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1 Análisis de la historia colonial como determinante de la brecha América Latina – Estados Unidos. Laura Rangel López [email protected] Universidad de los Andes - Facultad de Economía Resumen El objetivo de este trabajo es encontrar los elementos característicos, tanto del sistema colonial inglés como del español, durante los siglos XVI al XVIII y del XVII al XVII, respectivamente, que permitan explicar la diferencia actual en los desempeños económicos entre Estados Unidos y América Latina. Respecto a esto, la literatura existente permitió evidenciar una fuerte inclinación hacia la explicación donde las instituciones tienen una fuerte repercusión sobre el destino económico de los países. No obstante, al analizar las estas hipótesis junto con lo leído sobre las sociedades coloniales de las regiones estudiadas, se llegó a la conclusión de que, al menos en este caso, no fueron tan esenciales determinantes como se pensaba. Palabras clave: Crecimiento Económico, Historia Económica, América Latina, Estados Unidos Clasificación JEL: O43, N00, N26, N21

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Análisis de la historia colonial como determinante de la brecha América

Latina – Estados Unidos.

Laura Rangel López [email protected]

Universidad de los Andes - Facultad de Economía

Resumen

El objetivo de este trabajo es encontrar los elementos característicos, tanto del sistema

colonial inglés como del español, durante los siglos XVI al XVIII y del XVII al XVII,

respectivamente, que permitan explicar la diferencia actual en los desempeños económicos

entre Estados Unidos y América Latina. Respecto a esto, la literatura existente permitió

evidenciar una fuerte inclinación hacia la explicación donde las instituciones tienen una

fuerte repercusión sobre el destino económico de los países. No obstante, al analizar las

estas hipótesis junto con lo leído sobre las sociedades coloniales de las regiones estudiadas,

se llegó a la conclusión de que, al menos en este caso, no fueron tan esenciales

determinantes como se pensaba.

Palabras clave: Crecimiento Económico, Historia Económica, América Latina, Estados

Unidos

Clasificación JEL: O43, N00, N26, N21

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Índice

1. Introducción

2. Sistemas coloniales en América

a. Sistema Colonial Español (S. XVI al S. XVIII)

b. Sistema Colonial Inglés (S. XVII al S. XVIII)

3. Análisis comparativo de los elementos esenciales de cada sistema

4. Análisis de las hipótesis sobre sistemas coloniales y el crecimiento económico

5. Conclusiones

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1. Introducción

A través del tiempo, la ciencia económica se ha preocupado por responder interrogantes

relacionados con la predicción de los ciclos económicos y los elementos que llevan al

desarrollo. Probablemente, ésta última ha sido una de las preguntas más difíciles de

responder. Es evidente que aún no hay una clara solución y que para llegar a ella, es

necesario valerse de todo tipo de herramientas.

Particularmente, una de las preguntas que viene a la cabeza es la incidencia de la

colonización en el futuro económico de los países colonizados. Tomando dos regiones que

pertenecieron a colonias europeas diferentes, como lo fueron América Latina y Estados

Unidos, se puede ver que para el 2012, el PIB per cápita del país norteamericano era casi

siete veces el PIB per cápita promedio los países de América Latina1. En este sentido, el

objetivo de este trabajo es mostrar que dentro de los elementos característicos de los dos

principales sistemas coloniales en América se puede encontrar herramientas que permiten

entender la actual brecha económica entre Estados Unidos y América Latina.

La contribución que se quiere hacer es la de proveer una visión global sobre la

colonización española e inglesa en América de manera que se pueda ver en sus elementos y

contexto las piezas que pudieron ser clave en explicar la realidad económica de estas zonas.

Lo anterior es posible usando la literatura existente sobre las formas en que los ingleses y

los españoles colonizaron los territorios americanos de manera que se logre entender los

componentes de cada uno y sus consecuencias. Además, teniendo en cuenta las obras de

otros autores en donde se han propuesto hipótesis sobre la problemática, se podrá relacionar

lo estudiado acerca de los sistemas coloniales y las diferentes posibles respuestas.

Mostrar independiente el curso de ambas colonizaciones tiene un papel importante pues

dará las bases para encontrar las particularidades y elementos comunes entre uno y otro. De

esta manera, el orden en que se desarrollará el presente análisis será el siguiente: primero,

se hará una breve exposición de la colonización inglesa en Estados Unidos y de la española

en Latinoamérica. Acto seguido, se analizarán los elementos comunes y las diferencias

entre ambos, de manera que, se pueda ir evidenciando las particularidades de cada uno y su

incidencia en el desempeño futuro de dichas economías. Luego, se relacionará el análisis

                                                                                                               1  Para esto se sacó el promedio del PIB per cápita en dólares de los siguientes países latinoamericanos: Bolivia, Colombia, República Dominicana, Ecuador, México, Panamá, Perú y Venezuela.  Los  datos  usados  fueron  obtenidos  del  Banco  Mundial.    http://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.PCAP.CD  

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anterior con diferentes hipótesis existentes sobre este problema. Finalmente y tomando en

cuenta todo lo anterior, se concluirá y se tratará de dar una respuesta a la pregunta inicial.

2. Sistemas Coloniales

Como se mencionó anteriormente, se hará una exposición, más bien breve, de los

elementos que llaman la atención sobre la colonización española y británica en

América. De acuerdo con esto, el objetivo es hacer evidente algunas de las

características que pudieron ser factores determinantes en el desempeño futuro de las

regiones que nacieron a partir de estos procesos. La explicación profunda de cada una

de las particularidades, por lo tanto, no pertenece a los fines primordiales del presente

trabajo.

a. Sistema colonial español

La historia sobre la colonización de España en el nuevo territorio conocido como

América, por lo general se cuenta desde el descubrimiento de este continente. Sin

embargo, Hay razones para creer que el ambiente que se vivió en España sentó bases

para los eventos que se desenvolvieron más adelante. De Acuerdo a John H. Parry

(1952), las rivalidades religiosas y militares entre la Cristiandad y el Islam dieron un

matiz particular a la política Europea durante la Edad Media. Las guerras entre ambas

civilizaciones eran constantes, siendo las campañas militares conocidas como las

cruzadas las más conocidas. Éstas llevaron a un amplio periodo de conflicto entre

ambas culturas. Por otro lado, el descubrimiento por parte de los portugueses de una

ruta de comercio con el oriente comenzó a ser parte de las disputas entre España y

Portugal.

De acuerdo a Claudio Sánchez-Albornoz (1962), los españoles tenían mayor

experiencias en empresas conquistadoras y colonizadoras que cualquier pueblo

europeo al comenzar la edad Moderna.

En cada avance de la raya fronteriza se aplicaron nuevos modelos de colonización,

pero la empresa se realizaba siempre con el mismo espíritu de cruzada y de rapiña, con

la cruz en lo alto y la bolsa vacía, con codicia de riquezas y de almas y con la

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civilización y la libertad occidentales en la punta de las espadas y de las lanzas.

(Sánchez-Albornoz, 1962, p. 508)

Con esto se puede entender que España, por un lado, ya había tenido varios

emprendimientos en los cuales había intentado extender su territorio, y por otro, que la

actitud con la cual se tomaba esta empresa era muy parecida en todas sus conquistas y

colonizaciones. El objeto de tales expediciones tenían en sí un carácter religioso en el

cual pretendían expandir la fe católica y, también, uno de enriquecimiento a partir de

los recursos que pudieran encontrar en las nuevas extensiones de su territorio imperial.

Lo importante aquí es que tales fines se daban de una manera particular. Dentro de la

cita de Sánchez-Albornoz hay un lenguaje fuerte que permite imaginar a unos

conquistadores españoles agresivos y con la idea de lograr sus objetivos a como diera

lugar. Con el uso de la palabra rapiña se predice los hurtos y saqueos que se dieron

más adelante y Con cruzada, el proceso de evangelización y expansión del catolicismo

por medio del mecanismos militares y violentos. Sobre esto, López de Gómara, como

es visto en el texto de Sánchez-Albornoz, dice que, así como los españoles

arremetieron contra los moros, hicieron contra los indios americanos. La guerra contra

‘infieles’ era también una características de sus conquistas.

Pasando de largo algunos acontecimientos de conquistas en oriente y altercados entre

españoles y portugueses, se llega así, al momento en que Cristóbal Colón recibe la

aprobación por parte de España para emprender su viaje hacia las Indias. Luego del

descubrimiento de Colón y de muchas más expediciones en América, se empezó a dar

forma a la primera gran colonia de Europa al otro lado del Atlántico.

A comienzo del siglo XVI, una cantidad considerable de españoles se habían

empezado a establecer en las islas más grandes de las Antillas como la Española

(actual territorio haitiano y dominicano) y Cuba. Es importante reconocer que éstos

emprendían su viaje a expensas propias. “La conquista del Nuevo Mundo se hizo

esencialmente con fondos particulares de los conquistadores y colonizadores. […]

Realizaba sus bienes y se endeudaba por lo general en sumas considerables” (Friede,

1960, P. 5). El estado español no se involucró en el financiamiento de tales viajes. En

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este sentido, el riesgo de perder la fortuna, adicional a morir en el intento, era

significativo.

Las tierras a las que llegaron los españoles se distinguían por ser habitadas por una

variedad de civilizaciones indígenas. La población nativa de estas zonas tenían un nivel

de desarrollo sorprendente. “En dos centros al menos – México y la meseta central de

los Andes – habían impuesto su imperio tribus guerreras que exigían tributo y trabajo

obligatorio a los pueblos sometidos en una vasta zona, y habían establecido

organizaciones políticas que tenían un ligero parecido con los imperios o reinos, en el

sentido del viejo mundo”. (Parry, 1952, p.70). De hecho, Hermes Tovar (2013), explica

que los indígenas acostumbraban a cambiar artículos de manera que pudieran incluir en

su consumo aquellos bienes que ellos no podían producir o encontrar en sus territorios.

Esto no sólo mostraba la complementariedad en sus relaciones económicas, sino la

reciprocidad. Adicional a esto, había mecanismos de redistribución de los excedentes

de los tributos.

Contrario a lo que se cree, las relaciones entre españoles e indígenas no siempre

fueron de agresión y dominación de los primeros con los segundos. “Reciprocidad,

redistribución y complementariedad fueron tres conceptos que movieron el engranaje

de la economía en la sociedad prehispánica y sobre los cuales se apoyó el

mercantilismo naciente de los europeos para dominar las nuevas tierras” (Tovar, 2013,

p. 49-50). Al principio uno de los modos de operación español en América consistía en

el rescate, que se fundamentaba sobre un mercado en el cual los europeos

intercambiaban mercancías, como hachas, cuchillo y sedas, por oro. Inicialmente el

diálogo se dio entre estas dos partes, sin embargo, cuando los nativos empezaron a

mostrar signos de resistencia, los españoles no dudaron en castigar estas actitudes y en

usar su fuerza. El maltrato no fue recibido pasivamente por los indios y se dio paso a

una guerra colonial llevando a una masiva destrucción, no sólo de las aldeas indígenas

y de la población misma, sino también, de la cultura y legado de estas gentes. Este

enfrentamiento generó la captura y uso de los esclavos indígenas. Según Tovar (2013),

la Corona española dio consentimiento al traslado y venta de indios siempre y cuando

se pagaran los derechos que pertenecían a la Corona. Esta actividad, aparte de la

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extracción de metales, significó una interesante entrada de ingresos, no sólo para la

Hacienda Real sino también, para los particulares involucrados en el negocio.

Pronto, se fue dando una transición del rescate al reparto. Con esta institución el

derecho a rescatar oro de las comunidades nativas se volvió un monopolio del cual se

fue excluyendo a los inmigrantes nuevos. Ésta no involucró el control y apropiación de

la fuerza laboral indígena; por ahora, se basaba en derechos de canje con estas

comunidades. Ésta operó como una empresa cuya repartición de las ganancias se deba

desigualmente entre los principales partícipes.

Durante los tiempos del rescate no hubo, pues, un afán, de fundar ciudades, sino de

establecer especies de factorías, o lugares de operación para los intercambios de cuanto

ofrecían los mercaderes a las huestes que rescataban el oro. Igualmente eran puntos de

encuentro de estos conquistadores que flotaban en diversas direcciones saqueando y

robando, con la intención de acumular y volver a España. (Tovar, 2013, P. 95)

Es importante mencionar que para muchos colonos era vital mantener la paz y el

orden, pues los beneficios era mayores bajo esta condiciones. Desafortunadamente, los

intentos de cualquier acuerdo pacífico era cada vez más difícil a medida que

aumentaba la migración de europeos al Nuevo Mundo.

La creciente escasez del metal así como el desastre demográfico indígena que se dio

gracias a los tratos violentos, trabajo forzoso y enfermedades, produjeron condiciones

propicias para idear un sistema más estable. De esta manera, la encomienda, en la cual

el trabajo de lo indios fue administrado por un patrón o encomendero, empezó a

adquirir cada vez más popularidad. El sometimiento de los nativos, tuvo aquí un

carácter más amplio pues lo señores, con intervención de otros funcionarios, también

administraron su vida espiritual y cultural como parte esencial de la institución recién

mencionada.

Además de la utilización de las rentas obtenidas mediante la esclavitud y los modelos

explicados, las demandas monetarias del imperio español se satisfacían con el ahorro

producido al no desarrollar proyectos de infraestructura que contribuían a la

integración de los espacios económicos y al bienestar de la población y el sector

empresarial. Las economías y sociedades coloniales absorbidas quedaban por fuera de

cualquier inversión social.    

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Referente al gobierno colonial, “cada provincia tenía un gobernador, y los

gobernadores de las dos provincias mayores-México y Perú. Gozaban del título y la

dignidad de virreyes. […] nunca se les confiaron poderes y tentaciones del mando

independiente” (Parry, 1952,p. 81) siendo, as su vez, cuidadosamente supervisados por

audiencias. Éstas consistían de juntas de magistrados con la capacidad de aconsejar a

los virreyes y gobernadores así como de informar sobre su conducta y conocer las

apelaciones en sus fallos.

Uno de los principales órganos de expresión de los pobladores españoles eran los

cabildos. Sin embargo,

no había nada de democrático en esto cuerpos; eran oligarquías locales. […] Escribían

directamente a la corona y eran siempre sostenedores resueltos de los intereses

españoles locales. Sin embargo, raramente desplegaban mucha actividad constructiva.

No eran responsables, ni en un sentido exacto instituciones representativas; y en el

siglo XVII a medida que aumento el poder de los corregidores y la venta de oficios se

hizo casi general, los cabildos se sumían en la decadencia. (Parry, 1952, p. 79)

El complejo sistema de vigilancia y control español podía ayudar a la imparcialidad sin

embargo entorpecía la eficiencia y la rapidez administrativa. De todas maneras todas

las decisiones de peso – y algunas no tan significativas – se tomaban en España. De

forma un poco contradictoria, la delegación de la responsabilidad sobre la construcción

y desarrollo de vías, edificios y comunicaciones dependía de individuos o

corporaciones privadas permitiendo que los poderes locales se consolidaran en función

de beneficios fiscales. “Al delegar en los poderes locales parte del control social y

político que le correspondía al Estado, se abrieron las fisuras a la manipulación y a la

formación de complejos sociales corruptos en cada localidad, gracias al aislamiento y a

la imposibilidad del Estado mismo para actuar eficazmente contra estos gamonales

vestidos de señores, desde la capital del virreinato” (Tovar, 2013, p.153). Sobre la

crítica a la inacción estatal, Juan Friede (1960) alega que, legalmente, las colonias no

eran “colonias” sino “provincias” españolas y por tanto éstas no tomaron parte activo

en los propósitos políticos de la Metrópoli.

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Dentro del sistema judicial de la América española, los nativos tenían mecanismos

jurídicos de protección y gozaban de derechos por el hecho de ser consideraros

vasallos de la Corona española. No obstante, de acuerdo a Friede (1960), existía la  

práctica  judicial  de  declinar  a  los  jueces    y  la  arraigada  costumbre  de  apelar  contra  

todas   los   dictámenes   reales   cuando   concordaban   los   intereses   de   los   colonos.  

Tales  recusaciones  y  apelaciones  ocasionaban,  la  suspensión  o  modificación  de  las  

disposiciones   legales   que   llegaban   desde   la   capital.   Se     habilitaba así, la

oportunidad a los colonos de transgredir las disposiciones desagradables y lograr

frecuentemente impunidad en sus constantes transgresiones de las leyes sobre la

explotación del trabajo indígena, venta de encomiendas, explotación ilícita de minas,

comercio de contrabando, evasión del pago de impuestos, etc.; atropellos que, al

quedar impunes, constituían verdaderas fuentes de su enriquecimientos.

Aparte de la explotación y extracción de metales valiosos, el comercio con la colonias

también era fuertemente controlado por medio de la Casa de la Contratación y su

reglamento de licencias. Por otro lado, por lo menos durante la mayoría de los siglos

XVI y XVII, la actividad comercial era un monopolio manejado por el gremio de

mercaderes en España. En general, este tipo de manejo constituía un enorme obstáculo

para el libre ejercicio del comercio colonial.

Sumando a lo anterior, los productores españoles eran incapaces de exportar bienes

apetecidos por las indias a precios competitivos, por lo cual, las colonias se volvieron

un mercado altamente atractivo para los tratantes de esclavos, contrabandistas y

comerciantes de otras naciones.

b. Sistema Colonial Británico

Previo al momento en que las primeras expediciones inglesas zarparon del viejo

continente, Inglaterra había seguido un programa de expansionismo dentro de la isla

británica enfrentándose a los escoceses e irlandeses y estableciendo asentamientos

ingleses para promover los intereses nacionales. Bajo la Inglaterra de Isabel, se

persiguió durante varias décadas la conquista de Irlanda, absorbiendo inmensas

cantidades de energía y recursos nacionales.

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Hacia el siglo XVII la reforma luterana y la separación de la corona inglesa de la

iglesia dio nacimiento a una población religiosa que no coincidía con las nuevas

prácticas de la monarquía de Inglesa. Adicional a esto, la situación social y económica

se caracterizaba por la carencia de trabajo y el rápido crecimiento de las ciudades

inglesas.

De acuerdo a Samuel Eliot Morison y Henry Steele Commager (1951) lo que deseaban

los colonos ingleses era fundar un imperio en Ultramar que, por un lado diera a

Inglaterra la posibilidad de abastecerse a sí misma. Tenían dentro de sus ideales, un

ambiente propicio para ser habitado por ingleses y que, junto con los indígenas,

formaran un mercado para tejidos de lana provenientes de la Madre Patria. De este

modo, las colonias producirían todo aquello que se compraba a otras naciones. Así

como los españoles hicieron, se esperaba poder suplir a la Corona con metales de alto

valor, y llevar a cabo programas de conversión de los indios al cristianismo protestante

con ánimo de contener el proceso de Contrarreforma.

Mientras duró la guerra con España fue imposible obtener capital suficiente y disponer

de bastantes hombres para dedicarse a la prosaica ocupación de fundar y sostener una

colonia. […] Por debajo de todos sus esfuerzos, de sus primeros fracasos y de sus

posteriores éxitos, había un poderoso impulso que los llevó adelante a despecho del

pasado: existía un ideal, semejante al irresistible fervor apostólico de los españoles.

[…] era el ardiente deseo de fundar una nueva Inglaterra, una sociedad en que pudieran

conservarse todo lo mejor de los tiempos pasados, pero en la cual tuviera la vida una

calidad diferente y superior a todo cuanto pudiera concebirse en Europa (Eliot Morison

& Steele Commager, 1951, p.42).

De esta manera, se dio lugar a las compañías con centro en Bristol y Londres. Bajo esta

modalidad, los ingleses pretendían zarpar al Nuevo Continente pagando una acción de

12 libras y 10 chelines a cambio de su espacio en el navío así como la posibilidad de

participar en las Asambleas Generales y el derecho de voto para elecciones de la junta

directiva. Hacia principios del siglo XVII, los barcos pertenecientes a la compañía de

Virginia arribaron a tierra y poco después se dieron cuenta que, no había ni oro, ni una

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salida al pacífico y tampoco la gran variedad de bienes que supliría completamente el

mercado inglés.

La empresa tuvo la insistencia de llevar consigo a los hombres desempleados que

abundaban en Inglaterra. Sin embargo estos no aceptaron viajar en las condiciones que

se les imponía y fue así como la primera colonia en Norte América se vio constituida

por caballeros arruinados, ex presidiarios y pocos artesanos desocupados. Las

circunstancias a las que llegaron probaron ser más fuertes que ellos y al cabo de

aproximadamente dos años, éstos fueron abatidos por enfermedades, hambre e

intoxicación por alimentos a los cuales no estaban acostumbrados al igual que fueron

sujetos de ataques provenientes de los indios nativos. Según Eliot Morison y Steele

Commager, la iniciativa y valentía del capitán John Smith pudo salvar a los 53 ingleses

que quedaban hacia 1608.

Como se pudo haber inferido, al llegar a estas tierras los ingleses se encontraron con

poblaciones indígenas. De acuerdo con Howard Zinn (2001) las relaciones con los

nativos americanos se marcaron desde 1585 antes del establecimiento permanente de

los ingleses cuando Richard Grenville desembarcó en el territorio de Virginia. Él se

encontró con una población hospitalaria pero a raíz de un supuesto robo por parte de

uno de ellos, Grenville decidió saquear y quemar la aldea entera. De hecho, el territorio

luego conocido como Jamestown pertenecía a una confederación indígena liderada por

Powhatan, quien mantuvo una postura tranquila en los inicio del asentamiento

extranjero. Al terminar la primera década del siglo XVII, las fuertes hambrunas

hicieron que algunos ingleses buscaran amparo y comida donde los indios. El

gobernador de la colonia pidió al jefe que entregara a los fugitivos a lo que Powhatan,

supuestamente, respondió altaneramente y con desdeño. A modo de venganza varios

soldados emprendieron contra el asentamiento indígena matando, quemando casas y

saboteando los cultivos de maíz alrededor de la aldea. Poco más de una década

después, ante la creciente amenaza de la población inglesa, los indios pretendieron

acabar con ellos por medio de una masacre y marcando un periodo sucesivo de

conflicto. Los contactos se redujeron a algunas transacciones sobre todo de pieles. De

todas maneras, el mayor interés estaba en el desplazamiento de éstos para la

apropiación de tierras. Los ingleses no pudieron forzar a los indígenas a que trabajaran

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para ellos. Eran sobrepasados en número y aún si las armas de fuego que poseían les

daba cierta ventaja, al atacar las poblaciones iban a ser atacados en respuesta. “No

podían capturarlos y mantenerlos esclavizados; los indígenas eran fuertes, recursivos,

desafiantes y estaban en su casa en esos bosques, así como los ingleses trasplantados

no lo estaban” (Zinn, 2001, p.25).

Teniendo esto en mente, la necesidad por mano de obra debía ser suplida de otra

manera. Por un lado estaban los sirvientes escriturados, los cuales trabajaban para

algún señor por un periodo determinado de tiempo y luego eran libres. Esto se hizo con

el propósito de financiar el viaje a través del atlántico para aquellos que no tenían los

recursos suficientes. Igualmente, y a beneficio sobre todo de los grandes terratenientes,

la esclavitud de los negros africanos funcionó como fuerza de trabajo sobre todo en las

grandes plantaciones. La inevitabilidad de recurrir a ellos se fundamentó sobre el

hecho de que eran un blanco fácil en la medida en que eran extranjeros: los indios

estaban en su propia tierra y los europeos en su propia cultura. Los esclavos negros

fueron arrancados de sus tierras y llevados a una condición de vida donde sus

relaciones y costumbres fueron destruidas poco a poco. Esto no quiere decir que hayan

sido sujetos de una cultura inferior, ellos fueron avanzados en sus propias formás.

Además, tenían un alto nivel de rentabilidad pues, explicado por Robert Granville, un

negro esclavo de África o de las indias occidentales costaba más o menos 50 libras, los

cuales, una vez entrenados, servían de por vida al igual que sus hijos y los hijos de sus

hijos.

El origen de las colonias en las compañías de accionistas le dio una base política a

estos asentamientos. Al principio componían y luego elegían la asamblea que se

encargaría de los asuntos coloniales.

Después de que la colonia estuvo sólidamente establecida, dicho cuerpo pudo hacer

leyes que no fuesen contrarias a las de Inglaterra, y establecer impuestos coloniales;

pero carecía de control legal sobre el gobernador y su consejo ejecutivo, que eran

nombrados en un principio por los directores de la compañía con sede en Londres. Por

tanto, Virginia, y la mayoría de los establecimientos coloniales ingleses posteriores

tenían los gérmenes del gobierno representativo, pero no los del régimen

parlamentario. (Parry, 1952,P. 127-128)

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De todas maneras, se puede decir que en el imperio inglés las instituciones

representativas jugaban un papel fundamental y esta forma de pensar sobre la

organización política fue contagiada a los establecimientos en América.

Si bien, la corona tenía relaciones de diferentes índoles con cada una de las colonias,

hacia la segunda mitad del siglo XVII, el patrón general de gobierno en éstas se

caracterizaba por la presencia de un gobernador y un consejo ejecutivo. Casi todas

poseían una asamblea legislativa y todas tenían derecho de sufragio, limitado a los

propietarios de fincas.

Otro elemento importante de la organización eran los derechos de reparto per cápita

que constituyó la base de la posesión de tierras de las colonias en el sur. En éste cada

accionista recibía a su llegada entre 20 y 50 hectáreas por cada miembro de su grupo o

pasaje que pagara. Esto permitió que el antiguo colonizador que contaba con capital

disponible, tuviera la posibilidad de obtener tierra y mano de obra.

Grandes plantadores como estos se apoderaron de la dirección de política y social de la

colonia, que siguió en manos de sus descendientes durante largo tiempo.

Monopolizaban todos los lugares del consejo, así como todo los cargos que

significaban honra o provecho; la “Casa de los Burgueses”, aunque se elegía a base de

un derecho de voto democrático, estaba en su mayor parte compuesta de parientes o

aliados sociales de los grandes plantadores. (Eliot Morison & Steele Commage, 1951,

p. 49)

Respecto a las actividades económicas y comerciales se puede decir que el tabaco fue

de vital importancia a la hora de exportar bienes al Viejo Continente. Por otro lado, se

encontraban otros artículos como las pieles, la madera y el pescado. El mercantilismo

se vio implícito en las Leyes de Comercio y Navegación estipulando que los ingresos

se devolvieran a la madre patria. No obstante el carácter un tanto desorganizado de la

colonización y los disturbios civiles permitió que los habitantes norteamericanos

comerciaran con otros países e incluso enviaran el tabaco a bordo de naves extranjeras.

Los esfuerzos para hacer del Imperio inglés una unidad de autoabastecimiento

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continuaron incluso entre 1660 y 1972 donde se expidieron una serie de decretos de

comercio y navegación.

3. Análisis comparativo de los elementos esenciales de cada sistema de colonización.

Inicialmente es más fácil pensar en las diferencias que hay entre ambos sistemás de

colonización. Sin embargo, hay rasgos que se parecen, sobre todo lo que corresponde a

las motivaciones y condiciones iniciales. De acuerdo a Elliott (2006) a principios del

siglo XVII y con las primeras expediciones británicas, la mentalidad de conquistar la

tierra y la motivación de conseguir riqueza en términos de oro y plata era igual a la de

los conquistadores españoles como Cortés y sus hombres.

De manera más general, los creadores de las comunidades al otro lado del Atlántico

tuvieron que enfrentar problemas iniciales y desafíos bastante similares. Tuvieron que

enfrentarse con poblaciones nativas y descifrar qué tipo de relaciones tener con ellos.

Era necesario, también, proveer un marco institucional que dependía un poco de ellos y

estaban influenciados por el ambiente y costumbres de las naciones de las cuales

vinieron. No obstante, los eventos que siguieron a esto y las condiciones que cada uno

encontró no eran iguales y tales disimilitudes fueron probablemente lo que empezó a

formar las sociedades que conocemos hoy en día.

Desde el contexto hasta los aspectos religiosos muestran características diferentes de

ambos sistemas coloniales. Los acontecimientos que se estaban viviendo en los imperios

a la hora de la colonización seguro tuvieron un importante papel al definir la futura

naturaleza de las colonias. Por un lado, las situaciones previas a la colonización

española, llevaron a un proceso donde la monarquía de Castilla pretendía mostrar un

fuerte control sobre sus colonias. La religión sirvió como un mecanismo legitimador y

por tanto estuvo bastante metida en la vida colonial. Debido a la coyuntura inglesa, la

corona de este país no tenía monopolio religioso. La separación de la iglesia romana

durante el mandato de Enrique VIII desencadenó una historia de reformas protestantes y

católicas (durante el período de María Tudor) que, además de generar diferentes

facciones del protestantismo, dio lugar a fuertes desacuerdos entre la población,

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resultando, en muchos casos, en violencia y persecuciones de los grupos religiosos

minoritarios. Por otro lado, cuando Jacobo VI de Escocia, pasó a ser también Jacobo I de

Inglaterra, se unificaron los reinados de los países integrantes de las islas británicas

donde los escoces eran calvinistas, los ingleses protestantes moderados y los irlandeses

fuertemente católicos. Esto muestra entonces, que la religión y el establecimiento de una

sola fe podía llevar a complejas situaciones dentro del reino y por tanto no representó

una causa fuerte dentro del proceso de colonización.

Siguiendo la misma línea, las motivaciones de los primeros conquistadores también

pudieron haber sido influenciados por el contexto de España. Ellos no estaban buscando

un hogar fijo como si lo hicieron los ingleses que huyeron de Inglaterra debido a las

persecuciones religiosas y difíciles condiciones económicas. Estos españoles buscaban

en principio, generar una rentabilidad a corto plazo para luego regresar a España. En

cambio, Las personas provenientes de Gran Bretaña vieron en América un lugar

apropiado para establecerse permanente, esto implicaba el poder ejercer su religión

como ellos sentían que era correcto sin sentir el peligro de ser perseguidos. Además,

había suficiente trabajo a comparación de la Inglaterra que habían dejado.

De igual modo, el espacio temporal entre ambos procesos no solo afectó debido al

contexto, sino a la información que llegó sobre emprendimientos pasados. Como dice

Elliott (2006), así los ingleses hayan o no evitado los mismos errores hechos por los

españoles, por lo menos estuvieron en la posición de formular sus políticas y

procedimientos teniendo en cuenta la experiencia española y ajustarlos acorde a esto.

Esto les pudo haber dado alguna ventaja a los ingleses, sin embargo, el haber llegado

primero a América, confirió a los españoles el beneficio de explorar casi libremente los

territorios y escoger los más convenientes. Por ejemplo, en el caso de las islas de las

Antillas menores, “los españoles habían abandonado estas islas, principalmente por

aversión que tenían a los indios caribes, una raza salvaje e intratable que conservó

hábitos caníbales hasta bien entrado el siglo XVIII” (Parry, 1952, pp.131). Esto muestra

que se quedaban en los territorios con mejores condiciones y que los británicos se

tuvieron que encontrar con poblaciones más agresivas o por lo menos, menos maleables.

Por otro lado, los españoles pudieron incorporar a sus sociedades a las poblaciones

indígenas subyugadas de manera que pudieran cumplir con la condición de

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evangelización impuesta en la bula de Alejandro VI. Las instituciones que se formaron

acá les permitía a los españoles usar, casi siempre de forma forzosa, la mano de obra de

los indígenas a cambio de protección y la formación religiosa que les permitiera

convertirse en católicos. En cambio los ingleses se valieron inicialmente de su propio

trabajo para sostenerse. La ayuda de los nativos también fue necesaria debido a las

fuertes condiciones a las que llegaron y la dificultad de producir cultivos abundantes.

Más adelante, los indígenas norteamericanos fueron cada vez más excluidos y alejados

de las comunidades coloniales.

Otra ventaja de haber sido precursores de la colonización en el Nuevo Continente,

fueron las riquezas encontradas. Al ser primeros, pudieron reclamar derecho sobre todo

aquel material valioso presente en las tierras conquistadas. Esto formó en su mayoría el

carácter de las relaciones con España, el comercio y las instituciones socio-políticas. La

posibilidad de conseguir rentabilidad por medio de la extracción de metales como el oro

y la plata, llevó a que la corona española cuidara con gran recelo sus ‘pertenencias’ en el

Nuevo Mundo. Esto incluyó la cercana vigilancia al gobierno de las colonias y por ende,

la rigidez en la toma de decisiones. También, el intercambio como actividad económica,

se vio fuertemente afectado pues al tener el carácter de monopolio, sólo España podía

comerciar con ellas. Claramente bajo estas condiciones, sistemás de gobierno más

pluralistas y democráticos no lograron surgir.

La actividad comercial tampoco pudo haberse desarrollado mucho al tener tantas

limitaciones. Ésta no solo estaba centrada en exportación de metales de alto valor, sino

que productos y bienes españoles que eran apetecidos por los colonos y pudieron haber

llegado a beneficiar las colonias de otras maneras, llegaban a precios desorbitantes o,

simplemente, no llegaban. El control estricto del comercio tampoco permitía el

intercambio de las colonias con otras naciones probablemente por miedo a que el oro y

la plata tomaran rumbo a otros países. Desde este punto vista, procesos de difusión

importantes, como la tecnológica, no pudieron ser significativos. Ni siquiera por medio

de la migración se pudo dar grandes procesos de transmisión de conocimiento pues la

Casa de la Contratación otorgaba licencias para migrar a las Indias, sólo bajo estrictas

condiciones.

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Contrario a esto, el interés de la corona inglesa sobre los nuevos territorios en América

nunca fue como en el caso español. De acuerdo a Elliott (2006) el proceso de

asentamiento y subyugación de Irlanda por parte de la Inglaterra de Isabel I, absorbió

recursos y energías que pudieron haber sido dirigidas más intensamente hacia las

colonias. Esto muestra que la situación interna en Gran Bretaña requería vigilancia de

los monarcas ingleses y las colonias no siempre pudieron ser el centro de atención.

Además, como se dijo antes, los yacimientos que pudieron haber dado riqueza al imperio

no fueron encontrados en los territorios conquistados. “Con mucho menos beneficio

inmediato esperado de la colonización en el extranjero, la corona británica mantuvo un

relativo bajo perfil en las cruciales etapas de apertura del desarrollo colonial” (Elliott,

2006, pp. 27).. Los ingleses tuvieron bases más pluralistas y democráticas a la hora de

gobernar sus territorios, esto gracias a las compañías de accionistas por las cuales

migraron y también al modelo parlamentario de Inglaterra. Sus instituciones políticas y

administrativas tenían mayor probabilidad de haber surgido de abajo en lugar de haber

sido impuestas desde arriba.

Otra diferencia que vale la pena mencionar, está relacionada con la población nativa con

la que se encontraron. Los españoles se enfrentaron a una amplia variedad de grupos

indígenas con los cuales pudieron interactuar e incluso someter. La posibilidad de

usarlos como mano de obra barata significaba un forma rentable de producción y

explotación de recursos. Además de esto, los españoles debían tener en cuenta que la

población nativa americana se debía educar religiosamente y por tanto tenían una

obligación de integrarlos a la vida colonial. Esto llevó a una situación en donde la

diversidad de grupos étnicos y cruces de razas se empezaron a dar en la América

española. La integración de las poblaciones indígenas en la sociedad junto con la

importación de esclavos llevó al surgimiento de grupos raciales cada vez más diversos

dificultando así, la implementación de sistemas de jerarquía y organización social típica

de España. “la complejidades de estos tonos de diferencias étnicas, imperfectamente

superpuestas en órdenes sociales tradicionales, inevitablemente llevaron a una sociedad

volátil, sobre todo en las ciudades.” (Elliott, 2006, pp. 172). El autor complementa

afirmando que las practicas confusas en términos sociales y legislativos, dieron

surgimiento a una continua ambigüedad e incertidumbre, victimizando pero, al mismo

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tiempo, creando oportunidades a otros. Esto también implicó que el ajuste imperfecto

entre clase y color proveyera un amplio alcance a la subversión social.

Lo anterior contrasta con el caso británico, donde los nativos norteamericanos no fueron

adoptados por la corona británica como súbditos de ésta y por ende, no fueron incluidos

en las sociedades coloniales. Si bien, la importación de esclavos negros africanos fue

muy importante para el sistema productivo de éstas zonas, básicamente la única

distinción racial era entre blancos y negros. De acuerdo a Howard Zinn (1999), el

racismo en la colonias inglesas, sirvió como un medio para evitar rebeliones conjuntas

entre los esclavos negros y las clases más bajas de blancos. De esta manera se hacía una

amplia separación social entre una y otra raza disminuyendo las probabilidades de

rebeliones que se pudieran volver incontenibles.

4. Análisis de las hipótesis sobre sistemas coloniales y el crecimiento económico

Autores como Engerman y Sokoloff (2000) se enfocan en como las diferencias de

ambiente que había entre los lugares sujetos a colonización europea muestran “diferentes

grado de desigualdad, y en como estas diferencias pudieron haber persistido con el

tiempo y pudieron haber afectado el curso de desarrollo a través del impacto sobre las

instituciones que evolucionaron”. (Sokoloff & Engerman, 2000, pp. 220). De acuerdo

con esto, España mantuvo su atención en colonias como las vistas en México y Perú,

caracterizadas por riqueza en recursos minerales y una sustancial población indígena

sobreviviente. Se distribuyó tierras e ingresos de tributos provenientes de los nativos

entre un reducido grupo privilegiado. Los representantes del gobierno español al otro

lado del atlántico se componía por élites familiares que mantuvieron tal estatus incluso

después de la independencia. Esto además era ayudado por las restrictivas políticas de

migración hacia las Indias y fuertes condiciones sobre lo privilegios de votación. De esta

forma la estructura económica de América española permitía la apropiación de riqueza

por parte de un grupo de ascendencia Europea de otra parte de la población con menor

capital humano y poder político. Entonces, los recursos altamente valiosos así como la

amplia oferta de mano de obra nativa con bajo capital humano, contribuyeron a la

distribución desigual de la riqueza y el ingreso en estas economías coloniales.

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En contraposición, según los autores, la zona en el norte de América no estaba dotada

con población nativa significativa que pudiera ofrecer trabajo, clima y tierra con que

proveyera ventaja comparativa en siembra ni con otra clase de recursos de alto valor.

Gracias a esto, el desarrollo se basó en mano de obra de descendencia europea con

niveles similares de capital humano. Con abundante disponibilidad de tierra bajo

requerimientos de capital, la gran mayoría de hombres adultos podían ser propietarios

independientes.

La persistencia de las instituciones mencionadas puede verse en la política de tierra de

cada región. El patrón de propiedad de la tierra fue de alta concentración en ciertos

grupos, el cual fue perpetuado en la mayoría de la América española. Sin embargo,

dentro de las colonias americanas también se presentó concentración de tierras. Si bien

inicialmente se trataba que cada colono obtuviera una porción de tierra al norte del

Nuevo Continente, los que primero obtenían este beneficio eran aquellos que podían

comprar las acciones de la compañía. Por lo tanto los primeros en enriquecerse eran los

colonos antiguos con poder adquisitivo. Estos mismos, pudieron acumular riqueza por

medio de la compra de esclavos y el uso de la mano de obra de sirvientes blancos.

Además, ligando el derecho de tierra con el del voto, los accionistas terratenientes eran

los únicos que podían votar en las elecciones de la Asamblea. Sobre el punto de la mano

de obra, los ingleses no siempre se dedicaron a trabajar y cultivar ellos mismos. El uso

de esclavos negros fue usada a gran escala en las plantaciones norteamericana. Queda la

duda sobre el nivel de capital humano, no sólo de los esclavos sino también de los

sirvientes. Sería muy fácil suponer que por tener una parte de la fuerza laboral de origen

inglés, se tiene entonces un mayor nivel de capital humano y por tanto, una ventaja

frente a los indígenas en la colonia española.

Matthew Lange, James Mahoney, and Matthias Vom Hau (2005), explican que las

características de los colonizadores, además de las condiciones iniciales encontradas,

explican las variaciones en el desarrollo postcolonial. “Las diferencias en los modelos

económicos de Gran Bretaña y España tuvieron grandes consecuencias para el tipo de

áreas en las que prefirieron establecerse, la extensión de las construcción institucional

colonial que persiguieron, y, en últimas, el legado de desarrollo que dejaron atrás”

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(Lange, Mahoney & Vom Hau, 2005, pp. 1413). La primera hipótesis de los autores es

que las potencias mercantilistas y liberales imponen diferentes niveles de colonialismo

en territorios con desarrollo pre-colonial similar. Los mercantilistas establecen

instituciones más extensivas en regiones pre-coloniales más complejas, es decir más

económica y políticamente desarrolladas. Esto debido a la mayor facilidad de extraer

recursos a través de una fuerza laboral dependiente, sin la necesidad de alterar

demasiado las estructuras económicas. En cambio, los liberales persiguen altos niveles

de colonialismo en regiones pre-coloniales menos complejas. Esto hace más sencillo el

desplazamiento de las sociedades para dar paso a nuevas instituciones de mercado y

organizaciones estatales. El desarrollo colonial mercantilista restringe el intercambio,

protege gremios mercantiles y genera agentes que se benefician de los privilegios del

estado. Además, las instituciones laborales y socioculturales permiten la conversión de

la población indígena a un grupo explotado que por lo general no tiene acceso a

servicios públicos como la salud y la educación.

Por otro lado, el colonialismo liberal tiende a dirigir los esfuerzos productivos al

comercio internacional incentivando la competencia. Éstos, también, pueden llevar al

establecimiento de instituciones jurídicas y administrativas que proveen un marco básico

para el funcionamiento de los mercados. En este orden de ideas, el trabajo de estos

autores muestra que España tuvo un modelo económico de carácter mercantilista a lo

largo de los siglos XVI y XVII con un monopolio comercial que persistió incluso

después de comienzos del siglo XVIII. Debido a que la mayoría del proceso colonial

británico se dio a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, tiempo para el cual éste

país se caracterizaba por un modelo económico liberal enfocado al libre comercio, a la

colonización inglesa se le puede considerar de esta misma manera.

De acuerdo a Curtis P. Nettels (1952) el mercantilismo es la política de gobierno que

expresaba en la esfera económica el nacionalismo animado por el crecimiento y

seguridad nacional. Esto era posibilitado al tener un alto nivel de autosuficiencia,

especialmente, en términos de abastecimiento de alimentos y materias primas esenciales

para las industrias y la fortaleza militar. Teniendo en cuenta lo anterior, es posible

afirmar que, tanto los españoles como los ingleses, tenían ideales mercantilistas ya que

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buscaban la consolidación de un Imperio que lograra abastecerse a sí mismo con los

bienes de consumo de manera que no tuvieran que importarlos de los demás países.

Adicional a esto, así como los españoles permitieron la explotación y extracción de

recursos y trabajo indígena, los ingleses también generaron impacto en los nativos de

Norte América por medio de masacres, quema de aldeas y cultivos. Adicional a esto, las

políticas que pretendían la monopolización del comercio estuvieron presentes en ambos

sistemas coloniales.

En las hipótesis vistas por ahora, se trata de dar una explicación a las instituciones que

moldearon los dos sistemas coloniales mencionados. Es necesario entonces, evaluar el

papel de las instituciones dentro de la explicación a los diferenciales de crecimiento

económico entre países.

Daron Acemoglu y James Robinson en su reciente trabajo Por Qué Fracasan Los

Países, argumentan que los problemas de rezago económico pueden ser explicados por

medio del tipo de instituciones que se establecieron durante la colonia. Los autores

hacen una distinción entre instituciones de carácter inclusivo y extractivo, tanto en el

ámbito político como en el económico.

De acuerdo a ellos, las instituciones económicas inclusivas posibilitan y fomentan la

participación de la gran mayoría de las personas en actividades económicas que

aprovechan mejor su talento y sus habilidades y permiten que cada individuo pueda

elegir lo que desea. Para ser inclusivas, las instituciones económicas deben ofrecer

seguridad de la propiedad privada, un sistema jurídico imparcial y servicios público que

proporcionen igualdad de condiciones en los que las personas pueden realizar

intercambios y firmar contratos, además de permitir la entrada de nuevas empresas y

dejar que cada persona elija la profesión a la que se quiere dedicar (Acemoglu &

Robinson, 2012, pp. 96)

Por otro lado, las instituciones económicas extractivas serían aquellas que van en contra

de las inclusivas, es decir, que se concentran en extraer rentas y riqueza de una parte de

la población para transferírselas a otra. En cuanto a las instituciones políticas, aquellas

que se pueden llamar inclusivas son las que reparten el poder de una manera amplia, es

decir, evitan la concentración de éste en un individuo o grupo. Las extractivas, entonces,

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son las que confieren mayor poder a una élite o grupo reducido de la población y le dan

pocos limites al ejercicio de éste. En este orden de ideas, los autores resaltan la

importancia del Estado, el cual debe lograr una centralización política para asegurar la

prosperidad económica.

En este punto es posible intuir que existe en éstas una relación de complementariedad,

pues, las instituciones políticas pueden ayudar a la generación de normas economías que

contribuyan al enriquecimiento de una población sobre otra. Así mismo, se puede

argumentar que, en muchos casos, el poder económico resulta en poder político y por

tanto conduce a una perpetuación de los beneficios económicos de un determinado

grupo de la sociedad.

La tesis central del trabajo de estos autores “es que el desarrollo y la prosperidad

económicos están asociados con instituciones económicas y políticas inclusivas,

mientras que las instituciones extractivas normalmente conducen al estancamiento y la

pobreza” (Acemoglu & Robinson, 2012, p. 115)

Entonces, según esto, Estados Unidos no debió haber tenido los niveles de ingreso que

tiene pues dentro de su historia colonial, hay señas de una pobre centralización del poder

político y administrativo por parte de la Corona inglesa en las colonias. Dentro de la

literatura sobre ésta se encuentra que eran supervisadas o intervenidas de forma desigual.

Por ejemplo, unas tenían gobernadores designados por el rey, mientras otras no.

Además, incluso en aquellas donde había cierta presencia real, la ley y el orden no

estuvo garantizado en todo momento.

“La política colonial es sobre todo la historia de las luchas sostenidas por las asambleas

contra los gobernadores del Rey o de los propietarios. En aquel conflicto entre los

colonos, con su vivo sentido de sus derechos e intereses, y los representantes del

gobierno central, con su sentido no tan claro de las necesidades imperiales o de los

intereses ingleses y su deseo de evitarse molestias, vencieron, por regla general, los

colonos.” (Eliot Morison & Steele Commager, 1951, p.119-120)

Adicionalmente, como se mencionó antes, un grupo de colonos lograron enriquecerse

significativamente y empezaron a dominar el ámbito político. Si bien Acemoglu y

Robinson resaltan el aspecto democrático y pluralista de las instituciones políticas de los

norteamericanos durante la época colonial, de acuerdo a Abbot E. Smith, como es visto

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en Zinn, la sociedad colonial no era democrática y mucho menos igualitaria. Ésta estaba

dominada por hombres con dinero suficiente para obligar a otros a trabajar para ellos.

Pocos de éstos eran descendientes de los sirvientes escriturados y ninguno había

pertenecido a esta clase. Aún cuando al terminar este período de trabajo forzado se les

daba tierra, se puede ver que no muchos ascendieron social y económicamente. Estos

problemas no fueron del todo solucionados a medida que pasaba el tiempo. Para 1700,

en Virginia, había alrededor de 50 familias ricas con una riqueza equivalente a 50,000

libras que vivían del trabajo de los esclavos negros y sirvientes blancos. Ellos “poseían

las plantaciones, se sentaban en el consejo del gobernador, servían como magistrados

locales” (Zinn, 2001, p.47). En el libro de este mismo autor, se pudo encontrar que,

comprando las listas de impuestos de Boston para los años 1678 y 1771, dentro de una

población de seis mil personas, cerca del uno por ciento eran terratenientes y estaba

compuesto por 50 individuos ricos que poseían el 25 por ciento de la riqueza. Para 1771,

este número ascendió a 44 por ciento.

Usando las definiciones dadas por Acemoglu y Robinson, los españoles dejaron un

legado de instituciones extractivas reconocidas popularmente por el sometimiento de los

indígenas y la explotación de los recursos minerales como el oro y la plata. Entre éstas

se podría mencionar el reparto y la encomienda así como la esclavitud. Éstas no sólo

ayudaron a la perpetuación del trato injusto a los nativos sino también contribuyeron a la

concentración de la riqueza en unos pocos. En cuanto a la centralización del estado, se

puede ver que la Corona no siempre tenía el total control de los colonos en Ultramar.

Estos muchas veces hacían caso omiso a los mandatos reales que como se vio

previamente, generaron el enriquecimiento de estas élites. Fácilmente se puede ver que

España tenía una concentración de poder en relación a las decisiones que se tomaban

sobre las colonias. La participación de otros grupos de la sociedad como los indígenas y

esclavos africanos era prácticamente nula.

En este sentido, no es tan claro el papel determinante de las instituciones extractivas e

inclusivas sobre el desempeño económico futuro de ambos descendientes de los

respectivos sistemas coloniales. Si bien es de conocimiento general que los españoles

arrasaron con los indígenas y los metales de lujo que encontraron, también se pudo ver

características de instituciones no inclusivas dentro de la historia colonial de Estados

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Unidos. Ambos tuvieron élites que lograron mantener el poder político, y por ende, una

gran parte de la riqueza. Si el tener reglas que permitan este tipo de circunstancias dentro

de sí, determina el éxito o no éxito económico de los países, Estados Unidos no debería

ser tener un ingreso considerablemente más alto que América Latina.

5. Conclusiones

Tomando lo dicho previamente, se puede ver que las colonizaciones inglesa y española

tuvieron varios elementos que las caracterizaron. Si bien, ambos tuvieron retos muy

parecidos al llegar a un territorio nuevo, las condiciones iniciales en éstos y el

consecuente desenvolvimiento eran diferentes. Éstas pudieron dar una intuición sobre

los efectos que los sistemas coloniales tuvieron sobre los respectivos territorios.

A la hora de analizar algunas hipótesis de otros autores con lo encontrado sobre estos

procesos, pudo encontrarse que la instituciones eran un elemento común dentro de estas

explicaciones. De acuerdo a esto, el conjunto de instituciones que se adoptaron en uno y

otro modelo de colonización ayudaron a determinar el actual estado de la brecha

económica entre las regiones estudiadas. La lectura hecha sobre la colonización española

e ingles ayudó a entender que, si bien las instituciones ayudaron a moldear las

sociedades coloniales, éstas no pudieron haber sido la única razón por la cual Estados

Unidos ha tenido un mayor crecimiento que Latinoamérica. Ambas colonias llegaron a

habilitar el enriquecimiento y dominación política de grupos reducidos de la población.

Aún si el rol determinante de las instituciones pudiera comprobarse concluyente en el

desempeño de un país, estas teorías no logran mostrar satisfactoriamente en qué se basa

una sociedad para escoger un conjunto de instituciones sobre otras. Es decir, qué hace

que un país decida poner ciertas reglas en lugar de otras.

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Bibliografía y Referencias

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