arquitectura seÑorial del barroco en tudela. …

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CARLOS CARRASCO NAVARRO ARQUITECTURA SEÑORIAL DEL BARROCO EN TUDELA. PRIVILEGIOS, PATRONATOS Y CASAS PRINCIPALES DE LA NOBLEZA Tesis Doctoral Director: Prof. Dr. D. José Javier Azanza López UNIVERSIDAD DE NAVARRA Facultad de Filosofía y Letras Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía Pamplona, 2012

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CARLOS CARRASCO NAVARRO

ARQUITECTURA SEÑORIAL

DEL BARROCO EN TUDELA.

PRIVILEGIOS, PATRONATOS Y

CASAS PRINCIPALES

DE LA NOBLEZA

Tesis Doctoral

Director: Prof. Dr. D. José Javier Azanza López

UNIVERSIDAD DE NAVARRA

Facultad de Filosofía y Letras

Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía

Pamplona, 2012

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ARQUITECTURA SEÑORIAL DEL BARROCO EN TUDELA

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“Casa Parroquial de San Jorge”1 se edifica en estos

momentos con una portada central altamente singular

(lám. 181). Se acompaña de dos potentes pilastras

cajeadas, pero lo que realmente llama la atención es

el dintel resaltado en los extremos, decorado con

metopas y triglifos que le dan un aire ciertamente

academicista 2 . Sin embargo, otros elementos nos

retrotraen hacia el barroco clasicista, como son el

almohadillado que enmarca toda la fachada, las

orejetas de los vanos laterales de las plantas baja y

primera, además del diseño de los antepechos del

balcón. Con todo, en el aparejo pétreo de la planta

baja no se aprecian signos de diferentes fases

constructivas, por lo que es de

Lám. 181 suponer que todos los elementos son fruto de mismo

Casa Parroquial de San Jorge momento donde conviven las diversas tendencias.

3.2.6.- Escudos

Lám. 182 Ejecutoria de hidalguía de Luis Antón, detalle

1 Calle Rúa nº 5. Allí se alojó hasta tiempos recientes, la residencia del párroco y despacho del templo de

San Jorge “el Real”. No existe ninguna referencia bibliográfica ni documental –a falta también de figuras

heráldicas-, que permita identificar el linaje promotor de esta casa. En algunas ocasiones, se ha confundido

con la vecina Casa de Maisterrena (MARTÍNEZ ESCALADA 1975, p. 143), pero tan sólo se ha

comentado por ser el lugar de nacimiento del historiador local Mariano Sainz. El único dato que puede

acercarnos al conocimiento de esta singular casa proviene de un proceso (AGN, Proceso 140549) entre

María Francisca Gárate y María Luisa Veráiz, datado entre 1814 y 1818 en el que ambas mujeres se

enfrentan sobre unas ventanas de la segunda sobre el patio de la primera. Al hablar de los colindantes, se

dice que cae al antiguo jardín del Gran Priorato de Navarra, el Callizo del Pasaje y que era colindante a la

Casa de Maisterrena. Con tales pistas podemos aventurar que ésta pueda ser la casa que nos ocupa, ya que

la siguiente a Maisterrena por el otro lado es la Casa de Sarasa. De ella se dice que la compró el marido de

María Francisca en 1798 y que en origen eran dos casas. De todos modos, no nos aventuramos a denominar

a este inmueble como “Casa de Gárate”. 2 Éste es un motivo serliano que ha sido adaptado en otros edificios barrocos navarros, tales como la Casa

de Guendica en Pamplona y la Portada de los pies de la Parroquia de Santa María de Tafalla, realizada por

el cantero Juan Larrea (ANDUEZA UNANUA 2004, p. 186). El mismo modelo aparece en la lámina X del

tratado de Vignola Regla de los cinco ordenes arquitectónicos, Roma, 1562. Publicado en BIERMAN (ET

AL.) 2011, p. 90 y en el de Diego Sagredo Medidas de lo Romano, Toledo, 1526, fol. DVIII r; Publicado

así mismo en BORNGÄSSER KLEIN 2011, p. 364.

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PRIVILEGIOS, PATRONATOS Y CASAS PRINCIPALES DE LA NOBLEZA

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Una de las características de la arquitectura señorial es la condición noble del

promotor; por tanto, los emblemas heráldicos que le son propios se constituyen en el

elemento indispensable, al tiempo que sirven de documento gráfico a la hora de atribuir

el edificio a un determinado linaje y también, para acotar su cronología. La permanencia

de un blasón en una fachada durante el Antiguo Régimen, garantiza la filiación y tronco

común de todos sus poseedores. Es una relación directa de parentesco que de haberse roto,

habría ocasionado la destrucción del escudo y la sustitución por otro, dado el caso de que

le hubiera correspondido.

Por tanto, el escudo resulta una insignia de honor con valor legal que merece ser

destacada, ya que distingue a su casa de las demás del “estado común”. Durante el

barroco, sufre y disfruta de una atención desmesurada, llegando a unas cotas de

artisticidad e hipertrofia inauditos3. La curva que a lo largo de los siglos del barroco traza

el ornato, volumen, tamaño y número de figuras presentes en los escudos, sigue una

curiosa forma semielíptica, desplazada hacia la derecha. Desde los sencillos emblemas

renacentistas se continúa con una tendencia simplista durante la primera mitad del siglo

XVII, la cual cambia ostensiblemente durante la segunda mitad cuando todos los escudos

presentan un fenómeno de proyección frontal y abultamiento general en planta, creándose

auténticas protuberancias. El culmen se alcanza en las primeras décadas del XVIII y se

mantiene aunque algo mermado, pero poco tiempo después y durante la corriente rococó,

lo que se pierde en volumen se gana en abigarramiento y singularidad ornamental (lám.

182). Finalmente, justo al final de siglo, el escudo se simplifica bruscamente en busca de

sus orígenes, abandonando la exhuberancia que tanto tiempo le había acompañado y que

no recuperará nunca.

Respecto a su ubicación dentro de la fachada,

siguen también un recorrido de ida y vuelta; al principio y

durante el periodo gótico es frecuente que el escudo se

labre mediante un sencillo bajorrelieve en la clave1006 del

arco de la portada, pero ya en el mismo siglo XVI, adquiere

una importancia y tamaño en los que dicho emplazamiento

resulta insuficiente. En el tudelano Palacio del Deán (lám.

183), se dispone el gran emblema de Pedro Villalón de

Calcena justo encima de dicha puerta y bajo la ventana

principal. Es cierto que el escudo se desplaza pero no

llegará muy lejos, ya que nunca abandona la compañía de

la portada y el balcón

principal, elementos con quienes conforma la estructura

Lám. 183

simbólica que marca el eje principal de la casa. Palacio del Deán

Una de las primeras paradas de este itinerario es el espacio antes comentado, entre

la portada y el vano inmediatamente superior. Sin embargo, en el barroco también se

3 Sin embargo, no llega al caso de los emblemas barrocos de la arquitectura señorial de Cantabria,

considerados el paradigma español de sobredimensionamiento heráldico que pueden ocupar y exceder el

hueco equivalente a todo un balcón. CHUECA GOITIA 2002, p. 143. 1006 MARTINENA RUIZ 1980, p.

114.

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ARQUITECTURA SEÑORIAL DEL BARROCO EN TUDELA

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aumentó el tamaño de estos vanos fomentando la apertura de gran número de balcones de

considerables dimensiones, por lo que este destino tampoco pudo ser el definitivo. Por

tanto, el espacio siguiente donde aposentarse sin perder el eje de simetría tenía que ser

justo sobre el balcón principal, pero este modelo no se encuentra en la ciudad. Dicha

ausencia tal vez sea porque debido a la estrechez del trazado urbano y a la falta de

perspectivas amplias ante dichas fachadas, de haberse colocado un escudo en ese lugar,

apenas sería apreciable desde el nivel de la calle por los viandantes, perdiendo por ello su

función principal de difusor de la fama del linaje y sello de propiedad del inmueble. Sí

que se dan en edificios riberos que cuentan con mayor espacio disponible y amplias vistas,

como es el caso de las Casas de Echeverría y García de Loygorri en Cintruénigo y la Casa

de Virto de Vera en Corella; estas dos últimas no dudan en cegar el balcón central de la

segunda planta para colocar el escudo familiar (v. lám. 129); para el pensamiento de los

siglos del barroco, resultaba una buena opción y mejor inversión.

En los ejemplos señoriales barrocos tudelanos, generalmente los escudos se

disponen en un costado de dicho balcón y siempre en el primer piso, nunca en el segundo

por las razones de visibilidad antes expuestas; como mucho, sobrepasan algo el primer

registro para adentrarse ligeramente en el superior. Sí que es cierto que existen emblemas

en la segunda planta de las casas de la Plaza Nueva, pero ello puede deberse a una reforma

posterior –de las muchas que ha tenido este espacio-, o que al disponer de toda una plaza

delante, se colocaran en este lugar al considerar que con ello mitigaban la distancia de la

altura.

Formalmente, la evolución estilística 4 de los emblemas heráldicos discurre

paralela a la sufrida por la retablística, no en vano son los mismos artífices que plantean

los escudos como grandes miniaturas exteriores con una alta precisión y detalle. Los

modelos más antiguos son los góticos lambrequinados, de terminación apuntada y

sencillos relieves, que ya en el siglo XVI se complican al disponerlos sobre placas de

cueros retorcidos que forman volutas al torsionarse. Uno de los principales de esta época

es el conservado en la fachada de la Casa Consistorial, el cual avanza una de las

características que se generalizará durante los siglos del barroco: la presencia de

mascarones, en este caso como remate e intermedio entre el escudo y la corona, aunque

lo común es que más tarde, estos elementos fantásticos sirvan como base (v. lám. 68).

4 Tomaremos como referencia cronológica el año de la sentencia del proceso de reconocimiento de

hidalguía, ya que supone un dato documentado a pesar de ser conscientes que el pleito se inicia varios años

antes con la denuncia por parte del fiscal por implantar un escudo. Por tanto, los emblemas pueden ser algo

anteriores a dicha fecha de resolución pero también es cierto que en ocasiones, estos primeros escudos

provisionales eran efímeras tablas de madera para provocar la incoación del proceso. Ante las dudas,

preferimos emplear el año del certificado de nobleza como punto de acceso. 1008 HUARTE 1923, p. 169.

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PRIVILEGIOS, PATRONATOS Y CASAS PRINCIPALES DE LA NOBLEZA

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Lám. 184 Lám. 185 Lám. 186

Ibáñez Luna Aperregui Tornamira Díez de Ulzurrun

Durante la segunda mitad del siglo XVII, el protagonista dentro del ornato

heráldico será el elemento vegetal. Los escudos comienzan a cobrar volumen aunque

siguen con su forma eminentemente circular, pero sobresaliendo bastante del nivel de la

fachada. El emblema de los Ibáñez Luna1008 resulta paradigmático dentro de este modelo

por la curiosa y abundante corona vegetal que lo rodea, siendo instalado en 1673 sobre la

fachada de la casa homónima en la Rúa, antes de que en el siglo XVIII se transformara la

renacentista fachada y se ampliaran las ventanas a balcones, cuyo pie de hierro corta el

escudo (lám. 184). Un poco más antiguo es el escudo de Aperregui que se conserva en la

Casa de Tornamira en Serralta, que obtiene la Ejecutoria5 que lo valida en 1664 y resulta

uno de los primeros y más significativos de exhuberancia vegetal que además posee ya

un mascarón; en el mismo, se advierte otro elemento que será una constante en muchos

emblemas posteriores, los niños tenantes. En esta ocasión, sólo asoman tímidamente la

cabeza y un brazo, el resto del cuerpo queda oculto por el follaje (lám. 185).

En 1680 se fijaron las armas de Sebastián Díez de Ulzurrun6 en sus casas de la

Rúa y en ellas (lám. 186), el mascarón de la base es en este caso la cabeza de un querubín

alado y los niños tenantes se han transformado en estípites de base torsa a modo de

cuernos de la abundancia. Destacan sobremanera en este escudo, tanto el gran penacho de

plumas que rodea el yelmo hidalgo como la buena conservación del relieve, lo que lleva

a pensar que no se trate de la piedra arenisca acostumbrada, ni siquiera del alabastro tan

común en la zona; podría estar tallado en mármol, atendiendo al color y vetas de la pieza.

No sólo los escudos nobles reciben tanta atención;

los municipales no se quedan atrás y a pesar de la sencillez de

sus elementos y omnipresencia urbana, no desmerecen en nada

respecto a los nobiliarios. La pareja de ellos dispuestos en la

Casa de la Ciudad de la Plaza Nueva por parte de Francisco

5 Ibd., p. 357. 6 APT, Tudela, Protocolo de Pedro Mediano, 1680.

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ARQUITECTURA SEÑORIAL DEL BARROCO EN TUDELA

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Aguirre 7 en 1692, se presenta bordeada de gruesos y carnosos tallos, siguiendo la

tendencia de las yeserías de ese momento (v. lám. 55). Los escudos originales que estaban

previstos para instalarse en 1688, eran los realizados por Pedro Viñés, pero finalmente

fueron desechados porque en una declaración del maestro de obras zaragozano Jaime

Busiñac y Borbón8, se dice que son Lám. 187 muy abultados y pesados, con lo que peligra

la estabilidad Casa de Carpio

de los pilares. Este incidente nos da idea exacta de la

“hinchazón”9 de los escudos en el cambio de siglo, que da lugar a

ejemplos como el de la Casa de Carpio en la Plaza de San Nicolás

(lám. 187). Éste no sólo se dispone en la arista que dibuja la planta

del edificio, sino que sobresale más de la mitad de su cuerpo con

una forma semiesférica abultada. No se ha podido identificar este

emblema pero podemos datarlo en la última década del siglo XVII,

fundamentalmente por las formas del niño que lo sustenta desde lo

bajo, atribuible a la mano de los

mazoneros Gurrea y similar a los dispuestos en el Retablo Mayor

del Convento de Dominicas. El blasón de Ederra de Ustárroz (lám.

188) en la Calle San Julián se adscribe al mismo periodo y

Lám. 188 Ederra

de Ustarroz

presenta similar volumen, aunque debido a su altura y sobresaliente posición, el punto

principal de atención lo constituye el monstruoso mascarón de su base.

Lám. 189 Lám. 190 Lám. 191

Ezquerra Ederra

Gaytán de Ayala Escudo de la Calle Rúa

Del mismo modo, a pesar de la mala conservación general de los relieves de dicho

escudo de Carpio que antes comentábamos, resulta afortunado que en el mismo todavía

exista la orla, la cual repite los mismos motivos vegetales que caracterizan este periodo.

En ocasiones, este elemento se convierte en protagonista; así aparece en el magnífico y

enorme escudo de Ezquerra Ederra en la fachada de la casa homónima (lám. 189).

Instalado en 169610, es similar al de Carpio pero con menor proyección, conservando el

mismo protagonismo vegetal e igual atribución con respecto al artífice; los niños tenantes

7 SEGURA MONEO 2007 (I), p. 124. 8 AMT, Libros Históricos, LIII. 9 CARO BAROJA 1972, p. 115. 10 APT, Tudela, Protocolo de Pedro Mediano, 1696.

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PRIVILEGIOS, PATRONATOS Y CASAS PRINCIPALES DE LA NOBLEZA

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ahora son sirenas como las que flanquean el escudo de la Casa de Gaytán de Ayala (lám.

190) y otro escudo en la Rúa (lám. 191).

Así también, otras figuras ejercen el papel de

tenantes, como son los leones del escudo de León De Miguel

Capitán en la Plaza San Salvador (lám. 192). En estos casos,

frente a los motivos legendarios o fantásticos, el arte

heráldico recurre a animales cuyo simbolismo tradicional

occidental les atribuye valores de fortaleza, valentía y honor.

Estos calificativos son los que se quiere atribuir la nobleza,

por lo que recurre a estas figuras con frecuencia; igualmente,

es común en la heráldica hacer referencia a los orígenes

bélicos de su condición, los cuales además de su valor

quieren demostrar las raíces profundas de su linaje, lo que los

inviste de certeza frente a la nobleza de nuevo cuño y origen

comercial. Esta legitimación Lám. 192

histórica conlleva que a veces, si los orígenes son

León De Miguel Capitán ciertamente remotos y se cuenta con prueba de ello, se

prefiera mantener un escudo medieval a pesar de haber reformado su residencia durante

el barroco. Así se actuó en la Casa de Veráiz en 1768, cuando se conservó el antiguo

emblema gótico (v. lám. 425). Sin embargo, son escasos los emblemas barrocos tudelanos

que se rodeen de cañones, lanzas, espadas u otras armas11; sí que abundan otros más

pacíficos alusivos a la riqueza y abundancia de bienes, tales como las cornucopias antes

referidas y las granadas que existen en este escudo de Ezquerra Ederra. Además, el mismo

niño de la base que hay en éste -que más que sujetar los tallos, parece que se cuelga de

ellos-, surge de nuevo en el escudo de Sartolo Burgos Lacruz12 (lám. 193), cuyo linaje

obtiene el certificado en la cercana fecha de 1701; por tanto, en torno al cambio de siglo

podemos fijar la presencia de varios emblemas similares de grandes tallos vegetales y

niños tenantes, atribuidos a los artífices Gurrea.

Lám. 193 Lám. 194 Lám. 195

Sartolo Burgos Lacruz Polo Resa Laortiga

11 Existe en la Plaza Nueva un escudo de piedra blanca con las armas de “Remacha” que se encuentra

rodeado de lanzas, banderas y tambores; formalmente podría asimilarse a finales del siglo XVIII, pero

posiblemente se trate de una reinterpretación del siglo XX. 12 HUARTE 1923, p. 283.

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En la década de 1730 se produce un pequeño giro hacia la simplificación de las

formas, relieves y volúmenes. Aunque se mantienen los modelos anteriores, éstos resultan

mucho más sencillos; el tipo semiesférico abultado se reinterpreta más pequeño en el

escudo de Polo13 en la Calle Portal (lám. 194), certificado en 1739 y donde destaca el

minúsculo y curioso arco adintelado que lo cubre, como si de un ventanuco se tratara y

evitando que el escudo reciba peso alguno de la fachada. El escudo de Resa Laortiga en

la Plaza Vieja (lám. 195), resulta a su vez una versión austera y maltrecha del de Ezquerra,

más compacta en sus formas y sin apenas ornato vegetal, aunque debido a la pérdida casi

total de la orla, no se puede apreciar tal y como era originariamente. En este periodo, los

relieves vegetales presentan mayor rizo y detalle, a la vez que pierden la voluptuosidad

del anterior; el paradigma de este tipo de yeserías aplicadas a la heráldica se encuentra en

el marco floral del escudo medieval de la dinastía Evreux, tallado en 1733 para la portada

barroca de la Parroquia de San Nicolás (lám. 196); un nuevo caso de medievalismo

legitimista. Esta vez destacan unas grandes volutas con el interior avenerado que asemejan

costillas, que poco tiempo después y articuladas de modo asimétrico, darán lugar al

rococó.

Lám. 196. Escudo de Evreux en la Iglesia de San Nicolás

El afán reductor prosigue en la década de los años 40, de la cual se conservan dos

escudos verdaderamente sencillos. El primero de ellos es el de Huarte14, cuya Ejecutoria

data de 1746, el cual campea en la clave de la portada del Mercadal y donde el ornato se

restringe al borde exterior floreado (lám. 197); carece de cualquier otro adorno, tan sólo

los elementos imprescindibles como son el yelmo por timbre y cimera de plumas. El

segundo es el escudo de Sesma Laortiga15 en la Plaza Nueva (lám. 198), justo del año

siguiente al de Huarte y de estructura similar pero de tamaño mucho mayor; sin embargo,

es de suponer que su actual estado embutido en el muro, sea fruto de alguna reforma

posterior, por lo que imaginamos que debió de contar con algún tipo de orla.

13 ERDOZAIN GAZTELU 1995, Tomo VIII, p. 209. 14 HUARTE 1923, p. 130. 15 Ibd., p. 451.

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PRIVILEGIOS, PATRONATOS Y CASAS PRINCIPALES DE LA NOBLEZA

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Lám. 197 Lám. 198 Lám. 199 Lám. 200

Huarte Sesma Laortiga Alcine Lecumberri Améscoa (Año 2007)

En 1750 se concede la ejecutoria de hidalguía a los Alcine Lecumberri 16 de

Tudela, que instalan un sencillo escudo de piedra en su desaparecida casa en la Calle

Velilla (lám. 199), el cual por su fecha no podemos definir como rococó, pero como ya

hemos avanzado anteriormente, adelanta algunas de sus características; es similar al

Escudo de Amescoas17 (lám. 200) y a otro de la Calle Calahorra

junto a las Tres Esquinas, éste con el típico ajedrezado propio

de los naturales del navarro Valle del Baztán (lám. 201). Sin

embargo, la corriente rococó entra con fuerza en 1768, con la

implantación del escudo con las armas municipales en las Aulas

de Gramática 18 , ubicadas en el confiscado Convento de la

Compañía de Jesús. En el mismo (lám. 202), ya aparecen

algunas de sus constantes estéticas de gusto francés, como son

las formas arriñonadas con proyecciones aveneradas y

fragmentos de entablamento, tales como volutas con frontones

partidos. Igualmente, en este

periodo destaca la importancia concedida a la cartela que se Lám. 201

dispone en la parte inferior con el nombre del linaje, Escudo en la Calle sustituyendo muchas

veces a las figuras infantiles y grutescos, Calahorra tan presentes hasta ahora.

Normalmente aparece el título grabado, aunque en otras ha desaparecido por haber sido

sólo pintado.

16 Ibd., p. 220. 17 La ejecutoria de hidalguía de los Améscoa Cortés, se logra en 1796. Ibd., p. 200. 18 Escudo instalado el 16 de Agosto 1768 por mano del albañil Manuel Díaz y bajo el permiso del Conde

de Aranda como representante del Monarca, que había cedido el edificio para tal fin y la iglesia, como sede

de la Parroquia de San Jorge, que desde entonces adopta el apelativo de “el Real”. AMT, Cartas Históricas,

1768 y APT, Tudela, Protocolo de Pedro Miranda Jarreta, 1768.

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ARQUITECTURA SEÑORIAL DEL BARROCO EN TUDELA

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Lám. 202 Lám. 203 Lám. 204 Lám. 205

Escudo Municipal Gurría Escudo en la Calle Ibáñez Portal nº 28

De estos primeros momentos, existe un modelo muy

repetido en el que las rocallas se acumulan en dicha cartela,

presentando además como rasgo característico dos leones

tenantes vueltos con la lengua fuera. Así aparecen en los escudos

de los Gurría en la Calle Cofrete (lám. 203), en otro sin

identificar en la Calle Portal (lám. 204) y en el de los Ibáñez19

(lám. 205), cuyo certificado de armas data de 1776. En ellos se

combinan los nuevos motivos con las tradicionales flores, al

tiempo que ya presentan una forma irregular en el Lám. 206 óvalo

del escudo, levemente polilobulada y tendente a lo

Albéniz mixtilíneo que se agudizará en otros ejemplos, llegando a casos donde la forma es

una sucesión constante de perfiles

cóncavo-convexos; de ese sinuoso juego participan los escudos de Albéniz20 –fechado en

1770- en la Calle Burgaleta (lám. 206) y el escudo con las Armas Reales de Carlos III en

la Parroquia de San Jorge “el Real”, implantando en 1771 (lám. 207). Este modelo rococó

con figuras tenantes, se irá complicando según avanza la década; ya en

el escudo de los Maisterrena de 1774, los leones se han labrado

con gran detalle para dotarlos de mayor fiereza (lám. 208); al

año siguiente, se labran con los mismos leones tanto el escudo

de Iriarte21 (lám. 209) como el blasón de la Casa de Igal1026; este

segundo lo sustentan dos niños de fina labra quedando los

leones relegados a pequeños canes enfrentados en la parte

inferior y en proceso de caída (lám. 210); además, destaca por

su singularidad el hecho de que se haya conservado casi

completa la orla con motivos arquitectónicos. En 1777 se fecha

el Escudo de Caurín22 en la Calle San Antón (lám. 211), en el

cual ya prácticamente se minimizan

los elementos tenantes, en este caso unas águilas, para dar

19 HUARTE 1923, p. 96. 20 Ibd., p. 135. 21 Ibd., p. 138. 1026

AGN, Proceso 138570. Hidalguía de Francisco Igal en Tudela y Villafranca. Publicado en HUARTE

1923, p. 90. 22 Ibd., p. 260.

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PRIVILEGIOS, PATRONATOS Y CASAS PRINCIPALES DE LA NOBLEZA

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Lám. 207

protagonismo absoluto a la cartela inferior; además, en sus Blasón de Carlos III formas

generales recuerda al modelo semiesférico que triunfó una centuria antes, pero pasado por

el tamiz del ornato cortesano.

Lám. 208 Lám. 209 Lám. 210 Lám. 211

Maisterrena Iriarte Igal Caurín

Curiosamente, dicho modelo también se recupera en parte para otro escudo rococó

que supone el último y más elaborado de los ejemplos heráldicos con figuras tenantes

durante el rococó: el escudo de Navarro Rapún23 quien recibe el certificado en 1779 y

toma la escena del niño en la base sujetando unos tallos, de los tipos antiguos (lám. 212);

sin embargo, en esta ocasión lo que agarra son las patas de dos águilas, al tiempo que su

propia forma más que a los retablos de los Gurrea, evoca a los mascarones de proa de los

navíos. Como tenantes, presenta los consabidos leones vueltos con la lengua sacada; en

general, este escudo, a pesar de la extrema sencillez de las bandas de su único campo,

supone uno de los últimos y más elaborados ejemplos rococó, al tiempo que es uno de los

de mayores dimensiones de toda la arquitectura señorial barroca tudelana.

Lám. 212 Lám. 213 Lám. 214 Lám. 215

Navarro Rapún Marín Labastida I Labastida II

Paralelamente, se dan otros emblemas dentro de la misma estética, pero en ellos

se prescinde de las figuras tenantes, dando mayor importancia al ornato. Uno en los que

el protagonista absoluto son las rocallas asimétricas es el escudo de Marín24 en la Plaza

Nueva (lám. 213), datado en 1775. Mucho más simples son los escudos de Labastida en

sus correspondientes casas de la Calle Portal (lám. 214) y Herrerías (lám. 215), idénticos

23 Ibd., p. 39. 24 Ibd., p. 139.

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ARQUITECTURA SEÑORIAL DEL BARROCO EN TUDELA

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y fechados en 1778. En ellos, lo más destacable es el querubín de la base dispuesto entre

dos grandes guirnaldas con florones, además de la irregularidad del marco. De un año

mas tarde es el escudo de la Casa de Arizcun25, en el cual las rocallas son de una talla más

fina (lám. 216).

Lám. 216 Lám. 217 Lám. 218

Arizcun Zubicoa de Badostáin Petriz de Cruzat Sarasa

A este modelo rococó sin tenantes, le ocurre lo mismo que al que sí los tiene; los

ejemplos más elaborados se producen al final de la década de 1770. En Tudela éstos son

los escudos de Zubicoa de Badostáin26 en la Rúa (lám. 217) y el de Petriz27 Cruzat Sarasa

en la Plaza Nueva (lám. 218), de 1778 y 1780 respectivamente. En ambos se recupera la

figura del mascarón como base y el abigarramiento ornamental es máximo, creando

retorcidos conjuntos de volutas, guirnaldas y rocallas; en el segundo caso, se añaden dos

querubines además de las borlas del sombrero eclesiástico que cubre la cimera de plumas.

Lám. 219 Lám. 220 Lám. 221

Escudo de Huarte en la Real Casa de Echagüe Sarasa Misericordia

De repente, en la última década del siglo XVIII se produce un brusco giro hacia

una simplicidad apabullante, todo bajo la estética neoclásica que impone escudos casi sin

25 Ibd., p. 98. 26 Ibd., p. 97. 27 Ibd., p. 263.

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PRIVILEGIOS, PATRONATOS Y CASAS PRINCIPALES DE LA NOBLEZA

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volumen, desterrando cualquier concesión al ornato innecesario. El primero de este tipo

y que todavía conserva algo de decoración, es el escudo fijado en 1790 en la fachada de

la Real Casa de Misericordia con las armas de Huarte (lám. 219). Persisten las volutas,

ahora mucho más sencillas, pero comienza el reinado de las guirnaldas y laureadas,

referencia clásica preferida por el Estilo de la Razón. Se regresa a los escudos casi

medievales de formas simples, tanto cuadradas como el de Echagüe en el Mercadal (lám.

220), como circulares a modo de un medallón, al cual recuerda el escudo de Sarasa (lám.

221) al comienzo de la Calle Rúa.

El último eslabón de esta cadena heráldica lo conforma en 1805 el blasón de

Arnedo Ororbia Ribares28 (lám. 222, v.a. lám. 94). Ya es solamente un bajorrelieve

similar a una estela romana donde la atención se la lleva una gran orla laureada y el yelmo

que lleva por timbre; sin embargo, éste se extiende a la mitad superior de un caballero con

armadura que blande una espada en la mano derecha mientras se apoya en su escudo con

la otra. Paradojas del destino que hacen que cuando el Antiguo Régimen se acerca a su

final, se recuperen de un modo más intenso los motivos caballerescos para tratar de

reivindicarlo y frenar el inevitable cambio histórico; todo ello creando

3.2.7.- Balcones

Las fachadas barrocas se articulan

fundamentalmente por medio de hileras de grandes

balcones que resultan omnipresentes en la arquitectura

señorial tudelana de esta época, siendo uno de sus rasgos

característicos; además, sirven de elemento para

modernizar edificios anteriores. El afán “balconista” del

barroco se inicia en el siglo XVII 29 pero se extiende

sobremanera en la centuria siguiente, esta vez también

por motivos higienistas como son la búsqueda de mayor

luminosidad y ventilación para las estancias; a ello

favorece sin duda el abaratamiento de los cristales30 con

los que cubrir mayores superficies. Sin embargo, estas

razones prácticas no son las únicas, y a esta práctica masiva de apertura de vanos con

plataformas salientes, le acompañan otros motivos sociales.

28 Ibd., p. 342. 29 Ya en el siglo XVI existen algunos precedentes como la tribuna que se construye en la Casa Consistorial

para los músicos que acompañaban las ceremonias festivas, aunque es durante el siglo siguiente cuando

numerosas casas que se modernizan construyendo balcones a costa de rasgar las ventanas. Así ocurre en la

residencia de Juan Gaspar de Ocón, quien solicita licencia para instalar dos “balconcillos” bajo las ventanas

de sus casas principales. AMT, Actas, 12/06/1658. 30 URABAYEN 1929, p. 123. Sin embargo, todavía en el siglo XVIII se emplea el alabastro para cerrar

algunas ventanas, como las del Palacio Abacial del Monasterio de La Oliva (Navarra). Ibd., p. 124.

Lám. 222 Arnedo Ororbia Ribares

un curioso icono ecléctico donde se mezcla la estética

grecorromana con elementos medievales.

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ARQUITECTURA SEÑORIAL DEL BARROCO EN TUDELA

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De ese modo, no resulta extraño que durante los siglos del barroco, abunden estas

estructuras en las que la casa se adentra en el espacio urbano, un lugar mixto de

pertenencia privada pero a la vista pública; para contemplar los festejos y para ser

contemplado, una nueva forma de exhibicionismo social31. Resulta interesante evocar las

fachadas de las residencias barrocas tudelanas cubiertas de tapices durante las

31 En ocasiones se ha hablado del papel social del balcón y su alta teatralidad, de constituirse en mirador

para la “mujer escondida” desde la que puede ver la calle pero sin mezclarse con ella. ANDUEZA

UNANUA 2009, pp. 219 y ss.