la experiencia organizativa del barrio villa javier
Post on 24-Nov-2021
3 Views
Preview:
TRANSCRIPT
1
LA EXPERIENCIA ORGANIZATIVA DEL BARRIO VILLA JAVIER DURANTE LA DÉCADA DE
LOS 70 DEL SIGLO XX: RECONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA SOCIAL Y PROPUESTA
PEDAGÓGICA ASOCIADA A LA ORGANIZACIÓN POPULAR EN EL CASO DEL BARRIO LOS
ALPES.
TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR POR EL TÍTULO DE LICENCIADO EN CIENCIAS
SOCIALES.
AUTORES:
MERLY LORENA CASTIBLANCO PERALTA - CÓD. 2012160015
CARLOS MARIO RIVAS - CÓD. 2012160066
TUTORA:
CLAUDIA LILIANA BERTIERI
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL
FACULTAD DE HUMANIDADES
LICENCIATURA EN CIENCIAS SOCIALES
LÍNEA DE PROYECTO PEDAGÓGICO FORMACIÓN POLÍTICA Y RECONSTRUCCIÓN DE LA
MEMORIA SOCIAL
Bogotá
2017
2
RESUMEN ANALÍTICO EN EDUCACIÓN -RAE
1. Información General
Tipo de documento Trabajo de grado
Acceso al documento Universidad Pedagógica Nacional. Biblioteca central.
Título del documento La experiencia organizativa del barrio Villa Javier durante la década
de los 70 del siglo xx: reconstrucción de la memoria social y
propuesta pedagógica asociada a la organización popular en el caso
del barrio los Alpes.
Autor(es) Castiblanco Peralta, Merly Lorena; Rivas, Carlos Mario.
Director Bertieri Soler, Claudia Liliana
Publicación Bogotá. Universidad Pedagógica Nacional, 2016. 159 P.
Unidad Patrocinante Universidad Pedagógica Nacional
Palabras claves ACCIÓN COLECTIVA, MEMORIA SOCIAL,
ORGANIZACIONES POPULARES URBANAS, TEOLOGÍA DE
LA LIBERACIÓN. VILLA JAVIER
2. Descripción
El documento evidencia un trabajo de investigación relacionado con la recuperación de la
memoria social en el barrio Villa Javier durante la década de los setenta articulando cuatro
categorías de análisis entorno a la acción colectiva, las organizaciones populares urbanas, la
memoria social y la teología de la liberación. Este análisis permitió realizar una intervención
pedagógica con los integrantes de los grupos que apoya la parroquia del barrio Los Alpes en
Ciudad Bolívar con el propósito de fomentar la organización barrial y la formación política
tomando como ejemplo la experiencia organizativa en Villa Javier.
3. Fuentes
Para este trabajo se utilizaron diversas fuentes y autores los cuales contribuyeron a darle
sustento al cuerpo teórico y conceptual de la investigación entre estos referentes se destacan:
Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XIX. Halbwachs, M. (2004). La
memoria colectiva. Prensa universitaria de Zaragoza España). Benjamín, W. (1999). Sobre el
concepto de la Historia. México, D.F: Ediciones coyoacán. Fabri, S. (2010). Reflexionar sobre
los lugares de memoria: Los emplazamientos de memoria como marcas territoriales. Calveiro,
p. (2006). Los usos políticos de la memoria. En G. Caetano, Sujetos sociales y nuevas.
Lefebvre, H. (1978). El derecho a la ciudad. Barcelona: Península. Londoño, R., & Saldarriaga
Roa, A. (1994). La ciudad de dios en Bogotá. Barrio Villa Javier. Bogotá: Fundación Social.
Calderón, M. (2002). Conflictos en el Catolicismo Colombiano. Bogotá: Antropos.
Freire, P. (2005). Pedagogía del Oprimido. México: Siglo XXI. Torres Carrillo, A. (2005). “Re
haciendo memorias e identidades. La reconstrucción Colectiva de la historia con organizaciones
populares. Encuentro Internacional de Historia Oral “Oralidad y Archivos de la Memoria”.
3
Bogotá. _____________ (1999). Barrios populares e identidades colectivas. El barrió como
experiencia histórica. Bogotá._____________ (2007). Identidad y política de la acción
colectiva. Organizaciones populares y luchas urbanas en Bogotá 1980-2000. Bogotá:
Universidad Pedagógica Nacional. _____________ (2013). La ciudad en la sombra. Barrios y
luchas populares en Bogotá. 1950-1977. Bogotá: Universidad Piloto de Colombia. Harvey, D.
(2011) Ciudades Rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana. Akal, Madrid.
Touraine, A. (2006). Los movimientos sociales. Revista colombiana de Sociología N° 27, 255-
278. Archila Neira, M. 2003). Idas y Venidas, Vueltas y Revueltas: Protestas sociales en
Colombia 1958-1990. Bogotá: ICANH-CINEP.Campo, M. (2012). Bogotá en la década de
1970, El PIDUZOB como referente teórico de la planeación acción. Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia. Carvajalino, H. (2011). La experiencia bogotana: del barrio obrero al
lote con servicios. Revista Virtual Urbanismo n° 3 UNAL. Clichevsky, N. (2000). Informalidad
y segregación urbana en América Latina: una aproximación. Santiago de Chile: Cepal-ONU.
Colavidas, F. (. (1990). La ciudad Pensada (Doctoral dissertation, Arquitectura). Barcelona. De
Zubiría Samper, J. (2006). Los modelos pedagógicos: hacia una pedagogía dialogante. Bogotá:
Editorial Magisterio. Dusán Calderón, M. A. (2004). Modelo pedagógico de las experiencias de
educación popular de la Universidad Surcolombiana, Colombia. Barcelona: Universitat
Autónoma de Barcelona. Freire, P. (2005). Pedagogía del Oprimido. México: Siglo XXI. Fals
Borda, O. (1973). Reflexiones sobre la aplicación del método de Estudio-Acción en Colombia.
Revista Mexicana de Sociología- UNAM, 49-62. McLaren, P. (2005). La vida en las escuelas:
una introducción a la pedagogía crítica en los fundamentos de la educación. México: Siglo XXI.
Medina, M. (1984). La protesta urbana en Colombia en el siglo XX. Bogotá: Aurora. Molano, F.
(2014). El Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977 en Bogotá Las clases subalternas
contra el modelo hegemónico de ciudad. Ciudad Paz-ando, 3(2), 111-142. Morello, G. (2003).
Cristianismo y revolución. Córdoba: Editorial de la Universidad Católica de Córdoba- EDUCC.
Nehls, N. (. (2008). El derecho a la ciudad en el mundo: compilación de documentos relevantes
para el debate. Ciudad de México: HIC-AL Coalición Internacional para el Hábitat Oficina
Regional para América Latina. Rodríguez Ávila, S. P. (2010). La memoria en la investigación
Histórica. Ponencia XV congreso Colombiano de Historia. Bogotá. Tammarazio, A. (2013). El
barrio como un espacio de aprendizaje: redescubriendo el campo y las plazas con los niños.
Obtenido de IDES-Universidad de Buenos Aires: http://pas.ides.org.ar/files/2014/08/El-barrio-
como-espacio-de-aprendizaje.-redescubriendo-el-campo-y-las-plazas-con-los-ni%C3%B1os.pdf
Vega Cantor, R., & Castañeda, R. (1999). ¡Déjenos hablar! : Profesores y estudiantes tejen
historias orales en el espacio escolar. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional- Instituto de
Investigación Educativa y Desarrollo Pedagógico. Wagener, M. (2013). Las ciudades de Engels.
Bifurcaciones: revista de estudios culturales urbanos, ISSN-e 0718-1132, Nº. 12, 1-14.Vesina, J.
(1985). La tradición oral. Barcelona: Editorial Labor.
Además se utilizaron fuentes orales referidas a entrevistas, en primer lugar se tomaron los
testimonios de los protagonistas de los procesos barriales de Villa Javier durante la década de
los setenta: Carlos Lima; Mauricio Archila Neira; Gonzalo Amaya S.J.
4
En los trabajos de la experiencia pedagógica se desarrollaron entrevistas grupales a la Brigada
Julio Antonio Mella y se tomaron como fuentes orales sobre la memoria barrial a Jose Laverde
y Sara Gómez.
4. Contenidos
El trabajo se compone de cuatro capítulos en donde se evidencia la exposición de las principales
categorías que se desarrollaron y la metodología, el marco histórico del barrio Villa Javier en la
década de los setenta y el análisis de las fuentes orales. La creación de la propuesta pedagógica
se articula con la experiencia educativa desarrollada en el barrio Los Alpes en Ciudad Bolívar y
las reflexiones que se generaron a partir de la experiencia.
En el primer capítulo: Aspectos teóricos y metodológicos del problema de investigación.
Se expone las principales categorías que sustentaron esta investigación y los planteamientos
generales del proyecto en su aspecto metodológico y teórico.
En el segundo capítulo: la década de los setenta en Bogotá: Desarrollos urbanos, acciones
colectivas y experiencias organizativas. Se desarrolló un análisis histórico de la década de los
años setenta en Bogotá, relacionado exclusivamente con los proyectos urbanos, las políticas
públicas, las luchas populares y las acciones colectivas en el suroriente de Bogotá y de forma
específica en Villa Javier, además del análisis de las entrevistas realizadas con base a las
historias de vida de los protagonistas y las conclusiones del proceso de reconstrucción de la
memoria.
En el tercer capítulo se plantea una propuesta pedagógica que se realizó en Ciudad Bolívar con
la comunidad del barrio los Alpes y los resultados de la experiencia pedagógica. Finalmente se
hace referencia a las reflexiones suscitadas en el desarrollo de la propuesta pedagógica acerca de
los tres aspectos centrales: acción colectiva, memoria social y teología de la liberación y el
legado de la propuesta Camilista en la organización barrial hoy. Y en el cuarto capítulo se
expone la sistematización de la experiencia de la propuesta pedagógica, la cual se dividió en tres
fases de intervención: La memoria y el territorio en la construcción de identidad barrial; las
prácticas organizativas y la acción colectiva; el legado: alimentar la experiencia y la memoria.
5. Metodología
La metodología de este trabajo estuvo enmarcada en la investigación cualitativa y se utilizaron
como técnicas de recolección de la información: las historias de vida y la historia oral y sus
narrativas en la elaboración de cuerpo de la reconstrucción de la memoria social de los procesos
organizativos.
5
6. Conclusiones
El desarrollo de este acercamiento investigativo permitió desarrollar un abordaje y un dialogo de
las categorías de análisis que se articularon con la memoria social, las organizaciones populares
y la Teología de la Liberación y que se vincularon necesariamente con los contextos y las
características sociohistóricas del barrio Villa Javier como el de Los Alpes. A raíz de esto se
concluyó que la reconstrucción de la memoria social de la experiencia organizativa del barrio
Villa Javier durante la década de los setenta y la posterior experiencia educativa desarrollada en
los Alpes en Ciudad Bolívar representó un esfuerzo por fomentar los trabajos de memoria social
y la participación política de los sujetos que quieren poner su identidad por encima de todo.
En una parte nodal de los resultados de la investigación se logró reafirmar que las problemáticas
generadas por los desarrollos urbanos y por las dinámicas migratorias en el país durante los años
setenta, determinaron que los sujetos y comunidades enmarcados en la lógica de expulsión y
marginalidad transitaran a procesos organizativos que lograran articular y catalizar todo el
descontento social, y de hecho todo el catalizador de los procesos de cambio fue la organización
comunitaria que reivindicaba con acciones colectivas la vida y el derecho a la ciudad.
Cabe señalar que por medio de los relatos orales se evidenció que la experiencia organizativa
barrial nacida en Villa Javier contra los avances de los proyectos urbanos sirvió como ejemplo
de las posteriores acciones colectivas que se expresaron en el paros cívicos de 1977 en el
suroriente, es decir la experiencia organizativa animadas por los sacerdotes y religiosos de Villa
Javier significó la base práctica y política de muchas comunidades para organizarse durante el
paro cívico.
Por otro parte permitió reflexionar acerca de la importancia de las historias de vida porque se
convirtieron en una herramienta primordial en la reconstrucción de la memoria social, en la
medida que los relatos permitieron concatenar distintos acontecimientos y también vislumbrar
los posibles motivos de la perdida de la memoria y en algunos casos la oposición a recordar.
En el momento de la implementación pedagógica que se llevó a cabo en el marco de la Línea de
investigación de formación política y reconstrucción de la memoria social se logró concluir con
respeto al proceso educativo que los saberes escolares deben involucrarse con las prácticas
cotidianas en el espacio donde los sujetos comparten sus vivencias como lo es el barrio. El
proceso de sistematización permitió analizar las dinámicas de los contextos de los barrios
populares hoy, además se logró reflexionar sobre la necesidad de realizar unas prácticas
educativas acorde a su realidad y a las necesidades de identidad con el grupo y una de estas
prioridades es la memoria social de su pasado. A raíz de esta prerrogativa se logró influir en la
cimentación de procesos y ejercicios de memoria y formación política en las organizaciones
barriales con que se trabajó en el Los Alpes.
Elaborado por: Castiblanco Peralta, Merly Lorena; Rivas, Carlos Mario
Revisado por: Bertieri soler, Claudia Liliana
Fecha de elaboración del
Resumen:
21 de Febrero de 2017
6
Tabla de contenido
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………………....8
CAPITULO 1 Aspectos teóricos y metodológicos del problema de investigación.
1.1. Aspectos generales del problema social……………………………..…………………….....10
1.2 Análisis categórico de la memoria, la acción colectiva, organizaciones populares urbanas y la
teología de la liberación…………..………………………………………………………………20
1.3 La memoria social……………..…………………..……………………………………...…..20
1.4 Un análisis de la acción colectiva………………………………………………………….....25
1.5 La acción colectiva: Organizaciones populares urbanas como categoría de análisis……..….26
1.6 La acción colectiva y la Teología de la Liberación………………………………………..….31
1.7 La teología de la liberación como propuesta dinamizadora de la movilización social……...33
1.8 Aspectos metodológicos………….…………………………………………………….……..36
1.9 Las historias de vida ……………………………………………………………………….…41
CAPITULO 2 La década de los setenta en Bogotá.: Desarrollos urbanos, acciones colectivas
y experiencias organizativas
2.1 El suroriente: Resultados de prácticas organizativas……………………………………...….43
2.2 Caracterización del barrio: La comunidad de Villa Javier………………………………...….48
2.3 Bogotá en la década de los setenta. A manera de introducción…………………………...….52
2.4 El contexto histórico-urbano de Bogotá. ¿Bogotá: una ciudad planeada o autogestionada?...55
2.5 Una ciudad en lucha una urbe en resistencia…………………………………………..……..65
2.6 Proyectos urbanos, políticas públicas y las acciones colectivas en el suroriente……….…….69
2.7 El Piduzob: Programa Integral de Desarrollo Urbano en Bogotá………………………...….73
2.8 Luchas populares en el suroriente……………………..……………………………………..78
2.9 Vamos a escuchar las voces de los protagonistas………………………………………….…87
CAPITULO 3. PROPUESTA PEDAGÓGICA Y DE INTEREVENCION EDUCATICA...97
3.1 Bases teóricas y pedagógicas que sustentan la propuesta ………………………..……….....99
7
3.2 Contenido pedagógico de la propuesta…………..……………………………………...…..104
3.3 Aclaraciones Previas………………..………………………………………………...……..109
3.3 Contextualización socio- espacial del barrio los Alpes…………………………………..….111
3.4 Grupo de trabajo: La comunidad……………………………………………………….……114
CAPITULO 4. SISTEMATIZACION DE LA EXPERIENCIA…………………………....119
4.1 Aportes al problema formativo y social: El resultado del proceso………………119
4.1.1 Análisis de la primera fase: La memoria y el territorio en la construcción de
identidad barrial………………………………………………………………………...127
4.1.2 Análisis de la segunda fase: Las prácticas organizativas y la acción colectiva…133
4.1.3 Análisis de la tercera fase: El Legado: Alimentar la experiencia y la memoria…135
CONCLUSIONES………………………………………….………………………………...…136
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………..………….138
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS…………………………………………………..………145
ANEXOS…………………………………………………………………………………….…..145
8
Introducción
Este trabajo plantea la necesidad de reconstruir la memoria social del barrio Villa Javier
en la década de los setenta en relación a las experiencias organizativas que se desarrollaron bajo
la influencia de la Teología de la Liberación y animada por un grupo de hombres inspirados por
la propuesta pastoral del Padre Camilo Torres Restrepo la cual se enmarca en la solidaridad con
los desfavorecidos, el servicio a la clase popular y que apoyados en ideales comunitarios llevaran
a que los sujetos se unifiquen, se organicen y decidan sobre su realidad.
Este documento expresa los análisis de los testimonios, narraciones y relatos de sujetos
que tuvieron una experiencia valiosa de lucha y de apoyo a la organización barrial durante los
años 70 en Villa Javier y sus zonas aledañas en contra de los planes de desarrollo urbanos tales
como el PIDUZOB (Programa Integral de Desarrollo Urbano de la Zona Oriente de Bogotá),con
el cual pretendían desalojar y desplazar a muchos de los habitantes de la zona suroriental de la
ciudad por la necesidad de ejecutar estos planes. Este hecho produjo un proceso de identidad con
el espacio, de organización y movilización barrial. En este sentido el cuestionamiento que guío la
investigación se enfocó en responder la pregunta ¿Cuál fue la experiencia organizativa barrial y
los procesos de acción colectiva en el barrio Villa Javier durante la década de los setenta en
relación a la defensa del territorio?
De esta forma las categorías de análisis en la que se ordena este trabajo son: la memoria
social, la acción colectiva, las organizaciones populares urbanas y la teología de la liberación; de
estas se derivan los objetivos que orientan esta investigación. Los fundamentos metodológicos y
el itinerario investigativo se relacionan con la utilización de la historia oral y las historias de vida
y sus narrativas, que llevaron a las reflexiones y análisis del proceso de reconstrucción de la
memoria, que contempla los testimonios de los protagonistas de las luchas barriales en Villa
Javier en los años setenta.
El trabajo se compone de cuatro capítulos en donde se evidencia la exposición de las
principales categorías que se desarrollaron y la metodología, el marco histórico del barrio Villa
Javier en la década de los setenta y el análisis de las fuentes orales. La creación de la propuesta
9
pedagógica se articula con la experiencia educativa desarrollada en el barrio Los Alpes en
Ciudad Bolívar y las reflexiones que se generaron a partir de la experiencia.
En el primer capítulo se exponen las principales categorías que se desarrollaron y los
planteamientos generales del proyecto en su aspecto metodológico que se utilizaron en la
investigación con el propósito de resaltar estas metodologías en la reconstrucción de la memoria
social.
El segundo capítulo corresponde al análisis histórico en el cual se inscribe el periodo de
estudio: la década de los años setenta en Bogotá, relacionado exclusivamente con los proyectos
urbanos, las políticas públicas, las luchas populares y las acciones colectivas en el suroriente de
Bogotá y de forma específica en Villa Javier, además del análisis de las entrevistas realizadas
con base a las historias de vida de los protagonistas y las conclusiones del proceso de
reconstrucción de la memoria.
En el tercer capítulo se plantea una propuesta pedagógica que se realizó en Ciudad
Bolívar con la comunidad del barrio los Alpes y los resultados de la experiencia pedagógica.
Finalmente se hace referencia a las reflexiones suscitadas en el desarrollo de la propuesta
pedagógica acerca de los tres aspectos centrales: acción colectiva, memoria social y teología de
la liberación y el legado de la propuesta Camilista en la organización barrial hoy.
En resumen esta experiencia investigativa consideró los trabajos de la memoria como
importantes en la conformación de la identidad barrial y como prerrogativa de las condiciones
por las cuales las comunidades defienden su territorio, bajo esta razón la propuesta pedagógica se
enfocó en situar la importancia de rescatar la memoria social y reubicarla en el lugar que merece
en los barrios populares de la ciudad como los Alpes, el cual ha vivido procesos históricos de
luchas por la defensa del territorio e iniciativas organizativas que merecen ser reconstruidos a
través de los trabajos de la memoria.
Por otro lado es importante resaltar el pensamiento de Camilo Torres Restrepo en los
procesos de formación política de la organización barrial, porque su proyecto estaba encaminado
a que las comunidades se organizaran con base a la solución de las problemáticas que surgieron
del abandono y la exclusión por parte del Estado, lo cual implicaba en primer lugar reconocer la
situación en la cual está inmersa la comunidad y en segundo lugar proponer alternativas reales
10
frente a su situación; en este sentido la propuesta pedagógica intenta ser un articulador de la
necesidad de los trabajos de memoria, las luchas barriales por el derecho a la ciudad, la
influencia de la Teología de la Liberación y la propuesta Camilista para los barrios populares que
padecen escenarios de marginalidad como los barrios alrededor de Villa Javier durante los años
setenta y como lo son hoy los barrios periféricos en ciudad Bolívar como Los Alpes.
Capítulo 1. ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS DEL PROBLEMA
DE INVESTIGACIÓN.
Aspectos Generales del problema social.
La actual situación que se está presentando en el contexto nacional, referente al escenario
de las discusiones políticas y los debates para poner fin al conflicto armado, político y social que
ha perdurado durante más de medio siglo, así como el debate social que ahonda en la necesaria
búsqueda de una reconciliación nacional, promueve desde el ámbito investigativo y docente en el
campo de las ciencias sociales, el reconocimiento de todas aquellas condiciones y necesidades
que puedan proponer vías de análisis para comprender el conflicto, hallar y analizar críticamente
los sucesos, hechos y experiencias que han marcado la historia reciente, para encontrar nuevas
estrategias para investigar y enseñar el fenómeno del conflicto con una carácter siempre critico;
de análisis y de comprensión.
En esta medida los trabajos de reconstrucción de la memoria social sobre los fenómenos
generados por el conflicto social, son una herramienta posible para conocer las experiencias de
grupos, comunidades y colectivos que se han visto incluidos de forma directa o indirecta en el
conflicto. Es un trabajo que pretende reconstruir de manera participativa y reflexiva aquellas
memorias ¨disidentes¨ que escapan del olvido y de las memorias hegemónicas que intentan
encausarlas por otros caminos, esas memorias ¨disidentes¨ tal como lo expresan Gnecco y
Zambrano (2002):
Encarnadas en las voces, narraciones, textos, imágenes, objetos y acciones engendradas
en los espacios de confluencia y confrontación, dominación y subordinación, de luchas e
hibridaciones entre agrupaciones inter e intra-societales diversas y dispares: colonizadores y
colonizados, indígenas y Estado, indígenas y arqueólogos, comunidades afrocolombianas,
indígenas y colonos, obreros y misioneros, clases populares y élites modernizadoras, urbanas y
rurales, grupos insurgentes y estado, y hombres y mujeres (p.5).
11
De igual forma, se hace necesario e imprescindible, realizar un aporte académico que
permita la reconstrucción de unas memorias de los que no tuvieron ¨voz y voto¨ en la historia
oficial, de los que fueron víctimas en este largo trasegar histórico de violencia, ocultamiento y
olvido selectivo. En tanto, el compromiso reside en hallar, comprender y mostrar con un análisis
de los hechos sociales, las circunstancias vividas por las comunidades en el marco de los
procesos históricos del conflicto armado. En este sentido la pretensión es profundizar en las
voces, las narraciones y los testimonios ocultados, las luchas contra-hegemónicas y las apuestas
activas que emergen como solución a los olvidos y a la amnesia colectiva generadas por la
insensatez de los dueños de la memoria oficial o de la historia hegemónica, que coadyuvan al
ocultamiento de otras voces y otros testimonios subalternos.
Bajo estas motivaciones nace el sentido de la investigación y con un objetivo que trató de
ser dinámico, el cual se basó en la exploración de campos y momentos de la memoria que no
fueron visualizados por la historia, sacando de las ruinas del olvido la importancia y la relevancia
del acontecimiento y su significado para el colectivo.
Para esta labor se hace necesario retomar y acoplar las nociones planteadas por Walter
Benjamín, en la idea de revalorar el tiempo histórico, comprendiendo que este tiempo está
pensado en el modelo del progreso el cual se ha encargado de mostrar las memorias a juicio de
los vencidos e interpelando que la historia avanza acumulando solo logros y conquistas, y que el
futuro es mejor que todo lo de ayer (Benjamin, 1999).
Por otro lado para ser sujetos activos y participativos que convergen con las
comunidades que quieren reivindicar su lugar en las historias colectivas, se hace necesario ¨pasar
por la historia el cepillo a contrapelo buscando en esta una nueva interpretación de lo histórico,
superar los lugares comunes o repetidos que obnubilan la historia, son las claves para la
comprensión de la realidad¨ (Ospina , 2011, p. 3). De alguna forma es ir a contracorriente de la
historia oficial de la clase dominante, sus categorías de análisis, es llegar a ¨deslegitimar la
continuidad siempre positiva, ascendiente, gloriosa de la historia de los dominadores¨ (Benjamin,
1999, p. 67), además de simplista del acontecimiento y del tiempo.
12
Esta investigación sin pretensión de hacer historia se planteó con el propósito de dar
algunas puntadas para preservar la memoria de los sujetos en su espacio, -el barrio popular-
entendido como un escenario para la activación de la memoria de los sujetos en el cual
convergen pensamientos, ideologías, resistencias y alternativas. De esta forma se buscó explorar
en clave del compromiso pedagógico y político; en reconstruir unas memorias que están entre la
luz y la oscuridad, y que resultan primordiales para comprender los procesos de luchas barriales
que se desarrollaron durante los años setenta en la zona suroriental de Bogotá.
En este sentido hablar sobre la reconstrucción de la memoria de los procesos barriales
implica considerar la vinculación del espacio como clave de la reconstrucción. Asimismo se debe
comprender que la memoria de un espacio se hace visible cuando se articula con la memoria
colectiva y expresan cambios que se fueron operando a partir de prácticas sociales en un
territorio determinado.
Inicialmente Silvana Fabri (2010) en su reflexión sobre los lugares de la memoria y los
emplazamientos de la memoria como marcas territoriales, asume que los barrios son espacios de
memoria donde se articulan prácticas cotidianas y se re-significan los lugares, imprimiéndole una
carga simbólica dada por la definición que los sujetos sociales han podido efectuar. Además
señala que ¨pensar en la territorialización de la memoria sería un intento de poner en discusión
los conceptos de construcción socio-espacial y construcción de la memoria” (p. 8).
De esta forma los barrios son lugares que guardan memorias como productos sociales con
fuertes contenidos culturales y políticos, y es allí cuando la memoria barrial se materializa
otorgando cierta especificidad al lugar (Fabri, 2010) y (Nora,1988), en este sentido “los lugares
de memoria podrán entenderse como los sitios que condensan significaciones de una realidad
histórica y simbólica que no solo se simplifican a monumentos o acontecimientos memorables,
pero si entendidos como productos sociales” (Fabri,2010, p.104). De esta manera los significados
de los sujetos con el espacio barrial se entretejen con la cotidianidad y le imprimen al lugar
simbólico lo ¨vivido y lo percibido¨, además permite una constante reconstrucción de
experiencias. En esta medida es necesario recuperar un espacio para la memoria como el barrio y
sus lugares comunes, y para esto es preciso apoyarse en la reconstrucción de historias de vida de
los sujetos que vivieron determinadas experiencias.
13
El caso del barrio Villa Javier ubicado en el suroriente de la ciudad de Bogotá, ha sido un
espacio donde se han efectuado fenómenos de perdida de la memoria o de ocultamiento de las
experiencias que por fuerza opresiva se han materializado.
Hay dos razones que pueden justificar la perdida de la memoria sobre la experiencia
organizativa barrial, la primera se relaciona con el marco conmemorativo del centenario de
fundación del barrio Villa Javier en el año 2013, que aunque se celebró y se trajo a la luz la
historia del barrio durante sus años de creación y/o de construcción y se le otorgó al barrio el
título de patrimonio cultural a nivel distrital y de memoria intangible de la ciudad, se
evidenciaron los vacíos existentes en la memoria social del barrio especialmente desde los años
setenta hasta el presente.
Una segunda razón que justifica el interés por conocer e intentar reconstruir la memoria
social del barrio Villa Javier está relacionada con la conclusa investigación histórica de Alberto
Saldarriaga y Rocío Londoño en 1994 titulada: La Ciudad de Dios en Bogotá. Barrio Villa
Javier, la cual se centra en estudiar un periodo determinado de la historia barrial, fijándose en
reseñar los acontecimientos históricos desde la llegada y fundación del barrio por el padre jesuita
José María Campoamor (1913-1946) hasta la muerte del padre de la compañía de Jesús José
María Posada en 1972 quien lo remplazaría hacia 1946 después de su fallecimiento.
Esta investigación tuvo como objetivo principal reseñar históricamente el papel
desempeñado por la iglesia católica colombiana y la labor social liderada por los sacerdotes con
los obreros del suroriente de la ciudad cuyas principales acciones se evidenciaron en la
organización del Círculo de Obreros, en la construcción del barrio Villa Javier, además de grupos
de trabajo comunitario como las Marías – grupo de mujeres obreras.
La investigación además deja ver claramente signos que demuestran que a partir de los
años setenta no hay una memoria escrita del barrio, dejando de lado importantes acontecimientos
que influían la forma de vida religiosa y social del barrio. Especialmente los cambios que
disponían una nueva relación de Estado, la Iglesia Católica y la sociedad como lo fue el nuevo
modelo teológico de cristiandad basados en el llamamiento ecuménico del Concilio Vaticano II y
14
de los resultados episcopales del encuentro de la CELAM en 1968 celebrado en Medellín
(Calderón, 2002).
De forma que se empezó a desarrollar una tendencia en América Latina que buscaba la
restauración de la labor pastoral en pro de una iglesia popular para los pobres, inspirada en una
nueva explicación teológica y sociológica del hecho religioso denominada Teología de la
Liberación que como lo señala Mario Calderón en su tesis de grado Conflictos en el Catolicismo
Colombiano (2004) impulsó la conformación de grupos religiosos, sacerdotes y laicos en las
parroquias como la de Villa Javier a comienzos de los setenta, influyendo dichos grupos en los
organismos oficiales católicos con nuevas prácticas pastorales las cuales contenían un alto
sentido político y de compromiso social, acciones que generarían conflictos con la jerarquía
eclesial.
De igual forma estas transformaciones internas de la Iglesia se desarrollaron a la par de
nuevas situaciones políticas, demográficas y culturales que configuraron la realidad social del
país. Situaciones históricas como el Frente Nacional (1958-1974) implicaron un cambio
importante para la vida política del país, que transformó las pugnas bipartidistas por el poder en
una especie de hegemonía compartida , lo cual generó cambios entre la Iglesia católica y los
partidos (Calderón, 2002).
En esos años, la sociedad colombiana estaba experimentando transformaciones muy
profundas: la radicalización de sectores medios urbanos, la permanencia de profundos problemas
sociales en el campo y el fracaso del reformismo agrario, junto con una creciente migración de
población rural a las ciudades que desbordaba la capacidad de ella para proporcionar adecuados
servicios públicos y la capacidad de la industria y el comercio para absorber la excesiva mano de
obra que inundaba a las grandes ciudades, confluyeron para producir una explosiva situación
social. En ese contexto, surgen los cinturones de miseria y la informalización de la economía en
las grandes ciudades, mientras que en las zonas rurales periféricas aparecen movimientos
guerrilleros de corte más radical, influenciados por la ideología Marxista-leninista de los
movimientos políticos de la izquierda de esos años: el ELN, el EPL y las FARC. Además, en ese
contexto de agitación social se produce una intensa movilización de protesta social al margen del
bipartidismo, que mostraba ya los inicios del debilitamiento progresivo del monopolio que el
bipartidismo tradicional había ejercido sobre la vida política del país (Jaramillo, 2012, p.178).
En este complejo contexto histórico nacional, la comunidad de Villa Javier no fue ajena a
esas nuevas dinámicas sociales y políticas. Durante estos años se profundizó el conflicto urbano
y se incrementaron las acciones colectivas y/o procesos organizativos activados por las
iniciativas de grupos de izquierda y eclesiales que llegaron a los barrios marginales a hacer
labores de concientización social y política con base en la educación popular.
15
En el trascurrir de estos años se profundizó el conflicto urbano y se incrementaron por
hecho las acciones colectivas y/o los procesos organizativos activados por las iniciativas de
grupos de izquierda y eclesiales que llegaron a los barrios marginales a hacer labores de
concientización social y política con base en la educación popular.
Situaciones como la recepción de la población migrante rural, el engrosamiento de los
cinturones de miseria en el suroriente y la renovación en el pensamiento político y social de la
iglesia marcaron el punto de partida para el desarrollo de procesos organizativos barriales
expresados en la defensa de los territorios.
En el estudio del profesor Alfonso Torres (1999). Barrios Populares e Identidades
Colectivas, se expone que para la década del setenta, no sólo habían nacido nuevos barrios, sino
que los surgidos en las anteriores décadas se habían consolidado, aumentado su densidad
poblacional y estrechado su relación con el tejido urbano mayor.
Estas nuevas circunstancias, dieron lugar a nuevos actores (escolares, jóvenes, madres de
familia, inquilinos, tenderos) y a nuevas demandas: parques, canchas deportivas, sala cunas,
escuelas, vías, transporte, etc. en una convulsionada coyuntura política donde la irrupción de
nuevos grupos de izquierda, la agitación universitaria, la politización del magisterio y de algunos
sectores de la iglesia, llevó a muchos activistas (partidarios o no) a hacer presencia en los barrios.
La lucha contra la Avenida de los Cerros (1971-1974), los paros zonales por transporte y el Paro
Cívico de 1977 ejemplarizan esta nueva experiencia de protesta social desde los barrios¨. Afirma
además que ¨muchos de los barrios especialmente ubicados en el sur oriente fueron también ¨los
escenarios privilegiados de la aparición de nuevas formas de organización barrial y de estrategias
inéditas para presionar sus demandas¨. (Torres, 1999, p. 9)
Asimismo Torres argumenta como las luchas por la vivienda fueron las principales
reivindicaciones sociales de los habitantes de la ciudad hacia los años 70, estas luchas estuvieron
relacionadas con invasiones de tierras que se expresan como accesos no negociados a los
derechos de hábitat, y asume que estos fenómenos urbanos han generado importantes cambios
morfológicos en el sur-oriente de Bogotá, asimismo esta alternativa, necesariamente tuvo que ver
con la presión popular de los años 60 y 70, no solo desde la urbanización informal, sino también,
desde organizaciones políticas que tomaron como bandera la lucha por un techo, por ejemplo, la
Central Nacional Provivienda – Cenaprov- y el barrio Policarpa Salavarrieta en pleno centro de
Bogotá, es quizás uno de los casos más emblemáticos de las luchas barriales organizadas y
evidencia el creciente problema del déficit de vivienda para los más pobres. (Carvajalino, 2011)
16
De esta forma con los primeros acercamientos a los recursos bibliográficos y fuentes
testimoniales sobre el tema, se evidencia que durante la década de los 70 se manifestaron unos
embrionarios aires de organización en todo el suroriente e igualmente en el caso del barrio Villa
Javier se generaron los primeros conflictos con la institución eclesial frente a la implementación
de algunos religiosos de una idea de iglesia popular que estuviera pensada en las necesidades de
los más pobres. De forma tal que con la llegada de estas nuevas tendencias organizativas y la
incidencia de varios religiosos comprometidos con el trabajo pastoral en las comunidades, se
apoyó abiertamente y otras no, las iniciativas nacidas desde las necesidades de la comunidad y
dinamizaron las propuestas organizativas barriales. (Calderón, 2002).
Alfonso Torres señala que en algunos barrios el trabajo pastoral de comunidades
religiosas desembocó en la creación de numerosos Grupos Juveniles e iniciativas de
Comunidades Eclesiales de Base comprometidas con acciones de promoción comunitaria y
educación popular. “Estas nuevas experiencias asociativas favorecieron la organización de base,
la educación de sus miembros y ampliaron las formas de gestionar sus necesidades y demandas”
(Torres, 2007, p. 41).
Bajo estas premisas, es importante la valorización de la experiencia comunal en Villa
Javier, a raíz del papel desempeñado por una teología pastoral que se la jugó con un compromiso
cristiano por la comunidad y la conformación barrial en el suroriente de Bogotá. En este sentido
es relevante destacar el papel jugado por aquellos sujetos que se identificaban con los postulados
de la Teología de la Liberación y de Camilo Torres Restrepo, que encaminaron su vida por
defender a los excluidos de las zonas periféricas de la ciudad.
Ubicar en ese vacío histórico las actividades cristianas inspiradas en torno a la justicia
social y enmarcadas en un elemento inspirador: la opción por los pobres en las ciudades, es una
labor que necesita mucho de nuestro compromiso pedagógico e investigativo, pretendiendo que
este análisis halle su lugar en la historia de los procesos barriales y sirva como incentivo para
promover la memoria colectiva de los barrios populares de Bogotá.
17
EL PORQUÉ DE LA MEMORIA SOCIAL EN LOS TRABAJOS DE
RECONSTRUCCIÓN DE MEMORIAS EN COLOMBIA.
En el actual escenario para poner fin al conflicto armado, social y político, y construir una
posibilidad de paz en Colombia, la memoria social se ha convertido en un tema necesario,
transversal y decisivo en estas disyuntivas, y se relaciona principalmente con los empeños por
esclarecer la verdad sobre los sucesos desarrollados durante el conflicto y como punto inicial
para llegar a la reconciliación nacional, el perdón y la justicia. Revelar lo que ha ocurrido en
nuestro pasado es determinante para este proceso.
A raíz de esto, nace la necesidad de los trabajos sobre la memoria, la cual radica en que
estos han de posibilitar que las víctimas sean reconocidas y hablen desde sus vivencias sobre el
apremio y urgencia que significa poner fin a este cruento conflicto. En últimas, los trabajos sobre
la memoria buscan aportar a esa deuda histórica que aún se tiene con quienes vivenciaron
directamente todas las modalidades de violencia, y se expresan en la misma exigencia por la
verdad y la reparación integral.
Al respecto, el Estado colombiano ha entendido y aceptado en medida estas apelaciones,
no solo por su acción de buena voluntad, sino a causa de las múltiples demandas tramitadas en
las comisiones de Derechos Humanos de la OEA y de la ONU por parte de las organizaciones de
víctimas. De forma tal que el Estado no solo se ha de encargar –en hecho de cumplimiento– por
responder a las demandas por resarcir los daños causados por acción u omisión durante el
conflicto, sino que también ha de facilitar que las victimas construyan espacios para resignificar
y visibilizar sus resistencias y sus luchas por la verdad.
En consecuencia se ha venido desarrollando una serie de políticas estatales, relacionadas
con la consolidación de una memoria histórica oficializada que se ha materializado con la
creación de diversos centros especializados de pensamiento que han producido múltiples
informes sobre los hechos del conflicto como el informe Basta Ya! Colombia: Memorias de
guerra y dignidad (2013), elaborado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, que
representa un esfuerzo académico e institucional importante que buscó develar las dimensiones
de la violencia en el país, pero que en definitiva trata de una verdad oficial con el obvio sesgo
18
institucional, que evita entrar en “honduras incomodas” que podrían conducir al lector a
reconocer la existencia de una marcada violencia institucional (Ramírez, 2013).
En la actualidad hay un boom enfocado en realizar actos conmemorativos de la memoria,
y que en la mayoría de los casos se han desarrollado por los centros especializados y por las
comisiones de esclarecimiento de la verdad, y aunque las víctimas participan en estos procesos
de reconstrucción, es el Estado quien marca los lineamientos de acción para la recuperación de
las memorias, esto evidencia que la memoria hegemónica se mantiene aunque participen los
excluidos de la historia, lo cual ha dado paso a las preocupaciones que se tienen por la
administración del pasado en el país (Rodríguez, 2010).
Este auge por la memoria ha propiciado la creación de lugares para el recuerdo de las
víctimas como los son: los museos, monumentos, parques, muros, entre otros. Por ejemplo un
lugar de la memoria es el parque monumento que rinde homenaje a las víctimas de Trujillo-Valle
a orillas del rio Cauca, el cual fue construido a raíz de un fallo de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos que condena al Estado Colombiano por la masacre más prolongada hasta ese
momento en el país, 300 víctimas directas y desapariciones forzadas durante cinco años. En ese
parque se dignifica a los seres queridos, especialmente a los desaparecidos y se vuelve un lugar
en dónde las victimas dirigen el dolor y los recuerdos, es un espacio de dignificación, de
encuentro y de resistencia contra el olvido, es el sitio donde se denuncian los dolores, los sueños
y utopías de un territorio que aspira a la paz.
Estos lugares de memoria se han convertido en la materialización de los impulsos por no
olvidar; parques de la paz en nombre de las víctimas, muros con inscripciones de los
desaparecidos y hasta centros educativos se exhiben en muchas ciudades como los lugares
habituales con que se recuerdan a las víctimas del conflicto.
En esta medida la institucionalidad y algunas organizaciones sociales se han puesto en la
tarea de hacer de estos lugares para la memoria, espacios que den sentido y re-signifiquen el
pasado desde las experiencias cotidianas de los sujetos, buscando crear redes y tramas sociales
de mutuos recuerdos que ayuden a reconfigurar las mismas experiencias históricas y den paso
19
para la conformación de identidades a partir del sentimiento de continuidad que se vuelve
residual en los lugares (Nora, 1984).
Por otro lado, muchos de los trabajos de memoria se inscriben en el discurso de la
necesidad de la memoria en términos de garantía de no repetición, es decir que a partir de la
recopilación de los relatos, memorias y olvidos se llegue a romper la línea de la impunidad en
consonancia con la búsqueda de la justicia. Esto significa que bajo este imperativo, se debe
garantizar a las víctimas las condiciones necesarias para poder expresarse.
La necesidad de recopilar estos relatos debe desafiar la capacidad de lo narrado o lo
omitido, en tanto que se debe prever que “lo que está en juego no es solo la dificultad de expresar
lo vivido y lo sentido, sino el miedo a que “eso” pueda repetirse” (CNRR, 2009, p. 17). De esta
forma hay una estrecha relación de la memoria con la noción de verdad, que posibilita de
antemano a la memoria misma la función de garante de no repetición, un hecho que es de
reconocer. Asimismo hay una relación evidente entre la memoria y las víctimas que se articula
en las reivindicaciones y las subsistencias de los recuerdos que conlleva a demandar la necesidad
de la reconstrucción de la memoria bajo el empoderamiento de las víctimas del conflicto, la cual
se convierta en un instrumento para reclamar los derechos y la oportunidad de hacerse visibles
como sujetos políticos.
Este hecho suscita enfrentarse con sus propios recursos, medios y estrategias a los
discursos hegemónicos de la memoria histórica oficializada y demuestra que las memorias
desclasificadas y disidentes están en permanente disputa por la resignificación y por establecer
“los sentidos que el pasado tuvo para sus protagonistas y, al mismo tiempo, descubrir los
sentidos que esa memoria puede tener para el presente” (Madrigal y Sánchez, 2012, p. 16) como
lo es el esclarecimiento de la verdad y la no repetición. Cabe señalar que “según cómo se acople
la memoria del pasado a los desafíos del presente, se estará construyendo un relato que puede ser
resistente o funcional al poder” (Calveiro, 2006, p. 379).
En cierto modo las disputas de la reconstrucción de la memoria, se presentan como una
constante resistencia al olvido y una lucha contra la reducción de la memoria social al rumor, así
como en disputa.
20
Análisis categóricos de la memoria, la acción colectiva organizaciones populares
urbanas y la teología de la liberación.
Este apartado contiene elementos teóricos de las cuatro categorías básicas en la que se
guio este trabajo de investigación: Memoria Social, Acción colectiva y las Organizaciones
Populares Urbanas, además se tomó el movimiento de la Teología de la liberación como
categoría de análisis, asimismo se expone la pertinencia de la utilización de los componentes
metodológicos de la historia oral y las historias de vida y los testimonios propios en el proceso
de investigación de la experiencia organizativa en Villa Javier durante los años setenta.
La memoria social.
Los estudios e investigaciones sobre la memoria no son nada nuevos en las Ciencias
Sociales, por el contrario ya tienen una tradición desarrollada. La memoria como objeto de
estudio fue atrayendo la atención creciente de disciplinas como la sociología, la historia y la
psicología social y hoy está situada como objeto de estudio y como categoría social de análisis y
abre, en verdad, la posibilidad de entender los distintos usos del pasado (Escalante y Carrillo
2014)
En Colombia, la memoria social ha tomado fuerza debido a la coyuntura histórica del
país, en el sentido de que la memoria está asociada al estudio y a las construcciones de nuevos
relatos de la historia del conflicto. Funciona a la vez como una herramienta y eje de comprensión
eficaz para develar las sombras de ese pasado tan complejo para la sociedad colombiana, al igual
que se ha transformado en un fundamento constitutivo de algunas comunidades, movimientos
sociales, grupos de víctimas, entre otros, las cuales han visto en esta, la oportunidad de
reivindicar sus luchas y sus identidades.
Desde este sentido, la memoria es un elemento constitutivo de la identidad y se define
como un fenómeno colectivo que se asienta en el presente y otorga identidad a los grupos
21
sociales (Halbwachs, 2004), en esta medida la memoria le tiene un gusto especifico al grupo
social que experimenta en su identidad un pasado en común.
Halbwachs (2004) en su obra Los trabajos de la memoria colectiva, concibe que no hay
memoria que no sea social y propone el debate en cuanto a la naturaleza social de la memoria
individual y una conciencia colectiva desprendida de ésta. Establece que hay un vínculo entre el
grupo y el recuerdo común que es el que mantiene unido al colectivo, es decir: no hay memoria
sin grupo y grupo sin memoria.
En Los marcos sociales de la memoria, Halbwachs (2004), reafirma esta idea y asume
que si bien la memoria es una condición individual e intransferible esta se ubica y se desarrolla
dentro de unos marcos sociales, en prácticas culturales, sociales, políticas de un contexto y grupo
social determinado.
Cabe resaltar que el pasado siempre se actualiza en el presente y es aquí donde la
memoria se vuelve dinámica y diferente a la historia, a este caso Pilar Calveiro (2016) afirma
que la diferencia entre la historia y la memoria.
No es tajante ni reside en la supuesta objetividad de la historia, siempre
imposible. Sin embargo, esta –historia-tiene la necesidad de construir a partir de
documentos y fuentes una versión que, aunque recoja distintas voces es, finalmente, una
construcción cuya estructura y cuya lógica son únicas y corresponden al historiador en su
diálogo con los hechos y con los procesos que estudia. En este sentido, ya sea como
historia del poder o de la resistencia procede principalmente bajo la modalidad del
archivo (p. 377).
La diferencia en este caso radica en que la memoria busca enriquecer la reconstrucción de
los hechos con distintos relatos que se escapan de la lógica de la fuente escrita y del archivo. A
esta disputa entre memoria e historia Halbwachs (1950) afirma que:
La memoria colectiva es un proceso social de reconstrucción del pasado vivido y
experimentado por un determinado grupo, comunidad o sociedad, diferenciándose de la historia
como crónica oficial, en que a ésta no le interesa si alguien experimentó los acontecimientos,
mientras que para la memoria sí. Mientras que la historia da testimonio de los cambios en la
sociedad, la memoria colectiva insiste en asegurar la permanencia del tiempo y la homogeneidad
de la vida, como en un intento por mostrar que el pasado permanece, que nada ha cambiado
dentro del grupo y, por ende, junto con el pasado, la identificación de ese grupo también
permanece, así como sus proyectos. (1950, p.65).
22
De otro lado desentrañar los recuerdos de los colectivos y reconstruir la memoria es una
apuesta política reivindicativa que entra en constante lucha en una sociedad en crisis,
desarraigada, veloz y cambiante como la nuestra que se combina con “el temor al olvido” (Jelin,
2002). Además “la memoria tiene un papel altamente significativo, como mecanismo cultural
para fortalecer el sentido de pertenencia en comunidades oprimidas, silenciadas y discriminadas
(…) la referencia a un pasado común permite construir sentimientos de autovaloración y mayor
confianza en uno/a mismo/a y en el grupo” (Jelin, p.10).
Jelin plantea tres niveles para entender la presencia y el sentido del pasado, en el primero
plantea que se debe hacer un análisis a la memoria desde lo político, en el que se entienda que “la
memoria es un objeto de disputas, conflictos y luchas, lo cual apunta a prestar atención al rol
activo y productor de sentido de los participantes en esas luchas, enmarcados en relaciones de
poder”; el segundo el simbólico y personal, expresa que se debe entender “las memorias como
procesos subjetivos, anclados en experiencias y en marcas simbólicas y materiales”; y por último
expone que para analizar el sentido del pasado se debe “reconocer que existen cambios históricos
en el sentido del pasado, así como en el lugar asignado a las memorias en diferentes sociedades,
climas culturales, espacios de luchas políticas e ideológicas” (Jelin, 2002, pág. 4).
Indica además que es al mismo tiempo individual y colectiva, pero no pueden
comprenderse la una sin la otra y están ligadas a un conjunto de experiencias vitales que
confluyen en la producción de identidad y en última cumple una función social transtemporal de
defensa frente al desarraigo que prolifera en la sociedad contemporánea Jelin(2002). La memoria
es simultáneamente individual y social.
(…) ya que en la medida en que las palabras y la comunidad de discurso son
colectivas, la experiencia también lo es. Las vivencias individuales no se transforman en
experiencias con sentido sin la presencia de discursos culturales, y éstos son siempre
colectivos. A su vez, la experiencia y la memoria individuales no existen en sí, sino que
se manifiestan y se tornan colectivas en el acto de compartir (Jelin, 2002, p. 76).
Aunque la experiencia es vivida subjetivamente esta es culturalmente compartida cuando
se crean mecanismos o lazos sociales de reciprocidad.
Los aportes de Maurice Halbwachs sobre la memoria son retomados por Jelin en Los
trabajos de la memoria, la cual asienta en sus análisis que la memoria es un producto de lo
colectivo y social, y que los recuerdos transitan en la memoria mientras un grupo social lo
23
reclama, además asume desde las propuestas de Nora (1984) que los recuerdos tienen una
vinculación con el lugar o el espacio y por tanto es una producción social que es situada.
Por último, es adecuado incorporar en la investigación, la idea de que la memoria es un
espacio de lucha política que dota a grupos sociales excluidos y minoritarios de herramientas
para luchar contra los olvidos colectivos impuestos hegemónicamente. Por igual es necesario
considerar el trabajo de reconstrucción de la memoria en consonancia con los deseos y
aspiraciones por hacer frente a la aceleración de la vida contemporánea y la angustia que genera
la posibilidad del olvido ya que su presencia amenaza la identidad (Jelin, 2002). Además debe
ser un acto de resistencia y una decisión consiente por no olvidar.
Hasta este punto se han señalado las reflexiones teóricas sobre los dilemas de la memoria,
a partir de ello se va a definir teóricamente la apuesta por la memoria social como mecanismo
para la recuperación de las experiencias organizativas en el sur oriente de Bogotá durante los
años setentas.
La memoria social se construye a partir de las experiencias vividas por grupos sociales en
contraste de la memoria histórica que efectúa un registro textual producido desde el poder. En
este caso la memoria social “se articula con la oralidad, la pluralidad y la sociedad civil, la
memoria histórica con la textualidad, la unicidad y el Estado” (Lifschitz, 2012, p. 3)
Según Halbwachs (2004) la memoria social crea vínculos sociales al mismo tiempo que
establece diferentes puntos de vista sobre el pasado. La memoria es ante todo una condición
natural y social que fortalece el reconocimiento entre el sujeto y el colectivo, y social porque es
una reconstructora de las realidades y de los procesos sociales del pasado del colectivo, además
dotan a los sujetos del colectivo de una identidad, algo que los une. Eso hace que la memoria sea
social en el sentido compartido del pasado, de igual manera la constitución misma de la memoria
social está ligada a pretensiones de autoreconocerse en el pasado y ser partícipes en el presente,
ya que “encarna un proyecto social frustrado, que fue víctima del olvido, pero que aún puede
existir como posibilidad en el presente, porque puede ser recordado” (Rodríguez, 2010, p. 12).
Por otra parte la memoria social es una herramienta para releer o escribir las relaciones
entre el pasado y el presente en función de las acciones colectivas de los sujetos. En síntesis la
memoria social.
24
Se reconoce como la producción y repertorio de recuerdos, narraciones, representaciones
e imaginarios que un grupo social dispone sobre su pasado, en torno a los cuales alimenta su
sentido de pertenencia, despliega sus acciones y relaciones cotidianas, y configura lo porvenir.
Como productora de sentido, de experiencia y de pertenencia social, la memoria guarda una
relación de mutua confluencia con la cultura y con la identidad; las nutre a la vez que es
actualizada por ellas. El conjunto de representaciones, símbolos, creencias y saberes que
configuran la cultura es el resultado, entre otros factores, de la experiencia histórica compartida y
de las estrategias que se hayan desplegado para recuperarla y transmitirla. Por eso la memoria no
dice tanto sobre los acontecimientos pasados como sí del significado que tuvo para sus
protagonistas y del sentido y la utilidad que le otorgan los sujetos en el presente y en la
construcción de futuros viables (Rodríguez y Mendoza, 2006, p.15).
Estas reflexiones se refuerzan con la idea de que la memoria es social, cuando los sujetos
se reconocen en el contexto cultural y en el ámbito de las identidades. En este sentido la memoria
social es un tipo de narrativa que se produce en grupos, ya que contiene en sí, la oralidad, las
interacciones grupales y un permanente desplazamiento (Lifschitz, 2012).
En efecto la memoria social se basa en la toma de los significados proporcionados por los
grupos, porque además de centrarse en los hechos que han de generar grados de pertenencia
grupal, esta se orienta a los elementos que sobresalen de los significados que le da cada persona.
En resumen la fundamentación conceptual de la memoria social en la presente
investigación, se tomó como la principal elemento para permitir visualizar los tejidos sociales
que mediados por la oralidad se articulan para dar significados a los hechos del pasado, de forma
que para lograr este finalidad se hizo necesario retomar herramientas metodológicas como las
historias orales y las historias en su carácter narrativo para hallar esta necesidad, la cual
involucró pensar sobre “los conjuntos de recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y
gestos, en un juego de saberes pero también de emociones, en los cuales también hay huecos y
fracturas” (Jelin, 2002, p. 87).
La reconstrucción de la memoria social de los procesos organizativos barriales de los
años 70s en el barrio Villa Javier, los cuales han estado en un proceso continuo de ocultamiento,
silenciados y dejados en las sombras de la historia, es una labor necesaria para comprender los
25
sentidos de una experiencia que marcó la identidad y la vida de un colectivo. La memoria social
es el principal marco de análisis donde se asienta la comprensión de los procesos organizativos,
luchas y resistencias adelantados por algunos sujetos en Villa Javier.
Un análisis desde la Acción Colectiva.
Para poder desarrollar los objetivos del trabajo de investigación, sobre la reconstrucción
de la memoria social de los procesos organizativos en Villa Javier durante los años setenta, se
tomó como segundo categoría de análisis la acción colectiva, con el ánimo de que esta ayudara
comprender los procesos colectivos y organizativos, los cuales se fueron consolidando a través
de una identidad de lucha y concientización sobre la defensa del territorio. Estas acciones se
configuran en relación al conflicto que se establece con un adversario, en este caso, representado
por el Estado y por las demandas expresadas en la “protesta social” (Oslender, 2008).
Estas acciones colectivas en el transcurso de la historia reciente del país han estado
marcadas por los impulsos de una sociedad civil que hace resistencia a la violencia, al atropello,
al olvido por parte del Estado y a los mismos avances del capitalismo salvaje en la ciudad como
es el caso a investigar. Este tipo de iniciativas colectivas surgen de la inconformidad de los
ciudadanos por la situación social en la cual están inmersos. Se materializan en demandas para el
acceso a la vivienda, a mejoras de los servicios públicos básicos, transporte y a la adecuación de
la infraestructura vial, entre otras, aspectos que han limitado el disfrute del derecho a la ciudad
de una población urbana que está inmersa en las dinámicas del conflicto armado.
Esta población comienza a expresar su malestar social adelantando acciones que se
manifiestan en protestas, marchas, levantamientos, disturbios, bloqueos, los cuales se encuentran
inmersos en acciones organizativas, que son en últimas procesos populares y participativos que
apostaron por superar la exclusión del Estado (Archila, 2003).
La acción colectiva es en realidad una toma de conciencia política que pretende la
democratización de los derechos que beneficien al grupo.
Es un proceso de coordinación de interacciones con miras a intereses comunes, a
través de la movilización organizada de recursos y habilidades estratégicas, y por medio
de la organización se constituyen, articulan, restringen y orientan las acciones e intereses
generales. El resultado no es simplemente una coordinación de interacciones sociales sino
26
además una resignificación de las interacciones sociales cotidianas y, con ello la
redistribución de poder, recursos, y oportunidades entre los actores sociales involucrados
percibiendo y definiendo de nuevas maneras los contextos de conflictos, identidades y
motivaciones particulares (Estrada, 2006, p.113).
La acción colectiva es un conjunto de prácticas que están materializadas con base a una
organización que busca la modificación de las condiciones de existencia de las personas, nacen
de las resistencias y de la toma de conciencia de los excluidos del sistema, el cual restringe los
derechos sociales, impone pautas y aplica a los más desprotegidos nuevas formas de explotación
que someten a los colectivos a la miseria. En relación a esto se desarrollara un análisis categorial
sobre la categoría de organización popular urbana en el caso de la propuesta investigativa como
concepto desprendido de la acción colectiva en las ciudades.
La acción colectiva: Organización popular urbana como categoría de análisis.
La acción colectiva lleva en su carácter varios elementos, entre estas está la organización,
que parte de los intereses comunes de los sujetos y funciona como elementos que promueven la
participación, en términos de pertenencia de las bases sociales (Torres Carrillo, 1999).
Por otro lado la acción colectiva se configura en prácticas de resistencia la cual moldea
las actividades de lucha y confrontación popular.
En esta medida, la realidad social de exclusión que ha emergido en nuestra América
Latina desde el siglo pasado, determinó que los sujetos transitaran a procesos organizativos que
lograran articular y catalizar todo el descontento social y de hecho todo el catalizador de los
procesos de cambio fue la organización comunitaria de base, articulada en estructuras locales,
regionales, nacionales e internacionales (Granbois, 2015).
De esta forma, con la llegada de las nuevas dinámicas de acumulación del capital a
nuestro continente y aplicada casi exclusivamente a las ciudades con la especulación
inmobiliaria, proyectos para el desarrollo urbano, descentralidades productivas y comerciales,
aplicación de los modelos de dependencia y desarrollo entre otros, fueron ejerciendo presión
27
sobre los territorios populares los cuales ya padecían problemas tales como marginalidad, déficit
en la distribución poblaciones entre otros.
Esta situacion produjo nuevas formas de pensar políticamente la ciudad por parte de los
excluidos. Las organizaciones populares empezaron a tomar conciencia sobre el rol que debían
desempeñar frente a las nuevas dinámicas urbanas que se estaban presentando de forma que:
En la práctica histórica latinoamericana de las últimas décadas vemos, con prístina
claridad, que el sector popular más dinámico en lucha por el cambio social son los excluidos, los
humildes organizados del campo y la ciudad. Las fisuras más emblemáticas del periodo neoliberal
no se dieron entre patrones y obreros sino a partir de la resistencia de los excluidos que tienen su
propia forma de conciencia y resistencia (Granbois, 2015, p. 5).
Para este análisis categórico es pertinente retomar los aportes del profesor Alfonso
Torres, los cuales permiten establecer los alcances que tienen las acciones colectivas, los
procesos organizativos barriales y la construcción de la identidad en la reconstrucción de la
memoria social barrial y el medio que puede explicar el desarrollo de las experiencias
organizativas barriales en Bogotá. A esto, menciona Torres (2006) que Bogotá:
Ha sido escenario de la emergencia de múltiples experiencias asociativas protagonizadas
por los pobladores y pobladoras populares; enfrentados a precarias condiciones, se asocian para
ganar mayor capacidad de solución a sus necesidades, de interlocución con el Estado y de
impulso de iniciativas propias. A lo largo del siglo XX, pero en especial a partir de la década de
los años cincuenta, las formas de asociación más generalizadas fueron las Juntas de Acción
Comunal (…) Sus líderes se convirtieron en pragmáticos mediadores entre necesidades colectivas
y recursos del Estado, a la vez que reprodujeron los modelos de acción caudillistas y
monopolizaron la representación de los habitantes de los barrios frente a las autoridades. Desde
mediados de los años setenta, surgieron asociaciones impulsadas por activistas provenientes del
mundo eclesial, cultural y universitario de izquierda, y por nuevos actores sociales de los barrios -
como las mujeres y los jóvenes-, que no se sentían representados o representadas en la
tradicionales Juntas Comunales. Sus campos de acción fueron la educación infantil y de adultos,
las actividades culturales y artísticas, la autogestión económica, el medio ambiente y la
comunicación (p. 4).
La acción colectiva trasciende al escenario público bajo la lógica de la demostración de
contrariedad de actores organizados, que se enfrentan a otros actores -en las cuales se asumen
condiciones para el control hegemónico-, por tanto son choques que siempre se expresan en
relaciones de tensión y disputa por el poder. En esta dinámica se van creando identidades de
28
lucha en donde los individuos con su apuesta colaborativa van creando identidades barriales, en
el caso de las luchas que incumben escenarios urbanos (Torres 2005).
Por otro lado, las acciones colectivas también son entendidas como un fenómeno natural
en una construcción social, que buscan soluciones a una problemática social, que sean viables y
duraderas para la comunidad más que una respuesta inmediata. La acción colectiva es una
construcción socio histórica pero que muchas veces puede ser coyuntural, pero cuando las
acciones colectivas producen un tipo de organizaciones sociales duraderas y se logran conservar
en un mayor periodo de tiempo, se convierten en movimientos sociales (Archila, 2003). Por otro
lado dentro de la acción colectiva se observa un ¨sistema de relaciones que liga e identifica
aquellos que la producen¨. Melucci (1999) citado por Torres Carrillo, (2007, p. 68).
Estas concepciones del profesor Alfonso Torres se acotan en el aporte interpretativo de
Alberto Melucci en el libro: ¿Qué hay de nuevo en los nuevos movimientos sociales? ( 1999),en
el que asume que los Movimientos sociales son un tipo de acción colectiva y los define como
“construcciones sociales organizadas a modo de sistema de acción, que involucran conflicto,
identidad y transgresión” Melucci (1999),citado por Torres Carrillo, (2007, p. 68) aclara que
todos los movimientos sociales son una acción colectiva, pero no toda acción colectiva es un
movimiento social. Torres (1999) afirma que:
El movimiento social es un tipo de acción colectiva, más o menos permanente, orientada
a enfrentar opresiones, desigualdades, exclusiones, protagonizados por sectores amplios de
población quienes a través de la organización y movilización en torno a sus demandas y sus
luchas, van elaborando un sistema de creencias y una identidad colectiva, a la vez que van
generando propuestas y proyectos que modifican estructuras del sistema social (p.95).
Para Archila (2003) “El movimiento social implica una modificación total, es decir, que
está inmerso en conflictos que abarcan todas las dimensiones de la sociedad y no solo la
económica”. (p.60). en este sentido, las experiencias organizativas que se dieron al interior del
barrio a estudiar no se caracterizaron por ser un movimiento social activo, sino en un plano local
y espontaneo con dificultades de continuidad. Por lo anterior, resulta pertinente resaltar que las
experiencias organizativas en Villa Javier aunque no tuvieron trascendencia histórica como
movimiento si crearon identidades colectivas que se mezclaron con las luchas que iban surgiendo
de las problemáticas de una década conflictiva.
29
Igualmente se asume que las “acciones colectivas y el sistema de relaciones que en ellas
se producen, se construyen identidades en la medida en que generan solidaridades y sentimientos
de pertenencia y se comparten campos de oportunidades comunes¨ (Torres, 2007, p 68).Por otro
lado, desde la Teoría de movilización de recursos se expresa que las acciones colectivas son un
proceso de coordinación de intereses individuales a intereses comunes, además como lo expresa
Estrada (2006) las acciones colectivas son:
(…) movilizaciones en las cuales los actores sociales individuales que las conforman
comprometen su participación y cooperación para obtener bienes públicos o colectivos. De tal
suerte, como acción organizada, no necesita de la participación universal de todos
permanentemente, ni que todos los miembros, actuales o posibles, se dispongan a prestar su
cooperación en las mismas actividades. En efecto, la “élite” dirigente de la organización del actor
colectivo se encarga de distribuir esfuerzos y recursos en áreas diversas con vistas a contribuir al
mejoramiento del resultado final de la movilización y organización colectivas (p. 113).
En resumen, las acciones colectivas son reivindicaciones que no conciernen generalmente
a intenciones de continuidad, pero si tienen una visión de alternativa frente a las relaciones de
dominación existentes bien sean espontaneas u organizadas. Estas expresiones se centran
especialmente en la denuncia de una injusticia.
Para la década de los sesentas y ochenta la ciudad de Bogotá estuvo marcada por el
ascenso y consolidación de experiencias significativas de organización y luchas urbanas que
estuvieron influenciadas por el marxismo. Cabe nombrar las alternativas de organización que
alcanzaron la experiencia socialista en Chile, el triunfo de la Revolución Sandinista y la
emergencia de propuestas alternativas en los campos educativos y eclesiales, como lo fue
educación popular y la teología de la liberación en Brasil, Centroamérica y Colombia.
Igualmente en Colombia se desarrollaron importantes experiencias de asociacionismo que
se expresaron con el surgimiento de organizaciones como: la Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos (ANUC), la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y “la
Coordinadora Sindical y de Movimientos Cívicos” así como la generalización de la protesta
cívica a nivel nacional; por aquel entonces, cobran importancia los Centros de promoción,
investigación y apoyo a procesos populares como el CINEP, Dimensión Educativa, entre otras”
(Torres, 2006, pág. 5).
Esta proliferación de organizaciones surge de las mismas necesidades de una población
cada vez más desposeída e inmersa en las lógicas de exclusión del Estado y del sistema
30
económico. Se presentaron nuevas formas de organización que se disputan el derecho de acceder
a la ciudad; asociaciones se nutren en gran medida por una población víctima del conflicto
armado, la cual se vio en la necesidad de migrar de manera forzada a la ciudad y ahora se disputa
el derecho ciudadano de acceder a la urbe y una manera de hacerlo era organizarse. “Manuel
Castells emplea para nombrar estas acciones colectivas urbanas, la categoría Movimiento Social
Urbano (MSU) como una propuesta direccionada a “comprender el conjunto de movilizaciones
protagonizadas por los pobladores en su lucha por el derecho a la ciudad” (Torres, 2007, p. 69)
las cuales fueron producto de las contradicciones de la urbanización capitalista.
Las luchas sociales en las ciudades latinoamericanas se explicaban bajo un marco
estructural, en donde los conflictos en torno a la organización de la vida social en las ciudades,
como la obtención de las viviendas y el acceso a los servicios públicos (acueducto, energía
eléctrica, escuela, hospitales, parques, etc), expresaban contradicciones sociales en las
sociedades capitalistas. (Torres, 2007, p. 70).
Estas acciones colectivas en su análisis desde los Movimientos sociales urbanos (en
adelante MSU) se afincan en generar por medio de las luchas las contradicciones del sistema
político. Estas acciones tienes en su base un potencial político, debido a que las motivaciones
que los contienen pueden ir más allá de las demandas reivindicatorias. Por otro lado el MSU está
relacionado con la incapacidad del orden capitalista de asegurar un funcionamiento adecuado de
las ciudades. De esta forma cuando MSU tiene una base social y política definida, una
organización, una continuidad y una fuerza para trasformar estructuras, pueden pensarse el
control de la producción social (Torres, 2007) siempre y cuando se cumplan el carácter de unidad
y transgresión al sistema.
Alfonso Torres afirma que no es posible considerar teóricamente el MSU para el caso de
Bogotá, ya que las características expresadas en las acciones colectivas, aunque expresaban altos
niveles de beligerancia y actos reivindicativos, se puede percibir por igual niveles bajos de
articulación, continuidad temporal y cohesión local, por tanto no se permite atribuirle carácter de
movimiento (Torres, 2007). Bajo estos preceptos propone que “se deben abordar las dinámicas
organizativas y las movilizaciones protagonizadas por pobladores populares de la ciudad de
Bogotá desde el concepto descriptivo de Organizaciones Populares Urbanas (OPU) o el
equivalente de organizaciones populares a nivel barrial o local. (Torres, 2007. P. 71.)
31
Una de las causas para asumir esta perspectiva es que considera igual que Touraine
(2006) que en:
“América Latina las luchas urbanas no son ni podrán llegar hacer movimientos sociales
en un todo debido a la estructura fragmentaria social y a su histórica subordinación al sistema
político”(…) por lo tanto es conveniente incluir todas las Iniciativas asociativas populares
permanentes, originadas en territorios populares en torno a la organización colectiva de la vida
urbana, a la defensa de identidades culturales populares o a la participación en la gestión local,
que se definen autónomas con respecto a la estructura de poder estatal y de los partidos políticos,
y se orienta desde opciones políticas alternativas (Torres, 2007. p. 71).
En el caso de Bogotá las organizaciones populares se cimientan en las identidades que se
tejen en el ámbito del barrio popular; lugar donde perviven relaciones intensas y duraderas, y
donde los habitantes constituyen identidades que los hacen vivir en comunidad. Se constituyen
en base a las vivencias cotidianas y con la identificación de problemas sociales tales como el
desempleo, salud, educación y el mismo problema de la vivienda. El Barrio no es una comunidad
homogénea, porque aunque hay un referente de identidad, los pobladores tienen en sí un
acumulado cultural diferente que se expresan en tradiciones, costumbres, uso del lenguaje etc.
pero los cuales se mezclan en la finalidad de una causa común (Torres, 1999).
En últimas los barrios no son universos cerrados, en él se reproduce la vida social, a
través de prácticas e interacciones subjetivas mediadas por pautas comunicativas. Y en esta
medida se desarrollan prácticas colectivas en los territorios de reconocimiento en la que se
rescata el carácter de la memoria y las experiencias vividas como base de la identidad.
Es importante resaltar que en los barrios populares, es donde se evidencian y se
reproducen prácticas de resistencias frente a los discursos hegemónicos y en las cuales emergen
tácticas de luchas que posibilitan procesos contra la dominación y la exclusión. De esta forma es
pertinente analizar cuáles fueron las acciones colectivas emprendidas por las organizaciones
barriales en villa Javier motivadas por las propuestas organizativas allegadas de la teología de la
liberación durante los años 70.
La acción colectiva y la teología de la liberación.
Las experiencias de acciones colectivas populares durante los años setenta en América
Latina estuvieron influenciadas por un panorama político e ideológico renovado, que propició la
32
simpatía e identificación a las expresiones colectivas nacientes. Asimismo, estas nuevas
expresiones posibilitaban la construcción de un nuevo rol a las organizaciones en relación a su
papel activo en el cambio social, que comprometidos políticamente determinarían las
transformaciones sociales necesarias.
A principio de los setenta del siglo pasado Latinoamérica vivía una situación política
convulsionada, hechos como los derrocamientos de gobiernos populistas y democráticos,
dictaduras militares, endeudamiento financiero, la influencia de los norteamericanos expresada
en la Alianza para el Progreso, los cambios de la Iglesia latinoamericana y de manera
trascendental el ascenso de los movimientos populares que asumieron formas diferentes de
participación tales como la creación de movimientos guerrilleros en varios países que
determinaron esencialmente las características propias de la época.
Por otro lado y en respuesta a estos acontecimientos, las acciones colectivas se
radicalizaron en contenido e incorporaron entre sus acciones la formación educativa de las capas
populares, inspirada en la en idea de la alfabetización concientizada propuesta por Paulo Freire,
además se incorporó a las acciones colectivas en el caso colombiano la propuesta académica de
Investigación-Acción creada por Orlando Fals Borda, la cual preconizaba la tarea del
investigador comprometido por el cambio social y una investigación participativa que permitiera
el cuestionamiento reflexivo de las colectividades populares. De igual manera se acopló la praxis
marxista suscitada por las experiencias revolucionarias socialistas de Cuba, Chile y
Centroamérica.
Asimismo aparecieron nuevos referentes y propuestas emancipadoras con proyectos
claros de organización y movilización popular que iban a fortalecer directamente la acción
colectiva de la comunidades más deprimidas y explotadas de los países de Latinoamérica, una de
estas propuestas fue la Teología de la Liberación engendrada especialmente por la influencia de
los consensos teológicos nacidos en el Concilio vaticano II y el CELAM (Consejo Episcopal
Latinoamericano). Propuesta que asumía la acción comunal, la Educación Popular y una pastoral
cristiana renovada como los fundamentos para “descubrir la dimensión política de la fe y la
fuerza transformadora del evangelio para resarcir a los oprimidos” (Fals, 1994, p. 202b).
La teología de la liberación (en adelante denominada T.L), llega aportar a la
identificación y a la simpatía de muchas acciones colectivas debido a que articula una
33
metodología de conocimiento de la realidad social a través de la acción popular, con intensos
procesos de crítica y autocrítica en la organización y asumiendo que la experiencia del ser
cristiano debe estar ligada con la comunidad y con sus necesidades.
Hablar de la T.L como marco de análisis para entender las dinámicas organizativas y de
acción colectiva en América Latina a partir de la década de 1970, exige necesariamente retomar
diversa literatura que las mismas ciencias sociales han desarrollado desde una significativa
interpretación sociológica. En primer lugar la interpretación social de la T.L apasionaba en los
círculos académicos, especialmente por el reto que implicaba lograr articular la realidad social
con las nuevas categorías teóricas que generaba el fenómeno de la T.L, asimismo el interés por
entender el radicalismo de su posición por el cambio social y el compromiso de cristianos, en su
mayoría católicos, a favor del socialismo. Por otro lado ya se empezaba a destacar dentro de los
análisis sobre el fenómeno el interés por comprender las categorías en las cuales se podría incluir
la T.L como un amplio movimiento social (Tahar Chaouch, 2007).
De esta forma la T.L se convirtió en un temario amplio en análisis, pero entenderlo o
asociarlo a los fenómenos de movilización y acción social es la tarea de esta investigación. En
este sentido se retomaron, algunos de los análisis desde la interpretación sociológica de este
movimiento social que se desarrolló al interior de la iglesia católica en América latina,
expresando la trascendencia que tuvo en el campo político y social de las organizaciones y
asociaciones comunales establecidas en los campos y las ciudades tercermundistas.
La Teología de la Liberación como dinamizadora de la movilización social.
La literatura histórica sobre la T.L expresa que esta surge en Medellín, en el ambiente de
la celebración de la II conferencia general del episcopado Latinoamericano la cual fue convocada
por la CELAM –Concejo Episcopado Latinoamericano- en 1968, este encuentro tenía entre sus
finalidades aplicar las orientaciones y las conclusiones en los países del subcontinente americano
de los lineamientos teológicos nacidos del Concilio Vaticano II, y es en este momento cuando la
T.L como propuesta teologal introduce sus trazados entre la base institucional de la iglesia,
influyendo así en la redacción de los documentos episcopales conclusivos.
34
Ejemplos de esto fue el volumen editado por la CELAM a finales de 1968 “La iglesia en
la actual transformación de América Latina, a la luz del concilio” donde se desarrollan una serie
de conclusiones rectoras en las cuales se debe direccionar la Iglesia, agrupadas en tres apartados:
Promoción humana, la paz y la justicia; Evangelización y crecimiento de la fe, La Iglesia visible
y sus estructuras, se va organizando la ideología de acuerdo a un nuevo modelo de iglesia y se
proyecta un nuevo rol del ser cristiano en el llamado “tercer mundo”. Como resultado de esta
conferencia en Medellín se “marcó el descubrimiento latinoamericano de las exigencias sociales
del Evangelio” (Morello, 2003, p. 96).
Cabe resaltar la importancia que tuvieron las conclusiones a las cuales llegó la CELAM,
porque posibilitaron que la T.L hablara por sí misma y se pronunciara con términos y criterios
propios, expresiones como: emancipación, alineación, sociedad nueva, concientización,
liberación, etc. fueron la base conceptual con la que el discurso de la T.L se iba a ver fortalecido
en su propuesta práctica de comprensión y transformación de la realidad de América latina
(Mongue, 1977).
Expresado en los documentos finales de Medellín de 1968 se expone claramente los
fundamentos de la T.L para América latina, en donde se anuncia que:
El Episcopado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas
injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros
pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria(…)En el
contexto de pobreza y aun de miseria en que vive la gran mayoría del pueblo latinoamericano,
los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida y una cierta seguridad,
mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten entre la angustia y la incertidumbre.
Y no faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos, o sus párrocos y religiosos, no se
identifican realmente con ellos, con sus problemas y angustias, que no siempre apoyan a los que
trabajan con ellos o abogan por su suerte (CELAM, 1968).
Por otro lado la T.L presupone de un “actor popular inspirado en la fe religiosa para la
búsqueda de su propia liberación social” (Tahar Chaouch, 2007, p. 70), estos componentes
claves se fueron articulando con elementos básicos de la religiosidad y las tradiciones populares
35
con el fin de lograr las finalidades de liberación de los pueblos de nuestra América. De esta
forma la T.L se vio fortalecida por la estructura religiosa que componían la vida y la cotidianidad
de las personas, esto determinó efectivamente la implementación de procesos eficaces en las
organizaciones populares urbanas en algunos barrios de la ciudad de Bogotá para los años 70.
Con la proclama social que aboga por las soluciones a las injusticias que padecía el
grueso de la población marginal de las barriadas y los caseríos de Latinoamérica, la T.L entró a
desarrollar sus objetivos de compromiso social y libertario. Fue así como la propuesta teologal se
direccionó por un compromiso por la liberación de una sociedad “a partir de la fe y una
dimensión de liberación en cristo, liberación integral, de todo hombre, de todos los hombres, que
tienen fundamentalmente una entraña evangelizadora” (Restrepo, 1995, p. 44). La T.L está
asume la opción preferencial por los pobres, por lo tanto asumía un auténtico y evangélico
compromiso social por las clase oprimidas, en esta medida German Neira S.J en su libro:
Religión popular católica Latinoamericana (2007), contempla la T.L como
Una opción clasista por los pobres, con un doble papel: desvelar el aprovechamiento que
las clases dominantes hacen de la religiosidad popular a su modo y reactiva el potencial
transformador y subversivo que hay en el pueblo en su espiritualidad contestataria y práctica del
amor cristiano. Este potencial subversivo no responde a intereses políticos sino al poder de Dios
presente en los pobres (p. 83).
Este nuevo modelo de religiosidad y acción popular busca “equipar a los cristianos,
gracias a la calidad y al poder de su vida grupal, para servir en todas las empresas comunitarias,
descubriendo y actualizando en ellas los designios de Dios” (Sanz, 2000, p. 7) buscando la
construcción de una iglesia reflexiva y con nuevas prácticas evangelizadoras que respondieran a
un mundo cada vez más desigual. La T.L asume que la iglesia no puede estar alejada de la
realidad histórica y de los grandes cambios económicos y sociales, además debe favorecer la
promoción de los sectores populares (Sanz, 2000).
De esta forma la T.L propone revisar los elementos de la comprensión que ha asumido la
iglesia en su praxis cristiana, en tanto a su relación iglesia/sociedad y propone abandonar el
proceso evangelizador amparado en el Estado, ahora debería desarrollar su proyecto en común
con las clases oprimidas. Esto quiere decir que la iglesia no puede asociarse al Estado y para esto
36
se exige crear nuevas instituciones como las comunidades eclesiales de Base (Calderón, 2002).
Por su parte Sanz Agrado (2000) agrega que:
A la iglesia latinoamericana, tradicionalmente se le criticaba su vinculación al poder
político y económico, su actitud retrograda frente al progreso humano, a la conquista de la
ciencia, de la tecnología, de la lucha por la igualdad social y los derechos humanos. Las nuevas
posiciones del Episcopado Latinoamericano, especialmente desde la asamblea de Medellín (1968)
y el nuevo compromiso social y político de los grupos cristianos militantes, junto con la
emergencia actual de una iglesia que nace en las bases populares, está cambiando esa imagen
tradicional de la iglesia alejada de los problemas cotidianos de la gente y enfrascándola en una
interpretación espiritualista del evangelio ( p. 87).
La T.L promueve la promoción de la dignidad de los hombres y lo hace en la línea de la
acción por la justicia como tarea evangelizadora, captando el clamor de los pobres del continente
y se compromete audazmente por la liberación de todos los hombres (CELAM, 1968). Y se
constituyó no solo como un movimiento que se gestó al interior de la iglesia católica y que
combatió el catolicismo clerical oficial en pro de una iglesia para los pobres o que surgió a favor
de la justicia social, sino que además fue el punto de expresión que muchas de las organizaciones
progresistas de la época preconizaban.
Aspectos Metodológicos.
Para reconstruir la memoria social de los procesos organizativos barriales de Villa Javier
durante los años setenta y dado a que la investigación cualitativa de tipo documental no permite
la indagación y resolución al problema de investigación, se hizo indispensable acudir a las
herramientas metodológica participativas relacionadas principalmente con el uso de fuentes
orales, los testimonios y las narrativas que se desprende de la historia oral y las historias de vida,
las cuales privilegian el dialogo directo con los sujetos –testigos– que a la vez proporcionan la
información para hallar a través de su experiencia vital los hechos y acontecimientos no
registrados en otros documentos y los cuales se pretende reconstruir.
Las entrevistas semiestruturadas fueron la técnica empleada para recopilar las narrativas
y los recuerdos de los sujetos. Cabe señalar que se realizaron diarios de campos con las
observaciones participantes en algunas actividades de memoria que se llevaron a cabo con
integrantes de la comunidad como lo fueron los actos celebrativos y conmemorativos del
37
aniversario del barrio Villa Javier durante estos dos años, así como de la celebración de la Misa
Colombiana realizadas después de 20 años en Villa Javier en el 2015, además se realizó una
observación participante de una celebración litúrgica en el que se recordó el legado de algunos
personajes en la configuración del barrio como lo fue Mario Calderón. En esta última actividad
se interactuó con algunas personas y se realizaron algunas entrevistas informales sobre las
experiencias organizativas de lucha y defensa acaecidas en villa Javier durante la construcción de
la Avenida de los Cerros hacia 1972 hasta referenciar los sucesos del Paro cívico de 1977 en el
suroriente.
Para el análisis del contexto histórico se utilizó una investigación de corte documental o
bibliográfico, que nos permitió reformular las líneas para la recopilación de la información sobre
la memoria social de los sucesos a investigar en el barrio Villa Javier, este marco de análisis se
construyó en una relación conceptual con las luchas organizativas barriales y las acciones
colectivas.
En cuanto a las técnicas previstas dentro de la investigación se buscó vincular la teoría e
investigación práctica, con la finalidad de ir favoreciendo nuevos descubrimientos y aportando a
la explicación de la realidad social.
El proceso de reconstrucción de memoria se desarrolló con la participación de personas
allegadas a Villa Javier que fueron referenciadas como importantes gracias a su participación
activa en la experiencia organizativa en el barrio durante los años a investigar, también se
aplicaron a otro tipo de personas seleccionadas como claves: religiosos y académicos, que tienen
conocimiento de los sucesos acaecidos en el barrio en los años 70. Esta parte del trabajo se
realizó con la guía de Carlos Lima el cual fue un actor vivencial de los sucesos acaecidos y guía
en el proceso de recopilación.
Por otro lado, realizar trabajos de reconstrucción de la memoria social de determinados
sucesos y experiencias acaecidos en espacios con trascendentes significados para una comunidad
y que a su vez estos sucesos colectivos están sujetos a las dinámicas históricas del conflicto
armado es una tarea ardua de compromiso social, ético e investigativo.
En este sentido el maestro Fals Borda afirma que en una investigación de carácter social
sobre la misma realidad social en países como el nuestro, el investigador social tiene que estar
38
reflexionando e intentando sobrepasar el carácter academicista de la investigación y debe de
manera orgánica
(…) buscar ganar el equilibrio con formas combinadas de análisis cualitativo y de
investigación colectiva e individual y se proponga combinar y acumular selectivamente el
conocimiento que proviene tanto de la aplicación de la razón instrumental cartesiana como de la
racionalidad cotidiana y del corazón y experiencias de las gentes comunes, para colocar ese
conocimiento sentipensante al servicio de los intereses de las clases y grupos mayoritarios
explotados (Fals, 1987, p. 5).
Para tal labor investigativa y en tanto labor pedagógica de construcción de conocimiento
social se debe propender por articular elementos a nivel propositivo de la investigación
cualitativa dirigida a los estudios de la memoria social, pero pensando siempre en las
necesidades sentidas de los sujetos a investigar.
Proponer de esta manera una investigación cualitativa que responda al contexto
colombiano actual, debe estar principalmente direccionada en potenciar procesos sistemáticos de
aproximación reflexiva a situaciones sociales tan conflictivas como las que se viven a diario en
las barriadas pobres de nuestro país.
En este sentido una investigación cualitativa que sea de tipo participativa debe estar
guiada a ser crítica en su naturaleza y perfilada siempre en desarrollar la coproducción de los
saberes, los cuales aporten de manera recíproca a construir un conocimiento nuevo de nuestras
realidades. Una investigación de este tipo, debe ser una iniciativa que como lo expresa el maestro
Fals Borda (1973)
Lleve a comprender la necesaria actividad de poner en práctica todas las ideas que se
exponen en los libros y en las aulas, en tanto a su necesidad de ser articuladas o de ser
involucradas a la realidad de los procesos sociales de base (…) y buscar nuevos métodos de
investigación y acción social, destinados a aumentar la eficacia de la lucha por la justicia y la
autonomía en Colombia; estimular la adopción de una perspectiva propia para el estudio de la
realidad nacional y para la actividad social, política y económica; y promover la dinamización de
la cultura popular necesaria para este esfuerzo simultaneo de construcción científica y cambio
social (p.49).
En esta parte de la propuesta investigativa es importante comprender que este tipo
cualitativo de la investigación permite interpretar la experiencia de los sujetos del modo más
cercano a como lo viven o vivieron, buscando entender la interioridad de los sujetos y de los
colectivos bajo una comprensión significativa y al ser una estrategia integral, esta asume que la
realidad es “dinámica” y que entender a los sujetos y los hechos en su contexto es clave.
39
Asimismo se orienta a entender los procesos y los componentes estructurales y semánticos de la
realidad social (Rodríguez y Gil , 1998).
Ahora bien bajo la perspectiva que corresponde a lo metodológico; la tarea del
investigador es aproximarse e insertarse a la realidad del grupo social para conocerla, de manera
que la disposición de éste sea la de construir conocimiento en términos colectivos. Además la
pretensión del investigador deben estar relacionada con:
La interpretación y descripción de una cultura para hacerla comprensible ante quienes no
pertenecen o no están relacionada con ella. Por ello un investigador sólo puede conocer a través
del contacto con el grupo social por medio de mecanismos o instrumentos entre los que
encontramos las entrevistas directas y la observación participativa (Guber, 2001, p.7).
En este sentido la disposición investigativa se centró bajo el interés por la historia oral y
las historias de vida como propuestas investigativas asumiéndolas como opción para incorporar
nuevos elementos sociales y políticos desde el análisis histórico, nutrido por preocupaciones
específicas de la recuperación de la memoria colectiva de los grupos subalternos que hasta ahora
han sido marginados en la mayor parte de indagaciones históricas recientes (Vega y Castaño,
1998).
Renán Vega (1999) expresa que la historia oral ha permitido enfocar con nuevos
elementos los debates epistemológicos y teóricos de la disciplina histórica, por ejemplo, con
respecto a fuentes, interpretación, objetividad-subjetividad, construcción del hecho histórico,
entre otros. Manifiesta que “la historia oral no solamente es una técnica, sino que representa una
concepción más democrática en la investigación, en razón del papel protagónico de los propios
actores sociales y por la multiplicidad de voces que contribuyen a la reconstrucción de los
hechos históricos” (p. 25)
La historia oral reivindica las formas comunicativas directas entre el investigador y los
protagonistas, rescata la cotidianidad y los saberes populares (Vega y Castañeda,1998) y
posibiliita cuando no hay documentos o son escasos, reconstruir el pasado de las comunidades.
La valoración por las fuentes orales cobra importancia “cuando no existe escritura, o
prácticamente no se halla presente, de forma tal que las tradiciones orales han de llevar el peso
de la reconstrucción histórica, pero no lo harán de la misma forma que las fuentes escritas”
(Prins, 1999, p. 146). Para esto es necesario comprender las limitaciones de las fuentes orales ya
40
que en una investigación de reconstrucción si se utiliza unívocamente una técnica, esta no puede
llegar al detalle, ya que una reconstrucción histórica con fuentes orales puede caer en ser poco
fiable si no cuenta con fuentes independientes para contrastar (Prins, 1999).
Un aspecto importante de las fuentes orales es que está atado a la oralidad, al lenguaje y a
los recuerdos que se fijan en el espacio. De forma que las fuentes orales expresadas en las
narrativas se enraízan en procesos activos de construcción dialógica del pasado basado en una
lógica de recuerdo y olvidos los cuales afloran bajo preinscripción.
Los relatos orales presiden de un análisis realizado por el investigador, especialmente
sobre las tensiones y disputas estrechamente ligadas a las funciones de la memoria de los sujetos,
es decir, a lo que se va olvidando o lo que no resulta conveniente o lo que por defecto deja de ser
significativo. Hay que tener en cuenta que las fuentes orales han servido para la conservación de
la tradición y la memoria de las diferentes culturas que en muchos casos se pierden porque no
pueden ser recuperados, y es porque “hay ciertos tipos de memoria que no podrán jamás
recuperarse, debido a la forma misma en que se han perdido” (Prins, 1999, p. 161)
A partir de la oralidad, los trabajos de la memoria han tomado su lugar dentro la
investigación social, puesto que se han interesado en rescatar la memoria popular así como las
identidades y representaciones culturales de los colectivos y han proporcionado reflexiones al
estudio del pasado, especialmente sobre la necesidad del reconocimiento de los excluidos de la
historia oficial, reconociéndole sus prácticas, hechos, percepciones y saberes.
Cabe resaltar que la historia oral se hace importante cuando las narrativas de los sujetos
se ponen en correspondencia con su experiencia colectiva, es decir cuando sus recuerdos y
vivencias están ceñidos a su relación comunitaria, al medio o al contexto social que forma su
identidad colectiva. En resumen, este uso metodológico permite reconstruir los detalles de la
gente común, sus recuerdos, sus prácticas en el espacio y sus formas de ser y sentir la
comunidad, además las narraciones aportar frescura y riqueza a los hechos del pasado y los
dinamiza en respuesta a la construcción de identidad.
41
Las historias de vida
Al igual que la historia oral, las historias de vida son esenciales para este tipo de
investigación, ya que arrojan datos precisos de las experiencias de los sujetos expresados con sus
propias palabras y actuaciones (Chárriez, 2012). Las historias de vida son documentos personales
que tienen los sujetos interiorizados y se encuentran directamente relacionadas con la
subjetividad tanto de los sujetos como de la colectividad. Dan cuenta del mundo en el cual ha
vivido el sujeto y como ha sido la forma en la que este pone en juego sus narrativas del pasado
frente al colectivo.
De los aspectos teóricos de las historias de vida se puede rescatar que su principal
paradigma se sitúa en la fenomenología, la cual expresa que la construcción de la realidad social
se construye por medio de interpretaciones individuales y colectivas de ciertas situaciones.
Además busca reflejar esas interpretaciones de la vida de los sujetos en un momento determinado
y asimismo las formas en que se entiende un fenómeno social desde el actor (Chárriez, 2012).
Una de las maneras para hacer investigación cualitativa con este tipo de técnica es la
biografía, la cual se materializa en mayor grado en la historia de vida y es:
El relato de un narrador sobre su existencia a través del tiempo, intentando reconstituir los
acontecimientos que vivió y transmitir la experiencia que adquirió. Narrativa lineal e individual
de los acontecimientos que él considera significativos, a través de la cual se delinean las
relaciones con los miembros de su grupo, de su profesión, de su clase social, de su sociedad
global, que cabe al investigador mostrar. De esa forma, el interés de ese último está en captar algo
que trasciende el carácter individual de lo que es transmitido y que se inserta en las colectividades
a que el narrador pertenece. (Pereira de Queiroz (1991) citado por Veras (2010, p. 144).
En este proceso, el investigador busca resaltar no solo al sujetos sino la colectividad de la
cual hace, procura identificar los rasgos individuales que son reflejo de esa misma sociedad, de
manera que este método implica “comprender los fenómenos en la construcción de significados
y símbolos, que implican una búsqueda, construcción y significación” (Chárriez, 2012, p. 17)
Las historias de vida permite por medio de los relatos, el encuentro con los testimonios de
los sujetos, buscar que lo implícito sea explícito, lo escondido sea visible; lo no formado,
formado y lo confuso, claro (Chárriez, 2012 p.76)
Otro de los aspectos teóricos importantes de la historia de vida es sus modalidades y
dimensiones, se manifiesta en tres tipos de historia de vida: completas, temáticas y editadas
42
Las historias de vidas completas son aquéllas que cubren la extensión de la vida o carrera
profesional del sujeto. Las temáticas comparten muchos rasgos de las historias de vidas completas, pero
delimitan la investigación a un tema, asunto o período de la vida del sujeto, realizando una exploración a
fondo del mismo. Las historias de vida editadas, ya sean completas o temáticas, se caracterizan por la
intercalación de comentarios y explicaciones de otra persona que no es el sujeto principal (Chárriez, 2012,
p. 34) (Paz, 2003)
En esta oportunidad se utilizara las temáticas, en el apuro de la delimitación.
Las historia de vida tienen como objetivo comprender la experiencia biográfica, tiempo,
espacio de la vida de la persona, incluyendo todo aquello que hace referencia a la sociedad
circundante, igualmente busca las ambigüedades y cambios que dan cuenta de que la vida de los
sujetos no es estática, y demanda comprender la visión subjetiva con la que el sujeto entiende el
mundo, las formas de interpretarlo y por último objetivo es manifestar con la historia de vida las
maneras como el sujeto interpreta los fenómenos sociales (Chárriez, 2012).
En las historias de vida la función que el lenguaje cumple es de vital importancia, puesto
que los significados de las palabras son decisivos a la hora de hacer preguntas, afirmaciones,
negaciones, aclaraciones y contradicciones.
Se puedo concluir que las historias de vida se valen de herramientas como los relatos, los
documentos personales, fotos entre otras, ya que permiten el acceso a los recuerdos de unas
experiencias de vida. De esta forma que se utilizó la historia de vida encausada en la dimensión
temática como fundamento de la reelaboración testimonial. Se buscó encausar la técnica al
conocimiento que se tenía de determinado acontecimiento, en el cual había información en
ocasiones sin veracidad de las circunstancias que lo rodeaban. De esta manera la recopilación de
los testimonios orales fue clave para la búsqueda de nuestros fines.
43
CAPÍTULO 2. LA DÉCADA DE LOS SETENTA EN BOGOTÁ: DESARROLLOS
URBANOS ACCIONES COLECTIVAS Y EXPERIENCIA ORGANIZATIVAS.
El suroriente: resultado de prácticas organizativas.
Históricamente el suroriente de la ciudad de Bogotá se ha convertido en unas de las zonas
que más ha recibido población desplazada, la cual ha llegado de forma continua desde mediados
del siglo pasado producto del fenómeno de migración de los pobladores rurales víctimas del
conflicto que se produce en Colombia. Al mismo tiempo es una de las zonas de mayor
crecimiento urbanístico de la ciudad resultado del propio fenómeno.
En Bogotá la incidencia del conflicto armado no ha logrado acceder de una manera
significativa en su territorio a diferencia de otras regiones y ciudades de Colombia, las cuales han
vivido el conflicto de manera mucho más directa; no obstante el fenómeno del desplazamiento
constituye la huella más visible del conflicto armado en la ciudad. Para el caso de Bogotá el
estimativo de la población desplazada, de acuerdo a los registros de la Consultoría para los
Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), que datan de 1985 hasta Agosto de 2002,
es de 480.000 personas, es decir, el 23 por ciento del total de la población desplazada del país
para el año 2002. (DAPD, de Bogotá, A. M., 2004).
Por otro lado para el sistema de información sobre desplazamiento forzado y Derechos
Humanos que opera CODHES, en Colombia habrían 3’832.527 personas desplazadas en los
últimos 20 años y 305.996 personas desplazadas en el 2007 –año que sumaría el mayor número
de población desplazada-. De acuerdo con la misma entidad entre 1999 y 2007 fueron
desplazadas 2´693.477 personas en todo el territorio, de lo cual corresponde a Bogotá un
porcentaje aproximado del 11.53%. (CODHES, 2009) Es decir los datos giran en unos 400.000
desplazados aproximadamente ubicados en la ciudad.
Para el informe de CODHES y otros anexos como el de Alto comisionado de la Naciones
Unidas para los Refugiados (ACNUR) para 2003 titulado “la población desplazada por la
violencia en Bogotá. Una responsabilidad de todos” da a conocer un informe estadístico sobre el
44
total de desplazados y el número de familias en las veinte localidades de Bogotá desde 1999 a
2002, de acuerdo con estos datos, son las localidades de Ciudad Bolívar, Kennedy, Bosa -y las
siguen muy de cerca las localidades- Usme, San Cristóbal, Rafael Uribe Uribe y Santa Fe, las
cuales son las que más han acogido una mayor proporción del número total de familias
desplazadas de la ciudad, el cual giraba en 177.000 personas repartidas en 8.363 familias
ubicadas en toda la ciudad para los años de 1991 a 2002 (ACNUR, 2003).
De esta forma la muestra estadística expresa que en las cuatro últimas localidades
ubicadas en el suroriente de la ciudad se recibieron un total de 1.961 familias, lo cual representa
un 19%. Estos datos sobre desplazamiento y las zonas de ubicación en la ciudad indican que los
arribos de las personas desplazadas se encuentran en las zonas que presentan altos porcentajes de
población en condiciones de pobreza aumentando aún más las tensiones sociales del suroriente.
Por otro lado el informe da a conocer unos datos muy relevantes sobre las condiciones de
vida relacionadas a la vivienda, trabajo, y el acceso a la educación de estos desplazados. A groso
modo el informe de la ACNUR (2003) muestra que:
Antes de su desplazamiento, un poco más de la mitad (54%) de esta población era
propietaria de la vivienda que habitaba con su familia. El 13,5% residía con familiares mientras
que cerca del 12% contaba con vivienda bajo la modalidad de arriendo y casi en la misma
proporción vivía como aparceros. Actualmente, en Bogotá la gran mayoría vive en arriendo o en
posadas y solo un 0,8% dice ser propietaria del lugar que habita (p.24).
Además este informe asevera que cerca de un 39,5% habita en cuartos, el 21,9% en casas,
por otro lado el 64% de la población desplazada no se desempeña en una ocupación u oficio
estable y tienen por lógica una pésima atención en salud, en relación al área educativa hay un
porcentaje alto de ingreso a la educación inicial de los menores desplazados.
De otro lado, la situación de los desplazados recién llegados al suroriente de la ciudad de
Bogotá después de los años sesenta no era muy diferente en hechos y circunstancias frente a los
inconvenientes que se experimentan en la actualidad, sin embargo aunque existe una linealidad
del conflicto, cada época tiene una particularidades específicas. Aunque haya muy poca
información sobre los datos reales de la población desplazada que llego a la ciudad de Bogotá
para los años 60 y 70 de esta se puede extraer datos valiosos sobre las dinámicas históricas del
conflicto en el caso de las pugnas violentas del bipartidismo en los años cincuenta, las cuales
45
muestran que esta situación histórica determinó que la población civil afectada por los ataques
frontales de los regímenes partidistas asumieran el desplazamiento como forma de supervivencia.
En esta medida la violencia bipartidista claramente tuvo la intención de fortalecer la hegemonía
de algún bando, usurpar tierras valiosas, despejar regiones de posibles oponentes y utilizar el
desplazamiento como estrategia de guerra (Ibáñez, 2008).
Según estimaciones de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento
(CODHES) durante este período se desplazaron de las zonas rurales hacia las ciudades cerca de
dos millones de colombianos, los cuáles en su mayoría no retornaron, pero “El gobierno nacional
creó en 1953 la Oficina Nacional de Rehabilitación y Socorro que contribuyó al retorno de más
de 32.000 personas, atendió a 11.622 desplazados en Bogotá y otros 20.949 en otras poblaciones
y ciudades del país” (UARIV, Unidad de Victimas, 2013, p. 11).
Por otra parte, a mediados del siglo XX el fenómeno del desplazamiento y las
transformaciones territoriales de la urbe colombiana, estuvo siempre ligado como punto nodal a
los debates sobre ciudad e igualmente las dinámicas urbanísticas estuvieron ligadas en gran
medida a los sucesos de desalojo vividos por los más pobres del campo.
En Bogotá se puede evidenciar que el fenómeno del desplazamiento forzado ha
determinado la existencia de problemas sociales propios de la ciudad, tales como la creación
ilegal de barrios, el aumento demográfico en algunos barrios generando por efecto problemáticas
de hacinamiento y necesidades, en especial las relacionadas con salud, empleo, educación y
servicios públicos.
Claramente las dinámicas asociativas nacidas de este fenómeno en el suroriente de la
ciudad, permitieron que se gestaran nuevos escenarios donde se han configurado un conjunto de
experiencias organizativas y distintas vivencias relacionadas con las formas de habitar la ciudad,
lo cual dio paso a la formación de nuevos barrios populares. Hoy es un lugar contenedor de
historias y memorias que perviven y luchan contra el olvido, las cuales reflejan una serie de
experiencias comunales y organizativas que han fortalecido en muchos casos la identidad y el
sentido de pertenencia de la periferia.
46
En el cuarto de siglo comprendido entre 1950 y 1975, las estrategias de las
organizaciones barriales estuvieron basadas en el trabajo comunitario, la autoayuda, la existencia
de asociaciones subordinadas a las políticas estatales y las relaciones clientelistas que
constituyeron las formas dominantes de la acción colectiva urbana. Según Torres (2013), esta
“modalidad típica de asociación y acción popular urbana es denominada como asociacionismo
comunitario subordinado” (p. 60-61). Hoy es un importante conglomerado urbano que
Comprende cinco de las veinte localidades de la ciudad de Bogotá, estas son: San
Cristóbal, Usme, Antonio Nariño, Santa Fe, y Rafael Uribe Uribe, con alrededor de 594 barrios
siendo las dos primeras localidades con mayor número de barrios, con 206 y 220 barrios
respectivamente. Alcaldía Mayor de Bogotá (2014).Guía de interfaz. Recuperado de
http://www.portel.bogota.gov.co.
Estos barrios son producto de grandes esfuerzos comunitarios que desde la década de los
50 se han venido construyendo bajo importantes luchas colectivas de la gran masa desplazada y
desprotegida proveniente de los campos de nuestro país. Es quizás la localidad de San Cristóbal
la que más ha tenido una historia que la relaciona con los distintos fragmentos históricos de
luchas colectivas y construcción de barrios, por ello constituye un lugar de interés.
En esta localidad del Sur Oriente de Bogotá, las construcciones de sus barrios
históricamente y culturalmente han sido creados por acciones de carácter colectivo e individual,
como las tomas e invasiones ilegales de terrenos, lotes, y potreros de antiguas haciendas y de
reservas ambientales como los cerros surorientales y las orillas del rio Fucha, de esta forma, estas
tierras ocupadas poco a poco se fueron incorporando a Bogotá, en las cuales se iban creando
construcciones urbanas legales, normales o subnormales, ¨piratas¨ o clandestinas, y por donación
de terrenos y urbanizadores piratas. Muchas de estas urbanizaciones masivamente se construían
en zonas de alto riesgo de deslizamiento, sin lineamientos técnicos y guía de construcción.
Estos barrios representan las profundas condiciones históricas de desigualdad en la
ciudad, expresadas en la apropiación y uso del territorio que fue provocado por la
marginalización del Estado. De igual forma son productos de los procesos de inclusión marginal
por acceder al derecho a la ciudad por parte de los habitantes de las zonas rurales del país.
47
La conformación y el crecimiento ininterrumpido de estos barrios en san Cristóbal se remonta a
los años 1915 y 1920 cuando se consolidó el barrio San Francisco Javier, hoy Villa Javier, que
data de 1913, el cual se constituye en uno de los primeros barrios obreros de la ciudad,
organizado por el padre José María Campoamor. En el año de 1946, el barrio contaba con 120
casas, un edificio donde funcionaba la escuela, hospedería para maestros, teatro, sala de sesiones,
restaurante y otras dependencias (Londoño y Saldarriaga, 1994).
Claramente estos nuevos asentamientos surgieron en respuesta a la necesidad de vivienda
que tenían los desplazados que llegaron de otras regiones del país como Cundinamarca, Boyacá·,
Tolima y Santander. En este periodo aparecieron barrios como Buenos Aires, Sosiego, Vitelma,
Santa Ana, San Isidro, entre otros, los cuales fueron las primeras barriadas periféricas en San
Cristóbal. Con el paso del tiempo vino el nacimiento de más barrios y ante la oportunidad que
dio la organización comunal y las acciones colectivas, mencionando las Juntas de Acción
Comunal y el apoyo de la acción católica llevada a cabo por el padre Campoamor; fue un
importante paso para vincularse más a la ciudad y una circunstancia más para consolidar las
luchas y las identidades colectivas.
Durante los años 60 y 70 se incrementaba la migración y llegaba al suroriente una mayor
población desplazada del campo, los cuales iban creando otros barrios e iban generando presión
entre los barrios existentes. Por otro lado se iban creando nuevas necesidades como el deficiente
acceso a servicios públicos básicos, esta situación generó que se creará y se direccionaran nuevas
luchas comunales y acciones reivindicativas. “En la historia de la construcción de San Cristóbal
reposa tranquila una luz que puede alumbrar el camino para mermar los problemas de violencia,
olvido e injusticia que se viven en la actualidad. Esa luz es la organización comunitaria” (Bustos
2007, pág. 45). En este sentido la conformación urbana de la localidad, se convirtió en un
escenario en donde se desarrollaron significativas experiencias organizativas que reunían
necesidades compartidas e intereses comunes, como la vivienda, la dotación de servicios
públicos entre otros, y se fue forjando un sentido de pertenencia e identidad propia de sus
pobladores.
Por último es importante situar la relevancia que tuvieron en la organización barrial de
estos nuevos barrios, las parroquias y las congregaciones religiosas, las cuales siguieron la labor
trazado por Campoamor, con su trabajo pastoral, de alfabetización, formación en artes y oficios,
48
promoción de normas cívicas entre otros, con el objetivo de impulsar iniciativas para crear
comunidad en estos barrios ubicados en las periferias.
Caracterización del barrio: La comunidad de Villa Javier.
Los trabajos de memoria son un ejercicio de compromiso ético por la verdad y una batalla
por prevalecer los recuerdos de un pasado oculto. Es un punto de apertura para visualizar los
procesos sociales apartados forzosamente del sentido propio en que se han construido las
comunidades. El ejercicio de los trabajos de memoria se asienta en la recuperación de los
recuerdos, anécdotas e historias de vida que se han tejido de manera singular en los sujetos y
que en últimas son indispensables para la reafirmación de las identidades y de los sentidos de
vivencia de las comunidades.
Por tanto con este trabajo se buscó contribuir a que la memoria de las experiencias
organizativas enraizadas en la defensa y la lucha por los derechos de habitar la ciudad durante
los años 70 en el suroriente no se pierda en la historia y sirva como un punto de apertura para
visibilizar los procesos que han construido comunidad.
Para lograr una aproximación a la tarea de reconstruir la memoria social de los procesos
barriales de Villa Javier, se inició con la caracterización y contextualización del espacio: el
barrio, sus condiciones históricas y los diferentes elementos constitutivos de identidad que se
relacionan con la línea de los objetivos que se planteó este trabajo.
El barrio Villa Javier se encuentra localizado en el sur-oriente de la ciudad de Bogotá,
entre las calles 8ª y 10ª sur y las carreras 2ª y 6ª. En la localidad 4ª San Cristóbal.
En la actualidad el barrio cuenta a su alrededor con un gran número de instituciones
educativas: el Colegio Femenino San Juan Bosco, Colegio Nuestra señora del Pilar y el Colegio
José Félix Restrepo. Además existen sedes de algunas instituciones gubernamentales como el
del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), centros de atención social, ONG y
variadas sedes de organizaciones religiosas.
El barrio fue la primera iniciativa de urbanización obrera en el país y el primer
asentamiento periférico de la ciudad de Bogotá a comienzos del siglo XX (Londoño y
49
Saldarriaga Roa, 1994). En la memoria colectiva de algunos habitantes del barrio se recuerda
cómo fue la construcción y la fundación de Villa Javier en la primera década del siglo pasado a
comienzos de 1913, el papel desempeñado por la iglesia y por los regentes católicos entre
estos el fundador del barrio; el padre Campoamor. Este espacio fue ideado como un experimento
de vivienda social emprendido por el Circulo de Obreros de San Francisco Javier , fundado en
en 1911, y liderado por la visión y voluntad carismática del padre José María Campoamor
sacerdote jesuita español que llegó a la ciudad de Bogotá, con la intención de ejecutar proyectos
desde la acción social de la iglesia católica, que fueran en parte la solución, para los graves
problemas sociales ligados a la desprotección obrera de las industrias nacientes. De esta forma
pretendía “la redención moral, económica e intelectual de la clase obrera y recristianizar a los
desposeídos de fortuna¨ (Londoño y Saldarriaga Roa, 1994, p. 14).
Es importante resaltar que con la llegada de Campoamor al país en 1910, su primera labor
pastoral fue promover un tipo de sindicalismo cristiano llamado Círculo de Obreros San
Francisco Javier -antes mencionado- además de impulsar la caja de ahorro, en donde los fondos
ahorrados por la mutual y los bienes raíces adquiridos proporcionaron los medios para
emprender obras de asistencia social para los asociados tales como viviendas a bajo costo.
Para 1913 el proyecto urbanístico se direccionó a la construcción de un conglomerado de
117 casas y un edificio central cercadas por muros, en 1933 se inauguraron las primeras casas y
se continuó la construcción hasta llegar a un total de 120 viviendas repartidas en cinco
manzanas.
Villa Javier fue un experimento en la organización de una comunidad basada en la
antigua nocion cristiana de una “Ciudad de Dios”, protectora de la clase obrera. Las casas fueron
cedidas a las familias de los miembros del Circulo a cambio de aceptar las normas habitacionales
impuestas por Campoamor, bajo un modelo ético y social católico. El barrio fue el lugar
apropiado para implantar fielmente los principios de la Encíclica Rerum Novarum 113 de 1891
y la Quadragesimo Anno de Pio XI de 1931, dirigida a la organización de la clase obrera,
contenida en la Doctrina Social Católica, la cual buscaba más que acciones de beneficencia, una
lucha católica contra el secularismo de la sociedad laica y las ideas anticlericales, el liberalismo,
el individualismo y el comunismo (Londoño y Saldarriaga, 1994).
50
La Iglesia católica veía con beneplácito a las organizaciones mutuales como las
Sociedades de artesanos y trabajadores y los Círculos Obreros, por ello hizo grandes esfuerzos
para controlarlas y difundirlas a lo largo y ancho del país, propósito que reforzó en 1913, cuando
la Conferencia Episcopal decidió impulsar la Acción Social Católica, propuesta por el papa Leon
XIII.
Ante las nuevas realidades del país y la emergencia de la “cuestión social”, el Clero
colombiano desplegó una campaña que incluyó la transformación de cofradías en sociedades
mutuarias y luego en sindicatos, así como la creación de patronatos, escuelas, cajas de ahorros e,
incluso, barrios obreros. Con estas iniciativas, se buscaba el control físico y moral de los obreros
para mantenerlos alejados de tendencias radicales y socialistas. Pero su efectividad no fue
completa, pues grandes contingentes de trabajadores abrazaron organizaciones políticas y
sindicales de otras tendencias o permanecieron al margen de cualquier asociación. (Núñez
Espinel, 2006).
La historia de Villa Javier se entremezcla con la realidad del siglo XX: la expansión de
las pequeñas ciudades coloniales y el dinamismo de las mismas, la modernidad y el despegue
precoz de la industrialización, los problemas sociales y políticos de una nación que entra en
desventaja al siglo XX y las fuertes luchas partidistas.
Bogotá no era propiamente una ciudad moderna e industrializada, tenía las características
de un pueblo grande con pretensiones culturales , asumía diferentes condiciones urbanas y
sociales, con un predominio de pobres con viviendas carentes de servicios sanitarios e higiénicos
–sin acueducto domiciliario, desagües, electricidad, pésimas vías- además se le suma que dicha
población tenía altos niveles de consumo de chicha y aguardiente, por lo tanto el consumo de
alcohol, la falta de higiene en las viviendas y la precariedad de las mismas entre la población
pobre fueron los problemas que animaron la intervención del padre Campoamor. (Londoño &
Saldarriaga Roa, 1994) .
Para ese entonces los sectores eclesiales comprendían que el problema mayor del obrero
no era el trabajo en la fábrica sino su situación cultural que en los momentos de esparcimiento se
expresaba: el alcoholismo; para la iglesia el problema era moral y para “1922 se creó una ley que
51
castigaba la vagancia y el alcoholismo, eran unas campañas para que no se subvirtiera los
valores moralizantes de la elite” (Archila , 1991, p. 34).
Se conoce que para los años 20 no existía una clase obrera determinada, con una
ocupación definida y niveles de ingresos establecidos, los obreros de la época no eran más que
jornaleros, sirvientes domésticos y artesanos con variadas actividades.
Además existía una gran cantidad de desocupados y pobres viviendo en la miseria, que
de alguna forma vivieron de la misericordia de la iglesia, también contaron para el proyecto
inicial de Campoamor de crear el Círculo de Obreros.
Poco a poco se fue constituyendo el barrio el cual se normalizaba con unas exigencias
morales que se expresaban desde el control del tiempo hasta las relaciones sociales. Para
Campoamor, Villa Javier es el palacio de los pobres.
Donde cada uno de sus habitantes se gloriaba en imitar a Jesucristo, colaborarse como
servidores mutuos, sin sirvientes, en donde no se admitía el lujo, ni pretensiones de lujos en los
hogares y en el vestir, además el anhelo era triunfar en el mundo de la pobreza cristiana realzada
por el aseo, por la amabilidad, en el trato, y cultura en los modales. El aseo era clave para vivir en
comunidad, había normas estrictas de higiene tanto en las casas como en cada persona, además se
prohibía el consumo en exceso de bebidas alcohólicas, bailes sin autorización, riñas entre los
habitantes, se exigía la puntualidad en las labores religiosas –asistir a la misa de los domingos,
comulgar- igualmente se prohibía que viviera más de una familia en las casas, poner negocios o
tiendas y arrendar piezas entre otras prohibiciones. (Londoño & Saldarriaga Roa, 1994, p. 54)
Por otro lado el componente más importante del proyecto lo constituyó la comunidad
semiconventual de Las Marías, que se convirtió en el eje de funcionamiento de la organización
durante más de medio siglo. En ella las mujeres fueron capacitadas para desempeñarse como
cajeras, modistas, maestras, agricultoras o cocineras, además de laborar en la imprenta del
Círculo de Obreros o en la tienda de la organización que existió durante algún tiempo en Villa
Javier
Con el fallecimiento de Campoamor en 1946, y siendo reemplazado por el colombiano
José María Posada sacerdote jesuita se comenzaron a evidenciar las transformaciones reales del
barrio y su filosofía. A finales de los años 40 aumentaron las viviendas en los terrenos aledaños
al barrio dirigido por la Secretaria de Obras Públicas Distrital; las normas de No arrendamiento
de las casas del barrio desaparecieron y se permitieron las ventas y entregas de títulos de
52
propiedad de las viviendas. Y se suspendió la construcción de viviendas por la caja de ahorro del
Círculo de Obreros, el muro y las rejas fueron suprimidas dando paso a la integración del barrio
y la ciudad. Un momento importante de la historia del barrio fue la construcción de la iglesia y
la casa cural a comienzos de 1960, frente a este hecho Londoño y Saldarriaga refieren que:
La construcción de la iglesia puede tomarse como el punto de final de este pequeño
ejercicio en vivienda social que logró configurar durante cincuenta años un recinto urbano con
aspiraciones de orden y de bienestar para algunos miembros de la clase obrera. La junta de
circulo de obreros vendió la mayoría de las viviendas (…) el edificio principal fue adquirido por
el gobierno de Alfonso López Michelsen y fue adjudicado a la Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos, ANUC, entidad que actualmente lo posee y administra para sus actividades (1994,
p. 115).
El gesto de Campoamor significó para muchos de sus sucesores, sacerdotes, seminaristas
y miembros de la comunidad en Villa Javier el punto de partida por las preocupaciones por la
vivienda, la protección al prójimo desposeído y simbolizó las transformaciones de los barrios
lejos de la intervención Estatal.
Ahora se va a resaltar la situación general del barrio, la zona suroriental de Bogotá durante los
años 70 década en que se centrará el análisis y preguntas sobre las luchas barriales, las
influencias de algunos movimientos progresistas – Teología de la Liberación y el resultado de
estás.
Bogotá en los años setenta.
A manera de introducción.
Es de vital importancia en este análisis de las luchas populares, los procesos
organizativos y las experiencias barriales en el suroriente de la ciudad de Bogotá, examinar las
condiciones urbanas y los factores determinantes del fenómeno de la urbanización de la “ciudad
pensada” (Colavidas, 1990) y las posteriores resistencias organizadas que nacieron de estas
condiciones. En medida se busca hacer reflexiones que vislumbren las disputabas asociadas a las
acciones colectivas expresadas en el suroriente, situando a los sujetos en el contexto del
desarrollo urbano y hallando las consecuencia de los proyectos de urbanización en las
comunidades de esta zona.
53
Aunque existe una extensa literatura sobre el tema urbano, los movimientos y las luchas
sociales, el eje de esta reflexión se centró en analizar aquellas condiciones y/o motivaciones que
irradian los procesos de urbanización o los planes de desarrollo urbano que determinaron que
muchos sujetos comprendieran la razón de luchar por el derecho a la ciudad, es decir: ¿Por qué y
qué les motivó iniciar la lucha?
Complejizar estas temáticas permitirá interpelar por las resistencias sociales y políticas
impulsadas en las barriadas populares por sujetos que han sufrido de manera directa las
transformaciones socio-urbanas generadas por el sistema social: –segregación, desplazamiento
intraurbano, inexistencia de auxilios habitacionales para los habitantes pobres, las condiciones de
los accesos a los servicios públicos etc.– asimismo permitirá establecer cuáles fueron los
horizontes posibles en las reivindicaciones sociales propuestas desde los barrios populares en
búsqueda de alternativas para habitar la ciudad.
En el tránsito de la década de los años 60 a los 80 las transformaciones urbanas nacidas
de las confluencias económicas y políticas globales neoliberales, articulado con los medios
locales de dominación, determinaron la profundización de muchos problemas urbanos y han de
provocar tipos de insurgencia populares en las urbes.
De forma tal, se trata de buscar e identificar las experiencias colectivas e individuales de
sujetos excluidos del derecho a habitar la ciudad, de disfrutar y hacer parte de ella como
ciudadanos. Se busca comprender las fuerzas sociales que actúan en la producción de los
espacios urbanos populares, y por tanto hallar cómo esas fuerzas se materializaron –en
expresiones colectivas- contra las lógicas del sistema social urbano capitalista, que desplaza y
confina a las clases populares a la miseria.
Sin lugar a dudas estas nacientes expresiones colectivas de resistencia por el derecho de
habitar en la ciudad se alimenta y se amalgaman por posiciones políticas filiales a la izquierda y
de movimientos de carácter religioso progresista, que inyectaron en última las posibilidades
ideológicas para la defensa y el reconocimiento del espacio barrial autoconstruido. Estas se
encargaron de dinamizar los procesos populares barriales como al mismo tiempo de la
politización del territorio, de reafirmar la consolidación de un sistema urbano democrático y
trabajar en el empoderamiento y el reconocimiento del poder de las comunidades como
54
herramienta de lucha, buscando con esto endurecer las posibilidades que surgen en los barrios
populares.
Encontrar las formas en que los sujetos enfrentaron los fenómenos de exclusión en las
periferias de la ciudad tiene gran importancia porque permite comprender los significados que
fueron atribuidos a las dinámicas de apropiación socio-espacial del territorio urbano, de forma
que permitan hallar el sentido político a sus formas de organización y resistencia. Esto lleva a
debatir la incidencia de la ideologización de los procesos populares barriales que se entablaron
para posibilitar la democratización del espacio urbano y la construcción de lo comunitario desde
la ciudadanía y que a la postre han de determinar la complejizacion de las luchas urbanas durante
casi toda la segunda mitad del siglo XX.
De esta manera se presentara una síntesis histórica sobre las lógicas de la
mercantilización de la ciudad, los procesos de urbanización del Estado y el capital que en últimas
motivaron las confrontaciones, las disputas y las experiencias de producción social del espacio
urbano en relación a los fenómenos de creación de barrios populares en el suroriente de Bogotá,
en donde las comunidades excluidas y víctimas del sistema social lograron constituirse con una
potencialidad política, incidente y decisoria frente a los embates del capital como las acciones de
resistencia contra el Plan Cerro (Torres, 2013), que se planteó en 1972 y que tenía como
finalidad; desarrollar proyectos urbanísticos y de renovación urbana en el suroriente de Bogotá,
lo cual implicaba entre muchas otras, el desalojo de miles de familias y por lo tanto se iniciaron
procesos de resistencia populares urbanas en esta zona de la ciudad, los cuales cimentaron una
identidad colectiva y nuevas bases en la gestión territorial de sus comunidades.
55
El contexto Histórico-Urbano de Bogotá.
¿Bogotá: una “ciudad pensada o ciudad autogestionada”?
¨Changer la ville, changer la vie!¨ Henri Lefebvre.
Entre los años 60 y 80 del siglo XX se presentaron en las nacientes metrópolis de nuestra
América Latina importantes fenómenos urbanos, especialmente se desarrollaron intensos
procesos de urbanización que determinaron una progresiva densificación poblacional en las
ciudades, prescribiendo la idea hegemónica que sitúa la ciudad como centro del progreso. Hoy
Latinoamérica se muestra como una región profundamente urbanizada y en efecto para el año
2010 la población urbana en la región alcanzó más de un 80 por ciento del total de sus
habitantes, lo que ha convertido al subcontinente en una de las dos regiones más urbanizadas a
nivel mundial. De esta manera, resulta evidente que el futuro de la región por preferencia de los
habitantes, está en los centros urbanos (ONU-Hábitad, 2012) (Mejía Pavony, 2013).
Existe una supremacía y una valoración positiva de la vida en la ciudad sobre cualquier
otra forma de habitar, pero hay una gama de problemas que deben ser solucionados para
satisfacer las necesidades y los deseos de los habitantes por vivir en la urbe. Estos problemas
urbanos están referidos entre muchos otros, al acceso a la vivienda, a los servicios públicos, a la
falta de empleo, a la utilización de los espacios públicos, la seguridad, entre otros.
A lo anterior se le suma el descontrolado crecimiento de asentamientos sin planificación,
que dio como resultado fenómenos de ¨tugurización¨ de los espacios que han sido en realidad un
escollo a la idea de la modernidad urbanizada para nuestra América Latina (Mejía Pavony,
2013), hoy la idea de un modelo de ciudad más sostenible, eficaz en movilidad y servicios choca
con estas realidades socio-históricas. Sin lugar a dudas los procesos de urbanización y de
transición urbana que se han experimentado en la región, estuvieron siempre relacionados con
los profundos problemas de inequidad y de segregación en la forma de vivir en la ciudad y que
en últimas irradiaron en futuros conflictos urbanos que se van a reseñar (Abramo, Rodríguez, &
Erazo, 2016).
Ahora bien, retomando el punto nodal de estas primeras aclaraciones introductorias, es
importante resaltar que este rápido crecimiento urbano que permitió procesos de expansión y
aglomeración demográfica en las áreas urbanas entre las décadas de los 60 a los 80 han sido
producto particularmente de la “reestructuración metropolitana, a partir de la reestructuración de
56
la ciudad central y el desarrollo de los suburbios que se asocia a los cambios regionales y
globales del capitalismo” (Clichevsky, 2000, p. 36) (Gottdiener,1985) es decir, el proceso de
crecimiento urbano que transformó las ciudades latinoamericanas entre estas Bogotá, a lo largo
de la segunda mitad del siglo XX, se vio influenciado en gran parte por el modelo económico y
político que tenía como finalidad responder a las dinámicas socioeconómicas del momento, es
así como por ejemplo, el Modelo de Sustitución de Importaciones y su política de
proteccionismo influenció en la planeación urbanas con el objetivos de favorecer el desarrollo
industrial en las ciudades a esto Guillén Romo (2013) afirma:
La protección engendró un modelo de desarrollo regional en torno a las megalópolis. En
la medida en que el modelo de ISI-la industrialización sustitutiva de importaciones- implicaba una
política de crecimiento industrial orientada hacia el interior en la que el mercado interno era el
principal destino de la producción de las empresas del sector manufacturero, se incitó a las
empresas industriales a instalarse en los grandes centros de consumo, hecho que propició un
crecimiento rápido de las ciudades (p. 37)
En esta disposición, las ciudades que reflejaron un substancial crecimiento urbano y
demográfico durante estas décadas atendían a un modelo de planificación urbana reflejo de los
cambios y el dinamismo del capitalismo. Cabe enunciar que no solo estas ciudades lograron
adaptarse a las transformaciones económicas capitalistas, sino que también han sido actores
estratégicos en su estructuración. De acuerdo a la corriente Marxista en la cual se afirma que las
sociedades se definen de acuerdo con sus modos de producción, de igual forma las ciudades se
explican y se concretan por el modelo de desarrollo imperante.
En este sentido, es en la décadas de los años 60 a los 80 en donde se establecen los
procesos de transformación de las ciudades en consonancia con la profundización del modelo,
sustentado en los ingresos derivados de la extracción de materias primas y en el caso de algunos
países de América Latina las transformaciones se dieron con la modernización de la estructura
agraria y del aparato Estatal , la formación de ciertas condiciones favorables para la inversión
extranjera, el crecimiento del proletariado, la concentración de los ingresos y la aceleración del
proceso de urbanización tutelados por el Estado interventor y motivados por empresarios
privados de la urbanización (Ibarra, Puente, & Saavedra, 1986) (ONU-Hábitad, 2012).
Es importante subrayar que en Latinoamérica los procesos de urbanización no fueron
coherentes con las capacidades productivas que se esperaban de las ciudades, estas fueron
57
creciendo y también la población urbana por encima de los índices de desarrollo. Incapaces las
ciudades de sostener a una población en continuo crecimiento y por lo tanto de generar empleo y
tecnificar la mano de obra a las nuevas dinámicas productivas, y aun dinamizada por la
migración rural, las ciudades no brindaron respuestas satisfactorias a una población que buscaba
oportunidades en ellas.
Fue así como todas estas personas fueron excluidas por los sueños de la modernidad y del
desarrollo empezaron a ubicarse en las zonas marginales de las ciudades sin acceso a servicios
básicos esenciales -alcantarillado, acueducto, electricidad entre otros. Sin más, estas poblaciones
empezaron a aglomerarse en las barriadas que en últimas, ha coloreado la estructura urbana en
función de la latente estratificación social.
De esta forma Valladares & Prates Coelho (2003) anuncian que para los años 60
La mayoría de los países de la región estaban pasando por lo que se llamó
"hiperurbanización", situación en la que un ritmo rápido de urbanización no iba acompañado de
un crecimiento correspondiente de la industria provocando un trasiego de las personas de los
empleos poco productivos en la agricultura rural al empleo o subempleo urbano también de baja
productividad. Los síntomas más claros de hiperurbanización se observaban en las ciudades más
populosas, donde el desequilibro entre el rápido crecimiento demográfico y las insuficientes
posibilidades de empleo daba como resultado una creciente pobreza y la proliferación de los
barrios de chabolas y tugurios. Las "favelas" de Brasil, las "poblaciones" de Chile, los "barrios"
de Venezuela y Ecuador, las "villas miseria" de Argentina y las "barriadas" y ¨comunas¨ de Perú y
Colombia (p. 98)
Retomando la idea inicial en la cual los procesos de urbanización en las ciudades de
América Latina han sido producto de la profundización del capitalismo, se hace evidente que en
el caso de Bogotá, el desarrollo urbanístico que debía seguir para los años de 70, según el modo
de producción, tenía que estar enfocado en tres funciones casi especializadas; “como centro
político de las decisiones estatales y de gobierno; centro industrial, comercial y de servicios
clave para el desarrollo capitalista y centro de las migraciones poblacionales que dispararon el
crecimiento demográfico de la capital” (Molano, 2014, p.119) la ciudad en su modelo de
planificación urbana debía sustentar por un lado al aparato administrativo y decisorio en lo
político así como de sostener los intereses del capital en su afán de desarrollar a Bogotá como un
foco económico cardinal para el país.
En este sentido, la ciudad debía modificar su infraestructura de tal manera que pudiera
responder de manera satisfactoria a estas necesidades socioeconómicas, fue así como se iniciaron
las construcciones de complejos administrativos, habitacionales, industriales y viales que
58
facilitaran la conexión de los centros de producción y de comercio con los suburbios, y por lo
tanto dinamizar el tránsito de mercancías con otras regiones.
De acuerdo a lo anterior Alicia Beuf (2012) afirma que en el contexto de las aspiraciones
de modernización que se tenían desde la década de los 30 en Bogotá, a raíz de la discontinua
urbanización de las antiguas haciendas de la sabana de Bogotá desde su casco antiguo hasta
chapinero, la ciudad iba adoptando la forma de una ciudad lineal, con una barrera natural –los
cerro orientales– que impedía la urbanización hacia el oriente, de forma tal que las autoridades
locales de la ciudad consideraron necesario proyectar un plan de desarrollo urbano a futuro, que,
conectara la zona occidental y suroriental con el centro de la capital. Por ejemplo el plan Bogotá
futura de 1923 –nos dice Beuf-, establece las bases de los planes para regular la organización
urbana en Bogotá.
Este plan asume una visión coherente -pero poco realista- de la regulación del
crecimiento urbano, que buscaba mantener los ensanches en la continuidad espacial de las áreas
ya urbanizadas, y contrarrestar el proceso de expansión urbana discontinua. Según el plan, Bogotá
debía seguir siendo una ciudad monocéntrica, capaz de extender el área de influencia del centro
tradicional hacia los nuevos barrios (p. 5).
Este plan nunca fue ejecutado y la ciudad siguió creciendo de forma caótica y discontinua
en función de la fragmentación de las grandes haciendas. De forma tal que la visión por
organizar el naciente espacio urbano capitalino fue ceñido y la ciudad no viró a otras zonas,
como el altiplano de la Sabana; al oeste y al norte, que aunque estas zonas ofrecían las
condiciones ideales para la expansión urbana, -una vez desarrolladas las técnicas para el drenaje
de los humedales- no fueron tenidas en cuenta para esta década. (Beuf, 2012)
Por otro lado, en el contexto de los años 1930-1940, con la llegada de Karl Brunner al
recién creado Departamento de Planeación de Bogotá, se comienza a trabajar en planificar una
ciudad con una visión higienista y pluricentral, (Torres, 1999) ideas que se efectuaron en la
construcción del parkway, el desarrollo de fragmentos urbanizados de forma espontánea como
los barrios El Campín, Bosque Izquierdo y la planeación integral de barrios obreros como El
Centenario.
Para el año 1947 se creó una ley de regulación de las grandes ciudades y se contrataron a
tres miembros importantes del Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) José
Luis Sert, Paul Lester Wiener y Le Corbusier. Para estos arquitectos como para los sectores
productivos y políticos consideraba
59
La transformación urbana de Bogotá como un requisito para la difusión de la modernidad
y el desarrollo a nivel nacional. Esta transformación era tanto más necesaria en cuanto el
crecimiento de la población, impulsado por un éxodo rural sostenido continuaba a un ritmo
frenético. En los años 1950-1970, Bogotá tenía una de las más altas tasas de crecimiento urbano
en el mundo. Y a pesar de la expansión espacial resultante (…) la ciudad mantuvo la forma lineal
de la mancha urbana hasta la década de 1960, a pesar de la urbanización de terrenos hacia el
occidente, en discontinuidad con el tejido urbano existente. Los asentamientos precarios, siendo
hasta entonces limitados y ubicados en posición central (como por ejemplo el paseo Bolívar), se
estaban expandiendo hacia la periferia y planteaban nuevos problemas de acceso a los servicios y
equipamientos colectivos, con lo cual se generalizaba la idea de que sólo la modernización de la
ciudad podría resolver estos retos.¨ (Beuf, 2012, p. 7)
Estos procesos de modernización urbana, se fueron reforzando con los sucesos del
Bogotazo que dieron la oportunidad a que se fueran acoplando con mayor intensidad por parte de
los gobernantes los planes de construcción y reorganización de la ciudad, con base a una nueva
centralidad, y pensada bajo la óptica de estos arquitectos europeos como una ciudad funcional
pensada con base de previsiones de crecimiento demográficos.
Para Le Corbusier la técnica brindaba el progreso y la satisfacción de las necesidades
humanas “(…) La Carta de Atenas de 1933 expresaba esta ideología modernista y funcionalista
que erige la separación de las cuatro funciones urbanas (vivienda, movimiento, trabajo, ocio)
como principio fundamental para construir ciudades eficientes” (Beuf, 2012, p. 10). Esta visión
llevó a pensar de manera separada la centralidad como función urbana, y los centros urbanos
como lugares tradicionalmente caracterizados por una densidad y diversidad de funciones y
actividades.
En cambio Sert con su Plan de Regulación de 1953 abogaba por la recentralización de las
funciones urbanas de la ciudad, consideró el abandono de la cuadratura colonial y la
construcción de unidades administrativas de gran altura aisladas en medio de espacios
policéntricos -como lo plantea Le Corbusier- como inadecuado para las ciudades
latinoamericanas, y por tanto creyó en el desarrollo de los “núcleos de sectores que debían
guardar como forma de su identidad algunos elementos del modelo urbano colonial, las
manzanas, las grandes casas con patios, las plazas y las calles, debían volver a funcionar como
espacios públicos con diversidad de usos” (Beuf, 2012, p. 12).
Ahora bien, la adopción de estos planes estuvo influenciada por los urbanizadores piratas
que percibían a estos planes opuestos a sus intereses, además “Sert y Wiener reconocieron
parcialmente que la urbanización informal era más efectiva, debido a que se adecuaba de mejor
manera a las condiciones socioeconómicas de los recién llegados a la ciudad” (Beuf, 2012, p.
60
12). Cabe destacar que sin desconocer la existencia de regulaciones, como los fueron estos
planes, la transformación de Bogotá obedece más a la espontaneidad que a la misma
planificación (Del Castillo, 2003).
En 1952 durante la administración de la alcaldía de Fernando Mazuera y durante el
gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla en 1953, se lograron desarrollar importantes
proyectos urbanos que respondían a la visión de la ciudad funcional: centro de toma de
decisiones políticas y centro de comercio y servicios.
(...) se lanzó, con poca planificación, la construcción de autopistas urbanas (Avenida
Eldorado, autopista Norte) y de grandes infraestructuras, como el aeropuerto Eldorado, además de
Hospitales, edificios oficiales y centros educativos. El proyecto emblemático de Rojas Pinilla fue
el Centro Administrativo Nacional (CAN), un Centro Cívico ubicado simbólicamente en la
periferia, a lo largo de la nueva Avenida 26, que quedó parcialmente construido durante muchos
años y que alberga hoy en día, según una lógica monofuncional, varios ministerios y
administraciones de carácter nacional. Igualmente en los años1950, mientras las élites salían del
centro tradicional -temido después del Bogotazo-para asentarse en los barrios residenciales de la
zona norte, el primer CBD de la ciudad se consolidó en el pericentro Norte; se edificaron varias
torres de oficinas alrededor del hotel de lujo Tequendama (1953) y del Centro Internacional
Tequendama adyacente, ambos edificios representantes del urbanismo moderno. El impulso hacia
el desarrollo del eje centro-norte estaba dado (Beuf, 2012, p. 12).
De igual forma, estas gestiones públicas de recomposición del espacio urbano durante el
gobierno de Rojas Pinilla, se fueron consolidando con los proyectos de ordenamiento del
territorio y políticas oficiales que modificaron de manera trascendental la estructura urbana de la
ciudad. Para el año de 1954, el autoritarismo de las políticas desarrollistas de Rojas Pinilla
determinó que núcleos poblacionales importantes como fueron los municipios vecinos de Usme,
Fontibón, Usaquén, Engativá, Suba y Bosa fueran anexados al nuevo orden urbano de la capital
moderna como respuesta a las necesidades del desarrollo económico y político de la nación.
Por otro lado esta fusión determinó que los suelos urbanizables que quedaron entre el
casco urbano de Bogotá y los municipios anexados, comenzaron a ser parte de la ciudad a
medida que se empezaba a lotificar y por lo tanto a construir los barrios. Este proceso de
urbanización muchas veces quedó en manos de comerciantes, empresarios y políticos que se
convirtieron después en poderosos urbanizadores tales como Fernando Mazuera –Alcalde de la
ciudad- y Mariano Ospina Pérez – Presidente de la república 1946-1950-, el cual contribuyó a
que las tierras que fueron parte de grandes haciendas de la sabana comenzaron hacer
61
urbanizadas. Es importante señalar que a comienzos de los 60 se efectuaron proyectos de
infraestructura educativa lo cual implico el aumento de la cobertura educativa de la capital “con
el fin de apoyar el proyecto de industrialización, internacionalización y competitividad del país
(…) Con las ofertas académicas, Bogotá atrajo personas de todas las partes del país,
consolidando su imagen de metrópoli y del centro urbano más importante del país (Suárez
Gómez, 2009, p. 53)
Bogotá entra a la segunda parte del siglo XX siendo la ciudad con mayor habitante del
país, pasando de 330.000 en 1938 a 1.811.000 habitantes en 1964. El factor clave de este
crecimiento demográfico fue la inmigración nacional. Además se eleva las áreas urbanizadas
pasando de 2.514 ha. Aprox. a 17.390 para 1972. Alrededor de un 38% de estas áreas construidas
para inicio de la década de 1970 se hallaban en terrenos adquirido extralegalmente. Allí se
alojaba el 59% de la población de la ciudad (Calderón Villegas, 2002).
Desde entonces, se vienen expresando en la ciudad de Bogotá, los primeros conflictos
urbanos, manifestados en los fenómenos intensos de toma o invasión de terrenos por una
población migrante que determinarían posteriormente una descontrolada creación de barrios
marginales en las periferias urbanas de la ciudad, sin ningún tipo de infraestructura, planeación y
control del Estado.
Por otro lado Bogotá se convirtió en el polo industrial del país, la cual acaparó un
importante porcentaje de la producción industrial nacional y de inversión de capitales
extranjeros. Para este período, Bogotá “es ya obra de la concentración de la población, de los
instrumentos de producción, del capital, del disfrute y de las necesidades, mientras que el campo
sirve de exponente al hecho contrario, al aislamiento y a la soledad” (Patetta, 1997, p. 410).
La ciudad se iba convirtiendo año tras año en un complejo sistema urbano, con claros
mecanismo de control de la organización del espacio y de la reproducción del mismo. La ciudad
no era la misma, sobre ella había otra visión que dejaba atrás las costumbres coloniales, ahora los
espacios de la ciudad son concebido de manera diferente con nuevas ideas en la concepción del
espacio y de cómo este permitía mejorar las condiciones de vida de los que podían pagar por
ello. Bogotá para la segunda mitad del siglo XX se iba resituando como un producto social e
histórico de las condiciones del país, de la reproducción del capitalismo y de las nuevas
relaciones sociales que se iban entrelazando mediante el uso cotidiano del espacio y su
producción, lo cual ha ocasionado según Lefebvre (1978):
62
«El barrido de la ciudad anterior» para dejar sitio a una nueva condición desde la que
contemplamos la hegemonía del ‘valor de cambio’. Donde todas las formas de creatividad y
espontaneidad tienden a desvanecerse. La ciudad, que era ‘una obra’ que unificaba lenguajes,
códigos y tejidos sociales comunes, se convierte en ‘un producto’: «la comunidad se desvanece, el
vecindario se desmorona » (p. 85)
Siendo la ciudad un espacio socialmente construido bajo los intereses del capital y una
mercancía al servicio exclusivo de los intereses de la acumulación, asimismo es pensada con un
papel propio en el valor de uso y de cambio (Harvey, 2011) la ciudad de Bogotá de a mediados
de siglo se acomoda en esta contemplación inicial, solo basta ver en los proyectos urbanísticos
durante el gobierno de Rojas Pinilla (1953-1957), los gobiernos del Frente Nacional (1958-1974)
y en especial en la administración de López Michelsen(1974-1978) en la cual las estrategias de
desarrollo se apoyaron en la reorientación del gasto estatal hacia las obras públicas y de
infraestructura esencialmente en el fomento de la industria de la construcción que inspiró el plan
del nuevo Departamento Nacional de Planeación, nombrado Plan de las Cuatro Estrategias de
(1971) que:
Identificaba el sector de la construcción como principal motor del desarrollo económico (el sector
exportador era el segundo). La urbanización, su producción (construcción) y su gestión
(distribución de la población y de las actividades) eran el corazón de esta estrategia de desarrollo
a nivel nacional. Como es lógico, por tanto, se dio una integración de la política económica y de
la política urbana (Beuf, 2012, p. 13)
Este Plan buscaba la adopción de medidas para mejorar las condiciones de la vivienda
popular y reducir la inequidad existente en la distribución de la propiedad urbana.
En este momento se promocionaron los planes de desarrollo urbanísticos apoyados y
concebidos por el Banco Interamericano de Desarrollo -BID- y el Fondo Especial de la ONU,
políticas y planes urbanísticos, que se abordaran de forma más específica en el siguiente
apartado, los cuales generarían las condiciones para que se desarrollaran las luchas populares
urbanas en el suroriente.
Bogotá se fue configurando bajo un modelo desarrollista hegemónico agenciado por la
gran burguesía (Molano, 2014) y amparado bajo el
Principio de la acción estatal, acompañado de un claro enfoque redistributivo y de la
voluntad de tener en cuenta las reivindicaciones populares; una nueva orientación que se
concretizó por la adopción de reformas sociales cuyo objetivo era la relegitimación del orden
político y social y, en el contexto de la guerra fría, la apuesta por contrarrestar la formación de las
guerrillas revolucionarias. Esta acción reformadora tuvo el apoyo de EE.UU. a través de la
Alianza para el Progreso (Carta de Punta del Este, 1961), que entre otras cosas, como programa
63
de cooperación, financió en Bogotá la construcción de un proyecto de más de 10.000 viviendas,
Ciudad de Techo, que fue llamado Ciudad Kennedy (Beuf, 2012, p. 12)
El discurso del desarrollo promovió el cambio de la imagen de la ciudad. Sin embargo,
dice Beuf (2012) el proyecto desarrollista tropezaba contra la potencia de los intereses de las
élites políticas y económicas locales.
Cuyas representaciones morales justificaban la exclusión histórica de los sectores
populares del campo político y de los derechos, razón por la cual, por ejemplo, el intento de
reforma agraria del presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) fracasó al no poder llegar a un
acuerdo sobre la base de la solidaridad nacional (p. 13).
En realidad, esta reforma agraria frustrada trataba de frenar el éxodo rural y limitar el
crecimiento urbano de la ciudad; impulsando el ¨desarrollo¨ de las regiones de origen de los
migrantes; de forma que se buscaba, que los planes de una ¨ciudad pensada¨ al servicio del
capital se desarrollaran y no se viera antepuesta por el fenómeno de la sobre demanda de
vivienda y servicios. Pero el fenómeno de migración fue tan intenso que el modelo no respondió
a las necesidades de los migrantes lo cual se expresó en la ocupación ilegal y masiva de predios
privados y estatales. Hechos que se escapaban de la lógica de los proyectos de planificación
urbana moderna para Bogotá.
De esta forma, durante los años 70, el proceso de urbanización que se había venido
desarrollando en la ciudad, se expresaba siempre en conflicto con los impulsos por un lado de la
gran burguesía que buscaba viabilizar un nuevo modelo económico cimentado en la planificación
urbana al servicio del capital, y por otro lado, la realidad social del país, expresada en las
migraciones campo-ciudad de miles de personas víctimas de la violencia, las cuales iban
pensando, creando y autogestionando su propia ciudad a la par de los grandes monopolios
capitalistas amparado por el Estado.
Retomando, el concepto de la ¨ciudad pensada¨ comprendida en la construcción técnica
de la urbe o de forma general a los que en su tesis Colavidas (1990) llama como una ciudad
funcional al proceso productivo –analizada desde las categorías económicas Marxistas-, genera a
una.
Comunidad humana que queda agotada -en la ciudad como valor de uso- en su condición
de mera masa social que se reproduce mediante el desarrollo integrado de las cuatro funciones
básicas de habitar a la ciudad (residir, trabajar, recrearse y circular) y, de forma aún más
64
restrictiva -en la ciudad como valor de cambio-, en su condición de mera fuerza de trabajo¨
(Colavidas, 1990, p. 97).
Engels (1976) analiza el proceso histórico del sistema capitalista en las ciudades y centra
su atención sobre las condiciones de vida en los barrios obreros de las grandes urbes inglesas y
los efectos del desarrollo industrial del capitalismo, encuentra que el hombre obrero es –desde el
carácter acumulativo del capital- un alienado del derecho a la ciudad y de todo sentido de
apropiación. Asume además que hay dos ciudades una es la reservada exclusivamente para la
burguesía y otra para el proletariado, de forma que en las ciudades, hay una configuración urbana
desigual, expresada en las divisiones de clase entre la burguesía y el proletariado, y que en esta
configuración del espacio urbano se expresa una guerra social, que se manifiesta en la lucha por
el poder político y social, es decir una lucha de clases que determina en últimas la forma urbana
(Engels, 1976).
Se puede afirmar que siendo la ciudad, un espacio deshumanizante para el obrero según
Engels, es por igual un lugar donde las contradicciones del capitalismo afloran y por lo tanto
germina la semilla que condena a la burguesía.
Sin lugar a dudas, las ciudades que se fueron constituyendo como foco de desarrollo
industrial acogieron a miles de trabajadores que, “despojados de sus medios de producción,
debieron vender su fuerza de trabajo en el mercado como modo de asegurar su subsistencia”
(Wagener, 2013, pág. 5) estas ciudades donde la centralización de bienes ha alcanzado su grado
más elevado, privaron de todo derecho a las clases trabajadoras o explotadas y las sumieron en
un estado de miseria en las periferias sin ninguna posibilidad de acceso a servicios esenciales.
Reduce y niega la humanidad al conjunto de los trabajadores; al tiempo que es una ciudad
en la que se imprime el poder de clase de la burguesía sobre el proletariado, también es una
ciudad cuyos efectos, junto a los de las relaciones de producción capitalista, pueden producir
seres conscientes de sus intereses de clase, capaces de luchar por su libertad (Wagener, 2013, p.
4).
En esta medida es pertinente en este momento del análisis tomar las reflexiones de estos
autores con la intención de entender un poco más las dinámicas urbanas de los años 70,
relacionado a la influencia de los modos de producción, la reproducción del espacio y la forma
en que los sujetos habitan la ciudad.
65
Asimismo se busca comprender cómo vive la población pobre en las barriadas de esta
urbe, sus luchas expresadas en acciones sociales colectivas por defender su derecho a la ciudad,
buscando con esto incorporar al análisis sociohistóricos de la configuración desigual de la ciudad
y el rol que esa desigualdad tiene en la dimensión política entendida como lucha de clases.
Una Ciudad en lucha, una urbe en resistencia.
Esta segregación espacial que suscita la ciudad, vista desde el enfoque marxista, produce
como bien se expuso a un tipo de población excluida y enajenada de todo derecho de habitar la
ciudad, esta población, la pobre u obrera, sobrevive en la ciudad gracias a su fuerza de trabajo y
por lo tanto del salario que devenga, no poseen nada en la ciudad, quizás sus viviendas que
muchas veces autogestionadas exploran la insalubridad y que por regla general están mal
agrupadas, lo cual implica deplorables condiciones de construcción y protección de los azares
naturales y sociales.
Este fenómeno de segregación espacial, típico de las ciudades acomodadas al nuevo
modelo de acumulación capitalista, marcó en el caso de Bogotá, el sello de buena parte de los
procesos de urbanización de mediados del siglo XX -especialmente en la década de los 70- y que
sin lugar a dudas contribuyó, como hecho causal, a expresiones e iniciativas colectivas de
resistencia y empoderamiento socioespacial de muchos habitantes de escasos recursos, o de
obreros que nunca se vieron beneficiados por medio de su condición laboral a acceder a una
vivienda digna y por tanto recurrieron a prácticas colaborativas y de autogestión para permitirse
el derecho al acceso y permanencia a la ciudad por medio de acciones tales como la formación
de viviendas y barrios en las zonas marginales en las que ocuparon legal o ilegalmente y que ha
permitido de hecho la expansión de la ciudad más allá de ¨la ciudad planeada¨. En las ciudades
colombianas.
(…)Se ha venido manifestando un proceso que marca de manera clara la configuración de
las ciudades que son, precisamente, los asentamientos humanos. Algunos de ellos desarrollados
en la lógica de la producción de la ciudad a partir de entidades del gobierno y otros por parte de
grupos empresariales privados. Pero además de estos procesos, la expansión de la ciudad ha
obedecido a un conjunto amplio de formaciones barriales gestionadas, creadas y constituidas por
66
grupos sociales empobrecidos, migrantes y marginales. Algunos de estos sectores barriales se
lograron incluir en la institucionalidad con el paso del tiempo, pero otros no (Uribe, 2011, p. 30).
Este crecimiento de la ciudad, producto de la lógica expansiva del capitalismo y de los
fenómenos evidentes de segregación espacial generados por la misma lógica, determinó la
creación de barrios subnormales en zonas alejadas y de difícil acceso, con unidades residenciales
irregulares que no tienen en cuenta las demás casas, y bajo esto, nunca acudieron a estudios de
riesgo, solo la necesidad de tener un techo donde vivir es lo que sustentó la vida de estos
habitantes en la ciudad. En estas casas las personas son “confinadas” a espacios mínimos y viven
sin más en situación de miseria, la pobreza habita con ellos, pero ellos se las arreglan como
puedan para sobrevivir.
Sus problemas producto de las condiciones materiales de hábitat, son variados; van desde
las dificultades de transporte, hasta los de acceso a los servicios básicos especialmente el
acueducto y la energía eléctrica. Estas personas son excluidas de toda posibilidad para sanear
estos aprietos por vías legales, ya que los entes estatales no los reconocen –inicialmente- como
habitantes sino como invasores e ilegales y por tanto los segrega y los excluye de las
posibilidades para acceder a los servicios y se ven obligados a usar maneras ingeniosas o
peligrosas como en el caso de la energía eléctrica, a hacer conexiones ilegales a los postes de
energías de alta tensión.
Situaciones como estas de –exclusión a los derechos a la ciudad- han de generar según
Engels; la Guerra social y que para Lefebvre es la lucha por el derecho a la ciudad, ya que como
bien afirma Engels (1976)
Los capitalistas ignoran totalmente el enorme e importante papel que juega la satisfacción
normal de la necesidad de habitación; no saben lo que hacen a la gente cuando con tanta
irresponsabilidad ¨le ofrecen¨, por regla general, viviendas malas e insalubres; no saben, en fin,
cuánto daño se hacen con esto a sí mismos (…) Si los capitalistas conocieran su verdadero
interés, ofrecerían a los obreros buenas viviendas y mejorarían en general su situación. Y si los
obreros comprendieran su verdadero interés, no harían huelgas, no se sentirían empujados hacia la
socialdemocracia, no se mezclarían en política, sino que seguirían obedientemente a sus
superiores, los capitalistas (Engels, 1973,p. 44).
En esta medida prevén los teóricos marxistas, entre estos Manuel Castells (1978) que la
ciudad ha de convertirse en un campo de lucha por el acceso a la misma por parte de las clases
excluidas y por tanto, en un espacio donde han de configurarse luchas por el acceso a los
67
derechos de vivir y de residir con niveles óptimos de dignidad humana. Disputas que son en
verdad, unas luchas contra el uso mercantil que se ha hecho de la ciudad. En contraposición a
este fenómeno de la ciudad-mercancía, Lefebvre
Construye una propuesta política (…) para reivindicar la posibilidad que la gente volviera
ser dueña de la ciudad. Frente a los efectos causados por el neoliberalismo, como la privatización
de los espacios urbanos, el uso mercantil de la ciudad, la predominancia de industrias y espacios
mercantiles, se propone una nueva perspectiva política denominada derecho a la ciudad¨
(Mathivet & Sugranyes, 2010, p. 24)
El derecho a la ciudad se convirtió para los años 70, como el lugar desde el cual partirán
los movimientos sociales y las organizaciones populares urbanas para luchar por los derechos.
Lefebvre (1978) plantea que desde la segunda mitad del siglo XX las principales ciudades
latinoamericanas fueron tomadas por los intereses de la acumulación del capital, las cuales han
dejado de pertenecer a la gente y están lejos de ofrecer oportunidades en virtud de una equidad
económica, cultural, política, y espacial a la población urbana y a esto han de contribuir las
políticas públicas que le juegan en gran medida a los interés de la burguesía y fomentan aún más
la discriminación geoespacial, limitando el acceso a la vivienda digna y desarraigando más y más
a los pobres de la ciudad.
Lefebvre aboga a través del derecho a la ciudad por rescatar el hombre como elemento
principal, protagonista de la ciudad que él mismo ha construido. Para él, el derecho a la ciudad
es restaurar el sentido de ciudad, instaurando la posibilidad del “buen vivir” para todos, y hacer
de la ciudad “el escenario de encuentro para la construcción de la vida colectiva” (Mathivet &
Sugranyes, 2010, p.. 23) (Lefebvre, 1978).
Estas luchas por una ciudad democrática, inclusiva, habitable y equitativa se manifestaron
con acciones populares que estuvieron direccionadas por voluntades colectivas, con hechos
reivindicatorios de sujetos invisibilizados y que tomando como eje focal las luchas por la
ciudadanía construyen acciones de toma de conciencia de la realidad de la ciudad y de su
realidad social-colectiva. Esta idea del derecho a la ciudad
(…) está analizada y pensada a través de los conceptos de ciudadanía y espacio público
con una visión integral e interdependiente de los derechos humanos para lograr la meta de
recuperar la ciudad para todos sus habitantes. Sin embargo, es importante aclarar que el derecho a
la ciudad no es un derecho más, es el derecho a hacer cumplir los derechos que ya existen
formalmente. Por eso el derecho a la ciudad se basa en una dinámica de proceso y de conquista,
en el cual los movimientos sociales son el motor para lograr el cumplimiento del derecho a la
ciudad (Mathivet & Sugranyes, 2010, p. 70).
68
Esto quiere decir que en los procesos de conquistas de los derechos usurpados, la acción
colectiva es la base de las luchas contra los problemas concretos que enfrentan los pobladores de
las ciudades, principalmente aquellos que.
—por su situación económica, migratoria, vulnerable o minoritaria— soportan el mayor
peso de la inseguridad y la discriminación: dificultad para acceder a la tierra y a una vivienda
digna, desalojos forzados (masivos y con mucha agresividad), segregación urbana planificada,
presiones especulativas, privatización de la vivienda social, obstáculos de toda índole e incluso
criminalización de los procesos de autoproducción de vivienda y de urbanización popular,
violencia inmobiliaria (mobbing) contra inquilinos pobres, entre otros (Nehls, 2008, p.19).
A esta problemática se le suma la llegada de nuevos pobladores urbanos procedentes de
las zonas rurales del país, producto de la violencia que se venía desarrollando en el campo, los
cuales se asentaron en las periferias de la ciudad haciendo visible la realidad de una ciudad que
excluye y aleja los sueños prometidos de progreso social y económico que pregonaba el nuevo
modelo de ciudad.
De esta forma el fenómeno de la migración rural a las ciudades, tanto en Colombia como
en el resto de las ciudades de América Latina se convirtió en un eje fundamental para entender el
nacimiento de los barrios populares en las periferias así como de los movimientos populares
urbanos que disputaron el derecho de habitar un espacio (Agudelo, 2016).
Hoy Bogotá es considerada como una de las ciudades de América Latina más grandes; su
crecimiento se asocia, entre muchos otros factores, a las dinámicas propiciadas por más de 60
años de confrontación política y militar entre diversas facciones políticas y tendencias
ideológicas, y por la cualificación del conflicto armado interno. Así mismo, se asocia a las
condiciones estructurales de inequidad y pobreza inherentes al modelo de desarrollo. El
crecimiento poblacional de manera particular incide en las dinámicas de crecimiento urbano,
porque los recién llegados demandan espacio para la realización de sus necesidades materiales y
espirituales, esto deriva en la autoproducción de espacios y la estructuración de dinámicas
denominadas de “mercado informal” como estrategias que ordenan los procesos de configuración
del entramado urbano. Dichos fenómenos se acentúan en la medida en que no existan políticas
públicas para la generación de ofertas de vivienda social que, por ejemplo, sean asequibles a
pobladores urbanos de bajos ingresos, o en tanto el mercado sea el único que ofrece recursos “sin
la intervención del Estado. (Castillo de Herrera & Torres Tovar , 2009, p. 148)
Los procesos de configuración del espacio en Bogotá implicaban trastocar escenarios de
legalidad y formalidad. La producción de loteos clandestinos y el acceso por invasión a terrenos
públicos fue una muestra particular de las dinámicas urbanas, lo que significó para los años
setenta que alrededor de un 59% de la población total de Bogotá residiera con algún tipo de
69
informalidad, situación que se explica: “ i) por las condiciones macroeconómicas, como la falta
de empleo, la baja salarial y el consecuente empobrecimiento de la población; y ii) las políticas
del Estado y el funcionamiento de los mercados de tierra urbana y vivienda (Clichevsky, 2000,
p.79). Bajo estas condiciones Bogotá iniciaba nuevos procesos de ordenamiento territorial que
iban desde los procesos de autogestión hasta planes estructurados de desarrollo urbano que
condicionaban transformaciones del espacio urbano; pero asimismo generaban multiples
escenarios de confrontación entre los sectores excluidos.
Proyectos urbanos, políticas públicas y las acciones colectivas en el suroriente.
Desde la década de los 50, Bogotá se fue transformando y siendo objeto de grandes
cambios sociales, urbanos y políticos; fundamentalmente estas transformaciones fueron producto
de importantes movimientos demográficos internos que determinaron la necesidad de proyectar a
la ciudad y la política pública hacia un nuevo enfoque.
Estos movimientos demográficos resultado de la migración interna causada por el
conflicto armado trazó en la ciudad de Bogotá, especialmente en las décadas del sesenta y
setenta, un nuevo mapa de la distribución poblacional y dibujó un nuevo plano espacial de
crecimiento especialmente en las zonas centro y sur oriental de la capital.
De igual forma la incidencia de los hechos del ¨Bogotazo¨ determinaron en el escenario
administrativo, medidas urgentes de planeación urbana para la ciudad. Asimismo es importante
entrever en estas transformaciones los impulsos del sistema económico por ubicar a Bogotá
como el centro de las decisiones políticas y económicas del país, hechos que sin lugar a dudas
posibilitaron los grandes cambios en la estructura de la ciudad para las décadas posteriores.
Es importante señalar que estos hechos- los acaecidos después del 9 de abril- fueron el
telón de fondo que empujó el proceso de migración interna y está a la vez al giro de lo rural a lo
urbano, permitiendo un aumento y desarrollo de una vida más urbana en las grandes ciudades
como Bogotá y por tanto posibilitó la creación de proyectos urbanizadores y modernizadores
gestados desde el Estado pero trazados por los empresarios (Ruiz, 2008), de igual forma esta
relación: impacto de la violencia y el fenómeno de migración hacia las distintas áreas urbanas
determinó el acoplamiento de la ciudad a las nuevas dinámicas que demandaron los migrantes.
70
Es importante situar el análisis en los fenómenos de concentración y/o los procesos de
densificación en Bogotá durante la segunda mitad del siglo XX, porque fue una condición que
influyó singularmente para la transformación de la política pública y trazó la razón del
crecimiento y la expansión urbana de la ciudad planeada y de la ciudad autogestionada.
De igual forma la ciudad estaba mediada por los discursos, los modelos, las necesidades
y los valores de una sociedad, ya sea la “burguesa o la capitalista” las cuales definieron las
formas residenciales, el tipo de vivienda y por último la estructura funcional de la ciudad (Maya
Sierra, 2007).
Y aunque las condiciones estructurales de la ciudad –casi colonial- demandaron una
solución que obedeciera a las nuevas circunstancias; la respuesta fue la implementación de
planes que buscaron de manera veloz y sin previo aviso un abandono del tipo de ciudad
existente, con otros significados de residir y concepciones para habitarla diferentes; esta
situación permeó todas las capas de la población y mostró los problemas de estructura de la
naciente ciudad tales como: la poca intervención en la planificación de las zonas marginales que
fueron resultado de la lotificación pirata de los suelos, así como de los problemas de titulación de
predios e intervención de los barrios tradicionales (coloniales), que en concreto estimuló los
problemas de hacinamiento, escasez de viviendas o arriendos libres, asimismo de los problemas
de servicios públicos, transporte y de servicios sociales.
Estas problemáticas generaron que a finales del Frente Nacional (1958-1974) se
comenzaran a expresar una proliferación de demandas de los ciudadanos referidas a buscar
soluciones a la falta de viviendas, a los costos de vida, a los problemas de movilidad, entre otros.
Desde este momento iniciaron las luchas por el derecho a la ciudad y una muestra real de
que estos nuevos pobladores urbanos hacen parte ya de la transformación de la ciudad y dejan de
manifiesto que el crecimiento o desarrollo de la misma no solo se limita a la planeación que
hacen las autoridades o es solo el rastro de la influencia y las decisiones de los empresarios, sino
que los pobladores a su manera, van contribuyendo para bien o para mal a la trasformación de la
urbe.
El crecimiento acelerado de la ciudad, la aglomeración demográfica y la incipiente
capacidad de la ciudad para retener a la población que llegaba; determinó que estos nuevos
pobladores urbanos buscaran por cuenta propia y bajo diferentes formas el acceso a la vivienda,
71
bien sea, por loteo de terrenos legal o ilegal lo que también incluía antiguas parroquias o antiguas
haciendas.
Esta explosión demográfica efectuada en la ciudad hasta un poco más de la mitad del
siglo XX representaba para la ciudad un incremento -por década, desde los 50 hasta los 80- entre
un 80% a un 100%, es decir, en cada paso de décadas y en comparación, la población tendía a
duplicarse, solo basta ver las tablas censales de estos años:
A groso modo estas tablas permiten inferir que para 1950, Bogotá tenía una población de
700.000 habitantes aproximadamente y para los años de 1970 tenía una población de alrededor
de 2.500.000 habitantes, triplicando su población en menos de dos décadas efecto de que Bogotá
para la época comenzaba a sufrir los movimientos demográficos antes descritos y se iniciaba una
importante concentración en las zonas céntricas de la ciudad de miles de pobladores que
buscaban oportunidades para vivir.
La capital fue la naciente “metrópoli” que por todos los beneficios que brindaba acogió
gran parte de la población que emigraba, esto determinó el crecimiento urbano especialmente en
las áreas céntricas y surorientales de Bogotá con la construcción de barrios formales e informales
72
que propiciaron el ensanchamiento del área urbana; y estos nuevos habitantes producto del
desplazamiento interno desde diferentes zonas“ buscaban una mejor calidad de vida, otros un
sitio aceptable para vivir, con tal de no volver a sus lugares de origen, ya sea por cuestiones de
seguridad, o por el afán constante de conseguir un mejor vivir” (Suárez , 2009, p. 56).
Esta concentración de la población hizo efecto en la falta de unidades residenciales y los
bajos cupos de arrendamientos en las casas existentes, generaron una apertura de espacios al
negocio de los proyectos urbanos buscando estos suplir las demandas de estas poblaciones.
Además buscaban desarrollar proyectos urbanos útiles al sistema productivo, por ejemplo, se
involucraron en la construcción de unidades residenciales cerca de los centros industriales y
comerciales con el propósito de disminuir costos, incluidos entre ellos el tiempo de traslado. Así
que se intentó proveer todo el andamiaje infraestructural necesario para desarrollar las
actividades productivas que requería el naciente capitalismo industrial y citadino, de esta forma
la ciudad se fue acoplando a estas exigencias y se fue transformando.
A consecuencia de estos fenómenos en el gobierno de Rojas Pinilla y en el periodo del Frente
Nacional, se aceleró el crecimiento urbano de Bogotá, la cual tenía que acoplarse y dar respuesta
a las necesidades y expectativas de las poblaciones migrantes, lo que condujo a los entes
administrativos a proponer y activar nuevos planes y políticas que permitieran articularse a las
dinámicas demográficas, económicas y sociales que el momento exigía.
Muchos sectores poblacionales quedaron excluidos de estos nuevos planes, especialmente los
migrantes más pobres y pocos cualificados laboralmente. Estos sectores populares marginados se
ubicaron en terrenos de forma ilegal con el objetivo de construir sus viviendas, pero la
legalización de estas propiedades se otorgaría años después, acompañada de la lucha constante
de sus habitantes por el derecho de tener un lugar digno donde vivir, igualmente la consecución
de los servicios públicos y demás elementos básicos necesarios para la supervivencia se dieron a
partir de un acumulado de luchas organizadas que las colectividades lograron en torno a las
necesidades que tenían en común, frente a los servicios públicos (electricidad, acueducto,
transporte, colegios, puesto de salud entre otros).
Estos proyectos urbanísticos y la gran desigualdad que generaban, propiciaron procesos
colectivos de autogestión, lo cual originó a su vez dinámicas de cooperativismo e identidad con
el territorio en disputa, utilizando acciones como la movilización y la protesta para garantizar
asimismo su derecho a acceder a la vivienda y a los servicios básicos.
73
El PIDUZOB.
Con las condiciones sociales y urbanas en América latina en la segunda mitad del siglo
XX, se comenzaron a gestar una serie de proyectos que respondieran al acelerado crecimiento
demográfico y a las nuevas dinámicas económicas fundamentadas en la acumulación industrial.
Bogotá por ejemplo, adquirió un ritmo más acelerado desde los años 50 de crecimiento,
expansión y modernización, esta determino que para los años sesenta Bogotá fuera el primer
polo industrial del país y para 1967 el 26% de la producción industrial colombiana se
desarrollaba en la capital, además la ciudad para 1969 acaparó el 44.7% de la inversión de
capitales extranjeros, (Calderón, 2002). Aunque hubo un avance en el desarrollo industrial y
financiero de la ciudad, con la construcción de fábricas y centros empresariales y
administrativos.
El espacio urbano de Bogotá presentaba en ese momento el aspecto típico de muchas ciudades
colombianas y latinoamericanas: un centro antiguo y administrativo con algunos inmuebles obsoletos
convertidos en “inquilinatos” (hacinamientos de familias) y un gran cinturón de tugurios suburbanos.
Entre estos se cuentan los llamados “barrios orientales” ubicados en la pendiente de los cerros del mismo
nombre (Calderón , 2002, p.p 174-175).
Para transformar de manera efectiva la infraestructura de la ciudad, entre los años 60 y 70
se formularon una serie de planes urbanos que buscaban intervenir la ciudad con base a las
diferentes problemáticas sociales (migración, hacinamiento y tugurización), productivas
(renovación industrial e inversión extranjera), y a la débil infraestructura inmobiliaria (centro
antiguo y administrativo obsoleto). Para 1968 a 1971 se desarrollaron planes urbanos auspiciados
por el Banco Mundial y algunas firmas extranjeras para abrir el sector de la construcción al
capital financiero (corporaciones de ahorro y vivienda) y “recuperar políticamente, grandes
sectores de población citadina expulsada del campo” (Calderón Villegas, 2002, p. 175).
Fue así como se empezaron a formular planes urbanos que permitieran la expansión del
sector inmobiliario y aumentar el capital financiero,de esta forma, dentro de las políticas de
planeación urbana y en el Plan General de Desarrollo de la ciudad de Bogotá para 1972 se
planteó el PIDUZOB (Programa Integral de Desarrollo Urbano en la Zona Oriente de Bogotá)
que tenía como eje primordial, solucionar desde una planeación integral, los distintos problemas
físicos, sociales y económicos que se presentaban en la zona oriente de Bogotá; todo ello
74
orientado a mejorar las condiciones en las cuales vivían las comunidades que habitaban este
sector, pero además en imponer un ordenamiento territorial que facilitara la transformación del
suelo urbano y permitiera el crecimiento económico de dicho sector. Este proyecto nace con el
propósito de descongestionar la carrera séptima la cual era la vía principal para acceder al centro
de la ciudad, por lo tanto se propuso la construcción de una vía alterna trazada por el borde de los
cerros.
Asimismo en 1970 el EZOB (Estudio para la zona oriente de Bogotá) el cual antecede al
PIDUZOB, realizado por el centro de planeación de la Universidad de los Andes ( CPU) en un
intento por hacer una caracterización y diagnóstico de dicha área, la cual se destacaba como una
zona vulnerable de la ciudad debido a la cantidad de personas que llegaban a causa del
desplazamiento producido por el conflicto armado, el reducido acceso a servicios básicos ( Agua,
energía, vivienda, entre otros), además de los altos niveles de desempleo debido a las pocas o
nulas posibilidades de acceso a la educación. (Campo, 2012)
En este sentido se realizó un estudio de los usos del suelo, y de las posibilidades que en
dicho sector existían con el propósito de brindarle un desarrollo ordenado a la ciudad y de
responder a las exigencias de los países desarrollados en relación al ordenamiento urbano, que se
supone debían tener las urbes de los denominados países del tercer mundo.
Para ejecutar el PIDUZOB se crearon nueve subprogramas: pavimentación de vías,
servicio de salud (13,95%), centros comunitarios, vivienda, alcantarillado, energía eléctrica
(14,9%), mejoramiento institucional, educación, coordinación del programa y su principal
proyecto era la construcción de la Avenida de los cerros (Actualmente Avenida Circunvalar) con
un 34,8% que tenía como prioridad mejorar la interconexión de toda la ciudad. Con un
presupuesto total previsto de 86,18 millones de dólares. (Calderón, 2002) (Campo, 2012).
Estos proyectos se fueron desarrollando durante el gobierno conservador de Misael
Pastrana Borrero (1970-1974), y en la administración del distrito a cargo de Carlos Albán
Holguín y Fernando de Soto respectivamente. El PIDUZOB se enmarcó dentro de un proceso de
planeación integral que tomó como base el desarrollo social y económico; sin embargo, los
distintos grupos sociales que habitaban la ZOB (Zona Oriente de Bogotá) se opusieron a la
ejecución del proyecto y presentaban como principal argumento no haber sido consultados con
anterioridad sobre la planeación y propuesta de dicho proyecto, el alcalde Carlos Albán Holguín
75
de manera arbitraria mediante el decreto 1410 de 1971 y sin consentimiento del concejo aprobó
el inicio de la ejecución del programa. Este proyecto se establece como una forma de responder a
las exigencias del momento en América Latina, en relación con las políticas de progreso y
desarrollo que estaban enfocadas más en la infraestructura que en la forma de integrarlas con el
contexto económico y social.
Este proyecto integral supuso la participación financiera y política del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y la intervención de tres firmas extranjeras (Estados Unidos,
Canadá y Reino Unido) y dos colombianas ( Calderón,2002) .Esto demuestra que el proceso de
urbanización debía responder a un modelo de desarrollo determinado, el cual tomaba como base
el modelo de centro – periferia, que se caracterizaba por la relación de dominación-
subordinación; en este sentido había una serie de condicionamientos y requerimientos los cuales
debía aplicar la ciudad y la sociedad bogotana para mantener el modo de producción capitalista
que garantizara el éxito del modelo económico para las clases más acomodadas. En este sentido
Campo (2012) asevera que:
La práctica de planeación urbana es considerada como una herramienta que han de utilizar los
tecnócratas de turno para defender sus intereses, cabe anotar que es en este tiempo donde el suelo
urbano se convierte en objeto de intercambio que entra en el círculo de bienes del sistema
capitalista capaz de producir grandes plusvalías, razón por la cual desde el ámbito político como
económico necesita de una regulación, que no siempre se enfocara en defender al colectivo de la
sociedad. (p. 48).
Es así como el PIDUZOB fue una estrategia de las elites políticas y empresariales para
hacerse el control del uso que se le iba a dar al suelo, lo cual representaba una posibilidad de
aumentar el poder económico de las clases dominantes, ya que el proyecto le daba un plusvalor e
importancia al suelo del suroriente periférico que estaba habitado por una población olvidada y
carente de representatividad. De esta forma, el suroriente pasa a convertirse en una zona de la
ciudad estratégica que brinda la oportunidad a las clases hegemónicas a instaurar un instrumento
de planeación que logre por sí misma la consecución del poder económico.
Sin lugar a dudas, en la década de los setenta se presentó un gran auge de los proyectos
urbanos, en respuesta a las dinámicas globales del desarrollo y a la situación social que vivía el
país debido a la violencia, el cual provocó el fenómeno que se denominó la “ciudad de los anillos
o del crecimiento hacia adentro” (Jiménez, 2012, p.23) ,que motivó una mayor densificación y
76
expansión de la ciudad “planeada” y produjo a la vez dinámicas idénticas de crecimiento de una
ciudad “autogestionada” con las invasiones de los terrenos privados para la autoconstrucción de
las viviendas de la población excluida.
Bogotá durante este periodo asumió un modelo urbanístico que rompió el modelo
colonial anterior y paso a cumplir funciones especializadas y estratégicas para la reproducción de
la economía capitalista y el modelo político. Se convirtió en una ciudad clave para el desarrollo
empresarial gracias al fomento de los proyectos urbanos de infraestructura inmobiliaria que
ampliaron los monopolios privados para la gestión urbana de Bogotá.
La estrategia de planificación urbana tuvo como eje central la disminución de la inversión
pública en la vivienda de interés prioritario, el saneamiento básico, el transporte público, las vías
de acceso entre otros, porque las clases dominantes se esforzaron por darle a la metrópoli una
lógica de crecimiento que urbanísticamente apoyara la reproducción del capital mas no a las
clases bajas. Este modelo hegemónico de ciudad se desarrolló a partir de tres estrategias:
Infraestructura y equipamiento para viabilizar la consolidación de los monopolios; la expansión y
creciente centralidad del capital financiero, que reemplazó al Estado en la construcción y
financiación de la vivienda; una política fiscal a partir del impuesto predial y el de valorización,
generados a comienzos de la década de 1970, y que afectaban principalmente a los habitantes de
los barrios populares (Molano, 2014, p. 120).
Para llevar a cabo la trasformación urbana en la capital, se creó en 1972 el Instituto de
Desarrollo Urbano (IDU), ente burocrático que sería el eje central de la ejecución de las distintas
obras de infraestructura que permitieran llevar a cabo el proyecto de las clases dominantes como
el Programa de Inversión para el Desarrollo Urbano de la Zona Oriente de Bogotá (PIDUZOB),
que tenía por objetivo la planeación urbana de la ciudad en el suroriente.
Este plan urbano pretendía intervenir toda la zona suroriental (barrios, baldíos, zonas
forestales, ríos, etc.) caracterizada por la situación de precariedad de sus habitantes los cuales
vivían en condiciones deplorables, residían en tugurios y la mayoría de ellos eran desplazados
por la violencia y no contaban con un empleo, tenían distintos orígenes, en su mayoría provenían
de Boyacá, Cundinamarca y Tolima, y su perfil laboral estaba ligado a las labores del campo, al
contrario de las exigencias del auge industrial de la ciudad, es así como:
77
La migración y la adaptación de las personas a un ambiente muy diferente al de su origen,
con una dinámica económica caracterizada por la transformación de los procesos productivos
artesanales a procesos industriales dificultó la definición y especialización de la nueva mano de
obra concentrándose en labores de alto riesgo y baja remuneración. La mano de obra en
abundancia disparó los niveles de desempleo y la falta de oportunidades facilitó el deterioro de la
seguridad y bienestar básicos de la zona oriente de Bogotá. (Campo, 2012, p. 16)
El Piduzob implicaba el desplazamiento de miles de familias que se ubicaban en la zona
suroriental muchas de veces de manera ilegal. El programa reflejaba la ausencia de propuestas
consensuadas con las comunidades, alejaba a estas de toda decisión sobre la intervención de la
zona y aplicaba todas las medidas para la realización del proyecto entre ellas las vías de hecho
expresadas en los desalojos directos y la imposición de construcciones sin consulta previa , por
lo cual este proyecto marcó gran parte de la protesta y la organización barrial, porque implicó
oponerse a entidades como la Oficina de Planeación Nacional, el IDU y a los urbanizadores
privados que querían desarrollar estos proyectos y efectuar sus negocios vulnerando los derechos
de habitar la ciudad de los pobladores del suroriente.
En consecuencia “comienzan a aparecer comités de defensa de los barrios orientales
animados por activistas políticos de partidos de oposición parlamentaria y extraparlamentaria”
(Calderón, 2002, p. 176) que alertaban a los pobladores del peligro de desalojo directo debido a
la ejecución de varios programas de intervención urbana, especialmente la construcción de la
Avenida de los Cerros y asimismo prevenían a los pobladores legales del alza de la rentabilidad
de la tierra (impuestos de valorización, servicios públicos más costosos, especulación
inmobiliaria, etc.).
En últimas estas acciones de defensa de la población del suroriente fueron la respuesta al
modelo urbano de construcción, que pasó de la planeación y la construcción estatal a permitir
la total injerencia de los distintos monopolios financieros en el desarrollo de la ciudad, entre
estos se cuentan las estrategias que los consorcios privados utilizaron para promover la
masificación y compra de unidades residenciales dentro de los cuales se destacan: el UPAC -
Unidad de Poder Adquisitivo Constante- implantado en 1972 con el propósito de ofrecer créditos
hipotecarios para la compra de inmuebles, asimismo la creación de corporaciones de ahorro y
vivienda que buscaban instaurar el modelo de ciudad Inmobiliaria.
78
Todo esto despertó un sentimiento generalizado de participación de las comunidades del
suroriente, en defensa de su territorio y en contra de cualquier proyecto que amenazara su
permanencia en los barrios.
Luchas populares en el suroriente de Bogotá.
Uno de los principales factores que motivaron la participación de los sectores populares
fueron los proyectos de transformación urbana o planes de desarrollo en el suroriente de la
ciudad. Asimismo las razones de los conflictos se complementan con las condiciones de
existencia de una población migrante y carente de posibilidades materiales.
Estas nacientes expresiones de inconformismo populares o enfrentamiento manifiestos
con el Estado, se relacionan con la defensa o lucha por la consecución de los bienes colectivos
de los habitantes de los barrios populares, que determinaron circunstancias abiertamente
conflictivas. Estas expresiones están ligadas con el equipamiento urbano, es decir,
infraestructura, la deficiencia en el servicio de transporte y vías de acceso, servicios públicos y
disposiciones gubernamentales que afectan el derecho de pertenecer a la ciudad.
Generalmente, estos factores de inconformismo se desarrollaron en los barrios periféricos
donde residía un importante porcentaje de población obrera, vendedores informales, empleadas
del servicio doméstico, constructores, entre otros. Estas desaprobaciones se expresaron en luchas
y acciones reivindicativas de defensa del derecho a pertenecer a la ciudad, a tener un empleo,
vivienda y unas condiciones dignas para vivir.
Las luchas se empezaron a entretejer ya que las reivindicaciones que solicitaban
concordaban con distintos sectores sociales entre ellos: Los trabajadores informales, los
estudiantes, inquilinos, los dueños de viviendas y los obreros, lo cual implicaba enfrentarse a
los sectores dominantes de la ciudad: los bancos, empresarios, el gobierno, entre otros, todo ello
impulsó unas mayores y mejores formas de organización que permitieran hacer escuchar y sentir
sus peticiones frente a lo que estaban viviendo.
Es importante señalar que durante la década de 1970 la huelga fue la principal forma de
acción colectiva, en ese momento se registró su más alto nivel en el siglo XX, teniendo un pico
79
entre 1976 y 1977. Según las investigaciones del caso los principales sectores en los que se
concentraron las huelgas fueron: el manufacturero (27), el magisterio (125) y otros servicios
públicos y privados (bancos, empresas públicas, electricidad, comercio, obras públicas tales
como vías terrestres, aeropuertos y adecuación de puertos). (Molano, 2014 ,p. 117) (Archila,
1991). Cabe señalar que la movilizacion popular y de protestas civicas durante los años setenta
fue heterogenea y no hay una evidencia clara de que la movilizacion social estuviera motivada
por una vanguardia sindical. Muchas de las expresiones de lucha fueron realizadas por otros
sectores diferentes a los trabajadores; población “cívica” que se manifestó con problemáticas
propias de los sectores excluidos que habitaban en los territorios populares.
Estas expresiones de distintos habitantes de los barrios populares forjaron diferentes
maneras de pensar frente a la situación que vivían, la forma de solucionarlos, las estrategias para
organizarse comunitariamente y las apuestas políticas para enfrentar al gobierno.
Las condiciones económicas y políticas que se presentaban a inicios de los años setenta
conllevaron a acelerar las acciones colectivas o luchas barriales más que en todos los años del
Frente Nacional (Torres, 2013) esto se explica con las condiciones de existencia de los sectores
populares capitalinos con la irrupción y aplicación del modelo económico y laboral que
incrementó el costo de vida para los obreros bogotanos que según Torres Carrillo (2013)
aumentó un 120,7%, además para el mismo periodo es decir de 1970-1974 “los salarios y demás
ingresos de los habitantes de los barrios perdieron buena parte de su poder adquisitivo por efecto
de la inflación” (p. 180) esto determinó que las huelgas aumentaran, pero además el
esquematismo mecánico de los sindicatos frente a las condiciones económicas y la conflictividad
contra el Estado perdiera su poder de mediación y se creara una toma de conciencia a nivel
interindividual, cristalizando en el grupo y organización social (Medina, 1984).
Estas condiciones sociales y económicas de vida de los pobladores posibilitaron un contexto
“propicio para la proliferación de modalidades más beligerantes de luchas contra nuevas
situaciones o medidas gubernamentales que atentaban contra la frágil estabilidad de las
organizaciones” (Torres, 2013, p. 180). Acota además Torres que
Un hecho que debe ser considerado es que, para la década del 70, los protagonistas más
activos de la protesta urbana pertenecen a la segunda generación de migrantes. Son jóvenes que
han nacido o vivido la mayor parte de su experiencia en la ciudad, con una mentalidad más
80
“urbana”, con nuevos valores más permisivos con la acción directa (…) aunque esto es una
hipótesis que requiere profundización, considero que la experiencia acumulada en torno al cada
vez menos eficaz intercambio clientelista para resolver los problemas como la escasez o carestía
del transporte, acentuó la pérdida de credibilidad en los dirigentes tradicionales y en sus formas
de lucha. (Torres Carrillo, 2013, p. 181).
De igual manera la década de los setenta se caracterizó por el auge de los movimientos sociales,
la consolidación y el repunte del movimiento sindical a raíz de la situación económica, política y
laboral del país, asimismo se generó el ascenso de movimientos campesinos con la creación de
la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos), el fortalecimiento del movimiento
estudiantil universitario y la vitalización de sectores de la izquierda. Esta coyuntura de ascenso
de los movimientos populares favoreció un clima ideológico y el auge de algunos movimientos
armados entre los cuales se destaca el surgimiento del Movimiento 19 de abril (M-19) que nace
con el propósito de aglomerar el descontento social especialmente en las urbes bajo
presupuestos políticos revolucionarios que llevaran a la clases populares a la rebeldía frente a la
coyuntura social y económica del país.
Las luchas populares fueron más organizadas e influyentes; Según Medófilo Medina
(1978) entre 1970 y 1977 se produjeron 72 paros cívicos, estos representaron una de las mayores
formas de lucha de la época debido a que permitieron a las clases populares construir una
identidad colectiva y conciencia de clase. Estos paros cívicos aglomeraron y fueron el engranaje
de las múltiples modalidades de lucha y protesta urbana. Además estos posibilitaron la cohesión
de las demandas y las exigencias de los excluidos del sistema.
Estas acciones colectivas fueron la respuesta a los proyectos de transformación urbana
allegados de las lógicas mercantilistas del capital en la ciudad, así como de las políticas de
desarrollo del Estado, y por igual de la ineficiencia de este para solucionar las diferentes
problemáticas de una población mayoritariamente migrante y pobre, que se ubicó en las
periferias de la ciudad. Este descontento de las clases bajas así como de los sindicatos reavivaron
las demandas y reivindicaciones que estaban motivadas por la precariedad de los servicios
públicos, la relacionadas con transporte (las rutas de acceso, privatización, valor del combustible,
alza en los precios de los pasajes) los intentos de desalojo, las relacionadas con otros servicios
como escuelas y centros de salud, por otro lado están las difíciles condiciones laborales de los
trabajadores que estimularon la materialización de diferentes modalidades de protestas urbanas
81
barriales en Bogotá como: paros cívicos, bloqueos de vías, manifestaciones pacíficas, las
resistencias a los desalojos, entre otros. Esta serie de expansión cuantitativa de acciones
colectivas conllevo la decisión de la realización del paro cívico de 1977 el cual era la cúspide de
una interminable cadena de solicitudes comedidas y enérgicas al Estado. Como lo afirma Torres
(2013)
(…) el 14 de septiembre de 1977, día del primer Paro Cívico Nacional, incluso se puede
afirmar que la magnitud y beligerancia que asumió tal jornada de protesta solo puede
comprenderse por el acumulado previo de experiencias de movilización popular gestadas durante
el Frente Nacional.(…) los intereses comunes de los habitantes de los barrios populares no están
dados por una identidad en la esfera laboral, sino por el hecho de compartir experiencias comunes
en el plano del consumo colectivo (vivienda. Servicios públicos) e individual (sobrevivir en una
estructura de pobreza (p. 163).
Todo ello se expresó en la paralización total o parcial de las actividades económicas y
sociales en la ciudad, el bloqueo de vías fue una de las principales características. Sus objetivos
fueron la exigencia al gobierno de soluciones a los problemas agudos e inmediatos que afectaban
a toda la comunidad o a la mayor parte de ella, (Torres, 2013), este paro cívico contó con el
apoyo de los habitantes de los diferentes barrios populares urbanos, participaron hombres,
mujeres, niños todos en voz unánime contra la precariedad de las condiciones en las cuales
estaban inmersos exigiendo soluciones estructurales. Para ello recurrieron a las vías de hecho, a
estos actos respondieron las autoridades con represión, poniendo en marcha el “Plan tricolor”
cuyo principal objetivo era mitigar la movilización popular, una de sus primeras acciones fue
iniciar con la militarización de distintos barrios donde se afirmaba se planeaban las acciones
“subversivas”, ejemplo de ello fue el barrio Policarpa (Molano, 2014).
El PCN contó con un amplia gama de participación y apoyo de grupos sociales con
capacidad de movilización como los sindicatos de trabajadores agremiados entre estos FECODE,
la USO, la CGT y el Partido Comunista Colombiano( PCC), coaliciones de fuerzas de izquierda
como el MOIR (Movimiento Obrero Independiente Revolucionario), la ANAPO, PCC-Marxista-
Leninista (ML), el Movimiento Camilista ML, asimismo “las fuerzas guerrilleras FARC, ELN,
EPL, M-19, Autodefensa Obrera ADO, Comando Urbano PLA, Frente Revolucionario de
Unidad Popular FRUP, manifestaron su respaldo a la lucha popular y sus respectivas estructuras
urbanas, bastante reducidas en esa época, salvo las del M-19, se vincularon activamente a la
jornada” (Molano, 2014, p. 132)
82
Esta gran movilización determinó la ruptura de la creencia y sumisión de las clases
populares a las clases hegemónicas y tradicionales, y asumieron que los problemas de las clases
populares ya no se podían solucionar con la intervención desde los salones de gobierno. Esta
ruptura fue un encuentro con una dinámica cultural radical de agrupación y con las diferentes
corrientes de la izquierda, las cuales difundían sus ideales y organizaban las acciones en los
barrios populares. En este sentido se fue gestando un ambiente de lucha y confrontación en la
conciencia colectiva de muchos barrios del suroriente de la ciudad, los cuales al culminar el paro
mantenían sus formas de organización expresadas en los comités cívicos y barriales, que
conservaban en continuidad, principios y fines una estructura organizativa (Molano, El Paro
Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977 en Bogotá Las clases subalternas contra el modelo
hegemónico de ciudad, 2014).
Este PCN (Paro Cívico Nacional) logró la gestación de respuestas oficiales a cada uno de
los conflictos, las soluciones y los intereses que estaban en juego. El balance general fue desde
la perspectiva de las clases hegemónicas, considerar las acciones colectivas expresadas en el
Paro cívico como una amenaza para la estabilidad del país, por lo tanto se empezaron a
desarrollar estrategias que permitieran contener o disminuir, a través de la coerción, lo que se
denominó la “contrainsurgencia social”; para ello acudieron a distintos órganos legales que
permitieran legitimar su política con la lógica de que el movimiento social estaba influenciado
por las insurgencias armadas, y las medidas que propiciaron para controlar los brotes de las
luchas populares; fue crear con los mandos militares un marco jurídico político denominado
Estatuto de seguridad que buscaba “enfrentar la amenaza subversiva” en general (Molano,
2014). (Torres , 2013).
Según Molano (2014):
(…)Poco a poco se fue formando el consenso entre la elite empresarial para girar a una
política de “terrorismo de estado”, convirtiendo a la dirigencia social y sindical en los enemigos
internos de la democracia colombiana. En ese contexto las tesis de la represión a ultranza
contaron con vía libre al llegar a la presidencia el candidato liberal Turbay Ayala con un
programa que se basaba en tres ideas centrales , reclamadas por el bloque de clases dominantes
“la producción, la seguridad, y el empleo”. Al comienzo de su mandato, expidió el Estatuto de
Seguridad en ejercicio del artículo 121 de la Constitución Nacional, para contrarrestar el
movimiento popular. La expedición del estatuto se realiza una semana antes del aniversario del
paro cívico. (p. 139-140).
83
En ese sentido no hay que desconocer que algunas respuesta oficiales a las protestas
populares en Bogotá fueron positivas para los sectores en disputa contra el Estado, a este caso
afirma Torres Carrillo (2013), que el gobierno le dio solución al problema o se evitaron
medidas adversas en un 35%, en otros casos la solución fue la represión con negociación con un
23%, promesas de solución con un 14%, represión sin solución con un 14% y sin solución con
un 11%. Esto demostró que para los periodos a estudiar la acción colectiva organizada
“sorprendió a las elites como al mismo gobierno, ya que más de la mitad 49.9 % de las
exigencias de los comités la respuesta fue la solución misma de los problemas o sus promesas de
solución sin acción represiva contra algún manifestante” (Torres, 2013, p. 177). De Igual manera
estas soluciones vinieron acompañadas por represión y por un tratamiento diferencial e
indiferente a lo demandado y esto dependió del nivel organizativo y estructural que tuvieron
algunos movimientos después del paro, como si lo mantuvo la Central Nacional Provivienda y el
movimiento cívico del barrio Cundinamarca que aunque predominó la represión policiva, se
lograron negociar y evitar intentos de desalojo a invasiones y a casonas (Torres, 2013).
De forma que para las organizaciones y comités así como para los sindicatos y partidos
de izquierda, el balance general fue positivo. Por un lado porque la gente pensaba en la unidad
para lograr sus necesidades, por otro lado el movimiento sindical se robusteció, “ha crecido, es
una esperanza para el pueblo en general (...) Las gentes han cambiado las adhesiones a ciertas
banderas por el derecho de exigir y de imponer condiciones de vida, a las cuales tienen derecho
absoluto” (Molano,2014, p. 140).
Por igual se recuperaron más de 20 años de historia del movimiento sindical y se
evidenció que el Paro Cívico expresó un ascenso de la lucha de las masas y la radicalización en
el proceso, además se dio la oportunidad para que las tendencias de izquierda se proyectaran al
dialogo y a las articulaciones políticas para madurar el amplio respaldo popular visto en el Paro
Cívico.
Por último el Paro Cívico Nacional representó un hito porque fue concebido como una de
las principales acciones colectivas en el transcurso del siglo XX, gracias a que logró reunir
distintos actores sociales que poco a poco fueron configurando su identidad y tomaron
conciencia sobre el papel contrahegemónico que estaban desempeñando, todo ello relacionado
con un modelo de ciudad que las clases acomodadas querían implantar.
84
Una de las razones de este logro del PCN, se demuestra en que el Estado implementó el
Estatuto de seguridad, que busco acabar y fragmentar o desarticular algunos movimientos y
asociaciones desde 1978. Esto demuestra que para las clases dominantes “el desarrollo del Paro
Cívico incrementó el “pánico antisubversivo”, profundizando su mirada sobre la protesta
popular como crimen o patología social y desarrollando una estrategia de control y
normalización social basada en la represión” (Molano, 2014, p. 142)
Sin lugar a dudas la trayectoria de la protesta urbana durante los años setenta
especialmente desde 1973, representada en un acelerado aumento de acciones colectivas,
muestran las contradicciones reales de un sistema económico ajeno a nuestra realidad y de unas
políticas impropias a nuestras necesidades, durante esta trayectoria de protestas que van desde la
instauración del Frente Nacional hasta el Paro Cívico de 1977 se logró concretar un proyecto
contrahegemonico de amplios respaldos populares, con una clase urbana más participativa, la
cual tuvo un proceso de subalternidad a lo largo de la década, que fueron construyendo una
identidad propia “en pugna con el modelo de ciudad imperante y con las lógicas del capital, que
empezaba a articular un nuevo régimen de acumulación, el orden neoliberal” (Molano, 2014, p.
142).
El análisis de las formas de protesta urbana u organización barrial tiene una significación
social y política muy importante, dado que ellas representan experiencias más o menos
autónomas de confrontación con el orden urbano establecido, que se vieron expresadas en las
acciones masivas que protagonizaron los habitantes de los barrios populares en el PCN; gracias
al acumulado previo de experiencias de movilización popular gestadas en el Frente Nacional, y
profundizadas con la aplicación de los nuevos proyectos urbanos como el Piduzob.
Estas experiencias de movilización generaron para 1972 formas más organizadas y
permanentes que se expresaron en los comités barriales, que protagonizaron unas acciones
colectivas contra la construcción de la Avenida de los Cerros y que fortalecieron, desde esta
experiencia, todas las acciones reivindicativas durante el PCN .“Este tipo de acciones pueden
llegar a constituirse en un verdadero movimiento social y urbano, es decir, en prácticas
85
colectivas duraderas que resultan de las articulaciones de una coyuntura con otras” (Torres,
2013, p. 164).
Esto demuestra que se debe acentuar la mirada en las luchas y experiencias organizativas
que se desarrollaron frente a la implementación del Piduzob y especialmente en el proyecto de la
Avenida de los Cerros, ya que estas experiencias tuvieron, como lo afirma Torres Carrillo
(2013), prácticas colectivas duraderas y trasgresoras que lograron crear formación política e
identidad organizativa y que se vieron expresadas en los comités cívicos y barriales ejemplos de
los comités Pro-defensa de los cerros orientales.
Este acumulado de luchas desarrolladas en los barrios surorientales desde el Piduzob
hasta el PCN demuestran que hubo practicas organizadas y duraderas, con una base social
definida y unos intereses políticos estratégicos con un alto nivel de trasgresión del orden social
(…) como lo fue la lucha de los barrios surorientales de la ciudad contra la construcción de la
Avenida los Cerros entre los años 1972 a 1974 que contiene algunos elementos que le acercan a
un movimiento social urbano, tales como su continuidad y capacidad de incidencia política.
Lo que se plantea, es que hubo una construcción de identidad barrial y formación política
en el suroriente de la ciudad a raíz de la defensa de los cerros orientales contra el proyecto de la
Avenida de los Cerros, que permitió la consolidación en el aspecto organizativo y político de las
luchas de los habitantes del suroriente durante el paro cívico de 1977, además se realizó un
intento por rescatar la participación y la importancia de algunos actores en la conformación,
consolidación y apoyo de estas acciones colectivas como la de algunos representantes de la
iglesia católica, seguidores de las ideas del padre Camilo Torres Restrepo y de la teología de la
liberación, esta es la idea que se manejó en la culminación y conclusión de esta investigación;
porque en el caso de las acciones de desalojo estos personajes tuvieron una considerable
participación en lo que respecta al apoyo dado y de forma general en la consolidación de una
identidad barrial y política que lograse contener todas las demandas y potenciar la organización
popular urbana con una fuerte representatividad frente al Estado.
86
Este trabajo intentó rescatar desde la memoria social, la participación de un grupo de
religiosos y feligreses allegados a la parroquia de Villa Javier que fortalecieron los comités pro
defensa de los barrios surorientales, los cuales vincularon su condición religiosa con el activismo
social por las clases más desfavorecidas. Ellos fueron promoviendo un intento definitorio de un
movimiento barrial, con procesos desde la educación popular politización de los comités lo cual
permitió una nueva experiencia de clase desde la perspectiva liberadora y de unidad de las bases
cristianas o laicas. Este contacto con la comunidad les permitía vincular su labor pastoral con un
contenido político liberador.
Para la misma época (la década de 1970, incluso la década de 1980), se llevó a cabo la
iniciativa de la Administración distrital para construir la avenida en los cerros orientales de la
ciudad, sin embargo, junto a esta modernización de las vías, se propuso una política para los
tugurios de esta zona basada en reprimir, prevenir y corregir. En contra de la erradicación de las
viviendas en barrios ilegales y el desplazamiento de las familias, surgen los comités prodefensa
de la zona oriental5, que se habían organizado para la construcción comunitaria de acueductos,
escuelas, jardines, salones y vías, y que habían realizado las gestiones para la legalización de los
servicios públicos, y conformaron la Asociación de los Barrios Nororientales de Chapinero,
organización que más tarde se juntaría con la Asociación de Vecinos Pro-Ayuda Mutua de La
Casona de San Diego, cuyos miembros eran los habitantes de Paraíso, San Martín, Pardo Rubio y
Mariscal Sucre (Grupo de Estudios José Raimundo Russi, 1975, p. 164).
El profesor Alfonso Torres lo sabe y nos dice que en lo que concierne a los desalojos
desde 1973 hasta el Paro Cívico, “las prácticas que acompañan la resistencia a un desalojo. Por
una parte, generalmente hacen presencia pobladores de otros barrios, representantes de otras
organizaciones populares y, en algunos casos, personalidades políticas de la oposición o
miembros del clero. Esta presencia masiva de los pobladores y grupos solidarios va casi siempre
acompañada por otros recursos destinados a frenar la acción violenta de la policía: banderas
blancas, pabellones nacionales, cuadros religiosos, niños y mujeres en la primera fila etc.
La combinación de las anteriores tácticas generalmente exitosas evitando la desigual
confrontación con la fuerza pública (…) la lucha de los barrios por los que pasaría la avenida de
87
los cerros estuvo motivada, en gran medida por una previsiva resistencia a hipotéticos desalojos”
(p. 169).
Vamos a escuchar las voces de los protagonistas.
En la historiografía sobre los paros cívicos y las protestas urbanas desarrolladas desde la
mitad del siglo XX en Bogotá, se ha recolectado valiosa información de tipo testimonial sobre la
participación directa e indirecta en las acciones de protesta popular de dirigentes políticos y
sindicales y habitantes de los barrios populares.
En el caso de los acontecimientos que se desarrollaron especialmente durante el Paro
Cívico Nacional en la década del setenta se han escrito diversos textos entre ellos:” Un día de
septiembre, testimonios del paro cívico 1977” (1980) de Arturo Alape,” Los paros cívicos en
Colombia (1957-1977)” (1977) de Medófilo Medina, “Experiencias organizativas populares
urbanas y construcción de sujetos” (1994) de Alfonso Torres Carrillo y Mauricio Archila en
“Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958-1990” (1993), estos
escritos proporcionan “información valiosa, fuentes inéditas, reflexiones desde la experiencia
directa en los sucesos del paro y claves argumentativas sugerentes (Molano, 2014,p. 142) Estos
autores caracterizan el paro cívico nacional (PCN) acaecido en 1977 como una movilización
obrera-popular con caracteres fuertes en cohesión política e identitaria con una presencia
marcada de sindicatos y partidos de izquierda entre estos el Partido Comunista Colombiano
(PCC).
Son documentos que se orientan a una explicación histórica de los acontecimientos, el
tipo de organización y los intereses en juego, especialmente Alfonso Torres y Mauricio Archila
“analizan las protestas sociales urbanas de la década del 70 como resultado de la presencia de
nuevos grupos de izquierda, otras luchas sociales diferentes a la sindical, radicalización de
sectores de la iglesia católica, nuevas generaciones de pobladores urbanos” (Molano,2014,
p.146).Además estos dos autores analizan el fenómeno desde la configuración de identidades de
88
las organizaciones y movimientos sociales y optando por la utilización de herramientas analíticas
para comprender las luchas urbanas desde las acciones colectivas.
En este sentido este proyecto buscó escuchar los testimonios de tres personajes que
participaron en los procesos de lucha y organización barrial de Villa Javier con el propósito de
reconstruir la memoria social y aportar con sus relatos a la comprensión con mayor profundidad
sobre la incidencia que tuvieron estas luchas.
En primer lugar el profesor Mauricio Archila quien en ese momento era estudiante de
teología en la parroquia de Villa Javier y apoyó los procesos de organización y lucha barrial, y
quien al comentarle el objetivo de este proyecto quiso apoyar la labor de reconstrucción de la
memoria social, ahora se desempeña como docente e investigador en la Universidad Nacional de
Colombia. Además Carlos Lima quien era militante de un grupo de izquierda de la época,
participó en los grupos culturales de la parroquia, se declara camilista, y ha sido una de las
personas que más ha apoyado este proyecto por la cercanía que tiene con el barrio y sus
procesos, actualmente se desempeña como pintor, docente e investigador de Kaired (Kairos
Educativo) que es un centro de estudios, investigación , educación popular y teología que
propende por generar nuevos procesos y brindar herramientas pedagógicas a los sectores
populares; también el Padre Gonzalo Amaya que en ese momento se desempeñaba como párroco
de la iglesia y gestionó y apoyó los procesos organizativos y al conocer el objetivo de este
trabajo quiso brindar su testimonio como prueba de la labor que se realizó durante la década de
los setenta, en el presente se encuentra jubilado y descansa en su hogar.
Este texto tiene como finalidad reconstruir la memoria social del barrio Villa Javier en la
década de los setenta a través de los tres testimonios de los protagonistas a partir de un hecho
sustancial la propuesta del PIDUZOB (Programa de Desarrollo Integral de la Zona Oriente de
Bogotá) que buscaba realizar una renovación urbana en el sur de la ciudad, y contenía en su
proyección la construcción de una gran avenida que atravesaría los cerros orientales; el plan
tenía la intención de fomentar la industria de las constructoras en el país y por tanto generar un
repunte de la economía capitalina, además se proyectaba en sentar un precedente en la
renovación urbana latinoamericana. En este sentido Mauricio Archila afirma “ese proyecto (el
Piduzob) fue entregado como la mayor solución para la zona suroriental de la ciudad, en la cual
todos y cada uno de los habitantes iba ser beneficiario de semejante obra que buscaba el
89
“progreso” de ese sector; sin embargo; en esa época yo estudiaba teología y sabia cuáles eran las
condiciones del barrio y eso solo significaba una cosa: una excusa para invadir y desalojar a los
habitantes , lo cual planteaba una etapa de reflexión y propuesta para enfrentar a la clase
dominante”. A partir de la notificación a la comunidad sobre el nuevo proyecto solo se les
mencionó los beneficios: mayor conexión para la ciudad, proyectos de salud, educación,
comunitarios y sociales pero nunca se contó con su opinión y aprobación para dicho proyecto
porque ello implicaba despojarlos de su espacio y su territorio para dar paso a una obra que
intentaba beneficiar a las clases hegemónicas y favorecer el desarrollo industrial; al respecto el
Padre Amaya reitera que “ Ese proyecto ilusionó a mucha gente porque creían que los iba a
beneficiar de muchas maneras, pero cuando empezaron a llegar los del IDU y dijeron que o
salían por las buenas o empezaban con el desalojo la gente se sintió traicionada porque era el
único patrimonio que tenían y eso eran sus casas”. A partir de allí se inició un proceso de
búsqueda de respuestas y soluciones para este nuevo proyecto que amenazaba con despojarlos de
lo único que tenían, un lugar donde sobrevivir en medio de las adversidades de la ciudad para lo
cual Carlos Lima asevera “En el proceso de organización, la iglesia desempeñó un papel muy
importante porque entraba a mediar con la comunidad sobre la mejor manera de resistir a los
desalojos, fue entonces cuando se empezaron a conformar comités barriales pro-defensa de Villa
Javier y en general de ese sector de la ciudad”.
Gracias a sus narraciones se pudo establecer que el aliciente para iniciar las luchas
barriales y de forma más específica en Villa Javier, fue la creación y la posterior implementación
del PIDUZOB (Programa de Desarrollo Integral de la Zona Oriente de Bogotá); a partir de allí se
iniciaron procesos organizativos populares urbanos, los cuales estaban influenciados por la
Teología de la Liberación que era la abanderada de la parroquia de Villa Javier, debido a que
representaba un cambio radical en la percepción que se tenía de la labor de la iglesia, es decir, se
pasó de contemplar las complejas condiciones en las que habitaban las personas del suroriente de
la ciudad a realizar acciones concretas a través de las organización de las comunidades de base
como respuesta a la desigualdad y la pobreza que se presentaba en las Zona Oriental de Bogotá.
Y que en el caso de los procesos organizativos frente a la ejecución del Piduzob y la defensa
mismas de los Cerros Orientales, se presentó una importante participación de una serie de
90
religiosos: seminaristas y sacerdotes miembros de la parroquia de Villa Javier; que apoyaron e
impulsaron a los grupos de defensa, con un trabajo pastoral y educativo frente a las acciones
establecidas por parte de la administración distrital y del capital inmobiliario.
En este sentido el profesor Mauricio Archila afirma que “se estaba iniciando un proceso de
formación política el cual animó las vidas de los colectivos a través de las reflexiones bíblicas y
que bajo el evangelio diversas comunidades comenzaron a descubrirse como sujetos con
dignidad, con capacidad de exigir sus derechos y de direccionar su propio destino”. Gracias a
este testimonio se podría afirmar que las comunidades comenzaron a sentirse como un actor
colectivo con una concepción de lo político en construcción, con discursos y prácticas propias
de su identidad, es decir, típicos del sentir arraigado del nuevo ethos campesino que describe
Fals Borda, que en circunstancias hostiles y cambiantes, la mirada abstracta de la comunidad y el
sentido de unidad aflora con rostros propios y con la naturalidad de la cultura campesina. Una
comunidad desafiante y con conciencia ciudadana que se articuló con otras para defender su
territorio.
A partir de allí la Educación Popular y la Teología de la liberación se articularon con los
proyectos de los sectores populares, los cuales en palabras de Archila “buscaban brindar una
alternativa real y concreta frente a dos acontecimientos en particular: la implementación del
Piduzob con todas las consecuencias que ello conllevaba y la necesidad de presentar proyectos y
alternativas aunque fueran utópicas, a la difícil realidad que vivían los habitantes del barrio, lo
cual implicaba una formación política somera pero contundente que les permitiera tomar
conciencia de su realidad.
Lo popular y lo comunitario son empleados en los discursos y las ideas de conformación de las
organizaciones, gracias a que los trabajos de los religiosos con la comunidad, de acuerdo a
Carlos Lima “ se promovieron Escuelas de Formación y Promoción Comunitaria en muchos de
los barrios del suroriente de la ciudad para fomentar la concientización y la posterior necesidad
de organizarse en los comités cívicos pro-defensa; que en el caso de las luchas contra el Piduzob
fueron importantes”.
La situación que vivía la zona oriente de Bogotá se empezó a hacer más visible no solo en
la ciudad sino en algunas partes del país fue así como de acuerdo al padre Amaya “En la
91
parroquia nos sorprendimos al recibir cartas en las cuales expresaban su apoyo con nuestra labor
y nuestra lucha distintas organizaciones que para nosotros parecían tan lejanas” al respecto
Carlos Lima recuerda que “ incluso algunas organizaciones con tintes políticos estaban
interesadas en nuestro proceso que aunque emergente representaba un hito en la lucha popular y
barrial, además en esos años algunos muchachos pertenecían al movimiento estudiantil que
estaba en proceso de consolidación y se encargaban de informar la situación que estábamos
viviendo”.
Las narraciones de los protagonistas permiten inferir lo importante que fue para ellos y
los comités pro-defensa del barrio recibir el apoyo de organizaciones como la Asociación
Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) que se encontraba en auge en las zonas rurales del
país, además de diversos sindicatos y del movimiento estudiantil.
En 1973 la lucha por la defensa de los barrios se vio amenazada porque se produjo un
cambio en la administración de la alcaldía e ingresó Fernando de Soto y declaro que los comités
Pro-defensa eran “aparatos dirigidos por la subversión”, a lo cual Archila alude “ con esa
declaración la parroquia y todos los que pertenecíamos a ella y realizábamos labores en el barrio
vimos nuestro accionar amenazado, porque algunos habitantes nos relacionaron con grupos
subversivos, y ello tuvo consecuencias graves porque en primer lugar mucha gente se empezó a
cuestionar su labor y en segundo lugar se logró fragmentar a través de la represión a las nacientes
organizaciones populares barriales urbanas, que finalmente era el principal objetivo de la
administración. En este momento los Comités comienzan a perder fuerza debido a la represión y
por la división naciente entre las fracciones de izquierda que estaban apoyándolas, además el
Alcalde estimulo la creación de las Juntas Comunales de Centro-Oriente en mayo de 1973 y en
esta dinámica opresiva y de confusión, la administración comenzó a ejercer presión sobre las
comunidades, haciéndole llamados de desalojos y amedrentamiento.
Asimismo Carlos Lima quien era integrante de los comités pro-defensa y apoyaba de
manera activa la labor de la parroquia de Villa Javier afirma “nosotros nos sentimos en ese
momento señalados y estigmatizados, y nos tocó buscar formas de reivindicar la labor que
estábamos haciendo a favor de la defensa de los barrios, fue así como se empezaron jornadas
informativas que buscaron fortalecer la unidad de los comités y darle un sentido más político y
social a nuestras luchas”. Estos procesos se empiezan a difundir en los demás barrios de la zona
92
oriente de Bogotá a pesar de las disputas internas y se promueven encuentros y manifestaciones
en las plazas públicas de los barrios. Al respecto Alfonso Torres (2003) afirma que:
El punto culminante de este auge de los comités estuvo en el entierro simbólico de la
avenida realizado por los habitantes de Vitelma el 6 de julio en el teatro de Villa Javier, luego de
una nutrida marcha entre los dos barrios. En un pequeño ataúd, cientos de los habitantes
notificados depositaron las cartas enviadas por el IDU. El impacto público y el ánimo de lucha
son grandes y aprueban realizar una oposición “radical” a la avenida y un rechazo a la
negociación individual. (p. 193).
En resumen a pesar de los inconvenientes y la oposición para finales de 1973 se ven
fortalecidos los Comités con la creación de la Unión de Comités Pro-defensa los cuales
empezaron a organizar reuniones entre los representantes de los barrios con la participación de
militantes de la ANAPO ( Alianza Nacional Popular), el PCC ( Partido Comunista Colombiano),
algunos sectores del liberalismo y grupos de izquierda como el ELN estos últimos, inician una
crítica al partido liberal y al PCC “Por su estilo oportunista, al tratar de captar el descontento
popular para su propio fortalecimiento, lo que a largo plazo los obliga a retirarse de los comités,
arrastrando tras de sí a los habitantes sobre los cuales habían logrado influencia” (Torres, 2013,
p. 187).
El profesor Archila acota que “durante todo el proceso de los comités Pro-defensa, los
religiosos jugaron un papel importante, ya que con las pretensiones de la organización y la
unidad en la diversidad de la propuesta Camilista, se buscó que estos recuperaran sus
pretensiones comunitarias”, este llamado a la unidad dirigido a los Comités de los 31 barrios
afectados logró que se firmara una carta conjunta donde se sintetizaban los verdaderos motivos
de lucha y los peligros reales de la avenida , estos hechos demuestran que a pesar de los hechos
ocurridos en Villa Javier la organización popular se mantuvo con un objetivo específico y era
lograr concienciar a los pobladores sobre las intenciones que tenían las clases hegemónicas de la
ciudad al proponer e implementar el PIDUZOB.
De igual forma los grupos de religiosos comprometidos con el cambio social que basaban
su accionar en la Teología de la Liberación como una opción real y concreta por los pobres;
acompañaron e impulsaron experiencias organizativas y educativas populares en los barrios del
suroriente no solo se enfocaron en Villa Javier. La consolidación de estas experiencias
organizativas barriales tuvo relación directa con la aplicación de algunas corrientes alternativas
surgidas en el campo educativo, como por ejemplo las inspiradas en los trabajos de Paulo Freire
93
que como lo afirma el padre Amaya“ Hablar de Educación popular necesariamente traía a
acotación a Paulo Freire y su protesta de abolir la educación bancaria y emplear una educación
más adecuada al contexto de cada persona, y Villa Javier era el escenario ideal para emplearla
por lo que en ese momento, esa época representó un cambio radical en las concepciones que se
tenían de educación porque implicaba que la personas tomaran conciencia de su realidad y de
alguna manera se empezó a hacer formación política”.
Ante esta situación y para demostrar su compromiso con la comunidad y los barrios de la
zona suroriental de Bogotá a finales de 1973,se empezaron a realizar reuniones periódicas de
carácter informativo con el propósito de compartir y resaltar la experiencia que se estaba
realizando a lo cual el profesor Archila relata que “sacerdotes y seminaristas jesuitas decidimos
irnos a vivir al barrio para compartir las condiciones reales de vida de la comunidad, mejorar las
relaciones y fortalecer el trabajo con la comunidad y eso implicaba apropiarse del contexto de
dificultad” fue así se fueron a vivir al barrio Pardo Rubio para lograr con otros compañeros
religiosos una mayor integración en todo el cinturón oriental tal como lo afirma “ la idea era
apoyar a la gente en sus formas organizativas y en la lucha por la vivienda”.
Sin embargo la parroquia desempeñaba un papel pasivo frente a algunas actividades de la
comunidad, quizás como una estrategia para no afectar las relaciones con la arquidiócesis de
Bogotá que para finales de 1972 iba a convertir el Centro Pastoral en la parroquia que es hoy,
aun así de acuerdo a las narraciones de Carlos Lima “La parroquia trato de seguir las pautas que
se establecieron en la asamblea episcopal del 68 para llevar una relación cordial con la
arquidiócesis de Bogotá y fue así como en el 73 se erigió la parroquia y se asignaron varias
funciones entre ellas fomentar por todos los medios el sentido comunitario” en este sentido se
realiza un llamado pastoral por un compromiso cristiano que implique cambiar las condiciones
materiales de existencia de la comunidad.
Para ello concuerdan Carlos Lima y Mauricio Archila que se propuso el MEC- Método de
Educación Comunitaria “que venía realizando el Grupo Golconda y que se basaba en el
conocimiento de la realidad en primer lugar para después llegar a enfrentarlos con el
conocimiento académico”, para ello se emplearon diarios de Campo que eran realizados tanto
por los religiosos como por los participantes de los comités barriales. Esta estrategia educativa
además tenía la intención de “ver cuáles eran las percepciones de la comunidad frente a la
94
realidad, las soluciones posibles y los interrogantes que salían de la misma además apunta el
profesor Archila que “el método permitía la crítica y la autocrítica como procedimiento para
superar los errores en la estructura organizativa de los comités”.
El trabajo desarrollado en Villa Javier en la década de los setenta de acuerdo a Carlos
Lima, se efectuó bajo las apuestas del Concilio Vaticano y de la CELAM en 1968 “con una
visión y principios de acción pastoral por los pobres, buscando relacionarse de forma más
directa con la comunidad, para ello se emplearon organizaciones muy similares a las
Comunidades Eclesiales de Bases –CEB´S- y se buscó vincular a los jóvenes de una mejor
manera a estos procesos artísticos”.
Sin lugar a dudas los relatos de las voces de Villa Javier coinciden en que 1973 fue uno
de los años más activos en todo el proceso de construcción de organización popular, porque se
planearon distintas acciones y se reflexionó sobre los problemas generales de los barrios de
forma mancomunada, pensando en el colectivo y desarrollando la efectiva labor de hacer la
retroalimentación necesaria de su accionar. Este accionar continuo hasta mediados de 1977 que
fue cuando se evidenció de una mayor y mejor manera en el paro cívico nacional que tuvo lugar
en el mes de septiembre, la hipótesis que se plantea en este trabajo de grado es que la
historiografía no se ha ocupado de resaltar la importancia que tuvieron los trabajos pastorales,
educativos y de formación política realizados por los sacerdotes y estudiantes de la parroquia de
Villa Javier entre los años de 1970 y el 1976 ya que como se reseñó con anterioridad, lograron
formar, apoyar y obtener la confianza de los habitantes de los barrios del suroriente, animando la
construcción de un proceso organizativo popular urbano amplio, con perspectiva y continuidad ,
que contribuyó a que el Paro Cívico Nacional tuviera la envergadura que se evidenció en la
movilización masiva de diversos sectores: sindicatos, movimiento estudiantil, comités pro-
defensa, entre otros gracias a la formación de cuadros, comunidades cristianas de base y
organizaciones juveniles durante la defensa de los cerros por la implementación del PIDUZOB.
El Profesor Mauricio Archila acota que” hubo desde la parroquia un esfuerzo por
silenciar a los que participaron en las dinámicas de acompañamiento en los Comités y en las
jornadas de desalojos; porque se había descubierto que algunos sacerdotes estaban militando
clandestinamente con algunas facciones de la guerrilla”. Además algunos sacerdotes tuvieron
una vinculación política con algunos grupos clandestinos y de acuerdo al testimonio del padre
95
Amaya eso” generaba cierta preocupación en la jerarquía de los jesuitas y en general en la
parroquia, debido a que algunos asumían la lucha armada como necesaria y ello se enmarcaba
en el camino de Camilo Torres y era una forma de justificarlo. A lo cual Carlos Lima
complementa que “hubo una presión de la iglesia católica para que los sacerdotes del grupo no
entraran en esas reflexiones políticas porque podían caer en un proceso que ya era creciente y era
el abandono de la iglesia”, todos estos testimonios se encuentran en varios audios y diarios de
campo que se realizaron a lo largo del trabajo.
En este sentido complementan su relato y declaran que en un intento por detener los
trabajos que el grupo pastoral estaba desempeñando, a muchos de los jesuitas los trasladaban o
los enviaban a hacer los dos años de magisterio en colegios que exigía la congregación, la idea
era dispersarlos (…) afirma Archila “y cuando me iban a mandar a la costa me salí de cura (…)
,además habían unas sardinas muy lindas en los 70 y así el celibato era muy difícil”
complementa diciendo que “la mayoría de nosotros, en el proceso político en los barrios, se iba
perdiendo la fe de “carbonero” y el marxismo venía a convencernos de esto”. Además expresa
que” era posible que la radicalización de algunos jóvenes jesuitas fuera mal asumida”.
El profesor Mauricio Archila recordó su experiencia junto a Mario Calderón quien por su
disponibilidad de tiempo no fue posible obtener su testimonio pero vale la pena resaltar que se ha
esforzado por relatar lo que ocurrió en los años setenta a través de distintos trabajos, pero quien
también fue compañero del profesor Mauricio Archila en la convulsionada década de los setenta
y este con nostalgia relato que “Mario no era un tipo radical, era un bacán” era disidente y
crítico; le gustaba que le llamará el cura del oriente porqué asumía que “El sol Nunca saldrá por
el norte” y es desde el oriente donde se renueva la vida cada día. Además recuerda que Mario
Calderón afirmaba que: “La defensa de la Avenida de los Cerros era más que la defensa de las
casas era un acto de renacimiento de la conciencia de los excluidos por organizarse y aprender a
luchar. La defensa de los Cerros fue una escuela en donde la gente aprendió a luchar en
comunidad. Menciona que “La imagen de Camilo era muy fuerte en los jóvenes jesuitas durante
los setenta y eso era muy simbólico y los llenaba de vigorosidad a seguir luchando”.
El padre Camilo Torres fue un referente de lucha y un aliciente para cambiar las
condiciones de vida de miles de familias pero para la iglesia representaba la disidencia y en este
sentido el padre Amaya recuerda que “Hablar de Camilo Torres representaba la admiración por
96
la lucha y la perseverancia que él tuvo en todos los aspectos de su vida , hablar de él en esa época
para los jóvenes era lo que hoy representa para los jóvenes hablar del Che Guevara, Camilo era
un motivo más para creer que un país diferente era posible, pero en la iglesia y en las
instituciones eclesiales siempre se trató de opacar su accionar por su disidencia hacia la
guerrilla” , sin lugar a dudas la década de los setenta se convierte en referente de las luchas
barriales y las acciones colectivas que fueron posibles gracias a la organización y a la emergente
formación política que se le estaba brindando a sus habitantes así como lo menciona Carlos Lima
“ La toma de conciencia no se daba solo a través de clases o charlas magistrales ello tenía un
trasfondo mucho más didáctico y era utilizar el arte y de manera más específica las actividades
culturales como herramienta para promover la unión y la lucha por su territorio ,lástima que Villa
Javier aún se encuentre en el olvido son pocas las personas que conocen y reconocen el esfuerzo
que muchos hicimos para evitar el desalojo de muchas familias”
El caso de Villa Javier es un referente obligado para hablar acerca de la acción colectiva y
la eficacia de la Teología de la Liberación , fue así como el trabajo realizado por esos seguidores
de la Teología de la Liberación y del padre Camilo Torres en Villa Javier logró crear comunidad,
unidad e identidad en las organizaciones barriales del suroriente y a pesar de la persecución a los
movimientos pastorales barriales, estos dejaron sus semillas sembradas en el corazón de muchas
familias a quienes defendieron y apoyaron.
97
CAPÍTULO 3. PROPUESTA PEDAGÓGICA Y DE INTERVENCIÓN
EDUCATIVA.
Una propuesta pedagógica en Colombia, que aspira o se encamina a entender, analizar y
comprender -bajo las reflexiones de las ciencias sociales- la realidad social, política y económica
de las comunidades que en el presente aún viven y enfrentan las dinámicas sociales e históricas
siempre ambiguas del conflicto armado, debe ser capaz de responder a esa realidad con una
¨pedagogía respondiente¨, la cual genere en los sujetos reflexiones responsables de su condición
histórica y asuman como seres conscientes la necesidad de lograr una construcción colectiva de
sus significados de vida, sus experiencias personales-colectivas y sus memorias, con la intención
de que estas sirvan como dispositivos que lleven a las transformaciones sociales en propio
beneficio.
Bajo esta razón, la propuesta formativa se enfocó en considerar los elementos sobre la
comprensión, el análisis de la realidad y el contexto social de los sujetos excluidos o bajo
condiciones de inequidad. Asimismo buscó adquirir un compromiso con la justicia social,
considerando que la práctica educativa debe atender las desigualdades sociales y pedagógicas de
los sujetos que en este caso, han sido olvidados por la historia, la cual ha desarrollado
mecanismos de ocultamiento forzado de la misma realidad de los sujetos y se ha alentado por
demostrar esa realidad como dada, que no cambia y que no se transforma –porque así nacieron o
porque así les tocó-.
En este sentido, todos los planteamientos teóricos que se entretejen y subyacen desde el
campo pedagógico y en esencia, las puestas en práctica de los saberes educativos se ajustaron por
un lado, a las mismas dinámicas que imprimieron los objetivos iniciales de la propuesta
investigativa en su carácter formador y por otro lado, fundamentalmente como planteamiento
educativo, que estuvo condicionado por el contexto donde se ejecutó la propuesta pedagógica.
De igual forma los planteamientos educativos o las prácticas que se desprenden de las
reflexiones pedagógicas giraron alrededor de un contexto menos institucionalizado como el
barrio, asumiéndolo como un lugar donde los saberes que se adquieren reflexivamente en el
98
contexto escolar toman su verdadera relevancia práctica para los principales sujetos de la
educación, ya que es allí donde se piensan la vida en colectivo.
Por lo tanto la práctica pedagógica procuró involucrar a todos los sujetos, es decir, no
solo a los estudiantes, sino también a sus padres; entendiendo que la misma existencia social de
los estudiantes expresada en la escuela es la misma cotidianidad que viven sus padres en el
barrio, entorno que figurativamente se expresa en actitudes mentales de sumisión al contexto
mismo, lleno de exclusión, inequidad, violencia, fraccionamiento de los lazos afectivos,
desamparo estatal, falta de derechos , violaciones de los mismos, entre otros.
En el contexto histórico actual colombiano hay un desafío enorme para los maestros -
aunque hay muchos que lo hacen- y está relacionado en cómo pensarse y poner en práctica -bajo
mecanismos propios de su formación- acciones que traslapen la práctica del aula al contexto
inmediato como los Barrios, y cómo lograr involucrar a las familias y el entorno en escenarios
que posibiliten mejorar las capacidades reflexivas o críticas de los sujetos de su realidad
compartida muchas veces problemática.
De esta forma las apuestas teóricas y prácticas surgidas de reflexiones pedagógicas deben
estar sujetas a las realidades del entorno donde se intenta desempeñar una labor educativa, por
otro lado es pertinente hacerle pensar a la escuela que ella no tiene el derecho de ocupar
celosamente las vidas de los estudiantes en sus aulas y que el barrio (sus calles, parques, lugares
de ocio) son lugares de aprendizaje, donde los saberes que ella proporciona toman relevancia.
Por estas razones es necesario valorar el espacio barrial como ese lugar donde los maestros,
jóvenes y padres de familia entretejen, aprenden, cooperan y fomentan las reflexiones sobre su
existencia vital, asimismo de sus significados y sus memorias compartidas.
Es una propuesta eminentemente participativa que intentó desarrollar una metodología
que permitiera una recuperación crítica y una devolución sistemática del conocimiento social e
histórico adquirido con la gente, en la cual el contexto y los sujetos nos brindaron información
relevante; nosotros junto con ellos la analizamos y reflexivamente la devolvimos, agradeciendo
de antemano lo que aprendimos y posibilitando propuestas de cambio y transformación de la
realidad. (Fals Borda, 1997). Es de hecho un compromiso por la transformación, un
enamoramiento con la comunidad, con sus intereses, sus necesidades y sus preocupaciones.
99
En relación a estas reflexiones iniciales, la propuesta pedagógica abordó algunos
objetivos, contenidos y bases pedagógicas claves para situar y poner en dialogo el discurso
teórico con la práctica educativa que desarrollamos en espacios tan conflictivos como los barrios
populares. Asimismo esta propuesta abordó las problemáticas históricas de larga duración de los
barrios, por lo tanto se intentó subrayar el carácter de la historicidad de las complejas formas
barriales de identidad y de organización social por medio de la realización de trabajos de
reconstrucción de la memoria social.
Bases teóricas y pedagógicas que sustentan la propuesta pedagógica.
La práctica pedagógica posee unos elementos que se relacionan con el ¨Hacer¨, en tanto
que es un ejercicio que está arraigado en el ¨aprender haciendo¨, desde un trabajo cooperativo y
participativo, que depende de la disposición proactiva de los sujetos -estudiantes, padres de
familia, organizaciones entre otros.- y del mismo docente, que desde un saber disciplinar siempre
autoreflexivo, busque entender y transformar la realidad social y no solo eso, también los
aspectos relacionados con lo relacional, actitudinal y lo cognitivo (Freire,1998). Por otro lado la
práctica pedagógica, debe valorar la participación activa de los sujetos en su tarea de relacionar
los saberes con su entorno sociocultural y con la sociedad que los rodea, es decir, procurar que
los saberes siempre estén en función del entorno social de los sujetos
Asimismo la propuesta pedagógica y su apuesta práctica tienen una dimensión política y
liberadora, que en este caso, se orienta en visibilizar las memorias sociales de los sujetos
socialmente excluidos por la historia, la cual no ha de reconocer ni sus imaginarios colectivos ni
sus significados, ya que se ha adueñado arbitrariamente de la palabra y con autoridad presupone
lo que se debe saber y ocultar. Bajo esta mirada, la propuesta pedagógica se enfocó en retomar
los aportes de Paulo Freire en relación a su apuesta por una práctica educativa que procure por
conocer las mismas experiencias vividas por los sujetos en colectivo, como centro para la
reflexión de lo pedagógico y lo político, además de la invitación de pensar en una educación
problematizadora como alternativa a la educación vertical o bancaria.
Freire desde sus dos desarrollos teóricos más interesantes: La educación como práctica
de la libertad (1971) y Pedagogía del Oprimido (1970), nos infunde la idea de realizar una
100
reconstrucción crítica del mundo, de asumir con coraje el derecho de utilizar las palabras
con la acción, es decir llenar de significado el discurso, el cual pueda ser dinámico y con un
nuevo lenguaje directo frente a la realidad. Además nos invita a utilizar la palabra bajo un
dialogo de auténtico reconocimiento del otro y de sí mismo, de asumir conscientemente la
dirección de la vida y buscando siempre ser libre. Por otro lado nos demuestra que una práctica
pedagógica verdadera trae a la conciencia las contradicciones estructurales del mundo y del
mismo sistema, y acota que esta práctica educativa debe potenciar en los sujetos los anhelos de
liberación de su conciencia, en concordancia a esto Freire (2005) afirma:
En un régimen de dominación de conciencias, en que los que más trabajan menos pueden
decir su palabra (…) los dominadores mantienen el monopolio de la palabra, con que mistifican,
masifican y dominan. En esa situación, los dominados, para decir su palabra, tienen que luchar
para tomarla. Aprender a tomarla de los que la retienen y niegan a los demás, es un difícil pero
imprescindible aprendizaje: es “la pedagogía del oprimido (p.65).
De ahí la necesidad de que el sujeto oprimido tome conciencia de su realidad y enarbole
las banderas de liberación, la cual en sí misma es una conquista y una búsqueda permanente.
Superar tal situación de opresión o dominación implica la liberación, que es en palabras de
Freire un “parto” y es doloroso, pero que “el hombre que nace de él es un hombre nuevo, que
sólo es viable en y por la superación de la contradicción opresores-oprimidos que, en última
instancia, es la liberación de todos” (Freire, 2005, p. 29).
Por otro parte Freire (2009) expresa que el punto de partida de la práctica educativa está
en el contexto cultural, ideológico y social de los educandos, aunque esté deshecho o con
dificultades, la tarea del educador es rehacerlo en cooperación. El punto objetivo de la necesidad
esta en lograr despojar a los sujetos de la cultura del silencio, darles voz y la palabra para que
salgan de la ignorancia impuesta por las clases dominantes y por el saber atornillado que se
implanta como verdadero y valido.
De esta forma se hace necesaria una propuesta y práctica pedagogica crítica que de cuenta
de la realidad, que esté basada en concienciar a las masas excluidas, de apoyar la constitución de
una sociedad en condiciones de dignidad, las cuales consideren los valores y los derechos como
una reflexión histórica y contextual, que sea autoreflexiva es decir que:
No se asuma como una vanguardia paternalista, no como una idea revolucionaria que
llega hacia las masas, sino como una solidaridad crítica con los pobres en su camino hacia la
101
liberación (…) es llevar a cabo una práctica educativa popular desde la perspectiva de la
Pedagogia de la liberación” (Vásquez, 2006, p. 331).
Por otro lado, las bases teóricas y metodológicas que propone la Educación Popular
permiten entender las necesidades de los sujetos y se enfocan en la idea de transformar al sujeto
a partir de un proceso de educación contextual, en la cual este asuma las condiciones para
descubrirse y conquistarse reflexivamente, como timonel de su propio destino histórico.
Además resalta la visión de entender a los sujetos siempre en relación a su contexto
social, en este caso el Barrio. Igualmente proporciona la guía para la utilización de elementos de
intervención educativa, como los diálogos de saberes, el diálogo intercultural, las técnicas
participativas y activas para la construcción colectiva de conocimiento, es decir, se enfoca en la
labor práctica que ocupa esta reflexión por la construcción de saberes.
En este sentido la educación popular ( En adelante denominada EP) es “una práctica pedagógica
emancipadora orientada hacia el fortalecimiento de los sujetos, espacios y luchas gestados desde
los sectores subalternos de la sociedad” (Torres,1993, p. 17) ,es una corriente educativa que se
guía por el compromiso rotundo con los sectores más humildes, marginados y explotados; por lo
tanto, la mayoría de sus prácticas emancipadoras se desarrollan desde comunidades campesinas,
indígenas y obreras; además se considera como una educación propia y protagonizada por los
propios sujetos que buscan una transformación desde su cotidianidad.
Principalmente la EP apunta a desarrollar un intercambio de saberes de manera
bidireccional, en términos de Freire (2005) conlleva a una educación más democrática y
cooperativa a diferencia de los métodos tradicionales de educación mercantil que dejan de lado el
pensamiento crítico, y direccionan su método de enseñanza afianzados siempre en los elementos
tradicionales como el salón de clase, asumiendo un plan de estudios que no concibe el contexto y
la realidad misma del educando.
En la EP se perciben a las y a los participantes como personas potencialmente proactivas,
capaces de asumir la transformación de la condición social que los rodea; ayuda a los sujetos a
definir sus propios problemas, a aplicar las lecciones de los éxitos y los fracasos a sus propias
situaciones, y permite a ellos y a ellas aprender a reflexionar e interpretar críticamente sus
propias formas de vida, por lo tanto proporciona elementos de partida y de llegada desde la
102
realidad, para reflexionarla, entenderla y volver a ella. La EP realiza una lectura crítica del papel
funcional de la educación, busca agitar la subjetividad de los sujetos: su conciencia y sentidos de
vida, asume el trabajo práctico como base de la construcción colectiva de los saberes y el
proceso de enseñanza-aprendizaje como compromiso transformador hacia los sujetos,
entendiendo sus luchas, resistencia y sus procesos asociativos. (Torres, 1993).
De esta forma la práctica educativa se inscribió con base en un modelo pedagógico crítico
que permite hacer un análisis reflexivo educativo, tanto en escenarios escolares como barriales y
a partir de los contextos sociales de los estudiantes. Desde esta posición la pedagogía crítica de
manera general, se convierte en una teoría relevante para esta apuesta, ya que ayuda a pensarse
desde el lugar de la enseñanza y el aprendizaje, las categorías para caracterizar esta sociedad
opresiva y brinda herramientas para buscar nuevas y mejores alternativas, que permitan una
sociedad, una educación y una escuela distintas. Además “la pedagogía critica proporciona una
dirección histórica, cultural, política y ética para los involucrados en la educación que aún se
atreven a tener esperanza” (McLaren, 1984, p. 46).
Por otro lado, la teoría estructural que sustenta la pedagogía critica parte de la idea de que
las ideologías inmersas en la educación actual son de una u otra forma una introducción de la
clase dominante, la cual usa esta ideología para llevar a cabo y cumplir con cada uno de sus
intereses. De esta forma los principios en que se basa la pedagogía crítica tienen su origen en los
análisis de la Escuela de Frankfurt y la Teoría Critica los cuales comprendieron que al igual que
la sociedad, la escuela es un sistema homogenizado y normalizado.
De igual manera la Pedagogía Crítica y la EP, asumen que se debe llevar a la práctica un
proyecto de escuela liberadora la cual genere un lenguaje de resistencia frente a las injusticas
evidenciadas en la cotidianidad. Por ello, esta propuesta intentó unir los discursos críticos, la
teoría y la acción social en búsqueda de la liberación a través de una transformación desde el
campo educativo. (McLaren, 1984).
Del mismo modo la pedagogía crítica tiene como principio fundamental impulsar
procesos en pro de erradicar el pensamiento siempre positivo a los que han estado sujetos
algunos maestros, los cuales siguen asumiendo la idea de que las escuelas son tan solo centros de
transmisión de conocimientos; es decir de difusión de conceptos mecánicos. La intención de la
103
propuesta se basó en intentar transgredir el trasfondo ideológico reproductivo del sistema
capitalista en la sociedad y especialmente en la escuela, a partir de un nuevo discurso crítico y
con un lenguaje contestatario. La propuesta pedagógica se diseñó teniendo como base la
pregunta formativa sobre ¿cuál es la relación que existe entre lo que hacemos en el salón de
clases y nuestro esfuerzo por construir una sociedad mejor?” (McLaren, 2005).
De otro lado la pedagogía es un campo de lucha y de acción social que permite definir la
posición y determinaciones de los sujetos en el aula y en contextos como los barrios. Además es
una reflexión social de la situación actual, pero para llegar a esa reflexión es fundamental la
comprensión de los fenómenos políticos, históricos, culturales y las relaciones de poder que se
entretejen dentro de una sociedad mediada por las reglas del mercado.
Bajo estas razones se tomó como base la educación popular y la pedagogía critica como
fundamento de la propuesta pedagógica, ya que guardan estrecha relación con el principal
objetivo de esta, es decir, se desarrollaron estrategias que permitieran activar en los sujetos
reflexiones y análisis críticos acerca de la cotidianidad barrial, de su misma experiencia en
comunidad y cómo se podía potenciar en los sujetos compromisos colectivos que les permitieran
afianzar sus prácticas liberadoras y de transformación de la realidad, teniendo como punto de
anclaje la idea del autoreconocimiento social, histórico y espacial de los sujetos que conviven en
el barrio.
De igual modo la intención de los objetivos de la propuesta fue asumir que el pueblo
aprende a partir de su experiencia y para esto es necesario comprender y ampliar las lógicas
culturales desde las cuales los sujetos populares ven, interpretan y actúan sobre su realidad, pero
no solo es intervenir en la subjetividades culturales sino hacer tomar conciencia de su realidad, es
decir, hacer que los sujetos reconozcan la historia de su construcción, de las condiciones de vida
presente y de sus relaciones con la cultura hegemónica. (Dusán, 2004).
104
El contenido pedagógico de la propuesta
La propuesta educativa, se enfocó en generar en los sujetos nuevas experiencias para
pensar su accionar en la comunidad, partiendo necesariamente desde el conocimiento de la
misma y de igual forma se buscó abrir espacios de diálogo con la intención de que se tejieran
nuevas disputas por el control de la realidad y de los mismos saberes generados desde las
prácticas comunitarias de los sujetos. El contenido de la propuesta tiene como eje primordial la
apertura de espacios de diálogo, para ello desempeñó un papel importante el proceso de
recuperación de la memoria, porque se constituyó como una herramienta básica para que los
sujetos lograran apropiarse de su contexto y analizaran su experiencia barrial.
Por esto, es necesario abrir campos políticos de lucha y búsqueda de legitimación de la
historia y de la misma memoria social barrial, pero siempre en relación con los intereses de la
comunidad. Bajo estas comprensiones Henry Giroux (2004) asume que “toda apuesta educativa
es un campo de batalla, en base de una teoría del interés”(p.62) es decir, toda actividad educativa
como la práctica pedagógica que se desarrolló, refleja los intereses tanto de los maestros como de
los sujetos que los rodean: Los pobladores del barrio, que con sus visiones particulares del
pasado y del presente que representan, y asimismo de las relaciones sociales que afirmaron o
descartaron permitieron direccionar esta práctica a un campo de lucha especifico.
De igual manera esta propuesta se construyó con la exigencia ética de formar para el
dialogo, el debate y el compromiso social, por lo tanto simultáneamente propendió por capacitar
a los sujetos para que ejercieran sus derechos, a la ciudadanía, a tener historia, identidad y
memoria. Esta exigencia ética de otra forma prefigura la emancipación y la lucha de ésta como
posibilidad moral de decidir, comprender, y cuestionar, además de rechazar las prácticas
autoritarias que pisotean la dignidad y los ideales de una comunidad en lucha. (Ovelar, 2008).
Asimismo la pedagogía crítica labra los surcos por donde fluyen los medios alternativos de una
educación que siendo útil, práctica, funcional, eficiente, sea al mismo tiempo ética, afectiva
solidaria, imaginativa, y especialmente multidimensionalmente humana (Ovelar, 2005)
De esta forma para el trabajo que se realizó durante la práctica pedagógica, se utilizó la
pedagogía dialogante porque propone que el conocimiento no siempre o solo se debe construir
dentro de un aula de clase, sino que el saber y la construcción del mismo, adquiere sentido en
105
unas relaciones dialécticas que giran en torno al saber del maestro, el estudiante y el contexto
donde se desenvuelven estos últimos. Por otro lado en relación a la exigencia ética:
Como educadores, somos responsables frente a la dimensión cognitiva de nuestros
estudiantes; pero así mismo, tenemos iguales responsabilidades en la formación de un individuo
ético que se indigne ante los atropellos, se sensibilice socialmente y se sienta responsable de su
proyecto de vida individual y social (De Zubiría , 2006, p. 78).
Bajo las reflexiones anteriores, la propuesta pedagógica tiene unos contenidos y objetivos
claros, en los cuales se asumió que el diálogo directo con la comunidad es la base donde se
sustenta la práctica educativa. En esta medida, se intentaron plantear alternativas educativas que
permitieran la acción participativa del docente y de los sujetos –estudiantes, padres de familia,
organizaciones, etc.-, y una de estas alternativas educativas fue los trabajos de reconstrucción de
la memoria social a través de las historias de vida y de la historia oral, ya que brindaron la
posibilidad de involucrar a los sujetos en la construcción de un conocimiento histórico y social.
De igual modo tanto las historias de vida como la historia oral se asumieron como
técnicas que permiten desarrollar trabajos de reconstrucción de la memoria social, tienen en su
naturaleza unas significativas implicaciones pedagógicas en la enseñanza de las ciencias sociales,
y estás implicaciones amplían el contenido curricular en la medida en que se articulan las
experiencias y las visiones de vida de los sujetos con el escenario disciplinar, especialmente con
la historia y su metodología. Más aún, se ponen en práctica el saber teórico escolar y los
objetivos reales de la educación que es la de pensarse a los sujetos a quienes se educa, con sus
experiencias de vida y sus prácticas sociales en un espacio determinado, los cuales han de
configurar la vida de los mismos educandos (Vega y Castaño, 1998).
La historia contada es válida y necesaria en el reconocimiento de la identidad cultural
urbana, para hacer apropiaciones del entorno social y establecer las raíces históricas de la
realidad latente en los barrios. Además es indispensable realizar trabajos de historia oral e
historias de vida con la intención de identificar a los sujetos con el medio en el cual viven,
conocer sus orígenes y desarrollos, pretendiendo hacer como fin, una memoria social del barrio
que procure visualizar las luchas colectivas, las costumbres, el origen social de los sujetos,
actividades cotidianas, las experiencia de vida en el barrio, entre otros. Junto a esto fue
importante considerar como clave las variadas formas de apropiación del espacio barrial que
asumen los sujetos.
106
De esta forma se trabajaron la historia oral y las historias de vida como herramientas y
mecanismos para visibilizar las acciones cotidianas de los sujetos dentro de la comunidad, ya que
la historia oral por ejemplo, es en esencia un ejercicio colectivo donde los sujetos se convierten
en “sujetos de su propia historia, de su saber y de su expectativa ante el presente y su pasado”
(Vega y Castaño, 1998, p. 18). Por otro lado la historia oral incorpora un discurso histórico a las
clases populares que han sido tradicionalmente silenciadas o excluidas de las peroratas oficiales
y de la misma historia impartida en las escuelas, ya que muy pocas veces es enseñada o
reconstruida la memoria social y la historia del contexto donde se sitúa la escuela. En relación a
estas observaciones Vega y Castaño (1999) afirman que es necesario:
(…) buscar ampliar el espectro social de la historia oral como una realización colectiva,
en las que participan los sectores populares. Así se efectúen historias de vida, que en últimas
apuntan al mismo objetivo de reconstrucción colectiva de la historia, buscando conocer las
dimensiones específicas de la lógica popular, aunque eso se haga a través de la historia biográfica
de un sujeto popular ( p. 19).
En este sentido, tanto la historia oral como las historias de vida brindan la oportunidad de
estudiar la mentalidad colectiva que subyace en la acción cotidiana de sujetos en comunidades
excluidas. Además permite entender el imaginario social de la memoria colectiva a través de la
palabra viva y para la propuesta pedagógica son claves estas aclaraciones.
Ahora bien, es necesario entender el entorno a trabajar y subrayar sus características
sociales las cuales puedan justificar la necesidad de implementar una propuesta educativa de
carácter crítico. El barrio es un espacio de aprendizaje donde se redescubren las experiencias
vividas y el lugar donde las visiones de vida de los sujetos sobre su futuro toman sentido, es
decir, el espacio barrial es un contexto socio-pedagógico que se presta como lugar donde se
puede explorar y aprender sobre la realidad de la ciudad, sus dinámicas y sus representaciones
dadas por los sujetos. De igual forma el barrio es un espacio de cotidianas formas de interacción
social e intercambio de experiencias y es en donde suceden activos procesos comunitarios (De
Certeau, 2000), además es el territorio en donde se desafían las concepciones acerca de cómo
vivir en comunidad.
Estos espacios, especialmente aquellos Barrios Populares de la periferias de las ciudades
de Colombia son en realidad una colcha de retazos tejidos conflictivamente como parte del
desarrollo del conflicto armado, político y social del país, con un proceso histórico de larga
107
duración y en los cuales todavía aún se viven procesos activos, de luchas constantes por la
construcción y apropiación no solo de un espacio material sino también, simbólico. (Torres,
1993).
En esta medida muchos de los barrios en Colombia han sido el resultado de las
transformaciones económicas lesivas, de las políticas desacertadas y de los cambios culturales
generados por las migraciones campo-ciudad de campesinos víctimas del conflicto. Estas
dinámicas urbanas de creación de barrios o de transformación de las urbes casi siempre han
estado en relación directa con el crecimiento acelerado de la población urbana durante la segunda
parte del siglo XX, y en ciudades como Bogotá son resultado o consecuencia predominante del
déficit habitacional, que vinculado con la migración producto de la violencia, el escaso papel del
Estado en relación a la solución de vivienda y la influencia de los modelos económicos
predominantes, han facilitado el surgimiento de barrios en la ciudad caracterizados por
condiciones de desigualdad y de segregación, (Sepúlveda , 2012).
En efecto estos barrios creados desde la segunda mitad del siglo XX fueron producto
esencial de la violencia bipartidistas vivida en los campos de Colombia, fenómeno que obligó a
muchos campesinos a migrar a estas pequeñas urbes, y sin un Estado que los ampararan por su
condición, forzó a estas personas en condiciones de pobreza a solucionar sus necesidades
habitacionales y de alojamiento por sus propias manos, y a través de distintas modalidades que
muchas veces se encuentran por fuera de la planificación urbana y de la legalidad, como las
invasiones de terrenos o compras de predios de manera no institucional a urbanizadores ilegales.
A esta razón Sepúlveda (2012) exhorta que esta necesidad habitacional:
(…) Se ha resuelto en varios casos mediante procesos de autoconstrucción y autogestión
de vivienda, ya sea de forma individual, familiar, con acompañamiento técnico sin él, o a partir
del apoyo de diferentes actores y organizaciones, cuyo interés se centra en mejorar las
condiciones físicas y sociales, a través de la organización, la promoción y gestión de su propio
hábitat y su entorno urbano. Esta dinámica se traduce en la conformación de sectores urbanos
compuestos en su mayoría por barrios populares, que históricamente han sido gestionados por
fuera del control y regularización del Estado, y que se encuentran inmersos en la denominada
lógica de la necesidad¨. (p. 146).
En síntesis muchos de estos Barrios Populares ubicados en ciudades como Bogotá han
tenido una lógica de construcción casi siempre lineal: lo cual ha motivado procesos de
apropiación ilegal y la autogestión.
108
El gran aluvión migratorio de campesinos que desde los años sesenta se refugiaron en las
periferias pobres de la ciudad de Bogotá, se fueron organizando gracias al apoyo y al trabajo
pastoral de algunas comunidades religiosas comprometidas con acciones de promoción
comunitarias y de organización popular, asimismo los trabajos de agrupaciones de izquierda los
cuales gestionaron y direccionaron las demandas barriales siempre a la fuerza, con luchas
constantes de acciones colectivas: invasiones organizadas, protestas, mítines, bloqueos de vías,
paros, etc. Ello supone que con el incremento desde los años 60 de la violencia política y su
lineal correspondencia con la creación de los conflictos urbanos que involucraban a los sectores
excluidos y sus luchas por el derecho a la ciudad, se inició en la ciudad de Bogotá la práctica
socio-espacial de creación de barrios de manera autónoma, primordialmente en las montañas del
suroriente y las partes bajas del suroccidente de Bogotá.
Estos barrios en su momento padecieron precarias condiciones higiénicas y de acceso
limitado a los servicios básicos, pero que con la necesidad y las ganas de vivir de los pobladores,
estos espacios fueron tomando significados sociales como esperanza de paz y progreso de miles
de familias migrantes las cuales se las ingeniaron casi siempre organizados para sobrevivir. De
este modo, los barrios populares surgidos durante estos años se fueron convirtiendo en el
principal escenario de la lucha cotidiana de millares de pobladores por obtener unas condiciones
de vida digna y búsqueda de reconocimiento de ciudadanos. (Torres, 1999).
Ahora bien, se debe agregar que en los procesos de consolidación de los barrios populares
se han conquistado y arraigado por igual, identidades sociales y culturales, las cuales han sido
fruto de los intereses compartidos y las experiencias de luchas en común de los sujetos que
conviven en el espacio, es decir, que los factores identitarios han sido claves para construir un
espacio con un gran simbolismo propio y con mecanismos de solidaridad auténticos (Durkheim,
1987). Lo expresado hasta ahora supone que la identidad colectiva y la construcción simbólica
que ha generado la construcción misma de los barrios son claves para entender la unidad de los
mismos y las formas como comparten los sujetos en un espacio determinado. Por esto la
propuesta pedagógica se orientó en rescatar el conjunto de representaciones socialmente
compartidas por los sujetos que contribuyen a la construcción de una realidad común.
109
Para simplificar esta idea, es importante acotar que el profesor Alfonso Torres (1999)
asume, que aunque si bien es cierto que la identidad colectiva y las representaciones socialmente
compartidas constituyen una dimensión subjetiva de los actores sociales y de la acción colectiva.
Para su existencia requiere de una base real compartida (una experiencia histórica y una
base territorial común, unas condiciones de vida similares, una pertenencia a redes sociales); -el
barrio-, el compartir estos condicionamientos objetivos, permite la existencia de unas marcas o
rasgos distintivos que definen de algún modo la unidad ¨real¨ reconocida por el colectivo como
propia y que inciden en su propia practica; por ello, la identidad es a la vez condicionada y
concionadora de la práctica social (Torres , 1999, p. 12).
Bajo estas reflexiones es necesario rescatar la identidad con su carácter histórico y
relacional, pasando desde la esencia de lo subjetivo hasta llegar a la fuerza aglutinadora de lo
colectivo que resulta clave en esta tarea pedagógica. Y una razón que fundamenta esto, es que
uno de los principios de la identidad es la existencia de cierta continuidad histórica o temporal,
además de ser entendida como un proceso abierto y nunca acabado.
Tomando como base estas reflexiones se ampliaran las motivaciones de este proyecto
pedagógico considerando como primordial los trabajos de reconstrucción de la memoria social.
Aclaraciones pertinentes.
Es necesario caracterizar de forma más específica al grupo poblacional con el que se
realizó la experiencia pedagógica e investigativa. Y principalmente porque el objetivo principal
es saber ¿Cuáles son las historias que narran los niños y los jóvenes de sí mismos y del barrio?.
Por eso para esta práctica se incorporaron las experiencias e interpretaciones de los niños,
usualmente ignoradas y desestimadas, valorando la representación de estos sujetos “que se
expresa[n], que toma[n] iniciativas y ocupa[n] espacios” poniendo “en duda nuestras maneras
habituales de pensar” (Agier, 2012, p.19). Fue importante visibilizar sus voces debido a que de
alguna manera cuestionaron la mirada adultocéntrica predominante y contribuyeron a la
comprensión de la problemática del espacio urbano. (Tammarazio, 2013) Igualmente es
significativo comprender cómo los niños dan cuenta de otros usos y sentidos posibles al barrio y
Que a partir de las miradas, relatos e interpretaciones de los niños respecto del espacio se puede
comprender cómo un espacio que desde la perspectiva de los adultos muchas veces es considerado
abandonado, en desuso, y peligroso, para los niños forma parte de su mundo cotidiano (Tammarazio,
2013, p. 2).
En esta medida es importante esta concepción en el sentido de que es muy común ver a
los niños y los jóvenes caminar todo el día en las calles de los barrios, las recorren desde muy
110
tempranas edades, solos, para ellos es un entorno favorable aunque el resto de personas no lo
consideren así, son libres allí porque muchas veces sus padres no están en sus casas. Son
peatones por excelencia, conocen sus lugares comunes, agradables y peligrosos, los recorren a
pie, en bicicletas, jugando, divirtiéndose. Se ve por ejemplo que mucha de la organización del
tiempo de los niños responde a las actividades de las instituciones barriales -la escuela, el apoyo
escolar, la biblioteca, la iglesia, la ludoteca- según lo que les pueda brindar cada una de ellas,
ellos van a estar cerca, ya sea por comida, porque no estén en la calle o un lugar que los cuide
mientras sus padres están trabajando, siempre van estar en el barrio. Los niños no están al
margen de las formas de pensar y vivir la ciudad de los adultos pero sí tienen:
Una manera diferente, más creativa, imaginativa, de vincularse con su entorno, con el uso
del suelo urbano. Los niños configuran el espacio urbano centrándose en las problemáticas
sociales, sin desconocer las necesidades físicas y de infraestructura o los problemas ambientales,
pero también buscando soluciones. La perspectiva de los niños respecto de su barrio-ciudad
permite reflexionar las formas tradicionales de concebir el mundo urbano, las formas aprendidas e
internalizadas a través de los diferentes discursos sociales y de las prácticas¨ (Tammarazio, 2013,
p.34)
Por esto fue trascendental identificar las percepciones especialmente la de los niños y
jóvenes sobre su contexto barrial, sus interpretaciones de la realidad y sus formas de interacción
con la sociedad con el fin de reconocer la manera en que se han configurado dentro del barrio sus
identidades y sus sueños de vida.
Aunque si bien es un trabajo teórico-histórico sobre el barrio Villa Javier en la década de
los setenta y el proceso de reconstrucción de la memorial social; la práctica pedagógica se
desarrolló en el barrio los Alpes en la localidad de ciudad Bolívar porque poseen elementos
similares, sin el ánimo de caer en el anacronismo, los Alpes es una barrio que se constituyó en
principio de manera ilegal, se ubica en un sector marginal, además es producto de la autogestión
gracias a la mediación de la parroquia y la participación activa de la comunidad y fue un
escenario propicio para desarrollar la práctica pedagógica porque sus habitantes ( padres de
familia, niños, jóvenes, sacerdotes) estuvieron dispuestos a compartir sus historias de vida y sus
formas de lucha y organización barrial para pertenecer a la ciudad.
En este sentido luego se va a realizar una descripción del barrio con mayor minucia para
mostrar qué lugar ocupan los sujetos en ese espacio y va permitir comprender de una mejor
manera el contexto en donde se realizó el proceso colectivo de enseñanza y aprendizaje y por
111
último se va a describir cuál es el grupo específico con el que se llevó a cabo la experiencia
pedagógica.
Contextualización socio-espacial del barrio los Alpes-Ciudad Bolívar
El barrio Los Alpes se localiza en el sector más alto de la localidad 19 de Ciudad Bolívar,
en el extremo sur de la ciudad de Bogotá, con una altura aprox. de 2800 m.s.n.m. Colinda con los
barrios: El Paraíso en la zona baja, con Brisas en sus dos sectores (Altas y Bajas), El Recuerdo,
El Ensueño en su parte alta y con una de las tres zonas rurales de la localidad: Quiba alta. El
barrio está emplazado en una zona de mediano riesgo geológico, propenso a los derrumbes de
tierra y al desprendimiento de roca, situación que ha determinado una débil malla vial la cual ha
atraído problemas de movilidad como las dificultades para el acceso vehicular.
A primera vista Alpes es un barrio marginal típico de las ciudades tercermundistas como
Bogotá, con viviendas inadecuadas, con limitados servicios públicos esenciales, con altas tasas
de marginalidad y de criminalidad. Se puede ver que es una comunidad que ha sufrido durante
años el abandono estructural del Estado, situación que ha determinado ser un lugar
desfavorecido, caracterizado por altos índices de pobreza, de desempleo, y de asistencia social
con poca eficiencia real.
Para entender el origen del barrio Los Alpes es necesario comprender históricamente el
desarrollo urbano de la localidad de Ciudad Bolívar, el cual corresponde a un fenómeno general
y repetitivo que se dio en la ciudad hacia las décadas de los setenta y ochenta, en el que
campesinos, desempleados y personas de escasos recursos económicos arribaron a los sitios más
alejados de la ciudad para construir lo que se convertiría en su hogar después de arduas luchas.
De igual forma, durante estos años, los problemas sociales y las necesidades habitacionales
crecieron descomunalmente, y los programas y acciones emprendidas hasta ese momento por el
Estado resultaron insuficientes frente a la gran demanda de vivienda de esta población
desprotegida, situación que incidió naturalmente en la creación de barrios como Alpes por estos
112
grupos poblacionales, los cuales fueron ocupando en condiciones de riesgo y miseria la periferia
urbana del sur de Bogotá.
El fenómeno de construcción de los barrios populares en la localidad de Ciudad Bolívar
ha estado casi siempre enmarcado dentro de un proceso de urbanización no planificada que
obedeció justamente a las necesidades habitacionales de miles de familias en condición de
pobreza, de exclusión y desigualdad que habían llegado a la ciudad víctimas del conflicto y que
gracias a su autogestión poco a poco fueron construyendo su hogar.
Hoy Los Alpes, junto a otros barrios aledaños en la parte alta de Ciudad Bolívar son una
clara muestra en el presente de Bogotá, de aquellas dinámicas históricas, demográficas y urbanas
expresadas entre los años 60 y 80 cuando se comenzaban a conformar las primeras experiencias
barriales en el sur de la ciudad. Al presente, el barrio Los Alpes vive esas mismas dinámicas,
representadas en invasiones de predios privados y públicos, compras ilegales de terrenos a
urbanizadores piratas, construcción de viviendas en míseras condiciones higiénicas y humanas,
asimismo de débiles pero significativos procesos de luchas organizadas.
De este modo, se asume en un primer momento, que el crecimiento urbano informal que
se dio y se sigue dando en la localidad de Ciudad Bolívar es una de las manifestaciones más
impactantes en las transformaciones de las estructuras sociales, económicas, espaciales y
ambientales en las escalas local, regional y nacional del país. Por otro lado la movilidad espacial
de los grupos en situación de desplazamiento forzado generó cambios drásticos en las relaciones
y configuraciones del territorio, tanto en los sitios de partida (casi siempre entornos rurales)
como en el sitio de arribo (casi siempre las periferias urbanas) de la ciudad. Se debe agregar por
igual que la conformación del Barrio Los Alpes está enmarcada por los últimos periodos de
violencia de los años 90 e inicio de los 2000, fenómeno que trajo consigo la movilización y el
desplazamiento de una significativa población rural al sector sur de la ciudad.
En la actualidad, este barrio es un pequeño sector de no más de 200 casas ubicadas en lo
alto de la montaña, en donde es posible observar a Bogotá en su magnificencia. Es un mirador
impasible de la ruidosa urbe contaminada, superpoblada, inequitativa y desigual. Desde Los
Alpes se ve a casi todo Bogotá, pero desde Bogotá no se ve Los Alpes o quizá no lo quieren ver,
113
con sus contradicciones, la exclusión, el abandono, además tampoco se visibilizan las ganas de
vivir y los sueños de esos sujetos excluidos históricamente.
Desde allí se siente el ahogo de la altitud y se respira el pesado aire de la atmosfera, sus
metros de altura recuerdan lo difícil que es vivir ahí. Alpes se siente al caminar y al respirar, solo
el hecho de subir sus empinadas calles permite entender paso a paso lo complejo que es habitar
este lugar. El barrio se encarga de recordar las arduas condiciones de abandono y miseria en las
cuales aún viven muchas familias. Allí en el borde de esa montaña se alberga una realidad ajena
a las noticias, que solo es posible entender recorriendo sus calles y viviendas. Es un lugar en
donde se multiplica la pobreza, las posibilidades son mínimas y la vida se cimenta alrededor de
construcciones de latas, zinc, materiales plásticos, cartón y madera. Los Alpes es uno de los
barrios de la ciudades con mayores índices de pobreza, con una población ubicada casi en su
totalidad entre el estrato cero y uno y eso deja mucho que pensar.
Entrar en una de las casas en Alpes es encontrarse con historias de vidas chocantes y
traumáticas, es encontrase y mirar a la cara la disgregación familiar, la desnutrición, la
marginalidad, la violencia, el analfabetismo y condiciones de existencia en hábitat miserable.
Para muchos habitantes Alpes es un barrio ¨pesado¨, con constantes conflictos sociales
que se ven expresados en riñas callejeras, discusiones, agresiones verbales violentas, y
homicidios entre integrantes de las misma comunidad, entre ¨parches¨ de barras fútbol y de
combos juveniles barriales los cuales muchas veces buscan controlar el territorio y por ende a los
habitantes. Hay por igual incidencia y presencia de grupos paramilitares o bandas criminales
(BACRIM) que constantemente amedrantan y amenazan a la comunidad bajo su forma de operar
como el “boleteo” o las “vacunas”, hechos que han moldeado muchas veces las conducta de los
jóvenes, los cuales han sido propensos a ser más agresivos y menos precavidos para conformar
bandas y combos entre otros.
Por otro lado desde el primer contacto con la comunidad se pudo evidenciar la cantidad
de problemas y dificultades sociales, que concierne especialmente a lo colectivo y lo más
representativo está relacionado con las luchas del barrio para el reconocimiento de la mayoría de
sus predios por la secretaria de habitad del distrito, para que estos estén legalmente constituidos.
De igual forma se logró presenciar las luchas por solucionar los problemas del acceso al
114
alcantarillado y al acueducto, al servicio de electricidad y de gas natural, estos por último han
sido los problemas latentes que afectan las formas de vivir hoy en la comunidad.
Alpes es una realidad compleja, pero con múltiples posibilidades y propuestas para
realizar junto con la comunidad, especialmente con los niños y jóvenes de este sector vulnerable.
Este barrio se constituye como un lugar con importantes referentes de identidad, en la medida
que sus pobladores al construirlo, habitarlo -y muchas veces- defenderlo como territorio, han
generado lazos de pertenencia global frente al mismo. Es un lugar donde se siguen construyendo
diferentes identidades colectivas, que muchas veces expresan la fragmentación,
multitemporalidad y conflictos propios de la vida urbana contemporánea (Torres, 1999), y esas
situaciones específicas son un aliciente para continuar aportando y proponiendo nuevas
herramientas para la reflexión crítica desde el campo pedagógico y de manera más específica
desde las ciencias sociales.
Grupo de trabajo: la comunidad.
El trabajo que intentamos desarrollar en Alpes se hizo mancomunadamente con las
labores sociales de la parroquia de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento a cargo de los
padres Manuel Carlos Martínez y Edgar López.
Es importante aclarar que el trabajo realizado por la parroquia en el barrio, ha sido una
labor de compromiso social, de amor por la comunidad y por lo tanto: un compromiso por la
clase desprotegida, es una tarea que ha estado apoyada por varias fundaciones sociales,
especialmente por la fundación española chaminade que ha estado apoyada por la fundación fe y
alegría que hace alrededor de una década, asumieron responsablemente con la comunidad la
transformación necesaria del barrio desde el ámbito socio-educativo, con una lógica influencia
de la moral cristiana de ayuda al desposeído. De esta forma y a partir de las iniciativas de varios
líderes de la comunidad apoyados por la parroquia de los Alpes, se han venido impulsando desde
hace más de 15 años acciones colectivas en pro del mejoramiento de la comunidad como la
gestión para la construcción de la casa cultural, la biblioteca popular, un mercado y el comedor
comunitario, los cuales se han pensado como espacio propicio para adelantar de manera
coherente el trabajo de formación y de concientización de los habitantes del barrio frente a su
115
realidad. Asimismo la iglesia ha estado al frente –asesorando y acompañando a la comunidad en
cuanto a las problemáticas que en el presente vive el sector como: las invasiones de tierras de
algunos nuevos pobladores que se han estado ubicando en las zonas aledañas a Los Alpes.
La parroquia diariamente da su esfuerzo por la comunidad y apoya a la gestión y
construcción de nuevas organizaciones barriales que tengan la intención y la visión de generar
espacios que involucren a la comunidad, sus problemas y sus expectativas de vida, en este orden
de ideas hace alrededor de tres años nace una iniciativa de organización barrial llamada Brigada
Julio Antonio Mella ( B-JAM), este colectivo se fundó con la intención de generar procesos
formativos barriales desde la Educación Popular y está encabezado por un grupo jóvenes
educadores en formación inquietos por la situación de los barrios populares del sur de Bogotá. El
colectivo B-JAM desde un principio ha recibido el total apoyo de la parroquia y de la comunidad
en general, gracias al significativo trabajo comunitario y social que se ha venido desarrollando
desde el ámbito educativo en el barrio, por eso hoy esta iniciativa ha logrado tener una
importante incidencia en la comunidad.
Hace aproximadamente un año, la Brigada Julio Antonio Mella ha estado más activa que
nunca y se ha involucrado, en nuevos procesos comunales que responden a situaciones de la
realidad local y nacional. Principalmente el trabajo comunitario se había venido realizando desde
la casa cultural y de la biblioteca popular, con los apoyos escolares necesarios para los niños y
jóvenes, asimismo la implementación de talleres sobre las TIC´S, además de actividades
artísticas y recreativas. En la actualidad y con visión a futuro se han venido planificando,
desarrollando y fortaleciendo trabajos de apoyo con la Junta de Acción Comunal (JAC), de igual
forma con las acciones de apoyo emprendidas por la parroquia frente a los problemas de las
invasiones a predios y la adjudicación de titularidad y legalidad a muchas viviendas en Alpes.
Recientemente se ha promovido con los asistentes a la biblioteca popular y participantes activos
de la brigada, la realización de recorridos territoriales con la intención de generar sentido de
pertenencia y defensa del territorio y por último se ha impulsado el deporte como mecanismo
para la integración comunitaria y como una herramienta para potencializar valores como la
solidaridad, el compañerismo, la disciplina y el trabajo en colectivo que permita fortalecer el
engranaje con el trabajo de formación educativa y política.
116
Actividad Función
Formación deportiva: creación de una
escuela deportiva.
Crear espacios que inviten a toda la
comunidad principalmente a niños y
jóvenes al aprovechamiento del tiempo
libre, que permita por un lado incentivar
desde el deporte lazos de identidad y por el
otro la necesidad de organización y
representatividad.
Taller de historia oral. Generar un espacio que nos permita conocer
nuevas formas narrativas de contar la
historia, fortaleciendo con este la escritura
de la historia del barrio.
Recorridos territoriales. Los recorridos territoriales son
fundamentales para la propuesta del trabajo
en el barrio, porque permiten: 1. Reconocer
un territorio determinado (localidad de
Ciudad Bolívar) 2. Ubicarse en Bogotá,
bajo la perspectiva del derecho a la ciudad.
3. Compartir espacios con otros sujetos de
la localidad. Con el objetivo de evidenciar
las problemáticas del territorio a través de
recorridos en este, lo que permitirá poder
describirlas, utilizando las TIC´S como
herramienta para darle visibilidad y
reconocimiento al ejercicio innovador.
Cine en el barrio Esta actividad tiene como función mostrar a
través de materiales audiovisuales algunas
de las problemáticas que aquejan a la
localidad de ciudad Bolívar así como
ejercicios dinámicos que puedan apoyar en
el aprendizaje de las TIC´S a la comunidad.
117
Desde este año la Brigada ha situado en su programación la realización de una serie de
actividades que van más allá de los apoyos escolares y la estructura de acuerdo a diversas
actividades y la función de estas con la comunidad. Su metodología de trabajo para los ejercicios
de recorrer, escribir e informar y comunicar tecnológicamente la experiencia barrial, se
realizarán desde la perspectiva metodológica de la Educación Popular, articulando los encuentros
educativos (Talleres), con el dialogo de saberes; lo que permitirá dinamizar la iniciativa desde
una perspectiva comunitaria que logre enfocar el espacio de la biblioteca popular del barrio
Alpes como un lugar de encuentro de la palabra, la lectura y la escritura. Igualmente se plantean
unos objetivos generales programáticos espacio de la biblioteca popular del barrio Alpes como
un lugar de encuentro de la palabra, la lectura y la escritura. Igualmente se plantean unos
objetivos generales programáticos:
Objetivos principales de la Brigada Julio Antonio Mella
Alfabetización en el manejo de
herramientas básicas de cómputo.
Propiciar conocimientos básicos de las
herramientas de cómputo y de la
informática para ir apoyando la formación
en las TIC´S de los niños y jóvenes.
Creación de herramientas virtuales. Utilizar las redes sociales como Facebook e
instagram y la herramienta Blogspot para
visibilizar y dar a conocer a nivel local y
distrital, toda la experiencia; la realización
de fotografías en los recorridos territoriales,
videos comunicativos, tutoriales de
alfabetización y las historias de vida serán
fundamentales para el desarrollo de la
propuesta, puesto que permitirá hablar en un
lenguaje informativo y comunicativo desde
la tecnología a una comunidad que ha
estado segregada tanto de la tecnología
como de la información.
118
Potencializar el tejido social en el barrio los Alpes, desde el abanico de posibilidades
que brinda la casa cultural y así, iniciar un proceso organizativo con los jóvenes y
adultos que se encamine a promover procesos formativos y académicos.
Lograr desde la Escuela de futbol, procesos de orden deportivo que permitan llevar a la
comunidad a ocupar el tiempo libre, a asumir un sentido de pertenencia por su barrio,
fomentar trabajo en equipo y generar el componente organizativo y disciplinar que
brinda el Fútbol..
Objetivos secundarios
Brindar un apoyo en términos jurídicos a la comunidad para que continúen en la lucha
por la titulación de sus predios.
Ejecutar diferentes trabajos audiovisuales que permitan dar a conocer el trabajo que se
realiza y que visibilice en la localidad la importancia de las luchas políticas y sociales
que se llevan en el barrio los Alpes.
Por lo tanto para ejecutar la propuesta educativa se tomaron en cuenta los objetivos
trazados por el colectivo, y de manera específica el apoyo y acercamiento con las organizaciones
barriales ( J.A.C. y Parroquia) en su trabajo organizativo, con el fin de entender las dinámicas
organizativas y de acción colectiva se logró realizar una articulación con las iniciativas de hacer
la historia del barrio, a través de los talleres que se realizaron con el grupo de jóvenes y niños
que participan tanto en la escuela de Fútbol como los que asisten a los talleres de refuerzos
escolares; asimismo esta actividad estuvo estrechamente ligada a los recorridos territoriales.
La propuesta pedagógica se divide en tres fases: en primer lugar se enfocó en la
reconstrucción de la memoria social a través de la historia oral y las historias de vida, en segundo
lugar se implementaron los recorridos territoriales para analizar las relaciones sobre cómo se
concibe el espacio, la identidad y el sujeto en el barrio, y por último se realizó una reflexión
junto a la comunidad y a los integrantes de la parroquia acerca de la importancia de la
organización barrial.
119
Capítulo 4. Sistematización de la experiencia pedagógica.
El desarrollo de la propuesta pedagógica aplicó en su fundamentación los fines
orientadores de la Línea de Formación Política y Reconstrucción de la Memoria Social (FPRMS)
de la Licenciatura en Ciencias Sociales, la cual formula la necesaria relación dialéctica entre la
investigación social y la práctica pedagógica en la formación de los docentes. Bajo esta
afirmación, esta propuesta toma los elementos categóricos centrales en la que se ampara la línea,
como son: la Memoria Social y la formación política articulados entre sí, con una investigación
social comprometida con las necesidades educativas del país.
De esta forma y basándose en los fines en que se piensa la línea FPRMS, la propuesta
formativa buscó en lo posible ¨visibilizar los procesos, transformaciones, contingencias de los
sujetos, de los contextos y de los discursos¨ (Rodríguez y Mendoza, 2006) en escenarios tan
complejos como los barrios populares y suburbanos de la ciudad de Bogotá, fijando la mirada en
que estas visibilizaciones nos permitieran construir un lugar de análisis reflexivo tanto de los
contextos configurados históricamente –los barrios-, como de los sujetos marginales de la
memoria colectiva, con sus procesos de subjetivación y sobre todo nos condujo a construir una
articulación reflexiva de las experiencias de vidas de estos sujetos con los momentos históricos
de nuestra realidad actual.
Por otro lado, esta propuesta educativa se desarrolló en el escenario organizativo barrial,
con unas organizaciones sociales involucradas allí y unos sujetos en activos procesos
comunitarios. Esta propuesta se fundamentó en el trabajo de campo con la aplicación de
metodologías cualitativas, las cuales implicaron la intervención directa y participativa en el
barrio, con la intención de acercarse sin más al contexto sociocultural en el que viven los sujetos,
para comprender sus realidades y entender sus formas comunes de vida en el espacio barrial. De
esta forma, este trabajo pedagógico-académico está ligado a los métodos de investigación
participante la cual ha de proporcionar al investigador una mejor comprensión de la realidad,
facilitar la comunicación y comprensión de las distintas reflexividades que se espacializan en el
barrio.
120
Igualmente la propuesta contempló desde sus análisis educativos la enseñanza y la
comprensión de la historia reciente, con análisis de fenómenos históricos tan complejos como el
desplazamiento, la construcción de los barrios subnormales en las periferias de las ciudades a
consecuencia del macro proceso histórico del conflicto armado, social y político emplazado hasta
hoy en Colombia y fenómenos de ocultamiento de las memorias y las historias de dinámicas
sociales tan trascendentales para la identidad de los sujetos.
Asimismo la pedagogía crítica, ha permitido que los sujetos en el proceso de educación
popular definan sus propios problemas y apliquen las lecciones de los éxitos y fracasos a sus
propias situaciones, aprendan a reflexionar e interpretar críticamente sus propias formas de vida,
partiendo siempre de su realidad, para entenderla, reflexionarla y volver a ella con herramientas
que posibiliten cambio. La educación popular en esta propuesta pedagógica permitió procesos
participativos desde el dialogo de experiencias de los sujetos y facilitó la labor práctica.
Bajo esta serie de planteamientos iniciales el proyecto educativo se enfocó en analizar y
articular tres fases con diferentes ejes temáticos en torno a procesos sociales de la historia
reciente, en un primer momento están las formas con las que se han desarrollado la construcción
de la identidad colectiva barrial desde los procesos de construcción de los barrios populares por
comunidades desplazadas y sin viviendas. En esta primera instancia se realizó un análisis desde
el trabajo de reconstrucción de la memoria social del barrio los Alpes, por medio del uso de las
historias de vidas y las historias orales que relataron los sujetos que fueron activos y
participativos en la fundación, construcción y desarrollo del barrio. En segunda instancia se
trabajó bajo esta fase el desarrollo de actividades enmarcadas en el uso de las entrevistas,
aplicadas específicamente a adultos sobre los significados que tienen para ellos los lugares
representativos del barrio como: la iglesia, la escuela, la casa comunal etc, en relación a la
comunidad, se intentó exaltar las luchas de a otrora de los fundadores del barrio en su gestión
comunitaria por la construcción de lugares comunes para el servicio de la gente del barrio, bajo
estos preceptos fue necesario extraer las percepciones que tenían los adultos sobre el barrio, los
primeros habitantes y del pasado en común que los unen. En esta actividad se evidenció que en
verdad estos lugares representan simbólicamente mucho para la identidad de los habitantes
porque fueron luchas colectivas y es algo que reconocen y se sienten orgullosos.
121
La primera fase de la intervención se denominó La memoria y el territorio en la
construcción de identidad barrial, en ella se desarrollaron algunas actividades de
reconstrucción de la memoria social del barrio, las cuales permitieron reconocer la producción y
repertorio de “recuerdos, narraciones, representaciones e imaginarios y como el grupo social lo
dispone sobre su pasado, en torno a los cuales alimenta su sentido de pertenencia, despliega sus
acciones y relaciones cotidianas, y configura su futuro” (Rodríguez y Mendoza, 2006, p.14).
De igual manera se desarrollaron actividades de reconocimiento del espacio barrial con
los niños de la brigada, actividades como recorridos territoriales y ejercicios de cartografía social
posibilitaron el análisis del contexto del barrio; sus problemas y sus posibilidades de cambio,
asimismo se evidenciaron las percepciones, los sentires y las visiones que tienen los niños sobre
su barrio, las cuales pueden ser útiles a la hora de fortalecer los lazos históricos y comunitarios
porque estos les permiten pertenecer identitariamente a una comunidad. Bajo estas acotaciones
es trascendental identificar las percepciones de los niños y jóvenes sobre el contexto barrial, sus
interpretaciones de la realidad y sus formas de interacción con la ciudad, porque permiten
reconocer cómo se han configurado dentro del barrio las identidades de los adultos y de los
niños. En esta medida fue posible facilitar el dialogo de las voces de los niños con las de los
adultos, sustrayendo sus miradas sobre el pasado y del territorio mismo, la importancia de los
espacios comunes y de las diferentes formas que lo conforman para la reconstrucción de una
memoria social y por tanto reforzar la identidad colectiva.
Bajo esta última parte fue pertinente sistematizar el aporte pedagógico del trabajo que se
ha venido ejecutando conjuntamente con la Brigada Julio Antonio Mella en cuanto al desarrollo
de la escuela de futbol popular de Alpes, porque es una muestra fehaciente de que al posibilitar
espacios colectivos como las escuelas populares de futbol, se van construyendo lazos identitarios
entre los que participan; asimismo se va cimentando un tejido social desde la participación
colectiva al defender un grupo, un equipo y por representar una comunidad: su barrio, y porque
además el futbol popular ayuda a crear identidad con el barrio, respeto y tolerancia por el otro,
por sus compañeros y crea camaradería.
En esta medida se analizó que la actividad de la escuela de futbol popular, ha propiciado
escenarios de fraternidad y de apropiación territorial, en los cuales los jóvenes han entendido la
122
importancia de defender lo que les es propio y que para lograr metas comunes existir una
hermandad consigo mismo y con el territorio.
La segunda fase de la intervención se denominó las prácticas organizativas de
movilización en los barrios Los Alpes, relacionados con el desarrollo de unos ejes temáticos de
análisis como la acción colectiva y las implicaciones comunitarias de la institución eclesial en el
barrio. De igual forma esta fase estuvo acompañada de una serie de actividades que permitieron
reflexionar y analizar cómo a través de las prácticas organizativas se fomentan acciones políticas
en la comunidad.
Además se logró identificar qué es lo político dentro del contexto barrial, cuáles son las
practicas organizativas que han hecho los sujetos especialmente los pertenecientes a la JAC para
enfrentar las problemáticas actuales como: las invasiones de algunos lotes cercanos al barrio para
la construcción de nuevas viviendas, el problema de las titulaciones de los predios de las casas, la
gestión de recursos para la pavimentación de las calles, entre otros.
En la primera parte de la segunda fase se desarrollaron talleres con intervenciones
magistrales por parte de los integrantes de la Junta de Acción Comunal, se presentaron una serie
de muestras audiovisuales sobre la temática, con pequeños fragmentos documentales y escenas
de películas como: Como el gato y el ratón, la estrategia del caracol y documentales del
movimiento Zapatista, los “okupas”, los sin Tierra del Brasil y los procesos de autogestión lineal
de los “Villeros” de la Argentina. En el desarrollo de estos talleres se analizaron las percepciones
de cómo los sujetos veían las formas organizativas que asumieron estas expresiones colectivas
representadas en las muestras audiovisuales y se fomentó la discusión de la importancia de estas
acciones para el proceso barrial de Los Alpes, con base en esto se recogieron las opiniones
abiertas de cada uno de sus miembros, direccionándolas en cómo los sujetos participantes
llegaron a comprender las prácticas organizativas de movilización que fomentaron acciones
políticas como los ejemplos de las organizaciones populares de las muestras audiovisuales. Por
otro lado se debatieron a raíz de las muestras, cómo los participantes entendieron las luchas
sociales y el surgimiento de los barrios de periferia en Bogotá, y a raíz de los talleres se
profundizó con una charla magistral, el proceso histórico de la conformación de las JAC
vinculándolo a la referencia y a los aportes del Padre Camilo Torres Restrepo y Orlando Fals
Borda en sus propuesta de participación y organización comunal. De esta forma se fueron
123
concatenando las temáticas planteadas: Organización y luchas barriales, la memoria social del
barrio, la formación política y el legado de Camilo en la fase dos del esquema de la propuesta.
El segundo momento se enfocó en desarrollar diversos encuentros programáticos en
formas de grupo de estudios, debate y tertulias con los integrantes de la Parroquia, ejercicio que
logró la discusión sobre el rol social, los cambios y las permanencia del trabajo de la iglesia con
las comunidades pobres como Los Alpes, su influencia en la participación y la organización
barrial; asimismo se deliberó y se reflexionó acerca de la teología de la liberación y la propuesta
de las CEB´S como una alternativa de carácter popular desde el compromiso cristiano por los
pobres, por sus luchas comunes, por la justicia social, por la organización etc. Esta actividad tuvo
como finalidad analizar este tipo de propuestas en el contexto actual del país, intentando destacar
los aportes que pueden realizar a la organización social de los barrios más deprimidos de la
ciudad.
En conclusión esta fase tuvo el objetivo de generar al interior de la JAC y de la parroquia
espacios de dialogo, discusión y debate sobre las temáticas relacionadas con la organización
barrial, las alternativas populares y el reconocimiento de anteriores experiencias, direccionadas a
fortalecer el trabajo y las prácticas organizativas de movilización que permitan fomentar
acciones políticas en la comunidad.
En la tercera fase denominada: El Legado: Alimentar la experiencia y la memoria. Se
trabajó con los integrantes del colectivo Brigada Julio Antonio Mella, y se desarrollaron una
serie de actividades: Talleres y uso de herramientas didácticas para el análisis de las temáticas
tratadas en las fases I y II. Esta fase se inició con la incursión en las historias de las luchas
barriales en el sur y el suroriente de la ciudad de Bogotá, relacionándolas con las experiencias de
conformación de comunidad en determinados barrios del sur. Luego, se realizó en esta primera
parte, la muestra del Videoclip sobre la historia del barrio los Alpes (Realizado en conjunto con
miembros del colectivo) junto a otras dos muestras audiovisuales; ejemplos de procesos de
legalización y de luchas históricas de construcción de vivienda digna en el sur y en el sur-oriente
de la ciudad de Bogotá. De acuerdo a la muestra audiovisual, se realizó un conversatorio en torno
a una serie de preguntas orientadoras, por ejemplo: cómo han sido las luchas por la vivienda, por
qué se crearon los barrios, qué los animo a luchar, qué actores participaron, cuáles han sido los
cambios y permanencias en las formas de organización en las tres muestras audiovisuales,
124
buscando con esto encausar los análisis históricos: el legado de esas luchas para el actual
momento organizativo del barrio de Los Alpes. De igual forma se buscó identificar el contexto
social, económico y político del momento histórico de esas experiencias de creación de los
barrios populares, además se propendió que los jóvenes comprendieran los procesos
organizativos que configuraron el barrio, comparando las dinámicas organizativas de los barrios
y reflexionando acerca de las acciones que se emplearon para acceder a los derechos a la
vivienda, a los servicios públicos entre otros. De esta forma se buscó reivindicar y reconstruir los
procesos de dignidad asumidos por las experiencias de las luchas por la vivienda en aquellas
épocas de organización barrial, recuperando la historia del barrio y poniendo en práctica los
conocimientos adquiridos durante el proceso de indagación. Pero lo primordial de este taller fue
visibilizar los actores que participaron en los procesos organizativos, los sectores que los
apoyaban y las ideas que seguían para cumplir sus metas comunales y todo ello condujo a
reflexionar acerca del papel desempeñado por algunos miembros de la iglesia católica en los
años 70 y 80 en los procesos de construcción de los barrios especialmente seguidores de la
teología de la liberación y de Camilo Torres Restrepo.
Cabe recalcar que aunque la propuesta pedagógica no giró de manera específica en su
ejecución, con los análisis de la Teología de la Liberación, los aportes de Camilo y su impacto en
la conformación de los barrios populares si fue importante enfatizar los procesos organizativos
colombianos que estuvieron impulsados por los movimientos sociales que se acogieron a la
propuesta de la Teología de la liberación, sin embargo estos ejercicios de memorias desarrollados
en el barrio, permitieron llevar a cabo una pequeña experiencia de redescubrir y reconstruir
aquellas historias y memorias que han estado en procesos de invisibilización como es la memoria
de Camilo y la propuesta teologal en los barrios de la ciudad, sus aportes a los procesos de
organización barrial, sus propuestas y apuestas por el cambio social desde las luchas sociales
barriales, con la organización y resistencia desde los barrios populares y suburbanos como Alpes.
Bajo este argumento es viable, reivindicar la memoria de Camilo Torres Restrepo,
reflexionar sobre cuál ha sido la influencia y su mensaje para los procesos de organización
barrial, es decir, entender el legado del padre Camilo, su mensaje de acción, unidad y
compromiso desde los barrios Populares. Para esto se llevó a cabo un par de actividades: en
primer lugar se entregó un material informativo sobre la vida de Camilo Torres Restrepo, con el
125
fin de contrastar las visiones que se han construido alrededor de él. (Desde pequeños cortos
audiovisuales y pequeños artículos periodísticos, textos o libros, luego se pasó a lo que
llamamos: Momentos de Lecturas y de Arte. En donde por grupos se entregó la propuesta
didáctica de enseñanza; el libro Camilo vuelve a colores, como estrategia de enseñanza,
comunicación y difusión de su memoria, con el fin de situar al personaje desde un ejercicio
itinerante, diferenciado y reflexivo de lectura y debate, direccionado a relacionar su vida con sus
propuestas y apuestas por el cambio social desde las luchas sociales barriales con la organización
y resistencia desde los barrios populares como Alpes.
Los aportes al problema formativo y social: el resultado del proceso.
La sistematización de la experiencia educativa que se describe a continuación, se
encuentra descrita bajo un eje transversal: los procesos de reconstrucción de la memoria social, y
sustentada en las luchas, las resistencias y las defensas del territorio barrial por sujetos que han
desempeñado en la mayoría de los casos su rol como constructores de su propia realidad. De
igual forma esta cimentada en los fundamentos de la Educación Popular como una metodología
que permite articular espacios de participación social, de formación política y educativa desde la
realidad inmediata. Este trabajo constituye un ejercicio para reflexionar y pensar desde las
prácticas mismas en el espacio, las formas en que se desarrollan y se articulan la identidad y la
memoria de los sujetos con el barrio y la realidad sociopolítica del país.
Por otro lado, cabe resaltar de manera inicial, que las luchas por el territorio barrial,
entendido como construcción social colectiva, se han problematizado bajo la luz del enfoque de
la enseñanza de la historia reciente y sustentado en los análisis socio-históricos de fenómenos tan
complejos como el desplazamiento forzado, asimismo de los análisis y reflexiones que se pueden
extraer del papel desempeñado por el Estado en la resolución de los conflictos sociales urbanos
de las mayorías pobres que llegaron a la ciudad desde los años 70 víctimas del conflicto. En esta
medida es importante resaltar que es desde la enseñanza y la comprensión de acontecimientos o
fenómenos sociales del pasado reciente que aún tienen efecto en el presente, que es posible
126
interpretar la magnitud del problema social del desplazamiento desde el estudio del fenómeno de
la construcción de los barrios populares en las periferias de la ciudad de Bogotá.
De esta forma, sistematizar esta experiencia de enseñanza y aprendizaje alcanzada en el
barrio los Alpes en el sur de la ciudad y desde allí desarrollar reflexiones críticas y de
apropiación critica del pasado-presente que permita forjar una mirada analítica frente al
territorio, sus dinámicas sociales allí expresadas, los sujetos que conviven en ese espacio, los
sueños y las visiones de futuro de cientos de personas, sus historias de vida y sus memorias
colectivas, es de urgencia manifiesta para entender mucho más los vaivenes históricos en los que
se han encauzado el conflicto social, armado y político en las periferias urbanas de nuestras
ciudades.
Bajo este primer juicio la línea en la que se desarrolló el ejercicio de sistematización y
análisis de la experiencia pedagógica contempló el análisis de los fenómenos expresados
anteriormente y bajo esa lógica se articularon las temáticas propuestas; las luchas barriales, la
organización comunal y la identidad colectiva con los ejercicios de memoria social a través de
las herramientas que se propusieron, buscando que este proceso de enseñanza cumpliera con el
propósito de dotar a los sujetos involucrados, de herramientas que les permitan comprender su
presente y el contexto en el cual se desenvuelven. A su vez, el poder comprender y analizar
nuestro pasado reciente y su relación con el presente.
De esta forma abordar estos temas en la propuesta de enseñanza, permitió en cierta
medida desarrollar niveles reflexivos en los sujetos y procesos de auto-reconocimiento por medio
de los análisis sobre el territorio y las construcciones socio-espaciales que recaen sobre este. Por
esto es importante inicialmente, reconocer los contextos en los que se encuentran inmersos los
sujetos, y entenderlos como escenarios de aprendizaje significativo, y esto representa,
comprender que los espacios colectivos inciden en el tratamiento del tema central de esta
propuesta pedagógica y la apreciación y apropiación por parte de estos frente al mismo.
Por último es clave subrayar que los trabajos de memoria social son una herramienta para
la defensa del territorio y un campo fundamental para la lucha en complejos espacios como los
127
barrios populares. De igual forma los trabajos de memoria se transfiguran en un mecanismo para
fortalecer la identidad o el sentido de pertenencia. (Jelin, 2002)
Análisis de la primera fase de la propuesta pedagógica: La memoria social y el
territorio en la construcción de la identidad barrial.
En esta primera fase se llevó a cabo la problematización y el tratamiento reflexivo de los
conceptos categóricos de territorio e identidad barrial, de igual forma se encaminó este trato
categorial en buscar que los sujetos participantes entendieran la incidencia del espacio barrial,
sus lugares comunes y la construcción de la memoria social en la formación de una identidad
colectiva. Asimismo se buscó visibilizar aquellas historias y percepciones que se tienen sobre el
espacio barrial y las formas cómo los sujetos se apropian de su barrio, desde la comprensión del
territorio mismo, entendido como una construcción social e histórica que se constituye en la
apropiación y la defensa.
De esta manera, la fase uno se proyectó dentro del plan de actividades en problematizar la
identidad barrial en el territorio, partiendo de la construcción de la memoria social a través del
uso de herramientas como las historias de vida y las historias orales, asimismo del uso de la
cartografía social y de los lugares de la memoria es decir desde las marcas físicas de la memoria,
con la finalidad puesta en mostrar la importancia del territorio y de las diferentes formas que lo
conforman para llegar a reforzar la identidad colectiva o la pertenencia con el espacio.
De tal forma se planteó el desarrollo de una serie de actividades como son los talleres de
cartografía social, la ejecución de los recorridos territoriales y los talleres escritos de
reconocimiento del contexto con los jóvenes de la Brigada, por otro lado se llevó a cabo la
realización de encuentros (grupos focales) con las personas que participaron en la fundación del
barrio, con el fin de elaborar con ellos las historias de vida y el trabajo de recolección de
información por medio de las entrevistas realizadas por los docentes y los integrantes de la
Brigada, con el propósito de empezar a generar un trabajo de reconocimiento del contexto y las
128
problemáticas concretas desde las cuales surge la necesidad de reconstruir una memoria del
barrio.
El producto formativo y pedagógico fue de carácter comunicativo ya que se buscó la
construcción de un relato histórico del Barrio, además la formación barrial en Los Alpes se
desarrolló mancomunadamente con los integrantes de la Brigada.
Eje temático: Reconociendo el contexto.
En este eje se buscó que los jóvenes de la Brigada problematizaran en grupo sus
apreciaciones de su contexto inmediato: el barrio; a partir de sus vivencias individuales y
familiares en el territorio; y que a través de sus percepciones reflexionaron en torno a las
principales problemáticas que perciben en su barrio, así como de los cambios y continuidades
que se han presentado desde que tienen memoria, buscando con esto relacionar aspectos
temporales y espaciales.
Dentro de este eje se planearon tres actividades: un taller denominado “Mi Barrio” en el
que se desarrolló una discusión a partir de la pregunta: ¿Qué es el barrio?, de la cual se
desprendían otra serie de preguntas relacionadas. Luego en una segunda sesión se realizó un
recorrido territorial por el barrio y el desarrollo de un taller de Cartografía social y en una
tercera sesión se realizó un taller de escritura y debate sobre las percepciones del barrio. El taller
tuvo como eje principal las percepciones de los sujetos sobre los espacios del barrio, articulado a
las siguientes preguntas, inicialmente se realizó una conversación en relación a una pregunta
abierta en forma de entrevista ¿Qué es Los Alpes?, luego pasamos ¿Con qué lugares del barrio
me identifico, me generan felicidad, me siento a gusto? y ¿Qué lugares del barrio me generan
miedo? - ¿Por qué?; ¿Qué problemas se presentan en el barrio?.
La realización de estos ejercicio buscó que los jóvenes establecieran relaciones entre las
razones por las cuales viven en Los Alpes y el significado que tiene vivir en el barrio, y del
mismo modo se buscó descubrir las formas con las cuales reconocen el contexto y perciben el
territorio mismo, asumiendo los diferentes puntos de vista que estos han creado alrededor de su
129
espacio barrial y de su cotidianidad, con el fin de visibilizar las miradas y los sentidos que le dan
los sujetos a su territorio.
El primer taller “Mi Barrio” se realizó con un grupo de 14 niños, en el cual se buscó
generar en los sujetos reflexiones de reconocimiento acerca del cuestionamiento de una serie de
preguntas como: ¿Qué es el barrio?, ¿Para ustedes que significa Los Alpes?, ¿Por qué viven en el
barrio, ¿ Qué es vivir en comunidad?,¿Cuáles son sus lugares comunes de encuentro? ¿Qué
hacen en sus rato libres? etc. El desarrollo del encuentro fue realizado en forma de diálogos
grupales, de tal forma que les permitió desde su experiencia, narrar la forma en la cual conciben
el barrio y cómo se relacionan con el mismo.
En la actividad, muchas de las intervenciones de los sujetos en relación a la primera
pregunta, se centraron en afirmar que el ¨barrio es donde viven, estudian, juegan y tienen sus
amigos¨ y luego se intentó problematizar desde un análisis espacial, puesto que fue evidente en
sus expresiones que no conciben en concreto al barrio poniéndolo en el eje de la infraestructura
física, la estética y el diseño de la traza urbana, sino que lo perciben como ¨ un lugar donde están
sus casas¨, aunque no están al margen de esta forma de ver al barrio –desde la concepción
urbana-, si tienen una forma diferente de verlo, uno de los niños comenta que el barrio “es el
nombre que se les da a todas las casas donde ellos viven y ese contexto se resalta como una de
las respuestas más conscientes.
Esta serie de afirmaciones generadas a raíz de las preguntas del primer taller, permitieron
el análisis en el cual la perspectiva de los niños con respecto de su barrio permite reflexionar las
formas tradicionales de concebir el mundo urbano; las formas aprendidas e internalizadas a
través de los diferentes discursos sociales y de las prácticas. Por esto en los siguientes talleres de
recorrido barrial y de cartografía social se problematizo con mayor profundidad la percepción
que tenían del territorio.
Por ejemplo el recorrido territorial previo a la cartografía social, tuvo la intención de que los
niños en grupo reconocieran el lugar donde habitan, sus lugares más frecuentes, sus sitios de
130
encuentro, las dinámicas de la población que habita allí ( sus vecinos), entre otras características.
En este ejercicio de cartografía social se llevó a cabo una problematización de la categoría
territorio mediante el tratamiento de temas que traen consigo procesos de desterritorializacion y
conflicto sobre el derecho a la vivienda. Esta fase intentó generar un reconocimiento del contexto
y las problemáticas concretas desde las cuales surge la necesidad de que los jóvenes se
organicen.
Zaira, 10 años, Mi barrio.
En el taller de escritura tuvo como objetivo conocer y analizar las narrativas que los
sujetos han construido sobre su barrio, desde lo que les gusta y disgusta en su territorio, sus
problemáticas y las cosas por destacar, en fin una variedad de concepciones sobre su espacio. En
él participaron jóvenes y niños que vivían desde hace tiempo en Alpes y otros que recién
llegaron con sus familias a invadir y a construir sus casas. En relación a la pregunta ¿Qué lugares
del barrio me generan miedo? Un par de niños expresaron que en las casas de la invasión, porque
roban y los niños que viven allí obviaron esa afirmación y expresaron ¨que roban en el otro
barrio¨, otros dijeron que en las invasiones ¨matan y violan¨ y debatieron que no es verdad que
es en otras invasiones. Otros afirmaron que “cerca de las torres de energía, porque por ahí es
muy solo”.
131
Sobre la pregunta sobre que le gusta y qué no de Alpes: ellos respondieron que no les
gusta el barrio porque hay muchas peleas a “cuchillo y a pistolas”, y que “a cada rato pelean y
sube la Policía”. Además expresan que no les gusta el barrio porque “fuman y venden vicio y a
ellos les da miedo”, y además “que por la noche no les gusta salir mucho por el miedo a que los
roben”. Por ejemplo este niño escribe “solo me siento seguro en mi casa, los otros lugares dan
miedo”, Ahora bien en los gustos de los niños sobre el barrio, un joven aduce “que le gusta
porque hay harto espacio para jugar y salir y también puede jugar con los parceros, se tiene
severa vista de la ciudad y la gente es chévere pero en la noche es repeligroso”.
Al hablar de las problemáticas presentes en el barrio muchos de los niños participantes
que viven en la invasión hablan del problema de los desalojos de sus casas construidas en Alpes
y dicen que a sus familias le han prometido reubicación y no les han cumplido. Los demás
jóvenes acusan que en Alpes hay varios problemas como los robos, uno de ellos afirma que
“muchos niños se quedan solos en sus casas, además hay mucha basura y por eso las calles se
ven sucias”
Al abordar el tema acerca de sus familias muchos de ellos afirmaron vivir con sus
padrastros, abuelas o solo con su mamá, por lo que se deduce que existen diversidad de familias
en condiciones adversas. Afirman que les gustaría que en su barrio no robaran tanto y sacaran
cuchillos y pistolas además que les gustaría tener “un parque con rodadero, culumpios, y juegos
para poder tener un lugar para jugar” porque al potrero a veces no pueden ir”.
132
Jefferson, Andrey, Santiago, Paula, Laura, Jessica entre otros niños realizaron un collage
acerca de lo que significa su barrio.
Del mismo modo se buscó relacionar el surgimiento de los barrios populares como
producto del desplazamiento forzado y en tanto producto del conflicto armado existente en el
país, debido a la conversación con varios jóvenes, niños, e integrantes de la comunidad acerca
de la historia de su llegada e instalación en el barrio.
133
Análisis de la segunda fase de la propuesta Pedagógica: las prácticas organizativas, acción
colectiva barrial.
Esta segunda fase tenía como objetivo abordar a la comunidad, en relación a su Junta de
Acción Comunal (JAC) y a las labores desarrolladas de la mano de la iglesia con el propósito de
destacar la importancia de la organización barrial como herramienta de lucha frente a los
desalojos, el acceso a los servicios públicos como acueducto, alcantarillado, energía eléctrica,
además problemáticas fundamentales como tener acceso a una alimentación básica, educación
entre otros.
Se realizó un conversatorio con los habitantes de la comunidad, los integrantes de la
JAC, los líderes de la parroquia dentro de los cuales se destacan el padre Manolo Martínez y el
padre Edgar González, el primero es español y basa su labor en la Teología de la Liberación y el
segundo lleva más de 15 años de labor en el sector, comentan su experiencia con la comunidad
de los Alpes y aclaran que “todo lo que se ha logrado ha sido gracias al trabajo conjunto de la
comunidad que se ha esmerado por brindarle mejores condiciones de existencia a sus familias y
vecinos”, luego se aclaró de forma pertinente la diferencia entre acción colectiva y acción barrial
esta última relacionada con el proceso que lleva la comunidad
Asimismo algunos vecinos e integrantes de la JAC afirman “ que ha sido duro el trabajo
en el barrio porque no hay plata, o porque algunas personas no les interesa el tema, a veces hace
falta más unión y comunicación” pero también rescatan que gracias a sus luchas y al apoyo de la
parroquia han logrado muchas cosas entre ellas: el comedor comunitario, roperos que son lugares
donde las familias prestantes donan distintas prendas de vestir que luego son vendidas a
habitantes del barrio por precios que oscilan entre los $5.000 – $8.000, esto con el propósito de
recoger fondos que contribuyan al mejoramiento de la biblioteca popular y la casa cultural .
Luego se realizaron una serie de preguntas con el propósito de indagar sus percepciones
acerca de ¿Qué es la iglesia?, ¿Qué papel ha desempeñado en la organización barrial? , y a los
sacerdotes ¿Cuál era su concepción de trabajo en comunidad?, a lo cual un joven respondió “ yo
pensé que la iglesia era puro diezmo y ya, pero en este tiempo me he dado cuenta que aquí no
pasa eso, ellos han ayudado mucho a la comunidad nos dan consejos sobre cómo pelear por
134
nuestras casas, hay talleres y diferentes lugares donde van los niños”, muchas de las personas
reunidas destacaron el papel de la iglesia porque está al servicio de la comunidad, promueven
reuniones , están al tanto de las distintas problemáticas de las comunidades, y de distintas
maneras intentan proponer estrategias que permitan solucionar las problemáticas existentes en el
barrio Los Alpes
Los sacerdotes y en especial Manolo realizaron una reflexión interesante frente a la
iglesia y a su trabajo con la comunidad tomando como fundamento los preceptos de la Teología
de la Liberación, dentro de lo cual destacaron la necesidad de reflexionar sobre los más
necesitados y el papel que desempeña la iglesia y lo prioritario que resulta “establecer acciones
reales y políticas frente a la desigualdad que pervive en las periferias de Bogotá” acotan que su
labor hace parte del compromiso por los más pobres y ello implica necesariamente ayudarles a
transformar su realidad, por eso su accionar está inspirado en las CEB´S como punto de partida
para su organización barrial.
Es importante resaltar que la comunidad se reúne de forma periódica en la parroquia para
discutir temas relacionados con su bienestar como lo expresa la señora Blanca “Aquí hay que
pelear porque nos llegue el agua todos los días y a ver si por fin tenemos una tubería porque todo
toca por baldes o mangueras, algunos todavía no tienen luz todo toca con vela, entonces son
cosas por las que hay que unirse, además los padres tratan de buscar ayuda para poder resolver
todos estos problemas”; en este sentido la iglesia propicia ambientes de reflexión y espacios de
organización barrial donde se discuten distintas estrategias para lograr conseguir satisfacer las
necesidades de los integrantes .
Luego con la proyección de fragmentos de las distintas películas y documentales se experimentó
una experiencia muy enriquecedora porque muchos de los habitantes de la comunidad
pertenecientes a la JAC y quienes desarrollan de forma mancomunada diversos proyectos a favor
del barrio se sintieron representados con todas las acciones que realizaban los distintos grupos,
es decir, antes lo hacían de manera inconsciente en beneficio de su comunidad, pero ahora
representa un mayor esfuerzo y está impregnado de un alto sentido político porque reflexionan
acerca del entorno en el cual viven y la responsabilidad y los desafíos que ello implica.
135
De esta manera se logró hacer una reflexión con la comunidad y la iglesia situándolos en un
contexto histórico y social asociando su accionar con las Cebs y la importancia de la
organización y las luchas barriales, todo ello enmarcado en la necesidad de reconocerse y
consolidar una identidad barrial lo que implica una formación política y social.
Sistematización de la tercera fase de la propuesta Pedagógica: El Legado: Alimentar
la experiencia y la memoria. Por último se realizaron diversos talleres y uno de ellos se enfocó
en reflexionar sobre las luchas barriales en Bogotá y de manera más específica en la zona
suroriente un ejemplo de ello fue el barrio Villa Javier y su experiencia organizativa, en los
cuales se encontraron diversos puntos en común: se inició la conformación de los barrios a causa
del desplazamiento producido por el conflicto armado y reconociendo que fue en contextos
distintos, además la insuficiencia en la satisfacción de las necesidades básicas como salud,
educación, servicios públicos ( energía eléctrica, acueducto), las malas condiciones de las vías de
acceso al barrio y la lucha por el reconocimiento de sus viviendas así se hayan edificado en
lotificaciones ilegales,. Luego, se realizó un conversatorio en el cual se escucharon las voces de
los protagonistas en la conformación y se contrasto con diversos ejemplos de procesos de
legalización y de luchas históricas de construcción de vivienda digna en el sur y en el sur-oriente
de la ciudad de Bogotá. A partir de allí se realizó un conversatorio en torno a una serie de
preguntas orientadoras, por ejemplo: cómo han sido las luchas por la vivienda, por qué se
crearon los barrios, qué los animo a luchar, qué actores participaron, cuáles han sido los cambios
y permanencias en las formas de organización, a lo cual la comunidad en general y de manera
particular los fundadores, respondieron que la conformación del barrio se dio por la necesidad de
tener un lugar para vivir y conformar su familia, además para buscar nuevas oportunidades entre
ellas un trabajo que les garantizara la satisfacción de las necesidades básicas como lo señala don
Carlos Sánchez “ Yo llegué acá desde Santander buscando un sitio para vivir, quería construir mi
casa y se me presentó la oportunidad de trabajar de albañil, pero aquí la lucha ha sido dura nos ha
tocado defendernos de muchas formas porque como dicen que esto es ilegal pero todo lo que
tengo ha sido con mi plata y mi esfuerzo”, en este sentido los integrantes de la comunidad
empezaron a organizarse gracias al acompañamiento y a la asesoría de la parroquia para un fin en
especifico y era el derecho a pertenecer a la ciudad y a habitarla de una manera digna.
136
En este sentido todas estas actividades condujeron a que los integrantes de la comunidad
reconocieran que su lucha tiene un alto sentido político porque implica reconocerse en colectivo
y reivindicar las luchas históricas que se han tenido por la conformación de barrios y todo ello
mediado por el accionar de una iglesia renovada que buscó realizar acciones concretas para
favorecer a los más desprotegidos, asimismo se reivindicó la memoria del Padre Camilo Torres
Restrepo ya que usualmente se asocia con su accionar guerrillero pero se omite que todo ello
estuvo enmarcado dentro de un contexto reflexivo e innovador acerca del papel que debía
desempeñar la iglesia que era ir más allá de la simple contemplación de la realidad y pasar a
realizar acciones concretas que permitieran generar un cambio significativo en las comunidades.
Conclusiones
El desarrollo de este trabajo implicó una ardua labor de comprensión de los diferentes
elementos categóricos y analíticos que engloba tanto la memoria social como las acciones
colectivas. Asimismo significo entrar en los debates que contempla la Línea de Formación
Política y reconstrucción de la memoria social de la licenciatura.
A raíz de este trabajo se llegó a la conclusión de que la reconstrucción de la memoria
social del barrio Villa Javier durante la década de los setenta y la posterior experiencia
pedagógica en los Alpes en Ciudad Bolívar representó un esfuerzo por fomentar los trabajos de
memoria social y la participación política de las comunidades.
Además, en el momento de relacionar las categorías principales de (acción colectiva,
memoria social y teología de la liberación) las cuales no son conceptos aislados, permitió una
comprensión general de los objetivos que queríamos cumplir con este trabajo, gracias a que, al
analizar la necesidad de la reconstrucción de la memoria social de los procesos organizativos
barriales en Villa Javier se veía necesario retomar las preguntas de cómo los sujetos participaron
en la experiencia organizativa y esto llevaba a integrar de manera dialéctica las categorías tanto
de acción colectiva como la de la teología de la liberación.
El desarrollo del segundo capítulo posibilitó la comprensión del contexto social,
económico y político de la zona suroriental de Bogotá y de forma más específica en el barrio
Villa Javier, la influencia que tuvieron los proyectos urbanísticos en las distintas situaciones
137
organizativas. Asimismo se analizó que las luchas que se gestaron por el acceso a la vivienda, los
servicios públicos (acueducto, electricidad, gas, entre otros,), educación, salud y transporte son
una prueba fehaciente del papel transformador que poseen los sujetos al vivir en comunidad.
Por otro lado las historias de vida se convirtieron en una herramienta primordial en la
reconstrucción de la memoria social del barrio Villa Javier porque al ser relatadas por sus
protagonistas: Mauricio Archila, el Padre Gonzalo Amaya y Carlos Lima, pasaron a ser relatos
minuciosos que permitieron concatenar distintos acontecimientos y vislumbrar los posibles
motivos de la perdida de la memoria social y en algunos casos la oposición a recordar. Cabe
señalar que por medio de los relatos orales se evidenció que la experiencia organizativa barrial
nacida en Villa Javier contra los avances de los proyectos urbanos sirvió como ejemplo de las
posteriores acciones colectivas que se expresaron en el paros cívicos de 1977 en el sur oriente, es
decir la experiencia organizativa animadas por los sacerdotes y religiosos de Villa Javier
significó la base práctica y política de muchas comunidades para organizarse durante el paro
cívico.
En el tercer apartado surge de la relación entre el aspecto teórico-metodológico con las
principales categorías de análisis que se desarrollaron y las herramientas que se utilizaron para la
reconstrucción de la memoria social en el barrio Villa Javier durante los setenta y se enlaza con
la situación de la comunidad del barrio los Alpes en Ciudad Bolívar con lo cual se lograron
establecer puntos en común entre las condiciones históricas de los dos barrios, para ello se
emplearon los postulados de Paulo Freire, Alfonso Torres, Peter Mclaren que resultaron
indispensables por sus aportes a la Educación popular para el desarrollo de la propuesta. En esta
parte se logró integrar a toda la comunidad participante a reflexionar sobre la necesidad de la
memoria social para los barrios populares, así como de la necesidad de organización y
participación en todas las acciones que involucre la vida en el barrio.
Y del cuarto capítulo se concluye, la importancia que tiene realizar un trabajo arduo con
la comunidad de los Alpes en el fomento de la memoria social, la formación política y el
reconocimiento del territorio, con el fin de hallar soluciones por medio de la organización de sus
problemas tales como el acceso a servicios básicos, legalización de sus lotes, y mejores
condiciones de vida.
Finalmente con esta propuesta se puede concluir, que a pesar de que han trascurrido más
de cuarenta años de las situaciones que motivaron las acciones colectivas aun hoy se presentan
138
condiciones similares para muchas comunidades de la ciudad. Por otro lado la experiencia
educativa permitió generar que en niños, jóvenes y adultos nuevas concepciones, relaciones y
percepciones en relación con su entorno – el barrio- y comprendieron que el proceso que
realizan tiene unas profundas connotaciones históricas, sociales y políticas para su comunidad.
Además se logró poner en reflexión el papel que cumple la iglesia en la transformación de la
realidad social y la importancia que tuvo el padre Camilo Torres Restrepo en las experiencias de
organización y unidad comunal
Bibliografía.
Abramo, P., Rodríguez, M., & Erazo, J. c. (2016). Ciudades populares en disputa:¿ Acceso a suelo
urbano para todos? Volumén IV. Quito: Clacso.
ACNUR. (2003). La población desplazada en Bogotá, una responsabilidad de todos. Bogotá: ACNUR.
Agudelo, J. J. (2016). Un legado latinoamericano: Trazos de una pedagogía para transformar. El Ágora
USB, 77-96.
Archila Neira, M. (1991). Cultura e Identidad Obrera Colombia 1910-1945. Bogotá: CINEP.
_____________ (2003). Idas y Venidas, Vueltas y Revultas: Protestas sociales en Cololmbia 1958-1990.
Bogotá: ICANH-CINEP.
Benjamin, W. (1999). Sobre el concepto de la Historia. México, D.F: Ediciones coyoacán.
Beuf, A. (2012). Concepción de centralidades urbanas y planeación del crecimiento urbano en la Bogotá
del Siglo XX. Obtenido de http://www. ub. edu/geocrit/coloquio2012/actas/07-A-Beuf. pdf, 2012.
Bustos Ramirez, Á. (2007). San Cristóbal: haciendo ladrillos,haciendo historias. En Talleres de Crónicas
Barriales. Antologias. (págs. 81-87). Bogotá: Archivo de Bogotá- BLAA-IMPRENTA
DISTRITAL.
Calderón, M. (Abril de 1997). El derecho a la herejía. Justicia y paz, 56-58.
Calderón, M. (2002). Conflictos en el Catolicismo Colombiano. Bogotá: Antropos.
139
Calveiro, p. (2006). Los usos políticos de la memoria. En G. Caetano, Sujetos sociales y nuevas formas de
protesta en la historia reciente de América Latina. (págs. 359-382). Buenos Aires. : CLACSO,
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Campo, M. (2012). Bogotá en la década de 1970, El PIDUZOB como referente teórico de la planeación
acción. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Carvajalino, H. (2011). La experiencia bogotana: del barrio obrero al lote con servicios. Revista Virtual
Urbanismo n° 3 UNAL.
Castillo de Herrera, M., & Torres Tovar , C. (2009). Procesos urbanos informales y territorio: ensayos en
torno a la construcción de sociedad, territorio y ciudad. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia-Sede Bogotá. Facultad de Arte. Maestía de Hábitat.
CELAM. (1968). Documentos conclusivos CELAM Medellín 1968. Medellín: CELAM.
Chárriez, C. M. (2012). Historias de vida: Una metodología de investigación cualitativa. Revista Griot
(ISSN 1949-4742), 50-67.
Clichevsky, N. (2000). Informalidad y segregación urbana en América Latina: una aproximación.
Santiago de Chile: Cepal-ONU.
CODHES. (2009). Víctimas Emergentes. Desplazamiento, derechos humanos y conflicto armado en
2008. Codhes Informa, Boletín Informativo. Bogotá: CODHES.
Colavidas, F. (. (1990). La ciudad Pensada (Doctoral dissertation, Arquitectura). Barcelona.
CNRR. (2009). La masacre de El Salado. Esa guerra no era nuestra. Bogotá: Taurus.
compañia de jesus de Colombia. (25-28 de Abril de 2012). Buga:
http://www.jesuitas.org.co/documentos/27.pdf. Recuperado el 12 de junio de 2015, de
http://www.jesuitas.org.co/documentos/27.pdf
DAPD (2004). El desplazamiento en Bogotá una realidad que clama atención. Bogotá: DAPD-ARFO
editores.
De Zubiría Samper, J. (2006). Los modelos pedagógicos: hacia una pedagogía diálogante. Bogotá:
Editorial Magisterio.
Del Castillo, J. C. (2003). Bogotá. El tránsito a la ciudad moderna 1920. Bogotá: Universidad Nacional
de Colombia.
Durkheim, E. (1987). La división del trabajo social (Vol. 39). México: Ediciones Akal.
Dusán Calderón, M. A. (2004). Modelo pedagógico de las experiencias de educación popular de la
Universidad Surcolombiana, Colombia. Barcelona: Universitat Autònoma de Barcelona.
Engels, F. (1973). Contribución al problema de la vivienda. Obras escogidas Marx y Engels. Buenos
Aires: http://www.pstu.com.ar/wp-content/uploads/2014/09/1873-
contribucionalproblemadelavivienda.pdf.
Engels, F. (1976). La situación de la clase obrera en Inglaterra (Vol. 29). Madrid: Akal.
140
Escalante Solís, L. M., & Carrillo Trujillo, C. D. (2014). Que el olvido social no nos gane: prácticas
sociales conmemorativas en Latinoamérica. LIMINALES. Escritos sobre psicología y sociedad /
Universidad Central de Chile Vol 1. N° 6., 19-34.
Estrada, S. M. (2006). Entre utopía y realidad: historia de la unión de ejido de la selva. LiminaR. Estudios
Sociales y Humanístcos, 112-135.
Fabri, S. (2010). Reflexionar sobre los lugares de memoria: Los emplazamientos de memoria como
marcas territoriales.
Fals Borda, O. (1973). Reflexiones sobre la aplicación del método de Estudio-Acción en Colombia.
Revista Mexicana de Sociología- UNAM, 49-62.
_____________ (1985). El problema de cómo investigar la realidad para transformarla: Por la praxis.
Bogotá: Tercer Mundo.
_____________ (1987). Investigación Participativa. Montevideo: La Banda Oriental.
Freire, P. (2005). Pedagogía del Oprimido. México: Siglo XXI.
Gnecco, C., & Zambrano, M. (2000). Memorias hegemónicas, memorias disidentes. El pasado como
politica de la historia. Bogotá: Arfo Editores Ltda.
Granbois, J. (2015). La exclusión en el capitalismo contemporáneo. Revista América Latina en
Movimiento:“Francisco y los movimientos populares: Tierra, Techo y Trabajo. edición 505, 3-8.
Guillén Romo, H. (2013). México: de la sustitución de importaciones al nuevo modelo económico.
Comercio Exterior, Vol. 63, Núm. 4, Julio y Agosto de 2013, 34-60.
Halbwachs, M. (2004). la memoria colectiva. Prensa universitaria de Zaragoza España). zaragoza:
Prensas Universitarias de Zaragoza.
Harvey, D. (2011) Ciudades Rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana. Akal, Madrid.
Ibarra, V., Puente, S., & Saavedra, F. (1986). La Ciudad y el medio ambiente en América Latina: seis
estudios de caso (proyecto Ecoville). Ciudad De México: El Colegio de México.
Jaramillo, Á. (25 de Abril de 2012). UNA MIRADA A LOS ORÍGENES: aportes a la reunión sobre la
dimensión social como expresión de fe y justicia. Obtenido de Compañia de Jesus colombia:
http://www.jesuitas.org.co/documentos.html?ver=jesuitas
Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XIX.
Lefebvre, H. (1978). El derecho a la ciudad. Barcelona: Península.
Lifschitz, J. A. (2012). La memoria social y la memoria política. Aletheia, 3-5.
Londoño, R., & Saldarriaga Roa, A. (1994). La ciudad de dios en Bogota. Barrio Villa Javier. Bogotá:
Fundación Social..
Madrigal , A., & Sánchez, Y. (2012). Las memorias del conflcito armado y la violencia en colombia.
Ciudad Bolívar como referente de mantenimiento de memoria colectiva significativa en Bogotá. .
Revista Ciudad Paz-ando. IPAZUD, 71-86.
141
Mathivet, C., & Sugranyes, A. (2010). El derecho a la ciudad: claves para entender la propuesta de
crear “Otra ciudad possible“. Santiago de Chile: Habitat International Coalition (HIC) www.hic-
net.org.
Maya Sierra, T. (2007). Áreas residenciales y desarrollo urbano en Bogotá. Revista Urbanismos, 23-53.
McLaren, P. (2005). La vida en las escuelas: una introducción a la pedagogía crítica en los fundamentos
de la educación. Mexico: Siglo XXI.
Medina, M. (1984). La protesta urbana en Colombia en el siglo XX . Bogotá: Aurora .
Mejía Pavony, G. (2013). La aventura urbana de América Latina: Serie Recorridos_3. Bogotá: Taurus.
Molano, F. (2014). El Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977 en Bogotá Las clases
subalternas contra el modelo hegemónico de ciudad. Ciudad Paz-ando, 3(2), 111-142.
Mongue, F. (1977). ”Cristianismo para el Socialismo”, ¿Una contradicción? . Arco, 21-30.
Morello, G. (2003). Cristianismo y revolución. Córdoba: Editorial de la Universidad Católica de
Córdoba- EDUCC.
Nehls, N. (. (2008). El derecho a la ciudad en el mundo: compilación de documentos relevantes para el
debate. Ciudad de Mexico: HIC-AL Coalición Internacional para el Hábitat Oficina Regional
para América Latina.
Neira, G. (2007). Religión popular católica latinoamericana: tres líneas de interpretación (1960-1980).
Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
Nora, P. (1984). Les lieux de mémoire. Ediciones Trilce.
Núñez Espinel, L. Á. (2006). El obrero ilustrado. Prensa obrera y popular en Colombia 1909-1929.
bogotá: Uniandes-CESO.
ONU-Hábitad. (2012). Estado de las ciudades de América Latina y El Caribe 2012. Rumbo a una nueva
transición urbana. ONU-Hábitad-www.unhabitat.org.
Oslender, U. (2008). Comunidades negras y el espacio en el pacífico Colombiano, hacia un giro
geegráfico en el estudio de los movimientos sociales. Bogotá: Instituto colombiano de
antropología e historia ICANH.
Ospina Florido, B. (2011). Espacializando la memoria: Reflexiones sobre el tiempo, el espacio y el
territorio en la constitución de la memoria. Aletheia, 2 (3). En Memoria Académica. Disponible
en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4992/.
Prins, G. (1999). Historia Oral. En P. Burke, Formas de hacer historia (págs. 144-156). Madrid: Alianza.
_____________ (1999). Historia Oral. En P. Burke, Formas de hacer historia (págs. 11-37). Madrid:
Alianza.
Ramírez, L. J. (22 de Agosto de 2013). Nuevo Arco iris. Obtenido de
http://www.arcoiris.com.co/2013/08/informe-del-centro-nacional-de-memoria-historica-
precariedades-de-la-verdad-oficial/
142
Rodríguez Ávila, S. P. (2010). La memoria en la investigacion Histórica. ponencia XV congreso
Colombiano de Historia. Bogotá.
Rodríguez Ávila, S., & Mendoza Romero, N. (2006). Formación política y reconstrución de la memoria
social. Propuesta para la formación profesional docente. Bogotá, Colombia.
_____________ (2009). Problemáticas de la enseñanza de la historia reciente en Colombia: Trabajar con
la memoria en un país en guerra. En UPEHUN, Reseña de Enseñanza de la historia. Bogotá:
Alejandría- UPEHUN.
Rodríguez Gómez, G., & Gil Flores, J. y. (1998). Tradición y enfoques en la Investigacón cualitativa.
Mexico: Ediciones Aljibes.
Ruiz, N. Y. (2008). Las particularidades del proceso urbanizador en Colombia. Bitácora Urbano
Territorial, 91-104.
Salazar, O. (2000). Mujeres y procesiones. Vida cotidiana en un barrio obrero de Bogotá a principio del
siglo XX(Villa Javier 1913-1946). Revista de Antropología y Arqueología vol. 12, 5-32.
Sanz Adrado, J. (2000). La Iglesia y los desafíos de la historia latinoamericana. Cuadernos de formación
cristiana, n. 3. Bogotá: Ediciones Usta.
Secretaria planeacion distrital. (2009). Conociendo la loclaidad de San CristóbalRecorriendo.
Diagnóstico físico y socioeconómico de las localidades de Bogotá, D.C. Bogotá: Secretaria de
Hacienda de Bogotá.
Sepúlveda Corzo, J. G. (2012). Barrios populares: hacia la búsqueda de la producción social del hábitat en
Bogotá. Bitácora Urbano/Territorial, 20(1), 145-155.
Suárez Gómez, A. (2009). La transformación de Bogotá, desde sus haciendas hasta sus barrios. La
hacienda El Chicó, parte de la evolución (Tesis de Maestría). Bogotá: Pontificia Universidad
Javeriana. Facultad de Cencias Sociales.
Tahar Chaouch, M. (2007). Mitos y realidades sociologicas de la teología de la liberación en America
Latina. Estudios sociologicos, el colegio de Mexico, 69-103.
Tammarazio, A. (2013). El barrio como un espacio de aprendizaje: redescubriendo el campo y las plazas
con los niños. Obtenido de IDES-Universidad de Buenos Aires:
http://pas.ides.org.ar/files/2014/08/El-barrio-como-espacio-de-aprendizaje.-redescubriendo-el-
campo-y-las-plazas-con-los-ni%C3%B1os.pdf
Torres Carrillo , A. ( 2005). “Re haciendo memorias e identidades. La reconstrucción Colectiva de la
historia con organizaciones populares. Encuentro Internacional de Historia Oral “Oralidad y
Archivos de la Memoria”. Bogotá.
_____________ (1999). Barrios populares e identidades colectivas. El barrió como experiencia
histórica. Bogota: Recuperado de http://www.barriotaller.org.co/re6.htmEn .
_____________ (2002). Organizaciones populares, identidades colectivas y ciudadanía en Bogotá.
Bogotá: Universidad Pedagogica Nacional.
_____________ (2006). Organizaciones populares, construcción de identidad y acción política. Revista
Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud. Vol. 4, 167-199.
143
_____________ (2007). Identidad y política de la acción colectiva. Organizaciones populares y luchas
urbanas en Bogotá 1980-2000. Bogotá: Universidad Pedagogica Nacional.
_____________ (2013). La ciudad en la sombra. Barrios y luchas populares en Bogotá. 1950-1977.
Bogotá: Universidad Piloto de Colombia.
Touraine, A. (2006). Los movimientos sociales. Revista colombiana de Sociología N° 27, 255-278.
UARIV, Unidad de Victimas. (2013). INFORME NACIONAL DE DESPLAZAMIENTO FORZADO EN
COLOMBIA 1985 A 2012. Bogotá: Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Victimas.
Uribe, H. (2011). Los asentimientos ilegales en colombia: las contradicciones de la economia-mundo
capitalista en la sociedad global. Redalyc http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=64021405009 ,
169-200.
Valladares, L., & Prates Coelho, M. (2003). La investigación urbana en América Latina. Tendencias
actuales y recomendaciones. Documentos de debate n°.4. Obtenido de UNESCO:
http://www.unesco.org/most/vallspa.htm
Vásquez Andrade, P. (2006). Lineamientos para una propuesta educativa en derechos humanos,en el
marco de un pensamiento ético-crítico. En Teoría crítica de la Educación y derechos humanos:
Lineamientos para una propuesta educativa (págs. 325-410). Sevilla: Universidad de León.
Vega Cantor, R., & Castañeda, R. (1999). ¡Déjemos hablar! : Profesores y estudiantes tejen historias
orales en el espacio escolar. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional- Instituto de
Investigación Educativa y Desarrollo Pedagógico.
Vega Cantor, R., & Castaño Támara, R. (1998). ¡ Déjenos hablar! Profesores y estudiantes tejen historias
orales en el espacio escolar. Bogotá: IDEP-UPN.
Veras, E. (2010). Historia de Vida:¿ Un método para las ciencias sociales? Cinta moebio n.39 Santiago ,
142-152.
Verdad Abierta. (14 de Junio de 2016). La verdad abierta. Obtenido de
Http://www.verdadabierta.com/justicia-y-paz/1765-mario-calderon-y-elsa-
alvaradoinvestigadores-del-cinep
Vesina, J. (1985). La tradición oral. Barcelona: Editorial Labor.
Wagener, M. ( 2013). Las ciudades de Engels. Bifurcaciones: revista de estudios culturales urbanos,
ISSN-e 0718-1132, Nº. 12, 1-14.
REFERENCIA BIBLIOGRAFICAS.
Costes, L. (2011). Del" derecho a la ciudad" de Henri Lefebvre a la universalidad de la
urbanización moderna. Urban, 89-100.
Fernández Prieto, C. (1997). Figuraciones de la memoria en la autobiografía. En J. Ruíz-Vargas,
Claves de la Memoria. (págs. 67-82.). Madrid: Trotta.
Hernández Rodríguez, C. E. (2004). Las ideas modernas del Plan para Bogotá en 1950. El trabajo
de Le Corbusier, Wiener y Sert. Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá. Instituto Distrital de cultura
y turismo. Observatorio de cultura urbana.
144
Hernández Molina, R. (2009). RELACIÓN DE REGISTROS URBANOS DEL BARRIO SAN
FRANCISCO JAVIER - VILLA JAVIER. Bogotá - Colombia. Esempi Di Architettura, 1.
Betancourt, D. (2004). Memoria individual, memoria colectiva y memoria histórica: lo secreto y
lo escondido en la narración y el recuerdo. En A. Jiménez Becerra, & A. Torres Carrillo, La
Práctica investigativa en ciencias sociales. (págs. 125-). Bogotá: UPN, Universidad Pedagógica
Nacional.
P., A. J. (2005). El quehacer teológico de las CEBS. 1979-1988. En A. J. P., Teología de la
liberación en Colombia. Un problema de continuidades en la tradición evangélica de opción por
los pobres. (pág. 241). Cali: Universidad del Valle.
Saldarriaga Roa, A. (2000). Bogotá siglo XX urbanismo, arquitectura y vida urbana. Bogotá:
Alcaldía de Bogotá.
Restrepo, J. D. (1995). CELAM. 40 años sirviendo e integrando. Datos para una Historia.
CELAM.
Berríos, R. (2000). La modalidad de la historia de vida en la metodología cualitativa. Paideia
puertorriqueña, 1-17.
Saldarriaga Roa, A. (2000). Bogotá siglo XX urbanismo, arquitectura y vida urbana. Bogotá:
Alcaldía de Bogotá.
Torres, Carrillo. A. (1993). La educación popular. Evolución reciente y desafíos. Revista
Pedagogía y Saberes n° 4, 13-26.
Vesina, J. (1985). La tradición oral. Barcelona: Editorial Labor.
Wagener, M. (2013). Las ciudades de Engels. Bifurcaciones: revista de estudios culturales
urbanos, ISSN-e 0718-1132, Nº. 12, 1-14.
ENTREVISTAS
Amaya, Gonzalo. (9 de Agosto de 2016). Entrevista sobre la participación de los
religiosos en la defensa de los barrios surorientales.
Archila Neira, M. (10 de Septiembre de 2016). Entrevista sobre la participación en los
procesos populares en villa Javier. (M. Rivas, Entrevistador)
Lima, C. (12 de Agosto de 2016). (M. Rivas, & L. Castiblanco, Entrevistadores)
145
ANEXOS
Anexo1.
Documentos del comité de alojamiento para el encuentro Nacional Popular desarrollado
en Villa Javier en 1973.
Ilustración 1 foto de la carta para el Encuentro Nacional Popular en villa Javier tomada por: Carlos Rivas el 26 de septiembre de 2016.
146
Ilustración 2. Documento del Encuentro Nacional Popular; organización y comiciones para el desarrollo del encuentro en 1973 en Villa Javier.
147
Ilustración 3. Documento final para la recepción de las ayudas a los procesos barriales en el suroriente. Recogidas por el Padre. JAVIER GIRALDO en Villa Javier.
Ilustración 4 Archivo General, Kaired, Pronunciamiento de algunos sacerdotes, religiosos y religiosas de Bogotá frente al plan de desarrollo de la zona oriental. 1973 (rescatado: 16 de septiembre de 2016)
148
149
150
Ilustración 5. Volante informativo del Grupo de SAL en villa Javier apoyando el PARO CIVICO NACIONAL EN 1977
151
Ilustración 6 Documento de los Momentos de mayor actividad por los religiosos en villa Javier entre el año de 1970 a 1977. Desarrollado por el Grupo SAL
152
ANEXO 3.Panificación de las actividades y fases de la práctica pedagógica.
FASE EJE TEMÁTICO PROPOSITO GRUPO
DE
TRABAJO
SESIÓN OBJETIVOS ACTIVIDAD FORMA DE
EVALUAR
APORTE AL
PROBLEMA
SOCIAL
APORTE AL
PROCESO
FORMATIVO
La memoria y el
territorio en la
construcción de
identidad barrial
Reconociendo
el contexto.
Contextualización
del territorio.
JÓV
EN
ES
IN
TE
GR
AN
TE
S D
E L
A B
RIG
AD
A J
UL
IO A
NT
ON
IO M
EL
LA
1
Reconocer el contexto
de los sujetos, en
relación a las
construcciones que
estos han creado
alrededor de su
espacio barrial y de su
cotidianidad, con el
fin de visibilizar las
percepciones que
tienen los sujetos de
su territorio.
1. TRABAJO DE
ACERCAMIENTO.
Observación de la cotidianidad
de los sujetos en el barrio de los
Alpes
(Pautas de movilidad, de
comportamiento, lugares
comunes y de encuentro) –
Desarrollado por los docentes-
2. Taller: “Mi barrio¨
• tendrá como objetivo
fomentar el debate sobre el
espacio barrial en torno a unas
preguntas generadoras como:
• ¿Qué es el barrio?
• ¿Para ustedes que significa
Los Alpes?
• ¿Por qué vivir en Ciudad
Bolívar?
• ¿Qué es vivir en comunidad?
• ¿Cuáles son sus lugares
comunes de encuentro?
• ¿Qué hacen en sus rato libres?
• ¿Cómo se organizan?
ETC.
Participación
de los
integrantes del
colectivo y su
disposición al
dialogo.
Esta actividad
les permitió a
los sujetos
ubicarse
espacialmente
en un lugar – su
barrio-; y a
nosotros como
docentes
comprender la
cotidianidad de
los sujetos, sus
percepciones y
expectativas y
el concepto
global de lo que
implica vivir en
comunidad.
Esta primera
actividad resultó
muy pertinente
porque a través de
ella se fortaleció
la identidad y se
reconocieron las
particularidades
de los sujetos.
153
2-3
Reconocer el territorio
barrial como eje
primordial que
permite construir
identidad a partir de
las percepciones
geográficas.
1. RECORRIDOS
TERRITORIALES.
• Se realizará un recorrido
territorial por el barrio en el cual
los chicos se ubiquen
geográficamente: deben tener en
cuenta los lugares más
representativos del barrio como
el colegio, la iglesia, los
parques, zonas sociales, las
viviendas, tiendas, todo aquello
que les llame la atención.
2. TALLER DE
CARTOGRAFIA SOCIAL.
A partir del recorrido deben
realizar un dibujo cartográfico
(mapa) sobre los lugares más
representativos del barrio; con
el propósito de que sirva como
herramienta para desarrollar el
taller de escritura.
-Se trabajará las nociones de
territorio, el impacto de las
construcciones de viviendas en
las zonas de laderas y los
problemas ambientales.
-se trabajará esta herramienta
para articular la lógica de la
marginalidad, la resistencia y la
supervivencia en el territorio
-se debatirá los límites del
barrio.
-el taller será grupal.
3. TALLER DE ESCRITURA
Y DEBATE SOBRE LAS
PERCEPCIONES DEL
BARRIO.
El taller tendrá como eje
principal las percepciones de
los sujetos sobre los espacios
del barrio, articulada a las
siguientes preguntas.
• ¿Con qué lugares del barrio
me identifico, me generan
felicidad, me siento a gusto?
• ¿Qué lugares del barrio son
problemáticos? ¿Por qué? ¿Qué
lugares del barrio me generan
miedo? ¿Por qué?
¿Qué problemas se presentan
en el barrio?
Elaboración
del mapa y del
taller de
escritura.
Esta actividad
permitió que los
integrantes de la
comunidad
reconocieran de
una mejor
manera su
entorno y
realizaran un
análisis sobre
las condiciones
en las cuales
están viviendo.
Realizar un
mapa sobre el
lugar donde
viven les
permitió tener
una visión
mucho más
amplia sobre el
lugar donde
habitan y las
actividades que
allí se
desarrollan,
además también
ubicar y definir
los lugares en
los cuales se
sienten
cómodos y en
los que no.
Realizar el
recorrido les
permitió ubicarse
geográficamente
dentro de la
ciudad y también
dentro del barrio,
reconocer lo que
implica habitar
una zona marginal
de la ciudad y las
dinámicas que allí
se desarrollan.
Se inició un
proceso de
construcción de
identidad
colectiva porque
reconocieron el
territorio y las
necesidades como
propias.
154
Memoria social:
entre la
reconstrucción de
las historias de
vida, la oralidad y
la identidad.
Representación de
los imaginarios
sobre el pasado.
¨Narrando la
historia de mi
barrio¨
JÓV
EN
ES
IN
TE
GR
AN
TE
S D
E L
A B
RIG
AD
A J
UL
IO A
NT
ON
IO M
EL
LA
.
AB
UE
LO
S Y
AD
UL
TO
S M
AY
OR
ES
FU
ND
AD
OR
ES
DE
L B
AR
RIO
.
4 Visibilizar los
procesos, las
transformaciones y
contingencias de la
memoria de los
sujetos.
Reconocer las
historias de vidas y los
testimonios como una
herramienta que
permite la
reconstrucción de la
memoria social que
facilite el
autorreconocimiento
y el sentido de
pertenencia.
1. Taller de encuentros-Grupos
focales.
Realización de entrevistas y
elaboración de las historias de
vida a los fundadores del barrio.
(Por los docentes). ( se irán
haciendo las tomas en videos y
de audio sobre las narraciones
de los personajes)
2. Entrevistas a algunos
habitantes sobre el significados
que tienen para ellos los lugares
como: la iglesia, la escuela, la
casa comunal etc. para la
comunidad, y facilitar desde su
experiencia los análisis sobre el
proceso de construcción de
estos lugares, pretendiendo con
esto buscar exaltar las luchas de
a otrora de los fundadores del
barrio con su gestión
comunitaria.
3. Entrevista por parte de los
chicos a sus padres o a sus
abuelos, sobre la historia de
la fundación de los Alpes. (En
base a una guía de entrevistas)
se utilizaran el uso de sus
celulares para la grabación.
4. Realización de Historia de
vida de algunos chicos del
colectivo.
Desarrollo de
las entrevistas
y construcción
de un relato
histórico del
barrio. (texto
en
construcción
de la historia
del barrio).
Producto
Audiovisual
¨Voces de
Barrio¨.
Desarrollar un
proceso de
escucha activa
en la cual
diversos
integrantes de la
comunidad
relataran los
inicios y las
luchas que se
desarrollar por
el acceso al
territorio y a la
construcción del
barrio, permitió
reconocer las
historias de vida
como elemento
fundamental
para fomentar el
auto
reconocimiento
y el sentido de
pertenencia
Los testimonios y
los relatos se
convirtieron en
una herramienta
primordial para la
reconstrucción de
la memoria social.
El que abuelos y
nietos o padres e
hijos pudieran
compartir historias
de vida implicó un
avance
significativo en el
proceso de
visibilización de
las
transformaciones
y contingencias de
la memoria de los
sujetos.
5
155
FASE EJE TEMÁTICO PROPOSITO GRUPO DE
TRABAJO
SESIÓN OBJETIVOS ACTIVIDAD FORMA DE
EVALUAR
APORTE AL
PROBLEMA
SOCIAL.
APORTE AL
PROCESO
FORMATIVO
156
Las prácticas
organizativas de
movilización.
La acción colectiva
barrial.
Hallar las
Implicaciones
Organizativas en
la configuración
barrial.
JUN
TA
DE
AC
CIÓ
N C
OM
UN
AL
DE
L B
AR
RIO
DE
LO
S A
LP
ES
.
6
• Identificar qué es lo
político dentro del contexto
barrial
• Comprender las prácticas
organizativas de
movilización que permiten
hoy fomentar acciones
políticas.
• Entender las luchas
sociales y surgimiento de
los barrios de periferia en
Bogotá a raíz de los talleres.
1.. TALLER: ENCUENTROS:
Reunir a los integrantes de la JAC, con el
propósito de ampliar el debate sobre los
mecanismos de participación colectiva,
estrategias de movilización y de acción
comunal.
Se hará énfasis en el proceso histórico de la
conformación de las JAC, tomando como
referencia los aportes de Camilo Torres
Restrepo y Orlando Fals Borda. (actividad
magistral de los docentes)
2. MUESTRA AUDIOVISUAL SOBRE
EXPERIENCIAS DE ORGANIZACIÓN
BARRIAL Y COMUNAL.
•Presentar ejemplos a nivel latinoamericano en
donde se evidencie como se lograron organizar
distintas comunidades autónomas, barriales y
campesinas en las cuales se resaltan: las villas
en Argentina con los fundamentos de la
autogestión lineal, el movimiento zapatista, el
movimiento sin tierra del Brasil entre otros.
Además se presentaran fragmentos
audiovisuales sobre la temática colombiana
expresada en películas como: “El gato y el ratón
y “ La estrategia del caracol.”
• Luego se realizará un conversatorio en torno a
las siguientes preguntas:
¿Qué es la acción colectiva?
• ¿Qué es la acción barrial?
• ¿Qué es la participación comunitaria? Y
¿Cómo se relaciona con el momento actual
colombiano?, Con el propósito de contextuar
estos debates con las dinámicas de los Alpes; y
buscando que los integrantes realicen un
análisis crítico en el cual identifiquen las
diferentes problemáticas: sociales, políticas y
económicas que inciden en las distintas formas
de organización.
Participación,
mesas de debate
y opiniones.
Les permitió
a los
integrantes de
la comunidad
reconocer
que su lucha
está
enmarcada
dentro un
contexto
histórico,
político y
social.
Reflexionar
sobre sus
esfuerzos y
acciones
responden a
unas
necesidades
específicas
que también
prevalecen en
América latina y que
otras
comunidades también han
optado por la
organización.
Comprender
que sus acciones tiene
una profunda connotación
política y
social.
Conocer,
analizar y
reflexionar
sobre las
acciones
colectivas y
sus
repercusiones
en las
comunidades y
a nivel general,
además
entender cuáles
fueron las
luchas que se
produjeron por
el derecho a
habitar la
ciudad y papel
político que
desempeñan en
la ciudad.
157
Iglesia, Poder y
Vínculos
comunitarios y
organizativos.
El rol social de
la iglesia en los
sectores
populares.
CO
MU
NID
AD
EC
LE
SIA
L(P
adre
s y
sem
inar
ista
s)
7
•Identificar los cambios y
permanencias que se han
presentado en la iglesia
desde los años70s.
•Reconocer en la iglesia
como una institución que ha
posibilitado la creación de
vínculos comunales y
barriales.
"CONVERSATORIOS Y TERTULIAS:
Discusión sobre: Iglesia y la incidencia
organizativa y política.
ACTIVIDAD 1. Conversatorio.
El conversatorio va girar sobre unas preguntas
problematizadoras: ¿cuál ha sido la influencia de
la iglesia desde los años 70s en el ambiente
político nacional?, ¿Qué repercusiones ha tenido
a nivel social y político en los sectores
populares? ¿Cómo se piensa la acción social la
Iglesia colombiana Hoy? ¿Es la iglesia
católica una institución progresista a 2016?
2. Momento de análisis.
¿Cómo ve la Iglesia colombiana hoy el
fenómeno de la T.L y ¨el movimiento
CAMILISTA¨? ¿Qué Rescatan hoy la iglesia
de esas propuestas de los años70s?.
Se buscara reflexionar en torno a los cambios y
las permanencias del trabajo de la iglesia con
las comunidades pobres como Los Alpes, su
influencia en la participación y la organización
barrial. Sus visiones a futuro y su propuesta
para la actual coyuntura política y social
colombiana.
Para complementar esta discusión se realizara
una siguiente actividad tomando como tema de
debate las propuestas populares de la Teología
de la Liberación y las CEB´S para fomentar la
experiencia organizativas desde una teología
desde los barrios,
Reflexiones
críticas y
propositivas
sobre el tema en
discusión.
Opiniones para
problematizar.
Lograron
identificar a
la iglesia
como
institución
que logra
mediar y
fomentar las
acciones
colectivas en
su comunidad
Comentaron
sobre la
importancia
de la
organización
barrial y
cómo se van
creando
vínculos
entre los
diferentes
sujetos.
Analizaron los
cambios y
permanencias
que se han
efectuado en la
iglesia.
Reflexionaron
sobre la
importancia de
la Teología de
la Liberación y
como sus
postulados han
contribuido a
mejorar las
condiciones de
vida de muchas
personas.
Reconocer
como un
sacerdote que
impulsó el
análisis y la
concientizació
n de la labor de
la iglesia.
Teología de la
liberación y las
CEB´S
Alternativas
para el cambio y
la organización
social de las
bases populares.
8
"• Identificar el contexto
social y político en el que
surge las T.L y la CEB´S.
• Reflexionar acerca de la
T.L como una alternativa
política y organizativa de
los barrios populares.
• Comprender la propuesta
de la CEB´S en la
construcción de lazos
comunitarios y de identidad
GRUPO DE ESTUDIO.
• Reflexión temática sobre la Teología de la
Liberación vs la Iglesia Conservadora.
• Debate y explicación de la propuesta de acción
social de la teología de la liberación y la
propuesta de las CEB´S en Colombia, su
contexto en el cual se desarrollaron y sus
propuestas en la construcción de comunidad.
• De acuerdo al debate se relacionarán las
propuestas de CEB´S con el contexto actual de
Reflexionaron
sobre la
importancia de
la Teología de
la Liberación y
como sus
postulados han
contribuido a
mejorar las
condiciones de
vida de muchas
158
barrial. nuestros barrios. ¿Qué cosas se pueden resituar
hoy y que cosas debemos retomar y hacer para
crear comunidad?
personas
El Legado:
Alimentar la
experiencia
y la
memoria.
Las experiencias de
las luchas por la
vivienda: Épocas
de organización
barrial.
¨ El lugar de la
Formación
Política¨
JÓV
EN
ES
IN
TE
GR
AN
TE
S D
E L
A B
RIG
AD
A J
UL
IO A
NT
ON
IO M
EL
LA
.
9 • Identificar el contexto
social, económico y político
del momento histórico de la
creación de los barrios
populares.
•Comprender los procesos
organizativos que
configuraron el barrio.
• Comparar las dinámicas
organizativas de las
experiencias de
conformación de barrio.
• Reflexionar acerca de las
acciones que se buscaron
para acceder a los derechos
a la vivienda y a los
servicios públicos.
TALLER: MUESTRA COLECTIVA DEL
VIDEO REALIZADO SOBRE LA HISTORIA
DE ALPES: VOCES DE BARRIO, LAS
LUCHAS DE ALPES.
Actividad 1: Se realizará una muestra del
Videcoclip sobre la historia de Alpes junto a
otras dos muestras audiovisuales; ejemplos de
procesos de legalización, de vivienda digna y las
luchas históricas de construcción de vivienda en
el sur y en el sur-oriente de la ciudad de Bogotá.
Después de la reproducción de los videos se
hará un conversatorio en base a una serie de
preguntas orientadoras, ejemplo: cómo han sido
las luchas por la vivienda. Cuáles han sido los
cambios y permanencia en las formas de
organización en las 3 muestras audiovisuales,
además se realizará este debate en base a
preguntas claves como: ¿por qué se crearon los
barrios? ¿Qué los animo a luchar? ¿Qué actores
participaron? ¿Cuáles son las semejanzas en los
3 procesos? Y que experiencia puede
suministrar estas luchas para solucionar los
problemas actuales del barrio.
•Participación
• Análisis
crítico sobre las
muestras
documentales
Muchos de
los habitantes
se
sorprendieron
al
comprender
que su
proceso no es
el único, que
muchas
personas han
luchado y
siguen
luchando por
el
reconocimien
to de su
barrio y por
la
satisfacción
de sus
necesidades
básicas.
Se logró
realizar una
comparación
interesante
entre la
situación de
que vivio Villa
Javier y la de
Los Alpes.
Aunque no se
terminó el
videoclip si se
compartieron
historias sobre
la
conformación
del barrio lo
cual resultó en
un análisis
interesante
sobre las
similitudes y
diferencias.
El legado del padre
Camilo Torres
Restrepo: El
Mensaje de acción,
unidad y
compromiso.
Reivindicar la
memoria de
Camilo desde los
barrios Populares.
10
• Entender a un Padre
Camilo Torres ligado a la
acción social, más allá a lo
que generalmente es
asociado: Guerrillero,
(revalorizar la imagen de
Camilo).
•Lograr crear reflexiones
críticas sobre camilo.
• Reflexionar cuál ha sido la
influencia del Padre Camilo
Torres y su mensaje para los
procesos de organización
barrial.
Reivindicar la memoria de Camilo Torres
Restrepo.
ACTIVIDAD. 1. entrega de material
informativo sobre la vida Camilo Torres
Restrepo. Con el fin de Contrastar las visiones
que se han construido sobre Camilo Torres
Restrepo. (Desde pequeños cortos audiovisuales
y pequeños artículos periodísticos, texto o
libros.
• Momentos de Lecturas y de Arte. Por grupos
se entregará la propuesta didáctica de
enseñanza; el libro "CAMILO VUELVE, A
COLORES" como estrategia de enseñanza,
comunicación y difusión de la memoria de
• Participación
• Proponer
diferentes
representacione
s pictóricas
vinculadas a
sus
percepciones
sobre la vida de
Camilo Torres.
Se logró
hacer una
reflexión
acerca del
Padre Camilo
Torres
Restrepo y su
labor y
aportes a la
acción
colectiva y la
organización
barrial.
Se logró la
asociación de
la labor de la
iglesia con la
influencia del
padre Camilo
Torres
Restrepo y los
beneficios que
trajo y que aun
trae a la
comunidad
159
Camilo, con el fin de situar al personaje desde
un ejercicio itinerante, diferenciado y reflexivo
de lectura y de debate, y direccionado a
relacionar la vida de Camilo, sus propuestas y
apuestas por el cambio social desde las luchas
sociales barriales con la organización y
resistencia desde los barrios populares como
Alpes.
ACTIVIDAD 2. Taller de Pintura ¨Re -colorear
a Camilo¨.
ACTIVIDAD 3: Realizar una Historieta sobre la
vida de cada uno de los jovenes.
Actividad Final:
top related