análisis de esta tecnología fue abordado tanto desde un acercamiento macroscópico como microscó-pico siguiendo los lineamientos metodológicos propues-tos por Rye (1981). En Cerro Pampa se han registrado ciento treinta y tres tiestos en CP2B OA y treinta y ocho tiestos en las excavaciones de dos parapetos. También se han recuperado tiestos cerámicos en Cerro Pampa 6 y en la meseta del Guitarra (CG3). En relación a los aspectos

4 En la categoría artefactos sumarios fueron contabilizados de manera conjunta los artefactos de formatización sumaria (parapetos n: 167 y CP2B n: 14) y los fi los naturales con ras-tros complementarios (parapetos n: 89 y CP2B n: 6).

5 Cabe destacar que los totales corresponden a las siguientes

superfi cies muestreadas: CP1 tiene 11 mK , Parapetos tiene 5,1 mK en la superfi cie y aproximadamente unos 2,8 mL en estrati-grafía y CP2B OA tiene 10 mK . Por otra parte, dado el carácter indiferenciado en esta tabla no se contabilizan los fragmentos de artefactos formatizados. En los parapetos son 55, en CP2B son 6 y no están presentes en la muestra de CP1.

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CUADERNOS 23

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tecnológicos generales, los tiestos tienden a presentar superfi cies alisadas, sin decoración y con espesores de las paredes similares que rondan entre los 5,1 y 5,9 mm (Cassiodoro 2008b). Las pastas de las muestras analiza-das por cortes delgados de CP2A tienen una matriz con una gradación en su coloración dentro de la gama de los tonos castaños, tienen una porosidad entre el 10 y 15 % y sus poros no están orientados. Por su parte, las muestras de CP2B OA, se caracterizan por tener una matriz muy oscura con poros orientados. La pasta de la muestra del parapeto 3 de CP2C tiene una matriz con una coloración oxidante y poros orientados (Cassiodoro 2008b).

Con el objeto de establecer las características generales del abastecimiento de materias prima para la producción de las mismas, se realizaron cortes delgados en un total de siete tiestos cerámicos y de una muestra de los sedimentos arcillosos del Ojo de Agua de CP2B. La caracterización de los componentes minerales de los antiplásticos de las muestras cerámicas permitió establecer diferencias entre el conjunto de parapetos, por un lado y de CP2B OA, por otro (Cassiodoro y Tchillinguirian 2007). De esta manera, las diferencias entre los conjuntos no solo se refi eren a la tecnología lítica sino también se manifi estan en la composición mineralógica de los tiestos cerámicos.

Así, las muestras de los parapetos de CP2A y CP2C tienen una composición predominantemente mono-mineral conformada por un alto porcentaje (70-80 %) de líticos alterados de grano muy fi no. En menor pro-porción aparece cuarzo monocristalino (20-30 %). En relación a la composición mineralógica, estas muestras presentan semejanzas con los antiplásticos registrados en muestras cerámicas de la cuenca del lago Salitroso (Cassiodoro y Tchillinguirian 2007). Por su parte, las muestras de CP2B OA no se agrupan composicional-mente con las anteriores. Las mismas están compuestas especialmente por feldespatos alcalinos alterados con arcillitisación (50 %) y dada la presencia de plagioclasa tienden a presentar similitudes con la muestra de sedi-mentos del ojo de agua próximo.

Estructuras

En los alrededores del Cerro Pampa se han registrado hasta el momento treinta y dos parapetos, en todos los casos cercanos a vertientes de agua y lagunas y tienen una orientación oeste-este. Como ha sido mencionado, en Cerro Pampa 2 sector A se han registrado ocho estruc-turas de parapetos (Espinosa y Goñi 1999, Aragone y Cassiodoro 2005-2006), que se vinculan con otros cinco parapetos localizados en un nivel superior del mismo fal-deo del cerro (CP2 D) y en el sitio Cerro Pampa 2 sector C se han registrado cinco estructuras más. En todos los sec-

tores las estructuras están conformadas por la disposición de rocas de diferentes tamaños de manera semicircular. La construcción de aquellos no está solo vinculada a la cer-canía de cuerpos lagunares sino también a la existencia de afl oramientos rocosos. Estos son utilizados como fuentes de materia prima para la construcción de las estructuras y, principalmente en el sector C, son aprovechados como base para la construcción de los parapetos.

Con respecto a las dimensiones de estas estructuras, el ancho máximo del arco registrado es de 6,9 m y el largo de 4,2 m (Cassiodoro 2008a). En promedio, los parapetos del sector A tienen un ancho de 5,13 m con un largo de 3 m y una altura actual de 0,7 m. Los del sector D tie-nen un ancho de 3,62 m, un largo de 2,84 m y una altura actual de 0,73 m. Las estructuras del sector C tienen en promedio un ancho de 3 m, con un largo de 2,94 y una altura actual de 0,85. Los parapetos del sector A tienden a ser más amplios que los del sector D y C aunque solo presentan alturas mayores. Dado que las estructuras de CP2C presentan evidencias de reutilización en la actua-lidad (en superfi cie hay restos de botellas de vidrio y metales) consideramos que las diferencias en las alturas se vinculan con la reactivación de las estructuras. Por su parte, los parapetos de Cerro Pampa 6 presentan caracte-rísticas similares a los recién descriptos (fi gura 3 foto 1). Se encuentran a distintas alturas, contiguos a un curso de agua que desciende desde la Meseta del Guitarra y desem-boca en la laguna de la Mala Muerte. Ocho de las estructu-ras se encuentran en el sector superior y sus dimensiones promedio son de 3,88 m de ancho, 2,68 m de largo y 0,63 m de altura actual. Las cinco estructuras restantes están más próximas a la laguna y tienen un ancho promedio de 4,5 m, un largo de 3,1 m y una altura actual de 0,44 m. Finalmente, el parapeto de Cerro Pampa 1 tiene un arco de 2,8 m, un largo de 1,9 m y una altura actual de 0,5 m.

La presencia de estructuras de piedra, que habrían funcionado como apostaderos de caza en sectores espe-cífi cos, se vincula con un equipamiento tecnológico de los espacios recurrentemente ocupados. Sus dimensiones son variables pero en términos generales rondan entre los 4 m de arco o ancho, los 3 m de largo o profundidad y una altura actual de 0,6 m.

Meseta y cañadón del Lago Guitarra

Las investigaciones en el área se han ampliado, inclu-yendo relevamientos sistemáticos en el sector norte de la Pampa del Asador correspondiente a la margen este del lago Guitarra, el cañadón del río Guitarra y la meseta homónima (fi gura 1). Es una meseta que corresponde a los plateaux basálticos miocénicos, al igual que la Meseta del Strobel, del Cardiel Chico y la del Lago Buenos Aires (Ramos 2002), cuyos paredones basálticos han servido de reparo de los

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POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)

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Figura 4 - Foto 1: parapeto de Cerro Pampa 6; foto 2: núcleos y guijarros de sílice en niveles inferiores del parapeto 3 de CP2C;

foto 3: densidad artefactual en superfi cie de parapetos; foto 4: guijarros de diferentes materias primas líticas

vientos predominantes del oeste. Se han registrado cuarenta y tres parapetos, diversas manifestaciones rupestres y abun-dante material lítico (Goñi et al. 2010, Cassiodoro y Flores Coni 2010, Aragone et al. 2010, Re 2011).

Cabe destacar que la inclusión de esta nueva infor-mación, resaltando la presencia de grabados rupestres y la frecuencia de parapetos, a la anteriormente presentada para Pampa del Asador implica, por un lado, ampliar la variabilidad del registro arqueológico de la región y por otro, enfatizar el rol logístico y estacional vinculado con la caza del guanaco de este sector.

DISCUSIÓN

De acuerdo con la información presentada hasta el momento, podemos articular la misma a partir de un esquema de tendencias temporales que se manifi estan en el registro arqueológico, en concordancia con la interpretación de modelos macroregionales (Borrero 1989-1990 y 1994-1995) y meso-regionales (Goñi 2000 y 2011) de poblamiento.

La evidencia de uso o conocimiento de la Pampa del Asador/Cerro Pampa durante el Holoceno temprano es de tipo indirecta. La presencia de obsidiana negra proce-dente de la fuente local se registra en sitios arqueológicos de la región desde cronologías muy tempranas (ver Civa-lero y Aschero 2003, Stern 1999, entre otros). Sin embargo, en el sector mismo de estudio no se han obtenido, hasta

ahora, fechados u otras vías potenciales de ubicar ocupa-ciones para ese momento. Dadas algunas de sus carac-terísticas, esta etapa puede ser homologada con aquellas que Borrero (1989-1990 y 1994-1995) denominó etapas de exploración. Es decir, estas mesetas fueron conocidas prácticamente desde el primer momento de poblamiento regional, probablemente sin un interés residencial u ocu-pacional permanente, pero sí frecuentadas en términos de tránsito y aprovisionamiento, lo que también remitiría a una estrategia embedded (sensu Binford 1979).

Para el Holoceno medio, ya existe evidencia discreta

o puntual. La misma se refi ere al fechado radiocarbónico de la meseta del Guitarra, del orden de los 4.600 años. Adicionalmente, grabados rupestres de guanacos de pátinas marcadas y conjuntos de artefactos en superfi -cie y excavación, cuyo principal indicador son puntas de proyectil apedunculadas; permiten corroborar por otros medios la presencia ocupacional durante ese momento. En términos de las dinámicas poblacionales de la región, estas son señales consistentes de una etapa de coloniza-ción más específi ca que la anterior, presentando un regis-tro arqueológico de mayor visibilidad para el Holoceno medio. En la Meseta del Strobel, a partir de información cronológica y de las representaciones rupestres, se ha manifestado una tendencia similar (Re 2011). Esto puede ser visto como una etapa de colonización inicial de las mesetas del centro-oeste santacruceño.

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CUADERNOS 23

32

Finalmente, el Holoceno tardío presenta evidencia ubi-

cua o continua a través del tiempo y espacio. El registro se distribuye sin solución de continuidad a lo largo de kiló-metros en los alrededores del Cerro Pampa, cuya expresión más llamativa es la frecuencia (literalmente en millones) de lascas de obsidiana negra. Estas frecuencias se explican por tratarse de la única o principal cantera de obsidiana en

Patagonia austral (Stern et al. 2004), constituyéndose en un gran taller (por ejemplo, la densidad artefactual en super-fi cie del parapeto 3 CP2C es de 3.194 artefactos en un m²).

Sin embargo, la caracterización de esta meseta como una gran cantera/taller planteada para el Holoceno medio y temprano, no agota todos los rasgos del registro arqueológico local. En el Holoceno tardío la evidencia

obtenida permite señalar profundos cambios en el uso

de estas localidades. Estos cambios pueden ser analizados

desde las distribuciones y frecuencias ya referidas como

a partir de los enunciados derivados de los modelos de

poblamiento propuestos para la región.

La diversidad tecnológica en una escala local refi ere a

la utilización diferencial de los sectores. Así, se puede seña-

lar el desarrollo de distintas actividades. Un grupo de ellas

estaría en relación con la alta disponibilidad de materias

primas líticas, evidenciando el desarrollo de tareas propias

de un taller (selección de guijarros aptos para la talla, des-

cortezamiento de nódulos, extracción de formas base, pro-

ducción y reactivación de artefactos, etc.). De una forma

u otra esto se daría en todos los conjuntos, no obstante, es

particularmente concordante con el conjunto artefactual

de CP1 (Espinosa y Goñi 1999). Por otro lado, un segundo

conjunto de actividades estaría vinculado con la adquisi-

ción y procesamiento de recursos faunísticos. En relación

con la adquisición, se encuentran los parapetos y el con-

junto lítico asociado a ellos y, con respecto a las actividades

de procesamiento, la diversidad y estructura artefactual de

la concentración de CP2B Ojo de Agua. Cabe mencionar

que estos conjuntos mesetarios se diferencian de los regis-

trados en cuencas bajas, fundamentalmente, por la mayor

frecuencia de artefactos de molienda y cerámica en estas

últimas (Cassiodoro 2008a).

Así, se destaca la presencia de tiestos cerámicos. La

presencia de esta tecnología en este contexto mesetario,

a primera vista inesperada, podría vincularse con

el procesamiento de recursos animales: obtención y

almacenamiento de grasas. Los resultados preliminares

de análisis de ácidos grasos efectuados han determinado

que las mismas serían grasas de origen animal (R. March

comunicación personal). Las diferencias en las pastas se

refi eren a la existencia de variabilidad entre contextos:

parapetos y concentración de superfi cie. Se registraron dos

tipos de composiciones mineralógicas, una de las cuales está

parcialmente relacionada con la muestra de sedimentos del

área y la otra con sedimentos del lago Salitroso (Cassiodoro

y Tchillinguirian 2007). De esta forma, la vinculación entre

esta cuenca lacustre baja y Pampa del Asador no solo queda

evidenciada por la distribución de las materias primas

líticas sino también por las cerámicas.

Las diferencias entre estos conjuntos también están

dadas desde los aspectos arqueofaunísticos, registrándose

variabilidad en las frecuencias de partes esqueletarias repre-

sentadas e intensidad de procesamiento. En este sentido,

en los parapetos tenemos evidencias de una frecuencia de

partes esqueletarias complementaria a la observada en las

concentraciones, con evidencias de procesamiento en por-

ciones restringidas del esqueleto y elevada frecuencia de

huesos termoalterados que pueden estar relacionadas con

la implementación de actividades de consumo fi nal. Otros

indicadores de intensidad de procesamiento, tales como

el tamaño de las astillas diagnósticas y no diagnósticas de

guanaco y la proporción de huesos en la categoría de inde-

terminado también apuntan a una mayor intensidad de

procesamiento en los parapetos (Rindel 2009). En el caso

de las concentraciones, por otra parte, se observa la presen-

cia de una frecuencia de partes esqueletarias dominada por

elementos de las cinturas escapular y pélvica y porciones

superiores de las extremidades. Unido a esto, las marcas

de procesamiento indican la realización de actividades de

desarticulación, descarne y fractura de los huesos largos

para acceder al contenido medular, junto con la ausencia

de termoalteración en los conjuntos, lo que indicaría que

en ellos no se llevaron a cabo actividades de consumo fi nal

de recursos faunísticos. Un aspecto a destacar de CP2B es

la posibilidad de que se hayan llevado a cabo actividades de

cuereado de animales. Esta evidencia se sustenta en la pre-

sencia de marcas compatibles con esta actividad en meta-

podios distales (Rindel 2009, Rindel et al. 2011), así como

por la ausencia de autopodios, que habrían sido trans-

portadas como “riders” juntos con los cueros (fi gura 1).

Por otra parte, la presencia de crías en los conjuntos sería

consistente con la implementación de la caza de estos ani-

males por su piel (Rindel 2009). Estas diferencias también

podrían estar vinculadas con la obtención y procesamiento

de carne y médula para su consumo diferido en otras loca-

lidades en el caso de las concentraciones, mientras que en

los parapetos las partes consumidas serían compatibles con

el aprovechamiento de carne y médula bajo estrategias de

consumo incidental de recursos (snacks) durante la ocu-

pación del sitio. Las diferencias entre ambos tipos de sitios

subrayan el rango de variabilidad y su especifi cidad funcio-

nal en espacios acotados para el mismo lapso cronológico.

En síntesis, las características generales del registro

arqueológico de Cerro Pampa indican un uso recurrente,

vinculado con el aprovisionamiento de materias primas

líticas y caza estacional como actividades preponderantes.

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POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)

33

Estas actividades habrían tenido lugar en loci específi cos, diferenciados y complementarios, dentro de la localidad. A su vez, estas características se destacan al compararlas con el carácter residencial del registro arqueológico de cuencas

lacustres bajas aledañas (Salitroso y Cardiel) (Goñi 2011).

Un aspecto primordial a tener en cuenta es la alta

frecuenta de parapetos registrada tanto en Cerro Pampa

como en la meseta del Guitarra, comparable con la que

se registra en mesetas como la del lago Buenos Aires y el

Strobel (Gradín 1996, Belardi y Goñi 2003). Necesaria-

mente, esto lleva a discutir la función que cumplían estas

estructuras en relación con el sistema de asentamiento

local. En este sentido, numerosos trabajos etnoarqueoló-

gicos de diferentes partes del mundo indican la utilización

de este tipo de estructuras en el contexto de actividades

cinegéticas (Binford 1978), ya sea como escondites donde

los cazadores acechan a los animales o como lugares

desde los que se monitorean sus actividades. Por otra

parte, autores como Gradín (1976) proponen el carácter

ocupacional de estos parapetos, indicando la posibilidad

de que sirvieran de reparo, posiblemente con la adición

de un toldo. Dada la variabilidad observada, en el regis-

tro arqueofaunístico, en el caso de los parapetos de Cerro

Pampa (Rindel 2009, Aragone et al. 2010), es probable que

ambos tipos de uso hayan tenido lugar. A su vez, la distri-

bución de estas estructuras en puntos específi cos del pai-

saje, reutilizados a lo largo del Holoceno tardío da cuenta

de un equipamiento tecnológico de la meseta. Conside-

ramos que la distribución de artefactos de obsidiana en

toda la Pampa del Asador, principalmente hacia el oeste

también sería parte de esta estrategia, evidenciando una

planifi cación en el abastecimiento de materias primas a

otros sectores de la región. En una escala espacial menor,

del mismo modo podría estar funcionando la frecuen-

cia de guijarros de sílice en niveles inferiores de algunos

parapetos. De esta manera, una mayor planifi cación de

las actividades a realizar implica un equipamiento de los

lugares visitados u ocupados recurrentemente.

La incorporación plena de las mesetas a la dinámica

poblacional, tal como se lo propuso en un proceso de

extensifi cación (Goñi 2011), cumpliendo un rol estacio-

nal o logístico; explica la presencia de un equipamiento

espacial (parapetos) y diversidad de conjuntos tecnoló-

gicos y faunísticos no registrados hasta ese momento.

Asimismo, las tendencias cronológicas de fuerte corte

tardío (referido a los últimos 2.000 años), reafi rman el

uso consistente y redundante de estos espacios.

En una escala espacial amplia, otros espacios tam-

bién estarían funcionando con diferentes roles logísticos

y estacionales durante el Holoceno tardío. Este sería el

caso de mesetas como la del lago Strobel y el lago Buenos

Aires, cuencas lacustres altas como las del actual Parque

Nacional Perito Moreno y sectores boscosos como el valle

del río Chacabuco en Chile (Goñi et al. 2000-2002, 2004;

Goñi y Belardi 2003, Mena y Lucero 2004, entre otros). En

resumen, en un contexto de progresiva desecación regio-

nal e incongruencia espacial de recursos, fundamental-

mente el agua, la reducción de la movilidad residencial

y el establecimiento de estrategias logísticas funcionarían

como planes para facilitar el uso del ambiente (Goñi

2000, Goñi et al. 2000-2002, Goñi y Barrientos 2004).

Por otra parte, teniendo en cuenta las particularida-

des de la disponibilidad de recursos (líticos y faunísticos)

y las características geomorfológicas (cursos de agua,

cañadones, cuencas lacustres y pendientes poco abrup-

tas), la Pampa del Asador junto con la meseta del Guitarra

pueden ser propuestas como vías de circulación de pri-

mer orden, principalmente durante el Holoceno tardío,

conectando ambientes cordilleranos y pericordilleranos

(PNPM y Salitroso) del oeste/noroeste, con circuitos del

sur (Strobel/Cardiel) y del este/noreste (Río Pinturas, Río

Olnie y Altiplanicie Central) (Goñi et al. 2010).

Finalmente, la Pampa del Asador/Cerro Pampa sufre

un proceso de abandono durante momentos históricos.

Si bien la cronología local ubica alguno de los fechados

en época postcontacto, la importancia de este centro

proveedor de materias primas decayó progresivamente a

medida que los reemplazos tecnológicos se iban dando

entre las poblaciones locales y también, como factor prin-

cipal, cuando las condiciones de la movilidad humana

fueron variando a causa, por un lado, de la incorporación

del caballo como medio de traslado y transporte y, por

el otro, por las nuevas condiciones de interacción social

establecidas principalmente en el ámbito costero. Onelli

brinda un párrafo muy claro acerca del desuso en que

había caído este tipo de materias primas y este espacio, al

pasar a fi nes del siglo XIX por esta localidad: “…los indios

prehistóricos deben haber tenido allí su arsenal de guerra,

porque la barranca tiene hermosos bloques de obsidiana y

todo el suelo está sembrado de escamas, residuos de fl echas

de allí extraídas y confeccionadas” (Onelli 1977: 108).

Los parapetos de CP2C fueron reutilizados durante el

siglo XX como lugar de caza de chulengos o como puesto

de paso de las estancias.

En este trabajo hemos buscado ampliar la informa-

ción existente para el área de Pampa del Asador y Cerro

Pampa, destacando la interrelación de distintas líneas

de evidencia para interpretar el registro arqueológico de

localidades que han tenido usos múltiples y redundantes

a lo largo del tiempo. Su fi nalidad no solo fue caracte-

rizar la variabilidad de los diferentes conjuntos del área

sino también de la meseta en sí, permitiendo discutir las

características del poblamiento de estos espacios en una

escala regional mayor.

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CUADERNOS 23

34

AGRADECIMIENTOS

• A la Estancia Sierra Andía: Alejandro y Rafael

Martínez de Sanzo.

• A la Estancia Cerro Pampa: Rafael Smart, Gringo y

Jorge Bolke.

• A la Estancia Menelik: Cielos Patagónicos, Agustín Smart, Pardo y personal.

• A Parques Nacionales: Montenegro y guardaparques del PNPM.

• A quienes recientemente han trabajado en el campo: J. Flores Coni, J. Dellepiane, A. Re, F. Guichón, I. Rapela,

E. Gallay, F. Bonnat, A. Nuevo Delaunay, Aragone, A. Tessone.

• A los subsidios que fi nanciaron las investigaciones: UBACYT F031, PICT ANPCYT 26295 y 1389, Secre-taría de Cultura de la Nación (INAPL), PIP 0122.

• A los evaluadores.

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37

INTRODUCCIÓN1

Hemos presentado, previamente, un avance de las líneas de análisis que comenzamos a concretar, para profundizar en el estudio de los procesos asociados a las prácticas y productos vinculados con la producción textil prehispánica, en el área de tierras bajas orientales (López Campeny 2010a, 2010b). Señalamos entonces, tanto las potencialidades como las limitaciones –en los planos metodológico e interpretativo– vinculadas con la apro-ximación a esta problemática, a partir del abordaje de dos tipos principales de evidencias indirectas: improntas textiles en superficies cerámicas, e instrumental asociado a producción textil. Respecto al primer conjunto de ves-tigios, expusimos recientemente la metodología aplicada, los resultados obtenidos y las nuevas problemáticas sur-gidas, a partir del análisis de las improntas (López Cam-peny 2011). En relación al segundo tipo de evidencias, los conjuntos instrumentales, como también ya hemos adelantado (López Campeny 2010a, 2010b), decidimos centrar los análisis, en primer término, en el conjunto de torteros arqueológicos, principalmente debido a su elevada densidad de registro y a su notable variabilidad morfo-tecnológica y representativa, en los sitios del área de llanura santiagueña.

1 Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales

e IML, Universidad Nacional de Tucumán e Instituto Superior de

Estudios Sociales, CONICET. [email protected]

Para abordar el análisis de estos artefactos particulares, comenzamos realizando una recopilación de fuentes de dis-tinta naturaleza (actuales, históricas y arqueológicas), con el fin de evaluar y sistematizar un conjunto de aspectos vin-culados con el proceso manual de hilado, particularmente cuando involucra el uso de torteros. El objetivo buscado fue poder aproximarnos a los posibles factores de variabi-lidad involucrados en su empleo y plantear cuales atribu-tos tecno-morfológicos son, al parecer, más relevantes en vinculación con las características de los hilados resultantes. Como primer resultado, confeccionamos una ficha especí-fica para el registro sistematizado de torteros, que considera el relevamiento de una serie de atributos y variables mor-fológicas, dimensionales, tecnológicas, de diseño, estado de conservación, datos sobre procedencia e información con-textual de los ejemplares (López Campeny 2010a, 2010b).Presentamos aquí las primeras conclusiones sur-

gidas del análisis de las fuentes documentales aludidas, en relación a la identificación de ciertos vínculos, entre el empleo de torteros y determinados aspectos de la producción textil. En segundo término, analizamos las tendencias resultantes, a partir del análisis integrado de un conjunto de atributos tecno-morfológicos, relevados para una muestra integrada por ochenta y un torteros, procedentes de distintos sitios arqueológicos de la actual provincia de Santiago del Estero. Estos resultados son ana-lizados a la luz de la problemática arqueológica planteada para el área –tanto histórica como reciente– vinculada al

RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN

Sara M. L. López Campeny1

RESUMENPresentamos los resultados del estudio funcional de un conjunto de torteros arqueológicos, procedentes de distin-

tos sitios de Santiago del Estero. Ellos se discuten en el marco de la problemática arqueológica local y de información procedente de fuentes de distinta naturaleza, proponiendo vínculos entre estos artefactos y diversos aspectos de la producción textil.

PALABRAS CLAVETierras bajas orientales - torteros - fibras textiles - hilados.

ABSTRACTWe present the results of the functional study, of a set of archaeological spindle whorls, coming from different

sites of Santiago del Estero. These are discussed in the context of the local archaeological issues and information from sources of different nature, suggesting links between these artifacts and diverse aspects of textile production.

KEY WORDSEastern lowlands - spindle whorls - textile fibers - yarns.

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1): 37-54 (2011/2012)ISSN 2422-7749 / Versión papel: 1852-1002

Page 43: BUENOS AIRES, ARGENTINA - revistas.inapl.gob.ar

CUADERNOS 23

38

registro de torteros. Asimismo, se discuten las correspon-dientes implicancias de estos resultados, especialmente en relación a los posibles recursos textiles que podrían haberse aprovechado y a ciertos atributos de los produc-tos obtenidos, sobre la base de información procedente de fuentes de distinta naturaleza. Finalmente, se mencio-nan las líneas de análisis que estamos desarrollando y que

consideramos deben continuar profundizándose, para el

avance de las investigaciones en esta temática particular.

EL PODER DE LOS GIROS. LOS TORTEROS INTEGRADOS A LA

PRODUCCIÓN TEXTIL Todas las fi bras naturales –con la única excepción de

la seda– poseen la característica de ser discontinuas, es decir, que poseen una longitud limitada, la que es varia-ble en cada material. Es por ello, que el manejo de la materia prima para la producción textil implica, en una de sus etapas iniciales, la transformación de las fi bras individuales discontinuas, en un producto continuo, cohesionado y manejable, que denominamos hilado. En este proceso, las fi bras pueden ser torcidas manualmente, o bien empleando algún instrumento especial, cuya fun-

ción básica es la de producir movimientos rotatorios y

aumentar la velocidad de giro. Entre los implementos

usados para hilar, el huso de mano (pushka) es uno de

los más empleados entre las comunidades que aún con-

servan técnicas tradicionales de tejido. Consiste básica-

mente de una vara o eje vertical delgado y cilíndrico,

generalmente confeccionado en madera que, la mayor

parte de las veces, suele estar acompañado de un imple-

mento que actúa como contrapeso. De este modo, el tor-

tero (muyuna), se integra a la tecnología textil durante la

etapa correspondiente al hilado de las fi bras, formando

parte de un instrumento compuesto: el huso de mano.

Su función es controlar la velocidad de giro, facilitando así la rotación del huso. Al distribuir de manera más uni-

forme su peso, impide que la hebra se deforme al girar y

enrollarse. Por ello, es posible afi rmar que el empleo de

torteros conduciría a la obtención de hilados de diáme-

tros más regulares o parejos, al mantener el huso girando

con tensión fi rme. A su vez, si se controlan y mantienen

constantes ciertos atributos tecno-morfológicos –sobre

los que profundizaremos a continuación– los torteros

representan un instrumento que facilitaría la obten-

ción de un producto más estandarizado, garantizando

un peso más uniforme del huso. En consecuencia, su

empleo podría ser ventajoso en contextos donde se

requiere incrementar la velocidad de elaboración de

hilados, o ampliar su escala de producción. Es decir que,

los torteros habrían permitido, a los artesanos textiles,

incrementar tanto la cantidad o escala, como la calidad

de los hilados producidos (Alt 1999, de Grandis 2006,

Flores Ochoa 1968, Guinea Bueno 2004, Soria 1999).

Sin embargo, a pesar de que en muchos contextos

arqueológicos los torteros constituyen los únicos elementos

vinculados a la actividad textil que se han conservado, más

allá de algunos pocos casos en los que se los menciona de

manera general entre el conjunto de bienes recuperados en

los sitios, son muy escasos los trabajos que han abordado su

análisis detallado, si exploramos la producción bibliográfi ca

nacional (Ambrosetti 1907, Mulvany et al. 1992, Soria 1999,

Williams 1983). Desde lo metodológico, en estas contribu-

ciones se enfatizó en su estudio desde una aproximación

tecnológica, particularmente a través de una descripción detallada de sus rasgos morfológicos y representativos, incorporando en algunos casos análisis contextuales y

distribucionales intra-sitio (Ambrosetti 1907, Williams

1983) y efectuando comparaciones formales con hallaz-

gos de otros sitios del NOA (Mulvany et al. 1992, Williams

1983). Desde el punto de vista interpretativo, algunas de

estas investigaciones (Willians 1983, Mulvany et al. 1992)

coinciden en una propuesta en la que estas tecnofacturas

se integran a una producción textil de mayor escala, con-

centrada en los centros artesanales incaicos, en manos de

grupos de hilanderos mitimaes, procedentes de diferentes

regiones. Se plantea que, en algunos casos, esta producción

podría haber estado controlada incluso desde la etapa de

adquisición de la materia prima para la elaboración de los

torteros (Mulvany et al. 1992). Ahora bien, a pesar de los

importantes datos que todos estos trabajos han aportado,

consideramos que ninguno de ellos se propuso un análisis

funcional, en sentido estricto, de los torteros, es decir, que

planteara la relación existente entre los aspectos formales

que se describieron en detalle, y determinados atributos de

las fi bras procesadas o de los productos obtenidos. Así, por

ejemplo, nos resulta llamativo que en los trabajos citados

no se consignan datos referentes al peso2 de los ejempla-

res que, como veremos con más detalle a continuación, se

constituye en la variable más importante, si tenemos en

cuenta que la función primordial de los torteros es la de

actuar como contrapeso en el huso, durante el proceso de

hilado. Además, consideramos que el peso es una variable

que cobra relevancia por ser la resultante de la combinación

de otros atributos composicionales y dimensionales de los

torteros, como la materia prima, el diámetro máximo y el

espesor.

Presentamos a continuación la información que hemos

logrado sistematizar, sobre la base del análisis de las diferen-

tes fuentes consultadas, enfocándonos en las relaciones más

frecuentemente aludidas, entre los atributos presentados

por los torteros y distintos aspectos de la producción textil.

2 La excepción lo constituye el trabajo de Soria (1999), que

incluye esta variable en la fi cha normalizada propuesta.

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RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN

39

DECISIONES DE PESO: VARIABILIDAD TECNOLÓGICA Y MORFOLÓGICA DE LOS TORTEROS Y SU RELACIÓN CON

DISTINTOS ASPECTOS DE LA PRODUCCIÓN TEXTIL Entre la documentación consultada, uno de los

aspectos que suele aludirse con frecuencia, en relación al empleo de torteros con diferentes atributos tecno-morfológicos –especialmente su variación de tamaño y peso– corresponde al tipo de fi bra textil hilada y a sus propiedades inherentes. Sin embargo, debemos señalar que la información mencionada es muy variable en lo que respecta, principalmente, a los fundamentos en los que se basan las relaciones y asociaciones planteadas por los auto-res. Por una parte, se destacan diferencias basadas en datos tomados de contextos actuales (p.e. O’Neal 1945 y Kent 1957 para Guatemala, en Parsons 1972), los que señalan que los tejedores emplean torteros de mayores dimensio-nes y más pesados para hilar fi bra animal que para hilar

algodón, mientras que para hilar éste último, se emplean

torteros más pequeños y livianos. Sin embargo, el pano-

rama se presenta complejo, ya que datos recolectados para

el área serrana de Ecuador, muestran que las tejedoras

actuales emplean, para el hilado de fi bra de camélido y lana

de oveja, torteros de relativamente bajo peso y reducidas

dimensiones3. Otras afi rmaciones se desprenden a partir

de la propia experiencia de los artesanos en el manejo de

las fi bras, como cuando Rolandi y otras (2006: 15) afi rman

que la fi bra de vicuña, por ser más corta, en su necesidad

de “componerla” 4, debe hilarse con un huso y un tortero

pequeño. Sin embargo, también es común que se aluda

a la existencia de ciertas diferencias, en las características

presentadas por distintas fi bras textiles, a la hora de trans-

formarse en hilados, pero que no se especifi que la base de

tales aseveraciones (González 1977, Guinea Bueno 2004,

Soria 1999). Así, y basándose en refl exiones de tan variado

tipo, algunos investigadores han interpretado el empleo de

torteros con distintos atributos técnicos, en vinculación al

hilado de diferentes fi bras textiles, a partir de las tendencias

observadas en el registro arqueológico. Un claro ejemplo

es el trabajo de Parsons (1972), quien analiza un conjunto

de más de 200 torteros arqueológicos procedentes de Teo-

tihuacán. La autora concluye que la distribución bimodal

–sin superposiciones y con una clara separación entre dos

conjuntos– que se observa en los gráfi cos de dispersión,

obtenidos al relacionar las variables de peso, diámetro

total y diámetro del orifi cio, de a pares, permitiría propo-

ner que los torteros se estarían empleando para trabajar

3 Se mencionan ejemplares con un diámetro medio de 35 mm

y 12 g de peso (Bruhns 1988: 77, en Guinea Bueno 2004: 76).4

Componer la lana es quitar las fi bras primarias que confor-

man el manto superior de mayor grosor y mezclarlas con

vellones completos de la misma zona (Reigadas 1996: 115).

dos tipos de fi bras distintas5. Propone que las dos materias

primas empleadas corresponderían a algodón y maguey,

de acuerdo con la disponibilidad de fi bras textiles para el

área, en momentos prehispánicos. De manera similar, para

la costa norte de Ecuador, Guinea Bueno (2004) observa

diferencias de tamaño entre torteros arqueológicos corres-

pondientes a dos períodos distintos y se pregunta “¿hilaban

primero algodón y luego lana?”(ibíd.: 75), en relación a cada

una de las subfases involucradas. El cuestionamiento se

apoya en su interpretación de que “…los torteros para hilar

lana son más pesados que los destinados al algodón y (…),

el diámetro total debe ser mayor” (ibíd.: 76). Sin embargo,

propone una alternativa para explicar estas diferencias de

tamaño cuando afi rma que “… están hilando diferentes

fi bras con cada tipo de tortero, o dos grosores diferentes de

hilo de la misma fi bra” (ibíd.: 75). Esta última refl exión es

la que nos da el pie para analizar otro de los aspectos men-

cionados, en relación a la variabilidad de los instrumentos

asociados al hilado.

Un importante número de autores coincide en desta-

car que el diámetro total, conjuntamente con el peso del

tortero, determinan el momento de inercia o la velocidad

angular con la cual gira el huso. A su vez, el momento de

inercia constituye uno de los principales factores involu-

crados en determinar el espesor de la fi bra al girar. Enton-

ces, si el diámetro y el peso de los torteros determinan el

momento de inercia que afecta a la acción del huso, es posi-

ble postular que, a igual tipo de fi bra textil, los torteros más

grandes y pesados producirán un hilado más grueso (Alt

1999, Ambrosetti 1907, Flores Ochoa 1968, Guinea Bueno

2004, Parsons 1972, Soria 1999). De manera contraria,

como afi rman Rolandi y Jiménez (1983-1985: 228): “Otras

pushkas son más pequeñas y livianas (…). Las emplean

para hilar hilos fi nos”. También en contextos actuales del

Noroeste argentino (NOA), Kriscautzky y Gómez (2005:

94 [1984]) mencionan que el hilado de la seda del monte

o coyuyo, que se realiza con un huso y tortero tradicional

“…varía en grosor según el tortero empleado”. Y para un

área distante, como la costa noroeste de los EEUU, Wood

(2006: 1) afi rma que, entre los pueblos Salihs: “…the size

of the disk and the center pole, determined the thickness of

the diameter for the strands of yarn”. En este sentido, nos

parece relevante destacar que datos históricos señalan que

el hilado producido por los indígenas encomendados, que

era luego usado con fi nes mercantiles, se diferenciaba en

5 Los valores del primer conjunto fl uctúan entre 1,5 a 5,5 mm

de diámetro del orifi cio, hasta 11 g de peso (con algunos casos

entre 11 y 20 g) y un diámetro del cuerpo entre 15 y 35 mm.

Los ejemplares del segundo grupo tienen un diámetro del ori-

fi cio entre 7,5 a 12,5 mm, 11 a 100 g, con valores modales entre

40 a 60 g y diámetros totales entre 40 a 70 mm (Parsons 1972).

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CUADERNOS 23

40

“grueso”, “mediano” y “delgado” (Garavaglia 1986), por lo que es posible afi rmar que el grosor de los hilos era una categoría relevante en el marco de la producción textil bajo el sistema de encomienda, y que esta podría haber estado vinculada con diferencias en el instrumental empleado, específi camente, los torteros. Así, apoyada en esta lógica de que “…en razón del peso del tortero, está el espesor del hilo”,

Righetti (1942: 21) infi ere el empleo de los torteros recu-perados en los sitios de Santiago del Estero principalmente para “…trabajos de hilandería muy fi na” (ibíd.), debido al reducido tamaño de la mayor parte de los ejemplares. Pero, además de diferencias en el grosor de los productos obteni-dos, hemos podido relevar un segundo atributo, asociado a los hilados, que podría vincularse con la variabilidad de peso y tamaño de los torteros. Al respecto, y de acuerdo con la información contenida en las crónicas, se desprende el hecho que, durante el proceso de hilado sencillo o de primera torsión, se utilizaban husos de diferente tamaño

y distinto nombre que para el hilado combinado o doble

(o proceso de retorsión de fi bras previamente torsionadas

o de primer hilado), siendo más grandes los de retorsión

o segundo giro (Gisbert et al. 1987, Mulvany et al. 1992,

Soria 1999). Es interesante destacar que esta diferencia en

el instrumental textil se sigue relevando en contextos de

producción actuales del NOA, ya que para retorsionar, es

decir, formar un hilado compuesto por dos o más elemen-

tos simples o cabos –en el proceso de torcer dos ovillos, por

ejemplo– se emplea un huso más grande y un tortero más

pesado que para el hilado de primera torsión (Chertudi y

Nardi 1960, Rolandi y Jiménez 1983-1985, Rolandi et al.

2006). También entre los pastores de Paratía, en el depar-

tamento de Puno, Flores Ochoa (1968: 97) releva que los

hilados se consiguen a través de dos retorsiones sucesivas.

El primer producto obtenido, llamado phuskay, consiste en

hilados irregulares y gruesos; mientras que el segundo, lla-

mado tapa, permite obtener hilados más resistentes y del-

gados. De manera similar, Gisbert et al. (1987: 49) también

mencionan la práctica común de retorsionar dos cabos de

hilado de primera torsión, para obtener un producto doble

más resistente. Esta retorsión “... se hace con una rueca de

mayor tamaño conocida en quechua como kanti y en aimara

como qapu kanti”. Por ello, es común que la gente suela

tener husos y torteros de diferente tamaño, para obtener

hilados de diferentes grosores y lograr así distintos tipos de

torsiones o retorsiones.6

Lo que debemos preguntarnos a continuación, es cual

sería la fi nalidad de obtener hilados de diferentes groso-

6 Así, por ejemplo, en algunas comunidades andinas la propor-

ción suele ser de una pushka grande y tres chicas, porque “…

las chicas son más fáciles de ‘trajinar’ en el atado (servilleta)”

(Rolandi y Jiménez 1983-1985: 228).

res y número de torsiones o, en otros términos, con qué

aspectos de la producción textil, a la que están destinados

los hilados, se vincula esta variabilidad tecnológica. Y la

respuesta que podemos dar es que, en términos amplios,

es posible afi rmar que existe una relación entre la función

a la que serán destinados los hilados, en los productos

tejidos, y ciertos atributos inherentes, como su grosor,

cantidad de retorsiones, número de elementos constitu-

tivos y su grado de tensión resultante (Chertudi y Nardi

1960, Rolandi y Jiménez 1983-1985). Las diferencias más

frecuentemente mencionadas aluden a la función o rol

diferencial de los hilados en una misma pieza (como

elemento de trama, urdimbre o conformando distin-

tos tipos de costuras), y a la obtención de hilados para

la confección de piezas funcionalmente distintas (sogas,

vestimenta, contenedores, frazadas, etc.)7. En relación a

esta última distinción, la diferenciación funcional tam-

bién puede implicar aspectos vinculados con el “status”

diferencial de la prenda, en relación a su contexto de uso

(jerarquía, ceremonial, etc.), o usuario al que está desti-

nada. Veamos a continuación algunos ejemplos de esto.

Para la Puna argentina, Rolandi y Jiménez (1983-

1985: 226) registran diferencias en el grosor de los hila-

dos y en el número de torsiones, de acuerdo con el tipo

de prenda que están destinados a tejer. Así, mencionan

que para tejer barracanes se usan hilos simples y muy

fi nos, mientras que para confeccionar chuspas, fajas y

talegas también se hila delgado, pero el hilado lleva una

segunda torsión muy ajustada. Los costales, en cambio, se

confeccionan con hilados con dos direcciones sucesivas

de retorsión (hilado, torcido y retorcido), mientras que

el hilo para tejer mantas tiene que estar hilado mediano

y retorsionado, y un poncho lleva fi bra hilada muy fi na.

Pautas similares, con la obtención de hilados de mayor

grosor o con retorsión, cuando se trata de elementos des-

7 Estos requerimientos de la producción se vinculan con un

manejo pautado y selectivo, que se inicia ya durante el pro-

ceso de selección de las materias primas para la confección de

distintas tecnofacturas textiles. Dicha selección comprende:

la especie de proveniencia (taxonomía), el tipo de fi bra

(pelos-lanillas) y la región corporal de procedencia (cogote,

patas traseras y delanteras, lomo y panza); criterios de selec-

ción que pueden responder a requerimientos técnico estruc-

turales, estéticos, o de resistencia tensión, en función del tipo

de pieza tejida o de la función que los hilados cumplan en

ella (Reigadas 1996, 2001, Reigadas y Romano 2008, Romano

2007). Así, por ejemplo, se emplean vellones del sector de

bordel (panza, patas traseras, patas delanteras y garras) para

la confección de sogas, mientras que, para la obtención de

hilos empleados en la confección de prendas (telar o tejido

de punto), se seleccionan fi bras del lomo o manto inferior

(Reigadas 1996, 2001).

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RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN

41

tinados a la confección de piezas que van a sufrir tensión (por ejemplo sogas, bolsas, etc.), se registran también en

otras áreas (Reigadas 1996). Como adelantamos, otra dis-

tinción importante se marca en relación al rol estructu-

ral de los hilados en la prenda, diferenciándose que: “…

la urdimbre tiene que estar torcida y la trama no tanto”

(Rolandi y Jiménez 1983-1985: 226). Esta distinción obe-

dece al hecho de que los hilados de urdimbre deben ser

necesariamente más resistentes, ya que deben sufrir la

tensión permanente, al ser estirados para el montaje en

el telar, así como los roces continuos, producidos por las

sucesivas pasadas de los hilados de trama (López Cam-

peny 2000). Lo relevante para nuestro caso, es que estas

diferencias en los atributos tecnológicos de los hilados

–principalmente grosor y número de torsiones– también se traducen en el instrumental usado ya que, “…en el caso

de querer hacer sogas más fi rmes, tiene tortero” (Reigadas 1996: 115), mientras que para confeccionar “…sogas

de trenzado suelto no se emplea huso con tortero, sino un

palito más delgado y corto”, o palo miskiador8, en tanto que

para la confección de hondas se destaca que “nunca se usa

tortero” (Reigadas 1996: 115, 2001: 236-237). De manera similar, se señala que para los elementos de trama (hilado simple o sin retorsión) se emplea el palo miskiador, mien-tras que la pushka o huso con tortero se reserva para los hilados de urdimbre y las “telas fi nas” (Reigadas 2001: 236-237). Para momentos previos, contamos con refe-rencias como la del Padre Bernabé Cobo (1964 [1653]) –entre otras–, quien detalla una clasifi cación de los teji-dos en época Inka, reconociendo diferentes categorías entre las piezas tejidas. A los fi nes de esta argumentación, nos interesa resaltar puntualmente la diferencia entre dos grupos de prendas “…una basta y grosera, que llaman

abasca; otra muy fi na y preciosa, llamada cumbi” (ibíd.:

259), las que estaban destinadas a diferentes usuarios. Dice el cronista que con la primera “…vestían la gente

plebeya”, mientras que los cumbis estaban destinados a “…los reyes, grandes señores y toda la nobleza del reino, y

no la podía usar el común del pueblo” (ibíd.). Estas dife-rencias se traducían, además, en prendas confeccionadas con hilados de diferentes características e, incluso, dis-tintas fi bras textiles

9, siendo las primeras elaboradas con

“…la lana más basta de los llamos (…) y la de cumbi de

8 El miskiador es un palo de madera, más estrecho y corto que el

huso, que es usado a veces para hilar (Reigadas 2001: 235).9 Los cumbi solían elaborarse con fi bras fi nas, como vicuña

(en las sierras) y algodón (en la costa), e incluso el cronista aclara que “Los muy ricos que labraban para el Inka y grandes

señores (…) también solían mezclar en ellos pelo de vizcacha,

que es muy sutil y blando; y también de murciélagos, que es más

delicado que todos.” (Cobo [1653] 1964, XI: 259).

la lana más fi na y escogida” (ibíd.). Es decir, que también se debían obtener hilados de diferentes características, de acuerdo con cuales de estos dos tipos de prendas estaban destinados.

Sintetizando, podemos concluir que –sin descono-cer los factores de variabilidad cultural presentes– las diferencias tecno-morfológicas de los torteros (especial-mente tamaño y peso), como instrumentos integrados a la producción de hilados, estarían vinculadas con dos aspectos principales: a) El procesamiento de diferentes fi bras textiles, con dis-

tintas propiedades físicas inherentes b) La producción de hilados con atributos técnicos dife-

rentes; principalmente grosor y número de torsiones. Esto último, debido a la combinación de ciertos facto-res o necesidades de la producción textil (funcionales, estructurales, técnicos, estéticos, sociales, etc.), que antes detallamos. A continuación, presentamos los antecedentes

arqueológicos asociados a los torteros, pero centrándonos puntualmente en el área geográfi ca particular en estudio.

LOS TORTEROS EN LA PROBLEMÁTICA ARQUEOLÓGICA DE SANTIAGO DEL ESTERO

Desde el inicio de las investigaciones arqueológicas en el siglo XX, uno de los aspectos más recurrente-mente destacados, en relación a los torteros recupera-dos en los sitios del área de llanura santiagueña, ha sido su elevada densidad de registro, de lo que se ha dedu-cido una consecuente intensidad y una notable escala de las actividades vinculadas a la producción textil. En segundo lugar, la mayoría de los investigadores cen-traron su atención en el aspecto representativo de los pesos de hilar, resaltando la alta variabilidad de formas y diseños que exhiben –los que han sido logrados por la aplicación de diversas técnicas como grabado, inci-sión y pintura– el sumo detalle puesto en su ejecución y su alto grado de estética. Todo ello se interpretó como prueba de la gran destreza y habilidad de sus produc-tores y como refl ejo de una alta calidad artesanal de los torteros (Aparicio 1940, González 1977, Gramajo de Martínez 1978, Lorandi 1978, Reichlen 1940, Righetti 1942, Wagner y Righetti 1946, entre otros). Sobre esta base fáctica, el primer investigador que logró reunir ambos aspectos de los torteros santiagueños (su den-sidad y morfología), para esbozar una tendencia com-parativa, fue Reichlen (1940). Este autor marcó una clara distinción entre los torteros recuperados en gran abundancia (“varios centenares”) en los sitios de túmu-los vinculados a cerámica Averías, que se caracterizaban por ser pequeños, livianos y estar fi namente decorados (“verdaderas obras de arte”), y los torteros asociados a

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CUADERNOS 23

42

los asentamientos con cerámica Sunchituyoj –más tem-

prana en parte de su secuencia de registro– con escasos

hallazgos, los que correspondían a ejemplares de mayor peso y tamaño, menos elaborados (“rudimentarios”), en lo que a aspectos formales y representativos se refi ere. Años más tarde, Lorandi y Carrió (1975) vuelven a señalar estas diferencias, en lo que respecta a la den-sidad y morfología de los torteros asociados a estos dos estilos cerámicos, en los sitios por ellas abordados. Poco tiempo después, Lorandi (1978: 76) interpreta el incremento en la densidad de torteros como resultado de un “…auge en la industria textil”, hacia momentos tardíos (ca. 1350 a 1600 años d.C. - Fase Oloma Bajada-Icaño), de lo que se podía inferir “…el desarrollo de la

técnica textil y un aumento cuantitativo de su produc-

ción” (Lorandi 1977: 76). La autora vincula este proceso –fundamentalmente sobre la base de la suposición de que la materia prima trabajada fue la fi bra de camélido– a vinculaciones más estrechas con poblaciones del área valliserrana y, posteriormente, a posibles vínculos con los Incas (Lorandi 1977, 1978). Más recientemente, se retomaron estos últimos planteos, sobre la base de estu-dios contextuales detallados, que profundizaron en el análisis de los indicadores textiles, integrados, además, a un conjunto de evidencias metalúrgicas y cerámicas. Entre los resultados alcanzados, se puso de manifi esto la existencia de ciertas concentraciones y asociaciones signifi cativas, contextuales y temporales, en ciertas áreas específi cas (zona del Salado Medio) de Santiago del Estero. La suma de estos indicadores, ha llevado a los autores a plantear una vinculación efectiva, entre las poblaciones tardías asentadas en la zona del río Salado Medio, con las contemporáneas del área valliserrana y, posteriormente, con los Incas (Angiorama y Taboada 2008, Taboada y Angiorama 2010, Taboada et al. 2010), avanzando sobre aquellos planteos iniciales de Lorandi (1977, 1978), pero contando ahora con una base mayor de especifi cidades técnicas y analíticas. En el caso pun-tual de la problemática que nos ocupa, a partir de un análisis contextual del conjunto de hallazgos vincula-dos a la producción textil, se señaló puntualmente que esta vinculación, entre el estado incaico y las poblacio-nes asentadas en el área donde se detectaron las mayo-res densidades de torteros y las asociaciones señaladas, podría haber obedecido a un interés particular del estado, pudiendo este haber infl uido en la organiza-ción, desarrollo o escala de la producción textil tardía santiagueña, pero basándose en un aprovechamiento de las destrezas artesanales locales (Angiorama y Taboada 2008, Taboada y Angiorama 2010).

Es en el marco de todos estos planteos, vinculados con la problemática de la producción textil en el área de tierras

bajas, sumados a los aspectos pendientes que señalamos para los estudios específi cos que se han realizado sobre torteros para la región NOA, que consideramos cobra relevancia concretar análisis más específi cos, vinculados con diferentes aspectos tecnológicos, morfológicos y fun-cionales, asociados a estos artefactos particulares, que se integran a la tecnología textil, desde las primeras etapas de confección de las prendas.

Presentamos a continuación los resultados obtenidos a partir del análisis funcional de un conjunto de 81 torte-ros arqueológicos, procedentes de distintos sitios del área de estudio.

EL PESO DE LA EVIDENCIA. EL ANÁLISIS DE LA MUESTRA ARQUEOLÓGICA

Conformación de la muestra de torteros

La muestra de análisis que aquí presentamos, para un primer examen exploratorio, está conformada por ochenta y un ejemplares, la casi totalidad de los cuales (n: 79) se encuentran actualmente depositados en tres repositorios museológicos. Los dos ejemplares restan-tes han sido recuperados durante las investigaciones realizadas en el marco del proyecto de investigación vigente10 y proceden del sitio Salauca 3F, departamento Santa Rosa, provincia de Catamarca. Los museos antes aludidos corresponden, en primer lugar, al Depósito 25 de Arqueología del Museo de Ciencias Naturales de la UNLP, donde los ejemplares integran la Colección Mal-donado Bruzzone11 (n: 3) y conjuntos procedentes de investigaciones sistemáticas realizadas por la Dra. A. M. Lorandi12 (n: 23). En segundo lugar, pudimos acceder a un conjunto de torteros (n: 10) depositados en el Museo Rincón de Atacama –ciudad de Las Termas, provincia de Santiago del Estero– procedentes del cercano sitio Rin-cón de Atacama, con fechados asociados al momento formativo (Togo 2007). Finalmente, completan la mues-tra un conjunto de ejemplares (n: 43) recolectados por

10 “Procesos locales e interacción regional entre las comunida-des indígenas del piedemonte catamarqueño, la llanura san-tiagueña y los valles intermontanos. Arqueología, historia de las investigaciones, identidad y transferencia”, dirigido por la Dra. Constanza Taboada.

11 El material fue recolectado durante los años 1939 a 1942, en los paraderos de Merced de Tacana y Villa Catina (departa-mento Beltrán, Santiago del Estero), en el marco de las tareas llevadas a cabo por la “Comisión para la Medición de un Arco de Meridiano”, empresa dispuesta por Ley Nacional 12.334.

12Los torteros fueron recuperados a través de excavaciones arqueológicas y recolecciones de superfi cie, llevadas a cabo por la Dra. A. M. Lorandi entre 1973 y 1975, en los sitios arqueológicos Icaño y Manogasta, en Santiago del Estero.

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43

E. y D. Wagner y H. Reichlen en distintos sitios de San-tiago del Estero, en la primera mitad del siglo XX, que actualmente forman parte del acervo del Museo Quai Branly, en la ciudad de París, Francia13.

En lo que respecta a los aspectos cronológicos, dis-tribucionales y contextuales asociados a los torteros aclaramos que, en esta primera instancia del estudio, las tendencias han sido analizadas considerando al conjunto como una totalidad. Se prevé, en una segunda etapa del

análisis, integrar –al examen de las tendencias observadas– los correspondientes datos de asociación, para explorar sus posibles vínculos y correlaciones. Esta decisión metodoló-gica obedece al hecho de que dicha instancia se encuentra actualmente en proceso, ya que requiere del uso de múl-

tiples fuentes de información y líneas de evidencia. Esto último responde al hecho de que una gran parte de las

piezas fueron obtenidas como producto de intervenciones

asistemáticas, llevadas a cabo a principios del siglo XX, por lo que estos datos en ocasiones son muy escasos o cierta información se ha extraviado durante el proceso de incor-poración a los museos; todo lo que se traduce en grados de resolución altamente variables, en términos contextuales.

Análisis de las variables tecno-morfológicas y tendencias

observadas

Para el análisis de los torteros, se procedió a seleccio-

nar algunas de las variables cuantitativas recolectadas en la

fi cha de relevamiento, las que considerábamos relevantes

para un análisis desde una perspectiva tecnológica funcio-

nal. Se tomó la decisión de efectuar una serie de diagramas

de dispersión, para determinar el tipo de correlación exis-

tente entre determinados pares de estas variables, las que

corresponden a: peso, diámetro máximo, diámetro del ori-

fi cio y espesor. Luego calculamos el coefi ciente de correla-

ción de Pearson (r), que es el estadístico que permite medir

la magnitud de la relación de covariación, existente entre

dos variables cuantitativas, relacionadas de manera lineal.

El posterior cálculo de la proporción de variabilidad com-

partida o explicada (r2), nos permitió ofrecer una idea más

cabal de la magnitud de la relación, al expresar, en términos

porcentuales, la proporción de varianza compartida entre

ambas variables. Analizamos a continuación que observa-

ciones se desprenden de los gráfi cos resultantes.

El primer gráfi co (fi gura 1), que combina los atributos

de diámetro total y peso, permite afi rmar que entre ambas

variables existe una correlación positiva fuerte (r: 0,8803),

donde los dos atributos tecnológicos se incrementan o

13 Las localidades o sitios mencionados, en relación con la proce-

dencia de los ejemplares son: Cañitas, Siete Quebracho, Pampa

Pozo, Tulip Loman, Averías, Río Salado, Lugones, Icaño y San-

tiago del Estero.

disminuyen juntos, de manera proporcional. El valor de r2

(0,77) expresa que ambos conjuntos de valores comparten

un 77 % de variabilidad explicada o, en otros términos,

que solo un 23 % de la variabilidad observada se debe a

otros factores que serían independientes a la relación entre

las dos variables. Notamos que un conjunto mayoritario

de torteros (casi el 70 % de la muestra) conforma una

nube de puntos que exhibe una tendencia más estrecha

y alargada (aproximándose a una línea recta), y está inte-

grado por ejemplares cuyo diámetro máximo no alcanza

los 4 cm (con el 60 % de la muestra entre 2,5 y 3,5 cm), y

no supera los 15 g de peso. Es decir, que la amplia mayoría

de la muestra corresponde a ejemplares de reducido peso

y dimensiones. El conjunto restante de la muestra exhibe

una distribución más dispersa, donde un 16 % incluye a

los ejemplares con pesos comprendidos entre 15 y 30 g y

un poco más del 12 % corresponde a los torteros de mayor

peso (entre 30 y 55 g). En lo que respecta a la distribución

de tamaños, un 22 % corresponde a diámetros máximos

comprendidos entre 4 y 5,5 cm y solo un 8,6 % de los

ejemplares presentan tamaños comprendidos entre 5,5

a 7 cm de diámetro máximo.

Si observamos el siguiente gráfi co de dispersión

(fi gura 2), resultante de relacionar el diámetro total con el

diámetro del orifi cio, notamos que se observa una corre-

lación lineal positiva de menor magnitud entre estas

dos variables (r: 0,65), relación que se hace más evidente

cuando se expresa en términos de la proporción de varia-

bilidad compartida o explicada (r2), que en este caso des-

ciende al 42 %. Es decir, que un 58 % de la variabilidad en

el diámetro del orifi cio no puede ser explicado en función

de la variabilidad del diámetro máximo de los torteros.

Para dar cuenta de este panorama, podemos señalar que

un poco más del 66 % de la muestra presenta un tamaño

de orifi cio restringido entre 3 y 6 mm, mientras que el diá-

metro máximo de estos mismos ejemplares varía entre 2,3

y 6,1 cm, es decir, prácticamente el rango de variación total

de la muestra. Del conjunto restante, un 24 % presenta

orifi cios mayores, comprendidos entre 0,6 y 1 cm, aunque

para un rango de variación de diámetros máximos que es

prácticamente idéntico al anterior, estando comprendido

entre 3 y 6,5 cm. Solo el 10 % restante corresponde a un

conjunto más homogéneo, representado por torteros que

poseen orifi cios pequeños, que varían entre 1,5 y 3 mm,

y diámetros máximos comprendidos entre 2,3 y 3,5 cm.

Al respecto, solo podemos vincular el diámetro del ori-

fi cio con el del huso, estimando que, más de la mitad de

la muestra de torteros se habría asociado a varas delga-

das (menos de 0,5 cm) y, posiblemente, también livianas

(dependiendo de su longitud y de la materia prima), en

las que la diferencia en el peso y tamaño de los torteros,

podría estar determinando diferentes grosores, de los

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CUADERNOS 23

46

hilados obtenidos en el procesamiento de una misma materia prima, o fi bras de propiedades similares. Algunos pocos ejemplares muestran orifi cios relativamente gran-des (0,8 a 1 cm) en torteros de diámetro pequeño (2,90 y

3,30 cm) y bajo peso (10 a 15 g), tratándose quizás de hila-

dos de materias primas con otras propiedades (huso de

mayor tamaño), pero obteniendo hilos de mayor fi neza.

La menor magnitud en la relación de correlación

entre las dos variables anteriores se observa más marca-

damente (fi gura 3) al vincular el peso –que ya notamos

que covaría con el diámetro total– con el diámetro del ori-

fi cio (r: 0,62), con un valor de proporción de variabilidad

compartida o explicada (r2) que corresponde al 38 %. El

66 % de la muestra, que ya mencionamos que presenta

un diámetro del orifi cio comprendido entre 3 y 6 mm,

corresponde a ejemplares cuyo peso varía entre 3,5 y

35,5 g (con un 80 % que presenta pesos entre 5 y 20 g),

mostrando una tendencia en la que vislumbramos que,

aunque el peso del tortero varía notablemente, el diá-

metro del orifi cio se mantiene en un rango de variación

estrecha. Esto nos permitiría proponer que el grosor (y,

por ende, el tamaño) del huso, podría ser una variable

con menor incidencia en la producción de hilados con

distintos atributos técnicos de conformación, al mostrar

mayor regularidad en los valores del orifi cio.

El último gráfi co de dispersión (fi gura 4), muestra

las variables peso y espesor. Vemos que la nube de puntos

adopta una confi guración de tipo dispersa y no lineal, y se

observan importantes rangos de variación de peso, para

idénticas medidas de espesor de los ejemplares. Ambas

variables no están correlacionadas entre sí, las que son de

este modo independientes, con un valor del coefi ciente

muy próximo a 0 (r: 0,17). Podemos entonces concluir,

que el espesor sería una variable independiente de las

anteriores, ya que no muestra covariación con el peso y,

por ende, tampoco se vincula con el diámetro máximo

del tortero. En consecuencia, interpretamos que este atri-

buto habría sido manejado a partir de una variación en el

diámetro máximo del tortero, descartando previamente

una variación del peso en relación con el uso de distintas

materias primas, ya que el 92 % de los ejemplares ha sido

confeccionado en cerámica.

La pregunta que planteamos a continuación, es qué

relaciones existirían entre estos resultados obtenidos y el

abanico posible de fi bras textiles que pudieron explotarse

en momentos prehispánicos.

ATANDO CABOS:

SOBRE LA DISPONIBILIDAD LOCAL DE RECURSOS TEXTILES

La diversidad de tamaños de los torteros es interpretada

por González (1977: 406) como prueba de “…la variedad

de hebras fabricadas”, frase que interpretamos alude a las

distintas fi bras empleadas, ya que a continuación el mismo

autor destaca que “…la destreza textil de este pueblo fue tal,

que llegó a hilar las delicadas y sedosas hebras de la tela de

una araña que vive en los bosques santiagueños”. Retomare-

mos más adelante las implicancias de la segunda parte de

esta frase, y mencionaremos, por ahora, los datos con que

contamos respecto a las posibles materias primas textiles

disponibles, en la zona, para épocas prehispánicas.

En primer término, si nos referimos a los escasos

datos procedentes de evidencias textiles directas, con-

tamos con la temprana descripción de Reichlen (1940),

quien menciona el hallazgo de fragmentos de tejido

elaborados “…probablemente en lana de guanaco”. Por

su parte, d’ Harcourt (1932: 190) analiza un fragmento

textil, proporcionado por E. y D. Wagner, compuesto por

“…hilos bien retorcidos de origen vegetal (¿algodón?)”14

.

El resto de la información es de carácter interpretativo

y se basa, fundamentalmente, en datos procedentes de

fuentes documentales del período hispánico, que men-

cionan el uso textil de fi bras de origen animal y vegetal.

Es por ello muy complejo de precisar si estas aluden a

prácticas que se continúan desde momentos previos,

o si son el producto de las situaciones de contacto. En

el caso de las fi bras animales, las fuentes aluden tanto

a la presencia de corrales15

con camélidos (“ovejas de

la tierra” y “ovejas como las del Perú”), como al uso de

vestimenta confeccionada en “lana” y, de manera más

indirecta, a la práctica de vestirse “como la gente del Pirú”

(Bárzana 1885 (1594), Cieza de León 1947 (1553), Sotelo

de Narváez 1885 [1583]). Se suma el hallazgo de restos

de camélidos en algunos contextos arqueológicos (Cione

14 La traducción es nuestra.

15 Además de corrales con camélidos, las fuentes mencionan la

presencia de ñandú (Rhea americana) en las aldeas, entre los

animales domésticos, así como el empleo de plumas, de estas

mismas aves, como parte de la vestimenta (Cieza de León

1947 (1553), Levillier 1919, Sotelo de Narváez 1885 [1583]).

También se conocen hallazgos de restos de ñandú en sitios

arqueológicos (Frengelli 1940). Al respecto, destacamos que,

entre las piezas etnográfi cas del mencionado Museo Quai

Branly, relevamos cuatro pequeñas bolsas bordadas, elabora-

das en piel de ñandú teñida, con procedencia de Santiago del

Estero. También en el Museo Provincial de Santiago del Estero

puede verse en exhibición una “bolsa recolectora en buche de

suri”, con bordados. Asimismo, el jesuita F. Paucke (1944: 212

[1749-1767]: 969) menciona bolsas para guardar tabaco, lla-

madas chuspas por los españoles, elaboradas con “la piel del

pescuezo del avestruz”. Es decir, que estaríamos ante el empleo

-seguramente de raíz prehispánico- de este animal, con fi nes

textiles, aunque debido a que se trata del uso de sus plumas y

su piel, no lo incluimos en la discusión vinculada al empleo

de torteros, para la confección de hilados.

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CUADERNOS 23

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et al. 1979, Gómez 1966), aunque entendemos que dicha evidencia puede ser prueba de su aprovechamiento como recurso alimenticio, y no necesariamente ser testimonio del uso de su fi bra. De hecho, varios investigadores han interpretado que las condiciones ambientales locales, en extremo cálidas y húmedas, no habrían sido favorables para el desarrollo de una actividad ganadera local, por lo que el acceso a este recurso textil podría haberse dado por intercambio con poblaciones de valles, o a través del asen-tamiento de colonias (Bonnín y Laguens 2000, Lorandi 1978, Llamazares y Martínez Sarasola 2002). Respecto al empleo de fi bras vegetales, es interesante destacar que la confección de prendas elaboradas en algodón se menciona tanto en alusión a bienes entregados al Inca (Garcilaso de la Vega 1960 [1609]), como entre los productos que for-maban parte de los tributos a los encomenderos. Desde principios del siglo XVII, las indias de tasa de Santiago del Estero son conocidas como “indias de hilado”, y varias fuentes registran los excesos cometidos por los encomen-deros, en relación al carácter compulsivo del trabajo de hilado, para la confección de lienzos de algodón (Farber-man y Boixadós 2006, Ferreiro 1997, Garagablia 1986, entre otros). Por último, otro recurso vegetal empleado como fi bra textil, que suele aparecer con frecuencia en las crónicas, a veces también en asociación con los pro-ductos elaborados en las encomiendas, es la “cabuya”

16. Se

menciona que los hilados elaborados con esta planta se empleaban en la confección de “cinchas, aparejos, alpar-

gatas”, y también para elaborar vestimenta, entre las que se mencionan “camisas” (Sotelo de Narváez 1885 [1583]).

Resumiendo, y siempre con los recaudos que implica el hecho de que la mayor parte de la información procede de datos documentales, o de evidencias arqueológicas indirectas, es posible plantear el aprovechamiento textil, para la confección de hilados, tanto de fi bras animales (camélidos), como vegetales (algodón y bromeliáceas). En el caso de las primeras, sigue vigente la discusión respecto a su forma de adquisición, basada en las condiciones des-favorables que presentaría el ambiente de tierras bajas para la adecuación de estas especies. En el caso del algo-dón, especie más adaptada a este ambiente, sería posible postular un uso prehispánico local, fundamentalmente si nos apoyamos en su reciente identifi cación arqueológica,

16 Respecto al uso de este término en las fuentes, Boman (1991: 201 [1908]) aclara que: “Esta cabuya es probablemente una de

las bromeliáceas que existen en la región. Los españoles del tiempo

de la conquista parecen haber aplicado, en cualquier región de

América española, el nombre caribe de cabuya a todas las plantas

textiles de hojas espinosas bromeliáceas en general (…) El nom-

bre quichua que corresponde a cabuya es chahuar y el nombre

guaraní, caraguata.”

en contextos del NOA (Andreoni y Lema 2010). Otras alternativas a indagar, son su introducción en momentos de vínculos con el incario, o solo más tardíamente con el establecimiento de las primeras encomiendas, y la puesta en marcha del sistema de servicio personal, así como las implicancias particulares de cada una de las situaciones esbozadas. Finalmente, el uso prehispánico de distintas especies de bromeliáceas, así como la continuidad de estas prácticas en varias comunidades actuales, empleando aún métodos tradicionales, están documentados para diferen-tes áreas de América (Arenas 1997, Guinea Bueno 2004). Más relevante aún, es el hecho de que el Padre Machoni (1878: 146 [1732]) registra divesas expresiones, asociadas a la designación del chaguar, y a su uso como recurso tex-til, en las lenguas indígenas Lule y Tonocoté.

En relación a la muestra de torteros analizada, recor-demos que, la mayor proporción de estos (70 %) corres-ponde a ejemplares de reducidas dimensiones y bajo peso, mostrando ambas variables una fuerte dependen-cia entre sí, lo que se traduce en el hecho de que, para determinado valor de tamaño, podemos esperar un rango reducido de valores de peso, y viceversa. Interpretamos que esto alude a una mayor estandarización en los ins-trumentos de producción –especialmente en este subcon-junto de la muestra– lo que nos permitiría plantear una mayor regularidad en aquellos atributos de los hilados (grosor y atributos de torsión), vinculados a estas varia-bles funcionales. Si incorporamos la información actual, documental y arqueológica antes detallada, podemos notar que el rango de tamaño y peso, presentado por este conjunto mayoritario de torteros, se vincularía con los valores referidos para el hilado de algodón (Guinea Bueno 2004, Parsons 1972) o –agregamos– otras mate-rias primas que presentaran propiedades físicas similares. Respecto a esto último, hemos planteado (López Cam-peny 2010b) explorar la posibilidad del empleo prehis-pánico de una materia prima local, “la seda del monte” o “seda del coyuyo” (Saturniidae rothschildia), cuyo uso actual en la elaboración de tejidos está documentada localmente. El proceso de hilado (con huso) y tejido (con telar tradicional), es similar al llevado a cabo con la fi bra animal, y quizás por ello la gente local la designa a veces como “lana” de las bolsitas (Concuera 2006, Kriscautzky y Gómez 1984, Ledesma 1961)

17. En el marco de las hipó-

17 Nos preguntamos si la alusión de González (1977) al hilado de la “tela de una araña”, que a su vez toma de una mención previa de los hermanos Wagner sobre el hallazgo de telas confecciona-das con “hilos de telaraña”, en contextos de tumbas prehispá-nicas; no será producto de una confusión con la seda extraída de los capullos de “coyuyo”. Es llamativo que también Reichlen (1940) menciona la recolección y el empleo, para el tejido, de la

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CUADERNOS 23

50

tesis planteadas para el área, respecto a posibles vínculos con el incario (Angiorama y Taboada 2008, Lorandi 1977, 1978, Taboada y Angiorama 2010, Taboada et al. 2010), creemos que cobra relevancia inferir que, la fi neza de los hilados obtenidos con esta fi bra, sumada a su carácter exótico en las sierras peruanas, la convertirían en una materialidad idónea para la confección de textiles cumbi, elaborados tradicionalmente con fi bras fi nas, como vicuña

18 y algodón. Estas prendas de prestigio, como ya

dijimos, eran usadas exclusivamente por los funcionarios

estatales y algunos mandatarios locales, y su fi neza era tal,

que en las crónicas han sido comparadas con las sedas

europeas (Cobo [1653] 1964). De manera alternativa o

complementaria, podría inferirse que los tamaños y pesos

reducidos de esta mayor proporción de los contrapesos,

podrían vincularse con la obtención de hilados de escaso grosor o hilados simples. Nos preguntamos entonces, si la muestra restante de torteros –fundamentalmente los de mayor peso y tamaño– de mucha menor densidad, podría

estar refl ejando el procesamiento de fi bras con diferentes

propiedades o la obtención de hilados de mayor grosor o

con más números de retorsiones. En el primer caso, las opciones que se desprenden de los datos previamente presentados, corresponden al hilado de fi bra animal (camélidos) y de vegetales (bromeliáceas). Para las prime-

ras, la obtención de hilados mediante el empleo de huso y

tortero, está ampliamente documentado para numerosas

regiones del área andina. Las fi bras vegetales aludidas,

en cambio, son hiladas manualmente, pero usando otra

técnica distinta. Esta consiste en deslizar sobre la pierna –en la que se ha colocado previamente ceniza– un par de haces de fi bra, aplicando sucesivos movimientos rotato-rios, y presionando los cabos –entre la mano y el muslo– hasta formar un cordel (Arenas 1997). Sin embargo, destacamos que para algunas regiones de Ecuador, se ha documentado el hilado de cabuya (Furcraea andina) con huso, y empleando un tortero bastante pesado, reu-tilizando para ello un viejo aislante eléctrico redondo (Meisch 2000: 8, en Guinea Bueno 2004: 77). Por ende, y a modo hipotético, podría plantearse el procesamiento de

ambos tipos de fi bras, empleando torteros de mayor peso

y tamaño, de registro marcadamente más escaso.

Podemos entonces concluir, que las observaciones tem-

pranas de Reichlen (1940) y las posteriores reafi rmaciones

de Lorandi y Carrió (1975), también se cumplen para la

muestra aquí analizada, en lo que respecta al registro de

seda de una araña local que vive en colonias. 18

Destaca Ledesma (1961: 76) que el hilo que se obtiene del “coyuyo”, se emplea para confeccionar una variedad de prendas fi nas “…que pueden competir airosamente con los [ponchos] de

vicuña y [son] de un fuste superior a los de alpaca y lana”.

una mayor densidad de torteros pequeños y –agregamos– livianos, aunque no podemos aún precisar si esta tendencia

posee un correlato temporal, contextual o espacial (aspec-

tos, algunos de ellos, que ya fueron adelantados por estos

autores) y, en cualquier caso, qué diferencias en las prác-

ticas productivas estarían refl ejando, así como sus víncu-los con procesos sociales generales, más allá de los que se

han comenzado a avanzar en las investigaciones recientes

(Angiorama y Taboada 2008, Taboada y Angiorama 2010,

Taboada et al. 2010). Es posible que estas diferencias tengan

connotaciones cronológicas, ya que Gómez (1966) destaca

la ausencia de torteros en contextos formativos, y también es probable que muchos de los ejemplares más pequeños y livianos se asocien al hilado de algodón en contextos hispánicos, pero creemos que es necesario explorar estas y otras hipótesis en mayor profundidad. Exponemos por ello, a continuación, y a modo de refl exión fi nal, los cami-nos a recorrer, en términos de las líneas de investigación que planteamos desarrollar, para continuar avanzando en la resolución de las preguntas que hasta aquí han quedado formuladas.

TENDIENDO HILOS, MARCANDO CAMINOS. LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN FUTURAS

Sobre la base de lo expuesto hasta aquí, consideramos que hay dos grandes ámbitos en los cuales debemos avan-zar nuestras investigaciones.

En primer término, a partir de la evidencia arqueoló-

gica, nuestra propuesta consiste en: 1) Ampliar la muestra de torteros en análisis, a partir del

relevamiento sistemático de ejemplares actualmente depositados en diferentes repositorios museográfi cos del país, que ya han sido localizados. Esto nos permi-tirá sostener (o no), las conclusiones aquí esbozadas, de acuerdo con las tendencias observadas, luego de incrementar el tamaño de la muestra de artefactos bajo análisis;

2) Como ya anticipamos, es necesario profundizar en el análisis de los contextos de asociación vinculados a los torteros, en aquellos casos en que sea posible obte-ner más precisiones que la sola mención del sitio o paraje de procedencia, considerando las restricciones vinculadas con el hecho de que la mayor parte de las excavaciones fueron llevadas a cabo en las primeras décadas del siglo XX. Avanzar en este aspecto nos permitirá plantear si las tendencias observadas se relacionan con aspectos cronológicos, contextuales o distribucionales, y las implicancias de cada una de estas situaciones.

3) Creemos relevante integrar, al análisis de las variables aquí tratadas, otros atributos de los torteros que esta-mos relevando como por ejemplo la morfología de la

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RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN

51

sección, forma del contorno, y otros relacionados con la dimensión representativa (técnicas, motivos, sime-

trías, etc.), pero integrados, a su vez, a los datos con-textuales y distribucionales. Consideramos necesario ahondar en el análisis de las diferencias y similitudes visuales observadas, partiendo de la hipótesis de la existencia de ciertos diacríticos, o marcas identitarias, a nivel de familias o grupos de artesanos. Esta necesi-dad de diferenciarse pudo estar en relación con una producción textil intensifi cada, en el marco de “tri-butos” estatales, ya sea hacia momentos incaicos o de producción colonial temprana.La segunda línea a explorar, se relaciona con la puesta

en marcha de distintos análisis, desde una perspectiva documental, actualística y experimental. En este plano nos proponemos:1) Continuar con el relevamiento y sistematización

de información documental, de carácter histórico y antropológico, vinculada con procesos de producción textil. Asimismo, se prevé recopilar datos actuales y de

memoria oral, entre artesanos/as tejedores/as, en el

área de estudio, en relación a diversos aspectos, sobre todo vinculados con el uso de los recursos textiles y la producción de hilados.

2) Efectuar un análisis integral de los principales atri-butos tecno-morfológicos de un conjunto de instru-mentos etnográfi cos para hilar (husos de mano), que forman parte del acervo del Instituto de Arqueología y Museo de la UNT. Varios de ellos se encuentran com-pletos, es decir, que además de la vara y el tortero, con-servan las madejas de hilados, tratándose además de fi bras textiles de distinto origen o naturaleza. A partir de dicho relevamiento, y el posterior análisis conjunto de ciertas variables y atributos de los mismos (peso, dimensiones, espesores, grosores, torsiones, mate-rias primas, etc.), pretendemos determinar si existen correlaciones, que nos permitan plantear vínculos, o tendencias recurrentes, entre ciertas características del instrumental y los productos obtenidos.

3) Obtener datos experimentales y comparativos, que cuantifi quen la resistencia a la rotura, para distintos tipos de fi bras naturales. La relevancia de esta pro-puesta reside en que, de acuerdo con su naturaleza u origen (animal, vegetal, etc.), las fi bras presentan dife-rentes propiedades físicas y químicas, las que depen-den tanto de factores genéticos como ambientales.

Varias de esas propiedades –entre las que podemos

destacar la fi nura y la longitud de fi bra, entre otras–

son las que, en conjunto, infl uyen en aspectos vincu-

lados con la resistencia o uniformidad de los hilados y,

por ende, de las telas resultantes. A su vez, gran parte

de las interpretaciones que proponen que las diferen-

cias en ciertos atributos tecno-morfológicos de los

torteros, serían evidencia del procesamiento de dife-rentes materias primas, tienen un sustento en estas propiedades inherentes a las fi bras, sin embargo, no contamos con datos experimentales, para la mayoría de las fi bras naturales que estuvieron disponibles en momentos prehispánicos. De ello se desprende que, las interpretaciones sobre la relación existente entre determinados pesos y tamaños de torteros y el proce-samiento de determinadas fi bras, se basan en suposi-ciones que carecen del adecuado apoyo fáctico. Así, a partir del análisis de un conjunto de eviden-

cias indirectas, vinculadas a la producción textil, es posible comenzar a desentrañar aspectos relacionados con materialidades, prácticas y procesos, asociados a las comunidades que habitaron el área de la actual llanura santiagueña; abriéndose un interesante panorama de

hipótesis, respecto de las posibles fi bras textiles emplea-

das, y sus implicancias en términos de procesos sociales

locales, así como de interacción con otras áreas.

AGRADECIMIENTOS

A mis directores de beca postdoctoral CONICET, Carlos Aschero y Constanza Taboada. En esta ocasión, especialmente a ella, por su generosidad, al brindarme la posibilidad de incorporarme al equipo y explorar más profundamente esta temática, por las estimulantes discusiones. A quienes hicieron posible mi acceso a los materiales arqueológicos: Sebastián Sabater, Director del Museo Rincón de Atacama, Dr. Rodolfo Raffi no, Jefe de la División Arqueología del Museo de La Plata y Ana Iga-reta, encargada de su Depósito 25 de Arqueología, por su excelente predisposición y permanente amabilidad. Las investigaciones se efectuaron en el marco de los proyectos PICT 25570 y CIUNT 26/G402, dirigidos por los Dres. Constanza Taboada y Carlos Angiorama.

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55

En este artículo se presentan relatos sobre la presencia

de afro-descendientes en las celebraciones del carnaval en

la ciudad de Buenos Aires durante el siglo XX. Estos relatos

surgieron a lo largo de una investigación iniciada en 1986,

como referencias esporádicas y casuales durante el trabajo

de campo, integrando el rico anecdotario de los artistas de

carnaval. En este artículo propongo descontextualizar estos

relatos de sus enunciados originarios para analizarlos en el

marco de otro contexto de referencia. En primer término,

ubicaré en el marco de las relaciones interétnicas tales

relatos de la crónica carnavalesca, lo que permitirá explo-

rar aspectos de los intercambios entre grupos racializados

durante el tiempo y espacio del carnaval porteño.

En segundo lugar, en los últimos veinte años, diversos

artistas populares activan una valorización de la presen-

cia africana en nuestra cultura, dando lugar a procesos de

tradicionalización en torno del carnaval y otros géneros

populares (como el tango y el candombe), que al reivin-

dicar la influencia africana en nuestra historia, ponen en

cuestión el mito de la Argentina blanca y europea. Estos

dos tipos de narrativas carnavalescas serán entonces nues-

tra guía para recorrer diversas formas de nominación e

imágenes, así como prácticas de inclusión o segregación,

entre grupos subalternos racializados.

El análisis de la fiesta resulta un observatorio privile-

giado de la dinámica entre distintos grupos de edad, género,

raza y clase social, teniendo en cuenta que la celebración

del carnaval cubre un extenso período, desde la época colo-

nial hasta la actualidad. Este recorrido permite observar

continuidades y rupturas en la celebración, que se vinculan

con condiciones de la sociedad. Sin embargo, se despliega

en este largo registro una suerte de constante anacronismo

para la fiesta de carnaval, que se expresa en dos fórmulas

recurrentes: “carnavales eran los de antes”, y la sentenciada

“muerte del carnaval”. Discurso que, a lo largo del siglo XX,

va viendo efectivamente mermada la participación en los

festejos, por diversos factores que iremos señalando.

Los géneros culturales se jerarquizan históricamente de

acuerdo con los criterios sociales e ideológicos dominantes

de cada época (Briggs y Bauman 1991). Es decir, las desigual-

dades sociales remiten y se reproducen también en las dife-

rencias culturales. En este sentido, el carnaval ha ocupado

poca consideración en la escala cultural de Buenos Aires,

sospechado de puerta de ingreso a la barbarie, o cuanto

mucho de pasatiempo y distracción temporaria de los males

terrenales (César 2005, Schvartzman 1997).

De tal modo, los festejos públicos de carnaval se

mantuvieron en Buenos Aires por fuera de los circuitos

oficiales y mediáticos de producción cultural, hasta casi

finalizado el siglo XX. Recién para la década de 1990,

el carnaval despertó interés en las políticas culturales

de la ciudad, mediante un curioso proceso por el cual,

esta vieja práctica censurada, combatida y prohibida, fue

AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES

Alicia Martín1

RESUMEN

Diversas narrativas sobre la participación de afro-descendientes en el carnaval porteño, evocan presencias que configuran tanto el presente como el pasado de esta celebración. Analizamos estos relatos en contraposición con el discurso hegemónico que afirma la extinción de los negros en la ciudad de Buenos Aires.

PALABRAS CLAVE

Carnaval - ciudad de Buenos Aires - afrodescendientes - narrativas.

ABSTRACT

Differents narratives about the influence of afro-descendant in Buenos Aires carnaval, call up stories that shape both the past and the present of the celebration. We analyze them as memories that quarrel against the hegemonic discourse about the dissapearence of africans living in the city.

KEY WORDS

Carnival - Buenos Aires city - afrodescendants - narratives.

1 INAPL-UBA. [email protected]

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1): 55-65 (2011/2012)ISSN 2422-7749 / Versión papel: 1852-1002

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CUADERNOS 23

56

parte de un programa que incorporó a la celebración y a sus celebrantes en nuevos requerimientos políticos (Mar-tín 2001, Morel 2005).

Tanto por sus excesos como por su dimensión utó-pica (Bajtin 1990), el carnaval permite proyectar y exhibir los deseos más secretos de una sociedad. En este sentido,

encuadramos la celebración del carnaval como una actua-

ción cultural (Bauman 1989). Las actuaciones culturales

refi eren a eventos públicos, programados y planifi cados,

que marcan simbólicamente tiempo y espacio para pro-piciar una experiencia cultural especial (Bauman 1992). Pese a su programación, las actuaciones culturales pro-ducen múltiples focos de experiencia y acción, así como la circulación de bienes que van más allá de las previsio-

nes de sus organizadores. Tienen también un poderoso

soporte narrativo en el pasado. El sentido evocativo de las

fi estas establece líneas de continuidad con un pasado y una

tradición confi guradora de la acción presente (Stoeltje y

Bauman 1988). Por ello se las ha considerado representa-

ciones metaculturales, es decir, ocasiones en que los grupos

intervinientes despliegan y evalúan su cultura frente a sí mismos y frente a los demás.

Analizaremos entonces al carnaval porteño como una rica fuente para el análisis cultural, escenario donde

se expresaron y se continúan manifestando tradiciones

africanas, pese a la persistencia del discurso dominante

en la Argentina moderna, que ha negado o minimizado

la existencia e infl uencia de población afro-descendiente tanto en la historia nacional como en su gravitación contemporánea.

POLÍTICAS RACIALES EN BUENOS AIRES: INVISIBILIZACIÓN Y BLANQUEAMIENTO

Contextualizamos la recuperación e interpretación de los datos recogidos sobre la participación de afro-descen-dientes en el carnaval de Buenos Aires, según la hipótesis de la “invisibilización” de los negros en la sociedad argentina. El discurso de la desaparición ha sido una de las fi guras más reiteradas y de efectiva fuerza performativa en la retó-

rica clasista y racista de la modernización en Argentina. El

modelo de país de los vencedores de Caseros, incluía en

la máxima “gobernar es poblar”, el desconocimiento de las

poblaciones preexistentes. De este modo, las tierras que

después de la emancipación de España siguieron ocupadas por poblaciones indígenas, se concibieron como “desierto” (Trinchero 2000), o sea, tierras vacantes que podían alber-gar a “razas” laboriosas, con propensión al progreso.

Para los grandes legisladores de fi nes del siglo XIX, la efectiva instalación del progreso era incompatible con la presencia de africanos y aborígenes, epítome de la barba-rie. Los dirigentes de la generación del 80’ impulsaron el reemplazo poblacional como una pieza clave de su pro-

yecto. En este sentido, la inmigración europea fue tanto una política de estado, como también la base sobre la que se cimentó un mito de origen para la moderna Argentina. Para varios autores, se trata del mito del crisol de razas (Devoto 1998), aquel que establece una política estatal de integración demográfi ca, orientada a disolver y amalga-mar las identidades étnico-raciales particulares.

De acuerdo con el discurso de supremacía racial desa-rrollado en Europa desde mediados del siglo XIX, la raza blanca se impondría a las demás, basada su superioridad sobre su aptitud para el progreso, la industria, la riqueza de las naciones europeas. De este modo, el triunfo euro-peo estaba asegurado por la universalidad inexorable de esta ley racial. Podemos decir entonces, que el mito del crisol de razas se asienta en otro deductivamente anterior: el mito de la superioridad racial indoeuropea. En cual-quier caso, con mestizaje o sin él, los blancos se impon-drían sobre las razas inferiores (Ingenieros 1927). En la modernización de la Argentina, esta ideología de la lucha por la vida y de las razas aptas para el progreso, no sólo alentó a los sectores más conservadores, sino también a reformistas liberales, y aun socialistas (Zimmermann 1992). Este período formativo de fi nes del siglo XIX, tiene el atractivo de haber sido constitutivo de varias simbo-logías persistentes en la comunidad imaginada como Nación Argentina: el criollismo centrado en la fi gura pastoril del gaucho a caballo (Prieto 1988, Ludmer 1994); el crisol de razas que resultó en una población blanca; la base europea de nuestra formación cultural.

Los mitos no son solo construcciones imaginarias que evocan deseos colectivos actualizados cada tanto, o que se imponen en la dialéctica de la subordinación-hegemonía. La fuerza performativa del mito radica en su carácter de marco para la acción y la interpretación. El mito de ori-gen traza y modela un proyecto nacional: la Argentina moderna blanca y europea, del cual la gran inmigración transoceánica fue su herramienta fundamental. Este mito no es solo una racionalización o una justifi cación ideoló-gica simultánea de una política, constituye un proyecto y un ideal en el sentido de Durkheim (1992 [1912]). Por eso la gran inmigración y el crisol de razas no conforman al mito de origen, sino que ofrecen el medio y el efecto deseado de un modelo, ideal o mito anterior. La idea de una Argentina blanca y europea anticipa la forma de ima-ginarse la nación como una comunidad descendiente de Europa, unifi cada racial y culturalmente, en el seno de un territorio que alberga aborígenes, morenos, criollos y europeos en continua interacción, y en diferentes relacio-nes de dominio, subordinación y lucha. Esta nación ima-ginada blanca y europea es más bien un mito de origen de los grandes legisladores del siglo XIX, en el proceso de modernización de la Nación Argentina.

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AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES

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Enfocaremos el discurso sobre la extinción de los afrodescendientes, como un mandato dominante, que debió impregnar ideológicamente al conjunto social, tender complicidades e instalar efi caces mecanismos de segregación, negación, en un trabajo de invisibilización continuo (Santos 1998, Frigerio 2006). Alejandro Frigerio ha señalado que si ser no-negro no es problemático en

la Argentina, ser negro sí lo es. Para asegurar la pureza racial, observa este autor, se pone en marcha un proceso de blanqueamiento que “es un trabajo constante de invi-

sibilización”, es decir, una tarea persistente y cotidiana socialmente construida y reproducida. El autor retoma y actualiza la cuestión de las clasifi caciones raciales en Bue-nos Aires, señalando un recorrido histórico de las mis-

mas: negro, moreno, “negro”, negro mota, cabecita negra.

“Una mirada diacrónica permite apreciar en las distintas

categorizaciones raciales una mayor continuidad que la

usualmente admitida, así como su relevancia para la vida cotidiana de los argentinos de antes y de ahora” (Frigerio

2006: 77-78). Plantea la hipótesis de la “invisibilización”

de nuestra africanidad y su ocultamiento por cuanto

existe, tanto en las narrativas ofi ciales como en el sentido

común, una visión negativa del negro en esta sociedad,

imagen que abona y coadyuva a la reproducción de las

desigualdades sociales.

El historiador George R. Andrews (1989) se pregunta

por la desaparición de la población negra afro-porteña,

para él, una de las incógnitas más interesantes de la demo-grafía histórica. Luego de revisar y confrontar las hipóte-sis tradicionales postuladas como causal de esta extinción (participación en las guerras civiles y de liberación a lo largo del siglo XIX, temprano cese de la trata de esclavos, epidemias y malas condiciones de vida) plantea una nueva hipótesis. Andrews advierte que el cambio de categorías en el sistema de clasifi cación racial permitió el “paso” a una condición de trigueño para toda persona que no fuera de piel negra ni blanca. Los términos moreno, negro, mulato y pardo designaban en el siglo XIX grados de ascendencia africana. La aparición de la nominación trigueño desafi -liaba el color de la piel del linaje negro, es decir, dejaba de referir y permitía eludir la ascendencia africana. Su uso en los censos podría explicar el brusco descenso de la pobla-ción negra de la ciudad, que pasa de quince mil personas en 1838 a ocho mil en 1887 (Andrews, op.cit.). Andrews combina factores histórico-sociales con categorías de cla-sifi cación racial de la época. De este modo, el mestizaje por un lado y el corrimiento de la línea de connotado-res de racialidad por otro, serían factores importantes a tomar en cuenta en la declarada “desaparición” de los negros en Buenos Aires. “…los afroargentinos no desapa-

recieron ni murieron en ningún momento del siglo pasado

[XIX]; en realidad fueron desplazados de los registros por

censistas y estadísticos, por escritores e historiadores que

cultivaban el mito de la Argentina blanca” (Andrews 1989: 112. Mi aclaración).

En los estudios académicos de nuestro país, tanto la cuestión de la esclavitud como el período post-esclavista, solo recientemente merecen un interés acorde con el impacto y dimensión que estos procesos tuvieron en la conformación de los países americanos, y también de la Argentina. Considero importante rastrear la presen-cia africana en nuestra sociedad e historia, porque, de acuerdo con Alejandro Frigerio (2006), ha sido el negro la fi gura de alteridad más peligrosa, negada y tabuada en la conformación imaginaria de la Nación Argentina. Dice este autor: “Se ha sugerido que, para la Argentina, el

negro es la imagen más fuerte de alteridad. Pienso que es así

principalmente porque para el hombre de Buenos Aires,…

es el otro más cercano, con el que efectivamente convivió,

con mayor o menor intensidad, desde la época de la esclavi-

tud hasta nuestros días. Por esta cercanía, y por la efectiva miscegenación que pese al prejuicio se producía y aún se

produce, hemos estado exorcizándolo de nuestra sangre, de

nuestra familia, de nuestra ciudad, de nuestra cultura y de

nuestra historia” (Frigerio 2006: 96).A fi nes del siglo XIX la ciudad de Buenos Aires

pasaba de Gran Aldea a metrópolis. Este salto moderni-zador implicó una serie de profundas transformaciones en la organización de la ciudad y la Nación Argentina en formación. El salto a la modernización aplicó una serie de políticas de estado, que fundadas en el mito de origen, desencadenó un proceso nuevo de construc-ción de hegemonía. Al mismo tiempo que se iniciaba la campaña de dominación y exterminio de los aborígenes pampeanos, se segregaba e invisibilizaba a la población negra, se extinguía al gaucho como tipo social, se dupli-caba el número de la población local con inmigrantes de ultramar. Todos estos movimientos sociales e interétni-cos, en un lapso de treinta años, involucraron a distintos grupos en enfrentamientos dramáticos que resultaron en la desaparición de algunos y la imposición de un modelo de país blanco y europeo. Desaparición que no necesariamente involucra extinción biológica, sino “invisibilización” de la escena pública, resignifi cación del lugar social, arrinconamiento, exclusión y discrimi-nación. Veremos a continuación cómo se vivieron algu-nos de estos mecanismos en el escenario del carnaval. Realizaré primero una breve mención al lapso de fi nes del siglo XIX, cuando las sociedades de candombe orga-nizadas por familias afroporteñas aún participaban de los carnavales porteños. El término candombe sintetiza una categoría que denominaba a diferentes rituales de las distintas sociedades africanas en el siglo XIX en ciu-dades de las orillas del Río de la Plata.

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CUADERNOS 23

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DESCENDIENTES DE AFRICANOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES

El africanista Néstor Ortiz Oderigo afi rmaba sobre el candombe porteño: “Después de Caseros, su corriente

musical y coreográfi ca fue estrechando paulatinamente su

cauce, hasta que a fi nes del siglo pasado [XIX] solo afl oraba

durante las fi estas del carnaval, en cuyo seno se amparan todas las manifestaciones folklóricas en trance de fenecer”

(Ortiz Oderigo 1965:23. Mi aclaración y énfasis). En esta

suerte de ecuación cultural, el presente del candombe,

y también del carnaval, proyecta un fi nal esperado, la

última presentación de algo que fue y prontamente dejará

de ser. La tensión entre ser y desaparecer, lo que aún es

pero no lo será por mucho tiempo, se halla sentenciada

con la contundencia de una ley universal. La afi rmación

es congruente con una visión naturalista de la historia, en

la que el progreso señala un camino que va desechando a

su paso las costumbres que no se avienen con la moder-

nidad y el desarrollo.

El término candombe remite a una práctica de los

esclavos negros en el Río de la Plata. Según Ortiz Oderigo,

es una palabra de la lengua kimbundu, de la rama bantú,

que se habla en Angola, Congo y otras zonas de Africa

del sur. “...derivada del prefi jo Ka y de Ndombé (negros)...

Signifi ca ‘negro’, ‘perteneciente a los negros’, ‘propio de los

negros’...” (Ortiz Oderigo 1974: 126). Fue practicado en

ambas márgenes del Río de la Plata desde la época colo-

nial (Rodríguez Molas 1957).

Veamos algunas crónicas que describen a las agru-

paciones de candombe de afrodescendientes durante los

carnavales de fi nes del siglo XIX:

“Tres meses antes [de la fiesta de carnaval] comen-

zaban los ensayos, aturdiendo a los vecinos con el ruido

monótono de sus candombes. El entusiasmo no reconocía

límites, llegando a dar pie para que se fundaran socie-

dades de importancia, que lucían su rico estandarte y

contaban con centenares de miembros. Entre ellas desta-

cáronse los “Negros Congos”, “Nación Canguela”, “Estre-

lla del Sur”, “Negros Candomberos”, “Negros Porteños”,

“Negros Banguelas y Lobolos”, y muchas más que no

recuerdo. El conjunto que por antonomasia llamaremos

musical, se componía de barriles, pipas, sopipas, cocos,

masacayas y masacayón, con todo lo cual formaban rit-mos que no por ser monótonos dejaban de ser originales.” (Taullard 1927: 167).

“Los negros candomberos, lucían bayetas de vivos

colores, haciendo un ruido infernal con sus pipas, sopi-

pas, masacayas, coros y chinescos... Atronaban el aire con

sus alaridos, tamboriles y mazacallas. Bailoteaban incan-

sables hasta la enajenación. Desde lejos se les oía llegar”

(Lanuza 1946: 86).

Retomemos algunos descriptores de estas evocacio-

nes candomberas: centenares de miembros, estandarte

distintivo, ritmos “atronadores”, un acompañamiento

que “llamaremos musical”, baile incansable. Según el cro-

nista Taullard, ingeniero francés contratado por la ciu-

dad a fi nes del siglo XIX, se llegaron a formar para los

carnavales, sociedades candomberas de importancia que

recorrían las casas de familia cantando géneros populares

como habaneras, himnos (de cada agrupación), brindis

para acompañar el refresco o cerveza que la familia anfi -

triona contraprestaba. Las descripciones de estas agru-

paciones candomberas parecen cuestionar la sentencia a

muerte de Ortiz Oderigo.

Sin embargo, la performance del candombe, como

diacrítico sintético y privilegiado de negritud, remitía

a un pasado bárbaro, incompatible con el proceso de

modernización en marcha. Toda una serie de juicios

estéticos, morales y políticos giraron entonces en torno

a la evaluación y conveniencia de la producción y repro-

ducción del candombe. Diversas posiciones sectoriales

y generacionales en torno a esta práctica de los afropor-

teños, así como las lecturas realizadas por intelecuales y

estudiosos, permiten analizar algunos desplazamientos,

como la expulsión del candombe de los espacios públicos,

con efectos directamente vinculados a la política de nega-

ción, invisibilización y blanqueamiento de la población

negra (Martín1998, Geler 2010). Para los carnavales del

siglo XX, ya no se verán ni oirán agrupaciones de can-

dombe desfi lando por la ciudad.

Avanzada mi investigación sobre las agrupaciones

del carnaval de Buenos Aires, escuché cantidad de rela-

tos con referencias a personajes o familias de origen afri-

cano en los carnavales porteños del siglo XX. “La murga

nuestra es una mezcla de negros y de europeos. Bailamos

como los negros.” afi rma Daniel “Pantera” Reyes, director

del centro-murga Los Reyes del Movimiento de Saave-

dra. La forma murga o centro-murga ha sido la que se

mantuvo como agrupación carnavalera a lo largo del

siglo XX, y la que cuenta actualmente con neta prepon-

derancia en los festejos (Martín 1997).

Me centraré primero en registros obtenidos en

el barrio de Saavedra, sobre tres familias de afro-des-

cendientes emparentadas entre sí, que llamaré Pereda,

Romero y Luna. De la familia Luna, el “negro Bocha” fue

nombrado varias veces como excelente bailarín, el mejor,

de quien aprendieron a bailar los actuales murgueros del

barrio. El gran cantor Rodolfo “Fito” Bompart (1945-

2001), me explicaba en 1994 las marcas distintivas de

la danza murguera del barrio de Saavedra: “...el negro

Bocha, un bailarín de acá, del barrio, que es el que impuso

más o menos el baile de acá ¿Igual que baila Pantera? Bué,

Pantera le copió el paso a él, al negro Bocha... porque el

negro este, es negro Luna, es una familia que salen veinte,

son como quince hijos y todos salen en la murga”.

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AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES

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El relato sobre esta familia murguera continúa luego aplicado a la visión de fotografías de su archivo personal:

“F. B.: ... este es el Bocha, este es el negro Bocha, este es

el que baila... Todos ellos salían en la murga. Y ellos son de

descendencia toda de negros ¿No ves las caras que tienen,

todo? Inclusive el movimiento. El movimiento que hacían

ellos... Porque antes se salía a la rueda y se hacía primero,

se salía tembleque. Se salía así, moviéndose todo tembleque

[Fito ilustra el movimiento agitando de derecha a izquierda

el torso de su cuerpo] Y después empezaban con la conga. Y

de ahí viene el baile de nosotros ...

A. M.: ¿La rumba? ¿Lo que ustedes llaman rumba?

F. B.: Es la conga. Decían –¡¡¡Conga!!!–. Y es túnda, tún-da túnda, tún-da. Y este bailaba que se desarmaba todo. Parece una víbora. Y de ahí, de él copiaron casi todos el baile....” (Entrevista a Fito Bompart, –F.P .– 1 de marzo de 1994. Mi aclaración).

Pude apreciar la danza murguera que se baila en el barrio de Saavedra en presentaciones públicas y en muchos ensayos. Particularmente importante era uno de los últimos ensayos, cuando el desempeño en el baile fi jaba las jerarquías dentro de la murga: los mejores baila-rines eran directores, distinción revelada en la vestimenta que llevaba un color en los pantalones y otro en la levita o parte superior de la ropa. Los demás bailarines, mur-gueros rasos, se distinguían por llevar en la vestimenta los mismos colores pero al revés, en la levita o casaca el color que el director llevaba en el pantalón y viceversa. Se fi jaba esta jerarquía por una demostración de baile. Formada toda la murga en una rueda, iban saliendo de a dos o tres a bailar al centro. Salían “de abajo”, es decir, pegados al suelo, en cuclillas avanzaban hacia el centro de la rueda manteniendo el ritmo y comenzaba luego la rumba o conga, ritmo sincopado en los bombos con platillos. Con un marcado y rápido movimiento de hombros y caderas el bailarín continuaba apegado al suelo hasta llegar a los tres saltos, señalados por los platillos del bombo, que pue-den ser más de tres y marcan la aceleración del ritmo, el vértigo de la danza donde el bailarín queda suspendido en el aire y sólo toca el suelo para impulsar el cuerpo y volver a elevarse, con lo cual fi naliza la danza.

No solo en las formas tradicionales del baile y los rit-mos de baile, este barrio y esta murga reconocen infl uen-cias afro-argentinas. Jóvenes integrantes de la familia Luna intervienen actualmente en esas agrupaciones. Verónica y Miguel, hijos de Marta Luna, se destacan como bailarina y bombista respectivamente. Cabe aclarar que el bombo es un gran tambor de dos parches, que colgado del hombro se carga en la parte delantera del bombista, y marca la base rítmica y musical de todas las fases de la actuación de la murga porteña.

Para analizar cómo son descriptas y evaluadas estas pre-sencias, transcribo a continuación fragmentos de un pro-grama radial conducido por Daniel “Pantera”, director de la murga, y Alberto, cantor, en el que participó Miguel, como entrevistado y bombista, todos en calidad de integrantes de la murga y vecinos del barrio porteño de Saavedra:

“P: Hoy tenemos un invitado más, que es Miguelito, Miguelito Luna, es de la familia de los Cruz... Y bueno, Miguelito es Luna, eso quiero que lo tengan en cuenta por-que si no acá le dicen Cruz. A pesar de que los quiere mucho a sus abuelos, pero es Luna...

A: Aparte una particularidad que Miguel tiene, que es, él en este momento pasa los veinte años, pero Miguel toca el bombo desde los DOS AÑOS.

P: De mascota... Me acuerdo, en Los Curdelas de Saave-dra...del 79 ¿Cuántos años tenías? ¿Cuántos años tenías? A ver, dale un poquito el micrófono a Miguel.

M: Buenas tardes.P: Que nosotros lo cargábamos porque no bailaba, que

era de madera bailandoM: veintidós años. Aprendí a bailar. [risas] ...Bueno,

años de murga, veinte en realidad. Como ser... mi primera murga fue Los Ambiciosos de Villa Martelli... Los Viciosos de Villa Martelli también...

P: Pañuelito al cuello... Los Elegantes también...A: En Los Viciosos de Villa Martelli nació el

Negro-Fugaza-Pañuelo-Al-Cuello.P: Pañuelo-al-cuello... De allá lo trajo... de Villa Marte-

lli, es verdad, de Villa Martelli lo trajo...A: Miguelito tenía un pañuelo rojo, porque si bien la

ropa de Villa Martelli era una chaqueta blanca con vivos negros, tenía la faja roja. Y Miguelito iba con su pañuelito al cuello de color rojo. O sea, que ahí nació el -negro-fugaza-pañuelo-al-cuello. (...)

A.... Verónica, la hermana de MiguelitoP: ¡Ah!, Verónica. ¡Cómo baila Verónica!, la estaba

mirando en un video cuando estuvimos en el Ricardo Rojas y cada vez que nos ve, la gente pregunta ¿quién es esa negrita? Y bueno baila muy bien...” (Programa La Repú-blica de Momo, radio FM Latinoamericana, julio de 1995. Con mayúsculas las entonaciones enfáticas).

En este diálogo entre el director Pantera, el cantor Alberto y el invitado Miguel podemos señalar el desempeño destacado de este último en las artes carnavalescas, espacio social al cual tanto Miguel con dos años, como su hermana Verónica, ingresan de muy niños. Otro hermano, el Gallego, fue quien adaptó al ritmo de la murga un tipo de tambor de un solo parche, que no es tradicional en la murga porteña, al que llaman “surdo”. Cuenta el director Pantera:

“Compramos un zurdo. Y ¿para qué usamos un zurdo?... Y lo usábamos como bombo primero. Bum, bum. Pum. Y después vino el Gallego, el hermano de Miguelito Cruz,

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CUADERNOS 23

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¡bah!, de Miguelito Luna, Miguelito Luna que es el apellido murguero, Luna, ¿no?

Y salió un ritmo de ahí: zurdo, cencerro, bombo y pla-tillo... Y se habló mucho... porque llegamos a Saavedra, y cuando llegamos a Saavedra con ese nuevo ritmo fue una revolución en ese momento....” (entrevista a Daniel “Pan-tera”, 1997, mi énfasis en itálica)

La madre de estos tres hermanos, Marta Luna de Cruz, es hoy una abuela que pertenece a una familia de afrodescendientes con un papel central en el impulso y reproducción del carnaval en el barrio. Tan infl uyente es para los murgueros mayores esa familia, que el direc-tor Pantera recuerda que Miguel es Luna por el lado materno, pero su apellido es otro: “Miguelito Luna, es de la familia de los Luna. Bueno, Miguelito es Cruz, eso quiero que lo tengan en cuenta porque si no acá le dicen Luna”. Es decir, en el barrio de Saavedra, el joven Miguel tiene su “apellido murguero”, que remite a una familia afrodescendiente, de larga y reconocida trayectoria en el ambiente carnavalero. Allí él integra una línea de suce-sión genealógica por vía materna que supera su nombre ofi cial paterno, que lo ubica en la historia de un linaje familiar de estirpe carnavalesca.

Otro aspecto interesante son los modos de referirse a la condición de afrodescendientes en estos hermanos. “Y Miguelito iba con su pañuelito al cuello de color rojo. O sea, que ahí nació el -negro-fugaza-pañuelo-al-cuello”, recuerda el cantor Alejandro. Desconozco el valor de fugaza en este sintagma, pero el enunciado es negro-fugaza-pañuelo-al-cuello, que repite dos veces.

Al referirse a la hermana mayor de Miguel, el direc-tor Pantera exclama: “¡Cómo baila Verónica!, la estaba mirando en un video... y cada vez que nos ve, la gente pre-gunta ¿quién es esa negrita? Y bueno baila muy bien....”. “La gente pregunta” amplía a un colectivo el rango de admi-ración que el baile de esta joven provoca en el público. Hablar de “negro” en estos dichos parece tener una con-notación de cercanía y vecindad particular, denotando un reconocimiento racial explícito para integrantes de una familia con destacada participación en las murgas de la zona. Veremos más adelante otros usos del “ser negro” en boca de nuestro director Pantera.

Recapitulando el valor referencial de estos enunciados emitidos durante un programa radial en 1995, observa-mos que los Luna viajan a un barrio cercano para inte-grarse a una murga y participar del carnaval. Miguelito debuta con 2 años como bombista, con su pañuelito rojo al cuello, en Los Viciosos de Villa Martelli. Él, su hermana Verónica, su hermano “Gallego”, ocupan lugares artísti-cos de lucimiento, bailando, tocando el bombo, introdu-ciendo variaciones en los ritmos. Desempeño que a la vez convalida y reproduce el valor de su “apellido murguero”,

los Luna. Pertenecer a esa familia les aseguraba desde la cuna una participación preferencial en esas agrupaciones, por su identifi cación con un linaje de descendencia negra de reconocida participación en el carnaval porteño.

Referencias a carnavales entre 1930 y 1960Quisiera ahora introducir referencias a otras familias

de negros, que poblaban los límites del barrio de Saa-vedra, pero en las décadas de 1940 y aun antes. Aquí el memorioso es “Ñamuña”, Santiago Larkin, (1919-1999), en diálogo con el director radial y murguero Pantera:

“P: El barrio de los Tachos ¿Vos sabés por qué se llama el barrio de los Tachos?

Ñ: Porque estaba lleno de potreros, y la gente tiraba los tachos, toda la basura la tiraba ahí. Había muchos potreros, yuyos...

P: Bueno, ese era el barrio también de... Goyeneche [Roberto Goyeneche, famoso cantor de tangos]

Ñ: Bueno, el barrio de los Tachos, de Goyeneche. El Tábano...

P. El Tábano, claro, había una familia, me contaban, una familia de negros también...

Ñ: Y estaban los negro’ Ceballos y aparte habían otros... los negros... [inaudible] mota eran.

P: Negros mota, claro. Nosotros el otro día comentába-mos por qué bailamos como bailamos nosotros [superposi-ción de voces]

Ñ: Negros candomberosP:... las murgas de Saavedra [superposición de voces].

Negros candomberos, ahí dijisteÑ: Y de ahí salieron... la murga... este... la murga Los

Fantásticos, de los negro’ Ceballos. Una linda murga...P: Los Fantásticos, mirá vos... Nosotros no la llegamos

a conocerÑ: Con colores, colores, .... cómo se llama, la ropa... levita

azul. Una linda murga. Y ahí había otra murga, había, pero anteriormente, yo era pibe, eran... Los Morcilludos

P: ¿Los Morcilludos?Ñ: Sí, ya venían de antaño. Igual que Los Curdela’,

venían de antaño Los Curdelas...” (Programa La Repú-blica de Momo, radio FM Latinoamericana, julio de 1995. Entre [] mis aclaraciones)

Los “negros mota” Ceballos organizaban la murga Los Fantásticos, recordaba el veterano parodista Ñamuña. Esa agrupación se formaba en el barrio de las Latas o el Tábano, cerca del terraplén del tren. Allí existe aún un club de tango llamado El Tábano, que frecuentaban Ñamuña y el famoso cantor Roberto Goyeneche nom-brado en este relato, que vivía en esa parte del barrio. El mismo Ñamuña recordó a Los Morcilludos del barrio del Tábano, que representaban al género de comparsas. En otra conversación anterior los describía vistiendo

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AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES

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brillantes blusas negras con capas color celeste de cuello Stuart hasta los pies, y medias blancas hasta la rodilla. Con acompañamiento musical de violines, guitarras y bandoneones, estaban organizados por los negros Rivera o Rivero, también desde el barrio El Tábano o de las Latas.

Lo que me interesa aquí destacar es que durante las décadas de 1930 y 1940 ya no hay referencias a las socie-

dades candomberas en los espacios públicos del carnaval.

Sin embargo, los negros porteños lo seguían celebrando en carácter de organizadores. Si bien no podemos preci-sar con exactitud qué expresaban en esa época las catego-rías de “murga” y “comparsa”, notamos una reconversión de las formas carnavalescas, desde las sociedades can-domberas a estas denominaciones europeas. Resulta sin embargo, desajustado el nombre de la agrupación “Los Morcilludos”, con la caracterización del vestuario y varie-dad instrumental que recuerda Ñamuña. Nombres grotes-cos o paródicos han sido y siguen siendo muy frecuentes en las agrupaciones de murga porteña, por ejemplo Los Curdelas, Los Enemigos del Casorio, Los Chifl ados, Los Mocosos. Pero no así para el género de las comparsas en las décadas del 30 y del 40, que hacían demostraciones de habilidad musical integrando en sus formaciones instrumentos rítmicos con melódicos. Esta discrepancia entre la denominación y el género carnavalesco, pudiera obedecer a un mote atribuido por la replicación paródica a dicha comparsa del derivado del término “morcilla”, un alimento o achura preparada con sangre de res, por lo que tiene una coloración oscura. Y la comparsa haber llevado otro nombre, que en la traducción paródica interracial fuera reemplazada por esta de Los Morcilludos.

En varias ocasiones, el memorioso Ñamuña hizo gala de habilidades lingüísticas humorísticas, desde el sencillo cambio de nombre de un famoso restorán al que él lla-maba “El Vómito”, hasta versos elaborados sobre la llegada de los “cabecitas negras” a la ciudad, o la versión del tango Moneda de Cobre, protagonizado por una mulata. En su parodia, Ñamuña caricaturiza a la mulata, que nunca reinó siquiera en un cabaret, siendo su destino el manicomio o la venta ambulante. Su suerte de “moneda de lata” ni siquiera le reservaría el triunfo juvenil en la vida licenciosa del tango de los años 30. Ñamuña también parodiaba a los “cocoliches”, inmigrantes italianos acriollados, por lo que parece haber sido un efi caz humorista en el arte de la paro-dia interracial o travesti étnico (Karrer 1994).

Volviendo a las menciones de la participación de afrodescendientes en el carnaval porteño, otros vete-ranos murgueros, Eduardo Pérez “Nariz” (1926-2006) del barrio de Palermo, y Jorge Mancini “Guigue” (1931-2010), recordaban a los negros Lastra, directores de Los

Eléctricos de Villa Devoto. En su poesía titulada Murgas de

otros tiempos (1947-1954), Guigue Mancini escribe:

Hoy yo quiero recordar a las Murgas de otros tiempos

Aquellas que ya no existen de un lejano carnaval

Que llevaban Dados-Globos-Abanicos e Instrumentos

Y un Estandarte diciendo somos fulano de tal...

Recuerdo que en Villa Urquiza, en Palermo y en Saavedra

siempre las mejores murgas salían en carnaval.

Y si algunas se topaban se daban como en la guerra

Terminando muchas veces en el hospital...

...Los Amantes al Perejil era otra Murga de pasta

Muy graciosa y ocurrente con sus cantos y demás

Y esa otra que sacaban los famosos negros Lastra

Los Eléctricos su nombre no hace falta agregar más. (Mi énfasis).

Además de la evocación a “los famosos negros Las-tra”, el letrista menciona las “topadas”. Otras referencias similares nominan el encuentro ocasional de dos murgas que se “topaban”, es decir, se desafi aban con los toques de bombos, percusión y bailes, hasta que una de las contrin-cantes era “tapada” en sus ritmos y percusión por la otra, perdiendo el ritmo y así el desafío. “Terminando muchas

veces en el hospital”, recuerda Guigue, licencia poética para imaginarnos que con mayor frecuencia terminarían en las delegaciones policiales. Otros veteranos llamaban “tapadas” al choque de dos agrupaciones carnavalescas que se desafi aban por la superposición y mantenimiento de la continuidad de sus toques de tambores.

Para fi nes del siglo XIX, el cronista Alfred Taullard (1927) recordaba a las sociedades candomberas integradas por familias de afrodescendientes, mientras describía una práctica de encuentro y desafío similar, que solía terminar según nuestro cronista en luchas e incidentes violentos. Taullard adjudicaba a estas “topadas” la principal causa de la prohibición de las sociedades candomberas del carnaval a fi nes del siglo XIX. Muchas décadas más tarde, la denomi-nación que los carnavaleros empleaban para referirse a estos encuentros mantenía un nombre similar al del siglo XIX.

A la continuidad de la práctica de las “tapadas” o “topadas”, se fueron sumando confl ictos y luchas vio-lentas desatados por la entrega de premios, así como por cruces de las agrupaciones carnavaleras con las barras de “hinchas” entre clubes rivales de fútbol. De ese modo, y a pesar de la incorporación de mujeres y niños en los centro-murgas desde la década de 1960 como modo de mejorar la imagen pública y atenuar la visión violenta y marginal de estas agrupaciones, el carnaval porteño ini-ció una larga declinación junto con sus celebrantes.

Sin duda, otros factores, tanto internos como externos a la celebración, incidieron en el ocaso carnavalero de la ciudad. El carácter pendenciero y las rivalidades barriales

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atribuidas a las murgas y centro-murgas se verían supera-das y subsumidas en la violencia social y política que signó al país durante la última parte del siglo XX. A mediados del año 1976, la dictadura militar de turno suprimió los feriados de carnaval del calendario festivo nacional. Para esta década, la anunciada muerte del carnaval casi se había cumplido en la ciudad de Buenos Aires.

EL DISCURSO SOBRE LOS ORÍGENES. TRADICION Y MEMORIA

“En Saavedra aprendimos a bailar con una familia de

negros. Saavedra se caracteriza por mover la cintura y bailar

en el aire”, explica Daniel “Pantera” Reyes, director del cen-tro-murga Los Reyes del Movimiento del barrio de Saavedra.

El discurso sobre la historia y los orígenes de las agrupaciones del carnaval porteño se ha transformado en objeto de interés y refl exión a partir de una última

etapa de incorporación de jóvenes intelectuales y traba-

jadores culturales a la práctica de las artes carnavalescas

desde la década de 1990. Estas herencias son actual-

mente tradicionalizadas en narrativas que confi guran

la historia desde el presente, anclando su origen en un

pasado legendario de esclavitud:

“Yo analizo que el ruido del platillo indica el ruido de

las cadenas de los negros y el golpe, el ¡pum!, viene a ser el latigazo que les daban. Y los negros daban un salto de dolor. Y bailaban con las piernas juntas porque las tenían engri-

lladas. Por eso desarrollaban más la cadera. En Saavedra

tenemos identidad de mover las caderas. Esa es la diferencia

que tenemos también con la murga uruguaya. Allí los blancos hacen las murgas, los negros hacen candombe; nosotros, todos mezclados.” (Reportaje a Daniel “Pantera” Reyes. Revista La Murga, noviembre de 1998, N° 4: 32-34).

Al explicar el particular baile de la murga porteña, nues-

tro director traza interesantes diferencias entre murgas de

diferentes barrios. Marca además diferencias racializadas

respecto de las murgas de la vecina ciudad de Montevideo.

Años más tarde, insiste en diferenciar al barrio de

Saavedra entre otros barrios de Buenos Aires, donde cada

murga tiene su particularidad. “Saavedra tienen una iden-tidad diferente a otros barrios, en el baile, en los recitados... No somos tangueros como los de Boedo, somos más candom-beros. Es más, hemos aprendido con los negros a bailar

murga, con familias de negros. Por eso hay mucho movi-miento de cintura en Saavedra”. (Entrevista en 2003. Mi

énfasis). En estas secuencias discursivas, el director Pantera

tradicionaliza el estilo distintivo de Saavedra con la men-

ción a familias de negros que lideraban y enseñaron el baile

y los ritmos en el barrio. La infl uencia de estas familias en

la práctica carnavalesca del barrio dejó su impronta.

Tradicionalizaciones semejantes en cuanto a la herencia

africana en los carnavales de Buenos Aires, se encuentran

también en el discurso y la poética de otras murgas nuevas,

como Atrevidos por Costumbre del barrio de Palermo, o Los Guardianes de Mujica, de la villa 31 del barrio de Retiro.

Con música de candombes del músico afrouruguayo

Yabor, Los Murgueros de la Nada cantaban para los carna-

vales de 2000 este homenaje titulado Negros murgueros:

Rumba, candombe negro de los murguerosvivo recuerdo de épocas de esclavos ...... Bajo la misma estrella de aquellos tiemposvibran solo los parches como en secretode ese increíble azar somos herederoshuellas de una pasión que el pueblo guardó. Cadenas que se rompen al bailarun candombe de sol, canción de libertad ...... Ilusión que llegó cruzando el marbarcos esclavos y prisioneros ...Estribillo: Golpes de tamboresdanza de colorespara no dejar el tiempo atrásEn nuestras cancionesquedan las razonespara no olvidarnos nunca más.África murguera, pasión que hoy nos quema en el corazón.

En los siguientes versos de Los Pitucos de Villa Devoto,

también se unen discursivamente el pasado del carnaval

esclavo con el presente:

Hace mucho tiempo, los esclavos negrosmovían las caderas buscando sus sueñosEn cada patada yo los represento,Pasaba en tu tierra, en mil ochocientos... ... Carnaval del negro, de los inmigrantes,Carnaval del pueblo, de los atorrantes.Somos los de abajo contra los de arriba,¡Somos Los Pitucos! ¡Somos rebeldía!

En el barrio de Saavedra, el legado afroargentino es asu-

mido no solo en explicaciones acerca de la danza, el desfi le y

la percusión, sino en el repertorio de canciones y recitados:

Soy murguero de corazón. Versos de Darío

Vasconcellos

... Fueron los negros que dejaron esta herencia Y la conciencia siempre fue la del dolor.Pero seguro que nos miran desde arriba,Y hoy son los Reyes, que entonan la canción. Son los muchachos que una vez nos enseñaronA defender esta locura con honor,Pero seguro que nos miran desde el cielo.Canten con fuerza por favor esta canción.Coro: Soy murguero señor, ¡de corazón!

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Estas canciones del centro-murga Los Reyes del Movi-

miento, del barrio porteño de Saavedra, enlazan el baile de la murga de hoy con el de generaciones anteriores, haciendo explícita la vinculación de este lenguaje de la expresión car-navalesca con sus orígenes negros. Las poéticas referencian socialmente a los murgueros: fueron “botelleros”, “borra-chos”, “chicos de la calle”, “jubilados”. Categorías sociales que nominan a los excluidos, que a través del denominador común de “la conciencia siempre fue la del dolor”, se unen y equiparan con la herencia africana.

Durante una charla que mantuviéramos en 2003, el director Daniel “Pantera” Reyes arma y desarma la narra-tiva ofi cial sobre la peligrosidad de las murgas y los mur-gueros: “La murga fue muy marginada. Cuando era chico

nunca decía que era murguero. Parece mentira que tanta

importancia tenga la murga. Tal vez hoy, ésa sea una dife-

rencia con los murgueros nuevos, que esa marginación no la

viven, pero antiguamente era muy marginal. Vos salías en

una murga y eras villero, borracho, delincuente, eras todo lo

peor... Yo, a los catorce años me tuve que escapar [de mi casa

para ir a la murga]. Estaba hablando de la marginación, y

mis padres marginaban a la murga, porque no me dejaban

ir... Era una forma de cuidarme, no fue de mala gente que

no me dejaban. Y creo que a mí me sirvió para demostrar

un poco a la sociedad y a mis padres que la murga era una

familia, que la murga era un montón de cosas lindas... Yo,

si no fuera por la murga, sería un negrito villero, como dice la policía, y tuve la suerte de ser alguien por la murga.

Alguien entre comillas, por supuesto”. (Entrevista 2003. Mi énfasis y aclaración)

En este relato, nuestro director comienza consta-

tando la mala imagen generalizada sobre el murguero,

“eras villero, borracho, delincuente, eras todo lo peor”.

Estereotipo social que afecta la construcción misma de

su yo murguero, prejuicio internalizado por sus propios

padres, y por su negativa a reconocerse como tal. Pero

luego, “Pantera” hace de la marginación un lugar desde

donde construir una identidad en positivo y replicar el

estigma racista y clasista de negrito villero. En su con-

trarrelato, logra “demostrar un poco a la sociedad y a mis

padres” que la murga es otra cosa; la murga se transforma

en un espacio de poder e identidad, “un montón de cosas

lindas”, para sujetos subalternizados. Esta simple agru-

pación carnavalesca pone en juego y permite acceder a

una serie de valores denegados a los pobres, tales como

reconocimiento, prestigio, honor, distinción, autoestima,

recursos, pertenencia, que el director Pantera resume en

“… tuve la suerte de ser alguien por la murga”.

“La conciencia del dolor” en los versos de Darío, enfa-tizada por el “siempre”, traza una línea de continuidad semántica e histórica desde los primeros negros escla-

vos y candomberos hasta los actuales “negritos villeros” y

murgueros, atravesando las diversas clasifi caciones que ha

identifi cado Alejandro Frigerio (2006). Estos versos mur-

gueros sobre el color de la pobreza y la exclusión, integran

en el dolor de “siempre” las categorías raciales que histórica-

mente ha descripto con claridad y precisión este autor en su

trabajo citado: negros entre comillas, negros mota, cabecitas

negras, negrito villero. Categorías que remiten a distintos

sujetos sociales, más o menos “negros”, con el denomina-

dor común de pueblo pobre. Dice Frigerio: “...la pobreza

está, efectivamente, asociada en el imaginario porteño con la

negritud. Que la extrema pobreza nos lleve a vernos negros

comprueba... la vigencia –no importa qué tan silenciada– de

las categorías raciales como reproductoras de las diferencias

sociales que nos aquejan” (Frigerio 2006).

REFLEXIONES FINALES

Presentamos en este artículo algunas narrativas que

confi guran racialmente presencias, estilos y prácticas

durante los festejos de carnaval en el siglo XX. Si bien

estas indagaciones no conformaron para mí una línea de

investigación en particular, fueron frecuentes las men-

ciones casuales, surgidas de modo ocasional, acerca de la

participación de negros y afro-descendientes en los car-

navales porteños, tanto en las crónicas (gráfi cas y escri-

tas), libros, como en diálogos y narraciones actuales.

Elegí esta línea de desarrollo porque tiene algunas

coincidencias con el anunciado fi nal de las sociedades can-

domberas en el siglo XIX. La exclusión de estas sociedades

de los espacios públicos del carnaval fue el último paso

de la reclusión a ámbitos privados del candombe prac-

ticado por afroporteños (espacios que podían ser tanto

familiares como ocasiones festivas intragrupales, como

las del Shimmy Club estudiadas por Alejandro Frigerio).

Este arrinconamiento debió haber reducido al máximo

las posibilidades de reproducción de la performance del

candombe, que como toda práctica folclórica se aprende,

internaliza, crea y reproduce en su propia ejecución.

Relatos de viejos carnavaleros que recordaban las

décadas de 1930, 40 y 50 ubicaron a familias de negros

porteños que organizaban agrupaciones de carnaval.

Estos grupos tenían entonces denominaciones euro-

peas: murgas, centro-murgas o comparsas. Posiblemente

haya habido apropiaciones e imitaciones entre blancos

y negros que festejaban el carnaval, en intercambios de

distinto valor de equivalencia, pero dentro del mismo

campo popular y en distintos niveles de la práctica carna-

valera. El acompañamiento musical sólo de percusión, la

integración de desfi les bailados a la actuación de la murga

porteña, la importancia del baile en estos grupos, el alto

número de integrantes, retoma patrones estéticos de los

desfi les de las agrupaciones candomberas. Sus denomi-

naciones, la poética y vestimenta, parecen responder a

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hibridaciones más europeas e inmigrantes. Pero décadas

más tarde, los negros porteños ya no ocupan el lugar de

organizadores. Si bien participan en murgas y centro-

murgas, en lugares artísticos destacados y cuando aun hoy se reconocen verdaderos linajes afro-porteños, ya no dirigen ni organizan, sino que son invitados e integrados como cualquier otro vecino o amigo.

Expulsión pública, confi namiento, burla y parodia de las prácticas de candombe primero, luego mestizaje e hibridaciones en las celebraciones del carnaval, más tarde desplazamiento y pérdida de autoridad en la dirección de organizaciones carnavalescas, pueden bosquejarse como tres momentos que dejan ver un arrinconamiento y despla-zamiento continuo del protagonismo negro en el modesto escenario del carnaval porteño. Proceso de negaciones y exclusiones vividas para el carnaval, que sin embargo, generan evocaciones y relatos fragmentarios de sentidos múltiples sobre los negros en el carnaval de Buenos Aires.

A su vez, una serie de relatos sobre la herencia africana en la estética del carnaval conforman tradicionalizacio-nes que anclan el origen de estas prácticas en un pasado imaginario. Se trata de relatos de distinto orden de sis-tematicidad, poética, coherencia, reiteración y elabora-ción, pero que unen narrativamente pasado y presente, contraponiendo versiones que cuestionan el mito de la Argentina “blanca y europea”. Conforman una poética de la tradición, que se puede leer tanto como una metana-rrativa, racionalizaciones que explican cómo y por qué sucedieron los hechos, pero también como una construc-ción contranarrativa acerca de la afi rmación dominante sobre la extinción de los negros en nuestra sociedad.

Quizás por el escaso interés que ha despertado en los sectores dirigentes la fi esta popular, estas narrativas no han sido expurgadas ni reprimidas del imaginario social y pueden aún afl orar en la memoria de sus celebrantes. Quizás el propio espacio carnavalesco haya amparado a sectores subalternos resistiendo juntos la reproducción de la desigualdad social.

La celebración del carnaval ofreció en la ciudad de Buenos Aires una posibilidad poco controlada para exhi-bir las diferencias, mediante actividades que permitieron construir espacios abiertos de comunicación intercul-tural. Espero que la actual política de fomento hacia el carnaval y sus expresiones tradicionales, advierta esta verdadera épica popular del mantenimiento de identida-des múltiples, así como los interesados en tales cuestiones profundicemos y registremos sus memorias.

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ENTRE EL PLURALISMO Y EL MODELO DE FUSIÓN: ALGUNAS REPRESENTACIONES DEL DOCK SUD

COMO UN CRISOL DE RAZAS ENTRE INMIGRANTES CABOVERDEANOS EN LA ARGENTINA

María Cecilia Martino1

RESUMEN

El presente artículo analiza los procesos de inserción social transitados por los inmigrantes caboverdeanos arri-

bados al país en 1940. Rescata el contexto nacional y local en el que estos se adaptaron, indagando en la narrativa del

“crisol de razas” que desplazó a las identidades mestizadas como elemento de identificación nacional.

PALABRAS CLAVE

Caboverdeanos - crisol de razas - mestizaje - afrodescendientes.

ABSTRACT

This article analyzes de the social insertion processes that Cape Verdean immigrants arrived during the decade of

the 1940´s in Argentina went through. It reclaims the local and national contexts to which they adapted, inquiring into

the “melting pot” narratives that displaced the racially-mix identities as an element of national identification.

KEY WORDS

Cape Verdeans - melting pot-racially - mix identities - afro descendants.M N O P Q R S T T U V N 1W X Y Z [ \ Y ] ^ _ Z [ ` a b Z ` Z [ c d Z e X _ f [ g h b ^ h X ] h _ h X ] h c ` ^ i h g j[ k [ ] g Z l Z m k [ n Z X ` k b e _ h X ] Z ` k d Z X Z Y ^ o Z ` k Y k [ h p h b ] k [ q e hY Z [ X Z g g Z ] ^ i Z [ [ k l g h Y Z r ` h [ Z s Z g ^ b ^ t X u ` h Y Z [ s k l Y Z b ^ k X h [[[Z p g k ` h [ b h X ` ^ h X ] h [ n Z X ] h X ^ ` k ] Z X ] k s Z g Z h Y ` h i h X ^ g ` h h [ ] kkk_ ^ [ _ k [ v g e s k [ b k _ k ` h Y Z [ ^ X i h [ ] ^ v Z b ^ k X h [ q e h [ k l g h h Y Y[ h n ^ b ^ h g k X w x h ^ ` y X ` g h z [ c { | } ~ c � g ^ v h g ^ k c � ~ ~ � c � h Y h g c� ~ { ~ c h X ] g h k ] g k [ � � � h ] h X ^ a X ` k X k [ h X Y k [ ] g Z l Z m k [ Z b Z ` a _ ^ jb k [ c Y Z n ^ [ ] k g ^ Z ` h Y Z s g h [ h X b ^ Z X h v g Z h X h Y s Z � [ [ h k g v Z X ^ o t] g Z ` ^ b ^ k X Z Y _ h X ] h ` h [ ` h e X Z _ Z ] g ^ o k g ^ h X ] Z ` Z Z g h [ s k X ` h g Y Zs g h v e X ] Z ` h Y s k g q e a ` h [ e � � � � � � � � � � � Z s Z g ] ^ b ^ s Z b ^ t X h X Y Z [v e h g g Z [ s g h i ^ Z [ Z { } } ~ 2 h X Y Z [ b e Z Y h [ ] k _ Z ggg k X s Z g ] h X e _ h jg k [ k [ Z p g k Z g v h X ] ^ X k [ ` ^ k b e h X ] Z ` h Y Z b Z ] Z [ ] t � b Z l Z m Z h X [ eX \ _ h g k � y [ e i h o c h Y Z Y ] k X ^ i h Y ` h _ h [ ] ^ o Z m h hhh � s h g ^ _ h X ] Z ` ks k g h [ ] Z [ s k l Y Z b ^ k X h [ c p e h e X ] h _ Z q e h c b k _ k i h g h _ k [ _ f [Z ` h Y Z X ] h c k p g h b ^ t e X Z p e h g ] h h i ^ ` h X b ^ Z Z Y k [ g Y Z ] k [ q e h l e [ jjjb Z l Z X ` h _ Z X h g Z Z X [ ^ k [ Z Z [ k b ^ Z g h [ ] h s g k b h [ k b k X Y Z ^ ` h ZZZ` h e X s Z � [ q e h [ h ]]] k g X Z l Z b Z ` Z i h o _ f [ r l Y Z X b k d n k _ kv a X h k u d q e h [ e [ ] ^ e ^ g � Z b k X h Y b k g g h g ` h Y ] ^ h _ s k Y Z _ ^ [ _^ ` h Z ` h _ h [ ] ^ o Z m h � � e h [ ] Z h X _ Z g b n Z Y Z b k X q e ^ [ ] Z q e h ` Z g � ZZZY e v Z g Z Y Z h � s g k s ^ Z b ^ t X ` h Y � � c � � ` h Y Z [ ] ^ h g g Z [ ^ X ` � v h X Z [w x Z ` k i ^ b n d � Z Y Z o k ]]] hhh c � ~ { ~ � � � � [ h b k _ h X o t Z h [ ] ^ _ e Y Z g Yhhh X ] g Z ` Z ` h ^ X _ ^ v g Z X [ i h X ^ ` k [ ` h s Z � [ h [ h e g k s h k [ �W Y [ ^ v Y k � � Z s Z g h b � Z Z [ � b k _ k e X Z r i e h Y ] Z ` h s f v ^ X Z uX Y Z n ^ [ ] k g ^ Z ` h Y s Z � [ b k X Y Z Y Y h v Z ` Z ` h Y k [ ^ X _ ^ v g Z X ] h [

1Facultad de Filosofía y Letras, UBA-CONICET.

[email protected]

Como las guerras federales de 1812-1850, la Guerra del Para-

guay (1865-1870) y en las revoluciones post-electorales de

(1874 y 1880), consultar Geler, 2010.

d Y Z b k X p k g _ Z b ^ t X ` h Y W [ ] Z ` k � Z b ^ t X � � ^ X ` e ` Z h [ ] h_ k _ h X ] k s e h ` h b Z g Z b ] h g ^ o Z g [ h b k _ k e X r s h g � k ` k l ^ [ Z jjjv g Z u w � Z Y s h g ^ X � k X v e ^ c � � � � � � s k g Y k [ b Z _ l ^ k [ i h g ] ^ v ^X k [ k [ q e h Z b h Y h g Z g k X � �   ¡ � � � � ¢ � � £ � � � � £ ¤ � ¥ � � ¦ ��� � � ���� � � � § � � � � � ¨ ¢ £ © � � ¨ � ¨ � � ¢ � � � £ � � ¢ � � £ � ª ¤ £ � � § £ ¤ � � « £ ¤¬ ­ ® � � « £ ¯ � � ¤ ° ¢ ¥ £ ¦ � � � � � � � £ � ¨ � ¤ ° � � � � � � � � � £ � �� ¤ � ± ² ¨ « � � � � £ � ¨ £ � � « � � � � � « � ° � ³ ¨ � � « £ ´ ° � ¤ � � µ � � � � ¤ � ¶� � · � « £ © « � ¨ � � § � � � � « £ ¤ ¸ w � h Y h g � ~ { ~ � { | � � � Z Y Y h v Z ` Z ` hb ^ h X ] kkk [ ` h _ ^ Y h [ ` h ^ X _ ^ v g Z X ] h [ c s k g Y k ] Z X ] k c b Z _ l ^ Z g � ZZZY Z � [ X k _ � Z ` h Y s Z � [ h X v h X h g Z Y d ` h Y Z b ^ e ` Z ` ` h � e h jX kkk [ y ^ g h [ h X s Z g ] ^ b e Y Z g c [ ^ ] e Z b ^ t X q e h p e h Z b k _ s Z ¹ Z `s g Y Z ^ ` h Z ` h Y r h _ l YYY Z X q e h b ^ _ ^ h X ] k u ` h Y Z [ k b ^ h ` Z `ZZZ g v h X ] ^ X Z m e X ] k Z Y Z i Z k g Z b ^ t X s k [ ^ ] ^ i Z Y k [ Z s k g ] h [ b e Y j] e g Z Y h [ ] g Z � ` k [ s k g Y Z ^ X _ ^ v g Z b ^ t X h e g k s h Z q e h c b k _ k� g _ Z � h Y h g c r w º � � � � ® � ¥ � � � § � » ¨ ¤ � � � � � © � ° � � ° ¤ � � ¶¢¢¢ ��� ��� ��� � « � � ¤ � ¨ � £ « � ¼ � � � � £ � ¢ ² ¤ � � � � � � ¤ � ½ � « £ � £ � � � � �� « £ § ¤ £ ª ¤ � ¨ £ u w £ § ¾ � � � ¾ c � ~ { ~ � { � � � W X ] g h h [ ] Z [ k Y h Z j`̀̀ Z [ c [ ^ X h _ l Z g v k c Z g g ^ l t e X b k X ] ^ X v h X ] h ` h ^̂̂ X _ ^ v g Z X ] h [h k g ^ v h X Z p g ^ b Z X k c Y k [ b Z l k i h g ` h Z X k [ 3 � y X Z Y ^ o Z g h _ k [b t _ k c ^ X ] h g Z b ] e Z X ` k b k X e X Z X Z g g Z ] ^ i Z X Z b k X Z Y ` k _ ^ jX Z X ] h 4 q e h X h v Z l Z Y Z s g h [ h X b ^ Z ` h s k l Y Z b ^ k X h [ ` h k g ^ v h X3

Cabo Verde, archipiélago formado por diez islas y tres islotes

ubicados a unos 640 km.de la costa occidental africana a la

altura de Senegal, registró la presencia portuguesa desde el

temprano siglo XV y, luego de un extenso período de coloni-

zación, se independizó en 1975.4

Entendemos el término en el sentido de Kratzer como “un

entramado de representaciones, valores y retóricas constituti-

vos de una forma de gobierno específica” (Kratzer, 2009: 61)

aunque ampliamos su sentido a un período de tiempo más

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CUADERNOS 23

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amplio. Como señala Frigerio, estas narrativas proveen una

“identidad nacional esencializada, establecen las fronteras

externas de las naciones y su composición interna y proponen el

ordenamiento correcto de sus elementos constitutivos (en térmi-

nos de etnia, religión y género)” (Frigerio, 2010).5 Estas identifi caciones, están siendo reformuladas con mayor

fuerza por las generaciones jóvenes, que reivindican una iden-

tidad colectiva “negra” “caboverdeana” y de manera reciente,

“afrodescendiente”.6 Entre los años 1857 y 1916 se registra un total aproximado de

dos mil caboverdeanos inmigrados a la Argentina. Un censo

posterior realizado en 1979 arrojó la cifra de mil -entre nati-

vos y descendientes- residentes en La Plata, Berisso y Ense-

nada, y una cifra de 6000 caboverdeanos concentrados entre

la zona de Capital Federal y Gran Buenos Aires. (Maffi a, 1981)7 Marta Maffi a señala que los inmigrantes que llegaron en este

período, en su mayoría, no eran ni trabajadores califi cados ni profesionales, a diferencia de las oleadas anteriores. (Maffi a, 2010:221).

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nido Cabo Verde una tardía independencia de Portugal (1975), los recién llegados denominaron “Sociedad cabover-deana” a su institución, demostrando la temprana identifi ca-

ción con dichos orígenes. 9 A su vez la autora diferencia a estos barrios de los “guetos”,

ya que en los primeros los vecinos conviven con habitantes de otras procedencias, y su permanencia es el fruto de una

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ENTRE EL PLURALISMO Y EL MODELO DE FUSIÓN: ALGUNAS REPRESENTACIONES DEL DOCK SUD

COMO UN CRISOL DE RAZAS ENTRE INMIGRANTES CABOVERDEANOS EN LA ARGENTINA

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10 Marta Maffi a señala que las mudanzas de algunos cabover-deanos desde Dock Sud hacia otras localidades comienzan entre las décadas de 1940-1950. Los motivos de estos despla-

zamientos se asocian a los proyectos de movilidad social de

las diferentes familias y se afi anzan aún más con las primeras generaciones nacidas en el país.

11 Esta estaba ubicada en la isla del Río Santiago, en la localidad

de Ensenada de Barragán, en donde se encuentra la Sociedad

Caboverdeana de Ensenada.

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El sindicato no conserva los listados de sus antiguos afi liados,

por ello se nos difi culta la reconstrucción de la cantidad de trabajadores de origen caboverdeano que estuvieron sindi-calizados. Fuentes internas al sindicato nos informaron una gran cantidad de inmigrantes caboverdeanos afi liados, dato que deberemos trabajar a partir de los testimonios orales.

13 Con el primer gobierno peronista (1946-51) se asistió a un aumento en la capacidad de organización de la clase traba-jadora y los sindicatos aumentaron el número de sus afi -

liados, entre 1946 y 1951 el número se disparó de 520. 000 a 2.334.000 (James, 2010: 24)

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CUADERNOS 23

70

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Algunas autoras (Martínez Echezábal, 1998, Corti, 2010, entre

otras) argumentan que, a diferencia de nuestro país, en donde

el mestizaje está asociado a la diversidad y por ello se ubica

en tensión con nuestra formación nacional, que destaca el

origen blanco y homogéneo –no mestizo- de su población,

en Latinoamérica, el mestizaje aparece fuertemente asociado

a un proyecto de homogeneidad racial y cultural.15

Tanto el positivismo como el darwinismo social proveniente

de Europa son sus exponentes principales, estas teorías racis-tas “relegaban a los negros y a los indígenas a un estatus inferior

permanente y condenaban a los mestizos como seres “degenera-

dos” (Helg, 1990, Wade, 2000: 42, mi énfasis).

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A diferencia de los “mulatos” quienes para Sarmiento, no gozaban de tal nivel de “degeneración”. Dos motivos explican

esto: (1) su relativo escaso número en relación a los indígenas,

[más adelante veremos cómo la categoría “mulato” desapa-

recería de los censos, contribuyendo a la “desaparición” en el

imaginario nacional] (2) su mayor concentración en la ciudad

de Buenos Aires, el centro de la “civilización” y del “progreso”.

A diferencia de los indios “salvajes” y los gauchos “bárbaros”

que como elemento mestizado estaban concentrados en el

campo. (Consultar Martínez Echazábal, 1998) 17

El autor recupera aquí el argumento propuesto por George

Reid Andrews (1980)

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ENTRE EL PLURALISMO Y EL MODELO DE FUSIÓN: ALGUNAS REPRESENTACIONES DEL DOCK SUD

COMO UN CRISOL DE RAZAS ENTRE INMIGRANTES CABOVERDEANOS EN LA ARGENTINA

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Los caboverdeanos habían gestado este discurso en la medida en que la realidad colonial los determinó a desarrollar meca-nismos adaptativos para sobrevivir en ese contexto. Estas estrategias, a su vez fueron estimuladas por la propaganda ofi cial del dictador Salazar y por las ideologías justifi cadoras del régimen como la del “lusotropicalismo” que mitifi caban la realidad del colonialismo en la imaginería de la “convivencia

pacífi ca entre el colonizador y el nativo mediante la evidencia

del mestizaje, dejando a un segundo plano la realidad de la

dominación” (Contarino Sparta, 2006). Para un análisis inte-resante de estos procesos, y cómo perviven en la Argentina consultar Contarino Sparta, 2006.

19 Si bien a los fi nes del presente trabajo enfatizamos en la cons-trucción identitaria “mestiza” aclaramos que los etnónimos utilizados por las personas en la vida cotidiana para autode-nominarse son muy variados, siendo también frecuentes las denominaciones de “caboverdeanos”, “argentino-caboverdea-nos” “argentinos” “portugueses” y solo muy recientemente, en algunos ámbitos algunos comienzan a identifi carse como “afroargentinos” o “afrodescendientes”. Por ello preferimos hablar de “actos de identifi cación” en el sentido de Frigerio (2007) destacando las diversas identidades “a disposición” con la que cuentan los sujetos, y la importancia del contexto en la ponderación de una u otra.

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CUADERNOS 23

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Estos temas han sido analizados en otro trabajo (Martino, 2010), y forman parte central de la investigación que estoy llevando a cabo con las generaciones más jóvenes de descen-dientes de caboverdeanos en la Argentina.

21 Según las trayectorias reconstruidas, la mayor parte de los descendientes de caboverdeanos residen en el conurbano bonaerense, en zonas cercanas a Dock Sud y al Sur del Gran Buenos Aires, entre ellas se pueden mencionar: Avellaneda, Sarandí, Villa Domínico, Bernal, Quilmes, General Pacheco, Ezeiza, etc. Otros residen en Capital Federal.

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ENTRE EL PLURALISMO Y EL MODELO DE FUSIÓN: ALGUNAS REPRESENTACIONES DEL DOCK SUD

COMO UN CRISOL DE RAZAS ENTRE INMIGRANTES CABOVERDEANOS EN LA ARGENTINA

73

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no solo en su capacidad para condensar y proyectar a nivel simbólico una serie de imágenes adecuadas al relato nacio-nal, apropiándose de nociones como la de “transformación” y “movilidad social” y “progreso”, sino también en atenuar aquellos elementos que pudieron haberse presentado en oposición a esa construcción. Las situaciones de confl icto –aquellas que involucraran rispideces entre los miembros de las distintas comunidades, actos de discriminación racial, exclusión social, disidencias políticas etc.– pudieron ate-nuarse o bien omitirse. Lo que se privilegió en estos relatos

23

fue una construcción que podemos denominar reparadora: la de una época que si bien fue de sufrimiento y esfuerzos para los inmigrantes, signaría un futuro de progreso y por-venir en sus descendientes. De esas imágenes y metáforas a disposición se apropiaron los inmigrantes de carne y hueso construyendo un relato de inserción social e integración.

CONCLUSIONES El proceso de inserción social transitado por los inmi-

grantes caboverdeanos y sus descendientes conllevó que en un primer momento estos asumieran una identifi cación “mestiza” progresivamente resignifi cada en “portuguesa” y “europea” acorde a la historia del país que abandonaban –Cabo Verde– y a la del que los recibía, la Argentina. En ese entonces se comenzaba a reforzar la imagen de una nación “blanca” “europea” y “homogénea” “sin negros ni indios”. En un país que no podía nombrarlos, se amoldaron a las circunstancias vigentes negociando sus identidades en los diversos contextos sin abandonar su fuerte vínculo con Cabo Verde el que, permaneciendo en la esfera comuni-taria, se mantuvo “invisibilizado” fuera de este ámbito. Las

22 Extracto del libro Dock Sud un sentimiento de María Teresa Pikulski y Oscar Félix Orquiguil.

23 Utilizo el término “relatos” en un sentido amplio. Referimos con él tanto a las narrativas nacionales dominantes –cuya defi nición ofrecimos al comienzo del artículo– que son estructuradas por las élites de comienzos de siglo XX, como a aquellos relatos locales, más acotados, que adoptan de las narrativas nacionales su espíritu y su sentido, reproduciendo y reelaborando sus signifi cados en distintos contextos.

identifi caciones mestizas y portuguesas, encontraron su fundamentación en el mito del “crisol de razas” que fue activamente recreado en el contexto local de Dock Sud y ofrecía a su vez la contra-fi gura blanqueada del mestizaje: la que refería a la mezcla y fusión entre las distintas colecti-vidades de inmigrantes [ya no razas].

AGRADECIMIENTOS

A Juan Carlos Radovich por la lectura y las suge-rencias realizadas en una versión anterior.

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75

ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN ACERCA

DE LA MIGRACIÓN ESLOVENA A LA ARGENTINA

Nadia Molek1

RESUMEN

El presente artículo pretende revisar los antecedentes de investigación acerca de la migración eslovena a la Argen-tina. Pone a disposición de los lectores las diversas problemáticas que constituyen el núcleo de los estudios acerca del

tema, no solo desde un abordaje academicista, sino también desde la perspectiva de la propia comunidad.

PALABRAS CLAVES

migración, eslovenos, identidad

ABSTRACT

This article reviews the background literature on Slovenian migration to Argentina. It offers readers an inspection

of the various issues that are at the core of studies on the subject and brings them closer to some aspects that are rel-

evant today, not only from an academic approach, but also from the community’s perspective.

KEYWORDS

migration, Slovenes, identity

INTRODUCCIÓN1

La inmigración ha sido un factor fundamental en la

conformación de la República Argentina, hecho que se

revela en la numerosa literatura sobre el tema (Pacceca

y Courtis 2008). Históricamente, la mayor parte de los

estudios vinculados a esta temática se aboca a las migra-

ciones internacionales, caracterizándose por un enfoque

“positivo”, es decir, entendiendo a los inmigrantes como

agentes potenciales de la modernización de la sociedad

nacional y focalizándose en los procesos de inserción de

los inmigrantes europeos en la sociedad argentina a tra-

vés del tiempo (Devoto 2003 y 2009; Pacceca y Courtis

2008)2. Dentro de esta perspectiva se inserta la metáfora

del “crisol de razas”3, la cual postulaba la idea de una

sociedad argentina integrada, donde los inmigrantes se

habrían asimilado a una matriz social y cultural preexis-tente (Bjerg 2009:20). Desde otra perspectiva, existen diversos estudios más actuales que señalan a la socie-dad argentina como plural, originada en la inmigración

1UBA (Facultad de Filosofía y Letras, UBA. [email protected]

2Asimismo, en nuestro país existen desde los años sesenta estudios dedicados a la inmigración latinoamericana a la

Argentina, a la cual no referiré en el presente trabajo, por exceder los fines de la misma. Para profundizar en este tópico,

consultar: Maffia 2002; Pacceca y Courtis 2008 entre otros.3

El concepto de crisol de razas se desprende de los plantea-

mientos sociológicos de comienzos del siglo XX.

masiva, donde coexisten diversas identidades culturales

(Bjerg 2009:20-21).

Actualmente, se puede destacar otro abundante

grupo de investigaciones que han examinado la posición

de las colectividades europeas en el presente, general-

mente desde una perspectiva antropológica, centrados

en los procesos identitarios o en las dinámicas de ree-migración de jóvenes hacia los países de sus ancestros migrantes (Maffia 2002; Pacceca y Courtis 2008). El pre-sente artículo se encuentra ligado a esta mirada. Su prin-cipal motivación fue el deseo de contrarrestar la escasez de los estudios sistemáticos en ciencias sociales sobre los eslovenos en la Argentina, a pesar de constituir ésta una migración de ultramar histórica.

A lo largo de este trabajo me propongo revisar algu-

nos antecedentes de investigación acerca de la migración

eslovena a la Argentina4, acercando al lector a las diversas

problemáticas que constituyen el núcleo relevante de los

estudios acerca del tema, no solo desde un abordaje aca-

demicista, sino también desde la propia comunidad5.

4Cuando hablamos de la migración eslovena, nos referimos

a actores autoidentificados como eslovenos, que han expe-

rimentado un proceso migratorio desde Eslovenia hasta la

Argentina. Eslovenia constituye un estado-nación ubicado en

Europa central. Limita con Italia, Austria, Hungría y Croacia. Su independencia se concretó en 1991.

5El artículo pone a disposición de los lectores parte del estado de la cuestión elaborado para la investigación realizada y sis-

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1): 75-89 (2011/2012)ISSN 2422-7749 / Versión papel: 1852-1002

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A fi n de sistematizar el corpus que se desarrollará a

continuación, se ha decidido dividir metodológicamente los estudios en tres niveles. Primeramente se presentarán

los trabajos de investigación realizados por especialistas en ciencias sociales. Se indagará separadamente en las

producciones académicas argentinas y eslovenas, por

separado, a fi n de señalar y comparar los diferentes crite-rios de selección desplegados ante el universo de estudio, es decir “la migración eslovena a la Argentina”. Luego, se presentarán algunas de las investigaciones realizadas

por los actores mismos de la comunidad eslovena en la

Argentina6. Si bien un orden cronológico resultaría más

claro para el lector interesado en ahondar en la literatura sobre migración eslovena a la Argentina, esta división no tiene como único propósito el presentar un estado de la cuestión enumerando el corpus de investigación, sino que se busca identifi car y comparar las tendencias temáticas desarrolladas en cada nivel. En otras palabras, me interesa indagar y refl exionar acerca de si existe una divergencia en los abordajes y objetivos entre las pro-ducciones realizadas por las ciencias sociales argentinas, las de la academia eslovena, o respecto de los intereses de los propios actores.

ASPECTOS METODOLÓGICOS Para el presente artículo, hemos defi nido que el uni-

verso de estudio de las investigaciones que se presentarán en las siguientes páginas lo conforman los eslovenos de la Argentina.

La categoría eslovenos ha emergido durante el tra-bajo de investigación como una categoría que refi ere a la distinción social del grupo en cuestión, tanto dentro de la sociedad argentina como a nivel internacional, cuya confi guración identitaria tiene como referencia a Eslovenia

7. La construcción de esta identidad refi ere a

una categoría relacional, es decir, como una “autodefi -nición” de los actores y una “heteroidentidad” defi nida por otros. Es decir, dentro de un marco internacional y dentro del contexto de conformación y desarrollo del Estado-nación argentino, los eslovenos se reconocen y son reconocidos como tales. A su vez, como veremos en

tematizada en mi tesis de licenciatura en Ciencias Antropoló-gicas (Molek 2012).

6 Hay diversos trabajos de investigación realizados por intelec-

tuales y afi cionados de la comunidad eslovena de Argentina, que fueron tomados como fuentes y documentos a analizar desde el punto de vista de la confi guración de identidad.

7 Si bien hoy día Eslovenia conforma una República Parla-

mentaria, parte de la Unión Europea, en el pasado formó parte de diversos estados multinacionales hasta su indepen-dencia en 1991.

el siguiente apartado, esta confi guración de la identidad, dinámica y fl exible, se ha ido resignifi cando en el tiempo, débase a las cambiantes pertenencias estatales de Eslove-nia

8, sea en relación a la posición de los eslovenos como

grupo minoritario dentro de la sociedad argentina.El relevamiento de la bibliografía se ha realizado

siguiendo diversos criterios. En principio, se ha consul-tado directamente a los actores acerca de fuentes pertinen-tes para la construcción del estado de la cuestión. Muchos me han acercado y sugerido autores y bibliografía de su interés personal, lo cual me permitió observar acerca de los saberes institucionalizados y aceptados como “verda-deros” por la comunidad.

Una segunda instancia la conformó la investigación en el centro de documentación y biblioteca central de la Asociación Eslovenia Unida. Allí, se han consultado tanto investigaciones realizadas por académicos eslove-nos, como por los migrantes mismos. Esta exploración resultó interesante puesto que no solo aportó datos específicos respecto de la literatura existente y accesible sino que también confirió conocimiento acerca de las relaciones transnacionales entre los migrantes eslove-nos de la Argentina y su lugar de origen, Eslovenia.

Una tercera instancia de indagación consistió en el contacto directo con el Centro de Estudios Migratorios del Centro Nacional de Investigaciones Científi cas de la República de Eslovenia (SRC ZASU), quienes me sugi-rieron y enviaron material académico actualizado para profundizar mi investigación.

Una cuarta instancia de búsqueda consistió en la exploración de los índices de congresos científi cos y revistas temáticas nacionales, tanto a través de Internet como a través de catálogos de bibliotecas especializadas en ciencias sociales. Esta exploración persiguió el obje-tivo de encontrar literatura académica producida por científi cos argentinos. Si bien esta etapa de investigación resultó ardua, pude encontrar interesantes datos que se han incluido en el presente trabajo.

8 Hasta 1914, Eslovenia formó parte del Imperio Austro-Hún-

garo. Luego, durante el período de entreguerras, fue incorpo-rada al Reino de los serbios, croatas y eslovenos, el cual cambió su nombre en 1929 por el de Reino de Yugoslavia. Durante este período una gran parte territorio esloveno fue dividido entre algunas de las potencias vencedoras, como Italia y Austria. Italia reclamó el litoral marítimo de Eslovenia, el cual le fue concebido y anexado a su territorio con el Tratado de Rapallo de 1920. Asimismo, parte del territorio esloveno la zona Trans-murana aledaño a Hungría, Prekmurje, fue anexado en 1919.

Luego del restablecimiento de Yugoslavia al fi nal de la Segunda Guerra Mundial, Eslovenia se convirtió en parte de la República Federal Socialista de Yugoslavia, declarada ofi cialmente el 29 de noviembre de 1945. Formó parte de este Estado hasta 1991.

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ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN ACERCA DE LA MIGRACIÓN ESLOVENA A LA ARGENTINA

Finalmente, cabe aclarar que también se han tomado en cuenta fuentes indagando en las citas bibliográfi cas de los diversos libros y artículos leídos.

CONTEXTO HISTÓRICO DE LOS PROCESOS MIGRATORIOS ESLOVENOS A LA ARGENTINA

9

En principio, la presencia eslovena en la Argentina se remonta al siglo XVII (Mislej 1995). No obstante, éstos cons-tituían casos aislados de misioneros jesuitas y salesianos que nunca se vincularon entre sí. A fi nales del siglo XIX, llegó un pequeño grupo de familias campesinas que migraron mayoritariamente a Brasil y minoritariamente a la Argen-tina, que se asentó principalmente en Formosa, Chaco y Entre Ríos, entre otras provincias del norte argentino

10.

El siglo XX contiene a su vez tres desplazamientos masivos: a) un primer fl ujo de profesionales entre 1900 y 1914; b) una segunda corriente económica y polí-tica entre ambas Guerras Mundiales, momento en el que llegaron aproximadamente veinticinco mil perso-nas –por lo general de origen campesino y de manera individual– provenientes en su mayoría de las regiones de Prekmurje

11 y Primorska

12, aunque también de “Bela

9 Cabe destacar, que el objetivo de la descripción contextual

consiste en brindar una breve referencia acerca de la migra-ción eslovena en la Argentina, a fi n de facilitar la compren-sión del lector la organización del estado de la cuestión. No es nuestra intención la profundización en el tema. Para más detalle, consultar Molek 2009, 2010 y 2012.

10 Históricamente, los descendientes de estos eslovenos no se identificaron “nacionalmente” con Eslovenia, sino con Austria. Esto se debe a la propia historia del grupo, que abandonó su tierra de origen cuando Eslovenia formaba aún parte del Imperio Austrohúngaro. En los últimos quince años se ha detectado un proceso de reidentificación de los descendientes con Eslovenia, legitimando su iden-tidad en 2002 con la creación en el año 2002 de la “Aso-ciación Eslovena Triglav de Entre Ríos”, en la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos.

11 Prekmurje o región transmurana está ubicada en la triple frontera noroeste que Eslovenia forma junto a Austria y Hun-gría. Las principales razones de emigración de este grupo durante el período de entre guerras mundiales, fueron las crisis socioecónomicas que sacudieron a la región tras el derrumbamiento del Imperio Austrohúngaro.

12 Primorska o región del litoral, está situada al suroeste, junto a Italia. La zona estuvo ocupada por Italia tras el Acuerdo de Rapallo en 1920. La minoría eslovena que permaneció bajo este territorio fue inhibida de utilizar el esloveno en la escuela y en la vida pública, además de sufrir constantes amenazas por parte del nuevo estado. Esto hizo que sintie-ran la necesidad de mantenerse como comunidad nacional y, a consecuencia con la coyuntura política, como parte de Yugoslavia. Por otro lado, debido al creciente desarrollo del

Krajina13

; y c) un tercer contingente “anticomunista”14

arribó entre 1947 y fi nes de los años cincuenta (Mislej 1994:17). La inmigración de posguerra, se radicó en la zona del Gran Buenos Aires entre los períodos 1947-49 y 1954-55, alcanzando en total las seis mil quinientas personas. La emigración eslovena de pos segunda guerra llegó a la Argentina como grupo organizado, que una vez establecidos en nuestro país buscaron diferenciarse especialmente de los migrantes eslovenos de entregue-rras. Establecieron asociaciones, crearon escuelas de idioma esloveno, organizaron coros y grupos de teatro, centros deportivos, y misas en esloveno.

INVESTIGACIONES ACADÉMICAS SOBRE MIGRACIÓN ESLOVENA REALIZADAS EN LA ARGENTINA

Las investigaciones realizadas desde el punto de vista de las ciencias sociales sobre eslovenos como colectivo de un mismo origen nacional han sido abordadas recién en la última década. La producción académica es limitada. Por un lado, los eslovenos han sido abordados como grupo diferenciado, es decir, como categoría que refi ere a la distinción social del grupo en cuestión, dentro de la sociedad argentina. Por otro lado, los eslovenos han sido incorporados a categorías de análisis más generales, en otras palabras, han sido reconocidos académicamente bajo la identidad plurinacional “yugoslava” debido a la pertenencia estatal de Eslovenia a Yugoslavia en dos períodos del siglo XX

15.

fascismo en Italia y a las situaciones de marginalidad a la que fueron empujados, una gran mayoría eligió reemigrar a Yugoslavia, o a países de ultramar como la Argentina, Esta-dos Unidos o Australia.

13 En la actualidad, las asociaciones de estos inmigrantes y des-cendientes funcionan en diferentes puntos del país y aún se encuentran diferenciadas según la región de origen. En la pro-vincia de Buenos Aires se encuentran en Villa Devoto, Capital Federal (Asociación Mutual Eslovena Triglav). Luego, en el Gran Buenos Aires, se hallan en Bernal (Asociación Mutual Transmurana de Bernal ) y Berisso ( Agrupación Eslovena de Berisso ). En el interior, se hallan ubicados en la provincia de Santa Fe (Asociación Mutual Eslovena Triglav Rosario) y en la provincia de Córdoba (Asociación Eslovena de Córdoba).

14 El contingente arribado tras la Segunda Guerra mundial se autoadscribe y es adscripto por las otras “oleadas” como “anticomunista”, debido a su particular toma de posición durante la guerra civil acontecida en Eslovenia durante la Segunda Guerra Mundial. Es por ello que se incorpora esta categoría nativa.

15 Primeramente, Eslovenia formó parte del Reino de los serbios, croatas y eslovenos, renombrado como Reino de Yugoslavia en 1929. Luego, tras la Segunda Guerra Mundial y hasta 1991, Eslovenia fue uno de los Estados constituyentes de la Repú-blica Federal Socialista de Yugoslavia.

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Desde el punto de vista de la inserción de los eslove-nos en el mercado de trabajo, podemos citar el trabajo de Alonso y Cabaleiro (2002), quienes presentan y ana-lizan la “inserción sociolaboral” de estos inmigrantes en “nichos ocupacionales” específi cos, a partir del caso de una inmigrante de la región eslovena de Prekmurje. Las autoras implementan el uso de historias de vida, para valorizar la voz de la interlocutora.

Asimismo, otros autores han hecho mención a los eslovenos, especialmente en estudios que abordan la migración masiva de ultramar. Marta Maffi a y equipo (2002), han incluido en su trabajo de mapeo en Bue-nos Aires, la localización de los eslovenos en los parti-dos de la provincia. No obstante, señalan limitaciones a nivel de descripción sociocultural del grupo (Maffi a, 2002). Asimismo, desde una perspectiva histórica, Devoto (2006:372) realiza una alusión a los eslovenos, basándose en los datos elaborados por Joseph Velikonja. Menciona a este grupo para clarifi car la categoría de “ambiente étnico” y para fundamentar acerca de la ruptura entre viejas estructuras comunitarias gene-radas entre los migrantes previos a la segunda guerra mundial y los nuevos grupos arribados a su término, como producto de las cambiantes políticas en el país de origen (Devoto 2006: 412). También Cicogna (2009), alude a los exiliados eslovenos de la segunda posgue-rra en el marco de los contingentes que conformaron el mapa multicultural de la Argentina (2009:51). Explica –siguiendo a Corsellis– que en 1947 la Argentina ofre-ció refugio a treinta y tres mil personas, entre ellos provenientes de Yugoslavia. Predominaban croatas, en segundo lugar eslovenos y en tercero, serbios. Así, una selecta cantidad de personas llegó a la Argentina, a tra-vés del consulado argentino en Viena, Austria.

Partiendo de una perspectiva antropológica social, con especial énfasis en los procesos de identifi cación en traba-jos previos (Molek 2009) hemos explorado la conforma-ción de diferentes procesos identitarios en relación con las prácticas culinarias, partiendo del supuesto de que lo que se come, el modo de prepararlo y con quién se lo comparte, produce signifi cados. Otro trabajo más reciente (Molek 2010), explora la aproximación a la problemática de la etnicidad e identidad eslovena a partir de consideraciones surgidas durante el trabajo de campo entre personas que se autodenominan eslovenos y que se encuentran organi-zados en la “Asociación Eslovena Triglav” de la provincia de Entre Ríos. Finalmente, se han analizado las diversas confi guraciones de la identidad eslovena en la Argentina en la tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas “Ser esloveno en la Argentina” (Molek 2012). Entre los resulta-dos obtenidos se puede destacar la relación hallada entre los procesos y contextos migratorios y las confi guraciones

de la eslovenidad”. En relación con el primer contingente migratorio abordado, es decir, los migrantes arribados a fi nales del siglo XIX a la provincia de Entre Ríos, se ha encontrado un proceso de etnogénesis que consiste en una identifi cación reciente con Eslovenia. En el pasado, muchas de las fuentes y actores entrevistados señalaron sentirse aus-

tríacos, debido al hecho de que sus ancestros abandonaron su tierra de origen cuando Eslovenia aun formaba parte de Austria. El marcador austríaco conformó un identifi cador “legitimado” y “aceptado” por la sociedad mayor, al cual los actores adscribieron hasta la independencia de Eslove-nia en 1991. En la actualidad, los actores manifi estan estar aprendiendo a ser eslovenos, por lo cual asisten a la escuela de idioma y cultura eslovenas, socializan con otros eslove-nos y asisten a las actividades organizadas por la Asociación Eslovena Triglav de Entre Ríos. Entre los eslovenos de entre-guerras, el proceso de identifi cación arrojó resultados dis-tintos. Las identifi caciones se manifestaron como producto de las cambiantes políticas en el país de origen (austríacos, italianos, yugoslavos, eslovenos), así como la división gru-pal interna según el origen “regional restringido” (primorci, prekmurci, belokrajnci), su procedencia religiosa en el caso de los prekmurci (luteranos/católicos) y las diferentes ideo-logías políticas (antifascistas, comunistas, conservadoras), clericales o sociales (campesinos, trabajadores, capitalis-tas). Por su parte, los eslovenos arribados tras la Segunda Guerra Mundial basaron su identidad comunitaria en una ideología nacionalista, anticomunista y antiyugoslavista, estratégicamente diferenciada de los contingentes migra-torios previos, con quienes sostuvieron confl ictos hasta la independencia de Eslovenia en 1991.

Por otro lado, como se introdujo previamente, los eslovenos aparecen incorporados a menudo en estudios referidos a los eslavos y yugoslavos. Al respecto, podemos citar a Rosan (2002), quien considera al grupo en cues-tión, en su contextualización histórica referida al Impe-rio Austrohúngaro, el Reino de Yugoslavia, la Segunda Guerra Mundial y la República Federal Socialista de Yugoslavia. Misetich (2003) también refi ere a los eslo-venos como integrantes del colectivo “yugoslavo” en su Tesis de Maestría “La construcción de un Estado nación a fi nes del siglo XX. Cultura y política entre los croatas de posguerra en la Argentina”. También Radovich (2004) brinda un aporte cuantitativo, ilustrando las proporcio-nes aproximadas de los contingentes migratorios con nacionalidad yugoslava, denominación genérica que incluía, en palabras del autor, a varios pueblos (serbios, croatas, eslovenos, macedonios, montenegrinos, bosnios, hercegovinos, musulmanes, albaneses, etc.). Radovich (2004:4) refi ere además al tema de la confl ictividad que el término “yugoslavo” despertaba en aquellas naciona-lidades que consideraban al estado yugoslavo como “una

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ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN ACERCA DE LA MIGRACIÓN ESLOVENA A LA ARGENTINA

cárcel de los pueblos”. Ballina (2006), en su estudio sobre

la etnicidad y estrategias identitarias aplicadas por un

grupo eslavo de la localidad de Berisso, Buenos Aires,

también menciona a los yugoslavos, en relación con el problema de la determinación precisa de nacionalidad de los contingentes eslavos, ya que los registros inmi-gratorios arrojan datos generales que no especifi can el origen étnico de las personas provenientes de Estados multinacionales de Europa Central y Oriental (2006:10).

INVESTIGACIONES ACADÉMICAS SOBRE MIGRACIÓN ESLOVENA REALIZADAS EN ESLOVENIA

Mientras que el tópico de la migración eslovena a la Argentina ha sido poco estudiado en las ciencias sociales argentinas, la lista de antecedentes en la literatura exis-tente escrita o publicada por autores de origen esloveno es extensa.

Si bien consideramos que, siguiendo a Šumi (1995)16

, tras la segunda guerra mundial y hasta 1995, los estudios fueron escasos, hemos podido identifi car algunas fuentes que enumeraremos a continuación. Entre los primeros cronistas que dieron cuenta de la inmigración eslovena en la Argentina podemos rescatar las numerosas publi-caciones del padre Janez Hladnik en la revista Duhovno

Življenje en la primera mitad del siglo XX. Otro autor que ha abordado el tema de la migración eslovena a Lati-noamérica entre 1918 y 1929 ha sido Hugo Bren en el año 1928. En 1950, Lipoglavsek y Rakovec publican un informe sobre la emigración eslovena de Venezia Giulia previa a la Segunda Guerra Mundial. Luego, Velikonja (1985:61) menciona la tesis de doctorado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires de Pedro Rant acerca de la inmigración eslovena a la República Argentina.

En la década de 1970 Matjaž Klemen ; i ; ha sido uno de los primeros investigadores en abocarse a las organiza-ciones migrantes y sus confl ictos derivados. Por su parte, Jezernik presenta a un trabajo sobre la complejidad de las relaciones interétnicas en la ex Yugoslavia y las motivacio-nes de los actores para emprender la emigración.

También se han encontrado producciones realiza-das durante la década de 1980. En 1982, Katja Kogej aborda la migración eslovena a la Argentina desde una mirada etnográfi ca

17. En 1983, Irene Mislej ofrece una

cronología de los eslovenos en la Argentina. Por otra

16 Šumi ha sido representante del Instituto de Ciencias de la Facultad de Filosofía de Ljubljana. Nos basamos en él, dado que ha realizado diversos análisis acerca de la recurrencia del tema de la migración eslovena dentro del ámbito acadé-mico esloveno.

17 Mencionado en Repi< (2006:194) y Žigon (2001).

parte, Velikonja (1985) presenta y analiza la integración y la identidad cultural de los inmigrantes eslovenos de la segunda pos guerra –los que llegaron a la Argentina entre 1947 y 1950–, en relación con sus diferencias con otros grupos de inmigrantes eslovenos, con migrantes de otras nacionalidades y con la sociedad receptora. El geógrafo presenta datos demográfi cos y analiza su desarrollo en el tiempo. En 1986, K. Cukjati publica en Slovene Studies Journal un abordaje general acerca de los procesos migratorios eslovenos a la Argentina, ana-lizando los procesos de construcción y mantenimiento de la etnicidad eslovena entre la comunidad migrante arribada tras la Segunda Guerra Mundial.

Las investigaciones entorno a las migraciones eslove-nas al exterior aumentaron a partir de la independencia de Eslovenia en 1991, cuando no solo el Estado esloveno comenzó a necesitar un debate y conocimiento más fructífero respecto del problema de los eslovenos en el mundo

18, sino también las comunidades de eslovenos

tuvieron que replantearse sus identidades y objetivos ante el nuevo panorama. El trabajo de exploración de fuentes y el subsiguiente proceso de su análisis han arrojado la importancia de los estudios sobre migración eslovena en la construcción de conocimiento científi co sobre la his-toria de Eslovenia. Según algunas fuentes, entre las cuales podemos citar a Jurak (1995)

19, la “necesidad” de estudios

sistemáticos y profundos acerca de la diáspora eslovena en el plano internacional se vincula con el objetivo de man-tener y reforzar la “conciencia eslovena”, dado que fuera del territorio nacional vive un cuarto de la población del país

20. Generalmente, los trabajos de investigadores pro-

18 A mi entender, al ser la primera vez en la historia que Eslovenia se conformaba como estado-nación, apareció la necesidad de indagar y ordenar el pasado, para estable-cer los fundamentos de la nueva República. Un problema vigente era el de los eslovenos que vivían fuera del terri-torio nacional, dado que representan un elevado e intere-sante porcentaje de población.

19 Jurak fue funcionario de Slovenska Izseljenska Matica (SIM), un órgano de administración estatal que, junto a la recien-temente creada “Ofi cina Gubernamental de la República de Eslovenia para los Eslovenos por el Mundo”, atiende las necesidades de los ciudadanos que viven fuera del territorio nacional, dentro de un marco legislativo que considera a la identidad como asunto de Estado. Durante la pertenencia de Eslovenia a la República Federal de Yugoslavia, SIM elaboraba y ponía en práctica políticas de Estado para retroalimentar el vínculo con los ciudadanos eslovenos –pro yugoslavos– que vivían en el extranjero.

20 Varios autores estiman que mientras que en la República de Eslovenia viven dos millones de eslovenos, fuera del territorio nacional se hallan quinientas mil personas de origen esloveno.

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fesionales –eslovenos– relevados se centran en la descrip-ción y análisis desde una perspectiva global que apunta especialmente a dar cuenta de los distintos fl ujos migra-torios desde una mirada histórica, haciendo hincapié en el asociacionismo y actividades comunitarias, la sistema-tización y estructuración de la educación eslovena en la Argentina, el activismo político, la participación cultural, las pautas matrimoniales y la confi guración de la identi-dad , entre otros tópicos. Desde una perspectiva antro-pológica y etnográfi ca, se pueden destacar los valiosos aportes de Irene Mislej (1994), Jaka Repi = (2006) Kristina Toplak (2008) y Zvone Žigon (1999, 2001).

Con respecto al tema de los procesos migratorios eslovenos en general, que han profundizado el caso de la migración a la Argentina, podemos citar al historiador Marjan Dernovšek (2007), referente importante en el tema. En sus trabajos el autor ha descripto y analizado los desplazamientos migratorios desde Eslovenia a el resto del mundo.

Con respecto a los procesos migratorios eslovenos a la Argentina particularmente, una investigadora central ha sido Irene Mislej (1994). La autora ofrece un panorama histórico de todos los movimientos migratorios eslovenos al nuevo mundo –América–. Provee datos interesantes sobre la presencia eslovena previa al siglo XVIII, repre-sentada principalmente por misioneros jesuitas. Su tra-bajo aborda asimismo las características específi cas de los distintos fl ujos migratorios, sus lugares de asentamiento dentro de la Argentina y Brasil. Asimismo, la historiadora del arte ha aportado diversos trabajos relacionados con las trayectorias culturales, el rol de los intelectuales dentro de la comunidad eslovena y las tendencias laborales, profesio-nales y culturales comunes entre las diferentes generacio-nes de inmigrantes (Mislej 1995). El tema de los distintos procesos migratorios ha sido abordado también por Žigon (1998) y Repi= (2006) en relación a sus consecuencias en la conformación de las heterogéneas identidades étnicas.

Entre los estudios sistemáticos enmarcados dentro del campo de la antropología cultural, debemos mencionar a Žigon (1998), quien analiza la problemática de conserva-ción de la identidad étnica eslovena entre las segundas y terceras generaciones de los migrantes eslovenos de Lati-noamérica, especialmente en la Argentina. Su estudio se focaliza en la actitud de los actores hacia la situación en del país de origen y los medios a través de los cuales se mantiene y reproduce la comunidad –es decir, a través de instituciones sociales como la familia, las asociaciones, las organizaciones religiosas–, además de las distintas prácti-cas culturales –el idioma, las tradiciones, las tradiciones

La concesión de nacionalidad en cuestión se rige según el cri-terio de jus sanguinis.

políticas, etc–. Por su parte, Repi= (2006) ha abocado su estudio a las trayectorias migratorias transnaciona-les actuales de los eslovenos y sus descendientes entre la Argentina y Europa, para estudiar la conformación de la identidad étnica a partir del establecimiento de comu-nidades transnacionales. Establece que la experiencia migratoria e identitaria de los antepasados confi guran las estrategias de migración e integración en los nuevos desti-nos. Sjeklo= a (2004) examina el tópico para dar cuenta de los procesos de asociacionismo esloveno en la Argentina y para comparar las diferentes conformaciones de ideología política entre los eslovenos de la Argentina. Toplak (2008) analiza la infl uencia que han tenido los procesos de crea-ción artística entre los inmigrantes eslovenos de Buenos Aires en la conformación y reproducción de la identidad y los lazos sociales. La antropóloga se sumerge en el mundo artístico de los migrantes, preguntándose de qué modo se manifi estan en las obras las conexiones étnicas/locales, transnacionales y globales así como las construcciones de identidad que los inmigrantes eslovenos han realizado a lo largo de sus trayectorias de vida.

Hasta aquí se ha mencionado literatura acadé-mica eslovena consagrada a los procesos migratorios a la Argentina en general, es decir, sin centrarse en el estudio de una corriente migratoria en particular. A continuación proponemos una clasifi cación de las investigaciones abocadas a estudiar un fl ujo migratorio en particular, es decir, se separarán los estudios acerca de las migraciones eslovenas del siglo XIX y principios del siglo XX, de las del proceso migratorio de entre-guerras, las del fl ujo arribado tras la Segunda Guerra Mundial y fi nalmente las de la migración de retorno a la República de Eslovenia.

ESTUDIOS SOBRE LOS PRIMEROS FLUJOS MIGRATORIOS ESLOVENOS

A nivel académico, las migraciones eslovenas del siglo XIX y principios del siglo XX han sido poco estudiadas. Aun más escasas son las referencias acerca de las migra-ciones más antiguas de misioneros jesuitas, de los siglos XVII y XIX. No obstante se pueden citar las aproximacio-nes de Mislej (1994), Repi = (2006) y Žigon (1998).

La mayor parte de las investigaciones sobre migración eslovena de fi nales del siglo XIX y principios del siglo XX se han centrado en un suceso histórico particular: el acuerdo establecido entre el Imperio Austrohúngaro y la República Argentina que legisló el asentamiento de eslovenos en el noreste de la Argentina –Chaco, Formosa, Misiones, Entre Ríos– en el siglo XIX y los procesos migratorios de estos individuos. A tal fi n se pueden con-sultar Hladnik (1994), Repi = (2006) y Sjeklo= a (2004).

Por otra parte, se disponen investigaciones de Aleksej Kalc (1995) acerca de las migraciones eslovena y friu-

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ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN ACERCA DE LA MIGRACIÓN ESLOVENA A LA ARGENTINA

lana hacia Sudamérica hasta la Primera Guerra Mundial. El autor defi ne los diversos fl ujos migratorios, a partir de datos elaborados de documentación proveniente del Archivo de Trieste. Destaca las características particulares del proceso migratorio y examina las políticas ambiguas del Imperio Austrohúngaro al respecto. Como conclusión

señala que la emigración de núcleos familiares completos hacia la Argentina quedó reducida a un fenómeno margi-nal, por no resultar atractiva. Marušic (1995) analiza cuáles fueron las condiciones sociales y económicas de la región de Primorska que empujaron a sus pobladores a migrar en forma temporaria o defi nitiva. Explora también el rol que tuvo la prensa eslovena de la época en la toma de decisión de emprender el desplazamiento a América del Norte o del Sur. Por su parte, Brecelj (1995) provee un sintético pano-rama acerca este fl ujo. Mislej (1994 y 1995) es otra referente importante respecto de los desplazamientos de profesio-nales eslovenos a principios del siglo XX. Repi> (2006) y Sjeklo> a (2004) también proveen datos acerca del período y sobre las características de estos migrantes.

ESTUDIOS SOBRE LA MIGRACIÓN ESLOVENA ENTRE LAS GUERRAS MUNDIALES

En el marco de la inmigración eslovena de entre guerras, la literatura se amplía y diversifi ca. Diversos autores se han abocado a la investigación de los procesos migratorios –analizando las causas de éxodo de Eslove-nia–, su inserción laboral y su trayectoria en la Argen-tina (Mislej 1994 y 1995; Brecelj 1995; Sjeklo > a 2004; Repi > 2006, Žigon 1998). Jenšterle (1992) brinda una recopilación de algunas características sobre los stari

slovenci21

(antiguos eslovenos), publicados en la Revista Vida Espiritual. Un destacado aporte lo ha realizado Kacin-Wohinz (1995) en relación con los programas de desnacionalización fascista hacia los eslovenos del litoral –autodenominados primorci– como causa importante de éxodo. El estudio de Kacin-Wohinz ha refutado con su investigación al conocimiento previo acerca de este grupo, quienes fueran clasifi cados históricamente como migrantes meramente económicos.

Cabe destacar que la mayor parte de los estudios sistemáticos sobre migración eslovena de entre guerras se ha centrado en los eslovenos del litoral –primorci–. Especial atención se le ha prestando a la dimensión política e identitaria de la colectividad conformada por este grupo. Al respecto podemos citar a Kermauer

21 La autoadscripción de los inmigrantes de entreguerras como stari slovenci (antiguos eslovenos) surgió tras la llegada de los eslovenos luego de la Segunda Guerra Mundial, a quienes ads-cribieron –y quienes se autoadscribieron– como novi slovenci

(nuevos eslovenos).

(1990), quien analiza los cambios políticos que se esta-ban sucediendo en 1990 en Eslovenia durante su pro-ceso de independencia, a fin de indagar en cómo estos iban reconfigurando el mapa político entre los eslove-nos tanto de entre guerras como de posguerra– en la Argentina.

En relación con la actividad política de la comunidad conformada por los migrantes eslovenos y sus descen-dientes de entre guerras, podemos citar el trabajo de Mislej (1994), cuyo artículo “Primorski odbor”: Political

activity of Slovene emigrants from the Primorska region

to Argentina during World War II [Comité de Primorska: La actividad política de los migrantes eslovenos de la región de Primorska durante la Segunda Guerra Mun-dial] explora las actividades del Comité de Primorska, creado en Buenos Aires en el año 1941, entre los inmi-grantes eslovenos provenientes de la zona litoral ocu-pada en aquella época por Italia. La autora señala que los miembros del Comité representaban a la comunidad eslovena desde distintos puntos de vista ideológicos, especialmente acerca de si reanexar o no Primorska, una vez fi nalizada la guerra y tras la recuperación de la zona.

Sjeklo > a (2004) también destaca la cultura política entre los antiguos eslovenos, comparando su postura antes y después de la Segunda Guerra Mundial –es decir tras el arribo de los migrantes anticomunistas–. Provee un aporte acerca de la intervención de la diplomacia yugoslava tanto en los intereses propios de Yugoslavia, como en la concreción de la independencia de Eslovenia en el año 1991.

Rahten (2009) aborda el tema de las actividades del embajador yugoslavo Izidor Cankar y las representacio-nes de la embajada de Yugoslavia en Buenos Aires, entre los años 1936 y 1942, en relación con los líderes políti-cos eslovenos en la víspera de la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra misma. Destaca el rol de Cankar, como primer embajador en darle importancia a la situación de los eslovenos de la región de Primorska.

También Nared (2001) diserta sobre la actividad nacional y política de los eslovenos en el exterior. Divide al grupo en cuestión en proyugoslavos y antiyugosla-vos, aunque ambos grupos desearan la independencia de Eslovenia. Analiza diferentes partidos políticos y las trayectorias políticas hasta el año de la independencia, es decir 1991.

Mientras que los estudios sobre migración e inserción en la sociedad receptora de los Primorci abundan, hay que destacar que la inmigración proveniente de las regiones de Prekmurje y Bela Krajina han sido las menos estudiadas.

Entre los estudios acerca de los migrantes de Prek-

murje se encuentran los aportes de Kuzmi> (1995) quien analiza las razones de emigración desde la región de Pre-

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kmurje entre la Primera y la Segunda Guerras Mundiales basado sobre el material recopilado de Mladi Prekmurec

(Joven transmurano), gaceta publicada por jóvenes inte-lectuales y escritores. En ella, se debatían los problemas económicos, la estructura social y el fenómeno de la migración estacional de Prekmurje. El autor explica que los prekmurci

22 que migraron entre las dos Guerras Mun-

diales, lo hicieron generalmente con destinos a Alemania, Francia, Sud y Norteamérica.

Ahora bien, el tema de la prensa y las publicaciones de la colectividad eslovena en la Argentina han sido también muy trabajados por diversos investigadores. Al respecto, Aleš Brecelj (1992 y 1995) ofrece un panorama acerca del desarrollo de la prensa escrita de la colectividad eslovena de entre guerras, a partir del a análisis de publicaciones, periódicos, libros y revistas. Caracterizadas por sus tenden-cias liberales de izquierda y católicas, el autor señala que esta comunidad ha sido muy fructífera a partir de los años veinte en su producción periodística. Como hitos, destaca al diario Gospodarstvo (Economía), el primer diario publi-cado –en 1926– en idioma esloveno en la Argentina; los semanarios Slovenski tednik y Novi List que aparecieron a fi nales de 1920 y Duhovno Življenje (Vida espiritual), revista de referencia de la comunidad desde los años treinta

23.

ESTUDIOS SOBRE LA MIGRACIÓN POLÍTICA ESLOVENA EN LA ARGENTINA

Una parte considerable de las investigaciones y ensa-yos recabados se aboca a la migración arribada tras la Segunda Guerra Mundial. Este grupo autodenominado como la “migración política eslovena” en la Argentina –Slovenska Politi ? na Emigracija–, es considerado por varios autores como slovenski @ udež

24 (el milagro eslo-

veno), dado a su organización como comunidad diferen-ciada que ha mantenido y reproducido sus lazos sociales e identitarios a lo largo del tiempo. El tema fue foco de interés entre investigadores antropólogos, politólogos y periodistas a partir de fi nales de los años ochenta del siglo XX (Žigon 2001:15). Existen estudios realizados previos a este período, sin embargo estos tuvieron generalmente una marcada postura crítica y partidaria a la ideología que imperaba entre los intelectuales pro-yugoslavos para con este grupo migratorio

25.

22 Refi ere al gentilicio de Prekmurje, es decir, persona prove-niente de esta región.

23 Existen otros estudios referidos a intelectuales eslovenos que han sido relegados para otro trabajo.

24 Término acuñado por el Dr. Taras Kermauer (1990).

25 Žigon (2001:18) ofrece el ejemplo del periodista Janez A u

Bek

(1979). Hay sin embargo otros ejemplos que no serán inclui-dos en el presente artículo, por exceder sus objetivos.

Un referente académico central es John Corsellis (1996 y 1997). El autor brinda una visión, realizada a partir de un profundo trabajo de investigación, sobre la historia de los refugiados eslovenos que llegaron a la Argentina, por medio de relatos de vida de algunos de sus líderes. En ambos artículos el autor explora la tras-cendencia que esta inmigración tuvo para la Argentina. Ofrece primero una breve reseña sobre los motivos que los llevaron a huir primero a los campos de refugiados en Italia y Austria, para luego desplazarse a la Argen-tina. Describe asimismo la organización y producción cultural. Da cuenta del reasentamiento en la Argentina por parte de un gran número de eslovenos –entre ellos niños y ancianos–. Es interesante su mirada acerca de los nichos laborales donde pudieron insertarse los eslo-venos –construcción, fábricas–, su observación sobre la división sexual del trabajo dentro de la comunidad –el rol de las mujeres fue abocarse a la educación y el de los hombres ser curas o intelectuales– y la defi nición de mandato social tradicional dentro de la comunidad: trabajar ad honorem. Sin embargo, su visión deja de lado algunos aspectos importantes de la historia de este grupo, y su interpretación resulta un tanto heroizante, apologética y sesgada por una moral católica.

Un gran número de investigadores eslovenos han realizado un trabajo de campo etnográfi co prolongado inmersos en este grupo. Entre ellos podemos mencionar a Mlekuž ( 1999), quien ofrece un estudio etnográfi co y geográfi co sobre los eslovenos asentados en la provincia de Mendoza. En el mismo período, Mrak (1999) escribe su tesis de licenciatura sobre la comunidad eslovena de Bariloche, abordándola desde una perspectiva política y sociodemográfi ca. También Repi? (2006) ha permanecido durante un largo período entre los eslovenos de la localidad de Lanús, Buenos Aires, donde se encuentra la Villa Eslo-vena. A través del método de la observación participante y por medio de entrevistas abiertas, ha participado de las reuniones, clases, misas y demás actividades culturales del grupo, a fi n de dar cuenta de su constitución identitaria.

La dimensión ideológica –anticomunista, catolicista y nacionalista– y los procesos identitarios vinculados con ella, representan temas recurrentes

26. Una referencia

importante la conforman los trabajos del antropólogo Zvone Žigon (1996, 1999 y 2001), quien ha ofrecido una mirada interesante acerca de la problemática de la con-servación de identidad étnica entre la migración política eslovena, principalmente desde el punto de vista de su dimensión política. El antropólogo esloveno señala que la inmigración política ha tenido un peculiar proceso de con-

26 El tema también ha sido trabajado, aunque de manera apolo-gética, por diferentes autores de la colectividad.

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fi guración identitaria, relacionada especialmente con su organización particular –endogámica–, la constitución de lazos de solidaridad –mecánica– y a las motivaciones inte-lectuales, ideológicas, emocionales y religiosas vinculadas a su experiencia como refugiados (Žigon 1996). Entiende que esto se debe a que la sociabilización primaria de los niños se inicia en esloveno (especialmente cuando ambos padres son de ese origen), para luego virar a una doble sociabilización (cuando ingresan a un contexto argentino). Asimismo, refl exiona acerca del aumento de los matrimo-nios mixtos dentro de la comunidad. Como resultado fi nal observa que la lengua es percibida para los actores como una prueba de nacionalidad. En su tesis de doctorado, el autor (Žigon 2001) considera a la esfera político-ideológica como un aspecto importante de la conformación de la identidad étnica. Entre otras cosas, examina el rol que tiene la memoria en la construcción de su identidad y organiza-ción social, además de analizar la confi guración identitaria dual argentino/eslovena. En otro artículo (2001) realiza una descripción histórica acerca de la problemática de la infl uencia de lo político en la etnicidad y la migración. Señala la importancia de la organización interna y hace hincapié en la formación de la colectividad eslovena de la segunda posguerra, ya desde los campos de refugiados, y como crucial para la organización en Buenos Aires. El autor considera que este grupo desarrolló en la Argentina políticas multiculturales, logrando una autosufi ciencia cul-tural respecto del país de origen.

El tema de la prensa y las publicaciones de la colectivi-dad eslovena también han sido tópicos recurrentes. Irene Mislej (1992) aboca a la trayectoria sobre las publicaciones de la colectividad de los inmigrantes políticos eslovenos. El artículo se centra en la prensa de la inmigración eslovena de la región de Primorska, creada a fi nes de los años veinte del siglo pasado. La autora presenta todos los periódicos y revistas impresos desde el período en que Yugoslavia fue atacada –entre los años 1941 y 1966–, momento de cese de las publicaciones en cuestión. Para el período posterior a 1966, Mislej da cuenta de diferentes boletines, semanarios, revistas, calendarios y otras publicaciones en idioma eslo-veno. Por su parte, Avsenik Nabergoj (2000 y 2001), histo-riadora crítico-literaria especializada en literatura eslovena, realizó su tesis de magistratura sobre el legado cultural que han dejados las publicaciones de la Revista Meddobje (Entresiglos), revista de publicación anual editada por la Acción Cultural Eslovena (SKA), que ya tiene cincuenta y siete años de presencia en la colectividad eslovena de pos-guerra. Rot (2002) cataloga las publicaciones en cuatro grupos: aborda por un lado las publicaciones realizadas por Eslovenia Unida. Analiza las publicaciones de la Acción Cultural Eslovena y las publicaciones pastorales. Y fi nal-mente, presenta la categoría de otras revistas y libros.

ESTUDIOS SOBRE LA REEMIGRACIÓN A LA REPÚBLICA DE ESLOVENIA

En los últimos años, se ha ampliado la literatura refe-rida a la reemigración de los eslovenos y sus descendien-tes desde la Argentina al país de origen de sus padres o abuelos. Al respecto se puede consultar a Lukši5-Hacin (2005), quien presenta un estudio sobre la problemática de regreso y reintegración de los eslovenos y descendien-tes que reemigraron desde la Argentina a la República de Eslovenia después de 1991. Arroja algunos resultados sobre las difi cultades que vivieron y analiza las políticas del Estado esloveno y las acciones de los políticos en rela-ción con ello. Mlekuž (2006) aboca su investigación al análisis de instituciones y normativas establecidas por la República de Eslovenia vinculadas a regular y solucionar problemas concretos de los reemigrantes y sus familias. Señala que las acciones concretas por parte del Estado esloveno en relación con este fenómeno han sido escasas y esporádicas. Presenta el caso de la resolución del año 2002 destinada a fomentar la reemigración, especial-mente destinada a “los damnifi cados por la revolución yugoslava” como herramienta de resarcimiento ante su condición de expulsados tras la Segunda Guerra Mundial. La ley fue abolida luego en el año 2004, tras incesantes cuestionamientos sobre su pertinencia.

FUENTES SOBRE PROCESOS MIGRATORIOS ESLOVENOS A LA ARGENTINA DESDE LA PERSPECTIVA “NATIVA”

Desde una perspectiva nativa, se han encontrado una gran cantidad de trabajos de investigación sobre procesos migratorios eslovenos a la Argentina. Generalmente, la literatura ha sido obra de intelectuales o líderes destaca-dos de la comunidad, conformando estos escritos textos centrales de referencia, consulta y legitimación de las tra-yectorias identitarias de los eslovenos de la Argentina. A continuación se ofrecerá una breve referencia a estos tra-bajos, diferenciando a las producciones según el proceso migratorio al que refi eren, dado que durante el trabajo de campo la pertenencia a una “oleada” específi ca se mani-festó como importante diferenciador entre los autores, especialmente en relación con las temáticas analizadas y las posturas ideológicas asumidas.

Si bien el proceso migratorio del siglo XIX suele ser mencionado en escritos de autores migrantes y descen-dientes del segundo y tercer contingentes, generalmente sus referencias son generales y no han sido investigadas en profundidad. El primer autor en realizar estudios acerca de aquel ha sido Bizai (2001 y 2006), un descendiente de eslo-venos arribados a la provincia de Entre Ríos en 1878. Como se introdujo anteriormente, esto se debe a que en el pasado el grupo de descendientes del primer fl ujo migratorio no valoró su origen esloveno como identifi cador nacional, sino

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que se adscribió bajo la categoría de austríacos. Bizai ha sido, en este sentido, el primer investigador nativo sobre las inmi-graciones eslovenas arribadas a la provincia de Entre Ríos, Argentina, durante los períodos 1879-1888 y 1926-1936. El objetivo principal de sus trabajos consistió en visibilizar a la corriente más antigua y concientizar a posibles descen-dientes sobre su existencia, formando su trabajo parte del proceso de etnogénesis detectado en la provincia desde principios de la década del 2000. Los aportes más interesan-tes del autor consisten en acercarle al lector los testimonios y memorias de los descendientes, así como su relevamiento sobre los apellidos y genealogías eslovenos en dicha provin-cia. Su mirada es novedosa en cuanto al impacto que oca-sionó entre los descendientes de eslovenos en la provincia de Entre Ríos, muchos de los cuales cobraron conciencia de su origen étnico a partir del trabajo de Bizai.

La corriente migratoria de entre guerras ha sido más fructífera en relación con el estudio de su propia historia. La producción literaria acerca de la eslovenidad ha sido una práctica recurrente y valorada por los migrantes y descendientes, siendo una importante cohesionadora y legitimadora social de la comunidad imaginada. General-mente, las temáticas de los trabajos han girado en torno a los procesos migratorios y las difi cultades de inserción en la sociedad argentina. Las prácticas políticas de los actores también han sido destacadas en diversos escri-tos. Sin embargo, la mayor parte de las producciones dan cuenta acerca de la época de oro de esta migración y su devenir en el tiempo. Entre los trabajos más destacados, podemos citar a Triglav. Historia y Realidad, publicación conmemorativa de la Asociación Mutual Yugoslava Tri-glav

27 que da cuenta de la instauración de Triglav. En ella,

ofrecen reconocimiento a los protagonistas y precursores de la Asociación, dando, además, una contextualización histórica tanto de Yugoslavia como de las migraciones de las décadas del veinte y del treinta del siglo pasado. Seña-lan que el mutualismo y la cooperación cultural y social han sido uno de los aspectos más relevantes de su historia. Por otro lado, merece ser destacado el trabajo de Papež

(1992) quien repasa la trayectoria de los eslovenos de entre guerras a través de sus procesos asociacionistas y de producciones periodística y literaria. Incorpora también en su descripción algunos datos de la última corriente inmigratoria

28. También Bizai (2001 y 2006) realiza un

27 Hoy, la “Asociación Mutual Eslovena Triglav”. Para ampliar, consultar Molek 2012.

28 En general, la Revista Rodna Gruda (Terruño natal), donde se encuentra publicada esta nota, limitaba la publicación de artí-culos relacionados con los migrantes eslovenos por el mundo del segundo fl ujo migratorio. La revista surgió en la época de Yugoslavia, y dependía de la Slovenska Izseljenska Matica,

aporte sobre la inmigración eslovena arribada a la provin-cia de Entre Ríos entre los años 1926-1936, proveyendo además una descripción sobre la inserción socio-laboral de estos migrantes. En 2003, Ester Cmor presenta en el centro de estudios migratorios eslovenos ZRC ZASU su artículo “Avellaneda. ¿Porablje en la Argentina?”

29. En él

aborda, reconociéndose como participante activa de la colectividad, el proceso migratorio de los eslovenos arri-bados entre las dos guerras mundiales desde la región de Prekmurje, aportando importantes datos acerca de esta corriente inmigratoria, basados sobre la recopilación de fuentes que la autora ha realizado en los últimos años.

Las producciones de los migrantes eslovenos arriba-

dos tras la Segunda Guerra Mundial son aún más exten-sas. El particular contexto histórico que les tocó vivir, es decir el desplazamiento forzado y traumático que vivie-ran tras la revolución comunista en Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial, desarrolló en la comunidad conformada por este último grupo un proceso identitario específi co y diferente del resto de los fl ujos migratorios eslovenos que se ha visto plasmado en diversos trabajos. La prolífi ca producción literaria entre la comunidad for-mada por el último contingente migratorio esloveno, se

debió al alto porcentaje de intelectuales que formó parte de esta corriente migratoria. Entre los intelectuales de la comunidad, los trabajos centran generalmente sus tópi-cos en debates sobre la ideología política de estos inmi-grantes. Si bien proporcionan una interesante perspectiva y observación detallada del propio grupo en lo que hace a la organización, historia e ideología, la mirada suele ser bastante apologética y aparentan ser más bien obras de difusión. Al respecto, podemos citar a Marian Ailetz (2000) quien diserta sobre la migración y comunalización de la SPE desde una perspectiva histórica, haciendo hin-capié en las persecuciones comunistas hacia este grupo. Una referencia importante al respecto para la comunidad es la obra de Jože Rant

30 El éxodo esloveno de 1945, publi-

organismo que centralizó hasta los años noventa los asuntos relacionados a los migrantes eslovenos por el mundo. Durante el período de pertenencia a la República Federal Socialista de

Yugoslavia, en la revista se omitía la inclusión de la tercera

corriente migratoria, por su tendencia anticomunista. 29

La página web de los eslovenos transmuranos, http://www.

eslovenosdeleste.com.ar/ explica que Porablje refi ere a una

región suroeste húngara, en el límite de las fronteras de

Austria y Eslovenia, por donde vuelca sus aguas el río Raba.

Consiste en la porción de territorio asignado a Hungría tras la

reconfi guración territorial realizada en 1919. Esta determina-

ción afectó a la situación de la población eslovena, residente

en la zona. Los que tras la segunda Guerra Mundial, serían

conocidos como Porabci y la región como Slovensko Porabje.30

Teólogo y migrante esloveno.

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ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN ACERCA DE LA MIGRACIÓN ESLOVENA A LA ARGENTINA

cada en 2007 en versión española, un ensayo histórico, aunque con un marcado análisis crítico hacia la política comunista del Estado yugoslavo, que analiza la coyuntura política posterior a la segunda guerra mundial cuando aproximadamente treinta mil eslovenos huyeron a con-secuencia de las persecuciones ideológicas por parte del régimen comunista yugoslavo. El autor argumenta en pos de que se realice en Eslovenia una revisión política sobre los crímenes de lesa humanidad que a sus ojos constituye-ron un verdadero genocidio.

También existen numerosos trabajos acerca del “ser” y las particularidades fi losófi cas y políticas de este grupo, especialmente entre autores que participan activamente de la colectividad en la Argentina. Al respecto, Vinko Bru-men (1992) caracterizó a esta corriente de la cual él formó parte, profundizando en la dimensión fi losófi ca y ontoló-gica del concepto migración. Gogalá, teólogo marianista, analiza la problemática de la llamada migración política eslovena, desde el punto de vista de la teología. Tam-bién refl exiona sobre la integración y asimilación de los migrantes eslovenos en la Argentina.

Otro tema recurrente ha sido la migración desde los campos de refugiados en Europa – especialmente en Italia y Austria hasta la Argentina y la posterior organización de la comunidad–. Al respecto, se destacan los trabajos de Corsellis (1997), Horvat (1996) y Rant (2007). Dentro de esta temática se hallan también trabajos acerca de la

inserción laboral y social de los migrantes en la sociedad

argentina. Generalmente, se ha percibido como muy difí-

cil y denigrante, salvo para aquellos altamente califi cados

como artesanos, técnicos o con estudios universitarios31

.

De allí que para el grupo, la educación sea un factor importante, pues representa una vía de movilidad social. En relación con ello, Jevnikar (1996) estudia la trayectoria migratoria de seis mil eslovenos arribados tras la Segunda Guerra Mundial y su distribución espacial –princi-palmente en Buenos Aires–, examinando asimismo su inserción laboral y su consolidación económica. El autor explora los inicios de los procesos de sistematización de la enseñanza y de asociacionismo.

La organización social también ha sido abordada en reiteradas ocasiones, señalando especialmente la tenden-cia endogámica de la comunidad. Horvat (1996) ha ana-lizado la organización endogámica del grupo, señalando con preocupación que factores como la conformación de matrimonios mixtos, la decreciente tasa de natalidad –y el aumento de la tasa de mortalidad– dentro de la comuni-

31 Según Horvat, desde el arribo de este fl ujo inmigratorio a la Argentina hasta la fecha de publicación del artículo la canti-dad de graduados universitarios en la colectividad ascendía a setecientos.

dad podrían producir, en el futuro, cambios en su interior. Dentro de esta misma línea se encuentran los trabajos rela-cionados con los usos y enseñanza de la lengua y cultura eslovenas. En relación con el tema de la educación, Hor-vat (1999) diserta en otro texto acerca de la situación del sistema educativo secundario y los cursos de idioma de la colectividad eslovena de posguerra. Describe la metodolo-gía, la currícula, las materias de estudio y la importancia del viaje de estudio a Eslovenia como rito de culminación.

Por su parte, cabe destacar que generalmente la práctica del idioma se percibe como un legitimador de la esloveni-dad, considerando la falta del empleo de la lengua como pérdida de la cultura. En este sentido, Bonšek (2006) exa-mina el rol determinante del idioma esloveno en la con-formación de la identidad étnica eslovena de las terceras y cuartas generaciones de los eslovenos arribados tras la Segunda Guerra Mundial, ya que son generaciones que bajo su mirada ya se encuentran bastante aculturalizadas. El autor caracteriza a este grupo como homogéneo, cerrado a infl uencias externas, especialmente de la cultura argentina. Presume que la alta conciencia cultural y respeto por las tradiciones y el folclore los impulsó a formar asociaciones con numerosas actividades culturales, donde la creatividad y la comunicación solo eran permitidas en lengua eslovena –con graves acusaciones morales si se violaba esta norma–. Da cuenta así del signifi cado negativo que conlleva el no comunicarse en idioma esloveno. El investigador señala que los jóvenes sienten un apego emocional fuerte a la len-gua eslovena, sin embargo, este se limita al nivel simbólico, mientras que su función comunicativa está muy limitada, sobre todo a la esfera familiar. En este sentido, la investiga-ción arrojó resultados interesantes: mientras que el 82 % de los descendientes siguen hablando el esloveno, el 97 % uti-liza el español para comunicarse entre pares. Sin embargo, el idioma esloveno posee un importante despliegue simbó-lico, dado que los descendientes de SPE asocian al uso de la lengua eslovena como práctica activa de su cultura. Para la persistencia de la comunidad en el tiempo, se percibe la importancia de la enseñanza del idioma. El autor destaca que el 74 % de los jóvenes estudiados prosigue estudiando esloveno una vez fi nalizada la educación secundaria eslo-vena. Además, el 94 % continúa luego transmitiéndole el

idioma a sus hijos. Por otro lado, señala que el aprendizaje del esloveno precede en muchos casos al del español. En este sentido, el autor concluye que para los jóvenes, la len-gua eslovena representa un punto crucial de identifi cación con lo esloveno y su esencia.

Otro tópico central es el estudio de las trayectorias de los apellidos eslovenos en la Argentina. Vombergar (2002) realiza un relevamiento de los apellidos eslovenos que en el año 2000 aparecían en la guía de teléfonos publicada por la colectividad eslovena. Diserta acerca de los signifi -

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cados de los apellidos y describe la difi cultad que tienen los argentinos para pronunciarlos. Al respecto es impor-tante remarcar que los apellidos representan un medio preferencial de delimitación de aquellos miembros con-siderados propios –eslovenos– de los ajenos –no eslove-nos–, que a su vez provee de una continuidad identitaria intergeneracional.

Finalmente, otra línea de investigación la conforman los estudios que vinculan la música a la identidad eslo-vena. Al respecto se puede citar a Šorle (2006) quien ana-liza el trabajo musical, pedagógico y creativo de Marko Bajuk, fi lólogo, director de coro y responsable de la sis-tematización de la enseñanza en idioma esloveno en la Argentina. De forma similar Volk (2005) también diserta sobre la relación entre la música y la identidad eslovena en la Argentina, aduciendo la importancia que la música tiene para dicha comunidad, especialmente como vehí-culo simbólico a sus orígenes.

REFLEXIONES FINALES

Hasta aquí, este estado de la cuestión ha pretendido brindar un panorama acerca del marco bibliográfi co disponible sobre los procesos migratorios eslovenos a la Argentina.

Primeramente se han presentado trabajos de inves-tigación realizados por especialistas en ciencias sociales. Por un lado se señalaron separadamente las producciones académicas argentinas y eslovenas, por separado, a fi n de señalar y comparar los diferentes criterios de selección desplegados ante el universo de estudio.

En la mayor parte de la literatura académica argen-tina, los eslovenos conforman núcleos enmarcados dentro de estudios vinculados a las inmigraciones de principios del siglo XX –período de entre guerras y período de pos Segunda Guerra–. Otros pocos estudios abordan la complejidad del proceso migratorio y confi guración de identidad. Otras investigaciones comprenden al colectivo eslovenos bajo la identidad plurinacional de yugoslavos. No se han detectado dentro de este círculo de producción aca-démica, trabajos vinculados con la migración de retorno a Eslovenia o abordajes generacionales y de género.

Entre las producciones académicas eslovenas, el tema de la migración eslovena a la Argentina ha sido prolífera, especialmente en el marco de estudios de historia de emigración eslovena al mundo. Los estudios de migra-ción e identidad eslovenas conforman un tópico privile-giado de las políticas de fi nanciación del Estado esloveno (Molek 2012), dado que un cuarto de la población eslo-vena (quinientos mil) la representan los migrantes y sus descendientes que viven fuera del territorio nacional. La literatura académica eslovena puede diferenciarse en estudios sobre migraciones de fi nales del siglo XIX, las de

principios del siglo XX, investigaciones acerca de migra-ciones en el período de entre guerras mundiales y fi nal-mente, las destinadas a construir conocimiento acerca de los refugiados anticomunistas arribados a la Argentina tras la Segunda Guerra Mundial. Dentro de estos grupos de estudio, el último acapara la mayor parte de las pro-ducciones. Además, la academia de ciencias eslovena ha mostrado interés por investigar los fl ujos de retornados a su territorio de origen.

Finalmente se han presentado algunas investigacio-nes realizadas por los actores mismos de la comunidad eslovena en la Argentina. Podemos afi rmar que existen divergencias en los abordajes y objetivos entre las pro-ducciones realizadas en relación a los intereses de los propios actores. Las producciones vinculadas al primer contingente migratorio se han determinado como esca-sas y recientes, destinadas especialmente a la concien-tización de eslovenidad a otros posibles eslovenos. En relación a los eslovenos de entre guerras los escritos se han conformado como importantes medios de cohe-sión y afi rmación socio-identitaria. Se puede señalar la escasez de estudios recientes acerca de esta comunidad. Para fi nalizar, la literatura de los migrantes eslovenos arribados tras la Segunda Guerra Mundial se vincula especialmente al particular contexto histórico y proceso migratorio que les tocó vivir. El desplazamiento forzado

y traumático que vivieran tras la revolución comunista en Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial, desarrolló en la comunidad conformada por este último grupo un proceso identitario específi co y diferente del resto de los fl ujos migratorios eslovenos, el cual que se ha visto plasmado en diversos trabajos. Generalmente los trabajos se centran en debates sobre la ideología política de estos inmigrantes y su reclamo por el recono-cimiento del Estado esloveno (Molek 2012).

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