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AUTORIDADES:

JOSÉ MANUEL DE LA SOTA

GOBERNADOR

ALICIAMÓNICA PREGNO

VICEGOBERNADORA

PABLO CAÑEDO

PRESIDENTE AGENCIA CÓRDOBA CULTURA

ANTONIO OVIEDO

SUBDIRECTORDE LETRAS Y BIBLIOTECAS

STAFF

DIRECTOR:

Lie. ANTONIO OVIEDO

CONSEJO EDITORIAL:

Lie. ANTONIO OVIEDO

Lie. GRACIELA CASTRO

SUSANA CABUCHI

EDUARDO GASQUEZ

EDUARDO LACOSTE

BIBL. CLAUDIA PALACIOS

BIBL. RAÚL OYÓLA

DISEÑO:

JUAN PABLO CANO

CORRECCIÓN:

EDUARDO GASQUEZ

HÉCTOR JACOBO

ILUSTRACIÓN DE TAPA:JUAN LONGHINI

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En todos los campos, los avances tecnológicos van dejando sus marcas, a todas luces vertigi-nosas e incluso capaces de generar temporalidades subjetivas no menos urgentes. Las nuevas mo-dalidades de la lectura son el correlato de ese cambiante repertorio inaugurado por la era digital.Acerca de este aspecto y de otros indisociables de la problemática del libro discurre la entrevistaal crítico e historiador francés Antoine Compagnon. En sus páginas también examina las relacionesentre la pantalla (de la computadora o del libro digital) y el soporte impreso que dio fundamento yrazón de ser a los múltiples avatares de la modernidad occidental. Sus consideraciones se orientan,asimismo, hacia el nuevo universo de internet y sus expresiones activan fuertemente otras opcionespara la escritura y el acto de leer. "El lector ideal -subraya Compagnon- es el adolescente": unaafirmación que reivindica un período decisivo en el que en función de dicha práctica lo desconocidoabre las puertas a un descubrimiento.

No es mera casualidad que también sea el descubrimiento —de lo que se anhela encontrarpara definir la vocación de escribir- el ademán que subyace a los escritores que participan en lasección Huellas de lectura. Los cuatro vocablos (Admisión, compresión, explosión, escape) que titulanel texto de Daniel Vera remiten a su primera lectura: una publicación sobre el motor a explosión,leída en un taller mecánico. Suerte de núcleo donde anidan futuras lecturas literarias y filosóficas, sulado anecdótico da pie a una afirmación tajante y duradera: "Casi no recuerdo un tiempo en el queno supiera leer". Jorge Felippa, por su parte, traza su recorrido de escritores visitados tenazmenteen diversas etapas de su vida. Hasta que en determinado momento, una observación habla de ciertaadquisición irrenunciable: "Ya sabía que leer es aprender a descifrar". Siempre detrás de las evo-caciones relacionadas con lo que fue moldeando las búsquedas aparece justamente esa acción de lalectura que rehuye la inercia y la pasividad; rompe por ende con los cauces lineales y se interna enterritorios colmados de incógnitas. Llega un momento, entonces, en el que "todo es desciframiento",como escribe Elvira Chiodi en De lecturas, marcando una culminación que sin embargo no cesa derenovarse.

Con un tono que alterna desenfado e ironía, el escritor inglés Aldous Huxley, a través detres notas centradas en una idea nada convencional del libro, plantea incentivar la lectura sólo yexclusivamente mediante la difusión de las grandes obras de la cultura, soslayando la edición delfárrago de publicaciones de escasa o nula relevancia intelectual; asimismo, apunta a los absurdosy paradojas que alimentan la práctica de la bibliofilia; y correlativamente, critica la abundanciaincontenible de libros impresos, alegando que la lectura ve debilitada así su calidad.

El relato de Raúl Oyóla sobre su participación en dos encuentros sobre catalogación efec-tuados en la Biblioteca Nacional a fines de noviembre del año pasado constituye un hito de graninterés para tareas y preocupaciones que nuestra Biblioteca Córdoba toma como propias. Todoslos caminos -reza el título- conducen a la Biblioteca Nacional: un trayecto que también desembocaen orientaciones claves relacionadas con las más actuales discusiones técnico-bibliotecológicas en elcontexto de las bibliotecas públicas argentinas en cuyo desarrollo y logros la Biblioteca Córdoba nopuede estar ausente.

Lie. Antonio Oviedo

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Antoine Compagnon:"El lector ideal es el ado-lescente"Entrevista de Eduardo Febbro

El historiador y crítico literario AntoineCompagnon contó en un libro delicioso la his-toria de un hombre que cortaba con una tijeralas páginas que no le gustaban de En busca deltiempo perdido, de Marcel Proust. De aquel libromonumental —por su extensión y su hazaña lite-raria y estética- no le quedaban más que unascuantas páginas selectas. Esa mutilación físicade un libro impreso respondía a una selecciónapasionada. Median muchos años y avances tec-nológicos entre esta historia y la formación lentapero verosímil de un lector numérico (e-book) yde una ficción digital. Antoine Compagnon lle-va más de 30 años dando clases de Literaturaen la Universidad de la Sorbona, en el Collegede France y en la Universidad de Columbio deNueva York. Entre el señor de las tijeras y losseñores de los pixeles este autor riguroso y ele-gante vio esbozarse una amenaza que se hizorealidad: la lectura, la lectura de textos lite-rarios, ha quedado relegada a una función demera distracción superficial. El libro, que forjó laidentidad de Occidente, cede terreno ante lasnuevas formas de leer derivadas de la era di-gital. Al mismo tiempo, la creación de grandesobras literarias, las novelas mundo, se fueronespaciando con el tiempo. En uno de sus librostraducidos al español, ¿Para qué sirve la litera-tura?, Compagnon se pregunta qué sentido tienela literatura en estas décadas en que la ofertadistractiva estrecha el tiempo de la lectura y lasimágenes reemplazan la proyección imaginaria."Mi fe en el futuro de la literatura -escribió ítaloCalvino— consiste en saber que hay cosas quesólo ella puede darnos." ¿Y qué puede darnos

la lectura literaria, qué alternativa nos proponenla lectura numérica o las obras digitales dondeconviven la palabra y los objetos multimedia?Compagnon no se demora en la amenaza del finni en el lamento por el retroceso de la literatura—que constata-, ni en la proyección apocalíptica.Este autor brillante defiende, más que un géneroen sí, una práctica: la lectura. "La literatura esun ejercicio del pensamiento: la lectura, una ex-perimentación de lo posible", dice Compagnon.Es imposible pensar la historia del mundo sin elobjeto libro. ¿Qué quedará de su maravillosacontribución al pensamiento, a la transmisión delas ideas, a la comprensión del mundo, una vezque avance su transmutación hacia el libro elec-trónico? ¿Google fagocitará a Borges e Interneta Joyce? Así como el libro modeló un tipo dehumanidad, ¿qué saldrá del objeto tecnológico?Para Antoine Compagnon, la amenaza centralno está en el agotamiento de la creatividadsino en la compresión de la masa de lectores.La lectura numérica, en pantalla, y la escrituranumérica, articulada en imágenes y sonidos, ter-minarán forzosamente por "crear" un nuevo tipode lector. ¿Menos humanista? ¿Menos profundo?¿Menos reflexivo? Las respuestas son inciertas.Cuando salió el CD ROM, los heraldos decre-taron de inmediato el fin del libro. Pero sigueentre nosotros. Compagnon pone de relieve unaparadoja: ve en la lectura a través de Internet"una resurrección de la lectura pre moderna, laque precedió a Gutenberg y a la era del libro".

Con el apoyo de una profusa obra teó-rica, crítica e histórica, Antoine Compagnonllevó sus últimas reflexiones al territorio de lacoexistencia entre la lectura entretenida de laera numérica, la lectura de obras literarias y elimperio de la ideología de la narración, que do-mina el mundo. Antoine Compagnon es autor demás de una docena de libros, de los cuales doshan sido traducidos al español. El más célebrees Los antimodernos. En este ensayo paradójico,

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ftor ideal eque analiza la resistencia a la modernidad, elautor demuestra cómo las figuras centrales dela corriente antimoderna han sido los auténticosanimadores de la modernidad. ¿Será el libro unobjeto sustantivo de la modernidad?

-La pregun-ta que mucha gentese hace, y que harevestido en los úl-timos dos años unaforma del miedo,consiste en saber sila literatura, la na-rración en general,debe tener miedodel formato electró-nico.

-No se pue-de responder sim-plemente por sí opor no. Es evidenteque la irrupción delo numérico transfor-ma muchas cosas. Loprimero que cambiade manera funda-mental es nuestramañero de leer.¡Hasta yo leo cadavez más en unapantalla!; prensa,artículos, informes ylibros. Nuestra lectura pasa de lo impreso a lapantalla y esto cambia cosas fundamentales ennuestra forma de leer. También se puede decirque, cuando estamos ante una pantalla, ope-ramos en multitarea porque realizamos unascuantas actividades simultáneas. La pantalla sir-ve al mismo tiempo para comunicar, hablar porteléfono, intercambiar mensajes, etc. La lecturade la literatura era un gesto solitario, bastante

aislado, que exigía amplias playas de tiempo.Leer supone largos momentos sin distracción.Creo que hay un aspecto muy importante de laliteratura que se ve modificado con los cambiosde los modos de lectura. Pertenezco a una gene-ración que primero leyó libros impresos y ahora

lee en superficies numé-ricas. Las próximas ge-

¡í neraciones aprenderán$ a leer sobre pantallas.I Se están produciendo|: cambios profundos. HayI menos lectura impresa,ít por consiguiente menosI lectura de libros. Es líci-| to entonces tener cierta|í preocupación sobre la|: lectura de la literatura.| Agrego, además, que

está la literatura que selee y también la que seescribe. No veo entonces

'''"••. cómo la literatura que se;,. escribe puede escaparI a todos estos cambios

• tecnológicos. Habrá sintí dudas nuevas formas

Bf | literarias ligadas a losHF nuevos medios. Creo que

veremos aparecer unaliteratura numérica de lamisma manera que en elsiglo XIX vimos aparecer

los relatos por entregas en los diarios. Esos rela-tos cambiaron el curso de la historia de la nove-la. Así, entonces, si la prensa trastornó la novelano creo que la literatura pueda mantenerse asalvo de las transformaciones derivadas de laera numérica. Destaco que siempre habrá lite-ratura, siempre tendremos creadores. Ese no esun tema que debe preocuparnos. Los creadoresincorporarán los soportes numéricos a sus crea-

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dones. Eso ya existe en los Estados Unidos, losllamados libros multimedia que incluyen elemen-tos audiovisuales. En cambio, sí podemos preocu-parnos por la lectura misma. Nuestro tiempo estáfagocitado por la electrónica. Las prótesis numé-ricas que nos rodean rara vez nos dejan solos.

—Usted decía que resulta difícil leer aProust o a Hegel de manera prolongada enuna pantalla.

—Sí. Sigo asociando esas grandes novelasal objeto libro. Hoy hay muchos soportes: iPad, elKindle de Amazon. Reconozco que, desde haceun año, los lectores numéricos se han acercadoal libro impreso. Pero tampoco debemos olvidarque el libro impreso es un objeto tecnológicomuy perfecto, muy ideal. El libro en sí es muyeconómico, manuable, liviano en relación con lainformación que puede contener. No creo queeste objeto tecnológico vaya a desaparecer muypronto, incluso si hoy tenemos la oportunidad deleer las grandes novelas de la adolescencia enun iPad o un Kindle.

—Usted anticipó hace poco que con losnuevos soportes para leer, nuestra lectura serámás en imágenes y menos imaginaria.

—Lo que quise decir es que, por ejemplo,con los libros multimedia vamos a clickear sobreun link y tendremos imagen y sonido. Frente aesto, el libro impreso tiene dos atributos parala literatura y la novela: uno, cuando leemos unlibro impreso tenemos el control del tiempo enrelación con la imagen. Cuando estamos en unanovela, el tiempo es el tiempo del lector. Pue-de acelerar, aminorar, hacer una pausa, volvera leer. No es lo mismo que un libro electrónico,incluso si miramos un DVD no es igual al movi-miento del pensamiento a través de un libro. Dos,el otro gran atributo del libro es la dimensiónimaginaria. Nos figuramos y nos representamoslo que leemos. El mundo numérico es el universode la imagen total, un mundo en el cual hay me-

nos lugar para el imaginario. Eso es lo que quiseexpresar cuando hablé de una lectura más enimágenes y menos imaginaria. Quise manifestarel temor de que la facultad imaginaria ligadaa la literatura se vea sacrificada en un tipo deliteratura numérica y multimedia.

-Tendremos tal vez una situación para-dójica: habrá más lectores, pero serán menosprofundos.

—Sí, la meditación, lo que está auténtica-mente ligado a la lectura solitaria y prolongadadel libro puede diluirse.

—La cultura occidental ha sido modela-da por el libro. ¿Qué tipo de cultura y de serhumano puede modelar la era numérica?

-Esto plantea grandes interrogantes. Aveces se dice que el sujeto moderno tiene al lec-tor como modelo. Esto nos remite a Montaigne, ala irrupción de la subjetividad, de la identidad,de eso que se forja a través de la lectura. Laidentidad se reconoce a través del movimientode la lectura. Si la correlación entre lectura, li-bro e identidad es muy fuerte no es menos ciertoque estamos asistiendo a grandes cambios quevan más allá de la técnica. ¿Acaso es una granépoca que se cierra o un marco histórico que seagota? No pienso que haya que llegar tan lejosen la afirmación. Sin embargo, los cambios quese producirán son fundamentales.

-Nuestra más crujiente actualidad seconecta con un ensayo suyo de los años '80,La segunda mano. En este libro delicioso sobreel arte de la cita usted escribió que lo únicoque hacemos es glosar y entreglosar. En estesentido, Internet es el imperio de la glosa, unasuerte de pozo infinito de la cita y de la copiade lo que otro ya escribió antes. ¿Esa dimen-sión de la cita-copia también cambia la lecturay la escritura?

-Sí, absolutamente. En lo que se refierea Internet, podemos hablar perfectamente de

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oralidad, de una suerte de régimen oral. í! ; =Internet es una suerte de resurrección dela lectura premoderna, la que precedióa Gutenberg y a la era del libro. Estonos reenvía al Renacimiento. La tecnolo-gía actual consagró ia intertextualidady, en cierta medida, la muerte del autor.

-¿Internet nos permite elaboraruna novela infinita, colectiva?

-¿Acaso veremos aparecer obrascolectivas? Soy escéptico ante esta ideade creación colectiva. Sigo persuadidode que la obra literaria pertenece a unasola persona. Desde luego, hay ejemplosde obras escritas a cuatro manos, perono son las obras más memorables de laliteratura. Es una utopía abierta. Las no-velas mundo como las de James Joyce,Dostoievski o Proust tenían un ¡efe deorquesta para todas esas músicas y pa-labras.

-Usted dice una frase clave: lanovela mundo. Ese tipo de obras litera-rias maravillosas, que abarcan el des-tino humano, han desaparecido de lacultura moderna.

-¡Claro que sí! Y podemos decirque ese tipo de novelas nos hacen falta. ,«•%;•Pero tampoco hay que dejar de lado elhecho de que la producción literaria, la produc-ción estética, siempre fue muy importante. Frentea esto, la cantidad de obras memorables no esconsiderable. Pero es cierto que en la literaturafrancesa y europea hace tiempo que faltan no-velas con esa envergadura, con esa capacidadde aprehender el mundo en su variedad, en suprofundidad y complejidad. Esperemos que esaobra surja pronto. No hay nada fatal en esta au-sencia. No diría que se trata de un encogimien-to definitivo de la literatura. Hubo muchas tesispara explicar la ausencia de novelas mundo: se

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dijo que la culpa la tenía la teoría de la litera-tura, que la literatura francesa se marchitó porculpa del Nouveau Román, otros dijeron que laculpa la tiene la democracia porque la literaturaiba mejor bajo el régimen soviético que cuandose cayó el Muro de Berlín. Hay algo cierto entodo esto: la democracia, la sociedad de con-sumo, etc., etc., no son propicias a la creaciónliteraria. Pero el pesimismo no debe imponerse.Estoy seguro de que la novela mundo incorpo-rará imágenes y sonido, que nos propondrá unalectura hipertextual, un montón de links, que ten-

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drá su propio portal Internet y que no dejará

afuera a la literatura.

-Con todo, esa ausencia de novelas

mundo se acompaña de otra particularidad:

el ataque sistemático contra el relato literario.

-La condena del relato es típica del mo-

vimiento moderno. El relato como una trampa,

como una ilusión, en todo el movimiento moderno

hay una voluntad de terminar con el relato. Pero

claro, no se puede terminar con el relato porque

necesitamos relatos para imaginar, para cono-

cerse, para comprenderse, para verse. El relato

siempre renace de sus cenizas. Paradójicamente,

hoy estamos en una ideología del relato. En los

últimos años se impuso la idea de que es preciso

contar relatos: en la publicidad, en la política. Si

no se producen relatos no se es capaz de inte-

grar a los interlocutores. Convencer consiste en

tener un relato en el cual el otro puede encontrar

su lugar. Estamos entonces en una ideología del

relato muy fuerte. La psicología, la filosofía, la

sociología nos dicen que para vivir feliz hay que

tener un relato. Este reino de la ideología del

relato no equivale a decir que la literatura pro-

duzca obras de calidad.

—Hay una suerte de oposición hiper-

moderna entre el relato espectáculo y el relato

literario.

-El relato político, publicitario, psicoló-

gico o sociológico es un relato de adaptación.

Se trata de un relato de orden, casi de manipu-

lación. La forma de la retórica contemporánea

pasa por el relato. En contraposición, la propie-

dad del relato literario consiste en perturbar el

orden, en molestar. Si la literatura no molesta

deja de ser literatura y se convierte en pasa-

tiempo, en diversión. La literatura descoloca,

desconcierta, provoca. Eso es precisamente lo

que no hacen los relatos confortables que nos

propone el mundo contemporáneo.

-Usted le ha dado un lugar privilegiado

a ese ser plural y anónimo que es el lector.

¿Cuál es para usted la figura del lector ideal,

aquel que encarna mejor la persistencia de los

valores culturales?

—Para mí, el lector ideal es el adolescente

que, en la literatura, en las novelas y también en

la poesía, descubre quién es, descubre el mundo.

Estamos aquí ante una de las dificultades con-

temporáneas: la transmisión de la cultura y de la

literatura a través del acceso a la lectura de los

adolescentes y de los adultos jóvenes. Los jóve-

nes leen hoy, hay una literatura infantil atractiva

y bella, pero nuestra sociedad contemporánea,

en particular la escuela, tiene dificultades para

que los jóvenes pasen a la lectura adulta. Se ha

producido un corte: las mujeres leen, los mucha-

chos no. Se produjo una virilización de la lectura.

Nuestras sociedades tienen aquí un problema.

Cómo hacer para que los chicos pasen de los

libros con imágenes a los libros sin ellas.

-La lectura, en suma, perdió su valor de

iniciación.

—Claro, porque esa iniciación puede ob-

tenerse por otros medios: el cine, la televisión,

los juegos informáticos, que son también formas

de relato. Pero volvemos a lo que hablábamos

recién: estos soportes constan de imágenes y el

imaginario no trabaja. Estamos en una puesta en

escena y en una puesta en imágenes globaliza-

da del relato.

-A la lectura también le faltan sus

guías: la crítica literaria como tal se ha esfu-

mado al tiempo que los escritores, que antes

escribían sobre otros autores, no se exponen

más.

—Una cierta forma de crítica literaria des-

apareció. Para mí, la crítica literaria está ligada

a la conversación sobre los libros. Hay mucha

gente molesta porque Internet ofrece una clara

degradación de la crítica literaria, una suerte de

crítica salvaje. Lo que sí es cierto es que la crítica

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literaria incitativa, directiva, prescriptiva, des-aparece. La crítica literaria no tiene repercusiónen los lectores. Ahora bien, lo que más falta esla crítica hecha por escritores. Había una grantradición de escritores que escribían sobre otros.Todos los grandes escritores del siglo XX escri-bieron sobre los autores clásicos y contemporá-neos. La ausencia de crítica de autor me resultainquietante, como si los autores ya no se leyeranmás entre ellos. Tal vez ello explique por qué notenemos novelas mundo.

—Alguien comentó en un avión que elautor ideal para la lectura numérica y las pan-tallas era Jorge Luis Borges.

—Sí, por qué no, es perfectamente plau-sible. Después de todo, Borges originó todasnuestras reflexiones sobre la intertextualidad,etc. El nos llevó a pensar en esos temas. Por quéentonces no leer los cuentos de Ficciones o La Bi-blioteca de Babel en un ¡Phone o un iPad. Seríauna forma de justicia hacia Borges.

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Biografía •Antoine Compagnon (Bruselas, 1950)Doctor en Letras. Es profesor de Literatura Francesa en la Sorbonaen París y de la Universidad de Columbio en Estados Unidos, y ca-tedrático en el Collége de France. Sus obras son fundamentalmenteensayos sobre la historia de la literatura y la crítica literaria. Lasegunda mano o el trabajo de la cita (1 979), Las cinco paradojasde la modernidad (1 990) son algunos de sus libros.

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Admisión, compresión,explosión, escapePor Daniel Vera

Las huellas más antiguas se confundentanto con la textura del camino como con las hue-llas más profundas, y muchos caminos comienzansiendo una huella sobre otra y allí donde ya nohay huella, hay que abrirse paso, o hubo queabrirse paso y hacer camino al andar. Lo bue-no, o lo malo, de los pasos pasados es que pue-den ser tan extraordinarios como uno quiera ypueda imaginarlos, y en la lectura han estadopara mí los pasos más henchidos de imaginación,los pasajes en los que se han entrecruzado losimaginarios de multitud de autores con el ima-ginario del autobiográfico lector, olvidado parasu propia protección de muchos desmesuradosencuentros cuya cicatrices, huellas también ellas,podrían ser visibles para lectores menos involu-crados. Por ejemplo, casi no recuerdo un tiempoen el que no supiera leer, aunque andaba porahí una foto de mis primeros años de vida queme presenta sosteniendo un ejemplar del diarioCórdoba con las letras patas para arriba, lo quesería una prueba irrefutable de que no sabíaleer, aunque jugaba a que leía, si no fuera por-que aún hoy a veces leo y a veces sólo juego aque leo. Claro, en estos tiempos describo esa fic-ción como la respuesta adecuada a la diferenciaque establezco entre la gente que escribe y laque sólo (me) parece que escribe.

Por aquellos inaugurales tiempos enmi casa, la casa de mis abuelos y mis padresy unos tíos y un primo: en rigor una larga ga-lería a la que daban muchas puertas y venta-nas, en esa casa se leía. Se leía el diario dela tardejmi abuelo), algunas revistas: Patoruzú(mi papá), El Gráfico (mi tío), Billiken y MundoInfantil (mi primo), Para tí (mi mamá), Vosotras

(mi tía) y de vez en cuando, Antena o Radiolan-dia o El Alma que Canta o Caras y Caretas oMundo Peronista (en época de elecciones o algoasí) y una vez por mes historietas nacionales oimportadas, y no faltaban algunos libros de ta-pas amarillas de editorial Tor y similares quepodían encubrir las aventuras de Rocambole, lossueños de Segismundo o alguna versión abre-viada y modernizada del Ingenioso Hidalgo. Miabuela leía todas esas cosas y lo mismo hacíayo, lector compulsivo, voraz, insaciable, no siem-pre entendido pero siempre entretenido: nadapeor, entonces, que no tener nada para leer. Nosé por qué se imaginaba en esas épocas (inclusoyo lo imaginaba) que mi destino estaría en laingeniería, tal vez en la ingeniería civil, tal vezen la ingeniería mecánica (recuerdo dos discre-pancias, la de mamá, que me quería médico yla de mi abuelo que me auguraba una carreramilitar), hasta que la influencia de otro tío mefue llevando cada vez más para la mecánica:iba a su taller, me dejaba hechizar por el brillode las herramientas y el misterio de los engrana-jes. Y por ahí vino el primer acto deliberado delectura, el ponerme a leer un libro determinado,dispuesto para mí y que se suponía que yo, tanlector, podría entender sin mayores dificultadescon mis nueve años cumplidos y mi tercer gradoaprobado: El Motor a Explosión. Motor comme ilfaut de cuatro tiempos, y conocí por escrito lasválvulas de admisión y las válvulas de escape,y la importancia de mantenerlas cerradas parauna óptima compresión (¿comprensión?) y unaigualmente eficiente explosión. Así arranqué,pero ya era, acaso, demasiado tarde.

Cuando recuerdo aquella imagen del chi-co haciendo como que leía con el diario puestocabeza abajo, la parodia del lector, me digoque siempre fue demasiado tarde para la in-geniería, civil, mecánica o militar. Me corrijo, heleído a Sartre y he aprendido que hay mala fe,ingenua mala fe si se quiere, pero al fin y al

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cabo mala fe, en eso de encontrar en los azaresmás remotos signos indelebles de azares menosremotos, pero me divierte imaginar esas imáge-nes de la memoria, quizá meras invenciones dela memoria, como las frases de un libro que seva escribiendo mientras trato de escribir cómo sefue formando el lector que llegó a ser escritor,es decir, el lector por escrito. Entre esos librosamarillos mencionados másarriba había uno que sllamaba Fausto y era el fa- •vorito de mi papá; el autor,por supuesto, no era Goethe(es más, cuando tiempo des-pués me encontré con elFausto de Goethe penséque Goethe era un copión)sino el muy fausto Estanislaodel Campo (Maciel y LunaBrizuela, para más datos),impar parodista del Río deLa Plata y no es improbableque mis repetidas visitas asus páginas me hayan de-jado más huellas de las quepuedo ver, siempre menosde las que desearía. Por lopronto, le notaba algunaafinidad con aquel hidalgoque disfrazado de caballero salía a lancear mo-linos y majadas. El motor a explosión era trans-parente, los pistones y los aros, las bielas y loscojinetes no se engañaban ni engañaban a ter-ceros: uno leía y era lo que decía allí, y despuésiba al banco de pruebas y todo funcionaba se-gún lo leído, y se podía comprobar que cuandose producía la explosión antes de tiempo y laválvula de admisión todavía estaba abierta, losgases huían por el carburador y cuando la ex-plosión se producía después de tiempo y la vál-vula de escape ya estaba abierta todo lo quehabía era una ruidosa chispa allá por el fondo;

moraleja: la importancia de poner a punto. Y ala próxima lectura era igual. Muy distintas eranlas cosas que pasaban en un overo rosao.

Compresión, comprensión. Años, lustros,décadas pasaron antes de que me hicierandar cuenta de que Goethe era, efectivamente,un copión. Más y menos como del Campo, másfilosófico y menos gracioso, pero Fausto en los„„„... _, comienzos del siglo XIX, en-

andilado todavía por lasjifimas luces, sólo podía serna parodia de su legenda-

|, rio antecesor y efectivo ins-H pirador. Grau, teuer Freunddj ist alie Theorie. ¿Freund o• Freud? ¿Freud en inglés sejB escribe Joyce? ¿O se escribejt Shakespeare y se pronunciafjj Schopenhauer? Tanto leer,• dicen que decía Mao, y uno,1 termina estúpido, no es en-

trámente así, pero pierdeJ|j; el sentido y se queda con

el sonido impronunciable, loque Mao podía no saber nisentir su sabor: el encantode la huella fonética en elpapel, la letra, el fonogra-ma. Si le gusta tanto leer

dijo el médico, que aprenda a leer en otro idio-ma. Y así fue, a leer, a escribir, poco pero conno poco esfuerzo, casi nada de hablar y muchomenos de entender lo que dicen los que hablan,o leen en voz alta poemas en lengua extran-jera (extranjera para mí, no para el que leía)como aquel Mr. Clifford, británico profesor deinglés, leyendo Las Campanas, The bells, Bells,bells, bells- From the ¡ingling and the tinkling ofthe bells, de Edgar Alian Poe, no importa lo quedecían sino como sonaban, aunque por mi pobreoído no podía, no puede nunca podrá repetiresos sonidos. Pero, digo, me dije, podría ¡mitar-

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los, simularlos, hacer algo en español o en ar-gentino que suene bien aunque no se entiendalo que dice, que el entendimiento no afecte nidefecte la forma gráfica de la forma sonora dela lengua. Ese punto, ese día en el aula de in-glés la voluntad, por primera vez la voluntad, eldeseo de escribir un poema. Era raro, muy raro(debió ser raro muy raro) en el mundo de losmotores a explosión, aunque ya andaba mezcla-do en las lecturas (y para siempre aparte en lapráctica) con el mundo de las turbinas, la famosapropulsión á chorro, y el mundo de los cohetes yla mecánica automotriz iba trasladándose a lapura y simple mecánica, a la mecánica elemen-tal, la mecánica de los elementos, a la mecánicaceleste, la mecánica del cielo y un proyecto deingeniero estaba transformándose en proyectode astrónomo, oh, el librito de Hermann Bondi,El Universo antes de que el Big-Bang, la GranExplosión, ocupara todo el espacio y todo eltiempo, mejor dicho, fuera todo el espacio ytodo el tiempo. Ah, este chico que no sabelo que quiere ser, que no sabe lo que quiere,pero quiere, camaleónico sujeto del deseo,quiere leer y seguir leyendo, aspirando ensecreto a ser leyenda. Y decidí ponerme de

parte de los astros.¿A qué se llama ser cordobés? Es una

cuestión que nunca me interesó demasiado,acaso porque siempre me faltó creer en na-turalezas y en esencias inconmovibles. An-tes de leer a Platón ya había algo en míque lo rechazaba y detrás del rechazo, losabría muchísimo después, había (hay) unaamplia e incontaminada admiración, admi -ración nominalista por el mayor de los rea-listas. En todo caso, estimaba que no habíaun arquetipo de cordobés, fuera falluto,humorista, choripanero o lector de La Vozdel Interior...Ser cordobés se limitó o se ex-

tralimitó a hacerme sentir como inevitable elencuentro con Lugones, y ese encuentro enterritorio lunar terminó de convencerme dela irrealidad, mejor dicho, del puro azar delos colectivos, a pesar de la caída posteriordel propio Lugones en el mito nacionalista.A todo esto ya iba por los catorce años deedad y la Biblioteca Córdoba me habíaabierto sus anaqueles. Utilizaba el métododel Autodidacta, el orden alfabético, aun-que con algunas heterodoxias, como empe-zar por escritores argentinos, Arlt, Borges,quién sabe quién más, todos igual, sin méritoni reconocimiento, pero Lugones, por la L mesacó de allí y me acercó a Mollea, a Ma-rechal, y de repente la Gran Explosión, elAdán Buenos Ayres, un ejemplar casi virgende la vieja edición de 1 948 leído en un díay una noche. Y fue como una reunión en Dan-te, por cuyo Paraíso jamás pasó un pedante.

Ahí, en un breve lapso de dos o tresaños las huellas se acumulan y se solapan.Viene el descubrimiento de la filosofía, unarama de la literatura fantástica, lectura dePlatón cuyo atractivo inexplicable para mí,propenso a toda formación antiplatónica:individualismo, poesía, sofística, me fue ex-plicado muy tardíamente cuando estudio-sos de su estilo me revelaron su habilidadpara la parodia, y de Ortega, cuyo arte dela digresión no dejo de envidiar: supremahabilidad para hablar de otra cosa. Y dosgrandes parodistas irlandeses, Osear Wil-de y James Joyce, en especial este último,maestro del exilio del lenguaje a quien to-davía no acabo de leer, y Kafka, y Conrad,grandes exiliados de sus lenguas nativas, ylos poemas de amor que me correspondían

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i III!

por la edad y ojalá nunca dejen de corres-ponderme aunque pueda escribir los versosmás tristes esta noche. Y el escape, lectorpor la publicación de los primeros versos, ylector por la publicación de la primera re-seña, lectura de El Pensamiento Antiguo, deRodolfo Mondolfo. Dieciocho años, ingresan-te ¿inesperado? en la carrera de Filosofía,atraído por la lógica y la filosofía del len-guaje, y la epistemología y...si, con muchí-simo por leer o por darme cuenta de quehabía leído e ignoraba que había leído, yla lectura, y la parodia de la lectura que esla escritura, también escape, exilio, asilo delsentido o del sinsentido o de la carencia desentido, junto o adjunto Cooper y Laing y lasventajas de la opacidad frente al diagnós-tico, el esfuerzo para no dejarse leer de co-rrido para seguir pasando por un corredorcorriente. Las huellas se mezclan, pie sobrepie, pasos de tigre, se cubren mutuamente,no llegan sin embargo a desaparecer, sim-plemente se disfrazan, se enmascaran conolvido real o fingido, o con mera afectación

o defección, y se cubren haciendo poner laatención en la marcha del motor (ahora casiinmóvil motor aristotélico o semoviente motorhegeliano), cuidando el punto justo, evitan-do cada vez con más pericia las explosionesadelantadas pero con tendencia a recaeren las chispas tardías, sabiendo que unas yotras, de haber sido justas hubieran mejora-do el rendimiento, hubieran aumentado laenergía, hubieran facilitado la evasión.

BiografíaDaniel Vera (Córdoba, 1 947)Poeta y ensayista. Docente en la Facultad de Filosofía de la UNC yla UCC. Como periodista tuvo una destacada actividad en la re-vista Jerónimo y en los diarios Córdoba y La Voz del Interior. Hapublicado, entre otros, los libros Perífrasis griegas (1981), Fun-damento Hsin (1987), Formas de la oración (1 991 - reed. 2003),Investigaciones Estéticas (1991), Machiavelli (1 998) y Glosario demetafísica (2004).

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Pasiones encontradasPor Jorge Felippa

Soy nacido y criado en Alta Córdoba, encasa de un empleado municipal y de una madreama de casa. Ahí se compraban dos diarios pordía: La Voz del Interior a la mañana, y el Cór-doba a la tarde. Pero el "diarero"- entonces nole decíamos canillita-, también nos llevaba to-das las semanas las revistas El Tony, Intervalo,D'Artagnan, El Gráfico y la Vosotras, para mimadre.

Fue en la Vosotras donde encontré unapágina de cuentos y poemas dirigida por PoldyBird. Sí, la de "Cuentos para leer sin rimmel".

Allí descubrí a muchos autores contem-poráneos, escritores vivos, o muy cercanos a misensibilidad por su lenguaje, poetas de los queaprendía sus versos de memoria. Recuerdo tresnombres: José Pedroni, Alfonsina Storni y PaulEluard.

También al alcance de su bolsillo de em-pleado municipal, mi padre compraba librosde ediciones populares, similares a las que hoyllegan a los quioscos, con títulos y autores hoydesconocidos a los que leí antes de entrar al se-cundario.

Todavía se guarda como un tesoro, unapequeña biblioteca de leyendas americanas yargentinas de Editorial Peuser. Y en los libros deEditorial Tor, leí La Ilíada y La Odisea; Cora-zón, de los Apeninos a los Andes, de EdmundoD'Amici; Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez;Facundo, de Sarmiento.

En plena adolescencia, se me despertóotra pasión que empecé a compartir ¡unto a loslibros y al fútbol. Sí, jugué al fútbol desde losonce hasta los veinte años en Instituto. Era arque-ro y lo imitaba al "Loco" Gatti. Pero mis veleida-des artísticas, y la política, me llevaron a otros

caminos. Y a los primeros encontronazos con miviejo.

Esa pasión fue el cine, es decir otra for-ma de leer. Recuerdo que en los años '65/66apareció en mis manos La Náusea, de Jean PaulSartre, y simultáneamente empecé a frecuentarcasi noche de por medio, un reducto inolvidable:el Cine Sombras (ya mítico cineclub de Córdobaen los años sesenta). Fellini, Truffaut {y su alterego Jean Pierre Leaud), Bergman, Antonioni, Ku-rosawa, pasaron a ser mis ídolos.

El secundario lo cursé en el colegio Cora-zón de María, adonde encontré sobrados moti-vos para dejar de ser creyente. Pero como "be-neficio de inventario" tuve a dos profesores quealimentaron, cada uno a su manera, mis ganasde escribir.

Uno de gramática, que con sus concursosde ortografía, me adiestró el ojo para detectarlas palabras mal escritas. Y el profe de literatu-ra, el inolvidable César Díaz Yadarola, quien mehizo conocer, admirar e imitar a Federico GarcíaLorca. Desde entonces me viene la pasión porlos versos que se dicen en voz alta. Si habremosrecitado secretamente el Romancero Gitano; lamuerte de Antoñito, el cambarlo: "esa viva mo-neda que nunca se volverá a repetir", o aquellode "y yo me la llevé al río creyendo que eramozuelo". También a Pablo Neruda llegué porese camino: "Puedo escribir los versos más tristesesta noche".

A los 1 6 años le mostré mis primeros poe-mas a Díaz Yadarola. Él me alentó a seguir es-cribiendo y digamos que "me la creí".

Mientras leía esto en el colegio, en el ba-rrio, con un primo nos devorábamos los libros deciencia ficción de ediciones Minotauro: despuésde Crónicas marcianas y Farenheit 451, agotétodo Ray Bradbury. Después a Theodore Stur-geon, Olaf Stapledon, John Wyndham, con títu-los ya olvidados pero que entonces me volaronla cabeza.

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Les repaso la mezcla: fútbol, poesía,ciencia ficción, cine. Entonces escuchamos a LosBeatles, a puro twist y gritos en el submarinoamarillo, y nos dispusimos a llevarnos el mundopor delante.

Entre los 1 8 y los 20 años empecé a con-sumir febrilmente todo lo que aparecía en na-rrativa y poesía latinoamericana. Los nombresconsagrados: García Márquez, Carlos Fuentes,Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Cortázarantes que Borges, Marechal antes que Bioy Ca-sares. Ya sabía que leer es aprender a descifrar.

Defraudando por segunda vez los deseosfamiliares, cuando tuve que elegir una carrerauniversitaria, mientras la mayoría de mis compa-

ñeros se metían a Ciencias Económicas, me decidípor Cine. El examen de ingreso me lo tomaron elQuique Lacolla y Daniel Salzano. Y me aproba-ron. Desde esas aulas viví el Cordobazo, los yan-quis asaltaron la luna, y a mí me tocó la colimbo.

La política lo embebía todo. Entendí quela poesía era "un arma cargada de futuro" porhombres como Raúl González Tuñón, César Vá-llelos, Miguel Hernández, Mario Benedetti, Nico-lás Guillen, Ernesto Cardenal, Juan Gelman.

Por ellos, llegué a los poetas del tango:Evaristo Carriego, Celedonio Flores, HorneroManzi, los hermanos Expósito, Catulo Castillo yal gran Discepolín.

Como verán, la Biblia ¡unto al calefón,

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una mezcla explosiva para "la academia".Todo empezó a encontrar su lugar cuan-

do conocí a mis compañeros del que sería el Ta-ller de Escritores Sol Urbano: Solasso, Lellín, Nay,Torriglia, Maldonado Costa, Curado. Con elloscompartí el aprendizaje del oficio, la militancia,las primeras publicaciones, y el desbande queprovocó la dictadura.

Con la llegada de la democracia, cadauno de nosotros ya incubaba sus proyectos máspersonales.

En mi caso, la narrativa me había engan-HHH»

chado por el lado del policial. Quería contaruna historia densa, apenas entrevista en mi exi-lio interior, y entonces me adentré en las entra-ñas del monstruo que cuentan las novelas negrasnorteamericanas. Fatigué los maestros RaymondChandler y Dashiell Hammett, a James Cain yHorace Me Coy, a Chester Mimes y Jim Thomp-son. De la mano de ellos hice los primeros borra-dores de la que sería mi primera novela.

Eso fue cerca de 1 986. Desde entoncesno falta una novela sobre mi mesa de luz. Gra-cias a todos esos maestros, vivo leyendo y escri-biendo. Y escribiendo, vivo.

BiografíaJorge Felippa (Córdoba, 1949)Poeta y novelista. También fue editor y librero. Es docente detalleres de escritura creativa y narrativa desde 1 988 en diversasinstituciones de la ciudad y la provincia de Córdoba. Algunos delos libros del autor son El precio de la memoria Primera mención enel premio Luis de Tejeda 1 986, Quiero volver a casa finalista delPremio Provincial de Novela "Daniel Moyano" 2004 y El que avisano es traidor (2007).