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  • 7/27/2019 Benjamin-Escritos Sobre Literatura Infantil

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    Escritos

    La literatura infantil, los nios y los jvenes

    Walter Benjamin

    Ediciones Nueva Visin, Buenos Aires, 1989.

    Coleccin Diagonal dirigida por Anbal V.

    Giacone. Traducido por Juan J. Thomas.

    Ttulo original: ber Kinder, Jugend und

    Erziehung. Suhrkamp Verlag, Frankfurt, 1969.

    El estudio preliminar de Giulio Schiavoni

    (Avanzi di un mondo di sogno. Walter Benjamin e l'enciclopedia magica dell' infanzia),

    as como el artculo de W. Benjamin Abecedarios de hace cien aos (Abbecedari

    di cent'anni fa) fueron publicados en Walter Benjamin. Orbis Pictus. Scritti sulla letteratura

    infantile. A cura di Giulio Schiavoni. Milano, Emme Edizioni, 1981, y traducidos por

    Luciana Daelli.

    La paginacin se corresponde con la edicin impresa. Se han eliminado las pginas en blanco

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    PRESENTACIN

    El presente volumen ofrece una seleccin de los escritos que Benjamin dedica a los temas

    indicados en el ttulo. Contiene algunos ejemplos de los trabajos de su primer perodo, cuandoperteneca a la Freideutsche Jugendbewegung (Movimiento de la Juventud Libre).

    Se incluyen ntegramente los textos del perodo maduro del autor que se refieren a educacin

    infantil, libros infantiles y juguetes, salvo algunas excepciones sin importancia.

    El Programa de un tea ro infantil proletario, reproducido de acuerdo con el manuscrito, fue

    escrito por Benjamin para Asja Lacis, que en 1918, en tiempos del comunismo de guerra, haba

    fundado y dirigido un teatro infantil en Orel. En 1928 trat de reanudar el experimento en la

    casa Liebknecht de Berln. Cuarenta aos ms tarde, Asja Lacis escriba: Convers muy

    detenidamente sobre ese tema con Benjamin. Me haba pedido que elaborara un programa.

    Walter Benjamin dijo que l lo escribira y dara un fundamento terico a mi labor de Orel.

    Realmente lo escribi, pero en la primera versin expuso mis tesis de una manera sumamente

    complicada.

    En la casa Liebknecht lo leyeron y comentaron riendo: Esto te lo escribi Benjamin. Le devolv

    el programa pidindole que lo escribiera en forma ms comprensible. El Programa de un

    teatro infantil proletario que se ha conservado es la segunda versin.

    La que ofrecemos es la nica que se encontr entre las obras pstumas de Benjamin.

    Las ilustraciones del libro se tomaron de las primeras ediciones y es probable que el mismo

    Benjamin las haya elegido. Al menos, pertenecen en parte a su coleccin de libros infantiles.

    ADVERTENCIA DEL EDITOR

    Se reproducen aqu los escritos de Walter Benjamin recopilados en1969 por la Suhrkamp

    Verlag de Frankfurt am Main con el ttulo de ber Kinder, Jugend und Erziehung a los que se

    alude en la Presentacin y publicados por Ediciones Nueva Visin en 1974 (Reflexiones

    sobre nios, juguetes, libros infantiles, jvenes y educacin), a los que se han agregado el

    estudio de Giulio Schiavoni Frente a un mundo de sueo. Walter Benjamin y la enciclopedia

    mgica de la infancia, as como el artculo Abecedarios de hace cien aos del propio

    Benjamin, publicados en: Walter Benjamin. Orbis pictus. Scritti sulla letteratura infantile,

    Milano, Emma Edizioni, 1981.

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    entre la perspectiva de los adultos (padres y educadores) que eligen los libros para la infancia,

    y la de los nios, que los leen o los miran, sino tambin en el paisaje no poco accidentado de la

    propia tradicin de pensamiento que esos libros cargan sobre sus espaldas.3 En efecto, en ella

    parecen cruzarse o alternarse continuamente adultos que reverencian la fantasa y la

    espontaneidad infantiles (como el gramtico bohemio Comenius, autor del primer libro

    ilustrado de texto, el Universo figurado de las cosas sensibles Nuremberg, 1654

    o como el romntico Jean Paul) y otros que, con moralismos ms o menos bien estructurados,

    nada tienen en su corazn salvo el deseo de someter esa fantasa y esa ingenuidad a la tica

    filistea de un til de clase, tica que se refleja a menudo en la literatura para la infancia

    introduciendo la obligacin de la moral conclusiva, para la que los nios buenos siempre

    deban estar limpios, los nios buenos nunca deban contestar y as sucesivamente.

    2 Esta es la tesis central de una seria contribucin histricocrtica sobre el tema

    aparecida hace algunos aos en Alemania Occidental con el ttulo Die heimlichen

    Erzieher. Kinderbcher und politisches Lernen, a cargo de Dieter Richter

    y Jochen Vogt, Rowohlt Verlag, Reinbeck, Hamburg, 1974, p. 21

    3 Entre los intentos de reconstruccin histrica de las diferentes tendencias que

    operan en la literatura infantil de los dos ltimos siglos con particular atencin al

    rea especficamente alemana, vanse especialmente: Knneker, M.L. (dir.), Kin

    derschaukel Ein Lesebuch zur Geschichte der kindheit in Deutschland, 2 vol (I =

    1745-1860; II = 1860-1930), Luchterhand Verlag, DarmstadtNeuwied, 1976 (1979);

    Hrlimann, B., Europasche Kinderbcher in drei Jahrhunderten, ZurichFreiburg,

    1963 (1967); Mller, K., Mller, H., Das Bilderbuch. Geschichte und Entwicklung

    des Bilderbuchs in Deutschland von den Anfngen bis zur Gegenwart,

    Weinheim, 1973; Maier, K.E. (dir.), Historische Aspekte zur Jugendliteratur,

    Stuttgart, 1974. En italiano se dispone, entre otras, de las obras de Marchetti, I., Petrini

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    E., Buonincontro. Guida storicocritica e antologica della letteratura per ragazzi

    italiana e straniera, Le Monnier, Firenze, 1963; Hazard, P., Uomini, ragazzi

    e libri, Armando, Roma, 1970; Faeti, A., Letteratura per linfanzia, La Nuova

    Italia, Firenze, 1977; Tutto fiaba. Atti del Convegno Inlernazionale di studio sulla

    fiaba, Emme Edizioni, Milano, 1980.

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    2. EL LIBRO RESTITUIDO A LA VIDA

    A ese universo mvil, polcromo e incodificable de la infancia y del

    libro para nios se abri, a fines de los aos veinte, con una contribucin

    terica y prctica poco comn por fragmentaria el berlins

    Walter Benjamin, nacido en 1892 y futura vctima del nazismo

    en 1940, pensador incmodo, objeto an hoy de una verdadera

    cinchada entre quienes quieren hacer de l un puro y simple

    exponente del misticismo hebreo y quienes tratan en cambio de ubicarlo

    en una dimensin a menudo demasiado rgidamente marxista.

    Precursor y luego miembro de la Escuela de Frankfurt, conocido

    por el gran pblico sobre todo por su actividad de crtico de arte

    y ensayista refinado y rebelde a los fetiches de una cultura dominante

    orientada slo en sentido afirmativo, este escritor hebreo, excluido

    entre los aos 1926 y 1927 de la carrera acadmica y que a

    continuacin vivi de artculos y traducciones, que se abri en los

    aos de su madurez a las solicitudes del pensamiento marxistarevolucionario,

    asumi tambin la infancia como alegora de un proyecto

    de destruccin de la subjetividad y de la realidad burguesas,

    de las cuales l fue un finsimo intrprete y en cuyos paos, no obstante,

    no se resign a quedar limitado. Su felicidad al arrimarse

    al potencial de la infancia en su vertiente incontaminada para salvarla

    de los colonizadores sin escrpulos haba obtenido credenciales

    ms que considerables en la magistral recordacin que nos

    dejara en 1950 su admirador y amigo Theodor Wiesengrund Adorno,

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    titulada Perfil de Walter Benjamin: Lo que Benjamin deca y

    escriba sonaba como si el pensamiento hiciera suyas las premisas

    de los libros de fbulas para la infancia en lugar de rechazarlas

    con la ignominiosa madurez del adulto y tan literalmente que

    hasta el cumplimiento de lo real entra en los horizontes del conocimiento.

    La resignacin estaba radicalmente erradicada de su topografa

    filosfica. Quien entraba en consonancia con l se senta

    como un nio que descubre a travs de las rendijas de la puerta cerrada

    la luz del rbol de Navidad.4

    Al esbozar una suerte de fragmentaria antropologa materialista

    de la infancia, cuyos sostenes ocasionales fueron algunos artculos

    publicados en el trmino de un decenio en diversos peridicos

    4 Reunido en: Adorno, T.W., Prismi. Saggi sulla critica della cultura, Einaudi,

    Torino, 1972, p. 234.

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    alemanes,5 as como algunas secciones del libro de aforismos Calle

    de mano nica [Einbahnstrasse, 1928] y de la coleccin de memorias

    Infancia berlinesa hacia el 1900 [Berliner Kindheit um

    Neunzehnhundert, 1932-1933], Walter Benjamin mantuvo la preocupacin

    constante de separarse del viejo ideal pedaggico decimonnico

    del S educado, s ordenado y s piadoso! que

    resuena en las pginas de Pedrito el Desgreado y de la misma pedagoga

    reformista oficial de la Alemania de Weimar de los aos

    veinte, una pedagoga que a su juicio aturda a los nios con

    tonos melosos, empalagosos y estetizantes, con el fin de preservarlos

    del mundo conflictivo de los grandes, pero no eximindose en

    realidad de considerar la tierna y reservada fantasa del nio en el

    sentido de una sociedad productora de mercancas6. Benjamin se

    apresur a salvar ese secreto y tcito entendimiento entre nios

    y adultos que puede tal vez subsistir incluso donde los grandes se

    cuidan mucho de imponer contenidos de verdad a criaturas que les

    parecen contentarse con una existencia no del todo lejana de lo autntico,

    o segn una categora central del Drama barroco alemn

    [Ursprung des deutschen Trauerspiels, 1928]del origen del

    que los adultoscolonizadores ya no pueden descubrir trazas en s

    mismos.

    El acuerdo tcito que el escritor berlins pareci buscar con los

    nios (casi rebatiendo su no disponibilidad al crecimiento, para

    la integracin en la colectividad de los adultoscolonizadores) se

    funda en premisas y elecciones inslitas para la mayor parte de los

    educadores en el sentido ms comn del trmino. Sobre todo por

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    va de la particular experiencia personal de Benjamin.

    La infancia se configura en su vida como una especie de tierra de

    desembarco (categora al mismo tiempo histrica y mtica) recuperada

    luego de su toma de distancia ideolgica del potencial fascistizante

    nsito en los movimientos de la juventud (las Jugendbewegungen)

    que operaban a principios de siglo, y del idealismo de

    5 Sobre todo Libros para la infancia viejos y olvidados, 1924 [publicado en

    esta obra en su primera versin, Viejos libros infantiles, 1924]; Panorama del

    libro infantil, 1926; Abecedarios de hace cien aos, 1928; Juguetes antiguos,

    1928; Historia cultural del juguete, 1928; Juguetes y juego, 1928; Programa

    de un teatro infantil proletario, 1928; Una pedagoga comunista, 1929;

    Chichleuchlauchra,

    1930; Pedagoga colonial, 1930; Alabanza de la mueca, 1930;

    Comienzos florecientes, 1930.

    6 Benjamin W., Pedagoga colonial, p. 131 de esta obra.

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    impronta liberal activo en el crculo reformista de Gustav Wyneken,

    el innovador maestro de su adolescencia y fundador de la

    libre comunidad escolar de Wickerdorf en Turingia, con el que

    Benjamin rompi drsticamente en el verano de 1915 por las elecciones

    filomilitares patrocinadas por Wyneken.7 Pero Walter Benjamin

    se liga a la infancia tambin por precisas elecciones de gusto.

    Al mundo infantil pareci acceder indirectamente (a hurtadillas

    segn sus mismas palabras) abstrado y tal vez no del todo

    excluido, a travs del ocasional instrumento de la crtica (dos intervenciones

    en Frankfurter Zeitung, una de las principales revistas literarias

    de la poca de Weimar que representaba entonces, en 1930

    y 1931, para la opinin pblica, el periodismo alemn de la izquierda

    democrtica, luego de la publicacin de una cartilla en varios

    volmenes de la escritora Tom SeidmannFreud (una sobrina

    de Sigmund Freud que Benjamin haba conocido en Mnaco en

    1921 y a la que estimaba como autora e ilustradora de libros para

    nios) y sobre todo a travs de la puerta secundaria y mgica del coleccionismo

    y de la pasin por las antigedades. Estos ltimos temas

    fueron lcidamente sondeados por l en un ensayo que lleva

    por ttulo Eduard Fuchs, el coleccionista y el historiador [Eduard

    Fuchs, der Sammler und der Historiker] aparecido en 1937 en

    la Revista para la investigacin social de Adorno y Horkheimer,

    adems de referirse a ellos en breves escritos precedentes: crticas

    de una cuidada historia de la literatura infantil de Kart Hobrecker

    titulada Libros para la infancia viejos y olvidados (1924), el encantador

    Panorama del libro infantil [Aussicht ins Kinderbuch]

    (1926), Saco mi biblioteca de las cajas [Ich packe meine

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    Bibliothek aus] (1931) y Para coleccionistas pobres [Fr

    arme Sammler] (1931).

    Slo puede descubrir este campo de coleccin el del libro para

    niosquien no ha repudiado el jbilo infantil por l escribi

    Walter Benjamin criticando el texto de Hobrecker. En esas palabras

    la pasin por las antigedades abre las propias tendencias secretas:

    las de medirse siempre con el presente histrico, en el cual la experiencia

    de repudio a la jovialidad infantil involucra, a los ojos

    7 Schiavoni, G., Nel regno dei bambini: linfanzia incancellabile e la citt labirinto,

    en S.G., Walter Benjamin. Sopravvivere alla cultura, Sellerio, Palermo,

    1980, pp. 96-148. Tambin se remite a este primer estudio italiano comprehensivo

    sobre el pensamiento y la obra de Benjamn para una bibliografa y profundizacin

    de las multiformes temticas del escritor berlins.

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    de Benjamin, no slo la relacin con los viejos y olvidados libros

    para la infancia, sino la relacin con la autenticidad misma (con

    las experiencias positivas). Con el hechizo melanclico de quien,

    incluso entre lo viejo, en los fondos de las tiendas, en las cosas fuera

    de moda, en la manera de lo olvidado y de lo abandonado, busca

    y explora recorriendo encarnizadamente signos que puedan

    ofrecer anticipaciones de un futuro liberado, del que no obstante se

    sabe condenado a quedar excluido, el crtico berlins se arroja sobre

    las diseminadas ruinas del pasado para oponerse obstinadamente

    al ritmo de la historia misma historicistamente entendida, es decir,

    como un continuum homogneo de hechos que ratifican el

    triunfo de los vencedores y en cuyo contexto las seales de lo diferente

    (los potenciales revolucionarios) resultan despojadas de su

    sentido. Sobre la huella del coleccionismo de Fuchs un estudioso

    alemn de fines del siglo XIX, fundador de un archivo para la historia

    de la caricatura, del arte ertico y del cuadro de costumbres,

    cuyo mrito le parece ser el de haber buscado iniciar el proceso de

    liberacin de la obra de arte presa en la esttica aristocrtica del siglo,

    anclada en los criterios de inefabilidad y de unicidad, y, al

    mismo tiempo, de haber salvado autnticos tesoros del mercado

    de los objetos de arte, lo que le permiti ubicarse en los albores de

    la historiografa materialista Benjamin tambin aspira a sustraer

    objetos al museo de los bienes del historicismo y a liberarlos

    de su aspecto de ruina, para aprender a leer en ellos la alteridad.

    Con la pasin no desprovista de cierta nota nostlgicade quien

    se sabe envuelto indefectiblemente en los procesos de reproduccin

    tcnica y de masificacin que hacen presa de los productos

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    artsticos, en detrimento de la experiencia autntica (acontecimiento

    tpico de la era contempornea a la que, no obstante, en La

    obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica [1937], l

    adscribe el nada despreciable mrito de haber araado el aura y

    la unicidad, los signos de la distincin clasista inherentes a la

    fruicin esttica), Benjamin tuvo todava tiempo de hacer suyo el

    reclamo de los viejos libros para nios en tanto tesoros incontaminados

    por la triunfante produccin en serie y destinados a tener

    significado tambin en su marginalidad respecto del proceso

    productivo para criaturas escindidas entre lo antiguo y lo moderno

    y laceradas frente a la ambivalencia misma que invisten los bienes

    de la cultura, cuyo control puede, por un lado, transformarlos

    en instrumento de emancipacin social, y, por el otro, puede, sin

    embargo, acabar acrecentando el peso de los tesoros que gravan

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    sobre las espaldas de la humanidad sin otorgar a esta ltima la

    fuerza de quitrselos de encima y, por lo tanto, de hacerlos suyos.8

    En lugar de llevar agua al molino de la vanity fair de las antigedades,

    que acrecienta el museo de la humanidad y arcaza el presente,

    Benjamin se abre a los testimonios comnmente despreciados

    del pasado, porque se siente atrado por la nueva belleza que

    se manifiesta segn su clebre comentario a la obra de Leskov titulado

    El narrador (1936)precisamente en lo que se desvanece

    9 y porque desea medir el pasado mismo con los peligros

    siempre renovados que estn a punto de dominar la vida que contina.

    Oprimido por el horror a lo nuevo, que se anuncia sin esperanzas

    de rescate, busca cmo restituir a la vida una literatura que

    haba permanecido dormitando en los cajones de los muebles Biedermeier

    y que su contemporneo Karl Hobrecker haba empezado

    a sacar del olvido, aunque sin lograr superar el espritu de un archivismo

    dulzn. Contemporneamente, Benjamin intenta relacionarse

    a travs del libro para la infancia abandonado y deteriorado

    con una experiencia de la felicidad a la que los nios se

    avecinan a pesar del alero burgus que pende sobre sus encuentros

    con las imgenes y con los cuentos. En Benjamin (como tambin

    en los surrealistas contemporneos a l que compartieron un proyecto

    de crtica radical a la burguesa) volva a encenderse, en ese

    sentido, la experiencia que haba suscitado en Baudelaire en Morale

    du joujoux la contemplacin de los juguetes:

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    Benjamin el carcter de receptculo de lo autntico marginado de

    la historia de los grandes acontecimientos y, en consecuencia, la capacidad

    anrquica de atestiguar contra la chatura filistea que homogeneiza

    el tiempo histrico y slo sabe proponer la apologa de

    lo existente.

    El coleccionista de arte se lee en uno de los pasajes que iluminan

    ms incisivamente la pasin del escritor berlins por los libros

    para la infancia viejos y olvidados no se limita a soar que

    se est en un mundo remoto en el espacio y en el tiempo, sino tambin

    en un mundo mejor, donde los hombres, es verdad, estn tan

    poco provistos de lo necesario como de lo cotidiano, pero donde las

    cosas son liberadas de la esclavitud de ser tiles.11 Capaces de per-

    11 Benjamin, W., Parigi. La capitale del XIX secolo, en B.W., Angelus Novus,

    trad. it. de R. Solmi, Einaudi, Tormo, 1962, p. 148.

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    manecer refractarios a las leyes del mercado que no perdonan a la

    cultura y al libro, los autnticos coleccionistas orientan por lo tanto

    segn Benjamin su propia mirada hacia el texto inhallable

    entendindolo ya no como un ensimo artculo de intercambio (como

    una mercadera), sino como el lugar donde se halla adormecido

    el recuerdo del origen que los hombres han reprimido. La

    afirmacin de Benjamin anuncia no slo la total incompatibilidad

    con la historiografa de impronta historicista e idealista que glorifica

    el acontecer como unilinealidad de sucesos irreversibles en camino

    hacia un indudable progreso, sino tambin la inclinacin

    que senta Benjamn por el aspecto anarcorrevolucionario inherente

    a lo arcaico y a lo marginado, su confianza en el coleccionismo

    como pasin anrquica por la realidad, ya que toda recuperacin del

    objeto individual proveniente de la lejana se vuelve, en sus manos,

    un acto de destruccin: La verdadera, desconocidsima pasin

    del coleccionista es siempre anrquica, destructiva.12

    El mundo de los nios aparece, en este trasfondo, como el reino

    donde la maldicin de ser tiles podra suspenderse, dada la marginalidad

    si no la total irrelevancia que les corresponde en el

    sistema productivo de los adultos. De aqu proviene la casi programtica

    resistencia de Benjamn a crecer, el querer quedarse del

    lado de las hadas y de los nios antes que del lado de los filisteos,

    de los adultos que crecieron de manera equivocada.

    Las remotas races de la pasin de Benjamin por los tesoros rechazados

    y olvidados por la historia oficial, y de su placer y gusto

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    por cultivar como reliquias de una desaparecida ingenuidad

    objetos fuera de moda a los que arrimarse casi instintivamente, se

    encontraran en las premisas platnicas que subyacen en su concepcin

    de la historia (evidentes sobre todo en la Introduccin gnoseolgica

    de su Drama barroco alemn, 1928), extravagantemente

    entretejidas con elementos propios de la tradicin milenaria del

    mesianismo hebreo. Se dira en efecto que en el pensamiento de

    Benjamin sobrevive un eco de la platnica irreductibilidad de historia

    e Idea, de su proceder, por as decir, paralelo.13 Es sta una

    perspectiva que hace que las realidades terrestres y las mismas ac-

    12 Benjamin, W., Lob der Puppe, en B.W., Gesammelte Schriften, III, Suhrkamp,

    Frankfurt, 1972, p. 216.

    13 Sobre la vinculacin de la Idea benjaminiana con la Idea platnica, sobre todo

    del Platn del Timeo, cfr. Holz, H.H., Prismatisches Denken, en AA.VV., Ueber

    Walter Benjamin, Suhrkamp Frankfurt, 1968, pp. 87 y sig.

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    ciones humanas puedan reconquistar su identidad (su condicin

    originaria) slo a la luz de una perspectiva que las arranque de la

    cadena de la mera facticidad (el as fue) y las oriente a una experiencia

    de la alteridad respecto de las categoras del inters y de la

    instrumentalidad (no es extrao que Benjamin rechace acaloradamente

    el carcter aintencional de las Ideas).14 Al mismo tiempo,

    esta perspectiva haca que los objetos de descarte, las realidades

    abandonadas, marginadas y rechazadas resultasen precisamente

    por rechazadas las preferidas de la Idea, las ms prximas platnicamente

    a la Idea, y a lo que Benjamin llamaba en otra parte

    el origen, que l vea precisamente testimoniado por las nfimas

    realidades. En su cabinet de curiosits los nios (y los libros

    para nios, as como las obras de los enfermos mentales) encuentran

    un espacio propio en cuanto seres inmaduros, no crecidos, imperfectos,

    indefensos y espontneos, del mismo modo en que Benjamin

    consider predilectos de Kafka los locos como Don Quijote,

    los segundones y hasta los animales: figuras todas que han

    renunciado a las certezas absolutas y a la sabidura, y que precisamente

    por esta defeccin le parecen a Benjamin depositarias de

    la esperanza de redencin. Los objetos salvados del olvido se

    transmutan en reliquias, en vestigios de una autenticidad que est

    desterrada del universo de la reproductibilidad tcnica, porque

    contienen un residuo del originario, un recuerdo de la Idea.

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    4. HISTORIA DE LA COLECCIN BENJAMIN

    Es precisamente sobre la huella de una nostalgia consciente de s,

    de una insatisfaccin respecto del presente, lcida y sin remordimientos,

    motivada por un recuerdo de plenitud, tan sutilmente

    analizada en sus contradicciones y en su fascinacin por Frederic

    Jameson15 y, al mismo tiempo, bajo la perspectiva de una

    esperanza y de una utopa que l vio ya paradjicamente relampaguear

    en lugares del pasado concreto, que el escritor berlins se

    14 Benjamin, W., Dramma barocco tedesco, trad. it. de E. Filippini, Einaudi,

    Torino, 1971, p. 16.

    15 Jameson, F., Walter Benjamin o della nostalgia, en J.F., Marxismo e for

    ma. Teorie dialettiche della letteratura nel XX secolo, Liguori, Napoli, 1975, p. 99

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    ocupa en reunir por lo menos desde 1918 estos antiguos textos,

    cuya parte esencial constituye la famosa Coleccin Walter

    Benjamin de libros para nios (Kinderbuchsammlung Walter

    Benjamin), arrancada afortunadamente de la destruccin (de la

    misre del instante de peligro de entonces, es decir, el nazismo,

    que el escritor judo, con su exilio parisino, haba tratado hasta el

    final de combatir) y que hoy se conserva en Londres, una coleccin,

    nica que slo conocieron pocos ntimos.16

    En el testimonio de las personas que conocieron a Walter Benjamin

    ms de cerca, la fascinacin que ejercieron sobre l los viejos

    libros para nios, tanto como los libros de enfermos mentales, los

    jeroglficos o los textos de emblemas y de enigmas, parece haber

    constituido una verdadera obsesin psicolgica que roza la bibliomana

    y que, por lo dems, se ubica en el trasfondo de una tradicin

    familiar de coleccionismo: Emil, su padre, tras abandonar sus actividades

    bancarias, se ocup de antigedades y ejerci la profesin

    de negociante de objetos de arte; su madre, Johanna Schnflies,

    descendiente de una familia de estudiosos ilustres, se jactaba de poseer

    una valiosa biblioteca de libros para la infancia; su mujer, Dora

    Kellner, la vienesa a la que Walter Benjamin consideraba como la

    propietaria de la Coleccin y a la cual luego del divorcio en

    1930 le qued efectivamente, era hija de una apasionada cultora

    de la literatura infantil que haba traducido del ingls varios libros

    de fbulas; y su mismo hijo Stefan tendr ms tarde, en Londres, un

    negocio de reliquias bibliogrficas tambin debido a su pasin por

    los libros.17

  • 7/27/2019 Benjamin-Escritos Sobre Literatura Infantil

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    16 La coleccin actualmente disponible no parece contener la serie total de los

    volmenes salvados por el escritor, como observa Tilmann Rexroth en las anotaciones

    al vol. IV/2 de los Gesammel e Schrif en de Benjamin (Suhrkamp, Frankfurt,

    1972, p. 1049). Por otra parte, en las cartas y en los escritos de Benjamin se

    encuentran alusiones al hecho de que la coleccin computaba ejemplares que ya

    no figuran. En ese sentido, Gershom Scholem, el mximo experto viviente en mstica

    hebrea y confidente de Walter Benjamn, escriba recientemente a Jrg Drews,

    quien junto con Antje Friedrichs ha ordenado el conjunto de la actual Coleccin

    Benjamin: La coleccin ocupaba a mediados de los aos veinte y en 1927, cuando

    se encontraba en la habitacin de Dora en la vivienda que todava compartan,

    cerca de dos estanteras de libros... (cit. en Zum Kinderbuch, a cargo de Drews,

    J. Insel, Frankfurt, 1975, p. 202: carta del 8-5-1924). Esto a su vez induce al profesor

    Drews a sostener que tal extensin podra corresponder ms o menos a la extensin

    actual de la Coleccin tal como la vio en Londres.

    17Cfr. una carta de Mrs. Janet Benjamin al autor, desde Londres (174-1978)

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    No falta quien ha credo poder individualizar en la actitud de

    Benjamin hacia los libros en general hasta una coloracin ertica.

    18 Y no es casual, en este sentido, que en su libro de aforismos

    Calle de mano nica [Einbahnstrasse, 1925], dedicado a la comunista

    letona Asja Lacis cuya obra junto con la de Georg Lukcs

    y la de Ernst Bloch y con la produccin de Bertolt Brecht permiti

    su aproximacin al comunismo a mediados de los aos veinte,

    Walter Benjamin haya incluido trece mximas sobre las afinidades

    existentes entre libros y prostitutas, mximas que se abren con las

    siguientes palabras:

    I. Libros y putas pueden llevarse a la cama.

    II. Libros y putas hacen pasar bien el tiempo. Dominan la noche como

    el da y el da como la noche.

    III. Libros y putas: nadie entiende que para ellos los minutos son preciosos.

    Pero unindose a ellos ms estrechamente se observa qu prisa

    tienen. Cuentan en la medida en la que nos sumergimos en

    ellos...19

    La Coleccin Walter Benjamin es tal vez el cofre ms valioso

    y al mismo tiempo ms frgil en el que se recogen y se custodian

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    testimonios de esta aventura ertica envilecedora/exaltante. Es

    sin duda testigo de la seduccin (que un Benjamin ya no nio no dej

    sin embargo de secundar) que brotaba de ese reino de hadas en

    el que el crtico berlins pareci experimentar una suspensin fugaz

    del hoy histrico con su misre y la de la subjetividad filistea

    junto con sus falsedades;

    Benjamin amaba las hadas como las amaba yo. Cuando viva en Berln

    recuerda Adrienne Monnier haba reunido una coleccin de

    libros para nios que en su mayor parte pertenecan al siglo XVIII: libros

    encuadernados, con diseos dorados e ilustraciones ingenuas y

    llameantes. Gran parte de esta Coleccin se dispers, dado que l no

    haba podido llevar consigo todos los volmenes a Pars, pero posea,

    no obstante, los ms valiosos, que colmaban una cesta en su pequeo

    departamento en la rue Dombasle. Sobre esta cesta estaba colgado

    un bellsimo Klee [titulado Angelus Novus, N. del A.], un re-

    18 Fuld W., Walter Benjamin zwischen den Sthlen, Eine Biographie, Hanser,

    Monaco, 1979, p. 28.

    19 Benjamin, W., Senso unico, trad. it. de M. Bertoni, en Il Verri, diciembre,

    1976, p. 11.

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    galo del artista que haba sido su amigo. Recuerdo mi estupor frente

    a esa primera edicin del cuento de Brentano Gockel, Hinckel y

    Gackeleya.20

    No es menor el asombro con que evoca la pasin anticuaria de

    Walter Benjamin su amigo Gershom Scholem en 1965:

    Su ms tenaz pasin personal escribi era coleccionar libros.

    Autor y coleccionista armonizaban en l con rara perfeccin, y esa

    pasin mezclaba a su temperamento, de tendencia melanclica, un

    rasgo de alegra. Entre sus escritos existe un ensayo que destaca perfectamente

    esta disposicin de espritu: Ich packe meine Bibliothek

    aus [Saco mi biblioteca de las cajas] donde leemos la inspirada

    frase de Jean Paul: De todas las maneras de procurarse libros,

    la que se considera ms digna de alabanzas es escribirlos, en tanto

    entre los modos ms comunes que tienen los coleccionistas de

    conseguirlos, el ms conveniente sera el de tomarlos en prstamo

    y luego no devolverlos. Su biblioteca, que conoc bastante bien, reflejaba

    en efecto con gran limpidez su naturaleza tan diferenciada.

    Se hallaban las grandes obras que para l tenan un significado, en

    barroca vecindad con los escritos ms extravagantes y peculiares a

    los que se diriga su apasionado amor de anticuario y, a la vez, de filsofo.

    De toda esa coleccin recuerdo especialmente dos sectores:

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    libros de psicpatas y libros para la infancia. En los sistemas universales

    de los psicpatas, que ignoro a travs de qu fuentes haba logrado

    reunir, encontraba material para profundsimas consideraciones

    filosficas acerca de la arquitectura de los sistemas en general y

    acerca de la naturaleza de las asociaciones en las que, tanto los individuos

    mentalmente sanos como los enfermos nutren en igual medida

    el pensamiento y la fantasa. Pero ms importante para l era el

    mundo de los libros para la infancia. Entre los caracteres realmente

    esenciales de la naturaleza de Benjamin est el hecho de que durante

    toda su vida se sinti atrapado, con una fuerza directamente

    mgica, por el mundo de los nios y por la naturaleza infantil. Ese

    mundo fue el objeto de sus reflexiones ms duraderas y pertinaces

    y todo lo que escribi en este sentido forma parte de sus obras ms

    perfectas [...] Fascinantes son al respecto las pginas de su libro de

    aforismos Einbahnstrasse [Calle de mano nica donde se encuentran

    las frases ms bellas que jams se hayan escrito acerca de las estampillas;

    no menos encantadores son los ensayos que dedicara a

    muestras de libros para la infancia y a temas afines, en los que el me-

    20 Monnier, A., Ein PortrtWalter Benjamin en Zur Aktualitt Walter Benjamins,

    a cargo de Unseld, S., Surhkamp, Frankfurt, 1972, p. 70.

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    tafsico describe el mundo todava no deformado del nio y de su

    fantasa creativa con estupor tan reverente como sus esfuerzos por

    penetrarlo conceptualmente. En muchos otros lugares de su obra desarrolla

    sus consideraciones sobre este campo. La obra de Proust define

    para Benjamin el lugar donde se encuentran de manera ms perfecta

    el mundo del adulto y el del nio, y constituye por lo tanto uno

    de los puntos fundamentales de su inters especulativo. Este apasionado

    inters repercute en las anotaciones que en la primera mitad de

    los aos treinta le dedic a su propia infancia con el ttulo Berliner

    Kindheit um Neuzehnhundert [infancia berlinesa hacia el 1900],

    que en gran parte aparecieron en Frankfurter Zeitung como trozos

    de prosa y que salieron reunidos en un volumen tal como haban sido

    concebidos slo despus de la Segunda Guerra Mundial. Aqu

    poesa y verdad se convirtieron realmente en una sola cosa.21

    Los comienzos de la Coleccin Benjamin de antiguos libros para

    nios, cuyos orgenes se encuentran segn lo recordado por el

    mismo autor en Saco mi biblioteca de las cajas en su familia,

    estn ilustrados por Benjamin en una carta de julio de 1918 a Ernst

    Schoen, un ex compaero de escuela y luego querido amigo:

    Mi cumpleaos le escriba es una alegre ocasin para hablarle

    nuevamente de libros. Usted debe saber que mi mujer me regal una

    pequea biblioteca no es que los libros hayan estado expuestos en

    un armarito aunque en efecto llenan uno. Ante todo debe saber que

    como un verdadero coleccionista de libros me he creado por lo menos

    un sector especfico. Esto me indujo sobre todo a reservar una

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    atencin escrupulosa a todo lo que ya estaba en mi poder y a todo lo

    que puede ser accesible. Es un sector que generalmente no se colecciona

    hoy, en el que, por lo tanto, puede sonrer todava la fortuna de

    algn descubrimiento (como efectivamente me ocurri hace poco

    tiempo con indescriptible jbilo). Se trata de viejos libros para la infancia,

    de viejas fbulas e, incluso, de bellas leyendas. El meollo de

    la Coleccin es el fruto de mis sistemticas incursiones durante largo

    tiempo en la biblioteca de mi madre, en la biblioteca de la primera

    infancia.22

    Basta con releer algunas secciones de Infancia berlinesa hacia

    el 1900 para entender que esas incursiones en la biblioteca ma-

    21 Scholem, G., Walter Benjamin e il suo angelo, trad, it. de M.T. Mandalari,

    Adelphi, Milano, 1978, p. 74-76.

    22 Benjamin, W., Briefe, I, Suhrkamp, Frankfurt, 1966, p. 198

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    tema solo haban terminado confiriendo viviente y vvida actualidad

    a un patrimonio cultural de familia que amenazaba con reducirse

    a un polvoriento mausoleo junto con los adornos (contrasea

    de status de la lite burguesa) que en el libro de memorias benjaminiano

    vienen a proyectar una luz inquietante sobre aquel falso limbo

    que constituye para el Benjamin maduro el intrieur placentero

    de la propia infancia.

    Un precioso testimonio que documenta tambin el inters de

    Benjamin por el mundo de la imaginacin infantil, que se despert

    en l paralelamente al crecimiento de su nico hijo Stefan, nacido

    en 1918 y al cual dedicar precisamente nfancia berlinesa, es

    el que ofrece Gershom Scholem en su reciente Historia de una

    amistad:

    De ese perodo [en 1918 y en los aos sucesivos, N. del A.] escribe

    el amigo que haba intentado en vano llevarlo a la Universidad de

    Jerusalem a pesar de sus divergencias ideolgicas con el marxismo

    al cual Benjamin adhera son tambin los inicios de su coleccin

    de viejos libros para la infancia [...], coleccin que se encamin en

    serio tan slo gracias al entusiasmo de Dora por este gnero especfico.

    Dora tambin amaba mucho las sagas y los libros de fbulas.

    Era comn al menos hasta 1923 en que estuve junto a ellos que

    se regalaran para los respectivos cumpleaos libros ilustrados para

    la infancia, dando especial importancia a los ejemplares que tuviesen

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    dibujos coloreados a mano. Walter me mostraba, por ejemplo,

    las creaciones de Lyser, en un rapto en que se fundan ntimamente

    la alegra por el descubrimiento y el jbilo por el resultado artstico.

    Le gustaba conversar sobre ellos y subrayar en particular nexos

    poco evidentes, a menudo descuidados. En junio de 1918 encontramos

    en lo de un anticuario de Berna el primer volumen de Bilderbuch

    fr Kinder [Libro ilustrado para nios] de Bertuch del

    Crculo de Weimar del que compr inmediatamente tambin

    otros volmenes, ya que constitua un punto de inters muy particular

    en su apasionada dedicacin. Mientras comentaba esta o aquella

    pgina brillaba ya entonces, sin que fusemos conscientes, su aguda

    sensibilidad por la emblemtica. Las imgenes que en esos libros

    eran fruto de asociaciones lo fascinaban no menos de lo que ms tarde

    lo fascinaron la Melancholia I de Durero y los libros de emblemas

    de los siglos XVI y XVII.23

    23 Cfr. Scholem, G., Walter Benjamin - die Geschichte einer Freundschaft,

    Suhrkamp, Frankfurt, 1975, pp. 85-86.

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    Para darse una idea de la ansiedad y, al mismo tiempo, del amor

    desinteresado con los que Benjamin segua aquel rapto que Scholem

    haba entrevisto en sus ojos bastara releer la minuciosa crnica

    de la imprevisible adquisicin del volumen Peau de Chagrin de

    Balzac en una subasta pblica, hecho al que hace referencia en su

    conferencia de 1931 Saco mi biblioteca de las cajas:

    Entre los recuerdos ms hermosos del coleccionista figura el del instante

    en el que corri a salvar un libro al que jams en su vida le

    haba dedicado siquiera un pensamiento y mucho menos haba deseado

    por el simple hecho de que estaba abandonado y traicionado

    en un mercado libre, y lo compr como el prncipe de Las Mil

    y una Noches compra una bella esclava para restituirle la libertad.

    En efecto, para el coleccionista de libros, la verdadera libertad de cada

    volumen est en algn lugar de su biblioteca.24

    Sobre la Coleccin, Benjamin vuelve sobre todo en una carta a

    Scholem del 16 de setiembre de 1924, en un perodo delicado para

    su proyectos futuros (est preparado el Drama barroco alemn,

    tal vez su esfuerzo conceptual ms consistente, con el que intilmente

    tratar de acceder a la actividad acadmica habilitndose en

    la Universidad de Frankfurt en 1925), al punto que considerar de

    all en ms la posibilidad de dedicarse a las antigedades para su

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    propio sostn econmico,25 y en un ao en el que se publica en Berln

    una historia del libro para nios, obra de Karl Hobrecker que critica

    no sin reservas:

    Ha salido recientemente el libro de mi competidor berlins, maestro

    y envidioso promotor de mi coleccin, Karl Hobrecker: Alte vergessene

    Kinderbcher [Libros para la infancia viejos y olvidados]. He

    recibido recientemente una copia para la crtica. El texto del viejo

    parece escrito por un to bonachn, con un ingenuo humorismo que

    produce quizs el efecto de un budn mal hecho. La seleccin de las

    ilustraciones es en parte cuestionable, pero la realizacin de las de

    color es, en realidad, notable. Creo que, en su debido momento, te

    cont que el editor no se perdonaba no haberme confiado el encar-

    24 Benjamin W., Ich packe meine Bibliothek aus, en B.W., Gesammelte

    Schriften, IV, 1, Suhrkamp, Frankfurt, 1978, pp. 392-393.

    25 Cfr. carta a Florens Christian Rang, de Berln (14 de octubre de 1922) en Benjamin,

    W., Lettere 1913-1940, trad. it. A. Marietti y G. Backhaus, Einaudi, Torino,

    1978, p. 58.

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    go despus de haber sabido de mi coleccin y del hecho de que la poseyera.

    26

    Que Benjamin haya acariciado durante cierto tiempo la idea de

    escribir un trabajo de importancia sobre la literatura infantil es algo

    que se pone en evidencia en un apunte del Diario de Mosc

    [Moskauer Tagebuch 1926-1927] donde el escritor recuerda haber

    expuesto a un coleccionista moscovita de libros para nios su

    gran proyecto de una obra de carcter documental titulada La

    Fantasa [Die Phantasie].27 Por lo dems, este proyecto aparece

    sintonizado con la atencin que Benjamn reservaba a la fbula, la

    primera consejera de los nios, luego de haber sido durante algn

    tiempo consejera de la humanidad, mundo mgico capaz a su

    juicio de disipar y desvalorizar las fuerzas oscuras de la saga y

    al que le dedic algunas de las pginas ms relevantes y esenciales

    de toda la literatura sobre el tema.

    Aos ms tarde el editor Richard Weissbach de Heidelberg se diriga

    a Benjamn interesndolo en una publicacin sobre libros para

    nios. El escritor berlins, que en 1933 haba escogido vivir aislado

    en Pars, en tanto intelectual democrtico y hebreo perseguido

    por el nacionalsocialismo, responda el 23 de junio de. 1932:

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    Su propuesta me interesa particularmente. Usted sabr sin duda que

    poseo una de las colecciones ms relevantes de libros infantiles alemanes.

    Y existen pocas expresiones del mundo del libro con las que

    me encuentre vinculado de un modo tan ntimo.28

    La precipitacin de los acontecimientos polticos con el advenimiento

    de Hitler impidi a Benjamin llevar a cabo ese proyecto.

    Mientras tanto, un eco de sus ms recnditas intenciones de acceder

    a la enciclopedia mgica, de la que incluso las piezas de su

    Coleccin no son sino elementos de poco peso, se haca sentir en el

    ensayo Panorama del libro infantil [Aussicht ins Kinderbuch,

    1926], un texto que junto con el Abecedario de hace cien aos

    [ABCBcher von hundert Jahren, 1928] forma parte de ese tipo

    26 Carta F. Ch. Rang (14/10/1922), cit., p. 101

    27 Benjamin, W., Moskauer Tagebuch, Suhrkamp, Frankfurt, 1980, p. 145. Benjamin

    estuvo en Mosc durante el invierno de 1926.

    28 Carta a R. Weissbach, publicada por primera vez en Benjamin, W., Gesammelte

    Schriften, IV, 2, cit., p. 1049.

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    particular de sus escritos definido como illustrierte Aufstze

    [ensayos ilustrados] en los que las ilustraciones se insertan en la

    trama del ensayismo benjaminiano casi hasta desintegrar el tejido

    conceptual, intentando una sintona con el specificum fantstico de

    los nios.

    Al parecer, Benjamin sigui ampliando su Coleccin de libros

    para la infancia hasta comienzos de los aos treinta, considerndola

    no obstante (como resulta de una carta hallada recientemente en

    uno de los ejemplares) de propiedad de su mujer Dora, que en los

    aos treinta despus del divorcio cuid de esos libros en la

    Francia meridional y los llev luego con ella a Londres a comienzo

    de los aos cuarenta. Despus de la muerte de Dora en 1964, la

    coleccin fue heredada por el hijo Stefan y desde la muerte de este

    ltimo, en febrero de 1972, est custodiada por la viuda, Janet

    Benjamin, en Londres.

    5....UNA IMAGEN QUE HACE HUNDIRSE A TODO EL MUNDO:

    LA ALIANZA ENTRE LIBROS Y NIOS

    Y EL REPUDIO DE UNA PEDAGOGA COLONIAL

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    Los verdaderos destinatarios de los escritos benjaminianos sobre la

    literatura infantil que se publican en el presente volumen no son

    tanto los nios, sino ms bien los adultos, sobre cuya duplicidad y

    ambigedad existencial intenta proyectar luz la pasin anticuaria

    de Benjamin. Y esto no slo porque el escritor berlins est convencido

    de que los nios pueden educar a los educadores atentos,29

    sino porque el abrevar en los escombros de lo olvidado y en el cofre

    de la infancia misma slo son para l un simple pretexto para

    arrancar esos restos de la tradicin cultural de las garras del conformismo

    que est a un tris de someterlos, como teorizar en una

    de sus Tesis de filosofa de la historia (1940).30 Incluso el hurgar

    en el libro para nios era una ocasin para hablar a los contemporneos,

    a quienes considera privados de la dimensin de una sabidura

    pica y presa de un derrotero histrico en el cual la mano

    29 Benjamin, W., Programm eines proletarischen Kindertheaters, en B.W.,

    Gesammelte Schriften, II, 2, Suhrkamp, Frankfut 1978, p. 768 (trad. it. en Fachinelli

    E., Il bambino dalle uova doro, Feltrinelli, Milano, 1974, pp. 156-163).

    38 Benjamin, W., Angelus Novus, op. cit, p. 74.

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    libre y suelta ha tomado el timn por sobre aquella seria y pesada.

    31

    En un momento histrico como el de la Alemania de fines de los

    aos veinte y comienzos de los treinta, en el que prevalecen tendencias

    irracionalistas y en el que presintiendo el ascenso del nazismo

    Benjamin ve engrosarse las columnas de los mercenarios

    prontos a marchar con paso pesado32 sobre los restos de una cultura

    de tradicin liberaldemocrtica, cuyo ncleo histrico tratar

    poco despus de salvar en la coleccin epistolar Hombres alemanes

    [Deutsche Menschen, 1936] y que haba sufrido el golpe decisivo

    en 1848, Benjamin es obviamente consciente de la fragilidad

    (del infantilismo en cierto sentido propio de quien se entretiene

    con letras, palabras, imgenes, mientras los enemigos usan caones

    y ametralladoras) con que los crticos productores de cultura

    contrastan el paso pesado de los nuevos mercenarios. El

    juego con las letras (y por lo tanto el propio inquieto ensayismo

    de Benjamin, su extraordinaria capacidad de hablar mediante imgenes)

    que en los Comienzos florecientes (1931) se definen

    como a la vez seductoras y rechazantes, encuentra no obstante sobre

    el mismo trasfondo de la miseria de la privacin de los derechos

    y de la inseguridad reales de esos aos una legtima razn

    de existencia, dado que para Benjamin persiste fundamentalmente

    la exigencia de no traicionar la consigna de obrar concretamente

    para abrir paso a la llegada del Mesas a travs de la puerta estrecha,

    segn una formulacin suya plena de connotaciones teolgicas.

    Sin embargo, en la total falta de ilusiones frente a la poca

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    como confesar en una carta Benjamin cultivar hasta el final

    (arrancndola de un siempre renovado juego con las letras) una

    spes contra spem, una esperanza a pesar de todo que, como para

    Kafka, le parece que sigue brillando pero no para nosotros y

    que persigue con una tenacidad sobre la que pesa la sombra del

    fracaso (ratificado quiz por su suicidio para huir del riesgo de ser

    detenido por la Gestapo despus de haber sido sorprendido en fuga

    a Port Bou, en la frontera entre Francia y Espaa).

    Estos escritos benjaminianos revelan una irreductible ambivalencia

    con respecto a los adultos. Alindose con los nios, en cu-

    31 Cfr. Benjamin, W., Chichleuchlauchra, pp. 125-130 de esta obra.

    32 Benjamn, W., Storia della letteratura, en AA.VV., Storia e scienza della

    letteratura, Libreria del Convegno, Cremona, 1970, p. 10

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    yo lenguaje, en cuyo juego y en cuyo vnculo con las palabras, imgenes

    y colores l encuentra las huellas de una secreta felicidad,

    cuya inmediatez parece escapar al adulto (los nios le parecen, en

    cierto momento, como una suerte de representantes del Paraso,

    cfr. Ges. Schriften, cit. I, 3, p. 1243), Benjamin trata, por un lado,

    de sustraer tales textos del universo de las certidumbres filisteas. En

    tal sentido, cuando no interviene la impronta moralizante, los libros

    para nios quedan ante sus ojos como una suerte de texto sacro, un

    lugar en el que se alberga esa promesse du bonheur que tantos adultos

    han perdido y traicionado y en el cual los nios son simplemente

    ellos mismos en virtud de una unin inmediata, espontnea con

    el relato y con las imgenes, gracias a una fantasa carente de gramtica,

    capaz de ver reunir las palabras en ropajes siempre renovados.

    Sin embargo, al mismo tiempo Benjamin sabe que los grandes

    vigilan el mundo de la percepcin del nio, un mundo que muestra

    por todas partes huellas de la generacin anterior,33 y que los

    libros para la infancia pueden tornarse irreconocibles para aquel

    que intervenga con intenciones autoafirmativas. De aqu la fatalidad

    segn Benjamin de que el nio exhiba espontneamente

    una relacin dialctica al confrontarse con aquellas huellas. Y

    de aqu la exigencia para el historiador de la cultura de perseguir

    en la historia del libro infantil tambin aquellos puntos lmite

    en los que la fe en un continuum pedaggico positivo, siempre configurado

    sobre las expectativas de los vencedores y defendido a

    menudo con rida pedantera, ha sufrido un hondo cuestionamiento.

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    sarrollo material (pinsese en este aspecto, por ejemplo, en sus consideraciones

    sobre el significado de la ilustracin): Pues el nio no

    es un Robinson; escribe en la Historia cultural del juguete. Los

    nios no constituyen una comunidad aislada, sino que son una parte

    del pueblo y de la clase de la cual proceden.34 Pero de aqu tambin

    la atencin que presta a los aspectos contradictorios del fenmeno,

    en la conviccin de que la literatura para nios (que hoy

    constituye el soporte de una floreciente industria del libro) est cargada

    de elementos autoritarios y represivos, ideolgicos en sentido

    lato, pero al mismo tiempo plena de potenciales iluminsticorevolucionarios.

    Para ese propsito Walter Benjamin no ahorra flechas

    dirigidas a esos pedagogos de la Kindertmlichkeit (carcter

    infantil), sus contemporneos, que no perdan ocasin de burlarse

    de los libros para nios de impronta iluminista, a los que l no les

    niega su aridez y hasta su falta de inters para el nio, pero a

    propsito de los cuales, no obstante, aade en una crtica del ya recordado

    texto de Karl Hobrecker:

    Pero esos errores de antao son leves en comparacin con las aberraciones

    que, a causa de la supuesta empata con el ser infantil, estn

    de moda hoy en da: la desconsoladora y distorsionada alegra de

    las historias rimadas, los ridculos monigotes ideados por dibujantes

    poco sutiles que creen interpretar al nio. El nio exige del adulto

    una representacin clara y comprensible, no infantil; y menos aun

    quiere lo que ste suele considerar como tal.

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    De all la necesidad para el escritor berlins de captar seales que manifiesten las secretas

    intenciones nutridas de vez en cuando por los adultos educadores y de tematizar para

    combatirlas las formas en que ha expresado sus ideales educativos la burguesa en ascenso,

    encaminada con creciente agresividad a defender sus posiciones,

    pero privada del espritu que la sostena.35 Benjamin no

    renuncia a gozar de ese paraso de papel y de magos precisamente

    porque sabe que hay sepultados posibles signos de lo diverso,

    cuya clave aparentemente perdida yace tal vez sepultada, olvidada,

    bajo la costra de los hbitos adultos, formas petrificadas

    y ya irreconocibles de nuestra primera felicidad, de nuestro primer

    34 Benjamin, W., p. 88 de esta obra.

    35 sta es la meditacin que precede a una estupenda antologa de cartas realizada

    por Benjamin: Uomimi tedeschi, trad, it. de C. Bovero, Adelphi, Milano,

    1979, p. 11

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    horror, como se le aparecen en Juguetes y juego. Si los grandes,

    incapaces de ser fieles a los pases de las fbulas que han penetrado

    sus corazones de nios y de llevar a cabo en la existencia

    adulta los deseos expresados cuando nios,36 se le aparecen a Benjamin

    como viviendo mutilados de su infancia, los nios en

    cuanto portavoces de la esperanza de las generaciones le parecen

    expuestos a la amenaza de tener que vivir exclusivamente de

    manera infantil. La fantasmagora de las imgenes de los antiguos

    libros de lectura y abecedarios no parece tener un fin en s misma;

    detrs del fulgor cromtico trata en cambio de remontarse a una

    burguesa que necesit a los nios y que en ellos busc las bases

    necesarias y biolgicas de la propia subsistencia. Precisamente con

    esto se relaciona la recuperacin que hace Benjamin de los componentes

    ms destructivos de la actividad coleccionista. Esto induce

    a Benjamin a rechazar la no total utilizabilidad de los libros para

    nios por parte de los burgueses que inculcan el patrimonio cultural

    y lo adecan a la afirmacin del propio dominio de clase, a

    las leyes de una pedagoga colonial que perturbe la delicada y

    cerrada fantasa del nio. En los armarios estilo Biedermeier (en

    los que Benjamin mismo pudo todava hurgar de muchacho) los

    viejos libros para nios, con sus estupendas y vividas ilustraciones

    coloreadas en las que aun no haba descendido la sombra de la serialidad

    y de la reproductibilidad tcnica, adems de salvarse de

    la segura desaparicin, en realidad pudieron en cierta medida mantener

    ntegra (frente a las miras de la burguesa que no renunciaba

    a hacer de ellos meros objetos de uso) su peculiaridad de puros productos

    de un saber que hua del provecho y dejaba abiertas frente

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    a nios y pedagogos todas las vas hacia la alteridad y lo diverso.

    En esos armarios parecan haber conservado ntegra su peculiaridad

    de instrumentos destinados al goce y al placer de los ms

    pequeos, y tambin de esos adultos que hubieran tratado de sintonizarse

    con ese saber.

    Confiado en la suerte ntima a la que, segn la frase de Terenziano

    Mauro (habent sua fata libelli), ni siquiera los libros pareceran

    lograr sustraerse en el curso de la historia, el coleccionista autntico,

    como Benjamin lo delinea, parece unirse a ellos en:

    36 Benjamin, W., Infanzia berlinese, trad, it. de M. Bertolini Peruzzi, Einaudi,

    Torino, 1973, p. 29: El hada, gracias a la cual se tiene derecho a un deseo, existe

    para todos. Slo que son pocos los que logran recordar el deseo que han expresado.

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    una relacin [... ] que no ponga en primer plano el valor funcional y,

    por lo tanto, la utilidad, eso que en ellos puede servir, sino que los

    estudie y los ame como la escena de su destino.37

    Mientras que el burgus es par excellence un acumulador de cosas

    para disfrutar, el nio en la nobleza de intenciones que Benjamin

    le otorga trata de gozarlas y gustarlas como ese verdadero

    seor que el filisteo no es capaz de ser. El nio sabe aceptar ser

    mirado por las imgenes, as como someterlas al uso personal.

    Asiste al libre fluir de las palabrasimgenes, al desovillarse de ese

    mundo que casi reposa en s mismo. Y no obstante, el nio no se subordina

    jams a juicio de Benjamin a realidades exteriores,

    como los libros de imgenes o de cuentos (o incluso los juguetes),

    sino que vive con ellos una situacin dialctica: sufre, s, la fascinacin,

    pero sabe mantener distancia de ellos, sabe jugar con ellos.

    Queda por lo tanto envuelto en la dialctica del aceptar y el transformar:

    aceptar las leyes de lo diverso, lo gratuito, lo entretenido,

    que se traslucen en la literatura infantil; transfo mar y dar vuelta

    instintivamente los materiales con los que la primera experiencia

    histrica lo confronta: colores, letras, figuras, a los que su fantasa

    incansable parece reservar siempre nuevas combinaciones:

    Cuando inventan historias, los nios son registros que no se dejan

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    cortar las alas por el sentido comn escribe Benjamin en Panorama

    del libro infantil [...] de golpe las palabras se cubren con

    trajes y en un relmpago estn implicadas en duelos, escenas de

    amor o reyertas. Es as como los nios escriben sus textos; pero es

    tambin as como los leen.

    Del dualismo de fondo que parece existir entre la experiencia

    histrica del adulto que ha olvidado su propia infancia (aceptar

    para someterse a la propia utilidad) y la experiencia histrica del nio

    (aceptar para abrirse a lo distinto) se dira que surge el componente

    de peligro que Benjamin ve representado por la burguesa

    que los produjo en los libros para la infancia, casi como si el

    filisteo, justamente mientras trata de someterlos a sus propias miras,

    se quitara una serpiente del seno y apretara un material quemante

    entre sus manos. Caben en este tipo de consideraciones, por

    ejemplo, el tcito entendimiento que Benjamin ha visto estable-

    37 Benjamin, W., Ich packe meine Bibliothek aus, ob. cit, p. 389.

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    cerse sobre la cabeza de los pedagogos entre los nios y los

    ilustradores refractarios a las leyes del provecho e inclinados al

    anonimato, es decir, criaturas que permanecen inmunes a la maldicin

    de la fama, a la mendacidad del yo burgus (que para Benjamin

    constituye el receptculo del dominio y de la violencia de la

    sociedad), seres que en su simplicidad quedaron privados del

    rgido encuadramiento social y, en consecuencia, estn aun lejos de

    irrumpir en la produccin industrial. Con esos artistas subversivos

    los nios pareceran andar del brazo, rindose de los escrpulos

    de los pedagogos filntropos.

    A juicio de Benjamin los nios parecen conducidos a una actitud

    de refractariedad al universo ideolgico de la burguesa en su

    ascenso por dos constantes de la literatura de fbulas como la exageracin

    y la repeticin. Gracias a la exageracin ellos lograran,

    en efecto en presencia de un texto como Pedrito el Desgreado

    de Hoffmann huir de las violencias de los adultos que les destinan

    esas historias atroces (cf. Comienzos florecientes). Por otra

    parte, gracias a la fuerza de la repeticin inherente al hecho de contar

    fbulas, el nio y el adulto mismo que narra estaran en condiciones

    de huir del terror:

    Para l [el nio] no han de ser dos veces, sino una y otra vez, cien,

    mil veces. Esto no solo es la manera de reelaborar experiencias primitivamente

    terrorficas mediante el embotamiento, la provocacin

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    traviesa, la parodia, sino tambin la de gozar una y otra vez, y del modo

    ms intenso, de triunfos y victorias. El adulto libera su corazn

    del temor y disfruta nuevamente de su dicha cuando habla de ellos.

    El nio los recrea, vuelve a empezar.38

    Por lo tanto no sorprende que Benjamin entrevea en los espantajos

    inventados, durante siglos, por los educadores para reprimir

    la fantasa infantil (los chichleuchlauchra) la implcita disminucin

    de una autoridad autnticamente capaz de mantener al nio

    abierto en el horizonte de la felicidad, cuyo deseo ha sido, desde

    el nacimiento de cada uno por gracia de las hadas, poder

    expresar. Contra el terrorismo pedaggico o contra la carrera

    afanosa de sealar metas o de desplegar un saber prefijado para

    los nios, Benjamin no deja en cambio de entusiasmarse por esas

    cartillas, silabarios o libros de lectura en los que resulta evidente la

    preocupacin por:

    38 Benjamin, W. Juguetes y juegos, pp. 93-94 de este libro.

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    tutelar la soberana del que juega, de no hacerle desperdiciar energas

    en los contenidos didcticos y de prohibir el terror con el que las

    primeras cifras y letras se plantan tan gustosas como un fetiche frente

    al nio.

    En esta direccin l ve moverse, por ejemplo, los textos de Seidmann

    Freud, iniciativas que le parecen capaces de despertar en los

    nios una confianza en ellos mismos y sentido de seguridad.

    Los libros para la infancia y las mismas figuras de las ilustraciones,

    a las que Benjamin adscribe la funcin de despertar en el nio

    la palabra recuperan as una autoridad legtima (y en esto

    consiste, tal vez, su enigmtico poder) sobre los nios en la medida

    en que no exhiben voluntad inhibitoria o terrorfica sino que puras

    cscaras de un saber que supera tanto a los nios como a los

    adultos los invitan a la alteridad, potencian en ellos las capacidades

    de evocar lo diverso y les permiten situarse fuera de la patria

    mtica (o de la Infancia, con i mayscula) que los grandes esbozan

    para ellos a su propia imagen y semejanza.

    Reledas hoy, las intervenciones de Walter Benjamin no parecen

    haber perdido nada de esa actualidad verdadera que el ensayista

    berlins pareci buscar: la actualidad de lo que contribuye a abrir

    la puerta de los sueos y el libro de la felicidad, y no a sellarlos, tal

    vez definitivamente.

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    LA ENSEANZA DE LA MORAL (1913)

    Quiz nos tiente la idea de cortar de raz cualquier disquisicin terica

    acerca de la asignatura Moral, con la afirmacin de que las

    influencias sobre la moral son un asunto puramente personal, que

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    se sustrae a toda esquematizacin y normalizacin. Estemos o no

    en lo cierto, hay un hecho concreto que para nada tiene en cuenta

    ese principio: la enseanza de la moral es fomentada, porque se la

    considera necesaria. Y si se fomenta tericamente la enseanza de

    la moral, tambin es preciso analizar tericamente esta exigencia.

    Intentaremos a continuacin contemplar la enseanza de la moral

    de manera aislada e independiente. No preguntaremos en qu

    medida es posible lograr un relativo mejoramiento con respecto a

    una deficiente enseanza religiosa, sino cul ser la situacin de la

    enseanza de la moral frente a exigencias pedaggicas absolutas.

    Partimos de la tica kantiana, pues en esta cuestin es imprescindible

    un anclaje en lo filosfico; Kant distingue entre legalidad y

    moralidad y a veces expresa tal diferencia de este modo:

    Para que algo sea considerado moralmente bueno, no es suficiente

    que est de acuerdo con la ley tica; es preciso que se haga por amor

    a ella.

    Eso marca otra determinacin ms de la voluntad tica: es inmotivada,

    est condicionada nicamente por la ley moral, por una

    norma: obra bien!

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    Dos sentencias paradjicas de Fichte y Confucio arrojan una clara

    luz sobre ese pensamiento.

    Fichte niega la significacin tica del conflicto de deberes.

    Evidentemente, al hacerlo slo brinda una interpretacin de nuestra

    conciencia moral; si para cumplir un deber tuviramos que descuidar

    otro, nos hallaramos en un aprieto, por decirlo as, tcnico;

    pero ntimamente no nos sentiramos culpables, porque la ley moral

    no exige que se haga concretamente esto o aquello, sino que se

    haga lo tico. La ley moral es la norma del obrar, no su contenido.

    Segn Confucio, la ley moral implica el doble peligro de parecerle

    demasiado alta al sabio y demasiado baja al necio. Con ello

    quiere decir que la realizacin emprica de la tica nunca est contenida

    en la norma tica; que sera sobrestimarla creer que dentro

    de ella estn dados todos los mandamientos empricos.

    Confucio se dirige contra el necio, pues opina que toda accin,

    por legal que sea, slo adquiere valor tico si surge de una intencin

    tica. Con esto volvemos a Kant y a su clebre formulacin:

    No es posible nada en el mundo, ni fuera de l, que pueda considerarse

    sin restriccin como bueno, excepto una buena voluntad.

    Esta sentencia contiene el credo bsico de la tica kantiana, la

    nica que aqu nos interesa. En ese contexto, la voluntad no tiene

    un significado psicolgico. La psicologa reconstruye mecanismos

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    de accin psicolgica, en cuya realizacin la voluntad es, en

    tanto causa, a lo sumo uno de los factores. Lo que le importa al tico

    es el carcter tico de la accin, y sta tiene tal carcter no por

    haber nacido de numerosas causas, sino de la sola y nica intencin

    tica. La voluntad del hombre concibe su obligacin frente a la ley

    moral, y en esto agota su significacin tica.

    Nos hallamos aqu ante una idea que parece apta para constituirse

    en punto de partida de todas las reflexiones concernientes a la

    educacin moral. Tenemos frente a nosotros la evidencia de una antinomia

    en la educacin moral, que tal vez sea tan slo un aspecto

    aislado de una antinomia ms general.

    La meta de la educacin moral es la formacin de la voluntad tica;

    y, sin embargo, no hay nada ms inaccesible que esa voluntad

    tica, puesto que, como tal, no constituye una dimensin psicolgica

    tratable con determinados medios. Ninguna influencia emprica

    nos da la garanta de tener realmente repercusin en la voluntad

    tica. Falta la palanca con la que se pueda manejar la educacin

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    moral. La ley pura y nica es tan inaccesible como inabordable es

    la voluntad pura para el educador. Comprender este hecho en toda

    su gravedad constituye un requisito previo a toda teora de la educacin

    moral. Inmediatamente se impone una conclusin: dado que

    el proceso de educacin moral se opone, por principio, a toda racionalizacin

    o esquematizacin, no tiene nada que ver con ningn tipo

    de enseanza, pues la enseanza es para nosotros, y por principio,

    el medio racionalizado de educacin. Nos conformamos aqu

    con esta deduccin, para analizar esa proposicin ms adelante,

    cuando consideremos la enseanza actual de la moral.

    Ahora bien, traern estas reflexiones como consecuencia la

    bancarrota de la educacin moral? As sera si el irracionalismo significara

    la bancarrota de la educacin. Pero el irracionalismo slo

    significa la bancarrota de una ciencia exacta de la educacin: la renuncia

    a una teora cientficamente acabada de la educacin moral

    parece ser la consecuencia real de lo dicho. Sin embargo, a continuacin

    procuraremos esbozar la posibilidad de una educacin

    moral concebida como un todo, aunque carente de unidad sistemtica

    en cuanto a sus partes. Desde este punto de vista, el principio

    de la comunidad escolar libre, de la comunidad tica, parecera ser

    fundamental. La forma en que se concreta la educacin tica en esta

    comunidad es la religiosidad, porque tal comunidad experimenta

    una y otra vez, en su interior, un proceso que engendra la religin

    y despierta la contemplacin religiosa, proceso que quisiramos

    llamar plasmacin de lo tico. Como ya hemos visto, la ley moral

    carece de toda relacin con lo empricamente tico (en cuanto

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    emprico). No obstante, la comunidad tica vivencia una y otra vez

    la transmutacin de la norma en un orden emprico legal. Tal modo

    de vida exige una libertad que permita a lo legal ajustarse a la

    norma. Mas slo a travs de esa norma se obtiene el concepto de comunidad.

    La esencia de la constitucin tica de comunidades parecera

    estar representada por una ntima fusin entre rigor tico en

    la conciencia de la obligacin comn y confirmacin de la tica en

    el orden de la comunidad. Empero, como proceso religioso se opone

    a todo anlisis.

    Con esto nos hallamos frente a una peculiar inversin de aserciones

    muy actuales. Mientras que hoy en da se multiplican por

    doquier las voces que consideran la moral y la religin como independientes

    entre s, a nosotros nos parece que slo en la religin,

    y slo en ella, puede hallar su contenido la voluntad pura. La vida

    cotidiana de una comunidad tica lleva la impronta de la religin.

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    Esto es lo que cabe afirmar, terica y positivamente, con respecto

    a la educacin moral, antes de poder formular una crtica de la

    educacin moral en vigencia. Incluso al formular esa crtica siempre

    debemos tener presente el pensamiento sealado.

    Dicho en forma puramente dogmtica, el peligro ms profundo

    de la enseanza de la moral yace en la motivacin y legalizacin de

    la voluntad pura, es decir en la supresin de la libertad. Si la educacin

    moral se propone realmente la formacin tica del alumno,

    podemos afirmar que se sta abocado a una tarea irrealizable. Si

    quisiera detenerse en lo universalmente vlido, no ira ms all de

    lo dicho aqu o de ciertas doctrinas kantianas. Los medios del intelecto,

    es decir los de validez universal, no permiten aprehender ms

    exactamente la ley moral, porque sta es determinada por la religiosidad

    del individuo all donde recibe sus contenidos concretos. Las

    palabras de Goethe nos demuestran la imposibilidad de penetrar en

    la relacin, todava amorfa, del individuo con la moral:

    En el hombre, lo supremo carece de forma, y debemos guardarnos

    de drsela de otro modo que mediante la accin noble.

    Quin se arroga todava, en el da de hoy (fuera de la Iglesia),

    el papel de intermediario entre el hombre y Dios? Quin quisiera

    introducirlo en la educacin, cuando esperamos que toda tica y religiosidad

    emanen del estar a solas con Dios?

    La educacin moral carece de sistema; la educacin moral se ha

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    propuesto una tarea irremplazable: he aqu la doble expresin de un

    mismo hecho fundamental. A esta asignatura slo le resta impartir

    en lugar de educacin moral una rara especie de educacin cvica,

    segn la cual todo lo necesario ha de ser espontneo y todo lo

    que en el fondo es espontneo debe ser necesario. Se cree poder sustituir

    la motivacin tica por ejemplos racionalistas y no se admite

    que en ellos la tica se halla a su vez ya presupuesta.1 Por ejemplo,

    cuando en la mesa de desayuno se quiere introducir en el nio

    la idea del amor al prjimo describindole el trabajo de todos aquellos

    a quienes les debe los goces que experimenta. Quiz sea triste

    que tales perspectivas sobre la vida muchas veces se le abran al

    1 No se podra causar mayor dao a la tica que intentar basarla en ejemplos.

    Pues es necesario que todo ejemplo que se me ofrezca sea l mismo juzgado previamente

    segn principios de moralidad, para saber si es digno de servir de ejemplo

    prstino, es decir de modelo; pero de ninguna manera puede brindarnos el concepto

    de tica por sobre todo (Kant).

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    nio slo a travs de la enseanza de la moral. Por otro lado, ese tipo

    de explicaciones slo puede hacer impresin en un nio que ya

    conozca la simpata y el altruismo, y estos sentimientos no son

    vivenciados en clases de moral, sino en la comunidad.

    Sea dicho de paso, la energa especfica del sentido moral, la

    capacidad de empata moral, no aumentar por la incorporacin de

    motivaciones, de material, sino nicamente por su aplicacin.

    Existe el peligro de que el material supere en mucho a la excitabilidad

    moral y la embote.

    La enseanza de la moral se caracteriza por cierta inescrupulosidad

    de los medios; al no disponer de la motivacin tica propiamente

    dicha, debe servirse no slo de reflexiones racionalistas, sino

    tambin preferentemente de estmulos psicolgicos. Pocas veces

    se llegar al extremo del orador que en el Congreso de Enseanza

    de la Moral, de Berln, aconsej entre otras cosas apelar incluso al

    egosmo de los alumnos (en este caso slo puede tratarse de un medio

    de lograr la legalidad, no ya la educacin moral). Pero tampoco

    la invocacin de la heroicidad, la exigencia o el elogio de lo extraordinario,

    en cuanto desembocan en una exaltacin emocional,

    tienen nada que ver con la continuidad de la actitud moral interior.

    Kant no se cansa de condenar semejantes prcticas.

    Lo psicolgico implica aun el peligro especial de un autoanlisis

    sofisticado, en el cual todo parece necesario, adquiere un inters

    gentico y no moral. A dnde llegaramos si, por ejemplo, analizramos

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    y enumerramos los distintos tipos de mentiras, tal como

    lo propuso un pedagogo de la moral?

    Como ya lo dijimos, lo especficamente tico forzosamente se

    pierde. He aqu otro ejemplo caracterstico de ello, tomado, al igual

    que los anteriores, de la Jugenlehre de Foerster. Un muchacho es

    golpeado por sus compaeros, y Foerster argumenta: t devuelves

    los golpes para satisfacer tu impulso de autoafirmacin, pero

    quin es tu enemigo ms constante, aqul contra el cual necesitas

    defenderte ms? Tu pasin, tu sed de venganza. Entonces, en el

    fondo, tu autoafirmacin consistira en no devolver los golpes, en

    suprimir el impulso ntimo. Es ste un ejemplo de transformacin

    mediante la interpretacin psicolgica. En otro caso similar, se le

    promete al muchacho golpeado por sus compaeros que al final

    vencer y que, a pesar de todo, si no se defiende los otros lo dejarn

    en paz. Pero un alegato basado en el resultado nada tiene que ver

    con una motivacin tica. La atmsfera de lo tico no es la motivacin

    utilitaria, la utilidad propia o ajena, sino la conversin.

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    Nos excederamos en el espacio si ofreciramos otros ejemplos

    de una prctica a menudo peligrosa desde el punto de vista de la moral.

    No mencionaremos las analogas tcnicas de la moral, ni el manejo

    moralista de las cosas ms triviales. Referiremos solamente la

    siguiente escena de una clase de caligrafa. El maestro pregunta:

    Qu faltas ser capaz de cometer quien, no obligndose a observar

    con toda precisin las lneas, siempre las sobrepasa con sus letras?

    La variedad de respuestas de los alumnos fue sorprendente. No

    es esto casustica de la peor especie? No existe relacin alguna entre

    tales ocupaciones caligrficas y el sentimiento moral.

    Por lo dems, ese tipo de enseanza de la moral de ninguna manera

    es independiente como suele afirmarse de las concepciones

    morales vigentes, o sea de la legalidad. Al contrario: el peligro

    de sobreestimar la convencin legal est presente, puesto que la enseanza,

    con su fundamentacin racionalista y psicolgica, nunca

    puede alcanzar la actitud tica, sino nicamente lo emprico, lo

    prescrito. Tales reflexiones harn que a menudo al alumno le parezca

    que la buena conducta (que debera sobrentenderse) es algo extraordinario.

    El simple concepto del deber est a punto de perderse.

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    EXPERIENCIA (1913)

    Libramos nuestra lucha por la responsabilidad contra un enmascarado.

    La mscara del adulto se llama experiencia. Es inexpresiva,

    impenetrable, siempre igual; ese adulto ya lo ha experimentado

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    todo: la juventud, los ideales, las esperanzas, la mujer. Todo era

    ilusin. A menudo nos sentimos intimidados o amargados. Quizs

    ese adulto tenga razn. Qu podemos contestarle? Nosotros an

    no hemos experimentado nada.

    Pero trataremos de quitar la mscara. Qu ha experimentado

    ese adulto? Qu quiere demostramos? Ante todo, una cosa: l tambin

    ha sido joven, tambin l quera lo que queremos nosotros; l

    tampoco quera a sus padres, pero la vida le ha enseado que los padres

    tenan razn. Y muestra su sonrisa de superioridad, pues a nosotros

    nos suceder lo mismo. De antemano desvaloriza nuestros

    aos, los convierte en una poca de simpticas necedades, en una

    infantil embriaguez que precede a la larga sobriedad de la vida formal.

    As son los benvolos, los liberales. Pero conocemos otros pedagogos

    cuya amargura no pretende ni siquiera permitirnos los breves

    aos de la juventud. Severos y crueles, quieren sometemos

    ya a la servidumbre de la vida. Unos y otros desvalorizan nuestros

    aos, los destruyen. Y, cada vez ms, nos invade una sensacin:

    la juventud no es ms que una breve noche (llnala de embriaguez!);

    despus vendr la gran experiencia, aos de compromisos

    pobres de ideas y carentes de inspiracin. As es la vida. Lo que

    nos dicen los adultos es lo que ellos experimentaron.

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    S! Esto es lo nico que experimentaron, jams supieron de otra

    cosa: el absurdo de la vida, la brutalidad. Nos alentaron alguna vez

    a emprender cosas grandes, cosas nuevas, a acometer lo futuro?

    Oh, no, porque eso no se experimenta! Todo lo que tiene sentido,

    lo que es verdadero, lo que es bello, lo que es bueno, est fundado

    en s mismo. Para qu nos sirve all la experiencia? Y he aqu el secreto;

    como jams eleva la vista hacia la grandeza, hacia la inspiracin,

    el burgus ha convertido la experiencia en Evangelio, en

    mensaje de la vulgaridad de la vida. El jams ha comprendido que

    hay algo ms que la experiencia, que existen valores a los cuales

    servimos y que no estn sujetos a experimentacin.

    Por qu la vida carece de consuelo y sentido para el burgus?

    Porque lo nico que conoce es la experiencia. Porque l mismo

    carece de consuelo y sentido. Y porque l no mantiene ninguna

    relacin tan intima como la que lo liga a lo ordinario, a lo que es

    eternamente ayer.

    Pero nosotros conocemos otra cosa, que ninguna experiencia

    nos da ni nos quita. Sabemos que existe la verdad, aunque todo lo

    pensado hasta ahora haya sido un error. Sabemos tambin que se

    debe ser fiel, aunque nadie lo haya sido hasta ahora. Ninguna experiencia

    puede robamos esa voluntad. Sin embargo tendran en

    algo razn los padres con sus cansados gestos y su desesperanza petulante?

    Ser triste lo que hemos de experimentar? Slo en lo que

    no es posible experimentar podemos fundar la intrepidez y el sentido?

    En tal caso, el espritu sera libre, pero la vida sin cesar lo

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    arrastrara hacia abajo, porque esa vida, esa suma de experiencias,

    resultara desconsoladora.

    Nosotros, sin embargo, no comprendemos tales interrogantes.

    Acaso llevamos todava la vida de aquellos que ignoran el espritu,

    de aquellos cuyo Yo inerte es arrojado por la borda como las olas

    contra un arrecife? No. Pues cada una de nuestras experiencias tiene

    ahora un contenido. Nosotros mismos le daremos un contenido

    con nuestro espritu. El irreflexivo se conforma con el error. Nunca

    encontrars la verdad le dice al investigador, lo s por experiencia.

    Pero el investigador hallar en el error una nueva ayuda

    para encontrar la verdad (Spinoza). La experiencia slo carece de

    sentido y de impulso para el espritu embotado. Quiz resulte dolorosa

    para quien aspira a alcanzar las alturas; pero difcilmente lo

    precipitar en la desesperacin.

    Una cosa es cierta: jams caer en una morosa resignacin ni se

    dejar adormecer por el ritmo del burgus. Porque como habris

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    notado ste slo celebra todo nuevo fracaso. Acaso eso nos est

    demostrando que l tena razn? Su creencia se ha confirmado:

    es verdad que el espritu no existe. Sin embargo, nadie exige como

    l un sometimiento tan absoluto, una veneracin tan rigurosa al

    espritu. Porque si criticara, tendra que participar en la creacin.

    Y l no puede hacerlo. Hasta la experiencia del espritu, que l hace

    contra su voluntad, carece para l de espritu.

    Dgale usted

    que cuando sea hombre

    respete los sueos de su juventud.*

    Nada ms odioso para el burgus que sus sueos de juventud.

    (Y la sensiblera suele ser una forma de mimetismo de ese odio.)

    Porque lo que apareca en esos sueos era la voz del espritu, que

    tambin a l lo llam una vez, como a todo ser humano. La juventud

    es el eterno recuerdo de ello y por eso la combate, le habla de

    esa experiencia gris y todopoderosa y ensea al joven a rerse de s

    mismo. Vivenciar sin espritu es cmodo, pero funesto.

    Repito: nosotros conocemos otra experiencia. Esa experiencia

    puede ser hostil al espritu y destruir muchos sueos; no obstante es

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    lo ms hermoso, lo ms intocable, lo ms inmediato, porque jams

    puede faltar el espritu si nosotros seguimos siendo jvenes. Uno

    siempre se vivencia slo a s mismo, dice Zaratustra al final de su

    peregrinaje. El burgus hace su experiencia; y es la eterna y nica

    experiencia de la falta de espritu. El joven vivenciar el espritu

    y cuanto ms le cueste lograr algo grande, ms fcilmente encontrar

    el espritu en todo su camino y en todos los hombres. El joven

    ser indulgente cuando sea hombre. El burgus es intolerante.

    * Federico Schiller. (N. del T.)

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    LA POSICIN RELIGIOSA DE LA NUEVA

    JUVENTUD (1914)

    El movimiento de la juventud que despierta seala hacia ese punto

    infinitamente lejano donde sabemos se encuentra la religin.

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    Y el solo hecho de ser movimiento ya nos brinda la ms firme garanta

    de lo acertado de su direccin. La juventud que se despierta

    en Alemania se halla igualmente alejada de todas las religiones y

    asociaciones ideolgicas por igual. Tampoco adopta una actitud religiosa.

    Pero esa juventud significa algo para la religin, y la religin

    empieza a adquirir una muy nueva significacin para ella. All

    donde nace lo nuevo, all, en el centro, est la juventud. Sufre la penuria

    ms apremiante y la ayuda de Dios est ms cerca de ella.*

    Slo en la juventud puede alcanzar la religin un grado tan alto

    de penetracin en la comunidad y slo en la juventud el ansia de religin

    es tan concreta, tan ntima, tan honda. Porque el camino que

    recorre la joven generacin, en su proceso formativo, carece de sentido

    sin ella. Es desierto y penoso si no existe en l ese punto en que

    aparece la bifurcacin, la opcin decisiva. Ese punto de bifurcacin

    ha de ser comn a toda una generacin, y all se levanta el templo

    de su dios.

    El anhelo religioso despert tarda y aisladamente en los mayores.

    Eran decisiones secretas, tomadas ante encrucijadas particulares,

    y no ante una encrucijada nica, general. La decisin no impli-

    * Referencia al proverbio alemn Wenn die Not am grssten, ist Gott am

    nchsten (Cuando la penuria es ms apremiante, Dios est ms cerca).(N. del T.)

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    caba ninguna garanta, le faltaba la objetividad religiosa: as permaneci

    siempre el individuo frente a la religin.

    Y ahora aparece una juventud que est unida a la religin, que es

    el cuerpo en el cual la religin sufre sus propias penurias. Una generacin

    quiere verse nuevamente en la encrucijada, pero la bifurcacin

    de caminos no aparece. Todas las j